Juan Manuel Blanes
Juan Manuel Blanes
Juan Manuel Blanes
BLANES
...Juan Manuel Blanes, nacido el 8 de junio de
1830 en Montevideo, un mes antes de
conseguir su patria la soberanía, está sentado en
los umbrales de la pintura uruguaya como un
todopoderoso. Afortunado fue el Uruguay de
contar desde sus primeros años entre sus
ciudadanos, a quien era capaz de dejar creada
por su arte y oficio y su responsabilidad
patriótica, la imagen documentada y bella de la
gesta de su Independencia recientemente
conquistada y de los años de consolidación de
su libertad. El relator, documentador e
ilustrador de la historia nacional en sus
comienzos, era de una tal categoría y de una
multiplicada acción que el pueblo oriental lo ha elevado a un plano
excepcional, asimilándolo a las filas de sus mejores héroes. "Ningún pintor
en Sud América consiguió la admiración de Juan Manuel Blanes", dice José
León Pagano en su Historia del Arte Argentino. Luego de la muerte, la
consideración de su pueblo continúa intacta. Con su nombre se denominan
calles principales e importantes instituciones.
...El pueblo aún hoy sigue prefiriendo, por encima de las interpretaciones
de otros artistas que trataron iguales temas, las esfigies que Blanes pintara
de los patriotas uruguayos; las escenas de su costumbrismo las elige por
más vividas y floridas.
"Amanecer" óleo.
Frente a esta preferencia popular inalterable se debe considerar la faz
pictórica de Juan Manuel Blanes, posiblemente nunca tan alejada como hoy
de las normas estéticas que guían a los creadores de arte. Fue Juan Manuel
Blanes un académico naturalista; uno de esos grandes académicos
naturalistas que se dan en el siglo XIX, de oficio impecable en su solvencia
y en su aliento vigoroso y fuerte; uno de esos grandes académicos que de
tanto en tanto desbordan en alguna obra importante el férreo corsé al que se
han sometido. Desde los estudios se advierte a artista que hace vibrar al
molde. Véanse sus dibujos de trazados de perspectiva y proyecciones:
tienen la exactitud geométrica más cuentan también con la animación
artística; las anatomías son tan fieles como sensibles.
Su ciudadanía le dio a este académico la senda preferente del naturalismo.
La poca frecuentación de museos le quitó felizmente el gusto de la alegoría
neoclásica escasamente presente ,en su obra, y en la que se hundieron
numerosos cultores del academismo europeo, cuyas obras resulta
insoportable mirar por estar vacías de todo sentido o aplicación actual.
Maestro de su propia vida, no perdió el tiempo en motivos seudo clásicos,
como también muy raramente excedió sus trabajos en las anécdotas
pueriles. Lo que pintó lo lego a la historia de hombres, de hechos y de
costumbres. Fue en esta misión algo mas que un mero cronista o ilustrador,
artesano artístico del mundo oficial. Tuvo unidos a su solvencia de oficio,
severidad de información, cultura de indagación, convencimiento patriótico
y dignidad de su labor; fue, en consecuencia, un excelente pintor de la
historia.
Son éstas como dijimos, sendas marcadas por los retratistas y costumbristas
extranjeros; en un sentido, Cayetano Gallino, que imponía en sus retratos
un ritmo de composición que no tomó el uruguayo, y en otro, la influencia
de la obra descriptiva de Besnes e Irigoyen. Cuando Blanes viaja a Europa
para realizar su gira de perfeccionamiento y de terminación de estudios ha
pintado ya mucha obra. Es algo más que un estado potencial o promisorio
con algún trozo de presencia. Ya ha pintado a la edad de 30 años - que es
cuando parte para Italia - una cantidad bastante apreciable de retratos, e
incluso ostentaba el título de decorador del Palacio San José, la residencia
del presidente argentino justo José de Urquiza en Concepción del Uruguay
(Entre Ríos, Rep. Argentina) donde desarrolló el tema de las batallas
ganadas por el ilustre militar argentino y cuadros religiosos para la capilla
del palacio.
"El Baqueano", año 1875, óleo.
Blanes viaja a Europa con total sumisión
de aprendiz sin que le mellen las
admiraciones locales conquistadas. Va a
la búsqueda de una reiniciación certera
desde el dibujo y acude a Florencia
donde el culto del dibujo se guarda, se
explica y se enseña, y obtiene el máximo
altar: la Academia de las Artes del
Dibujo de Florencia, de un dibujo
torneado, de sutiles pasajes del
claroscuro, de las sombras trabajadas
hasta el infinito, de los escorzos de las
figuras para simular lo tridimensional en
las superficies planas; el dibujo estatuario, quieto, inmóvil, de silencio
digno. Blanes lo estudia con el Prof. Antonio Ciseri y perfecciona el
recorrido de las sombras a las luces, llenando las superficies de sus cuadros
con pinceladas que modula con un amor incalculable que ennoblece el
oficio, acusando la morbidez del
tránsito de unas a otras.
La "Muerte del Gral. Flores" es en sus comienzos una nota vivaz de danza
de forajidos embozados en el momento de dar muerte a ex-gobernante del
país; en su segunda versión es el cuerpo expirante del militar en el
momento de recibir los auxilios religiosos del Padre Soubervielle. En estos
y otros casos la dignidad comprensiblemente buscada lo alejó de la
suprema belleza del arte.
"La muerte del General Venancio Flores", año 1868, óleo de Juan
Manuel Blanes.
La palabra "gaucho" aparece en las crónicas de viajes por América del Sur
en el último cuarto del siglo XVIII, ubicando su existencia al Sur del
Brasil, en el Estado de Río Grande, en las Provincias Argentinas o en esta
comarca, ya que en todos estos territorios, tipos y costumbres se confunden
y nos unen. Los informes que de su vida se escribieron no lo favorecen con
muchas virtudes, por lo contrario, cada cronista le acrece la lista de
defectos; la concordancia está en reconocer en el gaucho una ociosa y
brillante masculinidad: guitarrero y cantor, seductor de chinas; hombre
peleador y de muertes; hombre de a caballo y de juego; libre de
compromisos de trabajo; contrabandista; supersticioso y sin sujeciones
religiosas. Desde el vértice de esas negaciones aparece la vertiente
generosa de su valentía. Amante de la libertad sin ataduras, el orgullo de su
autonomía social le será fecundo. Individualista indómito, fácilmente
entenderá la idea de una tierra libre de poderes extraños que lo llevará a
unirse en la pelea colectiva, constituyendo su clase, como se afirma, el
primer elemento de emancipación americana.