Resumen La Iliada
Resumen La Iliada
Resumen La Iliada
Resumen
Institución Educativa San José de Orito
BACHILLERATO ACADÉMICO, TÉCNICO COMERCIAL DIURNO
Y EDUCACIÓN FORMAL PARA ADULTOS
APROBADO MEDIANTE DECRETO NRO. 0607 DE XII-6-2012
O M H P O Y
Ι Λ Ι Α Σ, Η' Μ Α Λ Λ Ο Ν
άπαντα τά σωζόμενα.
H O M E R I
I L I A S, S E V P O T I V S
omnia eius quæ extant opera
Agamenón, en una nave en medio del mar, hizo una hoguera, donde quemó
cien reses (hecatombe). Designó a Ulises para que devolviese a Criseida.
Crises, agradecido, oró al dios Apolo para que calmase la peste.
Aquella noche, Hipnos, por orden de Zeus, tomó la forma de Néstor e hizo
despertar a Agamenón. Este saltó de la cama y reunió a los jefes griegos.
Como ya era muy larga la lucha, acordaron todos regresar a la patria. Corrieron
hacia las naves; pero Ulises, aconsejado por Atenea, los detuvo,
avergonzándoles de aquella retirada poco honrosa. Reuniéronse en Consejo,
y llenos de ardor guerrero, se prepararon para la lucha.
Los aliados de los troyanos eran los Tracios, tribus guerreras del norte de la
Grecia continental; los Licios, que se vestían con pieles y usaban mazas, y
cuyo rey era SARPEDÓN, hijo de Zeus y Europa; los Frigios, infatigables
jinetes; los Peonios; y los Carios.
CANTO III
ENCUENTRO DE PARIS CON MENELAO
Paris iba al frente de las tropas, “orgulloso como un pavo real”. Al divisarlo,
Menelao se le lanzó encima; Paris, lleno de miedo, corrió a ocultarse. Héctor
increpó a su hermano:
“Maldito Paris, presumido, libertino, sobornador, ojalá mueras sin
descendencia y sin conocer el lazo conyugal… En verdad, sonríen los aqueos
de cabezas melenudas, ellos que te creían un paladín incomparable, puesto
que poseías una bella presencia. Pero ni vigor ni valentía hay en tu corazón”.
Paris se reanimó con estas palabras. Hizo detener a los guerreros y propuso
un duelo entre él y Menelao; el vencedor se llevaría a Helena y así acabaría la
guerra. Griegos y troyanos acogieron con entusiasmo esta propuesta.
Iris, tomando la forma de Laodicea, una hija de Príamo, avisó a Helena acerca
del duelo. Helena salió de su cuarto y observó el campo de batalla desde una
torre. Los troyanos comentaron su hermosura pero deseaban verla marcharse.
Paris apareció ante Helena, palpando sus armas que, a su decir, le habían
dado un “gran triunfo”. Pero la princesa no se dejó engañar y se lamentó:
“Ahora los dioses nos han enviado esta desgracia. ¡Que yo no tenga un esposo
valiente, sensible a los reproches y afrentas de los hombres!”.
CANTO IV
SE REINICIA EL COMBATE
CANTO V
LAS HAZAÑAS DE DIÓMEDES
Aquel día, hubo un griego que se destacó sobre todos: Diómedes. Atenea hizo
que su casco refulgiera una llama sobrenatural, para atraer sobre él todas las
miradas. Dos hijos de Dares se arrojaron sobre él; pero Diómedes mató a uno
de ellos, Fegeo. Hefestos protegió al otro, envolviéndole en una nube.
El Olimpo ( Όλυμπος)
Apolo colocó en medio del campo un cadáver con la forma de Eneas, para que
los troyanos se reanimasen y defendieran el supuesto cuerpo del héroe. No
contento con eso, llamó a Ares en su auxilio.
Sarpedón hizo animar a Héctor, y éste, guiado por Ares, hizo que los suyos
empezaran a ganar terreno.
Hera hizo reanimar a los jefes griegos y Atenea aconsejó a Diómedes que
hiriera a Ares. Entusiasmado, el héroe griego se metió a la lucha. Cogió su
lanza e hirió al mismo dios de la guerra en el costado. Ares exhaló un rugido
que aterró a todos los combatientes. Al ver Zeus herido a su hijo, lo reprendió
severamente y lo mandó a que se curase donde Peón, el médico de los dioses.
CANTO VI
HÉCTOR Y ANDRÓMACA
Por las Puertas Esceas Héctor entró a Troya. Pidió a su madre Hécuba que
implorara a Atenea para que calmara su ira. Encontró a su hermano Paris
escondido en el palacio y le afeó su conducta. Luego se dirigió donde se
esposa Andrómaca con la que tenía un pequeño hijo llamado ASTIANACTE o
ASTIANAX. Homero ha hecho de Andrómaca el símbolo del amor conyugal.
CANTO VII
COMBATE SINGULAR ENTRE HÉCTOR Y AYAX
Paris mató a Menestio, hijo del rey Areitoó y de Filomedusa. Héctor mató a
Eyoneo; Glauco, príncipe de los licios, mató a Ifínoo.
Cuando Atenea vio que los troyanos mataban a muchos aqueos bajó en raudo
vuelo a Troya. Apolo le pidió que suspendiera el combate a cambio de que
Héctor desafiara al más valiente de los troyanos. Atenea, tomando la forma del
adivino Heleno, aconsejó de tal manera a Héctor.
Héctor hizo parar la pelea y desafió al más valiente de los griegos para que
saliera a luchar con él. Al oír esto, los griegos quedaron mudos e inmóviles.
Menelao se levantó entonces y les hizo afear su conducta, disponiéndose él
mismo a combatir al troyano. Pero Agamenón, que era más prudente, lo
detuvo, haciéndole ver que sería una pelea desigual ya que Héctor era mucho
más joven.
La suerte recayó sobre Ayax Telamonio. “Como un furioso león”, Ayax salió al
encuentro de Héctor. Es de destacar el escudo de Ayax, hecho de siete pieles
de buey y una pieza de bronce. De ambas partes llovieron golpes y cuando el
sol ya se ocultaba, Taltibio e Ideo, heraldos de Zeus, suspendieron la lucha.
Al día siguiente, los troyanos avisaron a los griegos sobre la oferta de Paris,
pero estos lo rehusaron y aceptaron solamente una tregua para dar sepultura
a los muertos.
Zeus, enojado, pidió a los dioses que no se mezclaran en las disputas de los
hombres. Con su carro, bajó al bosque de Ida. Cogió una balanza y echó en
los platillos la suerte de ambos bandos. Aquel día, el destino favorecía a los
troyanos.
Al ver todo aquello, Hera quiso enviar a Poseidón en ayuda de los griegos,
pero éste se negó. Los troyanos ya avanzaban a incendiar las naves, cuando
Agamenón, con ardientes lágrimas, clamó ayuda a Zeus. El dios, conmovido,
mandó un águila que llevaba un cervatillo. Era su señal de que apoyaría a los
griegos.
CANTO X
LAS HAZAÑAS DE ULISES Y DIÓMEDES
Héctor había tenido el mismo plan de los griegos: mandó al veloz Dolon como
espía al campamento griego. Si regresaba Dolon vivo, en recompensa le
serían dados los caballos de Paladión. Pero para su infortunio, Dolon fue visto
por dos griegos y Diómedes logró capturarlo. El veloz corredor le suplicó por
su vida a cambio del rescate que con seguridad le daría su padre. Diómedes
no le hizo caso y le hundió la espada en la garganta.
Al día siguiente, la Discordia hacía animar a los griegos para entrar en la pelea.
Encabezados por Agamenón, se lanzaron sobre los troyanos. Hubo signo de
buen augurio para los griegos: resonaron truenos y comenzó a llover gotas
teñidas de sangre.
Ulises quedó rodeado por los enemigos. Uno de ellos, Cárope, le hirió en el
costado. Pero el griego reaccionó y de un lanzazo mató a su ofensor.
Otra hazaña de Paris fue herir a Macaón, hijo de Asclepios y médico de los
griegos, quien, junto con Néstor, debió abandonar el combate. Aquiles, que
observaba la lucha, envió a Patroclo para que los auxiliase.
Los troyanos consiguieron llegar hasta las murallas que los griegos habían
levantado. Como estaba defendida por un foso, los de caballería se lanzaron
a pie para tomar las fortalezas.
De pronto vieron todos una señal en el cielo: un águila llevaba una serpiente,
pero el reptil fue capaz de matar al ave. Era un buen augurio para los griegos.
Polidamante avisó de ello a Héctor, pero éste no hizo caso y junto con los
suyos siguió atacando.
Los dos Ayaces recorrían las torres reanimando a sus compañeros. Apareció
entonces el licio Sarpedón, que se subió en una almena y arrancó muchos
bloques de muralla. Ayax Telamonio de un lanzazo le hizo retroceder, aunque
el licio volvió a la carga con nuevos compañeros, aunque no lograron romper
el cerco.
El griego Meriones atacó a Deífobo, pero se le rompió la lanza y fue a las naves
por otra. Teucro dio un lanzazo en la cabeza a Imerio; Héctor le arrojó su lanza
pero esta falló y fue a caer a Anfímaco, matándolo. Ayax hizo retroceder a
Héctor y pudo rescatar el cadáver de Anfímaco.
CANTO XIV
LOS GRIEGOS REACCIONAN
CANTO XV
LOS TROYANOS CONTRAATACAN
Ares había perdido un hijo en la lucha, Ascálafo, pero Atenea le retuvo para
que regresara al campo de batalla.
Héctor ordenó a sus hombres que incendiasen las naves. Para ayudarlos,
Apolo cegó con tierra el foso y derribo parte de la muralla. Entonces Néstor
dirigió sus plegarias a Zeus. De inmediato, la bóveda del cielo vibró con un
lejano tronar, lo que fue considerado de buen augurio.
Al ver todas esas desgracias en que se sumían los griegos, Patroclo fue a ver
a Aquiles, reprochándole su conducta de no querer combatir.
Derramando una gran copa de vino, Aquiles pidió a Zeus que trajera buena
suerte a los griegos. Al ver a Patroclo, los troyanos creyeron que era Aquiles y
solo pensaron en huir. La situación se volteó a favor de los griegos. Todos los
troyanos que habían incendiado la nave fueron exterminados. Algunos que
huyeron atropelladamente, cayeron en el foso y hallaron horrible muerte,
ensartados en las filudas estacas. Patroclo causó infinidad de bajas al
enemigo: Areilico, Prónoo, Téstor, Erimantes, Exaltes, Tlepólemo, Equies,
Pires, Ifeo y Polimelo se contaron entre sus víctimas.
Al ver dicha matanza, Sarpedón bajó de su carro y se atrevió a desafiar a
Patroclo. El licio arrojó primero su lanza; pero esta falló cayendo en el caballo
Pegaso. Tiró luego su jabalina, pero también falló y se hundió en el suelo.
Patroclo reaccionó y tiró su lanza con certero tiró en el pecho de Sarpedón,
quien murió en el acto. Glauco, amigo del muerto, animado por Apolo, fue a
llamar a Héctor para que le ayudase a rescatar el cadáver.
Patroclo no se amilanó ante Héctor y cogió una enorme piedra con la que mató
al auriga Cebrión de un recio golpe en su frente. Luego enfrentó a Héctor,
trabándose un rudo combate. Apolo sabía que el fin de Patroclo había llegado
y decidió avisarle: hizo que su casco cayera y se rompieran las correas de su
coraza. Patroclo se aterró ante tales señales; en ese mismo instante, el troyano
Euforbo, al verle sin armadura, le hundió su lanza en la espalda, para
enseguida sacarla y retirarse con los suyos, rehuyendo trabar combate singular
con el griego. Patroclo, gravemente herido, se dirigió donde sus compañeros,
pero Héctor logró alcanzarle y acabó por rematarlo de un lanzazo en el vientre.
Jactancioso de su hazaña, arrebató al caído sus armaduras, que eran de
Aquiles.
CANTO XVII
DEFENSA DEL CADÁVER DE PATROCLO
Como Patroclo había sido un valiente guerrero, los griegos trabaron un terrible
combate para rescatar su cuerpo.
Áyax fue uno de los primeros en acercarse al lugar; al solo verle, Héctor se
llenó de terror y huyó en su carro. Sus mismos compañeros le avergonzaron a
Héctor su conducta. Héctor se puso entonces las armaduras de Aquiles que
había quitado a Patroclo y dirigió a los suyos al ataque. Los dos ejércitos se
pusieron a pelear por el cadáver de Patroclo. Hipóloco tenía atado al cadáver
por una correa de la que tiraba, pero Menelao, de un lanzazo, le puso fuera de
combate. Mientras que el auriga Automedonte trataba de hacer retirar a los
caballos Janto y Balio, pero los pobres animales lloraban a Patroclo, hasta que
Zeus los hizo reanimar; los bravos caballos se precipitaron entonces a la lucha.
Pero el griego Alcimedonte, viendo que su compañero Automedonte
temerariamente se adentraba en las filas enemigas sin llevar arma alguna, se
subió al carro para suplantarlo y Automedonte saltó a tierra.
Los troyanos habían vuelto a acorralar a los griegos. Al ver las cosas como
iban, Hera envió a Iris para incitar a Aquiles que volviera al campo de batalla.
Salió el héroe caminando con aspecto sobrenatural y profirió un terrible alarido
que hizo huir a los troyanos en desbandada. El sol empezó a ocultarse.
Tetis fue a visitar a Hefaistos y le pidió que hiciera nuevas armaduras para su
hijo. El dios le hizo un escudo multicolor, donde se retrataban escenas de la
vida cotidiana. También fabricó otros tipos de armas.
CANTO XIX
AQUILES SE RECONCILIA CON AGAMENÓN
Cuando ya empezaba a amanecer, llegó Tetis con las armas para Aquiles. Este
se las puso, mientras que la diosa ponía gotas de ambrosía y néctar en la nariz
de Patroclo para que el cadáver no se corrompiera.
Con voz de trueno, el héroe convocó a todos sus soldados. En medio de las
aclamaciones de todos, se reconcilió con Agamenón. A pedido de Ulises,
sacaron todos los regalos que el rey había ofrecido a Aquiles. A este le
devolvieron su esclava Briseida y otras siete esclavas más.
Los guerreros se prepararon para la lucha. Aquiles subió a su carro junto con
su cochero Automedonte. Enganchó a los caballos Janto y Balio; instigado por
la Furia, Janto dijo a su dueño: “Tu última hora se acerca, esta vez vamos a
conducirte a la muerte.” “Lo sé – respondió el héroe— pero no me vuelvo
atrás”. Y dando un grito, lanzó su carro al fragor de la lucha.
CANTO XX
AQUILES VUELVE A LA LUCHA
Apolo, ocultándose bajo la forma de Licaón, hijo del rey Príamo, incitó a Eneas
a que desafiara al héroe griego. Pero Poseidón, al ver que Aquiles era mucho
más fuerte que Eneas, arrebató a éste y lo apartó del lugar.
Aquiles siguió combatiendo y mató a Ifitión e Hipodamante, además de
Polidoro, hijo de Príamo, quien se le había burlado corriendo velozmente ante
su vista.
Furioso al ver a Héctor, Aquiles se dirigió contra éste, pero Apolo envolvió al
troyano en una nube negra y lo apartó del lugar.
CANTO XXI
LUCHAS DE AQUILES
Príamo ordenó que abriesen las puertas para que entraran los fugitivos y lo
cerraran no bien hubiesen entrados todos. Mientras que Apolo, para distraer a
Aquiles, tomó la forma del guerrero Agenor. El griego se lanzó a perseguirlo
en dirección opuesta a las murallas; así, sin peligro, todos los troyanos
pudieron refugiarse.
CANTO XXII
LA MUERTE DE HÉCTOR
Cuando Aquiles se dio cuenta del engaño de Apolo, ya todos los troyanos se
habían refugiado. Príamo y Hécuba, desde lo alto de las murallas, rogaba a su
hijo Héctor que no saliese de la ciudad.
“No me supliques, ¡perro!, por mis rodillas ni por mis padres. Ojalá el furor y el
coraje mi incitara a comer tus carnes todas crudas. ¡Tales agravios me has
inferido! Nadie podrá apartar tu cabeza a los perros ni aunque Príamo
Dardánida me ofrezca diez o veinte veces el debido rescate; ni aún así, la
veneranda madre que te dio a luz te pondrá en un lecho para llorarte, sino que
los perros y las aves de rapiña destrozaran tu cuerpo.”
El alma del muerto, dando un doloroso gemido, partió a la sombra morada.
Aquiles le arrebató la armadura y perforándole los tobillos, las atravesó con
unas correas y las ató a su carro.
Así, hubo de arrastrar delante de los muros de Troya, el cadáver del valiente
guerrero. Desde lo alto, Príamo y Hécuba lamentaron su desgracia. Toda la
ciudad gemía de dolor.
CANTO XXIII
FUNERALES DE PATROCLO
Luego vino una competición de tiro de flecha, que tenía como blanco una
paloma atada a una cuerda. Participaron Teucro y Meriones, los dos mejores
arqueros del ejército. Teucro logró cortar la cuerda, pero Meriones atravesó a
la paloma que ya empezaba a volar. El primero se llevó como premio diez
hachas grandes y el segundo diez hachas pequeñas.