Goticas de Fe y Esperanza - Matilde Eugenia Perez Tamayo
Goticas de Fe y Esperanza - Matilde Eugenia Perez Tamayo
Goticas de Fe y Esperanza - Matilde Eugenia Perez Tamayo
21. Y añade:
· Dios piensa en cada uno de nosotros… y piensa bien,
nos quiere, ‘sueña’ con nosotros. Sueña acerca de la alegría
que gozará con nosotros. Por esta razón el Señor quiere ‘re-
crearnos’, y hacer nuevo nuestro corazón, ‘re-crear’ nuestro
corazón para hacer que la alegría triunfe.
· Estamos llamados a caminar para entrar cada vez más
dentro del misterio del amor de Dios, que nos sobrepasa, y
nos permite vivir con serenidad y esperanza.
· El amor fiel que Dios tiene por cada uno de nosotros,
nos ayuda a enfrentar con serenidad y fuerza, el camino de
cada día, que a veces es ágil, a veces, en cambio, es lento y
fatigoso.
22. Profesión de fe
Dios Padre de bondad y de amor, me pongo de rodillas delante
de Ti, y te alabo y te bendigo como mi Señor y mi Dios.
Tú eres, Padre, el dueño de mis días y mis noches, mis alegrías
y mis tristezas, mis victorias y mis fracasos, mis debilidades y
frustraciones, mis dolores y mis esperanzas.
Te doy gracias por el amor que sé que me tienes. Gracias por tu
bondad, por tu fidelidad, por tu verdad que ilumina mi vida y la llena
de sentido.
Creo en Ti, Señor. Creo en Ti y en tu amor de Padre y Madre,
que me llena de ternura y de cuidados. Creo y quiero seguir
creyendo a lo largo de mi vida y hasta la eternidad.
¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe! Aumenta mi fe y fortaléceme
em mi decisión de vivir siempre en tu amor. Amén.
23. A Dios que es nuestra fortaleza
Dios y Señor mío, Tú eres la luz que ilumina mi corazón y mi
vida, en todos los momentos y circunstancias que debo enfrentar
cada día. Tú eres la roca donde estoy arraigado, la piedra que
fortalece mi debilidad. Tu presencia y tu amor me llenan de paz y de
esperanza. Tú me libras del miedo y de la angustia, del mal y de la
muerte.
Por eso, Padre bueno, yo quiero decirte hoy, que confío en Ti.
Confío en tu bondad infinita, en tu ayuda y en tu protección. Confío
en tu Palabra que da la Vida, y en tu amor que me salva.
Por eso, Dios y Señor mío, me entrego a Ti., me pongo en tus
manos de Padre, seguro de tu amor que me sostiene, de tu bondad
que me acaricia, de tu palabra que me muestra el camino. Yo sé,
Señor, que estando Contigo, ni nada ni nadie puede hacerme daño
definitivamente, y todo lo que me suceda, malo o bueno, será para
mi bien. Amén.
24. Gracias, Señor, por tu amor
Tú me amas, Señor, así lo sé y así también lo siento. Por amor
me creaste, y llenaste mi corazón con tu presencia. Me amas,
Señor, desde hace tiempo, y me sigues amando, sin cansarte,
aunque yo muchas veces no lo entienda, y me aleje de Ti y tus
proyectos.
Pero tu amor es grande y no se deja vencer por mis desprecios.
Tu amor es siempre fiel y no renuncia. Tu amor no tiene límites. Es
amor verdadero, y eso es todo.
Ayúdame, Señor, a conocer tu amor y a valorarlo, más allá de mí
mismo, y de todo lo que este mundo mío pueda darme. Ayúdame,
Señor, yo quiero amarte, con un amor tan grande como el tuyo. Un
amor que me llene por dentro y se asome a mis ojos. Un amor que
abra mi corazón al amor de los otros. Un amor que crezca y se
desborde. Pero solo no puedo, ni siquiera decirte que te quiero.
Amén.
JESÚS,
EL HIJO DE DIOS ENCARNADO
25. Desde el principio existía la Palabra: Jesús, el Hijo de Dios.
Y la Palabra, Jesús, estaba con Dios.
Y la Palabra, Jesús, era Dios.
(Del prólogo del Evangelio según Juan 1, 1 ss)
Jesús era - es -, Dios que se hizo carne de nuestra carne y
sangre de nuestra sangre, se metió en el tiempo y en el espacio, y
se vino a vivir entre nosotros… con nosotros… por nosotros… para
nosotros…
¿Cómo ocurrió semejante acontecimiento?… No lo sabemos…
¡Es un misterio!… ¡El Misterio sublime de la Encarnación!…
¡El Misterio del Amor infinito de Dios!… ¡El Misterio de la Bondad
de Dios, de la Omnipotencia de Dios, de la Sabiduría de Dios, de la
humildad de Dios, de la misericordia de Dios, que nos sorprende a
cada paso!.
26. El Espíritu Santo dio vida a la humanidad de Jesús, el Hijo
eterno de Dios, en el cuerpo virginal de María, y así hizo de él un ser
único, el hombre-Dios, el Dios que se hizo hombre, para mostrarnos
a todos la inmensidad del amor que siente por nosotros.
¡La Encarnación de Dios en la persona de Jesús, es, sin duda,
un misterio de amor!… ¡El más grande milagro de amor!…
¡La Encarnación de Dios en la persona de Jesús es un misterio,
un milagro de vida y esperanza para la humanidad entera!…
Da gracias a Dios, cada día, por este regalo que nos da, y por
todo lo que de él se deriva.
27. En Jesús, y por él, Dios Padre se hace visible para nosotros,
como un Dios con rostro humano. Un Dios que no teme ponerse a
nivel de sus criaturas, para mostrarles su amor y sus cuidados.
Jesús es Dios que vive con nosotros, a nuestro lado; Dios que
comparte nuestras penas y nuestras alegrías; Dios que se nos da,
que se nos entrega; Dios que nos comunica su ser, su vida.
Jesús es Dios que se humilla, que se abaja, que se anonada,
Dios que se inclina delante de nosotros para servirnos, Dios que
hace todo lo que está a su alcance - hasta entregar supropia vida -
para salvarnos.
Jesús es Dios que nos ama con un amor salido de las
"entrañas", y puesto a nuestro alcance, para que podamos sentirlo y
gozar de él.
Leyendo los evangelios podemos darnos cuenta de ello.
28. Que Dios se haya encarnado en María, no es, de ninguna
manera, un hecho normal, un suceso corriente y cotidiano al que
podemos acostumbrarnos, como tal vez nos sucede hoy.
Todo lo contrario. La Encarnación es un acontecimiento
absolutamente sorprendente, totalmente inusitado, impredecible,
inimaginable.
No tenía que ser así. Fue así, porque Dios lo quiso; porque Dios
que es amor "sintió" que esa era la mejor manera de estar cerca de
nosotros y "decirnos" que nos ama.
No tenía que ser así. Fue así, porque nuestro Dios es el Dios de
las sorpresas. El Dios que hace posible lo que parece imposible a
nuestros ojos y a nuestra razón.
29. Jesús en el pesebre de Belén, envuelto en pañales y
acostado entre pajas, como el más pobre de los pequeños, nos
recuerda que:
· La vida humana tiene un valor tan grande, que Dios no
dudó en asumirla al encarnarse en el seno virginal de María.
· Nada es más bello que la sonrisa de Dios en el rostro de
un niño.
· En Jesús están todas las respuestas a nuestras
preguntas.
· Cuando abrimos nuestro corazón a Dios, como María,
suceden cosas maravillosas.
· La Voluntad de Dios es siempre voluntad de amor y de
salvación.
· La sencillez y la humildad son dos virtudes esenciales en
la vida cristiana.
· La riqueza más grande que podemos tener es una
familia amorosa y unida.
30. Jesús es Dios verdadero como su Padre, y hombre
verdadero como nosotros.
Por compartir con nosotros su humanidad, Jesús nos conoce y
nos comprende perfectamente; sabe cuáles son nuestras
debilidades y nuestras limitaciones; percibe nuestras angustias y
nuestros miedos; conoce nuestras necesidades materiales y
espirituales más urgentes; ha experimentado nuestras dudas y
nuestros fracasos, nuestras luchas y nuestras vacilaciones.
Por eso podemos confiar plenamente en él y en su amor. Sabe
de qué estamos hechos.
Por eso también podemos pedirle que nos ayude a llevar
adelante nuestra vida, con dignidad y valentía, haciendo el bien y
alejándonos del mal.
31. Jesús es Dios mismo que asume nuestra pequeñez, nuestra
debilidad, nuestra pobreza, sin dejar de ser Dios. En él están la
divinidad y la humanidad, perfectamente unidas.
Jesús es un Dios infinitamente humilde, que se hace servidor de
sus criaturas; un Dios que obra siempre por amor y con amor.
Jesús es la ternura de Dios, la belleza de Dios, la bondad de
Dios, la verdad de Dios, que se hace presente y actuante en el
mundo y en la historia, para que todos podamos conocerlo, sentirlo,
amarlo, admirarlo, y tenerlo como amigo.
Jesús es Dios que vive con nosotros; Dios que comparte
nuestras penas y nuestras alegrías; Dios que se nos da, que se nos
entrega. Dios que nos ama con un amor que no tiene límites; que no
pone barreras; que no hace exigencias.
31. Jesús de Nazaret, Dios encarnado, es una persona real, un
"tú" con quien puedes encontrarte; a quien puedes mirar cara a
cara; con quien puedes sostener una relación de amistad íntima y
profunda.
¡No son solo palabras… Es un hecho real…! Pero tienes que
experimentarlo personalmente, tienes que sentirlo en el corazón, y
para lograrlo debes hacer que sea parte integrante de tu vida, de tu
cotidianidad.
¡Búscalo!… O mejor, déjate encontrar por él… Lo desea
intensamente… Lo desea con todo su corazón, porque te ama
infinitamente… ¡Tanto que fue capaz de morir por ti!…
32. En Jesús y con él, Dios nos enseña:
· Que su poder no es la fuerza sino el servicio.
· Que su sabiduría no es sólo el conocimiento, sino sobre
todo la bondad.
· Que su humildad no es mera apariencia, sino una actitud
permanente de su corazón.
· Que su amor es entrega total.
· Que su misericordia es compasión y perdón sin límites.
34. Toda la vida de Jesús, sus acciones y sus palabras, son para
cada uno de nosotros, el ejemplo que debemos seguir, si queremos
corresponder adecuadamente al amor que Dios siente por nosotros,
y hacer realidad su sueños de Padre.
El Evangelio nos lo dice con claridad, y nos lo muestra con lujo
de detalles… ¡Pero tenemos que tomarnos el trabajo de leerlo y
meditar en lo que nos dice!
Una pregunta suelta:
¿Lees el Evangelio con asiduidad… o sólo lo escuchas cuando
el sacerdote lo lee en la Misa?…
¿Te parece suficiente para llevar adelante tu compromiso
cristiano?…
35. Es bueno pensar con frecuencia y profundidad en la
humanidad de Jesús.
Porque hacerlo:
· Nos ayuda a sentirlo más cercano a nuestra realidad
cotidiana.
· Nos impulsa a relacionarnos más íntimamente con él.
· Nos permite comprender que a pesar de nuestras
debilidades y de nuestras flaquezas, podemos, como él,
vencer el mal con el bien.
67. El Papa Francisco nos dice sobre la acción del Espíritu Santo
en la Iglesia:
El Espíritu de Dios está vivo y operante en su Iglesia,
también hoy, y responde a las necesidades del hombre
moderno.
El Espíritu Santo hace la unidad de la Iglesia: unidad en la
fe, unidad en la caridad, unidad en la cohesión interior.
La Iglesia es madre, y se hace madre sólo cuando se
abre a la novedad de Dios, a la fuerza del Espíritu.
· El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Él da la vida,
suscita los diferentes carismas que enriquecen al Pueblo de
Dios y, sobre todo, crea la unidad entre los creyentes: de
muchos, hace un solo cuerpo, el Cuerpo de Cristo.
Piensa…
¿Podrías afirmar sin temor a faltar a la verdad que tu fe tiene
estas características?…
90. El modelo más claro y seguro para nuestra fe, es María.
Basta leer el pasaje de la Anunciación que nos trae el Evangelio de
Lucas (1,26-38), para constatarlo.
Con su respuesta al ángel: “He aquí la esclava del Señor. Que
se haga en mí lo que me has dicho”, María le entregó a Dios su
vida, de una vez y para siempre. Se fió de su palabra. Puso en sus
manos sus deseos y sus esperanzas, y nunca cambió de parecer.
Estaba segura de que creer era lo mejor que podía hacer.
También para nosotros, lo mejor es creer.
Creer en Dios y creer a Dios. Creer en su persona y creer en sus
promesas de amor y de salvación, absolutamente convencidos que
Él nunca nos defraudará, porque es fiel a sí mismo.
91. Nuestra fe, como la fe de María, tiene que alimentarse y
fortalecerse en el trato íntimo con Dios, en la oración humilde y
constante.
Y debe hacerse realidad palpable, en actos de amor, de servicio,
de entrega generosa a Dios y a las personas que comparten su vida
con nosotros.
Porque como dice el apóstol Santiago: ¿De qué sirve, hermanos
míos, que alguien diga: “Tengo fe”, si no tiene obras?… La fe, si no
tiene obras, está realmente muerta. (Santiago 2, 14-17)
Porque la fe no es teoría, sino que es práctica. La fe no es sólo
aceptar verdades; la fe es también y de modo especial, un estilo de
vida.
92. Decir “yo tengo fe”, “yo creo”, implica un modo concreto de
ser, de pensar, de hablar y de actuar en la vida.
Tenemos que tener esto muy claro. La sola teoría - las verdades
y los ritos -, nos hace cristianos sólo de apariencia, no cristianos de
corazón y de vida, que es a lo que estamos llamados, a lo que nos
invita Jesús, porque es lo que él mismo hizo mientras vivió en el
mundo.
Examina tu fe…
· ¿Es una fe teórica, de sólo verdades que afirmas
intelectualmente, pero no vives en tu cotidianidad… Una fe de
ideas y conceptos?…
· ¿Es una fe de ritos y de rezos, que te llenan de
satistfacción interior, de “orgullo espiritual”, pero que no tiene
ninguna insidencia en quienes te rodean?…
· ¿O es una fe viva, que se hace realidad en acciones
concretas de amor y de servicio, que muestran que eres un
verdadero discípulo de Jesús?…