S: I. Introducción. II. Neoliberalismo y Derechos Sociales. III. El
S: I. Introducción. II. Neoliberalismo y Derechos Sociales. III. El
S: I. Introducción. II. Neoliberalismo y Derechos Sociales. III. El
I. Introducción
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Código ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7566-2429.
1
Ramonet, Ignacio, “La pandemia y el sistema mundo”, La Jornada, México, 25 de
abril de 2020. Este autor considera que es posible que no tengamos un regreso a un Estado
suerte de las lógicas del mercado. Hoy nos percatamos que necesitamos de
una educación pública para todos, en los distintos niveles educativos, y de alta
calidad, que sea capaz de generar investigación y ciencia para enfrentar retos
como el de la pandemia. Los centros de educación privada al fundarse en las
lógicas mercantiles no destinan recursos a la investigación ni a la ciencia cuan-
do no se obtienen beneficios inmediatos. La educación pública en las últimas
décadas ha visto como se estacan los presupuestos para el desarrollo científico
y tecnológico, y observa cómo laboratorios privados apoyados muchas veces
con recursos públicos, realizan la investigación que debería corresponder a la
universidad e instituciones públicas. Lo anterior obliga a repensar el modelo
educativo para situarlo fuera del mercado.
La alimentación no ha estado garantizada durante el periodo neoli-
beral. Después de la pandemia, para enfrentar hambrunas, será necesario
exigir una alimentación universal y de calidad, lo que afectará los intereses
económicos de las empresas del ramo. El derecho a la alimentación estará
acompañado por una discusión sobre la renta básica universal a fin de que
todos tengan acceso a alimentos nutritivos, suficientes y completos. Para
ello, es evidente que la satisfacción de la alimentación no podrá realizarse a
través del mercado, sino que tendrá que basarse en la producción y distri-
bución pública y comunitaria de los alimentos.
Respecto de la vivienda podemos señalar exactamente lo mismo que
mencionamos sobre la salud, educación y alimentación. El techo de las per-
sonas no debe obedecer a la lógica del mercado, sino a la satisfacción de las
necesidades humanas. Ello exigirá un papel más decidido del sector público
y del sector social sobre el ámbito privado, el que tradicionalmente se ha
encargado de brindar vivienda.
En el ámbito económico, apreciamos la misma realidad que en materia
de derechos sociales. Los bancos que administran el crédito están en manos
privadas nacionales y extranjeras, y sus políticas no son de carácter solida-
rio para ofrecer crédito a los más pobres, sino a los que pueden garantizar
cumplir con las obligaciones contractuales que imponen. Las grandes tras-
nacionales han vaciado de contenido principios constitucionales como el de
rectoría económica del Estado, planeación gubernamental para el desarrollo,
o áreas estratégicas del Estado. La reforma energética de 2013 y 2014, es un
ejemplo palpable de lo que aquí señalo.4 En situaciones de crisis como la que
vivimos, el gobierno recuerda que tuvo otrora de manera real la rectoría eco-
nómica del Estado, los instrumentos de la planeación democrática, y las áreas
4
Cárdenas Gracia, Jaime, Crítica a la reforma constitucional energética de 2013, México,
UNAM, 2014.
estratégicas que él solo podía explotar para el beneficio de los intereses gene-
rales. Hoy, el gobierno, echa de menos la facticidad de esos medios y ve con
claridad que solo con instrumentos poderosos de intervención en la econo-
mía podría atender las dimensiones de una emergencia como la que vivimos.
vez de para lograr una economía y una sociedad más igualitaria y justa.
Los intereses económicos más importantes participan mediante esquemas
de cabildeo y de financiamiento de las campañas políticas electorales en el
diseño de leyes que les beneficien, por ejemplo, en materia de propiedad
intelectual, fiscal, subvenciones, laboral, de inversión extranjera, medio am-
biente, etc. Dice Joseph Stiglitz, que las grandes empresas también influyen
indirectamente, a través de los altos costos de acceso al sistema judicial,
para no estimular que los débiles accedan en igualdad de condiciones que
los ricos al mismo.7
Cuando algún Estado intenta aprobar leyes en beneficio de los débiles,
principalmente en el ámbito financiero, fiscal o presupuestal, las reacciones
de los mercados financieros mundiales son desproporcionadamente opues-
tas. Por ejemplo, las agencias de calificación que evalúan la deuda soberana
de los países condenan ese tipo de decisiones estableciendo calificaciones
muy bajas o presionando a los Estados con la amenaza de sacar las divisas
invertidas en el país respectivo y, en el mejor de los casos, se niega a los Es-
tados préstamos internacionales o se les sitúa en la lista negra de los países
inviables. Las medidas de presión que el capitalismo mundial —las trasna-
cionales— puede imponer a los países para que estos se ajusten a las políticas
neoliberales de los organismos financieros internacionales, como el Fondo
Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial, son enormes. Por eso,
los Estados que intentan aprobar leyes de protección a los consumidores o
para limitar los créditos usurarios de los bancos son inmediatamente inhibi-
dos de hacerlo o se les recomienda que abroguen esos ordenamientos.
Los marcos jurídicos de los Estados se construyen entonces para favore-
cer a los grandes intereses económicos nacionales y mundiales por encima
de los intereses y los derechos humanos de la población. Los gobiernos de
los Estados en el modelo neoliberal de la globalización buscan seguir la pau-
ta que señalan las grandes potencias y sus corporaciones, señaladamente las
de los Estados Unidos.
En ocasiones, cuando en algún país no desarrollado, se implementa al-
guna política pública a favor de los débiles, esta es retomada por las gran-
des corporaciones para manipularla en su beneficio, ocasionando al final
sufrimiento a los más desaventajados. Ejemplo de ello es la experiencia de
los microcréditos impulsada en Bangladesh, en donde con criterios socia-
les se concedió a través de cooperativas, créditos con bajo interés a los más
pobres, a los que nunca habían tenido tratos con una institución bancaria;
cuando los bancos con ánimo de lucro advirtieron que en la base de la pi-
7
Ibidem, p. 251.
rámide social había dinero, instrumentaron planes de crédito para los más
pobres, pero ya no con criterios de solidaridad, sino de especulación. La
consecuencia fue la extensión del empobrecimiento acelerado de las fami-
lias más débiles incapacitadas para pagar sus deudas.
Los organismos reguladores nacionales, los que deben reducir o limitar
los excesos de las corporaciones, son incapaces para contener la voracidad
y los intereses de las corporaciones. Stiglitz señala el ejemplo de la SEC (Se-
curities and Exchange Comission) —la Comisión del Mercado de Valores de
Estados Unidos—, encargada de aplicar las leyes federales de ese país sobre
los valores, misma que ha adoptado decisiones en contra de Citibank y otros
bancos norteamericanos por infringir la legislación contra el fraude. Lo que
sigue después de la decisión concreta es lo siguiente: los bancos impugnan la
resolución con el propósito de llegar a un compromiso con el órgano regula-
dor. El acuerdo consiste en que el banco pague una fuerte multa, sin admitir
ni negar su culpabilidad, y se comprometa a no realizar ninguna conducta
parecida a la que suscitó el procedimiento. Sin embargo, nada más haber rea-
lizado esa promesa, vuelven a repetir sus conductas fraudulentas, son someti-
dos a nuevos procedimientos y, en ellos, ocurre exactamente lo mismo que en
el primero. Es una espiral sin fin, en donde las corporaciones siguen actuando
en contra del ciudadano corriente.8
La desigualdad no surge de las fuerzas abstractas del mercado, nace de
la manera en la que se distribuye el poder político en una sociedad. El que
tiene el poder político confecciona el orden jurídico en su beneficio para
perpetuarse en el poder y mantener el status quo de privilegios. La política
configura los mercados y determina las reglas del juego de todos los subsis-
temas sociales y económicos.
Existen muchas aproximaciones para entender y definir poder. Una de
ellas, la más elemental y socorrida, entiende que alguien tiene poder sobre
otro cuando prevalece su interés y logra influir en sus decisiones. Otro en-
foque señala que alguien tiene poder no solo cuando influye en el otro e
impone su interés, sino también cuando logra evitar conflictos y excluye de
la agenda pública los intereses del otro. También se entiende que el poder
significa la capacidad para moldear los intereses de los otros e influir en los
arreglos suscitados por los conflictos. Igualmente, algunos consideran que el
poder deviene de la inacción de los sin poder y, por eso, conviene estudiarlo
cuando los sin poder tienen la capacidad de cambiar su situación política.9
8
Stiglitz, Joseph, op. cit., pp. 264 y 265.
9
Steven, Lukes, El poder: un enfoque radical, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 2007,
y Gaventa, John, Power and Powerlessness. Quiescence and Rebellion in an Appalachian Valley, Univer-
sity of Illinois Press, 1982.
III. El neoliberalismo
y su vínculo con la democracia
11
Es muy conocida la resolución de la Corte Suprema de los Estados Unidos, en el
caso Citizens United contra la Comisión Federal de ese país de 2010, en donde ese tribunal
aprobó la constitucionalidad de los gastos ilimitados de las grandes corporaciones en las
campañas —financiamiento privado sin topes en las aportaciones— para que las grandes
empresas y sindicatos ejercieran su “libertad de expresión”.
12
Cárdenas Gracia, Jaime, La crisis del sistema electoral mexicano. A propósito del proceso electoral
de 2012, México, UNAM, 2014.
13
Krugman, Paul, “Oligarchy, American Style”, New York Times, 4 de noviembre de 2011.
madas, las que no han sido mermadas y afectadas en los últimos sexenios.
La fortaleza de las fuerzas armadas demuestra la importancia de contar con
una administración pública sólida y consolidada, la que ahora en nuestro
país no se tiene.
Muchos de los órganos constitucionales autónomos en México deben
su origen a recomendaciones y/o imposiciones de organismos financieros
internacionales, como ha sido los casos del Banco de México, el Instituto
Federal de Telecomunicaciones, la Comisión Federal de Competencia Eco-
nómica y el desaparecido Instituto Nacional para la Evaluación de la Edu-
cación. A las instituciones financieras internacionales y a las empresas tras-
nacionales les interesa que existan órganos reguladores que no obedezcan a
las coyunturas políticas, garanticen y den seguridad a las inversiones econó-
micas, principalmente extranjeras, y posibiliten el mantenimiento equilibra-
do en el ámbito doméstico de las variables macroeconómicas. Es decir, los
órganos constitucionales autónomos —al menos algunos de ellos— derivan
de lógicas neoliberales y sirven para evitar que gobiernos con gran legitimi-
dad democrática o “irresponsables” amenacen la estructura del capitalismo
mundial que se aplica a todas las naciones del mundo.
Además de las razones anteriores, otras causas de la proliferación de los
órganos constitucionales autónomos tienen que ver con decisiones de polí-
tica interna. Ejemplo de ello, fue el Pacto por México, que significó entre
otras cosas, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, el aumento de 4
a 10 de los órganos constitucionales autónomos en nuestro país para abrir
espacios de poder al PRD, que no los tenía en ese tipo de organismos.
El Pacto por México de dos de diciembre de 2012, fue firmado por el
gobierno federal y los dirigentes de los siguientes partidos políticos: PRI,
PAN y PRD. Se trató de un acuerdo político conformado por 95 compro-
misos políticos que fueron el fundamento de las principales reformas estruc-
turales a la Constitución y a las leyes secundarias durante el gobierno de
Enrique Peña Nieto.
Políticamente, el Pacto por México integró con el gobierno federal a
las tres fuerzas políticas más importantes del país en ese entonces (PRI,
PRD, PAN), pero no comprendió al resto de los partidos (Partido del Traba-
jo, Movimiento Ciudadano, Nueva Alianza, etc.). El Pacto por México no
sumó a las organizaciones sociales ni a las organizaciones empresariales. No
existió en él representación estatal ni municipal. No se incluyó en el Pacto a
los pueblos indígenas ni estuvieron formalmente en él los poderes fácticos.
Fue un acuerdo político poco representativo, débilmente incluyente, que no
respetó los derechos de las minorías y la pluralidad existente en el país. Fue
16
Hawley, Sue, Exporting Corruption. Privatization, Multinationals and Bribery, UK, The Cor-
ner House, Briefing 19, June, 2000, pp. 1-24.
18
Pisarello, Gerardo, Procesos constituyentes. Caminos para la ruptura democrática, Madrid,
Trotta, 2014, pp. 16 y 17.
19
Ferrajoli, Luigi, Principia iuris. Teoría del derecho y de la democracia, Madrid, Trotta, 2011,
t. 2, pp. 540-544.
20
Poulantzas, Nicos, “Marx y el derecho moderno”, Hegemonía y dominación en el Estado
moderno, Buenos Aires, Cuadernos de Pasado y Presente-Siglo XXI Argentina, 1975; Ce-
rroni, Umberto, Introducción al pensamiento político, México, Siglo XXI, 1994; López Calera,
Nicolás et al., Sobre el uso alternativo del derecho, Valencia, Fernando Torres Editor, 1975.
21
Kennedy, Duncan, Libertad y restricción en la decisión judicial, Bogotá, Universidad de
los Andes-Pontificia Universidad Javeriana-Ediciones Uniandes-Instituto Pensar-Siglo del
Hombre Editores, 1999.
22
De Cabo Martín, Carlos, Pensamiento crítico, constitucionalismo crítico, Madrid, Trotta, 2014.
23
Williamson, John, “What Washington Means by Policy Reform”, en Williamson, John
(ed.), Latin American Adjustment: How Much Has Happened?, Washington, D. C., Peterson Institu-
te for International Economics, abril de 1990, chapter 2.
24
Zagrebelsky, Gustavo, El derecho dúctil. Ley, derechos, justicia, Madrid, Trotta, 1995, pp.
12 y ss.
VI. Conclusiones
25
En contra del punto de vista que expongo sobre las posibilidades de cambio véase
Han, Byung-Chul, “¿Por qué hoy no es posible la revolución?”, El País, Madrid, 3 de octubre
de 2014.
26
Sousa Santos, Boaventura de, Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde
una epistemología del sur, México-Guatemala-Buenos Aires, Universidad de los Andes-Siglo del
Hombre Editores y Siglo Veintiuno Editores, 2010, pp. 157-163.
27
Piketty, Thomas, El capital en el siglo XXI, México, FCE, 2014.
VII. Bibliografía
28
Cárdenas Gracia, Jaime, Crítica a la reforma constitucional energética de 2013, México,
UNAM, 2014.