Reseñas Bibliográficas: Txeberria
Reseñas Bibliográficas: Txeberria
Reseñas Bibliográficas: Txeberria
ETXEBERRIA, Xavier, Sociedades multiculturales. Bilbao, Ediciones Mensajeros S.A., 2004,143 pp.
ellas la que tiene que ver con el cómo se vive en las fronteras bajo la metáfora de la muralla o del
puente, y sobre la aceptación o no de las mismas y sobre el sinfronterismo.
Otro tema importante tratado en el libro es el de las relaciones entre grupos culturales, que
se definen por complejos procesos de relación y exclusión o por aislamiento, dentro del multicul-
turalismo o del interculturalismo, así como la conciencia de grupo.
En el mismo capítulo, respecto a la noción y vivencia de la cultura, se plantea en qué consis-
te la cultura y cómo se la vive, y se advierte sobre varios riesgos vinculados con los enfoques deri-
vados del nacionalismo romántico, tales como “el de esencialización de la nación-pueblo-cultura”
y los derivados de no plantear, de manera explícita, una referencia trasnacional y obligante de los
derechos humanos y de los riesgos que derivan del olvido de que “no existen ni culturas puras, ni
cultura sin tensiones, ni culturas invariables”, y que en su seno se encuentran dinámicas de trans-
formación, contactos interculturales y mestizajes, porque la cultura es una realidad histórica y, por
tanto, hay un elemento histórico procesual dialéctico, con sus propias contradicciones. Por ello el
autor enfatiza algunas consecuencias de la multiculturalidad, como son: la orientación hacia el res-
peto entre culturas, y lo difícil que resulta la comunicación intercultural en los niveles institucio-
nal y simbólico.
Cuando Etxeberria escribe sobre cómo vivir nuestra identidad cultural, se refiere a las formas
en que los referentes de esa cultura pueden ser una limitación, y cómo la desbordan con el acer-
camiento a otras culturas.
Al final del capítulo revisa el tema de las relaciones entre grupos culturales y las relaciones
normativas. Entre las primeras distingue la multiculturalidad, la interculturalidad y el mestizaje cul-
tural, así como el dominio y la asimilación; en las segundas explica las características del pluralis-
mo y también, a detalle, algunas propuestas de relación que han querido ser justificadas como
xenofobia, asimilacionismo, racismo y racialismo, y la distinción que se hace entre las dos últi-
mas.Asimismo indica que junto al concepto de multiculturalidad surgen otros como integración,
inclusión, acomodación, y las diferencias entre las esferas de lo público y lo privado, en las que se
mueven los grupos culturales.
En el capítulo II explica los referentes éticos mas elementales en la relación entre grupos,
como la de no discriminación, tolerancia, respeto y pluralismo, y cómo están vinculados con la dis-
cusión de los derechos de libertad, derechos del otro y la dignidad del otro. Plantea la diferencia
que hay sobre los referentes éticos entre el modelo liberal estricto y el liberal igualitario, y refle-
xiona sobre un tema que califica de delicado:“discernir cuándo una expresión cultural no es res-
petable-tolerable porque contradice los derechos humanos”.
De este tema pasa al de la autonomía, en el que establece una diferencia entre este concepto
y el de autonomía grupal. Enfatiza que la primera quedó “consignada en las declaraciones de dere-
chos humanos como concreción de la dignidad”.También incluye el marco comunitario de la auto-
nomía individual y advierte del peligro de caer en un comunitarismo cerrado, que traiga consigo
“conservadurismo del que se centra en reproducir meramente la tradición, en la intolerancia con
los disidentes, en la xenofobia con los extraños, en la insolidaridad con los no miembros”. Sobre la
autonomía grupal, entre las preguntas que se hace Etxeberria hay una que resulta fundamental:
“¿qué dinámicas de autonomía grupal deben exigirse para que, no contradiciendo su justificación,
sean respetuosas y potenciadoras de la autonomía individual? Para esta pregunta no hay una sola
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respuesta, como el libro lo manifiesta.Además, cuando el autor dilucida la diferencia entre autono-
mía privada y autonomía pública aparece el tema del reconocimiento, que es esencial para cons-
truir la identidad personal y la colectiva. Sobre este punto señala que el multiculturalismo y el
interculturalismo deben estar basados en la justa autonomía de cada caso, y en el correcto reco-
nocimiento para evitar la dominación, lo que da lugar al debate sobre el tema de la interlocución,
debido a que en la conexión entre el reconocimiento y la relación entre personas y grupos, lo que
se reconoce en el fondo es la condición de interlocutor del otro.Así, para potenciar la intercultu-
ralidad habría que realizar la interlocución, en un grado altamente eficaz.
Estas reflexiones obligan a cuestionar cómo aplicar la justicia distributiva intracultural e inter-
cultural, que parte de la dimensión material de la igualdad para que los sujetos puedan entrar en
relaciones equitativas. En tal sentido, la justicia, relacionada con los derechos sociales, tiene una
dimensión transcultural y universal, en la medida en que las necesidades básicas, junto con las co-
rrespondientes estructuras políticas, se definen culturalmente. La justicia se presenta como intra-
cultural, por lo tanto plural.Así, resulta esencial diferenciar e interrelacionar la justicia distributiva
intercultural y la justicia de la multiculturalidad, aclarando que esta última se realiza cuando se in-
terrelacionan tres momentos: el transcultural, el intracultural y el intercultural. Momentos que se
entrelazan con la idea discutible de “suprimir o al menos desdibujar fuertemente la relevancia de
las demarcaciones nacionales para la justicia”.
Sobre el tema de los derechos humanos, que hasta el momento se han manejado como refe-
rente, al presentarlos como relativizadores y protectores de las culturas, en este apartado el autor
explica lo que estos derechos tienen de condicionados por las culturas, no sin antes mencionar
que la relación entre los derechos humanos y la multiculturalidad es compleja, por lo que es obje-
to de fuertes discusiones.
Al respecto, discurre sobre la problemática culturalista del universalismo, y de manera espe-
cífica sobre cómo pueden concretarse los derechos humanos en el marco de la multiculturalidad.
Con tal propósito enfatiza la necesidad de “potenciar un auténtico diálogo intercultural”, y propo-
ne no considerar la universalidad de partida o de llegada, sino de recorrido, una universalidad
abierta a cambios, a nuevos descubrimientos, a la pluralidad, y subraya la advertencia de tener cui-
dado de “no […] identificar cultura con expresión cultural dominante de cada cultura, ni grupo
cultural con Estado” y de recordar que “las culturas ni son monolíticas ni son estáticas (las expresio-
nes disidentes son también parte de las mismas, y entre ellas suelen encontrarse las más creativas)”.
Finalmente para Etxeberria estas reflexiones pueden ayudar a enfrentar lo problemático que resul-
ta decidir, desde los derechos humanos, si la diferencia cultural puede ser aceptable o rechazable.
En el tercero y último capítulo del libro aborda el tema, justamente, de las “sociedades multi-
culturales actuales”. Al respecto, el autor advierte la polémica que genera responder a la pregunta
sobre qué tipo de grupos culturales o colectivos son sujetos, en sentido estricto, de la multicultu-
ralidad de una sociedad. Sobre esta cuestión señala ciertas características que debe cumplir el
grupo candidato en la política de la multiculturalidad, y que dan un lugar a una fuerte controver-
sia. La primera se deriva de la respuesta a la pregunta de si el grupo quiere mantener colectiva-
mente la diferencia que lo identifica; sin embargo, para responderla, se tiene la premisa de que el
Estado debe proporcionar las condiciones para que los miembros del grupo puedan decidir, a par-
tir de esquemas que no sean de desigualdad o interiorización.
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Otra característica sería que los grupos respondan a enfoques antropológicos en la concep-
ción de cultura. Por ejemplo, el grupo humano que tiene características como la lengua propia, ins-
tituciones, territorio, historia, costumbres, entre otras, y pide para éstas la protección o presencia
pública. Por supuesto que una característica de gran discrepancia consiste en no considerar a los
grupos religiosos como candidatos a las políticas de multiculturalidad, aunque el autor subraya
que hay que considerar a la religión en las políticas y en las prácticas sociales de la multiculturali-
dad y la interculturalidad.
Según Etxeberria, los grupos que cumplen estas características son las etnias y las naciones y,
por lo tanto, se pasa a la discusión de cómo diferenciarlos en la práctica de englobarlos en la cate-
goría pueblo que define Villoro. Etxeberria menciona una tercera categoría para la multiculturali-
dad: la de colectivo inmigrante, y al agregar a la definición de Villoro, que los “pueblos pueden estar
en su territorio o pueden estar en una concentración significativa en el territorio de otros […]”.
Así, los tres tipos de colectivos de la multiculturalidad serían las etnias en sus propios territorios
dentro del Estado en que están; las naciones en sus propios territorios dentro del Estado en que
están, y los inmigrantes, como etnias o naciones situadas en Estados en los que no están sus terri-
torios propios. Estos colectivos generan tres tipos de sociedades multiculturales: las sociedades
con inmigración, las sociedades plurinacionales y las sociedades pos-coloniales.Asimismo destaca
la paradoja de la globalización, que consiste en impulsar la supresión del Estado nacional y la uni-
formidad que a la vez “aviva los procesos de multiculturalidad y éstos se viven decididamente en
el marco de los Estados”.
En este capítulo el autor presenta el debate sobre conceptos fundamentales, como los de na-
ción, plurinacionalidad, naciones, como sujetos políticos y las posibilidades del plurinacionalismo,
siempre guiados con los referentes éticos para la multiculturalidad.
En cuanto a las sociedades con inmigración, de gran importancia para nosotros, porque en
la actualidad tienen una estrecha relación con nuestras sociedades latinoamericanas, el autor dis-
cute, de entrada, el control sobre la acogida de los inmigrantes extranjeros; el significado de la
nacionalidad; el reconocimiento de la nacionalidad, de la ciudadanía, de la nacionalidad local, y se-
ñala los riesgos y tensiones que traen consigo estas discusiones.
Finalmente, sobre las sociedades (post) coloniales señala que tienen gran importancia histó-
rica en las sociedades latinoamericanas, porque la historia colonial se prolonga en el presente bajo
diversas formas más o menos sutiles, y “ha creado una división nosotros-otros específica”, cuyas
realidades concretas son muy variadas.
De esa división nosotros-otros “el colectivo más específico de esta multiculturalidad es el in-
dígena, que fluctúa según su situación y autoasignación entre la nación y la etnia, pero tiene
un añadido específico: el de ser originario, y que, para precisar la definición de grupo indígena,
hay que añadir a la descripción la prescripción.
En la caracterización del indígena se encuentran puntos polémicos, como la cantidad de po-
blación, el reclamo de derechos diferentes si se consideran etnia, pueblo o nación; el tipo de produc-
ción que incluye “sus dimensiones comunitarias y sus relaciones con la naturaleza”. Este último
punto “además de rasgo definitorio es referente para generar derechos y deberes en torno al terri-
torio que cabe reclamar como indígena y en torno a la justicia compensatoria histórica”, aspecto
que no es fácil, como se muestra en el libro.
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Etxeberria diserta sobre los conceptos de territorio y memoria histórica, así como sobre las
consecuencias contradictorias que traen consigo, y de aquí parte hacia la discusión sobre los dere-
chos de los pueblos indígenas en el marco de la multiculturalidad, como el derecho al territorio, el
derecho a la cultura indígena (plurilingüismo, pluralismo jurídico y pluralismo en los modelos de
desarrollo) y la libre determinación. No cuestiona las fronteras de los Estados existentes, aspecto
que para su discusión debe tomar en cuenta la circunstancia concreta de cada pueblo. En el ámbito
de los derechos y los deberes, el autor no puede omitir la referencia al “problema de la legislación
que se mantiene en el nivel principal y no se desarrolla en leyes más directamente aplicables”.
En relación con la expansión del movimiento indígena y la importancia adquirida en la actual
discusión sobre el desarrollo social de los países, el autor nos recuerda que en la década de 1960,
después de una historia de luchas, se inicia un movimiento indígena “queriendo situarse en el mar-
co de los derechos humanos, [y que acabó] por constituir a los pueblos indígenas en sujetos po-
líticos en el interior de sus estados y en el marco de la comunidad internacional”.
En el libro sólo se delinean las causas de este proceso, como son: el fracaso del desarrollo, la
modernización y el progreso que los desvaloriza, así como su exclusión a la hora de precisar la cul-
tura nacional, aunque nos remite a fuentes que las desarrollan con más profundidad.
Al final de la lectura del libro se percibe la necesidad del autor de por lo menos mencionar
temas que se consideran retos y obstáculos a vencer, y sobre los que invita a reflexionar. Uno de
ellos es el diálogo, y su importancia por fomentarlo para alcanzar el interculturalismo. Dice que se
debe fomentar el diálogo entre pueblos indígenas, entre pueblos indígenas con no indígenas, y
entre pueblos no indígenas. Para Etxeberria, éste último es el más controvertido, pero a la vez fun-
damental, para “avanzar prácticamente hacia esos derechos humanos a la vez universales e inter-
culturales […] en las dimensiones local, estatal e internacional”, así como en múltiples campos:
jurídico, etnológico, educativo, médico, de la espiritualidad, de la relación entre individuos y comu-
nidad, etc.”, y en el camino a la interculturalidad.
Finalmente, el autor no deja de considerar el enfrentamiento a múltiples obstáculos, como la
tentación indígena a “reivindicar fundamentalista y ensoñadoramente su identidad”, y la tentación
no indígena de “reafirmar su poder incluso instrumentalizando los derechos humanos”.
Al cerrar la última página de Sociedades multiculturales de Xavier Etxeberria, uno se queda
con el interés de ahondar en el conocimiento de los temas que trata, de las realidades concretas que
el libro plantea; de compartir estas ideas y discutirlas, pero, sobre todo, se queda el lector cons-
ciente de la necesidad imperante de tener la preparación para participar en la elaboración teórica,
que permita a su vez la elaboración de propuestas para la construcción de sociedades multicultu-
rales con desarrollo social.