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Educación Física y Ciencia, vol. 21, nº 1, e067, enero-marzo 2019. ISSN 2314-2561
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Educación Física
Betina Freidin
Carrera de Sociología e Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires, CONICET,
Argentina
Resumen:
La realización de actividad física se promueve para prevenir enfermedades crónicas no transmisibles y factores de riesgo, y por sus
beneficios para el bienestar psico-emocional. Las ciencias sociales y la epidemiología social crítica ponen de relieve los determinantes
sociales de distintos tipos de actividades físicas derivados de la clase social, el género y la edad. En este artículo analizamos las
intensidades de realización de actividad física global en los distintos grupos sociales, así como las diferencias entre actividades
vinculadas al trabajo (doméstico y extra doméstico) y los desplazamientos, y actividades deportivas y/o para mejorar la condición
física. En referencia a estas últimas, también describimos el lugar donde se realizan. La fuente de datos utilizada es la Encuesta
Nacional de Factores de Riesgo del año 2009, llevada a cabo por el INDEC y el Ministerio de Salud de la Nación con la población
urbana de 18 años y más. Este relevamiento, a diferencia de los realizadas en los años 2005 y 2013, permite distinguir entre
las actividades físicas vinculadas al trabajo y al desplazamiento de las asociadas a mejorar la condición física y/o hacer deporte.
Destacamos la importancia de esta distinción para identificar patrones diferenciales de actividad física de distintos grupos sociales.
Palabras clave: Ejercicio, Inequidad Social, Encuestas epidemiológicas.
Abstract:
Physical activity is encouraged by health experts to prevent chronic non-communicable diseases and risk factors. Physical activity
and sports are also beneficial for psycho-emotional well-being. e social sciences and critical social epidemiology point to the
social determinants of physical activity and sport, derived from social class, gender and age. In this article we analyze the intensities
of global physical activity performed by different social groups, as well as the differences between activities related to work (at
home and in the labor market) and commuting, and sports and exercise which are performed to improve or maintain physical
fitness. Regarding recreational physical activities, we also describe the place where they are done. Data come from the National
Survey of Risk Factors conducted in 2009 with an urban population aged 18 years and over. is survey, unlike those carried out in
2005 and 2013, discriminated between physical activities related to work and commuting and those associated with improving a
physical condition and/or playing sports. We emphasize the importance of this differentiation to account for patterns of physical
activity performed by different social groups.
Keywords: Physical activity, Social Inequity, Health Surveys.
Introducción
La realización de actividad física es parte de los hábitos de vida saludables que son promovidos como
prioridades sanitarias de los organismos internacionales, regionales y las autoridades sanitarias nacionales
(Organización Mundial de la Salud [OMS], 1986, 2011; Organización Panamericana de la Salud [OPS],
2003, 2012, 2013; Ministerio de Salud [MSAL], 2011, 2015). Sin embargo, las transformaciones sociales,
Recepción: 31 de julio de 2018 | Aprobación: 4 de enero de 2019 | Publicación: 24 de enero de 2019
Cita sugerida: Ballesteros, M. S. y Freidin, B. (2019). Desigualdades sociales en la realización de distintas modalidades de actividad
física en Argentina. Educación Física y Ciencia, 21(1), e067. https://doi.org/10.24215/23142561e067
Esta obra está bajo licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/deed.es_AR
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económicas, tecnológicas y culturales de las últimas décadas han generado un descenso de las actividades
físicas y, por lo tanto, un incremento de los niveles de sedentarismo. La disminución de empleos manuales
que requieren un trabajo físico considerable (Ortiz Hernández, 2005), el aumento del parque automotor y
una mayor proporción del tiempo libre destinado a actividades sedentarias han colaborado al descenso en la
población urbana (OMS, 2002; Barría y Amigo, 2006). En este contexto, la OMS reconoce el papel central
de las políticas sanitarias nacionales y de las estrategias intersectoriales para favorecer la actividad física de
la población, que incluyen lineamientos de políticas de planificación urbana y de transporte que faciliten el
desplazamiento cotidiano, así como la accesibilidad a espacios públicos para el ejercicio recreativo y la práctica
deportiva (OMS, 2010).
El término actividad física hace referencia a toda actividad que implica movimiento corporal y gasto
energético (Caspersen, Powell & Christenson, 1985), aunque de acuerdo a la OMS (2002) no existe una
definición internacionalmente acordada sobre qué es la actividad física y cómo debe medirse. La OMS (2010,
p. 24) distingue diferentes dominios de actividad física para la población adulta activa:
En los adultos de 18 a 64 años, la actividad física se realiza durante el tiempo libre o los desplazamientos (por ejemplo,
paseando a pie o en bicicleta) y mediante actividades ocupacionales (es decir, trabajo), tareas domésticas, juegos, deportes o
ejercicios programados, en el contexto de las actividades diarias, familiares y comunitarias.
Autores como Ortiz Hernández (2007) agrupan estas actividades y el tiempo implicado en las mismas en
dos dominios, el primero refiere al tiempo necesario y las actividades indispensables para la subsistencia y el
desempeño de roles sociales (incluyendo aquí el trabajo doméstico y extra doméstico) y el desplazamiento;
el segundo refiere al tiempo “libre” que permite la realización personal al destinarse a la sociabilidad y
la recreación, incluyendo aquí a la actividad deportiva. En otros trabajos, se distinguen tres dominios de
actividad: la ocupacional, la de la vida diaria y la de tiempo libre (Samitz, Egger & Zwahlen, 2011).
Las encuestas epidemiológicas muestran que la actividad física medida de forma global tiene una
fuerte relación inversa con distintas causas de mortalidad, factores de riesgo y enfermedades crónicas
no transmisibles (Fleischer, Diez Roux, Alazraqui & Spinelli, 2008; Samitz et al., 2011). Cuando los
cuestionarios incluyen preguntas que diferencien el tipo de actividad (además de la frecuencia, la intensidad
y la duración) pueden observarse sus efectos diferenciales para la salud (Cornelio, 2014). A partir de un
metanálisis de 80 estudios epidemiológicos realizados en Europa, Norteamérica y Asia, Samitz et al. (2011)
concluyen que la actividad física vinculada con el deporte, la vida cotidiana y el tiempo libre tienen una
relación inversa con todas las causas de mortalidad, especialmente entre las mujeres; y que esta relación es más
intensa que la observada para las actividades físicas vinculadas con el transporte y la ocupación. De hecho,
de acuerdo a Cornelio (2014), hay resultados contradictorios respecto de la relación entre la actividad física
ocupacional intensa y la salud: algunas investigaciones señalan que está linealmente y otras inversamente
relacionada con la mortalidad debido a problemas cardíacos.
Estos estudios nos muestran la importancia de distinguir los dominios y los contextos de la actividad física
para analizar su incidencia en la morbi-mortalidad de la población adulta. El análisis sin esta discriminación
limita la comprensión de la problemática ya que los distintos tipos de actividades están asociados a diferentes
recursos, motivaciones y capacidades de decisión sobre su realización por parte de los sujetos. Por ejemplo,
la actividad física ocupacional y la doméstica están relacionadas con la reproducción social, por lo que la
decisión sobre su realización excede en muchas ocasiones la voluntad de los sujetos. En cambio, la actividad
física vinculada con el deporte y el ejercicio suele realizarse en el tiempo libre y depende de las motivaciones
personales y de recursos individuales, interpersonales, comunitarios y residenciales (Ortiz Hernández, 2005;
Parra et al., 2010, Diez-Roux & Mair, 2010; Ballesteros, Freidin, Krause y Borda, 2016). Consultar por los
distintos tipos de actividades de forma conjunta puede ocultar el hecho de que determinados grupos sociales
realicen en mayor medida un tipo de actividad física y otros grupos realicen otro (Cornelio, 2014; Samitz
et al., 2011). Junto con la importancia de discriminar los tipos de actividades entre grupos de diferentes
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edades, y entre varones y mujeres (Samitz et al., 2011), también es necesario hacerlo por la clase social. Por
ejemplo, los trabajadores manuales poco calificados pueden ser clasificados en las encuestas epidemiológicas
como teniendo una actividad física total semanal intensa, pero al mismo tiempo tener problemas de salud
por el exceso y tipo de actividad física que desarrollan en su trabajo diario, y no disponer de tiempo libre ni
dinero para realizar actividades físicas recreativas. Bostock (2001) documenta una situación similar para las
mujeres de bajos ingresos con hijos pequeños que no poseen auto para desplazarse en su vida diaria y optan
por caminar con sus niños. Si bien las caminatas son beneficiosas para la salud, cuando las mujeres lo hacen
de manera compulsiva—porque no tienen otra opción de desplazamiento para cortas y medianas distancias
— se convierte en una actividad física que aunque por un lado es protectora de la salud, por el otro, genera
estrés y fatiga corporal.
De las consideraciones precedentes se deriva la importancia de diferenciar desde la perspectiva de los
determinantes sociales de la salud las posibilidades y restricciones para realizar actividad física vinculada con
mejorar la condición psicofísica de los sujetos y/o hacer deporte, de los otros tipos de actividades diarias que
implican movimiento corporal y gasto energético.
Las perspectivas sociológicas, la salud colectiva y la epidemiología social crítica enfatizan que las
posibilidades de desarrollar estilos de vida saludables en el espacio urbano, incluyendo el ejercicio físico y el
deporte, están condicionadas por los modos de vida estructurados por las relaciones de clase, de género y
étnicas (Menéndez, 2009). Bourdieu (1993; 2006) señala al tiempo libre disponible, al capital cultural y al
económico como los principales determinantes de clase para explicar las intensidad y el tipo de deporte
realizado, así como el significado y funciones atribuidas a las prácticas corporales. Capriano, Link & Phelan
(2008) y Phelan, Link & Tehranifar (2010) consideran la posición de clase como la causa fundamental para
el acceso desigual a recursos para prevenir enfermedades, controlar factores de riesgo y mitigar los efectos de
una condición de salud (por ejemplo, vivir en un barrio seguro y poder pagar una cuota de gimnasio o de un
club). El lugar de residencia, a su vez, condiciona el acceso diferencial a infraestructura y a políticas públicas
que promueven la realización de actividades recreativas y deportivas (Ballesteros et al., 2016; Ortiz
Hernández, 2005; Robledo Martínez, 2006; Hernández, Gómez y Parra, 2010; Parra, et. al., 2010). Las
comunidades económicamente más desfavorecidas cuentan con menores recursos colectivos de calidad de
vida, como parques y espacios abiertos recreativos (Diez-Roux & Mair, 2010; Ross, 2011). La desigualdad
socio-territorial incluye el mayor riesgo de victimización por episodios de violencia interpersonal en los
barrios vulnerabiliza dos de las grandes ciudades y la periferia urbana, afectando el uso de los espacios
públicos para actividades recreativas y la sociabilidad (Kilanski y Auyero, 2015; Menéndez, 2009).
El género también produce desigualdades en relación a la actividad física y la práctica deportiva. Estudios
internacionales muestran que las mujeres realizan menos deporte y lo hacen con menor regularidad (Tischer,
Hartmann-Tews & Combrink, 2011). El gender gap–aunque ha disminuido en las últimas décadas–se explica
por la subordinación en el manejo de recursos económicos, la menor capacidad de disponer de tiempo
libre debido al doble rol (económico y reproductivo) y la existencia de una organización sexista del deporte
que destina mayor infraestructura y recursos a la práctica deportiva de los hombres. Se suma la violencia
simbólica que se ejerce cuando las mujeres practican deportes asociados con roles y valores atribuidos a
masculinidad hegemónica (como la competencia, el éxito y la fuerza física) (Hargreaves, 1993; Mosquera
González, 2014; Martín, Soler y Vilanova Soler, 2017). Martín et al. (2017) plantean que las desigualdades
de género en la práctica deportiva han disminuido en las últimas décadas debido a cambios socioculturales
que incluyen una mayor participación de las mujeres en la esfera pública y la relajación de la asociación de la
práctica deportiva con los estereotipos de género dominantes. Si bien los estereotipos de género continúan
operando y trasmitiéndose de forma más sutil en la vida cotidiana influyendo en los gustos, las elecciones y
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las posibilidades de desarrollar distintas prácticas (Martín, Soler y Vilanova Soler, 2017), Hargreaves (1993:
112) plantea que las configuraciones de poder no son estáticas en la formación cultural que constituyen
el deporte y el ocio, y en este sentido, se observan continuidades y discontinuidades culturales a través
de procesos de resistencia, acomodación y negociación. Por un lado, las mujeres han desarrollado formas
propias de relacionarse con el deporte que no reproducen los valores dominantes de la competencia y el vigor
(Martín, Soler y Vilanova Soler, 2017). Pero, por otro lado, junto con los deportes y actividades considerados
propiamente femeninos (entre ellos, la gimnasia y el patinaje) también se han desarrollado prácticas que
proponen imágenes alternativas de la femineidad con mujeres corriendo maratones, jugando al futbol
profesionalmente o haciendo fisicoculturismo, aunque a estas actividades se les otorgue menor visibilidad en
los medios masivos (Hargreaves, 1993).En este sentido la autora concluye, “no hay un modelo fijo de opresión
masculina en el deporte: algunos hombres y algunas mujeres apoyan los modelos tradicionales, y otros y otras
se oponen a ellos” (Hargreaves, 1993, p. 132).
Cabe destacar asimismo que la asociación de la masculinidad hegemónica con el deporte no solo limita
la participación de las mujeres en determinadas actividades comparada con su contraparte masculina, sino
también la de los adultos mayores en general, en tanto han ido perdiendo los atributos de resistencia, agilidad,
coordinación y fortaleza que les demanda el modelo culturalmente dominante (Mosquera González, 2014:
8). Se agrega a ello los impedimentos físicos asociados a una mayor carga de morbilidad (Puig, Barata y
Mosquera, 2017). Sin embargo, en las últimas décadas se observa una mayor difusión de la práctica deportiva
en el tiempo libre entre grupos de diferentes edades, clases sociales, género y pertenencia étnica en un contexto
de diversificación de los lugares para hacerlo y del tipo de deportes (Tischer, Hartmann-Tews y Combrimk,
2001). En el caso de los adultos mayores, se analizan hipótesis alternativas a las del deterioro del estado de
salud para explicar su participación en la actividad deportiva atendiendo a las circunstancias sociales (valores
culturales y normas sociales) y recursos individuales (tiempo, redes sociales e ingresos) (Tischer, Hartmann-
Tews y Combrimk , 2011). También cumplen un rol facilitador para el acceso al ejercicio en el caso de los
adultos mayores de menores recursos económicos los programas públicos de promoción del ejercicio y los
de la seguridad social.
Metodología y objetivos
El artículo está basado en el método de análisis de datos cuantitativos secundarios. Como fuente de
información se utiliza la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR) realizada en el año 2009 en
Argentina, que ofrece la posibilidad de un análisis empírico de los determinantes sociales de la actividad
física. El cuestionario individual contiene una batería de preguntas que permiten clasificar a la población
adulta según su nivel de actividad física durante la semana anterior al relevamiento. En esta sección de la
encuesta se pregunta por toda la actividad física realizada sin diferenciar el tipo. A diferencia de las ENFR
realizadas en el año 2005 y en el año 2013, la ENFR 2009 también incluye preguntas sobre la actividad física
realizada durante el último mes, y por los distintos tipos de actividades físicas realizadas en ese período de
referencia. En este artículo, a partir de la base de datos de la ENFR 2009, nuestro objetivo es descriptivo.
Presentamos un análisis del nivel de actividad física total y del tipo de actividad física, según el nivel educativo,
el ingreso del hogar, la pertenencia a un hogar con NBI, el género y el grupo etario de los encuestados. La
ENFR no pregunta sobre la ocupación desempeñada por los encuestados, por esta razón consideramos el
nivel de educación formal y el ingreso per cápita del hogar como indicadores del nivel socioeconómico. Nos
proponemos describir las desigualdades sociales en el sedentarismo, pero también ante los diferentes tipos
de actividad física y los lugares en los que se realizan, a la vez que reflexionar metodológicamente sobre las
potencialidades y limitaciones que tienen las diferentes formas de medición de la actividad física (total y
discriminada por dominios o tipos).
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La ENFR se lleva a cabo de forma conjunta por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC)
y el Ministerio de Salud desde el año 2005 cada cuatro años. La ENFR 2009 se realizó sobre la base de
un diseño probabilístico multietápico (por conglomerados y estratificado), a través de cuatro etapas. Las
primeras tres (departamento, área y vivienda) corresponden al marco de muestreo nacional de viviendas, que
recortó el universo en localidades urbanas de 5.000 habitantes y más. En total se encuestaron 34.732 personas
de 18 años y más, residentes en viviendas particulares (MSAL, 2011). Dado que se trató de un muestreo no
proporcional, los realizadores de la encuesta desarrollaron factores de ponderación. En nuestro caso hemos
utilizado los factores de ponderación, sin expandir los resultados a toda la población.
En una de las secciones de la ENFR 2009 se le consulta a la población por la realización de actividad
física general durante la última semana. Se utilizó una adaptación del IPAQ (International Physical Activity
Questionnaire), que indaga diferenciadamente la cantidad de días y minutos por día que durante la última
semana se realizó actividad física intensa, moderada y caminata. Se consideró moderada a las actividades que
requerían respirar algo más rápido y realizar algún esfuerzo (por ejemplo tareas domésticas, andar en bicicleta
lentamente, natación recreativa, etc) e intensas a las actividades que requerían respirar mucho más rápido y
realizar un esfuerzo físico mayor (por ejemplo correr, trabajos manuales como construcción, deportes como
fútbol o tenis, etc.) (MSAL, 2011). A partir del tiempo y la intensidad de la actividad física realizada durante
la última semana se clasifica a la población según su nivel de actividad física en intenso, moderado y bajo.
En una segunda parte de la sección sobre actividad física se indagó sobre la realización de diferentes tipos
de actividades físicas en el último mes. Concretamente se pregunta si en el último mes realizó actividad física
como actividad doméstica, como parte de su actividad laboral, para desplazarse/trasladarse, y para mejorar
su condición física/ hacer deporte. Por último, entre quienes contestaron que realizaron actividad física para
mejorar su condición física/ hacer deporte se indagó sobre el lugar de realización y motivaciones.
En este trabajo comenzamos centrando el análisis en la clasificación de la población según su nivel de
actividad física (a partir de los criterios de la adaptación del IPAQ). Vemos la diferencia en los porcentajes
de población que realiza un nivel de actividad física considerado “bajo” según edad, sexo, nivel educativo, su
pertenencia a hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y el quintil de ingreso per cápita del hogar
en el que reside. En una segunda instancia, a partir de las mismas variables sociodemográficas, examinamos
la realización de distintos tipos de actividades físicas en el último mes. Por último, nos centramos en el lugar
de realización de la actividad física para mejorar la condición física o por deporte.
Para analizar los datos accedimos a la base de datos, al cuestionario de la encuesta, a la publicación oficial de
los resultados y a la guía de usuarios de la base de datos. Esto nos permitió, utilizando el soware estadístico
SPSS, recodificar los sistemas de categorías originales de algunas variables y realizar cruces de variables
diferentes a los publicados por el Ministerio de Salud.
Resultados
Trabajando con el nivel de actividad física en la última semana, construido con base a la adaptación
realizada del cuestionario IPAQ (International Physical Activity Questionnaire), en la Tabla 1 vemos que
es más frecuente que la población de menor nivel educativo realice un nivel de actividad física bajo (64,5%)
que los de nivel superior (51,3%), así como es más frecuente que suceda entre las mujeres (58,6%) que entre
los hombres (50,9%), y entre la población mayor de 65 años (67,0%) que entre la de 18 a 24 (45,9%). En
cambio, no hay diferencias entre los miembros de los hogares pertenecientes al primer quintil de ingreso
per cápita (53,7%) y los del quinto quintil (53,2%), y es muy débil entre los pertenecientes a hogares con
NBI (52,0%) y sin NBI (55,5%). Es probable que no observemos diferencias en estas variables estructurales
debido a que la medición global de niveles de actividad física –sin discriminar por tipo de actividad realizada
—lleve a que las actividades semanales entre los distintos grupos sociales puedan “compensarse”. Los grupos
de ingresos menores y con NBI pueden hacer más actividad física por desempeñar trabajos de tipo manual,
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para trasladarse cotidianamente y por trabajo doméstico; mientras los de ingresos más altos y sin NBI pueden
hacer más actividad física recreativa (como veremos más adelante en la Tabla 2, algunas diferencias se hacen
visibles al discriminar por tipo de actividad, aunque el período de referencia por el que se consulta ya no es
la última semana sino los últimos 30 días). Por otra parte, el nivel educativo puede marcar diferencias en los
niveles de intensidad de actividad física medidos a nivel global, por la interacción entre esta variable y la edad
(los jóvenes tienen mayores niveles educativos).
Tabla 1. Porcentaje de población que realizó un nivel de actividad física bajo en la última semana y
porcentaje de la población que realizó algún tipo de actividad física durante el último mes, según nivel
de instrucción, quintil de ingreso per cápita del hogar, sexo, Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y
grupo etario. Población residente en zonas urbanas de 5000 habitantes y más de Argentina en el 2009.
Una segunda sección del cuestionario permite diferenciar entre quienes realizaron algún tipo de actividad
física en el último mes y quienes no realizaron actividad física, más allá de su intensidad. En la Tabla 1
(segunda columna) puede observarse que es más frecuente realizar actividad física durante el último mes entre
quienes tienen estudios superiores completos (85%) que entre quienes tienen hasta primario incompleto
(65%) y entre el grupo etario de 18 a 24 años (85%) que el de 66 y más (67%). A su vez, también hay una
relación, aunque más débil, según el género ya que es levemente más frecuente que hayan realizado actividad
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física durante el último mes los hombres (80%) que las mujeres (76%). Por último, vemos que en cuanto
al quintil de ingreso per cápita del hogar no hay una relación lineal (los que menos actividad física realizan
son los del tercer quintil de ingreso) ni hay diferencias entre los miembros de hogares con NBI (77%) y los
miembros de hogares sin NBI (78%).
Resumiendo los resultados de las variables socioeconómicas analizadas podemos señalar que hasta aquí
encontramos diferencias muy débiles entre la presencia de NBI en los hogares y su ingreso con la intensidad
de actividad física en la última semana y para la realización de actividad física durante el último mes, mientras
que con el nivel educativo fueron más intensas. Entonces, cabe preguntarse si las variables socioeconómicas
son importantes para analizar la actividad física de la población. En apariencia, los resultados presentados
hasta aquí contradicen parte de nuestro desarrollo teórico. Sin embargo, cuando diferenciamos por tipos de
actividad física que realizan los encuestados (Tabla 2), vemos que las diferencias aparecen y nos ayudan a
comprender por qué las variables de ingreso y NBI tienen una relación débil con la actividad física global.
Como veremos a continuación, mientras que los sectores de menores recursos realizan más actividad física
laboral, por traslado y tareas doméstica, los sectores de más recurso realizan más actividad para mejorar la
condición física o practicar deporte. Antes de comenzar con el análisis del tipo de actividad que realizan los
distintos grupos sociales, cabe destacar que el mismo está centrado solamente en la población que realizó
actividad física durante el último mes (que como se observa en la Tabla 1, corresponde al 77,8% de la
población, n=27.016).
Con relación a la actividad física doméstica, en la Tabla 2 vemos que es más frecuente realizar actividad
física por este motivo entre quienes tienen hasta primario incompleto (52%) que entre quienes tienen
superior completo (43%), entre los que viven en hogares del primer quintil de ingresos (53%) que entre los del
5to quintil (43%), entre las mujeres (59%) que entre los hombres (33%), y entre los miembros de hogares con
NBI (52%) que entre los miembros de hogares sin NBI (46%). Es decir, son los grupos estructuralmente más
desfavorecidos los que cuando realizan actividad física, en mayor proporciónlo hacen debido a actividades
domésticas.
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Tabla 2. Porcentaje de población que realizó distintos tipos de actividad física, según
nivel de instrucción, quintil de ingreso per cápita del hogar, sexo, Necesidades Básicas
Insatisfechas (NBI) y grupo etario. Población residente en zonas urbanas de 5000 habitantes
y más de Argentina en el 2009, que realizó alguna actividad física durante el último mes.
Con la actividad física laboral sucede algo similar, ya que son las personas pertenecientes a los hogares del
primer quintil de ingreso (42%) y a hogares con NBI (41%) los que más frecuentemente realizan este tipo de
actividad física, mientras que las personas pertenecientes al quinto quintil de ingreso (28%) y a hogares sin
NBI (33%) son las que menos lo realizan. Sin embargo, con relación al nivel educativo la relación es menos
intensa y no es completamente lineal, ya que son las personas con estudios primarios completos y secundarios
incompletos (37%) las que en mayor medida realizan este tipo de actividad, seguidas de las que tienen hasta
primario incompleto (34%), mientras las que menos realizan son las que cuentan con estudios superiores
(32%).Por otro lado, a diferencia de la actividad doméstica, los hombres (43%) realizan más actividad física
laboral que las mujeres (27%). Entendemos que detrás de esta asociación se encuentra el tipo de ocupación
que tienen los sujetos. Las actividades de tipo manual son más frecuentes entre los hombres y las personas de
menor nivel educativo, a la vez que están peor remuneradas (por eso es más común que haya más miembros de
hogares con bajos ingresos y con NBI). La leve asociación con el nivel educativo está vinculada con el hecho
de que entre la población con menor nivel educativo tiene más peso la población de mayor edad que en mayor
proporción no se encuentra activa en el mercado laboral y por eso no realizan este tipo de actividad. Como
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puede observarse en la Tabla 3, cuando se controla esa relación por edad, son las personas con menor nivel
educativo las que más frecuentemente realizan actividad física laboral y las de mayor nivel educativo las que
menos lo realizan, con una diferencia porcentual de 10 puntos o más entre los niveles extremos para todos
los grupos etarios (con excepción del grupo de mayor edad, donde la relación se revierte).
TABLA 3
Realización de actividad física durante el último mes para mejorar la condición física o hacer
deporte por nivel de instrucción y según grupo etario. Población residente en zonas urbanas de 5000
habitantes y más de Argentina en el 2009, que realizó alguna actividad física durante el último mes.
En cuanto a la actividad física por traslado, vemos que vuelve a ser más frecuente entre quienes tienen
menor nivel educativo (79% frente a 66% de quienes tienen superior completo), entre las mujeres (76%
frente a 69% de los hombres) y entre quienes pertenecen a hogares con NBI (41% frente a 33%)y de menores
ingresos per cápita (81% frente a 67% de los hogares del quinto quintil). Las diferencias entre los distintos
grupos etarios es muy débil y la relación no es lineal.
A diferencia de los motivos anteriores para realizar actividad física, es más frecuente la actividad para
mejorar su condición física o por deporte entre quienes tienen estudios superiores completos (65% frente a
29% de primaria incompleta), los hombres (54% frente a 45%) y los pertenecientes a los hogares de mayores
ingresos per cápita (65% frente a 35% del primer quintil) y que no tienen NBI (52% frente a 33%). Es
decir, es más frecuente realizar actividad física por deporte o para mejorar la condición física entre los grupos
estructuralmente favorecidos. Por su parte, la frecuencia de realizar actividad física por este motivo desciende
a medida que aumenta el grupo etario (57,8% entre las personas de 18 a 24 años frente a 40,9% de quienes
tienen más de 65 años).
Otra temática que permite abordar la ENFR 2009 y nos da herramientas para caracterizar la forma en
que realizan actividad física distintos grupos sociales, es el lugar de su realización para quienes la realizan por
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deporte o para mejorar su condición física. La Tabla 4 nos muestra que los espacios públicos son el principal
lugar, ya que más de la mitad de la población (52,2%) lo indicó como ámbito de desarrollo de estas prácticas.
Por su parte, un poco menos de un quinto señaló a los clubes (17,4%) y los gimnasios (19,4%), mientras que
solo un 10,6% lo realizó en otros lugares.
Tabla 4. Lugar de realización de actividad física por deporte o para mejorar la
condición física según nivel de instrucción, quintil de ingreso per cápita del
hogar, sexo, Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y grupo etario. Población
residente en zonas urbanas de 5000 habitantes y más de Argentina en el 2009.
Si bien el patrón observado es a una mayor utilización del espacio público para realizar ejercicio, y en
todos los grupos es el principal ámbito para realizar esta práctica, no todos utilizan este espacio en similar
proporción. Por el contrario, son los grupos estructuralmente más desfavorecidos quienes en mayor medida,
cuando realizan este tipo de actividad física, lo hacen en espacios públicos. Ese lugar es utilizado por el75,4%
de quienes tienen hasta primario incompleto, el 64,5% de las personas pertenecientes a hogares de menos
ingresos, el 66,9% de quienes viven en hogares con NBI y el 56,7% de las mujeres, frente al 43,7% de quienes
tienen estudios superiores completos, el 44,6% de quienes pertenecen a los hogares del quintil de más ingresos,
el 51,2% de quienes residen en hogares sin NBI y el 48,9% de los hombres. Cabe destacar que esto no significa
que los grupos sociales de menores recursos utilicen más el espacio público para realizar actividad física. Como
vimos anteriormente, realizan en mucha menor proporción actividad por deporte o para mejorar la condición
física que los grupos de mayores recursos, pero cuando lo hacen utilizan en mayor proporción lugares públicos
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que privados. A su vez, el espacio público es más frecuente a medida que aumenta la edad (centrándonos en
los extremos, 69,6% entre la población 65 años y más frente a 42,1% de quienes tienen 18 a 24 años).
La contracara de lo anterior es que los ámbitos privados, principalmente los gimnasios pero también los
clubes, que requieren pagar matriculas y cuotas mensuales, son espacios en donde los sectores de mayores
recursos realizan deportes o actividades para mejorar su condición física en mayor proporción que los sectores
de menores recursos 1 . Estos establecimientos son los lugares donde en mayor proporción realizan actividades
físicas quienes tienen estudios universitarios (17,5% club y 27,4% gimnasio) y pertenecen a los hogares del
mayor quintil de ingreso per cápita (18,8% y 26,0%) y sin NBI (17,8% y 20,3%); mientras que en menor
proporción las realizan allí quienes tienen hasta estudios primarios incompletos (7,0% y 8,5%) y pertenecen
a los hogares del menor quintil de ingresos per cápita (13,1% y 11,1%) y con NBI (13,1% y 10,9%). Cabe
destacar una particularidad con relación al género. Mientras es levemente mayor el porcentaje de mujeres
(23,1%) que de hombres (16,1%) que cuando realizan este tipo de actividad física lo hagan en gimnasios; es
mucho mayor el porcentaje de hombres (25,0%) en comparación con las mujeres (9,0%) que asisten a clubes
para realizar actividad física. En este sentido, cabe destacar que, por un lado, algunos estudios muestran que
existe una distribución desigual en los recursos, y por lo tanto en la oferta y la infraestructura, destinada a
deportes masculinos y femeninos en las establecimientos deportivos (Martín et al., 2017). Y, por el otro, que
el “uso social” de los clubes presenta especificidades por parte de las mujeres y los varones, especialmente en
lo que respecta a la práctica deportiva colectiva (Ballesteros et al., 2016).
Conclusiones
A partir del análisis de los datos de la ENFR 2009 observamos que las personas de menor nivel educativo,
de más edad y las mujeres son quienes realizaron en mayor proporción un nivel de actividad física bajo
durante la última semana. En cambio, no encontramos diferencias significativas según quintil de ingreso per
cápita del hogar y NBI. A su vez, la ENFR 2009 indagó sobre el tipo de realización de actividad física que las
personas realizaron durante el último mes, lo que nos permitió avanzar en la comprensión de la
problemática desde una perspectiva de los determinantes sociales, a la vez que señalar algunas
consideraciones metodológicas. Vimos que las desigualdades sociales se hacen más intensas (nivel
educativo) o aparecen (NBI y quintil de ingreso per cápita del hogar) para la realización de actividades
físicas durante el último mes debido a deporte o para mejorar la condición física. En cambio, los resultados
de la ENFR 2009 muestran que cuando las personas de grupos estructuralmente desfavorecidos (mujeres,
de menores ingresos, de menor nivel educativo y pertenecientes a hogares con NBI) realizan actividad física
lo hacen en mayor medida debido a actividades vinculadas con responsabilidades de su vida cotidiana
(actividades domésticas, laborales y de traslado) que las personas de grupos estructuralmente favorecidos.
En cuanto a las consideraciones metodológicas, destacamos que los resultados de la ENFR 2009 muestran
que al considerarse todos los tipos de actividad física juntos se puede estar ocultando diferencias sociales entre
los distintos tipos de actividades físicas que realizan. Así, similares niveles de actividad física durante la última
semana entre personas pertenecientes a hogares de distintos estratos sociales (según quintil de ingreso per
cápita y NBI) que se obtienen como resultado de la ENFR 2009, oculta las diferencias existentes en el tipo
de actividad. Esta información es particularmente importante por dos razones. Por un lado, como señalamos
anteriormente, entre los sectores estructuralmente más desfavorecidos es más frecuente la realización de
actividad física debido a aspectos obligatorios de su vida cotidiana vinculados con la reproducción social,
mientras que entre los sectores más favorecidos es más importante la actividad física en realizada en el tiempo
libre, vinculada con el ocio y la recreación. Por otro lado, los distintos tipos de actividades físicas pueden tener
diferentes consecuencias para la salud física y el bienestar emocional. El análisis descriptivo que realizamos
en este artículo sobre los patrones de actividad física contribuye al debate sobre las desigualdades sociales
en salud desde la perspectiva epidemiológica crítica y la salud colectiva, en la medida en que las prácticas
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individuales que son protectoras para la salud integral no pueden entenderse desligadas de los modos de vida
de los distintos grupos sociales, que las restringen o facilitan.
Para finalizar, el lugar de realización de actividad física refleja claras diferencias socioeconómicas, siendo
los sectores de menores recursos los que utilizan en mayor medida el espacio público para realizarlas. De ahí
la importancia de políticas públicas intersectoriales que fortalezcan las oportunidades de realizar actividad
física en ambientes promotores de la salud que sean de libre acceso. Estudios internacionales señalan que la
inversión en infraestructura pública es el mejor camino para aumentar la práctica de actividad física deportiva
y disminuir las desigualdades sociales para hacerlo (García Ferrando y López Goig, 2017; Diez Roux & Mair,
2010), incluyendo las producidas por las relaciones de género (Martín et al., 2017) y entre distintos grupos
etarios (Puig Barata y Mosquera, 2017). Por último, destacamos que los resultados de la ENFR 2009 reflejan
en términos relativos la baja utilización de los clubes deportivos por parte de las mujeres en comparación con
los hombres. En este sentido, los datos indican la importancia de fomentar en estas entidades la ampliación
de recursos e infraestructura que facilite una mayor participación de las mujeres.
Agradecimientos
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Notas
1 Si bien los datos agregados para el año 2009 muestran este patrón más general de desigualdad social, cabe agregar
que existe una oferta diversa de gimnasios y clubes privados, algunos con cuotas que resultan accesibles para sectores
de menores recursos. Se destaca asimismo la existencia en algunas jurisdicciones de polideportivos municipales
subvencionados por el estado con cuotas mensuales mucho más bajas que la de los clubes y gimnasios privados que
disminuyen las barreras financieras en el acceso al deporte.
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