Los Nombres Italicos de Los Astures Mer

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BLANCA MARÍA PRÓSPER

Profesora titular de lingüística indoeuropea universidad de Salamanca


Dpto. de filología clásica e indoeuropeo.
Pl. Anaya, S/N
37001 Salamanca

«LOS NOMBRES ‘ITÁLICOS’ DE LOS ASTURES MERIDIONALES»


“Conimbriga” XLVII (2008) p. 95-119

RESUMEN: Este artículo está dedicado a tres importantes etnónimos astures, los
ZOELAE y sus dos subdivisiones conocidas hasta ahora, los Desonci y
los Tridiavi. Un examen etimológico detallado de estos nombres los
relaciona directamente con las lenguas itálicas y no, como suele supo-
nerse, con las celtas.

ABSTRACT: This paper aims to clarify some Asturian ethnonyms which have
remained hitherto inadequately understood. These are the ZOELAE and
two tribes belonging to this group, the Desonci and the Tridiavi. A
thorough etymological approach reveals a very ancient lexical affinity
of these names with the Italic languages.

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96 MARIA MIGUEL LUCAS, Para uma (re)construção das identidades

Conimbriga, 45 (2006) 5-24


A. ARRUDA, R. VILAÇA, A Proto-História no curso médio e no estuário do Tejo 97

«LOS NOMBRES ‘ITÁLICOS’


DE LOS ASTURES MERIDIONALES»

1. El nombre de los Zoelae y el nombre de los Julios

El creciente interés por las lenguas de los pobladores occidentales


de la Península Ibérica, celtas y no-celtas, ha dado lugar en los últimos
años a numerosos estudios, tanto de detalle como, por vez primera, glo-
bales. Además de una mejor comprensión general de la naturaleza y
funciones de los teónimos indígenas, toda esta obra ha tenido como
resultado un considerable refinamiento interpretativo de la fonética y la
morfología de las lenguas en cuestión. Un pequeño problema, que no
obstante ha dado lugar a un cierto debate internacional en los últimos
tiempos, es el del resultado del segmento indoeuropeo *dy- en el dia-
lecto o conjunto de dialectos que yo por comodidad englobo bajo la
denominación de lusitano-galaico (cf. LRP, passim). Todo esto ha suce-
dido al hilo de la interpretación de una de las divinidades más repetidas
del panteón occidental: REVE.
Algunos autores han sugerido que se puede identificar REVE, una
divinidad bien documentada tanto en la Lusitania Emeritense como más
al Norte, en Galicia, con el dativo del nombre de la divinidad celeste de
los indoeuropeos por antonomasia, *dye-u-s. Así lo ha creído C. Búa
(1997). Algo más recientemente, un estudioso polaco, K. T. Witczak
(1999), propone de nuevo una identificación entre REVE y *dye-u-s. Se
trataría de una generalización del grado pleno a todo el paradigma. Por
tanto, la protoforma de REVE sería *dyew-ei (véase el paralelo de osco
DIÚVEÍ). El principal argumento lingüístico que esgrime el autor a
favor de esta idea es el cambio fonético /d/ > /r/, que cree poder encon-
trar en varias otras formas, supuestamente con /d/ etimológica, a todo lo
largo de la cornisa occidental de Hispania, y que compara con el cam-
bio fonético umbro /d/ > /r/. Hay que notar, sin embargo, que éste no se
produce precisamente en posición inicial sino, en general, en posición

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intervocálica y a veces ante alguna consonante, contextos en que el rota-


cismo puede explicarse a partir de un proceso fónico de lenición y asi-
bilación *-VdV- > *-V∂ˇV- > -VzV-, y que en concreto un cambio *dyV-
> *rV-, que es el verdaderamente requerido por la etimología de Witc-
zak, queda inexplicado. Por lo demás, en umbro los resultados de /d/ y
/r/ o /s/ intervocálica son claramente diferentes y se grafían consiguien-
temente de forma diferente, como se desprende de peřum/PERSO “suelo”
(< *pedom), frente a aferum/FEROM “llevar” (< *bher-) y la forma rota-
tizada de la marca morfológica de genitivo de plural femenino en –aru
(< *-a-som).1
Con esto se ignoraba sumariamente un trabajo aparecido algo
antes. La interpretación de los epítetos como nombres de ríos, y, con
ella, la certeza de que debe considerarse REVE como una palabra para
“río”, había sido ya señalada por F. Villar en 1996,2 partiendo de un
minucioso estudio etimológico, y se ve incontestablemente confirmada
hoy por la subsiguiente aparición de un texto inscrito en el mausoleo de
un sevir augustalis emeritense.3 La iconografía del monumento, donde
se representa al ANA como un viejo y al BARRAECA como un joven,
provistos de cuernos de la abundancia, deja poco lugar a dudas sobre el
referente fluvial de estos dos nombres, que como ya viera Villar no alu-
den a otra cosa que al río Guadiana y a uno de sus afluentes, el Albar-
regas, cuyos nombres se nos han transmitido, obviamente, a través de
los árabes.

1 Por otra parte, la explicación de las excepciones a esa regla /d/ > /r/, basada en
que se trata en realidad de casos de la antigua aspirada /dh/, como en lusitano DOENTI,
me resulta increíble a la vista de que, al menos para la labial aspirada contamos con
ejemplos de fricativización y ensordecimiento /bh/ > /f/, como en IFADEM (< *en-bhat-
yo-). Cf. B. Mª Prósper (2004).
2 Con la bibliografía anterior. Véase también el resumen bibliográfico de DIP, pp.

263-68. La idea de que se trataba de un dios-río ya había sido sugerida por F. Fita sobre
la identificación de REVE con lat. rîvus, que ya no parece morfológicamente viable, sin
embargo.
3 La aparición conjunta de ambos elementos en la inscripción principal del mau-

soleo de un sevir augustal, Iulius Successianus, condujo a A. Canto (1997) a sugerir que
este culto debía estar vinculado con las funciones habituales de un augustal y, por tanto,
con el culto imperial. El ejemplo emeritense confirma que el culto imperial aprovechaba
en Hispania la preexistencia de núcleos de cultos indígenas, y en este caso de cultos a
las confluencias. Tal asimilación es conocida en el santuario confederal galo de Lugdu-
num en la confluencia entre el Ródano y el Saona, situado frente a Condate, donde hubo
históricamente un altar dedicado al emperador Augusto.

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No obstante lo terminante de esta constatación, otro conocido estu-


dioso polaco, W. Mañczak (2006), ha remachado de nuevo muy recien-
temente la hipótesis de que REVE proviene de indoeuropeo *dyeu-, con
el argumento, ya empleado por él mismo en numerosos trabajos, de que
aquí se ha producido un cambio fonético irregular debido a la alta fre-
cuencia de uso de esta forma. El autor sustenta esta hipótesis en el gran
número de veces que el nombre mismo de “Dios” experimenta evolu-
ciones no esperadas (a menudo, eso sí, porque entra en la formación de
compuestos, con lo cual no son propiamente inesperadas, por mucho
que su dirección sea menos previsible). Su argumento deja de ser com-
prensible, por otra parte, cuando trae a colación el nombre latino Iuppi-
ter (de un vocativo *dieu pate-r), del que dice que es, de entre miles de
palabras que empiezan por d, la única que ha perdido la dental inicial,
debido, evidentemente, a que esta palabra, que designaba al dios más
importante del panteón romano, era muy frecuentemente utilizada.
Esta afirmación no dejará de resultar algo rara a cualquier lector
especializado, puesto que de ninguna manera puede compararse la evo-
lución de una consonante inicial ante vocal con la correspondiente evo-
lución en los grupos *dyV- y *dwV-. Resulta que la simplificación *dy-
> y-, tardía como parece, es al menos tendencia común a todas las len-
guas itálicas, que muestran un abanico de resultados: en alfabeto nacio-
nal, <i>-, <di>-, en alfabeto latino, <I>-, en alfabeto griego, <i>-, <δi>.
O sea, que en todas ellas se habría producido este fenómeno irregular,
en la misma dirección, y sin embargo de forma independiente. Que en
el caso lusitano se haya dado el paso, pretendidamente irregular, d- > r-
es una conclusión que depende de la hipótesis misma de que esa etimo-
logía es la correcta, hipótesis que carece de apoyo externo, y que ade-
más ignora esa misma consideración anterior: No es apriorísticamente
comparable la evolución de d- con la de dy-. Y el hecho de que formas
diversas de esta misma raíz hayan evolucionado en latín en la misma
dirección, cuando no había ya posibilidad de que se identificaran con el
teónimo, ni siquiera de que se analizaran correctamente, es igualmente
revelador: Véase el ejemplo de iubar “estrella matutina”, que los espe-
cialistas hacen proceder de un compuesto posesivo indoeuropeo *dyu-
bheH2es “que porta la claridad del día”.
Abundando en lo que ya dije en trabajos anteriores, aquí quiero
volver a refutar la idea de que /d/ evoluciona a /r/ en Hispania basán-
dome en una nueva interpretación de un nombre muy conocido, el etnó-
nimo Zoela. Los Zoelae ocupaban una zona de amplitud ignota que se

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suele situar entre Zamora y la región portuguesa de Tras-os-Montes, en


los alrededores de Braganza. Son mencionados como populus del con-
vento astur por Plinio (Nat. Hist. 3, 28). Pero han pasado a la historia
fundamentalmente como protagonistas de un pacto que se ratificaba
periódicamente, y que se nos ha conservado a través de dos documen-
tos, el primero de los cuales es la famosa Tabula de Astorga, del año 152
d.C., cuya primera parte refleja un pacto que data del año 27 d.C. (CIL
II, 2633).4
Por lo demás, estos Zoelae son conocidos por algunas inscripcio-
nes funerarias, como PAEDATVRA / T(ITI) I(VLI?) VALENTIS / ZOELAE
(CIL II, 2651), o votivas, como DEO / AERNO / ORDO / ZOELAR(VM) / EX
VOTO (Braganza, Castro de Avelãs = CIL II, 2606).
Como sabemos por la primera parte de la Tabula de Astorga, este
pueblo, que pertenecía a la rama de los Astures Augustanî, conocía ori-
ginalmente una división en dos etnias o gentilitates de inferior rango,
los Tridiavi y los Desonci. En la segunda parte, que data de 152 d.C.,
fecha de confección de la tábula misma, ya se mencionan varios grupos
más como gentes que, junto a la gens misma de los Zoelae con sus dos
subdivisiones mencionadas, constituyen una unidad política superior
del mismo nombre en consonancia con las progresivas exigencias de la
administración romana.
Todo esto ha dado lugar a una fructífera polémica entre los histo-
riadores sobre la naturaleza respectiva de gens y gentilitas como unida-
des de adscripción parental o étnica del individuo, sobre los que pueden
consultarse por extenso los trabajos de Mª C. González Rodríguez.
Como indica esta autora (1997, pp. 70 y ss.), la gens Zoelarum debía de
constituir una comunidad política radicada en Curunda. Los miembros
de las gentilitates de los Tridiavi- y Desonci estaban seguramente unidos

4El texto de la primera parte del pacto, en los pasajes que nos ocupan, dice:
[...] GENTILITAS DESONCORVM EX GENTE ZOELARVM ET GENTILITAS TRIDIAVORVM EX
GENTE IDEM ZOELARVM HOSPITIUM VETVSTVM ANTIQVOM RENOVAVERVNT [...] EGERVNT
ARAVS ABLECAENI ET TVRAIVS CLOVTI DOCIVS ELAESI MAGILO CLOVTI BODECIVS BVRRALI
ELAESVS CLVTAMI PER ABIENVM PENTILI MAGISTRATVM ZOELARVM ACTVM CVRVNDA.
Y su segunda parte:
[...] GENTILITAS DESONCORVM ET GENTILITAS TRIDIAVORVM IN EANDEM CLIENTELAM
EADEM FOEDERA RECEPERVNT EX GENTE AVOLGIGORVM SEMPRONIVM PERPETVVM
ORNIACVM ET EX GENTE VISALIGORVM ANTONIVM ARQVIVM ET EX GENTE CABRVAGENI-
GORVM FLAVIVM FRONTONEM ZOELAS [...]

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por vínculos de parentesco que se remontan seguramente a más de un


siglo atrás, ya bastante laxos con el paso de las generaciones y, posible-
mente, por adicionales vínculos de tipo territorial.
En nuestro epígrafe me parece por consiguiente probable que las
entidades denominadas gentilitates no tengan que ver directamente
con los grupos de parentesco bien conocidos en el mundo celtibérico,
que aparecen en genitivo de plural dependiendo de un antropónimo y
que a su vez son morfológicamente analizables como antropónimo,
supuestamente el nombre de un antepasado cercano, como un bisa-
buelo, y un sufijo velar, habitualmente *–iko-, que señala la relación
entre este antepasado y el grupo de sus descendientes. Como señala
González Rodríguez, este tipo de organización es relativamente infre-
cuente entre los astures, frente a lo que sucede con sus vecinos, los
cántabros vadinienses, y geográficamente más oriental. Como vamos
a ver, no obstante, éste no es el caso en lo referente a la segunda parte
del pacto.
Como es bien sabido, sólo existe un caso más de aparición de la
palabra gentilitas en la epigrafía hispana: En un epígrafe de territorio
vetón de Oliva de Plasencia (Cáceres) se conserva una dedicación a
unos DII LARES GENTILITATIS CAPETICORVM. Es éste uno de los escasísi-
mos ejemplos en que los dioses lares, que encubren sin duda divinida-
des protectoras indígenas asimiladas a aquellos, aparecen protegiendo a
un grupo humano y no a una localidad o territorio. Nada sabemos de la
procedencia del dedicante, que no nos ha dejado ni su nombre.
No sólo no se documenta un antropónimo que pueda haber pro-
porcionado la base de CAPETICORVM, sino que esta forma requiere un
análisis incompatible con la celticidad: *kap-et- se puede interpretar sin
problemas como un nombre de agente de la misma raíz que el verbo
latino capio, y que significa literalmente “que coge”, y puede enten-
derse en el sentido bélico de “devastador” o quizás en el puramente ter-
ritorial de “que abarca, que se extiende”. Podría ser incluso un correlato
exacto de la forma conservada en antiguo indio en una forma de la que
solamente sobrevive el dual aislado kapati- “recipiente”. Naturalmente,
cabe siempre contraargumentar que se trata de un nombre de agente
celta *gab-et-, en este caso con la azarosa representación hipercorrecta
<P> por <B>. Aunque así fuera, y es peligroso llegar a esta suerte de
conclusiones sobre la base de un ejemplo aislado, subsiste el primer
problema. En conjunto, cabe sospechar que se trata, como en el caso de
Tridiavi y Desonci, de una denominación grupal no relacionada directa-

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102 BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales»

mente con las organizaciones familiares o clanes, propias del mundo


celta hispano y en concreto de Celtiberia.5
Por otro lado, no deja de llamar la atención que los cuatro grupos
adicionales mencionados en la segunda parte del pacto sean, precisa-
mente, adjetivos sufijados en –iko-: Se habla de individuos ex gente
Avolgigorum, ex gente Cabruagenigorum, ex gente Visaligorum. Es
típico de los astures, precisamente, el empleo de la fórmula onomástica
tanto con genitivo de plural (ALIA VERNA LEGIRNICCORVM, Astorga,
León) como con ex gente + genitivo de plural (EX GENTE ABILICORVM,
Morcín, Asturias). Por lo tanto, es posible que en la segunda parte del
pacto la forma gens se emplee ya de forma superflua en referencia a la
organización familiar típicamente celta, como probablemente pasa con
las cinco inscripciones astures septentrionales de este tipo. Curiosa-
mente, estas tres formas se relacionan sin problemas con documenta-
ción celta bien conocida: AVOLGIGORVM, que además tiene un pendant
cántabro AVLGIGVN, puede derivarse de un *awol-iko-, a su vez derivado
de *awo-lo-, un diminutivo “nietecito” que existe en la antroponimia de
las Galias en la forma AVOLVS. VISALIGORVM procede de *wiss-alo-,
derivado de *wid-tu- “sabiduría”, y aparece en versión puramente indí-
gena en el genitivo de plural uisalikum del bronce de Botorrita III. Por
último, CABRVAGENIGORVM puede hacerse proceder de un compuesto de
creación tardía *gabro-adgeno- “perteneciente al clan de la cabra”.
Por lo demás, es posible que exista una relación con la forma del
epíteto de una divinidad de lectura e interpretación difíciles, hallada en
la provincia de Zamora (Vigo de Sanabria, Galende): Según los edito-
res dice MADARSSV + BLACAV.6 En un trabajo de R. García Rozas y J.
A. Abásolo7 se edita también esta ara, pero se interpreta el teónimo
como MADARSSO / SOELAGAV(M). Una lectura parecida es la que ofrece
A. Redentor (2006, p. 261), que opta por MADARSSV SOELAGAV, e
indica, entre otras posibilidades, que el origen último de este nombre
puede relacionarse etimológicamente con el de los Zoelae. Por el
momento me parece que hay que tomar con cautela esta posibilidad por
diversas razones: El epíteto se desvía claramente de la tipología normal

5 A partir de ahora y para evitar confusiones denominaré simplemente “nombres


de familia” a estos grupos.
6 Cf. J. Mª Bragado Toranzo – S. Mª García Martínez (1997).
7 Que permanece en el día de hoy en prensa, aunque en realidad es anterior.

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en que no es habitual una derivación en –kawo- y en que no es típico,


aunque tampoco imposible, que el epíteto divino sufijado se relacione
con un etnónimo, a menos que ambas cosas puedan derivarse, paralela
y por tanto independientemente, de una misma raíz o de un mismo ele-
mento del vocabulario apelativo. Como voy a intentar desarrollar a con-
tinuación, pienso que esto no es así en el caso que nos ocupa, y que Zoe-
lae era una forma ya probablemente inanalizable para el hablante y
pertenenciente en exclusiva al campo de la onomástica.
En una reciente reunión científica,8 J. L. García Alonso trae a cola-
ción una hipótesis de P.-Y. Lambert (1980, p. 177), que retrotrae una
serie de nombres propios celtas a *so-welo- (que hay que corregir en
*su-welo-, como él mismo indica personalmente a J. L. García Alonso,
cit., n. 4), forma que podría querer decir “que ve bien” y que tiene la
ventaja de aproximarse a onomástica de tipo personal celta insular y
bretona, como abret. Hoel y galés Hywel.9 Pero éste nota también cor-
rectamente que cualquier etimología basada en la presencia de s- inicial
requiere suponer que ésta ha sonorizado en un contexto poco propicio
para ello. Pero podemos añadir todavía otra objeción: Aunque el empleo
de esta grafía se base en una peculiar adaptación del alfabeto latino a la
expresión de diferencias (¿fonológicas?) perceptibles para los propios
indígenas, el empleo de un grafo <z>, ya de por sí infrecuente en latín,
para la notación de [z], tiene paralelos muy poco firmes en nombres cel-
tas documentados en inscripciones en alfabeto latino.
ACS, fuente secundaria de gran utilidad, pero que se revela en este
punto más promiscua que nunca, ofrece en efecto varios casos de
empleo del grafo <z>-, y concretamente en posición inicial. Pero, aparte
de que a menudo no menciona las fuentes (que en todo caso son casi
siempre medievales) ni indica siquiera que lo que da como lemas son en
realidad en muchas ocasiones formas reconstruidas, se observa que los

8 Celtic and its Neighbouring Languages, Salamanca, mayo de 2006. Cf. J. L.


García Alonso (2007, en prensa).
9 Lambert se pregunta si ha habido un estadio /u/ > /o/. en realidad esto no supone

ningún problema en sí, dado que K. McCone ha demostrado de forma convincente que
se ha dado un cambio fonético proto-celta /u/ > /o/ en contacto con /w/, a su vez seguida
de cualquier vocal a excepción de /i/. El único obstáculo aparente a esta identificación
consiste en que exige que el compuesto haya dejado de ser inteligible ya desde fecha de
unidad celta, o de lo contrario su primer elemento habría recuperado su forma su- sobre
el modelo de tantos otros.

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104 BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales»

únicos ejemplos donde la etimología es claramente /s/ están, en reali-


dad, en alfabeto griego, donde en época tardía era normal reproducir
una silbante sonora por medio de <ζ>. En realidad, lo que sí sabemos a
partir de textos epigráficos y no epigráficos es que en latín tardío el
grafo <z> tenía un valor de dental sonora palatalizada [dj] y luego más
probablemente de dental africada [dz], que permitía la aparición de
dobletes gráficos, como zebus por diebus e hipercorrecciones como
baptidiare por baptizare.10 Todo lo cual indica que si en la zona de los
astures al menos se hizo un uso semejante de este grafo, la etimología
difícilmente puede tener una silbante inicial, sonora o no. La prueba
patente de que no estamos ante un uso idiosincrático por parte de los
indígenas de la grafía latina la tenemos en que Plinio menciona a los
Zoelae y el derivado Zoelicum en total dos veces a lo largo de su obra,
y sin la menor variación gráfica respecto de los testimonios epigráficos
hispánicos.
Por su parte, García Alonso ha defendido la posibilidad de retro-
traer el nombre de los Zoelae a una forma inmediatamente anterior
*dyoilo-. A su vez, esta forma se explicaría partiendo de la base de que
se ha producido una “anticipación de yod” a la sílaba anterior, como la
que defiende para otras muchas formas y en diversos trabajos P. de Ber-
nardo Stempel. De modo que habría que partir, en última instancia, de
*dyol-yo-. Y a su vez esta forma sería analizable como un compuesto
celta donde el prefijo di-- asumiría un valor intensivo: Un plural *Di-ol-ia
vendría a significar “those who destroy a lot”.
Pues bien, si por una parte no puedo estar de acuerdo con este
último fenómeno fonético, por el que el diptongo intermedio –oi- se
explica por anticipación de –y- de la sílaba siguiente,11 es en cambio
cierto que la atribución de la inusual grafía <z>- a un grupo inicial *dy-

10 Cf. W. S. Allen (1991, p. 58). Obsérvese que hay pruebas indirectas de un valor

africado en los dialectos griegos de Italia, como se deduce del uso que hace el osco del
alfabeto griego en el caso del dativo ζωυηι (< *dyew-ei, Rossano di Vaglio), frente a
ιουηι (Paestum), formas que tienen un equivalente directo en alfabeto latino, con
empleo precisamente del grafo <Z>- para notar una africada [dz] o más probablemente
una silbante fricativa sonora [z] del mismo origen, en el genitivo ZOVES de la Tabula
Bantina (< *dyew-eis).
11 Véase la larga serie de contraejemplos ofrecidos en F. Villar – B. Mª Prósper

(2005, cap. VIII), que habría que molestarse algo más en discutir uno por uno, en vez
de ignorarlos sumariamente como hace De Bernardo.

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me parece una idea más que sugerente, que abre posibilidades insospe-
chadas. Partiré de que se trata originalmente de un grupo consonántico
*dy-, y no del resultado secundario de una preposición celta di-. Si así
fuera, la frontera de compuesto habría impedido con toda probabilidad
que la vocal /i:/ hiciera coalescencia con la dental, porque de esta
manera se perdía definitivamente el valor original de esta forma, que
entendida así dependería crucialmente de su segmentación. Véase por
ejemplo en galo lo que sucede con los compuestos diastu-, diacus.
En realidad, hasta ahora sólo había un ejemplo claro de la evolu-
ción de un grupo indoeuropeo *dy- en toda la franja occidental de His-
pania: El proporcionado por el nombre de la divinidad IOVEAI, que se
documenta en la inscripción de Lamas de Moledo y que difícilmente
puede interpretarse como otra cosa que no sea un derivado *dyew-yo-
del nombre del cielo, *dyeu-, derivado por cierto muy bien documen-
tado en las lenguas itálicas antiguas.
Pues bien, nada impide suponer que, a lo largo de toda la cornisa
occidental, se dieron evoluciones diferentes del grupo primitivo dy-. Si
IOVEAI muestra pérdida de la dental como el latín, hasta ahora atesti-
guada sólo en la Lusitania Scallabitana, el nombre de los Zoelae testi-
monia un resultado africado dental sonoro [dz] o bien con menor pro-
babilidad un resultado fricativo sonoro [z], es decir, un resultado “a la
griega” en un dialecto no-celta del área meridional del convento astur.12
El postulado de la pérdida de /w/ en posición intervocálica no tiene
ningún inconveniente fonético y sí muchos paralelos en la misma zona
y para este mismo contexto. En LRP, cap. XV, yo me planteaba la nece-
sidad de entender varios casos en que se documenta una secuencia -
<OE>- como procedentes no, de un diptongo indoeuropeo *–oi-, sino
de un segmento –owé-, donde la pérdida de /w/ se explica en virtud de
la pronunciación in allegro. Los ejemplos más notables de una evolu-
ción *-Co.wV- > -Co.V- son: El antropónimo BOELIVS (Bande, Orense),
BOELI (Villamesías, Cáceres) procedentes de una forma anterior *bowé-
lius, que a su vez viene de *gwow- “buey”; OILAM (Guarda) de *owíla-m
“oveja”, forma conservada tal cual al otro lado del continuum indoeu-
ropeo en sánscrito avila-;13 y la forma verbal en 3ª pers. pl. de presente
DOENTI (Lamas de Moledo,Viseu), de *dowénti.

12 Algo parecido sucede cuando se comparan diversas formas procedentes de

zonas diversas de implantación del osco, como explico en la nota 10.


13 Cf. K. T. Witczak (2005).

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106 BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales»

El nombre de la dinastía Julia se hace proceder del nombre de su


fundador mitológico Ascanio Julo, hijo de Eneas, legitimador a poste-
riori de las aspiraciones de poder de la gens. A su vez, no parece haber
ninguna duda de que Iûlus como su derivado Iu-lius proceden del nom-
bre indoeuropeo del cielo y de la divinidad celeste *dyeu-. Ya la obra
tardía Origo gentis romanae atribuye al cónsul y autor erudito L. Cae-
sar la opinión de que no sólo Ascanio era de la estirpe de Júpiter, sino
que “per diminutionem declinato paululum nomine primo Iolum, postea
Iulum appellarunt” (15, 5).14 El sobrenombre Iu-lus de Ascanio fue tem-
pranamente utilizado por los Julios para reivindicar su origen divino, y
no parece que haya sido ajeno a esto el juego de palabras que relaciona
a Iu-lius con la divinidad Vediovis “joven Júpiter”. Así, los julios son
mencionados por vez primera en una inscripción de un altar del S. II
a.C. que reza VEDIOVEI PATREI GENTEILES IVLIEI (CIL I2 1438).
Pero el hecho es que también en la tradición científica se retrotrae
Iûlius a una forma itálica *Iouǐlios (por ejemplo en IEW, p. 184; LEW
I, p. 729, St. Weinstock 1971, pp. 9-10). Los motivos para esto no resul-
tan del todo evidentes: Parecen basarse, sobre todo, en la existencia de
una serie de apariciones oscas, concretamente capuanas, de una palabra
iúvilam (ac. sg.), iúvilas (nom. pl.), que designa estelas de arcilla o pie-
dra. Como ya indica J. Untermann (2000, p. 188), la etimología de esta
forma difícilmente puede portar un sufijo *-ǐlo-, puesto que la vocal
breve -i- en posición medial se habría sincopado. Por ello, favorece la
reconstrucción de una protoforma itálica *dyowyelo-, que hasta ahora
parece la más probable entre las diversas que se han propuesto (cf. ibi-
dem). Añadamos que tal secuencia *-ǐlo- debería entenderse probable-
mente, a la luz de nuestros actuales conocimientos sobre la formación
de palabras del indoeuropeo, no como un sufijo originario, sino como
amalgama secundaria de varios sufijos primitivos o como un sufijo tar-
dío surgido por metanálisis. Con esto se destruye en cualquier caso la
relación directa de iúvilam, etc., con Iu-lus, que en cualquier caso tiene
una vinculación etimológica obvia, pero que difícilmente puede ser una
forma idéntica.
Por lo demás, y a pesar de que la forma Iûlus no se documenta
nunca con diptongo, podemos extraer indirectamente de la tradición

14 Puede consultarse el resto de las etimologías transmitidas en la Antigüedad y

su valoración como testimonio en J.-Cl. Richard (1986, p. 183).

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BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales» 107

más antigua la certeza de que –u-- procede de la reducción de un seg-


mento más largo, conservado aún en latín primitivo, a través de la noti-
cia de la evolución Iolus > Iulus (supra) y también, como indica
Richard (1983, p. 117), a través de la etimología transmitida por Servio
(Aen. 1, 267) y atribuida igualmente a la autoridad de L. Caesar, que es
“ οβολόν, id est sagittandi peritum”.
Epigráficamente se documenta, de acuerdo con los diccionarios,
una forma IVILIVS que sólo he podido encontrar en ILAlg 2, 1, 1957,
3380 (Celtianis, Numidia, Argelia) y en una moneda de época augústea
datada con posterioridad al 40 a.C., cuyo reverso dice DIVOS IVILIVS;
ambas, como se deja ver, algo tardías para ser de mucha utilidad, ade-
más de unas FIGVLINAE IVILIANAE en CIL XV, 256 y una inscripción
arcaica (CIL I, 518).
Ya F. Solmsen (1894, p. 145) hacía proceder ambas formas, esto
es, Iǔǐlius y Iuilius, de un mismo étimo *Iouilios, que compara con la
relación entre Cloelius, Boelius y sus supuestos étimos *Clǒuiˇlios,
*Bǒuiˇlios, a su vez formas derivadas de las que se documentan en
Clouius y Bouius. Esto haría algo más plausible, si bien más compleja,
la derivación *dyeu- → *dyew-yo- → *dyewi-lo- > Iu-lus. Una deriva-
ción similar no sería impensable para la forma astur. Es decir, una pro-
toforma hispana *dyewilo- habría evolucionado regularmente a *dyo-
wilo- y la pérdida de /w/ habría dado como resultado un diptongo
secundario –oi- que, naturalmente, tendería a grafiarse como <OE>
siguiendo la costumbre latina, aunque representaciones propiamente
indígenas como OILAM (Cabeço das Fráguas), de *owila- “oveja”, hacen
esta opción menos recomendable.
No obstante, B. Vine (1993, p. 102) incluye convincentemente el
caso de IVILIVS en CIL I, 518 entre otros con anticipación gráfica de <i>
que entra en un grupo de formas prenestinas y propiamente romanas en
que a una vocal larga le sigue <i> anticipada de la sílaba siguiente,
como en CIL I, 552 PAINISCOS y 569 POIMILIONOM. Por consiguiente,
según este autor, IVILIVS viene a reflejar una secuencia secundaria /Iu-
ilius/. En conclusión, es innecesario contar con este grupo aislado de
formas a la hora de establecer el origen último del nombre Iu-lus.
Examinemos una posibilidad alternativa: Que el nombre Iu-lus pro-
venga más bien de una forma indoeuropea occidental *dyew-elo- “pe-
queño o joven dios (celeste)”, que es menos problemática desde un punto
de vista formacional, y que además es perfectamente posible desde el
punto de vista de la evolución fonética. Es cierto que el cambio de

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108 BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales»

género resulta problemático en el etnónimo Zoela; pero no mucho más


que otras denominaciones étnicas que, siendo antiguos adjetivos deri-
vados o participios, han pasado al género femenino, como los pueblos
británicos Karnonakai, Dekantai, Nouantai, o, sin ir más lejos, los Celtae.
Una protoforma *dyew-elo- debió dar regularmente en itálico
común *dyowelo-. Observemos pues que sus características son distin-
tivamente itálicas: Generalización del grado pleno *dyew- a todo el
paradigma y presencia de un sufijo de diminutivo –elo-. A partir de aquí
el segmento –owé- con segunda vocal tónica evoluciona a lo largo de la
historia del latín a –u--, como en rûsticus < *rowestikos, nu-ntium <
*nowentyom. En consecuencia, el nombre de los Zoelae y el nombre de
Iu-lus serían idénticos, apuntalando la relación establecida en LRP entre
el dialecto (o los dialectos) del Occidente peninsular y las lenguas itá-
licas.15
La divinidad indígena más claramente asociada a los Zoelae es
AERNO. Como ya indiqué en otro lugar (LRP, cap. X.II), se documenta
con total seguridad tan sólo en tres dedicaciones votivas (ERRB, pp. 46-
-49, sección II.1, nrs. 1-3), que pertenecen al Norte de Portugal y se hal-
laron en Castro de Avelãs, sitio arqueológico próximo a Braganza, y
Malta (Macedo de Cavaleiros), de modo que, como ya he adelantado,
suele considerarse que ésta era la zona de implantación de los Zoelae.
En su momento ya defendí la atribución etimológica a un derivado
*ayer(i)-no- “luminoso”. Por tanto, consideraba que AERNO podía ser el
epíteto de una divinidad solar o celeste. A. Redentor ha señalado en un
trabajo reciente (2006) que, aparte de AERNO, la divinidad predomi-
nante en la zona es Júpiter.16

15 G. Devoto (1967, p. 331) relaciona el gentilicio latino Iuvilius con una forma
lepóntica Iuvilios. En realidad, una secuencia como ésta sólo puede extraerse de una ins-
cripción procedente de Cernusco Asinario, en el área de Milán. Nadie la ha visto desde
1879, y P. Solinas (1995, p. 364, nr. 98) la transmite como – ?tiusiuilios, sugiriendo que
puede segmentarse como –tiu siuilios. En cuyo caso se trataría de una fórmula ono-
mástica bimembre en nominativo, compuesta de un tema en nasal y un apositivo en
–ios. En cualquier circunstancia resulta evidente que esta forma es inutilizable para el
problema que nos ocupa.
16 En griego, el adjetivo ηέριοζ “matutino” al que se atribuye igualmente un ori-

gen en el locativo *a-yer-i, tiene tardíamente por homofonía el significado de “aéreo”.


Un posible equivalente del mismo origen en koiné podría ser la forma ηέριοζ en una
inscripción votiva de origen minorasiático, y concretamente lidia, que engrosa la
nómina de las numerosas advocaciones de Zeus de la epigrafía helenística de la zona.

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BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales» 109

En otras palabras, sospecho que, a diferencia de lo que sucede con


REVE, el epíteto sin teónimo AERNO sí que puede encubrir en realidad
una forma local del culto a la divinidad celeste indoeuropea. No es
casualidad, por consiguiente, que sus principales devotos, los Zoelae,
deriven su nombre de *dyeu-. En aquellos tiempos todavía es posible
que tuvieran conciencia de su propia vinculación con la divinidad prin-
cipal del panteón primitivo, y que entendieran aún la relación de su pro-
pio nombre con el de ésta.

2. El nombre de los Tridiavi- y los términos latinos de parentesco.

Del etnónimo Tridiavi-, gentilitas de los Zoelae, se ha dicho hasta


la fecha, a mi conocimiento, que es un posible derivado de indoeuropeo
*triti(y)os “tercero”.17 Entre los cántabros vadinienses, en concreto en
una inscripción de Monte Cildá (Palencia, CIL II 6296), se documenta
además un nombre DOIDER[VS] TRIDI[A]VM que en principio, y dadas las
dificultades de lectura, debería tomarse con cautela, dado que lo más
habitual en este grupo son los genitivos de plural dotados de sufijo
velar.18
A pesar de ciertas opiniones al respecto, por lo demás comprensi-
bles, dada la rareza del caso, el sufijo -awo-/-a-wo- deriva nombres a
partir de otros nombres, topónimos y antropónimos, pero no se emplea
para formar nombres de organización familiar. Cabe pensar, no obs-
tante, que aquí el individuo hace referencia a una unidad superior. Así
creo que debe entenderse un supuesto grupo familiar ARAVM en León
(CIL II, 5716): MANILI ARAVM ELANI F VA(DINIENSIS). No puede ser
casual que en Lusitania esté muy bien documentado el etnónimo Aravi
y la civitas Aravorum, y es muy posible que la familia de este ciudadano
vadiniense pertenezca o haya pertenecido en último término de este
grupo humano.19 Dada la coincidencia en el hecho de que ninguno de

17 Cf. por ejemplo A. Tovar (1954), y más recientemente Mª L. Albertos Firmat

(1985) y J. Mª Vallejo Ruiz (2005, p. 547).


18 Las excepciones, pocas, parecen deberse a errores o a malas lecturas, como

PENTIORV(M) por PENTIOCVM y OILARIDVN por OILARIQVN en Villaviciosa (Asturias).


Véase algo más abajo lo que digo a propósito de la expresión EX GENTE PEMBELORVM.
19 El nombre de los Aravi- tiene correspondencias celtas extrahispanas, por ejem-

plo en los Aravisci- o Eravisci- de Panonia. En mi opinión no es un compuesto ni un deri-

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110 BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales»

estos dos casos conoce la forma típica de los grupos familiares con
sufijo velar y en que ambos son conocidos como unidades étnicas de
rango superior a las anteriores, es posible formular la hipótesis de que
en el nombre de los cántabros Manilius y Doiderus se hace referencia a
la vinculación étnica más antigua de su familia, desplazada desde una
zona más meridional, donde precisamente el empleo del sistema filia-
tivo de los genitivos de plural era infrecuente.
Sin embargo, es probable que la realidad original sea bastante más
compleja. Aún conservamos noticia de los nombres que daban los
romanos a las sucesivas generaciones de antepasados, contadas hacia
atrás. Figuran ya por su orden en Plauto (Persa 57): pater, auos,
proauos, abauos, atauos, tritauos.
Aquí nos interesa el término tritauos. Se trata, en términos actua-
les, del abuelo del tatarabuelo, es decir, la sexta generación a partir del
presente. Se reitera este mismo orden en San Isidoro (IX, 5, 9), para el
cual “tritauus ultimum cognationis nomen est”.
Curiosamente, la opinión tradicional ha visto en tritauus una falsa
forma latina, no histórica, sino analógica de la correspondiente griega.
Por ejemplo, para É. Benveniste (1965, p. 8), tri-tauus tiene como
modelo la forma griega sinónima τρíπαπποζ. Sólo O. Szemerényi
(1989, pp. 41-42) ha notado correctamente que hay que entender la
forma tri-tauus como puramente latina, y que tiene en su base el nume-
ral ordinal *triti(y)os, regularmente conservado en latín tertius. Tri--
tauus procede por tanto en última instancia de *triti(y)o-awo-, com-
puesto que significa “el tercer abuelo” y que debe su formación a que el
antepasado en cuestión ocupa precisamente el sexto lugar desde el pre-
sente, con lo cual se entiende que si cada dos generaciones culminan en
un abuelo, el sexto lugar lo ocupa un tercer abuelo. Desde el punto de
vista de la evolución fonética, tendríamos que contar con una secuencia
cronológica *triti(y)o-awo- > *tritiewo- > *tritiwo- (por la ley de la
apofonía) > *tri-tiwo- (por metátesis, lo que explicaría la medida larga
en Plauto) > *tri-tawo- (por refección a partir del simple auus).
Resulta ahora sencillo establecer la relación etimológica con la
etnia de los Tridiavî. Sencillamente este nombre mantiene la estructura

vado en –awo-, sino que puede remontarse a celta común *erawo-, luego *arawo- por
la acción de la Ley de Joseph, y yendo más atrás en el tiempo, a indoeuropeo *H1erH-
wo- “tranquilo”. El antropónimo Arauus es claramente de idéntico origen, pero puede
ser históricamente (al menos parcialmente) independiente del etnónimo.

Conimbriga, 47 (2008) 95-119


BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales» 111

original tal como ha sido reconstruida por Szemerényi para la forma


latina tritauus. Es decir, procede directamente de *trity(o)-awo-, con
ulterior sonorización del grupo –ty- > -dy-, típica en las consonantes
intervocálicas en toda la franja occidental de la Península Ibérica y entre
los cántabros. –awo- no es aquí un sufijo formador de antropónimos,
sino el segundo término de un compuesto muy arcaico. Estamos, por
consiguiente, ante una segunda coincidencia no trivial entre el grupo
itálico y los etnónimos de los astures. Que el esquema compositivo es
muy antiguo lo demuestran formas griegas como τριτοπάτωρ “bisa-
buelo”, que se emplea en plural en Atenas para referirse a divinidades
ancestrales, y de la cual en ocasiones también se ha considerado que
latín tri-tauus no era más que un calco (cf. LEW II, s.u.).
En galo, es cierto, se conservan algunas formas que ocasional-
mente se han hecho proceder de compuestos, y que son probablemente
formaciones de fecha dialectal, como VESVAVVS de *wesu-awos,
COMAVVS de *kom-awos (cf. DLG, s.u. aua). En ellos, *awos quiere
decir “descendiente”, que es el significado heredado en celta común. Se
diría que en el caso de la forma astur estamos ante un compuesto de tipo
posesivo, es decir que se entiende por Tridiavi- a aquellos que compar-
ten un antepasado lejano de la sexta generación. Naturalmente el signi-
ficado literal de la forma perdería su sentido con la sucesión de las gene-
raciones, quedando sólo su núcleo: la vinculación con un ancestro
común.
No está excluido que, después de todo, se trate de una forma celta,
por más que la falta de paralelos hace este extremo totalmente inde-
mostrable: Estaríamos ante la noción inversa de un “sexto descen-
diente”. Esta idea de un “sexto descendiente” se da igualmente en latín,
bajo la forma trinepos. Entonces estaríamos en efecto ante unos des-
cendientes de sexta generación, y, dada la identidad formacional última
con la forma latina, tendríamos una isoglosa formacional italo-celta de
carácter no trivial. La verosimilitud de todo esto, no obstante, se ve algo
mermada porque se requeriría que, a pesar de haber quedado desmante-
lado este sistema de clasificación parental y haber cambiado la forma
*awos de significado desde época de comunidad celta, hubiera sobrevi-
vido aislada esta única forma, pero analizada ya y empleada de acuerdo
con el nuevo valor de “descendiente” adoptado por la forma simple.
Yendo algo más lejos, podría pensarse incluso que estamos ante un
arcaísmo de fecha indoeuropea. La evidencia es claramente escasa: El
único dato que puedo aducir para apuntalar esta posibilidad es el nom-

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112 BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales»

bre propio licio Epñxuxa,20 cuya segunda parte –xuxa es idéntica a lat.
auus y a het. huhhas, y cuya primera parte, presumiblemente procedente
de *opem, es un adverbio que se cree que significa “después”. Podría-
mos especular con la posibilidad de que se trate de un “abuelo poste-
rior”, es decir, el siguiente en la jerarquía, pero contando lógicamente
hacia atrás, después del abuelo: es decir, el “bis-abuelo”, en latín el pro-
auus.
Por último, una palabra o dos acerca del numeral “tercero” en
celta. La única rama celta que conserva como tal un numeral *tritiyo- es
el britónico. En celta continental la forma antigua parece más bien
*trito-, a juzgar por galo TRITOGENVS, celtibérico tirtu, tirtobolokum. En
Hispania, no encontramos en términos generales, con la posible excep-
ción de un antropónimo TRITIANVS de Salamanca,21 formas derivadas
de *tritiyo-, sino precisamente de *trito-. El derivado principal de
*trito- es precisamente *trit-yo-, común en toponimia y en antroponi-
mia. Y otras frecuentes son tirtouios, tirtanos y los nombres de familia
derivados TRITECV(M), tirtanokum, TRITALICVM, TIRTALIQ(VM), TRIDO-
NIECVM. Finalmente, los escasísimos casos de derivación en –awo- his-
panos tienen como base sustantivos: los lemavi galaicos, el teónimo
COLVAV (Cáceres) y tal vez el teónimo SANNOAVA (Pontevedra), que pre-
sentan problemas propios (cf. LRP, caps. VI.III y V.XI).
Por consiguiente, para defender que, después de todo, TRIDIA-
VORVM y TRIDIAVM portan un sufijo –awo-, habría que aceptar que son
etnónimos, pero originados en realidad (lo que tampoco es estadística-
mente tan frecuente) en localicios, es decir que estaríamos ante el deri-
vado de un topónimo Tritium. Esto a su vez conlleva problemas meno-
res: El localicio típico porta en este caso, como de costumbre, sufijo
velar, como en el epíteto divino TRITIAECIO (Cáceres) o la ceca berona
Titiakos, Titiako (A.58). Y entre las localidades del área astur y cánta-
bra no figura ningún Tritium, a diferencia de lo que se deduce de los
datos de Cáceres y del área nororiental de España. En términos absolu-
tos, pero sobre todo en comparación con la situación de las Galias, la
sufijación por medio de –awo-/-âwo- es sumamente infrecuente en la
Península, donde, en antropónimos, se documenta más bien un sufijo

20 Cf. por ejemplo H. C. Melchert (1994, p. 307, etc.).


21 Que en realidad imita el esquema de los cognomina latinos Domitianus, Titia-
nus, etc. La mayor parte de los nombres hispanos en –ianus son interpretables como for-
mas latinas.

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BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales» 113

complejo *–aw-yo-. Todo esto hace pensar que el nombre de los Tri-
diavî encubre una realidad diferente y más arcaica, probablemente no
celta, y que no se deja explicar por el empleo de un sufijo poco produc-
tivo sobre el derivado primario de un numeral.

3. El nombre de los Desonci-.

Vamos ahora a analizar el nombre de los Desonci-, el segundo gran


grupo de los Zoelae según la primera parte conservada del pacto de
Astorga. Parece obvio que estamos ante un derivado en *–on-iko- de un
adjetivo *dekso- o tal vez de *deks-wo- “derecho, recto”. El adjetivo
básico, que ha dado lugar a diferentes derivados, es pan-indoeuropeo y
procede de la tematización de un tema en silbante *dekos- “lo que está
bien, lo que se debe hacer”, de manera que nada más puede extraerse
sobre su filiación dialectal. En la Península Ibérica tenemos varios nom-
bres de persona de la misma etimología, atribuidos tradicionalmente en
virtud de su distribución geográfica a la rama celta: Así por ejemplo
DESSVAEONA (Burgos) o el topónimo Dessobriga (It. Ant. 449, 4), igual-
mente en Burgos, y probablemente Deixibre (Carbia, Pontevedra), Dei-
xebre (Oroso, La Coruña).
Hay que añadir un dato que tampoco es trivial para la considera-
ción de Desoncorum como etnónimo: Cuando se deriva un nombre de
familia de un antropónimo por medio de un sufijo velar, la relación
entre la base y el sufijo –iko-, -osko-, -aiko-, suele ser, en la mayoría de
los casos, sincrónicamente transparente. Es decir, que estos nombres de
familia pueden con toda facilidad descomponerse en unidades discretas.
Si se echa una ojeada a la lista actualizada de unidades familiares docu-
mentadas que ofrece en sus páginas finales BB.IV, se observará que no
existe una sola que muestre un final –<onkum> ni –<ONCORVM>. J. Mª
Vallejo (2005, p. 287) aporta tan sólo un COILIONQ(VM) de Salamanca.22

22 Es muy chocante por tanto el contraste con los numerosísimos casos de una

secuencia –<ankum>, -<ANCVM>, -<ANCORVM>, que paralelamente habría que


interpretar como sincopada a partir de *-an-iko-. Como sugirió ingeniosamente J. F.
Eska (1995, p. 76), los temas en nasal tienden a emplear en celtibérico el sufijo *-ko-,
en vez de sus variantes *-iko-, *-âko-: cf. Aiankum vs Aiu (y EBVRO vs EBVRANCO, AVO
vs AVVANCVM, etc.). La COGNATIO MAGILANCVM del bronce de Montealegre se ha visto
a veces como resultado secundario de síncopa de la forma MAGILANICVM. Sin embargo,

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114 BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales»

Naturalmente, en DESONCORVM es fácil deducir que -<ONC>- pro-


viene de una secuencia –on-iko- que ha sufrido sincopación. Pero, si
hubiera un antropónimo celta *dexsonos del que se derivase este nom-
bre, es probable que se actualizara en cada generación la forma derivada
correspondiente *dexsoniko-. En nuestro caso la sincopación es muy
antigua (ya está presente en la primera parte del documento) y la rela-
ción del derivado con la base empieza a hacerse incomprensible. Porque
el nombre de los Desonci es un etnónimo, y en consecuencia no tiene
como base un antropónimo. Por lo tanto, sincrónicamente no es anali-
zado como tal (posiblemente ni siquiera se entiende) y su antepasada
con sufijo -iko- no se reconstituye mecánicamente con el sucederse de
las generaciones.
A manera de conclusión podemos decir que, como ya indica Mª C.
González Rodríguez, la composición de la sociedad astur era un tanto
heterogénea. En el caso de los Astures Augustani, la parte primera del
documento de Astorga es preciosa para descubrir la existencia de reali-
dades étnicas y/o políticas de diferente rango, lo que aquí se traduce
como la gens y la gentilitas, que en mi opinión, fundada en exclusiva en
el análisis lingüístico, conserva un componente no-celta, que se remonta
a fecha muy arcaica y que tiene grandes similitudes con el mundo itá-
lico. La situación ha cambiado radicalmente en dos siglos, de manera
que en la segunda parte, reunidas bajo la expresión EX GENTE, se tratan
como gentes realidades que en mi opinión corresponden simplemente a
los genitivos de plural sin mención del nombre que designa ese deter-
minado grupo humano que llamamos organización familiar,23 como
sucede en la zona septentrional, entre cántabros y astures, en las fórmu-
las onomásticas de los epitafios. Tanto este uso en sí mismo, como el
análisis lingüístico de los nombres de las gentes mencionadas remiten
claramente al mundo celta aledaño, y pudo tener que ver con la reorga-
nización secundaria de las unidades políticas por parte de los romanos

está bien documentado el antropónimo latinizado Magilo(n)-, de manera que es plausi-


ble que su derivado antiguo fuese *magil-n-ko-. MAGILANICVM se explica precisamente
por aspiración a la transparencia. Si en cambio la forma más antigua fuera MAGILA-
NICVM, la relación con Magilo(n)- queda sin explicación derivacional, porque lo espe-
rable en todo caso sería *Magilûnikum o la variante latinizada *Magilo-nikum.
23 O bien, ocasionalmente, genitivos de singular, o incluso nominativo o dativo

del nombre de familia en concordancia con el antropónimo, como sugiere M. Ramírez


Sánchez (2001).

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BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales» 115

y su integración progresiva de los Astures Transmontani en la realidad


urbana más meridional, o con la absorción de inmigrantes procedentes
de la meseta. Se observa fuera de toda duda que los signatarios de la pri-
mera parte del pacto, cuya fórmula filiativa es la más sencilla de antro-
pónimo + nombre del padre en genitivo, tienen a menudo nombres cel-
tas, como Magilo Clouti (cf. nota 4). Es posible que pueda decirse otro
tanto de la celticidad de los nombres de pueblos astures septentrionales,
como Gigurri y Susarri. Pero éste será ya el tema de otro trabajo.
En consecuencia, no estoy del todo de acuerdo en que el empleo
de fórmulas diferentes (gens, gentilitas, cognatio, genitivos de plural
directamente dependientes del antropónimo) haga necesariamente
referencia a realidades distintas, como tampoco creo, al contrario, que
estas fórmulas fueran sistemáticamente intercambiables, como opina
F. Beltrán: El reiterado empleo que hace la tabula de Astorga del tér-
mino gentilitas, que, casi dos siglos después de la primera consigna-
ción del pacto, aparece en la segunda parte del documento en clara
oposición al uso de EX GENTE, hace en mi opinión imposible enten-
derlo como equivalente del término omitido en las expresiones filiati-
vas con genitivo de plural. Es posible que en ese momento, aparte de
civitas u ordo Zoelarum, se siguiera diciendo gens Zoelarum y gens
Orniacorum, al igual que gens Asturum. Como indica P. Rodríguez
(1994), gens hace referencia extensional al conjunto de personas que
integran un grupo, pero se emplea tanto para grupos mayores como
para sus subdivisiones. El empleo de gens para grandes grupos y para
explicitar la relación entre los antropónimos y los genitivos de plural
habría introducido entonces cierta confusión de emplearse en un
mismo documento. De ahí posiblemente también la oposición entre
gens y gentilitas, entendida como gens de rango comparativamente
menor, oposición orientada a hacer más evidente la relación de subor-
dinación jerárquica entre los grupos.
A propósito de las incógnitas que plantea el uso de la expresión EX
GENTE, me gustaría añadir que, además del uso típico astur y en ocasio-
nes cántabro como equivalente de los genitivos de plural, por una parte,
y del uso genérico para referirse a la nación que constituye la unidad
más amplia, como ex gente Asturum o ex gente Cantabrorum, el tér-
mino puede haber conocido variantes de utilización para referirse a uni-
dades étnicas de menos envergadura, que la escasez de datos nos impide
detectar con claridad. Por ejemplo, solamente se emplea una vez entre
los cántabros orgenomescos, en un epígrafe de Parres (Oviedo) que dice

Conimbriga, 47 (2008) 95-119


116 BLANCA PRÓSPER, «Los nombres ‘itálicos’ de los Astures meridionales»

BOVECIO BODE CIVES ORG(E)NOMESC(-) EX GENT(E) PEMBELOR(VM)


(CIL II, 5729).24
La forma PEMBELOR(VM) plantea más problemas de los que parece,
puesto que, con independencia de que se acepte o no la existencia de
una unidad familiar BODECIVES(CVM), resulta muy dudoso que se pueda
interpretar *pembelo- como derivado de un antropónimo. Ya hace
mucho tiempo, A. Tovar (1954) propuso una interpretación prima facie,
que consistía en ver aquí un derivado ordinal del numeral indoeuropeo
*penkwe “cinco”, con fonética de “tipo britónico”. Hay que entender
que hace medio siglo prácticamente nada se sabía sobre las lenguas cel-
tas de la Península Ibérica. Lo que ya no resulta tan comprensible es que
esta interpretación siga gozando de cierta aceptación hasta el día de hoy.
Efectivamente, *pempe podría ser la forma que exhibe el numeral
“cinco” en un dialecto celta peninsular con labialización de labiovela-
res. Además, un derivado suyo podría emplearse como etnónimo (como
sucede con los Vocontiî galos y los okondianoi gálatas), en el entendido
de que se refiere al número de batallones o de subdivisiones étnicas con
que cuenta ese grupo en particular. Sin embargo, y siempre en el enten-
dido de que la lectura es correcta, cuesta entender el empleo de un sufijo
endocéntrico de valor diminutivo, que vendría a significar “los cinquil-
los”, ya que no es fácil encontrar –lo- documentado como elemento de
derivación a partir de numerales.25 Otra cosa muy diferente sería que se
modificara la lectura a favor de PEMBEIORVM, lo que permitiría recons-
truir una protoforma *pempe-yo- comparable al itálico Pompeius.
Existe una alternativa inexplorada que me parece algo más plausi-
ble: Que se trate de un compuesto *penno-belo-, de *kwenno- “cabeza”
y *gwelHo- “poderoso, grande”, que significa “de cabeza grande” (o,
literalmente, “grande de cabeza”). En las lenguas celtas existen varios
compuestos cuyo primer elemento es *kwenno-, como galo Πεννο−
ουινδοζ“de cabeza blanca” y sus correspondencias. ACS II, col. 964,

24 Si se acepta esta división de palabras, y no la que se propuso en su momento

por el editor (cf. ERA, nr. 36), y que consistía en interpretar toda la secuencia BODECI-
VES como abreviatura de un nombre de familia BODECIVES(CVM). No es imposible, dado
que se documenta un BODIVESC(VM) en un epígrafe de Sorribas (León).
25 Osco pumperias, umbro pumperias, lat. Pompilius proceden de un sufijo com-

plejo secundario –el-yo- o, más probablemente, del productivo –ed-yo-, con alteración
en la forma latina.

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cita un lugar llamado Pembeciacum,26 que hace derivar de *penno-


bekko- “pequeño de cabeza” y que estaría en la base de Pembé (Loire
Inférieure). Está bien establecido que a la hora de reconstruir el árbol
genealógico celta, la evolución /kw/ > /p/ es prácticamente inutilizable.
Que al menos en posición inicial se diera semejante evolución en el dia-
lecto de los orgenomescos carece por sí mismo de relevancia para esta-
blecer su posición dialectal.

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26 Sin fuente; probablemente no es, por lo tanto, más que una reconstrucción
culta extraída de algún repertorio.

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