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TRASTORNOS ALIMENTICIOS EN LA ADOLESCENCIA

Los trastornos de la conducta alimentaria se definen como alteraciones específicas y


severas en la ingesta de los alimentos, observadas en personas que presentan patrones
distorsionados en el acto de comer y que se caracterizan, bien sea por comer en exceso o
por dejar de hacerlo; lo anterior en respuesta a un impulso psíquico y no por una
necesidad metabólica o biológica. El diagnóstico más frecuente durante la adolescencia
es el de anorexia nerviosa y bulimia nerviosa. Estos trastornos comparten síntomas
cardinales tales como la preocupación excesiva por la comida, peso y/o figura corporal
y el uso de medidas no saludables para controlar o reducir el peso corporal. Los TCA
muchas veces se acompañan de complicaciones médicas, así como psicológicas que
potencialmente pueden dejar secuelas irreversibles para el desarrollo del adolescente.
Ruiz (2007) afirma: Los trastornos de la alimentación no son una patología tan
moderna como a veces pudiéramos pensar, no son un problema nuevo, lo novedoso es la
virulencia con la que se han presentado en la sociedad actual y el cambio de actitudes
que ésta ha tenido en sus conceptos de salud y de ideal estético. (p.22)
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria afectan principalmente a adolescentes y
mujeres jóvenes y los estudios muestran que su prevalencia ha aumentado
progresivamente desde la década de 1950 en adelante.
Esto significa que el perfil de quienes presentan TCA ha ido cambiando
gradualmente. Es así como hoy en día no solo afectan a las adolescentes de clase alta y
excelente rendimiento académico, sino que además se presentan en jóvenes de sexo
masculino, de diverso nivel socioeconómico, distintas etnias, individuos cada vez
menores, y de diferente peso, tamaño y forma corporal. (Gaete, 2012, p.567).
Los dos trastornos principales que se les puede atribuir en la adolescencia son la
anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa.

La Anorexia nerviosa

La Anorexia Nerviosa (AN) fue descrita como un problema médico hacia finales del
siglo XVII por Richard Morton. Morton describió casos de personas, principalmente
mujeres, que sufrían una pérdida de peso importante no asociada a causas físicas. Dos
siglos más tarde, Lasegue en 1873 y Gull en 1874, ilustraron detalladamente dos casos
que presentaban características similares a lo actualmente se entiende por anorexia
nerviosa.
Esto significa que la anorexia nerviosa es un trastorno psiquiátrico grave y complejo
caracterizado por la mantención voluntaria de un peso bajo el rango saludable para la
edad y talla de quien lo sufre, lo cual es logrado a través de medios extremos para
controlar el peso tales como ejercicio compulsivo, restricción de los alimentos
consumidos y/o conductas purgativas. (López, 2010, p.87)
La anorexia nerviosa tiene dos picos de presentación en la adolescencia, entre los 13 y
14 años y entre los 17 y 18 años, puede perdurar hasta la vida adulta.
Las pacientes con anorexia nerviosa en general lucen muy delgadas, con una edad
menor a la que tienen, la piel puede tener un tono naranja-amarillento por consumo
excesivo de alimentos ricos en carotenos, pueden referir intolerancia al frío, aunque se
cubran con varias prendas de vestir; los dientes pueden perder el esmalte si la paciente
vomita frecuentemente. (Avila,2015, p.113)
En adolescentes se puede detener el crecimiento y llegar a presentar osteopenia,
inclusiva osteoporosis, que puede llevar a fracturas, aunque las pacientes sean muy
jóvenes. Las personas que la padecen niegan que sufren del mismo porque para ellos
todo está normal y se sienten muy bien, está alteración puede provocar un aislamiento
social del que lo padece para evitar cualquier tipo de crítica. García (1993) afirma: “La
AN es la fobia a la obesidad, con un deseo irracional de estar delgada y alteraciones del
control de la ingesta, acompañada de una grave perturbación secundaria de la mente con
importantes alteraciones de la esfera familiar y social.” (p, 90). Esto involucra diversas
alteraciones en la estructura emocional de una persona; los falsos ideales de belleza, el
alto nivel de perfeccionismo y una baja autoestima pueden causar alteraciones de la
imagen corporal, distorsiones en el pensamiento, síntomas de ansiedad, depresión y
comportamientos obsesivos-compulsivos que contribuyen al agravio del trastorno
alimentario. “La delgadez se ha convertido para algunos jóvenes en una especie de culto
del que no pueden prescindir. Sacrifican horas enteras dedicadas al ejercicio físico para
conseguir adelgazar en algunos casos, da lugar a una enfermedad por dependencia”.
(Edelstein, 1999, p. 09). Las personas que padecen de este trastorno pueden llegar a
presentar un cuadro depresivo como ya se ha mencionado, debido a la preocupación de
no llegar a su meta de la figura perfecta.
Bulimia nerviosa

El segundo trastorno de la alimentación mejor caracterizado es la bulimia, cuya


etiología específica también es aún controvertida.
La característica primordial de esta enfermedad es que la persona sufre episodios de
atracones compulsivos, pero la preocupación que tiene de no ganar peso conduce hacia
conductas compensatorias de control para evitar la ganancia de peso, seguidas éstas de
un gran sentimiento de culpabilidad y sensación de pérdida de control. Estas pacientes,
utilizan diferentes medios para intentar compensar los atracones, siendo el más habitual
la provocación del vómito; otras conductas son: uso excesivo de laxantes o de
diuréticos, el ayuno y ejercicio físico muy intenso. (Mendez,2008, p.79)
Estos pacientes desarrollan un patrón alimenticio cíclico caracterizado por
abstenerse de ingerir alimentos en las primeras horas del día y comer excesivamente,
seguido de conductas purgativas por la tarde o la noche es decir llegan a lo que es el
vómito. Al día siguiente, los sentimientos de culpa los llevan a reforzar la abstinencia
alimenticia con la repetición de los actos ya mencionados. Carrasco (2007) afirma.
“Desde un punto de vista teórico, el acto alimentario como hecho social total deja de ser
un puro comportamiento y se concibe también como un valor y un hecho de conciencia
y de poder” (p20). El objetivo primordial del paciente es el logro de un peso y una
figura corporal idealizados mediante dietas extremas de forma rígida. Ruiz (2007)
afirma: “La persona presenta un miedo morboso a engordar, y se fija de forma estricta
un nivel de peso muy inferior al que tenía antes de la enfermedad. Con frecuencia, pero
no siempre, existen antecedentes previos de anorexia.” p.20). La Bulimia Nerviosa
Atípica debe ser utilizada para los casos en los que faltan una o más de las
características principales de la bulimia nerviosa, pero que por lo demás presentan un
cuadro clínico bastante típico.
La bulimia nerviosa parece ser producida por una combinación de factores
biológicos, psicológicos y sociales. A diferencia de lo que ocurre en pacientes con
anorexia nerviosa las pacientes con bulimia, tienden a ser más impulsivas y a tener
inestabilidad en los estados de ánimo, rasgos que se acentúan con la enfermedad. En las
familias de las pacientes bulímicas hay una mayor expresión de sentimientos negativos,
más conflictos y más inestabilidad. (Larrea, 2010, p.19)
Los factores sociales involucrados en el desarrollo de la enfermedad, son la
sobrevaloración de la delgadez en la mujer como un poderoso elemento cultural que
favorece que, en individuos y familias vulnerables, los conflictos se localicen en el peso
y la imagen. Gómez (2010) afirma que:
La anorexia y la bulimia son la síntesis o el final de un proceso en el que confluyen
muchos malestares o problemas, por ello, lo más importante es prevenir su aparición
desde todos los contextos sociales (escuela, profesores, padres, amigos, sanitarios, etc.)
y estar alerta a cualquier alteración. Cuando la persona no encuentra palabras para
expresar los conflictos internos, es el cuerpo el que habla y lo hace a través de una serie
de comportamientos o actitudes. (p.10).
Muchas veces las personas que lo sufren no pueden salir del pozo por sí mismas. La
comunicación para afrontar este terrible problema es vital, y nunca mejor dicho.
En conclusión el riesgo de prevalencia de trastornos de conducta alimentaria en la
población estudiada es de 3.78%. Existe un bajo porcentaje de personas con trastornos
de la conducta alimentaria lo que compagina con las estadísticas de diferentes estudios.
Se confirma que el riesgo de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria es
mayor en las mujeres. La mayoría de las adolescentes en riesgo poseía un estado
nutricional normal que podría ser un factor encubridor de un potencial desorden
alimentario y se enfatiza la importancia de orientar la pesquisa en muchachas de peso
normal o con sobrepeso y no sólo en las que padecen del trastorno.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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