El Diablo Cojuelo

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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE

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EL DIABLO COJUELO .

MADRID 1844:

ESTABLECIMIENTO TIPOGRAFICO ,
de D. F. de P. Mellado .- Editor .
1

28-24
FA
R 110472
7624
F.L.

EL

DIABLO COJUELO .

NUEVA VERSION CASTELLANA.

EDICION DE LUJO ,

CON 125 GRABADOS EN MADERA POR UNA SOCIEDAD DE


ARTISTAS.

SEGUNDA EDICION .

Illavis
Blame

MADRID 1844:

ESTABLECIMIENTO TIPOGRAFICO,
de D. F. de P. Mellado. - Editor.
PROLOGO
DE LOS

EDITORES

UBRARIETA GERRA.

sobial oup de

N un tiempo en que renace el gus-


to en nuestra España por las edi-
ciones de lujo adornadas de viñetas
y grabados ; ahora que el favor del
público se decide por todas esas
obras en que artistas españoles es-
tán empleando hoy dia su saber y
sus afanes : cuando , á pesar de lo
incompleto y miserable de los re-
Lars cursos de que puede disponerse en
nuestro pais , va alcanzando ya la tipografía una perfeccion
hasta ahora no conocida , qué mucho nos arrojemos igual-
mente nosotros á continuar ese tan bien comenzado impulso
de la industria nacional , no obstante las trabas que algunos
cuantos le oponen todavía con la importacion ( hoy dia frau-
6 PRÓLOGO

dulenta ) de viñetas vaciadas en el estrangero , ó llámense


clichés?
Mas , al haber de elegir una obra digna de ser hermo-
seada con los bellos resultados de la tipografia , en cual otra
podriamos fijarnos mejor que en la novela ó cuento del
DIABLO COJUELO , obra de todas las edades , espejo de ridi-
culeces y vicios que á todas épocas alcanza , y que por lo
mismo se presta admirablemente á el pincel del artista , como
al entretenido recreo del lector? con tanto mayor motivo
cuanto que la idea primordial , la forma , índole y pensa-
mientos son tomados del español , si bien el francés Le Sage
los atavió y amplió con nuevas galas y descripciones .
Cuando EL DIABLO COJUELO apareció por primera vez en
Francia , año de 1707 , fué casi una traduccion del castella-
no , y el mismo Le Sage en su prólogo confesaba que la idea
de su obra pertenecia á Velez de Guevara. Tal fué el entu-
siasmo y aceptacion con que en el vecino reino fué recibida
que en ocho dias se hicieron dos ediciones , y al cabo de
estos ocho dias , no quedando mas que un egemplar en la
tienda del librero-editor , se le disputaron en duelo dos ca-
balleros de la córte , que ambos le reclamaban con teson sin
querer ceder de su porfía . Mas esta celebridad no fué bas-
tante á impedir al público parisiense , que conocia de mu-
cho tiempo atras á Le Sage como un mero traductor , aun-
que hábil y afortunado en apropiarse pensamientos que no
eran suyos , no impidió el que se considerára su obra como
una de otras tantas dichosas imitaciones que ya habia hecho
de nuestro idioma. Esto fué lo que le obligó 19 años des-
pues á ampliar y refundir su primera imitacion , añadiendo
ademas algunos versos y descripciones que tomó de otro de
DE LOS EDITORES . 7

nuestros compatriotas llamado Francisco Santos , en su obra


DIA Y NOCHE DE MADRID , copia , plajio , traduccion , ó como
quiera llamarse , que no se atrevió tampoco á ocultar en el
prólogo que puso á su nueva produccion , pero que los actua-
les editores franceses han tenido muybuen cuidado en supri-
mir, pareciéndoles sin duda mengua que autor á quien tanto
encomian pueda deber nada ála nacion española . Insensatos !
La sociedad artística que se reunió en 1842 y parte del
43 para llevar a cabo esta publicacion , formó empeño de-
cidido en presentar una obra puramente española en cuanto
cabe , española por el lenguage , ya que lo es por su conte-
nido y procedencia , española por los dibujos y grabados que
la adornan , española por las manos que la desempeñan . En
fin , los sócios artistas trabajaron con esmero y afan en dar
cima cumplida á su empeño . Nosotros nos damos el para-
bien de haber visto cumplidos sus deseos, pues han logrado
hacer un libro , el primero en su clase en España , que tan-
ta honra dá á las firmas que en el figuran .

Madrid 5 de junio de 1844.

CASPAR
2

URKABIETA

CAPÍTULO I.

Qué diablo es el diablo cojuelo.- Donde , y por qué casualidad


don Cleofas Leandro Perez Zambullo vino á hacer conocimien-
to con él.

ABAN en la celebérrima villa de Madrid ,


por una oscura noche de octubre , las
doce en punto , hora menguada
para las calles por falta de luna ,
y dichosa para los enamora-
dos que querian cantar sus
congojas ó alegrias bajo los balcones de sus damas ; ya el
tañido de las guitarras comenzaba á inquietar el ánimo de
los padres y alarmar á los maridos celosos , cuando don
Cleofas Leandro Perez Zambullo , hidalgo á cuatro vientos ,
10 EL DIABLO

galan de noviciado y estudiante en Alcalá , salió precipita-


damente por la buhardilla de una casa , donde le habia in-
citado á entrar el hijo indiscreto de la diosa de Citeres ; hu-
yendo iba por el caballete de un tejado , en guarda de su
vida y honra , de tres ó cuatro espadachines que le venian
á los alcances para matarle ú obligarle á tomar mal de gra-
do por esposa á una tal doncella con quien acababan de en-
contrarle .

Aunque solo contra tantos , habíase defendido como bi-


zarro , y si solicitaba escaparse era porque habia perdido su
espada en la pelea . Persiguiéronle algun trecho , mas burló
su dilijencia á favor de las tinieblas , y , caminando hácia una
luz que por ellas escasamente se brujuleaba , estrella de la
tormenta que corria , despues de mil riesgos de quebrarse
la cabeza , puso los pies y la boca á un tiempo en un desvan

190-
REA
BET
A
COJUELO . 14

de donde los rayos de la luz partian , saludándole como á


puerto seguro de tales naufragios .
Miró con asombrados ojos en rededor suyo , y viendo
que persona humana no aparecia por aquel zaquizamí , pú-
sose á considerar con doble asombro aquella rejion á que
habia arribado , bastante singular á la verdad , por las es-
trangeras estrabagancias de que estaba adornada la tal es-
pelunca , cuyo avariento farol era un candil de garabato,
que se descubria sobre una mesa antigua de cadena , y pa-
peles infinitos , así compuestos y desordenados , escritos de
caractéres matemáticos , una esfera y algunos compases por
un lado , redomas y cuadrantes por el otro ; ciertas señales
de que vivia en el cuarto de mas abajo algun astrólogo,
dueño de aquella confusa oficina á donde iba á tirar los cál-
culos de su ciencia.

A estas horas el estudiante , cavilando en su buen suce-


so , deliberaba consigo mismo sobre quedarse alli hasta la
mañana ó haber de tomar otro partido , cuando oyó inme-
diato á él un largo suspiro , que , pareciéndole imaginacion
ó ilusion de la noche , pasó adelante sin detenerse , en dar
vuelo á sus cavilaciones.
Mas , escuchando segunda vez repetir el suspiro , no
creyendo ya fuese engaño de la fantasía , sino verdad que se
habia venido á los oidos , aunque á nadie viera en el apo-
sento , dijo con desgarro y ademan de estudiante valiente :
Quién diablos suspira aqui ? Respondióle al mismo tiempo
una voz entre humana y estrangera : Yo soy , señor licen-
ciado , que estoy en esta redoma , adonde me tiene estre-
chamente preso el astrólogo que vive ahí abajo , porque
tambien tiene su punta de mágica negra , y es mi alcaide
12 EE DIABLO

seis meses habrá . Luego espíritu eres? dijo don Cleofas algo
turbado por la novedad de la aventura . Un demonio soy , res-
pondieron de la redoma ; y has llegado á tiempo que me
puedes rescatar , porque ocioso fallezco , sin emplearme en
nada , siendo yo el diablo mas travieso del infierno .
Algun pavor causaron estas palabras en el señor Zam-
bullo ; pero , como de natural esforzado , serenóse pronto ,
y dijo con tono animoso al vidrio endemoniado : Decidme ,

Si os place , cuál es vuestro rango entre los diablos ; sois de-


monio plebeyo ó de los de nombre ? Y de gran nombre ,
respondió la voz , y el mas celebrado en entrambos mundos .
Seríais por ventura Lucifer? le repitió don Cleofas. Ese es
diablo de charlatanes . Sois Uriel ? prosiguió el estudiante .
Vaya alla? interrumpió asperamente la voz , ese es patrono
de mercaderes , sastres , carniceros , panaderos y demas ra-
COJUELO. 15

teruelos de baja estraccion . Sois acaso Bercebú? dijo Lean-


dro . Hablais de burlas? respondió el espíritu ; ese es demo-

h
oc
rr
Sa

nio de dueñas y escuderos . Me admira , replicó Zambullo ,


yo tenia á Bercebú por de los mas principales de vuestra
14 EL DIABLO

cuadrilla. Pues de los que menos valen es , contestó el de-


monio : veo andais poco acertado en las ideas que de nues-
tro infierno se os alcanzan.

Preciso es , continuó don Cleofas , que seais Leviatan ,


Belfegor ó Astarot ? En cuanto à esos tres , dijo la voz , son

Vrrabicta BERNA.
COJUELO . 15

demonios de mayores ocupaciones , son espíritus cortesanos


que entran en los consejos de los príncipes , animan á los
ministros , forman las alianzas , escitan las sublevaciones en
los estados , y encienden la tea de la guerra . Oh ! no son
esos tan bergantes como los primeros que habeis citado . Y,
decidme , os ruego , replicó el estudiante , cuales son las
ocupaciones de Flajel ? Ese es el móvil de los embrollos y el
espíritu de la curia , repuso el diablo : es quien ha inventa-
do el protocolo de los escribanos , quien inspira á los liti-
gantes , posee á los abogados y embarga á los jueces .
Demonio mas por menudo soy , aunque me meto en to-
do : me entretengo en hacer matrimonios ridículos , casando
barbudos con muchachas , amos con sus criadas , doncellas
mal dotadas con rendidos amantes que no tienen renta ni
beneficio : yo traje al mundo el lujo , la disolucion , los jue-
gos de suerte y la química : yo inventé los torneos , los dan-
zantes , la música , la comedia , y todas las últimas modas
de Francia ; y al fin yo me llamo Asmodeo , y por sobre
nombre el Diablo Cojuelo .
Con qué ! esclamó don Cleofas , sois sin duda aquel fa-
moso Asmodeo de quien con tan cumplido elogio hablan
Agripina y la Clavícula de Salomon ? por cierto que si es
así no me habeis contado todos vuestros entretenimientos,
y de ellos habeis olvidado el mejor : pues sé os divertís á
veces en consolar á los amantes desgraciados ; por señas que
el año pasado en Alcalá logró con vuestra mediacion un ba-
chiller amigo mio los favores de la muger de un doctor . Así
es la verdad , dijo el espíritu ; y os lo guardaba para la pos-
tre . Soy el demonio de la lujuria , ó hablando mas honrosa-
mente, el dios Cupido ; que tan lindo nombre me le han dado
16 EL DIABLO

los poetas , mas es á fé demasiado de favor el que me hacen


esos caballeros . Dicen que tengo alas doradas , vendados los
ojos , un arco en la mano , un carcax lleno de flechas en la
espalda, y junto á esto una hermosura estremada . Muy luego
lo que en ello hay sabreis , si consentís en darme libertad .
Amigo Asmodeo , replicó Leandro Perez , ya sabeis que
ha largo tiempo os profeso particular afeccion , dígalo sino
el peligro á que acabo de verme espuesto : grande alegria
me causa hallar ocasion en que poder serviros , mas , si la
vasija que os encierra está á no dudarlo encantada , en ver-
dad que serian vanos mis esfuerzos para haber de destapar-
la ó convertirla en pedazos : así pues , no veo la manera que
pueda ayudarme à sacaros de vuestro encierro . Ademas que
no soy yo muy maestro en esto de librar á los encarcelados ;
y acá entre los dos , si demonio tan mañoso como eres ( pro-
siguió don Cleofas mudando la cortesia con la familiaridad
de la conversacion ) no sabes sacudirte de ese compromiso ,
qué quieres que haga yo pobre mortal para conseguirlo ? A
mí no me es concedido , dijo el espíritu , y á tí si , por ser
hombre , con el privilegio del bautismo . La redoma en que
estoy contenido no es mas que una botella de vidrio , fácil

de quebrarse no tienes mas que tomarla y tirarla por tier-


ra , que luego , en derramándome , me verás visible y pal-
pable en forma humana . En cuanto á eso , respondió el es-
tudiante , mas fácil es de lo que yo me imaginaba , pero di-
me en cual redoma te encuentras , que veo muchas parecidas
entre sí , y no puedo discernir la que sea . Es la cuarta del
lado de la ventana , replicó el diablillo ; y á pesar del sello
mágico que está impreso en el tapon , no por eso dejará el
frasco de saltar en mil pedazos .
COJUELO . 17

Eso me basta , repuso don Cleofas , y pronto estoy á eje-


cutar tu deseo : mas , detiéneme un pequeño inconveniente ;
de que hayas conseguido de mí el servicio en cuestion , mu-

cho me temo tener que pagar yo el escote de lo roto . Nin-


gun mal te vendrá por ello , le repitió el demonio ; ántes por
el contrario no tendrás sino motivo para alegrarte de mi
agradecimiento . Te enseñaré cuanto tú quieras saber ; te
instruiré de todo cuanto pasa en el mundo ; te descubriré
los defectos de los hombres ; seré tu demonio tutelar ; y , mas
ilustrado que el génio de Sócrates , pretendo llegues á ser
mas sábio que este gran filósofo . En una palabra , á tí me
entrego con mis tachas buenas y malas , que no dejarán de
servirte tan bien las unas como las otras.

Lindas promesas por cierto , replicó el estudiante ; si no


fuera que á vosotros los diablos os acusan de ser muy poco

religiosos en cumplir lo que prometeis . Y no deja de ser


fundada la tal acusacion , repuso Asmodeo , pues la mayor
parte de mis camaradas maldito el escrúpulo que forman en
faltar á su palabra ; pero yo , ademas de que nada es bas-
tante para recompensarte el servicio que de tí aguardo , soy
esclavo de mis juramentos , y te juro por todo lo que los
hace inviolables , que en modo ninguno te engañaré . Fía en
las seguridades que te doy ; y yo te ofrezco , lo cual debe
contentarte en estremo , que quedarás vengado esta noche
misma de la pérfida doña Tomasa , que habia ocultado en su
cuarto á cuatro malandrines que te sorprendieran y obliga-
sen á casarte con ella.
Gran contentamiento causó esta última promesa al jóven
Zambullo , quien por adelantar su realizacion se dió prisa á
coger la redoma en que estaba el espíritu , y sin encomen-
18 EL DIABLO

‫کی‬

Urtega

darse mas á nadie por lo que pudiera suceder la arrojó por


tierra con rudo ademan . Quebróse en mil pedazos , inun-
dando el suelo en un licor turbio que se evaporó poco á po-
co y convirtió en humo , el que llegando á disiparse pron-
tamente mostró al estudiante sorprendido un hombrecillo
con capa , afirmado en dos muletas , y cuya estatura á dos
pies y medio no alcanzaba . Las piernas de este mónstruo
COJUELO . 19

cojuelo eran de macho cabrio , prolongado su rostro , pun-


tiaguda la barba , negra y amarilla la tez , y chato de nari-

SERRA
Vrabiela

ces; sus ojos que parecian pequeñísimos semejábanse á dos


carbones encendidos , y era su boca formidable , ribeteada
20 EL DIABLO

de unos belfos labios cual ningunos , con dos bigotes rojos


de garabato que por cima de ella se erizaban .
Cubría la cabeza de este gracioso Cupido una especie de
turbante de crespon encarnado , con un penacho levantado
por adorno , de plumas de gallo y pavo real : llevaba á la
garganta un ancho cuello de amarilla tela en el que estaban
dibujadas muestras varias de pendientes y collares : vestía
una ropilla de raso blanco , ceñida por medio con un ancho
cinturon de pergamino sin curtir , todo él marcado con ca-
ractéres y signos mágicos . Veíanse pintados en la susodicha
ropilla muchos corpiños para uso de las damas , muy útiles
para el pecho y bien dispuestos , tocas , delantales de estra-
ños colores , y cofias nuevas , unas y otras á cual mas es-
travagantes todas .
Empero nada de esto podia compararse con su capotillo ,
cuyo fondo era tambien de raso blanco . En él habia multi-
tud de figuras pintadas de negro con tan rara valentía , que
se veía bien la mano del diablo que habia andado en ellas .
Por un lado se advertia una dama española , cubierta con su
manto , que ronceaba maliciosamente á un estrangero en el
paseo ; por otro una señora francesa estudiando á un espejo
nuevas posturas y meneos de cabeza para ensayarlos con un
jóven abate , que aparecia por la puerta de su cuarto con su
correspondiente colorete y sus postizos lunares . Aquí , unos
caballeros italianos que cantaban acompañándose de la gui-
tarra bajo los balcones de sus damas ; y allí , unos tudescos
en desórden , desabrochado el vestido , embargados por el
vino , y mas embadurnados de tabaco que petimetres fran-
ceses , al rededor de una mesa inundada con los restos de su
francachela . Distinguíase en un lado un magnate turco , en
1265
COJUELO.

TURRIBIETA
GASPAR

el momento de salir del baño , rodeado de todas las mugeres


de su serrallo que se mostraban solícitas en prestarle sus ser-
vicios ; veíase en el otro á un caballero inglés presentando
galanamente á su dama una pipa y un jarro de cerveza. Ad-
vertíanse tambien unos jugadores primorosamente represen-
tados ; los unos , animados de viva alegría , llenando sus
chambergos de oro y plata ; y los otros , que no jugaban ya
sino sobre su palabra , clavando en el cielo miradas sacrilegas
y mordiendo sus cartas con desesperada rabia . Por fin ,
22 EL DIABLO

veíanse tantas curiosidades como en el admirable escudo que


hizo el dios Vulcano á ruegos de Tetis ; con la diferencia sin
embargo entre las obras de estos dos cojos , que las figuras
del escudo no guardaban relacion alguna con las hazañas de
Aquiles, y que por el contrario las de la capa eran otras tan-
tas vivas imágenes de cuanto se hace en el mundo por la su-
jestion de Asmodeo .
Notando el demonio que su vista no prevenia en su favor
al estudiante , le dijo sonriéndose : Qué tal , señor don Cleo-
fas Leandro Perez Zambullo , ya veis al lindo dios de los
amores , á ese soberano dueño de los corazones . Qué os pa-
rece mi porte y donosura? No son los poetas unos escelentes
pintores ? En verdad , respondió don Cleofas , que son algun
tanto lisongeros : paréceme que no te presentarias bajo esas
facciones delante de Psiquis. En cuanto á eso no , saltó ol
diablo ; tomé entonces las de un marquesito francés para ha-
cerme amar de seguida y prontamente . Preciso es cubrir el
vicio con alguna apariencia agradable , pues sino no agrada-
daria. Yo me revisto de todas las formas que quiero , y me
hubiera sido muy fácil presentarme á tus ojos con otro cuer-
po mas bello y fantástico ; pero , puesto que me he entrega-
do á tí todo entero , y que mi intencion es la de no disfrazar-
te nada , he querido me vieses con la figura mas adecuada á
la opinion que de mí se tiene y de mis ejercicios .
No me sorprende , dijo Leandro , que seas algo feo: per-
dona la espresion , pues para el comercio que vamos á llevar
juntos necesitamos proveernos de franqueza . Veo que tu ca-
tadura no discrepa de cual yo me la habia figurado ; mas , no
me dirás por qué razon haste quedado cojo ? Por haberme
trabado de pendencia cierta vez en Francia , respondió el de-
COJUELO . 23

monio , con Filardoc , diablo del interes . Tratábase de saber


cual de los dos habia de poseer á un tal Manceau , jóven que
acababa de llegar á París para probar fortuna . Como era es-
celente sugeto , mozo de gran ingenio , ambos nos disputa-
mos vivamente su posesion . Peleámonos en la region me-
dia del aire , y como Filardoc era mas fuerte , me arrojó

Vrab
iela
.

sobre la tierra , del mismo modo que , al decir de los poe-


tás , derribó Júpiter á Vulcano . Lo parecido de estos dos
lances fué causa de que mis camaradas me llamasen por so-
brenombre el Cojuelo . Diéronme por burla este apodo que
24 EL DIABLO

me ha quedado desde aquel entonces ; mas no por estar es-


tropeado soy menos listo para todas las facciones que se ofre-
cen en los paises bajos , en cuyas empresas nunca he sido de
los últimos , antes me he adelantado á todos, que camino del
infierno tanto anda el cojo como el viento : y si no ahora se-
rás testigo de mi agilidad .
Pero , añadió , acabemos la conversacion , y apresuré-
monos á salir de este desvan . Pronto va á subir el mágico pa-
ra trabajar en la inmortalidad de una bella silfide que viene
á verle aquí todas las noches . Si llegase á sorprendernos , no
dejaria de volver a embotellarme , y muy bien pudiera ha-
cer contigo lo mismo . Arrojemos primero por la ventana los
pedazos de la destruida redoma , para que no pueda el en-
cantador venir en cuenta de mi escapada.
Y aun cuando lo advirtiera despues de habernos mar-
chado , dijo Zambullo , qué podria suceder ? Qué suce-
deria ? respondió el Cojuelo ; como se conoce que no ha-
beis leido el libro de los apremios ! Aunque fuera á ocultar-
me en las estremidades de la tierra ó de la region que habi-
tan las salamandras encendidas ; aunque bajára á la morada
de los gnomos ó á los abismos mas profundos del mar , no es-
taria á cubierto de su resentimiento . Haria tan terribles con-

juros que todo el infierno temblaria; vano seria mi empeño en


querer desobedecerle, pues me veria obligado á parecer mal
de grado en su presencia , para sufrir la pena que quisiera
imponerme .
Siendo así , repuso el estudiante , mucho me temo que
nuestra amistad no sea de muy larga duracion : ese temible
nigromante descubrirá bien pronto tu fuga . Eso es lo que
queda por averiguar , replicó el espíritu , pues no sabemos
COJUELO . 25

lo que podrá suceder . Pues qué ! esclamó Leandro Perez,


ignoran acaso los demonios lo venidero? Y tanto como que lo
ignoran , saltó el diablo ; los que se fian de nosotros en el
particular salen siempre grandemente engañados ; y he ahí
porque ensartan tantos desatinos los que dicen que adivinan ,
así ellos como ellas , y hacen que cometan otros tantos las
damas de calidad que van á consultarles sobre acontecimien-
tos futuros . Nosotros no sabemos mas que lo presente y lo
pasado ; de manera que no puedo asegurar si el mágico echa-
rá de ver mi ausencia , aunque espero que no . Hay aquí mu-
chas redomas parecidas á la en que estaba encerrado ; y no
caerá en la cuenta de que le falta . Ademas te diré que yo
soy en su laboratorio cual un libro de jurisprudencia en la
biblioteca de un hacendista ; para nada piensa en mí ; y aun
cuando pensase , jamas me honra con su conversacion : es el
encantador mas orgulloso que conozco . Desde el tiempo que
hace que soy su prisionero ni una vez tan solo se ha dignado
dirigirme la palabra.
Qué hombre ! dijo don Cleofas. Qué le has hecho para
atraerte así su odio? Desbaraté uno de sus proyectos , con-
testó Asmodeo . Habia un puesto vacante en ciertaacademia;
pretendia él le obtuviese uno de sus amigos , y yo queria
dársele á otro : el mágico hizo un talisman compuesto de los
caractéres mas formidables de la cabala, y yo puse mi pro-
tegido á servicio de un gran ministro , cuyo nombre fué mas
poderoso que el talisman
Despues de haber hablado de esta suerte , recojió el demo-
nio todas las piezas de la redoma , y las arrojó por la venta-
na . Señor Zambullo , dijo en seguida al estudiante , vámonos
cuanto antes ; asíos á las puntas de mi capa , y no temais na-
26 EL DIABLO

da. Por espuesta que pareciese esta resolucion à don Cleo-


fas prefirió mejor aceptarla que esponerse quedándose al re-
sentimiento del mágico : agarróse al diablo lo mejor que pu-
do, y salieron los dos por la buharda como si los disparáran
de un tiro de artillería.

089 :110

pp o
bangib

ah
Barr
rab
ZARZA GASPAR

CAPITULO II.

A qué sitio transportó el Diablo Cojuelo al estudiante ;y de las


primeras cosas que le hizo ver.

o sin razon habia hecho


Asmodeo alarde de su agi-
lidad . Cruzó el aire cual una

flecha arrojada con violencia , no


NO
parando de volar hasta hacer pié
en un chapitel de la torre de san Salvador ,
á tiempo que su reloj daba la una. Y que tal , amigo Lean-
dro , dijo á su compañero , puede llamarse con razon coche
de los diablos al que tiene péximo andar ? Ahora acabo de
28 EL DIABLO

convencerme que no es propia tal manera de decir , res-


pondió políticamente Zambullo , pues puedo asegurar que
es carruage de mas suave movimiento que una litera , y tan
veloz al mismo tiempo que no dá espacio para fastidiarse
uno en el camino .

Ahora bien , repuso el demonio , no sabes por qué te he


traido á este sitio ; es mi intencion mostrarte cuanto pasa

en Madrid; y como quiero empezar por este barrio , no po-


dia escoger parage mas á propósito para la egecucion de mi
idea. Voy á levantar por arte diabólica los techos á los edi-
ficios , y , á pesar de las tinieblas , cuanto hay en ellos se

abrirá á tus ojos . Diciendo esto alargó naturalmente el bra-


zo derecho , y desaparecieron al instante todos los techos
Vió entonces el estudiante , como á mitad del dia , el inte-
rior de las casas , tal cual se descubre la carne de un pas-
telon despues de levantado lo ojaldrado .
Asaz de nuevo era este espectáculo para no llamar su
atencion completamente . Paseó su vista por todas partes , y
tuvo para quedarse absorto largo espacio en aquella confu-
sion humana de tantas cosas diversas . Señor don Cleofas, le
dijo el diablo , es muy agradable en verdad contemplar esa
mezcla de objetos que así divierten vuestra vista ; pero solo
es un frívolo entretenimiento , que yo trato os sea útil ; y
para que tengais un conocimiento perfecto de la vida hu-
mana , quiero esplicaros lo que hacen todas esas figuras que
en ese teatro representan. Voy á descubrirte los motivos de
sus acciones , y revelarte hasta sus mas secretos pensa-
mientos.
Por donde empezaremos ? Mira allí primeramente , á mi
derecha, como cuenta su oro y sus talegas ese viejo , es
COJUELO . 29

Barrachete

un pechero muy gran avaro . Su coche , que le ha adquirido


por casi nada en la almoneda de un alcalde de córte , tiene
dos malas mulas que tiran de él , y están en su cuadra , á las
que mantiene conforme à la ley de las doce Tablas , es de-
cir, que les dá tan solo á cada una todos los dias un cuarti-
llo de cebada ; las trata como trataban los romanos á sus
esclavos. Hace dos años que ha vuelto de las Indias carga-
do de barras de rico metal , que ha convertido ya en mo-
neda efectiva . Admírate de ese viejo loco ; con que satis-
30 EL DIABLO

faccion recorren sus ojos tantas riquezas ! no se cansa ni har-


ta de verlas . Pero ten cuidado al mismo tiempo con lo que
pasa en un cuarto de la misma casa . Adviertes dos mance-
bos con una vieja ? Si , respondió Cleofas . Son sin duda hi-
jos suyos? No , repuso el diablo , sino sobrinos que deben
de heredarle , y que con la impaciencia que tienen por par-
tir sus despojos , han hecho venir secretamente á una bruja
para que les adivine cuando se morirá.

Distingo en la casa vecina dos cuadros bastante gracio-


sos. El uno es una vieja remilgada que se está acostando des-
pues de haber dejado sobre el tocador su pelo , cejas y
dientes postizos ; el otro es un galan sexajenario que viene
de hacer el amor . Ya se ha quitado su ojo de cristal , sus bi-
gotes pegados , y su peluca que tapaba una lisa calavera.
Está aguardando á que el criado le quite su brazo y pierna
de palo para meterse en seguida en la cama con lo que le
queda.
Si no me engañan mis ojos , dijo Zambullo , veo en esa
casa una moza tiesa y derecha cual si la fueran á pintar . Qué
garbo tan cuco ! Pues esa jóven bella que así te choca es her-
mana mayor de ese galan que va á acostarse ; digna pareja
por cierto de la vieja remilgada que vive con ella . Esa cin-
tura que te enamora es una máquina que deja atrás todas
las maquinarias . Su pecho y caderas son puro artificio ; y
no ha muchos dias que estando oyendo un sermon dejó caer
sus nalgas , al querer levantarse , en medio del auditorio .
Y no obstante , como se hace la jovenzuela , hay dos mance-
bos galanes que se disputan sus favores , hasta haber llegado
á las manos por ella . Paréceme ver en esos rabiosos á dos
perros que riñen por un hueso .
COJUELO . 51

Riete conmigo de ese concierto que suena ahí cerca en


casa de unos honrados paisanos , despues de haber cenado
en familia. Entonan una cantada , cuya música es composi-
cion de un viejo jurisconsulto , y la letra de un alguacil que
se hace el amable , fátuo que compone versos para divertir-
se él y atormentar á los demas. Una gaita y un clavicordio
forman la sinfonía Un paja larga de cantor con voz bastante
clara hace de tiple , y una muchacha de gruesísima voz hace
de bajo . Qué cosa mas graciosa ! esclamó don Cleofas rién-
dose ; aunque de intento quisiera darse un concierto ridí-
culo no se acertaria tan bien con él.
Mira en ese edificio magnífico , prosiguió el demonio,
un señoron acostado en un soberbio aposento . A su lado tiene
una cajita llena de billetes amorosos : los lee para dormirse
voluptuosamente , pues son de una dama á quien adora , la
que le obliga á hacer tantos gastos que muy pronto se verá
precisado á solicitar un vireynato .
Si todo descansa en esa casa , si está todo tranquilo , en
cambio cuan grande es el movimiento que se observa en eso-
tra á mano izquierda . Adviertes una dama en un lecho de
damasco encarnado? Es una persona de distincion , doña Fá-
bula , que acaba de mandar en busca de la comadre , pues
va á dar un heredero á don Toribio, su indigno consorte, que
está á su lado . No te encanta el buen natural de ese esposo?
Cómo atraviesan su alma los gritos de su cara mitad! cuán
lastimado está de dolor ! sufre tanto como ella . Qué oficioso
y que solícito se muestra en socorrerla ! A la verdad , dijo
Leandro , he ahí un hombre bien agitado, pero distingo otro
que parece estarse muy á pierna suelta roncando y descuida-
do del suceso. Y sin embargo debe interesarle, repuso el Co-
32 EL DIABLO

juelo , pues es un sirviente de la casa que es la causa pri-


mera de los dolores de su ama .
Vuelve allí v mira con atencion como se está untando en

esa sala baja un hipócrita á lo moderno, para hallarse en una


gran junta de brujos que hay entre San Sebastian y Fuen-
terrabía , y á fé que nos habíamos de ver en ella sino temie-
ra el riesgo de ser conocido del demonio que hace el cabron
en la tal ceremonia.

No sois pues muy amigos ese diablo y tú ? dijo el estu-


diante . No , por mi vida ! repuso Asmodeo . Es el mismo Fi-
lardoc de quien ya te he hablado . El tal me venderia , no de-
jando de ir á advertir al mágico de mi huida . Quizá habrás
tenido algunas otras palabras con ese Filardoc ? Tú lo has
dicho , le repitió el demonio : hace cosa de dos años tuvimos
un nuevo altercado por un mancebo de París que trataba de
establecerse. Los dos queríamos disponer de su persona : él

para dedicarle á los negocios como simple dependiente ; yo


para convertirle en hombre de suerte y provecho : nuestros
camaradas hicieron de él un mal fraile para acabar la dispu-
ta ; con lo cual nos reconciliaron : abrazámonos luego , mas
desde entonces somos enemigos mortales.
No tengo curiosidad de hallarme en esa junta , dijo don
Cleofas ; continuemos mas bien en examinar lo que se pre-
senta á nuestra vista. Qué significan esas chispas que salen
de aquel sótano ? Prodúcelas una de las ocupaciones mas lo-
cas de los hombres , respondió el Diablo . Es un alquimista
que está allí con unos fuelles respirando una hornilla llena
de lumbre , sobre la cual tiene un perol con mil variedades
de ingredientes , muy presumido de acabar la piedra filoso-
fal y hacer el oro , que ha diez años que anda en esta preten-
COJUELO. 55

sion , por haber leido el arte de Reymundo Lulio , y los auto-


res químicos que hablan de este mismo imposible . En ello
gasta su rico patrimonio ; y la verdad es que nada acertará,
porque , acá entre los dos , es una bella quimera que yo mis-
mohe forjado para burlarme del ingenio humano que quiere
pasar de los límites impuestos .
Allí mas adelante está una vieja , grandísima hechicera,
haciendo en el almirez una medicina de drogas restringen-
3
54 EL DIABLO

tes para remendar una doncella sobre su palabra , que se ha


de desposar mañana ; y mas arriba un boticario está mez-
clando la piedra bezar con los polvos de sén .
Distingo en la casa que hace frente á la del boticario,
dijo Zambullo , un hombre que se levanta y viste muy de
prisa . Mala peste ! respondió el espíritu , es un médico á
quien llaman para un caso muy apurado . Van á buscarle de
parte de un obispo que en una hora que hace se acostó ha
tosido dos ó tres veces.

Observa allí á la derecha , y busca con la vista un des-


van en que está un hombre paseándose en camisa á la som-
bria claridad de un candil. Ya veo , esclamó el estudiante :
por señas que podria hacer el inventario de los muebles que
hay en el tal zaquizamí : no hay mas que un jergon , un
banquillo y una mesa , y las paredes me parecen embadur-
nadas de negro . Ese personage que tan alto habita es un
poeta , repuso Asmódeo , y lo que te parece negro son ver-
sos trájicos de su composicion con que ha tapizado su cuarto ,
viéndose obligado á ello por faltarle papel en que escribir
sus poemas .
Al ver como se agita y bulle en las vueltas que dá ,
dijo don Cleofas , infiero que compone alguna obra de im-
portancia. No te equivocas en creerlo así , replicó el Co-
juelo ; pues puso ayer la última mano á úna trajedia titulada
el Diluvio universal. Y en verdad que no puede decirsele
que no ha observado la unidad de lugar , pues toda la ac-
cion pasa dentro del arca de Noé.
Te aseguro que es una pieza escelente : hablan en ella
todas las bestias como doctores . Tiene intencion de dedicarla:
y con esta son seis horas que trabaja en la epístola dedica-
COJUELO.. 55

toria , llegando ya en este momento á la última frase . Puede


decirse que es una obra maestra la tal dedicatoria ; cuantas
virtudes morales y políticas , cuantas alabanzas pueden dar-
se á un hombre ilustre por sus antepasados y por su perso-
na , otras tantas no ha escaseado ; en ningun tiempo ha
habido autor que mas haya prodigado el humo del incienso .
Y , á quién pretende dirigir elogio tan magnífico ? pregun-
tó el estudiante . Todavia no lo sabe , repuso el Diablo ; ha
dejado el nombre en blanco . Busca algun rico señor que sea
mas liberal que aquellos á quienes hasta ahora ha dedicado
sus libros ; pero son muy contadas las gentes que pagan hoy
dia epístolas dedicatorias ; defecto es este de que se han
correjido los grandes señores , en lo cual han hecho un se-
ñaladísimo servicio al público , que estaba infestado con
tantas lamentables producciones de ingenio , en razon á que
la mayor parte de los libros que se hacian antiguamente era
solo por el producto que dejaban las dedicatorias .
Y á propósito de epístola dedicatoria , añadió el Demo-
nio , voy á referirte una rasgo bastante singular . Habiendo
consentido una dama de la córte en que le dedicasen cierta
1
obra , quiso leer la dedicatoria antes de impresa : y no vién-
dose tan ensalzada como hubiera querido , se tomó ella mis-
ma el trabajo de componer otra á su manera , y enviársela
al autor para que la pusiera á la cabeza de su obra.
Paréceme , esclamó Leandro , que veo unos ladrones que
salen de aquella casa por el balcon . Y no te equivocas , dijo
Asmodeo , son en efecto ladrones que han entrado en el
cuarto de un rico estrangero con una llave maestra , porque
las ganzuas son á lo antiguo , y han llegado donde está
aquel talego de vara y media , relleno de patacones de á
36 EL DIABLO

ocho , á la luz de una linterna que llevan , que por ser tan
grande y no poder arrancarle de una vez por el riesgo del
ruido determinan abrirle é inchir las faltriqueras y los cal-
zones , y comenzando á desatarle saca el tal estrangero

GA
ORTE

(que estaba dentro de él guardando su dinero , por no fiarle


de nadie ) la cabeza diciendo : « Señores ladrones , acá esta-
mos todos , » cayéndose espantados , uno á un lado y otro
COJUELO . 57

á otro , como resurreccion de aldea , y se vuelven gatean-


do á salir por donde entraron . Mejor fuera , dijo don Cleofas ,
que le hubieran llevado sin desatar en el capullo de su di-
nero , porque no les sucediera ese desaire , pues cada es-
trangero es un talego bautizado que no sirve de otra cosa
en nuestra república y en la suya , por nuestra mala maña .
No están muy despiertos en aquella casa , donde está
echando una escala aquel caballero , que al parecer dá
asalto al cuarto , y á la honra del que vive en él , que no
es buena señal habiendo escaleras dentro querer entrar por
las de afuera. Allí , dijo el Cojuelo , vive un caballero viejo
y rico , que tiene una hija muy hermosa y doncella , y rabia
por dejarlo de ser con un marqués , que es quien dá la
escalada , y le ha dicho que se ha de casar con ella, que
es papel que ha hecho con otras diez ó doce , y lo ha re-
presentado mal ; pero ella se ha rendido á sus juramentos ,
porque en el comercio de amor los marqueses son nego-
ciantes que tienen gran crédito en la plaza .
Entrame curiosidad de saber , repuso el estudiante , qué
es lo que hace aquel hombre que allí se vé con bata y
gorro de dormir . Escribe con mucha aplicacion , y distingo
á su lado una figurilla negra que le guía la mano sobre
el papel . Ese tal , contestó el Diablo , es un escribano que
por servir à un tutor buen pagador , altera un auto dado
á favor de una pupila , y la figurilla negra que le lleva la
mano es Grifael , demonio de los escribanos . Ese Grifael,
replicó don Cleofas , no ocupará ese empleo sino interi-
namente? pues que es Flajel el espíritu de la curia , y las
escribanias , á lo que me parece , serán de su incumben-
cia. No , saltó Asmodeo ; á los escribanos se les ha consi-
38 EL DIABLO

derado dignos de tener su diablo particular , y te juro en


verdad que ha de sobra en que ocuparse .
Repara en esa casa inmediata á la del escribano y verás
una dama que ocupa el primer piso ; es una jóven viuda
y el hombre que está con ella su tio . Admírate del pudor

ZARZA
GASPAR

de la tal viudita ; no quiere mudarse de camisa delante de


su tio , pero va al gabinete á que se la ponga un galan que
allí tiene escondido .
COJUELO . 59

Vive con el escribano un gordo bachiller , cojo desde


que sus padres le echaron al mundo , que no tiene quien le
iguale en lo decidor y bromista. Volumnio , tan citado por
Ciceron por sus rasgos picantes y llenos de sal , no era
zumbon tan agudo . Llámanle por escelencia en Madrid el
bachiller Donoso , y solicitan su compañia todos los perso-
nages de la córte y de la villa que tienen convites , tanto
que se le disputan con afan . Tiene un talento particular
para divertir á los convidados , es la delicia de una mesa;
así es que vá todos los dias á comer á alguna buena casa,
y no sale de ella hasta las dos de la madrugada . Hoy se
halla en la del marques de Alcañices , que le debe á la
suerte por cierto . Cómo , á la suerte ? interrumpió Leandro .
Me esplicaré mas claramente , saltó el Diablo . Habia esta
mañana , á cosa de mediodia , á la puerta del bachiller , cin-

co ó seis carrozas que iban á buscarle de parte de diferen-


tes señores ; hizo subir á los respectivos pages á su cuarto ,
y les dijo tomando una baraja de naipes : Amigos , como
no puedo contentar á un tiempo á todos vuestros amos,
yno quiero por otra parte dar á ninguno de ellos la pre-
ferencia sobre los demas , estas cartas decidirán . Iré á
comer á casa de quien tenga el rey de bastos.
Qué intento puede tener , dijo don Cleofas : hácia el
otro lado de la calle , aquel caballero que se está sentado
en el umbral de la puerta? espera acaso á que alguna moza
de servicio venga á introducirle en la casa ? No , no , res-
pondio Asmodeo ; es un jóven castellano que lleva el amor
á la perfeccion quiere por pura galanteria , á egemplo de
los amantes de la antigüedad , pasar la noche á la puerta de
la dama de sus pensamientos . Rasguea de tiempo en tiempo
40 EL DIABLO

una guitarra , cantando tonadas de composicion suya ; pero


su infanta , que está acostada en el segundo piso , llora
escuchándole , ausencias de su rival .
Pasémos la vista á ese edificio nuevo que tiene dos
compartimientos diferentes ; ocupa el uno el propietario ,
que es ese caballero viejo que tan pronto dá vueltas por
su cuarto , como se deja caer en un sillon. Paréceme , dijo
Zambullo , que rueda algun gran proyecto por su cabeza .
Quién es ese hombre ? Si se ha de juzgar por la riqueza
que brilla en su casa , debe ser algun grande de primera
clase . Y sin embargo no es mas que un contador , respondió
el Demonio . Se ha envejecido en empleos muy lucrativos
y llegan sus bienes á cuatro millones . Pero como no de-
ja de tener sus inquietudes , á causa de los medios de
que se ha servido para adquirirlos , y estando ya próximo
á ir á dar cuentas al otro mundo , se ha vuelto escrupuloso ,
y piensa en edificar un monasterio ; con lo cual se lisongea
de que habiendo hecho tan buena obra se irá al cielo
derecho , y tendrá mientras reposada la conciencia . Ya ha
obtenido permiso para fundar un convento ; pero no quiere
que haya en él sino religiosos que sean á la vez castos ,
sóbrios y de una humildad estremada . Se halla ahora muy
embarazado para hacer la eleccion .
En el otro compartimiento habita una muy hermosa
dama que acaba de bañarse en leche , y de entrar en la
cama hace un instante . Esa voluptuosa persona es viuda
de un caballero de Santiago , que no le ha dejado mas
patrimonio que su nombre ; pero afortunadamente tiene
por amigos á dos consejeros de la cámara de Castilla que
hacen á medias el gasto de su casa.
COJUELO . 44

Ay ! ay , esclamó el estudiante , oigo resonar el aire


con gritos y lamentos ; habrá sucedido acaso alguna desgra-
cia? Te diré lo que es , dijo el espíritu ; jugaban juntos á las
cártas dos caballeros jóvenes en ese garito en que ves tantas
lámparas y velas encendidas . Se han acalorado por una
suerte mal jugada ; han echado mano á las espadas , y am-
bos han quedado heridos mortalmente; el de mayor edad es
casado , y el mas jóven hijo único ; pronto darán el alma .
La muger del uno y el padre del otro , avisados de tan fu-
nesto accidente , acaban de llegar y alborotan la vecindad
con sus ayes . Mozo infeliz , dice el padre apostrofando á su
hijo , como si este pudiera oirle , cuántas veces te he amones-
tado que renunciases al juego ? y cuántas te he pronosticado
que te costaria la vida? No es por cierto culpa mia que pe-
rezcas asi tan miserablemente . Por su parte la esposa se de-
sespera tambien. Aunque su consorte ha perdido al juego
cuanto ella le llevára en dote ; aunque le ha vendido cuanta
rica pedreria poseía , y hasta sus ropas de vestir , está incon-
solable de haberle perdido ; maldice los naipes que son de
ello la causa , maldice á quien los ha inventado , maldice el
garito y á cuantos en el habitan.
Compadezco muy mucho en verdad á los que posee la
furia del juego , dijo don Cleofas ; su espíritu se halla mu-
chas veces en angustiosa y horrible situacion . Gracias al
cielo , que no estoy infestado de ese vicio. Pero tienes otro
que no le va en zaga , replicó el Demonio . Está por ventura
mas puesta en razon , á tu parecer , tu aficion á las cortesa-
nas? y qué , no has corrido riesgo esta noche de morir á
manos de espadachines ? Así son los señores hombres ; paré-
cenles los defectos propios cosa de poco momento , al
42 EL DIABLO

paso que miran los del prójimo con abultado microscopio .


Aun tengo que mostrarte imágenes tristes añadió en se-
guida . Mira allí , en una casa á dos pasos del garito , aquel
gruesísimo señor estendido en su lecho ; es un pobre canó-
nigo que acaba de darle un ataque de apoplegia . Su sobrino
y sobrinilla , en vez de prestarle socorro, le dejan morir , y
se apoderan de sus mejores efectos que van á llevar á poder
de un encubridor, despues de lo cual tendrán todo el tiem-
po para llorar y lamentarse.
Adviertes allí cerca dos hombres à quienes están dando
sepultura? Son dos hermanos que padecian una misma en-
fermedad , pero que cada cual seguia distinto régimen , el
uno tenia una confianza ciega en su médico , al paso que el
otro dejaba obrar á la naturaleza ; pero ambos han muerto ;
aquel por haber tomado todos los remedios de su doctor , y
este por no haber querido tomar ninguno . Caso muy apura-
do es , dijo Leandro : y qué es lo que debe hacer un pobre
enfermo? Eso si que no puedo enseñarte , respondió el Dia-
blo ; sé que hay buenos remedios , mas no sé si hay buenos
médicos.
Mudemos de espectáculo , prosiguió : otros puedo ense-
ñarte mas divertidos . Oyes en la calle una cencerrada ? Es
por el casamiento verificado esta mañana entre una muger de
sesenta años y un mozo de diez y siete . Todos los bromistas
del barrio se han dado el santo para celebrar su boda con un
concierto atronador de fuentes , sartenes y calderos . Hásme
dicho , interrumpió el estudiante , que eres tú quien haces
los matrimonios ridículos ; sin embargo en ese no tienes parte
alguna . No en verdad , repuso el Cojuelo , que mal podia ha-
cerlo , pues no estaba en libertad ; mas aun cuando lo hubiera
COJUELO . 45

ZAR
ZA GASPAR

estado , tampoco me habria cuidado de él . Esa muger es es-


crupulosa, y no se ha vuelto á casar sino para poder saborear
sin remordimiento los placeres á que es inclinada . Yo no formo
tales uniones , antes por el contrario me complazco mejor en
turbar las conciencias que en tranquilizarlas .
A pesar del ruido que produce sa burlesca serenata ,
dijo Zambullo , otro hay , si no me engaño , que hiere mis
oidos . Ese que oyes á pesar de la cencerrada , respondió el
44 EL DIABLO

Cojuelo , parte de un figon en que se hallan un gordo ca-


pitan flamenco , un cantor francés , y un oficial de la guardia
tudesca , que cantan á trio . Desde las ocho de la mañana
que están á la mesa , y cada cual de ellos se imagina que va
el honor de su nacion en emborrachar á los otros dos.

Fija la vista en esa casa sola frente por frente de la del


canónigo; verás tres famosas gallegas en disoluta algazara y
francachela con otros tantos caballeros de la córte . Ah ! y
qué lindas me parecen ! esclamó don Cleofas , no me estraña
que personas de calidad anden con ellas. Y cuantos alhagos
les hacen! por fuerza deben de estar muy enamoradas! Mozo
eres en verdad ! replicó el Espíritu : qué poco conoces lo que
son las tales damas! mas afeite encubre aun su corazon que
su rostro, por muchas demostraciones que hagan , no guar-
dan la mas mínima amistad por esos señores ; y si asi los ob-
sequian es por conseguir la proteccion del uno , y sacar una
renta á los otros dos . Lo propio sucede con todas las demás
que hacen profesion de galanteo . Cuanto mas los hombres se
empeñen en arruinarse por ellas , no por eso serán mas ama-
dos ; pues , por el contrario , todo aquel que paga es tratado
como marido : regla es esta que he establecido yo en las in-
trigas amorosas ; pero dejemos recrearse á esos señores con
gustos que tan caros les cuestan , mientras sus lacayos , que
aguardan en la calle se consuelan con la dulce esperanza de
obtenerlos de valde.
Esplícame , por favor , interrumpió Leandro Perez , qué
significa otro cuadro que contemplan mis ojos . Todo el mundo
está aun de pié en esa gran casa á mano izqnierda. Qué pro-
duce que unos rien á carcajada tendida , mientras otros bai-
lan y se regocijan. Celebran sin duda alguna fiesta? Es una
COJUELO. 45

boda , dijo el Cojuelo , todos los domésticos están muy gozo-


sos , y no hace sin embargo tres dias que en esa misma casa
todo era llantoy afliccion . Viéneme en deseo de referirte esta
historia , que , aunque es algo larga en verdad , no creo te
fastidiará. Al mismo tiempo empezó á contarla de esta
suerte.
ZARZA GASPAR

CAPÍTULO III.

Historia de los amores del conde de Belflor y de Leonor de Cés-


pedes.

RA el conde de Belflor uno de los


señores mas principales de la córte,
y estaba perdidamente enamorado
de la jóven Leonor de Céspedes .
No era su intento casarse con ella;

que la hija de un simple hidalgo no


la consideraba partido bastante
ventajoso para él ; proponíase tan
Barre solo tener en ella una querida .
Con este objeto seguíala por todas partes , y no desper-
diciaba ocasion de hacerle entender su amor con sus mira-
COJUELO . 47

das ; mas no podia hablarle ni escribirle en razon á que


estaba continuamente guardada por una dueña severa y
vigilante , llamada la señora Marcela . Teníale esto en gran
desesperacion ; y conociendo que se irritaban sus deseos á
medida de las dificultades , no cesaba de discurrir trazas para
engañar al Argos que así le celaba su Io .
Por otra parte Leonor , que habia echado de ver la
inclinacion que le mostraba el conde , no pudo menos de
esperimentar por él la misma ; formándose de este modo in-
sensiblemente en su pecho una pasion que llegó á hacerse
violentísima. No la fortifiqué yo sin embargo con mis tenta-
ciones de costumbre , porque el mágico , que me tenia en-
tonces prisionero , habíame puesto entredicho en el uso de
todas mis funciones ; pero bastaba la intervencion por sí sola
de la naturaleza , que no es menos peligrosa que yo : toda la
diferencia que entre nosotros hay consiste en que ella cor-
rompe poco á
a poco los corazones , y yo los seduzco pronta y
arrebatadamente.
En tal estado las cosas , sucedió que cierta mañana yendo
á la iglesia Leonor con su eterna guardadora , se encontraron
con una vieja que llevaba en la mano uno de los rosarios mas
grandes que en tiempo alguno haya fabricado la hipocresía .
Acercóse á ellas con semblante meloso y risueño; y dirigien-
do la palabra á la dueña le dijo : Guárdeos el cielo ! su santa
paz vaya con vos ! Permitidme os pregunte si no sois la
señora Marcela , la casta viuda del difunto señor Martin Ro-
seta? El aya respondió que sí . Pues os encuentro muy á pro-
pósito , le dijo la vieja , para advertiros que tengo en casa un
anciano deudo que estimaria hablaros. Ha pocos dias que
llegó de Flandes : conoció muy en particular á vuestro mari-
48 EL DIABLO

do , y tiene un asunto de suma importancia que comunicaros .


Ya habria ido á veros á vuestra casa , á no haber caido en-
fermo ; pero el buen señor se halla en sus últimos momentos .
Yo vivo á dos pasos de aqui , y si os place , tomáos la moles-
tia de seguirme .

TBATAME

Como temiese la dueña , que tenia buen entendimiento y


prudencia , dar algun paso poco acertado , no sabia que
COJUELO. 49

resolver ; pero la vieja adivinó el motivo de su perplegidad


y le dijo : Apreciable señora Marcela , podeis fiaros de mí
con toda seguridad . Yo me llamo la Chichona , y el licencia-
do Marcos de Figueras y el bachiller Mira de Meca os res-
ponderán de mí como de sus abuelas . Cuando os propongo
que vengais á mi casa no es sino por vuestro bien . Mi pa-
riente quiere restituiros cierta suma que en otro tiempo le
prestó vuestro marido . A esta palabra de restitucion se de-
cidió la señora Marcela . Vamos , hija mia , dijo á Leonor,
vamos á ver al deudo de esta buena señora ; es una accion
caritativa visitar á los enfermos.
Llegaron presto á la habitacion de la Chichona , que las
hizo entrar en una sala baja , y vieron en ella á un hombre
en cama , de barba blanca , y que , si no estaba muy enfer-

ZAVZA
RRA
50 EL DIABLO

mo , parecia estarlo al menos . Aquí tienes , primo , le dijo la


vieja presentándole al aya , á la honrada señora Marcela á
quien deseas hablar , viuda del difunto Martin Roseta , tu
amigo. A estas palabras el anciano , levantando un poco la
cabeza, saludó á la dueña , hízole seña de que se acercára, y
de que estuvo arrimada al lecho le dijo con débil voz: Gra-
cias doy al cielo , buena señora , por haberme conservado la
vida hasta este momento; era lo único que deseaba , pues
temia morirme sin tener la satisfaccion de veros haciéndoos

entrega en mano propia de cien ducados que me prestó vues-


tro difunto esposo , íntimo amigo mio , para un lance de
honor que tuve en otro tiempo en Brujas . No os dijo nunca
nada acerca de esta aventura?
Ay! no , respondió la señora Marcela , de nada de eso me
habló que se le pareciera . Dios tenga su alma en descanso !
era tan generoso que se olvidaba de los servicios que habia
prestado á sus amigos ; y muy lejos de parecerse á esos fan-
farrones que se alaban de lo bueno que no han hecho jamas,
nunca me dijo que hubiese servido obligatoriamente á nadie.
Si, tenia un corazon bellísimo , replicó el viejo ; y yo mas que
otro alguno debo estar persuadido de ello ; y en prueba es
preciso que os cuente el lance de que tan felizmente salí con
su auxilio ; pero, como tengo que decir algunas particulari-
dades en estremo importantes á la memoria del difunto, me
alegraria no revelarlas sino á su discreta viuda.
Ea pues , dijo entonces la Chichona , no hay mas sino
hacer esa
1 relacion á solas ; entretanto pasaremos á mi gabi-
nete esta señorita y yo . Dicho esto, dejó á la dueña con el
enfermo , llevándose a Leonor á otro aposento, donde sin
andarse en rodeos le dijo: Hermosa Leonor, los momentos
COJUELO . 54

son preciosísimos para haber de malograrlos inútilmente. Ya


conoceis de vista al conde de Belflor: mucho tiempo ha que

os ama, y muere de deseos por deciroslo ; pero la vigilancia


y severidad de vuestra aya le han estorbado hasta ahora de
lograr este gusto . En su desesperacion ha recurrido á mi
maña , que la he puesto en ejercicio por servirle . Ese viejo
que acabais de ver es un mozo ayuda de cámara del conde ,
y todo lo que he hecho no es mas que una traza que hemos
concertado para engañar á doña Marcela y traeros aqui .
No bien habia acabado de hablar cuando se dejó ver el
conde que estaba escondido detras de un tapiz ; y corriendo
á echarse á los pies de Leonor le dijo : Perdonad , señora esta
estratajema á un amante que no podia vivir sin hablaros . Si
esta buena señora no hubiese hallado medio de proporcionar-

me esta dicha , ya me habria dejado llevar de mi desespera-


cion. Pronunciadas estas palabras con tono espresivo , por un
hombre que no desagradaba , turbaron á Leonor . Permane-
ció un rato indecisa sobre la respuesta que debia dar , pero
recobrándose al fin de su turbacion miró orgullosamente al
conde y le dijo : Quizá os imaginais tener que deber mucho
favor á esta oficiosa señora que tan bien os ha servido ; pero
sabed que ningun provecho reportareis del tal servicio .
Y espresándose asi , dió algunos pasos para volver á la
sala. Retúvola el conde , y le dijo : aguardad , adorada Leo-
nor , dignáos escucharme un momento ; que es tan pura mi
pasion que no debe en modo alguno alarmaros . Motivo te-
neis , lo confieso, de estar irritada contra el artificio de que
me valgo para tener esta conversacion ; mas por ventura no
han sido hasta ahora vanos todos mis esfuerzos para habla-
ros? Seis meses hace que os sigo á la iglesia , en el paseo ,
52 EL DIABLO

á las diversiones , y en valde busco la ocasion por todas par-

tes de deciros que habeis embargado mi alma . Vuestracruel,


vuestra desapiadada aya ha hallado siempre medio de burlar

TUST oh & Tin200 ARE O

Mendez
In an ACAST AR

mis deseos, Ay ! bella Leonor , en vez de considerar como


crímen esta estratajema á que me he visto obligado , com-
padecedme mas bien por haber sufrido todos los tormentos
COJUELO . 53

de tan largo esperar , y juzgad por vuestras hechiceras gra-


eias las penas de muerte que me habrá causado .
No se olvidó Belflor de sazonar este discurso con todo el
arte de persuasion que tan felizmente saben poner en prác-
tica los hombres de bello parecer , dejando correr al propio
tiempo algunas lágrimas . Conmovióse Leonor , y aunque á
pesar suyo, empezó á apoderarse de su pecho la ternura y
la compasion; pero , lejos de ceder á su debilidad , cuanto
mas se sentia enternecida tanto mas presurosa se mostraba
en querer retirarse . Señor conde , esclamó , inútiles son to-
das vuestras razones , y no quiero escucharlas : no me re-
tengais mas ; dejadme salir de una casa en la que se atenta
á mi recato , ó sinó haré acudir con mis gritos á toda la ve-
cindad , haré pública vuestra audacia . Dijo esto con ademan
tan resuelto que la Chichona , que tenia que guardar gran-
des miramientos con la justicia , suplicó al conde no llevase
las cosas mas adelante . Hizolo así cesando de oponerse á la
voluntad de Leonor , que se desasió de sus manos , escapán-
dose de aquel gabinete cual hasta entonces á ninguna otra
jóven le habia sucedido , es decir , que salió tal como habia
entrado.
Fuese inmediatamente à donde estaba su aya , y le dijo :
vámonos presto , dejad esa frívola conversacion , que nos es-
tan engañando : salgamos de esta casa peligrosa . Pues qué
hay , hija mia? respondió admirada la señora Marcela . Qué
motivo te obliga á querer retirarte con esa precipitacion?
Ya os lo diré , repuso Leonor . Huyamos ; cada instante de
los que me detengo aquí me causa nuevo pesar . Por deseos
que tuviese la dueña de saber la causa de una salida tan
apresurada , no pudo aclararla por el momento , y le fué pre-
54 EL DIABLO

ciso ceder á las instancias de Leonor . Salieron ambas ace-


leradamente , dejando á la Chichona , al conde y á su cria-
do , tan confusos y aturdidos como cómicos que acaban de
representar una pieza mal recibida del público.

-97

ORTESA ING

Así que se vió Leonor en la calle , púsose á contar á su


aya con mucha ajitacion cuanto habia pasado en el gabinete
de la Chichona . Escuchóla muy atentamente la señora Mar-
cela ; y cuando hubieron llegado á su posada le dijo : con-
fiésote , hija mia , que tengo un gran sentimiento de lo que
acabas de referirme . Cómo he podido dejarme engañar por
esa vieja? Ya puse mis dificultades de seguirla en un prin-
cipio . Por qué no continué en ellas! Yo debia desconfiar de
su semblante apacible y honrado , y por cierto que he come-
COJUELO . 55

tido una necedad imperdonable en una persona de mi es-


periencia. Y cómo no me descubriste en su casa el artificio!
Yo le habria abofeteado á ella la cara , habria llenado de in-
jurias al conde de Belffor , y arrancádole la barba al vie-
jo finjido que se divertia en contarme patrañas. Pero voy
allá de nuevo á llevar el dinero , que he recibido como si
me le restituyesen verdaderamente ; si los encuentro juntos
no perderán nada por haber esperado . Y diciendo esto to-
mó otra vez su manto , que se le habia quitado , y fuese de-
recha á casa de la Chichona.
Allí estaba el conde todavia , desesperándose del mal su-
ceso de su enredo . Otro en su lugar habria abandonado
la empresa ; pero él no desmayó por eso . Entre mil buenas
prendas tenia una muy poco digna de alabanza , y era la de
dejarse arrastrar de su inclinacion á el amor . Así, cuando
se enamoraba de una dama , la perseguia ardientemente con
sus obsequios ; y aunque de natural honrado era capaz de
violar los mas sagrados derechos por arribar al logro de sus
deseos . Reflexionando que no podria conseguir el objeto que
se proponia sin ayuda dela señora Marcela, resolvió pues, no
escusar medio alguno para atraérsela en interes suyo. Discur-
rió que la tal dueña por ríjida que pareciese ser , no resis-
tiria á la prueba de un buen regalo; y no iba descamina-
do en pensar así porque la fidelidad de las ayas no consiste
sino en que los galanes no son bastante ricos ó bastante ge-
nerosos.

Luego que llegó la señora Marcela , y que se halló con


las tres personas á quienes buscaba , soltósele furiosamen-
te la lengua y dijo un millon de injurias al conde y á la Chi-
chona , arrojando al mismo tiempo á la cara del criado el
56 EL DIABLO

dinero de la supuesta deuda. Sufrió pacientemente el con-


de esta tempestad ; y poniéndose de rodillas á los pies de la
dueña para hacer mas patética aquella escena , la instó á que
volviese á tomar el bolsillo que habia tirado , ofreciéndole

encima mil doblas como se apiadase de él . No habia visto


ella jamas solicitar tan eficazmente su compasion ; así es que
dejó de ser inexorable : muy luego se contuvo en sus invec-
tivas ; y comparando allá en sus adentros la cantidad que le
proponian con la escasa recompensa que aguardaba de don
Luis de Céspedes , sacó por resultado que le tenia mayor
cuenta apartar á Leonor de su deber que hacer se mantuvie-
se en él. Así es que despues de algunos melindres recojió el
bolsillo , aceptó el ofrecimiento de los mil doblones , dió pa-
labra de servir al conde en sus amores , y fuese inmediata-
mente á poner en obra la ejecucion de su promesa .
Como sabia que Leonor era una jóven virtuosa , guardó-
se muy bien de darle en que sospechar acerca de su inteli-
jencia con el conde , por temor de que advirtiese de ello á
don Luis su padre , y queriendo perderla sagazmente le ha-
bló á su vuelta de esta suerte : Ya queda satisfecho mi áni-
mo irritado , Leonor ; he encontrado á los tres bribones , que
estaban asombrados todavía de la enerjía con que te retiras-
te. He amenazado á la Chichona con el resentimiento de tu
padre y con el rigor de la justicia , y he dicho al conde de
Belflor cuantas injurias pudo sujerirme mi cólera , el cual
espero no formará ya otro nuevo atentado , y que no tendré
yo que ocupar mi vijilancia con sus galanterías , cesando
estas en adelante . Doy gracias al cielo de que hayas evitado
con tu firmeza el lazo que te habia tendido . Llóro de alegria
y me regocijo de que no haya sacado partido alguno de su
COJUELO . 57

ardid , porque esos grandes señores toman á diversion el se-


ducir á las jóvenes ; aun la mayor parte de aquellos que de
mayor probidad se precian no hacen de ello el menor es-
crúpulo , como si no fuese mala accion dejar deshonrada á
una familia . No es esto decir precisamente que el conde ten-
ga este carácter y que desee engañarte : pues no conviene
siempre juzgar mal de su prójimo , que quizá lleve miras hon-
radas. Si bien su elevado rango le coloca en posicion de aspi-
rar á los primeros partidos de la córte , puede sin embargo
tu belleza haberle movido á quererte por esposo , y recuer-
do todavia que en las respuestas que ha dado á mis recon-
venciones ha dejado entrever que tal era su designio .
Qué decís , buena aya? interrumpió Leonor. Si tal fue-
ra su intencion , ya me habria pedido á mi padre , que no me
negaría á una persona de su clase . Acertada es esa suposicion ,
replicó la dueña , y soy del mismo pensar : el proceder del
conde es sospechoso , ó mas bien sus intenciones no van en-
caminadas á buen fin en poco está que no vuelva otra vez
á llenarle de improperios . No , repuso Leonor , mas vale ol-
vidar lo que ha pasado , y vengarnos con el desprecio . Ver-
dad es , dijo la señora Marcela , tal creo que es lo mejor que
debemos hacer , y veo juzgas con mas discernimiento que
yo. Pero por otra parte , no seria tambien opinar mal de los
sentimientos del conde? sabemos nosotras si no será el pro-
ceder así por causa de delicadeza ? Antes de obtener el asen-
timiento de tu padre , querrá acaso mostrarte sus continua-
dos obsequios , merecer tu agrado y asegurarse de tu cari-
ño , para hacer mas placentera vuestra union . Si así fuese ,
hija mia , qué gran delito podria haber en escucharle? Des-
cúbreme tu pecho ; ya conoces mi mucho afecto hacia tí ; tie-
58 EL DIABLO

nes inclinacion al conde , ó sentirias repugnancia á que fue-


se esposo tuyo?
Ruborizóse la sencilla Leonor , y bajó los ojos al oir tan
maliciosa pregunta, y confesó que no le miraba con aversion ,
pero como le impidiese su modestia esplicarse mas claramen-
te , la dueña la estrechó de nuevo á que no le ocultára nada,
y ella entonces dejándose llevar de las afectuosas demostra-
ciones del aya , le dijo : Ya que quereis que os hable con toda
sabed que
franqueza , sabed Belflor me ha parecido digno de ser
amado . Agrádame en él lo bien apuesto de su presencia , y
he oido ademas hablar tan ventajosamente de sus cualida-
des , que no he sido dueña de resistir á la sensacion que en
mí han producido sus obsequios ; causándome mucha pena
la incansable atencion que habeis puesto en estorbárselos : y
puedo confesaros qne le he tenido lástima dentro de mí al-
gunas veces , procurando remediar con mis suspiros los pe-
sares que vuestra vijilancia le hace sufrir . Os diré mas aun ,
que en este momento , en vez de aborrecerle despues de
su temeraria accion , le escusa á pesar mio mi corazon , y
echa toda la culpa á vuestra severidad .
Pues que me das á entender , hija mia , repuso el aya,
que te seria agradable verte requerida por el conde , quiero
porporcionarte su amor . Mucho os agradezco , replicó enter-
necida Leonor, el servicio que quereis prestarme . Aun cuan-
do no ocupára el conde uno de los primeros puestos en la
córte , aunque no fuera mas que un caballero particular , le
preferiria á todos los demas hombres ; pero no nos hagamos
ilusiones , Belflor es un gran señor , destinado sin duda para
una de las herederas mas ricas de la monarquía : y no espe-
remos quiera contentarse con la hija de don Luis , que solo
COJUELO . 59

tiene una mediana fortuna que ofrecerle . No , añadió , no son


sentimientos los suyos tan favorables á mi persona que me
repute digna de llevar su nombre : ofender mi honor es su
único intento .
Y por qué , dijo la dueña , discurres que no hay en él

asaz de cariño para quererte por esposa? mayores prodijios


hace todos los dias el amor. Diríase al oirte que habia pues-
to el cielo entre el conde y tú una distancia infinita . Hazte
mas justicia , que no se envileceria por unir su suerte á la
tuya : es muy antigua tu nobleza para que le sonrojára el
enlazarse contigo . Y ya que sientes inclinacion por él , con-
tinuó , es preciso que yo le hable y averigüe de este modo
sus intenciones , y si son tales cuales deben ser , le lisonjearé
con alguna esperanza . Guardáos bien de hacerlo así , escla-
mó Leonor ; no soy de parecer que vayais á buscarle : pues
si llega á recelar que tengo yo alguna parte en semejante
paso , cesaria en la estima que me profesa. Es que soy yo
mas astuta de lo que imajinas , replicó la señora Marcela .
Empezaré por afearle la intencion que llevaba de seducirte ,
y él no dejará de querer sincerarse : le escucharé , veré su
modo de esplicarse : en fin , hija mia , déjame hacer á mí ,
que yo cuidaré de tu honor como del mio propio .
En cuanto anocheció salió la dueña de casa de don Luis,
á cuyas inmediaciones se encontró con el conde de Belflor ,
á quien dió parte de la conversacion que habia tenido con su
ama, no olvidando el ponderarle la maña con que habia des-
cubierto que era correspondido . Nada podia serle mas gusto-
so al conde como esta noticia ; así , agradeciósela á la seño-
ra Marcela en los términos mas afectuosos y espresivos , es
decir , que le prometió la entrega puntual para el siguiente
60 EL DIABLO

dia de los mil doblones ; y dió ya por cierto entre sí mismo


el éxito feliz de su empresa , pues bien sabia que una jóven
ya prevenida ha andado la mitad del camino de la seduc-
cion . Con lo cual habiéndose despedido muy contentos uno
de otro, la dueña se volvió á su posada .
Leonor que la esperaba con inquietud , le preguntó que
noticias le traía. Las mejores que pudiera darte , respondió

‫اللة‬

Me
nd
ez
GASPAR

el aya. He visto al conde , y bien te decia yo , hija mia , que


sus intenciones no eran malas : su objeto no es otro que ca-
COJUELO. 64

sarse contigo , habiéndomelo jurado por todo cuanto mas sa-


grado hay entre los hombres. Sin embargo no satisfecha
con esto , como puedes discurrir , le he dicho que , puesto
que tal era su ánimo , por qué no se dirijia á tu padre con la
peticion de costumbre ?
Y qué ! estimable Marcela , me ha respondido sin que pa-
reciese turbarle esta pregunta , aprobariais vos , sin saber si
Leonor me mira con buenos ojos y sin atender mas que á los
ímpetus de un amor ciego , fuese yo tiranamente á conse-
guirla de su padre? No , aprecio en mas su reposo que mis
deseos , y soy demasiado hombre de bien para esponerme á
hacer su desgracia .
Mientras hablaba de esta suerte , continuó la dueña , le
he estado observando con suma atencion , valiéndome de mi
esperiencia para discernir en su rostro si se sentia efectiva-
mente poseido de todo el amor que me manifestaba . Qué te
diré ? me ha parecido penetrado de una verdadera pasion ,
lo que me ha causado tal alegría que con dificultad he logra-
do ocultársela. Con todo , persuadida ya de su sinceridad , he
creido que para que tuvieses seguro un amante de tanta im-
portancia , convenia dejarle entrever tu sentir , y así le he
dicho : Señor , mi ama no tiene aversion à vuesa merced ,
ántes bien sé que le estima , y por lo que puedo discurrir no
causará pesar á su corazon ver que la pretendeis. Gran
Dios ! esclamó entonces arrebatado de gozo , qué oigo ? Es
posible que la hechicera Leonor esté tan prevenida en favor
mio? Cuánto no os debo , buena Marcela , por haberme sa-
cado de tan larga incertidumbre? Y tanto mas me enajena
esta noticia cuanto sois vos quien me la anunciais , vos que ,
dispuesta siempre tan encarnizadamente contra mi cariño ,
62 EL DIABLO

me habeis causado por ello tantos pesares ! Pero completad


mi dicha , facilitadme el modo de que yo hable á la divina
Leonor , quiero mostrarle mi fe , y jurarle delante de vos
que nunca seré de otra sino de ella.

A estas espresiones , prosiguió el aya , ha añadido otras


aun mas tiernas y cariñosas ; en fin , me ha suplicado de un
modo tan ejecutivo que le proporcione una conversacion se-
creta contigo , que no he podido abstenerme de ofrecérselo
asi . Y por qué le habeis hecho esa promesa? esclamó Leonor
algun tanto conmovida. Una doncella honesta debe , como vos
me lo habeis dicho cien veces , evitar absolutamente esas
conversaciones que no pueden menos de ser peligrosas . Es-
toy conforme en habértelo dicho , replicó la dueña , y es
muy buena semejante doctrina , pero es lícito no seguir-
la en esta ocasion , puesto que puedes mirar al conde como
marido tuyo . No lo es todavia , repuso Leonor , y no debo
verle por tanto hasta que mi padre no haya aprobado su pre-
tension.
Pesóle entonces à la señora Marcela haber educado tan
bien à una muchacha cuyo recato tanto le costaba vencer;
pero empeñada como estaba en conseguir su intento á cual-
quier trance, le dijo : Querida Leonor, doyme le enhorabue-
na de verte tan recatada. Fruto feliz de mi cuidado ! Veo te

has aprovechado de todas las lecciones que te he dado, y me


alegro en estremo de mi buena obra ; pero hija mia , eso ya
pasa los límites de lo que te he enseñado , y llevas al estre-
mo mis principios de moral . Paréceme tu virtud algo mas
que austera , y por muy severa que me precie de ser , no
apruebo una honestidad arisca que así se arma contra el crí-
men como contra la inocencia . Una doncella no deja de ser
COJUELO . 65

virtuosa por dar oidos á un amante , cuando conoce la pureza


de sus deseos , y entonces no es mas delincuente por cor-
responder á su pasion , que por ser sensible á ella . Descansa
en mí , Leonor ; tengo demasiada esperiencia , y aprecio en
mucho tu interés para esponerte à un lance que pudiera per-
judicar á tu opinion .
Y en cual sitio quereis que hable yo al conde ? dijo Leo-
nor. En tu cuarto , contestó la dueña , es el lugar mas se-
guro . Mañana le haré entrar por la noche . No sabeis lo que
os decis ! replicó Leonor ; cómo ! habia de permitir yo que un
hombre.... Si , lo permitirás , interrumpió el aya ; no es ahí
una cosa tan estraña como tú te la imajinas . Eso sucede to-
dos los dias ; y pluguiese al cielo que las jóvenes que reci-
ben semejantes visitas llevasen todas intenciones tan sanas
como las tuyas ! Por otra parte , qué tienes que temer ? No
estaré yo contigo? Y si mi padre llegase á sorprendernos?
repuso Leonor . Sosiégate tambien en cuanto á eso , replicó la
señora Marcela . Tu padre vive tranquilo acerca de tu
conducta ; conoce mi fidelidad ; y tiene absoluta confian-
za en mí . Viéndose Leonor tan vivamente estrechada por
la dueña , é impelida ademas secretamente por su amor,
no pudo resistir mas tiempo , y accedió á lo que se le pro-
ponia.
Muy en breve llegó á noticia del conde , y tuvo de ello
tanta alegría , que dió inmediatamente á su medianera qui-
nientos doblones y una sortija de igual valor . Viendo la seño-
ra Marcela que guardaba tan puntualmente su palabra , no
quiso ser menos exacta en cumplir la suya. A la noche si-
guiente , cuando le pareció que ya todos estaban recojidos
en la casa , ató á un balcon una escala de seda que le había
64 EL DIABLO

dado el conde , baciéndole entrar de este modo en el aposen-


to de Leonor.

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poya

sup 297

risba

08.

4.91
abi
ts.

Con todo , la doncella dejábase llevar de mil reflexiones


que vivamente ajitaban su espíritu . Por mucha inclinacion
que tuviese á Belflor , y á pesar de cuanto le pudiera decir
COJUELO. 65

su aya , culpábase á sí misma de haber sido tan facil en con-


sentir en una visita que ofendia á su recato ; y la pureza de
sus intenciones no era bastante á tranquilizarla . Recibir de
noche en su cuarto á un hombre que no tenia aun la aproba-
cion de su padre , y cuyos verdaderos sentimientos ignora-
ba todavía , parecíale no tan solo una accion criminal sino
digna tambien del menosprecio de su amante . Este último
pensamiento causaba sobre todos su mayor pesar , ocupando
su ánimo en gran manera al tiempo en que entró el conde .
Arrojóse desde luego á sus pies para darle gracias por el
favor que le hacia. Mostróse penetrado de amor y agradeci-
miento , asegurando que su ánimo era casarse con ella . Sin
embargo , como no se esplicase sobre este punto tanto como
hubiera sido su deseo , le dijo : Creo muy bien , conde , que
tales son en efecto vuestras miras , pero por mas que me lo
asegureis, siempre conservaré mis sospechas, hasta tanto que
no obtengais la autorizacion de mi padre . Señora , respondió
Belflor , tiempo haria que la hubiese solicitado á no haber te-
mido conseguirla á costa de vuestro reposo . No os culpo yo
por haber dejado de dar ese paso , repuso Leonor , antes por
el contrario apruebo vuestra delicadeza ; pero ya nada os
detiene , y es preciso que hableis lo mas pronto posible á don
Luis ; ó bien resolveos á no volverme á ver jamas .
Y por qué no habia de volveros á ver mas , bella Leonor?
replicó el conde . Cuán poco sensible sois å las dulzuras del
amor ! Si supierais amar tanto com vo os serviría de pla-
cer recibir secretamente mis obsequios , evitando siquiera
por algun tiempo llegasen á noticia de vuestro padre . Qué
embeleso encierra este trato misterioso para dos corazones
estrechamente unidos ! Podrá serlo para vos , dijo Leonor;
5
66 EL DIABLO

pero para mí solo sería un continuo penar. Amor tan sutil no


conviene al recato de una jóven ; así , dejad de ponderarme
las delicias de ese trato criminal . Si me estimaseis , no me le
habriais propuesto ; y si son vuestras intenciones tales como
quereis persuadírmelas , debeis , para vos mismo , afearme el
que no me haya ofendido . Mas , ay ! añadió dejando correr su
lanto , á mi flaqueza debo imputar únicamente este ultraje,
que me está bien merecido por hacer lo que estoy haciendo .
Adorada Leonor ! esclamó el conde , vos si que me haceis

una injuria mortal ! Vuestra virtud por estremo escrupulosa


se alarma sin motivo . Porque he sido sobrado feliz para cap-
tarme vuestro amor , temeis acaso que cese de estimaros?
Qué injusticia ! Ah ! no , señora , conozco cuanto valen vues-
tras bondades , y no pueden apartaros de mi cariño , estando,
como estoy , dispuesto á hacer cuanto exijais de mí . Mañana
mismo hablaré al señor don Luis ; haré cuanto me sea posi-

ble para que condescienda en mi felicidad ; pero no trato de


ocultároslo ; veo en ello muy poca apariencia de buen re-
sultado . Qué decís ? repuso Leonor con estremada sorpresa.
Por ventura mi padre se habrá de negar á la solicitud de una
persona que ocupa el lugar que vos ocupais en la córte ? Ca-
balmente esa cualidad es la que me hace temer su negativa,
repitió el conde. Os sorprenden estas razones ; pero va á ce-
sar vuestro asombro.
Dias hace , prosiguió , me declaró el rey su intencion de
querer casarme , aunque sin nombrarme la dama á quien me
destina , dándome sol à entender que era uno de los prime-
ros partidos de la córte . Como yo ignoraba entonces vuestro
sentir respecto á mi persona , pues bien sabeis que vuestro
rigor no me ha permitido discernir cual fuese , no mostré
COJUELO . 67

repugnancia alguna en sujetarme à su voluntad . Juzgad , se-


ñora , si por lo que os digo querrá don Luis esponerse á in-
currir en la indignacion del rey , admitiéndome por yerno .
No tiene duda , dijo Leonor , pues conozco el genio de
mi padre , y , por muy ventajosa que sea para él vuestra
alianza , querrá mejor renunciar á ella que desagradar al
rey . Pero aun cuando no se opusiera mi padre á nuestra
union , no seríamos por ello mucho mas dichosos ; porque al
al fin , conde , como podríais darme una mano que ya el mo-
narca tiene comprometida? De buena fé os confieso , señora ,
respondió Belflor , que me tiene inquieto ese particular ; es-
pero sin embargo que guardando una conducta delicada para
con su majestad , de tal modo inclinaré su ánimo y la amis-
tad que me profesa , que hallaré medio para evitar la des-
gracia que me amenaza : y vos misma , bella Leonor , podeis
ayudarme en mi intento , si me juzgais digno de unir mi
suerte á la vuestra. Y de que modo , dijo ella , puedo yo con-
tribuir á romper el matrimonio que os propone el rey ? Ay !
señora , replicó el conde con apasionado ademan , si quisie-
rais recibir mi fe , yo sabria conservarme para vos , sin que
pudiese llevarlo á mal el soberano .
Permitid, hechicera Leonor , añadió echándose á sus pies ,
permitid os haga mi esposa en presencia de la señora Mar-
cela , testigo que depondrá de la pureza de nuestra union.
De este modo rehuiré sin trabajo los tristes vínculos con que
quieren ligarme ; pues , si luego me estrecha el rey á acep-
tar la dama que me tiene destinada , me postraré á sus plan-
tas, y le diré que os amaba mucho tiempo habia , y que es-
toy casado en secreto . Por deseos que tenga de casarme con
otra , es demasiado bondadoso para querer arrancarme á lo
68 EL DIABLO

que adoro : y demasiado justo para hacer tal afrenta á vues-


tra familia.
Que os parece , discreta Marcela, añadió volviéndose há-
cia el aya, qué pensais de este arbitrio que acaba de inspirar-
me el amor ? Admirable , dijo la señora Marcela ; preciso es
confesar que es muy ingenioso el amor ! Y vos, adorable Leo-
nor , repuso el conde , qué decís ? Le negaria acaso su apro-
bacion ese vuestro espíritu , siempre armado de desconfian-
zas ? No, respondió Leonor , con tal que intervenga en ello '

ORTEGA
COJUELO . 69

mi padre, que no dudo acepte gustoso tan luego como le in-


formeis del caso .
Guardémonos de hacerle semejante confianza , interrum-
pió á esta sazon la abominable dueña ; tú no conoces todavía
el carácter de don Luis ; es tanta su delicadeza en materia de
honor que en modo ninguno se prestará á esos amores mis-
teriosos , y tomará por ofensa la proposicion de un matrimo-
nio secreto . Por otra parte , su prudencia no podrá menos
de presentarle como funestas las resultas de una union , que
le parecerá se opone abiertamente á los desiguios del rey .
Con ese paso imprudente le darás en que sospechar , le ten-
drás siempre vijilante sobre todas tus acciones , y te qui-
tará los medios de que veas al señor conde .
Moriria de dolor , si tal sucediese ! esclamó nuestro cor-
tesano . Pero , señora Marcela , prosiguió afectando un sem-
blante compunjido , creeis efectivamente que deseche don
Luis la propuesta de un matrimonio clandestino? No lo du-
deis en modo alguno , respondió el aya ; pero supongamos
que le acepte : tan arreglado y escrupuloso como es en su
conducta , no querrá se supriman las ceremonias de iglesia ,
y si llegan á observarse , se divulgará en ese caso al instan-
te vuestro casamiento.
Ah ! mi querida Leonor , dijo entonces el conde estre-
chándole tiernamente la mano entre las suyas , nos hemos de
esponer, por cumplir con una vana fórmula de decoro, al ter-
rible peligro de vernos separados para siempre ! De nadie te-
neis necesidad para ser mia. Es cierto que el consentimiento
de un padre os evitaria algunos pesares ; pero puesto que la
señora Marcela nos ha manifestado la imposibilidad que hay
de obtenerle , rendíos á mis inocentes deseos , recibid mi co-
70 EL DIABLO

razony mi mano; y cuando sea tiempo de informar á don Luis


de nuestro enlace , le espondremos las razones que hemos te-
nido para ocultársele . Pues bien , conde , dijo Leonor , con-
siento en que no hableis tan pronto á mi padre . Sondead
primero el ánimo del rey , y antes que yo reciba en secreto
vuestra mano de esposo , hablad á su majestad ; decidle , si
es preciso , que estais secretamente casado conmigo . Veamos
.. Eso no , señora , respondió
si con esta finjida confianza…………
Belflor soy tan en estremo opuesto á mentir que no me atre-
veria á sostener esa ficcion ; no puedo faltarme á mí mismo
hasta ese punto . Ademas , es tal el carácter del rey que si
llegase á descubrir que le habia engañado , no me lo perdo-
naría jamas .
No acabaría nunca , amigo Cleofas , continuó el Diablo,
si hubiera de repetir palabra por palabra cuanto dijo Belflor
para seducir á la doncella : te diré únicamente que hizo uso
de cuantas razones amorosas sujiero yo á los hombres en se-
mejante ocasion ; pero por mucho que juró que confirmaria
publicamente , tan pronto como le fuese posible , la fe que
le daba en secreto ; por mas que puso al cielo por testigo de
sus juramentos , no pudo echar por tierra la virtud de Leo-
nor ; y como iba ya amaneciendo vióse obligado á su pesar á
tener que retirarse .
Al dia siguiente , creyendo la dueña que era honor suyo,
ó por mejor decir su interés , no abandonar la empresa , dijo
á la hija de don Luis : No sé , Leonor , con que razones ha-
blarte ; te veo irritada contra el amor del conde , cual si su
objeto no fuese otro que un mero galanteo . Has notado por
ventura en su persona algo que te desagrade ? No , aya,
contestó Leonor , ántes bien nunca me ha parecido mas ama-
COJUELO . 71

ble , y en su conversacion he descubierto nuevos atractivos


y perfecciones. Pues si así es , repuso la dueña , no acabo
de comprenderte . Sientes por él una inclinacion violenta,
y te niegas por otra parte ó acceder á una cosa que te se ha
hecho ver cuan precisa es.
Aya mia , replicó la hija de don Luis , vos teneis mas
prudencia que yo y mas conocimiento de mundo ; pero ha-
beis calculado bien las consecuencias que puede traer un
casamiento celebrado sin el asenso de mi padre ? Sí , sí , res-
pondió la dueña , he hecho sobre el particular cuantas re-
flexiones son necesarias , y me enoja la terquedad con que
te opones al brillante partido que te depara la suerte . Con-
sidera no sea que tu obstinacion canse y aburra á tu amante ,
y teme que abra los ojos sobre el interés de su fortuna, que
la violencia de su pasion le hace olvidar , y ya que quiere
darte su fe , acéptala sin detencion . Le sujeta su palabra ,
que es lo mas sagrado para un hombre de honor ; por otra
parte , yo soy testigo de que te reconoce por su esposa ; y ,
no sabes que un testimonio de esta suerte basta para hacer-
le condenar en justicia , si se atreviese á cometer un per-
jurio ?
Con estas y otras semejantes razones logró rendir la pér-
fida Marcela la constancia de Leonor , la cual , ofuscada sin
ver el peligro que la amenazaba , se entregó de buena fe al-
gunos dias despues à las perversas intenciones del conde .
La dueña le introducia todas las noches por el balcon en
el aposento de su ama , y le hacia salir ántes de amanecer;
pero cierta mañana en que le habia advertido se retirase mas
tarde de lo acostumbrado , cuando ya la aurora comenzaba á
disipar la oscuridad , fué aceleradamente á escurrirse por la
72 EL DIABLO

escala á la calle ; mas por desgracia tomó tan mal sus medi-
das , que cayó al suelo con recio golpe .

SE
URRABIETA

Don Luis de Céspedes que dormia arriba , encima del


cuarto de su hija , y que se habia levantado muy de madru-
gada aquel dia para trabajar en ciertos asuntos urjentes, oyó
COJUELO . 75

el ruido de la caida , y abriendo la ventana para ver lo que

era , distinguió un hombre que acababa de levantarse con


mucho trabajo , y á la señora Marcela en el balcon ocupada
en desatar la escala de seda , de que el conde no se habia ser-
vido con igual maña para bajar como para subir . Estregóse
los ojos y tomó al pronto por ilusion lo que veía ; pero parán-
dose á considerarlo , vino en conocimiento de que era reali-
dad en efecto , y que la claridad del dia , aunque muy es-
casa aun , sobrado le mostraba la ofensa de su honra.
Turbado con lo que tan fatalmente se presentaba á su
vista , arrebatado de una justa ira , baja en bata al cuarto de
Leonor , con su espada en una mano y una luz en la otra , y
la busca , á ella y á su aya , con intento de sacrificarlas á su
enojo . Llama á la puerta del aposento , mandando que le
abran ; y ellas que conocen su voz , le obedecen temblando .
Entra con ademan furioso, y mostrando desnuda su espada á
sus ojos estraviados : Vengo , les dice , á lavar en la sangre
de una infame la afrenta que hace á su padre , y castigar al
mismo tiempo al aya vil que burla traidoramente mi con-
fianza.
Arrojáronse á sus pies una y otra , y tomando la dueña la
palabra le dijo : Señor , antes que recibamos el castigo que
vuesa merced nos prepara , dígnese escucharme un momen-
to . Pues bien , infeliz , replicó el anciano , suspenderé por
un instante la ejecucion de mi venganza ; habla , revélame
todas las circunstancias de mi desgracia . Pero qué digo to-
das las circunstancias ? Solo ignoro una , el nombre del te-
merario que deshonra mi familia . Señor, repuso la señora
Marcela , el conde de Belflor es el caballero de quien se tra-
ta. El conde de Belflor ! esclamó don Luis. Dónde ha visto
74 EL DIABLO

Mi
nd
ez

á mi hija ? de qué medios se ha valido para seducirla ? No me


ocultes nada. Señor , prosiguió el aya , yo os contaré el su-
ceso con la sinceridad que acostumbro .
Entonces le refirió con sumo arte todas las razones que
ella habia hecho creer á Leonor le dijera el conde , á quien
pintó con los mas bellos colores , de amante tierno , caba-
COJUELO. 75

lleroso y sincero . Como no podia apartarse de la verdad al


llegar al desenlace , se vió precisada á confesarla , pero es-
tendiéndose sobre los motivos que habian tenido para cele-
brar sin su noticia aquel matrimonio secreto , y supo mani-
festarlos con tal destreza , que aplacó el furor de don Luis .
Bien lo advirtió ella , y así para acabar de sosegarle , prosi-
guió diciendo : Ya sabeis , señor , lo que deseabais : casti-
gadnos ahora ; atravesad con esa espada el pecho de Leonor .
Pero qué digo ? Leonor está inocente , pues no ha hecho mas
que seguir los consejos de una persona á quien vuesa merced
habia encomendado su direccion ; sobre mí tan solo deben
recaer vuestros golpes , siendo yo la que he introducido al
conde en el aposento de vuestra hija , y la que he formado
los vínculos que los unen . No he atendido á lo irregular de
un enlace que vuesa merced no autorizaba , por asegurar-
le un yerno , que bien sabe es el conducto favorito por don-
de hoy dia se distribuyen las gracias de la córte ; no he lle-
vado otro objeto que la felicidad de Leonor y las ventajas que
podria sacar vuestra familia de tan bella alianza ; el esceso
de mi celo me ha hecho delinquir con el deber .
En tanto que la artificiosa Marcela hablaba asi , su ama
no cesaba de llorar ; y tan vivo aparecia ser su dolor que el
buen viejo , enternecido , no pudo resistir á él . Trocóse su
ira en compasion , soltó la espada , y despojándose del sem-
blante de padre irritado , esclamó con los ojos inundados en
lágrimas : Ay ! hija mia , cuan funesta pasion es el amor ! no
sabes todavía cuántos motivos tienes de afliccion ! Solo la

vergüenza , que te causa la presencia de un padre que te sor-


prende , es la que escita ahora tu llanto ; no prevés aun to-
dos los pesares que quizá te prepara tu amante . Y vos , im-
76 EL DIABLO

prudente Marcela , qué habeis hecho ? En qué precipicio nos


ha puesto vuestro celo indiscreto por mi familia ! No niego
que la alianza de una persona como el conde ha sido capaz
de deslumbraros , y esto es lo que os disculpa en mi concep-
to ; pero venid acá , infeliz , no advertíais que por lo mismo
era preciso desconfiar de un amante de tal calidad ? Cuanto
mayor era su favor y valimiento , tanto mas debíais ser cau-
telosa para con él . Si toma por cosa de poco cuidado faltar á
la fe prometida á Leonor , qué partido deberé tomar ? Iré á
implorar el auxilio de la ley ? A un sugeto de tan elevada po-
sicion le será muy fácil preservarse de su severidad . Supon-
go que fiel á sus juramentos quiera guardar la palabra que ha
dado á mi hija ; si el rey , como él mismo os ha dicho , tiene
intencion de casarle con otra , de temer es le obligue á ello
con su autoridad .
En cuanto á obligarle , interrumpió Leonor , esto no debe
inquietarnos . El conde nos ha asegurado firmemente que el
rey no haria violencia tan grande á sus sentimientos. Así me
lo persuado , dijo la señora Marcela ; ademas que el monar-
ca aprecia demasiado á su valido para usar con él semejante
tiranía , y es sobrado generoso para querer causar una pesa-
dumbre mortal al esforzado don Luis de Céspedes que ha

consagrado la flor de sus dias en servicio de la patria .


Quiera el cielo , replicó suspirando el anciano , que sal-
gan vanos mis temores ! Voy á casa del conde á pedirle una
esplicacion sobre el particular ; los ojos de un padre son pers-
picaces , y yo penetraré hasta el fondo de su alma . Si le ha-
llo dispuesto conforme á mi deseo , os perdonaré lo pasado ;
pero , añadió con voz mas firme , si en sus razones descu-
bro un corazon fementido , ireis las dos á un recojimiento á
COJUELO . 77

llorar vuestra imprudencia el resto de la vida . Dicho esto re-


cojió su espada , y dejándolas recobrarse del susto que les
habia causado , subió á su cuarto á vestirse .
Al llegar aquí Asmodeo de su relacion le interrumpió el
estudiante diciéndole Por interesante que sea la historia
que me estás refiriendo , distingo una cosa que me impide
escucharte tan atentamente como yo quisiera . Descubro en
aquella casa una muger que me parece bastante graciosa ,
sentada entre un jóven y un viejo . Al parecer estan bebien-
do licores finos ; y en tanto que el vetusto caballero abraza á
la dama , la bribonzuela dá á besar por la espalda una de sus
manos al mancebo , que es sin duda su galan . Todo al contra-
rio , respondió al Cojuelo , es su marido y el otro el amante .
Ese buen anciano es sujeto de importancia , comendador de
la órden militar de Calatrava , y se arruina por esa muger, cu-
yo esposo sirve un pequeño oficio en la córte. Ella hace ca-
ricias por interés al viejo enamorado é infidelidades al pro-
pio tiempo en favor del marido , por inclinacion .
Lindo cuadro , replicó Zambullo . Seria por ventura fran_
cés el tal esposo ? No en verdad , saltó el diablo , es español ;
pues el buen Madrid no deja de contener tambien entre sus
muros algunos maridos bondadosos y llenos de mansedum-
bre , si bien no abundan tanto como en Paris , que es sin
contradiccion la ciudad mas fértil del mundo en tales habi-
tantes . Perdona , amigo Asmodeo , dijo don Cleofas , si he
cortado el hilo de la historia de Leonor , ruégote la continúes,
pues me gusta infinito , y encuentro en ella un no sé qué que
me seduce . El Demonio la prosiguió de esta suerte :
ZARZA GASPAR

CAPITULO IV .

Fin de la historia de los amores del conde de Belflor.

ALIÓ don Luis muy de ma-


ñana y fuese á la posada del
conde, que, no creyendo hubiese si-
do descubierto , quedo suspenso de
aquella visita . Adelantóse á recibir al anciano ;
y despues de haberle llenado de abrazos , le
dijo : Cuánto gozo me causa ver por mi casa
al señor don Luis ! Viene por ventura á ofrecerme ocasion
en que servirle ? Señor , respondió don Luis , mande vue-
sarcé que quedemos solos.
Hízolo así Belflor , y habiéndose sentado ambos tomó el
COJUELO. 79

anciano la palabra diciendo : Señor , mi honra y mi sosiego


han menester de una esplicacion que vengo á pediros. Yo he
visto à vuesarcé salir esta mañana del aposento de Leonor .
Ella me lo ha confesado todo , y me ha dicho.... Ha dicho á
vuesa merced que la amo , interrumpió el conde , para elu-
dir una conversacion que no queria oir ; pero no le ha espre-
sado sino debilmente todo el afecto que me inspira . Teneis
una hija hechicera ; talento , hermosura , virtud , nada le fal-
ta. Hánme dicho que teneis otro hijo tambien que está con-
cluyendo sus estudios en Alcalá . Parécese acaso á su herma-
na ? Si como ella es hermoso , por poco que participe ade-
mas de vuestras prendas , será un caballero perfecto ; muero
de deseo por verle , y os ofrezco todo mi valimiento en fa-
vor suyo .

Agradezco la oferta , dijo gravemente don Luis ; pero


tratemos de..... Es preciso sin pérdida de tiempo dedicarle
al servicio ; interrumpió de nuevo el conde ; yo me encargo
de su adelanto , y os aseguro que no envejecerá entre la
turba de oficiales subalternos . Respondedme , conde , repli-
có ásperamente el anciano , y cesad de cortarme la palabra .
Es ó no vuestro intento cumplir lo prometido ?……
.. Sin duda
alguna , interrumpió por tercera vez Belflor , seré exacto en
la palabra que os doy de protejer á vuestro hijo con todo mi
poder ; estad de ello seguro , que sé á lo que me obligo . Ya
es demasiado , conde , esclamó Céspedes levantándose de su
asiento . Despues de haber seducido á mi hija , osais insultar-
me todavía ! pero soy noble , y no quedará impune la ofen-
sa que me haceis. Y diciendo estas palabras se volvió á su
casa , lleno el corazon de resentimiento , y maquinando en-
tre sí mil proyectos de venganza .
80 EL DIABLO

Asi que llegó , dijo con grande ajitacion á I

F
señora Marcela : No sin razon sospechaba yo de

A
6
un traidor de quien quiero vengarme : y vosotra

2
1
á ir desde mañana juntas las dos á una reclusion , y
cias al cielo que mi enojo se satisfaga con este castig
cho esto fué á encerrarse en su gabinete para meditar . A-
mente sobre el partido que deberia tomar en trance tan de-
licado.

No es decible la pena que sintió Leonor al oir decir que


era el conde un fementido . Quedóse suspensa un rato ; se
cubrió su rostro de una palidez mortal ; abandonáronle las
fuerzas , y cayó sin movimiento en los brazos de su aya, que

Carrod

COJUELO . 81

pensó iba à espirar . Prodigó la dueña todos sus cuidados


para hacerla volver de su congoja, y al fin lo consiguió . Re-
cobró Leonor el uso de sus sentidos , abrió los ojos, y vien-
do á su aya apresurada en socorrerla , le dijo despidiendo
un profundo suspiro : Cuán cruel sois ! por qué me habeis
sacado del estado feliz en que me hallaba? En él no conocia
el horror de mi destino . Por qué no me dejábais morir? Vos
que sabeis todas las aflicciones que han de turbar el reposo
de mi vida , para qué me la quereis conservar?
Procuró Marcela consolarla , pero no hizo sino exaspe-
rarla mas . Son en vano todas vuestras razones , esclamó la
hija de don Luis ; no quiero oir nada ; no perdais el tiempo
en combatir mi desesperacion ; antes bien deberiais acre-
centarla , ya que sois quien me ha sepultado en el horro-
roso abismo en que estoy . Vos me habeis salido garante de
la sinceridad del conde , y á no ser por vos jamas me hu-
biera dejado llevar de mi inclinacion hácia él , pues habria
triunfado de ella insensiblemente ; ó al menos no se hubie-
ra aprovechado de la mas pequeña ventaja . Pero no trato
de imputaros mi desgracia , y solo me acuso á mí misma:
yo no debia haber seguido vuestros consejos , recibiendo la
fé de ningun hombre , sin hacer de ello partícipe á mi pa-
dre . Por muy glorioso que fuese para mi el requerimiento
del conde de Belflor , era de mi obligacion despreciarle an-
tes que complacerle á espensas de mi honor : en una pala-
bra , debia desconfiar de él , de vos y de mí . Despues de
haberme dejado llevar de mi flaqueza hasta el punto de ren-
dirme á sus pérfidos juramentos , despues del pesar que doy
á mi desgraciado padre , y del deshonor que causo á mi fa-
milia , me aborrezco á mí misma , y lejos de afligirme la
6
82 EL DIABLO

reclusion con que me amenazan , quisiera ir á ocultar mi


afrenta en la mas espantosa morada .
Mientras hablaba de esta suerte , no se satisfacia con
llorar abundosamente , sino que desgarraba sus vestidos , y
castigaba en su hermoso cabello la injusticia de su amante .
Para acomodarse la dueña al dolor de su ama , no escaseó

ademanes ni gestos : derramó lágrimas fingidas , y soltó mil


imprecaciones contra los hombres en general , especialmen-
te contra Belflor . Es posible , esclamó , que el conde que
me ha parecido tan recto y lleno de probidad , haya si-
do tan infame para engañarnos á las dos ? No puedo vol-
ver de mi sorpresa , ó mas bien , no puedo persuadírmelo
todavia.
Con efecto , dijo Leonor , cuando yo me le represento
puesto á mis pies , qué muger no se hubiera dejado llevar
de su tierno ademan , de sus juramentos en que tan osada-
mente ponia al cielo por testigo , de sus transportes que á
cada momento repetia? Mas amor me mostraba en sus ojos
que el que sus labios pronunciaban ; en fin , parecia embe-
lesado con mi presencia ; no , no cabe en mí pensar que me
engañaba. Quizá mi padre no le habrá hablado con bastan-
te miramiento , se habrán picado los dos , y el conde le ha-
brá respondido no tanto en tono de amante , como de gran
señor . No obstante , acaso sea lisongearme yo , y es preci-
so salir de esta incertidumbre ; voy á escribir á Belflor y
decirle que esta noche le espero ; que venga á alentar mi
sobresaltado corazon , ó á confirmarme él mismo su traicion.
Aplaudió la señora Marcela el pensamiento , y aun con-
cibió alguna esperanza de que á pesar de lo ambicioso que
era el conde , pudieran moverle las lágrimas que vertiese
COJUELO . 85

Leonor en aquella entrevista , y se determinára á casarse


con ella.
Entretanto Belflor , viéndose libre del bueno de don
Luis , recapacitaba en su gabinete las resultas que podria

traer el recibimiento que acababa de hacerle . Bien se hizo


cargo de que irritados los Céspedes con semejante injuria
84 EL DIABLO

intentarian vengarla ; pero esto le inquietaba poco , ocu-


pándole en mayor grado el interés de su amor . Pensaba en
que à Leonor la pondrian en un convento , ó al menos que
en adelante no la perderian de vista ; y entonces él pro-
bablemente no la volveria á ver mas . Afligido con este pen-
samiento andaba discurriendo entre sí algun medio de pre-
caver tal desgracia , á tiempo que su ayuda de cámara le
presentó una carta que acababa de entregarle la señora
Marcela ; era un billete de Leonor concebido en estos tér-
minos :

« Mañana debo dejar el mundo para irme à sepultar en


«una reclusion . Verme deshonrada , ser odiosa á mi familia
«y á mí misma , tal es el estado deplorable á que estoy re-
«<ducida por haberos dado oidos . Esta noche os espero to-
« davia, que en mi desesperacion solo busco nuevos tormen-
« tos. Veníd á declararme que vuestro corazon no ha tenido
« parte alguna en los juramentos que vuestra boca ha pro-
<
« nunciado , ó venid á justificarlos con una conducta que pue-
" de únicamente suavizar el rigor de mi destino . Como pu-
<«< diera haber algun riesgo en esta venida despues de lo
<ocurrido entre vos y mi padre , haced que un amigo os

« acompañe . Aunque seais la causa de todas las desgracias
« de mi vida , conozco que me intereso por la vuestra to-
«< davia.
LEONOR . »

Leyó el conde dos ó tres veces esta esquela , y repre-


sentándose á la hija de don Luis en la situacion en que ella
se pintaba , se sintió conmovido. Volvió sobre sí mismo , y
la razon , la probidad , el honor , cuyas leyes le habia he-
cho quebrantar su pasion , comenzaron á recobrar en él su
COJUELO . 85

imperio . Sintió disiparse de repente su ceguedad , y á se-


mejanza de aquel que vuelto de un terrible acceso de fiebre
se avergüenza de los dichos y estravagantes acciones que
durante él se le escapáran , se abochornó de los viles artifi-
cios de que se habia valido para contentar sus deseos .
Qué proceder ha sido el mio? dijo ; infeliz , de qué es-
píritu maligno he estado poseido? Yo prometí á Leonor ca-
sarme con ella , y puse al cielo por testigo ; fingf que el rey
me habia propuesto un casamiento , y todo lo puse por obra
para corromper su inocencia , la mentira , la perfidia y el
sacrilegio ! Qué furor el mio ! No hubiera sido mejor aplicar
mis esfuerzos á destruir mi amor , que satisfacerle con me-
dios tan criminales? Y sin embargo , hé ahí una jóven de
noble progenie , à quien yo he seducido , y que la abando-
no á la ira de sus parientes , á quienes juntamente con ella
he deshonrado ; y la he hecho desdichada en recompensa
de haberme hecho á mí feliz . Qué ingratitud ! No deberia
mas bien reparar el ultrage que hago à su honor? Sí , debo
hacerlo , y asi quiero , dándole la mano de esposo , cumplir
la palabra que le dí . Y quién podria oponerse à una inten-
cion tan justa? Por ventura los favores que de ella he mere-
cido , la han de perjudicar en mi opinion respecto á su vir-
tud? No , que bien sé cuanto me costó vencer su resistencia ,
y si se rindió no fué tanto á los transportes de mi amor como
á la fé jurada. Pero por otro lado si adopto este camino , me
perjudico notablemente . Pudiendo aspirar á las herederas
mas ilustres y ricas del reino , me he contentar con la hija
de un mero hidalgo que goza de tan mediana hacienda ! Qué
se diria de mí en la corte? Que habia ido á hacer un matri-
monio ridículo.
86 EL DIABLO

Perplejo pues Belflor entre el amor y la ambicion , no


sabia que resolver ; pero aun cuando estaba indeciso todavia
en si se casaria ó no con Leonor , no por eso se decidió me-
nos á ir á verla la noche siguiente , de lo que encargó á su
criado avisase á la señora Marcela.
Por su parte don Luis pasó el dia en pensar en la re-
paracion de su honor . El trance le parecia dificultoso , por-
que recurrir á las leyes civiles era hacer pública su afrenta,
eso prescindiendo del temor justísimo de que la razon estu-
viese de una parte y los jueces de otra , é ir á echarse á los
pies del rey era paso que no se atrevia á ejecutar tampoco,
pues le creia inútil , persuadido como estaba de que el rey
tenia intencion de casar á Belflor : no le quedaba pues otro
arbitrio que recurrir á las armas , y por él se decidió .
En el calor de su resentimiento estuvo tentado de man-

darle un papel de desafio al conde ; pero , considerando


luego su demasiada edad y sus débiles fuerzas para irse
á fiar de su brazo , prefirió mejor encomendar la empresa
á su hijo , cuyos golpes juzgó serian mas certeros que los
suyos. Despachó en consecuencia uno de sus criados á Al-
COJUELO . 87

calá con carta para él , diciéndole viniese inmediatamente


á Madrid á vengar una ofensa hecha à la familia de los
Céspedes.
Este hijo , llamado don Pedro , es un caballero de diez
y ocho años , de apuesta presencia , y tan valiente que
pasa en la ciudad de Alcalá por el estudiante mas temible
de su universidad ; pero ya le conoces , añadió el Diablo,
y asi es escusado que me estienda en el particular. Cierto
es , dijo don Cleofas , que le asisten todo el valor y mé-
rito que cabe tener.
Es de advertir , replicó Asmodeo , que el bueno del
estudiante no se hallaba entonces en Alcalá , como lo creia
su padre , habiéndole traido á Madrid el deseo de volver á
ver una dama de quien estaba enamorado , y cuya conquis-
ta habia hecho en el Prado la última vez que viniera á ver
á su familia. Ignoraba todavia su nombre , pues habian exi-
gido de él no hiciese diligencia alguna por averiguarle , y
se habia conformado , aunque bien penosamente , con tan
cruel necesidad . Era una jóven de distinguida casa que le
habia tomado aficion , y que , creyendo necesario descon-
fiar de la reserva y constancia de un estudiante , tenia por
conveniente esperimentarle antes de darse á conocer .
Mas ocupado le traia su desconocida que la filosofía de
Aristóteles , y el poco camino que hay de aqui á Alcalá era
causa de que , como dicen los muchachos , hiciese novillos

muy frecuentemente , con la diferencia sin embargo de que


era por un objeto que lo merecia mucho mejor que tu doña
Tomasa. Para impedir llegasen á noticia de don Luis su pa-
dre sus amorosos viages , acostumbraba alojarse en una po-
sada á un estremo de la villa , donde cuidaba de estar ocul-
88 EL DIABLO

to bajo un nombre supuesto . Solo salia por la mañana á


cierta hora , que era en la que podia ir á una casa donde
la dama , que le hacia olvidar el estudio , tenia la compla-
cencia de acudir acompañada de una criada . Se mante-
nia , pues , encerrado en su posada el resto del dia; pero en
desquite asi que anochecia se paseaba por todas las calles
de la corte.
Sucedió que cierta noche , al cruzar por una calle es-
traviada , oyó un concierto de voces é instrumentos que le
pareció digno de su atencion . Paróse á escuchar y vió era
una serenata . El caballero que la daba estaba embriagado,
y era por naturaleza de genio brutal. No bien hubo atisba-
do á nuestro estudiante , cuando llegándose acelerado á él ,
sin mas cumplimientos le dijo con aspereza : Ea , amiguito ,
siga su camino que aqui no queremos curiosos . Me retiraria ,
respondió don Pedro picado de estas palabras, si me lo hubié-
rais dicho con buen modo , pero quiero quedarme para en-
señaros á hablar . Pues ahora veremos, replicó el amo de la
música sacando su espada , quien de los dos cede el puesto
al otro.
Don Pedro echó tambien mano á la suya , y empezaron
á reñir. Aunque el director de la serenata se las habia con
bastante destreza , no pudo parar una estocada mortal de su
contrario , y cayó muerto en el suelo . Todos los del concier-
to dejaron los instrumentos , y desenvainando las espadas
acudieron á vengarle acometiendo juntos á don Pedro , que
en aquella ocasion dió muestras de su habilidad . Ademas de
parar con singular prontitud los golpes que le tiraban , los
daba él tan furiosos , que traia entretenidos á la vez á todos
sus enemigos .
COJUELO . 89

w
ww

Eran estos sin embargo en número tan grande , y pe-


leaban con tal tenacidad , que á
a pesar de lo hábil esgrimidor
90 EL DIABLO

que era , hubiera tenido que sucumbir , á no haber tomado


su defensa el conde de Belflor que acertó á pasar por aquel
sitio. Era el conde hombre de valor y pecho noble , y no
pudo ver tantas personas armadas en contra de uno solo sin
interesarse por él. Sacó su espada , y corriendo á ponerse
al lado de don Pedro , acometieron los dos con tal denuedo
á los actores de la serenata , que los pusieron en derrota,
huyendo heridos unos , y otros por el temor de serlo .
Despues que se retiraron todos quiso el estudiante dar
gracias al conde por haberle socorrido ; pero Belflor le in-
terrumpió diciendo : No nos paremos en razones , y decid-
me si estais herido . No , [ respondió don Pedro . Pues apar-
témonos pronto de aqui , replicó el conde ; advierto que
habeis muerto à un hombre , y es peligroso os detengais
mas en esta calle , que pudiera sorprenderos la ronda . Mar-
cháronse luego á buen paso , y traspusieron la calle , no
deteniéndose hasta que se vieron lejos del lugar donde se
había trabado la pendencia .
Impulsado don Pedro por los movimientos de un justo
agradecimiento rogó al conde se sirviese no ocultarle el nom-
bre del caballero á quien tanto debía . Belflor no tuvo repa-
ro alguno en decírsele , y le preguntó tambien el suyo; pero
no queriendo el estudiante darse á conocer , respondió lla-
marse don Juan de Maros , y le aseguró se acordaria eter-
namente de lo que por él habia hecho .
Yo quiero , le dijo el conde , ofreceros esta misma noche
una ocasion en que desquitaros conmigo. Tengo cierta cita
algo arriesgada ; é iba ahora en busca de un amigo que me
acompañase á ella ; pero conociendo , señor don Juan , vues-
tro valor, puedo proponeros que vengais conmigo? Esa duda
COJUELO. 91

me ofende , repuso el estudiante ; qué mejor puedo emplear


la vida que me habeis conservado sino esponiéndola por
vos ? Vamos , estoy pronto á seguiros . De modo fué que
Belflor condujo él mismo á don Pedro á casa de don Luis,
y ambos entraron por el balcon en la habitacion de Leonor.
Aquí interrumpió don Cleofas al Diablo diciéndole: Ami-
go Asmodeo , y cómo es posible que don Pedro no conociese
la casa de su padre? Mal podia conocerla , respondió el De-
monio , cuando hacia ocho dias que habia mudado de barrio ,
lo que todavia ignoraba don Pedro , é iba á decirtelo cuan-
do me has interrumpido . Eres demasiado vivo , y tienes la
mala costumbre de cortar la palabra á las gentes , defecto de
que te debes corregir .
Don Pedro , continuó el Cojuelo , no creia estar en casa
de su padre , y no advirtió tampoco que quien les habia in-
troducido era la señora Marcela , pues los recibió sin luz en

GASPAR
92 EL DIABLO

una antecámara , donde Belflor suplicó á su compañero


aguardára , mientras él estuviese en el cuarto de su dama.
Consintió en ello el estudiante y sentóse en una silla con
espada desenvainada en mano , por temor de una sorpresa.
Púsose á discurrir acerca de los favores de que juzgó iba
á colmar el amor al conde , y deseaba ser tan afortunado
como él , pues si bien no le trataba mal su desconocida , no
tenia para con él iguales complacencias que Leonor para
con el conde .
Mientras estaba haciendo todas las reflexiones que pue-
den ocurrir á un amante apasionado , oyó que procuraban
abrir suavemente una puerta que no era la de los enamora-
dos , y percibió luz por el agujero de la cerradura. Levan-
tóse prontamente , fué hácia la puerta , que se abrió , y
presentó la punta de su espada á su padre , pues él era
quien iba al aposento de Leonor á ver si estaba allí el con-
de . No creia el buen señor que , despues de lo que habia
pasado , se hubiesen atrevido su hija y la señora Marcela
á admitirle de nuevo , y este era el motivo porque no las
habia hecho mudar de habitacion . Con todo , no dejó de
ocurrírsele tambien que , como habian de entrar al siguien-
te dia en un convento , habrian querido acaso hablarle por
la última vez .

Sea quien fueses , le dijo el estudiante , no entres aqui


ó te costará la vida . Al oir esto don Luis , fija su vista en
don Pedro , el cual por su parte le mira con igual atencion ;
y habiéndose ambos reconocido , esclamó el anciano . Ah!
hijo mio , con cuanta impaciencia te estaba esperando! Por
qué no me has avisado de tu llegada? Temias acaso tur-
bar mi sosiego? Ay ! que no puedo tenerle en el estado cruel
COJUELO. 93

en que me hallo ! Oh padre mio! dijo todo turbado don Pe-


dro , es vuesa merced á quien estoy viendo? no se engañan
mis ojos con alguna mentida apariencia? De dónde proviene
esa estrañeza? repuso don Luis ; pues no estás en casa de
tu padre? No te he escrito que hacia ocho dias nos habiamos
mudado? Justo cielo ! qué escucho ? replicó el estudiante :
luego estoy aqui en la habitacion de mi hermana?
Al acabar de decir estas palabras , el conde , que habia
sentido ruido y que creyó atacaban á su compañero , salió
con la espada en la mano del cuarto de Leonor. En cuanto
le vió el anciano , púsose furioso , y señalándosele á su hijo
esclamó : hele ahí , el atrevido que me ha robado el re-

p of sipasinami, slas

ZAREA LA
GASTIL
94 EL DIABLO

poso y herido mortalmente mi honra. Venguémonos , cas-


tiguemos pronto á ese traidor. Diciendo esto , sacó su espada
que llevaba oculta debajo de la bata , y fué á acometer á
Belflor ; pero don Pedro le contuvo . Deteneos , padre mio ,
le dijo , moderad , os ruego , los ímpetus de vuestra ira .
Qué intencion es la tuya , hijo mio? respondió el anciano ;
asi retienes mi brazo ! crees sin duda me faltan fuerzas para
vengarnos? Pues bien ! toma tú satisfaccion de la ofensa que
se nos hace , que á este intento te he llamado á Madrid .
Si pereces , yo te reemplazaré , que es preciso sucumba el
conde á nuestras manos , ó que nos quite á los dos la vida,
despues de habernos quitado el honor .
Padre mio , repuso don Pedro , no puedo conceder á
vuestra impaciencia lo que de mí aguarda . Muy lejos de
atentar contra la vida del conde , he venido aquí únicamen-
te para defenderla. He empeñado mi palabra , y asi lo dicta
mi pundonor . Vámonos , conde , prosiguió dirigiéndose á
Belflor. Ah! vil , interrumpió don Luis mirando á don Pedro
con semblante irritado , asi te opones tú mismo á una ven-
ganza , objeto en que debias pensar tan solo ! Mi hijo , mi
propio hijo está de inteligencia con el pérfido que ha sedu-
cido á su hermana ! Pero no esperes burlar mi enojo : voy
á llamar á todos mis criados , y ellos me vengarán de su
traicion y de tu vileza .
Señor , replicó don Pedro , haced mas justicia á vuestro
hijo , y no le trateis de vil , cuando no merece tan afrentoso
dictado. El conde me ha salvado la vida esta noche , y me
ha propuesto sin conocerme le acompañase á una cita que
tenia ; y yo me he ofrecido á correr los mismos riesgos
que él , sin saber que mi agradecimiento empeñaria im-
COJUELO. 95

prudentemente mi brazo en contra del honor de mi familia.


Mi palabra me obliga por consiguiente à defender aqui su
vida , en recompensa del servicio que de él he recibido ;
mas no por eso siento menos vivamente la injuria que nos
ha hecho , y desde mañana vereis como intento derramar
su sangre con igual ardor al que hoy veis tengo por con-
servársela.

El conde que hasta entonces habia permanecido en si-


lencio , tan absorto habia quedado de la singularidad de
aquella aventura , tomó luego la palabra diciéndole al es-
tudiante : Acaso saldriais mal en querer vengaros por medio
de las armas ; y quiero proponeros otro mas seguro para
reparar vuestro honor . Confiésoos que hasta el presente no
habia tenido intencion de casarme con Leonor ; pero he re-
cibido esta mañana una carta de parte suya que me ha en-
ternecido , y sus lágrimas acaban de finalizar la obra , sien-
do ahora mi mayor deseo obtener la dicha de ser su esposo .
Si el rey os tiene destinado para otra , dijo don Luis , cómo
podreis escusaros....? El rey , interrumpió ruborizado Bel-
flor , no me ha propuesto ningun partido ; perdonad , os
ruego , esta fábula á un hombre cuya razon estaba turbada
por el amor ; la violencia de mi pasion me ha hecho come-
ter este crimen , y le espio confesándome reo de él.
Señor , repuso el anciano ; despues de una declaracion
que tan propia es de un pecho noble , no dudo ya de vues-
tra sinceridad ; veo quereis en efecto reparar la afrenta que
hemos recibido ; mi cólera queda vencida con las seguri-
dades que me dais : permitid que en vuestros brazos olvide
mi resentimiento . Dicho esto , se acercó al conde , que se
habia adelantado á recibirle , y ambos se abrazaron muchas
96 EL DIABLO

veces . En seguida Belflor , volviéndose á don Pedro , le

dijo : Y vos , fingido don Juan , vos que os habeis gran-


geado mi estima por un valor sin igual y por vuestros ge-
nerosos sentimientos , llegad , que yo os consagre una amis-
tad de hermano : y abrazó á don Pedro que recibió sus
demostraciones con aire sumiso y respetuoso , respondién-

dole Al prometerme , señor , una amistad tan preciosa ,


es habeis adquirido la mia : contad con un hombre que os
será afecto hasta lo último de su vida.

En tanto que los caballeros asi se entretenian en seme-


jantes pláticas , Leonor , que estaba á la puerta , no perdia
palabra de cuanto se decia. Al pronto estuvo tentada por
salir y arrojarse en medio de las espadas , sin saber por qué;
mas habíaselo estorbado Marcela . Pero , no bien advirtió la
astuta de la dueña que las cosas se componian amistosamen-
te , juzgó que la presencia de su ama y la suya no echarian

GASPAP
COJUELO. 97

á perder lo comenzado ; asi es , que se presentaron las dos


con el pañuelo en la mano , acudiendo presurosas á postrar-
se ante don Luis , pues temian con razon que despues de
haberlas sorprendido la noche anterior , les reprendiese la
recaida. No obstante hizo levantar á Leonor y le dijo : En-
juga tus lágrimas , hija mia , que no volveré á pedirte nue-
va cuenta , y puesto que tu amante está dispuesto á guar-
darte la fé que te juró , consiento en olvidar lo pasado .
Sí , señor don Luis , dijo el conde , me casaré con Leo-
nor ; y deseando todavía mas reparar la ofensa que os he
hecho , y daros mas entera satisfaccion , como asimismo á
vuestro hijo una prenda de la amistad que le he tomado , le
ofrezco mi hermana Eugenia . Ah , señor ! esclamó don Luis
fuera de sí , cuán reconocido estoy á la honra que haceis á
mi hijo ! Qué padre tuvo jamas mayor gozo ! Me dais tanta
alegria como pesar me habeis causado.
Si tan alborozado se mostró el anciano con la oferta del

conde , no asi don Pedro , que , como estaba tan ciegamen-


te enamorado de su desconocida , se quedó turbado y tan
suspenso que no acertó á decir una palabra ; pero Belflor,
que no hubo de notar semejante turbacion , se despidió di-
ciendo que iba á dar órden para los preparativos de aquel
doble enlace , pues deseaba cuanto antes unirse á ellos con
lazos tan estrechos .
Despues de marcharse , dejó don Luis á Leonor en su
cuarto , y subió al suyo acompañado de don Pedro , quien
con toda la franqueza de un estudiante le dijo : Dispénseme
vuesa merced , le suplico , de casarme con la hermana del
conde . Basta se case él con Leonor , y quede con este matri-
monio restaurado el honor de nuestra familia . Pues qué! hijo,
7
98 EL DIABLO

contestó el anciano , sientes repugnancia á casarte con la


hermana de Belflor? Sí , padre mio , repuso don Pedro , ese
enlace, lo confieso , seria para mí un cruel sacrificio , y no os
ocultaré el motivo . Amo , ó mejor dicho , adoro hace seis me-
ses á una dama dotada de mil gracias , y que corresponde á
mi afecto ; solo ella puede hacer la felicidad de mi vida.
Cuán infeliz es la condicion de un padre! dijo don Luis
entonces : casi nunca encuentra dispuestos á
a sus hijos á eje-
cutar lo que desea . Y quién es esa persona que así ha he-
cho sobre tí tan fuerte impresion? No lo sé todavia , respon-
dió don Pedro , bien que me ha ofrecido decírmelo cuando
esté segura de mi constancia y discrecion ; pero no dudo
que su casa sea una de las mas ilustres de España.
Y piensas tú acaso , replicó el viejo mudando de tono,
que yo tendré la complacencia de aprobar ese tu galanteo
novelesco ! He de permitir yo que asi deseches el partido
mas ventajoso y honorífico que puede depararte la fortuna
por mantenerte fiel á una muger , de quien ni aun el nom-
bre sabes siquiera! No esperes tal de mi bondad ; mejor
hicieras en apagar el afecto que profesas á una persona,
indigna quizá de habértele inspirado , y pensar únicamente
en merecer la honra que el conde quiere hacerte . Es en
vano cuanto me digais , padre mio , repuso el estudiante;
conozco que no me será posible olvidar + jamas á mi desco-
nocida, y nada será capaz de apartarme de ella , aun cuando
me propusieran una infanta de Castilla.... No prosigas , es-
clamó asperamente don Luis , eso es ponderar con demasia-
da insolencia una constancia que escita mi indignacion : quí-
tate de mi vista , y no vuelvas á parecer delante de mí como
no vengas dispuesto á obedecerme.
COJUELO. 99

No se atrevió don Pedro á replicar á estas palabras,


temeroso de atraerse otras reconvenciones aun mas duras,
y se retiró á un aposento , donde pasó el resto de la noche
en hacer reflexiones ya tristes , ya agradables. Dábale pena
considerar que iba á malquistarse con todos sus parientes ,
negándose á su casamiento con la hermana del conde , mas
consolábase luego representándose á su imaginacion el mé-
rito que contraeria para con su desconocida por tan gran
sacrificio , y lisongeándose al mismo tiempo que á vista de
una prueba tan señalada de fidelidad no dejaria de descu-
brirle su condicion , que él se figuraba igual por lo menos
á la de Eugenia.
Con esta esperanza salió asi que vino el dia , y fuese
á pasear al Prado
de San Gerónimo , esperando la hora de
ir á ver á doña Juana , que tal era el nombre de la señora
en cuya casa solia todas las mañanas hablar con su dama .
Aguardó con impaciencia el momento consabido , y en cuan-
to llegó fué corriendo al parage de la cita.
Halló en él á su desconocida , que habia ido mas tem-
prano que lo que acostumbraba ; pero la halló toda anegada
en llanto con doña Juana , y agitada segun parecia con algun
gran pesar. Qué espectáculo para un amante ! Acercóse á
ella todo turbado , y echándose á sus pies , le dijo : Qué
debo pensar , señora , del estado en que os veo? Qué des-
ventura me anuncian esas lágrimas que me parten el co-
razon ? Sin duda que no os esperais , respondio ella , á el
golpe fatal que voy á anunciaros . La fortuna cruel va á
separarnos para siempre : ya no nos volveremos á ver mas .
Fueron tantos los suspiros con que acompañó estas pa-
labras , que no sé cuál conmovió mas á don Pedro , si lo
400 EL DIABLO

que en ellas dijo , ó la afliccion que mostró al pronunciar-


las . Cielos esclamó arrebatado de un furor que no fué

24RZA

dueño de contener , podreis sufrir que se destruya una union


cuya inocencia os es conocida? Pero , señora , añadió , qui-
zá os habeis forjado una triste quimera . ¿Es positivo acaso
que os separan del amante mas fiel que se conoció jamas?
Seré yo con efecto el mas desdichado de los hombres? So-
brado cierto es nuestro infortunio , contestó la desconocida;
mi hermano , de quien dependo , me casa hoy en el dia , y
COJUELO . 101

acaba de anunciármelo él mismo . Y quién es ese afortu-


nado esposo? replicó precipitadamente don Pedro : nom-
brádmele , porque desesperado como estoy .... Ignoro to-
davia como se llama , interrumpió la desconocida ; pues no
ha querido decírmelo mi hermano , y solo sí que deseaba
le viese yo antes.
Pero , señora , dijo don Pedro , os habeis de someter
sin resistencia á la voluntad de un hermano? Os dejaréis
arrastrar al altar sin quejaros de sacrificio tan cruel? no
hareis nada en mi favor? Ay! yo no he temido esponerme
á la cólera de mi padre por mantenerme adicto á vos : sus
amenazas no han podido contrastar mi fidelidad : y , por
grande que sea el rigor con que pueda tratarme , no me ca-
saré con la persona que me proponen , aunque sea un par-
tido muy ventajoso . ¿ Y quién es esa dama ? preguntó la
desconocida. Es la hermana del conde de Belflor , respon-
dió el estudiante . Ay , don Pedro ! replicó la incógnita,
mostrando una estrema sorpresa , sin duda os equivocais,
y no estais cierto de lo que decis . Es con efecto Eugenia,
la hermana de Belflor , la que os han propuesto?
Si , señora, contestó don Pedro , el conde mismo me ha
ofrecido su mano. Y qué , esclamó ella , será posible que
seais vos el caballero á quien me destina mi hermano? Qué
oigo esclamó á su vez el estudiante , con que mi incógnita
es la hermana del conde de Belflor ! Si , don Pedro , re-
puso Eugenia , pero poco falta para que crea no serlo en
este instante ; tanto es lo que me cuesta persuadirme de
la felicidad que me anunciais .
Al oir semejantes palabras no pudo menos don Pedro
de dejarse llevar de todos los transportes de amor que pue-
102 EL DIABLO

de esperimentar un amante , que pasa súbitamente de un


estremo pesar á un esceso de gozo , y Eugenia por su par-
te se abandonó igualmente á su cariño acompañado de mil
espresiones dulces y halagüeñas . Cuántos sentimientos , de-
cia , me habria evitado mi hermano con haberme dicho el
nombre del esposo para quien me destinaba , y al que por
no conocerle habia ya tomado en aversion ! Ah ! querido
don Pedro , y cuanto os he aborrecido ! Bella Eugenia , res-
pondió él , ese odio tiene para mí mil encantos , y yo quie-
ro merecerle adorándoos toda mi vida.
Despues que estos dos amantes se hubieron dado to-
das las pruebas mas cariñosas de su mútua ternura , quiso
saber Eugenia como habia hecho el estudiante para ganar-
se la amistad de su hermano . No le disimuló don Pedro
los amores del conde y de Leonor , y le refirió todo lo su-
cedido la noche última . Fué para ella un aumento de ale-
gría saber que su hermano se habia de casar con la her-
mana de su amante. Doña Juana se interesaba demasiado
en la suerte de su amiga para no darle , como le dió , re-
petidas muestras de su contento , asi como á don Pedro,
que se despidió al fin de Eugenia , habiendo quedado de
acuerdo con ella en que no manifestarian conocerse cuando
se viesen delante del conde .
Volvióse don Pedro á casa de su padre , que , vién-
dole dispuesto á obedecerle , fué tanto mayor su gozo, cuan-
to atribuyó su obediencia al modo resuelto con que le ha-
bia hablado aquella noche . Estaban aguardando noticias del
conde , cuando recibieron una carta de su parte , mani-
festándoles que acababa de obtener la licencia del rey para
su matrimonio y el de su hermana , con un grande em-
COJUELO. 403

pleo ademas para don Pedro ; y qué las dos bodas podrian
celebrarse al dia siguiente , pues las órdenes que habia da÷
do para ello se ejecutaban con tanta diligencia que los pre-
parativos estaban ya muy adelantados . Fué despues de co-
mer á confirmar lo que habia escrito , y presentarles á
Eugenia.
Hizo don Luis á esta dama cuantos agasajos son ima-
ginables , y Leonor no se cansaba de abrazarla . Don Pedro ,
á pesar de los movimientos de amor y de alegria de que

se sentia agitado , se reprimió lo bastante para no dar á


conocer al conde la menor sospecha acerca de su inteli-
gencia.
Como Belflor tenia puesta particularmente la atencion
en su hermana , creyó advertir en ella , á pesar del disimu-
lo que mostraba , que don Pedro no le parecia mal . Para
cerciorarse mas , llevóla un rato á parte , y le hizo confesar
que el caballero era muy de su gusto . Díjole en seguida su
nombre y nacimiento , lo que no habia querido decirle an-
tes , temeroso de que la desigualdad de clase la hubiese
prevenido en contra ; lo que ella fingió oir como si lo ig-
norase.

Finalmente , despues de muchos cumplimientos de una


y otra parte , se determinó que las bodas se celebrarian
en casa de don Luis. Esta noche se han efectuado , y no

se han acabado todavia , que es el motivo de toda esa fies-


ta que ves ; todo el mundo se divierte , á escepcion de
la señora Marcela que no participa de esos festejos , y llora
desconsolada en este momento , mientras rien los demas ;
porque habiéndole referido el conde á don Luis todo lo pa-
sado , ha hecho encerrar este á la dueña en las Arrepen-
404 EL DIABLO

tidas , donde los mil doblones que recibió por seducir á


Leonor le servirán para hacer de ello penitencia por el res-
to de sus dias.

L
9713

GASPAR
olles

CAPÍTULO V.

De otras cosas que vió don Cleofas , y de qué modo quedó ven-
gado de doña Tomasa.

OLVAMOS los ojos á otro la-


do , prosiguió Asmodeo , y
recorramos nuevos objetos . Mira alli
en aquella casa directamente debajo de
nosotros , y verás una cosa bastante estra-
ña' ; un hombre cargado de deudas que duerme à pierna
suelta . Sin duda es algun sujeto de calidad? dijo Leandro .
Justamente , respondió el Demonio : es un marqués que go-
za de cien mil ducados de renta y cuyo gasto sin embargo
escede á este producto . Sus convites y sus queridas le po-
nen en la necesidad de empeñarse ; pero esto no turba su
sosiego ; al contrario , cuando tiene voluntad de quedar de-
106 EL DIABLO

biendo à un mercader se imajina que este le debe estar muy


agradecido . De casa de vuesa merced , dicia el otro dia á
un pañero , quiero en adelante sacar á fiado ; doile à vuesa
merced la preferencia .
En tanto que el tal marqués saborea tan tranquilamen-
te las dulzuras del sueño que roba á sus acreedores , consi-
dera aquel hombre que.... Espera , amigo Asmodeo , inter-
rumpió de repente don Cleofas , veo pasar una carroza por
la calle , y no quisiera desapareciese sin preguntarte antes
quien va dentro. Chist ! contestó el Cojuelo bajando la voz ,
como si temiese ser oido: sabe que esa carroza encierra uno
de los personages mas graves del reino . Es el presidente de
la sala , que va á solazarse á casa de una vieja asturiana› que
le sirve en sus placeres ; y para no ser conocido se vale de
la misma precaucion de que se valía Caligula , que en tales
ocasiones se ponia una peluca para disfrazarse.
Volvamos al cuadro que queria ponerte á la vista cuan-
do me has interrumpido . Observa , allá en lo alto de la casa
del marqués , un hombre que está trabajando en un cuarto
Heno de libros y manuscritos. Es sin duda , dijo Zambullo ,
el mayordomo que se ocupa en buscar trazas para pagar las
deudas de su amo . Ya ! ya ! respondió el Diablo , en eso se
divierten por cierto los mayordomos de las tales casas ! Antes
bien piensan en aprovecharse del desarreglo de las cuentas
que en poner órden en ellas . No es mayordomo ese que ves,
sino un autor. El marqués le tiene en su casa para hacer os-
tentacion de que proteje á los ingenios. Y al parecer , ese
autor , replicó don Cleofas , es sujeto de mucho mérito .
Ahora juzgarás por ti mismo , repuso el Demonio ; se halla
rodeado de mil volúmenes , y escribe una obra en la que
COJUELO . 107

nada pone de suyo , sino que roba aquí y allá de todos esos
librotes y manuscritos ; y aunque no hace mas que ordenar
y enlazar sus latrocinios , no deja por eso de tener mas pre-
suncion que un autor verdadero .
No sabes , continuó el Espíritu , quien vive tres puertas
mas abajo de la de esa casa ? pues es la Chichona , la mis-
ma de quien te he hecho tan honorífica mencion en la his-
toria del conde de Belflor. Y qué gozo tengo en verla! dijo
Leandro. Esa tan buena y útil persona para la juventud es
quizá una de las dos viejas que distingo allí en aquella sala
baja. Una de ellas tiene apoyados los codos sobre la me-
sa , y mira con gran atencion en el dinero que cuenta la
otra. Cuál de las dos es la Chichona? La que no cuenta,
dijo el demonio . La otra , llamada la Pebrada , pertenece á
la misma honrosa profesion : están asociadas , y parten en
este momento los productos de una aventura á que acaban
de dar fin .
La Pebrada es la que cuenta con mas parroquianos ; y
tiene á su cargo el proveer á muchas viudas ricas , á quie-
nes lleva á que lean todos los dias su lista . Y qué llamas
tú su lista ? interrumpió el estudiante. La de los nom-
bres, repuso Asmodeo, de todos los forasteros bien formados
que vienen á Madrid . Así que la tal negociadora sabe que ha
llegado alguno nuevo , corre à su posada á informarse dies-
tramente de qué parte es , qué tal calidad y nacimiento
tiene , qué gentileza , qué garbo, y qué edad ; presenta lue-
go su relacion circunstanciada á todas las dichas viudas ,
que hacen las oportunas reflexiones sabre el particular , y si
se aviene el corazon , ella las pone en plática y galanteo con
los dichos forasteros .
108 EL DIABLO

Cosa es esa muy cómoda y justa en cierto modo , dijo


Zambullo sonriéndose ; pues al cabo , sin esas buenas damas
y sus agentes , los jóvenes forasteros que no conocen aqui
á nadie perderian un tiempo infinito en adquirir amista-
des. Pero dime si hay en los otros paises viudas y media-
neras por este estilo? Si hay ! respondió el Cojuelo ; y lo
has dudado? mal cumpliria yo con mis funciones , si en es-
te punto descuidase de dar abasto á las grandes ciudades.
Repara en el vecino de la Chichona , en ese impresor

игр

ZARZA
SERRA

que trabaja enteramente solo en su imprenta. Hace tres


horas que ha hecho marchar á todos sus cajistas y va á pa-
COJUELO . 109

sar la noche haciendo la composicion de un libro que va á


imprimir secretamente . Y de qué trata esta obra? dijo Lean-
dro. Es relativa á las injurias , contestó el Demonio . En
ella prueba que la religion es preferible al punto de honor
y que vale mas perdonar que vengar una ofensa . Ah ! el
pícaro de impresor ! esclamó el estudiante , bien hace en im-
primir en secreto su infame libro ; y que se guarde el tal
autor de darse á conocer , porque yo seria el primero á
molerle las espaldas. Pues qué! prohibe acaso la religion
que cada cual conserve intacto su honor?

No entremos en esa discusion , interrumpió Asmodeo


con sonrisa maligna. Parece que te has aprovechado bien
de las lecciones de moral que te han dado en Alcalá; doi-
te la enhorabuena . Digas lo que quieras , interrumpió á su
vez don Cleofas , y haga el autor de esa obra ridícula los
mas lindos razonamientos del mundo , yo me burlo de todo
eso ; que nada en mi concepto es tan dulce como la ven-
ganza : y pues me has ofrecido castigar la perfidia de mi
dama , te intimo me cumplas tu palabra.
Cedo con gusto al impulso que te ajita , dijo el demo-
nio . Cuánto me agradan esos buenos genios que se dejan
llevar sin escrúpulo alguno de todos sus arrebatos ! Voy
á satisfacerte al momento : así como así ha llegado ya el
tiempo de vengarte; pero antes quiero que veas una cosa
muy divertida . Lleva la vista mas allá de la imprenta , y
observa bien lo que pasa en una sala entapizada de paño
musco . Allí advierto , respondió Leandro, cinco ó seis mu-
geres que están dando , como á porfia, á aquel especie de
criado frascos de vidrio , y todas ellas me parecen furiosa-
mente agitadas .
140 EL DIABLO

Son unas devotas , repuso el Cojuelo , que tienen gran


motivo para estar conmovidas. Hay en esa habitacion un in-
quisidor enfermo: este venerable personaje que frisa apenas
en los treinta y cinco años , está acostado en otro aposento
del en que se hallan esas damas. Dos de sus mas caras peni-
tentes le están velando ; la una le hace los caldos , y la otra
á la cabecera cuida de mantenerle la cabeza caliente , y de
cubrirle el pecho con un cobertor hecho de cincuenta pieles
de cordero. Y cuál es su enfermedad? replicó Zambullo .
Tiene resfriado el cerebro , contestó el Diablo , y temen le
caiga la destilacion al pecho .
Esas otras devotas que ves en la antesala acuden con re-
medios á la primera noticia que han tenido de su indisposi-

im ob sibiel m

ABISTA

cion ; las unas llevan para la tos jarabes de azufaifa , malva-


visco , coral , y fárfara ; las otras ; para conservar los pulmo-
COJUELO. 114

nes de su reverencia , se han encargado de los jarabes de


larga vida, verónica , siempreviva , y del elixir de fortaleza;
aquellas , para fortificarle la cabeza y el estómago , presentan
aguas de melisa , de canela con cebada , divina y teriacal ,
aromatizadas con nuez moscada y ambar gris. Las de mas
acá van á ofrecer confecciones de anacardo y bezar , y las de
mas allá tinturas de clavel , coral , mil flores , jirasol y esme-
ralda. Todas esas celosas penitentes encomian al paje del in-
quisidor la bondad de la medicina que llevan , y apartándole
á un lado , cada cual á su vez , le van poniendo en la mano
un ducado de plata diciéndole al oido : Lorenzo , mi buen Lo-
renzo, haz de manera que mi botella sea la preferida .
Cáspita! esclamó don Cleofas, preciso es confesar que son
dichosos mortales los tales inquisidores. Bien puede asegu-
rarse así, repuso Asmodeo ; y poco falta para que les envi-
die yo su suerte, pero asi como cierta vez dijo Alejandro , que
hubiera querido ser Diójenes si no hubiese sido Alejandro,
asi yo tambien diria de todo corazon , que á no ser diablo
querria ser inquisidor .
Ea , señor estudiante , añadió , vamos ahora á castigar
á la ingrata que tan mal á pagado tu cariño . Entonces Zam-
bullo volvió á agarrarse de la punta del capotillo de Asmo-
deo , que atravesando otra vez los aires con él, fué á ponerse
encima de la casa de doña Tomasa .
La tal bribona estaba á la mesa con los cuatro espadachi-
nes que habian perseguido á Leandro por los tejados : rabió
de cólera al verlos estarse comiendo dos perdices y un cone-
jo, y desocupando algunas botellas de buen vino , todo lo cual
habíalo pagado él y hecho llevar á casa de ella . Para aumento
de dolor, advirtió que reinaba la mas completa alegria en
112 EL DIABLO

aquella francachela , y conoció por las demostraciones de do-


ña Tomasa, que la compañía de aquellos miserables era mas
agradable que la suya á la muy infame. Ah, tunantes! escla-
mó enfurecido ; mira como se regalan á mi costa ! qué morti-
ficacion me están haciendo sufrir!

Convengo, dijo el Demonio , en que ese espectáculo no


es muy gustoso para tí ; pero cuando se trata con mugeres de
esa especie, se deben esperar tales aventuras ; estas suceden
todos los dias á los abates, togados y hacendistas . Si tuviese
una espada , repuso don Cleofas , acometeria á esos pícaros,
y turbaria su diversion . El partido no seria igual , contestó
el Cojuelo , atacando tú solo ; déjame á mí el cuidado de ven-
garte , que lo conseguiré mejor que tú . Voy á introducir la
discordia entre ellos, inspirándoles un furor lujurioso, harán
armas unos contra otros , y verás qué linda zambra se levanta.
Dichas estas palabras sopló , y salió de su boca un vapor
violado que bajó serpenteando como una culebrina de fuego
y se esparció por la mesa de doña Tomasa. Inmediatamente
uno de los convidados , sintiendo el efecto de aquel soplo , se
acercó á la dama y la abrazó con transporte: los otros impeli-
dos por la fuerza del mismo vapor, quieren arrancarle la bue-
na de la alhaja , pero cada cual se empeña en ser el preferi-
do; apodéranse de ellos unos celos rabiosos y se traban en
disputa; sacan sus espadas y comienzan una terrible pelea.
En tanto doña Tomasa profiere horribles gritos ; alborótase
en breve toda la vecindad ; llaman á la justicia ; llega esta, y
echando abajo la puerta , entra y se encuentra con dos de
estos matones tendidos medio muertos en el suelo ; prende á
los demas y llévalos á la carcel con la ramera. Por mas que

esta infeliz lloraba desesperada arrancándose los cabellos , no


COJUELO. 445
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por eso los que la conducian se lastimaban de ella, como ni


tampoco Zambullo que daba grandes carcajadas de gozo en
compañía de Asmodeo .
8
144 EL DIABLO

Ahora bien , dijo el demonio al estudiante , estás conten-


to? Todavia no , respondió don Cleofas. Para darme una ca-
bal satisfaccion , llévame encima de la cárcel , que quiero te-
ner el gusto de ver encerrar á la miserable que ha burlado
mi cariño ; mas odio me inspira en este instante , que afecto
le he profesado en algun tiempo . Sea en buen hora , replicó
el Diablo ; siempre me encontrarás dispuesto á servir tus vo-
luntades , aun cuando se opongan á las mias y á mis intereses
con tal que sea en provecho tuyo .
Volaron los dos hacia la prision , á la que muy luego
vieron llegar á los dos espadachines , á quienes se les alojó
en un negro calabozo . A doña Tomasa la pusieron sobre la
paja, hacinada con otras tres ó cuatro mugeres de mala vida
que habian sido arrestadas aquel mismo dia , y debian ser
conducidas al siguiente al parage destinado para esta suerte
de criaturas.

Ahora estoy satisfecho , dijo Zambullo , he logrado una


entera venganza ; no pasará mi amiga Tomasita tan buena
noche como se la habia prometido . Cuando quieras , iremos
á continuar nuestras observaciones . En sitio á propósito nos
encontramos, respondió el espíritu . Hay en esta cárcel gran
número de culpados é inocentes , pues es mansion que tanto
sirve para comenzar el castigo de los unos , como para purifi-
car la virtud de los otros . Es preciso que te enseñe algunos
presos de estas dos clases y que te diga el motivo de por qué
los tienen encerrados.
ZARZA GASPAR

1.260 29dc19eim zob 29 no 80DGJ2016 wodood ostePY

CAPÍTULO VI.

De los presos.

NTES de entrar en esta relacion ,


bueno es que observes un mo-
mento los carceleros que están á
la puerta de esos horribles luga-
res. Los poetas de la antigüedad
no han puesto mas que un can-
cerbero á la entrada de sus infiernos , pero aqui como ves,
hay muchos mas . Estos tales son hombres que han perdido
todo sentimiento humano, y el mas maligno de mis herma-
nos los diablos dificilmente podria reemplazar á uno de esos
carceleros . Pero noto , añadió , que consideras con horror
146 EL DIABLO

e30s cuartos en que no hay otros muebles mas que unos ma-
los jergones , parécente otras tantas tumbas esos espantosos
calabozos. Te asombras con razon de la miseria que en ellos
adviertes y deploras la suerte de los infelices que ahí tiene
encerrados la justicia: sin embargo, no son todos igualmente
dignos de compasion, y vamos ahora á examinarlo .
Primeramente, en esa gran pieza á mano derecha hay
cuatro hombres acostados en esas dos miserables camas. El
uno es un tabernero acusado de haber envenenado à un es-
trangero que reventó el otro dia bebiendo en su taberna.
Cuentan que la calidad del vino causó la muerte al difunto ,
pero el vinatero sostiene que fué la cantidad , y la justicia le
dará crédito porque el estrangero era aleman . Y quién es el
que tiene razon, el tabernero ó sus acusadores? dijo don

GR

Cleofas. Problemático es el asunto, respondió el Diablo . Ello


es cierto que el vino estaba adulterado, pero tambien lo es
COJUELO. 117

que el tal aleman bebió tanto que bien pueden en conciencia


los jueces absolver al reo.
El segundo es un asesino de profesion, uno de esos mal-
vados que llaman valentones, y que por cuatro ó cinco do-

CAR

blas prestan gustosamente su ministerio á cuantos quieren


hacer este gasto para quitar de enmedio á alguno secreta-
mente ; el tercero es un maestro de baile, tan pulcro en su

ZAMZA GASPAR

vestir como un petimetre, y que ha hecho dar un mal paso á

una de sus discípulas; y el cuarto, un galan á quien sorpren-


118 EL DIABLO

dió la ronda la semana pasada , á tiempo que subia por un


balcon al aposento de una dama á quien cortejaba , y cuyo
marido estaba ausente . De él pende únicamente salir del apu-
ro declarando su trato amoroso; pero prefiere pasar mejor
por un ladron, esponiéndose á perder la vida, que compro-
meter el honor de su dama.
He ahí un amante bien discreto , dijo el estudiante; pre-
ciso es confesar que nuestra nacion se lleva la palma en
asunto de galantería . Apuesto á que un francés, por ejemplo ,
no sería capaz como nosotros de dejarse ahorcar por discre-
cion . No en verdad, yo te lo aseguro , dijo el Diablo; antes
bien subiria á un balcon espresamente por deshonrar á una
muger de quien mereciese favores .
En un aposento inmediato al de esos cuatro hombres,
prosiguió, está una famosa hechicera, que tiene reputacion
de hacer cosas imposibles. Dicese que con el poder de su ar-

UPR
A
GR

te las viudas viejas encuentran jóvenes caballeros que las


aman con igual ardor; los maridos se vuelven fieles à sus
mugeres, y las casquivanas llegan á enamorarse de veras de
los ricos personages que se inclinan á ellas. Nada mas falso
COJUELO. 149

que todo esto, pues la tal bruja no posee otro secreto sino
el de persuadir que le tiene , y vivir cómodamente con esta
opinion . El santo oficio reclama esa criatura que acaso sea
quemada en el primer auto de fe .
Debajo de esa sala hay un negro calabozo que sirve de
encierro á un jóven vinatero . Otro huésped de taberna! es-
clamó Leandro ; quieren por ventura esas gentes envenenar á
todo el mundo? Este , repuso Asmodeo, no se halla en el mis-
mo caso . Antes de ayer prendieron á ese infeliz , y la inquisi-
cion le reclama tambien . Voy á contarte en pocas palabras
el motivo de su prision .
Un soldado viejo, que por su valor, ó mas bien por su
paciencia, habia llegado al puesto de sargento en su compa-
ñía, vino de bandera á Madrid . Habiendo ido á pedir hospe-
dage à un meson, le dijeron que aunque habia cuartos deso-
cupados no le podian dar ninguno , porque todas las noches
se aparecia un duende que aporreaba fuertemente á todos los
forasteros que tenian la temeridad de dormir alli . Esta noti-
cia no le hizo fuerza al sargento, y así dijo : « Pónganme en el
cuarto que quisieren ; dénme luz , vino , y tabaco para fumar ,
y en cuanto á lo demas no les dé cuidado : las fantasmas se
andan con mucho miramiento con las gentes de guerra que
han encanecido en la profesion de las armas . »
Como le vieron tan resuelto, diéronle un cuarto y todo lo
demas que habia pedido . Púsose á beber y á fumar; y ya era
mas de media noche y el duende no habia turbado hasta en-
tonces el profundo silencio que reinaba en la casa; habríase
dicho en efecto que respetaba á aquel nuevo huésped; pero
entre una y dos de la madrugada oyó el bueno del soldado
un ruido horrible como de hierros, y muy luego vió entrar
120 EL DIABLO

en su cuarto una fantasma espantosa vestida de paño negro ,


y toda rodeada de cadenas . El modo que tuvo nuestro fuma-
dor de asustarse de aquella aparicion fué sacar la espada, y
yéndose derecho al duende asentarle de plano en la cabeza
un buen cintarazo

La fantasma , poco acostumbrada á encontrar hués pedes

Sam by

URRABIETA

tan atrevidos , dió un grito , y advirtiendo que se disponia el


soldado á segundarla , se arrojó muy humildemente á sus pies
diciéndole ; por favor, señor sargento, no me dé mas : tenga
lástima de este cuitado que se hecha á sus plantas para im-
plorar su clemencia ; y os pido por Santiago , que era tan
COJUELO. 121

gran esgrimidor como vos . Si quieres librar la vida , respon-


dió el militar , has de decirme quién eres, y hablarme sin
disfraz , ó de lo contrario te dividiré en dos, como los anti-
guos caballeros abrian por la mitad á los jigantes que encon-
traban. Por estas palabras conoció el duende con quien se las
habia, y tomó el partido de confesarlo todo .
Yo soy , dijo al sargento, mozo de esta posada , y me llamo
Guillermo: estoy enamorado de Juanilla, hija única del amo ,
y á ella no le parezco mal ; pero como sus padres piensan ca-
sarla con persona mas alta que yo, hemos trazado entre los

dos que con objeto de obligarles á que me elijan por yerno,


haga yo todas las noches el personaje que veis . Me cubro con
una larga capa negra, me cuelgo del pescuezo una cadena, y
de esta suerte ando toda la casa desde el sótano á las boardi-

llas, causando el estruendo que habeis oido . Cuando llego á


la puerta del cuarto de los amos, me paro y esclamo: « No
aguardeis que os deje en paz hasta que caseis á Juanilla con
vuestro mozo Guillermo. >>

Despues de pronunciar estas palabras con voz gruesa y


cascada en cuanto puedo , continuó metiendo ruido por los
pasillos hasta que llego y entro en seguida por una ventana á
la alcoba en que duerme sola Juanilla, y le doy parte de lo
que he hecho . Señor sargento, prosiguió Guillermo, ya co-
nocereis que os digo la verdad; bien veo que habiendoos he-
cho esta declaracion podeis perderme , diciéndole á mi pa-
tron lo que pasa ; pero si quereis favorecerme en vez de
hacerme esta mala obra , os aseguro que mi agradecimien-
to.... Pues en qué puedo servirte ? interrumpió el soldado .
Basta que digais mañana , repuso Guillermo , que habeis vis-
to al duende , y que os ha causado tan gran miedo .... Cómo ,
122 EL DIABLO

por vida de tantos ! gran miedo , interrumpió de nuevo el


militar ; con que quieres que el sargento Anibal Antonio
Quebrantador vaya á decir que ha tenido miedo? Mejor qui-
siera que cien legiones de demonios me hubiesen ..... Ello
no es absolutamente necesario , replicó á su vez Guillermo ,
é importa poco que hableis como querais con tal que ayu-
deis mi intencion ; cuando esté casado con Juanilla y me ha-
lle establecido , os prometo regalaros y trataros bien todos
los dias á vos y á vuestros amigos sin que os cueste una
blanca . Qué persuasiva teneis , señor Guillermo , esclamó
el soldado : me proponeis que yo apoye un embuste ; no deja
de ser serio el asunto ; pero os esplicais de modo que me
haceis olvidar las consecuencias que esto puede traer . An-
dad y seguid alborotando , y contádselo á Juanilla , que yo
me encargo de lo demas .
Con efecto , al dia siguiente por la mañana dijo el sar-
gento al patrón y á su muger : He visto al duende , con
quien he hablado , y me ha parecido muy juicioso . Soy, me
ha dicho , el bisabuelo del amo de esta posada . Yo tuvé una
hija que prometi dar en casamiento al padre del abuelo del
mozo que le sirve ; y sin embargo , sin hacer caso de mi
F
palabra la casé con otro , y morí de allí á poco tiempo . Des-
de entonces que estoy padeciendo en castigo de mi perjurio,
y no tendré descanso hasta que alguno de mi linage se case
con una persona de la familia de Guillermo : por eso vengo
todas las noches aqui ; y con todo , por mas que digo que
casen á Juanilla con Guillermo , mi biznieto y su muger se
hacen los sordos ; decidles , señor sargento , que si no dis-
ponen pronto lo que deseo , echaré mano á las obras y los
atormentaré á uno y otro de un modo estraño ,
COJUELO . 125

El patron que era hombre bastante sencillo se quedó


aturdido de este discurso , y la patrona , que era todavia
mas apocada que su marido , creyendo ver ya tras sí al
aparecido , consintió en aquel casamiento , que se celebró
al siguiente dia . Poco tiempo despues ; fuese Guillermo á
establecer en otro barrio de la villa ; y el sargento Que-
brantador no dejó de visitarle con bastante frecuencia : el
nuevo posadero por su parte llevado de agradecimiento le
servia vino á discrecion ; lo que complacia tanto al militar
que llevaba al meson á todos sus amigos , y no solo esto
sino que hacia en él sus enganches y emborrachaba sus re-
clutas.

Pero , en fin , el figonero se canso de remojar tantas bo-


cas sedientas , y díjolo tal como lo pensaba al soldado, quien
sin advertir que efectivamente escedia los límites de lo con-
venido , tuvo la injusticia de tratar á Guillermo de poco
agradecido . Este respondió , el otro replicó , y la conversa-
cion acabó con algunos sablazos dados de plano sobre las
costillas del tabernero . Muchos de los que por allí pasaban
quisieron sacar la cara por el paisano . Quebrantador, birió
á tres ó cuatro , y no habria parado en sus desmanes á no
haberle asaltado de repente una multitud de corchetes , que
le prendieron como á perturbador del sosiego público , y le
llevaron á la carcel . Declaró todo lo que acabo de contarte,
en virtud de lo cual la justicia se ha apoderado tambien de
Guillermo . El suegro ha salido por su parte á la causa pi-
diendo se anule el casamiento ; y el santo oficio , sabedor
de que Guillermo tiene buenos patacones , quiere conocer
en el asunto . 1 1
1
Por Cristo ! dijo don Cleofas , la santa inquisicion anda
124 EL DIABLO

bien alerta ! En cuanto vé lo mas mínimo en que poder


sacar provecho.... Despacio interrumpió el Cojuelo ; guár-
date bien de soltarte contra ese tribunal , mira que tiene
espias por todas partes , y recibe noticias hasta de cosas
que no han sido dichas jamas : yo mismo no me atrevo á
hablar de ella sino temblando .
Encima del infeliz tabernero , en el primer calabozo á
la izquierda , hay dos desdichados dignos de compasion ; el
uno es un jóven ayuda de cámara , á quien la muger de su
amo trataba en particular como à un amante . Un dia los
sorprendió el marido á ambos , pero la muger se puso á gri-
tar al instante , pidiendo socorro , y diciendo que el criado
le hacia violencia. Pusieron preso á ese pobre infeliz , que
segun todas las apariencias será sacrificado á la reputacion
de su ama .
El compañero del ayuda de cámara , todavia menos cul-
pable que él , está igualmente á punto de perder la vida;
es escudero de una duquesa á quien han robado un grue-
so diamante , y le acusan de ser el ladron ; mañana le
aplicarán al tormento para que se confiese autor del robo :
y sin embargo la persona que le ha cometido es una don-
cella favorita de la señora , de quien no se atreverian ni
á sospechar siquiera.
Ea pues , señor Asmodeo , dijo Leandro , yo te pido
que favorezcas á ese pobre escudero , ya que á ello se hace
acreedor por su inocencia ; líbrale con tu poder de los crue-
les cuanto injustos suplicios que le amenazan ; bien merece
que.... No piensas en lo que estás diciendo , interrumpió
el Diablo : cómo me pides que me oponga yo á una accion
inícua , y que impida el que un inocente perezca . Es lo
COJUELO. 425

mismo que suplicar á un fiscal que no arruine à una viuda


ó á un huérfano .

Vaya en gracia , añadió , no exijas de mí que haga co-


sa en contra de mis intereses , á no que de ello sacases
un provecho considerable . Por otra parte , aun cuando yo
quisiera librar á ese encarcelado , podríalo acaso ? ¿ Pues
qué , replicó Zambulló , no alcanza tu poder á sacar á un
hombre de la prision? No en verdad , repuso el Cojuelo .
Si hubieras leido el Enchiridion , ó á Alberto el grande ,
sabrias que ni yo , ni mis compañeros tampoco , podemos
poner en libertad á un prisionero : yo mismo , si tuviera
la desgracia de caer entre las uñas de la justicia , no podria
escaparme de ellas sino aflojando anchamente la bolsa.
En el cuarto vecino , del mismo lado , hay un cirujano
convicto de haber hecho á su muger , movido de los ce-
los , una sangria como la de Séneca : hoy le han puesto
á la cuestion de tormento , y despues de haber confesado
el crimen de que le acusaban , ha declarado que de diez
años á esta parte se ha servido de un medio bastante nue-
vo para adquirir parroquianos. Heria de noche con una
bayoneta á los que pasaban por su calle , y se escapaba
corriendo á su casa por una puerta trasera . En tanto el
herido daba gritos que hacian acudir á los vecinos en su
socorro el cirujano acudia tambien como los demas , y
viendo á un hombre bañado en sangre le hacia llevar á
su tienda , donde le curaba con la misma mano que le ha-
bia herido.

Sin embargo , á pesar de la crueldad que aparece de


esta declaracion , y de que el tal cirujano merece mil muer-
tes , no deja por eso de lisongearse con que saldrá indul-
126 EL DIABLO

tado ; lo que podria suceder muy bien , porque es deudo


de la ayuda de ama de la infanta . Ademas 14 de esto , te

diré que espende una agua maravillosa que solo él sabe


componer , la cual tiene la virtud de blanquear la piel , y
convertir un rostro decrépito en una cara infantil ; esta agua
incomparable la usan para remozarse tres damas de palacio
que se han unido para salvarle . Cuenta él tanto con el va-
limiento de ellas , ó si quieres con el de su agua , que se
ha dormido tranquilamente con la esperanza de que al des-
pertar recibirá la agradable noticia de su libertad.
Distingo sobre un gergon en el mismo calabozo , dijo
el estudiante , otro que duerme , á lo que parece , con un
sueño bien apacible : preciso es que el asunto que le tiene
preso no sea de gran consideracion . Es por el contrario bas-
tante delicado , respondió el Demonio. Ese es un hidalgo
vizcaino que se ha enriquecido de un escopetazo , y hé
aqui como. Hace quince dias que cazando en un bosque
con su hermano mayor , que gozaba de una renta consi-
derable , le mató por equivocacion tirando á unas perdices.

argoup of & st90oysd

GR
COJUELO . 127

Feliz quid pro quo para un hermano menor , esclamó rién-


dose don Cleofas . Sí , repuso Asmodeo , pero los colate-
rales, á quienes vendria muy bien apropiarse la sucesion
del difunto , persiguen en justicia al matador , á quien acu-
san de haber dirigido el tiro con intencion para quedarse por
único heredero, de su familia. El mismo se ha constituido
en prision , y parece tan afligido de la muerte de su her-
mano , que no cabe imaginar que su objeto haya sido qui-
tarle la vida . Y realmente no tiene de que acusarse en el
particular mas que de su propia torpeza ? replicó Leandro .
No en verdad , repuso el Cojuelo , no ha habido en él mala
voluntad ; pero cuando un primogénito posee todos los bie-
nes de una casa , no le aconsejaría yo se fuese de caza con
su hermano menor .
Examina bien esos dos adolescentes que , en aquel apo-
sentillo al lado del vizcaino , se están entreteniendo tan ale-
gremente como si estuvieran en libertad. Son dos verdade-
ros pícaros y el uno principalmente podrá dar algun dia al
público una narracion de sus picardías cual otro Guzman de
Alfarache ; de ellos es el que tiene un jubon de terciopelo
oscuro , y plumage en el sombrero .
No hace tres meses era , aqui en Madrid , page del con-
de de Oñate , y aun estaria en su servicio á no ser por una
fechoria que ha sido causa de su prision , y que voy á con-
tarte .

Ese muchacho , llamado Domingo , recibió cierto dia


en casa del conde , unas buenas docenas de azotes , manda-
dos dar por orden del escudero de sala , ó sea el maestro de
pages , á causa de cierta habilidad suya , que lo merecia .
Largo tiempo guardó el escozor de este castigo , y determi-
128 EL DIABLO

nó vengarse . Habia observado mas de una vez que el señor


don Cosme , tal era el nombre del escudero , se lavaba las
manos con agua de flor de naranja , y se frotaba el cuerpo
con pastas de almendra y jazmin ; que tenia mas cuidado de
su persona que una vieja remilgada , y finalmente qué era
uno de esos fátuos que se imaginan que una muger no pue-
de dejar de verlos sin amarlos. Esta observacion le su minis-
tró una idea de venganza que comunicó á una moza de ser-
vicio de la vecindad , de quien tenia que valerse para la
ejecucion de su proyecto , y cuyo amigo era en términos
de no poderlo ser mas .
La tal moza que se llamaba Florilla , para tener mas li-
bertad de hablarle fácilmente , le hacia pasar por primo su
yo en casa de doña Luciana , su ama , cuyo padre se hallaba
entonces ausente . El page diabólico , despues de haber ins-
truido á su fingida parienta de lo que tenia que hacer , en-
tró una mañana en el cuarto de don Cosme , y le halló pro-
bándose un vestido nuevo delante de un espejo , en el cual
se miraba complacido , y como enamorado de su figura.
Domingo aparentó admirarse de aquel Narciso , y le dijo
con fingido entusiasmo : En verdad , señor don Cosme , que
tiene vuesa merced la apariencia de un príncipe . Todos los
dias veo grandes señores soberbiamente vestidos , y sin em-
bargo , á pesar de sus ropas magníficas , les falta ese vuestro
noble ademan. No sé , añadió , si por ser tan servidor de
vuesa merced como soy , le considero con ojos prevenidos
en demasia á su favor ; pero , francamente , no hallo en la
corte caballero á quien no aventajeis .
Sonrióse el escudero al oir estas palebras que tan agra-
dablemente lisongeaban su vanidad , y respondió haciéndo-
COJUELO. 129

МАЛ

EPRARISTAL

se el amable : Tú me adulas , ó sino mucho cariño me tienes


en efecto que te obliga á suponerme unas gracias que la na-
turaleza me ha negado . No lo creo asi , replicó el adúlador ,
pues no hay nadie que hable de vuesa merced , que no le
juzgue tan aventajadamente como yo . Quisiera que hubieseis
oido lo que me decia , nada mas que ayer , una prima mia
que sirve á una señorita de distincion.
No dejó don Cosme de preguntarle lo que habia dicho
su prima. Ahí es nada ! repuso el page ; alabó lo magnífico
de vuestro porte , la gracia que se advierte en toda vuestra
persona ; y aun mejor que esto , segun me dijo en confian-
za , el placer que esperimenta su ama doña Luciana en
9
150 EL DIABLO

miraros á través de sus celosias , siempre que pasais por


delante de su casa.
Quién puede ser esa dama ? dijo el escudero , y dónde
vive? Pues qué ! respondió Domingo , no sabeis que es la
hija única del maestre de campo don Fernando , nuestro ve-
cino? Ahora caigo , replicó don Cosme ; me acuerdo haber
oido alabar la riqueza y hermosura de la tal Lucianita ; es
un partido escelente . Y seria posible que yo hubiese llama-
do su atencion? No lo dude su merced , contestó el page :
mi prima me lo ha dicho , y aunque sirvienta no es ninguna
embustera , y yo respondo de ella como de mí mismo . Sien-
do asi , dijo el escudero , me viene en deseo de tener una
conversacion particular con tu parienta , y le haré algun
pequeño obsequio para disponerla en mi favor , y si me
aconseja que me dedique á su señora , probaré fortuna .
Por qué no? Convengo en que media alguna distancia en-
tre mi clase y la de don Fernando , pero soy hidalgo bien
nacido , y poseo quinientos buenos ducados de renta . Ma-
trimonios se ven todos los dias mas estravagantes que este .
El page afirmó al maestro en su propósito , y le pro-
curó una entrevista con su prima , que viéndole tan dis-
puesto á creerlo todo , le aseguró que su ama sentia incli-
nacion por él . Varias veces me ha preguntado con respecto
á vuesa merced , le dijo ella , y las respuestas que le he
dado no pueden haberos perjudicado ; en fin , señor escu-
dero , podeis lisonjearos con razon de que doña Luciana os
ama en secreto . Hacedle conocer atrevidamente vuestras
honradas intenciones ; manifestadle que sois el caballero
mas galante de Madrid , asi como sois el mas galan y mas
cumplido : sobre todo dadle algunas serenatas , pues esto
COJUELO . 151

mas que otra cosa le será muy agradable ; que yo por


mi parte procuraré dar gran valor á vuestros obsequios ,
y espero que mis servicios no os serán dei todo inútiles.
Don Cosme , arrebatado de gozo al ver que la moza to-
maba tan á lo vivo el servirle , la colmó de abrazos ; y
poniéndole en el dedo una sortija de poco valor , que habia
llevado de intento para regalársela , le dijo : Querida Flo-
rilla , no te doy este diamante sino para trabar conocimien-
to contigo mi intencion es agradecerte con recompensas
mas sólidas cuanto en mi obsequio hicieres .
Dificil es quedar mas satisfecho de lo que quedó á con- .
secuencia de su entrevista con la criada . Asi es , que no
tan solo dió las gracias á Domingo por habérsela procu-
rado , sino que le gratificó con un par de medias de seda ,
y algunas camisas guarnecidas de encage , prometiéndole
ademas no dejar escapar ninguna ocasion en que serle útil .
En seguida , consultándole acerca de lo que debia hacer
le dijo : Cuál es tu opinion? Te parece que empiece con
una carta apasionada y sublime á doña Luciana? Tal es mi
parecer , respondió el page : hacedle una declaracion de
amor en estilo elevado ; tengo un presentimiento de que
no la recibirá mal . Asi lo creo , repuso el escudero ; voy
á todo trance á comenzar por ahí . Inmediatamente se puso
á escribir ; y despues de haber rasgado veinte borradores ,
consiguió componer un billete amoroso , por el cual se de-
cidió. Leyósele á Domingo , que habiéndole escuchado con
gestos de admiracion , se encargó de llevarle al momento
á su prima . Hé aqui los términos floridos y afectados en
que estaba concebido :
«Mucho tiempo hace , adorable Luciana , que arreba-
152 EL DIABLO

«<<tado por la fama que publica por todas partes vuestras


«perfecciones , me he dejado inflamar de un ardiente amor
« hácia vos . Sin embargo , á pesar del fuego que me de-
<« vora , no me he atrevido á manifestárosle con ningun acto
«de galanteria ; pero habiendo llegado á mi noticia que os
« dignais fijar vuestras miradas en mi persona cuando paso
«por delante de las celosias que roban á los ojos de los
«hombres vuestra celeste belleza ; y aun mas , que por una
«influencia de vuestro astro , influencia que me es tan pro-
« picia y afortunada , os inclinais à quererme bien , me to-
«<mo la libertad de consagrarme à vuestro servicio . Si soy
«tan dichoso que logro conseguirla , desde ahora renuncio
«á todas las damas pasadas , presentes y venideras .
COSME DE LA HIGUERA . >>
No dejaron de divertirse y reir á costa del señor don
Cosme el page y la sirvienta , burlándose de su carta . Y
no se contentaron con esto , sino que compusieron entre
una y otro un billete tierno que la moza escribió de su
mano , y que Domingo entregó al siguiente dia al escu-
dero , como respuesta de doña Luciana . Estas eran las pa-
labras que contenia :
" Ignoro quien puede haberos informado tan bien de

«mis pensamientos secretos ; pero yo le perdono esta trai-


«cion , puesto que es causa de que me declareis vuestro
« amor de cuantos veo pasar por mi calle , vuesa merced
«< es el único en quien mas contento hallo al contemplarle ,
«y con gusto le acepto por amante ; no sé si hago mal en
<«<quererlo asi , y peor todavia en decirlo : si tal fuere ,
<«<vuestro mérito es quien me escusa y hace disculpable .
LUCIANA. »
COJUELO . 133

Aunque era esta respuesta algo ligera para la hija de


un maestre de campo , pues no habian los autores parado
tanto la atencion en ello , no por eso concibió sospecha
el presumido de don Cosme se tenia en bastante estima
para figurarse que una dama podia olvidar por él las fór-
mulas del decoro . ¡ Ay , Domingo ! esclamó con aire de
triunfo despues de haber leido en alta voz la carta supues-
ta , ya ves como lo toma la vecina : muy en breve seré
yerno de don Fernando , ó no soy yo Cosme de la Hi-
guera.
No hay que dudarlo , dijo el taimado del confidente,
habeis hecho en su hija una impresion furiosa . Mas ahora
que me acuerdo , añadió , no olvideis la prevencion de mi
prima que me encargó os repitiera , que mañana , á mas
tardar , era necesario diese vuesa merced una serenata á
su ama , para acabar de volverle enteramente los cascos
en vuestro favor. Asi quiero hacerlo , dijo el escudero , y
puedes asegurar á tu parienta que seguiré su consejo , y
que mañana sin falta oirá en su calle uno de los concier-
tos mas galantes que se hayan oido nunca en Madrid . En
efecto , fué á buscar un músico hábil , á quien despues de
haberle comunicado su proyecto le encomendó el cuidado
de la ejecucion .
En tanto que andaba ocupado con su serenata , Flori-
lla , á quien el page tenia ya prevenida , viendo de buen
humor á su señora , le dijo : Sabed que os preparo un en-
tretenimiento agradable . Preguntóle Luciana lo que era . En
verdad , respondió la mozuela riéndose como una loca , que
hay asunto para qué . Un original , llamado don Cosme, ayo
de los pages del conde de Oñate , ha tenido la ocurrencia de
134 EL DIABLO

elegiros por la señora absoluta de sus pensamientos , y , para


que no lo ignoreis , va á obsequiaros mañana con un concier-
to admirable de voces é instrumentos . Doña Luciana , que
era naturalmente festiva , y que por otra parte creia sin con-
secuencia las galanterias del escudero , muy lejos de tomarlo
por lo serio , se recreó de antemano con la idea de oir la se-
renata . De modo es que , sin saberlo ella , ayudaba á confir-
mar á don Cosme en un error , de que se habria muy mucho
ofendido á tener noticia de él .
A la noche del dia siguiente , se presentaron delante del
balcon de doña Luciana dos carrozas, de las que salieron el
apasionado escudero y su confidente acompañados de seis
hombres , tanto cantantes como tocadores de instrumentos,
que comenzaron su concierto . Duró este largo tiempo , ejecu-
tándose en él muchas tocatas nuevas, y cantándose multitud
de coplas que rodaban todas sobre el poder que tiene el amor
de unir á los amante de clase desigual , y á cada copla que
se aplicaba á sí la hija del maestre de campo , reia esta de to-
do corazon .
Concluida que fué la serenata ; despidió don Cosme á los
músicos en las mismas carrozas que les habian traido , y se
quedó en la calle con Domingo en tanto que los curiosos que
habia llamado la música se fueron retirando . Acercóse lue-

go al balcon , desde donde la sirvienta, con permiso de su se-


ñora , le dijo por entre las celosías: Es vuesa merced señor
don Cosme? Quién me hace esa pregunta? respondió él con
voz almivarada . Doña Luciana es , replicó la moza, que desea
saber si el concierto que acabamos de oir es efecto de vuestra
galantería. No es mas que una muestra, repuso el escudero,
de los obsequios que prepara mi amor á esa maravilla de nues-
COJUELO. 135

tros dias , si consiente en recibirlos de un amante sacrificado


en el altar de su belleza.

A esta espresion figurada no fué poco el deseo que tuvo


de reir la dama , mas contúbose sin embargo ; y asomándose
á los hierros le dijo al escudero lo mas serio que le fué po-

SARA 5ERRA

sible: Bien se conoce , señor don Cosme , que no sois obse-


quiante novicio , y de vuesa merced deben aprender los ca-
136 EL DIABLO

balleros enamorados à servir á sus señoras . Estoy contentísi-


ma de vuestra serenata y no la echaré en olvido; pero bueno
es que os retireis , pues podrian oirnos : otra vez tendremos
ocasion de hablarnos nas largamente . Dichas estas palabras
cerró la celosia, dejando al escudero en la calle muy satisfe-
cho del favor que acababa de hacerle , y al pageno poco asom-
brado de verla ejecutar un papel en aquella comedia.
Esta serenata, con las carrozas y la prodijiosa cantidad
de vino bebido por los músicos, costó á don Cosme cien du-
cados ; y dos dias despues su confidente le indujo á hacer un
nuevo gasto: he aquí cómo . Habiendo sabido que iria Flori-
lla , la noche de San Juan , con otras mozas de su especie á
cojer la verbena al soto de Migas-Calientes , dispuso darles un
almuerzo magnífico á costa del escudero .
Señor don Cosme , le dijo la víspera de San Juan , ya sa-
beis que fiesta es mañana . Os advierto que doña Luciana se
propone ir de madrugada al soto á pasearse por las orillas
del Manzanares; me parece que no es necesario decir mas al
corifeo de los caballeros galantes; no es vuesa merced perso-
na que desperdicie tan bella ocasion , y me persuado que á
vuestra dama y á las demas que la acompañen las obsequia-
reis cual se debe mañana . De eso si te salgo fiador , le dijo
el escudero: dóyte gracias por el aviso , y ya verás si sé co-
jer los pájaros al vuelo . Efectivamente , al siguiente dia muy
de mañana, cuatro criados de la casa , conducidos por Do-
mingo , y cargados de toda suerte de manjares frios sazona-
dos de mil modos diferentes , con infinidad de panecillos y
botellas de vinos deliciosos , llegaron á Migas-Calientes , don-
de Florilla y sus compañeras bailaban como las ninfas à la sa-
lida de la aurora .
COJUELO . 157

No fué poca la alegría cuando el page llegó á interrumpir


sus danzas ligeras, para ofrecerles un sólido desayuno de par-
te del señor don Cosme . Sentáronse inmediatamente sobre la
yerba, y comenzaron á honrar el festin , riéndose sin modera-
cion del pobre chasqueado que le daba; porque la caritativa
amiga de Domingo no habia descuidado el instruirles de la
burla.
En tanto que asi se divertian , vieron llegar al escudero
montado en una jaca de las caballerizas del conde y ricamen-
mente vestido . Reunióse á su confidente y saludó á las jóve-
nes, que se levantaron para recibirle mas políticamente , y le
dieron gracias por su generosidad: mas entre todas ellas bus-
caba él con los ojos á doña Luciana para dirigirla la palabra
con un lindo cumplimiento que habia compuesto en el camino ,
pero Florilla , apartándole á un lado , le dijo que una indispo-
sicion habia impedido á su señora ir á la fiesta. Don Cosme se
mostró muy afligido de esta noticia y preguntó qué mal
tenia su querida Luciana . Se halla fuertemente constipada,
respondió la sirvienta , y no es otra la causa que haberse esta-
do sin velo en el balcon , casi toda la noche de vuestra sere-
nata hablándome de su merced . Consolado el escudero de un
accidente que provenia de tan bello origen , rogó á la moza si-
guiera sirviéndole tan oficiosamente para con su ama, y vol-
vióse á su casa cada vez mas satisfecho de su buena suerte .
Por aquel tiempo recibió don Cosme una letra de cam-
bio por valor de mil escudos de oro , que le pagaron , pro-

cedente de Andalucia , como parte de la sucesion de un tio


suyo muerto en Sevilla. Guardó esta cantidad en un cofre
delante de Domingo , que estuvo muy atento al modo como
lo hizo , y tan violenta fué su tentacion de apropiarse aque-
138 EL DIABLO

llos bellos escudos que determinó llevárselos á Portugal .


Confió su intento à Florilla , y aun le propuso el viage en
compañia suya. Aunque la proposicion merecia ser examina-
da con detenimiento , la mozuela , tan bribona como el pa-
ge , la aceptó sin vacilar . Por fin cierta noche , mientras que
el escudero , encerrado en su despacho , se ocupaba en
componer una carta enfática para su querida , Domingo ha-
lló modo de abrir el cofre en que estaban los escudos ; co-
giólos , y saliéndose prontamente á la calle con su presa,
se llegó bajo el balcon de doña Luciana , y habiendo reme-
dado el maullido de un gato , seña en que estaba conve-
nido con la sirvienta , bajó esta sin pérdida de momento,
y , dispuesta como estaba á seguirle á todas partes , salió
junto con él de Madrid .
Habian contado con tener tiempo suficiente para llegar
á Portugal antes que los alcanzasen , caso de perseguirlos ;
pero por desgracia suya , aquella misma noche notó don
Cosme el robo y la fuga de su confidente , y habiendo acu-
dido inmediatamente á la justicia , dispersó esta por todas
parte sus corchetes para descubrir al ladron , y le agarra-
ron cerca de la raya vecina en compañía de su ninfa . A
ambos los han traido á Madrid ; ella está encerrada en las
Arrepentidas , y Domingo en esta prision .
Y sin duda , dijo don Cleofas , el escudero no habrá per-
dido sus escudos ; se los habrán ya devuelto? No en ver-
dad! respondió el Diablo : son las piezas que prueban el
robo , y la justicia no se desprenderá de ellas ; mientras
don Cosme , cuya historia se ha divulgado por la villa , se
queda robado y siendo la befa de todo el mundo .
Domingo y ese otro preso que juega con él , prosiguió
COJUELO. 159

el Cojuelo , tiene por vecino un jóven castellano que ha si-


do arrestado por haber dado , en presencia de buenos tes-
tigos , un bofeton á su padre . Cielos ! esclamó Leandro ,
qué me cuentas? Por malo que sea un hijo , es posible que
levante la mano á su padre? Ya lo creo ! dijo el Demonio
y no faltan ejemplos ; de los que voy á referirte uno bas-
tante notable . Bajo el reinado de don Pedro de Portugal ,
llamado por unos el Justiciero y por otros el Cruel , cayó
en poder de la justicia un mozo de veinte años acusado
del mismo delito . Sorprendido don Pedro como tú de la
novedad del caso , quiso interrogar á la madre del culpa-
ble , y lo hizo con tal destreza que le obligó á confesar
que habia tenido aquel hijo de una discreta reverencia . Si
los jueces del castellano interrogasen tambien á su madre
con la misma habilidad , sacarian igual confesion .
Bajemos la vista á ese gran calabozo debajo de los pre-
sos que acabo de enseñarte , y observemos lo que pasa . Ves
en él á esos tres infelices? Son salteadores de caminos : mí-
ralos como van á escaparse ; les han facilitado una lima sor-
140 EL DIABLO

da dentro de un pan , y ya han limado un grueso barrote


de la reja , por donde pueden colarse á un patio que los
conducirá á la calle. Hace mas de diez meses que están en
la cárcel , y mas de ocho que deberian ya haber recibido la
recompensa pública debida á sus hazañas : pero gracias á la
lentitud de la justicia van todavía á asesinar mas viageros.
Sígueme á esa sala baja , en la que verás veinte ó trein-
ta hombres acostados entre paja ; son rateros y gente toda
de malas mañas . Reparas en cinco ó seis que sacuden las
espaldas á aquel que parece albañil , y á quien han pues-
to hoy preso por haber herido de una pedrada à un arque-
ro? Y por qué le maltratan así ? dijo Zambullo . Porque aun
no ha pagado la patente de entrada , respondió Asmodeo;
pero , añadió , dejemos ahí todos esos desgraciados , alejè-
monos de tan horrible sitio ; y vamos á fijar en otra parte
nuestras miradas sobre objetos mas divertidos.
ZARZA GASPAR

CAPITULO VII .

Enseña Asmodeo á don Cleofas muchas personas, y le revela


las acciones que han hecho durante el dia.

EJARON en efecto los pre-


sos , y fueron volando á otro
barrio . Hicieron una parada sobre
una gran casa , y el Demonio le
dijo al estudiante: Viéneme en de-
seo de contarte lo que han hecho hoy to-
das esas personas que viven en las inmediaciones de esta
casa : materia es que podrá divertirte . No lo dudo , respon-
dió Leandro , comienza , si lo tienes á bien , por ese capi-
tan que está calzándose las botas ; preciso es que algun ne-
gocio de importancia le llame lejos de aquí . Ese es , repu-
so el Cojuelo , un oficial que va en seguida á salir de Ma-
drid. Los caballos le están esperando ya á la puerta ; parte
142 EL DIABLO

para Cataluña , adonde hay órden de que marche su regi-


miento.
Como se hallase sin dinero , acudió ayer á un usurero,
á quien dijo : Señor Sanguijuela , podria vuesa merced pres-
tarme mil ducados? Señor capitan , contestó el usurero con
semblante afable y benigno , no los tengo ; pero estoy se-
guro de encontrar quien os los preste , es decir , que os dé
cuatrocientos al contado , firmándole vos un vale de mil, y
deduciendo yo , si os parece , de los cuatrocientos que re-
cibais sesenta por derecho de corretaje . Anda tan escaso
el dinero hoy en dia! .... Qué usura ! interrumpió furioso
el oficial ; pedir seiscientos sesenta ducados por trescientos
cuarenta ! Qué picardia ! Era menester mandar ahorcar á
hombres tan desapiadados .

No hay que enojarse ; señor capitan , replicó muy fresco


el usurero : ved si los encontrais en otra parte . De qué os
quejais? Os obligo yo acaso á tomar los trescientos cuaren-
ta ducados? Sois muy dueño de recibirlos ó dejarlos . No
teniendo nada que replicar el capitan á estas razones se re-
tiró ; pero despues de haber reflexionado que le era forzo-
so partir , que urgía el tiempo , y que no podia, en fin , pa-
sar sin dinero , ha vuelto esta mañana á casa del usurero,
y habiéndole encontrado á la puerta, de ferreruelo negro,
golilla , pelo cortado , y con un rosario de cuentas gordas
lleno de medallas, le dijo : Aqui me teneis otra vez , señor
Sanguijuela; admito vuestros trescientos cuarenta ducados ,
pues me obliga á tomarlos la necesidad de dinero en que
me veo . Ahora voy á misa , le respondió gravemente el usu-
rero ; venid luego , y haremos la cuenta . Hombre , no , re-
plicó el capitan ; volved adentro , que será cosa de un ins-
COJUELO . 145

tante; y despachadme brevemente, porque estoy de prisa .


No puedo, contestó Sanguijuela, acostumbro oir misa todos
los dias antes de empezar ningun negocio. Es regla que me
he impuesto y que quiero observar religiosamente toda mi
vida.

Por impaciente que estuviese el oficial de coger su di-


nero , tuvo que someterse á la regla del devoto Sanguijue-
la . Armóse de paciencia, y, como si temiera todavía que
se le iban á escapar los ducados, siguió al usurero á la
iglesia, y oyó misa con él; la cual acabada, se disponia á

oisilo

URRA
144 EL DIABLO

salir, pero llegándosele Sanguijuela al oido le dijo : Va á pre-


dicar uno de los mas hábiles oradores de Madrid , y no quie-
ro perder su sermon .
El capitan, à quien ya el tiempo de la misa habia pa-
recido demasiado largo , se desesperó con esta nueva tar-
danza, pero se mantuvo todavía en la iglesia . Sube al púl-
pito el predicador , y predica contra la usura. El oficial re-
bosaba de gozo; y observando el rostro del usurero decia
para sí : Si hiciera mella el sermon en este judío ! Como
me diese siquiera seiscientos ducados marcharia satis-
fecho de él. En fin , el orador concluye , y sale el usurero.
Llégase el capitan á él y le dice : Qué tal , qué pensais del
predicador? no os parece que predica con mucha energía!
A mí me ha tocado el corazon . Yo formo de él igual jui-
cio que vos , responde el usurero; ha tratado perfectamente
el asunto , es hombre docto , y ha hecho bien su oficio ;
vamos ahora nosotros á hacer el nuestro .
Oye! quiénes son aquellas dos mugeres que están acosta-
das juntas , y dan tan grandes carcajadas? esclamó don Cleo-
fas ; me parecen algo alegres de cascos . Son dos herma-
nas , cuyo padre han enterrado esta mañana . Gastaba mala
condicion , y su aversion al matrimonio era tanta , ó mejor
dicho su repugnancia á establecer sus hijas , que nunca qui-
so casarlas , aunque se les presentaron partidos ventajosos.
Ahora estaban hablando del carácter del difunto . Murió por
fin , decia la mayor , ya murió aquel padre desnaturalizado
que se complacia bárbaramente en vernos solteras ; ya no se
opondrá á nuestros deseos . Yo por mí , hermana , dijo la me-
nor , gusto de lo sólido ; quiero un hombre rico , aunque por
otro lado sea un animal , y el obeso de don Blanco me ven-
COJUELO. 145

drá cumplido . Despacio , replicó la otra , nos casarémos con


los que nos están destinados , porque nuestros casamientos
están escritos en el cielo. Tanto peor , en verdad , ha con-
testado la menor , porque me temo mucho que nuestro pa-
dre haga pedazos el papel. La mayor no ha podido conte-
ner la risa á esta salida , y todavía se están riendo las dos.
En la casa inmediata á la de esas dos hermanas está de
posada una aventurera aragonesa ; y estoy viendo como en
vez de irse á acostar se está mirando al espejo , y dando la

nol

URKA CAR
40
446 EL DIABLO

enhorabuena á sus atractivos por una conquista importante


que ha hecho hoy : estudia las mejores variaciones de sem-
blante , y ha descubierto una que hará mañana gran efecto
en su amante . Nada de lo que haga es poco para tenerle
contento ; pues es un sugeto que promete dar mucho de sí ;
por eso á uno de sus acredores , que ha poco vino á pedirle
su dinero, le dijo : Esperad, amigo, volved de aqui á unos
dias, que estoy en vía de arreglo con uno de los principales
empleados de la aduana.
No necesito preguntarte , dijo Leandro , lo que ha hecho
cierto caballero que se presenta á mi vista ; preciso es que
haya pasado el dia entero en escribir cartas . Cuántas y cuán-
tas veo sobre su mesa! Lo gracioso es , respondió el Demo-
nio, que todas ellas contienen lo mismo . Escribe á todos sus
amigos ausentes , contándoles una aventura que le ha suce-
dido este á medio dia . El caso es que anda enamorado de una
viuda de treinta años, linda y mojigata, y que le rinde obse-
quios de que ella no se desdeña . Propúsole su intencion de
ser su esposo, y aceptó ella la oferta . En tanto que se hacían
los preparativos de boda , tenia la libertad de ir á verla á su
casa: fué hoy despues de comer, y no habiendo casualmente
quien le pasase recado , se entró hasta el cuarto de la dama,
á quien halló ligera aunque elegantemente vestida , ó por
mejor decir , casi desnuda , que dormia con profundo sueño
en un camapé. Acércase despacito para aprovechar la oca-
sion , y le dá un beso ; ella se despierta y esclama suspirando
tiernamente: Todavía mas! por favor , Ambrosio , déjame re-
posar . El caballero , procediendo á lo galante , ha tomado su
determinación en el acto , renunciando á la viuda ; salióse
del aposento y habiendo encontrado al criado á la puerta le
COJUELO . 147

ha dicho: No entreis , Ambrosio , que vuestra ama os ruega


la dejeis reposar .
Dos casas mas allá descubro en un cuarto pequeño un
marido bien original que se queda dormido tranquilamente
al son de las quejas que le dá su mugar por haber estado to-
do el dia fuera . Mas enojada estaria si supiera en que se ha
divertido . Sin duda habrá estado ocupado en algun lance
amoroso? dijo Zambullo . Has dado en ello repuso Asmodeo ,
y voy á contarte los pormenores .
Ese de quien hablamos es un hidalgo llamado Patricio ,
uno de esos maridos libertinos que viven sin penas , como si
no tuviesen muger é hijos; tiene sin embargo una esposa ama-
ble y virtuosa , dos niñas y un niño , todos en la mas tier-
na infancia. Salió esta mañana de su casa, sin cuidarse de si
habia pan para su familia, del cual carecen algunas veces . Al
pasar por la Plaza Mayor se encontró con los preparativos de
la funcion de toros , llegando á tiempo en que los aficionados
iban ya entrando y acomodándose en los tablados que habia
dispuestos .
Andando asi entretenido por medio de la plaza , vuelve
los ojos á un tablado , y vé que se baja una muger de razo-
nable brio y no mala cara , bien compuesta de vestido , y en
su compañia una niña de las que la edad les permite sepan lo
que es mundo , gozando de sus pasatiempos; al apearse del
tablado descubre un pulido pie y la pierna adornada con lo
que ya se sabe , echando al aire parte de las enaguas con to-
das sus puntas (descuido es con mucho cuidado), porque sa-
be que aquello inquieta; hace reparo en que la miren , ar-
roja un ay! y se echa el manto ; compónese, y con brevedad
descubre un palmito de rostro (á modo de mírame que eso
148 EL DIABLO

quiero) y dice: Anda, doña Luisa . El tal hidalgo, que atento


ha estado, pareciéndole bien la dama , se llega á ella muy
cortés, diciendo si le mandan algo, ó quieren que las vaya
sirviendo? Respóndele: Otra cosa habiamos menester mas

2089

URRABIETA. dupeob
VARROCHETE

que criados. Pues qué se ofrece? les dice : hablen , no sean


tontas . A lo que la taimada responde : En ayunas salimos de
COJUELO . 149

casa y quisiéramos almorzar ; y pues que ha llegado á tan


buen tiempo, guie adonde se pueda matar el gusanillo , que
por parecernos tarde ni aun tomamos chocolate.
Patricio hecho un blando portugués guia mas cortés que
la necesidad, enviando el pensamiento adonde habrá buena
comodidad; y entre su atropellado discurso se le acuerda de
una casa que , aunque roban á ojos abiertos , hay de todo, y
Jugar para poder hablar : llegan y procura acomodarlas en lo
mas secreto y escondido , porque ha dicho la dama que con-
viene á su reputacion . Parte luego muy diligente, y pregun-
ta, que hay que almorzar? Respóndenle que pollas de leche ,
perdices y pichones, y que hay tocino estremeño : parécele
bien, aunque repara que su dinero es poco; pero alégrɛse en
confianza de una caja de plata , y el rosario que es engarzado
en lo mismo y tiene medallas . Vuelve muy contento adonde
están las taimadas, y dice que miren de aquello , que le han
ofrecido, lo que es mas de su gusto, para ir por ello : respón-
denle que haga lo que quisiere , que no tienen mas gusto que
el suyo . Hace que le aderecen una polla y un par de perdi-
ces y con mucha brevedad se lo pone en dos platos ; con que
muy satisfecho' , y alabando su dicha en haber topado tal da-
ma , lo lleva sin aguardar mas criado .
Dícenle que se siente y contesta que en trayendo pan y
vino: va por ello , y en el interin el ave de rapiña ha guar-
dado una perdiz en una talega de lienzo , que trae debajo de
la saya ; prevencion con que tiene gran cuenta siempre que
se viste , por si acaso sale de casa y se ofrece ocasion . Van
trinchando , y viene el bobo muy cargado con un jarro , una
taza, tres panecillos ; y la capa , porque se le caia , asida con
la boca , el sombrero abollado y trastornado á un lado , de
150 EL DIABLO

un tropezon que dió en el umbral de una puerta; el pelo en-


marañado , y el color perdido, como el dinero y el sentido :
pónelo en la mesa y siéntase . Ellas como diestras , cada una
ase su media pechuga , y el pobre diablo toma un hueso para
principiar á roer ; vasele todo en contemplar las manos de
su Venus , muy compuestas de sortijas (que ha ganado cor-
riéndola): á él se le va el alma mirándole el rostro , y å ellas
mirando á la mejor presa . Parten la polla , y dícenle que pi-
da un limon: va por él , y cuando vuelve ya las pechugas es-
tán en la talega de lienzo : echan agrio , y empiezan á comer
con tanta ansia que parece las han tenido atadas: abrevian
con ello , y dice el Adonis si quieren mas? Responden que,
si son buenos, pida unos pichones, y sino que traiga un po-
co de tocino: vá por ello y tráelo todo ; pónelo en la mesa,
echa mano al jarro å ver si tiene vino , y aunque le habia so-
corrido con una azumbre , ya le habian faltado los brios para
hacer ruido: va por mas, y aguardando á que se le den , tar-
da; y en aquel tiempo envian un pichon y un pedazo de toci-
no á visitar los presos del calabozo de lino .
Acábase el almuerzo , con sus postres de fruta del tiem-
po, y el rufian pagote va al ajuste del gasto : pregunta cuan-
to debe? dícenle que cincuenta reales, y buen provecho . Es-
tírase de cejas , saca su dinero , halla treinta , y por el resto
deja cautivo el rosario , y empeñada la caja de plata .
Va donde están las dos Lucrecias , componiéndose el vi-
gote: siéntase junto á la que ya tiene por dama, y pídele una
mano , á lo que responde la taimada , que tenga paciencia,
no sea colérico , que mire no es sitio decente para tal atrevi-
miento ; y no miran ellas que en aquel sitio han sido ladro-
nas estafadoras . Alárgale una mano , enfadada de aquel
COJUELO . 151

tonto y ciego ; y él asido como simple pajarillo de aquella


apestada liga, le pregunta dónde vive , si es casada? Ella
responde que no es casada , pero que está en compañia de
un hermano (y dice verdad, que cualquiera lo es por parte de
Adan). Estando en estos lances dá la una del dia , y dice do-
ña Luisa: Jesus mil veces ! doña Juana de mi corazon á que
hora hemos de ir á casa? y qué lugar tendremos para ver
los toros? ay pobre de mi ! Sosiégate , dice doña Juana , que
mentira mas o menos lo ha de hacer: diremos que una amiga
nos convidó á comer, y adonde ver la fiesta , que esto fué la
causa de no haber ido á casa. Con esto se sosiegan ; y el em-
belesado Patricio dice , que mejor fuera en el ínterin que
duraba la fiesta se fuesen al campo ó á una huerta á merendar
que la holgura de toros ya se sabe lo que es en Madrid . Ay
vírgen ! dice doña Luisita , al campo , donde vaya un toro y
nos mate? eso no. Y doña Juana , astuta y sosegada , dice :
es posible que aconseje un hombre tal disparate? Vienen de
fuera de Madrid å ver esta fiesta y los de la villa la habia-
mos de perder? Bien digo yo , que es vuesa merced colérico :
despues de acabada hay lugar para todo , y asi no perdamos
tiempo; vamos y busquemos puestos que sean decentes y
buenos . El hombre ya empeñado discurre que el dejarlas se-
rá cobardía, y mengua el no proseguir en el galanteo, como
si no lo fuera mayor el continuar su ruina . Pónele confuso
el que la memoria le acuerda que no tiene blanca , y sácale
de la pena el que carpinteros hay que han armado tablados y
son conocidos; con que vuelve á la plaza .
Llegan y vé á un amigo dueño de un tablado; llámale y
pídele dos asientos que sean buenos : el tablajero que ha no-
tado para quien son , y sabe que en tales lances no se repara
152 EL DIABLO

en maravedises , dice que dos lugares tiene en un nicho, pe-


ro que menos de seis reales de á ocho no los ha de dar ; y el
galan sin reparar en que los ha de pagar y que el precio es
mucho , cierra el batallon del amor contra todos sus sentidos
y ajusta los puestos . Siéntanse las damas , y él se queda en
la plaza: el del tablado le pide el dinero , diciéndo que lo ha
menester para pagar el sitio ; y Patricio, como si tubiera en
su casa mil ducados sobrados , le responde que envie luego
ó en amaneciendo por ellos . El tablajero, como vé ya senta-
das las mugeres, calla y apela á la cobranza . Luego hace re-
paro que es fuerza traerlas algo que merendar, y con señas
les dice que vá por ello ; ellas le responden en la misma fra-
se que hará bien , que es la tarde larga; y ya se lo querian
decir . Sale de la plaza, y pide consejo á todo su discurso so-
bre dónde irá que le presten unos cuartos: acuérdase de un
amigo que en algunas ocasiones se le ha ofrecido , y aunque
muchas le ha habido menester , no ha llegado, por detenerle
la vergüenza ; pero ahora llega sin ella, y saludándole le dá
ocasion que le pregunte , que se le ofrece? Responde que ha
tenido una pesadumbre en la plaza , y que por no alejarse de
su casa , para pagar á un ministro el agasajo que le ha hecho
en no prenderle, le dé cincuenta reales . El hombre dilijente
le dá un doblon; despídese , y parte en busca de un figon, ó
ladronera (que mejor nombre es este para tal tienda); halla en
él una empanada de pollos tan lijera , que verdaderamente
parece en pan nada. Pregunta si hay mas? Dicenle que unas
lenguas de puerco ; tómalas: pide pan , y sin concertar, ni
preguntar cuánto le llevan por ello , alarga el doblon y pide
la resta . Dánle lo que quieren , y sin contar lo echa en la fal-
triquera . Luego se le acuerda que es menester bebida , y en
COJUELO. 153

la tienda de un vidriero conocido pide que le den una garra-


fa; dánle una muy grande , porque como el dia es ocasionado
no ha quedado otra: busca un mozo, echa en ella vino , limon
y nieve ; y aunque es grande, procura no vaya menguada ,
que harto lo es él ; y con este nuevo gasto queda ajustada la
vuelta del doblon . Parte á la plaza, y ya cuando llega , todo
está cerrado y toro fuera; y como anda por las espaldas de
los tablados y está oscuro , y él ha menester poco , tan sin
sentido va que tropieza con las tornapuntas y pies derechos
de los andamios. Al cabo de una hora, cansado y molido de
andar por lo lóbrego de aquella estancia , ve que se baja el
que le alquiló los asientos ; dale la garrafa para que beba;
bebe como un sediento, y luego le dice que alcance à las da-
mas aquella merienda; hácelo , y él se queda detras de todos.
A poco plantan la mesa sobre sus pecadoras basquiñas para
merendar , y ofrécenle si gusta á Patricio. El responde que
no tiene gana ; y es verdad que los enamorados que están
cerca de alcanzar sus deseos no se acuerdan de comer , que
tan bien sustenta amor como calentura .
Con el dia concluye la fiesta, y nuestro buen Patricio ale-
gre de verla acabada bájase del tablado , y ellas al apearse ,
sin acordarse de la garrafa , la quiebran: angustiánse á lo tai-
mado, y el mentecato dice que no importa ; doña Juana, co-
diciosa de la corchera, se la quiere llevar , y el mucho estor-
bo se lo impide . Salen fuera de la plaza, y él guia donde le
ordenan: llegan á la calle en que piensa el tal animal tener
pesebre: y antes de llegar á la casa les sale una moza al en-
cuentro diciendo : Desdichada de mí , que ha dos horas que
está mi señor aguardando , hecho un renegado ; anden uste-
des aprisa. Con que doña Juana alarga el paso , y doña Luisa
154 EL DIABLO

se queda consolando á nuestro pagote: dicele que espere en


la acera de enfrente , hasta que ella le avise , que será en yén-
dose el hermano que es un demonio . Quédase el galan á la
luna ; á ratos se arrima y á ratos se pasea, siempre el oido
atento á la puerta por si llaman .
Pásase el tiempo , dan las doce de la noche , cánsase de
esperar, y determina el llegar á la puerta: hácelo, no ve á

URRAZTETA LARROGIETTE

nadie ; entra dentro, nota un callejon oscuro ; síguele y por


el tiento halla una escalera; no se atreve á subir ; escucha , y
COJUELO . 155

oye entre el silencio que mayaun gato y un perro le respon-


de con su ladrido , á cuyo disonante concierto llora un niño ,
y quien le acude al ruido de la cuna canta así :

En las orillas del Nilo


El engaño se hospedó;
Y poragentes buscó
Muger, lance y cocodrilo.

Sigue adelante el pasadizo, sin hacer caso del romance,


que si le hiciera admitiérale por desengaño , y se encuentra
al fin de él con otra calle . Esto le hace conocer que ha sido
engañado , y que en aquella casa no viven semejantes bribo-
nas, ni tienen tal hermano, y que lo de la moza era una farsa
concertada de antemano . Acuérdase entonces con sentimien-
to del dinero gastado , y oyendo la media de la una vase á su
casa; llama á la puerta, ábrele su muger , el rosario en las
manos, y las lágrimas en los ojos . [ Es posible, Patricio, dice
aflijida, que tengas corazon para estar todo un dia sin venir
á casa, sabiendo del modo que la dejaste , que si no fuera por

un pan que me han prestado no sé qué fuera de mí y de es-


tas criaturas? Qué es esto? en qué andas? en qué te has en-
tretenido desde las seis de la mañana hasta las dos de la no-
che? Llora la afligida muger , y él como véla demasiada razon
que tiene, calla y se va desnudando ; y mírale en este
momento como al son de las lágrimas y quejas se queda
dormido.

Repara, prosiguió Asmodeo, en aquella casa arrimada á


la del caballero que escribe á sus amigos el rompimiento de
su matrimonio con la viudita del camapé . No ves una dama
156 EL DIABLO

acostada en un lecho colgado de raso carmesí? Si, respondió


don Cleofas, bien veo una jóven que está durmiendo , y tie-
ne á mi parecer un libro á su cabecera . En efecto , replicó el

off of

UR
RA GA
Toupabijis
Tab

Cojuelo; es una condesita muy discreta y chistosa . Hacia seis


dias que le era imposible conciliar el sueño , y esto la desazo-
naba en estremo, y hoy le ocurrió mandar á llamar un médi-
co de los mas famosos en la facultad . Viene, le consulta, y
dispone el doctor una receta prescrita , segun él , por Hipó-
crates . A la dama se le antoja burlarse del remedio ; pero el
bueno del médico , animal arisco si los hay, no ha llevado á
COJUELO. 157

bien la chanza , y con gravedad doctoral le ha dicho que Hipó-


crates no era hombre á quien se pudiese poner en ridículo
tan facilmente. Ay! señor doctor , ha respondido con seriedad
la condesa, tan distante estoy de mofarme de autor tan docto
y celebrado , que antes bien hago de él muy gran aprecio, y
estoy cierta de curar de mi desvelo con abrirle solamente .
Entre mis libros tengo una nueva traduccion de sus obras
hecha por el sabio Acero , que es la mejor que ha salido ,
que me la traigan . Con efecto , pásmate del hechizo de la
tal lectura con tres páginas que ha recorrido se ha que-
dado profundamente dormida .
En la caballeriza de la misma casa hay un pobre solda-
do manco , á quien los palafreneros dejan por caridad dor-
mir en ella de noche sobre la paja. De dia pide limosna , y
no hace mucho que tuvo una conversacion muy graciosa
con otro pordiosero que vive junto al Buen-retiro , camino
de la córte . Este tal hace grandemente su negocio , lo pasa
muy bien , y tiene una hija casadera , que está reputada en-
tre los pobres por una rica heredera . El soldado se llegó al
padre de los maravedises , y le dijo : Señor mendigo , yo he
perdido como vé , el brazo derecho , y no puedo ya servir
al rey ; véome reducido para mantener este pobre cuerpo á
hacer como vos , cortesias á los que pasan . Bien se me al-
canza que de todos los oficios ninguno como este susten-
ta mejor al que le ejerce , y que lo que le falta solamente
es el ser algo mas honroso ; á lo que respondió el otro que
nada valdria ya si fuese honroso , porque todo el mundo se
dedicaria á él.

Teneis razon , repuso el manco : pues bien , yo soy uno


de vuestros camaradas , y quisiera casarme con vuestra hi-
158 EL DIABLO

ja. No sabeis lo que os estais diciendo , le contestó el ricote :


le conviene un partido mas ventajoso , y vos no estais bas-
tante estropeado para pretenderla : yo quiero un yerno que
sea capaz de causar lástima á los mas miseros. Acaso no es-
toy yo , dijo el soldado , en un estado bastante deplorable?
Quitad allá replicó el otro bufándole , no sois mas que
manco , y os venís pidiéndome mi hija ! Sabeis que se la ne-
gué el otro dia á uno que anda arrastrando por el suelo ?
Haria mal , continuó el Diablo , en pasar de largo la
casa contigua á la de la condesa , y en la que vive un pintor
viejo y borracho , y un poeta mordaz . El pintor salió esta
mañana en busca de un confesor para su muger que se está
muriendo ; pero se encontró con un su amigo que le llevó á
la taberna , y no ha vuelto á su casa hasta las diez de la no-
che . El poeta , que tiene fama de haber recibido algunas ve-
ces tristes salarios por sus versos picantes , decia poco ha
con aire fanfarron en un café , hablando de uno que no esta-
ba presente : Es un trasto á quien he de dar cien palos . No
os será dificil dárselos , respondió un chusco , pues teneis
recibida buena provision .
No debo olvidar un lance que ha pasado hoy en casa de
un negociante de esta calle , recien establecido en Madrid:
no hace tres meses que volvió del Perú con gran caudal . Su
padre es un honrado zapatero de viejo de Medina , lugar
grande de Castilla la Vieja , donde vive muy contento con su
estado y con su muger que es de su misma edad , esto es,
de sesenta años .
Mucho tiempo hacia que su hijo se habia ausentado de
su casa , para ir á Indias en busca de mejor fortuna que la
que ellos podian procurarle. Mas de veinte años habian
COJUELO. 159

transcurrido sin haberle visto , y todos los dias rogaban al


cielo no le desamparase , y pedian al cura de la parroquia,
que era amigo suyo , le encomendase á Dios tambien . El

mercader por su parte no los echaba tampoco en olvido .


Luego que fijó su establecimiento , determinó informase por
sí mismo de la situacion en que podian estar: y á este efecto ,
despues de haberle dichó á sus criados estuviesen sin cui-
dado , marchó hace quince dias á caballo , con un mozo
para servirle de compañía , y se fué al pueblo de su na-
turaleza .
Serian las diez de la noche cuando llegó , á tiempo en
que el bueno del zapatero dormia al lado de su muger ; des-
pertaron sobresaltados al ruido que hizo el negociante , lla-
mando á la puerta de su humilde habitacion . Preguntaron
quién llamaba. Abran v . mds . , abran , les dijo , que es su
hijo Paquillo . A otros con eso , respondió el buen hombre :
sigue tu camino , ladron , que aquí nada tienes que hacer .
Paquillo está ahora en Indias, si no es que ha muerto . Vues-
tro hijo no está en Indias , replicó el mercader , que ha vuel-
to del Perú , y es quien os habla : no le negueis la entrada
en vuestra casa. Levantémonos , Santiago , dijo entonces la
muger : yo creo que es Paco , y me parece conocerle en
la voz .
Levantáronse inmediatamente los dos ; el padre encen-
dió luz , y la madre , despues de haberse vestido de prisa ,
abrió la puerta . Mira á Paquillo , y conociéndole al momen-
to se arroja á él , y le aprieta estrechamente entre sus bra-
zos . El señor Santiago, movido de los mismos afectos que su
muger , llega luego á abrazar á su hijo y , embelesadas
aquellas tres personas de verse reunidas al cabo de tan lar-
460 EL DIABLO

ga ausencia no se saciaban del placer de darse muestras re-


cíprocas de ello .

CASPAR

Pasadas caricias tan dulces, quitó el mozo las bridas á los


caballos y los llevó al establo , donde habia una vaca, que era
COJUELO. 161

la que proveía de leche la casa, y el hijo dió luego cuenta


de su viage á sus padres y de los bienes que habia traido del
Perú. La narracion fué algo larga, y hubiera podido fastidiar
á oyentes que no hubiesen tenido ningun interés; pero un hi-
jo, que desahoga su corazon refiriendo los sucesos que le han
pasado, no puede molestar á un padre y una madre, á quie-
nes ninguna circunstancia es indiferente . Escuchábanle an-
siosos , y la menor cosa que decia causaba en ellos una viva
impresion de sentimiento ó de alegría .
Así que acabó su relacion les dijo que iba á ofrecerles
parte de sus bienes , y rogó á su padre dejase de trabajar .
No, hijo mio, dijo el señor Santiago, tengo gusto por mi ofi-
cio , y no le dejaré . Pues qué ! replicó el negociante , no es
tiempo ya de que descanseis? Yo no os propongo que vengais
á vivir conmigo en Madrid, que bien sé que el vivir en la cór-
te no os agradaria , ni es mi intento turbar vuestra vida sose-
gada; pero al menos, quitáos de un trabajo penoso, y vivid
aquí cómodamente , ya que podeis hacerlo .
La madre apoyó el parecer del hijo, y Santiago al fin se
rindió . En hora buena, Paco , le dijo , por darte gusto no tra-
bajaré en adelante para todos los vecinos del lugar, remen-
daré solamente mis zapatos y los del señor cura nuestro buen
amigo . Convenidos en esto , el negociante se sorbió dos hue-
vos frescos pasados por agua , y en seguida se acostó cerca
de su padre , y durmió con un placer que solo los hijos de
buena índole son capaces de imaginar .
Al dia siguiente de madrugada Paquillo les dejó una bol-
sa con trescientos doblones, y se volvió a Madrid ; pero cual
fué su sorpresa al ver parecer esta mañana en su casa al se-
ñor Santiago . Qué es lo que os trae por aquí, padre? le pre-
41
162 EL DIABLO

guntó! Hijo, respondióle el anciano , vengo á volverte tu bol-


sillo: toma, recoge tu dinero . Quiero comer con mi oficio, y
me muero de tristeza desde que no trabajo . Pues bien , pa-
dre, replicó el hijo , volvéos al lugar y seguid vuestro egerci-
cio; pero con tal que sea solo para entreteneros . Guardad lo
que os he dado , y disponed de cuanto yo tengo . Y qué quie-
res haga yo con tanto dinero? dijo Santiago . Socorred los
pobres con él , respondió el hijo ; haced el uso que el párroco
os aconseje. Contento el zapatero con esta respuesta se ha
vuelto á Medina .
No dejó de oir con gusto don Cleofas la historia de Pa-
quillo, é iba á hacer todas las alabanzas debidas al buen co-
razon de este negociante, á no haberle distraido su atencion
unos gritos agudos . Amigo Asmodeo, esclamó, qué bulla es
esa? Esos chillidos que hieren el aire, contestó el Diablo , sa-
' len de una casa donde hay locos encerrados . Se desgañitan á
fuerza de gritar y cantar . No estamos muy lejos de ella . Va-
mos luego á verlos , replicó Leandro . No hago reparo , contes-
tó el Demonio; voy á darte ese gusto, y esplicarte por qué
han perdido la razon . No bien lo hubo dicho cuando lleván-
dose al estudiante por el aire , fueron á caer sobre la casa
de los locos.
mite ZARZA GASPAR

CAPITULO VIII .

De los locos encerrados.

RECORRIÓ Zambullo con curiosos


ojos todas las jaulas ; y despues de
haber mirado á las locas y locos
que en ellas habia encerrados, el Diablo
le dijo : Ahí ves locos de todas clases;
los hay de uno y otro sexo; los hay tristes y ale-
gres, y los hay mozos y viejos : ahora es preciso
decirte la causa de su locura : vamos de jaula en
jaula , y principiemos por los hombres .
El primero que se presenta , y que parece está furioso ,
es un romancero castellano , nacido en el seno de Madrid ,
164 EL DIABLO

hidalgo orgulloso , y más afecto á la gloria y honor de su pa-


tria que un antiguo ciudadano de Roma. Se ha vuelto loco de

pesadumbre de haber visto en la gaceta que veinte y cinco


españoles habian sido vencidos por cincuenta portugueses.

URRA

El que está á su lado es un licenciado que tenia tantas


ganas de pillar un beneficio , que ha estado por espacio de
diez años haciendo el hipócrita en la córte : y desesperado
COJUELO . 165

de verse siempre olvidado en las provisiones ha perdido la


cabeza , pero tiene en su favor que se cree arzobispo de To-
ledo ; sino lo es realmente , logra al menos el gusto de figu-
rárselo , y á mi entender es tanto mas dichoso cuanto su lo-
cura la conceptúo yo como un sueño divertido , que le en-
tretendrá hasta la muerte , y no tendrá que dar luego cuenta
en el otro mundo del uso que ha hecho de las rentas de la
mitra.

El loco que sigue es un menor de edad , á quien su tutor


á hecho pasar por demente con la mira de apoderarse para
siempre de su hacienda , y el pobre mozo ha perdido la ca-
beza de rabia de verse encerrado . El inmediato á este pupilo
es un maestro de escuela que ha venido á parar aquí por ha-

berse empeñado en querer hallar el paulo post futurum de


un verbo griego ; y su vecino un mercader , cuyo juicio no
ha podido sostener la noticia de un naufragio , despues de
466 EL DIABLO

haber tenido valor para resistir á dos bancarrotas que lleva


hechas.

El personage que ves en la jaula siguiente es el viejo ca-


pitan Zanubio , caballero napolitano , que ha venido á esta-
blecerse á Madrid . Los celos le han puesto en ese estado : voy
á contarte su historia.

Estaba casado con una jóven llamada Aurora , de quien


era centinela de vista, y cuya casa era inaccesible á los hom-
bres . Aurora nunca salia sino para ir á misa , y aun enton-
ces siempre la acompañaba su viejo Cancerbero , quien al-
gunas veces la llevaba á tomar el aire à una posesion que
tiene cerca de Alcántara. A pesar de toda esta vigilancia,
habiéndola visto casualmente en la iglesia un caballero lla-
COJUELO. 167

mado don García Pacheco , se enamoró de ella ciegamente .


Era mozo resuelto y capaz por su buena persona de llevarse
la atencion de una linda moza mal casada.
La dificultad de introducirse en casa de Zanubio no le
quitó á don García las esperanzas de conseguirlo . Como no
tenia aun pelo de barba , y era bastante adamado de cara , se
disfrazó de muger , y cogiendo un bolsillo con cien doblones
marchó á la posesion del capitan , adonde habia sabido que
iria este en seguida con su esposa . Acércase á la hortelana ,
y en tono de heroina de caballeria perseguida por un gi-
gante malandrin , le dice : Buena muger , vengo á que me
ampare y tenga compasion de mí . Soy una doncella de To-
ledo , bien nacida y hacendada , y me quieren casar con
uno á quien aborrezco ; por eso me he escapado esta noche
huyendo de la tirania de mis tutores . Necesito donde reco-
germe , y no temo que vengan aqui á buscarme . Déjeme
estar en este sitio hasta que mis gentes me traten con mas
cariño . Mi bolsillo es este , añadió , tómelo que es cuanto
puedo por ahora ofrecerle ; pero espero verme con el tiem-
po en mejor disposicion de agradecer el servicio que ahora
me haga.
Enternecido el corazon de la hortelana con haber oido
estas últimas razones , le responde : Hija mia , estoy pronta
á servirla , que algunas lindas damas conozco casadas con
maridos viejos , y sé no están muy contentas. Me compa-
dezco de sus penas , y á nadie mejor que á mí podiais acu-
dir : yo la pondré en una habitacion separada donde esté
segura.
Pasó don Garcia algunos dias en la quinta con grandísi-
mo deseo de ver llegar á Aurora , là que al fin fué con su
168 EL DIABLO

celoso marido , el cual registró al instante , segun tenia de


costumbre , todas las piezas de la casa , sin dejar ninguna , y
hasta las cuevas y desvanes , por ver si hallaba algun ene-
migo de su honra. La hortelana , como ya le conocia , se ade-
lantó y le contó de que suerte una doncella jóven habia ido
á pedirle que la recogiese.
Aunque era Zanubio muy desconfiado , no tuvo la menor
sospecha del engaño , y solo le movió la curiosidad de ver á
la desconocida , que le suplicó le permitiera no declararle su
nombre , diciendo que en ello creía guardar miramiento á sus
parientes , á quienes en cierto modo deshonraba con su fuga.
Despues le refirió su vida , inventando una novela tan dis-
creta que le atrajo la voluntad del capitan , que empezó á
tomarle inclinacion por la amabilidad de su persona . Ofre-
cióle sus servicios ; y lisonjeándose de poder sacar algun
partido de la pretendida doncella la instaló al lado de su
muger para que fuesen amigas y compañeras .
Así que ve Aurora á don García se turba y le salen los
colores al rostro sin saber por qué : adviértelo el caballero,
y juzga por ello que le ha mirado en la iglesia cuando la vió
la primera vez. Para salir de la duda dícele , luego que se
hallan solos , que tiene un hermano que le ha hablado mu-
chas veces de ella por haberla visto en una iglesia ; desde
cuyo tiempo, que se le acuerda mil veces al dia , se halla en
un estado digno de compasion.
Oido esto , mira Aurora con mas cuidado á don García y
le responde . Mucho os pareceis á ese hermano para que yo
me deje engañar mas tiempo por vuestra estratagema . Bien
conozco que sois un caballero disfrazado , y hago memoria
de que estando un dia en misa , como se me descompusiera
COJUELO . 169

el manto , tuvisteis ocasion de verme el rostro . Os estuve


mirando por casualidad , y no apartásteis de mí los ojos ; y
aun creo que cuando salí fuísteis siguiéndome por saber
quién yo era y dónde vivia . Digo creo , porque no me atreví
á volver la cabeza para observar , pues hubiéralo advertido
mi marido que me acompañaba , y achacádolo á delito . Al
otro dia y siguientes fuí á la misma iglesia , donde os volví
á ver , y tomé tan bien vuestras señas , que ahora las reco-
nozco á pesar de vuestro disfraz .
Pues bien , señora , replica á esto don García , preciso es
descubrirme ; sí , lo confieso , estoy prendado de vuestros
atractivos , y soy don García de Pacheco , á quien el amor
ha introducido aquí en este trage . Y esperais sin duda , res-
ponde Aurora , que aprovando yo vuestra loca pasion favo-
rezca vuestro ardid , y contribuya por mi parte á mantener
en su error á mi marido? Os engañais si tal creeis , y antes
bien voy á revelárselo todo . De ello pende mi estimacion y
mi sosiego ; y ademas me alegro mucho de hallar una ocasion
tan favorable para hacerle ver que su vigilancia no es tan
segura como mi recato , y qué , aunque tan celoso y descon-
fiado , soy yo mas dificil de engañar que él .
Apenas habia pronunciado ella estas palabras cuando en-
tró el capitan y se mezcló en la conversacion . De qué está-
bais hablando , señoras? les preguntó . Aurora tomó inmedia-
tamente la palabra diciendo : Hablábamos de los caballeros
mozos que intentan hacerse querer de algunas jóvenes ca-
sadas con viejos , y decia que , si alguno de esos galantes
fuese tan osado que se introdujera en vuestra casa bajo de
algun disfraz , sabria yo castigar su atrevimiento .
Y vos , señora , repuso Zanubio , volviéndose hacia don
170 EL DIABLO

García , qué haríais en igual caso? Pero don García estaba


tan turbado y fuera de sí , que no sabia qué responder al
capitan ; el cual habria conocido su turbacion , si al mismo
tiempo no hubiese entrado un criado á decirle que habia un
hombre recien llegado de Madrid que queria hablarle : con
este motivo salió para ir á ver lo que querian .
Entonces arrojándose don García á los pies de Aurora le
dijo: Qué satisfaccion lograis , señora , con asustarme? Sería
tal vuestra dureza que fuérais á entregarme al resentimiento
de un esposo enfurecido? No, Pacheco, contestó ella sonrién-
dose: las muchachas que tienen maridos viejos y celosos no
son tan crueles: sosegaos ; pues solo he querido causaros un
poco de miedo, y no pasará mas adelante: con lo cual me pa-
rece no será haceros pagar muy cara la complacencia que ten-
go en consentiros permanecer aquí . A palabras tan consolado-
ras desvanecióse el temor de don García; y le hicieron con-
cebir esperanzas, que Aurora tuvo la bondad de no dejar
frustradas .
Cierto dia en que ambos se estaban dando , en el aposento
de Zanubio, muestras inequívocas de su recíproca amistad ,
el capitan los sorprendió; y aun cuando no hubiese sido el
mas celoso de los hombres , vió lo bastante para juzgar con
fundamento que su bella incógnita era un caballero disfraza-
do . Semejante espectáculo le puso furioso , y se entró en su
gabinete á buscar sus pistolas; pero en el ínterin se le escapa-
ron los amantes, que , habiendo cerrado por defuera el apo-
sento con doble llave, se llevaron esta y huyeron diligentes al
lugar vecino, donde don García habia dejado á su criado y
dos buenos caballos . Quitóse las ropas de muger, puso á
Aurora en la grupa, y la condujo á un convento , al que ella
COJUELO. 171

CAR

le dijo la llevase por tener en él una tia que era la superio-


ra; con esto se volvió á Madrid á esperar las resultas de la
aventura.

Sin embargo Zanubio , viéndose encerrado , grita, llama


gente: un criado acude á su voz; pero hallando las puertas cer-
radas se queda sin poder abrirlas . El capitan hace esfuerzos.
por echarlas abajo , pero no consiguiendo su intento tan pron-
to como desea, cede á su impaciencia arrojándose precipita-
damente por una ventana: cae de espaldas, se hiere en la ca-
beza, y queda tendido por el suelo sin conocimiento. Llegan
los criados , y le llevan á una sala donde le colocan sobre un
172 EL DIABLO

camapé: échanle agua en el rostro, y por fin á fuerza de ator-


mentarle le hacen volver de su desmayo ; pero con la razon
recobra su furor ; pregunta dónde está su muger; respóndenle
que la han visto salir con la dama forastera por una puerteci-
lla del jardin . Manda inmediatamente que le den sus pistolas,
y es preciso obedecerle: hace que le ensillen un caballo , y
marcha sin cuidarse de que está herido; pero tomando cami-
no diferente del que llevan sus perseguidos . Corrió en vano
durante el dia, y habiéndose detenido á la noche en el meson
de un lugar para tomar descanso le acometió una calentura,
á causa de la fatiga y de su herida, acompañada de un ataque
al cerebro que por poco se quedó en él .
Para decir el resto en dos palabras, estuvo quince dias
enfermo en el dicho lugar; en seguida volvióse á su posesion,
donde pensando sin cesar en su desgracia perdió insensible-
mente el juicio . Los parientes de Aurora , en cuanto tuvieron
noticia de lo ocurrido , le trageron á Madrid para encerrarle
entre los locos . Su muger está todavía en el convento , donde
han determinado permanezca algunos años para castigar su
indiscrecion, ó, si quieres , una falta que á nadie debe acha-
carse mas que á ellos .
Al lado de Zanubio , prosiguió el Diablo , está el señor don
Blas Desdichado, caballero lleno de mérito . La muerte de su
esposa ha sido causa del lastimoso estado en que le ves . Me
sorprende , dijo don Cleofas , ver que un marido se vuelva lo-
co porque se le muera la muger: no creía yo que pudiera lle-
varse á tal estremo el amor conyugal . No vayamos tan aprisa,
interrumpió Asmodeo : don Blas no se ha vuelto loco de sen-
timiento de ver muerta á su muger : lo que le ha hecho per-
der el juicio ha sido que por no tener hijos se ha visto obliga-
COJUELO . 175

do á volver á los padres de la difunta cincuenta mil ducados


que confesó en la carta de dote haber recibido de ella.

Ah! ya! ese es otro punto , replicó Leandro , ya no me


admiro del caso. Y dime , si gustas, quien es ese mancebo
que salta como un cabrito en la jaula siguiente , y á cada
instante se para y echa á reir á carcajadas apretándose los
hijares con las manos? En verdad que es un loco bien
alegre . Como que su causa , repuso el Cojuelo , proviene de
un esceso de alegría . Estaba de portero en casa de una
persona de distincion , y habiéndole noticiado un dia la muer-
te de cierto rico contador , de quien se hallaba ser único he-
redero , no pudo resistir el golpe de tan fausta noticia , y
perdió la razon .
Venos aquí llegados á esc mozo alto que canta y se
174 EL DIABLO

acompaña con la guitarra. Es un loco melancólico, un aman-


te á quien los rigores de su dama le han traido á tal estado

de desesperacion ; por lo que ha sido menester encerrarle.


Ay! y qué lástima me inspira su infortunio ! esclamó el estu-
diante; desgracia es esa que puede ocurrir á cualquier hom-
bre honrado : si yo estuviera enamorado de una hermosura
cruel , no sé si tendria igual suerte . En ese modo de pensar,
replicó el Demonio , conozco que eres legítimo castellano:
es preciso haber nacido en el corazon de Castilla para ser
capaz de enamorarse en términos de perder el juicio si no
se consigue agradar. Los estrangeros no son tan rendidos;
y si quieres saber la diferencia que hay entre un francés,
por ejemplo , y un español en el asunto , no tienes mas que
COJUELO. 175

hacerte cargo de la cancion que canta ese loco , y que acaba


de componer en este instante :

Ardo y lloro sin sosiego ,


Llorando y ardiendo tanto ,
Que ni el llanto apaga el fuego
Ni el fuego consume el llanto.

De esta suerte se esplica el español desdeñado de su da-


ma ; y oye ahora como se lamentaba en caso semejante un
francés dias pasados:

La belleza que mi pecho enagena,


A mi constante amor siempre insensible,
Ni suspiros , ni ruegos , ni mi pena
Ablandan su rigor desapacible.
Ay! destino fatal que me encadena !
Mas , ya que serle grato es imposible ,
Aborrezco la luz del dia pura
Y en Payen hallaré mi sepultura.

Ese Payen es á la cuenta algun fondista dijo don Cleofas.


Cabalmente , respondió el Diablo . Pasemos adelante y exa-
minemos los demas locos. Vamos antes á las mugeres , repli-
có Leandro , que estoy impaciente por verlas . Voy á com-
placerte , repuso el Espíritu ; pero hay aquí dos ó tres des-
dichados que me alegraré veas antes , pues de su desgracia
podrás sacar algun fruto .
Considera en la jaula inmediata á la del tocador de gui-
tarra á un hombre de rostro pálido y consumido , cuyos dien-
tes rechinan , y parece quiere comerse los barrotes de su re-
ja : es un sugeto honrado que nació bajo de tan mala estrella
que con todo el mérito del mundo , por mas pasos que ha da-
do , no ha podido en veinte años llegar á asegurarse un pe-
dazo de pan , y ha perdido el juicio al ver que un conocido
176 EL DIABLO

suyo de escaso talento ha ascendido por medio de la aritmé-


tica á la cumbre de la rueda de la fortuna .
El vecino de este loco tiene ido el cerebro por no haber
podido soportar la ingratitud de un personage de la córte á
quien ha servido por espacio de cuarenta años . No hay pala-
bras que basten para alabar el celo y fidelidad de este cria-
do que jamas pedia nada , contentándose con que hablasen
por él sus servicios y su exacto desempeño ; pero muy lejos
de parecerse su amo á Arquelao , rey de Macedonia , que
negaba cuando le pedian y daba cuando no le pedian , ha
muerto sin recompensarle , dejándole tan solo lo estrictamen-
te necesario para pasar el resto de sus dias en la miseria y
entre los locos.
No quiero hacerte ver mas que uno , que es ese que tiene
apoyados los codos en el antepecho de su ventana , y parece

2010

URRA

COJUELO. 177

sumido en una profunda meditacion . Es un señor hidalgo de


Tafalla en Navarra : vino á vivir á Madrid , donde ha gasta-
do lindamente su dinero . Estaba poseido de la manía de
querer conocer á cuantos eruditos habia y tenerlos á su
mesa : todo se volvia en su casa banquetes y festines ; y,
aunque los autores , gente impolítica y desagradecida , se
burlaban de él cuando le estaban comiendo un lado , no
quedó contento hasta que consumió con ellos su poca ha-
cienda . No hay que dudar , dijo Zambullo , que se habrá
vuelto loco de pesadumbre de haberse arruinado tan tonta-
mente . Al contrario , replicó Asmodeo , ha sido por verse
sin posibles para continuar el mismo boato.
Pasemos ahora á las mugeres , añadió . Cómo es esto!
esclamó el estudiante , no veo mas que siete ú ocho ! hay
menos locas de las que yo pensaba . No todas las locas están
aquí, dijo el Demonio sonriéndose . Yo te llevaré si quieres,
á otro sitio de la villa, donde hay una casa grande toda llena .
No es necesario , replicó don Cleofas , á las presentes me
atengo . Tienes razon , replicó el Cojuelo , pues casi todas son
locas de distincion . Bien puedes conocer por la decencia de
sus ropas que no serán ningunas mugeres ordinarias .
En el primer aposento está la muger de un corregidor ,
que , rabiosa porque una señora de la córte la llamó plebeya,
se le ha vuelto el juicio ; en el segundo habita la esposa de un
tesorero general del consejo de Indias , cuya locura procede
de despecho de haberse visto obligada á hacer cejar su coche
en una calle estrecha para dejar pasar el de la duquesa de
Medinaceli , el tercero le ocupa una viudita , de familia de
mercaderes , que perdió el juicio de pesadumbre de habér-
sele ido de entre las manos un gran señor con quien espera-
12
178 EL DIABLO

ba casarse: y en el cuarto hay una señorita de calidad , llama-


da doña Beatriz , cuyo infortunio es preciso que te cuente .
Tenia esta dama una amiga llamada doña Mencía , y to-
dos los dias se veían . Un caballero del hábito de Santiago ,
bien dispuesto y galan , hizo conocimiento con las dos , y no
tardó en encender celos entre ellas : ambas se disputaron vi-
vamente su aficion , la cual se inclinó del lado de doña Men-
cía ; de suerte que esta vino á casarse con el caballero .
Doña Beatriz , que en gran manera estimaba el poder de
su belleza , concibió un despecho mortal en no haber sido la
preferida ; y alimentaba en lo íntimo de su corazon un vio-
lento deseo de vengarse , cuando recibió una carta de don Ja-
cinto de Romarate , otro amante de doña Mencía , en la que
le enviaba á decir que hallándose él tan resentido como ella
del casamiento de su querida , habia determinado batirse con
el caballero que se la habia quitado .
Gran contento causó en doña Beatriz esta noticia , pues
no queriendo otra cosa que la muerte del reo , deseaba so-
lamente que don Jacinto quitase la vida á su rival . Mientras
aguardaba con impaciencia una satisfaccion tan poco cristia-
na , acaeció que habiendo tenido su hermano una diferencia
con este mismo don Jacinto , vino á las manos con él , y quedó
herido de dos estocadas de las cuales murió . De deber era
para doña Beatriz pedir justicia contra el matador de su her-
mano ; pero se abstuvo de hacerlo por dar tiempo á Romarate
á que riñese con el caballero de Santiago ; lo cual prueba
perfectamente cuánto aprecian las mugeres sobre todo sus
caprichos y sus gracias . Imitó en esto á la diosa Palas que
cuando Ayax violó á Casandra , no castigó al punto á aquel
griego sacrilego , que acababa de profanar su templo , sino
COJUELO . 479

que esperó á que contribuyese á vengarla del juicio de Páris .


Mas ay ! que por desgracia doña Beatriz no logró como Mi-
nerva la satisfaccion de su venganza , pues don Jacinto quedó
muerto en el combate ; y la pena que le causó ver su ofensa
sin castigo le ha vuelto el juicio.
Las dos locas que siguen son la abuela de un abogado y
una vieja marquesa. La primera con su mal humor tenia
aburrido á su nieto , que la ha puesto aqui muy honradamen-
te para desembarazarse de ella : la otra es una muger que fué
siempre idólatra de su belleza ; en vez de ir envejeciendo con
santa resignacion , no cesaba de llorar al ver cuál se iban
destruyendo las gracias de su rostro ; y finalmente , cierto dia
que se estaba mirando à un espejo fiel , perdió la razon.

Tanto mejor para esa marquesa , dijo Leandro ; en el de-


sarreglo en que está su cabeza quizá no conoce ya la muta-
180 EL DIABLO

cion que el tiempo ha hecho en ella . Cierto que no , respon-


dió el Diablo ; muy lejos de advertir ahora en su cara el as-
pecto de la vejez , cree ver en su tez una mezcla de rosas y
azucenas , y girar en derredor suyo las Gracias y los Amores;
en una palabra , se figura ser la diosa Venus . De ese modo ,
replicó el estudiante , no es acaso mucho mas feliz siendo loca
que si se viera en su verdadero estado? Sin duda alguna , re-
puso Asmodeo : pero vamos ahora á la única que nos queda
por observar todavia , la dama que habita en el último cuar-
to , y á quien acaba de rendir el sueño , despues de tres dias
y tres noches de desasosiego ; llámase doña Emerenciana :
examínala bien ; qué te parece ? Linda en verdad , repuso
Zambullo . Qué lástima que persona tan hechicera esté de-
mente ! Qué accidente la ha reducido á ese estado ? Escúcha-
me , dijo el Cojuelo , y oirás la historia de su desventura.
Doña Emerenciana , hija única de don Guillen Estéfani ;
vivia tranquilamente en Sigüenza en casa de su padre , cuan-
do don Jimeno de Lizana llegó á turbar su reposo con los
obsequios que puso en ejecucion para agradarla ; y no con-
tenta ella con corresponder á su afecto , tuvo la flaqueza de
consentir en los ardides que él empleó para hablarle , con lo
que muy en breve se confirmaron ambos su cariño .
Estos dos amantes eran iguales en nacimiento , pero ella
podia reputarse por uno de los mejores partidos de España,
en vez que don Jimeno era simplemente lo que se llama un
segundon ; oponiéndose ademas otro inconveniente á este en-
lace ; y era que don Guillen aborrecia de muerte á la familia
de los Lizanas , dándolo sobrado á conocer en sus conversa-
ciones , cuando oía hacer mencion de ella ; y parecia tener
mayor aversion á don Jimeno que á los demas de su parente-
COJU LO . 181

la . Aflijida vivamente Emerenciana de ver á su padre en tal


disposicion , formaba de aquí un triste presagio contra su
amor ; sin embargo no dejó por ello , á buena cuenta de lo que
pudiese suceder , de entregarse á su inclinacion , y hablar
secretamente con Lizana , quien por medio de una criada en-
traba en su aposento algunas noches.
Ocurrió en una de ellas que don Guillen que habia ca-
sualmente despertado á tiempo en que el galan entró en su
casa , creyó haber oido algun ruido en el cuarto de su hija ,
poco apartado del suyo . No fué menester mas para inquietar
á un padre tan desconfiado como él ; sin embargo á pesar de
su carácter receloso , como Emerenciana procedia con tan es-
cesiva cautela , no maliciaba de ningun modo su inteligencia
con don Jimeno; pero no siendo hombre para confiarse dema-
siado ; se levantó silenciosameete de la cama , fué á abrir una
ventana que daba á la calle , y tuvo la paciencia de estarse
aguardando hasta que vió bajar de un balcon por una escala
de seda á Lizana , á quien conoció á la claridad de la luna.
Qué espectáculo este para Estéfani , para el mas vengati-
vo y bárbaro mortal que ha producido jamas la Sicilia , de
donde era nativo! No se dejó llevar desde luego de su ira , y
se guardó de causar un alboroto que habria podido libertar
de sus golpes á la víctima principal que su resentimiento de-
seaba . Contúvose y esperó á que su hija se levantára para
entrar en su cuarto : allí , viéndose solo con ella , y mirándo-
la con ojos encendidos de furor , le dijo : Desgraciada criatu-
ra ! que á pesar de la nobleza de tu sangre no tienes vergüen-
za de cometer acciones afrentosas , disponte á sufrir un justo
castigo . Este acero , añadió sacando del seno un puñal , este
acero va á quitarte la vida , si no confiesas la verdad : nóm-
182 EL DIABLO

brame el atrevido que ha venido esta noche á deshonrar mi


casa.
Quedóse enteramente atónita Emerenciana , y tan confu-
sa de oir aquella amenaza, que no pudo proferir palabra. Ah !
infame , prosiguió su padre , tu silencio me declara sobrada-
mente tu delito . Qué ! te imaginas acaso , hija indigna , que
ignoro lo que pasa ? Yo he visto esta noche al temerario , en
quien he reconocido á don Jimeno . No te bastaba recibir de
noche en tu aposento un caballero , sino que era preciso tam-
bien fuese este mi mayor enemigo ! Pero quiero saber hasta
qué punto llega mi ultraje : habla sin rebozo , pues solo con
tu sinceridad podrás evitar la muerte .
Estas últimas palabras disminuyeron algun tanto el temor
de la dama , porque le hicieron concebir alguna esperanza de
librarse de la funesta suerte que la amenazaba ; asi que res-
pondió ádon Guillen : Señor , yo no he podido resistirmeá dar
oidos á Lizana , pero tomo al cielo por testigo de la pureza de
su afecto . Como sabe que aborreceis á su familia no se ha
atrevido todavia á pediros vuestro consentimiento; y solo con
el fin de conferenciar con él acerca del modo de alcanzarle ,
le he permitido entrar en casa algunas veces . Y de quién os va-
leis uno y otro , replico Estéfani , para remitiros vuestras car-
tas? Uno de los pages es quien nos hace este favor , contestó
ella . Eso no mas , dijo el padre , queria yo saber , y ahora se
trata de poner en egecucion el designio que tengo formado .
Dicho esto, y sin soltar el puñal de la mano, le hizo coger pa-
pel y tintero , y la obligó á escribir á su amante un billete que
él mismo dictó en estos términos : «Querido esposo , única
<< delicia de mi vida , te prevengo que mi padre acaba de mar-
« char en este instante á su hacienda , desde donde no vol-
COJUELO. 185

(( verá hasta mañana : aprovechate de la ocasion . Me lisongeo


<«< con la idea de que esperarás á la noche con tanta impacien-
« cia como yo. >»
Despues de haber escrito y cerrado Emerenciana este
pérfido billete , le dijo don Guillen : Haz llamar al page que
desempeña tan bien el empleo que le has dado , y mándale

berus odos
Sood as tog ohin

shle
1000

AR
GASP
URRABIETA

lleve ese papel á don Jimeno , y no esperes engañarme , por-


que voy a esconderme en un sitio de este aposento , de don-
de te estaré observando cuando le des el encargo : si le hablas
184 EL DIABLO

una palabra ó le haces alguna seña que le infunda alguna


sospecha acerca del mensage , te clavo en seguida el pu-
ñal en el pecho . Emerenciana , que conocia demasiado á su
padre , no se atrevió á desobedecerle ; asi entregó como
otras veces la carta al page .
Guardó entonces Estéfani el puñal ; pero no se apartó
de su hija en todo el dia , ni la dejó hablar con nadie á so-
las , de suerte que Lizana no pudo tener aviso del lazo que
se le armaba . No faltó á la cita ; pero no bien hubo entrado
en la casa , cuando se sintió asido de repente por tres hom-
bres vigorosos que le desarmaron sin darle lugar á defen-
derse ; le taparon la boca con un pañuelo para que no gri-
tase ; vendáronle los ojos y ataron las manos á la espalda . En

URRA

este estado le condujeron á un coche traido de intento , y


en el que subieron todos tres para asegurarse mejor del ca-
ballero , á quien llevaron á la posesion de Estéfani , situada
COJUELO . 185

cuatro leguas cortas de Sigüenza , junto á un lugar llamado


Miedes . Don Guillen partió á poco rato en otro coche con
su hija , dos criadas y una dueña de mala catadura , á quien
habia mandado llamar despues de comer , y recibió para ser-
virle . Llevó consigo tambien todos sus demas sirvientes , á
escepcion de un criado viejo que no sabia nada de la prision
de Lizana.

Llegaron todos antes de amanecer á Miedes , y lo prime-


ro de que cuidó Estéfani fué de hacer encerrar á don Jimeno
en un sótano abovedado , en el que apenas entraba luz mas
que por una tronera tan escasa que un hombre no podia pa-
sar por ella : mandó luego à Julio , su criado de confianza ,
que no diese mas alimento al preso que pan y agua , por ca-
ma un monton de paja , y que siempre que le llevára de co-
mer le dijese : Toma , vil seductor , mira de qué modo trata
don Guillen á los que se atreven á ofenderle . No empleó me-
nos rigor el cruel siciliano para con su hija , pues la encerró
en un cuarto sin vistas al campo , quitóle sus criadas , y puso
por carcelera suya á la dueña que habia recibido , dueña
sin igual para atormentar á las jóvenes encargadas á su cui-
dado .

Asi fué como trató á los dos amantes , pero no era su inten-
cion contentarse con esto . Habia resuelto quitar de enmedio
á don Jimeno ; mas buscaba el modo de cometer este delito
impunemente , lo que le parecia bastante dificil . Como se ha-
bia valido de sus criados para apoderarse del caballero , no
podia prometerse que un hecho sabido de tantos estuviese
siempre oculto . Qué medio adoptar para no tener que ver con
la justicia ? El partido que tomó fué propio de un gran mal-
vado : reunió todos sus cómplices en una habitacion separada
186 EL DIABLO

de la alqueria , manifestóles cuan satisfecho estaba de su


celo , y dijo que en agradecimiento queria gratificarles con
una buena porcion de dinero despues de regalarles con un
banquete. Hízolos sentar á la mesa , y en medio de la comi-
da, Julio, por órden suya , los envenenó ; despues de lo cual
el amo y el criado prendieron fuego á la casa , y, antes de
que las llamas pudiesen atraer á aquel sitio á los vecinos del
lugar , asesinaron á las dos criadas de Emerenciana y al pa-
gecito de que he hablado , y luego arrojaron sus cadáveres
entre los demas . En breve se encendió el edificio , y quedó

Toesjib of

reducido á cenizas , á pesar de los esfuerzos que hicieron los


aldeanos de las cercanías para apagar el fuego . Era menes-
COJUELO . 187

ter ver las demostraciones de sentimiento que hacia el sici-


liano , que aparentaba estar inconsolable de la muerte de
sus criados .
Habiéndose asegurado de este modo el silencio de las per-
sonas que hubieran podido descubrirle , le dijo á su confi-
dente : Querido Julio , ahora estoy sosegado , y podré cuan-
do guste , quitar la vida á don Jimeno ; pero antes de sacrifi-
carle á mi estimacion , quiero gozar del dulce contento de ha-
cerle sufrir la miseria y el horror de una larga prision se-
rán para él tormento mayor que la muerte . A la verdad , Li-
zana lloraba sin cesar su desgracia , y , contando con no salir
jamas del sótano , deseaba verse libre de padecer con una
pronta muerte.
Pero en vano esperaba Estéfani tener el ánimo tranqui-
lo despues de la hazaña que acababa de cometer , porque de
allí á tres dias una nueva inquietud vino á turbar su imagina-
cion. Temió que Julio , cuando llevára de comer al preso ,
se dejase seducir con promesas , y este recelo le hizo tomar
la determinacion de acelerar la pérdida del uno , y de levan-
tar despues al otro de un pistoletazo la tapa de los sesos . Ju-
lio por su parte no vivia sin desconfianza ; y , discurriendo
que quizá su amo le sacrificaria tambien á su seguridad , con-
cibió el proyecto de huir una noche con todo cuanto habia
en la casa fácil de llevar .
Tales eran las máquinaciones que ambos á dos meditaban
á sus solas , cuando un dia fueron sorprendidos á cien pasos
de la quinta por quince ó veinte cuadrilleros de la Santa Her-
mandad , quienes los rodearon de improviso gritando : En
nombre del rey dénse á la justicia ! Al ver esto se turbó y
mudó de color don Guillen . No obstante , aparentando fir-
188 EL DIABLO

meza le preguntó al comandante que á quién buscaba . A vos


mismo , le respondió el cabo , pues se os acusa de haberos
apoderado de don Jimeno de Lizana , y traigo comision de
hacer en esta granja una exacta pesquisa en busca de dicho
caballero , y aun de asegurar vnestra persona. Persuadido
Estéfani , oida semejante respuesta , que era hombre perdi-
do , se puso furioso , y sacando de los bolsillos dos pistolas
dijo que no sufriria allanasen su casa , y que quitaria de en-

Ma job ac

URRABIETA

medio al cabo sino se retiraba prontamente con su cuadrilla;


pero , despreciando su amenaza el comandante de la Santa

Hermandad , se acercó al siciliano , quien disparando una


pistola le hirió en la cara . Esta herida costó en breve la vida
COJUELO. 189

al temerario que la habia hecho , porque dos ó tres cuadri-


drilleros , por vengar á su cabo , descerrajaron contra él
sus armas , y le dejaron tendido sin vida por el suelo . Por
lo que toca á Julio se dejó cojer sin resistencia , y no fué ne-
cesario preguntarle para que dijese si don Jimeno estaba en
la alquería : el criado lo confesó todo ; pero , viendo que su
amo habia muerto , cargó sobre él toda la maldad .
Finalmente , condujo al cabo y los cuadrilleros á la cue-
va , donde hallaron á Lizana echado en la paja y atadas
fuertemente las manos . El desgraciado caballero que vivia
esperando continuamente la muerte , creyó que tantas gen-
tes armadas no entraban en su calabozo sino á dársela ; pero
cuán alegre fué su sorpresa cuando supo que aquellos á quie-
nes reputaba por verdugos suyos , eran sus libertadores ! Lue-
go que le desataron y sacaron de la cueva les dió gracias por
su libertad , y les preguntó cómo habian sabido que estaba
preso en aquella granja . Yo os lo diré en pocas palabras ,
contestó el cabo.
La noche de vuestro rapto , uno de los que os cojieron ,
que tenia una amiga en la vecindad , al tiempo de despedir-
se de ella , pocos momentos antes de partir , tuvo la indis-
crecion de revelarle el proyecto de Estéfani . Guardó la mu-
ger el secreto dos ó tres dias ; pero como la noticia del in-
cendio acaecido en Miedes se estendió por la ciudad de Si-
güenza , y á todos pareció estraño que los criados del sicilia-
no hubiesen perecido sin quedar ninguno salvo en aquella
desgracia , le ocurrió que aquel fuego podia ser obra de
don Guillen , y así , por vengar á su amante , fué á buscar al
señor don Felix vuestro padre, y le refirió cuanto sabia . Asus-
tado don Felix de veros espuesto á merced de un hombre,
190 EL DIABLO

capaz de cometer cualquiera atentado , llevó consigo à la bue-


na muger á casa del corregidor , quien , despues de haberla
escuchado , no dudó que Estéfani tuviese intencion de hace-
ros padecer largos y terribles tormentos, y que era el infer-
nal autor del fuego . Para averiguarlo me envió esta mañana
órden de montar á caballo y venir con mi ronda á esta quin-
ta, de buscaros en ella , y de coger muerto ó vivo á don Gui-
lo que á
llen . He desempeñado felizmente mi comision por
mí toca ; pero siento no poder llevar á Sigüenza vivo al reo,
cuya resistencia nos ha puesto en la precision de matarle.
Habiendo el cabo acabado de hablar de esta suerte, dijo
á don Jimeno Caballero , voy á estender acta de todo cuan-
to acaba de pasar aquí , y hecho esto nos pondremos en ca-
mino para aliviar la impaciencia con que estareis de sacar á
vuestra familia del cuidado que le causais . Señor cabo , es-
clamó entonces Julio , aguardad , que voy á suministraros
nuevos materiales con que engrosar el proceso . Todavia os
queda por poner en libertad å otra persona presa . Doña Eme-
renciana se halla encerrada en un aposento oscuro , con una
dueña desapiadada á su lado , la que continuamente le está
diciendo palabras que la afligen sin dejarla quieta un instante.
O cielos ! dijo Lizana , con que el cruel Estéfani no se ha sa-
tisfecho con ejercer en mí su barbarie ! Vamos pronto á liber-
tar á esta desventurada señora de la tiranía de su guarda.
Dicho esto condujo Julio al cabo y á don Jimeno , acom-
pañados de cinco ó seis cuadrilleros , al cuarto de la prision
de la hija de don Guillen . Llamaron à la puerta , y vino á
abrirles la dueña. Bien te haces cargo del contento que es-
perimentaria dentro de sí Lizana de volver á ver à su que-
rida , despues de haber perdido toda esperanza de poseerla.
COJUELO. 194

Sentia renacer esta en su pecho , ó por mejor decir , no po-


dia dudar de su felicidad , á vista de que la única persona
que tenia derecho para oponerse á ella habia muerto . Luego
que vió á Emerenciana fué corriendo á arrojarse á sus pies ;
mas , quién podrá espresar el dolor que de él se apoderó ,
cuando , en vez de hallar una amante dispuesta á correspon-
der á sus finos afectos , no encontró sino una señora que
habia perdido el juicio ! Con efecto , de puro atormentada por
la dueña se volvió loca . Mantúvose pensativa algun rato :
pero figurándosele luego de repente que era la hermosa An-
gélica, sitiada por los tártaros en el castillo de Albraca , cre-
yó que los presentes eran otros tantos paladines que iban en
su socorro . Tomó al comandante de la Santa Hermandad por
Roldan , á Lizana por Brandimarte , á Julio por IIuberto del
Leon , y á los cuadrilleros por Antiforte , Clarion , Adriano y
los dos hijos del marqués Oliveros . Recibiólos con mucho
agasajo , y les dijo : Valientes caballeros , ya por el presente
no temo al emperador Egrican ; ni á la reina Marfisa ; pues
vuestro esfuerzo basta á defenderme de todos los guerreros
del universo .
Al oir semejante estravagancia el cabo y los cuadrilleros
no pudieron contener la risa ; pero no le sucedió lo mismo á
don Jimeno , que afligido amargamente de ver á quien que-
ria en tan infeliz estado , pensó tambien perder el seso . Con
todo , lisonjeándose de que recobraria el juicio , le dijo tier-
namente : Mi amada Emerenciana , reconoced á Lizana : vol-
ved en vuestro acuerdo , y sabed que ya llegó el fin de vues-
tras penas . El cielo no quiere que dos corazones que ha uni-
do estén separados ; y el padre inhumano , que tanto nos ha
maltratado , no puede ya sernos contrario .
192 EL DIABLO

La respuesta que átales palabras dió la hija de Galafron fué


otra vez un discurso dirigido á los esforzados defensores de
Albraca , los cuales ya entonces no lo tomaron á risa . El ca-
bo mismo , aunque muy poco compasivo de su natural , sin-
tió algunos movimientos de lástima , y le dijo à don Jime-
no , al verle penetrado de dolor : Caballero , no desespereis
de la salud de esta señora, pues en Sigüenza teneis doctores
en medicina , que podrán dársela con el ausilio de sus reme-
dios ; nosotros no nos detenemos mas tiempo aquí : y vos
señor Huberto del Leon , le dijo á Julio, vos que sabeis donde
estan las caballerizas de esta quinta , acompañad á Antiforte,
y á los dos hijos del marques Oliveros ; escoged las mejores
mulas , y enganchadlas al carro de la princesa , que yo entre
tanto voy a poner testimonio de este suceso .
Dicho esto , sacó del bolsillo tintero y papel , y luego que
hubo escrito todo lo que quiso , dió el brazo á Angélica para
ayudarla á bajar al patio , en donde por la diligencia de los
paladines estaba ya pronto á marchar un coche de cuatro mu-
las . Subió en él con la señora y don Jimeno , é hizo entrar
tambien à la dueña , cuya declaracion se alegraria mucho de
saber el corregidor . No quedó en esto todo , sino que por ór-
den del cabo cargaron de cadenas á Julio , y le pusieron en
otro coche junto al cadáver de don Guillen. Los cuadrilleros
volvieron á montar á caballo , y todos se encaminaron á Si-
güenza .
La hija de Estéfani dijo en el camino mil desatinos , que
fueron otras tantas puñaladas para el corazon de su amante.
No podia mirar á la dueña sin encolerizarse , y asi le decia ;
vos , vieja cruel , sois la que con vuestras persecuciones ha-
beis mortificado hasta lo sumo á Emerenciana , y vuelto la
COJUELO. 193

wand ala

URRADICT
MARTY

loca . La dueña se sinceraba con aire de hipocresía , y toda la


culpa se la echaba al difunto , diciendo que aquella desgracia
era preciso imputársela solo á don Guillen , porque este pa-
dre rigoroso iba todos los dias á atemorizar con sus amena-
zas á su hija , hasta que al fin la habia enloquecido .
Llegado que hubieron á Sigüenza , pasó el comandante á
dar cuenta de la comision al señor corregidor , el que inme-
diatamente , despues de tomada declaracion á Julio y á la
dueña , los envió á la cárcel de aquella ciudad , donde están
todavía. El mismo juez recibió la deposicion de Lizana , quien
se despidio de él para ir á casa de su padre , donde la alegría
que causó desterró de ella el pesar y la inquietud . En cuan-
to á doña Emerenciana providenció el corregidor se la condu-
13
194 EL DIABLO

gese á Madrid , en donde tenia un tio por parte de madre .


Este buen pariente , que no queria otra cosa que la adminis-
tracion de la hacienda de su sobrina , fué nombrado curador
suyo. Como no podia por el buen parecer dejar de manifes-
tar deseo de que curase , se valió á este efecto de los mas fa-
mosos médicos ; pero estos no le dieron motivo para arre-
pentirse de haber dado este paso , porque despues de haber
apurado en su curacion todo su arte , declararon que el mal
no tenia remedio . En virtud de este fallo , el curador no se
ha olvidado de hacer encerrar en esta casa á su pupila , la
cual , segun las muestras, permanecerá en ella el resto de su
vida .
Qué desgraciada suerte la de esa dama ! esclamó don
Cleofas. Me causa verdadera lástima. Doña Emerenciana me-
recia ser muy dichosa. Y qué se hizo don Jimeno ? añadió ,
porque tengo curiosidad de saber que partido tomó. Uno muy
cuerdo , replicó Asmodeo : viendo que la locura era incura-
ble se ha marchado á Nueva España , y espera que viajando
à poco á esta señora, pues así lo piden su jui-
olvidará poco a
cio y su reposo..... Pero , continuó el Diablillo; despues de
haberte enseñado los locos encerrados , es preciso te haga
ver otros que merecen estarlo .
ZARZA GASPAR

CAPITULO IX.

Cuya materia es inagotable.

IREMOS hácia la parte de la villa , y con-


forme vaya yo atisbando personas dignas
de estar en el número de estas , te pinta-
ré su carácter . Ya descubro una que no
quiero se me escape . Es un recien casado
que con la noticia que le dieron ocho dias ba de ciertas tra-
pisondas de una aventurera á quien queria , fué á casa de
de esta encendido en ira , rompió parte de sus trastos , arro-
jó los demas por el balcon , y al dia siguiente la llevó al altar .
Un hombre semejante , dijo Zambullo , merece sin dificultad
la primera plaza que vaque en esta casa .
Un vecino suyo , replicó el Cojuelo , no me parece menos
demente que él . Es un mozo de cuarenta y cinco años , que
aunque tiene con que pasar , quiere entrar á servir à un se-
196 EL DIABLO

ñor. Estoy viendo la viuda de un letrado.... la buena señora


ha cumplido ya sesenta años , y su marido hace poco que ha
muerto . Quiere retirarse á un convento , á fin, segun dice,
de que su reputacion esté libre de malas lenguas .
Distingo desde aqui dos doncellas , ó mejor dicho , dos
solteras de cincuenta años. Piden á Dios se digne llevarse á

UR
648

su padre, que las tiene encerradas como si fueran todavía


muchachas ; esperan que despues de muerto encontrarán lu-
cidos mozos que se casen con ellas por amor . Y por qué no?
dijo el estudiante : hay hombres de un gusto tan estravagan-
te ! Convengo en ello , respondió Asmodeo , es cierto que pue-
den hallar novios : pero no deben lisongearse de eso : ve ahí
en lo que consiste su locura.
No hay pais en donde las mugeres digan con verdad la
edad que tienen . Un mes ha que una soltera de cuarenta y
ocho años, y una casada de sesenta y nueve fueron á decla-
rar ante el señor alcalde de córte por una viuda amiga de
COJUELO. 197

ellas , que se habia querellado de que habian ofendido su es-


timacion . El juez empezó por la casada y le preguntó la eđad :
aunque ella llevaba la fé de bautismo escrita en el rostro , no

por eso dejó de responder con descaro que solo tenia cua-
renta años . Despues de concluida su declaracion procedió el
juez á recibírsela á la soltera , á quien dijo : Vos , señora,
qué edad teneis? Pasemos á las demas preguntas , respondió ,
eso no se nos debe preguntar . Vos no sabeis lo que os decís,
replicó el magistrado . Ignorais que es justicia ?……
.. Oh ! no
hay justicia que valga ! replicó con desenfado la doncella .
Qué le importa á la justicia saber los años que yo tengo? Esa
no es cuenta suya. Pues , dijo el juez , yo no puedo recibir
vuestra deposicion si no me decís vuestra edad ; este es un
requisito esencial . Una vez que es absolutamente preciso , re-
puso ella ; míreme vuesa merced con atencion , y haga poner
mis años segun conciencia .
Miróla con cuidado el alcalde , y usó de tanta cortesía,
que solo mandó espresar veinte y ocho años . Preguntóle en
seguida si hacia mucho tiempo que conocia á la viuda quere-
lante . Antes de que se casase , respondió . De esta suerte
replicó el juez , he hecho mal la cuenta de vuestra edad , por-
que solo os he dado veinte y ocho años , y hace ya veinte
y nueve que la viuda se casó . Enhorabuena , esclamó la de-
ponente , póngase treinta ; yo he podido conocer de un año
á la viuda. Eso no sería natural , replicó el juez ; añadamos
una docena. No por cierto , si gustais , dijo ella , lo mas que
puedo hacer por contentar á la justicia es añadir otro año ;
pero no dejaré se ponga un mes mas , aun cuando dependie-
se de ello mi honra.
Cuando las dos testigos salieron de allí , dijo la casada ála
198 EL DIABLO

soltera : Qué te ha parecido el bueno del señor alcalde ? juz-


gaba que éramos tan tontas que le iríamos á decir nuestra edad
cabal. Basta, por vida nuestra, que esté sentada en el libro
de la parroquia , sin que ahora vaya á hacerla poner en los
autos , para que todo el mundo lo sepa . No sería cosa muy
divertida el oir leer en presencia de la sala : Agustina Rica,
de estado casada , de edad de sesenta y tantos años , y Juana
Perinela, de estado honesto , de edad de cuarenta y ocho años,
declaran tales y tales cosas. Yo me rio de todo eso , me he
quitado á buena cuenta veinte años ; y tú has hecho muy
bien en hacer otro tanto .

Qué es eso de otro tanto ? respondió con desenfado la


soltera. Agradezco el favor , lo mas que yo tengo son trein-
ta y cinco años. Ay ! hija mia , replicó la otra con aire tai-
mado , á quién se lo vienes á decir ? yo te ví nacer , y ha-
blo ya de mucho tiempo . Me acuerdo que conocí á tu pa-

dre , que cuando se murió no era mozo , y ya se han pasado


cuarenta años de su muerte . Oh ! mi padre , mi padre , re-
plicó con precipitacion la soltera , irritada de la franqueza
de la casada ; cuando mi padre se casó con mi madre era ya
tan viejo , que no podia tener hijos .
Advierto en una casa , continuó el Espíritu , dos hombres
que no tienen mucho juicio . El uno es un hijo de familia que
no puede guardar el dinero , ni vivir sin él , y ha encontrado
un medio para que nunca le falte . Cuando se halla con re-
puesto compra libros, y luego que se ve un sin cuarto los ven-
de por la mitad de lo que le han costado . El otro es un pin-
tor estrangero, que hace retratos de mugeres ; es muy hábil,
dibuja perfectamente , pinta que es una maravilla , y sabe
coger el aire de la cara ; pero no favorece á la que retrata , y
COJUELO. 199

él piensa que tendrá una multitud de parroquianos . Inter


stultos referatur.
Qué oigo ? dijo el estudiante , tú hablas latin ! No debe
admirarte, dijo el Diablillo . Yo hablo con perfeccion todo gé-
nero de lenguas ; sé el hebreo, el turco , el árabe y el griego ;
y sin embargo no tengo el carácter pedante , ventaja que
llevo à vuestros eruditos.
Mira en esa casa grande , que está á mano izquierda , una
enferma rodeada de muchas mugeres que la asisten . Es viu-

DRSA GASPAR
200 EL DIABLO

da de un rico y célebre arquitecto , señora encaprichada por


la nobleza . Acaba de hacer testamento , y en él reparte los
inmensos bienes que posee entre personas de la primera dis-
tincion , que jamas la han conocido . Les deja mandas á causa
de sus ilustres apellidos . Le han preguntado si queria se
diese algo á uno que le habia hecho servicios importantes.
Ah ! no ha respondido con semblante afligido , y lo siento.
No soy tan ingrata que me niegue à confesar que le debo mu-
chas obligaciones ; pero es plebeyo , y su apellido deshonra-
ria mi testamento .

Amigo Asmodeo , dijo Leandro , quisiera me hicieses el


favor de esplicarme , si aquel viejo á quien veo entretenido
en leer es tal vez digno de estar aquí . Sin duda que lo me-
rece , respondió el Diablo . Ese es un licenciado viejo , que
está leyendo las pruebas de un libro que está imprimiendo.
Será á la cuenta alguna obra de moral ó de teologia? dijo don
Cleofas. No , replicó el Cojuelo ; son unas poesías alegres
que compuso cuando mozo . En vez de quemarlas , ó á lo me-
nos dejarlas que pereciesen con él , las hace imprimir en vi-
da por temor de que sus herederos caigan en la tentacion
de darlas á luz ; y que por respeto á su carácter les quiten
toda la sal y la gracia.
Haria mal en olvidar á una damisela que vive en casa
de ese licenciado . Está tan persuadida de que agrada á los
hombres , que piensa que todos cuantos le hablan se enamo-
ran de ella .
Pero pasemos á un canónigo rico , que veo à dos pa-
sos de aquí , el cual ha dado en una locura muy singular .
Si vive frugalmente , no es por mortificacion ni sobriedad ; y
si se priva de coche no es por mezquindez . Pues por qué es
COJUELO. 201

ahorrativo ? dijo Zambullo . Es para juntar dinero? Pues qué


quiere hacer de él ? limosnas ? No , respondió Asmodeo , lo
que hace es comprar pinturas , muebles esquisitos y alba-
jas. Y juzgas que es para gozar de ellos durante su vida? te
engañas . Unicamente es para adornar con ellas su inventario.
Tú ponderas , dijo Zambullo. Hay en el mundo hombre
de semejante carácter ? Sí , te digo , replicó el Diablo , tiene
esa mania. Se recrea en pensar que las gentes se admirarán
cuando vean el inventario de lo que deje despues de muerto.
Si compra , supongamos , un escritorio precioso , le hace em-
paquetar con mucho aseo , y meter en el guarda muebles ,

URRABIETA C GAUTHIER
202 EL DIABLO

á fin de que parezca enteramente nuevo á los ojosde los pren-


deros que vayan á ajustarle despues de su muerte .
Hablemos ahora de uno de sus vecinos , que no te pare-
cerá menos loco . Este es un mozo ya hecho , qne ha llegado
poco ha de las islas Filipinas á Madrid , dueño de una opu-
lenta herencia que le ha dejado su padre , oidor que era de
la audiencia de Manila . Su conducta es bastante rara. Todo el
dia se le vé en palacio y en la antesala del primer ministro,
y no te parezca que es algun ambicioso que pretende un
gran empleo , porque no apetece ninguno , ni pide cosa al-
guna. Pues qué ! va únicamente allí á hacer la córte ? To-
davía menos . Jamas habla al ministro , no le conoce , ni á él
se le dá tampoco nada de que no le conozcan . Qué fin lleva,
pues? No otro que el dar á entender es persona que tiene
valimiento .

Ridícula estravagancia es la suya por cierto ! esclamó el


estudiante , dando una carcajada . Es tomarse buen trabajo por
poca cosa : digo que tienes razon en colocarle en el número
de locos de atar . Oh ! replicó Asmodeo , ahora voy á ense-
ñarte otros muchos á quienes no seria justo considerar por
mas cuerdos que á este . Advierte en esa casa grande , don-
de hay tantas luces encendidas, tres hombres y dos mugeres
sentados á una mesa . Despues de haber cenado juntos están
jugando á los naipes para acabar de pasar la noche , y luego
recogerse . Tal es la vida que llevan esas damas y esos caba-

lleros. Se juntan por lo regular todas las noches , y al ama-


necer se despiden para ir á dormir hasta que las tinieblas
vuelvan á ahuyentar la luz . Han renunciado á la vista del
sol y á las bellezas de la naturaleza . No diría cualquiera al
verlos así rodeados de velas que son unos difuntos que estan
COJUELO. 205

esperando vayan por ellos para enterrarlos? No es necesario


encerrar á semejantes locos , porque ya están encerrados .
Veo en los brazos del sueño , prosiguió el Cojuelo, á un
hombre , á quien estimo , y me corresponde con mucho afec-
to , un sugeto hecho de una masa compuesta á mi modo . Es
un viejo bachiller , idólatra del bello sexo. No es posible ha-
blarle de una buena moza sin que manifieste sumo contento
de oirlo . Si le dices que tiene una boquita como un piñon,
los labios sonrosados , dientes de perlas , y una tez de ala-
bastro , en una palabra , si se la pintas con todos sus porme-
nores , á cada cosa suspira , menea los ojos , y hace estremos
de enamorado . Pasando dos dias ha por la calle de Alcalá ,
por delante de la tienda de un zapatero , se quedó parado á
mirar una chinela de muger puesta á la puerta, y despues de
haberla estado examinando con mas atencion de lo que mere-

cia , dijo admirado : Ay ! amigo , he aquí un zapato que ar-


rebata mi imaginacion ! Qué pie tan lindo debe tener la dama
para quien es ! Me causa placer el verle ; vámonos presto ,
porque es peligroso pararse aquí.
Es preciso marcar á ese bachiller , dijo Leandro Perez .
Juzgas acertadamente de él , replicó el Diablo , y tambien
merece se le marque como loco á un magistrado estravagan-
te vecino suyo , que porque tiene coche propio se avergüen-
za cuando se ve precisado á servirse de un alquilon . Forme-
mos una pareja de este con un licenciado pariente suyo que
goza unpingüe beneficio en una iglesiade Madrid , y va siem-
pre en coche de alquiler por conservar dos hermosos caballos
y cuatro mulas arrogantes que tiene en su casa .
En la vecindad del magistrado y del bachiller descubro
un hombre á quien no se puede , sin hacerle injusticia , dejar
204 EL DIABLO

de admitir entreloslocos . Es un caballero de sesenta años que


hace la córte á una jóven . Todos los dias la visita , y cree
que le agrada con hablarle de los galanteos que tuvo en la
flor de su edad , y quiere que ella se satisfaga con que fué
buen mozo en otro tiempo.
Pongamos con ese viejo á otro que está durmiendo á diez
pasos de nosotros , el cual es un conde francés que ha veni-
do á Madrid á ver la córte . Este buen señor se acerca ya á
los sesenta , lució en lo florido de su edad en la córte de su

rey ; todo el mundo admiraba en tiempo pasados su bello


personal y su garbo ; y lo que principalmente hechizaba á
cuantos le veian era su buen gusto en vestirse . Ha conser-
vado todos sus vestidos , y cincuenta años hace que los lle-
va, á pesar de la moda que muda todos los dias en su tierra,
pero lo mas gracioso es que se le figura posee hoy en dia
aquellos mismos atractivos , que hallaban en él cuando mozo .
No hay que detenerse , dijo don Cleofas , pongamos á

este caballero entre los que merecen comer el pan de la casa


de los locos . En ella retengo una jaula, dijo el Diablillo , para
una señora que vive en una buhardilla inmediata á la casa
del conde . Es una viuda vieja que , llevada de un escesivo
cariño hacia sus hijos , ha sido tan buena que les ha hecho
donacion de todos sus bienes , mediante unos cortos alimen-
tos que los mismos hijos se han obligado á suministrarle , y
que en agradecimiento tienen buen cuidado de no pagarle.
Quiero enviar tambien á esa casa á un solteron , sugeto
bien nacido , el cual no bien se halla con un ducado en el
bolsillo , va luego y lo gasta , y no pudiendo estar sin dinero
no hay cosa que no haga por tenerlo . Quince dias hace que
su lavandera , á quien debia mil reales , se los fué á pedir
COJUELO . 205

diciéndole los necesitaba para casarse con un ayuda de cá-


mara que la pretendia . Eso es decir, la dijo él, que tú tienes
mas dinero , porque qué diablos de ayuda de cámara es ese
que quiere casarse contigo por mil reales ? Ah ! señor , res-
pondió ella , tengo ademas de eso doscientos ducados ! Dos-
cientos ducados ! replicó él con agitacion , Cáspita ! como
me los des me caso contigo, y asi quedamos en paz . La la-
vandera le cogió la palabra ; y se casaron .
Guardemos tres lugares para esos tres que han cenado
fuera , y se vuelven á su casa que está ahí á mano derecha .

UPA

GRI

El uno es un conde que se precia de aficionado á las bue-


nas letras ; el otro su hermano el licenciado , y el tercero
un erudito , amigo de ellos . Casi nunca se separan , y van
siempre juntos á todas las visitas . El conde solo cuida de
206 EL DIABLO

alabarse ; su hermano le alaba , y se alaba tambien á sí mis-


mo ; pero el erudito está encargado de tres cosas , que son
de alabar á ambos á dos , y de mezclar sus propias alabanzas
con las de ellos.
Todavia se necesitaban dos jaulas , una para un viejo
apasionado á flores , que no teniendo que comer mantiene
jardinero y jardinera para que le cuiden una docena de flo-
res que hay en su huerto ; y la otra para un comediante,
que lamentándose de los disgustos anejos á la vida cómica ,
les decia el otro dia á algunos compañeros suyos : A ›la ver-
dad , amigos que estoy bien aburrido de la profesion . Ase-
guro que mejor quisiera ser un hidalgo de lugar con mil du-
cados de renta.
A cualquier parte que vuelva los ojos , prosiguió el Es-
píritu , no descubro sino cerebros enfermos . Veo á un ca-
ballero del hábito de Calatrava , que está tan ufano y en-
greido de que tiene citas secretas con la hija de un grande ,
que se cree igual á las primeras personas de la córte . Paré-
cese á Vilio , que se imaginaba era yerno de Sila , porque es-
taba en relaciones con la hija de aquel dictador ; y esta se-
mejanza es tanto mas análoga cuanto que el caballero tiene,
lo mismo que el romano , un Longareno , es decir , un rival
que nada vale , y con todo es mas favorecido que él .
Parece que los mismos hombres renacen de tiempo en
tiempo bajo diversos aspectos . En ese dependiente del mi-
nistro reconozco á Bolano , que no guardaba atencion con
nadie , y recibia con aspereza á todos aquellos que no gus-
taba llegasen á hablarle . En ese viejo magistrado vuelvo áver
á Fufidio que prestaba su dinero al cinco por ciento al mes;
y Marseo , que regaló su casa paterna á la comedianta Origo,
COJUELO. 207

ha resucitado en ese hijo de familia que disipa con una mu-


ger de teatro la hacienda que tiene junto al Escorial .
Pero escucha , prosiguió Asmodeo , que si no me engaña
el oido , instrumentos suenan cerca y puede ser que sea para
cantar , pues el ruido que hacen parece que es templarlos.
Asi fué , que habiendo templado y concordado los instru-
ARA
LVE

mentos , cuatro músicos , amparados de dos embozados , pro-


curando publicar lo diestro de sus voces , cautaron asi :
208 EL DIABLO

Si de tu hermosura quieres
Una copia con mil gracias ,
Escucha , porque pretendo
El pintarla.

Es tu frente toda nieve ,


El alabastro batallas
Ofreció al amor , haciendo
En ella valla.

Amor labró de tus cejas


Dos arcos para su aljaba ,
Y debajo ha descubierto
Quien le mata .

Eres dueña del lugar


Bandolera de las almas ,
Iman de los alvedríos ,
Linda alhaja .

Un rasgo de tu hermosura
Quisiera yo al retratarla ,
Que es estrella , es cielo , es sol ,
No es sino el alba.

Apenas hubieron acabado de cantar cuando de una casa


grande , cuyo zaguan no tenia puerta que le cerrase , vieron
salir cuatro hombres que , despidiendo de sí las capas , mani-
festaron las manos ocupadas con sus espadas y broqueles , y,
sin hablar mas razones que « á los atrevidos se castiga así »
empezaron á jugar el látigo con alentado brio , sin dar lugará
que los pobres músicos pusiesen en guarda sus instrumen-
tos ; pues , haciendo escudo de ellos , fueron los primeros que
COJUELO. 209

quebraron : salieron luego á su defensa los dos embozados ;


pero , aunque empezaron con buen aire , lo pasaron mal ,
pues habiéndose quebrado el broquel al uno le alcanzó una
estocada , dando en el suelo el cuerpo , y el aliento en el úl-
timo adios de su vida con un « ay de mí ! muerto soy ! » Su
compañero que lo vé echa à correr ; los agresores por su par-
te escapan , y todos los músicos desaparecen , y solo quedó
en el sitio el desgraciado caballero , cuya muerte ha sido el
resultado de la serenata . Mira detras de aquella celosía, dijo
el Cojuelo , la dama á quien se acaba de festejar , que ha es-
tado desde allí observando el lance . Esta señorita está tan
envanecida y pagada de su hermosura , aunque es solo muy
regular , que en vez de deplorar los funestos sucesos que
acaba de causar , es tal su crueldad que se alaba de ellos ,
y cree por eso ser mas linda.
No está ahí todo ; mira á otro caballero que se ha parado
en la calle á socorrer , si es posible , al que está nadando en
sangre , y atiende como , mientras se ocupa en una obra tan
cristiana , le sorprende la ronda que acude en el acto , y le
lleva á la cárcel , donde permanecerá mucho tiempo , y no le
costará menos que si hubiera sido el matador .
Qué de desgracias suceden esta noche ! dijo Zambullo .
No será esta la última , replicó el Diablo ; si estuvieras aho-
ra en la puerta del Sol , te espantarias de un espectáculo
que allí se presenta . Por el descuido de un criado se ha pe-
gado fuego á una casa magnífica , donde han quedado re-
ducidos á cenizas muchos muebles preciosos ; pero por mas
ricos efectos que consuma , no sentirá su pérdida don Pe-
dro Escolano , dueño de la posesion , si puede salvar á Se-
rafina , su hija única , que está á peligro de perecer .
14
210 EL DIABLO

Don Cleofas quiso ver el incendio , y en aquel mismo


punto el Cojuelo le trasladó á la puerta del Sol , al tejado de
una casa grande , frontera á la que se estaba abrasando .
CAPÍTULO X.

Del incendio , y de lo que hizo en aquel lance Asmodeo por la


amistad que tenia con don Cleofas.

YERON desde luego las voces confusas


de muchas personas ; unas gritaban
«fuego ! fuego ! » y otros clamaban por

1 agua . De allí á poco advirtieron que


una gran escalera por donde se subia
á la habitacion de don Pedro estabe
toda incendiada ; vieron despues salir por las ventanas lla-
maradas y bocanadas de humo.

El fuego está en su mayor fuerza , dijo el Cojuelo , ya las


llamas que han llegado al techo empiezan á abrirse paso por

él , y cubrir de chispas el aire. El incendio toma tal cuerpo ,


que las gentes que de todas partes acuden á apagarle no pue-
212 EL DIABLO

den hacer mas que estarle mirando . Haz por distinguir en-
tre la multitud de los espectadores à un viejo en bata ; es
el señor Escolano : oyes sus gritos y lamentos? Se encamina
á los que están junto á él , y les suplica encarecidamente va-
yan å libertar á su hija ; pero por mas que les ofrece una
gran recompensa , ninguno quiere esponer su vida por la
dama , que se halla en la edad de diez y seis años , y es her-
mosa por estremo . Viendo que implora en vano su asisten-
cia , se arranca los cabellos y el bigote , se golpea el pecho , y
el esceso de su pena le mueve á hacer acciones desatinadas.
Por otro lado Serafina , desamparada de sus criadas , ha cai-
do desmayada del susto en su cuarto , en donde en breve la
espesura del humo la ahogará . Ninguno puede socorrerla.
Ay , Asmodeo ! esclamó Leandro Perez arrebatado de
un impulso de lástima y generosidad . Cede á la compasion
de que me siento poseido , y no deseches la súplica que te ha-
go de librar esa señorita de la muerte que tan de cerca la
amenaza. Esto es lo que te pido en recompensa del servicio
que te he hecho . No te opongas como poco hace à mi de-
seo , porque me costaria una pesadumbre mortal .
El Diablo se sonrió de oir hablar de aquella suerte al es-
tudiante , y le dijo : Amigo Zambullo , tienes todas las pren-
das de un buen caballero andante , eres valiente , compasivo

si ves padecer á otro , y muy dispuesto á servir á las don-


cellas . Dí , serias hombre , como otro Amadis , para arrojar-
te en medio de esas llamas por ir á libertar á Serafina , y vol-
vérsela sana y salva á su padre ? Ojalá que fuese posible !
respondió don Cleofas , que lo ejecutaria sin detencion . Tu
muerte , replicó el Cojuelo , seria todo el pago de una proeza
tan gallarda . Ya te he dicho que el valor humano de nada
COJUELO. 215

sirve en esta ocasion , y es forzoso que yo tome á mi cargo


esta empresa por contentarte . Mira de qué modo voy á ma-
nejarme , observa todas mis acciones .
No bien hubo dicho el Cojuelo estas palabras , cuando to-
mando la figura de don Leandro Perez , no sin gran espanto
de este estudiante , se metió por entre la multitud , atravesó
por medio de ella , y se arrojó al fuego que era su elemento á
vista de los espectadores , que se asustaron de ver aquella
accion , y la censuraron con un clamor general. Qué desati-
nado ! decia uno . Cómo ha podido la codicia cegarle hasta ese
punto? Si no estuviera loco rematado , el premio ofrecido no
le habría tentado de manera alguna . Es preciso , decia otro,
que ese mozo temerario esté enamorado de la hija de don
Pedro ; y que penetrado de dolor haya resuelto salvarla , ό
perecer con ella.
Finalmente , todos contaban que tendria igual suerte que
Empedocles ( 4 ) , cuando de allí á un instante le vieron salir de
las llamas con Serafina en los brazos .
El aire resonó con aclamaciones , y el pueblo hizo mil
alabanzas del esforzado caballero , que habia ejecutado una
hazaña tan esclarecida. Cuando la temeridad es afortunada
nadie la censura ; y este prodigio pareció á todos un efecto
muy propio del valor español.
Como la señorita permanecia aun desmayada , no se atre-
via su padre à dejarse llevar del gozo , porque recelaba que ,
despues de salvada tan felizmente del fuego , muriese á su
vista de la impresion que necesariamente le habria causado

(1) Poeta y filósofo siciliano que se arrojó á las llamas del monte
Etna.
214 EL DIABLO

el peligro que habia corrido ; pero en breve se sosegó , al


verla vuelta de su parasismo con los remedios que aplicaron
para ello . Entonces mirando ella á su anciano padre con ros-
tro tierno , le dijo : Padre , mas pena tendria que alegría , si
viera conservados mis dias y los vuestros no . Ay , hija mia!
le respondió abrazándola , ya que no te he perdido, me con-
suelo de todo lo demas . Demos gracias , prosiguió , presen-
tando al fingido don Cleofas , demos gracias los dos á este
caballero que es nuestro libertador . A él le debemos la vida,
no hay agradecimiento que baste á tan grande beneficio , y.
la suma que he ofrecido no alcanza para hacernos cumplir
con él.

Tomó entonces el Diablillo la palabra , y con rostro co-


medido le dijo á don Pedro : Señor , el galardon que habeis,
prometido no ha contribuido en nada al servicio que he te-
nido la dicha de haceros . Soy noble y castellano , y el placer
de haber enjugado vuestras lágrimas , y arrancando de las
llamas el objeto hermoso que iba a ser pasto de ellas , es la
única recompensa que anhelo .
Viendo el señor Escolano el desinterés y generosidad del
libertador , le tomó gran aficion , y le suplicó fuese á visitarle
pidiéndole su amistad , y ofreciéndole al mismo tiempo la
suya. Despues que mediaron muchos cumplimientos de una
y otra parte , se retiraron padre é hija á un cuarto que es-
taba á lo último del patio . En seguida fué el Diablo á buscar
al estudiante , que viéndole venir en su primera forma , le
dijo : Señor Asmodeo , me habrán engañado mis ojos ? No
estabas ahora mismo bajo mi propia figura? Cierto que lo
estaba , respondió el Cojuelo , y voy á esplicarte el motivo
de semejante transformacion . He formado un gran proyec-
COJUELO . 215

to ; mi objeto es casarte con Serafina. Le he inspirado con


la ficcion de tu semblante una pasion violenta hácia tu hidal-
ga persona. Don Pedro está tambien muy satisfecho de tí,
porque le he dicho muy cortesmente que en libertar á su
hija no habia llevado otra mira que el complacer á los dos , y
que la honra de haber dado fin á una aventura tan peligrosa
era recompensa de bastante precio para un caballero espa-
ñol. El buen hombre es de pecho noble , y no querrá ser
menos en punto á generosidad , y así te diré que en este
instante está tratando en su interior , si te dará su hija para
igualar su agradecimiento con el favor que él discurre le has
hecho.
Mientras acaba de resolverse , añadió el Cojuelo , vamos
á un sitio mas favorable que este para seguir nuestras obser-
vaciones. Dicho esto llevó al estudiante encima de una igle-
sia alta llena de mausoleos .

DEZ
MEN

AR
GASP
812

CAPÍTULO XI.

De los túmulos , de las sombras y de la muerte.

NTES de que prosigamos el examen de los


vivos , dijo Asmodeo , turbemos por un
corto rato el reposo de los muertos de esta
iglesia . Recorramos todos estos sepulcros ,
descubramos lo que encierran , y veamos
cuál fué la causa que hubo para erigirlos .
El primero de los que ves á tu derecha contiene las tris-
tes reliquias de un general, que, como otro Agamenon , halló
al volver de la guerra un Egisto en su casa (1 ) : en el segundo

(1 ) Agamenon, rey de Argos al volver de la guerra de Troya fué


asesinado por Egisto , de acuerdo con Clitemnestra muger de aquel
de la que estaba enamorado , para poderse casar con ella.
COJUELO . 217

descansa un caballero mozo , que, queriendo hacer alarde de


su habilidad y brío para con su dama en una fiesta de toros ,
pereció lastimosamente entre las astas de uno de estos anima-
les: y en el tercero yace un anciano que partió de esta vida
con bastante precipitacion , por haber hecho su testamento en
sana salud , y leídosele á sus criados , á quienes como buen
amo les dejaba algunas mandas . De modo fué que á su
cocinero se le acabó la paciencia en no recibir lo que le
tocaba.

En el cuarto reposa un cortesano que jamas se molestó


por nada en este mundo , sino por hacer la córte . Por espacio
de sesenta años le vieron ir por la mañana, á medio dia, por
la tarde y por la noche á palacio ; y el rey en recompensa de
su continua asistencia á obsequiarle , le colmó de gracias. Di-
me, dijo don Cleofas, era el tal cortesano amigo de favorecer
á alguno? A nadie , respondió Asmodeo . Prometia gustoso
que lo haria así, pero jamas cumplia su palabra . Ah! hombre
vil! replicó Leandro , si se hubiesen de echar de la sociedad
humana álos que están de sobra en ella, sería necesario em-
pezar por los cortesanos de esa especie .
El quinto cenotafio , prosiguió Asmodeo , oculta los morta-
les despojos de un señor amante de la nacion española , y ze-
loso de la gloria de su rey ; toda su vida fué embajador en Ro-
ma, en Francia , en Inglaterra y en Portugal, y en estas emba-
jadas se arruinó de tal manera , que cuando murió no hubo
para enterrarle ; pero el monarca en premio de sus servicios
le costeó el funeral .
Pasemos á ver los monumentos que están al otro lado . Ek
primero es el de un rico negociante que dejó á sus hijos un
gran caudal ; mas, temiendo que aquellas riquezas les hiciesen
218 EL DIABLO

olvidarse de su origen , dispuso se grabase en su sepulcro su


nombre y ejercicio, lo que no agrada mucho hoy á sus descen-
dientes.

El mausoleo que sigue , y sobrepuja en magnificencia á los


demas, es un trozo de arquitectura que los viageros miran con

URRA GAR

asombro. En efecto, dijo Zambullo, me parece digno de


admiracion , y lo que me agrada mas que todo en él son esas
dos estátuas arrodilladas : á la verdad que ambas figuras es-
tán bien trabajadas: hábil artífice era el escultor que las hizo !
Pero esplícame, te ruego , quiénes fueron las personas que
representan.
COJUELO . 219

El Cojuelo contestó : Representan á un duque y una du-


quesa : este señor tenia uno de los primeros empleos de pala-
cio, el que desempeñaba con honor ; y su muger vivia muy
cristianamente . Es preciso que te cuente un pasage de la vi-
da de esta buena duquesa , el cual te parecerá algo estraño .
Escucha .
Hacia ya mucho tiempo que esta señora se confesaba
con un religioso mercenario, llamado Fr. Gerónimo de

Aguilar, hombre de recto juicio y famoso predicador . Ha-


llábase muy contenta con él , cuando se presentó en Madrid
un dominico que predicaba en términos que todo el mun

URS
CAR

do se quedaba encantado de oirle . Este nuevo orador se lla-


maba Fr. Plácido . Corrian á sus sermones cual á los del car-
220 EL DIABLO

denal Jimenez , y la córte , hasta donde llegó la fama , habiendo


querido oirle predicar, quedó mas satisfecha aun que el pueblo.
Nuestra duquesa resistió algun tiempo á la curiosidad de
ir á formar concepto por sí misma de la elocuencia de Fr.
Plácido . Inducíale á obrar así el deseo de hacer ver á su buen

confesor que, como penitente delicada y sensible , tambien


hacian impresion en ella los movimientos de despecho y de
zelos que el recien venido pudiese causarle á él; pero al fin
se dejó vencer por lo mucho que se hablaba del nuevo predi-
cador , y fué á oirle : con efecto, oyóle predicar , parecióle
bien, siguió yendo á sus sermones , y por un capricho de in-
constancia quiso ponerse bajo su direccion espiritual.
Era menester desembarazarse antes del religioso de la
Merced ; lo cual no era fácil , pues un guia espiritual no se
deja así como un amante, y una devota no puede pasar por
veleidosa, ni perder la estima del director á quien abandona.
Qué hizo pues la duquesa? fué á verse con Fr. Gerónimo, y
le dijo con ademan tan compungido cual si realmente estuviese
afligida : Ay, padre mio, qué desesperacion la mia; no sabe
su reverencia en qué estado de asombro , de pena y de per-
plejidad inconcebible se encuentra mi alma ! Podreis creerlo?
mi marido que siempre ha tenido tanta confianza en mi vir-
tud , desde el tiempo que hace dirigis mi conciencia , ahora de
repente se entrega á sospechas celosas , y no quiere que si-
gais siendo mi confesor . Por mas que le he tachado que ofen-

dia no tanto á mí como á un varon de vuestra profunda pie-


dad y de vuestra irresistible firmeza contra la tiranía de las
pasiones, solo he conseguido aumentar su desconfianza to-
mando vuestra defensa.
Fr. Gerónimo , á pesar de todo su talento , cayó en el lazo ,
COJUELO . 221

y, aunque muy resentido por perder una penitente de tal ca-


lidad , le aconsejó obedeciese á su esposo; pero muy luego
abrió los ojos su paternidad cuando supo que la dama habia
escogido á Fr. Plácido por confesor .
Un sepulcro mas modesto , continuó el Diablo , encierra
la estravagante pareja del decano del Consejo y de su jóven
esposa, tan jóven que , teniendo ya él sesenta y tres años , se
casó en segundas nupcias siendo ella muchacha de veinte ; del
primer matrimonio le habian quedado dos hijos, cuya ruina
iba ya á firmar, cuando un accidente apoplético le echó al
otro mundo, y á las venticuatro horas murió la muger de pe-
sar de que su marido no hubiese tardado tres dias mas en
morirse .

Ya hemos llegado al monumento mas respetable de esta

JRRA
222 EL DIABLO

iglesia . Los españoles le miran con tanta veneracion como los


romanos miraban el de Rómulo . Pues quién es el gran per-
sonage que en él reposa? dijo Leandro Perez . Un primer mi-
nistro de la coronade España, respondió Asmodeo, á quien
será difícil quizá encontrar un sucesor que le iguale . El rey
descansaba del cuidado del gobierno en este insigne manda-
tario, que supo manejarle con tal acierto, que asi el monar-
ca como los vasallos vivieron muy contentos con él . En tiem-
po de su ministerio siempre estuvo floreciente el Estado , y
los pueblos fueron dichosos: finalmente, este hábil ministro
fué piadoso y humano . Con todo eso, aunque de nada le re-
mordia la conciencia , lo delicado del puesto que obtuvo no de-
jó de hacerle temblar .
Algo mas allá de ese ministro tan digno de ser sentido,
repara en un rincon una lápida de mármol negro sobrepuesta
al pilar. Quieres que la levante para enseñarte lo que ha
quedado de una doncella , que murió en la flor de sus años,
y cuya hermosura fué el embeleso de cuantos la veian? Aho-
ra no es mas que polvo , pero tan linda en vida , que su pa-
dre estaba en un continuo sobresalto de que algun amante se
la robase , lo que bien pudiera haber sucedido si hubiese
vivido mas tiempo . Tres caballeros que la adoraban, no ha-
llando consuelo en su muerte , se quitaron la vida para se-
ñalar su desesperacion . Su trágica historia la tiene pintada
en su casa cierto caballero , y se reduce à tres figuras de
pequeño tamaño , que representan á los tres galanes deses-
perados en el acto de irse á matar . El uno se bebe un vaso
de veneno , el otro se atraviesa con la espada , y el tercero
se echa un cordel al pescuezo .
Parecióle al estudiante cosa muy graciosa la pintura , y
COJUELO. 223

URRAIETA
Pachete

con este motivo le dijo el Cojuelo : Pues ya que ese pensa-


miento te divierte , estoy casi por llevarte ahora mismo á
las riberas del Tajo , para enseñarte el cuadro que un autor
dramático hizo pintar en un lugar inmediato á Almaráz , al

que se retiró despues de haber vivido en Madrid largos años


alegremente. Este autor compuso para el teatro una gran
porcion de comedias , llenas de espresiones picantes y de
chistes obscenos , pero arrepentido de ello antes de morir,
hizo para reparar el escándalo que habian causado, esculpir
en su sepulcro la imágen de una hoguera compuesta de libros
que representan algunas de sus comedias , y al pudor con
una antorcha encendida prendiéndoles fuego.
Ademas de los difuntos que están en los mausoleos que
224 EL DIABLO

acabo de hacerte ver , hay aquí otros infinitos enterrados


en humildes sepulturas . Veo como andan errantes todas sus
sombras , que se pasean , y pasan y repasan sin cesar unas

junto á
a otras , sin turbar el profundo sosiego que reina en
este santo lugar: no se hablan pero en su silencio leo yo todo
cuanto piensan . Cuánto siento , esclamó don Cleofas , no po-
der gozar como tú del placer de verlos ! Tambien puedo darte
COJUELO. 225

ese gusto , le dijo Asmodeo . Nada mas fácil ; y dicho esto le


tocó los ojos , y por prestigio le hizo ver un gran número de
fantasmas vestidas de blanco.

Al ver aparecer aquellos espectros se le espeluznaron á


Zambullo los cabellos . Qué es eso ! le dijo el Diablo : por
qué tiemblas? Esas sombras te causan miedo? No te espante
su vestido , acostumbrate à él desde ahora ; porque llegará
dia en que le lleves . Este es el trage de los muertos . Recó-
brate , y nada temas. Te ha de faltar en la ocasion presente
el valor , á tí , que has tenido ánimo para resistir á mi vista?
Esas gentes no son tan malignas como yo .
Alentado con semejantes palabras el estudiante , y recur-
riendo á todo su espíritu , puso con bastante osadía los ojos
en las fantasmas . Considera atentamente todas esas sombras ,
le dijo el Cojuelo : las que descansan en los mausoleos están
confundidas con las que no tienen otro monumento que un
simple ataud . Ya se acabó la subordinacion con que se dis-
tinguian en vida unos de otros . El sumiller mayor y el pri-
mer ministro no son ahora mas que los ciudadanos mas viles
enterrados en esta iglesia . La grandeza de estos nobles di-
funtos feneció cuando la muerte puso término á sus dias , así
como la de un príncipe de teatro se desvanece concluida la
comedia.

Una cosa noto , dijo Leandro : veo una sombra que se


anda paseando sola , y que huye al parecer de la compañia
de las demas . Antes dí que las otras evitan la suya , respon-
dió el Diablo , y dirás la verdad . Sabes tú quién es esa som-
bra? Es la de un escribano viejo , que tuvo la vanidad de
hacerse enterrar en una caja de plomo , lo cual ha chocado á
las demas sombras de los individuos , cuyos cadáveres han
15
226 EL DIABLO

sido sepultados mas modestamente . Por eso para mortificar


su soberbia no quieren que su sombra se mezcle con ellos .
Acabo de hacer otra observacion , prosiguió don Cleofas:
dos sombras al cruzarse se han detenido un momento á mirar-
se, y despues cada cual ha seguido su camino . Esas son, res-
pondió Asmodeo , las de dos estrechos amigos, poeta el uno y
músico el otro; eran algo aficionados al licor de Baco , pero
fuera de esto muy hombres de bien. Cesaron de vivir en el
mismo año . Cuando sus sombras se encuentran, la memoria
de sus placeres les suspende, y se dicen con su triste silencio :
Ay amigo, ya no beberemos mas!

Urabista
COJUELO. 227

Válgame el cielo! esclamó el estudiante , y qué es lo que


veo? Descubro á los pies de la iglesia dos sombras que se an-
dan paseando juntas . Qué mala pareja hacen ! Su estatura y
andar son bien diferentes. La una es de desmesurada altura,
y camina con mucha gravedad , y la otra es pequeña y ligera;
la grande, le esplicó el Cojuelo , es de un aleman que se mu-
rió por haber bebido en una comilona tres azumbres de vino

adulterado; y la chica es la de un francés, que echándose á


cortejante, al entrar en una iglesia , dió cortesmente agua
bendita á una dama jóven que salia de ella , y en premio de
su urbanidad lo echaron el mismo dia al otro mundo de un
escopetazo .
Yo por mí, dijo Asmodeo, estoy mirando tres sombras no-
tables que percibo entre la multitud . Es preciso te esplique
de que modo fueron separadas de su materia . Animaban los
pulidos cuerpos de tres cómicas , que hicieron tanto ruido
en Madrid en su tiempo , como en Roma en el suyo las lla-
madas Origo , Citheris , y Arbúscula , y que poseian igual-
mente que estas el arte de divertir á los hombres en 'públi-
co y de arruinarlos en secreto en sus casas. Ahora te conta-
ré el fin que tuvieron estas famosas comediantas españolas .
La una reventó repentinamente de envidia al oir los grandes
aplausos que el patio dió á una nueva actriz la primera vez
que salió á las tablas ; la otra halló en el desórden de su vida
la muerte infalible que le sigue ; y la tercera acabando de
acalorarse en la escena , en representar el papel de una ves-
tal , murió de mal parto entre bastidores.
Pero dejemos descansar á todas esas sombras , que bas-
tante las hemos examinado . Ahora quiero ponerte delante un
nuevo espectáculo , que ha de causarte una impresion mas
:
228 EL DIABLO

viva todavia . Valiéndome del mismo poder con que te he


hecho percibir estas sombras , voy á hacerte visible la muer-
te : vas á contemplar á esta enemiga cruel del género huma-
no como dá vueltas sin cesar al rededor de los vivientes , sin
que estos la vean : corre en un abrir y cerrar de ojos todas
las partes del mundo , y en un mismo instante hace conocer
su poderío á las diversas naciones que le habitan .
Dirige la vista hacia el Oriente , mírala que se presenta
ȧ tus ojos. Delante de ella va volando , junto con el terror,
una multitud de pájaros de mal agüero que anuncian su pa-
sage con funestos clamores : su incansable mano está armada
de la guadaña terrible , á cuyos golpes caen una despues de
otra todas las generaciones. En una de sus alas trae pintada
la guerra , la peste , el hambre , los naufragios , los incendios
y todos los demas sucesos aciagos que le suministran á cada
instante nuevo pasto ; y en la otra médicos jovenzuelos que
reciben el grado de doctores en presencia de la muerte , la

cual les pone la borla , despues de haberles hecho jurar que


nunca ejercerán la medicina de otro modo que como se prac-
tica hoy dia.
Aunque don Cleofas estaba persuadido de que no era
cierto lo que veia , y que el enseñarle el Diablo la muerte.
en aquel aspecto solo era por darle gusto , con todo no podia
mirarla sin miedo : no obstante , recobrado el ánimo , le dijo
al Cojuelo : Esa espantosa figura no se contentará con pasar
por encima de la villa de Madrid , sino que dejará sin duda
señales de su pasage . Asi es como dices , respondió Asmo-
deo , no ha venido aqui á humo de pajas . Puedes , si quieres,
ser testigo de la obra que va á ejecutar . Te cojo la palabra,
replicó el estudiante : volemos siguiendo sus huellas, y vea-
COJUELO. 229

mos quienes son las familias infelices sobre quienes descarga


su ira . Oh ! qué de lágrimas van á derramarse ! No lo dudo ,
respondió Asmodeo ; pero muchas serán fingidas : la muerte ,
á pesar del horror que la acompaña , causa tanta alegria co-
mo sentimiento .
Nuestros dos espectadores echaron á volar , y fueron de-
tras de la muerte para ver lo que hacia . Entró desde luego
en casa de un hidalgo que estaba ya á los últimos , y llegán-
dose á él , y tocándole con la guadaña ; le hizo despedir el
postrer aliento en medio de su familia , la cual formó al ins-
tante un concierto lastimoso de ayes y lamentos. Aqui no es
decir que hay trampa , dijo el Diablo . La muger y los hijos de
este hombre lo querian tiernamente ; y fuera de eso le nece-
sitaban para que los mantuviese , y así sus lloros no pueden
ser fingidos .
No sucede asi en esotra casa donde ves à la muerte que
hiere á un viejo que está en cama . Este es un comerciante
que toda su vida se ha mantenido soltero , y comiendo muy
mal por allegar grandes riquezas , que deja á tres sobrinos ,
los cuales se han juntado en casa de él luego que han sabido
estaba agonizando ; han aparentado suma afliccion , y repre-
sentado muy bien su papel . Pero míralos como se quitan la
mascarilla, y se disponen á portarse como herederos despues
de haber mostrado caras lamentosas de parientes . Ahora van
á registrarlo todo . Cuánto oro y plata hallarán ! Qué placer,
acaba de decir en este instante uno de ellos á los otros , qué
placer para unos sobrinos el tener tios viejos y tacaños que
se privan de las conveniencias de la vida para que sus sobri-
nos las disfruten ! Oh ! qué bella oracion fúnebre ! dijo Lean-
dro Perez. A fé mia , replicó el Diablo , que los mas de los
230 EL DIABLO

padres que son ricos , y viven mucho tiempo , no deben


aguardar otra de sus propios hijos .
Mientras esos herederos llenos de alegria buscan los te-
soros del difunto , la muerte dirige el vuelo hácia una casa
grande , donde un caballero jóven está con viruelas : este se-
ñor, el mas querido de la córte , va á perecer al comenzar
su edad florida , á pesar del médico afamado que le asiste, ó
tal vez porque está asistido por el tal doctor.
Mira con que rapidez ejecuta la muerte sus operaciones.

Ya ha acabado con ese jóven , y la veo pronta á hacer otra


espedicion . Se detiene sobre un convento , baja á una celda,
COJUELO . 234

acomete á un buen religioso , y corta el hilo de su vida aus-


tera y penitente , que sigue hace ya cuarenta años . La muer-
te , á pesar de ser tan terrible , no le ha asustado ; pero en re-

compensa entra en una casa que va á llenar de espanto . Se


acerca á un licenciado de distinguido nacimiento , nombrado
poco hace para una dignidad eclesiástica : este tal no tiene.
ocupada la imaginacion mas que en los preparativos para pre-
sentarse en su destino con fausto ; en nada piensa menos que
en la muerte . Sin embargo , ahora mismo va á marchar al
otro mundo , á donde llegará sin comitiva á la par del reli-
gioso , y en verdad que no sé si tendrá la misma buena
acogida.
Cielos ! esclamó Zambullo , la muerte va á pasar por cima
del palacio del rey ! temo que de un golpe de guadaña deje
consternada á toda España . Razon tienes de temblar , dijo el
Cojuelo , porque ella no guarda mas respeto á los reyes que
á los que les sirven ; pero sosiégate , añadió de allí á poco ,
pues todavia no quiere al monarca , sino que va á caer sobre
uno de sus cortesanos , sobre uno de esos señores , cuya úni-
ca ocupacion es seguirle y hacerle la córte, Semejantes hom-
bres de estado no son los mas difíciles de reemplazar .
Pero me parece , replicó el estudiante , que la muerte no
se contenta con haber arrebatado á ese cortesano , sino que
hace una parada hâcia el cuarto de la reina . Asi es verdad ,
replicó el Diablo , y es con el fin de hacer una muy buena
obra , segando la garganta á una muger enredadora , que se
entretiene en sembrar la discordia en el aposento de la reina
y que ha caido enferma de la pesadumbre de ver que han
vuelto sinceramente á la amistad dos señoras á quienes habia
indispuesto entre sí .
232 EL DIABLO

Oirás ahora unos gritos penetrantes , prosiguió el Dia-


blo. La muerte no ha hecho mas que entrar en esa hermo-
sa casa que está á mano izquierda ; fija los ojos en ese de-
plorable espectáculo . Va á ocurrir en ella la escena mas
triste que puede verse en el teatro del mundo . Con efecto,
dijo don Cleofas : veo una dama que se mesa los cabellos,
apoyada contra un reclinatorio. De qué dimana su afliccion?
Mira en el cuarto de enfrente , respondió Asmodeo , y

descubrirás la causa . Repara en un caballero tendido en


aquel lecho magnífico : es su marido que va á dar el último
COJUELO . 233

suspiro , y ella no encuentra consuelo . Su historia es lasti-


mosa , y mereceria escribirse . Vengo en deseo de contártela .
Recibiré gusto en ello , replicó Leandro , pues no menos
me enternece lo lastimoso que me divierte lo ridículo . Algo
larga es , dijo Asmodeo , pero es tal su interes que no podrá
fastidiarte . Por otra parte , aunque diablo , ya me canso de
seguir á la muerte ; dejémosla que vaya á buscar nuevas
víctimas. Sea en buen hora , dijo Zambullo ; que mas curio-
sidad tengo de oir tu historia que de ver perecer uno á uno
todos los mortales . Comenzó luego el Diablillo su narracion ,
habiendo trasportado antes al estudiante sobre una de las
casas mas altas de la calle de Alcalá.
ZARZA GASPAR
Godinamat bab.

CAPITULO XII .

La fuerza de la amistad.

க N caballero jóven , natural de Tole-


do , acompañado de su criado , se
alejaba á largas jornadas de su pa-
tria , por evitar las consecuencias
de un trágico suceso . Ya estaba á
dos leguas cortas de Valencia ,
cuando á la entrada de un bosque
encontró una dama hermosa por estremo que se apeaba de
un coche y que por lo turbado de su rostro mostraba necesi-
tar socorro ; ofrecióle el de su valor ; y ella admitiendo la
oferta , le dijo : Generoso desconocido , el cielo os envía
COJUELO. 255

pues hay dos caballeros que van á batirse en este sitio , y os


ruego me acompañeis para ayudarme à separarlos.

CAR

En efecto , á pocos pasos distinguieron á los dos adver-


sarios , y no costó escaso trabajo al toledano el conseguir
apaciguarlos . Dijéronle sus nombres , don Fadrique de Men-
doza el uno , don Alvaro Ponce el otro , y le esplicaron co-
236 EL DIABLO

mo estaban enamorados ambos de doña Teodora , que era la


señora á quien acompañaba , la que habia hecho tan poco
caso de sus obsequios y atenciones que Ponce habia creido
deber atacar en desafio á su rival , pues atribuía á la presen-
cia de los dos el que la dama no se decidiese por ninguno .
El toledano entonces les propuso como medio conciliato-
rio que doña Teodora mostrase su verdadera intencion , es-
cojiendo por amante á uno de los dos caballeros , los que de-
berian sujetarse sin repugnancia á dejar libre el campo al
preferido . Consintieron ellos , mas la dama se opuso á seme-
jante medio alegando que no creyesen que el paso que aca-
baba de dar , yéndoles á el encuentro , ni la agitacion que pu-
diesen advertir en ella , provenia de amor que les tuviese,
aunque les estimaba cual á sus prendas convenia , sino por
el temor de lo que iba á padecer su estimacion , si se hacia
público un desafío cuya causa se le atribuyera , aunque ino-
cente . Don Álvaro , naturalmente grosero , respondió con
mal modo , y echando de nuevo mano á su espada se puso
en ademan de acometer á don Fadrique , encomendando á
la suerte la decision de su querella . Recibióle animoso su
contrario ; mas viendo doña Teodora que iba á derramarse
sangre , y mas impelida por lo que pudiera suceder que por
su inclinacion , esclamó toda fuera de sí ; Detenéos , caballe-
ros , que voy á satisfaceros ; si no hay otro medio de impe-
dir un combate en que se interesa mi honor , declaro que
doy la preferencia á don Fadrique de Mendoza .
No bien hubo acabado de decir estas razones cuando el

desventurado Ponce , sin hablar una palabra , fué corriendo


á desatar su caballo que habia atado á un árbol , y desapa-
reció echando miradas furiosas sobre su rival . El ventu-
COJUELO. 237

roso Mendoza por el contrario estaba enajenado con su bue-


na dicha , y lo manifestó con sus ademanes y demostraciones
de gozo , ya abrazando al toledano , ya arrojándose á los pies
de doña Teodora. Esta , algun tanto mas tranquila con la
partida de Ponce , reflexionaba pesarosa sobre el compromi-
so que habia contraido de aceptar los obsequios de don Fa-
drique . No creais , le dijo , que es aficion à vuestra persona la
que me ha obligado á preferiros . Conozco , sí , que sois el
mancebo mas galan de Valencia ; mas no puedo resolverme
á amaros , y siento que vuestro cariño sea tan escesivo , si
bien creo no abusareis de la eleccion que en vuesa merced
he hecho. Acaso nazca mi indiferencia del pesar que aun
conservo por la muerte de don Andres Cifuentes , mi espo-
so, quien, aunque no vivimos mucho tiempo juntos , y era ya
de edad avanzada cuando mis padres , deslumbrados con sus
riquezas , me obligaron á casarme con él , me trató con tan
suma bondad , que supo captarse mi aficion en términos de
hacerme olvidar la aversion que le habia tomado , cambián-
dola en amistad y respeto . Asi , don Fadrique , os doy li-
cencia para ir á visitarme y hablarme algunas veces de vues-
tra inclinacion; procurad inspirarme cariño con vuestros ob-
sequios ; haced de modo que os ame , però si á pesar de to-
dos vuestros esfuerzos no podeis alcanzar vuestro deseo , acor-
daos de que no tendreis derecho para darme quejas.
Iba á replicar Mendoza , pero no le dió lugar á ello doña
Teodora , que cogiendo el brazo del toledano se volvió con
desenfado al coche ; fué entonces á desatar su caballo que
habia dejado atado á un árbol , y tirándole de la brida siguió
á la dama, que subió al carruage con igual agitacion que ha-
bia bajado de él . El motivo sin embargo fué muy diverso en
238 EL DIABLO

ambas ocasiones. El toledano la fué tambien acompañando á


caballo hasta llegar á las puertas de Valencia , donde se se-
pararon . La señora tomó el camino de su casa , y don Fadri-
que se llevó á la suya al toledano.
Hízole que descansase , y despues de haberle regalado
bien le preguntó reservadamente qué fin le llevaba á Valen-
cia , y si pensaba detenerse allí mucho . Estaré lo menos que
pueda , respondió ; una fatal desgracia me aleja de mi patria
y voy á buscar el sosiego á climas estrangeros . Qué infortu-
nio , replicó Mendoza , puede obligaros así á abandonar vues-
tro pais ? Desde el primer instante que os ví os cobré afi-
cion , y mucha seria mi dicha si quisiérais contarme vues-
tros males . Yo tambien , contestó el toledano , me interesé
por vos y os díla preferencia sobre don Alvaro en cuanto
me informásteis de vuestra querella , y sabe Dios con cuánto
placer escuché de boca de doña Teodora que fijaba en vuesa
merced su eleccion . Mi aventura es triste , y no dudo que
hallaré consuelo en referírosla.

En Toledo nací , y Juan de Zárate es mi nombre . Sin


padres quedé en temprana edad , y con su muerte empecé á
gozar una renta de cuatro mil ducados , que me proporcionó
disponer libremente de mi persona y no sujetarme mas que
a'mi voluntad . Determiné casarme , y elegí por compañera una

jóven hermosa, sí , pero cuya condicion no igualaba á la mia .


Con objeto de disfrutar mejor de su cariño , la llevé á una ha-
cienda que poseía á corta distancia de Toledo , y alli vivimos
en venturosa union hasta cierto dia que se presentó á pedir
refresco el duque de Jarosà , que andaba de caza, y cuya po-
sesion distaba poco de la mia . Como vió á mi muger, encen-
dióse en pasion por ella , y lo que mas me lo confirmó fué
COJUELO. 239

el empeño con que requirió mi amistad cuando hasta enton-


ces me habia mirado con desdeñosa indiferencia . Era mi
esposa algo vana , y , dejándose llevar de los discursos del
duque , prestóle oidos ; y su loca presuncion le hizo abor-
recer su enlace conmigo , llegando á creer que si hubiera
sido soltera, Jarosa se habria aficionado igualmente á sus be-
llas prendas , y tomádola por esposa . Tiempo tuve sobrado
para hacer todas estas observaciones , pero mi buen natural
me impidió por el pronto darles entero crédito . Sin embargo ,
determiné volver á Toledo , creyendo que en la villa estaria
mas segura mi honra , con la dificultad que tendrian de po-
derse ver tan á menudo como en el campo. Mi precaucion
fué vana , pues cierta vez que volví mas temprano que de
costumbre á casa , encontré á mi muger que se turbó al ver-
me , y advertí que habia escondido algun objeto que recela-
ba de mi vista. Esto y el hallarla sentada á mi bufete , con pa-
pel y demas necesario como en ademan de escribir , me hi-
zo sospechar que seguia correspondencia con Jarosa , y lleno
de furor la obligué á que me enseñase lo que escribia . No
pude conseguirlo , mas sí logré arrancarle una carta del duque
que tenia escondida en el pecho , en la cual le estrechaba á
recibirle en secreto , aprovechando las ausencias que yo ha-
cia de casa . Templé mi ira , y le aconsejé no se fiase de un
seductor que queria perderla , y aun le perdoné sus impru-
dencias pasadas diciéndole que no queria creerla infiel , es-
perando que su conducta borraria la temeridad á que habia
espuesto su recato .
Fingí luego un corto viage , y sin salir de Toledo observé
los alrededores de mi casa , y puse de centinela dentro de
ella á un criado leal que me informase de cuanto pasára . Así
240 EL DIABLO

transcurrieron algunos dias , y en todos ellos nada adverti


que pudiera hacerme sospechar ; antes por el contrario se
notaba el mayor recogimiento en toda la casa , y se cerra-
ban todas sus puertas al anochecer con la mas cautelosa re-
serva. Contento con mi ardid volví á los brazos de mi espo-
sa , olvidado de cuanto habia ocurrido , y mostrándole mi
alegria por lo que había observado sin conocimiento su-
yo. Desde esta época noté que sus caricias se aumentaron,
sus obsequios afectuosos fueron mas frecuentes , que apenas
se apartaba de mi lado , y que no se comunicaba con perso-
sona alguna del esterior de nuestra vivienda . Ocurrió que
caí enfermo , y sus cuidados y atenciones se redoblaron aun
mas durante mi indisposicion , y como esta no permitia que
durmiésemos en un mismo lecho , venia durante la noche
dos ó tres veces al mio á informarse de mi estado ; pero el
doméstico fiel que tan generosamente me servia vinoá adver-
tirme cierta noche , que hacia tiempo habia notado que el
duque entraba en casa , mas sin haber podido averiguar por
dónde ni cómo, ni de quién se valia , pero que habiendo esta-
do en continuo acecho , podia asegurarme que en aquel mis-
mo momento Jarosa se hallaba con mi muger.
Levántome de la cama , échome una bata encima , y con
la espada desenvainada en la mano entro en el cuarto de mi
muger , y la sorprendo con el duque que estaba sentado en
la cama : Jarosa al verme dispara una pistola sobre mí , pero
con tal turbacion y tan acelerado que yerra el tiro . Me arro-
jo á él entonces y le atravieso el corazon con mi acero : en la
ceguedad de mi furor ; y sin atender que era ya bastante
castigo este para mi infiel esposa , sepulto en su seno mi hu-
meante espada , teñida con la sangre del infame .
COJUELO. 241

Condeno mi ferocidad , pero creo , buen Mendoza , que la


disculpareis por la traicion de mi esposa , que , no satisfecha
con deshonrarme , unió las falsas caricias y los finjidos cuida-
dos á su perfidia . Temeroso de los deudos del duque que po
drian tener mas valimiento que mi familia, recogí en un ins-
tante cuanto mas precioso poseía y me puse en camino con
mi fiel criado , cuando al llegar hoy junto al bosque en que

16
242 EL DIABLO

estábais encontré á doña Teodora que me rogó la acompaña-


se y ayudase á separaros.
Luego que el toledano acabó su relacion , le animó don
Fadrique á quedarse en Valencia , de donde era gobernador
un tio suyo , y podia por tanto estar á cubierto de las pes-
quisas de la familia del duque . Aceptó don Juan , y desde
aquel dia un mismo techo albergó á los dos caballeros , que
se ligaron con amistad tan estrecha que unos mismos pen-
samientos dominaban en ambos , unas mismas inclinacio-
nes les unian , y unos mismos placeres les divertian . No
habia secreto que los dividiese , ni rencilla que los apartase;
eran , en una palabra , modelo de la amistad mas perfecta , y
norma de la intimidad mas rara. Iban siempre juntos á ver
á doña Teodora , y para que , aun los afectos del corazon fue-
sen en los dos los mismos , Zárate sintió amor por la viuda de
Cifuentes . Esto le obligó , para no hacer traicion á los con-
tínuos beneficios que de su amigo recibia todos los dias , á
pretestar motivos que le impidiesen en adelante concurrir á
casa de doña Teodora . Mendoza le estrechaba siempre á
acompañarle , pero él hallaba recursos con apariencia de ver-
dad que le libraban de una visita en la cual creía faltar á lo
que don Fadrique hacia por él .
La viuda de Cifuentes por su parte echó de ver la ausen-
cia repentina de Zárate , y una noche preguntó la causa á
Mendoza. No lo estrañeis , señora , contestó este , pues un

amor que le embarga el alma ocupa todo su tiempo , y le ale-


ja de vuestros umbrales. Mucho turbó á doña Teodora esta
esplicacion, mas don Fadrique atribuyó su agitacion á la va-
nidad que esperimenta toda muger de verse preferida . La
dama sin embargo procuró mostrarse muy alegre el resto de
COJUELO. 245

la noche , y habria deslumbrado la penetracion de Mendoza,


aun cuando este no hubiera desde luego equivocado la causa.
Mucho caviló doña Teodora acerca de la conducta de
Zárate , y esto le hizo conocer toda la fuerza del amor que
le habia cobrado , y creyéndose mas mal correspondida de lo
que en realidad lo estaba , y movida por un vivo impulso
de dolor y de zelos , vertió algunas lágrimas . Pero conside-
rando que acaso su rival no fuese muy temible , y que don
Juan estuviera prendado no tanto de sus atractivos como di-
vertido con sus favores , juzgó que seria fácil romper tan dé-
biles lazos , y así le citó á su casa , por medio de un criado
de su confianza , para averiguar de él mismo con sutil des-
treza que es lo que debia esperar ó qué lo que debiera temer .
De que se vió á solas con Zárate comenzó á darle sentidas
quejas del abandono en que tenia á la amistad , sacrificándo-
se á unos amores misteriosos que tan exigentes sin duda se
mostraban . Yo os lo disculpo , le dijo , si la dama á quien
obsequiais impone esta condicion á sus favores ; mas en este
caso bien merecen los amigos se les advierta , y no que se les
desdeñe .

Don Juan , que tan requerido se veia en la causa de sus


procederes , creyó conveniente á su pundonor revelar el por
qué de ellos á doña Teodora , y aunque tímido en un princi-
pio , y receloso de atraerse el menosprecio de la viuda de Ci-
fuentes con sus palabras , acabó por declararle su pasion , y
la lucha que batallaba en su corazon entre los sentimientos
del amor y los deberes de la amistad . Juzgad ahora , añadió ,
si seria lícito y decoroso , á quien tantos beneficios tiene re-
cibidos de don Fadrique , burlar su confianza y enamorar á
la dama que él idolatra .
:
244 EL DIABLO

Grande por estremo fué la alegria que sintió doña Teodo-


ra al oir espresarse asi á don Juan . Atended á mis palabras,
Zárate , le dijo . Cuando por vez primera os ví á la entrada
del bosque , el modo con que me prestásteis vuestro auxilio
me aficionó á vuestra persona . La manera noble y valiente
con que separásteis á los dos rivales, me acabó de intere-
sar por vos ; asi es que el medio que propusísteis para apaci-
guarlos , cuando no habia ya otra compostura á su obstina-
cion , no pudo menos de disgustarme , quiza porque vos mis-
mo con vuestra persona le haciais imposible . Ya sabeis lo que
me decidió á elegir á don Fadrique , pero tambien sabeis que
yo no le dí mi amor , sino permiso solo para ver de conseguir-
le. No lo ha logrado , y á vos prefiero : puede acaso la amis-
tad que le profesais ser traidora al cariño? y debereis acaso
renunciar á la suerte venturosa que nos aguarda, por creeros
deudor á una amistad que á todos puede hacernos desgracia-
dos , puesto que don Fadrique no conseguirá jamas mi amor?
Era tan fuerte la amistad que reinaba en el pecho de don
Juan , que ni las razones de doña Teodora ni las lágrimas
que siguieron luego , vista la irresolucion del caballero , bas-
taron á convencerle de lo que él creia una perfidia. Ya es
tarde , señora, le dijo , si cuando nos vimos despues del lan-
ce del bosque , vuestros ojos me hubiesen hablado , no ha-
bria aceptado los favores de don Fadrique y me habria cons-
tituido en rival suyo . Despues de haberlos recibido no pue-
do , sin ser ingrato y desleal , sin deshonrarme , declararme
vuestro amante : debo sofocar mi pasion , y con ella morir le-
jos de vos . Y temeroso de no tener fuerza para sostener lo
que decia se salió precipitadamente del aposento , dejando á
la dama en amargo desconsuelo .
COJUELO . 245

Algo se ofendió la vanidad de doña Teodora de haber


sufrido la repulsa de don Juan , despues que por él habia de-
puesto la altivez de su sexo . Mas considerando sin duda que
tambien ella debia huir la vista de quien en tal conflicto se
hallaba , que por amarla la evitaba , fuése á llorar su pena á
una quinta que cerca de Valencia poseia , situada á las orillas
del mar .

Cuando supo Mendoza la partida de doña Teodora cobró


gran inquietud, se la mostró á don Juan , que procuró disi-
mular la causa, que demasiado la adivinaba , y animar á don
Fadrique que pensaba muy mal de ella , puesto que no se le
habia dado parte . Determinó ir inmediatamente á la quinta ,
y rogó á Zárate le acompañase , quien se negó cuanto pudo
á hacerlo en términos de causar sobresalto á don Fadrique
por su inflexible pertinacia . No exijais de mi amistad lo que
no debe concederos , habia dicho don Juan . Qué significan
esas palabras ? replicó Mendoza ; qué horrible sospecha me
hacen concebir? esplicáos , Zarate , esplicáos .
Su amigo entonces no pudo menos de referirle la verdad ,
lo que agrió en estremo á Mendoza , y fué causa de esceder-
se en sus demostraciones para con el que tenia por rival ;
mas cuando este le acabó de contar el modo que habia tenido
de despedirse de doña Teodora , y su intento de sacrificar su
pasion á la amistad que los unia , don Fadrique no quiso ser
menos generoso y le dijo : Vos renunciais à vuestro amor por
mí ; y yo , no he de hacer un esfuerzo para vencer el mio !
Don Juan , seguid la inclinacion que os arrastra ; casáos con
la viuda de Cifuentes . Llórelo mi corazon si quiere . Mendo-
za os estrecha á ello .
Gran debate se originó entre los dos amigos, mostrándo-
246 EL DIABLO

se ambos á cada cual mas; y no queriendo ninguno generoso


ceder al otro el sacrificio de su pasion estuvieron suspensos
algunos dias . No volvieron á hablar de doña Teodora , y aun
casi no se atrevían á pronunciar su nombre . Pero en tanto
que la amistad triunfaba asi del amor en la ciudad de Valen-
cia , el amor como para vengarse reinaba con tiranía en otra
parte , y se hacia obedecer sin resistencia. Doña Teodora se
dejaba llevar de su ternura en su quinta , y entre suspi-
ros y amorosos ayes no perdia la esperanza de pertenecer al-
gun dia á don Juan ; pero una infame venganza vino á inter-
rumpirla en sus tiernas meditaciones.
Una tarde que se paseaba por la orilla del mar , vió ve-
nir de lejos una chalupa tripulada por hombres de tan fea
catadura que la obligaron á volver atrás y dirijirse presurosa
á la granja ; mas antes de llegar á ella ya habian desembar-
cado los de la lancha , cuyos rostros enmascarados le habian
causado tal pavor ; alcanzaronla diligentes , y apoderándose
de ella y de la criada que la acompañaba , se volvieron pre-
cipitadamente á la embarcacion , pues vieron venir cuatro
ginetes que de lejos se divisaban , y cuya intencion á ellos iba
dirigida al parecer . En efecto , eran estos Zárate y Mendoza
que con sus criados acudian al lugar del rapto , del que habian
sido sabedores por una carta escrita de Mallorca á don Fadri-
que , en la que se le daba parte de como don Alvaro Ponce
estaba armando un bajel con el intento declarado de robar á
la viuda de Cifuentes cuando en su quinta estuviese . Aun
cuando los criados de la casa salieron armados para atacar á
los agresores , y aun cuando los ginetes llegaron á todo galo-
pe , solo fué para presenciar el feliz éxito de la osadía de
Ponce , al tiempo mismo en que los de la chalupa transporta-
COJUELO. 247

ban á doña Teodora y su criada al navío que á poca distancia


estaba ; únicamente pudieron herir á uno que quedó rezaga-
do en tierra. Toda la ribera resonó con el ruido de los cla-
mores y de la ira , con los tristes lamentos y los desesperados
ayes . El robo de Elena no causó en la córte de Esparta una
consternacion mas grande .

generos

ZARZA GASPAR

CAPÍTULO XIII .

Aventura de un autor de comedias.

o pudo don Cleofas dejar


de interrumpir al Diablo en
este pasage diciéndole : Me
es imposible, amigo Asmo-
deo , resistirála curiosidad
que tengo de saber cierta
cosa que me roba la aten-
cion á pesar del gusto que
recibo en escucharte . Es-
toy viendo en un cuarto à dos hombres en camisa que pare-
cen estar disputando , y á otras personas revueltas en man-
tas y sábanas que les están mirando . Hazme el favor de espli-
COJUELO . 249

carme lo que eso significa. El Cojuelo , que no deseaba sino


complacerle , se lo esplicó de esta suerte :
Esos que ves en camisa y que están riñendo son estudian-
te de Salamanca el uno , y posadero el otro . El estudiante ,
que hará cosa de dos ó tres meses que entró á albergarse en
esa posada , es poeta de los que hacen comedias , y ha escri-
to dos que le han chillado dias pasados ; ahora está acabando
de escribir la comedia de Troya abrasada , y habiendo llega-
do al paso del incendio estaba tan embebido en lo que escri-
bia , que ha comenzado á dar desatinadas voces de « fuego ,
fuego . » Todos los huéspedes se han despertado sobresalta-
dos , y han acudido en los disfraces que ves á preguntar la
causa al patron , que adivinando lo que podia ser por otras
esperiencias pasadas , les ha hecho subir con él al aposento
del tal poeta , donde le han hallado tendido en el suelo , des-

Job on
250 EL DIABLO

pedazada la media sotana , revolcado en papeles , echando


espumajos por la boca , y pronunciando con mucho desmayo ,
« fuego , fuego , » que casi no podia echar el habla . Llegaron
á él muertos de risa , y llenos de piedad todos diciéndole : Se-
ñor licenciado , vuelva en sí , y mire si quiere beber y comer
algo por este desmayo . Entonces el poeta , levantando como
pudo la cabeza y algo alborotado dijo : Si son Eneas y Anqui-
ses con los Penates y el amado Ascanio , qué aguardais aqui?
Que está ya el Ilion hecho cenizas , y Priamo , Páris , y Po-
liceva , Hécuba y Andrómaca , han dado el fatal tributo á la
muerte; y á Elena , causa de tanto daño , llevan presa Mene-
lao y Agamenon ; y lo peor es que los Mirmidones se han
apoderado del tesoro troyano . Vuelva en su juicio , dijo el
posadero, que aqui no hay almidones ni toda esa tropelía de
disparates que ha referido, y mucho mejor fuera llevarle á
Toledo , donde pudiera ser con bien justa causa mayoral de
los locos , y meterle en cura, que se le han subido los conso-
nantes á la cabeza como tabardillo . Que bien entiende de
afectos el señor huésped , respondió el poeta incorporándose
un poco mas. De afectos ni de afeites dijo el patron , no quie-
ro entender sino de mi negocio : lo que importa es que ma-
ñana hagamos cuenta de lo que me debe de posada , y se va-
ya con Dios , que no quiero tener en ella quien me la alboro-
te cada dia con estas locuras ; basten las pasadas , pues co-
menzando á escribir recien venido aqui , la comedia del mar-
qués de Mántua , que zozobró y fué una de las silbadas,
fueron tantas las voces que dió llamando á los perros Meleam-
po , Oliveros , Saltamontes , Tragavientos , que malparió una
señora que aqui estaba hospedada , del sobresalto ; y en eso-
tra del Saco de Roma , hizo tal estruendo con una trompeta,
COJUELO . 251

y con apalear las puertas y ventanas de este aposento á tan


desusadas horas como estas, que engañó el rebato á una com-
pañía de infantería que alojaron aquella noche en mi casa ;
de suerte que tocando al arma , se hubieron de hacer á oscu-
ras unos soldados pedazos con los otros , acudiendo al ruido.
medio Madrid con la justicia , echándome las puertas abajo , y
por poco sucede una de todos los diablos , que es poeta gru-
lla que siempre está en vela , y halla consonantes á cualquier
hora de la noche y de la madrugada.
El poeta dijo entonces : Mucho mayor alboroto fuera si
yo acabára aquella comedia de que tiene v. md, en prendas
dos jornadas por lo que le debo , que la llamo las Tinieblas
de Palestina , donde es fuerza que se rompa el velo del tem-
plo en la tercera jornada , y se oscurezca el sol y la luna , y
se den unas piedras con otras , y se venga abajo toda la fábri-
ca celestial , con truenos y relámpagos , cometas y exhala-
ciones , en sentimiento de su hacedor , que por faltarme los
nombres que he de poner á los sayones no la he acabado .
Ahí me diria v. md . , señor patron , qué fuera ello? Váyase ,
dijo el mesonero , á acabarla al Calvario, aunque no faltará en
cualquiera parte que la escriba ó la representen quien le
crucifique á silbos.
Antes resucitan con mis comedias los autores , contestó
el poeta ; y para que conozcan todos vs. mds . esta verdad , y
admiren el estilo que llevan todas las que yo escribo , ya que
se han levantado á tan buen tiempo , quiero leerles esta ; y
diciendo y haciendo , tomó en la mano una rima de vueltas
de cartas viejas , cuyo bulto se parecia mas á pleito de tenu-
ta que á comedia , y arqueando las cejas , y deshosillanándo-
se los bigotes , dijo leyendo el título de esta suerte : Tragedia
252 EL DIABLO

troyana , Astucias de Sinon , Caballo griego , Amantes adúl-


teros y Reyes endemoniados . Sale lo primero por el patio ,
sin haber cantado , el Paladion con cuatro mil griegos , por lo
menos , armados de punta en blanco dentro de él . Cómo? le

replicó un caballero soldado de aquellos que están alli pre-


sentes , puede toda esa máquina entrar por ningun patio ni
coliseo de cuantos hay en España , ni por el del Buen Retiro ,
afrenta de los romanos anfiteatros , ni por una plaza de toros?
Muy buen remedio , respondió el poeta , derribaráse el cor-
ral y dos calles junto á él , para que quepa esta tramoya , que
es la mas portentosa y nueva que los teatros han visto , que
no siempre sucede hacerse una comedia como esta , y será
tanta la ganancia , que podrá muy bien con sus productos pa-
gar todo este gasto . Pero escuchen que ya comienza la obra,
y atencion por mi amor. Salen por el tablado con mucho rui-
do de chirimías y atabalillos Priamo, rey de Troya, y el prín-
cipe Páris y Elena muy bizarra en un palafren en medio , y
el rey á la mano derecha (que siempre de esta manera guar-
do el decoro á las personas reales), y luego tras ellos , en pa-
lafrenes negros de la misma suerte , once mil dueñas á caba-
llo . Mas dificultosa apariencia es esa que esotra , dijo uno de
los oyentes , porque es imposible que tantas dueñas juntas se
hallen . Algunas se harán de pasta , respondió el poeta , y las
demás se juntarán de aqui para allí , de Madrid y sus cerca-
nías ; pues qué señora habrá que no envie sus dueñas presta-
das para una cosa tan grande , por estar los dias que se re-
presentáre la comedia , que será por lo menos siete ú ocho
meses , libre de tan cansadas sabandijas ? Hubiéronse de caer
de risa los oyentes , y de una carcajada se llevaron media
hora de reloj al son de los disparates del tal poeta ; y él pro-
COJUELO. 253

siguió diciendo : No hay que reirse , que si Dios me tiene de


sus consonantes he de rellenar el mundo de comedias mias , y
ha de ser Lope de Vega (prodigioso mónstruo español y nue-
vo Tostado en verso) niño de teta conmigo ; y despues me he
de retirar á escribir un poema heróico para mi posteridad ,
que mis hijos ó mis sucesores hereden , en que tengan toda
su vida que roer sílabas . Y ahora oigan vs. mds . los versos
de la comedia.... Pero observa , dijo á don Cleofas el Cojue-
lo , cómo le interrumpen todos á una voz , diciéndole que lo
deje para mas espacio , y mira al posadero indignado que le
advierte que no ha de estar un dia mas en su casa . La enca-
misada de los caballeros y soldados se pone á mediar con el
patron el caso , y uno de ellos , mas chusco que los demas ,
sobre un arte poética de Rengifo, que andaba corriendo tam-
bien borrasca entre esotros legajos por el suelo , toma pleito
homenage al poeta , puestas las manos sobre los consonantes,
jurando que no ha de escribir mas comedias de ruido , sino
de capa y espada , con lo que queda el huésped satisfecho ;
los demas se vuelven á sus camas , y el poeta calzado y en
media sotana , con su comedia en la mano , se queda tan atur-
dido sobre la suya , que bien puede apostar á roncar con los
siete durmientes .

Ya es tiempo , añadió el Cojuelo , de acabar la digresion .


Voy a cojer el hilo de la historia que has interrumpido.
ZARZA GASPAR

CAPITULO XIV.

Concluye la historia de la fuerza de la amistad.

E que los criados de doña


Teodora vieron que no po-
dian evitar el robo , se apo-
deraron del individuo áquien ha-
bian logrado herir antes de sal-
tar á la chalupa , y le prometieron cu-
rarle como revelase al autor de tan negro cri-
men. Era el tal uno de la servidumbre de don Alvaro , y
COJUELO . 255

confesó que la intencion de su amo era conducir á la viuda


de Cifuentes á Sasari en la isla de Cerdeña , donde tenia un
deudo , cuya proteccion y autoridad le prometian seguro
asilo.

Esta relacion aplacó algun tanto el enojo de Mendoza y


del toledano ; y dejando al herido en la quinta , en la que
murió á pocas horas , tomaron la direccion de Denia donde
se embarcaron en un falucho que les condujo á Mahon , don-
de esperaban encontrar navío que les llevase á Cerdeña en
busca del comun enemigo . Su suerte les deparó un barco
que , fletado de Cádiz con destino á Cagliari , iba á hacerse
á la vela inmediatamente . Pero no fué duradera su ventura,
pues á las pocas horas de haber salido del puerto fueron
vistos por un corsario tunecino , y á pesar de la resistencia
.
que le opusieron , como en el calor de la refriega apareciese
un pirata de Argel , decidió la victoria en contra suya , y
fueron apresados todos los del bajel cristiano ; y para colmo
de desdicha , en las suertes que echaron del despojo los in-
fieles , cupo don Fadrique al de Tunez , y don Juan al de
Argel , sin que sus súplicas y lamentos bastasen á enternecer
á los piratas , que antes bien codiciosos de ganancia , y cal-
culando que eran personas principales , no quisieron cedér-
selos el uno al otro , sino que cada cual arrancó con el que le
habia cabido en la particion .
Como el hilo de esta historia pide que sigamos al toleda-
no , dejaremos á don Fadrique en el navío de Tunez . El cor-
sario argelino dió la vuelta al puerto de su salida , y luego que
llegó á él condujo á sus nuevos esclavos al mercado . Un ofi-
cial del dey Mezomorto compró á don Juan para su amo , en
cuya casa le destinaron á trabajar en los jardines del haren .
256 EL DIABLO

GAR

Esta ocupacion , aunque penosa para un caballero , no dejó


sin embargo de agradarle á causa de la soledad que pedia, y
en la que podia entregarse libremente á su desconsuelo y
afliccion .
COJUELO . 257

Un dia en que , no habiendo echado de ver que se pa-


seaba el dey por el jardin , estaba cantando durante su tra-
bajo una cancion triste ; se detuvo Mezomorto á escucharle:
gustólo bastante su voz , y acercándose á él por curiosidad ,
le preguntỏ cómo se llamaba. El toledano le respondió que
Alvaro . Cuando entró en casa del dey habia juzgado conve-
niente mudar de nombre , segun costumbre de los esclavos ,
y el haber tomado este fué porque teniendo siempre presen-
te el robo de doña Teodora por don Alvaro Ponce , le habia
ocurrido antes que otro . Mezomorto , que sabia medianamen-
te el castellano , le hizo muchas preguntas acerca de los es-
tilos de España , y especialmente sobre el modo de que usan
los hombres para hacerse querer de las mugeres ; á lo cual
don Juan contestó de manera que quedó satisfecho el dey .
Tuvieron ambos una larga plática en la cual el dey le
manifestó que tenia en su serrallo una hermosísima cautiva,
natural de España , la que le habia interesado en tan sumo
grado , que contra la costumbre del pais la habia respetado
sin querer usar sobre ella de su derecho , tanta era la tris-
teza de que la veía agoviada ; pero era su intento sacrificar-
lo todo por agradarle y disipar su melancolia ; y que puesto
que era él de la misma nacion le encomendaba persuadirla y
disponerla en su favor , siendo el premio , si lo conseguia, ri-
quezas y libertad . Hablarás con ella á solas , añadió , á pesar
de nuestros usos que lo prohiben , pero guardate de abusar
de mi confianza , pues sería castigada tu osadía con supli-
cios desconocidos entre los mismos turcos.
En efecto avistóse don Juan con la bella cautiva por dis-
posicion del dey ; pero cuál fué su sorpresa al encontrarse
que la que tan ardientemente embargaba los sentidos de su
17
258 EL DIABLO

amo era doña Teodora . Por fortuna de ellos estaba ya lejos el


dey cuando llegaron á reconocerse : siguiéronse , como es na-
tural inferir , las muestras que ambos se prodigaron de su
afecto y alegria al verse reunidos bajo un mismo techo por
tan estraordinaria aventura , pues que doña Teodora habia
caido esclava con todo el equipage del bajel en que la condu-
cia Ponce , y este habia sido asesinado en la defensa que opu-
so al corsario que los atacára , que siendo argelino habia ven-
dido al dey á doña Teodora como joya de gran valía , y como
á tal la guardaba en magníficas estancias y de numerosos
esclavos servida . Pero , cuán grande fué el desconsuelo que
siguió á los primeros transportes al recordar que el encargo
de Zárate era abogar por la pasion de su señor ! Al cabo de
mucho razonar y discurrir acordaron que la viuda de Cifuen-
tes mostraria mejor semblante al dey para que consintiera en
repetir aquellas entrevistas á solas , y que mientras , valido
él de un esclavo navarro que trabajaba en un jardin contiguo ,
y de un renegado que buscaba ocasion de reconciliarse con la
iglesia huyendo antes de con los moros , hallaria trazas para
libertarla de su cautiverio y escaparse á España.
Todo se les dispuso tan á medida del deseo que el rene-
gado armó un bajel con apariencia de salir á piratear , y les
avisó que dos dias antes del aplazado se embarcaria con sus
esclavos , levaria áncoras , y sin meter ruido iria á buscarlos
con su esquife á una puerta pequeña del jardin poco distante
del mar . Pero como en este mundo no se goza ninguna dicha
sin mezcla de muchos sobresaltos , ocurrió que cuatro dias
antes de la proyectada fuga , Mezomorto envió á buscar á
don Juan y le dijo : Estás libre , Alvaro , puedes marchar á
España cuando gustes : los presentes que te he ofrecido están
COJUELO. 239

prontos . He visto hoy á la bella esclava , y como la encuen-


tro mas alegre y que soporta sin gran disgusto su cautiverio,
he decidido hacer uso ya de mis derechos ; pero , para ha-
cérselos gratos , la tomo por esposa , y dentro de dos dias me
caso con ella .
Inmutóse muy mucho el toledano , y no pudo menos de
advertirlo y preguntarle la causa el dey . Zárate le manifestó
que le sobresaltaba pensar la mala acojida que tendria en-
tre sus súbditos su enlace con una cristiana , pues estaba per-
suadido que la bella cautiva no querria variar de religion , por
lo que se atrevia á aconsejarle que dejára andar un poco
mas el tiempo , y que así como se habia conseguido que per-
diese su melancolía , quizá con el honor que le preparaba de
elevarla al solio se decidiria á abrazar el islamismo . No gus-
tó mucho al dey mayor dilacion , pero con la esperanza de
ver colmados enteramente sus deseos , se rindió á las obser-
vaciones del finjido Álvaro , y le encomendó mas y mas su
causa para con la hermosa esclava , dándole en el aposento
de ésta franca y cumplida entrada á todas las horas del dia .
Aprovechó muy bien esta franquicia el toledano , pues
con el aviso definitivo del renegado por medio de Francis-
co , que asi se llamaba el esclavo navarro , puso una noche
una escala á la ventana del gabinete de doña Teodora , que
le estaba observando , y que bajó inmediatamente con mu-
cha presteza y agitacion . Apoyóse despues en el hombro de
don Juan , que la condujo á la puerta del jardin que miraba
al mar .

Caminaban los dos precipitadamente , y ya de antemano


gozaban del placer de verse fuera de cautiverio , cuando la
fortuna , con quien estos amantes no andaban bien avenidos,
260 EL DIABLO

les sorprendió con una desgracia mas fatal que todas cuantas
hasta entonces habian padecido , y la que menos podian
prever . Ya estaban fuera del jardin , é iban caminando por la
playa para acercarse al esquife que los esperaba , cuando un
hombre , á quien creyeron compañero de su fuga , y que por

tanto ninguna desconfianza podia infundirles , se fué dere-


cho á don Juan con la espada desnuda , y escondiéndosela en
COJUELO. 261

el pecho : Pérfido don Alvaro Ponce , esclamó , de esta suer-


te sabe castigar don Fadrique de Mendoza á un vil robador :
no mereces te acometa como hombre de valor .
Fué tanta la fuerza del golpe , que dió con el toledano
en tierra , y al mismo tiempo doña Teodora , á quien iba sos-
teniendo , sobrecojida á la vez de espanto y de dolor , cayó
desmayada á otro lado . Ah ! Mendoza , dijo don Juan , qué
habeis hecho? Vuestro amigo es el que acabais de atravesar .
Santos cielos ! replicó don Fadrique , es posible que haya
asesinado ?.... Yo os perdono mi muerte , dijo Zárate. Solo
la casualidad tiene la culpa de ella , ó por mejor decir ha
querido por este medio poner fin á nuestros trabajos . Sí ,
amado Mendoza , muero contento , pues entrego en vues-
tras manos á doña Teodora , la que puede aseguraros que mi
amistad hácia vos se ha mantenido siempre firme.
Generoso amigo , dijo don Fadrique , llevado de un mo-
vimiento de desesperacion , no morireis solo ; el mismo ace-
ro que os ha herido castigará al asesino : mi error puede es-
cusar mi crímen , pero no consolarme . Dichas estas palabras
volvió la punta de la espada contra su estómago , la clavó
hasta la guarnicion , y cayó sobre el cuerpo de don Juan ,
que se desmayó , debilitado no tanto por la sangre que per-
dia como por el furor de su amigo .
Francisco y el renegado que estaban á algunos pasos , y
que habian tenido sus razones para no ir en socorro del es-
clavo Alvaro , quedaron en estremo sorprendidos al oir las
últimas palabras de don Fadrique , y al ver su última ac-
cion. Conocieron que se habia equivocado , y que los heri-
dos eran dos amigos , y no adversarios mortales , como ha¬
bian creido : apresuráronse á socorrerlos ; pero hallándolos á
262 EL DIABLO

todos tres sin sentido , tomaron la determinacion de trans-


portarlos al bajel , lo cual efectuado levaron anclas á toda
prisa y se alejaron de la costa .
Al cabo de algunas horas volvieron en sí los dos amigos ,
y pocos momentos despues doña Teodora , que quedó sor-
prendida de verse junto à Don Fadrique , pues aun cuando
juzgaba que se habia atravesado á sí mismo de dolor de ha-
ber herido á Mendoza , al fin no podia menos de considerarle
como al asesino de la persona á quien amaba . Despues de
breves instantes de funesto silencio don Fadrique fué el pri-
mero que le rompió dirijiéndose à la viuda de Cifuentes :
Señora , le dijo , antes de morir tengo la satisfaccion de ve-
ros libre de servidumbre ; ojalá la tuviera tambien en que
me diéseis la libertad ! pero el cielo ha querido que tuviéseis
que agradecerla al amante de vuestra eleccion . Pocos mo-
mentos me restan de vida , pero antes de concluirla quiero se-
pais los medios de que se ha valido la suerte para conducirme
á la fatal ribera en que debia verter la sangre de mi amigo.
Algunas horas despues que el navio en que yo estaba se sepa-
ró del en que iba don Juan , encontramos un corsario fran-
cés que nos atacó , y se hizo dueño del bajel tunecino , ha-
biéndonos dejado luego en el puerto de Alicante . En cuanto
me ví libre no pensé mas que en alcanzar la gracia de Zára-
rate , cuyos bienes habian sido confiscados , y despues de
conseguido , reuní el dinero que me fué posible , y habién-
dome embarcado en Barcelona con unos hermanos de la re-
dencion que hacian vela para Argel llegué á este punto,
donde visité todos los sitios que frecuentan los esclavos para
alcanzar vuestro rescate . Por una casualidad encontré al re-
negado catalan que habia servido en otro tiempo á mi tio y
COJUELO. 265

me refirió el proyecto que llevaba entre manos ; y como me


dijo que el esclavo que trataba de poner en libertad á la be-
lla cautiva se llamaba Alvaro , entré en sospechas de que era
Ponce , y lo que mas me confirmó en mi error fué el distin-
guir entre la oscuridad las facciones de doña Teodora .... Al
llegar aquí faltáronle las fuerzas , articuló algunas frases con-
fusas , y á pesar de los ausilios que se le prodigaron se de-
claró en él una hemorragia que le causó la sofocacion , y
espiró.
Don Juan , que apenas habia articulado palabra , poseido
de su desesperacion , llevó la mano á su herida y se arrancó
la venda . Asustada Teodora de este transporte unió sus sú-
plicas y su llanto con las reflexiones del renegado y de Fran-
cisco , y asi consiguieron disuadirle de su intento , que no
era otro que arrancarse la vida . Durante la navegacion se
consiguió curarle , pues su herida no habia sido de gran pe-
ligro , y como el viento era favorable no tardaron en descu-
brir las costas de España .
El bajel arribó felizmente á Denia , donde cada uno tomó
su partido . La viuda de Cifuentes y el toledano se vinieron á
Madrid trayéndose el cuerpo de don Fadrique que habia si-
do embalsamado á bordo con los perfumes y esencias que
entre otros artículos de comercio traia el renegado , y despues
de haberle erigido un mausoleo magnífico se casaron ; pero
por un inconcebible efecto del poder de la amistad , don
Juan no dejó de conservar por mucho tiempo una melanco-
lia que nada era capaz de disipar . Mendoza , su querido
Mendoza , estaba siempre presente à su imaginacion : veíale
todas las noches en sueños , y las mas veces tal como le ha-
bía visto al dar el último suspiro . Su ánimo sin embargo co-
264 EL DIABLO

menzaba á distraerse de tan tristes imágenes , fos encantos de


Teodora , de quien seguia siempre enamorado , triunfaban po-
co á poco de un recuerdo funesto ; por fin don Juan iba á vi-
vir dichoso y contento ; pero estos últimos dias cayó del ca-
ballo yendo de caza , se hirió en la cabeza , donde se le ha
formado un abceso . Los médicos no han podido salvarle , y
acaba de morir : y Teodora , que es esa dama á quien ves tan
desconsolada , le seguirá quizá muy en breve.

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૯૦
૧. ૧૮
iloum ob

CAPITULO XV

De los sueños.

UANDO Asmodeo hubo acabado de


contar esta historia , le dijo don
Cleofas. En eso veo un bellísimo
ejemplo de la amistad ; pero ra-
ra vez sucede quedos personas se
ww
estimen tanto como don Juan y
S don Fadrique , y parece que me
costaria aun mayor trabajo el encontrar dos amigas rivales,
que quisiesen hacerse tan generosamente el sacrificio recí-
proco de un amante.
Sin duda , respondió el Diablo , eso es lo que hasta aho-
ra no se ha visto , y lo que tal vez no se verá jamas . Las mu-
266 EL DIABLO

geres no se quieren entre sí . Yo supongo dos que vivan en


íntima amistad , y aun quiero que estando ausentes no digan
el menor mal una de otra , tan amigas las hago como todo es-
to . Sucede que vas á visitar á las dos ; si te inclinas á Beatriz
toma enojo Isabel . No es porque la enojada te ame , sino por-
que quisiera ser la preferida . Tal es el carácter de las muge-
res . Tienen unas de otras tal envidia , que no son capaces de
tener amistad.

La historia de estos dos sin iguales amigos , replicó Lean-


dro Perez , tiene algo de cuento , y nos ha entretenido mucho
tiempo . La noche está ya muy adelantada , y en breve vere-
mos parecer los primeros rayos del dia . Espero de tí un nue-
vo favor . Estoy viendo gran número de personas dormidas,
y quisiera por curiosidad , que me dijeras lo que cada uno
está soñando . Lo haré de muy buena gana , replicó el Diablo .
Advierto que gustas de contrastes y quiero contentarte .
Creo , dijo Zambullo , que voy á oir sueños bien ridícu-
los . Por qué? respondió el Cojuelo . Tú que has aprendido
de memoria á Ovidio , no sabes que este poeta dice que al
apuntar el dia es cuando los sueños son mas verdaderos ,
porque entonces está el alma mas despejada de los vapores
de los alimentos? Yo por mí , replicó don Cleofas , por mas
que diga Ovidio , no doy crédito á los sueños . Tienes razon,
dijo Asmodeo , pues son puras ilusiones , son embusteros que
parece dicen la verdad . El emperador Augusto dió sin em-
bargo en creer los sueños que le importaban , por lo que en
la batalla de Filipo desamparó su tienda , asi que oyó la rela-
cion que le hicieron de un sueño concerniente á él .
Comenzamos por esa suntuosa casa de la derecha : el amo
de ella , á quien ves acostado en aquella rica estancia , es un
COJUELO. 267

conde dadivoso y cortejante : sueña que está en la comedia


oyendo cantar á una cómica jóven , y que se rinde á la voz
de esta sirena .

CRA

En el cuarto inmediato descansa la condesa su muger ,


que gusta terriblemente del juego : sueña que dá en prenda
varias joyas de diamantes à un usurero que le presta tres-
cientos doblones mediante una ganancia muy decente .
En la casa mas cercana del mismo lado vive un marqués
de igual génio que el conde , y que está enamorado de una
268 EL DIABLO

famosa dama que gusta que la festejen : sueña que toma pres-
tada gran cantidad de dinero para regalársela ; y su mayor-
domo , que duerme en lo mas alto de la casa , está soñando
que se enriquece conforme se va arruinando su amo . Y pues,
qué te parecen estos sueños ? te parecen estravagantes ? No ,
á la verdad , respondió don Cleofas. Veo que hay sueños que
parecen verdades ; pero deseo saber quién es aquel hombre
que me llama la atencion . Tiene los bigotes con papelillos , y
conserva durmiendo un aspecto de gravedad que me dáá en-
tender que no es un caballero cualquiera . Es un señor foras-
tero , respondió el Diablo , un vizconde vano y arrogante : su
espíritu en este momento rebosa de alegría , soñando que es-
tá con un grande que le cede el paso en una funcion pública .
Pero en la misma casa descubro dos hermanos médicos

que sueñan cosas bien pesadas. Uno de ellos sueña que se


publica una pragmática prohibiendo se pague á los médicos
que no curen á sus enfermos ; y su hermano sueña que se
manda que los médicos hagan el duelo en los entierros de to-
dos los que mueran en sus manos . Yo quisiera que esta últi-
ma ley fuese cierta , y que un médico asistiese al funeral de
su enfermo , asi como hay parage donde un juez asiste al su-
plicio de un reo á quien ha condenado á muerte. Me agrada
la comparacion , dijo el Diablo . Se podria decir en este caso
que el uno vá á hacer ejecutar su sentencia , y que el otro ha
hecho ya poner en ejecucion la suya.
Hola , hola , dijo el estudiante : quién es aquel personage
que se restrega los ojos , y se levanta precipitadamente? Es
un sugeto de clase que pretende un gobierno en Nueva Espa-
ña, y un sueño espantoso acaba de despertarle. Soñaba que
el ministro de Indias le miraba de medio lado . Ves tambien
COJUELO . 269

una dama jóven que despierta , y no está contenta con un


sueño que ha tenido poco ha? Esa es una señorita ilustre ,
tan honesta como hermosa , que se ve perseguida por dos
amantes . Ama al uno tiernamente , y mira al otro con una
aversion que toca en horror . Un momento hace que veía en
sueños arrodillado á sus pies al galan á quien aborrece , quien
se mostraba tan apasionado , y la instaba tanto , que si no hu-
biera despertado , iba á tratarle con mas aprecio que nunca
ha hecho con aquel á quien ella ama .
Deten la vista en la casa que hace esquina á esta calle .
Ahí vive un procurador. Mírale acostado con su muger en
aquel cuarto colgado de tapices viejos de historia , y en el que
hay dos camas iguales : sueña que vá al hospital á ver á uno
de sus clientes , y á socorrerle con su propio dinero ; y la
procuradora sueña que su marido echa de casa al escribien-
te , mozo rollizo de quien ha tomado zelos .
Oigo roncar al rededor nuestro , dijo Leandro Perez , y
creo que es ese hombre gordo á quien distingo en una casa
pequeña contigua á la del procurador . Has acertado , respon-
dió Asmodeo , ese es un canónigo que sueña que dice el Be-
nedicite.
Tiene por vecino à un mercader de sedas que vende muy
caros sus géneros ; pero ha fiado á personas de distincion . Se
le deben á este mercader mas de cien mil ducados . Sueña que
todos sus deudores le traerán dinero ; y sus acreedores sue-
ñan por otro lado que está en vísperas de quebrar.
Estos dos sueños , dijo el estudiante , no han salido del
templo del Sueño por la misma puerta. No , yo te lo aseguro,
respondió el Diablo . El primero ciertamente ha salido por la
puerta de marfil , y el segundo por la de cuerno .
270 EL DIABLO

La casa inmediata á la de este mercader la ocupa un fa-


moso librero . Poco hace imprimió un libro que se ha vendi-
do mucho. Cuando le dió á luz prometió dar á su autor cin-
cuenta doblones si lo reimprimia , y ahora está soñando que
hace una segunda edicion sin avisarle de ello .
Oh ! en cuanto á ese sueño , dijo Zambullo , no es necesa-
rio preguntar por qué puerta ha salido .
No dudo que tenga pleno y entero efecto . Yo conozco á
los señores libreros ; no hacen escrúpulo de engañar á los au-
tores. Asi es , replicó el Cojuelo : pero aprende tambien à co-
nocer á los caballeros autores , que no son mas escrupulosos
que los libreros , como te lo probará un caso sucedido no ha
muchos años en Madrid .
Tres libreros estaban merendando juntos en una hoste-
ría. Suscitóse la conversacion sobre los pocos libros nuevos
buenos que salian . Amigos , en confianza os diré que he he-
cho un gran negocio estos dias pasados. He comprado un ma-
nuscrito que me ha costado algo caro á la verdad , pero es de
un autor !.... es un tesoro . Otro librero tomando entonces la
palabra se alabó de haber hecho una preciosa compra el dia
antes . Y yo , señores , esclamó en seguida el tercero , no
quiero quedarme atras en punto de confianza . Voy à enseñar
la perla de los manuscritos que he tenido la felicidad de com-
prar hoy.
Al mismo tiempo sacó cada uno de la faltriquera la rica
copia que decia haber comprado , y como se halló que era
nueva composicion teatral, titulada El Judío errante , se que-
dar on atónitos de ver que era la misma obra que les habian
vendido á todos tres separadamente .
Descubro en otra casa , prosiguió Asmodeo , à un amante
COJUELO. 271

tímido y respetuoso que acaba de despertar . Está enamora-


do de una viuda de génio muy vivo , y soñaba se hallaba con
ella en lo mas retirado de un bosque , donde le decía pala-
bras tiernas , y que ella le respondió : Ah ! qué elocuente sois !
seríais capaz de persuadirme si yo no viviese alerta contra
los hombres ; pero son unos falsos y no me fio en sus pala-
bras. Lo que yo quiero son obras . Pues , qué obras quereis ,
señora , que yo haga? replicó el amante . Es necesario para
probaros la violencia de mi cariño emprender los doce tra-
bajos de Hércules? No , no , don Nicasio , replicó la dama ;
no os pido yo tanto . Estando en esto despertó .
Hazme el favor de decirme , dijo el estudiante , por qué
aquel hombre acostado en una cama cubierta con una manta
parda manotea como un energúmeno ? Ese es un docto licen-
ciado que tiene un sueño que le agita terriblemente . Sueña
que arguye para defender la inmortalidad del alma contra
un doctorcillo en medicina que es tan buen católico , como
buen médico . En el cuarto segundo de la casa del licenciado
habita un hidalgo de Estremadura , llamado don Baltasar
Fanfarrónico , que ha venido en posta á la corte á pedir una
recompensa , por haber muerto á un portugués de un esco-
petazo . Pues sabes lo que sueña? Que le dan el gobierno de
Alcántara , y aun no está contento , pues cree que merece un
vireinato .

Descubro en una posada dos personas de importancia que


tienen sueños muy molestos . El uno , que es el gobernador
de una plaza fuerte , sueña que se halla sitiado en su fortale-
za , y que despues de una ligera resistencia se ve precisado
á entregarse prisionero de guerra con toda su guarnicion . El
otro es un predicador á quien por su elocuencia se ha enco-
272 EL DIABLO

mendado la oracion fúnebre de una persona real , y ha de


predicar en presencia de la córte de aqui à dos dias . Sueña
que está en el púlpito , y que se queda cortado despues de
dicha la salutacion . No es imposible , dijo don Cleofas , que
esa desgracia le suceda en realidad . Asi es , respondió el Dia-
blo , no hace por cierto mucho tiempo que le aconteció lo
mismo en igual ocasion .
Quieres que te enseñe un sonámbulo ? No hagas mas que
mirar en las caballerizas de esa casa . Qué ves ? Percibo , di-
jo Leandro Perez , á un hombre en camisa y calzoncillos que
anda, y tiene me parece , una almohaza en la mano . Pues bien
replicó el diablo , ese es un palafrenero que está ahora mis-
mo durmiendo . Acostumbra todas las noches levantarse de

la cama , y asi dormido limpia los caballos , y despues se vuel-


ve á acostar . En casa piensan que lo hace un duende , y aun
el palafrenero lo cree como los demas .
En una gran casa que hace frente á la posada vive un ca-
ballero anciano que fué en tiempos pasados virey de Méjico .
Ha caido enfermo , y como teme morir , su vireinato empieza
á remorderle la conciencia: es verdad que el modo con que
le ejerció es bastante motivo para inquietarle . Las crónicas
de Nueva España no hacen una mencion honorífica de él.
Acaba de tener un sueño , cuyo terror no se ha disipado aun
del todo , y que tal vez será la causa de su muerte . Preciso
es que ese sueño , dijo Zambullo , sea muy estraordinario.
Ahora lo oirás , replicó Asmodeo. Tiene con efecto algo de
estraño . Este señor soñaba poco ha que estaba en el valle de
los muertos , y que todos los mejicanos , que fueron las víc-
timas de su injusticia y de su crueldad , habian venido allí
contra él , y llenándole de baldones é improperios , han que-
COJUELO . 273

rido asimismo hacerle pedazos ; pero él , poniéndose en fuga


se ha libertado de su saña . Despues de esto se ha hallado en
un salon entapizado todo de bayeta negra , en el que ha visto
á su padre y á su abuelo sentados á una mesa de tres cubier-
tos . Estos dos tristes convidados le han hecho señal de que
se acercase á ellos , y su padre le ha dicho con aquella gra-
vedad que gastan todos los difuntos : Ya hace mucho tiempo
que te estamos esperando , ven á ocupar tu lugar junto á
nosotros.

Que feo sueño ! esclamó el estudiante . Disculpo al en-


fermo del sobresalto que le ha causado . En recompensa , dijo
el Cojuelo , su sobrina que duerme en una alcoba que cae
encima de la suya , pasa una noche alegre , porque el sueño
le representa las ideas mas divertidas . Es una doncella de
veinte y cinco átreinta años, feay contrahecha, y sueña que su
tio , de quien es única heredera, ya no vive , y que va delan-
te de ella una multitud de amables señores que se disputan
entre sí la gloria de agradarle.
Si no me engaño , dijo don Cleofas , oigo reir detras de
nosotros . No te engañas , replicó el Diablo ; es una dama que
está á dos pasos de aqui , la cual rie durmiendo ; es una viu-
da que hace de la recatada , y que de nada gusta tanto como
de la murmuracion . Sueña que está hablando con una vieja
gazmoña , cuya conversacion le divierte mucho .
Ahora me rio yo , prosiguió el Cojuelo , de ver en el cuar-
to mas abajo del de la viudita á un vecino que tiene trabajo
en mantenerse decentemente con la poca hacienda que po-
see. Sueña que coge del suelo varias monedas de oro y plata
y que cuantas mas coge , mas encuentra que coger . Ya ha lle-
nado de ellas un arcon . Pobre mozo ! dijo Leandro . No go-
18
274 EL DIABLO

zará mucho tiempo de su tesoro . Cuando despierte , replicó


el Cojuelo , le sucederá lo que à un rico verdadero cuando
muere , pues verá desaparecer sus riquezas.
Si tienes curiosidad de saber los sueños de dos cómicas

que están vecinas , escucha , una de ellas sueña que caza


pájaros con reclamo , que los despluma conforme los va co-
jiendo , pero que se los dá á comer à un hermoso gato por
quien está loca , el cual se lleva todo el provecho . La otra
sueña que echa de casa perros lebreles y perdigueros que
han sido mucho tiempo su embeleso , y que no quiere tener
mas que un perrito chino de los mas monos , al que ha to-
mado cariño .

ZARZA
niede

Ve ahí dos sueños bien disparatados ! dijo el estudiante .


Yo creo que si hubiese en Madrid como en otro tiempo en
COJUELO. 275

Roma intérpretes de sueños , se verian muy perplejos para


esplicar estos . No tanto , respondió el Diablo . Por poco ente-
rados que estuviesen de lo que pasa , en breve hallarian en
ellos un sentido claro y exacto .
Yo por mí nada comprendo de ellos , replicó don Cleofas,
y eso me da poco cuidado . Mas quiero saber quién es una
señora que duerme en una soberbia cama colgada de tercio-
pelo amarillo con galones de oro , al lado de la cual sobre una
mesita hay una luz y un libro . Esa es una señora de titulo ,
replicó el Diablo , una señora que tiene un coche muy her-
moso , y gusta de que sus criados de librea sean buenos mo-
zes. Acostumbra entre otras cosas á ponerse á leer luego que
se acuesta ; porque de otro modo no podria pegar los ojos en
toda la noche . En la pasada leyó dos metamorfosis ó trans-
formaciones de Ovidio ; y esta lectura ha sido causa del sue-
ño bastante raro que ahora tiene , y es que Júpiter se ha ena-
morado de ella , y entra á servirle en su casa transformado
en un page jóven de los mas bien parecidos .
Ya que he hablado de esta transformacion , te contaré
otra que me parece mas graciosa. Estoy mirando á un far-
sante que estando profundamente dormido goza de la dul-
zura de un sueño que le recrea gustosamente . Este actor es
tan viejo que no hay viviente en Madrid que pueda decir le
ha visto representar la primera vez . Hace tanto tiempo que
sale al teatro , que está , digámoslo así , teatrificado . Tiene
habilidad , lo que le ha infundido tal presuncion y engreimien-
to, que se imagina que una persona como él es sobrehuma-
na . Sabes lo que sueña este arrogante héroe del foro ? Que
se muere , y ve á todas las deidades del Olimpo congrega-
das para determinar lo que deben hacer de un mortal de su
276 EL DIABLO

importancia. Oye que Mercurio espone al consejo de los dio-


ses , que este insigne cómico despues de haber tenido la hon-
ra de representar tantas veces en la escena á Júpiter , y á los
demas inmortales , no debe estar sujeto á la suerte comun de
todos los humanos y que merece ser admitido en la com-
pañia celestial . Momo aplaude el sentir de Mercurio ; pero

‫ستایا‬

BRARIET
mcobs His LARROCHETTE

algunos otros dioses , y diferentes diosas , se resisten á la


proposicion de una apoteosis tan nueva, y Júpiter para po-
COJUELO. 277

nerlos de acuerdo transforma al viejo comediante en una fi-


gura de telon de comedia.

Iba á proseguir el Diablo , pero Zambullo se lo impidió


diciéndole : Basta , Asmodeo , tú no ves que es de dia . Temo
que nos vean sobre el tejado de esta casa. Si el populacho
llega una vez á ver á vueseñoria , oiremos unos silbidos que
no tendrán fin .
No nos verán, le respondió el Diablejo , pues yo tengo tanto
poder como esas deidades fabulosas, de que acabo de hablar,
y así como el enamorado hijo de Saturno se cubrió con una
nube en el monte Ida para ocultar al universo las caricias
que queria hacer á Juno , voy á levantar yo al rededor de
nosotros un denso vapor impenetrable á la vista humana , y
que no nos impedirá ver lo que yo quiera hacerte observar .
Con efecto , se vieron rodeados de repente de un humo , que
aunque muy espeso , no escondia nada á los ojos del estu-
diante.
Volvamos á los sueños , prosiguió el Cojuelo .... Pero no
me hago cargo , añadió , que el modo con que te he hecho
pasar la noche es preciso que te haya fatigado ; por eso soy
de parecer de llevarte á tu casa para que allí descanses al-
gunas horas. Entretanto voy á recorrer las cuatro partes del
mundo , y hacer algun golpe de mi oficio ; y despues volveré
para que sigamos divirtiéndonos á costa agena . Maldita la
gana tengo de dormir, ni estoy cansado , respondió don Cleo-
fas. En vez de dejarme , hazme el gusto de esplicarme las
varias pre tensiones de esas personas que veo ya levantadas,
y me parece se disponen para salir . A qué van tan tempra-
no ? Lo que tú deseas saber , replicó el Diablo , es digno de
observar . Vas á ver un retrato de los cuidados y trabajos que
278 EL DIABLO

se toman en esta vida los pobres mortales , y pasos que dan


para pasar lo mas agradablemente que les es posible el corto
espacio de tiempo que media entre su nacimiento y su
muerte.

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19

201
28088

ZARZA GASPAR

CAPITULO IX .

Donde se verán varias pinturas originales de que no faltan


copias.

BSERVEMOS desde luego esa cuadrilla


de pordioseros que ves ya puesta en la
calle. Pues has de saber que son unos
licenciosos , bien nacidos los mas,
que viven en comunidad , y pasan ca-
si todas las noches en comer y en be-
ber en su casa, teniendo siempre una
G abundante provision de pan, carne y
vino . Mira como se separan para ir cada uno á hacer su pa-
pel en las iglesias , y esta tarde se volverán á juntar para
echar tragos á la salud de las almas caritativas que contri-
buyen piadosamente á hacerles el gasto . Admira , te ruego,
280 EL DIABLO

como esos bribones saben vestirse y disfrazarse para esci-


tar á compasion : las mugeres livianas no saben componerse
mejor para inspirar amor .
Repara con atencion en aquellos tres que van juntos por
la misma parte . El que se apoya en las muletas , hace
temblar todo su cuerpo , y parece que anda con tanto traba-
jo , que á cada paso que dá pensará cualquiera que va á dar
de hocicos, aunque tiene una barba larga y blanca , y un ros-
tro decrépito , es un mozo tan despierto y ligero que deja-
ria atras á un gamo en la carrera . El otro que hace el tiñoso
es un gallardo mozo , que se ha cubierto la cabeza con un
pedazo de pellejo para ocultar su hermosa cabellera . El ter-
cero que anda arrastrando es un tunante que tiene la habi-
lidad de arrancar del pecho unas voces tan lamentosas , que
al oir sus tristes quejidos no hay viejo que no baje de cuatro
altos á darle un ochavo.
Mientras estos holgazanes van con la máscara de la po-
breza á pillar el dinero del público , veo muchos artesanos
laboriosos que van á ganar su vida con el sudor de su rostro .
Advierto por todas partes gentes que se levantan y visten
para ir á ejercer sus diferentes empleos . Cuántos proyectos
formados esta noche van á efectuarse , ó á desvanecerse en
este dia ! Cuántos pasos va á hacer dar el interés , el amor
y la ambicion !

Qué es lo que veo en la calle ? interrumpió con Cleofas.


Quién es aquella muger cargada de medallas , á quien guia
un lacayo y camina tan acelerada ? Sin duda tiene algun
asunto muy urgente . Con efecto , así es , respondió el Dia-
blo . Es una verdadera matrona , que va corriendo á una ca-
sa donde se necesita de su ministerio . Va á partear á una
COJUELO . 281

cómica que está chillando , y á su lado están dos caballeros


bien atribulados . Uno de ellos es el marido , y el otro una
persona ilustre que se interesa en lo que va á suceder , por-
que los partos de las mugeres de teatro se parecen al de Al-
cumena ; siempre hay algun Júpiter y algun Anfitrion que
son autores del caso .

No diria cualquiera que viese á ese caballero á caballo


con su escopeta al canto , que es un cazador que va á hacer
la guerra á las liebres y perdigones de los alrededores de
Madrid ? Sin embargo , no tiene gana de entretenerse en la
diversion de la caza , que otro fin lleva . Va á cierto lugarci-
llo donde se disfrazará de aldeano para introducirse con se-
mejante trage en un caserio donde está su querida , bajo la
direccion de una madre severa y vigilante.

Ese jóven bachiller , que pasa aceleradamente , acostum-


bra á ir todas las mañanas á visitar y obsequiar á un canóni-
go ya viejo , que es tio suyo , y á cuya prebenda tiene pues-
ta la puntería . Mira en esa casa que está enfrente de noso-
tros á uno que coge la capa para salir . Es un vecino honra-
do y rico á quien trae inquieto un negocio bastante sério .
Tiene una hija que casar ; no sabe si se la debe dar á un pro-
curador mozo que la pretende ; ó bien á un vano hidalgo que
la pide , y va á consultar el caso con sus amigos . Y en la
realidad nada es mas embarazoso . Teme si escoje al hidalgo
tener un yerno que le desprecie , y si se atiene al procurador ,
el meter en su casa un raton que le roa todos los trastos .
Considera un vecino de ese padre perplejo , y repara en
esa habitacion amueblada magníficamente , á un hombre en
bata de tela de seda encarnada con flores de oro . Es lo que
llaman un ingenio , el cual hace de caballero, aunque le pese
282 EL DIABLO

á su bajo nacimiento. Diez años ha que su caudal no valia


veinte ochavos , y ahora pasa de diez mil ducados de renta .
Tiene un coche muy hermoso , pero para mantenerlo ahorra
en la mesa , y su frugalidad es tal , que solo come cualquie-
ra friolera. Con todo eso , no deja de convidar á comer algu-
nas veces por vanidad á personas de distincion . Hoy dá de
comer á unos consejeros , y á este efecto acaba de enviar á
buscar á un cocinero y un pastelero . Va á ajustar con ellos
ochavo por ochavo , despues de lo cual sentará en un papel
uno por uno los platos en que se hayan convenido . Tú me es-
tás hablando ahí de un gran roñoso , dijo Zambullo No te es-
pante eso , respondió Asmodeo , todos los miserables , á quie-
nes la fortuna enriquece de pronto , vienen á ser avaros ó
pródigos. Esto es lo comun .
Esplícame , dijo el estudiante , quién es una hermosa da-
ma que está mirándose al tocador , y habla con un caballero
COJUELO. 285

de bella presencia . Ah ! sí , lo que miras ahí , esclamó el Co-


juelo , es digno de tu atencion . Esa es una viuda alemana ,
que vive en Madrid de su viudedad , y la visitan gentes muy
de forma ; el joven que está con ella es un caballero llamado
Monsalve.

Aunque este caballero es de una de las primeras casas de


España, ha dado palabra á la viuda de casarse con ella, yaun
le ha hecho un papel , obligándose á darle tres mil doblones en
caso que no la cumpla ; pero se encuentra con que sus pa-
rientes se oponen á su casamiento , y le amenazan de hacer-
le arrestar sino deja enteramente el trato con la alemana á
quien tienen por una aventurera . Afligido el galan de verlos á
todos sublevados contra su amor fué ayer tarde á casa de su
novia , la cual conociendo que venia apesadumbrado le pre-
guntó el motivo . El se lo declaró , asegurándole que , á pe-
sar de toda la resistencia que tuviese que esperimentar de
parte de su familia , se mantendria siempre firme . La viuda
se manifestó contenta de su constancia , y ambos se separa-
ron á media noche muy satisfechos uno de otro .
Monsalve ha vuelto esta mañana , ha encontrado á la da-
ma puesta al tocador , y empezado de nuevo á hablarle de su
inclinacion . Durante la conversacion la alemana se ha ido

quitando los papillotes . El caballero ha cogido uno sin pen-


sar , lo ha desdoblado , y viendo en él su letra : Cómo es
esto , señora , ha dicho riendo , es este el uso que haceis de
los billetes cariñosos que os escriben ? Sí , Monsalve , ha res-
pondido ella , ya veis de que me sirven las promesas de los
amantes que intentan casarse conmigo contra la voluntad de
sus familias, hago de ellas papillotes . Cuando el caballero ha
visto que era su obligacion de los tres mil doblones la que la
284 EL DIABLO

Jama habia roto, no ha podido menos de admirar el desinte-


rés de la viuda , y le asegura nuevamente una eterna fide-
lidad.
Mira , prosiguió el Diablo , ese hombre alto y seco que
pasa y lleva debajo del brazo un libro grande , un tintero
colgado de la pretina , y una guitarra al hombro . Traza ri-
dícula es la suya , respondió el estudiante ; apostaria yo á
que es un estravagante . Cierto es , replicó el Diablo , que es
un ente bastante raro. Hay filosofos cínicos en España , y ese
es uno de ellos . Va hácia el Buen-Retiro á sentarse en un pra-
do donde hay una fuente clara , cuya agua cristalina forma
un arroyo que va serpenteando entre las flores . Allí se es-
tará todo el dia contemplando las riquezas de la naturaleza,
tocando la guitarra , y haciendo reflexiones que irá anotan-
do en su libro . Lleva en los bolsillos su comida ordinaria,
esto es , algunas cebollas y un pedazo de pan . Tal es la vida
sóbria que observa diez años hace ; y si algun Aristipo le
dijese como á Diójenes , si supieras hacer tu acatamiento á los
señores no comerias cebollas , este filósofo moderno le res-
ponderia : yo rendiria obsequio á los grandes , así como tú ,
si quisiera abatir á un hombre hasta hacerle andar arrastran-
do delante de otro hombre .
Con efecto , este filósofo estuvo en otro tiempo apegado
á los señores , los cuales por su parte le hicieron tambien su
fortuna ; pero habiendo conocido que su amistad no era
para él sino una honrosa esclavitud , ha roto toda comunica-
cion con ellos . Tenia coche , que dejó porque se hizo cargo
que salpicaba á personas que valian mas que él ; ha dado
casi todos sus bienes á sus amigos necesitados , y se ha re-
servado únicamente lo necesario para vivir del modo que
COJUELO. 285

vive , pues no le parece menos vergonzoso , para un filósofo,


el ir á mendigar el sustento entre el pueblo , que á casa de
los grandes .
Lastímate del caballero que va detras de ese filósofo,
y á quien acompaña un perro . Puede gloriarse de ser de una
de las mejores familias de Castilla . Estaba rico , pero se ha
arruinado , como el Timon de Luciano , convidando á comer
todos los dias á sus amigos , y sobre todo dando funciones
magníficas en celebridad de los cumpleaños y dias suyos y
de su muger é hijos . Luego que los parasitos han visto la
olla vacia, no han parecido mas por su casa ; todos sus ami-
gos le han desamparado , y solo uno se ha mantenido fiel , que
es su perro .
Dime , don Diablo , esclamó Leandro Perez , y cuyo es
aquel coche que veo parado á la puerta de una casa ? Es de
un rico contador , respondió Asmodeo , que todos los dias va
á ella á visitar á una hermosura gallega de quien cuida este
rancio pecador de raza morisca , y á la que ama con estre-
mo . Ayer tarde supo que ella le habia hecho una infidelidad ;
y , en el primer movimiento de la ira que le causó semejante
noticia , le escribió un papel lleno de quejas y amenazas.
No eres capaz de acertar el medio que discurrió tomar la
buena de la gallega . En vez de tener la prudencia de ne-
gar el hecho , ha enviado á decir esta mañana al contador
que tenia razon para estar irritado contra ella ; que ya no
debia mirarla sino con desprecio , que ella conocia su culpa,
que la aborreciese ; y que en castigo de ella ya se habia
cortado su hermoso cabello , en el cual sabe que ella idola-
traba ; finalmente que estaba resuelta á retirarse á una reclu-
sion á consagrar el resto de su vida á la penitencia .
286 EL DIABLO

El viejo penante no ha podido resistir á los fingidos re-


mordimientos de su amada gallega , y se ha levantado inme-
diatamente para ir á su casa . La ha encontrado llorando ; y
esta buena cómica ha representado tan perfectamente su pa-
pel , que él acaba de perdonarle lo pasado , y hace aun mas,
pues para consolarla del sacrificio de su cabellera, le promete
en este instante comprarle una casa de campo que está de
venta cerca del Escorial.

Todas las tiendas están abiertas , dijo el estudiante , y veo


á un caballero que entra en una hosteria . Ese caballero , re-
plicó Asmodeo , es un hijo de buena familia que se perece
por escribir , y quiere absolutamente pasar por autor . No
carece de ingenio, y aun tiene lo bastante para criticar cuan-
tas obras se presentan en la escena ; pero no para componer
una que sea mediana . Va á encargar al hosterero disponga
una gran comida , porque ha convidado hoy á comer á cua-
tro cómicos , con el fin de empeñarles á que protejan una ma-
la comedia compuesta por él , que está ya para dar á su com-
pañía .
Ya que hablamos de autores , continuó , mira allí dos
que se encuentran en la calle . Advierte cómo se saludan con
una risa burlona. Ambos se desprecian mútuamente y con
razon . El uno escribe con igual facilidad que el poeta Cris-
pino , á quien Horacio compara con los fuelles de una fra-
gua ; y el otro consume bastante tiempo en componer obras
frias é insulsas.

Quién es un hombrecillo que se apea de un coche á la puer-


ta de esa iglesia ? dijo Zambullo . Es , respondió el Cojuelo ,
una persona digna de observarse . No hace diez años que dejó
el oficio de un escribano , donde era oficial mayor , para ir á
COJUELO. 287

encerrarse en la cartuja de Zaragoza . Al cabo de seis meses


de noviciado salió del convento , volvió á parecer en Madrid ;
pero los que le conocian se quedaron admirados de verle lle-
gar á ser de repente uno de los principales empleados del
Consejo de Indias. Todavia se habla hoy de una fortuna tan
rápida . Algunos dicen que se ha dado al diablo ; otros ase-
guran que se ha apasionado de él una viuda rica , y otros
finalmente que ha hallado un tesoro . Tú bien sabes lo que
ha habido en esto , interrumpió don Cleofas. No hay duda,
replicó el Diablo , y voy á revelarte el misterio .
Mientras nuestro fraile era novicio , sucedió que un dia,
estando haciendo un hoyo en la huerta para plantar en él un

ALOT

árbol , vió una cajita de cobre , la cual abrió . Habia dentro


una caja de oro que contenia treinta diamantes muy hermo-
288 EL DIABLO

sos. Aunque no entendia de pedreria , no dejó con todo de


conocer que habia echado un buen lance , y tomando inme-
diatamente el partido que toma en una comedia de Plauto
aquel Grifo que renuncia á la pesca despues de haber encon-
trado un tesoro , dejó el hábito y volvió á Madrid , donde por
mediacion de un platero amigo suyo , convirtió sus piedras
preciosas en piezas de oro , y sus piezas de oro en un em-
pleo que le procura un buen lugar en la sociedad civil .


bionb

26

CAPÍTULO XVII .

De lo demas que el Diablo hizo observar á don Cleofas.

ONTARÉTE un lance que te ha-


rá reir , prosiguió Asmodeo , de ese
hombre que entra en esa tienda de
vinos generosos . Es un médico vizcaino que
va á tomar un refrigerio , y despues á pasar
allí todo el dia jugando á las damas.
Entretanto no te den pena sus enfermos , que ninguno
tiene , y aun cuando los tuviese , los ratos que gasta en ju-
gar no serian los peores para ellos . No deja de ir todas las
noches á casa de una viuda bien parecida y rica , con quien
desea casarse , mostrando estarle ciegamente apasionado.
19
290 EL DIABLO

Cuando se halla con ella , un bribon de criado á quien está


reducida toda su servidumbre , y con el cual se entiende , le
lleva una lista fingida de nombres de muchas personas dis-
tinguidas , que han enviado á llamar á ese doctor . La viuda
lo cree todo al pie de la letra , y nuestro jugador de damas
está á pique de ganar la partida .
Parémonos delante de esa casa grande junto à la cual es-
tamos . No quiero pasar de aquí sin que observes las perso-
nas que la habitan . Recorre con la vista los cuartos : qué
descubres ? Veo unas damas , cuya belleza me suspende , res-
pondió el estudiante . Algunas se están vistiendo , y otras ya
están de pie se me figura estar viendo à las ninfas de Dia-
na , segun nos las pintan los poetas.
Si esas mugeres que admiras , respondió el Cojuelo , tie-
nen las gracias de las ninfas de Diana , no las acompaña cier-
tamente la misma honestidad . Son cuatro ó cinco mozas dis-

traidas que viven juntas , y hacen el gasto entre todas . Tan


peligrosas como aquellas bellas damas de los libros de caba-
llería , que detenian con sus atractivos á los caballeros que
pasaban por delante de sus castillos , estas atraen á los jóve-
nes á su casa. Desdichados de aquellos que se hechizan con
ellas ! Para advertir del riesgo que corren los que pasan, era
necesario hacer poner delante de esta casa una señal , como
hacen en los rios para indicar los parages adonde no hay que
acercarse .
No te preguntó , dijo Leandro Perez , á dónde van esos se-
ñores que veo en sus coches , porque me hago cargo que van
á palacio . Has dado en el hito , replicó el Diablo , y si tú quie-
res ir tambien allá , te llevaré , y haremos algunas observa-
ciones divertidas . No puedes proponerme cosa mas de mi
COJUELO. 291

gusto , replicó Zambullo ; y ya desde ahora me complace esa


idea.
Entonces Asmodeo , pronto à satisfacer à don Cleofas , le
trasladó á palacio ; pero antes de llegar á él , viendo el estu-
diante varios obreros que trabajaban en hacer una puerta muy
grande , preguntó si aquella era alguna entrada de iglesia.
No , le respondió Asmodeo , es la puerta de un nuevo merca-
do. Es magnífica como ves ; pero aunque la elevasen hasta
las nubes , nunca será digna de los dos versos latinos que han
de poner encima .
Qué me dices , esclamó Leandro , grande idea me das de
esos dos versos ! y me muero por saberlos. Pues óyelos , y
prepárate á admirarlos.

Quam bene Mercurius nunc merces vendit opimas,


Momus ubi fatuos vendidit ante sales.

Hay en estos dos versos un juego de voces el mas lindo


del mundo . No penetro aun toda su hermosura , dijo el es-
tudiante , pues no entiendo bien lo que significan esos fatuos
sales. Con qué ignoras , replicó el Diablo , que el sitio donde
hicieron este mercado para vender comestibles , fué en otro
tiempo un colegio en que se enseñaban humanidades á la ju-
ventud? Los catedráticos de este colegio hacian representar
en él por sus estudiantes dramas y comedias insípidas y mez-
cladas de bailecitos tan estravagantes que se veian danzar en
ellos hasta los pretéritos y supinos . Vaya , no me digas mas,
interrumpió Zambullo . Bien sé que drogas son las comedias
de colegio . La inscripcion me parece admirable .
292 EL DIABLO

Apenas Asmodeo y don Cleofas estuvieron en la escalera


de palacio , cuando vieron subir por ella á muchos cortesa-

URA CASTELLO

nos . Conforme estos señores pasaban junto á ellos, el Diablo


los iba nombrando . Mira , decia á Leandro Perez , señalando-
selos con el dedo uno despues de otro , mira el conde Villa-
lonso, de la casa de Llerena, vé aqui el marqués de Castrour-
COJUELO . 293

diales, aquel es don Lope de los Rios , presidente del conse-


jo de Hacienda , y este el conde de Villaumbrosa . No se con-
tentaba con nombrarlos , sino que hacia el elogio de ellos ,
aunque este maligno espíritu añadia siempre algo de satírico
tirando á cada uno su saeta.
Este señor, decia hablando de uno , es afable y amigo de
complacer ; escucha con semblante agradable . Si llega algu-
no à implorar su proteccion , se la concede generosamente ,
y le ofrece su valimiento . Es lástima que hombre , que tanto
gusta de servir á los demas , sea tan flaco de memoria , que
al cuarto de hora que le han hablado , se olvida de lo que le
han dicho.
Este duque , decia hablando de otro , es un señor de la
córte de los de mejor carácter . No es como la mayor parte
de sus iguales , distinto de sí mismo de un instante á otro.
Añádase á esto que no paga con ingratitud el afecto á su per-
sona , ni los servicios que le hacen ; pero por desgracia es
demasiado tardo en agradecerlos. Deja desear tanto tiempo
lo que de él se espera , que se cree haberlo comprado bien
cuando viene el caso de conseguirlo .
Despues que el Diablo enteró al estudiante de las buenas
y malas calidades de muchos señores , le condujo á una sala
donde habia gentes de todas clases , y especialmente tantos
caballeros , que don Cleofas esclamó : Cuántos caballeros !
voto á tal que es preciso que haya bastantes en España. Yo
te lo aseguro , dijo el Cojuelo , y eso no es de admirar ; pues
para ser caballero no es necesario lo que en tiempos pasa-
dos para llegar á ser caballero romano ..
Mira , continuó esa cara de hombre ordinario que está
detrás de tí . Habla mas quedo interrumpió Zambullo , que te
294 EL DIABLO

oye. No , no , respondió el Diablo , el mismo hechizo que nos


hace invisibles no permite que nos oigan . Contempla esa fi-
gura. Es un catalan que vuelve de las islas Filipinas , donde
era corsario . Dirias tú al verle que era un rayo en la guer-
ra? Pues te aseguro que ha hecho acciones prodigiosas de va-
lor. Viene å presentar al rey un memorial en que le pide
cierto puesto en premio de sus servicios ; pero dudo lo logre ,
porque no se dirige antes al ministro .
Veo á su mano derecha , dijo Leandro Perez , un hombre
alto y gordo , que parece se hace de persona. Si se ha de
juzgar de su clase por la sobervia que muestra en el semblan-
te , no toca decir otra cosa sino que es algun señor opulento .
Nada de eso tiene , replicó Asmodeo . Es un hidalgo de los
mas pobres , que para vivir mantiene juego en su casa bajo
la proteccion de un señor .
Observa mas allá aquel caballero vestido de terciopelo de
color ceniciento . Es un segundon de una casa ilustre , oficial
de la guardia española. Te aseguro que es un mozo muy ca-
paz . Para que te hagas cargo de su comprension , te citaré
una respuesta que dió ayer á una señora en una concurren-
"
cia muy lucida. Pero para inteligencia de esta agudeza , has
de saber primero que tiene un hermano llamado Andres de
Prado , que algunos años hace era oficial tambien del mismo
cuerpo .
Sucedió un dia que un rico asentista de las rentas del rey,
se llegó al tal don Andres y le dijo : Señor de Prado , yo ten-
go el mismo apellido de vd . md .; pero nuestras familias son
diferentes . A mí me consta que usted es de una de las casas
mas esclarecidas de Cataluña , y al mismo tiempo que los ha-
beres no os sobran . Los mios son muchos , y soy de un naci-
COJUELO. 295

miento poco ilustre . No habria medio de comunicarnos mú-


tuamente lo que tenemos de bueno uno y otro? Teneis vues-
tra ejecutoria? Don Andres le respondió que sí . Pues bien,
replicó el asentista : si quereis franqueármela , yo la pondré
en manos de un hábil genealogista que trabajará en el parti-
cular y nos hará parientes , aunque les pese á nuestros abue-
los . Por mi parte os haré un presente de treinta mil doblo-
nes . Estamos conformes? Don Andres se quedó aturrullado
de oir tanto dinero. Aceptó la propuesta , confió sus papeles
al asentista , y con el dinero que recibió de este compró una
grande hacienda en Cataluña donde vive desde entonces .
Ahora bien , como su hermano menor , que no ha gana-
do nada en el trato , se hallase ayer convidado á comer , en
la mesa se tocó casualmente la conversacion del señor de
Prado , asentista de rentas reales , y con este motivo una de
las señoras que estaban presentes , dirigiendo la palabra al
jóven oficial , le preguntó si era pariente suyo . No señora, le
respondió , no tengo esa honra , que mi hermano es el pa-
riente .
El estudiante soltó una carcajada al oir semejante res-
puesta , que le pareció de las mas graciosas . Despues per-
cibiendo á un hombre pequeño que iba detrás de un cortesa-
no , esclamó Válgame Dios ! cuántas cortesías hace ese hom--
brecillo al señor á quien va siguiendo . Sin duda tiene algun
favor que pedirle . Lo que echas de ver ahí , replicó Asmo-
deo , merece bien que te lo esplique . Ese hombrezuelo es un
vecino honrado , dueño de una quinta bastante hermosa en
las cercanías de Madrid , en sitio donde hay aguas minerales
que tienen fama. Ha dejado sin interés alguno su casa á este
señor que ha ido allí á tomarlas. En este instante el tal veci-
296 EL DIABLO

no ruega al tal señor muy encarecidamente que le sirva en


una ocasion que se presenta , y el señor rehusa muy política-
mente el servirle .
Es preciso que no deje yo escapar á ese caballero de
casta plebeya , el cual atraviesa por medio de la multitud,
presumiendo de sugeto distinguido . Se ha enriquecido esce-
sivamente en poco tiempo con la ciencia de los números .
Hay en su casa tantos criados como en la de un grande , y
su mesa escede á la de un ministro en lo delicado y abun-
dante . Tiene coche para él , otro para su muger , y otro
para sus hijos . En sus caballerizas se ven las mejores mulas,
y los mas hermosos caballos del mundo . Y aun los dias pa-
sados compró y pagó de contado un tiro arrogante de mu-
las que el príncipe no habia tomado por parecerle muy
caro . Qué desvergüenza ! dijo Leandro . Un turco que viese
á ese trasto en un estado tan floreciente , no dejaria de creer_
le en vísperas de esperimentar algun reves de fortuna. Yo
ignoro lo venidero , dijo Asmodeo , pero no puedo dejar de
pensar como un turco . Ah ! qué es lo que veo , continuó con
espanto el Diablo . En esta sala descubro un poeta que no
debia estar en ella. Cómo se atreve á presentarse aquí des-
pues de haber compuesto unos versos que ofenden á tantos
señores españoles? Cómo no hace caso del desprecio que es-
tos hacen de él ?
Considera atentamente , á ese respetable personage á
quien un escudero lleva de la mano . Es el señor don José
Reynalte y Ayala , corregidor de esta villa: viene á dar cuen-
ta á S. M. de varios asuntos de Madrid . Mira á ese buen
viejo con admiracion .
Verdaderamente , dijo Zambullo , tiene traza de hombre
COJUELO . 297

de bien. Ojalá , prosiguió el Cojuelo , que todos los corregi-


dores le tomasen por modelo . Este sugeto no es uno de aque.
llos genios violentos y altivos que solo obran por capricho y
precipitadamente . No quiere se prenda á nadie por la mera
relacion de un alguacil , de un escribano ó de un portero .
Está harto enterado de que hay en esta clase de gentes almas
venales , y capaces de hacer un tráfico vergonzoso de la au-
toridad de la justicia . Por eso cuando ocurre el haber de
mandar arrestar algun reo , examina con madurez la acu-
sacion , hasta que averigua la verdad . De ahí es que jamas
envia ningun inocente á la cárcel ; 'y solo destina á ella delin-
cuentes. Y aun no abandona á estos á la barbárie que reina
en las prisiones , pues él mismo va á ver á estos infelices ,
y cuida de impedir que se añada la inhumanidad al justo ri-
gor de las leyes . Qué bello carácter ! esclamo Leandro : ama-
ble sugeto ! Yo me alegraria oir lo que le dice al rey . Mucho
siento , respondió el Diablo , de estar obligado á decirte que
no puedo satisfacer ese nuevo deseo sin esponerme á tener
que sentir . No me es lícito entrar donde están los soberanos,
porque eso seria usurpar las facultades de Leviatan , de Bel-
fegor y de Astarot . Ya te he dicho que estos tres espíritus es-
tan en posesion de cercar á los príncipes . A los demas dia-
blos les está prohibido el parecer en las córtes , y yo no sé
en qué pensaba cuando se me antojó traerte aquí . Si estos
tres diablos me viesen , vendrian contra mí , y hablando acá
entre nosotros , yo no seria el mas fuerte .
Una vez que hay eso , replicó el estudiante , alejémonos
pronto de palacio . Sentiria , á par de mi alma , el verte sa-
cudir de tus compañeros sin poderte socorrer ; porque aun-
que yo me pusiese de tu lado , creo que no adelantarias nada
298 EL DIABLO

nada con eso . Sin duda que no , dijo Asmodeo, ninguna mella
les harian tus golpes , y tú moririas de los suyos ; pero para
consolarte de que no te hago entrar en el cuarto de vuestro
gran monarca , te voy áa dar un gusto mayor que el que pier-
des : dicho esto , cogió de la mano á don Cleofas , y le llevó
por los aires hácia el convento de la Merced .

‫םגנ‬

ALIOT
002
Saules bi ast

CAPÍTULO XVIII .

De los cautivos ; de como Asmodeo fué interrumpido de repen-


te en su relacion , y de que modo pesaroso para este Diablo, él
y don Cleofas tuvieron que separarse .

ARARONSE los dos encima de una


casa vecina á aquel convento ,
en cuya puerta habia un gran
concurso de hombres y muge
res. Cuánta gente ! dijo Lean-
dro . Qué fiesta llama aqui tan-
tas personas? Es , respondió el
Diablo , una procesion que tú nunca has visto , aunque se
hace en Madrid de tiempo en tiempo . Verás pasar dentro
de poco trescientos esclavos , todos vasallos del rey de Es-
paña . Vuelven de Argel , adonde los padres de la redencion
300 EL DIABLO

han ido á rescatarlos . Todas las calles de la carrera estarán


llenas de espectadores .
Es verdad , replicó Zambullo , que hasta ahora no me ha
movido mucho la curiosidad de ver este espectáculo . Y es
eso lo que vueseñoría me tenia guardado ? Te confieso since-
ramente que no me lo debias haber ponderado tanto . Como
conozco muy bien tu corazon , replicó el Diablo , no podia
ignorar que no te gusta ver infelices ; pero cuando sepas
que mi fin ha sido el revelarte las particularidades notables
del cautiverio de unos y los disgustos que van á esperimen-
tar algunos otros cuando lleguen á sus casas , estoy persua-
dido de que no llevarás á mal el que te dé esta diversion
Por cierto que no , replicó el estudiante . Eso ya muda de es-
pecie , y me harás un gran gusto en cumplirme la palabra.
Mientras estaban en esta conversacion , oyeron de impro-
viso unos grandes gritos , en que prorrumpió el gentío , al
ver los cautivos que marchaban en este órden : iban á pie
de dos en dos con el trage de esclavos , y cada uno con su
cadena al hombro . Un crecido número de religiosos de la
Merced , que habian ido á recibirlos , caminaban delante ca-
balleros en mulas con gualdrapas de bayeta negra , como si
fuesen haciendo un duelo , y uno de estos caritativos padres
llevaba el estandarte de la redencion . Los cautivos mas mo-

zos iban al principio , seguian los viejos , y detras iba en un


caballo pequeño un religioso de la misma órden , el cual te-
nia un aspecto venerable , y era el superior de la mision . Se
llevaba los ojos del concurso por su gravedad , como tambien
por una larga barba blanca quo le hacia respetuoso , y en su
rostro se echaba de ver el gozo inesplicable que sentia de
restituir tantos cristianos á su patria .
COJUELO. 304

We are ish

‫نادم‬

URRABETA Tl one
atrent dosad done as inch astana Larochette

Estos cautivos , dijo el Cojuelo , no todos estan igualmen-


te contentos de haber recobrado la libertad . Si entre ellos

algunos se alegran de que pronto volverán á ver á sus pa-


rientes , otros temen saber quedurante su ausencia han acae-
cido en sus familias sucesos mas trágicos para ellos que su
misma esclavitud .
Por ejemplo , los dos que van delante se hallan en el úl-
timo caso . El uno , natural de Bellisca , ciudad pequeña de
Aragon , despues de haber estado cautivo diez años entre los
turcos , sin recibir noticia alguna de su muger , va á encon-
trarla casada de segundas nupcias , y madre de cinco hijos
502 EL DIABLO

que no son de su cosecha . El otro , hijo de un lanero de Se-


govia , fué cautivo por un corsario ya hace cerca de cuatro
lustros . Recela que despues de tantos años esten mudadas
las cosas de su familia , y su temor no es infundado , porque
sus padres han muerto ; y sus hermanos , que han partido
entre sí toda la hacienda , la han disipado con su mala con-
ducta.
Otro tanto le sucede al desdichado caballero que va á su
lado , pues le tiene continua y cruelmente inquieto el motivo
que oirás. Cuando al pasar de España á Italia le cautivó un
corsario argelino , amaba á una dama , de quien era igual-
mente amado . Teme que durante su esclavitud la señora no
se ha mantenido firme . Ha estado mucho tiempo esclavo?
Preguntó Zambullo . Diez y ocho meses , respondió Asmo-
deo . Oh ! pues en ese caso , replicó Leandro Perez , yo creo
que ese galan se deja poseer de un vano terror . No ha pues -
to la constancia de su dama á una prueba bastante fuerte ,
para poder vivir tan asustado . Te engañas , dijo el Cojuelo ,
pues no bien supo la linda señora que estaba cautivo en
Berbería , cuando se proveyó de otro amante .
Y quién es ese jóven que va entre esos infelices , dijo don
Cleofas , de semblante tan triste y pensativo? Quisiera saber
la causa que así le tiene . No perderás nada en saberla , res-
pondió el Diablillo , y te puedo decir lo que deseas saber.
Ese cautivo , cuyo aire melancólico te tiene suspenso , es na-
tural de Valladolid , é hijo de buenos padres . Ya habia dos
años que estaba esclavo en casa de un patron que tenia una
muger muy bonita , la cual queria con estremo á este escla-
vo , y era correspondida de él con el mas fino afecto . Habien-
do entrado en sospechas el patron , se dió prisa á vender al
COJUELO . 305

cristiano . El enamorado castellano llora sin cesar desde en-


tonces la ausencia de su patrona , sin que la libertad pueda
consolarle .

Un anciano de buena presencia me lleva la atencion , dijo


Leandro Perez . Quién es ese hombre ? El Cojuelo respondió :
Es un barbero , natural de Guipúzcoa , que se vuelve á Viz-
caya despues de cuarenta años de cautiverio. Cuando cayó
en poder de un corsario , yendo de Valencia á la isla de Cer-
deña , tenia muger, dos hijos y una hija , y de todo esto no le
ha quedado sino un hijo , que , mas dichoso que él , ha es-
tado en el Perú , de donde ha vuelto con inmensas riquezas á
su pais , y allí ha comprado dos hermosos caseríos . Qué sa-
tisfaccion , dijo Zambullo , qué gozo no será para este hijo el
ver otra vez á su padre , y tener con que hacerle pasar con
sosiego y comodidad los últimos dias de su vida !
Tú hablas , replicó el Cojuelo , como hijo cariñoso y de
juicio ; pero el hijo del vizcaino tiene un genio duro . La lle-
gada inesperada de su padre le causará mas pena que gusto .
En vez de tenerle en su casa en Guipúzcoa , y no omitir cosa
alguna para mostrarle el regocijo que siente de que viva en
su compañia , podrá bien suceder que le haga guarda de sus
haciendas.

Tú , que te compadeces tanto de los trabajos del prógi-


mo, ay ! y cuánto te lastimarias de ese otro esclavo , que trae
cubierta su cabeza calva con un solideo de paño burdo , si su-
pieras todos los males que ha padecido en Argel por espacio
de doce años en casa de un renegado inglés , amo suyo ! Y
quién es ese pobre cautivo , dijo Zambullo ? Es un fraile fran-
cisco de Navarra , respondió el Diablo . Te confieso que me
alegro mucho que haya padecido cruelmente , pues con sus
304 EL DIABLO

exhortaciones cristianas á mas de cien esclavos les ha estor-


bado volverse moros.

Te diré con la misma franqueza , replicó don Cleofas , que


yo por mí siento que este buen padre haya estado tan largo
tiempo á la merced de un bárbaro . No tienes razon para afli-
girte , ni yo para alegrarme , respondió Asmodeo . Este reli-
gioso se ha aprovechado tan bien de sus doce años de marti-
rios , que le tiene mas cuenta el haber pasado todo ese tiem-
do en los tormentos , que no en su celda en luchar con tenta-
ciones que son mas difíciles de resistir .
El primer cautivo que sigue , dijo Leandro Perez , mues-
tra bastante serenidad para un hombre que vuelve del cauti-
verio , y asi escita mi curiosidad á que te pregunte quién es
ese sugeto . Ya iba yo á decírtelo , respondió Asmodeo . En
él ves un vecino de Salamanca , un padre desgraciado , un
mortal que ya no siente á fuerza de tantos pesares como ha
pasado.... El Cojuelo entonces dejó de hablar , dióle un tem-
blor y todo se inmutó .
Qué tienes? le dijo el estudiante , qué movimiento es-
traordinario te turba y corta de repente el habla ? Ah Lean-
dro ! esclamó el Diablillo con voz medrosa. Qué desgracia me
sucede ! El mágico que me tenia preso en una redoma acaba
de advertir que no estoy ya en su laboratorio , y va á llamar-
me con unos conjuros tan fuertes que no podré resistir á
ellos . Cuánto voy á perder ! Ay de mí ! nos vamos á separar
para siempre. No lo creo , respondió Asmodeo , puede que el
mágico necesite de mi ministerio , y si tengo la fortuna de
prestarle algun servicio , quizá agradecido me dará libertad .
Si sucede asi , como lo espero , cuenta con que inmediata-
mente vuelvo contigo , con tal que no reveles á alma nacida
COJUELO. 505

lo que ha pasado esta noche entre nosotros ; pues si cometes


la imprudencia de confiárselo á alguno , te prevengo que no
me verás mas .

Lo que me consuela algo de estar precisado á dejarte,


prosiguió , es que á lo menos te he hecho feliz , porque te
casarás con la hermosa Serafina á quien yo he vuelto loca
por ti . El señor don Pedro Escolano , su padre , está resuelto
á dártela por esposa : no dejes escapar un tan buen partido .
Pero desgraciado de mí ! Ya oigo al mágico que me está con-
jurando . Todo el infierno está amedrentado de oir las pala-
bras terribles que pronuncia este tremendo cabalista . No
puedo detenerme mas en tu compañía . Hasta la vista , mi
querido Zambullo . Dichas estas palabras , abrazó á don Cleo-
fas y desapareció despues de haberle vuelto á su habitacion .

20
CAPITULO XIX .

De lo que hizo don Cleofas luego que le dejó el Diablo Cojuelo;


y de qué manera el autor de esta obra ha juzgado á pro-
- pósito concluirla.

oco despues de haberse ausentado


Asmodeo , sintióse fatigado el es-
tudiante de haber estado en pie to-
da la noche , y agitadose tanto ; se
desnudó y metió en la cama para
tomar algun descanso . Con la agi-
tacion en que estaban sus espíri-
L
tus le costó mucho trabajo coger
el sueño ; pero al fin , pagando con usura á Morfeo el tributo
que le deben todos los mortales, se quedó profundamente
dormido, y en este estado pasó el dia y la noche siguiente .
Ya hacia veinte y cuatro horas que se hallaba en este es-
COJUELO . 307

tado , cuando don Luis de Lujan , caballero mozo y amigo


suyo , entró en su cuarto gritando con toda su fuerza . Hola !
eh? señor don Cleofas , vamos arriba . Sabeis , le dijo don
Luis , que estais en la cama desde ayer mañana? No puede
ser eso , respondió Leandro . Nada es mas cierto , replicó su
amigo , dos dias cabales os habeis llevado durmiendo . Todas
las gentes de esta casa me lo han asegurado asi .
Atónito el estudiante de haber dormido tanto , temió des-
de luego el que su aventura con el Diablo fuese una ilusion ;
pero no podia creerlo , y cuando traia á la memoria ciertas
circunstancias , ya no dudaba de la realidad de lo que habia
visto . Sin embargo , para cerciorarse mas , se levantó , vis-
tióse prontamente , y salió con don Luis á quien llevo á la
Puerta del Sol , sin decirle por qué . Asi que estuvieron en
ella , y que don Cleofas vió la casa de don Pedro , casi toda
reducida á cenizas, finjió admirarse de ello . Qué es lo que
veo? dijo. Qué estrago ha hecho aqui el fuego ! De quién era
esta desdichada casa? Hace mucho tiempoque se ha quemado?
Don Luis de Lujan satisfizo á sus dos preguntas , y des-
pues le dijo : este incendio hace menos ruido en la villa por
el daño considerable que ha causado , que por una particula-
ridad que voy á referiros . El señor don Pedro de Escolano
tiene una hija única , linda como la plata . Dicen que se ha-
llaba en una pieza llena de llamas y humo , donde era preci-
so pereciese , y que sin embargo la libertó un caballero mo-
zo, cuyo nombre ignoro . Este es el asunto de todas las con-
versaciones de Madrid . Ensalzan hasta las nubes el valor del

tal caballero; y en premio de una accion tan arriesgada , y


aun cuando él no es mas que un simple hidalgo , podrá quizá
conseguir el casarse con la hija del señor don Pedro .
308 EL DIABLO

Leandro Perez escuchó á don Luis sin darse por entendi-


do de que tenia el mas leve interés en lo que decia ; y des-
pues , deshaciéndose en breve de él con un pretesto especio-
so , se bajó al Prado , en donde , habiéndose sentado debajo
de unos árboles , se sepultó en profundos pensamientos . Lo
primero que le ocurrió á la imaginacion fué el Diablo Cojue-
lo . No puedo , decia , sentir demasiado la ausencia de mi ami-
go Asmodeo . En poco tiempo me hubiera hecho dar la vuel-
ta al mundo , y habria yo viajado sin esperimentar las inco-
modidades de los viages . Sin duda he perdido mucho ; mas
de allí á un instante añadió : pero quizá esto tiene remedio .
Por qué he de perder la esperanza de volverle á ver? Puede
suceder , como él mismo me lo ha dicho , que el mágico le dé
inmediatamente soltura . Volviendo luego el pensamiento á
don Pedro y á su hija , se determinó á ir á visitarlos , movido
solo de la curiosidad de ver á la hermosa Serafina.
Al instante que se presentó á don Pedro , este señor fué
corriendo hácia él con los brazos abiertos diciéndole : seais
bien venido , generoso caballero . Ya empezaba á quejarme
de vos . Cómo es , decia para mí , que don Cleofas , despues
de las instancias que le he hecho para venirme á ver no ha
parecido aun por mi casa ! qué mal corresponde al vivo de-
seo que tengo de manifestarle la estimacion y amistad que le
profeso ! Zambullo inclinó respetuosamente la cabeza al oir
aquellas cariñosas quejas, y para disculparse, le dijo al viejo
que habia temido incomodarle en la confusion en que le su-
ponia el dia antes . No me satisface esa escusa, replicó don
Pedro , vos no podeis incomodar en una casa en donde sin
vuestro socorro estarian mas afligidos de lo que están , pero
venid conmigo añadió , si gustais . Todavia teneis otras gra-
COJUELO. 509

cias que recibir . Dicho esto le cogió de la mano , y le condu-


jo al cuarto de Serafina .
Esta señorita se levantaba de dormir la siesta . Hija , le
dijo su padre , aqui está el caballero que te salvó tan animo-
samente la vida, manifiéstale hasta que punto agradeces lo
que ha hecho por tí , pues que el estado en que estabas antes
de ayer no te lo permitió. Entonces la jóven Serafina , abrien-
do unos labios de rosa , dirigió la palabra á Leandro Perez , y
le hizo un cumplimiento que embelesaria á todos mis lecto-
res, si pudiera yo repetirle palabra por palabra ; pero como
no me le han contado fielmente quiero mas pasarle en silen-
cio , que desfigurarle .
Diré únicamente que á don Cleofas le pareció ver y oir
á una diosa, y quedó cogido al mismo tiempo por la vista y
por el oido . Cobróle de repente un amor violento; pero muy
lejos de considerarla como una persona con quien no podia
menos de casarse , dudó á pesar de cuanto el Cojuelo le ha-
bia dicho , de que quisiesen recompensar con un premio tan
precioso el servicio que se imaginaban les habia hecho .
Cuanto mas hermosa le parecia , tanto menos se atrevia á
lisongearse de conseguirla.
Lo que le hizo enteramente dudar de una ventaja tan

grande fué, que don Pedro , en la larga conversacion que tu-


vieron , no tocó aquella cuerda , y se redujo á llenarle de
cumplimientos , sin darle á entender que tenia la menor gana
de ser su suegro . Serafina por su lado , tan cortés como su
padre , se manifestó con él muy reconocida ; sin soltar es-
presion alguna que pudiese dar motivo de pensar á Zambu-
lo que estaba enamorada de él ; de modo que salió de casa
del señor Escolano con mucho amor, y poquísima esperanza .
310 EL DIABLO

Asmodeo , amigo , decia él al volverse á casa , como si


tuviera presente al Cojuelo , cuando me aseguraste que don
Pedro estaba en ánimo de casar á su hija conmigo , y que
Serafina se abrasaba por mí en una viva llama que habias
encendido en su pecho , es preciso que quisieras divertirte á
mi costa , ó bien me has de confesar que no sabes mejor lo
presente que lo venidero.
El estudiante sintió luego el haber ido á ver á aquella
señorita , y considerando la pasion que le tenia como un amor
desgraciado , que era preciso vencer , resolvió no omitir
medio alguno para ello ; y no satisfecho con eso , se repren-
dió á sí mismo el deseo que habia tenido de instar en el asun-
to , si hubiese hallado al padre dispuesto á concederle su hi-
ja , y se hizo cargo de que era cosa vergonzosa el deber su
felicidad á un artificio .
Estos pensamientos le traian todavia ocupado , cuando
habiéndole enviado á llamar don Pedro al dia siguiente , le
dijo : Señor don Leandro Perez , ya es tiempo de que os
pruebe con obras que en servirme no habeis obligado á uno
de aquellos palaciegos , que se contentarian , viéndose en mi
lugar , con daros buenas palabras sin efecto . Mi intencion
es que Serafina sea ella misma el galardon del peligro que
corristeis por ella . He esplorado su voluntad , y la hallo dis-
puesta á obedecerme sin repugnancia . Os diré asimismo que
he reconocido mi sangre , cuando la he propuesto por espo-
so á su libertador , manifestando su gozo de un modo , por el
que he conocido que su generosidad correspondia á la mia .
Es asunto concluido ; os casareis con mi hija.
Despues de haber hablado en estos términos el buen se-
ñor de Escolano , que esperaba con razon que don Cleofas le
COJUELO . 311

diese muy humildes gracias por un favor tan grande , se


quedó bastante suspenso de verle cortado y confuso . Res-
ponded , señor Zambullo , le dijo , qué quereis que piense
de la turbacion que os causa la propuesta que os hago ? qué
repugnancia teneis á ella ? Un mero caballero debe negarse
á contraer un enlace de que se honraria un grande ? Tiene
por ventura la nobleza de mi linage alguna mancha que yo
ignore ?
Señor, respondió Leandro , demasiado sé la distancia que
el cielo ha puesto entre nosotros . Por qué , pues replicó don
Pedro , os mostrais tan poco contento con un matrimonio que
tanto os honra? Confesadme , don Cleofas , que quereis al-
guna dama que tiene vuestra palabra , y que su interés es el
que impide ahora que seais dichoso . Si yo hubiese prometido
á alguna dama el ser su esposo , nada sería capaz de hacerme
faltar á ella ; pero no es esta la razon que se opone á que yo
goce de vuestros beneficios . Un impulso de pundonor me
mueve á renunciar al glorioso establecimiento que me pro-
poneis ; y muy ageno de querer abusar de vuestro error , voy
á desengañaros . Yo no soy el libertador de Serafina .
Qué decís ! esclamó admirado el viejo . No sois vos el
que la libertásteis de las llamas que iban á consumirla ? No
sois vos el que hicisteis una accion tan atrevida ? No , señor ,
respondió Zambullo ; ningun mortal era capaz de haberla
emprendido ; y así os declaro sencillamente que fué un dia-
blo el que salvó del fuego á vuestra hija .
Semejantes palabras aumentaron el espanto en don Pe-
dro , quien no creyendo debia tomarlas al pie de la letra ,
rogó al estudiante que se esplicase con mas claridad . Enton-
ces Leandro , sin dársele cuidado de perder la amistad de
512 EL DIABLO

Asmodeo , contó todo lo que habia pasado entre este y él;


oido lo cual por el viejo , le dijo : la confianza que acabais
de hacerme , me confirma en la determinacion de daros mi

hija . Vos sois su primer libertador , pues si no hubiérais su-


plicado al Diablo Cojuelo que la libertase de la muerte que
la amenazaba , él la habria dejado perecer . Vos sois sin duda
el que ha conservado la vida á Serafina ; en una palabra , la
mereceis, yo os la ofrezco , junto con la mitad de mi hacienda .
Leandro Perez , al oir estas palabras que desvanecian to-
dos sus escrúpulos , se arrojó á los pies de don Pedro para
darle gracias de sus finezas. Poco tiempo despues se celebró
la boda con la magnificencia correspondiente á la heredera
del señor Escolano , con gran satisfaccion de los padres de
nuestro estudiante , quien de aquel modo quedó bien pagado
de algunas horas de soltura que habia dado al Diablo Cojue-
lo sacándole de la redoma

lei
INDICE DE MATERIAS .

Pag .
PRÓLOGO DE LOS EDITORES. 5
CAPITULO PRIMERO. —Qué diablo es el Diablo Cojuelo. —Don-
de y por que casualidad don Cleofas Leandro Perez Zam-
bullo vino á hacer conocimiento con él. · 9
CAP. II.—A qué sitio transportó el Diablo Cojuelo al estu-
diante ; y de las primeras cosas que le hizo ver. . 27
CAP . III.-Historia de los amores del conde de Belflor y de
Leonor de Céspedes .. 46
CAP . IV. - Fin de la historia de los amores del conde de Belflor. 78
CAP. V. - De otras cosas que vió don Cleofas , y de que modo
quedó vengado de doña Tomasa. 105
CAP. VI.-De los presos. 115
CAP. VII. -Enseña Asmodeo á don Cleofas muchas personas ,
y le revela las acciones que han hecho durante el dia . ... 141
CAP VIII.- De los locos encerrados . • · 163
CAP. IX.- Cuya materia es inagotable. • 195
CAP. X.- Del incendio , y de lo que hizo en aquel lance As-
modeo por la amistad que tenia con don Cleofas. • • · 210
CAP. XI. De los túmulos , de las sombras y de la muerte. • • 216
CAP. XII.- La fuerza de la amistad. · • 234
CAP. XIII.-Aventura de un autor de comedias. · · • 248
CAP . XIV. Concluye la historia de la fuerza de la amistad . • 254
CAP. XV.- De los sueños. · 265
CAP . XVI. - Donde se verán varias pinturas originales de que
no faltan copias. 279
CAP. XVII.- De lo demas que el Diablo hizo observar á don
Cleofas. · 289
CAP. XVIII.-De los cautivos ; de como Asmodeo fué inter-
rumpido de repente en su relacion, y de que modo pesaroso
para este Diablo, él y don Cleofas tuvieron que separarse. 299
CAP. XIX.-De lo que hizo don Cleofas luego que le dejó el
Diablo Cojuelo , y de que manera el autor de esta obra ha
juzgado á propósito concluirla. 306

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