El Diablo Cojuelo
El Diablo Cojuelo
El Diablo Cojuelo
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EL DIABLO COJUELO .
MADRID 1844:
ESTABLECIMIENTO TIPOGRAFICO ,
de D. F. de P. Mellado .- Editor .
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EL
DIABLO COJUELO .
EDICION DE LUJO ,
SEGUNDA EDICION .
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MADRID 1844:
ESTABLECIMIENTO TIPOGRAFICO,
de D. F. de P. Mellado. - Editor.
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DE LOS
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CAPÍTULO I.
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seis meses habrá . Luego espíritu eres? dijo don Cleofas algo
turbado por la novedad de la aventura . Un demonio soy , res-
pondieron de la redoma ; y has llegado á tiempo que me
puedes rescatar , porque ocioso fallezco , sin emplearme en
nada , siendo yo el diablo mas travieso del infierno .
Algun pavor causaron estas palabras en el señor Zam-
bullo ; pero , como de natural esforzado , serenóse pronto ,
y dijo con tono animoso al vidrio endemoniado : Decidme ,
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CAPITULO II.
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ocho , á la luz de una linterna que llevan , que por ser tan
grande y no poder arrancarle de una vez por el riesgo del
ruido determinan abrirle é inchir las faltriqueras y los cal-
zones , y comenzando á desatarle saca el tal estrangero
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CAPÍTULO III.
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escala á la calle ; mas por desgracia tomó tan mal sus medi-
das , que cayó al suelo con recio golpe .
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CAPITULO IV .
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señora Marcela : No sin razon sospechaba yo de
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un traidor de quien quiero vengarme : y vosotra
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á ir desde mañana juntas las dos á una reclusion , y
cias al cielo que mi enojo se satisfaga con este castig
cho esto fué á encerrarse en su gabinete para meditar . A-
mente sobre el partido que deberia tomar en trance tan de-
licado.
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92 EL DIABLO
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pleo ademas para don Pedro ; y qué las dos bodas podrian
celebrarse al dia siguiente , pues las órdenes que habia da÷
do para ello se ejecutaban con tanta diligencia que los pre-
parativos estaban ya muy adelantados . Fué despues de co-
mer á confirmar lo que habia escrito , y presentarles á
Eugenia.
Hizo don Luis á esta dama cuantos agasajos son ima-
ginables , y Leonor no se cansaba de abrazarla . Don Pedro ,
á pesar de los movimientos de amor y de alegria de que
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GASPAR
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CAPÍTULO V.
De otras cosas que vió don Cleofas , y de qué modo quedó ven-
gado de doña Tomasa.
nada pone de suyo , sino que roba aquí y allá de todos esos
librotes y manuscritos ; y aunque no hace mas que ordenar
y enlazar sus latrocinios , no deja por eso de tener mas pre-
suncion que un autor verdadero .
No sabes , continuó el Espíritu , quien vive tres puertas
mas abajo de la de esa casa ? pues es la Chichona , la mis-
ma de quien te he hecho tan honorífica mencion en la his-
toria del conde de Belflor. Y qué gozo tengo en verla! dijo
Leandro. Esa tan buena y útil persona para la juventud es
quizá una de las dos viejas que distingo allí en aquella sala
baja. Una de ellas tiene apoyados los codos sobre la me-
sa , y mira con gran atencion en el dinero que cuenta la
otra. Cuál de las dos es la Chichona? La que no cuenta,
dijo el demonio . La otra , llamada la Pebrada , pertenece á
la misma honrosa profesion : están asociadas , y parten en
este momento los productos de una aventura á que acaban
de dar fin .
La Pebrada es la que cuenta con mas parroquianos ; y
tiene á su cargo el proveer á muchas viudas ricas , á quie-
nes lleva á que lean todos los dias su lista . Y qué llamas
tú su lista ? interrumpió el estudiante. La de los nom-
bres, repuso Asmodeo, de todos los forasteros bien formados
que vienen á Madrid . Así que la tal negociadora sabe que ha
llegado alguno nuevo , corre à su posada á informarse dies-
tramente de qué parte es , qué tal calidad y nacimiento
tiene , qué gentileza , qué garbo, y qué edad ; presenta lue-
go su relacion circunstanciada á todas las dichas viudas ,
que hacen las oportunas reflexiones sabre el particular , y si
se aviene el corazon , ella las pone en plática y galanteo con
los dichos forasteros .
108 EL DIABLO
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CAPÍTULO VI.
De los presos.
e30s cuartos en que no hay otros muebles mas que unos ma-
los jergones , parécente otras tantas tumbas esos espantosos
calabozos. Te asombras con razon de la miseria que en ellos
adviertes y deploras la suerte de los infelices que ahí tiene
encerrados la justicia: sin embargo, no son todos igualmente
dignos de compasion, y vamos ahora á examinarlo .
Primeramente, en esa gran pieza á mano derecha hay
cuatro hombres acostados en esas dos miserables camas. El
uno es un tabernero acusado de haber envenenado à un es-
trangero que reventó el otro dia bebiendo en su taberna.
Cuentan que la calidad del vino causó la muerte al difunto ,
pero el vinatero sostiene que fué la cantidad , y la justicia le
dará crédito porque el estrangero era aleman . Y quién es el
que tiene razon, el tabernero ó sus acusadores? dijo don
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que todo esto, pues la tal bruja no posee otro secreto sino
el de persuadir que le tiene , y vivir cómodamente con esta
opinion . El santo oficio reclama esa criatura que acaso sea
quemada en el primer auto de fe .
Debajo de esa sala hay un negro calabozo que sirve de
encierro á un jóven vinatero . Otro huésped de taberna! es-
clamó Leandro ; quieren por ventura esas gentes envenenar á
todo el mundo? Este , repuso Asmodeo, no se halla en el mis-
mo caso . Antes de ayer prendieron á ese infeliz , y la inquisi-
cion le reclama tambien . Voy á contarte en pocas palabras
el motivo de su prision .
Un soldado viejo, que por su valor, ó mas bien por su
paciencia, habia llegado al puesto de sargento en su compa-
ñía, vino de bandera á Madrid . Habiendo ido á pedir hospe-
dage à un meson, le dijeron que aunque habia cuartos deso-
cupados no le podian dar ninguno , porque todas las noches
se aparecia un duende que aporreaba fuertemente á todos los
forasteros que tenian la temeridad de dormir alli . Esta noti-
cia no le hizo fuerza al sargento, y así dijo : « Pónganme en el
cuarto que quisieren ; dénme luz , vino , y tabaco para fumar ,
y en cuanto á lo demas no les dé cuidado : las fantasmas se
andan con mucho miramiento con las gentes de guerra que
han encanecido en la profesion de las armas . »
Como le vieron tan resuelto, diéronle un cuarto y todo lo
demas que habia pedido . Púsose á beber y á fumar; y ya era
mas de media noche y el duende no habia turbado hasta en-
tonces el profundo silencio que reinaba en la casa; habríase
dicho en efecto que respetaba á aquel nuevo huésped; pero
entre una y dos de la madrugada oyó el bueno del soldado
un ruido horrible como de hierros, y muy luego vió entrar
120 EL DIABLO
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CAPITULO VII .
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CAPITULO VIII .
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Asi fué como trató á los dos amantes , pero no era su inten-
cion contentarse con esto . Habia resuelto quitar de enmedio
á don Jimeno ; mas buscaba el modo de cometer este delito
impunemente , lo que le parecia bastante dificil . Como se ha-
bia valido de sus criados para apoderarse del caballero , no
podia prometerse que un hecho sabido de tantos estuviese
siempre oculto . Qué medio adoptar para no tener que ver con
la justicia ? El partido que tomó fué propio de un gran mal-
vado : reunió todos sus cómplices en una habitacion separada
186 EL DIABLO
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CAPITULO IX.
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por eso dejó de responder con descaro que solo tenia cua-
renta años . Despues de concluida su declaracion procedió el
juez á recibírsela á la soltera , á quien dijo : Vos , señora,
qué edad teneis? Pasemos á las demas preguntas , respondió ,
eso no se nos debe preguntar . Vos no sabeis lo que os decís,
replicó el magistrado . Ignorais que es justicia ?……
.. Oh ! no
hay justicia que valga ! replicó con desenfado la doncella .
Qué le importa á la justicia saber los años que yo tengo? Esa
no es cuenta suya. Pues , dijo el juez , yo no puedo recibir
vuestra deposicion si no me decís vuestra edad ; este es un
requisito esencial . Una vez que es absolutamente preciso , re-
puso ella ; míreme vuesa merced con atencion , y haga poner
mis años segun conciencia .
Miróla con cuidado el alcalde , y usó de tanta cortesía,
que solo mandó espresar veinte y ocho años . Preguntóle en
seguida si hacia mucho tiempo que conocia á la viuda quere-
lante . Antes de que se casase , respondió . De esta suerte
replicó el juez , he hecho mal la cuenta de vuestra edad , por-
que solo os he dado veinte y ocho años , y hace ya veinte
y nueve que la viuda se casó . Enhorabuena , esclamó la de-
ponente , póngase treinta ; yo he podido conocer de un año
á la viuda. Eso no sería natural , replicó el juez ; añadamos
una docena. No por cierto , si gustais , dijo ella , lo mas que
puedo hacer por contentar á la justicia es añadir otro año ;
pero no dejaré se ponga un mes mas , aun cuando dependie-
se de ello mi honra.
Cuando las dos testigos salieron de allí , dijo la casada ála
198 EL DIABLO
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200 EL DIABLO
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202 EL DIABLO
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Si de tu hermosura quieres
Una copia con mil gracias ,
Escucha , porque pretendo
El pintarla.
Un rasgo de tu hermosura
Quisiera yo al retratarla ,
Que es estrella , es cielo , es sol ,
No es sino el alba.
den hacer mas que estarle mirando . Haz por distinguir en-
tre la multitud de los espectadores à un viejo en bata ; es
el señor Escolano : oyes sus gritos y lamentos? Se encamina
á los que están junto á él , y les suplica encarecidamente va-
yan å libertar á su hija ; pero por mas que les ofrece una
gran recompensa , ninguno quiere esponer su vida por la
dama , que se halla en la edad de diez y seis años , y es her-
mosa por estremo . Viendo que implora en vano su asisten-
cia , se arranca los cabellos y el bigote , se golpea el pecho , y
el esceso de su pena le mueve á hacer acciones desatinadas.
Por otro lado Serafina , desamparada de sus criadas , ha cai-
do desmayada del susto en su cuarto , en donde en breve la
espesura del humo la ahogará . Ninguno puede socorrerla.
Ay , Asmodeo ! esclamó Leandro Perez arrebatado de
un impulso de lástima y generosidad . Cede á la compasion
de que me siento poseido , y no deseches la súplica que te ha-
go de librar esa señorita de la muerte que tan de cerca la
amenaza. Esto es lo que te pido en recompensa del servicio
que te he hecho . No te opongas como poco hace à mi de-
seo , porque me costaria una pesadumbre mortal .
El Diablo se sonrió de oir hablar de aquella suerte al es-
tudiante , y le dijo : Amigo Zambullo , tienes todas las pren-
das de un buen caballero andante , eres valiente , compasivo
(1) Poeta y filósofo siciliano que se arrojó á las llamas del monte
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214 EL DIABLO
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CAPÍTULO XI.
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222 EL DIABLO
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junto á
a otras , sin turbar el profundo sosiego que reina en
este santo lugar: no se hablan pero en su silencio leo yo todo
cuanto piensan . Cuánto siento , esclamó don Cleofas , no po-
der gozar como tú del placer de verlos ! Tambien puedo darte
COJUELO. 225
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CAPITULO XII .
La fuerza de la amistad.
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242 EL DIABLO
ZARZA GASPAR
CAPÍTULO XIII .
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250 EL DIABLO
CAPITULO XIV.
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les sorprendió con una desgracia mas fatal que todas cuantas
hasta entonces habian padecido , y la que menos podian
prever . Ya estaban fuera del jardin , é iban caminando por la
playa para acercarse al esquife que los esperaba , cuando un
hombre , á quien creyeron compañero de su fuga , y que por
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CAPITULO XV
De los sueños.
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famosa dama que gusta que la festejen : sueña que toma pres-
tada gran cantidad de dinero para regalársela ; y su mayor-
domo , que duerme en lo mas alto de la casa , está soñando
que se enriquece conforme se va arruinando su amo . Y pues,
qué te parecen estos sueños ? te parecen estravagantes ? No ,
á la verdad , respondió don Cleofas. Veo que hay sueños que
parecen verdades ; pero deseo saber quién es aquel hombre
que me llama la atencion . Tiene los bigotes con papelillos , y
conserva durmiendo un aspecto de gravedad que me dáá en-
tender que no es un caballero cualquiera . Es un señor foras-
tero , respondió el Diablo , un vizconde vano y arrogante : su
espíritu en este momento rebosa de alegría , soñando que es-
tá con un grande que le cede el paso en una funcion pública .
Pero en la misma casa descubro dos hermanos médicos
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ZARZA GASPAR
CAPITULO IX .
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CAPÍTULO XVII .
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nada con eso . Sin duda que no , dijo Asmodeo, ninguna mella
les harian tus golpes , y tú moririas de los suyos ; pero para
consolarte de que no te hago entrar en el cuarto de vuestro
gran monarca , te voy áa dar un gusto mayor que el que pier-
des : dicho esto , cogió de la mano á don Cleofas , y le llevó
por los aires hácia el convento de la Merced .
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CAPÍTULO XVIII .
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CAPITULO XIX .
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INDICE DE MATERIAS .
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PRÓLOGO DE LOS EDITORES. 5
CAPITULO PRIMERO. —Qué diablo es el Diablo Cojuelo. —Don-
de y por que casualidad don Cleofas Leandro Perez Zam-
bullo vino á hacer conocimiento con él. · 9
CAP. II.—A qué sitio transportó el Diablo Cojuelo al estu-
diante ; y de las primeras cosas que le hizo ver. . 27
CAP . III.-Historia de los amores del conde de Belflor y de
Leonor de Céspedes .. 46
CAP . IV. - Fin de la historia de los amores del conde de Belflor. 78
CAP. V. - De otras cosas que vió don Cleofas , y de que modo
quedó vengado de doña Tomasa. 105
CAP. VI.-De los presos. 115
CAP. VII. -Enseña Asmodeo á don Cleofas muchas personas ,
y le revela las acciones que han hecho durante el dia . ... 141
CAP VIII.- De los locos encerrados . • · 163
CAP. IX.- Cuya materia es inagotable. • 195
CAP. X.- Del incendio , y de lo que hizo en aquel lance As-
modeo por la amistad que tenia con don Cleofas. • • · 210
CAP. XI. De los túmulos , de las sombras y de la muerte. • • 216
CAP. XII.- La fuerza de la amistad. · • 234
CAP. XIII.-Aventura de un autor de comedias. · · • 248
CAP . XIV. Concluye la historia de la fuerza de la amistad . • 254
CAP. XV.- De los sueños. · 265
CAP . XVI. - Donde se verán varias pinturas originales de que
no faltan copias. 279
CAP. XVII.- De lo demas que el Diablo hizo observar á don
Cleofas. · 289
CAP. XVIII.-De los cautivos ; de como Asmodeo fué inter-
rumpido de repente en su relacion, y de que modo pesaroso
para este Diablo, él y don Cleofas tuvieron que separarse. 299
CAP. XIX.-De lo que hizo don Cleofas luego que le dejó el
Diablo Cojuelo , y de que manera el autor de esta obra ha
juzgado á propósito concluirla. 306