Unidad Didáctica V
Unidad Didáctica V
Unidad Didáctica V
BRONQUIOLITIS: es una infección aguda de causa viral que, tras un período catarral, cursa
fundamentalmente con obstrucción e inflamación de los bronquiolos terminales inferiores. Se
caracteriza por episodios de taquipnea y disnea respiratoria o por la presencia de hipoxia (SpO2
<95%) e hiperinsuflación en la radiografía de tórax en ausencia de sibilancias, en los 24 primeros
meses de vida.
Los síntomas asociados son: congestión nasal, tos y fiebre en grado variable, seguidos de
dificultad respiratoria, aleteo nasal, tiraje y dificultad para la alimentación por vía oral.
La oxigenoterapia, hidratación y nutrición adecuadas son las bases del tratamiento. Administrar
tomas pequeñas y fraccionadas si son bien toleradas.
FIEBRE: se define como fiebre en el niño la temperatura rectal superior a 38 ºC, y fiebre sin foco
(FSF) cuando no se descubre el origen de la misma después de una historia y exploración física
cuidadosas, y el cuadro clínico tiene una evolución inferior a 72 horas.
Es una de las causas más comunes de consulta pediátrica. La inmensa mayoría son infecciones
víricas benignas y autolimitadas que no precisan de tratamiento.
Los virus más frecuentes son el herpes virus humano tipo 6, enterovirus y adenovirus, así como
los virus respiratorios. Las fiebres también pueden ser de origen bacteriano.
Las medidas físicas han de ser racionales: evitar sobrecalentamiento exógeno, desabrigar
cuando convenga y, en determinadas ocasiones, paños húmedos o baños templados a
temperatura sólo 1ºC ó 2ºC por debajo de la corporal en ese momento febril. El enfriamiento
con agua fría está formalmente contraindicado salvo en casos concretos.
ALTERACIONES RENALES:
SÍNDROME NEFRÓTICO: es la manifestación clínica de las alteraciones bioquímica producidas
por una lesión glomerular que tiene como punto fundamental la alteración de la permeabilidad
de la pared capilar glomerular, dando origen a una proteinuria masiva con hipoalbuminemia.
INFECCIÓN DEL TRACTO URINARIO (ITU): es una de las infecciones bacterianas más frecuentes
en niños. Se estima que al finalizar la edad pediátrica del 8%-10% de las niñas y del 2%-3% de
los niños ha padecido una ITU verificada con cultivo bacteriológico.
El microorganismo que más frecuentemente invade la vía urinaria es E.coli, en casi el 90% de los
casos de ITU.
Una crisis convulsiva es una descarga sincrónica excesiva de un grupo neuronal que,
dependiendo de su localización, se manifiesta con síntomas motores, sensitivos, autonómicos o
de carácter psíquico, con o sin pérdida de conciencia.
Idiopáticas: sin relación temporal con un estímulo conocido. Cuando éstas tienen un carácter
recurrente se utiliza el término epilepsia.
FRACTURAS:
Una fractura es la pérdida de continuidad normal de la sustancia ósea. Es consecuencia de
golpes, fuerzas o tracciones cuyas intensidades superan la elasticidad del hueso.
En caso de dudas puede ser necesario el uso de otras proyecciones, radiografías en estrés o
recurrir a técnicas de imagen como TAC, gammagrafías o tomografías. Pueden ser necesarias
radiografías de los dos miembros para su comparación, como ocurre en la infancia,
solicitándolas de forma sucesiva.
DIAGNÓSTICO:
El tratamiento puede ir desde una simple observación domiciliaria al ingreso en planta o en UCI,
dependiendo de la gravedad.
• Dar de alta siempre que exista garantía de control por otra persona, adjuntando normas
escritas de actuación.
• Se pautarán analgésicos tipo paracetamol, si procede.
En los TCE de riesgo grave: (además de las medidas anteriores que procedan)
El DDA puede ser de origen visceral (proviene de los receptores de las vísceras o del peritoneo
visceral), somático o peritoneal (peritoneo parietal, piel y mucosas) o referido desde otra parte
del cuerpo (origen central).
Las causas pueden ser muy variadas; desde problemas por inmadurez del aparato digestivo
(cólicos del lactante), enfermedades de malabsorción o inflamación de las vísceras digestivas,
infecciones (gastroenteritis), apendicitis, alteraciones renales, etc.
Para hacer un diagnóstico diferencial habrá que recurrir a una buena historia clínica sumada a
la exploración y pruebas diagnósticas (analítica, RX, ECO, TC…).
CARACTERÍSTICAS:
• Permitir clasificar a los pacientes en función de la gravedad.
• Estandarizado.
• Dinámico.
• Fácil de entender y rápido de aplicar.
• Alto nivel de concordancia inter-observador.
• Definir la ubicación más adecuada para el paciente en Urgencias.
• Predictivo de la evolución clínica de los pacientes
• La calidad del triaje pasa por ser válido, reproducible y aplicable.
o Validez: que mida lo que tiene que medir (distintos niveles correspondan a distintos
grados de urgencia, cuantificado por ingresos, consumo de recursos, tiempo
asistencia, diagnóstico final).
o Reproducibilidad: estudios de concordancia.
o Aplicabilidad: estudios de campo, cuya puesta en práctica resulte posible, y cuyo
tiempo en realizar el triaje sea razonable
¿QUIÉN DEBE REALIZARLO?: SU no es llegar a un diagnóstico, sino realizar una valoración clínica
del estado de paciente a través de signos, síntomas, constantes y factores de riesgo.
Tanto pediatras como enfermería están capacitados, pero el perfil de enfermería resulta algo
más adecuado (demostrado en estudios de concordancia), pero siempre formado en la
metodología del triaje.
No dura más de 15-30 segundos. Sólo observando 3 aspectos, nos da una impresión general del
niño:
Refleja adecuada oxigenación, ventilación, perfusión cerebral y función del sistema nervioso
central.
o Palidez
o Piel moteada
o Cianosis
NIVELES DE PRIORIDAD:
• Prioridad 1- RESUCITACIÓN
• Requiere resucitación
• Prioridad 2- EMERGENCIA
• Incluyen: situaciones concretas sin riesgo vital, pero merecen una atención
inmediata: dolor severo, sospecha de enfermedades con riesgo de deterioro
rápido (fiebre y petequias) o pacientes con riesgo real por patología base
(inmunodeprimidos con fiebre)
• Prioridad 3- URGENTE
• Agudo no crítico
a) Evitar pérdida de calor: tras ligar y cortar el cordón umbilical, colocar al niño bajo una fuente
de calor radiante.
b) Optimizar la vía aérea: colocar al niño en decúbito supino con la cabeza en posición neutra o
ligera extensión. Si precisa, aspirar secreciones con una sonda de 8-10 F, primero boca y después
nariz. La presión negativa no debe ser superior a 100 mmHg o 20 cm H2O. La succión debe ser
en periodos breves y de forma superficial, evitando introducir la sonda profundamente, ya que
se puede producir un espasmo laríngeo y bradicardia vagal.
c) Secar la piel con toallas precalentadas, retirando las toallas húmedas y cubriéndole con una
seca. Se debe evitar tanto la hipertermia como la hipotermia.
d) Estimulación táctil: si tras las maniobras anteriores el recién nacido no inicia la respiración
estimularle con palmadas suaves en la planta de los pies o frotando la espalda.
a) Respiración: el llanto del niño es la confirmación del inicio de una ventilación adecuada. Si no
existe llanto se debe valorar la frecuencia y profundidad de los movimientos torácicos, así como
la existencia de patrones respiratorios anómalos (respiración en boqueadas o “gasping”,
excesivo trabajo respiratorio con tiraje a diferentes niveles).
b) Frecuencia cardiaca: auscultar el latido cardíaco o tomar el pulso en la base del cordón
umbilical.
c) Color: observar si el niño tiene color sonrosado, está cianótico o pálido. La cianosis periférica
es habitual y no significa en sí misma hipoxemia
La evaluación de estos 3 parámetros se debe realizar cada 30 segundos durante el tiempo que
dure la reanimación. Si la respiración es regular, la frecuencia cardiaca es superior a 100 lpm y
el color es sonrosado, pueden aplicarse los cuidados de rutina y pasar el niño a la madre. No se
debe esperar al minuto de vida para actuar según el test de Apgar, sino que el proceso de
evaluación y estabilización empieza cuando el niño nace.
La técnica correcta es la siguiente: colocar los pulgares (uno al lado del otro en caso de recién
nacido a término o uno encima del otro si es pretérmino) sobre el tercio inferior del esternón,
por debajo de la línea intermamilar, y el resto de los dedos abrazando el tórax. Otra forma
consiste en comprimir en el mismo punto con dos dedos colocados perpendicularmente al
esternón. Esta técnica puede ser más útil en caso de un solo reanimador. La profundidad de la
compresión debe ser 1/3 del diámetro antero-posterior del tórax. El ritmo de
compresión/ventilación debe ser 3/1: tres compresiones seguidas de una ventilación.
El último paso es la administración de fármacos y fluidos: adrenalina (0,01 a 0,03 mg/kg) IV o IT,
expansores de volumen, naloxona, bicarbonato sódico.
En todos los niños, comprimir la mitad inferior del esternón. La fuerza de la compresión debe
ser la suficiente para deprimir el esternón al menos un tercio del diámetro anteroposterior del
tórax.
Las compresiones torácicas en niños mayores de 1 año se harán colocando el talón de una sola
mano en la zona a comprimir. En niños grandes en edad escolar, o cuando el rescatador no tiene
suficiente fuerza, se emplearán las 2 manos (como si fuera un adulto) para realizar las
compresiones.
Los cuidados post PCR son el último eslabón de la cadena de supervivencia, ya que influyen
significativamente en los resultados globales y particularmente en la calidad de la recuperación
neurológica.
Los principales objetivos a conseguir con los cuidados serán mantener una SatO2 por encima del
94% (mediante respirador u otros dispositivos ventilatorios, para proceder a la respiración
espontánea posterior), mantener la vigilancia y monitorización cardiaca, mantener cifras de
tensión arterial estables y bajas, asegurar la diuresis, optimizar la función neurológica y la
rehabilitación posterior.