Bustos Confluencia1
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La lucha por los derechos de ciudadanía se plantea más allá de las relaciones de
clase. Los movimientos sociales legitiman nuevos sujetos políticos desplazando
principios totalizantes de estructuración social como son las clases sociales., pero
reordenando las fronteras simbólicas. Desde el punto de vista cultural, las
reivindicaciones de los sectores populares también se pueden analizar como la
necesidad de resolver el tema de la pertenencia en el sentido de compartir
intereses, memorias y experiencias con otros, sentirse parte de una colectividad
amplia que supone la ciudadanía. Este es un campo de enorme fuerza simbólica.
Según Arantes, estar situado y pertenecer son dimensiones constitutivas de la
condición de ciudadanía Pertenecer a una clase, grupo, categoría o nación es
poseer una localización en el mapa social., tener una posición social reconocida
como miembro pleno de la colectividad .El estar legítimamente situado en el
mundo es tener acceso a determinados recursos materiales y simbólicos Estas
fronteras simbólicas que se marcan a partir de principios de inclusión/exclusión en
el universo de derechos y de las responsabilidades sociales no son fijas
.Actualmente, los supuestos sobre los que descansa la condición política y cultural
en una sociedad postmoderna, están en cuestión. Actualmente la ciudadanía no
Revista Confluencia, año 1, número 1, invierno 2003, Mendoza, Argentina, ISSN 1667-6394
El Estado‐Nación poseyó por lo menos durante los últimos dos siglos el monopolio
de definición del sentido de la vida social. A pesar de la diversidad existente en el
interior del territorio nacional, el Estado Nación actuó como referente simbólico
hegemónico. Poseía la primacía en el ordenamiento de la vida de los individuos y
de los grupos sociales. De esta manera, la identidad se construyó con relación a un
referente simbólico específico En este proceso, la identidad nacional se construyó
en detrimento de las identidades culturales diversas en el interior de la nación. La
identidad nacional se nutre de su neutralización o de su destrucción. Se afirma la
unidad del todo y se niega la existencia de las particularidades específicas.
Esto supone:
a) Abandonar una concepción esencialita de la identidad.
b) Garantizar la territorialidad
c) Respetar las formas propias que tienen los distintos pueblos
de legitimar el poder y garantizar su autonomía en la toma de decisiones
d) Posibilitar el acceso equitativo a los recursos.
(Bonfil, G., 1995)
La mayoría de los intelectuales y la sociedad cuyana aún hoy, afirman que los
huarpes desaparecieron en el 1600. (García, A., 2002) Esta afirmación surge de la
utilización de criterios de identificación, que no representan adecuadamente sino
en forma muy distorsionada, los procesos que afectaron a estos pueblos, Esto se
contrapone con el reconocimiento de una alteridad diferente por parte del
“nosotros”, la sociedad mendocina, que los describe y reconoce su existencia a
principios del siglo XX. A través de la obra pictórica del pintor Fidel Roig
podemos verlos retratados y representados en su prácticas cotidianas. (Roig
Matons, F., et.al., 1999) También se contrapone con el reconocimiento de su
existencia a fines del siglo XIX a través de su inscripción en las actas de bautismo.
Allí se los nombra como indios laguneros y se los diferencia de los blancos. (
Sellitto, B. 2000).
Conclusión
Durante el siglo XIX y XX, los descendientes de los huarpes, como otros pueblos
indígenas, sufrieron el proceso de homogeneización cultural por medio de la
educación gratuita, obligatoria y laica. Como resultado de la hegemonía de un
conjunto de “valores” que definieron las clases gobernantes para construir la
“identidad nacional” se produce la desvalorización del indígena.
Los alumnos de las escuelas escriben en sus redacciones escolares: “Los huarpes no
han Muerto”. En los manuales, se describe a los huarpes como un pueblo que ha
desaparecido. Sin embargo, al hablar con sus padres y abuelos, descubrieron su
vigencia. (Sellitto, B., 2000).
Revista Confluencia, año 1, número 1, invierno 2003, Mendoza, Argentina, ISSN 1667-6394
Bibliografía
Roig, F., et.al., Guanacache. Fidel Roig Matons, pintor del desierto.Mendoza,
EDIUNC, 1999.
Martinez Sarasola, C., Nuestros paisanos los indios, Buenos Aires, Emece, 1992.
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