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(m)

ESQUIZOFRENIA EN “LÚNULA Y VIOLETA”.


EL CRECIMIENTO CAPRICHOSO DEL DOBLE

ANNE MARIE POELEN


Centre Dona i Literatura, Universitat de Barcelona

El teórico Tzvetan Todorov se equivocó enormemente al profetizar la muerte


de la literatura fantástica en su Introduction à la littérature fantastique. No
sólo lo han demostrado los maestros latinoamericanos del género, Jorge
Luis Borges, Julio Cortázar y Silvina Ocampo (por nombrar tan sólo algunos
de los más conocidos), sino que también ha habido un “renacimiento” de lo
fantástico en nuestro continente. Buena muestra de ello es la escritora
catalana Cristina Fernández Cubas (1945), que comenzó su carrera literaria
a principios de los años ochenta.
Fernández Cubas es autora de novelas y relatos cortos en cuyas
narraciones temas como la soledad, el crecimiento, los recuerdos y la doble
personalidad son recurrentes. En cada una de ellas crea atmósferas de
misterio, llenas de angustia. La escritora, aunque, sin duda, ha bebido de
1
fuentes tanto de literatura fantástica como neofantástica, parece situarse
más bien en esta última corriente, según los parámetros que para ella ha
establecido Alazraki (2001). Y es que en sus obras no se trata tanto de
objetos sobrenaturales que irrumpen en la realidad, sino que la autora
inventa sucesos y personajes que en sí no son irreales, pero que cobran un
sentido diferente por encontrarse en un entorno que no les pertenece o
simplemente porque los acontecimientos parecen carecer de una
causalidad y finalidad. Justamente porque se trata de cosas normales y
corrientes, la irrupción de eventos aparentemente inexplicables resulta tanto
más inquietante. La autora sitúa sus relatos en la realidad cotidiana y no hay
nada que prepare al lector o lectora para el hecho fantástico que perturba la
normalidad. Sus textos no tienen por objetivo provocar el miedo, pero sí
sorprenden y, casi siempre, generan sentimientos de angustia. Además, al
final del relato no hay una única explicación de los hechos razonable y
satisfactoria.

1
Jaime Alazraki propone este término en el texto “¿Qué es lo neofantástico?”, que fue
publicado en Mester, XIX, 2 (otoño de 1990) e incluido en Roas (2001).

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Esquizofrenia en “Lúnula y Violeta”. El crecimiento Anne Marie Poelen

En el presente artículo estudiaré el relato que abre su primer libro Mi


hermana Elba, que fue publicado en 1980 y obtuvo un éxito considerable
tanto por parte del público como de la crítica literaria. El libro consta de
cuatro relatos cortos: “Lúnula y Violeta”, “La ventana del jardín”, “Mi
hermana Elba” y “El provocador de imágenes”. En todos estos relatos,
resaltan la incomunicación y la soledad, y en dos de ellos, el tema del doble
tiene un papel importante, argumento desarrollado por muchos de los
grandes escritores de la literatura fantástica, como por ejemplo en la famosa
novela de Robert Louis Stevenson, Dr. Jekyll and Mr. Hyde. No por
casualidad, el narrador de “El provocador de las imágenes” hace referencia
a esta obra al pensar en la repulsión que siente en presencia de Ulla, la
novia de su amigo. Y es que en ambos relatos se trata de un
desdoblamiento de un personaje, de la superposición de su lado oscuro.
Las características de lo fantástico en “Lúnula y Violeta” se manifiestan en la
temática, los rasgos estilísticos y en la crítica que el texto conlleva.

La soledad
Recordemos que la soledad es un tema recurrente, no sólo en la narrativa
de la autora que nos ocupa aquí, sino en la literatura fantástica en general.
Aunque siempre hay más personajes que el protagonista –recurso casi
imprescindible para otorgar verosimilitud a sus experiencias–, éste siempre
se encuentra solo cuando se producen los hechos extraños o
sobrenaturales. En “Lúnula y Violeta” los personajes secundarios carecen
de importancia, sólo son evocados por la(s) protagonista(s) y aparecen en la
nota del editor que concluye el relato. La autora nos introduce en un mundo
completamente realista y, como veremos, tristemente conocido. Al principio
del relato el personaje principal vive en una pensión en una ciudad. Ocupa
una habitación angosta y no tiene contacto alguno con las demás personas
que viven en la pensión. La soledad se hace sentir tanto más por el hecho
de que hay mucho movimiento y ruido en la calle (se habla de “la soledad
ruidosa”) y porque se cruza con un montón de gente: “Escaleras demasiado
desgastadas por el paso diario de cientos de personas que, al igual que yo
misma, estaban demasiado asustadas para balbucear un saludo o esbozar
una sonrisa” (Fernández Cubas, 1988: 14). El lector se adentra en un
ambiente hostil donde reina la soledad: “Si aquella tarde no me hubiera
sentido especialmente sola en el húmedo cuarto de la pensión, si la luz de
la bombilla cubierta de cadáveres de insectos no me hubiera incitado a salir
y buscar el contacto directo del sol, si no me hubiera refugiado, en fin, en
aquel bar de mesas plastificadas y olor a detergente, jamás habría conocido
a Lúnula” (13). La narradora se siente sola, necesita el contacto con el
mundo y, sin embargo, huye de él porque lo encuentra hostil. Abandona la
pensión para recluirse en una granja. Su nueva vivienda es más agradable,
pero ahora está incluso más aislada del mundo. Aparentemente, la autora
no nos prepara para un hecho insólito, pero nos sitúa, desde el comienzo,
en un ambiente hostil e inquietante, preocupante, tal vez, justo por ser tan
realista, tan común en nuestra sociedad moderna. La atmósfera que crea es

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Lectora 11 (2005) (m)
muy propicia para el desarrollo de un trastorno psicológico, que es lo que,
aparentemente, se va a producir en este texto.
Encontramos muchas expresiones que señalan la soledad del personaje
principal; la autora no sólo pone en boca de la narradora esta misma
palabra, o el adjetivo sola, sino que verbos como abandonar y recluir son
recurrentes: “abandonar angustiada mi único contacto con el mundo y
recluirme una vez más” (15); “Hace tanto tiempo que ningún alma ha
pasado una escoba” (15); “se recluía en aquella casa alejada de todo” (22);
“nos hallamos aislados” (23), “Te estás abandonando” (26), etc. En este
relato, el tema de la doble personalidad está relacionado con un profundo
sentimiento de soledad, como ocurre muchas veces en la realidad.

El doble
A pesar de que el relato no nos ofrece una explicación única para los
hechos ocurridos –como es debido en una narración fantástica– la nota del
editor con la que termina el relato sí nos sugiere que Lúnula y Violeta, que
se presentan como dos personajes, realmente constituyen los dos lados del
carácter de un único personaje, de ahí que nos demos cuenta de que éste
sufría de una doble personalidad.
A lo largo de la historia, Lúnula y Violeta (ésta parece ser, a la vez,
narradora del relato) se nos presentan no sólo como dos personajes, sino
como dos personas de características opuestas. Lúnula es, según la
narradora, excesiva, tanto por su carácter como por su físico. Es una
persona muy activa, que nunca se está quieta: “Lúnula no dejaba de
agitarse, moviéndose continuamente […] seguía moviéndose sin descanso”
(17). Violeta opina que es una escritora extraordinaria que posee un dominio
absoluto de la palabra: “Lúnula despilfarra. Palabras, energía, imaginación,
actividad” (28). También su físico se caracteriza por el exceso; es obesa,
tiene un cuerpo sin límites, deforme. Es, según Violeta, “lo más distante a
una mujer hermosa” (17). Violeta, al contrario, se nos presenta como una
persona mediocre y tímida. Es guapa, pero nada interesante y no tiene
ninguna habilidad especial. Dice Lúnula: “Violeta, me pregunto a veces qué
sabes hacer aparte de ser hermosa” (28). También escribe, pero no posee
ni una décima parte del talento de Lúnula. Mientras ésta se caracteriza por
el exceso, Violeta se asocia con la pobreza. Esto se refleja, aparte de sus
intentos literarios, en el cuidado de la granja. Cuando Violeta se ocupa del
jardín, las hortalizas tienen peor aspecto, las reservas del aljibe menguan y
las provisiones se agotan. En cuanto Lúnula se encarga de nuevo, todo se
recompone e incluso el jacarandá parece florecer a pesar de la tierra
agrietada.
El carácter opuesto y la división en la personalidad también se reflejan
en la diferencia que hay entre las habitaciones de la casa; una de ellas se
caracteriza por la escasez de muebles y otra por el exceso de objetos. Los
dos dormitorios también son opuestos: uno es grande y soleado, mientras
que el otro es pequeño y sombrío, sin apenas ventilación ni salida al

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Esquizofrenia en “Lúnula y Violeta”. El crecimiento Anne Marie Poelen

exterior. Al caer enferma, Lúnula, que ocupaba la habitación triste, se


traslada a la grande, mientras que Violeta tiene que alojarse en la pequeña.
Este intercambio de cuartos parece coincidir con un cambio en la
convivencia de las dos mujeres y con un cambio de la casa en general.
Violeta se ve obligada a desempeñar el papel de Lúnula, tarea que no le
resulta nada fácil, mientras que Lúnula se ocupa del manuscrito de Violeta,
labor que comienza con pequeñas anotaciones, pero que termina
imponiendo su propia escritura. Entonces la identidad de Lúnula se
sobrepone a la de la narradora, de modo que Violeta ya no reconoce su
propio texto, ni su propia identidad: “¿Dónde termino yo y dónde empieza
ella?” (29). Al final del relato la confusión es total, tanto para la narradora
como para el lector; también físicamente Lúnula y Violeta han intercambiado
sus rasgos. Dice Lúnula: “Tus ojos están desorbitados, tu cara ajada […] Te
noto deformada, extraña” (26). Violeta ahora tiene los defectos de Lúnula,
mientras que ésta se ha vuelto muy guapa. Lo raro (inquietante) es que no
se sorprende lo más mínimo ante tal cambio, Violeta dice incluso que no
hace caso de sus cumplidos, ya que está acostumbrada a escucharlos. La
inversión de los roles resulta desconcertante.
Debido al desarrollo del tema del doble, el espejo desempeña un papel
muy importante en este texto. Al comienzo del relato aparece varias veces.
La narradora habla de los monólogos que ensayaba Violeta delante del
espejo, a causa de su extrema soledad. Cuando finalmente ha encontrado
una amiga (es decir, la felicidad interior, porque la “amiga” es parte de sí
misma), ya no aguanta la mirada de su doble que le devuelve el espejo, una
“imagen aborrecida”, así que, en un impulso, rompe el espejo. La
destrucción de esta imagen alude a la destrucción del personaje. Una vez
que se ha encontrado con Lúnula, Violeta entra por fin en la tienda de
sombreros que le fascina desde hace tiempo, y ahí dentro hay,
evidentemente, espejos por todos lados, que reflejan a la protagonista y su
doble, igual que la luna del escaparate en la que se mira.
Los nombres del personaje con doble personalidad son muy
significativos: “Lúnula” y “Violeta”. Remiten a dos cosas opuestas: la luna,
arquetipo femenino, asociado con el misterio, y violeta, como los rayos
ultravioletas del sol, arquetipo del imaginario masculino, asociado a la razón.
Además, estos rayos de la luz son invisibles, igual que el doble de su
personalidad. Por otra parte, “luna” significa cristal, de modo que alude al
espejo –y por lo tanto al doble– esencial en este relato. Violeta, aparte de un
color, es un tipo de flor, una planta alegre, que representa el jardín de la
granja, símbolo de vida (florecimiento) en unos momentos, y de muerte en
otros. Además, en la nota del editor encontramos otros (posibles) nombres
de este personaje. Y es que, una vez muerta, la encuentran vestida de una
camisa con las iniciales V.L., que, a juzgar por los comentarios de los
vecinos, representan el nombre de Victoria Luz, también nombres que
parecen hablar por sí mismo, aunque no está claro a qué o a quién se alude
con la victoria. Evidentemente, el personaje ha muerto, de modo que puede
referirse a la victoria de la muerte sobre la vida, pero también puede

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simbolizar la victoria de la locura sobre la razón (la luz), lo cual seguiría la
2
tradición de la literatura fantástica.

El elemento fantástico
Cristina Fernández Cubas no introduce elementos sobrenaturales o
inexistentes en sus textos, sino que el ambiente en que nos hace penetrar y
todos los personajes y objetos que forman parte de él parecen totalmente
normales hasta que se producen acontecimientos extraños, aparentemente
inexplicables. No obstante, justamente por no ser elementos “de otro
mundo”, sino objetos y seres corrientes, cuando se produce el evento
insólito, la inquietud que provoca es mayor.
El hecho de que aparezca un jacarandá en el texto en principio no ha de
sorprendernos, pero cuando se produce un “crecimiento caprichoso” de este
árbol en un clima que no lo favorece y encima ocurren cosas extrañas
simultáneamente a este crecimiento, entonces sí empezamos a sospechar.
Lúnula cree en la capacidad encantadora de este árbol tropical que podría
satisfacer cualquier deseo, siempre que no haya sido formulado con
anterioridad, porque en este caso “la flor reina, tiránica y veleidosa, se
encargará, por secretos artes y maleficios, de desbaratar cualquier solución
feliz” (27). Los supuestos poderes sobrenaturales del jacarandá ofrecen la
única explicación a los cambios que se producen en la granja y, sobre todo,
en la(s) persona(s) que la habita(n). ¿Qué si no podría explicar el
florecimiento de Lúnula, antes tan fea y enferma, y el súbito marchitar de
Violeta, que termina en la locura absoluta? ¿No se debe a la formulación de
un deseo equívoco, expresado por Lúnula, Violeta o tal vez por algún
enemigo? ¿O es que todo se debe al delirio de la protagonista, a causa de
la fiebre?
Por otra parte, Lúnula parece tener dones sobrenaturales, puesto que
ella logra el crecimiento del jacarandá, y por ser capaz de “desafiar a cielos
y a infiernos” (26). Desde el comienzo del relato hay indicios de que Lúnula
no es como los demás: sus ojos y su sonrisa exagerada parecen tener algún
tipo de poderes mágicos. Es extraña y a veces ni siquiera parece un ser
humano; la primera impresión que da es la de un bulto del que resulta difícil
reconocer el sexo. Además, la narradora la ve capaz de “diluir su figura en
la atmósfera para resurgir en cualquier momento” (21).

Lenguaje
El lenguaje que caracteriza la literatura fantástica siempre es muy
significativo, como dice muy acertadamente Rosalía Campra (2001: 188), el
texto fantástico no conoce palabras inocentes, los significantes forman una

2
Recordemos que esta corriente nace en el siglo de las Luces y que cuestiona justamente el
predominio de estas “luces”. Como bien observó Antonio Risco (1987: 315), el relato fantástico
es la “anti-tesis por excelencia”, libre en sus posibilidades interpretativas.

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Esquizofrenia en “Lúnula y Violeta”. El crecimiento Anne Marie Poelen

telaraña en la que el personaje, tarde o temprano, caerá. Este relato no


constituye una excepción; el lenguaje ambiguo e inquietante expresa la
incertidumbre y la angustia de la narradora. La primera frase del texto ya se
caracteriza por esta ambigüedad: “Llegué aquí casi por casualidad”
(Fernández Cubas, 1988: 13). Es una frase totalmente normal y corriente
pero que cobra un sentido particular en este contexto. No ha sido pura
casualidad que se encuentre en ese sitio, pero tampoco ha sido del todo por
voluntad propia. Parece señalar ya la fuerza del destino y el poco control
que tiene Violeta sobre su vida.
La autora emplea combinaciones poco habituales e incluso paradójicas
de sustantivos y adjetivos; yuxtapone dos palabras que, a primera vista,
parecen contradecirse. Esto le sirve para subrayar un sentimiento, por
ejemplo el de la soledad, como ya hemos visto en la combinación de
“soledad ruidosa”. Más adelante se habla de la “vitalidad alarmante” de
Lúnula (25), cosa que parece carecer de sentido. Describiendo al jacarandá
que Lúnula ha plantado en el jardín, se habla de una “flor tiránica” e
“injusta”, adjetivos que nos sorprenden al referirse a una planta. Pero si se
le atribuye dones mágicos…
Hay una constante contradicción entre las palabras empleadas y las
afirmaciones hechas, lo cual remite al carácter contradictorio de nuestra
protagonista. Tras afirmar la torpeza de Violeta, se habla de la soltura de
Lúnula; “la lividez irreal” de la tienda de sombreros contrasta violentamente
con el movimiento continuo de Lúnula; los dientes “descascarillados y
enfermizos” no corresponden con su persona, llena de actividad y alegría;
“el lápiz, tímido y respetuoso, ha sido sustituido por una agresiva tinta roja”
(21). El contraste entre Violeta y Lúnula es absoluto: cuando una se siente
mareada y agotada, la otra parece renacida y pletórica de salud.
La incertidumbre es omnipresente en el relato y se expresa mediante
palabras como “parece”, que figura, por lo menos, en cada página; “debía
de”; “irreal”. En más de una ocasión, la protagonista duda de su capacidad
de percepción, de si realmente ocurren ciertas cosas o si ella sólo cree
percibirlas, mientras que, en realidad, sólo se trata de su imaginación; en la
página 17 se pregunta: “¿soñaba?”. Usa locuciones como “He creído
3
recobrar”; “me creí obligada”; “me he sentido como”, etc. En el relato,
Lúnula cae enferma y tiene fiebre, pero Violeta se pregunta si no está
delirando también ella: “Es posible que ahora tenga fiebre yo y que mi pobre
mente, incapaz de ordenar la avalancha de imágenes que se amontonan en
mi cerebro, intente escabullirse como pueda” (25). Cuanto más nos
acercamos al final de la narración, más nos encontramos con interrogantes
que reflejan el deterioro del estado mental –y, además, la toma de

3
La frase entera constituye un guiño a la teoría de la represión de Freud: “Hoy, súbitamente
animada, he creído recobrar la ya lejana tranquilidad de mi pequeño rincón de provincias, mis
sueños de triunfo, mis grandes proyectos a los que en un momento me creí obligada a
renunciar” (Fernández Cubas, 1988: 18). Como es bien sabido, Sigmund Freud escribió su
ensayo Lo siniestro (Das Unheimliche) a raíz de la lectura de uno de los primeros cuentos
fantásticos, “Der Sandmann”, de ETA Hoffmann.

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conciencia de este estado– de la protagonista, que ha perdido todo contacto
con la tierra firme y que está abandonando su cuerpo.
El lenguaje empleado también es el gran responsable de la inquietud
que nos provoca el relato. La temática en sí es inquietante, pero el estilo
refuerza este sentimiento de angustia. A lo largo de la narración
encontramos anticipaciones de la muerte del personaje principal, aunque
bajo disfraces más o menos implícitos. La segunda frase de “Lúnula y
Violeta” ya nos introduce plenamente en el mundo angustioso de la
protagonista que busca el contacto directo del sol en lugar de la luz artificial
de una bombilla “cubierta de cadáveres de insectos” (13). En la página
siguiente la autora introduce la imagen inquietante de cientos de cristales de
las más caprichosas formas que se retorcieron durante largo rato. El verbo
retorcer ya evoca una sensación de angustia, porque parece que el cristal
está dotado de vida y, además, se puede considerar la destrucción del
espejo como una premonición de la derrota de Lúnula/Violeta. Por otra
parte, ya hemos visto la frecuencia de palabras como e x c e s i v a y
d e s m e s u r a d a m e n t e para referirse a Lúnula. Indican que ella es
“demasiado”, no sabemos muy bien qué, pero es demasiado, de modo que
no puede seguir. Más adelante el color rojo nos alarma: primero se trata de
la “tinta agresiva”, luego del gallo que Violeta tiene que matar. Cuando por
fin ha conseguido matarlo, llora “lagrimas rojas”, suda rojo y sueña en rojo.
El manuscrito “devorado” simboliza la devoración de Violeta por Lúnula y, a
su vez, la destrucción de las dos vertientes del personaje principal. Más
adelante, Violeta “mata” su cuaderno de notas y parte del manuscrito.
La angustia se ve reforzada por el hecho de que cada afirmación
positiva es invalidada por una declaración negativa, de modo que parece
que no hay lugar para la esperanza. Buena muestra de ello encontramos en
la página 21: “Era joven, imaginativa y arrolladora. Pero, por las injusticias
de la vida, no parecía estar en condiciones de gozar de los placeres
comúnmente reservados a la juventud”.
Ya hemos visto que la descripción del dormitorio que ocupa Violeta es
inquietante: es un cuarto angosto sin ventilación alguna ni salida al exterior,
lo cual provoca la sensación de un encarcelamiento: no se puede escapar
de él, igual que no puede escapar de su destino. La fuerza del destino está
omnipresente: aunque parecen existir “poderes sobrenaturales”, nada ni
nadie podrá escaparse de él: ni el florecimiento aparentemente imposible
del jacarandá, cuya plantación ha sido una empresa “condenada de
antemano” (26), ni la desgracia “fallada de antemano” (27) de los que caen
víctimas del árbol tropical.

El carácter abierto del relato


Como todo texto fantástico, “Lúnula y Violeta” tiene un final abierto, que da
pie a interpretaciones diversas. Naturalmente, cada narración depende de
su lectura, pero la literatura fantástica implica una mayor participación del
lector. La lectura de este relato provoca varios interrogantes en el lector. No

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Esquizofrenia en “Lúnula y Violeta”. El crecimiento Anne Marie Poelen

sabemos cómo interpretar los acontecimientos, ni cómo los interpreta la


protagonista, y ni siquiera podemos estar seguros de que realmente han
tenido lugar y de que no han sido sólo producto de la imaginación del/los
personaje(s).
A lo largo del relato, la autora nos hace creer que hay dos personajes
principales, Violeta y Lúnula, que parecen intercambiar ciertas
características. Aunque se insinúa la duda, en ningún momento se impone
el convencimiento de que se trata de un solo personaje. Fernández Cubas
nos confunde continuamente, ya que nos hace pensar que Lúnula y Violeta
se encuentran en un bar y que luego Lúnula invita a su amiga a vivir con
ella. Leemos que Violeta, como invitada, tiene el privilegio de ocupar la
habitación más cómoda y que Lúnula se preocupa por que Violeta se
encuentre a gusto. En varios fragmentos aparecen las dos a la vez, de
modo que parece indudable que hay dos personajes. Sin embargo, si nos
fijamos bien, nos damos cuenta de que la autora nunca emplea el diálogo.
De vez en cuando inserta frases en estilo directo, pero siempre vienen o de
Violeta o de Lúnula, nunca hay una interacción entre las dos, salvo en un
momento, pero entonces se habla de “una segunda voz”, de modo que se
sugiere que hay un solo personaje con dos voces interiores distintas.
La nota del editor parece aclarar las cosas, pero sólo en cierta medida.
Por las iniciales bordadas en la camisa de la señora fallecida parece lógico
que los dos nombres se refieren a una sola persona, al igual que los
comentarios de los vecinos interrogados acerca del caso. Aunque también
aquí hay ambigüedad, ya que uno dice haber conocido a alguien con el
nombre de Victoria, otro parece acordarse de que en la granja vivía una tal
señora Luz y a un tercero le suena el conjunto de Victoria Luz. Además, no
se ha encontrado ningún documento que pruebe su identidad.
Por otro lado, el hecho de que nadie haya oído hablar ni de Lúnula ni de
Violeta pone en duda la existencia de estos personajes y, por consiguiente,
surge la pregunta de dónde termina un relato y donde empieza otro.
¿Lúnula y Violeta eran creaciones literarias del personaje que murió?, es
decir, ¿pertenecían al relato intercalado? ¿O eran nombres que este
personaje había inventado para nombrar sus dos personalidades? En la
página 22 la protagonista se pregunta por qué habla, en su cuaderno, de
Lúnula en pasado. Aparentemente, ya sabe cuál será el destino de su
amiga/ segunda personalidad/ creación ficticia. El efecto espejo que se
produce está claro: también en el relato intercalado, es decir en el cuaderno
de la protagonista del relato marco, hay alguien que muere.
Por otra parte, el biólogo que aparece como testigo al final de la nota del
editor afirma que no sólo no ha asistido a ningún “florecimiento caprichoso”
de ningún jacarandá –y no hay motivos para dudar de su testimonio, puesto
que conoce al dedillo los alrededores del pueblo– sino que además sería
muy raro ver este árbol tropical en una zona tan seca. Por lo tanto, también
dudamos de la presencia del árbol en el mismo relato. No encontramos una
explicación razonable para ella, pero las mismas palabras empleadas por la

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Lectora 11 (2005) (m)
autora ya lo indican: el florecimiento es caprichoso, es decir, no se funda en
ninguna causa razonable.

Otros recursos estilísticos


Salvo las primeras dos páginas de la narración, que constituyen una
retrospección de la narradora –aunque no se trata de una retrospección
absoluta, sino parcial: la protagonista recuerda su primer “encuentro” con
Lúnula, pero no sabe todavía cómo terminará la historia– el relato es
narrado en presente.
La autora se sirve de una narradora homodiegética, que desempeña el
papel del personaje principal, a veces en su totalidad, y otras veces sólo
representa a Violeta. Al vincularse a Violeta, habla en primera persona y
cuando se trata de Lúnula, la voz es la de la tercera persona singular, con lo
cual se produce un distanciamiento (de la narradora, pero también del
personaje con respecto a su doble).
Como ya observó Todorov, el uso de un narrador que narra en presente
y en primera persona singular es muy adecuado para el relato fantástico, ya
que “la primera persona ‘relatante’ es la que con mayor facilidad permite la
identificación del lector con el personaje, puesto que, como es sabido, el
pronombre ‘yo’ pertenece a todos” (1971: 101). Además, según el mismo
teórico, lo fantástico, por la vacilación que lo caracteriza, sólo puede situarse
en el presente. Aunque la argumentación de Todorov, sobre todo sus ideas
acerca de esta vacilación, ha sido muy criticada, es verdad que el presente
se presta mejor para provocar sentimientos de incertidumbre e inquietud, ya
que de esta manera tanto los personajes como el lector se sorprenden ante
los acontecimientos y parece que el lector lo está viviendo al mismo tiempo
que los personajes.
Las elipsis, recurso esencial en la literatura fantástica, también se
aprovechan en este relato. Justamente en los momentos más importantes e
inquietantes hay una laguna en el texto, lo cual hace que la tensión
aumente, ya que a veces el silencio dice más que las palabras y, además, lo
“Otro”, lo inexplicable, no se puede captar con palabras, sólo se puede
sentir. Como explica Enriqueta Morillas, “sólo habla quien puede ser
escuchado, y sólo habla quien utiliza el mismo lenguaje que el oyente”
(1991: 63).
Otro recurso frecuente de lo fantástico es el fenómeno del texto dentro
del texto. Jean Bellemin-Noël (2001: 134) observó que los escritos
fantásticos hablan de su escritura y de la escritura en general. Puede que se
haga referencia a otras obras o autores o que el mismo personaje sea
escritor. Este recurso también aparece en los textos de Fernández Cubas:
en cada uno de los relatos de Mi hermana Elba la escritura –y, más en
general, el lenguaje en sí– es importante y en “El provocador de imágenes”
la intertextualidad es explícita. Aquí el narrador-personaje busca referencias

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Esquizofrenia en “Lúnula y Violeta”. El crecimiento Anne Marie Poelen

para describir sus sentimientos inexplicables y las encuentra finalmente en


Dr. Jekyll and Mr. Hyde.
En el relato que estudiamos aquí, la misma protagonista es escritora y
escribe en la narración, de modo que estamos ante un caso de un relato
secundario, lo cual evidencia la nota del editor, que, claro está, forma parte
del relato marco, pero no del relato intercalado. Para complicar aún más las
cosas, la protagonista sufre de esquizofrenia, tiene una doble personalidad,
y las dos partes de esta personalidad escriben, aunque una mejor que otra.
Por lo tanto, se produce un doble efecto de espejo (Bellemin-Noël), cosa
que enlaza perfectamente con el tema del doble. Otra coincidencia es que,
en el relato intercalado, Violeta describe a su doble, Lúnula, como escritora
de historias fantásticas.

Crítica de la sociedad
Sabemos que la literatura fantástica nació en el Siglo de las Luces, época
en la que había una confianza absoluta en el pensamiento racional y en las
explicaciones científicas. Los autores de esta nueva corriente dudaron de
esta preponderancia de la razón y querían avisar de los peligros de una
sociedad en la que no había lugar para lo “Otro”, lo inexplicable. Lo
fantástico contemporáneo mantiene este espíritu crítico hacia la sociedad,
aunque lo expresa de otra manera. Quiere poner de relieve la posible
anormalidad de nuestro mundo, para demostrar que tampoco nuestra
sociedad funciona tan bien como creemos. Ya lo expresó Borges, uno de
los maestros de lo neofantástico: la literatura fantástica no es una literatura
evasiva, no pretende huir de la realidad, sino que nos ayuda a entender
mejor nuestra realidad. La literatura fantástica “finge contar una historia para
poder contar otra cosa” (Ceserani, 1999: 148).
En este relato, Cristina Fernández Cubas critica la sociedad moderna,
un mundo lleno de individualismo y en el que reina la soledad. Esta falta de
compromiso, de fraternidad, puede conducirnos a la locura, como es el caso
de la protagonista de “Lúnula y Violeta”. Ella necesita el contacto con los
demás, pero se siente incómoda y torpe, está asustada ante el mundo. Es
tímida, a lo mejor no muy atractiva y tal vez diferente, pero esto no es una
razón para que nadie intente conocerla. Sin embargo, la gente se nos
aparece como muy superficial: “Recuerdo también las indiscretas miradas
del camarero y las risitas socarronas de una pareja de estudiantes
4
acomodados en la mesa vecina” (21) . La protagonista vive aislada del
mundo y, vista la nota del editor, no tiene contacto con nadie. Nadie se ha
tomado la molestia de conocerla de verdad y de preocuparse por ella, si no
no habría tanto misterio acerca de su nombre.

4
Es una frase ambigua porque no se sabe si la gente se ríe por el aspecto de Lúnula (que
parece un bulto) o por el hecho de que la protagonista esté conversando con una amiga
imaginaria. También podría tratarse de un síntoma –paranoico– de la enfermedad mental del
personaje, y en este caso la frase no describiría una realidad sino una impresión.

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Lectora 11 (2005) (m)
Por otra parte, hay una denuncia explícita de la barbarie social, ya que
la narradora es consciente de que el impresionante dominio de la palabra de
Lúnula y su gran facilidad para la escritura no le sirven de nada “en un
mundo de tensiones y barbarie” (21). La sociedad moderna, según la autora
parece querer decirnos, carece de un interés cultural y se caracteriza por la
ignorancia.
La escritora también lanza una crítica implícita hacia la sociedad
patriarcal, en la que las mujeres siguen ocupando el segundo lugar. No
valen por sí mismas, sino que viven a través de los demás (el marido, los
hijos): son el reflejo, el doble, del hombre. Muchas mujeres tienen la
sensación de que su identidad no existe, de que sus palabras son borradas
y sustituidas por el discurso del otro, al igual que la narradora de este relato.
Al presentarnos una mujer que sufre, Fernández Cubas cuestiona el modelo
femenino, creada por la tradición patriarcal, que es frágil, tanto física como
emocionalmente. Aquí la identidad de la protagonista no es borrada por un
hombre, sino por otra mujer. Además, en los siguientes relatos demuestra
que la fragilidad no solamente afecta a las mujeres, ya que los personajes
masculinos también padecen enfermedades mentales y físicas. El
sufrimiento de Lúnula/Violeta no se debe a una supuesta “debilidad
femenina”, sino al mundo hostil que la rodea.

Conclusiones
No es casual que este relato surgiera en plena época de la transición
política, período en el que las mujeres escritoras intentaban llamar la
atención sobre el sujeto femenino, ignorado a lo largo de la historia. Y es
que Fernández Cubas nos presenta en este relato (y en todos los cuentos
del libro) relaciones en las que predominan la dependencia y el abuso,
representados mediante procesos de apropiación de la identidad ajena y
resignación ante la propia destrucción. El tema de la doble personalidad es
muy representativo de las obras producidas por autoras de esta época,
cuando las mujeres van en busca de su identidad, rompiendo con el rol que
les había sido asignado, y demuestran que la identidad femenina es muy
compleja y a menudo escindida. La lucha de ciertas mujeres por librarse de
“sus deberes”, por asumir “la nueva identidad” de la mujer “moderna” sin
poder o querer renunciar a valores tradicionales podía, en casos extremos,
producir una división en la personalidad, semejante a la esquizofrenia. Por
otra parte, la desmesurada imaginación o el delirio febril de la protagonista
refleja la incomodidad de algunas escritoras, a las que les resultaba difícil
acomodarse como mujeres creadoras dentro de la sociedad en la que
vivían. Además, el tema de la enfermedad mental y la percepción
trastornada de la realidad remiten a la creación masculina de una imagen de
la mujer muchas veces equivocada e, incluso, deformada.
El análisis textual de “Lúnula y Violeta” demuestra claramente el
carácter primordial del significante, tanto con respecto al significado como
con respecto al sujeto. La protagonista de la obra no puede escapar a su

245
Esquizofrenia en “Lúnula y Violeta”. El crecimiento Anne Marie Poelen

destino, que queda fijado en el lenguaje. La temática del relato está


totalmente entrelazada con el estilo en que está escrito y el sentimiento de
lo siniestro que nos invade desde la primera página –y del que ni la lectora
ni la narradora se pueden librar– se ve reforzado por el uso particular que se
hace del lenguaje. La autora se sirve de varios recursos para lograr este
ambiente de angustia en el que nos vemos introducidos. Nos hace sentir la
soledad, por ejemplo, mediante una repetición de palabras muy expresivas.
Esta soledad hace que esté asustada ante el mundo, que se vea obligada a
aislarse y recluirse, cada vez más, en sí. Se crea un doble, la voz de su
inconsciente, con deseos totalmente opuestos a los suyos, haciendo la
convivencia paulatinamente imposible. A la par que se produce un
crecimiento inexplicable del jacarandá, flor antojadiza, Lúnula crece de
manera caprichosa, sustituyendo a Violeta. Las contradicciones entre unos
significantes y otros reflejan en sí mismas el carácter opuesto de Lúnula y
Violeta y, por consiguiente, la lucha interior que sufre la protagonista.
No obstante, aunque el destino parece inminente, hay una marcada
incertidumbre acerca del suceso –y la vivencia (por parte de la
protagonista)– de ciertos acontecimientos. No se sabe si la tragedia es
causada por hechos sobrenaturales, inexplicables, o si se debe a la
hostilidad del mundo en que vivía el personaje principal, este mundo
implícita y explícitamente criticado por la escritora. Nuestra sociedad
moderna, en la que no hay lugar para el Otro, para lo no racional, constituye
un lugar hostil donde la frialdad y la falta de simpatía de y hacia los demás
pueden provocar la locura. La ausencia de explicaciones lógicas, la
omnipresencia del inconsciente y el silencio convierten el texto en un relato
fantástico, abierto a distintas interpretaciones, pues Cristina Fernández
Cubas no nos presenta explicaciones unívocas y razonables, sino que da
voz a este Otro, excluido del discurso racional dominante.

BIBLIOGRAFÍA

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fantástico, David Roas (comp.), Madrid, Arco Libros: 265-282.
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Ceserani, Remo (1999), Lo fantástico, Madrid, Visor.
Fernández Cubas, Cristina (1988), Mi Hermana Elba y Los altillos de
Brumal, Barcelona, Tusquets.

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Lectora 11 (2005) (m)
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Hispanoamérica, Madrid, Siruela.
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Taurus.
Roas, David (comp.) (2001), Teorías de lo fantástico, Madrid, Arco Libros.
Todorov, Tzvetan (1982), Introducción a la literatura fantástica, Barcelona,
Ediciones Buenos Aires.

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