Ub,+06 +Lúnula+y+Violeta
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Jaime Alazraki propone este término en el texto “¿Qué es lo neofantástico?”, que fue
publicado en Mester, XIX, 2 (otoño de 1990) e incluido en Roas (2001).
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La soledad
Recordemos que la soledad es un tema recurrente, no sólo en la narrativa
de la autora que nos ocupa aquí, sino en la literatura fantástica en general.
Aunque siempre hay más personajes que el protagonista –recurso casi
imprescindible para otorgar verosimilitud a sus experiencias–, éste siempre
se encuentra solo cuando se producen los hechos extraños o
sobrenaturales. En “Lúnula y Violeta” los personajes secundarios carecen
de importancia, sólo son evocados por la(s) protagonista(s) y aparecen en la
nota del editor que concluye el relato. La autora nos introduce en un mundo
completamente realista y, como veremos, tristemente conocido. Al principio
del relato el personaje principal vive en una pensión en una ciudad. Ocupa
una habitación angosta y no tiene contacto alguno con las demás personas
que viven en la pensión. La soledad se hace sentir tanto más por el hecho
de que hay mucho movimiento y ruido en la calle (se habla de “la soledad
ruidosa”) y porque se cruza con un montón de gente: “Escaleras demasiado
desgastadas por el paso diario de cientos de personas que, al igual que yo
misma, estaban demasiado asustadas para balbucear un saludo o esbozar
una sonrisa” (Fernández Cubas, 1988: 14). El lector se adentra en un
ambiente hostil donde reina la soledad: “Si aquella tarde no me hubiera
sentido especialmente sola en el húmedo cuarto de la pensión, si la luz de
la bombilla cubierta de cadáveres de insectos no me hubiera incitado a salir
y buscar el contacto directo del sol, si no me hubiera refugiado, en fin, en
aquel bar de mesas plastificadas y olor a detergente, jamás habría conocido
a Lúnula” (13). La narradora se siente sola, necesita el contacto con el
mundo y, sin embargo, huye de él porque lo encuentra hostil. Abandona la
pensión para recluirse en una granja. Su nueva vivienda es más agradable,
pero ahora está incluso más aislada del mundo. Aparentemente, la autora
no nos prepara para un hecho insólito, pero nos sitúa, desde el comienzo,
en un ambiente hostil e inquietante, preocupante, tal vez, justo por ser tan
realista, tan común en nuestra sociedad moderna. La atmósfera que crea es
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muy propicia para el desarrollo de un trastorno psicológico, que es lo que,
aparentemente, se va a producir en este texto.
Encontramos muchas expresiones que señalan la soledad del personaje
principal; la autora no sólo pone en boca de la narradora esta misma
palabra, o el adjetivo sola, sino que verbos como abandonar y recluir son
recurrentes: “abandonar angustiada mi único contacto con el mundo y
recluirme una vez más” (15); “Hace tanto tiempo que ningún alma ha
pasado una escoba” (15); “se recluía en aquella casa alejada de todo” (22);
“nos hallamos aislados” (23), “Te estás abandonando” (26), etc. En este
relato, el tema de la doble personalidad está relacionado con un profundo
sentimiento de soledad, como ocurre muchas veces en la realidad.
El doble
A pesar de que el relato no nos ofrece una explicación única para los
hechos ocurridos –como es debido en una narración fantástica– la nota del
editor con la que termina el relato sí nos sugiere que Lúnula y Violeta, que
se presentan como dos personajes, realmente constituyen los dos lados del
carácter de un único personaje, de ahí que nos demos cuenta de que éste
sufría de una doble personalidad.
A lo largo de la historia, Lúnula y Violeta (ésta parece ser, a la vez,
narradora del relato) se nos presentan no sólo como dos personajes, sino
como dos personas de características opuestas. Lúnula es, según la
narradora, excesiva, tanto por su carácter como por su físico. Es una
persona muy activa, que nunca se está quieta: “Lúnula no dejaba de
agitarse, moviéndose continuamente […] seguía moviéndose sin descanso”
(17). Violeta opina que es una escritora extraordinaria que posee un dominio
absoluto de la palabra: “Lúnula despilfarra. Palabras, energía, imaginación,
actividad” (28). También su físico se caracteriza por el exceso; es obesa,
tiene un cuerpo sin límites, deforme. Es, según Violeta, “lo más distante a
una mujer hermosa” (17). Violeta, al contrario, se nos presenta como una
persona mediocre y tímida. Es guapa, pero nada interesante y no tiene
ninguna habilidad especial. Dice Lúnula: “Violeta, me pregunto a veces qué
sabes hacer aparte de ser hermosa” (28). También escribe, pero no posee
ni una décima parte del talento de Lúnula. Mientras ésta se caracteriza por
el exceso, Violeta se asocia con la pobreza. Esto se refleja, aparte de sus
intentos literarios, en el cuidado de la granja. Cuando Violeta se ocupa del
jardín, las hortalizas tienen peor aspecto, las reservas del aljibe menguan y
las provisiones se agotan. En cuanto Lúnula se encarga de nuevo, todo se
recompone e incluso el jacarandá parece florecer a pesar de la tierra
agrietada.
El carácter opuesto y la división en la personalidad también se reflejan
en la diferencia que hay entre las habitaciones de la casa; una de ellas se
caracteriza por la escasez de muebles y otra por el exceso de objetos. Los
dos dormitorios también son opuestos: uno es grande y soleado, mientras
que el otro es pequeño y sombrío, sin apenas ventilación ni salida al
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simbolizar la victoria de la locura sobre la razón (la luz), lo cual seguiría la
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tradición de la literatura fantástica.
El elemento fantástico
Cristina Fernández Cubas no introduce elementos sobrenaturales o
inexistentes en sus textos, sino que el ambiente en que nos hace penetrar y
todos los personajes y objetos que forman parte de él parecen totalmente
normales hasta que se producen acontecimientos extraños, aparentemente
inexplicables. No obstante, justamente por no ser elementos “de otro
mundo”, sino objetos y seres corrientes, cuando se produce el evento
insólito, la inquietud que provoca es mayor.
El hecho de que aparezca un jacarandá en el texto en principio no ha de
sorprendernos, pero cuando se produce un “crecimiento caprichoso” de este
árbol en un clima que no lo favorece y encima ocurren cosas extrañas
simultáneamente a este crecimiento, entonces sí empezamos a sospechar.
Lúnula cree en la capacidad encantadora de este árbol tropical que podría
satisfacer cualquier deseo, siempre que no haya sido formulado con
anterioridad, porque en este caso “la flor reina, tiránica y veleidosa, se
encargará, por secretos artes y maleficios, de desbaratar cualquier solución
feliz” (27). Los supuestos poderes sobrenaturales del jacarandá ofrecen la
única explicación a los cambios que se producen en la granja y, sobre todo,
en la(s) persona(s) que la habita(n). ¿Qué si no podría explicar el
florecimiento de Lúnula, antes tan fea y enferma, y el súbito marchitar de
Violeta, que termina en la locura absoluta? ¿No se debe a la formulación de
un deseo equívoco, expresado por Lúnula, Violeta o tal vez por algún
enemigo? ¿O es que todo se debe al delirio de la protagonista, a causa de
la fiebre?
Por otra parte, Lúnula parece tener dones sobrenaturales, puesto que
ella logra el crecimiento del jacarandá, y por ser capaz de “desafiar a cielos
y a infiernos” (26). Desde el comienzo del relato hay indicios de que Lúnula
no es como los demás: sus ojos y su sonrisa exagerada parecen tener algún
tipo de poderes mágicos. Es extraña y a veces ni siquiera parece un ser
humano; la primera impresión que da es la de un bulto del que resulta difícil
reconocer el sexo. Además, la narradora la ve capaz de “diluir su figura en
la atmósfera para resurgir en cualquier momento” (21).
Lenguaje
El lenguaje que caracteriza la literatura fantástica siempre es muy
significativo, como dice muy acertadamente Rosalía Campra (2001: 188), el
texto fantástico no conoce palabras inocentes, los significantes forman una
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Recordemos que esta corriente nace en el siglo de las Luces y que cuestiona justamente el
predominio de estas “luces”. Como bien observó Antonio Risco (1987: 315), el relato fantástico
es la “anti-tesis por excelencia”, libre en sus posibilidades interpretativas.
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La frase entera constituye un guiño a la teoría de la represión de Freud: “Hoy, súbitamente
animada, he creído recobrar la ya lejana tranquilidad de mi pequeño rincón de provincias, mis
sueños de triunfo, mis grandes proyectos a los que en un momento me creí obligada a
renunciar” (Fernández Cubas, 1988: 18). Como es bien sabido, Sigmund Freud escribió su
ensayo Lo siniestro (Das Unheimliche) a raíz de la lectura de uno de los primeros cuentos
fantásticos, “Der Sandmann”, de ETA Hoffmann.
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conciencia de este estado– de la protagonista, que ha perdido todo contacto
con la tierra firme y que está abandonando su cuerpo.
El lenguaje empleado también es el gran responsable de la inquietud
que nos provoca el relato. La temática en sí es inquietante, pero el estilo
refuerza este sentimiento de angustia. A lo largo de la narración
encontramos anticipaciones de la muerte del personaje principal, aunque
bajo disfraces más o menos implícitos. La segunda frase de “Lúnula y
Violeta” ya nos introduce plenamente en el mundo angustioso de la
protagonista que busca el contacto directo del sol en lugar de la luz artificial
de una bombilla “cubierta de cadáveres de insectos” (13). En la página
siguiente la autora introduce la imagen inquietante de cientos de cristales de
las más caprichosas formas que se retorcieron durante largo rato. El verbo
retorcer ya evoca una sensación de angustia, porque parece que el cristal
está dotado de vida y, además, se puede considerar la destrucción del
espejo como una premonición de la derrota de Lúnula/Violeta. Por otra
parte, ya hemos visto la frecuencia de palabras como e x c e s i v a y
d e s m e s u r a d a m e n t e para referirse a Lúnula. Indican que ella es
“demasiado”, no sabemos muy bien qué, pero es demasiado, de modo que
no puede seguir. Más adelante el color rojo nos alarma: primero se trata de
la “tinta agresiva”, luego del gallo que Violeta tiene que matar. Cuando por
fin ha conseguido matarlo, llora “lagrimas rojas”, suda rojo y sueña en rojo.
El manuscrito “devorado” simboliza la devoración de Violeta por Lúnula y, a
su vez, la destrucción de las dos vertientes del personaje principal. Más
adelante, Violeta “mata” su cuaderno de notas y parte del manuscrito.
La angustia se ve reforzada por el hecho de que cada afirmación
positiva es invalidada por una declaración negativa, de modo que parece
que no hay lugar para la esperanza. Buena muestra de ello encontramos en
la página 21: “Era joven, imaginativa y arrolladora. Pero, por las injusticias
de la vida, no parecía estar en condiciones de gozar de los placeres
comúnmente reservados a la juventud”.
Ya hemos visto que la descripción del dormitorio que ocupa Violeta es
inquietante: es un cuarto angosto sin ventilación alguna ni salida al exterior,
lo cual provoca la sensación de un encarcelamiento: no se puede escapar
de él, igual que no puede escapar de su destino. La fuerza del destino está
omnipresente: aunque parecen existir “poderes sobrenaturales”, nada ni
nadie podrá escaparse de él: ni el florecimiento aparentemente imposible
del jacarandá, cuya plantación ha sido una empresa “condenada de
antemano” (26), ni la desgracia “fallada de antemano” (27) de los que caen
víctimas del árbol tropical.
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autora ya lo indican: el florecimiento es caprichoso, es decir, no se funda en
ninguna causa razonable.
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Crítica de la sociedad
Sabemos que la literatura fantástica nació en el Siglo de las Luces, época
en la que había una confianza absoluta en el pensamiento racional y en las
explicaciones científicas. Los autores de esta nueva corriente dudaron de
esta preponderancia de la razón y querían avisar de los peligros de una
sociedad en la que no había lugar para lo “Otro”, lo inexplicable. Lo
fantástico contemporáneo mantiene este espíritu crítico hacia la sociedad,
aunque lo expresa de otra manera. Quiere poner de relieve la posible
anormalidad de nuestro mundo, para demostrar que tampoco nuestra
sociedad funciona tan bien como creemos. Ya lo expresó Borges, uno de
los maestros de lo neofantástico: la literatura fantástica no es una literatura
evasiva, no pretende huir de la realidad, sino que nos ayuda a entender
mejor nuestra realidad. La literatura fantástica “finge contar una historia para
poder contar otra cosa” (Ceserani, 1999: 148).
En este relato, Cristina Fernández Cubas critica la sociedad moderna,
un mundo lleno de individualismo y en el que reina la soledad. Esta falta de
compromiso, de fraternidad, puede conducirnos a la locura, como es el caso
de la protagonista de “Lúnula y Violeta”. Ella necesita el contacto con los
demás, pero se siente incómoda y torpe, está asustada ante el mundo. Es
tímida, a lo mejor no muy atractiva y tal vez diferente, pero esto no es una
razón para que nadie intente conocerla. Sin embargo, la gente se nos
aparece como muy superficial: “Recuerdo también las indiscretas miradas
del camarero y las risitas socarronas de una pareja de estudiantes
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acomodados en la mesa vecina” (21) . La protagonista vive aislada del
mundo y, vista la nota del editor, no tiene contacto con nadie. Nadie se ha
tomado la molestia de conocerla de verdad y de preocuparse por ella, si no
no habría tanto misterio acerca de su nombre.
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Es una frase ambigua porque no se sabe si la gente se ríe por el aspecto de Lúnula (que
parece un bulto) o por el hecho de que la protagonista esté conversando con una amiga
imaginaria. También podría tratarse de un síntoma –paranoico– de la enfermedad mental del
personaje, y en este caso la frase no describiría una realidad sino una impresión.
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Por otra parte, hay una denuncia explícita de la barbarie social, ya que
la narradora es consciente de que el impresionante dominio de la palabra de
Lúnula y su gran facilidad para la escritura no le sirven de nada “en un
mundo de tensiones y barbarie” (21). La sociedad moderna, según la autora
parece querer decirnos, carece de un interés cultural y se caracteriza por la
ignorancia.
La escritora también lanza una crítica implícita hacia la sociedad
patriarcal, en la que las mujeres siguen ocupando el segundo lugar. No
valen por sí mismas, sino que viven a través de los demás (el marido, los
hijos): son el reflejo, el doble, del hombre. Muchas mujeres tienen la
sensación de que su identidad no existe, de que sus palabras son borradas
y sustituidas por el discurso del otro, al igual que la narradora de este relato.
Al presentarnos una mujer que sufre, Fernández Cubas cuestiona el modelo
femenino, creada por la tradición patriarcal, que es frágil, tanto física como
emocionalmente. Aquí la identidad de la protagonista no es borrada por un
hombre, sino por otra mujer. Además, en los siguientes relatos demuestra
que la fragilidad no solamente afecta a las mujeres, ya que los personajes
masculinos también padecen enfermedades mentales y físicas. El
sufrimiento de Lúnula/Violeta no se debe a una supuesta “debilidad
femenina”, sino al mundo hostil que la rodea.
Conclusiones
No es casual que este relato surgiera en plena época de la transición
política, período en el que las mujeres escritoras intentaban llamar la
atención sobre el sujeto femenino, ignorado a lo largo de la historia. Y es
que Fernández Cubas nos presenta en este relato (y en todos los cuentos
del libro) relaciones en las que predominan la dependencia y el abuso,
representados mediante procesos de apropiación de la identidad ajena y
resignación ante la propia destrucción. El tema de la doble personalidad es
muy representativo de las obras producidas por autoras de esta época,
cuando las mujeres van en busca de su identidad, rompiendo con el rol que
les había sido asignado, y demuestran que la identidad femenina es muy
compleja y a menudo escindida. La lucha de ciertas mujeres por librarse de
“sus deberes”, por asumir “la nueva identidad” de la mujer “moderna” sin
poder o querer renunciar a valores tradicionales podía, en casos extremos,
producir una división en la personalidad, semejante a la esquizofrenia. Por
otra parte, la desmesurada imaginación o el delirio febril de la protagonista
refleja la incomodidad de algunas escritoras, a las que les resultaba difícil
acomodarse como mujeres creadoras dentro de la sociedad en la que
vivían. Además, el tema de la enfermedad mental y la percepción
trastornada de la realidad remiten a la creación masculina de una imagen de
la mujer muchas veces equivocada e, incluso, deformada.
El análisis textual de “Lúnula y Violeta” demuestra claramente el
carácter primordial del significante, tanto con respecto al significado como
con respecto al sujeto. La protagonista de la obra no puede escapar a su
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BIBLIOGRAFÍA
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Freud, Sigmund (2001), “Lo siniestro”, El hombre de la arena, ETA
Hoffmann, Palma de Mallorca, José J. de Olañeta.
Morillas Ventura, Enriqueta (ed.) (1991), El relato fantástico en España e
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Risco, Antonio (1987), Literatura fantástica de la lengua española, Madrid,
Taurus.
Roas, David (comp.) (2001), Teorías de lo fantástico, Madrid, Arco Libros.
Todorov, Tzvetan (1982), Introducción a la literatura fantástica, Barcelona,
Ediciones Buenos Aires.
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