Siglo 21

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El Estado comunista: Lenin

Mientras se desarrollaba en Europa la Primera Guerra Mundial (1914-1918),


triunfaba en Rusia la Revolución bolchevique (1917), que tenía por líder a Vladimir
Ilich Lenin (1870-1924). Sus ideas políticas expresadas en diversos escritos dieron
forma al Estado comunista.

Introducción

Contexto histórico: la Revolución bolchevique (1917)

Dictadura del proletariado

Video conceptual

Referencias

Revisión del módulo


Lección 1 de 6

Introducción

Vladimir Ilich Ulianov, más conocido por su nombre revolucionario, Lenin


(1870-1924), fue el principal autor de la revolución soviética y de su producto:
el Estado comunista. Entre los teóricos marxistas de la época, se sostenía
que las condiciones para una revolución socialista solo estaban dadas en
países desarrollados que tenían una numerosa clase obrera con conciencia
revolucionaria. En cambio, en los países precapitalistas o feudales −como
Rusia−, la primera etapa debía consistir en alcanzar la industrialización plena,
acompañada por una revolución burguesa que posibilitaría el desarrollo del
proletariado, junto con la maduración del capitalismo necesaria para la
revolución socialista.

Pese a ello, Lenin era partidario de tomar el poder sin esperar la etapa
intermedia de la república liberal. La revolución debía realizarse mediante
una serie de confrontaciones tanto internas como externas. Para ello, era
preciso contar con la complicidad activa de los movimientos revolucionarios
de Europa occidental y con la alianza en Rusia entre el incipiente proletariado
y los campesinos. En esa dirección, como líder del ala mayoritaria
(bolchevique), orientaría al Partido Obrero Socialdemócrata ruso, en abierta
confrontación con la socialdemocracia alemana afín al reformismo, a la cual
consideraba un freno para el movimiento obrero revolucionario.
En esta lectura, nos guiaremos por los siguientes interrogantes:

¿Cuáles fueron las condiciones histórico-políticas que hicieron


posible en Rusia la constitución de un Estado comunista? ¿Cuáles
fueron sus fundamentos ideológico-políticos, tomando como base
las concepciones teóricas de Lenin, Stalin y Trotsky?

C O NT I NU A R
Lección 2 de 6

Contexto histórico: la Revolución bolchevique (1917)

En 1848, se produce en París la revolución que instaura por un breve lapso un


gobierno socialista, que luego es derrocado. Bajo su influjo, la clase obrera se
reorganiza en la I Internacional (1864), donde confrontan el marxismo, el
proudhonismo y el anarquismo de Bakunin. En 1900, durante la II
Internacional, se produce una crisis en el marxismo al enfrentarse dos
corrientes:

el evolucionismo, también llamado reformismo y oportunismo, que sostenía la conveniencia de


1 esperar la evolución progresiva e inevitable y usar los medios legales como el derecho de
sufragio para arribar al poder; y

2 el revolucionarismo, que proponía la vía de la acción violenta directa.

Al comenzar la Primera Guerra, en 1914, el comunismo enfrenta nuevos


problemas. Los partidos socialistas deciden apoyar la decisión de sus
respectivos países de intervenir en la contienda bélica, empezando por la
Socialdemocracia alemana que era un referente como partido de los
trabajadores. Esta es la postura de Kautsky, importante teórico y dirigente
socialdemócrata de la II Internacional. Los ortodoxos, seguidores de la teoría
de Marx, los califican de “social-traidores”. Lenin, líder del ala mayoritaria en
el Partido Obrero Socialdemócrata ruso, fundado en 1898, publica una dura
crítica contra Kautsky y el oportunismo servidor de la burguesía. Su postura
es que en el marxismo la teoría y la acción son inseparables. En el curso de
1914, se produce la división entre bolcheviques (que significa “mayoría”) y
mencheviques (que significa “minoría”), y estos últimos son expulsados del
partido.

En 1916, Lenin escribe El imperialismo, fase superior del capitalismo, donde


sostiene que el capitalismo de la época de Marx se ha transformado en
imperialismo, y que la “libre competencia” es sustituida por el “monopolio”.
Consideraba que los obreros no debían participar en la Gran Guerra, ya que
representaba una disputa entre las potencias capitalistas por el reparto de
los mercados mundiales.

Al volver a Rusia en 1917, desde su exilio en Francia, presenta sus “Tesis de


abril”, donde indica al partido el camino que se debería seguir: sustituir la
revolución burguesa del gobierno de Kerenski por la revolución socialista.
Antes de ese año, Rusia era un imperio regido desde 1613 por el régimen
zarista, autocrático y represivo, de la dinastía Romanov. Si bien en 1861 se
había abolido formalmente la servidumbre, hacia 1917 un 85 % de la
población aún vivía en zonas rurales −aunque muy pocos eran propietarios−,
y la mayoría de los trabajadores estaba compuesta por el campesinado. La
industria comenzaba a desarrollarse solo en las ciudades, bajo un impulso
modernizador realizado de manera violenta, lo que dio lugar a una pequeña
clase obrera que pronto adquiriría conciencia revolucionaria.
El desarrollo económico general del país estaba rezagado en comparación
con las grandes potencias europeas industrializadas. Esto fue dando lugar a
un proletariado rural receptivo a ideas revolucionarias. En 1905 se produce
una revolución popular cuando fue derrotada Rusia por Japón en la guerra
ruso-japonesa. En San Petersburgo, el 22 de enero se convoca a una
manifestación para exigirle reformas al zar, con huelgas de campesinos y
obreros que se organizan en los primeros sóviets, pero es reprimida en lo que
se conoce como el “domingo sangriento”.

La situación se agrava con las sucesivas derrotas en el curso de la Gran


Guerra, mientras el hambre se extiende entre la población civil. El Parlamento
ruso, la “Duma”, integrada por progresistas y liberales, le advierte al zar
Nicolás II sobre la inestabilidad del régimen y le aconseja formar un nuevo
gobierno constitucional. Sin embargo, el zar no atiende la advertencia y
pierde su liderazgo. La revolución estalla en febrero, y el 2 de marzo el zar
abdica.

Se forma un gobierno provisional, cuyo segundo y último primer ministro será


Aleksándr Kerenski, quien no puede evitar la Revolución de Octubre, de 1917,
en la que los comunistas toman finalmente el poder, conducidos por Lenin. El
líder del partido bolchevique exigía la confiscación de tierras y su
redistribución entre los campesinos, el control obrero de las fábricas y la
transición hacia una república de sóviets. En el contexto de la revolución, los
sóviets, que eran consejos o asambleas de obreros, campesinos, soldados y
marineros, se extendieron en el curso de una semana, de manera
espontánea por todo el país, y se convirtieron en órganos de democracia
directa con poder autónomo.

Teoría del imperialismo

En El imperialismo, fase superior del capitalismo, Lenin expuso la naturaleza


económica y política del imperialismo, en momentos en que la Primera
Guerra Mundial avivaba el debate y se hacían manifiestas las diferencias
entre la revolución socialista y la socialdemocracia respecto de esta
contienda. Influido por el texto de Rudolf Hilferding (1910), El capital
financiero, que analizaba el surgimiento de empresas oligopólicas
internacionales, Lenin sostiene que las leyes internas del capitalismo llevan
al imperialismo. En su voracidad, las clases burguesas de las naciones
avanzadas se expanden a nuevos mercados.

El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en que ha tomado


cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido
señalada importancia la exportación de capitales, ha empezado el reparto
del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de toda la
Tierra entre los países capitalistas más importantes. (Lenin, 1916).

Es decir, que, para Lenin, el imperialismo se explica por un elevado desarrollo


de la producción capitalista que conduce al monopolio. El imperialismo es
definido como la etapa monopolista del capitalismo. El nuevo papel de los
bancos y la fusión de estos con el capital industrial llevan a la formación del
capital financiero y al poder de la oligarquía que lo detenta. La exportación de
capital adquiere una gran relevancia en comparación con la exportación de
mercancías, característica de la fase precedente. La formación de
asociaciones capitalistas internacionales y la disputa territorial por los
mercados mundiales entre las principales potencias capitalistas caracterizan
a este nuevo estadio.

El análisis del imperialismo muestra que el capitalismo ha llegado a un alto


grado de desarrollo y se ha convertido en un sistema global. De este modo,
algunas de sus propiedades esenciales han empezado a convertirse en su
antítesis, con lo que comienza a manifestarse la transición hacia una
estructura económica y social más elevada. Los monopolios han venido a
sustituir la libre competencia y las oligarquías financieras a las industriales.

Por otro lado, el reparto del mundo lleva a confrontaciones bélicas con graves
consecuencias para los pueblos, que pueden producir convulsiones sociales
que generen las condiciones para la destrucción del Estado burgués. Sin
embargo, el imperialismo no es solo la tendencia a la anexión económica de
mercados y territorios bajo fórmulas coloniales y neocoloniales, es también
la aspiración de dominación mundial, porque, mientras las burguesías
imperialistas dirimen sus diferencias políticas, se desata la corrupción y
escisión del movimiento obrero a causa del oportunismo y la “aristocracia
obrera”, sobornada por las ganancias monopolistas, y enquistada en el
“partido obrero burgués”.
De esta manera, Lenin denuncia el imperialismo en su intento de engañar a
la clase obrera mediante prédicas que alientan los sentimientos de confianza
de la masa inconsciente hacia los capitalistas, porque la burguesía se
mantiene no solo por medio de la violencia, sino también gracias a la rutina,
la ignorancia y la falta de organización de las masas. No obstante, también
denuncia a los partidos socialdemócratas, porque, según Lenin, la Gran
Guerra permitió a los socialdemócratas europeos comprobar su táctica en
una crisis mundial. Su conclusión es que, frente a la capitulación
socialdemócrata y la quiebra de la II Internacional, se torna necesario un
partido marxista revolucionario.

Lenin propone convertir la guerra imperialista en guerra civil por el


derrocamiento de las burguesías imperialistas y oponerse a la matanza entre
proletarios de distintos países, la confraternización entre ellos, para que
vuelvan las armas contra sus gobiernos y los derriben. Y esa tarea exige
reconocer que la época imperialista no tolera la coexistencia en un mismo
partido de elementos de vanguardia del proletariado revolucionario y la
aristocracia semi-pequeño burguesa de la clase obrera, que se beneficia de
las migajas, de los privilegios proporcionados por la condición “dominante” de
“su” nación. La vieja teoría de que el oportunismo es un “matiz legítimo”
dentro de un partido único y ajeno a los “extremismos” se ha convertido hoy
en día en el engaño más grande a la clase obrera, en el mayor obstáculo para
el movimiento obrero. (Lenin, 1984, p. 277)

Finalmente, denuncia lo siguiente: en primer lugar, que el medio del que más
se vale la burguesía para engañar a los pueblos en esta guerra es el
ocultamiento de sus objetivos de pillaje con una ideología de “liberación
nacional”; y, en segundo lugar, que tanto los que defienden la victoria de su
gobierno en la guerra imperialista como los que defienden la consigna de “ni
victoria ni derrota” son igualmente traidores a la revolución proletaria.

Desde el punto de vista teórico, sería totalmente erróneo olvidar que toda
guerra no es más que la continuación de la política con otros medios. La
actual guerra imperialista es la continuación de la política imperialista de dos
grupos de grandes potencias, y esa política es originada y nutrida por el
conjunto de las relaciones de la época imperialista. Sin embargo, esta misma
época imperialista ha de originar y nutrir, también inevitablemente, la política
de lucha contra la opresión nacional y de lucha del proletariado contra la
burguesía, y, por ello mismo, la posibilidad y la inevitabilidad, en primer lugar,
de las insurrecciones y de las guerras nacionales revolucionarias; en segundo
lugar, de las guerras e insurrecciones del proletariado contra la burguesía; en
tercer lugar, de la fusión de los dos tipos de guerras revolucionarias; etcétera
(Lenin, 1916).

En ese sentido, afirma que las guerras nacionales de colonias o ex colonias


contra las potencias imperialistas son inevitables, progresistas y
revolucionarias, aunque su éxito depende de la fuerza del número de
oprimidos que se involucre, así como de que se produzca una coyuntura
favorable, como la paralización de la intervención de las potencias
imperialistas a causa del agotamiento por la guerra o la insurrección del
proletariado en una de las grandes potencias, lo cual sería lo más deseable y
ventajoso para la revolución socialista y su alianza con la liberación de las
naciones coloniales.

Como señala el historiador marxista británico Eric Hobsbawm, en su obra La


época del imperio: Europa 1885-1918, el análisis fuertemente crítico del
imperialismo realizado por Lenin se convertiría en un elemento central del
marxismo revolucionario de los movimientos comunistas a partir de 1917 y
también en los movimientos revolucionarios del "tercer mundo".

Doctrina del partido

El 8 de marzo de 1918, ante el VII Congreso del partido bolchevique, Lenin


presenta la propuesta de revisión del programa y el cambio de nombre a
“Partido comunista” bajo el argumento principal de que la conquista del poder
por el proletariado en Rusia tornaba obsoleta la denominación de
“socialdemócrata” e imponía la ruptura con la II Internacional. Lenin quería un
partido fuertemente unido en la ideología, revolucionario sin matices y capaz
de erigirse como vanguardia del proletariado, razón por la cual se dedicó con
énfasis a la cuestión de “la naturaleza del partido”.

Crítico de la espontaneidad de las masas, a Lenin le importaba poco el


número de efectivos, porque el partido debía identificarse con los intereses
del proletariado, sí, pero no ir a la zaga del movimiento de masas, sino que
debía guiarlo. De allí, la necesidad de una férrea disciplina interna,
jerarquización de funciones y división del trabajo revolucionario. Una élite de
profesionales de la revolución no solo era necesaria para el triunfo de la
revolución rusa, sino también para garantizarla en la dictadura del
proletariado.

Esta organización debía proyectarse al mundo mediante la creación de la


Internacional Comunista (Komintern) o III Internacional que se realizaría en
1919. Una organización de este tipo implicaba, también, la personalización
del poder, situación que estallaría a su muerte, con las pugnas por la
sucesión. Lo cierto es que, una vez en el poder, el partido comunista,
vanguardia de la transformación revolucionaria, ejercería en régimen de
monopolio la dictadura del proletariado y se convertiría en un régimen de
terror y expropiación para las antiguas clases opresoras.

El partido único se convertía en partido-Estado, tal como Lenin planteara en


su obra ¿Qué hacer? de 1902: toda la constitución jurídica y efectiva de la
República Soviética está estructurada a base de que el partido lo corrige,
designa y hace todo según un mismo principio, a fin de que los elementos
comunistas ligados con el proletariado puedan inculcar a este proletariado su
espíritu, someterlo a su influencia, librarlo del engaño burgués, que hace
tanto procuramos desterrar.

C O NT I NU A R
Lección 3 de 6

Dictadura del proletariado

En 1917, Lenin escribe El Estado y la Revolución, que lleva de subtítulo La


teoría marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución, con el
fin de dotar a su partido de una doctrina del Estado, previendo la próxima
conquista del poder. Según Lenin (1917), el Estado burgués resulta eliminado
por el proletariado en el curso de la revolución. Cuando este asume el poder,
destruye automáticamente todo el sistema superestructural de la burguesía;
sin embargo, la obtención del poder por sí misma no implica la desaparición
de las contradicciones y la lucha de clases. Subsisten los antagonismos, y la
resistencia de la burguesía será notable. Es necesario, entonces, que el
proletariado cuente con una herramienta efectiva de dominio político para
garantizar el triunfo de la revolución socialista, y ese instrumento es el
Estado proletario.

Para Lenin, este no es un Estado como los otros, ya que su poder coercitivo
se dirige solo contra la antigua burguesía, y, si bien inicialmente se
mantienen las desigualdades, estas poco a poco serán superadas a través
de la eliminación de la propiedad de los medios de producción. Por ello, la
dictadura del proletariado, desde la perspectiva de Lenin, es un régimen de
máxima libertad para los trabajadores y de opresión para las antiguas clases
dominantes.
Efectivamente, una vez que el Partido comunista tomó el poder, el correlato
económico de la dictadura del proletariado consistió en la estatización de las
industrias, la eliminación radical de la propiedad privada y el comercio, la
organización de la producción en tierras pertenecientes al Estado y
empresas estatales, la distribución de la fuerza de trabajo entre las distintas
ramas de la economía, así como también −entre los trabajadores− de
artículos de consumo pertenecientes al Estado. El objetivo final, una vez que
se hubieran sentado las bases para una fase superior del comunismo, según
se postulaba desde el partido, sería la eliminación del Estado.

La dictadura del proletariado se propone, pues, como una etapa de


transición. En este sentido, afirma Lenin (1918), que el poder soviético es un
nuevo tipo de Estado, sin burocracia, sin policía, sin ejército permanente, en
el que la democracia burguesa es sustituida por una nueva democracia: la
democracia que adelanta a primer plano a la vanguardia de las masas
trabajadoras, convirtiéndolas en legislador, ejecutor y protector militar, y crea
el aparato capaz de reeducar a las masas.

Ahora bien, esto planteaba una pregunta que, una vez muerto Lenin,
quedaría sin respuesta: ¿Cuándo debía efectivizarse la extinción del Estado
proletario? Más allá del debate posible en torno a esta cuestión, al morir,
Lenin dejaba como legado una dictadura del partido comunista ejercida a
través del centralismo democrático, una economía socializada que
lentamente se recuperaba de los desastres de la guerra, estatización de los
medios de producción y un sistema de poder altamente represivo.
Debilitamiento del Estado y centralismo democrático

Lenin afirmaba que el Estado no existió siempre, ya que la sociedad primitiva


de tribus o clanes no conoció las clases sociales. Estas surgieron como una
necesidad del desenvolvimiento económico de la sociedad y se volvieron
hostiles, por la propiedad privada de los medios de producción. El Estado
surgió como fuerza de contención, para controlar y reprimir a las clases
explotadas, es decir, como un aparato o maquinaria de dominación de clase.
Los instrumentos con los que cuenta para cumplir esta función son el ejército
permanente y la burocracia. El ejército es una organización especial de
hombres armados que están a las órdenes del poder estatal. La burocracia
es el conjunto de funcionarios separados de la masa, para constituir órganos
privilegiados por leyes especiales del Estado.

Esta máquina opresora responde tanto a una monarquía como a una


democracia. Al proletariado no le queda más que apoderarse de ella de
manera violenta, mediante la revolución, para establecer su propia dictadura.
Lenin se oponía al anarquismo que proponía la disolución inmediata del
Estado; sostenía con Marx, por el contrario, que una dictadura temporaria,
provisoria, del proletariado se encargaría de destruir los pilares del Estado
burgués.

Para esto, es preciso lo siguiente:

suprimir el ejército y reemplazarlo por el pueblo en armas;


1
suprimir la burocracia y reemplazarla por funcionarios electos por el pueblo mediante sufragio
2 universal y con carácter revocable; y

constituir una comuna, que, a diferencia del Parlamento, actúa con poderes ejecutivos y
3 legislativos (sóviets).

De esta manera, el Estado resulta debilitado y el proletariado toma posesión


de los medios de producción, lo cual elimina la oposición y hace que el Estado
se torne superfluo. El proceso, entonces, sería el siguiente:

reemplazo del Estado burgués por la dictadura del proletariado, mediante la revolución violenta;
1 y

supresión del Estado proletario por el debilitamiento del aparato estatal, al eliminarse los
2 factores que causan la lucha de clases.

Lenin distingue dos fases. En la primera, la sociedad comunista recién salida


del capitalismo conserva vestigios económicos, morales y políticos de la vieja
sociedad. En esta etapa, los medios de producción pasan a la sociedad y
queda eliminada la propiedad privada, pero aún subsiste la injusticia, porque
los bienes no se pueden repartir de acuerdo con las necesidades, sino en
proporción al trabajo realizado. Subiste, por lo tanto, el control de los obreros
en armas. En la segunda etapa, la sociedad se regirá sin coacción, lo cual
hará innecesario al Estado. La economía socialista ya desarrollada permitirá
la distribución de los bienes según las necesidades.
En contra de todo tipo de federalismo, coalición o alianza, Lenin era partidario
de la organización centralizada del gobierno. La principal característica de su
partido fue el “centralismo democrático”, que consistía en el derecho de los
miembros a discutir una política sobre la cual aún no se hubiera tomado una
decisión, pero, una vez tomada esta, todo debate se suspendería. No
obstante, la discusión libre de los asuntos comunes prevaleció durante el
gobierno de Lenin. El centralismo consistía en que todos los órganos del
partido estaban estrictamente obligados por las decisiones provenientes del
orden superior en la escala de mando.

En 1920, la Internacional Comunista decía lo siguiente:

El partido comunista debe construirse sobre la base del


Centralismo democrático (…) sus principios básicos son: que los
organismos superiores del partido deben elegidos por los
inferiores, que todas las instrucciones de los organismos
superiores son categóricas y necesariamente obligatorias para
los inferiores y que debe existir una fuente central del partido,
cuya autoridad sea universal e indudablemente reconocida por
todos los camaradas dirigentes.

Sin embargo, en la práctica, la elección de los organismos superiores estaba


condicionada porque se realizaba sobre la base de una selección previa de
dirigentes. La debilidad del centralismo en cuanto a su aspiración
democrática era que no contaba con un mecanismo que ordenara el debate
político y permitiera la formación de una voluntad pública que incidiera
efectivamente sobre las decisiones políticas del partido.

El estalinismo

Iósif Stalin (1878-1953) aportará una salida a la encrucijada de la sucesión de


Lenin. Frente al llamado de León Trotsky en Lecciones de octubre (1924) a
llevar a cabo un relanzamiento internacional del proceso revolucionario y a
no detener la revolución hasta tanto no se haya consumado el paso del poder
a manos del movimiento comunista, Stalin proclamará que la revolución ya
está consolidada y que es posible realizar el socialismo en un solo país, así
como también preparar desde él la acción revolucionaria internacional.

Mientras que para Lenin la revolución es un proceso dinámico y sujeto a una


revisión crítica constante de parte de su conducción, para Stalin, se trata de
partir de lo ya alcanzado, sin revisión ni debate alguno. Es por ello que la
sacralización de la imagen y las ideas de Lenin se vuelven parte esencial
como elemento legitimador para hacer inconmovible el poder de Stalin, su
sucesor autodesignado. El ideario político de Lenin es elevado a nivel de
texto sagrado.

Para Stalin, el leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la


revolución proletaria. O más exactamente: es la teoría y la táctica de la
revolución proletaria en general, la teoría y la práctica de la dictadura del
proletariado en particular. (1947, p. 10)

A partir de allí, Stalin construirá su propia deificación mediante el control de la


organización del partido.

La fórmula estalinista fue “Un líder, un partido, una línea general capaz de
asegurar la victoria sobre el enemigo de clase y el avance del socialismo”
(Mellon, 1998, p. 197). Stalin percibía la construcción del socialismo como un
proceso inexorable. Y ese determinismo histórico, unido a la confianza en la
infalibilidad del líder, fija las raíces del comunismo en el poder, le confiere un
sentido indiscutible al programa ideológico y le dan la huida hacia adelante
necesaria para escapar a las dificultades que les presenta la realidad.

Este juego será posible gracias a un pragmatismo de alto contenido bélico en


relación con adversarios, aliados o sistemas políticos. Con Stalin, el
comunismo no es democrático ni antidemocrático, profascista ni
antifascista; podrá tanto formar frentes populares como firmar un pacto con
Hitler. Frente a este relativismo, se erige una absolutización: la del partido
comunista, que, con Stalin, adquiere dimensiones de ejército de la revolución,
monolitismo (en el sentido de funcionamiento unánime de una organización
piramidal regida por criterios de disciplina militar) y centralismo burocrático, y
se convierte en el espacio privilegiado para la aplicación del terror,
monolitismo. Ya no solo deben aceptarse las decisiones que llegan desde
arriba, sino que se deben renunciar a las propias ideas.
Finalmente, el partido se convierte, también, en el espacio en el que tiene
lugar la lucha para eliminar a quienes pongan en duda la línea general o a sus
creadores, puesto que es enemigo del pueblo no solo aquel que comete
sabotaje, sino también quien duda del acierto de la tendencia del partido.
Este terror se ejerce, también, sobre la sociedad bajo el argumento de que,
tras la conquista del poder, se agudiza la lucha de clases. En consecuencia,
resulta necesario eliminar cualquier resistencia social a la presión del partido-
Estado, cualquiera sea la decisión que este tome:

Algunos camaradas comprendieron la tesis sobre la supresión


de las clases, sobre la creación de la sociedad sin clases, sobre
la extinción del Estado, como una justificación de la pereza y la
placidez, como una justificación de la teoría
contrarrevolucionaria de la extinción de la lucha de clases y de la
debilitación del poder estatal (…). Son gente que degenera, o son
hipócritas que deben ser expulsados del nuestro partido. La
supresión de la lucha de clases no se logra mediante la extinción
de la lucha de clases, si no intensificándola. (Stalin, 1947, p. 491)

En síntesis, el estalinismo consistió en poner la ideología y la práctica política


al servicio del poder ilimitado de Stalin. Amparado por el determinismo
histórico que se concretaba paso a paso, puso también a disposición de los
intereses de la URSS a la Internacional Comunista, y estableció como
objetivo primero de los comunistas de todo el mundo la defensa y apoyo a la
política del estado soviético.

El trotskismo

La obra de León Trotsky (1879-1940) presenta ideas tanto críticas como


constructivas respecto de la revolución socialista y sus protagonistas. En
Nuestras tareas políticas (1904), Trotsky desarrolla una crítica a la visión del
partido sostenida por Lenin, al señalar que el predominio absoluto de la
centralización y del carácter conspirativo podía ponerse al servicio de
cualquier objetivo y no solo de las socialdemocracias. Señala que la
parcelación de las tareas asignadas a los militantes les impedía relacionarse
con la política global del partido y quedaba esta en manos de una minoría
que monopolizaba el conocimiento y las decisiones. De esta manera, la
discusión interna se suprime, los militantes se reducen a piezas de una
máquina controlada por unos pocos y la vida política se transfiere a una
esfera por encima de la organización. A este resultado lo denomina
“sustitucionismo político”, que ocurre cuando el proletariado es reemplazado
por el partido.

Esta organización encerrada sobre sí misma termina necesariamente en la


formación de un poder personal. El planteamiento de Lenin no llevará a la
preparación del proletariado para el poder, sino a la “fabricación de un
aparato de poder”, y la dictadura se ejercerá “sobre” el proletariado. Sin
embargo, a partir de 1917, Trotsky se acerca a Lenin en su confrontación con
los socialdemócratas y suscribe al proceso revolucionario en marcha.
Cuando se produce la lucha interna por su sucesión, Trotsky retoma sus
críticas iniciales hacia el aparato dirigente que reprime toda objeción, contra
la burocracia que sofoca la iniciativa y bloquea la formación de los militantes
y el funcionarismo.

Esta crítica se vinculará con la reivindicación de la revolución permanente y la


industrialización a ultranza de la economía soviética frente a la estabilización
que supone la estrategia del “socialismo en un solo país” de Stalin. Trotsky
sistematiza su crítica al sistema estaliniano en La revolución traicionada
(1936). A medida que el impulso hacia la revolución mundial es detenido, se
incrementa el dominio absoluto de la burocracia dirigente con nefastas
consecuencias para la revolución, incluida la corrupción en el aparato estatal.
En oposición a la afirmación de Stalin que da ya por realizada la revolución,
Stalin afirma que el Estado proletario de la URSS se encuentra en una
situación intermedia entre el capitalismo y el socialismo, mediatizado por el
poder de la burocracia que se constituye como la única capa social
privilegiada. Es por esto que es necesario que la revolución salga al rescate
de la revolución. Como sostiene en La revolución permanente (1930), esta es
un proceso ininterrumpido, que no puede detenerse en ninguna etapa y debe
acentuarse para abrirse a la era de la revolución socialista internacional.

Trotsky señala que resulta imposible construir el socialismo de modo aislado,


haciendo abstracción de la división mundial del trabajo; asimismo, considera
que la renuncia al internacionalismo desemboca en un mesianismo nacional
ruso. En síntesis, Trotsky hace hincapié en la interdependencia de las
situaciones. La revolución permanente concierne tanto a la revolución en un
país determinado como a la revolución internacional, puesto que la
construcción socialista debe realizarse sobre la lucha de clases a escala
nacional e internacional.

Actividad de repaso

Para Lenin, el imperialismo representa…

… la fase superior del capitalismo, porque la expansión


del capital financiero conduce una disputa entre las
potencias europeas por el reparto del mundo.

… la fase superior del capitalismo, porque el capital


privado es disputado por las potencias europeas en
proceso de industrialización.

… la fase superior del capitalismo, porque el capital


industrial condiciona al Estado europeo a crear
organismos internacionales de crédito.

… la fase superior del capitalismo, porque los países


capitalistas se proponen constituir una organización
común internacional que asegure la industrialización.
… la fase superior del capitalismo porque la Guerra
Mundial obliga a los países capitalistas a defender sus
fronteras de la invasión imperial enemiga.

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C O NT I NU A R
Lección 4 de 6

Video conceptual

Interactive Video

C O NT I NU A R
Lección 5 de 6

Referencias

Lenin, V. I. (1902). ¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro


movimiento. Stuttgart, Alemania: Dietz.

Lenin, V. I. (1916). El programa militar de la revolución proletaria. En Jugend-


Internationale 9 y 10.

Lenin, V. I. (1984). El Socialismo y la Guerra. Moscú, Rusia: Progreso.

Lenin, V. I. (1997) [1917]. El Estado y la revolución. Madrid, España: Fundación


Federico Engels

Mellon, J. A. (Ed.). (2006). Ideologías y movimientos políticos


contemporáneos. Madrid, España: Tecnos.

Stalin, J. (1947). Cuestiones del Leninismo. Moscú, Rusia: Ediciones en


Lenguas Extranjeras.
Lección 6 de 6

Revisión del módulo

Hasta acá aprendimos

El Estado de derecho liberal



El Estado de derecho surge en el contexto de la Ilustración como resultado de las
luchas de la burguesía contra el Estado absolutista. Es un Estado constitucional,
de ideología liberal, que se tornará democrático con las luchas obreras del siglo
XIX.

El liberalismo político: clásico, conservador y radical



El liberalismo clásico es el conjunto de ideas políticas formuladas durante los
siglos XVII y XVIII en contra del poder absoluto del Estado, de las facciones
religiosas y de los privilegios. En los siglos XIX y XX dará lugar a dos corrientes:
conservadora y radical.

El comunismo

El siglo XIX está signado por las luchas de los obreros y del socialismo contra un
sistema económico-político de opresión y exclusión social. Sobre ese contexto
se pronuncian en perspectiva crítica Marx y Engels, dando origen al movimiento
comunista.

El Estado comunista: Lenin



Mientras se desarrollaba en Europa la Primera Guerra Mundial (1914-1918),
triunfa en Rusia la Revolución Bolchevique (1917) que tiene por líder a Vladimir
Lenin (1870-1924). Sus ideas políticas expresadas en diversas obras dan forma al
Estado comunista.

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