Del Illimani
Del Illimani
Del Illimani
Laja y Chuquiago, dos lugares para sellar un pacto, dos fundaciones para
bifurcar un destino. Los discordes en concordia, en paz y amor se
juntaron, y pueblo de paz fundaron, para perpetua memoria... o
desmemoria, quién sabe, pues La Paz no representa un concepto
unívoco, ni un recuerdo cerrado.
Así, pues, del Illimani, ahicitos, no sólo habrá un hueco lleno de hormigas
multicolores, sino también universos enteros, prestos a ser explorados,
conquistados y colonizados. Porque habrá acaso en la nasal voz de los
postmodernos copilotos andinos algo más que la promesa de un destino,
algo similar a un coro polifónico que irrumpe en medio de la sinfonía
bocinesca, en medio de un escenario caótico repleto de extras y efectos
de humareda, para conjurar el hechizo del frío, que entumece piernas y
corazones, con la naturalidad que impone el hambre a los 3600 días de
vida.
Habrá acaso debajo de los toldos multicolores algo más que frutas de
temporada, ropa gringa made in Bolivia o radio grabadoras Panatonic,
algo más cercano al ingenio que al contrabando, una especie de picardía
regida por las leyes de sobrevivencia, que manda al carajo los miles de
artículos del aparato legislativo/justiciero.
Habrá acaso en las esquinas algo más que cebras de peluche, corruptela
verde olivo, malabaristas gauchos o manos extendidas suplicando
monedas, algo más que una pausa folklórica en el irritante ritmo
vehicular, algo que provoca sonrisas, caridad, simpatía, desobediencia o
maldiciones entre la intermitencia tricolor de los semáforos.
Habrá acaso en las paredes algo más que blancura monopol, algo
parecido a versos clandestinos, a memorias de poetas anónimos que
plasman su impotencia, frustración, alegría, desengaño, esperanza, furia,
ideología, ánimo, amor, odio, calumnias, verdades, amenazas o
declaraciones, en ese maravilloso e inacabable papel que se extiende
por cuadras y cuadras y se ofrece, tentador/seductor, a las brochas o
aerosoles de la creatividad urbana, que no se cansa de escribir cosas
tales como: Cristo viene... ¡Hazte pepa!
Habrá acaso en la ínclita ciudad algo más que el reflejo del Illimani, algo
más que calles orinadas, crucificados en pelotas, marchadores de tiempo
completo, burócratas que esperan el viernes para ocultar el aro de
matrimonio y gastarse la quincena con una negra interesada, minibuses–
sardineras contagiadores de gripe, discos de Julio Iglesias con tapa de
Los Panchos, perros cagadores/cogedores/mordedores, travestis
cuarentones con minifaldas fucsias, bailarines de tilín,
carteristas/albertos/monreros/campanas/juglares que han aprendido las
historias del tío. Habrá acaso algo más que eso –y también eso, por qué
no–, junto –revuelto–, en paz –¿será?– y amor –¿será?–, para cantarlo,
contarlo, pintarlo, gritarlo, archivarlo y hacerlo conocer para perpetua
memoria.