Borges, El Hombre de Las Paradojas_Paz Ramos
Borges, El Hombre de Las Paradojas_Paz Ramos
Borges, El Hombre de Las Paradojas_Paz Ramos
RESUMEN
El presente artículo pretende estudiar los principios contradictorios en la obra de Borges. Estas
antinomias o paradojas —existentes en planos tan diversos como el idiomático, filosófico y cultural—,
son los cimientos de la obra borgesiana, pero muchas veces también son un intrincado rompecabezas
que el lector, especializado o no, tendrá que resolver si desea comprender el mundo narrativo de
Borges.
ABTRACT
The present article tries to study the contradictory beginning in the work of Borges. These antinomies
or paradoxes —existing in planes as diverse as the idiomatic, philosophical and cultural—, and are the
foundations of the work of Borges, but often also there are an intricate puzzle that the reader,
specialized or not, will have to solve if he wants to understand the world narrative of Borges.
INTRODUCCIÓN
Sobre Borges y su obra existe abundante bibliografía y una no despreciable parte de ella destinada
a analizar las creencias, tanto epistemológicas como religiosas, en las que ambas se fundamentan.
Pero la complejidad de las ideas y concepciones que Borges desarrolla ofrecen una inagotable cantera
para el análisis y la reflexión.
Como bien señala Batanad (1976: 12), casi todos los cuentos de Borges presentan un doble plano,
casi un doble fondo, en donde el segundo plano, como un espejo devuelve la imagen del primero, pero
invertida. Es así que en el presente escrito trataremos de identificar y develar la compleja maraña de
relaciones y conflictos que, consciente o inconscientemente, Borges usa como herramienta estético-
formal en un intento para consolidar y manifestar su mundo ficticio.
Nos ceñiremos a realizar un secuencial recorrido en el que analizaremos el interés casi utilitario que
Borges sintió por las contradicciones culturales, en donde el rigor científico se amalgama con las citas
inventadas o donde lo propio u hondamente argentino se funde con lo cosmopolita y universal;
buscaremos analizar su papel en el desarrollo del idioma castellano, en donde la intervención de
Borges se vuelve peculiar: un defensor de la tradición lingüística y un insurrecto de la norma
preestablecida; se hará un inventario de los esenciales problemas filosóficos que, en efecto, se
estampó en su obra; profundizaremos detenidamente en los principales elementos religiosos presentes
en su obra, así como aludiremos también al afán escéptico y agnóstico de la misma.
Por ende, este artículo busca exponer formas de leer a Borges que tomen en cuenta el carácter
doble y, a veces, conflictivo de su literatura.
Es conocido que Borges solía mezclar las citas apócrifas con las auténticas, la bibliografía inventada
con la real, con tal de dar un mayor cariz científico a sus cuentos o un talante más ficticio a sus
ensayos. Es así que la presencia de ontologías fantásticas, etimologías transversales, gramáticas
utópicas, bestiarios lógicos, matemáticas imaginarias, y recuerdos inventados son parte del inmenso
paisaje que Borges ofrece al estudioso o al hedónico lector, siendo para algunos, y con razón, el
erudito más grande de este siglo o el más descarado plagiario. En realidad esta paradoja, en opinión
de Muñoz (2001: 01) forma parte de un mismo juego: la relativización de los géneros y la falsificación
guardan un único propósito común, convertir toda su literatura en un enorme pasatiempo de conceptos,
donde el enigma intelectual comience en las unidades mínimas de expresión y termine alcanzándolo a
él mismo.
Borges busca con esta antinomia que el lector se convierta en un jugador activo, que deberá
resolver el puzzle de cada cuento, y luego ascender al nivel del metalenguaje, para más tarde buscar el
valor del mensaje en el conjunto de la obra, y después buscar soluciones en otras obras —De Quincey,
el Corán, la Biblia, Schopenhauer, Stevenson, Poe, Kipling, Spinoza, Shaw, Wells, u otros—, y por fin,
si es que acaba aquí el proceso, y si aún le quedaran fuerzas al denodado lector, contrastar los
resultados con la propia vida del autor y con la veracidad de los hechos "reales" que narra. De fondo,
es el escepticismo epistemológico el que socava cada línea borgesiana.
Y es que el escepticismo reconocido de Borges, que lo lleva a falsear los datos, el todo vale, es
tomado como la mejor herramienta para crear la ficción total. Esta particularidad esencial de su obra la
formula el propio Borges, en el "Epílogo" de su libro de ensayos Otras inquisiciones, allí él confiesa
"estimar las ideas religiosas o filosóficas por su valor estético y aun por lo que encierran de singular y
de maravilloso. Esto es quizás -dice- indicio de un escepticismo esencial".
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La obra de Borges se distingue por su internacionalismo y por el amor nostálgico de algunos lugares
míticos: Buenos Aires, el lejano Oriente, ciertos barrios o laberínticos senderos. A decir de Batanad
(1979: 10) es “la esquizofrenia argentina, por un lado los temas propios, el tango, el arrabal, donde no
faltan los duelos a cuchillos y tipos hondamente argentinos; y, por otro lado, ese cosmopolitismo que
hace universal su obra”.
Muchos señalan que no existe escritor más argentino (y para algunos más latinoamericano) que
Borges debido a que él se interrogó, como pocos, sobre la forma de la literatura en una de las orillas de
Occidente. En Borges, el tono nacional, no depende sólo de la representación de las cosas sino de la
presencia de una pregunta ¿cómo puede escribirse literatura, en una nación culturalmente periférica?
En cambio, otros tienen suficientes motivos para proclamarlo como un escritor cosmopolita. Claras
razones para esta afirmación es su relación tensa pero permanente con la literatura inglesa y con sus
símbolos extraídos de las lejanas mitologías de oriente y de la Cábala.
La literatura de Borges, para Sarlo (2007: 05) es una literatura de conflicto, en la que Borges
escribió en un encuentro entre dos caminos. Su obra no es tersa ni se instala en ninguna parte, está
perturbada por la tensión de la mezcla y la nostalgia por una literatura europea que un latinoamericano
nunca vive del todo como naturaleza original. A pesar de la perfecta combinación del estilo, la obra de
Borges sufre de una grieta central: se desplaza por el filo de varias culturas, que se tocan o se repelen
en sus bordes.
La relación de Jorge Luis Borges con el idioma castellano es conflictiva y, también, contradictoria.
Don Amado Alonso lo tachó de «un enemigo profesional de la literatura española». En cambio, para
otros será y es un referente de la lengua castellana. Desde luego, la reflexión de Borges sobre las
posibilidades del castellano como lengua literaria merece un detallado análisis. Borges confesó, según
cita Hernández (2009: 01I), que transmitir la música del idioma sería un verdadero motivo de
permanencia en la historia de una literatura. Dijo que lo intentó, pero que destruyó los tres o cuatro
ejemplos que su ingenio le permitió componer. Tarea dura de la praxis poética, que sin embargo es
apreciable. Borges lo repite: confiamos en el material sonoro de una lengua y en la posibilidad de su
combinación exclusiva, sustancial, íntima, propia... Digamos que las palabras tienen alma; en la unión
de lo poético y la música.
En definitiva, Borges se ve como un hombre de letras y como criollo. Como escritor aspira a ser el
mejor escritor del mundo, con el inconveniente de que este oficio es un oficio del tiempo y de la
competencia, y como tal tiene que situarse en el paralelo de los grandes escritores que en el mundo
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han sido. Como criollo es consciente de su doble. Y ser doble significa que su reflexión vive en el
paralelo de la dicción y del silencio.
El resultado es dos cosas que conviene situar convenientemente: Una, ser escritor es mucho más
que ser ciudadano de un país castellanoparlante de América. Dos, ser un ciudadano convencido de ser
y actuar en un país castellanoparlante de América es afirmar una condición, que es la marca trágica del
destino: un criollo, un doble en proyección. Desde la marginalidad, Borges logra que su literatura, por
ende el idioma castellano, dialogue de igual a igual con la literatura occidental.
En El idioma de los argentinos, Borges (1994) afirma “ahora la soberbia española practica una
diversa conducta, no quiere aceptar el socorro de los barbarismos y pone su toda y poca fe en recetas
caseras: en idiotismos, en refranes, en locuciones. Para nada quiere salir de su casa ni para bromear.
Yo confieso que a la cerrazón y huranía de los puristas de hoy, prefiero las invasiones generosas de
los latinizantes”. Pero es curioso, que en el mismo ensayo reivindica y ensalza el uso de las formas
latinas y los arcaísmos en la poesía gongorina y critica a sus “colegas” españoles, que a diferencia de
Góngora, rechazan la pureza del castellano y que en definitiva, lo empobrece en lugar de enriquecerlo.
Como vemos el papel de Borges en el desarrollo del idioma español es paradójico, como no puede
ser de otro modo: Admirador de Cervantes y Quevedo, no soportaba la "filosofía de lo hispánico" que
encarnaba Menéndez y Pelayo. Como bien lo señala Hernández (2009: 04), Borges es el pródigo
heredero de la tradición literaria española; e hijo airado y parricida hacia el centro de la tradición.
Borges, en una entrevista dada a María Esther Vázquez, citada por Muñoz (2001: 02), declara: “Yo
no tengo ninguna teoría del mundo. En general, como yo he usado los diversos sistemas metafísicos y
teológicos para fines literarios, los lectores han creído que yo profesaba esos sistemas, cuando
realmente lo único que he hecho ha sido aprovecharlos para esos fines, nada más. Además, si yo
tuviera que definirme, me definiría como un agnóstico, es decir, una persona que no cree que el
conocimiento sea posible". Es fácil imaginar, con este tipo de revelaciones, el gran problema que
significará interpretar en las páginas siguientes las auténticas creencias de Borges.
A pesar de estas declaraciones es evidente que Borges padece una terrible fascinación por la
metafísica. Se define a sí mismo, en una entrevista dada a Batanad (1974) como "un argentino perdido
en la metafísica"; aunque la frase es mordaz y lo que Borges pretende mostrar con su obra es que la
propia metafísica es el extravío, que es ella la que tiene una inmensa destreza para provocar el vértigo
intelectual. Este poder es el que embelesa a Borges, la potencia estética del pensamiento abstracto, su
capacidad para provocar el asombro, la inquietud o el desfallecimiento de la razón.
La filosofía y la metafísica son sin duda en Borges las fértiles tierras donde recoger la materia prima
para sus creaciones. Entre sus más recurrentes temas u obsesiones filosóficas podemos encontrar: el
problema de los arquetipos o las Ideas platónicas, la naturaleza y la inteligencia de Dios, el solipsismo,
la identidad personal, la negación del tiempo, la afirmación del espacio como un accidente del tiempo,
la inmortalidad, la memoria, el azar, la necesidad y la predestinación, la unidad y la multiplicidad...
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Entre sus filósofos predilectos se encuentran Berkeley, Hume, Spinoza y Schopenhauer. Sin
embargo, siempre hay que tener presente que todo es parte de un juego que no se sabe donde
empieza ni donde acaba; no es que necesariamente Borges comparta los postulados de sus mentores
filosóficos: "Yo he compilado alguna vez una antología de literatura fantástica [...], pero delato la
culpable omisión de los insospechados y mayores maestros del género: Parménides, Platón, Juan
Escoto Erígena, Alberto Magno, Spinoza, Leibniz, Kant, Francis Bradley. En efecto, ¿qué son los
prodigios de Wells o de Edgar Allan Poe [...] confrontados con la invención de Dios, con la teoría
laboriosa de un ser que de algún modo es tres y que solitariamente perdura fuera del tiempo? Borges,
al igual que la Escuela de Viena, considera a la metafísica como una rama de la literatura fantástica; y
al Dios de la teología, como tantos otros, una invención.
Es claro que Borges utiliza la filosofía. Los problemas filosóficos son los pequeños núcleos de los
que brota cada relato o ensayo, pero en una misma página Borges es capaz de sostener una idea y
luego su contraria, lo de menos es lo que se dice, lo que importa es suscitar conmoción estética al
decirlo. Así para Borges el universo es un caos, y no un cosmos. Aún admitida la existencia del
universo falta conjeturar su propósito, falta conjeturar la palabra, las definiciones, la etimología, el
secreto diccionario de Dios. Descifrar el enigma es conocer los secretos del universo. Otros problemas
atraen también el interés del escéptico escritor. El tiempo, el espacio, la eternidad, y el infinito ocupan
buena parte de sus reflexiones: cualquier medida espacial o temporal contiene infinitos laberintos de
espacio y tiempo; el infinito es un concepto corruptor y desatinador en que toda realidad se disuelve. El
tiempo puede ser reversible, cíclico o ramificado, la especulación de la eternidad con el tiempo es
frecuente. Además el infierno y el cielo están ligados a la eternidad y al destino del hombre. Es más, en
Borges se puede observar que cualquier medida de tiempo o espacio contiene el infinito, deduciéndose
que el menor de los hechos presupone y contiene el inconcebible universo, que una percepción supone
infinitas, sino todas las percepciones, que la historia universal está en cada hombre y un solo momento
equivale a una vida entera.
CONCLUSIONES
1) Borges mezcla la lógica de fuentes escritas auténticas, de fino erudito, con la de otras que son
falsas, o inventadas por él, a fin de dar mayor verosimilitud y poder de convencimiento a sus
relatos. Convierte su literatura en un enorme pasatiempo de conceptos y contradicciones en el
que utiliza informaciones, reales o recreadas, para exaltar los valores estéticos que poseen y
su capacidad de maravillar.
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3) Borges logra que el idioma castellano, a través de su literatura, alcance elevados niveles de
expresividad, al igual que el de otros grandes exponentes de la literatura occidental; utiliza para
ello las formas tradicionales, puristas, del lenguaje y, a la vez, los barbarismos y nuevos
términos de los latinizantes del idioma, especialmente los del habla argentina.
4) Utiliza los diversos sistemas filosóficos, metafísicos y teológicos con fines literarios, como
materia prima de sus creaciones, para provocar asombro y la necesaria conmoción estética,
pero no cree en ellos, pues se define como agnóstico y considera a Dios una invención.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BATANAD, R (1976). Coloquio con Borges. Madrid-España. Transcripción de Entrevista a Jorge Luis
Borges, trasmitida a Televisión Española, en febrero de 1976.
HERNANDEZ, D. (2009). Borges y la paradoja de la centralidad. España. En: Centro Virtual Cervantes.
[disponible en línea] http://cvc.cervantes.es/ACTCULT/borges/espaarge/05e2.htm [Consultado el 02
de agosto de 2009]
MUÑOZ, J. (2001). ¿En qué creía Borges? En: Revista Estigma, Vol. 2. Málaga-España. Editorial
Independiente.