Lilith - N. C. González

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Los personajes y eventos retratados en este libro son ficticios.

Cualquier similitud con


personas reales, vivas o muertas, es coincidencia y no es intención del autor.

© 2024, Lilith - N. C. González


N.º de Registro de la Propriedad Intelectual: 00765-01862628

Corrección ortotipográfica: Miriam del Rocío


Diseño de portada: Sara García
Maquetación editorial: Georgia Delena
www.maquetacionlibros.com

ISBN:
Primera edición: 2024

Todos los derechos reservados. No está permitida la reimpresión de parte alguna de este
libro, ni tampoco su reproducción, ni utilización, en cualquier forma o por cualquier medio,
bien sea eléctrónico, mecánico, químico o de otro tipo, tanto conocido como los que
puedan inventarse, incluyendo el fotocopiado o grabación, ni se permite su
almacenamiento en un sistema de información y recuperación, sin el permiso anticipado y
por escrito del autor.
Advertencia:
Este libro incluye contenido que puede herir la sensibilidad, escenas de maltrato y
contenido sexual explícito. Por lo que no es recomendado para menores de 21 años.
Cuando estés rodeado de oscuridad y pienses que estás perdido,
recuerda que siempre habrá un rayo de luz que te tienda una mano
para salir y acompañarte en todos tus caminos, tu familia.

Para las personas que siempre me acompañan.


La vida ha sido muy cabrona conmigo, pero, yo soy más cabrona
porque no me rindo.
Frida Kahlo.
CAPÍTULO 1
Alexander

A
hí está ella, mirándome con su radiante sonrisa y ese brillo en los
ojos que irradian tranquilidad y amor. Después de luchar durante
tantos años, de haberme convertido en el ser más temible para
recuperar todo lo que le arrebataron, lo que nos pertenecía por derecho, lo
único que quiero es poder ver su sonrisa y ese resplandor en el que me
observo mientras me devuelve la mirada.
Abro los ojos y suspiro, saliendo de esa parte de mi cerebro que me regala
paz, para ver que lo único que me devuelve la mirada es mi propio reflejo
en los cristales de las ventanas de mi oficina mientras contemplo la ciudad.
Ha sido un viaje muy largo y duro hasta llegar aquí, hasta recobrar lo que
es mío. He hecho muchas cosas, pero no me arrepiento de nada. Mi propio
padre me mandó al infierno esperando que muriera en él, pero en vez de
eso regresé transformado en el mismísimo Lucifer. Aun así, habiéndolo
obtenido todo, sería capaz de dejarlo de lado por volver a verla, a abrazarla
o tan siquiera escuchar su voz una vez más. Mucha gente se reconforta
pensando que cuando muera podrá estar con sus seres queridos, pero yo sé
que ese no será mi destino.
Ella era un ángel terrenal, uno de esos que aparece cada muchos años y
que solo teniendo mucha suerte en la vida se cruza en tu camino. Sé que
está en el cielo viendo cómo al final me convertí en todo lo que no habría
querido, que si logré recuperar lo que nos pertenecía, perdí mucho más
por el camino. Por mis acciones no la volveré a ver, solo tengo cabida en el
infierno. A mí me espera el dolor y el sufrimiento que he causado y
causaré, así es, mi alma ya no tiene salvación, ya no hay ningún ángel que
me ayude a redimirme. Cuando muera, lo haré sabiendo a dónde voy y con
la mente tranquila, porque se hizo justicia, aunque el precio fuera mi alma.
Estoy perdido en mis pensamientos cuando llaman a la puerta de mi
despacho. Dejo entrar a la persona que llama y veo que aparece una de las
secretarias, no recuerdo su nombre, la verdad, no recuerdo el de ninguna,
para eso tengo a Rafael, mi mano derecha y mi torre, uno de los demonios
que traje conmigo del infierno para ayudarme con mis objetivos.
Entra con un café y doy por hecho que Raf no ha vuelto del recado al que
le mandé, aun así, esta chica no viene a esto sino a otra cosa. Todos en este
edificio saben que no ingiero nada que no haya sido traído directamente
por una de mis torres. Entra meciendo sus caderas de un lado a otro, con
ese vestido ajustado y un escote que deja ver la mitad de sus pechos; es
guapa, para un rato por lo menos.
—Buenos días, señor Knight, le traigo una bebida.
No contesto, simplemente le hago un gesto para que lo deje sobre la
mesa, total, no voy a tocarlo. No he llegado a donde estoy haciendo amigos
precisamente, tengo muchos enemigos y uno de los principales es mi
progenitor y antiguo director de esta empresa, así que nunca se sabe hasta
dónde puede llegar su mano con tal de deshacerse de mí.
La chica obedece y deja la taza en la mesa junto a los sofás, se me queda
mirando con ojos de cachorro abandonado y mordiéndose el labio inferior
mientras espera que dé mi siguiente orden. Sé muy bien lo que ella quiere
y ahora mismo no me vendría nada mal sacar un poco de frustración.
Camino hacia el escritorio y me siento en la silla, dejando mis largas
piernas abiertas. Le hago un gesto hacia abajo con el dedo, indicándole que
venga y se arrodille aquí. Ella obedece, no protesta ni hace preguntas,
nunca lo hacen. Piensan que así lograrán subir de puesto, convertirse en
mis amantes o incluso en la señora Knight. Sonrío, qué ilusas, jamás van a
lograr nada más que hacerme una mamada, ni siquiera mantengo sexo con
ellas.
Una vez colocada delante de mí, empieza a desabrocharme el cinturón y
saca mi pene ya erecto hacia afuera. Con la misma mano, lo coge y se lo
mete en la boca. Empieza a chupar con ansias mientras que con la otra me
agarra todo lo que no le entra, que no es poco, y sube de arriba a abajo
haciendo presión. Recuesto mi cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, y tiro
de su pelo para mantener su cabeza en el sitio, mientras con la otra mano
sujeto el arma que llevo a la cintura, lista para usarse si es necesario.
La chica se esmera bastante y no lo hace mal, pero no es suficiente para
complacerme del todo, así que empiezo a mover mis caderas con fuerza,
follando su boca sin descanso. Me da igual si se atraganta o no. Busco mi
placer, aunque no sé por qué razón siempre me cuesta tanto conseguirlo,
igual es por tener que mantener siempre un dedo en el gatillo. Pone sus
manos en mis caderas en un intento de frenarme, mas no consigue nada,
ahora quiero liberarme y lo voy a conseguir. Me importa un bledo cómo se
encuentre ella.
No me falta mucho, así que acelero el ritmo y doy mis últimos empujones
con toda la fuerza que puedo, hasta que logro liberarme en su boca con un
gruñido interno. Termino justo a tiempo para que alguien irrumpa en mi
despacho sin llamar y levanto la mirada para encontrarme con mi tío, el
único capaz de entrar así y no perder la cabeza. Me salgo de ella y me
abrocho los pantalones mientras él se sienta en una silla delante de mi
escritorio y la secretaria se levanta poco a poco.
Está hecha un desastre, tiene lágrimas por toda la cara, el maquillaje
corrido y semen que le cae por la barbilla hasta las tetas. La chica, al darse
cuenta de que mi tío se encuentra aquí, se pone roja como un tomate e
intenta hacerse la santurrona, como si no hubiese sido ella la que quiso
hacerme una mamada. Odio a esta clase de mujeres.
—Ya que has terminado tu labor con mi sobrino, puedes retirarte. Y
límpiate un poco, no creo que quieras que te vean así —le dice,
ofreciéndole un pañuelo.
Lo coge sin contemplarlo a los ojos de la vergüenza y solo alcanza a decir
un simple gracias casi inaudible. Pongo los ojos en blanco y le grito para
que se largue de una vez, tengo cosas que hacer. Se gira a verme y en
cuanto observa el arma que acabo de dejar sobre el escritorio sale volando
de mi despacho. Por fin solos.
—Sabes, algún día tendrías que procurar mantener sexo con alguna
chica sin uno de tus dedos en el gatillo.
—Es el precio que hay que pagar por estar donde estoy —le digo
mientras termino de acomodarme la ropa.
Él mueve su mirada hacia el ventanal. Reconozco en ella su dolor y
preocupación por mí y mis torres, pero esto es algo que nunca pudo evitar.
—Solo espero que esta chica no sea como la anterior y piense que tiene
privilegios por haberte hecho un trabajo especial.
—Ese es su problema, no el mío, pero tranquilo, si se pasa de la raya
puedes despedirla.
Él simplemente me hace un gesto afirmativo con la cabeza en señal de
compresión, tampoco es que vaya a ser la única que hemos tenido que
despedir por estos motivos. Entre las que me hacen trabajos a mí y las que
se folla Matthew, mi mano izquierda y segunda torre, otro de mis
demonios traído del infierno, creo que hemos mantenido actos sexuales
con todas las mujeres deseables de esta empresa.
—Así se hará, aunque agradecería que dejaras de follarte todo lo que se
menea delante de ti. Tu tía y yo seguimos esperando que encuentres esa
mujer que haga que sientes la cabeza y quién sabe, incluso logre salvar tu
alma.
Mi tío siempre es así, está convencido que aún tengo salvación cuando
sabemos que no, se necesitaría un puto milagro para conseguir eso y ya fui
testigo de uno, no creo que me manden otro.
—Primero, no me la follé, me hizo una mamada y no muy buena, si me
preguntas. Segundo, sabes que una redención para mí tendría que ser un
jodido milagro, uno más que grande, teniendo en cuenta que no pienso
cambiar.
Él suspira y me dedica su mirada de: “Te comerás tus palabras”. Pero no
discute más, sabe que es una batalla perdida. Me quedo en silencio
esperando que me diga de una vez a lo que vino, dudo mucho que sea por
la secretaria.
—Te recuerdo que a partir del lunes se incorporará esa nueva abogada de
la que te hablé y te pediría que con ella mantuvieras tu polla metida dentro
de los pantalones —me expresa con tono acusador, ni que me la sacara
delante de todas.
—Entonces, ¿ya te aburriste de jugar a los profesores y por fin vuelves a
la realidad?
—Alex, yo no jugaba, ayudaba a un amigo —me dice mientras se masajea
las sienes.
—Yo no vi a muchos amigos ayudándote cuando lo necesitaste —le digo,
siendo consciente de que él sabe perfectamente a lo que me refiero.
Siento dolor en sus ojos por mis palabras, pero desaparece tan rápido
como llega. Soy un cabrón, no debí haber dicho eso, pero muchas veces
olvido a quién tengo delante a la hora de hablar, así que prefiero cambiar
de tema.
—¿Cuándo me hablaste de una nueva abogada? ¿No tenemos suficientes?
—Te hablé de ella la última vez que te vi mientras tú te dedicabas a
sobarle el culo a la camarera y accediste a contratarla. Y no, no necesitamos
más abogados, pero ella es a la que pienso preparar para sustituirme.
Porque eres consciente de que no estaré siempre, ¿verdad? —dice,
mirándome a los ojos.
—¿Y no vale alguno de los que tenemos?
—Teniendo en cuenta que entre tú y Matt os habéis acostado con todas
las mujeres de mi departamento y los hombres te tienen pánico, te diría
que no, por eso tuve que buscarme una nueva candidata.
Esto me exaspera, ¡¡que yo no me follé a nadie!! Paso de seguir
repitiendo lo mismo; además, por otro lado, esta conversación me parece
muy interesante. Me levanto y sirvo dos vasos de whiskey, le entrego uno y
me siento en mi sitio mientras doy un sorbo al mío.
—¿Qué te hace pensar que esta es diferente?
Él se encoge de hombros mientras juega con los hielos de su vaso.
—Llámalo intuición, sobrino, pero también el hecho de que si no preparo
a alguien digno te quedarás sin abogado de confianza y ambos sabemos
que lo necesitas —levanta la vista del vaso—. De verdad, Alex, es una gran
abogada, primera en su promoción, especializada en la parte mercantil y
habla seis idiomas con fluidez, además de estar aprendiendo ahora mismo
mandarín. Por favor, hazlo por mí y mantén eso —dice señalando mi pene
— en su sitio con ella.
Me entra la risa, ¿en serio se acaba de referir de esa forma a mi polla? Sé
que mi tío se merece un descanso, ha luchado como un león para criarnos y
protegernos a los tres, sobre todo a mí. No fue nada fácil para él perderlo
todo por querer protegerme, si me hubiera dejado de lado como hicieron
los demás, no habría tenido ni la cuarta parte de los problemas por los que
pasó, pero tanto él como mi tía tomaron otra decisión. Gracias a eso estoy
vivo y les estaré eternamente agradecido.
—Vale, lo intentaré, pero el lunes cuando llegue quiero conocer a tu
famoso diamante y —le digo levantando el dedo índice en su dirección
mientras apoyo el codo en mi escritorio— si ella es la que viene a por mí y
me quiere para algo fuera de lo laboral, yo no me hago responsable.
—Hecho, sé que no lo hará —me dice esbozando una sonrisa.
¿Por qué está tan convencido de que no querrá nada conmigo? Hasta
ahora nunca he tenido que buscar una mujer, siempre han venido a mí.
—Por cierto, ¿estás seguro de que es la adecuada para sustituirte? Sabes
que si va a hacer tu trabajo tendrá que ocuparse de todos los negocios, no
solo de este —le pregunto enfatizando la palabra todos.
—Tranquilo, es inteligente y también tiene carácter de sobra para
manejar cualquier situación, confía en mí.
Asiento. Si él tiene tanta confianza en ella, debo fiarme, este hombre es
como un padre para mí, sé que jamás me engañaría. Pero he de admitir
que esa chica despierta mucho mi curiosidad, no sé qué tendrá para que mi
tío la tenga en tan buena estima y me insista tanto en mantenerme alejado
de ella. Él nunca se metió en esos asuntos. Y lo peor es que, por alguna
razón que no llego a entender, cuanto más me insta a alejarme, más interés
tengo en conocerla.
CAPÍTULO 2
Scarlett

D
espués de varios años rompiéndome la cabeza, esforzándome hasta
el agotamiento, hoy culmina mi carrera, por fin voy a obtener mi
título en Derecho Empresarial. He dedicado toda mi vida a esto, no
he salido de fiesta ni he cogido una borrachera, toda mi existencia se ha
basado en los libros. En convertirme en alguien importante por mí misma,
para no tener que depender de mi padre y lograr mi independencia. Hoy,
voy a empezar mi propio camino. Uno lejos de él, no es que no estemos
unidos, simplemente que yo he sido una carga. Una de la que se deshizo en
cuanto pudo mandarme lejos.
Durante muchos años esperé que volviera a por mí, que se arrepintiera,
pero nunca volvió. El día que comprendí que jamás pasaría fue el día que
tomé la decisión de rehacer mi vida, de trabajar tan duro como pudiera
para no tener que regresar a él y poder formar mi propia familia. La
verdad, por un momento pensé que lo había conseguido, que iba
encaminada a ello. Terminé los estudios, me gradué como primera en mi
promoción, tenía un prometido y un puesto de trabajo esperándome. Pero,
como todo en mi vida siempre sale mal, esto también.
Y así fue que encontré a mi prometido, bueno, ex, Jeremy Reece, en su
habitación con una muñeca plástica, Ashley Thompson, y no estudiando
que digamos… Fue un golpe bastante duro de asumir, teníamos una vida
planeada juntos, un futuro y todo se fue por la borda. ¿Por qué? Por un
puto calentón. Lo más jodido fue que el trabajo que iba a hacer que
comenzara mi vida no era otro que en el bufete de abogados de su padre,
por lo que en menos de media hora pase de tener una carrera, un trabajo y
una futura familia a tan solo una carrera.
El padre de Jeremy no me negó el trabajo, eso fue decisión mía, no
quería pasar mi vida trabajando al lado de ese idiota. Igual no era la mejor
de las decisiones, pero fue la que tomé. Su padre se puso furioso con él,
incluso le hizo pedirme perdón, alegando que se arrepentiría de perderme
y que no sabía lo que hacía. Eso me tomó por sorpresa, sé que su padre me
tenía en muy buena estima, pero nunca pensé que tanto. Jeremy ya llevaba
suplicándome dos días y ese día no fue diferente, según él no sabe qué le
pasó, no entiende cómo terminó con ella cuando él me quiere a mí. Sin
duda me lo demostró cuando gemía su nombre mientras se la tiraba.
—Scarlett, ¿estás lista?, ¿o sigues pensando en ese gilipollas?
—¡Ya voy!
Ahí está mi compañera de piso y mejor amiga Luisa Luca, una mujer
exuberante y bastante loca, ella sí que alegra mis días.
—Venga, vamos, Scar, o vamos a llegar tarde y sabes que lo odio.
Además, recuerda que el profesor Brown dijo que quería verte antes de la
graduación.
—Sí, sí, lo recuerdo, ¿qué crees que querrá?
—No sé, ¿quizás una cita? —Se me abren mucho los ojos, ¡por favor que
no sea eso!
—Oh, vamos, solo estaba bromeando, deberías ver tu cara… —me dice
mientras se aleja de mi habitación llorando de la risa.
A ver, no digo que el señor Brown no sea guapo, de hecho sí que lo es, es
alto, moreno y de ojos color miel, con un cuerpo que aunque esté oculto en
esos trajes que se pone todos los días, se ve que está más que bien y esas
gafas lo hacen aún más sofisticado. Pero sin duda no es mi tipo, es un gran
profesor, uno que desde que llegué cuidó de mí como si fuera de su
familia. Al principio me parecía raro, pero luego terminé
acostumbrándome, diría que lo veo como la figura paterna que nunca tuve.
—Deja de darle tantas vueltas a la cabeza, ¡y vámonos de una vez!
Pongo los ojos en blanco, a esta mujer le encanta gritar, pero será mejor
que me apure, lo último que quiero es hacerla enfadar, da mucho miedo
cuando lo hace. Me doy un último vistazo al espejo, hoy voy con mi pelo
castaño claro recogido en un moño, un vestido azul de manga corta, sin
escote que me llega un poco por encima de las rodillas, algo formal que se
ajusta a mis curvas sin ser provocador, y unos tacones negros no muy altos.
Vamos, cómoda y formal, ese es el atuendo de hoy, combinado, claro está,
con un maquillaje ligero que acentúa mis ojos azules.
—Ya estoy lista, así que intenta mantener el genio a raya, por favor.
—Perdona, pero sabes que odio llegar tarde, además, ¿qué llevas puesto?
Como sigas vistiéndote así, seguirás sin follar hasta la eternidad.
Me pongo roja como un tomate. ¿Por qué tiene que sacar estos temas?
—Tu cara me lo dice todo, pero no te preocupes, esta noche cuando
salgamos a celebrarlo te ayudo a buscar a alguien con quien desahogarte —
dice guiñándome un ojo.
Juro por Dios que un día la mato. Es verdad que desde hace dos meses
que rompí con Jeremy no he estado con nadie, pero dudo mucho que me
haga falta tanto como ella dice. Mejor nos vamos, ahora que aún puedo
mantener una conversación digna con mi amiga. Además, tengo que salir
mentalizada para el día de hoy, voy a cruzarme con la zorra de Ashley, que
no ha parado de presumir por haberse acostado con mi ex, lidiar con el
idiota de Jeremy, averiguar qué quiere el señor Brown y aguantar todas las
preguntas incómodas sobre dónde está mi padre o por qué nadie viene a
verme. Y todo eso, mientras me gradúo y doy un discurso a la clase. Sí, sin
duda va a ser un día de lo más completo.
Al salir al campus en dirección al anfiteatro nos cruzamos con un
montón de estudiantes y familiares que vinieron a la ceremonia. Poco a
poco nos vamos adentrando en la sala de actos donde nos encontramos con
los padres de Luisa, una pareja muy amable y divertida; el señor Luca,
Leonardo, como me exige llamarlo, es uno de los mejores cardiólogos del
país y su madre, la señora Luca, Sara, es una exmodelo que ahora tiene su
propia línea de ropa.
Desde que nos conocimos a principio de este curso me han tratado muy
bien, hasta el punto de que, según ellos, soy como una hija más. Fue una
gran suerte entrar en sus vidas. Resulta que Luisa estaba en una habitación
con otra compañera, con quien se llevaba bien; por alguna razón la
trasladaron a mi cuarto y, aunque al principio venía bastante enfadada,
rápido nos hicimos amigas y ahora somos inseparables.
No se puede negar de dónde sacó Luisa la belleza. Su madre sin duda es
una mujer increíble, alta y atlética, rubia, de ojos verdes, de tez blanca y
limpia, sin imperfecciones a la vista. Son dos gotas de agua, así es como
Luisa tiene tantos admiradores. Su madre incluso roba muchas miradas de
los chicos cuando viene a verla, tantas que el señor Luca se pone furioso.
En la última visita dijo que la próxima vez que viniera traería un rifle para
todos esos depravados que no les basta con mirar a su hija, sino que
también tienen que mirar a su mujer. Ese día nos reímos mucho, fue muy
gracioso ver al gran doctor amenazando a gritos a todos los chicos en pleno
jardín. Ahora que lo pienso… no habrá traído el rifle, ¿verdad?
—Buenos días, señor y señora Luca —saludo con calma mientras miro
por si veo algún bulto que pueda parecer un arma.
—¿Cómo he de decirte que nos llames por nuestros nombres, Scarlett? Y
tranquila, querida, no he dejado que traiga ningún arma, pero no puedo
decir que no lo intentara —me responde Sara entre risas, mientras
Leonardo la mira entrecerrando los ojos.
—Y lo habría hecho si no me hubieras detenido, mira cómo todos os
miran, es que no tienen respeto por nada. —No puedo hacer más que
reírme con esta pareja, de verdad que los adoro.
—Hola, papá; hola, mamá, ¿habéis visto que estoy aquí, verdad? —se
queja Luisa haciendo un puchero de los suyos, da igual la edad que tenga,
ante los ojos de sus padres sigue siendo su niña mimada.
—Oh, por supuesto, cariño, estás hermosa como siempre, ese vestido te
queda perfecto. ¿Por qué no ayudaste a Scarlett a vestirse? No te ofendas,
cariño, pero tienes un cuerpo hermoso, podrías enseñarlo un poco.
Pongo los ojos en blanco, ya empezamos, Sara y Luisa son, como dije, tal
para cual… Suerte que tengo a Leonardo aquí o me perdería la graduación
para hablar de mi outfit.
—Pues yo no estoy de acuerdo, Scarlett va perfectamente vestida, no
entiendo por qué Luisa no podía ponerse algo así.
—Por Dios, papá, encima va la túnica, además, mamá siempre dice que
si tengo buen cuerpo es para lucirlo, no para ocultarlo, cosa que pienso
animar a Scarlett a hacer esta noche —me suelta mi supuesta amiga
mientras me guiña un ojo.
Aún me pregunto cómo me dejé convencer para este plan.
—Me parece una idea fantástica, hija. Scar, tienes un cuerpo hermoso y
deberías enseñarlo más, y así demostrarle a ese tonto de Reece lo que se
perdió.
Así es la madre de Luisa, siempre dice lo que piensa y le da igual sobre
quién sea o dónde esté, la admiro mucho por ello.
—Sí, bueno, yo prefiero la comodidad a la extravagancia, pero prometí
dejarme vestir hoy por su hija, así que no me va a quedar otra.
—Y voy a hacer que babeen por ti todos los hombres del país, vas a
convertirte en la mujer más deseable, todos los hombres van a querer
terminar en tu cama —dice Luisa con una sonrisa de oreja a oreja.
—Por Dios, ¿os dais cuenta de que sigo aquí? ¿O es que me convertí en un
hombre invisible? —interviene Leonardo.
Nos echamos las tres a reír, este hombre es muy posesivo con las mujeres
de su casa, pero como las adora, siempre deja que hagan lo que quieran,
aunque sea él quien termine con el dolor de cabeza. Ojalá yo tuviera algo
parecido en casa, pero mi madre murió al darme a luz y mi padre brilla por
su ausencia. Básicamente, me he criado con las niñeras hasta que llegó la
edad en la que pudo mandarme a un internado.
—Cambiemos de tema antes de que mi marido se ponga a los gritos otra
vez, ¿Scar, hoy no vino tu padre?
—No lo he visto, pero dudo que venga, cuando le informé a su secretaria
de la fecha me dijo que tenía un viaje de negocios, así que imagino que no
vendrá —le contesto a Sara encogiéndome de hombros.
¿Me sigue doliendo que no venga? Sí, ¿estoy acostumbrada a este dolor?
También.
—Cariño, sabes que si quieres puedes venir a casa con nosotros mientras
no encuentras trabajo, no tienes por qué estar sola.
—Lo sé, muchas gracias, pero…
—Ni peros ni nada, ya lo hemos hablado y te vas a venir —me
interrumpe Luisa cruzándose de brazos, claro significado de que me va a
llevar a rastras hasta su casa si me opongo.
—Bueno, ya que está todo decidido será mejor que vayáis a vuestros
sitios antes de que empiece la ceremonia, mañana vendrán a buscar
vuestras cosas.
Dicho eso y antes de que pudiera tan siquiera contestarle a Sara, Luisa
me coge del brazo y me lleva a rastras hasta nuestros asientos.
—Luisa, de verdad no tienes por qué hacer esto, tu familia y tú ya sois
demasiado amables conmigo, puedo irme a casa o alquilarme un piso —le
comento a mi amiga mientras me sigue arrastrando.
Mi padre nunca me dio afecto, ni siquiera una mirada cuando pasaba,
pero dinero nunca me faltó. Incluso si él me lo hubiera negado, habría
tenido el de la herencia de mi madre, que tampoco es escaso.
—Ni hablar, te vienes a mi casa y si alquilas que sepas que tendrá que ser
de dos habitaciones porque no me pienso separar de ti y… ¡Mierda!
—¿Qué pasa? —le pregunto, sorprendida por su reacción.
Sigo su mirada y me doy cuenta de por qué viene esa interrupción.
Sentados junto a nuestros asientos, está la pareja que menos querría ver:
Jeremy y Ashley. Dios, ¿por qué te gusta tanto fastidiarme?
—Tranquila, Lu, solo será un rato, puedo soportarlo. Además, será la
última vez que nos veamos, así que, ¡que le den!
—Esa es la actitud, pero te juro que como esa zorra diga algo le parto la
cara aquí mismo. —La creo, Luisa tiene el mismo nivel de carácter que de
belleza.
Dicho eso, nos vamos a sentar a nuestros respectivos lugares. Una vez
llegamos, los ojos de Jeremy se conectan con los míos, he de decir que
aunque sea un idiota y un traicionero no deja de ser muy guapo. Es alto, un
metro ochenta para ser exactos, pelo negro y corto, ojos verdes, una
mandíbula bien definida y un cuerpo bien curtido por el gimnasio: brazos
fuertes, espalda ancha y una tableta de chocolate que dan ganas de lamer
hasta el último rincón, y si hablamos de su palo… en ese aspecto tampoco
está nada mal. Pero ¿qué me pasa? ¿Por qué estoy pensando en eso? Al final
va a ser verdad que necesito sexo.
—Hola, Scar, estás hermosa —me dice el muy idiota en cuanto me
siento.
No me molesto ni en contestarle, prefiero pasar este mal rato
ignorándolo que escuchando sus tonterías.
—¿Aún no quieres hablarme? En serio, Scar, ¿cuántas veces tengo que
decir que lo siento? De verdad te echo de menos, si pudiéramos hablar al
terminar la ceremonia… Por favor, necesito que me creas, no quería
hacerlo, no sé qué me pasó… —dice mientras se le entrecorta la voz.
Suena dolido de verdad y tiene los ojos rojos a punto de llorar, pero me
da igual, yo los vi, él me engañó. ¡¿Cómo puede decir que no quería
hacerlo?!
—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar, ahora cállate, no quiero que tu
novia se enfade conmigo por tus tonterías —le digo entre dientes.
Aunque parezca dolido, pude ver cómo lo disfrutaba, joder, lo escuché
gemir su nombre.
—Ella no es mi novia, es más, no sé ni por qué está aquí sentada, ya te
dije que te largaras, que este lugar no es el tuyo —le dice girándose hacia
ella, Ashley abre mucho los ojos por sus crueles palabras.
—Pero, Jeremy, yo…
—¿Tú qué? ¿No te llega con robar a los hombres de otras, que ahora estás
tan desesperada que te dedicas a robar los asientos? Ya puedes largarte de
aquí y tú, señor capullo, ya puedes dejar a mi amiga en paz o voy a tener
que darte una lección de maquillaje y dudo que quieras aparecer en las
fotos con un ojo morado.
Y así es como Luisa termina con una conversación, Ashley se gira hacia
Jeremy en busca de ayuda y él la ignora por completo, solo se queda
mirándome con tristeza mientras yo opto por fijar mi atención hacia el
escenario. Ashley se levanta y sele enfurecida y echándome una mirada de
esas que si pudieran te dejan en el sitio.
El resto de la ceremonia pasa en paz. En cuanto dicen mi nombre me
levanto, recojo mi diploma e incluso doy un discurso por ser nombrada la
mejor estudiante de la promoción. Espero que esto ayude en algo a la
búsqueda de empleo, de verdad. Lo último que quiero es tener que volver a
casa de mi padre, prefiero irme al extranjero, de algo me tendrán que valer
tantos idiomas.
Una vez termina la ceremonia salgo del salón de actos esforzándome por
esquivar a Jeremy, al que veo varias veces seguirme con los ojos en cada
movimiento. Cuando se da cuenta de que me voy, se apresura detrás de
mí, suerte que hay tanta gente y puedo esquivarlos a él y a su padre, es un
buen hombre, pero no para de insistirme en que vuelva con su hijo y, de
verdad, es algo de lo que no me apetece hablar ahora. Justo cuando creo
que estoy fuera de peligro, alguien me coge del hombro y me hace saltar del
susto. Al girarme, preparo a mi mente para la conversación y doy un
suspiro de alivio al ver al señor Brown y no a quien me temía.
—Parece aliviada de verme, señorita Reych, ¿se había olvidado de que
teníamos que hablar?
¿Tan obvia soy?, ¿cómo le explico que estoy huyendo de mi exnovio y de
su padre…?
—Hola, señor Brown. Disculpe, pensé que era otra persona, no me había
olvidado de ello, pero como no lo vi antes, iba a buscarlo ahora.
—Seguro que sí, señorita Reych, aunque no sé por qué extraña razón
parece que estaba huyendo del campus, pero como tiene tanta prisa en
irse, iré directo al grano. Usted sabe que yo únicamente di clases este año
para ayudar a la universidad, ya que el profesor original no estaba
disponible, pero no es a lo que me dedico a diario.
—Sí, por lo que he oído, trabaja para una multinacional como jefe del
departamento jurídico.
—Así es, para el Grupo Knight.
Me quedo de piedra, eso no es cualquier multinacional, sino la reina de
las multinacionales, dirigida ni más ni menos que por El Diablo de los
Negocios, o así es como lo conocen. Alexander Knight, un hombre
increíblemente hermoso e igual de despiadado, por lo que comentan.
—No esperabas que trabajara ahí, ¿verdad? ¿Qué pasa, tan mediocre me
crees? —me dice mientras se le forma una pequeña sonrisa en los labios.
—No, no, para nada, es que me impactó un poco la noticia, nada más.
—Ya veo. Bueno, a lo que íbamos, te cuento todo esto porque me he
enterado de que ya no vas a ir al bufete de Reece, así que me gustaría que te
unieras al Grupo Knight como abogada y mi pupila. En serio, creo que
aprenderías mucho y podrías crecer en tu carrera, y, por supuesto, serías
bien remunerada, los sueldos del Grupo Knight están por encima de lo que
pagan en el despacho de Reece o en otras empresas.
Me acabo de quedar pasmada, nunca me imaginé no solo que el señor
Brown trabajara para la empresa más importante, sino que quisiera que yo
lo hiciera con él. Soy consciente que ahí emplean a lo mejor de lo mejor, ni
en mis mejores sueños me imaginé entrar en ese lugar.
—¿Pero yo reúno las condiciones del señor Knight para la selección? He
oído que son muy exigentes con sus trabajadores.
—Si no lo hicieras, no estaría hablando contigo, ¿no crees? ¿Acaso no
quieres el puesto?
—Sí, por supuesto que sí, ¿cuándo tendría la entrevista?
—Creo que no lo entiendes, no hay entrevista, tú ya estás dentro si así lo
quieres, podemos decir que tu entrevista fue todo el año y la has superado
con creces, enhorabuena.
Casi me pongo a gritar de la emoción, lo que hace al señor Brown reírse a
medias y negar con la cabeza.
—Entiendo que eso es un sí. Aquí tienes mi tarjeta, te veo el lunes en la
empresa, llámame cuando estés en la puerta y me encargaré de que te
ayuden a registrarte y todo el papeleo.
—Muchas gracias, señor Brown, prometo no fallarle.
—Cuento con ello, señorita Reych, cuento con ello.
Me quedo ahí parada con cara de tonta, mirando la tarjeta que tengo en
la mano, cuando se lo diga a Luisa va a alucinar. Por fin mi suerte empieza
a cambiar, o eso espero.
CAPÍTULO 3
Scarlett

A
ún no me lo puedo creer, hoy por la mañana no tenía ningún
proyecto de futuro, ni sabía qué iba a ser de mi vida, pero aquí
estoy envuelta en una toalla, lista para dejarme vestir por mi mejor
amiga para irnos a una discoteca. No solo vamos a celebrar nuestra
graduación, sino también el hecho de que voy a empezar a trabajar en una
de las mejores empresas del país. Hoy sin duda me voy a desmelenar,
tengo que celebrar este gran día, a partir del lunes empieza mi nueva vida.
Como me imaginé, Luisa saltó y gritó como una loca cuando le conté todo,
incluso miró apartamentos cerca de mi nueva oficina para irnos a vivir
juntas.
Viendo el vestido que me trajo mi amiga tendido sobre la cama, suspiro.
Igual no es tan buena idea. Debería estar preparando mis cosas para
mudarme, no haciendo esto, pero una promesa es una promesa y Luisa
tiene razón, tengo que celebrar mi nuevo comienzo. Así que me armo de
valor para ponerme el vestido, es de satén negro con tirantes finos, escote
en V acabado con un nudo delantero justo al terminar y con la espalda al
descubierto hasta un poco por encima de la cadera. Por la parte delantera
es más corto, me llega solo hasta la mitad de los muslos, y la parte trasera
cae hasta la rodilla. Lo combino con unas sandalias de tacón negras y un
bolso dorado. Termino todo el conjunto con el pelo suelto, algunas hondas
deshechas y un maquillaje muy básico que acentúa mis ojos. La verdad es
que me veo muy bien, nunca me puse este estilo de ropa, pero me gusta.
Estoy sexy y fresca al mismo tiempo.
—Dios, estás hermosa, debería haberme dedicado al estilismo en vez de
estudiar derecho —dice una voz a mi espalda.
Cómo no, siempre echándose flores, “modestia, baja, que sube Luisa”,
pienso poniendo los ojos en blanco, esta mujer no necesita de nadie para
aumentar su ego.
—Si hubieras estudiado estilismo, nunca te habría conocido y, además,
¿quién se encargaría de los divorcios del mundo?
—Es verdad, hay muchos hombres a los que debo dejar sin blanca, no
puedo permitir que se vayan de rositas.
Ambas nos echamos a reír, esta mujer estudió derecho solamente para
hacer pagar a los hombres deshonestos que dejan a sus mujeres sin
recursos después de los divorcios. Nunca entendí muy bien el motivo que
la llevó a esto. Una vez, estando borracha, me dijo que una muy buena
amiga de su madre lo había perdido todo por culpa de su marido y eso la
llevó a la locura, terminando así con su vida y con la de su mejor amiga
embarazada en el proceso. Por lo visto su madre sufrió mucho estas
pérdidas porque las tres mujeres se habían criado juntas y eran
inseparables, eso la llevó a ella a hacerse abogada. Después de esa
confesión, nunca más quiso decir nada y yo dejé de preguntar al darme
cuenta de que no me iba a responder.
Volviendo de mis pensamientos la miro, lleva unos vaqueros ceñidos con
una blusa roja estilo corsé de escote corazón, dejando al descubierto su
clavícula y hombros, que salen por debajo de esos dos volantes que se
extienden en mangas hasta llegar a las muñecas. Lo combina con unos
zapatos de tacón rojos y el pelo liso y suelto, sin duda hoy vamos a tener
que alejar a varios hombres de nuestro alrededor. Suerte que vamos con
más gente de la uni, entre ellos Christopher, mi único amigo de la infancia.
Mide 1,85 metros, es musculoso, con cara de pocos amigos y sabe artes
marciales, lo que lo convierte en el guardaespaldas perfecto. Nos
conocimos de pequeños, en el internado, y, aunque me lleva dos años, por
suerte terminamos en la misma universidad. Incluso cuando me trasladé a
Sídney este último curso, justo a él le ofrecieron un trabajo aquí también.
Fue una hermosa coincidencia porque es como mi hermano mayor,
siempre me cuida mucho, ha sido mi única familia.
Me llega una notificación al móvil que me indica que el Uber está abajo,
así que cogemos nuestras cosas y nos ponemos en marcha. Al llegar a la
discoteca, entramos y vemos que está abarrotada de gente, pero
encontramos en una mesa a nuestros amigos con Chris en una esquina que
nos espera con nuestras copas listas.
—Hola, hermosas, ¿listas para pasar una noche de locura? —nos dice
una voz femenina en cuanto nos acercamos.
Victoria es la antigua compañera de habitación de Luisa, estudia diseño
y le encanta la fiesta, siempre terminamos metidas en algún problema
gracias a ella.
—Yo considero que con bailar y beber un rato es suficiente, no os hace
falta hacer locuras —y ahí está mi hermano mayor, siempre respondiendo
por mí para evitar que me meta en líos.
—Cállate, Chris, siempre estás cortando el rollo. Además hoy hay mucho
que celebrar, nos graduamos, nuestra amiga ha conseguido un gran
trabajo y nos vamos a vivir juntas —replica Luisa con los brazos cruzados.
Luisa y Chris tienen una relación de amor-odio. Se llevan bien y sé que se
adoran, pero discuten todo el tiempo por absolutamente todo. Christopher
abre mucho los ojos. Normal, no le había dicho que había conseguido un
trabajo, esto me va a llevar a una regañona por su parte, será mejor que
allane el camino.
—Juro que te lo iba a contar, me lo ofrecieron hoy por la tarde y con todo
lo que pasó no me dio tiempo —le digo con ojos tristes.
No es que no quisiera decirle nada, es que no sé por qué nunca le gustó la
compañía Knight. Siempre me dijo que buscara trabajo en cualquier lugar
menos en esa empresa. En una ocasión hasta me hizo prometérselo, lo que
me lleva a pensar… yo no incumplí mi promesa, técnicamente hablando,
nunca solicité trabajo allí.
—¿Y dónde se supone que vas a trabajar? Imagino que no irás al bufete
de la sanguijuela esa, ¿verdad?
Lo odia, nunca le agradó Jeremy, el día que le conté lo que pasó tuvimos
que pararlo entre tres personas para evitar que lo matara a golpes. La
pregunta ahora es: ¿se pondrá aún peor cuando se entere de a dónde voy?
—No, no voy a trabajar ahí ni loca, tranquilo. Un profesor me ha
ofrecido empleo en la empresa donde él trabaja para convertirme en su
pupila. Es una gran oportunidad, con un sueldo muy bueno y si al final me
voy de esa empresa por cualquier motivo, será un gran referente en mi
currículum.
—Vale, veo que me lo vendes mucho. ¿Por qué me da la sensación de que
no me va a gustar la idea?
—¿Cómo no te va a gustar? Va a trabajar para el mismísimo Diablo de los
Negocios a quie…
Cuando Luisa nombra al famoso Diablo es cuando se termina toda la
tranquilidad, tanto que Chris no la deja ni acabar de hablar antes de
echarse encima de mí.
—¡¡El Grupo Knight!! Scarlett, me lo prometiste, olvídalo, diles que no
vas, ¡no vas a trabajar allí!
Vale, me lo esperaba, esperaba su enfado, pero ¿que me lo prohíba? ¿Está
loco?
—Primero, yo no rompí mi promesa, no solicité el trabajo. Me lo
ofrecieron.
—No me vengas ahora con tecnicismos de abogados, ¡no vas a trabajar
allí y listo! —me grita, cruzándose de brazos.
Todos nos quedamos con cara de haber visto a un fantasma. Chris jamás
me había gritado y entre todas la razones por las que podía haber perdido
los papeles, en serio, es por esto… Se me llenan los ojos de lágrimas, me
niego a soltarlas, así que cojo mi copa y me la bebo de un solo trago,
decidida a terminar con esta conversación. Lo quiero, pero ni él ni nadie va
a dictar mi vida.
—Y segundo, tú no me mandas ni me das órdenes, el trabajo me lo
ofrecieron y es una gran oportunidad, así que voy aceptarlo y punto.
Dicho eso, agarro a Luisa del brazo y me la llevo a la pista de baile,
necesito desfogarme antes de decirle algo de lo que me arrepienta.
Mientras me voy, logro escuchar algo que dice muy bajo, “a él no le va a
gustar esto…”, ¿de quién habla? Me da igual, que le den, hoy me pienso
divertir y si él no quiere ser parte de ello, que no lo sea.
—Scar, lo siento, si hubiera sabido que se iba a poner así no habría dicho
nada.
—Tranquila, Lu, ignóralo. No sé qué problema tiene con el señor Knight,
pero no es el mío. Además, no es que me vaya a casar con él, solo voy a ser
su empleada.
Bailamos en el centro de la pista, moviendo nuestras caderas al ritmo de
la música. Lo bueno de haber ido al internado es que mis institutrices me
hacían asistir a un montón de actividades, entre ellas el baile, así que esto
se me da realmente bien. En cuanto empezamos a movernos, se comienza
a formar un círculo de hombres a nuestro alrededor que cada vez se
estrecha más sobre nosotras. En un momento siento una pared enorme
detrás de mí: lo sabía, da igual lo enfadado que esté, es incapaz de dejar
que otros hombres se acerquen a babosearme.
—Lo siento, yo solo… es que no me gusta ese hombre, Scar, tiene una
reputación muy mala, es alguien peligroso —me dice Chris mientras me
abraza por detrás.
Me doy la vuelta para encararlo, lo miro a esos ojos azul amarronados y
puedo ver que está arrepentido por lo que pasó.
—Chris, entiendo tu preocupación por mí, pero voy a trabajar para él,
nada más. El señor Knight tiene miles de abogados, seré otra del montón.
Si te sientes más tranquilo, puedo seguir buscando y en cuanto me salga
algo mejor, lo dejo.
Veo verdadera preocupación en sus ojos, pero no dice nada, suspira y
asiente con la cabeza dándose por vencido, o eso pensaba…
—Vale, hay trato, pero yo me voy a vivir con vosotras, no te dejaré sola y
mucho menos si vas a trabajar para ese hombre.
Me río mientras niego con la cabeza, ya me imaginaba que me saldría
con algo así. Luisa se va a poner como loca, pero sé que esto no es
negociable: si no lo dejo vivir con nosotras, es capaz de montar una tienda
de campaña en el rellano.
—Tomo eso como un sí, os voy a buscar algo de beber para celebrarlo, no
os mováis de aquí.
Lo veo marcharse feliz y creo que hice lo correcto, aunque, bueno, ahora
viene la parte de decírselo a Luisa. Me giro a buscarla y la veo bailando con
un chico mientras él la sostiene de la cintura, justo cuando me voy a
acercar a ella me ponen una mano en el hombro, me doy la vuelta en esa
dirección y me encuentro de frente con un hombre de traje hecho a
medida, alto y con gafas.
—Lamento molestar, señorita, pero a mi jefe le gustaría que lo
acompañara en el reservado para gozar de su compañía.
CAPÍTULO 4
Alexander

E
stoy sentado en mi reservado del club con Rafael a mi derecha y
Matthew a la izquierda; aunque él es el hermano mayor de Rafael, no
pueden ser más diferentes. Matt es grande, callado, serio e
intimidante, su rostro grita “asesino” en cuanto lo ves, sin duda es todo un
sádico. Por algo es mi jefe de seguridad, con él a mi lado nadie se atreve ni
a respirar cerca por miedo a enfadarlo.
Rafael, por su parte, es más abierto a la gente, siempre sonriendo,
hablando con todo el mundo y tomándose las cosas con calma, pero es la
última persona en el mundo a quien quieres hacer enfadar. Si Matt y yo
somos sádicos, él lo es el doble. Muy pocas veces lo vi enojado de verdad e
incluso a mí me asustó el resultado. Como él mismo dice, mientras no nos
toquen a ninguno de nosotros, con él no hay problema. Excepto que
hicieran daño a su reina, eso sí que le enfurecería. Hasta nos describió
exactamente lo que le haría a esa persona y su hermano terminó
vomitando. Suerte que yo no tengo una reina ni pienso tenerla.
Vinimos al club para hablar de negocios, pero, como siempre, estos
viejos están más interesados en las mujeres encima de sus piernas y en
tener las copas llenas que en lo que van a firmar. Para mí mejor, así puedo
conseguir lo que quiero sin problema. Los miro, uno es un viejo gordo que
tiene a una morena semidesnuda en su regazo, ella está diciéndole sabe
Dios qué guarradas al oído mientras él sonríe como un niño y se frota
contra sus zonas. El otro viejo está en mejor forma que el anterior, dentro
de lo que se puede para un hombre que solo se dedica a comer y beber.
Ahora saborea una copa de vino extravagantemente cara mientras la chica,
con las tetas al aire, deja que él se masturbe entre sus pechos.
Por mi parte solo los ignoro y dejo que sigan con sus juegos, esperando el
momento perfecto para hacerles firmar la venta de ese terreno que me
interesa. No los voy a engañar del todo, les voy a pagar lo que corresponde,
no lo que ellos piensan que deben ganar, pero sí lo que yo considero justo
de pagar. No dejaré que me saquen la cantidad que ellos quieren solo
porque sea más joven y, según estos idiotas, no tenga experiencia en los
negocios. Así es, yo tengo oídos en todos lados y me entero perfectamente
de lo que dicen por ahí. Ahora veremos quién es el niño aquí cuando
firmen un acuerdo que no les conviene por estar borrachos y lívidos de
sexo. Si al final no quisieran firmar por cualquier motivo, siempre está la
opción B, es decir, unos vídeos muy bonitos a sus familias…
Esbozo una sonrisa mientras me giro, soy un cabrón, pero estoy
encantado con ello. Me pongo a mirar por la ventana, esta sala tiene un
ventanal de suelo a techo de lado a lado con cristales opacos para que nadie
pueda ver dentro. Me fijo en la pista de baile, hay un círculo de hombres
rodeando a dos mujeres y una de ellas llama especialmente mi atención, es
como un imán que me atrae, no puedo dejar de verla, incluso desde aquí
arriba se puede ver lo hermosa que es. Lleva un vestido negro que le queda
increíble, se ve que tiene curvas de infarto debajo de él, pero no las muestra
del todo, deja eso a la imaginación, pechos perfectos y una cabellera
castaña y algo rizada que le llega por debajo de los hombros. No puedo
quitarle los ojos de encima, cómo baila, cómo mueve sus caderas de lado a
lado. Dios, lo que daría por tenerla moviéndose así encima de mí, solo de
pensarlo empiezo a sentir presión en mis pantalones.
Los hombres cada vez se acercan más a ella, me estoy poniendo de los
nervios, como alguno de esos asquerosos se atreva tan siquiera a rozarla,
pienso enviar a Matt para que monte una masacre como la de Texas. Esa
mujer es mía, aún no lo sabe, pero la voy a meter en mi cama y no pienso
dejarla salir hasta que me canse de ella.
Me giro en busca de Raf, que está parado a mi derecha. Está metido en
su móvil y parece ignorarlo todo a su alrededor.
—Baja e invita a esa chica a subir —le digo con voz seria y señalando a la
mujer en cuestión.
Raf asiente, no es la primera vez que le mando traer una mujer para mí.
Observo a Matt, entiende lo que sigue, obviamente no la voy a meter aquí
dentro con estos asquerosos, tengo otra habitación exclusiva para mí en el
piso superior, que en realidad es todo el piso, ventajas de ser el dueño del
local. Así que sin decir palabra nos levantamos y nos vamos a la otra
estancia.
Una vez allí, dirijo mi mirada a la chica y veo que los hombres se
apartaron de ella, pero no por un buen motivo. A su lado y hablando con
ella veo a un chico enorme, no más grande que yo, con cara de pocos
amigos, él es quien ha ahuyentado a todos los babosos que estaban
intentando frotarse con lo que me pertenece. Veo cómo hablan, en ningún
momento la toca de forma amorosa, simplemente hablan y ella se ríe. En
un momento ambos fijan sus miradas en la amiga, que está bailando muy
pegada a otro hombre, ¿será que él está interesado en ella? Más le vale,
como vea que le gusta mi chica, pienso repartir los pedazos de su cuerpo
por toda la ciudad. Una vez terminan de hablar, él se aparta en dirección a
la barra, no sin antes hacerle una señal para que no se mueva del lugar. Ella
asiente en señal de que obedecerá, no si puedo evitarlo. Parecen hermanos,
algo que me tranquiliza; uno menos al que matar, a no ser que se
interponga en mi camino…
Raf se acerca a ella y le palmea el hombro, lo mato, le dije que la llamara,
no que la tocara. Ella se gira para ver quién está detrás, en ese momento
veo que su vestido le deja toda la espalda desnuda, mierda, joder, pienso
pedirle a Rafael que le traiga un abrigo para cubrirla, no puedo dejar que el
resto de hombres vean lo que es mío. Él habla con ella y fijan su mirada en
mi dirección, ahora puedo observarla un poco mejor. Tiene una cara
preciosa, parece una muñeca y por lo que veo tiene los ojos claros, aunque
a esta distancia no logro distinguir de qué color. Ella frunce el ceño, no sé
qué cojones le dijo ese imbécil, pero ella se gira y le planta un bofetón que le
hace girar la cara. Me quedo de piedra, lo ha golpeado, creo que nunca una
mujer lo había golpeado, bueno, a ninguno.
En ese momento se desata el caos, su amiga se cuela en medio
empujando a Raf y el que supongo y espero por su bien que sea su hermano
la pone detrás de él, listo para matar a mi torre si hace falta. Pero, por
alguna extraña razón, ella los detiene a todos y le dice algo a Rafael, él
asiente, se gira y se marcha. ¿Qué coño acaba de pasar? Ella no solo no
vino, sino que le dio un buen golpe a uno de los míos. Estoy en shock
cuando veo que la puerta se abre y un Rafael muy enfadado entra con la
marca de una pequeña mano con finos dedos en el rostro, parece que tiene
una mano pequeña y delicada. ¿Se habrá hecho daño al pegarle? Si por su
culpa se hizo daño, pienso ser yo quien le deje una marca en la cara.
Antes de que pueda tan siquiera preguntar qué coño le hizo, Matthew se
adelanta cogiéndole el rostro y observando el golpe, es muy protector con
su hermano. Si está pensando en hacerle algo a la chica, ya se puede ir
olvidando, el único que le hará algo seré yo cuando la tenga debajo de mí.
En el momento en el que estoy listo para detenerlo escucho una fuerte
carcajada; no es otro que Matt, que se está agarrando la barriga del ataque
de risa que le ha dado al ver a su hermano pequeño con el rostro marcado
por una mujer.
—No te rías, esto ni siquiera era para mí —dice frunciendo el ceño.
—¿Si no era para ti, para quién? —pregunto, ya sin poder contener la
sonrisa que se me escapa.
—Para ti, esta fue su respuesta cuando le dije que si subía sería
gratamente recompensada.
—¿Le ofreciste dinero? ¿Por qué hiciste eso? —le digo con los ojos muy
abiertos.
—Porque la primera vez me mandó a paseo, bueno, en realidad dijo que
no tenía dignidad, porque me dedicaba a cumplir las órdenes de un viejo
asqueroso, invitando a chicas a tener intimidad contigo para quedar
traumatizadas de por vida por alguien tan repugnante como tú.
Estoy flipando, ¿pero acaso sabe quién soy? Viejo, asqueroso y
repugnante. ¿En serio me llamó todo eso? Matt no aguanta de la risa y
termina revolcándose literalmente encima del sofá. Suerte que estamos en
mi sala privada, si no otros no creerían lo que ven. Yo, insultado y
rechazado, Raf, golpeado y Matt, no solo riendo, sino revolcándose por ello
y todo por culpa de una chica. Somos el trío que toda la ciudad teme, al
cual nadie quiere enfadar y del que todos huyen, y una chica en tan solo un
momento nos ha desarmado a los tres.
—¡Mierda! —grito mientras me levanto de la silla, rojo de cólera.
—¡¿A dónde vas?! —me grita Raf viéndome salir volando y dar un fuerte
portazo.
—Voy a buscarla, esa chica no sabe con quién coño se mete —le digo ya
desde el pasillo.
—Espera, no puedes salir sin protección, ¡abajo hay mucha gente! —Esta
vez es Matt el que me grita cuando se da cuenta de que me estoy yendo sin
él.
Mi jefe de seguridad sale corriendo detrás de mí, ahora el cabrón ya dejó
de reírse de nosotros y por fin está listo para hacer su trabajo.
—¿Vienes a protegerme o a reírte por si ahora me golpea a mí? —le
pregunto mientras me dirijo a grandes zancadas hacia las escaleras.
—Ambas, aunque la verdad es que sería un guardaespaldas muy malo si
dejara que una niña te golpease, tengo una reputación que mantener —me
dice el muy cara dura.
Si no fuera por su reputación, estoy seguro de que habría dejado que me
golpeara. Sigo bajando a toda prisa con los dos hermanos detrás de mí,
apartando a todo el que se me cruza; muchos ya se apartan solos en cuanto
nos ven, no sé si será por vernos juntos o por mi cara, que buena sé que no
es.
Al llegar a la pista la busco. Miro por un lado, por otro, pero nada, no está
por ninguna parte. La tía se fue, me insultó, golpeó a mi asistente y se
largó. Viendo eso me giro y cojo a Matt por la pechera acercándome al
máximo a él.
—¡Búscala! Quiero saber su nombre, su edad, dónde trabaja, estudia,
vive, ¡todo! —le digo entre dientes.
No pienso perderla, va a ser mía, incluso si tengo que hacerlo a la fuerza.
Miro para la sala donde me esperan esos dos viejos, mejor voy a firmar
ahora la compra del terreno antes que me entre la sed de sangre y tenga
que terminar comprándoselo a sus herederos.
CAPÍTULO 5
Scarlett

D
espués de lo que pasó en la discoteca con ese joven, Chris insistió en
que era mejor irnos y, por una vez, Luisa estuvo de acuerdo con él.
Victoria nos dijo que ella se quedaba con unos amigos, así que nos
marchamos los tres. Por el camino aproveché para contarle a Luisa que
Chris iba a vivir con nosotras, y después de gritar y maldecir por más de
una hora, terminó accediendo, razonando que sería bueno tener a alguien
que echara a los hombres al día siguiente. Casi me hago pis de la risa al ver
la cara de mi hermano cuando dijo eso.
El resto del fin de semana fue ajetreado, el señor Luca nos encontró un
apartamento bastante cerca de la empresa y muy amplio. Tres dormitorios
con baño privado, un despacho, una cuarta habitación y baño para
invitados y cocina americana con salón. Todo muy soleado y en una de las
urbanizaciones más exclusivas y seguras.
Mi padre sigue sin dar señales de vida, ¿qué puedo esperar de un hombre
que ni siquiera me quiso dar su apellido? Es igual, siempre he tenido el
apellido de mi madre y estoy contenta con ello, además, es lo único que me
queda de ella, ya que él nunca se molestó en decirme nada y, por lo que
tengo entendido, no tenía familia. Me hubiera encantado tener a alguien
que me contara algo de ella, pero no tengo ni siquiera eso.
En un abrir y cerrar de ojos llegó el lunes. Estoy agotada de la mudanza y
de escuchar cómo Luisa y Christopher no paran de discutir por todo. Estoy
en mi habitación terminado de arreglarme, llevo un traje compuesto por
pantalón y chaqueta de color azul marino, camisa blanca y un chaleco a
juego con el traje que me ciñe la cintura y aprieta mis pechos. La camisa
abotonada los oculta, pero aun así se puede entrever que son grandes y
bien formados. Todo el conjunto lo combino con unos zapatos de tacón
negro y un bolso del mismo color. Quiero dar una buena impresión en mi
primer día, quiero demostrar que, si bien soy formal e inteligente, no dejo
de tener buen cuerpo. Escuché que en esas oficinas las mujeres son muy
hermosas, hasta son comparadas con modelos.
Estoy mirándome en el espejo y repasando cada detalle: el pelo recogido
en un moño, un maquillaje muy delicado, con un lápiz de labios del mismo
color de los míos, dándoles así un poco de brillo y textura, parece que lo
tengo todo. Mientras termino de contemplarme no dejo de escuchar
gritos. No puedo más, juro por Dios que como esto siga así mucho tiempo
voy a ser yo quien se mude sola. Decido ir a ver qué narices es lo que está
pasando ahora. Al salir me encuentro en el amplio salón a Christopher
alzando las manos y gritando a Luisa, que está envuelta en una toalla,
mojada y sin nada debajo, doy por hecho que salió volando de la ducha.
—¿Puedo saber qué pasa ahora? —les preguntó haciendo notar mi
presencia.
Cuando por fin se percatan de que estoy aquí, Luisa se gira con la cara
roja de la furia señalando a Chris.
—¡¡El cabrón usó mis sales de baño y me dejó sin ellas!!
—¡Que yo no fui! Porque una vez dije que olían bien, no tuve por qué
cogerlas. ¿No eres abogada, dónde está eso de “inocente hasta que se
demuestre lo contrario”?
—¡Sí que fuiste tú! ¡Nadie más pudo haber sido!
Los ignoro y vuelvo a entrar en mi habitación mientras ellos se siguen
gritando todo tipo de insultos. Vuelvo a salir, voy hasta la cocina y dejo caer
de golpe una botella encima de la isla. Al escuchar el ruido, ambos se giran
a mirarme.
—Mis sales, ¿dónde estaban? Estaban en su baño, ¿verdad? —empieza a
reprochar Luisa en cuanto ve el frasco que acabo de traer.
—No, estaban en el mío —le digo mientras me cruzo de brazos.
Ella se queda blanca y Chris esboza una sonrisa de suficiencia que dice,
«¡ves cómo yo no fui!».
—¿Por qué las tenías tú? Si las querías me las podías haber pedido… —
dice ella en voz baja e intentando no mirar al acusado.
—Yo no las cogí, fuiste tú, ayer te diste un baño en mi bañera porque la
tuya no funcionaba bien y las dejaste allí.
Se queda de piedra y poco a poco se va poniendo roja, pero no de rabia,
sino más bien de la vergüenza que le da todo esto.
—¿Y ahora, qué tienes que decirme? Te dije que yo no había sido, pero
aun así me montaste el pollo del siglo, eres una loca.
—Oye, no me llames loca, y te jodes por los gritos que me diste tú ayer,
por las putas tortitas que yo no había comido.
—Bueno, ¡basta! —digo golpeando mi mano en la mesa. Dios, esto me va
a dejar marca—. Tenéis que parar, llevamos viviendo juntos dos días y no
paráis de discutir por todo, esto es insoportable y ya os aviso ahora mismo,
como no solucionéis las cosas para cuando yo regrese de trabajar, pienso
buscarme un piso para mí sola.
Dicho todo eso salgo del apartamento con un portazo, a estos dos hay
que reñirlos como a niños pequeños para que se comporten y espero que lo
hagan, no me apetece otra mudanza. Una vez salgo de mi comunidad, voy
andando al trabajo, paro en una cafetería y mientras espero por mi pedido
miro hacia el edificio que tengo enfrente, es enorme, el más grande de la
ciudad, no sé si del resto del país. Con mi café en mano, voy hacia la
entrada del edificio y sigo alucinando, veo que antes de entrar hay una fila
de guardias con máquinas de escáner para ver qué lleva la gente en los
bolsos, incluso hay detectores de metales, madre mía, esto sí es seguridad.
Decido llamar al señor Brown, dudo mucho que pueda pasar por esa
puerta sin una autorización. Saco el teléfono y busco entre los contactos su
número, me decido a marcar y espero a que me atienda, no tarda en
contestar y me saluda directamente.
—Buenos días, señorita Reych, entiendo que se encuentra a la entrada
del edificio.
—¿Cómo lo sabe? ¿Y cómo sabía que llamaba yo?
—Bueno, estaba esperando su llamada y si hubiera pasado la seguridad
sin previo aviso me habría sorprendido bastante de sus habilidades de
camuflaje —me dice mientras se ríe.
Tiene razón, pasar por esta seguridad sin ser notada es trabajo para
espías, no para mí.
—No se preocupe, ahora mismo va mi asistente Nicolás a ayudarla a
pasar el control y llevarla con recursos humanos para que le den su
identificación.
—Ok, espero aquí, muchas gracias.
No tengo que aguardar mucho, al poco tiempo aparece un chico alto,
pelirrojo y delgado, con gafas redondas y doradas que ocultan sus pecas.
—Hola, usted debe de ser la señorita Reych. Mi nombre es Nicolás y seré
su ayudante desde ahora. Venga conmigo, la asistiré para pasar por todos
los trámites necesarios y poder acceder sin problemas —me saluda con una
gran sonrisa y una voz muy dulce.
—Hola, es un placer conocerte, Nicolás, y no quiero corregirte, pero el
señor Brown me dijo que tú eras su asistente, no el mío.
—No se preocupe, debe de haber habido un malentendido: soy el
asistente de ambos, al ser usted su pupila y futura sustituta, mi trabajo es
atenderlos a los dos.
Me quedo de pasmada, ¿su sustituta? Él no me dijo nada, bueno, dijo que
sería su pupila, pero no que lo sustituiría, entonces, si luego me quisiera ir,
¿cómo voy a hacerlo? Dios, aún no entré a trabajar y ya me estoy
agobiando. El pobre chico se me queda mirando, espera mis instrucciones
y yo no puedo ni hablar, pero no quiero que se dé cuenta de mis nervios, así
que le hago un gesto para que abra el camino. Entramos y después de horas
de pasar por el control de seguridad, registros y recursos humanos, por fin
nos dirigimos al despacho que ocuparé a partir de ahora. Nicolás fue todo
un caballero y me ayudó en todo, se ve que es muy bueno en su trabajo.
Nos encaminamos a los ascensores, uno de ellos está bañado en lo que
pienso será una capa de oro, doy por hecho que pertenece al famoso
Diablo. Mientras estoy perdida en mis pensamientos, esperando el
ascensor común, veo que el otro se abre y de él sale un hombre trajeado con
gafas que me resulta muy familiar. Debe de haber notado mi mirada,
porque se gira hacia mí y en el momento que lo hace, ¡quiero morirme! Es
él, es el joven que abofetee en la discoteca, ojalá que no trabaje aquí porque
eso significa que es el secretario de alguien importante y se está bajando
del ascensor dorado… no, no, no, no, ¡no puede ser!
—Buenos días, señor Smith —lo saluda Nicolás.
Estoy blanca y me sudan las manos, por amor de Dios, que no me
reconozca, pero ¿a quién quiero engañar? No tengo tanta suerte, además,
lo golpeé, ¿cómo me iba a olvidar?
—Buenos días, Nicolás, es un placer encontrarte y esta joven es…
El tío no deja de mirarme con una sonrisa de pura maldad, está viendo
que estoy sufriendo y lo está disfrutando. No lo culpo, le di un golpe y le
dije que se lo diera por mí a su jefe, y ahora que lo pienso, quiero pegarme
a mí misma. ¿Por qué no me paré a preguntar el nombre del desgraciado
que lo mandaba?
—Oh, ella es la señorita Reych, es la nueva abogada y pupila del señor
Brown.
—Mmm, ya veo, es un placer, señorita Reych, mi nombre es Rafael
Smith y soy el ayudante jefe del señor Knight.
¿Por qué? ¿Por qué yo? Me mira con una sonrisa y un brillo en los ojos que
hace que trague saliva, sé que estoy en un lío, puede que Chris tenga suerte
y me echen incluso antes de empezar. Por ahora lo mejor va a ser hacerse la
tonta, así que aclaro mi garganta y estiro la mano para saludarlo como si
no lo conociera, una de las primeras cosas que aprendes en derecho es a
disimular tus sentimientos y poner cara de póker. Así que respiro hondo y
disimulo como toda una actriz.
—Buenos días, señor Smith, es un placer conocerle.
—¿Ah sí? Qué raro, juraría que ya la conozco de algo…
Qué cabrón, no podía dejarlo estar, ¿verdad? ¿Y por qué coño tarda tanto
el puto ascensor? ¿Está esperando a que me dé un infarto para venir?
—Lo siento, pero se debe de confundir, tengo una cara muy común y si lo
conociera me acordaría de usted sin dudarlo —contesto con una sonrisa.
Él sonríe también y justo cuando va a responder aparece por fin el
dichoso ascensor, gracias a Dios. Cuando me doy la vuelta para entrar,
pensando que por fin me libré de esta situación, él se acerca a mi oído y me
hace dar un paso hacia atrás para susurrarme solo para nosotros.
—El viejo asqueroso y repugnante de mi jefe va a estar encantado de
conocerla.
Una vez me dice eso, se gira y vuelve a entrar en el ascensor de donde
bajó. Me quedo con cara de tonta y seguramente más blanca que un
fantasma, me espera un día muy, muy duro, pero no me pienso dejar
amedrentar, si el viejo asqueroso quiere jugar, pues juguemos. Si me
despide por tener dignidad, que lo haga, aunque eso no me quita el miedo,
he escuchado muchas cosas de ese hombre y Chris se ha encargado de
meterme el miedo en todos los poros de mi cuerpo.
—¿Señorita Reych, subimos?
Me había olvidado del pobre Nicolás, me aclaro la garganta y entro al
ascensor. Espero que no se le ocurra decirle nada al señor Brown sobre
esto.
—Señorita, no me quiero meter donde no me llaman, no sé qué relación
tiene usted con el señor Smith, pero le aconsejo que se mantenga lo más
lejos posible de ellos. Son muy peligrosos.
Frunzo el ceño, ¿ellos? ¿Por qué lo dice en plural? Debe de haber visto mi
confusión porque se acerca a mí y me dice en voz baja.
—Son hermanos, el señor Rafael es el menor y luego está el señor
Matthew, ese da mucho más miedo, es el jefe de seguridad y
guardaespaldas del señor Knight, y créame cuando le digo que es un
hombre del que mantenerse muy alejada, señorita Reych, aquí se le conoce
como «el demonio del Diablo». No sé qué tendrá con el señor Rafael, pero
su hermano es extremadamente protector con él, así que le aconsejo
alejarse lo más posible.
Genial, golpeé al hermano de un psicópata, ahora mismo lo mejor que
me podía pasar es que me despidan y lo peor que me corten en pedazos y
me arrojen a los tiburones de la bahía de Sídney.
—Gracias por el consejo, Nicolás, pero ¿qué pasaría si ya lo hubiera
ofendido? ¿Qué harías?
El pobre chico se queda perplejo ante mis palabras, creo que piensa que
estoy muerta, pero se arma de valor y me contesta.
—Manténgase cerca del señor Brown, mientras él la proteja, ninguno de
ellos se atreverá a tocarla.
Suspiro y agradezco caerle bien al señor Brown. Pero… ¿qué pasa con El
Diablo? ¿El señor Brown podrá pararlo? Al fin y al cabo, fue a él al que
insulté y mandé golpear. Me quedo mirando a Nicolás y creo que me
entiende sin decirle nada, porque mueve la cabeza en señal de negación
mientras suspira y se aprieta el entrecejo, debe de estar pensado: menuda
loca voy a tener que aguantar…
—Ninguno de los tres le hará daño mientras el señor Brown la proteja —
me dice muy bajo para que solo yo lo escuche, no sé por qué lo hace, ya que
estamos solos en el ascensor.
Aun así, asiento y agradezco de verdad el consejo, ahora puedo respirar
tranquila. Me pregunto qué poder tiene el señor Brown para lograr parar
hasta al mismísimo Diablo. No lo sé, ni pienso preguntar, más me vale no
enfadar nunca a ese hombre ya que es lo único que me separa de una
muerte dolorosa. Una voz dentro de mí me dice que me olvide de buscar
otro trabajo.
CAPÍTULO 6
Alexander

E
sto es increíble, estoy rodeado por inútiles. Tres días, tres putos días
y nadie sabe ni su nombre, solo se la vio en los vídeos de seguridad
del local entrando con su amiga y luego saliendo acompañada del
que sigo esperando sea su hermano. Estoy de los putos nervios, ni Matt, ni
Raf han podido saber nada de ella, mandé a buscar su rostro y compararlo
con las bases de datos y nada. Es como si fuera un fantasma o como si
alguien se dedicara a borrar todo rastro de ella. Esto es frustrante, tengo
que encontrarla, ya no solo por la ofensa, sino porque no dejo de pensar en
ella, desde que vi su rostro en los vídeos de vigilancia me he obsesionado
más de lo que ya estaba. Las imágenes no son las mejores, pero se puede
ver lo hermosa que es.
Me paso la mano por el pelo, esta situación es exasperante.
—Como sigas así te vas a quedar calvo, no sé por qué le das tanta
importancia, es solo una chica, tírate a otra.
Estúpido Matthew, lo miro con ganas de matarlo, quiero tirármela a ella
y luego pasaré a otras cuando sacie las ganas de tenerla en mi cama. Pero
primero a ella y punto. Al notar mi mirada levanta las manos en forma de
rendición y se aleja con la vista fija en dirección a mi mano, no sé en qué
momento cogí el abrecartas. ¿Pensaba que iba a apuñalarle con él? La
verdad, no sería la primera vez que apuñalo a alguien con un abrecartas,
suspiro, tengo que sacarme a esa chica de la cabeza, está haciendo que me
vuelva loco. Dejo el arma en la mesa y me recuesto mientras me masajeo la
sien, lo mejor será que lo deje estar, tengo cosas mucho más importantes
que hacer como para distraerme con una chica.
—Ordena que dejen de buscarla, será mejor que atendamos a lo
importante —le digo a Matt después de meditar bien.
—Creo que es una buena decisión, tenemos varias cosas que te necesitan
concentrado. —Asiento, sin duda, será lo mejor.
En ese instante se abre la puerta de mi despacho y Rafael entra con los
mismos papeles con los que se fue. Enarco una ceja, ¿cómo es que volvió
tan rápido? Dudo que ya haya registrado la nueva propiedad. Nota mi cara
y la de Matt, que no es muy diferente a la mía, pero él se dedica a sonreír
como un tonto.
—Tengo noticias, noticias de la chica… —me dice con cara de haber
obtenido el mayor de los premios por su gran labor.
Me quedo perplejo, acabo de decir que lo voy a dejar estar y ahora es
cuando encuentra algo, además, es imposible que haya averiguado algo en
tan poco tiempo, si hace dos minutos estaba aquí y no sabía nada, debe de
estar de coña conmigo. Paso, no quiero saber nada, prefiero que no me lo
diga o volveré a la locura, joder, casi apuñalo a mi mejor amigo por esto…
no, lo dejo, ni hablar.
—No quiero saber nada, vamos a dejarlo pasar, vete a registrar la
propiedad y no quiero volver a oír hablar de ella.
—Pero… pero… —se pone a tartamudear.
Lo entiendo, la chica lo abofeteó y él querrá venganza, pero he tomado
una decisión y no pienso dar mi brazo a torcer.
—¡He dicho que NO! —le grito para dejarlo bien claro.
De verdad no quiero ni oír hablar del tema. Él me mira y suspira, se
encoge de hombros y vuelve a salir por la puerta. Mientras sale, mi tío
entra y nos observa para intentar averiguar qué narices pasa aquí. Él es
como un padre para nosotros tres, nos crio desde pequeños y nos ayudó a
salir de ese infierno, es verdad que él salió junto con nosotros, pero
también luchó muy duro para ello. Al fin y al cabo, él fue un daño colateral
de la destrucción de mi padre y perdió mucho más que nosotros. Podría
haberse salvado si no hubiera querido ayudarme, pero no fue así. Una vez
conoció a los hermanos, también los acogió como suyos, dándoles un
hogar, estudios y todo lo que siempre me dieron a mí, de ahí que lo
respetemos tanto.
—¿Puedo preguntar? —dice mientras se sirve en el bar y se sienta en el
sofá.
Todos saben que es mi tío y de ahí que muchos intenten buscar su
cercanía para que les ayude a llegar hasta nosotros, pero él jamás lo
permite, nosotros somos sus hijos y nos protegerá con su vida si es
necesario.
—Raf tiene problemas de mujeres —responde Matt.
Mi tío se le queda mirando como si hablara de un unicornio, él es el
único de la empresa aparte de nosotros que sabe que Rafael es gay, así que
decir que tiene problemas con las mujeres es como decir que vio un
unicornio por las calles.
—Vale, veo que no se me puede contar, bien, no preguntaré más. Solo
vengo a recordaros, sobrinos míos, que vamos a comer juntos, quiero que
los tres conozcáis a Scarlett.
—Sí, cómo olvidar a tu famosa pupila. Dime, ¿cómo se toma la tía que
tengas en tal alta estima a esa chica? —le pregunto.
Mi tío pone los ojos en blanco y Matt y yo nos echamos a reír, mi tía
celosa es una mujer difícil de manejar.
—Tu tía confía en mí y además también está loca por conocer a Scarlett,
como comprenderás lo único que tu tía quiere es que encuentre a alguien
que pueda meteros en vereda a los tres y así pueda jubilarme.
Ahora sí que nos echamos a reír, no por su jubilación que se la merece y
sé que mi tía está loca por salir a viajar por el mundo, sino porque se crea
que una mujer puede controlarnos a los tres. Aunque si fuera como la de la
discoteca… esa sí que nos dejó en jaque a los tres. Mierda no, no empieces a
pensar en ella otra vez.
—¿En serio piensas que una mujer puede controlarnos? —Es Matt quien
dice lo que ambos pensamos.
—Sí que lo creo, ya que si ella logra controlar al Diablo, los demonios
caeréis detrás. Si no logro que controle al Diablo, siempre estaré yo para
tiraros de las orejas, y si me tengo que volver o interrumpir de alguna
manera mi viaje por el mundo, con quien os las tendréis que ver será con
vuestra tía… así que estoy seguro de que seréis buenos chicos. ¿Verdad? —
nos dice con una sonrisa arrogante.
Ahora es él quien se ríe y nosotros tragamos saliva, mierda, la tía
enfadada da mucho, mucho miedo, va a ser mejor respetar a esta chica o
por lo menos asegurarnos de que no se chive a mi tío. No debería de ser
muy complicado lograr que haga lo que nos dé la gana, estamos
acostumbrados a hacer que las mujeres hagan lo que queremos.
—Vale, mensaje captado, nos vemos en el restaurante y prometemos
comportarnos —le digo.
Mi tío asiente en señal de satisfacción y se va, nosotros suspiramos y nos
quedamos mirando el uno al otro. Será mejor ser buenos con esta chica, si
no estaremos en serios problemas. En cuento termino con el trabajo que
tengo, me preparo para irnos a comer justo cuando Raf por fin vuelve con
cara de pocos amigos. No nos habla ni nos mira hasta que le digo que
vamos a comer con el tío para conocer por fin a la famosa abogada. En ese
momento su expresión cambia por completo, se pone alegre y con una
sonrisa de oreja a oreja, hasta nos insiste para que nos demos prisa y se
pone a silbar una melodía mientras sale del despacho, ¿será que de verdad
se enamoró de una chica?
En la zona de las secretarias todos nos miran como si estuvieran viendo
el mayor espectáculo de sus vidas. Rafael siempre suele estar de buen
humor, pero esto es otra cosa. Camina delante de nosotros con las manos
en los bolsillos mientras sigue silbando, por lo general siempre camino yo
por delante con ellos a los lados, no es que me moleste el cambio de orden,
pero se siente raro. Llegamos a mi ascensor privado, Rafael ya está
pulsando el botón, las puertas se abren y él nos hace un ademán para que
entremos nosotros primero. Ambos nos quedamos mirando hacia él con el
entrecejo fruncido, pero nuestro querido amigo solo se queda ahí de pie
sonriéndonos de oreja a oreja. Entramos colocándome yo en el medio con
ellos detrás de mí, uno a cada lado. Rafael sigue silbando y meciéndose de
un lado a otro, parece que volvimos a la infancia y estamos en el día de
Navidad esperando poder abrir los regalos. Matt y yo nos quedamos
mirando y preguntándonos qué narices le pasa, así que decido decírselo y
no seguir con la duda. Entrecierro los ojos hacia él sin querer perderme
ninguna de sus expresiones.
—¿Se puede saber qué te pasa?
—Estoy contento por ir a comer.
—¿Por qué ese cambio de actitud cuando te dije a dónde íbamos?
—Nada, solo que ya conocí a la pupila del tío y es… interesante —nos
contesta con una sonrisa.
Ni Matt ni yo decimos una palabra, pero ahora sí que tenemos muchas
ganas de conocerla, para haber dejado a Raf así tiene que tener algo más
que ser interesante. Cuando por fin llegamos al restaurante privado que
tenemos en el edificio, salgo primero del ascensor solo para frenarme de
golpe, haciendo que las personas detrás de mí choquen contra mi espalda.
Delante de mí, de pie apreciando las vistas, está una chica que hace que
se me corte la respiración. La vista que tengo es perfecta, la veo a ella con el
sol que se refleja por los ventanales haciendo que se cree un aura de luz a su
alrededor que le da una imagen angelical. Por alguna razón su figura me
resulta familiar.
Al girarse y ver su rostro me quedo pálido, ahora entiendo la actitud de
Rafael y por qué me resultaba tan familiar…
CAPÍTULO 7
Scarlett

E
l resto de la mañana pasó tranquila, nadie vino a molestarme
mientras me acomodaba en mi despacho. Sí es verdad que cuando
llegué al Departamento Legal y Nicolás me presentó, todas las
mujeres me observaban con cara de querer matarme mientras que los
hombres tenían una expresión de compasión, como si tuvieran pena de mí.
En ese instante no paraba de preguntarme dónde me había metido, igual
debería haberle hecho caso a Chris y rechazar el trabajo. Con suerte me
podría ir al extranjero para evitar que mi vida pendiera de un hilo, porque
por lo visto tengo a más de una persona que quiere matarme.
Terminadas las presentaciones, mi nuevo asistente me lleva al que va a
ser mi despacho y quedo gratamente sorprendida. Es amplio y luminoso,
con un escritorio de madera de ébano lo bastante grande para dos
personas, la silla central a juego en tamaño, de piel blanca con otras dos
sillas más pequeñas del mismo material al otro lado. A un lado de la
habitación hay un sofá de dos plazas con una mesa de café de cristal en el
centro y dos sillones a cada lado, los tres muebles son de piel blanca y
hacen juego con el resto del mobiliario. Todo está perfectamente decorado,
incluso hay una planta en una esquina del ventanal, un tronco de Brasil de
un metro cincuenta de alto con la maceta en blanco que aporta vida al
espacio.
La persona que decoró este lugar parecía conocer bastante bien mis
gustos. Es sencillo y fresco, lo siento como si estuviera hecho para mí. Paso
los dedos por la placa que hay sobre la mesa “Scarlett Reych. Subdirectora
del Departamento Legal”. Suspiro, es todo un logro haber conseguido este
puesto nada más graduarme, espero no defraudar al señor Brown y poder
mantenerme lo más alejada posible de esos tres hombres. A quién quiero
engañar, con este puesto voy a estar en completo contacto con ellos y si por
alguna gracia divina lograra evitarlos, en cuanto se retire el señor Brown y
yo lo sustituya, ya no quedarán más excusas. Ahora que lo pienso… ¿qué va
a pasar conmigo en cuanto mi protector se vaya? Lo mejor será intentar
llevarme bien y arreglar las cosas con El Diablo y sus demonios, si logro
tener un trato cordial con ellos podré seguir trabajando y evitar mi muerte.
También hay que tener en cuenta que una buena relación es fundamental
para poder hacer un buen trabajo.
Al cabo de un rato de estar acostumbrándome a todo, llaman a mi
puerta. En ese instante el corazón me empieza a latir a mil por hora y
escapa de mí un casi inaudible “adelante”. Cuando la persona entra,
respiro tranquila al ver que es mi salvavidas, el señor Brown. Suerte que
era él, por un momento pensé que podía ser alguno de mis posibles
asesinos.
—Te veo un poco incómoda, ¿no te gusta la decoración?
—No, la decoración es preciosa, me encanta, es completamente de mi
gusto.
—Me alegra que te guste, lo decoró mi esposa en persona.
Me quedo perpleja, ¿este sitio no tiene sus propios decoradores? ¿Por qué
vendría su esposa en persona a decorar mi despacho?
—Bueno, entonces ¿por qué esa cara? —pregunta el señor Brown antes
de que pueda formular mis dudas.
—Son solo los nervios del primer día, nada alarmante.
—Me quedo más tranquilo, además tengo la solución para eso. Vamos,
acompáñame.
Con esas palabras, se da la vuelta haciéndome un gesto con la cabeza
para que lo siga. No hago más preguntas, cojo mis cosas y voy detrás de él.
Al salir de mi despacho, vuelvo a notar las mismas miradas asesinas de
antes sobre mí, creo que el señor Brown también las siente, porque se da la
vuelta y echa un ojeada hacia atrás, lo que consigue que todas aparten la
vista al momento.
—Lo siento, solo ignóralas, con el tiempo se acostumbrarán —me dice el
señor Brown en bajo.
—Lo entiendo, no se preocupe, ellas llevan años aquí y yo acabo de
graduarme y ya les robé un puesto que deseaban. Entiendo su enfado.
El Señor Brown tensa el rostro y pone una cara de muy pocos amigos que
llega a darme miedo, ahora entiendo por qué todas volvieron a lo suyo tan
rápido.
—Que te quede muy claro esto, Scarlett: tú no le has robado nada a
nadie. Ellas jamás estuvieron destinadas a tu puesto, siempre te perteneció
a ti. Además, yo no quiero que una mujer que está más preocupada por que
mi sobrino la convierta en la señora Knight que por su trabajo sea quien me
sustituya.
Vale, me he perdido, ¿el puesto siempre estuvo destinado a mí? ¿Qué
quiso decir? No entiendo nada, pero espera… ¡su sobrino!
—Perdón, señor Brown, ¿su sobrino? —pregunto con cautela.
Igual no era la pregunta que le debería haber hecho, porque él empieza a
reírse y a negar con la cabeza. Tal vez tenga razón, debería de haber
preguntado por todo eso del destino, pero lo otro me pareció más
importante, teniendo en cuenta mi situación.
—Alexander Knight es mi sobrino, es el hijo de mi hermana pequeña, y a
los hermanos Smith los he criado, así que se puede decir que también son
mis sobrinos.
Me quedo de piedra. ¿El señor Brown es el tío del Diablo y los demonios
fueron criados por él? ¿Cómo un hombre tan bueno está relacionado con
ese trío? Mientras reflexiono sobre esta noticia, el ascensor suena y se
detiene, pero no es el vestíbulo, sino el ático. Ahí es cuando me doy cuenta
de que subimos en el ascensor privado del diablo, es el único que llega
hasta aquí. Salgo y me encuentro con un restaurante, todo un jodido
restaurante privado con las mejores vistas que he contemplado en mi vida.
Me quedo boquiabierta, lo que provoca que el señor Brown suelte una
carcajada. Me giro y me quedo ahí plantada, esperando respuestas,
mientras él me dirige una mirada paternal.
—A Alexander no le gusta que gente extraña toque su comida, así que
tiene su propio restaurante privado con sus propios chefs.
Pongo los ojos en blanco y les doy tal vuelta que creo que pude verme el
cerebro. Cómo no, su propio restaurante, solo él podría ser tan egocéntrico
y derrochador. Mi gesto hace que me gane otra carcajada del señor Brown.
—Sin duda encajarás muy bien con ellos, eres tal y como me imaginé que
serías.
Vuelvo a quedarme sin palabras, ¿a qué se refiere con “como se imaginó
que sería”…? Antes de que pueda preguntar, escuchamos pasos que vienen
de detrás de nosotros y los dos nos giramos. Allí hay tres hombres vestidos
con trajes de diseño, a uno lo conozco, es el menor de los Smith quien me
mira con una sonrisa juguetona; a la izquierda está el que doy por hecho
que es el mayor de los Smith. Es alto y fuerte, puede que más musculoso
que Christopher, con espalda ancha y una mandíbula muy marcada, al
igual que su hermano, tiene los ojos color verde oliva y el pelo de un rubio
ceniza. Lo que los diferencia, aparte de su tamaño, es que él tiene una
cicatriz que le atraviesa el ojo derecho.
Cuando mis ojos se posan en el sujeto del medio me quedo paralizada. Es
alto, un metro noventa por lo menos, piel color crema, pelo negro y corto,
musculoso, pero sin parecer un armario, brazos fuertes, nariz y orejas
perfectas, ni muy grandes ni muy pequeñas, cara y mandíbula bien
definida. Está vestido con un traje que se ve hecho a medida y que parece
estar pensado para hacerlo parecer un jodido dios griego. Para colmo,
como si no fuera suficiente, tiene unos ojos grises como dos galaxias que te
absorben, haciendo que te olvides del mundo a tu alrededor.
—Señorita Reych, volvemos a encontrarnos.
Estoy embobada mirado al sujeto del medio cuando escucho la voz de
Rafael que me hace salir de mi trance y observarlo. Me está examinando
con una sonrisa santurrona de oreja a oreja, algo me dice que va a ser una
comida incómoda para mí.
Alexander
No lo puedo creer, ahí está, es ella, juro por Dios que es ella, está parada
al lado de mi tío con un traje que se ajusta a sus caderas y ese chaleco que le
levanta los pechos… lo que haría yo con esos pechos. La recorro con la
mirada, medirá un metro setenta, tez blanca, labios rosados y carnosos, de
esos que te invitan a dar un mordisco; delgada, pero no mucho, con la
carne justa donde se necesita, pelo castaño que lleva recogido en un moño
y esos ojos… sabía que eran claros, pero no tanto, son como dos océanos en
los que te puedes perder.
Estoy en completo shock, si ya pensaba que era hermosa de lejos, ahora
de tan cerca me quita el aliento, no puedo respirar, no sé qué decir, ¿y si
digo alguna tontería? ¿Y si me estoy confundiendo y no es la de la
discoteca? Pero que digo, es ella, estoy seguro al cien por cien. Estoy
atontado, anonadado, no puedo moverme y cuando me doy cuenta de que
ella me mira, cuando nuestros ojos se encuentran… Joder, juro que podría
correrme solo con esa mirada; es más, estoy sintiendo la presión en mis
pantalones ahora mismo.
Estoy perdido en esos ojos y en el intento de no correrme aquí mismo
cuando veo que aparta la vista, ¿por qué coño dejó de mirarme? Observo su
gesto y veo que se dirige a Rafael y que le sonríe. ¿Por qué cojones a él y no
a mí? Ahora que me fijo, tiene la sonrisa más hermosa que he visto nunca,
hace que la estancia se ilumine más de lo que está. Tiene parar o lo tiro de
la azotea para abajo, ella solo debería abrir su boca para mí.
—Hola, Señor Smith, es un placer volver a verle.
Su voz… ahora sí que me corro de verdad, esa voz es una melodía, es lo
más sexy que ha llegado a mis oídos. Puedo imaginármela gimiendo mi
nombre debajo de mí… Madre mía, tengo que parar, tengo que hacerlo
antes de que se dé cuenta de mi erección o de que termine arruinando
estos pantalones… Gracias a todos los santos que mi tío interviene.
—Déjame presentarte a los demás, ahora que veo que a Rafael ya lo
conoces. Este —dice señalando al tío de la izquierda— es Matthew, el
hermano mayor de Rafael y jefe de seguridad.
“Es un placer”, la escucho decir, y estira la mano para dársela, pero la
intercepto impidiendo que lo toque, no pienso dejar que lo haga, ella no
debe tocar a nadie más que a mí. Al tener su mano agarrada puedo sentir
su piel, suave como el algodón, espero que sepa tan bien como me
imagino… Me muero por darle unos cuantos mordiscos para comprobarlo.
—Y este caballero es Alexander Knight, Alexander, ella es Scarlett Reych,
la abogada de la que hemos hablado —vuelve a interrumpir mi tío.
—Es un placer conocerlo, señor Knight.
Solamente puedo mirarla, huele tan bien… En el momento en que me
aprieta la mano para saludarme me recorre una corriente eléctrica por
todo el cuerpo, puedo ver cómo a ella le pasa lo mismo porque intenta
retirar la mano con urgencia y sus mofletes se tiñen de un rosado celestial.
No la suelto, me quedo con su mano en la mía y la acaricio con el pulgar
mientras contemplo esos ojos. Escucho cómo alguien carraspea llamando
mi atención, el sonido logra distraerme lo suficiente para que afloje mi
agarre, ella aprovecha ese momento y retira su mano de la mía. Mi tío está
mirándome, esperando que le diga algo, será mejor que hable.
—Es un placer conocerte, Scarlett —le digo en tono bajo.
Ella se ruboriza, joder, está tan mona así… tengo ganas de sacarla a
rastras de aquí y llevarla a la habitación que tengo en mi despacho donde
solo yo pueda ver ese rubor y demostrarle todo lo que soy capaz de hacerle
para encenderla todavía más.
—Bueno, mejor nos sentamos —dice Rafael, y sus palabras nos sacan del
trance.
Su hermano lo apoya, dice que se muere de hambre. Por mí que se jodan,
yo solo quiero poder seguir contemplándola, pero ella asiente y espera mi
respuesta, también debe de tener hambre, lleva todo el día adaptándose al
nuevo lugar de trabajo, así que hago un gesto con la mano y abro el camino
para que pueda dirigirse a la mesa. Ella pasa delante de mí dejándome una
vista perfecta de su culo, me muerdo el labio inferior, madre mía, podría
perderme en ese culo y todo lo que haría con él… Justo cuando estoy
disfrutando con mis pensamientos de todo lo que le pienso hacerle, siento
que me agarran del hombro, me paran en seco y hacen que me gire para
encontrarme a mi tío con cara de enfado. No lo entiendo, no fui borde ni
duro con ella, ¿por qué está tan furioso?
—Recuerda tu promesa, Alexander, mantén eso —dice haciendo un
gesto hacia mi ya muy visible erección— lejos de ella.
Mierda, mierda, mierda, puta promesa, me había olvidado de ella por
completo. Mi tío se marcha y me deja ahí parado cayendo en picado de mi
paraíso, pero espera, prometí mantenerme lejos, pero también dije que si
era ella quien venía a mí yo no me iba a negar… con esa idea en mente,
esbozo una sonrisa y me dirijo a la mesa.
Scarlett Reych, vas a rogarme que te haga mía de todas las formas
posibles.
CAPÍTULO 8
Scarlett

D
espués de esos momentos tan tensos, me siento a la mesa, en la silla
que queda justo al lado del ventanal, lo más lejos posible de la
cabecera. Además, estas vistas son hermosas. Delante de mí se va a
acomodar Rafael. Le sonrío, sé que es peligroso, me lo han dicho, y se
puede notar en el aura que lo rodea, pero también tiene un lado juguetón
que se nota que nunca deja ver a nadie, aunque conmigo por alguna razón
sí lo hace y eso me gusta. Me da la sensación de que nos llevaremos muy
bien. De repente, lo agarran por el brazo y es apartado bruscamente hacia
un lado por el famoso Diablo, que ocupa el lugar en el que iba a sentarse
Rafael, justo delante de mí. ¿En serio? Este hombre quiere matarme,
seguro que ya sabe que soy la de la discoteca, Dios, dame fuerzas para
soportar esta comida, aunque, como me dijo Nicolás, mientras el señor
Brown me proteja, no tengo nada que temer. Por suerte, se sienta a mi
lado.
Una vez todos ocupan sus asientos, Rafael queda sentado al lado de
Lucifer y enfrente del señor Brown, solo queda un perplejo Matthew
mirando la silla de la cabecera, lugar que debería de ocupar otra persona,
pero por alguna extraña razón aquí está, sentado frente a mí y
observándome con una sonrisa en los labios. Unos labios carnosos que
llaman a probarlos… Pero ¿qué te pasa, Scarlett? Concéntrate. Matthew al
final se coloca en la cabecera de muy mala gana. Por mi parte, no estoy de
mejor humor que él, sentada aquí con el Diablo, que no desvía su mirada
de mí.
—Scarlett, querida, ¿qué te gustaría comer? Sé que eres de buen diente,
así que no te sientas cohibida, pide lo que quieras. El chef de Álex es
realmente bueno.
Me quedo sin palabras, “¿querida?” ¿Qué pasa hoy con el señor Brown?
Creo que todos están igual de sorprendidos, más el hombre frente a mí que
lo mira frunciendo el ceño y con ojos asesinos. Debe de pensar que
tenemos algo raro entre nosotros. Me aclaro la garganta e intento no
parecer tan incómoda como me siento.
—Cualquier cosa estará bien, no soy exigente con la comida, señor
Brown —le contesto lo más formal que puedo.
Así dejo claro que no hay nada más que lo laboral entre nosotros. Lucifer
parece contento con mi respuesta porque me mira con una sonrisa
sesgada.
—Bueno, sé que has estado mucho en el extranjero y por eso prefieres la
comida local, así que le encargaré al chef varios platos de nuestra tierra
para que disfrutes.
“Gracias” es todo lo que alcanzo a responder. No sé por qué el señor
Brown se está tomando tantas molestias conmigo, ni cómo sabe que he
estado en el extranjero. Supongo que me investigó antes de ofrecerme el
trabajo.
—Como os conozco y sé que os lo estáis preguntando, contestaré yo por
ella. Scarlett ha estado en el extranjero en un internado desde los tres años
hasta la edad de comenzar la universidad, que es cuando regresó a casa —
les dice el señor Brown a los tres hombres allí presentes.
Todos se quedan sin palabras y con los ojos muy abiertos,
curioseándome por la información. Ya estoy acostumbrada a estas
reacciones, pero, aun así, me siguen incomodando. Soy consciente de que
no es habitual que las familias manden a sus hijos con tan corta edad al
extranjero, pero yo no tengo una familia normal y mi padre estaba loco por
deshacerse de mí, así que es lo que hay. Me rasco la garganta y decido
cambiar de tema antes de que quieran indagar más sobre mi carencia
familiar.
—Veo que hizo bien sus deberes, señor Brown, pero se equivoca en una
cosa, empecé la universidad en Estados Unidos y me trasladé aquí el año
pasado para mi último curso porque la universidad de Sídney me ofrecía
un máster junto con mi último año. Por cierto, me comentó el asistente
Nicolás que su mujer venía con regularidad a comer aquí, ¿hoy no voy a
tener el placer de conocerla?
Vale, puede que no haya sido la mejor forma de cortar la conversación,
pero por lo menos he dejado claro que no quiero seguir por ahí. El señor
Brown se ríe, mientras que el menor de los Smith y el Diablo solo esbozan
una media sonrisa y Matthew se mantiene serio como si con él no fuera la
conversación.
—Por favor, llámame Barron cuando estemos en privado, y lamento si te
incomodé con mis preguntas. Solo soy un poco curioso, debes
perdonarme. Con respecto a Meredith, ella hoy está en una reunión, pero
he de decirte que está muy entusiasmada con conocer a la persona que por
fin hará que me jubile.
Y volvemos a estar incómodos, ¿cómo le digo que es muy probable que
tenga que huir porque su sobrino quiere matarme y que va a quedarse sin
sustituta?
—Ya que la señorita Reych no quiere hablar de su vida personal, ¿por qué
no hablamos del bofetón que me dio el viernes a la noche? ¿O el mensaje
que quería que le diera a mi jefe?
Se me abren los ojos, ¡será hijo de perra! ¿Cómo se le ocurre decir eso?
Como si mi cabeza tuviera un resorte me giro al instante hacia la persona
que tengo delante esperando apreciar intensiones asesinas en esas galaxias
que tiene por ojos. Pero no, en vez de eso está recostado tranquilamente en
su silla como quien veranea en la playa con una sonrisa enorme en la cara.
No me extraña que las mujeres caigan rendidas a sus pies, si solo con una
sonrisa consigue que se nos caigan las bragas. No, Scar, no; tú no puedes
entrar en esto, es tu jefe y si Barron confió en ti para sustituirle es porque
piensa que no serás como las otras y no vas a terminar en su cama.
—Espera, ¿es ella? —dice Matthew.
Esta es la primera vez que escucho su voz y ¿es para decir eso?
—¿Por qué creo que me he perdido parte de la historia? —Ahora es
Barron quien interviene en la conversación.
Siento mis mejillas arder, cierro los ojos y cojo aire para calmarme.
Cuando los abro, hago contacto visual directo con esos ojos grises… Con
Barron a mi lado no debería tener miedo, ¿no? Además, aunque me haga la
sueca, no creo que lo dejen pasar.
—Verá, señ… Barron —cambio al notar su mirada—, resulta que el
viernes, mientras estaba celebrando con mis amigos, su sobrino envió a su
ayudante a invitarme a subir a su cabina privada para tener sexo, y como
me negué en la primera ocasión, me ofreció dinero. Así que le pedí muy
amablemente al señor Smith que le enviara un mensaje de mi parte a su
jefe.
—Yo no te invité a tener sexo. Solo te estaba invitando a subir a tomar
algo conmigo —me corta el Diablo con esa voz sexy que tiene.
Juro que acabo de mojar un poco las bragas. Soy abogada y una muy
buena, así que a mí no me va a camelar tan rápido.
—Lamento decirle que ese no fue el mensaje que me llegó. Además, si un
hombre quiere invitar a una mujer a tomar algo no le manda decir que la
quiere para pasar un buen rato y le ofrece dinero, ¿verdad?
—Uno puedo pasar un buen rato tomando algo, no entiendo por qué lo
llevaste a lo sexual…
Ahora soy yo quien lo corta cuando empiezo a reírme, este tío será un
puto dios griego, pero me está cabreando de cojones. Todos en esta mesa
saben para qué me estaba invitando y ahora él se las quiere dar de
santurrón… por mis ovarios.
—Mire, señor Knight, igual el problema es la clase de mujeres que está
acostumbrado a follarse todos los días, las cuales seguro que con un simple
movimiento de su dedo caen de rodillas a sus pies listas para hacerle lo que
necesite. Ahora déjeme informarle que no todas somos así, aunque me
hubiera invitado a tomar una copa a su sala privada tampoco habría ido
porque no le conocía de nada y aunque lo hiciera me negaría igualmente
debido a que no es mi tipo —mentira de la gorda—. Aun así, si quiere
tomar algo conmigo lo puede hacer en un sitio abierto y siendo usted, no
uno de sus lacayos y, perdona, Rafael —le digo mirándolo un momento a lo
que él me devuelve un gesto de comprensión—, el que dé el mensaje.
Toda la mesa se queda en completo silencio, el Diablo me mira fijamente
y yo no le bajo la mirada. No pienso dejarle ver mi miedo, este tío se cree
que puede hacer lo que le dé la gana, seguro que podrá hacerlo con muchas
mujeres, pero conmigo no. Mientras ambos estamos en una guerra de
miradas, de la cual ninguno quiere darse por vencido, la mesa sigue en
silencio, es Barron el que lo rompe con una estruendosa carcajada a la que
se le unen los hermanos, por mi parte me recuesto en la silla y bebo un
poco de vino sin dejar de mirarle.
—Bueno, resuelto el asunto del viernes, ¿por qué no comemos antes de
que se enfríe? —dice Barron poniendo fin a nuestra guerra infantil.
Cuando Barron dijo que iba a pedir comida típica no me esperaba esto,
hay de todo: rollitos, dampers, chicken parma, palitos de cangrejo, pastel
de carne, barramundi y bistec de carne de canguro; lo único que le faltó fue
la barbacoa. Creo que podría comer hasta reventar, pero a los hombres que
me acompañaban parece no importarles; todo lo contrario, se les ve felices
de verme tragar tanto.
El postre no está siendo diferente, a cada uno nos traen un plato con Tim
Tam, Vegemite e incluso lamingtons. Solo de ver el plato que acaban de
dejarme delante se me está haciendo la boca agua. Me llevo una cucharada
del lamington a la boca y no puedo evitar cerrar los ojos y soltar un
pequeño gemido al notar su sabor. De repente, escucho un estruendo que
viene de enfrente y hace que abra los ojos de golpe. Delante de mí tengo
dos ojos grises que me perforan con la mirada, veo su mandíbula tensa y
cómo tiene su cuchara apretada con fuerza contra la mesa. Por lo visto mi
acción le ha molestado bastante.
—Lo siento —digo bajando la cabeza para ocultar el calor de mis
mejillas.
—No te preocupes, querida, Alexander no tiene ningún problema,
¿verdad? —interviene Barron.
Levanto un poco la mirada a la persona en cuestión, se le ve algo más
relajado, pero su pecho sube y baja con mayor rapidez. Al levantar la
cabeza y encontrarme con sus ojos veo algo… Abro los míos en completo
shock, ¿es lujuria lo que noto? Madre mía, fue un acto reflejo al probar el
pastel, tengo que hacerme nota mental de no volver a hacer ruidos de
placer con la comida delante de este hombre.
—No, ningún problema —responde con voz ronca y su mirada clavada
en mí.
Mis mejillas deben de iluminar la sala como una farola de lo rojas que
deben de estar. Respiro hondo intentando calmarme, parece que no puedo
dejar de pasar vergüenza.
—Veo que te gustan mucho estos pasteles, podemos pedirle al chef que
te haga varios para llevar si así lo quieres, ¿no, Alex? —pregunta Rafael.
A este hombre parece gustarle verme sufrir, ¿por qué no puede dejar el
tema y hablar de otra cosa?
—Sin duda son uno de mis postres favoritos, pero no hace falta, gracias,
fue la reacción por llevar tanto sin probarlos —respondo antes de que lo
haga la persona frente a mí.
Gracias a dios, Barron cambia de tema y yo puedo terminar de comer
mis postres sin interrupciones bajo la atenta mirada del Diablo, pero
bueno, durante la comida estuvo igual, nada nuevo. Terminamos hablando
de unos contratos que tienen que revisar y de la compra de un terreno que
por lo visto se hizo el mismo viernes del incidente. Cuando por fin termina
la comida suspiro para adentro, si tengo que aguantar más tiempo
soportando esas miradas, creo que me voy a volver loca.
Nos ponemos todos de pie y nos dirigimos al ascensor. El Diablo camina
detrás de mí siguiéndome como una sombra molesta que no me puedo
sacar de encima, suerte que el ascensor es lo suficientemente grande para
los cinco porque estos hombres son enormes. Soy la primera en entrar
ubicándome por detrás de ellos, ahora mismo podrían darle a cualquier
piso y no me enteraría, es imposible ver nada con todos ellos delante.
Cuando estamos todos dentro siento una mano por detrás que se
engancha a mi cintura tirando de mí hacia él. Al girarme en esa dirección
puedo ver quién es el dueño de la mano, que no es otro que el mismísimo
Diablo, que me aparta de todos los demás, como si tuviera miedo de que
alguien me tocara y me ensuciara. Intento apartarme, pero él me agarra
más fuerte y me impide moverme. Como no quiero llamar la atención de
los demás, me quedo quieta esperando que desista y me deje tranquila,
cosa que no sucede. En vez de retirar su mano una vez estoy lo bastante
apartada de todos, empieza a trazar círculos con su pulgar sobre mi
cintura. Se me tensa todo el cuerpo y el pecho me oprime la caja torácica,
debe de sentir mi cambio porque su mano comienza a subir parándose en
la zona de mis costillas.
Debería apartarme, podría insultarlo e incluso abofetearlo por lo que
está haciendo; tengo a Barron aquí conmigo y seguro que no dejaría que
me hiciera nada, tengo la sensación de que hasta me ayudaría a golpearlo,
pero en vez de eso me quedo quieta sintiendo cómo su toque logra
encender partes que no debería. Suena el timbre del ascensor, estamos en
mi planta y salgo de mi aturdimiento, me aparto al momento de él y vuelo
hacia el rellano, creo que nunca en mi vida hui tan rápido de un ascensor,
pero hoy literalmente me escapo del Diablo.
—Ha sido un placer conocerlos y comer con ustedes; Matthew, Rafael,
espero veros por la empresa; señor Knight, que tenga un buen día —le digo
con una sonrisa forzada.
Lo veo ponerse rojo de ira mientras se cierran las puertas y el ascensor
sube, escucho las risas de los hermanos, al final van a caerme bien.
Durante la comida los chicos me dijeron que podía referirme a ellos por sus
nombres; en realidad fue Rafael, pero Matthew no se negó, así que lo tomo
como un consentimiento. Incluso el Diablo me dijo que también lo podía
llamar por su nombre en privado, a lo que me negué totalmente, cosa que
me valió otra ronda de miradas asesinas. Que se fastidie, la culpa fue suya,
¿por qué me agarró de la cintura? Es más, ¿por qué coño bajó hasta mi
planta? La suya queda justo debajo del restaurante.
Voy con mis pensamientos hasta llegar a mi oficina, la abro y entro para
comenzar a trabajar y olvidarme de la sensación que me provoca ese
hombre. Joder, cuando me cogió de la cintura y sentí esa mano grande y
cálida sobre mí, me quedé sin sentido y empecé a sentir cómo el calor en
mi bajo vientre se iba encendiendo. Si me sentí así solo con ese toque por
encima de la ropa, ¿cómo será que me roce estando desnuda y a su merced?
Dios, odio lo que consigue en mí, pero lo peor y lo que más miedo me da es
que algo en mi interior me dice que el Diablo solo está comenzando
conmigo.
CAPÍTULO 9
Alexander

E
ntro furioso a mi oficina, casi derribando las puertas que se baten
contra sus bisagras. Detrás de mí vienen los hermanos, que no paran
de reírse, y mi tío, que no entiende por qué estoy de tan mal humor.
¿Cómo cojones le explico que no pienso cumplir mi promesa? ¿Que esa
mujer va a ser mía? Qué digo, ya es mía, solo que ella aún no lo sabe. Por lo
que pude ver, no es inmune a mí, pero se resiste y no solo eso, sino que
también se burla de mí, me menosprecia y dice que no soy su tipo. ¡¡Y una
mierda!!
—¿Alguien se va a dedicar a explicarme qué narices pasa? ¿Y qué pasó el
viernes? ¿Por qué tenías que asustar así a Scarlett? —nos grita una voz
femenina desde el sofá.
Al volverme, me doy cuenta de que no es otra que Meredith Brown, mi
tía y la única mujer en este mundo que logra ponernos los pelos de punta a
los tres. Estaba tan absorto en mis pensamientos que no me di cuenta de
que estaba aquí; es más, por lo visto, lleva un rato, porque le está gritando
a Rafael, que se atraganta y levanta las manos en señal de rendición.
—Oye, yo solo cumplía órdenes, además es imposible que estuviera
asustada, me dio un bofetón y cuando iba a contestar, su amiga y su
hermano se echaron encima de mí —responde apresuradamente en un
burdo intento de evitar a mi tía, y ya de paso echarme a mí a los leones,
jodido amigo.
Veo que ella se queda pensativa, justo antes de coger a Raf por una oreja
y jalarlo fuerte.
—Ni se te ocurra mentirme muchacho, ¡Scarlett no tiene hermanos! —le
grita a Rafael.
—Pues su primo, su novio o su tío, yo qué sé quién era, pero era casi tan
grande como Matt y vi que la protegía de cojones, así que algo suyo tiene
que ser —expresa Raf mientras chilla de dolor porque le retuerce la oreja.
Mi tía suelta a Rafael y se queda mirando a mi tío, me da la sensación de
que estos dos saben demasiadas cosas sobre la vida de Scarlett que no
comparten con nosotros. Además, acabamos de entrar en el despacho,
¿cómo sabía mi tía todo lo del viernes si no estuvo en la comida? Parece que
mi tío se da cuenta de que Matt y yo lo miramos fijamente, seguro que él
también está pensando lo mismo. El único ingenuo de los tres es Raf, que
sigue masajeando su oreja dolorida como si fuera un niño.
—No miréis a vuestro tío así, la investigó a fondo antes de sugerir darle
el puesto, ¿de verdad pensabais que iba a traer a cualquiera? —nos grita mi
tía.
—¿Cómo te enteraste de todo lo que pasó el viernes si no estabas en la
comida? —pregunta Matt.
—Llegué hace un rato y no quería interrumpiros, así que lo vi por las
cámaras de seguridad, lo que me lleva a una cosa, jovencito…
Antes de que pueda reaccionar, mi tía le da una colleja lo bastante fuerte
como para doblarle el cuello. Será imbécil, por algo yo estoy callado.
—¿Y yo qué hice? —se queja él.
—Fuiste muy descortés, yo no os eduqué así. Apenas hablaste con ella,
solo estabas ahí sentado con cara de ogro. ¿Acaso no llega este para
intimidarla que te tienes que sumar tú? —le riñe mi tía mientras me señala
con la cabeza.
—No creo que fuera para tanto, yo…
Matt se calla en cuanto la tía le echa una mirada. Sonrío, por lo visto soy
el único inteligente que decide mantener la boca cerrada y así librarse del
huracán Meredith. O eso pensaba, hasta que se dio la vuelta y se cruzó de
brazos frente a mí; mierda, por lo visto no me libro.
—¿Tú no tienes nada que decir?
Me quedo callado, si una cosa aprendí de criarme con el mejor abogado
del país es que muchas veces la mejor defensa es cerrar la boca. Ella me
observa entrecerrando los ojos, sigo pensando que se preocupan
demasiado por ella para ser solo una sustituta de mi tío. Mi intuición me
dice que aquí hay más, pero aún no sé bien lo que es y no puedo acusar sin
pruebas. Ambos lo negarían todo y después sería mucho más difícil lograr
averiguar la verdad. Debe de haber notado mi cambio, porque me sonríe
levemente y coge la mano de mi tío lista para marcharse, pero no sin antes
soltarme una bomba.
—Como fastidiéis la jubilación y mi viaje por el mundo, os la veréis
conmigo, y ¡tú! —dice señalado hacia mí— que sepas que esa chica no
tiene hermanos, ni primos, ni tíos. No tiene pariente masculino alguno a
no ser su padre, que la ignora desde su nacimiento.
¡Qué cojones! ¿No tiene parientes masculinos? ¿Entonces quién era ese
tío con el que se la veía tan cercana? Dudo mucho que fuera su padre, diría
que era más joven que yo. Incluso en los vídeos de vigilancia se vio que la
abrazó por detrás. Es oficial, lo mato, pienso torturarlo lenta y
meticulosamente, pienso cortarle la polla en trocitos tan pequeños que me
rogará clemencia en todos los idiomas.
—¡Espera! —le grito a mi tía.
Ella se detiene al momento y se gira a mirarme con cara enfadada. Me da
igual, ahora mismo lo único que quiero saber es quién es ese tío.
—¿Sabes quién puede ser ese hombre?
Intento que mi voz no refleje la desesperación que siento, pero por lo
visto no me sale como esperaba, ya que mi tío suelta la mano de su mujer,
se cruza de brazos y se me queda mirando con dagas en los ojos.
—Prometiste alejarte de ella, Alexander. Si quieres follar, elige a
cualquiera de este edificio, ¡pero no a ella!
Su tono de voz me dice que va muy en serio en este aspecto, pero lo
siento, no puedo, no puedo evitarlo. No sé qué me pasa, pero es como si
ella fuera miel y yo una abeja, soy incapaz de apartarme de su lado. Mi tía
se adelanta y coloca su mano en el hombro de mi tío para calmarlo, posa
sus ojos en mí con una mirada más maternal, esa a la que nos tiene
acostumbrados.
—Puede que fuera su exnovio, sé que estuvieron juntos por algún tiempo
e incluso tenían planes de boda, pero por alguna razón ella rompió el
compromiso y desde entonces no deja de perseguirla para que vuelva con
él.
El gesto de mi tía ha logrado que él me cuente quién cree que puede ser.
Una vez dicho eso, se da la vuelta y sale de mi oficina dejando allí a mi tía
que se queda en la puerta y se dirige a mí.
—Por favor, Álex, no la cagues —me dice dulcemente.
Casi parece que me está rogando. A ver, sé que mi tío se quiere jubilar,
pero no creo que sea para tanto, aún le quedan unos años y hay tiempo de
sobra para buscar a otra aprendiz si hiciera falta.
—¿Sabes su nombre? —le pregunto a mi tía, sin hacer caso de su anterior
comentario.
Ella suspira, pero me da lo que le pido: Jeremy Reece.
Dicho eso, sale del mi despacho en busca de mi tío y yo me dejo caer en
mi silla con la mirada perdida. Un ex que quiere recuperarla, con el que
tenía planes de boda… ¿Qué se supone que debería hacer? Mis tíos me
dicen que la deje en paz, que hay muchas más mujeres… Debería hacerlo,
ellos nunca me piden nada y me han dado mucho, pero imaginarla con otro
hombre, besándolo, follando y gimiendo su nombre… Joder, ¡no, ni de
coña! Lo siento, pero que se jodan mis tíos, ella es mía y de nadie más. Con
ese pensamiento en claro, levanto la mirada y la poso en los hermanos.
Ambos asienten en señal de comprensión. No hace falta que les diga lo que
tienen que hacer, ellos ya lo saben y es averiguar todo, absolutamente todo
de Scarlett Reych y de ese Jeremy Reece. No pienso dejar que esa mierda se
acerque a lo que es mío, solo de pensar que la tocó hace que quiera cortarle
la polla y fabricar un collar con ella a Scarlett para recordarle a quién
pertenece.
Al pasar una hora tengo en mis manos todo lo que tengo que saber sobre
Scarlett y he de decir que es impresionante y lamentable a la vez. Su madre
murió al dar a luz y su padre la mandó a un internado a los tres años. Se
olvidó de ella incluso para las fiestas, por lo visto, él nunca la iba a visitar.
Creció en Estados Unidos, en Los Ángeles, para ser exactos. Habla seis
idiomas, toca el piano, dio clases de baile, sabe patinaje artístico, siempre
fue la primera de su clase… y así sigue, no hay duda que su historial es
extraordinario. Ahora mismo vive en un apartamento con su mejor amiga
y su único amigo de la infancia, que resulta que es el de la discoteca. Uno
menos que matar.
Con respecto a Reece, la cosa se complica un poco. Resulta que le puso
los cuernos a Scarlett y ella lo dejó, y da igual todo lo que él ha rogado y
seguirá rogando que no va a perdonarlo. Por lo que pudieron averiguar,
alega que le dieron algo para terminar en la cama de la otra chica, porque él
no podía negarse a ella y no sé qué más estupideces; sin embargo, mis
averiguaciones revelan que llevaba bastante tiempo engañando a Scarlett.
Me encantaría poder cargarme a ese miserable, pero tengo un problema.
El suertudo es el hijo de Robert Reece, que a su vez es el director del bufete
de abogados K&J, propiedad de Jacob Jenkins, uno de los cabrones más
peligrosos que existen y mi enemigo directo. En realidad es enemigo de mi
apellido, yo personalmente no le hice nada, a no ser joderle algún negocio,
pero la enemistad que mantiene con mi familia viene desde mi infancia.
Así que si toco al capullo de Jeremy, Jacob se me vendrá encima por tocar
a alguien de los suyos. Siendo sincero, haría lo mismo si estuviera en su
lugar. Tampoco es que le tenga miedo a Jacob, me la pela el muy cabrón. Ya
le demostré más de una vez que no soy alguien a quien se deba cabrear.
Pero ahora mismo entrar en una guerra con él conllevaría mucho esfuerzo
y necesito estar atento a otros asuntos en estos momentos, como lograr
que cierta abogada caiga a mis pies. A su vez, también pondría en riesgo a
Scarlett, porque si Jacob se entera de que todo fue por una chica sin duda
irá a por ella y la matará solo para hacerme daño a mí. No vale la pena tanto
riesgo, trabajo y distracción por una mierda como Jeremy; aun así, me
mantendré atento para evitar que se acerque a ella. Porque como el tío
intente pasarse de la raya… en ese caso no pensaré en las consecuencias, lo
torturaré hasta que no pueda más, entonces será cuando lo deje morir para
luego follarme a mi chica delante de su cuerpo y bañarlo con nuestros jugos
cuando nos corramos, se me pone tiesa solo de pensarlo.
Llegada la situación, si entramos en una guerra puedo proteger a
Scarlett, lo que me hace recordar que tengo que decirle a Matt que le ponga
una escolta, femenina a ser posible, pero que se mantenga a distancia de
ella. No quiero que se dé cuenta de que la seguimos. Así estará segura y
sabré a dónde va y quién se le acerca cada segundo. Saco mi teléfono y le
mando el mensaje a Matt para que lo organice.
Ahora es el momento en el que empieza la partida, mi querida abogada.
CAPÍTULO 10
Scarlett

E
stoy en mi despacho preparando todas mis cosas para irme a casa,
ha sido un día bastante largo y una locura emocional. Al salir me
cruzo con varios colegas que me saludan con respeto, pero al llegar
al ascensor me encuentro con un grupo de mujeres. Cuchichean entre ellas
y, al acercarme, me quedo de piedra.
—¿Has visto cómo ha ido a comer con los tres dioses?
—Sí, acaba de llegar y ya está rodeada de ellos, yo incluso escuché cómo
se refirió a los señores Smith por sus nombres.
—Eso no es lo peor, a mí me contó una de las recepcionistas que la vio en
la entrada hablando con el ayudante Smith y estaban muy próximos.
—Os dije que era una zorra, acaba de graduarse y ya es contratada como
nuestra superior y, como si no fuera suficiente, está con ellos como si se
conocieran de toda la vida. Nosotras llevamos muchos más años aquí.
Ahora entiendo que en vez de tirarme a uno de ellos lo tendría que haber
hecho con los tres.
Me pongo roja de la ira, ¿están locas? ¿Se supone que solo puedo
conseguir las cosas por follar con alguien y no por mis logros? No es mi
culpa que fueran ellas las que decidieron buscar otros caminos para
conseguir un ascenso en vez de esforzarse de verdad. Es mi primer día, así
que no quiero más malos rollos. Les demostraré que estoy en mi puesto
gracias a mi valía, no por abrirme de piernas.
Llego al ascensor y carraspeo un poco para que noten que ya no están
solas. Las tres mujeres se dan la vuelta y, al verme, dos de ellas abren los
ojos de la sorpresa, creo que están preocupadas por si escuché algo o no. Es
normal, podría despedirlas por lo que dijeron, pero la tercera, la que está
convencida de que me acuesto con los tres, se queda mirando hacia mí con
la barbilla levantada y una sonrisa, es como si no le importaran las
consecuencias o se creyera que es intocable.
—Buenas tardes.
Es todo lo que digo mientras espero al ascensor junto con el resto de las
personas con la cabeza bien alta, no quiero entrar en discusiones sin
sentido, pero tampoco puedo hacerme a un lado como si no existiera.
—Buenas tardes, señorita Reych, ¿ya se marcha? —me pregunta una de
ellas intentando hacerse la inocente por completo.
—Así es, ha sido un día largo y lo único que deseo es llegar a casa —le
respondo.
—La entiendo, debe de haber sido complicado adaptarse a todas las
nuevas personas —me dice otra de las mujeres.
Soy consciente que esa frase trae un doble sentido, pero no les hago caso,
solo me río con un suspiro y me giro para enfrentarla.
—Sí que lo fue, sí, sobre todo, la reunión a la que me llevó el señor Brown
para conocer a mis superiores, pero no me queda otra que acostumbrarme
ahora que voy a tener que tener contacto directo con ellos por temas
laborales.
Enfatizo la palabra laboral a ver si así les queda claro que no tengo nada
con ninguno de ellos, solo estoy aquí para trabajar y nada más.
—La entiendo, todos en este edificio saben lo complicado que debe de ser
trabajar directamente para el señor Knight, pero si algún día necesita
ayuda, no dude en pedírmela, quizás entre dos se pueda soportar mejor la
presión.
—Te lo agradezco, sin duda contaré contigo —respondo con una sonrisa.
Me esfuerzo por ser lo más amable posible, me gustaría poder llevarme
bien con estas mujeres y no tener que estar en pie de guerra todo el rato.
Parece que nuestra pequeña charla ha calmado un poco los ánimos, porque
ahora las mujeres me sonríen con una sonrisa más natural. Me alegro, si
pedirles que lleven algún papel al despacho del Diablo las pone felices y
logro que me dejen en paz, estaré más que encantada de hacerlo.
En cuanto termino de hablar, escucho cómo suena el timbre del ascensor
que indica que está en nuestra planta, al girarme hacia delante me doy
cuenta de que las puertas no se abren, ¿qué pasa?
—Scarlett, suerte que te pillo, vente con nosotros en este ascensor, tú no
tienes por qué usar el común e ir como una sardina enlatada —me dice una
voz masculina por detrás.
Joder, no puede ser, conozco esa voz, me giro y detrás de mí en la puerta
del ascensor dorado no está otro que Rafael, que me mira esperando que
me vaya con ellos. Ahí se van por el desagüe mis esfuerzos por llevarme
bien con mis compañeras, se acaban de poner todas blancas como el papel.
Será mejor que limite mi relación con los tres a lo laboral, si no, temo que
me envenenen el café algún día.
—Buenas tardes, señor Smith, le agradezco el ofrecimiento, pero sería
inapropiado que una simple empleada fuera en el ascensor del director —
respondo con una sonrisa.
Dicho esto, me dispongo a entrar en el ascensor común, que por fin se
dignó a aparecer, junto con el resto de empleados. Pero cuando estoy por
entrar, una mano grande me sujeta. Levanto la vista y me encuentro con la
cara de quien lleva atormentándome toda la tarde, Lucifer. Él entrecierra
los ojos y pronuncia una única palabra mientras me presiona con más
fuerza.
—Sube. —Su voz es gélida y deja claro que no hay lugar para la
discusión.
Trago saliva y asiento con la cabeza, solo Dios sabe qué me hará si me
niego delante de todos a obedecer una orden suya. Contemplo al ascensor
lleno de gente, todos nos observan en completo shock, excepto esa joven
que no me quita ojo y parece loca de ira. Creo que si las miradas mataran,
caería muerta aquí mismo. Suspiro, por lo visto a partir de ahora no podré
volver a tomar café en la oficina. El Diablo no me suelta, ¿por qué cojones
no me suelta si ya le dije que iría con ellos? Intento zafarme, pero él se
aferra más a mi brazo, como si me fuera a escapar. ¿Por dónde se piensa
que voy a irme?, ¿por las escaleras y en tacones? Es un décimo piso.
—¿Me puede soltar ya? —le digo, una vez que todos se han ido y nos han
dejado a los dos solos. Él no me hace ni caso, en vez de eso se acerca más a
mí llevando su rostro a un lado del mío.
—La próxima vez que te dé una orden, hazlo sin discutir ¿o prefieres que
te castigue por desobedecer? —me dice en bajo acariciando mi oído con su
aliento.
Se me calientan las mejillas y se me humedecen las partes íntimas, no
puedo creer que tenga ese efecto en mí con tan poco. Él se da cuenta de lo
que me provoca y esboza una sonrisa. Me suelta el brazo y me coge por la
cintura pegando mi cuerpo al suyo.
—¿Te gustaría saber cuál sería tu castigo? Lo único que te diré es que
quedarías afónica de tanto gritar, pero no de dolor.
Jesús, María y José, ¿por qué me hace esto? Si antes notaba la humedad,
ahora estoy empapada.
—Será mejor que vayamos, nos están esperando.
Es todo lo que alcanzo a decir en un burdo intento de aparentar que sus
palabras no me afectan, pero no me sale como esperaba porque mi voz
suena baja y áspera y él se da cuenta de que me ha puesto como una moto.
Se aprieta más a mí y noto algo duro que me llega hasta el vientre, se me
abren los ojos y conecto mi mirada con la suya. Está excitado, eso queda
muy claro y, joder, por lo que noto contra mí, la tiene enorme. Veo cómo se
oscurecen sus ojos brillando de lujuria.
—Deja de mirarme así o pienso hacértelo aquí mismo —me dice con una
voz ronca que hace que se me erice la piel.
Cierro los ojos y cojo aire, no entiendo cómo logra producir este estrago
en mí con solo unas palabras. Puede que Luisa tenga razón, necesito un
polvo. Con los ojos aún cerrados, esforzándome por no mirarlo, me separo
lentamente de él y al hacerlo siento un frío y un vacío que se cuela por mi
piel, pero lo ignoro.
Abro los ojos evitando los suyos en todo momento y me dirijo al ascensor
donde nos esperan los hermanos Smith. Ellos sonríen al ver el rubor en mi
rostro, los ignoro y espero en un lado a que el Diablo decida entrar,
mientras tanto saco mi móvil y le mando un mensaje a Luisa. Necesito una
copa y un polvo con urgencia, tengo que quitarme este calentón para no
caer de nuevo en sus redes. Ella me responde enseguida, me está
esperando fuera y doy gracias al cielo porque siempre se adelante a mis
pensamientos.
El gran hombre por fin se digna a entrar y Rafael presiona el botón de la
planta baja. Cuento los segundos para poder irme de aquí, en serio que no
puedo más con la frustración sexual que me provoca. Al llegar a mi destino,
salgo lo más deprisa que puedo, casi tropezándome con mis propios pies,
debo de parecerles una loca, pero me da igual. Necesito salir con urgencia
de este lugar.
—Cualquiera pensaría que te asustan los ascensores, con la prisa que
sales de ellos siempre, Scarlett. —Esta vez es Matthew quien mete el dedo
en la llaga.
¿Estos hermanos no son los famosos demonios del Diablo? Entonces,
¿por qué se comportan como niños en mi presencia?
—Eh, no, es que me están esperando fuera —le respondo, aún
ruborizada por haber sido pillada.
—¡¿Quién?! —ruge de repente Lucifer y me hace saltar en el sitio del
susto. ¿Por qué le importa tanto?
—Mi amiga —contesto, quiero irme ya, me da igual cualquier cosa con
tal de poder marcharme.
Una vez escucha mi respuesta parece tranquilizarse porque su frente
vuelve a su estado natural. Aprovecho ese momento para salir pitando del
edificio, mi querida amiga me espera aparcada al pie de la acera con su
Lamborghini Urus color lila brillante, es imposible que sea más cantoso.
Abro la puerta y me deslizo en el interior. Una vez segura, saco todo el aire
que tengo dentro y me dejo absorber por los cómodos asientos de cuero,
suerte que todos los cristales del coche están polarizados, por lo que no
pueden verme.
—Entiendo que has tenido un día duro —comenta mi amiga al verme de
esa forma.
—Ni te lo imaginas, pero ahora mismo no quiero hablar, solo te diré que
necesito una o varias copas y un hombre que me calme este calentón.
—Te dije que estabas salida, pero no te preocupes, hoy pillas, sí o sí,
déjame a mí.
En este punto ya me da igual, que haga lo que quiera con tal de conseguir
volver mañana más relajada. Enciende el coche y el motor ruge listo para
ponerse en marcha. Ella acelera para partir a nuestro destino mientras
contemplo la entrada del magnífico edificio. Está oscuro, no se ve mucho,
pero logro divisar la imagen de un hombre que me mira con unos ojos
penetrantes y se me eriza toda la piel.
No puedo seguir así o caeré en el infierno de cabeza.
CAPÍTULO 11
Scarlett

L
legamos a la zona de bares y Luisa aparca su coche. Me desabrocho el
cinturón para bajar, pero cuando estoy abriendo la puerta me
detiene y me mira recorriendo mi atuendo.
—No vas a ligar con nadie con esas pintas, Scar —me dice, señalándome
con un dedo.
—¿Por qué no voy a ligar con esta ropa? ¿Los hombres necesitan a
mujeres poco vestidas para poder fijarse en ellas?
—Es hora de que entiendas una cosa, y que conste que te lo digo con todo
el cariño del mundo. A los hombres no les atrae una mujer inteligente y
formal para echar un polvo de una noche, buscan algo rápido, sin
complicaciones. Y tú, amiga mía, das la impresión contraria.
—Vale, ¿qué tengo que hacer para que vean que solo quiero sexo de una
noche y nada más? —le pregunto mientras me presiono las sienes.
Ella sonríe como una niña y empieza su labor. Me quita la chaqueta del
traje, me desabrocha la camisa para dejar a la vista mis pechos, deshace el
moño y mi cabello cae en cascada, se quita sus tacones rojos y vacía su
bolso del mismo color y me los lanza y, por último, me pinta los labios de
color sangre y me alborota un poco el cabello.
—Ahora sí estás lista —me dice mientras me observa.
Con eso, nos bajamos y caminamos a uno de los bares; suerte que
usamos la misma talla de pie, si no, esto habría sido toda una hazaña. Nos
sentamos en una de las mesas y pedimos nuestras bebidas, yo, un
Cosmopolitan y ella, un Martini con aceitunas. Cuando voy por mi
segundo Cosmopolitan escucho la voz de Luisa.
—¿Vas a contarme lo que te pasó? ¿O prefieres esperar al coma etílico?
Porque te recuerdo que tú nunca bebes.
Suspiro. Tiene razón, como siga así, mañana no podré levantarme de la
resaca. Me armo de valor y empiezo a contarle todo. A medida que avanzo
en la historia, ella empieza a cambiar la cara de una expresión a otra, hasta
que, al final, chilla como una colegiala llamando la atención de todo el bar.
—O sea, me dices que trabajas para tres dioses griegos y que te tratan
como una princesa desde que llegaste. Para colmo, Lucifer, que está como
un tren, está loco por hacerte conocer las profundidades del infierno.
Siendo así, ¿por qué estamos aquí buscando a un cualquiera y no estás
adorando a Satanás?
¿En serio de todo lo que le dije se queda con esa parte? No sé qué voy a
hacer con ella, de verdad que necesito que esta vez me entienda.
—Luisa, te lo he explicado, en ese edificio todas las mujeres y quién sabe
si algún hombre ya han adorado a Satanás y yo no quiero ser una de ellas.
Esa fue la razón por la que me contrató el señor Brown, sin contar que aun
sin tener nada con ninguno de ellos, tengo a todas las mujeres del edificio
deseando mi muerte.
—De esas zorras te puedes ocupar sin problema y si necesitas ayuda solo
tienes que pedírmela, pero me da la impresión de que si se lo comentas a
alguno de los dioses, intervendrán al momento.
—Pero yo no quiero eso, Luisa, quiero poder trabajar en paz, poder
demostrar que soy más que una cara bonita —me quejo.
—Vale, si es lo que tú quieres, así se hará. Pero que conste que si yo
estuviera en tu lugar, me volvería de la religión que hiciera falta para
adorar a alguno de esos hombres —responde ella.
Justo cuando termina de hablar se acercan a nuestra mesa dos hombres
muy atractivos y nos invitan a tomar algo. Nosotras aceptamos e incluso
Luisa le invita a uno de ellos, que no me quita ojo, para que se siente a mi
lado. Carter, así se llama, se acomoda junto a mí con una sonrisa enorme.
Es mono, un metro ochenta, piel clara, pelo castaño, con ojos del mismo
color y buen cuerpo. Para una noche está bien.
Seguimos hablando un buen rato sobre cosas comunes de nuestra vida
cotidiana. Al final decido no beber más, después de mi cuarta copa ya estoy
bastante entonada, así que no hay necesidad de seguir. Al rato de estar
conversando, Carter se me acerca y me susurra que le encantaría poder
estar en privado conmigo para centrarnos en nosotros. Cuando se
aproxima de esa forma a mi oído, siento su aliento y no me provoca nada
comparado a lo que me pasó con Lucifer esta tarde. Joder, no puedo pensar
en él ahora. Mantengo la apariencia e intento que no parezca que su
cercanía me incomoda, porque necesito esto.
—¿Qué te parece si nos marchamos de aquí? —le pregunto en voz baja—.
Podemos ir a mi apartamento, no queda muy lejos.
Será mejor en mi apartamento, hoy Chris tenía una reunión y me dijo
que llegaría bastante tarde. Además, no me fío de irme a casa de un
desconocido, si sucede algo, en mi piso hay más personas que pueden
interceder. A él parece entusiasmarle la idea, porque esboza una sonrisa y
busca su cartera para ir a pagar, no sin antes pasar su mano por fuera de
mi pantalón rozándome el muslo y acercándose peligrosamente a mi
centro. Suerte que Luisa ya se fue con el amigo de Carter, me moriría de la
vergüenza si hiciera esto delante de ella.
Doy un respingo en mi asiento y se me sube toda la sangre a la cabeza. Él
aprovecha esa oportunidad para pegar sus labios a los míos. Su beso se
siente bien, pero es como si me faltara algo. Respondo al beso y él me
agarra la cara con una mano, la va bajando peligrosamente por mi
garganta, desciende por mi hombro y de camino al lateral de mi pecho.
Esto se está calentado muy rápido y lo peor de todo es que no siento nada,
hasta diría que estoy un poco incómoda. Seguro que es por estar en un bar,
en casa será diferente. Cuando llega a uno de mis pechos, alguien
carraspea a nuestro lado para interrumpirnos y llamar nuestra atención.
—Hola, Scarlett, necesito hablar algo urgente contigo —dice una voz
masculina.
Abro los ojos y empujo a Carter lejos de mí; reconozco la voz, pero no
puede ser él, ¿verdad? Levanto la mirada lentamente para ver a la persona
que me llama. Me cago en la puta, sí que es Matthew, pero ¿qué hace aquí?
El tío está ahí parado, mirándome con cara enfadada, ahora sí que
entiendo por qué la gente le huye, da mucho miedo. Carter me observa
perplejo, creo que piensa que soy prostituta o algo así, porque sin duda
Matt parece un matón.
—Soy abogada, él es el jefe de seguridad de la empresa donde trabajo —
le comento en voz baja a Carter, lo último que quiero es que piense cosas
que no son.
—Ok, os dejaré hablar tranquilos mientras voy a pagar.
Carter me da un beso y se levanta con intención de ir a la barra. Cuando
se pone de pie puedo ver la diferencia de tamaño con Matt, parecen David
contra Goliat. Matt se queda donde está impidiendo que Carter pueda
moverse y lo mira de arriba a abajo de muy malas maneras. El pobre chico
cierra las manos en puños para esconder el temblor que tiene del miedo
que le está provocando el hombre frente a él.
—Matthew, ¿qué era lo que tenías que discutir conmigo? —le pregunto
en un intento de desviar su atención. Funciona, porque se aparta y deja
pasar a Carter.
Matt se sienta delante de mí.
—Ha habido un problema con el contrato de la compra de los terrenos y
Barron está ocupado, así que te tienes que ocupar tú —me dice sin dejar de
mirar mi atuendo—. ¿En qué momento te cambiaste?
—No me cambié, solo arreglé un poco mi ropa. Con respecto al contrato,
déjame llamar a Barron para ver qué es lo que tengo que hacer.
Cojo mi bolso y saco el móvil para hacer la llamada. Al verme, le cambia
la cara por completo y coloca su mano encima de la mía para impedirme
que la haga.
—No hace falta molestar a Barron, puede esperar hasta mañana —me
dice con prisas.
—Si puede esperar hasta mañana, ¿por qué vienes hasta aquí a
buscarme? Es más, ¿cómo sabías que estaba aquí?
—Coincidencia, siempre vengo aquí a tomar algo y justo te vi y como
sabía lo del contrato, pensé que podías arreglarlo tú.
—¿Te das cuenta de que comencé a trabajar hoy, verdad? ¿Cómo piensas
que puedo arreglar un contrato que ni siquiera conozco?
—Sí, tienes razón, fue una tontería. Bueno, ya que estoy, ¿quieres que te
acerque a casa?
Le observo detenidamente, está un poco nervioso, le aparecen algunas
gotas de sudor por la frente, además nada de lo que me dice tiene sentido.
En el momento en que me dispongo a hacer más preguntas, llega Carter.
—¿Nos vamos? —me dice.
Matt se queda callado sin apartar sus ojos de mí. Me levanto, le hago un
gesto de despedida con la mano y me voy con Carter. Al llegar a la puerta,
me dice que va a por su coche al garaje, que le espere aquí. Así que aguardo
por él, pero empieza a pasar el tiempo y no aparece. ¿Dónde se ha metido?
No me habrá dejado tirada, ¿verdad?
La gente empieza a salir de los bares y no paran de mirarme, voy vestida
de una manera algo provocativa y estoy en la acera sola… No es que dé la
mejor de las impresiones ahora mismo. Empiezo a preocuparme de
verdad, ya se me acercaron dos tíos, uno me preguntó que cuánto cobraba
y el otro que si necesitaba compañía para esta noche. Para colmo, el frío
empieza a calarme, me cierro la camisa con fuerza esperando que me
proteja algo, pero ¿a quién engaño?, no me cubre nada.
Suspiro, ya pasó más de media hora y Carter no aparece, será mejor que
me vaya. Cojo el móvil y dudo si llamar a un Uber, a Chris o a Luisa, pero
para cuando me dispongo a llamar a alguien, un coche de lujo se detiene
delante de mí. Es todo negro, con los cristales polarizados. No pienso
acercarme, bajo la cabeza al teléfono en mis manos con el número de
Christopher en el marcador, con suerte ya salió de su reunión y puede
venir a buscarme. En ese momento, la ventanilla de detrás se baja y levanto
la mirada, lista para mandar a la mierda a la persona del coche, pero cómo
no, dichosa suerte.
—Buenas noches, Scarlett, ¿acaso mi tío no te ofreció suficiente dinero
que tienes que dedicarte a este oficio?
Puto Diablo, estoy dudando entre mandarlo a la mierda o pedirle que me
lleve. ¿Por qué dudo? Lo mando a la mierda, Barron no dejará que me haga
nada y puedo llamar a cualquiera para que me recoja. Me preparo para
contestarle, pero él abre la puerta de su coche, dejándome como un pez.
—Sube —me ordena.
Ya es la segunda vez en el día que me ordena lo mismo. Miro la puerta
abierta y valoro mis opciones: si me niego a ir con él, seguro que me sube a
la fuerza, sin pensar en el posible castigo del que me amenazó antes en el
ascensor, además de la posibilidad de seguir más tiempo aquí con toda la
gente que no deja de mirarme. Suspiro, como dicen, es mejor diablo
conocido que uno por conocer.
CAPÍTULO 12
Alexander

E
stoy en el despacho de mi casa en una videoconferencia con la sede
de Londres, pero mientras ellos hablan y me dan informes, yo no
dejo de pensar en lo que pasó con Scarlett, tenerla tan cerca fue…
celestial. Cuando la apreté contra mí y escuche esa voz entrecortada y sexy,
pensé que me iba a correr ahí mismo… no podía más. Así fue que una vez
ella logró apartarse, tuve que tomarme mi tiempo para recomponerme, de
no haberlo hecho solo Dios sabe lo que podría haber pasado. Creo que esto
se está complicando más de lo que esperaba, no sé si seré capaz de soportar
seguir viéndola sin poder metérsela cada vez que me apetezca. Una parte
de mí me dice que vaya a por ella, la meta en mi cama y no la deje salir
nunca. Sin embargo, otra parte me dice que me aleje, que es una
distracción de nuestros objetivos. Que se joda esa parte, no pienso
alejarme de ella, no puedo y, aunque quiera, sé que no puedo.
De repente, la puerta de mi oficina se abre y entra Rafael, bastante
alterado. Se queda de pie delante de mí, pero evita mi mirada y balancea su
cuerpo de un pie al otro; esto pinta mal, muy mal. Así que tomo la decisión
de terminar con la reunión ordenándoles que envíen sus informes para que
los lea más tarde.
—Ya puedes hablar, ¿qué pasa? —le digo, al borde de perder la paciencia
como se siga moviendo así.
—Antes que nada, quiero que sepas que Matt ya fue a ocuparse en
persona y no tienes por qué alterarte —me dice haciéndome gestos con las
manos para que me calme.
Debe de haber pasado algo realmente malo para que Matt haya tomado
la decisión de intervenir él mismo sin consultarlo conmigo primero.
Confío ciegamente en él, así que me recuesto en mi silla esperando que Raf
siga hablando, si su hermano en persona está en el lugar donde está el
problema, yo no debo de preocuparme.
—Bueno, es que, resulta que…
No para de trabarse con su propia legua. No estaba preocupado, pero al
ver que ni siquiera es capaz de contarme lo que pasa estoy empezando a
ponerme bastante nervioso. Nunca se había puesto así a la hora de
contarme algo.
—¿Quieres hablar de una vez o te ayudo yo?
—Es sobre Scarlett, ella…
No lo dejo terminar de hablar, me levanto de mi asiento tan rápido que
ni yo mismo soy consciente, lo agarro del cuello de la camisa y le golpeo la
espalda contar la pared.
—¡Habla! —le grito.
—Ella fue a un bar con su amiga a tomar algo y ahí conoció a un chico,
por lo visto la conversación estaba empezando a subir a otro nivel por lo
que Matt ha decidido intervenir.
No escucho el resto de lo que dice, únicamente me quedo con las
palabras Scarlett, bar y chico. Joder, eso ya es más que suficiente para mí.
Salgo corriendo de mi despacho y bajo prácticamente volando las
escaleras, sé que Raf me sigue por detrás, sabe perfectamente a dónde
vamos, voy a matar al hijo de puta que se ha atrevido a tocarla. Una vez
llegamos a la puerta principal, el coche ya está preparado. Rafael se sube al
asiento del copiloto y yo me subo detrás, le dice la dirección al conductor y
nos vamos a toda prisa. Por el camino decido llamar Matt, necesito saber
cómo está la situación y por su bien espero que ella esté con él y el capullo
que la tocó, retenido.
—Dime que está contigo —le suelto en cuanto contesta.
Al otro lado del teléfono se hace el silencio, pero sé que me está
escuchando porque puedo oír su respiración.
—¡Matthew! —le grito entre dientes.
—Estaba —me contesta por fin.
—¿Cómo qué estaba?
—Intervine, me inventé una excusa para hablar con ella y hacerle ver a él
mi presencia, pero ella no se la tragó, así que se fue con él. Ahora mismo
ella está en la puerta del bar esperándolo y él fue al garaje a buscar su
coche.
Será inepto, conociéndolo, se habrá inventado una excusa patética y
teniendo en cuenta lo lista que es Scarlett, se habrá dado cuenta al
momento. No hay duda de que toda la inteligencia la heredó su hermano y
no él.
—Intervenidlo a él en el garaje y llevadlo al almacén, no dejéis que llegue
a ella.
—Como mandes, pero…
—¿Pero qué?
—Ella ya no lleva la misma ropa que antes, bueno, sí que lo hace, pero
diferente, quiero decir…
—¡Quieres dejar de dar vueltas e ir directo al grano! —grito.
No sé qué narices pasa hoy con estos dos, pero parecen incapaces de
terminar una puta frase sin trabarse. Siento cómo traga saliva al otro lado,
cojo aire, por lo visto esto me va a gustar aún menos.
—Está sexy.
—¿Sexy? ¿Cómo que sexy?
—Bueno, está con la ropa no tan cerrada y algún detalle más, no creo que
sea buena idea que esté sola en la acera.
—¿Está enseñando los pechos? ¿Es eso lo que me quieres decir?
—Sí, no, me supongo, yo no vi nada.
Cierro los ojos, puedo notar el nerviosismo que tiene al contestarme, así
que sé perfectamente cuál es mi respuesta.
—¡Joder! —grito mientras pateo el asiento delantero—, que Alexa se
quede con ella, pero oculta en las sombras, no quiero que la descubra.
—Enseguida.
—Ah y, Matt, como la vuelvas a cagar, habrá consecuencias.
No espero su respuesta, cuelgo y tiro el teléfono encima del asiento,
necesito llegar a ella cuanto antes, así que le grito al conductor que acelere.
Él no duda y sube la velocidad, y en menos de diez minutos nos
encontramos en la esquina del bar. Cojo de nuevo mi móvil y le mando un
mensaje a Alexa para informarle mi llegada, ahora que estoy aquí, ella
puede bajar un poco la guardia.
—¿Quieres que nos acerquemos? —me pregunta Rafael.
—No, vamos a dejar que sufra un poco para que aprenda la lección.
No dejo de mirarla, lleva la misma ropa que en la oficina, pero ha
cambiado algunos detalles. Los zapatos son rojos, no negros, su pelo está
suelto y alborotado. No lleva chaqueta, se ha pintado los labios de rojo y la
camisa desabrochada permite ver bastante de sus pechos. Ha pasado de
dar una imagen seria y formal a una de sexy y alocada, ¿en qué coño estaba
pensando? Si tan caliente está tenía que acudir a mí, no buscarse a otro,
joder. ¿Cómo se atreve a salir vestida así? Solo yo debería tener esa imagen,
voy a tener que enseñarle una lección para que esto no vuelva a suceder.
Espero en el coche durante más de media hora. En ese tiempo dos tíos se
le acercan, pero ella los echa y cuando van a replicar, Alexa sale de las
sombras para enseñarles su arma. Ellos al verla no dicen nada más, se dan
la vuelta y salen pitando, aún no entiendo cómo no se dio cuenta de que
tenía a alguien detrás protegiéndola. Veo cómo empieza a temblar de frío,
¿quién espera a un tío que acaba de conocer 45 minutos en la calle? En ese
instante saca su móvil, imagino que por fin va a llamar a alguien para irse a
casa, pero si permito que se vaya sin castigo, ¿cómo va a aprender?
Le ordeno al chofer que se pare delante de ella y cuando nos detenemos
veo su cara de pavor, ya tiene miedo y aún no sabe cómo pienso castigarla.
Bajo la ventanilla, al verme, el pavor se transforma en sorpresa para luego
acabar en enfado. Lo que me faltaba es que fuera ella quien se enfadara.
—Buenas noches, Scarlett, ¿acaso mi tío no te ofreció suficiente dinero
que tienes que dedicarte a este oficio? —le digo esbozando una sonrisa.
Ella frunce el ceño y se queda pensativa con la mirada clavada en mí,
juraría que está pensando en mandarme a la mierda… No será capaz,
¿verdad? Qué cojones, claro que lo será, ya lo hizo en una ocasión e incluso
le pegó a Rafael, joder, esta mujer va a volverme loco. No lo soporto, juro
que hoy le enseñaré una lección. Abro la puerta de mi coche y me hago a un
lado, aun así, ella duda. ¿Prefiere quedarse aquí en la acera que venir
conmigo?
—Sube —le ordeno.
Como no entre ahora mismo pienso subirla yo. Por suerte no hace falta,
porque sube sin protestar y una vez dentro saluda a Rafael y al chofer
ignorándome por completo. No pienso dejar que se distraiga con estos dos
idiotas, estoy a su lado, me debería prestar atención a mí y solo a mí.
Rafael se da la vuelta para hablar y ella le sonríe, hasta aquí puedo
aguantar. Llevo mi mano al botón que tengo a mi lado y subo la pantalla del
coche que separa las dos estancias, no sin antes dar la orden de dirigirnos a
su casa.
—No les he dicho dónde vivo, ¿cómo van a saber a dónde llevarme? —me
pregunta en cuanto ve que la pantalla sube.
—No hace falta, Rafael sabe tu dirección.
Ella asiente y se gira para mirar por la ventana, está pegada a la puerta
como un cervatillo asustado. Por mi parte, no dejo de mirarla, estamos los
dos solos, en un espacio pequeño, y el cristal que nos separa es
insonorizado. Sonrío, no puedo tener mejor oportunidad que esta. Me
acerco a ella y apoyo mi pecho contra su espalda. Al darse cuenta de la
situación, da un pequeño salto en el sitio.
—¿Qué, qué haces? —me pregunta con voz nerviosa.
—Dime, si tan cachonda te puse en la oficina, ¿por qué no decidiste venir
a mí y te fuiste a por uno cualquiera? —pregunto susurrándole al oído, hoy
aprendí que es su punto débil.
—No tengo ni idea de lo que habla, señor Knight, y con quien yo
mantenga sexo no es de su incumbencia —me ladra.
Debe de estar de broma, no me tomo la molestia de provocarla para que
ella vaya a caer a los brazos de otro cualquiera. ¿Qué coño se piensa? Pierdo
el ápice de cordura que me quedaba, la agarro del cuello y golpeo su cabeza
contra el cristal de la puerta, haciendo que abra los ojos de la sorpresa.
—No haces más que provocarme, pero no tienes idea de con quién estás
jugando, creo que ya es hora de que aprendas algo —le digo entre dientes
con mi rostro al lado del suyo.
Ella lucha, arañando mis manos en un intento de salir de mi
aprisionamiento, pero no puede; cuanto más intenta zafarse, más presión
hago. Es una chica inteligente, así que entiende rápido cómo va a
funcionar esto y deja de luchar. En cuanto lo hace, abro un poco la mano
para que vuelva a respirar algo de oxígeno. Ahora que está más sumisa,
aprovecho para separar sus piernas con mi rodilla, pero ella intenta
cerrarlas al momento. Yo no se lo permito y con mi mano sujeto su cuello
volviendo a privarla de aire.
—A ver si te queda claro. Te comportas, respiras; me desafías, te
asfixias, ¿lo vas pillando? —le digo mientras acaricio su labio inferior con
mi pulgar—. No te preocupes, hoy no te quitaré la ropa.
Fija su mirada en la mía, creo que comprende lo que va a pasar, se le
llenan los ojos de lágrimas, pero no me detengo. No puedo permitir que
me dé pena, si dejo que se marche sin castigo nunca aprenderá. Vuelvo a
abrirle las piernas y comienzo a acariciarla con la mano libre, empiezo
desde su rodilla y subo lentamente por la parte de dentro de su muslo. Ella
se retuerce en el sitio, así que hago un poco de presión en su garganta. Le
comienzan a caer lágrimas por el rostro y las lamo lentamente mientras
ella cierra los ojos, son saladas y me excitan tanto…
Sin dejar que sus vagos intentos de zafarse me distraigan, sigo subiendo
y poco a poco llego a su núcleo, hasta que lo rozo con la punta de los dedos.
En el momento en que la toco ahí, suspira y cierra los ojos con más fuerza,
lo está disfrutando tanto como yo, no puede engañarme. Empiezo a hacer
pequeños círculos en su centro haciendo que su pecho empiece a subir y
bajar con mayor rapidez. A medida que voy frotando, empiezo a besarle
por debajo de la oreja y desciendo lentamente por su mandíbula, su cuello y
su clavícula hasta que llego a sus pechos medio descubiertos. Su piel es tan
suave como la imaginé y huele de maravilla, abro la boca y paso mi lengua
por ellos mientras hago un poco de presión en su entrepierna; sabe a
gloria.
—Por favor, para —me suplica entre lágrimas.
¿Se volvió loca? No pienso parar, puedo notar como lo disfruta tanto o
más que yo. Meto mi cara entre sus pechos y chupo con fuerza uno de ellos,
quiero que se le quede mi marca y en cuanto termino con ese, sigo con el
otro. No paro hasta asegurarme de que ambos tienen mi huella. Mi polla
está apretando tanto mis pantalones que tengo miedo de que se me
rompan, ni siquiera me ha tocado y ya ha conseguido excitarme más que
ninguna otra mujer.
El coche se detiene y sé que es el momento de acabar con esto, así que
empiezo a frotar con más fuerza entre sus muslos mientras lamo y chupo
la parte superior de sus pechos. Ella se muerde el labio inferior para no
soltar ningún gemido y doy gracias por ello, si la escucho gemir me la follo
aquí mismo. Está a punto de explotar porque empieza a retorcerse debajo
de mí, lo que me lleva a hacer más presión en su cuello, pero ahora mismo
parece no importarle, parece que lo está disfrutando.
Llevo mi boca hasta su garganta y de ahí a detrás de su oreja, mientras
con la mano acelero el ritmo de las caricias en su centro. Ella lleva su mano
a la mía agarrándola con fuerza, vuelvo a hacer un poco de presión
pensando que intenta detenerme, pero para mi sorpresa no lo hace. En vez
de ello, la aprieta contra sí. Joder, me vuelve loco, suelto mi mano de su
cuello y la llevo a su pecho apretándolo con fuerza mientras vuelvo a hundir
mi rostro en él, ahí es cuando explota, cierra los ojos, echa la cabeza hacia
atrás y se corre entre temblores, regalándome la imagen más bonita que he
visto en mi vida.
—La próxima vez que estés necesitada, acude a mí. Puedo complacerte
mejor que nadie —le susurro al oído.
Me mira con lágrimas en los ojos y un rubor en el rostro que hacen
contradictorias sus emociones. Por mi parte, necesito que se baje de mi
coche antes de que pierda todo el autocontrol que me queda, así que paso
por delante de ella y le abro la puerta. Se me queda mirando, no sé qué
estará pasando por esa cabecita suya, pero aún tiene la respiración
acelerada y su pecho sigue subiendo y bajando constantemente; si no se
calma, no voy a poder controlarme.
—¿Bajas o quieres una segunda sesión? —le pregunto mientras miro
esos ojos que me excitan más de lo que ya estoy.
Al escuchar mis palabras, mira hacia afuera para comprobar donde está
y, al darse cuenta de que es su casa, sale del coche sin volver la vista atrás ni
decir una palabra. Doy un portazo y libero mi polla antes de que perfore
mis pantalones, cierro los ojos mientras me la agarro con fuerza, se me
viene la imagen de ella corriéndose, echando la cabeza hacia atrás, ese
rubor, esos labios… me los imagino alrededor de mi falo… madre mía, mi
respiración se acelera, mi pecho sube y baja al ritmo de mi mano y mis
caderas se unen al baile.
Con esas imágenes en mente llego a mi propia liberación con un rugido.
Recuesto la cabeza en el asiento mientras intento volver a respirar con
normalidad, hacía mucho tiempo que no me masturbaba y ni hablar de
correrme de esta manera. Creo que nunca me pasó, lo peor de todo es que
ella ni siquiera me tocó. Si logró esto de mí con ropa, en un coche y sin
tocarme, no quiero imaginar lo que puede hacerme cuando por fin la tenga
desnuda en mi cama.
Mi teléfono suena y veo que es un mensaje de su guardaespaldas, ella ya
está en su piso. Me recompongo y en cuanto tengo mi voz normalizada
aprieto el comunicador.
—Vamos al almacén —ordeno.
Miro por la ventanilla a su edificio. Joder, nunca me había sentido así.
¿Qué está haciendo esta mujer conmigo?
CAPÍTULO 13
Alexander

L
legamos a unas puertas de hierro que dan acceso a un camino de
tierra. Ahí se encuentran dos vigilantes que al ver el coche nos abren
paso sin pensarlo dos veces. Este camino nos conduce al almacén, un
conjunto de naves que poseo a las afueras de la ciudad donde nos
ocupamos de los asuntos de nuestros otros negocios. Todo el lugar está
fuertemente custodiado por varios soldados armados, tiene el mejor
sistema de seguridad posible, diseñado por mí mismo, lectores de
temperatura, cámaras infrarrojas, sensores de movimiento y minas
escondidas por las zonas abiertas. Una fortaleza.
Al bajar del coche, mis hombres inclinan la cabeza a medida que paso por
delante de ellos. Entro en la nave principal, es como una mansión por
dentro distribuida en varios pisos. Está completamente equipada con todo
lo que pueda necesitar mi gente, varias habitaciones y baños, zona de
ordenadores para los hackers, gimnasio para los entrenamientos, armería,
sala de tiro, cocina y un salón-comedor que ocupa casi toda la planta baja,
una sala de reuniones y una zona recreativa con billar y consolas para
entretenerse. El sitio está pensado para albergar a más de ciento cincuenta
personas. En el piso superior están mi habitación, un despacho y las
habitaciones de los hermanos, pero no me dirijo hacia allí, voy hacia abajo,
a una de mis salas preferidas.
El sótano está insonorizado, con luz artificial por todas partes y
respiraderos que nos permiten permanecer aquí sin asfixiarnos. En él hay
varias estancias, cada una pensada para un propósito distinto, y un baño
para asearnos al terminar nuestras labores. Me dirijo a una de las
habitaciones de la izquierda, en ella hay un asiento como el de los dentistas
y en él se encuentra atado un hombre que ya tiene varios cortes en la cara,
por lo visto Matt empezó sin mí. El chico levanta la cabeza como puede y se
fija en mí, lo ignoro y camino directo hacia un lado de la sala donde hay
una mesa llena de instrumentos de todo tipo.
—Oye, tú, ¿puedes sacarme? Nadie me dice por qué estoy aquí. ¡Yo no he
hecho nada! —me ruega el imbécil.
—¿No hiciste nada? ¿Entonces por qué mis hombres te trajeron? —
pregunto mientras juego con un cuchillo militar dándole vueltas en mi
mano.
—¿Eres el jefe? Tiene que haber sido un error, yo no te hice nada, ni
siquiera sé quién eres y te juro que si me dejas ir no diré nada a nadie.
—¿Te gusta? Es un Fox Leonida de combate, una de mis últimas
adquisiciones. Según mis hombres, es muy cómodo a la hora de abrirle la
garganta a una persona. Me pregunto qué tal será para sacarle los ojos —
digo en voz alta mientras sigo jugando con el filo del arma.
—Para ese trabajo es mejor un Karambi, jefe, se ajusta a su palma y al
tener la hoja curvada y puntiaguda ayuda a sacar los globos oculares sin
estropearlos. Tome, puede usar el mío, lo acabo de afilar, podrá cortar los
nervios y vasos sanguíneos como quien corta una hoja —me responde
Dominik, el siguiente al mando por debajo de Matt.
—Pero ¿quién eres? —pregunta mi presa, a punto de romper a llorar.
—Me conocen por muchos nombres, El Diablo, Lucifer, Satanás…
puedes elegir —contesto mientras me quito la chaqueta del traje y me
preparo para la faena.
Al girarme para comenzar con él lo veo muy blanco y con cara de shock.
En ese momento me viene un olor fuerte y repugnante, espera, ¿se ha
meado solo con escuchar mi nombre? Esto no me cuadra, la única forma de
que eso pasara sería que me conociera. Vuelvo mi cara bruscamente en
busca de Matt, al que miro exigiendo una explicación.
—No se lo dijiste, ¿verdad? —dice él mientras se aprieta el puente de la
nariz y niega con la cabeza en dirección de Rafael—. Serás cabrón.
—Se lo iba a decir, pero después de dejarla en su casa parecía muy
contento, no quería estropearlo —responde este, con las manos en los
bolsillos del pantalón y encogiéndose de hombros.
—Es un peón —responde por fin Dominik—, no veo porque dais tantas
vueltas para contárselo —les dice a los hermanos.
En nuestro mundo, cada organización es como un ajedrez; está el rey,
que soy yo, las torres son Matthew y Rafael, los alfiles, que son los altos
cargos de cada grupo, como son Dominik y su pareja Alexa en el grupo de
guerreros, los caballos, la élite de mis guerreros y los peones, que van
desde los guerreros de bajo nivel hasta los recaderos que hacen las labores
básicas, desde limpiar las armas o hacer la cena a convertirse en
rastreadores que buscan todo lo que se les pida, etc. Depende de a qué se
dedique cada organización, los rastreadores buscan una cosa u otra,
nosotros nos ocupamos de las tareas que nadie quiere, traslado de
personas importantes, rescates, entrega de mercancía que en teoría no
existe… lo que la gente conoce como unos mercenarios.
Me empiezo a poner rojo de la ira, un peón, un puto peón estaba con
Scarlett, espero que no estuviera con ella para lo que pienso. Me vuelvo a
mirarlo, el hombre ve mi cara y sabe que está metido en un buen lío, sus
pantalones siguen mojados por haberse meado encima y le caen lágrimas
por los ojos.
—Señor Lucifer, juro por Dios que no sabía que era de los suyos —
empieza a disculparse mientras llora como un niño.
—Amigo mío, no llores, aún no he comenzado. Te voy a hacer unas
preguntas y de eso depende lo que pase aquí hoy, vas a contestarme,
¿verdad?
Empieza a mover la cabeza de arriba abajo desesperadamente, como siga
así se romperá él solo el cuello.
—¿Para qué la querías? ¿Cuál es tu labor como peón?
—Bueno, yo, es que yo, solamente quería conocerla… —me dice
tartamudeando.
—¡No me mientas! —le grito y volteo la mesa con rabia, tirando todos los
instrumentos de tortura.
Dominik mira a los hermanos, no entiende qué está pasando, por ahora
solo ellos saben sobre mi relación con Scarlett.
—Soy rastreador, soy rastreador, pero le juro que no sabía que la chica
era de los suyos, no le vi ninguna marca —se pone el hombre a gritar con
los ojos cerrados del pánico.
Otro error que debo arreglar, cada organización marca a sus hombres y
mujeres de una forma u otra, dependiendo de su rango, para que todos
sepan quiénes son y a dónde pertenecen. Debo pensar en ponerle una señal
para que nadie se vuelva a acercar a ella.
En el momento en que el peón está a los gritos, se abre la puerta y entra
Alexa. Si ella está aquí, significa que Scar ya debe de estar dormida.
Dominik y Alexa son la guardia de Scarlett. A la salida del bar, Alexa
sustituyó a Dominik para que él pudiera venir aquí a interrogar a esta
escoria.
—¿Qué tipo de trabajo desempeña tu organización?
Al hacerle esa pregunta se queda pálido, eso ya me da la respuesta que
buscaba, pero prefiero oírlo de sus labios. Sigue sin contestarme, así que
me aproximo a él y con rapidez llevo el Leonida a un lado de su cabeza y le
corto una oreja. Quién lo iba a decir, por lo visto también es bueno para
esto.
Ahora el problema es que no para de gritar, así va a ser imposible
terminar de hacer mis preguntas. Le hago un gesto con la cabeza a Matt,
que se aproxima, y le da un puñetazo en la boca para que calle. El peón es
inteligente, así que sigue llorando, pero por lo menos ahora lo hace en
bajo. Aún con su oreja en la mano, la recojo con dos dedos y me la llevo
hasta los labios.
—¿Qué tipo de trabajo desempeña tu organización?
Esta vez le pregunto directamente a su oreja amputada, él parece
entender lo que puede pasar como no me vuelva a contestar, así que traga
saliva y me responde lo que quiero oír.
—Tráfico para prostitución —dice tan bajo como puede.
Aprieto la mandíbula tan fuerte que siento que se me van a romper los
dientes, ahora mismo estoy furioso a un nivel que ni se imagina.
—Te voy a contar algo, querido peón, ella no es una cualquiera dentro de
mi organización, es mi reina —le digo acercándome lentamente hacia él.
En el momento en el que esas palabras salen de mi boca, todos me miran
con los ojos muy abiertos de la sorpresa. Mi querido peón no tiene una cara
diferente, hasta el momento que asimila la información y empieza a
temblar. Se ha dado cuenta de que la ha cagado y a lo grande.
—Pero ella no está marcada ni tenía guardias, no había nada que
indicara quién es, yo no podía saberlo —se excusa el pobre idiota.
—¿Crees que eso justifica haber querido tocar a mi reina? —le respondo
entre dientes—. ¿Quién estaba de guardia cuando pasó lo del bar? —
pregunto a la pareja.
—Yo, señor —responde Dominik tragando saliva.
—¿Qué fue lo que le hizo?
El peón mira en completo pánico a Dominik, pero él no me mentirá, no,
si aprecia su vida. Traicionarme es algo que se paga muy caro. Dominik
empieza a respirar con más rapidez, se debe de estar planteando las
consecuencias de contarme todo lo que pasó. Lo miro de reojo y enarco una
ceja, no estoy de humor para que me hagan esperar.
—Él la besó en profundidad, tocó su muslo interior derecho y la acarició
desde su mejilla hasta el costado de su pecho izquierdo con su mano
derecha.
Las respuestas de mi alfil siempre son completas, como a mí me gusta,
aunque en este caso no me gusta una mierda.
—Fue consentido, ella estaba de acuerdo, yo no la forcé —empieza a
hablar el peón.
Mala respuesta.
Los hermanos se dan cuenta de que lo acaba de empeorar porque
empiezan a negar con la cabeza, echo una mirada a Matt y este se
aproxima para sujetar la cabeza del peón. En ese momento, yo me acerco
con el Karambi, meto la punta por el costado de su cuenca izquierda, hago
un poco de presión y giro la muñeca hacia dentro levantando al final del
giro, de esa manera logro quitar el globo ocular intacto. Durante todo el
proceso el peón no para de gritar a pleno pulmón, suerte que fui rápido, de
no ser así, tendría que arrancarle las cuerdas vocales por dejarme sordo.
—Esto es por mirarla —le digo al oído que aún conserva— y ahora te voy
a arrancar cada uno de los dedos con los que la tocaste y la lengua, por
besarla, te haré unos cortes simulando el recorrido que tocaste y por último
te arrancaré el otro ojo.
Él se dedica a pedir clemencia a un Dios que aquí en el infierno no tiene
cabida. Dominik se aproxima con unas pinzas para sujetar su lengua
mientras Matt sigue aguantando su cabeza. Una vez Dom tiene la lengua
estirada, la corto despacio para que él pueda sentir cada incisión, cada roce
que le hace el Karambi, me aseguro de que sienta el sabor del metal contra
su lengua. Al terminar, quemo con un hierro caliente la parte que aún tiene
en su boca, no quiero que se muera desangrado, todavía no.
Paso a su muslo, presiono ahora el Leonida por la parte interior,
simulando el recorrido que hizo con sus sucias manos, y le hago un corte
profundo hasta llegar casi a su asqueroso miembro. Le hago una señal con
la cabeza a Dom para que sujete su mano derecha y empiezo a cortar dedo
por dedo poco a poco. Me tomo mi tiempo para cortar cada hueso, podría
haber seccionado los dedos de un solo golpe, pero, ¿dónde estaría la
diversión si hiciera eso?
Al acabar con la mano, me alejo para observar mi obra. Hay sangre por
todos lados, le chorrea por el ojo, la pierna, la mano… hasta tiene sangre
seca que le cae de la boca y recorre su cuello. El mal nacido se ha
desmayado del dolor, pero aún no he terminado con él, así que Matt se
encarga de despertarlo para que pueda seguir con mi labor. Decido sacarle
primero el otro ojo, así que repito el proceso que hice con el anterior, pero
esta vez con mucha más lentitud para poder disfrutarlo mejor. Para
terminar, clavo el cuchillo en su mejilla y hago un corte profundo
recorriendo su rostro, pasando por la garganta hasta llegar a sus costillas.
Vuelvo a alejarme para ver mi obra como haría un pintor. Está tumbado
con la cabeza cayendo hacia atrás, con los párpados abiertos que dejan ver
sus cavidades oculares vacías y un gran agujero en la mejilla en el que se
puede ver su mandíbula y dientes, los brazos y piernas están estirados y
atados con correas para impedir su movilidad, ahora todas manchadas de
sangre. El corte del muslo fue tan profundo que puedo ver su fémur desde
aquí y en la mano derecha solo se ven las falanges descarnadas en los
lugares donde deberían estar sus dedos.
La imagen es… preciosa, el tío está hecho un desastre, pero es un
hermoso desastre. Ahora, bañado en rojo, me recuerda a ella, a esos labios
color sangre que me hacen imaginar todo tipo de obscenidades. Sonrío,
hasta la sangre me recuerda a ella. Obviamente, murió en el momento que
le atravesé la garganta, pero me da igual, yo acabé mi labor. Sigo
observándolo, ladeo la cabeza de lado a lado, le falta algo… Claro, cómo no
me di cuenta antes, vuelvo a coger el cuchillo y le dibujo una “D” en la
frente, así todos sabrán por qué murió.
—Deshaceos del cuerpo en un lugar donde todos puedan verlo —les digo
a los otros cuatro que están presentes, quiero que el mensaje llegue a
todos.
Una vez doy mi orden, dejo los cuchillos en la mesa que Alexa levantó y
me marcho a mi habitación. Por el camino voy limpiando mis manos
manchadas de su sucia sangre. Necesito marcar a Scarlett, pero la
pregunta del millón es cómo hacer para que ella lo permita.
Después de una ducha reparadora voy a mi despacho, antes les envié un
mensaje a los cuatro para decirles que los quería ver ahí. Entro y me dirijo
a mi asiento, están mis dos torres y mis dos alfiles esperándome; todos me
miran, no sé qué tienen en la cabeza, pero ahora mismo no me interesa
saberlo.
—Quiero que desmanteléis la organización de ese peón, los quiero a
todos muertos.
Los cuatro asienten con la cabeza, pero ninguno de ellos se marcha. En
lugar de eso, se quedan mirando hacia mí como si esperaran algo. Enarco
una ceja, ¿qué narices quieren ahora?
—¿Vamos a hablar de lo que pasó? —pregunta Rafael.
—¿A qué te refieres exactamente?
—Llamaste a Scarlett tu reina —interviene Matt.
Ahora que lo pienso, sí que lo hice; es más, incluso marque al peón con la
señal de la reina. Me recuesto en la silla, sé que siempre dije que no quería
una reina, pero la idea de que ella lo sea no me disgusta para nada, todo lo
contrario, me hace sonreír.
—Sí, lo hice, ¿algún problema? —respondo, después de meditarlo bien.
—Nosotros no tenemos ninguno, pero nos sorprendiste de cojones, las
cosas como son.
Pongo los ojos en blanco ante el comentario de Rafael, no por la sorpresa
que se llevaron, porque hasta para mí lo es, sino porque no pienso dejar
que ella sea de nadie más, así que es normal que la convierta en mi reina.
—Entonces, ¿ahora tenemos reina? —pregunta Alexa.
—Yo diría por ahora que no, aún no sabemos si ella lo va a querer a él…
Estúpido Rafael, juro que un día conseguirá que lo mate. Golpeo la mesa
con la mano ante su comentario, por supuesto que va a ser mía, ella va a ser
mi reina y punto.
CAPÍTULO 14
Scarlett

H
an transcurrido varios días desde lo que pasó con Lucifer. Aún no
me creo que me forzara, debería haberlo denunciado a las
autoridades o, por lo menos, haber dejado el trabajo, pero no hice
ninguna de las dos cosas. Lo más frustrante de todo es que ni yo misma sé
la razón. Es algo que me pregunto todos los días, pero da igual cuántas
veces lo haga, sigo sin encontrar la respuesta.
Al bajar de su coche caminé hacia mi casa en piloto automático, no fui
consciente ni de cómo llegué desde el portal donde él me dejó hasta mi
cama. Lo que sí sé es el momento en que me rompí, cuando toqué mi cama
y lloré hasta quedarme dormida, nunca había llorado tanto, nunca me
había sentido tan mal conmigo misma, y no por lo que pasó, sino porque
en cierto punto lo disfruté. Es verdad que al principio me asustó mucho,
temí incluso por mi vida, pero al final no pude evitar que me gustase todo
lo que me hizo, joder, incluso diría que fue lo mejor que me pasó en la vida
y ni siquiera me desnudó.
No soy ninguna santa. Admito que me gusta el sexo y he tenido muchas
relaciones con hombres; cuando estaba con Jeremy lo hacíamos a menudo,
pero jamás me hizo sentir como él logró hacerlo en tan poco tiempo, no
digo que no me gustara, sí que lo hacía, pero era … diferente. El Diablo
logró una sensación que ni yo misma sabía que podía sentir, un placer que
desconocía y que ahora ansío. Tengo un problema, uno muy grave; no
debería haber disfrutado de lo que pasó, debería estar dolida, herida,
llorando y maldiciendo, pero en vez de eso estoy por pedir que me abran la
cabeza y exploren mi cerebro para ver que hay mal en él, porque lo único en
lo que pienso últimamente es en volver a sentir el mismo placer.
A la mañana siguiente no quería levantarme, pero tampoco quería que
Luisa o Christopher supieran algo de todo lo sucedido, así que salí de la
cama y actué como si nada hubiera pasado. Luisa me preguntó sobre
Carter y le dije la verdad, le comenté lo que había pasado y ambos se
pusieron furiosos. Chris, sobre todo, enloqueció y le echó toda la culpa a
Luisa de que yo hubiera tenido que volver sola a casa. Fue la primera vez
que no la vi discutir con él, creo que ella estaba más enfadada consigo
misma de lo que lo estaba Chris. De todas formas, creo que no se lo han
tragado del todo, porque no paran de mirarme de reojo y preguntarme si
estoy bien, y yo siempre les doy la misma respuesta, todo bien, solo
cansada.
En la oficina las cosas no van mucho mejor. Barron también ha notado
que algo me sucede, pero no ha querido averiguar más de lo normal. Las
otras abogadas tampoco ayudan a mejorar mi ánimo, siempre
cuchicheando, mirándome mal e incluso han llegado a chocarse conmigo a
propósito y fastidiar mi trabajo. La peor de todas es Marcy, no sé qué coño
le pasa a esa chica, pero es la primera en venir a por mí todos los días. Igual
si me hubiera pillado sin todos los problemas que tengo, le habría dado una
lección, pero psicológicamente estoy agotada por intentar responder
preguntas que no tienen respuesta y para colmo evitar a los tres dioses. Es
irónico que, por un lado, las mujeres los llamen «dioses» y, por otro, los
hombres se refieran a ellos como «El Diablo» y sus «demonios».
Hoy por fin es viernes y estoy en casa, preparándome para lo que será el
peor de los días. Tengo una reunión a primera hora con Barron y los otros
tres, ya no sé ni cómo referirme a ellos, «demonios», «dioses»… Mi cabeza
es un caos. Se me llenan los ojos de lágrimas, no sé qué me pasa, ¿por qué
no puedo regresar a antes de que pasara todo? ¿Por qué no me fui a
trabajar con los Reece? Ahí, como mucho, tenía que aguantar al estúpido
de Jeremy. ¿Por qué me fui a tomar algo esa noche? Cuando estoy a punto
de volver a echarme a llorar, llaman a la puerta.
—Scar, ¿puedo pasar? —me pregunta Luisa mientras entra, nunca
entenderé para qué llama si luego va a entrar igual.
—Cielo, ¿estás bien? De verdad, me tienes muy preocupada —me
comenta en cuanto ve mi cara.
—Sí, lo siento, no sé qué me pasa, la regla, supongo.
—Scar, sabes que puedes contarme lo que sea, yo jamás te juzgaré y te
voy a apoyar en todas las decisiones que tomes. Siempre voy a estar a tu
lado, nena.
Sé que puedo contar con ella y que me apoya, pero ¿cómo le explico algo
que ni yo entiendo?
—De verdad, te prometo que estoy bien. Anda, vamos a desayunar, no
quiero llegar tarde a la reunión —respondo con una sonrisa forzada.
—Ven, no quiero que salgas así, Chris se pondría muy nervioso y además
tienes visitas —dice mientras me lleva al tocador para maquillarme.
—¿Visitas? ¿Quién vino a verme?
Lo último que necesito es que alguno de los chicos me venga a buscar
aquí por ignorarlos.
—Son dos agentes de policía, quieren hablar contigo, pero no nos
dijeron de qué.
La policía. ¿Por qué me vienen a buscar a mí? No he hecho nada. Con ese
pensamiento, dejo que Luisa acabe y voy al salón. Al llegar, los encuentro
en la mesa, tomando unos cafés, con Chris enfrente de ellos, de brazos
cruzados y con la frente arrugada. Hay dos agentes, uno joven y delgado y
otro más mayor, con barriga cervecera, que parece al borde de la
jubilación.
—Buenos días, agentes, me han dicho que me buscaban.
—¿Es usted la señorita Reych? —pregunta el más joven.
—Así es, ¿en qué puedo ayudarles?
—Estamos aquí para hacerle unas preguntas sobre un incidente que
sucedió el pasado lunes por la noche.
Abro mucho los ojos y se me va el color de la cara. ¿Será que alguien vio lo
que pasó y lo denunció? No, de ser así, no habrían tardado tanto en venir.
Miro hacia Chris, que se acerca a mí al ver mi reacción, separa una silla y
me ayuda a sentarme. Luisa, por su lado, me trae un café. Ninguno de los
dos se marcha, uno se queda detrás de mí como un guardaespaldas
enorme y muy enfadado, y la otra a mi lado por si necesitara una abogada.
Me río por dentro, creo que se olvidan de que yo también lo soy.
—Señorita Reych, tenemos pruebas de que usted estuvo en el bar
Munich la noche del lunes con un joven llamado Carter Jefferson, ¿es así?
—pregunta el oficial mayor.
—Estuve con un joven llamado Carter, pero nunca dijo su apellido y si
tiene imágenes sabrán que al final me fui sola.
—Sí, lo hemos visto, pero antes de eso se les veía muy juntos hasta que
una persona con aspecto dudoso los interrumpió, ¿podría ser su gigoló?
Pero ¿qué coño se cree este niñato? Me acaba de llamar puta en mi casa,
debe de estar mal de la cabeza. Sé que Matt intimida un poco, pero no hizo
nada. Vale, sí, seguramente avisó al Diablo de que yo estaba ahí, pero nada
más. Ahora mismo toda la frustración que tenía se ha convertido en lava
líquida que me atraviesa todo el cuerpo.
—Debe de estar de broma, ¿me puede explicar de dónde saca usted que
mi compañera pueda ser prostituta? —empieza a gritarle Luisa al agente
mientras yo aún sigo asimilándolo todo.
—Disculpen a mi compañero, señoritas, pero aún es joven y está
aprendiendo. Tienen que entender que nosotros solamente hacemos
nuestro trabajo y, al ver las cámaras de vigilancia, a su compañera vestida
de esa manera y al otro sujeto, solo atamos cabos —contesta el veterano.
—Pues vaya cabos que atáis si ahora todas las mujeres bien arregladas y
con ganas de follar tenemos que ser prostitutas… —le contesta Luisa.
Al escuchar a mi compañera, ambos agentes se quedan pálidos por su
respuesta. Chris se ríe por detrás, está muy callado, pero puedo sentir que
está furioso con esta situación.
—Será mejor que nos calmemos todos —intervengo—. ¿Puedo saber por
qué me hacen estas preguntas?
Ellos abren el maletín y ponen encima de la mesa unas fotos. Las cojo,
son de un cuerpo, a medida que empiezo a pasarlas me entran arcadas. Se
encuentra en muy mal estado, con la cara destrozada, le faltan los ojos, el
muslo abierto y no tiene dedos en una mano. Como si eso fuera poco, tiene
una letra escrita a punta de cuchillo en la frente. A todo eso hay que
sumarle el estado de descomposición, suerte que no desayuné, si hubiera
comido algo lo estaría vomitando ahora mismo. No puedo seguir mirando
las fotos, rápidamente las pongo boca abajo, Luisa ya dejó de mirar hace
rato y Chris está callado como una tumba.
—¿Reconoce el cuerpo? —pregunta uno de ellos.
Por supuesto que reconozco el cuerpo, es el de Carter, y aunque no lo
hiciera, no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que él es el
motivo del interrogatorio al que me someten. No contesto, solo asiento con
la cabeza mientras mantengo los ojos cerrados e intento controlarme para
no vomitar.
—El cuerpo apareció en un descampado cerca de un centro comercial, no
se molestaron en ocultarlo y las últimas personas con las que estuvo fueron
usted y su amigo.
O sea, que están aquí para acusarnos a Matt y a mí, ahora sí que me estoy
enfadando de verdad. ¿En qué se basan para tales acusaciones, en sus
instintos? Como no les contesto, ellos prosiguen.
—¿Quién era su amigo?
—Un compañero de trabajo —respondo sin más.
—Vaya aspecto para un trabajador corriente… —comenta el veterano en
voz baja, hasta aquí hemos llegado.
—Miren, señores agentes, con todos mis respetos, ustedes ya han
comentado en más de una ocasión que tienen pruebas visuales nuestras en
el bar, así que doy por hecho que también tendrán de la entrada, por lo que
podrá comprobar que el señor Carter me dejó ahí y nunca volvió. Y
también podrán comprobar la hora de salida de mi colega, así que no
entiendo a qué viene todo esto.
—El problema, señorita Reych, es que el señor Carter estaba fichado por
tráfico de mujeres, era lo que llaman un peón que se dedicaba a reclutar
mujeres para el tráfico sexual —me explican—. Somos conscientes que
usted no le hizo nada, pero no estamos tan seguros de su amigo. Si bien lo
vemos salir del bar después de que usted se fuera, no tenemos claro si
intervino o no en lo sucedido después, y por las imágenes se nota que no es
una persona fácil de tratar.
Estoy alucinado, ¿el tío era un traficante de personas y me quería llevar a
mí? Estuve a punto de ser raptada, ¿igual por eso estaban ellos allí? Madre
mía, no sé qué pensar, yo… Mierda, joder, no se me ocurre más que
maldecir. Pero estos dos que están aquí no me tratan como la víctima
potencial que he sido, sino como una cómplice, y quieren hacer que Matt
sea culpable. Además, si lo fuera, que se joda el tío, me quería raptar.
—A ver si me queda claro, tienen pruebas que demuestran nuestra
inocencia, pero aun así, ¿siguen insistiendo en que mi compañero tuvo
algo que ver? —les pregunto, mirándoles como si fueran extraterrestres—.
¿Incluso sabiendo que quería traficar conmigo? Deben de estar
bromeando.
—Llámelo intuición, señorita —responde el más joven.
—¿Intuición? Joven, de donde yo vengo se le puede llamar de muchas
formas, menos intuición. Puede ser incriminación a un inocente, abuso de
autoridad, falacia de evidencias y podría añadir intento de manipulación a
un testigo —les digo con la voz muy calmada.
En cuanto las palabras salen de mi boca, ambos se miran anonadados,
sin duda no se esperaban eso de una supuesta prostituta.
—Perdone la pregunta, pero ¿a qué se dedica? —pregunta el más
veterano.
Por fin sale algo inteligente de sus bocas.
—Soy la subdirectora del Departamento Legal del Grupo Knight, y el
joven al que está acusando es el jefe de seguridad de dicha empresa, quien
vino a verme por asuntos laborales y confidenciales —les respondo con una
sonrisa de suficiencia en el rostro.
Como era de esperar, cuando nombro «abogada» junto con el Grupo
Knight a ambos se les va el color. Están tan asustados como sorprendidos y
es normal, todo el país sabe que los abogados de ese grupo son los mejores,
no hace falta decir que nadie se atreve a meterse con un alto cargo de
Knight. Una vez asimilan la situación, ambos recogen todas las cosas de la
mesa y se levantan para marcharse.
—Disculpe las molestias, señorita Reych, y le agradecemos su
colaboración —me dicen ambos, es increíble cómo cambiaron las cosas en
un momento.
—No hay problema, pero, agentes —les digo interrumpiendo su salida
—, les agradecería que no molestaran a mi cliente, de ser así tendría que
añadir el acoso a la lista.
Ambos me miran extrañados. Vinieron pensando que era una prostituta
a la que podrían asustar para que dijera lo que ellos querían, pero se
llevaron una gran sorpresa al final. Una vez se marchan, me doy la vuelta
solo para ver a Luisa con una sonrisa de lado a lado de la cara y a Chris se le
nota el orgullo en los ojos. Ninguno me pregunta por qué no les comenté la
visita de Matt, entienden que son asuntos de la empresa que no puedo
compartir.
—Mira, Scar, no sé qué fue lo que te pasó el lunes, pero ten una cosa muy
clara: eres mucho más fuerte de lo que piensas y, si no, mira cómo
resolviste ahora el problema —me dice Chris mientras acaricia mi mejilla
con la mano.
Tiene razón, soy mucho más fuerte de lo que todos piensan y voy a
sobrevivir a esto. Pienso mandar a la mierda al Diablo, enseñarle a Marcy
que no se juega conmigo y patearle el culo a todo el que me provoque. Miro
la hora, mierda, llego tardísimo. Cojo mis cosas y salgo volando de casa,
seguro que la reunión ya empezó porque ya tengo llamadas perdidas de
Barron, Matt, Raf y Nicolás.
Genial, primera semana de trabajo y abusan de mí, llego tarde a una
reunión, intentan raptarme para traficar conmigo y me acusan de
prostituta las personas que supuestamente están para defenderme. Pero
he de decir que me siento mucho mejor, haberme enfrentado a esos dos me
ha subido mucho la moral. Soy una mujer fuerte, he vivido toda mi vida
sola y he salido adelante, me han humillado, insultado, ignorado,
engañado, golpeado, violado, intentado secuestrar… y sigo adelante.
Con esta nueva mentalidad, me apuro a llegar a la oficina. Diablo,
prepárate, no pienso dejar que sigas jugando conmigo.
CAPÍTULO 15
Alexander

E
stoy en mi despacho ojeando los documentos para la reunión que
tenemos hoy. Scarlett lleva toda la semana escapando de mí, pero
hoy ya no podrá hacerlo más; le guste o no, tendremos que vernos las
caras. No entiendo por qué huye, será que no disfrutó de lo que pasó esa
noche. Tiene que dejar de negarse a ser mía y mucho más ahora que
Dominik y Alexa saben que la elegí como mi reina. El problema es que mi
reina es tremendamente tozuda.
Al terminar de ducharme, después de mi sesión de relajación con el
peón, me esperaban en mi despacho para una reunión que en teoría
debería ser muy corta, hasta que sale el tema de Scarlett. Según Alexa, es
una locura marcarla si ella no conoce la situación, sería exponerla a más
peligro. Dominik no opina igual, según él, la locura es que ella esté suelta
por ahí sin marca, ya la han intentado raptar una vez, ¿qué pasa si lo
vuelven a intentar, pero ahora lo consiguen?
Fue una reunión acalorada, mucho más después de que se unieran
Matthew y Rafael a la conversación. Ellos están de acuerdo con Alexa, no
puedo marcarla cuando aún no sé si será mi reina o no. Raf incluso llegó a
decir que qué pasaría si ella al final se enamoraba de otro y no terminaba
conmigo. Cuando dijo eso su hermano tuvo que salir de escudo, por poco
lo mato. ¿Tanto les cuesta entender que será mía le guste o no? Por lo visto
sí que cuesta entenderlo, porque en ese momento todos me miraron como
si estuviera loco de remate. Me da igual, no es nada nuevo que esté loco,
¿ahora les empieza a importar?
Me dirijo a la sala de reuniones, al entrar ya están todos esperándome
como siempre. Al fijarme en el asiento al lado de Barron me doy cuenta de
que ella no está, en su lugar hay otra mujer, no sé por qué, pero su cara me
suena… Espera, sí, es la secretaria que me hizo la mamada. ¿Qué coño hace
aquí? Tomo asiento en mi sitio, la chica no para de mirarme y sonreír, sigo
sin entender dónde está Scarlett y por qué ella está en su lugar.
—¿Dónde está Scarlett? ¿Y qué hace una secretaria aquí? —pregunto sin
más rodeos, me importa una mierda que estén los de la otra empresa en la
sala.
La chica se me queda mirando sorprendida y los ojos se le enrojecen,
pero a mí me da igual, quiero mis putas respuestas.
—La señorita Reych no ha aparecido hoy en la oficina y no atiende las
llamadas, así que yo he venido a sustituirla, señor Knight. —Es la puta
secretaria la que me contesta. ¿Quién coño le dio la palabra?
—No te he preguntado a ti —le digo mirando a mi tío.
—Como te ha comentado la señorita Olhen, Scarlett no ha venido hoy y
no contesta a las llamadas, así que ha venido ella a la reunión; y con
respecto a tu otra pregunta, no es una secretaria, sino una de las abogadas
de nuestro Departamento Jurídico.
Secretaria, abogada, qué más da… Mi mirada se dirige a Matt, que ya
está con el móvil en las manos, imagino que para hablar con los alfiles e
informarse del paradero de Scarlett, espero que no la hayan dejado huir,
porque si es así pienso matarlos a los dos.
La reunión empieza y cuando llevamos diez minutos la puerta de la sala
se abre y aparece mi reina, con un vestido negro de manga corta, escote en
V no muy abierto y tacones altos que ayudan a realzar esas increíbles
piernas. Le llega por encima de las rodillas y lo adorna con un cinturón
dorado que le ciñe la cintura. Está exquisita.
—Siento el retraso, me surgió un problema —dice mi mujer con esa voz
angelical.
Ella camina hacia el asiento que hasta ahora ocupaba la otra chica, ya ni
recuerdo su nombre. La sigo con la mirada todo el tiempo, en realidad no
soy el único de la sala que lo hace, así que desvío la vista hacia el parásito
que está a nada de morir.
—Gracias por sustituirme, señorita Olhen, pero ya puede retirarse —
oigo a mi reina decirle.
No las miro, sigo atento a nuestro invitado; por lo visto, me tendré que
comprar un cuchillo como el de Dominik, voy a tener que quitar muchos
ojos a partir de ahora.
—No hay necesidad, señorita Reych, ya estoy aquí y usted llega tarde, así
que es usted la que puede retirarse.
En cuanto escucho a esa zorra responder así, giro la cabeza en su
dirección. La chica me está mirando a mí. ¿Por qué todas son tan
estúpidas? Se piensan que por una simple mamada mediocre van a
conseguir mi favor. No pienso tolerar que le hable así a mi mujer. Cuando
abro la boca para intervenir, alguien se me adelanta.
—La señorita Reych es la abogada jefe, ¿no deberías respetar a tus
superiores? ¿Es así como tratas a una de las mejores abogadas que existen?
—El puto Jeremy Reece.
¿Por qué de todos los abogados del grupo tuvo que venir él? Además,
¿quién cojones lo invitó a intervenir? Vuelvo a abrir la boca solo para que se
me vuelvan a adelantar, pero esta vez es una voz dulce la que escucho.
—Señorita Olhen, no le estaba consultando su opinión sobre quedarse o
irse, le estaba dando una orden, porque, además, considero que es mejor
que yo atienda el caso, ya que su atención está en otro lugar y no donde
debería estar —le contesta mi reina. Parece enfadada, pero qué cachondo
me acaba de poner.
En ese momento, Matt se acerca por detrás de la señorita como se llame
y ella posa su mirada en mí, imagino que en busca de mi protección, pero
esa autoridad solo la tiene una mujer y no es ella.
—Échala de una vez, no quiero más interrupciones —le digo a Matt.
No hace falta que él se mueva, ella se levanta y se marcha furiosa de la
sala. A lo mejor mi tío tiene razón y tengo que dejar de involucrarme con
estas locas, bueno, ahora ya no lo haré, la única que quiero a mi lado es a
mi reina.
Scarlett toma por fin su lugar y la reunión sigue adelante con
normalidad. Ella hace varias alegaciones y mejora la oferta inicial que nos
habían dado. Tenía razón, era mejor que ella atendiera el caso, seguro que
con la otra habría perdido dinero. Todo está saliendo a mi favor, pero, aun
así, me paso toda la reunión con un humor de perros, el puto Reece no para
de mirarla e incluso le ha hecho ojitos en algún momento. Por suerte ella lo
ignora, porque si llega a hacerle caso no respondo de mis acciones.
—¿Estamos todos de acuerdo con los términos?
Scarlett habla, sacándome de mis pensamientos. Estaba enumerando
todas las cosas que le haría al imbécil este.
—Sí, estamos de acuerdo —respondo secamente.
Una vez llegamos al consenso, firmamos el contrato y nos levantamos,
listos para irnos. Todos se despiden y Reece se acerca a Scarlett como un
lobo a su presa, pero me interpongo.
—A mi despacho, ¡ahora! —le digo a mi reina entre dientes.
Ya le enseñé las consecuencias de desobedecerme, así que sé que no lo
volverá a hacer, aunque me encantaría que lo hiciera. Como me
imaginaba, ella ignora a su ex, coge sus cosas y sale de la sala camino al
ascensor público, el problema es que el otro por lo visto no capta la
indirecta y se va detrás de ella. No pienso dejarlos solos en un sitio tan
pequeño y cerrado.
—Scar, ¿podemos hablar? —le pregunta ese ex suyo.
No le doy tiempo a que ella conteste, voy por detrás y la tomo por la
cintura, eso la hace saltar en el sitio. El abogado se queda mirándome con
cara de ira; lo ignoro y dirijo a mi reina hacia mi ascensor, seguido por mis
torres y mi tío. Si pensaba que iba a dejar que se acercara a ella es que está
aún más loco que yo. En mi despacho me encuentro con Dominik y Alexa,
no sé qué hacen aquí, pero ahora mismo no tengo tiempo para ellos. Me
dirijo a mi bar para servirme una copa mientras escucho cómo Alexa
empieza a presentarse.
—Buenos días, señorita Reych, mi nombre es Alexa y él es mi marido,
Dominik. Somos parte de los guardaespaldas del señor Knight.
Me atraganto con la bebida al escucharla. Pero ¿qué cojones? No le he
dado mi autorización para hablar.
—Es un placer conocerlos —le contesta Scarlett con una sonrisa
mientras extiende la mano para saludarlos.
Alexa la estrecha mientras le devuelve la sonrisa con afecto. Nos
quedamos todos atónitos, conocemos a Alexa desde pequeños y jamás
vimos esta versión. Ella siempre está preparada para la guerra y no duda
en golpear a quien haga falta, yo diría que incluso ha pegado a Dominik en
más de una ocasión. En cuento terminan las presentaciones, Scarlett se
vuelve hacia mí, que ya estoy en mi asiento con mi copa. Espera que le diga
para qué la hice venir. La verdad, la única razón por lo que lo hice fue para
mantenerla alejada de ese parásito.
—¿Por qué llegaste tarde?
Es lo único que se me ocurre preguntar, no tenía pensado pedirle
explicaciones porque para eso seguramente está aquí la pareja.
—Estaba atendiendo asuntos relacionados con tu jefe de seguridad —me
contesta sin más.
Todos giramos la cabeza en dirección a Matt y él levanta las manos en
señal de rendición. Se acaba de meter en un buen lío si le ha pedido hacer
algo por él a mi reina, es él quien debe servirla, no al revés.
—No tengo ni idea de qué está hablando, juro que no le he pedido que
hiciera nada por mí —contesta Matt deprisa.
—Él no me lo pidió —contesta ella, mientras me hace una señal pidiendo
permiso para sentarse. Confirmo con la cabeza y dejo que se siente delante
de mí—. Hoy por la mañana pasaron por mi casa dos agentes de policía a
hacerme preguntas por un cuerpo que encontraron.
Todos nos miramos, sabemos perfectamente de quién se trata, pero lo
que no entiendo es cómo llegaron a ella o a Matt. En las imágenes del bar se
veía que ese tipo se fue solo, sin contacto ninguno con los míos.
—¿Qué tenéis que ver tú y Matt con el cadáver que sale en las noticias? —
interviene mi tío, se me había olvidado que él también estaba aquí.
—El lunes por la noche estuve en el bar tomando una copa con ese
hombre. Me dijo que se llamaba Carter. Luego, por casualidad, me
encontré con Matt y hablamos un rato, pero después él se fue por su lado y
no lo volvimos a ver. Al salir del bar esperé a Carter, pero no apareció, así
que me fui a casa, no hay más.
—Y si ya tenían pruebas, ¿por qué fueron a verte? —pregunta Rafael.
—Resulta que como ese hombre por lo visto era un traficante de mujeres
y tu hermano tiene un aspecto dudable, pensaron que él tenía algo que ver,
daba igual lo que dijeran las pruebas.
En ese momento todos nos echamos a reír, excepto el involucrado, que
cruza los brazos mientras frunce el ceño.
—Te dije, hermano, que yo era el más guapo de los dos —se mete Rafael
con él.
—Tranquilo, Matt, a mí me parece que eres atractivo.
Al escuchar esa frase es como si una bomba cayera en la oficina. Todos
dejan de reír y observan en mi dirección. Matt se queda pálido como una
hoja de papel y yo estoy tan furioso que no soy capaz de razonar
correctamente. No voy a dejar que se vaya con él; si tengo que matar a mi
mejor amigo para lograr que sea mía, así será. Observo de reojo cómo mi
tío le pone la mano en el hombro a Scarlett en lo que considero un intento
de arreglar lo ocurrido. Mi mirada siempre persigue a mi objetivo, sea
amigo o no. Alguien se rasca la garganta intentando llamar mi atención y
me doy la vuelta para ver a la culpable de todo esto.
—No me malinterpretéis, es atractivo como hombre, pero no es mi tipo
—dice mientras cruza las piernas una encima de la otra y, al hacer ese
gesto, la falda de su vestido se sube un poco y me distrae de todo lo
ocurrido.
—Si podemos volver a lo que os comentaba antes, por favor… Me
enseñaron unas fotos bastante desagradables e insistían en que hablara
sobre Matt, pero, tranquilo, me he ocupado de que te dejen en paz —
comenta ahora, girando su rostro hacia él.
—¿Cómo estás tan segura de que ya no querrán ir a por él? —pregunta
Alexa.
—Se puede decir que se fueron bastante convencidos con mi respuesta
—contesta ella con una sonrisa—. Les dejé claro que por esa visita y
comentarios los podría acusar por intento de manipulación a un testigo,
abuso de autoridad, falacia de evidencias e intento de incriminación a un
inocente, y también les dije que si osaban molestarte, añadiría acoso a la
lista y ahora mismo pienso que también podría añadir persecución por
aspectismo.
Todos nos quedamos sin palabras después de escucharla, mi tío por su
lado tiene una sonrisa de orgullo en su rostro, pero hay una cosa que no me
queda clara…
—¿Aspectismo? —pregunto.
—El aspectismo es la discriminación social hacia una persona por su
aspecto físico —contesta ella, muy segura.
Volvemos a reírnos, esta mujer es buena abogada, pero dudo mucho de
que este grandullón quiera que lo defiendan porque se han burlado de su
apariencia.
—Tranquilo, Matt, a mí me trataron de prostituta —dice encogiéndose
de hombros.
—¡Sus nombres! —rujo al escucharla.
—No voy a acusarlos de nada, señor Knight, ya pasó. Les contesté y ahí
acabó el problema, no pienso darle más vueltas.
—Scarlett tiene razón, Álex, es mejor dejarlo así, si ella ya lo dejó
resuelto, ¿para qué provocarlos más? —me dice mi tío.
—Eso ya lo decidiré yo.
CAPÍTULO 16
Scarlett

L
levamos un rato hablando en el despacho del señor Knight, les he
explicado todo lo sucedido esta mañana con los agentes de policía y
el motivo de mi retraso. No tengo muy claro lo que ha pasado cuando
quise consolar un poco a Matt. Todo estaba bien, creo que era la
conversación más armoniosa que he podido tener con el Diablo, pero, al
decir esa frase, algo cambió. De repente la temperatura de la habitación ha
bajado a grados bajo cero, Matt se ha puesto pálido como la leche y Rafael y
Dominik se han movido para estar cerca del afectado, por si pasaba algo.
No lo entiendo, ha sido un comentario sin malicia.
Cuando Barron posa su mano en mi hombro, me observa fijamente y me
hace un gesto con la cabeza a un lado. En ese instante me fijo en la persona
que todos observan y puedo ver la cara del Diablo. Es terrorífica, da la
impresión de que puede matar a alguien allí mismo y en su campo de
visión solo está una persona. Abro los ojos en completo shock, sin saber
cómo hemos terminado así, y vuelvo a mirar a Barron en busca de ayuda,
pero algo en su expresión me dice que lo tengo que solucionar yo misma.
Eso y el hecho de que no mueve ni un dedo.
Lo único que se me ocurre para intentar arreglarlo es decir que no era mi
tipo, pero, aun así, no hay cambio. No sé por qué, pero al cruzar las piernas
delante de él por fin su rostro cambia y deja de mirar de forma mortal a
Matt, esto es interesante. ¿Será que tengo algo de poder sobre él y no lo
sabía?
Después de acabar de contarles todo se ha hecho bastante tarde,
tenemos que volver a la oficina ya que hay varias cosas pendientes.
—Si hemos terminado, creo que es hora de que volvamos, Barron.
Tenemos que encargarnos de varios asuntos —le comento a mi mentor
mientras me levanto, lista para marcharme.
Él asiente, se levanta junto conmigo y nos dirigimos a la puerta para
marcharnos, y justo cuando estamos a punto de salir se oye una voz al
fondo.
—Te guste o no, me ocuparé de esos agentes por insultarte.
—Ya le he dicho que no hace falta, lo he resuelto y no hay necesidad de
buscarles problemas. Uno de ellos estaba empezando y el otro, a punto de
jubilarse.
—¿Tengo pinta de que me importen sus vidas? —me dice el Diablo
mientras se acerca a mí.
No estoy de acuerdo con esto, ¿pero quién es capaz de parar a este
hombre? Su tío ya le ha dicho que lo deje pasar, pero no hace caso. Piensa,
Scarlett, piensa. ¿Cómo puedes detenerlo? Igual si…
—Alexander, te agradezco que quieras intervenir por mí, pero de verdad
no hace falta. Lo he solucionado muy bien, confía en mí —le digo con voz
calmada mientras lo miro a los ojos.
Se queda petrificado delante de mí, jamás antes me he referido a él por
su nombre. No me contesta, sigue donde estaba con su mirada clavada en
la mía. Me encantan esos ojos, da igual lo que haya pasado, lo que me haya
hecho, con una mirada consigue que lo olvide todo.
—¿Podrías dejarlo pasar esta vez, por favor? —le vuelvo a preguntar.
Por fin reacciona y asiente con la cabeza en respuesta. Sonrío, no puedo
creer que haya funcionado, resulta que yo le afecto. No sé si de la misma
manera que él a mí y tampoco estoy segura de que quiera comprobarlo. Me
doy la vuelta para marcharme y en ese momento él me sujeta del brazo y
me hace girar hasta pegarme a su cuerpo.
—Solo esta vez —me dice acercando su rostro más de lo que me gustaría
al mío.
—Gra… gracias —respondo con la voz entrecortada. ¿Por qué siempre
me tiene que poner tan nerviosa?
Al salir del despacho nos dirigimos a nuestra planta. Mi acompañante
está demasiado callado, no comenta nada de lo ocurrido hace un momento
con su sobrino. Sé que no quiere que me acerque a él y no quiero hacerlo,
pero no se me ocurría otra manera de calmarlo.
Pasamos el resto del día trabajando en diversos contratos de compras y
ventas, está todo inusualmente tranquilo. No he sabido nada de Marcy,
algo que me extraña teniendo en cuenta lo que pasó por la mañana.
Imagino que será por estar Barron a mi lado. Estamos uno frente al otro,
cada uno concentrado en su portátil, lo miro de vez en cuando, pero no
mueve la vista de su pantalla. ¿Estará enfadado conmigo por manipular a
su sobrino? ¿Por haberme acercado a él más de lo debido? La culpa me
corroe, no puedo más. Carraspeo un poco en busca de su atención y él
levanta la mirada y la posa en mí.
—Barron, yo…
—No tienes nada que explicar, Scarlett, sé por qué hiciste lo que hiciste y
no te juzgo, pero no querría que te metieras donde no debes. Alexander ha
estado con muchas mujeres y, aunque Meredith y yo queremos que
encuentre a alguien con quien sea feliz, no creo que tú seas esa persona.
Mmmm… vale, acaba de decirme que no cree que sea buena para su
sobrino, perfecto. A ver, no es que me moleste, pero ¿quién sería mejor
para Alexander que yo? Además, es él quien está obsesionado conmigo.
—No te preocupes, Barron, no va ocurrir nada entre nosotros; yo solo
trabajaré para él, nada más.
Él asiente y volvemos al trabajo en silencio, cada uno con sus
pensamientos. En mi caso, no sé por qué no paro de pensar en lo que ha
dicho. ¿De verdad no cree que sea buena para su sobrino?, ¿no cree que sea
capaz de hacerlo feliz? No entiendo por qué me molesta tanto, pero lo
hace. Fui yo la que le prometí no extralimitarme de lo laboral al empezar a
trabajar, ¿por qué me molesta ahora que me lo recuerde? Lo mejor será que
me aleje de alguna manera, no quiero decepcionar a Barron.
Al terminar, recogemos todo para marcharnos. Por el camino al ascensor
hay mucha tensión en el aire, me gustaría poder estar como antes, pero sus
palabras me molestaron mucho y creo que ha podido notarlo. Para colmo,
cuando las puertas se abren me topo con una figura grande e intimidante.
Cómo no. El Diablo aparece y me sonríe en cuanto me ve, pero aparto la
mirada y me sitúo en un lado, lo más alejada posible de él. Su rostro
cambia y se me queda mirando. No entiende mi reacción; no lo culpo, pero
no puedo seguir acercándome o Barron se molestará más. Cuando
llegamos al vestíbulo intenta sujetarme, pero soy más rápida y lo esquivo.
—Buenas noches, señor Knight; señores Smith, Brown —les digo, y
salgo sin mirar atrás.
Sé que se acaban de quedar pasmados, pero es lo único que puedo hacer,
si de verdad quiero realizar un buen trabajo y ser profesional, no puedo
seguir cerca de ellos. Entre el disgusto de Barron y las ansias asesinas de
mis compañeras, esta es la mejor solución para acabar con todo. Me alejo
más y me encuentro con Jeremy. Lo que me faltaba. Sé que los chicos me
siguen por detrás, o me enfrento a Jeremy o me meto en el infierno, vaya
dos opciones. Tomo aire y hago lo que considero será mejor dada la
situación.
—Hola, Jeremy, no sabía que estabas aquí, ¿nos vamos?
Veo la sorpresa en su rostro y cómo los hombres de detrás de mí se
quedan tiesos en el sitio, Jeremy se recupera más rápido que los demás y
sonríe, pero no a mí, sino que lo hace fijando su mirada por detrás de
donde estoy.
—Claro, vayámonos a cenar, tengo reserva en tu restaurante favorito.
Dios, perdóname, pero no soy capaz de enfrentarlo, debo alejarme de él
y esta es la opción más cercana ahora mismo. Con eso en mente, vuelvo a
coger aire y me marcho con Jeremy sin mirar atrás.
Al llegar al restaurante, nos llevan a nuestra mesa de siempre. Por lo
visto era cierto que tenía una reserva. Espero que sean rápidos, quiero
irme a mi casa.
—Me alegra mucho que hayas aceptado venir conmigo, Scar, de verdad,
no sabes cuánto te echo de menos.
—Por favor, Jeremy, no quiero hablar del pasado ni de nosotros, ¿sabes?,
me gustaría que pudiéramos ser amigos, pero nada más.
—Me parece perfecto que seamos amigos. Con tal de seguir en tu vida,
soy feliz.
Me sorprende, no esperaba esa respuesta. Ahora me siento mucho más
cómoda y tranquila. No es un mal chico; puede que haya sido un mal novio,
pero sé que tiene un gran corazón.
—Sería muy feliz si pudiéramos ser amigos, me acabas de animar el día
—digo con una sonrisa.
—Me complace saberlo. He podido ver cómo te tratan y en ese momento
me di cuenta de todas las consecuencias de mi error. Así que prefiero verte
bien, aunque no sea a mi lado, y si no estás cómoda en tu trabajo, eres más
que bienvenida a unirte a nosotros.
—Te agradezco la oferta, Jeremy. He tenido un día complicado, eso es
todo. Solo llevo una semana trabajando, estoy segura de que las cosas
mejorarán.
—Lo único que quiero es que seas feliz, pero ten claro que da igual el
tiempo que pase, nuestras puertas siempre estarán abiertas para ti.
Es un alivio solucionar las cosas con él y, en todo caso, si al final la
situación no funciona en el Grupo Knight, está bien saber que tengo un
sitio a donde ir. El resto de la cena lo pasamos recordando anécdotas y
riendo juntos, hoy sin duda me acabo de sacar un gran peso de encima. Al
terminar, me lleva a casa y cuando estoy a punto de bajar del coche me
detiene.
—Sé que igual es abusar un poco, pero el mes siguiente será la gala
benéfica anual que organiza la empresa y me encantaría que pudieras venir
conmigo, siempre quise llevarte.
No sé qué decir, es verdad que siempre me habló de ir con él y a mí antes
me encantaba la idea, pero ahora…
—Será como amigos, te lo prometo.
—Vale, si es así podemos ir juntos.
—¡Genial!, te llamaré la semana que viene para acordar la hora de
recogerte.
Le sonrío, me alegra ver que por lo menos algo de este día ha salido bien.
Abro la puerta y me bajo, él se queda hasta ver cómo entro en el portal y
luego se marcha. Una vez llego a casa, todo está oscuro, Luisa y Chris
tenían cosas que hacer y llegarán tarde. Dejo las llaves en la entrada y voy a
mi habitación, necesito una ducha y meterme en cama. Abro la puerta y
camino a encender la luz cuando alguien se abalanza encima de mí, me
tapa la boca con su mano y me empuja hacia atrás golpeando mi espalda
contra la pared. Cierro los ojos del miedo, Dios, ayúdame, solo espero que
no sean los secuaces de Carter que han vuelto a por mí. Con el corazón
acelerado y al borde de un infarto, abro los ojos poco a poco para ver a mi
captor y me sorprendo por completo, ¿cómo narices ha entrado?
CAPÍTULO 17
Alexander

M
e ha llamado por mi nombre, aún no me lo puedo creer. Sé que lo
ha hecho para salirse con la suya, pero da igual, me he quedado
como un tonto de pie frente a ella sin saber cómo reaccionar,
quería cogerla en mis brazos con fuerza y no soltarla. Estuve el resto del
día con una sonrisa tonta en la cara, por fin está cediendo ante mí, por fin
va a ser mía. Igual sería bueno preparar algo especial para ella. Cojo el
móvil y le mando un mensaje a Rafael y a Alexa para que vengan a mi
oficina.
—¿Nos has llamado? —entra Rafael y pregunta.
—Sí, Rafael, quiero que busques algo para mantener ocupados a los
compañeros de piso de Scarlett hasta tarde.
Él asiente y se marcha sin hacer más preguntas.
—¿De mí qué necesitas? —me pregunta Alexa.
—Quiero que me ayudes a sorprenderla, reserva una cena en algún
restaurante de los nuestros y cómprale algo; flores, bombones, todas esas
chorradas que os gustan a las mujeres.
—Me pondré a ello ahora mismo.
—Por cierto, Alexa. Cuando Scarlett vaya a marcharse, avísame. No
quiero que se escape.
—Así lo haré, jefe.
En cuanto se va sigo pensando en mi plan. No soy el hombre más
romántico del mundo, la única mujer para la que compro flores es mi
madre y está muerta, así que no sé hasta qué punto cuenta. Pero por mi
reina estoy dispuesto a intentarlo todo. La tarde pasa entre reuniones y
papeleos, no presto atención a nada, observo el móvil y espero el aviso de
Alexa para marcharme.
—¿Quieres dejar de mirar el teléfono? Dijo que te avisaría y sabes que lo
hará, me estás poniendo de los nervios —me recrimina Matt.
—Déjalo hombre, ¿no te das cuenta de que nuestro Diablo se ha
enamorado? —interviene Rafael.
Los ignoro. Enamorado, deben de estar de broma. Obsesionado, sí; la
quiero solo para mí, también, pero enamorado jamás. Hago las cosas para
conseguir que sea mía y no de esa mierda de Reece o de cualquier otro. Eso
no es amor, es que no me gusta compartir. Estoy perdido en mis
pensamientos con la mirada en el techo y balanceándome de un lado al otro
en mi silla. ¿Qué estará haciendo esta mujer que tarda tanto en salir? Si
tuviera cámaras en su despacho, podría verlo. Me enderezo de golpe, pues
claro. ¿Cómo no se me ocurrió antes?
—Matt, quiero que pongas una cámara en su despacho y teniendo en
cuenta que su piso está vacío, ponlas también allí. En toda la casa, menos
las habitaciones de sus amigos, esas puedes dejarlas, no me interesan —le
ordeno.
—¡Claro! ¿Quieres también que le instale un GPS y un chip de vigilancia
en su móvil para escuchar todas sus conversaciones y saber dónde está en
todo momento? —me responde él.
—Me parece perfecto, no había pensado en ello, por algo eres mi jefe de
seguridad. Haz que el software de seguimiento esté instalado en nuestros
móviles y los de sus guardias, pero el de escucha solo lo quiero en el mío.
Él suspira y niega con la cabeza, si lo decía de broma le salió mal la
jugada porque me parece una idea muy buena. En ese instante por fin
suena mi móvil, así que nos levantamos y nos dirigimos al ascensor. Pienso
llevar a mi reina a cenar y si la tengo que arrastrar hasta el restaurante que
así sea.
Cuando el ascensor se detiene en su planta, la veo, joder, cómo echaba de
menos esa mirada. Por algún motivo ella me esquiva y se va a un lado lo
más alejada posible de mí. ¿Ahora qué pasó? El ambiente está muy raro,
siento que me he perdido parte de la película. Hemos vuelto al principio y
ni siquiera sé por qué.
Al llegar al vestíbulo intento cogerle el brazo para llevarla al parking, pero
ella me ve venir y se aparta, evitando mi roce. Estoy sin palabras, no
entiendo nada.
—Buenas noches, señor Knight; señores Smith, Brown.
Nos quedamos los cuatro de piedra, nos ha vuelto a llamar por nuestros
apellidos, incluso a mi tío, pero ¿qué coño está pasando? No pienso
quedarme con la duda, salgo detrás de ella con todos siguiéndome, pero al
dar unos pasos nos encontramos con su ex. ¿Cómo es que sigue aquí, no le
mandé decir que Scarlett no le atendería hace horas?
—Hola, Jeremy, no sabía que estabas aquí, ¿nos vamos?
Pero ¿qué? ¿Se va con él? Debe de estar de broma, yo he reservado una
cena, hasta mandé a comprar las putas flores, ¿y ahora me deja para irse
con él? No pienso consentirlo, ella se va conmigo y punto. Doy un paso
adelante, listo para llevarla a la fuerza y matarlo a él en el proceso, pero
Matt coloca su mano en mi hombro y me impide que avance.
—Recuerda quién está detrás de él, una guerra la pondría en mucho
peligro —me dice al oído.
Me cago en todo, entonces ¿qué se supone que debo hacer, dejar que se
vaya con él? Debe de haberse vuelto loco, para colmo Reece me sonríe al ver
cómo acaban de suceder las cosas. Al final ella se marcha con él y yo me
quedo con cara de tonto mientras les veo alejarse juntos.
—Haz todo lo que te ordené, lo quiero listo para dentro de una hora —le
digo a Matt mientras lo agarro por el cuello de la camisa.
—No entiendo qué ha pasado, parecía empezar a aceptarte por fin —
habla Rafael.
Tampoco yo lo entiendo, nadie lo hace. Estaba avanzando. Pronto podría
decirle que era mi reina, podría marcarla y, lo mejor de todo, podría
hacerla mía.
—Puede que haya sido mi culpa.
Escucho la voz de mi tío sacándome de mis pensamientos, ¿cómo que
culpa suya?
—¿Qué coño le dijiste? —le pregunto entre dientes y cerrando mis puños
con fuerza.
—Le recordé lo que hablamos al principio cuando comenzó a trabajar, no
puedes tener una abogada a la que te tires y la deseches, no quiero que ella
entre en esa lista interminable.
—Ella no es cualquiera —respondo acercándome a él—. Esa mujer que
has entregado a los brazos de su ex es mi reina.
Mi tío se queda tieso y con los ojos muy abiertos por lo que le acabo de
confesar, sin duda no se lo esperaba. Hace una semana le dije que estaría
solo de por vida. Me calmo, él no tiene culpa, fui yo quien se lo ocultó por
esa absurda promesa que le hice.
—Llama a Alexa y averigua a dónde fueron —le ordeno a Rafael.
—Te recuerdo que les dijiste que se fueran a casa porque no querías
interrupciones en tu cita.
Mierda, joder y más mierda; lo había olvidado, ahora ella está sola con su
ex, sin vigilancia ni protección.
—¿Le habías preparado una cita? —pregunta mi tío.
Diría que su rostro refleja sorpresa, pero creo que me quedaría corto.
—No solo eso, mandó a Alexa a preparar todo y a comprar flores para ella
—le responde Rafael.
Sigo callado, no puedo creer lo que está pasando. Ahora mismo debería
de estar sentada delante de mí, encantada con todo lo que había preparado
para ella, pero no, está teniendo una cita con otro. No voy a quedarme aquí
de pie pudiendo hacer algo, así que vuelvo al ascensor para ir a por mi
coche, pienso recorrer todos los restaurantes si es necesario para
encontrarla.
—¿Por qué? —de repente dice mi tío detrás de mí.
—¿Por qué, qué? —respondo de mala gana, todo esto es culpa suya.
—¿Por qué la has elegido a ella? ¿Estás enamorado?
—Y dale con lo mismo, ¿acaso todo tiene que ver con el amor? La elijo
porque puedo y quiero, ya que me pone más cachondo de lo que ninguna
mujer lo ha hecho y porque no quiero las sucias manos de ningún otro
hombre sobre ella.
Rafael y Barron me miran como si me hubieran salido dos cabezas. Ellos
tienen otro concepto de la vida muy distinto al mío, para mí el amor es
ciego y te lleva a confiar demasiado en las personas y a dejar que hagan
contigo lo que quieran. A Scarlett la quiero solo por sexo y posesión, si es
mía no será de nadie más. Es verdad que tiene el poder de sorprenderme y
provoca algo en mí, algo que nadie había logrado, pero eso no es amor; no
sé qué nombre tiene, pero amor no. Es el hecho de que se niegue a mí,
nunca había sucedido antes y por eso me llama tanto tenerla. Una vez sea
mía, este sentimiento que me consume se irá y podré concentrarme mejor.
No pienso sufrir como lo hizo mi madre. Ninguno de ellos vuelve a decir
nada más, mi tío al llegar al parking se va en su coche y yo hago lo mismo
junto a Rafael.
—Recorre todos los restaurantes de la ciudad, quiero encontrarla —le
ordeno.
Esta vez es él quien conduce, el chofer se ha llevado a Matt a realizar la
tarea que le indiqué.
—Debes de estar de broma, ¿sabes cuántos restaurantes hay en toda la
ciudad?
—Me importa una mierda cuántos haya, quiero que la encuentres.
Si tengo que levantar todo Sídney, así lo haré.
—Hombre, yo no quiero llevarte la contraria, pero tienes que ser
consciente de que nos llevará toda la noche y hay muchas probabilidades de
que cuando encontremos el sitio ella ya se haya marchado.
Su argumento tiene sentido, pero entonces ¿qué se supone que tengo
que hacer?, ¿esperar en casa como esos estúpidos maridos florero? Por
supuesto, cómo no se me ocurrió antes…
—Llévame a su casa.
En algún momento tendrá que volver y cuando lo haga la estaré
esperando con los brazos abiertos. Al entrar en su casa me recibe la imagen
de varios de mis hombres dirigidos por Matt, están colocando cámaras
ocultas por todas partes, ahora sí que podré tenerla vigilada. Los dejo
trabajar y me dirijo a su habitación. Al entrar su olor me inunda, cojo aire,
huele a rosas frescas.
Me tumbo en su cama y cierro los ojos, me imagino a ella a mi lado
durmiendo todas las noches, abrazada a mí con su cuerpo desnudo
después de haber hecho el amor. ¿Por qué mi tío tuvo que abrir la boca y
joderlo todo así? De otra manera, ese sueño se podría haber cumplido hoy…
Me acomodo los pantalones, joder, ya me estoy empezando a empalmar.
—¿Quieres que te diga cuál es el cajón de sus bragas para que disfrutes
un poco? —La voz de Rafael atrae mi atención.
—¿Qué cojones dijiste? —le pregunto mientras me levanto de la cama y
saco la pistola de la cintura de mi pantalón.
—Tranquilo, hombre, era una broma. ¿Cómo voy a saber dónde guarda
sus bragas? Acabo de llegar contigo —contesta levantando las manos.
—Debería matarte por seguir haciendo esas bromas en estos momentos.
—Ahora es Matt quien habla.
Rafael pone los ojos en blanco y sale de la habitación.
—Ya está todo instalado, nos marchamos, ¿qué vas a hacer tú? —dice
ahora dirigiéndose a mí.
Sonrío y me vuelvo a tumbar apoyando la cabeza sobre mis brazos
mientras miro al techo, no pienso irme a ningún lado. Matt entiende mi
propósito, así que no pregunta más y se marcha con los otros. Eso es lo
bueno de él, siempre sabe lo que quiero sin necesidad de preguntar.
Han pasado dos horas, dos putas horas desde que estoy aquí, ¿no piensa
venir en toda la noche? Si es así, pienso matar a Reece y me importa una
mierda ir a la guerra con Jacob. De repente oigo ruidos en la puerta de
entrada. Según mis avisos, no es ninguno de sus amigos, así que debe de
ser ella. Me escondo detrás de la puerta. La habitación está a oscuras, me
será muy fácil pillarla desprevenida. Escucho sus pasos que se aproximan y
en el momento en el que abre la cojo por detrás, tapando su boca con mi
mano para que no grite y empujando su espalda contra la pared. Al verme
se sorprende mucho, pero, como de costumbre, frunce el ceño al instante
de asimilar la situación. ¿Cuándo se va a alegrar de verme?
—¿Preferirías que fuera tu ex quien te sorprendiera así? —le pregunto
entre dientes.
Ella me mira fijamente a los ojos, si sigue enfurruñándose así, las cejas le
van a llegar hasta la boca. Baja la mirada hacia mi mano, que aún está
cubriendo su boca. Claro, no puede contestarme. La retiro muy despacio,
no quiero que empiece a gritar.
—¿Cómo has entrado aquí?
—Responde a mi pregunta, Scarlett, ¿lo preferirías a él?
—Preferiría que no estuvierais ninguno, pero de elegir, sí, lo prefiero a él
por…
No la dejo terminar, me ciega la ira. Cierro el puño y le doy un golpe a la
pared justo al lado de su cara y ella pega un chillido del susto por mi acción.
—Repite eso y voy ahora mismo a buscarlo. ¿Piensas que con Carter fui
duro? Imagínate qué le haría a él —le digo con los dientes apretados.
Al escucharme abre mucho los ojos, totalmente sorprendida por mi
confesión.
—¡Fuiste tú!, o sea que de verdad Matt estuvo metido en eso.
—¿Te da pena lo que le hice?
Me estoy enfureciendo cada vez más, le importan todos menos yo, por lo
visto.
—Por Dios, ¡no!
Me grita, me da un empujón y se aleja de mí, siempre logra
sorprenderme. Una vez libre de mi agarre, empieza a pasearse de un lado a
otro de la habitación sujetando su mentón; cada poco se para, me mira y
vuelve a seguir caminando, hasta que por fin se detiene y me observa
fijamente.
—¿Podemos tener una conversación normal? —me pregunta.
¡No!, es lo primero que me viene a la cabeza, no he venido aquí para
mantener ninguna conversación trivial con ella, sino para darle una lección
y dejar claras las cosas de una vez por todas. Pero al ver sus ojos suplicarme
que acceda…
—Sí.
Ni yo mismo me creo lo que acabo de contestar. Con esta mujer mi
cerebro siempre actúa igual, piensa una cosa y responde otra. Ella sonríe y
sale de la habitación, no sin antes hacerme un gesto para que la siga.
Llegamos a la cocina, donde saca una botella de vino y dos copas, pone una
delante de mí y me sirve primero. Nunca tomo nada que no me haya
preparado mi gente, pero, como siempre, pienso algo y actúo al revés, así
que cuando me quiero dar cuenta ya estoy bebiendo de la copa.
—Bien, vamos a empezar a dejar las cosas claras. Creo que será lo mejor
en esta situación.
Empieza a hablar. La observo, pero no contesto, vamos a ver con qué me
sale ahora.
—Cuando Matt se apareció en el bar no fue casualidad ni pasaba nada
con la empresa, ¿verdad?
Asiento como respuesta, prefiero no abrir la boca, no me fío de mi
cerebro.
—¿Cómo sabía Matt donde estaba? ¿Me seguía?
Vuelvo a asentir, este vino está realmente bueno.
—Alexander, si queremos mantener una buena conversación, estaría
bien que me respondieras con palabras, no solo con gestos —me
recrimina, cruzándose de brazos.
—Alexa y Dominik se turnan para protegerte, son tu guardia privada.
¿Por qué siempre cedo con esta mujer? Por algo prefería mantener la
boca cerrada.
—¿Por qué me siguen?
—Por tu seguridad, si ellos no te protegieran ahora mismo estarías
siendo vendida al mejor postor.
—Eso lo entiendo, gracias por lo que hiciste por mí.
Espera, ¿me acaba de dar las gracias por seguirla y torturar a un hombre
por ella? Debe de haber visto mi confusión, porque me mira y se echa a
reír. Adoro escuchar esa melodía.
—¿Te sorprende que no esté horrorizada por lo que le hicisteis? —vuelvo
a asentir, me ha dejado sin palabras con su reacción—. Bueno, sí que lo
estuve al principio, lo torturasteis hasta matarlo. Incluso llegué a sentirme
culpable —me confiesa.
Vuelve a llenar su copa de vino e inclina la botella hacia mí para ver si
quiero más.
—Tú no tuviste la culpa —le digo mientras le acerco mi copa para que le
sea más fácil llenarla, ella suspira mientras me sirve.
—Lo sé, sé que no fue mi culpa a lo que él se dedicaba, si no hubiera sido
yo, podría haber sido cualquier otra chica que no tuviera la suerte de estar
protegida como yo. Esa es la razón por la que no estoy enfadada contigo
por mandar a tu gente, hasta ahora nunca tuve a nadie que hiciera ese tipo
de cosas por mí, siempre estuve sola hasta que conocí a Chris y luego a
Luisa, bueno, y ahora a vosotros.
—¿Tu ex no cuidaba de ti? —pregunto mientras doy un sorbo, me gusta
que haya aceptado mis acciones, pensé que se pondría furiosa.
—¿Jeremy? —me dice entre risas—. No, jamás, es un buen hombre, pero
estamos mejor siendo amigos, a él nunca le gustó que no fuera una mujer
sumisa que hiciera todo lo que él quería.
—No entiendo por qué, a mí me encanta que me desafíes, de esa forma
puedo castigarte —admito.
Ella empieza a reír y se sirve su tercera copa. Ya va un poco achispada, lo
noto en su rostro, se le están empezando a poner los mofletes rosas.
—Eres consciente de que tu castigo me causó placer, no dolor, ¿verdad?
—responde entre risas.
Me gusta esta parte de ella, deberíamos mantener más este tipo de
conversaciones o puede que solo tenga que beber más a menudo.
—Si te gustó tanto el castigo, ¿por qué no hablamos del de hoy? —
respondo mientras apoyo mis brazos sobre la isla de la cocina y me
aproximo más a ella.
Al escucharme se atraganta con el vino y me mira con los ojos muy
abiertos.
—¿Por qué me vas a castigar hoy? No he hecho nada —dice alzando la
voz, de seguro está muy nerviosa.
—Veamos, por dónde empiezo… me manipulaste en mi despacho para
salirte con la tuya, me llamaste por mi nombre haciéndome pensar cosas
para luego ignorarme por completo y me dejaste plantado por tu ex cuando
me había molestado en prepararte una cita.
—¿Me habías preparado una cita? —dice, aún más sorprendida.
—¿De todo lo que te dije es con lo único que te quedas?
—Pues sí, ¿por qué ibas a prepararme una cita? No somos nada.
Respuesta equivocada, doy la vuelta a la isla y la tomo por la cintura,
pegando su cuerpo al mío.
—Porque vas a ser mi reina —respondo enfatizando cada palabra.
Ella traga saliva y fija su mirada en mi pecho.
—¿El Diablo tiene reina? —responde en voz baja mientras coloca su
mano en mi pectoral.
Está haciendo que la habitación empiece a arder en llamas y seguro que
ni siquiera es consciente.
—Aún no, pero pronto la tendrá.
Dicho eso la levanto del suelo, ella pega un chillido y enrosca sus piernas
en mi cintura. Al estar en esta posición, su vestido termina subiéndose por
encima de sus muslos y aprovecho para acariciar sus nalgas, son tan
suaves… Lleva sus brazos alrededor de mi cuello para estabilizarse y apoya
su frente en mi hombro.
—No podemos hacer esto, a tu tío le dará algo —me dice con voz ronca.
—A la mierda mi tío.
Le respondo mientras camino con ella en mi regazo hasta su habitación.
Al entrar, cierro la puerta con el pie, luego la dejo caer en su cama y la
observo mientras me quito la chaqueta del traje y aflojo mi corbata. Está
ahí mirándome, imagino que valorando sus opciones y pensando si debería
seguir adelante o pararse aquí mismo, pero no le doy tiempo a pensar más
y me acuesto sobre ella con cada brazo a un lado para aguantar mi peso.
—De hoy no escapas, mi reina —le susurro al oído.
CAPÍTULO 18
Scarlett

A
quí estoy, en mi cama, con él delante de mí quitándose la ropa.
Hace unas horas estaba dispuesta a distanciarme como fuera, pero
ahora mismo no puedo. Me atrae como un imán, soy incapaz de
alejarme. Mucho menos, después de saber que desde que me conoció, hace
tan solo una semana, ya puso a su gente a protegerme. Es más, me ha
salvado de ser secuestrada y vendida para Dios sabe qué. Me dice que seré
su reina, que es consciente de que lo manipulé y me ha dejado salirme con
la mía, que me ha preparado una cita y, después de dejarlo tirado por otro
hombre, ha venido a casa a esperarme. Incluso ha hablado con calma
conmigo. ¿Cómo no voy a caer rendida a sus pies? Pero ¿y si es así como él
funciona? Barron me advirtió de que ha estado con muchas mujeres, ¿y si
tiene razón y solamente me quiere añadir a la lista como a las demás?
—De hoy no escapas, mi reina —me susurra al oído.
Esa frase hace que salga de mi mente y vuelva a la realidad, para darme
cuenta de que ya no está delante de mí, sino encima.
—Espera —le digo mientras apoyo mis manos en su pecho para
detenerlo.
—No pienses, nena, solo déjate llevar —me dice mientras empieza a
besar mi cuello.
Por amor de Dios, me cuesta respirar y empiezo a sentir calor por debajo
del vientre, tengo que parar ahora, antes de que sea demasiado tarde.
Vuelvo a poner mis manos en él para detenerlo, pero parece que nada
funciona. Ya está bajando de mi cuello a mi clavícula, besando todo a su
paso, mientras desliza una mano por mi pierna, subiendo en dirección a
mi cadera.
—No puedo ser una más —logro decir, haciendo que pare en seco y me
mire.
—¿Qué parte de que serás mi reina no entiendes?
—Eso no significa que vaya a ser la única, los reyes suelen tener muchas
concubinas, es parte de la historia. Además, tú ya has estado con muchas
mujeres y yo no puedo volver a pasar por lo que viví con Jeremy, no quiero
—le digo mientras se me llenan los ojos de lágrimas.
Me mira sin mediar palabra, cierra los ojos y apoya su frente contra la
mía.
—No puedo hablarte de amor, Scarlett, no sé qué es eso y dudo que
algún día lo sepa. Lo que sí puedo decirte es que lo que tú me haces sentir
nunca lo había experimentado con ninguna otra, que desataría el infierno
en la tierra por ti, mataría y torturaría a cualquiera que se atreva a pensar
en tocarte. Porque eres mía, y desde que te conocí no soy capaz de pensar
en ninguna otra mujer que no seas tú.
Le observo fijamente, si antes estaba cachonda, ahora lo estoy más.
Dudo que sea normal que un hombre hable de matar y torturar por mí y
logre excitarme tanto, pero así es, él tiene ese poder.
—No te voy a negar que es lo más sexy que me han dicho jamás —
respondo, y eso le hace sonreír e inclinar la cabeza para seguir con lo que
estaba haciendo.
—Pero… —digo haciendo que levante la mirada otra vez.
—Pero ¿qué, Scarlett? No te dejaré ir, serás mi reina y aquí se termina la
conversación —me habla con voz muy enfadada.
—Pero soy abogada, no creo en las palabras, creo en las pruebas —le
espeto, me da igual que se enfade—. No dije que no vaya a aceptar ser tu
reina, pero por ahora no lo seré, por ahora estarás a prueba y si veo que
puedo fiarme de que mantengas «eso» fuera de otras mujeres, aceptaré
serlo.
Me observa, imagino que pensando sus opciones. Con lo poco que me
conoce, debe de saber que no soy una mujer fácil, así que, si no acepta,
tendrá que tenerme siempre a la fuerza. No sé si esta opción me asusta o
me pone.
—Está bien, accedo. Solo porque me será más fácil tocarte y mantener a
los hombres alejados de ti de esta forma.
Me río, ¿de verdad esas son sus únicas razones? Sin duda es un hombre
muy posesivo.
—Pero hoy… no pienso dejarte sin tu castigo —dice con una sonrisa
pícara.
Acto seguido, lleva sus manos al escote de mi vestido y tira con fuerza
rasgándolo por la mitad. Una vez retirada la tela que le molestaba, empieza
a besuquear y a succionar mi busto sacándome un gemido de placer y sigue
bajando desde mis pechos, lame y acaricia cada rincón de mi cuerpo hasta
llegar a mi cadera. Incluso con los ojos cerrados, siento como baja mi ropa
interior hasta sacarla por completo.
—Es hermoso —le escucho decir.
Abro los ojos y lo veo contemplando mi valle. Se me enciende la cara y él
al notarlo sonríe como un niño pensando en hacer una travesura.
—Hoy será para ti, haré algo que nunca le hice a nadie únicamente para
que veas los beneficios de ser mi reina.
Dicho eso, desciende y coloca su rostro en mi entrepierna, lamiendo muy
lentamente desde abajo hacia arriba y recorre el interior de mis labios
hasta llegar a mi punto frágil. Y empieza a chupar con fuerza. Estaré en el
infierno, pero me está elevando hasta el mismo cielo. Intensifica la succión
haciendo que arquee la espalda del placer y, a continuación, me introduce
uno de sus dedos dentro logrando que abra los ojos de la sorpresa y
empiece a hiperventilar. Su músculo se mueve de arriba a abajo sobre mi
coño mientras introduce otro dedo y empieza a moverlos de dentro hacia
fuera siguiendo el ritmo.
Soy un desastre de gemidos, estoy con la cabeza echada hacia atrás y
sujeto las sábanas con fuerza. Este hombre me está volviendo loca, nunca
había sentido tanto placer. En un momento saca los dedos e introduce su
lengua dentro de mí mientras ahora su pulgar hace círculos en mi clítoris.
Lo único que se escucha en la habitación es el ruido que hace al follarme,
tapado por momentos con mis gemidos, que cada vez van a más.
Saca su mano de mi centro, me levanta las piernas y las coloca alrededor
de su cuello, eso hace que mi cadera se levante de la cama. En todo el
proceso no me suelta, sigue follándome, solo se detiene para lamerme en
mi parte frágil. Me aprieta las nalgas con fuerza con ambas manos, hasta
que baja una de ellas para llegar a mi abertura metiendo dos dedos y los
dobla en el interior en busca de mi punto G, su lengua vuelve a mi clítoris y
su otra mano comienza a apretar uno de mis pezones.
Ahora mismo está aguantando mi peso con sus hombros, cada parte de
su cuerpo está en una zona distinta. Sus dedos están haciendo estragos
conmigo, follándome sin parar, su lengua y su boca no descansan de lamer
y chupar mi punto y su mano sigue masajeando mi pecho. Estoy al borde,
puedo notarlo, empiezo a mover mis caderas hacia delante y me froto
contra su boca en busca de mi liberación, él empieza a mover las caderas y
los dedos al ritmo que me muevo yo, es demasiado… Cuando siento esa
presión, ese placer que está por venir, llevo las manos a su pelo y me aferro
a él con fuerza. Como una caída desde el cielo al infierno, siento un golpe
que recorre todo mi cuerpo y me deja temblando de puro placer mientras
suelto un grito que retumba en las paredes. A él lo siento rugir contra mi
sexo mientras me libero.
No puedo respirar con normalidad, ni siquiera siento que me entre tanto
oxígeno como el que necesito, Alexander me suelta, se saca su camisa y se
limpia con ella. Acto seguido, se deja caer encima de mí apoyando su frente
contra la mía.
—Me acabo de correr en los pantalones como un adolescente —me dice
entre jadeos.
No le contesto, soy incapaz de articular palabra, estoy como si me
hubieran dado la mejor paliza de mi vida. Se echa a un lado al sonar su
teléfono, lo atiende, me mira y lo oigo responder, me da igual. Estoy
demasiado distraída para escuchar su conversación. Está sin camisa,
nunca lo había visto sin ella y, madre mía, qué cuerpo, qué tableta.
Lo recorro lentamente, pasando de su pecho a sus abdominales. Todo su
cuerpo está tatuado en tinta negra con diversos dibujos, el más grande,
que ocupa todo su torso, es del Señor del Averno sentado en su trono. Por
encima de su cabeza hay una corona hecha de fuego y alrededor se puede
ver el infierno, con cuerpos en llamas y almas en pena. Es hermoso, no
puedo evitar recorrerlo con mis dedos y bajar hasta su V. Desvío mi mirada
hacia más abajo y se me hace la boca agua, ¿cómo sabrá si me la meto en
ella?
—Deja de mirarme así o iremos al segundo asalto —me dice.
Al escucharlo miro sus ojos, llenos de lujuria. Estoy agotada, aún estoy
pasando por las consecuencias de mi orgasmo, ¿y quiere repetir?
Carraspeo y decido cambiar de tema.
—¿Quién te llamó? —pregunto.
No es que me importe, pero es lo único que se me ocurre ahora mismo.
—Era Matt, tus compañeros de piso vienen de camino.
Mierda, me había olvidado de ellos. Me levanto de un salto para buscar
algo de ropa que ponerme, no puedo dejar que lo encuentren aquí, a Chris
le daría un infarto.
—¿No quieres que me vean aquí? —pregunta con los brazos cruzados
—No te ofendas, pero, por alguna razón que desconozco, a Chris le caes
fatal. Así que no, no quiero que te vean por ahora.
Joder, ¿dónde quedaron mis bragas?, da igual, me pongo unas nuevas.
De camino al cajón aprovecho para tirarle su camisa, está hecha un
desastre, pero que se la lleve y se tape con la chaqueta.
—Pues ya es tarde.
En el momento en que termina de hablar se abre la puerta principal y
escucho a Chris entrar silbando.
—Lo hiciste a propósito, ¿verdad? —le digo mientras lo fulmino con la
mirada.
—Eres mía y todos tienen que saberlo, incluyéndolo a él.
Mientras discutimos en la habitación, escucho llegar a Luisa. Genial,
ahora estamos todos. Miro hacia la ventana, ¿será muy difícil que baje por
ahí?
—Ni se te ocurra pensarlo —me dice para después salir por la puerta de
mi habitación, semidesnudo.
Joder, como dije, este hombre me ha llevado al cielo para hacerme caer
en el infierno.
CAPÍTULO 19
Alexander

S
algo rápidamente de su habitación de camino al salón, de donde
vienen las voces. Está loca si piensa que voy a esconderme o saltar
por la ventana; joder, estamos en un duodécimo piso. ¿Quién se
piensa que soy, Superman? Cuando llego al salón, sus amigos, que estaban
conversando, se cortan en seco al verme. El tal Christopher, al que por lo
visto no le caigo bien, al principio se me queda mirando extrañado, pero su
rostro pasa por varias expresiones: sorpresa, culpa, miedo y, para
terminar… enfado. La joven, por su parte, Luisa, creo, me recorre con la
mirada de pies a cabeza una y otra vez.
—¿Es mi cumpleaños y no me enteré? —pregunta sorprendida.
Sonrío, ya le gustaría a ella que yo fuera su regalo. En ese instante llaman
a la puerta y me acerco para abrir, son Matt y Raf con la ropa que les mande
traer. No puedo ir por ahí semidesnudo y con los pantalones sucios.
—Pero ¿de dónde habéis sacado a tanto tío bueno? —vuelve a hablar su
amiga sin quitarle ojo ahora a Matt, quien le sonríe.
—¿Quién os dejó entrar aquí y dónde está Scarlett? —ruge su amigo
mientras se aproxima a mí.
Mal movimiento, en un segundo Matt está delante de mí como un
armario listo para la pelea, pero el otro chico no se amedrenta. Es raro, por
norma la gente suele pensárselo dos veces antes de pelearse con Matt. Le
echo otro vistazo a este chico, es grande, con constitución fuerte, y por su
posición parece que sabe lo que hace. Al recorrer su cuerpo me fijo en un
pequeño tatuaje que tiene a un lado de la mano, es una torre. Mis ojos se
abren, ¿qué coño hace una torre viviendo con mi reina? Le palmo el
hombro a Matt haciendo que se detenga y observo a este joven delante de
mí, debería de haberme parado a averiguar sus antecedentes. Antes de que
esto vaya a más, mi reina sale de su escondite, cambiada de ropa y más
visible de lo que estaba.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta en cuanto nos ve a todos
enfrentados.
—Dímelo tú, Scarlett, ¿qué hace este hombre en nuestra casa y
semidesnudo? —le grita su amigo.
Las formas en las que le habla no nos gustan nada a ninguno, así es que
en el momento en el que hace un movimiento hacia ella, Rafael y Matt se
adelantan para protegerla, cumpliendo el trabajo que tienen encomendado
para mantener a salvo a su reina. Sé que ambos se han percatado del
tatuaje de su amigo, por lo que están en guardia. Me aproximo a Scarlett y
la envuelvo con el brazo por la cintura. Él no aparta la mirada de mi mano;
está furioso, pero dudo mucho que Scar sepa la verdad sobre a qué se
dedica. Esto me tiene intrigado, por norma las torres son aquellos que
siempre están al lado de sus reyes, pero no es el caso. Observo a la chica, no
tiene tatuaje ni marca alguna que indique que está en alguna organización,
así que no me explico lo de este hombre.
—Te agradecería que te calmaras, Christopher, o vas a provocar una
guerra en nuestro salón —le dice Scar.
Lo mejor para mí es que no aparta mi mano, habla con su amigo como si
fuera de lo más normal tenerme a su lado.
—No me dan miedo —contesta él cruzándose de brazos.
Le creo. Para llegar a la posición de torre tienes que tener cojones, el
problema es que no sé si se ha fijado en quiénes tiene delante. Matt es
brutal y Rafael puede parecer un santo, pero no estaría donde está si no
poseyera las mismas cualidades que su hermano y, a mayores, me tiene a
mí, el puto rey.
—Creo que se te olvida que somos más que tú —digo mientras sonrío.
Él me mira fijamente a los ojos desafiándome; este cachorro tiene
agallas, lo reconozco, pero como siga así va a morir muy pronto.
—Si sigues mirándole así, te saco los ojos, muchacho —interviene Matt.
—¡Oye tú, voz sexy! —le grita la amiga de Scar a Matt, llamando su
atención—. Si quieres hacerle daño, ponte a la cola, porque yo estoy
primero y antes tendrás que esperar a que me canse de hacerle la vida
imposible.
Matt le responde con una sonrisa; este va a tirársela, lo veo venir.
—Me lo prometiste, Scarlett, dijiste que no te acercarías a él… No ha
pasado ni una semana y ya te has metido en su cama, no es así como te
educaron.
Christopher va a por todas y no me está gustando nada. ¿Por qué le
interesa tanto con quién está ella? ¿Será que tiene algún interés romántico
en mi reina?
—Basta, Christopher, no sé qué coño te pasa, pero con quien yo me
acueste no es asunto tuyo y la educación que me dieron fue toda impartida
por tutoras, así que aparte de enseñarme modales, poco más aprendí —le
grita mi reina.
Parece bastante enfadada y eso no me gusta, solo yo puedo hacerla
enojar.
—No sabes dónde te estás metiendo, Scar —continúa insistiéndole.
—Entonces, ¿por qué no se lo explicas? ¿Por qué no le dices dónde se
mete, Christopher? —le digo con mi mirada fija en su mano.
Él se da cuenta a dónde miro y cierra el puño, sabe que si dice algo fuera
de lugar se delatará él mismo. No le voy a esconder nada a mi reina, solo
que no le quiero dar mucha información junta, quiero que la pueda
procesar bien. Su caso es distinto, él lleva mintiéndole toda su vida. No sé
si ella será capaz de perdonar algo así.
—No pensé que pudieras caer tan bajo, me has decepcionado mucho.
Cuando él le dice eso, a ella se le llenan los ojos de lágrimas. Hasta aquí
pienso tolerar. Doy un paso adelante listo para liarme a golpes con este
imbécil, por lo visto le es más fácil ocultar la verdad haciendo daño que ser
sincero con ella. Antes de que pueda hacer un movimiento, Luisa se acerca
a él y le da un puñetazo en el rostro que le parte el labio, no ha visto venir el
golpe. Bueno, ni él ni nadie, he de admitir.
—Me importa una mierda lo grande y fuerte que seas, vuelve a hacerle
daño a mi amiga y juro por Dios que te corto las pelotas y me hago un collar
con ellas, Christopher —le grita y lo señala con el dedo—. Y va para todos,
me importa un carajo si sois demonios o el mismísimo Lucifer —nos dice,
centrando su mirada en mí.
Al final va a caerme bien esta mujer. Me gusta que mi reina tenga a
alguien que la proteja así. La torre se queda mirando a Luisa con cara de
querer matarla hasta que Matt se coloca detrás de ella, dejándole claro que
si se le ocurre tocarla tendrá que ser por encima de él.
—Tienes suerte de que te haya golpeado ella. La última persona que se
pasó de la raya con mi chica termino mucho peor —le digo—. Además, hay
poco que le puedas contar sobre mí que ella no sepa, y lo que todavía no
sabe es porque aún no he tenido tiempo de contárselo. A diferencia de
otras personas, yo no pienso tener secretos con mi reina —le digo haciendo
hincapié en reina.
En cuanto termino de hablar, él abre la boca con sorpresa, imagino que
no esperaba que ella tuviera esa posición. Mira a Scarlett con un rostro que
refleja varios sentimientos encontrados, pero no le dice nada, se aparta y se
marcha a su habitación dando un portazo al cerrar que hace saltar a las
chicas. Todos nos quedamos en silencio con la mirada perdida en la
dirección en la que se ha ido. Fijo mi mirada en Scar, tiene los ojos rojos,
pero se niega a soltar una lágrima. Suerte, porque como llore por él, voy y
echo la puerta abajo.
—Bueno, ¿a alguien le apetece una copa de vino? Porque yo me voy a
beber una botella —escucho a Luisa detrás de mí.
Va hacia la cocina en busca del alcohol y saca una botella de vino y cinco
copas. Scar va detrás de ella con Rafael pisándole los talones. Miro a Matt,
que no le quita ojo, parece que no soy el único que está en problemas. Voy
hasta la cocina y abrazo a mi reina por detrás, ella cierra los ojos y apoya su
cuerpo en el mío, cojo aire, aún tiene mi olor en su cuerpo.
—¿Así que tú eres el famoso Diablo? —me pregunta su amiga—. ¿Y qué
se supone que son ellos, almas torturadas por la eternidad?
—Se nos considera demonios —responde Rafael.
—Mmmm… Nunca he estado con uno… ¿haces que se prenda fuego la
cama o algo así?
—¡Luisa! —le grita Scarlett.
—¿Qué? Solo es curiosidad —responde encogiéndose de hombros.
—Si quieres te lo puedo enseñar… —habla Matt.
—No, gracias, no eres mi tipo —contesta ella.
Rafael y yo nos echamos a reír, no voy a ser el único que tiene que
aguantar a una mujer testaruda. Me acerco más a Scarlett y la abrazo con
mayor fuerza. Noto su angustia y de lo único que tengo ganas es de meterla
dentro de mí para poder soportar todo ese dolor y protegerla.
—Haz una maleta, hoy te vienes conmigo a mi casa —le digo al oído.
—Y tu amiga también, aquí no estáis seguras —añade Matt.
—¿Cómo que no es seguro?, no lo diréis por Chris, ¿verdad? Lo conozco
desde pequeña, no nos va a hacer nada —contesta Scarlett.
—Es verdad, adora a Scar como a una hermana pequeña, y yo soy más
que capaz de darle una paliza, así que no hay de qué preocuparse —
interviene su amiga.
—Lo pudiste golpear porque no te vio venir, nada más —la enfrenta
Matt.
—¿En serio? ¿Quieres intentarlo tú? —responde ella mientras deja la
copa sobre la isla, lista para liarse a golpes con Matt. Él sonríe, parece que
le encantaría probar.
—¡Basta de peleas por hoy! —grita mi reina—. Y a ti ya te digo que no me
voy a ningún lado más que a mi cama, así que buenas noches, ya sabéis
dónde está la puerta.
Dicho eso, se libera de mí y pone camino a su habitación, su amiga hace
lo mismo con la diferencia de que le saca el dedo del medio a Matt. Vaya
dolor de cabeza nos van a traer estas mujeres.
Me giro hacia los chicos, con la mirada puedo notar que ellos opinan lo
mismo que yo, ninguno se va a mover de aquí. Así que intentamos
acomodarnos, Rafael se va a la habitación de invitados, Matt se queda en el
sofá y yo me voy con mi reina. Por las dudas, avisamos de la situación a los
alfiles, siempre hay que estar prevenidos. Mañana será un nuevo día,
pienso averiguar quién es este hombre y por qué está lejos de su rey.
Con todo arreglado, me dirijo hacia la habitación de mi reina. Entro y no
la veo, pero puedo oír la ducha abierta y ahora que lo pienso aún no me he
duchado. Entro al baño y me recibe la mejor de las imágenes posibles,
acaba de salir y está con el cuerpo aún mojado, tapada solo con una toalla
que le cubre justo por debajo del trasero. Tiene los ojos cerrados mientras
se apoya en el lavabo.
—Pensé que te habías ido.
—No pienso dejarte sola, todos nos quedamos —le digo mientras me
quito la ropa preparándome para meterme en la ducha.
—Vale, como queráis, estoy demasiado agotada para discutir.
Abre los ojos para encontrarme como Dios me trajo al mundo y sus ojos
se oscurecen por la lujuria mientras me contempla de pies a cabeza. Me
aproximo a ella, la abrazo y la pego a mí.
—Aunque me muera por empotrarte aquí mismo contra el lavabo,
necesitas descansar. Has tenido un día duro —le digo con voz ronca.
Sin embargo, ella en vez de alejarse e irse a la cama, baja la mano
cogiendo mi poste, que está bien erguido, y suspiro cerrando los ojos. Esta
mujer va a volverme loco, pero no quiero agotarla más de lo que ya está.
—Es enorme, no creo que me quepa —me dice con la voz muy baja, no
puedo hacer más que reírme.
—No te rías, es verdad, mira hasta dónde me llega —me dice
haciéndome mirar hacia abajo.
Le sobrepasa el ombligo. Lo mira con pánico mientras lo toca
suavemente, joder, como siga así voy a perder todo mi autocontrol.
—Vete ahora mismo a la cama antes de que haga que lo pruebes aquí y
ahora.
Ella abre mucho los ojos y conecta su mirada con la mía, y acto seguido
me suelta y sale disparada. Me río a carcajadas, cuando la coja no podrá
levantarse en días. Suspiro y vuelvo a mirar a mi amigo, me voy a tener que
dar una ducha fría para calmar esto. Me quedo bajo el agua más tiempo del
esperado, al salir me pongo unos calzoncillos limpios que me trajo Raf y
me meto en la cama. Scarlett ya duerme, paso el brazo por encima de ella y
la atraigo hacia mí. Es la primera vez que duermo con una mujer a mi lado;
pego la nariz a su pelo, cierro los ojos y me quedo disfrutando del
momento. Joder, qué me estás haciendo, mi reina.
CAPÍTULO 20
La Mano

H
a pasado mucho tiempo desde que se desequilibró la balanza,
desde que terceros quisieron intervenir en el destino jugando de
forma sucia para obtener beneficios propios. Pensaron que habían
ganado, que ese era el final y ellos se iban a quedar en sus tronos reinando
sobre todo. Me río, qué equivocados estaban.
Me ha llevado muchos años de lucha, de sufrimiento propio y ajeno, pero
por fin empiezo a ver el resultado de mi esfuerzo, ya he conseguido que
caiga un rey y he colocado al legítimo en su lugar; ahora toca hacer que
caigan dos más. Ellos nunca fueron reyes, nunca estuvieron destinados a
esos puestos. Los tomaron a la fuerza haciendo daño a dos personas muy
queridas para mí, iniciando guerras y perjudicando a inocentes.
Pero su hora está llegando, un rey ya ha vuelto y ahora solo me falta la
reina, esa a la que le arrebataron sus dos reinos, a la que le dejaron un
agujero en el corazón que jamás podrá sanar. El tiempo pasa, pero no
olvida y ya me estoy encargando de que tampoco perdone.
Yo no era así. Nunca fui malo ni cruel con la gente, soy lo que ellos me
hicieron ser. ¿Quién dijo que el mal solo se puede combatir con el bien o
que el bien siempre tiene que triunfar? No soy bueno, en todo caso, soy
peor que todos ellos, pero no siento pena ni remordimiento, soy lo que
necesito ser y si debo ser aún peor, no dudaré. Voy a lograr que todo vuelva
a su lugar y que la legítima reina vuelva a su trono.
Me siento en el sofá de la sala privada, es hora de que hable con un viejo
amigo y mueva la siguiente ficha del tablero.
—No entiendo cómo tienes los cojones de venir a verme —empieza él la
conversación.
—Yo también me alegro de verte, Jacob.
—No me vengas con estupideces, ¿sabes lo que has hecho? Lo dejé vivir
por ti y tú me la juegas así.
—Lo dejaste vivir porque él no era culpable de nada y porque sabes que
Liliana nunca te lo hubiera perdonado.
Al escuchar ese nombre se pone furioso, se levanta de su sofá y lanza el
vaso de whisky contra la pared. Por mi parte, me recuesto en el mío y cruzo
las piernas relajándome por completo. Otros saldrían corriendo de este
hombre, yo no.
—¡¡No pronuncies su nombre!! No eres digno de hacerlo, ni tú ni nadie
—me grita, da igual el tiempo que haya transcurrido, aún no es capaz de
superar lo que pasó.
—Soy tan digno como tú y lo sabes —le digo fijando mi mirada a la suya.
—He pasado toda mi vida protegiéndola, alejándola de todos para que
nadie le haga daño y vas tú y la pones en la boca del Diablo, ¡joder! —dice
mientras se vuelve a sentar y agarra su cabeza con las manos—. Incluso yo
me alejé de ella.
—Te apartaste de ella porque no fuiste lo suficientemente fuerte como
para afrontar lo ocurrido. Yo lo hice y sigo haciéndolo a diario. ¿Te piensas
que ellos no la buscan?
—Porque sé que la buscan y lo que le harían, fue por lo que hice todo lo
que hice.
—¿Qué te hace pensar que no la encontraron? ¿O que ellos son los únicos
que la quieren?
—¿De qué hablas? —me pregunta ahora prestándome toda su atención.
—Ellos no son los únicos que la buscan, Jacob, tú mismo creaste otra
amenaza sin darte cuenta. Has estado tan absorto en tu dolor y tu ira que
has dejado de cuidarla como es debido. Has sido tú quien se la sirvió en
bandeja.
—Eso es imposible, he estado vigilándola siempre, hasta tengo todo
arreglado para que cuando sea el momento el trono pase a ella.
—¿Estás seguro de ello?
—Nadie se atrevería a traicionarme —me interrumpe.
—Yo no hablo de traición, sino de estrategia. Soy consciente de que
nadie sería tan tonto, pero a lo mejor deberías empezar a abrir un poco los
ojos y mirar más allá.
Él se queda pensando en mis palabras. Sabe que tengo razón, que no ha
cuidado de ese reino, durante mucho tiempo lo dejó en manos de una de
sus torres porque volver a él le causaba mucho dolor.
—Solo te haré una pregunta, amigo mío, ¿qué pasa cuando dejas que una
torre se crea rey durante mucho tiempo?
Se pone rojo de la ira, creo que ya lo va captando…
—¡Eso no justifica que hayas hecho lo que hiciste!
—¿No? Si tú no cuidas de ella en condiciones, ¿quién la va a proteger?
¿Quién tiene tanto poder como para acabar con tu torre ahora?
—Si querías protegerla, tenías otras opciones. Podrías haber venido a
mí, no meterla en sus garras.
—Te recuerdo que intenté verte y me rechazaste, y no la arrojé en sus
brazos, esa parte ocurrió sola. No pude hacer nada, es más, intenté que no
pasara, pero parece que el destino quiere ponerla donde corresponde.
—Ella no le corresponde a él —dice entre dientes.
—Liliana y Catherine juntaron sus caminos por una razón, porque
sabían que cuando fueran a por ella tú solo no podrías protegerla, que lo
ibas a necesitar a él. Y como siempre fueron mujeres muy inteligentes, con
visión de futuro, ellas sabían que ellos debían estar juntos y por lo visto se
han encargado de eso desde el más allá.
—Espero que tengas razón, porque si le hace daño, tú serás el siguiente
en morir después de él.
—Estoy de acuerdo, pero ahora te voy a pedir unos favores. Para
empezar, quiero que no muevas a la torre que tienes con ella, deja que siga
haciendo su labor sin entrometerse. Y con respecto a tu traidor, te
garantizo que ella recuperará ese trono de manera legal, solo te pido que,
pase lo que pase, no intercedas por ellos.
—¿Cómo va a recuperarlo sin que ellos sepan que está viva?
—No vamos a poder mantenerla muerta para siempre. Intentaré que esa
situación se retrase lo máximo posible para poder estar preparados, pero
debes mentalizarte de que algún día va a suceder, y ese día tienes que estar
listo para asumir las consecuencias de tus decisiones.
—Lo estaré. La pregunta es si tú lo estarás.
—Haría cualquier cosa por ella y lo sabes.
—¿Por ella o por su madre?
—Conoces mis sentimientos por Liliana, Jacob, y cuando ella te eligió
sobre mí, me aparté por su felicidad. Ahora soy feliz con mi mujer; hace
mucho que comprendí que ella no era para mí, sino para ti.
Él asiente, es increíble que siga estando celoso después de tantos años y
de que ella esté muerta. Deberían conocerse, estos hombres tienen más en
común de lo que se piensan.
—Prometo no entrometerme en lo que pase y le daré la orden a mi torre
para que se haga a un lado, pero si sucede algo, intervendrá. Y como esto
sea otra de tus jugarretas, pienso hacértelo pagar muy caro.
—¡Hecho!
Con eso me levanto y me marcho. Lo siento por él, pero aún tengo que
hacer varios movimientos para que ella recupere todo. Soy un
manipulador, la persona detrás que mueve las fichas, y usaré a quien haga
falta y sufrirá quien tenga que sufrir hasta conseguir mi objetivo final.
Es hora de prepararlo todo, es hora de que Lilith vaya despertando.
CAPÍTULO 21
Scarlett

P
or la mañana despierto envuelta en unos fuertes brazos que me
sujetan por detrás, por lo visto no bromeaba cuando dijo que se iba
a quedar a dormir. Me muevo para intentar zafarme y, al hacerlo, él
cierra más su agarre. Vuelvo a intentarlo, esta vez moviendo un poco las
caderas, y en ese momento siento algo duro rozando contra mis nalgas, no
será lo que creo …
—Si sigues así no saldrás de esta cama en todo el día —me dice una voz
ronca.
Me quedo petrificada en el sitio, aún recuerdo el tamaño de eso, el día
que me lo meta me partirá a la mitad.
—Yo um… eh… necesito ir al baño. —La situación me tiene tan nerviosa
que no soy capaz de hablar.
Al escucharme, abre los brazos para dejarme salir, me levanto
intentando no rozar nada que no deba y salgo en dirección al baño. Una
vez termino de asearme, vuelvo a la habitación y lo encuentro sentado en la
cama con la espalda apoyada a la cabecera, prácticamente desnudo, lo
único que cubre son sus partes íntimas con un bóxer negro ajustado
marcando esa anaconda que se esconde.
—¿Dormiste así? —le pregunto con los ojos muy abiertos.
—¿Crees que voy con demasiada ropa? —me contesta mientras sonríe.
Seguro que se burla de mi cara, debe de estar roja como un tomate.
—Voy a preparar el desayuno, por favor, vístete antes de salir, no quiero
que Luisa te vea así.
—No sabía que eras celosa…
—¡No lo soy! ¿A ti qué te parecería que yo saliera solo con un tanga
delante de todos?
—Hazlo y empezaré a quitar ojos —me responde con esa voz baja e
infernal que hiela la sangre.
Sé que no es una broma, lo creo muy capaz, mejor será que me cubra
bien. Cojo mi bata de seda y me la echo por encima. Hoy somos muchos,
así que será mejor que prepare el desayuno con tiempo. Además, tengo
una conversación pendiente con Chris, ayer las cosas no terminaron nada
bien.
Al salir de la habitación me recibe un olor maravilloso, huele a tortitas,
café y tostadas. ¿Quién está preparando el desayuno? Dudo mucho que sea
Chris, y Luisa nunca se levantó a preparar nada, ella es de las que llegan a
mesa puesta. Me aproximo poco a poco guiada por ese olor tan delicioso y
al ver a los culpables se me abren los ojos, nunca pensé que estos hombres
supieran cocinar.
—Buenos días, Scar, espero que tengas hambre —me sobresalta la voz
de Rafael.
—Buenos días a vosotros también, no conocía vuestras habilidades
culinarias —digo mientras me siento en uno de los taburetes de la isla.
Rafael y Matt están en la cocina, vestidos con los mismos trajes que
traían puestos ayer y con un delantal por encima. Qué pena haberme
dejado el móvil en la habitación, podría sacar una foto y guardarla para la
historia. De repente escucho el ruido de un móvil al tomar una foto, me
giro y encuentro a Luisa con una sonrisa de oreja a oreja.
—A quien le diga esto no me cree, tengo a dos demonios haciéndome el
desayuno —dice mientras se ríe.
Comienzo a reírme con ella; no la juzgo, estaba pensando en hacer
exactamente lo mismo.
—Te agradeceríamos que no saliera de aquí, tenemos una reputación
que mantener —le dice Matt a mi amiga mientras se da la vuelta en nuestra
dirección con el plato de tortitas.
Al verla se queda inmóvil en el sitio. Luisa va vestida con un pijama de
seda de dos piezas, pantalón corto y camiseta de tirantes ambos con un
ribete de encaje blanco. El pijama es de color rosa palo y consigue que su
piel blanca reluzca aún más. Les observo detenidamente, él no le quita ojo,
pero ella a él tampoco, ¿será que se gustan? Mmm… creo que tendré una
conversación con mi amiga más tarde.
—¿Qué pasa?, ¿te has quedado sin palabras de lo buena que estoy? —le
dice mi amiga haciendo que él salga de su estado.
—¿Por qué narices andas así vestida? ¿No sabes que hay hombres en esta
casa? —responde Matt completamente furioso.
—Siempre paseo vestida así, si Dios me dio este cuerpo es para lucirlo,
no para ocultarlo. Además, estoy en mi casa y me visto como me da la
gana.
Rafael y yo empezamos a reír. La cara de Matt es un poema, decir que
está furioso por su respuesta es quedarse corto. Entre las risas unas manos
me agarran por detrás y noto una fuente de calor a mi espalda, no me
tengo que dar la vuelta para saber quién es.
—¿Me perdí algo? —pregunta esa voz que me eriza la piel.
—No, por lo visto nuestro querido Matt ha dado con la horma de su
zapato —responde Raf, y nos volvemos a echar a reír.
—No sé de qué te ríes tú, por norma también vas vestida así. Es la
primera vez que te veo con una bata —suena otra voz desde el pasillo.
Las manos que me sujetan se tensan ante el comentario de mi supuesto
mejor amigo, ¿por qué coño tuvo que meter el dedo en la llaga? Sin duda
aún está enfadado. Antes de que pueda replicar, me dan la vuelta a la
velocidad de la luz en mi asiento poniéndome cara a cara con el Diablo.
—Eso es diferente, aquí solo vivimos nosotros, Luisa es una mujer y tú
eres como mi hermano. Yo no ando vestida así delante de las visitas —
respondo rápidamente.
—Aunque me consideres un hermano, sigo siendo un hombre y doy
gracias de que por fin hayas encontrado a alguien que haga que uses esa
bata que te regalé —contesta mirando a la persona delante de mí—. Ahora
solo espero que Luisa empiece a usar la suya —dice ahora, mirando hacia
la susodicha.
—Yo no pienso usar nada, a quien no le guste, que no mire, y punto —
responde cruzándose de brazos.
En ese instante, Matt la sujeta del brazo, se acerca a su oído y le susurra
algo que consigue que Luisa se ponga de color carmesí y salga corriendo
hacia su habitación. Christopher y yo nos echamos a reír, no sé qué le ha
dicho, pero ha tenido que ser algo muy fuerte para provocar esa reacción
en ella. Por mi lado, no voy mejor, tengo a una montaña delante de mí que
me penetra con la mirada.
—¿Vamos a la mesa antes de que se enfríe todo?
Gracias a Dios que Raf interviene, si no, sin duda estaría en serios
problemas. Todos empiezan a caminar en dirección a la mesa, incluso
Luisa, que aparece con una bata puesta. Observo a Chris que también fija
sus ojos en mí, suspira y se me aproxima.
—Scar, yo… lo siento, no debí reaccionar así. Sabes que eres mi única
familia, solo quería que estuvieras a salvo y que no te trataran como a una
cualquiera, no soportaría volver a verte sufrir por un cabrón que no te
merece.
No le digo nada, sus ojos sin duda reflejan arrepentimiento. Tenemos
historias muy similares y hemos pasado por mucho, durante varios años
solo nos tuvimos el uno al otro. Tardo un tiempo en contestar, perdida en
mis pensamientos, y él baja la cabeza, debe de pensar que no lo perdono.
Cuando veo que se va a dar la vuelta para marcharse, me adelanto y lo
abrazo. Chris es todo lo que tengo y uno de mis pilares más fuertes, por
supuesto que le perdono. Él me devuelve el abrazo con fuerza y hunde su
rostro en mi pelo, puedo sentir cómo sonríe como un niño y me siento tan
aliviada como él de poder solucionar esto.
Estamos perdidos en nuestra felicidad cuando sentimos un estruendo
desde la mesa. Ambos miramos en esa dirección para ver a Matt y Raf
sosteniendo al Diablo, que parece furioso. Pongo los ojos en blanco. En
serio, ¿de Chris también? Este hombre es sin duda la persona más celosa y
posesiva que he conocido.
—Tranquilo, señor Diablo, soy gay —le dice Chris levantando las manos
en señal de rendición—. Para lo único que quiero a su reina es para
protegerla con mi vida.
Me quedo perpleja, no entiendo a qué ha venido ese último comentario.
A ver, sé que es verdad, pero la forma en la que lo ha dicho me ha parecido
bastante rara. Ellos, por su parte, observan a Chris para luego mirarme,
¿por qué me da la sensación que me estoy perdiendo algo?
—¿Podemos comer de una vez?, me muero de hambre —interviene Luisa
sacándonos a todos de nuestros estados de confusión.
CAPÍTULO 22
Alexander

E
stoy sentado en la mesa desayunando con mi reina a mi lado y aún
no me creo que haya pasado la noche conmigo voluntariamente.
Puede que ayer no hiciéramos lo que tenía pensado, pero fue
perfecto. Nunca nadie me había excitado hasta el punto de terminar en
mis pantalones, ni de adolescente me pasaba. Esta mujer tiene un poder
sobre mí que me tiene desconcertado por completo.
Miro a mi alrededor y me fijo en una persona. Lo que me tiene
preocupado es este amigo suyo, nunca he visto una torre sin su rey, sé que
las hay, aunque es algo fuera de lo normal, pero no es su existencia Me
preocupa su proximidad a mi reina, su forma de protegerla. La cuida como
si ella fuera su propia reina. Cuando me dijo que para lo único que estaba
era para entregar la vida por ella, le creí, lo pude ver en sus ojos, sé que
daría su vida sin dudarlo y eso es lo que más me desconcierta. Es hora de
que mantenga una conversación con su amigo e investigue un poco más a
mi reina y a esta torre.
Desvío la vista a la persona de mi derecha, que conversa y ríe con los
demás, esa sonrisa me tiene encandilado por completo. Su amiga le está
hablado de una cita que tenían planeada para hoy, por lo visto va a pasar el
día de tiendas y peluquería junto a Luisa y su madre. Observo a Matt, ya
está con el móvil en las manos, imagino que contactando con Alexa. Si mi
reina quiere ir de compras, así será, pero no saldrá a ningún lado sin su
escolta. No aparto mis ojos de él, le pregunto con la mirada si ha logrado
instalar los dispositivos que le pedí en el teléfono de Scar y él levanta la
vista y asiente con la cabeza. Ahora estoy más tranquilo, aunque Alexa la
perdiera por cualquier razón, yo podría encontrarla rápidamente.
Terminamos de desayunar y las chicas van a prepararse para salir con la
madre de Luisa mientras las tres torres recogen y limpian todo. Yo me
recuesto en el sofá del salón, sigo dándole vueltas a este amigo, no me
gustan todas las preguntas que me genera su presencia.
—Vamos al despacho, tenemos que hablar —le digo al supuesto
hermano de mi reina.
Me levanto y camino hacia el estudio. Está insonorizado, así que nos será
de mucha utilidad para la conversación que vamos a tener. Las tres torres
me siguen, al entrar tomo asiento en la silla de detrás del escritorio y ellos
lo hacen en los sofás, delante de él.
El estudio es amplio, con ventanales grandes que iluminan la estancia
decorados con cortinas blancas para dejar pasar la luz. Hay una estantería
llena de libros de lado a lado de la pared, en el lado contrario hay dos
pinturas de arte con colores muy vivos. En el centro se encuentra un
escritorio color crema lo bastante grande para ser utilizado por dos
personas; la silla principal es de color azul turquesa con patas doradas y
hay dos sofás del mismo color delante del escritorio. En la esquina
izquierda se encuentra una mesa de café redonda de mármol blanco con
pies dorados, acompañada de otros dos sofás iguales a los del escritorio.
Todo esto culmina con una gran alfombra blanca que ocupa casi toda la
estancia; sin duda está decorado por mujeres.
—Ese color te hace resaltar mucho, estás muy elegante —me dice Raf
mientras se ríe.
Lo que me faltaba, las coñas de este hombre. A Christopher se le estiran
un poco los labios, el cabrón debe de estar disfrutando de esto.
—Cállate y vamos al grano, no quiero que las mujeres intervengan en
esta conversación.
—Me parece bien, ¿qué es lo que quieres saber? —pregunta mi supuesto
cuñado.
—Todo, quiero saber dónde está tu rey y por qué estás tan obsesionado
en proteger a mi reina.
—Lo veo justo, aunque para empezar ella no es tu reina; aún no, por lo
que tengo entendido, y lleva mucho más tiempo siendo la mía.
Me pongo furioso, él dijo que no le interesaba. Además, por lo que sé,
Scarlett no pertenece a ninguna organización, ¿cómo iba a ser ella una
reina? Mi cara parece causarle gracia porque comienza a reír.
—No te enfades, te lo explicaré. Yo no soy una torre por logros, lo soy por
nacimiento. Mi padre era una torre y mi abuelo antes que él, y así
sucesivamente —me comenta.
—De ser así, ¿por qué no estás sirviendo a tu rey? —pregunta Matt.
—Porque como ya dije, ¡no tengo rey! Mi padre murió protegiendo al
suyo y fui criado por mi abuelo, quien me envió a estudiar al extranjero y
allí conocí a Scarlett.
—Pero… ella no es una reina, ¿o sí? —ahora es Rafael quien pregunta,
estamos igual de confundidos con esto.
—No, no lo es —suspira Christopher—. Mi familia lleva sirviendo a la
misma familia durante generaciones, pero el último rey fue asesinado
supuestamente por su reina, quien dejó a un bastardo en el trono. Mi
padre, junto con muchos otros de la organización, sospechaban que ese
niño no era el verdadero heredero y de ahí empezaron a desconfiar de su
reina. Ella, para ocultarlo, decidió dar caza a los que tachó de traidores.
Antes de que comenzaran a ir tras él, mi padre decidió enviarme al
extranjero donde mi abuelo disfrutaba de su retiro para que no me
mataran a mí también. Él, a su vez, decidió esconderme en el internado
para mantenerme a salvo.
—Entonces, ¿por qué llevas la marca? ¿No te sería más sencillo no tenerla
y poder seguir con tu vida como si nada? —vuelve a preguntar Rafael.
—Sin duda, pero ¿qué clase de persona sería si terminara con todo un
legado por miedo? Aunque no tuviera un rey al que servir, mi abuelo se
encargó de entrenarme en todos los sentidos para convertirme en una
torre digna de mi apellido, siempre me recordó que debía encontrar a mi
reina y hacer lo que hiciera falta para protegerla.
—Sigo sin entender qué tiene que ver Scarlett en todo esto —insiste
Rafael.
—Cuando conocí a Scarlett, éramos solo unos niños. Yo por aquel
entonces aún tenía a mi abuelo, pero ella estaba sola y no tenía a nadie. Los
niños eran crueles con ella y se burlaban continuamente porque siempre
estaba sola, nadie la visitaba ni la iban a buscar en las vacaciones, incluso
pasó más de unas Navidades sola en el internado. —Al decir eso se le
enrojece la mirada, se nota que le duele recordar esos días.
—Así que la tomaste como tu reina —digo ahora que empiezo a entender
su relación con ella.
—Se puede decir que sí. Aunque al principio solo la protegía por pena,
con el tiempo fui formando una amistad con ella que nos convirtió en
hermanos. Cuando murió mi abuelo, yo tenía trece años y me hizo jurar
que no dejaría que el legado terminara, me dijo que ya había encontrado a
mi reina y ahora debía volverme más fuerte para protegerla, que daría mi
vida por ella. En ese momento no lo entendía, pero luego con el tiempo
todo encajó, llevaba años protegiendo a Scarlett, muchas veces a costa de
mí mismo, ella era mi reina y debía estar siempre a su lado.
—¿Cómo es tu apellido? —pregunta Matt.
—Astorn, me apellido Astorn —contesta él.
Todos nos quedamos blancos. Por supuesto que conocemos ese apellido,
solo un tonto no lo haría. Se trata de una de las familias más prestigiosas y
leales de torres que haya existido, solamente escuchar ese nombre infundía
miedo en las personas. Si alguien enviaba a una torre con ese prestigio
detrás de ti, no había sitio donde esconderte, ellos siempre cumplían con
su objetivo, eran asesinos letales. Todo fue hasta que el último Astorn fue
tachado de traidor y matado por ello.
—O sea, que perteneces a Carlton Kensington —le responde Matt.
—Yo no pertenezco a ese bastardo —dice Christopher entre dientes—.
Yo tengo una reina y es a ella a la única que pertenezco.
Ahora entiendo su historia, sé por qué la protege tanto y me siento
tranquilo. Lleva toda la vida respaldada por una de las mejores torres que
existen en este planeta y ella nunca lo ha sabido. Pero hay una cosa que no
me queda clara…
—Si tanto la proteges, ¿dónde estabas cuando ese malnacido intentó
llevársela? —le recrimino muy molesto. Él, por su parte, se limita a sonreír.
—Como comprenderás, solo soy un hombre y tengo que trabajar para
poder mantenerme. Además, siempre supe que enviaste a tus alfiles detrás
de ella, igual que sé que nos has instalado cámaras por toda la casa o que
has puesto un sistema de seguimiento y escucha en su teléfono.
—¿Cómo sabes todo eso? —pregunta Rafael.
—Como ya dije, fui entrenado en todos los aspectos para seguir mi
destino, así que no fue difícil para mí saberlo —contesta encogiéndose de
hombros.
—Bien, a partir de ahora trabajarás para mí, tú estás más cerca de ella
que nadie y me será mucho más fácil protegerla así.
Además de que sus habilidades nos darán una gran ventaja, lo que se
dice un «dos por uno».
—Estará bien poder restaurar el legado de mi familia, pero tienes que
tener una cosa clara, Diablo: si tengo que elegir entre ella y tú, siempre la
elegiré a ella —me responde fijando su mirada en la mía.
—Soy consciente de ello y agradezco tu sinceridad, Christopher, estoy
seguro de que la protegerás mejor que nadie —le digo con la vista puesta
en Matt.
Estoy seguro de que Christopher será una buena incorporación, pero
siempre voy a tener en cuenta la opinión de Matthew y si ve algo mal lo
entenderé, aunque también sé que él siempre admiró a la familia Astorn y
fue el primero en decir que era imposible que fueran traidores.
—Estoy de acuerdo con ello y te diría que se uniera a nosotros como
torre, con sus habilidades no puede estar en un puesto inferior.
Todos asentimos. En ese instante la puerta se abre y entra mi reina, va
vestida con unos vaqueros ajustados, una camiseta blanca de manga corta
y unas Converse del mismo color, con el pelo recogido en una coleta alta y
un poco de maquillaje. Me gusta este atuendo.
—¿Puedo preguntar qué pasa aquí?
—Nada, me estaba ofreciendo trabajo —contesta Christopher.
—¿Trabajo?, ¿qué clase de trabajo? —pregunta ella, arrugando la frente.
—He averiguado que trabaja en seguridad y considero que conmigo
podría irle mucho mejor, además de ganar más dinero.
—Mmm… Vale, solo venía a decirte que nos marchamos, está la madre
de Luisa esperándonos abajo.
—Avísame cuando termines con tus cosas y pasaré a buscarte para ir a
casa de Barron.
—¿Cómo sabías que Barron me ha llamado para ir a cenar a su casa? —
me pregunta ella muy sorprendida.
—Porque también me ha citado a mí —respondo con una sonrisa.
—Ah, claro, bien… Te llamaré cuando esté lista.
Con esa respuesta se da la vuelta para marcharse, pero me levanto y hago
que se detenga en el sitio. Me aproximo a ella y estiro mi mano,
atrayéndola hacia mí por la cintura.
—¿No se te olvida algo? —le pregunto mientras aproximo su cara a la
mía.
Ella se sonroja, es tan dulce verla así… Se coloca de puntillas y roza sus
labios con los míos, un roce tan rápido que por poco ni lo percibo. Acto
seguido, sale corriendo del despacho haciéndome sonreír, me encanta
cuando se comporta como una niña pequeña. Saco mi móvil y confirmo
que Alexa esté abajo lista para seguirla, ella contesta confirmando su
posición, así que vuelvo con los chicos para terminar de planificar la nueva
situación y organizar la ubicación de mi nueva torre.
CAPÍTULO 23
Christopher

S
algo del despacho después de hablar con el Diablo y sus demonios.
Se supone que a partir de ahora debería empezar a llamarle rey, ya
que seré su torre, pero no lo haré; yo ya tengo un rey y no es él. Mi
verdadero rey fue quien me ordenó mantenerme al margen hasta ver lo
que sucedía, siempre cuidando de mi reina, por supuesto. Este Diablo se
cree muy inteligente, piensa que ella es una chica normal, pero se
equivoca. Él la quiere como su reina, pero no sabe que no es el único con
ese propósito. Por ahora le seguiré la corriente, de esta forma consigo no
solo proteger mejor a mi reina, sino utilizarlo para eliminar a quienes me
molestan. Una vez obtenga mi objetivo, ella irá a donde pertenece, al lado
de mi rey.
Entro en mi habitación, fue muy negligente por su parte no haber puesto
cámaras aquí. Aunque, si lo hubiera hecho, las habría hackeado, así que
estaría en lo mismo; pero es igual, yo no dejaría a nadie sin vigilancia,
nunca sabes de quién te puedes fiar.
Enciendo mi ordenador y busco el teléfono de Scarlett para asegurarme
de dónde se ubica. Ahora mismo se encuentra en la peluquería, así que me
conecto a las cámaras del centro comercial para poder ver exactamente su
posición y la puedo ver, tiene un secador enorme en la cabeza mientras lee
una revista, sigo las imágenes y no puedo ver al alfil vigilando a distancia,
¿dónde se habrá metido? Cuando estoy buscándole, se me abre una
ventana emergente; es la que utilizo para conectarme con mi rey. Está muy
bien encubierta, aunque buscaran, nunca encontrarían nada. La ventana
se abre y muestra el mensaje.
R: «Reporta la situación».
T: «Todo según lo planeado».
R: «Ten cuidado, si te descubren las consecuencias serán muy malas para
ti».
No hace falta que me lo diga dos veces, soy consciente de las posibles
consecuencias. Ya vi lo que el Diablo le hizo al chico que tocó a Scarlett, no
quiero ni imaginarme lo que le haría a una persona que se la va a arrebatar.
T: «¿Nos podemos fiar de él?»
R: «Su meta y la nuestra es la misma, tú sigue sus órdenes, pero estate
atento».
En ese instante llaman a la puerta y cierro la ventana de la conversación
con mi rey antes de dejar pasar a mi visitante. Es el pequeño de los
hermanos Smith, este llamó mi atención la primera vez que lo vi en la
discoteca. Es atractivo, he de admitirlo.
—Siento molestarte, pero queríamos invitarte a cenar en casa del tío
Barron, en esas cenas solemos estar desde el rey hasta los alfiles y, como
ahora eres uno de nosotros, lo más normal es que nos acompañes.
—Claro, será un honor para mí ir, pero tampoco quiero dejar a Luisa sola
en casa. Solo Dios sabe lo que sería capaz de hacerme en esta ocasión, la
última vez cambió mi champú por tinte de color rosa. Suerte que se fue con
varios lavados.
—Oh, no te preocupes por eso, ella puede venir también, seguro que a
Matt le encantará —me responde riendo.
Y ese es exactamente mi objetivo. Matt es un tío muy observador, debo
de tener mucho cuidado con él; cuanto más distraído esté con Luisa,
menos se fijará en mí. Tiene una sonrisa muy bonita, pero lo que no
entiendo es qué hace él con toda esta gente, sin duda no es como los
demás.
—No quiero que te parezca mal, pero ¿cómo es que eres una torre?
—No tengo pinta, ¿verdad? —me dice aún riéndose—. Tranquilo, no me
ofendes, esa pregunta me la hacen continuamente y, bueno, solo diré que
no es oro todo lo que reluce.
Asiento, no puedo estar más de acuerdo con este hombre, sobre todo
teniendo en cuenta mi propia vida. Cuando le voy a contestar, algo llama
mi atención en la pantalla y al observar arrugo el entrecejo por lo que estoy
viendo. Él se da cuenta de mi reacción y se aproxima.
—Pero qué cojones…
No lo dejo terminar de hablar, salgo de mi habitación y me dirijo al salón,
enfurecido. Se supone que la estaban cuidando, ¿por qué dejan que pase
esto?
—Oye, ¡Diablo! —le grito, haciendo que se gire hacia mí al momento—.
¿No se supone que tu alfil cuida de ella?
—Claro que está cuidando de ella, ¿a qué viene todo esto? —me responde
enojado.
A mí me la suda su enfado, se suponía que estaba protegida y, sin
embargo, aquí está ella sin nadie alrededor y sufriendo un agravio. Matt se
debe de haber dado cuenta de que algo ocurre, porque coge su teléfono y
sale a hacer una llamada. Como pensaba, es muy observador, ya debe de
estar llamando a la escolta para saber qué pasa.
No le contesto al Diablo, giro la pantalla de mi portátil para que pueda
ver las imágenes. En ellas aparece Scarlett siendo recriminada por dos
mujeres de muy malas maneras, en esos instantes una de ellas intenta
golpear a mi reina, pero, para sorpresa de su atacante, ella sujeta su mano
en el aire y con la otra conecta un buen gancho de derecha en su rostro. La
chica se tambalea hacia atrás y se cae al suelo junto con un carrito que
estaba a su lado, en el que había un bote de algún producto de color oscuro
que se desparrama por su pelo, rostro y ropa. En esos instantes aparece
Luisa y empieza a golpes con la otra chica, ahora mismo no sé si sentirme
orgulloso o responsable por haberles enseñado a pelear así. Bueno, Luisa
ya sabía de antes, pero a Scarlett la llevo entrenando desde que era una
niña, se puede decir que es responsabilidad mía ese gancho.
—¡¡Dónde narices está Alexa!! —grita mi supuesto nuevo rey.
—Estaba encargándose de dos hombres que seguían a las chicas,
Dominik va de camino con refuerzos —responde Matt desde atrás.
—Nos vamos —contesta el Diablo, furioso—, dile que quiero a esas
mujeres.
Tras ello salimos todos del apartamento, no veo a Rafael, ¿no se supone
que debería estar con ellos? Al llegar a la calle hay un coche preparado en la
puerta. Matt se sube detrás con el Diablo y yo voy al asiento del copiloto,
donde para mi sorpresa me encuentro con la torre que faltaba; por lo visto
estos tres están muy bien compenetrados. Salimos a mucha velocidad en
dirección al centro comercial y cuando estamos llegando nos notifican que
las chicas están bien; es más, son las otras mujeres las que quieren
denunciar a Luisa y Scarlett por daños.
—No estaba al corriente de que nuestra reina sabe pelear —habla Rafael.
A este tío le encanta abrir la boca… si tanto le gusta, se me ocurren un par
de ideas para que la use.
—Por supuesto que sabe, yo mismo la entrené —alardeo.
—¿Le enseñaste a pelear? —responde él con los ojos muy abiertos.
—No solo a pelear. Ahí donde la ves, es capaz de manejar todo tipo de
armas —sin duda estoy muy orgulloso de mi reina.
—¿Por qué narices la adiestraste para usar armas? —me increpa el
Diablo.
—¿Y por qué no? Nunca se sabe a lo que se puede tener que enfrentar y,
ahora que va a ser tu reina, me alegro mucho de haberlo hecho —le
respondo con arrogancia.
En ese instante llegamos al centro comercial y salgo del coche en
dirección a la peluquería donde me encuentro con varios agentes de
seguridad, las chicas y otras personas; imagino que son los refuerzos. Me
da igual el resto de la gente, solo me fijo en mi reina, en comprobar que
está bien. Si este hombre me quiere dar un trabajo, mejor será que sea yo
quien cuide de ella.
Me aproximo y la evalúo para comprobar que está ilesa, si le llega a hacer
daño esa loca se las iba a ver conmigo. Cuando estoy llegando a ella, se
escucha una conmoción detrás. Me volteo y veo a qué viene todo el jaleo,
nada más y nada menos que a la entrada de nuestro Diablo.
CAPÍTULO 24
Scarlett

H
e pasado una mañana muy ajetreada con Luisa y su madre, Sara, de
compras; hemos ido de tienda en tienda… ¡me duele todo! No
entiendo cómo estas mujeres pueden aguantar tantas horas así,
hace rato que me quiero morir. Por suerte, paramos a almorzar en un
restaurante italiano. Me encanta la comida italiana, bueno, en realidad me
gusta toda la comida. Lo que no me gustó para nada fue que a cada tienda
que íbamos y comprábamos algo, cuando Luisa y yo íbamos a pagar, a
ambas nos decían que nuestras cuentas ya estaban satisfechas. Al principio
discutí con las cajeras, pero a la tercera desistí; esto es obra de mi Diablo,
seguro, pero odio que paguen por mis cosas. Poseo mi dinero, no necesito
el de nadie. Cuando llegue a casa voy a hablar con él.
Luisa, por su lado, estaba encantada y terminó comprando más de lo que
tenía previsto. Su madre le preguntó que quién era el pobre al que iba a
dejar sin blanca, a lo que ella le respondió que no había pedido nada, que ni
siquiera se había acostado con él… En realidad, la frase exacta fue «si me da
todo esto sin acostarme con él, imagínate lo que le voy a sacar cuando me
lo tire». Su madre y yo nos echamos a reír. Debería tener cuidado, por la
reacción que he visto hoy en el desayuno, me parece que Matt es más que
capaz de poner a Luisa en su lugar.
El resto del día ha transcurrido con normalidad, excepto cuando fuimos
a comer. Dos hombres han venido a molestarnos, nos ha dado la impresión
de que nos seguían por un par de tiendas y por ello acompañamos a Sara
hasta su coche y luego hemos vuelto nosotras al centro comercial para la
cita en la peluquería. Después de pasar un rato allí y relajarnos, me he
quedado esperando a Luisa fuera mientras iba a una sala para hacerse la
cera. Estoy muy concentrada en mi lectura cuando de repente alguien me
arranca la revista de las manos y la hace caer al suelo.
—Oh, mira, pero si es la señorita especial, ¿qué pasa, ya no atraes al
señor Knight que tienes que arreglarte para pasar al siguiente hombre? —
me dice una voz chillona.
Alzo la vista y veo a dos mujeres muy arregladas y con tanto maquillaje
que seguro que una vez se lo quiten nadie las reconoce. Estas mujeres me
suenan de algo, pero ¿de qué es…?
—Perdona, ¿nos conocemos? —les digo.
No sé por qué mi pregunta las pone furiosas a ambas, tanto que me
arrojan encima una botella de agua que traía una de ellas. Salto de la silla al
caerme el agua fría encima, joder, llevo una camiseta blanca, ahora se va a
translucir todo.
—No te hagas la mosquita muerta, sabes perfectamente quiénes somos y
déjame decirte que nosotras estábamos antes que tú, el señor Knight es
mío.
—Y el mayor de los Smith, mío —habla la chica de detrás—. No puedes
tenerlos a todos, zorra.
Me quedo alucinando, de verdad que no sé quién coño son, a ver,
imagino que serán de la empresa, pero no me suenan de nada.
—Miren, no sé quiénes son, de verdad, y para tu información —le digo a
la chica de detrás—, no me acuesto con Matthew.
—No nos mientas, zorra, sabemos que estás con los dos a la vez —vuelve
a gritar la de delante—. Llevo mucho tiempo aguantando putas como tú,
pero el señor Knight es mío y si tengo que desfigurarte para que así sea, lo
haré.
Al terminar de hablar, coge unas tijeras del carrito que tiene al lado y las
empuña hacia mí, lista para clavármelas en la cara. Por reflejo, logro
atraparle la mano con la mía, mientras que con la derecha le doy un golpe
en la cara y se cae hacia atrás, con la mala suerte de que choca contra el
carrito y derrama un tarro de tinte de pelo por encima de ella. Benditas
clases con Chris, si no estuviera preparada me habría desfigurado la cara.
La otra chica se queda estupefacta mirando la situación y de repente se
abalanza encima de mí como una desquiciada.
—Zorra, ¡¡Matthew es mío!!
Ella nunca llega a su destino, es interceptada por Luisa, que la coge de los
pelos y la lanza al otro lado del salón.
—Matthew no es tuyo, puta, ni tampoco de Scar, es mío y si lo quieres
vas a tener que pasar por encima de mí —le grita mi amiga.
Me quedo muda, acaba de admitir que es suyo… Las chicas se miran
entre sí y en un instante se levantan, ambas con intención de atacarnos,
pero, para su mala suerte, tanto Luisa como yo sabemos pelear, así que sus
intentos no surten el efecto que esperaban. Al terminar la pelea, nosotras
estamos intactas, con apenas algún arañazo en los brazos, pero nada más.
Sin embargo, ellas están hechas un desastre, tienen golpes y heridas por
todas partes y la chica que peleó contra Luisa incluso tiene la nariz rota.
—Scar, ¡estás herida! —me grita Luisa.
Sigo su mirada, tengo un corte abierto en la mano izquierda. Es
demasiado profundo como para haber sido de sus uñas, así que
seguramente fuese con las tijeras. Luisa se apresura hacia mí y me
envuelve la mano con una toalla.
—No es para tanto, no me duele.
—¿Qué no es para tanto? Esa zorra te quería desfigurar, yo la mato.
Cuando se da la vuelta, lista para ir contra esa loca, entra un montón de
gente. Puedo reconocer a dos de ellos, son Alexa y Dominik, ellos detienen
a Luisa y se paran a observar nuestras heridas. Al notar mi corte, sus caras
cambian. No puedo descifrar muy bien lo que les pasa, parece
remordimiento, vergüenza o miedo, no me queda claro. Alexa coge mi
mano para observar mejor el corte, pero entonces aparecen los de
seguridad y a los dos minutos, Christopher. Él mira a todo el mundo hasta
que posa su mirada en mí. El corte está oculto en la mano de Alexa, así que
no lo puede ver. Se mueve para aproximarse, cuando de repente aparecen
los culpables de todo esto, mi Diablo junto a sus demonios. Las chicas
notan la presencia de los hombres, se arreglan la ropa lo mejor que pueden
y se dirigen a ellos con expresión lastimera mientras contonean sus
caderas. Luisa da un paso adelante, pero yo la detengo y la miro. Entiende
lo que quiero, así que se queda de morros en el sitio. Vamos a ver cómo se
resuelve esto.
—Gracias a Dios, señor Knight, estás mujeres están locas, nos
agredieron sin razón. Mire a mi amiga, señor Smith, esa loca le rompió la
nariz —dice la mujer señalando a Luisa.
—¿Y por qué esa loca le rompería la nariz? —pregunta Matt.
—Vinimos a saludar a Scarlett y cuando estábamos hablando de usted
esa mujer dijo que era suyo y que me mataría, si me acercaba. Yo le
comenté lo nuestro, se volvió loca y mire cómo me dejó —le responde la
joven a Matt entre llantos.
—¿Así que soy tuyo? —habla este con una sonrisa en la cara, mirando a
Luisa. Ella pone los ojos en blanco y se cruza de brazos.
—Pensé que podías serlo, pero soy hija única, odio compartir y por lo
visto tú tienes muchas dueñas, así que te puedes quedar con ellas, ya no te
quiero.
Al escuchar la respuesta de mi amiga, se pone rojo de la furia y lleva su
mirada a la chica que tiene delante.
—¿Quién coño dijo que tú y yo teníamos algo? —le ruge, la chica empieza
a temblar del susto.
—Yo, es que tú y yo…
—Tú y yo follamos y punto, nada más, no sé por qué te haces ideas que
no son —le grita.
Por mi lado, no quito ojo de mi supuesto rey. Él sabe que está a prueba y
veinticuatro horas después de llegar al acuerdo atenta contra mí una de sus
seguidoras, solo Dios sabe cuántas hay por ahí. La mujer que me agredió
está a un lado, callada, viendo la situación. Álex no abre la boca para nada,
tiene su mirada puesta en mí y en nadie más.
—Señor Knight, sé que la señorita Reych es una buena amiga para
usted…
—Mi mujer —la interrumpe él.
—¿Perdone? —le pregunta ella, ahora completamente blanca.
—La señorita Reych es mi mujer, no mi amiga —le repite con una
mirada penetrante—. Y por tu bien espero que no tenga un solo rasguño o
lo pagarás muy caro.
En cuanto termina de hablar, hace un gesto con la cabeza a sus hombres
para que se lleven a las mujeres. Ellos obedecen y las sacan a rastras
mientras gritan por todo el centro comercial, por lo visto ni los guardias de
seguridad van a intervenir porque se encargan de despejar el camino para
que ellos las puedan llevar con mayor facilidad. Aprovecho el momento
para coger disimuladamente mi chaqueta y cubro mi mano vendada con
una toalla, no quiero que se den cuenta de mi corte. Le hago un gesto a
Luisa para irnos, total, nosotras ya habíamos terminado.
Luisa va delante de mí, coge todas nuestras bolsas y nos aproximamos a
la puerta a suficiente distancia de estos hombres que nos traen de cabeza.
Cuando parece que voy a salirme con la mía, me sujetan fuertemente por el
brazo y me hacen retroceder. Delante de mí está Christopher, mierda, me
había olvidado de él. Me agarra el brazo justo donde tengo envuelta mi
chaqueta y no para de mirarlo, va a hacer que me descubran.
—¿Necesitas algo? —le pregunto.
—¿Por qué te vas con tanta prisa? —me responde entrecerrando los ojos.
—¿Me tengo que quedar con ellos? —le digo señalando a los susodichos
—. Nos han estropeado el día, no quiero verles.
—Es cierto, ni siquiera pudimos terminar de ir de compras, íbamos a ir a
Victoria’s Secret a comprar unos conjuntos y por vuestra culpa ya no
estamos de humor —brama Luisa.
Ambos se quedan mirándonos con los ojos brillantes, Luisa tiene cara de
enfado y yo estoy roja como un tomate. No sé qué decir, quiero distraerlos,
pero no creo que sea este el mejor modo. Aprovecho la distracción e intento
zafarme, pero Chris no me suelta, al contrario; levanta mi mano y me saca
la chaqueta dejando al descubierto la toalla ahora manchada con mi
sangre.
—¿Esta es la razón de la prisa? —me dice él.
Antes de que pueda responder, soy arrebatada de las garras de Chris.
Parezco un muñeco, porque todos creen que pueden cogerme cuando
quieran.
—¿Quién coño te hizo esto?
—¿Quién me lo hizo, en serio? Resulta que tu querido amor quiso
desfigurarme la cara con unas tijeras para que fueras suyo —le respondo al
Diablo que ahora sujeta mi mano.
Él ignora mis palabras y me saca la toalla para revisar la herida. El corte
no es grande, pero sí un poco profundo, por eso sangra tanto, me sienta en
una silla del salón y empieza a limpiarme la sangre con una toalla húmeda
que le da Rafael.
—No podemos quedarnos aquí, ya hemos ocasionado suficientes
problemas —le digo en voz baja.
—Este centro comercial es mío, así que puedo hacer lo que me dé la
gana.
Ahora entiendo por qué los de seguridad se mantenían al margen cuando
se llevaron a las mujeres. Pensar en ellas me recuerda que estoy furiosa con
este hombre, así que me libro de su agarre y me levanto para marcharme.
—Tú no vas a ningún lado —dice mientras vuelve a sujetarme.
—Oh, por supuesto que me voy. Habéis arruinado nuestro día y no
quiero verte.
—¿Qué culpa tenemos nosotros? —interviene Matt en la conversación.
—Fuisteis vosotros los que os metisteis con esas locas, ¡a Scar la querían
desfigurar! —le grita Luisa.
Me importa un bledo quién sea él, estoy cansada de que me digan lo que
tengo que hacer y lo que no y si digo que me voy a ir sola eso es lo que
pienso hacer. Cojo mi chaqueta y me dirijo a la puerta, solo para volver a
ser retenida del brazo; ya estoy harta, joder.
—¡Te he dicho que me sueltes! —grito mientras que con una llave le
coloco el brazo detrás de su espalda y hago que su pecho golpee contra el
mostrador—. Que quede esto claro, Alexander, no soy una muñeca de
trapo para que me anden tirando de un lado a otro como os venga en gana,
soy una mujer de carne y hueso a la que vais a respetar. De no ser así, no
pienso teneros a ninguno en mi vida —digo entre dientes mientras lo
suelto.
Todos están inmóviles en el sitio, sin duda no se veían venir esto. Ellos
piensan que soy una mujer frágil a la que deben proteger contra todo y
están muy equivocados. Cojo algunas de las bolsas que tiene Luisa y nos
marchamos del salón de belleza. Vaya día de relajación de mierda, estoy
furiosa. Me detengo un momento, les conozco demasiado bien como para
saber que no nos dejarán salir sin nadie.
—Rafael, puedes venir con nosotras, pero no quiero ver a nadie más.
Al escuchar mi voz, Rafael se adelanta y me arrebata las bolsas, él es el
único que nunca me ha tratado como una muñeca. Una vez guardadas las
compras en el maletero, se coloca en el asiento del piloto con nosotras
detrás y el auto se pone en marcha. Cuando llevamos un tiempo en silencio
en el coche, una voz interrumpe mi tranquilidad.
—Eres consciente que acabas de tumbar al Diablo, ¿verdad? —me dice
Luisa con una sonrisa—. No quisiera estar en tu pellejo.
Joder, ahora que estoy más tranquila, analizo lo sucedido. La he cagado
bien, ¿por qué me dejo llevar por esos impulsos cuando estoy enfadada? Es
como si algo poseyera mi cuerpo… Cierro los ojos mientras apoyo mi
cabeza en el asiento, sin duda estoy muerta.
CAPÍTULO 25
Matthew

N
o puedo creer lo que acabo de ver, el gran Diablo tumbado por una
mujer, y no cualquier mujer, sino por nuestra reina. No hay duda
de que es más que digna de ese puesto. Todos los presentes nos
quedamos en shock, suerte que solo estamos los más allegados, de no ser
así, hoy tocaría reducción de personal. Él sigue de pie y observa su mano.
No sé de qué humor está exactamente; ahora mismo, lo mejor que
podemos hacer es ir con pies de plomo, ninguno queremos ser la persona
con quien desquite su ira.
Yo tampoco estoy muy contento; pensé que había avanzado algo con
Luisa, pero se me resiste con tanta ferocidad que lo único que consigue es
ponerme más cachondo aún. Solo de recordar lo que sucedió ayer…
Al irse todos a la cama, me quedo en el sofá dando vueltas de un lado a
otro. No puedo dejar de pensar en ella, en cuanto la vi supe que iba a
traerme de cabeza. Es como una amazona, tan hermosa como peligrosa.
No puedo aguantar más, sé que debería hacer guardia, pero, la verdad, no
creo que ese Chris le haga daño a Scar y Álex está con ella, así que no habrá
problema. Por las dudas, le mando un mensaje a mi hermano y le digo que
esté pendiente.
Me levanto y voy a la habitación de mi tigresa. No llamo, sino que abro la
puerta muy despacio. La habitación está toda oscura, pero puedo escuchar
unos ruidos que provienen de la cama. Estoy seguro de que estaba sola.
¿Entonces qué es lo que está haciendo? Al acercarme más, me quedo
pasmado. Está tumbada en su cama, desnuda, masturbándose con un
consolador; joder, espero no haberme quedado dormido y estar en un
sueño.
—Si tanto te gusta mirar, por lo menos podrías pedir permiso.
Una voz me saca de mi entumecimiento, levanto la vista para posarla en
esos ojos verdes que me quitan el aliento, pero sigo sin saber qué decir. Mi
cuerpo actúa por mí y se aproxima a ella; si lo que necesita es sexo, pienso
dárselo. Me saco los zapatos y la camisa a la vez que me aproximo a ella y,
cuando estoy lo suficientemente cerca, estira la pierna y apoya su pie en mi
pecho desnudo. Empiezo a recorrer su extremidad a la vez que intento
acercarme más, pero hace fuerza con la pierna para detenerme.
—Quítate los pantalones —me ordena en voz baja.
Jamás una mujer me había dado órdenes, pero no discuto, hago lo que
me pide. Me saco el cinturón, desabrocho los pantalones y los dejo caer al
suelo sin apartar mi mirada de la suya. No quita el pie de mi pecho, sigue
sin dejar que me aproxime a ella.
—Siéntate en ese sofá.
Vuelvo a obedecer, esta mujer debe de ser una hechicera, soy incapaz de
desobedecerla. Lo único que quiero es tirarme encima de ella y penetrarla
con tanta fuerza que la haga olvidar hasta su nombre.
—Ya que te gusta mirar, hoy te voy a complacer, pero no puedes tocarme
a mí ni tampoco a ti mismo, por lo menos hasta que yo te lo permita. ¿De
acuerdo?
—¿Y qué pasa si no estoy de acuerdo? —pregunto, ¿de verdad no me va a
dejar tocarla?
—Eres libre de coger tu ropa y largarte, tú eliges.
Trago saliva, ni loco salgo ahora por esa puerta. Si antes no podía
dormir, ahora que sé lo que está haciendo, mucho menos. Dadas mis
opciones, tomo la mejor decisión y me echo hacia atrás en el sofá
poniéndome lo más cómodo posible.
—Sabia elección.
Es lo único que me dice antes de volver a retomar lo que estaba haciendo
antes de mi interrupción. Vuelve a encender el aparato y se lo mete por el
coño hasta el final; al hacerlo se le escapa un gemido profundo. Mi
respiración empieza a volverse pesada, no sé si voy a ser capaz de observar
nada más. Empieza a mover el vibrador en círculos, mientras con la otra
mano se masajea un pecho. Sus gemidos cada vez son más fuertes, de un
momento a otro comienza a mover las caderas al ritmo de su mano; joder,
no puedo, esta es la mayor tortura a la que me han sometido. Llevo la mano
a mi polla que está a punto de explotar, la acaricio por encima del bóxer,
necesito algo o voy a volverme loco.
—Si te tocas, te largas —me dice entre jadeos.
Retiro la mano al momento. No pienso largarme de aquí, pero me está
empezando a entrar un dolor en la entrepierna que me dice que si no me
libero, voy a morir. Ella sigue con su trabajo, se mueve con más rapidez
mientras sigue masajeándose el pecho, sus jadeos van a más y en ese
momento la escucho, escucho esa frase que me termina de volver loco.
—Joder, Matt, ¡sí! —grita. Ya está, no puedo más.
Saco mi miembro de la ropa interior sujetándolo con fuerza, al sentir el
roce, cierro los ojos y suspiro. Con solo escuchar sus aullidos va a hacer que
me corra, pero, por alguna razón, de repente no escucho nada más. Abro
los ojos y la veo sentada en la cama, su mirada puesta en mí.
—Te dije que no te tocaras —me recuerda, arrugando la nariz.
—No puedo más —respondo con la respiración agitada.
—Ruégame.
Me quedo de piedra. ¿Me acaba de pedir que le suplique? En mi vida me
ha dado órdenes una mujer y mucho menos he tenido que rogar por sexo,
ya ni decir de rogar por masturbarme yo mismo. Pero qué cojones, su
mirada me dice que si no hago lo que me pide, me va a echar, así que será
mejor ceder ahora. Ya me vengaré después.
—Por favor —le digo, mirándola a los ojos.
—Por favor, ¿qué?
Aprieto los dientes, se está pasando. No tiene ni idea de con quién juega,
me sería muy fácil follármela a la fuerza. Ella debe de notar mi malestar,
porque se levanta y se sienta a los pies de la cama, justo delante de mí. Si
estiro la mano, puedo tocarla. Al sentarse, apoya los pies en la estructura
de la cama y sus rodillas se flexionan. Abre las piernas dándome una visión
panorámica de su centro, lleva un piercing en él, joder, va a hacer que me
dé un ataque al corazón. Coge su vibrador y se lo vuelve a introducir; en
esta postura y tan de cerca puedo ver cómo se sus fluidos cuando el juguete
entra y sale. No aparto la mirada, no puedo, soy incapaz. Ella gime, lo que
me hace salir de mi aturdimiento para ver cómo se pellizca el pezón y
cierra los ojos echando la cabeza hacia atrás.
—Por favor, ¿puedo tocarme?
No sé ni en qué momento lo he dicho, pero ha salido sin más. Ella sonríe,
levanta su mirada y conecta con la mía; no dice nada, simplemente asiente,
sus gemidos no se lo permiten. Con su visto bueno, vuelvo a poner mi
mano en mi falo y empiezo a bajar y subir lentamente. No quiero, pero
comienzo a gemir; joder, qué gusto me está dando ahora mismo. Cierro los
ojos para poder disfrutar de la sensación que me produce mi roce junto con
sus gemidos.
—Mírame.
Abro los ojos para fijarlos en los suyos. Está observando cómo me toco,
se muerde el labio inferior y aumenta el ritmo de sus caderas mientras yo
hago lo mismo, haciendo que mi pelvis empiece a seguir el ritmo de mi
mano.
—Más fuerte, Matt, ¡más! —grita.
Joder, me empiezo a mover con más rapidez, sin sacar mi vista de ella.
Su cuerpo brilla del sudor y su mano pasa de un pecho al otro y los aprieta
con fuerza. Sus gemidos empiezan a sonar más fuertes y sus caderas
comienzan a hacer espasmos, está cerca y puedo verlo. Con un grito, se
corre echando su cabeza hacia atrás mientras derrama todos sus jugos por
el vibrador. Al ver esa imagen, la sigo, corriéndome con tanta fuerza que
me mancha la mitad del pecho. Nunca había disfrutado tanto del sexo y
menos sin llegar a tocarla. Nuestras respiraciones son un desastre, no me
puedo mover. Ella vuelve a posar sus ojos en los míos, saca el aparato
chorreando, se levanta y se aproxima a mí.
—Abre la boca —me susurra.
La abro y ella mete el juguete en mi boca y me hace lamer sus jugos. Una
vez está satisfecha, se agacha para pasar su lengua desde la punta de mi
polla hasta donde ha llegado mi corrida. Cierro los ojos y suspiro,
agarrando con tanta fuerza el sofá que se me pueden ver todas las venas de
los brazos. Dije que no la tocaría, pero, joder, cómo cuesta. Termina de
lamerme y se levanta mirándome fijamente a los ojos; se da la vuelta,
recoge mi ropa y me la lanza.
—Ya puedes largarte.
Me quedo con los ojos muy abiertos, acaba de usarme y echarme como
un perro. Ella se aparta de mí y se va en dirección al baño, al poco tiempo
escucho cómo se enciende la ducha. Me visto y salgo furioso de la
habitación. Esta mujer me las va a pagar, cuando no tenga a mi reina para
protegerla le enseñaré quién manda de verdad.
—Nos largamos —escucho la aterradora voz de Alexander, que me hace
volver a la realidad.
Nadie pregunta, únicamente vamos detrás de él. Pobre, mi reina, mucho
se va a tener que esforzar para hacer que se le pase el enfado.
CAPÍTULO 26
Scarlett

E
stoy de camino a casa de Barron con Luisa y Rafael. Después de salir
del centro comercial, nos fuimos al hospital para que me trataran la
herida y de ahí a casa para prepararnos para la cena. Pensé que Álex
pasaría a recogerme para ir juntos como habíamos quedado, pero no he
sabido nada de él desde lo que pasó. Por la conversación que tuvo Raf con
Matt por teléfono, sé que está más que furioso y por lo visto se está
desquitando con todo el que se le cruza. No puedo dejar de sentirme
culpable en cierto modo.
Fue él quien me provocó, pero yo no debería de haberlo atacado. Está un
poco loco, pero jamás me hizo daño; menos aquella vez que me estranguló
en el coche, pero terminé disfrutándolo. Suspiro, qué jaqueca me está
entrando. Rafael no para de mirarme por el retrovisor, imagino que quiere
que solucione esto de alguna forma. La verdad es que no quiero hacerlo,
pero si no lo hago muchos más van a pagar sin tener culpa.
—Vale, deja de mirarme así y dime qué puedo hacer para que se calme —
digo mirando a Rafael por el retrovisor.
—Por fin, pensé que lo ibas a dejar así, ya estaba pensando en poner
alguna excusa para faltar a la cena —responde él con una sonrisa.
Pongo los ojos en blanco, tampoco será para tanto.
—¿Cómo puedes solucionarlo? Como con cualquier hombre, sedúcelo —
suelta Luisa.
—Debes de estar de broma, no lo voy a seducir para calmarlo. Fue él
quien comenzó y tendrá que entender que no puede controlarme de esa
manera. Soy una persona, no un trapo.
—Luisa tiene razón, Scar. Acuérdate de la vez que quisiste que dejara a
los policías en paz o cuando lo tuviste que distraer para que no matara a
Matt porque dijiste que era atractivo.
Luisa me mira al escuchar el nombre de Matt, ella dirá lo que quiera,
pero la conozco lo suficiente como para darme cuenta de que pasa algo
entre ellos.
—No es lo mismo, en esas ocasiones solo tuve que pronunciar su nombre
y cruzar las piernas para poder distraerlo. Esta vez tengo que calmarlo por
haberlo golpeado, ¿qué pretendéis que haga?
—Más a mi favor, si con esas dos sencillas cosas lograste conseguir lo
que querías, imagínate lo que puedes lograr con un poco más —me dice
Luisa mientras busca en el móvil—. Con este tipo de hombre, para
conseguir lo que quieres, no lo haces simplemente sentándote a hablar,
necesita algo más de motivación.
—Vale —digo mientras suspiro, algo de razón tienen, no se lo puedo
negar.
—Perfecto, Raf, dirígete a esta dirección, vamos a tomar un pequeño
desvío —comenta Luisa enseñándole el móvil. Él sonríe y hace lo que le
mando.
—¿Qué narices estáis planeando vosotros dos?
—No pensarías seducir a un hombre así vestida, ¿verdad? La idea es que
sea él quien se acerque a ti, no al revés —responde Luisa.
Me miro, ¿qué tiene de malo mi ropa? Voy con unos vaqueros, una blusa
negra y unos tacones del mismo color, perfecta para la cena a la que vamos.
Ella niega con la cabeza y yo me resigno a mi suerte. Esta vez les haré caso,
si así logro que Alexander no me mate al verme.
Volvemos a estar de camino a casa de Barron. Entre los dos me han
hecho un cambio completo. Ahora, en vez de vaqueros, llevo una falda de
tubo negra que queda por la mitad de mis muslos rematada con encaje del
mismo color que la alarga hasta las rodillas. La parte de arriba es un top de
manga corta de encaje a conjunto con la falda, todo en negro. Solo la parte
del sostén, el cuello redondo y las mangas tienen tela, el resto es todo
encaje y, al descubierto, la espalda y la parte superior de mis pechos. Hasta
reemplazaron mis zapatos por unas sandalias negras de tacón con tiras
cruzadas. Luisa sacó su set de maquillaje y oscureció mis ojos, dio volumen
a mis pestañas y pintó mis labios de color natural, suerte que el pelo ya lo
llevaba suelto y con ondas, de no ser así, seguro que me hacían parar en un
salón de belleza. Creo que se les ha ido la mano; al fin y al cabo, voy a cenar
con sus tíos, no a un desfile.
Debido a nuestra pausa, ya llegamos tarde. Matt ha llamado dos veces
para saber qué narices estábamos haciendo y lo único que se escuchaba por
detrás eran los gritos del Diablo. Si antes estaba enfadado, ahora lo está el
doble por nuestro retraso. Llegamos a la entrada de una mansión enorme,
tiene guardias en las puertas que al ver el coche nos dejan pasar sin hacer
preguntas. La casa es preciosa, de estilo renacentista, con tres plantas, de
color crema, ventanas en madera con piedra a su alrededor y en los bordes
de la casa. En la parte principal hay dos ventanales de suelo a techo
también en madera, con la puerta en el centro totalmente acristalada. Es
hermosa, parece un palacio.
Al detenerse el coche en la entrada dudo, ¿seguro que es buena idea bajar
así? Igual solo hago que se ponga más furioso. Cojo aire, ya está enfadado,
si se enfada más, ¿qué puede pasar? Además, no me va a hacer nada, están
Barron y su esposa, puedo con ello. Me bajo del coche y subo los escalones
hasta la puerta. Rafael toca el timbre y esperamos a que nos vengan a abrir.
Cuando estamos esperando, oímos unos gritos y cómo algo estalla en
pedazos. Parece que se esté librando una guerra ahí dentro y, por la voz
que escucho gritar, sé perfectamente quién la está librando. Paso, no
pienso entrar ahí. Me giro, lista para volver al coche y largarme por patas,
pero soy retenida por Rafael y Luisa, que me cortan el paso.
—No pienso entrar ahí, ¿habéis oído cómo está? ¿Queréis mi muerte? —
les digo a los dos mientras intento apartar sus manos e irme.
—Tienes que empezar a tener un poco más de fe en ti misma, Scar,
confía en nosotros —me dice Luisa.
Es muy fácil decirlo cuando no es su vida la que está en juego. A mí ya me
da igual, vuelvo a hacer el intento de escapar cuando la puerta se abre y
aparece una señora de unos sesenta años, bien vestida y con una cara
maternal que te da calma. Ella se queda mirándome de pies a cabeza, sabía
que esta ropa no era buena idea.
—Por fin estás aquí, Scarlett; pasa, querida, antes de que ese hombre
destroce mi casa —me dice mientras sujeta mi mano y me arrastra al
interior.
Por dentro, la mansión es aún más hermosa que por fuera. En el
recibidor hay una mesa de mármol con un enorme ramo de orquídeas en
medio de dos escaleras de color negro que bajan a cada lado, en contraste
con la habitación blanca y tan bien iluminada. Me quedo embelesada, la
señora sigue arrastrándome hasta que llegamos a una habitación donde los
gritos se hacen más fuertes y al entrar puedo ver que es un salón. La
estancia es imponente, con una chimenea en el centro, dos sofás grandes a
cada lado, una mesa baja central de roble y un piano de cola detrás de ellos.
Cuando entramos, se hace el silencio y todas las miradas se posan en
nosotras. Hay varias personas y, por suerte, los conozco a todos. Están
Alexa y Dominik en un sofá junto a Matt y Chris; de pie, cerca de la
chimenea, está Barron, y la otra persona está sentada sola en el sofá
restante, en medio de él con los brazos estirados en el respaldo y las
piernas cruzadas. Parece como si estuviera en su trono observando a sus
súbditos, y no es otro que mi Diablo.
Su mirada se posa en mí y recorre todo mi atuendo. Al llegar a mis ojos,
los suyos se oscurecen como dos pedazos de carbón; trago saliva. Scar,
concéntrate, ahora ya estás dentro y tienes que apechugar para conseguir
lo que quieres, recuerda todo lo que te ha dicho Luisa. Una vez convencida,
le devuelvo la mirada y levanto la barbilla, no me voy a dejar intimidar. He
aguantado muchas cosas y sigo de pie, no va a ser él quien me hunda.
—Buenas tardes, Scarlett, ya pensábamos que no venías —me dice
Barron.
—¿Por qué no iba a venir? Es un placer para mí estar aquí —le digo,
ignorando por completo la mirada penetrante que me sigue.
—Veo que ya has conocido a Meredith —me responde con una sonrisa,
fijando su mirada en la mujer a mi lado.
Así que ella es su esposa. Bueno, era de suponerse por las formas en que
me arrastró hacia dentro.
—Sí, aunque no nos pudimos presentar como es debido —respondo
mientras saludo a su esposa
—¿Qué te ha pasado en la mano? —Cuestiona Barron al fijarse en mi
vendaje.
— Nada, un accidente sin importancia. Por cierto me quedé embelesada
con tu casa, es preciosa —le comento mientras miro a mi alrededor e
intento cambiar de tema.
—Cariño, es un placer para mí conocerte por fin —me responde
Meredith con un abrazo; me gusta, es cálido y reconfortante—. Me alegra
que te guste mi morada, eres bienvenida cuando te apetezca, si no me la
destrozan antes… —comenta mirando de reojo al culpable de todo este
caos.
—Gracias, yo también espero que no la destrocen, me encantaría poder
volver —respondo, fijando mi mirada en la misma persona que ella.
Él no se inmuta, solo me observa con esos ojos oscuros llenos de lujuria.
Parece que Raf y Luisa tenían razón, con este atuendo por lo menos he
logrado que no me mate al verme. Después de saludar como es debido, les
presento a Luisa. Meredith y Barron le dan la bienvenida y nos invitan a
sentarnos mientras se termina de preparar la cena.
Matt al momento le hace un sitio a Luisa para que se siente a su lado,
pero ella lo ignora y se sitúa junto a Chris. Por mi parte, me dirijo hacia
Alexander, quien por un momento piensa que me voy a sentar a su lado,
pero en vez de ello sigo adelante y elijo un sofá individual que se encuentra
junto al suyo. Aprieta la mandíbula, sin duda este gesto lo ha enfadado
más, así que voy a poner a prueba hasta dónde puedo controlarlo. Fijo mi
mirada hacia las otras personas, ignorándolo, y cruzo las piernas. Al
colocar una encima de la otra, mi falda se sube un poco y puedo ver por el
rabillo del ojo cómo su cara cambia y me mira las piernas mientras se
remueve en su asiento, puedo imaginarme a qué viene su incomodidad.
Barron nos sirve a Luisa y a mí una copa de vino. Mientras charla con
Luisa sobre su trabajo y cosas triviales, sigo mirando de reojo a mi Diablo,
que no se pierde ni un movimiento que hago. No tardan mucho en
avisarnos de que la cena ya está servida, así que nos levantamos y nos
dirigimos al comedor, que es tan elegante como el resto de la casa. Cuando
voy a sacar una silla para sentarme entre Luisa y Rafael, una mano se posa
en la mía.
—Tú, a mi lado —me dice una voz áspera.
Bajo mi mirada hacia esa mano que ahora sostiene la mía para volver a
subirla hasta sus ojos y parece entender lo que le quiero decir, así que la
retira, no sin antes apretar la mandíbula. Como siga así, se va a quedar sin
dientes. Él se da la vuelta y se marcha en dirección a su asiento, yo le sigo
detrás y me acomodo a su lado. Barron está a la cabeza de la mesa, con
Meredith a su derecha y Alexander a su izquierda.
La cena es sustanciosa y todo está marchando de maravilla con Lucifer,
que se está comportando tanto que ni siquiera interviene en las
conversaciones. Se dedica a poner todo tipo de comidas en mi plato, joder,
si sigue así voy a reventar. Apoyo mi mano en su muslo y consigo que se
tense al momento, me aproximo a él y le susurro, acariciando su oído con
mi aliento.
—No me eches más, por favor, ya estoy llena.
Él aprieta los cubiertos con fuerza y asiente. Madre mía, debería haber
aprendido esto antes, me va a ser muy útil con este hombre.
—Bueno, Scarlett, cuéntame algo de ti, ¿a qué se dedican tus padres? —
me pregunta Meredith, haciendo que me encrespe. Odio estas cuestiones.
—Mi madre murió al darme a luz y mi padre tiene una empresa de
tecnología, creo. La verdad es que no tengo mucha relación con él, por no
decir que ninguna —respondo.
—Oh, perdona, no sabía que esto era un asunto delicado —se disculpa
ella.
—No pasa nada, estoy acostumbrada —digo mientras le sonrío.
—Qué raro, no conozco ninguna empresa de tecnología con un
presidente llamado Reych —interviene Barron.
—Eso es porque mi padre no es Reych, sino Matwel. Reych es el apellido
de soltera de mi madre, por alguna razón mi padre prefirió que usara ese y
no el suyo.
—Matwel, qué apellido tan extraño, ¿es originario de aquí o naciste en el
extranjero? —vuelve a preguntar Meredith.
—Nací aquí, en Sídney.
—¿Aquí? Qué raro, cuando te investigué no me apareció ningún registro
de nacimiento con tus apellidos, por eso di por hecho que habías nacido en
el extranjero —comenta Matt.
Me quedo de piedra, eso es imposible. Seguro que no investigó bien,
aunque, conociéndolo, eso es poco probable. A no ser que …
—Bueno, quizás te equivocaste —interviene Luisa.
—Yo no cometo errores, y menos como ese. Estoy seguro de que ella no
nació en Sídney, por lo menos bajo esos apellidos.
Sigo en trance, si no nací aquí, ¿dónde lo hice? ¿O será que mi apellido no
es ese? Dios, qué lío tengo ahora mismo.
—Tranquila, si hay alguna duda lo investigaremos —me dice una voz en
mi oído.
Salgo de mi trance y fijo mi mirada en la suya. Si quiero respuestas, sé
que él me ayudará a encontrarlas, pero la pregunta es si voy a poder
soportar la verdad. A lo mejor descubro por qué nunca le importe a mi
padre, ¿será porque no soy hija suya?
—Bueno, y ¿cómo os conocisteis vosotras dos? —pregunta Meredith,
cambiando de tema por completo.
—Fue en el último año de universidad, ella y su familia fueron muy
amables conmigo, me acogieron como una Luca más.
—¡¿Luca?! —pregunta Barron con los ojos muy abiertos.
¿Pero qué narices pasa hoy con los apellidos?
—¿Tu madre es Sara Luca, la exmodelo, y tu padre, Leonardo, el
cardiocirujano? —sigue Barron.
—Así es, son mis padres —responde Luisa, desconcertada.
—Te dije que me parecía familiar —reprende Meredith a su marido.
—Perdonen, ¿acaso conocen a mis padres?
—Por supuesto que sí, tu madre era muy buena amiga de mi hermana
pequeña, Catherine —indica Barron.
Al escuchar ese nombre, Luisa abre de lleno los ojos y mira a Alexander.
Él, al escuchar el nombre de su madre, también está atento a la
conversación, pero, a diferencia de la mirada de sorpresa de Luisa, la de
Álex es de dolor. Por instinto cojo su mano y él se aferra a ella con fuerza,
como a un salvavidas.
—No sabía que eran parientes, mi madre sintió mucho lo que pasó —
comenta Luisa con la mirada baja.
—Lo sé, tu familia fue la única que nos ayudó con su entierro cuando nos
tuvimos que marchar, incluso nos aseguró la vía de salida. Tus padres son
grandes personas, estoy en deuda con ellos —explica Alexander.
Es la primera vez que lo veo dirigirse a alguien en ese tono de voz, y ni
qué decir sobre el cumplido a sus padres. Luisa le sonríe, pero no le
contesta. Esa mirada que ha puesto es la misma que vi la noche que me
contó lo que pasó con las amigas de su madre, ¿podría la madre de
Alexander ser una de ellas?
La cena siguió tranquila, con temas que se acomodaban a todos. Mi
Diablo no volvió a intervenir en ninguna conversación, pero tampoco me
soltó la mano y yo no intenté zafarme. Me daba la sensación, aunque fuera
ridícula, de que el tenerme agarrada lo estaba ayudando a enfrentar lo que
fuera que le sucedía. Al terminar la cena, todos empezamos a despedirnos.
Luisa y yo nos estábamos preparando para marcharnos con Chris a casa,
sin embargo, Matt le dijo que se fuera con Raf al almacén para ocuparse de
algo. Así que nos íbamos a marchar solas, hasta que un brazo me agarra
por detrás, atrayéndome a él, que apoya su mentón en mi hombro.
—Quédate conmigo —no sonó como una orden, sino como una súplica.
Miro a Luisa, aunque quiera quedarme no la puedo dejar volver sola a
casa, así que se me ocurre una idea.
—Matt, ¿te importaría acompañar a Luisa?
—Por supuesto —me dice, regalándome una sonrisa de picardía.
Luisa, por su lado, se me queda mirando con cuchillas en los ojos y yo
pongo los míos en blanco, no sé por qué se enfada, si en el fondo le encanta
la idea. El Diablo coge mi mano y me lleva escaleras arriba, supongo que
tiene una habitación aquí. Al llegar a su recámara, la recorro con la mirada
de un lado a otro, esta sí que no me sorprende en absoluto: es toda negra,
paredes, muebles, suelo de mármol negro con blanco, cortinas negras,
hasta las sábanas de su cama tamaño king son negras. Estoy perdida
observando la decoración y él aprovecha para empujarme contra la pared y
me acorrala con su cuerpo; ya tardaba en volver a ser él, pero esta vez se va
a llevar una sorpresa porque no pienso cederle el control. Hoy mando yo.
CAPÍTULO 27
Alexander

A
ún no puedo creer que me golpeara y se largara sin mirar atrás. Da
igual cuánto me mire la mano, ella no me va a dar las respuestas
que busco. Fue como si la hubiera poseído otra persona, como si
tuviera un demonio dentro que salió y me pateó el culo en el momento
necesario. Lo peor de todo es que se llevó a Rafael y nos dejó a todos los
demás aquí. Lo único que quería era cuidar de ella, ¿es eso algo tan malo?
Esa mujer me pertenece, así que puedo hacer con ella lo que me dé la gana
y si a su demonio le apetece volver a salir, estaré más que encantado de
recibirlo para demostrarle que no me llaman el Diablo por nada. Necesito
distraerme, no pienso ir a buscarla, va a tener que ser ella la que me llame y
me suplique para que vaya.
—Nos largamos —le grito a mi gente.
Nos vamos en dirección al almacén, en algo tengo que ocupar mi tiempo.
Al llegar, todo el mundo me rehúye, por lo visto se corrió la voz de que
estoy de mal humor, pero de todas formas varias personas no logran
escapar a tiempo y pagan las consecuencias. Empiezo a vigilar el
entrenamiento de los guerreros y encuentro mil defectos, les doy unas
órdenes para que corrijan sus errores y sigo el recorrido. De ahí sigo con la
seguridad, los informáticos, incluso los peones, ninguno hace nada a
derechas. Encuentro fallos en todos, esto me está poniendo de peor
humor. Para colmo, Scarlett ni se ha dignado a llamarme, ni un solo
mensaje, ¡nada! De vuelta a mi despacho, solo, reviento un vaso de whisky
contra la pared. Esta mujer no sé qué se cree. ¿Cómo se atreve a no
llamarme en todo el día? Me las va a pagar, en cuanto la vea pienso darle un
castigo que nunca olvidará.
Es hora de irnos a casa de mi tío. Me he pasado la última hora y media
encerrado en mi despacho, mirando documentos, porque leer no he leído
ninguno. La ira que siento me consume por dentro. He intentado leer el
informe de lo sucedido esta mañana en el centro comercial, los dos
hombres que atrapó Alexa eran solo dos babosos detrás de la madre de
Luisa, pero las dos mujeres que ahora están en mi sótano son dos
empleadas de mi empresa. Solo de pensar en ellas me pongo más furioso,
por su culpa mi reina se puso de muy mal humor. Lo mejor será que vaya a
la cena antes de derribar mi despacho. Me levanto y camino hacia mi
coche. Los únicos que encuentro listos para seguirme son Matthew y
Christopher; estos tienen dos pelotas.
Al llegar a casa de mis tíos nos sentamos en el salón, todo está tan
silencioso como en un cementerio. Por lo que veo, a mi torre le gusta correr
la voz sobre mis cambios de humor, así que nadie me dirige la palabra. Ni
siquiera se sientan a mi lado. Pasa una hora desde que llegamos y esta
dichosa mujer no aparece. Matt ha salido a preguntar por su paradero en
más de una ocasión, pero no hacen más que dar largas, como se le ocurra
no aparecer, ahí sí que pienso ir a buscarla y no le va a gustar el resultado
final.
—Puede que no vengan, igual también se enteraron del ambiente que
hay aquí y decidieron ser más listos que nosotros —le dice mi querido tío al
resto de los presentes.
Arrojo contra la pared mi copa, debe de estar de broma.
—Mis vasos no tienen la culpa de tu humor, Alexander —vuelve a hablar
mi tío.
—Me importan una mierda tus vasos. ¡¿Dónde está?! —le grito a Matt.
Él se queda callado, por lo visto no tiene ni idea de dónde están o de por
qué tardan tanto.
—¡Joder! —vuelvo a gritar.
Me incorporo, listo para ir a buscarla, cuando se escucha el timbre. Mi
tía no tarda ni dos segundos en levantarse e ir a abrir la puerta.
—Seguro que son ellos, así que ya puedes volver a sentarte —dice mi tío.
—Más vale que sea ella, porque si no lo es y no me sabes decir su
paradero, prepárate —le digo a Matt mientras me vuelvo a sentar.
Voy a esperar a que la susodicha entre por la puerta y, en cuanto lo haga,
pienso llevarla a rastras a mi habitación sin importarme una mierda la
cena y todos los presentes. Escucho los pasos que se aproximan y me
preparo, a ver cómo se comporta ahora que seguro está arrepentida.
Cuando la veo entrar, todo lo que tenía pensado hacer se queda en el limbo,
¿qué cojones lleva puesto? Está increíblemente sexy. Lleva una falda
ajustada que deja ver la mitad de los muslos, el top solo cubre lo esencial y
enseña el resto y, para colmo, deja parte de su tripa al descubierto. Se me
hace la boca agua, la miro de pies a cabeza; una y otra vez, tengo que dejar
de hacerlo, se me está poniendo como un poste. Para rematar, opta por
poner una actitud chulesca sin rehuirme la mirada y levanta la barbilla.
Mierda, me está poniendo aún más cachondo.
Veo cómo habla con ellos, pero no escucho lo que dicen, solo alcanzo a
entender que le gusta mucho esta casa y que espera que nadie la derribe
para poder volver o algo así. Si tanto le gusta la casa, puedo comprarle una
como esta o mejor. Se aproxima a mí, lo sabía, está tan arrepentida que va
a rogar mi perdón. No aparto la mirada de ella, cómo mueve las caderas,
cómo botan sus pechos al andar… Cuando se acerca a mí, pienso que se va a
sentar a mi lado, pero pasa por delante de mí y llega al sillón contiguo.
Aprieto la mandíbula, esta mujer sin duda sabe cómo sorprenderme, pero
no en el buen sentido. Parece que no está nada arrepentida por lo
sucedido, sino todo lo contrario. Puedo sentir cómo se me ensanchan las
fosas nasales; si antes estaba furioso, ahora no tengo ni palabras para
definir cómo estoy.
Ella se dedica a ignorarme y mira a los demás. De un momento a otro
cruza las piernas colocando una encima de la otra y consigue que su falda
se suba hasta rozar el final de sus muslos. Se me vuelve a acelerar la
respiración, miro a mi alrededor para ver si alguien la está observando;
como sea así, no sé de lo que soy capaz. Por suerte, nadie la mira, no son
tan tontos. Nos avisan de la cena y pasamos al comedor. Sigo detrás de
ella, admirando cómo su trasero se contonea de lado a lado… como siga así
voy a pasar la cena con una erección. Veo que va a tomar asiento junto a
Rafael, hasta aquí ha llegado, no pienso dejar que esté al lado de otro
hombre con esa ropa.
—Tú, a mi lado —le digo, furioso, mientras pongo la mano encima de la
suya.
No contesta, su mirada va de mi mano a mis ojos, entiendo lo que quiere
decir, pero no me hace ni puta gracia, ¿ahora tengo que pedir permiso para
tocarla? No pienso decir nada aquí, sabiendo cómo es esta gente, se reirían
de mí y dirían que me estoy comportando como un crío. Me giro y me
dirijo a mi asiento, y por suerte ella toma una decisión sabia y viene detrás
de mí para sentarse a mi lado. El resto de la cena transcurre en paz, ellos
hablan y yo los ignoro, como siempre, lo único que hago es colocar comida
en su plato, ni yo sé por qué, pero así es y la verdad es que disfruto
haciéndolo. En un momento, ella coloca su mano en mi muslo y eso hace
que se me tense todo el cuerpo.
—No me eches más, por favor, ya estoy llena —me dice en voz baja,
rozando mi oído.
Se me acaba de poner dura otra vez. Parece que lo hace a propósito, cada
vez que me calmo, ella vuelve a enloquecerme con solo una frase. Asiento,
creo que ahora mismo no tengo ni voz para responder.
La cena sigue y, cuando sale el tema del nacimiento de Scarlett, veo todas
sus dudas en su rostro. La entiendo, al leer el informe también me
surgieron muchas cuestiones, pero las resolveremos juntos, no pienso
dejar que mi reina se amargue por algo que puedo solucionar fácilmente.
Lo de Luisa sí que fue toda una sorpresa, nunca me imaginé que
perteneciese a la familia Luca. Cuando murió mi madre yo solo tenía siete
años y ellos fueron los únicos que ayudaron a Barron a sacarme de la
ciudad y organizar el entierro.
El tema de mi madre aún es bastante doloroso para mí, ella lo ha notado
porque me ha cogido de la mano y no la ha soltado en el resto de la noche.
Da igual lo incómodo que le resulte comer, ella no me suelta; es la primera
vez después de la pérdida de mi madre que siento esta seguridad junto a
alguien. Lo que le dije a Luisa iba muy en serio, de verdad creo que son
unas buenas personas y me siento en deuda con ellos. Si alguna vez
tuvieran algún problema, no dudaría en ayudarlos.
Al terminar la cena, mi reina tenía la intención de irse con sus amigos,
pero ya he dado órdenes de que Christopher y Rafael se encarguen de las
mujeres del almacén; yo tengo otros planes para esta noche. Cuando le dije
que se quedara, por alguna razón que desconozco, sus ojos reflejaban un
afecto que nunca había visto antes. Parece que le agrada que le hable de
esta manera, si es así puedo intentar hacerlo más a menudo, no creo que
me cueste. Ella se despide de todos y le pide a Matt que lleve a Luisa a casa;
chica inteligente, también creo que hay algo entre ellos que no nos
cuentan. Por mi parte, ya estoy harto de compartirla con todos los demás,
así que la llevo a rastras hasta mi dormitorio.
Al llegar, se queda contemplando toda la estancia mientras yo la observo
a ella. Vestida así combina con la habitación, esta mujer está hecha para
mí. Cuando está distraída aprovecho la oportunidad y la acorralo contra la
puerta, ahora es el momento de tomar mi venganza. Miro sus ojos que
delatan sorpresa, pero en un instante su mirada cambia y eso me
desconcierta. Hace una semana estaba muerta del miedo ante mi
acercamiento y ahora parece no afectarle en absoluto.
—Te diré cómo va a funcionar esto, mi rey de las tinieblas —dice
mientras coloca una mano en mi pecho, apartándome lentamente de ella.
Acaba de dirigirse a mí como su rey, y no cualquier rey, sino el de las
tinieblas. Si está en modo demonio, me está gustando por dónde va.
—Hoy tú eres mío, y por eso vas a dejar que haga contigo lo que quiera.
¿Se volvió loca? Nunca le cedí el control a nadie y menos a una mujer, por
supuesto que no pienso hacerlo con ella ahora, da igual cómo me llame.
Voy a contestarle lo que pienso, pero en ese instante ella empieza a subir
sus dos manos por mi pecho, desde mi cintura hasta mis hombros, y deja
caer mi chaqueta. Trago saliva; igual no es tan mala idea cederle el control,
solo por esta vez.
Me observa con los ojos llenos de deseo mientras muerde su labio
inferior. Aún no me ha hecho nada y ya me tiene loco a sus pies. Apoya su
dedo índice en mi pecho y me empuja hacia atrás; camino de espaldas, sin
apartar la vista de ella hasta que choco contra la cama y caigo sentado en el
mullido colchón. Se levanta un poco la falda y sube encima de mí apoyando
una rodilla a cada lado. Coloco mis manos en sus nalgas y aprieto un poco,
es la primera vez que tengo una mujer en esta postura y me encanta.
Ella mueve un poco las caderas hacia arriba frotando mi falo contra su
entrada, cierro los ojos y respiro hondo. Mi corazón empieza a ir a mil,
estoy deseando estar dentro de ella. Sus manos empiezan a desabrochar mi
camisa, botón a botón, lo está haciendo tan lentamente que lo está
volviendo una tortura, mientras que sus caderas siguen apretando contra
las mías. Retiro un momento sus manos para poder arrancarme la camisa,
pero me detiene volviendo a colocarlas donde estaban.
—Recuerda que eres mío —susurra a mi oído dando un golpe seco con
sus caderas.
Aprieto con más fuerza su trasero y le arranco un gemido bajo, esta
mujer va a ser mi muerte. Por fin termina de quitarme la camisa y detiene
su fricción para observarme. Muerde su labio inferior al tiempo que
empieza a recorrer mis tatuajes con las yemas de sus dedos y dejo caer mi
cabeza atrás aprovechando para saborear la sensación que me recorre por
todo el cuerpo al sentir su tacto. Sus dedos bajan hasta la cintura de mi
pantalón, recorriéndolo de lado a lado para volver al centro donde
comienza a desabrocharlos. Mi pecho sube y baja con mayor rapidez; si
esta es su forma de tortura dejaré que lo haga para la eternidad.
Al terminar con los pantalones, alza un poco las caderas para poder
bajarlos y la sigo, logrando que caigan al suelo. Ahora lo único que nos
separa al rozarnos es la ropa interior, y al volver a bajar sus caderas puedo
sentir lo empapada que está. Se acuesta sobre mí llevando su cabeza a un
lado de la mía, empieza a recorrer con su lengua desde la base de mi cuello
hasta llegar a detrás de mi oído, me muerde el lóbulo y hace que se me erice
la piel.
—Sé bueno y espera aquí.
Levanto la cabeza para observarla, me mira fijamente mientras intenta
levantarse, pero no aparto mis manos, todo lo contrario, la presiono con
más fuerza. No sé a dónde quiere ir, pero no pienso darle la oportunidad
de dejarme así, esta mujer es una caja de sorpresas y no me extrañaría que
se marchara después de provocarme tanto. Ella me sonríe, parece que lee
mis pensamientos porque me coge del cuello con su pequeña mano, que no
llega a cubrirme por completo, y se aproxima para chocar sus labios contra
los míos.
Joder, es la primera vez que me besa. Le doy acceso total a mi boca y
comienza una batalla entre nuestras lenguas, esta vez soy yo el que gana y
logro incluso hacerla gemir. En cuanto siento el segundo gemido, llevo una
de mis manos a su cadera para que retome el movimiento de su pelvis y la
otra la dirijo a su nuca, donde le agarro el pelo haciendo presión para que
no se separe. Sus bragas están empapadas y su respiración es cada vez más
errática. Cuando nos quedamos sin aire, separa su boca de la mía. Tiene
los labios hinchados y eso la hace parecer más sexy, ella muerde mi labio
inferior tirando de él y me arranca un aullido de placer.
—Confía en mí —me dice, aún con su boca pegada a la mía.
Es todo, automáticamente separo mis manos y dejo que pueda
levantarse. Al ponerse de pie me observa, sus ojos brillan como dos
estrellas que absorben mi alma por el camino. No decimos nada,
solamente nos miramos al tiempo que intentamos controlar nuestras
respiraciones. Ella se da la vuelta, coge su bolso y se queda mirando en
dirección a la puerta de entrada, como se le ocurra no respondo de mí.
Se gira para verme y se coloca de espaldas a la puerta; yo fijo mi mirada
en la suya, retándola a hacer algún movimiento. Da un paso atrás y me
siento en la cama, listo para salir corriendo si es necesario, vuelve a dar
otro paso y tenso la mandíbula mientras frunzo el ceño, juro por todo que
como sea capaz … Cuando da el tercer paso estoy listo para ir tras ella, me
da igual si estoy en pelotas en casa de mi tío. A ella le da un ataque de risa
que retumba en toda la habitación y emprende camino hacia la puerta del
baño, no me hace nada de gracia, pero por lo menos respiro tranquilo.
Aprovecho para desnudarme por completo mientras está en el baño, si le
gusta jugar yo también puedo hacerlo, aún recuerdo que la última vez que
me vio desnudo salió corriendo. Esta vez, por las dudas, cierro la puerta de
la habitación con llave, no se va a ir a ningún lado. Escucho cómo se abre la
puerta del baño y aprovecho para ponerme cómodo en la cama y espero
para darle mi sorpresa, pero es ella la que me logra sorprender a mí otra
vez. Se está convirtiendo en una costumbre esto de nunca saber lo que va a
hacer, pero ¡benditas sorpresas!
Aparece con un conjunto de lencería. Es un corsé negro ajustado al
cuerpo, las copas junto con las bragas son ligeramente translúcidas y del
corsé salen dos tiras que enganchan en unos pantis a medio muslo del
mismo color. Para terminar, lleva en su mano derecha lo que parece una
fusta. Empieza a caminar en mi dirección, a medida que se aproxima, la
imagen que tengo de ella es cada vez más increíble, ¿de verdad lleva una
fusta de cuero negra?, aún no me lo puedo creer. Si estoy en un sueño, que
nadie me despierte. Levanta las manos en el aire y da una vuelta entera
para ofrecerme la vista de su trasero con ese tanga que se pierde entre sus
nalgas, yo también quiero perderme en ellas.
—¿Qué tal estoy?
—Demoníaca —respondo con la voz ronca.
Me ha dejado con la garganta tan seca que no soy capaz de articular
palabra. Ella sonríe y me lanza una mirada que promete pecados, y yo
pienso cometer todos y cada uno de ellos con este demonio que está
delante de mí. Me pongo de pie para poder atraerla, pero ella me da un
golpe con la fusta en el pecho que me deja en el sitio. Aún con la fusta sobre
mí, me hace un gesto con la mirada para que me siente en la silla que hay
en la zona de café a un costado de la habitación. Obedezco, me da igual lo
que vaya a hacer conmigo; ahora mismo, como ella ha dicho, soy suyo. Me
siento y saca de entre sus pechos unas esposas con las que me sujeta las
manos a los posabrazos, mientras con sus pies empuja los míos a un lado
haciendo que los abra hasta tocar las patas de la silla. Con la punta de la
fusta me hace levantar la barbilla conectando mis ojos con los suyos. En ese
momento empieza a bajar con ella y recorre mi cuello hasta mi clavícula,
siguiendo por mi pecho, poco a poco se va acercando a la punta de mi polla
que sobresale de mi ombligo.
Al aproximarse a ella, bajo la mirada para observar, pero en ese instante
levanta la fusta con rapidez y me pega un golpe en la barbilla para que
vuelva a levantar la mirada. Me hace un gesto negativo con ella, dándome a
entender que si desvío la vista de sus ojos, habrá represalias. Repite el
proceso recorriendo con la fusta todo mi cuerpo y al llegar a la punta de mi
lanza se detiene, de ella sale líquido preseminal que acaricia con la punta
de su juguete para luego llevárselo a su boca. Lame la punta, que ahora está
manchada de mi líquido, cierra los ojos y hace un ruido de placer. Joder,
esta tortura está durando demasiado, como sigamos así, me voy a morir de
dolor de huevos.
—Por favor.
Jamás en mi vida había rogado antes por algo, pero ella consigue que
haga siempre lo impensable. Sonríe y se me acerca, muevo un poco las
manos esperando que me libere, pero en vez de eso me vuelve a sorprender
colocándose de rodillas delante de mí. ¿No irá a hacer lo que creo, verdad?
Ya tengo ganas de correrme solo de pensarlo. Coge mi polla con una mano
y empieza a pasar su lengua desde la base hasta la punta con mucha
lentitud. Cierro los ojos, cojo aire y echo la cabeza hacia atrás, estoy en el
paraíso y no quiero irme de él. Cuando pienso que no puedo estar mejor,
ella mete mi punta dentro de su boca y se la lleva hasta su garganta, joder,
joder, joder…
Empieza a succionar mientras con la mano sube y baja por la zona que
no le entra en la boca; no paro de jadear, ella va aumentando el ritmo,
haciéndolo cada vez con más fuerza mientras su mano hace presión en mi
polla. Doy un tirón con fuerza a las esposas intentando zafarme, necesito
tocarla, pero ella me golpea en la pierna con la fusta dejando una rozadura;
aun así no me detengo y vuelvo a dar otro tirón con más fuerza. Si no se
rompen las esposas, lo harán los reposabrazos, pero me pienso liberar sí o
sí. Vuelve a fustigarme con más fuerza mientras ralentiza su succión a mi
polla hasta detenerse. Dejo de tirar, prefiero quedarme atado a que se
pare. Al quedarme quieto, retoma sus movimientos. Esta vez empiezo a
mover mis caderas arriba y abajo, si no me deja usar las manos, usaré lo
que pueda. No me niega el movimiento, en vez de ello, empieza a acelerar
igualando mi ritmo. Lo único que se oye en la habitación es el ruido que
hace su boca al chupar y mis jadeos, que cada vez van a más; joder, como
siga así me voy a correr.
—Nena, para, no voy a aguantar mucho más.
No me hace caso, aunque sé que me escucha porque en vez de bajar el
ritmo lo aumenta. Me está llevando al límite, mi respiración se vuelve muy
pesada y el ritmo de mis caderas es cada vez más errático, en un par de
movimientos más termino con un fuerte rugido que retumba en toda la
habitación. Ella no se aparta, se queda ahí, tragándose todo lo que puede.
Se separa de mí y se pone de pie mientras la observo; tiene semen por la
barbilla, pasa uno de sus dedos por esa zona, recoge lo sobrante y se lo lleva
a los labios. Al meterse el dedo cierra los ojos, como si estuviera
degustando lo más delicioso del mundo, y al sacarlo se muerde el labio
inferior mientras fija su mirada en mí. Saca de su sostén las llaves de las
esposas, levanta la mano y las mueve de un lado a otro, haciéndolas
tintinear.
—Si te suelto, ¿vas a portarte bien?
¿Me pienso portar bien? Por supuesto que no, pienso hacerle de todo,
pienso follarla hasta que no pueda levantarse en días, pero si le digo eso no
me liberará, ¿o sí?
CAPÍTULO 28
Scarlett

-N o —me responde con su voz oscura.


Estando ahí sentado, con las esposas puestas y esa mirada asesina,
parece un maníaco. Debería estar muerta del miedo, pero, al contrario,
estoy más que excitada. Sonrío mientras me aproximo lentamente a él,
una parte de mí me dice que lo deje atado y aproveche para salir corriendo
y estoy tentada a hacerlo, pero la otra parte me dice que lo libere, que esa
negativa suya promete un placer increíble.
Coloco la llave en el agujero de las esposas de una de sus manos, pero
antes de girar para abrir fijo mi mirada en él. Sus ojos están oscuros, no sé
a dónde ha ido ese color gris, pero ahora parecen dos bolas de carbón. Es
aterrador, pero increíblemente sexy a la vez. Giro la llave para abrir las
primeras esposas y me separo; no soy tonta, sé que en cuanto quede
liberado se abalanzará sobre mí y prefiero tener algo de espacio, así que me
alejo y lanzo las llaves a su mano libre para que termine de liberarse él
mismo. Atrapa las llaves y no pierde tiempo en hacerlo, y en el instante en
el que escucho el clic no pasan ni dos segundos hasta que siento cómo me
levanta del suelo. Envuelvo mis piernas a su cadera para no caerme y le
rodeo con mis brazos su cuello.
—Ahora me toca a mí —me susurra al oído.
Se da la vuelta, patea la silla y empuja mi espalda contra la pared,
haciendo que libere todo el aire de mis pulmones por el golpe. Me agarra
de las caderas y me levanta, colocando mis piernas en sus hombros y
enterrando su rostro en mi sexo. No me da tiempo a reaccionar o asimilar
la situación, coloca su lengua en el comienzo de mi raja para subir
lentamente por ella hasta llegar a ese punto que me vuelve loca, y cuando
llega le da un pequeño mordisco que me hace saltar en el sitio, pero el dolor
es sustituido rápidamente por placer cuando empieza a succionarlo.
Cierro los ojos y golpeo mi cabeza contra la pared, él sigue chupando y
lamiendo mi sexo; lo hace con tanta ferocidad como si hubiera estado en el
desierto desamparado muerto de sed y yo fuera su primera botella de agua
en días. Ya estaba muy excitada de darle placer, no creo que pueda
aguantar mucho este ritmo. Cuando estoy al borde de la locura, mete su
lengua dentro y empieza a follarme con ella mientras con su pulgar traza
círculos en mi clítoris sensible.
Abro los ojos al sentir la intrusión y coloco mis dos manos en su nuca
enredando mis dedos en su pelo. Mis gemidos son cada vez más fuertes. Él
hace un poco de presión con el dedo y una corriente eléctrica recorre todo
mi cuerpo. Comienzo a mover mis caderas contra su rostro, el placer es de
otro planeta; estoy a punto, no me falta nada. Baja su mano de mi cintura a
mi nalga y aprieta a la vez que empuja de ella hacia él, enterrando más su
boca y su dedo. Al hacerlo mis movimientos empiezan a volverse erráticos,
me doblo por encima de su cabeza clavando mis manos en su nuca
mientras me corro con un grito que suena por toda la habitación.
—Madre mía —alcanzo a decir.
Vuelvo a dejar caer mi cuerpo contra la pared fría mientras cierro los ojos
e intento volver a respirar con normalidad. Estoy agotada, este hombre es
todo un experto en este campo. Alexander me baja lentamente y vuelve a
colocar mis piernas en su cintura. Me aferro a él como un koala, si ahora
mismo me dejara en el suelo no sería capaz de tenerme en pie. En esa
postura me lleva hasta la cama y me tumba lentamente en ella.
—Aún no hemos terminado, mi pequeña diablesa —me dice con una
sonrisa.
Abro los ojos del shock. ¿Cómo que no hemos terminado? ¿Piensa
meterme esa cosa dentro? No termino de hacerme la pregunta cuando me
baja la lencería y la arroja a un lado de la cama. Después lleva sus manos a
mis caderas y me da la vuelta, dejándome boca abajo. Pasa sus manos por
mis nalgas rozando con el pulgar la línea que las separa, por Dios espero
que no piense en meter esa cosa por ahí. Sigue subiendo hasta la parte
superior del corsé, donde empieza a bajar la cremallera muy despacio,
puedo sentir su respiración, es pesada, parece que se está torturando a sí
mismo. Al terminar, aparta la prenda a los lados y desprende los pantis.
Con la yema de los dedos recorre mi espalda y se para en la cicatriz que
tengo a un costado, por debajo de las costillas.
—¿Qué te pasó? —me pregunta con voz ronca.
—No lo sé, la tengo desde que nací.
No me hace más preguntas y sigue acariciando la cicatriz. Cuando retira
su roce, su cuerpo cae sobre el mío apoyando sus manos a cada lado. Él
permanece en el aire sosteniendo su peso, comienza a bajar lentamente
hasta que su pecho roza mi espalda y su pitón queda entre mis glúteos.
Empiezo a ponerme nerviosa, si me da miedo que me lo meta por delante,
no quiero ni imaginar lo que sería por detrás. ¿Quiere partirme al medio o
algo así?
—Tranquila, ese agujero lo probaré más adelante.
Y una mierda pienso dejar que lo pruebe. Mientras estoy perdida en mis
pensamientos, él comienza a besarme suavemente en la nuca y desciende
por la espalda, con cada beso se me eriza la piel y me comienza a entrar
calor entre los muslos. Él sigue besando cada rincón y se vuelve a parar en
la cicatriz, donde su beso se convierte en una succión que me hace temblar
del placer. Al terminar se separa y roza esa zona con sus dedos, imagino
que observando la marca que ahora llevo.
Vuelve a comenzar su recorrido de besos por mi espalda, pero ahora en el
sentido contrario, hasta alcanzar la parte trasera de mi oreja. Al alcanzar
ese punto, deja caer su cuerpo hacia delante y su poste se roza entre mis
nalgas. Da un empujón con sus caderas en la misma dirección que le saca
un gemido de los labios. No intenta introducir su miembro, le basta con
frotarse entre ellas, vuelve a dar otra embestida y vuelve a gemir una y otra
vez, baja una de las manos a mi cadera y la agarra con fuerza mientras
continúa moviéndose contra ella. Sigue bajando el brazo hasta envolverme
con él y levantar un poco mi culo en su dirección. Aprovecha para frotarse
más profundamente, haciéndome gemir; al escucharme se detiene aún con
su polla entre mis glúteos y apoya su frente contra mi nuca. Puedo
escuchar su respiración, es pesada y un poco acelerada.
—Pronto será mío —dice con dificultad.
Sentirlo así de excitado por solo rozarse contra mí hace que me vuelva
loca, que un calor me recorra todo el cuerpo; me hace sentir poderosa,
deseada, imparable. Ahora soy yo la que frota las nalgas contra su pelvis, él
me aprieta con más fuerza y acerca su boca a mi hombro, mordiéndome en
él.
—Joder, vas a volverme loco.
En cuanto termina de hablar me vuelve a girar, esta vez con más
brusquedad, dejando mi espalda contra el colchón. Se posa encima de mí,
abre mis piernas y me penetra sin prepararme siquiera. Pego un grito
mientras llevo mis dos manos a su pecho en un intento de apartarlo; joder,
me duele un montón, es enorme, se me llenan los ojos de lágrimas del
dolor, quiero que salga de mí, no puedo soportarlo. Empiezo a darle golpes
para que se aparte, pero él coge mis manos con una sola de las suyas
llevándolas por encima de mi cabeza. Las lágrimas comienzan a caer por
mi rostro, ni cuando perdí mi virginidad sufrí tanto.
—Tranquila nena, pasará pronto, lo prometo —me habla dulcemente
mientras empieza a besar mis lágrimas que no dejan de caer.
Pasan unos minutos y empiezo a acostumbrarme a su tamaño. Él me
besa la comisura de los labios por un lado, luego por el otro, para pasar
luego al centro donde abro la boca, permitiendo su acceso.
—¿Puedo moverme? —pregunta con dulzura.
No sé si es porque pide mi permiso, por su tono, su mirada o el hecho de
que ya no siento dolor, sino ansias de placer, pero asiento con la cabeza y le
doy mi aprobación. Empieza a moverse lentamente, gimiendo en cada
embestida. Aprieto la mandíbula intentando soportar la intrusión, es una
mezcla de dolor y placer difícil de explicar. Lleva su mano a mi clítoris y lo
acaricia para intentar aliviar el malestar. Funciona, el goce empieza a ser
mayor al dolor, comienzo a gemir y llevo mis manos a sus caderas
rogándole por que acelere un poco el ritmo. Él lo hace y aumenta sus
embestidas, mis ojos dan la vuelta de placer.
Nuestros gemidos son cada vez mayores, él vuelve a acelerar y choca sus
caderas con las mías. Soy un caos, mi cabeza está en las nubes, no puedo
hacer otra cosa más que gritar y maldecir del placer que me está causando.
Lleva su boca a la mía, devora mis labios, le doy todo el acceso que quiera,
empiezo a acariciar su cuerpo desnudo desde los hombros hasta sus
nalgas, las cuales presiono con fuerza para hacer que se hunda
profundamente en mí. Echo la cabeza atrás al sentir esa penetración y él
esconde su rostro en mi hombro, que amortigua su gemido. Madre mía, en
mi vida me había sentido así. Retoma sus movimientos intentando
hacerlos cada vez más profundos y puedo sentir cómo se ensancha en mi
interior. Está a punto, levanto las caderas en busca de sus embestidas y
consigo que su miembro me penetre todavía más.
Aparta sus labios de los míos y los lleva a uno de mis pechos; lo chupa con
fuerza y hace que se me derrita el cerebro, me den vuelta los ojos y se me
erice toda la piel. Me corro clavando mis uñas en su espalda y suelto un
grito sonoro. Alexander me sigue dando su último empujón, con sus labios
pegados a los míos y gimiendo en ellos. Al terminar, apoya su frente en la
mía y se queda en esa posición sin moverse durante unos instantes. Somos
un desastre, estamos llenos de sudor, de jugos suyos y míos que me caen
por los muslos y nos cuesta respirar. Ha hecho que la palabra placer
ascienda a otra categoría. En mi vida habría pensado que hacerle caso a
Luisa o a Rafael iba a serme tan placentero. Soy incapaz de moverme; él se
recupera antes, levanta la cabeza, fija sus ojos en los míos y lleva su mano a
mi cara acariciándome la mejilla.
—Serás siempre mía, nunca permitiré que otro hombre te toque.
—Entonces tendrás que mantener a las mujeres alejadas de ti. Si me
engañas, te pagaré con la misma moneda.
No le gustan mis palabras, porque aprieta mi rostro con su mano y tensa
la mandíbula.
—No me provoques, Scarlett, como otro hombre ose tan siquiera rozar
tu piel, voy a cortarlo en pedazos.
—¿Y qué se supone que debo hacer yo con todas esas mujeres que
intentan meterse en tus pantalones?
—Eres mi reina, eres libre de hacer con ellas lo que plazcas.
No le respondo, no quiero estropear el momento hablando de esto. Si me
respeta yo no me acercaré a otro hombre, pero si me engaña con otra,
tendrá que asumir las consecuencias. No soy una mujer florero que
permite que su pareja haga lo que le dé la gana y mira para otro lado.
—¿Puedes apartarte? Necesito una ducha —le digo, cambiando de tema.
Además, necesito limpiarme; estoy hecha un desastre. Él se levanta y va
en dirección al baño, escucho cómo abre el agua. ¿Me está preparando la
bañera? Me siento al borde de la cama e intento ponerme de pie, pero mis
piernas son como de gelatina y, en el instante en el que me levanto, me
vuelvo a caer en la cama. Alzo la vista y lo veo recostado en el marco de la
puerta del baño, como Dios lo trajo al mundo, observándome con una
sonrisa traviesa. Se acerca a mí y me carga al estilo nupcial llevándome
hacia el baño, aún no me puedo creer que se comporte así conmigo.
¿Dónde está el famoso Diablo del que tanto oí hablar?
—¿Siempre llevas a todas las mujeres en brazos después de destrozarlas
en la cama? —se ríe por mi comentario, pero niega con la cabeza.
—En primer lugar, nunca ha estado ninguna mujer en ninguna de mis
residencias. Segundo, si tengo sexo, una vez termino, me marcho y, en
tercer lugar, nunca me desnudo del todo porque siempre tengo un arma en
una de mis manos.
—¿Te refieres aparte de esta de aquí abajo? —Se carcajea al escucharme,
incluso yo me río. Me encanta verlo de esta manera.
Llegamos a la bañera donde me coloca con mucho cuidado. Su cuarto de
baño es enorme, creo que del tamaño de mi habitación, todo en negro, por
supuesto, y en su bañera entran dos personas sin problema. Él se sienta
detrás de mí y coloca una pierna a cada lado de mi cuerpo, me atrae hacia
atrás haciendo que recueste mi espalda en su pecho y mi cabeza en su
hombro. El agua está en su punto y logra relajarme por completo.
—Cuando murió mi madre, mi tío tuvo que llevarme a los suburbios
para esconderme. Allí conocí a Matthew y Rafael, que me enseñaron todo
lo que debía saber para poder sobrevivir. No fue fácil, pero una vez logré
hacerme con suficiente poder, volví para echar a mi padre de la empresa y
tomar el control, todo ese proceso me consiguió muchos enemigos —me
cuenta mientras pasa una esponja por mi pecho.
—¿Por qué echaste a tu padre? ¿La empresa no era suya?
—No, todo pertenecía a mi madre. La empresa era de su familia, mi
padre no tenía nada al conocerla y ella se lo dio todo. Pero, cuando
enfermó, él aprovechó para tomar el control, cambió el nombre de la
empresa y borró el legado que quedaba de los Brown.
—¿Por qué no volviste a cambiarle el nombre una vez la recuperaste?
—Era complicado. Cuando la recuperé, la empresa no pasaba por buenos
momentos; mi padre la había llevado casi a la ruina, así que cambiarle el
nombre podría dar más problemas que soluciones. De todas formas, me
guste o no, mi apellido es el de la empresa y sé que a mi madre le hubiera
gustado que siguiera así.
Continúa lavando mi cuerpo, pasa la esponja por cada rincón, pero no
intenta nada más, debe de saber que estoy agotada. Así que me giro para
quedarme frente a él, le quito la esponja, echo más jabón y empiezo a
limpiarlo.
—¿Puedo preguntar cómo murió tu madre? —me atrevo a hacer la
pregunta tabú, si no quiere contestar, no lo obligaré.
Cierra los ojos y suspira, se toma su tiempo para responderme y yo no lo
presiono, sigo lavando su pecho con mucho cuidado.
—La gente dice que se le fue la cabeza, que tenía alguna enfermedad
mental y se volvió loca. Mi padre nos mandó a ella y a mí a una de nuestras
propiedades y nos abandonó a nuestra suerte mientras enloquecía cada vez
más. Un día, en su locura, cogió un cuchillo y empezó a matar a todos los
empleados; ese día nosotros habíamos ido con mi madrina de visita. Al ver
la situación, se puso delante de mí para protegerme, lo que ocasionó que la
apuñalara tres veces. Cuando mi madre reaccionó y se dio cuenta de lo que
había hecho, se mató delante de mí.
Me paro en seco al escuchar la historia. No sé cómo reaccionar, vio a su
madre matar a tantas personas… incluso dos murieron delante de él.
Siento una mano sujetando la mía, alzo la mirada para verle
observándome, no quería que se sintiera incómodo por mi reacción.
—Lo siento —le digo en voz baja, desvío la vista y vuelvo a pasarle la
esponja.
Me detiene, coloca su mano en mi rostro y me sonríe.
—Sabes, me recuerdas a mi madrina. Estaba embarazada de ocho meses
cuando todo sucedió, de una niña. Ellas siempre decían que nosotros
estábamos destinados a estar juntos, que cuando creciéramos, nos
casaríamos y nos protegeríamos el uno al otro.
Ahora sí que estoy alucinando, o sea que siempre ha estado prometido a
otra mujer… ¿Y dónde está ella ahora? Él debe de intuir mis dudas, porque
sopla por la nariz mientras se le escapa una pequeña sonrisa.
—No tienes de qué preocuparte, no estoy prometido a nadie. Esa niña
murió en el ataque de mi madre, una de las puñaladas fue en el vientre y le
causó la muerte —me dice con voz apagada, se nota su dolor.
Ahora mismo me siento supermezquina, yo, preocupada por que
hubiera otra mujer, cuando esa pobre niña ni siquiera llegó a ver la luz del
día, pero… ¿Será que me quiere porque me parezco a ella? Lo observo, me
da miedo preguntar y que la respuesta me deje en una situación de la cual
no sé cómo salir, pero tampoco quiero vivir con la incertidumbre.
—¿Por qué dices que te recuerdo a tu madrina?
Sus ojos se entrecierran y pasa el brazo por detrás de mí, colocándome
encima de él, con una pierna a cada lado. En esta postura puedo sentir su
dureza en mi entrada.
—No quiero que me malinterpretes. Me recuerdas mucho a ella
físicamente, en algunos gestos, incluso era igual de amable. Pero no estoy
contigo por eso, si estás a mi lado es porque me vuelves loco tú, no el
fantasma de otra persona.
Vale, me ha convencido. Sus ojos me dicen que no miente y me alegro de
ello, no querría ser la sustituta de una prometida que nunca llegó a nacer.
—La enfermedad de tu madre, ¿sabían cuál era? —pregunto en un
intento de cambiar de tema.
—¿Te preocupa que pueda volverme loco?
—¿Aún puedes enloquecer más? —le pregunto entre risas, él se ríe
mientras niega con la cabeza.
—Nadie sabe qué tenía, mi tío la llevó a todos los médicos posibles, pero
no encontraron la causa. Sin embargo, él tiene la sospecha de que no
enfermó por sí misma, sino que alguien le provocó la enfermedad.
Se me encoge el corazón, lo que Barron ha tenido que pasar fue
horroroso, ver a tu hermana caer en ese estado y luego dejarlo todo por tu
sobrino, sin duda ese hombre tiene ganado el cielo.
—¿Cuál es tu caso? —pregunta mientras empiezo a pasar la esponja por
sus zonas íntimas. Siento cómo se tensa, pero no hace ningún
movimiento.
—No hay mucho que contar, mi padre me dejó tirada, como el tuyo, pero
en un internado. Por lo menos, no intentó matarme. Me envía dinero
todos los meses, al cumplir los dieciocho me cedió la herencia de mi
madre, que murió en el parto, y poco más. Aunque por lo que parece
podría no ser así, la verdad es que no sé nada de él ni de mis orígenes.
Alexander detiene mi mano y me quita la esponja, me coge por la cintura
y me aprieta contra su pecho, haciendo que su miembro choque contra mi
ombligo. No sé si aguantaría otra ronda, pero no la rechazaría. Aproxima
su boca a la mía y me da un beso corto y sensual que calienta todo mi
cuerpo. Se separa y acaricia mi labio inferior con la yema de su pulgar.
—Averiguaremos todo, te lo prometo —me dice, con su frente en la mía.
Le creo, sé que si alguien es capaz de hacerlo es él. Tiene tantos recursos
que es imposible esconderle algo, hasta diría que tiene más de los que
conozco. Se aparta de mí, se levanta, coge una toalla, me ayuda a salir de la
bañera y me envuelve en ella. Una vez fuera me ayuda a secarme, coge una
de sus camisetas del vestidor y me la pone, es tan grande que me vale de
camisón, me llega hasta los muslos. Él se pone un bóxer negro ajustado
mientras yo me meto en la cama. Una vez listo, se acuesta a mi lado, pasa
su brazo por detrás de mí atrayéndome a su pecho y apoya su mentón en
mi cabeza mientras a mí se me cierran los ojos. Estoy agotada y el tenerlo
abrazado a mí me proporciona un calor y una sensación de seguridad que
me hacen caer en un sueño profundo en cuanto toco la almohada.
Sin duda hoy hemos avanzado mucho en nuestra relación, aunque se me
ha olvidado preguntarle por las chicas del centro comercial, pero estamos
tan bien ahora mismo que me da igual. Con tal de no volver a verlas, soy
feliz.
CAPÍTULO 29
Rafael

V
oy de camino al almacén junto con Christopher. La idea que
tuvimos con Luisa de cambiar de ropa a Scar y darle un par de
consejos funcionó muy bien y al final ha logrado controlar a la
perfección al rey. Pensando en ello, lo ha hecho con tanta naturalidad…
Parece que dentro de ella hay un demonio que espera ser liberado, uno del
que por lo visto vamos a tener que cuidarnos. Entre el ataque en el centro
comercial y lo de la cena, me da que esconde mucho más de lo que
aparenta.
En nuestro destino, dos mujeres esperan nuestra visita. El rey ha sido
muy claro con sus órdenes; no quiere volver a verlas, pero antes desea que
les demos una buena despedida. Christopher me sigue mientras nos
dirigimos al sótano. Tiene una personalidad muy parecida a la de Matt, es
callado y serio, y desprende un aura que da escalofríos en cuanto lo ves. A
mí también me produce ese sentimiento, pero no me provoca miedo, sino
otra cosa. Al entrar en una de las salas, nos encontramos con las dos
mujeres, una en cada camilla, en ropa interior, amarradas de pies y manos,
y con una mordaza en la boca. Por lo que me comentaron, son muy
escandalosas.
—Buenas noches, señoras —las saludo.
Las dos empiezan a emitir balbuceos y tiran de sus ataduras intentando
liberarse. No sé por qué todo el mundo siempre obra igual, ¿no se dan
cuenta de que así se hacen más daño? Chris y yo las ignoramos y nos
dirigimos al perchero que hay a un lado, donde nos quitamos las
chaquetas. Lo miro de reojo, la camisa blanca le queda ceñida al cuerpo
marcando esos músculos que tiene. Rafael, concéntrate, sabemos que
también es gay, pero eso no significa que vaya a caer, aunque he de admitir
que me encantaría ser envainado por él. Me remango, preparándome para
lo que viene, suspiro, qué pena de camisa, ya no va a valer para nada.
—Bueno, señoras, os voy a quitar las mordazas si prometéis
comportaros; de lo contrario, mi amigo tendrá que tomar medidas —digo
señalando con la cabeza hacia Chris.
Ellas se miran por un momento para luego asentir en mi dirección, por lo
que veo no quieren ver a Chris enfadado. Lo que no saben es que yo soy
más peligroso que él. Me acerco y quito lentamente las mordazas, se
mantienen calladas con la mirada fija en mí. La chica más joven, a la que
Luisa le rompió la nariz, mira a la otra mujer, que parece que es la que
lideró todo esto. Qué tonta, será la que más sufra.
—Señor Smith, no sé por qué estamos aquí atadas, solo queríamos
mantener una conversación amigable con la señorita Reych hasta que…
La cabecilla comienza con sus excusas, pero se corta al empezar a gritar.
Tengo unas tijeras, las mismas que la peluquería para ser exacto, y se las
paso por la pierna dejando un camino de sangre.
—Sabes, no me gustan las mentiras —digo levantando la punta de las
tijeras mientras observo la sangre correr.
Las dos son un mar de lágrimas, por esta razón odio torturar a mujeres
como ellas, se pasan todo el rato gritando y llorando y al final siempre salgo
con dolor de cabeza.
—Fue ella, todo fue idea de ella, quería molestar a Scarlett e intentó
atacarla con unas tijeras, es más, en el trabajo le buscó varios problemas y
en más de una ocasión quiso envenenar su café, pero como no lo toma allí,
no ha conseguido nada.
La más joven empieza a soltarlo todo. Así que incluso intentó hacerle
daño a nuestra reina en el trabajo, si mi rey estuviera aquí, esta mujer ya
habría muerto.
—¡Cállate! —le grita la otra mujer—. Eso es mentira, señor Smith, se lo
juro —me dice entre balbuceos.
—¿Es mentira lo que sucedió en la peluquería? —interviene Chris, puedo
notar que no está nada contento.
—Yo… yo… —no deja de balbucear, pongo los ojos en blanco, será mejor
acelerar el proceso.
—¿No sabes que hay cámaras de seguridad? —le digo arqueando una
ceja.
—Yo, lo siento, me dejé enajenar por el momento, no volverá a pasar. Si
me deja ir, me marcharé de la ciudad y no volveré, se lo prometo.
—¿Piensas que esto se arregla así de fácil? Has atacado a mi reina, no hay
nada que puedas hacer para librarte.
—Podemos hacer un trato, señor Smith, puedo darle algo a cambio de
que me deje marchar.
No puedo creer lo que está insinuando, ¿en serio se piensan que con un
poco de sexo lo pueden arreglar todo? Empiezo a carcajearme, la mujer me
observa fijamente, debe de pensar que no creo en sus palabras. Mira a su
amiga y la otra asiente, algo me dice que la próxima proposición va a ser
aún más ridícula.
—Si lo desean, ambas podríamos darles algo a los dos…
En ese momento, Christopher se adelanta cogiéndola por la garganta y
ella abre los ojos de la sorpresa mientras su amiga empieza a temblar.
—A ver si lo dejamos claro, a ninguno nos interesan las putas como
vosotras. Además, si se te ocurre tocarlo, tu muerte será aún más dolorosa
—le dice entre dientes.
Esto me sorprende, ¿está interesado en mí y no me había enterado? Me
cruzo de brazos y lo observo. Fija su mirada en mí, pone los ojos en blanco
y se aparta a un lado.
—Sé profesional y compórtate —me dice.
—Fuiste tú el que insinuó algo, yo estaba en pleno trabajo.
Él me ignora por completo, marcha hacia la mesa de los utensilios, coge
un par de cuchillos y me entrega uno.
—No, el jefe fue muy claro cuando dijo que solo podía usar las tijeras con
ella.
—Como quieras, entonces tú te ocupas de una y yo de otra, no quiero
estar aquí toda la noche.
Ya volvió a modo capullo. Pongo los ojos en el cielo. y me dirijo a mi
objetivo. La chica está pálida y su rostro es un mar de lágrimas; da mucha
pena, pero ella se lo ha buscado…
—Por favor, yo no hice nada, ¡fue todo ella! —grita la chica joven al ver
cómo Chris se le aproxima.
—Tocaste a mi futura cuñada y la hiciste enfadarse mucho con mi
hermano —respondo con los hombros encogidos, yo solo cumplo órdenes.
Chris se para frente a ella, deja el cuchillo a un lado y se desabrocha la
camisa. Lo observo, paseo mi mirada por su torso desnudo… Es grande,
con una tableta bien definida, pectorales marcados, hombros anchos,
brazos fuertes, es todo un Adonis. Me pilla mirándole, pero a mí me da
igual. Fijo mi mirada en la suya y veo cómo traga saliva, se está poniendo
tan cachondo como yo.
Me posiciono a un lado de la camilla, colocándome de una manera que
Christopher queda justo delante de mi campo de visión. La mujer no para
de llorar y rogar, me está poniendo de los nervios, quiero concentrarme en
otra cosa y ella me está interrumpiendo. Vuelvo a coger la mordaza y se la
coloco. No me va a distraer, mi objetivo de hoy no es ella, sino otra
persona. Él hace lo mismo, ahora solo se escuchan unos balbuceos mucho
menos molestos que el ruido anterior.
Sin apartar los ojos de él, abro las tijeras separando las puntas, apoyo
una en el final de la herida que le hice anteriormente y sigo el camino hacia
arriba. Paso por su rodilla, muslo, sigo a su vientre y llego al comienzo de
su seno, donde me detengo. Al llevar la mirada a la chica que está
torturando Christopher, puedo observar que ha hecho exactamente lo
mismo y ambas mujeres tienen un río de sangre que les recorre todo el
cuerpo hasta sus pechos. Nunca había experimentado esta sensación, me
está poniendo muy cachondo.
Poso mi mirada en su entrepierna y por lo que se puede ver a él también
le está pasando lo mismo. Vuelvo a colocar las tijeras, pero esta vez a un
lado del rostro de la chica, y Chris hace lo mismo, siempre mirándome a
los ojos. Empiezo a bajar muy lentamente, haciendo un corte desde su
frente hasta su mentón. Si quería desfigurar a mi reina, yo haré lo mismo
con ella. Al terminar con la cara, llevo las tijeras a la clavícula sin pasar por
el cuello. Por ahora la quiero con vida. Sigo con mi recorrido hasta llegar
donde terminó el otro, al tocar su pecho ella se retuerce del dolor y hace
que la línea se tuerza un poco.
Me separo y observo el resultado. Hay un río de sangre que recorre su
cuerpo de pies a cabeza. Emprendo camino hacia el otro lado; me gusta la
simetría, así que lo mejor será que deje una ahí también. Christopher
vuelve a imitarme y se coloca de espaldas a mí, puedo sentir cómo su
trasero roza con el mío. Cierro los ojos y cojo aire, de esta manera me va a
ser imposible concentrarme.
Vuelvo a colocar una punta de las tijeras al comienzo de su pierna, sin
clavarla en profundidad. La persona detrás de mí se da la vuelta, somos
casi de la misma estatura, lo que hace que su polla quede justo en mi
trasero. Pasa sus manos por cada lado, dejando una en mi cintura y la otra
sobre las tijeras. Con la de la cintura me tira hacia atrás, pega su pecho
desnudo a mi espalda y clava su pene erecto entre mis nalgas. Se me está
poniendo cada vez más dura, tanto que como siga así voy a romper los
pantalones.
—Déjame ayudarte, te está quedando torcida —me dice al oído.
Trago saliva, me está excitando en un entorno en el que nunca me
imaginé que podría hacerlo. Con su mano aún encima de la mía empieza a
recorrer el cuerpo de la mujer, haciendo el mismo camino que hice en el
otro lado, y cuando llegamos a su pecho no lo soporto más, me restriego
contra él haciendo que la línea se tuerza. Se para en seco, puedo sentir
cómo su pecho sube y baja mientras presiona mis caderas con fuerza.
—Has hecho que me tuerza —dice con voz entrecortada.
—Tienen que estar iguales —respondo con la voz ronca.
—Odio que las cosas no salgan bien, ahora tendrás que asumir las
consecuencias.
Una vez dicho eso, cierra las tijeras y las empuña junto a la garganta de la
mujer; si la mata ahora, mi rey se cabreará conmigo, así que lo detengo
cuando están a solo unos centímetros de su yugular.
—Va a ir así, si te corres, muere.
Frunzo el ceño, ¿cómo coño piensa hacer eso? No voy a dejar que me folle
aquí con estas dos. Con la mano que tiene en mi cadera, desabrocha mis
pantalones y deja libre mi polla ya erecta. Lleva la mano hasta ella y la
agarra con fuerza, mi respiración empieza a entrecortarse, el pecho me
sube y me baja con más rapidez. Sé lo que se propone y el solo hecho de
pensar en ello hace que ya quiera correrme.
Empieza a mover su mano de arriba a abajo por mi falo. Su respiración
se vuelve más pesada y cierro los ojos disfrutando el momento, él apoya su
mentón en mi hombro respirando en mi oído al tiempo que aumenta la
velocidad. El muy cabrón sabe cómo provocarme, pero yo también, así que
comienzo a mover mis caderas haciendo que su palo se clave en mi centro.
Se tensa al rozarme, pero no se aparta, todo lo contrario, empieza a mover
sus caderas embistiendo hacia delante. Los movimientos de su mano se
vuelven más rápidos y apretados, en la sala ya no se escuchan los gritos o
llantos de las mujeres, sino mis gemidos, cada vez más fuertes. Siento que
no me falta mucho, que estoy a punto de correrme, aproxima su boca a mi
oído y muerde mi lóbulo.
Siento que me pellizcan la pierna y me hacen perder la concentración,
miro hacia abajo y veo a la mujer de la camilla que niega con la cabeza.
Claro, si yo me corro, ella muere, pero qué más da, si va a morir igual… Él
se da cuenta de mi distracción, lo que provoca que clave las tijeras en su
muslo y la haga gritar de dolor. Con la mano aún en las tijeras manchadas
de sangre, aprieta mis caderas contra las suyas mientras me embiste con
más fuerza sin dejar de masturbarme, y en una de las embestidas empieza
a gemir, uniéndose a mí en esta sinfonía.
Se me empieza a agrandar el miembro, estoy a punto de terminar, él lo
nota y aumenta el ritmo de su mano y sus caderas. Entre sus gemidos
aprovecha para volver a morderme, pero esta vez en el cuello, lo que me
hace erizar el cuero cabelludo. No puedo más y acabo corriéndome con un
gran chorro, él apunta mi polla a la mujer manchando todo su cuerpo con
mis jugos. En cuanto termina de vaciarme, estira la mano y clava las tijeras
en su yugular. La ha matado en el acto y sé que me van a echar la bronca
por esto, pero estoy más que dispuesto a recibirla.
—No vuelvas a hacer que me equivoque —me dice al oído mientras aún
presiona su polla erecta contra mi trasero.
No, qué va, si este va a ser mi castigo pienso hacer que se equivoque a
diario. Se da la vuelta, me entrega las tijeras y coge su cuchillo; por lo visto
va a terminar su trabajo con la otra mujer. Está loco si piensa que voy a ser
al único al que le echen la bronca. Me pongo en la misma posición que se
puso conmigo y paso mi mano por su torso desnudo. La diferencia ahora es
que él ya está muy excitado y no va a tardar tanto en correrse.
Llevo mi mano a su mástil y cierro los ojos. Es grande, gordo y suave,
perfecto para meterlo en la boca, pero hoy solo voy a devolverle el favor.
Para la próxima vez, pienso comérmelo. Lo libero agarrándolo con fuerza,
siento cómo se tensa su espalda y acelera su respiración. No me va a costar
mucho conseguir mi cometido. Empiezo a masturbarlo con rapidez
mientras acaricio su pecho, desde sus abdominales hasta su cuello. Le
estrangulo un poco y logro que empiece a gemir con fuerza.
Muevo mis caderas embistiendo de la misma forma que ha hecho antes
conmigo, golpeo una y otra vez mientras sigo moviendo mi mano. En uno
de los empujones profundizo más aún, soltando un gemido seco que él
iguala: su polla está a punto de sacarlo todo así que aumento la velocidad y,
con el último movimiento hacia abajo, se corre por fin soltando un rugido
fuerte mientras echa la cabeza hacia atrás. Hago lo mismo que él; apunto
su polla a la mujer y la baño con su semen, después llevo la mano al cuchillo
y se lo clavo en la garganta. Abre los ojos del shock observando nuestras
manos y luego a mí.
—No pienso ser al único que le echen la bronca —le digo con una
sonrisa.
No me responde, solamente me mira con los ojos llenos de furia. Sé el
prestigio que tiene su apellido, para un Astorn dejar un trabajo a medias es
un fallo muy grave. Me da igual, yo también he dejado el mío sin terminar,
bueno, por lo menos he hecho más que él. Todavía con una sonrisa en los
labios, me voy en dirección a mi chaqueta mientras me abrocho los
pantalones. Él se queda ahí mirándome con cara de ogro; está muy
enfadado, se nota. Cojo mis cosas y salgo de la sala. Ya están muertas, no
hay nada que hacer. Me encuentro con varios de nuestros hombres por el
camino.
—Limpia todo —ordeno a uno de los peones.
—¿Luz u oscuridad? —pregunta.
—El rey ordenó luz. —Él quiere dejar un mensaje y así se hará.
Una vez dejado todo claro, comienzo a subir las escaleras con la chaqueta
en el hombro y silbando una canción. Al final, sí que ha caído.
CAPÍTULO 30
Scarlett

M
e despierto por la mañana, no sé qué hora es. El cuerpo me mata y
querría seguir durmiendo, pero me puede el hambre. Me revuelvo
entre las sábanas y me doy cuenta de que estoy sola en la cama. Su
lado ya está frío, así que seguro que se ha levantado hace un buen rato.
Suspiro y hundo la cabeza en la almohada. Pero ¿a qué hora se levanta este
hombre? Me arrastro hasta la mesilla, esta cama es enorme. Estiro la mano
para coger mi móvil y al encenderlo tengo varios mensajes de Luisa, unos
de anoche, muy enfadada, y otros de hoy, haciendo mil y una preguntas.
Sonrío mientras niego con la cabeza, esta chica es increíble.
Sigo revisando los mensajes y me encuentro con uno de Jeremy, me
pregunta qué tal mi día y chorradas así. Parece que decía la verdad con lo
de ser amigos. No contesto ninguno, lo único que me interesa es la hora
para ver si puedo seguir durmiendo o no. Mis ojos se abren de par en par al
verla, son las 13:45, ¡normal que tenga tanta hambre! El desayuno me lo he
perdido, espero llegar a tiempo para el almuerzo. Me levanto a toda prisa,
tengo que arreglarme para bajar. En cuanto me pongo de pie, me invade
un dolor increíble en el bajo vientre. Este hombre casi me parte a la mitad,
el muy cabrón me la metió sin preparación, por lo menos debería haberme
dejado mentalizarme.
Voy al baño como puedo y me doy una ducha rápida. Al salir busco mi
bolso, suerte que ayer guardé la ropa que traía antes del cambio. Me visto
lo más rápido posible, recojo todo y me dirijo hacia la puerta. Antes de
irme de la habitación me quedo pensativa, igual es mejor largarme sin que
nadie me vea, ¿con qué cara voy a aparecer delante de sus tíos? Ayer
montamos un buen barullo. Me paro en seco, las habitaciones estarán
insonorizadas, ¿verdad? Mi corazón empieza a latir con rapidez, es una
casa antigua, cómo lo van a estar… sí, sin duda lo mejor será largarme,
mañana buscaré alguna razón para evitar a Barron. Es más, seguro que
puedo evitarlo de por vida.
Con ese pensamiento en mente bajo despacio las escaleras para no hacer
ruido. Visualizo la puerta, es mi oportunidad, si soy cuidadosa ni se darán
cuenta de que me fui y una vez salga ya veré cómo vuelvo a casa. Siempre
puedo llamar a Luisa o a Chris, seguro que me vienen a buscar. Pensándolo
mejor, si llamo a Chris, el Diablo se enterará de que me escabullí porque
seguro que está con él, y si llamo a Luisa tendré que soportar las mil
preguntas… vaya panorama, igual es mejor hacer autostop.
Cuando alcanzo mi objetivo, veo que no hay pestillo, ¿cómo coño se abre
esto? ¿Tendré que decir alguna palabra mágica como en Alí Babá? Estoy de
pie investigando la puerta por todos los lados cuando escucho cómo
alguien carraspea detrás de mí. Mi cuerpo se tensa al instante, mierda, me
pillaron. Cierro los ojos y cojo aire mientras me doy la vuelta, y al girarme
me encuentro con unos ojos paternales que me miran con una sonrisa.
Parezco una niña a la que su padre acaba de pillar queriendo escabullirse;
bueno, técnicamente, casi es así… Me quedo sin palabras, si antes estaba
avergonzada ahora quiero hacer un agujero y esconderme en él. Me aclaro
la garganta, no puedo salir si no me explican cómo hacerlo, así que no me
quedan más opciones que apechugar.
—Buenos días, Barron. Siento molestarte, pero ¿me podrías decir cómo
se abre la puerta? —Mi voz se vuelve más aguda a medida que voy
hablando, en mi vida había pasado tanta vergüenza.
—Por supuesto, pero primero será mejor que comas algo, debes de estar
muerta de hambre.
Siento arder mis mejillas, no sé si eso ha ido con segundas, pero mi
cerebro ahora mismo no quiere procesar nada. Solo soy capaz de decir un
“gracias” muy bajo y voy detrás de él hacia el comedor. Allí, observo a
Meredith colocando los platos en la mesa, quien al sentirme entrar levanta
la cabeza y me sonríe. Esta mujer me tiene intrigada, no pude hablar
mucho con ella ayer, pero su cercanía me da una sensación extraña, como
si la conociera de algo…
—Querida, por fin te levantaste, debes de estar agotada de anoche.
¡Vale! Es la prueba, las putas habitaciones no están insonorizadas. No
pasa nada, Scar, aún estás a tiempo de buscar trabajo en el extranjero, tal
vez en China o Rusia; no, lo mejor será la Antártida.
—Tranquila, cariño, yo también fui joven, no tienes nada de qué
avergonzarte —me dice al oído.
No sé ni en qué momento se ha acercado a mí, me he quedado como una
estatua en la puerta. Soy incapaz de moverme, mis mofletes deben parecer
dos focos rojo brillante de lo colorados que deben de estar. Meredith ignora
mi comportamiento, coge mi mano y me lleva hasta una silla para que me
siente, ella lo hace a la derecha de Barron, que está a la cabeza de la mesa. A
mi lado hay un asiento vacío, la cubertería está colocada, así que imagino
que él va a venir a comer.
Justo en el momento en que me estoy preguntando que estará haciendo,
aparece por la puerta. Va vestido con un chándal gris, camiseta blanca de
manga corta con cuello en V y unos tenis Adidas en blanco. Jamás me
imaginé verlo con este aspecto, le queda muy bien. Le da un aire fresco y
relajado, aunque al ver su mirada la impresión de relax se va al garete. Fija
sus ojos en mí mientras arruga la nariz, igual se imaginaba que ya me
habría ido, eso habría pasado si la puñetera puerta se hubiera podido abrir.
Le observo detenidamente; no me mira a mí, sino a un lado. Sigo su
mirada y me doy cuenta de que está puesta en mi bolso, que cuelga a un
lado de la silla. No lo entiendo, ¿no podía colocarlo ahí?
Por fin empieza a caminar, su mirada sigue diciendo que no está
contento, aunque sigo sin saber el porqué. Ya en su asiento, estira las
manos y las lleva a cada lado de mi rostro para pegar sus labios a los míos.
Me quedo de piedra, me está besando delante de sus tíos. Al ver que no le
doy acceso, muerde con fuerza mi labio inferior y me hace abrir la boca
para él. Se toma su tiempo y mis mejillas vuelven a ponerse de color
carmesí. ¿Qué pasa, hoy es el día de ver quién logra avergonzarme más?
Por fin se separa y toma asiento. Yo bajo la cara, no me atrevo a mirar a
nadie más. Al sentarse, se aproxima a mí y retrocedo, no pienso dejar que
me vuelva a besar así delante de sus tíos. Él agarra mi brazo y tira hacia sí.
—Que sea la última vez que te levantas y no me avisas —me susurra.
Por supuesto que será la última vez, no pienso volver a esta casa, da igual
lo que me guste. Mañana mismo pido mi traslado a la Antártida, lo tengo
decidido. No le digo nada, solo asiento con la cabeza, lo único que quiero
es comer y largarme lo antes posible. Pero, como todo en mi vida, nada sale
como me gustaría.
—Qué alegría me llevé ayer cuando os vi juntos, me encanta ver que
nuestro Álex ha encontrado por fin a alguien —comenta Meredith.
Ninguno de los dos contesta, seguimos callados comiendo cada uno en
su plato. Como ayer, el hombre a mi lado se dedica a servirme un montón
de comida, pero hoy no lo detengo, de verdad estoy muerta de hambre.
Como no respondemos, Meredith mueve los ojos hacia Barron, él sonríe y
niega con la cabeza. No es tan entrometido como su esposa y doy gracias
por ello, no me creo capaz de contestar a nada. El tiempo pasa y seguimos
en silencio hasta que siento un ruido sonoro, como un golpe, y veo cómo
Barron salta en su asiento mientras mira con enfado a su esposa. Él suspira
y fija su mirada en nosotros, mierda, se va a unir a la rueda de preguntas.
No quiero que lo sucedido anoche sirva como cotilleo, es mejor que piense
algo rápido y tome el mando.
—Perdone, señora Brown, pero no puedo dejar de pensar que me resulta
familiar —digo antes de que Barron pueda soltar una palabra.
Mi Diablo levanta la mirada de su plato y la posa en mí, puedo verle una
media sonrisa. Es listo, seguro que sabe lo que hice y por qué. Sin duda es
el cabrón más grande que conozco, con una sola palabra suya el
interrogatorio habría terminado, pero ya ajustaré cuentas más tarde.
—Pensé que ya no te acordabas de mí —me responde con una sonrisa
que llega a su mirada.
No me estaba volviendo loca, sí que la conocía. Parece que la
conversación por fin es del agrado de mi compañero porque deja su
cubierto y observa a su tía, imagino que en busca de repuestas.
—¿De qué la conoces? —interviene.
—De cuando yo era institutriz. ¿Recuerdas que estuve trabajando en el
extranjero durante tres años? Fue allí donde la conocí, ella era solo una
niña de tres añitos, la más hermosa, si me lo preguntas.
Me quedo de piedra, ¿fue mi institutriz? ¿Cómo es que no la recuerdo?
—Lo siento, pero ¿usted fue mi institutriz?
—No, yo era institutriz de otros niños, las tuyas siempre venían del
extranjero y cambiaban cada año. Era algo extraño, porque no nos dejaban
acercarnos a ti. Es más, yo fui despedida por tener cercanía contigo.
Me quedo peor de lo que estaba, es verdad que cada año tenía nuevas
profesoras, pero pensé que era cosa del internado. Nunca imaginé que solo
venían por mí.
—¿Fue despedida por mi culpa? —pregunto, aún en shock.
—Claro que no querida, la culpa fue mía. Verás, por entonces yo acababa
de entrar a trabajar. Las normas eran las comunes de todos los centros,
pero un día antes de tu llegada nos reunieron a todos para explicarnos que
una nueva alumna se incorporaría. Una niña muy pequeña a la cual no
podíamos enseñar, porque ella ya traía su propia institutriz, y si
intentábamos tener contacto con ella seríamos despedidos al momento. Tu
llegada fue algo que nunca podré olvidar, caminabas en medio de un
círculo de guardaespaldas enormes, con la cabeza baja, pegada a un
conejito blanco al que abrazabas con todas tus fuerzas. Nadie te daba la
mano, ni te cargaba, ibas tú solita caminando entre esos hombres
amenazantes. Se me partió el corazón al ver esa imagen —sigue contando
con lágrimas en los ojos—. Pero cuando levantaste la mirada… eras la
cosita más adorable que había visto en mi vida. Tenías la cara tan
redondita, con unos mofletes preciosos y esos ojos grandes y azules. No sé
por qué fijaste tu mirada en mí, pero en ese momento pude sentir lo sola
que estabas y ahí fue cuando me prometí a mí misma que cuidaría de ti
aunque fuera a distancia. Cuando subías las escaleras del centro,
tropezaste y caíste de rodillas. Todos los hombres se pararon, pero nadie te
ayudó; una de las profesoras más mayores quiso acercarse, y los
guardaespaldas la empujaron hacia atrás. Tú te levantaste solita, te
sacudiste la ropa, te limpiaste las lágrimas y volviste a caminar en
dirección a la entrada sin decir una sola palabra.
Al contar esta parte empieza a llorar y Barron coge su mano en un
intento de consolarla. Yo no estoy mejor que ella, siento la visión borrosa.
¿Qué clase de padre le haría eso a su hija? Si no me quería, podía haberme
abandonado. ¿De qué vale colocar tanta protección si nadie te ayuda?
Alexander se acerca a mí y coloca su mano en la mía, me agarra con fuerza,
pero no quiero mirarlo, no me gusta que me vean llorar. Aprieto la
mandíbula, no pienso dejar que se me caigan las lágrimas.
—¿Qué fue lo que hiciste para que te despidieran? —pregunta el hombre
a mi lado.
—Querer darle cariño. El primer año solo la observé a distancia, ella
siempre estaba ahí, no se iba, nadie la visitaba. De vez en cuando alguien
pasaba a ver cómo estabas, pero era tan precavido que nunca vi quién era.
Al llegar al segundo año, no pude seguir al margen, así que me metí en el
despacho de Administración y busqué tu historial. Me llevó bastante
tiempo porque no estaba con todos los demás, pero pude encontrar la
fecha de tu cumpleaños. Entonces, a escondidas, te compré una
magdalena de conejito y te la entregué con una vela.
—¡Fuiste tú! —digo con los ojos muy abiertos y ella asiente con una
sonrisa—. Fue la única vez que celebré un cumpleaños —digo en voz baja.
Recordando ese momento mi cuerpo ya no lo soporta más y deja fluir las
lágrimas, la persona frente a mí se pone de pie, se sienta a mi otro lado y
me da un abrazo muy cálido. Eso lo empeora todo, porque empiezo a llorar
con más fuerza. Ella por su parte, empieza a acariciar mi pelo en un
intento de calmarme y, cuando por fin lo logra, levanto mi mirada hacia
ella.
—Pero no te despidieron por eso, ¿o sí?
—No, después de ese día y al ver lo contenta que te ponías, empecé a
colarme en tu habitación por las noches, mientras dormías.
—Eras tú el hada que me leía… —la interrumpo.
—Bueno, yo no me definiría como un hada, pero sí —me dice con una
sonrisa—. Te leía cuando dormías, así estuvimos dos años.
—¿También eras tú la que me dejaba obsequios por las noches?
—Sí, en todo el tiempo que estuve allí, nunca nadie te dio nada en tu
cumpleaños ni en Navidades, así que cuando me colaba en esas fechas
siempre te dejaba algo, aunque fuera una tontería.
—Para mí no lo fueron, aún los guardo todos. No sabes cómo te
agradezco esos detalles.
Ella me sonríe y limpia mis lágrimas con sus yemas mientras me
acaricia, cierra los ojos y coge aire, parece que lo que va a decir ahora no es
mucho mejor que lo anterior.
—Un día, en el patio, unas niñas fueron muy crueles contigo. Cogieron
tu conejito, el que nunca soltabas, lo rompieron y lo arrojaron a un charco
de barro. Al ver aquello, acudí a tu institutriz y le grité que interviniera,
pero ella me ignoró y se largó. Así que me acerque a ti, levanté el peluche y
te cogí en los brazos para consolarte. Cuando te tuve, me abrazaste con
todas tus fuerzas y enterraste tu cabecita en mi cuello, como si estuvieras a
punto de ahogarte y yo fuera tu salvavidas. Eso me partió el alma —dice
con un suspiro—. Esa misma tarde me despidieron.
—Yo… no sé qué decir, gracias por cuidarme como pudiste y lamento que
perdieras el trabajo por mi culpa.
—Cariño, no fue tu culpa —me dice, acariciando mi rostro—. No me
arrepiento de lo que hice y si volviera a estar en la misma situación, lo haría
otra vez sin dudarlo.
Por esta razón me sentía tan a gusto con ella. Esta vez soy yo la que
entierra mi rostro en su pecho, necesito que me vuelva a abrazar. Ella lo
hace con fuerza, pero luego me aparta y sale corriendo escaleras arriba. Me
quedo desconcertada por su reacción, ¿le habrá molestado…? De todas
maneras no me quedo sin abrazo, porque mi Diablo, mi rey, me envuelve
por detrás, apoyando su mentón en mi hombro.
—¿Nunca le preguntaste a tu padre por qué?
—No, en realidad nunca lo vi. Me pareció verlo una vez, pero fue tan
rápido que no sabría decirte si de verdad era él. Cuando me hice mayor,
todos los años iba a casa durante una semana. Los criados decían que
estaba allí, pero cada vez que yo quería hablar con él, alguien me lo
impedía, hasta que dejé de intentarlo. Todas mis conversaciones
importantes siempre fueron con su secretaria.
Barron aprieta la mandíbula y cierra los puños con fuerza, mi relato le
afecta. Es un hombre con un gran corazón, siempre empatiza con la gente.
Él levanta la mirada y la posa en la mía, se ha dado cuenta de que lo estaba
mirando, así que se relaja, ajusta sus gafas y me sonríe.
—A partir de ahora, ya no estarás sola, nos tienes a nosotros.
—¿Es por eso que me contrataste? —no puedo evitar preguntar.
—Claro que no, lo hice porque eres una excelente abogada y tienes un
futuro brillante. Cuando me enteré de quién eras fue cuando le prohibí a
este que se acercara a ti, pero por lo visto me equivoqué, parece que te va a
cuidar bien.
—Por supuesto que la va a cuidar, si no, se las verá conmigo —interviene
Meredith.
Ella entra con una pequeña caja de cartón en las manos y al llegar a mí
me la entrega con una sonrisa; la cojo y la abro. Al ver el contenido me
quedo de piedra, meto la mano y lo saco muy lentamente. Es mi conejito,
se me vuelven a llenar los ojos de lágrimas, es lo único que me dieron, una
criada me dijo que lo había comprado mi madre para mí.
—¿Cómo…? Pensé que lo había perdido.
—El día que lo rompieron me lo llevé para arreglarlo, pero me
despidieron sin dejarme devolvértelo primero, lo he guardado como un
tesoro.
—¡Gracias! —le digo con la voz cortada por las lágrimas. Me levanto y la
abrazo con fuerza.
Una vez Meredith y yo dejamos de llorar, nos volvemos a sentar para
comer, pero ya no tengo hambre. Mi cabeza es un nido de preguntas sin
respuestas, quizás sea hora de que hable con mi progenitor. Suspiro, de
qué valdría… él nunca coge mis llamadas, y seguramente no se molestaría
en resolver mis dudas, joder, esto es horroroso… ¿Cómo voy a conseguir las
respuestas que quiero si no sé ni por dónde empezar a buscar? Espera,
claro, el internado. Aunque me enviaran ahí, alguien tendría que pagar las
facturas. Con esa nueva línea de búsqueda, miro a la mujer sentada delante
de mí.
—Meredith, cuando entraste en el despacho a ver mi ficha, ¿pudiste ver
quién pagaba las facturas?
—No, la verdad es que tu información era muy básica; nombre, fecha de
nacimiento, alergias y poco más.
Vuelvo a suspirar, ¿cómo se supone que voy a conseguir respuestas? Si
llamo al internado, no me dirán nada, la única forma de descubrirlo sería
de forma no legal… Entrecierro los ojos y miro a Alexander, seguro que él
puede conseguir esa información. Nota mi mirada y gira su rostro hacia
mí, le pongo mi mejor sonrisa con unos ojos suplicantes y él se ríe entre
dientes, se levanta de la mesa y me tiende la mano. No sé a dónde me lleva,
pero seguro que me va a dar las respuestas que necesito, así que no lo dudo
y poso mi mano en la suya para seguirle. Cojo todas mis cosas, sin
olvidarme de mi conejito, que guardo con cuidado en la caja, y nos
despedimos de Barron y Meredith. Les doy un abrazo a cada uno; puede
que no tuviera un hogar hasta ahora, pero ellos me acaban de dar uno al
que no pienso renunciar.
El Diablo me lleva a una puerta lateral que es como la principal, sin
pomos. Observo sus movimientos, aún sigo sin saber cómo abrir la dichosa
puerta de la entrada. Él coloca su mano a un lado y esta se abre. Ahora lo
entiendo, por lo visto, por más que hubiera querido, no habría sido capaz
de salir de esta casa.
—Tantas puertas inteligentes y las habitaciones sin insonorizar —
susurro para mí misma.
La puerta conduce al garaje, donde hay todo tipo de vehículos. Escoge un
Maserati MC20 Notte color negro mate con el techo en negro brillante. Es
un coche deportivo precioso, sus puertas se abren como alas de gaviota. No
me extraña que lo tenga, por lo que leí, fueron creados para almas
nocturnas. Nos subimos y arranca el motor, ruge como una bestia. Salimos
de casa de sus tíos en dirección a no sé dónde con dos todoterreno
siguiéndonos, seguro son sus escoltas. Cuando llevamos un rato, la
curiosidad me gana y soy incapaz de seguir sin preguntar.
—¿A dónde vamos?
—Al almacén.
Me quedo peor de lo que estaba, ¿por qué vamos a un almacén? ¿Cómo se
supone que voy a conseguir respuestas ahí? Él parece muy seguro de todo,
por lo que no pregunto más y confío en él, así que me relajo en el asiento de
cuero y espero para ver nuestro destino.
CAPÍTULO 31
Jeremy

E
n la habitación de uno de mis departamentos, observo mi móvil.
Hace horas que le envié un mensaje a Scarlett y sigue sin contestar,
esto de ser amigos me está matando. No se suponía que las cosas
terminasen así. Cuando la vi entrar en la sala de reuniones del Grupo
Knight, me quedé de piedra. No entiendo cómo consiguió ese trabajo,
además, no es una abogada cualquiera, sino la segunda al mando. Se veía
increíble con esa ropa, sin duda es la mujer más sexy con la que he estado,
pero cuando observé la preocupación del Diablo por ella… golpeo mi móvil
contra la cama, esos dos tienen algo, puedo notarlo, aunque en la cena me
lo negara, sé que él ha puesto sus ojos en ella.
—Sigues mirando ese dichoso teléfono, no te va a contestar.
Miro en dirección a dónde viene la voz. Es Ashley, está con un camisón
semitranslúcido que no deja nada a la imaginación.
—No es asunto tuyo, ve a buscarme la ropa, debo irme —le digo
secamente.
Se calla y se da la vuelta en dirección al vestidor, la sigo con la mirada. No
es tan hermosa como Scarlett, pero folla de lujo, además de que siempre
hace lo que le ordeno sin protestar. ¿Por qué no puede ser como Ashley? Si
fuera como ella no hubiese tenido que engañarla; pero no, Scarlett siempre
tiene que ir por libre, nunca me escuchaba ni me obedecía. ¿Cómo se
supone que voy a reinar con una mujer a mi lado que no me obedece?
Ashley siempre supo que estaba con Scarlett y nunca le importó, ella
entiende que necesito a más de una mujer; sin embargo, mi novia no
opinaba igual, no solo me dejó, sino que se separó lo máximo posible de
mí.
Ashley coloca mi ropa a los pies de la cama y se retira de la habitación, yo
me levanto y me visto. Tengo una reunión con mi padre, seguro que será
para lo de siempre. No sé qué le voy a decir, está furioso conmigo desde
que Scarlett me dejó. Salgo y me encuentro con Ashley en la cocina
preparando café, ella se acerca a mí, endereza mi corbata y me da mi
maletín, esto es lo que mi ex debería estar haciendo, pero en vez de ello,
está sabe Dios dónde ignorando mis mensajes. Al terminar de acomodar
mi ropa, me da un breve beso en los labios, va hacia el mostrador y me
entrega una taza de café para llevarme.
—Seguro que logras que vuelva, solo ten paciencia.
No le respondo, me dirijo a la puerta para marcharme; más me vale que
vuelva, si no, terminaremos perdiéndolo todo. Llego al garaje donde el
chófer me espera, debo llegar a tiempo a casa de mi padre, no quiero darle
más razones para gritarme. Aún no sabe que vi a Scar en el Grupo Knight y
cuando se lo diga no le va a gustar nada.
Al llegar, la criada me abre la puerta y me indica que me espera en el
despacho; asiento, dejo mi maletín y subo las escaleras. Cuando me estoy
acercando veo cómo salen un par de nuestros hombres. No tienen buena
cara, por lo visto papá no está de buen humor. Abro la puerta y tengo que
apartarme rápidamente, en ese instante un vaso pasa justo frente a mis
ojos y se estrella contra la otra puerta haciéndose pedazos. Me quedo
quieto en el sitio, sin duda está de mal humor.
—¡Cómo pude haber tenido un imbécil como tú por hijo! —ruge.
—Yo también me alegro de verte, padre —digo mientras cierro la puerta
y tomo asiento.
—No me vengas con gilipolleces, Jeremy. ¿Cuándo tenías pensado
contarme que Scarlett está trabajando para el Grupo Knight? —mierda, ya
se enteró.
—Estoy actuando para recuperarla y es solo un empleo, cuando vuelva
conmigo haré que lo deje.
—¿En serio piensas que va a volver contigo teniendo al Diablo a su lado?
—Ellos no tienen nada, si tan enterado estás de todo tendrías que saber
que el otro día cené con ella y vendrá conmigo a la gala.
Él no me responde, abre el cajón de su escritorio, saca un sobre y me lo
arroja de malas maneras. Lo abro y me encuentro con las fotos de un
hombre al que torturaron hasta dejar casi irreconocible y las de dos
mujeres también muertas, estas no están en tan mal estado. Sigo pasando
las fotos, no entiendo por qué me las enseña, ¿qué tienen que ver con lo
que estamos hablando?
—Observa bien, ¿qué ves en los tres cuerpos que se repite?
Miro con más atención. Al fijarme bien, me doy cuenta de que los tres
tienen una “D” marcada en la frente. Esto es una señal clara de que alguien
tocó a una reina, pero ¿quién sería tan estúpido?
—Vale, alguien tocó a una reina. ¿Qué tiene que ver esto con Scarlett?
—Se rumorea que el autor de esto fue el Diablo, quien hasta ahora no
tenía reina. A su vez, los cuerpos aparecieron justo cuando Scarlett
comenzó a trabajar para él y, para más coincidencias, ese hombre intentó
secuestrarla en un bar y esas mujeres la atacaron en un centro comercial.
¿Ahora entiendes a dónde quiero llegar?
Joder, sabía que había algo entre ellos, pero no puedo creer que la
eligiera como reina. Yo la tuve primero, ¡no puede ser suya!
—Espera, yo estuve con Scarlett y no llevaba ninguna marca.
—Eso significa que él la eligió, pero que ella no aceptó o que aún no es
consciente de todo lo que conlleva estar con él.
—De ser así, aún tengo una oportunidad. Te prometo que no dejaré que
Lucifer se la lleve.
—Más te vale que así sea, no hace falta que te explique las consecuencias
que tendríamos si ella llega a manos de otro.
No, sin duda no me tiene que explicar nada. Ya lo ha hecho en muchas
ocasiones y lo tengo más que claro.
—Además, tienes que recuperarla para la gala. Pase lo que pase, tiene
que asistir contigo y se os tiene que ver juntos.
—¿Por qué? —pregunto, arrugando la nariz.
—Él viene.
—Eso es imposible, nunca vino a ninguna gala, ni siquiera presta
atención al negocio.
—Lo sé, pero lo más probable es que sepa lo de Knight y por eso viene, así
que sea como sea, tenéis que venir juntos. Una vez os caséis, puedes
deshacerte de ella como te plazca, pero hasta entonces te comportarás o yo
me desharé de ti.
Trago saliva, sé que no bromea, si lo echo a perder no dudará en
matarme, pero… ahora está Lucifer por el medio. Si de verdad están juntos,
primero tengo que lograr que Scarlett lo deje, de no ser así temo más por
mi vida por él que por mi padre. Es hora de que empiece a investigar bien
los movimientos de ambos, solo tengo unas semanas para lograr que ella
pase de él y venga a la gala conmigo. Cojo las fotos de las mujeres y las
observo nuevamente.
—¿Por qué atacaron a Scarlett? —pregunto a mi padre.
—Por lo visto, una se había acostado con Knight y estaba celosa, seguro
que como ella habrá varias, pero no tenemos tiempo para esperar que
todas se pongan a atacarla.
—No, pero conozco bien a Scarlett. Aunque todas la atacaran, no lo
dejaría, lo que hay que lograr es que ella empiece a distanciarse de él para
luego dar el golpe de gracia, y creo saber cómo hacerlo…
CAPÍTULO 32
Alexander

V
oy conduciendo al almacén con mi reina a mi lado, se ha quedado
dormida hace rato. Quizás no debí ser tan duro anoche, pero,
joder, cómo lo disfruté. Además, fue ella la que me provocó. Solo de
pensar en lo que pasó hace que se me ponga dura, quizás podría
despertarla para uno rápido… La observo un momento, se ve tan dulce
dormida. Suspiro, mejor la dejo descansar, ha tenido una noche agitada y
al despertarse las cosas no han mejorado. Aún no me puedo creer por todo
lo que ha tenido que pasar… Aprieto el volante con fuerza, cuando me
entere de quién es el hijo de puta de su padre pienso cortarlo en pedacitos y
dárselo a los perros.
Llegamos a las puertas que dan acceso a mi propiedad, ya avisé a todos
de que tendríamos una reunión, así que lo más seguro es que me estén
esperando. Como me imaginaba, al llegar a la entrada, de pie en las
escaleras están mis tres torres. Matt tiene cara de enfado más que lo
habitual, Christopher parece furioso con Rafael por cómo lo mira y este
último tiene una sonrisa pícara en la cara. ¿Qué carajo me he perdido?
Detengo el coche y me giro para ver que mi reina aún duerme, me
encantaría dejarla descansar, pero sé que ella necesita respuestas y la
verdad es que yo también, quiero el nombre de la persona que voy a cortar.
Me aproximo e intento sacudirla un poco. Protesta, pero no se despierta,
así que me acerco más y llevo mis labios a la parte de atrás de su oreja. La
muerdo lentamente, ella gime en bajo, joder, al final sí que vamos a tener
ronda hoy. Vuelvo a morderla en el lóbulo y desciendo por el cuello dejando
pequeños besos.
—Hemos llegado, mi reina —le digo mientras llevo mi mano a su pecho,
que empiezo a masajear.
Abre los ojos, al principio le cuesta salir de su sueño, pero en cuanto se
da cuenta de dónde estamos, se aparta de mí como quien lo hace de un
edificio en llamas.
—¿Ya llegamos?
—Sí, pero si quieres podemos quedarnos un poco más en el coche —le
digo mientras me vuelvo a aproximar a ella.
Baja la mirada a mi entrepierna, se puede notar que ya está listo; se
muerde el labio inferior mientras lo mira… Vale, ella se lo ha buscado. Le
desabrocho el cinturón, la cojo y la siento a horcajadas encima de mí,
levantando mis caderas para que pueda notar cómo me tiene.
—No creo que mi rey quiera que tengamos público, ¿o sí? —me susurra
mientras observa a toda la gente fuera esperándonos.
Mierda, me había olvidado de todos esos. Por supuesto que no quiero
que oigan a su reina, sus gemidos son solo míos y, además, bastante
vergüenza ha pasado esta mañana al saber que mis tíos nos oyeron. Tengo
que acordarme de insonorizar nuestra habitación. Abro la puerta de mi
lado del coche, ella me sonríe y planta un dulce beso en mis labios, que yo
alargo mientras presiono su pelvis contra la mía.
—Baja ahora antes de que me arrepienta.
No hace falta que se lo diga dos veces, baja con rapidez del coche. La sigo
mientras acomodo mis pantalones, con la ropa que llevo hoy es imposible
que no se note. Scarlett se queda quieta a un lado, hay varios de mis
hombres fuera que la observan sorprendidos. Para colmo, nos han visto
bajar del mismo asiento, así que su estado es comprensible. Ella sigue
quieta hasta que nota la presencia de mis torres, cuando los ve parece
relajarse un poco, así que se aproxima a ellos mientras mira a todos los
demás con desconfianza. Mis guerreros la observan, no se acercan ni
hacen ningún movimiento. Aún no saben quién es, así que deben ser
precavidos a no ser que quieran perder la cabeza.
—Mi reina.
Es Rafael el primero en dar un paso adelante haciendo una reverencia
ante ella, Matt y Chris le siguen por detrás, imitándole. Viendo esto, el
resto de los presentes no tarda en poner una rodilla en el suelo e inclinar la
cabeza. Scar se queda de pie en las escaleras y empieza a mirar a todo el
mundo inclinado ante su presencia. Al girarse me mira a los ojos y puedo
notar la confusión en su mirada. Ella aún no lo entiende, pero este es su
futuro como la reina que es. Camino a su encuentro y cojo su mano, me la
llevo a los labios para darle un beso. Sé que todavía estoy a prueba y que no
ha aceptado ser mi reina, pero jamás he traído a nadie aquí y yo no fui
quien la presentó, sino mis torres, y al haber sido reconocida por ellos
ahora no hay marcha atrás. Este Rafael es muy inteligente, tengo que darle
un plus este mes.
—¿Puedes decirles que se levanten, por favor? —me susurra.
Sonrío y coloco mi mano en el hombro de Raf, él se levanta y hace que
todos le sigan. Ella suspira aliviada, ya se acostumbrará. Con su mano aún
en la mía, la conduzco hacia el interior. Al entrar se detiene y observa todo
a su alrededor, sus ojos brillan de la sorpresa. No sé qué se esperaba, pero
sin duda no era esto. Seguimos caminando en dirección a la sala de
reuniones y nos cruzamos con varias personas, todas hacen una reverencia
con la cabeza a su reina, en este sitio se corre la voz muy rápido.
Al entrar a la sala nos esperan allí mi jefe de hackers Malcolm, Alexa y
Dominik. Los tres se ponen en pie a nuestra llegada y hacen la misma
reverencia hacia Scarlett. Puedo ver cómo ella le pone los ojos en blanco a
Alexa, la cual le sonríe; me alegra que se lleven bien, a partir de ahora
pasarán mucho tiempo juntas. Llevo a mi reina a su asiento, a mi derecha,
y me coloco a la cabeza de la mesa, con Matt a mi izquierda, seguido de
Rafael, mientras Christopher toma asiento al lado de Scarlett; como dijo,
es su torre antes que la mía. Queda justo enfrente de Rafael, a quien
observa con ojos asesinos. Entre estos dos ha pasado algo para que esté tan
cabreado con él; este por su parte le sonríe, cosa que parece enfurecerlo
más.
—Bien, si habéis acabado de mataros con la mirada, podemos empezar
—digo en voz alta.
—Díselo a él, yo no soy el que está agresivo —contesta Rafael.
—¿Qué ha pasado entre vosotros dos? —pregunta mi reina mirando a su
amigo.
Ninguno le contesta. Christopher murmura algo, pero no llegamos a
entender qué es, mientras Rafael se recuesta en su silla como si con él no
fuera la cosa. No tengo tiempo para estos juegos de niños, hay cosas más
importantes que hacer.
—Como iba diciendo, vamos a empezar la reunión. Os he mandado
llamar porque quiero una investigación exhaustiva de una persona.
—¿A quién necesitas que investiguemos, mi rey? —pregunta Malcolm.
—A tu reina.
Al escuchar mi respuesta se queda pálido. Soy consciente de que no es
normal lo que solicito, y menos con ella aquí delante, pero este caso es
diferente.
—Lo que Ale… tu rey quiere decir, es que necesito respuestas sobre mi
pasado, más bien, sobre mi procedencia, no hace falta que investigues toda
mi vida.
Malcolm asiente en respuesta, el resto de la sala está en silencio, puedo
comprender que no entiendan el porqué, pero nadie se atreve a preguntar.
—¿Por qué quieres investigar, es por lo que dijo Matt ayer en la cena? —
Es Christopher el valiente que pregunta lo que todos piensan.
—Sí y no, además de lo de anoche, hoy me enteré de que Meredith fue
institutriz en nuestro internado durante los tres primeros años que estuve
allí, me contó cosas muy raras sobre mi llegada y mi estancia; es más, ella
fue despedida por tener contacto conmigo —responde mi reina con un
suspiro—. Estoy cansada de tantas preguntas sin respuesta, de que mi
padre me evite en todo momento y la verdad es que me gustaría poder
saber algo más sobre mi madre, aparte de que murió al dar a luz.
Cuando Scarlett termina de hablar, los hermanos abren mucho los ojos y
fijan su mirada en mí. Sé la razón, pero ahora mismo no es el momento,
así que les hago un gesto para que lo dejen pasar. Ya conversaremos de ello
cuando estemos a solas.
—Si eso es lo que quieres, se hará, pero ¿estás segura de estar preparada
para las posibles respuestas? Puede que no te guste lo que encuentres, Scar
—le responde Christopher.
—Sé que no lo estoy y seguramente nunca lo esté, pero no quiero seguir
mirando para otro lado como si no pasara nada. Siempre todo a mi
alrededor fue muy extraño y es hora de saber la razón.
La miro, estoy muy orgulloso de mi reina, es una mujer fuerte y
decidida. Aunque tenga miedo y sepa que las respuestas que encuentre no
le van a gustar, no se echa para atrás, sino que sigue hacia delante con la
cabeza en alto.
—¿Qué es lo que sabemos, para comenzar a buscar por ahí, mi reina? —
intervine Malcolm.
—Pues por ahora sé que me trasladaron a Los Ángeles a un internado, te
puedo dar el nombre, pero a partir de eso el resto parece todo humo —
responde, suspirando—. Bueno, por lo que me contó Meredith, cuando
llegué llevaba una gran escolta y mis institutrices eran sustituidas todos los
años, nunca eran del centro, sino extranjeras.
—Lugar de nacimiento, fecha, algún otro dato —interviene Alexa.
—El lugar de nacimiento no es verdadero —dice Matt—. Lo investigué a
fondo y según los registros nació en el extranjero, sin embargo, ella está
convencida de que nació aquí, así que seguramente la fecha también sea
falsa.
—¿Por qué estás segura de que naciste aquí? —pregunta Rafael.
—Cuando era adolescente tuvimos que hacer un trabajo sobre nuestros
orígenes, y en mi documentación decía que era nacida en Alemania. Sin
embargo, a mí me pareció muy raro porque no recordaba haber estado
nunca en ese país, así que llamé a la secretaria de mi padre y ella me dijo
que efectivamente yo había nacido y me había criado allí hasta ir al
internado. No sé por qué, pero me dio una impresión muy extraña, cuando
le pregunté se puso muy nerviosa, así que le pedí ayuda a Chris. Él buscó
también, pero no había registro ninguno de mi entrada o salida de
Alemania, todos mis viajes siempre fueron entre Los Ángeles y Sídney, por
lo que imaginé que estaría muy ocupada y se habría equivocado.
—¿Cómo lo comprobaste? —pregunta Malcolm a Christopher.
—Hackeé la base de registros de Alemania —responde él con
naturalidad.
Nadie lo cuestiona, todos saben de sus orígenes, así que son conocedores
de sus habilidades.
—¿Y tus apellidos? —pregunta Dominik.
—Por lo que me contaron, Reych era el apellido de soltera de mi madre, y
el de mi padre es Matwel, pero ahora mismo dudo hasta de ello, así que no
aconsejaría buscar por ahí.
—Entonces empezaremos por lo único que tenemos seguro, el
internado. Si encontramos quién pagaba las facturas o enviaba a las
institutrices, podremos continuar desde allí —informo en alto.
Todos asienten ante mi orden y se levantan para ponerse en marcha,
pero esto no es lo único que quiero tratar con mi gente. Ahora que Raf me
ha dado la oportunidad, no pienso desaprovecharla.
—Alexa y Dominik, quedaos. Tenemos otros asuntos que atender.
Malcolm nos hace una reverencia y se marcha, mi reina se levanta para
retirarse también, pero no pienso consentirlo. Lo que vamos a tratar le
afecta a ella.
—No hace falta que te vayas, esto es sobre ti.
Se me queda mirando, pero no discute y vuelve a tomar asiento a la
espera de que comience a hablar.
—A partir de ahora, Christopher y Alexa seréis la escolta visible de
Scarlett, junto con un equipo de diez personas de vuestra elección, que se
quedarán en la sombra. Los días que no esté conmigo y vosotros tengáis
alguna misión, seréis sustituidos solo por alguno de los presentes, y las
noches que no pase en mi casa, dormirá en su apartamento con alguna de
las torres custodiando.
—¿Perdona? —interviene Scarlett sin dejarme terminar—. ¿No crees que
eso es algo que deberías consultar conmigo?
—Por supuesto que no. Eres mi reina y no puedes estar sin protección,
ya te dejé bastante tiempo desprotegida y mira lo que pasó.
—En el bar no pasó nada y en el centro comercial estaba Alexa; además,
puedo defenderme sola, ¿o no lo recuerdas?
Por supuesto que lo recuerdo, cómo iba a olvidarlo… Parece bastante
molesta, cruza los brazos, pero esta vez no puede quedarse sin protección.
Ahora que todas mis piezas saben que tiene una reina las demás
organizaciones no tardarán en enterarse.
—Si no estuviera una sola persona cuidando de ti, esas mujeres ni se
habrían podido acercar. Además, no se tardará en correr la voz y, si
sufrieras un ataque, Alexa sola no podría hacer nada.
—Pero yo no acepté ser tu reina.
—Tampoco corregiste a Rafael cuando te ha reconocido como su reina
delante de todos, lo que por consiguiente te convierte en una y no en una
cualquiera, sino en la mía.
Se queda con los ojos muy abiertos mirando en Rafael, que le sonríe. Se
acaba de dar cuenta que se la ha jugado y ella ha caído de lleno. Ahora que
todos la han reconocido y ella no los ha corregido, ya no puede hacer nada.
—Así que, como iba diciendo, elegid vuestro equipo. Quiero que sea de
suma confianza y solo compuesto por los mejores. También debéis buscar
un coche blindado para los días que yo no la pueda recoger o llevar, lo de ir
al trabajo andando o en Uber se ha terminado.
—Ya tenemos un equipo que preparamos con el visto bueno de las tres
torres y están listos para comenzar su labor en cuanto le demos la orden —
me indica Alexa.
—Perfecto, entonces avisadles de que a partir de hoy comienzan.
Scar sigue sin reaccionar, aún está asimilándolo todo, puedo ver cómo su
cara pasa por mil expresiones distintas.
—Y, Matt, busca algo que la marque como una reina, quiero que la gente
conozca su estatus.
Justo cuando termino esa frase, su cara refleja la rabia pura. Ahora
parece que ha acabado de asimilarlo todo y está muy enfadada.
CAPÍTULO 33
Scarlett

E
sto es increíble, los muy cabrones me la han jugado, no puedo creer
que me hayan restringido tantas cosas sin siquiera consultarme
primero. Estoy en estado de shock hasta que escucho la frase final,
por ahí sí que no pienso pasar.
—¿Piensas marcarme como al ganado? —le grito a mi supuesto rey.
Al escucharme, Alexander gira la cabeza hacia mí con mirada asesina.
Me la sopla si no le gusta que le grite, él acaba de privarme de mi libertad
sin pararse a pensar en nada.
—No es ese tipo de marca, Scar, todos tenemos un distintivo que nos
identifica como la pieza que somos. Nosotros llevamos un tatuaje, pero en
el caso de las reinas suele ser una joya —me responde Rafael.
—¿Tú estás marcado? —le preguntó a Christopher, girando la cabeza en
su dirección.
Él no me contesta, levanta la mano y me enseña el tatuaje de una torre en
su mano derecha; pero eso no es su marca, ese tatuaje lo tiene desde
adolescente, yo misma lo acompañe a hacérselo.
—Ese no cuenta, yo estaba contigo, es imposible que fuera de aquí.
—Es una larga historia, Scar, se puede decir que yo siempre fui una
torre.
O sea que no solo me privan de mi libertad, sino que ahora me entero de
que a mi supuesto hermano no lo conozco en absoluto, ¡genial! Él debe de
ver mi cara de enfado porque me coge la mano y la coloca entre las suyas,
siempre lo hace cuando quiere que me calme y razone las cosas.
—Creo que el hecho de que lleves más protección será bueno, cuando
interrogamos a las mujeres nos contaron que intentaron envenenarte el
café en el trabajo. Ahora mismo no estás segura.
¡Lo sabía! Suerte que fui precavida y no cogí nada de la cafetera de
nuestra planta.
—Espera, ¿entonces esas mujeres eran compañeras de la empresa?
Chris asiente con la cabeza. Ahora sí que tengo un problema, ¿cuántas
mujeres se habrá tirado este hombre en el trabajo? Seguro que me quiere
muerta más de la mitad de la plantilla. Pero da igual, si fui capaz de
evitarlas hasta ahora, puedo seguir haciéndolo. Eso no justifica lo que
quieren hacer.
—¿O sea que estás de acuerdo con que me quiten mis derechos? ¿Es eso
lo que me estás diciendo, Chris?
—Míralo desde otro punto de vista, Scar, ahora que vas a profundizar en
tu pasado, no sabemos qué puede suceder. Tu padre se tomó muchas
molestias para esconder todo lo relacionado contigo, no creo que le haga
gracia que nos pongamos a husmear —interviene Rafael.
—Si él me hubiera querido hacer daño, ya lo habría hecho. Dudo mucho
que ahora venga a matarme.
—No, pero ¿y si te escondió por alguna razón? ¿Te has parado a pensarlo?
Nadie se toma tantas molestias en borrar todo rastro de una persona sin
una razón en concreto.
Ahí me deja sin argumentos, es muy posible que Rafael tenga razón. Si
mi padre se tomó tantas molestias en esconder mi nacimiento y todo lo
relacionado conmigo no fue solo por odio hacia mí, tuvo que tener algún
otro motivo.
—Vale —digo entre dientes—. Pero si en algún momento quiero
intimidad, ¡os largáis! No pienso teneros a mi lado curioseando en mi vida.
—Prometido —me responde Alexa al momento.
El hombre a mi lado sonríe con disimulo. Estará contento, al final se ha
salido con la suya. Bueno, por lo menos mis escoltas son mi mejor amigo y
Alexa, que me cae muy bien. El resto van a estar, pero sin ser notados o
algo así, lo que me da a entender que no me molestarán.
—Y no pienso llevar una joya ostentosa, así que ya puedes buscar algo
disimulado —digo, con la mirada fija en Matt.
Cuando por fin parece que estamos empezando a ponernos de acuerdo,
mi teléfono empieza a sonar. Al principio lo ignoro, pero luego sigue sin
descanso y todos me miran para ver quién me llama tanto. Mi querido
Diablo, que parecía estar de mejor humor, vuelve a tener esa mirada
mortífera. Rebusco en los bolsillos de mi bolso hasta que lo encuentro, al
sacarlo se me abren mucho los ojos y automáticamente miro hacia mi
izquierda. Mierda, si estaba enfadado, ahora lo va a estar mucho más.
—¿Por qué coño te llama ese imbécil? —escucho la voz de Chris. Suspiro,
se me había olvidado que él también lo odia a muerte.
Al oír a su nueva torre, Lucifer no tarda ni un segundo en estirar la mano
y arrebatarme el teléfono. Cuando ve el identificador, no lo duda y cuelga
la llamada al momento, arrojando el aparato encima de la mesa. Su rostro
lo expresa todo; está furioso, ninguno de los presentes se atreve a abrir la
boca por miedo a cabrearlo aún más. El teléfono vuelve a sonar, joder, ¿por
qué sigue llamando?, nos va a provocar la muerte a todos. Alexander se
adelanta para cogerlo, pero esta vez soy más rápida que él. Al verlo en mis
manos, su expresión empeora; si las miradas mataran, ahora mismo
estaría a mil metros bajo tierra.
—Será mejor que atienda, si llama tanto igual es algo importante con
respecto al contrato que firmamos —le comento, espero que esta excusa le
valga.
Parece funcionar, porque se vuelve a recostar en su asiento. Me levanto
para coger la llamada fuera, pero me agarra de la mano en cuanto intento
ponerme de pie.
—Aquí y con el manos libres —me dice con voz gélida.
Trago saliva, odio que ponga esa voz, cada vez que la escucho recuerdo
por qué dicen que él es el Diablo reencarnado. No pienso discutir, así que
me vuelvo a sentar y contesto la llamada poniendo el manos libres, como
me ha pedido.
—Hola, Jeremy.
Al responder me gano dos miradas mortales de cada lado. Quedamos en
ser amigos, estaría muy feo que lo tratara de usted.
—Por Dios, Scarlett, qué alegría me da escucharte, pensé que te había
pasado algo.
Frunzo el ceño, suena realmente preocupado, ¿por qué iba a estarlo?
—Estoy bien, estaba ocupada, por eso no te contestaba, ¿ha pasado algo?
—Vi en las noticias lo de las dos trabajadoras muertas del Grupo Knight y
no pude evitar preocuparme por ti, sobre todo después de ver cómo te
trataban el otro día.
Abro los ojos y miro al hombre sentado a mi lado, no las habrá matado,
¿verdad?
—Scar, ¿estás ahí? —pregunta Jeremy, interrumpiendo mis
pensamientos.
—Sí, perdona, no sabía nada y me acabas de dejar en shock.
—Lo entiendo, no sé si las conocías, pero murieron de forma muy
espantosa, por lo visto fueron torturadas brutalmente antes de matarlas.
Cuando dice eso, el rostro de Rafael refleja sorpresa, ¿será que no fueron
ellos quienes las mataron y pasó algo después? La mirada de Rafael va
derecha a Chris, quien levanta sus manos y hace gestos de no saber de lo
que Jeremy habla. Un momento, Chris antes dijo que las había
interrogado. Giro bruscamente la cabeza hacia él, no puede haberlas
torturado, él no es así, pero si ahora es la torre de Alexander y él se lo
ordenó, seguro que lo haría. Aún recuerdo cómo dejó a Carter.
—¿Scar? ¿Hola?
—Perdona, es mucho que asimilar.
—Lo entiendo, mientras tú estés bien, yo me quedo tranquilo. Pero ya
sabes que mi oferta sigue en pie, no quiero que te pase nada. No estoy
tranquilo sabiendo que no estás a salvo.
En cuanto termina la frase, sale volando una silla que se estrella contra la
pared del lado opuesto. Lucifer está de pie completamente furioso, tiene el
rostro rojo como el fuego y los ojos dilatados. Será mejor que termine la
llamada lo antes posible.
—Sí, lo sé y te lo agradezco, Jeremy, pero como te he dicho, no voy a
dejar el Grupo Knight.
Al escucharme parece calmarse, pero ahora mismo es como una bomba,
tengo que andar con pies de plomo.
—Bien, respeto tu decisión, solo quiero que sepas que si me necesitas,
estaré aquí.
—Sí, bueno, tengo que colgar, estoy algo liada, pero gracias por llamar.
—Claro, no quiero robarte más tiempo, te llamo unos días antes de la
gala para quedar.
—E…
Antes de que pueda responder, me arrebata el móvil y lo estrella contra la
pared, mi teléfono queda hecho pedazos junto a la silla, ¡¿por qué tiene que
lanzarlo todo?! Mientras miro en dirección a los trozos, me agarra de
repente del brazo y me pone de pie, me está sujetando con mucha fuerza,
hasta el punto de hacerme daño. Al ver esta acción, Christopher se levanta
y su silla cae hacia atrás; Matthew y Rafael también lo hacen, pero me da la
impresión que es para pelear con Chris si fuera necesario. Él no afloja su
agarre sobre mí, sino que me tira en su dirección, dejando su rostro a
centímetros del mío.
—No vas a ir a ningún lado con él —me dice entre dientes.
Puedo ver cómo su pecho sube y baja bruscamente, sus ojos están aún
más dilatados que antes, tiene el ceño fruncido y su rostro está tan rojo que
parece que se va a prender fuego en cualquier momento. Me da igual lo
enfadado que esté, él no puede darme órdenes. Ya he soportado lo de la
mierda de ser reina, lo de marcarme como si fuera de su propiedad,
incluso lo de toda la puta vigilancia y restringir mi libertad, ¡¡hasta aquí he
llegado!!
Hago un movimiento con el brazo que aún tiene sujeto para
desestabilizarlo, con la pierna abro las suyas para que pierda apoyo y con la
mano libre le doy un golpe en el hombro para que abra su mano. Cuando
por fin estoy libre, me muevo un poco hacia atrás poniendo distancia entre
los dos, él se endereza y da un paso adelante, lo que hace que Christopher
se ponga a mi lado, mientras, a su vez, los hermanos se posicionan detrás
de su rey. Los únicos que se mantienen al margen son Alexa y Dominik,
imagino que esperando para ver si deben intervenir o no. De todas
maneras se encuentran de pie detrás de Chris y de mí y no me queda claro
de qué lado están. Lo mejor será que evitemos que los demás intervengan,
si hubiese una pelea Chris y yo tenemos todas las de perder.
—Dejadnos a solas —digo en voz alta.
Chris me mira y al ver mi rostro serio asiente y se da la vuelta para
marcharse. Cuando se va, los hermanos se relajan y hacen lo mismo, con
Alexa y Dominik detrás. Ahora quedamos nosotros dos en la sala, le voy a
enseñar por qué no es bueno enfadarme.
—No tenías derecho a romper mi teléfono —comienzo bastante
enfadada.
—Tengo todo el derecho del mundo, eres mi reina y puedo hacer lo que
me dé la gana.
—Soy tu reina, no tu sirvienta, Alexander, son dos conceptos muy
distintos.
—¡Tenías pensado ir a una fiesta con él! —me grita alzando las manos.
Ambos alzamos demasiado la voz y ninguno quiere ceder, pero él tiene
que entender que si quiere una relación conmigo, no va a ser así.
—Somos amigos, puedo hablar e ir con él a donde quiera.
—Él no te quiere como amiga, los ex no pueden ser amigos.
—Eso será en tu puto mundo, yo soy amiga de quien me da la gana y si
puedo serlo de él, tú no me lo vas a prohibir.
—¡No lo vas a volver a ver y aquí se acabó la conversación! —grita dando
un paso hacia mí.
—¡No! —le contesto mientras me adelanto y colocó mi índice en su
pecho haciendo presión—. Yo no soy una mujer a la que puedas controlar,
Alexander, que haga todo lo que a ti te dé la gana y cuando te dé la gana, si
lo que buscas es una ama de casa sumisa que te complazca en todo,
entonces ya te lo digo ahora, ¡yo no voy a ser tu reina porque no soy esa
mujer!
Una vez dicho todo, me doy la vuelta y me largo dando un portazo. Él no
me sigue, pero cuando estoy fuera puedo oír cómo empiezan a volar cosas
por la sala. Al mirar a mi alrededor veo a los que salieron antes de pie cerca
de la puerta, también hay un montón de personas quietas como estatuas
mirándome, este hombre debería aprender a insonorizar las habitaciones.
—¡Christopher, Alexa, nos largamos! —les grito, no pienso quedarme ni
un segundo más aquí.
Ellos obedecen al momento y me siguen muy de cerca. De camino a la
puerta todos se apartan y evitan mirarme, parecen muertos del miedo,
vaya primera impresión de mierda que les he dado. Afuera ya hay un Audi
A8 esperándome, voy primero hasta el Maserati en el que vine y cojo mis
cosas, no pienso volver a perder mi conejito. Al volver a mi coche ya está
Alexa esperando con la puerta abierta, Christopher se ha subido al asiento
del piloto. Una vez todos listos, salimos del almacén con dos todoterrenos
detrás de nosotros, seguro es esa escolta de la que hablaron. Me masajeo la
frente, ¿cómo ha podido cambiar tanto mi vida en un par de semanas?
CAPÍTULO 34
Alexander

E
stoy en medio de la sala de reuniones, no sé cuánto tiempo ha
pasado, pero a mi alrededor la habitación está hecha un desastre. La
mesa de cristal está destrozada boca abajo, hay sillas rotas, vasos,
hasta hay una botella estrellada contra la pantalla grande. Mi pecho sube y
baja, sin embargo, mi mente está más calmada. No sé dónde se ha ido
Scarlett, más le vale que no haya ido junto a ese hijo de perra. Pude ver
cómo sus ojos no se apartaban de ella en la sala de reuniones, y la mirada
que me dio cuando se fue con él a cenar, ese no busca su amistad, sino otra
cosa. Estoy seguro de que no está enamorado de ella, pero la quiere a su
lado por alguna razón y mi instinto me dice que no es buena. La puerta de
la sala se abre despacio para dar paso a Rafael, que entra con mucho
cuidado. Conociéndolos como los conozco, sé que han terminado jugando
a alguna chorrada para ver quién entraba.
—¿Dónde está ella? —pregunto, todo lo demás me importa una mierda.
—Se ha ido hace horas junto con Christopher, Alexa y la guardia. Por lo
que nos han informado, ya está en su casa.
Bien, por lo menos sé que no está con ese imbécil y si está con
Christopher me quedo más tranquilo. Por lo visto a él tampoco le gusta
Jeremy, así que no dejará que se acerque a ella. Debería de estar cabreado
con él por haberme enfrentado, pero es todo lo contrario. Fue muy claro
cuando dijo que antes que yo siempre iba a estar ella, y poder ver que
estaba dispuesto a enfrentarse a todos, aun sabiendo que perdería, con tal
de protegerla, me da la seguridad que necesito de las personas que la
rodean.
Estando ya más calmado me giro con la intención de servirme una copa,
pero el minibar está destrozado y la botella en la pantalla es la del whisky.
Suspiro, mejor me voy a mi despacho. Salgo por la puerta con Rafael detrás
de mí, Matt está esperando a un lado de la entrada y al verme salir se une a
su hermano y me acompañan a mi destino. Por el camino me cruzo con
unos peones a los que ordeno arreglar la sala, de seguro tendrán que
comprar todos los muebles nuevos.
Al entrar a mi despacho voy directo al bar, necesito una copa. Los
hermanos entran detrás. Ahora que estamos solos, seguro que tienen su
opinión acerca de lo sucedido. No articulo palabra, espero a que ellos
empiecen, y con ellos me refiero a Raf, que es el que siempre tiene una
opinión.
—Bueno, ¿vamos a hablar de lo que ha pasado o vas a ponerte a beber
como si no hubiera un mañana? —comienza Rafael mientras se deja caer
en el sofá con las piernas por encima del apoyabrazos.
Me dirijo con mi copa a mi asiento y me relajo, esta conversación va para
largo, pero hoy estoy seguro de que no he hecho nada malo. Ese hombre la
quiere por alguna razón y ella no está segura con él, no veo por qué le
cuesta tanto entenderlo.
—Si vas a hablar, empieza de una vez, no quiero estar toda la noche aquí
—le digo.
—Vale, pero visto el panorama, dudo que tengas con quién dormir hoy
—responde.
Le lanzo una mirada furiosa, por supuesto que pienso dormir con mi
reina, seguramente ya esté calmada y haya entrado en razón.
—Lo siento amigo, pero esta vez estoy con Raf. Scarlett se ha ido furiosa,
los que se cruzaron con ella decían que daba más miedo que tú —
interviene Matt.
—Pues no veo por qué tiene que estar tan cabreada, ¿vosotros creéis que
ese Jeremy solo la quiere como amiga?
—Por supuesto que no —responde Rafael—. Pero el problema es cómo
reaccionaste. Scarlett tenía razón cuando te ha dicho que ella no es una
mujer que va a estar por debajo de ti. Si la quieres, tienes que tener claro
que reinará a tu lado; no por debajo, ni detrás, sino contigo como igual.
—Yo nunca dije que no fuera a estar a mi altura, por supuesto que lo
estará, pero hay decisiones que ella no puede tomar porque no las ve.
—Por lo visto tengo que explicaros todo —dice Raf mientras suspira.
—¿Por qué me metes a mí en el problema? Yo no hice nada —responde
Matt.
—Tú tampoco pareces llevarte bien con Luisa y como sigas así me
quedaré sin cuñada para la eternidad.
—Muy bien, sabio, ilumínanos —le digo.
—Si insistís —responde mientras se sienta erguido—. Ni Luisa ni
Scarlett son las típicas chicas con las que soléis estar acostumbrados a
tratar, todas esas mujeres hacían lo que ordenabais por mal que las
tratarais, pero ellas no son así.
—Menuda novedad —le corta Matt, pero su hermano lo ignora y sigue
hablando.
—Ellas son fuertes, independientes e inteligentes, están acostumbradas
a hacer lo que quieren, cuando quieren y como quieren. Son de esa clase
que cuanto más vean que las intentáis controlar, más se van a alejar.
—Entonces, ¿qué propones? ¿Que la deje hacer lo que le dé la gana sin
mirar las consecuencias? —le pregunto, ¿se ha vuelto loco o qué le pasa?
—No digo eso, pero tienes que dejar que cometa sus propios errores,
tienes que confiar en toda la guardia que le pusiste y en que si tiene algún
problema, acudirá a ti. Cuanto más le prohíbas algo, más se enfadará
contigo y más la alejarás de ti, y provocarás que Jeremy tenga más
oportunidades de recuperarla, ¿es eso lo que quieres, verla a su lado?
En cuanto termina de hablar, saco mi pistola del cajón y apunto a su
cabeza.
—¡Retíralo! —le ordeno.
—Te das cuenta de que con todo lo que te acabo de explicar, ¿tú solo te
quedas con la parte de perderla? Ese es el gran problema, Alexander, ella ya
te lo ha explicado, no va a ser tu reina si insistes en controlarla y has podido
comprobar por ti mismo que tu agresividad no la va a hacer cambiar de
opinión, sino todo lo contrario. Tienes que entender que ella hoy ha
perdido su identidad, ha accedido a que le pusieras escoltas, coches
blindados e incluso a que la marcaras como tu reina y todo este cambio con
solo dos semanas de conocerte. Si para colmo le quieres privar de sus
amistades, aunque sea por una buena razón, la terminarás arrojando a los
brazos de otro.
—Rafael tiene razón, Alexander, lo mejor será que la dejes ser amiga de
Jeremy y que la vigilemos a distancia. Ya viste la reacción de Christopher, a
él tampoco le gusta, así que estará atento ante cualquier señal de peligro.
—Hermano, ¿nunca has oído el dicho de “consejos vendo, que para mí no
tengo”? Igual deberías plantearte tratar a Luisa de otra manera…
Matt se queda observando a su hermano con una mirada asesina, pero
sabe que tiene razón, es más, hasta yo pienso que la tiene. Ahora mismo,
con mi arrebato lo único que he logrado es que se enfade conmigo y se
ponga del lado del otro, incluso estaba más dispuesta a ser su amiga que
antes.
—Vale, entonces, ¿qué hacemos para que nos perdonen? —pregunto.
—Suplicar —contesta con una sonrisa. Matt y yo apretamos los labios,
debe de estar de broma.
—Nunca hemos suplicado a una mujer y no vamos a empezar ahora —
interviene su hermano.
—Ok, entonces empezad a mentalizaros a verlas al lado de otros
hombres… —Esta vez es su hermano el que le da una colleja y lo
interrumpe.
No pienso ver a mi reina al lado de alguien que no sea yo. Como si me
tengo que dedicar a matar a todos los hombres del planeta, no dudaré en
hacerlo. Suspiro, es tan cabezota que es capaz de volverse homosexual con
tal de no ceder.
—Bien, te escucho, ¿cuál es tu plan? —Rafael me sonríe de oreja a oreja,
está encantado de que acceda a seguir su plan.
—Primero, reponle el teléfono, luego cómprale algo bonito, ponte guapo
y sácala a cenar, pero tiene que ser hoy, como dejes pasar mucho tiempo,
estás muerto.
—Si no quiere ni verme, ¿cómo esperas que quiera salir conmigo?
—Fácil, porque cuando aparezcas con el móvil y el regalo te vas a
disculpar y le vas a dar la razón, aunque no quieras.
—¡Debes de estar loco! —le grito.
—¿Quieres pasar esta noche con ella o que la pase pensando en el buen
amigo que es Jeremy porque la llamó preocupado?
—¡Mierda! —rujo mientras golpeo el escritorio con la mano—. Bien, ve a
buscar uno de los móviles de última generación al armario y entrégaselo a
Malcolm para que instale todas sus cosas, incluidos los software de
vigilancia; reserva en un restaurante de nuestra propiedad y prepara el
resto. —Él se levanta con una sonrisa y se encamina hacia la puerta.
—Espera, ¿y yo qué? ¿Cómo arreglo lo mío? —le detiene Matt.
—Bueno, hermano, yo no sé cuál es tu caso, pero te doy el mismo
consejo: discúlpate, regálale algo, sácala por ahí y dale la razón. En tu caso,
te diría que la dejaras pelear contra ti, no sé por qué me da la impresión de
que le gustaría patearte el culo. Ahora que lo pienso, seguro que a Scarlett
también le gustaría…
Antes de que termine de hablar, le arrojo el abrecartas que tengo a mi
lado y el filo se queda clavado en la puerta a centímetros de él. Se queda
con los ojos muy abiertos y sale corriendo del despacho, parece que ya
captó la indirecta, suficiente voy a hacer como para ahora tener que dejar
que me golpee otra vez.
—Ahora que estamos tranquilos, ¿podemos hablar de lo de Scarlett? —
pregunta Matt.
—¿Qué más hay que decir?
—¿No te sorprende que sea la niña que la tía nos hizo jurar proteger? Yo
no creo en las coincidencias, Alexander, y sé que tú tampoco.
—No te voy a decir que no me quedé sorprendido, pero hemos
investigado muy a fondo el tema de sus estudios y su traslado aquí.
Cuando a ella le dieron la beca, a mi tío aún no lo habían llamado para dar
las clases. Eso no significa que él no la reconociera y por eso le ofreciera el
trabajo, es más, fue la propia Scarlett quien se lo preguntó.
—¿Y qué respondió Barron?
—Admitió que al principio, cuando pensó en ofrecerle el trabajo, no
sabía que era ella, pero que después sí, imagino que fue cuando la
investigó. Esa fue la razón por la que no quería que estuviera a mi lado,
pensaba que yo la iba a utilizar y él no quería que sufriera más.
—Eso explicaría por qué el tío insistía tanto en que nos portáramos bien
con ella, pero ¿por qué no decírnoslo desde el primer momento? Si ya
habíamos jurado protegerla, ¿no habría sido más fácil?
—Supongo, aunque puede que solo quisiera que ella no sintiera que
tenía el trabajo por pena, no lo sé.
—Puede, pero aun así, hay muchas cosas a su alrededor que no me
cuadran, todo lo relacionado con su infancia… como dijo Raf, si su padre se
tomó tantas molestias, ¿por qué fue? El hecho de que tenga una torre de
tanto renombre protegiéndola, también por casualidad… ahora que sea la
niña de la que Meredith nos habló…
—Que sea esa niña coincide con la versión de su infancia, los misterios
junto a su nacimiento los vamos a resolver y, con respecto a Christopher,
¿crees que oculta algo? —le pregunto, inclinando ligeramente la cabeza.
—No lo creo o por lo menos no lo parece. La historia de su familia es
conocida desde hace muchos años, su vida en el internado coincide con lo
investigado y sería normal si alguien como él, al que han criado toda su
vida para proteger a una persona, escogiera a Scarlett al verla tan sola e
indefensa.
—Entonces…
—No lo sé, solo digo que hay algo que no me cuadra. Según nos contaba
Meredith, esa niña tenía una protección a su alrededor increíble, así que,
¿por qué sacársela? ¿Puede que esa persona supiera que Christopher iba a
estar allí y planeara todo para hacer que él se fijara en ella y la tomara como
su reina?
—Tendría sentido, con una torre tan preparada como él ya no habría
necesidad de guardias y, si los mantuviera, él se daría cuenta y empezaría a
investigar. También cabe la posibilidad de que cuando ella creciera no
querría llamar la atención de nadie, y estar rodeada de gorilas no le
ayudaría a pasar desapercibida.
—Sí, pero seguimos dando vueltas a las mismas preguntas, ¿por qué?
¿De qué o de quién la ocultan?
—No lo sé —digo mientras niego con la cabeza—. Pero hasta que lo
sepamos tenemos que estar preparados para cualquier situación. Si se ha
tomado tantas molestias es porque la está escondiendo de algo o alguien
muy poderoso.
Él asiente y se retira. Los misterios alrededor de Scarlett son muchos, así
que debemos estar alerta. No quiero llamar la atención de la persona
equivocada y ponerla en más peligro del que ya está.
CAPÍTULO 35
La Mano

E
stoy sentado en mi escritorio observando las imágenes de seguridad
y sonrío, sin duda es lo que su nombre indica, la primera mujer
demonio de la historia. Liliana estuvo muy acertada en llamarla así,
mucha gente la criticó por el significado bíblico que representa, pero eso
fue porque eran incapaces de ver más allá.
No es solo el nombre de la que consideran el demonio primordial, sino
que refleja lo que según antiguos cultos representa todo lo negativo de una
mujer. Es la primera pareja de Adán, desterrada del paraíso por no ser
sumisa, una mujer que prefirió vivir entre demonios con la cabeza en alto a
estar en el paraíso agachada. Se convirtió en el símbolo de lo femenino que
no se somete a lo masculino e incluso fue asociada al concepto de Diosa
madre. Esa es la verdadera Lilith, la que tengo que conseguir que
despierte. Solo así podrá estar preparada para lo que tiene que afrontar,
para recuperar lo que es suyo.
—¿Crees que hacemos lo correcto? —pregunta una voz desde la puerta.
—¿Prefieres dejar las cosas como están?
—No, pero no sé si despertarla es lo mejor, igual hay otras vías.
—No las hay, ya lo sabes.
—¿Y si lo descubren?
—Tendremos que procurar que no lo hagan, porque, si es así, nunca
dejarán que despierte.
—Solo espero que tengas razón, la partida a la que estás jugando tiene
muchas variantes.
—Las tengo todas calculadas, tú no te preocupes. Lilith volverá con
nosotros y todo será como antes.
Ella no me responde más, me sonríe y se marcha. Sé que está
preocupada y no la culpo, con que una sola jugada salga mal podría
arruinar toda la partida. Pero sé que no será así, he estado planeando esto
durante más de veinte años, he calculado todas las posibles consecuencias
de mis movimientos y estoy muy seguro de mis estrategias.
Abro el primer cajón de mi escritorio de donde saco una pequeña caja
azul con un blíster de pastillas blancas, cojo mi teléfono y envío un
mensaje.
—Es hora del siguiente movimiento, te lo envío.
Todo está preparado para el siguiente paso, es hora de derrocar a un rey
mientras preparo el final del último.
CAPÍTULO 36
Scarlett

A
cabamos de llegar a mi apartamento. Me daba rabia hacer que
Alexa se fuera, así que la he invitado a subir, además, también es
bueno que conozca a Luisa, a partir de ahora se van a ver mucho.
Ninguno ha dicho una sola palabra desde que salimos del almacén, sé que
están en contacto con alguien porque veo cómo Alexa contesta a los
mensajes que le llegan. Por mi parte, no pienso contestar a nada que venga
de ese Diablo de las narices, esta vez la ha cagado y con ganas. Aparte, me
ha dejado sin móvil, así que es imposible que lo haga.
Cuando entro por la puerta, una Luisa muy enfadada se me echa encima.
Alexa reacciona con rapidez, se pone delante y me empuja hacia atrás para
separarme de mi amiga.
—Tranquila, es habitual en ellas, ya te acostumbrarás —le dice Chris a su
compañera mientras entra, ignorándonos por completo.
—¿Qué carajo hace ella aquí? No me contestes, me da igual, ¿sabes
cuántas llamadas y mensajes te he mandado? ¿Tanto te costaba contestar a
alguno?, ¡pensé que te había pasado algo! —me grita, furiosa.
—Me hubiese encantado poder contestarte, pero he tenido un día de
locos y para colmo Lucifer reventó mi móvil contra una pared —le
respondo mientras salgo de detrás de mi guardaespaldas y me dirijo a la
cocina.
Ella me observa con los ojos muy abiertos y camina detrás de mí. Cuando
se está aproximando, vuelve a ser interceptada.
—Oh, vamos, no le voy a hacer nada, ¡Scarlett, di algo!
—No te preocupes, Alexa, ella no me hará daño, a no ser que quiera que
le patee el culo.
Esta se aparta y la deja pasar, pero sin quitarle los ojos de encima. Luisa
le pone los ojos en blanco y toma asiento en uno de los taburetes de la isla.
Yo cojo una botella de vino y cuatro copas, tengo mucho que hablar con mi
amiga y si Alexa va a estar a mi lado de ahora en adelante, se tendrá que
acostumbrar a nuestra forma de ser.
—¿Por dónde quieres empezar? ¿Por ti o por mí? —le pregunto a Luisa
mientras echo el vino en las copas.
Ella se queda mirando a mi nueva sombra con desconfianza, por lo visto
a estas dos les va a costar acostumbrarse la una a la otra.
—Es de confianza, además a partir de ahora va a ser mi escolta, así que
tendrás que acostumbrarte a ella.
—¿Pero no le irá con los cotilleos al Diablo?
—Mi trabajo es proteger e informar de las posibles amenazas, no de los
cotilleos —responde Alexa secamente.
—Perfecto, porque si me entero de que sueltas uno solo, te la verás
conmigo —la amenaza Luisa.
Alexa gira los ojos a un lado, no hay duda de que se llevarán muy bien.
—Chris, ¡¿te unes a la ronda de cotilleos o no?! —le grita Luisa.
—Me uno a la ronda de vino —contesta él, aparece en la cocina y toma
asiento.
—Ok, entonces empieza, quiero saber por qué cojones el gilipollas ese
rompió tu móvil.
En cuanto el alfil escucha ese comentario, escupe en la copa el vino que
está bebiendo y se gira para mirar a Luisa con los ojos muy abiertos.
—No me mires así, aquí estás en zona segura, puedas hablar lo que te dé
la gana y como te dé la gana, nadie te va a juzgar ni nos vamos a chivar —le
responde ella.
Alexa sonríe por lo bajo y vuelve a beber, parece que ya empieza a
gustarle un poco más mi amiga.
—Bien, ayer estaba todo perfecto, después de que te fuiste hice lo que
me dijisteis Rafael y tú, hasta usé el modelo de lencería y la fusta —al
escucharme, Alexa se remueve un poco incómoda en su asiento mientras
Chris se levanta del suyo, listo para irse—. Espera, te prometo que no
cuento nada guarro —le digo para que vuelva a sentarse.
—¿Por qué no vas a contar lo interesante? Si no tiene pelotas para
escuchar, que se largue —dice Luisa.
Chris fija su mirada en ella, como no intervenga van a empezar a pelear y
no pararán en toda la noche.
—Como iba diciendo, pasamos una buena noche y estuvimos hablando
sobre su madre…
—Espera, espera —me interrumpe Luisa—. ¿Te habló de la muerte de su
madre?
—Sí, me contó todo lo que pasó, incluso cómo se tuvo que ir.
—Madre mía, sí que le diste buen sexo.
Christopher pone los ojos en blanco ante el comentario, da igual cuánto
nos escuche hablando sobre estas cosas, sigue sintiéndose muy incómodo.
—Continúo, cuando me levanté era tardísimo, así que intenté
escabullirme, pero Barron me pilló. En la comida me enteré de que
Meredith fue institutriz en el internado y me contó cómo fueron mis
primeros años allí, me habló sobre mi llegada y que a ella la despidieron
por tener contacto conmigo.
—¿Por qué la iban a despedir por algo así? —vuelve a preguntar Luisa.
—Porque resulta que había una norma, nadie podía tener contacto
conmigo, todas mis institutrices eran traídas del extranjero cada año.
Sabiendo todo eso, más todas las preguntas que siempre he tenido en mi
vida, decidí que era el momento de averiguar todo, así que le pedí ayuda a
Alexander.
—¿Y él te rompió el móvil porque no quería ayudarte?
—¿De verdad piensas que él va a romper un móvil solo por negarse hacer
algo? —interviene Christopher.
—Pues no lo sé, es un hombre muy temperamental —se defiende ella.
—Él accedió a ayudarla, organizó una reunión para poner al equipo de
hackers en ello —le comenta Alexa.
—Eso iba a explicar yo, si me dejáis acabar…
—Lo siento, no interrumpo más —dice Luisa, levantando las manos en
señal de rendición.
—Sigo, él accedió a ayudarme y me llevó a su almacén, que es algo así
como su guarida de demonios. —Alexa al escuchar ese comentario
empieza a reír.
—¿Los demonios tienen una guarida? ¡Yo quiero ir! —vuelve a
interrumpir mi amiga.
Christopher la mira con saña y ella se lleva los dedos a los labios haciendo
un gesto como si cerrara una cremallera.
—Al llegar, Rafael me la jugó porque me reconoció como su reina y yo al
no corregirle por lo visto lo di por bueno y admití que lo era, lo que
ocasionó que todo el mundo se inclinara ante mí. Fue tan surrealista,
parecía una escena salida de una peli.
—Lo siento, me da igual que te enfades —dice Luisa mirando a Chris—,
¿ahora eres una reina?
—Eso parece —le respondo.
—¡¡O sea que eres la reina del infierno!! —Pongo los ojos en blanco, de
verdad, tiene cada ocurrencia…—. ¿Significa que vas a tener castillos y
todas esas cosas?
—En principio lo que significa es que ahora estoy privada de libertad con
diez guardias de seguridad, más estas dos personas siguiéndome como si
fueran mi sombra. No puedo ir al trabajo a pie, ni coger un Uber, ni
ningún otro transporte que no sea el coche blindado que me han dado, y
me tienen que poner una joya para marcarme como si fuera una res.
—Entonces no veo dónde está el beneficio de ser reina…
—¡Exacto!
—No es tanto como lo cuenta ella, esas precauciones se pusieron porque
vamos a investigar su pasado y todos estamos seguros de que si alguien se
tomó tantas molestias en esconder su vida, será por alguna razón. Así que
preferimos tenerla protegida —interviene Chris.
—Hombre, siendo así, estoy de acuerdo con ellos; mejor prevenir que
curar, siempre lo digo.
—Tú te refieres a esa frase cada vez que hablas de sexo, esto no es lo
mismo, estamos hablando de mi vida. Pero es igual, ya acepté las
condiciones, así que no puedo hacer nada.
—Vale, pero si ya habías accedido a todo, sigo sin entender por qué te
has quedado sin móvil.
—Porque la llamó Jeremy —vuelve a intervenir Christopher, ya estaba
tardando en sacar el tema…
—¿Y para qué cojones te llama ese imbécil? —ruge Luisa.
—Porque ahora resulta que son amiguitos —le contesta Chris con voz
sarcástica.
—¡Debes de estar de broma!
No intervengo, cojo la botella de vino y me sirvo otra copa. El odio a
Jeremy debe de ser lo único en lo que estos dos están de acuerdo.
—¿Puedo preguntar quién es Jeremy? El rey se cabreó mucho cuando
escuchó que ibas a ir con él a una gala. —Para una vez que Alexa entra en la
conversación, era preferible que se estuviera callada.
—¡Vas a ir con él a una gala! —grita Luisa.
—No es para tanto, el otro día me lo encontré saliendo del trabajo, me
invitó a cenar y me dijo que le gustaría que fuéramos amigos. No vi ningún
problema en ello y cuando me trajo a casa me invitó a la gala del bufete de
su padre. Y Jeremy es mi exnovio —le respondo a Alexa.
—El exnovio que la engañó con una Barbie, ese es Jeremy, el mismo que
solo la quería para que fuera su sirvienta y su mujer florero, nada más —le
responde Luisa.
—¿Me vais a dejar terminar? —pregunto mirando a todos, ellos asienten
y guardan silencio por fin—. Jeremy me llamó porque salió en las noticias
que las dos mujeres que nos atacaron en el centro comercial resulta que
eran mis compañeras de trabajo. Aparecieron muertas y por lo visto fueron
torturadas con brutalidad.
—Eso no es verdad, no fueron torturadas de esa manera —me corta
Chris.
Entrecierro los ojos en su dirección, por lo visto sí que ha tenido algo que
ver…
—¿Y tú cómo lo sabes? —le pregunto.
—Porque sé que ese hombre es un liante.
—Seguro…, resumiendo, para poder terminar de una vez. Alexander se
puso furioso y reventó mi móvil contra la pared, terminamos discutiendo
porque me dio órdenes de a quién podía o no ver, según él, porque al ser su
reina puede hacer conmigo lo que le dé la gana.
—Lo habrás mandado a la mierda, ¿verdad?
—Por supuesto —le contesto mientras chocamos los cinco.
—No puedo con vosotras. ¿Ahora ves lo que tengo que soportar? —le dice
Chris a Alexa.
—Te recuerdo que eres libre de largarte cuando quieras.
—¿Y dejarla sola contigo? ¡Antes muerto!
—¿Qué problema tiene si se queda sola conmigo? ¿Insinúas qué no
estaría bien? Soy mil veces mejor que tú.
Ya está, ahora sí que tenemos jaleo para rato.
—¿Ves lo que tengo que aguantar yo? —le digo a Alexa y ella me sonríe,
parece gustarle este ambiente de locos.
—¿Nos vas a contar cuál es tu problema o vais a seguir discutiendo toda
la noche? Porque de ser así, me voy a mi cama —le digo a Luisa en voz alta.
—Sí, no pienso perder mi tiempo con este. La verdad es que te iba a
gritar por haberme mandado con ese imbécil de Matt, pero viendo cómo
fue tu día, no lo voy a hacer.
—Es muy considerado por tu parte, ¿ahora vas a largar de una vez lo que
hay entre vosotros dos?
—¿Te acuerdas de que el viernes por la noche todos se quedaron a dormir
aquí? Bueno, el muy cabrón se coló en mi habitación mientras yo me
entretenía…
—¡¿Te tiraste a Matt?! —Ahora la que interrumpe soy yo.
—No, no me lo tiré, solo me masturbé con él mirando y luego al terminar
lo eché —nos dice, encogiéndose de hombros.
Christopher comienza a reír a carcajada limpia, mientras Alexa se queda
blanca como un fantasma. La pobre debe de estar a cuadros con el
panorama que somos.
—Pero entonces, ¿te interesa o no? —vuelvo a preguntarle.
—Sí, no, no sé… Él quiere que tengamos algo, pero ya viste lo que pasó
en la peluquería.
—¿Desde cuándo te echas atrás por unos posibles problemas?
—Scarlett, me conoces, no me echo atrás por unas locas a las que puedo
controlar sin esfuerzo, pero sabes lo que pienso de las relaciones, no quiero
arruinar mi vida por un hombre.
—¿Fue eso lo que le dijiste el sábado a la noche? ¿Por eso llegó tan
cabreado al almacén? —pregunta Alexa y Luisa abre mucho los ojos.
—¿Estaba muy cabreado? —le pregunta.
—Nunca lo había visto tan enfadado.
—De verdad que nunca te entenderé, tienes unos padres que llevan
juntos muchos años, se aman con locura y te criaron como a toda una
princesa, ¿por qué estás tan empeñada en no buscar lo mismo?
—Porque lo que ellos tienen ya no existe, Scar, y yo no quiero que me
rompan el corazón. Ya lo hicieron y no pienso volver a pasar por lo mismo.
Y él tiene todos los indicadores de peligro, incluso tiene club de fans locas.
—Luisa, no todos son iguales, yo…
Antes de que pueda terminar de hablar, escuchamos cómo llaman a la
puerta, ¿quién vendrá ahora?, espero que no sea Lucifer buscando más
problemas, estoy agotada, no me apetece pelear con él. Alexa se levanta y
va a abrir, podemos escuchar como saluda a alguien, así que Luisa echa su
cuerpo hacia atrás para poder ver quién es.
—Genial, se nos fue el buen rollo a la mierda —dice ella.
CAPÍTULO 37
Alexander

L
legamos a casa de Scarlett y somos recibidos por Alexa, quien nos
saluda y nos da acceso. Solo damos unos pasos en el interior y ya nos
paramos en seco.
—Genial, se nos fue el buen rollo a la mierda.
Escuchamos la voz de Luisa que viene desde la isla de la cocina. Al mirar
en su dirección la veo a ella, a Christopher y a mi reina con dos botellas de
vino y cuatro copas; una de las botellas ya está vacía, por lo visto estaban
muy entretenidos. Aprieto la mandíbula, esto es genial, mientras nosotros
estábamos preocupados pensando cómo disculparnos, ellas estaban aquí
pasándolo bien. Fijo mi mirada en Alexa, hay cuatro copas, así que doy por
hecho que también está bebiendo. Ella nota mi mirada y da un paso a un
lado.
—Yo ya me retiro —dice, nerviosa—. Mi reina, Luisa, ha sido un placer
conversar con vosotras.
Antes de que pueda marcharse, Luisa se levanta, se acerca a ella y le da
un gran abrazo. Todos nos quedamos extrañados, ¿qué ha pasado aquí
para que se vuelvan tan amigas? Miro a las personas de la cocina, parecen
tan sorprendidos como nosotros. Se miran con los ojos muy abiertos, por
lo visto ni ellos saben lo que está pasando.
—Ahora somos amigas, así que la próxima vez intenta no atacarme
cuando me veas, y tienes que llevarme a esa guarida —le dice Luisa,
señalándola con el dedo.
Cuando termina de hablar, escucho dos carcajadas sonoras que
provienen de la cocina, hasta Alexa comienza a reírse. ¿De qué guarida
hablan estas mujeres? ¿Y por qué se ríen todos? Miro a los hombres detrás
de mí que las observan entrecerrando los ojos, por lo menos no soy el único
que no entiende lo que pasa. Lo mejor será mirar luego las cámaras de
seguridad para saber qué narices ha ocurrido aquí.
—Puedes pedirle a Matt que te lleve, seguro que lo hace encantado —le
responde separándose un poco de ella.
—Ya no somos amigas —dice Luisa, y arruga la nariz mientras se gira y
se encamina a la cocina.
Alexa sonríe y niega con la cabeza mientras se marcha, yo me río para
adentro. Sin duda, Matt lo tiene mucho más jodido que yo, o eso pensaba
hasta que escucho la voz de mi reina…
—¿Se puede saber para qué vienes? —dice con tono de enfado.
Cojo aire y camino en su dirección. Cuando me acerco, su leal torre se
pone en pie y se aproxima a ella; por lo visto aún está a la defensiva.
—Tranquilo, venimos en son de paz —interviene Rafael meneando…
¿una bandera blanca?
Entorno los ojos; de verdad, parece más un crío de cuatro años que la
terrorífica máquina de matar que es. Por alguna razón que desconozco, al
ver a Rafael las mujeres presentes empiezan a reírse. Por una vez sus
tonterías ayudan en algo, eso o el hecho de que llevan bebiendo un buen
rato. Da igual cuál sea la razón, Scar se da la vuelta mientras todavía se ríe
y coloca otras tres copas en la encimera, mientras que Chris vuelve a tomar
asiento. Matt y yo nos miramos y nos acercamos lentamente.
—De nada —susurra Raf al pasar por detrás de nosotros.
Matt se sienta al lado de Luisa, Raf se apoya entre su hermano y Chris y
yo me quedo de pie a un lado, lo más próximo a mi reina. Tenemos que
comprar más taburetes o convencerla para que se mude conmigo cuanto
antes.
—Vale, ahora que Rafael os consiguió la entrada, ¿nos vais a decir a qué
vinisteis? —vuelve a preguntar mi reina.
Ya le está volviendo el demonio a la superficie. Se cruza de brazos y me
mira con esos ojos azules, pero ahora ya no brillan como suelen hacerlo,
están más oscuros, como si se hubieran quemado. Cojo aire, necesito de
todo mi valor para lo que voy a hacer. Meto la mano en el bolsillo interior
de mi traje, ella no aparta los ojos de mí. Al sacar el teléfono nuevo, lo
coloco con mucho cuidado delante de ella.
—Quería disculparme por lo que pasó —digo entre dientes.
Mi confesión provoca muchas reacciones diferentes. Matt y Chris niegan
con la cabeza, Rafael se da una palmada en la frente, Luisa escupe con
fuerza el vino en la copa y mi reina abre mucho los ojos. Una vez se
recompone, me mira de arriba abajo escrutándome, estira la mano y coge
el teléfono con cuidado.
—Gracias, supongo.
—¿No tenías nada más que decirle? —interviene Rafael con una sonrisa.
Me encantaría partírsela ahora mismo.
Me giro rápido hacia él y le lanzo una mirada asesina. Él mueve la cabeza
en dirección a Scarlett, alentándome a terminar, me vuelvo y veo a mi
reina que me observa con una ceja levantada. Suspiro, será mejor acabar
con esto cuanto antes.
—No debí romperte el móvil ni tratarte como si no estuvieras a mi
altura, tampoco debería haberte privado de nada sin hablarlo contigo antes
y explicarte las cosas —digo con voz apagada.
Ella parece notar todo lo que me cuesta pronunciar cada palabra, porque
sonríe disfrutando de mi sufrimiento.
—Y… —me dice enarcando una ceja.
Aprieto los dientes con fuerza, sé a qué se refiere y no me hace ni puta
gracia.
—Puedes ser amiga de quien quieras —termino mi disculpa, aún con la
mandíbula tensa.
Ahora la sonrisa le cubre todo el rostro. Sus ojos vuelven al brillo que me
tiene absorto, se aproxima a mí y me da un suave beso en los labios.
—Gracias, sé que te ha costado mucho y por eso lo valoro más.
No puedo creer que la idea de Rafael tuviera éxito. Sonrío como un niño
pequeño, si se pone así por esto, cómo se pondrá cuando vea todo lo
demás. Paso mi brazo por su cintura pegando su cuerpo al mío.
—Me alegra que te guste. Ahora ve a arreglarte, nos vamos.
—¿A dónde vamos? —me pregunta, su cara refleja sorpresa.
—Vamos a tener nuestra primera cita, así que date prisa, no quiero
llegar tarde.
Al escucharme, se le iluminan los ojos. Me encanta verla tan contenta,
igual no es mala idea escuchar un poco más a ese loco.
—Pero me tendrás que decir a dónde vamos para saber qué ponerme.
—De eso me he encargado yo —dice Rafael y agita unas bolsas que había
dejado en la entrada.
—Si él ha elegido la ropa, yo no me lo pierdo —comenta Luisa
poniéndose de pie.
—Tú no vas a ningún lado —le dice Matt, cogiéndola de la mano.
—¿Y tú quién eres para prohibírmelo?
—Tú y yo nos vamos —le responde él, sin hacer caso de su pregunta.
—¿Por qué me iba a ir contigo? —contesta Luisa, quien se cruza de
brazos.
—¿No quieres conocer el almacén? Matt puede llevarte —interviene
Christopher.
—¿Me vas a llevar? —le pregunta ella con ilusión.
Así que de esa guarida estaban hablando… Matt se gira para mirarme,
sabe cuáles son las normas con respecto a llevar ligues, pero este caso es
diferente, estoy convencido de que él la ve como algo más. Ella nos sigue
mirando con ojos suplicantes, parece una niña el día de Navidad antes de
abrir sus regalos.
—El almacén queda lejos, si vas tendrás que quedarte a dormir allí, hay
normas con los horarios de entrada y salida —le digo a Luisa.
Se me queda observando y meditando sobre lo que le he dicho. Sus ojos
viajan entre Matt y yo, creo que no me cree del todo, pero no miento. Hay
un toque de queda para todos, las puertas se cierran y nadie entra ni sale.
—¿Y dónde dormiría?
—Tendrás que dormir con Matt, los soldados no te conocen y no sería
seguro que te quedaras sola; además, no tenemos habitaciones libres.
Eso sí es mentira, con una orden nadie la tocaría y hay muchas
habitaciones vacías.
—Pues va a ser que paso, esperaré a que se haga de día —responde con
los brazos cruzados.
—Qué pena, escuché que hoy tienen combates, ¿no es así? —dice mi
reina mientras posa su mirada en Rafael.
—Sí, las peleas suelen ser brutales, seguro que te gustarán —dice este
último mirando a Luisa.
—Mierda, vale, voy a por un bolso. No te muevas de aquí.
Con esa advertencia dirigida a Matt, sale corriendo a su dormitorio en
busca de sus cosas.
—¿Cómo sabías que organizamos combates? —le pregunto a Scar.
—Escuché a uno de tus soldados hablando de ello mientras me
escoltaban como a Lady Di.
—Pero hoy no hay peleas… —dice Raf.
Matt me mira y asiento con la cabeza. Es verdad, pero el almacén está a
dos horas de aquí, tiempo más que suficiente para organizar un combate
de improviso, además, no es la primera vez que lo hacemos. Mi torre
comienza a mandar mensajes como un loco. Le acabamos de servir una
noche con Luisa en bandeja, si aun así no es capaz de conquistarla, ya se
puede ir olvidando de ella.
—¿Me vais a necesitar o puedo asistir? —me pregunta Chris.
—En realidad, cuando hay un combate, todos debemos asistir, sobre
todo el rey —interviene Rafael.
Scar fija sus ojos en mí, sé que le hacía mucha ilusión la cita, pero
también sé que quiere esto para su amiga, ¿qué clase de rey sería si no
puedo darle todo?
—Tú vístete, yo lo arreglo —le digo con una sonrisa
Ella me sonríe y se marcha con Raf para prepararse. Cojo mi teléfono
para hacer algunas llamadas, solo tengo que hacer unos cambios, pero mi
reina tendrá todo lo que desea. Al cabo de veinte minutos ya está todo listo,
tampoco ha sido tan complicado, al final se me van a dar bien estas cosas.
Tendremos la cita en el almacén y después podremos ir al combate para
presenciar las últimas peleas, que suelen ser las más importantes. Matt,
Luisa y Chris ya se han ido, Luisa estaba demasiado impaciente. Si tengo
que aguantar otros cinco minutos más escuchando sus gritos, me da algo.
Diez minutos más tarde, por fin mi mujer aparece en la sala. Me quedo
sin aliento. Va con un vestido de color granate hasta el suelo, la parte de
arriba se compone de un solo tirante ajustado al cuerpo que resalta sus
pechos y, para terminar, la falda tiene una abertura que le llega hasta la
parte superior del muslo. Lo combina con unas sandalias de tacón alto y el
pelo suelto, peinado ligeramente a un lado, maquillaje natural y algo de
brillo en los ojos. Se me corta la respiración, no sé si seré capaz de aguantar
durante dos horas con ella en un coche sin arrancarle la ropa. Los
pantalones me están matando, tengo que buscar otra forma de llegar al
almacén en menos tiempo.
Me levanto de un salto del sofá y con tres zancadas ya estoy delante de
ella. Rafael se hace a un lado para no molestar y aprovecho para agarrarla
por la cintura y pegarla a mí. Al tirar de ella, tropieza y pone sus manos en
mi pecho para estabilizarse. En cuanto siento su tacto, mi miembro se
mueve dándole la bienvenida. Alexander, contrólate, le prometiste una cita
y tienes que cumplir.
—Prepara el helicóptero —le ordeno a Raf con la voz ronca.
—Ya está preparado, di la orden al verla salir del baño.
Sonrío, por algo es mi mano derecha. Se nos hace tarde, así que cojo de
la mano a esta diosa y pongo camino a la limusina que nos espera abajo.
Hoy mi reina va a tener la mejor cita de su vida.
CAPÍTULO 38
Scarlett

S
algo del edificio de la mano de mi Diablo, y en la puerta me
encuentro con una enorme limusina negra que nos espera. Miro al
hombre a mi lado, que me observa con una sonrisa en su rostro. No
puedo creer que esta persona a la que todo el mundo teme me haya
preparado algo así. Él mismo me abre la puerta para darme paso; ahora
mismo estoy en una nube, no me puedo creer todo esto. Tomo asiento a un
lado y él lo hace al otro, no muy lejos de mí. Raf se sienta en el asiento del
copiloto y nos ponemos en marcha hacia el helicóptero. No tenía ni idea de
que tuviese uno, pero, pensándolo, es lógico, llegó demasiado rápido a mi
casa desde que lo dejé en el almacén. El camino en limusina es muy corto,
ya que nos lleva hasta el Grupo Knight. Alexander debe de ver mi confusión
porque se aproxima a mí y coloca su mano en mi rostro.
—No tenía pensado ir al almacén, te prometo que para la próxima cita el
viaje será más largo.
No le contesto, aprovecho nuestra cercanía y pego mis labios a los suyos
y le doy un beso lento. Me permite acceder dejando que introduzca un poco
mi legua para acariciar la suya y, al terminar le muerdo suavemente el labio
inferior; él suspira y pega su frente con la mía.
—Nena, aunque me encantaría quitarte ese vestido ahora mismo y
subirte encima de mí, tenemos que irnos o no nos dará tiempo.
Me río en voz alta, está muy cachondo y aún no sabe lo que le tengo
preparado. Raf me ayudó con ello, después de todo se merece un premio.
En mi vida me imaginé que se disculparía, le ha costado pronunciar cada
palabra. La verdad, pensé que se rompería los dientes antes de lograrlo.
—¿En qué piensa mi reina?
—En la noche que le espera a mi rey —respondo mientras acaricio su
torso con mi mano.
—¿Bajáis o lo vais a hacer en el medio de la calle con toda la guardia
fuera? —nos habla Rafael a través del cristal de la ventanilla.
—Juro por Dios que un día lo mato.
—Si me matas, ¿quién te ayudará con tus problemas de pareja?
Empiezo a carcajearme mientras abro la puerta, estos hombres son
como críos. Aunque de una cosa estoy segura, si no fuera por Rafael,
Alexander no sabría cómo arreglarlo. Subimos por el ascensor hasta la
azotea donde nos espera el helicóptero. Álex me ayuda a subir y se sienta a
mi lado, una vez dentro me abrocha el cinturón y coloca mis auriculares;
está en todos los detalles. El viaje hasta el almacén dura menos de una hora
y, al aterrizar, se encarga de quitarme todo otra vez, los auriculares, el
cinturón… Incluso me coge de la cintura para bajar, nunca pensé que
pudiera ser tan detallista.
Cuando entramos al almacén, veo que no hay tanta gente como antes, los
guardias son los mínimos, ¿estarán todos en el combate? Y si es así, ¿no
deberíamos estar nosotros también allí? No pregunto, me da igual, ahora
mismo voy a donde mi hombre me lleve. Según él la cita sigue en pie, así
que no pienso decir nada que lo estropee. Él sigue con mi mano en la suya,
va caminando muy seguro a la parte de atrás. Observo a mi alrededor para
intentar entender qué hacemos aquí, lo hago con tanto interés que, cuando
se detiene delante de mí, no me doy cuenta y termino chocando contra su
espalda.
Al mirar me encuentro con un camino de faroles que conducen a una
mesa preparada para dos personas y las pequeñas luces la rodean por
completo. Fijo mis ojos en él, no puedo creer que sea capaz de algo así. Me
devuelve la mirada con una sonrisa que me hace temblar las piernas,
entrelaza sus dedos con los míos y me conduce al centro de los faroles. Al
llegar a la mesa, coge de encima de una silla un ramo de quince rosas rojas.
Entiendo su significado, me está pidiendo disculpas otra vez, cojo el ramo
con una sonrisa y hundo el rostro en él para gozar ese dulce aroma.
—Me encanta.
Con una sonrisa, toma mi mano y me ayuda a sentarme. Cuando lo
hago, la lleva a sus labios y la besa con dulzura, este hombre no deja de
sorprenderme. Coloco con mucho cuidado el ramo a mi lado y fijo mi
mirada en él, esta increíblemente sexy esta noche. En poco tiempo
aparecen unos camareros con la cena y una botella de vino. Durante la
velada se comporta como un caballero, me sirve comida en el plato, llena
mi copa, hasta la conversación fue muy armoniosa. Nunca en mi vida un
hombre se había tomado tantas molestias conmigo, y mucho menos para
disculparse. Cuando terminamos, se levanta y tiende su mano en busca de
la mía. Me agacho para coger mi ramo, no pienso dejarlo aquí, son las
primeras rosas que me regala.
—Tranquila, un peón las recogerá y las llevará a nuestra habitación.
—¿Estás seguro? No quiero que se pierdan.
—Te lo prometo.
Asiento y entrelazo mis dedos con los suyos, si él dice que las llevarán, le
creo. Además, ahora soy la reina, si llegan a perder mis rosas conocerán mi
ira.
—¿A dónde vamos?
—Me encantaría poder decirte que a nuestra habitación, pero vamos al
combate. Como reyes, debemos estar ahí.
Llegamos a una puerta grande, se detiene y se gira para mirarme.
—Si en cualquier momento te quieres ir, me lo dices y haré que te lleven.
—¿Tú no vendrías conmigo? —pregunto enfurruñada.
—Tengo que quedarme hasta el final, y si alguien me reta, tengo que
pelear.
¿Perdona? Nadie me ha dicho que él también pelea. Yo pensaba que solo
íbamos a mirar de lejos, nada más, pero antes de que pueda hacer una sola
pregunta se abren las puertas de par en par. El recinto es enorme, con un
ring en el centro como los que se ven en la tele. Pasamos por delante de un
montón de personas que inclinan su cabeza en señal de respeto. Al llegar al
ring, veo dos asientos vacíos en el centro de la primera fila. Alexander me
lleva en esa dirección y me ayuda a sentarme para luego hacerlo a mi lado.
Sigo en estado de shock, nunca imaginé que esto sería así. Por suerte,
sentado a mi izquierda está Chris, seguido de Alexa y Dominik, y a la
derecha del rey está Rafael, seguido de Matt y Luisa, a la que veo
disfrutando mucho de todo esto. Está cogida de la mano de Matt, luego
tendré que preguntarle qué me he perdido.
Empieza el primer combate. Es entre dos guerreros que pelean
realmente bien, pero no tienen piedad entre ellos. Hay varios momentos en
los que tengo que apartar la mirada o cerrar los ojos, sobre todo cuando
escucho cómo se rompen los huesos, esto es demasiado salvaje. A
diferencia de mí, Luisa lo está disfrutando como una niña, hasta los alienta
a golpearse más fuerte.
—¿Estás bien? —me pregunta Lucifer cuando entierro la cara en su
hombro.
Joder, a un tío le acaban de partir la pierna a la mitad y se le ha salido el
hueso para afuera, ¿cómo voy a estar bien? Estoy a punto de vomitar toda
la cena.
—No sabía que los combates eran así, ¿no tienes miedo de quedarte sin
hombres?
—Los combates están pensados para subir de categoría, es la forma de
arrebatar su posición a otra pieza. Por ejemplo, ese al que le acaban de
partir la pierna es un peón que ha retado a un caballo por su puesto.
—¿Pero los peones no son los que hacen los recados?
—Hay muchos tipos de peones, desde guerreros de bajo nivel hasta
recaderos. Los caballos están compuestos por guerreros de élite, como tu
guardia, y luego están los alfiles, que son personas de cargos altos, da igual
su puesto. Y por encima de ellos, las torres.
—O sea, ¿que a ti te puede retar hasta un peón por el puesto de rey? —Él
se ríe por mi comentario.
—Podría, pero sería un suicidio. Lo más normal es que me retara una
torre o un alfil; una vez me retó un caballo, pero murió muy rápido. Los
combates más habituales son entre peones y caballos, caballos y alfiles o
caballos y torres.
—Espera, ¿los combates son a muerte? —pregunto con los ojos muy
abiertos.
—No siempre, pero si uno de mis hombres me reta, no lo dejo con vida.
Eso sería crear una posible amenaza interna hacia mí.
—¿Los alfiles no retan a las torres?
—Los alfiles son cargos importantes de sus departamentos; por ejemplo,
Malcolm es hacker, no luchador, nadie lo va a retar por su puesto. Los
únicos que pelean son Alexa y Dominik y nunca nos retaron a ninguno, es
más habitual que un caballo los rete a ellos.
Justo cuando termina de hablar, sube un luchador al ring y reta a Chris
por su puesto. Abro mucho los ojos y sin darme cuenta cojo su mano para
detenerlo. Mientras se levanta, él me mira fijamente y se acerca hasta mi
oído.
—Recuerda quién te entrenó.
Trago saliva, sé lo buen luchador que es, pero no quiero que le hagan
daño o peor aún, que lo maten. No suelto su mano, sino que me aferro más
a ella.
—Confía en él, no puedes detener el reto —me dice Alexander, cogiendo
mi rostro con su mano.
Respiro hondo y suelto a Chris con lágrimas en los ojos. No soporto esto,
pero sería incapaz de irme sin saber que todos ellos están bien. Vuelvo a
meter mi rostro en el hombro de la persona que me consuela y él me besa la
cabeza con cariño.
—Tranquila, es un caballo; esto terminará pronto.
Y así es, a la nada de comenzar la lucha nombran a Chris como vencedor.
Levanto mi rostro y lo veo intacto, sin un rasguño, ni siquiera suda. El
caballo está tendido en el suelo, con la cara ahora mirando hacia su
espalda, le ha roto el cuello. Tomo aire, voy a tener que acostumbrarme a
este lado suyo. Por lo menos me quedo tranquila sabiendo que nadie sería
tan tonto como para volverlo a retar; es más, él se queda en medio del ring
esperando el siguiente reto, pero nadie da un paso y yo doy gracias por ello.
—Podrías haber alargado un poco la pelea, eres un aburrido —le dice
Luisa en cuanto baja del cuadrilátero.
—Uno no juega con la comida.
La respuesta de Chris me hace reír. Él siempre me decía lo mismo
cuando entrenábamos, siempre decía que para qué alargar lo que puedes
terminar.
—Ya falta poco, un combate más y nos vamos —me dice mi Diablo
mientras besa mi mano.
Ahora un hombre reta a Dominik por el puesto. Él sube y he de decir que
pelea muy bien, el otro no tiene ni oportunidad de asestar un solo golpe.
Dominik se mueve muy rápido y cada movimiento tiene efectos
devastadores, así que la pelea termina pronto, con el otro hombre tirado
inconsciente en la lona. Cierro los ojos y cojo aire, por fin ha terminado y
me puedo ir con mi rey para tener un momento a solas. Sin embargo,
cuando nos estamos levantando, una chica a quien no conozco sube y toma
el micrófono.
—Quiero combatir.
Mierda, estaba tan cerca de irme… todos nos volvemos a sentar menos
Alexa, que se queda de pie. Imagino que la chica es un caballo que quiere
subir de posición.
—¿A quién quieres retar? —le pregunta el hombre que hace de árbitro.
—A la reina.
Abro los ojos mientras todo el sitio se queda en silencio, ¿me pueden
retar?
—¡No! —ruge el hombre a mi derecha.
—Con todos mis respetos, mi rey, pero no se puede negar. Si ella no
combate, su puesto me pertenece por derecho.
Sigo sin palabras, ¿de verdad puede hacer esto? Es decir, ¿puede ser una
reina aunque el rey no la quiera? Joder, tengo que empezar a preguntar las
cosas y enterarme de cómo funciona este lugar. Veo que las personas
sentadas en mi fila están furiosas, con las manos cerradas en puños, ceños
fruncidos y mandíbulas tensas. El único que está tranquilo es Chris, que no
parece preocupado en absoluto.
—¿No te llega con aspirar a mi puesto, que ahora tienes que aspirar a ser
reina, Blanca? —le recrimina Alexa.
—No te metas en esto, alfil, todos hemos visto cómo se ha comportado
durante los combates. No es material de reina. Nuestro rey necesita una
mujer fuerte a su lado, no una niña mimada que no puede ver un poco de
sangre y lo único que va a lograr es volvernos débiles.
¿Pero quién se cree que es? ¿Me acaba de llamar mimada? Pero si no tiene
ni idea de por todo lo que he tenido que pasar yo sola, para colmo también
pone en duda mi capacidad para estar con Alexander… Que los voy a volver
débiles, dice, pues ahora lo va a comprobar.
—¿Cuál es tu posición? —pregunto, poniéndome de pie.
—Soy un caballo —responde con la cabeza alta y una sonrisa arrogante.
No digo más, me agacho para desabrochar mis zapatos y subir a patearle
el culo a esta zorra. Con una lección bastará, no hace falta matarla. Cuando
estoy soltando la tira de mi sandalia, unas manos me detienen y lo hacen
por mí.
—Si no quieres hacerlo, puedes negarte. Nunca la dejaré ocupar tu lugar,
yo ya tengo una reina.
—¿Qué clase de ejemplo estaríamos dando si me niego, Álex?
—Me importa una mierda el ejemplo, si tengo que matarlos a todos y
buscar soldados nuevos, lo haré —me dice, y clava su mirada en la mía.
—Sé que serías capaz, pero yo no quiero eso. Recuerda que sé pelear —le
respondo mientras me aparto de él.
Él coge mi mano y me detiene, veo la preocupación en sus ojos, pero sé
de lo que soy capaz y estoy tranquila.
—Si veo que intenta matarte, me importa todo una mierda —insiste.
Me pongo de puntillas y le beso suavemente en los labios. No contento
con ello, me coge de la nuca y lo profundiza hasta que me tiemblan las
piernas.
—Confía en mí —le digo, terminando el beso y dirigiéndome al ring.
—Haz que me sienta orgulloso —me dice Chris por el camino. Le guiño
un ojo, por supuesto que lo haré.
Al llegar, Alexa levanta las cuerdas para que pueda pasar sin
interrupciones mientras me da los últimos consejos.
—Ten cuidado, es traicionera y siempre ha estado obsesionada con subir
de puesto para llegar al rey.
Frunzo el ceño ante su comentario, obsesionada con él, ¿pero en qué
sentido? No es momento de pensar en esas cosas, por lo que le doy las
gracias por el consejo y entro al cuadrilátero. La chica ante mí sonríe con
maldad, como si por fin hubiese conseguido su objetivo. Es mona, de mi
estatura, pelirroja, con pequeñas pecas en la cara y ojos de color miel, va
vestida con ropa deportiva, a diferencia de mí que voy con un vestido largo,
suerte que tiene la apertura, de no ser así, no sé cómo me iba a mover.
El largo del vestido sin los tacones es demasiado y puede provocar que
me caiga, así que lo cojo por la raja que tiene y tiro de él para cortar la falda
por la mitad del muslo. Es una pena, me gustaba mucho, pero para lo que
voy a hacer es muy incómodo. Tiro el sobrante a un lado y me posiciono
delante de ella, esperando a que nos indiquen el comienzo de la pelea. El
árbitro se acerca y explica las normas, que son muy pocas: básicamente, lo
único que se prohíben son las armas y una muerte dolorosa, el resto está
todo permitido.
—Tranquila, reina, acabaré con tu vida de forma rápida.
Comienzo a reírme, vamos a ver quién gana al final. Pero lo que tengo
claro es que no pienso matarla, yo no soy una asesina.
El combate comienza y ella se abalanza sobre mí con el puño en alto. Yo
la esquivo moviéndome a un lado e impacto en su rostro con un gancho de
derecha que la hace retroceder varios pasos. Me mira con los ojos abiertos
de sorpresa y dolor, no se esperaba que supiera pelear. Aprovecho esa
distracción y me acerco con rapidez, le doy un rodillazo en el estómago que
la dobla y, a continuación, un gancho por debajo del mentón para
derribarla al suelo. Cuando cae todos se ponen en pie; no le doy
oportunidad de levantarse, me siento encima de ella y comienzo a conectar
golpes en su rostro hasta que sangra por varias zonas. Cuando la veo en
muy mal estado, me levanto lentamente y me aparto.
El pecho me sube y baja con rapidez. Ella sigue tirada en el suelo,
cubierta de sangre, pero respira. Sangra por la boca, la ceja e incluso la
nariz. No se va a levantar, así que me giro para salir de aquí. Al darme la
vuelta puedo ver las sonrisas de mis amigos, Chris sin duda está muy
orgulloso y mi Diablo me observa con cara de lujuria. Sonrío, no puedo
creer que hasta esto le ponga. Estoy perdida en sus ojos cuando veo que su
rostro cambia al horror. Me quedo quieta, ¿qué le pasa?
Antes de que pueda preguntar, siento un golpe en las costillas que me
deja sin aire, luego una patada en la pantorrilla que me hace caer de
rodillas en la lona. En ese momento, coge el sobrante de mi vestido, se
coloca detrás de mí y me estrangula con él. Mi visión comienza a volverse
borrosa, solo llego a oír a Lucifer gritando que lo dejen pasar y que los
matará a todos, siento a la persona detrás de mí aproximarse a mi oído.
—Admito que eres buena peleando, pero eres incapaz de matar, lo que te
convierte en una mujer débil. No eres digna de estar a su lado y ahora,
cuando te vea morir en mis manos, se dará cuenta de quién debe ser su
verdadera reina.
No soy débil y sí, soy digna de él. Es el único que se ha preocupado tanto
por mí, ha puesto a su equipo a trabajar para que yo pueda obtener
respuestas, me ha salvado en dos ocasiones, ha puesto a sus piezas más
leales a cuidarme, siempre me deja salirme con la mía, me permitió
golpearle e incluso me pidió perdón. Pero lo más importante es que me ha
otorgado la familia que nunca he tenido y no pienso regalarle todo eso a
esta zorra.
Salgo de mis pensamientos con una rabia que me recorre por dentro
como lava líquida, una que nunca había sentido. Mi visión se aclara y mis
ojos se abren, doy un tirón hacia delante con el cuello, cogiéndola por
sorpresa, cojo impulso y echo la cabeza hacia atrás e impacto con su nariz.
Ella lleva las manos a su rostro y deja caer la tela con la que me
estrangulaba. Me giro sobre una rodilla para quedar frente a ella y llevo mis
manos a cada lado de su rostro. Antes de que pueda reaccionar, hago un
movimiento con fuerza y tuerzo su cabeza a un lado, es rápido y seco, y
consigue romper su cuello. Su cuerpo se desploma sobre la lona con un
ruido que retumba en la silenciosa habitación. Me levanto agarrando el
costado donde me ha golpeado y miro el cuerpo sin vida que yace delante
de mí.
—Él es mío, zorra —digo mientras escupo sobre él.
Antes de que pueda reaccionar, unos fuertes brazos me levantan en el
aire y me cargan al estilo nupcial. Observo a la persona que lo hace, sus
ojos reflejan la más pura preocupación mientras sale a toda prisa del
recinto conmigo en sus brazos. ¿Cómo voy a dejar que otra me lo arrebate?
El Diablo es mío y pienso hacer lo que haga falta para que lo siga siendo.
CAPÍTULO 39
Alexander

T
odo iba perfecto, tenía a la mujer más hermosa a mi lado y las
batallas iban de maravilla. Christopher no decepcionó a nadie
cuando se subió al ring, sé que muchos dudaban de él por entrar de
la nada y ser nombrado torre, pero les ha demostrado por qué está en ese
puesto. Ha sido la batalla más veloz que he visto en mucho tiempo. Sus
movimientos han sido ágiles e implacables, con solo dos de ellos ya había
matado a su oponente. Mi reina no lo está pasando muy bien; es normal, es
su primer combate y no está acostumbrada a este ambiente. Quien me
tiene sorprendido es Luisa, que está en su salsa. En algunos momentos
parece como si estuviera acostumbrada a todo este mundo, pero estoy
seguro de que no es así. Los Luca son una familia convencional, no tienen
nada que ver con ninguna organización.
Cuando por fin todo está terminando, el caballo que siempre reta a Alexa
sube al ring, pongo los ojos en blanco, ahí vamos otra vez… esta mujer no
se cansa, Alexa ya la ha derrotado en múltiples ocasiones, pero ella está
obsesionada con quitarle el puesto. Bueno, por lo menos la pelea va a ser
corta y me podré ir a pasar la noche con mi reina. Lo que me dijo en la
limusina no me deja de rondar por la cabeza, ¿me tendrá preparada otra de
sus sorpresas? Solo de pensar en ello se me seca la garganta. Estoy perdido
en mis pensamientos llenos de lujuria cuando oigo al caballo hablar
pidiendo un combate. Cojo a mi reina para volver a sentarnos, espero que
esta vez Alexa la mate, me acaba de fastidiar bastante.
—A la reina.
La sala se queda en completo silencio. Acaba de retar a Scarlett, ¿se ha
vuelto loca?
—¡No! —grito mientras me pongo de pie, no pienso dejar que toque a mi
mujer.
—Con todos mis respetos, mi rey, pero no se puede negar; si ella no
combate, su puesto me pertenece por derecho —me responde con una
sonrisa.
Me importa una mierda, sé que Scar sabe pelear, pero no hasta qué nivel
y el caballo podría matarla, están entrenados para ello. Miro a mi reina,
está en completo shock, nunca esperé que esta noche terminara así. A mi
alrededor, todos están enfadados, se les nota en sus expresiones, pero no
pueden hacer nada, las reglas son las reglas. Ella puede optar al puesto de
reina aunque no tenga una relación íntima conmigo y, si gana, obtendría
todo el poder de la organización con un solo combate y nadie podría
negárselo. Jamás en la historia había sucedido algo así, todas las reinas han
sido siempre nombradas por sus reyes y nunca nadie antes disputó su
lugar. Sin duda, la ambición de esta mujer no conoce límites. Si Scarlett no
acaba con ella, pienso matarla yo mismo. Estoy absorto en mis
pensamientos cuando ella se levanta, le pregunta algo al caballo y comienza
a desabrochar sus sandalias. La detengo, poso mis manos en ellas y
empiezo a quitárselas.
—Si no quieres hacerlo, puedes negarte; nunca la dejaré ocupar tu lugar,
yo ya tengo una reina.
—¿Qué clase de ejemplo estaríamos dando si me niego, Álex?
—Me importa una mierda el ejemplo, si tengo que matarlos a todos y
buscar soldados nuevos, lo haré —le digo mientras clavo mi mirada en la
suya.
—Sé que serías capaz, pero yo no quiero eso, recuerda que sé pelear —
me responde mientras se aparta de mí.
Veo cómo se aleja, no puedo, no quiero perderla. Alargo la mano y la
detengo.
—Si veo que intenta matarte, me importa todo una mierda, intervengo.
Es todo lo que puedo decir, ahora mismo soy un manojo de nervios.
Nunca en mi vida había tenido tanto miedo de perder algo. Ella se pone de
puntillas y me da un suave beso en los labios. No pienso quedarme solo con
esto, la cojo por la nuca y lo profundizo, soy incapaz de soltarla.
—Confía en mí —me dice, poniendo fin al beso y caminando rumbo al
cuadrilátero.
Verla ir a pelear me está poniendo muy tenso, no entiendo cómo el día
pudo terminar así. Sé que Scar puede ganar, sabe lo que hace, pero estoy
seguro de que no atacará a matar y eso puede convertirse en una gran
desventaja para ella.
—¿Qué clase de torre eres? ¿Cómo puedes estar tan tranquilo viéndola
subir ahí? —le grita Luisa a Christopher.
Al escuchar a Luisa todos le miramos, está sentado muy cómodo en su
asiento con las piernas cruzadas. Cualquiera diría que está en el cine para
ver una película y no en un combate a muerte.
—A todos se os olvida una cosa —contesta.
—¿El qué? —pregunto, casi grito.
Chris gira su rostro, conecta su mirada con la mía y sonríe con
suficiencia.
—Yo la entrené.
Eso es todo lo que dice, y después vuelve a fijar sus ojos en el ring,
entrecruza los dedos por detrás de la nuca para estar más cómodo.
Christopher es un gran luchador, ya lo ha demostrado, ¿puede que
entrenara a Scarlett en algo más que no fuera defensa? Con ese
pensamiento, vuelvo a sentarme; el combate va a comenzar. Mi reina se ha
librado de parte del vestido para tener mejor movilidad, una maniobra
inteligente por su parte.
Empieza la pelea, el caballo es el primero en atacar, pero Scar lo esquiva
sin problema y aprovecha para conectar un golpe en su rostro con tanta
fuerza que logra desconcertar a su oponente. Todos, incluso el caballo,
estamos sorprendidos, ella ve la oportunidad y le pega un rodillazo en el
estómago que le dobla en dos seguido de un gancho en el mentón que la
envía a la lona. Nos ponemos en pie, el corazón me late a mil mientras mi
reina está encima de su oponente conectando un golpe tras otro hasta
dejarla inconsciente. Ella se levanta y comprueba que no se mueve, el
combate ha acabado y no tiene ni un solo rasguño.
Se gira para observarnos a todos en completo shock, nunca pensamos
que podría ser tan buena peleando, sin duda ha sido entrenada por un
Astorn. Cuando sus ojos encuentran los míos, se me pone dura como una
roca. Nunca en mi vida me había puesto tan cachondo viendo luchar a una
mujer. Doy un par de pasos para ir a recogerla y de reojo veo cómo algo se
mueve detrás de ella; joder, no. Antes de que pueda advertirle, el caballo la
golpea por detrás en las costillas, desde aquí se ha escuchado el crujido de
sus huesos, luego, de otro golpe, Scar cae de rodillas. El caballo se mueve
rápidamente y coge un trozo de tela del vestido de Scarlett e intenta
estrangularla desde atrás con él. No, no, no, ¡la va a matar! Me muevo con
rapidez hacia el ring para detener esto, pero soy interceptado por varios
guerreros, entre ellos, Christopher. ¿Qué coño hace?, se supone que no
puede dejarla morir.
—¡Apartaos u os mato a todos! —les grito.
—No puedes detener el combate, Diablo, y tienes que confiar en ella —
me responde Christopher.
Miro hacia Scarlett, parece que se le está empezando a emborronar la
visión. Mi corazón late a mil por hora, mis ojos se enrojecen; no puedo
verla morir, no puedo perderla. Cierro mis manos en puños con tanta
fuerza que se me marcan las venas. Si tengo que matar al último Astorn
para llegar a mi reina, que así sea. Doy un paso adelante, listo para
combatir, pero antes de que pueda tan siquiera levantar el brazo, escucho
un grito proveniente del ring, me doy la vuelta y me quedo de piedra.
Scarlett se ha liberado de alguna manera y ahora el caballo se sujeta el
rostro, que no para de sangrar. Scar aprovecha ese momento para girar
sobre una rodilla y se queda delante de ella, coloca sus manos en cada lado
de su rostro y con un giro rápido le parte el cuello. Todo el recinto queda en
completo silencio, aún no nos podemos creer lo que acaba de pasar.
Scarlett se pone de pie sujetando su costado, parece dolorida; no espero
más, las personas delante de mí me abren paso y accedo a toda prisa al
ring. Veo cómo dice algo y escupe en el cuerpo sin vida del caballo, no
presto atención a nada, la levanto con cuidado y la cargo en brazos para
salir a toda prisa hacia mi dormitorio.
—El médico ya está de camino —dice Rafael a mi espalda.
—Sabes que puedo caminar, ¿verdad?
La ignoro por completo y sigo llevándola en brazos hasta mi habitación,
abro la puerta de una patada y la coloco en la cama con mucho cuidado, no
quiero que se haga más daño. Todos entran detrás de mí, suerte que la
habitación es grande, porque si no, sería imposible que cupiéramos.
—De verdad, estoy bien, dejad de mirarme todos así.
—¿Cómo vas a estar bien? Esa cabrona te atacó por la espalda —grita
Luisa.
—La culpa fue mía, no debería haberme distraído —dice, con los ojos
puestos en Christopher.
—Eso ahora da igual, lo único que importa es que tú estés bien —
interviene Rafael.
En ese instante entra el médico, se acerca a su reina y le hace una
reverencia. Antes de tocarla, me mira pidiendo permiso, le doy el visto
bueno y él se aproxima con cautela, la observa por encima… ¿por qué coño
se toma tanto tiempo?
—Mi rey, para evaluar los daños, tengo que quitarle la ropa a la reina.
—¡¿Y a qué cojones esperas?! —le grito.
—Bueno, verá… —Es incapaz de hablar, se da la vuelta y mira a su
alrededor.
Vale, ahora lo entiendo. La habitación está abarrotada de gente, no
pienso dejar que vean a mi reina sin ropa. Antes de que pueda pronunciar
palabra, escucho a Luisa.
—Soy mujer y la he visto mil veces desnuda, no pienso irme —dice con
los brazos cruzados.
Alexa se posiciona estratégicamente detrás de ella, dándome a entender
lo mismo. Matt y Dominik se dan la vuelta colocándose de espaldas,
observo a los dos hombres que aún siguen sin moverse.
—¿En serio? ¡Soy gay! —me recrimina Rafael.
Lo miro fijamente, me da igual que lo sea, no pienso dejar que la vea
desnuda. Raf alza las manos y niega con la cabeza mientras se da la vuelta.
Ahora pongo mi mirada en Christopher y él pone los ojos en blanco, pero
también se da la vuelta mientras murmura con Rafael.
—Será que no la tengo visto desnuda, ¿o quién cree que le curaba las
heridas antes?
—Yo la vi desnuda esta misma tarde, se olvida que fui yo quien la ayudó a
vestirse.
¿Qué acaba de decir? Debe de estar de broma, se supone que solo la tenía
que ayudar a subir una cremallera, no tenía por qué verla desnuda. A
Scarlett debe de causarle gracia la situación, porque empieza a reírse, lo
que provoca que se queje de dolor y lleve las manos a su herida. Me muevo
rápidamente a su lado, cojo su mano y la agarro con fuerza. Ella iguala mi
agarre e inclina la cabeza hacia abajo en un intento de recuperar el aliento.
—No debe reírse, mi reina, es muy probable que tenga una costilla
fisurada —le dice el médico.
Ella asiente con la cabeza mientras termina de controlar el dolor. Una
vez lo logra, la ayudo a acostarse despacio. El médico coge unas tijeras de
su maletín y las lleva a un costado de su pecho izquierdo. Instintivamente,
estiro la mano para detener la suya, él me observa con las tijeras en el aire,
muy cerca de ella.
—Mi rey, debo cortar la tela.
—Yo lo haré —le digo mientras se las quito.
No me contradice, se hace a un lado para que pueda cortar la tela del
vestido. Comienzo llevando la punta desde debajo de su axila y con la otra
mano separo la tela de su piel para evitar hacerle daño. Empiezo a cortar
muy lentamente.
—Avísame si te hago daño —le susurro.
No me contesta, pero coge aire y lo aguanta mientras siente el frío acero
rozar su piel. Una vez llego al comienzo de su cintura, empiezo a cortar por
encima de ella. El médico tiene que mirar sus costillas, no hace falta que
esté desnuda del todo. Cuando por fin termino, levanto la parte del vestido
cortada para retirarla y, en ese instante, ella coloca su mano encima de la
mía para detenerme y me hace levantar la vista a sus ojos.
—No llevo nada debajo —me susurra al tiempo que su rostro se vuelve de
color carmesí.
Abro los ojos y aprieto con fuerza la tela que tengo en las manos. En ese
momento le tienden una sudadera blanca por encima, doblada a lo largo, y
se la colocan justo por encima de sus pechos; de esta manera puedo retirar
la tela y no dejar su cuerpo al descubierto. Levanto mi mirada y me
encuentro con los ojos de Rafael, ahora con una camiseta de manga corta.
Le hago un gesto de agradecimiento y mientras él sostiene la sudadera
doblada yo voy retirando la tela por debajo con mucho cuidado. Cuando
por fin queda libre del vestido, podemos ver su abdomen. Tiene un fuerte
moratón en la zona de las costillas, solo de verlo me duele. No puedo creer
que esto le pasara a ella, la culpa es mía, no debí permitir el combate.
Tendría que haberle advertido en cuanto vi moverse al caballo, debería de
haberle explicado todas las normas que tenemos, así por lo menos podría
estar preparada.
Rafael pone su mano en mi hombro y me saca de mis pensamientos, me
hace una señal con la mirada en dirección al médico. Tengo que dejar que
la curen, así que me hago a un lado para que él pueda hacer su trabajo. No
me alejo, me quedo cerca de ella, ahora con Rafael a mi lado. Él se vuelve a
girar, pero yo lo detengo, voy a necesitar a alguien que me controle, sé que
lo que viene no va a ser fácil para ella y no sé si podré aguantarme para no
matar al médico.
—Bien, mi reina, lo siguiente puede que le moleste, pero necesito
evaluar cuánto daño hay.
—Vale.
Comienza a palpar la zona, todo parece ir bien hasta que llega a la parte
amoratada. Al tocarla, Scarlett salta del dolor y yo doy un paso adelante,
pero me detiene la mano de Rafael. Me giro a mirarle y él niega con la
cabeza, sé que tengo que dejar que la toquen, pero no puedo verla sufrir.
—Parece tener la novena costilla fisurada, como mínimo. Por suerte está
fuera de la zona de los pulmones, así que no hay peligro de perforación,
pero sería mejor hacerle una radiografía para asegurarnos.
—Bien, llama para que traigan la máquina, ella no se mueve de aquí —le
respondo.
—Como ordene.
Él se pone de pie, coge su móvil y sale a hacer unas llamadas. Antes de
que salga por la puerta, Christopher se mueve a su lado para acompañarlo.
El hombre, al ver a la torre detrás, se queda un poco desconcertado, pero
de igual manera sale para llamar.
—¿Hace falta que lo asustéis así? —pregunta mi reina.
—El reto de Blanca ha sido toda una sorpresa, Scarlett, nunca había
sucedido algo así. Necesitamos saber si hay más personas que quieran tu
muerte para ocupar tu lugar y hasta que terminemos de comprobarlo no
bajaremos la guardia —le explica Rafael.
—¿Nunca habían retado a una reina? —pregunta ella, abriendo del todo
los ojos.
—No, es la primera vez, ni siquiera sabemos de ninguna organización en
la que haya sucedido —intervengo.
—Por Dios, Alexander, ¿hay alguna de tus ex que no quiera mi muerte?
—Frunzo el ceño ante su pregunta, ¿qué tienen que ver mis ex?
—Yo nunca me he acostado con ella; es más, nunca me he acostado con
ninguna de mis piezas.
Cuando escucha mi respuesta veo dudas en su rostro, no entiendo por
qué no me cree, pero es la verdad. Nunca me follaría a una pieza, eso solo
puede traer problemas innecesarios.
—Es verdad, Scarlett, hay reglas muy estrictas con respecto a las
relaciones. Nosotros tuvimos que pasar por muchas pruebas para poder
estar juntos —le explica Alexa.
—No dudo de ti, Álex, es por lo que me ha dicho esa mujer mientras me
asfixiaba. Me dio a entender que hubo algo entre vosotros.
—¿Qué fue lo que te dijo? —pregunto con el gesto cambiado.
—Me dijo que era débil por no querer matarla, que no era digna de ser tu
reina y que cuando tú me vieras morir en sus manos te darías cuenta de
ello y la elegirías. Así que, aunque no te acostaras con ella, estaba
obsesionada contigo, por eso me retó.
—¿Alguno de ustedes tenía conocimiento de esto? —pregunto en voz
alta.
—No, sabíamos que estaba obsesionada con subir de puesto, pero no nos
imaginábamos esto, pensamos que era ambición —me responde Matt, aún
de espaldas.
—Yo tenía mis sospechas, pero nada confirmado, siempre me resultó
raro cómo te miraba, pero era suposición mía —dice Alexa.
—¿Sospechas de alguna más? —pregunta Luisa.
—No, nadie más ha llamado mi atención en ese aspecto.
—Quiero que investiguéis a todas las mujeres del almacén. Si alguna
alberga algún sentimiento hacia mí o alguna hostilidad hacia vuestra reina,
la quiero eliminada. También quiero que vigiléis a cualquier familiar de
este caballo que pueda ser una potencial amenaza. Hasta entonces no
habrá combates y quiero que los guardias de Scar sean todos hombres,
menos Alexa.
—¿No lo ves un poco exagerado? —me pregunta mi reina.
—Cuando se trata de tu seguridad, nada es exagerado —respondo.
Ella pone los ojos en blanco y se prepara para contestarme, pero el
médico vuelve a entrar junto con varias enfermeras y Christopher. Entre
todos portan una máquina de rayos móvil que adquirimos hace un tiempo,
nos ayuda mucho a determinar las lesiones en las misiones. Él se acerca
con tres enfermeras y, cuando una de ellas se aproxima a Scarlett, Alexa y
Luisa dan un paso adelante, pero no llegan muy lejos antes de que la leal
torre de mi reina detenga a la asistente.
—Quiero tus manos visibles en todo momento, si no las veo por
cualquier motivo, te las corto aquí mismo.
La chica se queda pálida allí mismo, levanta las manos, que ahora mismo
no le paran de temblar, y las mueve muy despacio en dirección a mi reina.
—Mi reina, necesito colocar esto por detrás de usted —dice con voz
temblorosa.
—Tranquila, ellos pueden colocarla por ti —le responde poniendo una
mano encima de la suya para calmarla.
La enfermera retira la mano con rapidez para que no quede cubierta por
la de Scarlett, parece que la advertencia de mi torre ha surtido efecto.
—Ya que ninguna enfermera me quiere tocar, ¡¿alguno sería tan amable
de colocar la tabla?! —nos ruge.
Chris y yo damos un paso adelante y la pobre chica se aparta lo más lejos
posible. Mientras yo levanto a mi mujer, Christopher coloca la tabla por
detrás de ella. Una vez terminamos, todo va más rápido. El médico hace las
pruebas y confirma que solo es una fisura; con un poco de reposo y nada de
esfuerzos se recuperará pronto. Las enfermeras no se han vuelto a acercar
a la cama, se han quedado de pie al lado de la puerta y ni el médico las ha
llamado para nada, cada vez que necesitaba algo nos lo pedía a alguno de
nosotros. Antes de retirarse, le aconseja a Scarlett dormir un poco y le da
unos calmantes. Busco una camiseta para que ella pueda dormir cómoda y
con la ayuda de Luisa se la pongo, la acomodo en el lecho y la tapo con
cuidado para que descanse. Cuando por fin se queda dormida, salgo un
momento de la habitación, mientras que Rafael y Christopher siguen en la
puerta haciendo guardia.
—No os quedéis aquí toda la noche, mañana quiero que os ocupéis de la
empresa. Yo trabajaré desde aquí y Matt se ocupará de la investigación
junto con Alexa y Dominik.
—Como ordenes —contesta Rafael.
—¡Christopher! —lo llamo y se detiene—. Cuando se recupere, quiero
que vuelva a entrenar. Esto no puede volver a pasar. —Él asiente con la
cabeza y se va con Rafael.
Vuelvo a entrar en la habitación y me acuesto junto a mi reina. No pienso
dejar que le vuelvan a hacer daño, si tengo que convertirla en la mujer más
peligrosa de la tierra, que así sea.
CAPÍTULO 40
Luisa

V
aya día de locos. Matt me ha traído a la guarida de los demonios,
sin duda es impresionante, es enorme y está completa con todas las
comodidades. Lo único que no me ha llevado a ver es donde
torturan a las personas, sé que deben de tener algún lugar, pero por alguna
razón ni lo ha mencionado.
Los combates han sido una pasada. El recinto era gigante, como el de los
luchadores profesionales. La pelea de Scarlett nos dejó sin palabras; esa
cabrona la atacó por la espalda, pero mi amiga se supo defender
perfectamente. Cuando ha matado al caballo… sus ojos se volvieron
oscuros y su mirada se perdió, nunca la había visto en ese estado. Muchas
veces la he visto enfadada, aunque jamás a ese nivel. Ha sido increíble verla
matar a una persona con tanta rapidez. Sus movimientos han sido como
los de Christopher, igual de rápida, igual de mortal; ahora entiendo por
qué estaba tan tranquilo. Scar es una máquina de matar si se la provoca.
Al irnos de la habitación del Diablo, estaba completamente dormida. La
seguridad en esta planta es inexpugnable; aun así, Chris y Raf se quedan
un rato más por si sus reyes necesitan algo. Yo me voy con Matt, si ya antes
no me dejaban dormir en otra planta, ahora menos. No sería la primera
vez que atacan a una persona cercana a una reina solo por hacerle daño,
por lo menos eso me ha dicho él.
—¿Esta es tu habitación? —pregunto al entrar.
El lugar es bastante grande, no tanto como el del rey, pero muy similar.
Para mi sorpresa, está todo bastante iluminado y decorado; paredes de
color blanco con amplios ventanales, los muebles, en color gris claro, la
cama está cubierta con un edredón blanco y hay una manta de color gris a
los pies con cojines a juego. Me quedo alucinada, esperaba una habitación
tenebrosa, en color negro, algo gótico y apagado, no esto. Seguramente
Matt ve mi sorpresa, porque pone los ojos en blanco ante mi pregunta.
—¿Se puede saber qué esperabas?
—Algo parecido a la de tu rey, no te pega una habitación con esta
decoración y tanta luz —respondo mientras dejo mi bolsa a un lado.
—La decoró Rafael.
Eso ya me cuadra más, si Raf estuvo metido aquí es normal que tenga
este aspecto. Él vuelve a poner los ojos en blanco. Eso es algo que me gusta
de él, que no hace falta decirle las cosas para que sepa lo que piensas.
—¿Dónde se supone que voy a dormir? —pregunto.
—En la cama.
—¿Y tú? —interrogo con los ojos entrecerrados.
—A tu lado.
No le respondo, arqueo una ceja mientras lo observo. Sé lo que quiere y
no voy a mentirme a mí misma, yo también lo quiero, pero… ¿Qué gracia
tendría si se lo pongo tan fácil?
—Creo que va a ser mejor que me vaya a dormir con Raf o Chris, paso de
compartir cama contigo.
Tras decir eso, vuelvo a coger mi bolso y me doy la vuelta para
marcharme. Como me esperaba, antes de que pueda abrir la puerta, él está
encima de mí golpeando mi espalda contra ella.
—Me estoy cansando de este juego, Luisa.
—No sé de qué hablas, yo no juego a nada.
—Sí que lo sabes, das señales contradictorias todo el tiempo. Esto se
termina hoy, tú eres mía, Luisa, y punto.
—No soy de nadie, Matt, y nunca lo seré. Podemos follar, pero ahí
termina la cosa, yo no me ato a ninguno —le digo con un dedo apoyado en
su pecho.
—Es por ese ex, ¿verdad?
—¿Cómo sabes eso? —pregunto con los ojos muy abiertos.
—Yo lo sé todo, preciosa —me dice al oído.
—Pues si tanto sabes, sabrás que no vas a conseguir nada serio conmigo.
Él no me responde, frota la punta de su nariz contra mi oreja. Puedo
sentir su aliento en mi oído, sus manos siguen a cada lado, enjaulándome,
y su pecho está rozando el mío. Trago saliva, sé lo que intenta y sin duda lo
está logrando.
—¿Qué necesitas? —me pregunta de repente.
Estoy tan nublada por su cercanía que no escucho bien la pregunta, solo
soy capaz de responder con un ruido casi insonoro. Él me muerde con
suavidad el lóbulo y me arranca un suspiro, no quiero perder el control de
la situación y este hombre lo está consiguiendo sin mucho esfuerzo.
—¿Qué es lo que necesitas? —vuelve a preguntar.
—¿Para qué? —le respondo con la voz ronca.
—Para confiar en mí, Luisa. Yo no soy ese cabrón, yo jamás te haré daño.
Al escuchar su respuesta, salgo de mi aturdimiento. No lo entiende, no
es tan sencillo. Sufrí mucho y no puedo confiar en una persona que su
propio club de seguidoras. Como no le respondo, lleva una mano a mi
cintura y empieza a subirla lentamente por un costado, se me pone la piel
de gallina y se me endurecen los pezones. Trago saliva, tengo que
concentrarme para dejar esto claro.
—No es tan fácil, Matt, él también me decía lo mismo, que jamás me
haría daño, que no era como los demás… Estuvimos juntos seis años para
luego enterarme de que me engañaba con una amiga, porque según él yo
era demasiado independiente para su gusto.
—Para mí eres perfecta —dice mientras acaricia mis pezones por encima
de la ropa.
Me mira a los ojos; una parte de mí me dice que confíe en él, que no me
está mintiendo, que haría cualquier cosa si se lo pidiera, pero la otra…
Bueno, vamos a comprobar cual tiene razón. Cojo aire, llevo las dos manos
a su pecho y le desabrocho la camisa lentamente.
—Has tenido demasiadas faldas en tu vida, Matt, una parte de mí me
dice que no confíe en ti.
Al terminar con la camisa se la quito y paso mis manos lentamente por su
pecho; la última vez no pude tocarlo. Esta vez no pienso dejar un solo
centímetro sin recorrer. Tiene un cuerpo magnífico; hay varias cicatrices
en él, pero eso lo hace aún más tentador.
—¿Y la otra? —pregunta con los ojos cerrados, disfrutando de mis
caricias.
—Quiere una prueba—susurro, perdida en su cuerpo.
—¿Cuál? —insiste mientras aprieta mis caderas con sus manos.
—Quiero que lo castigues —digo, pasando ahora mis manos por la
cintura de su pantalón.
Abre los ojos al escucharme y fija su mirada en la mía. Debe de querer
asegurarse de lo que le estoy pidiendo; sé de lo que es capaz, no soy tonta,
pero Sergi necesita un castigo y nunca se lo he podido dar.
—No quiero su muerte, únicamente un castigo por lo que me hizo pasar.
—¿Tanto te dolió su traición?
—No la traición en sí, fue el motivo de la traición. Durante mucho
tiempo me hizo pensar que tenía un problema por ser como era, que la
culpa era mía, cuando nunca fue así.
—¿Es solo por venganza? —vuelve a preguntar.
—Sí y no, si me vuelvo a abrir a otro hombre, quiero saber que es capaz
de hacer lo que sea por mí.
—Así que, si te demuestro que haría cualquier cosa por ti, ¿vas a aceptar
tener una relación conmigo?
—Sí —contesto mirándole a los ojos.
Él no me hace más preguntas, se aleja de mí y me deja desconcertada por
completo. Saca su móvil del bolsillo para mandar un mensaje y al terminar
lo lanza encima del sofá. Se acerca, me coge de las nalgas y me levanta en el
aire, hace que coloque mis piernas alrededor de su cadera y mis brazos en
su cuello para no caerme. Camina conmigo en esa posición hasta llegar a la
cama, donde me acuesta con mucho cuidado y se queda sobre mí.
Entonces se deja caer y huele mi cuello para aspirar mi perfume.
—Recuerda que ahora eres mía —me susurra aún con su cara hundida
en mi nuca.
—Y tú, que yo tampoco comparto.
Sonríe contra mi clavícula y en ese momento me muerde, me clava un
poco los dientes ahí y logra que mi cuerpo reaccione a su contacto. Llevo
mis manos a su cintura e introduzco los dedos bajo su pantalón, puedo
sentir su lanza alzada, lista para la batalla, que se aproxima. Rozo la punta,
que ya está un poco mojada, y al tocarle suspira y levanta la pelvis
buscando más contacto, pero no se lo permito, retiro mis dedos mojados
por su flujo y se los paso por el pecho.
—¡Mierda! —dice.
Luego agarra mi camiseta por debajo y tira de ella, la parte a la mitad,
después pasa a los vaqueros, me los quita con rapidez y los arroja lo más
lejos posible. Cuando me tiene semidesnuda, me observa, recorriendo mi
cuerpo lentamente con la mirada. Llevo un conjunto de lencería de encaje
rojo y él pasa la yema de sus dedos por encima de sus líneas mientras me
retuerzo del placer. No me parece justo ser la única en esta posición, así
que estiro mis manos para desabrochar sus pantalones. Libero su miembro
y lo acaricio desde la base hasta la punta, es tan suave como me imaginé
que sería. Él baja hasta ponerse en la posición anterior y empieza a
besarme por el cuello. Desciende por la clavícula y pasa por el medio de mis
pechos rumbo a mi ombligo; sus besos son suaves. Como si de caricias se
tratara, atraviesa todo mi abdomen, y al llegar al comienzo de mis bragas
empieza a bajarlas.
Siento mi corazón bombear con fuerza contra mi pecho. Sus besos llegan
hasta mi centro, por donde decide pasar la legua, y cierro los ojos ante el
placer que me corroe. Él sigue bajando hasta que su lengua se encuentra
dentro de mi núcleo; una vez allí, empieza a devorarme con ansias. Abro
las piernas para darle todo el acceso que necesita, mis ojos se cierran y mis
manos sujetan con fuerza las sábanas. Este hombre me está literalmente
comiendo, por Dios, qué delicia… Sin poder evitarlo, mis gemidos
empiezan a ser cada vez más altos. Introduce un dedo dentro de mí y lo
empuja lo más profundo posible. Comienza a follarme con él y, al poco,
introduce un segundo dedo; mis caderas se elevan del placer. Él no
descansa, sigue follándome con fuerza mientras su boca no da respiro a mi
punto débil.
En este momento, ya no puedo más, llevo mis manos a su cabeza y
agarro su pelo con fuerza, se tensan mis muslos, me recorre un fuego que
me quema por dentro. Siento que estoy a punto, así que empiezo a
moverme igualando sus movimientos hasta que me corro con un fuerte
gemido. Al terminar, dejo caer mi cuerpo en la cama e intento regular mi
respiración, él se me echa encima y pasa sus manos por detrás de mi
espalda para soltarme el sujetador.
—Esto es solo el comienzo, nena, pienso vengarme por lo de la otra
noche.
—Contaba con ello —respondo con una sonrisa.
Al escucharme, se me queda observando con esos ojos oscuros, dilatados
y llenos de lujuria. No pierde un segundo y se mete dentro de mí con un
fuerte gemido, yo me agarro a sus fuertes brazos clavando mis uñas en
ellos. No se mueve, me da tiempo para que me acostumbre a su tamaño,
pero su boca no se queda quieta; su lengua empieza a lamer alrededor de
mis pezones hasta absorber el pecho entero, chupa con fuerza mientras su
lengua traza pequeños círculos en él. No espero y empiezo a mover mis
caderas en busca de ese placer que me lleve al cielo. Al sentir mis
movimientos comienza a gemir con mi pecho aún en su boca, mientras su
mano juega con el otro. Mis gemidos son fuertes, pero él sigue sin
moverse, sin querer darme eso que tanto ansío. Me desespero; si no me lo
quiere dar, lo tomaré por mi cuenta. Empujo su pecho con fuerza
separándolo de mí hasta tumbarlo bocarriba en la cama. Me coloco a
horcajadas encima de él y sujeto su polla, levantándola para que quede
apuntando a mi entrada, y con ella en la mano comienzo a bajar
lentamente, engullendo poco a poco su grosor.
Matt lleva sus manos a mis caderas para sujetarme, su pecho sube y baja
mientras me deslizo. Cuando ya está todo dentro no me muevo, ahora soy
yo la que lo tortura. Paso las manos por sus abdominales bien curtidos y
llenos de cicatrices, madre mía, nunca había tenido a un hombre así entre
mis dedos. Mi demonio es único, con un cuerpo esculpido con cuidado,
unos hombros anchos y una mirada que promete muerte. Y este hombre
ahora está debajo de mí, me permite que sea yo quien lo domine y me jura
lealtad para siempre.
Comienzo a moverme lentamente sin apartar mi mirada de la suya. El
placer es increíble y no solo por el sexo, sino también por el éxtasis del
poder que me ha entregado. Sujeta con fuerza mis caderas siguiendo mis
movimientos, su respiración es irregular y su pecho sube y baja con mayor
rapidez. Esta imagen me excita aún más y comienzo a moverme más
rápido, sus gemidos empiezan a ser más fuertes que los míos. Separa una
de sus manos y la lleva a mi clítoris, comienza a trazar círculos en él, el
placer que me recorre es tal que echo la cabeza hacia atrás mientras sigo
cabalgándolo.
Matt se levanta y lleva la mano a mi nuca para atraer mis labios a los
suyos y besarme con frenesí. Una de sus manos está en mi cadera
agarrándola con fuerza y la otra ahora está en mi pecho, jugando con mi
pezón. El beso es largo, fogoso, cortado solo por nuestros jadeos
apasionados. Sus jadeos son más fuertes, su miembro se dilata y su
respiración se vuelve más pesada, está a punto y yo no estoy muy lejos. Mi
cuerpo tiembla en cada movimiento, me recorre una corriente eléctrica por
todo el cuerpo y mi cerebro está en las nubes.
—Joder, eres una diosa —me dice entre resuellos.
Escuchar su voz llena de pasión me hace perder el control. En ese
instante, siento una explosión de placer en el bajo vientre que me lleva al
paraíso; con dos embestidas más, mi demonio termina con un fuerte
gemido.
Mi hombre sigue abrazado a mí, con su frente pegada a la mía. Somos
dos charcos de sudor, con nuestras respiraciones aceleradas. Aún siento
los efectos del orgasmo circulando por todo mi cuerpo; si se siente esto con
un demonio, no quiero ir al cielo. Me muevo un poco para intentar alargar
el goce que me inunda y él cierra los ojos al sentirme y vuelve a llevar las
manos a mi cintura.
—Nena, si sigues así, se me va a volver a levantar.
—¿Y dónde está el problema? —le susurro al oído.
Me mira fijamente y, con un solo movimiento, me da la vuelta, ahora se
queda él encima de mí. Comienza a penetrarme con fuerza y me hace
empezar a jadear de nuevo mientras clavo mis uñas en sus brazos, sin
duda me espera una noche larga.
A la mañana siguiente, me despiertan unos golpes en la puerta. Joder,
me duele todo. Anoche lo hicimos tantas veces que terminé perdiendo la
cuenta. He cambiado de opinión, este hombre es incluso más insaciable de
lo que pensaba. Estaba durmiendo encima de su pecho abrazada a él
cuando me sobresalto. Intento moverme para ver quién es, pero tensa más
su agarre sobre mí.
—Matt, están llamando a la puerta.
—¡Joder! —se queja mientras se levanta de la cama.
Por el camino, va insultando a diestro y siniestro, parece que no le gusta
que lo despierten. Cuando abre la puerta, está a punto de gritarle a la
persona que llama, pero se queda en silencio al momento. Asomo la cabeza
para ver quién es el responsable de enmudecerlo, y al reconocerla
comienzo a reírme a carcajadas, lo que me gana una mirada asesina de mi
demonio.
—Luisa, vístete, nos vamos. Ha surgido algo.
Cuando mi amiga termina de hablar no pregunto, me levanto para
vestirme lo más rápido posible; si Lucifer ha dejado que Scarlett se levante
de la cama, significa que es importante.
CAPÍTULO 41
Scarlett

E
stoy dormida plácidamente cuando unos gritos me despiertan. Abro
un poco los ojos y me estiro, con cuidado de no lastimarme. Los
gritos no cesan y vienen del baño, ¿es que este hombre grita hasta
cuando hace sus necesidades? Me levanto despacio y me acerco a ver qué le
pasa, cuando abro la puerta Alexander se queda quieto en el sitio
mirándome.
—¿Qué haces levantada? —pregunta frunciendo el ceño.
—Seguiría durmiendo si no se estuviera gestando una guerra en el baño.
Él suspira, cuelga la llamada, se aproxima a mí y me abraza con cuidado
para no hacerme daño.
—¿Aún te duele?
—No mucho. ¿Me vas a contar qué pasa? —pregunto cruzándome de
brazos.
—No es nada importante, puede esperar.
Pero, a pesar de lo que dice, su expresión es seria. Presiento que es algo
grave, he podido escuchar cómo gritaba a alguien. Se aprieta el puente de
la nariz mientras coge aire, debe de ser importante lo que va a decir.
—Hay una orden de búsqueda para ti y Luisa.
Abro los ojos en completo shock, ¡una orden de búsqueda! No tiene
sentido, no hemos hecho nada, bueno, yo maté ayer a una persona, madre
mía, ¿será por eso? Toda la sangre abandona mi cara; no, no puede ser,
seguro que nadie me ha delatado y, si es así, ¿qué tiene que ver Luisa en
esto?, mi respiración se está acelerando tanto que me empieza a doler el
costado.
—Cálmate, no es por lo que piensas —me dice mientras sujeta mi rostro
con las manos.
—¿Y entonces por qué?
—Las órdenes son de búsqueda por posibles daños, por lo visto alguien
cree que estáis heridas porque aparecieron los cuerpos de las secretarias.
—¿Qué tienen que ver las secretarias con nosotras?
—No lo sé, las imágenes fueron modificadas por Chris, pero la policía ya
ha ido a tu casa y al no encontraros, ahora están en la empresa
preguntando por ti. Además, también están buscando a Matt.
—¿A Matt?
—Sí, no tengo ni idea del porqué.
Todo esto es muy raro. No sé hasta qué punto modificó Christopher las
imágenes, si en algún momento salimos nosotras con las secretarias, sería
normal que nos buscaran, pero ¿a Matt…? Él ni siquiera tocó a ninguna de
las chicas. Lo mejor será que vayamos, cuanto más tiempo nos estén
buscando, peor se pondrán las cosas, y además tengo que averiguar qué
pasa con Matt. Barron está en un viaje de negocios y ahora soy yo la que
tiene que salvarles el culo a estos demonios. Con ese pensamiento, me doy
la vuelta para ir a vestirme, tengo que despertar a Luisa y ponernos en
marcha cuanto antes. De camino a la habitación me paro en seco, han
destrozado mi vestido ayer y no tengo nada que ponerme.
—¿Puedes hacer que Rafael me traiga ropa?
—¿Para qué quieres ropa? Tú no vas a ningún lado.
—Por supuesto que me voy, me están buscando a mí y tengo que saber la
situación de Matt, sabes que no lo podemos alargar. Así que ¿vas a llamar a
Rafael o salgo a buscarlo así? —pregunto alzando la voz, mientras señalo la
camiseta que llevo puesta.
—Llamaré a Alexa. Rafael está en la empresa —responde con la
mandíbula rígida.
Alexa no tarda en venir con una muda de ropa: vaqueros, camisa blanca y
unas zapatillas Hoff de color crema con fucsia. Me gustan, son muy
cómodas y dan algo de color al conjunto. Mientras mi Diablo se termina de
vestir y habla por teléfono a la vez, le pido a Alexa que me lleve a la
habitación de Matt; tengo que levantarlos para ponernos en marcha cuanto
antes.
Al llegar, llamo a la puerta, pero no hay movimiento. Vuelvo a llamar y
nada, suspiro, estos dos deben de haber trasnochado de lo lindo. Empiezo
a llamar con más fuerza en un intento de despertarlos, si Lucifer sale y no
los ve listos, les echará la puerta abajo. Al cabo de diez minutos, escucho
cómo alguien se levanta. Por el sonido de la voz puedo decir que es Matt, se
le escucha gritar e insultar por haberlo despertado. Me giro para mirar a
Alexa detrás de mí, que se mueve incómoda entre un pie y el otro, este
demonio se va a llevar una sorpresa cuando abra la puerta. Como predecía,
en cuanto abre, Matt se queda blanco como el papel y traga saliva, se ha
dado cuenta de que no debería de haber gritado de esa forma. Mantengo la
cara seria, haciéndole pensar que estoy enfadada, pero al cabo de un
momento escucho las carcajadas de Luisa por detrás, que logran que no
pueda soportarlo más y empiece a reírme yo también. Me llevo las manos a
un costado, mierda, cómo duele.
—Luisa, vístete, nos vamos. Ha surgido algo —le digo, soportando el
dolor en mis costillas.
Sin hacer preguntas, ella se levanta a toda prisa, Matt me hace una
reverencia con la cabeza y me doy la vuelta para irme. Resulta gracioso que
esté nervioso por pensar que ha metido la pata, así por lo menos tendré
algo con que entretenerme en esta mañana tan caótica.
A los veinte minutos, ya estamos subidos al helicóptero rumbo a la
empresa. Por el camino, Álex nos informa a todos sobre lo que está
pasando y nos enseña las imágenes modificadas por Chris. Es realmente
bueno en esto, en ellas solo se nos ve a nosotras discutiendo con esas
mujeres, pero nada más, y luego se ve cómo cada una nos marchamos en
una dirección distinta.
—¿Quién las torturó? —pregunto, tengo que saberlo todo, no puedo
dejar que me pillen desprevenida.
—Rafael y Christopher —responde mi rey.
Asiento, era algo que ya me imaginaba, así que no me sorprende. Lo que
necesito es prepararme para lo que pueda venir, seguramente me enseñen
fotos, como la última vez. Suerte que todavía no he desayunado. Llegamos
a la empresa y la policía sigue aquí esperándonos. No entiendo quién ha
podido poner una denuncia sobre nuestra desaparición y por qué narices
han metido a Matt en todo esto; él no sale en las imágenes y tampoco fue
quien las torturó.
Alexander me toma de la mano al bajar del helicóptero y cuando
entramos en el edificio todos nos observan. Puedo ver todo tipo de caras;
sorpresa, celos, envidia, incluso alguna que parece de alegría e ira, esa es la
que menos me gusta. Después de todo lo que ha pasado estos días, será
mejor que me cuide de las personas que me echan esas miradas. Llevo los
ojos a Alexa y puedo ver cómo está pendiente de todas ellas, seguro que se
ha dado cuenta de quién parece tener malas intenciones. Ahora que la
tengo a mi lado, puedo estar un poco más tranquila. Ella fue la primera en
ver las intenciones de Blanca, así que de seguro sabe en quién confiar y en
quién no.
Entramos a una de las salas de juntas, la policía nos espera allí con Rafael
y Christopher. Cuando nos ven, los agentes se ponen de pie y, al verlos,
entiendo lo de Matt. Son los mismos policías que fueron a mi casa, esto va
a ser interesante.
—Buenos días, agentes, es un placer volver a verlos —digo con una
sonrisa.
—Buenos días, señorita Reych, nos alegra ver que usted y su amiga están
bien —dice el agente veterano.
—Sí, ya ha visto que están bien, así que ya pueden largarse de mi
empresa —ruge el hombre a mi lado.
El policía que hablaba se queda mirando a mi acompañante con sorpresa
mientras que el joven lo mira con enfado. Si no controlo a este hombre, las
cosas se van a poner más difíciles. Le doy un pequeño apretón con fuerza,
desvía su atención hacia mí y aprovecho para lanzarle un vistazo de
advertencia. Necesito que se comporte para poder solucionar las cosas.
—Pueden tomar asiento, agentes. Imagino que tendrán preguntas para
nosotras —digo con calma.
Ellos lo hacen, pero observan a todos los presentes. Parece que no les
gusta que haya tanta gente, pero una cosa es que pueda controlar un poco
al Diablo, y otra es que logre que desaloje la sala.
—Nos gustaría poder hablar a solas con ustedes, señoritas.
Alexander va a abrir la boca, pero lo detengo volviendo a hacer presión en
su mano.
—Lo siento, pero están en el Grupo Knight, ellos son parte de mi
seguridad y no se irán. Este hombre es el dueño de la empresa y lo normal
es que esté presente, y el señor Smith debe estar, ya que ustedes también
preguntan por él.
—No sabía que una simple abogada necesitara tanta protección.
Ya estaba tardando este chaval en abrir la boca. Por lo visto la última vez
que estuvo en mi casa no aprendió nada, le pude salvar la vida una vez,
pero dudo que pueda hacerlo una segunda como se le ocurra ofenderme
delante de él.
—No es una simple abogada, es mi mujer —interviene Lucifer con su voz
demoníaca.
Los agentes abren los ojos de incredulidad, pobres, cada vez que me
visitan acaban igual.
—¿Puedo preguntar por qué hay una orden de búsqueda a nuestro
nombre? —interviene Luisa, desviando la atención de Alexander.
—Hemos recibido una denuncia anónima que afirma que ustedes están
involucradas con las trabajadoras que aparecieron muertas, por lo que al
no dar con ustedes se inició por protocolo una búsqueda.
—Se dan cuenta de lo absurdo que es eso, ¿no? ¿Se dedican a hacer caso a
cualquiera que les llama diciendo chorradas? —arremete Luisa. Genial, por
lo visto hoy voy a ser la única que se comporte.
—No sé quién puede haberlos llamado, pero como pueden comprobar
estamos bien y con la seguridad que me rodea es difícil poder hacerme
daño —digo con una sonrisa.
Ellos fijan sus miradas en mí, parecen aliviados de mi intervención.
—El problema, señorita Reych, es que con las imágenes pudimos
comprobar que tuvieron una charla no muy agradable con las víctimas y
después ellas han aparecido muertas y con la misma marca que el joven
que intentó secuestrarla. Tiene que comprender que es mucha causalidad
que esas tres personas que parece que intentaron hacerle daño aparezcan
muertas al poco tiempo en circunstancias muy parecidas.
—¿Puedo preguntar de qué marca me habla?
El agente más joven saca de una carpeta unas fotos y me las entrega.
Cuando las veo, me quedo bastante sorprendida. No se parecen en nada a
las de Carter, una tiene dos cortes a los laterales, la otra tiene la nariz rota,
obra de Luisa, y un solo corte. Lo que sí tienen igual es una puñalada en la
garganta y la letra “D” en la frente. Tengo que preguntar por qué siempre le
hacen las mismas marcas, ¿será por la inicial del Diablo? Eso sería muy
tonto de su parte, todo el mundo lo conoce por ese nombre.
—No parece afectada, señorita Reych —comenta el agente joven.
—Teniendo en cuanta las imágenes que me enseñaron la otra vez,
esperaba algo más fuerte, la verdad.
Al escuchar mis palabras, el hombre a mi lado me quita las fotos. Al
verlas arruga la nariz y parece bastante enfadado, pero bueno, siempre lo
parece, así que será mejor ignorarlo.
—Entonces, ¿piensan que tengo que ver con sus muertes?
—No la estamos acusando a usted, señorita Reych, sus amigos se han
encargado de darnos su paradero para el día en cuestión, por lo que está
descartada, pero igual hay alguien a su alrededor que se toma la justicia
por su mano —dice el agente mayor fijando su mirada justo detrás de mí.
Me giro en mi asiento para ver a dónde mira. Quien está detrás de mí es
Matt, ahora vamos a la parte en que lo culpan por todo como la otra vez. A
este hombre le convendría un cambio de imagen.
—¿Piensa acusarlo otra vez por su aspecto? —pregunta Luisa.
—No nos malinterprete, señorita, pero como ya explicamos, es mucha
casualidad. El señor Smith estuvo en contacto con la primera víctima y por
lo que hemos averiguado, una de estas víctimas fue su amante.
—No sabía que ahora a un polvo mediocre en un baño se le llamara ser
amantes —interviene Matt.
—La cuestión, señor Smith, es que usted ha estado conectado con dos de
las tres víctimas, sin tener en cuenta que es el jefe de seguridad de la
señorita Reych. Tal vez no le haya gustado cómo la trataron y tomara
medidas.
—Eso no dejan de ser especulaciones como la última vez, señores, y
hasta que tengan una evidencia sólida o una orden no veo que más
podemos hablar.
—Esta vez tenemos algo más —interviene el agente más joven.
—¿Sí? ¿Qué tenéis? —pregunto.
—Su semen.
Todos nos quedamos en shock, ¿cómo van a tener el semen de Matt? Si él
ni se acercó a ellas, no habrá sido capaz de follársela antes de morir, ¿no?
Mientras estoy perdida entre preguntas, puedo ver cómo la mirada de
Luisa cambia. Sin duda va a ser ella quien mate a Matt si no soluciono esto.
—¿Cómo saben que es su semen?
—No tenemos pruebas de que sea de él, pero las mujeres tenían semen
masculino por encima de ellas, así que nos gustaría que el señor Smith nos
diera una muestra de su ADN, solo para descartarlo, si es inocente no
debería de haber problema.
Vale, sin duda es novato. Si de verdad hubiera sido Matt, ahora ni de
broma le daría el ADN, sería como ponerse la soga en el cuello él mismo.
—¿Tienen una orden?
—¿Acaso la necesitamos, señorita Reych?
Este niño me está empezando a cansar, voy a tener que darle un
escarmiento.
—Según la ley, sí la necesita, y como veo que viene sin ella, doy por hecho
que ningún juez ha sido tan tonto como para firmar una orden contra el
jefe de seguridad del Grupo Knight solo porque usted crea que su aspecto
lo hace culpable —alego en tono serio mientras me pongo de pie—. Alexa,
acompaña a los agentes a la salida y dile a Nicolás que venga, por favor.
Ella da un paso adelante y los policías se ponen de pie al momento. El
mayor me sonríe y me hace un gesto con la cabeza; este me da pena, tiene
un compañero muy bocazas. El otro se queda observándome, desafiante,
este niño no sabe a quién está provocando. Una vez se marchan, la sala se
queda en silencio, todos los ojos están puestos en los dos responsables,
¿cómo narices llegó semen a los cuerpos?
—¿Se puede saber qué clase de chapuza habéis hecho? —ruge mi rey—.
Se suponía que tenían que sufrir y solo les hacéis unos cortes de mierda.
—¿En serio? ¿No tendrías que preguntarles por qué hay semen en sus
cuerpos? —le digo al hombre a mi lado, ¿en qué piensa?
—La culpa fue suya —se defiende Rafael al momento, señalando hacia
Chris.
¿Cómo va a tener la culpa Chris? A él ni siquiera le gustan las mujeres.
—¿De quién coño es el semen? —pregunta Luisa.
Matt intenta acercarse a ella, pero ella le clava una mirada asesina. Como
el semen sea suyo va a estar metido en un buen lío.
—No es mío —se defiende.
—Entonces, ¿de quién? —pregunto.
—Pues depende del cuerpo, pero básicamente el de uno es mío y el de
otro, de Christopher —responde Raf mientras se encoge de hombres
despreocupadamente.
—¿Es vuestro?
Me quedo peor de lo que estaba, los dos son homosexuales, ¿cómo
pueden correrse con unas mujeres?, a no ser que… abro mucho los ojos.
—¿Habéis follado? —le digo casi chillando a Chris y él da vuelta los ojos.
—No follamos, solo me masturbó —responde.
—Pero empezaste tú e interrumpiste mi trabajo, además fue él quien
apuñaló a mi víctima —se defiende Rafael.
—Tú hiciste lo mismo con la mía —contesta Chris.
—Porque tú lo hiciste primero.
Parecen dos niños peleando mientras todos los miramos sin entender
nada. El Diablo coge aire y se aprieta el puente de la nariz, parece que su
paciencia se está esfumando.
—Quiero saber lo que pasó, desde el principio —dice entre dientes.
—Yo estaba haciendo mi trabajo como tú me pediste, pero él me
interrumpió, empezó a tocarme y apuñaló a la chica en la garganta. Yo
solamente se la devolví, no iba a llevarme yo solo la bronca —explica
Rafael.
—Estabas haciendo la línea torcida, y cuando quise ayudarte me hiciste
equivocarme a propósito —dice Chris con los dientes apretados.
—Tenían que estar simétricas.
Madre mía, vaya dos. Me quedo con que ha pasado algo entre ellos, el
resto me da igual, pero parece que a mi pareja no.
—Os di una orden y únicamente les hicisteis unos cortes de nada. Acas…
—Pero te puedo asegurar que gritaron más que nadie, ¿no es eso
suficiente, mi reina? —lo interrumpe Rafael, enfatizando lo de “mi reina” y
sin dejar de mirar a su rey.
Alexander cierra la boca y entrecierra los ojos. No entiendo bien qué pasa
entre estos dos, ni por qué pide mi opinión si ni siquiera me mira. Me río
sujetando mi costado, será cabrón, a las chicas las torturaron el viernes a la
noche y fue el sábado cuando me la jugó para que aceptara ser su reina; es
increíble, lo hizo para salvarse de la bronca que sabía iba a tener.
Lucifer, al ver que me agarro el costado, se gira al momento para ver si
estoy bien. Le levanto la mano mientras sigo sonriendo y niego con la
cabeza, pongo mis ojos en esta torre tan astuta que tengo delante, fue un
buen movimiento, no hay duda de ello. Antes de que nadie pueda decir
nada, llaman a la puerta. Son Alexa y Nicolás, por lo visto los agentes ya se
han marchado.
—¿Me mandaste llamar? —pregunta Nicolás haciendo una reverencia.
No me fastidies que él también es una pieza.
—Sí, quiero que presentes cargos contra el agente que ha venido hoy
aquí. Acúsalo de acoso, abuso de autoridad e intento de manipulación a un
testigo, y que los cargos solo se presenten contra el agente más joven.
Vamos a dejar al mayor al margen, quiero que se pueda jubilar en paz.
—Así se hará —me responde para luego retirarse.
Una vez se marcha, me relajo en el asiento. Parece que con estos
hombres nunca se puede tener un día tranquilo.
—Vámonos, tú aún tienes que reposar —me dice mi rey tendiéndome su
mano.
Me levanto y coloco mi mano en la suya mientras salimos de la sala. La
verdad es que me vendría muy bien dormir un poco, estoy agotada y me
muero por comer algo.
CAPÍTULO 42
Alexander

L
levo ya dos semanas en casa de Scarlett. Al principio quería que
fuéramos a la mía, pero se negó por completo, dijo que aquí lo tenía
todo para poder reposar tranquila. Durante este periodo he
intentado ir lo menos posible a la empresa, siempre trabajo desde el
despacho, al final me voy acostumbrando a estos colores. Los días que yo
tengo alguna reunión, Alexa y Christopher cuidan de ella. No ha sido tarea
fácil, a mi reina no le gusta que tener a alguien todo el día pegado a ella y
menos estar tanto tiempo en casa.
—No me convence esto, seguro que puedes quedarte unos días más en
cama.
—Ni lo sueñes, me han dado el alta, ¡yo me voy a trabajar! —grita desde
el baño.
Ayer el médico le dijo que podía volver a su vida normal, pero que aún
tenía que tomarse las cosas con calma: nada de esfuerzo ni combates por lo
menos durante otra semana, lo que significa que no va a poder entrenar.
Su móvil vuelve a iluminarse y al acercarme puedo ver la pantalla. Es
Jeremy, que durante este tiempo no ha parado de enviarle mensajes. Un
día la invitó a comer, ella le dijo que se había lesionado y desde entonces no
cesa de llamar para preguntar cómo esta, si necesita algo, le manda
comidas nutritivas, hasta quería venir a verla. Esto de permitir que sean
amigos se está complicando mucho. Para colmo, al estar ella en ese estado
no he podido desquitarme follando, así que ahora mismo mi humor es
pésimo, nunca había estado tanto tiempo sin sexo y menos bajo esta
presión.
—Si sigues apretando así el teléfono, me lo vas a romper.
Al escuchar su voz levanto la vista. Lleva un vestido liso de manga corta
que se ajusta a su cintura, largo hasta los muslos, de un azul que resalta sus
ojos, y lo combina con unas sandalias de tacón marrones. Como siempre,
va estupenda. Se acerca y me retira el móvil de las manos, se estira un poco
y me planta un beso en la comisura de los labios. Yo la cojo de la cintura,
pego su cuerpo al mío y le doy un beso profundo. Ella me da acceso a su
boca y me deja explorarla por completo, mis manos van solas por su cuerpo
hasta donde termina su vestido y se deslizan por dentro; se me está
despertando, aprieto su cuerpo contra el mío para que pueda notar lo
excitado que estoy.
—Una semana más, mi rey, solo una —susurra, separándose.
Suspiro, me cago en el médico, la deja ir a trabajar, pero nada de sexo
aún. Cuando lo escuché me dieron ganas de matarlo, ¿no podía darle el alta
completa? Para empeorar la situación, este sábado es la puñetera gala y mi
reina está decidida a ir. No sé si voy a ser capaz de soportar tanto estrés.
—Mejor vámonos o no sé si seré capaz de no follarte.
Se ríe ante mi comentario. No entiendo qué le hace tanta gracia, no estoy
mintiendo, me muero por un polvo y ella lo sabe, empiezo a pensar que
disfruta con toda esta situación.
—Tengo una reunión fuera de la empresa, así que te irás con Alexa y
Christopher, yo te veo para comer.
Le digo mientras la subo al coche con cuidado, ella asiente y me tira un
beso de despedida mientras su torre cierra la puerta. Lo mejor será que me
mantenga alejado de ella estos días, no quiero perder el control y terminar
haciendo algo que le haga daño. ¿A quién quiero engañar? Soy incapaz de
apartarme. Una vez se marcha, subo al mío con mis dos torres en los
asientos delanteros y Matt pone el coche en marcha, tengo asuntos que
requieren mi atención.
—¿Has terminado con la investigación? —pregunto.
—Sí, ya es oficial. No hay más mujeres que quieran el puesto de la reina,
son todas leales a ella —responde Matt.
Bien, una cosa menos de la que preocuparnos, ahora puedo hacer lo que
tenía pensado.
—Dobla su guardia, no me gusta que él esté en la ciudad.
—¿Crees que iría a por ella?
—No lo sé, pero no pienso darle la oportunidad —contesto a mi mano
izquierda.
No sé si sería capaz de hacerle daño, pero no pienso arriesgarme. Hasta
ahora nunca me ha atacado, tampoco me ha puesto las cosas fáciles, pero
no puedo olvidar que él me odia por lo que le hizo mi madre.
—¿Cómo vas tú con tu investigación? —pregunto ahora a Rafael.
—No hay mucho más, sabemos que él está obsesionado con ella, pero no
por qué. Por lo que sé, aún sigue viendo a esa mujer con la que la engañó.
—Tenemos que buscar respuestas cuanto antes. Algo me dice que hay
una razón en concreto por la que Jeremy está tan interesado y que también
tiene algo que ver con que él esté de visita.
—Quién sabe, igual solo está aquí por negocios —responde Raf.
—Lleva veinticinco años sin pisar esta ciudad, ¿piensas que es casualidad
que lo haga justo dos semanas después de conocerse que tengo una reina?
—Tú no tienes culpa de lo que pasó, eras un niño —interviene Matt.
—Puede, pero soy el hijo de la mujer que le arrebató lo que más quería,
¿tú no querrías venganza?
Ambos se quedan callados. Sé que si alguien me arrebatara lo que más
quiero, me volvería loco, desataría el infierno en la tierra, y ellos harían lo
mismo.
—¿Por qué no hablamos con esa chica? Quizás tenga las respuestas que
buscamos.
Por fin Raf aporta algo bueno. El problema va a ser acercarnos a esa
mujer sin levantar las sospechas de Jeremy. No quiero darle más razones a
su rey para que venga a por mi reina.
—¿Cómo sugieres que lo hagamos sin que Jeremy se entere? —pregunta
Matt.
—¿Esa chica no fue compañera de Luisa en la universidad? Seguro que si
ella se acerca, logra sacarle algo —responde Raf.
—Luisa la odia, si se aproximase a ella sería para arrancarle la cabeza—
intervengo.
Llevar tantos días conviviendo con estas mujeres tiene sus ventajas,
entre ellas averiguar ciertos detalles de sus vidas, como que a Luisa le
encantaría machacar a esa mujer, pero no tenemos más opciones.
Nosotros sin duda levantaríamos sospechas.
—Llama a Luisa, tenemos que intentarlo —ordeno.
Matt me obedece y saca su móvil; sé que no le hará gracia, pero seguro
que cuando le expliquemos nuestras sospechas sobre las intenciones de
Jeremy nos ayuda encantada. Como imaginaba, ella accede e incluso sale
antes del trabajo para hacerlo, hemos podido averiguar que esa tal Ashley
tiene cita en un salón de belleza, así que colamos a Luisa a la misma hora
para que coincidan; solo espero que no termine rompiéndole algún hueso.
—No lo entiendo, ¿por qué no podemos secuestrarla y torturarla para
que hable? —vuelve a preguntar Luisa.
—Porque no queremos alertar a Jeremy —repito por décima vez
mientras me masajeo la frente.
—Vale, solo pienso que sería más divertido —responde ella con un
puchero.
No me cabe duda de que Matt ha encontrado a la persona ideal para él, si
Luisa se hubiera criado en nuestro mundo, sería una torre perfecta. Ella se
prepara y baja para ir a la misión que le encomendamos. Antes de
marcharse, Matt le esconde una cámara entre los botones de la blusa. No
vamos a poder comunicarnos con ella, pero podremos ver y oír todo lo que
suceda.
—Pase lo que pase, contrólate y recuerda que no puedes hacerle daño —
le dice mi torre a su novia.
Ella pone los ojos en blanco y lo llama aguafiestas, le da un beso rápido y
pone rumbo al salón de belleza. Si logra sacarle algo de información, nos
será de gran ayuda todo lo que logre averiguar, aunque sé que no será
mucho. Luisa no está entrenada en estos aspectos y nosotros no podemos
soplarle las preguntas que debe hacer, y ponerle un pinganillo es inviable
teniendo en cuenta a dónde va.
Mis torres se pasan al asiento trasero conmigo para ver bien las
imágenes, observamos cómo Luisa entra en el salón y confirma su cita.
Cuando la llevan a una de las sillas, la peluquera le pregunta qué se va a
hacer y todo eso; por ahora todo normal. En un momento, la vemos cómo
se pone a jugar con su asiento dando vueltas hasta que se detiene en un
lado mirando a una chica.
—¿Ashley? ¿Ashley Thompson? ¿Eres tú?
La chica a su lado abre los ojos totalmente sorprendida, parece no
gustarle mucho el encuentro.
—¿Luisa? ¿Qué haces tú aquí?
—Una amiga me recomendó este centro, así que vine a probar que tal
estaba, pero si tú estás aquí ahora puedo quedarme más tranquila, seguro
que es bueno.
—¿En serio? La última vez que te vi juraste desfigurarme la cara con
ácido.
—Bueno, con respecto a eso, tengo que pedirte disculpas, estaba
pasando por una mala racha y la verdad es que siempre te he tenido algo de
envidia —responde Luisa con voz dulce.
Estamos alucinando, ¿de dónde coño ha sacado esta mujer sus dotes de
actuación? Sigo pensando lo mismo que dije en su momento, sería una
gran torre si lo quisiera. La chica parece creer todas sus palabras, sin duda
es de estas que piensan que todo el mundo las odia por envidia.
—No te preocupes, siempre lo he sabido. Pero te agradezco que lo
admitas, Luisa.
—Y yo te agradezco que me perdones. Te traté muy mal durante todo el
curso y más cuando me enteré de que estabas con Jeremy. Me fastidió ver
cómo te dejaba en la graduación, está mucho mejor contigo que con
Scarlett, él necesita a una mujer de verdad a su lado, una como tú.
—Gracias, pero no me dejó, aún nos vemos a diario.
—¿Aún os veis? —pregunta Luisa, casi chillando.
—Sí, ¿te sorprende?
—No te voy a mentir, Ashley, Jeremy le ha estado hablando a Scarlett
todos los días, incluso la ha invitado a ir con él a la gala de su empresa, ¡si
hasta le ha mandado un vestido!
¿Qué le ha mandado qué? Debe de estar de broma, mi reina no me ha
dicho absolutamente nada. Cierro los puños con fuerza, como sea verdad
está en un gran problema y a ese imbécil pienso torturarlo hasta que no
recuerde ni su nombre.
—¿Aún eres amiga de Scarlett?
—No, la verdad, no la soporto. Siempre está queriendo ser el centro de
todo, solo la sigo aguantando porque a mi familia le da mucha pena.
—Entiendo lo que quieres decir, a mí también me dio esa imagen. Es
más, siempre pensé que se aprovechaba de ti, tú vales mucho como para
dejar que te haga sombra una persona como ella.
—Gracias, Ashley, es muy importante para mí oír eso y más viniendo de
ti, por eso te digo que tengas cuidado, no quiero que Jeremy te haga daño
por una cualquiera como Scarlett.
—Tranquila, entre tú y yo, él solo la busca porque la necesita para
conseguir algo y una vez lo tenga se deshará de ella.
—No lo entiendo, ella no tiene nada, ¿qué puede necesitar Jeremy?
—Aún no, pero por lo visto va a heredar algo muy importante, algo que
ni siquiera ella sabe, y si Jeremy se casa con ella lo obtendrá y una vez lo
tenga la desechará como la basura que es.
Me quedo estupefacto ante sus palabras, sabía que ese idiota tenía algo
entre manos, pero no hasta este punto. Los hombres a mi lado están igual
de asombrados, no solo por lo descubierto, sino por lo fácil que le ha sido a
Luisa manipular a esa mujer. Tengo que hablar con Matt, igual no es mala
idea unirla a la organización, sería una gran pieza. Al poco de contar eso, la
chica llamada Ashley es conducida a otra zona de la peluquería y se despide
de Luisa. Nosotros la esperamos durante más de una hora, de verdad no
puedo entender por qué les lleva tanto tiempo peinarse un poco.
Cuando ella por fin regresa, nos saluda con una sonrisa y da una vuelta
entera delante de Matt. Creo que espera que él le diga algo, pero se queda
mirándola con cara de tonto.
—Estás preciosa, Luisa, ¿verdad, hermano? —interviene Raf dándole un
codazo.
—Sí, sí, por supuesto; estás preciosa, cariño.
Después de decir eso. Matt intenta acercarse, pero ella le da un puñetazo
en el estómago que hace que mi torre se agarre el vientre. No ha sido muy
fuerte, pero tampoco diría que suave. Una torre perfecta.
—Ahora ya no vale, vete al carajo —le dice ella mientras se aleja de él.
—¿Qué tal lo he hecho, Diablo? —me pregunta con una sonrisa.
—Increíble, nunca pensé que fueras tan buena actriz y, por cierto, estás
muy guapa.
Mis palabras la hacen sonreír, se gira y se queda mirando a su novio con
cara de ogro.
—¡Ves, hasta el Diablo es capaz de halagarme! —le grita.
—Cariño…
Antes de que Matt pueda decir algo más, Luisa ya se ha subido a su coche
y se larga a toda prisa. Rafael y yo nos estamos riendo a carcajadas, es muy
gracioso ver a un demonio doblegado de esta forma por una mujer.
—No hace gracia, seguro que hoy me las va a hacer pagar.
—¿No tienes su regalo?
Al escuchar a su hermano, Matt abre los ojos. Parece que se había
olvidado de este detalle. Al darse cuenta, se relaja por completo y sonríe; es
un caso, pero no lo critico, si yo estuviera en su situación, estaría igual de
preocupado.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —pregunta Rafael sacándome de mis
pensamientos.
—Contarle todo a Scarlett, por supuesto. Le demostraré que yo tenía
razón —respondo con orgullo.
Los hermanos empiezan a troncharse de risa mientras arranca el coche.
—¿Puedo preguntar qué es tan gracioso?
—Que parece que eres tú él que quiere un castigo —responde Raf entre
risas.
Tenso el rostro, ¿por qué me iban a castigar a mí? Yo tengo razón, él
busca algo más que una amistad con mi reina. Rafael parece ver mis
dudas, deja de reírse y se gira desde el asiento delantero.
—Le prometiste que no harías nada, que la dejarías tener una amistad
tranquila con Jeremy y, si de verdad él quería algo más, la dejarías
solucionarlo. Vamos, que ibas a confiar en ella, ¿lo recuerdas?
Mierda, o sea, que si ahora le digo que investigué y para colmo involucré
a su amiga, se va a poner furiosa conmigo, ¿pero qué se supone que debo
hacer, no decirle nada? No puedo, Jeremy sabe algo de ella que nosotros no
y no pienso dejar que corra ningún peligro. Raf suspira y niega con la
cabeza, seguro que ya sabe cuál es mi decisión, pero esta vez tengo a Luisa
de mi parte. Ella lo sabe todo y seguro que me ayuda para que Scarlett lo
vea.
CAPÍTULO 43
Scarlett

L
a vuelta al trabajo es placentera, nunca pensé que extrañaría tanto
estar por la oficina con esas miradas y los cuchicheos, pero realmente
lo he echado de menos. Las cosas ya no son como antes. Ahora todos
parecen cortarse un poco más al ver a Christopher y Alexa a mi lado todo el
tiempo. Al entrar en mi despacho me he quedado gratamente sorprendida;
ahora tengo mi propia máquina de café, este hombre está en todo. Pobre,
se ha esforzado mucho por complacerme, me ha cuidado como si me
estuviera muriendo, sé que ha sido un poco agobiante, pero también me
conmovió mucho. Ahora estamos en un momento de nada de sexo. Lo está
tolerando realmente mal. Por lo que me contó Rafael, nunca ha pasado
tanto tiempo sin desfogarse. En realidad, el médico no me ha prohibido
tener relaciones, pero le pedí que le dijera eso a Alexander. Es la mejor
forma de demostrarme si de verdad puedo confiar en él; si logra aguantar
estar en la empresa rodeado de sus tentaciones y no hacer nada, sabré que
me puedo entregar a esta relación sin reparos.
Llevamos un rato trabajando cuando viene el repartidor con una caja
enorme. Chris se adelanta para recibirla y la explora. Una vez es de su
agrado, me deja cogerla; de verdad creo que se están pasando mucho, los
de seguridad comprueban los paquetes antes de subirlos. Coloca la caja
sobre el escritorio y me aproximo a ella para abrirla. Lo que hay es su
interior me deja de piedra, es un vestido de noche con todos sus
accesorios, incluidas las joyas, ¿Lucifer me ha enviado esto? Hasta donde
yo sé, estaba en completo desacuerdo con que fuera a la gala. Cojo la tarjeta
para ver su remitente y abro los ojos en shock; ahora sí que se va a enfadar.
No soy tonta, hace tiempo me di cuenta de que Jeremy no quiere solo una
amistad, ni cuando salíamos juntos era tan atento conmigo. Sé que busca
algo de mí, pero aún no sé lo que es y quiero averiguarlo. No puedo dejar
que otros resuelvan siempre mis problemas.
—Haz que lo lleven a mi casa —le pido a Chris.
—Al rey no le agradará nada esto —comenta Alexa.
Suspiro; eso ya lo sé, pero prometió confiar en mí y si de verdad lo va a
hacer, me dejará resolver esto a mi manera, no a la suya.
—No pienso ocultárselo, luego se lo diré.
Ella asiente, sé que está obligada a informar de todo lo que sucede a mi
alrededor, pero hay cosas de las que es mejor que se entere por mí y no por
terceros. De no ser así, cuando lo vea será una bomba en explosión. Cojo el
teléfono para llamar a Luisa. No me vendría mal una charla solo de chicas,
estos días con tanto hombre alrededor nos ha sido imposible.
—¡Pensé que no me llamarías! —grita en cuanto contesta.
—Sabías que lo iba a hacer, así que deja de protestar. Bueno, ¿cómo lo
hacemos?, ¿quedamos para comer o después?
—Para comer, aunque igual llego un poco justa de tiempo, tengo cita en
el salón de belleza.
Entorno los ojos. Por norma solemos ir juntas, pero, además, fue al salón
hace solo dos días, ¿por qué iría otra vez?
—¿No quedaste contenta con la última vez? —pregunto.
—Oh, es que no voy por eso, voy a una misión —responde, muy
contenta.
—¿Cómo que a una misión?
—Verás, resulta que tu señor Diablo no cree en las intenciones de
Jeremy, así que me manda a encontrarme con la zorra de Ashley para
sacarle información.
Abro los ojos con incredulidad, me lo había prometido. Así que esa es la
reunión tan importante por la que no puede quedar para comer conmigo.
Es incapaz de confiar en mí, y sin embargo pide que yo confíe en él. Si
quiere jugar a este juego, podemos hacerlo los dos.
—Bien, quiero que hagas una cosa por mí, Luisa.
—Lo que ordene, mi reina.
Pongo los ojos en blanco, cada día se comporta más como una pieza.
Incluso creo que lo hace para llamar la atención de Alexander y que le deje
ocupar algún puesto.
—Resulta que hace un rato me ha llegado un vestido por parte de Jeremy
para la gala, quiero que lo dejes caer, quiero que el rey sepa que me están
mandando regalos y yo los acepto. —Luisa empieza a reír a carcajadas,
estoy segura de que le encanta la idea de hacer rabiar al Diablo.
—O sea que voy a ser una espía doble, me encanta, prometo contarte
todo en la comida.
—Perfecto, pero ten cuidado de que no te pillen, no quiero que sepa que
yo lo sé, quiero ver qué hace después.
—Por supuesto, confía en mí. Sabes que soy una gran actriz.
Me río, pues claro que lo sé, he visto a Luisa actuar unas cuantas veces.
Estoy muy segura de que conseguirá la información que quiere sin que
nadie sospeche nada.
—Te dejo, estoy llegando. Luego hablamos.
Con eso me cuelga sin esperar mi respuesta. Una vez terminada la
llamada, alzo la vista para mirar a Alexa, estoy segura de que Chris no
contará nada de lo que oiga, pero ella…
—Tranquila, mi reina, soy leal a usted —dice al notar mi mirada.
Le respondo con un gesto de cabeza. Este hombre tiene que aprender
una lección, no puede estar siempre dirigiendo mi vida como si fuera su
juguete favorito. Tiene que entender que puedo cuidar de mí y que soy
capaz de resolver esto sin su ejército de demonios.
Es por la tarde y estoy entrando en mi departamento. Luisa ya me ha
contado todo, sabía que Jeremy tenía alguna intención rara, pero esto… no
tiene sentido, yo no tengo nada por heredar. Al terminar la comida, le pedí
a Alexa que llamara a Malcolm para saber si había alguna novedad. Él
respondió lo que ya sabíamos; no tiene nada, mi vida está tan bien oculta
que les está siendo imposible rastrear tan siquiera mi nacimiento. De
Alexander tampoco he sabido gran cosa; ni una llamada, ni un mensaje…
Igual está intentando calmar su genio antes de venir a verme, sé que no
debió hacerle gracia lo del vestido y mucho menos saber lo de Jeremy, pero
estoy contenta, se lo está tomando mucho mejor de lo que esperaba.
Entro por la puerta y lo primero que percibo es un olor a quemado. Mis
acompañantes me rodean y entran a la vivienda con Chris por delante.
Cuando entramos, hay un cubo del que salen llamas en medio del salón.
¿Pero qué narices pasa aquí? Mi amigo se hace a un lado para dejarme ver,
delante de mí está mi hombre echando cosas al fuego. Me fijo bien en los
objetos en sus manos, está quemando lo que Jeremy me ha enviado hoy.
Esto tiene que ser una broma, iba a aceptar los regalos para hacerle pensar
que me tenía en sus manos, no los quería de verdad.
—¡¿Qué estás haciendo?! —grito desde la puerta.
—¿No es obvio? Quemando la basura.
Aparto a mi escolta de un empujón y voy hacia el maníaco que tengo
como novio, estiro la mano y le arranco un colgante que estaba a punto de
tirar, ¿cómo narices voy a lograr averiguar qué quiere Jeremy si tira sus
regalos? Al arrebatarle el collar, su cara se transforma y me coge por el
cuello, pero sin apretar demasiado. Chris se aproxima, pero yo alzo la
mano para detenerlo. No soy una damisela en apuros, puedo manejar al
Diablo perfectamente. En vez de echarme atrás, me adelanto y lo encaro
fijando mis ojos en los suyos. Aparece un atisbo de sorpresa en su cara,
pero se van tan rápido como ha venido.
—Suéltame ahora mismo —digo entre dientes.
Él resopla, aprieta la mandíbula y me suelta. Doy dos pasos atrás y llevo
la mano a mi garganta; estoy segura de que no me ha hecho nada, pero
creo que me va a quedar alguna marca.
—No tienes derecho a quemar mis cosas.
—¿Acaso pensabas decirme que te ha enviado un regalo?
—Pensaba hacerlo cuando te viera, pero no me has dado tiempo, ¿no
crees?
—Deberías haberlo hecho en cuanto te llegó. No me gusta enterarme por
otros —ruge.
—Me dijiste que ibas a estar ocupado en algo muy importante y no creí
que fuera necesario interrumpirte por esta tontería, pero ya que sacas el
tema, ¿puedo saber quién te lo ha dicho?
—Eso da igual, aquí lo importante es que yo tenía razón. Jeremy quiere
algo de ti, algo que en teoría vas a heredar.
Ignoro sus palabras y me voy en dirección a la cocina para sentarme en
un taburete, no pienso seguir con esta conversación con un bidón en
llamas a mi lado.
—¡¿Me estás escuchando?! —grita desde detrás de mí mientras me sirvo
una copa de vino.
—Te escucho perfectamente, Alexander —respondo con total calma.
Al ver mi tranquilidad, se queda observándome como si me hubieran
salido dos cabezas. No tengo muy clara cuál era la reacción que esperaba
de mí, ¿pensaba que iba a darle las gracias y correr a sus brazos? Si es así,
se va a llevar una gran desilusión.
—Prometiste confiar en mí.
—Y suerte que no lo hice, si lo hubiera hecho, seguirías igual de ingenua
y pensando que él solo quiere tu amistad.
—¿Así que eso es lo que piensas de mí? ¿Que soy una ingenua en la que
no se puede confiar?
Cuando le hago esas preguntas, se me llenan los ojos de lágrimas, no
puedo creer que piense eso de mí. No responde, me observa sin negar ni
afirmar. Cierro los ojos mientras cojo aire, me levanto, paso por delante de
él y abro la puerta de la entrada. Sin moverme, espero de pie a un lado
manteniéndola abierta. En todo momento Alexander no aparta su mirada,
me sigue en cada movimiento y ahora está como una estatua con sus
galaxias fijas en mí, parece que no entiende lo que significa una puerta
abierta.
—Quiero que te vayas de mi casa —empiezo fijando mi mirada en la suya
—. Tú no necesitas una reina ingenua a tu lado y yo no quiero un hombre
que no confíe en mí al mío.
Mis palabras parecen despertarlo. Da un paso hacia mí y Christopher se
interpone, pero esta vez no lo detengo, dejo que haga su trabajo. Paso por
detrás de mi torre mirando el bidón, siento mis ojos arder… Debo
controlarme, no quiero que pueda ver el daño que me ha hecho. Busco el
camino a mi dormitorio para alejarme lo más posible de mi supuesto rey.
Lo conozco lo suficiente como para saber que si paso cerca de él, me
detendrá y no quiero darle esa oportunidad. Al llegar al pasillo me paro de
espaldas a la gente que ahora está en mi salón, Alexander no se ha movido,
aún puedo notar su presencia.
—Lo quiero fuera de mi casa.
Es todo lo que digo. Los presentes saben a quién me refiero, no hace falta
dar explicaciones. Una vez dicho esto, sigo mi camino al dormitorio y,
cuando estoy entrando, puedo oír la voz de Rafael.
—Vamos, Alexander, será mejor que nos vayamos. Démosle tiempo a
que se calme.
Después, solo escucho cómo se cierra la puerta de la entrada y cierro la
mía de un portazo. Una vez dentro, apoyo mi espalda en ella y me dejo caer
hasta el suelo mientras las lágrimas comienzan a rodar por mi mejilla. No
entiendo cómo hemos terminado así, cómo le es tan complicado depositar
su confianza en mí, yo confío en todo lo que él hace, ¿por qué no puede
hacer lo mismo?
CAPÍTULO 44
Rafael

V
uelvo al apartamento de mi reina con una maleta y el regalo que se
supone debería darle mi hermano a su chica. Suspiro, le dije al
Diablo que lo dejara estar, que no quemara nada, que confiase en
ella. Pero no, el Diablo tenía que seguir sus instintos y prenderle fuego a
todo en pleno salón. Lo peor no ha sido eso, sino lo que le dijo a Scarlett.
Pude ver el dolor de sus palabras en su mirada. Ahora sí que la ha cagado
bien. Suerte que, una vez nos fuimos, fue consciente de ello y se ha puesto
a buscar la manera de solucionarlo. La parte que no me convence de este
plan es la de mantenerla a ella en la sombra. Entiendo que si se lo cuenta,
ya no será una sorpresa, pero lo de no hablarle hasta entonces… estoy
seguro de que no es buena idea, pero una orden es una orden.
—¿Qué haces tú aquí?
—Hola a ti también, Christopher —digo mientras cierro la puerta tras de
mí.
—No evites mi pregunta y dime qué haces en mi casa con una maleta.
—Estoy en casa de mi reina, y como el rey va a estar ausente varios días,
mi trabajo como torre es quedarme a protegerla por las noches. ¿Ya has
olvidado cuáles fueron sus órdenes?
Su cara es todo un poema, puedo notar que no le hace nada de gracia.
Sonrío como un niño, me encanta cuando se enfada así.
—¿Qué haces aquí con una maleta y por qué huele a humo? —habla una
voz femenina detrás de mí.
—Resulta que al rey le ha dado por prender fuego dentro de nuestra casa
y en vez de arreglar las cosas con su reina, ha decidido irse de viaje,
dejando a este como segurata.
—Dios, no me puedo ausentar un rato, me voy y todo se viene a pique.
Me río, Luisa es muy yo, es perfecta para mi hermano. Además, ahora
tengo a alguien con quien hacer algunas travesuras, siempre estoy rodeado
de muermos.
—Verás, resulta que mi rey decidió no escucharme, quemó los regalos de
Jeremy, dijo cosas bastante fuertes a su reina y ha terminado expulsado de
esta casa como un perro. Ahora se ha ido de viaje, para darle tiempo a
Scarlett, según él, y que se calme, y mientras él no regresa yo me quedo a
vivir aquí —resumo para la recién llegada.
—Es consciente de que si no le habla durante varios días lo va a
empeorar, ¿verdad?
—Yo ya le di mi consejo, no puedo hacer más —le respondo a mi cuñada,
alzando las manos.
—Bueno, eres bienvenido, será divertido tener a un hombre en casa que
no sea un aburrido —dice ella mientras desaparece por el pasillo en
dirección a la habitación de Scar.
Me giro y puedo ver al muermo delante de mí con cara de ogro. Le
esperan unos días muy duros, ahora somos dos para fastidiarlo. Cojo mi
maleta y me marcho con una sonrisa en el rostro a la que va a ser mi
habitación por unos días. Espero poder apaciguar a la reina y lograr que no
se enfade más por la ausencia del rey.
Es la hora de la cena, las chicas llevan encerradas toda la tarde en la
habitación, así que me he metido en la cocina y he preparado todo tipo de
platos. No hay nada mejor que una buena comida para aliviar las penas.
—¿Te importaría llamarlas para que vengan a cenar? —pregunto al
hombre a mi lado.
Para no querer mi presencia, no se ha separado de mí. Lleva toda la tarde
sentado en la cocina con un libro en las manos, pero puedo ver que no le
hace mucho caso, cada poco tiempo lo pillo mirándome. No me contesta,
se levanta de mala gana y arroja su lectura en la encimera. No sé si sigue
enfadado porque maté a su diversión o porque no hemos terminado lo que
empezamos, pero si es la segunda opción, creo que puedo ayudarlo, solo
tiene que pedirlo. Vuelve con Luisa detrás y ella se sorprende al ver la
cantidad de comida en la mesa. Busco detrás de ella, pero no hay nadie
más, va a ser un poco complicado apaciguar los ánimos si no aparece.
—¿Dónde está la reina? —pregunto mientras coloco los dos últimos
platos.
—Aquí —responde una voz desde el pasillo.
Me giro y puedo verla, tiene los ojos rojos e hinchados de tanto llorar y se
nota el cansancio en la mirada, este imbécil la ha cagado pero bien.
—No deberías seguir llamándome así, no creo que siga siendo reina.
—Todas las parejas discuten, solo los necios dan importancia a las
palabras dichas con enfado.
Ella no me responde más, se sienta y se sirve una copa de vino. Ya he
puesto mi primer granito, solo me faltan ocho millones más para lograr
calmarla. Comemos con total tranquilidad, hasta mi ogro parece relajado
mientras sirve la comida en el plato de su amiga. La cuida muy bien,
demasiado en algunas ocasiones. Si no supiera que no está interesado en
ella, sospecharía que hay algo más. Al acabar la cena, recojo todo y saco
una tarta de chocolate que acabo de hacer. Siempre se me ha dado muy
bien la cocina y cuando uno está enfadado no hay nada que cure mejor las
penas que el chocolate.
—Por Dios, Rafael, puedes mudarte con nosotros cuando quieras; es
más, si quieres puedes quedarte con la habitación de Christopher y a él lo
mandamos a la guarida —dice Luisa con los ojos muy abiertos cuando ve la
tarta.
—Gracias, pero podemos compartirla, no soy egoísta —respondo con
una sonrisa.
—Pero yo sí —masculla el ogro.
Todos empezamos a reír, es agradable ver a Scarlett más tranquila y
relajada, no sé si perdonará a mi rey, pero sin duda a mí me adora. Cuando
terminamos de comer el postre, ella se levanta para empezar a recoger la
mesa, pero me pongo de pie con rapidez y la detengo.
—Tranquila, nosotros recogemos. Vosotras iros a descansar, el sueño
todo lo repara.
—¿Por qué hablas por mí? Si quieres recoger, hazlo tú.
—¿Vas a dejar a tu reina limpiar los platos, gran torre Astorn?
No me responde, solo se marcha con varias cosas en la mano hacia el
fregadero mientras murmura para sí.
—Tú ya has hecho suficiente, Raf, no puedo seguir abusando de ti —
habla mi reina.
—Por supuesto que podemos —interviene mi cuñada, la coge la mano y
se lleva a rastras a su amiga.
—¡Espera! —le grito.
—No, ahora no vale retractarse.
—No es eso —digo entre risas—. Mi hermano me ha dado algo para ti.
Quería dártelo él, pero no ha tenido tiempo.
Con eso, voy hasta mi dormitorio a por su regalo. Es una caja como la de
zapatos para un niño, salgo con ella en las manos y se la entrego a mi
cuñada. Luisa abre los ojos de la sorpresa y quita la tapa con mucho
cuidado. Cuando ve el interior, esboza una sonrisa que le ilumina toda la
cara. Aprovecho para sacarle una foto y enviársela a mi hermano, a él le
gustará ver su reacción.
—Me dijo que sentía el retraso, pero tuvo que traerlo del extranjero.
—¿Qué hay ahí? —pregunta Scarlett asomando la cabeza—. Pero ¡qué
cojones!, ¡¿es un pene?!
—¿Qué clase de regalos os hacéis vosotros? —interviene Christopher tras
ver el contenido de la caja.
—Le pedí una prueba de su lealtad, le dije que quería una venganza por
lo de Sergi y él le ha cortado el pene —responde con pura alegría.
—¿Y cómo sabes que es el suyo? —pregunta Scarlett con cara de asco.
—Porque él tenía este mismo piercing, ¿lo ves? —responde Luisa
levantándolo para que todos podamos verlo.
—Rara —dice Chris mientras vuelve a la cocina.
Scar ni se pronuncia, únicamente niega con la cabeza mientras ríe por lo
bajo y se marcha a su habitación. Luisa vuelve a meter su regalo en la caja y
se va con ella pegada a su pecho; sí que es un poco rara, pero ideal para mi
hermano. Vuelvo a la cocina para terminar de recogerlo todo. Christopher
se queda de pie observándome y yo paso por delante ignorándolo y me
meto en mi habitación. Al cabo de unos segundos, siento cómo entra en la
suya dando un fuerte portazo al cerrar, me río, este hombre va a sucumbir
más pronto que tarde. Cojo mi teléfono y me preparo para dar el informe,
una cosa es que él no la vaya a llamar, y otra muy distinta que no haya que
decirle todo lo que hace ella.
—¿Cómo está? —Es lo primero que oigo en cuanto responde.
—Hola, mi rey; estoy vivo, gracias por preguntar.
—No me vengas con esas estupideces, sabíamos que a ti te dejaría
entrar, ahora dime cómo está ella —me ruge.
—Después de mi cena, más tranquila, aunque he de decirte que tenía los
ojos bastante hinchados de tanto llorar.
Él se queda en silencio durante un rato. Es muy bruto, pero sé que le
duele haberle hecho tanto daño, aunque es incapaz de decirlo.
—¿Te ha dicho algo? —pregunta más calmado.
—Que no la siga llamando reina —siento cómo su respiración se vuelve
pesada y rechina los dientes—. De verdad, Alexander, no creo que sea
buena idea no hablarle durante tantos días.
—Serán tres días, el sábado por la mañana estaré ahí. Tú procura que
ella vaya a la empresa y del resto me ocupo yo —suspiro, nunca me
escucha.
—Como ordenes, pero recuerda que no me quisiste escuchar.
—Tú solo intenta apaciguarla, para eso te he mandado allí.
—No, si a mí me adora, el problema eres tú.
Antes de que pueda gritarme y amenazarme, se abre mi puerta y levanto
la comisura de los labios ante mi invitado.
—Mi rey, tengo que dejarte. Dile a mi hermano que su chica está
encantada con el regalo.
Me despido y cuelgo la llamada para centrarme en la persona delante de
mí.
—¿Necesitas algo? —pregunto enarcando una ceja.
—Vine para decirte que el baño del pasillo no funciona, pero puedes usar
el mío. Si te metes en alguno de los de las chicas, me buscarás problemas a
mí.
—No sabía que fueras tan considerado —respondo mientras cojo todas
mis cosas.
Una vez entro en la habitación de Christopher, espero a que él me
indique dónde está el baño. Se adelanta y me lleva hasta él, tengo que decir
que está muy bien decorado y ordenado, sobre todo ordenado, no hay nada
fuera de lugar.
—¿Dónde están las toallas?
—En el armario —responde secamente.
No digo nada más, me quedo mirándole esperando su salida o su
entrada, ambas me valen. Respira hondo, se da la vuelta y sale, cerrando la
puerta con cuidado. Qué pena, podía haber sido una ducha entretenida.
Me quito la ropa y abro el agua, él se lo pierde. Una vez la temperatura es
de mi agrado, me meto debajo del chorro y dejo que el agua caiga por mi
cuerpo mientras cierro los ojos e inclino la cabeza hacia atrás. Cuando
estoy completamente relajado, escucho como la puerta se vuelve a abrir,
levanto la cabeza y abro los ojos un poco. Él se aproxima, abre la mampara
de la ducha y se mete dentro completamente desnudo. Parece que al final
sí que va a ser una ducha entretenida.
CAPÍTULO 45
Christopher

N
o lo soporto más, este hombre me va a volver loco. Desde que me
tocó, no puedo pensar en otra cosa que no sea en él, me está
distrayendo demasiado y no puedo tolerarlo, tengo que
concentrarme para poder llevar a cabo mi misión. Es solo el calentón, una
vez terminemos con esta tensión que nos rodea, seguro que todo vuelve a
la normalidad. Soy un Astorn, para nosotros lo primero siempre son
nuestros reyes; lo segundo, la misión; y lo ,tercero, nuestros deseos
propios, por ello tengo que terminar con esto. Miro la pantalla de mi
ordenador, todo está en orden, Scarlett ya está dormida, Luisa sigue
acariciando el pene amputado mientras sonríe como una maníaca y mi
distracción está pasando informe a su rey. Perfecto, es mi oportunidad.
Me cuelo con cuidado en el baño del pasillo, destapo la caja del techo y
cierro las llaves de agua. Una vez inutilizado, voy a por mi objetivo. Entro
en la habitación sin llamar, él nota mi presencia en cuanto se abre la
puerta, cuelga la llamada y se queda mirándome con una sonrisa. Odio esa
sonrisa arrogante, pero odio aún más que se ponga en plan chulo.
—¿Necesitas algo? —pregunta alzando una ceja.
—Vine para decirte que el baño del pasillo no funciona y que puedes usar
el mío. Si te metes en alguno de los de las chicas, me buscarás problemas a
mí.
—No sabía que fueras tan considerado —dice mientras recoge sus cosas;
joder, ¿nunca se calla?
Una vez en mi habitación le indico el camino. Él lo observa todo, sí, soy
una persona muy meticulosa, razón por la cual me enfada tanto su dichosa
presencia.
—¿Dónde están las toallas? —pregunta muy arrogante.
—En el armario.
En cuanto le respondo, me mira como si estuviera esperando que me
fuera. Debe de estar de broma, ¿de verdad no me va a invitar a
acompañarlo? Sé que siente lo mismo que yo, pero el muy cabrón prefiere
hacerse el duro que dar un paso al frente. Pues está loco si piensa que voy a
ser yo quien lo haga. Cojo aire y me marcho a mi habitación, oigo cómo se
abre el agua mientras doy vueltas como un león enjaulado. Nunca en mi
vida me había pasado esto, jamás me habían hecho dar el primer paso,
siempre son los hombres los que vienen a mí, no al revés. Tengo que tomar
una decisión, o entro y termino con esto para poder centrarme en mi
objetivo o sigo con esta tensión y termino poniendo todo en peligro. Me
aprieto el puente de la nariz, a la mierda.
Me quito toda la ropa y vuelvo al baño. Al abrir la puerta, me recibe una
imagen increíble. Está de espaldas bajo el agua, con la cabeza hacia atrás y
los ojos cerrados. Nunca lo había visto tan siquiera sin camisa y verlo
desnudo me corta la respiración. Su espalda es ancha, tiene el culo
respingón y los brazos fuertes. Camino lentamente a la ducha y, al entrar,
fija su mirada en mí. Yo llevo la vista a su pecho, lleva un tatuaje que lo
ocupa todo, desde la clavícula hasta el comienzo de su ingle. Es la cara de
un demonio con la boca rasgada por donde salen varios colmillos, está
abierta y deja caer saliva entre ellos. Por el centro de su abdomen hay una
nariz grande con dos ramas de huesos que salen a cada lado y conectan con
unos ojos negros y profundos que quedan justo por debajo de sus
pectorales ofreciendo una mirada tenebrosa. Por encima de ellos suben
unas llamas y por el centro un remolino de piel putrefacta, quedando en
simetría con los cuernos del demonio que llegan hasta su clavícula. El
tatuaje está hecho entero en tinta negra y los detalles son increíbles. Se
puede ver cada poro del rostro del demonio, la piel rasgada en la boca y la
salida de los cuernos, la zona central donde está la piel abierta, dejando ver
entre ella los nervios de la carne, y esos ojos… parecen absorberte.
Mi mano viaja sola hasta ellos acariciando la parte baja de sus pectorales.
Él suspira y vuelve a cerrar sus ojos mientras yo paso a los cuernos
siguiendo los detalles con cuidado. Sigo a la zona de la piel rasgada y de ahí
a la nariz hasta llegar a la boca del demonio, que ahora está tapada por su
pene erguido. Lo rodeo con cuidado y desciendo hasta perfilar cada diente,
colmillo y rastro de piel rasgada. Una vez acabo, vuelvo a estar en la zona
tapada por su erección, toco la punta que brilla con su jugo y lo esparzo
hasta la base. Con ese toque suelta su primer gemido y pierdo todo
autocontrol, agarro su cintura y pego su pecho al mío estrellando mis
labios con los suyos. Él no se queda quieto, me coge con fuerza y me
empuja contra la pared de la ducha golpeando mi espalda contra ella.
Parece que por fin voy a conocer al famoso demonio que lleva dentro.
Aún tengo una mano en su mango, así que empiezo a deslizarla de abajo a
arriba y consigo que gima en mi boca. Él coge mi polla y empieza a hacer lo
mismo. Ahora soy yo quien empieza a gemir por su roce, lo agarro de la
nuca y tiro hacia atrás hasta que su espalda choca contra los azulejos. Él
presiona una de mis nalgas con fuerza y pega su ingle contra la mía.
Comienzo a bajar mi boca por su cuello hasta su clavícula, desde donde
sigo bajando por este demonio que me tiene hipnotizado. Al llegar a su
pene, paso mi lengua a lo largo de él hasta llegar a sus testículos. Suspira
mientras golpea su cabeza contra la pared, meto su polla en mi boca y
empiezo a succionar. Siento su mano en mi cabello, me agarra con fuerza
al tiempo que sus gemidos empiezan a sonar en todo el baño.
Cuando empiezo a acariciar sus partes más bajas él comienza a mover su
pelvis contra mi boca con fuerza. Sus gemidos me están volviendo loco,
como siga así mucho tiempo voy a terminar corriéndome sin necesidad de
que me toque. Sus movimientos empiezan a ser irregulares y su agarre en
mi pelo, más fuerte. Puedo notar que está a punto y tengo que hacer que
termine antes de que lo haga yo. Llevo el dedo índice a mi polla, que
chorrea jugo de excitación, lo lubrico bien y lo llevo al centro de sus nalgas.
Lo meto en su agujero con un solo empujón y su polla me entra hasta el
final de la garganta. En cuanto hago eso, él suelta un gemido fuerte y
termina en mi boca, pero no me detengo ahí, doy un par de empujones
más para asegurarme de que lo suelta todo.
—Levántate —me dice entre gemidos en cuanto acaba.
Hago lo que él me pide, sin protestar, y cuando estoy en pie me da la
vuelta, me inclina hacia adelante y deja mi trasero a su merced. Acaricia su
polla lubricándosela con su propio semen y, una vez preparada, me coge de
las caderas y las lleva para atrás lentamente. Apoyo mis manos en la
mampara de la ducha para estabilizarme y empiezo a sentir cómo se va
abriendo paso a paso por mi canal. Me dan vuelta los ojos por el placer, mi
polla está tan hinchada que en breve va a reventar. Ya dentro, me da un
segundo para acostumbrarme a la intrusión, pero no lo necesito, no lo
quiero; así que empiezo a mover mis caderas en busca de ese placer, él lleva
su mano a mi hombro y comienza a embestirme despacio.
Ahora son los gemidos de ambos los que retumban en las paredes junto
con el ruido que hace el chapoteo del agua al impactar sobre nuestros
cuerpos. Aumento la velocidad y él hace lo mismo, mi corazón va como un
caballo desbocado. Él se echa encima de mí, lleva la mano a mi polla a
punto de reventar y comienza a bajarla desde la punta hasta la base. Ahora
hasta mi cerebro se está volviendo papilla, en mi vida había obtenido este
placer de ningún otro hombre. Sus embestidas empiezan a ser más
rápidas, siguen el ritmo de su mano. Me recorre el calor por todo el cuerpo,
mi piel se eriza y mi alma se desprende de mí. Con el último empujón, mi
semilla sale disparada hacia la mampara mientras Raf se retira con rapidez
y un cálido flujo me calienta la parte baja de la espalda.
Me incorporo; los dos estamos hechos un desastre, nuestras
respiraciones son caóticas y estamos sucios. Él me atrae hacia su pecho e
impacta sus labios con los míos en un beso profundo, yo le correspondo
iniciando una guerra entre nuestras lenguas. Una vez nos separamos, cojo
el gel de ducha y empiezo a limpiarme, Rafael me quita la esponja de las
manos y comienza a limpiarme por detrás con movimientos lentos, parece
acariciarme en vez de lavarme. Cuando por fin salimos de la ducha, le
lanzo una toalla en la que se envuelve y sale por la puerta en dirección a la
habitación. En el momento que va a coger su ropa para vestirse, le
detengo. Él alza la vista para mirarme enarcando una ceja, ya estamos otra
vez con su chulería.
—¿Pensaste que habíamos terminado?
Con esa pregunta, lo agarro del brazo y lo empujo hasta tirarlo en la
cama. Él cae sentado en ella con una pequeña sonrisa en su rostro.
—Date la vuelta —le ordeno.
Por primera vez desde que lo conozco, no protesta y me obedece. Abro el
cajón de mi mesilla, saco un bote de lubricante y lo derramo por mi
miembro ya levantado. Le arrebato bruscamente la toalla de su cuerpo y
me coloco por detrás. Repito el proceso que él ha seguido conmigo, me
introduzco lentamente, con cuidado, escuchando sus gemidos de
satisfacción, que se unen con los míos. Una vez dentro, no me muevo, dejo
que se acostumbre a tenerme dentro. Como yo antes, ahora es él quien
empieza a moverse. Viendo que está listo, comienzo a embestirlo despacio,
igualando sus movimientos y disfrutando de este momento. Pensé que con
la ducha tendría suficiente, pero no; estar dentro de él es una sensación de
placer inexplicable, casi adictivo.
Al final, terminamos haciéndolo durante toda la noche. En ningún
momento nos llegamos a vestir, estamos casi sin dormir, seguramente
secos, pero, aun así, verlo mientras se pone la ropa hace que se me vuelva a
levantar.
—Deja de mirarme así o hago que te comas la almohada otra vez —me
dice mientras se abotona la camisa.
—La culpa es de ese tatuaje tuyo, que no puedo dejar de mirarlo.
—Seguro que es por eso —responde entre risas.
Antes de que pueda contestar, llaman a mi puerta. Los golpes son suaves,
debe de ser Scarlett; Luisa tiende a aporrear, no a llamar.
—Chris, ¿has visto a Rafael? No está en su habitación.
Mierda, se supone que no debería de haberse levantado tan temprano,
salto de la cama y me pongo la ropa interior a toda prisa. No tengo
intención de que sepan lo que ha pasado entre nosotros. Rafael me mira
correr de un lado al otro, levanta las cejas mientras niega con la cabeza y
abre la puerta.
—Estoy aquí.
Me quedo tieso con el pantalón a medio poner, Scarlett mira a Rafael y
luego a mí, semidesnudo, sonríe y sus mofletes se calientan, pero no dice
nada, solo sale corriendo.
—¿Por qué has abierto? No tienes ni idea de lo que acabas de provocar.
Justo cuando termino de hablar, escucho un chillido que viene de la
habitación de Luisa. Genial, ahora lo saben las dos y seguro tienen para
todo el día con este tema.
—¡Lo ves! —digo, señalando hacia donde viene el grito.
No responde, se encoge de hombros y se marcha con las manos en los
bolsillos y silbando una melodía, ¿quién me manda meterlo en mi cama?
Debería haberlo echado en cuanto terminamos de follar la tercera vez.
Al llegar a la cocina, Rafael está preparando el desayuno y las chicas están
sentadas en la isla con unas sonrisas tontas. Miro hacia arriba con
resignación, me espera una mañana ajetreada.
CAPÍTULO 46
Scarlett

E
s sábado por la mañana, el día de la gala. Han pasado ya tres días
desde la discusión con Alexander, tres días desde que no sé nada de
él, ni un mensaje, ni una llamada. Nada, solo sé que se fue de viaje y
nada más. Ni a dónde ni por qué. Rafael ha estado conmigo desde
entonces, muchas veces parece que está aquí para evitar que me enfade
más, ¿pero cómo va a pasar eso si ese hombre se marcha sin mirar atrás?
Después de decirme todo lo que me dijo, en vez de disculparse, se fue.
En mi mano sostengo el móvil con su número en el marcador, ya he
perdido la cuenta de todas las veces que he estado en esta situación en los
últimos dos días. Muchas veces me pregunto si él habrá estado igual,
pensando en llamarme, deseando hablar conmigo o pensando en mí tanto
como yo pienso en él. A quién quiero engañar; si lo pensara, lo habría
hecho, no es como yo. Mi cabeza es un lío, pero tengo que levantarme a
desayunar si quiero arreglarme para ir a la gala. Tiro el móvil encima de la
cama con rabia, me levanto y voy a la cocina. Allí me recibe un olor
delicioso; es genial tener a Raf aquí, pero como Luisa y yo sigamos así,
vamos a salir rodando.
Hoy hay para desayunar tortitas con sirope de arce y fresas cortadas por
encima; de verdad que adoro a este hombre y me encanta que Chris y él
estén juntos. El primer día que nos enteramos nos volvimos locas, no
paramos de chillar como colegialas. Daba igual cuantas preguntas
hacíamos, mi amigo no decía ni palabra. Por suerte, a Rafael le encanta
hablar; diría que a veces demasiado, hubo momentos en los que tuve que
taparme los oídos. Lo más gracioso fue cuando Luisa fue al baño del pasillo
y pregunto por qué no había agua, y entonces Rafael fue hasta allí y abrió
las llaves de paso en el techo. Nosotras nos quedamos mirando a un Chris
muy sorprendido y algo avergonzado, aunque esa vergüenza se fue tan
rápido como vino.
—¿Vas a comer o seguirás jugando con la comida toda la mañana? —
pregunta Luisa.
—Lo siento, estaba perdida en mis pensamientos.
—De eso ya nos hemos dado cuenta, ¿quieres contarnos?
—Es lo de estos días, no entiendo cómo se ha podido ir sin más. A ver, sé
que estábamos enfadados, pero hacer esto… Si se lo hiciera yo, se volvería
loco.
—Quizás solo quiere darte tiempo para que te relajes —interviene
Rafael.
—Tú solo lo defiendes porque es tu rey, nada más —respondo algo
molesta. Lleva todos los días haciendo lo mismo, da igual lo que yo diga, él
siempre tiene algo que decir para defenderlo.
—¿Me dejas darte mi opinión sincera Scarlett, como amigo, no como
pieza? —pregunta mientras suspira y deja los cubiertos en la encimera.
Asiento, claro que sí, lo considero parte de mi familia, no una pieza que
me sirve como su reina.
—Tú le pediste a él que confiara en ti, que te dejara hacer las cosas a tu
modo sin incluirlo en tus planes y él por su parte solo piensa en protegerte,
no porque crea que eres débil o ingenua, sino porque te ama más que a su
vida. Alexander es una persona que ha crecido sin saber lo que es el amor,
se crio entre odio y destrucción y creció luchando para sobrevivir. Su
forma de amar es controlar todo para que nada te pase y si hubiera dejado
de quererte, yo no estaría aquí metido dando un informe todas las noches
sobre tu estado de ánimo, tu alimentación, etc. Creo que lo único que no
me pregunta es cuándo vas al baño —dice mientras sonríe.
—Es verdad, Scar, muchas veces estoy hablando con Matt y me cuenta
que él está encerrado en su habitación viendo por su móvil cómo duermes
—le interrumpe Luisa.
Abro mucho los ojos, ¿cómo puede verme mientras duermo? Chris
parece notar mi sorpresa, porque me responde antes de que pregunte.
—Hay cámaras por toda la casa, llevan instaladas desde que saliste a
cenar con Jeremy —me quedo aún más impactada, ni cuenta me había
dado cuenta de que vivía en un reality.
Pensando en todo lo que me han dicho, Rafael tiene razón en una cosa.
Él no confió en mí, pero yo tampoco lo hice, no le conté lo que pensaba, ni
le incluí en mis planes… Suspiro, quizás es hora de que lo llame. Dejo la
comida sin tocar y me levanto para ir a hacer una llamada, no quiero ir a la
gala sin que él sepa cuáles son mis intenciones.
—Sabes, me ha dicho dónde está y tengo un traje que haría conjunto con
tu vestido —dice Raf a mi espalda.
—¿Ya ha vuelto de su viaje? —pregunto, sorprendida.
—Esta misma mañana.
Sonrío, ahora que nos conocemos mucho mejor no hace falta
comunicación entre nosotros. Rafael se levanta, me coge la mano y me
lleva hacia la puerta. No pregunto a dónde vamos, cojo mi chaqueta de la
entrada y me voy con mis torres, es hora de formar equipo con mi rey.
Antes de dirigirnos a nuestro destino, me sorprenden llevándome al
salón de belleza, a una tienda de vestidos de gala, una zapatería, una
joyería… yo pensaba ponerme uno de los vestidos de mi armario, pero Raf
se ha negado rotundamente. Al final, como siempre que salgo con él, el
viaje nos ha ocupado casi todo el día. Ahora estoy en la puerta de la
empresa con un vestido largo en rojo brillante, de escote corazón con cierre
hasta media espalda y una abertura hasta el muslo. lo combino con unas
sandalias de tiras doradas y el cabello recogido en un moño. Voy a
terminar convirtiendo a Rafael en mi estilista particular, no hay duda que
su gusto es intachable. Entramos en el ascensor camino a su despacho, es
sábado y no hay mucho personal. No sé por qué me han traído aquí, pero
me da igual; solo quiero verle, nunca pensé que lo echaría tanto de menos.
—Esperad afuera, quiero hablar a solas con él —les digo en cuanto
llegamos a su planta.
Ambos asienten y se quedan atrás mientras entro por la puerta de su
despacho. No llamo, por lo que me dijo Rafael, está solo. Cuando entro, me
quedo de piedra. No veo a Alexander por ninguna parte, solo a Marcy
abrochándose la blusa; ella, al verme, despliega una sonrisa egocéntrica en
su rostro mientras se limpia el lápiz labial corrido.
—Scarlett, puedes pasar, ya terminamos.
No soy capaz de articular palabra, con que echándome de menos
mientras me ve dormir, ¡y una mierda! No puedo creer que se haya follado
a esta zorra, y luego me pide confianza. Siento mi pecho contraerse y mis
ojos arder, pero no pienso darles el gusto a estos dos, me doy la vuelta y
salgo furiosa del despacho.
—Así que me amaba y me echaba de menos, ¿no? ¡Que os jodan! —le
grito a Rafael, golpeando su pecho con el traje que traía para ese hijo de
perra—. Christopher, nos vamos.
Chris no pregunta, sale detrás de mí siguiéndome de cerca. Rafael se
queda con cara de póker y el traje entre las manos, y al cerrarse el ascensor
sale disparado en dirección a la oficina. Cojo aire y cierro los ojos
intentando calmarme, no pienso volver a pasar por lo mismo otra vez. Me
importa una mierda lo sexy que sea o todo lo que me pueda dar, no pienso
compartir a mi hombre con más mujeres. Me merezco una persona que me
respete y si él no lo puede hacerlo, siempre habrá alguien que sí pueda.
—¿Habéis vuelto a discutir? —pregunta el hombre a mi lado.
—No lo he visto, la única quien me he encontrado ha sido con Marcy
arreglándose la ropa, por lo visto no me echaba tanto de menos como
decía.
No me responde ni me hace más preguntas, se queda callado mientras
me abre la puerta del coche. Con pareja o sin ella, voy a ir a esa gala y
pienso averiguar qué es lo que quiere Jeremy y cuánto sabe sobre mi vida.
Estamos esperando en la cola para llegar a la entrada de la gala. Ahora que
estoy más tranquila, sigo sin creer lo que he visto antes, no tiene sentido.
—Chris, ¿puedes hacer una cosa por mí?
—Lo que ordenes.
—Quiero que revises las imágenes del despacho de Alexander, quiero
saber lo que pasó.
—Por fin empiezas a hablar como una reina —dice con una sonrisa
mientras me entrega su teléfono—. Estaba seguro de que ibas a pedírmelo,
así que lo he hecho por el camino.
Tiendo la mano al móvil con dudas. Cojo aire, cierro los ojos y le doy a
reproducir. Si es verdad que me ha engañado, puedo soportarlo, y si no es
así, le debo una buena disculpa después de hacerme cargo de Marcy.
Al cabo de unos minutos entramos en la gala. Varias miradas se posan en
mí, pero las ignoro y camino con la cabeza alta seguida de mi torre, que no
se me separa. Al poco tiempo veo a mi objetivo, quien me observa con los
ojos muy abiertos y una sonrisa tonta en el rostro. Me aproximo paso a
paso, con la mirada fija en él; si quiere creer que me tiene en el saco, que
así sea. Vamos a ver qué conseguimos.
—Estás hermosa, Scarlett —dice en cuanto llego a él.
—Gracias, espero que no te importe que no usara tu regalo —respondo
con dulzura.
—Por supuesto que no, sin duda tienes mucho mejor gusto que yo.
Le sonrío y enrosco mi brazo en el suyo, al ver mi movimiento también
sonríe y se me aproxima para darme un beso en la mejilla. Aún no me creo
que sea tan iluso, es verdad que estos días he estado siguiéndole el rollo por
teléfono, haciéndole pensar que podría volver a pasar algo entre nosotros,
y que Alexander se haya ido parece haber dado credibilidad a esa
posibilidad.
—Ven, quiero presentarte a unas personas—me susurra.
Lo acompaño mientras saluda a cargos importantes del gobierno,
amigos suyos, directores de otras sucursales de K&J… Sabía que la empresa
era grande, pero nunca imaginé que tuviera sedes en tantos países.
Después de lo que parecen horas, me lleva hasta su padre. Él está hablando
con un hombre de complexión fuerte, alto 1,80, pelo castaño corto y ojos
color miel. Me resulta familiar. Entrecierro los ojos en su dirección y lo
evalúo. Es mayor de unos cuarenta y cinco, quizás algo más; sus manos son
grandes y callosas, hombros anchos, rostro bien definido. Es una persona
muy seria, puedo notar cómo la gente a su alrededor está nerviosa, pero
por alguna extraña razón yo no lo estoy, es más, me siento… como en casa.
Suspiro, parece que pasar tanto tiempo rodeada de demonios ha hecho que
me encuentre a gusto con personas peligrosas. No sé si este hombre lo es o
no, pero su aura grita “muerte” por todos lados. Él me observa de arriba
abajo sin apartar su mirada de mí. En un momento dado, parece sonreír al
verme, pero desaparece tan rápido que me pregunto si ha sido una ilusión.
—Buenas noches, señor Jenkins, quiero presentarle a mi pareja, la
señorita Reych. Scarlett, este es el señor Jenkins, el propietario de K&J —
dice Jeremy.
Me quedo de piedra, pensaba que su padre era el propietario del bufete.
No entiendo nada, me quedo tan petrificada mirando al hombre delante de
mí que no tengo idea de cómo reaccionar. Es Jeremy quien me saca de mi
nube carraspeando para llamar mi atención.
—Lo siento —digo, estirando la mano para saludarle—, me ha
sorprendido, siempre he pensado que el señor Reece era el propietario.
—Es normal, no paso mucho tiempo por aquí, estoy mucho en el
extranjero —me responde mientras estrecha su mano con la mía.
Siento su roce como… familiar. Sigo pensando que conozco a este
hombre de algo, pero no logro darme cuenta de qué. Nuestro apretón se
alarga más de lo normal, no entiendo por qué no me suelta. Cuando bajo la
mirada a su mano, me quedo sin aire. ¡Es un rey!, un jodido rey, lleva un
anillo de oro en el anular con el símbolo de la corona. En estos días he
aprendido bastante de Rafael, como que los símbolos de las coronas no son
iguales para reyes que para reinas, es como en el ajedrez, cada uno tiene
una figura distinta. Trago saliva y retiro la mano despacio, nunca pensé
que Jeremy estuviera metido en una organización, nunca le he visto
ninguna marca ni nada que indicara su posición. Lo único que me
pregunto ahora mismo es ¿qué tipo de organización es esta? Por lo que he
aprendido, sé que hay muchas, solo espero que no sea como la de Carter.
—Querida, me alegro tanto de verte otra vez con mi hijo, es agradable
ver que os habéis reconciliado —interviene el señor Reece, sacándonos de
nuestro momento.
Frunzo el ceño, ¿cuándo he vuelto con su hijo? Antes de que pueda
corregirle, se escucha un revuelo en la entrada y todos giramos nuestras
miradas en esa dirección para encontrarnos con tres rostros muy
conocidos: Rafael a la derecha, Matthew a la izquierda y, cómo no, el
Diablo en el centro. Él fija sus ojos en mí, recorriéndome de arriba abajo.
Llevo varios días sin verle y aún logra cortarme la respiración cada vez que
lo tengo delante. Se me acerca con paso firme y mirada fija, ignorando a
todos los sorprendidos por su presencia que cuchichean a su alrededor.
Cuando llega hasta mí, Jeremy da un paso adelante y le bloquea el camino.
—Sabes que no eres bienvenido aquí, Lucifer.
—Solo he venido a por mi reina —responde con los ojos aún en mí
mientras esboza una sonrisa desafiante.
—Ella no es tuya, Diablo, no lleva tu marca. Además, hoy es la pareja de
mi hijo.
—¿Ah, sí? —pregunta llevando sus penetrantes ojos a Jeremy.
Este traga saliva y da un paso atrás. Menudo cobarde, hasta yo le hago
más frente que él. Una vez saca a la persona que tenía delante, da unos
pasos y se queda a unos centímetros de mí. Lleva la mano al bolsillo
interior de su chaqueta y, al ver el movimiento, dos hombres se posicionan
detrás del señor Jenkins. Alexander se detiene y levanta las manos en señal
de rendición. El rey, detrás de mí, hace un gesto a sus hombres para que
bajen la guardia y asiente hacia Alexander para que siga con lo que estaba
haciendo. Él vuelve a meter la mano en el bolsillo y saca una caja de
terciopelo azul. Con ella en su palma, clava una rodilla en el suelo, ¿qué
está haciendo? Toda la gente del salón ahora lo miran tan incrédulos como
yo, nunca nadie había visto al señor de las tinieblas de rodillas y menos
ante una mujer.
—Scarlett Reych, eres la mujer más fuerte, lista e independiente que he
conocido. Sé que no soy el mejor hombre, quizás, incluso, sea el peor de
todos. Seguramente cometa muchos errores, te saque de quicio, grite,
rompa cosas o las queme en pleno salón —dice con una sonrisa—. No
prometo no hacerte llorar, es muy probable que lo haga, pero prometo
sufrir cada lágrima contigo. No soy un hombre, soy el Diablo, con miles de
demonios a mis espaldas. Solo conozco el dolor y el sufrimiento, y debido a
ello, seguramente no sabré amarte como te mereces, pero estoy dispuesto
a dejarme enseñar por ti. No sé lo que te puede deparar el futuro a mi lado,
aunque una cosa sí te garantizo: daría mi vida por ti, por ver tu sonrisa y el
brillo de tus ojos todos los días, hasta por dejar que me patees el culo. Así
que, dime, ¿querrías gobernar a los demonios a mi lado, no como mi igual,
sino como mi superior, mi reina? —termina mientras abre la caja.
Yo… no sé qué decir, estoy haciendo el mayor esfuerzo posible para no
llorar delante de tantas personas. Bajo la vista de su rostro a la caja, dentro
hay un anillo con un enorme diamante de sangre en forma de corazón en el
centro. De la parte superior emergen dos cuernos en oro negro, el mismo
material que el resto del anillo, y a los costados del corazón hay dos filas de
diamantes negros que ocupan la mitad del anillo. Es impresionante, pero
más lo es el hombre que tengo arrodillado delante de mí, tengo al
mismísimo Diablo a mis pies. Doy un paso adelante, cojo su rostro entre
mis manos y le doy un suave beso en los labios.
—Pensé que ya era tu reina —respondo con una sonrisa—. Y no voy a
reinar por encima de ti, Lucifer, lo haré a tu lado, gobernaremos el infierno
juntos.
Una vez acabo de hablar, aparece una gran sonrisa en su rostro. Saca el
anillo y lo coloca con cuidado en mi dedo anular; se pone en pie, me coge
por la cintura pegando nuestros cuerpos y me da un beso profundo, de esos
que logran erizarme toda la piel.
—Te esperaré en el coche hasta que termines —dice cuando acaba de
besarme.
Aún estoy en las nubes por lo sucedido. No logro asimilar sus palabras
hasta que veo cómo se aleja de mí junto a sus dos demonios, ¿de verdad me
va a esperar fuera? No puedo creer que me deje hacer las cosas sola. No
quiero, prefiero hacerlo con mi rey a mi lado. Cuando me dispongo a
perseguirle, me sujetan fuertemente por el brazo y tiran de mi cuerpo
hacia atrás.
—Tú no te vas con él. Eres mía, Scarlett —dice Jeremy entre dientes.
Instintivamente, me giro y conecto mi puño con su rostro de un golpe
seco. No sé a qué cree estar jugando, pero aquí se terminó. Nadie me dice
qué hacer o con quién estar. El puñetazo da de lleno en el labio y un
pequeño hilo de sangre empieza a correr por su comisura. Jeremy se lleva
los dedos a esa zona y al ver el rojo en ellos su rostro cambia por completo;
puedo notar su mirada asesina, está realmente furioso por mi acción.
—¡¿Cómo te atreves?! —ruge.
Se abalanza encima de mí, pero Christopher se aproxima con rapidez y
me coloca a su espalda. Lucifer y los demonios regresan a toda prisa, pero
antes de que ninguno logre llegar hasta mí, una mano grande y fuerte coge
a Jeremy por el cuello y lo levanta unos centímetros del suelo.
—Ni se te ocurra tocarla —dice una voz grave.
Me quedo inmóvil en el sitio. Una mano me agarra por detrás y me lleva
a un pecho cálido, no me hace falta darme la vuelta para saber quién es.
Sigo observando lo que está sucediendo delante de mí, pero no entiendo
por qué me defiende.
—Señor Jenkins, usted… —intenta decir Jeremy.
—Rey, yo soy tu rey, ¿o se te ha olvidado? —contesta, haciendo más
presión en su agarre.
El rostro de Jeremy empieza a cambiar de color y parece quedarse sin
aire. Su padre hace un amago de intentar ayudarlo, pero al ver a las dos
personas detrás del rey, sus torres, imagino, da un paso atrás. Miro a mi
alrededor; estamos rodeados de mucha gente: abogados, políticos,
policías, jueces… No es un buen sitio para matar a alguien. Retiro la mano
que me sujeta y doy unos pasos en dirección al rey Jenkins; sus torres me
observan, pero no me detienen, ni siquiera lo intentan. Poso la mano en su
brazo para llamar su atención y él gira su rostro y conecta sus ojos con los
míos.
—Su majestad, hay mucha gente aquí y él no vale la pena —digo en voz
baja.
Levanta la mirada y observa a la multitud para volver a posarla en mí
mientras me sonríe. Afloja su agarre del cuello de Jeremy y lo lanza contra
el suelo, donde cae como un saco de patatas. Una de sus torres saca un
pañuelo y se lo entrega a su rey, quien comienza a limpiar su mano, como
si lo que hubiese estado tocando fuera basura, no una persona. Jeremy
sigue en el suelo, nadie se atreve a ayudarlo ni a acercarse a él, ni siquiera
su propio padre. Todos tienen su mirada puesta en mí. Este no era el plan
que tenía cuando decidí venir, tengo que buscar una manera de salir de
aquí antes de que suceda algo peor, como que mi Diablo decida cortar en
pedazos a Jeremy delante de todos.
—Señor Reece, le agradezco la invitación, pero creo que ya es hora de
que me marche —hablo calmada, en un intento de apaciguar los ánimos.
—Yo te lo agradezco a ti por venir, Scarlett, y lamento el
comportamiento de mi hijo.
En todo momento cuando habla lo hace mirando a su rey, quien no quita
su mirada de mí. Alexander vuelve a cogerme por detrás y me sitúa a su
lado con un gesto protector. No presto atención a las palabras del viejo
Reece, sigo con la mirada puesta en este hombre que me provoca esa
sensación tan extraña.
—Ha sido un placer conocerle, majestad —saludo mientras me dispongo
a hacerle una reverencia con la cabeza.
—¡No! —me grita antes de que pueda hacerla.
Me quedo rígida, sin saber cómo reaccionar, ¿no lo he hecho bien? Rafael
me ha explicado cómo hacer cuando tengo a otro rey delante, sin duda este
hombre logra desconcertarme más que el que tengo a mi lado y eso ya es
mucho decir.
—No tienes que hacerme reverencia y puedes llamarme Jacob —
responde mientras estira la mano en mi dirección.
Alargo la mía para estrechar la suya sin decir una palabra; la verdad, no
sé qué contestar, el rey Jacob coge mi mano y la lleva a sus labios
depositando un beso en ella. Al terminar, no me suelta, sino que me
acaricia el dorsal con su pulgar. El agarre a mi cintura se tensa, así que
retiro mi mano despacio. Mis ojos siguen perdidos en los suyos. Su forma
de mirarme me recuerda a Barron, lo hace con una añoranza casi…
paternal. Entrecierro los ojos, no tiene sentido, lo acabo de conocer. Nada
de lo que está pasando hoy tiene lógica o entra dentro de las posibilidades
que me planteé.
—Tienes una gran reina, Diablo, espero que la cuides —dice, llevando
ahora su mirada a mi acompañante.
—Con mi vida —responde este con seriedad.
Vale, ¿por qué me da la sensación de que hay mucha tensión entre ellos?
Será mejor que nos vayamos de una vez, lo último que quiero es hacer
estallar una guerra, bastante numerito se ha montado ya gracias a mí.
Coloco mi mano en el pecho de mi rey para que se calme. Sonrío al otro rey
y salimos del salón, seguidos por las tres torres, y un montón de miradas.
Afuera, Rafael me abre la puerta del coche y la cierra en cuanto subo.
Alexander va por el otro lado, abre su puerta y se queda ahí de pie mirando
a algún sitio, no puedo ver a dónde porque Raf tapa mi ventanilla. Cuando
por fin entra, su cara es grave, Matt y Raf se suben delante mientras que
Chris va en el otro coche.
—Dobla su guardia —habla por fin mi rey.
—Ya lo hicimos, tiene el doble de guardias custodiándola —responde
Matt.
—¡Pues asigna a todos los que queden, me da igual!
—Os dais cuenta de que estoy aquí, ¿verdad? —interrumpo.
Él toma mi mano y la aprieta con fuerza mientras cierra los ojos y coge
aire. Intenta controlarse, pero aún no me queda muy claro de quién me
está protegiendo tanto.
—¿Me lo vas a explicar? —pregunto con cautela.
—Jacob, has visto cómo te miraba, no pienso dejar que se acerque a ti.
Bien, ahora lo entiendo todo. Pude ver la tensión entre ellos, pero no sé a
qué se debe y tampoco quiero saberlo, ahora tengo otras cosas a las que
atender.
—No me vas a poner más guardias, Alexander, ese hombre no me va a
hacer daño, pude notarlo. Además, tú y yo tenemos una conversación
pendiente, ¿o piensas que voy a dejar pasar lo de tu ausencia o lo de esta
tarde en tu despacho? —pregunto, retirando mi mano de la suya.
Me mira fijamente. Los hombres de delante son mucho más listos y en
ese momento levantan la pantalla para separar los espacios de vehículo y
dejan solo a su rey ante mí. Abre la boca para explicarse, pero lo detengo
colocando un dedo en sus labios, me levanto el vestido hasta la cadera y me
subo a horcajadas encima de él, que me agarra por detrás para no caer.
—No debiste irte sin llamarme ni tenerme tantos días sin saber de ti —
empiezo con voz enojada—. No deberías haber dicho todo lo que dijiste, ni
quemado mis cosas y mucho menos haber puesto cámaras en mi cuarto.
—Son por tu protección y me marché para buscar tu anillo.
—Me importa una mierda, Alexander —le digo mientras llevo mi mano a
su garganta y le sujeto con fuerza—. Te fuiste y me dejaste pensando que
ya no volverías, que ya no me querías a tu lado. Como lo vuelvas a hacer,
cuando regreses ya no estaré, ¿queda claro?
—Si no estás, pienso buscarte por todo el mundo si hace falta —contesta
apretando mis nalgas con sus manos—. Y sobre lo de esa secretaria…
Antes de que pueda terminar, lo cojo por el pelo y tiro de su cabeza hacia
atrás. Él sisea con los dientes por el tirón, pero no me detiene; llevo mi
boca hasta un lado de su cuello donde le muerdo un poco para luego subir
hasta su oído.
—No la menciones —susurro.
—Yo no hice nada —responde entre dientes.
Sin contestarle, meto la mano por debajo de su camisa acariciando todo
lo que me pertenece. Él lleva sus manos a mi cadera y la aprieta con fuerza.
Empiezo a besar su cuello pasando por su nuez, que se estremece al sentir
mis labios, mientras muevo las caderas frotando mi pelvis contra su ya
despierto miembro. Con las dos manos, desabrocho el cinturón, bajo la
cremallera y aparto el bóxer para liberar a su amigo. Él lleva su mano a mi
espalda descubierta y me empuja hacia delante. Comienza a besar mi
cuello y desciende lamiendo hasta mis pechos. Su respiración comienza a
ser pesada, pero aún no lo tengo donde yo quiero, así que levanto un poco
las caderas, cojo su pene y lo apunto a mi centro, justo a mi entrada.
Vuelvo a coger su pelo y tiro de su cabeza para atrás mientras muerdo el
lóbulo de su oreja.
—¿Dónde está? —pregunto con la respiración acelerada.
—¿Quién? —responde y traga saliva.
—Esa zorra, ¿dónde la has llevado?
No me responde, así que bajo un poco mi cuerpo para permitir que su
punta se adentre en mi interior.
—¿Dónde, mi rey? —susurro a su oído mientras paso mi lengua por el
contorno de su oreja.
—Al almacén —responde con un gemido.
—Llévame.
Al escucharme, abre los ojos, sale de su estado y los fija en los míos
mientras frunce el ceño.
—¡No!
Bajo más y le arranco otro gemido, ahora tiene dentro la mitad de su
polla. Aprieta con fuerza mis caderas mientras comienzo a besar su
clavícula, quiero que me lleve hasta la secretaria y lo voy a conseguir.
—Llévame —repito moviéndome un poco.
Él vuelve a cerrar los ojos ante mis movimientos y apoya la nuca en el
asiento. Me detengo para volver a llamar su atención. Aprieta los dientes,
suelta una de sus manos y toca el botón del comunicador.
—Al almacén —ordena.
Satisfecha, vuelvo a moverme despacio sin terminar de introducir por
completo su mástil en mi interior. Regresa a su posición y me inclino sobre
él desabrochando su camisa para poder acariciar ese pecho que me vuelve
loca. Comienzo a pasar mi mano por todo su torso desnudo, perfilando
cada línea del tatuaje y, cuando está lo suficientemente distraído, bajo mi
cuerpo en un movimiento seco y llena todo mi interior. Al sentir el golpe de
mi pelvis con la suya, suelta un gemido sonoro y lleva una de sus manos a la
parte trasera de mi cuello, me sujeta con fuerza mientras comienzo a
moverme buscando ese placer que llevamos tiempo sin darnos.
—Sí, nena —dice entre jadeos mientras manosea mis pechos—. No voy a
aguantar mucho.
Empieza a gemir más fuerte, su respiración se torna más pesada;
llevamos tiempo sin sexo, se nota. A ambos nos dan igual las personas
sentadas en la parte de delante, me baja el vestido con brutalidad y lleva su
boca a uno de mis pechos, ahora libres. Cierro los ojos mientras me recorre
esa electricidad que solo él logra darme y comienzo a moverme más
deprisa al ritmo de su cadera que se levanta en busca de la mía y se acelera;
está a punto, es mi oportunidad.
—Ella es mía —digo entre jadeos—. Dilo, mi rey, di que es mía.
—Es toda tuya —me responde, cogiéndome de las caderas con fuerza.
Con unos pocos empujones más, se corre en mi interior, llenándome por
completo. Al sentirlo, mis movimientos empiezan a ser erráticos; avisan de
lo que está por venir. Él lleva sus labios a los míos y se traga mi gemido de
liberación. Termino apoyando mi frente en su hombro, con su miembro
aún dentro de mí. Nuestros pechos suben y bajan, no puedo respirar con
normalidad; siento mi cuerpo como gelatina. Aún no me creo que lo
acabamos de hacer con los hermanos escuchando. Bueno, por lo menos me
he salido con la mía.
—Puedes utilizarme cuando quieras, mi reina —dice con una sonrisa
tonta en el rostro.
Pongo los ojos en blanco mientras salgo de encima de sus piernas. Mi rey
me pasa unas toallas húmedas que saca de un lado para que me pueda
limpiar; ni me molesto en preguntar por qué las tiene, ahora mismo lo
único que necesito es un descanso.
CAPÍTULO 47
Jacob

E
n cuanto se marcha, subo a mi despacho de la planta alta y camino
hasta los ventanales desde donde tengo una vista directa de la
entrada. Una de sus torres la sube al coche y cierra la puerta, pero se
coloca delante de ella para privarme de seguir viéndola. Lucifer permanece
de pie mirando fijamente en mi dirección. Siempre he tenido mis reparos
sobre él, pero verlo arrodillarse delante de tantas personas…, quizás no sea
mala idea que estén juntos. Me doy la vuelta, no me interesa verle a él.
Camino a mi escritorio y me dejo caer en el asiento. Hoy la he visto después
de mucho tiempo, es tan hermosa como imaginé que sería. Es su viva
imagen, desde pequeña lo fue.
Cuando la tuve entre mis manos no quería soltarla. Llevo muchos años
deseando que estuviera a mi lado, poder abrazarla y consolarla cuando está
triste, pero es imposible, ella está mucho más segura lejos de mí. En el
momento en que fue a hacerme una reverencia casi me vuelvo loco de la
ira. Jamás debería hacerla, ni llamarme por mi apellido. Todo lo que pasó
es por culpa de los Knight; si no fuera por ellos, ella no habría muerto y yo
no tendría que seguir con toda esta pantomima. Sonrío mientras niego con
la cabeza, tanto esfuerzo para que al final termine con uno de ellos. Giro
mi asiento hacia el ventanal, ya se fueron y lo más probable es que no me
dejen acercarme a ella. Lo vi en su mirada, en su forma de protegerla. No
dejará que nada le pase y yo encabezo su lista de posibles amenazas.
También pude verlo en ella, lo ama de verdad, parecía encantada de reinar
a su lado y lo miraba como solían mirarme a mí.
—¿Qué vamos a hacer con él, mi rey? No va a dejar pasar esto sin más —
me habla una voz desde las sombras.
—Lo sé, y gracias a tu información sabemos lo que pretenden los
traidores.
—Entonces, ¿cuál es el plan?
—No hacer nada. —Veo por el reflejo cómo se queda sorprendida por mi
respuesta, me giro para encararla.
—Seguramente busque otra forma de conseguirla. Cuando una persona
se desespera, hace estupideces, y cuando lo haga, Lucifer tomará medidas
y nos librará de nuestro problema.
Asiente y se da la vuelta para marcharse, no sin antes hacerme una
reverencia, pero levanto mi mano para detenerla.
—Vigílala. Es igual que su madre, no va a tolerar estar con tantos
guardias durante mucho tiempo, seguramente haga alguna tontería y ahí
será cuando él ataque.
—Sí, mi rey.
Con mis órdenes claras, se marcha y me deja con mis otras dos torres.
—Prepara la casa, por lo visto, nos vamos a quedar más tiempo del
pensado —ordeno a uno de ellos.
No pienso marcharme sin saber que ella está bien. Los traidores
recibirán su merecido, pero no seré yo quien les haga pagar; solo me
sentaré para observar y detener cualquier intento de usar mi poder para su
beneficio. Ahora comprenderán por qué no es bueno hacerme enfadar.
—Diles que quiero verles —ordeno a la torre que queda presente.
En el momento en el que por fin estoy solo, cierro los ojos y recuesto la
cabeza en la silla. Me viene la imagen del puñetazo que le dio al niñato por
retenerla y no puedo evitar sonreír; Liliana, estarías muy orgullosa de ella.
Después de un rato llaman a la puerta y abro paso. Delante de mí aparecen
una de mis más antiguas torres junto con su hijo, aún no puedo creer que
hayan llegado hasta aquí por ambición.
—Mi rey, le pido disculpas por el comportamiento de mi hijo. El amor
que tiene por esa chica nubló su juicio —comienza Robert.
—No os he hecho llamar para hablar de tu estúpido hijo.
Él baja la cabeza ante mi respuesta y el niñato de Jeremy también lo hace,
pero puedo ver cómo cierra los puños con fuerza. Es increíble, pero me
alegro de que ella ahora esté con Lucifer, el niño que tengo delante de mí es
solo un cobarde mal criado.
—Prepara todo para el traspaso, quiero dejarlo listo antes de
marcharme.
Apenas me oyen, ambos levantan la cabeza y se miran el uno al otro con
asombro. Luego pasan a mí, no entiendo qué les sorprende, esto es algo
que he avisado hace mucho tiempo.
—Mi rey, con todos mis respetos, usted ha sido testigo de lo sucedido
hoy. Si le traspasamos todo a ella, él también se hará con el control —dice
Robert.
—¿Y cuál es el problema? —pregunto.
—¿Cuál es el problema? ¿Piensa regalarle tanto poder a nuestro mayor
enemigo? —interviene el niñato.
—¡Jeremy, cállate!
—No, padre, alguien tiene que decirlo. ¿Qué narices tiene Scarlett? ¿Por
qué traspasarle todo a ella? ¡Es solo una mujer del montón!
Hasta aquí hemos llegado, no pienso dejar que hable así de ella. Hago un
movimiento de cabeza y una de mis torres se adelanta y le pega un golpe en
el gemelo izquierdo que le hace caer de rodillas al suelo gritando como la
rata que es. Me pongo de pie y me aproximo a él, le cojo del mentón para
levantar su cabeza en dirección mi rostro, con mi torre detrás de él pisando
su tobillo, mientras que mi otra torre está detrás de Robert por si hace
algún movimiento.
—Voy a dejar esto claro solo una vez, niñato. No tengo por qué darte
explicaciones de mis acciones, lo que decida hacer con mis pertenencias no
es asunto tuyo y, por el corte que tienes en el labio, yo no la consideraría
una mujer del montón —digo mientras afianzo mi agarre—. Ella fue capaz
de hacer que el propio Diablo se postre a sus pies, es más que capaz de
sentarse en el trono de K&J.
—Mi rey, lo siento, pero no lo entiendo, ¿por qué renunciar a algo que
hemos cuidado tanto, que hemos hecho crecer y convertirse en un poder a
tener en cuenta, para ahora dárselo a una cría recién graduada que para
colmo vive con el enemigo? No va a ser capaz de dirigirlo, no está
preparada.
—Puede que no esté preparada, Robert —digo mientras suelto a la
basura de su hijo— pero tiene al mejor abogado del país como su mentor,
además de contar con Lucifer a sus espaldas; él jamás dejará que fracase.
—Con todos mis respetos, no quiero ofenderle, pero sigo sin entenderlo,
¿por qué ella? ¿Qué tiene para que usted esté dispuesto a regalar tanto
poder a su mayor enemigo? —insiste Robert.
—¿Te olvidas de todo lo que he invertido en ella? Ha sido preparada
desde joven para tomar el poder y así se hará, no importa quién esté a su
lado.
—Es por qué se parece a ella, ¿verdad? ¿O porque tiene la edad que
tendría su difunta hija?
Puto niñato, me adelanto y le doy un puñetazo en la cara que lo manda
directo al suelo y una vez allí le piso la garganta presionando para
asfixiarlo. Él lleva las manos a mi zapato en un intento de apartarlo, pero
mi fuerza es mucho mayor que la suya. Su rostro comienza a cambiar de
color, aprieto los dientes y hago más presión.
—Mi rey, por favor, no sabe lo que dice, es solo un muchacho.
Ignoro las súplicas de Robert; es un puto traidor, no pienso hacerle caso,
pero si mato a esta escoria me estaría interponiendo y he prometido
mantenerme al margen. Aunque, si lo hago, ella ya no correría ningún
riesgo… o puede que la pusiera en mayor peligro aún si Robert quisiera
vengarse, aún no sé cuántos son leales a él… ¡Mierda! Empujo la basura
bajo mi pie y doy un paso atrás, antes de hacer nada primero tengo que
averiguar cuántos de mis hombres son leales al traidor. Llevo mucho
tiempo sin venir por aquí y como dijo un visitante… Cuando un rey está
mucho tiempo fuera, descuida su trono, y otros pueden empezar a creer
que les pertenece.
—No lo mato por todos los años que llevas conmigo. Ahora sácalo de
aquí antes de que cambie de opinión —digo mientras aprieto los puños.
Él me da las gracias y se mueve rápido para levantar a su hijo. Cuando
están abriendo la puerta para marcharse, intervengo.
—Robert —mi voz le detiene en el sitio—, recuerda preparar todo, lo
quiero listo cuanto antes.
—Sí, mi rey.
Una vez dicho eso, se marcha con rapidez llevando a su hijo consigo. Sé
que no lo hará, no está dispuesto a soltar el poder y menos para dárselo a
nuestro enemigo. La verdad, yo también tenía mis reparos, pero este trono
le pertenece a ella. Liliana jamás me perdonaría no pasárselo y si quiere
compartirlo con Lucifer, que así sea; total, era lo que su madre tenía
previsto.
—Llámala, dile que quiero que prepare todo lo necesario para el traspaso
de K&J y, en cuanto lo tenga listo, que me lo envíe para poder firmarlo —
ordeno a una de mis torres.
Robert es muy ingenuo si piensa que es mi única torre con
conocimientos legales; que no la tenga a la vista no significa que no exista.
Ahora toca esperar sus movimientos para averiguar quién está de su lado y
poder cazarlos.
CAPÍTULO 48
Robert

L
legamos a casa y tiro la chaqueta del traje con rabia encima del sofá.
El viaje hasta aquí al salir de la gala ha transcurrido en completo
silencio. Aún no puedo creer que haya criado a un hijo tan inepto, no
solo no ha sido capaz de recuperar a la chica, sino que para colmo se
enfrenta a Jacob. Me aprieto el puente de la nariz, este crío va a conseguir
buscarme más problemas de los que ya tengo.
—¿Vamos a hablar de lo que vamos a hacer? ¿O piensas regalarle todo al
Diablo?
En cuanto escucho a mi hijo decir semejante estupidez, me doy la vuelta
y lo abofeteo.
—¡No estaríamos en este problema si tú no la hubieses cagado, si fueras
capaz de mantener tu polla dentro de los pantalones! —le grito.
Él sujeta su rostro ahora rojo por el golpe y me clava los ojos con ira, pero
lo conozco muy bien, el imbécil es incapaz de dar un paso adelante.
—El fallo no es mío, Scarlett es la única culpable. Le di todo, convertí su
vida de mierda en un paraíso, le regalaba flores, joyas, de todo, pero aun
así, ella era incapaz de obedecer a nada de lo que le decía. ¿Cómo no iba a
buscarme a otra?
—El problema no es que la engañaras —digo mientras me dejo caer en el
sofá—, la estupidez fue dejarte pillar tan pronto, si hubieras esperado un
poco más podríais haberos casado, formado una familia y luego podrías
haberte deshecho de ella como te diera la gana porque para entonces
nosotros ya tendríamos un heredero para mantener el control de todo.
—No entraba en mis planes que me descubriera, ella no debería haber
estado allí ese día. Se suponía que estaba de compras con su amigo por ahí,
no entiendo a qué fue a mi habitación.
Se dirige al bar de la esquina y prepara dos vasos de whisky mientras
habla. Viene y me tiende uno de ellos; lo acepto gustoso, necesito un trago
fuerte, aún no sé cómo vamos a digerir esto.
—¿Vas a hacer el traspaso? —pregunta el idiota.
—Por supuesto que no, pero no sé cómo evitarlo —respondo con un
suspiro.
—¿No es hora de derrocar al rey?
—¡¿Te has vuelto loco?! —grito—, Jacob tiene un ejército a sus pies,
¿cómo piensas destronar a alguien tan poderoso? Te recuerdo que ya no
tiene puntos débiles.
—¿No tenemos hombres leales a ti que podamos usar?
—La mayoría de ellos me siguen porque se lo ordenó su rey, en cuanto él
me quite la autoridad, ya no nos serán leales. Solo un puñado de ellos se
quedarían en mi bando y no son suficientes para derrocarlo.
Se queda dando vueltas al hielo de su vaso con la mirada perdida en él y
yo también me pierdo por un momento en el vacío. Ahora mismo no se me
ocurre cómo vamos a solucionar este problema, lo que sí tengo claro es que
no pienso dejar que todo mi trabajo se lo entregue de buenas a primeras a
esa niña.
—¿Estás seguro de que Jacob no tiene un punto débil? —pregunta mi
hijo, sacándome de mis pensamientos.
—Sabes que su familia está muerta, no hay nadie a su alrededor.
—¿Y Scarlett?
—¿Qué pasa con ella, aún crees que puedes recuperarla? —respondo con
una risa—. El Diablo te mataría en cuanto te intentaras acercar a ella.
—No hablo de eso —me dice muy molesto.
—Entonces…
—¿Viste cómo se puso cuando quise tocarla? ¿No crees que la podamos
utilizar?
Me entra un ataque de risa, de verdad que no entiendo de dónde viene
este chaval, sin duda son los genes de la prostituta de la que salió.
—No te rías, si la tuviéramos a ella podríamos hacer que Jacob deje el
negocio en nuestras manos.
—¿Sí? Y dime, ¿cómo piensas evitar que las dos organizaciones de
mercenarios más grandes del mundo te corten en pedacitos en cuanto la
toques?
—Solo tengo que tenerla durante un tiempo, si pudiera dejarla
embarazada, sería nuestra para siempre.
—¿Qué te hace pensar eso?
—La conozco, su única ilusión es ser madre y poder formar una familia.
Si ella fuera mía y llevara a mi hijo, Lucifer ya no la querría y ella se
quedaría a mi lado.
—Dudo que puedas dejarla embarazada en poco tiempo.
—Si nos la llevamos, podemos mantener a Lucifer a raya amenazando
con hacerle daño. Jacob no movería ficha por el mismo motivo y ella una
vez esté encinta sería mía para siempre.
—¿Cómo sabes que Jacob no haría nada? Para él sería muy fácil mandar
que nos mataran y sustituirla por otra.
—No lo creo, por cómo vino a por mí estoy seguro de que tengo razón. Él
ve en ella a la hija que perdió, ¿no te has dado cuenta de cómo se parece a
su difunta mujer? Si yo lo pude notar con una foto, tú podrás verlo mejor,
¿no la conociste?
—Claro que he notado el parecido entre ellas, si no fuera por el color de
pelo, diría que es ella reencarnada.
—Por eso está claro que podemos utilizarla, únicamente necesito la
oportunidad de hacerme con ella y nuestros problemas se solucionarán.
—No me convence todo esto, pero no tenemos más opciones. Espero que
esta vez no la cagues porque como sea así no solo nos vamos a enfrentar a
la furia de Jacob, sino también a la del Diablo.
—Tranquilo, confía en mí. Tengo una idea, voy a necesitar que me
cubras con algo de gente y ella será mía.
Asiento, no nos quedan más opciones. Esta es nuestra última
oportunidad de seguir en el trono de K&J; si la perdemos, lo perdemos
todo.
CAPÍTULO 49
Alexander

L
legamos al almacén, mi reina se ha quedado dormida después de
terminar de chantajearme para conseguir lo que buscaba. No tengo
ni idea de para qué quiere que le deje a esa secretaria, pero que me
aspen si no iba a seguirle el juego. La observo detenidamente mientras
duerme. Está deslumbrante con ese vestido, cuando la vi ahí de pie se me
cortó la respiración. Me dieron igual los presentes, que estuviera en
territorio de mi mayor enemigo, que el niñato ese estuviera presente, todo
me dio igual, solo tenía ojos para ella. Cojo su mano entre las mías con
cuidado, sabía que el viaje había sido largo, pero ha merecido la pena para
ver por fin este anillo en su dedo que es mi marca, su símbolo como mi
reina. En el momento en que me besó y aceptó reinar el infierno a mi lado,
si no hubiese sido por toda la gente que nos miraba, me la habría follado
allí mismo. Lo único que no me gustó fue el trato de Jacob a mi reina. No
soy tonto, soy consciente del parecido entre ambas y con más razón debo
protegerla de él. Sus ojos mostraban nostalgia, pero Scarlett no es su
difunta mujer, es la mía. Debo protegerla, no puedo dejar que él se la lleve.
Ella siente mi agarre en su mano y abre los ojos poco a poco, en mi vida me
voy a cansar de ver esos luceros.
—¿Llegamos? —pregunta mientras se estira.
—Así es —respondo y poso mis labios en su mano con suavidad.
Esa acción parece despertarla de su letargo porque abre los ojos de golpe
y se aparta de mí.
—¿A qué esperas? ¡Vámonos! —me insta.
—¿Por qué tienes tanta prisa? No se va a ir a ningún lado.
Me ignora por completo, abre la puerta y sale del coche. No puedo evitar
negar con la cabeza mientras me río, parece que estoy creando un
monstruo. En cuanto salgo del vehículo, veo cómo está de pie en la entrada
esperándome. Será mejor que me dé prisa ahora que se ha calmado, no
quiero hacerla enfadar otra vez. Con unas zancadas llego hasta ella, está
esperando para que la guíe al sótano, creo que es el único lugar que aún no
conoce. Empieza a golpear el suelo con la punta del pie y mira para todos
lados, nunca la había visto tan impaciente, ¿qué busca? Estoy aquí mismo.
—¿Dónde está Rafael? —pregunta en cuanto llego a su lado.
Debe de estar de broma, lleva sin verme tres putos días y está impaciente
por ver a otro hombre. Seguramente note mi cambio de actitud porque
pone los ojos en blanco mientras niega con la cabeza.
—Por favor, no seas crío, Alexander, sabes que es gay y además está
pillado.
—¿Está pillado? —pregunto desconcertado.
—Oh, ¡aquí estás! —dice ella en cuanto ve a mi torre, sin molestarse en
contestar.
—¿Me buscaba, mi reina? —le dice Rafael haciendo una reverencia.
—Déjate de tonterías y llévame junto a esa zorra —le ordena con un
golpe en el hombro.
¿Desde cuándo se llevan tan bien estos dos? Los he dejado tres días juntos
y ahora parecen los mejores amigos. Matt está igual de sorprendido que yo,
ambos nos miramos sin entender nada de lo que está pasando aquí. Entra
en la nave con mi torre delante de ella sin tan siquiera esperarme, ¿qué
cojones?, no pienso volver a dejarlos solos. Me muevo rápido para ponerme
detrás de ella y cojo su mano para detenerla.
—¿Necesitas algo? —me pregunta al girarse.
—¿No se supone que debería ser yo quien te acompañe? —pregunto
bastante enfadado.
—No hace falta, tengo a Raf. Además, me imagino que tendrás mucho
que hacer al haber estado tantos días fuera —responde con una sonrisa
misteriosa.
—Lo pendiente puede esperar; tú eres mi reina, mi trabajo es estar a tu
lado.
Digo esa frase enfatizando el “mi reina” y mirando a mi mano derecha.
Él rueda los ojos, pero me da igual, ella es mía y punto.
—No te preocupes, mi rey, llevo haciendo compañía a la reina varios días
y estoy acostumbrado a estar con ella en todo tipo de situaciones. Puedo
acompañarla sin problema si estás ocupado —me dice en tono arrogante.
Será hijo de perra, ¿cómo que en todo tipo de situaciones? ¿En qué clase
de situaciones? Llevo la mano a mi espalda donde guardo el arma, la saco y
apunto al cabrón de mi torre, pero me detienen. Matt siempre lo está
sacando de apuros. Bajo los ojos para quitar la mano de mi otra torre, pero
me encuentro con algo que me sorprende y me enfada más a la vez. No es
él quien ahora sostiene mi arma, sino otra persona. Fijo la mirada en la
dueña de esa mano, que está ahí observándome con la frente fruncida y
cara de enfado.
—No vas a tocar a Rafael, él ahora está bajo mi protección, así que deja
de comportarte como un crío y llévame de una vez a ver a esa zorra. Y tú
deja tus jugarretas y acompáñanos —le dice, apuntando con el dedo al
susodicho.
—Sí, mi reina.
Él no discute más y camina en dirección al sótano. Yo me quedo mirando
a la mujer delante de mí, me acaba de prohibir tocar a Rafael y no sé si
estoy enfadado o cachondo por cómo me ha puesto en mi sitio. Quita la
mano del arma y empieza a caminar detrás de mi torre, o más bien la suya
ahora…
—¡Espera! ¿Cómo puedo hacer para estar yo también bajo tu
protección?, juro que haré cualquier cosa —grita Matt saliendo a paso
apresurado detrás de ella.
—Traidores —mascullo entre dientes mientras guardo el arma.
Como me prohíba tocarlos a los dos, a ver quién narices los aguanta.
Apuro el paso y me posiciono al lado de mi reina, sujetando su mano. A
medida que bajamos puedo ver cómo lo observa todo a su alrededor y va
haciendo muecas y ruidos de sorpresa a medida que nos acercamos a la
sala donde está la secretaria.
—¿Qué te sorprende tanto? —No puedo evitar preguntar.
—No me esperaba un sitio… así —responde, girando a su alrededor—.
No sé, imaginaba algo más oscuro y tenebroso, no un lugar tan iluminado y
limpio.
Comienzo a reír, sé que no es lo que muchos esperan, pero no soporto el
desorden y menos el olor a sangre pudriéndose. Rafael avanza para abrir la
puerta que tenemos delante, pero Matt se mete por el medio y lo empuja
para abrirla él. Se pone a un lado y hace una reverencia muy exagerada
para darle paso a Scarlett, a ella le entra la risa mientras niego con la
cabeza; lo que me faltaba, que se peleen por ser su favorito. Pasa mientras
le agradece con una sonrisa y yo lo fulmino con la mirada. Su hermano
entra también detrás de mí llamándole patético.
Una vez que todos estamos dentro, la mujer comienza a hacer ruidos y a
revolverse en la camilla. No le presto atención, solo miro a mi reina que
está quieta observando la mesa a un lado llena de instrumentos. Coge un
cuchillo y empieza a darle vueltas, lo analiza meticulosamente.
—Raf, quítale la mordaza —ordena.
La torre hace lo que se le pide y pasa por delante de su hermano mientras
le sonríe con arrogancia.
—Señor Knight, por favor, perdóneme, juro que me iré lo más lejos
posible y nunca más sabrá nada de mí —empieza a rogar la mujer en
cuanto le quitan la mordaza.
—No es a él a quien debes rogarle —dice una voz calmada a mi lado—.
Quiero saber quién te mandó.
—¿De qué hablas, Scarlett, te has vuelto loca? No me ha mandado nadie.
Por favor, señor Knight, no le haga caso —grita entre lágrimas.
Justo cuando ella termina de hablar entra Christopher con una tablet,
pasa por detrás de mí y se la entrega directamente a mi reina. Por lo visto,
en tres días de ausencia he perdido todo poder sobre mis torres. Ella la
observa y sonríe. ¿Qué narices me estoy perdiendo?
—Si no te ha mandado nadie, ¿me puedes explicar por qué recibiste
quinientos mil dólares de la cuenta personal de Jeremy Reece?
Abro mucho los ojos, ¿una transferencia de ese niñato? Scarlett se da
cuenta de mi cara de sorpresa y me tiende la tablet para que yo mismo lo
vea, la cojo sin dudarlo y reviso la información obtenida. No hay duda de
que ha sido todo planeado, el muy imbécil tampoco se ha molestado en
cubrir mucho sus pasos.
—Sabes, tengo que decir que al principio me engañasteis, pero una vez
vi el vídeo de vigilancia, quedó claro todo lo que pasó. Aunque me entraron
ciertas dudas… —cuenta mientras juega con el cuchillo en sus manos—. La
principal fue ¿qué hacías tú un sábado en la empresa? Me pareció mucha
coincidencia que justo hoy que era el día de la gala decidieras hacer horas
extra, encontrándote casualmente con tu jefe, y que al llevarle un café lo
derramaras por accidente encima de él, justo a tiempo para que yo entrara
y te viera a ti arreglando tu ropa… ¿Soy la única que cree que se juntaron
muchas coincidencias? —pregunta mirándonos a todos.
No sé qué responderle, la verdad es que no había pensado en nada de
eso. En cuanto salí del baño del despacho, me encontré a Rafael, furioso,
pidiéndome explicaciones y a esa mujer de rodillas en el suelo suplicándole
a mi torre que la dejara ir. Cuando él me contó todo lo que había pasado,
salí corriendo para ir tras mi reina, ni siquiera di la orden de apresarla, eso
fue cosa de Rafael, quien mandó que la trajeran aquí.
—Sí que son muchas coincidencias —digo, apretando los dientes.
—Únicamente acepté el dinero, juro que no sabía qué quería. Solo me
dijo que me daba quinientos mil por derramar un café y fingir haber tenido
algo con usted ante Scarlett, no pensé que fuera para tanto, era dinero
rápido —dice con las lágrimas corriendo por su rostro.
—¿Tantas molestias por un poco de dinero que ya ni siquiera tienes?
—¿De qué hablas? Tú misma lo acabas de ver y si convences al señor
Knight para que me deje ir, te daré la mitad y te prometo que me largaré y
no volverás a verme.
Scarlett comienza a reírse a carcajadas, pero no como cuando está
contenta, sino con unas risotadas más oscuras, más demoníacas. La mujer,
al verla así, deja de llorar y frunce el ceño sin entender qué está pasando.
No la culpo, Matt y yo estamos igual, los únicos que parecen comprender
todo son Rafael y Christopher.
—¿Aún no te queda claro? No estás aquí por él, sino por mí. Fui yo quien
dio la orden de apresarte en cuanto vi el vídeo. Y con respecto al dinero,
como dije ya no lo tienes, ahora es propiedad de un orfanato. Ha sido muy
noble por tu parte donarlo todo antes de matarte.
—¿De qué estás hablando? —dice balbuceante.
Ella no le responde más, le entrega el cuchillo a Christopher y coge mi
mano para irnos. Yo la sigo sin entender nada de lo que está pasando. A la
entrada, se detiene y se gira para ver a los hombres que dejamos atrás.
—Divertíos, pero que parezca un suicidio, no quiero más visitas de la
policía.
—¡Sí, mi reina! —contestan los tres al unísono. De verdad, no me puedo
volver a ir de viaje.
Con esa orden clara no dice más, abre la puerta y sale conmigo de la
mano. En tanto nos alejamos, puedo escuchar los gritos de la chica, no
quisiera estar en su piel, tiene a tres torres para torturarla, va a ser
complicado hacerlo pasar por un suicidio…
Llegamos a la puerta de mi habitación y ella se hace a un lado para que
pueda abrirla. Tengo que decirle a Malcolm que añada sus huellas. Abro y
la dejo pasar, tenemos varias cosas que discutir, empezando por lo que
acaba de suceder abajo. Para mi sorpresa, entra sin prestarme la más
mínima atención y se dirige directamente al baño desde donde me grita.
—¿Vas a acompañarme o voy a tener que frotarme la espalda sola?
No me lo pienso dos veces, cierro la puerta de una patada y comienzo a
quitarme el traje de camino al baño. La charla tendrá que quedar para
después, no puedo dejar que mi reina se bañe ella sola.
CAPÍTULO 50
Scarlett

E
stoy muerta, necesito un buen baño sí o sí, y quién mejor para
ayudarme que mi rey. Oigo cómo cierra la puerta de golpe y sus
pasos se aproximan a mí, por lo que se ve no ha dudado ni un
segundo cuando ha escuchado mi proposición. Ya tengo abierta el agua de
la bañera y estoy sentada a un lado echando las sales cuando siento su
presencia. Me pongo de pie y llevo la mano a mi cremallera en la espalda.
—Déjame a mí —dice con voz ronca.
No discuto, retiro la mano y dejo que él se ocupe. Lleva las suyas a mi
cadera y empieza a subir hasta la cremallera, recorriendo el contorno de mi
cuerpo. Comienza a bajarla lentamente hasta desabrochar el vestido por
completo y deja que caiga al suelo. Me doy la vuelta para quedar frente a él,
paso mis brazos por su cuello y me estiro para que mis labios queden a la
altura de los suyos. Él coge aire y tensa la mandíbula.
—No llevas ropa interior —dice apretando su agarre en mi cintura.
—Pensé que había quedado claro en el coche —susurro a milímetros de
sus labios.
No me responde, así que aprovecho para dejar que mis manos vaguen
por su torso y se abran camino hasta su pantalón. Lo desabrocho para dejar
que caiga al suelo junto con su bóxer. Él me coge por debajo de las nalgas y
me levanta del suelo, haciendo que enrosque mis piernas a su cintura. Con
mi cuerpo aferrado al suyo, entramos en la bañera, que se ha llenado con
más agua de la prevista y se está desbordando por todos lados.
Cuando estamos dentro, me doy la vuelta y me quedo de espaldas a él. Le
doy la esponja enjabonada y no duda, la coge y empieza a frotarla por todo
mi cuerpo. Suspiro y recuesto mi cabeza en su hombro, él comienza a
pasar la esponja por mi torso, prestando más atención a mis pechos,
enjabona uno mientras con la otra mano masajea el otro. Mi respiración
comienza a ser más profunda, él deja de enjabonarme y desciende hasta mi
centro. Comienza a frotarme mientras muevo mis caderas arriba y abajo
buscando su contacto.
Llevo la mano atrás para coger ese mástil que no para de perforarme la
espalda y, en cuanto lo sujeto, aprieto un poco y consigo arrancar un
gemido de sus labios. Me encanta escuchar sus ruidos de placer y ver lo que
soy capaz de provocar en él solo logra excitarme más. Deslizo mi mano
hacia abajo hasta llegar a su base y vuelvo a subirla. Repito el movimiento
una, dos, tres veces, hasta que lanza la esponja fuera de la bañera y mete
sus dedos en mi interior. Suelto un gemido cuando siento su intrusión y él
dobla los dedos para encontrar ese punto que me vuelve loca. Mi
respiración comienza a acelerarse, él sigue presionando mi pecho mientras
juega con mi pezón, apuro los movimientos de mi mano a su alrededor,
arrancando varios gemidos de sus labios.
—Joder, nena.
Escucho en mi oído la voz más sexy que he escuchado en mi vida. Esa
melodía junto con sus gemidos hacen que me suba a las nubes, que se me
erice la piel y me recorra un calor por mi bajo vientre. Al notar mis
cambios, lleva sus labios a la parte trasera de mi cuello y comienza a
besarme entre jadeos, dejando de vez en cuando pequeños mordiscos por
la zona.
—Córrete para mí, nena, hoy vamos a probar cuántas veces eres capaz de
acabar antes de desmayarte.
Con la promesa de una noche llena de placer, hago lo que me pide y
estallo con un grito mientras mi cuerpo tiembla sin control.
—Esta es mi chica.
Es lo que logro escuchar mientras aún estoy bajando de mi nube de
placer. Mi Diablo retira sus dedos y me coge por las caderas para darme la
vuelta y dejarme frente a él de nuevo. Me levanta mientras se echa para
delante y me facilita el espacio para enroscar las piernas a su alrededor.
Una vez me tiene en la posición deseada, coge su polla con una mano
mientras con la otra aún me sostiene y la alinea con mi entrada. Entonces
empieza a dejarme caer poco a poco encima de él hasta insertarse en mi
interior por completo. Deja escapar un gemido y yo también suelto uno
muy suave, al que sigue uno mayor cuando siento su lengua en mi pezón.
Con su boca aún en mi pecho y sus manos en mi cadera, empieza a
subirme y bajarme con más rapidez.
Ahora el agua se derrama por todas partes mientras no paro de rebotar
sobre él, su polla me llena por completo y sentirla embistiéndome con esta
brutalidad hace que me eleve hasta la estratosfera. Quita su boca de mi
pecho y lleva la mano a mi cabello, me coge un mechón con fuerza.
Aprovecho esa oportunidad para comenzar a moverme contra él, quien al
sentir el cambio suelta mi pelo y echa su cabeza hacia atrás disfrutando del
momento. Pongo las manos en sus hombros para ganar estabilidad y
aumento mi ritmo. Ahora, al moverme adelante mi punto débil se frota
contra su pelvis y hace que me recorra una corriente eléctrica por todo el
cuerpo.
—No… no voy a aguantar mucho más —logro decir entre jadeos.
Levanta la cabeza y endereza el cuerpo, me abraza fuerte pegando su
pecho al mío y la fricción al moverme es mayor. Sus gemidos empiezan a
hacerse tan sonoros como los míos y justo en ese momento mi cuerpo
vuelve a estallar, esta vez arrastrándolo a él conmigo. Nuestros pechos no
hacen más que subir y bajar, mi cuerpo aún está temblando como gelatina,
con su miembro en mi interior. Alexander se mueve un poco debajo de mí,
gimo al sentir cómo su polla se vuelve a endurecer dentro de mis paredes.
—No hemos terminado, mi reina —me dice al oído.
Recuesto mi frente en su hombro, ahora mismo no puedo ni pensar en
volverlo a hacer; pero no veo la posibilidad de detenerlo, sobre todo porque
la mayor parte de mí espera que no se detenga. Después de un momento
moviéndose debajo de mí, me da un beso en la frente y se pone de pie
conmigo aún enganchada a él, sale de la bañera y nos lleva hasta la ducha,
la abre y la regula hasta que está a la temperatura correcta.
—¿Qué haces? —pregunto con la cara escondida en su hombro.
—Ducharnos.
En cuanto termina de hablar, se mete debajo de la ducha y me coloca
contra la pared. Arqueo la espalda por el contacto frío de los azulejos, pero
pronto esa sensación es sustituida por otra cuando sus besos húmedos
comienzan a descender a lo largo de mi cuello. Empieza a moverse y a
follarme con fuerza. Atrás ha quedado su delicadeza, ahora mismo es una
bestia hambrienta y yo soy su cena. Se separa un poco de mí y coge mis
caderas con ambas manos, ahora soy yo quien sube y baje a lo largo de su
virilidad.
—Mierda, nena, eres perfecta —dice entre jadeos—. Llevo todos estos
días masturbándome pensando en todas las posturas en las que te iba a
poner en cuanto te tuviera en mis brazos.
Madre mía, escucharle decir esas cosas solo logra mojarme más. Aprieto
sus hombros con mis uñas, clavándolas en su carne, y vuelve a venir a mí
ese calor que avecina la tormenta eléctrica. Lucifer lleva su boca a mi
pecho, estira con sus dientes mi pezón duro y el calor aumenta embestida
tras embestida. Siento cómo la corriente empieza a recorrer mi cuerpo
desde la punta de los dedos de mis pies hasta mi cerebro, haciéndolo
papilla por completo.
—Yo… yo no puedo más —consigo decir con la vez entrecortada.
—Termina para mí, mi reina.
Con esa frase, lleva su mano a mi clítoris ya sensible y comienza a hacer
círculos en él con sus dedos. Mi cuerpo se echa hacia delante apoyando mi
pecho en el suyo mientras tiemblo, estoy bañando su polla con mis jugos
una vez más. Él sigue moviéndose, follándome con menor intensidad,
alargando mi orgasmo lo máximo posible. Por mi parte, no puedo ni
hablar, estoy hecha un desastre, en mi vida había tenido tantos orgasmos.
Cuando mi cuerpo por fin logra estabilizarse, me baja lentamente hasta
dejarme de pie, coge el champú y comienza a lavarme con mucha
suavidad. Nos quedamos así un buen rato, bañándonos el uno al otro.
Cuando estoy terminando de lavar su cuerpo, paso mi mano a lo largo de
su longitud. No me olvido de que él no ha acabado la última vez, su
miembro se mueve por sí solo al sentir mi tacto para demostrar lo listo que
está para otra ronda.
—Nena, no empieces lo que no puedes terminar.
—¿Quién dijo que no puedo?
Abre los ojos de golpe, me levanta en el aire y me coloca encima de su
hombro. No puedo evitar chillar de la sorpresa. Cierra el agua y me lleva
aún empapada a la cama, donde me deja caer como un saco de patatas.
—Date la vuelta, déjame ver ese culito que me enloquece.
Hago lo que me pide y me coloco boca abajo con el culo en pompa. Pasa
su mano por mi nalga y me da una cachetada en ella. Chillo al sentir el
escozor, él vuelve a golpearme las nalgas y me arranca un nuevo grito. En
cuanto acaba de azotarme, se introduce en mi interior con un suspiro de
placer. Por lo visto era verdad cuando dijo que me iba a hacer correrme
hasta desmayarme.
La luz se filtra a través de las cortinas y me revuelvo en la cama. Tengo el
cuerpo molido, de verdad cumplió con lo que dijo, ayer terminé rogándole
que me dejara descansar. Creo que era incapaz de volver a correrme,
seguro que hubiera terminado muerta si lo hacía. Me giro y estiro el brazo
en busca de mi fuente de calor favorito, pero frunzo el ceño, ¿dónde está
este hombre? Su lado de la cama está vacío y frío, se debe de haber
levantado hace un buen rato. Me estiro hasta la mesilla en busca del móvil
para ver qué hora es y me quedo de piedra, joder, son las cinco de la tarde,
¿cómo narices he podido dormir tanto? Prácticamente he desperdiciado
todo el día.
Quito las sábanas de encima de mi cuerpo, voy hasta el vestidor y cojo
algo de ropa, suerte que piensa en todo y tiene el armario lleno de ropa
para mí. Con las prendas en la mano me dirijo al baño para asearme y bajar
a buscar algo de comer; también tendré que ver dónde se ha metido este
hombre. Media hora después, ya estoy camino a la cocina. Me cruzo con
varias personas que me saludan con la cabeza, creo que nunca terminaré
de acostumbrarme a esto. Me sorprende no ver a mi rey por ningún lado,
ni a ninguna de las torres ni a los alfiles… Me detengo un momento, sí que
es raro, no ver a ninguno de ellos, por lo general siempre hay alguno
pegado a mí como una abeja a la miel. Veo a un par de hombres que salen
de la cocina, quizás ellos me puedan decir dónde se ha metido todo el
mundo.
—Perdonad, ¿sabéis donde está Alexander?
Al escuchar mi pregunta se miran el uno al otro, muy sorprendidos.
Pongo los ojos en blanco, ¿en serio no saben su nombre?
—El rey, ¿sabéis dónde está? —insisto.
—Oh, claro, mi reina, está en la sala de reuniones con las torres y los
alfiles. Si quiere, puedo llevarla.
—Te lo agradezco, aún no conozco bien el lugar.
El chico me sonríe y camina delante de mí, rumbo a mi destino. Parece
que la comida tendrá que esperar, no sé por qué están todos en una
reunión, pero algo me dice que tiene que ver conmigo. Llegamos y el joven
se hace a un lado inclinando la cabeza, de verdad, ¿no pueden dejar de
hacer eso? Pongo la mejor sonrisa que puedo y me aproximo a la puerta
solo para escuchar los gritos de alguien que menciona mi nombre, sin duda
la comida va a esperar un buen rato. Cogiendo aire, abro sin llamar y entro
en la sala. Todos se quedan callados al verme, los ignoro y me dirijo hacia el
dueño de los gritos, que tiene cara de enfado, algo me dice que no me va a
hacer gracia averiguar el tema de esta reunión.
CAPÍTULO 51
Rafael

-D ivertíos,
policía.
pero que parezca un suicidio, no quiero más visitas de la

—¡Sí, mi reina! —contestamos los tres al unísono.


Se marcha después de darnos las instrucciones con el rey de su mano. El
pobre parece muy perdido, pero no lo culpo, yo en su lugar estaría igual.
Scarlett hoy ha demostrado por qué está en el puesto de reina, es más que
capaz de afrontar cualquier decisión con la cabeza alta y sin
remordimiento. No es una persona a la que le guste hacer daño, es un alma
bondadosa, pero esa alma oculta una parte oscura que sale a la luz cuando
es necesario, una parte que es mejor que nunca se cruce en tu camino o lo
vas a lamentar mucho.
Miro a mi alrededor, me han dejado con las otras dos torres. Después de
ver cómo mi reina me ha defendido y cómo ha dejado claro que estoy bajo
su protección, no pienso consentir que nadie me distraiga. Voy a cumplir
mi cometido y demostraré por qué soy el favorito de la reina, pienso
conservar este puesto que tantas ventajas me traerá. Sonrío, solo de pensar
en todas las travesuras que voy a poder hacer sin que me castiguen, me
alegra el día.
—¿Quién lo va a hacer? —escucho la voz de Chis.
—¡Lo haré yo! —responde mi hermano a toda prisa.
—¿Por qué tú? —pregunta frunciendo el ceño.
—Vosotros ya la cagasteis la última vez, yo puedo complacer a la reina
sin hacer ninguna tontería.
—Señores, no os peleéis, estáis asustando a la pobre dama —intervengo.
—¿Eso qué importa? Va a morir de todas maneras —me responde mi
hermano.
—¿Por qué no dejamos que la dama decida?
Ambos me observan como si me hubiera vuelto loco, los ignoro y miro a
la joven que está llorando en la camilla.
—¿Quieres elegir o prefieres que lo hagan ellos? —le pregunto.
Ella no me contesta, sigue llorando como si eso fuese a solucionar algo.
—¿No lo escuchaste? ¡Elige, tú o nosotros! —grita Chris.
—Lo elijo a él —responde haciendo un gesto con la cabeza en mi
dirección.
Lo sabía, ser tan simpático tiene sus ventajas. Siempre piensan que soy
el más bondadoso cuando en realidad es todo lo contrario.
—No es justo, tú ya eres el favorito —protesta mi hermano.
Christopher se queda mirando hacia él, seguramente preguntándose de
qué está hablando.
—No me mires así, la propia reina lo ha dicho, Rafael ahora está bajo su
protección. Tú y yo estamos desamparados.
—Bueno, hermano, eso en realidad no es exactamente así. Yo puedo ser
el favorito de la reina, pero Chris es su hermano, así que el único
desamparado aquí eres tú —le digo con una sonrisa.
—Mierda —masculla entre dientes mientras Chris y yo nos reímos.
Haberme quedado con Scarlett estos días me ha valido para mucho. He
podido arreglar las cosas entre ellos, conocerla más y formar una mejor
relación con ella. Lo que me lleva a la chica aquí delante, que intentó
hacerle daño a mi reina, y si hay una cosa que no tolero bajo ningún
concepto es que toquen a mi reina.
—Bien, ya que me has elegido, vamos a empezar, tengo cosas más
importantes que hacer —digo mientras me aproximo.
Una vez estoy lo bastante cerca, ella tira de mi camisa para que me
agache. Le hago caso y bajo mi cuerpo para poder dejar mi oído a la altura
de sus labios.
—Si me liberas, prometo marcharme y no volver nunca más, solo tienes
que distraerlos a ellos y te prometo que no me volverás a ver —susurra.
—¿Y qué le voy a decir a mi reina cuando me pregunte por ti?
—Dile que estoy muerta, que cumpliste tu trabajo. Juro que no volveré a
aparecer, nunca sabrá que no lo hiciste.
Miro a los dos hombres que están ahora de pie a un costado. Ambos
deben de imaginarse lo que me está pidiendo, pero también saben que no
lo voy a hacer, así que no intervienen en absoluto.
—Verás… —empiezo a decir mientras me incorporo— el único problema
aquí es que no quiero ni liberarte ni ayudarte, ni mucho menos que tengas
una muerte simple. Quiero que sufras, quiero matarte tan lentamente que
rogarás poder morir.
La chica abre mucho los ojos y le sonrío, de todos los demonios que pudo
elegir, me ha elegido a mí y ahora va a tener que sufrir las consecuencias.
Estiro la mano y Christopher me entrega unos alicates. Los observo,
bueno, no era con lo que tenía pensado empezar, pero puedo improvisar.
Le hago una señal a mi hermano para que se aproxime. Él lo hace y le
tapa la boca con un trapo, me conoce y sabe que odio que griten. Sujeto
una de sus manos con fuerza, llevo el alicate hasta la uña del pulgar y
empiezo a tirar de ella hacia arriba con lentitud, desprendiéndola de la
carne con sumo cuidado. La chica no para de gritar, Matt tiene su boca
tapada con un trapo y sus dos manos hacen presión sobre ella para intentar
amortiguar un poco más los gritos. Termino con ese dedo y sigo con el
siguiente, voy uno por uno hasta terminar con toda la mano. Una vez
acabo, le hago un gesto a mi hermano para que se aparte. Él lo hace, pero
antes retira el trapo de la boca de la chica. Ella ya no grita, solo solloza
mientras su cuerpo tiembla sin control.
—Te voy a hacer una única pregunta y de tu respuesta depende lo
siguiente que haga, así que te aconsejo ser sincera.
No me responde con palabras, pero asiente mientras sigue llorando.
—Sé que no lo hiciste meramente por dinero, te recuerdo de la reunión a
la que fuiste con Barron y también sé que eres una de las primeras
abogadas que no paraban de acosar a Scarlett. Mi pregunta es ¿qué tienes
en contra de ella?
—Yo… yo… fue por dinero, mi madre está enferma y… ¡ah! —empieza a
balbucear, pero se detiene con un grito.
Tengo en mi mano un algodón empapado en alcohol que estoy
presionando contra uno de los dedos de los que acabo de quitar sus uñas.
Le advertí que no me mintiera…
—Vamos a probar otra vez, pero quiero que tengas claro que no soy un
hombre de paciencia.
—Me robó mi vida —dice entre llantos.
Enarco una ceja y miro a los hombres que están a mi lado, parece que
ninguno sabe de lo que está hablando.
—¿Te importaría ser un poco más explícita? —pregunta Matt.
—Me lo robó todo; el puesto de trabajo debería de haber sido para mí,
llevo años trabajando en la empresa, siempre fui la que ayudó a Barron con
todos los tratos hasta que ella llegó —comienza a decir.
—Y… —interviene Chris.
—Alexander —dice con un suspiro—. Él debería haber sido mío.
Tuvimos un encuentro en su despacho, me lo estaba trabajando, con un
poco más de tiempo habría sido mío. Si ella no me hubiese robado el
puesto, tendría contacto directo con él, me habría convertido en reina. Yo,
¡no ella! —termina diciendo mientras nos mira con rabia en los ojos.
Ahora tiene sentido, ella piensa que Scarlett vino para robarle todo. Me
encojo de hombros, qué inocente es, Barron siempre pensó traer a una
persona externa para remplazarlo. Qué le vamos a hacer, será mejor que
siga con mi trabajo, si termino pronto igual puedo dedicarme a algo
productivo más tarde. Vuelvo a estirar la mano y Chris me tiende un
cuchillo, mmm… ¿qué puedo hacer con él? Abro los ojos, ya lo sé.
—Sabes, creo que tienes una lengua muy larga —digo con una sonrisa.
Ambos hombres me entienden a la perfección. Mientras mi hermano se
aproxima para sujetarle la cabeza, mi chico coge los alicates y estira su
lengua todo lo que puede; ella no para de retorcerse, pero está atada, así
que de nada le sirve. Llevo el cuchillo hasta su lengua y comienzo a cortar
con mucho cuidado, me aseguro de que su dolor sea lo más largo posible
hasta terminar de cortarla por completo. Una vez acabo, mi hermano
suelta su cabeza y trae un hierro caliente para quemar la zona y evitar que
muera desangrada. Le saco los alicates a Christopher, que aún sostienen la
otra parte de la lengua, y empiezo a moverla delante de su rostro de un lado
a otro.
—Ves, te dije que era muy larga, ahora podrás hablar con más cuidado.
¿No me das las gracias?
Está llorando mientras intenta decir algo que nadie logra comprender y,
al ver que no es capaz de comunicarse, comienza a tirar de las correas
mientras grita a todo pulmón.
—Parece que lo empeoraste, ¡genio! —me recrimina mi hermano.
Pues sí que lo empeoré… Estiro la mano a la espera de ver con qué me
sorprende esta vez y siento que coloca algo muy liviano en ella. Frunzo el
ceño al ver un carrete de hilo y una aguja. Levanto la vista y sonrío a la
persona que me lo ha entregado, por lo visto no solo nos entendemos en el
sexo. Él me devuelve la sonrisa con picardía, joder, qué putada que esté mi
hermano aquí.
—No iréis a follar ahora, ¿no?
—Tranqui, hermano, eso lo reservo para cuando no hay mirones.
Pone los ojos en blanco mientras hace presión en la mandíbula de la
chica para que cierre la boca, mientras Chris le aprieta los labios y los estira
para que a mí me sea más fácil hacer mi labor. Me aproximo a ella con la
aguja ya enhebrada, la entierro en la comisura de su labio inferior y la saco
por la parte superior. Ahora sus gritos están amortiguados; lo sigue
intentando, pero es incapaz de liberarse del agarre de las otras torres. Sigo
con mi trabajo, pasando la aguja de arriba abajo y viceversa a lo largo de
sus labios; sé que si no lo hago bien, Christopher se enfadará, así que
procuro pasar los hilos lo más juntos posible. Cuando termino, me alejo
para mirar mi obra y a mi compañero se le dibuja una pequeña sonrisa, eso
significa que lo hice bien. Me pongo muy contento, seguro que con esto me
he ganado un premio.
Ahora que por fin hay silencio, sigo trabajando para poder irme a mi
habitación y obtener mi recompensa. Cojo los alicates y repito el proceso
con su otra mano, vuelvo a arrancar uña por uña hasta no dejar ninguna.
No me detengo ahí, voy a sus orejas y arranco sus pendientes de un solo
tirón, rasgando los lóbulos de lado a lado, veo que tiene un piercing en el
ombligo, así que hago lo mismo, tiro de él por la parte superior hasta
arrancarlo por completo y dejo la zona abierta en dos. En el momento en
que termino con las manos, paso a sus pies y vuelvo a hacer lo mismo,
retirando cada uña que encuentro por el camino hasta que no queda ni una
sola en todo su cuerpo.
Me alejo, la chica ahora sangra por sus cuatro extremidades, su rostro y
cuello están bañados en sangre seca y sus labios tienen una hermosa
costura a lo largo. Me muerdo el labio, creo que le falta algo, no creo que
sea justo que lo deje ahí. Piensa Rafael, piensa, falta algo… Abro los ojos de
golpe, claro, cómo no lo pensé antes… Aparto a Chris de mi lado y voy
corriendo a la mesa para buscar ese famoso cuchillo del que todos hablan.
Una vez encuentro el Leonida lo observo, será perfecto. Con él en la mano
voy hasta la chica, lleva un rato desmayada, pero Matt la despierta para que
podamos terminar. En cuanto ve el cuchillo en mi mano, sus ojos se abre
en completo pánico, seguro que ahora mismo tengo una cara de maníaco
total, con la sonrisa en mis labios y el cuchillo en mi mano.
—Quiero un recuerdo para mi reina —le digo.
Apoyo el filo en el final de su frente donde empieza su cabello y comienzo
a cortar la piel mientras tiro de su pelo para tensarla y que me sea más
fácil. Sigo cortando, paso el cuchillo a lo largo de su cuero cabelludo y
arranco cada parte, cada trozo, incluyendo las patillas. Al llegar a la parte
trasera, Chris me ayuda levantando su cabeza para que pueda separar la
parte posterior. Cuando termino, me alejo con su cabellera en la mano
goteando sangre. La observo, ha muerto hace un buen rato, pero me ha
dado igual, he terminado mi labor. Ahora mismo está tumbada con los
dedos de manos y pies en carne viva, el ombligo partido en dos, las orejas
rasgadas, el labio cosido y su cabeza, ahora calva, está en carne viva.
Sonrío, seguro que me llevo otro premio por esto, mis reyes van a estar
encantados conmigo y, además, he guardado un recuerdo.
—Ahora que has terminado, ¿me explicas una cosa? —dice mi hermano
sacándome de mi nube de autocomplacencia.
Lo miro, espero a que siga hablando, no veo qué he podido haber hecho
mal.
—¿Cómo vas a hacer que parezca un suicidio?
Mierda, me había olvidado de esa parte. Bueno, con deshacerme del
cuerpo y que no lo encuentre la poli será suficiente, ¿no?
—Ni se te ocurra, hacerla desaparecer sin razón llamaría más la atención
de la policía, ya los tenemos muy encima —dice mi hermano intuyendo lo
que pienso.
—¿Y me lo dices ahora? Lo has hecho a propósito para que me echen la
bronca —le recrimino.
Él no me contesta, sonríe y se encoge de hombros. Será cabrón, lo ha
hecho para ganar puntos con la reina. Bueno, seguro que si le llevo el
recuerdo me perdona.
—Tranquilo, deshazte del cuerpo, yo me ocupo del resto —dice Chris, y
coloca su mano en mi hombro.
—¿Qué vas a hacer? —pregunto.
—Confía en mí —dice con una sonrisa pícara.
Por supuesto que lo hago, confío en él al cien por cien. Si dice que lo
soluciona, no me cabe duda de que lo hará sin ocasionar más problemas.
Miro a mi hermano que ahora tiene cara de fastidio y sonrío, es lo bueno
que tiene tener a mi lado a un Astorn.
—Suertudo —le oigo mascullar mientras se da la vuelta para irse.
Una vez se marcha, guardo con sumo cuidado la cabellera para que no se
estropee y llamo a unos cuantos peones para explicarles lo que tienen que
hacer. Si Chris me ha dicho que me deshaga del cuerpo, eso haré.
CAPÍTULO 52
Alexander

E
stoy en una reunión mientras mi reina sigue durmiendo. No
entiendo qué narices pasa, no logro comprender cómo es que no han
podido encontrar nada de la vida de Scarlett, ni una sola pista, nada
en absoluto. Ni siquiera han podido averiguar qué es lo que se supone que
ella va a heredar. Para colmo, me acaban de informar de que Jacob se ha
instalado en su antigua casa y por lo que parece se va a quedar una
temporada por aquí. Esto no tiene sentido, lleva más de veinte años sin
venir a la ciudad, sin preocuparse de K&J ni tocar esa casa y ahora, justo
cuando por fin tengo a mi reina, él decide volver.
—No entiendo cómo es que con todos los recursos que tenéis a vuestra
disposición, seguís sin ser capaces de averiguar nada —digo con la
mandíbula tensa.
—Mi señor, hemos mirado por todas partes, hemos hackeado los
servidores del internado y nada, allí no consta ni un solo pago por los
estudios de la reina —me contesta Malcolm.
—¿Y las institutrices? —le pregunta Matt.
—Tampoco hay registro de ellas, las únicas son las propias del centro.
Llevo las manos al pelo, esto me está poniendo de los nervios.
—¿Y los vuelos? —interviene Luisa.
Levanto la mirada hacia ella, por lo visto ha sido buena idea dejarla
participar en la reunión, aunque nos dejó muy claro que si no la dejábamos
entrar echaría la puerta abajo. Es la vida de su amiga y Luisa es muy
sobreprotectora con ella, entiendo que quiera estar presente y por ello la
dejé.
—¿A qué te refieres? —pregunto.
—Bueno, si las institutrices iban desde el extranjero, tiene que haber un
registro de vuelos, ¿no?
—Sería como buscar una aguja en un pajar, ¿pretendes que rastreemos
todos los vuelos de ingreso a Los Ángeles? —interviene Chris.
—No hay que rastrearlos todos, listillo, solo los que coincidan con el
comienzo del curso o fechas cercanas. Además, si tú ya averiguaste que ella
es de aquí, yo me centraría en los vuelos que llegaran de Australia.
—Ya lo hicimos, señorita, y en todos esos vuelos no hay entradas de
alguna institutriz ni persona que tenga conocimientos de enseñanza —
dice Malcolm.
—¿Y los vuelos privados? ¿Hay algún vuelo que haya coincidido en esas
fechas y se repita todos los años? —pregunta Rafael.
—También los comprobamos y nada, hay vuelos de viarias empresas,
pero nada que llame la atención.
—¿Pero hay alguno que se repita en esas fechas y que sea de aquí? —
pregunto.
—Sí, hay uno en concreto, pero esa empresa hace muchos viajes al
extranjero en fechas distintas y hemos comprobado a las personas a bordo
y no hay nadie que cumpla con las características que buscamos —nos
vuelve a responder Malcolm.
—¿Has mirado en su red privada? —pregunta Chris.
—No tiene red privada, señor Astorn, son un bufete de abogados.
Abro los ojos al escuchar a Malcolm, espero que no sea el que pienso que
es…
—¿Qué bufete? —pregunto con los dientes apretados.
—K&J.
—¡Joder! ¡Por supuesto que tienen red privada, Jacob fue quien la
inventó! —grito.
—Pero señor, los vuelos no salieron de su organización, sino del bufete.
Comprobamos los pasajeros y sus destinos, todos eran abogados en viajes
de negocios. Ni siquiera el propio Jacob o alguna de sus piezas viajó en
ninguno de ellos.
Me pongo de pie, es imposible que sea casualidad, vi cómo la miraba,
Jeremy la quiere… cada vez que me doy la vuelta, algo relacionado con K&J
está bailando junto a la vida de Scarlett.
—¿No podéis hackear su base privada? —pregunta Luisa.
—Eso es imposible, señorita, Jacob Jenkins es el hombre más poderoso
junto con nuestro rey. Nadie podría entrar en su base de datos y, si lo
hiciéramos, nos sería imposible no ser rastreados, sería entrar en una
guerra directa —le responde Malcolm.
—Quiero que aumentéis los guardias, todos los que no estén en una
misión los quiero alrededor de Scarlett, no la quiero sola en ningún
momento —grito mientras me paseo por la sala.
Antes de que ninguno de ellos me pueda contestar, se abre la puerta y
entra la persona por la que estamos aquí. Ella pasea la mirada a su
alrededor hasta que se posa en mí. Mierda, tiene los ojos oscurecidos y está
frunciendo el ceño; parece estar enfadada, seguramente debería haber
esperado a que ella estuviera despierta para hacer la reunión. Eso por lo
menos fue lo que dijeron Luisa y Rafael, pero me puse de los nervios
cuando me enteré de que Jacob se había instalado aquí. Se aproxima hasta
pararse frente a mí, no quita sus ojos de los míos, estiro el brazo para
cogerla, pero ella da un paso atrás y cruza los suyos por debajo de sus
pechos haciendo que se alcen. Mierda, está enfadada.
—¿No crees que si haces una reunión sobre mí sería bueno que yo
estuviera presente?
—Fue lo que dijimos Luisa y yo —interviene Rafael tosiendo mientras
habla.
Me giro y lo fulmino con la mirada, es incapaz de estarse callado.
—No lo mires así, igual deberías empezar a hacerle caso. Ahora
contéstame, Alexander.
—No te quería despertar, cariño —digo en el tono más dulce que puedo
—. Parecías cansada y preferí dejarte dormir. Además, me he enterado de
algo importante y tenía que hacer la reunión sí o sí.
—¿Sí? Bien, dime, ¿qué es eso tan importante que no podía esperar a su
reina? —contesta mientras toma asiento en su silla.
Suspiro y vuelvo a sentarme, ahora que ella está aquí seguro que pone el
grito en el cielo cuando le diga lo de los guardias y mis sospechas.
—Jacob se ha instalado aquí —comenta Christopher.
Ella alza una ceja cuando lo escucha y vuelve a centrar su mirada en mí.
Está convencida que él no le hará daño, pero no sabe toda la historia.
—¿No es de aquí? —pregunta.
—Sí, pero llevaba muchos años sin venir y ahora se ha establecido para lo
que parece una larga temporada, así que Lucifer piensa que es para hacerte
daño y quiere aumentar tu guardia —comenta Luisa.
Me quedo mirando a Luisa, joder, eso no se lo debería haber dicho, por lo
menos no pensaba comentarlo con ella delante, pensaba hablarlo con Matt
después.
—¿Nos podéis dejar solos, por favor? —pregunta mi reina.
Ninguno protesta, todos se ponen de pie, listos para irse. Y una mierda,
no pienso quedarme a solas con ella, la última vez tuve que rehacer la sala
entera.
—No hace falta que os vayáis —intervengo.
Ella me echa una mirada de muerte y vuelve a girarse para mirarlos, ellos
al ver su mirada no se lo piensan y se marchan lo más rápido posible.
Suspiro, parece que es verdad el rumor que corre sobre que ella da más
miedo que yo. Una vez a solas, se gira, recuesta su espalda en el asiento y
cruza las piernas.
—¿No hablamos ayer sobre los guardias? —comienza a decir.
—Hablaste tú, no yo.
—Es mi vida, Alexander, no puedes hacer con ella lo que te dé la gana.
Pensé que ya tenías eso claro.
—Solo te protejo.
—¿De Jacob? Ya lo viste ayer, él no va a hacerme daño, casi mata a
Jeremy por querer tocarme.
—No lo entiendes, no sabes nada de él.
—Lo sabría si me lo explicaras.
Cierro los ojos y aprieto los puños con fuerza, no pienso dejar que le pase
nada; ella no sabe la historia, no puede opinar. Siento una mano muy suave
encima de la mía, abro los ojos y me reciben dos luceros azules que me
transmiten paz y tranquilidad. Ella es la única capaz de conseguirlo, la
única aparte de mi difunta madre. Abro mis manos y dejo que ella
entrelace sus dedos con los míos. No aparto mi vista de ella, puedo verme
reflejado en su mirada y el amor que me tiene, vuelvo a cerrar los ojos
mientras respiro profundamente.
—Eran ellas —digo en voz baja.
Gira la cabeza a un lado y veo su confusión. No dice nada, se queda en
silencio esperando que continúe, pero no es fácil.
—Mi madrina, la mujer que mi madre mató estando embarazada, era la
esposa de Jacob. —Veo la sorpresa en sus ojos mientras aprieta mi mano
con más fuerza.
—Entonces él…
—Él es mi padrino… o lo era —digo interrumpiéndola—. Me enseñó casi
todo lo que sé, desde joven me instruyó para convertirme en el rey que,
según él, tenía que ser. Se suponía que yo sería su heredero —sigo
mientras juego con sus dedos—. Todo lo que ves ahora no existía, lo creé
desde cero: la organización, el almacén, las piezas, todo fue creado por mí,
gracias a eso conseguí recuperar el poder del Grupo Knight. Pero soy rey
porque él me adiestró para serlo, él me enseñó cómo funcionaba este
mundo y cómo moverme en él. Cuando me fui aún era joven, pero tenía los
conocimientos básicos, así que seguí entrenando hasta convertirme en
quien soy ahora.
—¿Pero por qué os lleváis mal? Tu madre la mató estando enferma, tú no
tienes la culpa, eras solo un niño.
—Él no lo ve así —digo con un suspiro—. En su dolor, se alejó del mundo
y culpó a mi apellido por el daño. Creo que hasta me culpa a mí, en cierto
modo, ya que su mujer y su hija murieron por defenderme, porque yo no
fui capaz de detener a mi madre. Lo pensé muchas veces, si hubiera
actuado de otra manera, si la hubiera apartado, si no me hubiese quedado
petrificado, podría haber reducido a mi madre y ellas estarían vivas.
Rueda una lágrima por mi mejilla, tenía esto muy enterrado. Ella se
levanta y se sienta en mi regazo, lleva mi rostro a su pecho y la envuelvo
entre mis brazos, ahora mismo la necesito cerca de mí.
—No podrías haber hecho nada, Alexander, eras solo un niño y ella era tu
madre. Si hubieses apartado a tu madrina igual habría muerto porque tu
madre mató a todo el mundo, incluso tú podrías estar muerto.
No le contesto, la estrecho con más fuerza y entierro mi rostro en su
pecho, ella no se queja por la fuerza con que la abrazo. Después de unos
minutos así, se aparta y coge mi rostro con ambas manos para depositar
un suave beso en mis labios.
—¿Por eso crees que él quiere hacerme daño?
—No sabes cómo amaba a mi madrina, Scarlett, la amaba tanto… Yo no
sé de qué sería capaz si algo te pasara a ti.
Ella me sonríe, puedo ver sus ojos rojos y su intento de no dejar escapar
las lágrimas. No le miento, de verdad no sé de lo que sería capaz si ella me
faltara.
—¿De verdad crees que haría eso? ¿Hacerme daño por algo que sucedió
cuando tú tenías siete años?
—No lo sé, pero no puedo arriesgarme, no puedo arriesgarte —contesto
sin apartar mis ojos de los de ella.
—Atacó a su propia gente para protegerme, Alexander. Sus hombres me
vieron acercarme y no se movieron, me permitieron tocarlo sin intervenir.
No sé cuál será su motivo, pero estoy segura de que no me va a hacer daño,
lo pude ver en su mirada igual que lo veo en la tuya.
—¿Y si lo que quiere es secuestrarte? —Ella se ríe ante mi comentario.
—Tuvo su oportunidad en la gala, vosotros erais cuatro y estabais en su
territorio, rodeados de su gente; si hubiese querido llevarme, ya lo habría
hecho.
Suspiro, comprendo su lógica y una parte de mí me dice que tiene razón,
pero otra también me dice que Jacob está metido en algo con respecto a
Scarlett y no saber lo qué es me está matando.
—Hay más, es probable que esté involucrado en tu infancia.
Abre mucho los ojos, pero antes de que pueda preguntar algo, la puerta
se abre y Rafael, con cara asustada, asoma la cabeza.
—Bueno, por lo menos esta vez la sala está entera —dice.
Pongo los ojos en blanco, pero le hago un gesto para que pasen. Mi reina
comienza a reírse, nunca entenderé por qué le hace tanta gracia las
impertinencias de este imbécil. Todos empiezan a entrar y toman sus
respectivos asientos, ella intenta levantarse de mi regazo, pero la detengo,
ahora mismo necesito sentirla. Lo nota y en vez de volver a intentarlo, se
acomoda colocando su cabeza en mi hombro. Aprieto un poco el agarre
para pegarla más a mi pecho, la necesito como el aire que respiro.
—Por cierto, ¿por qué está Luisa aquí? —pregunta mi reina.
—Porque los amenacé con tirar la puerta si no me dejaban entrar —
responde ella.
Mi reina niega con la cabeza mientras sonríe, sabe que su amiga es capaz
de hacerlo sin ni siquiera despeinarse.
—Bien, ahora que ya estáis todos, ¿me vais a decir por qué creéis que
Jacob tiene algo que ver con mi infancia?
—Rastreamos todo lo relacionado contigo y no hay nada: no sabemos la
persona que pagaba el internado, no hay registro de llegada de las
institutrices, nada. Lo único que sabemos es que justo antes de cada
comienzo escolar llegaba un avión de K&J a Los Ángeles. También
rastreamos a los ocupantes, pero parece que son simples empleados —
comienza Rafael.
—Pudimos averiguar que el primer vuelo de K&J coincidió con tu llegada
al internado —sigue Christopher.
—¿Cuándo os habéis enterado de eso? —pregunto.
—Lo investigué mientras estabais hablando —responde.
—¿K&J no tiene sucursal en Los Ángeles? —pregunta Matt.
—No, la tienen en Nueva York y en Washington —responde Dominik.
—O sea que todos los presentes creen que mi infancia tiene algo que ver
con Jacob.
—No lo sabemos cariño, pero lo poco que pudimos averiguar apunta a él
—le respondo.
—¿Y si no es Jacob? ¿Y si hay alguien más dentro de K&J o su
organización que quiere desviar la atención hacia él? —pregunta Alexa.
—O pueden ser simples coincidencias, sé que tienen muchos clientes en
esa ciudad, quizás sí que eran viajes de negocios y nada más —comenta
Luisa.
—Si solo hubieran coincidido uno o dos estaría de acuerdo, pero tantos…
es raro —interviene Matt.
—Malcolm, busca todos los vuelos de K&J a Los Ángeles y busca sus
conexiones con sus clientes de allí. Lo mejor será comprobar si fueron por
algo en concreto o no —ordeno.
Él asiente y se marcha para cumplir mis órdenes mientras mi reina sigue
en mis brazos, ha estado muy callada mientras todos hablábamos.
—¿Estás bien? —pregunto.
—Sí —me responde con una sonrisa—, no creo que valga la pena pensar
en cosas que aún no tienen respuesta, estoy segura de que averiguarás la
verdad, confío en ti.
Solo de escucharla logra hacerme sonreír como un colegial, me aproximo
y le doy un beso mordiendo un poco su labio inferior.
—Sois tan monos… —escucho la voz de Rafael—. Ahora que estáis de
buen humor, mi reina, tengo un regalo para ti.
Scar se separa de mí y se gira para ver a mi torre, siempre tiene que estar
fastidiándome. Él saca una caja de debajo de la mesa con un gran lazo rojo,
a Scarlett le brillan los ojos de felicidad. Se aproxima, desata el lazo y la
abre. Cuando mira adentro, su rostro cambia por completo, se queda
pálida como el papel y abre los ojos con asombro mientras sus manos
empiezan a temblar. Todos nos quedamos consternados por la situación,
me levanto con rapidez y miro lo que hay en la caja… ¿Qué cojones?
CAPÍTULO 53
Scarlett

E
stoy en completo shock, ¿cómo se le ocurre regalarme esto? Cuando
vi la caja pensé que sería ropa o un bolso, pero nunca algo así.
Alexander se pone de pie para ver el contenido de la caja, no solo él,
sino que todos se levantan y se acercan para ver qué hay dentro.
—¿Es pelo? —Luisa es la primera en hablar—. ¿Qué clase de regalo es
este? —pregunta haciendo una mueca de disgusto.
—Es la cabellera de Marcy, lo traje como recuerdo para la reina —
responde Raf con mucha ilusión.
Sigo sin poder pronunciar palabra, les dije que se divirtieran, pero nunca
me imaginé que llegarían a este punto.
—¿De verdad crees que esto es un regalo apropiado para nuestra reina?
—pregunta Alexa.
—¿Por qué? ¿No te gusta? —me pregunta Raf poniendo ojos de cachorro.
—Te dije que no le iba a gustar. No te preocupes, ahora mismo lo saco de
aquí —interviene su hermano.
Se acerca para llevársela mientras a Rafael le cambia el rostro, pobre,
parece muy triste. Justo cuando Matt coloca la mano en la caja,
instintivamente se la quito y la abrazo con fuerza contra mi pecho. Todos
se quedan observándome como si me hubiesen salido dos cabezas; no los
culpo, estoy tan asombrada como ellos.
—Es un gran regalo, Rafael, te lo agradezco —le digo con una sonrisa.
—¿De verdad te gusta? —pregunta con los ojos brillantes de ilusión.
—Por supuesto, solamente me quedé un poco… desencajada, diría,
nunca me habían regalado algo así.
Se le forma una sonrisa que le ocupa todo el rostro, se debe de haber
tomado muchas molestias en hacer esto, además ha tenido la gentileza de
pensar en mí. Pero hay una cosa que me preocupa.
—Si le habéis hecho esto, significa que no me hicisteis caso en lo de
aparentar un suicidio —digo inclinando ligeramente la cabeza.
—No fue en plural, mi reina, el encargado de toda la tortura fue Rafael —
dice Matt con sarna.
—¿Qué narices hiciste? —interviene mi diablo.
—Para empezar, la torturé yo porque ella me eligió, no tengo la culpa, e
hice lo que tenía que hacer, ella enfureció a mi reina y mi trabajo era
vengarla.
Cojo aire, deposito la caja en el suelo y la tapo, ya veré lo que hago con
ella después. Vuelvo a tomar asiento en mi silla y todos los demás se
sientan también, parece que vamos a tener que alargar un poco más la
reunión.
—Bien, cuéntame qué hiciste —digo, fijando mi mirada en el demonio
tan travieso que tengo.
—Vale, le arranqué todas las uñas, pendientes y el piercing que
encontré, le corté la lengua, le cosí la boca y le arranqué la caballera. Todo
con mucho cuidado y lo más despacio que pude para hacerla sufrir al
máximo.
A medida que va hablando, cierro los ojos y cojo aire. A ver, sí que me
hizo enfadar, pero tampoco quería ese final para ella. Tengo que recordar
no volver a decirle a Rafael que se divierta cuando torture a alguien. Una
mano aprieta la mía, abro los ojos y veo a mi rey mirándome; me pregunta
si estoy bien y le sonrío. No quiero que se enfade con su torre, él solo ha
cumplido el cometido que se le mandó, pero no puedo evitar sentirme
culpable, fui yo quien ordenó atraparla y fui yo quien la dejó con su
verdugo.
—Ah, y también le saqué información. Me contó que no lo hizo
únicamente por dinero, resulta que fue por venganza —culmina Rafael.
Me quedo mirándole con atención, no lo entiendo, no le hice nada para
que quisiera vengarse de mí.
—¿Por qué una secretaria iba a querer vengarse de mi reina? —pregunta
Lucifer.
—No era una secretaria, era una de las abogadas —contesta Chris con
fastidio.
—Secretaria, abogada, me da igual. ¡¿Por qué iba detrás de ella?!
—Resulta, mi rey, que ella quería el puesto que ocupa Scarlett —
responde Raf.
—¿Por eso me tenía tanta manía? ¿Por un simple trabajo? —le
interrumpo.
—Sí y no, ella tuvo un affaire con nuestro rey y pensó que si conseguía el
puesto podría estar más en contacto con él para así terminar de seducirlo.
—Básicamente, nos dijo que si no fuera por ti ahora mismo la reina sería
ella —interrumpe Matt a su hermano.
—O sea, ¡que estaba enamorada de Alexander! —digo.
—Sí, esa es la conclusión —me responde Rafael mirando de reojo a su
hermano.
Ahora mismo no siento tanto remordimiento, que se joda, quería lo que
es mío, no puedo creer que estuviera todo este tiempo fastidiándome
porque prefería vivir en las nubes que afrontar la realidad.
—¿Qué hicisteis con el cuerpo? —pregunta Alexander.
—Lo cortamos en trozos y lo arrojamos a la zona de los caimanes, nunca
aparecerá —contesta mi torre favorita.
—Pero con toda la atención que habéis tenido de la policía últimamente,
una desaparición va a complicar las cosas —comenta Luisa.
—No exactamente —dice Chris con una sonrisa traviesa—. Me he
ocupado de todo, resulta que nuestra querida Marcy estaba vinculada con
la misma organización que Carter, hay correos que demuestran que ella
ordenó su muerte porque lo vio contigo y luego mató a las dos chicas por la
misma razón. Ella solo quería que te acusaran a ti de todo para quitarte del
medio y poder quedarse con Alexander.
—¿Y cómo justificas su desaparición? —pregunta mi rey.
Estoy alucinando con lo que es capaz este hombre de hacer; a ver,
siempre supe que Christopher tenía muchas habilidades, pero lograr
cubrir su muerte y para colmo achacarle las otras es de otro nivel.
—El rey de la otra organización la descubrió utilizando sus piezas para
beneficio propio y tomó medidas. ¿No querías acabar con ellos? Es un dos
por uno.
Observo al hombre a mi lado. Está recostado en su asiento, parece muy
complacido por cómo han resuelto todo. Yo también lo estoy, no era lo que
les mandé hacer, pero es algo incluso mejor, de esta manera nos quitamos
a la policía de encima y acabamos con una organización de trata de
personas al mismo tiempo. Estoy perdida en mis pensamientos cuando mi
estómago decide hacer acto de presencia con un rugido y todas las miradas
se posan en mí. Me sube toda la sangre a las mejillas de repente, madre
mía, qué vergüenza.
—Os podéis marchar, se ha terminado la reunión —anuncia Álex—.
Vamos, es hora de que comas algo —dice cogiéndome de la mano.
Me agacho para tomar mi regalo, no pienso dejarlo aquí. Aún no sé
dónde lo voy a guardar o qué voy a hacer con él, pero no pienso dejarlo aquí
olvidado.
—Tranquila, mi reina, yo se lo llevo —me dice Alexa quitándome la caja
de las manos.
Se lo agradezco con una sonrisa, la verdad es que me muero de hambre y
no creo que sea muy ortodoxo comer con una cabellera humana a mi lado.
Una vez resuelto el problema del regalo, me voy con mi rey de la mano en
dirección a la cocina, de donde viene un olor maravilloso.

Ha transcurrido un mes desde la gala, seguimos sin averiguar nada más
de mi pasado, no he vuelto a saber de Jeremy y Jacob no ha hecho ni un solo
movimiento sospechoso. Aun así, no bajan la guardia, Alexander duerme
todas las noches en mi casa; bueno, dormir es lo que menos hacemos. Sigo
con más de veinte hombres cubriéndome la espalda, Alexa y Christopher
no se apartan de mí, ella incluso entra conmigo cuando voy al baño de
nuestra planta. Me estoy volviendo loca, no sé cuánto tiempo más voy a
poder soportar esto. Da igual todas las veces que lo hable con Alexander, él
sigue emperrado en no dejarme libertad, no se da cuenta de que me está
asfixiando.
—Scarlett, ¿me estás escuchando?
—Lo siento, Barron, últimamente tengo la cabeza en las nubes, ¿qué me
decías?
—Ya veo, ¿quieres hablar de ello? —pregunta mientras cierra la carpeta
del contrato en el que estamos trabajando.
Suspiro y miro a mi alrededor, estamos en mi despacho con Christopher
y Alexa sentados en una esquina, no entiendo cómo no se aburren. Barron
sigue mi mirada y se gira en su asiento en dirección a ellos.
—¿Os importaría dejarnos solos?
Ambos levantan la mirada, se miran entre sí y luego vuelven a mirarle a
él.
—Lo siento, pero tenemos órdenes muy concretas de nuestro rey —
responde Alexa.
—Sí, pero yo soy el tío de tu rey, conmigo no corre peligro. Además, este
edificio está rodeado de hombres, dudo que pase algo.
Ella titubea, pero yo miro a Christopher rogándole con la mirada y él me
sonríe, se levanta y le hace un gesto a Alexa para que le siga.
—Vamos, será bueno ir a por algo de comer a la cafetería.
Ella deja la revista en la mesa y se marcha con él, sé que no me dejarán
mucho tiempo, pero ahora mismo agradezco cada segundo.
—Ahora que se fueron, ¿quieres contarme?
—Es todo esto, Barron, me siento prisionera en mi propia vida. No me
deja ir a ningún lado, voy del trabajo a casa y viceversa siempre escoltada
por más de veinte hombres, no puedo ni ir al baño sin tener a una persona
custodiando la puerta.
—¿Has hablado con él sobre cómo te hace sentir esto?
—Sí, estoy cansada de decírselo, pero está obsesionado con que Jacob
quiera hacerme algo.
—Ya veo, ¿y tú qué crees?
—Creo que no me va a hacer daño, ya tuvo la oportunidad y no lo hizo,
¿por qué lo iba a hacer ahora? No creo que por el hecho de parecerme a su
difunta mujer venga ahora a secuestrarme como un maníaco.
—¿Sabes lo de su mujer?
—Alexander me contó todo lo que pasó.
Él suspira, coge un bolígrafo de la mesa y comienza a jugar con él entre
sus dedos.
—Sabes, yo fui testigo del amor que se tenían Jacob y Liliana.
—¿Tú los conocías? —pregunto con los ojos muy abiertos.
—Sí, mi hermana y yo estudiamos en un internado de Londres y ahí fue
donde conocimos a Liliana. Al momento, Catherine y ella se volvieron
inseparables.
—¿Ahí fue también donde conociste a Jacob?
—No. Verás, Liliana pertenecía a una familia muy influyente y
adinerada. Se sentía como tú, atrapada en su propia vida, y tenía la manía
de escaparse de sus escoltas continuamente. En una de esas ocasiones fue
secuestrada y su familia, para rescatarla, contrató al mejor equipo de
mercenarios que el dinero podía pagar, contrató a Jacob Jenkins. Al venir el
encargo de una familia como la de Liliana, Jacob decidió acudir él mismo al
rescate y ahí se conocieron, ella siempre decía que fue amor a primera
vista. A partir de ese momento, él nunca la dejó, siempre la cuidaba desde
la sombra. Cuando ella se dio cuenta, se escapó y lo enfrentó hasta que él
admitió su amor por ella y decidieron estar juntos.
—¿Su familia aceptó la relación?
—No lo hicieron, Jacob se había criado en las calles, de orfanato en
orfanato, hasta que tuvo la mayoría de edad y empezó a buscarse la vida
hasta convertirse en quien es. Cuando la familia de Liliana se enteró de que
estaba viendo a Jacob, la quisieron casar a la fuerza con un hombre que
ellos consideraban digno de pertenecer a su familia. Ella huyó el día antes
de la boda y se casó en secreto con él.
—¿Y qué hizo su familia? —pregunto, completamente enganchada a la
historia.
—Sus padres se pusieron furiosos y querían traerla a la fuerza, pero el
patriarca los detuvo. Como Liliana tenía un hermano mayor para seguir
con el legado, decidieron simplemente ignorarla y dejarla en paz, pero no
sin antes quitarle todos sus privilegios. A ella no le importó y se mudó aquí
con Jacob, donde fundaron K&J. Todo iba bien, ellos se amaban y nos tenía
a nosotros, siempre decía que éramos como una gran familia.
—Entonces, si todo iba bien, ¿qué pasó? ¿Fue cuando enfermó tu
hermana?
Al escuchar mi duda se queda en silencio y deja de jugar con el bolígrafo;
mierda, quizás no he debido preguntar.
—Lo siento Barron, no debí…
—No, está bien —me interrumpe—. Todo comenzó antes de la
enfermedad de Catherine, solo que cuando nos dimos cuenta era
demasiado tarde. Aunque su familia la repudiara, ella seguía teniendo
contacto con su hermano, que la visitaba cada vez que podía. En una de
esas visitas, fuimos todos a comer a un restaurante donde mi hermana
conoció a Daniel.
—¿El padre de Alexander?
—Ese mismo. Mi hermana siempre decía que ella quería un amor como
el que tenían Liliana y Jacob o Meredith y yo. Cuando conoció a Daniel, él
era un simple camarero, pero a Catherine no le importó, ella se enamoró
de él y la relación creció a pasos agigantados. Mi padre la adoraba y al verla
tan feliz le dio igual el origen humilde de Daniel, lo acogió y le dio un
trabajo en el que antes era el Grupo Brown. A mí nunca me gustó mucho,
siempre me dio mala espina, pero si ella era feliz, ¿quién era yo para
robarle eso? Con el tiempo, se casaron y tuvieron a Alexander. El problema
era que a Daniel no se le daba muy bien el mundo empresarial y su estatus
no era muy importante. En esos tiempos yo iba a heredar el grupo y
Meredith estaba embarazada de nuestro hijo. Lamentablemente, tuvo un
aborto espontáneo a los cinco meses, estuvo muy enferma y, para poder
salvarle la vida, hubo que tomar la decisión de extirparle el útero.
Cuando cuenta esta parte, sus ojos se llenan de lágrimas, le produce
dolor contarme todo esto. No hablo, dejo que se tome su tiempo para
terminar su historia mientras coge aire.
—Cuando fue definitivo que yo ya no podría tener un sucesor, el legado
pasó automáticamente a Alexander. Mi hermana no sabía de
empresariales, mi padre estaba mayor y yo estaba volcado en cuidar de mi
esposa, por lo que el peso de todo cayó en Daniel. En esa época, a mí lo
único que me importaba era el bienestar de Meredith, así que nos fuimos al
extranjero para que ella se recuperara por completo. Al año siguiente, mi
padre me llamó y me informó de lo mal que estaba gestionando todo
Daniel. La empresa había perdido varios contratos y las cuentas no eran
claras. Tenía la sospecha de que estaban robando dinero de la empresa, así
que decidió pasarme a mí el control hasta que Alexander fuera mayor de
edad. Lo hablé con Meredith y optamos por volver, pero justo un día antes
de llegar, mi padre sufrió un infarto. Cuando aterricé, ya era demasiado
tarde, él ya había muerto en los brazos de mi hermana —dice mientras le
cae una lágrima—. Después de gestionar todo, me hice cargo de la
empresa, ya que era la última voluntad de mi padre. Hablé con Catherine y
estuvo de acuerdo, aunque ella no entendía de este mundo pudo ver lo mal
que iban las cosas, así que me pasó a mí el control de las acciones de
Alexander. Pero otra vez sucedió algo, ella enfermó antes de hacer el
traspaso de poder. Ella era la única familia que me quedaba y me volqué en
buscarle un tratamiento, y Daniel aprovechó eso para seguir con el control
de la empresa. Con el paso del tiempo, como mi hermana empeoraba
decidió mandarla a otro lugar, según él para que no sufriera el estrés del
día a día y pudiera estar más tranquila.
—¿Pero enfermó así de la nada? —no puedo evitar preguntar.
—Los médicos decían que era algo causado por el estrés postraumático
de la muerte de mi padre, pero nunca lo creí, todo era demasiada
casualidad. Cada vez que iba a tomar el control del Grupo Brown, pasaba
algo: la muerte de mi hijo, la de mi padre y luego la enfermedad de mi
hermana, aparte de que Daniel envió a su único hijo y heredero de todo a
una casa aislada del mundo con su madre, mentalmente enferma.
Abro mucho los ojos, no puede ser lo que pienso, ¿verdad?
—¿Crees que todo lo hizo él?
—Sí, pero nunca conseguí pruebas. Liliana y Jacob me ayudaron a buscar
una cura para intentar salvar a mi hermana y, a su vez, se hicieron cargo de
Alexander y lo cuidaron como su hijo mientras yo peleaba con Daniel por el
control de la empresa. Justo en ese periodo de tiempo, el hermano de
Liliana enfermó de una infección muy rara que le afectó la médula ósea. Él
tenía un hijo que le podía traspasar parte, pero al hacer las pruebas se
llevaron la sorpresa de que en realidad no era hijo suyo, sino de otro
hombre. Liliana, al enterarse, se ofreció voluntaria sin dudarlo, pero
cuando le hicieron las pruebas se enteraron de que estaba embarazada, no
pudo donar y al poco tiempo su hermano murió. La muerte de su hermano
fue un golpe duro para ella, se sentía culpable porque no pudo ayudarle al
estar embarazada. Eso también la llevó a volcarse más con la recuperación
de Catherine y con el tiempo pareció que daba sus frutos, ella empezó a
tener más episodios de lucidez y, en uno de ellos, me llamó diciéndome
que teníamos que hablar con urgencia, que ya recordaba lo que había visto:
que Arthur, el hermano de Liliana, no había muerto de una enfermedad,
sino que lo habían matado, que todo había sido planeado por ellos. En esos
momentos yo estaba de camino a una reunión para conseguir unas
pruebas de la incapacidad de Daniel para dirigir el negocio, así que llamé a
Liliana y a Jacob y se lo conté. Ella decidió ir junto a mi hermana y llevó a
Alexander con ella. Jacob estaba atendiendo un asunto y le rogó que lo
esperara, pero ella no hizo caso, dijo que si era verdad que habían matado a
su hermano, no se iba a quedar con los brazos cruzados. Yo no fui a la
reunión para llegar allí, pero no lo hice a tiempo. Cuando Jacob y yo
llegamos, nos encontramos a mi hermana muerta y a Liliana tendida en un
charco de sangre. Jacob se la llevó lo más rápido que pudo al hospital, pero
no logró salvar a ninguna de las dos.
A estas alturas se me caen las lágrimas, no puedo creer por todo lo que
tuvieron que pasar.
—¿Nunca supiste a quién se refería Catherine con “ellos”?
—No, sigo creyendo que Daniel fue el causante de todo, de la muerte de
mi hijo, la de mi padre y seguramente provocara la enfermedad de mi
hermana, pero al no tener pruebas nunca pude hacer nada.
—Siendo así, ¿por qué no matasteis a Daniel? ¿Por qué Jacob no hizo
nada? —pregunto con rabia.
—No teníamos pruebas, Scarlett, y Jacob estaba destrozado. Había
perdido al amor de su vida y a su hija el mismo día. Él se marchó y se
refugió en el extranjero en un intento de aliviar su pena.
—¿Y Alexander? ¿Por qué no lo mató cuando volvió?
—Porque es su padre y haberlo matado sería manchar la memoria de
Catherine. Ella siempre le decía que, aunque no tuviese una buena relación
con él, no debía hacerle daño, que eso le rompería el corazón a ella, y aquel
día Daniel utilizó eso con Alexander, que lo dejó marchar con la condición
de que se fuera del país.
—¿Pero no fue él quien hizo enfermar a su madre?
—Eso es lo que creo yo, pero, como te dije, nunca encontré pruebas.
Cierro los ojos y me dejo caer en la silla. No puedo creer todo esto, parece
que su padre es un monstruo, ahora entiendo el dolor por el que tuvieron
que pasar Barron y Jacob, y entiendo la obsesión que tiene Alexander con
mi seguridad.
—Ahora puedo entender algunas cosas, pero no le pido que me deje sin
gente, solo, no sé, poder ir a comprar un café a la cafetería de enfrente sin
parecer Lady Di.
—Sin duda me recuerdas a Liliana —dice con una sonrisa.
—Parecía una gran mujer.
—Lo era, era de las mejores.
Su sonrisa se ensancha al hablar de ella, se nota el amor que sentía por
esa mujer. Le devuelvo la sonrisa, la verdad es que me hubiera encantado
conocerla.
—Bueno, quizás algún día puedas ir a por ese café —dice, mientras
escribe en un pósit—. Será mejor que me vaya, tengo que hacer una
llamada, hazme un favor y corrige este contrato.
Una vez dicho eso, se pone de pie, deja el documento en mi escritorio y
se marcha. Suspiro, mejor me pongo con ello ahora que aún tengo un rato
a solas. Cojo la carpeta y la abro para ver qué me pide corregir, cuando veo
lo que ha escrito no puedo evitar sonreír. “Tienes diez minutos, sal por
detrás”. No me lo pienso dos veces, cojo el pósit, lo meto en la trituradora y
me encamino a la puerta. Asomo la cabeza con cuidado para ver que no hay
peligro, apuro y me meto por la puerta que da acceso a las escaleras. Me
quito los zapatos y bajo lo más deprisa que puedo, una vez llego al
vestíbulo, me escabullo por la puerta trasera como me dijo Barron. Al estar
fuera miro el edificio, la cafetería está justo en frente, será solo cruzar la
calle, ¿qué puede salir mal?
CAPÍTULO 54
Jeremy

E
stoy de los nervios, ha pasado un mes y aún no hemos podido
acercarnos a Scarlett, el Diablo la tiene tan custodiada que es
imposible estornudar cerca de ella. Para colmo, mi padre no para de
estar encima de mí, Jacob se ha mudado a la ciudad, por lo que parece no
se va a ir en los próximos días, y tampoco sabemos hasta cuándo vamos a
poder darle largas con lo del traspaso, no es un hombre muy paciente que
digamos.
—Te veo muy despreocupado, teniendo en cuenta que lo vamos a perder
todo —escucho la voz de mi padre y salgo de mis pensamientos.
—¿Qué pretendes que haga? Es imposible acercarse a ella.
—Te dije que tu plan no iba a funcionar, tengo una reunión con Jacob
esta tarde y no me quedan excusas que darle.
—Tengo a alguien dentro del Grupo Knight, estoy esperando que me
informen del momento preciso. La conozco muy bien, sé que no será capaz
de aguantar mucho más tiempo en esa situación.
—Espero que no sea como la última tonta que contrataste.
—No, este es alguien que quiere la caída del Diablo tanto como nosotros
el trono de K&J, fue él quien contactó conmigo.
—¿Me estás diciendo que no sabes quién es? ¿Cómo sabes que no es una
trampa?
Estoy a punto de contestarle cuando mi teléfono suena, lo saco del
bolsillo y me encuentro con un mensaje de la persona en cuestión. Lo abro.
“Cafetería frente al Grupo Knight, está sola. No desaproveches la
oportunidad, no habrá otra”. Me pongo de pie de un salto, no pienso
desaprovecharla. Salgo lo más rápido posible de mi despacho con mi padre
detrás de mí mientras escribo a mis hombres.
—¿Qué es lo que pasa? —pregunta.
—Está sola, ya mandé a gente a por ella, es nuestra oportunidad.
No hace más preguntas, se sube en mi coche y ponemos rumbo a la nave
que he preparado para este momento, es una fortaleza custodiada por
nuestros hombres más leales. Únicamente espero que mi padre se
equivoque y no sea una trampa, eso sí que significaría nuestro fin.
Pasan los minutos, creo que en mi vida se me había hecho el tiempo tan
largo, joder, aún sigo sin tener noticias de mi gente. Puede que la tengan o
que todo esto haya sido una trampa o que descubrieran que se había ido y
la rescataran justo antes de que mis hombres se la pudieran llevar. Por
nuestro propio bien, espero que sea lo primero. En ese instante, suena mi
teléfono, atiendo en manos libres y contengo el aliento esperando el
informe.
—La tenemos, estamos de camino a la nave.
Sonrío, por fin, es mi oportunidad de convertirme en el rey que tengo
que ser. Miro a mi padre, tiene una sonrisa en el rostro, sé que ahora
mismo está tranquilo pensando que tiene su puesto asegurado, qué
engañado está. Pienso dejar que siga siendo el rey por una temporada,
pero después de deshacerme de Jacob, iré a por él y me quedaré con los dos
tronos. Necesito de todo el poder posible para eliminar al Diablo, aún no
me olvido de la humillación que sufrí en la gala por su culpa.
Llegamos a la nave, aparco y me bajo con mi padre detrás de mí. Al
entrar, los soldados nos hacen una reverencia como si fuéramos sus reyes,
qué bien sienta esto. Voy a la habitación que hay en el centro de la nave, ahí
está ella, atada a una silla con un cacho de cinta en la boca, joder, incluso
así se ve increíblemente sexy, qué bien me lo voy a pasar esta noche.
Cuando percibe mi presencia abre mucho los ojos, sorprendida, y lleva su
mirada a mi padre, pero este le sonríe siniestramente. Si pensó que él la
podría ayudar en algo, qué equivocada estaba. Me acerco a ella, le arranco
la cinta de un tirón y pego mis labios a los suyos, pero cuando intento
acceder me muerde con fuerza y me hace sangrar. Me aparto, llevo los
dedos a mi labio y siento algo caliente en ellos; es sangre, la rabia me
consume, me aproximo y le doy un bofetón lo bastante fuerte como para
dejarle marca. La cojo del mentón y levanto su rostro para que me mire,
ahora es ella la que tiene sangre en la comisura.
—Aprenderás a comportarte y a obedecerme de una vez por todas —digo
entre dientes.
—Que te jodan —responde para luego escupirme en la cara.
Joder, se me había olvidado lo rebelde que puede ser. Vuelvo a levantar la
mano para golpearla, pero mi padre me detiene.
—La necesitamos sana para completar el plan.
—¿Qué plan? ¿Qué es lo que queréis de mí? —nos interrumpe ella.
—Queremos lo que nos corresponde por derecho —responde mi padre.
—No sé de qué habláis, no tengo nada que daros.
—En eso estás muy equivocada, mi querida Scarlett —digo con una
sonrisa.
Cojo mi móvil y le saco una foto, más me vale pararle los pies a cierta
persona antes que empiece a prender fuego el mundo.
—¿Qué haces? —me pregunta ella.
—Mandarle una foto a tu querido hermano, seguro que él se encarga de
hacérsela llegar a Lucifer, quiero tenerlo bajo control.
—Te va a matar, a los dos, y cuando llegue el momento me voy a
encargar de que lo haga de la forma más dolorosa posible —nos dice con
ira en los ojos.
No puedo decir que no me haya asustado por un momento, la idea de ser
torturado hasta la muerte por el mismísimo Diablo hace que se te hiele la
sangre. Preferiría ser torturado por Jacob mil veces antes que caer en sus
manos, pero estoy tranquilo, sé que eso no va a pasar, ahora tengo el
control.
—Puedes amenazarnos todo lo que quieras, pero él no hará nada por
miedo a que te pase algo y una vez te haya violado hasta el aburrimiento, ya
no te querrá a su lado porque estarás sucia.
Aprieta la mandíbula con fuerza, sé que está furiosa, pero no me
importa, termino de mandar el mensaje y vuelvo a guardar el teléfono, una
de las ventajas de ser parte de la organización de Jacob es que nuestros
móviles son imposibles de rastrear.
—¿Por qué haces esto? —vuelve a preguntar.
—Porque no voy a dejar que te quedes con lo que es mío y mucho menos
se lo pienso entregar a Lucifer.
Una vez termino de hablar, me doy la vuelta y la dejo gritando y
maldiciendo mi nombre. Ahora mismo no me interesa discutir con ella,
voy a ir a tomarme una copa para celebrar mi victoria. Pronto K&J será
mío, después la organización de Jacob y, por último, el imperio Knight.
CAPÍTULO 55
Alexander

E
stoy en la sala de conferencias, en una reunión sobre los avances del
hotel que estoy construyendo en los terrenos que adquirí hace poco,
pero no les presto mucha atención, suerte que Rafael está conmigo y
puede hacerme un resumen después. Mi cabeza está perdida en otra
persona, mi querida reina, ya ha pasado bastante tiempo desde que tomé
la medida de aumentar su guardia y sé que está bastante molesta con este
asunto, me lo recuerda todas las noches. Para empeorar las cosas,
últimamente no he podido estar mucho con ella; entre el nuevo proyecto, el
rastreo de su vida y controlar las posibles amenazas no me queda mucho
tiempo. Me aprieto el puente de la nariz, quizás sea buena idea llevarla a
cenar esta noche, solo los dos, quizás así se le olvide un poco lo de los
guardias y se relaje. Estoy perdido en mis pensamientos para organizar la
cita con mi reina, cuando mi tío irrumpe en la sala. Todos levantamos la
mirada en su dirección, está agitado, parece que venía corriendo. Detrás
de él aparecen Christopher y Alexa, muevo la cabeza a un lado, ¿dónde está
mi reina?
—¡Todos fuera! —grita mi tío.
Me pongo rígido en el sitio, nunca antes le había visto gritar a nadie de la
empresa, debe de haber pasado algo muy grave y lo peor es que no poder
ver a Scarlett hace que mi ansiedad suba de nivel.
—Ya lo habéis oído, ¡todos fuera! —esta vez soy yo quien grita.
Al escucharme, todos se ponen de pie y salen lo más rápido posible
chocando entre ellos. Una vez nos quedamos solos, fijo mi mirada en él,
que se pasea de un lado a otro de la sala llevándose las manos al pelo, no
aguanto más.
—¡¿Dónde está Scarlett?! —pregunto.
Él se detiene en seco al oírme y la sangre abandona su rostro, no puede
ser. Miro a los responsables de su seguridad, ambos miran para otro lado
sin querer establecer contacto visual conmigo. Se me empieza a oprimir el
pecho y me pongo de pie, listo para salir de la sala. No puede haber
desaparecido, hace un momento estaba en su despacho, seguro que si voy
allí la encontraré revisando algún contrato.
—Alexander, no está —habla por fin mi tío haciendo que me detenga en
el sitio—. Es por mi culpa, yo… nunca me imaginé que la tuvieran vigilada
dentro de la empresa —dice con la voz entrecortada.
—¿De qué estás hablando, Barron? —pregunta Rafael.
—Ella estaba muy agobiada con tanta vigilancia, comenzamos a hablar
de Liliana, de Catherine y de todo lo que pasó. Yo… solamente quería que
se relajara, lo juro por Dios, Alexander, jamás lo habría hecho si creyera
que pasaría esto.
—¡¿Qué cojones ha pasado?! —rujo yendo en su dirección.
—Jeremy la tiene —contesta Christopher.
No, no, no, esto no puede estar sucediendo, tiene que ser una broma. Me
llevo las manos al cabello y tiro de él con fuerza, no se la puede haber
llevado, puse a todos mis hombres disponibles a cuidarla.
—¿Cómo ha ocurrido?, ¿no estaba en la empresa? —pregunta Rafael.
—Se escapó, yo la ayudé. Ella solo quería ir a por un café a la cafetería de
enfrente, iban a ser diez minutos como máximo, así que entretuve a Chris
y Alexa para que ella se pudiera escabullir.
—¡¿Cómo se te ocurre hacer eso?! —le grito a mi tío mientras lo sujeto
por el cuello de la camisa.
—Alexander —me dice alguien mientras me intenta apartar de mi tío—,
él no podía saberlo, tenemos un infiltrado dentro de la empresa que los
informó del momento justo para llevársela.
Me giro en dirección a la persona que me habla y veo a Christopher, su
mirada refleja culpa y arrepentimiento. Me fijo ahora en mi tío y puedo ver
lo mismo en sus ojos, pero con más intensidad y con preocupación
añadida. Suspiro, sé que no lo ha hecho con mala intención; la culpa es
mía, no debí presionarla tanto con el tema de las escoltas. Si la hubiera
escuchado, si la hubiese dejado con la mitad de los guardias, si le hubiese
dedicado más tiempo… Suelto a mi tío y me alejo con los ojos cerrados.
Todo esto es culpa mía, como le pase algo no me lo perdonaré en la vida.
Alguien coloca una mano en mi hombro y abro los ojos, ahora es Rafael el
que está a mi lado. Asiente, me conoce lo suficiente para saber que ahora
mismo soy incapaz de gestionar nada.
—¿Cómo sabes que la tiene Jeremy? —pregunta mi mano derecha con
calma.
Christopher saca su teléfono del bolsillo y se lo tiende.
—Me ha enviado esto.
Rafael lo mira y me lo pasa, lo cojo con las manos temblando. Nunca he
sido devoto de Dios, pero ahora mismo no puedo hacer otra cosa más que
rezar para que ella esté bien. Miro la imagen que hay en el dispositivo, es
una foto de ella atada a una silla, puedo ver la ira y la rabia en sus ojos y
sonrío, ni en una situación así es capaz de guardar su genio. Acerco la
imagen para asegurarme de que esté bien y, cuando llego a su rostro,
empieza a fluir lava por mis venas. Tiene un labio partido, se puede ver la
sangre en la comisura, pienso matar a este hijo de perra. Levanto la mano
para lanzar el móvil contra la pared, pero Christopher es más rápido y lo
coge antes de que pueda llegar muy lejos.
—Es nuestra única vía de comunicación con él —dice frunciendo el ceño.
—¿Te mandó solo la foto o ha dicho algo más? —vuelve a preguntar
Rafael.
—Que le diga al Diablo que más le vale portarse bien si la quiere
recuperar entera, de no ser así empezará a llegar en cachitos.
—¡¡Joder!! —grito mientras barro todo lo que hay en la mesa.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —pregunta Alexa.
—No sabemos dónde está y aunque lo supiéramos, hay que recordar que
Jacob está detrás —contesta Raf.
Abro los ojos, eso es. Aún no puedo creer que vaya a hacer esto, pero no
tengo más opciones, esto ha pasado por no escucharla cuando debí y no
pienso cometer el mismo error dos veces, mucho menos si es su vida la que
está en juego.
—Tío, ¿aún tienes el número de Jacob?
Él se queda mirándome con los ojos muy abiertos y asiente con la cabeza.
No sé si tan siquiera atenderá el teléfono, pero pienso intentar cualquier
cosa.
—¿Qué vas a hacer? —pregunta Chris.
—Escuchar a mi reina —respondo mientras tiendo la mano hacia mi tío
para que me dé el móvil.
Lo saca de su bolsillo y busca el número de mi supuesto padrino; una vez
lo tiene localizado, me da el aparato, cojo aire y me siento con el teléfono
en mis manos, con un suspiro le doy al botón de llamar. Empieza dando
tono, eso es bueno, por lo menos significa que no lo ha bloqueado, suena
una, dos, tres y hasta cuatro veces, y cuando pienso que no va a atender la
llamada se conecta.
—Esto sí que es una sorpresa, aunque no pueda decir que sea agradable
—dice una voz siniestra al otro lado.
—Soy yo, Jacob.
En cuanto escucha mi voz se queda callado, sé que está porque puedo
escuchar su respiración al otro lado.
—Diablo, ¿a qué debo el honor?
—A mi reina, estoy poniendo a prueba su intuición acerca de ti.
El teléfono vuelve a quedarse en silencio, pero lo conozco, puedo
imaginarlo recostado en su silla con una sonrisa en sus labios.
—Enhorabuena, acabas de despertar mi curiosidad, soy todo oídos.
—Uno de los tuyos se la ha llevado.
No termino de hablar cuando escucho cómo algo de cristal se parte en
mil pedazos, parece que mi reina sí tenía razón y él se preocupa por ella.
—¡El niñato! —ruge.
—Si con él te refieres a tu torre, sí.
—Esa escoria no es mi torre, es algo de lo que me tendría que haber
ocupado hace bastante tiempo.
—No te llamo para saber su posición en tu organización, Jacob, él la
tiene y no sé dónde ni cuánta gente tiene con él.
—¿Qué es lo que quieres de mí?
—Sé que tienes un sistema de seguimiento para los miembros de tu
organización, así que podrás saber dónde está. También te pido que
apartes a tu gente, esto no tiene por qué ser un baño de sangre y no quiero
que mi reina salga lastimada por estar en medio de una guerra.
—¿Por qué iba a hacer todo eso por ti, Diablo?
—Porque según mi reina, tú no quieres hacerle daño, dice que le
transmite una sensación de tranquilidad y seguridad. Así que, dime, Jacob,
¿tiene razón o está equivocada?
Vuelve a quedarse en silencio, pero esta vez es más largo que los
anteriores. Toco el teléfono para asegurarme de que la línea sigue
conectada, espero que Scar tenga razón. Cuando me contó lo que sentía
con Jacob me dio un ataque de risa, si yo soy el Diablo el hombre al otro
lado es la parca. En ese instante, mi teléfono personal suena, lo cojo y veo
un mensaje de un número desconocido. En él hay una ubicación, frunzo el
ceño, ¿de dónde narices ha sacado mi número?
—¿Cómo …? —comienzo a preguntar.
—No te olvides quién te enseñó lo que sabes, Álex —me interrumpe su
voz.
—Nunca se me olvida, J. J. —Sopla por el auricular, hace muchos años
que no le llamaba por ese nombre.
—La ubicación que te he enviado es de su nave. Tiene un sistema de
seguridad muy avanzado, te será imposible entrar, pero justo en esa
ubicación se encuentra una puerta que conduce a un pasadizo para salidas
de emergencia, puedes entrar por ahí. Te aconsejo no llevar muchos
hombres, no querrás llamar la atención más de lo necesario.
—¿Y tus hombres?
—No puedo sacarlos antes de tiempo o sabrán que pasa algo, cuando sea
el momento los retiraré.
—¿Cómo sabrás cuándo es el momento?
—Siempre lo sé.
Una vez dicho eso me cuelga. Observo la ubicación en mi móvil y me
levanto para buscar a Matt, pero al girarme ya lo encuentro detrás de mí.
—Reúne a un grupo reducido de hombres, nos marchamos.
—Sé que no te va a gustar lo que te voy a decir, pero ¿estás seguro de
esto? Puede ser una trampa.
Miro mi móvil, aún con la ubicación en la pantalla. Sí, puede ser una
trampa, puede ser todo idea de Jacob para quitarme del medio y quedarse
con ella, pero Scarlett tiene una intuición con respecto a él y yo confío en
ella.
—Sé que la misión es de mucho riesgo, así que si alguno no quiere venir,
que lo diga, lo comprenderé y os aseguro que no habrá repercusiones.
Todos se quedan en silencio, ninguno se niega a venir, lo veo en sus ojos,
están listos para ir a donde haga falta para traer a su reina de vuelta a casa.
—Bien, pues en marcha.
Con eso salgo por la puerta de la sala con mis tres torres y mi alfil
pisándome los talones. Mi reina, aguanta, voy a por ti.
CAPÍTULO 56
Jacob

E
stoy en mi despacho con el móvil en la mano, aún no me creo que me
haya llamado, que se haya bajado de su trono para pedirme ayuda
solo por ella. Parece que ha aprendido mejor de lo que pensaba. Me
pongo de pie, listo para marcharme, no pienso quedarme aquí mientras
está en peligro.
—Conéctate a las cámaras de vigilancia, quiero ver todo lo que pase —
ordeno a una de mis torres mientras caminamos en dirección al coche.
—Sí, señor.
—Señor, los hombres están preparados, ¿quiere que la avisemos a ella
también? —pregunta mi otra torre.
—No, aún no la quiero al descubierto, dile que se mantenga al margen.
Duda, pero asiente con la cabeza. La conozco, sé que se pondrá como
loca por no dejarla venir, pero es muy leal y sabe cuál es su posición, nunca
me desobedecería. Llego a la entrada y me subo a la parte trasera del coche,
mis dos torres van en los asientos de delante, y detrás de nosotros van
cuatro todoterrenos con mis hombres más fuertes, seguramente no me
hagan falta, aunque uno nunca sabe. Llegamos a nuestro destino en
cuestión de poco tiempo. El lugar está vacío y en completo silencio,
aparcamos y me bajo del coche sin esperar a que mis hombres abran la
puerta. No soy tonto, sé que no estamos solos.
—Sal, Diablo, no vengo a matarte —digo mientras meto las manos en los
bolsillos.
Percibo un movimiento en los arbustos que están a un lado, me giro y
veo cómo empiezan a salir varias personas, forman un círculo protegiendo
a su rey, pero él los aparta y se pone al frente, siempre los ha tenido bien
puestos.
—¿Qué haces aquí? —pregunta con el ceño fruncido.
Levanto la comisura del labio, ni que fuera a quedarme de brazos
cruzados mientras ella está en esta situación, además, me necesita y lo
sabe. Ignoro por completo su pregunta y me doy la vuelta mirando a la
puerta de entrada.
—¿Cómo te va con la puerta? Veo que aún no la habéis abierto —digo con
chulería.
—Doy por hecho que sabes la clave para abrirla.
—No, pero todo este complejo usa mi tecnología, no me será muy
complicado.
Veo las dudas en su rostro, desde pequeño fue muy inteligente, así que
debe de imaginarse que no voy a ayudarlo sin más.
—¿Qué es lo que quieres, Jacob? —dice, dando un paso hacia mí.
En ese momento todos mis hombres se posicionan a mis espaldas y los
suyos hacen lo mismo, me doy la vuelta y lo encaro, mejor será que
dejemos esto claro desde ahora.
—Siempre fuiste un niño muy perspicaz, sí que quiero algo, pero no de
ti, sino de tu reina.
—Ella es mía —dice entre dientes.
—Tranquilo, no la quiero en ese aspecto. Ya tengo una reina y seguirá
siéndolo hasta el día en que me muera —contesto con la mirada fija en la
suya.
—Entonces, ¿qué quieres?
—No hay necesidad de decirlo, cuando llegue el momento lo sabrás.
Ahora dime si hay trato o no.
Se me queda observando, evaluando mis respuestas y mis gestos. Pongo
los ojos en blanco, yo le enseñé a hacer eso.
—Diablo, yo que tú me daba prisa, por lo que he visto en las imágenes, el
niñato piensa forzarla al caer la noche y el sol se está ocultando —digo
haciendo un gesto con la cabeza en dirección a la puesta de sol.
Su mirada cambia y la furia se refleja en su rostro; pobre niñato, la que le
espera. Da un paso adelante para estar más cerca de mí, mis hombres se
adelantan, pero yo los detengo haciendo un gesto con la mano.
—Prométeme que no te la quieres llevar, prométeme que no le harás
daño de ninguna manera posible.
—Tienes mi palabra —respondo con sinceridad, lo último que haría es
hacerle daño.
Él asiente, por lo visto tenemos un acuerdo. Miro a una de mis torres y le
hago un gesto con la mirada para que abra la puerta, él se gira y con unos
movimientos de sus dedos en el teclado, la puerta se abre delante de
nosotros.
—La mitad se queda vigilando la entrada, la otra conmigo. Por hoy no
somos enemigos, no quiero peleas con los demonios, ¿está claro?
—¡Sí, mi rey! —me responden todos al unísono.
Me giro para ver al Diablo, que parece sorprendido, seguro que pensaba
que lo iba a dejar entrar solo. Él hace un gesto a una de sus torres que está
dando instrucciones, indicando quiénes se quedan y quiénes van, les dice
lo mismo que yo a los míos y una vez que por fin dejamos todo listo, nos
metemos dentro del túnel, uno al lado del otro, con nuestros hombres
detrás.
—¿Aún tienes conexión a las cámaras? —pregunta Lucifer después de
estar un rato andando en silencio.
No le respondo, levanto la mano y una de mis torres me entrega una
tablet. Sin tan siquiera molestarme en mirar, se la paso para que lo vea él
mismo. La coge y comienza a ver todas las estancias una por una. Cuando
llega donde está ella, observa con más atención, se está removiendo en la
silla constantemente, se puede ver cómo está furiosa por no poder
liberarse. En ese instante, escuchamos cómo comienza a gritar, intenta
llamar la atención de alguno de los guardias. Uno de ellos abre la puerta y
entra para ver qué quiere.
—Necesito ir al baño —dice ella.
El hombre la mira. Echo un vistazo, es un peón. En todo este tiempo he
podido averiguar quiénes eran leales al traidor y me ha dado mucho gusto
comprobar que los únicos leales a él son un puñado de peones y cuatro
caballos, nadie que no sea fácil de eliminar.
—¿Vas a dejar que me mee encima? ¿No escuchaste a Robert cuando dijo
que me necesitaba en buen estado?
Le recrimina cuando ve que sigue sin hacer nada. Al final, el peón llama a
otro y mientras uno le apunta con el arma, el otro la libera para llevarla al
baño.
—Me parece increíble que tengáis que cuidaros tanto de una simple
chica —dice ella al ver la precaución que toman al desatarla.
El Diablo y yo sonreímos al escucharla. Una vez liberada, se lleva las
manos a las muñecas magulladas mientras la escoltan hasta el baño y va
mirando todo a su alrededor, no hay duda de que está buscando una forma
de salir. Me quedo absorto con la pantalla, no me doy cuenta de que el
Diablo me observa, y cuando levanto la mirada me encuentro con la suya.
—Hacía mucho que no te veía sonreír —me dice, llevo la vista al frente y
cojo aire antes de hablar.
—Aún recuerdo el día que fui a rescatarla. Estuve vigilando durante dos
días antes de entrar y no hubo ni un solo minuto en el que no les
contestara, los insultara o los golpeara cada vez que tenía la oportunidad
—digo con una sonrisa—. Es más, ella hacía exactamente lo mismo que tu
reina, miraba a todos lados buscando una salida. Cuando llegué hasta ella,
¿sabes qué fue lo primero que me dijo? —le pregunto, mirándole de reojo,
él niega con la cabeza—. ¡Ya era hora!
Se le escapa una risa, también me río, hace mucho tiempo que no
recordaba estas cosas.
—Sabes que mi reina no es ella, ¿verdad?
Me detengo en seco al escucharlo, él hace lo mismo y ambos nos
miramos el uno al otro.
—Sé que no es ella y nunca querría que lo fuera.
No responde, se me queda mirando fijamente sin apartar la mirada, pero
lo ignoro y paso por su lado para seguir el camino, aún nos queda un tramo
que recorrer.
—Lo siento —oigo decir detrás de mí.
Abro los ojos con sorpresa, me giro y lo veo con la mirada puesta en mí,
sus ojos parecen rojos pero no de ira, sino de arrepentimiento.
—Siento no haberlas salvado y no haber detenido a mi madre, pero,
sobre todo, siento haber roto mi promesa.
Cojo aire y doy un paso en su dirección. Cuando estamos a unos
centímetros el uno del otro levanto mi mano, su gente se posiciona y la mía
hace lo mismo, pero él los detiene con un gesto para darme libertad para
moverme y llevo la mano a su mentón, apretando con fuerza. Ahora mismo
debería estar partiéndole la cara, debería matarlo por lo que pasó, por
ellas. Cierro los ojos y se me aparece la imagen de mi reina sonriéndome
mientras acaricia su enorme barriga, siento una opresión en el pecho y se
me hace un nudo en la garganta. Retiro mi mano de su rostro y abro los
ojos sintiendo el escozor en ellos.
—Soy yo quien lo lamenta —digo, y ahora es él quien se sorprende—.
Nunca debí culparte por lo sucedido, eras solo un niño.
—Pero te fallé, no las protegí; prometí hacerlo y no lo hice.
—Soy yo quien te falló, Álex, no debí dejarte solo ni culparte por lo que
pasó. Catherine era tu madre, no podía pedirte que la mataras para salvar
a Liliana, eso nunca fue justo por mi parte. Si estuviera viva me daría una
buena paliza por mi estupidez.
—Seguro que lo haría —dice con una sonrisa.
Ambos nos quedamos mirando mientras sonreímos, ahora mismo siento
como si me hubiera quitado un gran peso de encima. Estamos absortos en
este momento cuando escuchamos gritos que vienen de la tablet, ambos
nos abalanzamos sobre ella para ver qué pasa. En las imágenes se ve a
Scarlett peleando contra los dos peones. A uno le rompe un brazo y le quita
el arma mientras al otro lo golpea en la rodilla y lo manda al suelo. El del
brazo roto se levanta y la tira hacia atrás, logrando quitarle el arma. Ella se
agacha en un movimiento rápido y le saca un cuchillo que tenía en el
costado, con un giro se lo clava en la nuca y lo deja muerto en el suelo. Saca
el cuchillo con rapidez y se lo lanza al otro peón, clavándoselo en plena
frente. Estoy en completo shock, no puedo procesar lo que mis ojos acaban
de ver; ella, tan menuda, ha sido capaz no solo de derribar, sino de matar a
dos hombres que eran el doble de su tamaño. Sigo mirando la pantalla, veo
cómo se levanta y coge el arma, la examina para comprobar que está
cargada, quita el cuchillo de la cabeza del peón y lo limpia en la ropa de este
para luego guardarlo en su espalda, frunzo el ceño ¿dónde narices
aprendió eso?
—Esa es mi chica —escucho una voz que viene de detrás.
Me giro y me encuentro con el Astorn, cómo no, esto tenía que ser obra
suya. Al principio no me gustó nada que él estuviera tan cerca de ella, pero
con el tiempo me di cuenta de que no traía malas intenciones y que era
bueno para ella poder contar con él.
—Será mejor que nos demos prisa, da igual lo bien entrenada que esté, la
superan en número.
Una vez termino de hablar, vuelvo a emprender camino apurando un
poco el paso, si no llegamos a tiempo, no voy a ser capaz de detener a mis
hombres y, por lo que acabo de ver, ella va a preferir morir peleando que
esperar a ser rescatada como una damisela en apuros. Llegamos a la puerta
que da a la nave, el Diablo ha estado siguiendo paso a paso los
movimientos de su reina por las imágenes hasta que nos quedamos sin
cobertura, desde entonces está loco por entrar.
—Tenemos que volver a conectarnos antes de entrar, señor —habla una
de mis torres.
—No podemos seguir esperando, no sabemos cómo está —contesta
Alexander.
—No lo entiende, hay traidores entre ellos, no sabemos quién nos va a
recibir al otro lado de la puerta —le responde.
—Me importa una mierda, no pienso dejar a mi reina pelear sola contra
tanta gente.
En ese momento se escucha un estruendo y un disparo, abro mucho los
ojos, yo tampoco pienso seguir dejándola sola.
—Preparaos, vamos a entrar, con conexión o sin ella —digo.
Varios de nuestros hombres se colocan delante de nosotros, listos para
entrar. Nos hacemos a un lado mientras ellos abren la puerta, pistolas en
mano. Una vez acceden al interior y nos informan de que no hay peligro,
Alexander y yo salimos con nuestras torres para abrir el paso y, al salir, veo
el motivo de la desconexión, alguien ha apagado todas las cámaras.
—Seguro que ha sido Scarlett, le enseñé qué hacer si se llegaba a ver en
esta situación —habla el Astorn.
—Pues bien, genio, ahora somos nosotros los que estamos a ciegas —
mascullo entre dientes.
Él ignora mi comentario y se adelanta al resto de hombres para buscar a
su reina. Comenzamos registrando una habitación tras otra, pero nada, no
hay señales de nadie, solo un puñado de cadáveres que sin duda son obra
de ella. A medida que nos acercamos a la sala central donde la tenían atada
escuchamos gritos y una de las voces es de mujer, debe de ser ella. Nos
aproximamos a la puerta, cuando estamos pegados a ella podemos oír con
más claridad.
—¡Que te jodan, Jeremy!, ¡deja de ser un cobarde y pelea como un
hombre! —grita Scarlett.
—Para qué voy a pelear si pueden hacerlo otros por mí, ahora suelta el
arma a no ser que no quieras volver a ver a tu querido novio.
La sala se queda en silencio y nadie hace ningún movimiento, ¿por qué
tiene que ser tan cabezona?
—¡Que te den! —la escucho decir.
—Pues a la fuerza entonces —contesta él.
Antes de que me dé cuenta, ya estoy atravesando la puerta. Todos se
voltean a verme y Reece me mira con sorpresa. Ignoro a todo el mundo, a
mí la única que me importa es ella. La observo, tiene varias magulladuras,
pero nada grave. Fijo mis ojos en los suyos, cómo echaba de menos esa
mirada.
—Apartaos de ella —ordeno a mis hombres—. Scarlett, ven hacia mí —le
digo con total tranquilidad.
Ella no duda, baja el arma y comienza a caminar en mi dirección,
mirando de reojo a los que la rodean. La mayoría de los hombres se
apartan, por suerte los que ha matado eran seguidores de Robert; ahora
mismo la mayoría de los que quedan me son leales. Antes de que pueda
llegar a mí, el niñato se mueve rápido y la sujeta por detrás. Saca un arma y
la apunta a su sien.
—No va a ir a ningún lado, no hasta que me des lo que me pertenece y si
yo no puedo tenerlo, tú no la tendrás a ella —dice mientras presiona con
más fuerza el arma.
—Como la toques, date por muerto —habla una voz siniestra a mi
espalda.
Los ojos de Scarlett comienzan a brillar al verlo, sin embargo, los de
todos los demás reflejan pavor, excepto los de mis hombres, a ellos se les ve
la sorpresa escrita en toda la cara.
—¿Conocéis a mi nuevo amigo? —pregunto con una sonrisa.
Ahora sí que se sorprenden todos, incluso ella; no los culpo, ni yo mismo
me creo que lo haya llamado así.
—Veréis, resulta que hizo falta una travesura vuestra para que nosotros
nos tuviéramos que sentar a hablar y, mira por dónde, al final hasta nos
hemos puesto de acuerdo.
—Ya lo podíais haber hecho antes —dice ella dando vuelta los ojos.
Ambos comenzamos a reírnos, ni con un arma presionada contra su
cabeza es capaz de cerrar la boca, por lo visto no solo se parece físicamente
a ella.
—Me importa un carajo que os hayáis juntado. La tengo a ella, si la
queréis sana y salva, me vais a dejar salir por esa puerta o morirá.
Mis hombres comienzan a acercarse, pero él tira de Scarlett usándola de
escudo. Robert permanece detrás de su hijo con los pocos hombres que aún
son leales a él, muchos de ellos se han cambiado a mi bando en cuanto nos
vieron a los dos juntos. Hago un gesto con la mano a mis hombres para que
se aparten, no quiero que este niñato se asuste más de la cuenta y haga una
tontería. Los hombres que había detrás de mí ya se encuentran en la sala,
Astorn se adelanta a los demás y mira a su reina mientras le sonríe.
—Scar —dice, y ella lo mira—, diviértete.
Y con esa palabra se desata el caos.
CAPÍTULO 57
Scarlett

L
levo una hora intentando salir de este sitio, estúpidas puertas con
cierres digitales, ¿qué tienen estos hombres en contra de los pomos
de toda la vida? Se me está acabando el tiempo, por ahora solo unos
pocos se han dado cuenta de mi huida y ha sido fácil eliminarlos; pero no
soy tonta, sé que no va a ser así por mucho tiempo. La peor parte fue
cuando encontré la sala de vigilancia, esos sí que eran duros de pelar; como
mínimo serían caballos, suerte que solamente eran dos. Una vez
desconectadas las cámaras, Jeremy no tardará mucho en darse cuenta de
que pasa algo y cuando así sea mandará a todos a por mí. Suspiro, nunca
pensé que las lecciones de Christopher valdrían de algo, Dios, cómo lo echo
de menos, seguro que si él estuviese aquí ya habría podido abrir estas
dichosas puertas.
Escucho unos gritos seguidos de pasos, mierda, seguro que ya vienen a
por mí, necesito un sitio donde esconderme hasta poder encontrar la
salida. Voy corriendo por los pasillos hasta llegar a la puerta donde me
tenían cautiva, joder, esto es como un puto laberinto. Me doy la vuelta para
buscar otra salida, pero en ese instante siento que los pasos se acercan. Sin
más alternativa, me meto en esa habitación, es lo bastante grande para
poder encontrar algún sitio donde esconderme. Miro a mi alrededor, algo
tiene que haber, me oculto detrás de un mueble en un rincón oscuro. En
ese momento, escucho cómo se abre la puerta y varias personas entran.
—Buscadla, no puede estar muy lejos —reconozco la voz de Jeremy.
Ellos empiezan a cachear toda la habitación, no puedo seguir aquí, me
estoy arrinconando a mí misma. Tengo que intentar algo antes de que
vuelva a apresarme, prefiero morir a dejar que ese mal nacido me ponga un
solo dedo encima. Con un movimiento rápido, salgo de mi escondite para
enfrentarme a mis atacantes. Tengo a uno de ellos muy cerca, así que le
doy un golpe con el cañón del arma y consigo aturdirlo por un momento
para después golpearlo de nuevo por detrás. Lo dejo en el suelo,
inconsciente.
—Ahí estás nena, mira que eres traviesa.
Alzo la mirada y me encuentro con la de Jeremy, el muy cabrón me
sonríe, si piensa que voy a dejar que me vuelva a atrapar está muy
equivocado. Coloco mi arma en posición y le apunto a la cabeza.
—Vamos Scar, baja eso antes de que te hagas daño —me dice.
—Déjame ir o muere aquí, Jeremy.
—¿En serio? Me encantaría ver cómo lo intentas.
Antes de que pueda seguir hablando muevo un poco el cañón y disparo,
la bala pasa rozando su oreja. Él se queda pálido por un segundo mientras
yo vuelvo a la posición original.
—No me subestimes, Jeremy, ese fue siempre tu problema, nunca me
creíste capaz de hacer nada.
—Eres una zorra —me grita lleno de rabia—, ¡cogedla!
—¡Que te jodan, Jeremy!, ¡deja de ser un cobarde y pelea como un
hombre!
—Para qué voy a pelear si pueden hacerlo otros por mí, ahora suelta el
arma a no ser que no quieras volver a ver a tu querido novio.
Me quedo en silencio, no puedo creer que en algún momento estuviera
enamorada de este gilipollas. Pienso en mi rey, seguro que ahora está muy
preocupado por mí, no debí desobedecerle, debería haberme quedado en
mi despacho. Oh, Dios, pobre Barron, cómo debe de sentirse ahora
mismo, él solo quiso ayudarme y mira cómo ha terminado todo. Solo
espero que mi Diablo no sea muy duro con él, pero sobre todo espero poder
tener otra oportunidad con mi rey en la otra vida. Salgo de mis
pensamientos y vuelvo a fijar los ojos en el cabrón que tengo delante.
—¡Que te den! —le grito.
—Pues a la fuerza entonces.
Antes de que sus hombres se puedan mover en mi dirección, la puerta de
la sala se abre de un portazo. Todos nos fijamos en la persona que acaba de
entrar, abro mucho los ojos al verlo, joder, parece que voy a tener una
salida.
—Apartaos de ella —ordena—. Scarlett, ven hacia mí —me dice con
dulzura.
No me lo pienso dos veces, bajo el arma y comienzo a caminar en su
dirección, si mi Diablo estuviese aquí se enfadaría mucho conmigo por
confiar en Jacob, pero me da igual, estoy segura de que él jamás me haría
daño. Avanzo paso a paso con cuidado, observando a todos y cada uno de
los que me rodean. Cuando estoy llegando a él empiezo a bajar un poco la
guardia, no sé por qué tiene ese efecto en mí. En ese instante, alguien tira
de mí hacia atrás y colocan algo metálico y frío en mi sien, mierda, es un
arma.
—No va a ningún lado, no hasta que me des lo que me pertenece y si yo
no puedo tenerlo, tú no la tendrás a ella —dice Jeremy mientras presiona
con más fuerza el arma.
—Como la toques, date por muerto.
Escucho una voz que viene de detrás de Jacob, esa voz tan tenebrosa y
mortífera, solo hay una persona en el mundo que pueda lograr infundir
tanto miedo solo con sus palabras. Abro los ojos con ilusión, ahí está él, mi
rey, mi Diablo, mi Señor de los Avernos, ha venido a por mí. Jeremy se
tensa al verle, veo cómo tiene el ceño fruncido mientras me recorre con la
mirada, debe de estar furioso conmigo, pero ahora mismo me da igual,
solo soy capaz de sonreírle.
—¿Conocéis a mi nuevo amigo? —pregunta Jacob.
¿Cómo que nuevo amigo? ¿En qué momento se han hecho amigos? Miro
de reojo a los hombres que nos rodean, parecen tan sorprendidos como yo
por los nuevos acontecimientos. Antes de que alguno pueda siquiera hacer
alguna pregunta, él vuelve a hablar.
—Veréis, resulta que ha hecho falta una travesura vuestra para que
nosotros nos tuviéramos que sentar a hablar y, mira por dónde, al final
hasta nos hemos puesto de acuerdo.
—Ya lo podíais haber hecho antes. —No puedo evitar decir mientras
pongo los ojos en blanco.
Ambos se ríen al escucharme. Los observo, se nota en ellos el amor que
me tienen; en el caso de Alexander, sé qué tipo de amor es, pero con Jacob
no lo tengo claro. Lo único que sé es que no es romántico, es más…
paternal, me mira casi con orgullo, como siempre he querido que mi padre
lo hiciera. Es una pena que perdiera a su hija, sé que igual me ve como a
una sustituta y no quiero eso, lo que quiero es poder averiguar la verdad
sobre mí, poder averiguar quién soy y de dónde vengo. Quién sabe, quizás
podamos forjar una bonita amistad.
Jeremy habla, pero lo ignoro, estoy perdida en mis pensamientos, en esa
sensación que me recorre el cuerpo cada vez que tengo a Jacob delante de
mí. Alguien pronuncia mi nombre y me saca de mi mundo, alzo la mirada y
me encuentro con Chris. Él me sonríe y hago lo mismo, no sé qué se trae
entre manos, pero conozco esa mirada.
—Diviértete —me dice.
Una vez dicho eso me muevo con rapidez, primero golpeo a Jeremy con
el arma que aún tengo en la mano, directa a su entrepierna. Él se dobla en
el sitio y aprovecho ese momento para darme la vuelta y darle una patada
en el rostro; cae al suelo. Dos de las personas detrás de Robert se abalanzan
sobre mí, pero Chris les dispara desde su posición y les asesta un tiro en
mitad de la frente a cada uno. Cuando me dispongo a encañonar a los
demás, unas manos fuertes me cogen por la cintura y me colocan detrás
con actitud protectora. Levanto la mirada y me encuentro con una espalda
ancha y fuerte que ya conozco, es mi Diablo.
Miro a mi alrededor, estoy rodeada de gente, tengo a Rafael y Matthew
uno a cada lado, Chris ya se encuentra al frente, justo a la izquierda de
Lucifer, Jacob está a su derecha y luego hay un montón de hombres que se
encuentran a sus lados y detrás de mí. Ahora mismo me hallo en el medio
de un círculo formado por demonios y lo que sean los hombres de Jacob.
Me recorre un calor por todo el cuerpo, algo que en mi vida había sentido,
siento seguridad, protección, amor, familia. Me escuecen los ojos,
“familia”, algo que nunca había tenido, algo que era desconocido para mí,
ahora está delante de mis ojos, rodeándome por completo.
Dos manos me sujetan de los hombros, veo que sus labios se mueven
delante de mí, pero no escucho nada. Solo noto cómo las lágrimas calientes
empiezan a bajar por mis mejillas, no me puedo contener y dejo caer el
arma en el suelo mientras me abalanzo rodeando con los brazos a la
persona delante de mí. Él me sujeta con fuerza y presiona con la mano mi
cabeza contra su pecho mientras me acaricia el pelo.
—Shhh, cariño, ya pasó, ya estoy aquí —me dice mi rey con ternura.
Muevo la cabeza de un lado al otro, intento explicarle que no lloro por
miedo, sino por otra cosa, pero las palabras no salen de mis labios, lo único
que sale es un sollozo que no soy capaz de controlar. Cuando por fin estoy
calmada, me alejo para observar esos ojos grises que tanto me hipnotizan.
Él me sonríe y lleva la mano a mi mejilla, acaricia con el pulgar el recorrido
que han dejado mis lágrimas.
—Has venido a por a mí —digo con la voz entrecortada.
—Siempre, ¿me oyes?, siempre vendré a por ti. Me da igual donde estés,
el tiempo que me lleve, lo enfadada que puedas estar o las veces que te
niegues a volver conmigo, yo siempre volveré por ti. Porque eres mi reina y
la única persona sin la que no soy capaz de vivir.
Cuando termina de hablar, no me puedo contener, me cuelgo de su
cuello con mis brazos para pegar mis labios a los suyos y él me levanta del
suelo y hace que le rodee la cintura con las piernas. Ahora mismo me
importan muy poco todas las personas a nuestro lado, lo único que me
interesa es el increíble hombre que tengo entre mis extremidades, el
famoso dueño y señor del Infierno de quien nunca me imaginé
enamorarme tanto. Alguien carraspea y nos saca de nuestro momento,
aparto mi rostro y miro en esa dirección.
—Siento interrumpirles, pero aún tenemos algunas cosas que aclarar —
dice Jacob.
Le sonrío, sabía que no era un mal hombre. Alexander me coloca en el
suelo y me rodea los hombros con el brazo, pegándose a mi cuerpo lo
máximo posible. Apoyo mi cabeza en él, en este instante me importa muy
poco su faceta sobreprotectora.
—Gracias a ti también, Jacob —le digo con una sonrisa.
Él me responde con otra, de verdad espero poder llegar a tener una
amistad duradera con él, la sensación que he tenido hoy con todos
alrededor es algo que me gustaría poder conservar, y eso le incluye.
—Ha sido todo un placer, pero aún tenemos algo que aclarar. Tu rey
prometió que harías algo por mí si te ayudaba. —Tenso los labios, ¿me
habré equivocado con él?
—¿Qué quieres de mí? —pregunto mirándole fijamente a los ojos.
—Bueno, actualmente me he quedado sin nadie de confianza que dirija
K&J —dice mirando a Robert—, voy a necesitar una buena abogada y,
teniendo en cuenta que tú eres en gran parte responsable de este lío, creo
que lo justo es que seas tú quien ocupe ese puesto.
—¿Me estás ofreciendo trabajo? —digo con los ojos muy abiertos.
—No te estoy ofreciendo nada, tu rey ya ha aceptado el puesto por ti, así
que no puedes negarte.
—¿Quieres que ella se ocupe del negocio en tu ausencia? —pregunta
Alexander.
—No, quiero traspasarle el trono. Ya soy mayor y dirigir dos reinos a la
vez me es agotador, sin contar el hecho de que no sé nada de leyes. Esa
siempre fue la pasión de mi reina, no la mía.
—Pero… yo tengo poca experiencia, no me veo capaz de dirigir algo tan
grande como K&J, ¿qué pasa si lo hago mal y termino arruinando el legado
de tu esposa? Nunca me lo perdonaría.
Él sonríe y lleva su mano a mi mejilla, la acaricia con el pulgar; es
increíble que Alexander no reaccione, permite que Jacob me toque sin
oponerse, gruñirle, golpearlo o amenazarlo.
—No lo harás, tienes a Barron a tu lado, que no te dejará sola y también
tienes a tu rey, que estoy seguro de que te acompañará en cada paso que
des y, si aun así necesitas algo, siempre puedes llamarme.
—Quizás te llame solo para contarte cómo va todo.
—Y yo estaré encantado de atenderte —dice con una sonrisa mientras
retira su mano y la coloca en su bolsillo.
—Siendo así, será un honor aceptar —digo con una sonrisa.
Él asiente con la cabeza, mi rey también me sonríe, sus miradas parecen
reflejar orgullo, lo único que espero es no decepcionar a nadie.
—Mi rey, ¿qué hacemos con los traidores? —pregunta una de las torres
de Jacob.
Los tres miramos a un lado en dirección a los susodichos, que están
esposados, con cinta en la boca y nos lanzan miradas llenas de ira, sobre
todo dirigidas a mí. Ahora entiendo a lo que se referían con lo de quitarles
lo que les corresponde. Por alguna razón, Jacob ya había tomado la
decisión de cederme el trono de K&J, me da igual cuál sea el motivo; confío
en él y si lo hizo tendrá su razón. Aunque fuese por mi parecido con
Liliana, no me importaría; si esto logra darle paz, con gusto lo ayudaré a
conseguirla.
—El traidor se va con nosotros —dice.
—¿Y el hijo? —vuelve a preguntar su torre.
Jacob sonríe siniestramente mientras se aproxima a Jeremy, él no baja la
mirada, se coloca recto para afrontar su destino ante el que se supone es su
rey. Jacob lo ignora, lo coge por la parte de atrás del cuello y lo empuja en
nuestra dirección. Una vez llega a nosotros, lo tira a los brazos de Rafael.
—Un regalo, espero que lo disfrutes —le dice a mi Diablo.
Veo el horror en los ojos de Jeremy mientras se revuelve ante el agarre de
Raf. Ahora le preocupan las consecuencias, será que no le avisé de lo que le
iba a pasar.
—Gracias, sin duda me voy a divertir mucho con él.
Jacob le hace un gesto y se da la vuelta para marcharse con sus hombres,
que arrastran a Robert. A él también le advertí de lo que le esperaría, pero
ya que no va a ser mi rey quien lo torture …
—Jacob —lo llamo para que se detenga.
Se gira y espera a que hable, me deslizo de entre los brazos del Diablo y
doy unos pasos hasta posicionarme justo delante de él.
—¿Puedo pedirte un favor? —digo mientras miro a Robert.
El hombre delante de mí levanta una ceja, pero sigue sin decir nada, para
darme tiempo a decir todo lo que quiera.
—¿Puedes torturarlo de la forma más dolorosa posible? —digo, sin
apartar la mirada de mi objetivo.
Robert abre mucho los ojos mientras balbucea palabras que nadie
entiende. Jacob me sonríe y asiente, soy una mujer de palabra y les advertí
a ambos de cuál sería su destino. Satisfecha con la respuesta que quería,
me doy la vuelta para volver con mi rey, que me sonríe mientras estira la
mano para que la tome; lo hago, pero justo en ese momento recuerdo algo.
—¡Jacob! —grito y se detiene—. No quiero recuerdos —digo en tono de
súplica.
Frunce el ceño, extrañado por mi comentario; sin embargo, todos los
demonios presentes junto con el Diablo comienzan a reírse a carcajadas.
No sé de qué se ríen, con una cabellera me basta, no quiero empezar a
coleccionarlas. Lucifer niega con la cabeza en dirección a Jacob, este se
encoge de hombros y se marcha con su gente. En ese instante, mi Diablo
me coge por la cintura, pega mi cuerpo al suyo y me besa suave en los
labios. Cierro los ojos disfrutando del momento mientras enrosco mis
brazos en su cuello. Cuando ya tiene suficiente, se separa un poco y apoya
su frente en la mía.
—Vamos a casa, mi reina.
Le sonrío, ni se imagina lo que estaba deseando escuchar esa frase. Con
ello, me coge en sus brazos y me lleva a la salida con todos nuestros
demonios detrás. Apoyo mi cabeza en su pecho y me relajo con su aroma,
nunca me cansaré de él.
CAPÍTULO 58
La Mano

E
stoy en mi despacho y miro el teléfono para comprobar los
resultados de mis últimos movimientos. Todo marcha según lo
planeado, solo falta el más arriesgado, el que va a conseguir
terminar de despertarla. Necesito que lo haga para finalizar la partida,
para que ellos reciban de una vez por todas su merecido y todo pueda
volver a como siempre tuvo que ser.
El segundo trono ha vuelto a donde correspondía, pero falta uno, el
problema es que conseguir este último no va a ser tan fácil como el
anterior. Despojar a este futuro rey de su trono llevará tiempo y muchos
sacrificios, pero tengo que hacerlo; si permito que lo ocupe, ninguno
estaremos a salvo y los caídos no podrán descansar en paz sabiendo que
ellos se salieron con la suya.
—Estarás contento ahora que has logrado lo que querías.
—¿Tú no lo estás? —pregunto.
—Sí, pero ha sido muy peligroso, si le llega a pasar algo, todos tus planes
se habrían ido por la borda y lo peor de todo es que la volveríamos a perder.
—¿Sigues sin confiar en mí?
—Ya te dije que confío en ti, pero hay demasiadas variables en tus
maniobras, sobre todo en lo que vas a hacer ahora. Si falla cualquier cosa o
no sale exactamente como lo tienes previsto, sus vidas correrán peligro, y,
si mueren, no serás capaz de vivir con ello en tu conciencia.
—Por eso él va con ellos, nunca dejará que nada les pase.
—¿Y si le pasa algo a él? ¿Y si ellos no se tragan que sea de los suyos?
—Ese muchacho está obsesionado con la pureza, con ser un rey de
derecho. Cuando le dé la posibilidad de lograr lo que más ansía, lo que
creía perdido, no lo dudará.
—No es él quien me preocupa.
—Por eso necesito que ella termine de despertar, solo así podrá lidiar
con ellos y recuperar el control, y hasta que lo logre, el rey la protegerá.
—¿Confías en él? Recuerda cómo la trató.
—Por eso confío en él, porque sé que ella es lo único que le queda, la
última de los K. Esa familia valora más la sangre que cualquier otra cosa,
nunca dejará que su estirpe desaparezca y menos que termine en manos de
un bastardo.
—¿Y qué harás con los otros dos? La vas a alejar bastante tiempo de sus
vidas, ¿estás dispuesto a afrontar las consecuencias?
—Estoy dispuesto a afrontar la ira del mismísimo Diablo si así obtengo
mi propósito.
—Espero que sea así, porque una vez hagas el último movimiento se
avecinan tiempos difíciles para todos nosotros.
Una vez lanzada su advertencia, se levanta y se marcha. Vuelvo a
quedarme solo, pienso que lo que voy a hacer es muy arriesgado; este
movimiento ya lo ha sido, pero el que se avecina será mil veces peor. De
todas maneras, aún no es el momento, aún tengo que esperar a la
personita que falta para desplazar a la pieza.
Vuelvo a coger el móvil para conectarme a la red segura y enviar un par
de mensajes, sé que está esperando noticias mías, ambos lo están
haciendo. A uno de ellos tengo que comunicarle los resultados de los
movimientos; el otro ya lo sabe, así que es tontería; solamente necesito
indicarle cuáles serán los siguientes pasos. En cuanto dejo todo claro, me
recuesto en la silla y miro el calendario. Según las fechas, hoy es el día
perfecto, y si es así, para la semana próxima ya podré ejecutar mi
movimiento.
CAPÍTULO 59
Christopher

S
igo tecleando como loco en el ordenador, tiene que estar por aquí.
No puede ser que no encuentre ni rastro de él, sé que tiene que ser
el topo que buscamos, nadie más logra tener esa habilidad. Estoy
tan perdido en la pantalla que no me doy cuenta cuando alguien se recuesta
a mi lado en la cama.
—¿Sigues con eso?
—Tiene que estar por aquí, Rafael, tengo que descubrirlo.
Él suspira y pulsa el botón de apagar del portátil. Levanto la mirada,
furioso por lo que acaba de hacer, pero me ignora por completo, cierra la
pantalla y me lo quita de las manos. No puedo creer que tenga tanta
osadía.
—Ya quedó claro que nada de lo que pasó fue culpa tuya, sé que este
asunto ha hecho mella en tu ego con todo ese rollo del prestigio familiar, la
gran torre Astorn y bla, bla, bla, pero Malcolm está en busca del chivato y si
él no es capaz de encontrarlo, lo hará el rey cuando torture a Jeremy.
—¿Y si él no lo sabe?
—¿Cómo no va a saber a quién contrató? ¿Te estás escuchando, Chris? —
dice entre risas mientras deja el portátil en la mesilla de su lado.
¿Cómo explicarle que seguramente no lo sepa? ¿Que lo más probable es
que sea una persona que jugó con él a su antojo? Dejo caer la cabeza contra
el cabecero mientras cierro los ojos, nada me gustaría más que poder
contarle todo, explicarle todo lo que pasa y lo que va a pasar, pero eso iría
en contra de lo que me han enseñado, pondría en peligro la misión y lo más
probable es que los pusiera en peligro a todos. Cojo aire y abro los ojos,
esas esmeraldas verdes me observan, a quién quiero engañar, si no le
cuento nada es por miedo a su reacción, a lo que piense de mí, no sé si sería
capaz de soportar su odio. Aunque cuando tenga que moverme en el
tablero habrá más posibilidades de que me odie de las que tengo ahora; da
igual, por lo menos de esta manera estará a salvo. Prefiero vivir con su odio
a vivir con su muerte.
—¿Estás bien? —pregunta.
—Sí —respondo con una sonrisa mientras abro mi brazo para que se
coloque debajo de él.
Raf apoya su cabeza en mi hombro mientras juega con los cordones de
mi chándal, yo comienzo a pasar las yemas de mis dedos a lo largo de su
brazo mientras sigo perdido en mis pensamientos.
—¿Confías en mí? —pregunto de repente.
Él detiene sus movimientos y levanta la mirada para conectarla con la
mía. Puedo ver su confusión, pero ahora mismo solo necesito que me
responda. Él debe ver mi necesidad, porque cambia su expresión facial a
una mucho más seria.
—Con mi vida —responde con total sinceridad.
—¿Aunque todos dudaran de mí? ¿Aunque todas las pruebas apuntaran
en mi dirección, seguirías confiando en mí?
—¿A qué viene tanta pregunta?
—Solo responde, Raf.
—Sí, lo haría, seguiría confiando en ti.
Sonrío y le doy un beso lento, saboreando cada segundo de sus labios con
los míos, no sé cuánto tiempo más podré tenerlo así. Al terminar, apoyo mi
frente contra la suya e intento regular mi voz para hacer la siguiente
pregunta.
—¿Y si se tratara de la reina? Si todos pensaran que le he hecho algo, ¿tú
seguirías confiando en mí?
Su cuerpo se tensa al escucharme, levanta la mirada y se me queda
observando con la mirada clavada en la mía. Me alejo un poco de él,
esperando su respuesta, su reacción. Sé que me va a hacer preguntas y voy
a lamentar cada palabra que diga, pero no puedo dejar que sospeche nada.
—¿Por qué preguntas todo esto, Christopher?
—Contéstame.
—Sé que nunca le harías daño a Scarlett, sé lo que sientes por ella, lo veo
cada vez que la miras. Así que sí, seguiría confiando en ti porque sé que si
haces algo, siempre sería por su bien. Ahora respóndeme tú, Christopher.
Vuelvo a abrazarlo con fuerza contra mi pecho mientras me dejo caer en
la cama; no quiero mirarle a los ojos, de ser así creo que no sería capaz de
decir todo lo que tengo que decir.
—¿Sabías que mi padre era el protector de la mujer de Jacob?
—¿Tu padre no era la torre del rey?
—No, los Astorn siempre son asignados a las reinas hasta que tienen
descendencia, cuando eso sucede, pasamos a proteger al futuro príncipe o
princesa.
—Barron nos contó la historia de Liliana y Jacob, por lo que sé tenía un
hermano. Siendo así, ¿por qué tu padre la protegía a ella?
—Por lo que me contó mi abuelo, mi padre era el protector de Arthur,
pero cuando Liliana fue secuestrada, sus padres enloquecieron, así que
decidieron asignarle a mi padre para tenerla más controlada. Fue él quien
se dio cuenta de que Jacob la seguía y fue él quien los ayudó a ocultar su
relación hasta que quien se suponía era una amiga de Liliana se lo contó
todo a sus padres.
—¿Tu padre no fue reprendido por eso?
—En ese momento, no. Mi padre defendió a Liliana y aseguraba que
ellos estaban enamorados, pero a su padre nada le valía, lo único que le
importaba era el qué dirán. Cuando la obligó a casarse con otro hombre,
mi padre la ayudó a escaparse y fue testigo en la boda con Jacob. Ese día, el
padre de Liliana lo quiso degradar de su posición como torre por haberla
ayudado, pero su abuelo, que seguía siendo el rey, lo defendió diciendo que
había hecho lo que haría cualquier torre, velar primero por el bienestar de
su reina. Así fue cómo el abuelo de Liliana le dio carta libre para marcharse
con Jacob y colocó a mi padre como su torre, ya que su hijo se negó a que
volviera con Arthur, asegurando que había perdido a una hija por su culpa
y que no iba a arriesgarse en perder al otro.
—Pero tu padre no era culpable de nada.
—No, pero muchas veces es más fácil culpar a otro de tus errores que
asumirlos. Cuando el padre de Liliana subió al trono, lo hizo con la
condición de no tocar a mi padre, pero aunque no lo degradara o lo
expulsara, lo mantenía haciendo recados y entrenando a los guerreros.
—O sea, que no lo degradó oficialmente, pero lo tenía haciendo las
labores de un alfil.
—Sí.
—¿Por qué no se marchó?
—Un Astorn nunca abandona a su rey, da igual cuáles sean los motivos,
nos mantenemos en nuestras posiciones hasta el final.
—Lo que decía, orgullo. —Me carcajeo al escucharle.
—No es orgullo, Raf, es honor. Pero, como iba diciendo, cuando Arthur
se casó mi padre no estaba muy contento, siempre dijo que ella tenía algo
que no encajaba e intentó decírselo al rey, pero este no le creyó y amenazó
con acusarlo de traición si seguía insistiendo en manchar el nombre de la
futura reina. A mi padre no le quedó más remedio que callar, en esa familia
la traición se toma muy en serio; no solo matan al traidor, sino que van a
por su descendencia, es decir, a por mí. Con el tiempo, Arthur subió al
trono, enfermó y murió poco después. Mi padre no se tragaba el hecho de
que su hijo no fuera compatible, él sabía que había algo más que le
ocultaban, mucho más después de ver que el niño no tenía ninguno de los
rasgos de la familia. Investigó hasta que descubrió que el niño era un
bastardo y, cuando se enteró, en un ataque de ira irrumpió en el despacho
de la mansión donde estaban reunidos el padre de Liliana y la supuesta
reina, la acusó a ella de la muerte del rey y a él de ser cómplice de todo, y
concluyó alegando que si lo hubiera escuchado, nada de eso habría
sucedido.
—¿Por eso el rey lo acusó de traición?
—No fue el rey quien lo acusó de traición, sino la reina. Cuando mi padre
salió de ese despacho, se fue directo a contarles a todas las piezas la verdad
y muchos de ellos se negaron a servir a una reina asesina y un heredero
bastardo. Y como se negaban a servirla, los acusó a todos de traición y los
persiguió hasta la muerte.
—Entonces, ¿es ella la que reina ahora?
—Al morir Liliana y su hija, la familia se quedó sin un heredero de
sangre, únicamente estaba el niño que se supone era hijo de Arthur, así
que tomaron la decisión de no revelar la verdad sobre Carlton, dejarlo
como el heredero, pero en realidad, quien maneja todo desde las sombras
es su abuelo.
—Así que volvió a ser rey —afirma con sarcasmo—. ¿Quién dice que no
ha sido él quien ha tramado todo?
—Él nunca quiso ser rey, por eso, una vez obtuvo el trono, se lo cedió
cuanto antes a su hijo. Además, los adoraba, sería incapaz de hacerles
daño. Cuando sus dos hijos murieron, llevándose a su única nieta, quedó
devastado, hizo falta que su esposa lo cogiera de las orejas para reaccionar.
Lo malo fue que cuando por fin lo hizo ya era demasiado tarde, todos sus
hombres leales junto con mi padre habían muerto.
—¿Por eso estás tan raro? ¿Piensas que nosotros vamos a tratarte igual
por lo que pasó con Scar?
—Mi padre hizo todo lo que era mejor para sus reyes y, aun así, fue
degradado, acusado de traición y perseguido hasta la muerte.
—Nosotros no somos esos estirados, Christopher, a ti nadie te va a
perseguir por hacer lo que creas que es mejor para tu reina.
Cuando termina de hablar, coloco dos dedos debajo de su mentón y
levanto su rostro, pego mis labios a los suyos y da comienzo una guerra
entre nuestras lenguas. Me acomodo para situarme encima de él y
comienzo a acariciar su pecho desnudo. Solo espero que, cuando todo
pase, recuerde esta conversación y pueda darse cuenta del porqué de todo;
me da igual lo que los demás piensen de mí, pero él… necesito que él confíe
en mí.
CAPÍTULO 60
Alexander

N
o puedo apartarme de ella, está sentada junto a mí en el asiento,
con mis brazos rodeando sus hombros y su cabeza apoyada en mi
pecho, pero, aun así, no me parece suficiente. Cierro un poco mi
abrazo y la atraigo más a mi cuerpo.
—Dios, Alexander, cualquiera diría que quieres meterme dentro de ti —
se queja mi reina.
—Si pudiera, lo haría.
Mira al cielo ante mi respuesta y abre la boca, lista para responderme
sabe Dios qué, cuando el coche se detiene y Matt se baja para abrirme la
puerta. Antes de salir, entrelazo mis dedos con los suyos y tiro de ella hacia
afuera; no pienso dejarla sola ni un minuto, me da igual cómo se ponga.
Fuera del coche se detiene en seco y yo hago lo mismo. Me doy la vuelta
para observarla, tiene los ojos puestos en la entrada de la mansión. Al
seguir la trayectoria veo a mi tío de pie con su mirada clavada en ella. Scar
se suelta de mi mano y corre escaleras arriba, Barron baja unos cuantos
peldaños para encontrarse con ella a medio camino y se funden en un
fuerte abrazo. La aprieta a su pecho con la misma fuerza que lo hice yo
mientras entierra la nariz en su pelo.
—Lo siento, mi niña —dice con los labios aún pegados a ella.
Ella niega con la cabeza mientras afianza su agarre en él y otra figura
más delgada aparece por detrás. Ellos se separan al notarla y mi tía
aprovecha esa oportunidad para coger a Scar y abrazarla con fuerza
mientras las lágrimas recorren sus mejillas.
—No me vuelvas a dar estos sustos, pensé que me moriría de un ataque
al corazón —se queja mi tía.
—Prometo intentar no volver a hacerlo.
—¿Cómo que intentarlo? —intervengo mientras subo las escaleras hasta
llegar a ella—, no lo harás, no volverás a escaparte.
—Entonces, no volverás a hacerme prisionera de mi vida, ¿verdad?
Mierda, ahí me ha pillado. Tengo que admitir que ya había dado la orden
a Matt para que aumentara más su guardia; es verdad que al principio
prometí escucharla, pero saber que no estoy a su lado para protegerla hace
que quiera encogerla y metérmela en el bolsillo para no perderla jamás.
Miro los tres pares de ojos que me observan esperando mi respuesta, me
centro en los de color azul cielo, suspiro, qué remedio me queda.
—Vale.
—Promételo —me dice mientras se cruza de brazos y hace un puchero
como una niña pequeña.
—Lo prometo —digo con una sonrisa, soy incapaz de negarle nada.
Sus labios se estiran hasta cubrir todo su rostro, mientras sus ojos
brillan. Nunca me cansaré de esta imagen, ojalá pudiera conseguir que
siempre fuera así de feliz. Vuelvo a coger su mano y la llevo escaleras
arriba, ha tenido un día muy duro. Lo mejor ahora mismo es que se dé una
buena ducha y coma algo. Después de estar una hora en la ducha, mi reina
sale por fin del baño. Al verme en la cama con el móvil, pone los ojos en
blanco y se dirige al vestidor para ponerse algo de ropa; me levanto y voy
detrás de ella.
—Por amor de Dios, ¿aquí también? —grita en cuanto me ve.
—Solo he venido a cambiarme de ropa, no es para que te pongas así.
—Te has metido en el baño cinco veces, cada una de ellas con una excusa
distinta. No voy a desaparecer de la nada.
—Estabas tardando mucho y, en mi defensa, desapareciste de tu
despacho.
—No desaparecí, me escapé, ¿por dónde crees que puedo salir del
vestidor? —grita mientras alza las manos.
No le contesto, me saco la camisa y me doy la vuelta para coger una
camiseta, pero antes de que pueda ponérmela, unos brazos me rodean por
detrás. Cierro los ojos y llevo mi mano vacía a las suyas que se juntan en mi
pecho.
—Lo siento, imagino que te habrás asustado mucho cuando no me
encontraste.
Cojo aire, no quiero recordar ese momento, no quiero pensar en cómo
me sentía. Ahora, lo único que me importa es que ella está aquí conmigo,
en un lugar seguro, rodeándome con sus brazos. Me doy la vuelta y la
sujeto por las caderas con su cuerpo pegado al mío. Apoyo mi frente en la
suya, si pudiera me quedaría toda la vida así. Cuando la perdí, me di
cuenta de lo que significaba para mí, lo importante que era tenerla
conmigo y, sobre todo, de los sentimientos que tengo hacia ella,
sentimientos que durante muchos años pensé que jamás tendría por nadie.
Abro la boca para decirle todo lo que siento cuando llaman a la puerta y ella
se aparta de mí, privándome de ese calor que tanto me gusta, y sale hacia la
habitación para ver quién llama. Mientras termino de ponerme la ropa,
puedo escuchar la voz de mi tía, la cena ya está lista. Bajamos para ir a
cenar y en el comedor nos encontramos con un montón de gente; mis tíos,
mis tres torres, los dos alfiles y Luisa, esta última me arranca a mi reina de
las manos y la envuelve en sus brazos hasta que tiene suficiente, se aparta y
le da una colleja lo bastante fuerte como para que mi reina se queje y lleve
la mano a su nuca.
—¿A qué ha venido eso? —se queja mi reina.
—¿A qué ha venido? ¿En qué estabas pensado? ¿Cómo se te ocurre
escaparte y no avisarme? Nos habríamos escapado juntas a algún club, no a
por un café —le grita su amiga.
Pongo los ojos en blanco, en ocasiones me da la sensación de que dice las
cosas para provocarme. Mi reina se ríe y vuelve a abrazarla.
—Te prometo que la próxima vez nos vamos al club —dice en voz baja.
Y una mierda, no pienso dejar que se vuelva a escapar y mucho menos
para ir a ver a otros hombres, la cojo por detrás y tiro de ella separándola
de los brazos de su amiga. Me parece que sería bueno que estas dos
empezaran a verse algo menos.
—Controla a tu mujer, Matthew —digo entre dientes.
—Como si pudiera —interviene su hermano entre risas.
Todos en la habitación comienzan a desternillarse, menos Matt y yo, a
nosotros no nos hace ni pizca de gracia. Cuando todos por fin se sientan en
la mesa comenzamos a comer, no sé por qué la comida de mi reina es
diferente a la nuestra. Para ella hay sopas, caldos, verduras, algo de
proteína… Arrugo la nariz, ¿por qué le preparan esta comida? Ella no se
debe de haber dado cuenta porque está comiendo con un hambre
descomunal.
—Dios mío, Scar, ¿estás embarazada? —grita Luisa.
Al escucharla, mi reina escupe en el cuenco lo que estaba ingiriendo, yo
me quedo tieso en el sitio y se me va toda la sangre del cuerpo, joder,
incluso mi corazón galopa como un caballo desbocado. Soy incapaz de
articular una sola palabra. Todos los presentes han enmudecido y nos
miran con sorpresa, a ver, es verdad que nunca usamos protección y lo
hacemos con frecuencia, pero nunca pensé en tener un hijo, es más, nunca
hablamos de ello.
—¿Por qué preguntas algo así? Sabes que tomo la píldora —responde mi
reina por fin.
—Por tu comida, estás comiendo algo diferente a nosotros y además es
la típica comida llena de nutrientes que comen las embarazadas.
Ella observa su plato y luego el de los demás, frunce el ceño al ver cómo
su amiga tiene razón, pero puedo ver que es incapaz de responder; coge mi
mano con fuerza y me mira fijamente a los ojos.
—Te juro que no estoy embarazada —me dice en completo pánico.
Mierda, no he debido reaccionar así, seguro que piensa que estoy
enfadado por la posibilidad de que esté esperando un hijo mío. Joder, nada
me haría más feliz que saber que lleva algo de mí en su interior, pero me ha
cogido por sorpresa, nunca he pensado en tener hijos. Los niños me odian,
cada vez que me ven salen despavoridos.
—Yo mandé preparar esa comida para ella, después del día tan duro que
ha tenido, lo mejor para su cuerpo es reponer energías —dice mi tía con
total calma.
Luisa se ríe junto con los demás y mi reina fuerza una sonrisa, pero
puedo notar que no se siente bien. Aprieto su mano con la mía y le dedico
una sonrisa, ella me observa y me devuelve el gesto, aunque noto que no
llega a sus ojos. Mierda, voy a tener que hablarlo con ella después. Durante
el resto de la cena, las cosas van con más calma, por suerte no se vuelve a
tocar el tema de los niños. Hablamos sobre todo de lo sucedido, de la
charla que tuve con Jacob y de la cesión de K&J a Scarlett. Para mi
asombro, a mi tío no parece extrañarle ese hecho, es como si él ya esperara
esto desde hace tiempo.
Después de la cena nos vamos a nuestra habitación. Ella ha permanecido
toda la noche bastante callada, solo intervenía en la conversación cuando le
hablaban, pero, si no, se centraba en su plato o se perdía en sus
pensamientos.
—¿Podemos hablar? —le digo mientras sale del vestidor con un camisón
de seda rosa.
—Claro, ¿de qué quieres hablar?
Tomo aire, su tono no es de enfado, pero no hay duda de que algo le
pasa.
—Scar, la forma en la que reaccioné con el tema del embarazo…
—No hace falta que te expliques, no estoy embarazada, no hay nada de
qué hablar —me interrumpe mientras pasa por mi lado.
La cojo del brazo para impedir que siga su camino, conecto mis ojos con
los suyos y le rodeo la cintura pegando su pecho al mío. Sus párpados están
rojos, sé que se contiene para no llorar; joder, soy un capullo, debería
haberme explicado en la cena, siempre se me olvida la cantidad de vueltas
que dan las cosas dentro de esa cabecita tan hermosa.
—No estoy en contra de los niños, Scar, pero me pilló desprevenido, es
un tema del que nunca hablamos. Sé que quieres hijos y a mí nada me
haría más ilusión que saber que llevas uno mío dentro de ti.
—Pero… —me interrumpe con la voz apagada.
—Pero no sé si seré el mejor padre. Los niños me tienen pánico y creo
que yo a ellos también, aunque te prometo que, cuando llegue el día, haré
mi mayor esfuerzo por estar a la altura de tus expectativas —concluyo con
sinceridad.
Ella me sonríe, ahora sí que su sonrisa alcanza hasta sus ojos. Lleva las
manos a mi cuello y se pone de puntillas, aproximando su rostro al mío.
—Siempre estás por encima de mis expectativas, Lucifer, y sé que
cuando tengamos a nuestro príncipe será igual. Pero también he de decirte
que ahora mismo es un alivio no estar embarazada; con todo lo que se me
viene encima, no creo que sea el mejor momento.
—Me alegra que estemos de acuerdo. Aunque mientras tanto podríamos
practicar… —digo, pegándola más a mí para que pueda ver lo dispuesto
que estoy.
Se le escapa una carcajada mientras da un golpe con su pelvis a mi ya
muy notoria erección, vale, esa es la señal. No dudo ni un segundo, la
levanto del suelo colocando mis manos en sus nalgas, ella enrosca las
piernas a mi cintura y pega sus labios a los míos. Con ella en esta posición,
camino hacia la cama donde la acuesto con mucho cuidado. Una vez
tumbada me alejo para observarla; joder, es mía, solo mía y así será para el
resto de la eternidad. Me quito la camiseta y la arrojo a un lado, caigo
encima de ella sujetando mi peso con una mano mientras con la otra
comienzo a recorrer sus piernas de abajo arriba. Ella cierra los ojos, toma
aire y lo expulsa lentamente, está disfrutando de cada segundo en que mis
dedos recorren su piel blanca y suave. Bajo el rostro para besar esos labios
carnosos y rosados, comienzo con un beso suave, pero a medida que mi
mano sube y llega a su muslo, el beso se convierte en uno más hambriento.
Scar lleva sus manos a la cintura de mi pantalón, la recorre de lado a lado
hasta llegar a la punta de mi pene que asoma por debajo y lo acaricia con
cuidado, haciendo círculos en él, mientras esparce los jugos que empiezan
a brotar. Se me escapa un pequeño gemido en sus labios cuando siento que
mete la mano por dentro del pantalón y lo agarra con fuerza. Me separo,
hoy no quiero esto, hoy necesito algo distinto, tengo que expresarle todo
sin palabras; me saco el pantalón y lo arrojo a algún lugar de la habitación,
se muerde el labio al observarme como Dios me trajo al mundo, joder,
cómo me pone verla así. Me vuelvo a tumbar encima de ella y no tarda en
volver a bajar las manos para agarrarme, pero la detengo, cojo sus
muñecas con una de mis manos y las llevo por encima de su cabeza. Poco a
poco comienzo a penetrarla y ella empieza a arquear la espalda mientras
gime mi nombre. Joder, esto es música para mis oídos. Una vez dentro de
ella, me muevo con lentitud, intentando transmitirle todo lo que provoca
en mí, todo lo que siento cada vez que la veo, cada vez que la oigo. Suelto
sus manos y llevo mi boca a su cuello donde la beso una y otra vez, hago un
recorrido hasta sus pechos, paso la lengua por uno de ellos y le arranco otro
aullido. Al escucharla, llevo una de mis manos a su otro pecho y lo empiezo
a masajear, intento controlar mis movimientos, pero no me veo capaz de
lograrlo; el placer que me invade es demasiado.
—Sí, mi rey, así, un poco más.
A la mierda, en este instante no puedo soportarlo más y empiezo a
empujar más rápido, profundizando con cada movimiento mis
embestidas. Ella me clava las uñas en la espalda, vuelve a marcarme como
ya tan acostumbrado me tiene. Su respiración se hace más pesada, a mí se
me eriza la piel y no sé hasta dónde voy a poder controlarme, tiro de su
camisón hacia abajo y libero uno de sus pechos, que llevo a mi boca para
devorarlo. Ella ahora me agarra del pelo con fuerza y sus gemidos
empiezan a subir de nivel, me avisan de lo que está por venir. Acelero mis
movimientos, también estoy a punto; quito la boca de su pecho y beso sus
labios, adoro tragarme cada gemido de liberación. Como si fuera eso lo que
estuviera esperando, su cuerpo comienza a temblar debajo de mí mientras
mis labios amortiguan el ruido, doy tres embestidas más cuando se me
enroscan los dedos de los pies y me sacude una corriente eléctrica por todo
el cuerpo que provoca que mi esperma salga disparado en su interior.
Apoyo la frente contra la suya, ambos intentamos controlar nuestras
respiraciones mientras bajamos poco a poco de la nube en la que nos
hallamos. Cierro los ojos estremeciéndome todavía en su interior,
intentando alargar este placer que nos traspasa un poco más; estoy perdido
en esa sensación cuando me empuja y nos damos la vuelta, ella se coloca
encima de mí.
—Ahora es mi turno —dice, y comienza a tragarme poco a poco.
Llevo las manos a su cintura para ayudarla a descender mientras ella me
sonríe con picardía. Joder, cómo adoro a esta mujer, estoy seguro de que
ha sido hecha para mí.
CAPÍTULO 61
Scarlett

A
bro los ojos poco a poco mientras unos brazos fuertes se aferran a
mi cintura y sonrío mientras vuelvo a cerrarlos, acomodándome un
poco más contra la fuente de calor de mi espalda. Llevamos una
semana despertándonos uno al lado del otro. Desde que ocurrió lo de
Jeremy, no ha pasado un solo día en el que no me despertara con él
estrujando mi cuerpo contra el suyo. Anoche decidimos venir al almacén,
según mi rey, ya era hora de que se ocupara de la escoria, y como hoy es la
firma del traspaso de K&J, no voy a la empresa, así que me daba igual
donde dormir. Además, agradezco disponer de una habitación
insonorizada, las mañanas en casa de Barron sabiendo el ruido que
causamos cada noche son sumamente vergonzosas.
—Deja de moverte tanto o vamos a por uno mañanero —me susurra al
oído.
—No me importaría, pero no quiero llegar tarde a ver a Jacob.
Él protesta y retira su brazo para que me pueda levantar de cama y lo
hago mientras me río, ahora mismo parece un niño al que le acaban de
quitar su juguete favorito. En cuanto me pongo de pie, pierdo el equilibrio
y caigo sobre la cama sujetándome la cabeza. Alexander se aproxima a mí
con rapidez para sujetarme.
—¿Estás bien?
—Sí, puede que me haya levantado muy rápido.
—¿Estás segura? Puedo decirle al médico que venga a verte.
Me doy la vuelta y coloco la mano en su mejilla, él me mira con
preocupación. Llevo unos días con cansancio y algo de estrés, hemos
estado trabajando muy duro para preparar todo para mi toma de poder en
K&J y la posterior unión con el Grupo Knight. Después de discutirlo con
Barron y Alexander, llegamos a la conclusión de que sería mucho más fácil
para ellos ayudarme si se fusionaran, pero unir el equipo legal con el de
K&J no está siendo muy fácil, resulta que Marcy llevaba todo de forma
bastante caótica.
—Estoy bien, de verdad, seguro que cuando terminemos con esto me
encuentro mejor —le digo sonriente.
No parece convencido del todo, pero, aun así, asiente y me permite
incorporarme, cuidando en todo momento de que no me pase nada. Estos
días hemos tenido tanto trabajo que incluso tuve que suspender mis
entrenamientos con Christopher, aunque según Rafael no me hacen falta
en absoluto y solo tengo que darle el control a mi demonio. Mi hermano y
mi novio no piensan igual e insisten en que entrene todas las mañanas,
pero últimamente he estado tan cansada que por suerte Chris convenció a
Alexander para darme un descanso.
—¿Seguro que no quieres que vaya contigo? No me hace mucha gracia
que vayas sola.
—Álex, no me va a pasar nada, voy con Chris y los diez escoltas y,
además, ¿quién se va a atrever a tocarme sabiendo que tengo al Diablo y la
Parca a mi espalda? —contesto entre risas, fue muy gracioso saber que a
Jacob lo apodaban la Parca.
—Alguien que busque morir —dice entre dientes.
Salgo completamente vestida, lo miro, aún está en ropa interior, con ese
pecho esculpido por los dioses y ese tatuaje que te quita el aliento. Está con
los brazos cruzados y el ceño fruncido mirándome, sé que sigue en plan
sobreprotector desde lo que pasó, pero no puedo seguir saliendo con veinte
hombres a mis espaldas además de mi torre.
—Aparte, si vinieras conmigo, ¿quién se ocuparía de Jeremy? —pregunto
mientras paseo mi mano por su torso—. ¿Quieres que lo haga otro?
Aprieta la mandíbula, Jeremy lleva una semana encerrado porque él no
deja que nadie lo toque alegando que es trabajo suyo, pero estuvo tan
pendiente de mí que no ha tenido tiempo.
—Por lo menos deja que te asigne otra guerrera ahora que no quieres que
vaya Alexa.
—No es que no quiera que venga —protesto poniendo los ojos en blanco
—. Alexa está embarazada, Alexander, no puede ser mi guardia. Si le
ocurriera cualquier cosa a ella o a su bebé, no me lo perdonaría. Y ya te dije
que no quiero otra guardia, tengo gente suficiente, sabes de lo que es capaz
Chris y sobre todo sabes de lo que yo soy capaz. Cuando Alexa vuelva al
trabajo estaré encantada de tenerla a mi lado otra vez, pero hasta entonces,
no más guardias.
—Hoy accedo porque vas a encontrarte con Jacob, pero esta
conversación no termina aquí —dice mientras sujeta mi cintura con
fuerza.
Suspiro, no quiero tener que discutir otra vez por lo mismo. Me aparto
de él y salgo de la habitación hacia la cocina, me muero de hambre. Allí me
recibe el aroma que tanto me gusta y no puedo evitar que se me haga agua
la boca, esto solo significa una cosa: Raf está en la cocina. Sabiendo eso,
apuro el paso, me encanta tener a este hombre en la cocina. Varios
hombres me saludan con un gesto, sonrío, al final me estoy
acostumbrando, sigo caminando hasta la mesa, donde me encuentro con
Chris, Alexa, Dominik y Matt. Luisa lleva varios días muy ocupada con un
trabajo y no hemos podido vernos mucho, pero hablamos a diario.
—Buenos días —digo mientras tomo asiento en mi lugar.
—¡Buenos días, mi reina! —responde todo el comedor al unísono.
A esto sin duda no me voy a acostumbrar nunca, es imposible decir algo
sin que te contesten todos como robots. Antes de que pueda protestar,
como suelo hacerlo cada vez, todos se ponen de pie e inclinan la cabeza, el
rey ya está en la sala. En ese mismo instante entra Rafael seguido de varios
peones con bandejas llenas de comida y se me vuelve a hacer agua la boca,
ahora mismo me da igual cómo se comporten, lo único que quiero es que
coloquen la comida de una vez por todas para poder empezar a comer. En
cuento está todo listo, ataco la bandeja de tortitas, no sé por qué llevo unos
días en los que solo me apetece comer esto. Le doy un mordisco, no puedo
evitar cerrar los ojos y que un gemido salga por mi boca, Dios, como me
gusta. Vuelvo a abrirlos para ver que toda la mesa me observa y me sube la
sangre a las mejillas, ¿he sido tan ruidosa? Me rasco la garganta mientras
intento recobrar la compostura.
—Raf, te han quedado muy ricas —digo en voz baja.
—Gracias, mi reina —contesta entre risas.
Miro a mi izquierda, mi Diablo sigue con los ojos puestos en mí.
Conozco esa mirada, lo mejor será buscar otros temas de conversación,
antes que me saque de aquí y me vuelva a meter en la cama.
—Alexa, ¿cómo lo llevas? —pregunto para desviar la atención de mi rey.
—Ahora que estoy tomando los suplementos mucho mejor, ya no tengo
tantas náuseas ni mareos.
—¿Ya sabéis lo que es? —pregunta Matt.
—¿Cómo lo van a saber con un mes de embarazo? —interviene Rafael.
—¿Cuál es el problema, no pueden saberlo ya?
Todos comenzamos a reír mientras su hermano niega con la cabeza en
su dirección, suerte que Luisa tiene claro que no quiere niños, no quiero ni
pensar lo que sería de Matt si no fuera así.
—No, aún no lo sabemos, eso nos lo dirán con mayor acierto a partir de
la semana catorce —informa Dominik a su torre.
—Pero sí que tenemos claro los nombres que nos gustarían —interviene
Alexa.
—¿En serio? ¿Cuáles son? —pregunto con ilusión.
—Si es niño, nos gustaría Antoni, y si es niña, querríamos llamarla como
a su madrina, si a ella le parece bien —responde Alexa mirándome
fijamente.
—Seguro que le encanta, ¿a qué madrina no le gustaría que su ahijada se
llamara como ella?
La mesa se queda en completo silencio y todos me miran, volteo la
cabeza de lado a lado mirándolos a todos, ¿he dicho algo malo? Mi rey
parece notar mi confusión porque esboza una sonrisa y comienza a negar
con la cabeza, de verdad, no entiendo que me estoy perdiendo.
—Quieren que tú seas su madrina.
Abro los ojos con sorpresa al escuchar a Alexander y giro la cabeza en
busca de las personas responsables de confirmar lo que acabo de oír. El
bloque de hielo de Dominik me esboza una pequeña sonrisa y Alexa me
mira con ojos llenos de ilusión. Sigo sin responder, no me puedo creer que
ella me conceda semejante honor.
—Le preguntamos al rey si le importaría que te lo pidiéramos y él nos ha
dado su visto bueno; nos encantaría que seas su madrina, si a ti te parece
bien.
Se me llenan los ojos de lágrimas y me pongo de pie, ella hace lo mismo,
y nos lanzamos una a los brazos de la otra. En el poco tiempo que llevo con
ella nos hemos convertido en grandes amigas, diría que en hermanas.
—Por Dios, claro que acepto, es un honor para mí, pero que sea la última
vez que le pides permiso a él para algo así, vienes y me lo dices
directamente a mí. Él en esto ni pincha ni corta.
—Me dijo que dirías eso —responde Alexa entre carcajadas.
Una vez nos separamos, volvemos a nuestros asientos y el desayuno
ahora me sabe mejor. Entre bocado y bocado, miro a los presentes,
sentados a la mesa. Esta es mi familia, las personas que seguirán en mi
vida para siempre y por las que haría cualquier cosa para mantenerlas a
salvo y conservar lo que tenemos. Poso mi mirada en el hombre a mi lado,
creo que nunca será capaz de comprender lo que significa para mí, lo que
valoro esta familia que me ha dado.
Terminamos de desayunar y voy a mi habitación a preparar las cosas
para irnos mientras mi rey va al sótano a atender sus asuntos. Estoy
llegando cuando siento que algo no va bien, se me comienza a revolver el
estómago. Abro la puerta a toda prisa mientras corro en dirección al baño y
llego al inodoro de pura suerte, vomito en él mi desayuno. Cuando siento
que ya no queda nada que pueda seguir echando, caigo sentada en el frío
mármol y escucho cómo alguien grita mi nombre desde la habitación.
Apenas puedo hablar de lo que me pica la garganta, pero me las apaño para
indicar dónde estoy.
—¿Qué haces en el suelo? —pregunta Chris frunciendo el ceño.
—Creo que el desayuno me ha sentado mal, lo acabo de vomitar —
respondo con la garganta seca.
Él se queda observándome, pero no dice una palabra. Pasados unos
segundos, se aproxima a mí y me ayuda a levantarme para llevarme al
lavabo; sé lo que debe estar pensando, por nada del mundo pienso dejar
que se chive a Lucifer, si así fuera me obligaría a meterme en cama y no me
dejaría acudir a la firma con Jacob y no pienso seguir retrasando esto. Le
pido que me deje unos minutos mientras voy al vestidor a cambiarme de
ropa. Al salir lo veo mandando mensajes con el móvil, cuando nota mi
mirada, levanta la vista; entrecierro los ojos, espero que no estuviera
haciendo lo que creo, él pone los ojos en blanco y vuelve a guardar el
teléfono en su bolsillo.
—Tranquila, no le estaba diciendo nada al Diablo, mi lealtad está
contigo.
Asiento, más le vale que así sea. Salimos de la habitación con él por
delante y cuando llegamos a la planta baja toma dirección al sótano, ¿por
qué va por ahí? El coche está en el otro sentido.
—¿A dónde vas?
—¿No quieres despedirte de tu rey?
Me encojo de hombros, ya me he despedido después del desayuno,
aunque será agradable ver lo que le está haciendo a Jeremy. Llegamos a la
puerta de la sala, donde lo único que se escuchan son gritos y se me eriza la
piel, no sé qué le está haciendo, pero no querría estar en su lugar. Chris
abre la puerta sin llamar y se hace a un lado para que pase primero; mi
diablo y sus demonios se dan la vuelta al sentir la interrupción. Fijo la vista
en la persona que sostiene el mazo, tiene los ojos oscurecidos y su mirada
es de esas que avecinan muerte; me encanta verlo así, tiene algo que me
vuelve loca.
—Scarlett, suerte que eres tú; por favor, habla con él, dile que me deje
marchar, hazlo por el amor que nos tuvimos en su momento.
Pobre tonto, acaba de conseguir enfurecer más a Lucifer, si antes tenía
una expresión perversa, ahora se ha vuelto peor, me encanta. Ignoro por
completo las súplicas de Jeremy y voy directa a mi hombre, coloco una de
mis manos en la cintura de su pantalón mientras con la otra recorro su
pecho hasta llegar a su rostro y, entonces, me pongo de puntillas y le doy
un beso suave y lento en los labios.
—Venía a decirte que ya me marcho —susurro contra sus labios.
Él me coge de la cintura, ciñe mi cuerpo contra el suyo y pega sus labios a
los míos en busca de más. Su beso no es lento ni dulce, sino fuerte, duro,
posesivo; está marcando su dominio sobre mí delante de mi ex. Su mano
comienza a bajar hasta mi nalga y la aprieta con fuerza, doy un pequeño
respingo por el estrujón, pero no lo detengo; a una parte de mí le encanta
que se ponga en este plan.
—Te prometo que cuando vuelva de la firma terminaremos esto —le digo
mientras me separo.
—Lo estaré esperando con ansias.
Me estiro y le doy un beso rápido en los labios para marcharme; ya voy
justa de tiempo, no quiero hacer esperar a Jacob. Veo que a Jeremy le han
tapado la boca, me mira con súplica, pero me da igual, él se lo buscó. Llego
a la puerta lista para marcharme, pero Chris no se mueve, está de pie con la
mirada fija en Raf. Antes de que pueda decir algo, se adelanta, lo coge por
la nuca y pega sus labios a los suyos besándolo con ansias mientras juntan
sus cuerpos. El beso dura unos minutos, luego se separa y pega su frente a
la de él mientras aún le sujeta la nuca. Estoy en completo shock, jamás en
todos los años desde que conozco a Chris lo había visto besar a alguien con
gente a su alrededor. Una vez se aparta de Rafael, este lo mira con
desconcierto, está tan sorprendido como yo. Cuando se da la vuelta y me ve
mirándole con la sonrisa tonta que sé que tengo, pone los ojos en blanco,
mete las manos en los bolsillos y se encamina hacia mí.
—Eso es una despedida, no lo que tú has hecho.
—Lo mío también es una despedida, no necesito montar un numerito
como el tuyo —respondo, cruzándome de brazos.
—Cagona —me dice al oído lo suficientemente alto para que todos lo
escuchen.
Aprieto la mandíbula, odio que haga eso. Me lo quedo mirando con rabia
mientras mi supuesto demonio, como todos le llaman, comienza a
despertar. Paso la mirada de él a mi Diablo, no soy ninguna cagona. Me
doy la vuelta y corro en dirección a Lucifer, que al verme venir deja caer el
mazo, me levanta del suelo y coloca las manos en mis nalgas mientras
enrollo mis piernas y mis brazos a su alrededor. Comienzo a besarlo con
ira y rencor, por lo que me llamó Chris, pero con el paso de los segundos se
va convirtiendo en deseo y lujuria.
—¡Fuera! —ruge, separándose un momento de mis labios.
Escucho cómo uno a uno salen por la puerta, en este momento me da
igual dónde estamos o si llego tarde, Jacob tendrá que esperar. Sus manos
comienzan a deslizarse por debajo de mi vestido, suerte que me cambié y
no me dejé la falda de tubo que llevaba antes. Se da la vuelta y apoya mi
espalda contra la pared mientras comienza a descender por mi cuello,
cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás mientras disfruto de sus besos,
que se abren paso hasta mis pechos. Siento unos balbuceos y abro los ojos
de golpe; mierda, me había olvidado de él.
—Alexander, está Jeremy aquí —digo entre jadeos mientras intento
separar su rostro de mis pechos.
—Rafael le ha tapado los ojos, no puede ver nada —responde entre
besos.
No sé si eso me convence del todo, pero antes de que pueda volver a
protestar, mi Diablo libera uno de mis pechos y se lo lleva a la boca; madre
mía, comienzo a mover las caderas contra su ya muy visible erección y
consigo arrancarle un gemido. Adoro escuchar lo que provoco en él, lo cojo
por el rostro levantando su cabeza y pego mis labios a los suyos mientras
con las manos comienzo a desabrocharle los pantalones. Una vez lo logro,
los dejo caer junto con su ropa interior, ahora está libre. Él me coge por las
caderas con una mano mientras con la otra separa mi ropa interior para
penetrarme con fuerza; al hacerlo se me escapa un fuerte gemido y me
muerdo el labio, Jeremy no puede vernos, pero sí oírnos.
—No —dice separando mi labio de mis dientes con su dedo—, quiero
que te oiga, quiero que sepa a quién perteneces.
Esa petición, por extraño que parezca, logra excitarme más. Abro la boca
y doy rienda suelta a los jadeos, gemidos y gritos que este hombre provoca
en mí, él comienza a penetrarme con más fuerza y une sus gemidos a los
míos mientras nuestro espectador balbucea con más fuerza.
—Joder, mi rey, no voy a poder aguantar mucho más —digo entre
gemidos.
Alexander me coge por la cintura y se mueve conmigo encima de él
mientras me hace subir y bajar por su miembro. Se me eriza la piel, se me
doblan los dedos de los pies y mis paredes se aprietan a su alrededor con
cada penetración.
—Alexander… no puedo… voy a…
—Córrete para mí, mi reina.
Con esa simple frase hace que explote echando la cabeza hacia atrás
mientras grito su nombre, en ese instante me separa de su cuerpo y mis
jugos se esparcen por fuera, me coge con un brazo por debajo de los muslos
mientras con la mano libre agarra su polla y se corre fuera de mí. Me dejo
caer encima de él, completamente agotada, y cuando termina me abraza
con fuerza mientras me deja pequeños besos por el cuello.
—¿Sabes que esto fue lo primero que pensé en hacerle una vez supe de su
existencia?
Me separo de él sin entender lo que quiere decir, me sonríe y me hace un
gesto con la cabeza para que mire lo que hay detrás de mí. Me giro y me
quedo estupefacta, no puedo creer lo que veo. Por eso me apartó y se corrió
fuera de mí, Jeremy está detrás de nosotros completamente cubierto con
nuestros jugos. No sé qué responder a esto, ¿de verdad pensó en hacerlo
desde que supo quién era Jeremy? Cuando abro la boca para responder,
una llamada a la puerta desvía mi atención.
—Scarlett, vamos con retraso. Jacob ya ha llamado y está de camino —
escucho la voz de Chris.
Mierda, voy a llegar tarde. Alexander me baja con cuidado y me tiende
unas toallas húmedas para que me limpie. Una vez termina de asearse, se
sube la ropa y se acerca a mí para darme un beso lento mientras acaricia mi
rostro.
—Coge el helicóptero.
—¿Y los escoltas?
—K&J tiene helipuerto, puedes ir y venir en helicóptero. Con el piloto y
Christopher será suficiente.
Sonrío como una niña cuando termina de hablar, ya no recuerdo la
última vez que pude salir sin tanta gente. Le doy un beso rápido y me voy a
toda prisa antes de que cambie de idea. Cuando llego a la puerta me llama,
me giro fijando mi mirada en la suya.
—Ida y vuelta, no quiero que salgas de ese edificio.
—Como mande mi rey —contesto sonriente.
Él me devuelve la sonrisa y me hace un gesto para que me marche, abro
la puerta y salgo a toda prisa, soy consciente de que han escuchado hasta la
última palabra. Christopher viene pisándome los talones mientras
ponemos rumbo al helipuerto, necesito llegar cuanto antes.
Llegamos a K&J, donde Jacob ya nos espera. Entramos en la sala y
firmamos todo, como lo teníamos previsto. Cuando terminamos, soy
oficialmente la nueva propietaria de este imperio. Observo los papeles en
mis manos, aún no me creo que esto acabe de suceder.
—Aún estás a tiempo de echarte atrás —digo mirando a Jacob.
—¿Por qué iba a hacerlo?
—Es el legado de tu esposa, ¿de verdad lo quieres poner en mis manos y
las de Alexander?
—Fue lo que ella siempre quiso.
—Pero yo no soy…
—Sé quién eres —me interrumpe—. Y por eso te lo cedo. Ahora, si no te
importa, tengo un avión que coger —dice, poniéndose de pie.
—¿Te marchas?
—Sí, tengo asuntos que atender en el extranjero.
—Pero voy a poder llamarte, ¿no? —pregunto mientras me incorporo
también.
—Mi teléfono estará siempre disponible para ti.
Dicho eso, comienza a caminar en dirección a la puerta. No sé qué me
lleva a hacer lo que hago, pero verlo marcharse provoca que se me apriete
el pecho y comience a sentir un vacío dentro, como si la persona que va a
salir por la puerta fuera parte de mí.
—¡Jacob! —lo llamo y se detiene justo a la puerta.
Se gira y antes de que pueda decir nada, me abalanzo encima de él y le
abrazo con fuerza. Al principio se queda quieto y pienso que quizás me he
excedido, pero antes de que pueda separarme de él, envuelve sus brazos
alrededor de mí e impide que me mueva. Vuelvo a abrazarlo mientras
apoya su nariz contra mi pelo.
—Lo harás bien, pequeña.
—Daré lo mejor de mí —digo, con las lágrimas cayendo por mis mejillas.
Él se separa de mí y comienza a pasar sus pulgares por mi rostro en un
intento de limpiar mis lágrimas.
—Lo siento, últimamente estoy un poco sensible.
Me sonríe sin decir nada, vuelve a abrazarme y me da un beso en la
cabeza; Dios, no sé qué tiene, pero sus abrazos me dan un consuelo que
nunca nadie pudo darme, en ellos me siento segura y en paz. Jacob vuelve a
besarme y coge aire mientras se separa de mí, se me queda observando,
debe de ser mi cerebro jugándome una pasada, porque juraría que parece
estar a punto de llorar. Me dedica la última sonrisa, se da la vuelta y se
marcha sin mirar atrás. Espero unos minutos para salir, si lo hago ahora
no sé si seré capaz de no ir corriendo tras él para rogarle que no se marche.
Cuando por fin salgo de la sala está Chris esperándome, listo para
marcharnos. Ha estado muy callado desde que salimos del almacén, ya le
preguntaré más tarde; ahora mismo estoy agotada y lo único que quiero es
irme a casa con mi rey.
Llegamos al helicóptero y el piloto ya está en su sitio. Mi torre me abre la
puerta, me ayuda a subir y se detiene para comprobar si tengo bien
abrochado el cinturón. Me recuesto a un lado, perdida en mis
pensamientos, y cuando vamos por la mitad del camino el aparato
comienza a hacer ruidos extraños y a balancearse de un lado a otro. Me
incorporo, rígida, y observo todo a mi alrededor.
—¿Qué sucede? —pregunto, a punto de entrar en pánico.
—Alguien nos está apuntando con misiles, mi reina —contesta el piloto.
Se me escapa toda la sangre del rostro y el corazón comienza a golpear
mi caja torácica con tanta fuerza que parece salirse de mí. Miro a Chris y
me devuelve una mirada que refleja varios sentimientos que no soy capaz
de descifrar.
—No te pasará nada, pero necesito que te relajes.
—¡¿Cómo quieres que me relaje, Chris, te has vuelto loco?! —le grito.
No me responde, se acerca a mí y lleva su mano a mi hombro haciendo
algo de presión, y antes de que sea capaz de procesar lo que está
ocurriendo, mi visión se vuelve borrosa y me hundo en la oscuridad.
CAPÍTULO 62
Alexander

M
i hermosa reina sale por la puerta con la cabeza baja sin querer
establecer contacto visual con ninguna de las personas de ahí
afuera; sonrío, me encanta que sea capaz de todo y luego le entre
la vergüenza por sus acciones. Mis dos torres entran mientras sigo absorto
en la locura que provoca esa mujer en mí, cómo es capaz de tornar mi
mundo patas arriba con una sola sonrisa o un gesto… Sería capaz de lo que
fuera con tal de verla feliz.
—¿Qué se supone que vamos a hacer con esto?
Siento la voz de Rafael y vuelvo mi atención a la persona atada en la
camilla. Cuando mi reina interrumpió en la sala, lo único que le había
hecho a este desgraciado había sido romperle una mano con el mazo; ahora
está completamente morada e hinchada y además tiene el fruto de mi
encuentro cubriendo su cuerpo.
—Seguiremos donde estábamos —respondo mientras me agacho a coger
otra vez el mazo.
Le hago un gesto a Matt para que saque la venda y la mordaza de nuestro
prisionero; quiero escucharle, de no poder hacerlo, perdería toda la gracia.
Antes de que pueda abrir esa estúpida boca para alguna estupidez, golpeo
la mano que aún estaba sana con el mazo y rompo sus huesos en pedacitos.
La basura comienza a gritar como un desesperado y a llorar como un niño,
he torturado a muchas personas de maneras mucho más sanguinarias que
esta, hombres y mujeres, y sin duda él es quien más grita y llora de todas.
—Bien, ¿qué más podemos usar? —pregunto en voz alta.
—¿Qué tal la sierra? Podríamos amputarle algunos dedos de los pies —
responde Matt.
Me encojo de hombros, la verdad es que con esta escoria cualquier cosa
me vale. Cojo la sierra, listo para comenzar mi labor, y cuando me
aproximo a sus pies vuelve a rogarme. Suspiro, quizás lo mejor sea taparle
la boca de nuevo. Le hago un gesto a Raf para que lo amordace mientras
presiono el filo en su dedo gordo.
—Espera, puedo darte información de Jacob.
—No me interesa, gracias —respondo sin prestar atención.
—¡Información sobre Jacob y Scarlett! —grita cuando siente que
comienzo a cortar su carne.
Eso hace que me detenga en seco, me levanto y me sitúo justo delante de
su rostro, llevo la sierra a un lado de su cabeza y la apoyo en su oreja.
—Habla, pero como me mientas, empezaré a cortar otras cosas —digo
entre dientes.
—Él la conocía desde mucho antes que tú, eso que dijo de entregarle K&J
no es la razón por la que la secuestré, ella siempre ha sido la heredera.
—¡Sé más claro! —le grito.
—Nadie sabe de dónde sacó Jacob a Scarlett, pero él fue quien le pagó
todos sus estudios, él la preparó desde pequeña para tomar el control de
K&J; por eso yo me acerqué a ella en la universidad, por eso la secuestré
cuando me di cuenta de que jamás sería mía. Si no la tengo a ella lo
perderemos todo.
—Eso no tiene sentido, Scarlett fue a un internado desde pequeña, fue
su padre quien la mando allí —interviene Rafael.
—No, el internado fue pagado por él y las institutrices fueron llevadas en
los viajes de la empresa. Mi padre lo descubrió con el tiempo y eso le llevó a
Scarlett; fue entonces cuando Jacob le contó que ella lo iba a heredar todo.
—Entonces ¿el padre de Scarlett estaba al corriente de todo? —pregunta
Matt.
—O Jacob es el padre de Scarlett —interviene Raf.
Mi cabeza no para de darle vueltas a todo. Es imposible que sea su padre,
yo vi morir a Liliana y al bebé, vi el dolor de Jacob al perderlas, eso es
imposible de disimular. Pero lo que nos está contado tiene sentido, él es el
único capaz de ocultar algo así, por eso somos incapaces de rastrear su
pasado. Sin embargo, también conozco a Jacob, si ha hecho todo esto tiene
que haber una razón.
—¿Por qué? —le digo haciendo presión con la sierra.
—¡No lo sé! —dice entre llantos—. Nadie lo sabe, yo creo que es por el
parecido de ella con su difunta esposa. Siempre he sospechado que la veía
como la hija que perdió. Lo que sí conozco es la obsesión que tiene por ella.
—¿A qué te refieres con obsesión?
—Jacob viajaba varias veces al año para verla, pedía informes a diario de
su estado y cada vez que alguien le hacía algún daño o se metía con ella,
tomaba represalias sin que nadie lo supiera. Incluso se llegó a decir que
tenía a alguien cuidándola en todo momento, ella es su punto débil.
Cuando me dispongo a hacer más preguntas, alguien irrumpe en la sala
con un fuerte portazo. Todos nos giramos para comprobar quién es el
audaz capaz de interrumpirnos así. Veo a Alexa entrar muy alterada con
los ojos rojos, a punto de llorar. La sierra se desliza de mi mano. La he
dejado ir sola, le he quitado las escoltas y la he enviado junto al hombre que
está obsesionado con ella.
—Mi rey —dice con la voz entrecortada.
—¿Qué sucede? —pregunta Rafael dando un paso adelante.
—Hemos perdido contacto con el helicóptero, lo último que sabemos es
que se conectaron pidiendo auxilio, pero antes de decirnos qué pasaba se
ha cortado la transmisión.
—Fue él, él se la ha llevado, jamás dejaría que fuera tuya —escucho a la
basura hablar.
Antes de que reaccione, Matt ya le ha partido el cuello. Le hago un gesto
de agradecimiento, no podía seguir escuchándole. Cierro los ojos y tomo
aire, intento procesar todo lo que nos ha contado y lo que acaba de pasar,
necesito centrarme para encontrar a mi reina. Cuando los vuelvo a abrir,
todos me miran esperando mis órdenes.
—¿Sabemos la última ubicación del helicóptero y si ella iba dentro? —
pregunto mientras salgo por la puerta.
—Sí, Dominik está de camino con varios hombres y tenemos
confirmación de que la reina iba en el helicóptero junto con la torre y el
piloto.
—¿Y la ubicación de Jacob?
—Está en su casa y, según nuestras fuentes, va a salir en poco tiempo,
tiene un avión esperándole.
—Bien, quiero todas las comunicaciones abiertas y a los hombres que no
fueron a la búsqueda, preparados y en los coches en cinco minutos. Tú te
quedas aquí dirigiendo las comunicaciones.
—Mi rey, déjeme ir —ruega Alexa.
—No, si te pasara cualquier cosa, mi reina me mataría.
Ella asiente a regañadientes y nosotros vamos a la armería para
prepararnos, si este cabrón pensó que podía llevarse a mi reina está muy
equivocado. Cuando tenemos todo listo y los hombres están preparados,
nos dirigimos a los coches. En ese instante llega un vehículo y Luisa baja de
él, se queda mirando a todo el mundo con el ceño fruncido. No tengo
tiempo de contarle nada, ahora tengo que llegar antes de que Jacob coja ese
avión.
—Sube, te lo explicamos por el camino —ordeno.
Ella se coloca en el asiento del copiloto, Matt en el del conductor, y Rafael
y yo detrás. Por el camino ponemos a Luisa al corriente, se queda muy
pensativa y callada procesando la información. Pensé que se pondría como
loca, pero la veo absorta en sus pensamientos. Cuando estamos llegando a
la mansión de Jacob, me informan de que Dominik ya ha encontrado el
helicóptero con el piloto inconsciente, no hay rastro de Christopher ni de
Scarlett. Por lo menos no hay señales de lucha, balas ni sangre, eso
significa que ella ha de estar sana. Lo que sí han encontrado fueron rastros
de otro helicóptero más grande que el nuestro y el aviso de misiles estaba
encendido, lo que nos hace sospechar que usaron esa amenaza para
hacerlos descender. Están intentando averiguar algo más o rastrearlo de
alguna manera.
—Mi rey, parece que Jacob sale con su escolta —me comunican desde
otro vehículo.
—Cortadle el paso —ordeno—. Luisa, cuando bajemos quédate en el
coche; está blindado, estarás segura aquí.
Asiente en señal de comprensión. Sigue en silencio desde que le
contamos todo; igual debería haberla dejado con Alexa en el almacén, si
algo le pasa, Scar me mata. Cuando nos aproximamos a nuestro destino,
veo que varios de mis coches están cortando el paso a los de los hombres de
Jacob, nadie se ha bajado de sus vehículos, todos esperan el próximo
movimiento del otro. No tengo tiempo para esto, no pienso entrar en sus
estúpidos juegos mentales. En cuanto el coche se detiene, me bajo con
Matt y Rafael detrás de mí. Cuando me ven, todos mis hombres hacen lo
mismo y rodean a Jacob y sus hombres.
—¡Jacob, baja! —le grito.
La puerta de uno de los coches se abre y todas las demás al mismo
tiempo, él se baja del coche del medio, parece despreocupado por
completo, mira a su alrededor y vuelve a posar su mirada en mí.
—Me conmueve tu cortejo de despedida, Diablo, pero no hacía falta.
—No me vengas con estupideces, Jacob, ¿dónde está?
—Vas a tener que ser un poco más específico.
—No te hagas el tonto, no estoy de humor, el niñato nos lo ha contado
todo sobre tu obsesión por ella. Ahora dime, ¡¿dónde cojones está mi
reina?!
Él arruga la nariz al escucharme, parece bastante sorprendido,
seguramente no esperaba que nos enterásemos antes de que se la llevara.
—No sé qué te habrá contado ese niño, pero tu reina se quedó en K&J
cuando yo me fui.
—La reina fue asaltada en el helicóptero de camino al almacén y ahora no
aparece —interviene Rafael.
Jacob abre los ojos al escuchar a mi torre, los vuelve a poner en mí, da
unos pasos en mi dirección y todos mis hombres se adelantan.
—¡¿La has perdido?! —me grita.
—Tú te la has llevado —le acuso.
—¡Quiero una explicación! —vuelve a gritar.
—No eres mi rey, Jacob; no tengo que darte nada, eres tú quien tiene que
dar explicaciones.
—No te lo decía a ti, Diablo; hablaba con mi torre.
Frunzo el ceño, ¿cómo que su torre? Aquí no hay ninguno de los suyos.
Me fijo en él, está mirando en mi dirección, pero no a mí, sino justo detrás.
Me giro junto con mis torres y, al darnos la vuelta, nos quedamos los tres
de piedra. La persona que estaba detrás de mí pasa a mi lado y se coloca en
medio de todo el caos.
—Mi rey —dice, inclinando la cabeza.
—No quiero reverencias, Luisa. Quiero explicaciones.
—Por lo que se sabe, en mitad del camino han recibido una amenaza de
misiles y los han hecho descender. Las huellas en la zona determinan que
ha sido un aparato mucho más grande que en el que viajaba ella. Teniendo
en cuenta el tamaño del helicóptero y el armamento que llevaba, estoy
segura de que eran ellos, parece que la han encontrado.
Al oírla, Jacob se da la vuelta y comienza a patear la puerta de su coche, la
abolla por completo mientras nadie se mueve, todos sus hombres están
esperando sus siguientes órdenes. Nosotros continuamos mirando a Luisa;
sigo sin poder creer que sea la torre de Jacob, nunca le vi ninguna marca, ni
Matt tampoco. Es verdad que siempre pensé que sería una gran torre, pero
nunca imaginé que ya lo fuera. Miro a mi mano izquierda, está igual o más
sorprendido que los demás; da un paso adelante, pero ella lo detiene
levantando la mano.
—Ahora no, Matt, luego hablamos.
A mí me dan igual sus dramas, yo solo quiero saber dónde está mi reina y
quiénes son ellos.
—Sabes dónde está y quiénes la tienen, ¿a qué estamos esperando? —le
digo a Jacob.
Él deja de destrozar su coche y se gira para verme, observa todo a su
alrededor y se lleva las manos al cabello tirando de él con fuerza a la vez que
coge aire.
—Entremos, Diablo, tenemos mucho que hablar —dice mientras se pone
en marcha a su casa.
Todos sus hombres caminan detrás de él, incluyendo a Luisa, solo unos
pocos quedan detrás para mover los coches y les hago un gesto a los míos
para que hagan lo mismo. Él sabe dónde está mi reina, así que no pienso
quedarme aquí sin hacer nada, después de ver su reacción tengo claro que
a él le gusta tan poco lo sucedido como a mí.
Entramos a su casa y nos lleva directamente al salón. Miro a mi
alrededor, parece que nada ha cambiado. Él se sirve una copa y me entrega
otra a mí mientras toma asiento.
—Luisa, prepara todo, nos quedamos indefinidamente —ordena a su
torre.
—Sí, mi rey —responde ella, para luego darse la vuelta y salir de la sala.
La sigo con la mirada, los hermanos también lo hacen, sigo sin creerme
que no nos diéramos cuenta de que era una pieza, y no cualquier pieza,
una torre de Jacob.
—Tomad asiento, señores, la historia es larga.
—No quiero historias, Jacob, quiero a mi reina.
—Lo sé, Diablo, y te puedo garantizar que tú no quieres más a tu reina de
lo que yo quiero a mi hija, así que ahora calla y siéntate. Tenemos mucho
que hablar si la queremos recuperar.
Se me va todo el aire del cuerpo, ¿escuché mal o Jacob acaba de referirse
a Scarlett como su hija? Sin hacer más preguntas, tomo asiento como me
ha dicho. Algo en mí me dice que es importante que escuche lo que va a
decir.
CAPÍTULO 63
Carlton

E
stoy de pie observando el jardín a través de las ventanas del
despacho de la mansión, los jardineros están repasando el césped
mientras otros podan los arbustos. Es un día soleado, sin una sola
nube que avecine agua, raro para ser Londres. Mi madre sigue con sus
quejas constantes una tras otra, mi supuesto padre la escucha con
atención; es su marioneta, él hace todo lo que ella manda.
—¿Me estás escuchando, Carlton?
—¿No lo hago siempre, madre?
—Si así fuera, estarías haciendo algo. Se nos acaba el tiempo; en cuanto
el viejo muera, se acabó.
—El chico no puede hacer nada, Renata, el viejo no quiere ni verlo.
—Tú cállate, todo esto es culpa tuya. Si no la hubieras matado, nada de
esto habría pasado.
—¿Cómo iba yo a saber que lo protegería? La idea era que fuera él quien
muriera, no ella.
—¿Habéis terminado de discutir? —pregunto mientras tomo asiento en
mi silla.
—De verdad, Carlton, no puedo entender cómo estás tan tranquilo, ni
siquiera sabemos a quién ha nombrado el viejo como heredero. En cuanto
muera, todo se irá con él, nos echarán a la calle, seremos el hazmerreír de
todos y tú serás tachado de bastardo.
Golpeo con el puño la mesa al escucharla, odio esa palabra.
—¿Y de quién es la culpa de eso, madre? —digo entre dientes.
—Cariño, yo…
Antes de que comience con sus lágrimas de cocodrilo, abro el cajón de mi
escritorio y tiro unas fotos en su dirección. Ella las recoge y las observa con
cuidado; aprieta los labios, parece que reconoce a la persona.
—¿Por qué tienes fotos de él? Es imposible que sea el heredero, odia a tu
abuelo más que a nadie.
—Su familia lleva generaciones sirviendo a la nuestra, aunque la relación
se rompiera por culpa del viejo, eso no significa que dejaran de ser leales.
—Te has vuelto loco, es imposible que él regrese junto al viejo o que este
lo nombre su heredero, el chaval lo culpa por la deshonra de su familia.
—Nunca dije que sirviera al abuelo —digo con una sonrisa.
—¿Lo reclutaste? Ahora sí que te has vuelto loco, me responsabilizan de
la muerte de su rey.
—Te acusan a ti, no a mí. Él lo único que quiere es ver a un Kensington
en el trono y poder ser su torre para devolver el honor a su apellido.
—Pero tú no eres un Kensington de verdad, ¿por qué te iba a servir? —
interviene mi padre.
Tenso la mandíbula, odio que me recuerden esto. Vuelvo a abrir el cajón
y les lanzo un periódico, ellos lo cogen y comienzan a leer.
—¿Por qué te interesa la gala de K&J? —pregunta mi padre.
—Fijaos en la foto.
Ambos observan con más atención y abren los ojos por la sorpresa,
parece que por fin se han dado cuenta.
—¿Él está con Jacob? —pongo los ojos en blanco, no entiendo cómo han
sido capaces de llegar donde están.
—Fijaos en la chica —digo mientras masajeo mi frente.
—¡Es imposible!
—No lo es, madre, ahí la tienes en la foto y con su torre detrás, ¿cuántas
posibilidades hay de que no sea ella?
—Soy consciente de que es ella, Carlton, esos ojos son la prueba. ¿El viejo
lo sabe?
—Por ahora no, la han mantenido bien oculta.
—Eso significa que podemos volver al plan original —dice ella con una
sonrisa—. Lo único que tenemos que procurar es que él no se entere hasta
que ya esté hecho.
—Eso sería un poco difícil teniendo en cuenta a quién tiene como rey,
pero no os preocupéis, ya tomé medidas para que fuera ella quien viniera a
mí.
—¿Qué has hecho? —pregunta mi padre.
—Hablar con la persona adecuada.
—Espero que no hayas acudido a él —dice mi madre señalando con el
dedo la foto de la torre.
No contesto, me recuesto en mi asiento y me relajo. He hecho lo que ellos
nunca pudieron hacer y gracias a ello obtendré todo lo que siempre tuvo
que ser mío.
—No puedo creer que lo hayas hecho, no puedes confiar en él. Su lealtad
está con ella, no contigo.
—Cálmate, madre, hicimos un trato, yo le doy lo que él más quiere y él
me da lo que más quiero yo.
—¿Y qué se supone que es eso? Él lo único que quiere es ver a Kensington
en el trono, ¿eso significa que se lo vas a entregar a ella?
—No se lo voy a entregar, pero con ella a mi lado el trono me pertenece
por derecho y cuando tengamos un heredero me aseguraré de que mi linaje
permanezca.
—¿Y qué harás con ella una vez te dé tu heredero? ¿Crees que su torre va
a permitir que le pase algo?
—Él cree que ella va a compartir el trono conmigo, pero lo que no sabe es
que una vez tenga lo que quiero, ella ya no me será necesaria, quién sabe,
siempre puede enfermar, ¿no es esa tu especialidad, madre?
—¿Cómo piensas hacer que ella esté contigo? —pregunta mi padre—.
Conoces al viejo, no tardará en enterarse de que está aquí.
—Tengo mis métodos.
—Esto no me termina de convencer, Carlton, ¿qué pasa si la torre te
engaña y no la trae?
—Ella ya está aquí.
Ambos se quedan con los ojos muy abiertos por la sorpresa, son
incapaces de creer lo que les digo. Para mi madre, nada está bien hecho si
no lo planea ella, pero esta vez he sido yo quien lo ha hecho todo y por eso
está saliendo como es debido. Puedo ver todas las preguntas que asoman
en la cabeza de mi madre, pero antes de que pueda decir nada, alguien
llama a la puerta. Ya imagino quién puede ser.
—Mi rey —me saluda inclinando la cabeza, adoro esta sensación.
Espero para que diga lo que vino a decir, pero se queda de pie y observa a
mis padres con la mandíbula tensa y los ojos cargados de ira. Ellos dan
unos pasos atrás, la reputación de este hombre le precede y sin duda mi
madre encabeza su lista de personas a las que matar.
—Habla —le ordeno, y su atención vuelve a centrarse en mí.
—Ella está despierta.
Sonrío mientras me pongo de pie y emprendo camino hacia la puerta, es
hora de conocer a mi futura esposa. Mi torre se hace a un lado para
dejarme pasar, mis padres se apresuran a seguirme, pero él les corta el
paso al instante.
—No creo que sea bueno para su salud tener tantas visitas juntas —dice
entre dientes con la mirada fija en ellos.
—Estoy de acuerdo, padres, os quedáis aquí.
—¡Carlton! —grita mi madre.
La ignoro y sigo mi camino con mi torre detrás de mí. Siempre quise
saber cómo se siente teniendo torres, ahora puedo decir que es una
sensación increíble, el ser llamado rey, la reverencia, tenerlos cubriendo
tus espaldas te embriaga de poder, un poder que siempre tuvo que haber
sido mío.
Llegamos al dormitorio donde ella se aloja y abro la puerta sin llamar. Al
entrar, la veo sentada en la cama masajeándose la frente con su pequeña
mano. Cuando nota mi presencia, levanta la mirada y conecta sus ojos con
los míos. Me quedo sin palabras, es mucho más hermosa que en las fotos;
voy a disfrutar mucho haciéndola mía, aunque sea por una temporada.
Doy unos pasos dentro, mi torre cierra la puerta detrás de mí y se queda
fuera custodiando para que nadie nos interrumpa. Ella frunce el ceño a
medida que me voy acercando, me evalúa de pies a cabeza, yo hago lo
mismo recorriendo todo su cuerpo; con lo bien que se ve, nadie diría que
lleva tanto tiempo durmiendo. Vuelvo a poner mis ojos en los suyos, ella
me sostiene la mirada y provoca en mi interior un tsunami que lo arrasa
todo.
Me rasco la garganta para recuperar la voz.
—Ya era hora de que despertaras, mi querida Lilith.

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