DAÑOS UNIDAD 3

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UNIDAD III – PRESUPUSTOS (CONTINUACIÓN)

Daño.
Concepto.
El artículo 1737 el CCYC sostiene que “hay daño cuando se lesiona un derecho o un interés no reprobado por el
ordenamiento jurídico, que tenga por objeto la persona, el patrimonio, o un derecho de incidencia colectiva.”

Naturaleza jurídica: teorías.


● Doctrina que identifica daño con lesión a un derecho subjetivo: sostiene que el daño es la lesión a un derecho
patrimonial o extrapatrimonial. La distinción se centra en el distinto carácter del derecho lesionado y guarda
relación con la gran división de los derechos. Así como la lesión de un derecho patrimonial debería generar un daño
de esa naturaleza, la lesión a los derechos extrapatrimoniales debería producir un daño moral. A esta teoría se le
critica la inexactitud en cuanto a que la lesión de un derecho extrapatrimonial arroje necesariamente un daño de esa
índole; por lo general, un menoscabo de aquella naturaleza puede generar, además del daño moral, también uno de
carácter patrimonial. Para superar ello, los adherentes a ésta distinguieron entre daño extrapatrimonial o moral con
repercusión sobre el patrimonio y daño moral puro.
● Doctrina que identifica daño con lesión a un interés legítimo: el daño consiste en la lesión a un interés
jurídicamente protegido. La distinción entre daño patrimonial y extrapatrimonial no radicaría en el distinto carácter
del derecho lesionado, sino en el interés diverso que actúa como presupuesto de ese derecho. Y como un mismo
derecho puede tener como presupuesto intereses de distinta índole, es esto último lo que debería computarse a la
hora de determinar si el daño asume uno u otro carácter.
Se advierten discrepancias en torno a la extensión que se asigna al concepto intereses extrapatrimoniales, ya que
algunos le otorgan un sentido muy amplio excediendo los que se relacionan con la espiritualidad del damnificado y
otros solamente lo consideran a los intereses del espíritu, con alcance más restringido, descartando que la persona
jurídica pueda ser víctima de daño moral. También se observan desencuentros a la hora de calibrar la forma y modo
de medir el daño moral. En tanto algunos proclaman que en el daño moral el perjuicio coincide con la actividad
dañosa, otros afirman la necesidad de valorar el detrimento tomando en cuenta la medida en que fue conculcado el
interés protegido.
● Doctrina que toma en cuenta la lesión a un interés jurídicamente protegido y el resultado o consecuencia que
causa el detrimento: sostiene que para determinar el concepto de daño es fundamental formular una distinción
necesaria entre daño en sentido amplio (abarcado por el artículo 1737) y daño resarcible (bajo la denominación de
indemnización del artículo 1738).
En un sentido amplio se lo identifica con la ofensa o lesión a un derecho, o a un interés no ilegítimo de orden
patrimonial o extrapatrimonial. Así concebido todo hecho ilícito, por definición, debería producirlo, ya que la
acción u omisión ilícita presupone siempre una invasión en la esfera de derechos ajenos.
Por su parte el daño resarcible o indemnizable es la consecuencia perjudicial o menoscabo que se desprende de la
aludida lesión. Entre ésta y aquél hay una relación de causa a efecto, siendo el daño resarcible esto último. De tal
modo no toda lesión a un derecho o al interés jurídicamente no reprobado por el ordenamiento jurídico, resulta
necesariamente apta para generar daño resarcible, patrimonial o extra patrimonial; habrá que estar siempre, además,
a la repercusión que la acción provoca en la persona.

Requisitos del daño resarcible.


El artículo 1739 del CCYC sostiene que “para la procedencia de la indemnización debe existir un perjuicio directo o
indirecto, actual o futuro, cierto y subsistente. La pérdida de chance es indemnizable en la medida en que su contingencia
sea razonable y guarde una adecuada relación de causalidad con el hecho generador.”
⮚ Certeza: el daño es cierto cuando resulta cualitativamente constatable su existencia, aun cuando no pueda
determinarse su cuantía con exactitud. Se relaciona con la índole del interés conculcado y con consecuencia
perjudicial que genera la acción lesiva. En contraposición a ello, un daño puramente eventual o hipotético no es
idóneo para generar consecuencias resarcitorias.
o El daño es actual cuando ya se ha producido al momento de dictarse sentencia. El juicio de valoración
acerca de su existencia y cuantía se realiza en términos de máxima certeza, sin desconocer el margen de
relatividad que siempre tiene la determinación del quantum indemnizatorio en materia de daño moral.
o El daño es futuro cuando todavía no se ha producido al momento de dictarse sentencia. Se presenta como
una posible prolongación o agravación del daño actual, o como un nuevo menoscabo futuro, derivado de
una situación de hecho actual. En estos casos hay cierto grado de aleatoriedad, mayor o menor según los
casos, lo cual no es incompatible con la idea de certidumbre; cuando la consecuencia dañosa futura se
presente con un grado de probabilidad objetiva suficiente, en función de las circunstancias del caso y no
como una simple posibilidad contingente, el daño futuro será cierto.
⮚ Subsistencia: el perjuicio debe subsistir al momento de dictarse la sentencia, pues nadie puede reclamar la
reparación de un daño que ya ha sido resarcido. Si el propio responsable es quien ha indemnizado el daño, su
obligación queda extinguida por pago, o por alguno de los otros modos de extinción previstos en el ordenamiento
jurídico. Si lo reparó un tercero (por ejemplo, compañía de seguros), la deuda de responsabilidad subsiste —en
principio— respecto de este. Si, finalmente, el bien menoscabado (daño fáctico, pero no jurídico) es reparado por la
víctima, entonces el perjuicio subsiste en su patrimonio, y debe ser resarcido.
⮚ Personalidad: sólo quien padece el perjuicio patrimonial o extrapatrimonial, de manera directa o indirecta, puede
reclamar su resarcimiento. Es directo cuando el titular del interés afectado es la víctima del ilícito; es indirecto
cuando el perjuicio propio deriva de una lesión a bienes patrimoniales o extrapatrimoniales de un tercero,
produciéndose el daño de manera refleja o de rebote. Por ausencia de este requisito no es posible demandar como
propia la reparación de un daño causado a terceros, lo cual no obsta a que quien pretenda la reparación no pueda
invocar en determinados casos el daño de terceros como elemento de su propia pretensión.

Quid de la seriedad del daño.


En el marco del Cód. Civil, algunos autores señalaban que el daño, para ser resarcible, debía ser "serio", pues no se resarcen
los daños mínimos. Esta postura fue objeto de muchas críticas, en especial por las nuevas formas de dañosidad como con
respecto a los derechos del consumidor: por lo general, los daños que se causan a los consumidores son de baja magnitud,
pero el universo de damnificados suele ser enorme, con el consiguiente lucro indebido que se produce, o la afectación
espiritual de la persona de los consumidores.
No existía una norma en el Cód. Civil al respecto, y tampoco se consagra la seriedad del daño como requisito.

Clasificación.
Patrimonial y extrapatrimonial o moral.
- Patrimonial: es el menoscabo que experimenta el patrimonio de una persona en sus elementos actuales o
posibilidades normales, futuras y previsibles, a raíz del hecho generador. Entendiéndose patrimonio como conjunto
de valores económicos, susceptibles de apreciación pecuniaria, su indemnización luce orientada a recomponerlo.
Lo relevante para calibrar el daño económico es ponderar integralmente la situación patrimonial del damnificado,
antes y después del hecho dañoso, en base a la teoría de la diferencia. El daño patrimonial puede manifestarse como
daño emergente, lucro cesante y pérdida de chances.
- Extrapatrimonial o moral: es una modificación disvaliosa del espíritu, en el desenvolvimiento de su capacidad,
como consecuencia de una lesión a un interés no patrimonial, que habrá de traducirse en un modo de estar diferente
de aquel al que se hallaba antes del hecho, como consecuencia de éste y anímicamente perjudicial. Sin embargo la
mera ausencia de sensibilidad no excluye la posibilidad de existencia del daño moral, ya que aun cuando no exista
consciencia del agravio el disvalor subjetivo puede configurase, porque el sufrimiento no es un requisito
indispensable aunque sí una de sus posibles manifestaciones más frecuentes.

Directo e indirecto.
El daño se manifiesta de manera directa en caso de afectar derechamente y sin interferencias a la propia persona del
damnificado o a sus bienes, mientras que es indirecto cuando el sujeto sufre “de rebote” por la lesión sufrida por un tercero,
pero que igualmente reclama a título propio.
Por ejemplo: en las lesiones el damnificado directo es el herido / son damnificados indirectos el cónyuge supérstite y los
hijos menores de la persona fallecida.
Daño y peligro de daño.
El daño es un menoscabo actual, efectivamente producido. El peligro de daño importa una razonable dañosidad potencial,
que es la que justifica la función preventiva.

Instantáneo y continuado.
El daño instantáneo es el que se produce en una sola unidad temporal, en un único momento (por ej., las roturas de un
automotor que producen daño emergente a su dueño, al tener que repararlo); en tanto que el continuado es el que se
prolonga en el tiempo' (por ej., verse 'privado del auto como instrumento de trabajo).

Presente y futuro.
El daño es actual o presente cuando ya se ha producido al momento de dictarse sentencia. El juicio de valoración acerca de
su existencia y cuantía se realiza en términos de máxima certeza, sin desconocer el margen de relatividad que siempre tiene
la determinación del quantum indemnizatorio en materia de daño moral.
Por su parte, el daño es futuro cuando todavía no se ha producido al momento de dictarse sentencia. Se presenta como una
posible prolongación o agravación del daño actual, o como un nuevo menoscabo futuro, derivado de una situación de hecho
actual. En estos casos hay cierto grado de aleatoriedad, mayor o menor según los casos, lo cual no es incompatible con la
idea de certidumbre; cuando la consecuencia dañosa futura se presente con un grado de probabilidad objetiva suficiente, en
función de las circunstancias del caso y no como una simple posibilidad contingente, el daño futuro será cierto.

Compensatorio y moratorio.
Daño compensatorio es aquel que se debe a raíz del incumplimiento absoluto y definitivo de la prestación. En tal caso la
prestación originaria modifica su objeto y se convierte en la de pagar daños e intereses. Sustituye a la prestación principal
mediante una indemnización pecuniaria, la cual no puede acumularse con la ejecución efectiva de la prestación, salvo en el
caso de inejecución parcial donde cabe compensar la parte incumplida de la obligación.
Daño moratorio es el que se adeuda con motivo de la mora del deudor en el cumplimiento de la obligación. La
indemnización, en este caso, es acumulable a la prestación principal, cuyo cumplimiento específico es todavía posible y útil
para el acreedor.
Por ejemplo: en caso de mora del deudor en el pago de una obligación dineraria, éste deberá el capital adeudado y los
intereses moratorios.

Interés positivo y negativo.


El daño al interés positivo es el menoscabo adicional que se resarce al acreedor cuando se concreta la ejecución forzada
directa o indirecta, es decir, aquello que el acreedor tiene derecho a obtener como reparación en caso de que el contrato
celebrado hubiese sido cumplido según lo pactado por el deudor. Está conformado por el daño moratorio y compensatorio,
según los casos.
El daño al interés negativo, o de confianza, es aquel que se compone por todos los daños sufridos por el acreedor a causa de
haber confiado en la vigencia de un contrato que no se concretó o que se extinguió, o sea, todos aquellos que se encuentren
en relación de causalidad adecuada con la frustración del negocio, procurándose resarcir el interés de confianza. Está
conformado por el lucro cesante y la pérdida de chances de ganancias.

Inmediato y mediato.
Son daños inmediatos aquellos que resultan del incumplimiento de una obligación o de un ilícito extracontractual, conforma
al curso normal y ordinario de las cosas. Por ejemplo: si una empresa de transporte aéreo de pasajeros no cumple con la
obligación de transportar al pasajero la fecha convenida, el daño inmediato estará representado por los gastos que deba
realizar el viajero para lograr otro pasaje similar, incluyendo gastos de traslado, mayor precio, etc.
Son daños mediatos los que resultan de la conexión del incumplimiento del deudor o del ilícito extracontractual con un
acontecimiento distinto. Por ejemplo: no hay pasajes disponibles en ninguna empresa, con lo que el viajero se ve impedido
de realizar el viaje, frustrándose sus vacaciones.

Individual y colectivo.
El daño individual es el menoscabo derivado de la lesión a un interés específico.
El daño colectivo es el que experimenta un conjunto de personas a raíz de la lesión a un interés grupal indivisible. El interés
conculcado es social. Se puede diferenciar los intereses colectivos ligados a un grupo más o menos organizado y a un ente
que los representa (liga de consumidores, por ejemplo) de los intereses difusos, particularmente en aquellos casos en los
cuales no hay una distinción formal (lo que sucede con quienes habitan en una zona que ha sido objeto de contaminación
ambiental)

Daño patrimonial.
Concepto.
Es el menoscabo que experimenta el patrimonio de una persona en sus elementos actuales o posibilidades normales, futuras
y previsibles, a raíz del hecho generador. Entendiéndose patrimonio como conjunto de valores económicos, susceptibles de
apreciación pecuniaria, su indemnización luce orientada a recomponerlo. Lo relevante para calibrar el daño económico es
ponderar integralmente la situación patrimonial del damnificado, antes y después del hecho dañoso, en base a la teoría de la
diferencia. El daño patrimonial puede manifestarse como daño emergente y como lucro cesante.

Especies: daño emergente y lucro cesante.


− Daño emergente: es la pérdida o disminución del patrimonio de la víctima a raíz del hecho ilícito extracontractual
o del incumplimiento obligacional. Importa un empobrecimiento económico por egreso actual o futuro de valores
económicos ya existentes, pudiendo producirse por la destrucción, deterioro, privación de uso y goce de bienes ya
existentes en el patrimonio al momento del hecho generador del menoscabo, o por los gastos que a raíz de éste
debe al damnificado soportar. En materia obligacional la prestación debida representa para el acreedor un valor
económico y al producirse el incumplimiento, éste queda privado del mismo, generándose un empobrecimiento
patrimonial a raíz de dicha pérdida.
− Lucro cesante: es la ganancia legítima dejada de obtener por el damnificado a raíz del ilícito extracontractual o del
incumplimiento obligacional. Se produce a través de un cercenamiento de utilidades actuales o futuras que se
esperaban con suficiente grado de probabilidad objetiva en caso de no haberse producido el hecho dañoso. La
estimación de esta figura es una operación de tipo intelectual, conformada por juicios de valor y reconstrucción
hipotética de aquello que podría haber ocurrido conforme al curso normal y ordinario de las cosas.

Prueba.
El artículo 1744 del CCYC sostiene que “el daño debe ser acreditado por quien lo invoca, excepto que la ley lo impute o
presuma, o que surja notorio de los propios hechos.”
La carga de la prueba del daño patrimonial y extrapatrimonial en principio pesa sobre el actor, por medio de la aplicación
del principio según el cual el demandante debe acreditar los extremos constitutivos de su pretensión, pudiendo valerse de
cualquier medio de prueba.
La prueba comprende los aspectos cualitativos y cuantitativos del daño. Sin embargo, con relación a esto último, los
criterios se flexibilizan en aquellos casos en los cuales se tenga por acreditada la existencia del menoscabo y la duda recaiga
sobre aspectos cuantitativos ligados a la prudencia o discrecionalidad judicial, o cuando no haya sido posible determinar los
extremos cuantitativos por causas no imputables al actor.
La regla reconoce sin embargo algunas excepciones:
▪ Cuando la ley lo imputa o presume : ocurre en materia de daño moratorio derivado del incumplimiento de una
deuda de dinero, donde los intereses constituyen una indemnización tarifada que marca un piso indemnizatorio, o
en aquellos casos en los cuales se ha predeterminado el daño mediante una cláusula penal. Lo mismo sucede en
materia de indemnización por fallecimiento con el daño legal y en la indemnización por lesiones o incapacidad
física o psíquica con los gastos médicos, farmacéuticos y por transporte, los cuales se presumen en la medida que
resulten razonables en función de la índole de las lesiones o la incapacidad.
La presunción tiene siempre carácter iuris tantum, es decir, admite prueba en contrario.
▪ Cuando el perjuicio surja notorio de los propios hechos : no es preciso una prueba acabada y concluyente, ya que en
estos casos se infiere la razonable existencia de un daño a partir de la acreditación de ciertos hechos, pese a que los
mismos no lo prueban de manera directa, todo en función de las reglas de la experiencia.

Presunción legal del daño.


En ciertos casos el daño es presumido por la ley iuris et de iure, por lo que no requieren de acreditación, casos en los que
promedia una presunción de causalidad a nivel adecuación.
− En caso de fallecimiento presume por ejemplo los gastos para la asistencia y posterior funeral de la víctima, lo
necesario para alimentos del cónyuge, etc.
− En caso de incapacidad permanente, física y psíquica, presume la merma patrimonial que sufre el sujeto, los gastos
médicos, farmacéuticos y por transporte razonables en función de la índole de las lesiones o incapacidad.
− Los intereses moratorios se devengan ante el mero incumplimiento de una obligación dineraria.
− Los daños que se estipulan como penalidad en un contrato se presumen iuris et de iure, dejándose a salvo que en
rigor lo que está obligado a pagar el deudor es la pena misma y no daños, que pueden no verificarse.
− La seña estipulada contractualmente si se conviene la facultad de arrepentimiento.

Pérdida de chance.
Existe pérdida de chance cuando se frustra una oportunidad de obtener un beneficio, o de evitar un menoscabo de índole
patrimonial o espiritual. Lo frustrado no es el beneficio esperado, sino la mera probabilidad de lograrlo, que razonablemente
habría tenido el damnificado de no mediar el ilícito.
A pesar de que la chance en sí misma es aleatoria, la doctrina moderna admite el valor económico o espiritual que en sí
misma tiene la existencia de la chance, y el carácter dañoso que puede generar un menoscabo derivado de su pérdida o
disminución. La certeza en la chance apunta a la existencia de una razonable oportunidad frustrada por el hecho lesivo.
Asimismo, el artículo 1739 del CCYC en su última oración afirma que “a pérdida de chance es indemnizable en la medida
en que su contingencia sea razonable y guarde una adecuada relación de causalidad con el hecho generador.”
Fijado el valor de la chance frustrada, corresponderá su reparación integral. En cuanto a cómo se determina dicho valor
resarcitorio, predomina el arbitrio judicial, tanto en materia de daño patrimonial como extrapatrimonial; la voluntad del
juzgador debe sustentarse en elementos de hecho, que le permitan fundamentar y justificar su determinación cualitativa y
cuantitativa. De allí que para determinar el quantum indemnizatorio deben considerarse:
▪ Cuál habría sido la situación de la víctima si la chance invocada se hubiese realizado, teniendo en cuenta la
existencia y el grado del alea.
▪ La chance en sí misma, valorada en función del interés conculcado, del grado de probabilidad de su producción y
del carácter reversible o irreversible del perjuicio que provoque su frustración.
▪ El monto indemnizatorio que hubiese correspondido en caso de haberse concretado la chance y obtenido el
beneficio esperado.

Extrapatrimonial (moral).
Concepto.
Es una modificación disvaliosa del espíritu, en el desenvolvimiento de su capacidad, como consecuencia de una lesión a un
interés no patrimonial, que habrá de traducirse en un modo de estar diferente de aquel al que se hallaba antes del hecho,
como consecuencia de éste y anímicamente perjudicial. Sin embargo la mera ausencia de sensibilidad no excluye la
posibilidad de existencia del daño moral, ya que aun cuando no exista consciencia del agravio el disvalor subjetivo puede
configurase, porque el sufrimiento no es un requisito indispensable aunque sí una de sus posibles manifestaciones más
frecuentes.

Prueba.
En materia de daño moral no es posible producir una prueba directa sobre el perjuicio padecido; la índole espiritual y
subjetiva del perjuicio es insusceptible de esa forma de acreditación.
A partir de la acreditación del evento lesivo y del carácter de legitimado activo del actor, puede operar la prueba de indicios
o la prueba presuncional, e inferirse la existencia del daño moral. La prueba indirecta del daño moral encuentra, por lo tanto,
en los indicios y en las presunciones hominis su modo natural de realización.
Debido a que éstos constituyen un medio de prueba, al acudirse a ellos para demostrar la existencia del perjuicio, el daño
moral siempre debe ser probado por quien pretende resarcimiento.

Inexistencia de presunciones legales.


Al contrario que en el daño patrimonial, no existen en el CCyC presunciones legales de la existencia de daño moral. Un
sector doctrinario considera que debió avanzarse un paso más en esta cuestión, consagrándose algunas pocas presunciones
legales (siempre iuris tantum), que a la vez contuvieran el criterio de cuantificación mínimo para dichos supuestos.

Legitimación activa.
El artículo 1741 primer párrafo del CCYC sostiene que “está legitimado para reclamar la indemnización de las
consecuencias no patrimoniales el damnificado directo. Si del hecho resulta su muerte o sufre gran discapacidad también
tienen legitimación a título personal, según las circunstancias, los ascendientes, los descendientes, el cónyuge y quienes
convivían con aquél recibiendo trato familiar ostensible”
− Damnificado directo: goza de amplia legitimación activa por daño moral, cualquiera sea la fuente generadora del
perjuicio, obligacional o por violación al deber genérico de no dañar.
− Damnificado indirecto: como regla, los damnificados indirectos no tienen legitimación activa para reclamar la
reparación del daño, manteniéndose aunque de manera más mitigada, el criterio restrictivo que establecía el código
civil derogado.
− Excepciones: cuando el hecho generador del perjuicio resulte la muerte de la víctima o sufra gran discapacidad
(producto del hecho generador) tienen legitimación activa, a título personal, ciertos damnificados indirectos:
ascendientes, descendientes, el cónyuge y quienes convivían con aquélla recibiendo trato familiar ostensible.

Transmisibilidad de la acción.
El artículo 1741 segundo párrafo del CCYC sostiene que “la acción sólo se transmite a los sucesores universales del
legitimado si es interpuesta por éste.”
▪ Transmisibilidad mortis causa: la acción sólo se transmite a los herederos cuando el causante-damnificado la ha
entablado. En tal supuesto aquellos están legitimados para continuarla. Si el damnificado fallece sin deducir la
acción resarcitoria, ésta no se transmite a los herederos, quienes carecen de legitimación activa para intentarla como
consecuencia lógica del carácter estrictamente personal del damnificado que tiene el ejercicio de la acción. Sin
embargo, ello no obsta que una persona que padezca de una severa discapacidad que le impida ejercer la acción,
pueda articularla a través de los mecanismos de representación o asistencia previstos por el CCYC, con
intervención del Ministerio Público.
▪ Transmisibilidad por actos entre vivos: debido a que al igual que en el código derogado, el código unificado no
dispone articulado alguno con relación a esto, se mantiene la controversia doctrinaria.
o Algunos sostienen que dicha acción es intransferible por acto entre vivos dado su carácter personalísimo.
La naturaleza del interés o del derecho conculcado se trasladaría a la acción resarcitoria, tornándola
insusceptible de transmisión.
o Otros admiten la transmisibilidad siempre que medie previo ejercicio de la acción resarcitoria por parte del
damnificado mediante la articulación de una demanda.
o Una tercera línea de pensamiento admite la transmisibilidad sin ningún tipo de condicionamientos,
basándose en la inexistencia de dispositivo alguno que en forma expresa prohíba la transmisibilidad por
acto entre vivos del derecho a obtener su reparación, en base a lo dispuesto por el artículo 398 del CCYC.

Daño a la persona.
Es aquel daño de naturaleza extrapatrimonial que afecta a los derechos de la persona, su integridad física o su proyecto de
vida. Se ha considerado que el significado del daño moral resulta omnicomprensivo conformando per se un ‘género’
abarcador de todas las posibilidades no patrimoniales del sujeto para realizar en plenitud su vida, salvaguardándose la
intangibilidad de la persona.
En efecto, se si bien no se abandona el binomio “daño patrimonial – daño extrapatrimonial” se amplían los confines
reparatorios de este último que es redimensionado bajo tal rótulo.

Interferencia en el proyecto de vida.


Se trata de una hipótesis singular de lesividad que compromete la existencia, plenitud y dignidad de la persona humana, que
perturba de manera fatal e irreversible su plan de vida.
Debido a que la medida de la interferencia o afectación puede entonces variar en función de ciertas características
personales de la víctima, es acertada la denominación del tipo legal, reconociendo esa afectación resarcible diversos grados.
Es una especie que integra el género daño a la persona, por lo que abarca las consecuencias de índole no patrimonial en
cuanto a su legitimación y régimen probatorio.
En cuanto a esto último, en la fijación del quantum, para que represente un verdadero reconocimiento para la víctima, es
necesario que se pondere la gravedad objetiva del daño sufrido, la entidad del menoscabo, conforme a las circunstancias del
caso. Como no se trata de medir el dolor, no representa un precio consuelo.

Otros daños (patrimoniales y/o extrapatrimoniales)


Daño estético.
Constituye una forma de lesividad que afecta las posibilidades de afirmación del individuo en la esfera social, derivada de la
degradación de su aspecto. Si bien afecta a la ‘belleza’ del sujeto, debido a sus componentes subjetivos y las consecuentes
dificultades para su medición, se estima suficiente el daño de la armonía propia del cuerpo del sujeto.
Aun cuando afecta a partes usualmente no visibles del cuerpo, hiere la integridad corporal del sujeto y su derecho a
mantenerlo tal como estaba. Por ejemplo: cicatrices que no pueden ser eliminadas por vía de tratamiento quirúrgico.
El deterioro físico puede no aparejar perjuicio alguno para la realización de actividades de contenido económico, por lo que
debe ser contemplado como daño espiritual (moral).
Sin embargo, también puede impactar en el terreno patrimonial del sujeto al afectar sus posibilidades laborales, presentes y
futuras. En este caso se produce una mengua en la capacidad laborativa o de producción de ganancias del sujeto.

Daño psíquico.
Es la alteración del psiquismo de una persona con menoscabo de su salud., por medio de la disminución o deterioro de las
aptitudes del sujeto, que son imputable a un hecho dañoso. Tal alteración del psiquismo conlleva la necesidad de un
tratamiento.

Daño a la vida en relación.


Es un tipo de daño extrapatrimonial, de desarrollo jurisprudencial, que consiste en la pérdida de la posibilidad de realizar
actividades vitales, aunque estas no produzcan rendimientos patrimoniales. Este perjuicio no se refiere a la lesión en sí
misma, sino a los efectos que ella produce a la vida de quien la sufre.
La indemnización por perjuicios de daño a la vida de relación es difícil de tasar, al tratarse de un perjuicio inmaterial. Sin
embargo, el juez debe acudir a criterios de equidad, reparación integral y razonabilidad a la hora de tasar el valor de la
indemnización.

Daños resultantes de la muerte.


El artículo 1745 del CCYC sostiene que “en caso de muerte, la indemnización debe consistir en:
a) los gastos necesarios para asistencia y posterior funeral de la víctima. El derecho a repetirlos incumbe a quien los paga,
aunque sea en razón de una obligación legal;
b) lo necesario para alimentos del cónyuge, del conviviente, de los hijos menores de veintiún años de edad con derecho
alimentario, de los hijos incapaces o con capacidad restringida, aunque no hayan sido declarados tales judicialmente; esta
indemnización procede aun cuando otra persona deba prestar alimentos al damnificado indirecto; el juez, para fijar la
reparación, debe tener en cuenta el tiempo probable de vida de la víctima, sus condiciones personales y las de los
reclamantes;
c) la pérdida de chance de ayuda futura como consecuencia de la muerte de los hijos; este derecho también compete a quien
tenga la guarda del menor fallecido.”

Daños resultantes a la capacidad psicofísica.


El artículo 1746 del CCYC sostiene que “en caso de lesiones o incapacidad permanente, física o psíquica, total o parcial, la
indemnización debe ser evaluada mediante la determinación de un capital, de tal modo que sus rentas cubran la disminución
de la aptitud del damnificado para realizar actividades productivas o económicamente valorables, y que se agote al término
del plazo en que razonablemente pudo continuar realizando tales actividades. Se presumen los gastos médicos,
farmacéuticos y por transporte que resultan razonables en función de la índole de las lesiones o la incapacidad. En el
supuesto de incapacidad permanente se debe indemnizar el daño aunque el damnificado continúe ejerciendo una tarea
remunerada. Esta indemnización procede aun cuando otra persona deba prestar alimentos al damnificado.”

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