DAÑOS UNIDAD 3
DAÑOS UNIDAD 3
DAÑOS UNIDAD 3
Daño.
Concepto.
El artículo 1737 el CCYC sostiene que “hay daño cuando se lesiona un derecho o un interés no reprobado por el
ordenamiento jurídico, que tenga por objeto la persona, el patrimonio, o un derecho de incidencia colectiva.”
Clasificación.
Patrimonial y extrapatrimonial o moral.
- Patrimonial: es el menoscabo que experimenta el patrimonio de una persona en sus elementos actuales o
posibilidades normales, futuras y previsibles, a raíz del hecho generador. Entendiéndose patrimonio como conjunto
de valores económicos, susceptibles de apreciación pecuniaria, su indemnización luce orientada a recomponerlo.
Lo relevante para calibrar el daño económico es ponderar integralmente la situación patrimonial del damnificado,
antes y después del hecho dañoso, en base a la teoría de la diferencia. El daño patrimonial puede manifestarse como
daño emergente, lucro cesante y pérdida de chances.
- Extrapatrimonial o moral: es una modificación disvaliosa del espíritu, en el desenvolvimiento de su capacidad,
como consecuencia de una lesión a un interés no patrimonial, que habrá de traducirse en un modo de estar diferente
de aquel al que se hallaba antes del hecho, como consecuencia de éste y anímicamente perjudicial. Sin embargo la
mera ausencia de sensibilidad no excluye la posibilidad de existencia del daño moral, ya que aun cuando no exista
consciencia del agravio el disvalor subjetivo puede configurase, porque el sufrimiento no es un requisito
indispensable aunque sí una de sus posibles manifestaciones más frecuentes.
Directo e indirecto.
El daño se manifiesta de manera directa en caso de afectar derechamente y sin interferencias a la propia persona del
damnificado o a sus bienes, mientras que es indirecto cuando el sujeto sufre “de rebote” por la lesión sufrida por un tercero,
pero que igualmente reclama a título propio.
Por ejemplo: en las lesiones el damnificado directo es el herido / son damnificados indirectos el cónyuge supérstite y los
hijos menores de la persona fallecida.
Daño y peligro de daño.
El daño es un menoscabo actual, efectivamente producido. El peligro de daño importa una razonable dañosidad potencial,
que es la que justifica la función preventiva.
Instantáneo y continuado.
El daño instantáneo es el que se produce en una sola unidad temporal, en un único momento (por ej., las roturas de un
automotor que producen daño emergente a su dueño, al tener que repararlo); en tanto que el continuado es el que se
prolonga en el tiempo' (por ej., verse 'privado del auto como instrumento de trabajo).
Presente y futuro.
El daño es actual o presente cuando ya se ha producido al momento de dictarse sentencia. El juicio de valoración acerca de
su existencia y cuantía se realiza en términos de máxima certeza, sin desconocer el margen de relatividad que siempre tiene
la determinación del quantum indemnizatorio en materia de daño moral.
Por su parte, el daño es futuro cuando todavía no se ha producido al momento de dictarse sentencia. Se presenta como una
posible prolongación o agravación del daño actual, o como un nuevo menoscabo futuro, derivado de una situación de hecho
actual. En estos casos hay cierto grado de aleatoriedad, mayor o menor según los casos, lo cual no es incompatible con la
idea de certidumbre; cuando la consecuencia dañosa futura se presente con un grado de probabilidad objetiva suficiente, en
función de las circunstancias del caso y no como una simple posibilidad contingente, el daño futuro será cierto.
Compensatorio y moratorio.
Daño compensatorio es aquel que se debe a raíz del incumplimiento absoluto y definitivo de la prestación. En tal caso la
prestación originaria modifica su objeto y se convierte en la de pagar daños e intereses. Sustituye a la prestación principal
mediante una indemnización pecuniaria, la cual no puede acumularse con la ejecución efectiva de la prestación, salvo en el
caso de inejecución parcial donde cabe compensar la parte incumplida de la obligación.
Daño moratorio es el que se adeuda con motivo de la mora del deudor en el cumplimiento de la obligación. La
indemnización, en este caso, es acumulable a la prestación principal, cuyo cumplimiento específico es todavía posible y útil
para el acreedor.
Por ejemplo: en caso de mora del deudor en el pago de una obligación dineraria, éste deberá el capital adeudado y los
intereses moratorios.
Inmediato y mediato.
Son daños inmediatos aquellos que resultan del incumplimiento de una obligación o de un ilícito extracontractual, conforma
al curso normal y ordinario de las cosas. Por ejemplo: si una empresa de transporte aéreo de pasajeros no cumple con la
obligación de transportar al pasajero la fecha convenida, el daño inmediato estará representado por los gastos que deba
realizar el viajero para lograr otro pasaje similar, incluyendo gastos de traslado, mayor precio, etc.
Son daños mediatos los que resultan de la conexión del incumplimiento del deudor o del ilícito extracontractual con un
acontecimiento distinto. Por ejemplo: no hay pasajes disponibles en ninguna empresa, con lo que el viajero se ve impedido
de realizar el viaje, frustrándose sus vacaciones.
Individual y colectivo.
El daño individual es el menoscabo derivado de la lesión a un interés específico.
El daño colectivo es el que experimenta un conjunto de personas a raíz de la lesión a un interés grupal indivisible. El interés
conculcado es social. Se puede diferenciar los intereses colectivos ligados a un grupo más o menos organizado y a un ente
que los representa (liga de consumidores, por ejemplo) de los intereses difusos, particularmente en aquellos casos en los
cuales no hay una distinción formal (lo que sucede con quienes habitan en una zona que ha sido objeto de contaminación
ambiental)
Daño patrimonial.
Concepto.
Es el menoscabo que experimenta el patrimonio de una persona en sus elementos actuales o posibilidades normales, futuras
y previsibles, a raíz del hecho generador. Entendiéndose patrimonio como conjunto de valores económicos, susceptibles de
apreciación pecuniaria, su indemnización luce orientada a recomponerlo. Lo relevante para calibrar el daño económico es
ponderar integralmente la situación patrimonial del damnificado, antes y después del hecho dañoso, en base a la teoría de la
diferencia. El daño patrimonial puede manifestarse como daño emergente y como lucro cesante.
Prueba.
El artículo 1744 del CCYC sostiene que “el daño debe ser acreditado por quien lo invoca, excepto que la ley lo impute o
presuma, o que surja notorio de los propios hechos.”
La carga de la prueba del daño patrimonial y extrapatrimonial en principio pesa sobre el actor, por medio de la aplicación
del principio según el cual el demandante debe acreditar los extremos constitutivos de su pretensión, pudiendo valerse de
cualquier medio de prueba.
La prueba comprende los aspectos cualitativos y cuantitativos del daño. Sin embargo, con relación a esto último, los
criterios se flexibilizan en aquellos casos en los cuales se tenga por acreditada la existencia del menoscabo y la duda recaiga
sobre aspectos cuantitativos ligados a la prudencia o discrecionalidad judicial, o cuando no haya sido posible determinar los
extremos cuantitativos por causas no imputables al actor.
La regla reconoce sin embargo algunas excepciones:
▪ Cuando la ley lo imputa o presume : ocurre en materia de daño moratorio derivado del incumplimiento de una
deuda de dinero, donde los intereses constituyen una indemnización tarifada que marca un piso indemnizatorio, o
en aquellos casos en los cuales se ha predeterminado el daño mediante una cláusula penal. Lo mismo sucede en
materia de indemnización por fallecimiento con el daño legal y en la indemnización por lesiones o incapacidad
física o psíquica con los gastos médicos, farmacéuticos y por transporte, los cuales se presumen en la medida que
resulten razonables en función de la índole de las lesiones o la incapacidad.
La presunción tiene siempre carácter iuris tantum, es decir, admite prueba en contrario.
▪ Cuando el perjuicio surja notorio de los propios hechos : no es preciso una prueba acabada y concluyente, ya que en
estos casos se infiere la razonable existencia de un daño a partir de la acreditación de ciertos hechos, pese a que los
mismos no lo prueban de manera directa, todo en función de las reglas de la experiencia.
Pérdida de chance.
Existe pérdida de chance cuando se frustra una oportunidad de obtener un beneficio, o de evitar un menoscabo de índole
patrimonial o espiritual. Lo frustrado no es el beneficio esperado, sino la mera probabilidad de lograrlo, que razonablemente
habría tenido el damnificado de no mediar el ilícito.
A pesar de que la chance en sí misma es aleatoria, la doctrina moderna admite el valor económico o espiritual que en sí
misma tiene la existencia de la chance, y el carácter dañoso que puede generar un menoscabo derivado de su pérdida o
disminución. La certeza en la chance apunta a la existencia de una razonable oportunidad frustrada por el hecho lesivo.
Asimismo, el artículo 1739 del CCYC en su última oración afirma que “a pérdida de chance es indemnizable en la medida
en que su contingencia sea razonable y guarde una adecuada relación de causalidad con el hecho generador.”
Fijado el valor de la chance frustrada, corresponderá su reparación integral. En cuanto a cómo se determina dicho valor
resarcitorio, predomina el arbitrio judicial, tanto en materia de daño patrimonial como extrapatrimonial; la voluntad del
juzgador debe sustentarse en elementos de hecho, que le permitan fundamentar y justificar su determinación cualitativa y
cuantitativa. De allí que para determinar el quantum indemnizatorio deben considerarse:
▪ Cuál habría sido la situación de la víctima si la chance invocada se hubiese realizado, teniendo en cuenta la
existencia y el grado del alea.
▪ La chance en sí misma, valorada en función del interés conculcado, del grado de probabilidad de su producción y
del carácter reversible o irreversible del perjuicio que provoque su frustración.
▪ El monto indemnizatorio que hubiese correspondido en caso de haberse concretado la chance y obtenido el
beneficio esperado.
Extrapatrimonial (moral).
Concepto.
Es una modificación disvaliosa del espíritu, en el desenvolvimiento de su capacidad, como consecuencia de una lesión a un
interés no patrimonial, que habrá de traducirse en un modo de estar diferente de aquel al que se hallaba antes del hecho,
como consecuencia de éste y anímicamente perjudicial. Sin embargo la mera ausencia de sensibilidad no excluye la
posibilidad de existencia del daño moral, ya que aun cuando no exista consciencia del agravio el disvalor subjetivo puede
configurase, porque el sufrimiento no es un requisito indispensable aunque sí una de sus posibles manifestaciones más
frecuentes.
Prueba.
En materia de daño moral no es posible producir una prueba directa sobre el perjuicio padecido; la índole espiritual y
subjetiva del perjuicio es insusceptible de esa forma de acreditación.
A partir de la acreditación del evento lesivo y del carácter de legitimado activo del actor, puede operar la prueba de indicios
o la prueba presuncional, e inferirse la existencia del daño moral. La prueba indirecta del daño moral encuentra, por lo tanto,
en los indicios y en las presunciones hominis su modo natural de realización.
Debido a que éstos constituyen un medio de prueba, al acudirse a ellos para demostrar la existencia del perjuicio, el daño
moral siempre debe ser probado por quien pretende resarcimiento.
Legitimación activa.
El artículo 1741 primer párrafo del CCYC sostiene que “está legitimado para reclamar la indemnización de las
consecuencias no patrimoniales el damnificado directo. Si del hecho resulta su muerte o sufre gran discapacidad también
tienen legitimación a título personal, según las circunstancias, los ascendientes, los descendientes, el cónyuge y quienes
convivían con aquél recibiendo trato familiar ostensible”
− Damnificado directo: goza de amplia legitimación activa por daño moral, cualquiera sea la fuente generadora del
perjuicio, obligacional o por violación al deber genérico de no dañar.
− Damnificado indirecto: como regla, los damnificados indirectos no tienen legitimación activa para reclamar la
reparación del daño, manteniéndose aunque de manera más mitigada, el criterio restrictivo que establecía el código
civil derogado.
− Excepciones: cuando el hecho generador del perjuicio resulte la muerte de la víctima o sufra gran discapacidad
(producto del hecho generador) tienen legitimación activa, a título personal, ciertos damnificados indirectos:
ascendientes, descendientes, el cónyuge y quienes convivían con aquélla recibiendo trato familiar ostensible.
Transmisibilidad de la acción.
El artículo 1741 segundo párrafo del CCYC sostiene que “la acción sólo se transmite a los sucesores universales del
legitimado si es interpuesta por éste.”
▪ Transmisibilidad mortis causa: la acción sólo se transmite a los herederos cuando el causante-damnificado la ha
entablado. En tal supuesto aquellos están legitimados para continuarla. Si el damnificado fallece sin deducir la
acción resarcitoria, ésta no se transmite a los herederos, quienes carecen de legitimación activa para intentarla como
consecuencia lógica del carácter estrictamente personal del damnificado que tiene el ejercicio de la acción. Sin
embargo, ello no obsta que una persona que padezca de una severa discapacidad que le impida ejercer la acción,
pueda articularla a través de los mecanismos de representación o asistencia previstos por el CCYC, con
intervención del Ministerio Público.
▪ Transmisibilidad por actos entre vivos: debido a que al igual que en el código derogado, el código unificado no
dispone articulado alguno con relación a esto, se mantiene la controversia doctrinaria.
o Algunos sostienen que dicha acción es intransferible por acto entre vivos dado su carácter personalísimo.
La naturaleza del interés o del derecho conculcado se trasladaría a la acción resarcitoria, tornándola
insusceptible de transmisión.
o Otros admiten la transmisibilidad siempre que medie previo ejercicio de la acción resarcitoria por parte del
damnificado mediante la articulación de una demanda.
o Una tercera línea de pensamiento admite la transmisibilidad sin ningún tipo de condicionamientos,
basándose en la inexistencia de dispositivo alguno que en forma expresa prohíba la transmisibilidad por
acto entre vivos del derecho a obtener su reparación, en base a lo dispuesto por el artículo 398 del CCYC.
Daño a la persona.
Es aquel daño de naturaleza extrapatrimonial que afecta a los derechos de la persona, su integridad física o su proyecto de
vida. Se ha considerado que el significado del daño moral resulta omnicomprensivo conformando per se un ‘género’
abarcador de todas las posibilidades no patrimoniales del sujeto para realizar en plenitud su vida, salvaguardándose la
intangibilidad de la persona.
En efecto, se si bien no se abandona el binomio “daño patrimonial – daño extrapatrimonial” se amplían los confines
reparatorios de este último que es redimensionado bajo tal rótulo.
Daño psíquico.
Es la alteración del psiquismo de una persona con menoscabo de su salud., por medio de la disminución o deterioro de las
aptitudes del sujeto, que son imputable a un hecho dañoso. Tal alteración del psiquismo conlleva la necesidad de un
tratamiento.