Clase Obrera

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ROBERTO GONZÁLEZ ARANA

Profesor del Departamento de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad del Norte


(Colombia).

IVONNE MOLINARES GUERRERO


Profesora e Investigadora del Grupo Agenda Internacional del Departamento de
Historia y Ciencias Sociales, Universidad del Norte (Colombia).

* Este trabajo es resultado del proyecto “Movimientos sociales en Colombia”

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Movimiento obrero y protesta social en Colombia. 1920-1950

Resumen
Este trabajo analiza la dinámica de las protestas obreras durante la primera mitad del
siglo XX y la persistencia del Estado colombiano en asociar la protesta social con
inuencias foráneas, como el bolchevismo o el anarquismo, y relegar a un segundo
plano la explotación y las precarias condiciones laborales y sociales de la clase
trabajadora como factores que motivaron las movilizaciones sociales.

Historia Caribe - Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193


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Los movimientos sociales están asociados a la lucha de clases, mencionada por Marshall.
En Inglaterra, los pertenecientes a las clases no elegidas eran considerados ciudadanos pero
sin voz ni voto; protegidos por la denominada Ley de Pobres, que limitaba el acceso a
ciertos oficios a determinadas clases y que reservaban el empleo en una ciudad para sus
habitantes. Para la Inglaterra de la época, esta manera de apoyo a los menos favorecidos
económicamente se mantuvo por medio de reformas acordes con diferentes circunstancias.
Este Estado de bienestar, se tradujo luego en derechos de los que trabajaban y aportaban al
bien de la nación. Fueron ellos de los primeros en manifestarse de manera colectiva en pos
de cambios.

En América Latina, la lucha a través de la movilización ha sido una constante por alcanzar
la equidad y mejores condiciones laborales. Este también ha sido el otro soporte de las
fuerzas populares, junto con los movimientos campesinos.

Sus primeras formaciones se encuentran en las poblaciones mineras de finales del siglo
XIX. En la primera década del siglo XX una incipiente industrialización que se sostuvo con
el trabajo de inmigrantes europeos, quienes traen sus ideales y su experiencia de lucha
social, manifestada a través de las inconformidades de artesanos y otros trabajadores, con la
“huelga general revolucionaria a la cual se aproximaron hacia finales de 1910.

Los obreros provienen de movilizaciones de tipo económico y expresan su conflicto con el


orden institucional (el modelo económico), el cual pretenden cambiar con su lucha. Desde
principios del siglo XX hasta hoy siguen en búsqueda de reivindicaciones, y con el objetivo
de cambio social. Se oponen a los pasos globalizadores de los tratados de libre comercio.
Su finalidad es colectiva, pues busca la transformación de la sociedad.

Después de los gobiernos latinos totalitarios y la inminente derrota de Estados Unidos en


Vietnam, se generó un ambiente de represión estatal. El movimiento obrero colombiano ha
enfrentado desde el pasado siglo XX, los embates de una sociedad que consume, y que
además se ha mundializado, sin resolver los problemas de fondo, no solo enmarcado en las
revoluciones europeas de la industrialización, las revoluciones agraristas de México o la
bolchevique en Rusia, sino con sus propias reivindicaciones.

Dinámica de las protestas obreras durante la primera mitad del siglo XX en Colombia

El inicio del proceso de la industrialización a principios del S XX trajo consigo la aparición


de las primeras generaciones obreras.

En 1912, los trabajadores colombianos iniciaron diversas protestas sociales, como el paro
de los maquinistas y fogoneros del ferrocarril de Antioquia, quienes pedían una mejor
remuneración y asistencia médica. Posteriormente, los obreros de los ferrocarriles de La
Dorada declararon otra huelga. Sin embargo, para ese momento, la movilización social no
era un motivo de gran preocupación para el Estado. Según Jorge Orlando Melo, existía un
cierto paternalismo hostil por parte del Estado hacia la protesta, pues las huelgas en las que
se dieron actos de violencia fueron reprimidas brutalmente, pero paralelamente se
reconoció el derecho a la huelga en 1919.

En 1920, se prohibieron las huelgas en el sector del transporte así como en algunos
servicios públicos, lentamente se fueron mejorando las condiciones de los obreros, con
disposiciones como el derecho al descanso dominical. En 1918, a partir de las huelgas en la
costa atlántica, ocurridas en Cartagena y el Magdalena. Los obreros de la Santa Marta
Railway Company obstaculizaron la llegada del vapor de la United Fruit Company. El
presidente José Vicente
Concha declararía la turbación del orden público y el estado de sitio, la declaratoria de
huelga y la apelación a la violencia irrazonada han sido cosas simultáneas.

Los distintos ámbitos de formación de la clase obrera estuvieron asociados al sector de


obras públicas, los enclaves fueron otro de los escenarios en donde se conformó la clase
obrera desde las primeras décadas del siglo XX. Un último espacio estuvo asociado con el
desarrollo industrial, que daría lugar al surgimiento de los trabajadores fabriles.

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De acuerdo con sus oficios, se generaron diversas disputas en torno a la defensa de su
independencia frente a los controles sociales y laborales. Durante los primeros años de la
industrialización del país, los empresarios nacionales y extranjeros combinaron prácticas
paternalistas y despóticas, como la utilización de la mano de obra con el propósito de
extraer la máxima ganancia en el corto plazo.
En este orden de ideas: “[…] el descenso de los salarios nominales, las largas jornadas de
trabajo, el pago por vales, la ausencia de seguridad social, las pésimas condiciones de
higiene, los despidos sin causa justa, los castigos físicos y multas, el acoso sexual a mujeres
trabajadoras se dieron]. Los empresarios se opusieron al establecimiento de un salario
mínimo (esto solo se dio a partir de los años 50) y fomentaron el trabajo de menores de
edad.

Por su parte, el Estado colombiano, pese a que había reconocido desde 1931 el derecho de
asociación sindical, miraba con sospecha a los trabajadores, con el apoyo de la Iglesia se
propiciaron “campañas moralizadoras” para reorientar a esas “almas perdidas” por las
“malas influencias foráneas”. De igual manera, a partir de la reducción de la jornada laboral
a ocho horas, “el buen uso” del tiempo libre de los obreros se planteó como una
preocupación común de los empresarios, el Gobierno y el clero, para evitar a toda costa que
las “ideas revolucionarias” del sindicalismo socialista tuvieran influencia sobre los
trabajadores.

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Las protestas de los trabajadores fueron reprimidas por el Estado, y los empresarios se
complacían en dividir al movimiento obrero. Las movilizaciones sociales de comienzos del
siglo fueron de carácter nacionalista y antiimperialista, por el impacto que tuvo en el país la
separación de Panamá. También en otros países latinoamericanos sobresalieron las luchas
nacionalistas de líderes como Francisco Villa y Emiliano Zapata en México, Sandino
(llamado el General de Hombres Libres) en Nicaragua o Farabundo Martí en El Salvador.

Durante 1920 hubo 32 huelgas en Colombia, que pusieron en evidencia la aparición de la


clase obrera, la cual alcanzaba cerca del 5 % de la población y se ocupaba de actividades
tan importantes como la construcción de vías de comunicación, la industria manufacturera,
las industrias extractivas y la agricultura moderna.

Un buen ejemplo de la laxitud del Estado ante el gran capital fue la huelga obrera de la
Tropical Oil Co. en 1924, por la que reclamaban mejores salarios. Los trabajadores no solo
fueron reprimidos y el Gobierno autorizó el despedido de 1.200 de ellos. Luego, en 1925,
ante otra huelga en la misma compañía, el Gobierno nuevamente respaldó a la Tropical y la
policía disparó contra los huelguistas. Seguidamente se declaró el estado de sitio y se
encarceló a los huelguistas.

Según Arturo Escobar, la lucha contra la pobreza en nuestro continente —de la cual el
Gobierno de los Estados Unidos se proclamaba abanderado— hizo posible “el
establecimiento de nuevos mecanismos de control”, pues los pobres surgieron como “un
problema social que requería nuevas formas de intervención social en educación, salud,
higiene, moralidad, empleo, enseñanza de buenos hábitos de asociación, ahorro, crianza de
los hijos”. Para las élites gobernantes la modernización capitalista llegaría con la inversión
extranjera, particularmente la norteamericana.

El trabajador, el ciudadano, el campesino y el indígena eran tratados como enemigos de la


sociedad, cuando solicitaban mejorías de tipo económico. A las élites nacionales les
preocupaba enormemente que los vientos liberadores que venían de Europa (Revolución
rusa), México (Revolución agrarista), Argentina (revuelta estudiantil de Córdoba) o el
aprismo peruano influyeran en los trabajadores y sus líderes. Por ello, el Partido Socialista
Obrero, el Partido Socialista Revolucionario y el Partido Comunista surgieron en las
primeras décadas del siglo, y algunas de estas colectividades no descartaron la violencia
como método para obtener sus metas.

En este periodo se elaboraron diversos “mecanismos de control” para contener los vientos
de cambio venidos del exterior. Sobresalen la vigilancia policial financiada por la Tropical
Oil Company y los sermones de la Iglesia para alejar “a los indeseables”.

La tarea de neutralizar la protesta obrera solía terminar en medidas de hecho. Ejemplo de


violencia estatal contra la protesta social fue el asesinato de siete manifestantes y dieciocho
heridos en la plaza de Bolívar de Bogotá, el 16 de marzo de 1919, quienes gritaban “¡viva
el bolchevismo!”, “¡viva la revolución!”, “¡el pueblo tiene hambre!”, en referencia a la
Revolución bolchevique. Una década después, se decretaría la prohibición del derecho a la
huelga y a los sindicatos, bajo el gobierno de conservador Miguel Abadía Méndez (1926-
1930).

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Según Eduardo Posada Carbó: … los problemas se exacerbaron tras la depresión de 1929.
Los conflictos más agudos tuvieron lugar en las zonas de explotación petrolera y bananera,
donde las protestas sociales tomaron tonos antiimperialistas. Los resultados de la famosa
huelga contra la United Fruit Company, que desembocó en los trágicos eventos del 6 de
diciembre de 1928, sirvieron para minar aún más la autoridad del gobierno de Abadía. La
masacre de las bananeras de 1928, ocurrida en Magdalena, ilustra otro caso de violencia
oficial contra la protesta.

A la par con la persecución al movimiento sindicalista, el Estado colombiano lideró una


batalla chovinista y sin cuartel contra los líderes extranjeros, expulsándolos del país
acusados de ser simpatizantes socialistas.

Según Posada: “El activismo de los socialistas era, no obstante, evidente. Como eran
también evidentes las simpatías revolucionarias de significativos sectores del liberalismo,
especialmente entre veteranos de la guerra de los Mil Días (1899-1902).”

También el movimiento estudiantil fue objeto de presiones y persecuciones. En la primera


manifestación estudiantil de impacto nacional, ocurrida el 8 de junio de 1929, cayó
asesinado el estudiante de derecho Gonzalo Bravo Pérez. El origen de la protesta fue la
reacción contra el nombramiento como jefe de la Policía en Bogotá de un oscuro militar,
señalado como protagonista de la masacre de las bananeras. En 1929 se gestaría la famosa
insurrección de los bolcheviques del Líbano, Tolima, movimiento armado de inspiración
marxista, fruto de la alianza entre trabajadores urbanos y rurales que fracasó.

Los desempleados eran discriminados por su condición “de ser ociosos”, a tal punto que se
legisló contra la vagancia” (Ley 105 de 1922) “Serán relegados a colonias penales los
declarados vagos por la policía”. “Se entiende por vago para los fines de esta ley a quien no
posee bienes o rentas o no ejerce profesión, arte u oficio, ocupación lícita, o algún medio
conocido de subsistencia […] y que habiendo sido requerido por la autoridad competente
hasta dos veces, en el curso de un semestre, no cambie sus hábitos viciosos […]. Por otra
parte, el 18 de mayo de 1927, 14.000 mujeres indígenas de Tolima, Huila y Cauca en
Colombia suscribieron el manifiesto ‘El derecho a la mujer indígena’.

La Iglesia católica se sumaba a la campaña para perseguir y desprestigiar al sindicalismo.


Advertía que al católico no le era permitido pertenecer a los sindicatos comunistas, los
cuales, a su juicio, envenenan “el alma del trabajador, amenazan la tranquilidad pública y
complican los problemas sociales en lugar de resolverlos”.

La crisis económica de fines de los años veinte se materializaba en problemas fiscales para
los departamentos y en la parálisis de las transacciones privadas. En Bogotá, la terminación
de grandes obras y edificios ocasionó el desempleo repentino de muchos obreros. En enero
de 1930 se despidió al 80 % de los obreros que trabajaban en las obras de construcción,
ante lo cual buscaron oportunidades laborales en otras ciudades. La depresión económica
de 1929 debilitó la fuerza del movimiento de los trabajadores de la industria en las regiones
petrolíferas y bananeras de propiedad extranjera.

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La educación fue concebida como instrucción política, aunque también se hacían llamados
a la superación del analfabetismo y al acceso del saber común de la sociedad.

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Con la llegada del liberalismo al poder en 1930 se generaron inmensas expectativas en el
movimiento obrero colombiano, luego de décadas de hegemonía conservadora. La política
del liberalismo era ganarse para sí a todo el movimiento sindical, motivo por el cual facilitó
escenarios para una mayor libertad de movilización social. La llamada Ley de Tierras de
López Pumarejo, por ejemplo, fue una concesión táctica al movimiento agrario con el
propósito de aplacar el ímpetu de sus luchas.

Los círculos que detentaron el poder en el país se percibían en gran riesgo si permitían el
fortalecimiento del movimiento sindical. En Colombia el Partido Liberal ha tenido la
habilidad para atraer a diversos sectores que en muy distintos periodos se han considerado
de oposición al establecimiento.
En otras palabras, el Partido Liberal, “absorbió a los nacientes movimientos socialistas,
subordinó al sindicalismo incipiente y asumió muchas banderas. Jorge Eliécer Gaitán creó
la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (UNIR), pero para no distanciarse del
pueblo, Gaitán optó por retornar al seno del liberalismo. Ante el asesinato de Gaitán en
abril de 1948, la Iglesia colombiana absolvería a los amigos del régimen conservador, como
reacción a los sucesos del Bogotazo. Incluso en tiempos del gobierno de Laureano Gómez
(1950-1953), el ministro de Educación de la época dirigió una circular a los directores
departamentales de educación referida a la necesaria “cristianización de la enseñanza
oficial”, despidiendo de las escuelas de maestros y directores de colegios pertenecientes al
Partido Liberal.

Durante la primera mitad del siglo XX, Colombia estuvo sumida entre tradición y
modernidad. La Iglesia, con su fuerte poder, se opuso a los intentos de cambio que
pretendieron generar los gobiernos liberales que dirigieron el país a partir de 1930 y hasta
1946. Estos cambios suponían mayores derechos para la clase trabajadora y mejores
condiciones de vida, luego de décadas de movilización social.

Consideraciones finales

Como se puede apreciar, las luchas y protestas obreras durante la primera mitad del siglo
XX en Colombia no fueron un fenómeno aislado del contexto internacional, como
consecuencia de un capitalismo voraz que, en aras de modernizar, no tuvo reparo en
explotar al máximo a la joven clase trabajadora, aprovechando la inexistencia de normas
laborales avanzadas que velaran por ella. Asimismo, utilizando la represión y la
estigmatización de la protesta, fue posible que el Estado, en asocio con la Iglesia, intentara
neutralizar el auge de los sindicatos y el fortalecimiento del movimiento social urbano. El
país fue laxo con el gran capital que llegó a modernizar y a imponer un orden que no
respetó los derechos de los obreros. Más bien se estigmatizó su lucha asociándola con los
movimientos anarquistas, bolcheviques o comunistas que tuvieron influuencia en el país.

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