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La acogida de José nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones, tal
como son, con preferencia por los débiles, porque Dios elige lo que es
débil (cf. 1 Co1,27), es «padre de los huérfanos y defensor de las
viudas» (Sal 68,6) y nos ordena amar al extranjero[20]. Deseo imaginar
que Jesús tomó de las actitud de José el ejemplo para la parábola del hijo
pródigo y el padre misericordioso (cf. Lc 15,11-32).
También a través de la angustia de José pasa la
voluntad de Dios, su historia, su proyecto. Así, José
nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer
que Él puede actuar incluso a través de nuestros
miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra
debilidad. Y nos enseña que, en medio de las
tormentas de la vida, no debemos tener miedo de
ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces,
nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él
tiene siempre una mirada más amplia. n.2
Dios confía a José el misterio, cuyo cumplimiento habían esperado desde hacía muchas
generaciones la estirpe de Israel (Mt 1, 20)
Le confía todo aquello de lo que depende la realización de este misterio en la historia del Pueblo
de Dios.
José se convierte en el hombre de la elección divina: el hombre de una particular confianza.
Se define su puesto en la historia de la salvación. Entra en este puesto con la sencillez y humildad,
en las que se manifiesta la profundidad espiritual del hombre; y él lo llena completamente con su
vida.
“Hizo como el ángel le había indicado” Aquí está todo: TODA LA VIDA DE JOSÉ Y LA PLENA
CARACTERÍSTICA DE SU SANTIDAD.
“Hizo”… Es hombre de acción.
Es el hombre de trabajo: No se conservan palabras suyas, pero sí sus acciones. Acciones sencillas,
cotidianas, obras llenas de profundidad espiritual y de la sencillez madura.
Así es la actividad de S. José. Así son sus obras y permanece junto a María.
Ante el ejemplo de tantos santos y santas, san Agustín se preguntó: «¿No podrás tú lo que éstos y
éstas?». Y así llegó a la conversión definitiva exclamando:«¡Tarde te amé, belleza tan antigua y
tan nueva!»
A él dirijamos nuestra oración:
Salve, custodio del Redentor y esposo de la
Virgen María. A ti Dios confió a su Hijo, en ti
María depositó su confianza, contigo Cristo
se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José, muéstrate padre
también a nosotros y guíanos en el camino de
la vida. Concédenos gracia, misericordia y
valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén.