Cuento 4 Navidad

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L NIÑA

LA LO CERILLO
NIÑ DE LOS
CUENTO PREGUNT
AS
¡Qué frío hacía! Nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la
noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle
una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta... Verdad es que al salir de su
casa llevaba zapatillas, pero ¡de qué le sirvieron!
Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña
le venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse
de dos coches que venían a toda velocidad.
Y así la pobrecilla andaba descalza con los desnudos piececitos completamente
amoratados por el frío.
Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra
parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni
recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía
frío también; solo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes,
pese a la paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas.
Tenía las manitos muy frías ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se
atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los
dedos! Y sacó uno: '¡ritch!'. ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara,
cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa..
Le pareció a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro,
con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y
calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se
extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la
consumida cerilla en la mano.
Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a esta
transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una
habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y
fina porcelana. Pero esto duró sólo hasta que se apagó la llama.
Encendió un tercer cerillo, y se encontró sentada debajo de un hermosísimo árbol
de navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la última Nochebuena,
a través de la puerta de cristales, en casa del rico comerciante.
Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y
apareció la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.
-¡Abuelita! - exclamó la pequeña -. ¡Llévame, contigo! Sé que te irás también
cuando se apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la estufa, el asado y el
árbol de Navidad.
Se apresuró a encender los fósforos que le quedaban, afanosa de no perder a su
abuela; y los fósforos brillaron con luz más clara que la del pleno día. La abuelita
tomó a la niña en el brazo y, envueltas las dos en un gran resplandor, emprendieron
el vuelo hacia las alturas, sin que la pequeña sintiera ya frío, hambre ni
miedo. Estaba en la Mansión de Dios Nuestro Señor.
.
¿Qué vendía la niña
todos los días?
foll
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cer

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¿Qué observó la niña al
prender el primer
cerillo ? Un
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¿Con quién se encontró
la niña al encender el
cerillo?
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¿Qué le pidió a su
abuelita? Qu
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