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Información de este libro electrónico
Unos días de vacaciones en la playa les servirán a las tres amigas para disfrutar del mar y conocer gente nueva. Pero Gael vuelve a cruzarse en su camino y le hará una oferta que no podrá rechazar lo que provocará que permanezca a su lado más tiempo del que ella pensaba…
María Beatobe
María Beatobe nació en Madrid un 14 de febrero de 1979. Educadora Infantil de profesión y graduada en Educación Social, practica la docencia en un centro educativo desde 2002. Su vida diaria se desarrolla entre su familia, el trabajo en una Casa de Niños y la escritura en los tiempos que consigue sacar. Escritora de romántica desde la adolescencia, es amante de caminar descalza, sentarse en el suelo, leer a Benedetti y cantar a voz en grito en el coche. Autora de “Nos dejamos llevar por una mirada” y la serie de diez partes new adult “Por amor” publicadas por Planeta de Libros, entre otras. Disfruta escribiendo y creando historias que como ella dice “le dicta el corazón a cualquier hora del día. La inspiración no tiene horarios” Muy activa en redes sociales ya que para ella, la cercanía entre lectores y autores es primordial. Sigue a la autora: Facebook: maria beatobe escritora Twitter: @mariabeatobe Instagram: @mariabeatobe Pinterest: maria beatobe
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Me fijé en ti - María Beatobe
16
capitulo.jpgCuando levanté la mano para llamar al taxi y alguien me agarró la muñeca con contundencia creí morir. No quería darme la vuelta y encontrarme de bruces con Mora. Empecé a notar sudores fríos por la espalda y tenía la respiración entrecortada. Sentí que me desmayaría en ese mismo momento.
El taxi pasó de largo sin darme tiempo a pararlo de nuevo.
Hasta que, con mucho miedo, empecé a girarme para ver quién me sostenía la mano con esa firmeza. Cabizbaja y aterrada, con la mirada clavada en el suelo, me di la vuelta despacio y lo primero que me encontré fueron unos zapatos oscuros; continué mirando hacia arriba hasta que le vi la cara.
—¿Estás bien?
Era Gael, el amigo de Hugo. No habíamos empezado con buen pie, pero ahora mismo me valía cualquier persona que no fuera Mora.
—Eh…, sí, sí —respondí soltando mi mano de la suya como si me quemara.
—¿Seguro?
—¡He dicho que sí! ¿Es que no me has oído?
Gael abrió los ojos, sorprendido por mi respuesta y, sobre todo, por el tono.
—Vale, tranquila —respondió alzando las manos—. ¿Ibas a coger un taxi?
—Sí, pero gracias a ti ya lo he perdido.
—Lo siento, me pareció verte llegar algo nerviosa y aturdida. Tampoco tienes que ponerte así.
—Pues me has visto mal. Así que te agradecería que te marcharas y me dejaras buscar un taxi a mí solita.
Era cierto que había llegado exacerbada y confusa a la parada de taxis, pero no podía reconocérselo. Hacerlo provocaría que me preguntara por qué me encontraba en este estado y conllevaría contarle lo que me acababa de pasar con Mora, y eso no podía hacerlo. No debía decirle lo que había ocurrido, ni a él ni a nadie. No podía arriesgarme a que cumpliera su promesa de hablar con su padre y tratar de despedir al mío de su nuevo trabajo. Nos hacía falta el dinero y no iba a perderlo por mi culpa.
—Tú misma —dijo molesto mientras se daba la vuelta con decisión y me daba la espalda.
Agradecí que no hiciera más preguntas, porque estaba segura de que si insistía mucho acabaría derrumbándome y contándole lo que me había hecho Mora, y solo pensar en las represalias que pudiera sufrir por sincerarme con alguien hacía que me paralizara aún más.
Se marchó con las manos en los bolsillos caminando a buen paso hacia la discoteca, donde esa noche habíamos empezado la fiesta que finalizaba de una manera muy amarga.
Qué contradictorios son los acontecimientos de la vida, ¿verdad? Sales de casa con la mayor ilusión del mundo, con ganas de disfrutar a tope con tus amigas, y la situación se da tanto la vuelta que acabas corriendo aterrada, de madrugada, por las solitarias calles de Madrid, huyendo de alguien en quien confiabas y que ha intentando abusar de ti. Ya solo el pensamiento me bloqueó aún más.
Volví levemente la cabeza y vi como Gael llegaba hasta la puerta del local, donde se encontró con Hugo. Le dijo algo al oído y su amigo miró directamente hacia mí con el ceño fruncido. Justamente cuando vi que Hugo empezaba a caminar en mi dirección, paré un taxi y me monté sin mirar atrás.
17
capitulo.jpgLlegué a casa como veinte minutos más tarde de mi toque de queda, pero mis padres no me dijeron nada. No sé si se hicieron los dormidos o realmente lo estaban, cosa que agradecí enormemente. Me extrañó que mi padre no hiciera ningún ruido al oírme llegar.
Lo único que quería hacer en ese momento era darme una ducha y quitarme todo lo que quedara de ese impresentable que había intentado propasarse conmigo esa noche. Debía hacer desaparecer cualquier huella, olor o recuerdo que hubiera quedado impregnado en mi cuerpo. No quería saber de él absolutamente nada. Y ahora que habíamos acabado ya el instituto, no tendría ninguna necesidad de volver a verle.
Pero… ¿qué les contaría a mis amigas? Después de que me vieran marcharme a casa con él, tan decidida y contenta, tendría que decirles que era un monstruo y que quería que desapareciera de mi vida para siempre. Una contradicción muy potente como para que no preguntaran qué había pasado. Ahora era cuando tenía que inventarme una excusa creíble, sobre todo eso, para que, una vez que se la contara, se la creyeran y no hicieran más preguntas.
Mientras me duchaba intentaba pensar qué decirles, pero la imagen de Mora sobre mi cuerpo nublaba cualquier pensamiento que quisiera que apareciera por mi mente. Maldito cabrón. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera podido zafarme de él? Mejor no pensarlo. Cerré los ojos mientras mis lágrimas se confundían con el agua de la ducha que me resbalaba por el rostro. Apreté los puños con ímpetu para intentar soltar toda la furia e impotencia que llevaba dentro en ese momento.
Quería gritar, deseaba chillar con todas mis fuerzas y que el nudo que me turbaba saliera de la garganta en forma de alarido ensordecedor.
Cuando salí de la ducha, me sequé el cuerpo con tanto ímpetu que hasta me hice daño. Quería eliminar cualquier huella que aquel malnacido me había tatuado de por vida. Sentía tanta cólera y por otra parte tanta humillación…
Me acosté y, aunque me costó mucho conciliar el sueño, acabé rendida en los brazos de Morfeo, no sin antes quedarme sin lágrimas de tanto llorar.
Amanecí con los músculos del cuerpo totalmente contraídos; me dolía todo, sentía una presión en la nuca que jamás antes había notado. Quise suponer que todo era a causa de los nervios y la tensión vivida la noche anterior. La cabeza me daba vueltas constantemente al pensar si debería contarlo o no, y en caso de hacerlo, a quién.
Durante el día no quise salir de casa ni hablar por teléfono. Mentí diciendo que estaba medio afónica y no quería forzar la voz, y únicamente mantuve relación con el mundo exterior a través de WhatsApp.
Me sentía tan doblegada y sucia que me avergonzaba hasta de salir a la calle y que la gente me mirara. Tenía la sensación de que me observarían y notarían lo que me ocurría, y era tal la aprensión de que alguien se enterara, que quise ser invisible durante por lo menos ese día.
18
NOEMÍ
capitulo.jpgA finales de esa semana, Naira y Cloe se marcharían con Noemí y su madre a un piso que tenían en la playa valenciana de Gandía. Sus padres compraron una vivienda allí apenas nacer Noe y, desde entonces, pasaban todos los veranos en la costa.
Sus padres se separaron cuando ella contaba solo con ocho añitos; no era muy mayor como para entenderlo, pero sí lo suficiente como para darse cuenta de que algo en casa no iba bien.
Noe recordaba con claridad el día en que se lo dijeron. Su madre había ido a buscarla al colegio y no la vio con muy buen aspecto. Además, por el camino se encontraron con la madre de una amiga del cole y ambas mantuvieron una conversación entre susurros y con alguna que otra lágrima encubierta.
—Cariño, ven, siéntate —le dijo su madre nada más llegar a casa.
Noe la obedeció, y a continuación ella le empezó a explicar que hay veces en que los papás y las mamás