Poemas Azcona Cranwell
Poemas Azcona Cranwell
Poemas Azcona Cranwell
A UN POETA
El amigo del amor reparte actos
agita su bandera encendiendo jirones en los candiles
claros,
se dice, se proclama primer habitador del misterio del
mundo.
El acaricia mujeres como largos vasos de alcoholes
oscuros,
conjura ros que anticipan un mar clidamente
posible,
antiguos bosques cidos que terminan de da,
casas color de lluvia y de tabaco.
Y mis ojos lo niegan y lo invitan a los gestos primeros,
mi tiempo le esperanza la voz, le enloquece las manos
y yo aprendo a saludar su avidez
a conocer por fin al dios menor que adora en su lecho.
BALADA DEL SUBSUELO
Ya diluvi la vida muchas veces
la piel como ceniza de otro mundo
insolencia de lluvia que enmudece ms lejos
que la avidez terrestre.
Y los blues tan nocturnos
en los atardeceres de Chicago
si un domingo desierto te amenazan
los rascacielos de soledad y ruina?
El lago se pona como gris
para conversaciones en que nada es la nada
donde nada resiste este andar afiebrado
por Wallace Street, el market y las noches.
La voz negra, mendiga, que transforma en
sustancia de olvido
el saxo solo de la calle East River
y en Harlem hay quien trueca su color y su miedo
por una borrachera de marino
violcea como junio.
Por qu la madrugada se decide en el sur
y hay un tono de sur en la mirada
si el azul es color
apenas porque el gris le fue distante?
Si, Vietnam, s raza perseguida
en sus orgenes
decirse forastero con colores de pozo en el silencio
y saber que la tierra nos resguarda con un poco de
noche.
Despus, nos beberemos cada uno el amor que nos toca
alguna flor quiz nos acompae
la tierra nos dir que ya es bastante
algunas noches juntos para llevarse a cuestas por
la herida.
-Pero Vietnam y Wall Street y el tiempo que nos une
y el nico destino fantasma entre dos culpasNo hablar de mariposas en un vidrio cualquiera
vale ms la pisada perdida que un pjaro de invierno
en la ventana
que un combate de brasas en el atontado corazn.
Tu amante te ha trado su amor desde tan lejos
ms lejos que Vietnam y que los muertos nuevos
en la sombra.
El cielo imaginado en lea vieja como el color de
infancia
no es ms que este vaco cruzado por estrellas
psicodlicas
y este fuego que incendia sus races
sin una noche para sus designios.
Canta el color del aire respirado entre lisrgico y
abedules
ansioso por los dioses de otros mundos.
Nuestra unin, tan pequea como el sol en la tarde
nuestro nombre extranjero en el fierro tan crudo
que dibujan los pjaros.
Es verdad que en Vietnam los cielos truenan otro
nombre en cenizas
es verdad que los nios lavan su sol en barro y en
gritos sin destino?
Mi amor sonre sobre Broadway Street
y piensa en la montaa que amamos y en la risa.
El tiempo no se acerca al espacio
Vietnam aparte, tempestad y silencio.
Otro dolor nos cuenta la oscuridad cada
desde su cielo ajeno.
Los ojos del mar Caspio son la verdad ausente
y all baja la niebla con su viaje desnudo.
El salmo del subsuelo disemina las voces
de estrellas
para beber del agua que la abriga.
DE LA ERA DE PISCIS A LA ERA DE ACUARIO
A Hctor Hugo Coda
El mundo hizo girar sus vandlicas huestes y no
entendimos los desplazamientos. Una sordidez
qued fuera de nuestro medio y nuestro hablar.
Y sin embargo: oye cmo el canto te agita. Oye
como la novedad del siglo te cambia aire tras aire
y te respira con las intermitencias del vaco. Qu
guardas para tu memoria? Quieres sacar a flote
tu nueva permanencia para entender los ruidos
y mudanzas del cielo.
Ahora s qu noche vendr desde los astros? Ya se
han puesto de acuerdo los nombres de la nada.
Y cundo tu camino se enred en las races?
Quin lentifica las transmutaciones de esta materia
indmita, de este secreto ser que se quiere
nombrarle, nominado despus de cualquier cambio?
Tambin tu nombre se agita por permanecer, por
ser hablado, por escucharse. Tu nombre va a
decirse entre cambios de oxgeno y de piel. Tus
ojos quieren la llama perdurable an con la visin
de campos arrasados: los poseen, intentan
apropirselos aunque los miren devastarse.
Has estado solo cierto tiempo frente a tu condicin de
ser que va a morir. Has preguntado cosas a los
naipes, te has vuelto a los planetas pretendiendo
tocarlos con tu inventado personaje. Colgada de
tu cuello luce tu hoja de ruta, el nombre de tus
convidados ebrios por tu vino de imn y tus
costumbres. Ya sabes la palabra que dividi los
pueblos y las razas para encontrar aquello disputado
entre poder y guerra. Su afn de componerse
un lugar dadivoso, de abundancia y calor.
Tristes negociaciones de frac y de vuelos suntuarios.
Hoy ceden su lenguaje armado por seales.
Ausentes componedores de la tierra, altos justificantes
de las desgracias de los otros. El mal es necesario
-dicen en transportes de alcohol y apremio
mediador. Ya se ha pactado con la vida, navegan
seres el espacio azul. Se ha pactado con lquidos
mundo.
Y golpeo la lluvia, el silencio, el lamento.
Soy un fervor desprotegido que trata con el sol.
Conozco los sucesos del mar y el idioma que ocurre
entre sus aguas. Puedo vender el da de mi cuerpo
al sexo misterioso. Se me paga con una luz
precaria medida por el tiempo.
Elijo mis recuerdos al nivel de la gracia. Pasa si Dios
asiste y es memoria.
El fuego me supone y pretendo donarlo entre los
rostros huecos que preguntan cmo se puede dar
si no se tiene.
Es que este fuego ya no se propaga, se ha gastado a s
mismo de tanto serse fuego. Y hay ese no saber,
la sombra que inmuniza.
Ya no puedo decirme, decirme es un amor que no
existe, una voz que es silencio, pero en llamas.
DE LOS OPUESTOS
No es el amor a veces dos seres que se aman
sino un modo del mundo
de conmover un equilibrio triste.
Expiamos el mito que nos sube a la cara
hasta volvernos ebrios de una inocencia vieja
certeza desnudez de la palabra.
Porque si atravesamos el espacio
como un error que crece en el nico tiempo conocido
llegaremos muy pronto al final del amor
perderemos de golpe la regin dominable
llameante de existencia.
Era nuestra fantica voluntad de acercarnos
de conocerlo todo antes de amar
y merodear entonces por las grandes cadas
las bellas ceremonias
y las noches sinuosas de inventar tanto encuentro.
Hay algo de este mundo
que ha quedado en nosotros para siempre
hemos hablado un nombre tantas veces que ya no
tiene peso
y mirado la mirada demente que vuelve sabio el
cuerpo.
pjaros.
(Los riesgos y el vaco)
EL MURO
Por la ciudad de siempre, mientras caen las luces
y msicas extraas descifran el crepsculo
hay algunos que repiten mi nombre, que
despiadadamente transitan por mi imagen.
Creen saber mi vida,
la verdad de mis tardes con su silencio a cuestas.
Ellos dicen "su risa" y es el viento sin tregua de una
maana oscura,
ellos dicen "sus ojos" y es un pas desierto como un
mar infinito.
Yo no s si lo saben
pero hay das que me invaden de pronto como una
salvacin,
das largos, intensos, con la altura de algn tiempo
cumplido
un sol amaneciendo toda la luz del mundo.
Y otros en que la oscuridad quiere mis manos
y me rebelo en golpes insensatos a una puerta sin eco
mutilo mi vaco, dejo crecer la soledad como un
abrigo viejo
madurado en la voz, sin esperanza.
Yo quisiera mirarme en sus palabras
saber lo que recorren dentro de mi amor desconocido,
quisiera ver desde ellos el viento que me aturde,
qu forma tiene entonces mi vaco
conocerme en sus manos que nunca me descubren.
Pero jams ver mi rostro entre sus das
mi imagen dibujada por sus ojos.
Fijada para siempre a un lado del espacio
en medio de mi voz y sus palabras
es la tierra desnuda
el pas imposible.
(Poemas)
EL POETA EN LA VELADA
El hombre de la vida cierra de golpe las puertas de
la noche.
Se olvida su intemperie gastada a fuego lquido.
Se ocupa de reir.
I
Algunos retuercen su libertad, borran sus cielos
dentro del exilio, muy lejos del lugar en que
nacen sus pupilas.
Ellos saben la vida. Prescinden del amor para vivir.
Otros necesitan arder en la demencia,
conocer el angosto camino hacia un trpico de luz,
asistir con urgencia a sus actos no siempre
consecuentes.
Estos se parecen ms a m.
A mi modo de estremecerme.
A mi carcajada que se rompe en el polvo como el
cristal de un capricho.
II
Las tardes caen lejos
como oscuros telones de un teatro infinito,
yo giro lentamente
sobre el eje del cuarto y de la tierra.
estrellas,
cuando un bosque me envuelve de curiosas resinas,
de ajena densidad de cuento de hadas.
El peligro de desear el respeto de los otros en lugar
de aprender a respirar,
de hundirme para siempre en la nostalgia rancia del
amor.
IV
De quin es esta voz parecida al llamado de los
barcos,
a su largo lamento de partida?
Por qu la reconozco y su grito me alcanza
para medir la altura de algn dios?
Basta ya de inventarme los tiernos desenlaces,
de acudir a mis propias seales embozadas en calles
del olvido,
basta ya de esta hosca ternura por mi propio corazn.
Quiero ser slo una lenta libertad desplegada por
fin sobre los hombres,
una caricia suelta sobrevolando el cielo de mi amor.
Las deidades del amanecer han de acatar el joven
gusto de mi boca,
prosternarse ante mi insomnio lleno de nombres y
dulzuras.
Aqu donde comienza mi pas solitario,
en mi casa detrs de la intemperie,
a orillas de mi nombre,
el nuevo rostro del mundo tendr que amanecer.
IMPOSIBILIDAD DEL LENGUAJE
O LOS NOMBRES DEL AMOR
A Mirtha y Nstor Grancelli Cha
Hay quien sucede entre las cosas dejndoles un gusto
que las cambia. Es obrar como si el aire se
partiera, con el fervor luntico de no saber si la
sustancia calla o resplandece. Existe la materia
donde se hunde la vida. Acontece la forma y el
tiempo se diseca como un gran pjaro apedreado.
Hay quien sabe qu hacer con las memorias y ordena
el ejercicio de los das. El asunto es seguir,
vivir con los objetos y nunca con los nombres
A William Golightly
1
Una palabra sublevada toc las cosas con su pronta luz,
la maana guiaba su austera ceremonia
y el efebo recordaba su infancia con las figuras de hielo.
Cierta mujer contaba generaciones en un sol de
inocencia
un coral luminoso aquietado entre vidrios.
Se pens en deletrear los parajes de la tierra
y escuchar el sonido que hacan en el alma sus colores.
Me hablaron del tiempo de Dios
de las otras palabras.
Nos serenamos las culpas aunque en la lucha contra
lo inmenso
alguien qued atrapado por el error de su sonrisa.
2
Maana nevada en Iowa
luz blanca sin piedad entre los lamos,
ocultacin de pjaros, animales segados por el fro.
Y encontraste tu nombre. No aquella palabra,
tu nombre a ramalazos
entre cualquier cresta de ola o basural, despojado
de oficios,
mareas de tu impreciso corazn, caers de tu fcil
creencia
caers como caes a la nieve
desde el amotinado trpico donde encendas
las palabras. 3
Tengo el mal demorado dentro de m
los gestos de lo dulce y lo ocioso
han disfrazado sus conatos rebeldes.
En algn sitio el mal subyace como emboscada tierra
y persigue un sol al que destruir.
Yo tengo el mal y el mar y el mal
y los detritus y la mgica herida
que puede cambiar la cara del castigo
-ungirlo con las culpasy se abrir la mano principesca para la expiacin
del fuego.
En vano se pronuncian razones
o se hace el canto en las hogueras recelosas,
la fiebre sirve para vernos mejor.
Y ya no tengo aquella, tu palabra encendida
y ya castigo por no tener aquella, tu palabra