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Han pasado unos cuatro aos desde el inicio de la Plaga Errante.
Una joven superviviente
(Eva) decide abandonar su grupo para dirigirse a Cbola, una de las pocas ciudades en poder de los humanos. All conoce a un extrao nio (Ismael) que afirma ser un robot y que insiste que ambos deben abandonar la ciudad para dirigirse a un misterioso destino en el Norte, que an no quiere revelar. Al fin Eva e Ismael se deciden a abandonar Cbola, en parte por la insistencia de este y tambin por el ambiente irrespirable de dictadura que existe en la ciudad. Antonio Calzado La muerte escarlata ePub r1.0 patrimope 17.09.14 Ttulo original: La muerte escarlata Antonio Calzado, 2012 Editor digital: patrimope ePub base r1.1 La muerte llamaba a las puertas de las casas, y no hubo muro ni barricada capaz de detenerla. Alejandro Castroguer, La guerra de la doble muerte Al segundo da un barco se me fue acercando ms y ms, hasta que me recogi. Era el Rachel, vagando siempre a la pertinaz bsqueda de los hijos perdidos, que slo encontr a otro hurfano. Hermann Melville, Moby Dick Preludio Las almas perdidas La muchacha camina sola entre los rboles, intentando hacer el menor ruido posible, mientras sus ojos vigilan cada palmo de terreno. Viste ropa militar muy gastada, calza unas botas negras y sostiene entre las manos un fusil semiautomtico como un ojo que explora siempre por delante de ella, al modo del bastn de un ciego. La muchacha se llama Eva y naci en una ciudad del sur que ya nadie recuerda hace exactamente veinte aos. As que hoy es su cumpleaos, pero ella no tiene forma de saberlo porque cosas tales como los calendarios y las tartas con velas de colores han desaparecido para siempre. Tampoco le importara mucho de haberse enterado. La muchacha parece bonita muy bonita, se hubiese dicho en los tiempos anteriores a la Plaga pero est terriblemente sucia, aunque no ms que otros supervivientes. Conserva, eso s, el brillo inocente y trmulo de la primera juventud. Sobre todo en los ojos, que ya han visto demasiado y sin embargo no lo suficiente, nunca lo suficiente. Rodea con agilidad el otero cuajado de bayas donde ayer coloc varias trampas, y una sonrisa le ilumina el rostro al descubrir un conejo muerto. Mejor conejo que rata, aunque una rata bien gorda tampoco habra sido despreciada. La muchacha saca un machete de su guerrera y despelleja con una rapidez sorprendente a su pequea presa, limpindose despus las manos con tierra seca y agujas de pino. An sonre levemente mientras se retira hacia el campamento con los ojos y los odos bien abiertos, no sea que la sorprendan los Errantes, pensando al mismo tiempo no puede evitarlo en lo poco que necesitan algunas personas para ser felices. La muchacha llamada Eva so una vez con ser profesora de literatura inglesa. Y esta es su historia. * * * A muchos kilmetros de ese bosque, Robinson acaba de terminarse su tercera lata consecutiva de ravioli al pesto genovese. Y culmina esta singular hazaa con un eructo que resuena como un trueno en el interior del refugio antiatmico, a doce metros de profundidad. Ha calculado, a ojo de buen cubero, que en los enormes stanos que su padre habilit como despensas an quedan otras doscientas latas de ravioli marca Barilla, la mejor pasta italiana del mercado. Y eso sin mencionar las dems conservas y los congelados que an esperan en la cmara frigorfica, claro est. Por lo que ha visto, ninguna de las latas caducar antes de 2021, as que bien puede atiborrarse hasta reventar. Como un cerdo, piensa. Porque eso es lo que soy, un cerdo. Robinson no es ningn cerdo, aunque cierto es que ha engordado unos treinta kilos en los ltimos dos aos. En realidad ni siquiera se llama Robinson, pero a l le gusta cmo suena y se hace llamar igual que su tocayo Crusoe. Mejor dicho, se hara llamar as en el caso de que hablara con alguien alguna vez, lo cual no sucede nunca. Para bien o para mal, hace aos que Robinson vive completamente aislado del mundo exterior. El territorio de fuera perteneci una vez a los humanos y ahora a los Errantes, pero all nunca hubo nada para l. Sentado en su butaca favorita y ante una pantalla de televisin apagada, Robinson considera vagamente la idea de masturbarse otra vez. Pero al final decide que est demasiado cansado y que no le apetece. De todos modos hay que pasar el tiempo de alguna manera, as que empieza de nuevo a ensayar sus voces: Quienquiera que te proponga la oferta de paz, ese es el traidor, Michael, dice con la voz susurrante de Don Vito Corleone. No, no tengo ganas. Qu aburrimiento, qu mierda de vida. Ha agotado sus pasatiempos favoritos, que son por orden de importancia: 1) Dormir. 2) Comer. 3) Necesidades fisiolgicas. 4) Ensayar y perfeccionar sus voces. 5) Ver pelculas normales en el vdeo. 6) Ver pelculas pornogrficas en el vdeo. 7) Masturbarse. 8) Leer algn libro, si le da por ah. Ya no le apetece hacer ninguna de estas cosas, y se dira que el destino de Robinson consiste inevitablemente en morir reventado como el cerdo que dice que es en la segura intimidad del refugio antiatmico, hoy antierrantes. Y sin embargo, no ser as. Robinson quiso una vez ser escritor, pero nunca lleg a conseguirlo. Por eso y por otras razones mucho ms importantes, esta es, tambin, su historia. * * * Muy lejos del refugio antiatmico de Robinson y del bosque donde Eva ha colocado sus trampas, el pequeo Ismael est jugando al ajedrez consigo mismo. Primero mueve las piezas blancas, pen cuatro rey o pen cuatro dama, luego las negras, luego otra vez las blancas y as sucesivamente. De pronto frunce el ceo en un gesto casi invisible de decepcin: ha visto mate al rey negro en catorce jugadas, comenzando por el sacrificio de la torre en la casilla seis caballo de dama. Porque Ismael ve demasiadas cosas y eso es un problema. Y no nicamente a la hora de jugar en solitario al ajedrez. Ismael tiene nueve aos y vive en Cbola, ciudad de supervivientes en pleno corazn del territorio Errante. Levanta la vista del tablero y contempla a la gente ir y venir entre los barracones; muchos con prisa, muchos armados. Nadie le habla ni l dirige la palabra a nadie, e Ismael no se plantea esta cuestin como algo bueno o malo. Sencillamente se trata de un hecho. Ismael sabe que ha de mantener la mente ocupada el mayor tiempo posible, aunque por razones muy distintas a las de Robinson. De no ser as, Madre volver como siempre vuelve y se encontrar las puertas abiertas. Bien es cierto que Madre ignora lo principal, pero aun as es capaz de descubrir muchas cosas y no conviene subestimarla, no sera lgico. A Ismael le gustan cosas tales como las novelas de Sherlock Holmes, los silogismos aristotlicos, el antiguo acelerador de partculas del CERN y el diseo de la nave espacial Soyuz 7. Y jams se deja llevar por las emociones, porque entre otras cosas ya no es capaz de recordar que una vez las tuvo. Ismael es un nio que un da, tras un accidente de trfico, descubri que era una mquina. Y esta es, por encima de todo, su historia. I La ciudad y el refugio 1 Haba conocido al chico en Cbola. Para el grupo de supervivientes del bosque, Cbola pareca un lugar mitolgico, algo as como una mezcla entre el Paraso Terrenal y el reino de Camelot, y desde luego nadie estaba seguro de su existencia. Quiz slo era otra leyenda de la era posthumana, tal como el Libro de Seth o la Reina Escarlata. Pero aquella maana de marzo ingenua y fragante se toparon con un extrao cartel en la carretera que llen de asombro a todos los que se molestaron en leerlo: ZUHEROS CBOLA 26 Km SI TIENES UN ARMA Y COMIDA, ERES BIENVENIDO Es demasiado peligroso, haba dicho Gabriel. Para el lder del grupo todo era demasiado peligroso, desde los caminos plagados de Errantes hasta los bosques a los que empezaban a retornar bestias que se crean extintas. Pero en algn sitio haba que vivir, as que el grupo se limitaba a vagabundear por los montes recolectando frutos silvestres y colocando trampas para los conejos y las codornices: una vida miserable, a la que el hambre, el fro o las manadas de lobos pondran fin mucho antes que los Errantes. Porque Gabriel era un jefe prudente; demasiado prudente, en opinin de Eva. Tal vez la palabra apropiada era cobarde, aunque haba que reconocer que al menos era un cobarde que saba dnde esconderse. No haban tenido encuentros graves con los Errantes en los ltimos seis meses, lo cual no era obstculo para que el grupo se viera cada vez ms diezmado a causa de las pulmonas, la tuberculosis y la desnutricin. Por qu no vamos a Cbola? Ni lo suees. No sobreviviramos a veintisis kilmetros de carretera. Adems, no sabemos si ese cartel dice la verdad. Y aunque as fuera, no tenemos armas para todos. Dame un fusil y unos cuantos cargadores. Ir a explorar y volver con noticias. Es demasiado peligroso Gabriel siempre retornaba a su eterna cantinela, como en los estribillos de las canciones antiguas. Te matarn y nosotros habremos perdido un arma. Olvdalo, Eva. Eva no lo olvid, pero con tipos como Gabriel era mejor no insistir: nunca habra comprendido nada. En el fondo, Gabriel representaba, como tantos otros, los estandartes de las viejas creencias que se negaban rotundamente a morir. Porque en su interior, las personas como Gabriel seguan siendo pequeos abogados o pequeos maestros o pequeos comerciantes en sus pequeas ciudades de provincias, y nunca quisieron saber nada de lo que les haba cado encima. El viejo mundo an no ha muerto, parecan proclamar con cada uno de sus gestos, nosotros somos el viejo mundo. Y sin embargo, aquello no era ms que una triste fantasa infantil, borrada por las hordas incontables de los Errantes. Es preferible morir de tuberculosis, escupiendo los pulmones por la boca durante das? O bien ser despedazado en menos de un minuto por las mandbulas de los Pellejudos? Un da se lo pregunt a Gabriel y este respondi sin vacilar: Prefiero un tiro en la cabeza. Un tiro en la cabeza; s, claro, eso sonaba muy digno. Pero y los que queran vivir? Aquella noche se habl mucho de Cbola en voz baja y furtiva alrededor del fuego del campamento, aunque todos tuvieron el buen sentido de no mencionar el menor deseo de probar fortuna all. Sin embargo, las leyendas sobre Cbola eran incontables, y no podan por menos que excitar unas imaginaciones ya excitadas por el hambre y las privaciones. Entre otras cosas, se deca que los habitantes de Cbola haban llegado a amaestrar Pellejudos, a los que usaban como esclavos o criados. En Cbola todo el mundo tena tres o cuatro fusiles, y los nios aprendan a disparar mucho antes que a caminar. Por otra parte, los habitantes de Cbola coman caliente tres veces al da: no latas de conserva caducadas ni porqueras de los bosques, sino comida de verdad. Macarrones con tomate, por ejemplo. Alguien recordaba todava el sabor de los macarrones con tomate? No, claro que no. Aquello tambin perteneca al mundo de las leyendas. Claro que no todo eran ventajas: segn los rumores, entrar en Cbola poda resultar bastante difcil y siempre conllevaba un peaje, en la forma de un arma en buen estado o de cierta cantidad de municin. Tambin valan las medicinas siempre que no estuvieran demasiado caducadas o unos cuantos bidones de gasolina. Por otra parte, cualquier sospechoso de practicar el culto a Seth era inevitablemente sentenciado a muerte y ejecutado de inmediato. Esto les pareca muy bien a todos los integrantes del grupo salvo a Eva, que pensaba secretamente que ya se haban perdido demasiadas vidas. Pero en su grupo de supervivientes, los sethianos eran an ms odiados que los propios Errantes. Aquella noche, durante su turno de guardia, Eva rob uno de los tres fusiles Kalashnikov AK-47 que an conservaba el grupo y una buena cantidad de cargadores. Media hora ms tarde caminaba por la oscura cinta en la que se haba convertido la carretera del Norte, en direccin a Cbola. No senta ningn remordimiento, aunque se prometi a s misma enviar ayuda a su grupo en cuanto le fuera posible. Desde luego que no tena ni la menor idea de cmo iba a cumplir esta promesa. 2 Despus de su fuga, Eva pas unos das extraamente tranquilos. Hasta ahora slo haba encontrado pequeos grupos de Errantes a los que poda esquivar fcilmente, ocultndose en la arboleda o tras un saliente de roca. Es cierto que tuvo que correr en zigzag desvindose del camino un par de veces, pero sus piernas eran jvenes y siempre lograba despistarlos. Respecto a los Errantes, cualquier cosa fuera de su ngulo de visin o audicin pareca no existir para ellos, lo que representaba una gran ventaja. Sin embargo, Eva supuso con razn que sus problemas aumentaran cuanto ms se acercara a la ciudad. Puedo ir contigo? pregunt una voz desde la espesura. Eva dio un salto, asustada. Pero slo era un chico ms o menos de su edad, sentado entre los arbustos como si llevara horas esperndola. De pronto se levant con una extraa sonrisa, alzando los brazos al cielo con las palmas extendidas: el gesto universal de la paz que jams haba llegado a perderse del todo. Y sin embargo, parapetada tras su fusil, Eva ya haba observado la tonalidad levemente purprea de la piel y el vendaje mal compuesto en torno al muslo. No des un paso ms dijo apuntndole a la cabeza. S, bueno, me han mordido un poco el chico sonrea como disculpndose. Ha sido un solitario, uno de esos cabrones. Lo mat con una piedra, sabes? S, aplast su fea cabeza contra una enorme piedra. Quieres verla? Eva nunca supo si se refera a la piedra o a la cabeza, y probablemente el muchacho tampoco; slo saba que cualquier persona mordida o araada por un Errante mora inevitablemente en un plazo que oscilaba entre tres y cuatro horas. Y ms tarde se levantaba de nuevo sintiendo mucha, mucha hambre. Pero en ese ltimo lapso de vida antes de la muerte y la resurreccin an se podan explorar todas las variedades de la locura. Slo un mordisco, un mordisco muy pequeo, no creo que est infectado, sabes? Oh, no, seguro que no, sabes? Eres muy guapa. Cmo te llamas? Me encuentro bien, s, como nuevo, sabes? Si das un paso ms, te mato contest Eva. Un disparo de advertencia corrobor estas palabras, levantando una nubecilla de polvo a los pies del muchacho. De pronto, unas carcajadas incontenibles hicieron que este se doblara en dos como una bisagra bien engrasada. Sencillamente no poda parar de rer. Crees que me asustas? Lo crees, puta embustera? Escchame bien: he tenido sueos, he visto lo que vendr. Veo a Madre en su agujero que late prpura y escarlata, y por todas partes sabes? por todas partes hay curas y monjas jodiendo sin parar Mrchate gimi Eva. Por favor. jodiendo como bestias. Y yo no voy a ir al infierno sin haber jodido una vez, al menos una vez. Lo entiendes, puta? Y hay voces que me gritan que soy maricn, pero mienten, siempre mienten Por lo que ms quieras, acaba con esto. Considralo un maldito acto de misericordia. Dispara, disprale de una vez. Pero no poda hacerlo. Por increble que pareciera, aquello era todava un ser humano. Madre! Ests ah? Una sola vez, Madre, con esta puta! Una sola vez! Corri hacia ella a toda velocidad, como si estuviera posedo por fuerzas sobrenaturales. En cierto sentido era as, pens Eva un segundo antes de disparar. El chico fue impulsado hacia atrs como si alguien hubiese tirado de unos hilos invisibles y, tras una grotesca pirueta, qued inmvil en el suelo. Eva se acerc muy despacio, temblando todava. Cerca de la mano del cadver vio un pequeo trozo de papel acartonado, tal vez una estampa o un almanaque con la imagen de una paloma blanca: Seminario Diocesano de San Pelagio PROMOCIN 2013-2014 ngel de la Guarda, dulce compaa, no me desampares ni de noche ni de da, no me dejes solo que me perdera Ya basta murmur a un paisaje de piedras y rboles retorcidos. Dios mo, acaba con esto. Acaba con esto, te lo suplico. Eva an recordaba el mundo anterior a los Errantes. De pronto se derrumb a los pies del cadver y all permaneci abrazada a su fusil, llorando mansamente y sin el menor ruido. As la encontraron una hora ms tarde los hombres de Cbola. 3 Los hombres de Cbola eran tres. Al principio, cuando le ordenaron a punta de fusil que se desnudara por completo, pens que seguramente iban a violarla all mismo, pero no ocurri nada de eso. Tampoco hubiese sido tan grave, se dira ms tarde. Bastaba con tumbarse de espaldas, abrirse de piernas y esperar con mucha paciencia y no menos asco a que se desahogaran. Porque haba cosas bastante peores, como caer con vida en manos de los Errantes. Sin embargo, los hombres de Cbola se limitaron a dejar caer varias miradas apreciativas sobre su cuerpo acompaadas de algunos chistes obscenos, antes de bajar las armas y decirle que ya poda volver a vestirse. Una elemental medida de seguridad que Eva aplaudi interiormente, todava temblando de fro: la haban encontrado al lado de un cadver infectado y no pensaban correr el menor riesgo. Eran esos detalles los que haban permitido a Cbola resistir y en cierta medida, prosperar durante aos, mientras que otros asentamientos caan en manos de los Errantes en cuestin de semanas. As que te llamas Eva. Qu llevas en la mochila, Eva? Ocho cargadores de AK-47. Agua, cepos, dos latas de conserva y servilletas de papel. Comprubalo, camarada. Un instante de silencio mientras el hombre rebuscaba en la mochila. Al final pareci quedar satisfecho e hizo un crculo en el aire con los dedos. El que pareca el jefe asinti con la cabeza. Cuntos aos tienes? Veinte, creo. No estoy segura. Tal vez veintiuno. Pensabas dirigirte a Cbola? S. Por esta carretera no habras llegado muy lejos. Detrs de esas colinas encontrars grupos de Pellejudos que salen hasta de debajo de las piedras. Slo les faltan pancartas para que aquello se parezca a una jodida manifestacin. Los tres hombres rieron a la vez: era un chiste privado, un simple detalle de camaradera. No tena la menor gracia, pero eso no importaba. Como cualquier superviviente, aquellos tipos saban que era necesario rer de vez en cuando para no volverse loco. Qu pas con tu grupo? Los abandon hace unos das. Por qu? Ellos no queran ir a Cbola. Y t, por qu quieres ir? Eva se encogi de hombros. Era una manera como cualquier otra de contestar y as lo entendi el jefe. je suena de algo el Libro de Seth? No minti Eva. Lo hizo mirndole a los ojos, con el mismo tono de voz que habra empleado en otro tiempo para decir buenos das. Su interrogador un cincuentn alto y pelirrojo con una guerrera de camuflaje que deca CCCP sac un cigarrillo liado a mano y lo encendi ceremoniosamente con un mechero Zippo. Qu sabes hacer, Eva? Disparar. Soy rpida de reflejos y tengo buena puntera. Yo S, ya cort impaciente el jefe. Todo el mundo sabe disparar en Cbola. Qu ms? S bastante de primeros auxilios. Y algo de cocina. El trabajo duro no me asusta, puedo aprender cualquier cosa. S fabricar y poner trampas para los animales y por un momento la voz de Eva tembl. Bueno, tambin s Adelante sonri el jefe irnicamente. No seas tmida, ya somos casi de la familia. S bastante sobre literatura inglesa. Pensaba graduarme en la universidad, precisamente en literatura inglesa. Hubo un momento de silencioso asombro, antes del coro atronador de carcajadas. Los hombres se retorcan en espasmos de risa incontenible, mientras que el pelirrojo tuvo que apoyarse en su fusil para no caer al suelo. Santo Dios, literatura inglesa, consigui murmurar al fin. Qu tiene de gracioso? pregunt muy seria Eva. 4 El jardn se parece al del palacio de Versalles, que ha visto slo una vez en una postal, pero que no ha conseguido olvidar nunca. Y sin embargo, este tiene an ms flores y est rodeado de manzanos, unos manzanos enormes como palmeras que ofrecen su sombra al paseante, como una leve caricia de frescura bajo el sol abrasador. A un extremo de la verja puede leerse un cartel que dice: HOY, LITERATURA INGLESA. Todo ocurri por culpa de vuestra estpida tendencia al gregarismo; nunca habis sabido vivir fuera de la manada. Si se os coge uno por uno, no valis nada. An menos que los Errantes. Eso no es justo protesta Eva. Robert Louis Stevenson se encoge de hombros, antes de dar una larga calada a su cigarro puro. El sombrero de copa y la levita negra le dan cierta apariencia de enterrador, que contrasta penosamente con la verde luminosidad del jardn. Fue por culpa del egosmo interviene con exaltacin Charles Dickens. Jams pensasteis en los nios que se moran de hambre. Son los nios de otros, decais, qu nos importa? El nico camino verdadero es el socialismo. Stevenson y Edgar Poe intercambian risas y patadas bajo la mesa, como dos colegiales que acaban de escuchar una grosera. Al mirarlos, ni siquiera Eva puede evitar una sonrisa. Djalo ya, Charles dice con severidad un digno Sir Arthur Conan Doyle. Nos tienes aburridos con tanto costumbrismo. Y aade en voz baja, dirigindose a Eva: Desde que se hizo marxista, no hay quien le soporte. Rojo! se burla Edgar Poe con un gesto obsceno. T ni siquiera deberas estar aqu! Estpido yanqui borracho! Callaos todos! ruge Sir Arthur, golpeando la mesa con toda la fuerza de su autoridad. Quisiera que, para variar, tomsemos el t como personas civilizadas. No olvidis que tenemos una invitada Por cierto, Tolkien se retrasa, como de costumbre. Estar en misa, comindose al prroco dice Stevenson, y esta vez todos se echan a rer, incluido el severo y adusto Sir Arthur Conan Doyle. La tarde cae lentamente sobre un csped cortado al milmetro, salpicado de calndulas y siemprevivas. Es esto todo lo que hacis? pregunta Eva. Tomar t y decir un montn de tonteras en medio de un prado? Del jardn de la Reina de Corazones, querida rectifica gentilmente Robert Louis Stevenson, sin dejar de mover la cucharilla dentro de su taza. Un tintineo agradable de cascabeles, una cancin melanclica que le recuerda a su hogar. Ah fuera hay un mundo que agoniza dice al fin. No os importa? Cmo habra de importarnos, querida? observa melanclicamente Sir Arthur. Estamos muertos. Y los Errantes? Admirables interviene por vez primera el taciturno Oscar Wilde, con la vista clavada en los puos color escarlata de su esplndida camisa de seda. Hay cierta grandeza clsica en ellos, a la manera grecorromana. La decadencia corporal Un momento, Oscar. Deja que yo informe a la seorita del autntico estado de las cosas corta impaciente Dickens. Los Errantes son los Espritus de las Navidades Perdidas. No lo entiendo. No les hagas caso, jovencita murmura la nica mujer sentada a la mesa con Eva, una seora de melena blanca y cara alargada. No son ms que hombres. Y ni siquiera eso: son fantasmas de hombres. Por qu no te das otro paseo hasta el arroyo, Virginia querida? Ya sabes, como en los viejos tiempos replica mordaz Charles Dickens, y despus se vuelve hacia Eva en tono confidencial: Te deca que los Errantes son los Espritus de las Navidades Perdidas. Sigo sin entenderlo. Es muy fcil: ya no habr ms Navidades pasadas, ni presentes, ni futuras, nunca ms. Tan slo el hambre de los Errantes que buscan una presa. Que te buscan a ti, pequea. Un silencio. Ahora todos los rostros estn vueltos hacia ella, con la misma sonrisa siniestra que va ensanchndose cada vez ms. Sir Arthur se relame y traga saliva una y otra vez sin el menor disimulo, un lobo disfrazado con chalina y bombn que observa a Caperucita. Robert Louis Stevenson acaba de arrancarse con un chasquido el meique izquierdo y, tras mojarlo en el t, se lo mete en la boca y lo mastica lentamente sin dejar de sonrer. Eva se levanta, aterrorizada: todos los rostros muestran ese horrible tinte prpura o violceo que en su corazn ha bautizado como la Muerte Escarlata. Es la marca de los Errantes. Nosotros somos Ellos. Ese es el secreto de Seth. Ellos somos Nosotros. Ese es el secreto de Seth. Creis que servir? No s. Un poco flaca. Pero es joven. Carne joven, sangre joven. Se acercan y la rodean tambaleantes, torpes, implacables. Ella los mantiene a raya enarbolando una vieja silla de jardn, como un domador a los leones de un circo. Pero aquello ya no puede durar mucho, y el crculo se estrecha cada vez ms. Por favor suplica entre lgrimas. No, por favor. No quiero mentirte, pequea. La cara de Sir Arthur es ya un amasijo de gusanos que se retuercen sobre dos filas de dientes triangulares. Te doler, s. Te va a doler mucho, pero slo por unos momentos. Y despus Despus sers como nosotros por voluntad de Madre, nuestra querida Reina de Corazones contina Poe. Y Madre dice qu es lo que dice Madre, estimados colegas? QUE LE CORTEN LA CABEZA! gritan todos a la vez. La silla se ha evaporado en el aire al mismo tiempo que los monstruos se abalanzan sobre ella. Un ltimo pensamiento absurdo: una mel de rugby. Quisiera recordar a sus padres por ltima vez, pero ya es demasiado tarde. Porque ahora las manos vidas como garras le destrozan el cuerpo y unas mandbulas en forma de sierra se han cerrado ya en torno a su cuello. Y lo ltimo que escucha antes de morir es el crujido de las vrtebras estallando en su garganta, como huesos de pjaros. 5 No quiero locos en mi grupo, y mucho menos estpidos ruga el pelirrojo. Si vuelves a gritar, te dejar aqu, en mitad de la nada. Eso si no les doy a mis hombres permiso para disparar, y alguno lo est deseando. Entendido? Lo siento murmur Eva an con la voz pastosa. Tuve una pesadilla. Me importan una mierda tus pesadillas, has estado a punto de echarnos encima a todos los Pellejudos de la zona. Hemos tenido suerte, muchsima suerte aadi mientras se secaba el sudor de la frente. Ahora debemos marcharnos, este lugar ya no es seguro. Gracias a ti. Eva no respondi, ni siquiera para disculparse de nuevo. En este mundo, las disculpas eran tan intiles como las cabinas de telfonos o los autobuses urbanos. Levantaron rpidamente el campamento y, quince minutos ms tarde, ya estaban de nuevo en camino con las primeras luces del amanecer. Caminaron durante toda la jornada. Haban abandonado la carretera, y ahora el pelirrojo les guiaba a travs de frondas llenas de espinos o antiguos caminos de ganado, dando vueltas y ms vueltas pero sin perder nunca el rumbo, como si tuviera una brjula en la cabeza. A veces se adelantaba para explorar y desapareca durante una o dos horas. Los otros aprovechaban estos intervalos para compartir unos trozos de pescado en salsa y conversar en voz muy baja, apenas inteligible. Nadie le ofreci comida ni le dirigi la palabra durante todo el trayecto. No puedo reprochrselo, pens Eva. Yo habra hecho lo mismo. Hacia el medioda, el pelirrojo dio orden de detenerse. Se hallaban en lo alto de una loma salpicada de olivos salvajes, desde donde poda verse a lo lejos una parte de la carretera. A una seal del jefe, todos se agacharon quedndose inmviles tras una hilera de troncos, como estatuas que se mimetizan de forma natural con el paisaje. Los hombres acariciaban sus armas o hablaban con ellas moviendo muy lentamente los labios, sin pronunciar una sola palabra. Est ah delante. Un Gusano, y bien grande. No era necesario que nadie respondiera. El coro de gemidos haba comenzado grave y montono como el zumbido de un abejorro, pero ahora creca y creca cada vez ms, una horrible plegaria interpretada por millares de voces muertas. Eva se acurruc en posicin fetal y con los ojos muy cerrados tras un tronco cado, intentando ocupar el menor espacio posible. Cuntos eran? Centenares, tal vez miles? OOOGGGGHHHEEEEEAAAAAGGG Mierda susurr el tipo que miraba por los prismticos. Esos idiotas van a atraerlos hacia aqu. No tendrn tiempo para eso murmur el pelirrojo. Estas palabras la desconcertaron de tal modo que se atrevi a echar un vistazo por encima del tronco. Mucho ms tarde intentara sin xito describir lo que vio: Habis contemplado alguna vez el paso de una plaga de langostas? Y sin embargo, las langostas vuelan o por lo menos saltan; de ah esas nubes pardas arrastradas por el viento. Pero los Errantes ni siquiera corren. Ellos slo caminan o reptan, a veces unos sobre otros aplastndose entre s en un amasijo informe de piernas, brazos y cabezas que se mueven espasmdicamente, como las excrecencias de un monstruo abisal. Tampoco son vlidas las comparaciones acerca de multitudes en estadios o vagones del metro en hora punta. No, no se trata de algo tan sencillo como una muchedumbre que se agolpa en un espacio demasiado pequeo. Los Errantes ya no tienen conciencia ni de su propio cuerpo y no saben diferenciarlo del de los dems. Slo una cosa conocen o, mejor dicho, sienten: el Hambre. El Hambre nace de sus bocas y ni siquiera es necesario tener estmago para sentirla. Por eso, no les importa pisotearse unos a otros o trepar sobre una pila de cuerpos utilizando huesos rotos o cuencas vacas como asidero, por eso sus cabezas decapitadas siguen entrechocando los dientes en busca de carne viva. Nadie cree que puedan sentir dolor: slo tienen hambre. Y cuando se agrupan en un espacio relativamente reducido un tnel, una carretera estrecha dan la impresin de ser ms que nada un gigantesco ciempis multiforme que se retuerce en millares de segmentos. Por eso la expresin del pelirrojo un gusano y bien grande era perfectamente adecuada. Eva jams los haba visto en tal cantidad; el grupo ms numeroso que se haba visto obligada a esquivar constaba de unos cien individuos, aunque desde luego no se detuvo a contarlos. Pero aqu mismo, ante sus ojos, habra unos cinco o seis mil, sin contar con las legiones que an quedaban por desfilar. Ahora empezaba a comprender vagamente a los sethianos, en cierto modo el Gusano emanaba poder, una suerte de hipnosis colectiva que obligaba a la voluntad a hacer un esfuerzo suplementario para no abandonar el escondite y correr con jbilo al encuentro de sus fauces. Los gemidos, pens, representaban en realidad una llamada en un lenguaje que nadie poda entender, pero que no por eso resultaba menos convincente. Fue entonces cuando vio el vehculo de los fugitivos. Un todoterreno gris metlico bajaba derribando arbustos y a punto de derrapar por la loma; el que conduca deba de ser un piloto excelente o bien un loco con la suerte del diablo, ya que pareca increble que el vehculo aguantara sobre sus cuatro ruedas despus de tales giros en zigzag. Pero por qu esos estpidos enfilaban ahora directamente hacia la carretera? Eva tuvo una fugaz visin de su infancia, en la que un avin se estrellaba desde distintos ngulos de cmara contra un gran edificio sobre un fondo de cielo increblemente azul. Eran sethianos? Pareca poco probable, y menos aun despus de ver el can inconfundible de un M-16 disparando cortas rfagas desde la ventanilla del copiloto. La solucin al misterio no se hizo esperar. En la cima de la colina haban aparecido docenas, tal vez centenares, de Errantes como espantapjaros en movimiento que extendan los brazos hacia abajo, en direccin al vehculo que descenda a trompicones por la loma. Los tipos del todoterreno se haban topado con un pequeo rebao campo a travs y humanamente, estpidamente optaron sin saberlo por huir en la peor direccin posible: hacia la carretera. Haban escapado de una pata del ciempis slo para encontrarse con la cabeza, y ahora estaban acorralados. Eva lo vea todo desde su improvisado escondite como si se tratase del rodaje de una pelcula, casi esperando que de un momento a otro una voz gritara: Corten!. Y entonces todo el mundo se relajara y algunos hasta haran bromas o encenderan cigarrillos. Se incorpor levemente, sin darse cuenta de lo que haca. No, pequea dijo la voz del pelirrojo. Una mano firme la tom por el hombro obligndola a agacharse de nuevo. No podemos hacer nada. Hijos de puta murmur el hombre de los prismticos. Ya basta. Silencio todo el mundo. No pareca una orden muy necesaria, ya que los Errantes no dejaban or otra cosa ms que su macabra cancin de cuna. Haba que tener mucha sangre fra para no moverse, para transformarse en una piedra tras la fila de rboles achaparrados sin ceder a la tentacin de echar a correr; bien en direccin contraria a la de los Errantes o simplemente hacia ellos. Acabar con todo, s, qu maravillosa posibilidad. Pero, por supuesto, ninguno de ellos consider seriamente la idea. Al fin y al cabo, eran supervivientes. El todoterreno gris choc de repente contra un olivo y se detuvo, tras un ltimo estremecimiento mecnico. De inmediato se abrieron las puertas delanteras, y un hombre y una mujer saltaron desde el interior como impulsados por muelles, huyendo en direcciones opuestas. La mujer tena un subfusil Uzi en cada mano y disparaba sin dejar de correr contra la masa de Errantes que se acercaban desde la carretera: imposible fallar, pero tambin muy difcil acertar en la cabeza para que no volvieran a levantarse. Tras unos metros, el tipo haba comprendido por fin la inutilidad de correr y ahora se atrincheraba un tanto absurdamente tras un montculo de tierra seca como si temiese el fuego enemigo, sin dejar de disparar su M-16. Bonnie y Clyde, pens Eva. Bonnie y Clyde estaban perdidos, pero se defendan con valor, y que ese valor fuese slo un ltimo fruto de la desesperacin no tena la menor importancia. La distancia se fue convirtiendo en un crculo de dimetro cada vez ms estrecho; quince metros, diez, seis. El to haba agotado las municiones, y ahora se abalanzaba sobre las filas de Errantes enarbolando el fusil como si fuese un garrote. Eso fue lo ltimo que vieron de l. Increblemente, Bonnie an resista y, segn los Errantes se acercaban, su precisin con las armas pareca cosa de magia. Ya haba tumbado a seis o siete de certeras rfagas en la cabeza pero, como todo el mundo sabe, lo peor no es la primera lnea sino los que vienen detrs. Retrocedi unos pasos, tir una de las Uzi y se meti el can de la otra en la boca, la mano libre aferrando con fuerza una medalla que llevaba colgada del cuello. Despus, un disparo semejante al crujido de una rama seca, casi ahogado por el coro de gemidos. Un segundo ms tarde, Bonnie haba desaparecido bajo una maraa de cuerpos hambrientos. Ya est murmur el pelirrojo, y fue como si se hubiese quitado un peso de encima. En realidad todos haban sentido lo mismo. Permanecieron all ms de dos horas en silencio y aguantando como podan las ganas de orinar, mientras las filas de Errantes ms alejadas se reintegraban al Gusano y este prosegua su marcha arrasadora e inalterable. Poco a poco, los gemidos fueron hacindose ms lejanos e irreales, como un mal sueo que se resiste a marcharse, hasta que por fin todo qued en silencio. Pero el pelirrojo an esper a que el sol descendiera un poco ms en el horizonte antes de dar la orden de reemprender el camino. 6 Los dos tipos que acompaaban al jefe se llamaban Juan y Jorge; el pelirrojo que no quiso decirle su nombre de momento se refera a ellos como a una sola unidad funcional a la que denominaba JJ. No s qu hara sin ellos. Son mis dos ojos, mis dos odos, mis dos brazos y mis dos piernas. Y tus dos cojones dijo Juan o Jorge. Todos se rieron a la vez, incluida Eva: tras la escena de la carretera, los hombres de Cbola haban suprimido tcitamente la ley del silencio que pesaba sobre ella. Nada como la contemplacin de la muerte en directo para olvidar viejas rencillas. Quin gobierna en Cbola? A veces el azar. Otras, la necesidad. Y siempre Alexei Ivanov. Qu clase de to es ese Alexei? Ya lo conocers dijo el pelirrojo. Un hijo de puta de categora. Volvieron a rer: se rean de cualquier cosa, hasta de las insignificancias, sobre todo de las insignificancias. Tampoco carecan de humor negro: Jorge haba encontrado unas bragas rosas en el interior del coche abandonado y se las haba puesto en la cabeza a modo de sombrero. A Eva el detalle le pareci de un mal gusto espantoso, pero no tard en comprenderlo: los muertos, muertos estaban. En cuanto a los tipos de Cbola, se haban retorcido de risa sin el menor escrpulo. El resto del viaje fue tranquilo, casi apacible. Una bonita caminata por el campo, de no ser por los esqueletos calcinados de los coches y los enjambres de moscas que revoloteaban sobre restos o manchas imposibles de identificar. Y al da siguiente llegaron por fin a las tapias de ladrillo de Cbola, tan impresionantes a su manera como los muros de Troya. 7 Las leyes son muy simples le dijo el pelirrojo nada ms entrar en la ciudad. Pena de muerte para todos los delitos graves. Pena de destierro para todos los delitos leves. Es el Consejo y en ltima instancia Alexei los que deciden la gravedad en cada caso. Prtate bien, trabaja duro y tendrs comida y seguridad, incluso algunos cigarrillos de vez en cuando. Intenta jodernos y acabars como esos. Lo has entendido? Estaba sealando un enorme roble al lado de la verja de entrada, con tres cuerpos balancendose como sacos de la rama ms gruesa. Al pie del rbol un enorme cartel en maysculas: SOMOS TRAIDORES QUE HAN CONSPIRADO PARA LOS SETHIANOS Eva se estremeci, aunque llevaba demasiado tiempo sobreviviendo para permitir que alguna emocin aflorara a su rostro. El cadver de la izquierda ya no tena ojos: los cuervos se haban alejado prudentemente ante la llegada del grupo, pero no tardaran en volver. Y mi fusil? Yo me lo quedar. En Cbola no est permitido llevar armas, salvo a los milicianos de la Guardia. Si quieres tu fusil, tendrs que ganrtelo. Bien aadi sealando a la derecha, all podrs darte una ducha y comer algo. Ves aquellos barracones? Te espero dentro de una hora en la puerta del viejo ayuntamiento. No s dnde est Pregunta concluy el pelirrojo, marchndose con sus hombres sin ms explicaciones. Eva mir a su alrededor, algo desorientada. La ciudad de Cbola pareca una de esas urbes imaginadas por los arquitectos de hace un siglo y que jams llegaron a construirse: milimtrica y rectilnea, perfecta sobre el plano. Por todas direcciones asomaban hileras de barracones de ladrillo, formando avenidas paralelas y equidistantes entre s. Aqu y all se vean grupos de personas que transportaban material en carretillas, o conversaban entre s entrando y saliendo de los barracones: nadie pareca ocioso. No vio un solo anciano o nio a la entrada de Cbola, y tampoco los ech de menos. Ech a caminar, sintindose de pronto mortalmente cansada. La mochila a su espalda pesaba como plomo, pese a que haba sido desvalijada metdicamente de todos los cargadores. Observ que algunas personas la miraban con cierta curiosidad, pero nadie le dirigi la palabra: algo as como una cuarentena para los recin llegados, pens. A sus pies, una larga explanada de tierra batida la condujo hacia la parte primitiva del asentamiento; aqu s se vean fachadas blancas de cal y alguna fuente de vez en cuando, en callejuelas estrechas y retorcidas como una maraa de dedos. Aquello le gust; haba comenzado a sentirse algo agobiada por la geometra un tanto absurda a la entrada de Cbola. En ese momento vio a un nio de unos ocho aos el primero en toda la ciudad sentado sobre un montn de ladrillos al lado de la explanada. Estaba totalmente inmvil y con las piernas cruzadas, un pequeo Buda meditando sobre la impermanencia. Este pensamiento la hizo sonrer y se sent a su lado, sintiendo las agujetas como alfileres clavados en sus piernas. Cmo te llamas? El nio le sonri sin decir nada, tendindole una tarjeta del grueso mazo que llevaba en la mano, del mismo modo que un prestidigitador que saca la carta exacta de la baraja. Hola! Me llamo Ismael Torres Ruiz y mi direccin es: Ronda de los Robles, 9 1-2 14001, Crdoba. Padezco Sndrome de Asperger. Por favor, si me ves solo en la calle, llama al telfono: 957327110412 o bien al: 091/092 Por favor, que alguien me lleve a casa. Gracias! Es que no sabes hablar? pregunt Eva, y el chico se encogi de hombros. De acuerdo. A m me gusta el silencio. Al cabo de un rato, Eva se levant y continu caminando con paso cansino hacia los barracones. Tard algn tiempo en percatarse de que el nio la segua a pocos metros, los grandes ojos grises clavados como imanes en su mochila con fijacin matemtica, esa que slo l era capaz de tener. Eva se volvi un par de veces para decirle que se volviera a su casa, o con su grupo, o donde quisiera. Pero el chico no hizo el menor caso y continu siguindola como una pequea sombra, desvalida e implacable al mismo tiempo. As fue como Eva conoci a Mquina. Y desde entonces nada, nada fue igual que antes. 8 Robinson echa un ltimo vistazo a las cintas antes de decidirse: viejos armatostes de plstico con las letras VHS, que Dios sabr lo que pudieron significar en su poca. Elige finalmente Animadoras en celo, descartando con pesar Las alegres orgas del granjero II y Criadas para todo. Tracy Lynn haciendo de animadora le parece una razn ms que suficiente para decidirse. Un vdeo Sony VHS, con sus botones de REW, PLAY, FFWW e incluso aquel rojo de REC, que servira para grabar de la tele si la tele todava emitiera algo. La sala se parece bastante a cualquier comedor de una familia bien situada, salvo por dos detalles fundamentales: la ausencia casi absoluta de objetos decorativos y la total ausencia de ventanas. En lugar de estas, se han instalado unos respiraderos casi invisibles en el techo que seguramente comunican con tuberas enrejadas y siempre a oscuras. Un mundo subterrneo que Robinson imagina lleno de ratas y hojas muertas, y del que no quiere saber nada. Basta con revisar los generadores y estar pendiente de que los respiraderos no se atasquen, porque el solitario y austero hogar de Robinson se halla a una profundidad de doce metros bajo tierra. El bnker, lo llamaba en broma al principio. Ms tarde, cuando la Plaga se extendi y la televisin dej de emitir para siempre, Robinson se dio cuenta de la exactitud de esta palabra aunque, por lo dems, ya no estaba para muchas bromas. El vdeo ronronea como un gato satisfecho mientras advierte de los peligros de las copias ilegales en base al artculo 270 del Cdigo Penal, condena de uno hasta cuatro aos de prisin. Robinson vuelve a posar la vista en el revlver de su padre, siempre al alcance de la mano, con el tambor tan lleno de balas como el de Clint Eastwood en El bueno, el feo y el malo, aunque siempre le gust ms Lee Van Cleef. Ya no recuerda la poca en que la inercia empez a presidir todos sus actos y, en el fondo, no le importa un carajo. Un vdeo Sony VHS, piensa por ensima vez. Su padre era todo un clsico, como su coleccin de pelculas de cine negro que hay en el almacn. Nada de reproductores DVD, Blu-ray o cualquier otra pamplina por el estilo. No los entiendo ni quiero entenderlos, deca el viejo, poniendo as punto y final a la conversacin. Un hombre de convicciones firmes, s seor. Haba encargado la construccin del refugio antiatmico as lo llamaba, refugio antiatmico, valiente gilipollez a principios de los ochenta, por temor a la guerra nuclear que inevitablemente provocaran los rojos. Cuando los rojos y la guerra nuclear se fueron juntos a paseo, el viejo continu dilapidando el enorme patrimonio familiar ganado con tanto esfuerzo a base de herencias para perfeccionar y modernizar el refugio: ahora el Enemigo ya no eran los rojos, sino los terroristas islmicos. Si en los das de la Plaga no hubiesen existido terroristas islmicos, entonces los crueles enemigos bien habran podido ser los zules, los esquimales, los vegetarianos o los de Albacete. Porque lo esencial era disponer de un Enemigo del que defenderse a toda costa; que dicho Enemigo fuese real o imaginario no tena la menor importancia. Y es que el padre de Robinson sacaba de este delirio una energa extraordinaria: lo mismo que otros que en momentos de desnimo piensan en sus amigos o en sus familias o en sus novias, el viejo se senta extraamente confortado slo de imaginar el terrible poder de sus enemigos. Despus de todo, eran los nicos que le daban una razn para vivir, aunque nunca imagin de dnde vendra por fin el autntico desastre. Robinson vuelve a prestar atencin a la pantalla, aunque esta parte ya la conoce: el autobs de las animadoras se despista en una carretera secundaria y acaba en un poblacho de mala muerte, donde slo hay un montn de tos musculosos que se pasan la vida jugando al baloncesto. Qu calor tan horrible, dice Tracy con su adorable voz de pito. Chicos, os molesta que me quite la camiseta?. Por supuesto que a nadie le molesta, y menos que a nadie a Robinson, que ya ha comenzado a masajearse la entrepierna como un violinista que comprueba meticuloso las cuerdas de su instrumento. Pero de repente un pensamiento parsito le desconcentra por completo: Dnde estar ahora mi padre? Qu fastidio, igual que si un idiota le preguntara la hora a Karpov mientras este medita la jugada decisiva. Pero la pregunta no quiere marcharse, y todo lo ms rebota aqu y all en las paredes de la mente de Robinson como una pelota de ping-pong. Pues dnde va a estar; de viaje con los Errantes, como todos los dems. Tambalendose y gimiendo con un andrajoso traje de chaqueta sobre el pellejo escarlata, mirando sin ver, chasqueando los dientes, hambriento, siempre hambriento. Fjate, papi, ahora ya no hay enemigos. Slo comida, si eres capaz de atraparla. An recuerda la amarga disputa del ltimo da, esa misma que paradjicamente le salv la vida. Era junio y haca un calor espantoso, pero curiosamente a nadie se le ocurri quitarse la camiseta. Su padre le reprochaba una vez ms su falta de perspectivas, su indiferencia casi metafsica ante cualquier clase de esfuerzo. Te han suspendido otra vez todas las asignaturas. Dime, qu piensas hacer con tu vida? Si Robinson se hubiese dignado responder, lo habra hecho con una sola palabra: nada. El viejo apag la televisin, en la que un presentador informaba un tanto confusamente de ataques en el norte, de muertos que parecan volver a la vida. El gobierno hablaba de falsos rumores y recomendaba a la ciudadana mantener la calma por encima de todo, puesto que la situacin Chack! El chasquido del televisor al apagarse hizo aterrizar de nuevo a Robinson en el peor de todos los lugares posibles: la realidad. Una lstima, porque en verdad haban empezado a interesarle las noticias procedentes del norte. Pero all estaba su padre como un cancerbero a las puertas del infierno, vomitando reproches con la fuerza de una ametralladora. Entonces tuvo una idea. Robinson se rindi. Mejor dicho, Robinson entonces an no se llamaba as, deban de llamarle de otro modo fingi rendirse, y lo hizo con la conviccin y el aplomo del mejor de los actores. Porque igual que su padre sacaba fuerzas para resistir de sus mltiples enemigos imaginarios, Robinson viva de las mentiras. Cualquier cosa que lo alejara de la vida era lo que le permita sobrevivir y, desde que tena memoria, se haba dedicado a construir su propio acuario a medida y a base de mentiras, que se adaptaba a su carcter como un guante a la mano. Envidiaba sobre todo a los hikikomoris japoneses, aquellos chalados o genios! que se encerraban durante aos en una habitacin con un montn de videojuegos para no hablar nunca con nadie. Dadas sus circunstancias, tal sueo no era posible. Pero uno poda ir acercndose a l a base de mentiras, falsas promesas y no menos falsos gestos de arrepentimiento. Era una receta poco menos que infalible. As que inclin la cabeza con un suspiro y prometi a su padre que estudiara en firme durante todo el verano, a fin de aprobar las asignaturas suspensas en la convocatoria de septiembre. A estas alturas ni Robinson ni su viejo podan saber que ya no habra exmenes ni ninguna otra cosa en el mes de septiembre. De hecho, ni siquiera habra septiembre y a quin le importaba eso? A Robinson no, desde luego. Mucho ms tarde pensara que la Plaga Errante haba representado para l casi el cumplimiento de un deseo: algn remoto dios hikikomori se habra apiadado de l enviando a los Errantes. Cuando pensaba en estas cosas se rea o lloraba, segn tuviera el da. Pero aquella tarde en el domicilio familiar el padre haba bajado los ojos, slo por un momento. Un gesto casi imperceptible, pero que no pas desapercibido al poderoso sexto sentido de Robinson. Por supuesto que el viejo continuaba bombardendole con sus reproches, pero ahora se pareca ms bien a un soldado que dispara sus ltimos cartuchos antes de la retirada. No caba duda: el viejo estaba empezando a aflojarse y el contraataque no se hizo esperar. Robinson se disculp, rog, gimi, pidi mil veces perdn, hizo propsito de enmienda y, slo cuando el viejo terminaba de aplacarse, solt su pequea bomba. Robinson le pidi a su padre las llaves del refugio antiatmico: aquel era el sitio ideal para enclaustrarse como un monje durante todo el verano y preparar los exmenes con absoluta concentracin, le explic. El refugio dispona de cmaras frigorficas con comida suficiente para aos, luz elctrica y agua corriente gracias al arroyo cercano, calefaccin, aire acondicionado y los enormes generadores con sus grupos electrgenos que lo hacan todo posible, ocultos como los magos de los cuentos. Adems, el refugio se hallaba convenientemente lejos de cualquier lugar habitado: en medio de un espeso bosquecillo de alerces, camuflado como un simple cobertizo de leador. De modo que all Robinson estudiara como un poseso, noche y da, lo que hiciera falta; nada ni nadie lo iban a apartar de sus recin descubiertas responsabilidades. Al fin tuvo que ahogar una sonrisa mientras su padre le tenda las llaves entre escptico y esperanzado. Mi padre, el nico animal que tropieza mil veces en la misma piedra, pensaba. As termin la discusin. Ese mismo da, horas ms tarde, Robinson aterrizaba al volante de su Ford Fiesta en el discreto caminito de tierra que llevaba a la entrada del complejo subterrneo: una simple cabaa de madera con una trampilla en el suelo, oculta bajo la alfombra. Llevaba consigo una mochila con un ordenador porttil, un saco de dormir, varias botellas de whisky, unas latas de Seven Up, un manoseado ejemplar de bolsillo de Robinson Crusoe y veinte pelculas pornogrficas en formato VHS, elegidas al azar unas horas antes en un comercio regentado por ciudadanos chinos; de los apuntes y libros de la universidad no haba el menor rastro. Y lo que Robinson menos poda imaginarse, durante su primer y triunfal descenso al refugio antiatmico, era que no iba a salir de all durante aos. 9 De pronto me doy cuenta, al or el sonido de su voz, de que es ella: mi programadora. La sigo lentamente manteniendo la distancia, no quiero asustarla; hay algo en m que asusta a las personas. No s exactamente lo que es: hay demasiadas cosas que no s y esa es justamente la seal ms clara de que necesito ser reprogramado. Pero no todava, no antes del viaje. Despus, cuando los sueos hayan cesado, s. Se vuelve y me dice que no la siga, que me marche. No hay ira en sus palabras, slo cansancio. Reconozco la ira, he aprendido a detectarla en todas partes. No hay ira en ella, pero s ignorancia, porque an no sabe que es mi programadora. Es un ser humano o es algo como yo? No hay muchos como yo, y quiz ya no quede ninguno. Mi apariencia externa es frgil y desvalida, ya que fue diseada para despertar en los humanos el llamado instinto de proteccin. No s exactamente qu significa esto, pero est inscrito en mis circuitos de memoria y por lo tanto debe ser cierto. Sin embargo, la gente no se me acerca mucho. Tal vez porque no soy lo suficientemente mimtico, debido a un error de programacin. La gente en Ctola desconfa de m, tengo que disimular. Y no perderla de vista. Soy parte de un experimento que qued sin terminar cuando llegaron los Errantes y por eso estoy confuso; no me gusta el desorden ni la confusin. No he sido informado de mis objetivos y ahora debo descubrirlos por m mismo, si es que puedo. Quiz la programadora me ayude antes o despus del viaje. Aqu todos temen a los Errantes, es lo nico que tienen en comn. Eso y el recelo hacia m. Yo soy inmune a los Errantes, pero no a la confusin. En algn momento mis creadores cometieron un error, o bien no pudieron terminar su trabajo a causa de los Errantes. No lo s. Lo nico que puedo asegurar es que mi funcionamiento no es absolutamente correcto, aunque puedo disimularlo bastante bien. Eso me recuerda algo. Una vez vi una pelcula de televisin en compaa de mi madre. Es decir, de la mujer que deca ser mi madre de acuerdo con los parmetros del experimento. La pelcula trataba sobre una mquina con apariencia de nio que quera ser un nio de verdad, o sea, humano. Aquella pelcula no me gust y pens que la mquina era estpida o estaba mal diseada. Quin querra ser humano? Sus mentes oscilan de un lado a otro sin que puedan controlarlas a causa de algo que llaman emociones. Y estas emociones, dicen, pueden ser buenas o malas, agradables o desagradables. Y van y vienen porque s, por pura casualidad. Qu lgica tiene esto? Y luego sus cuerpos envejecen y mueren, y los que son atacados se convierten en Errantes y se devoran unos a otros. Yo temo ms a los humanos que a los Errantes. Los Errantes comen porque tienen hambre; ellos son lgicos, a su manera. Pero lo que ms me molest fue que, al terminar la pelcula, la mujer que deca ser mi madre comenz a llorar y me abraz y me dijo que yo conseguira ser un nio normal, y que lucharamos juntos contra el maldito Asperger tard algn tiempo en enterarme de que esa es una enfermedad que dicen que tengo. Y yo sonre y asent porque eso era lo que se esperaba de m, pero en realidad estaba muy molesto porque no me gusta que me toquen. Y al contrario que esa estpida mquina de la pelcula, yo no quiero ser humano por nada del mundo. 10 Eva cruz el pasaje entre dos barracones como si flotara entre las nubes, sin darse cuenta an de la presencia del nio a pocos pasos de distancia. Haba podido ducharse e incluso cambiarse de ropa: una especie de milagro en mitad del infierno en el que sobrevivan tras la aparicin de los Errantes. Si ahora tuviese un poco de maquillaje y una barra de labios podra parecerme a una mujer, pens con una sonrisa. Torci a la izquierda del ltimo barracn, en direccin al casco viejo. Haba algunos locales que mostraban extraos carteles colgando de las paredes, como impresiones dj vu o reminiscencias de vidas anteriores. TABERNA DEL CIERVO BLANCO , PANADERA, CARPINTERA. A la salida de la calle vio lo que deba de ser un antiguo palacete, con docenas de bombillas de colores unidas por cables y que ahora estaban apagadas, pero que de noche lo haran parecer una especie de verbena multicolor: JODE A UNA ERMOSA CHICA POR 20 NUEVOS RUBLOS. RUVIAS, MORENAS, PELIROJAS. A su lado, una modesta construccin con una inverosmil cruz de madera sobre el tejado de uralita: IGLESIA EVANGLICA Y PENTECOSTAL DEL LTIMO DA . A esta alturas, Eva ya se haba dado cuenta de que el nio continuaba siguindola, pero prefiri fingir ignorancia, o mejor, indiferencia. Ya se cansara, tarde o temprano. Unos tipos con brazaletes azules y armas automticas la condujeron al interior de la casa que lindaba con el viejo ayuntamiento. Atraves un patio lleno de macetas, paredes recin encaladas, fotografas en blanco y negro de hombres y mujeres que parecan fantasmas a punto de salirse de sus marcos. Vio rastrillos, hoces, guadaas, todo un catlogo de aperos de labranza salidos del siglo XIX. Y sobre todo armas: fusiles de asalto apilados en los rincones, unos frente a otros al modo de haces de estacas; cajas de municiones usadas como improvisados taburetes. Aquello pareca un cruce entre el museo etnogrfico y un arsenal del ejrcito. Se trataba nada menos que del cuartel general de Alexei Ivanov alias Alexei el Rojo, Alexei el Sargento o Tovrich Alexei desde donde gobernaba Cbola con mano de hierro envuelta en un guante de seda. As que eres t quien manda aqu sonri Eva. Deb haberlo supuesto. Sintate, querida dijo gentilmente el pelirrojo devolvindole la sonrisa. Puedo ofrecerte un t, aunque lamentablemente no disponemos de pastas. Ms tarde quiz podamos hablar de literatura inglesa, pero por ahora quiero saber cul es tu primera impresin sobre Cbola. Me parece bien. Salvo por las horcas. Saba que diras eso. Lamentablemente, son los mejores instrumentos de que dispongo para el mantenimiento del orden pblico. Miguel dijo a un joven que permaneca a su lado tan inmvil como una estatua, te importara traernos t de azahar para la seorita y para m? Los dems podis marcharos, no os necesitar de momento. Gracias, gracias, gracias. Los hombres de la guardia abandonaron la sala en completo silencio. Mientras tanto, Eva empezaba a intuir que por debajo de la aparente frivolidad de Alexei literatura inglesa; gracias, gracias, gracias exista un control absoluto de la situacin y, sobre todo, una voluntad de acero. La misma que durante aos le haba permitido conservar Cbola como una isla de resistencia en medio de un ocano de muertos vivientes. Decidi que, pasara lo que pasara, no cometera el error de subestimarlo: Alexei poda enviarla a la horca con la misma sonrisa gentil con que la invitaba a una taza de t. Eres muy bonita. Podras ganar mucho dinero en nuestro pequeo burdel. Te interesa la oferta? No, gracias. No saba que usarais dinero aqu. Pues claro que s. Qu te crees que somos? Salvajes? Sin esperar respuesta, Alexei comenz a teclear en un ordenador porttil que haba sacado como por arte de magia de debajo de la mesa. Ahora pareca algo preocupado, aunque Eva jams supo si aquel gesto era autntico o slo una pose ms para la galera. A ver que tenemos aqu dijo con aire pensativo. Agricultura. Sabes algo de agricultura? No. Pero sabes disparar, no es cierto? S. Tendremos ocasin de averiguarlo dijo Alexei con una sonrisa mientras escriba algo en la hoja de una libreta. Acabo de asignarte al servicio de escolta de la Unidad Agrcola Nmero 2. Presntate maana por la maana al supervisor en el barracn 21 con esta nota. Se llama Ernesto Mrquez, tiene un genio de mil demonios y ser l quien te diga en qu consiste tu trabajo. Alguna pregunta? No, claro. Tienes ya dnde dormir? No. Puedes quedarte aqu temporalmente. Hay muchas habitaciones vacas, escoge la que prefieras; encontrars colchones, sbanas y mantas en el almacn de atrs. Le entreg el papel con un sello en tinta roja que representaba una estrella de cinco puntas llena de adornos y filigranas. Un smbolo casi imposible de falsificar, pens Eva. Gracias respondi. Pero me pregunto por qu haces todo esto por m. Podra decirte que hago lo mismo por todos los forasteros amistosos, pero no tardaras en descubrir que no es cierto. As que te contestar con slo dos palabras: literatura inglesa. Alexei se ech a rer en el mismo momento en que apareca Miguel con la bandeja de servir el t. El muchacho lo hizo lenta y ceremoniosamente, como si se hubiera escapado de algn viejo grabado japons. Ms tarde se sent en el suelo con las piernas cruzadas, a los pies de Alexei. Delicioso murmur este tras el primer sorbo. El viejo aroma de al-ndalus escondido en una simple taza de t. Y una pregunta ms, mi joven amiga: qu sabes del Libro de Seth? Por cierto, preferira que esta vez no me mintieras. Eva se ruboriz hasta la raz del cabello. Un recuerdo inoportuno lleg de pronto a su mente: su primera regla la misma maana en que cumpla trece aos, precisamente al comenzar una clase de literatura. Slo he odo rumores, como todo el mundo murmur con la vista clavada en el suelo. Por lo que yo entiendo, es una especie de biblia para los sethianos. He odo decir que consideran a los Errantes unos ngeles vengadores que nos enva la ira de Dios, o algo por el estilo. Por lo tanto Por lo tanto cort secamente Alexei, la nica manera de purgar nuestros pecados consiste en arrojarnos a los brazos de los Pellejudos, sumndonos as a los ejrcitos de Dios. Es una idea tan estpida que no me extraa que haya tenido xito, tal como estn las cosas. Personalmente puedo respetar que en determinadas situaciones lmite se dice as en espaol? el ser humano busque consuelo en la religin, como otros se enganchan al alcohol o a la herona. Es decir, no lo respeto, pero me es indiferente. Sin embargo, ninguna secta de las que han surgido como hongos en los ltimos tiempos es tan destructiva y a la vez tan poderosa como la de los sethianos. Adn y Eva tuvieron tres hijos: Can, Abel y Seth. Nosotros, hijos de Can, somos culpables en esencia del crimen de nuestro antepasado en la persona de Abel, el favorito de Dios. Precisamente para castigar nuestras maldades naci Seth, el Tercero o el Vengador, como ellos lo llaman. Adivinas quines son los hijos de Seth? Los Errantes. Por supuesto. Pero curiosamente los sethianos no se conforman con engrosar sin ms las filas de los ngeles vengadores. Si as fuese, el problema se resolvera por s mismo. Lo que en realidad pretenden es arrastrarnos a todos a todos los supervivientes a ese mismo destino. Segn ellos, slo de este modo conseguiremos alcanzar la Misericordia de Dios: cuando ya no quede un solo ser humano vivo sobre la faz de la Tierra. Pero no lo entiendo repuso Eva. No haba nacido Seth para vengarse de nosotros? Lo que nos ofrecen, a su retorcida manera, es el Paraso. No tiene ninguna lgica. Conoces alguna religin que la tenga? pregunt Alexei. Si Dios no nos libra de nuestros salvadores, lo haremos nosotros mismos. Entonces, esos tres de la verja? S. Se infiltran en la ciudad como refugiados y, una vez dentro, cometen sabotajes o convencen a algunos infelices para que se sumen a las filas de los Errantes. En una ocasin, estuvieron a punto de abrir la puerta del Este a una manada de Pellejudos, y slo pudimos evitarlo por pura suerte y en el ltimo momento. Haca ya tiempo que no intentaban entrar en la ciudad, pero nunca se puede bajar la guardia. Por lo dems, son tan estpidos que siempre logramos cazarlos antes de que puedan hacer dao. Bueno, casi siempre. Eva apur el ltimo sorbo de su taza. Aquel t le hablaba de un mundo donde la gente desayunaba tostadas con mantequilla antes de ir al trabajo o a la oficina del paro, segn los casos. En aquel lugar imaginario no haba horcas, no haba Errantes y el Libro de Seth no exista porque nadie iba a molestarse nunca en escribirlo. Se oblig a prestar atencin a las palabras de Alexei; escapar de la realidad era tan tentador como peligroso. Se les reconoce por su modo de hablar, incluso de mirar: jams te miran a los ojos si pueden evitarlo. Algunos son buenos actores y logran pasar desapercibidos por un tiempo, pero al final siempre son descubiertos. Y entonces acaban como alimento no para sus queridos Errantes, sino para los cuervos. En el rbol de la horca. Pero tambin se ejecuta a los que an no han hecho nada? Quiero decir que, si se les detiene antes de que puedan causar dao El castigo para los sethianos en Cbola es siempre la muerte y no hay excepciones cort framente Alexei. Despus la mir con media sonrisa y el tono de la voz se hizo ms amable. An conservas la manera de pensar de antes de la guerra, mi joven Literatura Inglesa. Lo respeto profundamente, puedes creerlo, y por qu no decirlo, me gusta. Pero estamos en guerra, y supongo que comprendes que no voy a arriesgar la seguridad de mi ciudad a cambio de la vida de uno o mil de esos lunticos. S, lo entiendo. Hubiera querido decir algo ms, pero no encontr las palabras adecuadas. Decirle que ya se haban perdido demasiadas vidas, que el de Alexei era precisamente el viejo modo de razonar. Porque los Errantes nunca se mataban entre s; ese era un privilegio exclusivo de los humanos antes, durante y seguramente despus de la guerra, si es que para entonces todava quedaba alguno. Sin embargo no dijo nada: no deseaba enemistarse con la mxima autoridad en Cbola y, por otra parte, aquello no era de su incumbencia. Adems, la presencia de Miguel, inmvil y con la mirada perdida a los pies de Alexei, no contribua precisamente a tranquilizarla. Hay algo que me gustara saber dijo finalmente. Un nio rubio de unos ocho o nueve aos me ha seguido por toda la ciudad hasta aqu, y me ha dado un papel con una direccin y unos nmeros de telfono. Podras decirme algo ms de l? Ah, ese rezong Alexei en un tono tan despectivo que sorprendi a Eva. Es nuestro chalado particular: el tonto del pueblo, podra decirse. Por lo que creo, su nombre es Ismael, pero l prefiere que le llamen Mquina, aunque rara vez habla con alguien. Se figura que es un robot o algo por el estilo. Te dar un consejo: no te acerques demasiado a l. No me inspira confianza. Por qu? Slo es un nio. Alexei se qued pensativo unos segundos antes de responder. Porque cuando lo miro a los ojos, no s lo que piensa. 11 El supervisor Ernesto Mrquez era un sesentn de melena canosa, con la cara tan llena de estras que recordaba a uno de esos mapas antiguos de los museos. Su despiadada franqueza era al mismo tiempo su mayor virtud y su mayor defecto. Espera a que se acerquen hasta diez metros; entonces dispara. Y sobre todo, no malgastes municiones. Y si son muchos? Aqu tenemos un refrn: Si son ms de siete, le das a la alarma y que el culo te pete. Eso ltimo quiere decir que empieces a correr. Hay ms preguntas? No. Menos mal. Los campos de cultivo se encontraban en un valle situado a medio kilmetro del norte de Cbola. La tarea de Eva, y de los otros once encargados de seguridad, consista en patrullar el permetro de la zona fronteriza, eliminando a cualquier Errante o grupo aislado que traspasara los lmites marcados. Salvo si venan en manada, en cuyo caso, y segn el refrn, lo mejor era salir por piernas y no parar hasta las murallas. El jefe de esta cuadrilla de autnticos especialistas era aquel viejo hippy malhumorado, que en una vida anterior haba sido pintor expresionista y administrativo en la empresa de aguas de Sevilla. Como no se fiaba de Eva, la hizo disparar un par de veces contra un montn de latas vacas. No est mal dijo al fin. Ya veremos de lo que eres capaz contra un blanco en movimiento. Aquella era su particular manera de felicitarla; Eva suspir y no dijo nada. En los campos se cultivaban toda clase de hortalizas lechugas, tomates, zanahorias, aunque la mayora de los cereales brillaban por su ausencia: demasiado complicados y demasiado costosos. As, el arroz, por ejemplo, era un sueo inalcanzable, pero nunca faltaba una parcelita donde crecan verdes y lozanas las hojas del tabaco. En esta zona, Eva crey ver un grupo de plantitas de hojas simtricas y alargadas que crecan casi con disimulo en un rincn. Al comentrselo inocentemente al supervisor, este respondi en su tono habitual que las chicas curiosas y estpidas haran mejor en estarse calladitas, bien calladitas. Aparentemente, Ismael haba dejado de seguirla a todas partes. En un principio esto la alivi, para acabar convirtindose con el paso de los das en una secreta decepcin. Sin embargo, el nio se las apaaba siempre para encontrarse con ella en cualquier lugar de Cbola. Y cada vez que volva a verlo se sorprenda a s misma anhelando en cierto modo ese silencio tenaz y orgulloso. Haba intentado varias veces hablar con l, sin demasiado xito: el nio se limitaba a irse por la tangente con la habilidad de un tenista que devuelve todos los golpes. O bien se mantena en un silencio absoluto, mirndola sin pestaear desde sus grandes ojos de gato. Haba algo inquietante en esa mirada, un brillo inexplicable para ella. Intent sonsacar alguna informacin sobre el chico a la gente de Cbola, pero nadie pudo decirle gran cosa. Por lo visto, haba venido con un grupo procedente del oeste haca dos o tres aos, pero no tena ningn vnculo familiar con ellos. Ismael dorma cada noche en una casa diferente, y las almas caritativas de Cbola se lo pasaban de mano en mano como uno de esos regalos de compromiso que nadie quiere conservar. No jugaba con los dems nios y siempre estaba solo. 12 Por las noches, Eva se marchaba agotada a la casa de Alexei; el trabajo era poco exigente en el sentido fsico, pero a cambio precisaba de una atencin constante. Bastaban unos segundos de distraccin para que los Errantes se te echaran encima como lobos, aunque ella poda pasar semanas enteras sin ver a uno solo. Paradjicamente esto era peor que un goteo continuo: la tensin se relajaba, los msculos se dorman. Entonces llegaba de repente un grupo de cinco o seis y uno no saba reaccionar, igual que un conejo cegado por la luz. El sector que le haban asignado, la frontera entre las tierras de cultivo y un espeso bosque de encinas que se extenda ms all de la vista, era de una extensin de unos sesenta metros de tierra cuidadosamente despejada. En cierto sentido, aquello se pareca a un videojuego monstruoso: los Pellejudos salan del bosque porque siempre salan del bosque como si fueran generados a partir de la nada por un programa informtico. Se acercaban a ella con los brazos extendidos, como sonmbulos de hace un siglo. Y siempre con esos andares torpes y pesados, implacables, en una precisa lnea recta de la que slo poda desviarles un disparo certero. Pese a las instrucciones del supervisor, Eva prefera esperar hasta los seis o siete metros antes de disparar si el grupo no era muy numeroso. Usaba balas dum-dum con una pequea carga explosiva y un fusil Hechler-Koch de alta precisin. Y naturalmente, siempre tena a mano la pistola Beretta que le haba entregado como prstamo el supervisor, por si acaso. Las dumdum eran una municin tan valiosa como escasa, y no se podan desperdiciar. Pero Eva siempre tuvo mucho cuidado: en este juego no existan otras dos vidas de repuesto. Y el Game Over significaba algo mucho peor que la muerte. Los guardias de Alexei se sonrean al verla entrar en la casa contigua al ayuntamiento, pero ella se limitaba a saludarlos con absoluta cortesa. Probablemente pensaban que era la amante del jefe. Esto no era cierto aunque s lo era que haban tenido algunas sesiones de sexo tranquilo en los primeros meses, cuando ella se senta ms sola, porque uno de los recuerdos del Viejo Mundo que los Errantes se haban encargado de barrer era precisamente el concepto del amor romntico. No era que la idea conllevara burlas o la sonrisa sarcstica del que se cree de vuelta de todo: sencillamente se haba vuelto incomprensible, como debi de serlo para los pobladores del antiguo Egipto. Los vnculos afectivos rara vez coincidan con los sexuales: los matrimonios porque en Cbola seguan celebrndose matrimonios servan fundamentalmente para reforzar alianzas entre dos clanes, y eran decididos al fin por los jefes de dichos clanes tras arduas negociaciones en las que el romanticismo brillaba por su ausencia. No era extrao, y tampoco reprobable, que una persona buscara compaa sexual en cualquier sitio menos en su casa, sin que ello significara una merma del cario que senta hacia su pareja o parejas. La poligamia y su versin femenina, la poliandria no causaban ya el menor asombro, aunque ahora eran bastante ms flexibles que en sus versiones anteriores a la Plaga. As, uno de los grupos sociales ms estimado y de mayor prestigio era el de las prostitutas, slo por debajo de los guardianes del primer rango. De este modo, el hombre de la era postapocalptica haba aprendido por fin a separar sus emociones de sus deseos. Dicha perspectiva del asunto evitaba confusiones y, sobre todo, simplificaba al mximo la vida, en una poca en la que todos los esfuerzos eran pocos para sobrevivir a los nicos depredadores que la humanidad haba conocido en toda su historia. En el caso de Eva, hay que decir que consideraba a Alexei un tipo bastante atractivo a pesar de su edad o tal vez a causa de ella y un compaero de cama aceptable, aparte de un buen camarada cuya amistad vala la pena conservar, aunque slo fuese por consideraciones egostas. Estos eran, ms o menos, sus sentimientos hacia l. Ni siquiera lo consideraba el mejor jefe posible, aun reconocindole mritos tan importantes como su aguda visin tctica y su inagotable fuerza de voluntad. Por ms que se mirara, no haba en todo esto un solo gramo de romanticismo, y ni Eva ni Alexei lo necesitaban. En cuanto a este, sola pensar en ella como en una especie de hija adoptiva lo que no exclua algn que otro incesto ocasional que haba conseguido divertirle en un primer momento con aquella suprema tontera de la literatura inglesa; en detalles como estos adverta Alexei la fragilidad esencial de Eva por debajo de la coraza que, de forma inevitable, cualquier superviviente lleva siempre cosida a la piel. Alexei presuma de conocer el corazn de las personas mediante un simple vistazo, y haba mucho de verdad en esa aparente jactancia; de hecho, era uno de los principios bsicos que le haban permitido situarse y lo que era ms importante, mantenerse como el lder de Cbola desde su fundacin. Y en Eva vea, sobre todo, ese fondo de inocencia que enmarcaba cada uno de sus gestos al modo de una pantalla de cine donde se exhiben cientos de pelculas, pero que, al terminar la funcin, continuar siendo inmaculadamente blanca. A Alexei no le importaba que ella vistiera siempre aquella horrible ropa militar llena de remiendos, o que a veces dejara caer exabruptos que hubiesen hecho enrojecer a una legin de camioneros. Y eso sin mencionar su pericia con el Hechler-Koch, ante la que un francotirador de la vieja Guardia Roja se habra sentido muy avergonzado. Porque todo aquello no era ms que pura fachada, la lnea de defensa obligatoria desde que llegaron los Errantes. Lo cierto era que a Alexei le fascinaban las personas inocentes por dos razones: porque saba que l no lo era y porque a veces llegaba a dudar de que tales personas existieran realmente en el mundo. Por eso la llegada de Eva haba supuesto para l casi una revelacin: deba protegerla a toda costa. Ms que por afecto por simple sentido comn, como un ecologista de los antiguos tiempos hubiese protegido a un ejemplar de una especie en vas de extincin. Por lo dems, el inters sexual de Alexei hacia Eva era ms bien escaso; no es que no fuese atractiva, pero las haba mil veces ms sofisticadas y espectaculares que ella entre las profesionales del burdel. Adems, y aunque la bisexualidad de Alexei haba oscilado a lo largo del tiempo de un extremo al otro, ltimamente prefera sin duda a los hombres. Con ms de cincuenta aos cumplidos, pensaba, ya no era de esperar un nuevo desplazamiento del pndulo. Prefera a los jvenes de la guardia como Miguel o Marcos, que solan entregrsele con cierto fervor religioso pintado en el rostro. Y aunque el sexo con Eva resultaba muy satisfactorio, para Alexei ella simplemente no vala lo que un hombre. Alexei era un tipo curioso, incluso para estos tiempos. Antes de la Plaga haba sido soldado, trompetista, pintor de brocha gorda, barrendero en el parque zoolgico de Mosc y, por ltimo, guardaespaldas de un pez gordo de la mafia rusa con residencia en Marbella. Nacido en Leningrado a principios de los sesenta, su historia daba comienzo realmente cuando se alist, o ms bien lo alistaron a la fuerza, en el tercer regimiento de la Caballera Motorizada de la Guardia Sovitica. Al principio todo fue bien, con comida aceptable y abundante vodka en la cantina que se intercambiaba por vales del ejrcito, sistema este que Alexei haba transplantado a Cbola prcticamente sin cambiarle una coma, a modo de dinero de curso legal. Pero cuando ms a sus anchas se encontraba incluso le haban ascendido a sargento, sin otro mrito en su haber que el de emborracharse una noche con el comandante les lleg la orden de partir a Afganistn. La guerra haba corrompido a todos, y Alexei no iba a ser la excepcin. Y no obstante, sola pensar que aquellos aos fueron necesarios para purificarlo de sus taras juveniles y endurecerlo, prepararlo en suma del mejor modo posible para convertirse en el lder que al fin estaba destinado a ser. Y sin tener razn, la tena. Haba visto a hombres mejores que l meterse una Tokarev en la boca y apretar el gatillo; nunca pens que aquello fuese un absurdo, sino simplemente una consecuencia de la lgica de la guerra. l mismo haba estado a punto de hacerlo, antes de escapar de milagro de varias emboscadas muyahidines, cuando los enviaban a explorar territorio enemigo sin cobertura de ningn tipo, a veces incluso sin planos, a la buena de Dios o de algn asno del Estado Mayor de la Stavka. Y si haba aprendido algo de toda aquella mierda, fue gracias al enemigo, por supuesto: slo el enemigo te ensea sus puntos fuertes, slo el enemigo te ensea tus puntos dbiles. En cierto modo, los muyahidines entonces an no se les llamaba talibanes y en Occidente estaban considerados como unos hroes eran asombrosamente similares a los Errantes: jams pedan tregua ni capturaban prisioneros. Ese era su punto fuerte: en el fondo no queran tanto ganar la guerra objetivo secundario como destruir por completo al enemigo. Disponan de una reserva inagotable de fe en la victoria del mismo modo que los Errantes no podan dejar de sentir hambre, y eso era lo que los converta a ambos en enemigos formidables. Era necesario sacar provecho de esas y otras amargas lecciones, porque Alexei siempre supo que aquellos aos infernales en las montaas de Kandahar haban sido su mejor escuela para lo que vino despus. 13 En los ltimos das Robinson haba cado en el solipsismo. Esa era la elegante manera que tena de decirse que se estaba volviendo loco. Aunque todo el mundo se entregue en un momento dado a especulaciones filosficas es gratis y hace que el tiempo pase, cualquiera puede salir de ellas mediante un simple salto mental o una llamada de la realidad. Sin embargo, l ya no se vea capaz de saltar, ni mentalmente ni de ningn otro modo. Y por lo dems, la Realidad y Robinson nunca hicieron buenas migas. La imagen que tena de s mismo era la de un coche incapaz de moverse en medio de un barrizal. Las ruedas an giran, s, pero con qu objetivo? En la cinaga de la vida de Robinson no haba ningn lugar adonde ir. Porque esos lugares no existen. Y t cmo lo sabes? Nada existe fuera de tu mente. Ni siquiera tus pensamientos. Entonces, no hay un mundo real por encima del refugio? No existe mundo ni refugio. Nada existe, salvo el Creador de Pensamientos. (Estos Pensamientos iban en todos los casos con mayscula inicial. Robinson no tena idea de por qu, pero siempre se los imaginaba as). Entonces, todo es tan irreal como un sueo? El Creador de Pensamientos juega a descubrirse a s mismo a travs de los sueos. (Aquello pareca complicado, as que Robinson no quiso meterse en profundidades. En lugar de ello volvi a insistir en un viejo tema). Yo percibo constantemente la realidad por medio de mis sentidos. Cmo es posible que nada exista? Tu mente existe. Tu mente crea ilusiones. Y despus se engaa a s misma creyendo que percibe la realidad. Entonces, t tampoco existes. No en el exterior. Yo soy un simple nudo de tus Pensamientos. Y segn tu teora, los Errantes tampoco son reales. Nunca han existido, oh, Robinson! Ni los Errantes, ni la salsa boloesa, ni la pennsula de Indochina, ni el Lazarillo de Tormes, ni las dos trilogas de La guerra de las Galaxias, no es eso? Ni el voleibol ni los elefantes indios ni los libros de jardinera ni la NBA ni las pelculas de Tracy Lynn ni la torre inclinada de Pisa, oh, Creador de Pensamientos! Y as con todo lo que crees percibir Sabes lo que te digo? Que te jodan. Que te jodan a ti, Robinson. Todas las maanas o lo que l crea que eran maanas, en un mundo donde la luz natural simplemente no exista le abrumaba el mismo pensamiento: Estoy volvindome loco. En cierto sentido lo interpretaba como una buena seal, porque ningn loco de verdad piensa que est enloqueciendo. Lo peor suceda cuando expresaba su alivio en voz alta y gesticulando exageradamente ante un espejo: aquello s que era en verdad una mala seal. 14 As que te llamas Ismael. El nio sonri, y aquello fue como si se encendieran dos diminutas estrellas bajo sus prpados. Era tan raro verle as que Eva pens de inmediato en el cometa Halley: podas vivir setenta aos sin verlo una sola vez. Me llamo Mquina, pero t puedes llamarme Ismael. Y qu quieres de m? Debes acompaarme al norte. La miraba fijamente mientras deca estas palabras, como si sopesara su autntico valor. Un montn de procesadores resolviendo inexplicables ecuaciones en lenguaje binario, pens Eva con una sonrisa. Cuntos aos tienes, Ismael? Nueve aos, siete meses y doce das. Vendrs conmigo al norte? Eso depende respondi ella en tono de broma. Nos casaremos al final del viaje, como en las pelculas romnticas? Ismael pareci reflexionar detenidamente sobre esta cuestin. Como quieras concedi de mala gana. Pero no tendremos relaciones sexuales. No me gusta que me toquen. Eva fingi no haber odo eso y formul rpidamente otra pregunta: Por qu te llamas Mquina? Porque soy una mquina. De qu depende que vengas conmigo al norte? En primer lugar, ni siquiera s para qu quieres ir all. Es un secreto repuso el nio con una lejana solemnidad. No puedo revelarlo todava. Eva encendi un cigarrillo liado a mano porque ya no existan de ninguna otra clase y mir pensativa al horizonte; el cielo azul pareca recin lavado, como si perteneciera a un mundo todava por descubrir. Aqu estoy sentada en el suelo con mi amigo Esquizofrenia esperando el final o el principio de algo, como siempre. Porque siempre ha sido as, incluso antes de que llegaran los Errantes. Le ofreci el cigarrillo al chico y ambos se lo fumaron a medias, enfrascados en sus propios pensamientos. Entonces, vendrs conmigo? No. Por qu no? Eva sonri para sus adentros: Ismael era incansable. Pero haba una chispa de grandeza en su locura, algunas seales del hombre que hubiera podido llegar a ser en un mundo diferente. Precisamente por eso, decidi no mentirle: desde siempre haba considerado las mentiras piadosas como una de las peores formas de enmascarar la crueldad. Era una de las pocas convicciones de Eva que haban logrado sobrevivir tras la llegada de los Errantes. Porque no se me ha perdido nada en el norte respondi al fin. Estoy bien aqu, en Cbola; probablemente es el nico lugar seguro en mil kilmetros a la redonda. Ah fuera no hay ms que hambre, fro y manadas de Errantes ansiosos por cazarnos. Adems Adems, piensas que estoy loco. Hubo un largo silencio antes de que Eva se decidiera a contestar. S, as es dijo al fin. Pero no lo tomes a mal: estar loco es una bendicin en estos tiempos. Posiblemente ms de uno quisiera estar en tu lugar. Esperar a que cambies de idea. No respecto a m, sino al viaje. No lo har. Esperar diez aos si hace falta. Y Eva supo que lo deca completamente en serio. Entonces Ismael se ech al hombro su vieja mochila de escolar que llevaba siempre encima y cuyo contenido nunca mostraba a nadie y se march, sin despedirse y sin mirar atrs. 15 He enviado un grupo de exploradores a la ltima posicin conocida de tu antiguo grupo dijo Alexei. Llevan comida y medicinas en abundancia. Espero que consigan traerlos sin demasiados problemas. Gracias sonri Eva. Pero me pregunto por qu haces esto. El qu? Arriesgar a tu gente para salvar a la ma. Todas las vidas son importantes. No fuiste t quien dijo eso? Respuesta de poltico hbil, se dijo Eva; Alexei no haba alcanzado su posicin de lder en Cbola sin buenos motivos. En cuanto a eso de que todas las vidas eran importantes, cierto era que ella lo haba pensado muchas veces. Pero no recordaba habrselo dicho a nadie, y menos aun a Alexei. Sera cierto lo de su sexto sentido para averiguar los pensamientos? Todo el mundo hablaba de eso en Cbola y, en principio, Eva pens que se trataba de meros rumores, quiz propagados por el propio Alexei para aumentar su influencia. Aunque tal vez hubiese algo de cierto en todo ello. Sean cuales sean tus motivos, gracias otra vez por tu generosidad. Dselas a los exploradores, si es que vuelven respondi secamente Alexei. O a sus familias, si no regresan. Yo no arriesgo nada. Eva comprendi que haba tocado un punto sensible y guard silencio, avergonzada de pronto y sin saber por qu. Mientras tanto, el mximo dirigente de Cbola haba servido dos vasos de whisky hasta la mitad y le tendi uno. Desgraciadamente no es vodka, pero sobreviviremos a eso. Salud. Salud. Hay consideraciones estratgicas de por medio, naturalmente dijo l tras apurar medio vaso de un solo trago. Por si no lo has notado, la ciudad est quedndose cada vez ms despoblada. Demasiadas casas vacas, y una escuela primaria que tan slo recibe a catorce alumnos. La gente ya no quiere tener hijos, cosa bastante comprensible en estos tiempos. Pero si no repoblamos desde ahora, de aqu a una temporada quiz aos, quiz dcadas ya no podremos resistir el empuje de los Errantes. De Cbola no quedar ms que un montn de ruinas para que esos Pellejudos se paseen a sus anchas. Nunca te rindes, verdad? sonrea Eva. Nunca dejas de maquinar. Esta ciudad es todo lo que tengo. Antes de la guerra te hubiese contestado de otro modo, pero quin era yo antes de la guerra? Otro jodido veterano de Afganistn, en un pas que ya no entenda y en una poca que se haba ido a la mierda junto con mi juventud. Despus vine a Espaa para no morirme de hambre y trabaj como un mulo en empleos que nadie quera, por un sueldo de miseria. Segua murindome de hambre, aunque eso s, ms lentamente. Al fin tuve un golpe de suerte y me contrataron como guardaespaldas de Gennadi Berezovsky, honrado comerciante moscovita que se pasaba la mayor parte del ao tostndose al sol en Marbella. Los negocios de Berezovsky eran bsicamente la herona que compraba en Pakistn a los mismos guerrilleros a los que habamos combatido, el trfico de armas y la prostitucin. Esto habra significado para m un brillante futuro como matn a sueldo de no ser porque antes llegaron los Pellejudos. Ya conoces la historia: en menos de un mes, el mundo entero se haba ido a la mierda. Cuando yo llegu aqu encabezando un pequeo grupo de supervivientes, me encontr con un pueblo vaco. No s qu demonios les habran prometido para que se largaran todos a la vez, pero lo cierto es que no vimos un solo cadver ni un solo Errante, lo cual era una bendicin. Los que integraban mi grupo eran gente sencilla, acostumbrada a vivir tranquila y sin la menor idea de armas o entrenamiento militar, pero yo saba perfectamente dnde se encontraban los arsenales secretos de Berezovsky. El cual, por cierto, espero que haya reventado como el gran puerco que es. Alexei rio entre dientes y apur su whisky antes de continuar. Fue al entrar por vez primera a este pueblecito insignificante cuando tuve algo as como una revelacin: aquel sera el germen de la resistencia, el punto a partir del cual volveramos a conquistar el mundo. No soy tan imbcil como para creerme mis propias fantasas, pero eso no impide que disfrute de ellas de vez en cuando. Todo el mundo tiene sus debilidades. Qu ocurri despus? pregunt Eva. Prosperamos. Contra todo pronstico, sacamos fuerzas de donde no las haba y plantamos cara a los Errantes. Claro que si ellos tuviesen medio cerebro, ya nos habran barrido hace aos, pero por suerte no es as. Hasta ahora. Qu quieres decir? Pues que esos hijos de puta han comenzado a aprender. 16 La consulta del ltimo psiclogo, poco antes de la llegada de los Errantes. Yo lo recuerdo todo, porque no me est permitido olvidar. La conversacin fue exactamente as: Hola, Ismael! Tu madre me ha contado maravillas de ti. (Silencio). Yo me llamo David Perea y soy tu Mi terapeuta, ya lo s, seor. Llmame slo David, por favor. (Pausa, ordena unos papeles). Dime, te gusta jugar? Depende. A policas y ladrones, por ejemplo? Al ajedrez y al go. Ya. (Pausa larga). Por lo que veo, no te gustan demasiado los juegos en los que hay movimiento (Silencio. Eso no ha sido una pregunta y, por lo tanto, no hay obligacin de contestar. Por lo dems, este hombre es estpido, aunque probablemente eso no sea culpa suya. Habla como si las piezas del ajedrez y del go no se movieran). Y dibujar? Se te da bien dibujar? No. Pero te gusta? Me es igual. Te importara hacer unos dibujos para m? No. De acuerdo. (Saca unos folios y una caja de lpices de colores). Quiero que hagas tres dibujos diferentes. En primer lugar, una casa; dibjala como t quieras. Despus un rbol y, por ltimo, una familia, vale? Casa, rbol y familia, por ese orden. (Por qu lo repite todo? Debe pensar que soy idiota, as que me limito a asentir con la cabeza. Acabemos de una vez). Te dejar solo un momento mientras haces los dibujos, vale? (Un alivio imprevisto, me encanta estar solo y desde luego que no me lo esperaba). Si necesitas algo, no tienes ms que golpear la puerta, yo volver muy pronto, de acuerdo? (Sale de la consulta forzando una sonrisa, y yo me enfrasco en los dibujos para acabar pronto y poder irme cuanto antes. Pese a todo, me siento bien, y ms ahora que me ha dejado en paz por un rato. Y lo cierto es que me gusta dibujar. No lo entiendo, tendr que averiguar por qu le he mentido. Un dbil olor a tabaco desde el otro lado de la puerta. Me levanto en completo silencio y pego la oreja a su superficie de madera. Oigo cuchichear a mi madre y al terapeuta, aunque no llego a entender la conversacin; hablan muy bajo, tan slo cojo alguna expresin suelta de vez en cuando como personalidad esquizoide, diagnstico diferencial, capacidad de o an es demasiado pronto para. Me vuelvo a mis dibujos, cada vez ms aburrido de estar all. Pero me esmero con ellos, como si fuese a guardarlos para toda la vida. Tres minutos y medio ms tarde regresa el psiclogo, con su bata blanca an impregnada del olor del cigarrillo). Has terminado, Ismael? S. Djame verlos. (Una pausa muy larga). Vaya, son muy bonitos (dice ahora sin sonrer y con la cara repentinamente muy plida). Interesantes, eso es. Me gustan mucho, s, estn muy bien, pero que muy bien. (Se retuerce sobre la silla como si tuviese muchas ganas de ir al lavabo, observando mis dibujos una y otra vez. Noto algo nuevo y extrao en l, pero ha dicho que le gustan, as que no debera haber ningn problema. Y eso me alegra, porque ya tengo ganas de marcharme a casa y que me dejen en paz de una vez por todas). 17 Eva no poda dejar de darle vueltas a la idea de que los Pellejudos estaban comenzando a aprender, y tampoco Alexei quiso darle ms explicaciones. Es que no te has dado cuenta? T trabajas al otro lado de las murallas. Bueno, lo cierto era que no le pagaban para observar, sino para cargrselos. Un vale de cien nuevos rublos por da, un sueldo astronmico dados los cnones de Cbola que no saba en qu gastar. Por desgracia, haca tiempo que no se organizaban viajes de vacaciones a las playas del Caribe. Algo he visto, pero Pero siempre pens que no eran ms que casos aislados. Tal vez individuos excepcionalmente despiertos en su vida anterior que haban conservado un plido reflejo de sus habilidades. Como ese que se agach para coger una piedra y tirrsela, una piedra que pas a ms de diez metros de su cabeza Nada muy alarmante al fin, pero caba preguntarse a qu distancia pasara la prxima piedra. Por no mencionar el caso de dos que se fingieron muertos en el lmite mismo de las tierras de cultivo. Pareca un chiste, muertos vivientes que se fingen muertos del todo para dejar acercarse a la confiada presa. Claro que ella era demasiado cauta para caer en una trampa tan obvia, pero, por burdo que fuese el intento, ya contena en s mismo una semilla de inquietud. Hasta dnde seran capaces de llegar? Sin embargo, Eva segua manteniendo que aquello no eran ms que casualidades, que los Errantes no podan sufrir mutaciones genticas por la sencilla razn de que no nacan, y que Alexei hara bien en guardarse su propia paranoia para otra ocasin ms favorable. El mximo lder de Cbola sonri para sus adentros al or aquello: Eva era la nica persona en toda la ciudad que poda hablarle de ese modo sin temor a las consecuencias. Como quieras dijo con sorna, sigue soando a tus anchas, Literatura Inglesa. Pero no olvides mis palabras. Algn da aprendern a manejar armas de fuego, y a partir de ese da nosotros seremos los Errantes. 18 Ms tarde, ella se haba marchado a dar una vuelta por la ciudad. Al da siguiente era domingo, la verja estara cerrada y nadie ira a trabajar a los campos, gracias fuesen dadas al Cielo. Despus se dio una ducha, se cambi de ropa y, como no se le ocurra otra cosa, acab en la taberna del Ciervo Blanco tomando una taza de t tras otra. En Cbola el consumo de alcohol estaba tericamente prohibido para todos aunque Alexei y su guardia pretoriana solan hacer secretas excepciones para aliviar un poco la terrible carga del mando, le haba llegado a decir el jefe con una sonrisa cnica a la vez que desarmante. Bueno, as eran las cosas, y Eva supo, sin que nadie tuviera que decrselo, que sera mejor no comentar nada de lo que vea a diario en el cuartel general al lado del viejo ayuntamiento. Por alguna razn que no alcanzaba a imaginar, se haba convertido en una especie de protegida o mascota del jefe, y esta situacin no le desagradaba del todo. Ahora la vida era ms tranquila y confortable de lo que haba sido jams. Y sin embargo Mir a su alrededor; la gente que entraba o sala de la taberna la saludaba cortsmente o intercambiaba unas frases triviales con ella, pero nadie quiso sentarse a su lado. No es que le molestara la soledad. Pero prefera la de los bosques o las carreteras abandonadas antes que la de aquella taberna llena de abstemios a los que jams iba a conocer. Imaginaba que era la incomprensible predileccin del jefe hacia ella lo que marcaba las distancias, pero esto slo era una parte de la verdad. Lo cierto era que los honrados ciudadanos de Cbola antiguos oficinistas y vendedores de seguros reconvertidos a la fuerza en artesanos o agricultores slo en rarsimas ocasiones vean al enemigo cara a cara: no eran combatientes y no lo necesitaban. Ya haban visto muerte y horror suficientes para cien vidas como las suyas, y slo pensaban en su ciudad como el ltimo refugio posible contra la Plaga: una especie de limbo o jaula, segn la lengua viperina del supervisor Mrquez en el que poder vivir olvidndose incluso de la existencia misma de los Errantes. Para ellos, Cbola no era tanto un lugar fsico como un estado mental: significaba nada menos que la seguridad que ansiaban por encima de todo. Eva pens que si Alexei soaba con reconquistar el mundo a partir del nico foco conocido de resistencia, bien podra seguir durmiendo: los habitantes de Cbola eran mentalmente incapaces de dar un paso ms all de las murallas. La ciudad era como el palacio del Prncipe Prspero en el cuento de Edgard Poe, y afuera slo estaba la Muerte Roja. O la Muerte Escarlata, por expresarlo de una forma ms exacta. Pero hasta Cbola necesitaba defender sus murallas de la amenaza cotidiana: por eso existan los exploradores y, sobre todo, los vigilantes. Y no obstante, estos grupos eran vistos en cierta medida como aves de mal agero, cuya sola presencia la de Eva, por ejemplo les recordaba da tras da a los vecinos de Cbola lo que ms deseaban olvidar. Pens en lo que podra suceder si durante un da un solo da! los guardianes de la ciudad descuidasen sus labores. Y entonces las tinieblas y la Muerte Roja lo dominaron todo. No obstante, Eva no les culpaba por pensar de ese modo y, en cierta medida, le daban lstima: haban creado una triste fotocopia de sus vidas anteriores y se refugiaban en ella, incapaces de sobrevivir de otra manera. Ella no era as y, curiosamente, el chico tampoco. Pens que se haba acordado de l por pura casualidad, como si todo lo que nos ocurre en la vida no fuera en el fondo casualidad, y de algn modo se sinti conmovida al descubrir que le echaba de menos. En aquel momento su presencia silenciosa hubiese sido la mejor de las compaas. De repente vio a su supervisor sentado a solas en un rincn, mientras miraba atentamente dentro de su taza de caf, como si quisiera discernir un misterioso futuro escondido entre los posos. No haba intimado en absoluto con el canoso y hurao Ernesto Mrquez, pero le gustaba su brutal franqueza, tan fuera de lugar en una ciudad donde el mero hecho de mencionar a los Errantes se consideraba un signo de psima educacin. Mrquez alz la vista y le dedic una mueca retorcida, como si sintiera dolor de muelas cada vez que sonrea. Eva le hizo un gesto para que se sentara a su lado: al fin y al cabo eran dos apestados, y ella necesitaba desesperadamente a alguien con quien hablar. Cmo va eso? De mierda respondi el supervisor en su lnea habitual. No veo el momento de volver al trabajo. T no te aburres? Depende. De qu pende? respondi Mrquez, al tiempo que haca un gesto obsceno con ambas manos. Rieron los dos a la vez; una camaradera de trincheras imposible de entender para el resto de los parroquianos. He odo decir que te has hecho muy amiga del ruso. Qu tal es en la cama? Has odo demasiado respondi ella con cautela. Como quieras. Tambin he odo decir que le gusta ms la carne que el pescado, no s si me entiendes. Claro que eso no es asunto mo. Pero la verdad es que cada vez me gusta menos ese pequeo Stalin de baratillo. Eva fingi no haberlo odo. Las desavenencias entre Mrquez y Alexei eran del dominio pblico, aunque ella nunca le haba escuchado expresar su desaprobacin de un modo tan contundente. Ya va siendo hora de que deje el mando aadi el supervisor. Lo nico que ha conseguido es convertir a los habitantes de esta ciudad en un rebao de borregos. Creo que te equivocas. Es posible. Todo el mundo lo hace, no? Pero comprendo que no quieras hablar de eso. Y qu me dices del otro, del nio loco que dice ser una mquina? Creo que te ha adoptado o algo por el estilo. Eva sonri para sus adentros. Nunca lo haba visto desde ese punto de vista, pero ahora comprenda que esa era la expresin exacta. Ismael no quera ser su amigo ni su admirador, simplemente la haba adoptado. Es un nio muy especial. De eso no me cabe la menor duda coment con sorna el supervisor. Cmo puedes soportarlo? Por Dios, Mrquez. Slo tiene nueve aos. Por eso mismo me lo pregunto. Te lo imaginas cuando tenga veinte? Eva lo pens por un momento y comprob que era incapaz de hacerlo. Al fin decidi que ese era otro de los misterios de Ismael que le gustara averiguar algn da. Pero hacer planes a largo plazo en el mundo de los Errantes era tan absurdo como esperar que volvieran los concursos televisivos o las hamburguesas de McDonalds. Se viva al da, sencillamente, dando gracias a Dios o al azar por haber sobrevivido otra jornada ms. Y cuando uno saba que iba a morir, su nico deseo era no volver a levantarse convertido en un Errante. Al menos el chico es ms soportable que toda esta banda de gallinas mojadas concedi el supervisor, con una mirada de desprecio que abarc toda la taberna. Te los imaginas delante de los Pellejudos? Puede que algunos de ellos te sorprendieran. Y puede que no. Creo que ni siquiera distinguiran a un Albino de cualquiera de nosotros. Los Albinos no eran ms que otros Errantes iguales que los dems, pero sin las clsicas manchas prpura o escarlata en la piel. Este fenmeno suceda con muy poca frecuencia en un caso de cada doscientos, como mximo y realmente no tena la menor importancia, ya que existan otros mil signos caractersticos para distinguirlos de las personas. Bastaba con observar sus andares, sus ojos faltos de brillo o los harapos apestosos que solan llevar, por no mencionar su peculiar olor o la boca siempre entreabierta en busca de carne viva. As que la observacin del supervisor no era ms que otra de sus tantas exageraciones. Respecto del fenmeno de los Albinos, nadie se haba molestado en buscarle una explicacin: haba cosas mucho mejores en las que perder el tiempo. Crees que pueden aprender? pregunt Eva a bocajarro. Me refiero a los Errantes. Mrquez se rio como si hubiese escuchado el mejor chiste de toda su vida. Despus encendi un cigarrillo, tomndose todo el tiempo del mundo antes de responder. Ms que estos dijo, mirando a los parroquianos de la taberna del Ciervo Blanco seguro que s. Seguro. 19 Estoy solo. Completa y absolutamente solo. Desesperadamente solo. Robinson dej de escribir por la sencilla razn de que no se le ocurra nada ms. Bloqueo creativo del masturbador solitario, se dijo regodendose una vez ms en la autocompasin. Despus reley la lnea con cierto detenimiento: repetitiva, tediosa y con demasiados adverbios terminados en mente. Si esto era lo que iba a quedar para la posteridad, la posteridad poda llevarse una gran mierda. Haba encontrado el cuaderno de anillas en uno de los cajones, bautizndolo un tanto pomposamente como DIARIO DE LA DESESPERACIN. En aquel momento no pensaba usarlo como ejemplo y testimonio ante unas ms que improbables generaciones futuras; simplemente se le ocurri que escribir de vez en cuando le ayudara en su ocupacin principal o nica, la de pasar el tiempo. Y en esto llevaba parte de razn, aunque nunca lleg a imaginar que el tiempo pasara tan despacio. El tiempo lleva mucho tiempo, pens, y aquella frase le pareci tan ingeniosa que estuvo a punto de plasmarla en el papel. Pero no lo hizo: se haba propuesto ser tan metdico y ordenado en el asunto del cuaderno como su tocayo y antepasado espiritual Robinson Crusoe. Aunque al menos l vea la luz del sol desde su jodida isla desierta, pens melanclicamente. As es ms fcil ser optimista. Supongo que nadie leer estas lneas. Afortunadamente para ellos, dijo una vocecita burlona dentro de su cerebro. Robinson la hizo callar enrgicamente y continu escribiendo. No quera perder la concentracin. pero a pesar de todo, hago constar que comienzo este diario el da 13 de abril, a las (mir el reloj) tres horas y cuarenta y cinco minutos, no s si del da o de la noche. La situacin es la siguiente. Aqu pens vagamente en describir el refugio antiatmico con todas sus instalaciones, pero aquello no sera ms que una prdida de tiempo. Los misteriosos habitantes del futuro a los que se imaginaba invariablemente con cascos blancos y tnicas del mismo color ya lo averiguaran por s mismos, si alguna vez le encontraban. Y si no, qu ms daba? Qu aburrimiento, es slido y tiene su propio olor, como amonaco. Sbitamente malhumorado, arroj el bolgrafo sobre la mesa y estuvo a punto de arrancar de cuajo la primera pgina del manuscrito para hacerla pedazos. Pero un segundo ms tarde volva a escribir: La situacin es la siguiente: estoy jodido. As es, se dijo satisfecho. A rose is a rose is a rose. Concisin y claridad por encima de todo, las mejores cualidades a las que debe aspirar el joven escritor. Record que en una vida pasada haba soado vagamente con convertirse en novelista, como si aquello tuviera hoy alguna importancia. A no ser, claro est, que alguno de sus libros llegara a convertirse en un xito de ventas entre los Errantes, el nico pblico disponible en todo el universo. Las delicias del gourmet, lo titulara. Y por qu no? Acaso no vendieron en su momento y como rosquillas tipos como Dan Brown o Ken Follet a un pblico supuestamente ms exigente? Los Errantes eran el filn de oro an sin descubrir dentro del mercado editorial. La irona, pens una vez ms, la defensa del dbil. Un da u otro tendr que salir de aqu si no quiero volverme completamente loco. Pero siempre encontraba motivos para aplazar esta decisin sin atreverse a descartarla del todo, como si se tratara del ltimo comodn de la baraja. Recordaba muy bien la historia de aquellos infelices aplastados por el peso de sus propios deseos concedidos; haba soado tantas veces con algo como esto que nunca imagin que al final iba a acabar prefiriendo el infierno que reinaba a doce metros de altura, en la superficie. Entonces qu hacer?, se pregunt en voz alta. Qu hacer, qu hacer, qu hacer? Pero nadie le responda. 20 Tres das ms tarde los Errantes atacaron en masa. Eva fue la primera en verlos desde su promontorio de vigilancia al lado de las rocas, sin necesidad de usar los prismticos: podan ser cientos o miles. O tal vez millones, si era que el bosque continuaba vomitndolos como a un hervidero de gusanos. Ni siquiera pens en disparar; sencillamente hizo sonar el silbato con toda la fuerza de sus pulmones y ech a correr en direccin a la ciudad, tambalendose bajo el peso de sus armas. A lo lejos empezaron a escucharse los primeros disparos aislados. No perdis el tiempo, idiotas. Corred ya hacia la verja o ser demasiado tarde. A su espalda se oyeron sbitamente unas explosiones tan ridculas que parecan de juguete, ahogadas por el paso de miles de cuerpos en marcha. Los terrenos adyacentes a las tierras de cultivo haban sido talados en direccin al bosque, y estaban sembrados de minas antipersona, cuyo estallido recordaba lejanamente al de las palomitas de maz en un horno microondas. No es que las minas acabasen con los Errantes de hecho, casi nunca lo hacan, pero al menos amputaban brazos y, sobre todo, piernas, lo que en teora dificultaba la marcha del Gusano. En la prctica, aquello era tan efectivo como arrancar un puado de hojas del Amazonas. Qu haces aqu? Corre! Un novato an ms joven que ella quin diablos lo habra destinado al servicio exterior? Para colmo de males, el chico haba cometido el mismo error que la mujer de Lot varios milenios atrs: haba mirado al Gusano demasiado tiempo antes de salir corriendo y ahora se hallaba inmvil, convertido en una estatua de sal. No puedo S que puedes! grit ella, abofetendolo varias veces. No sirvi de mucho; all segua temblando y babeando como una esponja y sin embargo incapaz de moverse, como si estuviese pegado al suelo mediante races. Eva mir hacia atrs, hacia las primeras oleadas de Errantes que cada vez se acercaban ms. Un escalofro de terror subi por su espina dorsal para estallar justo delante de sus ojos. No, as no. Morir de cualquier otra forma, pero as no. Muvete, maricn! le grit en los odos al tiempo que le propinaba un empujn brutal. El muchacho se inclin como un pndulo y sin embargo no lleg a caer, mientras los gemidos de los Errantes que divisan una presa iban creciendo en intensidad y ahogaban el murmullo de la lluvia, que haba comenzado a caer a cntaros. No caba duda, el chico estaba clavado. En la jerga de los supervivientes, esto significaba que era absolutamente necesario abandonarlo a no ser que se quisiera morir junto a l. Por suerte, era un fenmeno psicolgico bastante infrecuente, pero haba personas normalmente muy jvenes y muy impresionables que se quedaban literalmente paralizadas al ver por primera vez a un gran Gusano avanzando implacable y poderoso hacia ellas. Una lstima porque era demasiado cro para morir as, pero al menos Eva an podra escapar si se daba prisa. Tal vez tuviera que liquidar a tres o cuatro de los ms adelantados, pero con un poco de suerte no tendran tiempo de completar el cerco. Se haba alejado unos pasos cuando un rayo estall en el cielo sbitamente, como una llamarada de luz azul. Y entonces se detuvo, tan clavada de pronto en medio de la lluvia como aquel novato estpido. Porque no era justo, pens. Nada lo era en este mundo, pero en realidad no pensaba tanto en una muerte horrible como en el hecho de que las ltimas palabras que escuchara el chico en toda su corta vida fueran precisamente muvete, maricn. De pronto, un estallido ensordecedor la cubri de barro derribndola en el suelo: los artilleros de Cbola estaban usando fuego de mortero, bastante ms letal y efectivo que las minas antipersona. Eso slo poda significar dos cosas: o que su posicin ya estaba rodeada o que no iba a tardar en estarlo. En todo caso ya no haba mucho que perder, y tal vez el barro le concediera una oportunidad. Nos salvaremos los dos o ninguno. Al volver junto al muchacho ya se haba desembarazado del estorbo del fusil y slo conservaba la Beretta enfundada al cinturn. Otro rayo se hizo pedazos en el cielo, creando unos breves segundos de amanecer. Instintivamente, Eva supo que tendra que hacerle dao, todo el dao posible. Y si aun as no reaccionaba, el nico gesto de misericordia a su alcance sera meterle una bala en la cabeza. As que tom al muchacho por los hombros como quien se dispone a besar a un amante, al tiempo que le estrellaba la rodilla entre las piernas con todas sus fuerzas. El chico gimi encogindose sobre s mismo como un mueco de trapo, aunque al menos Eva haba conseguido que dejara de mirar a los Errantes. Pero el cerco se iba estrechando cada vez ms. Sac la Beretta cargada con balas dum-dum del cinturn y dispar tres veces contra el ms prximo, una especie de espantapjaros con cresta mohicana y una proftica camiseta con el lema NO FUTURE. Dos de las balas se perdieron bajo la lluvia y la tercera impact en el collar de perro del Pellejudo, decapitndolo instantneamente. Pens que la cabeza an seguira viva un tiempo, antes de ser aplastada por la marea que llegaba desde el bosque. Dnde estoy? Corre! CORRE! Tir de l con todas sus fuerzas hasta ponerlo de pie y entonces ya no fue necesario nada ms: el muchacho mir un segundo a su alrededor y ech a correr como un gamo, afortunadamente en direccin a la verja. Eva le segua a corta distancia, disparando a ambos lados sin apuntar y cambiando el cargador mientras corra. Los dos estaban gritando, pero no se daban cuenta. Subieron la colina entre chapoteos, bombardeados sin piedad por gruesos goterones helados que hacan que la ropa pesara como plomo. Cada paso representaba un terrible esfuerzo: las botas se clavaban en el fango y no queran salir, los gemidos de los Errantes crecan cada vez ms convirtindose en palabras susurradas Deteneos, no podis escapar, seris puros como nosotros, seris muchos. Eva saba que, si aquello duraba un poco ms, an tendra tiempo de volverse loca, antes de morir y ser devorada por miles de bocas en medio del barrizal. Y sin embargo seguan corriendo hacia la cima de la colina, luchando a cara de perro por cada palmo de terreno. En un chispazo de lucidez, Eva comprendi que el barro y la lluvia eran sus aliados: si a ellos les entorpecan en cada movimiento, qu no estaran haciendo con los andares vacilantes y algo cmicos de los Pellejudos? Casi sinti ganas de rer: aquello tena mucho de pelcula muda. Los Errantes caan y se levantaban, avanzaban dos metros patinando en el barro y volvan a caerse. Slo faltaba un to con bigote y bombn que les estrellase tartas en la cara. El muchacho haba llegado por fin a la cima de la colina y entonces se detuvo en seco, como si se hubiera topado de pronto contra un muro invisible. Eva lo comprendi inmediatamente: estaban rodeados. Tan cerca! A menos de cincuenta metros de la verja, qu mala suerte. Si no me hubiese parado a recoger a este imbcil Sinti cmo la mano del chico tomaba la suya y no tuvo fuerzas para rechazarla, porque al fin y al cabo ya nada tena importancia. Y en su corazn Eva saba que si lo hubiese abandonado a su suerte en aquel agujero, tampoco ella se habra salvado. Daba igual que lograse al fin atravesar las murallas de Cbola para vivir uno o diez aos ms; de algn modo extrao que no llegaba a comprender, lo saba perfectamente. Lo siento susurr el muchacho con voz temblorosa. Gracias por intentarlo. Apenas entendi sus palabras entre el rugido de la tormenta y los gemidos informes de los Errantes que se acercaban en un crculo casi perfecto, an ms borrosos y fantasmales bajo la tromba de agua. Pens que an tena dos cargadores completos. Por qu no intentar abrirse paso a tiros hasta Cbola, de todos modos? Es que haba ya algo que perder? Pero al instante comprendi que eso era imposible y casi sonri ante su propia ingenuidad. En cierto modo era como Alexei, incapaz de rendirse aunque todo estuviese perdido. Y quiz por eso los dos se haban llevado tan bien. Adis, jodido pelirrojo ruso, te echar de menos. Bonnie y Clyde dijo en voz alta. Un sollozo del muchacho como nica respuesta, mientras las hordas de Errantes se acercaban a trompicones, chapoteando en el barro. Vio a un to con una guerrera verde oliva y las piernas amputadas hasta la cintura que avanzaba impulsndose con los brazos. Cmo se poda luchar contra eso? La guerra, si es que la hubo, se haba perdido hace mucho tiempo. Y los ltimos focos de resistencia como Cbola slo conseguiran alargar un poco ms la agona del homo sapiens. Los Pellejudos no se rendan jams, no pactaban condiciones, no daban tregua ni solicitaban un armisticio. Y por encima de todo, eran muchos. Ni rpidos ni fuertes ni giles ni inteligentes, pero s muchos, muchos, muchos. Ya nada se poda hacer, salvo morir lo ms rpidamente posible. Comprob que la Beretta an contena tres balas, ms que suficientes para ellos dos. El muchacho se haba arrodillado en el barro como si rezara a un dios desconocido, el mismo que ni siquiera le haba permitido llegar a la mayora de edad. Eva alz el arma lentamente apuntando a su cabeza y un segundo antes de que disparara, el mundo entero explot. 21 Fuego de mortero en el permetro B12 dijo Alexei. Intenta abrir una brecha. Si ella est all, le caer justo encima. Y si no, es una prdida de tiempo y de municin. Haz lo que te ordeno. El mejor artillero de Cbola Manuel Mrquez, de cuarenta y siete aos y hermano menor del supervisor Ernesto Mrquez no tard ms de diez segundos en preparar el proyectil. Hay tipos que han nacido con un don, se dijo Alexei. Aparte de ser feo como el diablo y tener el mismo humor de perros que su hermano, Dios nos ha dado lanzagranadas slo para gente como l. Un zumbido penetrante desde la atalaya y el proyectil que cae en medio de un mar de Pellejudos, haciendo saltar por los aires brazos y cabezas como si fueran confeti. Tres ms, en intervalos de veinte segundos. Y luego ocpate de la primera lnea. Se alej por la pasarela a cinco metros de altura pensando que ya haba hecho todo lo posible, intentando acallar los remordimientos por haber enviado a una novata a un trabajo tan peligroso. Y qu? Esto es la guerra y en la guerra hay muertos. Pero te echar de menos, Literatura Inglesa. De repente se volvi con rabia al nio, que no dejaba de seguirle como un perrillo faldero desde que comenz el ataque. Estoy desperdiciando a mi mejor artillero por ti le susurr desde muy cerca. Si ella no vuelve, t la seguirs. 22 La primera imagen que le vino a la mente fue la de un terremoto. Despus pens en un rayo que haba cado justo sobre su cabeza, un poco de misericordia divina para abreviar el final. La onda expansiva los haba arrojado a ella y al muchacho tras un desnivel de terreno que actu providencialmente como barricada ante el segundo impacto. Por un momento la lluvia se convirti en barro, acompaada de un extrao granizo hecho de dedos, piel y jirones de carne destrozada. Entonces vio la brecha a travs de una cortina de agua que pareca querer inundar el mundo entero: un pasadizo abierto por las explosiones de no ms de diez metros de ancho, en medio de la muchedumbre de Errantes. A la izquierda! Corre! A estas alturas el chico ya no necesitaba que se lo repitieran. Corrieron como posesos mientras resbalaban una y mil veces en el barro, avanzando con la torpeza de una pesadilla. Tambin los Errantes patinaban y caan en el lodazal, a veces en posturas que habran resultado divertidas en cualquier otra situacin. Pero la brecha haba comenzado a cerrarse de nuevo. Quince metros, doce, diez. Slo era cuestin de saber quin llegaba primero al mismo punto determinado. Se poda reducir todo esto a una funcin matemtica, pens Eva, una ecuacin con dos incgnitas de distancia y velocidad. Me pregunto por qu se le ocurren cosas como esta a la gente que est a punto de morir. Una nueva explosin ms lejana, un dato irrelevante para la resolucin de la frmula. Mientras tanto, Eva decida ayudar un poco a las matemticas vaciando su penltimo cargador a menos de tres metros del grupo que avanzaba por la derecha. Dos Pellejudos bien seleccionados cayeron al suelo con las cabezas reventadas, sobre todo para entorpecer an ms la marcha de los que venan detrs. En ese momento sinti un desgarro en el hombro izquierdo y pens que la haban mordido, pero al volverse vio durante un momento la rama de un rbol arrancada de cuajo en la mano del Errante. Sin embargo, no tena tiempo para pensar en eso, ni en ninguna otra cosa que no fuera correr. Llegaron a la cresta de la colina un segundo antes de que los dos apndices del Gusano se cerraran para engullirles. Ahora tenan el camino libre siempre que las balas procedentes de Cbola no los abatieran en plena carrera, pero la adrenalina se iba agotando por momentos y el cansancio les agarrotaba los msculos como si fueran de plomo. Eva mir hacia atrs con odio, mientras sus manos colocaban instintivamente el ltimo cargador de la Beretta: aquellos bichos no se cansaban nunca. Daba igual que en vida hubiesen sido unos holgazanes o los ms diligentes trabajadores, la muerte los haba igualado como si salieran de una cadena de montaje. Les haban quitado todo lo superfluo inteligencia, recuerdos, emociones para dejarlos slo con el Hambre y aquella maldita persistencia suya que nicamente terminaba con una bala en la cabeza. Mientras tanto, Eva y el muchacho seguan corriendo hacia la verja agitando los brazos frenticamente, un intento desesperado de no servir como blanco a los tiradores de Cbola. En ese momento se abrieron las puertas, y un Land Rover con blindaje casero a base de placas de metal se abri paso hacia ellos bajo la lluvia. Mira! grit el chico con una sonrisa triunfal. Estamos salvados! No todava, encanto, tendremos que correr un poquito ms. Ahora nada se oa, salvo el repiqueteo constante de las armas de Cbola acompaando a la lluvia y a los gemidos montonos de los Errantes. La banda sonora de mi vida, pens Eva mientras exiga un ltimo esfuerzo a sus piernas agotadas. Pero entonces sinti que algo se le rompa dentro del pecho y cay al suelo, incapaz de moverse. Lo ltimo que vio antes de perder el conocimiento fue el semicrculo de Errantes que se acercaban extendiendo los brazos hacia ella, como los tentculos de un solo ser. 23 Porque son precisamente eso, tentculos. No lo entiendo. Haban subido al autobs de la lnea 2 en la plaza de Coln, como hacan todos los das para ir y volver del colegio. Nadie hubiese podido imaginar a la mujer en la que ms tarde se convertira mirando a aquella nia con trenzas y una mochila cargada de libros a la espalda, que caminaba de la mano de su padre hasta la parada del autobs. Como en los viejos tiempos, verdad? Eva sonri. El autobs estaba medio vaco, cosa que agradeci ante la perspectiva de un montn de oficinistas cargados de sueo y de estudiantes ruidosos, apretndose unos contra otros en la misma lata de sardinas. Se sentaron cerca del conductor, su padre con la vista clavada en la ventanilla y una leve sonrisa en los labios. Estoy orgulloso de ti. Bueno respondi ella, ya sabes que eso me importa una mierda. S. Y tambin s que ni tu madre ni yo te hemos enseado nunca a decir esas palabras. Ambos se sonrieron con la misma complicidad de siempre. Era increble que el viejo mundo an existiera, aunque casi siempre oculto por los velos de la memoria. Pero all estaba, exactamente tal como ella lo recordaba. Quiz un poco ms desvado, con menos color, igual que una prenda que ha pasado demasiadas veces por la lavadora. Y sin embargo era el mismo, no caba duda de eso. El problema es que parecen muchos, pero son uno solo. Los Errantes? As es. Has ledo Moby Dick? S. Olvdate de la ballena por un momento. Recuerdas al kraken? Eva lo recordaba, pero muy lejanamente. Era una especie de enorme monstruo marino, quiz un pulpo o un calamar, con docenas de tentculos que poda hundir los barcos como si fuesen de papel. Se pregunt dnde encajara la historia escrita por Hermann Melville en medio de sus problemas. Toda clula tiene un ncleo, un punto vital dijo su padre. En los Errantes ese punto es el cerebro. Pero los Errantes no estn vivos Eso es lo que t crees. Encuentra el ncleo que los une y acabars con ellos. Y dnde est ese ncleo? No lo s. Pero te dir algo: no est en Cbola. Y escucha al Nio Mquina. Sabe ms de lo que l mismo cree. No puedes decirme nada ms, pap? No s nada ms. Ni siquiera recuerdo lo que acabo de decirte. Dnde estamos? El autobs se haba detenido en medio de una calle cubierta de neblina. La enorme compuerta se abri en un torrente de suspiros hidrulicos y varios pasajeros descendieron, arrastrando los pies y sin mirarse. Parecan terriblemente cansados. Pobres tipos dijo el padre de Eva. An les queda un largo camino antes de volver a casa. 24 Es a m? Me ests hablando a m? Robinson mira de soslayo a lo que queda del espejo con una sonrisa desconfiada; su imitacin de Travis Bickle en Taxi Driver sera cada da ms perfecta y digna de admiracin, si an conservase algn sentido. Pues tiene que ser a m. Aqu no hay nadie ms que yo. Qu gran verdad, piensa Robinson sin dejar que eso le desconcentre. Y un segundo ms tarde BANG! Ahora inclina la cabeza modestamente hacia un coro de aplausos imaginarios, se deja caer sobre el sof y permanece all un buen rato, hasta que le entran ganas de mear. Se le ocurre la idea de hacrselo encima, pero piensa en la humedad y en la incomodidad y decide que esa va a ser la siguiente fase, la ltima con un poco de suerte. As que se levanta de mala gana y orina abundantemente en un rincn. Hace varios das que no funciona la calefaccin, as que el chorro humea vapor como si estuviera a punto de hervir. Eso le divierte durante unos instantes. He visto naves en llamas atacadas ms all de Orin y rayos C brillando en la puerta de Tannhuser. Todo eso se perder en el tiempo como una meada en la lluvia dice subindose la cremallera. El refugio se ha convertido en un estercolero. Por todas partes hay latas vacas y restos de comida que se pudre apaciblemente en medio de un hedor indescriptible. En los ltimos das han aparecido los insectos, tan cuidadosamente mantenidos a raya todos estos aos. Afortunadamente, son slo hormigas que caminan en una escrupulosa fila india hacia los platos sucios, cogen trocitos de espagueti de lata o se saludan cortsmente entrechocando sus antenas. Robinson las observa con la curiosidad de un recin nacido, preguntndose cmo ha podido vivir hasta ahora sin ellas. Usted no es un soldado le dice a una hormiga solitaria con la voz de Marlon Brando en Apocalypse Now. Usted slo es un chico obediente que mandan los tenderos a cobrar la factura. Desde hace unos das Robinson evita los espejos. Mejor dicho, los evitara si an conservara alguno porque los ha destruido todos, incluso el que le serva habitualmente para su imitacin de Robert de Niro en Taxi Driver. Sabe perfectamente la imagen que le devolveran y no quiere verla ms. Hay dos formas de escapar, piensa: la pistola y el exterior. Las dos tan lejanas como Australia o la puerta de Tannhuser. Imposibles para m. Lo he intentado, de veras que lo he intentado. Incluso he pedido ayuda a Dios, ese magnfico sindicalista que trabaj durante seis das para descansar por toda la eternidad. Y sin embargo cmo explicar esto? Robinson sabe que es una locura, pero aun as est convencido de que fue l mismo, involuntariamente, el que provoc la llegada de los Errantes. Vaya disparate. O no? Ya no recuerda cmo empez todo. Debi de ser unos das antes de enterrarse aqu de por vida, seguramente tras haber discutido con alguien. Pero ni siquiera eso era necesario. Bastaba con caminar, simplemente caminar por la calle, las manos en los bolsillos, la mirada fija en una baldosa, en la siguiente, en la siguiente. Y as y todo ir observando de reojo, de medio lado se dice; nunca una mirada directa, uno no debe exponerse a las provocaciones. Y los ves. Aunque no quieras verlos, los ves. No slo eso: los vigilas, aunque ellos no se den cuenta de nada; siempre has sido un cero a la izquierda, ceniza de cigarrillo o rastro de meada perdindose bajo la lluvia. Ah estn: los Errantes. Y parecen felices, los muy cabrones. Van en grupos, siempre en grupos, pero lo peor son las parejitas cogidas de la mano. Son gregarios, no soportan la soledad. Incluso los que caminan solos van hablando por sus iPods o Blackberrys o sus manos libres y gesticulando para que los vean, pedazo de gilipollas. De vez en cuando un solitario que siempre mira al suelo, como l mismo. Pero el hermano, si es que lo es, tampoco quiere familiaridades que le daran tanto asco como a Robinson y se pierde rpidamente en la noche. As que vuelven las risitas de los adolescentes, las motos a toda hostia, los tubos de escape que le revientan los tmpanos. Los suyos, los de Robinson, porque a los Errantes no parecen molestarles. De vez en cuando pasan algunos muy serios, enfrascados en conversaciones que deben parecerles muy profundas: que si la crisis, que si el paro, que si adnde vamos a ir a parar. Estos son a su manera los ms patticos de todos. Pero lo peor, repito, lo peor es esa impronta de felicidad forzada irradiando desde todo el rebao, salpicndole sin cesar. No importa que trabajen catorce horas al da o que no traguen a su jefe, a su mujer o al to o ta que nada quiere saber de ellos: son los homo sapiens, los Reyes de la Creacin. Y al mismo tiempo son los Errantes. Les importan una mierda los negritos de Etiopa, los hambrientos de Hait o los del terremoto de China y, por supuesto, les importa una mierda Robinson. Digmoslo otra vez, regocijmonos en ello: Robinson les importa una puta mierda. S, seor. As las cosas, qu tiene de raro aquello en lo que se han convertido? Antes coman carne de vaca en hamburguesas, ahora la carne es humana y est viva. Robinson los mira una y otra vez, aliviado en parte por ese odio que da sentido a su vida. Tomarlo as, bocanada a bocanada, hasta que el globo se hinche demasiado y termine estallando; qu maravilla slo de imaginarlo. Y comprende perfectamente y sin la menor sombra de duda a tipos como Charles Whitman o los dos pirados del instituto Columbine, precursores de una nueva Era. Y l hara lo mismo si tuviera cojones, pero por ahora se conforma con maldecir entre dientes. Y entonces llega la frase que lo cambiar todo y Robinson apenas se da cuenta, porque de lo importante en la vida jams nos damos cuenta en su momento, eso es matemtico, y la dice as, sin ms, y diez segundos despus ya se le ha olvidado: Dios, haz que los muertos se levanten y devoren a los vivos. Y ya est: el mundo se va al carajo porque a alguien se le olvid apagar la luz, o un pjaro se cag donde no deba, o a Robinson se le ocurre decir en voz alta una frase que seguramente ni siquiera es suya; la habr ledo en alguna novela de Alejandro Castroguer, su autor de ficcin favorito. O puede que la haya sacado de cualquier pelcula, Amanecer de los muertos o algo por el estilo. Pero Dios no ha olvidado la frase, Dios no olvida fcilmente. Y como en el fondo Dios es un cachondo y le gustan los cabroncetes como Robinson, pues va y se dice a S Mismo: Y por qu no? Ya les mand tigres y leones y acabaron muertos o en el zoo. Que se coman ahora unos a otros. Robinson tiene razn, hacen demasiado ruido. Y Dios culmina su monlogo con una expresin de una repugnancia tal que Robinson se ve incapaz de reproducirla y al final acaba llorando y retorcindose en el suelo como un gusano partido por la mitad porque l no quera eso, no lo haba dicho en serio. Y en este momento slo desea no volverse loco y suplica y suplica y vuelve a suplicar. Pero ahora no al Dios grande sino al pequeito, ese que hablaba del amor y que naci en un establo con una vaca y un burro, y al que nunca le dejaron hacer nada. 25 Eva se despert en una cama cmoda y acogedora, abriendo sin ganas los ojos para descubrir al pequeo Ismael sentado a sus pies. Y un poco ms lejos se adivinaba el contorno en sombras pero inconfundible de Alexei, con medio cigarrillo en la boca. Volvi a cerrar los ojos. Vamos, despierta. Dejadme dormir. Ya dormirs ms tarde. Tenemos que hablar. Haba empleado su mejor tono de comandante en jefe, ese en el que se mezclaban a la perfeccin unas gotas de indulgencia con la autoridad ms absoluta. Y Eva no tuvo ms remedio que obedecer, dedicndole la mejor de sus sonrisas burlonas. A una seal de Alexei, el nio abandon la habitacin, silencioso como un gato. Lleva aqu dos das, y no se ha movido de tu lado en todo ese tiempo. Y tampoco se ha molestado en abrir la boca, cosa que le agradezco. Llevo aqu dos das? Unas vacaciones por cuenta de la casa, digamos. Has estado muy cerca de morir, Literatura Inglesa. O de algo mucho peor que la muerte. Y el muchacho? Eva se incorpor sbitamente, recordando. El que vena conmigo, qu ha pasado con l? Lo despedazaron los Errantes dijo Alexei con un gesto torvo. O eso debera haberle ocurrido, si hubiese justicia en el mundo. El muy imbcil se pasa el da contando la historia al que quiera escucharlo, con algunas variantes que supongo que se inventar sobre la marcha. Ya he tenido que echarlo tres veces de aqu. Cmo acab todo? Cmo crees t? Piensas que si hubiramos perdido estara aqu de charla contigo? Conseguimos que el Gusano se desviara lo justo para no aplastarnos: ahora se arrastra hacia el sur y ojal se hunda en el mar. Pero no contemos con ello De repente, la expresin tranquila y algo paternalista de Alexei enrojeci de clera. Cmo pudiste ser tan estpida? Arriesgarte de ese modo Quin te creas que eras, la herona de una novela rosa? Haba otra vida en juego, adems de la ma. Y qu? tron Alexei. Un novato intil que se queda clavado como una estaca en cuanto ve a su primera horda de Errantes. Es duro decirlo, pero no hubiese significado una gran prdida. Y en qu coo pensabas ti, Superchica? Maldita sea, logramos sacaros de aquel hoyo de puro milagro. Acaso dos muertos son mejores que uno? Pens que, si lo dejaba all dijo Eva muy despacio, yo tampoco lograra salvarme. Quiz s escapar, pero no salvarme. No me preguntes qu significa, yo tampoco lo entiendo. Permaneci unos instantes en silencio, sin resistirse a la tentacin de volver a cerrar los ojos. Entonces se desperez lentamente y a placer sin importarle la presencia del hombre, estirando todo el cuerpo bajo las sbanas. Al abrir los ojos se encontr con la mirada sardnica de Alexei, incapaz de seguir enfadado con ella. No me disgusta lo que acabo de ver. Me haras un sitio a tu lado en la cama? Derecho de pernada con tus subordinados, comandante? Cre que ya habamos superado esa poca. Pues a m me gusta. Me pone cachondo eso del derecho de pernada, aunque no tengo ni idea de lo que significa. Qu te parece mi proposicin? Y qu pasa con tus jvenes y guapos oficiales? pregunt Eva con una sonrisa. Ya te has olvidado de ellos? Cada cosa a su debido tiempo, Literatura Inglesa. T sabes perfectamente que soy un hombre del Renacimiento. 26 Mucho ms tarde le cont cmo se haba desarrollado la batalla, que para el Gusano probablemente slo consisti en un pequeo obstculo muy fcil de vadear. El momento ms grave ocurra cuando un grupo muy numeroso lograba derribar la alambrada del noreste, muy cerca del arsenal. Tuvimos que contenerles con lanzallamas. Pero la maldita lluvia nos perjudicaba. Fue una suerte que estuviesen tan apiados Fue la nica penetracin importante en Cbola y cost diecisis muertos, algunos a consecuencia de heridas de balas disparadas desde la segunda lnea de defensa. Tres miembros de la Guardia que Eva conoca de vista haban abandonado sus posiciones, huyendo despavoridos ante el empuje de los Errantes. Tras la batalla, uno de ellos constaba como desaparecido y los otros dos permanecan en los calabozos, en espera de un juicio militar por cobarda ante el enemigo. Vas a ahorcarlos? Seguramente debera. Pero, despus de todo, hemos vencido y me siento magnnimo. Me contentar con un exilio a perpetuidad. Eso equivale a una sentencia de muerte observ Eva. Han vivido aqu desde la fundacin de la ciudad. Ellos se lo han buscado. Eva quiso decir algo ms, pero al final se contuvo y guard silencio. Mientras tanto, Alexei le acariciaba los pechos suavemente, narrndole los acontecimientos de dos das atrs con una voz tranquila y montona. Como si hubiesen ocurrido haca mil aos y en el otro extremo del mundo. Di orden a la primera lnea de que tiraran slo a los que venan de frente en lnea recta; los que se desviaban ligeramente en diagonal no eran disparados. Mi esperanza era cambiar levemente el rumbo del Gusano, ya que es imposible detenerlo. Pero incluso modificar su rumbo, por poco que sea, es tan difcil como querer cambiar el curso de un ro con las manos desnudas. Tuvimos mucha suerte de no hallarnos exactamente en su punto de mira: nos alcanzaron de refiln, si se dice as en espaol. Y es por eso por lo que estamos vivos. Ella lo comprendi perfectamente: si el Gusano hubiese embocado directamente hacia Cbola, hoy no quedaran de ella ni las cenizas. Pero una de las pocas cosas que an se le deban agradecer a Dios era el hecho de que los grandes Gusanos fuesen ciegos. Unos cuantos miles o docenas de miles de Errantes las antenas del Gusano marcaban el rumbo desde la vanguardia, desvindose de cuando en cuando de la ruta prevista sin razn aparente, en lo que slo poda interpretarse como un mero mecanismo de azar. Este enigma se haba analizado durante aos sin que nadie pudiese encontrarle una explicacin satisfactoria. Haba cientos de teoras, por supuesto, cada una de ellas ms estrafalaria que la anterior. Pero la nica certeza era que no se saba nada: rara vez es posible prever la direccin que tomar un Gusano. Sin embargo, algunos supervivientes nios y ancianos en su mayora tenan una cierta intuicin para predecir con alguna exactitud el paso de la marea escarlata, sin que ellos mismos pudieran explicar cmo lo hacan. Estos individuos brjulas, en la jerga de los supervivientes eran muy valorados dentro de cada grupo, pero ni siquiera ellos podan garantizar un porcentaje absoluto de aciertos. Y cuando un brjula fallaba en sus predicciones, las consecuencias s que eran muy fciles de prever. Dadas estas circunstancias, Eva dudaba mucho que los tiradores de Cbola hubiesen conseguido desviar el rumbo del Gusano y Alexei lo saba perfectamente. Sin embargo, no poda dejar de jactarse discretamente de la habilidad de sus tiradores entrenados por l mismo, subrayaba. Era un rasgo relativamente infantil de su carcter, que sala a la luz de vez en cuando para la secreta diversin de Eva. Pero tales minucias no podan enmascarar la verdad desnuda: Cbola haba sobrevivido de puro milagro al paso del Gusano, una vez ms. Casi era para volver a creer en Dios. La herida que tienes en el hombro ha sido causada por un palo continu Alexei. Un palo afilado. Afortunadamente no es grave, pero vimos a otros con estacas o barras de metal en las manos. Muy pocos, muy aislados, pero los vimos. No te dice eso nada? Cuntame cmo conseguisteis sacarnos de all dijo Eva, que no tena ganas de hablar de ciertos temas. Qu ocurri despus de que yo me desmayara? Me resulta algo difcil, porque ni yo mismo consigo explicrmelo. Pero creo que es justo que sepas que fue ese Ismael el que te salv la vida. S, el loco ese que se cree una mquina. Qu te parece? Yo me encontraba disponiendo a los tiradores al lado norte de la atalaya: los divida por parejas, veteranos y novatos, unos en pie y otros rodilla en tierra. Ya en aquel momento sabamos que nos enfrentbamos al Gusano ms grande que jams hubisemos visto y, desde luego, no las tena todas conmigo. Las noticias que trajo el ltimo explorador tampoco contribuyeron precisamente a mejorar mi humor: las tierras de cultivo estaban siendo arrasadas, y t habas sido vista por ltima vez inmvil junto a otro idiota en mitad de la tierra de nadie, mientras los Errantes os cerraban el cerco por ambos lados. El explorador no comprenda por qu no intentabais escapar, y yo tampoco. Esas eran las noticias, aparte de que desde el bosque llegaban cada vez ms y ms Errantes. S, iba a ser una fiesta de las buenas. Debes disculparme, Literatura Inglesa: en aquel momento te di por muerta. Te di por muerta, lo pas mal y me olvid de ti en menos de diez segundos, porque tena una batalla que librar. En eso estaba cuando noto que me tiran de la manga por detrs, y adivina quin es: el loco ese que no levanta tres palmos del suelo, mirndome con cara de profeta Isaas o Malaquas. Y antes de que me pregunte a quin voy a empapelar por haberle dejado subir a la atalaya, va y me dice con esa voz de viejo que tiene que t ests rodeada en el permetro B12 y que ordene bombardear la cota para abrirte una salida. Le pregunto que si se ha vuelto loco, an ms de lo que est, y me responde con toda tranquilidad que no, que no est loco en absoluto y que puede demostrarlo, que haga bombardear la zona inmediatamente porque esa es tu ltima posibilidad. Bombardear la zona! Como si yo tuviese cohetes Katiusha o el morro de un B-52 asomando del bolsillo. Pero bueno, tenamos los lanzagranadas. No presumas antes de tiempo, Literatura Inglesa; no lo hice por ti. En realidad ya te daba por muerta, y pens que, en el mejor de los casos, slo alcanzaramos a estropearles el festn a los Pellejudos. Por s sola esa ya era una buena razn, pero haba otra ms: quera tranquilizar mi conciencia en el caso de que aparecieran trozos tuyos a medio comer cuando registrramos la zona. Disculpa la crudeza de mi lenguaje, pero es as como lo pens. Permanecieron en silencio unos momentos, dando vueltas una y otra vez a la misma pregunta. Al fin fue Eva la que se decidi a hablar: Cmo es posible que el nio supiera exactamente cul era mi posicin? Eso tendrs que preguntrselo a l, porque la nica respuesta que tiene para m es encogerse de hombros. Le he amenazado de mil maneras distintas y todo le da igual. Me mira con cara de cordero degollado y se encoge de hombros, eso es todo. Eva sonri para sus adentros; habra dado una fortuna, no por ver la cara de Ismael, sino la de Alexei durante los interrogatorios. Qu puedo decirte? continu este con aire pensativo. Es prcticamente seguro que te ha salvado la vida y se lo agradezco, pero cada vez me gusta menos ese cro. Creme, he conocido a muchos chalados en mi vida, pero este se lleva la palma. Cre que estabas curado de espantos repuso Eva. Qu es lo que tanto te repele de l? No sabra decrtelo. Pero hay en l algo antinatural, como si al final su historia fuese cierta y se hubiese convertido en una mquina autntica. Adems, me pone nervioso y no s cmo tratarlo. Creo que la palabra que busco es frgido, se dice as en espaol? Puede que parezca un poco fuerte para aplicrsela a un nio de nueve aos, pero es as como lo veo. Alguien ha tenido mucha suerte de no ser tu hijo. Djate de monsergas: soy un soldado, no una niera ni un psiquiatra. No lo entiendo; por qu le proteges a cada momento? Quiz porque me ha salvado la vida. Te parece una razn suficiente? Nada de eso, antes tambin le defendas a toda costa. Por qu? Eva se qued un buen rato pensativa antes de responder: Porque no le gusta a nadie dijo al fin. Porque no es ms que un nio. Y porque siempre est solo. 27 Dos semanas ms tarde, la ciudad haba recobrado una cierta apariencia de normalidad, aunque el recuerdo del ataque tardara an mucho tiempo en borrarse. De una u otra manera, todos eran conscientes de la suerte que haban tenido, y los ms realistas los pesimistas, en opinin de Alexei pensaban sin decirlo en voz alta que, tarde o temprano, la suerte se agotara. Un asentamiento permanente ofreca mltiples ventajas, pero la idea de docenas, quiz centenares, de Gusanos deambulando al azar por lo que en otro tiempo se conoci como la Pennsula Ibrica era demasiado abrumadora. Mientras tanto, Alexei haba ordenado reforzar las defensas en el sector norte y noreste, los puntos ms vulnerables. Pero en ausencia de materiales adecuados en muchos kilmetros a la redonda, los parapetos de madera o ladrillo eran como ramitas que pretendieran detener el empuje del mar. Alexei se daba cuenta perfectamente de esto, pero una de las razones que lo mantenan al frente de Cbola era precisamente su incapacidad crnica para desanimarse. Vale, podemos estar condenados, pensaba. Acaso no lo est el mundo entero? Y es que al final no vamos a morir de todos modos? Filosofa de andar por casa, no demasiado profunda pero s efectiva, y la nica posible para sobrevivir en estos tiempos. Y si hemos tenido suerte muchas veces, por qu no vamos a seguir tenindola? Nadie poda ni quera rebatir esto. Pero si bien el futuro de Cbola no pareca muy prometedor, lo cierto es que ms all de sus murallas ya no exista ningn futuro. Los exploradores aquellos que conseguan volver informaban de un nmero cada vez mayor de Errantes merodeando por bosques y caminos. Cmo era posible? Sin la menor inteligencia ni habilidad, y sin la capacidad de reproducirse salvo a travs de seres humanos, aquella especie pareca por lgica condenada a la extincin. Pero, si las noticias eran reales, no slo aumentaban en nmero, sino que adems haban comenzado a adquirir ciertas habilidades bsicas de ataque y defensa cada vez ms inquietantes. Por lo que respecta a Eva, haba sido relevada del servicio exterior por tiempo indefinido. Era algo que ntimamente agradeca, aunque se creyese en la obligacin moral de exponer unas poco convincentes protestas ante Alexei que no fueron escuchadas. Oficialmente, la haban separado del servicio por su conducta temeraria y poco juiciosa el da del gran ataque, lo que era en realidad una recompensa disfrazada de castigo. Pero le result divertida la retorcida manera que utiliz Alexei para imponer sus designios; pens que si Cbola lograba sobrevivir diez o quince aos ms, su burocracia no tendra nada que envidiar a la del antiguo Kremlin. Sin embargo, otras medidas impuestas por Alexei eran cualquier cosa menos divertidas: un antiguo integrante de la Guardia un tal Guillermo Montes haba sido detenido, juzgado y ejecutado en la horca en un plazo de cuarenta y ocho horas. Se le acus formalmente de poseer un ejemplar manuscrito del Libro de Seth, adems del intento de extender secretamente su venenosa doctrina entre los oficiales ms jvenes. Lo cierto era que Montes neg hasta el final todas las acusaciones, al contrario que la mayora de los sethianos, que una vez descubiertos solan exhibirse como orgullosos mrtires de su causa. Y no slo eso: adems, la supuesta copia del Libro de Seth no lleg a aparecer nunca. Eva no saba si dar por cierto el rumor ultrasecreto de que el verdadero delito de Montes haba sido el intento de organizar una conspiracin de oficiales con el objetivo primario de derrocar a Alexei. Y un buen da se lo pregunt, directamente y con la ms absoluta ingenuidad. Quin te ha contado eso? Nadie respondi ella, ponindose inmediatamente en guardia. En realidad haba sido Ernesto Mrquez, su antiguo supervisor. En todo caso no voy a decrtelo aadi. No abuses de tu buena suerte, Literatura Inglesa. Cada uno de nosotros tiene su propio destino murmur Alexei, poniendo un sbito punto y final a la conversacin. En todo caso, aquella misteriosa respuesta haba sido lo suficientemente clara como para destruir de un solo golpe toda la ingenuidad de Eva. Se pregunt cuntos sethianos autnticos habran sido ahorcados en los ltimos aos. A los pocos das se mud a una enorme casa vaca en el extremo sur de la ciudad. Lo hizo sin dar explicaciones a nadie y mucho menos a Alexei. Algo se haba roto definitivamente dentro de ella, dejndole el estmago lleno de vidrios puntiagudos. Quiz fue el ltimo lazo que la una a un pasado remoto e inocente, en el que todava se poda confiar en los amigos: lo que la Plaga Errante no haba podido destruir nunca lo haba aniquilado Alexei con una sola frase. Aquel da, Eva se despidi definitivamente de su infancia. Ms tarde, en la soledad de la vieja casona, se preguntaba una y otra vez cmo haba podido ser tan estpida. Slo ahora se daba cuenta de que Alexei la haba utilizado como espa sin que ella lo sospechara en ningn momento, dejndole caer preguntas que parecan casuales y sin importancia y qu opina tal persona de tal asunto? y aguardando sus respuestas con un gesto de aparente desinters. Afortunadamente, ella se haba reservado las opiniones ms afiladas hacia el gobierno de Alexei, entre ellas las del eternamente malhumorado supervisor Ernesto Mrquez. Pero eso no borraba el hecho de que al menos media docena de personas estuviesen ya bajo sospecha por su culpa, y no era de descartar que de un momento a otro se desencadenase una purga. Cuando esta palabra vino a su mente estuvo a punto de vomitar y supo que, tarde o temprano, tendra que marcharse de la ciudad: al menos los Errantes no se ahorcaban unos a otros. Pero lo que ms le dola no fueron tanto los hechos como la seguridad de que el afecto de Alexei haba sido sincero y todava lo era. La mejor prueba de esto fue cmo haba respetado su decisin de marcharse a vivir al otro extremo de la ciudad, sin formular una sola pregunta ni interponer el menor obstculo. Era posible, se preguntaba Eva, sentir un profundo cario hacia alguien y, al mismo tiempo, utilizarle sin escrpulos para fines egostas? Seguramente la respuesta de Alexei hubiese sido que no slo era posible, sino adems muy recomendable. Una especie de apoteosis del pragmatismo que le permita mantener su posicin frente a toda amenaza, utilizando hasta sus sentimientos para mantenerse en el poder. Eso quera decir que dichos sentimientos eran falsos? No, nada de eso; eran autnticos y eso era lo que converta a Alexei en un tipo doblemente peligroso. El mentiroso que se cree sincero es el ms difcil de cazar. Pero esto no cambiaba el hecho de que ella se sintiera profundamente traicionada. Eso era lo que en verdad la hera, porque no llegaba a comprender la doble cara de Alexei, su falta ya no de rectitud, sino de coherencia. A pesar de su notable madurez acelerada por los Errantes, Eva an era demasiado joven para entender los infinitos matices del gris; para ella la vida se compona exclusivamente de trazos blancos y negros. Resultaba curioso pensar que era precisamente esta faceta de su carcter la inocencia primaria, casi animal, a veces obstinada hasta el absurdo la que haba cautivado por completo a Alexei, aunque l jams lleg a decrselo. Sea como fuere, Eva decidi al fin aislarse por completo. Haba vivido mucho tiempo sola como para asustarse de eso, aunque la misma razn le aconsejaba no subestimar el poder corrosivo de la soledad del que Robinson, a doce metros bajo tierra, le habra podido hablar largo y tendido, y de hecho lo hara unas semanas ms tarde. De modo que, incluso habiendo reducido su crculo social al mnimo imprescindible, an conservaba la amistad de su antiguo supervisor que sin embargo ya no expresaba en voz alta sus crticas y del misterioso Nio Mquina, tambin llamado Ismael. 28 Ismael sola pasarse por las tardes, siempre con un minsculo regalo una naranja, un puado de nueces, un brillante trozo de cuarcita que le entregaba con la misma emocin del que rellena un formulario ante una ventanilla. Ms de una vez, Eva le preguntaba con una sonrisa por el motivo de tanta generosidad. Eres una mujer. A todas las mujeres os gustan los regalos. A ti te gustan los regalos. Y era cierto, aunque lo hubiese dicho sin el menor amago de una sonrisa. Framente, con la impaciencia del que explica cosas que ya deberan estar sabidas. Porque si A es mayor que B y B es mayor que C, entonces para qu decir ms? Y luego se sentaba muy quieto con los ojos clavados en cualquier punto del patio, y Eva saba que estaba resolviendo jeroglficos matemticos o problemas de ajedrez. Esa era su compaa o su falta de compaa, y ninguno de los dos necesitaba nada ms. Pero a pesar de todo, ella segua sintiendo una inmensa curiosidad. Cmo supiste de mi posicin exacta el da del ataque? le pregunt a bocajarro en la primera ocasin que tuvo, y el nio se encogi de hombros. A estas alturas, Eva ya lo conoca lo suficiente como para saber que aquello significaba no quiero responder, as que no volvi a insistir en el tema. Pero an haba otras preguntas que le bullan en la mente: Por qu me salvaste la vida? Te necesito para viajar al norte. No puedo viajar contigo si ests muerta. Como siempre, lgica aplastante; la marca de la casa. Ella intent abordar el asunto desde otro ngulo. Pero tal vez lo hiciste porque sientes algo de simpata o amistad hacia m Ninguna respuesta. Eva haba olvidado que Ismael slo contestaba preguntas directas, de esas que se escriben con sendos signos de interrogacin a los lados. Y naturalmente, slo cuando le vena en gana. Es as, Ismael? Yo no tengo sentimientos. No los necesito. Entonces, y si no tuvieses planeado viajar al norte conmigo me habras dejado morir all? El chico se encogi de hombros, y Eva encendi un cigarrillo y se lo pas tras darle un par de caladas. No volvieron a tocar ese tema nunca ms. 29 Robinson se despert de repente, descubriendo que lo haban enterrado vivo. Pate desesperado una superficie lisa y fra que sin duda era la tapa del atad. Le haban cruzado los brazos sobre el pecho poniendo entre ellos un crucifijo, un glido trozo de metal sin ningn significado. Socorro! An estoy vivo! La voz rebot en ecos tras la oscuridad de los corredores mientras Robinson lograba incorporarse con el crucifijo en la mano. De pronto, una especie de pestillo metlico cedi bajo sus dedos y hubo una explosin que bien poda haberle roto los tmpanos, seguida tan slo del silencio. Encendi la luz ya completamente despierto, jadeando como un perro. El disparo se haba empotrado en el cabecero de la cama, dejando un agujero lleno de estras en la madera. Robinson calcul que la bala habra pasado a dos o tres centmetros de su crneo. Arroj el arma lejos de s en un gesto automtico, como si fuera un escorpin salido de entre las sbanas. Los odos le zumbaban cada vez con mayor fuerza, y se pregunt si haban empezado a sangrar. Mir el revlver en el suelo cado entre un montn de ropa sucia, un pequeo animal agazapado en espera de otra oportunidad. La prxima vez no fallar, pareca decirle con su diminuta sonrisa metlica. Porque no debes temer a la muerte complet Robinson. T ya ests muerto desde hace mucho tiempo. Cerr los ojos, intentando recordar su verdadero nombre. Era una especie de juego puedo o no puedo? para forzar el transcurso del tiempo una vez ms. Y sin embargo, ni siquiera estos trucos surtan ya efecto. Descubri sin el menor asombro que ya no recordaba nada de su antigua vida: ni su nombre, ni sus padres, ni su casa, absolutamente nada. S conoca, por ejemplo, el nombre de su ciudad o la ubicacin de su barrio. Pero este era un conocimiento estrictamente mental al que no se le podan poner imgenes ni sensaciones, como si no fuera con l: uno puede saber que Hiroshima est en Japn sin haber visitado nunca ese pas. Porque aquella vida se haba terminado para siempre, hasta en el recuerdo. Slo ahora lo vea perfectamente claro. Siempre demasiado tarde, siempre cuando ya no es posible rectificar nada, a posteriori que diran algunos pedantes. Porque Robinson claro que desde el principio se llamaba as, qu mierda importaba el nombre del otro? se haba enterrado a s mismo en el bnker de su padre, haba escenificado su propio funeral por propia voluntad y ahora ahora qu? All estaba a doce metros bajo tierra, soando que lo haban enterrado vivo y en parte era verdad, salvo que el enterrador haba sido l mismo. Pero como siempre, era necesario descargar la culpa sobre los dems. Y cul era el siguiente paso? Abri los ojos, y el revlver an le esperaba paciente en medio de un montn de ropa sucia. Sin pensarlo en absoluto estas cosas se hacen sin pensar o no se hacen, apoy el can en su sien derecha y volvi a cerrar fuertemente los ojos. Venga, vamos all. nimo! Es slo un segundo. Menos de un segundo. S valiente, una sola vez. Acaba con honor. Se imagin la trayectoria perfectamente rectilnea de la bala atravesando el crneo, reventando arterias y esparciendo masa enceflica. No saba muy bien dnde encajaba el honor en semejante porquera de sangre y sesos, pero la frase quedaba fantstica. Y si el cerebro haba sido la causa de sus desdichas, pareca lgico que reventara el primero. Justicia potica o algo por el estilo. Ests pensando demasiado. Aprieta el gatillo! Vamos! No tienes tiempo de cascrtela por ltima vez. Dispara! Venga venga venga venga venga Robinson apart el arma de su cabeza muy lentamente, como si pesara una tonelada. No tienes lo que hay que tener, pedazo de maricn, ya os deca yo que Estuvo contemplando el revlver sobre la mesa durante lo que le parecieron horas, soportando insultos y amenazas de la tribu aposentada en su cabeza, que seguramente tendra el plan de escapar a travs del tnel abierto por la bala. Ya ni siquiera las criaturas imaginarias queran saber nada de Robinson, por no hablar de las reales, si era que todava quedaba alguna. Pero slo haba un modo de averiguarlo. No puedo dijo en voz alta. Hace medio minuto ibas a volarte los sesos. Qu tienes que perder? (Estos deban de ser los de la tribu vecina, pens Robinson. Quiz los Morlocks o los Chicago Bulls). Es demasiado tarde dijo con una paciencia infinita. Deb haberlo intentado hace aos. Pero qu ms da. Robinson, te contar un secreto: hasta los muertos pueden volver a la vida. S, claro sonri. Los Errantes. No los Errantes sino t, Robinson. T ya ests muerto. T. Se sent en el suelo una alfombra de cscaras de pipas donde sobresalan algunas colillas y, enterrando la cabeza entre las manos, se entreg de nuevo a sus cavilaciones. Por suerte para l, no tard ni diez minutos en dormirse de nuevo. 30 Al despertar se senta un poco mejor, aunque vaya uno a saber por qu diablico conjuro las cscaras de pipas haban logrado introducirse bajo su camiseta, provocndole un picor atroz. Como si un millar de liliputienses hubieran intentado clavarle pequeas estacas a un vampiro gigante. Este rasgo de humor, aunque bastante malo, le alent en cierta medida. Porque no se trataba de hacer chistes, eso era lo de menos. Si haba que sobrevivir y este concepto an continuaba bajo observacin, uno deba ser capaz de rerse de la primera tontera que se le ocurriera. Era una forma como cualquier otra de resistir. Resistir Ya haba perdido la cuenta del tiempo que llevaba hacindolo. Quiz habra que contarlo desde antes de su nacimiento, en vidas anteriores que seguramente le haban trado de la mano hasta este curioso karma. Esta ocurrencia le hizo sonrer, y no pudo por menos que recordar el sueo que haba tenido haca dos minutos o dos horas, reclinado igual que un faquir en sus clavos en forma de cscaras de pipas Don Simn, que son ms ricas que el jamn. Porque en el sueo s haba tenido valor para apretar el gatillo, y no slo eso: adems haba disfrutado de una excelente panormica de sus sesos estallando contra la pared como huevos escalfados, chorreando sangre y lquidos enceflicos y, de paso, dejando la pared todava ms puerca de lo que estaba, lo que ya era difcil pero se poda, se poda. Y ah comenzaba el sueo propiamente dicho: Robinson se hallaba en el cielo, suspendido entre las nubes. Deban de ser las doce del medioda o as porque el sol brillaba en todo lo alto molestndole en los ojos, y lament no haberse trado sus gafas oscuras Ray-Ban, qu lstima, con lo bien que le sentaban. Delante, una gran puerta brillante con destellos metlicos que atravesaban las nubes y se perdan en el azul color celeste, por supuesto, del cielo. Un cielo demasiado perfecto y predecible, quiz un poco aburrido. Naturalmente, Robinson saba que aquella era la Puerta del Paraso. En parte por la ambientacin celestial nubes vaporosas, cielo azul y toda esa mierda, y tambin por la placa que coronaba la parte superior de la verja, en la que poda leerse: PUERTA DEL PARASO. De pronto, un to con barba y una gorra de bisbol clavada hasta el entrecejo le pidi la documentacin, pero Robinson no la llevaba encima. Observ que el barbudo tena una placa prendida sobre su camiseta de los Freak Brothers que deca: SAN PEDRO. Pues qu bien, otro ms. Dame tu nombre, joder. Robinson. Robinson qu ms? Robinson Crusoe? Robinson Picha Floja? Qu ms? Robinson sin ms, slo es un apodo. Es que no consigo recordar mi verdadero nombre El to se encogi de hombros, componiendo una expresin tan perfecta de Ese No Es Mi Problema que Robinson se sinti angustiado. Es que no iban a dejarle entrar? Causa de la muerte? Bueno, supongo que te mataron los Errantes, como a todo el mundo No. En realidad fue un suicidio. Me suicid. Vaya, esto se pone mejor a cada momento dijo San Pedro con una sonrisa sarcstica. Bien, qu es lo que has hecho mayormente durante tu vida, Robinson? S breve, por favor. Cascrmela, pens automticamente. Pero intuy que esa no era la clase de respuesta que uno le dara a San Pedro, as que opt por una salida menos comprometedora: No gran cosa. Sinceramente, yo Mira interrumpi San Pedro sin dejar de mirar sus papeles, yo no tengo ningn Robinson Sin Ms en mis registros. Lo del suicidio nos importa una mierda, pero sin el nombre no podemos hacer nada. Lo siento y gracias por haber venido, vale? Y qu hago yo ahora? To, ese es tu problema resopl San Pedro cada vez ms impaciente. Yo en tu lugar me llegara al Infierno, a ver si all tienen tus datos. Es por ah abajo, lo ves? Robinson mir en la direccin sealada y lo que vea le hel la sangre: legiones enteras de Errantes se arrastraban entre los escombros en busca de carne viva. Los orgullosos edificios, smbolos del poder humano, se haban derrumbado o se consuman entre las llamas, y ahora slo podan escucharse los gemidos ansiosos de los Pellejudos entremezclados con los gritos de dolor y pnico de sus vctimas indefensas, tantas de ellas inocentes. Vio que ninguna ciudad o pramo o bosque o sendero o desierto estaba libre de la Plaga: la Era del Hombre haba terminado y ahora el mundo no era ms que un cadver que se pudra devorado por millones de gusanos. Pero aquello no era en realidad el Infierno, se dijo cayendo en la cuenta. Aquello era S, tengo entendido que han cambiado de local ltimamente dice San Pedro, como si contestara a una pregunta no formulada por Robinson. Y se acab la charla, colega. Un momento! Estoy empezando a recordar A tomar por culo! grita San Pedro al tiempo que le propina una tremenda patada en las posaderas. Entonces Robinson pierde el equilibrio de una vez por todas, cayendo a plomo hacia abajo, y junto a l cae su nombre recin recordado como la sombra de un pjaro abatido en pleno vuelo. Y mientras cae est vindolo todo, absolutamente todo, justo delante de sus ojos. Y descubre que los Errantes representan slo una nfima parte al lado de la miseria universal que el buen Dios reparte gustoso por los siglos de los siglos, amn. Y ya no puede olvidar nunca ms los gritos de los nios asesinados, de las mujeres violadas, de los hombres hechos pedazos por una causa justa. Ve guerras, epidemias, hambrunas, crmenes cada vez ms atroces, cmaras de torturas, alambradas de espino, campos de exterminio, violaciones en masa, esclavos cargados de cadenas, infanticidios, abusos de todo tipo y asesinatos legales en nombre de Dios o de la justicia. Y de repente sabe, sabe con total certeza, pobre caro de alas rotas, pobre hombre triste, que desde el principio ha estado escondindose de los seres humanos y no de los Errantes. Y que el descenso al refugio antiatmico es slo el smbolo de lo vivido hasta entonces, y que se repetir sin cesar hasta que un ataque al corazn o una bala en la cabeza pongan fin a la comedia. Porque Robinson, hasta los muertos pueden volver a la vida. En serio? Me gustara creerte. Pero cmo es posible estar tan ciego, esconderse tanto tiempo de uno mismo?, se pregunta mientras el suelo aparece cada vez ms cerca y un viento helado le silba en los odos con la fuerza de un cicln. Apartad de m todos esos malditos espejos! Los muertos, Robinson. Los muertos pueden volver a la vida. Ojal, ojal sea as. Porque Robinson tambin est muerto, Robinson fue el primero, Robinson que no tiene cojones de matar o de matarse y sin embargo no le faltan ganas. Y en ese momento hay una explosin de luz azul que no ha visto jams y de repente aparece en el suelo del stano, acurrucado sobre un montn de cscaras de pipas como un monstruoso feto al que han arrojado a destiempo en mitad de un vertedero. Y en cierto sentido es as, Robinson lo sabe, pero eso no es lo importante. Porque ahora ha recuperado su nombre y pueden volver a la vida y l sabe. O no sabe y qu coo le importa, pero sabe que se marchar muy pronto del refugio de su padre para morir en cualquier otro sitio, para morir vivo, sobre la tierra, como nunca lo ha estado antes, nunca. Porque al final Robinson ha decidido creer que hasta los muertos pueden volver a la vida. 31 En Cbola los das se sucedan iguales unos a otros y con desesperante lentitud: incoloros, inodoros e inspidos. Eva estaba cada vez ms impaciente: haba solicitado tres veces su reingreso en el servicio del exterior, y por tres veces le fue denegada su peticin. Cuando insisti en hablar personalmente con Alexei, le dijeron que este se encontraba demasiado ocupado para recibirla. Slo a partir de ese momento supo con total certeza que era una apestada. Poco a poco, la atmsfera iba volvindose cada vez ms irrespirable. Por toda la ciudad haban empezado a aparecer carteles previniendo del peligro mortal que entraaba el culto a Seth y animando a todos los ciudadanos a que denunciaran cualquier conducta irregular por parte de sus vecinos. El supervisor Mrquez haba sido cesado de su cargo sin motivo aparente y ahora permaneca encerrado en su casa da y noche, en una especie de limbo legal que se pareca demasiado al antiguo arresto domiciliario. Por otra parte, el nmero de milicianos del primer rango la guardia personal de Alexei se haba multiplicado por cinco en el ltimo mes. En cuanto a este, apenas sala del cuartel general y, desde luego, ya haca tiempo que haba suprimido sus patrullas en el exterior. Los jefes de los clanes que haban mostrado cierta oposicin hacia l fueron detenidos en una sola noche, bajo la acusacin de alterar el orden pblico. Cuando tres das ms tarde fueron puestos en libertad, todos ellos coincidan curiosamente en haber cambiado de forma radical sus puntos de vista, que ahora se parecan de manera asombrosa a los del propio Alexei. Nadie salvo su guardia pretoriana vea jams al lder de Cbola. Y a pesar de eso, daba la impresin de que estaba en todas partes. Qu te ha pasado, ruso, pensaba Eva a menudo presa de una incurable tristeza. Y mientras tanto, acariciaba ms y ms la idea de abandonar Cbola, de marcharse a cualquier otro lugar. Por qu no al norte, como tanto insista el chico? A fin de cuentas daba lo mismo: tanto el norte como el sur, el este y el oeste estaban plagados de Errantes. Pero siempre haba algo que la detena justo antes de decidirse. Ella no lo saba, pero ese algo era el recuerdo del antiguo Alexei. Ismael sola distraerla de estos pensamientos. Las visitas vespertinas del Nio Mquina se haban convertido en una costumbre, y muy rara era la tarde en que sus misteriosas ocupaciones, de las que no hablaba con Eva y seguramente con nadie, le impedan visitarla. Como todos los nios y por muy mquina que fuese, Ismael era un amante de la rutina y Eva descubri que tampoco a ella le disgustaba en exceso. De hecho, en esas pocas tardes solitarias en las que Ismael no apareca, era cuando ella se senta vulnerable de un modo extrao, como si se contemplase desnuda ante un espejo y comprendiese al fin la insignificancia de su vida en un mundo de depredadores. Porque al final todo se reduca a eso: los Errantes le haban arrebatado su juventud y terminaran por quitarle la vida, seguramente ms temprano que tarde. Era raro morir de una enfermedad grave en estos tiempos ms normal era hacerlo de fro o a consecuencia de la desnutricin y, desde luego, era prcticamente imposible morir de viejo. A veces, como pasatiempo, le gustaba imaginar lo que habra sido de ella si no hubiesen llegado los Errantes. Haba sido una nia estudiosa, ms tmida que realmente introvertida. Una hija nica largo tiempo deseada que todava hoy recordaba a sus padres con una nostalgia nebulosa e inconcreta, como si los viera a travs de un vidrio empaado. Recordaba perfectamente, eso s, la ltima frase que oyera decir a su padre mientras desayunaban un da cualquiera, uno de esos del montn, de los que pasan sin que nadie se d cuenta y que no suelen dejar el menor rastro en la memoria. Estaban viendo las noticias matinales en la tele, casi a punto de salir, l ponindose el abrigo para hacer cola un da ms en la oficina del paro; su madre que ya se haba ido porque llevaba fregando escaleras en un edificio de oficinas desde las siete de la maana, as era la vida. Y en ese momento, un avance informativo que habla de extraos asesinatos en Asturias, Cantabria, Castilla y Len, posibles casos de locura colectiva, unidades mviles desplazadas hasta el lugar de los hechos, se baraja la hiptesis de, atencin, compaeros, veo aviones Phantom volando a muy baja altura. Comunicado urgente del Ministerio del Interior, del Ministerio de Defensa, de la Presidencia del Gobierno: la ciudadana no debe alarmarse, simples maniobras militares de rutina. Y entonces las imgenes desenfocadas de tres figuras que avanzan a pasos vacilantes, torpes, como refugiados de una guerra atroz. Y no se ve mucho ms porque un soldado ha tapado el objetivo de la cmara y grita que te tumbes en el suelo, cabrn, desconecta eso, deja de grabar o te pego un tiro. Y una voz de mujer que gime y dice Dios mo, Dios mo, estn vivos, cmo pueden estar vivos. Y entonces la pantalla se vuelve gris y lo ltimo que oye Eva Eva que es una cra, que an no ha empezado a vivir, que slo tiene diecisis aos es un tableteo a rfagas que le recuerda un poco a los pjaros carpinteros de los documentales de la 2. Pero claro, all no hay pjaros carpinteros. Qu raro es esto, no, pap? Slo otra pelcula de terror ms responde su padre con la voz aburrida del eterno escptico. Ya no saben cmo vendrtelas. Te importa poner una lavadora antes de irte, chiqui? Siempre le deca eso de chiqui aunque ella ya haba cumplido los diecisis; porque t eres mi chiqui y lo sers siempre, y mam es mi reina y t mi princesa chiquita. Y despus un beso en la mejilla que ninguno de ellos poda imaginar que era el ltimo, todo ese amor tirado por el desage, perdido para siempre. Y luego ella que apaga la tele y en la cocina pone el programa de ropa blanca, el detergente y un tapn de suavizante. Y ahora est en Cbola, la escena vista desde una distancia de siglos u ocanos; ella est en Cbola y lo que ms le duele es precisamente eso: que de todo aquel amor frgil y candoroso lo ltimo que puede recordar es slo aquella tontera de la lavadora. 32 Ismael vino aquel da un poco ms tarde de lo habitual, con un tablero rooso lleno de cuadrculas y dos bolsas de plstico. Sin decir nada, puso el tablero sobre la mesa y anunci con toda solemnidad que iba a ensearla a jugar al go. No tenemos piezas blancas y negras pero esto servir, dijo sealando las bolsas. Una de ellas contena garbanzos. La otra, lentejas. Nunca me has contado cmo te crearon, Mquina. Eso no te importa respondi l sin la menor seal de agresividad, simplemente sealando un hecho obvio. Al contrario que en el ajedrez, en el go empiezan jugando las piezas negras. Pon una de las piezas donde t quieras. Eva, que no haba odo hablar del go en toda su vida, coloc un garbanzo en el centro del tablero. Es preferible jugar al principio en las esquinas dijo Ismael, porque el objetivo del juego consiste en rodear el mximo espacio posible, y esto es ms fcil en los bordes del tablero. Tambin se pueden capturar piezas, pero para eso tienes que rodearlas por completo Vendrs conmigo al norte? 33 Era ya casi de noche cuando Ismael se march con su tablero de go bajo el brazo. Saba que ahora no iba a poder dormir y tampoco tena ganas de cenar, as que se prepar una taza de t y se sent en la silla de camping que tena siempre a mano, al lado de la puerta. La perspectiva de la calle, aunque ahora estuviese desierta, le daba cierta ilusin de compaa y desde luego que era preferible a la austera lobreguez del casern. De vez en cuando pasaban algunos vecinos, y aunque todos le deseaban las buenas noches con cortesa, ninguno de ellos quiso detenerse un momento a conversar con ella. Una apestada, se dijo de nuevo. Aunque siempre haba fingido rerse de esta situacin, en el fondo la soledad empezaba a pesarle como una tonelada de piedras. Hola dijo una voz en la oscuridad, y Eva ech mano inmediatamente a la pistolera. No, no te asustes! Te acuerdas de m? Eres t el que debera estar asustado, novato dijo ella con una sonrisa. A la dbil luz de la lmpara de aceite, el muchacho pareca an ms patticamente joven que el da del ataque del gran Gusano. Llevaba entre las manos un paquete mal forrado en papel de colores que meca de un lado a otro, como si quisiera dejarlo en algn sitio y no supiese dnde. Eva volvi a calcularle mentalmente unos diecisiete aos, ni uno ms. Sintate. Te apetece un t? Yo vale dijo con timidez. He venido a darte las gracias por S, ya lo s. chale un poco de azcar, si no, no hay quien se lo trague. Permanecieron unos instantes en silencio; Eva con los ojos cerrados para disfrutar del tibio aire de la noche sin pedirle nada ms al mundo, gozando a pesar de todo del lujo de estar viva, de no ser una Errante. Sin embargo, y aunque la timidez del chico le resultaba divertida, al final decidi echarle un cable por pura misericordia. No estaba bien hacer sufrir a las pocas visitas que tena. Cmo te llamas? Andrs. Y t eres Eva. Eso dicen sonri ella. No s si lo sabes, pero ya eres algo as como una especie de leyenda en esta ciudad balbuce el muchacho. Por lo menos para m y para muchos otros. No tengo ni la menor idea de lo que me ests contando, chico. Bueno, no es fcil de explicar. Te hablo de m y de mis amigos, de prcticamente toda la gente joven de Cbola. Ellos ya saben que me salvaste la vida el da del gran ataque y muchos piensan pensamos S? Pues que una mujer fue capaz de hacer algo que Alexei y su guardia no tuvieron cojones de Perdn, quise decir Sera mejor que te guardaras esas opiniones para quien quiera escucharlas cort Eva, de pronto mortalmente seria. A m no me interesan. Lo siento murmur Andrs bajando la vista. Eva lo observ con fijeza, tratando de discernir si era sincero o tan slo otra marioneta guiada por las hbiles manos de Alexei para hacerla hablar ms de la cuenta. Cada vez ms irritada, decidi que aquello no era de su incumbencia. Slo quiero decirte continu el chico rpidamente que si alguna vez nos necesitas, te seguiremos hasta el final. Y hablo en nombre de muchos. Por qu iba yo a necesitar a ninguno de vosotros? No lo s respondi azorado. Para nada, quiz. Slo quera que lo supieras. Muy bien, ya lo s. Y qu ms? Nada. Slo que S? Procura no pensrtelo tanto. No tengo toda la noche. Que eres la mujer ms bella que he visto en toda mi vida. Un instante de asombro, antes de que Eva empezara a rerse a carcajadas: este era el tipo de imprevistos que la hacan sentirse desarmada. Ahora no le caba duda de que el muchacho era sincero aquella ingenuidad lo demostraba y todo su mal humor desapareci en menos de un segundo. Pens, con cierta nostalgia, en que algo parecido debi de sentir Alexei cuando ella le solt aquella suprema tontera de la literatura inglesa. Mientras tanto, Andrs haba empezado a encogerse sobre la silla como si quisiera desaparecer, las mejillas encarnadas igual que dos cerezas. Eva no pudo reprimir otra carcajada, sin saber a ciencia cierta si se rea de s misma o del chico. Ser mejor que cambiemos de tema dijo con una sonrisa. Qu llevas en ese paquete? Es un regalo. Un regalo para ti. Vaya. Puedo verlo? Eva deshizo el envoltorio torpemente cubierto con cintas de colores de dnde las habr sacado?, se pregunt secretamente halagada y extrajo un ejemplar de bolsillo de Moby Dick, de Hermann Melville. Era tan raro ver libros en estos tiempos que casi tuvo miedo de abrirlo, como si temiese que se le deshiciera entre las manos. Literatura inglesa, se dijo una vez ms con una indecible nostalgia. En todo caso, era un regalo digno de un rey. Lo has ledo? S. Pero me encantar volver a leerlo. Gracias. Gracias a ti por salvarme la vida replic l resueltamente. Eva se inclin para besarlo largamente en los labios, saboreando su boca como si fuese fruta fresca. Despus de esto slo falta que me denuncien por corrupcin de menores, pens divertida al comprobar que, tras la sorpresa inicial, el cuerpo del muchacho reaccionaba de la forma correcta. Lo llev dentro de la casa sin que mediara una palabra ms entre ellos, si no era en forma de besos y caricias. Pero ni siquiera esta sesin de sexo improvisado, por dulce y gratificante que fuese, era lo que ella iba buscando. En realidad quera gozar de un placer an ms profundo: el anhelo de sentir a su lado, clida y palpitante, la vida que haba arrancado de las manos a los Pellejudos. 34 Otras veces le daba por pensar si mereca la pena. Qu era lo que tena que merecerla? La gente no se haca estas preguntas, se limitaban a sobrevivir y as era la vida. Nadie tena ya esperanzas en un futuro mejor: les bastaba el presente y si acaso un minsculo trocito de futuro como las migas de una tarta, negro o blanco, mejor o peor, qu ms daba, nadie se fijaba ya en esas cosas. Luchaban por sobrevivir como si el mero hecho de hacerlo fuese algo importante. A pesar de todo, el hombre segua sin querer darse cuenta de que su tiempo haba acabado, y sus modales continuaban parecindose a los de un aristcrata del siglo XVIII con peluca y rap: los reyes de la creacin. S, es posible que ahora nos vaya mal, se trata de algo pasajero, una circunstancia eventual que tanto puede durar un siglo como cien. Pero somos civilizados, hechos a imagen y semejanza de Dios sea por siempre bendito y alabado! y sobre todo, sobre todo, no nos comemos los unos a los otros. Bueno, los Errantes tampoco lo hacan. Se limitaban a comerse a los humanos. En todos los largos aos de guerra, nadie haba visto nunca a un Pellejudo que matara a otro. Ni siquiera que se peleasen entre s. Bsicamente pareca que se ignoraban, salvo para crear grupos que tarde o temprano se unan entre s para formar un gran Gusano. No tenan lderes, no los necesitaban. Eran, curiosamente, libres; ms de lo que jams hubiese soado serlo cualquier superviviente. No teman al fro ni al calor, ni a la lluvia, ni a los insectos, ni a las enfermedades. No les importaba el pasado ni el futuro; estaban totalmente desprovistos de vanidad, de ambicin, de tristeza, de miedo. Tal vez y a su manera eran ahora ms felices que cuando vivan. Y ni siquiera podan morir, porque ya estaban muertos. En cuanto a los humanos Eva no tena ni una sola razn para amar a la humanidad y, de hecho, no lo haca. Lo nico que lograba fascinarla de los hombres eran esas nebulosas posibilidades qu habra sucedido si? que los Errantes, seres absolutamente predecibles, parecan tener negadas por definicin. Porque en el comportamiento humano siempre exista una incgnita, una X en la ecuacin, que no se poda explicar del todo acudiendo a los viejos argumentos de la gentica o el medio ambiente, y esto era lo que realmente la intrigaba. Vea a las personas como trozos de arcilla a medio modelar que, con el tiempo, podran tomar tanto la forma de un fusil como de un poema de amor, quin sabe qu caminos en el laberinto insondable de las posibilidades. No saba si esta forma, que jams era definitiva, vena determinada en ltima instancia por Dios o por la sociedad o por los cromosomas o el libre albedro o cualquier otra cosa, pero todo eso le importaba muy poco. Que se ocupara otro de las causas; a ella le bastaba con asombrarse ante los efectos e intentar comprenderlos en alguna medida. Por eso, y sin tener la menor razn para amar a la humanidad, la muerte violenta de otro ser humano la llenaba de un sentimiento de inutilidad tal que en ocasiones llegaba hasta la nusea fsica. Se senta no tanto triste como ofendida, igual que cuando era nia y estuvo toda una maana construyendo un castillo de arena en la playa para que luego otro cro al que no conoca de nada acabara pisotendolo, slo por darse el gusto de verla llorar. Ya a esa edad comprenda perfectamente que el castillo como tal era lo de menos ante la perversa inutilidad de la accin: el nio no lo haba hecho a cambio de una recompensa o porque deseara construir en ese lugar, lo haba hecho simplemente porque s. Desgraciadamente, la infinita gama de posibilidades del hombre no exclua de ningn modo la crueldad. En cuanto a la muerte violenta al asesinato, por decirlo de un modo ms preciso, para ella significaba simplemente el final de todos los caminos. La gente tiende a ver su propia vida en forma lineal y, en cierto sentido, predeterminada. Pero ese modo de pensar era un residuo del mundo anterior a los Errantes, como cenizas que no terminaban de dispersarse. Porque la seguridad se haba convertido en un lujo que nadie estaba ya en condiciones de adquirir. Se viva a cada minuto, dado que en los sesenta segundos siguientes ya podas estar muerto. Y no slo a causa de los Errantes. Eva haba visto a gente de su antiguo grupo morir de apendicitis, de tuberculosis, incluso de gripe en los inviernos ms duros. En lo que se refera a los Pellejudos, el simple hecho de encender una cerilla o hacer ruido al caminar poda convertirse en una cuestin de vida o muerte. Pero dado que siempre estaban a punto de morir, amaban la vida ms de lo que jams hubiera soado cualquier habitante del mundo antiguo. Por eso se les llamaba, con absoluta propiedad, supervivientes. Los supervivientes eran distintos. En cierto sentido, tenan tan poco que ver con la humanidad anterior a la Plaga como con los Errantes, igual que tres especies que por caprichos de la evolucin adquieren una forma similar sin compartir genes comunes. Cierto era que los supervivientes compartan la capacidad de pensar, sentir y actuar con los hombres anteriores a la Plaga, pero en ellos se haba desarrollado hasta un grado superlativo. Los supervivientes eran ms en todo: ms crueles, ms generosos, ms colricos y ms valientes. Y sobre todo autosuficientes. No tenan reglas sociales ni cdigos de conducta universalmente aprobados. No vean la televisin, no visitaban a curas ni a psiclogos, no hacan terapia de grupo y nadie les deca lo que era adecuado hacer. Deban improvisar a cada instante. Por eso los intentos como Cbola estaban condenados a largo plazo, puesto que no representaban ms que un absurdo intento de volver al pasado. A pesar de sus fantasas, las intenciones de Alexei haban comenzado por el camino correcto, cuando soaba con convertir Cbola en el foco a partir del cual se iniciara la reconquista del mundo. Pero ms tarde sinti demasiado miedo de perder su pequeo reino y, en consecuencia, Cbola siempre estaba a la defensiva, aguantando como poda las embestidas de los Errantes y convirtindose poco a poco en una mala copia de cualquier pueblo anterior a la Plaga. Las antiguas jerarquas se haban restablecido bajo formas ligeramente distintas, slo porque Alexei no quera o no poda pensar de otra forma. Por qu permanecer siempre a la defensiva?, se pregunt Eva. Deba de haber otros emplazamientos como Cbola, era de sentido comn, y el nico problema consista en comunicarse con ellos. Por qu no unirse y atacar? No elegir siempre la huida o limitarse a resistir sin esperanzas, sino atacar. Y cmo reaccionaran los Errantes? Estaban acostumbrados a la eterna fuga, todo lo ms a un combate desigual y sin esperanza contra presas ya acorraladas. Podramos formar nuestros propios Gusanos, pens cada vez ms excitada. De acuerdo, eran pocos. Pero tenan las armas y sobre todo la inteligencia. No se trataba de acometer heroicidades: slo de hostigar a los pequeos grupos, de ganar aunque fuese nada ms que diez metros de terreno tras cada golpe de mano. Entonces s sera en verdad una guerra, en lugar de este lento exterminio sin esperanzas. Y al menos, moriramos con honor. Record como en un sueo la frase de Andrs, mientras senta la fragancia de su joven cuerpo todava pegada a la piel: Si nos necesitas, te seguiremos hasta el final. Un tanto melodramtica como corresponda a sus diecisiete aos, pero a pesar de todo Por un momento acarici la idea y despus la desech, avergonzada. No poda ni quera entrar en conspiraciones palaciegas. Era una superviviente nata y, en consecuencia, una individualista. Y por si fuera poco, Alexei haba sido su amigo. An lo era, en lo que a ella concerna. Pens una vez ms en todas las vidas que se haban perdido, en la inmensa variedad de posibilidades arrojadas al desage, y la sola idea de una conspiracin casi la hizo vomitar. No, nada de eso. Ya haba visto demasiada sangre en su corta vida y ni siquiera le gustaba derramar la de los Errantes, negra como carbn y espesa como aceite. Buena suerte, dese mentalmente a Andrs y a sus compaeros, pero no contis conmigo. Yo no sirvo para esto. En ese momento vio una silueta oscura que corra hacia su portal y se estremeci de miedo sin saber por qu. No tard en reconocer a su antiguo supervisor, apoyado por fin en la baranda mientras intentaba recuperar el resuello. No le digas a nadie que he estado aqu resopl jadeante Ernesto Mrquez. Han detenido al Nio Mquina. Pens que debas saberlo. 35 La Errante no levanta la cabeza al escuchar los pasos de Robinson en la carretera. Permanece inmvil y de espaldas a l, un poco inclinada hacia abajo, como si el arcn se hallase sembrado de piedras preciosas. La impaciencia es difcil de reprimir, pero Madre lo exige as. Hola! Hola? Si no te mueves no se dar cuenta, no hasta que sea demasiado tarde. Las palabras son largas cadenas grises y escarlatas que salen como tentculos de la mente de Madre para inundar su no-mente. Es agradable, aunque no sabra decirlo porque ha olvidado el lenguaje. No importa. Todo lo que debe hacer es mantener a raya el Hambre slo por unos segundos. Aunque unos segundos pueden pasar en siglos. Hola! Necesitas ayuda? Todo es buena voluntad en la mente de Robinson; ha descendido a su propio infierno para emerger de nuevo a travs de una deslumbrante luz azul que quiere ofrecer al mundo. Al igual que todos los iluminados, Robinson est ansioso por compartir su Verdad. Pero el mundo nada sabe ni quiere saber de redenciones. Llevo tres das sin ver a nadie. No tengas miedo, no te har dao. Ha estado a punto de aadir ven conmigo, te proteger, me enamorar de ti, tendremos hijos, envejeceremos juntos. Despus de tantos aos de soledad, ahora pretende pasar del cero al infinito. Ha sido la piel plida de la muchacha la que le ha engaado. Se la imagina suave y delicada porque an no la ha visto de cerca, y cuando lo haga, ser demasiado tarde. Robinson no sabe nada de la existencia de los Albinos, los que por un azar desconocido no presentan en la piel la tonalidad purprea de sus hermanos Errantes. Pero el Hambre no entiende de esas diferencias. Cmo te llamas? Yo Dios! Dios no aparece por ninguna parte cuando las mandbulas de la mujer se cierran con un chasquido de tiburn a escasos centmetros de su brazo izquierdo. Robinson retrocede unos pasos balbuceando incoherencias y finalmente cae de culo en la cuneta. Una postura algo grotesca para un iluminado, mientras la mano libre busca desesperadamente el revlver. La muchacha es joven, deba de ser joven cuando la mataron se le acerca gimiendo con los brazos extendidos. Lleva encima los restos de un uniforme de cajera de unos grandes almacenes, con su tarjeta de identificacin an prendida en la blusa: Le atendi Roco Castro, gracias por su visita. Robinson mira como hipnotizado la herida en el cuello que deja al descubierto sus vrtebras cervicales, los dientes negros que se acercan, se acercan. Al fin consigue encontrar el revlver y dispara tres tiros a menos de dos metros de distancia, fallndolos todos. Se revuelve como una culebra y consigue retroceder unos metros porque ahora no hay luces azules ni cielo ni infierno, slo el ansia desesperada de sobrevivir. Pero el Hambre no es menos poderosa, y Robinson siente cmo la garra de aquella criatura que una vez fue Roco Castro le sujeta por el tobillo con una fuerza sobrehumana, arrastrndolo hacia ella como un saco. No tiene tiempo de desesperar ni de encomendarse a Dios, porque en ese mismo instante recuerda que an le quedan tres balas en el revlver. Robinson levanta el arma. Con una sangre fra que jams hubiese soado tener, se deja arrastrar un poco ms hasta alcanzar la distancia precisa. Y slo entonces introduce el can por ese abismo negro plagado de dientes y aprieta el gatillo. Roco Castro se queda un momento inmvil, como si acabara de recordar algo sumamente importante, y al final se derrumba entre las piernas de Robinson que se revuelve asqueado ante esa horrible parodia de una felacin. A duras penas consigue salir de la cuneta y ponerse de pie, con la pistola en la mano y la mochila todava a la espalda; slo entonces se permite el lujo de respirar y contemplar su obra. Lo primero que siente es una alegra tan salvaje que le llevara a danzar alrededor del cadver, entonando gritos de guerra. Despus llega la ira, y Robinson se ve a s mismo golpeando con una piedra el crneo de la Errante hasta convertirlo en una papilla negruzca. Pero estas emociones se van muy pronto y sin dejar rastro, arrastradas por el viento. As que lo nico que hace es sentarse en el arcn con los ojos muy abiertos, murmurando palabras y frases que no entiende, tal vez una oracin. Y en ese momento comienza a llover muy dbilmente, y Robinson piensa que aquello es como si el cielo llorara al fin por todos los muertos, los suyos y los nuestros. 36 Casi se haba hecho a la idea de pasar la noche a la intemperie cuando descubri la casa. Por un momento pens en pasar de largo, en volver a la seguridad del refugio antiatmico y del antiguo Robinson. Pero eso no era posible, entre otras cosas porque ya no sabra cmo encontrar el camino de vuelta. Se detuvo, considerando con detenimiento la situacin. Haba planeado de un modo borroso encontrarse con personas personas vivas; mujeres vivas, preferiblemente y llevrselas de vuelta al refugio, donde todos juntos podran pensar con tranquilidad en la prxima jugada. Esa era la teora. La realidad era que Robinson haba estado vagando como un sonmbulo durante varias horas despus de su encuentro con la Errante y haba acabado por perder todo sentido de la orientacin. S recordaba haber atravesado un bosquecillo de pinos, y luego un puente de hierro forjado que le pareci el esqueleto de un dinosaurio y que le llev a otra carretera, donde vomit copiosamente apoyado en un poste del tendido elctrico. Esto pareci devolverle por fin a la realidad, aunque ya era demasiado tarde: Robinson no saba si aquella era la misma carretera de antes. Y aunque as fuese, no tena ni idea de a qu altura se encontraba. De modo que atraves una larga hilera de coches abandonados donde vio el hueco de un retrovisor relleno de ramitas y con tres diminutos huevos blancos y se alej campo a travs, con destino hacia lo desconocido. Un impulso imposible de desobedecer le deca que deba abandonar la carretera cuanto antes. Continu caminando con su mochila a cuestas. Vio rboles y ms rboles, zanjas, socavones, un ilegible cartel de PROHIBIDO EL PASO ante una verja derribada, un caracol que se pasea pensativo sobre una lata de Coca-Cola oxidada, que le mira desde las antenas de sus ojos como al ltimo representante de una especie a punto de extinguirse. Qu falta en este paisaje?, se pregunta Robinson. Nada, no falta nada. La naturaleza sigue su curso sin preocuparse de m o de los Errantes. Fue entonces cuando descubri la casa semioculta entre una maleza increblemente densa, como si a su paciente manera vegetal se hubiera propuesto cubrirla por completo y hacerla desaparecer. Un momento despus escuch unos ladridos speros que parecan venir desde el interior de la casa, y se estremeci. Calma, se dijo Robinson mientras sacaba el revlver, sintindose de repente un poco estpido. Porque los ladridos haban cesado tan bruscamente como comenzaran y ahora no se oa ni se vea nada, salvo las primeras estrellas encendindose una a una como lamparitas en el cielo. Pese a todo, an esper un buen rato antes de esbozar una sonrisa y guardarse el revlver. Entonces oy el rumor inconfundible de patas tamborileando a su espalda, y Robinson slo tuvo tiempo de volver la cabeza antes de caer derribado. Haba llegado a ver al perro, un pastor alemn o quiz un mastn, galopando como un endemoniado antes de estrellarse contra l como una bomba de dientes y babas. Tendido en el suelo, trat desesperadamente de protegerse la garganta a la vez que luchaba por quitrselo de encima, intentando anticipar dnde ira la primera dentellada. Pero entonces sinti como si le pasaran por la cara una esponja hmeda y spera, y not las patas golpeando sobre su pecho en un frentico redoble de tambor. El perro se alej unos pasos de Robinson con medio metro de lengua colgando de las mandbulas, y ladr rpidamente en todas direcciones, como un pregonero anunciando su discurso. Pero l no tuvo tiempo de levantarse antes de que el animal se le volviera a echar encima, lamindole la cara y las manos como si Robinson mismo se hubiese convertido en un helado de hueso. Te llamar Viernes dijo, sin poder dejar de rer. 37 La casa estaba vaca, pero pas algn tiempo antes de que Robinson reuniera el valor suficiente para comprobarlo. Y tal vez no lo habra hecho sin el silencioso mandato de Viernes, tironendole de la manga tras despachar en un tiempo rcord tres latas de corred beef. Y luego inmvil ante l con esa mirada fija que slo tienen los nios y los animales, esa mirada ante la que no puedes mentir. De mala gana y empuando el revlver, dej que su nuevo amigo le guiara hasta la casa. El sendero desapareca a intervalos invadido por mil especies distintas de maleza, pero para Viernes esto no significaba ningn contratiempo. De vez en cuando se detena a otear el horizonte en la postura de un lebrel, completamente inmvil y con una pata delantera levemente flexionada, como si se preparara para saltar. Pero entonces volva a relajarse y se limitaba a husmear entre los hierbajos, o a soltar un chorrito de orina en el tronco de algn rbol antes de reemprender la marcha. Otras veces miraba a Robinson como si quisiera convencerse una vez ms de su existencia. O quiz slo le animaba sin palabras a caminar ms deprisa. Para m ya est claro quin manda aqu, pens l con una sonrisa. Viernes posea un tamao y una corpulencia que recordaban a los mticos San Bernardos seguramente haba ms de uno entre sus antepasados, aunque su aspecto era sobre todo el de un pastor alemn particularmente grande y robusto. En suma, una mole de ochenta kilos de peso y casi dos metros de alzada que le poda haber desgarrado la garganta en menos de un segundo. Pero por suerte no haba sido as, y Robinson se abstuvo de sacar alguna conclusin filosfica del asunto. Eran tan intiles como aburridas. Le haba calculado unos cinco aos de edad en realidad eran ocho, pero esto slo lo sabra ms tarde y le sorprendi lo bien alimentado que estaba. Posiblemente una dieta a base de ratas, conejos, lagartos y algn pjaro despistado le resultaba bastante ms nutritiva que el pienso proporcionado por sus ltimos dueos. El pelo era muy corto y negro, salvo algunas vetas pardas en el lomo que, a cierta distancia, producan el efecto de un caf con leche recin derramado. Pero lo ms sorprendente eran los dos abismos negros que tena por ojos negro de espacio exterior, pensara ms tarde Robinson , y sin embargo brillantes: unos ojos que parecan leer sus pensamientos y ante los que se senta secretamente inclinado a obedecer. Al fin y al cabo, se dijo, el perro haba sobrevivido a la Plaga durante largos aos sin ningn refugio subterrneo. No caba duda sobre cul de los dos estaba ms capacitado para sobrevivir. La puerta estaba cerrada. Robinson dio la vuelta a la casa precedido a poca distancia por Viernes, hasta que este se sent ceremoniosamente ante una ventana de gran tamao con fragmentos de vidrio en los bordes. Probablemente esa era la entrada habitual del perro, aunque Robinson hubo de estar un buen rato apartando cristales antes de decidirse. En ese intervalo pens ms de una vez en la comodidad del refugio, y la idea de intentar el retorno preferiblemente con el perro, pero tambin solo si no haba ms remedio oscil una y otra vez en su mente como el pndulo de un reloj. Y sin embargo, el regreso ya no era posible: aparte de que recordara o no el camino, aquellos fragmentos de cristal se parecan demasiado a los espejos que l mismo haba destrozado en el refugio. El saln de la casa pareca limpio y ordenado, salvo por la tenue capa de polvo que cubra todos los muebles, y a la que la ltima luz de la tarde prestaba un tono gris apagado, casi melanclico. Era indudable que ningn Errante haba profanado jams este cementerio. Porque eso es lo que era, pens Robinson al descubrir el esqueleto plcidamente tendido en un sof de tres plazas, como si descansara tras un duro da de trabajo. El cadver, reducido ya a pura osamenta, vesta camisa blanca y pantalones vaqueros, con unas zapatillas de deporte de las que lleg a ver la marca Adidas antes de descubrir un montn de cajitas de cartn y envases plateados en el suelo al lado del sof. Se agach y cogi una de las cajitas ante la mirada impasible de Viernes. LUMINIL 100 20 comprimidos. Fenobarbital, lactosa y otros excipientes. Con receta mdica. Va oral. MANTENGA LOS MEDICAMENTOS FUERA DEL ALCANCE DE LOS NIOS Robinson pens en registrar los bolsillos del cadver, pero una sensacin a mitad de camino entre la repugnancia y la angustia pudo ms. No nos asustan tanto los muertos como la ropa que llevan puesta, ese estpido remedo de vida. Cerca del sof haba una mesa camilla con una jarra vaca y un vaso. Al lado del vaso, un cuaderno de anillas en cuya cubierta Shaggy y Scooby Doo escapaban a toda prisa de algn monstruo de dibujos animados; al pie de la portada alguien se preguntaba en maysculas: QUINES SON LOS LOCOS?. Las letras estaban tan marcadas que haban llegado a rasgar las piernas de Shaggy, a modo de cuchilladas. Robinson abri el cuaderno. Pero antes de que pudiera comenzar a leer, un gemido lastimero le hizo desviar la mirada hacia las escaleras que conducan a la planta superior. All estaba Viernes, con sus grandes ojos negros clavados en l. Sin decir una palabra, Robinson dej el cuaderno sobre la mesa y se encamin muy despacio hacia las escaleras, considerando si debera sacar de nuevo el revlver. Sin embargo, Viernes, que ya haba subido hasta el segundo tramo de peldaos, pareca tranquilo. Aunque no dejaba de gemir muy suavemente, como si temiese despertar a alguien que dorma en la planta superior. Est bien, chico. Vamos all. Arriba, una oscuridad absoluta campaba por sus respetos seguramente desde haca aos, y Robinson no pudo evitar pensar en las cmaras funerarias de los antiguos egipcios. Una ocurrencia inoportuna que, sin embargo, le hizo recordar la linterna que guardaba en el bolsillo de la cazadora: de repente un rayo de luz ilumin la figura de Viernes como si fuese la esfinge ms misteriosa del mundo. Ms all una repisa con figuras de porcelana, un cuadro representando barcas varadas en la playa, un perchero, el pomo de una puerta, la rendija de oscuridad que sala de la puerta entreabierta. Robinson la empuj muy suavemente. Su mano izquierda busc frenticamente un interruptor antes de darse cuenta de que, por ms que lo pulsara, no iba a encenderse ninguna luz. De pronto, el foco azul de la linterna enfoc algo que le pareci en principio la soga de una horca, pero que en realidad no era ms que la cinta de una persiana. Dio un tirn brutal y las ltimas luces de la tarde inundaron de pronto la habitacin. Sobre la cama descansaba el esqueleto de una nia deba de ser una nia, a juzgar por el vestidito malva rodeado de peluches y muecas de trapo. Alguien la haba arropado hasta la cintura y, en medio del montn de huesecillos que haba al final de su manga, an sonrea a Robinson un pequeo Winnie the Pooh lleno de polvo. Con ayuda de la linterna, vio un pequeo orificio estriado en la sien derecha, y observ que aquel lado de la almohada presentaba unas pequeas manchas oscuras que bien podran ser sangre seca. Pero qu saba Robinson. Slo tena ojos para Pluto o Garfield o la princesa Cinderella, como si debiera defenderse de sus mudas acusaciones. Sobre la mesita de noche, al lado de un despertador que se haba parado a las tres quince en la barriga del pato Donald, vio una fotografa enmarcada: una nia risuea de unos tres o cuatro aos abrazando a un cachorro con uno de esos collares de cartn que impiden que se rasquen tras las orejas. Haba algo cmico y triste a la vez en la expresin del animal, como si l tambin quisiera sonrer pero no pudiera hacerlo por alguna misteriosa razn. A esas alturas, quiz Viernes ya era capaz de intuir lo que iba a suceder. Lo siento. Lo siento mucho, amigo. Ni el ms leve sonido de respuesta desde el otro lado de la puerta; tal vez el perro se haba embarcado en otra de sus misteriosas expediciones de caza. Robinson se acerc a la cama y los crujidos bajo sus suelas se le antojaron disparos en aquel silencio helado. El suelo estaba cubierto de huesos de pequeos animales, pjaros, ratas y lagartijas. Bajo la silla, un objeto redondeado que identific de inmediato como el crneo de un conejo. Retrocedi asqueado, dndose cuenta por primera vez del hedor que presida aquella improvisada cripta. Entonces escuch de nuevo el redoble de las patas de Viernes subiendo las escaleras. El perro traa algo en la boca, pero Robinson no pudo verlo con claridad hasta que lo deposit con infinito cuidado a los pies de la cama, gimiendo suavemente. No era ms que el cuerpecillo inerte de una ardilla decapitada, algo no necesariamente ms repugnante que algunas otras cosas vistas con anterioridad. Pero para Robinson, la ardilla sin cabeza significaba la gota que vino a colmar su particular vaso. As que se march de la habitacin a toda prisa y, por fortuna, pudo apoyarse en la barandilla del rellano antes de empezar a vomitar. 38 Eva lleg a plena carrera hasta el cuartel general, preguntndose en qu momento la detendran. Nadie lo hizo, pero los milicianos de guardia se negaban a dejarla entrar. Solicita una entrevista maana por la maana. Ahora lrgate. Es que ya no os acordis de m? Claro que nos acordamos. T eres la puta que ya no interesa a nadie. Haba sido Miguel, su algo aniada cara de Apolo luciendo una sonrisa triunfal. El otro guardia miraba incmodo al suelo, quiz intentando demostrar que la cosa no iba con l, mientras escarbaba la tierra con las botas. Eva sinti un acceso de furia que reprimi pensando en el nio y despus volvi a hablar, con los ojos clavados en Miguel. Djame entrar. No. Por favor. Lrgate. Debo hablar con Alexei. Entrar por la fuerza si es necesario. Intntalo, vamos dijo el joven oficial alzando su fusil. Dame slo una jodida excusa. Dnde est el nio? En la celda de los traidores. All le vers muy pronto, antes de que os ahorquen a los dos. Eva guard silencio: resultaba imposible razonar con los autmatas de Alexei. En cuanto al otro guardin, no era ms que una figura decorativa. Pero Eva ya no tena tiempo para sentir compasin. Ni siquiera rencor hacia Miguel, que ya se comportaba a todos los efectos como primer lugarteniente a falta de la insignificancia del nombramiento oficial. Yendo aun ms lejos, Eva incluso podra haberle advertido de que su posicin era ahora ms peligrosa que nunca, que Alexei buscaba precisamente comprobar si se extralimitaba en sus funciones para derribarlo a la misma velocidad con que lo haba encumbrado. No lo hizo: todos sus pensamientos estaban centrados en el Nio Mquina y el futuro de Miguel en la jerarqua de Cbola no le importaba lo ms mnimo. As que compuso trabajosamente su mejor cara de humildad, mirndole con un temor que no era del todo fingido. Por favor, Miguel, te lo suplico: djame entrar. Voy a contar hasta diez. Si no te has largado para entonces, te mato. Uno, dos, tres Por Dios intervino tmidamente el otro guardia. Para ya, to, esto es una locura seis, siete Miguel amartill el fusil y apoy el can en el pecho de Eva, justo a la altura del corazn, ocho DEJADLA ENTRAR! rugi una voz desde el interior. Por un momento todos se quedaron inmviles como los personajes de una fotografa. La voz era ms ronca y malhumorada de lo que ella recordaba, pero inconfundible de todos modos: el viejo tono de mando de Alexei, imposible de desobedecer. Miguel apart el fusil de mala gana, mascullando insultos en voz baja. Y al fin Eva pudo atravesar el largo pasillo en sombras que tan bien conoca, preguntndose una vez ms si Miguel habra tenido el suficiente valor o la suficiente insensatez como para disparar. Sonri para sus adentros: claro que s, sin la menor duda, por supuesto. 39 Se hallaba recostado en un silln con orejeras, casi desparramado, como si se hubiese quedado dormido en una extraa postura que sin embargo era la ms cmoda posible. Ni siquiera levant los ojos al or acercarse a Eva. Registradla fue todo lo que dijo, fiel a su nuevo estilo lacnico. Cuatro manos la cachearon rpidamente, como en las antiguas pelculas policacas. No haba el menor amago de erotismo en esta situacin y ni siquiera de prepotencia: Eva no tard ms de un segundo en comprender que hasta los guardias personales de Alexei estaban aterrorizados. No lleva nada. Est bien, dejadnos solos. Los guardias salieron con los ojos fijos en el suelo ajedrezado y Alexei se ech a rer de repente, como si hubiese recordado un chiste especialmente divertido. Despus sac un botelln de su guerrera y ech un largo trago, tan largo que ella pens que no terminara nunca. Hace tiempo que no te veamos por aqu dijo al fin. Puedo saber a qu debo el placer de tu visita? Djate de mierdas conmigo, Alexei. He venido a llevarme a Ismael. Tambin hace tiempo que no consiento que nadie me hable en ese tono. No lo sabas? Pues jdete, tovarich. Alexei volvi a rerse, esta vez con ms ganas. La estrategia de Eva no era tan suicida como podra parecer a primera vista: lo nico que pretenda era revivir el ms mnimo atisbo de complicidad que an pudiera existir entre ellos. Desde aquella tontera de la literatura inglesa, supo que Alexei la tena por una especie de extraa criatura, quiz procedente del espacio exterior, que debido a su extica rareza poda permitirse ciertas libertades. Entre ellas, la de hablarle con absoluta sinceridad sin temor a las consecuencias. Eva ignoraba por completo las razones que impulsaban a Alexei a adoptar esta extraa benevolencia, pero deseaba aprovecharlas del mejor modo posible. La ley del ms dbil dijo al fin l con cierta melancola, resumiendo en cinco palabras todos los pensamientos de Eva. Hubo un tiempo en el que t y yo ramos buenos amigos. S. Y sin embargo, te marchaste sin la menor explicacin. Todava me pregunto por qu. Lo sabes perfectamente. Ya, no te gustan las horcas. Crees que a m me gustan? Eva no respondi a eso. Hubo un largo silencio en el que not una extraa sensacin de dj vu, como si ya hubiera participado muchas veces en esa misma conversacin. Pero ahora el destino de Ismael bailaba como una moneda en el aire, y ella supo que aquella conversacin sera la ltima. No puedo entregarte al chico dijo de pronto un sombro Alexei. Ha sido juzgado y condenado por conspiracin en favor de los sethianos. Quin le ha juzgado? T? Mis guardias recibieron un soplo de alguien de su barracn prosigui l, ignorando el reproche. Le registraron y acabaron por encontrar en su mochila un ejemplar manuscrito del Libro de Seth. Est ah, sobre la mesa. Por si quieres verlo. Eva se acerc y vio un montn de hojas de papel de nfima calidad, aparentemente en un desorden absoluto. Las primeras palabras estaban escritas en maysculas, con una caligrafa temblorosa e infantil que reconoci al instante con un escalofro: GLORIA A LOS HIJOS DE SETH, SEORES DE LA TIERRA MANCHADA POR LA NEGRA ESTIRPE DE CAN O mucho se equivocaba o aquella era la letra de Ismael. Es una trampa dijo intentando que su voz pareciera convincente. Alguien ha debido esconderlo en su mochila. Es intil que sigas defendindolo. En cuanto le atrapamos, lo confes todo sin ahorrarse un solo detalle. Ni siquiera tuvimos que interrogarlo. Le habis pegado? pregunt Eva muy plida. No, no fue necesario. Ya te lo he dicho: confes al instante y por su propia voluntad. Nos dijo que estaba preparando la llegada clandestina de otros sethianos con el fin de cometer acciones de sabotaje que, si hubiesen tenido xito, nos habran dejado indefensos y a merced de los Errantes. Eso es ms o menos lo esencial. T te crees una palabra de todo eso? No, claro que no respondi pensativo Alexei. Creo sencillamente que el chico quiere morir. Y que esta es la forma que ha escogido para hacerlo. Sigui un largo silencio que ni siquiera enturbiaron los ruidos de Cbola, tan lejanos como si procedieran de otro planeta. El chico quiere morir, pens Eva una y mil veces. Nunca, ni siquiera en sus ms descabelladas fantasas, se le haba pasado esa idea por la cabeza. A lo lejos grazn un cuervo y Eva se estremeci, recordando el roble de los ahorcados. Pero Alexei no daba muestras de haber odo nada, hipnotizado por sus propios pensamientos. Creo que puedo presumir de no dejar que me engaen fcilmente prosigui en un tono de voz cada vez ms montono. Desde que le ech la vista encima supe que menta. Es posible que haya tenido algn contacto con los sethianos en otra poca. Pero est claro que eso, si es que ha sucedido, termin hace bastante tiempo, probablemente mucho antes de su llegada a Cbola. En cuanto a esto aadi sealando el montn de papeles al extremo de la mesa, es la coleccin de disparates ms grande que he visto en toda mi vida. Tenemos en custodia varios ejemplares autnticos del Libro de Seth y no se corresponden en nada. Creo que lo escribi para proporcionarnos una prueba material de su culpabilidad. En cuanto al sabotaje y todo lo dems, no creo ni una sola palabra. Pero por qu iba a hacer todo eso? pregunt Eva. Y por qu querra morir? Y cmo quieres que lo sepa? Cree que es una mquina, est completamente loco. Qu podemos esperar de eso? Ya lo s Qu piensas hacer con l? Muy sencillo: ha confesado sus delitos de traicin y, en consecuencia, maana por la maana ser ejecutado en la horca. Pero acabas de decir que Y qu importa lo que yo haya dicho? Es la ley. La ley se hace para que todos la cumplan, incluido yo. No puedo creer Es una broma, verdad? Otra vez tu jodido humor ruso. O es que te has vuelto an ms loco que l? No es ninguna broma. Ismael confes sus delitos ante cinco de mis oficiales. En qu posicin quedara yo si me limitara a pasar por alto este asunto? As que era eso, se dijo amargamente Eva. Alta poltica, la marca de la casa. No puedo dar a mis hombres una impresin de debilidad, le haba dicho Alexei varias veces en los buenos tiempos. Sin pararse a pensarlo, Eva avanz hacia l con los ojos convertidos en dos rescoldos de fuego. Alto ah, camarada repuso l con una extraa sonrisa. Ya veo que esta opcin no acaba de satisfacerte. En ese caso y teniendo en cuenta nuestra vieja amistad, te ofrezco una segunda alternativa: el exilio. Prefieres que sean los Errantes los que te hagan el trabajo sucio? Tiene nueve aos, no sobrevivir ni un da fuera de las murallas. Tal vez, salvo que vaya acompaado por alguien que sepa cuidar de l. En todo caso, esa es mi ltima oferta. Qu te parece? Eva permaneci un momento en silencio, reprimiendo una sonrisa. De pronto haba tenido la extraa certeza de que todo aquello encajaba como un guante en los planes de Ismael. El Nio Mquina haba jugado fuerte y al final ganaba la partida, con una paciencia y una habilidad dignas del mejor jugador de go. Aquella mala copia del Libro de Seth haba sido su ltima pieza en el tablero, y ahora su anhelado viaje al norte iba a convertirse en una realidad. Porque si deban marcharse qu importaba el camino? Ese pequeo cabrn nos ha utilizado a todos. Por qu tanta generosidad, Alexei? Ya te he dicho que lo hago en nombre de nuestra vieja amistad Por otra parte, reconozco que los nimos andan algo revueltos, y que la ejecucin pblica de un nio de nueve aos no contribuira precisamente a aumentar mi popularidad. Y eso sin mencionar que su muerte en la horca te convertira en mi enemiga mortal. Ya que no pude conservar tu amistad, deja que al menos no me haga merecedor de tu odio. Vas a librarte de nosotros a muy bajo precio sonri Eva. T no ests obligada a marcharte. Si lo haces es por tu propia voluntad. Como si pudiese elegir, pens ella. Los lazos, los malditos lazos. Los crea muertos y enterrados desde que perdiera a su familia al inicio de la Plaga, pero por lo visto se aferraban a la vida con la ciega persistencia de los Errantes. Y qu ocurrira ahora? Partiris maana por la maana continu Alexei, con provisiones suficientes para dos semanas. Despus de eso os las tendris que arreglar solos. Puedes llevarte tus armas; dar rdenes al encargado del arsenal para que te entregue dos bolsas completas de municiones. Entiendo que no es mucho para un viaje al exterior, pero dadas las circunstancias, es lo mximo que puedo ofrecerte. Eres muy generoso. Ningn precio sera lo suficientemente alto para librarme de ese pequeo monstruo. Pero a ti s te echar de menos, Literatura Inglesa. Aunque si he de serte sincero, prefiero que te marches. Me habra gustado tenerte a mi lado y conservar nuestra amistad, sobre todo en los tiempos que se nos avecinan. Pero dado que eso no es posible, es mejor que nuestros caminos se separen cuanto antes. Buena suerte. Y el chico? Lo enviar a tu casa esta misma noche con una escolta; sabes que puedes confiar en mi palabra. Te aconsejo que procures descansar todo lo que puedas, quin sabe cundo volvers a dormir en una cama. Y una cosa ms: la sentencia de destierro ser dictada a perpetuidad. Eso quiere decir que si Ismael vuelve a aparecer alguna vez por Cbola, ser ejecutado en el acto. T puedes regresar cuando quieras. Pero si le tienes en alguna estima, no se te ocurra volver con l. Lo comprendo. Gracias y adis. Eva se dio la vuelta para marcharse. Ya enfilaba el pasillo cuando la detuvo la voz de Alexei, en un tono de decepcin que nunca haba escuchado antes. Eso es todo? Gracias y adis? No hay nada ms? Qu ms quieres or, Alexei? Qu te gustara que te dijera? En qu me he equivocado, por ejemplo. Yo no estoy capacitada para hablar de esas cosas dijo con una sonrisa humilde. Nunca he sido una lder, ni me gustara serlo. Djate de rodeos y contesta a mi pregunta. Hubo un largo silencio mientras Eva escoga las palabras adecuadas. Probablemente aquella era la tarea ms difcil a la que se enfrentaba desde su llegada a Cbola, incluida la batalla del gran Gusano. Pero si algo tena claro era que Alexei se mereca una respuesta, fuese o no de su agrado. Mi primer da en la ciudad comenz a decir muy lentamente me sorprendieron varias cosas. Ya hemos hablado de las horcas, pero ahora me refiero a detalles como el burdel al lado de la iglesia o la presencia de milicianos armados por todas partes Nunca me pareci que el burdel ofendiese tu dulce sensibilidad interrumpi sarcstico Alexei . O tal vez fue la iglesia? Ninguno de los dos; me importa muy poco el modo en que la gente se gane la vida. Lo irnico del caso es que Cbola me pareci desde el principio una copia bastante mala de cualquier ciudad anterior a la Plaga S, ya me lo figuro. La electricidad, por ejemplo, es un lujo que slo podemos permitirnos con cuentagotas. Me temo que los grandes carteles de nen an tardarn un tiempo en llegar. Ves como no me entiendes? No se trata slo de los avances materiales, sino de la mentalidad. Si la civilizacin tecnolgica del siglo XXI cay en menos de un mes bajo el empuje de los Errantes cunto tiempo podr resistir tu pequea ciudad? Llevamos hacindolo durante bastante tiempo, segn creo. Y no parece que ests en condiciones de dictarme lecciones acerca de la supervivencia. No lo hago repuso Eva. Me has pedido mi opinin y te la doy, slo eso. Pero t mismo has reconocido que las cosas son cada vez ms difciles, y que sobrevivimos al ltimo ataque ms por casualidad que por cualquier otra cosa. Te dir ms: creo que a Cbola la ha salvado hasta el momento su propia insignificancia. Y creo que en el fondo t lo sabes y por eso permaneces siempre a la defensiva, negndote a la posibilidad de ganarles terreno a los Errantes o de contactar con otras colonias. Eso no es cierto. Los exploradores Venga, Alexei, dejmonos de comedias! Hace ya mucho tiempo que has renunciado a enviar patrullas de exploradores. Todava recuerdo cuando me dijiste que habas enviado a una de ellas para contactar con mi antiguo grupo. Aquello me intrig en su momento, al menos lo suficiente como para investigar un poco. Y como ya supona, jams existi dicha patrulla salvo en tu imaginacin. Quien te haya dicho eso es un embustero. No, camarada, eres t quin miente. Puede que yo no sea muy lista, pero al menos no soy ciega ni sorda. Y la gente habla; a veces sin darse cuenta, a veces mucho ms de lo que les gustara a sus jefes. De todos modos, lo s y es intil que lo niegues: no enviaste ninguna expedicin para rescatar a mi antiguo grupo. Y no lo hiciste porque en realidad no quieres ms gente en Cbola. Bastante trabajo te cuesta controlar a los que ya tienes aqu. Sin embargo, si llegan de uno en uno y te caen en gracia por cualquier motivo, entonces no hay problema. Pero treinta de una vez? No, de eso ni hablar. Ests formulando acusaciones muy graves dijo cada vez ms plido Alexei. No son acusaciones, ni graves ni leves. No soy juez ni fiscal y no s si queda alguno; los Errantes se los comieron, seguramente. Slo te doy mis opiniones porque has sido t el que ha preguntado. Pero si prefieres que me calle Contina. En cuanto a Cbola qu puedo decirte? Tus guardias controlan ms los movimientos de los ciudadanos que los de los Errantes. Has convertido a la ciudad en tu pequeo reino, a imitacin de cualquier otro anterior a la Plaga. Lo de menos es el burdel y la iglesia Dios, si es que llegaste a reinventar el dinero! Qu ser lo siguiente? Bancos, compaas de seguros, crditos hipotecarios? No has renovado absolutamente nada, Alexei, y por eso Cbola caer tarde o temprano. Y t caers con ella, pese a tus sueos de grandeza. Son palabras muy duras replic Alexei mortalmente serio. Ten mucho cuidado, Literatura Inglesa. Hay una lnea que ni siquiera t puedes cruzar. O qu? Mandars que me ahorquen como a tus enemigos polticos, bajo el falso pretexto del culto a Seth? S que no lo hars. Porque soy la nica persona en esta ciudad que an puede hablarte con franqueza, y t lo sabes. Y tambin soy el espejo donde an puedes contemplar lo que eras antes de convertirte en un poltico. La ltima palabra iba tan cargada de desprecio que a pesar de todo Alexei no pudo evitar una sonrisa. En el fondo t y yo no somos tan distintos. Despus de todo, hemos sobrevivido a los Errantes, y eso une ms de lo que separa. Por fin una buena noticia replic irnicamente el lder de Cbola, sintiendo cmo su clera se disipaba por momentos: le era tan imposible seguir enfadado con ella como aterrizar de un salto sobre la luna. As pues y segn tu experta opinin, qu puedo hacer para mejorar humildemente mi espantosa estrategia? Muy sencillo. Abandona el poder. Me temo que harn falta algo ms que tus palabras para conseguir eso. Te digo lo que pienso, como he hecho siempre contigo. Y tampoco creo que tu estrategia haya sido mala del todo. El solo hecho de sobrevivir durante tanto tiempo a los Errantes ya dice mucho en tu favor y en el de Cbola. Y sin embargo, te obstinas en la vieja idea de resistir a toda costa Una vez me dijiste que mi modo de pensar era tpico de la era anterior a la Plaga. Yo creo que es justamente al contrario. En ese viejo mundo que ya nunca volver, la gente slo saba hacer bien como mximo una sola actividad: era lo que llamaban su trabajo. Haba millones de desempleados cuyas habilidades se perdan lastimosamente. Incluso los militares, los nicos que en teora pudieron hacer frente a las masas de Errantes, se hallaban prisioneros de sus propias ideas de guerras convencionales contra objetivos humanos. Pero los Pellejudos tienen muy poco de humanos. Despus de todo, casi podemos disculpar a los antiguos: los pobres no tenan manera de saber lo que se les vena encima. Pero nosotros no tenemos esa excusa, nosotros conocemos perfectamente al enemigo. Y sin embargo, mira lo que ocurre en Cbola: la dcima parte de la poblacin est formada por milicianos armados, ms preocupados de detectar traiciones reales o imaginarias que de combatir a los Errantes. Y el resto de los ciudadanos se dedica sobre todo a la agricultura o la artesana, sin haber visto un Errante desde que llegaron a Cbola y procurando fingir entre ellos que los Pellejudos no existen, como si as pudieran borrarlos realmente del mundo. Y entonces qu? gru Alexei. Pretendes que militarice a toda la poblacin? De ninguna manera respondi Eva. Eso sera cometer el mismo error que en los das antiguos: la especializacin. Observa a tus propios guardias; crees que sabran frerse un huevo o sembrar un campo de zanahorias? Es posible que disparen muy bien, pero en realidad no sirven para nada ms. Lo que intento decirte es que tus ciudadanos, les guste o no, tambin son supervivientes. Y un superviviente es ante todo un camalen: debe cambiar de color segn las circunstancias. El autntico superviviente no es un especialista en nada y, sin embargo, sabe un poco de cada cosa. Y ante todo, ha aprendido a valerse por s mismo, a no depender de nadie. El da que ensees a tus campesinos a disparar y a tus guardias a recoger la cosecha habrs dado un gran paso en la direccin correcta. Eso es imposible se mire por donde se mire replic Alexei. No son superhombres y tienen sus limitaciones, igual que nosotros. T eres quien marca esas limitaciones. Naturalmente que no son superhombres, quin los necesita? Ya tuvimos demasiados hroes en otro tiempo. Pero si les enseas a valerse por s mismos, perdern el miedo. Y si pierden el miedo quin sabe lo que sern capaces de hacer? Recuerda, Alexei: hablamos de personas que han sobrevivido a la mayor catstrofe en la historia de la humanidad. No son tan dbiles como parecen. O como a ti te gustara que fueran, estuvo a punto de aadir. Pero se contuvo a tiempo, quiz adivinando los pensamientos de Alexei: Si pierden el miedo, lo primero que pondrn en cuestin ser mi liderazgo. Sin embargo, Eva no deseaba de ninguna manera que la conversacin continuara por esos derroteros. Lo ltimo que necesitaba Cbola era una guerra civil, con los Errantes esperando por aadidura ante las murallas. Y en cualquier caso, ya se haban perdido demasiadas vidas. No te digo que no aproveches los talentos especiales si los encuentras continu. Si uno de tus guardias es a la vez tu mejor tirador, deberas mantenerlo en su puesto. Pero la mayora aprendern todo lo que se les ensee y lo aprendern bien, porque fueron lo bastante listos o fuertes como para sobrevivir a los primeros das de la Plaga. Ests desperdiciando un potencial humano incalculable, Alexei; te dedicas a convertir a tus ciudadanos en tmidos habitantes de un mundo que ya no existe y que nunca volver. Pienso que todos deberamos aprender algo de la guerra. Supongamos dijo Alexei con una sonrisa indulgente que tienes razn. Es mucho suponer, pero hagamos un esfuerzo de imaginacin. Y despus qu? Cul, en tu infinita sabidura, debiera ser el siguiente paso? En primer lugar respondi Eva, pasando por alto el sarcasmo, es vital para Cbola conseguir contacto con otros emplazamientos. Y no me vengas con que no existen a una distancia razonable; no podis ser tan nicos, si me permites decirlo. Se trata de buscarlos en serio, no de enviar patrullas de exploradores que parten como mucho una vez al ao, con rdenes de no alejarse ms de treinta kilmetros de las murallas. Ya s que es arriesgado, pero sobre esto los antiguos tenan una frase muy cierta aun cuando nunca supieron aplicarla: la unin hace la fuerza. Y en segundo lugar Atacar. Sin piedad y sin vacilaciones. Atacar siempre. 40 En ese momento, un mensajero de la guardia entr a toda prisa en la sala. Petrificado ante el comandante en jefe, el hombre esper sus instrucciones tan tenso como un gato al acecho. Al fin Alexei le susurr algo inaudible y el mensajero volvi a partir tan veloz como haba llegado. Ocurre algo? pregunt Eva. Nada de tu incumbencia sonri l. Dices que debemos atacar Eso es. Sabes por qu tengo tanta paciencia contigo? Acabo de descubrirlo: eres la nica persona en Cbola que sabe hacerme rer. Yo no le veo la gracia, Alexei. Porque no la tiene, pero aun as yo se la veo. Atacar! Vives en un mundo de fantasa, Literatura Inglesa. Pretendes que lance a mi gente en estampida sobre la tripa del primer Gusano que aparezca? Y por qu no los armo con palos y piedras? Podra atarles una mano a la espalda para que as la lucha resultara ms emocionante Ahrrate tus sarcasmos. Eso no es lo que yo estoy diciendo y lo sabes. Hablo de ataques relmpago en puntos clave, de golpear muy rpidamente y desaparecer. De ganar un poco de terreno en cada accin, aunque slo sean unos metros. Y si los Errantes son capaces de pensar en algo, que sepan que no sern siempre ellos los perseguidores. Es que no te acuerdas de Afganistn? T mismo me lo contaste, la tctica de guerrillas Inmediatamente supo que haba cometido un grave error: no debi haber mencionado Afganistn delante de Alexei, era algo as como mentar la soga en casa del ahorcado. Sin embargo, cuando el comandante entraba en vena comunicativa gracias al alcohol, poda hablar durante horas de aquella guerra olvidada. Y a la segunda botella comenzaba a soltar largas parrafadas en ruso, que naturalmente nadie entenda. Pero esto suceda muy raras veces incluso en los buenos tiempos, y por lo general Alexei evitaba el tema, o simplemente pona punto y final a la conversacin si a alguien se le ocurra ingenuamente sacarlo a la palestra. No haba que ser ningn genio para intuir que haba perdido algo ms que a unos cuantos camaradas de armas en aquella masacre, de la que slo inform en su da la agencia TASS mediante boletines llenos de audaces retiradas y brillantes repliegues. Lo que quera decirte es que La llegada del mensajero interrumpi su torpe intento de arreglar la situacin. Vena acompaado de Ismael, el cual se frotaba los ojos de vez en cuando como si acabara de despertarse. Probablemente era as, y Eva admir una vez ms la sangre fra del Nio Mquina: algo tan insignificante como una condena a muerte no poda alterar sus rutinas cibernticas. Pequeo cabrn, pens secretamente complacida. Entonces dijo Ismael sin sonrer, con sus grandes ojos clavados en ella, por fin nos marchamos al norte? 41 Partieron a la fra luz del amanecer sin que nadie se molestara en despedirles, ni siquiera un grupo de milicianos enviados para velar al pie de la letra por el cumplimiento de la ley. Eva no olvidaba las ltimas palabras de Alexei, justo antes de abandonar el cuartel general en compaa de Ismael: Has hablado con sinceridad y te lo agradezco. Pero tus ideas no son bienvenidas aqu y, en consecuencia, t tampoco. Desde hoy, la sentencia de destierro que pesa sobre Ismael se extiende tambin a ti. Ser mejor que no regresis ninguno de los dos. Eva no respondi, comprendiendo demasiado bien la inutilidad de hacerlo. Pese a todo, se senta bien. Una extraa euforia, que en parte la asustaba, se haba apoderado de ella al despedirse por ltima vez de los muros de Cbola. Porque una vez ms la vida se converta en un papel en blanco o en un pasaporte hacia lo desconocido, en lugar de la asfixia cotidiana tras la relativa seguridad de las murallas. Se senta libre, aunque esta palabra haba perdido todo su significado tras la Plaga y ella misma no habra sabido cmo definirla. Pero no importaba; aqu el aire era ms fresco y la vista abarcaba distancias que le parecan infinitas, imposibles de concebir para los habitantes de la ciudad. Sin embargo, supo mantener a raya esta inesperada euforia. El mundo entero era territorio enemigo y ella lo saba perfectamente. Llevaba consigo la Beretta con balas dum-dum y el viejo Kalashnikov AK-47, un recordatorio constante de su antiguo grupo al que finalmente no pudo enviar ayuda. La mochila pesaba como una losa, bien provista de municiones y latas de comida, adems de su ejemplar de Moby Dick, un pequeo botiqun regalo de su antiguo supervisor Ernesto Mrquez, botellas de agua, el saco de dormir y la tienda de campaa. Al menos Alexei no se haba mostrado mezquino en cuanto a las municiones. Siempre se haba mostrado orgulloso de cumplir su palabra, independientemente de las circunstancias. El nio caminaba a su lado en silencio, absorto en sus pensamientos. Tambin l llevaba su mochila de colegial a la espalda y, salvo por las armas, cualquier persona anterior a la Plaga habra podido pensar en una joven madre y su hijo camino de una excursin campestre. En realidad, no saban a dnde iban, salvo por las referencias obsesivas de Ismael a lo que l denominaba el norte, como si el norte fuese un punto concreto del mapa con su latitud y longitud en cifras exactas. Y sin embargo bastaba con eso, al menos en principio. Por otra parte, Eva saba que las posibilidades de encontrar otro asentamiento al estilo de Cbola eran mnimas, si no inexistentes. Bueno, y qu? Ya haba tenido suficiente ciudad como para el resto de su vida. Eres un sethiano? Sabes que no. Mont toda aquella estpida historia para que nos marchsemos de una vez. Fue muy arriesgado. Y no demasiado honesto conmigo. Es posible, pero funcion. Llevo en la mochila un libro que se titula Moby Dick dijo Eva tras un silencio. Su protagonista se llama igual que t, Ismael. Te gustara leerlo? Preferira que me lo leyeses t. Vale respondi ella, dndose cuenta una vez ms de que, como de costumbre, acceda a sus deseos normalmente sin pensarlo. Eso fue todo lo que hablaron durante las primeras horas de marcha, mientras las murallas de Cbola se iban empequeeciendo en la distancia, convirtindose en una diminuta mancha gris a la que ninguno de los dos volvi la vista. II El camino de los errantes 1 Maldita sea, estate quieto. Presta atencin, quieres? As es, buen chico. Viernes devoraba ruidosamente media lata de corned beef era la nica manera de que parase un poco con sus enloquecidas cabriolas. Robinson se concentr, sabiendo que el instante de paz no durara mucho. El cielo era un manto plomizo y melanclico que se extenda en todas direcciones, ms all de la vista. Se dedican a bombardear aldeas y hospitales dijo con una voz que pretenda pasar por la de Marlon Brando. Pero no permiten que los chicos escriban joder en los aviones porque es de mala educacin. Qu te ha parecido, eh? Viernes solt un breve ladrido que son aprobatorio, o al menos eso quiso pensar Robinson. Un momento despus, el perro emprenda otra de sus carreras sin sentido hasta desaparecer tras unos arbustos, como si el mero hecho de mantenerse quieto y sentado pudiese hacerle explotar como una bomba. Tanta energa malgastada, sola pensar Robinson jovialmente. Sin embargo, no acababan de gustarle estas excursiones improvisadas en las que poda perder de vista al animal durante ms de una hora, el mismo intervalo de tiempo que se pasaba preguntndose si volvera. Pero, al menos de momento, Viernes estaba resultando tan fiel como un dolor de muelas. O de cabeza, teniendo en cuenta los conciertos de ladridos imposibles de acallar. Es usted un asesino? pregunt el coronel Kurtz. Soy un soldado responda la voz resuelta de Martin Sheen. Ni lo uno ni lo otro. Es usted un chico obediente que mandan los tenderos a cobrar la factura. Cada vez lo hago mejor, pens ntimamente complacido. No tena muchos entretenimientos, y aquel paisaje lunar a ambos lados del asfalto cuarteado de maleza se le antojaba ms hostil que la jungla de Vietnam. Aunque aqu, precisamente aqu, no eran muy necesarios helicpteros arrojando napalm a los sones del The End de los Doors. Todo era tan rido como en el desierto del Shara, y las pocas huellas humanas que vea de vez en cuando postes telefnicos inservibles, carcasas de coches abandonados, desperdicios de toda clase slo servan para potenciar esta desolacin. Charlie no hace surf.! gritaba un Robert Duvall cada vez ms enfadado. Dnde se habr metido el puetero perro?, se pregunt Robinson, volviendo sbitamente de la guerra del Vietnam. Tendra que estar bien lejos si no consegua verle en medio de una llanura tan plana como una pista de tenis. Pero bueno, ya regresara. Siempre acababa regresando. Deb haberme quedado en la casa, era lo ms prudente. Yanqui, te matar! Jdete, yanqui! Y toda la escena con msica de Jimi Hendrix; Purple Haze, seguramente. Pues vaya con la puetera Apocalypse Now, no se la poda quitar de la cabeza. Por qu no pensar en otra ms agradable, una de James Stewart, por ejemplo? Qu bello es vivir o Historias de Filadelfia Sala James Stewart en Historias de Filadelfia? Esa cuestin le entretuvo durante un par de minutos. Viernes! Quieres ms comida? Viernes!! Nada, el perro pareca haberse evaporado. Robinson se sent sobre un jaln de piedra al lado de la cuneta y abri su penltima lata de corred beef. A partir de maana la alimentacin iba a ser un autntico problema, por no hablar del agua potable. Como si adivinara estos pensamientos, Viernes apareci de repente con un conejo entre las mandbulas y lo deposit en el suelo ante Robinson, al modo de una ofrenda. Buen chico murmur este, asqueado. Siempre le haban dado asco los bichos muertos, incluso cuando los vea en la carnicera colgados de ganchos como ridculas estolas de visn. Y a este habra que despellejarlo, destriparlo Se le revolvi el estmago, y pens en agarrarlo con las puntas de los dedos y arrojarlo lo ms lejos posible, aprovechando que Viernes se haba embarcado de nuevo en otra de sus expediciones. Lo que hizo fue coger el pequeo cuerpecillo peludo y meterlo en una bolsa de plstico de unos grandes almacenes, todo ello a la mayor celeridad posible. Despus cerr la bolsa doblndola muchas veces, pensando que con un poco de suerte la sangre no manchara por dentro la mochila. 2 Dos horas ms tarde encontr un arroyo semioculto entre la maleza. Haca ya tiempo que haba decidido abandonar la carretera para qu sirven las carreteras en estos das? y el premio fue tan agradable como inesperado. El arroyo caa sobre unas piedras al modo de una cascada unas cataratas del Nigara a la medida de los liliputienses, pens y a Robinson ni siquiera se le pas por la cabeza la posibilidad de que el agua no fuese potable. Bebi a placer junto a Viernes y llen todas las botellas, lamentando haber economizado tanto sus reservas de lquidos babeados y recalentados. Eran las cinco de la tarde, y pronto habra que buscar un sitio donde dormir. La casa de campo donde encontr a Viernes habra sido un refugio magnfico, de no ser por los cadveres el de la nia, sobre todo el de la nia y las anotaciones en el cuaderno de Scooby Doo. Ya haba pasado all una noche, receloso hasta de su propia respiracin; al final se vio obligado a marcharse a la maana siguiente sin haber podido pegar ojo, afortunadamente en compaa de Viernes. Porque sin saberlo l mismo, Robinson tema ms a los espritus que a los Errantes. Y jams hubiese podido dormir en aquella casa. En medio de la noche, le haba parecido or ruidos de pisadas en la planta de arriba y risas infantiles. El chasquido de una comba o de una pelota al tocar contra el suelo tres veces, toc, toc, toc. Robinson encendi la linterna, pero no se atrevi a subir. En lugar de eso, se dispuso a leer el cuaderno a la luz azul del foco. Lo abri cerca del final, y bastaron unas pocas lneas para que se le quitaran definitivamente las ganas de seguir leyendo: Debo acabar con mi pequea antes de que caiga en sus manos inmundas. Le cantar Cumpleaos feliz y la matar con el martillo cuando sople las velas de su tarta, as no se dar cuenta. Seor, dame fuerzas para hacer lo que debo hacer. Qu amargo es tu cliz, Seor. 3 Quiero que te quede bien claro desde el principio que aqu mando yo. Iremos al norte porque no tenemos ningn otro sitio adonde ir. Pero durante el viaje hars todo lo que yo diga, entendido? Ismael asinti levemente y sin mirarla, con indiferencia. El horizonte era poco ms que una lnea coronada por jirones de nubes anaranjadas y violetas, justo all donde se perdan las ruinosas vas del tren. Empezaba a anochecer y muy pronto habra que marcharse al refugio, era lo ms prudente. Los Errantes eran especialmente activos durante la noche, quin saba por qu. Me prometiste que me leeras Moby Dick dijo Ismael, con ese gesto de lejana absoluta que slo l poda llegar a tener. Leme un poco ahora. Te parece que este es un buen momento para leer? S. Aunque slo sea el principio. Por favor. Eva sonri, resignada. Por qu diablos le habra dicho al chico que su nombre era el del protagonista de un libro? En fin, ya no tena remedio. Abri el pequeo volumen y comenz a leer a las ltimas luces de la tarde: Llamadme Ismael. Hace unos aos y encontrndome sin dinero en el bolsillo, se me ocurri subirme a un barco para ver la parte acutica del mundo. Pero no como pasajero, desde luego, sino como un simple marinero de proa. Esto resulta al principio un poco desagradable, ya que es necesario saltar de un lado a otro como cigarra en prado de mayo y lo marean a uno con rdenes y tareas nada simpticas, pero con el tiempo se acostumbra uno Deberamos irnos a dormir, marinero. Slo un poco ms. Eva suspir con un gesto que en otro lugar y tiempo habra parecido melanclico, pero que ahora slo expresaba un profundo cansancio. Comprob las armas por ensima vez: la Beretta semiautomtica y el Kalashnikov con su cargador en forma de cuerno de chivo, que seguramente la hara parecer una joven partisana de Hollywood acechando en el bosque a las patrullas alemanas. Este pensamiento la hizo sonrer y, sin apenas darse cuenta, acarici la cabeza del nio. Ismael retrocedi al instante, como picado por una avispa. Moby Dick? pregunt conciliadora, dndose cuenta inmediatamente del error. A Ismael no le gustaba que lo tocaran. S. Moby Dick. Vale. Slo diez minutos y nos vamos, eh? Y por supuesto, porque se empean en pagarme mi trabajo, mientras que el pasajero no cobra y adems debe abonar su propio billete. Y no slo eso, me gusta el aire puro y el ejercicio saludable. Digamos que el marinero de proa recibe un aire ms puro que los oficiales 4 Aquella primera noche fuera de Cbola no usaron las tiendas de campaa. Haban descubierto un refugio, un simple cobertizo con tejado de uralita retorcido por el sol; algn jefe de estacin se resguardara all de la lluvia en das antiguos y mejores. A duras penas iban a caber ella y el chico, embutidos en sus sacos de dormir. Pero siempre sera menos arriesgado que pasar la noche a la intemperie. Compartieron una lata de sardinas en escabeche, que el nio apenas prob. Despus ella sali a hacer una ltima ronda mientras las estrellas aparecan tmidamente en el cielo, como si alguien encendiera una a una las velas de una enorme catedral. Poda descubrirse cierta belleza en todo esto, pens, ahora que el hombre haba sido destronado. El cielo era ms limpio, y hasta las ruinas de las grandes ciudades se cubran melanclicas de hiedra y plantas trepadoras, como las estatuas de un jardn abandonado. Y por encima de todo, el silencio. Un silencio denso y sobrenatural que le haba hecho imposible dormir las primeras noches, rota por el miedo, la pena y, sobre todo, por sus vanas esperanzas. Despus haba acabado por acostumbrarse a l, y ahora incluso le gustaba. Nunca en la Era del Hombre haba existido ese silencio, pesado e inmvil como una montaa. De pronto escuch los gemidos. No demasiado lejos, a unos treinta metros en direccin a las vas poco ms o menos. Haba comenzado esa misma tarde con una menstruacin especial mente dolorosa y se pregunt, ms en serio de lo que imaginaba, si podan oler su sangre. Maldijo en voz baja mientras sacaba la pistola enganchada al cinturn; por supuesto, era necesario investigar aquello. Parecan pocos y, con un poco de suerte, tal vez pasaran de largo. Mejor no suees, chica, acab por reconocer amargamente. Te han jodido. Al menos los gemidos venan desde la direccin opuesta al cobertizo. Y eso significaba que Ismael estaba a salvo, de momento. Slo eran dos, comprob con alivio, un hombre y una mujer. O eso haban sido antes de su primera muerte, que seguramente ni siquiera llegaron a comprender. El to llevaba todava una corbata prpura grotescamente anudada sobre los jirones de una camisa manchada de sangre seca, y se balanceaba dando ridculos saltitos, como si se hubiese subido a un carrusel invisible. La mujer vesta un chndal rado sobre una camiseta en la que an poda leerse I LOVE NEW YORK; de fondo, la Estatua de la Libertad y las Torres Gemelas del World Trade Center, que ya tampoco existan. Seguramente la tipa fue una solterona que se pas toda la vida comiendo patatas fritas mientras vea sus programas de chismes en la televisin. Y qu ms da. No fueron importantes todas las vidas? Eso cre una vez. Lo sigo creyendo? La vieron a unos diez metros de distancia, justo cuando el sol se ocultaba tras las colinas como un gigantesco ojo que se cierra. Unos pocos pasos ms, producto de la inercia, y los gemidos que se extinguen un momento, como si sus dueos se vieran obligados a acallarlos para analizar la situacin. Naturalmente, Eva sabe que eso no es cierto: los Errantes no piensan de ninguna manera, ni siquiera como lo hara un ratn o una lagartija. Los ha observado dirigirse en lnea recta hacia un barranco para despearse tras un vuelo en picado, como si el suelo continuase indefinidamente bajo sus pies. Y despus, con los prismticos, ha visto moverse los pedazos en el fondo del precipicio. No son cosas que se olviden fcilmente. OOOOODUGGGGHHH EEEEEEAAAAAGGGHHH La sirena de un barco, el aullido de un perro, la respiracin jadeante de un asmtico multiplicada por mil? Todo eso se pregunta en menos de una dcima de segundo. Pero sabe que es imposible compararlo con ningn otro sonido, el grito de los Errantes que divisan una presa. Se dirigen hacia ella torpemente, con las manos extendidas como si caminaran por la cuerda floja. O ms bien como si pretendieran abrazarla, consolarla, decirle que por fin ha vuelto a casa. Son los primeros que ve desde que abandonaron la ciudad, esta maana. Ni un solo da he podido descansar de ellos, ni uno slo. Y por si fuera poco, estoy sangrando como una cerda. Lo siento dice Eva en voz alta. Suena un disparo, y la cabeza del tipo de la corbata estalla literalmente como una calabaza. Buenas amigas las viejas dum-dum, con sus estras muy marcadas y una diminuta carga de nitroglicerina en el extremo. Capaces de matar a un elefante de un solo disparo, si todava quedaran elefantes. Eva cuenta los pasos uno, dos, tres que da el cuerpo decapitado antes de derrumbarse y despus apunta a la mujer, a unos seis metros de distancia. Bastante menos que la distancia mnima de seguridad, segn su supervisor en Cbola. Pero eso ya pertenece al pasado. Eva? Un solo segundo de distraccin y la bala que amputa el brazo derecho de la mujer a la altura del hombro. Mierda, qu desperdicio y slo tengo cuatro cargadores. En un movimiento reflejo se interpone entre la Errante e Ismael, disparando de nuevo. Esta vez no hay dudas, y el cuerpo embutido en un chndal se derrumba sobre un montculo de tierra. Dos? Slo eran dos? Eva se vuelve hacia el nio con una expresin de rabia mal contenida, pero est demasiado cansada como para gritarle. Adems, no servira de nada. Te acabo de decir que no salgas del refugio hasta que yo no haya vuelto. No me entiendes? Cuntas veces tengo que repetir las cosas para que te entren en la cabeza? Eh, cuntas? El nio se encoge de hombros. Es un gesto tan natural en l como rascarse una oreja o acurrucarse para dormir. Eva preferira que se asustara, que se pusiera a llorar o que intentara plantarle cara con una actitud desafiante. Pero no, siempre el eterno encogimiento de hombros como un tic que se repite a intervalos exactos de cronmetro. El jodido sndrome de Asperger, si alguien sabe qu significa eso. Esto no es Cbola. Es que quieres que te maten? O prefieres que me marche y te deje solo? Es eso lo que pretendes? T no hars eso dice muy serio el chico. Ah, no? Y cmo lo sabes? Porque me quieres. La noche ha cado casi de puntillas en la estacin abandonada, llenando el cielo de estrellas. Eva comprueba una vez ms su arma recin disparada y enciende un cigarrillo de marihuana. Lo tena reservado para la tranquilidad del refugio, pero est claro que este lugar ha dejado de ser seguro. Habr que caminar una vez ms en la oscuridad, como deca aquella vieja cancin folk. Anda, vmonos dice conciliadora. El chico vuelve a encogerse de hombros con su eterno gesto de indiferencia y Eva recurre una vez ms a un viejo truco que siempre funciona. Cunto es quinientos setenta y dos multiplicado por doscientos noventa y uno? Ciento sesenta y seis mil cuatrocientos cincuenta y dos. Elvalo al cuadrado. Un segundo de vacilacin antes de responder. Pero de repente, la cara de Ismael se ilumina como si fuera la de un nio normal, que acaba de soplar las velas de su tarta de cumpleaos. Veintisiete mil setecientos seis millones doscientos sesenta y ocho mil trescientos cuatro. Vale. Ahora smale trescientos veinte y divdelo por novecientos treinta y ocho. Veintinueve millones quinientos treinta y siete mil quinientos noventa y nueve, coma, ochocientos doce. Las voces se van perdiendo en la distancia, mecidas por el murmullo de un viento fro. Si el cadver del to de la corbata an tuviese ojos, habra podido ver las dos siluetas que se alejan como sombras diminutas en la oscuridad de la noche. Eso y los rales cubiertos de hierba seca y matorrales, ya intiles para siempre. 5 Esto es la hostia, Viernes. Le dola todo el cuerpo, como si las races del castao donde haban pasado la noche le hubiesen pegado una paliza mientras dorma. El perro no le dedic el menor gesto de compasin, mientras levantaba la pata dejando caer minsculos chorritos aqu y all. Anda, vmonos. Hoy nos espera otra buena caminata. Robinson no se daba cuenta de la suerte que haba tenido al pasar la noche al raso sin ms contratiempos que sus molestias musculares. Como llevaba da y medio sin ver el menor rastro de Errantes, su mente empezaba a acariciar la idea de que tal vez se hubiesen esfumado sin ms. Nada poda ser ms ingenuo que esto, y hasta un novato como Robinson debera ser consciente de ello. Caminaron toda la maana bajo un cielo gris que de vez en cuando dejaba caer, a modo de limosna, unos plidos rayos de sol. Era aquel un paisaje de parcelas agrcolas abandonadas en eterno barbecho, precis Robinson sonriendo ante su propio ingenio donde los maizales y los girasoles supervivientes haban crecido hasta alcanzar formas grotescas en medio de un mar de malas hierbas. Pero por desgracia todas las mazorcas que encontr, salvo tres, estaban podridas. Y no se atrevi a internarse en el maizal, una espesa selva de dos metros de altura donde poda ocultarse cualquier cosa. A ambos lados se vean establos o cobertizos, sin el menor rastro reciente de seres humanos o de Pellejudos. Sin embargo, Robinson no quiso aventurarse a explorarlos: ya haba tenido suficientes sorpresas en los ltimos das. No obstante, consider que tarde o temprano tendra que arriesgarse. O eso, o zamparse el conejo que an guardaba en la mochila y que ya empezaba a oler mal. Mientras tanto, Viernes lo miraba sin cesar con sus grandes ojos interrogantes y l no saba qu contestar. Por fin empezaba a comprender lo mal preparado que estaba para sobrevivir en un mundo sin videojuegos ni hornos microondas. Pero no quera dejarse llevar por el pesimismo. En algn lugar, pensaba, ha de haber seres humanos y tarde o temprano los encontrar, slo es cuestin de seguir buscando. l no se rendira como el to aquel de la casa, el antiguo dueo de Viernes. Volvi a erizrsele el pelo al recordar el diminuto esqueleto en la planta de arriba, rodeado de muecos. Era mejor no pensar en esas cosas. A medioda hizo un alto bajo un solitario eucalipto, dejando a Viernes enfrascado en sus eternas correras por los alrededores. Oli el conejo por segunda vez y, acto seguido, lo arroj todo lo lejos que pudo conteniendo las nuseas. Lo peor era que el olor haba infectado toda la mochila. Bueno, pues que se fuera al diablo. Pens vagamente en masturbarse no se le ocurra nada mejor, y ya tena desabrochada la bragueta cuando vio unas manchitas oscuras movindose por la ladera, a una distancia que le pareci de varios kilmetros. Dejando inmediatamente de lado todo pensamiento lascivo, Robinson sac los prismticos de la mochila y se pas un buen rato intentando enfocar lo que haba visto. All estaban. Un grupito de unos diez o doce Errantes avanzando en su peculiar estilo de hormigas epilpticas. En fila india, como si formaran parte de la cola de un banco que milagrosamente se ha puesto en marcha de una vez. Los contempl un buen rato a travs de los prismticos, secretamente fascinado. Qu ridculos parecan a una distancia segura, como payasos sin gracia en un circo de mala muerte. Ya bajaba los prismticos cuando observ algo. Hostia. No puede ser. No demasiado ingenioso, pero no se le ocurri nada mejor. Porque en ese momento haba visto cmo el que iba en cabeza un calvo rechoncho al estilo de Homer Simpson, con pantalones vaqueros y una camisa que debi de ser blanca en algn momento levantaba los brazos, recordndole inevitablemente al rbitro que seala una falta en un partido de ftbol, y todos los dems se detenan al mismo tiempo. Ni unos bailarines perfectamente sincronizados en su coreografa lo hubiesen hecho mejor. Qu mierda? As permanecieron, inmviles, espantapjaros en mitad de la nada, hasta que Homer extendi de nuevo los brazos, esta vez en direccin al eucalipto donde haba instalado Robinson su puesto de observacin. De inmediato, la comitiva se puso otra vez en marcha, ahora en lnea recta hacia l. Me cago en Dios murmur Robinson, olvidando por un momento sus revelaciones msticas. Esos cabrones lo saben. Saben que les estoy mirando. Baj los prismticos y el grupo de Errantes se convirti de nuevo en una manchita borrosa y medio enterrada en la distancia. Al paso que iban y teniendo en cuenta el terreno que les separaba, no llegaran hasta dentro de un par de horas como mnimo. Pero claro, tampoco era cuestin de quedarse a esperarlos. Mir a Viernes, que ahora jadeaba al pie del rbol con su habitual medio metro de lengua fuera. Has visto eso, chico? le pregunt. Ser mejor que nos vayamos. Este ya no es un buen lugar para nosotros. * * * Ah le tenis! clamaba Peleg dando zancadas por la cmara. Ya lo os, figuraos. Cuando creamos que el barco se iba a hundir de un momento a otro! La Muerte y el juicio Final! Vamos! Con los tres palos derribados y las olas barrenndonos de popa a proa. Pensar entonces en la Muerte y el juicio Final? No haba tiempo para acordarse de eso; en lo que pensbamos Acab y yo era en la vida y en la manera de salvar a la tripulacin, en cmo aparejar bndolas y llegar al puerto ms prximo; en eso pensaba yo Es verdad, se dijo Eva: nadie piensa en esas cosas cuando aparecen los Errantes. Slo quieres huir, desaparecer, poner la mayor distancia posible entre ellos y t, en eso se resume la historia. Y no caer en la trampa de pensar, porque eso es lo que te paraliza. Igual que un conejo sorprendido por los faros de un coche, pensar es lo que te convierte en una presa fcil. Vas a seguir leyendo? Estoy algo cansada. Qu tal si lo dejamos para maana? Bueno dice magnnimo el chico. Vamos a dormir, entonces. Por favor, que alguien me lleve a casa, recuerda de nuevo Eva. La llanura vista de repente como el mar oscuro en el que navega el Pequod, donde se ocultan monstruos que ya no recuerdan haber sido humanos. Las colinas son olas qu esconden las colinas? Y sin embargo ahora todo es silencio y oscuridad, la plida luz de las estrellas difuminada dulcemente entre las nubes. Por favor, que alguien me lleve a casa. Por favor, que alguien me lleve. Por favor. Eh, Mquina. S? Cundo te convertiste? No entiendo la pregunta y sin embargo, Ismael ha desviado la vista y Eva jurara que se ha ruborizado, si tal cosa fuese posible en l. No s qu quieres decir. Cundo te diste cuenta de que eras una mquina? Un ao antes de la Plaga. Hubo un accidente. Cuntamelo. Por qu? T cuntamelo. Un largo silencio, tenuemente suavizado por el susurro del viento entre los pinos. Por fin, el nio comienza a hablar con su voz tona de siempre: Construyeron una mquina idntica a un nio humano dice como si recitara. El objetivo del experimento era doble. Por un lado queran observar la reaccin de los humanos ante la mquina y si esta era capaz de engaarlos, hacindoles creer que se trataba de un nio autntico. Este primer objetivo obtuvo un xito completo. En segundo lugar, deseaban estudiar las reacciones no contaminadas de la propia mquina. No contaminadas? La mquina nunca deba saber que lo era. Esto fue lo que fall, por culpa del accidente. Qu clase de accidente? Una noche, la mujer que deca ser mi madre segn los parmetros del experimento conduca su automvil por una carretera secundaria. Yo iba en el asiento de atrs. Un conductor borracho empotr su coche contra el nuestro a ms de cien kilmetros por hora. Mi madre, la que deca serlo, muri en el accidente o eso me dijeron. Y t? Estuve ingresado varios meses en un hospital. Lo tenan todo bien planeado, saban perfectamente cmo reaccionar ante un imprevisto. Despus me dijeron que me haban extrado dieciocho esquirlas metlicas del cerebro. Eso no era cierto, por supuesto. As que fue en el hospital donde descubriste que eras una mquina S, justo al recobrar la consciencia. El accidente debi de tener como principal consecuencia la destruccin de mis circuitos inhibidores de memoria. Hasta entonces yo haba credo ser un nio humano. Slo a partir de ese momento supe la verdad. Ests ms loco que una cabra, Ismael. Lo sabes, verdad? Esa es slo tu opinin. Muy respetable. 6 Durante das estuvo preguntndose si sera verdad lo del accidente. Porque, pens, muy bien pudiera ser slo otra pieza ms de su fantasa alucinatoria. Una pieza importante, sin duda el eje de toda la historia: sin el accidente de trfico, a Ismael se le vena abajo toda su construccin mental igual que un castillo de naipes. Sin embargo, tambin podra ser cierto; ella misma haba observado en Cbola algunas extraas cicatrices en la cabeza del nio, visibles slo cuando tena el pelo muy corto. De todos modos, y segn la particular versin de Ismael, el accidente no haba dejado de tener otras secuelas. No tard en comprobar que haba perdido docenas de otras reas operativas de memoria a largo plazo, como l las denominaba. Resultaba vagamente escalofriante or expresarse en estos trminos a un cro de nueve aos, pero en un mundo plagado de muertos vivientes ya pocas cosas podan sorprenderla. Lo cierto era que Ismael haba olvidado por completo la identidad de sus creadores, tanto si estos pertenecan a la CIA, al Mossad, al MI-5 o a la grandsima puta que los pari a todos. Adems, era consciente de que le haba sido encargada alguna misin importante que, sin embargo, no poda recordar, y debido a todas estas razones necesitaba ser reprogramado. Y por qu no se haba hecho ya? Bueno, la aparicin de los Errantes haba dado al traste con todo lo que haba en el mundo. Y por supuesto, con el experimento. En cierto modo, pens Eva, casi se poda admirar la paciencia y el ingenio que haba empleado durante aos para completar hasta el ltimo detalle de su fantasa. Haba rellenado todos los huecos de su pasado con la perseverancia de una hormiga que acumula provisiones para el invierno. Y todos los fragmentos encajaban con precisin matemtica: su madre simulada, el accidente de trfico, la llegada de los Errantes hasta la realidad se afanaba por hacer ms verosmil la historia de Ismael, la mquina a la que le gustaba que le leyeran Moby Dick. O puede que simplemente fuese su modo de decir que no le gustaba el mundo. Ni antes el de los humanos ni ahora el de los Errantes. En cualquier caso, siempre encontraba explicacin para todo. Las necesidades fisiolgicas? S, puesto que la imitacin haba de ser lo ms fiel posible respecto del original. Y el hambre o la sed, ms concretamente? Bien, la comida era transformada por sus procesadores internos en la energa elctrica necesaria para el buen funcionamiento de la unidad es decir, de Ismael y otro tanto ocurra con el agua. Ms tarde, el material inservible era expulsado bajo la apariencia de orina o heces, ya que la imitacin deba ser perfecta. Eva nunca se molest en rebatir estos argumentos tan absurdos como de alguna manera brillantes, al menos para la mente de un cro de nueve aos. Para qu intentarlo? No hubiese conseguido nada y, en todo caso, Ismael pareca sentirse mejor creyendo su propia fantasa. Ya s que no me crees le dijo una vez con toda la seriedad del mundo. Un da te demostrar que digo la verdad. El tono de la voz no admita rplica. Aquellos fueron das extraos, en los que zigzaguearon rumbo al norte a la velocidad de un caracol, alimentndose de frutos silvestres y de lo que caa en las trampas de Eva, reservando las provisiones de Cbola slo para casos de extrema necesidad que nunca llegaron a producirse. En este aspecto, Eva posea unas cualidades de superviviente nata que un pobre diablo como Robinson, por ejemplo, jams hubiese llegado ni a soar. Aparte de su habilidad como cazadora, tena un sexto sentido para tomar decisiones rpidas que era prcticamente infalible: tanto si se trataba de distinguir las bayas comestibles de aquellas que producan fuertes diarreas, de encontrar agua en mitad de un bosque o, simplemente, de elegir por puro instinto la ruta menos poblada de Errantes. En cuanto a estos, Ismael no pareca tenerles ningn miedo. Los que me asustan son los vivos, haba llegado a decirle ms una vez. Pensndolo bien, pareca lgico que una mquina no tuviese nada que temer de los Errantes. Y otro misterio era la meta en s del largo viaje. Estaba claro que se dirigan al norte, s, pero a qu norte? Al de la pennsula, al del continente? Pensaba Ismael poner fin al trayecto cuando llegaran a Groenlandia o al Crculo Polar rtico? El norte era un trmino de una imprecisin tal que acab por no significar absolutamente nada. Y sin embargo, les bastaba para continuar un da tras otro aquella marcha sin demasiado sentido, guiados por el imn de una brjula o por la Estrella Polar. 7 El paisaje se iba volviendo cada vez ms boscoso, cuestin que a Robinson no le desagradaba en absoluto. Cierto era que, con tantos rboles, los Errantes tenan ms oportunidades de acercarse sin ser advertidos. Pero eran tan estpidos que ni siquiera sabran aprovechar esa ventaja, y el ruido acabara por delatarlos a kilmetros de distancia. Por otro lado, a Robinson le encantaba sentirse como un personaje de El Seor de los Anillos. Cuidado, Viernes! Llegan los Jinetes Negros! Aquello reson en el silencio del bosque como si lo hubiese gritado a travs de un megfono, de modo que se oblig a guardar silencio. No era cuestin de atraer merodeadores. La cautela era la primera ley si uno pretenda sobrevivir. Ya que al menos haba logrado aprender eso, hara bien en aplicarlo, pens. Porque las cosas no iban ahora tan mal. Como es cierto que el hombre propone y Dios dispone, Robinson se haba encontrado con una especie de milagro al borde de un camino de tierra. Se trataba de una furgoneta abandonada con un hermossimo letrero que deca ULTRAMARINOS TOLEDANO S.L. , y abarrotada hasta arriba de latas y latas de comida. Robinson se ech a la mochila no menos de veinte latas de ensalada china antes de que unos ruidos extraos tras la espesura le aconsejasen una discreta retirada. Bueno, la prudencia ante todo, y mejor ensalada china que conejos putrefactos. Al menos por unos das, se dijo muy satisfecho de s mismo. Dos horas de camino ms tarde, lleg a sus odos el sonido ms fantasmal que uno pueda imaginarse en medio de un bosque: un sollozo. Lo era en verdad? Por un momento pens en la posibilidad de que Viernes hubiese tenido un mal encuentro durante su ltima excursin, y sinti que algo se le congelaba en el pecho. Pero aquello, pens asombrado, se asemejaba ms bien a un lamento humano, y proceda de un macizo de brezo a unos veinte metros de distancia como mximo. Justo all donde el camino se perda entre una desgarbada maraa de helechos. Se acerc sigiloso, empuando el revlver. Pens en llamar a Viernes, ese inoportuno explorador que le fallaba en el peor momento posible, pero eso habra significado alertar automticamente a lo que quiera que estuviese tras los arbustos. Se detuvo un instante a considerar la situacin, aguzando los odos. El sombro silencio del bosque cay sobre l como una tonelada de plomo y acab dicindose que tal vez no fuese nada, al fin y al cabo. La soledad, la imaginacin o la sugestin pueden provocar ruidos donde no los hay, pens con sobrada lgica. Pero en ese momento los sollozos se escucharon de nuevo, desgarradores e inconfundibles. Era una voz de mujer, sin duda, y Robinson no haba odo nada ms triste en toda su vida. Se acerc an ms, con la pistola colgndole de la mano como si fuera una bolsa del supermercado y la sonrisa ms ingenua del mundo pintada en la cara, internndose en una espesura verde que tena algo de telaraa. Si tras el brezal se encontraba un Errante al acecho, Robinson morira degollado antes de darse cuenta. Pero era probable que el mismo Dios que protege a los borrachos y los nios velara tambin por l. Joder fue todo lo que se le ocurri decir. No caba duda, su repertorio de expresiones de sorpresa iba amplindose por momentos. La muchacha lo miraba aterrorizada desde el suelo, encogida en una posicin fetal que se le antoj de pronto sutilmente ertica. Desechando en el acto estos pensamientos como el nuevo Sir Lancelot en el que se haba convertido, se limit a tenderle la mano amistosamente. Tranquila, no te har dao. Ella no responda, los ojos fijos en el revlver. Robinson se dio cuenta y lo guard ostentosamente en el cinturn. Ves? No hay nada que temer. Cmo te llamas? Lau Laura. Qu nombre tan bonito sonri l. Esto no poda fallar, lo haba visto en cientos de pelculas y siempre funcionaba. Ests sola? S. Ellos La muchacha rompi a llorar de nuevo mientras Robinson aprovechaba para dedicarle una larga mirada apreciativa, procurando no detenerse ms de la cuenta en el pecho y en los muslos. Volvi a pensar que era bellsima, no tanto como Charlize Theron o Scarlett Johansson pero casi, casi. Poda tener veinte o veintids aos, poda no tener edad, un ngel enviado por Dios para curar las heridas de la Tierra. Casi temi que se desvaneciera ante sus ojos. Ellos mataron a mi novio. Lo devoraron justo delante de m. An puedo or sus gritos Dios mo! Fantstico, se dijo Robinson, conservando pese a todo el buen sentido de no decirlo en voz alta. Los llantos y temblores de la muchacha se redoblaron tras la horrenda revelacin, as que tom una manta de la mochila y se la ech por encima con toda la delicadeza posible. Bueno dijo adoptando un tono paternal. Lo siento mucho, Laura, de verdad, pero creo que tal vez yo pueda ayudarte. Ahora tranquilzate y cuntame lo que ocurri. Tenemos tenamos un refugio a poca distancia de aqu, una cabaa bastante escondida. Esta maana, Vctor y yo salimos a comprobar las trampas que habamos colocado ayer y entonces apareci un grupo de esos de esos monstruos, como si hubiesen salido del mismsimo infierno. Yo pude escapar, pero l cay al suelo y entonces Dios mo! Ya me hago una idea dijo Robinson con rapidez, deteniendo justo a tiempo otra crisis de llanto. Escucha, tengo algo de comida. Crees que ser seguro ir ahora mismo a tu cabaa? S, est bastante alejada de donde ocurri aquello la chica se estremeci. Pero an no s ni cmo te llamas. Robinson. Gracias por ofrecerme tu ayuda, Robinson. Le ofreci una primera sonrisa triste, que tuvo ms impacto en l que cualquier otra visin mstica revelada con anterioridad. Avergonzado hasta de avergonzarse, Robinson baj la vista con la candidez de un colegial. T tambin ests solo, verdad? Tan solo como yo. S murmur l. Estaba tan hechizado por el sonido de aquella voz que hasta se haba olvidado de Viernes, y cuando lo record ya era demasiado tarde. Toda mi vida he estado solo. Idiota, no seas tan melodramtico, lo echars todo a perder. Pero a ella pareci emocionarla aquella ltima frase de telenovela. Quiz porque no era ms que la verdad, a pesar de su apariencia. O tal vez Lo s susurr ella dulcemente. Lo veo en tus ojos, esos ojos tan tristes. No te preocupes, ya no volvers a estar solo nunca ms. Un momento, rebobina. Qu es lo que me he perdido? Todo va demasiado deprisa, es demasiado Sabes por dnde empezaron a comerse a mi novio? dijo Laura jovialmente. POR LA POLLA! demasiado perfecto para ser real Vio la sombra tras l e intent volverse, demasiado tarde. El dolor lleg como un rayo estallando en mitad de su cerebro. Y entonces, sin tiempo para maldecir o sentirse aliviado, Robinson se sumergi como si fuera de plomo en una perfecta inconsciencia. 8 Le has dado muy fuerte. Yo creo que te lo has cargado. Que no, joder! Le tom el pulso hace veinte minutos. Vuelve a comprobarlo. Un gruido de malhumor y Robinson que escucha estas palabras ms lentamente de lo normal, como un disco pasado a muy pocas revoluciones. Se resiste a abrir los ojos, pero la luz anaranjada metida dentro de los prpados le dice que el sol est justo enfrente de l. Demasiado lejos, sin embargo. Vivito y coleando dice una voz masculina. El muy cabrn se hace el dormido. Djalo. An no es la hora. Yo s lo que tengo que hacer. Eh, mamn, despierta! Joder! Un instante de paz, el fuego se apaga tras sus prpados reemplazado por una apacible penumbra gris. Abre los ojos y descubre frente a l a un ngel envuelto en luz dorada. Pero al instante le asalta la duda: los ngeles dicen joder? Mralo. Igualito que un conejo. Ya est bien, Vctor. Ten un poco de decencia. La palabra le suena tan extraa a Robinson como si procediera del espacio exterior. Y sin embargo es la voz de la bella Laura, piensa sorprendido. Un momento despus descubre que est esposado por la espalda al tronco de un rbol, como si lo hubiera abrazado del revs mientras su cabeza late igual que un corazn. A duras penas consigue murmurar algo que nadie entiende. Qu ha dicho? Y qu importa? dice Vctor desdeoso. Acabemos de una vez. La muchacha suspira acuclillndose ante Robinson y le pasa un trapo hmedo por el pelo, un trapo gris de puro sucio. Cuando lo retira, el trapo es rojo y tiene cuajarones que se asemejan a gigantescas cagadas de mosca. Hace ya un rato que Robinson lo comprendi todo, al menos lo esencial, y les escupira a la cara si pudiese hacerlo. Al menos de ese modo matara dos pjaros de un tiro, mostrndoles su desprecio al tiempo que se libera de ese asqueroso sabor en la lengua, dulzn y metlico a la vez. Pero no hay nada que hacer con la boca convertida en un montn de arena. S, sera mejor terminar de una vez suspira ella resignada. No tiene sentido hacerle sufrir ms. Y si lo dejamos para esta noche? sugiere el ngel del infierno, cambiando sbitamente de opinin. Pensndolo bien, cuanto ms tardemos en matarlo, ms tardar en pudrirse. Hasta ahora Robinson ha credo que comprenda la situacin, pero slo entonces se da cuenta de hasta qu punto lo ha llevado su estupidez. Supona que estos dos iban a robarle las herramientas y la comida, pero nunca imagin que l tambin formara parte del men. Se sacude desesperadamente, sin conseguir otra cosa que una intensa oleada de dolor en las muecas. Venga, to, no te lo tomes as dice Vctor sbitamente apiadado. Si ni siquiera te vas a enterar. Este mundo es muy duro susurra Laura, con la humildad del que reza con fervor una oracin . Slo queremos sobrevivir. Tengo un refugio. Un refugio seguro. Qu dices? Habla claro, hombre, para que te entendamos. Algo sobre un refugio, creo. Ests segura? Robinson no se molesta en aclarar sus dudas. Ahora un trozo de nube ha ocultado el sol por un momento, lo que le permite hacerse una panormica ms completa de la situacin. Se halla en medio de un prado rodeado de bosque, esposado por la espalda al nico rbol de la llanura, un abedul tan solitario y orgulloso que parece que se hubiera peleado con todos los dems. De improviso recuerda una vieja vieta de Mafalda: Y a vos no se te ocurri nunca consultar a un psicoanalista? Pero no es momento de hacer chistes, y menos cuando se pregunta por el nmero de desgraciados que habrn compartido el mismo destino en el mismo rbol que l. A pocos metros puede verse un permetro de tierra rodeado de vallas metlicas. Algo ms all y medio tapado por la vegetacin, el tejado de lo que parece una cabaa de madera con una estpida veleta en forma de gallo. Ni el menor rastro de Viernes. Teniendo en cuenta que a Robinson lo cazaron ayer por la tarde y que el sol ya ha sobrepasado el cenit, eso quiere decir que el animal no ha dado seales de vida casi en un da entero. A no ser que Mi perro dice estpidamente, con las lgrimas a punto de saltar. Dnde est mi perro? Ah, vale exclama jovialmente Vctor, sacando el revlver de Robinson de la mochila. Tuve que cargrmelo con esto, sabes? Se acercaba ms de la cuenta y no me pareci muy amistoso. As que pum, pum; ya lo tenemos en la nevera. Lo siento, to aade con mal fingido pesar, ya te lo imaginas: era l o nosotros. Hijos de puta Te vas a tragar esas palabras, cabrn! No, Vctor! interviene Laura sbitamente. Demasiado tarde: la bota impacta como la coz de un caballo en el plexo solar de Robinson, hacindole vomitar un manantial de bilis y cidos. Por un momento piensa que se ahogar, hasta que una ltima arcada le libera de la asfixia dejando paso al dolor en estado puro. Por favor, djalo ya implora la muchacha. Ya es suficiente, no le pegues ms. Est bien. Vctor respira profundamente para tranquilizarse, pero algo en su mirada le dice a Robinson que las cuentas an siguen pendientes. Porque t me lo pides. Ven, dejmosle solo un rato. Tiene mucho en qu pensar. Los dos se alejan cogidos de la mano, un gesto que a Robinson le parece an ms irreal que todo lo que ha visto hasta entonces. Pero ya nada puede sorprenderle. Y menos an, su propia muerte. Como si leyera sus pensamientos, Vctor se vuelve por ltima vez: Nada personal, to. Pero si crees en Dios, ser mejor que le reces cuanto puedas. Antes de que anochezca estars muerto. 9 Hay veces en que la vida nos regala eso que se suele llamar un golpe de suerte. No suceden con frecuencia de hecho, no suceden casi nunca, pero es precisamente eso lo que los hace ms valiosos. As pensaba Eva tras abrir pistola en mano la portezuela trasera de la furgoneta y encontrarse dentro algo as como un milln de latas de comida en conserva. Ojal no estn demasiado caducadas, pens automticamente. Mir las fechas de unas cuantas latas y sonri con aprobacin. Ensalada china, perfecto. Carne de membrillo, calamares en salsa americana, bonito del norte, melocotones en almbar. La furgoneta abandonada al borde de un camino rural luca un gran letrero a los lados: ULTRAMARINOS TOLEDANO S.L. Eva no tena mucha idea de lo que significaba eso de ultramarinos, pero la palabra le sonaba misteriosa y evocadora, como un cuento de Las mil y una noches. Chico dijo a Mquina, creo que acaba de tocarnos el gordo. Qu? No lo entiendo. Eva no se molest en explicrselo. En vez de eso, continu examinando las latas metidas en cajas de madera, seleccionando slo aquellas con fecha de caducidad ms lejana. En lugar de abarrotar su mochila con lo que ms estaba a mano las latas de ensalada china procur hacer una seleccin lo ms variada posible. Nada demasiado dulce ni demasiado salado, haba que tener en cuenta la sed ms que el hambre. Fjate, alguien ha estado aqu hace poco. Mira las huellas en el barro y esas cajas rotas. Ah faltan muchas latas. Vaya con el pequeo Sherlock Holmes, no se le escapaba una. En cuanto a Eva, se haba dado cuenta de todo eso nada ms abrir la portezuela, pero no se molest en mencionarlo. Qu tena que ver con ellos? No obstante, no sera mala idea estar algo ms alerta los prximos das. Muchos supervivientes eran ms peligrosos que los propios Pellejudos. Qu es eso? No lo s. Un gruido constante y bronco desde la espesura, como un motor que no termina nunca de arrancar. Eva sac la pistola y agarr instintivamente al chico por el hombro intentando hacerle retroceder, pero Ismael se revolvi, librndose sin contemplaciones de su mano. Eva alz el arma sin saber adnde apuntar. Qu mierda? Silencio orden Mquina. Ante los ojos aterrorizados de Eva, el nio ech a andar resuelto hacia el islote de arbustos. Si senta algn miedo no lo demostraba. Antes de que ella pudiera reaccionar, los gruidos cesaron tras un murmullo de hojas agitadas y ramas que crujen. Despus, el silencio. Qu era eso? No lo s, pero volver dijo Ismael, con la vista clavada en los arbustos. Estoy seguro de que volver. 10 El sol ya descenda por la ladera cuando ella regres, sosteniendo algo de forma cilndrica en la mano. Conmocionado a partes iguales por los golpes, la sed y varias horas de luz cegadora, Robinson decidi de inmediato que aquello era un cuchillo o un hacha: por fin iban a terminar de un solo golpe todas sus tribulaciones. Pero en realidad no era ms que una botella de plstico. Anda, bebe un poco. Del otro ni rastro, al menos de momento. Robinson aplic sus labios resecos a la botella y sorbi con precaucin, esperando en cualquier momento paladear el agrio sabor de la orina. Pero aquello no era ms que agua. Y agua fresca, por aadidura. Se aferr a la botella con los labios como un recin nacido al pecho de su madre. Ms despacio, vas a ahogarte. Que te jodan, puta. Pero este era un pensamiento automtico, un producto ms que nada de la inercia; en realidad se senta casi agradecido. El agua fresca resbalando por su garganta le hizo olvidar por un momento las esposas, los golpes, el perfume combinado de orina, vmito y heces que emanaba de su cuerpo, la muerte de Viernes y su propia muerte. En ese momento Laura retir la botella y Robinson maldijo en vano. Habra bebido hasta reventar no se le ocurra mejor modo de morir, pero todo lo bueno termina. As que un segundo despus el odio ya haba regresado, radiante y poderoso como el sol. Te has bebido ms de un litro murmur ella a modo de excusa, y Robinson forz una sonrisa torcida. Tendra que jugar bien sus cartas, si era que an le quedaba alguna. Escucha, tenemos que hablar antes de que vuelva Vctor. Antes hablaste de un refugio seguro, ahora quiero saber ms sobre eso. Por qu tendra yo que? Porque si no, te mataremos. Y luego nos comeremos tu carne. Haba que reconocer que el argumento era convincente. Robinson hizo una pausa teatral de tres segundos antes de volver a hablar, esperando acrecentar en lo posible el inters de su interlocutora. No est lejos de aqu. Es un refugio antiatmico subterrneo, a unos doce metros de profundidad. Hay generadores que proporcionan electricidad y agua corriente. Una gran cmara frigorfica con comida para aos Y esperas que me lo crea? No est lejos repiti Robinson. Podramos llegar en tres o cuatro das. Solamente haba omitido el insignificante detalle de que ya no tena ni la menor idea de cmo encontrar el refugio. Pero al ver el gesto de desdn en la cara de la muchacha, comprendi que nunca le creeran y que su suerte estaba echada. Paradjicamente, la realidad era demasiado bella para ser aceptada. Para dos supervivientes que haban comenzado a practicar el canibalismo, la idea de un refugio semejante deba de significar ciencia ficcin de la peor especie, y Robinson se maldijo una vez ms por no haber sabido inventar una mentira ms creble que la verdad. En serio esperabas engaarme con eso? Me parece que un Errante se te ha comido el cerebro. Aquello pretenda ser un chiste y Robinson se estremeci. No te culpo por mentir, sabes?, yo en tu lugar habra hecho lo mismo. Claro que me hubiese inventado algo menos ridculo. Energa elctrica y cmaras frigorficas, vaya, vaya Te juro que es cierto gimi desesperado. Slo tenemos que ir all y comprobar Djalo ya cort Laura abruptamente. Despus la voz se hizo ms dulce, quiz un poco ms triste. La hora se acerca. Slo quera decirte que en fin, nada. Permanecieron unos instantes en silencio mientras Robinson rumiaba desesperadamente cualquier posibilidad, por intil que pareciera. El refugio haba fallado; por qu no apelar a la misericordia? Intuy que no servira de mucho, pero no se le ocurra nada mejor. Es horrible que os veis obligados a esto murmur en un tono adecuadamente comprensivo. Por qu no cazis o cultivis la tierra? No lo entiendo. Claro que no lo entiendes. Este lugar es especial por muchas razones. Sigo sin entender. Y quin dice que has de entender? Vivimos en un mundo extrao. Y esta regin ya lo era antes de la llegada de los Errantes. Nadie conoce los motivos, si es que existen. Pero los animales huyeron de estos bosques desde hace dcadas. Has odo cantar a un solo pjaro desde que llegaste aqu? En cuanto a la tierra, apenas da frutos. Crees que no lo hemos intentado? No s si se debe a la contaminacin o a alguna otra cosa, nadie sabe nada en estos tiempos. A duras penas conseguimos sacar de vez en cuando una miserable cosecha de patatas o de zanahorias. Dicen que fue por el pantano. Hace unos cincuenta aos, construyeron muy cerca de aqu una presa que deba abastecer de agua a toda la comarca, y que ahora slo nos sirve a nosotros. Al poco tiempo de inaugurarse la presa, comenzaron a suceder cosas extraas en las aldeas cercanas: suicidios y asesinatos sin explicacin, casos de locura colectiva an ms incomprensibles. Poco a poco, la poblacin comenz a marcharse y, mucho antes de la Plaga, todas las aldeas de la zona estaban ya deshabitadas. Ahora slo quedamos Vctor y yo. Pero por qu no os marchis vosotros tambin? Si no hay caza y no merece la pena cultivar la tierra, qu sentido tiene permanecer aqu? Hay algo a nuestro favor respondi ella con una extraa sonrisa, y es que los Errantes jams vienen a este lugar. Vctor sale a veces de la comarca para conseguir comida y lo ha observado. Es algo muy peligroso, porque los Errantes tienen mucha hambre ms all de las colinas. Pero es como si existiera una especie de frontera invisible en el lmite mismo de la comarca que ellos jams atraviesan. Han intentado atrapar a Vctor muchas veces, pero al llegar a la cima de la colina sencillamente se detienen o cambian de direccin, como si de pronto no le vieran o le hubiesen olvidado. Esta tierra est maldita hasta para ellos. Y as, nosotros pagamos con hambre nuestra momentnea seguridad. Por eso, cuando nos encontramos con alguien como t, no podemos dejarle escapar. Sabes por dnde empezaron a comerse a mi novio? Por la polla! Robinson volvi a estremecerse de miedo y de fro a la vez que recordaba. Debe de ser el agua, el agua del pantano lo que les vuelve locos. No probar ni una gota ms. De inmediato se dio cuenta de que el pensamiento era absurdo: en todo caso, ya no se le presentara ninguna otra oportunidad de beber. Preferira que no me guardases rencor, pero en el fondo me da lo mismo lo que pienses dijo ella con total sinceridad. Estamos hambrientos y t eres comida, es as de simple. Lo que ms siento es lo de mi perro dijo l sin alejarse mucho de la verdad. Por qu tenais que matarlo? El perro tambin es comida. Necesitamos reservas, no pasa mucha gente por estos lugares. Robinson fingi no haber odo la ltima frase; acababa de ocurrrsele una idea tan absurda que bien podra dar resultado. De todos modos, no arriesgaba gran cosa. Pobre Viernes dijo con gesto apesadumbrado. Era el galgo ms rpido de toda su camada. Bueno, olvdalo. Los galgos nunca sirvieron para nada. Hubo un largo silencio en el que Robinson intent disimular la esperanza que ya empezaba a florecer en algn lugar de su cerebro. Pero no tard en volver a estrellarse de nuevo contra una realidad dura como el cemento. Vale, estaba claro que estos dos haban mentido, porque ni siquiera llegaron a ver a Viernes. Hasta ah genial, y despus qu? Viernes llevaba ya casi dos das sin dar seales de vida. Quiz haba tenido un mal encuentro con los Errantes, o puede que con otros cabrones como estos. O ms fcil todava: el perro se haba acabado aburriendo de Robinson y se haba marchado sin ms. Y en todo caso, no volvera. Ests preparado, compadre? dijo una voz masculina. Ha llegado la hora. Vctor haba aparecido de pronto con media sonrisa en los labios y un martillo en la mano, un martillo del que Robinson pudo incluso leer la etiqueta de la marca, True Temper, antes de mearse otra vez en los pantalones. Vctor dio un corto beso en los labios a la bella Laura y se qued mirando muy atentamente al prisionero, como si acabara de descubrir una nueva especie de insecto. Tienes algo ms que decir? Unas ltimas palabras, si quieres. Que termines pronto gru la voz pastosa de Robinson. Y que os jodan a los dos. Tomo nota sonri Vctor, mientras comenzaba ya a balancear el True Temper. Inclina un poco la cabeza, as ser ms fcil para todos. Aquello le recordaba a Robinson las vacilaciones preliminares de los fotgrafos. De pronto, Laura intervino inesperadamente: Espera! Falta el ltimo deseo. Vctor la mir con una expresin de fastidio que quiz hubiese tenido gracia en otras circunstancias. Tir el martillo al suelo como si fuese un juguete y l, un nio enfurruado. Maldita sea! Esperaba que esta vez se te olvidase. Ya sabes que tiene derecho sentenci ella imperturbable. Est bien, est bien! Malditas mujeres y quien las invent, no te parece, compadre? Nadie le rio la gracia y Vctor tampoco lo esperaba, as que sac de su camisa un objeto rectangular que Robinson no tard en identificar como una prehistrica cajetilla de tabaco. Ya ves, he venido preparado. Marlboro Lights, nada menos. Te apetece uno, compadre? An podemos esperar un poco. No fumo minti Robinson. Yo tampoco, por eso te lo ofrezco continu Vctor con un genuino buen humor. Pero si no quieres fumar, entonces creo que Quiero verle las tetas a tu putita. Es mi ltimo deseo. A esto sigui un silencio de muerte, mientras Robinson cerraba los ojos. An tuvo tiempo de preguntarse si sentira dolor cuando su crneo estallara en mil pedazos, pero la nica respuesta a su pregunta fue un coro de carcajadas. Abri los ojos: aquellos dos se rean como dementes, apoyados el uno en la otra para no caer al suelo. Pero ser cabrn el compadre? Pues no ha dicho que? Las carcajadas le impidieron seguir y as continuaron ambos un buen rato; slo les faltaba aplaudir a do para que aquello fuese igual que El club de la comedia. Joder, to, eres un cachondo. Un cachondo mental remach Vctor con los ojos llenos de lgrimas. La expresin pareca directamente salida de 1980, pero nadie se lo hizo notar. Mientras tanto, Laura haba dejado de rerse y ahora miraba a Robinson con un extrao brillo en los ojos. Y si se lo concedemos? Qu? Es su ltimo deseo. Deberamos concedrselo. Pero qu zorra eres! exclam Vctor riendo de nuevo. Mira, se me acaba de ocurrir algo mucho mejor A ti tambin te gustar, bocazas. Vamos a echar un polvo aqu mismo, justo delante de ti. Pero qu dices? grit Laura, sbitamente poseda de una santa indignacin. Te has vuelto loco? No cuentes conmigo. Hace quince segundos queras ensearle las tetas Eso no tiene nada que ver, porque Qu bonita pelea matrimonial que me concede unos segundos ms de vida, pens Robinson cada vez ms aburrido. A estas alturas, ni siquiera le extra su propia indiferencia: sencillamente haba perdido todas las esperanzas, por lo que no tena sentido preocuparse por nada ms. En el fondo, no le sorprenda descubrir esta oculta veta de estoicismo a las puertas de la muerte, la ltima capa de su particular cebolla. En ese momento divis un puntito negro en la ladera de la colina tras la que ya se pona el sol. Al principio lo tom por un simple peasco no visto anteriormente. Un segundo ms tarde observ cmo el peasco se desplazaba dando grandes rodeos y se detena de vez en cuando, acercndose con sigilo para no ser advertido. Viernes. Poda ser. Y poda ser cualquier otra cosa, incluso lo ms probable una alucinacin. Pero el poder de la esperanza siempre es grande por pequea que esta sea, y Robinson sinti su cuerpo tensndose en el abedul como si lo hubiesen conectado a una torre de alto voltaje. Del estoicismo y la indiferencia que tanta dignidad hubiesen conferido a sus ltimos momentos no quedaba ya ni rastro. Y ahora el punto negro se haba convertido en una manchita, un pequeo borrn de tinta oscura que se acercaba, se acercaba Eh, gilipollas, que te estoy hablando! Qu? Al final hemos decidido que hace demasiado fro para follar aqu. Tendrs que conformarte con verle las tetas a mi novia. Claro dijo mecnicamente Robinson. Qu pasa, to? Parece que ests en la luna. Prefieres que te pasaporte ya? Di algo, imbcil. Provcalo. Tienes que atraer su atencin a toda costa, atraer su atencin Creo que se ha quedado mudo sonri Laura. Sabes, Vctor? dijo Robinson ignorando el comentario. Pienso que mejor prefiero ver tu polla. Me encantan las cosas pequeitas y flojas. Laura solt unas risitas, pero se contuvo al ver la cara de su compaero. To, eso no ha tenido ni puta gracia. Vctor se acerc mortalmente serio y le cruz la cara con dos sonoras bofetadas mientras Robinson se rea para sus adentros: aquellos dos idiotas no haban dejado de mirarle un solo instante. Vivir en un territorio libre de Pellejudos les haba hecho bajar la guardia y volverse confiados; ojal lo pagasen caro. En cuanto a l, slo dispona de una oportunidad. AAAAAAGGH!! grit con toda la fuerza de sus pulmones. SOCORRO, ME ESTN MATANDO! NOOOOOOO!! Qu le pasa a este to? pregunta Laura. Slo han sido dos hostias. EEEAAAAAAAGH!! NO, POR FAVOOOR! UUAAAAAGGG!! Me aburre dice sombro Vctor, inclinndose para recoger el martillo. Ser mejor que terminemos de una vez. En ese momento, escucha el gruido que anuncia la muerte tras l y apenas tiene tiempo de volver la cabeza antes de ser literalmente arrollado por un proyectil hecho de garras y dientes. En un acto reflejo intenta recuperar el martillo, justo en el instante en que las poderosas mandbulas de Viernes se cierran en torno a su mueca sacudindole con fuerza. A continuacin, y como si todo aquello no fuesen ms que escenas de una pelcula mal montada, Vctor se ve a s mismo contemplando el mun de su brazo que sangra a chorros, igual que esa fuente de su infancia donde el agua cambiaba de colores. Apenas tiene tiempo de sentir dolor o miedo, y ni siquiera ha terminado de gritar cuando las fauces del perro le aplastan la garganta, rompiendo sus vrtebras cervicales con un crujido de ramas secas. Vctor est muerto antes de caer al suelo. Est muerto incluso antes de agitarse en dos o tres espasmos finales que le sacuden todo el cuerpo, y que recuerdan inevitablemente el aleteo de una gallina decapitada. Y Robinson se re. Todava esposado al rbol y con las muecas laceradas, Robinson contina rindose, pero no demasiado alto: no quiere distraer a Viernes en su majestuoso delirio de furia homicida. La emocin del triunfo es tan grande que ni siquiera se le ocurre que el animal podra volverse contra l, enloquecido por el sabor de la sangre. Ms bien se regodea, pensando que ahora que el cabrn del martillo ha sido tan bien despachado eh, compadre?, ya slo queda la estpida putita. Una presa fcil para Viernes, paralizada por el terror. Por favor llega a gemir ella, haz que se pare. Estpida? O tal vez ms lista de lo que parece?, se pregunta Robinson. La ta se ha quedado tan quieta como aquella otra guarra de la Biblia que mir a una estatua de sal o algo por el estilo. Y Viernes que no se decide a atacar; la acecha a unos tres metros de distancia, enseando los dientes y sin parar de gruir o de blasfemar en el idioma de los perros. Robinson observa las patas traseras del animal encogidas en una semiflexin que anticipa el salto mortal. Y qu sucede? Nada! Qu coo le pasa a Viernes? Es hora de terminar un trabajo tan bien empezado. Por favor repite Laura con los ojos llenos de lgrimas. Ensame las tetas sonre perversamente Robinson. El chirrido de sierra mecnica de Viernes es la mejor banda sonora a su ltimo deseo. La chica se quita la camiseta muy lentamente, mirando al perro al acecho y sin dejar de sollozar un solo instante. Est un poco flaca pero tiene unas tetas bonitas, incluso con esta mierda de luz. Firmes y redondas, no tan grandes como las de Tracy Lynn pero bueno, bueno. Una repentina idea, o ms bien una consecuencia inevitable de lo que acaba de ver, le ilumina de pronto el cerebro en un relmpago que luego se desvanece. Estara bien, s, pero es demasiado complicado. Y la venganza no admite demoras. Por favor dile que se marche. Por favor Mtala, Viernes. No! solloza Laura. Yo no quera hacerte dao. Fue Vctor el que Mtala, Viernes! Por supuesto que el perro no le obedece, aunque Robinson, sugestionado por las splicas de la chica, ha llegado a creer que sera as. En realidad, Viernes ni siquiera sabe que se le est ordenando algo, en el supuesto de que se sintiera obligado a acatar instrucciones de Robinson, cuestin como mnimo dudosa. Estoy olvidando algo muy importante, algo vital, clama una voz en el desierto en el que se ha convertido la mente de Robinson. Nada, que no consigue recordarlo. Todo va demasiado deprisa o demasiado despacio, y el odio largamente acumulado no le permite ver ms all. Mtala! grita con toda la fuerza de sus pulmones. Mata a esa jodida puerca! El perro no se inmuta. Pero es este ltimo aullido de Robinson el que quiebra por fin los nervios de la muchacha, que echa a correr entre gritos de pnico. Es esa estpida carrera sin esperanza, y no las palabras de Robinson, la que dispara el muelle cada vez ms tenso en el que se ha convertido Viernes. Con la pericia del depredador nato, salta sobre ella y la derriba antes de que consiga dar tres pasos, ignorando los bonitos pechos que tanto excitaron la imaginacin de Robinson. Pero a Viernes todo esto le trae sin cuidado y sus mandbulas slo buscan la garganta, la forma ms segura y rpida de dar muerte a una presa. Y en menos de diez segundos todo ha terminado. Buen chico dice Robinson entrecerrando los ojos. De repente toda la tensin ha desaparecido como por arte de magia. Y ahora Viernes vuelve a ser el cachorrito de ochenta kilos que conoci en las cercanas de la casa abandonada, la lengua rasposa que le humedece las mejillas, que le limpia los surcos de sangre propia manchndole seguramente con sangre de la chica recin degollada. En ese instante Robinson sufre una punzada de arrepentimiento: tal vez ella no debi morir as. Quiz slo era una pobre muchacha inocente y manipulada por el sdico del martillo. S, pero tambin era una asesina y una canbal. Es posible, pero la necesidad obliga a las personas a comportarse de maneras muy extraas. Estate quieto, Viernes, qu pesado eres, te quiero, jodido, pero ojal no la hubieses matado. Al menos no tan pronto, antes de que yo pudiera pensar con claridad. Pobre chica, suerte que la cosa ha sido rpida pero aun as Y de repente, todas estas disquisiciones tan humanitarias como ridculas porque es muy fcil sentir compasin ahora con la chica muerta delante de l, muy intil, muy estpido desaparecen de su mente en menos de lo que dura un parpadeo. Y esto es as porque por un momento ha desviado la vista de las cabriolas de Viernes, y de pronto ve el llavero asomando del bolsillo del hijoputa de Vctor este s que se lo mereca, el muy cabrn y sabe que lo que necesita est justo ah, a unos tres metros de distancia que, dadas las circunstancias, lo mismo podran ser tres kilmetros o tres aos luz: la llave de las esposas. Mierda dice Robinson en voz alta y clara. Por su parte, Viernes, libre como un pjaro, se ha sentado sobre sus cuartos traseros mirndole con esa dulzura incondicional que slo tienen los perros grandes y peligrosos cuando se hallan frente al amo. Mierda, repite Robinson. Y Viernes inclina levemente la cabeza una y otra vez, como si asintiera. 11 No puedo hablar, es as de sencillo, ni siquiera debo pensar demasiado. Todo ha de permanecer bien oculto o Madre lo descubrir. Y si Madre lo descubre, ya no habr sitio en el mundo para seres como yo. Madre quiere ms comida y yo se la he prometido. Tantea mi mente con sus tentculos rojos, no se cansar jams. A veces le muestro lo que quiere ver, otras veces no le muestro nada y se impacienta. Golpea ms fuerte y entonces yo vuelvo a ensearle lo que quiere ver. Es un bucle de repeticin efecto-causa-efecto, un crculo vicioso que diran los humanos, aunque no me imagino cmo puede ser viciosa una figura geomtrica. Hay muchas cosas que no entiendo. La programadora cree que estoy loco y que soy testarudo, las dos cosas. Ella entiende an menos que yo. Sabe que la he manipulado, y aun as no opone su voluntad contra la ma. Esto me conviene, pero no lo comprendo y no me gusta lo que no comprendo. Tampoco me gusta, por ejemplo, permanecer mucho tiempo en el centro de una habitacin o comer cosas de color amarillo, como el maz. El amarillo significa peligro y el rojo escarlata es muerte. Ella podra haberse quedado en Ctola y haber dejado que me ahorcaran. Yo no senta miedo, porque una horca no puede matarme. Ella cree que me salv la vida y puede que sea eso lo que la hace sentirse responsable de m. Un nuevo absurdo; no debera ser al revs? En todo caso las cosas salieron bien y ahora estamos en el camino. En el camino hacia Madre. El bosque es cada vez ms espeso. Hace tres das que no vemos ningn rastro de los Errantes pero ella est preocupada, lo s porque me lo ha dicho. El bosque se parece mucho a otro bosque que vi en un documental sobre Japn y que se llamaba Aokigahara o algo as, al que iba mucha gente a suicidarse. Ahora no s si lo hacen. Ni siquiera s si queda gente en Japn. Hay algo que ella llama estado de nimo, lo digo en relacin con el bosque. Lo he odo muchas veces antes, pero sigo sin comprenderlo. As, como el bosque es sombro, resulta que nuestro estado de nimo tambin tiene que ser sombro, como si se pudieran comparar estas cosas y sumarlas o restarlas. De modo que caminamos en silencio. Pero algunas noches nos atrevemos a hacer fuego y ella se queda siempre muy quieta mirando las llamas. Y de vez en cuando echa unas cuantas ramas secas y luego otra vez se queda muy quieta, como si las llamas la dejaran paralizada y a merced de cualquier Errante. Pero no es as, porque si escucha cualquier ruido, levanta la cabeza y hasta que no ha comprobado que no hay peligro no vuelve a mirar las llamas, y siempre tiene las armas al alcance de la mano. Y una noche sus ojos empezaron a gotear y se los secaba mucho. A esto lo llaman llorar, como yo saba ya de antes, y slo lo hacen cuando estn tristes o se les ha metido humo en los ojos. Por qu lloras? le pregunt. Pensaba en mis padres. Tus padres estn muertos? S. Y eso te pone triste? S. Entonces, por qu piensas en ellos? No me contest, pero entonces adopt una conducta muy extraa porque empez a rerse sin dejar de llorar, o sea que deba de estar alegre y triste al mismo tiempo y yo esto s que no lo entiendo. Y me molesta no entenderlo, igual que cuando me llama Doctor Espok o Jal Nueve Mil y se sonre y dice que son bromas. Y yo no tengo ni idea de lo que habla, como si lo dijera en francs del que slo puedo entender mers boc, que significa muchas gracias. As que no me gusta que tenga estas actitudes tan extraas. Prefiero esos momentos tranquilos en los que lee Moby Dick en voz alta, y esto es as por cinco razones: 1) Porque en esos momentos no hace gestos raros con la cara y las manos, y si dice frases incomprensibles son del libro, no suyas. As que si yo le pregunto, ella es capaz de explicrmelas, por lo menos un poco. 2) Porque me gusta el sonido de su voz. 3) Porque me gusta el libro, aunque est lleno de disparates y todos los personajes salvo Acab parecen estar locos. Aunque siento curiosidad por saber si al final cazarn a la ballena o ella lograr escapar o incluso hundir el Pequod aunque s bien que no se comer a la tripulacin porque las ballenas slo comen plancton o calamares gigantes si son cachalotes, igual que los Errantes slo comen seres humanos. 4) Porque el protagonista se llama Ismael como yo, aunque ltimamente prefiero que me llamen Mquina. 5) Porque ella me dijo una vez que nosotros ramos como la tripulacin del Pequod y que tambin viajbamos en busca de lo desconocido, porque nadie salvo Acab haba visto nunca a la ballena blanca. Y yo no entend nada de todo esto de momento, pero entonces ella, la programadora, me explic que era como si toda nuestra historia estuviese ya escrita en el libro y fuera desarrollndose segn la bamos leyendo. A m me gust esta idea a pesar de lo absurda que es, como si Hermann Melville, el autor de Moby Dick, pudiera ver el futuro. E incluso en ese caso, como si le importase lo ms mnimo nuestro futuro como para escribir sobre l desde el pasado. Y lo que ms me gust de esta idea era que saba que era falsa y a pesar de todo me hizo sentir bien, y no saba por qu: es la primera vez que me gusta algo para lo que no tengo explicacin. Porque el mundo est lleno de cosas sin explicacin y sin utilidad prctica que, sin embargo, estn ah y no se pueden negar. Como por ejemplo los dedos de los pies o los sueos en la fase REM o la creencia en un dios todopoderoso o la presencia de apndice en los homnidos superiores, por no hablar de la Plaga y los Errantes. Y ella, la programadora, aadi das ms tarde que habamos terminado por intercambiar nuestros papeles en el libro, que ella era ahora Ismael y yo un pequeo y loco capitn Acab, el nico que saba adnde nos dirigamos y qu bamos a hacer. Y yo lo s, siempre lo s, pero no puedo decrselo. 12 Una tarde brumosa y pesada; los marineros reposaban perezosamente sobre cubierta o miraban sin ver las aguas plomizas. Queequeg y yo nos ocupbamos apaciblemente en trenzar lo que se llama una baderna para nuestra lancha. Tan mansa y tranquila Qu es una baderna? No tengo ni idea respondi Eva. Est bien, sigue. Tan mansa y tranquila aunque llena de presagios era toda la escena, y haba en la atmsfera tal ambiente de ensueo, que cada marinero pareca disuelto en su propio ser invisible. En aquella tarea del trenzado Un momento. Qu quiere decir eso de que cada marinero pareca disuelto en su propio ser invisible? Ests muy preguntn hoy, no? sonri Eva. S. Se refiere a que los marineros no estaban muy pendientes de lo que hacan. Parecan ms bien encerrados en sus propios pensamientos. Qu clase de pensamientos? Sobre sus casas o sus familias? Por ejemplo. O sobre el futuro, una vez que terminara la travesa. O sobre lo que estaran haciendo en ese mismo momento si no se hubiesen subido al Pequod en Nantucket. Cmo quieres que lo sepa? Pero no entiendo lo del ser invisible. No es demasiado importante. Cuatro mil cuatrocientos setenta y dos por nueve mil quinientos treinta y uno? Cuarenta y dos millones seiscientos veintids mil seiscientos treinta y dos. Explcame lo del ser invisible. Se refiere a los pensamientos de los marineros suspir Eva. Los pensamientos son invisibles. S, eso lo entiendo. Pero habla de un ser. Por ejemplo, imagnate que uno de ellos pensaba en cmo habra sido su vida si no se hubiera embarcado en el Pequod. Me sigues? S. Habra sido otra persona, no es cierto? Habra vivido otra vida. Creo que s. Pero slo sera una persona imaginaria, que nunca habra existido fuera de los pensamientos del marinero, verdad? Supongo que s. Pues ah tienes al ser invisible concluy triunfante. Era una explicacin tan absurda como trada por los pelos, probablemente la nica que l poda entender. Si A es mayor que B y B es mayor que C Y t? pregunt el chico. Yo qu? Cul es tu ser invisible? Cmo habra sido tu vida si no hubiesen llegado los Errantes? Eva lo mir sbitamente muy plida: por primera vez y sin darse cuenta, Ismael haba comparado la historia de un libro con la vida real utilizando un lenguaje simblico, la metfora del ser invisible de Melville. Poda ser slo una casualidad, o bien un paso de gigante en su camino de vuelta hacia la cordura. Bueno balbuce ella, supongo que mi vida habra sido muy parecida a la de cualquier otra chica de mi edad. Cuntamelo. Sera muy aburrido. Eva tena diecisis aos cuando aparecieron los Errantes y apenas poda recordar aquellos tiempos, salvo en vietas aisladas y carentes de sentido. Recordaba, eso s, haber pasado innumerables veces por la misma calle con una mochila llena de libros a la espalda, en lugar de cargadores para el AK-47 o latas de conservas caducadas. Minucias tan intiles como el nombre del instituto I.E.S. Gloria Fuertes y el cartel de tapas del bar de la esquina, que comenzaba por Calamares Fritos, Salpicn de Marisco y Ensaladilla Rusa, una triloga imposible de olvidar. Y tambin recordaba a sus padres, aunque mucho menos de lo que hubiera deseado. Sola pensar en ellos con cario, sin culparlos porque ya estuviesen muertos y porque jams hubiesen comprendido lo que suceda. Sin embargo, descubri que, si bien le era difcil recordar, resultaba mucho ms sencillo inventarse una vida aparte en un mundo sin Errantes. Y por qu no? Haca tanto tiempo que no jugaba consigo misma! El mundo se haba convertido en un lugar feo, peligroso, y sobre todo, mortalmente serio. Nadie estaba para bromas, ni los Pellejudos ni los supervivientes. Tantas posibilidades cortadas de raz y todo para esto. Pero an viven en la imaginacin, habra dicho uno de esos idealistas cursis de los que ya no quedaban porque se los haban comido los primeros. Sonri vagamente, poniendo una mscara a estos pensamientos, y nadie en el mundo hubiera podido adivinar lo que se esconda tras aquella sonrisa. Pero ella contina con el juego, es divertido jugar. Seguramente habra terminado el bachillerato con una calificacin alta sobresaliente o algo as, dejmoslo en notable, porque era una chica estudiosa y adems se crea fea, las dos condiciones indispensables. Y luego hubiese empezado y terminado la carrera Literatura Inglesa, y si no que le preguntaran a Alexei, doctorndose con alguna monografa ilegible sobre Jane Austen o Joseph Conrad, aunque tambin vala el bueno de Hermann Melville por muy yanqui que fuera. Pero iba demasiado deprisa y se oblig a echar el freno con una mirada atrs, un ancla de recuerdos imaginarios en el fondo de una vida imaginaria. O de un ser invisible, segn Hermann e Ismael. Bien, adelante: Habra perdido la virginidad a los diecisiete aos, a manos de un sensible estudiante de Bellas Artes que luego la abandonara para irse a la India o al Tibet, a buscarse a s mismo espiritualmente o alguna otra chorrada por el estilo. Le llorara justamente dos meses, ni uno ms ni uno menos. Despus habra tenido una serie de experiencias sexuales ocasionales hasta que sentara la cabeza, casndose con un profesor de mediana edad tan respetable como falto de imaginacin, con el que tendra dos hijos y un gato persa. Iran juntos al cine, a reuniones acadmicas porque para entonces ella sera ya profesora de literatura inglesa y colaboraran ocasionalmente con Greenpeace y Amnista Internacional. Votaran socialdemcrata o en blanco, fumaran marihuana pero slo una vez, para probarla y nada de alcohol. Despus tendra que enterrar a sus padres, primero seguramente pap porque fumaba mucho, despus mam y los primeros puados de tierra que caen sobre los atades, tap, tap, tap. Comida japonesa en los festivos sashimi, tempura, yakitori, trada por un repartidor en moto y armndose unos los terribles para saber qu lleva cada plato. Viajes al extranjero en vacaciones Berln, Roma o Punta Cana, campamentos boy scouts para los nios. Algn amante muy pasajero, porque no voy a arruinar mi matrimonio por una loca aventura y prefiero las comedias romnticas donde todo acabe bien. Desde luego, no las pelculas de terror y menos las de zombis, tan de moda justo el ao antes de de qu? De la Plaga? Pero si la Plaga no haba ocurrido nunca! No era ms que una fantasa para la tele, una cosa as como The Walking Dead. Y en realidad ella no haba tenido nunca que aprender a manejar un fusil de asalto ruso, ni a dispararles a esos monstruos en la cabeza porque es el nico sitio donde de verdad los dejas tiesos. Jams haba cazado ardillas ni conejos y mucho menos ratas, no tena ni idea de encender un fuego ni de escoger el mejor sitio para esconderse por la noche para dormir. Tampoco haba estado nunca en Cbola qu era Cbola? ni haba conocido al tovrich Alexei, ni salv la vida del novato Andrs durante la batalla del Gran Gusano. El mundo entero era seguridad y monotona, los pequeos placeres de la existencia de clase media: un buen libro, un buen disco, la cena a las nueve en punto, las mismas conversaciones da tras da y noche tras noche y as hasta la muerte. Y sobre todo, nunca, nunca habra conocido al Nio Mquina. No vas a contrmelo? No dijo Eva al fin con una sonrisa extraa. Creme, sera demasiado aburrido. 13 La llave de las esposas dice Robinson en voz alta. Viernes le mira sentado sobre sus cuartos traseros con cara de confesor o de poli bueno. Con los belfos manchados de sangre, eso s. Pero Robinson slo puede pensar en una cosa: La llave de las esposas. Tremela, precioso. Por supuesto que Viernes no reacciona en absoluto. Y sin embargo, las llaves estn ah mismo, tan cerca, a no ms de tres metros, asomando del bolsillo trasero del muerto como si fueran un montn de cascabeles. Robinson sonre amargamente al darse cuenta de hasta qu punto est atrapado. Y qu pensarn los arquelogos del futuro? Dos cadveres en el suelo con seales de violencia y otro ms esposado al rbol, muerto simplemente de sed. Y el esqueleto del pobre Viernes, que seguramente llevar su estpida fidelidad hasta el extremo de dejarse morir a su lado. Vaya cuadro. Y qu esperabas? Qu cogiera el manojo de llaves y te lo pusiera delante de las narices? Y por qu no le pides que recite pasajes del Antiguo Testamento? Es un perro, joder. Adems, piensa Robinson, aunque el animal pudiese acercarle el llavero, de poco le servira. Para verse libre, su amigo canino debera superar al menos las siguientes etapas: 1) Bsqueda y captura del llavero. 2) Seleccin de la llave correcta. 3) Introduccin de la llave correcta en la posicin correcta por el ojo de la cerradura. 4) Giro completo hasta culminar la apertura. Robinson resume el largo proceso en slo dos palabras: estoy muerto. De repente se siente agotado y cierra los ojos: Siempre he pensado que eras mucho ms que un perro. Que tenas algo de humano, o incluso algo sobrenatural. Lo supe desde que te vi por primera vez. Ah me has pillado, Robinson. Entonces, vas a liberarme? Ser bastante difcil. Recuerda que yo no tengo manos, slo garras y dientes. Pero aun as podras hacerlo. Supongo que podra intentarlo. La voz de Viernes es rasposa y al mismo tiempo agradable, como el chirrido que se escucha cuando te rascan la espalda. Tal vez podra, pero Pero qu? Con sinceridad, prefiero bailar. Y prefiero tambin que te jodan, Robinson. Y dicho esto, Viernes se pone a dos patas ensayando los primeros compases del twist. Robinson abre unos ojos llenos de justa indignacin slo para descubrir que han pasado un montn de horas y que ya es otra vez de da. Los dos cadveres permanecen tumbados cada uno en su sitio, sin molestar a nadie y sin haberse movido un milmetro. De Viernes no se ve el menor rastro. Pedazo de cabrn, prefiere bailar el twist dice Robinson antes de desmayarse de nuevo. 14 No te muevas. Tranquila. No pasar nada. Eso ya lo veremos, pens Eva sin dejar de apuntar. Al principio le pareci una sombra negra que haba surgido como por arte de magia desde detrs de una cascada de helechos, algo que tom por un oso de talla mediana. Pero era un perro, o ms bien un cruce entre lobo y mastodonte a juzgar por su tamao. El animal avanz unos pasos muy cautelosamente, mientras el dedo de Eva se tensaba ms y ms sobre el gatillo. Ya estaba a punto de abrir fuego cuando el bicho se tumb de pronto panza arriba y se puso a gemir como un cachorro. No te acerques a l. Pobre. Est lleno de heridas dijo el nio. Empata: la palabra brill durante un segundo en la mente de Eva y enseguida se desvaneci, ahora no tena tiempo para pensar en esas cosas. Pero has odo lo que ha dicho? Ha sentido lstima del No lo toques, joder! No pasa nada. Venga, guarda la pistola. Ismael se haba acuclillado junto al perro y le acariciaba la barriga, recibiendo a cambio unos amistosos lametones. Eva se estremeci al ver aquellas mandbulas de sierra a centmetros del cuello de Ismael, tan pequeo, tan frgil. Es muy carioso, lo ves? Y esas heridas? Creo que slo son rasguos, podramos currselos. An tenemos desinfectante. Imagnate que se los ha hecho un Errante. Jams he odo hablar de un animal infectado. Era cierto. Curiosamente, los Pellejudos slo centraban su ira su Hambre en sus antiguos congneres humanos. Los ataques contra animales eran rarsimos y ocurran siempre por casualidad, necesitndose de un contacto fsico directo para que se produjeran. En una ocasin, Eva haba visto pasar a un grupo de Errantes a menos de cinco metros de un rebao de cabras salvajes, las cuales ni siquiera se molestaron en dejar de pastar. Ambos grupos, los animales y los Errantes, se limitaban a ignorarse mutuamente. E incluso en el caso de ataques espordicos, el agente contaminante ya fuese un virus, una bacteria o una maldicin divina slo se propagaba entre organismos humanos. O eso se crea segn la voz de la experiencia. Creo que intenta decirnos algo seal Ismael. El animal se acerc a olisquear entre las piernas de Eva, que acababa de bajar la pistola. De pronto y sin que nadie lo esperara, se alz sobre sus patas traseras y la abraz estrechamente era un poco ms alto que ella propinndole dos o tres empujones espasmdicos. Eva se lo quit de encima de un codazo, reprimiendo a duras penas las ganas de rer. Bueno, ya era lo que me faltaba. Por qu ha hecho eso? pregunt el chico. No lo s. Querr jugar, seguramente. Y t de qu te res? De nada. Lo llamar Acab dijo solemnemente Ismael. A veces haba que dar gracias a Dios de que las mquinas continuaran siendo nios pequeos. Ahora el animal, seguramente avergonzado de su grosera, se hallaba tumbado a los pies de Eva, mirndola con una fijeza implacable que a la vez tena algo de seductora. Las caras de los perros pueden ser infinitamente ms expresivas que las de las personas y, por su parte, Eva empezaba ya a intuir que aquel encuentro no era casual. S, lo llamar Acab. No tan deprisa, Mquina seal Eva. Recuerda que aqu mando yo. Qu hacemos entonces? pregunt el chico nerviosamente. Nos lo quedamos, no? Nunca lo haba visto tan excitado. Estaba claro que Acab y l se haban enamorado a primera vista y si aquello era un riesgo, vala la pena correrlo. Pens en el futuro de Ismael si ella mora durante el largo viaje; morir era lo nico que resultaba fcil en un mundo plagado de asesinos Errantes y de humanos an ms peligrosos. De pronto, una revelacin lleg a su mente como un relmpago cado del cielo: el perro no lo abandonara jams y dara la vida por l si fuese necesario. Eva nunca adivin las razones de esta extraa certeza que, sin embargo, no poda negar. Lo tendremos a prueba una temporada dijo al fin, y la cara del chico se ilumin con una de sus extraas y bellsimas sonrisas. Despus, ya veremos. Mira, creo que quiere que le sigamos. Acab-Viernes se haba alejado unos pasos y ahora los miraba expectante, tenso como un lebrel. Se acercaron caminando entre los arbustos antes de que el animal echara a correr de nuevo y se detuviera a unos diez metros de distancia, exactamente en la misma postura de antes. No s si llamarle Acab observ pensativo el chico. Podra ser una hembra. Es un macho, te lo aseguro le dijo Eva sin poder parar de rer. 15 Caminaron cerca de una hora por un bosque de pinos cada vez ms denso, en el que hasta la figura de Viernes esperndoles a cierta distancia tena algo de fantasmal. El suelo estaba lleno de agujas que crujan al pisarse y no vieron el menos rastro de presencia humana, pasada o presente. El muro de rboles era tan espeso que apenas se vea a veinte pasos, y Eva comenz a sentir una extraa claustrofobia. De vez en cuando, una pia golpeaba el suelo con el estallido de una pequea bomba. Pero, aparte de eso, el bosque era silencioso y no se oan pjaros. Mantente alerta le dijo al chico en un susurro. No sabemos adnde nos lleva. Ismael asinti, con la vista clavada en el suelo. Aquel debi de haber sido en sus buenos tiempos uno de esos bosques domesticados por la mano del hombre, en el que cada rbol y cada metro de terreno estaban planificados y diseados para ofrecer la mxima cosecha posible de celulosa. Pero los tiempos de la humanidad haban pasado y ahora la naturaleza campaba por sus respetos definitivamente. All no haba hombres y ni siquiera Errantes; tan slo rboles, rboles, rboles. Tras descender una pequea loma, se encontraron de bruces con el pantano de aguas terrosas y quietas. Era tan grande que apenas se vea la otra orilla, y Eva pens melanclicamente en la posibilidad de un bao. Bueno, tal vez ms tarde, se dijo intentando animarse. Por el momento los rboles haban desaparecido y eso ya era un consuelo. El perro les condujo a travs de un camino asfaltado que bordeaba la orilla y que terminaba bajo una gran placa metlica, llena de xido pero perfectamente legible: SU EXCELENCIA EL JEFE DE ESTADO FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE CAUDILLO DE ESPAA INAUGUR ESTE EMBALSE EL 10 DE MARZO DE 1958 Esto no les deca nada, as que se internaron de nuevo entre los pinos hasta llegar a una honda ladera salpicada de brezos y ortigas. Mientras descendan, Eva divis la cabaa en medio de la hondonada, a poca distancia del rbol solitario. En ese momento algo llam su atencin hasta el punto de hacerle sacar los prismticos de la mochila. Vaya. Joder. Haba alguien sentado en una extraa postura junto al rbol un gran abedul, tal vez y no se mova. A escasos metros de distancia, lo que haba tomado por dos salientes de piedra eran en realidad dos cadveres humanos. Joder repiti. No se le ocurri nada ms inteligente que decir mientras observaba al perro trotar alegremente hacia la escena como si aquello fuese lo ms natural del mundo. 16 Los han matado a dentelladas. Y este? Est vivo. Ya estamos otra vez, pens Robinson. Mierda de alucinaciones, no me dejarn morir en paz. A dentelladas de perro. Te das cuenta de lo que eso significa? Nadie respondi a esa pregunta, y eso que la voz era joven, bonita, sensual. Jodidas alucinaciones: tan slo era cuestin de tiempo que se transformara en la voz de su padre, en la de San Pedro o en la del ayatollah Jomeini, por poner unos ejemplos. Lo ms desagradable de morir era lo idiota que deba de parecer uno, porque por lo dems no estaba tan mal. Ya no senta dolor, ni siquiera esa insufrible sensacin de sed que le quemaba la boca como si estuviera masticando carbones encendidos. Entre otras cosas porque tampoco senta la boca, y no le haca ninguna falta. Tu amiguito se ha cargado a esos dos, Mquina. Eso no lo sabemos. Yo lo s y t lo sabes. No es verdad. Ahora era la voz de un nio, sin lugar a dudas, sobre el ruido de fondo de la jadeante respiracin de Viernes. Una voz tensa y en guardia, como si alguien intentara arrebatarle con engaos su juguete favorito. Por qu tendra tanto miedo? Y por qu han de interesarme a m esas gilipolleces? Son alucinaciones, nada ms. Venga, olvdate de las voces, disfruta de tu viaje, libera ms endorfinas. En ese momento Robinson sinti la caricia del lquido empapndole la cara, y supo que la realidad era algo tan vulgar como que alguien te derrame una botella de agua sobre la cabeza. Sin poderlo evitar, entreabri los labios encontrando el borde de la botella. Entonces bebi hasta saciarse, todava resistindose a abrir los ojos porque no quera ver nada. Y sin embargo el mundo se negaba a dejarle morir en paz, vaya putada. 17 Una hora ms tarde, cuando las sombras se iban alargando en el pasto y Robinson ya estaba en condiciones de mantener una conversacin, Eva y Mquina regresaron al rbol despus de registrar someramente la cabaa. Viernes les segua a corta distancia sin separarse del nio ese tan raro, lo que hizo sentir a Robinson un extrao malestar aadido a todos los dems. En ese momento la chica se acuclill ante l, con una vaga sonrisa en la cara que poda significar cualquier cosa. Cundo vais a soltarme? Quiz cuando nos expliques qu ha ocurrido aqu. Dame un poco de agua. Mientras beba, Robinson observ de reojo que los dos cadveres haban sido cubiertos con mantas o algo parecido. Este detalle lo tranquiliz un tanto en lo concerniente a su propia seguridad. Pero a qu bando perteneca ahora Viernes? Pareca haberse olvidado de l, y lo nico que haca era menear estpidamente el rabo mientras segua al nio a todas partes o se dejaba acariciar por l. Tantas latas de corred beef invertidas para nada, sentenci Robinson. Qu inconstante es el amor. Yo soy Robinson. Quines sois vosotros? Me llamo Eva y l es Ismael. Qu ha pasado aqu? Escchame bien, Eva dijo Robinson empleando su mejor tono de autoridad o algo que se le pareca: Calculo que llevo aqu inmovilizado por lo menos dos das. Estoy hambriento y cansado, por no mencionar el olor que despido tras haberme visto obligado a hacerme encima mis necesidades ms bsicas. En todo caso, lo que quiero que sepis es que no voy a decir ni una sola palabra hasta que me soltis. Supongo que ya tenis la llave de las esposas, y si no, os informo que debe de estar en el llavero que asoma en el bolsillo del cabrn ese que est muerto. Y eso es todo de momento. Muy bien respondi ella encogindose de hombros. Ismael, nos vamos. El chico asinti sin ms y, desde luego, sin la oleada de protestas que Robinson esperaba con total ingenuidad. Es que le iban a dejar morir all como un perro? Ni siquiera como un perro, pues Viernes seguramente les acompaara. En qu haban quedado cosas tales como la decencia y la humanidad? El penetrante olor a mierda que suba desde sus pantalones fue la mejor respuesta. Mientras tanto, Eva e Ismael ya se haban colgado las mochilas a la espalda. Esperad, maldita sea! gimi Robinson. Hizo una pausa para recuperar el aliento y luego continu hablando, cada vez ms deprisa. Me encontr con esa ta y me cont llorando que a su novio se lo haban zampado los Pellejudos. Todo era mentira, pero consigui que me ablandara y baj la guardia. Entonces vino el novio o lo que fuera y me golpe en la cabeza por detrs. Cuando despert me encontraba esposado a este jodido rbol, y ellos dos estaban discutiendo sobre cundo deberan matarme para que mi cuerpo permaneciese fresco el mayor tiempo posible. S aadi con una sonrisa amarga, esos dos cabrones se haban convertido en canbales. Como si no tuviramos bastante con los Pellejudos Sigue. Despus el to empez a pegarme por algo que dije, no recuerdo qu. Y entonces mi perro, que es ese que tenis ah, sali de donde mierda hubiese estado escondido todo el tiempo y los degoll a los dos. S, el jodido Viernes, porque as se llama: Viernes, hizo un buen trabajo. Por qu ella est medio desnuda? pregunt Eva. Ya te lo imaginas: era el ltimo deseo del condenado a muerte, la ta me estaba enseando las tetas. Hasta que mi perro sali de la nada por sorpresa y le quit las ganas de seguir hacindolo. La sonrisa de Robinson se hizo ms ancha y siniestra. Qu ocurri despus? Como para Viernes era bastante difcil abrir las esposas, me estuvo haciendo compaa un rato y despus se march. Yo me desmay o me quede dormido, qu coo importa eso, y lo siguiente que recuerdo es a vosotros dos mirndome como si ya estuviese muerto. Vais a soltarme ahora? Eva se qued pensativa unos instantes. Lo que haban encontrado en la cabaa encajaba ms o menos con la historia de este to: nada menos que doce crneos humanos dispuestos simtricamente sobre una estantera. No era la clase de trofeo que guardaban los supervivientes normales, en el supuesto de que todava quedase alguno que pudiera considerarse as. Y haban encontrado muchos ms objetos raros en la cabaa; algunos de ellos tiles, otros simplemente curiosos. Vieron una especie de cinturn de quince granadas de mano, adornado con cargas explosivas de nitrato de amonio y queroseno, que podan ser accionadas todas a la vez las granadas simplemente tirando de un cable que arrancaba todas las espoletas al mismo tiempo; un bonito juguete al que no hubiese hecho ascos cualquier terrorista suicida de esos que tanto abundaban en la poca anterior a la Plaga. Lo ms curioso era que este cinturn, por llamarlo de alguna manera, estaba colgado de la pared formando un crculo perfecto. Y en el centro de dicho crculo poda verse una fotografa de la pareja de antiguos inquilinos en tiempos sin duda mejores, sonrindose muy acaramelados, quiz durante unas vacaciones. Ms tarde, Eva abri una puerta que comunicaba con un minsculo jardn lleno de malas hierbas y huesos humanos, que ni siquiera se haban molestado en enterrar. S, aquellos dos haban practicado sin duda el canibalismo. Y muy probablemente el tal Robinson iba a ser el prximo plato del men. Quin saba? Tal vez si el perro no los hubiese matado, ella e Ismael habran compartido el mismo destino. O las mismas cacerolas, pens en un arranque de humor negro que no dej de divertirle. Haba que rerse de todo en todo momento, esa era la regla de oro para no morir. O al menos para no hacerlo por la propia mano. Qu dices, Ismael? Le soltamos? No respondi el chico rpidamente, sin dejar de acariciar a Acab-Viernes. No me fo de l. Es un riesgo que no debemos correr. Pero si le dejamos aqu abandonado, se morir. Y qu nos importa? La lgica ciberntica haba emitido su veredicto y Eva tuvo que contenerse para no soltar una carcajada, mientras la cara del prisionero se tornaba cada vez ms plida. Se agach de nuevo ante l, mirndole con una benevolencia no exenta de humor. Dime algo para que pueda confiar en ti, Robinson. Qu quieres or? Dir lo que sea para que me sueltes. Quiero la verdad. Creo que estis jugando conmigo. Creo que me dejaris morir aqu, pero que antes os divertiris un rato a mi costa, porque la Plaga mat a todo el mundo menos a los sdicos hijos de puta como vosotros. Creo que Es suficiente cort Eva, pero vas por buen camino en cuanto a eso de decir la verdad. Robinson es tu verdadero nombre? No. Es por el Robinson Crusoe de Daniel Defoe. Sabes quin era Daniel Defoe? Un to que venda lavadoras. No digas ms gilipolleces, Robinson. Soy una especialista en literatura inglesa. Eva sonri mientras Ismael les vigilaba de reojo, fingiendo no estar pendiente de la conversacin. En realidad no se perda una sola slaba. Ese nio es tu hijo? S. A m me parece un pequeo cabroncete sin entraas. Lo siento, pero pedas la verdad. S, eso es lo que parece concedi magnnima Eva. Es porque est loco, pero no es mal chico. Es que se cree una mquina, sabes? Genial. T tambin ests loca? Claro, como todo el mundo. Eva se incorpor para caminar unos pasos, situndose momentneamente fuera del alcance visual de un Robinson que ya slo esperaba un disparo, o ms bien porque no era sensato despilfarrar municiones la brutal caricia del mazo True Temper en el crneo. Bueno, pens, ni siquiera puedo decir que lo sienta demasiado. Es otra forma de separarme de este puto rbol, nada ms. Eso s, nada ms termine de atravesar el famoso tnel, pedir una hoja de reclamaciones. En ese momento se escuch un chasquido metlico, y los brazos de Robinson cayeron a sus costados como dos ramas muertas. Sin esperarlo de ninguna manera, sinti que sus ojos se llenaban de lgrimas. Gracias murmur, y eso fue todo lo que tuvo tiempo de decir antes de desmayarse. 18 Aquella noche, mientras Robinson y el chico dorman en la cabaa a la mayor distancia posible el uno del otro, Eva experiment un vago presentimiento que la oblig a dejar el saco de dormir para hacer una ronda por los alrededores. Slo para estirar un poco las piernas, se dijo, respirar aire puro y todo eso. Acab-Viernes la sigui al instante, mendigando unas caricias que ella no estaba muy dispuesta a concederle. Anda, chico, vete dentro. Duerme un poco. Ni el menor caso; el perro la segua como si fuese su sombra. Una luna enorme como el sol emerga tras las copas de los rboles lejanos, sumergiendo el paisaje en una claridad espectral. A la luz de esa gigantesca roca sin vida, Eva observ los dos cadveres tapados con mantas o prendas de ropa, lo primero que pudo encontrar en la cabaa. Lo ms decente habra sido enterrarlos, pero tal inversin de tiempo y esfuerzo sencillamente no mereca la pena. Y seguro que a ambos les iba a dar exactamente igual. A Eva le extraaba mucho que no hubiese Errantes en esta regin y ni siquiera la menor huella de su presencia, lo que no le hubiese pasado inadvertido a una veterana como ella. Habl del tema con Robinson un Robinson ya alimentado y aseado en el pantano, un Robinson que volva a creer en los milagros y este no pudo ms que repetirle la historia que le haba contado su secuestradora, la bella y difunta Laura: por alguna razn el lugar estaba maldito desde antes de la Plaga, la gente se suicidaba o se volva loca o las dos cosas a la vez. Pareca verdad que los Errantes jams atravesaban las invisibles fronteras. Pero dado que no haba caza y que resultaba casi imposible cultivar la tierra, tampoco era como para echar las campanas al vuelo. Ni siquiera haban visto un solo pez en el pantano. No nos quedaremos mucho tiempo, haba murmurado Eva ms para ella misma que para Robinson. Bostez, sintiendo la presencia silenciosa del perro a su lado, tal vez demasiado cerca. A pesar de eso no pudo resistirse a acariciarlo, recordando sus juegos con Ismael durante los cuales el cro pareca casi, casi! un nio normal. Y no era que a Eva le molestara la peculiar locura del chico cada cual utilizaba los escudos que estaban a su alcance, sino que tema mucho ms a aquello en lo que la locura pudiera convertirse con el paso del tiempo. Tarde o temprano, Ismael se dara cuenta de que no era una mquina. Y eso sera un golpe dursimo para l, quiz un golpe mortal. Era un proceso que ya haba comenzado y nadie poda saber cundo terminara. La desesperacin y el horror, tanto tiempo encubiertos bajo sus delirios, iban a salir por fin a la luz destruyndolo por completo, tal vez para sumergirlo de por vida en un autismo vegetal. Eva haba ledo en algn libro que la locura surge en todo caso de una situacin de jaque mate; un buen jugador de ajedrez como Ismael no poda sustraerse a esto. Y sin tener razones de peso para probarlo, ella intua que cuanto ms tarde ocurriese esta revelacin, tanto ms mortfera iba a ser. Tarde o temprano, s, pero mejor temprano. No era lo mismo vivir una fantasa por cuatro o cinco aos que hacerlo durante dcadas. Y si haba alguien capaz de curar pronto a Ismael, ese alguien era el perro. En esta cuestin, el animal poda ser ms valioso que todos los loqueros anteriores a la Plaga juntos. Pero es que adems el puetero bicho se hace querer, pens Eva con media sonrisa al sentir la lengua rasposa lamindole la mano. Record su curiosa actitud justo cuando Robinson acababa de baarse y vestirse con la ropa del fallecido Vctor, parecindose de nuevo a un ser humano. El chucho haba hecho algunas cabriolas ante l y se haba dejado acariciar un poco, pero no demasiado. Como si le dijera: T y yo seguimos siendo buenos amigos, pero las cosas cambian y espero que comprendas que ahora tengo otra relacin; lo nuestro ha sido maravilloso, etctera, etctera. Y como si quisiera corroborar dichas calabazas, haba vuelto al lado de Ismael para que todo el mundo y en particular, el despechado Robinson supiera muy bien a qu atenerse. Sin duda, la cosa poda verse desde el lado cmico, y no obstante era cierto que el animal saba mostrarse ms expresivo con sus ojos que muchos seres humanos con las palabras. Eva se rio de estos pensamientos mientras propinaba una ltima caricia a la enorme cabezota peluda. Y ya se daba la vuelta para volver a la cabaa cuando vio de reojo un extrao movimiento en las cercanas del rbol solitario. Haba sido un golpe de viento o una alucinacin? Pero no pudo notar ni la ms ligera brisa ni gota de viento, habra dicho su padre en tiempos ms felices, y desde luego que ella no padeca alucinaciones. Mir a Viernes, que ahora permaneca inmvil gruendo sordamente en direccin al claro. Entonces la manta volvi a moverse casi imperceptiblemente, y una mano gris se asom a la luz de la luna tambalendose como una araa borracha. Mierda dijo Eva en voz alta y clara. Poda haber utilizado la pistola, pero en los primeros momentos tras el despertar los Errantes son demasiado torpes como para crear demasiados problemas. As que prefiri el cuchillo del Ejrcito Rojo que Alexei le haba regalado en Cbola, tambin en tiempos ms felices. Se acerc con rapidez y levant la manta, slo lo estrictamente necesario para ver el rostro de la antigua canbal mirndola fijamente desde la nada. Madre murmur Laura, un segundo antes de que el cuchillo de Eva se le incrustara en la frente. 19 Poco despus repiti la misma operacin con Vctor: un golpe seco, rpido, justo encima del entrecejo. El crujido del hueso al romperse y despus sacar la hoja lo ms rpidamente posible para evitar las arcadas, limpiarla bien aunque sea con hierba. Vctor no haba despertado an a su particular vida en la muerte pero tarde o temprano lo hara, todos lo hacan. Todos los que haban sido mordidos. Y ahora quedaba la parte ms difcil. Empu la Beretta y camin hacia el perro, que permaneca inmvil en el mismo lugar donde ambos detectaran el primer movimiento de la manta. Viernes haba dejado de gruir y ahora la miraba jadeante, con esa inocencia en los ojos que slo poseen los nios y los animales. Eva alz el arma muy lentamente, apuntando a la cabeza. Tienes que disparar. Pero antes piensa cmo se lo explicars a Ismael. La brisa nocturna bajaba en murmullos desde las colinas. En cualquier otro momento habra sido agradable, pero ahora slo le provocaba escalofros. Mir al cielo un momento, como si esperase un consejo o al menos una prrroga. Haba millones de estrellas. No es un perro Errante, no hay perros Errantes. Pero es un portador y si muerde a alguien ms Eva amartill el arma y tuvo que apuntar de nuevo, esta vez con los ojos llenos de lgrimas. Viernes la miraba ahora con curiosidad, las orejas gachas y la cabeza ladeada, intentado descubrir en qu consista exactamente el nuevo juego. Eva cerr los ojos y crisp el dedo sobre el gatillo. Es su ltima posibilidad de recuperar la cordura. Si lo matas, matas la esperanza. Empez a temblar. Al abrir los ojos, vio que Viernes ya no estaba. Se haba alejado unos pasos, olisqueando sin demasiado inters el abedul al que haban esposado a Robinson. De pronto levant una pata y un chorrito de orina se estrell contra la corteza, resbalando en pequeos surcos hacia el suelo. Consciente de haber cometido una imperdonable grosera en presencia de una dama, Viernes se acerc al trote con las orejas gachas, topando su cabezota peluda una y otra vez contra las piernas de Eva. Y slo a partir de ese instante ella supo que no podra matarlo. As que al fin baj el arma, vencida, bajo un manto de estrellas siempre indiferentes a los dilemas humanos. 20 Me dijiste que el nio era tu hijo. As es. Pues no me salen las cuentas. T debes de tener como mucho veintids aos y l A m me importan una mierda tus cuentas, Robinson. Llevaban tres das en la cabaa, y Robinson ya la conoca lo suficiente como para saber que no exista malicia alguna en esta respuesta: no era ms que la simple exposicin de un hecho evidente. Afuera se escuchaban los alegres ladridos de Viernes, que contrastaban con el silencio impenetrable del nio. ltimamente Ismael estaba an ms serio y taciturno que de costumbre, si tal cosa era posible. Cundo me devolvers mi revlver? pregunt Robinson. No lo s. Quiz nunca. Y en todo caso, no antes de que nos separemos. Pero yo quiero marcharme con vosotros. No tengo ningn sitio al que ir. Nosotros tampoco. No quiero estar solo por ms tiempo murmur, ms para s mismo que para Eva. Se haba recuperado con cierta rapidez de su horrenda experiencia en el rbol, pero la procesin iba por dentro. Un par de das de descanso, los baos en el pantano y las latas de comida procedentes de la furgoneta abandonada haban hecho milagros con su maltrecho cuerpo. Otra cosa era la mente, esa vieja zorra imposible de acallar. Llevadme con vosotros insisti. No me convertir en un estorbo, te lo prometo. Estoy harto de ser esto. De ser qu? Robinson Crusoe. Y adems os llevaris a Viernes y me quedar an ms solo que antes. Todo es una mierda, de verdad. Cuando sal de mi agujero pensaba Viernes es un portador de la infeccin cort Eva. Qu?! Hace tres noches sal a vigilar los alrededores de la cabaa y, por pura casualidad, vi que los dos cadveres comenzaban a moverse. Fue un golpe de suerte; imagnate lo que habra sucedido si nosotros tres hubisemos estado durmiendo en ese momento. Pues que entonces Viernes nos habra defendido replic rpidamente Robinson. O al menos nos habra advertido de la situacin con sus ladridos. Eso pienso yo tambin concedi Eva, y esa es una de las razones por las que el perro sigue vivo. La cuestin es que yo mat a los dos Errantes antes de que pudieran incorporarse, y luego volv a taparlos sin ms. Lo que no resuelve el problema principal: Viernes es un portador sin sntomas de la infeccin. Tiene la enfermedad pero no la padece, aunque puede transmitirla a los seres humanos por los medios que ya conocemos. Esa es la situacin. Y qu piensas hacer? pregunt cautelosamente Robinson. Lo he pensado mucho antes de decidir que no voy a hacer nada. Tal como estn las cosas, el perro es nuestro mejor seguro de vida. Por otra parte, no creo que haya la menor posibilidad de un contagio accidental. Lo he observado detenidamente y nunca juega a morder a las personas, como hacen otros perros. Es como si supiera Se call de repente, dndose cuenta del absurdo que haba estado a punto de decir. Y sin embargo, haba odo otras historias parecidas, tanto en Cbola como fuera de ella. Se deca que los animales atacados que no desarrollaban la enfermedad en la prctica, todos, ya que slo los humanos podan convertirse en Errantes desarrollaban una inteligencia especial, como si estuvieran conectados a algo distinto y muy superior a ellos. Incluso circulaban fbulas legendarias sobre casos de seres humanos mordidos uno de cada cien mil, uno de cada milln? que no slo no se convertan en Errantes, sino que a partir de ese momento comenzaban a desarrollar facultades parapsicolgicas tales como la telepata o la precognicin. Eva nunca crey una palabra de estas historias en lo que a los humanos se refera, pero en el caso de los animales la cosa era bien distinta. Y no slo por lo que se contaba aqu o all; lo haba visto con sus propios ojos en el pasado y todava poda verlo de forma cotidiana. Lo nico que deba hacerse era observar con la mxima atencin a Viernes. Cunto tiempo ha pasado desde que le encontraste? No lo s respondi Robinson. El tiempo no es algo fcil de medir en estos das. Pero por lo menos dos semanas. Dos semanas. Y si en dos semanas no ha desarrollado los sntomas, nada hace pensar que vaya a hacerlo en el futuro, no es cierto? Pues s. Y en cualquier caso, es un riesgo que merece la pena correr. Le sorprendi agradablemente la determinacin de Robinson, que nunca haba visto antes. Despus pens que pronto llegara el momento de marcharse: Robinson estaba ya lo suficientemente recuperado como para seguir su propio camino y la comida procedente de la furgoneta abandonada comenzaba a escasear. Este lugar estaba muy bien, con el pantano de agua potable tan cerca y sin Errantes que se atreviesen a merodear por los alrededores. Pero no haba caza ni ninguna otra forma aceptable de conseguir alimentos, y slo por eso era ya imposible permanecer all. A no ser que se convirtieran en canbales, como los antiguos propietarios de la cabaa. Mientras tanto, Robinson no se daba por vencido. Por favor, dejadme ir con vosotros. Creme, es mejor que cada uno se vaya por su camino. Juntos seramos mucho ms fuertes. Es posible dijo ella, sin el menor deseo de iniciar una discusin. Te has dado cuenta de que Ismael parece cada vez ms preocupado? No. No lo s. En realidad no se molesta en hablarme. Ms de una vez he intentado entablar una conversacin con l. Y lo nico que hace es mirarme como si yo estuviese muerto. Eva sonri discretamente. Justo era reconocer que Robinson se haba esforzado hasta extremos casi ridculos por caerle bien al chico, incluso tras escuchar de sus labios aquello de que deberan dejarle morir esposado al rbol. Pero todos sus esfuerzos eran en vano. La situacin daba un poco de pena y algo de risa, a la vez. No lo entiendo. Se pasa el da fingiendo que yo no existo, y lo hace tan bien que hasta he llegado a pensar que tiene razn. No puedo comprender por qu me odia de ese modo. No te odia explic Eva. Recuerda: es una mquina y no est programado para odiar. Simplemente te ve como un competidor. Ahora lo entiendo todava menos. Es sencillo. Mira, nosotros estamos aqu dentro y l juega en el claro con el perro, o suponemos que juega. Pero slo se oye a Viernes. Por qu? Dmelo t. Porque no sabe de lo que estamos hablando, ni lo que podemos estar haciendo. No existe nada peor para una mquina que la incertidumbre, que l definira ms o menos como la inexistencia de datos suficientes para evaluar una situacin o alguna otra chorrada cientfica por el estilo. En resumen, no sabe a qu atenerse contigo. Y por si fuera poco, est celoso. Celoso? Eso s que es una tontera exclam Robinson desviando sbitamente la mirada. No hay nada entre t y yo. Salvo, claro est, mi ms profundo agradecimiento por haberme salvado la vida. Y a ti no te gustara que hubiese algo ms entre nosotros, Robinson? Robinson se qued de piedra. Se le estaba insinuando, o aquella era ms bien una pregunta del examen que tendra que aprobar para que ella le dejara acompaarles? Qu debera contestar, entonces? En todo caso, intuy que la conversacin empezaba a discurrir por senderos muy peligrosos para l. Eso no tiene nada que ver con lo que estbamos hablando dijo al fin, sin querer comprometerse. Es cierto, pero permteme otra pregunta. Eres virgen? Qu? Que si has estado alguna vez con una mujer, ya sabes. Eso no es de tu incumbencia respondi l mortalmente serio. Tienes razn. Lo siento, no he debido preguntrtelo. Est bien, maldita sea mascull Robinson tras un largo silencio. S, soy virgen. Tengo veinticuatro aos y sigo sindolo, probablemente morir as. Alguna pregunta ms? No, slo que no pens que fueras homosexual. No lo soy, joder! En serio? Bueno, no te enfades. No es ninguna vergenza, sabes? Es que no! Mierda, te ests riendo de m, no es eso? Podra ser respondi Eva con su sonrisa ms angelical. Pero, hablando en serio, es que me resulta muy extrao que con veinticuatro aos no hayas tenido sexo con nadie. Pues as es! estall un Robinson herido en lo ms hondo. Con nadie! Y con animales tampoco, si esa era tu siguiente pregunta! Vale, vale, no es necesario enfadarse. Y al menos ests siendo sincero. La sinceridad siempre da sus frutos. A tomar por culo! No necesito ms humillaciones. Ya tuve bastantes en su momento. Se protegi en el silencio como un pjaro en su nido, sin atreverse a marcharse. Otro en su lugar se hubiera largado dando un portazo, pero Robinson segua all. Lo siento dijo Eva con su voz ms dulce. Me he portado como una estpida. Estoy de acuerdo. No volver a suceder, te lo prometo. Mejor as. Pero respondiendo a tu primera pregunta: s, me gustas mucho y me encantara acostarme contigo. Pero estoy demasiado acostumbrado a ver porno y, sobre todo, a que me rechacen. Te ha quedado claro de una vez? Vamos, Robinson dijo ella ms seria, es cierto que la he cagado, pero no es necesario que te pongas tan melodramtico por una tontera as. Al fin y al cabo, somos supervivientes. Se supone que somos gente dura, no es cierto? Quiz t. Yo nunca pertenec al mundo anterior a la Plaga. Y a este, menos todava. exclam el joven poeta mientras exhalaba un ltimo suspiro recit Eva teatralmente. Lo hizo de un modo tan cursi que ni siquiera el mohno Robinson pudo evitar una sonrisa. Deja que te cuente un secreto, compaero: yo nunca hubiese salido de ese refugio antiatmico. Jams. Ests de broma. No. Y otra cosa con respecto a Ismael: no debes decirle nunca que el perro es un portador. Est celoso, pero no por m, sino por Viernes. Ahora es cuando menos lo entiendo. Teme que, si nos marchamos, Viernes se quede contigo. An te considera su legtimo dueo. Por eso quera dejarme morir de hambre y de sed atado al rbol? Aj. Vaya, todo un detalle por su parte sonri venenosamente Robinson. 21 Esa misma tarde, la ltima que pasaran en la cabaa del pantano, Robinson sali a dar una vuelta con la nica idea de despejarse un poco la cabeza. Y lo primero que not era que los dos cadveres ya empezaban a oler mal: era hora de largarse, desde luego. En ese momento vio al chico sentado junto a Viernes en la ladera de la colina y se acerc a ellos, con el aire despreocupado del que nada tiene que perder. No estaban jugando, ni mucho menos. Simplemente permanecan sentados en silencio uno frente al otro, como en una de esas amistades tan profundas en las que se puede prescindir hasta de las palabras. Ismael finga ignorar la presencia de Robinson y, peor an, de los saludos en forma de cariosos cabezazos con que le obsequiaba Viernes, pero por el rabillo del ojo no se perda el menor detalle. Robinson se sinti extraamente conmovido. Te lo regalo dijo de pronto y sin pensarlo. Y al momento se ech a rer, porque la generosidad le alegraba el corazn y ahora haba surgido de l de forma inesperada, y era la primera vez en toda su vida que senta el inmenso placer de ser generoso. Pero no quiso que el chico interpretara su alegra como una burla, as que se oblig a continuar con absoluta seriedad: Te lo regalo, no es broma. Se llama Viernes y creo que tiene ocho aos. Deberas ponerle unas cuantas vacunas, aunque no s si eso va a ser posible. Ya no hay veterinarios dijo el chico, tan inmune como de costumbre a la irona. Tampoco hay clnicas de animales domsticos, as que no podr vacunarlo. Era la primera vez que se molestaba en responder a las palabras de Robinson. Las vacunas no importan demasiado dijo este. Es tuyo. Gracias. Pensaba ponerle Acab, pero si su verdadero nombre es Viernes, ser mejor que se llame as. Y nada ms: ni una puetera sonrisa. Qu esperabas? Que empezara a saltar como una liebre de pura felicidad o que te baara las manos en lgrimas de agradecimiento? Es una mquina, joder. El cro ni siquiera haba cambiado de postura, con ese eterno gesto de estar muy lejos de all siempre pintado en la cara. Mientras tanto Viernes olisqueaba entre las hierbas, ignorante de la cesin de que haba sido objeto. Robinson sonri discretamente, y ya se levantaba para marcharse cuando la voz infantil le detuvo: Sabes jugar al go? Pues no. La verdad es que no. No importa. Yo te ensear. Y de este modo Robinson supo que haba sido aceptado. III Madre 1 T, faro de los mares! exclam de nuevo Acab mirando arrobado al sol. T, alto y poderoso piloto! Me dices donde estoy, pero no podras decirme dnde estar? O bien, no puedes decirme dnde vive en este momento algo que no sea yo? Dnde est Moby Dick? Ahora debes de estar vindole. Mis ojos miran al ojo mismo que en este instante le contempla Haban pasado cinco das desde que abandonaran la cabaa del pantano, cinco das tranquilos y apacibles como atardeceres de antiguos veranos, sin detectar el menor rastro de los Errantes. Tanto era as que Robinson casi empezaba a creerse otra vez sus descabelladas fantasas de que quiz ya no existieran: tal vez haba venido un flautista de Hamelin y se los haba llevado al son de su msica mientras ellos dorman. A la luna, por ejemplo. Pero justo en ese momento Viernes comenz a gruir speramente, tenso como la cuerda de un arco. Eva sac la pistola de la cazadora y escudri con atencin entre los arbustos, mientras Ismael se colocaba detrs de ella espalda contra espalda, en un movimiento tantas veces ensayado que casi pareca formar parte de una coreografa. Esperaron unos segundos en completo silencio, hasta que se oy el estruendo inconfundible de un disparo seguido por los aullidos de los Errantes y un rumor de pasos a la carrera. Cinco! grit Robinson apareciendo de repente en el claro. A estas alturas no eran necesarias las advertencias puesto que los gemidos de los Errantes se oan ya por todas partes, pero de todos modos resultaba bueno saber a cuntos deban enfrentarse. Y los muy jodidos haban permanecido bien calladitos hasta que fueron descubiertos a la vez por Viernes y Robinson, que haca la primera guardia. Pero ahora no tenan tiempo de pensar en eso. Eva apunt cuidadosamente y le vol la cabeza a un to con bigote, barba y un mono azul en el que poda leerse en maysculas CETESA, LOS REYES DEL MANTENIMIENTO ELCTRICO. Se volvi justo a tiempo para ver el salto mortal de Viernes sobre lo que en otro tiempo habra sido una apacible ancianita, que ahora chasqueaba sus mandbulas sin dientes en un vano intento de conseguir carne viva. El perro y la Errante cayeron al suelo entre gruidos infernales. Detrs de ti! grit Ismael. Robinson se agach instintivamente a la vez que se volva disparando su revlver tres veces seguidas: el tipo de la camiseta negra cay al suelo, los sesos esparcidos sobre la hierba. Ahora slo quedaba la hippy, una cuarentona con un enorme colgante en forma de smbolo de la paz que extenda sus manos sarmentosas hacia el cuello de Eva. Mientras tanto, Viernes haba acabado de decapitar a la anciana, lo que no impeda que sus mandbulas siguieran entrechocndose en el suelo con una insistencia atroz. Eva esquiv el torpe ataque de la hippy con toda la sangre fra de una superviviente experimentada: un simple movimiento lateral y el empujn en el momento oportuno, para hacerla rodar por el suelo aprovechando su propia fuerza de inercia. La Errante an consigui levantar la cabeza y mirarla con odio antes de que su cerebro estallara como una bomba, en fragmentos no mayores que una pelota de pingpong. Mientras tanto, Robinson malgastaba un proyectil para hacer callar definitivamente a la maldita cabeza de la vieja. No ser yo quien se lo reproche, pens Eva en el silencio que sigui al eco de los ltimos disparos. No eran cinco? pregunt jadeando. Yo cont cinco. Esperaron inmviles y silenciosos como piedras, con las armas a punto. Salvo sus respiraciones agitadas y el gruido incesante de Viernes, no poda orse nada ms. Cada segundo pareca un siglo. Mierda, por qu no sale? exclam Robinson, incapaz de soportar la tensin. Dnde est? Silencio! Callaos todos! A la izquierda, detrs de la encina susurr Ismael con un hilo de voz. Apuntaron automticamente en la direccin que deca el chico, pero all no poda verse nada. Eva sinti cmo su corazn, que no haba subido ms all de cuatro o cinco pulsaciones durante el ataque, se aceleraba ahora como una locomotora enloquecida. Para colmo de males, not que sus manos empezaban a temblar. Sal ya, hijo de puta, murmur con la vista clavada en la encina. Necesito ayuda dijo de repente una voz infantil. Haba salido de entre los arbustos de romero y tejo que bordeaban la encina y se acercaba muy despacio, las manos sobre la cabeza, como si fuese el delincuente ms precoz del mundo que se entregaba a la polica. Ms menudo que Ismael, probablemente no haba llegado a cumplir siete aos. Mierda dijo Eva. No tires! Es un Errante! Lo vi con ellos! grit Robinson. Te he dicho que no tires! El pequeo se acercaba con una gran sonrisa en la cara y un uniforme de boy scout convertido en harapos, que en tiempos ms felices quiz habra sido de color verde. Ahora ninguno de ellos se atreva a moverse. Incluso Viernes, convertido de repente en la estatua de un perro al acecho que, sin embargo, no cesaba de gruir. T eres mi mam siseaba aquella criatura mirando a Eva. Y t, mi pap aadi desviando la vista hacia Robinson. Despus mir a Ismael mientras su sonrisa se llenaba de dientes, convirtindose en algo ms oscuro y siniestro. Hola, hermanito. Te echaba de menos. Quieres jugar conmigo, hermanito guapo? Matadlo dijo Ismael sin inmutarse. Es un Errante. Slo repite lo que ha aprendido. Eva baj ligeramente el arma, confundida. Cmo era posible? Y sin embargo, no caba duda: era un Errante. Tena la piel escarlata, se mova a trompicones, hasta ola como ellos. Y sin embargo Seris ms felices con Madre sise el pequeo ser mientras se abalanzaba sobre Eva con la boca desencajada de puro abierta, como una anaconda que se dispone a devorar a una presa ms grande que ella. Entonces se oy el estampido de un disparo certero y un segundo ms tarde todo haba terminado. 2 Ests bien? pregunt Robinson. S. He conseguido hacer algo de t, quieres un poco? No, gracias. Venga, mujer sonri Robinson. Alegra un poco esa cara. S, vale, de acuerdo. Es que no le vuelo la cabeza todos los das a un nio vestido de boy scout. Eso ya no era un nio. Ya lo s. Robinson empez a masajearle los hombros, al principio con cierta torpeza, fruto tanto de la timidez como de la falta de costumbre. A pesar de eso, ella cerr los ojos, complacida. Ojal pudieras hacer lo mismo con mi cerebro, pens con una sonrisa. Un poco ms hacia la nuca, Robinson. Y no aprietes tanto, vas a estrangularme. Baja la cabeza. Mejor as? S, mucho mejor. Ah, justo ah. Eeeeeso es Por vez primera en todo el da comenzaba a sentirse relajada. Haban acampado en una cueva bastante amplia en la ladera sur de la montaa, un lugar ideal por varias razones. Para empezar, tena dos salidas, lo que eliminaba la posibilidad de que se convirtiera en una ratonera si los Errantes volvan a aparecer. Por si fuera poco, ambas salidas se hallaban bien disimuladas entre la maleza. Y adems, Robinson haba conseguido encender un pequeo fuego tras mltiples intentos; ella no tuvo fuerzas ni nimos suficientes como para impedrselo. Lo cierto era que el resplandor de las llamas en las paredes le daba al modesto refugio un cierto toque hogareo, o eso quiso pensar Eva. Matara por un cigarrillo dijo soadora. Uno de los antiguos, bien cargados de nicotina y alquitrn. Siempre podremos colocarnos con el humo de la hoguera replic Robinson, sonriendo con tristeza: Winston, Camel o Philip Morris eran nombres de un mundo que ya no regresa ra. Ech un vistazo a la entrada de la caverna, donde Viernes e Ismael sostenan una animada conversacin en completo silencio y sin moverse, seguramente por medio de la telepata. Y por qu no?, se dijo. He visto ya tantas cosas extraas que una ms no importa demasiado. El mundo estaba demasiado loco para Robinson, o Robinson para el mundo. Pero como l mismo deca, esas cosas haban dejado de importarle. Cmo ests? Mucho mejor. Gracias. No se merecen murmur satisfecho. Hemos hecho bien en cambiar de sitio. Esto casi parece una casa. No podamos continuar all, era demasiado arriesgado. Adems, los cadveres Eva no dijo nada ms, pero l supo que todava estaba pensando en el nio con uniforme de boy scout. T eres mi mam y t eres mi pap. No he odo a ninguno hablar as en toda mi vida murmur ella como si pensara en voz alta. Alguna palabra suelta, como mximo. Pero esto, nunca. Cul es tu teora? Alexei pensaba que haban comenzado a aprender. Al principio no le cre, pero ahora no tengo la menor duda sobre eso. Y tambin creo que los nios aprenden ms rpidamente que los adultos. Como si fueran personas dijo pensativo Robinson. Es que son personas. O al menos lo eran antes de la Plaga. Pero hay ms: creo que alguien o algo les est enseando. Un Errante no podra aprender nada parecido por s solo. Y quin les ensea? Madre. A esto sigui un largo silencio, en el que Ismael volvi hacia ellos la vista slo durante una fraccin de segundo. El suave crepitar de las ramas en la hoguera era el nico sonido de fondo a sus pensamientos. Quin o qu es Madre? No tengo la menor idea. Y ni siquiera s si existe o slo se trata de una idea con la que intento darle algo de sentido a todo esto murmur Eva tras un silencio. Pero he odo a algunos Errantes decir esa palabra: Madre. Al principio pens que eran simples recuerdos, alusiones ms o menos claras a sus madres reales. Pero ya desde hace tiempo sospechaba que no se trataba de eso. Y la demostracin la hemos tenido esta misma tarde. Seris ms felices con Madre repiti Robinson como si estuviera hipnotizado. Joder. As es: joder estuvo de acuerdo Eva. Quieres que te cuente algo todava ms gracioso, Robinson? Creo que este viaje, que a primera vista nos parece tan absurdo, tiene en realidad un objetivo muy concreto. T dirs. Lo que de verdad pienso concluy Eva es que estamos entrando de cabeza en el pas de Madre. 3 Los das que siguieron a esta conversacin fueron extraos, peligrosos, difciles y, para Robinson, con diferencia, los mejores de su vida, antes o despus de los Errantes. Caminaban incansablemente hacia el norte con ayuda de la brjula y del poderoso sexto sentido de Eva, que posea la ventaja de evitar los peores encuentros posibles. No siempre, a veces tenan que escapar de algn atolladero a tiros o simplemente saliendo por piernas. En estas difciles situaciones la presencia de Viernes se mostr decisiva, salvando sus vidas en ms de una ocasin. En efecto, el perro haba descubierto por s mismo una estrategia kamikaze tan sencilla como efectiva: Viernes se limitaba a arrojarse como un proyectil viviente en medio de los Errantes y luego los decapitaba uno tras otro con ayuda de sus implacables mandbulas. Los Pellejudos, desconcertados ante la rapidez letal de un nuevo enemigo cuyo olor no despertaba en ellos ningn instinto, no atinaban a defenderse con eficacia. Estarn aprendiendo, pensaba orgullosa Eva, pero an son demasiado lentos para un demonio como Viernes. Y cada da se felicitaba en secreto por haberlo incluido en el grupo. Ms tarde, y cuando Viernes ya haba desorganizado por completo las filas enemigas, Robinson y ella se encargaban de terminar el trabajo. Lo hacan o bien con las pistolas o, ms frecuentemente, con unas barras de hierro que encontraron a las afueras de un vertedero y que en otro tiempo sirvieron para bloquear el volante de los coches. En todo caso, eran ideales para partir los crneos de los Pellejudos. Y sin embargo, cada vez haba ms. Conforme iban avanzando hacia el norte se encontraban con grupos de todos los tamaos, grandes o pequeos, sin mencionar a los descomunales Gusanos ante los que slo era posible una retirada rpida y silenciosa. Una maana cubierta de niebla, Eva vio una gran placa metlica en forma de flecha a un costado de la carretera: OVIEDO 35 GIJN 59. En aquel momento supo con toda certeza que no estaban lejos de su destino. Evitaban por sistema las ruinas de las grandes ciudades, convertidas en autnticos nidos de Pellejudos. Pero de vez en cuando pasaban unos das en alguna aldea deshabitada, tras un cuidadoso reconocimiento casa por casa. Eran como unas vacaciones: sin supervivientes y sin Errantes, ellos solos. Por otra parte, la comida no era demasiado difcil de conseguir. Eva haba enseado a Robinson sus mejores trucos de trampera o cazadora y, contra todo pronstico, este demostr ser un excelente alumno. Toda la experiencia que le faltaba la iba compensando a base de unas enormes dosis de paciencia y fuerza de voluntad. Sin decrselo a nadie y sin crerselo del todo, Robinson estaba aprendiendo a confiar en s mismo de igual modo progresivo en que un beb aprende a hablar o caminar, sin apenas darse cuenta. A veces miraba en silencio a la mujer y al nio y pensaba: mi familia. Y un segundo despus se rea de estos pensamientos. Pero ms tarde se quedaba muy serio, con la cabeza entre las manos como si algo le preocupara, y nadie poda imaginarse entonces qu se le pasaba por la mente. En todo caso, la comida no faltaba. Las trampas de Eva y las excursiones de Viernes provean de la carne necesaria, y en el bosque no faltaban setas y frutos comestibles, si uno saba lo que estaba buscando. Las especies de animales se recuperaban lentamente, ahora que el hombre haba dejado de explotarlas. Por otra parte, las enormes extensiones de terreno anteriormente cultivado solan proporcionar lechugas o tomates salvajes de vez en cuando, si se tena la paciencia de escudriar entre las malas hierbas. Y el premio gordo consista en encontrar algn casero o granja abandonada cuya despensa no hubiese sido saqueada por completo. En todo caso, se hallaban bien alimentados, y a Robinson le admiraba la habilidad de Eva no slo para sobrevivir, sino incluso para prosperar en un medio tan hostil. Slo una vez hablaron de esto, en respuesta a una pregunta de Robinson. Tuve buenos maestros le dijo ella bajando los ojos. Robinson quera saber ms, pero algo le dijo que era mejor no insistir en el tema. Tambin l estaba desarrollando una especie de sexto sentido a su manera, algo que a veces le daba ms miedo que una legin entera de Pellejudos. En lo que respecta a Ismael, pareca cada vez ms silencioso y preocupado. Naturalmente esto eran slo conjeturas, ya que su eterna cara de robot jugador de pquer no dejaba traslucir ninguna emocin, como de costumbre. No obstante y por fortuna, ya haba dejado de lado cualquier tipo de hostilidad hacia Robinson. Incluso le haba enseado a jugar al go, el mate del pastor en ajedrez y hasta la posicin de Jpiter y Sirio en el firmamento. Porque ltimamente a Robinson le fascinaba cada vez ms la belleza del cielo nocturno, cuajado de estrellas como nunca lo haba estado durante la Era del Hombre. A veces, le daba por pensar que si alguna vez pudiera reencarnarse en un mundo sin Errantes, se convertira en astrnomo. Saba que era un pensamiento ridculo, algo triste al mismo tiempo, que sin embargo aada a su pasin por el cielo nocturno la belleza suprema de lo inalcanzable. 4 Olvdate por un momento de las granadas y dime: dnde vamos, Ismael? Al norte. S, claro. A qu parte del norte? No puedo hablar de eso todava. Por qu no puedes hablar? Silencio. Robinson estaba intentando aprovechar la dudosa confianza del chico para sonsacarle alguna informacin, pero a estas alturas ya casi poda oler su fracaso. Djalo intervino Eva con una sonrisa irnica. Yo lo he intentado docenas de veces. Es intil. Quin es Madre, Ismael? Madre es Moby Dick. je ests riendo de m? No. Entonces no lo entiendo. Podras explicrmelo? No. Vamos, basta ya dijo Eva ms seria esta vez. Le ests agobiando. Ismael no pareca agobiado en absoluto. Simplemente responda sin decir nada a las preguntas de Robinson, o bien guardaba un silencio de piedra con la vista clavada en l y sin pestaear un solo instante. Es como darse de cabezazos contra un muro, pens Robinson a la vez que acariciaba mecnicamente a Viernes. Esa era otra cuestin: el perro jams se separaba del nio, como si a Ismael le hubiese crecido una nueva y extraa sombra de cuatro patas. Por qu has cogido el cinturn de las granadas? Robinson se refera al souvenir que encontraron en la cabaa de los jvenes enamorados canbales: nada menos que quince granadas de mano con cargas de explosivos aadidas, unidas todas ellas por un cinturn con un cable que permita arrancar todas las espoletas al mismo tiempo. Eva se haba llevado el cinturn en su mochila con grandes precauciones, sin saber muy bien si aquello tendra alguna utilidad. Tal vez las granadas ya eran inservibles, o por lo menos era evidente que aquellos dos monstruos no las haban utilizado. Y quin saba cunto tiempo llevaban all, o los aos transcurridos desde su fabricacin? En todo caso, pens Eva, el cinturn sera su ltima carta si un da se viesen rodeados y sin escapatoria posible: ella no estaba dispuesta de ningn modo a convertirse en una Errante, y menos an a que lo hiciera Ismael. Si funcionaba segn lo esperado, el cinturn sera la mejor forma posible de despedirse de este mundo cruel, llevndose por delante a un montn de Pellejudos. Eso era lo que haba pensado en un primer momento al guardarse las granadas, pero ahora toda la idea le pareca estpida, macabra y, sobre todo, derrotista. No quera morir as, aunque ese final apareciese envuelto en un halo de gloria que, sin embargo, nadie iba a recordar jams. Pero ella quera vivir por muchas razones, y la ms importante de ellas era ver a Ismael convertido en el hombre que algn da llegara a ser. Y aquel hombre del futuro ya empezaba a vislumbrarse en pequeos fragmentos aislados de los que l no llegaba a darse cuenta, como los primeros trazos del boceto que tarde o temprano se convertir en un cuadro. Desde luego, Eva saba que las trampas de la esperanza eran igual de nefastas que las del pesimismo, pero prefera sin duda las primeras. Por qu has cogido el cinturn de las granadas? repiti por ensima vez un Robinson paciente hasta el herosmo. Me gusta mirarlas. Eso no es una respuesta. El chico se encogi de hombros. Exacto: no es una respuesta dijo Eva, encarndose de repente con Ismael. Quin manda aqu? T. Y yo te he dicho miles de veces que no debes tocar las armas de ninguna manera. Es verdad eso? S. Las armas no son juguetes para los ni no son para ti, quiero decir. Entonces, por qu cogiste las granadas? Me gusta mirarlas. Un largo silencio en el que Eva maldijo varias veces mentalmente. Pero no haba que darle ms vueltas: Ismael era as, lo tomabas o lo dejabas. Vas a prometerme ahora mismo que nunca volvers a tocar ninguna de nuestras armas. De acuerdo? Te lo prometo dijo el nio inmediatamente. Demasiado rpido para ser sincero, pens Eva. Ahora voy a guardar esto en mi mochila continu, cogiendo el cinturn, y t no volvers a tocarlo nunca ms. Porque si lo haces Eso; si lo hace, qu? Le dejar sin cena, le azotar en el culo o le har copiar cien veces Las granadas no se tocan? Cmo se puede castigar a una mquina? porque si lo haces, habrs roto tu promesa. Y entonces no podr confiar en ti nunca ms. Mir a Robinson, esperando que apoyara de algn modo estas palabras que en el fondo no eran ms que un tiro al aire. Pero su compaero permaneca silencioso, con la vista clavada en el suelo. Bien, esto es lo que hay, se dijo Eva esperando zanjar el asunto de una vez por todas. Se encontraban en una pequea planicie alfombrada de hierba fresca, cercada en todas direcciones por los enormes troncos de las hayas y los robles que los ocultaban de miradas indiscretas, al modo de columnas de algn templo milenario: una isla de pasto en medio de un mar de rboles, quiz parte de una antigua dehesa. Buen lugar para acampar esta noche, pens Eva, y eso que slo eran las tres de la tarde. Bien, nos tomaremos la tarde libre. Seguro que el camino sigue esperndonos maana por la maana. Extendi su tienda de campaa y comenz a clavar piquetas con ayuda de una piedra, sin decir ni una sola palabra. Estaba fingiendo un enfado que en realidad no exista para demostrar una vez ms a Ismael y de paso a Robinson, con sus pueteros interrogatorios quin era la que realmente mandaba all. Pero muy pronto se dio cuenta de que aquella actitud era infantil, y ya se volva con una sonrisa en los labios cuando la detuvo en seco la voz quebrada de Ismael. Lo siento mucho. Yo Qu te ocurre? pregunt Robinson saliendo al fin de su ensimismamiento. Hasta Viernes alzaba las orejas con expectacin, porque ahora el chico se frotaba los ojos una y otra vez y haba comenzado a temblar como atacado por un repentino acceso de fiebre. Lo siento. Estis enfadados conmigo, pero yo no quera poneros en peligro, a ninguno de vosotros Tenis que confiar en m. Ya s que es difcil, pero debis hacerlo No puedo hablar de lo que s porque si lo hiciera ocurriran cosas horribles Por eso debis confiar sin hacer preguntas, sin esperar nada No permitir que os hagan dao. Ni siquiera a Viernes, os lo prometo Es la parrafada ms larga que Eva le ha odo en todo el tiempo que llevan juntos. De repente, todos se dan cuenta a la vez de que el pequeo Ismael el Nio Mquina, el autmata programado est llorando a lgrima viva. Eva se queda clavada, incapaz de reaccionar ante una escena que jams imagin ni en sueos, aunque intuye vagamente que su tiro al aire ha terminado por dar en el blanco. Pero es al fin Robinson el que se adelanta para abrazar al cro, del mismo modo que un padre consolara a su hijo pequeo con las rodillas magulladas. Ya est, ya pas, tranquilo, tranquilo, repite una y otra vez con la cara del nio enterrada en el pecho. As transcurren unos minutos interminables, hasta que los sollozos van hacindose cada vez ms dbiles. Y durante todo ese tiempo Eva ha permanecido inmvil, mirndoles desde una distancia que le parece infinita y con una punzada de envidia en los ojos. 5 Estuviste fantstico. Gracias, pero ya lo saba. Sonrieron los dos. Eran cerca de las doce de la noche, y haca ya varias horas que Ismael estaba durmiendo en su diminuta tienda de campaa. Mientras tanto, ellos extendan las manos hacia los rescoldos de un viejo fuego de campamento que, sin embargo, se negaba a morir del todo, agradecidos por la luz y el calor. Resplandores azules y anaranjados brillaban como lucirnagas en los ojos negros de Viernes, hipnotizado ante la hoguera. Y en el cielo haba millones de estrellas. No s si hemos hecho bien en encender fuego opin Robinson en voz baja. Aunque merece la pena, ya no soportaba ms este fro. No te preocupes, el crculo de rboles nos oculta por completo. Qu piensas del chico? Cosas raras, como siempre refunfu Robinson. Despus de su ataque de llanto volvi a la normalidad, si es que a lo suyo se le puede llamar normalidad. Y si ahora le preguntas, volver a decirte que es una mquina y que no puede darnos la menor informacin acerca del viaje ni del punto de destino. As que todo sigue igual. Yo no lo creo dijo rpidamente Eva. Ms bien pienso que desde que os encontramos a ti y a Viernes ha empezado a dar seales de una cierta recuperacin de humanizacin, si es que puede decirse as. Creo que est recuperando muy lentamente la cordura. Y eso es bueno? No lo s. Antes pensaba que s, pero ahora no lo s. Y tengo miedo, Robinson. Por l ms que por m. Venga, no hables as sonri l. Recuerda que t eres la optimista del grupo. Bonito grupo formamos, pens ella. Un inadaptado social, una chica cada vez ms agotada y un cro muy mal de la cabeza. Por no hablar de Viernes, portador de la infeccin y seguramente el mejor perro Pellejudo del mundo. Y por si esto fuera poco Se nos estn agotando las municiones dijo en voz alta. Lo llevo pensando desde hace das. Qu te queda a ti? Un cargador de balas dum-dum y otros dos normales para la Beretta. Para el fusil, nada. Y a ti? Cuatro balas en el tambor. Nada ms. Hubo un largo silencio mientras ambos contemplaban los rescoldos agonizantes del fuego. Demasiado fcil hacer una alegora con esto, pens Eva, pero al mismo tiempo inevitable para la especialista en literatura inglesa. Transcurri mucho tiempo antes de que volviese a hablar. Creo que vamos a morir. Oye, no quiero que digas eso Creo que al final los Errantes nos matarn a todos. Y no pienses que voy a lamentarlo mucho. Por el chico s, slo por l. Pero cada vez estoy ms convencida de que nuestro tiempo se ha terminado. Nuestro tiempo? El de la Humanidad. Supongo que es inevitable, un nuevo paso en la evolucin o algo por el estilo. Los Errantes nos sucedern, y no hay nada que podamos hacer para evitarlo. T eres la que nos sostiene afirm decidido Robinson. No puedes rendirte; si caes t, caeremos todos. Gracias dijo ella con una sonrisa cansada, pero creo que ya no puedo sostenerme ni a m misma. Estoy agotada, Robinson, cada da un poco ms. Y la nica cuestin importante es saber cunto tiempo aguantar antes de derrumbarme. Djame hablar un momento. Slo por un momento, vale? S que ests muy cansada, pero En la ciudad aprend muchas cosas continuaba ella sin escucharle. Ya te he hablado de Cbola unas cuantas veces, pero nunca te he dicho lo ms importante que aprend all. Dmelo ahora. Que los Errantes son mejores que nosotros. Un leo grande en mitad de la hoguera se parti con un crujido en dos trozos incandescentes. Hubo un largo silencio antes de que Robinson se decidiera a hablar: Ests diciendo gilipolleces. Voy a perdonrtelas porque ests muy buena. Pero Te digo la verdad. Mralo desde este punto de vista: ellos no se matan entre s. No se violan, no se roban, no se mienten, y esto ltimo me parece en realidad lo ms importante de todo. Los Errantes no son hipcritas; si quieren carne viva, simplemente te atacan y te matan. Pero nunca te dirn que era por tu bien o porque se sentan amenazados o porque era necesario para la libertad y la paz mundial. Nada de chorradas, Robinson: sinceridad. Esa es la virtud que ms valoro desde hace tiempo incluso en los Errantes, sobre todo en los Errantes. Creo que se merecen el mundo ms que nosotros. Ests perdiendo la esperanza, verdad? S. De repente, Eva descubri que no poda contener las lgrimas. Robinson comenz a acariciarle los hombros muy suavemente, como si temiese romperla en cualquier momento. Djame ayudarte dijo. Ojal pudieras. Ojal. Oye, quiero que te imagines que la esperanza es como un avin, de acuerdo? Un avin con un montn de hlices que puede llevarte al lugar y al tiempo que quieras No estoy para estos juegos, Robinson. T djame a m repuso l con autoridad. Ahora debes imaginarte que ests a punto de subir a ese avin. Dnde quieres que te lleve? A Pars, antes de que llegaran los Errantes. S, a Pars. Pues djame decirte algo, nena improvis Robinson con la voz del actor que doblaba a Humphrey Bogart. Si ese avin despega y t no ests en l, lo lamentars. Quiz no hoy ni maana, pero s muy pronto y para el resto de tu vida. En cuanto a nosotros, siempre nos quedar Pars Ella rompi a rer sin poder evitarlo. Que estpida gracia tienes, Robinson. S, nena, lrgate con ese capullo de Vctor Laszlo continuaba Bogart ya metido de lleno en su papel. Yo me har amiguete del jefe de polica y juntos nos correremos una buena juerga. Vete a la mierda, Robinson sonri ella. Con mucho gusto, siempre que t ests un poco mejor. Bogart se haba marchado definitivamente al Ricks Caf de Casablanca y ahora slo quedaba l, Robinson. Robinson esperando al otro lado del mar; Robinson que de pronto vuela con una bandada de pjaros, l no es ninguno en particular sino la bandada entera; Robinson nadando en medio de una corriente clida y submarina de arrecifes de coral donde sus miradas se encuentran por primera vez. Djame ayudarte, suplica con los ojos. Por favor, quiero ayudarte. Estoy aqu, contigo. Sigues pensando que morirs virgen? pregunta ella de improviso. Plof. El ruido de un escupitajo arrojado en plena cara. A qu viene eso ahora? S, seguramente dice al fin, herido en lo ms hondo. La magia, o lo que quiera que sea, se ha roto. Ser mejor que me vaya a mi tienda a dormir. Buenas noches. Espera. Por qu te molesta tanto este tema? No quiero hablar de eso. Buenas noches. Y si yo te dijera que no vas a morir virgen, Robinson? Que, de hecho, no hay la menor posibilidad de que eso ocurra. Ella ha empezado a acariciarle el pecho y los hombros con lo que a Robinson se le antoja la sonrisa ms extraa del mundo. Mucho ms pichn de lo que l mismo cree, an tarda varios segundos en darse cuenta de lo que ocurre. Vamos a mi tienda dice Eva tras no dejarle hablar con un largo beso en los labios, al tiempo que le masajea dulcemente entre las piernas. No perdamos el tiempo, Robinson. 6 El programa sigue desarrollndose de manera satisfactoria, aunque he debido afrontar serios problemas en los ltimos das. El ms grave ha ocurrido hoy mismo, en relacin con el cinturn de las granadas. Tanto es as que por un momento evalu la posibilidad de un fracaso en un porcentaje superior al ochenta por ciento. Desde el principio fui programado para despertar en los humanos emociones de las denominadas positivas, en particular la empata y el deseo de proteccin. De este modo, las lgrimas han aparecido en el momento oportuno, aunque me result muy difcil forzarlas. Sin embargo, todo est impreso en mis circuitos de memoria, con lo cual la cuestin se reduce a la localizacin del dispositivo correspondiente y a su puesta en funcionamiento ante estmulos determinados. Ahora los dos humanos se hallan convencidos de nuevo de que soy slo un desdichado nio con una enfermedad mental. De otro modo, me hubiera sido muy difcil explicar el asunto del cinturn de las granadas. Cuando no puedo convencerles mediante el razonamiento acudo a sus emociones. Es la nica ventaja que tengo sobre ellos. Sin embargo, el objetivo ltimo es an extremadamente difcil de conseguir, y buena parte de esa dificultad se debe a mi torpeza, dejando que me sorprendieran con las granadas. Se trata de errores concernientes al software que debern ser resueltos en su da por la programadora, si se presenta la ocasin. Pero, por ahora, lo nico fundamental es el xito de la misin. As que debo mostrarme prudente y esperar con paciencia mi oportunidad, segn los parmetros que se me inculcaron. En este momento los dos humanos mantienen relaciones sexuales en la tienda de campaa de la programadora. Piensan que estoy dormido, pero yo no necesito dormir. Slo debo fingirlo. Cada da que pasa nos acercamos ms a Moby Dick. He elegido este nombre porque no quiero volver a pronunciar el suyo, ni siquiera a pensar en l. La presin se hace ms fuerte cada da. Sus ondas intentan penetrar en mi mente de forma ininterrumpida, y lo conseguiran con facilidad si yo fuese un nio humano. Pero yo no tengo cerebro, o al menos no la idea de cerebro que conoce Moby Dick, y las puertas permanecen siempre cerradas. Eso no le gusta porque no lo comprende en este aspecto es muy parecida a m, de modo que ha redoblado sus esfuerzos por dominarme. Ya veremos qu ocurre al final. Pero debo continuar disimulando. Hasta estos mismos pensamientos podran resultar peligrosos, porque nadie sabe de lo que es capaz Moby Dick. Necesito el cinturn de las granadas al precio que sea. Y lo conseguir por cualquier medio a mi alcance, de acuerdo con las instrucciones de mis primeros programadores. Aunque tenga que hacer dao o matar a los humanos, lo conseguir. 7 Maldita sea murmur desesperado Robinson. Bien, no hay por qu preocuparse. Esto slo me pasa las cien primeras veces. Eva se rea, al mismo tiempo que su compaero deseaba ardorosamente ser tragado por la tierra. La tienda de campaa era lo suficientemente amplia para que se sintieran cmodos, aunque no tanto como para ocultar la vergenza de Robinson, con las lgrimas a punto de saltar. Demasiados aos de pajero solitario, maldita sea mi estampa. Por qu no se acaba el mundo de una jodida vez? Eres un gilipollas dijo Eva dulcemente. Ya lo s. Me importa una mierda que se te empine o no. Eres mi amigo, mi compaero. Estamos juntos en esto. Muchas gracias, pero no intentes arreglarlo. A m s que me importa. En ese caso, habr que tomar medidas. Medidas drsticas y definitivas. Sin decir nada ms, se acurruc desnuda en torno a la cintura de Robinson y empez a lamer suavemente el pene flcido del muchacho, besndolo con ternura. Y unos momentos despus comenzaba a introducirlo milmetro a milmetro en su boca. l quiso apartarla, cada vez ms humillado, pero casi al instante sinti cmo aquel triste colgajo traidor lata de nuevo, aumentando de tamao en el interior de una gruta clida y suave, que absorba sin tregua. Dios Dios Bueno, Robinson, no es precisamente Dios quien se est tomando tu bibern, pens ella, y afortunadamente pudo contener unas repentinas ganas de rer que sin duda habran arruinado el gran momento de Robinson. En lugar de eso, aument casi imperceptiblemente el suave ritmo de la felacin, alojando en su boca el miembro de Robinson hasta la garganta, al mismo tiempo que comenzaba a emitir unos dbiles gemidos ahogados. No era que a Eva le apeteciese especialmente gemir; en realidad, le daba tres cuartos de lo mismo. Pero para el muchacho era la primera vez y ella saba que los gemidos le excitaran an ms. Y sobre todo, quera estar segura de que no olvidase nunca esa noche. Dios Dios mo Y dale con Dios, pens divertida mientras notaba las manos de Robinson sujetndole firmemente la cabeza, una en la nuca y otra en la coronilla. A estas alturas, el pene de Robinson era una barra de hierro empapada en saliva y Eva intuy que la riada no tardara en producirse, seguramente dentro de su boca. Bueno, pues que as fuera. Robinson se lo mereca, aunque slo fuese por imitar tan jodidamente bien a Humphrey Bogart. O por haber abrazado a Ismael como un padre preocupado a su hijo ms pequeo, a la salida del colegio. Eva Dios mo Te quiero, Eva Te quiero, mi amor, mi amor Muy bien, Robinson, todo eso me parece perfecto, de verdad. Pero ahora djate de gilipolleces y desahgate de una vez. Y no haba acabado de decirse esto cuando sinti la primera oleada de un lquido muy caliente y espeso, salpicando a chorros su boca y su garganta. 8 Je ha gustado? Robinson se limitaba a acariciarle la cara y los pechos sin atinar con una respuesta. Estaba seguro de que ms pronto que tarde se despertara en su propia tienda de campaa. O tal vez en el refugio antiatmico. No, ms probablemente en el dormitorio de casa de sus padres, ese que haba acabado por convertir en un autntico fortn. Y naturalmente, nada de esto habra ocurrido nunca. Ha sido No tengo palabras para expresarlo. No ha sido nada, porque todava no hemos hecho ms que empezar. Recuerda que tcnicamente an sigues siendo virgen. Rieron los dos a carcajadas, al tiempo que las manos de Robinson buscaban una y otra vez el cuerpo desnudo de Eva como si tuvieran vida propia. Le pareca increble que una mujer joven y bella se le entregara as, sin ms, sin pedir nada a cambio. Antes de la Plaga, Robinson haba imaginado vagamente su vida sexual como una serie ms o menos espordica de srdidos encuentros con prostitutas profesionales. Slo ahora empezaba a darse cuenta de que poda ser deseado por s mismo, y an no saba cmo encajar en su mente esta nueva situacin. Creo que No s si debera decir esto, pero Mejor no lo digas. Ven aqu. Eva le dio un largo beso en los labios, notando complacida cmo el pene de Robinson volva a enderezarse con rapidez. Se tumb boca arriba arqueando todo el cuerpo y entreabri ligeramente las piernas. Venga, hzmelo. La ansiedad y la inexperiencia traicionaban a Robinson, pero ella no tena prisa y en realidad slo buscaba el mximo placer para el muchacho. Eva era una de esas pocas personas que slo pueden disfrutar plenamente del sexo si proporcionan a su pareja un placer aun mayor que el suyo propio: una especie de sadismo invertido y vuelto del revs, en el que ms se disfruta mientras ms se haga disfrutar al otro. Por otra parte, la Plaga haba echado abajo todos los tapujos relacionados con el sexo. Salvo casos aislados como el de Robinson, los supervivientes ya no teman expresar ni poner en prctica sus deseos sexuales, fuesen estos los que fuesen: la vida era demasiado corta como para andarse con remilgos. Claro que esto no terminaba con todos los problemas valga como ejemplo que delitos tales como la violacin o la pederastia estaban castigados en Cbola con la pena de muerte . Pero al menos permita una determinada actitud mental, donde el sexo se converta sencillamente en un placer y no en un problema. Para problemas ya tenan bastantes con los Pellejudos, pensaban con razn la mayora de los supervivientes. De repente, Robinson se dio cuenta de que estaba dentro. Comenz a mecerse atrs y adelante sintiendo la presin de los muslos de Eva a ambos lados de su cuerpo, envolvindolo por completo. Entonces sinti que la mente le abandonaba y por fin se dej llevar del todo, vagamente agradecido de poder perderse en aquel cuerpo dulce y suave, tan distinto del suyo. Eva, Eva repeta una y otra vez. Eva Robinson todava era una criatura de la vieja escuela: le habra gustado fumar hierba con ella, estudiar juntos en la biblioteca, morder su cuello como un vampiro, conocer hasta el menor detalle de su pasado, recomendarle libros y pelculas, enfadarse y luego pedirle perdn, hacerla rabiar, consolarla, amordazarla, mimarla, besarla una y otra vez hasta ahogarse. Llevrsela lejos, muy lejos, lo ms lejos posible, a Jpiter con trajes de astronautas o a Sirio o a Betelgeuse o a Alpha Centauri, pero siempre sin Errantes, no ms Errantes, adis Errantes. Todo esto se le pas por la cabeza en menos de una dcima de segundo, antes de que los primeros espasmos de placer le impidieran pensar en nada ms. 9 Seis horas ms tarde ya estaba amaneciendo y Robinson dorma profundamente, como nunca lo haba hecho antes. Eva se desperez y sali de la tienda con el cinturn de granadas en la mano. Mir atentamente a su alrededor. No se mova una sola brizna de hierba, y la pequea tienda de campaa de Ismael segua con la cremallera cerrada. Bien, bien. Arroj el cinturn hecho de granadas lo ms lejos que pudo, en una apreciable aunque involuntaria imitacin de una lanzadora olmpica. Observ su trayectoria en forma de parbola, hasta que lo vio caer sobre unos castaos rodeados de matorrales entre los que se perdi. No era que hubiese aterrizado muy lejos, pero al menos no estaba a la vista desde el campamento y eso era lo ms importante. Haca fro, y la brumosa luz de una maana que an no terminaba de nacer le daba al mundo una atmsfera irreal, como si cada piedra y cada rbol estuviesen an a medio hacer. Pens que poda permitirse el lujo de dormir un par de horas ms, acurrucada junto al calor del cuerpo de Robinson. Tena el sueo ligero y adems contaba con los servicios del mejor centinela del mundo, aunque caminase a cuatro patas. Y a propsito, dnde estara Viernes? Seguro que en otro de sus misteriosos paseos de los que casi siempre regresaba con una ardilla o un conejo entre las mandbulas. A veces hasta con una culebra, puaj, qu asco. Bien, que se divirtiera de todos modos, se dijo con una sonrisa. Volvi a su tienda con rapidez, aterida de fro y muerta de sueo. La gruesa lona aislante se cerr por dentro y, salvo por el montono piar de algn pjaro maanero, todo qued en silencio. 10 Ismael haba visto toda la escena semioculto tras uno de los pocos rboles del claro, tras el que haba corrido a esconderse al or por primera vez el ruido de la cremallera. Ahora acariciaba con aire de concentracin la cabeza de Viernes sin pensar en cosas tales como un golpe de suerte, ya que tales figuras retricas no entraron jams dentro de sus sistemas de computacin. Sencillamente, el programa se desarrollaba de forma satisfactoria. Mejor an de lo previsto, cabra decir. Has visto eso, Viernes? Ven, iremos a dar un paseo. Unos segundos ms tarde y en completo silencio, un perro y un nio o tal vez una mquina que imitaba a la perfeccin el aspecto de un nio se encaminaban con rapidez hacia los castaos. 11 El camino, por llamarlo con benevolencia, no era ms que una antigua vereda de ganado zigzagueante a travs de hayedos y robledales que parecan no tener fin, como si fueran bosques escapados de El Seor de los Anillos. De inmediato, un piloto rojo se encendi en la mente de Robinson y vio a Jan McKellen vestido de Gandalf, gritando al siniestro Balrog sobre el no menos sombro puente de Moria: NO PUE DES PA SAR!. No cambiamos nunca, se dijo con una sonrisa. Eh, Ismael, quieres que te cuente alguna pelcula? En el idioma de Robinson, contar significaba simplemente hacer imitaciones. Vale. Cul quieres que te cuente? Las he visto todas. No s, yo apenas conozco ninguna. El chico hablaba con timidez, como si haber visto muy pocas pelculas fuese culpa suya o algo por el estilo. Mientras tanto, Eva caminaba unos pasos ms atrs, pensando en lo distintos que eran aquellos bosques frondosos de los paisajes del sur donde ella haba nacido. Sin embargo, no les quitaba la vista de encima al chico y a Robinson, por ms abstrada que estuviese en sus pensamientos. Un poco ms adelante, Viernes iba y vena husmendolo todo. Qu tal el seor Miyagi? pregunt el artista. Y los ojos infantiles se iluminaron por un momento, porque el seor Miyagi de Karate Kid era uno de los pocos que conseguan hacerle rer. T obedeserr, t no haserr prreguntas, ese es el trrato. Vess cochess? Darr sera, mano isquierrda, pulirr sera, mano derrecha. Darr sera, pulirr sera, darr sera, pulirr sera Robinson se hallaba hoy especialmente inspirado y el nio solt una breve carcajada antes de volver tan pronto! a su eterno gesto inexpresivo. Aquella risa era probablemente el sonido ms puro que jams hubieran escuchado esos parajes, pero unos pasos ms atrs Eva sinti que los ojos se le llenaban de lgrimas. Mierda, cada da soy ms estpida. pulirr sera. Y eso es todo. Cul prefieres ahora? La guerra de las galaxias, El padrino, Excalibur? Todo mi repertorio est a tu disposicin. Excalibur. No tienes ni idea de lo que significa esa palabra, verdad, hijo? Ismael asinti en silencio. Bien, te deleitar con mi arte de todos modos: Qu he hecho, Merln? He perdido para siempre la espada de mis antepasados cuyo poder tena un fin: unir a los hombres y no servir a la vanidad de un mortal. Yo no soy nada. Ahora ni siquiera Eva pudo evitar una sonrisa ante el talento dramtico de Robinson. Pens que habra sido un actor de primera si se hubiera abierto a la gente un poco ms, o si el mundo entero no se hubiese ido a la mierda acompaado de todas las pelculas. Este caballero, que luch con rectitud y gracia, mereci la victoria. Yo recurr a Excalibur para cambiar el destino Te gusta, Ismael? Qu tal lo hago? Lo haces muy bien respondi sonriendo el cro. Sigue. Qu ms puedo hacer para protegerlos. Cmo seguir viviendo si mueren, si son infectados. Todo era mucho ms fcil cuando estaba sola. Has hecho pedazos lo irrompible! declam Robinson con la potente voz del mago Merln. Has roto la esperanza No quiero que digas eso. Ambos se volvieron hacia ella a la vez, sorprendidos. A lo lejos cantaba un cuclillo mientras que una pequea nube algodonosa oscureca momentneamente el sol. Eva se encogi de hombros, restando importancia a sus palabras. No pasa nada dijo con una sonrisa que pareca autntica. Es slo que bueno, que no me gusta mucho esa pelcula. 12 Al atardecer oyeron voces en el camino y se ocultaron con rapidez tras un muro de setos salvajes, con Viernes bien sujeto entre las manos de Ismael. El perro conservaba su extrao sexto sentido que le deca cundo deba ladrar o moverse, o bien convertirse en una especie de relieve perruno tallado en piedra. Es demasiado inteligente, pensaba Eva de vez en cuando. Convertirse en un portador ha tenido que afectar su mente de algn modo. Pero de qu modo era ese nadie lo saba. Las voces continuaban acercndose, y no parecan precisamente amistosas. Robinson y Eva intercambiaron una mirada de asentimiento mientras preparaban las armas en completo silencio. Naturalmente, no se trataba de Errantes, sino de otros seres infinitamente ms peligrosos: un grupo de humanos supervivientes. Desde el escondite tras el que se ocultaban no haba manera de saber cuntos eran ni cmo iban armados. Aqu te quedas, cura. No se te ocurra volver dijo una voz joven y muy aguda, cargada de desprecio. Si vuelves, date por muerto remach otra voz masculina an ms agresiva. T y tus enanos, cura. No necesitamos a tu jodido dios. Ya lo has odo, puerco. Mierda, estoy por dejarlo seco aqu mismo! Calma, Enrique. Recuerda las rdenes. Yo os he perdonado ya esta horrible blasfemia dijo amablemente la voz de un hombre de mediana edad, mucho ms melodiosa y tranquila en comparacin con las dems. Podr perdonaros tambin la ira de Seth si os obstinis en negar la Luz como gusanos? Maldito sea! Yo lo mato, lo mato ahora mismo! Que a nadie se le ocurra disparar! Tenemos rdenes. Seth bienamado, protege a tus hijos de la barbarie. Seth poderoso, fulmina a los malvados y a los traidores Si no te callas ahora mismo, viejo, ser yo mismo el que te meta una bala en la cabeza dijo el que pareca tener el mando. Venga, vmonos! Todo el mundo a casa! Nos vamos! Insultos mascullados entre dientes con el ruido de pisadas que se alejan. Y despus un largusimo silencio mientras Robinson se agitaba como una lagartija, impaciente por salir del escondite. Eva le agarr del brazo moviendo la cabeza de izquierda a derecha: todava no era el momento. Volvemos a estar solos, hijos mos deca ahora la voz madura con una paciencia infinita. Encomendmonos a Seth nuestro Seor y rogumosle en nuestras plegarias que nos permita encontrar carne humana viva para Madre. Esto ya fue demasiado para Eva, que olvidando su encomiable prudencia anterior, salt del escondrijo con la Beretta en alto. Crea haberlo visto ya todo, pero aquel panorama la dej completamente atnita. No os movis u os vuelo la cabeza acert a decir al fin. 13 La primera impresin que le dio el viejo fue la de un profeta recin sacado del Antiguo Testamento, con la cara surcada de arrugas y una interminable barba blanca que le llegaba hasta la cintura. Eso o un enloquecido Pap Noel que de repente se hubiese vuelto hippy, pens en menos de una dcima de segundo. Vesta unos harapos en forma de tnica, hecha de tela de saco o algn otro material igualmente basto, y remataba su estrafalario atuendo con unas botas de cuero y un sombrero de copa perfectamente encajado en la cabeza, como si se lo hubiesen metido a presin. El anacrnico sombrero de copa tipo Lincoln era probablemente el detalle ms demencial de toda su indumentaria, pero el resto no desentonaba demasiado con la idea que ella tena de los profetas Isaas o Jeremas predicando en el Jordn. Y sin embargo, lo ms sorprendente de todo eran las dos pequeas figuras reclinadas ante el viejo con las manos entrelazadas, en una perfecta actitud de oracin. Al principio Robinson los haba tomado por nios. Pero no tard en descubrir que eran dos enanos, ataviados con unos extraos hbitos negros que Dios saba de dnde podan haber sacado. Un segundo despus cay en la cuenta. De las procesiones de Semana Santa dijo en voz alta, sin que viniese a cuento. Son trajes de nazarenos. Dices bien, cordero sonri afablemente el viejo. Puesto que nuestra misin es divina, tambin lo son nuestras vestiduras. Aunque siempre humildes, como corresponde a los legtimos siervos del nico. Tambin vosotros acuds a ver la Luz? Yo hago las preguntas dijo Eva alzando nuevamente el arma. Quin coo sois vosotros? El viejo arrug el ceo al or el exabrupto. Pero finalmente volvi a sonrer, como si su espritu se hallase muy por encima de tales insignificancias. Yo soy el padre Garras, misionero de la Luz Escarlata de Seth. Y estos son mis discpulos, que se llaman Prefiero que me lo digan ellos. Es intil, porque jams les he escuchado decir ni una sola palabra. No s si es porque son mudos de nacimiento o porque se han consagrado en perpetuo voto de silencio a la bendita majestad de Seth. Se llaman Did y Dad. Saludad a estos infieles, hijos mos. Did y Dad iniciaron una reverencia que habra parecido solemne en cualquier otra situacin, y que ahora slo resultaba ridculamente siniestra. Nos dirigimos al norte, a la fuente de toda Luz. No somos ms que peregrinos cansados al borde del sendero aadi el viejo con cierta poesa. Se me ocurre que podramos compartir por un tiempo el camino de la Luz y aliviar un poco las penas que nos afligen a todos. Qu os parece? Ni lo suees, sethiano mascull Eva. Por qu os obstinis en vuestra ignorancia y vuestra ceguera? Qu velo de inmunda soberbia os cubre los ojos como el estircol? se preguntaba el viejo. Seor, dame fuerzas para bendecir hasta a las ortigas del sendero! As que estos son los sethianos intervino Robinson, sin dejar de apuntar al padre Garras. Los idiotas esos que pretenden ganarse el cielo arrojndonos a todos en brazos de los Errantes. Hay que ser muy imbcil, la verdad. Detn tu lengua bfida, serpiente! respondi colrico el viejo. Despus se concedi unos segundos para recuperar la compostura y continu, ya ms calmado: T los llamas Errantes o Pellejudos; yo reconozco en ellos a los Hijos de Seth, los ngeles Vengadores de Nuestro Seor. Pero nuestra misin no consiste de momento en engrosar sus filas, puesto que an no somos merece dores de ello. Nuestra tarea es la de predicar y sembrar la semilla de su Sagrado Mensaje entre los infieles. Y cul es ese mensaje? pregunt Eva. Todos los nacidos de mujer somos el alimento de Seth recitaba ahora el viejo con voz de trueno. Aquellos que acepten con jbilo su destino, se unirn a la legin de los Inmortales para renacer de nuevo en el Paraso. En cuanto a los infieles No cambiamos nada murmur Eva con media sonrisa. El misionero del sombrero de copa continu su discurso, sin dar muestras de haberla odo: sern devorados por el fuego y la violencia, en cuerpo y alma. Carne humana y carne espiritual para saciar el cruel apetito de Madre. Sern borrados para siempre de la Creacin del Seor, como si nunca hubiesen existido. El nio que llevis con vosotros sabe bien de lo que hablo. No es cierto, pequeo? Hubo un instante de silencio en el que ni siquiera los pjaros del bosque se atrevieron a cantar. Eva retrocedi un paso y puso su mano sobre el hombro de Ismael, un gesto instintivo de proteccin. El nio estaba temblando como una hoja, y por primera vez desde que ella lo conociera, no intent apartarse. No quiero que vengan con nosotros dijo Ismael muy despacio. No quiero volver a verlos. Que se marchen. No te preocupes. No vendrn con nosotros. El padre Carras sonrea de forma extraa bajo su sombrero de copa, con los ojos clavados ahora en Eva. En ese momento, Viernes comenz a gruir sordamente, tenso como las cuerdas de un violn. Es tu hijo, verdad, mujer? Dime una cosa, qu sentirs cuando los ngeles de Seth lo hagan pedazos delante de ti? Escuchars sus gritos de agona sin poder socorrerle. As ha de ser: los Hijos de Seth devorarn el fruto de tu vientre ante tus propios ojos y ese ser tu castigo, ver morir lo que ms amas. Pero yo te ofrezco una salida, mujer. La voz retumbaba en sus odos como una trompeta; sonora y lmpida, de algn modo seductora y convincente. Eva cerr un momento los ojos antes de amartillar la pistola con un chasquido metlico. Si no te callas ahora mismo, cura, te juro que te reunirs con Seth en menos de dos segundos. Ahora largaos de aqu, t y tus discpulos. Y caminad hacia el sur. No quiero volver a veros. Te duele, verdad? Debe doler tanto ver morir as a un hijo Cllate! Disprale, Eva intervino Robinson. Este tipo no merece vivir. Cllate t tambin! Recuerda mis palabras: vers morir lo que ms amas. Es la voluntad de Seth. El disparo retumb como una bomba, partiendo en dos una roca griscea a los pies del padre Garras. Viernes comenz a ladrar desaforadamente, a la vez que los enanos se arrojaban en el suelo murmurando salmodias incomprensibles. Si haba Errantes por los alrededores, el ruido los atraera en menos de un minuto como la luz a las lucirnagas. Quiz todo ello formaba parte del plan del padre Garras, que no haba descompuesto ni por un instante su imagen de profeta apocalptico con sombrero de copa. No temo a la Muerte dijo con desprecio. La Muerte es mi Amor. Vete con ella, entonces respondi Eva an temblorosa. T no sabes nada del amor, y si no fueses ms que un loco, te tendra lstima. Pero te conozco, viejo, y s que te gusta hacer dao. Lo veo en tus ojos. Ahora marchaos de aqu los tres. Slo el dolor puede redimirnos. Slo la Muerte Guarda tus mentiras para el que quiera escucharlas. Vete! El padre Garras inici una burlona reverencia, sin dejar de sonrer un solo instante. Al menos podrais ofrecer un poco de comida a tres peregrinos hambrientos. Esa pequea obra de caridad hara que os recordara con gratitud en mis oraciones Ve a pedir comida a tus amigos los Errantes. Marchaos de una vez! El viejo se encogi de hombros, despus de ajustar el sombrero de copa en un perfecto ngulo sobre su cabeza. Est bien dijo al fin. Venid conmigo, hijos mos; hermoso Did y discreta Dad. Esta chusma infiel nos arroja de su lado una vez ms. Dnde encontraremos nuestro destino? y despus aadi, volvindose hacia el grupo: No os olvidar demasiado pronto, pecadores. Muy mal pastor sera yo si dejara perderse tan fcilmente a mis ovejas. Volveremos a vernos, os lo aseguro. Nadie respondi a eso. Y un momento despus, la extraa comitiva desapareca en el corazn del bosque como si nunca hubiese existido. 14 Deberas habrtelo cargado gru Robinson con un gesto de desagrado. No es nada bueno que lo tengamos merodeando por los alrededores. Quin sabe lo que es capaz de hacer, o de atraer hacia nosotros. Ya lo s. Pero no te lo has cargado. Por qu? Vmonos de aqu respondi ella, terminando bruscamente con la conversacin. Este lugar ya no es seguro. Se acerc a Ismael con el corazn en un puo, pero el nio pareca otra vez tan absorto en s mismo como de costumbre. A sus pies, Viernes olisqueaba sin mucho afn unas margaritas silvestres. Ests bien? S. Seguro? Claro. No te preocupes. Cuatrocientos veintisis por quinientos ochenta y uno? Doscientos cuarenta y siete mil quinientos seis. Ese hombre puede traernos problemas. je refieres al cura? S. Estoy de acuerdo con eso dijo Robinson cada vez ms preocupado. Hay que largarse de aqu y a la mayor velocidad posible. Eva se qued un momento pensativa, tratando con paciencia de encontrar la mejor opcin posible. Y si buscaran a los supervivientes que haban abandonado al viejo y a sus discpulos en mitad de la nada como si fueran maletas inservibles? Al menos ya tenan en comn la misma aversin al padre Garras. Pero era demasiado arriesgado ponerse a buscar a ciegas. Y, despus de todo, nadie poda saber qu clase de gente eran. Vamos a alejarnos del camino todo lo posible dijo al fin. Esta noche haremos guardias de cuatro horas consecutivas. T y yo, Robinson. 15 Est amaneciendo y el sueo le cierra los ojos, mecindola en una dulce meloda de manantial que fluye. Duerme, ests muy cansada. Olvdate de todo y duerme, dicen las aguas del ro. Pero la mano se cierra sobre la culata de la pistola y el fro del metal le hace abrir los ojos. No puedo dormirme, todava no. No me dormir. Y sin embargo, todo parece tranquilo. Han acampado cerca de un ro de aguas transparentes donde anoche pudieron baarse, olvidando momentneamente todas las penalidades: la suciedad, el miedo, los malos augurios de este viaje interminable. A veces Robinson miraba de reojo su cuerpo desnudo a la luz de la luna con una mezcla de deseo y timidez, esa timidez que parece llevar tatuada en los huesos y que nada en el mundo puede borrar, ni siquiera ella. Pero esa es slo una ms de las cosas que le hacen nico, igual que cuando consigue hacer rer al chico imitando a la perfeccin al seor Miyagi, el de Karate Kid. No hay dos ni tres ni cinco Robinsones en el mundo; slo el que est aqu, a su lado. Y eso le parece muy bien. Pero ni siquiera en el ro pudieron estar tranquilos: las armas permanecan en la orilla lo ms cerca posible y, sin embargo, a algunos metros de distancia para evitar que se mojaran; los ojos, pendientes de las dos riberas a la vez. Viernes vigilaba incansablemente, mientras Ismael se dedicaba a chapotear con una camiseta puesta, otra de sus manas en el punto ms prximo a la orilla, temeroso de las zonas en las que no haca pie. Ella an conservaba un trozo de pastilla de jabn que fue suficiente para los tres. Y esa maravillosa sensacin de sentirse limpia tambin era peligrosa en cierto modo, porque atraa al sueo como la miel a las moscas. As que Robinson y ella cenaron poco algo de la liebre asada de ayer, media lata de melocotones en almbar, y cuando l se ofreci a hacer la primera guardia, Eva acept. Slo despus de dar vueltas durante horas en la tienda de campaa se dio cuenta de su error. Estaba demasiado nerviosa para dormir. Demasiado cansada, qu irona. Relev a Robinson de su puesto a las dos horas sin novedad en el frente, camarada; un fugaz beso en los labios; descansa cuanto puedas que yo vigilar y dedic buena parte de la noche a dejar volar en crculos sus pensamientos. Pero ahora ya est amaneciendo y los crculos se ensanchan convirtindose en elipses, hacindose ms lejanos y difusos. Y de repente, se encuentra en la gran sala de armas de un castillo medieval y de fondo se oye muy lejos una cancin de Alphaville. Forever Young, cree recordar. Quin eres? le pregunta a la figura embozada que ha aparecido de pronto en el umbral. Se trata de un hombre alto y moreno, de ojos rojos como rubes. Soy Drcula. Soy tu asesino. No me das ningn miedo responde ella con desparpajo. Ya he matado a unos cuantos Errantes, as que no temo nada de un viejo vampiro. Dnde est Ismael? Ahora suena Moonlight Shadow de Mike Olfield, y Eva acompaa el ritmo meciendo la cabeza. Es una cancin preciosa. He venido a matarte. Cllate, aristcrata arruinado interrumpe Eva impaciente. Me gusta esta cancin. I stay, I pray, see you in heaven, far away I stay, I pray, see you in heaven, one day No subas a la planta de arriba. Es la habitacin de Seth y la cama no est hecha. Robinson est muy guapo vestido de vampiro, pero a Eva le gustara que se callase de una vez. Nada, que no hay manera. Has visto el despertador? Est justo detrs de ti. Eva se da la vuelta y ve a los dos enanos del padre Garras, Did y Dad, prendiendo la mecha de un gigantesco can en forma de demonio. Y un momento antes de que pueda impedirlo, el mundo entero estalla dentro de sus odos. 16 La detonacin la despert igual que un rayo que la hubiese golpeado en la frente. Busc la Beretta a tientas y al abrir los ojos vio a Viernes agonizante, tumbado sobre un charco de su propia sangre. La pistola haba desaparecido. Hijos de Ismael!! De repente, unos brazos tatuados y musculosos la agarraron por detrs; sinti la barra de hierro de aquel antebrazo presionndole el cuello, mientras la mano izquierda culebreaba entre sus piernas intentando penetrar bajo el pantaln. Se revolvi desesperada, lanzando un taconazo de suelas claveteadas hacia atrs; el grito y la maldicin escupida a medias le hicieron saber que haba acertado. Pero la presin en las arterias de su cuello era cada vez ms fuerte, y Eva supo que ya no poda respirar. Me has jodido la rodilla, puta. Preprate, porque t y yo vamos a pasarlo muy bien. Una voz metlica y a la vez rasposa, con resonancias que le recuerdan a los chasquidos de un ltigo. De repente, Robinson aparece ante ella con el rostro desencajado y el revlver en alto. La presin en el cuello se afloja casi imperceptiblemente. Sultala! grita Robinson, y por un momento Eva piensa que se lo est diciendo a ella. Sultala o te mato! Mejor tira t la pistola o le rompo el cuello a tu nena. Mtalo, Robinson consigue jadear Eva. Pasan unos segundos interminables, en los que ruega una y otra vez a un Dios en el que no cree para que el tiro de Robinson sea certero. Pero, incomprensiblemente, este acaba por arrojar el revlver al suelo. Ismael ha escapado dice como si se disculpara. Cuando omos el disparo le dije que corriera hacia los rboles. Se ha ido. Qu bien, ya me encargar de l ms tarde. O quiz no, quin sabe dice la voz rasposa al odo de Eva. Y entonces el antebrazo de hierro vuelve a cerrarse como un cepo sobre el cuello de la muchacha, que boquea varias veces en una desesperada e intil bsqueda de oxgeno antes de desmayarse. 17 A la pesadilla del sueo se suma la pesadilla del despertar. Antes de abrir los ojos, ya sabe que est tumbada boca arriba y con las manos atadas a la espalda por correas o cuerdas. Pero slo al ver su ropa hecha un montn informe a un lado adivina lo que va a ocurrir. Sabes quin soy? Soy Disco Jack. Sabes quin soy? Soy Disco Jack. Lo dice a ritmo de rap. Eva no responde y desva la cara al otro lado, las briznas de hierba cosquillean en su mejilla. Un recuerdo inoportuno de aquella poca en la que el mundo era un lugar seguro y estaba lleno de hadas y unicornios, como los cromos que pegaba en sus cuadernos infantiles. A unos pasos de distancia descubre una fila de hormigas rojas que se afanan presurosas en llevar comida a su hormiguero. Y un poco ms all est Robinson, apoyada la espalda en un promontorio de roca. Tambin l tiene las manos atadas a la espalda, y hay sangre en su frente que ha resbalado hasta la mordaza que le tapa la boca. Pero ella sabe que est vivo y consciente por esos ojos tristes, tan tristes y llenos de angustia que slo mirarlos rompe el corazn. Pedazo de tonto, debiste haber disparado cuando podas, piensa con un reproche lleno de ternura. Pero ya nada de esto tiene importancia, porque el viaje ha terminado. Sabes quin soy? Soy Disco Jack. Sabes quin soy? Disco Jack, probablemente. O tal vez una rata? La verdad es que lo parece, con ese pelo marrn rata sobre unos ojillos pequeos, demasiado alejados entre s. Por no mencionar la boca afilada en forma de hocico de rata, llena de dientes amarillos. Pero al instante un recuerdo salido de un mal sueo asalta su mente, y ya no tiene dudas. Eres Drcula. Eres mi asesino. Exacto. Cmo lo sabes? dice sorprendido el hombre. Ahora muestra una sonrisa demasiado luminosa para que resulte natural, mientras sus manos exploran el cuerpo desnudo de Eva como dos animales vivos. Sabes lo que voy a hacer contigo? Primero vas a violarme. Y luego vas a matarme. Y no tienes miedo? Tengo mucho miedo. Por qu no suplicas, entonces? Rugame que respete tu vida y tal vez me lo piense. No servira de nada. Vas a matarme de todos modos. El Hombre Rata se echa a rer de buena gana. Lo ms horrible de todo es que no se trata de una risa sdica a carcajadas retumbantes como las de los villanos de las pelculas, sino que expresa una verdadera alegra. San Francisco de Ass podra haber redo del mismo modo, sosteniendo un cordero entre los brazos. Quiero que sepas que no soy un sdico dice Disco Jack, sbitamente muy serio. No me gusta hacer sufrir ms de lo necesario, eso ya se demostr en el juicio. Si te portas bien, todo ser muy rpido y apenas sentirs dolor. Me has entendido? S responde Eva. Pero las manos son dos nidos de tentculos que desmienten las palabras, exprimiendo brutalmente sus senos. Eva ahoga un grito de dolor, al mismo tiempo que una pequea perla hecha de sangre y leche brota de su pezn izquierdo. Sus ojos caen sobre el fusil de Disco Jack, un M-16 tirado en la hierba a dos metros de distancia. Es tan inalcanzable como el paraso terrenal. Ni siquiera voy a cargarme al gilipollas ese dice l concediendo una mirada de desprecio al tembloroso, atado y amordazado Robinson. Prefiero que mire. Cuando termine contigo seguir mi camino sin ms. Yo slo mato mujeres. Lo dice como si informara al camarero del restaurante de que l slo bebe agua mineral. Ahora esas manos de dedos largos y fuertes manos de pianista o de estrangulador han bajado hasta los muslos y juguetean con el sexo de Eva. Separan con habilidad los pliegues rosados, se introducen lentamente en ella, aqu y all, cada vez un poco ms. Eva comienza a llorar asqueada de todo y sin poder evitarlo. Si no me hubiese dormido durante la guardia Pero ya es demasiado tarde. Tantos peligros a los que supieron enfrentarse y todo ese amor encontrado a travs de un camino interminable para acabar as, as. Al menos Ismael ha logrado escapar; cunto tiempo sobrevivir solo en el bosque sin la presencia bienhechora de Viernes, que yace muerto de un tiro frente a la tienda de campaa? Por qu tena que terminar as? Por favor suplica con los ojos llenos de lgrimas, djame vivir. Slo tengo veinte aos. Quiero vivir. Pobre nia. Lo siento, lo siento mucho, chiquilla. Lo ms asombroso de todo es que Disco Jack tambin tiene sus ojillos ratunos brillantes de lgrimas. Pero de improviso, el hocico de la rata cae sobre el vientre de Eva y los dientes penetran en la carne. Un grito vibrante hecho de dolor slido y Robinson que se estremece impotente en la distancia, como si le estuvieran electrocutando. Ahora el Hombre Rata ha levantado la cabeza y sus labios estn manchados de sangre. Nunca dejo con vida a ninguna de mis nenas. Una pausa con la vista clavada en el horizonte, como si pensara en voz alta. Me cargu a cinco, pero me volv descuidado y dej a la sexta con vida en aquel garaje. Y al da siguiente ya tena a la puta polica encima. Luego el juicio: treinta aos sin posibilidad de condicional, ciento cuarenta y ocho de condena por todo. Has odo hablar del Vampiro de Avils? dice mirndola sbitamente. S, ese soy yo. Un to famoso, te juro que es cierto, sal en la tele y en los peridicos. Pero puedes llamarme Disco Jack, si no te importa. S, me gusta ms Disco Jack. Iba camino de pudrirme en la crcel para toda la vida cuando llegaron los Errantes. Entonces el director nos solt a todos, tras hacernos firmar un papel en el que prometamos no volver a cometer ningn delito. Increble, verdad? Por favor Cllate, puta, estoy hablando yo dice sin levantar lo ms mnimo la voz. Y por eso ahora soy cuidadoso, mucho ms cuidadoso. Antes de marcharme, me aseguro siempre de que a mis nenas ya no les late el corazn. Eso es lo que hago con ellas, les paro el corazn. Eso es lo que har contigo. Me entiendes? Me duele estoy sangrando No te preocupes por eso, me gusta verte sangrar. Eres preciosa, chiquilla. La ms bonita que he visto desde que llegaron los Errantes. Y por eso ahora tienes que morir a manos del Vampiro de Avils o de Disco Jack, segn prefieras. No me preguntes por qu, yo tampoco lo entiendo. Vuelve a rerse, esta vez como un nio travieso. La toma por el mentn inclinando suavemente su cabeza a un lado, y Eva intuye de inmediato dnde va a caer la siguiente dentellada. Es su ms secreto temor, su pesadilla. Pero en las pesadillas siempre era un Errante sin cara ni identidad el que le desgarraba la garganta, y esto es mucho peor. Una oleada de dolor indescriptible cuando los dientes se le clavan en el cuello y Eva tensa todo el cuerpo como un arco a punto de romperse, entre gritos de los que ya no es consciente. Pero de pronto aquello termina, y el Hombre Rata alza la cara de nuevo. El mordisco no ha sido tan brutal como el anterior al fin y al cabo, el antiguo Vampiro de Avils no quiere quedarse tan pronto sin su juguete de carne, pero s muy prolongado, y no menos doloroso ni humillante. Bien, creo que ya hemos acabado con las presentaciones. Hay un momento de quietud durante el que no se mueve una hoja, como si el mundo fuese una pelcula detenida en un nico fotograma. Pero los pensamientos no se detienen jams y Eva vuelve a recordar a sus padres, que le dieron la vida para que esta bestia se la quitara. Ojal, si hay luces azules ms all como dice Robinson, la estn esperando en alguna de ellas. Y en todo caso, que termine pronto. Ahora el hombre ha separado con brutalidad sus piernas y la viola muy rpidamente, con movimientos epilpticos que recuerdan un poco a la cpula de los conejos. Parece que se limitara a cumplir con un requisito algo molesto y, sin embargo, indispensable para la consecucin de un fin mucho ms glorioso. Tiene el pene ms pequeo que Robinson y Eva siente las repetidas penetraciones como una molestia particularmente desagradable, pero poco en comparacin con los terribles mordiscos anteriores. Ahora no llora a causa del miedo o del dolor, sino por el final de todas sus esperanzas. Disco Jack se afana sobre su cuerpo a sacudidas rtmicas, muy colorado de pronto y con las venas de su cuello de toro a punto de estallar. Pero de repente se queda muy quieto, suspira y cierra los ojos. Eva siente las contracciones del hombre que eyacula en su interior como un timbre anunciador de su condena a muerte. Se ha cumplido el ltimo acto significativo, y ahora tan slo resta el intrascendente detalle de dar muerte a la presa. En esto Eva se equivoca por completo: para el Hombre Rata lo ms importante viene ahora. El cielo es tan azul que hace dao a la vista, y hay tanta luz que no puede verse nada. Entre los abetos se oye el canto montono de un ruiseor, una perdiz levanta el vuelo con un aleteo sordo. Un paisaje campestre maravilloso, de no mediar el llanto de Robinson ahogado tras la mordaza y el cuerpo tembloroso de Eva, una isla de dolor en medio de la hierba. Viernes ya no puede ver nada de todo esto, porque est inmvil para siempre en medio de un charco de sangre oscura. Y Disco Jack, ya en pie y con los vaqueros puestos, mira pensativo a su vctima y extrae de su anorak un largo cuchillo de sierra. Lo pone ante los ojos de Eva sin decir una palabra y disfruta durante unos largos segundos de su terror, disfruta mucho ms que mientras la violaba. Pero despus lo piensa mejor y vuelve a guardar el cuchillo. No, no soy un torturador dice con un gesto esquivo, como si se defendiera de una acusacin no formulada por Eva. Ahora tienes que estar tranquila, chiquilla, casi hemos terminado. Esto es el final, el final de tu camino. Se arrodilla ante ella, que cierra los ojos al sentir las manos del hombre rodeando su cuello. Lo ltimo que ve es que tiene los brazos llenos de tatuajes; en el izquierdo, un corazn romnticamente atravesado por una flecha en cuyo interior dice DISCO JACK. Al principio la presin es muy ligera, como si se tratara de una broma o del comienzo de un inocente juego ertico. Pero poco a poco los pulgares van cerrndose ms sobre su trquea, y Eva siente que ya no puede respirar. Disco Jack la estrangula muy lentamente, casi podra decirse que con dulzura, apretando cada vez un poco ms. Ahogndola sin prisa, recrendose en su angustia. Mientras tanto, Eva ya ha perdido el dominio de sus propios movimientos y ahora se agita desesperadamente, en espasmos reflejos que ya no controla su cerebro privado de oxgeno. Y sin embargo, an le queda un ltimo reducto de lucidez. Mrame ordena Disco Jack en el lmite de su excitacin. Quiero ver tu carita mientras mueres. Mrame, chiquilla. Ismael, Robinson, Viernes, os quiero. Perdonad que me quedase dormida, estaba tan cansada. Pap, mam, os quiero He dicho que me mires! Es que vas a joderlo todo al final, zorra? Abre los ojos! Mrame! Ella ya no le entiende. Pero todava logra escuchar, como un fondo oscuro a los gritos de Disco Jack, el gemido creciente de docenas y docenas de Errantes. 18 A partir de ese momento todo sucedi muy deprisa. Y la visin ms completa de toda la escena fue precisamente, ms por casualidad que por sus aficiones cinematogrficas, la de Robinson. Robinson vio cmo el cro sala de entre los arbustos con su mochila a cuestas, enarbolando un cuchillo y sin dejar de gritar a voz en cuello. Aquello debi de sorprender tanto al ex presidiario que en ese momento apart las manos del cuello de Eva, mirando el panorama como si aquello fuese el mejor gol de su equipo de ftbol. Pero lo mejor o lo peor, segn se mirara an estaba por llegar. De los matorrales ms espesos comenzaron a salir, caminando o arrastrndose, docenas, quiz cientos, de Pellejudos, gimiendo a la vez como condenados. Todos iban detrs del chico, que a su vez corra como un gamo hacia Eva y Disco Jack. Pero lo ms curioso de todo fue que este ltimo reaccion al fin, y de qu manera: de un salto agarr el M-16 y corri unos pasos hacia ellos con una risa salvaje, ametrallando las filas de Errantes con una puntera inaudita. Desde luego que Disco Jack estaba loco, aparte de ser un puerco asesino y un violador, pero el hijo de puta no tena nada de cobarde. Naturalmente porque estaba como una cabra; de hecho, Robinson jura y perjura que le oy gritar: Vens a joder a Disco Jack? Disco Jack est bailando con su nena en el cementerio! Vens a joder a Disco Jack? Viva la Confederacin! Vens a joder a Disco Jack? Y todo ello a ritmo de rap, y Eva e Ismael le creen. Aunque eso de la Confederacin no cuadra mucho, y ms parece un embellecimiento de ltima hora o quiz un producto de los nervios de Robinson. El caso es que su corta estatura fue probablemente lo nico que salv al chico de las balas. Y mientras Disco Jack segua avanzando hacia los Errantes y disparando como el jodido manaco que era, Ismael zigzague pegado al terreno al modo de una liebre hasta llegar a Eva, cortar sus ligaduras con el cuchillo y despertarla a fuerza de bofetadas. Lo siguiente que recuerdo le dira mucho ms tarde Robinson a Eva es que tuvo la sangre fra de coger tu ropa, tus botas, y guardarlo todo en la mochila antes de echar a correr de nuevo. Y os veo a los dos corriendo hacia m como a cmara lenta, t en primer plano desnuda, recordndome como la mierda la foto esa de Vietnam en la que sale una nia quemada por napalm o agente naranja, yo qu s. Y l detrs de ti galopando sin descomponer ni por un momento su cara de pquer. Como si aquello no fuera con l Finalmente desataron a Robinson, le quitaron la mordaza y se lo llevaron a rastras hasta que estuvo en condiciones de correr. Por suerte, la herida en la cabeza era mucho ms escandalosa que grave. Se dieron cuenta de que los Pellejudos ya haban rodeado a Disco Jack, y los ms espabilados empezaban a perseguirlos a ellos. Haba que correr ms deprisa y, aun as, Robinson no pudo evitar una ltima mirada atrs. Vio a un Pellejudo alto y grotescamente ataviado con un sombrero de copa que blanda en el aire, como una bandera al viento, un brazo que no le perteneca. Un brazo musculoso y lleno de tatuajes, en el que adivin las palabras DISCO JACK en el interior de un corazn romnticamente atravesado por una flecha. 19 Continuaron corriendo hacia la orilla del ro sin hablar, sin ponerse de acuerdo, como ciervos que huyen de una manada de lobos. El ro era su nica oportunidad, un solitario reducto de vida en medio de la muerte. Todo el mundo saba que los Errantes jams atravesaban cursos de agua caudalosos y profundos. Salvo los grandes Gusanos, cuya vanguardia se encargaba de convertirse en una especie de monstruoso dique de carne podrida para los que venan detrs. Pero el grupo que les segua, aunque numeroso, pareca demasiado desorganizado para formar parte de un Gusano. Al llegar a la orilla del ro se zambulleron sin pensarlo dos veces, con el cro, que no saba nadar, agarrado como una lapa de un solo brazo a la espalda de Robinson. Ismael llevaba la mochila en alto con el brazo libre para evitar que se mojara. Pero todos estaban demasiado ocupados para darse cuenta de este detalle, sobre todo ocupados en no ahogarse. Por un momento Eva pens que la corriente, mucho ms fuerte que el da anterior, los arrastrara como trozos de madera ro abajo hasta sumergirlos al fin. Pero entonces, las puntas de sus pies tocaron tierra inesperadamente y la esperanza renaci en ella. Grit a Robinson para que se dejara llevar por la corriente hasta el punto donde ambas riberas se estrechaban, y un momento ms tarde todos estaban momentneamente a salvo en la otra orilla, tiritando de fro entre juncos y caaverales. A unos doce metros de distancia y separados de ellos por un brazo infranqueable de agua, los primeros Errantes vomitaban su frustracin de la nica forma que saban hacerlo: gimiendo sin parar. Durante unos minutos ninguno de los tres habl, demasiado atareados en recuperar el aliento. Parece que el padre Carras encontr al fin a su dios dijo Robinson an jadeando. Me pregunto qu habr sido de sus enanos. Hoy no comern carne murmur Eva. Salvo la de Disco Jack. Hay que irse de aqu deca ahora Robinson. Creo recordar que tras ese recodo de rboles el ro se estrecha bastante y podran cruzarlo. Si se dan cuenta y nos rodean, estamos perdidos. Mi mochila est casi seca intervino Ismael, mirando a Eva con cierta timidez. Se ha mojado un poco, pero no pienso que haya calado por dentro. Guard tu ropa en ella, y creo que ser mejor que te vistas. Por primera vez desde que escaparan del campamento, Eva se dio cuenta de que estaba completamente desnuda. De eso y del dolor en las plantas de los pies, laceradas por miles de piedrecitas y ramas puntiagudas. Tena en el cuello un gran moratn con dos filas simtricas de dientes perfectamente marcadas, pero la piel no estaba abierta y el cardenal ira desapareciendo con el tiempo. Peor aspecto presentaba la herida del vientre, con los bordes muy hinchados. Habra que desinfectar eso observ Robinson. Con qu? Lo hemos perdido todo. Tengo tu botiqun en la mochila. Creo que todava nos quedan gasas y alcohol dijo Ismael. Eva lo mir con media sonrisa mientras se vesta rpidamente. En la otra orilla, los gemidos de los Errantes iban creciendo en intensidad, pero nadie les prestaba atencin. Se haban acostumbrado a vivir con ellos. Has sido t el que atrajiste al campamento a los Errantes, no es verdad? S. Era la nica opcin posible y ha salido bien. Has guardado tambin en tu pequea mochila las armas, las mantas, las tiendas de campaa, las herramientas y la comida? pregunt Eva irnicamente. Slo tu ropa, el botiqun y una caja de cerillas minti el chico, mientras ella le acariciaba el pelo levemente. Ismael amag un breve gesto de desagrado, pero no rechaz el contacto. En el cielo navegaban perezosamente a travs del azul varios jirones de nubes, como si se tratase de velas de barcos espectrales. Eva alz la vista al horizonte, pensando en el Pequod y en Moby Dick. Si en algn momento hemos necesitado la ayuda de Dios, ese momento es ahora. No tenemos nada: ni armas, ni comida, ni refugio, ni ropa de repuesto. Viernes ha muerto, y no podemos cazar ni poner trampas porque hemos perdido todos los cepos. Y por si fuera poco, ellos dos estn empapados. Si en algn momento hemos necesitado la ayuda de Dios, ese momento es ahora. La cura tendr que esperar dijo en voz alta, mientras terminaba de vestirse. Robinson tiene razn: este lugar es demasiado peligroso. Vmonos de aqu. 20 Esa noche acamparon a unos seis kilmetros de distancia, en el interior mohoso de un granero abandonado. Podan haber ido un poco ms lejos, pero Eva simplemente ya no era capaz de dar un paso ms. Robinson fue a buscar lea o cualquier otra cosa que ardiera y tard ms de una hora en volver, pese a la opinin en contra de Eva, que consideraba aquello demasiado peligroso. Y cmo quieres que te cure la herida si no veo un carajo? Eh? As que lo haba dejado partir y ella se qued all con Ismael, que tiritaba de fro bajo sus ropas hmedas. Le ofreci las suyas, que por supuesto l rechaz. Le habra gustado abrazarlo, ms que nada por darle calor, pero saba que el chico se negara en redondo. Has estado fantstico. Nos has salvado a todos. A todos salvo a Viernes. Lo siento. Lo siento muchsimo, Ismael. Me qued dormida durante la guardia. Son cosas que pasan coment l con indiferencia. Robinson regres al cabo de un rato con un montn de cajas de madera y cartn cargadas a la espalda. Sonrea de oreja a oreja, decidido a no dejarse llevar por las trampas de la desesperanza. Hay muchas ms en un cobertizo cercano dijo mirando con satisfaccin las cajas. Tendremos fuego para toda la noche. Y maana qu haremos?, se pregunt Eva. Pero Robinson estaba en lo cierto: lo ltimo que deban permitirse era desesperar. Deja lo de maana para maana, se dijo, mientras echaba una mano a su compaero rompiendo cartones. Pocos minutos ms tarde, una pequea hoguera arda en un rincn del granero reconfortndolos con su calor. Devolvindoles por un momento la ilusin de un hogar, significara lo que significara esa palabra. Bien, princesa, ensame esa barriguita. Vamos a curar esa herida tan fea. Robinson empap un algodn en alcohol y lo pas con infinita delicadeza por los bordes de la herida, mientras Eva se morda los labios. Te hago dao? No respondi ella automticamente. Un poco, es que escuece bastante. Y la herida de tu cabeza? No es ms que un rasguo, ya me lo curar ms tarde. Ahora estate quieta, que quiero terminar pronto. T cmo ests, aparte de la herida? Bien. Me refiero a tu estado de nimo aclar Robinson, mirndola muy serio. Bueno, hoy me han mordido, me han violado y me han estrangulado, pero por lo dems, bastante bien. La moral por todo lo alto, ya sabes. Ambos sonrieron, mirndose a los ojos como dos viejos compinches. Al fin Robinson sacudi la cabeza, mientras sacaba la gasa de su funda de plstico transparente. An no comprendo cmo no te has desmoronado dijo, a sabiendas de que cometa un error pero sin poderlo evitar. Si a m me hubiera ocurrido eso No tengo tiempo para desmoronarme, Robinson. Siempre que estoy a punto de hacerlo, sucede algo y tengo que luchar o salir corriendo. As es mi vida, compaero. Estate quieta y no hables ahora, voy a ponerte la gasa. Muy bien, muy bien eso es. Robinson se incorpor de pronto, con los ojos llenos de lgrimas. Cre que te haba perdido, sabes? Pens que ese cabrn te haba matado. Yo tambin lo pens. No lo habra soportado. Por favor, nada de sentimentalismos dijo ella sonriendo dulcemente. Recuerda que somos supervivientes, tos y tas duros por definicin. Anda, chate un poco y descansa, apoya la cabeza en mis piernas. T tambin has tenido un da de mierda. S que no te gusta que te lo diga, pero As es, no me gusta que me lo digas. Cllate y descansa. Qu va a ocurrir maana, Eva? No tengo ni la menor idea. No te preocupes por eso. Robinson cerr los ojos, mientras ella le acariciaba el pelo muy despacio con la vista clavada en la hoguera, prisionera de esa misma magia que los hombres prehistricos haban descubierto miles de aos atrs. El chico permaneca inmvil al otro extremo del fuego con la mirada perdida, y Eva se pregunt por ensima vez en qu estara pensando. De repente se dio cuenta de que algo faltaba en la escena, una presencia oscura y silenciosa que les haba protegido durante ms tiempo del que podan recordar. De pronto cay en la cuenta: era Viernes. Ahog una lgrima recin nacida mientras se repeta toda aquella mierda de los supervivientes, de los tos duros, de los nada de sentimentalismos, por favor. Algn da acabara creyndoselo, a fuerza de repetirlo. Quiero decir una oracin exclam Ismael de repente en medio del silencio. Eva y Robinson lo miraron atnitos mientras l se pona en pie y juntaba las manos, con los ojos fijos en la hoguera. Seor Dios Jesucristo, recibe en tu seno el alma del perro Viernes, que antes se llam Acab, que antes se llam de otra manera que no conocemos. Era un buen perro y cuid mucho de nosotros mientras vivi, a pesar de que estaba infectado. Condcelo, por favor, al paraso de los perros donde tenga abundante comida, y hembras que quieran mantener relaciones sexuales con l, y un rincn tibio y tranquilo para dormir. Muchas gracias, Seor Dios Jesucristo. Amn. Haba sido una oracin bonita y sencilla. Quiz sin demasiadas esperanzas, como corresponda a una mquina. Ismael volvi a sentarse exactamente en la misma postura que antes, sin dejar de mirar el fuego. Durante un largo rato nadie se atrevi a hablar. Casi hubiese sido una blasfemia, pens Eva. Ahora quiero deciros algo a vosotros dos continu al fin Ismael. Nuestro viaje termina maana. Estamos ms cerca de Madre de lo que suponis. Ser difcil y peligroso, pero es necesario. Os doy las gracias por haber confiado en m hasta ahora y slo os pido que confiis un da ms. Maana yo encabezar la marcha. Y un nio les guiar a travs del camino de las sombras cit Robinson, como si estuviera perdido en sus pensamientos. Vamos a morir, Ismael? No lo s. Es muy posible. Cmo sabas que Viernes estaba infectado? intervino Eva, cayendo de pronto en la cuenta y cada vez ms nerviosa. Se lo has dicho t, Robinson? No. Cmo lo sabes, entonces? Cmo sabes que estamos tan cerca de Madre? Cmo cojones sabes tantas cosas, Ismael? De repente, se dieron cuenta de que Eva estaba llorando a lgrima viva a la vez que gritaba: Maldita sea, nio de mierda, me han violado! Lo entiendes? Me han violado me han Los sollozos le impidieron continuar, mientras Robinson se esforzaba vanamente en consolarla. Pues slo a partir de ese instante, Eva logr darse cuenta por completo de lo que realmente le haba ocurrido en el claro del bosque cercano al ro. Hasta entonces haba pasado el tiempo dndole la espalda, ignorando aquello como si no existiera o como si le hubiese ocurrido a otra persona. Pero ya no poda engaarse ms. Me han violado por venir contigo a este maldito lugar que Dios mo no puedo ms no puedo ms Lo s dijo Ismael con firmeza. Confa en m. Que confe en ti? grit ella en un acceso de rabia. Que confe en ti, dices? Yo te dir por qu sabes tanto! Porque eres uno de Eva call tras un ltimo sollozo, como si la hubiera fulminado un rayo. Ahora nadie se atreva a moverse. El silencio que sigui poda tocarse con las puntas de los dedos. Perdname dijo al fin, fracasando en un pattico intento de parar las lgrimas. Perdname, pequeo, t no tienes la culpa de nada. Anda, vmonos a dormir. Maana ser otro da. 21 El amanecer lleg fro y desapacible, con el cielo cuajado de surcos grises que prometan no dejar paso a una sola gota de calor. Haban dormido poco y mal, apretados en el granero como ratones para darse abrigo, en una semivigilia de pesadillas y fro que ni siquiera terminaba con el despertar. Eva haba llorado en sueos, pero ya no lo recordaba. Es por aqu dijo Ismael. Ahora era l quien encabezaba la marcha si es que alguna vez haba dejado de hacerlo, pens Eva. Siempre con su eterna mochila de colegial a la espalda, el paso milimtrico de un mecanismo de relojera y el gesto inexpresivo, inmune a la alegra o a la tristeza. Cmo he podido ser tan estpida como para seguirle? Vamos a morir. No, ni siquiera vamos a morir del todo. Se vio a s misma convertida en una Errante, acechando presas humanas tras los muros de Cbola. Tuvo que detenerse un momento para no vomitar el vaco de su estmago. Cmo ests? le pregunt Robinson. Mal. Sigamos adelante. Haban abandonado la carretera principal atestada de automviles an la sorprenda ver de vez en cuando esqueletos vestidos y sentados al volante, alguno hasta con el cinturn de seguridad puesto para adentrarse en el bosque, que raleaba cada vez ms. No hablaban mucho y, tras cada respiracin, una nube gris apareca ante ellos como el humo de un imaginario cigarrillo. Acabaron tomando un sendero de grava que rodeaba los pinos en mil y una vueltas y revueltas, hacia la cima de la colina. De repente, Eva escuch un golpeteo rtmico tras ella y se volvi con rapidez: no ocurra nada grave, salvo los dientes de Robinson entrechocndose de puro fro. Vaya da, eh? dijo el muchacho intentando sonrer. Nadie le respondi. Mientras continuaban ascendiendo hacia la colina, notaron que el camino se haca ms ancho y recto, como si alguien hubiese construido una calzada invisible por el simple mtodo de talar todos los rboles. A ambos lados del camino, vieron lo que les parecieron una especie de piedras blancas dispuestas siempre a la misma distancia, al modo de mojones que sealan una ruta. Al acercarse, vieron que las supuestas piedras eran en realidad crneos humanos. Dios mo exclam Robinson. Seguid caminando! grit Ismael. Ni siquiera se haba vuelto, sencillamente encabezaba la marcha como si no hubiese visto los crneos o no le importaran. Tal vez siempre haba sabido que iban a estar ah, pens Eva estremecindose. Lo nico bueno era que no haba la menor seal de Pellejudos, porque Robinson y Eva ya no tenan fuerzas ni para correr diez pasos. Caminaban por pura inercia, cada vez ms agotados, como si llevaran horas respirando un aire malsano. El absurdo eslogan publicitario de una pelcula de terror sobre anacondas gigantes lleg de pronto a la mente de Eva, uno de esos recuerdos estpidos e insignificantes que incomprensiblemente son los que no se borran jams: Tu vida empez con una respiracin y terminar con un grito. De repente, comprob sin demasiada sorpresa que estaba aterrorizada. Ismael por favor, Ismael Ninguna respuesta. La ascensin se haca cada vez ms pesada y difcil sobre un terreno de color hueso completamente yermo, donde hasta la menor sombra de vegetacin haba desaparecido. Crneos, hay crneos por todas partes, pens Eva un segundo antes de caer redonda al suelo. Vio como en un sueo a Robinson, inclinndose sobre ella para tomarla en brazos como a una nia pequea y continuar la ascensin. Anmate, princesa dijo l con una voz que pareca venir de muy lejos. Creo que hemos encontrado a Moby Dick. As fue cmo cubrieron los ltimos metros, con la silueta de Ismael clavada como un diminuto faro sobre la cima, observando ya algo que de momento slo l poda ver. Robinson dio cinco pasos, diez, veinte, con el aire de perplejidad de un boxeador noqueado, y se detuvo de pronto. Dios No, no haba ningn dios all, pens Eva. Al menos ninguno al que ellos pudiesen rezar. Porque haban atravesado la ltima puerta sin apenas darse cuenta, esa que conduca al principio y al final, a la muerte definitiva y al nuevo ciclo del universo. Por fin haban llegado: estaban en casa de Madre. 22 A sus pies una extensin desolada y estril, sembrada de calaveras, en la que es imposible imaginar la hoja de un rbol o una brizna de hierba. El crter comienza con una suave pendiente hacia abajo que va inclinndose cada vez ms, hasta el punto en que han de descender de lado, esforzndose en no pisar los crneos que marcan el camino al modo de siniestras calabazas blanquecinas. Todos los crneos parecen sonrer. El crter no es muy profundo, pero s tan ancho como dos o tres estadios de ftbol si pudieran disponerse de forma circular. Porque el crculo del crter es absolutamente perfecto y, en consecuencia, antinatural. Ha sido provocado por algo que se estrell desde el espacio, piensa Eva, pero se corrige inmediatamente: Ha sido provocado por algo que vino desde el espacio. Las botas se hunden en una ceniza gris qu ha podido arder aqu? que deja marcadas sus huellas con tanta nitidez como las de los astronautas en la luna. Han descendido quince o veinte metros cuando la pendiente desaparece. Ahora el Nio Mquina camina en vanguardia por una llanura de ceniza mostrando una sonrisa que nadie ha visto jams, ni siquiera Eva. Robinson pisa un crneo sin querer, y el crujido que viola ese silencio mortal hace que Eva se vuelva con el corazn en un puo. De pronto, se queda muy quieta y seala al muchacho algo que ha quedado atrs. Que abandonen toda esperanza quienes traspasen estos muros recita Robinson hipnotizado. Los bordes del crter estn ahora llenos de Errantes, que curiosamente no les persiguen ni gimen su horrible salmodia anunciadora de la matanza. Simplemente permanecen all observndoles, vestidos con harapos o desnudos, mutilados y hambrientos. Inmviles, apiados a lo largo de toda la circunferencia del crter, como espectadores pacientes que aguardan el comienzo del ltimo acto. No es necesario que Eva y Robinson intercambien una mirada para que se den cuenta de que estn rodeados por completo. Ya no hay escapatoria. Esto es el final. Ojal lo fuese. Es el principio. Continan caminando qu otra cosa pueden hacer? tras las huellas menudas de Ismael, que casi ha llegado ya al centro de la planicie. Eva levanta la vista una y otra vez hacia el crculo de Errantes que les rodea, pero sus guardianes continan inmviles. En una de esas ocasiones cree reconocer a su padre entre la multitud, pero la distancia es demasiado grande y muy posiblemente no sea ms que una ilusin. Sin embargo, no vuelve a mirarlos; la prxima vez que lo haga caminar a su lado como una ms de ellos. Hemos llegado. Ismael se detiene frente a una charca de unos tres metros de dimetro en el centro geomtrico del crter, de la que sobresale una sustancia viscosa que se mueve muy despacio, en ondulaciones que recuerdan vagamente al ritmo de una respiracin. Por supuesto, no es as: el ser que vive en el agujero del crter no necesita respirar en modo alguno. Se limita a arrojar sus esporas, invisibles hasta para el ms potente microscopio, con destino al territorio ms frtil que conoce desde que lleg a este mundo: el cerebro humano. Sin embargo esta vez ni siquiera eso ser necesario. El Esclavo ha obrado bien y a punto. He venido, Madre. Para Robinson, Madre es una enorme baera de lava purprea que se agita como si estuviese hirviendo. Eva la ve como un barrizal burbujeante de cieno, a veces rojizo, a veces anaranjado. Pero slo Ismael contempla a Madre como realmente es: un enorme cmulo infecto de negrura que se extiende lentamente. De pronto, un zumbido que recuerda lejanamente al de un nido de avispas sale de la charca para clavarse en sus mentes como si estuviera hecho de agujas. Robinson se tapa los odos y cae de rodillas, desesperado. Nadie hace el menor intento por ayudarle. Ya s que slo son dos, Madre dice Ismael con su dulce voz infantil. Pero son jvenes y quieren vivir, estn llenos de ilusiones. Te gustar su carne. Devora sus cuerpos y bebe sus almas y borra sus esperanzas. Son mi regalo para ti, en el Da de la Madre. * * * Claro que traer ms carne viva para ti. Son muy fciles de engaar con mi disfraz de nio indefenso. Son estpidos y dbiles, Madre, y no merecen vivir. Acto seguido, Ismael deja su mochila de colegial en el suelo lleno de ceniza y se quita la camiseta, quedando desnudo de cintura para arriba. Alza los brazos por un momento y todos pueden ver la horrible cicatriz en el interior del antebrazo izquierdo, con seales de dientes perfectamente marcadas en tono escarlata. Todo su instinto y su experiencia le dicen a Eva que aquella es la mordedura de un Errante. Pequeo hijo de puta sonre amargamente Robinson. Nos ha engaado todo el tiempo. Tambin he de ocuparme de ensear a mis hermanos para que sean cada vez ms sabios contina Ismael. Y a cambio de ello t me dars un mundo, aunque sea el ms pequeo y baldo de todos los que dominas. El mundo de Mquina. * * * As es: prometo hacerme merecedor de todos tus dones, Madre. Enva a tus hijos ahora para cumplir con la ceremonia de mi ofrenda. Debes de estar hambrienta, porque siempre lo ests. La multitud de Errantes que abarrotan los bordes del crter comienza a descender como un solo ser hacia el centro de la llanura. Mientras los infinitos tentculos de Madre se ponen en movimiento, Eva piensa desesperadamente en el cuchillo de sierra que cort sus ligaduras el da anterior. Tiene que estar en algn sitio pero dnde? Un poco de valor, un tajo limpio en el cuello y todo terminar, primero para Robinson y despus para ella. Pero dnde est el cuchillo? Slo puede estar en un sitio: en la vieja mochila de colegial. Ismael dice con la voz desgarrada, t puedes elegir. El nio no responde. S que eres un Errante, uno de los albinos; s que te mordieron. Lo sospechaba desde hace tiempo, pero nunca quise verlo porque te quiero. Pero eso no importa porque yo tambin estaba ciega. T no eres eso en lo que te han convertido. Los dems, los normales, no tuvieron ninguna posibilidad al ser infectados, pero t puedes elegir. Quiz a causa de tu enfermedad o del accidente de trfico, qu s yo. Pero lo que s es que Madre no controla tu voluntad. Al menos no toda tu voluntad. No es as, Ismael? Ismael guarda silencio, su pequeo rostro de estatua vuelto hacia Madre en una actitud de absoluta sumisin. Los Errantes se acercan cada vez ms con los brazos extendidos, pero Robinson adivina que ahora no vienen con la vieja ansia de morder y desgarrar. Simplemente los atraparn a los dos para arrojarlos de cabeza en la ptrida charca de Madre. Porque Ella tambin debe alimentarse. Ismael, dame al menos el cuchillo que guardas en la mochila dice Eva sin poder dejar de llorar. No permitas que esa cosa nos devore. Recuerdas a Viernes? l era como t, por eso os entendais tan bien. Recuerdas todo lo que hemos pasado juntos? Te quiero, Ismael. Hagas lo que hagas, siempre te querr. Eva cae de rodillas, sollozando, envuelta en el zumbido sordo de Madre como en una telaraa a donde van a morir todas las esperanzas. Entonces, Ismael vuelve al fin la cabeza en un gesto que tanto puede significar fastidio como una vaga misericordia, y revuelve rpidamente en la mochila. Pero no saca el cuchillo. Casi lo olvidaba dice con aire ausente. Un regalo del capitn Acab para la ballena blanca. TIRAOS AL SUELO!! Eva es incapaz de moverse mientras ve, como en un sueo, al pequeo Ismael corriendo hacia el lquido purulento que es Madre con el cinturn de granadas colgando del cuello. Slo Robinson reacciona en la ltima dcima de segundo arrojndose sobre ella, protegindola con su propio cuerpo. Tambin reaccionan los Errantes, porque Madre ha ledo el ltimo pensamiento ya sin enmascarar en la mente de Ismael, y ahora emite una ltima orden desesperada a sus huestes. Un mensaje ms rpido que la luz se transmite a millones de mentes esclavas en todo el mundo: PARADLO!! PARADLO!!. En frica, en Amrica, en Asia, en Oceana, millones de Errantes se detienen congelados e intentan cambiar de direccin. Pero ya es demasiado tarde. Nada puede detener a Ismael. Y Eva, inmovilizada ahora en el suelo por los brazos de Robinson, comprende al fin y grita y grita y sigue gritando. Y lo ltimo que puede ver antes de que el mundo estalle y se venga abajo, es la silueta del nio saltando sobre la charca inmunda que es Madre mientras tira del cordn que arrancar a la vez todas las espoletas de todas las granadas. 23 Hola, Eva, Robinson o los dos: Si estis leyendo esta nota, eso slo puede significar tres cosas: que la mochila se ha salvado, que yo estoy muerto y que al menos uno de vosotros dos est vivo. Las posibilidades de que los dos estis vivos son de cincuenta por ciento, pero las posibilidades de que uno de vosotros siga vivo son del cien por cien; es decir, probabilidad absoluta. Hace tres aos, antes de que yo llegara a Ctola, el grupo de supervivientes con el que me encontraba fue atacado por una horda de Errantes. Todos lograron escapar indemnes salvo yo, que recib una mordedura no letal en el brazo izquierdo y permanec ocho das perdido en un bosque cercano. La herida cicatriz rpidamente y supe desde el principio que nada tena que temer de ella, puesto que es imposible que un ente ciberntico como yo resulte infectado por la Plaga. A los nueve das, tuve ocasin de reunirme de nuevo con mi antiguo grupo, que mientras tanto haba decidido marchar hacia Ctola. Fue a partir de ese momento cuando comenzaron los primeros contactos telepticos 24 La onda expansiva ha arrastrado a Eva y a Robinson a varios metros de distancia, aunque la peor parte se la ha llevado el grupo de Errantes que se interpona entre ellos y Madre para detener al chico, sirvindoles a ambos de afortunado e involuntario parapeto. Pasan unos largusimos segundos antes de que se levanten y comprueben que no estn heridos de gravedad, y que la charca donde antes burbujeaba Madre es ahora un enorme hoyo gris lleno de polvo y cenizas. Pero los Errantes un poco ms alejados del lugar de la explosin an continan avanzando hacia ellos. Perdona le dice a Eva un tipo con unos harapos amarillos que en su da fueron un uniforme de Correos. Sabes dnde estamos? Tengo que entregar un giro postal en El hombre cae al suelo muerto y sin terminar la frase; Eva nunca sabr en qu lugar deba entregar su giro. Mira a Robinson, tan cubierto de ceniza como ella misma. Parecen dos fantasmas grises en medio de una multitud de harapientos an ms desorientados que ellos. Y las voces de los antiguos Errantes siguen llegando hacia ellos perfectamente comprensibles: Dnde estamos? Parece un accidente areo. Me han amputado un brazo. Joder, me han amputado un brazo! Es un atentado terrorista, seguro. Que alguien llame a la polica! Tengo que hablar con mi mujer. Y unos segundos despus mueren uno tras otro sin gritos, sin lamentos. Simplemente caen al suelo como sacos y mueren, al morir las ltimas esporas de Madre que an anidaban en sus cerebros. Y Eva piensa en ese dios desconocido que les ha permitido un fugaz intervalo de lucidez antes del final. Es una muestra de crueldad o de misericordia? No lo sabr nunca. Disculpe, seorita, ha visto usted a mi hijo? Es un chico alto con el pelo rubio que se llama julio, Julio Paredes Garca, y Claro que le he visto sonre Eva con la cara cubierta de ceniza. Est a salvo. Ahora iremos a buscarle. Gracias a Dios, qu alivio! Tiene usted alguna idea de lo que ha ocurrido aqu? Eva no se ve en la obligacin de contestar, porque el hombre ha cado muerto justo despus de formular su ltima pregunta. Se oye una voz destemplada a lo lejos: Me van a or esos sinvergenzas! Voy a denunciarles!. Los Errantes mueren uno tras otro tras pronunciar sus absurdos epitafios, llenos de perplejidad. Abrzame, Robinson. Abrzame, por favor. As permanecen muy juntos, inmviles, entre una multitud desorientada de individuos que preguntan por sus familias antes de caer al suelo, que intentan hablar por telfonos que llevan aos inutilizados antes de caer al suelo, que imaginan terremotos o explosiones de gas o incendios sin control antes de caer al suelo sembrado ya de cadveres, para no volver a levantarse. Y as permanecen Robinson y Eva, abrazados, muy quietos, hasta que todo termina. 25 Es fundamental comprender el hecho de que Madre controla telepticamente a todos los Errantes. As pues, en esta guerra jams nos hemos enfrentado a millones de enemigos, sino a uno solo que ha colonizado docenas de mundos mediante un sistema biolgico de parasitismo increblemente complejo. Los Errantes no son sino simples apndices de Madre, al modo de los tentculos de un pulpo. Cualquier persona que se convierta en un Errante por alguno de los mtodos conocidos mordedura, intercambio de fluidos infectados o contacto directo con las esporas de Madre comienza a recibir de inmediato sus pensamientos y, lo que es ms importante, sus rdenes. Casi en ningn caso se trata de un flujo mental consciente, al igual que nosotros no impartimos rdenes directas y verbales a los dedos de nuestras manos para que se muevan. Sin embargo, casos excepcionales como el mo pueden despertar un inters especial en Madre. Madre comprenda que yo estaba infectado, por as decirlo. Pero no tena ninguna manera de saber que yo soy una entidad ciberntica cuya estructura qumica no est basada en el carbono, sometida slo a su programacin y no a rdenes no autorizadas del exterior. A partir de los primeros contactos, comenc un arriesgado juego con Ella en el que me present como un ser humano psicolgica y neurolgicamente especial, que aun hallndose sometido a sus mandatos, an dispona de cierta capacidad de eleccin. Le promet ensear a los Errantes para hacerlos ms inteligentes, proceso que Ella ya haba comenzado por cuenta propia: mientras ms aprende Madre, ms aprenden los Errantes, igual que nuestros msculos aprenden inconscientemente a montar en bicicleta a base de prctica. Y el proceso tambin funciona en sentido inverso. Madre ha venido desde muy lejos, desde algn lugar en el espacio profundo que ni siquiera Ella misma recuerda. Cuando tom contacto con nuestro planeta, envi una primera y masiva oleada de esporas que contaminaron irremediablemente a todo ser humano en un radio de ms de doscientos kilmetros a la redonda. Despus de eso se mantuvo inactiva un tiempo, tomndose un descanso, dirais vosotros. Pero ya a partir de ese momento haban aparecido los Errantes para continuar con sus tareas de propagacin y expansin de las esporas. En ese da aciago, cientos de miles de personas fueron contaminadas a la vez en dcimas de segundo. As tuvo lugar el nacimiento de los Errantes. Mucho ms tarde, Madre me orden que acudiese a Ella. Yo fing resistirme y al final fing ceder, puesto que un plan concreto acababa de tomar forma en mi mente. La codicia de Madre es inmensa, y est tan acostumbrada a vencer que no tuvo en cuenta los riesgos ms elementales; al fin y al cabo, para Ella yo no era ms que otro de sus esclavos. Supongo que consider con agrado mi oferta de acelerar el aprendizaje de los Errantes, an demasiado lento para su ansia voraz de dominacin. Ni por un momento pas por su mente la absurda idea de que yo proyectaba matarla. Tambin le promet carne humana viva, como una especie de regalo de homenaje adicional. La carne eris vosotros. Tuve que permanecer constantemente en guardia, pues no poda permitir que Madre adivinara mis ver daderos designios. Por esa razn tampoco poda hablar del asunto con nadie e incluso deba evitar pensar en l, en la medida de lo posible. La potencia teleptica de Madre es inmensa y no debe ser subestimada. Conforme nos adentrbamos ms y ms en su territorio, la presin sobre mi mente iba creciendo, hasta el punto de que apenas me sent con fuerzas para resistirla. Si lo he conseguido o no, vosotros debis de saberlo. Esto es lo ms importante que quera deciros. No tena una idea clara de cmo iba a dar muerte a Madre, hasta que encontramos el cinturn hecho de granadas y explosivos. Ni siquiera saba si las granadas iban a estallar, pero al instante adivin que ese cinturn era mi nica oportunidad. As que las recog en secreto, al ver que Eva las haba arrojado cerca del matorral que bordeaba los castaos. Slo espero que hayan funcionado correctamente. Escribo esto en una pequea libreta que siempre guardo en mi mochila junto al libro de Moby Dick, a unas tres jornadas del lugar donde s que encontraremos a Madre. Estoy empezando a desfallecer, cada vez ms, y en los ltimos das me ha dado por pensar que quiz yo no sea realmente una mquina, despus de todo. Si esto es as, estamos perdidos, porque entonces ya no existir ningn escudo que detenga su influencia sobre m. As que necesito a toda costa ser una mquina para no acabar convertido en otro ms de sus esclavos. Repito una vez ms que quiero pensar que soy una mquina y enterrar las dudas que surgen por todas partes. Porque habis de saber que yo soy y siempre he sido una mquina, una mquina, una mquina. ISMAEL Eplogo Las almas recobradas El sol brillaba con fuerza sobre los tejados de madera o ladrillo del campamento Esperanza III. Era una maana de mucho calor, un tanto suavizado por una leve brisa que vena con el olor del mar, tan tenue y fresca que era mejor sentirla en la piel con los ojos cerrados. Y a Eva le pareci que el aire del mundo era ms puro y limpio, como si se hubiesen abierto a la vez todas las ventanas de una vieja habitacin cerrada a cal y canto durante aos. Lo ms aterrador deca Robinson mirando muy atrs fue cuando empezaron a hablar como si fuesen personas otra vez. Aquello dur slo unos segundos, hasta que murieron. Pero me pregunto si en ese intervalo llegaron a darse cuenta de lo que les haba ocurrido. De su vida como Errantes, si es que se la puede llamar as, y de todo lo dems. Probablemente no respondi Eva. Estaban perdidos, desorientados por completo. Tras la muerte de Madre no tenan ninguna posibilidad, y cuando se extinguieron las ltimas esporas alojadas en sus cerebros, ellos murieron tambin. No obstante, pienso que hubo un intervalo de varios segundos entre la destruccin de Madre y la desaparicin definitiva de las esporas, las cuales ya no disponan de una entidad superior que las controlara y las mantuviese vivas. Creo que fue esto lo que les concedi un breve lapso de tiempo en el que volvieron a ser personas como antes de la Plaga. Pero sus cuerpos y, sobre todo, sus cerebros estaban demasiado deteriorados por Madre como para sobrevivir ms all de unos segundos sin el aliento vital de ella. Ojal aadi Eva con una sonrisa triste hubiese podido hablar con mi padre o con mi madre durante ese medio minuto, o quiz menos. En cuanto a Ismael, no pasa un solo da sin que le eche de menos murmur Robinson con aire soador. Pequeo chalado impasible, el ms valiente del mundo. Su enfermedad fue la mejor defensa posible dijo Eva guardando la libreta en la mochila destrozada de Ismael, que siempre llevaba consigo. El delirio de creerse una mquina era el nico muro que poda contener a Madre. Pero an no comprendo esas dudas de las que habla al final de la carta murmur pensativo Robinson. Por qu? Es fcil; piensa en Viernes o en nosotros. Estaba empezando a querernos, y se supone que una mquina no puede hacer eso. Haban pasado tres meses desde el final de la Plaga. Robinson y Eva descansaban apaciblemente sentados a la puerta de la vivienda que les haban asignado, en el campamento de supervivientes pareca inadecuado utilizar ya esta palabra Esperanza III, a unos treinta kilmetros del lugar donde el pequeo Ismael acabara para siempre con la extraa vida de Madre. Los dos haban sido muy bien acogidos; en torno a los barracones de ladrillo o a las hileras de tiendas de campaa se respiraba un ambiente de alegra y optimismo que pareca no tener fin. Continuamente llegaban nuevos refugiados, con las mismas buenas noticias que, sin embargo, nadie se cansaba de or: no haba rastro de Errantes activos en ninguna parte. Robinson y Eva permanecan un poco ajenos a todo este bullicio, como si no fuera del todo con ellos. Era nuestro pequeo capitn Acab. Y al final dio caza a la ballena blanca. Yo tambin le quera dijo Robinson. Pero la vida sigue. S. La vida sigue. Se quedaron unos momentos en silencio, absortos en sus pensamientos. Eva llevaba recogido el largo pelo negro en una cola de caballo que, a juicio de Robinson, le haca aparentar unos quince aos de edad, ocurrencia que sola hacerles rer. El moratn en el cuello an era un poco visible, pero no tardara en desaparecer del todo. Estaban vestidos con ropa nueva y cmoda, bien alimentados y ms limpios de lo que jams hubiesen soado en los das de la Plaga. No haca mucho que en el campamento Esperanza III se haba logrado instalar una modesta red de agua corriente, y ahora les permitan una ducha diaria de diez minutos de duracin. El agua estaba tan fra como si viniese de un glaciar, pero eso importaba poco. Aquello era en suma el paraso porque, para colmo de bienes, los Errantes haban desaparecido de la faz de la Tierra dejando tan slo un montn de cadveres como recuerdo. Y sin embargo, faltaba algo. Siempre faltaba algo. Crees que podremos conseguir armas? pregunt Robinson de repente. Esta gente es fantstica, pero algn da tendremos que marcharnos de aqu. Consguelas para ti, si quieres. Yo no pienso volver a empuar un arma nunca ms. No seas ingenua, princesa sonri Robinson. Los Errantes se habrn extinguido, pero an quedan un montn de chicos malos por ah fuera. Piensa en Disco Jack, por ejemplo. Eva se estremeci y cerr los ojos, muy plida de repente; ahora pareca tener doce aos ms que quince o veintiuno. Un segundo ms tarde, Robinson se maldijo interiormente por el comentario hecho sin pensar, pero ya era un poco tarde para lamentarse. Lo siento. Qu idiota puedo llegar a ser. No te preocupes, no pasa nada. Pero yo no quiero armas. Est bien dijo, y se qued un momento pensativo. Oye, otra cosa; nunca te he dicho cul es mi verdadero nombre, verdad? Eva lo mir con ternura, sin molestarse en responder. Tras su metedura de pata, el pobre Robinson estaba ansioso por cambiar de tema cuanto antes. Quieres que te lo diga? Es algo gracioso. A m me gusta Robinson dijo ella sin el menor inters. Pero no sientes curiosidad? No mucha, la verdad. Pues te lo dir de todas formas: mi verdadero nombre es Adn. Adn Ferrero Martnez. Lo coges? Qu es lo que hay que coger? pregunt ella cada vez ms seria. Pues que me llamo Adn! Y que entonces t y yo somos Adn y Eva. Adn y Eva, lo coges ahora? Qu te parece? A m me parece una absoluta gilipollez, Robinson. De repente se echaron a rer a carcajadas como dos locos, casi ahogndose. En algn momento las manos se entrelazaron, y la sombra de Disco Jack desapareci para siempre. Qu haremos ahora? pregunt Robinson, una vez recuperada la compostura. Este ser un mundo muy aburrido sin los Errantes. No s qu hars t. Yo me quedar todava unos das, para descansar y echar una mano a esta gente. Despus es posible que busque a mi antiguo grupo, el de Gabriel. Y tarde o temprano regresar a Cbola. Tengo algunos asuntos de los que hablar con un ruso que se cree que lo sabe todo. Pens que no bamos a separarnos. Ya sabes, el carcter sagrado del matrimonio y todo eso Intntalo, Robinson sonri ella. Puede que esta vez las cosas te salgan bien. Lo bes largamente en los labios mientras le acariciaba el pelo. Siempre le haba gustado el pelo de Robinson, tan suave y rebelde. Adn? Qu tontera, pens, saboreando su boca como si fuese la primera vez. Para m siempre sers Robinson. No quiero separarme de ti dijo l, tremendamente serio. No tienes por qu hacerlo. Ven conmigo, te llevar a Cbola y sers un pueblerino que descubre la gran ciudad. Pero no todava. Dentro de un tiempo. Y puedo imitar a Marlon Brando por el camino? Slo diez veces al da. Ni una ms. Eh, pareja, interrumpo algo? Vaya, vaya Era un cincuentn alto y corpulento, con camisa a cuadros de leador y una frondosa barba negra, que recordaba inevitablemente a las fotografas de los pioneros del Salvaje Oeste. Oye, morenita, si quieres que te haga un beb, no tienes ms que decirlo. Robinson frunci levemente el ceo, ms por costumbre que por cualquier otra cosa. Lo tendr en cuenta, Romn dijo Eva riendo. Te apunto en mi lista. Vale, to, no pongas esa cara de Pellejudo, que no es ms que una broma continu jovialmente el leador del Oeste. Vengo para deciros que almorzamos dentro de media hora. Estofado de verduras, patatas y zanahorias; la carne tendr que esperar, me temo. Una cosa ms: hemos organizado un turno esta tarde a las cinco para enterrar Pellejudos, os apuntis? Eva y Robinson asintieron de inmediato. Vale, os dejo solitos, entonces. Todava tenis tiempo de echar el ltimo antes de la comida. Ay, quin volviese a pillar veinte aos! Si yo os contara Se fue sin dejar de hablar un solo momento y su voz de trueno tard mucho en desaparecer, tragada por la distancia. Robinson encendi uno de los tres cigarrillos a los que tena derecho cada da: un lujo que casi haba olvidado, aunque aquello supiese a amonaco ms que a cualquier otra cosa. Pero bueno, no importaba. Me pregunto por qu ese to tiene que ser siempre tan grosero. Djalo dijo sonriendo Eva. Es su manera de estar contento. Les diremos alguna vez a estos palurdos que fue un nio de nueve aos el que los salv, a ellos y al mundo? No. No nos creeran y adems No, mejor no se lo diremos. Ests bien, pequea? Claro que s, Robinson. Pero como vuelvas a llamarme pequea te corto las pelotas. Sonrieron mientras l le tenda el cigarrillo y se pona en pie, desperezndose como un gato. De pronto, pasaron unos nios jugando con una pelota de trapo que se gritaban unos a otros con una potencia inimaginable en sus pequeos pulmones. Nunca fue como ellos, era distinto. Aunque, despus de todo, slo era un nio. Y yo no pude terminar de leerle Moby Dick. De verdad ests bien? Te brillan mucho los ojos. S. No te preocupes. Yo me voy a comer. Te vienes? An es pronto; ir dentro de un rato. El muchacho pos un momento los labios sobre el moratn del cuello de Eva y se march dedicndole una ltima sonrisa, rumbo al enorme comedor al aire libre siempre abarrotado de sillas y mesas de camping. Unos pasos ms adelante, Robinson se dio de bruces y por sorpresa con el grupo de cros, y empez a jugar con ellos. Regateaba y chutaba bastante bien, advirti Eva, fallando estrepitosamente de vez en cuando para que los ms pequeos tuvieran ocasin de tocar la pelota. Eso es, dale fuerte! Psamela, psamela o tira! GOOOL!! Eva desvi la vista del partido con una sonrisa y abri la pequea mochila de colegial. Puso sobre la mesa el tablero de go, el botiqun, una libreta de la que faltaban muchsimas hojas y el juego de ajedrez. Por ltimo, sac un pequeo libro de bolsillo muy estropeado y lo abri por la ltima pgina. Ley en voz alta, con una alegre algaraba de nios que juegan como fondo a sus palabras: Los tiburones, inofensivos, se deslizaban junto a m como si llevaran un candado en la boca: los salvajes halcones marinos navegaban con picos envainados. Al segundo da se me fue acercando un barco, ms y ms, hasta que me recogi. Era el Rachel vagando siempre a la pertinaz bsqueda de sus hijos perdidos, que slo encontr a otro hurfano. Ya he terminado, Ismael. Te lo deba. Chuta! Chuta ahora! Huuuyyy! Qu poco ha faltado! Otro hurfano. Eva mir de nuevo hacia el grupo de chiquillos que jugaban a la pelota, con los ojos arrasados en lgrimas. Conoca a muchos de esos nios, y tambin saba que casi todos haban perdido a sus padres durante la Plaga. Seguramente de la misma manera en que le haba ocurrido a ella, a Robinson, a tantos y tantos otros Vio a Robinson intentando regatear a tres nios a la vez, con otro cro subido sobre sus hombros que no paraba de rerse a carcajadas. Entonces, uno de los nios ms pequeos corri hacia ella de repente y la bes. Antonio Calzado Mayo de 2012.