Escuelas Técnicas
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Resumen
Esta ponencia tiene por propósito analizar, desde una perspectiva histórica y comparada, las
transformaciones de la educación técnica profesional en Argentina privilegiando los cambios
que sufrió dicha modalidad durante las últimas tres décadas. Para tal fin, se presenta un breve
recorrido por la historia de la educación técnica profesional, de manera de contextualizar las
orientaciones que asumieron las principales modificaciones que atravesó el sector como
consecuencia de la reforma de los años 1990 y de su posterior recomposición a partir de la
ley de educación técnica profesional del año 2005. El análisis histórico comparado de los dos
períodos identificados, privilegiará el rol del Estado, el financiamiento y la estructura
organizativa del sector. Respecto a esta última cuestión se buscará avanzar sobre las
siguientes dimensiones: 1) trabajo docente, 2) régimen académico y 3) currículum.
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La escuela secundaria técnica en Argentina. Un análisis histórico y comparado de las
políticas educativas para el sector durante las últimas décadas 1
Introducción
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Esta ponencia se inscribe dentro del proyecto de investigación “Regulaciones, institucionalidades y prácticas:
un análisis de las condiciones de producción del trabajo pedagógico en escuelas secundarias”, Área de
Educación, IDH, UNGS y del proyecto "Escuela técnica y nuevas institucionalidades para el fortalecimiento del
trabajo pedagógico: un estudio de casos en dos provincias argentinas", Convocatoria FoNIETP, Ministerio de
Educación. Ambos proyectos son dirigidos por Nora Gluz.
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1. La educación técnico profesional en la historia Argentina: características, actores y
principales regulaciones
En Argentina existen distintas instituciones que tienen a su cargo la formación para el trabajo
y que integran el circuito de educación formal como el no formal (Gallart, 2006). En su
conjunto, estas instituciones forman parte de la modalidad de educación técnico profesional
que se incrementó a lo largo del siglo pasado en nuestro país, cubriendo una importante
proporción de la matrícula secundaria y articulando conocimientos y habilidades,
competencias específicas (en particular, tecnológicas), y aprendizaje en taller y laboratorio
(Gallart, 2006). En términos generales, el propósito de estas instituciones ha sido doble:
formar para el trabajo al terminar el nivel secundario y preparar para carreras técnicas,
terciarias y universitarias. Junto a las instituciones del sistema educativo de nivel medio y
superior (no universitarias) orientadas a la formación técnica, destacan también aquellas
destinadas a la formación profesional, constituida por cursos de menor duración destinados a
la preparación para ocupaciones específicas. Esta modalidad adquirió centralidad en los
países de la región latinoamericana, dependiendo de importantes instituciones como el
Servicio Nacional de Aprendizaje Industrial en Brasil y del Servicio Nacional de Aprendizaje
en Colombia; además, cubre una significativa proporción de la población adulta.
Particularmente, en nuestro país se desarrolló alrededor de los años 1970, y supuso la
creación de los Centros de Formación Profesional que dependían, en un principio, del
Consejo Nacional de Educación Técnica (CoNET), estando en la actualidad bajo la órbita de
los gobiernos jurisdiccionales como resultado de los procesos de transferencia de las
instituciones educativas nacionales a las provincias y a la Ciudad de Buenos Aires (Gallart,
2006).
Históricamente, el Estado nacional y los gobiernos jurisdiccionales han sido los principales
actores de la educación técnica en Argentina. A su cargo ha estado el financiamiento de la
mayor parte de las actividades vinculadas a la formación; encargándose también de la gestión
de las instituciones dedicadas a la educación técnica y a la formación profesional, y de la
supervisión de la formación impartida por las instituciones privadas. La justificación de dicha
intervención guarda estrecha relación con la necesidad de contar con una población con
formación general y técnica que pueda insertarse satisfactoriamente en los procesos
productivos; además, por razones de equidad, se considera necesario compensar en la
formación profesional las desigualdades producidas por una insuficiente formación inicial
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que disminuyen las posibilidades laborales de los sectores pobres (Gallart, 2006). Ahora bien,
aunque el rol del Estado respecto a esta modalidad ha sido considerado indelegable, las
dificultades han radicado históricamente en la cuantía del apoyo brindado y en la manera en
que se han distribuido los recursos económicos y organizacionales dentro del sector. Al
respecto, suele afirmarse que la desigualdad con la que han operado en el tiempo las distintas
dependencias y jurisdicciones del país, no ha conducido al desarrollo de una política eficaz y
sostenida para la educación técnico profesional (Gallart, 2006).
En Argentina, las primeras experiencias de educación técnico profesional se sitúan a fines del
siglo XIX. En su conjunto, estas iniciativas surgen como trayecto de formación en el marco
del incipiente crecimiento industrial e incorporando a una población estudiantil perteneciente
a sectores medios en ascenso (Bottinelli y Sleirman, 2015). En Salta, San Juan y Catamarca
se crearon los primeros departamentos técnicos que estaban anexados a los tradicionales
colegios nacionales. Fue así que en el año 1871 surgió el Departamento de Minas en San
Juan, que fue creado por Sarmiento como respuesta al crecimiento de la minería en dicha
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provincia y que se convertiría luego en la Escuela Nacional de Minas e Industria que en el
año 1939 pasaría a depender de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Cuyo
(idem). Durante tales años, precisamente en 1897, se creó el Departamento Industrial en la
Escuela de Comercio Carlos Pellegrini de la Ciudad de Buenos Aires, que luego sería la
primer escuela industrial del país llamada Otto Krause. Las escuelas de Artes y Oficios se
crearon también durante las primeras décadas del siglo XX, bajo el propósito de fortalecer el
vínculo de la educación secundaria con el mundo laboral. Estas escuelas tomaron impulso,
sobre todo, durante el primer gobierno de Yrigoyen (Puiggrós, 2003; Bottinelli y Sleirman,
2015).
Aunque la estructura del sistema educativo argentino de comienzos del siglo XX se distinguía
por una clara impronta humanística y enciclopédica, existieron desde fines del siglo XIX
distintos intentos por vincular la educación secundaria a diferentes opciones técnicas. La
primer expresión de este propósito la encontramos en la propuesta educativa de Magnasco,
ministro de Instrucción Pública del gobierno de Roca durante el año 1898. En términos
generales esta iniciativa se distinguía por la institucionalización del secundario técnico, que
aspiraba modernizar los contenidos curriculares incorporando una nueva modalidad
articulada con las exigencias de una supuesta diferenciación del aparato productivo. Si bien
esta propuesta no alcanzó a concretarse, reformas posteriores rescataron sus postulados y
propusieron medidas de diferenciación del sistema educativo. Bajo esta lógica, en el año
1916, se intentó una nueva reforma estructural del sistema denominada Saavedra Lamas que
consistía en la disminución de la escuela básica común y en la implantación de una escuela
intermedia que colocaba en la edad de 11 o 12 años la derivación de los alumnos a la
formación profesional, quienes luego podrían terminar la escuela secundaria con opciones
técnicas. La llegada de Yrigoyen al poder supuso la interrupción de esta reforma impulsada
por los sectores conservadores del país.
Los distintos intentos por modificar la tradicional estructura del sistema ponen en evidencia
que uno de los problemas de las políticas educativas de las primeras décadas del siglo XX
giró alrededor de la inclusión de ciertas orientaciones modernas (carreras técnicas o
especializaciones) en la educación argentina. Pero, tal y como han mostrado distintos
estudios, la implementación de dichas orientaciones no obedeció a las exigencias industriales
y productivas de la época, sino más bien al propósito de desviar a los sectores medios
incorporados recientemente al sistema educativa hacia opciones alternativas, de manera que
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los estudios clásicos continúen siendo hegemonizados por la elite tradicional (Tedesco,
1993). Con estas reformas se intentaba reorientar a las “amenazantes” clases medias hacia
aquellas opciones que las acercaban a las especializaciones manuales y técnicas; de manera
de evitar su acceso a la universidad y de alejarlas de aquellos conocimientos que las
habilitaban para ejercer la función pública. Al respecto, recordemos que la reforma Saavedra
Lamas quiso instaurarse poco antes del triunfo electoral del radicalismo, cuya base social
fueron las emergentes clases medias. En este escenario, la llegada de Yrigoyen al poder
supuso el fin de dicha ley, quedando restablecida la tradicional estructura del sistema
educativo (escuela primaria y secundaria) y el currículum enciclopédico y humanista
(generalista).
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educación técnico profesional quedó establecido en el año 1944 cuando se crean la Comisión
Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional (CNAOP) y la Dirección General de
Educación Técnica (DGET). Contribuyó también a la consolidación de dicha modalidad la
creación de la Universidad Obrera Nacional en el año 1948. A fines analíticos es posible
pensar en dos circuitos paralelos, el circuito CNAOP-UON que se encontraba bajo la órbita
de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social y el circuito que conformaban las instituciones
de la Dirección General de Enseñanza Técnica (DGET) cuya función era la organización de
los establecimientos estatales de capacitación ya existentes (Escuela profesionales, Escuelas
de Artes y Oficios, etc.). Entre las instituciones que incluía la CNAOP destacan las Escuelas
Fábricas, que eran parte del primer ciclo de la CNAOP y tenían tres años de duración;
funcionaban cumpliendo un plan mixto de enseñanza y producción durante 48 horas
semanales y contaban con una planta industrial dedicada a la especialidad. Como condición
de ingreso, se exigía escolaridad primaria, que podía suplirse excepcionalmente por examen
equivalente. La edad no podía ser inferior a 13 años y no mayor de 18. A los alumnos se les
daba una Ayuda Escolar según el año de cursada; se entregaban gratuitamente uniformes,
textos y útiles escolares y de taller, y se aseguraba comedor en la planta. El hecho de ofrecer
una Ayuda Escolar para los alumnos que estudiaban en estas Escuelas intensivas era inédito y
relevante como parte de una política de incorporación de sectores de bajos recursos. Las
orientaciones ofrecidas variaban considerablemente.
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nacionales vieron duplicar su matrícula (de 46.997 en 1941 a 110.755 en 1955) y la cantidad
de establecimientos (de 237 en 1941 a 458 en 1955), quedando en evidencia el mayor interés
de la población por dicha modalidad. En la misma línea, se subraya que la formación de los
profesores durante el período peronista se mantuvo con igual lógica disciplinaria y formalista,
propia de los colegios nacionales (Pinkasz, 1992 en Acosta, 2007). Más allá de estas
cuestiones fue durante el peronismo cuando el Estado formalizó una instancia nacional que se
propuso realmente regular, organizar y financiar la educación técnica. Esta situación implicó
el comienzo de una política a largo plazo para un sector particular de la educación, bajo el
propósito de responder al proceso de industrialización puesto en marcha en el país.
El gobierno de la Revolución Libertadora del año 1955 intervino la DGET y la CNAOP que
fueron luego disueltas y fusionadas para dar lugar, en el año 1959, a la creación del Consejo
Nacional de Enseñanza Técnica (CoNET). Dicho Consejo se distinguió por ser un organismo
tripartito con participación del Estado, de los representantes de los trabajadores y de las
cámaras empresariales, siendo uno de sus principales objetivos la homogeneización de la
formación técnica y profesional. Bajo la dirección del CoNET quedaron entonces todas las
escuelas técnicas, que fueron agrupadas bajo la denominación de Escuela Nacional de
Educación Técnica (ENET). Quedaron también bajo su órbita los centros de formación
profesional. Esta institucionalidad llegaría hasta la reforma impulsada por la Ley Federal de
Educación (1993). Cabe señalar que la Universidad Obrera Nacional también sufrió
modificaciones, incorporándose al régimen de las Universidades Nacionales y cambiando su
nombre: en adelante se llamaría Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
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educación técnica a partir del CONET supuso, a nivel de la administración del sistema, una
instancia de articulación vertical que se fue reorganizando en función de las relaciones
establecidas entre los distintos niveles. La regulación del sector y aquellos aspectos
vinculados con el acceso a la docencia y a los contenidos de la enseñanza, quedaron bajo la
órbita de dicho consejo. En cuanto al financiamiento quedó asegurado, en un comienzo, a
través de un impuesto nacional que pagaban los sectores industriales. Este impuesto será
eliminado en el año 1980 en el contexto de la dictadura cívico militar que asumió el poder en
el año 1976. Se pierde así, una de las principales fuentes de financiamiento del CoNET y se
da lugar a la creación del llamado Régimen de Crédito Fiscal que supone la desgravación
impositiva de las empresas que inviertan en acciones educativas. Este proceso de
desfinanciamiento del sector coincide con el inicio de un proceso de desindustrialización y
apertura de las importaciones que se profundiza en la siguiente década, tal como daremos
cuenta a continuación.
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introducción de modificaciones significativas en la organización académica de la
educación técnica;
modificación de la estructura curricular de la educación técnica de nivel medio;
modificación del rol de los principales agentes de la educación técnica: Estado y
sector empresarial;
reconversión de los docentes de la educación técnica;
desfinanciamiento directo para el sector.
Fue dentro de este escenario que se puso en marcha un sistema paralelo de enseñanza
organizado en “módulos” que se distinguían por ofrecer una formación específica de acuerdo
a la orientación. La formación técnica especializada quedó situada como oferta
complementaria a la formación general y de carácter optativo. Este discurso se materializó en
nuestro país en la creación de los denominados “Trayectos Técnicos Profesionales”, que
supusieron una ruptura con el modelo institucional y curricular vigente para la formación
técnica de nivel medio, y la localización de la formación técnica especializada como una
oferta complementaria a la formación general y de carácter optativo.
Respecto al rol del Estado nacional, fue durante esta época cuando se llevaron a cabo
procesos de transferencia de las instituciones educativas de nivel medio y superior no
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universitario nacionales a las provincias y a la Ciudad de Buenos Aires. Entre las
instituciones transferidas se encontraban las escuelas técnicas (las ENET), cuyo
financiamiento y gestión pasó a depender de los gobiernos jurisdiccionales, al tiempo que el
CoNET desapareció. Dentro de este escenario el rol del Estado en la enseñanza técnica se fue
desdibujando, fortaleciéndose simultáneamente a la empresa como espacio privilegiado de
formación profesional. Al respecto, distintos estudios sostienen que la oferta de pasantías de
la época se convirtió en formas encubiertas de explotación laboral sin respeto alguno por los
derechos vinculados al mundo del trabajo (Jacinto, 2010).
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económica (Gallart, 2006; Almandoz, 2010). El nuevo marco legal buscó también hacer
frente a los problemas heredados de la “aplicación dispar” de la LFE y del “bache legal” que
la misma supuso en torno a la educación técnica (Terig, 2013; Gallart, 2006; Senén González,
2008; Miranda, 2012). En el año 2005, bajo la presidencia de N. Kirchner, se sancionó la Ley
de Educación Técnico Profesional (LETP N° 26.058/05) y en el año 2006 la Ley de
Educación Nacional (LEN N°26.026) que derogó a la LFE. Se promulgó también en el año
2005 la Ley de Financiamiento Educativo (N° 26.075), que aumentó significativamente la
inversión destinada al sector. La educación técnico profesional fue en la época una de las
modalidades más beneficiadas, pues entre los objetivos de las leyes educativas del período
kirchnerista estuvo la reorganización y revitalización de la educación técnica profesional. Se
puso en marcha entonces la recuperación del sector, reposicionando al Estado nacional como
el principal garante de dicha modalidad en trabajo conjunto con las provincias e instituciones
educativas. En un contexto de reactivación económica y productiva, la LETP tuvo por
objetivo el fortalecimiento, reordenamiento y articulación de las distintas ofertas del área que
supuso, entre otras cuestiones: importantes procesos de capacitación de docentes;
equipamiento de los laboratorios, bibliotecas y talleres de las escuelas técnicas; promoción de
vínculos entre el sistema productivo y el educativo de manera de adecuar la oferta formativa
a la realidad económica; etc.
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formación de técnicos medios y técnicos superiores en áreas ocupacionales específicas y de
formación profesional (artículo 38). Se sostiene también que esta modalidad se implementa
en las instituciones de gestión estatal o privada que cumplen con las disposiciones
establecidas en LETP. En cuanto a la estructura organizativa, si bien la LEN permitió que
cada jurisdicción opte entre dos alternativas para los niveles de educación primaria y
secundaria (una estructura de seis años para el nivel de educación primaria y de seis años para
el nivel de educación secundaria y, una estructura de siete años para el nivel de educación
primaria y de cinco años para el nivel de educación secundaria), para la modalidad técnico
profesional estableció que deberá respetar lo instituido en la LETP. Particularmente, el
artículo 24 de la ley señala lo siguiente: “Los planes de estudio de la Educación Técnico
Profesional de nivel medio, tendrán una duración mínima de seis (6) años. Estos se
estructurarán según los criterios organizativos adoptados por cada jurisdicción y
resguardando la calidad de tal Servicio Educativo Profesionalizante”.
En concordancia con los principios, fines y objetivos de la LEN, la LETP regula la educación
técnica profesional de nivel medio y superior no universitario en todo el territorio argentino.
Como queda establecido en el artículo 2, la ley se aplica en todo el país, respetando los
criterios federales, las diversidades regionales y articulando la educación formal y no formal,
la formación general y la profesional en el marco de la educación continua y permanente.
Así, el Estado nacional a través del Poder Ejecutivo nacional, de los Poderes Ejecutivos de
las provincias y del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, toma la centralidad
del gobierno y administración del servicio de educación técnica profesional en todo el país.
En lo que respecta a las jurisdicciones, sus autoridades educativas serán las encargadas de
firmar convenios con las distintas organizaciones del sector productivo de manera de
favorecer la formación profesional de los estudiantes (artículos 14, 15 y 16).
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Consejo Federal de Educación para su aprobación. Así, bajo el ámbito de acción del INET se
pusieron en práctica tres instrumentos estratégicos para la regulación y el ordenamiento del
sistema de educación técnica en todo el país: 1) la homologación de títulos y certificaciones;
2) el catálogo nacional de títulos y certificaciones y; 3) el registro federal de instituciones de
ETP. Así, en el marco de la LETP sólo se reconocen como instituciones de educación técnica
a aquellas incorporadas en el Registro Federal de Instituciones de Educación Técnico
Profesional (artículo 9). En cuanto a la definición de las ofertas formativas, las mismas se
organizarán según los perfiles profesionales estipulados por el INET y será el Consejo
Federal de Cultura y Educación de la Nación quién aprobará las carreras técnicas propuestas
tanto para el nivel de la educación secundaria como para el superior no universitario y para la
formación profesional (artículo 21).
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ofrecida tanto por estas instituciones como por cualquier otra que se encuadre dentro de los
criterios postulados por la LETP.
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Educación, Ciencia y Tecnología tiene asignados a otros programas de inversión en escuelas
(artículo 52). Se sostiene también que dicho fondo podrá incorporar aportes de personas
físicas y jurídicas, así como de otras fuentes de financiamiento de origen nacional o
internacional. El fondo se distribuye a través de tres vías que pretenden el desarrollo de
políticas específicas:
Programas Federales, elaborados a partir del trabajo conjunto del INET y la Comisión
Federal de Educación Técnico Profesional bajo el objetivo de mejorar la calidad de la
modalidad, y son aprobados exclusivamente por el Consejo Federal de Educación (por
ejemplo, financiar iniciativas de gran magnitud, garantizar la universalización de
políticas específicas).
Planes de Mejora Jurisdiccionales, elaborados por las jurisdicciones educativas en el
marco de los lineamientos y prioridades de la política educativa jurisdiccional, para la
mejora continua de la calidad de la Educación Técnico Profesional. Deben ser
presentados dentro de las líneas de acción: igualdad de oportunidades, formación de
formadores -inicial y continua-, piso tecnológico, e infraestructura edilicia, seguridad
e higiene.
Planes de Mejora Institucionales, puestos en marcha por cada institución educativa a
partir de procesos de autoevaluación, con el propósito de asegurar que las trayectorias
formativas cuenten con las condiciones necesarias referidas a instalaciones y
equipamiento para el desarrollo de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Deben
ser presentados dentro de la línea de acción “Entornos Formativos” (por ejemplo,
equipamientos e insumos, visitas didácticas, proyectos tecnológicos, bibliotecas,
instalación y adecuación edilicia, seguridad e higiene).
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Para ello se definió la cantidad de máquinas por distribuir (450.000) y el piso tecnológico de estas, el tendido
de red, los servidores o la conectividad a internet y también la contratación de administradores de red que
hicieran viables la utilización de la herramienta no solo en lo disciplinar sino en lo técnico tecnológico
específico (Almandoz, 2010).
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la educación técnica durante el período kirchnerista, fue la creación de 30 instituciones para
dicha modalidad durante el período 2003-2014. En esta línea, se sostiene que la educación
técnico profesional fue una modalidad en expansión durante los últimos años (Bottinelli y
Sleirman, 2015).
Pese a los cambios señalados, se sostiene también que los instrumentos prescriptos por la ley
se han apoyado en concepciones que tienen más continuidades que rupturas respecto del
período de los años noventa, por lo que se mantiene la anterior lógica “fragmentadora” en
cuanto al diseño y modelo de implementación de política pública, en particular, con relación
a los roles y funciones que se asignan a los actores de los niveles nacional, jurisdiccional e
institucional (Judengloben y Gardyn). En ese sentido se afirma que:
Los Estados provinciales son los responsables del sostenimiento principal de las
escuelas, en los aspectos de infraestructura y personal.
La Nación, a través del INET, concentra recursos “adicionales” que asigna a través de
proyectos institucionales y jurisdiccionales, reservándose la función evaluadora. Se
trata de recursos procedentes del “Fondo para el mejoramiento de la educación
técnico profesional”, creado por la nueva ley, o de fuentes externas.
Los criterios de evaluación se basan en supuestos muchas veces implícitos o que no
han sido consensuados suficientemente. El INET continúa ubicándose en el lugar del
saber “experto”.
La gestión descansa y se sustenta en las desiguales capacidades de gestión de las
jurisdicciones e instituciones.
El modelo de gestión “autónoma” de las escuelas se sustenta en el “voluntarismo” de
directivos y docentes, en tanto no se crean las condiciones materiales necesarias para
el tipo de trabajo que se plantea.
La Nación conserva la función de homologación/acreditación de títulos.
Las modificaciones en el sector técnico profesional en Argentina, igual que en otros países de
la región (Brasil, Colombia, Uruguay, por ejemplo), se llevaron a cabo dentro de procesos de
reforma estructural del nivel medio. Por otra parte, dentro de estos procesos de cambio se
asumió que todas las modalidades de la educación secundaria, incluida la técnica, deberían
proveer una formación general sólida. Al respecto, Argentina implementó una estructura
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curricular común para todas las modalidades de la educación secundaria, tendiendo a evitar la
especialización temprana. Aunque las reformas tendientes a otorgar mayor relevancia a los
contenidos generales en la formación fueron típicos de los años 1990, en la última década se
añadieron algunas cuestiones asociadas a la búsqueda de una mayor articulación de la
educación secundaria, incluida la modalidad académica, general o común, con la formación
para el trabajo (Finnegan, 2006). Se planteó así, la formación de competencias laborales
dentro del marco de las ofertas de educación media académica bajo un doble fin: 1) fortalecer
la calificación profesional de los ciudadanos, y 2) mejorar la retención y terminalidad del
nivel (Finnegan, 2006). La formación en competencias laborales, tradicionalmente asignada a
la educación media técnica, se presentó como una oferta posible y recomendada en las
instituciones medias académicas. No obstante, se insistió también en la continuidad de la
polivalencia como uno de los objetivos formativos del nivel medio, evitando la
especialización temprana (Moura Castro, Carnoy y Wolff, 2000). Se propuso así, la
generación de una oferta de educación media polivalente superadora del tradicional dualismo
“formación general-formación profesional”, sin que ello suponga la desespecialización de la
educación técnica.
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(Finnegan, 2006). Otra orientación dominante presente es la búsqueda de una mayor
articulación de la educación técnica con las necesidades del sector productivo local. Para tal
fin se alientan articulaciones para la planificación, implementación y evaluación de planes y
proyectos con participación de cámaras empresarias, asociaciones profesionales,
organizaciones locales con incidencia en las especialidades ofrecidas. El sector público
también es visualizado como parte del ámbito productivo, tal como queda expresado en la
LETP.
Parte de los cambios analizados obedecen a ciertas modificaciones comunes que han sido
llevadas a cabo en varios países de la región en clara concordancia con los diagnósticos
efectuados por los organismos internacionales. A modo de ejemplo, en un documento del
BID, Moura Castro, Carnoy y Wolff (2000) señalan que la estructura tradicional de la
educación secundaria ha quedado obsoleta en los países de América Latina y el Caribe, pues
no se ofrece formación académica sólida y compatible con las necesidades de una sociedad
moderna, ni se lleva a cabo satisfactoriamente en estas instituciones la tarea de preparar a los
estudiantes para incorporarlos al mercado laboral. Sostienen, al respecto, que la educación
secundaria debe resolver la dicotomía académica-profesional. Por lo tanto, se vuelve central
discutir sobre los siguientes aspectos: 1) dónde incluir la formación orientada al empleo; 2)
en qué momento de la educación secundaria ofrecerla; y 3) qué grado de separación debería
existir entre la formación para el empleo y la educación académica tradicional. Si bien no
existen opciones únicas, en el documento se sostiene que una buena educación combina la
teoría con la práctica. “Las escuelas pueden estar organizadas de tal manera que la
formación ocupacional sea el complemento correlativo al desarrollo conceptual ofrecido en
las asignaturas académicas. Pero también pueden incorporar contenidos prácticos a los
programas académicos sin una orientación ocupacional” (Moura Castro, Carnoy y Wolff,
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2000:13). Desde esta perspectiva, se sostiene la necesidad de “hacer que la teoría sea más
aplicada, más concreta y más centrada en la solución de problemas, en lugar de ser una
mera memorización de hechos y teorías. Hay que puntualizar que ser práctico no es lo mismo
que ser técnico y una de las nuevas tendencias consiste en hacer que la educación académica
sea práctica y concreta pero no técnica” (pág. 21). Esta cuestión es válida tanto para la
educación académico como profesional, ya que la académica necesita aplicaciones prácticas y
la profesional una base teórica más firme.
A modo de cierre
Hasta aquí hemos presentado un breve recorrido por las principales regulaciones que
orientaron el funcionamiento, estructuración y financiamiento de las escuelas técnicas en
nuestro país. De la caracterización efectuada se desprende que las modificaciones que transitó
la modalidad a lo largo de la historia revelan un espacio de discusión, controversia y disputa
en la relación entre la educación y el mundo del trabajo. Es en este sentido que deben ser
comprendidos los cambios recientes que afectan al sector, considerados centrales para el
propósito de la investigación en la cual se encuadra la presente ponencia: el análisis de las
condiciones institucionales de producción del trabajo pedagógico en las escuelas secundarias
técnicas diferencialmente afectadas por los cambios en las regulaciones del curriculum, del
régimen académico y de aquellas que estructuran el puesto de trabajo docente.
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