Taller 3 - Aprendizaje Colegial e Innovacion

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Taller 3 - Aprendizaje colegial e innovación

Presentado Por
Yenny Marcela Ramirez – Código 29.760.231
Grupo 90004_385

Lógica Matemática

Presentado a
Sonia Liliana Godoy
Tutor

Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD


CEAD Santander De Quilichao
08 de octubre de 2018
INTRODUCCION
La comprensión de textos tanto orales como escritos, requiere de escucha y lectura, en el caso de la
lectura se hace necesario un ejercicio de entrenamiento permanente de forma autorregulada y consciente
por lo anterior es fundamental adoptar una estrategia de comprensión lectora, el desarrollo de esta
actividad consta de dos partes la primera consiste en aplicar la estrategia de comprensión lectora a dos
textos del libro Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano y la segunda en elaborar un
resumen a cada texto seleccionado.
ESTRATEGIA DE COMPRENSIÓN LECTORA

TEXTO COMO UNOS PUERCOS HAMBRIENTOS ANSÍAN EL ORO

A tiros de arcabuz, golpes de espada y soplos de peste, avanzaban los implacables y escasos
conquistadores de América. Lo contaron las voces de los vencidos. Después de la matanza de
Cholula, Moctezuma envió nuevos emisarios al encuentro de Hernán Cortés, quien avanzó rumbo
al valle de México. Los enviados regalaron a los españoles collares de oro y banderas de plumas
de quetzal. Los españoles «estaban deleitándose. Como si fueran monos levantaban el oro, como
que se sentaban en ademán de gusto, como que se les renovaba y se les iluminaba el corazón. Como
que cierto es que eso anhelan con gran sed. Se les ensancha el cuerpo por eso, tienen hambre furiosa
de eso. Como unos puercos hambrientos ansían el oro», dice el texto náhuatl preservado en el
Códice Florentino. Más adelante, cuando Cortés llegó a Tenochtitlán, la espléndida capital azteca,
los españoles entraron en la casa del tesoro, «y luego hicieron una gran bola de oro, y dieron fuego,
encendieron, prendieron llama a todo lo que restaba, por valioso que fuera: con lo cual todo ardió.
Y en cuanto al oro, los españoles lo redujeron a barras...»

Hubo guerra, y finalmente Cortés, que había perdido Tenochtitlán, la reconquistó en 1521. «Y ya
no teníamos escudos, ya no teníamos macanas, y nada teníamos que comer, ya nada comimos.» La
ciudad, devastada, incendiada y cubierta de cadáveres, cayó. «Y toda la noche llovió sobre
nosotros.» La horca y el tormento no fueron suficientes: los tesoros arrebatados no colmaban nunca
las exigencias de la imaginación, y durante largos años excavaron los españoles el fondo del lago
de México en busca del oro y los objetos preciosos presuntamente escondidos por los indios. Pedro
de Alvarado y sus hombres se abatieron sobre Guatemala y «eran tantos los indios que mataron,
que se hizo un río de sangre, que viene a ser el Olimtepeque», y también «el día se volvió colorado
por la mucha sangre que hubo aquel día». Antes de la batalla decisiva, «y vístose los indios
atormentados, les dijeron a los españoles que no les atormentaran más, que allí les tenían mucho
oro, plata, diamantes y esmeraldas que les tenían los capitanes Nehaib Ixquín, Nehaib hecho águila
y león. Y luego se dieron a los españoles y se quedaron con ellos...»17

Antes de que Francisco Pizarro degollara al inca Atahualpa, le arrancó un rescate en «andas de oro
y plata que pesaban más de veinte mil marcos de plata fina, un millón y trescientos veintiséis mil
escudos de oro finísimo...». Después se lanzó sobre el Cuzco. Sus soldados creían que estaban
entrando en la Ciudad de los Césares, tan deslumbrante era la capital del imperio incaico, pero no
demoraron en salir del estupor y se pusieron a saquear el Templo del Sol: «Forcejeando, luchando
entre ellos, cada cual procurando llevarse del tesoro la parte del león, los soldados, con cota de
malla, pisoteaban joyas e imágenes, golpeaban los utensilios de oro o les daban martillazos para
reducirlos a un formato más fácil y manuable... Arrojaban al crisol, para convertir el metal en
barras, todo el tesoro del templo: las placas que habían cubierto los muros, los asombrosos árboles
forjados, pájaros y otros objetos del jardín»18. Hoy día, en el Zócalo, la inmensa plaza desnuda del
centro de la capital de México, la catedral católica se alza sobre las ruinas del templo más
importante de Tenochtitlán, y el palacio de gobierno está emplazado sobre la residencia de
Cuauhtémoc, el jefe azteca ahorcado por Cortés. Tenochtitlán fue arrasada. El Cuzco corrió, en el
Perú, suerte semejante, pero los conquistadores no pudieron abatir del todo sus muros gigantescos
y hoy puede verse, al pie de los edificios coloniales, el testimonio de piedra de la colosal
arquitectura incaica.

17 Miguel León-Portilla, op. cit.

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Hallar la idea principal del texto (macro-estructura) (utilizar el resaltador) ok
Señalar las ideas principales párrafo por párrafo o capítulo por capítulo (utilizar el ok
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Hallar el significado de palabras por contexto e identificar palabras que necesitan ser ok
aclaradas (buscar en el diccionario y textos académicos)
Identificar el orden o las partes en que está estructurado el texto (superestructura) ok
Representación visual y esquemática del texto (mapa conceptual o mapa mental) ok
Comparar y contrastar (relacionar algunos fenómenos o acontecimientos ok
mencionados en el texto, de acuerdo a su significado, con referencias actuales o
contextuales del lector)
Sacar conclusiones y hacer inferencias. ok
Releer, parafrasear y resumir entidades textuales (frases, palabras claves, conceptos, ok
expresiones)

DEFINICIONES
Arcabuz: Arma de fuego antigua, parecida a un fusil, que se disparaba prendiendo la pólvora
mediante una mecha móvil colocada en la misma arma.
RESUMEN
A los españoles no les bastaba con todo los obsequios que les habían dado en collares y oro; Se les
ensancha el cuerpo por eso, tienen hambre furiosa de eso. Como unos puercos hambrientos ansían
el oro», los tesoros arrebatados no colmaban nunca las exigencias de la imaginación, y durante
largos años excavaron los españoles el fondo del lago de México en busca del oro y los objetos
preciosos presuntamente escondidos por los indios.
Francisco Pizarro antes de degollar al inca Atahualpa, le arrancó un rescate en «andas de oro y
plata que pesaban más de veinte mil marcos de plata fina, un millón y trescientos veintiséis mil
escudos de oro finísimo...».
Hoy en día el en el Zócalo, la inmensa plaza desnuda del centro de la capital de México, la catedral
católica se alza sobre las ruinas del templo más importante de Tenochtitlán testimonio de que no
pudo ser derribada la arquitectura incaica.
TEXTO ESPLENDORES DEL POTOSÍ: EL CICLO DE LA PLATA
Dicen que hasta las herraduras de los caballos eran de plata en la época del auge de la ciudad de
Potosí. De plata eran los altares de las iglesias y las alas de los querubines en las procesiones: en
1658, para la celebración del Corpus Christi, las calles de la ciudad fueron desempedradas, desde
la matriz hasta la iglesia de Recoletos, y totalmente cubiertas con barras de plata. En Potosí la plata
levantó templos y palacios, monasterios y garitos, ofreció motivo a la tragedia y a la fiesta, derramó
la sangre y el vino, encendió la codicia y desató el despilfarro y la aventura. La espada y la cruz
marchaban juntas en la conquista y en el despojo colonial. Para arrancar la plata de América, se
dieron cita en Potosí los capitanes y los ascetas, los caballeros de lidia y los apóstoles, los soldados
y los frailes. Convertidas en piñas y lingotes, las vísceras del cerro rico alimentaron sustancialmente
el desarrollo de Europa. «Vale un Perú» fue el elogio máximo a las personas o a las cosas desde
que Pizarro se hizo dueño del Cuzco, pero a partir del descubrimiento del cerro, Don Quijote de la
Mancha habla con otras palabras: «Vale un Potosí», advierte a Sancho. Vena yugular del
Virreinato, manantial de la plata de América, Potosí contaba con 120.000 habitantes según el censo
de 1573. Sólo veintiocho años habían transcurrido desde que la ciudad brotara entre los páramos
andinos y ya tenía, como por arte de magia, la misma población que Londres y más habitantes que
Sevilla, Madrid, Roma o París. Hacia 1650, un nuevo censo adjudicaba a Potosí 160.000 habitantes.
Era una de las ciudades más grandes y más ricas del mundo, diez veces más habitada que Boston,
en tiempos en que Nueva York ni siquiera había empezado a llamarse así. La historia de Potosí no
había nacido con los españoles. Tiempo antes de la conquista, el inca Huayna Cápac había oído
hablar a sus vasallos del Sumaj Orcko, el cerro hermoso, y por fin pudo verlo cuando se hizo llevar,
enfermo, a las termas de Tarapaya. Desde las chozas pajizas del pueblo de Cantumarca, los ojos
del inca contemplaron por primera vez aquel cono perfecto que se alzaba, orgulloso, por entre las
altas cumbres de las serranías. Quedó estupefacto. Las infinitas tonalidades rojizas, la forma esbelta
y el tamaño gigantesco del cerro siguieron siendo motivo de admiración y asombro en los tiempos
siguientes. Pero el inca había sospechado que en sus entrañas debía albergar piedras preciosas y
ricos metales, y había querido sumar nuevos adornos al Templo del Sol en el Cuzco. El oro y la
plata que los incas arrancaban de las minas de Colque Porco y Andacaba no salían de los límites
del reino: no servían para comerciar sino para adorar a los dioses. No bien los mineros indígenas
clavaron sus pedernales en los filones de plata del cerro hermoso una voz cavernosa los derribó.
Era una voz fuerte como el trueno, que salía de las profundidades de aquellas breñas y decía, en
quechua: «No es para ustedes; Dios reserva estas riquezas para los que vienen de más allá». Los
indios huyeron despavoridos y el inca abandonó el cerro. Antes, le cambió el nombre. El cerro pasó
a llamarse Potojsi, que significa: «Truena, revienta, hace explosión»
«Los que vienen de más allá» no demoraron mucho en aparecer. Los capitanes de la conquista se
abrían paso. Huayna Cápac ya había muerto cuando llegaron. En 1545, el indio Huallpa corría tras
las huellas de una llama fugitiva y se vio obligado a pasar la noche en el cerro. Para no morirse de
frío, hizo fuego. La fogata alumbró una hebra blanca y brillante. Era plata pura. Se desencadenó la
avalancha española. Fluyó la riqueza. El emperador Carlos V dio prontas señales de gratitud
otorgando a Potosí el título de Villa Imperial y un escudo con esta inscripción: «Soy el rico Potosí,
del mundo soy el tesoro, soy el rey de los montes y envidia soy de los reyes».
Apenas once años después del hallazgo de Huallpa, ya la recién nacida Villa Imperial celebraba la
coronación de Felipe II con festejos que duraron veinticuatro días y costaron ocho millones de
pesos fuertes. Llovían los buscadores de tesoros sobre el inhóspito paraje. El cerro, a casi cinco mil
metros de altura, era el más poderoso de los imanes, pero a sus pies la vida resultaba dura,
inclemente: se pagaba el frío como si fuera un impuesto y en un abrir y cerrar de ojos una sociedad
rica y desordenada brotó, en Potosí, junto con la plata. Auge y turbulencia del metal: Potosí pasó a
ser «el nervio principal del reino», según lo definiera el virrey Hurtado de Mendoza. A comienzos
del siglo XVII, ya la ciudad contaba con treinta y seis iglesias espléndidamente ornamentadas, otras
tantas casas de juego y catorce escuelas de baile. Los salones, los teatros y los tablados para las
fiestas lucían riquísimos tapices, cortinajes, blasones y obras de orfebrería; de los balcones de las
casas colgaban damascos coloridos y lamas de oro y plata. Las sedas y los tejidos venían de
Granada, Flandes y Calabria; los sombreros de París y Londres; los diamantes de Ceylán; las
piedras preciosas de la India; las perlas de Panamá; las medias de Nápoles; los cristales de Venecia;
las alfombras de Persia; los perfumes de Arabia, y la porcelana de China. Las damas brillaban de
pedrería, diamantes y rubíes y perlas, y los caballeros ostentaban finísimos paños bordados de
Holanda. A la lidia de toros seguían los juegos de sortija y nunca faltaban los duelos al estilo
medieval, lances del amor y del orgullo, con cascos de hierro empedrados de esmeraldas y de
vistosos plumajes, sillas y estribos de filigrana de oro, espadas de Toledo y potros chilenos
enjaezados a todo lujo. En 1579, se quejaba el oidor Matienzo: «Nunca faltan –decía–novedades,
desvergüenzas y atrevimientos». Por entonces ya había en Potosí ochocientos tahúres profesionales
y ciento veinte prostitutas célebres, a cuyos resplandecientes salones concurrían los mineros ricos.
En 1608, Potosí festejaba las fiestas del Santísimo Sacramento con seis días de comedias y seis
noches de máscaras, ocho días de toros y tres de saraos, dos de torneos y otras fiestas.
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expresiones)

DEFINICIONES
Ornamentadas: refiere a embellecer algo a través de la inclusión de adornos y detalles decorativos.
La ornamentación, por lo tanto, se asocia a la decoración

RESUMEN
Dicen que hasta las herraduras de los caballos eran de plata en la época del auge de la ciudad de
Potosí. En Potosí la plata levantó templos y palacios, monasterios y garitos, ofreció motivo a la
tragedia y a la fiesta, derramó la sangre y el vino, encendió la codicia y desató el despilfarro y la
aventura. La espada y la cruz marchaban juntas en la conquista y en el despojo colonial, Para
arrancar la plata de América, se dieron cita en Potosí los capitanes y los ascetas, los caballeros de
lidia y los apóstoles, los soldados y los frailes. Convertidas en piñas y lingotes, las vísceras del
cerro rico alimentaron sustancialmente el desarrollo de Europa.
El oro y la plata que los incas arrancaban de las minas de Colque Porco y Andacaba no salían de
los límites del reino: no servían para comerciar sino para adorar a los dioses.
El emperador Carlos V dio prontas señales de gratitud otorgando a Potosí el título de Villa Imperial
y un escudo con esta inscripción: «Soy el rico Potosí, del mundo soy el tesoro, soy el rey de los
montes y envidia soy de los reyes».
El cerro, a casi cinco mil metros de altura, era el más poderoso de los imanes, pero a sus pies la
vida resultaba dura, inclemente: se pagaba el frío como si fuera un impuesto y en un abrir y cerrar
de ojos una sociedad rica y desordenada brotó, en Potosí, junto con la plata. Auge y turbulencia del
metal: Potosí pasó a ser «el nervio principal del reino», según lo definiera el virrey Hurtado de
Mendoza.
CONCLUSIONES

Se aplicó la estrategia de comprensión lectora de acuerdo a los requerimientos establecidos en la


guía.
Se elaboró un resumen a cada una de las lecturas seleccionadas aplicando los pasos indicados.
BIBLIOGRAFIA
Galeano, E. (2015). Las venas abiertas de américa latina (2a. ed.) Recuperado de
http://bibliotecavirtual.unad.edu.co:2460/lib/unadsp/reader.action?ppg=1
&docID=3430110&tm=1524771718207

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