Tarea3 DianaCastillo 90003 597
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CÓDIGO: 90003A_474
Grupo: 90003_597
El siguiente trabajo es realizado con el objetivo de interpretar los textos narrativos a través de la
lectura de cuentos y la elaboración de resumen de acuerdo a las indicaciones dadas en la guía de
aprendizaje.
COMO UNOS PUERCOS HAMBRIENTOS ANSÍAN EL ORO
A tiros de arcabuz, golpes de espada y soplos de peste, avanzaban los implacables y escasos
conquistadores de América. Lo contaron las voces de los vencidos. Después de la matanza de
Cholula, Moctezuma envió nuevos emisarios al encuentro de Hernán Cortés, quien avanzó
rumbo al valle de México. Los enviados regalaron a los españoles collares de oro y banderas de
plumas de quetzal. Los españoles «estaban deleitándose. Como si fueran monos levantaban el
oro, como que se sentaban en ademán de gusto, como que se les renovaba y se les iluminaba el
corazón. Como que cierto es que eso anhelan con gran sed. Se les ensancha el cuerpo por eso,
tienen hambre furiosa de eso. Como unos puercos hambrientos ansían el oro», dice el texto
náhuatl preservado en el Códice Florentino. Más adelante, cuando Cortés llegó a Tenochtitlán, la
espléndida capital azteca, los españoles entraron en la casa del tesoro, «y luego hicieron una gran
bola de oro, y dieron fuego, encendieron, prendieron llama a todo lo que restaba, por valioso que
fuera: con lo cual todo ardió. Y en cuanto al oro, los españoles lo redujeron a barras...». Hubo
guerra, y finalmente Cortés, que había perdido Tenochtitlán, la reconquistó en 1521. «Y ya no
teníamos escudos, ya no teníamos macanas, y nada teníamos que comer, ya nada comimos.» La
ciudad, devastada, incendiada y cubierta de cadáveres, cayó. «Y toda la noche llovió sobre
nosotros.» La horca y el tormento no fueron suficientes: los tesoros arrebatados no colmaban
nunca las exigencias de la imaginación, y durante largos años excavaron los españoles el fondo
del lago de México en busca del oro y los objetos preciosos presuntamente escondidos por los
indios. Pedro de Alvarado y sus hombres se abatieron sobre Guatemala y «eran tantos los indios
que mataron, que se hizo un río de sangre, que viene a ser el Olimtepeque», y también «el día se
volvió colorado por la mucha sangre que hubo aquel día». Antes de la batalla decisiva, «y vístose
los indios atormentados, les dijeron a los españoles que no les atormentaran más, que allí les
tenían mucho oro, plata, diamantes y esmeraldas que les tenían los capitanes Nehaib Ixquín,
Nehaib hecho águila y león.Y luego se dieron a los españoles y se quedaron con ellos...» 17 .
Antes de que Francisco Pizarro degollara al inca Atahualpa, le arrancó un rescate en «andas de
oro y plata que pesaban más de veinte mil marcos de plata fina, un millón y trescientos veintiséis
mil escudos de oro finísimo...». Después se lanzó sobre el Cuzco. Sus soldados creían que
estaban entrando en la Ciudad de los Césares, tan deslumbrante era la capital del imperio incaico,
pero no demoraron en salir del estupor y se pusieron a saquear el Templo del Sol: «Forcejeando,
luchando entre ellos, cada cual procurando llevarse del tesoro la parte del león, los soldados, con
cota de malla, pisoteaban joyas e imágenes, golpeaban los utensilios de oro o les daban
martillazos para reducirlos a un formato más fácil y manuable... Arrojaban al crisol, para
convertir el metal en barras, todo el tesoro del templo: las placas que habían cubierto los muros,
los asombrosos árboles forjados, pájaros y otros objetos del jardín» 18 . Hoy día, en el Zócalo, la
inmensa plaza desnuda del centro de la capital de México, la catedral católica se alza sobre las
ruinas del templo más importante de Tenochtitlán, y el palacio de gobierno está emplazado sobre
la residencia de Cuauhtémoc, el jefe azteca ahorcado por Cortés. Tenochtitlán fue arrasada. El
Cuzco corrió, en el Perú, suerte semejante, pero los conquistadores no pudieron abatir del todo
sus muros gigantescos y hoy puede verse, al pie de los edificios coloniales, el testimonio de
piedra de la colosal arquitectura incaica.
RESUMEN
Los conquistadores de América se deleitaban con el oro, quedaban anonadados con tanta belleza
y con tal cantidad del metal precioso, dichos hombres llegaron a conquistar la ciudad de
tenochtitlán, capital azteca, cuando llegaron a la ciudad ingresaron a la casa del tesoro y
prendieron fuego a todo, convirtiendo las riquezas de los habitantes en cenizas, los platos y
esculturas en oro las convirtieron todas en bloques.
En 1521 se logro reconquistar la ciudad, pero ya estaba totalmente devastada, no había nada,
todos los tesoros de sus antepasados habían sido robados, la ciudad había sido destruida, ya que
los españoles escavaron hasta en el fondo del lago de México en busca del supuesto oro que los
habitantes de esa tierra les habían escondido.
Cuando los españoles llegaba en busca de metales preciosos a cualquier tierra, lo único que
hacían era robar,saquear y destruir todo lo que se interpusiera en el camino en busca de su
objetivo, como consecuencia de esto los conquistadores acabaron con gran parte de la vieja
américa latina, incluyendo a la cultura inca.
Analizando todo lo que dichos conquistadores hacían a las ciudades y pueblos donde llegaban, se
llega a la conclusión de que estaban cegados por el poder, que lo único que les interesaba y
buscaban era el oro, sin importar lo que tuvieran que hacer para conseguirlo, pasando por encima
de muchas vidas, culturas, inclusive destruyendo edificaciones y murallas.
ESPAÑA TENIA LA VACA Y OTROS TOMABAN LECHE
Entre 1545 y 1558 se descubrieron las fértiles minas de plata de Potosí, en la actual Bolivia, y las
de Zacatecas y Guanajuato en México; el proceso de amalgama con mercurio, que hizo posible la
explotación de plata de ley más baja, empezó a aplicarse en ese mismo período. El «rush» de la
plata eclipsó rápidamente a la minería de oro. A mediados del siglo xvII la plata abarcaba más
del 99 por ciento de las exportaciones minerales de la América hispánica 20.
América era, por entonces, una vasta bocamina centrada, sobre todo, en Potosí. Algunos
escritores bolivianos, inflamados de excesivo entusiasmo, afirman que en tres siglos España
recibió suficiente metal de Potosí como para tender un puente de plata desde la cumbre del cerro
hasta la puerta del palacio real al otro lado del océano. La imagen es, sin duda, obra de fantasía,
pero de cualquier manera alude a una realidad que, en efecto, parece inventada: el flujo de la
plata alcanzó dimensiones gigantescas. La cuantiosa exportación clandestina de plata americana,
que se evadía de contrabando rumbo a las Filipinas, a la China y a la propia España, no figura en
los cálculos de Earl J. Hamilton 21, quien a partir de los datos obtenidos en la Casa de
Contratación ofrece, de todos modos, en su conocida obra sobre el tema, cifras asombrosas.
Entre 1503 y 1660, llegaron al puerto de Sevilla 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de
plata. La plata transportada a España en poco más de un siglo y medio, excedía tres veces el total
de las reservas europeas. Y estas cifras, cortas, no incluyen el contrabando.
Los metales arrebatados a los nuevos dominios coloniales estimularon el desarrollo económico
europeo y hasta puede decirse que lo hicieron posible. Ni siquiera los efectos de la conquista de
los tesoros persas que Alejandro Magno volcó sobre el mundo helénico podrían compararse con
la magnitud de esta formidable contribución de América al progreso ajeno. No al de España, por
cierto, aunque a España pertenecían las fuentes de plata americana. Como se decía en el siglo
xvII, «España es como la boca que recibe los alimentos, los mastica, los tritura, para enviarlos
enseguida a los demás órganos, y no retiene de ellos por su parte, más que un gusto fugitivo o las
partículas que por casualidad se agarran a sus dientes» 22. Los españoles tenían la vaca, pero
eran otros quienes bebían la leche. Los acreedores del reino, en su mayoría extranjeros, vaciaban
sistemáticamente las arcas de la Casa de Contratación de Sevilla, destinadas a guardar bajo tres
llaves, y en tres manos distintas, los tesoros de América.
La Corona estaba hipotecada. Cedía por adelantado casi todos los cargamentos de plata a los
banqueros alemanes, genoveses, flamencos y españoles23. También los impuestos recaudados
dentro de España corrían, en eran medida, esta suerte: en 1543, un 65 por ciento del total de las
rentas reales se destinaba al pago de las anualidades de los títulos de deuda. Sólo en mínima
medida la plata americana se incorporaba a la economía española; aunque quedara formalmente
registrada en Sevilla, iba a parar a manos de los Függer, poderosos banqueros que habían
adelantado al Papa los fondos necesarios para terminar la catedral de San Pedro, y de otros
grandes prestamistas de la época, al estilo de los WeIser, los Shetz o los Grimaldi. La plata se
destinaba también al pago de exportaciones de mercaderías no españolas con destino al Nuevo
Mundo.
Aquel imperio rico tenía una metrópoli pobre, aunque en ella la ilusión de la prosperidad
levantara burbujas cada vez más hinchadas: la Corona abría por todas partes frentes de guerra
mientras la aristocracia se consagraba al despilfarro y se multiplicaban, en suelo español, los
curas y los guerreros, los nobles y los mendigos, al mismo ritmo frenético en que crecían los
precios de las cosas y las tasas de interés del dinero. La industria moría al nacer en aquel reino de
los vastos latifundios estériles, y la enferma economía española no podía resistir el brusco
impacto del alza de la demanda de alimentos y mercancías que era la inevitable consecuencia de
la expansión colonial. El gran aumento de los gastos públicos y la asfixiante presión de las
necesidades de consumo en las posesiones de ultramar agudizaban el déficit comercial y
desataban, al galope, la inflación. Colbert escribía: «Cuanto más comercio con los españoles
tiene un estado, más plata tiene». Había una aguda lucha europea por la conquista del mercado
español que implicaba el mercado y la plata de América. Un memorial francés de fines del siglo
xvII nos permite saber que España sólo dominaba, por entonces, el cinco por ciento del comercio
con «sus» posesiones coloniales de más allá del océano, pese al espejismo jurídico del
monopolio: cerca de una tercera parte del total estaba en manos de holandeses y flamencos, una
cuarta parte pertenecía a los franceses, los genoveses controlaban más del veinte por ciento, los
ingleses el diez y los alemanes algo menos24. América era un negocio europeo.
Carlos V, heredero de los Césares en el Sacro Imperio por elección comprada, sólo había pasado
en España dieciséis de los cuarenta años de su reinado. Aquel monarca de mentón prominente y
mirada de idiota, que había ascendido al trono sin conocer una sola palabra del idioma
castellano, gobernaba rodeado por un séquito de flamencos rapaces a los que extendía
salvoconductos para sacar de España mulas y caballos cargados de oro y joyas y a los que
también recompensaba otorgándoles obispados y arzobispados, títulos burocráticos y hasta la
primera licencia para conducir esclavos negros a las colonias americanas. Lanzado a la
persecución del demonio por toda Europa, Carlos V extenuaba el tesoro de América en sus
guerras religiosas. La dinastía de los Habsburgo no se agotó con su muerte; España habría de
padecer el reinado de los Austria durante casi dos siglos. El gran adalid de la Contrarreforma fue
su hijo Felipe II. Desde su gigantesco palacio-monasterio del Escorial, en las faldas del
Guadarrama, Felipe II puso en funcionamiento, a escala universal, la terrible maquinaria de la
Inquisición, y abatió sus ejércitos sobre los centros de la herejía. El calvinismo había hecho presa
de Holanda, Inglaterra y Francia, y los turcos encarnaban el peligro del retorno de la religión de
Alá. El salvacionismo costaba caro: los pocos objetos de oro y plata, maravillas del arte
americano, que no llegaban ya fundidos desde México Y el Perú, eran rápidamente arrancados de
la Casa de Contratación de Sevilla y arrojados a las bocas de los hornos.
Ardían también los herejes o los sospechosos de herejía, achicharrados por las llamas
purificadoras de la Inquisición; Torquemada incendiaba los libros Y el rabo del diablo asomaba
por todos los rincones: la guerra contra el protestantismo era además la guerra contra el
capitalismo ascendente en Europa. «La perpetuación de la cruzada -dice Elliott en su obra ya
citada- entrañaba la perpetuación de la arcaica organización social de una nación de cruzados».
Los metales de América, delirio y ruina de España, proporcionaban medios para pelear contra las
nacientes fuerzas de la economía moderna. Ya Carlos V había aplastado a la burguesía castellana
en la guerra de los comuneros, que se había convertido en una revolución social contra la
nobleza, sus propiedades y sus privilegios. El levantamiento fue derrotado a partir de la traición
de la ciudad de Burgos, que sería la capital del general Francisco Franco cuatro siglos más tarde;
extinguidos los últimos fuegos rebeldes, Carlos V regresó a España acompañado de cuatro mil
soldados alemanes. Simultáneamente, fue también ahogada en sangre la muy radical insurrección
de los tejedores, hilanderos y artesanos que habían tomado el poder en la ciudad de Valencia y lo
habían extendido por toda la comarca.
La defensa de la fe católica resultaba una máscara para la lucha contra la historia. La expulsión
de los judíos -españoles de religión judía- había privado a España, en tiempos de los Reyes
Católicos, de muchos artesanos hábiles y de capitales imprescindibles. Se considera no tan
importante la expulsión de los árabes -españoles, en realidad, de religión musulmana- aunque en
1609 nada menos que 275 mil fueron arriados a la frontera y ello tuvo desastrosos efectos sobre
la economía valenciana, y los fértiles campos del sur del Ebro, en Aragón, quedaron arruinados.
Anteriormente, Felipe II había echado, por motivos religiosos, a millares de artesanos flamencos
convictos o sospechosos de protestantismo: Inglaterra los acogió en su suelo, y allí dieron un
importante impulso a las manufacturas británicas.
Como se ve, las distancias enormes y las comunica- dones difíciles no eran los principales
obstáculos que se oponían al progreso industrial de España. Los capitalistas españoles se
convertían en rentistas, a través de la compra de los títulos de deuda de la Corona, y no invertían
sus capitales en el desarrollo industrial. El excedente económico deriva hacia cauces
improductivos: los viejos ricos señores de horca y cuchillo, dueños de la tierra y de los títulos de
nobleza, levantaban palacios y acumulaban joyas; los nuevos ricos, especuladores y mercaderes,
compraban tierras y títulos de nobleza. Ni unos ni otros pagaban prácticamente impuestos, ni
podían ser encarcelados por deudas. Quien se dedicara a una actividad industrial perdía
automáticamente su carta de hidalguía25.
Sucesivos tratados comerciales, firmados a partir de las derrotas militares de los españoles en
Europa, otorgaron concesiones que estimularon el tráfico marítimo entre el puerto de Cádiz, que
desplazó a Sevilla, y los puertos franceses, ingleses, holandeses y hanseáticos. Cada año entre
ochocientas y mil naves descargaban en España los productos industrializados por otros. Se
llevaban la plata de América y la lana española, que marchaba rumbo a los telares extranjeros de
donde sería devuelta ya tejida por la industria europea en expansión. Los monopolistas de Cádiz
se limitaban a remarcar los productos industria- les extranjeros que expedían al Nuevo Mundo: si
las manufacturas españolas no podían siquiera atender al mercado interno, ¿cómo iban a
satisfacer las necesidades de las colonias?
Los encajes de Lille y Arraz, las telas holandesas, los tapices de Bruselas y los brocados de
Florencia, los cristales de Venecia, las armas de Milán y los vinos y lienzos de Francia26
inundaban el mercado español, a expensas de la producción local, para satisfacer el ansia de
ostentación y las exigencias de consumo de los ricos parásitos cada vez más numerosos y
poderosos en un país cada vez más pobre. La industria moría en el huevo, y los Habsburgo
hicieron todo lo posible por acelerar su extinción. A mediados del siglo XVI se había llegado al
colmo de autorizar la importación de tejidos extranjeros al mismo tiempo que se prohibía toda
exportación de paños castellanos que no fueran a América27. Por el contrario, como ha hecho
notar Ramos, muy distintas eran las orienta- ciones de Enrique VIII o Isabel I en Inglaterra,
cuando prohibían en esta ascendente nación la salida del oro y de la plata, monopolizaban las
letras de cambio, impedían la extracción de la lana y arrojaban de los puertos británicos a los
mercaderes de la Liga Hanseática del Mar del Norte. Mientras tanto, las repúblicas italianas
protegían su comercio exterior y su industria mediante aranceles, privilegios y prohibiciones
rigurosas: los artífices no podían expatriarse bajo pena de muerte.
La ruina lo abarcaba todo. De los 16 mil telares que quedaban en Sevilla en 1558, a la muerte de
Carlos V, sólo restaban cuatrocientos cuando murió Felipe 11, cuarenta años después. Los siete
millones de ovejas de la ganadería andaluza se redujeron a dos millones. Cervantes retrató en
Don Quijote de la Mancha -novela de gran circulación en América- la sociedad de su época. Un
decreto de mediados del siglo XVI hacía imposible la importación de libros extranjeros e
impedía a los estudiantes cursar estudios fuera de España; los estudiantes de Salamanca se
redujeron a la mitad en pocas décadas; había nueve mil conventos y el clero se multiplicaba casi
tan intensamente como la nobleza de capa y espada; 160 mil extranjeros acaparaban el comercio
exterior y los derroches de la aristocracia condenaban a España a la impotencia económica. Hada
1630, poco más de un centenar y medio de duques, marqueses, condes y vizcondes recogían
cinco millones de ducados de renta anual, que alimentaban copiosamente el brillo de sus títulos
rimbombantes. El duque de Medinaceli tenía setecientos criados y eran trescientos los sirvientes
del gran duque de Osuna, quien, para burlarse del zar de Rusia, los vestía con tapados de
pieles28. El siglo XVII fue la época del pícaro, el hambre y las epidemias. Era infinita la
cantidad de mendigos españoles, pero ello no impedía que también los mendigos extranjeros
afluyeran desde todos los rincones de Europa. Hacia 1700 España contaba ya con 625 mil
hidalgos, señores de la guerra, aunque el país se vaciaba: su población se había reducido a la
mitad en algo más de dos siglos, y era equivalente a la de Inglaterra, que en el mismo período la
había duplicado. 1700 señala el fin del régimen de los Habsburgo. La bancarrota era total.
Desocupación crónica, grandes latifundios baldíos, moneda caótica, industria arruinada, guerras
perdidas y tesoros vacíos, la autoridad central desconocida en las provincias: la España que
afrontó Felipe V estaba «poco menos difunta que su amo muerto»29.
Los Borbones dieron a la nación una apariencia más moderna, pero a fines del siglo XVIII el
clero español tenía nada menos que doscientos mil miembros y el resto de la población
improductiva no detenía su aplastante desarrollo, a expensas del subdesarrollo del país. Por
entonces, había aún en España más de diez mil pueblos y ciudades sujetos a la jurisdicción
señorial de la nobleza y, por lo tanto, fuera del control directo del rey. Los latifundios y la
institución del mayorazgo seguían intactos. Continuaban en pie el oscurantismo y el fatalismo.
No había sido superada la época de Felipe IV: en sus tiempos, una junta de teólogos se reunió
para examinar el proyecto de construcción de un canal entre el Manzanares y el Tajo y terminó
declarando que si Dios hubiese querido que los ríos fuesen navegables, Él mismo los hubiera
hecho así.
RESUMEN
Entre 1545 y 1558 se descubrieron las minas de plata de Potosí, en la actual Bolivia, y las de
Zacatecas y Guanajuato en México; el proceso de mezcla con mercurio, que hizo posible la
explotación de plata de ley más baja, empezó a aplicarse en ese mismo período, España la corono
estaba hipotecada y españa no recibía mas que migajas de todo lo que robaban en latinoamerica
distribuyendo en las colonias europeas los tesoros.
Solo una mínima de plata americana se incorporaba a la economía española ; aunque quedaba
registada en Sevilla, iban a parar a manos de los Függer, poderosos banqueros que habían
adelantado al papa los fondos necesarios para terminar la catedral de San Pedro y otros grandes
oprestamistas de la época.
España solo dominaba por entonces el cinco opor ciento del comercio de sus poisesiones
colonialesdel mas allá del océano.
La Corona estaba hipotecada, y por más que produjera riquezas éstas eran sustraídas por los
acreedores. El imperio español era rico, pero tenía una metrópli pobre. La industria moría al
nacer. Los gastos públicos y las las necesidades de consumo en las posesiones de ultramar
agudizaban el déficit comercial y desataban la inflación. El Rey Carlos V al subir al trono ni
siquiera sabía hablar el castellano, poco le importaba España y extenuaba el tesoro de América
en guerras religiosas. Por esa época también reinaba la Inquisición; Torquemada no sólo
quemaba libros sino también a los herejes. Carlos V había aplastado a la burguesía castellana en
la guerra de los comuneros. las distancias enormes y las comunicaciones difíciles no eran los
principales obstáculos que se oponían al progreso industrial de España. Los capitalistas
españoles se convertían en rentistas, a través de la compra de los títulos de deuda de la Corona.
Toda Europa se enriquecía a costas de España, que cada vez se empobrecía más a pesar de su
riqueza. Los tratados la esquilmaban y florecían Holanda, Francia, Inglaterra a su costa. Italia y
toda Europa protegía su comercio exterior y su industria con aranceles. Cervantes retrató en Don
Quijote la sociedad de la época en España. Un decreto de mediados del siglo XVI hacía
imposible la importación de libros extranjeros e impedía a los estudiantes cursar estudios fuera
de España; los estudiantes de Salamanca se redujeron a la mitad en pocas décadas.
El siglo XVII fue la época del pícaro, el hambre y las epidemias. Era infinita la cantidad de
mendigos españoles, y también extranjeros. La bancarrota era total. En los tiempos de Felipe IV
una junta de teólogos se reunió para examinar el proyecto de construcción de un canal entre el
Manzanares y el Tajo y terminó declarando que si Dios hubiese querido que los ríos fuesen
navegables, El mismo los hubiera hecho así. A pesar de la riqueza de las colonias así estaban las
cosas, España tenía la vaca pero otros tomaban la leche.
CONCLUSIONES:
RESUMEN
Con esta lectura se nos muestra como Cristóbal Colón trajo las primeras raíces de caña de
azúcar, desde las islas Canarias, y nos muestra que fue un exitoso producto que rápidamente al
irse propagando con muchos sembradíos, se podía vender a precioso altos.
Por otro lado encontramos la plantación colonial, subordinada a las necesidades extranjeras y
financiada, en muchos casos, desde el extranjero, proviene en línea recta el latifundio de nuestros
días. Este es uno de los cuellos de botella que estrangulan el desarrollo económico de América
Latina y uno de los factores primordiales de la marginación y la pobreza de las masas
latinoamericanas. Para mi los datos de este pequeño párrafo nos muestra claramente como desde
épocas remotas la gente tenia la necesidad de salir de su propio país en busca de mejoras, para
una mayor calidad de vida, debido a toda la pobreza que se vive, siendo una razón de suma
impotencia que se sigue viviendo desgraciadamente hoy en día.
Mas adelante podemos darnos cuenta que no solo se trata del crecimiento del azúcar, sino que
surge un gran auge con el cacao, algodón, y el café, en distintos países del mundo, con muchas
maneras de ir tomando fuerza.
En uno de los párrafos que nos muestran la siguiente frase “Cuanto más codiciado por el
mercado mundial, mayor es la desgracia que un producto trae consigo al pueblo
latinoamericano que, con su sacrificio, lo crea.” Con esta frase, se me viene mucho a la mente el
ejemplo de la plata y el oro en México, ya que se va a la industria de muchos lugares del mundo,
y no se queda a generar riquezas en su lugar de origen, logrando esto que las exportaciones
tengan mayores riquezas, por lo que en lugar de ser un punto fuerte que puede generar mayores
empleos, y riquezas a un país tan rico en recursos naturales, siendo esto algo contraproducente.
Lo mas útil seria saber administrar esos recursos en el lugar de origen, para que se generen esas
producciones con sus ganancias en el lugar que se lo merece, y tratar de evitar un poco las
exportaciones sin los productos transformados, y lograr obtener las verdaderas ganancias.