Paul Davies - El Universo Desbocado PDF
Paul Davies - El Universo Desbocado PDF
Paul Davies - El Universo Desbocado PDF
desbocado
Del Big Bang
a la catástrofe final
Paul Davies
SALVAT
Versión española de la obra original inglesa The Runaway Universe
de Paul Davies, publicada por J.M. Dent & Sons Ltd. de Londres.
Escaneado: thedoctorwho1967.blogspot.com
Edición digital: Sargont (2018)
PREFACIO
NOTA SOBRE LOS TÉRMINOS TÉCNICOS
I. DESCUBRIENDO EL UNIVERSO
II. EL FUEGO ORIGINAL
III. EL ORDEN A PARTIR DEL CAOS
IV. UNA ESTRELLA LLAMADA HELIOS
V. VIDA EN EL UNIVERSO
LÁMINAS
VI. LA CATÁSTROFE INEVITABLE
VII. DESTINO DE LAS ESTRELLAS
VIII. AGUJEROS NEGROS Y SUPERAGUJEROS
IX. TECNOLOGÍA Y SUPERVIVENCIA
X. EL UNIVERSO AGONIZANTE
XI. MUNDOS SIN FIN
LÁMINAS
1. Estrellas de neutrones
2. Radiotelescopio de Arecibo
3. Huellas del bombardeo cósmico
4. Manchas solares
5. Protuberancia solar
6. Actividad en el Sol
7. Las Pléyades
8. Nebulosa del Anillo
9. Gran Nebulosa de Orión
10. Nebulosa del Cangrejo
11. Gran Nube de Magallanes
12. Galaxia de Andrómeda
13. Galaxia espiral
14. Campo de galaxias
15. Galaxia espiral NGC 5457
16. Antena parabólica de un radiotelescopio
17. Nebulosa Cabeza de Caballo
18. Nebulosa Trífida
19. Nebulosa gaseosa
20. Radiogalaxia NGC 5128
21. Torre solar de un observatorio
22. Quasar 3C-273
23. Hacinamiento globular
24. Galaxia en forma de espiral barrada
25. Vida de una estrella
26. Galaxia del Sombrero
27. Júpiter
28. Isaac Newton
29. Acelerador lineal para partículas pesadas
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
PREFACIO
—7—
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
bargo, nuestro futuro contiene más que la astrofísica, y un libro que pre-
tende extenderse sobre la futurología cósmica no sería completo sin espe-
cular sobre el papel de la vida, la humanidad y otras posibles comunidades
inteligentes. En especial, la llegada de la tecnología al Universo promete
nuevas épocas de control inteligente de nuestro destino, que trasciende la
astrofísica normal. En los apartados del libro referentes a estos temas, he
ido más allá de las simples ciencias establecidas para exponer una visión
personal del impacto que, a mi juicio, podría tener la tecnología sobre el
mundo que nos rodea: exposición que tiene por objeto distraer, instruir y,
sobre todo, incitar al lector a pensar.
Quisiera agradecer al Dr. D. C. Robinson y al profesor I. W. Roxburgh
sus valiosos comentarios aportados sobre los temas objeto del libro así
como multitud de conversaciones fructíferas; al Royal Observatory of' Ed-
inburgh y a la Royal Astronomical Society, Burlington House, su colabo-
ración al facilitar fotografías, y a la señora M. Woodcock el haber meca-
nografiado el manuscrito.
Paul Davies
King's College, Londres.
—8—
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
—9—
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
I. DESCUBRIENDO EL UNIVERSO
— 10 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 11 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
destino del Universo, nos referimos al destino de todas estas cosas, inclu-
yendo el espacio y el tiempo. El Universo, sin embargo, posee una propie-
dad que no es intrínseca a su definición, aunque es un elemento clave en
nuestra actitud emocional acerca de su naturaleza, y es la característica
fundamental que nos importa realmente. A esta propiedad podemos darle
el nombre de organización. El mundo que habitamos no es simplemente
una mezcla desordenada de entidades, ni una colección de componentes
físicos interaccionando al azar, sino una disposición altamente ordenada
de materia y energía estructurada en distintos niveles de tamaño y com-
plejidad. El Universo sin orden sería estéril, pero el interesante universo
ordenado que observamos es activo y evoluciona. Esto es lo que queremos
decir cuando hablamos del orden del mundo, y una de las grandes cuestio-
nes que se plantea la ciencia es de dónde procede dicho orden, cómo se
mantiene y si alguna vez desaparecerá.
El orden es el tema que subyace en todo este libro. Abarca sistemas tan
diversos como las galaxias, los cristales y la civilización humana. El estu-
dio científico del orden como concepto abstracto ha hecho grandes pro-
gresos durante el último siglo, y en la actualidad se comprenden satisfac-
toriamente los principios que controlan el crecimiento y la desintegración
del orden. Cuando se combinan es tos principios con los conocimientos
modernos de la astronomía y la cosmología, se puede explicar de forma
comprensible la creación, la evolución y el final del Cosmos organizado
que observamos hoy día. El colapso del orden del mundo está relacionado
íntimamente con su creación y con los procesos que caracterizaron sus
primeros momentos. Los fundamentos de las estructuras que observamos
en el Universo a nuestro alrededor fueron establecidos en los primeros se-
gundos después de su comienzo, y gran parte del libro está dedicada a los
detalles de esta fase primitiva y en particular a la forma en que surgió la
estructura ordenada del presente a partir del caos original.
Según nuestra experiencia, la culminación del orden del mundo se en-
cuentra en la tecnología y la sociedad humanas. El hombre encaja dentro
de la organización cósmica no sólo como un observador, sino como una
parte integral de una jerarquía de complejidad en el ordenamiento de la
materia y la energía. En los últimos capítulos veremos que los organismos
inteligentes, la tecnología y la inteligencia artificial pueden convertirse en
una fuerza que controle y reconstruya el Universo, de forma comparable a
la gravedad o a la física nuclear. Pero, al estar sujetas a las mismas leyes
— 12 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 13 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Las estrellas que son visibles en el cielo nocturno son otros soles, y la
aparente debilidad de su luz es debida a su extremada lejanía. La estrella
más cercana, situada en la constelación de Centaurus, está a más de cuatro
años luz, de distancia. A pesar de que las estrellas visibles parecen repar-
tidas aleatoriamente por el cielo, en realidad están organizadas formando
un sistema gigantesco en forma de disco. Los primitivos observadores del
cielo estaban familiarizados con la ancha banda luminosa que en las no-
ches claras puede verse extendiéndose de horizonte a horizonte. Los anti-
guos griegos usaban el nombre de «galaxias» para describir su apariencia
lechosa, y suponían que era un camino hacia el paraíso. En el siglo XVII,
el científico italiano Galileo Galilei exploró el cielo con un telescopio y
examinó, entre muchos otros objetos astronómicos, esta banda lechosa de
luz. A pesar de que su telescopio proporcionaba un aumento muy modesto,
Galileo comprobó que la «galaxia» de los griegos estaba formada por mi-
ríadas de estrellas, demasiado numerosas y poco brillantes para ser distin-
guidas a simple vista. Posteriormente, los astrónomos llegaron a la con-
clusión de que el Sol y todas las estrellas visibles por la noche a simple
vista son sólo un pequeño grupo local dentro de un enorme remolino de
cien mil millones de estrellas. Este gran sistema, que ahora llamamos ga-
laxia de la Vía Láctea, es un coloso cósmico de dimensiones inmensas,
que mide unos cien mil años luz (cerca de un trillón de kilómetros) de
diámetro.
Con el invento de los telescopios, los astrónomos pronto descubrieron
que las estrellas no son los únicos objetos luminosos del espacio. Hay tam-
bién algunas manchas luminosas de aspecto peculiar. Una de ellas se en-
cuentra en la constelación de Andrómeda, v puede llegar a distinguirse a
simple vista en una noche clara. En las cartas celestes árabes de hace varios
siglos ya estaba señalado este objeto luminoso. En 1611, un astrónomo
alemán llamado Simón Marius enfocó un pequeño telescopio hacia este
objeto y observó el trazo delicado de una especie de nube luminosa, tenue
«como una vela vista de noche a través de un cristal empañado». En los
años siguientes se descubrieron con ayuda de telescopios más potentes
muchos de estos objetos luminosos difuminados, aunque ninguno era tan
brillante y grande como el de Andrómeda. Estos nuevos objetos eran un
misterio para los astrónomos: claramente no eran estrellas, aunque algunos
de ellos parecían contenerlas. Tampoco parecían estar distribuidos de nin-
guna forma particular respecto a la Vía Láctea.
— 14 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 15 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 16 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 17 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
se aleja sucede lo contrario y las ondas se alargan. Con las ondas luminosas
ocurre un efecto similar; cuando una fuente de luz como una estrella se
acerca, hay corrimiento del color hacia el extremo azul del espectro, mien-
tras que una fuente de luz que se aleja produce un corrimiento hacia el
rojo.
— 18 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 19 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
sigue una evolución dinámica sujeta a las leyes de la física que conocemos
gracias a los experimentos realizados en los laboratorios, permite predecir
su futuro a partir de su estado en el pasado. Únicamente comprendiendo
en detalle como el Universo ha cambiado en el pasado, puede determinarse
su evolución futura. En los capítulos siguientes examinaremos estos cam-
bios del pasado para ver cómo llegó el Universo a tener la estructura orde-
nada que observamos en la actualidad y descubrir, por lo tanto, cómo esta
organización cósmica está destinada a desintegrarse y desaparecer.
Si consideramos al Universo como una unidad dinámica, es importante
descubrir qué leyes físicas determinan su movimiento. Los físicos conocen
cuatro fuerzas de la naturaleza que pueden actuar entre cuerpos materiales.
Dos de esas fuerzas actúan sólo a distancias muy cortas, por ejemplo den-
tro de los núcleos atómicos, por lo que no podrán influir en el movimiento
de las galaxias. Las otras dos fuerzas son de largo alcance y ambas son
familiares en la vida cotidiana. La primera es el electromagnetismo, que
es responsable de los fenómenos eléctricos y magnéticos, la segunda es la
gravedad, la fuerza que empuja los objetos hacia el suelo y, en esencia,
hacia el centro de la Tierra. La gravedad no actúa únicamente cerca de
nuestro propio planeta, sino entre todos los cuerpos del universo. La gra-
vedad de la Luna, actuando a través de la superficie de la Tierra, produce
fuerzas de marea que hacen elevar y descender el nivel de los océanos a
un ritmo diario, mientras que la gravedad entre la Tierra y el Sol es la causa
de que la Tierra gire alrededor del Sol en vez de flotar a través del espacio
interestelar.
Las fuerzas electromagnéticas pueden ser investigadas con facilidad en
el laboratorio y se conoce actualmente su naturaleza. Son importantes en
astronomía, ya que producen efectos importantes en el comportamiento de
las estrellas y otros objetos. Por ejemplo, si vemos las estrellas es porque
estas fuerzas producen radiación electromagnética, que incluye a la luz,
ondas radio, calor infrarrojo, rayos ultravioleta y rayos X. Las fuerzas elec-
tromagnéticas pueden llegar a ser muy intensas y potentes, tal como de-
muestran los efectos de un rayo. En cambio la gravedad es por compara-
ción extremadamente débil: la atracción eléctrica entre los constituyentes
de un átomo es de unos mil sextillones de veces más intensa que la fuerza
de gravedad correspondiente. Sin embargo, la gravedad es siempre una
fuerza de atracción, mientras que las fuerzas electromagnéticas pueden
tanto atraer como repeler, dependiendo del signo de las cargas eléctricas
— 20 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
presentes. Por esta razón los cuerpos grandes, que en general son prácti-
camente neutros eléctricamente, no experimentan fuerzas electromagnéti-
cas intensas en proporción al número de átomos que contienen. Por el con-
trario, la gravedad es acumulativa, de forma que, mientras es extremada-
mente débil entre átomos individuales, puede dominar todas las demás
fuerzas en cuerpos de masa astronómica tales como la Tierra o el Sol. Para
las galaxias, la gravedad es la única fuerza conocida que pueda controlar
su movimiento.
La primera teoría completa sobre la gravedad fue desarrollada por
Isaac Newton. Puede decirse que él, junto con Galileo Galilei, inventaron
la ciencia tal como la conocemos. Nacido a mediados del siglo XVII
(1642), Newton vivió en una época conflictiva, en la que el monopolio
dogmático de la Iglesia sobre la ciencia se estaba desmoronando con los
nuevos descubrimientos en las principales ramas del saber. Galileo ya ha-
bía sido forzado bajo amenaza de tortura a retractarse de sus importantes
descubrimientos astronómicos y Giordano Bruno había sido quemado en
la hoguera por atreverse a cuestionar algunas ideas ortodoxas en astrono-
mía. Toda Europa, que durante mucho tiempo había estado oprimida por
el corsé intelectual del pensamiento religioso tradicional, se estaba agi-
tando bajo el impacto desafiante de nuevas ideas. En 1543, el astrónomo
polaco Nicolás Copérnico, tras un examen cuidadoso del movimiento de
los planetas, publicó una tesis revolucionaria sobre la disposición astronó-
mica del Sistema Solar. Sugirió que la Tierra no permanecía fija en el cen-
tro del universo, sino que giraba alrededor del Sol con los demás planetas,
rechazando las antiguas teorías, que durante siglos habían prevalecido, so-
bre la posición de la humanidad en el Cosmos.
Newton, que había nacido el mismo año de la muerte de Galileo,
cuando tenía poco más de veinte años había hecho ya descubrimientos
trascendentales en matemáticas, física y astronomía. Eran especialmente
importantes sus teorías sobre el espacio, el tiempo y el movimiento. Estas
teorías las desarrolló en ecuaciones matemáticas precisas que sirvieran
para relacionar conceptos como fuerza, cantidad de movimiento y acele-
ración de los cuerpos materiales. Las leyes de Newton sobre el movi-
miento son usadas aún hoy en día, tres siglos más tarde. Una fuerza que
atrajo la atención de Newton fue la gravedad (estimulada, dice la leyenda,
por la caída de una manzana). Con gran perspicacia postuló que la grave-
— 21 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
dad actuaba no sólo sobre la Tierra sino también entre los «cuerpos gra-
ves», como las estrellas, el Sol y los planetas. La hipótesis podía ser com-
probada aplicando las leyes que descubrió al movimiento de los planetas
alrededor del Sol bajo la acción de las fuerzas gravitatorias. Adivinó co-
rrectamente la fórmula matemática de esta fuerza al darse cuenta de que
debía disminuir con la distancia entre los cuerpos graves y fue capaz de
resolver las ecuaciones y encontrar la forma y el tamaño de las órbitas de
los planetas y de la Luna. El éxito fue inmediato: las órbitas planetarias
resultaron ser elípticas, con el Sol situado en uno de sus focos, exacta-
mente tal como el astrónomo austríaco Johannes Kepler había deducido
previamente a partir de las observaciones de los planetas realizadas por
Tycho Brahe. Newton también consiguió calcular la relación correcta en-
tre la velocidad del movimiento de los planetas y su distancia al Sol, así
como el período correcto de la Luna. Fue un progreso brillante, que mostró
por vez primera que las leyes de la ciencia descubiertas en laboratorios de
la Tierra podían ser aplicadas con éxito a cuerpos graves, considerados
hasta entonces como pertenecientes a un dominio puramente celestial.
Después de aplicar al Sistema Solar sus leyes del movimiento y de la
gravedad, Newton se puso a investigar la estructura del Universo mediante
las matemáticas. Muchos astrónomos de su tiempo creían que las estrellas
no cambiaban, de naturaleza ni de posición. Esto suponía un grave pro-
blema para Newton ya que, si las estrellas estuvieran dispuestas según una
distribución gigantesca rodeada por espacio vacío, la fuerza de gravedad
entre las estrellas provoca ría la caída de todas ellas hacia el centro del
conjunto, destruyendo de esta forma la organización cósmica observada.
En consecuencia, propuso que la distribución de las estrellas debía con-
tinuar en el espacio hasta el infinito sin disminuir su densidad, lo que im-
plicaba, entre otras cosas, que el número de estrellas era ilimitado. El pro-
pósito de suponer un Universo infinito era que de esta forma no tenía cen-
tro ni borde, por lo que las estrellas no podían caer preferentemente hacia
algún sitio en lugar de algún otro; en otras palabras, cualquier estrella era
atraída igualmente en todas las direcciones por la gravedad de todas las
demás, por lo que no podía experimentar fuerza neta alguna hacia ninguna
dirección particular, excepto algunas perturbaciones locales. De esta
forma el Universo permanecía estático.
En el siglo XVIII, como astrónomo suizo de Cheseaux y más tarde el
astrónomo alemán Olbers, descubrieron una curiosa paradoja cósmica que
— 22 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 23 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 24 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 25 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 26 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 27 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 28 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 29 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 30 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
1 El término inglés «big bang» es de uso corriente en castellano para designar la gran explo-
sión inicial en cosmologia, por lo que se le ha utilizado sin traducción. (N. del T.)
— 31 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 32 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
de distancias el hecho de que la luz sólo tarda unos ocho minutos en cruzar
los ciento cincuenta millones de kilómetros que separan al Sol de la Tierra.
La utilización del telescopio como «tiemposcopio» permite a los astró-
nomos observar directamente el estado del Universo en el pasado remoto.
Por desgracia, cuanto más hacia los primeros momentos del origen del
Universo exploran los instrumentos, más débiles son los objetos a estudiar,
debido a sus grandes distancias. Esto significa que sólo los equipos poten-
tes y caros permiten obtener información detallada acerca de estas épocas
primitivas. Además, el desplazamiento hacia el rojo de la luz, descubierto
por Hubble, es muy importante en esas regiones remotas. En realidad es
imposible ver absolutamente nada de los primeros momentos ya que su
radiación luminosa está completamente fuera del espectro visible. Por
ejemplo, la luz que fue emitida unos 100.000 años después de la creación
se ha desplazado tanto hacia el rojo que en la actualidad se ha convertido
en radiación infrarroja. Desgraciadamente es imposible detectar directa-
mente radiación electromagnética de épocas anteriores a los 100.000 años.
La razón estriba en las condiciones físicas de la materia antes de aquel
momento. A causa de la expansión cosmológica la densidad de materia en
el Universo está disminuyendo continuamente a un ritmo que actualmente
es de uno por ciento cada cien millones de años. Hace unos diez o veinte
mil millones de años la densidad era tan elevada que la materia cosmoló-
gica no estaba distribuida en galaxias separadas por espacio vacío como
ahora, sino que estaba constituida por un fluido más o menos uniforme,
diseminado por todo el espacio. Este fluido estaba muy caliente: como to-
dos los gases, la materia cosmológica se enfría al expansionarse, por lo
que estaba más caliente en el pasado que en el presente. Los cálculos in-
dican que 100.000 años después del big bang la temperatura del fluido era
de varios miles de grados.
A esta temperatura la materia no puede existir en las formas habituales
de sólido, líquido o gas. Su estado es lo que los físicos llaman un plasma.
En un plasma los átomos están disociados en partículas cargadas eléctri-
camente. Esto ocurre porque, a varios miles de grados, los átomos se mue-
ven tan deprisa que las colisiones fortuitas son lo suficientemente fuertes
para arrancarles partículas, en un proceso llamado ionización. Los plasmas
pueden fabricarse sin problemas y estudiarse en el laboratorio, proporcio-
nando importante información sobre las condiciones reinantes durante los
primeros 100.000 años del Universo. Una propiedad importante de los
— 33 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 34 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 35 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
son poco frecuentes, mientras que otros, como el hierro son extraordina-
riamente abundantes.
Desde hace varios años se sabía que en la Tierra existen noventa y seis
elementos naturales. Van desde el hidrógeno, la sustancia más ligera con
los átomos más simples, hasta el uranio, cuyos átomos contienen noventa
y dos protones y de 135 a 148 neutrones. Los átomos de uranio son por lo
tanto muy pesados y muy complejos. Todos los elementos con más de
ochenta y dos protones son inestables y tienden a desintegrarse en sustan-
cias más simples. Es el fenómeno de la radiactividad. La poca abundancia
de elementos transuránicos naturales es debido a su inestabilidad. En los
laboratorios se han fabricado átomos superpesados, pero para todos ellos
su vida media (frente a la desintegración radiactiva) es más corta que la
edad de la Tierra, por lo que no debe esperarse que se encuentren en la
Tierra con abundancia.
Era también un hecho conocido desde hacía tiempo que la abundancia
relativa de algunos elementos naturales en la Tierra no era la misma que
la del resto del Universo. Por otro lado, parecía que era una tarea muy
difícil poder analizar la composición química de los objetos del Universo,
especialmente las estrellas. Para poder solucionar este problema se utilizó
un método muy sencillo. Todos los átomos tienen unas características pro-
pias que permiten distinguirlos. Los átomos pueden emitir o absorber luz
mediante la reordenación de sus electrones, normalmente a través del salto
de un solo electrón a un nivel orbital más o menos, energético. Debido a
propiedades muy fundamentales conectadas con la teoría cuántica (discu-
tidas brevemente cerca del final de este capítulo), los niveles de energía
tienen siempre unos valores característicos, lo cual significa que cuando
un electrón cambia de órbita energética, se emite o se absorbe la luz en
pulsos con una energía y longitud de onda (color) particulares, análoga-
mente a las huellas digitales. Por ello aunque esté muy lejos un objeto
luminoso, si se detecta un conjunto de colores determinado, queda demos-
trada la presencia de un tipo concreto de átomo en la fuente. Exactamente
igual como sucede con un gas caliente, que debido a las violentas colisio-
nes que se producen en su interior, se excitan continuamente los electrones
y, cuando ocurre la desexcitación, el gas radia energía en unas frecuencias
precisas. La mayoría de la gente está familiarizada con este fenómeno en
las lámparas fluorescentes: el gas sodio emite una luz azul verdosa y el
neón una luz naranja.
— 36 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 37 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 38 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 39 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 40 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
tiempos que en la actualidad. Cerca del instante inicial los cambios se pro-
dujeron con una rapidez ilimitada. Por ejemplo, cada vez que reducimos a
la mitad el intervalo de tiempo que nos separa del primer momento, la
densidad de materia se cuadruplica. Como es natural, no hay límite al nú-
mero de veces que podemos subdividir el intervalo de tiempo, de forma
que muchas magnitudes pueden crecer sin límite al acercarnos al instante
inicial. Consecuentemente se originaron más grandes cambios en el Cos-
mos en el intervalo de tiempo que va desde un microsegundo a un segundo,
que durante toda la hora siguiente.
A causa de este crecimiento sin límite que se produjo cerca del instante
de la creación, las distintas eras abarcan sucesivamente intervalos de
tiempo más pequeños: la era del plasma duró desde unsegundo hasta los
100.000 años; la era que la precedió (la era leptónica) duró desde más o
menos un microsegundo hasta un segundo. En cuanto a duración, la era
del plasma es inmensamente más larga que la era leptónica, pero son com-
parables en términos de actividad, ya que todo sucedía más deprisa en la
era leptónica. Si usamos la actividad como medida, no hay límite en el
número de eras que preceden la era del plasma, lo que parece paradójico
ya que la creación ocurrió justo un segundo antes del comienzo de la era
del plasma. No hay paradoja, sin embargo, si recordamos que el primer
segundo es infinitamente divisible.
Nuestros conocimientos científicos van disminuyendo al aumentar la
temperatura y la densidad. A temperaturas poco elevadas tenemos que usar
la fìsica especializada en plasmas; a temperaturas más altas de épocas an-
teriores, la tìsica nuclear. Antes de esta etapa, a temperaturas mucho más
superiores, debemos utilizar la rama más energética de la fìsica; la fìsica
de partículas elementales. Cada era puede clasificarse según la rama de la
física que domina los procesos que ocurrieron en aquel momento; cuanto
más temprano, más energéticos son los procesos y más dudoso es nuestro
conocimiento. En el momento de escribir esto, la mayoría de cosmólogos
aceptan el modelo de big bang a partir del tiempo de un segundo, cerca
del linai de la era leptónica. Sin embargo, algunos han profundizado a tra-
vés de la era leptónica hasta la llamada era hadrónica (antes de un
microsegundo) y aún más allá. Daremos a continuación una breve descrip-
ción de lo que han encontrado.
— 41 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Para poder describir los detalles de estas primeras eras, debe explicarse
algo acerca de la fìsica de la materia altamente energética. Hace unos se-
tenta años, cuando los tísicos adivinaron la estructura del átomo, sólo se
conocían dos tipos de componentes subatómicos: el protón y el electrón.
Se sabía que las corrientes eléctricas eran causadas por los electrones y se
habían detectado también partículas eléctricas mucho más pesadas, llama-
das rayos alpha, producidas por ciertos átomos radiactivos. Finalmente,
gracias en parte a experimentos con rayos alpha, se llegó a la conclusión
de que se necesitaba otra partícula, eléctricamente neutra, el neutrón, para
explicar cómo podían permanecer juntos los protones en el núcleo atómico
a pesar de su fuerza eléctrica de repulsión. El neutrón fue finalmente ob-
servado en 1932.
Por un tiempo pareció que estas tres partículas de materia eran los úni-
cos bloques elementales constituyentes de todos los átomos, pero el estu-
dio de otro tipo de radiactividad, los rayos beta, llevó al físico Wolfgang
Pauli a sugerir la existencia de la tal vez la más extraña de todas las partí-
culas microscópicas: el neutrino. Los neutrinos se diferencian de las demás
partículas en que no pueden estar en reposo y, de hecho, se mueven siem-
pre a la velocidad de la luz; no hay forma de frenarlos. Además giran sobre
sí mismos de una forma extraordinaria, completamente distinta de la forma
en que gira una pelota, por ejemplo. Un objeto como una pelota debe girar
360 grados para volver a estar en la misma posición, pero un neutrino ne-
cesita dos rotaciones de 360 grados para conseguirlo. Es como si tuviera
una visión doble del Universo, una para cada rotación completa. Pero lo
más peculiar es que toda la materia, incluso el plomo o el hormigón, es
casi completamente transparente para los neutrinos: pueden incluso atra-
vesar fácilmente toda la Tierra sin notarlo. No resulta sorprendente que
haya sido difícil descubrir si la partícula de Pauli existía realmente o era
un producto de su imaginación. A pesar de la extrema dificultad de visua-
lizar un neutrino, por ejemplo, absorbiéndolo, mediante reactores nuclea-
res se han producido flujos de neutrinos lo suficientemente grandes para
que ocurra muy ocasionalmente la absorción de uno de ellos. Estos resul-
tados se han obtenido en los últimos años y hoy día nadie duda sobre la
existencia real de los neutrinos.
Otro trabajo de deducción fue realizado por el físico japonés Hideki
Yukawa, antes de la II Guerra Mundial. Yukawa razonó que debía existir
alguna forma de «pegamento» para pegar entre sí a los protones y a los
— 42 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 43 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 44 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
acerca de los procesos antes del final del primer microsegundo. Sin em-
bargo, se han hecho especulaciones. Al estudiar la física del Universo en
el mismo umbral de la creación, es difícil contener la curiosidad y aventu-
rar algunas conjeturas sobre los instantes anteriores al Big Bang. Algunas
de estas conjeturas han conducido a la predicción de más vestigios sobre
estas épocas antiguas o primitivas.
Un ejemplo de vestigio de la era leptónica se refiere a los evasivos
neutrinos. Los cálculos muestran que antes de una diezmilésima de se-
gundo, la energía calorífica de la bola de fuego era suficiente para crear
electrones, positrones y muones que, junto con los electrones, protones y
neutrones se mantenían en equilibrio a través de una compleja red de in-
teracciones en las que intervenían principalmente las emisiones y absor-
ciones continuas de neutrinos. Tan pronto como la temperatura cayó por
debajo de algunos miles de millones de grados, los muones, y más tarde
los positrones desaparecieron de repente dejando a los neutrinos sin «nin-
gún sitio donde ir». La mayoría de estas partículas se quedó desde enton-
ces viajando en línea recta, atravesando la materia restante, convertida en
transparente. Estos neutrinos deben estar ahora aquí, llegándonos directa-
mente de la primera diezmilésima de segundo después de la creación. Es
una idea extraña que, en cada instante, haya millones y millones de esas
partículas primordiales atravesando nuestros cuerpos. Como es natural, no
las notamos, pero es concebible que algunos átomos sí lo hagan y por lo
tanto es posible que algún día podamos detectar su presencia.
Pero esto no es todo. Una diezmilésima de segundo es un tiempo largo
para una partícula elemental, y puede haber incontables especies de partí-
culas, algunas de las cuales pueden ser totalmente desconocidas en la Tie-
rra, que podrían haber desaparecido mucho antes que los muones. ¿Qué se
sabe de ellas? Con toda seguridad estaban sufriendo una serie de procesos
e interacciones complejas antes de que la bola de fuego se enfriara dema-
siado para su supervivencia. Resulta curioso imaginar si ha sobrevivido
algún vestigio de su existencia hasta nuestros días. Sin lugar a dudas el
estado preciso del horno cósmico dependió en gran manera de las leyes
específicas de la física de partículas de las que sólo tenemos una vaga idea.
Si los quarks existen, deben haber llenado todo el espacio durante los bre-
ves instantes iniciales del big bang, antes de una mil millonésima de se-
gundo después del principio. Este instante corresponde a un tiempo tan
corto que incluso la luz sólo pudo haber viajado unos treinta centímetros
— 45 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 46 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Si nos acercamos aún más a los primeros momentos, sólo tenemos una
ligera sospecha de lo que sucedió. Recordemos que al dividir el primer
segundo en fracciones cada vez más pequeñas, la densidad y, probable-
mente, la temperatura continuaron creciendo más allá de toda compren-
sión, sin ningún límite conocido. Pero se pueden aplicar principios físicos
para dar una primera estimación del estado del Universo dentro de la pri-
mera mil millonésima de segundo. Aunque sólo es pura especulación, al-
gunos cosmólogos creen que se puede incluso llegar a la primera cuatri-
llonésima de segundo, tiempo durante el cual la luz recorrió sólo una diez
billonésima de centímetro; el tamaño de un núcleo atómico. Una duración
tan infinitesimal está más allá de toda imaginación, pero los procesos que
ocurrieron en intervalos tan breves pueden (y, de hecho, son) estudiados
en el laboratorio.
Tan cerca del instante de la creación, la densidad de la materia se ca-
racterizó por su nivel extraordinariamente alto: la masa equivalente de
todo el contenido material del Universo observable en la actualidad, ocu-
paba en estos momentos, un volumen aproximado a un cubo de tamaño
normal. Igualmente toda la materia de nuestra galaxia, con sus cien mil
millones de soles, estaba comprimida en poco más de una décima de mi-
límetro. La intuición falla ante un mundo tan poco familiar. Todo lo que
se puede hacer es tener en cuenta los principios básicos de la física y su-
poner que se pueden aplicar bajo esas condiciones extraordinarias. En los
últimos años se ha estudiado esta etapa tan primitiva del Universo y, como
consecuencia de los trabajos realizados, se han obtenido nuevos conoci-
mientos sobre el espacio que se estiraba tan rápidamente que el mismo
movimiento estimulaba la creación de materia.
Algunos cosmólogos han sugerido que antes de ese momento, la es-
tructura del espacio tenía las características de una tormenta en el océano,
con movimientos turbulentos que producían grandes irregularidades y dis-
torsiones geométricas. Esta turbulencia es una versión científica del caos
original, sólo que aquí es el mismo espacio el que está agitando. En los
últimos años se han hecho cálculos muy detallados para explorar lo que le
hubiese sucedido a un Universo que se hubiese originado en una situación
de caos primordial. Los cálculos indican que los movimientos del espacio
habrían creado materia directamente del espacio «vacío». El efecto de esta
génesis es el de suavizar el movimiento caótico, dejando sólo el movi-
miento regular de expansión que se observa hoy en día. Ciertamente no
— 47 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
hay ahora ningún signo de Lina tormenta del espacio. La expansión del
espacio, tan lejos como pueden detectar los telescopios modernos, es siem-
pre una característica fundamental, pero inesperadamente, suave y uni-
forme. O bien el Universo se originó de esta forma, o algún proceso de los
primeros instantes, como la génesis de materia, amortiguó el caos original.
Con estas premisas hemos llegado al punto en que podemos plantear-
nos la primera pista importante para resolver el problema de cómo el Uni-
verso pudo llegar a tener su actual estructura, en la cual la materia está
distribuida según un orden. Durante mucho tiempo ha sido un rompecabe-
zas para los cosmólogos averiguar las causas que determinan que la ex-
pansión del Universo sea tan suave y uniforme en todas las direcciones.
Esto es un enigma porque la presencia del horizonte mencionado en las
páginas 23-24 aísla físicamente de una manera efectiva una región del
Universo de la otra. El tamaño de la región dentro del horizonte crece con
el tiempo: actualmente es de diez mil millones de años luz, pero al princi-
pio de la era leptónica era de sólo un kilómetro. Durante la era de la «tor-
menta del espacio» era tan pequeña que sólo tenía una extensión similar al
tamaño de un núcleo atómico. El problema estriba en comprender cómo
todos estos dominios microscópicos desconectados entre sí se las arregla-
ron para expansionarse a la misma velocidad. Una respuesta es que no lo
hicieron. Al contrario, cada pequeña región del Universo pudo haber ex-
plotado al azar, llegando al caos original descrito anteriormente. Resulta
dudoso que las galaxias, las estrellas y los planetas se hubieran formado
con regularidad si hubieran continuado estas circunstancias. Sin embargo,
si el proceso de creación de materia consiguió suavizar estas irregularida-
des aleatorias, se explicaría la disposición ordenada de las galaxias que
vemos hoy día, alejándose unas de las otras con un movimiento sistemáti-
co y uniforme.
Podría reflexionarse sobre si existe algún límite al fraccionamiento del
primer breve período del big bang o si las leyes de la física no pueden ya
aplicarse a partir de algún punto, prohibiendo a los físicos investigar arbi-
trariamente cerca del instante de la creación. Los últimos límites de la fí-
sica conocida en la actualidad sugieren la existencia de una barrera de pe-
queñez, dentro de la cual no se puede investigar la estructura del Universo
usando el lenguaje y los conceptos clásicos. La barrera no implica que la
tísica no tenga sentido dentro de este intervalo infinitesimal de tiempo,
— 48 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 49 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 50 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 51 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
surjan, nos darán una nueva perspectiva sobre nuestra visión de la crea-
ción.
— 52 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 53 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 54 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 55 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 56 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 57 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 58 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 59 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
principio, los astrónomos creían que la estrella solar estaba constituida por
una masa de carbón, o tal vez de hidrógeno, en combustión. Pero este mo-
delo era claramente inadecuado: al ritmo de producción de energía actual,
la masa entera se hubiera quemado en unos pocos miles de años. Hace
unos cien años Lord Kelvin y H. L. Helmholtz propusieron la idea de que
la energía del Sol podía proceder de su propia contracción. Cuando se
comprime un gas, éste se calienta, de forma que si el Sol empezó siendo,
como todas las estrellas, una inmensa bola de gas, varios miles de veces
mayor que ahora, se habría ido comprimiendo bajo su propio peso. El
efecto de esta contracción habría producido un incremento de la tempera-
tura y de la presión cerca del centro al convertirse la energía gravitatoria
en calor. Las regiones centrales de la bola habrían empezado entonces a
emitir radiación de calor y luz, que se habría filtrado lentamente a través
de las capas superiores calentándolas, hasta alcanzar la superficie y salir
al espacio vacío del exterior. La energía habría sido suministrada por la
misma gravedad del Sol. Se calculó que la contracción de unos pocos cien-
tos de kilómetros por año era suficiente para mantener la producción de
energía del Sol a un ritmo constante. Como el Sol tiene más de un millón
de kilómetros de tamaño, esta contracción casi no se podía notar. Así, se
pensó que el Sol podía haber estado brillando durante varios millones de
años.
Los problemas con la teoría de la contracción surgieron cuando los
geólogos encontraron restos fósiles, demostrando que la Tierra tenía que
haber existido, no durante unos millones de años, sino durante varios miles
de millones de años. Alguna nueva fuente de energía, insospechada hasta
entonces, tenía que actuar en el Sol para mantener su brillo al ritmo actual
durante un período tan largo. No se conoció en la Tierra ninguna fuente de
energía de esta capacidad hasta la mitad de este siglo, cuando Einstein
sugirió que, en base a su teoría de la relatividad, la materia y la energía
podían convertirse una en la otra, un fenómeno al que ya hemos aludido
en el capítulo anterior. De acuerdo con lo que dijimos, el calor energético
de la bola de fuego original produjo muchos tipos de partículas subatómi-
cas y en los momentos más próximos al primer instante, las supuestas
«mareas de espacio» desparramaron su energía creando materia. Igual-
mente explicamos cómo pudo ocurrir el proceso contrario cuando la ma-
teria y la antimateria se aniquilaron mutuamente produciendo una explo-
sión de energía.
— 60 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 61 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 62 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
casos es necesario añadir cierta cantidad de calor para iniciar las reaccio-
nes de combustión. La fusión nuclear es mucho más poderosa que la fusión
química y, en correspondencia, la temperatura necesaria es más alta. Los
cálculos muestran que se necesitan temperaturas de varios millones de gra-
dos para la cadena protón-protón y aún más altas (como mínimo quince
millones de grados) para el ciclo del carbono. Por esta razón se sabe que
el centro del Sol tiene que estar extremadamente caliente. La temperatura
de la superficie del Sol y de las demás estrellas puede medirse directa-
mente a partir de las propiedades de la radiación luminosa que emiten. En
el caso del Sol, la temperatura superficial es de unos 6.000 grados. Obvia-
mente hay un fuerte gradiente de temperatura con el interior del astro, lo
que provoca un flujo de energía desde el centro, donde es liberada en el
proceso de fusión, hasta sus bordes y hacia el espacio. La combustión del
hidrógeno, en realidad, sólo se produce en un pequeño núcleo central.
Los estudios de física nuclear han revelado, por lo tanto, lo que hace
brillar a las estrellas. El Sol es un gigantesco homo nuclear alimentado por
la potencia de la fusión del hidrógeno, el mismo proceso que suministra
energía a la bomba de hidrógeno. En este sentido, el Sol equivale a la ex-
plosión controlada de diez mil millones de grandes bombas de hidrógeno
cada segundo, de forma continua desde hace miles de millones de años, lo
que, en cualquier caso, representa una potencia colosal.
En la actualidad es posible explicar cómo se forman las estrellas. Ini-
cialmente, la lenta contracción de una gran bola de gas hidrógeno va ca-
lentando lentamente su interior hasta que alcanza varios millones de gra-
dos, proceso que dura normalmente unos 100 millones de años, hasta que
finalmente las reacciones nucleares. Entonces se detiene la contracción y
la estrella se estabiliza con un tamaño y una producción de energía más o
menos constantes. Los astrónomos creen que algunas estrellas de compor-
tamiento atípico, llamadas estrellas T Tauri, aún están en el proceso de
contracción gravitatoria, en la etapa prenuclear, mientras que todas las es-
trellas normales producen energía mediante la fusión nuclear.
De momento sólo se conoce de una forma rudimentaria las etapas fi-
nales de la formación de las estrellas. Parece probable que el Sol empezó
como una bola de gas en lenta rotación, del tamaño aproximado del Sis-
tema Solar, varios miles de veces su tamaño actual. Al contraerse, empezó
progresivamente a girar más deprisa, una vez más por analogía con el pa-
tinador sobre hielo. Durante el proceso, la rotación se volvió tan rápida
— 63 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 64 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
rodearon el planeta con una densa atmósfera asfixiante, que era arrancada
periódicamente por las erupciones y fulguraciones del Sol, que aún se es-
taba formando. Finalmente, cesaron las convulsiones solares y el Sol al-
canzó su fase estable, de combustión del hidrógeno.
Afortunadamente para nosotros, el bombardeo cósmico ha cesado
desde hace tiempo, ya que los efectos del impacto de un pequeño plane-
toide serían devastadores. Incluso la caída de unos pocos kilogramos de
roca pueden producir una bola de fuego visible desde muchos kilómetros.
En 1971, el asteroide Ícaro, un objeto modesto de un centenar de kilóme-
tros de tamaño, pasó a una distancia aproximada de un millón de kilóme-
tros de la Tierra, lo que es muy poco para los módulos astronómicos, ya
que sólo una pequeña desviación de su órbita real lo hubiera llevado a
colisionar con la Tierra. Seguramente hubiera caído en el océano, lo que
es una perspectiva preocupante, porque el impacto hubiera levantado unas
olas gigantescas, de varios kilómetros de altura.
Se puede conseguir alguna indicación de la potencia del impacto pro-
ducido por la caída de rocas durante la formación del Sistema Solar a partir
de la inspección de la superficie de otros planetas. Incluso una mirada oca-
sional a la Luna da la impresión de un terreno rugoso y desfigurado. Con
unos prismáticos poco potentes se puede ver una jungla enmarañada de
hoyos, escarpaduras y cráteres, algunos de ellos de cientos de kilómetros
de diámetro. Este registro en la faz de la Luna es un testigo mudo de los
violentos cataclismos producidos por los bombardeos desde el espacio,
ocurridos en el alba del Sistema Solar. Cuando miramos la faz de la Luna
vemos una imagen congelada de los sucesos que acontecieron hace más
de cuatro mil millones de años, cuando la Tierra se estaba aún conden-
sando a partir del disco solar. La razón para la notable conservación de
este registro prehistórico reside en la ausencia total de atmósfera en la
Luna. La Tierra también tuvo alguna vez una apariencia similar, pero si-
glos y siglos de erosión dinámica han hecho desaparecer las últimas cica-
trices de nacimiento y sólo la caída ocasional de algún meteorito deja un
débil recuerdo de la violencia de los anteriores bombardeos cósmicos. Los
vuelos espaciales recientes a Marte y Mercurio han revelado una situación
similar. Ambos planetas tienen atmósferas muy tenues y en ambos han
sobrevivido las huellas de los cataclismos.
— 65 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Fig. 4. Diagrama temporal. El esquema muestra cuánto tiempo hace que ocurrieron
algunos acontecimientos importantes. La flecha muestra la época aproximada en que
las más distantes galaxias observables mediante telescopios ópticos emitieron la luz que
vemos en la actualidad, suponiendo que su corrimiento hacia el rojo indica correcta-
mente la distancia según la ley de Hubble. Si se aplica el mismo principio a los miste-
riosos quasars, se obtienen tiempos anteriores a diez mil millones de años.
— 66 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 67 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 68 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
bastante complejas del mismo tipo de las que se hallan en los sistemas
vivos, incluso se ha encontrado alcohol. Por el momento, y después de
muchos estudios y comparaciones, no se comprende aún del todo como se
han formado estas moléculas, o cual podría ser su significado general, pero
parece que las bases de la naturaleza química de la materia viviente pueden
haber existido antes de la formación de la Tierra.
Cuando la primera forma de vida apareció finalmente a partir de suce-
sivas síntesis de bloques moleculares más simples, probablemente se re-
produjo y se extendió rápidamente por el planeta, alimentándose de los
constituyentes menos avanzados del caldo primordial. La Tierra era aún
un sitio bajo condiciones extremadas, especialmente debido a la mortífera
radiación ultravioleta abundantemente producida por el Sol, pero cuando
surgieron nuevas formas de materia viviente, empezó una curiosa polución
del planeta. La composición química de la atmósfera quedó drásticamente
alterada por las actividades de ciertos organismos, precursores de las plan-
tas verdes, que producen oxígeno usando la energía de la luz solar para
realizar una reacción química llamada fotosíntesis. Un efecto importante
de la llegada de oxígeno a la atmósfera fue la aparición de una capa de
ozono, la forma molecular triatómica del oxígeno, a gran altura sobre el
aire, que bloquea eficazmente los rayos ultravioletas del Sol. A partir de
aquí, quedaba el camino abierto a los organismos para desarrollarse hacia
la organización general que observamos hoy día, con plantas que usan la
energía de la luz solar para generar tejidos orgánicos y producir oxígeno,
y animales que se alimentan de materia orgánica, usando el oxígeno para
quemarla y liberar la energía capturada originalmente de la luz solar.
El camino desde la primera molécula orgánica compleja con poder de
reproducirse hasta el hombre ha sido largo, con una duración de unos cua-
tro mil millones de años, un ochenta o noventa por ciento de edad del pla-
neta, y una fracción notable de la edad del Universo. Durante la mayor
parte de este tiempo la vida en la Tierra no fue más allá de simples orga-
nismos marinos. Sólo en los últimos cuatrocientos o quinientos millones
de años algunas criaturas vivas abandonaron el mar y las plantas crecieron
sobre tierra firme, aunque una gran parte de este tiempo fue dominado por
la vida reptil, como los dinosaurios, que sobrevivieron durante más de cien
millones de años. Los mamíferos sólo aparecieron hace ciento cincuenta
millones de años y el hombre hace cinco millones de años. La civilización
tiene una edad de sólo unos miles de años.
— 69 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 70 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 71 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 72 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 73 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 74 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 75 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 76 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
podría tener consecuencias muy serias para los seres vivientes. Existe al-
guna evidencia de que especies enteras de animales se han extinguido du-
rante alguna inversión magnética. Recientemente se ha producido la con-
troversia acerca de los posibles efectos perjudiciales de los envases en
spray sobre la capa de ozono. Resulta irónico que los desodorantes domés-
ticos puedan resultar tan mortíferos como las fulguraciones solares para la
vida en la Tierra.
Durante más de un siglo han abundado las especulaciones sobre las
relaciones entre la actividad solar y las perturbaciones terrestres, o incluso
catástrofes, tales como terremotos o glaciaciones. Existe alguna evidencia
de que el clima es afectado por las fulguraciones solares, a través de algún
mecanismo desconocido en el que interviene el campo geomagnético. Se
ha discutido recientemente sobre una posible conexión física entre el Sol
y la Tierra. Aunque la superficie del Sol tiene una temperatura de sólo
unos 6.000 grados, la atmósfera por encima de la superficie solar está tan
caliente —cerca de un millón de grados— que una corriente constante de
partículas subatómicas, principalmente protones, fluye de esta región
energética. Este viento solar incesante barre la Tierra y acopla el campo
magnético solar con el terrestre de una forma compleja. De forma que el
Sol nos está mandando una brisa constante, puntuada ocasionalmente por
ráfagas de las fulguraciones solares.
Es probable que el viento solar sople tanto para bien como para mal de
la raza humana, pero la forma precisa en que afecta nuestro clima sigue
siendo un misterio. Una idea que se ha sugerido, se refiere a la intrusión
de nubes de gas interestelar dentro del Sistema Solar. Ya se ha hablado de
estas nubes en relación a la formación de estrellas. Están situadas alrede-
dor de los brazos espirales de la galaxia y tienen masas equivalentes a mil
soles, pero desperdigadas en una gran extensión como una tenue mancha
con un número de átomos que oscila entre diez a mil por centímetro cú-
bico. Esta baja densidad sería considerada como un vacío excelente en la
Tierra, pero es suficientemente denso para causar tal vez efectos dramáti-
cos. En su órbita alrededor de la galaxia, el Sol se encuentra con un brazo
espiral cada pocos cientos de millones de años y durante su estancia en
esta región, puede quedar sumergido varias veces en nubes de gas. Durante
esta inmersión temporal, el efecto sobre el Sistema Solar sería el de atrapar
el viento solar dentro de una «burbuja» e impedirle llegar a la Tierra. El
mismo mecanismo operaría para atrapar los vendavales más energéticos
— 77 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 78 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 79 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
por setenta mil millones de neutrinos, cada uno de los cuales, ocho minu-
tos antes, emergió de un protón en el Sol. Cada vez que miramos al Sol,
pasan más neutrinos por nuestro ojo que personas hay en el mundo. Afor-
tunadamente, son extremadamente insubstanciales: de los setenta mil mi-
llones que atraviesan cada centímetro cuadrado de la Tierra cada segundo,
sólo unos siete son destruidos por la Tierra y el resto simplemente la atra-
viesa. Aquí es donde reside el problema. La misma propiedad que hace
interesante a los neutrinos —su capacidad de viajar sin obstáculos desde
el centro del Sol— supone un obstáculo formidable para su detección. Si
la Tierra entera sólo detiene unos pocos, ¿cómo podemos absorber en el
laboratorio los suficientes para observarlos?
En un intento de resolver el problema, Raymond Davis, Jr., del
Brookhaven National Laboratory, ha estado experimentando con un tan-
que de 400.000 litros de líquido limpiador en una mina de Dakota del Sur,
a mil quinientos metros bajo tierra. Utilizando este equipo y lugar un tanto
extraños, Davis pudo estudiar el interior del Sol contando individualmente
los pocos neutrinos que fueron detenidos por el líquido limpiador. El lí-
quido es percloroetileno, pero el ingrediente crucial es el «cloro». Un neu-
trino solitario entre incontables millones puede quedar atrapado en este
gran tanque de líquido al colisionar con unos de los neutrones de los nú-
cleos de cloro de los átomos del líquido limpiador. El neutrón se convierte
entonces en un protón en una transmutación que es esencialmente la in-
versa de la que está sucediendo en el Sol. La etapa vital ocurre cuando el
protón acabado de crear equilibra su carga eléctrica positiva expulsando
un electrón.
La conversión de un neutrón en un protón en el núcleo de cloro con-
vierte el cloro en un elemento químico completamente distinto: argón. Hay
por lo tanto un átomo de argón flotando en alguna parte dentro de los
400.000 litros de líquido limpiador. La etapa siguiente es tratar de identi-
ficar este único átomo de argón entre el quintillón de moléculas de perclo-
roetileno. Para realizar esta tarea terrorífica, se aprovecha que el argón y
el cloro sean muy distintos químicamente; de hecho, el átomo de argón no
se combina con el cloro ni con otras sustancias. Esto significa que cuando
se vacía el tanque, puede separarse el átomo de argón del líquido limpiador
pasándolo por el filtro frío de carbón vegetal.
— 80 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 81 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 82 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 83 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
La estrella más brillante del cielo es Sirio, la estrella del Can Mayor.
No es una estrella particularmente grande, pero está muy cerca, a sólo 8,7
años luz. En 1834 el astrónomo Friedich Bessel notó una cosa muy curiosa
acerca de Sirio: al estar tan cerca, puede verse como se mueve debido a la
rotación general de todas las estrellas de nuestra vecindad alrededor de la
galaxia. El movimiento en sí no era inesperado, pero lo sorprendente fue
una ondulación poco habitual del movimiento. Bessel adivinó el signifi-
cado de este movimiento extraño: Sirio debía estar acompañada en su larga
órbita galáctica por otra estrella demasiado débil para que él la viera, pero
su presencia quedaba sugerida por la perturbación en el movimiento de
Sirio. En 1862 las predicciones matemáticas fueron comprobadas y la dé-
bil estrella acompañante fue observada por vez primera por Alran G. Clark
cuando probaba una nueva lente de telescopio. Por lo tanto Sirio es en
realidad una estrella doble: la brillante se llama ahora Sirio A y la débil
Sirio B.
Lo que hace tan fascinante a Sirio B es su extrema debilidad. Tiene la
misma temperatura que Sirio A, por lo que la única explicación la que la
compañera poco brillante es extraordinariamente pequeña, unas cincuenta
veces más pequeña que el Sol, o unas dos veces mayor que la Tierra. Sin
embargo la masa de Sirio B es aproximadamente igual a la del Sol, lo que
sugiere la perspectiva extraordinaria de una estrella con una cantidad de
materia equivalente a la del Sol, pero comprimida con una densidad
enorme. En la actualidad los astrónomos conocen muchas estrellas alta-
mente compactadas, llamadas enanas blancas. Sirio B, no es en absoluto,
la estrella de este tipo más pequeña: se conocen otras que tienen la mitad
del tamaño de la Tierra en las que la materia que cabe en un dedal pesaría
más de un millón de toneladas.
El rango de tamaños desde Sirio B a Betelgeuse es enorme; las estrellas
son realmente objetos extremadamente variados. El Sol es una estrella de
tipo medio. Si viajáramos a la siguiente estrella más cercana (a cuatro años
luz de distancia, en la constelación del Centauro), el Sol aparecería en la
constelación de Casiopea, brillando tanto como la mayoría de estrellas bri-
llantes (estaría mucho más cerca que éstas). Las temperaturas superficiales
de las estrellas también varían mucho: algunas son tan bajas como las de
un horno industrial, digamos unos 3.000 grados, mientras que otras son
mucho más calientes, tal vez unos 40.000 grados. Las frías tienen un color
— 84 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 85 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
V. VIDA EN EL UNIVERSO
— 86 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 87 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 88 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 89 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 90 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 91 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 92 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 93 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 94 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 95 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 96 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 97 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 98 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
tres mil años, y no sería sorprendente que los encuentros con extraterres-
tres se hubieran descrito como visitas de ángeles o dioses.
Por desgracia no hay forma de saber si estos encuentros eran pura-
mente simbólicos o reales. No se han encontrado nunca evidencias físicas,
como artefactos abandonados, para confirmar la teoría extraterrestre.
Existe también el peligro de que cualquier mito o leyenda, desde el yeti a
la historia de la Atlántida, gane una credibilidad inmerecida al ser reinter-
pretada en el lenguaje de las visitas extraterrestres. Debe siempre tenerse
en cuenta que cualquier aparición en el cielo era considerada como una
manifestación de fuerzas sobrenaturales y que incluso objetos bastante co-
rrientes, como los cometas o los meteoros, recibían las más embellecidas
descripciones.
Volviendo a la idea de que la Tierra está siendo visitada en la actuali-
dad por naves espaciales de otros planetas, no falta la evidencia de testigos
visuales para dar soporte a este hecho. Son cientos de miles las personas
que han hecho informes oficiales de máquinas aéreas no identificadas. In-
cluso miles de personas han relatado lo que parecen ser aterrizajes reales
de naves extraterrestres, incluyendo en muchos casos descripciones deta-
lladas de sus ocupantes. No hay ninguna evidencia de que los testigos sean
mentirosos o víctimas de ilusiones. Los informes están hechos por una
muestra bastante típica de la población, que incluye a astronautas en ór-
bita, pilotos y astrónomos. Los gobiernos y las organizaciones militares
han recogido y archivado enormes cantidades de informes de este tipo, de
los cuales sólo se han investigado unos pocos, sobre todo por oficiales
militares. Una fracción importante de los informes más detallados, en par-
ticular aquellos con confirmación por radar, permanecen inexplicados. A
parte de la investigación de la Universidad de Colorado, los científicos han
ignorado por completo estos informes porque están asociados a un apaci-
ble histerismo muy extendido sobre la mitología de las máquinas volado-
ras no identificadas y los seres superiores del espacio. El histerismo se
manifiesta en la profusión de clubes y organizaciones entusiastas que están
firmemente convencidos de la existencia de esos seres, mientras que las
librerías ofrecen cantidad de libros repetitivos que elaboran aún más esta
sorprendente mitología.
No hay duda de que el fenómeno social de los informes de la gente
sobre máquinas voladoras desconocidas es un misterio desafiante de nues-
tro tiempo. No hay razón para suponer que durante los próximos treinta
— 99 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
años esta costumbre no seguirá como hasta ahora, ni que estos informes
lleguen nunca a proporcionar una evidencia real de que las naves espacia-
les están operando en nuestra atmósfera. Es mejor enjuiciar esta idea pro-
vocativa examinando globalmente el concepto de viaje interestelar.
El hombre ha viajado hasta ahora 1,5 segundos luz en el espacio, que
es la distancia hasta la Luna. A las velocidades alcanzables en la actualidad
por los cohetes, se tardaría varios años en viajar desde la Tierra hasta el
borde del Sistema Solar, mientras que para alcanzar incluso la estrella más
cercana, a 4,3 años luz de distancia, se necesitaría un viaje de miles de
años. Por lo tanto, los viajes interestelares están claramente fuera del al-
cance de nuestra capacidad tecnológica actual. Sin embargo, la experien-
cia del pasado sugiere que los avances tecnológicos pueden ser muy rápi-
dos y los logros considerados previamente como imposibles muchas veces
se han conseguido más bien pronto que tarde. Lina tecnología extranjera
que nos adelante en millones de años podría tener máquinas capaces de
viajar a velocidades muchísimo mayores que nuestros pequeños cohetes.
Ya que no podemos adivinar el futuro tecnológico ni con cincuenta años
de anticipación, no es lógico descartar la posibilidad de visitas extraterres-
tres sólo sobre bases tecnológicas.
Incluso sin imponer restricciones tecnológicas a nuestra imaginación,
es necesario continuar el trabajo dentro del marco de las leyes de la física.
Debido a razones fundamentales se piensa que la velocidad de la luz es la
mayor velocidad alcanzable en el Universo. Muchas experiencias de labo-
ratorio lo confirman y, a menos que las bases de la teoría de la relatividad,
que explican, entre otras cosas, el origen de la energía solar, estén mal
concebidas, debe aceptarse que la velocidad de la luz es una velocidad
límite para los viajes interestelares. El factor tiempo, por lo tanto, no es un
problema grave. Un viaje entre la Tierra y nuestra comunidad tecnológica
más cercana sólo duraría seguramente unos pocos cientos de años terres-
tres. Todavía es más que la vida de un hombre, pero hay razones para no
considerarlo como muy importante. Primero, las formas de vida extrate-
rrestre pueden haber alcanzado, natural o artificialmente, una duración de
vida más larga que la nuestra. Segundo, las técnicas de hibernación o con-
gelación, probablemente podrían ser usadas durante la mayor parte del
viaje. Tercero, y más curioso, hay el famoso efecto de la dilatación tem-
poral. La teoría de la relatividad contiene muchas sorpresas, pero tal vez
la predicción más fantástica es que los intervalos de tiempo son relativos
— 100 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 101 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
que toda la vida en la Tierra quedaría aniquilada por la explosión del des-
pegue. Además, debería solucionarse el problema de los efectos terrorífi-
cos del impacto con la materia interestelar como los meteoroides: un grano
de arena colisionando con una nave espacial a velocidad casi lumínica ten-
dría la fuerza de una explosión atómica.
Todavía es posible imaginar que se podrían solucionar los problemas
tecnológicos. El cohete tal vez se podría lanzar desde una colonia espacial
con gravedad cero, mientras que los meteoroides se podrían vaporizar con
láseres antes del impacto. No hay que descartar, por lo tanto, la posibilidad
de llegar alguna vez a mandar una nave espacial a través del espacio inter-
estelar a casi 300.000 kilómetros por segundo. No hay duda, sin embargo,
de que una misión de este tipo consumiría una gran cantidad de recursos
de la comunidad y que no habría esperanza de que la nave regresase antes
de pasar varios centenares de años.
De todo esto se desprende que una visita a la Tierra de una nave espa-
cial extraterrestre sería una experiencia poco común y realmente monu-
mental. Después de dedicar tanto tiempo, dinero y esfuerzo, es probable
que la llegada de los extraterrestres sería tratada como un acontecimiento
cósmico: el contacto físico entre dos culturas independientes. El mundo
entero quedaría profundamente alterado. Esta expectación no parece que
se haya cumplido en los cientos de historias de supuestos aterrizajes de
naves. Es difícilmente concebible que otra comunidad se embargue en una
expedición masiva a través de la galaxia, sólo para aterrizar en un campo
de patatas en Wiltshire durante unos minutos y regresar recorriendo una
distancia de varios cientos de años luz.
Se ha dicho muchas veces que nuestra existencia en la Tierra no puede
ser conocida muy lejos en el espacio. Una civilización extra- terrestre que
explore sistemáticamente la galaxia en busca de otras comunidades tendría
que visitar miles o incluso millones de planetas parecidos a la Tierra antes
de encontrar uno con vida inteligente. ¿Por qué la Tierra tendría que ser la
agraciada con una visita si los viajes interestelares son una práctica tan
poco común, o incluso no existente? Como respuesta a esta objeción, debe
pensarse que la vida ha existido en la Tierra durante más de tres mil mi-
llones de años, de forma que la probabilidad de que se haya hecho una
visita durante este vasto lapso de tiempo tal vez no es particularmente pe-
queña. Una vez establecida la presencia de vida en la Tierra, se podría
haber informado a la galaxia entera por radio, y la aparición de humanos
— 102 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
en este planeta podría haber sido anticipada por muchas comunidades mu-
cho antes de que realmente apareciéramos.
También existe la posibilidad de sondas no tripuladas. Los logros de la
microminiaturización en los últimos años ha abierto la posibilidad de em-
paquetar computadores extraordinariamente potentes en volúmenes muy
pequeños. No parece haber ninguna ley de la tísica que impida producir,
con una tecnología muy sofisticada, máquinas computarizadas compara-
bles con la cabeza humana en tamaño y capacidades. Esto requeriría el uso
del almacenamiento de información a nivel molecular, pero, en principio,
no hay ninguna objeción a ello. La disponibilidad de tales facilidades
transformaría radicalmente la situación: una máquina muy simple de reco-
gida de datos, equipada para buscar e informar de datos vitales acerca de
otros sistemas planetarios podría ser más pequeña que un guisante, utili-
zando fuentes locales de energía con finalidades de señalización. Un pro-
cedimiento aún más rentable sería mandar semillas de máquinas biológi-
cas. La idea es que la información para construir un hombre puede ser
almacenada en una molécula microscópica de ADN, de forma que la in-
formación para construir incluso una máquina biológica bastante compleja
podría ser comprimida también hasta dimensiones moleculares. A su lle-
gada a un planeta adecuado biológicamente, esta semilla empezaría a cre-
cer, produciendo todos los instrumentos, ojos, oídos, transmisor de radio,
etc. necesarios para un análisis completo y la transmisión de las condicio-
nes locales. La esencia de un viaje espacial eficiente reside en reducir el
uso de la energía y materia, evitando así los costos de transporte prohibi-
tivos. Idealmente sólo habría que enviar la información necesaria para
construir la maquinaria.
La idea de máquinas biológicas podría parecer descabellada, pero debe
recordarse que la Tierra está llena de ellas, bellamente adaptadas a sus
tareas individuales. Los cruzamientos genéticos y las mutaciones induci-
das artificialmente ya han producido muchos organismos obra del hombre,
de los cuales el maíz es un ejemplo obvio. La manipulación genética es
una promesa para proporcionar un amplio campo de posibilidades de uti-
lización de materia orgánica para realizar funciones especiales. No hay
razón para que no se pueda producir una planta con circuitos eléctricos
potentes, similares a los de nuestro cuerpo, pero capaces de suministrar
una mayor potencia, que podría ser usada como transmisor radio, sobre
todo si crece en forma de una gran antena.
— 103 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 104 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
para superar las futuras catástrofes cósmicas dependerá del nivel de tec-
nología y de control sobre su entorno que alcancen estas comunidades.
Sólo podemos, por supuesto, tratar de adivinar el futuro de la sociedad
tecnológica extrapolando lo que sabemos que es posible, de acuerdo con
nuestra comprensión de la física y la biología. Según nuestras ideas actua-
les parece que existen todas las posibilidades de que la manipulación inte-
ligente a través de la tecnología pueda llegar a ser una fuerza poderosa
para la reestructuración del Universo a un nivel local. El destino de la so-
ciedad tecnológica es el menos conocido pero, para nosotros, es el aspecto
más relevante del destino del Universo. En el capítulo 9 se explicarán al-
gunas especulaciones sobre este tema. Sin embargo, por avanzadas que se
vuelvan las comunidades avanzadas supertecnológicas y sea cual sea su
capacidad para reorganizar el Cosmos, un principio físico fundamental
asegura que la calamidad final no puede ser evitada nunca.
— 105 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 106 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 107 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 3. Huellas del bombardeo cósmico. La formación del sistema solar fue testigo
de un intenso bombardeo de los planetas por restos rocosos. Esta fotografía de la super-
ficie de Marte muestra un registro de los resultados. En la Luna y Mercurio se pueden
ver efectos similares, pero en la Tierra estas marcas de nacimiento han sido borradas
desde hace tiempo por la erosión dinámica. Cortesía de NASA.
— 108 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 4. Manchas solares. Desde su descubrimiento por Galileo, los astrónomos han
venido observando las manchas de la superficie del Sol. La fotografía muestra clara-
mente las regiones centrales oscuras, rodeadas por un halo más brillante. Cortesía del
Royal Greenwich Observatory.
— 109 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 110 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 111 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 7. Las Pléyades. Este famoso cúmulo de estrellas jóvenes es fácilmente visible
a simple vista. La fotografía, tomada con telescopio, muestra las nebulosidades de gas
que rodean algunas de las estrellas más brillantes. Cortesía del Lick Observatory.
— 112 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 8. Nebulosa del Anillo. Algunas estrellas moribundas expulsan una envoltura,
aproximadamente esférica, de gas y forman las llamadas nebulosas planetarias. Ese gas
es iluminado por la radiación de la estrella, visible en el centro. Cortesía del Dominion
Astrophysical Observatory, British Columbia.
— 113 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 9. Gran Nebulosa de Orión. Esta gigantesca acumulación estelar puede verse
a simple vista en la «espada» de Orión. Contiene muchas estrellas del tipo T Tauri que
se cree que son esferas de gas, el cual está contrayéndose y se halla en fase prenuclear.
Cortesía del Lick Observatory.
— 114 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 10. Nebulosa del Cangrejo. Esta nube de gas de la constelación de Taurus
representa los residuos de una supernova del año 1054 de nuestra era. El núcleo de la
estrella que explotó aún se halla cerca de su centro, en forma de una estrella de neutro-
nes que gira rápidamente y produce pulsaciones regulares de radioondas y ópticas. Cor-
tesía del Yerkes Observatory.
— 115 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 116 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 12. Galaxia de Andrómeda. Esta bella galaxia espiral es prácticamente gemela
de la Vía Láctea y la única galaxia visible a simple vista. Está bastante cerca, sólo un
millón y medio de años luz. Son de destacar los dos «satélites», que aparecen como
manchas brillantes en el halo de estrellas que la rodea. Cortesía de California Institute
of Technology y de la Carnegie Institution of Washington.
— 117 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 13. Galaxia espiral. Esta galaxia se halla en la constelación del Pavo. En la
fotografía se observan brazos espirales, formados por estrellas débiles y gas, que se
extienden a gran distancia del núcleo de la galaxia. Cortesía del UK Schmidt Telescope
Unit del Royal Observatory, Edinburg.
— 118 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 119 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 15. La galaxia espiral NGC 5457 (=M 101), de la Osa Mayor.
— 120 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 16. Antena parabólica del radiotelescopio Mark II, en el Observatorio de Jo-
drell Bank (Gran Bretaña). Los radiotelescopios han permitido explorar zonas de nues-
tra galaxia inaccesibles a las observaciones ópticas y descubrir importantes caracterís-
ticas de los objetos exteriores a ellas.
— 121 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 122 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 123 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 19. Nebulosa gaseosa en la constelación del Escudo (NGC 6611 (= M 16), un
ejemplo de nebulosa difusa asociada a un grupo de estrellas luminiscentes.
— 124 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 20. La radiogalaxia NGC 5128 (Centauro A), una de las primeras radiofuentes
que resultaron identificadas como galaxias.
— 125 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 21. Torre solar del observatorio de Kitt Peak en el sur de Arizona, Estados
Unidos.
— 126 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 127 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 128 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 129 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 130 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 131 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 27. Júpiter, el gigante, tiene un diámetro de 142.700 kilómetros, lo que le con-
vierte en el planeta mayor del Sistema Solar. La Gran Mancha Roja, con unos 40.000
kilómetros de longitud y 14.000 de anchura, tiene una superficie equivalente a la de la
Tierra.
— 132 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Lámina 28. Isaac Newton a la edad de 60 años, en 1702, copia de un retrato pintado por
Godfrey Kneller.
— 133 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 134 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 135 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 136 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 137 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
puede considerar como una disposición ordenada puede ser para otra algo
completamente caótico. Un mensaje codificado, por ejemplo, es un revol-
tijo de letras para el no iniciado, pero es un comunicado inteligible para
quien conozca la clave. Por lo tanto, es mejor considerar la entropía como
lo opuesto a la información. En general, un sistema ordenado (entropía
baja) tiene un alto contenido de información, en el simple sentido de que
se necesita una gran cantidad de información para describir su disposición.
Por el contrario, para un sistema desordenado se necesitaba poca informa-
ción. Las propiedades térmicas de un recipiente de agua en una habitación
a temperatura uniforme se describen con una sola información: su tempe-
ratura común. Es un sistema desordenado, de alta entropía, y el desorden
significa aquí «falta de orden». Aunque los átomos estén todos ellos mo-
viéndose caóticamente cuando hay equilibrio macroscópico, el desorden
completo significa realmente el cese de toda actividad.
Como ejemplo final, un líquido en el que se ha vertido tinta de color
puede tener un aspecto que en lenguaje ordinario calificaríamos de desor-
denado, pero de hecho tiene un alto contenido de información, ya que las
características de su superficie necesitan de una descripción detallada para
especificar su disposición precisa. Por el contrario, una vez la tinta se ha
esparcido uniformemente, el sistema se ha vuelto muy desordenado, la en-
tropía ha crecido y el contenido de información es muy bajo. De hecho,
sólo se necesita una información —la concentración global de tinta— para
describirlo. Las propiedades de este ejemplo en cuanto a información se
pueden demostrar fácilmente pensando en la posibilidad de codificar un
largo mensaje mediante la distribución no uniforme de tinta en la superfi-
cie del agua, mientras que cuando está esparcida uniformemente no lleva
ninguna información, excepto que la tinta está allí, con una cierta concen-
tración.
Usando el concepto de entropía se puede llegar a una comprensión sis-
temática de las propiedades organizativas de una enorme variedad de sis-
temas físicos. Un principio simple y potente, la segunda ley de la termo-
dinámica, limitado inicialmente al estrecho contexto de los motores térmi-
cos, se cree actualmente que es aplicable a cualquier sistema del Universo.
Para esta aplicación universal se puede enunciar la segunda ley de una
forma muy general: en cualquier cambio que ocurre en el Universo, la en-
tropía total aumenta siempre. Lo curioso de esta segunda ley es que es
— 138 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
única entre las leyes fundamentales de la naturaleza. Todas las demás ha-
cen referencia a propiedades de conservación de varias magnitudes du-
rante los procesos físicos. Sólo la segunda ley de la termodinámica se re-
fiere expresamente a la forma en que se alteran irreversiblemente todas las
cosas, y por lo tanto es fundamental para la explicación de todos los cam-
bios, tanto si es progreso, crecimiento y evolución, como si es colapso
catastrófico y muerte. Proporciona un marco descriptivo para la compren-
sión de cómo empiezan y terminan todas las cosas, y a través de esto, de
la propiedad básica del tiempo, que distingue el pasado del futuro. Apli-
cando estos principios a escala cósmica, descubriremos cómo el destino
del Universo está escrito en la segunda ley de la termodinámica.
Algunos ejemplos sencillos de fenómenos bien conocidos nos darán
idea del poder de la segunda ley. Ya hemos visto que la tendencia del calor
a disiparse de manera que disminuyan las diferencias de temperatura es un
ejemplo del crecimiento de la entropía o del desorden, ya que la distribu-
ción uniforme del calor está menos ordenada que cuando se concentra en
determinados lugares. En otras palabras, siempre que fluye el calor de lo
caliente a lo frío aumenta la entropía. Este era el contexto original de la
segunda ley, pero es fácil ver que también es aplicable cuando no hay di-
ferencia de temperatura. Para tomar un ejemplo discutido previamente, si
se echan algunas gotas de tinta sobre el agua, al principio están de una
forma ordenada pero, a medida que pasa el tiempo, la tinta empieza a di-
luirse en el agua hasta que se dispersa del todo, alcanzando una concen-
tración uniforme. Se pierde así por completo la información sobre la dis-
tribución inicial de la tinta.
Una forma de describir el incremento de la entropía es diciendo que el
cambio es totalmente irreversible. Esto no significa que no pueda ser de-
vuelto a su estado inicial, sino que no volverá a su estado anterior por sí
solo. Por ejemplo, en el caso de un recipiente de agua que se enfría hasta
helarse dentro de una nevera, como es natural se puede volver a fundir el
hielo sacando el recipiente de la nevera. Sin embargo, no cabe esperar que
se vuelva a fundir si lo mantenemos en un ambiente muy frío (a algunos
grados bajo cero de temperatura). La tinta diluida en el agua puede recu-
perar su concentración local inicial destilando el agua, recogiendo la tinta
y vertiéndola de nuevo en el agua, pero la migración natural y espontánea
de todas las partículas de tinta al mismo lugar sería considerada, verdade-
ramente, un milagro.
— 139 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 140 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 141 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 142 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 143 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 144 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 145 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 146 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Fig. 6. Dando cuerda el Universo. El mecanismo que permitió la aparición del orden a
partir del caos original, tiene una clara analogía con el dispositivo del pistón y del ci-
lindro mostrado aquí. El movimiento del pistón representa el Universo en expansión;
empieza muy rápidamente y luego va más despacio. El gas confinado debajo del pistón
representa la materia cosmológica en la bola de fuego primordial.
En (a), el gas está muy comprimido y caliente, de forma que, aunque el pistón es levan-
tado rápidamente, la respuesta de las moléculas, que se mueven con gran velocidad,
mantiene la uniformidad y el equilibrio; no aparece ninguna estructura ni actividad or-
ganizada; el contenido de información se mantiene bajo. En (b) ocurre lo contrario, el
gas expansionado se ha enfriado y se ha vuelto muy tenue y sus moléculas se mueven
con lentitud. A pesar de que el pistón (que representa la expansión del Un iverso) es
levantado más lentamente, es ahora mucho más rápido que el tiempo de respuesta que
necesita el gas para alcanzar el equilibrio. Por consiguiente, las lentas moléculas del
gas estarán intentando siempre alcanzar el pistón que se va alejando. Este retraso se va
agrandando cada vez más al proseguir la expansión. El gas ha dejado de ser uniforme y
ha tomado una disposición más estructurada, con actividad turbulenta y un alto conte-
nido de información.
En el Universo real no hay pistón; la expansión ocurre uniformemente en toda la mate-
ria cosmológica. Sin embargo, la idea básica de los procesos microscópicos retrasán-
dose más y más con las condiciones cambiantes, es la misma.
— 147 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 148 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 149 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Durante este período la estrella está en una situación muy estable, convir-
tiendo hidrógeno en helio a un ritmo constante cerca de su centro. El Sol
permanecerá en este estado durante otros cuatro o cinco mil millones de
años, hasta que se agole el combustible, el hidrógeno, en su región central.
El helio acabado de producir se concentra en un núcleo que, como es in-
capaz de producir energía mediante procesos nucleares, empieza a con-
traerse bajo su propio peso. Los detalles de lo que sucede a continuación
son complicados y dependen parcialmente de la masa y la composición de
la estrella, pero el comportamiento general es el mismo. El núcleo, al con-
traerse, va aumentando gradualmente de temperatura. Aún hay combus-
tión nuclear, pero sólo en una fina capa alrededor del núcleo. El efecto de
estos reajustes internos es que las capas exteriores de la estrella se expan-
sionan, enfriándose durante el proceso. Se produce entonces la curiosa si-
tuación de que el núcleo de la estrella se comprime y se vuelve más ca-
liente, mientras que la superficie se expansiona y se enfría. El enfriamiento
de la superficie cambia el color de la estrella a rojo: la estrella se ha con-
vertido entonces en una gigante roja, como Aldebarán.
En las estrellas de masa relativamente baja, como el Sol, estos aconte-
cimientos van acompañados de un incremento considerable de luminosi-
dad y, aunque el Sol se volverá intrínsecamente más frío, radiará mucha
más energía. Al final, será tal vez unas 1.500 veces más brillante de lo que
es ahora. El aumento de luminosidad provocará la llegada a la superficie
de la Tierra de un mayor flujo de calor, y la vida en nuestro planeta se verá
amenazada. Las elevadas temperaturas fundirán rápidamente los casquetes
polares, inundando extensas áreas costeras de los continentes, y las tem-
peraturas ecuatoriales se harán gradualmente insoportables para los seres
vivientes. Durante muchos millones de años, la evolución seguirá induda-
blemente seleccionando organismos capaces de soportar temperaturas
cada vez más altas, pero finalmente, con los continentes reducidos a de-
siertos resecos, hervirán los océanos y la atmósfera se llenará de nubes de
vapor. Es difícil imaginar cómo podría mantenerse la vida tal como la co-
nocemos bajo estas condiciones hostiles. Tal vez la vida logre mantenerse
durante unos millones de años más cerca de las regiones polares, pero no
habrá escapatoria posible de la incineración.
Los estudios de otras estrellas, junto con reconstrucciones matemáti-
cas, indican que el Sol se volverá tan extenso que llegará a engullir la Tie-
rra en sus capas exteriores. En cualquier caso, mucho antes de que esto
— 150 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 151 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 152 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
átomo soporta también el peso del núcleo de helio de una estrella que está
envejeciendo.
Los físicos llaman «presión de degeneración» a la rigidez cuántica de-
bida al principio de exclusión, para distinguirla de la presión térmica ordi-
naria. Para las partículas de spin par no hay presión de degeneración —
por ejemplo, se pueden poner juntos un número cualquiera de fotones—,
y ésta es la razón por la que la luz puede formar ondas. En el núcleo de
una estrella, la presión de degeneración tiene el efecto de parar la lenta
contracción e influir en la estabilidad de la estrella. A diferencia de la ma-
teria ordinaria que disipa rápidamente la energía que se va produciendo, la
materia degenerada extraordinariamente rígida retiene la energía hasta que
se alcanza una temperatura tan enorme que desaparece la presión de dege-
neración. De esta forma se alcanzan las condiciones para que la gigante
roja se convierta en una bomba monstruosa.
Mientras la temperatura del núcleo de una gigante roja se mantenga
por debajo de los ochenta millones de grados, no se enciende la mecha.
Sin embargo, si la temperatura alcanza en su lenta subida este nivel crítico,
se inicia una nueva reacción nuclear: la fusión del helio. De la misma ma-
nera que el hidrógeno actúa como combustible nuclear al fusionarse para
formar helio, el helio puede a su vez fusionarse para formar núcleos más
pesados, especialmente carbono, que puede producirse como resultado di-
recto del encuentro simultáneo de tres núcleos de helio. La energía nece-
saria para vencer su repulsión eléctrica es varias veces mayor que para los
núcleos de hidrógeno (protones), ya que intervienen más partículas eléc-
tricas (seis en vez de dos), razón por la que se necesita una temperatura
tan alta.
La combustión del helio es menos activa que la del hidrógeno, pero sus
efectos son mucho más dramáticos, a causa de la inestabilidad del núcleo
de helio degenerado. Tan pronto como empieza la combustión del helio,
la temperatura del núcleo sube de golpe, ya que la materia rígida es incapaz
de expansionarse lo bastante deprisa para absorber el súbito incremento de
energía que se produce. Entonces la elevada temperatura enciende todo el
núcleo en el espacio de unos minutos, en una especie de destello estelar.
El destello del helio hace aumentar la producción de energía de una estrella
unos cien mil millones de veces, lo que sería completamente catastrófico
si no ocurriera en un lugar enterrado bajo miles de kilómetros de materia.
El peso de las capas superiores de la estrella amortigua la explosión, y en
— 153 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 154 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Fig. 7. Vida y muerte de una estrella ordinaria. A pesar de que los detalles individuales
pueden variar mucho, el diagrama sirve para mostrar la evolución de las estrellas enanas
ordinarias, como el Sol. La estrella empieza como una nube de gas en contracción (es-
trella T Tauri) y luego su actividad se estabiliza durante varios miles de millones de
años. Luego se dilata y se traslada hacia la parte derecha del diagrama, convirtiéndose
en una gigante roja. Después del destelleo del helio se mueve rápida mente hacia la
izquierda y se transforma en una estrella azul caliente, tal vez pulsante o que lanza al
espacio capas de gas. Finalmente, cuando se ha agotado todo el combustible nuclear, se
enfría hasta convertirse en una enana blanca, que al cabo de mucho tiempo se apaga
gradualmente y pasa a ser una enana negra. El ritmo de evolución de la estrella depende
completamente de su masa (y por lo tanto de su posición en la línea oblicua). Las estre-
llas de gran masa de la región de las gigantes azules se dilatan y transforman en super-
gigantes rojas muchos miles de veces más deprisa que el Sol.
— 155 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 156 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 157 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 158 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 159 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 160 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Fig. 8. Las estrellas tienen tamaños muy diversos. Este diagrama muestra la gran va-
riedad de los tamaños de las estrellas. Algunas, como Betelgeuse, englobarían todo el
sistema solar mientras que, en el otro extremo, la minúscula estrella de neutrones es
mucho más pequeña que la Tierra.
— 161 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 162 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 163 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 164 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
terludio entre una nube dispersa de gas y una esfera de materia compri-
mida. La actividad fundamental que está sucediendo en todo el Universo
es el colapso de la materia en aglomerados altamente concentrados. El he-
cho de que intervengan los procesos nucleares para permitir una demora
de ejecución, en la forma de una estrella luminosa, durante unos miles de
millones de años, puede ser vital para le existencia de la vida, pero no es
más que una victoria temporal contra el poder de la gravedad, que trata de
hacer caer el objeto sobre sí mismo.
La segunda ley de la termodinámica asegura que esta actividad lumi-
nosa tan interesante debe apagarse tarde o temprano. La lucha contra la
gravedad no puede mantenerse para siempre. La compactación final pre-
valecerá y la estrella morirá, más o menos violentamente según las cir-
cunstancias. La naturaleza todopoderosa de la gravedad es curiosa, porque
es con mucho la más débil de todas las fuerzas conocidas. Si no fuera por
el hecho de que la gravedad sólo atrae, nunca habríamos podido descu-
brirla. Pero el efecto acumulativo de una fuerza siempre atractiva no tiene
límites, y la gravedad es capaz de dominar a todas las demás fuerzas co-
nocidas de la naturaleza una vez se ha hecho con el control. En las enanas
blancas y las estrellas de neutrones, la fuerza acumulada de la gravedad de
la estrella no es suficiente para vencer la presión de degeneración cuántica,
y el peso de la estrella, a pesar de lo densa que es, puede ser soportado por
el núcleo. Sin embargo, es posible predecir de forma definitiva que si al
final de su vida una estrella contiene una cantidad de materia superior a
unos tres soles, entonces nada puede impedir un colapso gravitatorio ca-
tastrófico, de una naturaleza aún más fantástica que los fenómenos descri-
tos en este capítulo.
— 165 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 166 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 167 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 168 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 169 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 170 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 171 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
perficie habría tenido que «viajar» más deprisa que la luz sólo para man-
tener un radio constante. La estrella, por lo tanto, debe continuar compri-
miéndose inevitablemente, y no hay fuerza en el Universo que pueda es-
tabilizarla en una situación estática. El colapso es realmente inexorable;
los papeles del espacio y el tiempo se han intercambiado en cierto modo
dentro del radio de Schwarzschild, de forma que la superficie de la estrella
no puede evitar reducirse de la misma manera que el flujo del tiempo no
puede ser detenido en el mundo exterior. Además, la reducción se acelera
cada vez más deprisa.
Nos enfrentamos ahora con un profundo problema. ¿Qué sucede
cuando la superficie de la estrella se ha reducido a la nada? Cuando esto
ocurre, toda la masa de la estrella queda concentrada en un único punto
matemático, con una densidad infinita. La curvatura del espacio-tiempo
también crece sin límite. El espacio-tiempo no puede existir bajo esas cir-
cunstancias, destrozado por la oleada de fuerzas ilimitadas de la gravedad.
La estrella ha alcanzado lo que los matemáticos llaman una singularidad,
una región donde deja de existir el espacio-tiempo. No es posible decir lo
que hay más allá de una singularidad, ya que toda la física deja de ser
aplicable. Generalmente se cree que al principio del big bang, discutido
en el capítulo 2, había una singularidad, que puede considerarse como la
inversión temporal de la singularidad alcanzada por la estrella; la primera
supone la entrada de materia en el Universo, en la creación, mientras que
la segunda implica su desaparición.
Después de formarse la singularidad, la región interior al radio de Sch-
warzschild está vacía; la estrella aparentemente se ha reducido a un punto
y ha desaparecido para siempre. La gravedad, sin embargo, permanece,
atrapando todo lo que cae dentro de este radio crítico e impidiendo que la
luz o la información se escapen. Esta extraña región del espacio-tiempo
es, por lo tanto, negra y vacía, un «agujero negro» en la jerga moderna.
Tanto los científicos como la gente en general han dedicado en los últimos
años una amplia atención a los agujeros negros. Estos han sido estudiados
con gran detalle por los matemáticos y los físicos, que quieren analizar sus
características poco habituales utilizando modelos matemáticos, y por los
astrónomos, que los buscan en el espacio.
Es muy interesante el papel que desempeña la superficie en el radio de
Schwarzschild, al atrapar toda la información dentro del agujero negro.
Puesto que un observador alejado no puede ver o conocer ningún suceso
— 172 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 173 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 174 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 175 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 176 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 177 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 178 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 179 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 180 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
puedan ser vencidos por una calamidad aún mayor, la catástrofe definitiva:
el colapso gravitatorio del Universo entero.
— 181 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 182 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
ser que surja alguna inestabilidad social muy básica cuando la población
de una cierta unidad social supere, por ejemplo los mil millones. En este
caso, el orden social mundial no alcanzaría nunca toda la humanidad (a
menos que la población disminuya drástica mente) y siempre estaría pre-
sente el riesgo de autodestrucción. Su poniendo, sin embargo, que final-
mente se llegue a esta etapa siguiente y que el planeta sea dirigido como
una sola unidad, surge naturalmente la cuestión de si esto es el final de la
historia. Una idea muy utilizada por los escritores de ciencia ficción es el
imperio galáctico, lugar en el que la organización social se extiende más
allá de los límites de un planeta para abarcar todo un cúmulo estelar o
incluso una galaxia. Se han escrito muchas historias de ciencia ficción so-
bre las tensiones y guerras entre imperios rivales, que no son más que una
trasposición de las trivialidades terrestres al ámbito cósmico.
Existe un gran interés en saber si los imperios galácticos son una reali-
dad, no porque tengamos que intentar conseguir uno, sino porque, si son
posibles, alguien debe haber conseguido ya alguno en nuestra propia ga-
laxia. Puesto que la sociedad humana tiene una edad que es sólo una cien-
milésima parte de la de la galaxia, somos comparativamente unos recién
llegados. Cualquier posible imperio se construyó presumiblemente hace
mucho tiempo, a menos que estemos realmente solos en el Universo. Esta
idea hizo decir al físico Enrico Fermi: «¿Dónde están?» creyendo que si
existieran otras comunidades tecnológicas, ya habrían colonizado la Tie-
rra. El conocimiento acerca de la vida extraterrestre es tan escaso que in-
cluso la información negativa de que la Tierra no ha sido colonizada es
útil para imponer restricciones a las especulaciones sobre las comunidades
galácticas.
Vale la pena examinar con detalle lo que significa establecer un impe-
rio galáctico. El establecimiento de los estados nacionales en la Tierra se
basó fundamentalmente en los avances tecnológicos, en particular, res-
pecto a las comunidades. El ferrocarril, el telégrafo y la construcción de
carreteras modernas son los catalizadores que han permitido que millones
de kilómetros cuadrados fueran administrados, supervisados y suministra-
dos desde una autoridad central. Por ejemplo, no se pudo establecer una
cohesión social y un control políticos verdaderos entre la Costa este de los
Estados Unidos y California ya que para cruzar las Montañas Rocosas a
caballo se tardaba muchas semanas. Con el advenimiento del ferrocarril y
— 183 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 184 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 185 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
del Sistema Solar sólo tardan en recibirse unas horas como máximo, por
lo que no hay razón en principio para que todo el Sistema Solar no sea
habitado alguna vez por una única unidad social, débilmente unida, for-
mada tal vez por miles de millones de personas.
Mucha gente considera esta perspectiva como una forma factible de
evitar el desastre ecológico en la Tierra. Se argumenta que cuando los re-
cursos del planeta se agoten y la población llegue al máximo de su capa-
cidad, la expansión hacia el espacio eliminará la presión para contener el
crecimiento económico y demográfico. Esto no es totalmente cierto. En la
actualidad la población se dobla cada 20 o 30 años y aunque se pudiera
colonizar todo el planeta Venus y la Tierra estuviera llena a rebosar, Venus
también quedaría repleto en diez años más. Tanto si las colonias espaciales
son o no una realidad en el futuro, la más simple estadística marca un lí-
mite a los días de la fecundidad humana.
Otra restricción importante es el consumo de energía. Nuestra mayor
fuente de energía es el Sol, lo que supone un límite superior a la cantidad
de energía de forma natural que podemos conseguir. La tecnología de con-
sumo más elevado basada en el Sistema Solar sería aquella que usara toda
la energía producida por el Sol. El físico americano Freeman Dyson ha
sugerido que si se desmantelara algunos de los planetas, como Júpiter, y
se esparciera formando una capa alrededor del Sol, se atraparía casi toda
la luz del Sol. Una comunidad humana podría entonces habitar la superfi-
cie interior de la capa y explotar esta fuente de energía. Aunque la idea de
desmantelar un planeta entero pueda parecer increíble, incluso para la fu-
turología más atrevida, es importante tener en cuenta que no hay ninguna
restricción impuesta por las leyes de la física. No hay ninguna duda de
que, teniendo el tiempo, el dinero y la motivación suficiente, se podría
construir una capa de Dyson, aunque esto no significa que se vaya a reali-
zar. Sin embargo, es curioso notar que si el consumo de energía sigue cre-
ciendo al ritmo actual, nuestros requerimientos energéticos se acercarán a
los de la capa de Dyson en sólo unos quinientos años. Si la galaxia está
realmente llena de supertécnicos, deberíamos esperar encontrar signos de
sus actividades tecnológicas, incluso si en realidad no nos están mandando
ningún mensaje. Proezas tecnológicas como la capa de Dyson podrían ha-
ber sido realizadas por una civilización con una edad de mil millones de
años. Así que, si consideramos la existencia de una construcción de este
— 186 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
tipo, podríamos, detectarla ya que aparecería como una estrella muy dis-
tendida y fría radiando intensamente en la parte infrarroja del espectro.
A pesar de todos estos esquemas, una comunidad a escala solar no es
un imperio galáctico, ya que su establecimiento dependería en primer lu-
gar de los viajes estelares y, más tarde, de una red de comunicaciones. En
el capítulo 5 se apuntaba que el vuelo espacial directo entre estrellas es
poco probable como posibilidad sería a gran escala. Existe, sin embargo,
un concepto radicalmente distinto y mucho más prometedor de viaje por
el espacio: el arca espacial. En esta variante, la comunidad viajera renuncia
a cualquier intento de realizar un retorno a alta velocidad, o simplemente,
renuncia a volver. La esencia de la idea es hacer construir una nave ecoló-
gicamente autosufíciente con una tripulación que se mantenga en su inte-
rior durante generaciones y que flotara tranquila y lentamente a través del
espacio sin necesidad de grandes instalaciones de potencia para su propul-
sión. Los ocupantes podrían permanecer congelados durante el viaje, que
podría durar varios miles de años. Aún mejor, sólo se necesitaría mandar
una pequeña parte de la tripulación bien entrenada, y el resto de la gente
podría ser almacenada en forma de óvulos fertilizados a punto de ser in-
cubados a la llegada. Este proyecto permitiría transportar millones de fu-
turos individuos en un arca de un tamaño razonablemente pequeño. El arca
espacial podría ser una visión miniatura de uno de los cilindros de O'Neill,
con un sistema de propulsión y una fuente de energía interna (no habría
luz solar durante el viaje). Otra alternativa para las necesidades de energía
es recolectar grandes cantidades del tenue hidrógeno interestelar que llena
toda la galaxia con una densidad muy baja y usarlo en un dispositivo de
fusión nuclear controlada. Aún mejor, se podría pensar en un trozo de an-
timateria, producido antes de la partida flotando sin peligro a unos metros
del arca, para utilizar su contenido de energía cuando fuera necesario.
Usando arcas espaciales, una comunidad con recursos podría poblar toda
la galaxia en unos millones de años, aunque no sería de ninguna forma un
imperio galáctico. No podría realizarse ningún intercambio ni viaje entre
las colonias, ya que incluso las comunicaciones por radio tardarían cientos
de miles de años. La velocidad de la luz impone una limitación básica a la
cohesión de una unidad social. Para poder considerar una sociedad como
una organización integrada, debe ser capaz de responder colectivamente a
los cambios en todos los asuntos. En los estados nacionales terrestres, las
— 187 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
crisis diarias como las inestabilidades económicas, las guerras, las calami-
dades naturales, etc. provocan una respuesta colectiva de toda la comuni-
dad en cuestión de horas o días. La gente se identifica con un país porque
sienten que pueden influir en una situación en desarrollo, como parte de
un esfuerzo nacional. Los asuntos nacionales como la política, el deporte
o las realizaciones tecnológicas son seguidos casi en el mismo momento
de producirse y las opiniones se transmiten rápidamente a través de la so-
ciedad. Hay una red intensa de información entre los individuos de la co-
munidad. Cuando el retraso en la transmisión de la información se vuelve
comparable a la escala de tiempo de los sucesos, la sociedad pierde su
cohesión. Poca importancia puede tener para una colonia espacial que una
mitad de la Tierra esté en guerra con la otra mitad si la información no
llega hasta diez mil años después. El tamaño máximo de una comunidad
espacial que sea un verdadero imperio es probablemente de un año luz
aproximadamente, lo que representa un tiempo de diálogo de dos años,
comparable a la situación de la Tierra en la Edad Media, cuando los barcos
tardaban unos dos años en viajar a los países lejanos. Un año luz no llega
ni siquiera a mitad de camino de la estrella más cercana.
Si los imperios galácticos quedan descartados, la Tierra no debe temer
convertirse en la «colonia» de nadie. A pesar de todo, sigue pendiente la
cuestión de por qué no han llegado arcas espaciales. ¿Está en lo cierto
Fermi cuando dice que la ausencia de colonizado res en la Tierra implica
nuestra soledad galáctica? Pueden darse unas cuantas respuestas intere-
santes a esta pregunta. Primero, siempre se puede argumentar que la Tierra
es un caso especial, o que, a lo mejor, el clima no es adecuado para la
mayoría de las demás comunidades o que, tal vez, nuestra química bioló-
gica es única; también es posible que vivamos en una parte de la galaxia
escasamente poblada y que no nos hayan detectado. Ninguna de estas res-
puestas es muy satisfactoria, ya que se vuelve al principio precopernicano
de una Tierra privilegiada, mientras que todos los datos confirman que
nuestro planeta no es especial, sino más bien típico. Un punto más impor-
tante es que los hipotéticos colonizadores pueden llegar a tener problemas
biológicos fundamentales para habitar planetas huéspedes ya que no sólo
es cuestión de aterrizar y salir de la nave espacial. Son muy remotas las
posibilidades de que el planeta huésped sea suficiente parecido al planeta
de origen en cuanto a contenido atmosférico, rango de temperaturas, nive-
les de radiación, cambios estacionales, etc. para que sea habitable sin un
— 188 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 189 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 190 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 191 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 192 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 193 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 194 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
X. EL UNIVERSO AGONIZANTE
— 195 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 196 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 197 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
hay un flujo neto de calor hacia el interior de estos objetos desde el espacio
que los rodea, aunque a un ritmo infinitesimal. En un futuro muy lejano,
sin embargo, la radiación de fondo será tan fría que los agujeros negros
empezarán a perder más energía a través del proceso de evaporación cuán-
tica que la que ganarán absorbiendo calor de fondo. De esta forma, los
agujeros empezarán a reducirse, lenta pero inexorablemente, y se volverán
más calientes al hacerlo.
La velocidad de calentamiento de estos agujeros negros es increíble-
mente pequeña. Al cabo de por lo menos diez undecillones (un uno se-
guido de sesenta y siete ceros) años, habrán recuperado una pálida sombra
de su esplendor pasado y brillarán con una temperatura comparable a la de
las estrellas que fueron una vez. Sin embargo serán mucho más pequeños
—con un tamaño de unas millonésimas de centímetro— pero con una
masa equivalente a la de un gran asteroide. A causa de su diminuto ta-
maño, su luminosidad será también muy pequeña, menos que la de una
luciérnaga. Brillarán de esta forma durante un quintillón de años hasta que,
al subir su temperatura más rápidamente, desaparecerán en un brillante
destello de radiación. Habrá desaparecido del Universo cualquier vestigio
o señal de lo que antes había sido una gran estrella resplandeciente.
El tiempo que tardan los agujeros negros estelares en evaporarse es tan
inmenso que la mayoría de ellos probablemente serán devorados antes por
agujeros negros mayores. Si una fracción apreciable de la galaxia acaba
como un gigantesco agujero negro con un diámetro aproximado de una
décima de año luz, este objeto tardará 10100 (un uno seguido por cien ceros)
años en evaporarse. Cuando estos también hayan desaparecido, no quedará
nada, excepto la radiación, extremadamente tenue y decreciente, provo-
cada por la evaporación. El Universo será entonces un espacio negro, va-
cío y en expansión para el resto de la eternidad. Se habrán agotado las
últimas pequeñas reservas de energía libre, toda la máquina cósmica se
habrá parado y la segunda ley de la termodinámica habrá reclamado sus
últimas víctimas. Después de esto, prevalecerá el equilibrio y la entropía
del Universo habrá alcanzado su punto máximo. Hay pocas predicciones
del destino cósmico tan tenebrosas como esta lenta muerte del Universo.
Durante muchos años los astrónomos han teorizado sobre un final al-
ternativo para el Universo, un destino menos catastrófico que esta lenta
muerte, pero mucho más espectacular. Se sabe desde hace tiempo que las
— 198 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 199 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
razón de esta lentitud es que el Universo está mucho más distendido que
una estrella, de forma que el efecto gravitatorio entre las galaxias lejanas
es en la actualidad muy reducido. Durante millones de años la contracción
no sería directamente observable, ya que se verían las galaxias lejanas tal
como eran millones de años antes, cuando el Universo estaba aún en ex-
pansión, pero al cabo del tiempo, se notaría cómo las galaxias cercanas
frenaban su expansión y empezaban a acercarse. Durante los miles de mi-
llones de años siguientes se observaría el movimiento hacia dentro de más
y más galaxias, que, en lugar de aparecer de color rojo, debido a la expan-
sión, su luz adquiriría una tonalidad azul y sería más energética. Al mismo
tiempo empezaría a aumentar la temperatura de calor de fondo primordial.
Ninguno de los dos efectos sería muy significativo durante muchos
miles de millones de años. En todo ese tiempo, nuestra galaxia no experi-
mentaría ninguna variación. El Sol, por supuesto, habría desaparecido,
pero habría gran cantidad de estrellas. La tenue luz de las demás galaxias
y el calor casi nulo de la radiación cosmológica serían totalmente inapre-
ciables, en comparación con estas estrellas brillantes. Sin embargo, gra-
dualmente, al proseguir la contracción, desaparecería el espacio entre las
galaxias y estas mismas empezarían a colisionar entre sí. Una de las pri-
meras en alcanzar nuestra galaxia sería la Gran Nebulosa de Andrómeda.
Durante un tiempo, este gran sistema estelar estaría superpuesto con la Vía
Láctea y finalmente se fusionaría con ella. En la actualidad se observan
colisiones entre galaxias, y no son tan serias como parecen, ya que las
distancias entre las estrellas son tan grandes que hay pocos casos reales de
contacto.
Mientras sigue la contracción, su velocidad aumenta aún más. Pronto,
el movimiento de las estrellas individuales queda alterado por la lenta
compresión de los cúmulos estelares. Al no ser ya distinguibles las gala-
xias, las estrellas llenarían todo el Universo más o menos uniformemente,
y el espacio interestelar empezaría a con traerse de forma continua. El
cielo nocturno sería mucho más brillante de lo que es ahora, debido a la
alta densidad de estrellas y al incremento debido al corrimiento hacia el
azul de la energía luminosa de las estrellas lejanas, al caer hacia dentro
sobre sí mismas.
Este espectáculo durará unos millones de años, pero, antes de que las
estrellas empiecen a colisionar unas con otras, surgirá un nuevo fenómeno.
La radiación de fondo primordial, hasta ahora inapreciable, se vuelve cada
— 200 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
vez más caliente y se verá aumentada por la luz acumulada de las estrellas
de miles de millones de años. La contracción del espacio será entonces tan
grande que la temperatura de esta radiación alcanzará pronto varios miles
de grados, más caliente que la misma superficie de las estrellas. Cuando
suceda esto, las estrellas ya no podrán desprenderse de la energía generada
por los procesos nucleares, de forma que su temperatura interna aumentará
para acomodarse a las elevadas temperaturas de su entorno. Seguramente
se producirán inestabilidades explosivas, pero, en cualquier caso, la subida
irremediable de la temperatura de la radiación que las rodee irá vapori-
zando continuamente las estrellas hasta su desaparición.
En este punto, el Universo habrá vuelto a una nueva era del plasma, y
estará constituido por una distribución más o menos uniforme de materia
opaca que llenará todo el espacio. El único vestigio del Universo que ahora
conocemos será la presencia de algunos agujeros negros, que no pueden
ser vaporizados de esa forma, y algunos núcleos pesados sintetizados en
las estrellas. Pero al cabo de otros cien mil años, la temperatura estará cre-
ciendo apreciablemente en unos pocos minutos. Al alcanzar los mil millo-
nes de grados, se destruirán todos los núcleos; el colapso del Universo se
hará entonces frenético. La densidad y la temperatura crecerán progresiva
mente más deprisa: a diez mil millones de grados, se duplicarán en un se-
gundo. Cuanto más elevada es la densidad, mayor es la gravedad y la ve-
locidad de implosión. El Universo pasará por la misma secuencia de épo-
cas del big bang pero en sentido inverso: la era del plasma dejará paso a
la era leptónica, cada una de ellas con una duración menor que la anterior.
Se crearán cantidades tremendas de materia a partir de la energía térmica.
Sólo los agujeros negros sobrevivirán a este holocausto y permitirán dis-
tinguir el fin del Universo de su principio.
Aproximadamente un segundo después de que la temperatura alcance
los diez mil millones de grados, los procesos cuánticos adquirirán impor-
tancia y el espacio-tiempo se empezará a romper bajo las tremendas fuer-
zas de marea. A partir de aquí deja de ser aplicable la tísica conocida, y ya
no es posible decir nada de lo que sucede a continuación. Si se ignoran los
efectos cuánticos, nuestro conocimiento actual de la gravedad predice que
el espacio-tiempo se acabará en una singularidad, y probablemente toda la
materia quedará comprimida con una densidad infinita. Si es así, dejará de
existir el Universo. Este destino es bastante distinto de la oscuridad vacía
que caracteriza el modelo en eterna expansión descrito anteriormente. En
— 201 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
ese modelo, todo lo que quedaba era espacio vacío en expansión; aquí, ni
siquiera el espacio ni el tiempo sobreviven al encuentro con la singulari-
dad. El Universo tiene un extremo temporal en el futuro similar al que
tenía en su pasado: un nacimiento, una vida y una muerte, en una relación
simétrica. Desaparece en un horno que es más o menos un reflejo de aquel
en que apareció. Nunca el Apocalipsis fue previsto de forma tan absoluta.
Estos dos escenarios distintos —el lento enfriamiento producido por la
eterna expansión, o la cremación dramática y la desaparición completa del
mundo físico— parecen ser los dos destinos alternativos e inevitables del
Universo. Ambas opciones son catastróficas, en el sentido de que en am-
bas se destruye la organización del Universo tal como la conocemos. Cuál
de las dos alternativas seguirá el Universo real debe ser decidido a partir
de la observación. Sorprendentemente, es posible predecir de forma bas-
tante directa el destino que nos aguarda.
Los astrónomos han abordado el análisis de la escatología cósmica de
dos formas distintas. La primera es el método directo, consistente en de-
terminar el ritmo de frenado de la expansión cosmológica con el tiempo.
Esto puede hacerse observando la velocidad de expansión en las regiones
muy remotas del Universo que, a causa del retraso en el tiempo de viaje
de la luz, son observadas tal como eran hace mucho tiempo, típicamente
cuando el Universo tenía la mitad de la edad de hoy. Se puede comparar
la velocidad de expansión en aquella época con la actual, que se deduce a
partir del alejamiento de las galaxias cercanas. Durante muchos años, este
método ha dado el resultado de que la velocidad de expansión se está fre-
nando lo suficientemente deprisa para provocar el colapso y la cremación
finales. A pesar de ello, hay un escepticismo considerable acerca de esta
conclusión, ya que las observaciones son difíciles de llevar a cabo y de-
penden, hasta cierto punto, de nuestra comprensión de la evolución tem-
poral de la luminosidad de las galaxias, cuyas distancias verdaderas sólo
pueden determinarse comparando su luminosidad intrínseca con la obser-
vada. La situación puede compararse con los faros de los automóviles: si
se supiera que todos estos tienen faros igualmente potentes, se podría de-
terminar la distancia a que se encuentra un automóvil midiendo el brillo
aparente de sus luces. Las más brillantes corresponderían a los coches que
estaban más cerca y las menos brillantes a los más lejanos. Sin embargo,
si los conductores cambiaran la potencia de sus luces, alterando la tensión
de la batería, de modo sistemático cuando se acercaban, entonces esa
— 202 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 203 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 204 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 205 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 206 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 207 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
finito sin que la distribución de estrellas tenga ningún borde ni límite. Esta
concepción original se puede comprender mejor por analogía con una su-
perficie curva bidimensional, como la membrana de un globo, moteada
toda ella con puntos que representan las estrellas o las galaxias, idea que
ya se ha expuesto en el capítulo I. Como la distribución de puntos se ex-
tiende por toda la superficie, no hay centro ni borde, aunque la superficie
tiene claramente un tamaño finito. Visto desde cualquier lugar, un obser-
vador fijo en la superficie percibiría que su mundo no continúa para siem-
pre, ya que si viajara en cualquier dirección podría circunnavegar toda la
superficie y volver al punto de partida desde la dirección opuesta. Por otro
lado, en ningún momento de su viaje encontraría una barrera o un borde,
ni notaría cambios en el número o distribución de los puntos (estrellas) a
su alrededor. De hecho, el aspecto de su Universo sería siempre más o
menos el mismo en cualquier lugar. Resumiendo, describiría su mundo
diciendo que no es plano, sino curvado en todas las direcciones, llegándose
a juntar consigo mismo en el lado opuesto del Universo, respecto al sitio
donde se encuentre.
Einstein propuso la extensión de esta idea simple acerca de la geome-
tría de una superficie al espacio real tridimensional, y supuso que el Uni-
verso está curvado en todas las direcciones y se junta en el «lado opuesto».
Por lo tanto, en este modelo del espacio sería posible viajar en línea recta
por el Universo y volver al punto de partida desde la dirección opuesta,
igual que una persona podía circunnavegar el globo. En principio, también
sería posible verse la nuca con un telescopio suficientemente grande al
recibir la luz que ha completado esta circunnavegación cósmica. De la
misma forma que la superficie de una esfera tiene un tamaño finito, el
Universo de Einstein tiene igualmente un volumen finito, de modo que el
número de estrellas también es finito.
Los astrónomos han intentado comprobar el concepto de Einstein de
un espacio cerrado y finito midiendo el tamaño y la cantidad de galaxias
alejadas. La curvatura del espacio produce una distorsión de su tamaño a
gran distancia, y esto debería poder verse. Por desgracia, tanto el tamaño
como el número de galaxias están sujetos a todo tipo de efectos distintos,
menos extraños, y aún no ha sido posible comprobar esa curvatura espacial
del Universo. Sin embargo, hay una curiosa conexión entre la finitud del
— 208 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 209 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 210 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 211 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 212 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 213 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 214 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 215 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 216 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 217 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 218 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 219 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
concretos que observamos ahora son justamente los que aparecieron esta
vez. Sin embargo, es evidente que no podríamos observar valores muy
distintos de los actuales, porque la existencia de vida en el Universo de-
pende de esos números. Por ejemplo, si la fuerza eléctrica de atracción
entre los electrones y los protones de un átomo fuera demasiado intensa,
las órbitas electrónicas quedarían atrapadas dentro del núcleo en una dis-
posición muy complicada y confusa, que impediría la formación de enla-
ces moleculares estables. Si la química resulta imposible, es difícil pensar
cómo podría existir la vida. De forma parecida, si las fuerzas nucleares
fueran sólo un poco más intensas, sería posible que dos protones se com-
binaran, a pesar de su repulsión eléctrica. Si fuera así, uno de ellos se con-
vertiría rápidamente en un neutrón, emitiendo un positrón y un neutrino y
dando lugar a un núcleo de deuterio. Esta transformación haría que la nu-
cleosíntesis del helio por combustión del hidrógeno fuera un trillón de ve-
ces más eficiente, con la consecuencia de que todo el hidrógeno del Uni-
verso se habría quemado en la bola de fuego primordial, sin que quedara
nada para las estrellas. Sin estrellas estables quemando hidrógeno de modo
estacionario durante miles de millones de años, es casi seguro que la vida
sería imposible. A escala cósmica, la disposición global de la materia y la
energía no puede ser arbitraria. Si, por ejemplo, el calor primordial fuera
mucho mayor, no podría haber planetas con agua líquida porque esta ra-
diación de fondo sería comparable al calor del Sol. En ausencia de agua
libre, es dudoso que se hubiera llegado a formar la vida.
Si la existencia de vida depende de que se cumplan determinadas con-
diciones naturales, no deberíamos esperar observar un Universo muy dis-
tinto del que habitamos; dicho en pocas palabras, el mundo en el que vivi-
mos es aquel mundo en el que podemos vivir. Esto no es una explicación
de las características naturales de nuestro alrededor, tan sólo se la obser-
vación de que no podría haber aquí seres inteligentes para especular acerca
de ellos si las cosas fueran muy distintas. Según este punto de vista, casi
todos los demás ciclos del Universo deben de haber estado deshabitados,
ya que los números y las condiciones no habrán sido los correctos. Esta
coherencia entre la física fundamental y la cosmología, por una parte, y la
biología y la observación por seres inteligentes, por otra, es el llamado
principio antrópico, que establece que nuestra propia existencia restringe
la estructura y la evolución del Universo, incluso a escala muy grande.
Algunas personas encuentran muy atractiva la idea de un Universo cí-
clico. Continúa, por supuesto, la cuestión de la entropía y el problema del
— 223 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Universo que se detiene, pero esto queda un poco de lado debido a la na-
turaleza peculiar de la gravedad. Mientras dura el movimiento cíclico, el
Universo no puede alcanzar el equilibrio: la expansión y la contracción
cósmica siguen «dando cuerda» al sistema, y la entropía sigue creciendo.
Sin embargo, un Universo en contracción es de tamaño finito y, como
Newton hizo notar hace tiempo, hay una inestabilidad intrínseca que im-
pide a un Universo gravitante finito permanecer estático: siempre debe ex-
pansionarse o contraerse. Por lo tanto, el movimiento cósmico debe conti-
nuar y, aparentemente, la entropía crecerá sin límite, lo que provocaría que
las bolas de fuego fueran progresivamente más calientes y los ciclos más
largos. Esto implica una difícil paradoja, ya que si ha habido un núcleo
infinito de ciclos antes del nuestro, cabría esperar que el Universo fuera
mucho más caliente de lo que es. La energía térmica de la bola de fuego
primordial es aproximadamente igual a todo el calor emitido por las estre-
llas durante un ciclo. Tal vez se pueda resolver la paradoja suponiendo que
hay un reproceso real del Cosmos en alguna clase de singularidad en la
fase de bola de fuego que, simplemente, modifica los valores de la entropía
y de la radiación térmica. Desgraciadamente, en todo este tema hay pocas
restricciones a las conjeturas, y es tan escaso lo comprendido respecto a
las consecuencias implicadas que todas estas ideas deben ser consideradas
como extremadamente especulativas.
Vamos a apartarnos aún más radicalmente de la física convencional y
a cuestionar los mismos fundamentos de la degeneración cósmica: la se-
gunda ley de la termodinámica. Cuando se formuló esta ley en el siglo
XIX aún no estaba bien desarrollada la teoría atómica de la materia. Los
principios termodinámicos se deducían experimentando con fluidos y má-
quinas térmicas; en todos los casos se encontró que la entropía crecía con
el tiempo. A mediados de ese siglo, el físico británico James Clerk Max-
well estaba intentando comprender las bases atómicas de las propiedades
de la energía térmica y la transmisión del calor. Se sabía, a partir de inves-
tigaciones químicas, que los átomos eran muy pequeños y estaban en mo-
vimiento rápido, de forma que Maxwell examinó el comportamiento físico
que resultaría de los movimientos acumulados de un gran número de ellos.
Consideró como modelo un recipiente de gas y supuso que todos que todos
los átomos se mueven siguiendo las leyes de Newton. Los átomos, al ser
muy pequeños, se mueven libremente la mayor parte del tiempo, hasta que
se encuentran con otro átomo y entonces, al colisionar, cambian de direc-
ción. Supuso que toda la colección de átomos, que en un recipiente real
serían del orden de un cuatrillón, se estaban moviendo caóticamente.
— 224 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Cuando los átomos del gas colisionan con las paredes del recipiente ejer-
cen en ella una pequeña tuerza; el efecto medio de un número inmenso de
estas colisiones es la producción de una presión considerable contra la su-
perficie de ese recipiente.
Con este simple modelo, Maxwell pudo explicar todas las leyes comu-
nes de los gases. El calor era considerado, simplemente, como la energía
de los movimientos atómicos. Cuando se calienta el gas, los átomos se
mueven más deprisa, hecho que permitió explicar por qué crece la presión
de un gas cuando se le añade calor; los átomos chocan con mayor fuerza
contra las paredes del recipiente. La temperatura se interpreta como una
medida de la velocidad media de los átomos, por lo que también crece al
añadir calor. Además, promediando los movimientos atómicos, Maxwell
pudo calcular las relaciones matemáticas precisas que existen entre canti-
dades como la temperatura y la presión conocidas como ciertas para los
gases reales.
Más avanzado el siglo XIX, el físico austríaco Ludwig Boltzmann
buscó una teoría atómica de la entropía en un esfuerzo por explicar la se-
gunda ley de la termodinámica. Boltzmann descubrió que el crecimiento
del desorden en un gas estaba íntimamente ligado a las colisiones entre los
átomos, por lo que analizó matemáticamente el efecto de esas colisiones
en un modelo de gas confinado dentro de un recipiente rígido e impermea-
ble. El resultado fue uno de los grandes logros de la física matemática.
Descubrió una cantidad que designó H, definida matemáticamente en tér-
minos de las posiciones y los movimientos de los átomos, la cual, bajo los
efectos de las colisiones interatómicas, aumentaba siempre de magnitud.
Claramente, H es la contrapartida atómica de la entropía termodinámica,
lo que abrió el camino de la explicación microscópica de la enigmática
segunda ley.
La forma en que un gas pasa espontáneamente desde un estado orde-
nado a otro caótico se puede visualizar con facilidad. Imaginemos, por
ejemplo, un frasco de perfume situado en un extremo de una habitación al
cual se quita el tapón. En ese momento, el perfume se halla en un estado
muy ordenado, al estar confinado en el frasco. Sin embargo, las moléculas
de ese perfume se van difundiendo gradualmente fuera del frasco, hacia el
aire circundante, y finalmente llegan a toda la habitación. El perfume, eva-
porado por completo, se halla en un estado totalmente desordenado. Ade-
más, ésta es la situación de equilibrio, ya que no esperamos ningún otro
cambio: el máximo de entropía corresponde al equilibrio termodinámico.
— 225 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 227 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 228 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 230 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 231 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
Estará pensando «hacia atrás». Incluso considerará que nosotros —en vez
de él mismo— estamos en una fase de contracción, y que son nuestros
procesos los que están transcurriendo «hacia atrás» en el tiempo. Lo que
nosotros llamamos la creación del Universo por el big bang, él lo llamaría
el fin, el colapso final; y lo que nosotros llamamos fin, él lo consideraría
el principio. Considerar que esta disposición simétrica en el tiempo per-
mite evitar la catástrofe cósmica es en realidad una cuestión de gustos. La
duración del Universo sigue siendo finita, pero no hay final: ¡sólo dos
principios!
Es necesario decir que la mayoría de los científicos no creen que exista
esta simetría peculiar, aunque algunos cosmólogos y astrónomos eminen-
tes han apoyado activamente tal idea. Hay quien ha preguntado si en la
actualidad somos capaces de notar en el Universo algo que sugiera una
probabilidad de invertirse en algún momento del futuro. Una consecuencia
de la existencia de habitantes con el tiempo invertido en nuestro futuro es
que podrían mandarnos mensajes. El problema es que su información es
nuestra entropía (y viceversa), por lo que no podríamos comunicarnos bien
unos con otros. Cualquier mensaje que recibamos, deberíamos conside-
rarlo como nuestro mensaje mandado a ellos —la recepción se vuelve
transmisión— y esto, por supuesto, provoca todo tipo de paradojas acerca
del libre albedrío.
No sólo los mensajes pueden cruzar de una mitad a otra, sino que tam-
bién puede hacerlo la luz. Por lo que a nosotros concierne, sus átomos
absorben energía cuando están excitados, pero nuestros átomos la emiten.
En su mitad del Universo, las radioondas convergen hacia los transmisores
y la fuente de alimentación, mientras que en nuestra mitad la fuente de
alimentación suministra la energía que fluye del transmisor hacia el espa-
cio. ¿Qué sucede a esta energía cuando alcanza la fase de inversión tem-
poral? ¿Es absorbida o estimulada? Son preguntas difíciles, pero por lo
menos se ha realizado un experimento para intentar comprobar esas ideas.
El razonamiento básico del experimento es, en forma aproximada, que si
el electromagnetismo queda invertido en un futuro lejano, su efecto sobre
la potencia extraída de un radiotransmisor podría ser detectable ahora.
Esto podría interpretarse de otra forma como la recepción de radioondas
del futuro invertidas temporalmente. De cualquier modo, el efecto tendría
que ser detectable en un transmisor enfocado hacia el espacio exterior. El
experimento fue realizado por el astrónomo americano R. B. Partridge en
1973, pero los resultados fueron negativos.
— 234 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 236 —
PAUL DAVIES EL UNIVERSO DESBOCADO
— 237 —