Construyendo Utopías Reales PDF
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reales*
ERIK OLIN WRIGHT
Para el logro de este objetivo, toda ciencia social emancipadora debe re-
alizar tres tareas básicas: elaborar un diagnóstico y crítica sistemáticos del
mundo como es; imaginar alternativas viables; y comprender los obstácu-
Referentes
los, posibilidades y dilemas de la transformación. Según sean los tiempos
y los lugares, unas tareas pueden ser más urgentes que otras, pero todas
son necesarias para elaborar una teoría emancipadora general […]
*
Este texto es un extracto del capítulo II del libro Construyendo utopías reales, publicado en len-
gua española por la editorial Akal en el año 2014. Agradecemos la gentileza de la editorial al
autorizarnos a reproducirlo.
1
En un intercambio personal, Steven Lukes observó que el término «emancipación» estaba
conectado originalmente con la lucha contra la esclavitud: la emancipación de los esclavos
implicaba su liberación de la servidumbre. De modo más general, la idea de la emancipación
se vinculaba con las nociones liberales de libertad y del logro de plenos derechos liberales antes
que los ideales socialistas de igualdad y justicia social. En el siglo XX, la izquierda se apropió del
término para referirse a una más amplia visión de eliminar todas las formas de opresión y no
solamente aquellas que implicaban formas coercitivas de negación de las libertades
individuales. Empleo el término en este sentido amplio.
Alternativas viables
cial. Pero el pensamiento utópico puro sobre las alternativas es de escasa utilidad
para la tarea práctica de construir instituciones o para dar crédito a las críticas a
las instituciones actuales.
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Erik Olin Wright
Dada esta incertidumbre acerca del futuro, hay dos razones de por qué es impor-
tante tener una idea tan clara como sea posible sobre la gama de alternativas via-
bles al mundo en que vivimos que, si se aplicaran, tendrían bastantes posibilidades
de ser sostenibles. En primer lugar, al elaborar ahora esa idea es más probable
que si en el futuro las condiciones históricas amplían los límites de las posibilidades
factibles, las fuerzas sociales actualmente comprometidas con el cambio social
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No resulta sencillo argumentar creíblemente que «otro mundo sea posible». La gente
nace en sociedades que ya están hechas de antes. Las normas de la vida social que
aprende e interioriza según crece parecen naturales. La gente se preocupa por las
tareas de la vida cotidiana, la de ganarse el pan, sobrellevar las penas de la vida y
disfrutar de sus alegrías. La idea de que cabe cambiar deliberadamente el orden social
en alguna forma fundamental que haga la vida significativamente mejor para la ma-
yoría de la gente es de largo alcance tanto porque es difícil imaginar alguna alternativa
funcional mejor y porque es difícil imaginar cómo desafiar con éxito las instituciones
existentes de poder y privilegio con el fin de crear dicha alternativa. Así pues, incluso
si uno acepta el diagnóstico y la crítica de las instituciones existentes, la respuesta
más natural de la mayoría de la gente probablemente es un sentido fatalista de que,
en realidad, no es mucho lo que puede hacerse para cambiar las cosas realmente.
Este fatalismo plantea un problema grave para la gente comprometida con la lucha
contra las injusticias y males del mundo social existente por cuanto el fatalismo y
el cinismo acerca de las perspectivas del cambio emancipador reducen las pers-
pectivas de dicho cambio. Por supuesto, una estrategia es justamente no preocu-
parse mucho sobre si se maneja o no un argumento científicamente creíble acerca
de las posibilidades del cambio social radical y tratar de crear en su lugar una visión
inspiradora de una alternativa deseable fundada en la ira que suscitan las injusticias
del mundo en que vivimos e imbuida de esperanza y pasión acerca de las posibi-
lidades humanas. A veces, estos buenos deseos carismáticos han sido una fuerza
poderosa que ha ayudado a movilizar al pueblo para la lucha y el sacrificio. Pero
es improbable que constituyan una base adecuada para transformar el mundo en
formas que realmente creen una alternativa emancipadora sostenible. La historia
de las luchas humanas en pro del cambio social radical está repleta de victorias he-
roicas sobre las estructuras existentes de opresión seguidas por la construcción trá-
gica de nuevas formas de dominación, opresión y desigualdad. La segunda tarea
de la ciencia social emancipadora, por lo tanto, es desarrollar de forma tan sistemá-
tica como sea posible una concepción científicamente fundamentada de las institu-
ciones alternativas viables.
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nativa concreta depende de una trayectoria a lo largo del tiempo de una amplia
gama de condiciones socioestructurales que afecta a las posibilidades de éxito de
estas estrategias2. Esta trayectoria de condiciones es en sí misma parcialmente el
resultado de los efectos no deseados acumulativos de la acción humana, pero tam-
bién es el resultado de las estrategias conscientes de los actores para transformar
las condiciones de sus propias acciones. En consecuencia, la factibilidad de una
alternativa depende de en qué medida sea posible formular estrategias coherentes,
convincentes que ayuden a crear las condiciones para implementar las alternativas
en el futuro y contar con el potencial para movilizar las fuerzas sociales necesarias
para apoyar la alternativa cuando se den esas condiciones. La comprensión de
estos asuntos es el objetivo de la tercera tarea general de la ciencia social eman-
cipadora: la teoría de las transformaciones.
Transformación
2
Para citar (fuera de contexto) el famoso aforismo de Marx: «Los hombres hacen su propia historia, pero no
la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias
con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. Véase Karl Marx
(1985, 1992) El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Suele entenderse con la cita que las estructuras sociales
imponen límites a la acción humana, pero el contexto real es acerca de las condiciones mentales de la acción:
El pasaje prosigue: La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de
los vivos. Y cuando estos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a
crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos
en su exilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje,
para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia
universal». Si bien el argumento de Marx se centraba en ese tipo de límites culturales para transformar el
mundo, la idea más general es que las estrategias colectivas encuentran condiciones que no se pueden
reconducir a una decisión estratégica.