Plinios Vesubio Pompeyae Imperio Romano
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Gerardo J. Soto
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Campos
N
Flegreos
Montes
Roma
Vesubio Apeninos
Neapolis
Herculano
Ischia Miseno Pompeya
40,75º N
Oplontis Nuceria
Estabia
Salerno
Sorrento
Mar Capri
Tirreno
14,00º E 20 km
Gerardo J. Soto
CENTRO DE POSTGRADOS
ELABORADO POR
2014
UNIVERSIDAD LATINA CAMPUS HEREDIA
CENTRO DE POSTGRADOS
Señores
Miembros del Comité de Trabajos Finales de Graduación
Universidad Latina
Estimados señores:
Considero que dicho trabajo cumple con los requisitos formales y de contenido
exigidos por la Universidad, y por tanto lo recomiendo para su entrega ante el Comité
de Trabajos finales de Graduación.
Suscribe cordialmente,
________________________________
ii
UNIVERSIDAD LATINA CAMPUS HEREDIA
CENTRO DE POSTGRADOS
Señores
Miembros del Comité de Trabajos Finales de Graduación
Universidad Latina
Estimados señores:
Considero que dicho trabajo cumple con los requisitos formales y de contenido
exigidos por la Universidad, y por tanto lo recomiendo para su entrega ante el Comité
de Trabajos finales de Graduación.
Suscribe cordialmente,
____________________________
iii
UNIVERSIDAD LATINA CAMPUS HEREDIA
CENTRO DE POSTGRADOS
Señores
Miembros del Comité de Trabajos Finales de Graduación
Universidad Latina
Estimados señores:
_____________________________
M.Sc. Zaida Solano Soto
Filóloga, carné número 3048-44
iv
DECLARACIÓN JURADA
que conlleva el delito de perjurio: Que soy el autor del presente trabajo final de
Heredia a los nueve días del mes de diciembre del dos mil catorce.
_____________________________
v
MANIFESTACIÓN EXONERACIÓN DE RESPONSABILIDAD
Heredia; así como al Tutor y Lector que han revisado el presente trabajo final de
Universidad Latina, campus Heredia, a disponer de dicho trabajo para uso y fines de
carácter académico, publicitando el mismo en el sitio web; así como en el CRAI.
Heredia a los nueve días del mes de diciembre del dos mil catorce.
_____________________________
vi
Dedicatoria
dedicatoria/
a ella sin descuentos
ella desnuda
*****
vii
Agradecimientos
Al Prof. Dr. Marco Antonio Fallas por sus múltiples enseñanzas y útiles
sugerencias a lo largo de la edición de esta memoria.
Al lector Mag. Leoncio Jiménez, por sus sugerencias y consejos.
A la filóloga M.Sc. Zaida Solano, por su oportuna y completa revisión
filológica.
Al compañero Esteban A. Calvo, con quien compartí interesantes discusiones
y aprendizaje a lo largo de la maestría y que conllevaron a esta memoria.
A la Dra. Sara Mana (Universidad de Iowa, EE. UU.) por prestar amablemente
y acceder al uso de sus fotografías de Pompeya y el Vesubio.
A la Dra. Giovanna Civelli (Como, Italia) por su ayuda en la consecución de las
imágenes de los Plinios.
A Richard Sorensen (Smithsonian American Art Museum) por facilitar y
garantizar el uso de la imagen de la Figura 11.
A Gabriela Mora por su sólido apoyo a lo largo del proceso de la maestría y de
esta memoria.
Algunas imágenes o fotografías o bases para construirlas han sido obtenidas
de la World Wide Web de manera pública, por lo que no puede obviarse su
contribución, y agradecerla. Aparecen los créditos en cada situación.
viii
Resumen ejecutivo
ix
Pompeya y las otras ciudades vecinas, al haber sido sepultadas en solo un par
de días y fosilizadas por la carga de cenizas y pómez, permanecieron sin
contaminación cultural durante siglos. Por esto, además han dado un enorme cúmulo
de conocimiento respecto de la cultura y vida en general del Imperio Romano en el
siglo I, como pocos otros documentos vívidos han sido capaces de proveer.
Por esto se considera a los dos Plinios (el Viejo y el Joven), al volcán Vesubio
y a las ciudades de Pompeya y vecinas, como un cuarteto conjunto de gran valor
para el conocimiento de la Roma Imperial del siglo I.
x
Tabla de contenidos
Agradecimientos viii
Resumen ejecutivo ix
Capítulo 1. Problema y propósito 1
1.1. Justificación y alcances 3
1.2. Objetivo general 4
1.3. Objetivos específicos 4
2. Marco metodológico 6
2.1. Fuentes 7
2.2. Los capítulos 8
3. Análisis 10
3.1. Vida y obra de los Plinios 11
3.1.1. Plinio el Viejo 12
3.1.2. Plinio el Joven 17
3.2. Conocimiento sobre el Vesubio y su entorno geotectónico en el
21
siglo I
3.2.1. Los territorios volcánicos del sur de Italia 21
3.2.2. Volcanes y terremotos en Plinio el Viejo y Séneca 28
3.3. El Vesubio y su estrecha relación con los Plinios 32
3.3.1. La muerte de Plinio el Viejo y las crónicas epistolares de
32
Plinio el Joven
3.3.2. Defensa civil en el Imperio Romano del siglo I 41
3.3.3. El legado vulcanológico de los Plinios 44
3.3.4. Erupciones plinianas y el conocimiento del Vesubio hoy 46
3.4. Pompeya y las ciudades sepultadas: fósiles culturales del siglo I 49
3.4.1. Olvido tras el sepultamiento, maravilla tras el
49
redescubrimiento
3.4.2. El aprendizaje de la vida y cultura del Imperio Romano en el
54
siglo I a partir de las ciudades sepultadas
3.5. Literatura, arte y cine alrededor de Pompeya y el Vesubio 58
4. Discusión y conclusiones 65
5. Bibliografía citada 69
5.1. Fuentes en la red 75
6. Glosario 76
xi
Índice de figuras
xii
Science Team. Asequible a través del cibersitio
http://eoimages.gsfc.nasa.gov/images/imagerecords/1000/1045/aster_vesuvi
us_lrg.jpg).
9: Ruinas de Pompeya que muestran el nivel original de la ciudad, la cobertura
de piroclastos que la enterró en el año 79 y que han sido removidas en la
53
excavación, así como el nivel actual de desarrollo urbanístico en la periferia.
Fotografía cortesía de la Dra. Sara Mana.
10: Fresco pintado en una de las paredes de las ruinas de Pompeya. Fotografía
56
cortesía de la Dra. Sara Mana.
11: Pintura titulada “El Vesubio y Pompeya” (1870) de Robert S. Duncanson
(1821-1872), exhibida en el Smithsonian American Art Museum en 58
Washington, D.C., EE. UU. (Imagen usada con permiso expreso del Museo).
12: Cartel de la película estadounidense Los últimos días de Pompeya, de
1935, dirigida por Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper (tomada del
dominio público a través de 62
http://es.wikipedia.org/wiki/Los_%C3%BAltimos_d%C3%ADas_de_Pompeya
#mediaviewer/File:LastDaysofPompeii.jpg).
13: Portada de la novela Pompeya (traducción española de Debolsillo,
63
Barcelona).
Índice de tablas
xiii
Capítulo 1
Problema y propósito
1
Los Plinios, tío y sobrino (el Viejo y el Joven, como son conocidos,
respectivamente), fueron dos personajes romanos ilustres, salidos de familias
notables del norte de Italia, que vivieron (en conjunto) a lo largo de gran parte del
siglo I y el inicio del siglo II, y que han pasado a la historia por diferentes motivos.
Gaius Plinius Secundus, conocido como Plinio el Viejo (23-79), fue funcionario
romano y uno de los más notables naturalistas de la Roma antigua, quien murió
durante la gigantesca erupción del Vesubio en agosto del año 79, la cual sepultaría
varias ciudades de la actual área napolitana, como Pompeya, Herculano, Oplontis y
Estabia.
De tal manera, los escritos de ambos Plinios, la erupción del Vesubio del año
79, y las ciudades sepultadas por esa gran erupción, son importantes testimonios de
la cultura y el modo de vida del Imperio Romano en la segunda mitad del siglo I, y
cuya concatenación es el tema de esta memoria.
2
1.1. Justificación y alcances
3
el conocimiento histórico de esa época del Imperio, más allá de las tradicionales
historias de emperadores corruptos, cristianos perseguidos, gladiadores y mártires.
Este trabajo pretende analizar las obras literarias y públicas de los Plinios,
especialmente relacionadas con la erupción del Vesubio del año 79, el sepultamiento
de Pompeya y otras ciudades vecinas, y el legado conjunto que nos han deparado
para entender la vida y cultura del Imperio Romano de la segunda mitad del siglo I.
Los objetivos específicos alrededor del objetivo principal de este trabajo, son:
4
d. Analizar la contribución al conocimiento biográfico de Plinio el Viejo, así como
de los procesos vulcanológicos, a través de las cartas descriptivas de Plinio el
Joven.
e. Analizar la idoneidad de las ciudades sepultadas por la erupción del Vesubio
del año 79, como “fósiles culturales”, que han permitido tener un conocimiento
de la cultura y vida de la segunda mitad del siglo I en el Imperio Romano,
debido a la conservación prístina sin contaminación cultural ulterior.
f. Analizar el papel de las artes, especialmente literatura y cine, inspiradas en la
catástrofe del Vesubio del año 79 y en los hallazgos culturales y científicos de
las ciudades sepultadas por tal erupción, como difusoras eficientes del
conocimiento cultural del Imperio Romano del siglo I.
5
Capítulo 2
Marco metodológico
6
Atendiendo el propósito y problema planteados en el Capítulo 1, se plantea la
metodología de trabajo, la cual se ha basado en:
2.1. Fuentes
Las fuentes utilizadas para este trabajo incluyen las clásicas y los modernos
trabajos de índole vulcanológica, así como obras literarias y artísticas:
7
que refieran los personajes espaciales y temporales, esto es: Campania, los
volcanes, el Vesubio, y los personajes Plinios.
b. Trabajos históricos y científicos sobre los hallazgos antropológicos, culturales e
históricos en Pompeya, Herculano, Oplontis y Estabia, que han contribuido a
descubrir la vida romana.
c. Obras literarias, como Los últimos días de Pompeya, de Edward Bulwer-Lytton,
de 1834, o Pompeya, de Robert Harris del 2003.
El entorno de la vida de los Plinios cubre el subcapítulo 3.1. Las cartas del
sobrino han ayudado a los vulcanólogos a reconstruir la erupción del año 79,
permitiéndoles entender las erupciones que hoy llevan su nombre (“plinianas”), y que
han podido ser exhumadas en las ciudades sepultadas y posteriormente
redescubiertas, lo cual será el tema de los subcapítulos 3.3 y 3.4, no sin antes
introducir al protagonista Vesubio, en su entorno histórico, geográfico y geológico en
el subcapítulo 3.2.
Las ciudades sepultadas son ahora los fósiles culturales que han permitido
entender gran parte de la vida del Imperio en el siglo I, y las cartas del sobrino,
vienen a ser un universo de ayuda para comprender el mismo tema del Imperio en
los siglos I-II. La influencia de todo este drama humano y natural, ha conllevado a la
escritura de numerosos artículos, ensayos y libros, incluidas novelas históricas.
También pinturas alegóricas a lo que pudo haber sido la erupción, o lo que fuera el
período del redescubrimiento de las ciudades. El cine y la televisión no escapan a las
obras sobre el tema. Un recuento de algunas de las obras en todos estos aspectos y
en particular sobre algunas obras específicas, se presenta en el subcapítulo 3.5.
Las obras detalladas son la novela “Los últimos días de Pompeya” (The last
days of Pompeii), de Edward Bulwer-Lytton y “Pompeya” (Pompeii), de Robert Harris.
Estas obras se han escogido, la primera, debido a su enorme influencia inspiradora a
lo largo de los siglos XIX y XX a otras obras literarias, no ficticias y cinematográficas,
que en general popularizaron el conocimiento y muchos mitos sobre Pompeya y el
8
Vesubio. La segunda obra se ha escogido debido a que siendo una novela histórica,
recoge de forma notoria el conocimiento histórico, ingenieril, y científico de la época,
y a gran parte del bagaje y las reconstrucciones vulcanológicas de la erupción,
producido en mayoritariamente durante las décadas de los ochentas y noventas del
siglo XX. Esta novela, entonces, ha popularizado un conocimiento más acorde con la
realidad de Pompeya y el volcán Vesubio en el siglo I, antes que el cariz mitológico o
de leyenda.
9
Capítulo 3
Análisis
10
3.1. Vida y obra de los Plinios
La familia Plinio (Plinius), de cuyos dos miembros más notables trata este
subcapítulo, era de la nobleza provinciana del norte de Italia.
Gayo Plinio Segundo (Gaius Plinius Secundus, en latín) conocido como Plinio
el Viejo (Figura 1), fue uno de los más notables naturalistas de la Roma antigua.
Nació en el año 23 o 24 en Como y murió durante la gigantesca y conocida erupción
del Vesubio en agosto del año 79, cuando esta le alcanzó de manera fatal. La obra
monumental –y única que nos ha llegado a la posteridad- de Plinio el Viejo fue la
Historia Natural, dedicada al emperador Tito: una obra enciclopédica que reunió en
treinta y siete libros el conocimiento de la época, recopilado de numerosas fuentes y
escritores. Su sobrino, a quien adoptó debido a su orfandad paterna, de nombre
Cayo Plinio Cecilio Segundo (Caius Plinius Caecilius Secundus), conocido a su vez
como Plinio el Joven (Figura 1), fue un abogado y escritor, que había nacido en el
año 62, también en Como, y quien para el momento de la muerte de su tío contaba
con diecisiete años. Murió en el 113 en Bitinia, y se destacó como funcionario público
y orador. Entre sus cartas publicadas, sobresalen desde el punto de vista histórico,
las dos epístolas que le dirigiera a su amigo Tácito a pedido de él, sobre la muerte de
su tío y la erupción del Vesubio.
11
Figura 1: Estatuas de Plinio el Viejo (izq.) y Plinio el Joven (der.) en la fachada del Duomo de
Como (la catedral), realizadas por Tommaso y Jacobo Rodari a fines del siglo XV. Los Plinios
son dos de los personajes más insignes nacidos en esta ciudad, y por eso son las dos únicas
figuras paganas que aparecen en el frente de la catedral, uno a cada lado de la puerta principal.
Durante la Contrarreforma no fueron bien aceptadas, pero la ciudad decidió conservarlas así.
Tomado del cibersitio http://digilander.libero.it/felice/Duomo.htm.
Plinio el Viejo era de Como. Cumplió con distinción los cargos militares de los
caballeros, y encargado continuamente de las misiones más brillantes, dio
pruebas en ellas de la más grande integridad. Se entregó, a pesar de todo,
con tal ardor a los estudios literarios, que difícilmente podría citarse un hombre
que en sus ocios haya escrito más que él. Escribió, en efecto, en veinte
12
volúmenes la historia de las guerras emprendidas contra los germanos, y en
treinta y siete libros la historia completa de la Naturaleza. Pereció en el
desastre acaecido en la Campania; mandaba allí la flota de Micenas, y durante
la erupción del Vesubio se acercó al volcán con una nave de Liburnia, a fin de
estudiar de cerca las causas del fenómeno. Vientos contrarios le impidieron
salir de nuevo al mar, pereciendo ahogado bajo el polvo y la ceniza. Según
algunos autores, fue muerto por uno de sus esclavos, a quien él suplicó que le
diera muerte, al verse ahogado por el calor. (Suetonio, 113, p. 319).
Así, a partir de Suetonio, sabemos entonces dónde nació Plinio el Viejo, que
fue básicamente militar, escritor y naturalista, y dónde y cómo murió. La otra fuente
relativamente confiable sobre su vida, a pesar de que lo idealiza –no podría
esperarse menos- es a través de las cartas de Plinio el Joven, que también se
discutirán en parte. Se analizarán entonces, algunos detalles de cada perspectiva
pliniana, y su muerte queda para el subcapítulo siguiente.
1 Verbigracia, la traducción de Suetonio que cito acá incluye un pie de página que afirma
que es veronés. Pero el asunto parece resuelto por Serbat (1995, pp. 11-13). El orgullo de la
ciudad de Como por ser cuna de los Plinios es evidente al incluirlos en estatuas del frente de
la catedral, según se muestra en la Figura 1.
2 Por ejemplo África, Bélgica, Galia. Véase por ejemplo Healey (2000, pp. 11-22).
13
emperador Vespasiano (pues este también trabajaba de noche)”, si bien no cita
cuándo. Lo que es cierto con seguridad es que terminó con un altísimo rango: “la que
sigue Plinio es una carrera en la alta administración, cuyo punto culminante es el
mando de la flota tirrena, anclada en Miseno, cerca de Nápoles (en el año 79)”
(Serbat, 1995, p. 18). La flota no tenía misiones de guerra, y el almirante tenía solo
funciones administrativas en la construcción, reparación y avituallamiento de la flota
(Healey, 2000, pp. 22-23).
Sin duda, un hombre con una productividad maravillosa, quien poco dormía,
según lo testimonia el sobrino, y de tal manera explica su vasta obra, de la cual, por
desdicha, solo nos ha llegado la Historia natural. De la primera obra citada por Plinio
14
el Joven, el mismo tío habla de ella en la Historia natural. Y de las obras históricas y
gramaticales, otros escritores romanos posteriores a Plinio las citan, de modo que no
queda duda de que sí existieron (Serbat, 1995, pp. 37-47).
Los treinta y siete volúmenes tratan de seguir una secuencia lógica, a pesar
de que adolece de múltiples contradicciones. Abarca un amplísimo marco de
conocimientos que va desde la geografía y la mineralogía, hasta la botánica,
zoología, e incluso, el arte y la magia. El primer libro incluye, aparte del prefacio
dedicatorio al emperador Tito (en realidad lo sería pocas semanas antes de la muerte
de Plinio cerca del Vesubio), un sucinto recuento de todos los temas tratados en los
restantes treinta y seis libros, así como un exhaustivo listado por cada libro de todos
los autores romanos y extranjeros a partir de los cuales, se recopiló la información.
Hace notar, Plinio, que los libros van dirigidos a cualquiera que pueda leer y hacer
3
Moure (2008, p. 231) afirma: “Todavía en el siglo XVIII Plinio conserva prestigio en el
ensayo, aunque ya no es una autoridad en la ciencia. Así lo observa Feijoo en un juicio
valorativo, que indica que todavía entonces se tomaba postura con respecto a la obra
pliniana, aunque fuera para tomar distancias de ella”.
4 El papel de Plinio el Viejo en la “ciencia” romana (lo entrecomillo porque el significado de
ciencia en ese momento es muy diferente al nuestro hoy) y su consecuente influencia en el
mundo occidental ulterior está muy bien condensada en el libro de Lindberg (2002, pp. 188-
192). En estas páginas afirma: “…el hombre universalmente conocido como el pináculo del
movimiento divulgador [en Roma] es Plinio el Viejo. Es la figura central en la mayoría de las
historias de la ciencia romana…”
15
uso de la información contenida en ellos. Es pues, entonces, una auténtica
enciclopedia, y el primer libro vendría a ser una guía o paratexto 5.
5 Para un detallado recuento del contenido de los libros, su guía y la idea de enciclopedia,
tratado con amplitud, se recomienda el prolijo trabajo de Serbat (1995, pp. 70-136), y los
ensayos de González (2006) y Ramos (2013).
6 Afirma que: “A partir del Descubrimiento la necesidad de dar a conocer la nueva
naturaleza, sobre todo, las especies vegetales que se consideraban dotadas de poderes
medicinales, motiva la aportación más original de España a la ciencia de la época y, con ella,
a la difusión de Plinio. Fernández de Oviedo -1478-1557-, cronista oficial de las Indias, fue el
16
3.1.2. Plinio el Joven
Se casó tres veces (dos veces viudo), pero sin descendientes, se dedicó a las
leyes y amasó gran fortuna y propiedades a través principalmente de las herencias
familiares. Así, como administrador de esos bienes, viajaba mucho por toda Italia, y
administró sumas enormes, aunque relativamente menores a las de los más grandes
ricos del Imperio8.
Desde muy joven, a los dieciocho, inició su carrera abogadil 9. Luego fue
magistrado y tribuno militar en Siria sin tareas bélicas. A principios de la década de
los noventas fue cuestor, entró al senado, ejerció el tribunado de la plebe, luego la
primero en describir la Naturaleza del Nuevo Mundo por observación directa y con la
consiguiente incorporación de datos de autopsia, pero utilizando también la obra de Plinio,
del que se declara seguidor.”
7 Basado principalmente en la síntesis de González (2005, pp. 7-50), en la introducción de
las Cartas.
8 Él mismo afirma, quizás con modestia, quizás con certeza, en una carta a una tal Calvina
(Cartas, 2.4): “Es cierto que mis recursos en conjunto son modestos y mantener mi posición
social resulta muy costosa, mis ingresos, a causa de las condiciones de explotación de mis
pequeñas propiedades, no sé si considerarlos más pequeños o mejor aún inciertos; pero lo
que falta de ingresos, puede suplirse con una vida sencilla, de la que nuestra generosidad
mana como si se tratase de una fuente.”
9 Cartas, 1.18.3., a Suetonio Tranquilo: “Yo debía actuar, siendo aún un muchacho, ante el
tribunal de los centunviros; había de hacerlo contra los personajes más influyentes de la
ciudad e, incluso, algunos amigos del emperador”.
17
pretura, más tarde ejerció por tres años el co-principado administrador del tesoro
público, hasta que fue nombrado cónsul en el año 100. Entre los años 103-104 se le
nombra en honrosos cargos: augur y luego magistrado encargado del cuidado del
cauce del Tíber y de sus orillas y de las cloacas de la ciudad, muy honorable este
último, pero de gran absorbencia en la dedicación.
Cuando aún ejercía este último cargo (año 109), el Senado permutó la índole
de la provincia de Bitinia-Ponto (en el norte de Asia Menor, colindante con el Mar
Negro) de pública a imperial, y Plinio fue enviado allí como legado. La estrategia fue
del emperador Trajano, que deseaba enviar allí a alguien de su confianza y con
experiencia en asuntos financieros, para ordenar una provincia que se encaminaba al
caos. El nombramiento era de parte directa del emperador y por todo el tiempo que
este dispusiera. Las consecuentes cartas de Plinio el Joven atestiguan interesantes
datos sobre esta provincia10. Allí murió, probablemente en el año 113, que es lo más
aceptado, aunque se barajan posibles fechas del 111 o 112.
10Véase por ejemplo Guinea (1999, p. 320). Las cartas de Plinio desde esa provincia se
encuentran en el libro X, a partir de la 15 y hasta la 121. Son una secuencia entre él y el
emperador Trajano.
11 Gustaba de la poesía erótica, aunque con no muy buen suceso. Un ejemplo de sus versos
los podemos entresacar de sus Cartas, 7.4.:
Lamenta, en efecto, que, engañando de mala manera a su amante,
Tirón le ha negado, al tiempo de la noche, unos besos, no muchos,
que había prometido darle durante la cena. Tras leer esto
yo me pregunto: «¿Por qué después de estos hechos, ocultamos nuestros amores
y temerosos no los damos a la luz y declaramos que conocemos
los engaños de un Tirón, los huidizos favores de un Tirón
y los secretos que inflaman nuevas pasiones?».
18
Respecto de las cartas de Plinio, que representan su obra mayor, González
(2005, p. 28) opina, que “en la actualidad se tiende a confiar en las palabras de
Plinio, y a considerar que las cartas privadas (libros I-IX), por muy cuidada que haya
sido su revisión (epistula curatius scripta), son auténticas, y que, por tanto, contienen
una información única sobre la vida político-social del Imperio a finales del siglo I y
comienzos del II”. Las cartas son aproximadamente cronológicas, van dirigidas a más
de un centenar de personajes, que forman un amplísimo espectro desde los más
conocidos personajes públicos conservados por la historia, hasta una gama de
desconocidos absolutos. Hay amigos de él que en ese momento aún no eran
famosos, y cobraron su fama con fecha posterior a las cartas. Hay otros ignorados,
como Juvenal, quizás por la satirización que hizo de su poesía. En general se
acepta, que los libros I-IX de las cartas fueron escritos entre el año 96 y el 107 y
publicados entre el 103 y el 109.
Las cartas de Plinio el Joven son una fuente maravillosa para comprender la
Roma de fines del siglo I en numerosos aspectos, pero sobre todo, el burocrático:
19
vulcanólogos de la descripci6n de la erupción del Vesubio; los ingenieros de la
construcción del canal de Bitinia; los estudiosos del arte y de la cultura de la
existencia de bibliotecas privadas, de la pintura, la escultura y especialmente
de la arquitectura, a través del estudio y descripción de las villas de Plinio.
(González, 2005, p. 37)12.
Cabe la comparación entre las obras de los dos Plinios, muy diferentes entre
sí, y con historias de influencias también muy diferentes, pues mientras la del Viejo
tuvo una preponderancia enorme en el mundo medieval, dentro de lo que fuera la
“ciencia”, la del Joven fue de poca influencia en el aspecto literario. Sí hemos de
comparar las vidas y obras de ambos (curiosamente no llegaron a la senectud, pues
el tío falleció a los cincuenta y seis años y el sobrino a los cincuenta y uno), a pesar
de que sabemos en realidad mucho menos del Viejo que del Joven, la influencia real
12 Ha de llamarse además la atención sobre las referencias allí citadas. Muchos autores
coinciden con esto, y han sacado partido a temas variopintos y hasta insólitos, como Mañas
(2000, p. 153), respecto a las cenas, que expresa: “Las epístolas de Plinio, concebidas desde
un principio para su publicación, constituyen una fuente única para conocer el panorama
social existente durante la época de Trajano”; o Fornell (2009) sobre las villas italianas y
españolas.
13Para leer un análisis y consultar detalles sobre todos estos aspectos tratados en este
párrafo, ver González (2000, pp. 44-48).
20
en su momento y ulteriormente, así como el poder ejercido y la calidad de la obra
escrita, decantan una opinión más favorable hacia el tío.
Y acá establecemos la conexión más importante entre tío y sobrino: entre las
cartas que publicara el Joven, destacan las 6.16 y 6.20, dirigidas a Tácito ante su
requerimiento (“Me pides que te describa la muerte de mi tío para poder dejar a la
posteridad un relato más verídico de la misma”, escribe el sobrino al inicio de la
6.16), donde describe los últimos días de su tío y de paso, la erupción del Vesubio
del año 79. También está la carta citada a Bebio Macro (la 3.5) donde enumera las
obras de su tío. Como se ha expresado atrás, gran parte del conocimiento que se
tiene de la vida del tío es a través de estas tres cartas, y luego el ulterior texto de
Suetonio, también mencionado. La conexión se prolonga en tanto, durante la
erupción, varias ciudades de la Campania perivesubiana fueron sepultadas y
prácticamente olvidadas hasta el siglo XVIII. Las cartas del sobrino han ayudado a
reconstruir prolijamente la erupción, y han permitido a los vulcanólogos a entender
las erupciones que hoy llevan su nombre (“plinianas”), y que han podido ser
exhumadas en las ciudades sepultadas redescubiertas.
Virgilio escribe en la Eneida (8, 422): “Volcani domus et Volcania nomine tellus” (de Vulcano
14
21
Pero no solo las Eolias son una región volcánica en Italia, sino que hay
amplios territorios en que ha ocurrido volcanismo en los últimos cien mil años. Roma
misma se asienta sobre rocas volcánicas, algunas tan jóvenes como solo 3500 años,
eruptadas de los Montes Albanos (Heiken et al., 2005, p. 11)15. El volcanismo en
Sicilia, el archipiélago eólico y en la parte peninsular italiana se debe a la subducción
de las placas Africana y Adriática bajo la placa Europea, y por tanto también hay una
amplia zona de deformación tectónica y sismicidad en los Apeninos, que recorren
casi toda Italia.16
Parténope o Paleópolis fue una ciudad fundada por los griegos de Rodas
hacia el siglo IX a.C., perdida en la mitología. Hacia el siglo VI a.C., colonizadores
griegos fundaron la Neápolis (o “Nueva Ciudad”), en el sitio de la actual Nápoles y
cercano al antiguo asentamiento. La zona campaniana ha sido reconocida desde
esos tiempos por el agradable clima, los suelos fértiles y los puertos naturales, y fue
una zona favorita de muchos romanos famosos, como Virgilio (Guest et al. (2003, pp.
27-30).
15Este y muchos otros detalles de la geología de Roma y las siete colinas pueden leerse en
este interesante libro, cuyo primer capítulo está dedicado a una introducción turística
geológica de Roma.
16Hay múltiples trabajos sobre la sismicidad, geología, tectónica y vulcanismo de Italia, pero
por simplicidad y trabajos de una visión global reciente se recomiendan el de Montone et al.
(2012), y el mapa geológico de Italia, del Servizio Geologico d’Italia (2005).
22
Figura 2: Fotografía desde la Estación Espacial Internacional de la región de Campania y los
Apeninos Napolitanos, mostrando las principales localidades mencionadas en el texto.
(Fotografía cortesía de la NASA, imagen STS104-710-60).
23
“La batalla tuvo lugar cerca de la base del Monte Vesubio, donde la carretera lleva a
Veseris”.17
“Por ese mismo tiempo, en Italia, Espartaco, un tracio que una vez había
servido en el ejército romano, y que luego, prisionero [por deserción], había
sido vendido como gladiador, razón por la cual estaba en una escuela de
gladiadores de Capua, persuadió a setenta de sus compañeros de salir y
arriesgar su vida por la libertad más que por un espectáculo; y, tras vencer en
compañía de ellos a los guardias, escaparon. Se armaron a sí mismos con
dagas que tomaron de unas carretas que encontraron, y se refugiaron en el
Monte Vesubio. (Apiano, Guerras civiles, 1, 116).
Apiano de Alejandría escribe esto en el siglo II, pero, para cuando Espartaco
estuvo allí, es claro que el cráter era calmo, suficiente para guarecer sus tropas.
Como Roma para el siglo I a.C. ya era una gran potencia política y militar, el
griego Estrabón (64 o 63 a.C. – 24 o 19 d.C.), en gran parte un contemporáneo de
17 Tito Livio refiere la batalla en el libro VIII (7 – 10). Sebesta (2006, p. 99), hace esta
referencia, así como en general sobre el Vesubio en la literatura clásica, que sirve de base
para la confrontación y consecución de las referencias de Estrabón y Vitruvio, más adelante.
24
Virgilio, dedicó los libros V y VI de su portentosa obra Geografía, a la península
itálica, y en ella menciona al Vesubio y su área periférica:
Domina estos lugares el monte Vesubio que está colonizado en derredor por
tierras de cultivo muy hermosas, salvo en su cima. Esta misma es plana en su
mayor parte, pero totalmente improductiva, y por su aspecto parece ceniza y
muestra unas grietas, que se abren como poros, de piedras ennegrecidas en
su superficie, como si hubieran sido consumidas por el fuego. En cierta
medida, se podría conjeturar que, en otro tiempo, este territorio fue pasto de
las llamas, que albergaba cráteres de fuego y que este acabó por extinguirse
por falta de madera. Quizás esta sea la causa de la fertilidad de su entorno,
como en el caso de Catania, donde, según se dice, la parte recubierta de
ceniza procedente de las ascuas arrojadas por el fuego del Etna ha producido
una tierra muy favorable para la vid. En efecto, contiene una sustancia que
engrasa tanto las glebas que son quemadas como las que están produciendo
frutos. Asimismo, los suelos que tenían exceso de esta grasa solo eran aptos
para la quema, lo mismo que los que contienen cualquier sustancia sulfurosa,
mas, después de secarse la grasa y extinguirse el fuego, transformándose en
cenizas, se convertían en suelos muy fructíferos. (Estrabón, Geografía, 5.4.8.).
Otro tratadista del siglo I a.C. fue Marco Vitruvio (c. 80–70 a. C. - c. 15 a. C.),
quien además fuera arquitecto de Julio César en su juventud, y cuya obra única
conocida, De Architectura (probablemente escrita entre 27-23 a.C.) toca sobre
órdenes, materiales, técnicas decorativas, construcción, tipos de edificios, hidráulica,
colores, mecánica y relojes solares. En su libro segundo, el capítulo VI se titula “Del
polvo llamada Pozzolana”, y trata sobre los materiales que se encuentran en
25
Campania y alrededor del Vesubio, de manera particular, así como del Vesubio
mismo, las aguas termales y su carácter volcánico18:
Hay tambien una especie de polvo de -virtud maravillosa, que se cría en los
contornos de Bayas y territorios de los municipios sitos á la falda del Vesuvio.
Este polvo, mezclado con la cal y piedra, no solo concilia la mayor firmeza á
los edificios, sino que aun las obras de mar construidas con él se consolidan
debaxo del agua misma. La causa de ello parece ser los grandes incendios
subterraneos que hay de azufre, alumbre ó betun en las entrañas de dichos
montes, segun demuestran las muchas fuentes de agua hirviendo que alli
nacen; pues corriendo por las venas de la tierra el fuego y vapor de sus
llamas, la vuelve ligera, de forma, que la tova que alli se halla es aridísima y
extremamente enxuta…
26
Diodoro Sículo o Diodoro de Sicilia (s. I a.C.), otro historiador de origen griego,
también refiere al carácter volcánico de los Campos Flegreos y de las erupciones del
Vesubio en tiempos antiguos, sin precisar de qué tipo o cuándo, en el Libro IV de su
Bibliotheca Historica 19, cuando narra una visita de Hércules a Roma y Campania.
19 Acá se utiliza una traducción directa del griego al inglés, originalmente de 1935, reimpresa
luego en los años sesentas: Diodoro de Sicilia, Bibliotheca Historica, 4.21.3-6: “Heracles then
moved on from the Tiber, and as he passed down the coast of what now bears the name of
Italy he came to the Cumaean Plain. Here, the myths relate, there were men of outstanding
strength the fame of whom had gone abroad for lawlessness and they were called Giants. This
plain was called Phlegraean ("fier") from the mountain which of old spouted forth a huge fire as
Aetna did in Sicily at this time, however, the mountain is called Vesuvius and shows many
signs of the fire which once raged in those ancient times.” [Entonces Hércules se movilizó
desde el Tíber, y conforme pasó por la costa de lo que ahora lleva el nombre de Italia, vino a
la planicie campaniana. Aquí, relatan los mitos, habían hombres de tremenda fuerza, cuya
fama había traspasado fronteras por su falta de ley, y que eran llamados Gigantes. Esta
planicie era llamada Flegra (fiera) por la montaña que antiguamente había escupido un
enorme fuego, como el Etna hizo en Sicilia en este tiempo, aunque la montaña es llamada
Vesubio, y muestra muchas señales del fuego que una vez rabió en aquellos tiempos
antiguos].
20Un caso reciente en Costa Rica fue el del Arenal, el cual se sabía en los círculos geológicos
que era un volcán en reposo, pero el grueso de la población lo consideraba extinto o
simplemente un cerro no volcánico. La erupción de 1968 demostró que sigue siendo un
volcán activo y lo será por siglos o milenios más.
27
3.2.2. Volcanes y terremotos en Plinio el Viejo y Séneca
También menciona el carácter volcánico del Etna al hablar del elemento agua:
28
más líquida. Por su humo se cuenta que los naturales predicen con tres días que
vientos van a soplar: de ahí la creencia de que los vientos obedecían a Eolo”. (Plinio
el Viejo, Historia Natural, III, 94) Y sobre el archipiélago de las Eolias un poco más:
“En medio del mar, las islas eolias de Hiera y Lípara cerca de Italia, estuvieron
ardiendo a lo largo de algunos días con el propio mar durante la guerra Social…”
(Plinio el Viejo, Historia Natural, II, 106)22.
Plinio el Viejo también trata sobre otros aspectos de índole geológica como la
aparición o desaparición de islas en la periferia mediterránea de Campania y el sur
de Italia en el Libro II. Él no los explica como tales, pues en realidad solo los
enumera o describe, aunque hoy sabemos que se relacionan en gran parte con
volcanismo. También refiere los terremotos en diversas partes, y los relaciona o
explica por movimientos de aire. Mas, curiosamente, no menciona ninguno en la
región de Campania.
22La isla de Hiera es la isla de Vulcano, compuesta por los volcanes Vulcano y Vulcanello.
La fecha que da, sería hacia el año 90 a.C. Habrá sido una erupción en un archipiélago muy
recurrente en este fenómeno, de por sí.
29
aunque no había pagado al azote otro tributo que el del miedo, quedó ahora
terriblemente asolada. Además de Pompeya, Herculano fue destruido en
parte, y lo que queda de él no está muy seguro. La colonia de Nueria, más
respetada, tiene también de qué quejarse. En Nápoles muchos edificios
particulares, aunque ninguno público, quedaron destruidos, alcanzándole, si
bien ligeramente, el espantoso desastre. De las quintas que cubren la
montaña, algunas se estremecieron, sin experimentar otro daño. Dícese que
pereció un rebaño de seiscientas ovejas, que se rompieron estatuas, y que
después del terremoto se vieron vagar hombres locos y furiosos. El estudio de
este fenómeno y de sus causas entra en el plan de mi obra, y encuentro para
ello la oportunidad de un caso contemporáneo. (Séneca, Cuestiones
Naturales, 6.1)23.
23 Lo menciona como caso contemporáneo, el del terremoto, pues sucedió casi al final de la
terminación de su obra, publicada cercana a su muerte en el año 65.
24Ambos, Séneca y Plinio, usan argumentos y ejemplos diferentes, para explicar la misma
causa. Veamos:
Séneca (Cuestiones naturales, 6.31): “Entre los argumentos que prueban que el aire
produce los terremotos, puedes desde luego colocar este: Después de una sacudida violenta
que ha maltratado ciudades y comarcas enteras, la siguiente no puede ser tan fuerte; a la
primera siguen otras más ligeras, porque la corriente de aire ya se ha abierto paso.”
Plinio el Viejo (Historia natural, II.192): “…yo, por mi parte, considero fuera de duda
que el viento es la causa de ellos [los terremotos], pues nunca tiembla la tierra salvo con el
mar en calma y con un cielo tan sereno que no sostiene el vuelo de los pájaros, al
desaparecer cualquier brisa que los transporte; ni nunca salvo después del viento, o sea,
cuando su soplo queda encerrado en las venas y en las cavernas ocultas de aquella”.
30
en la escala Mercalli. En realidad, es un sismo moderado, pero con un fuerte daño
debido probablemente a su origen somero en la corteza del área (5-6 km de
profundidad, quizás), habiendo causado severos daños en Pompeya y Herculano y
menores hacia Nápoles, mucho más lejos (a 25 kilómetros)25. El carácter del sismo
(esto es: daños localizados y que decaen rápidamente con la distancia en 10 km, en
un área con fallas hoy reconocidas), sugiere que estaría relacionado con fallas
locales de mecanismo extensional o normal, que corta desde la base de los
Apeninos hacia el Mar Tirreno.
Existen discrepancias entre algunos investigadores acerca del año del sismo,
si ocurrió en el 62 o 63, y en particular, cuando se comparan el amplio escrito de
Séneca con una breve referencia de Tácito (55-122) al terremoto (Tácito, Anales,
15.22)26. Se argumenta que los cónsules que menciona Séneca son del año 63, a
pesar de que Tácito cita el año 62. Por eso es que el catálogo de sismos italiano, cita
el año 63. Se argumenta incluso, que podrían ser hasta dos sismos diferentes, lo
cual es posible, si atendemos a las observaciones que hace Séneca sobre los
sismos réplicas, y que es común en este tipo de sismicidad. 27 Para efectos prácticos
de esta discusión, lo importante es que un sismo local de magnitud importante
ocurrió en la región en esos años. Incluso se discute sobre la posibilidad de varios
eventos sísmicos trascendentes entre el 62 y el 79, aparte de los sismos precursores
de la erupción, y por eso los procesos de reconstrucción en Pompeya y Herculano
duraron años y fueron afrontados con fondos públicos (incluso asignados por el
emperador Vespasiano) y privados (de Carolis & Patricelli, 2003, pp. 75-76).
31
Este sismo ha sido visto por muchos años como un evento precursor de la
erupción del año 79, diecisiete (o dieciséis…) años después, y de tal manera se ha
propagado por muchos trabajos y a través de citas en la internet. No obstante, el
análisis de la tectónica y sismicidad del área en los últimos siglos muestra más bien
que los sismos que ocurren en la zona y en la vecindades de los Apeninos, relajan el
estrés tectónico en la vecindad del Vesubio, de modo que algunos años hasta
décadas posteriores a un evento sísmico moderado, existe una proclividad a que el
magma ascienda desde las profundidades donde se encuentra alojado en los
reservorios magmáticos, hacia la superficie, causando erupciones importantes. Esto
es: no es el magma en ascenso el que provoca los temblores, sino los temblores que
relajan el entorno y favorecen entonces que el magma ascienda28.
De tal manera, con un Vesubio conocido como volcán, solo por algunos de los
intelectuales del Imperio, y sin conocerle con certeza si había hecho erupción, y
mucho menos cuándo, y en medio de una zona sísmica conocida, la población que le
rodeaba estaba viviendo en un área que sería escenario de una de las catástrofes
más notorias de la historia. Los Plinios, tío y sobrino, serían protagonistas en ella.
32
tsunami y otros efectos en la cultura minoica: Bruins et al., 2009), y en el Vesubio en
el año 1830 a. C.30, ambas cerca de un milenio antes de la fundación de Roma, que
se sitúa tradicionalmente en el 753 a.C. Algunas posibles erupciones menores
ocurrieron en el Vesubio hacia el año 830 a.C. (Rolandi et al., 1998), y muy
dudosamente en el año 217 a.C. (Stothers & Klenk, 2002)31. Como se ha visto, el
área de Campania no se empezaría a poblar de manera importante, sino hacia el
siglo IX a.C., de modo que no se tenía ningún registro verbal y menos escrito de
cualquier evento volcánico fehaciente en el Vesubio para cuando sucedió la erupción
del año 79, excepto las vagas historias mencionadas por Vitruvio, o la leyenda
herculeana de Diodoro Sículo, que se ha mencionado supra.
Fue por esto que, aunque en la Campania se conocían bien los terremotos y el
vulcanismo de poca monta, no se tenía noticia de grandes erupciones volcánicas en
el momento de la erupción del Vesubio en el año 79, y Plinio el Viejo, el gran sabio
de la historia natural, no podía dejar de averiguar más sobre un asunto de tal
magnitud, mucho menos, cuando sucedía en sus territorios de almirantazgo de la
flota del Tirreno.
30 Esta es la mejor edad que se tiene actualmente para esa erupción, conocida como
“Avellino”, ocurrida al final de la Antigua Edad de Bronce, la cual movilizó gente en masa
huyendo de ella, y que dejó una profunda huella hoy reconocida arqueológica y
vulcanológicamente. Para estos detalles, puede consultarse el artículo de Mastrolorenzo et al.
(2006), aunque además se verá con más detalle en el Capítulo 4.
31 Esta posible fecha es muy dudosa y se le ha descalificado en varios casos, sobre todo por
falta de evidencia geológica definitiva. Basado en un poema de Silio Itálico, puede conllevar
problemas interpretativos, como apunta Sebesta (2006, p. 108).
32 Healey (2000, p. 23), bien lo afirma basado en Plinio el Joven: “… no doubt spurred on by
his scientific curiosity wishing to observe the volcano at close quarters” […sin duda acicateado
por su curiosidad científica, deseando observar el volcán desde posciones cercanas].
33
bien a salvar gente de la tragedia volcánica, usando los barcos de la armada que
tenía a su disposición, por lo que se podría afirmar, que fue uno de los precursores
de la Defensa Civil en casos de atención de emergencias de índole natural.
Figura 3: Mapa de elevación digital del área del volcán Vesubio en Campania. El inserto
superior izquierdo muestra a Italia y la periferia mediterránea, con la ubicación de Roma y la
localización del rectángulo en detalle. Se muestran las principales ciudades mencionadas en el
texto. La línea amarilla es el límite de 10 cm de espesor de la pómez que cayó el primer día de
erupción. La línea azul es el límite de 10 cm de espesor de la pómez que cayó el segundo día de
erupción. De esas líneas hacia el interior, los espesores de pómez caída ascienden
ostensiblemente. La línea roja es el límite alcanzado por las corrientes piroclásticas originadas
el segundo día de erupción. Las líneas han sido adaptadas a partir del mapa de la Figura 1 del
trabajo de Shea et al. (2012, p. 2364). Los detalles se discuten en el texto.
34
La carta 6.16 de Plinio ofrece interesantes detalles de lo que aconteció en
Miseno y el inicio de la odisea final de su tío:
35
Al comparar el área afectada por la erupción mostrada en la Figura 3, es
evidente el porqué desde Miseno solo se veía la erupción a lo lejos, mientras en la
costa campaniana, hacia el sur del Vesubio caía una gruesa capa de pómez (la línea
amarilla), y la gente de ese lado clamaba por ayuda. Los vientos soplaban
fuertemente de norte a sur aproximadamente, de modo que incluso en Herculano, al
pie del volcán, no caía pómez. Siendo esa costa muy activa, no parece extraño que
le hayan llegado los pedidos de ayuda a Plinio el Viejo tan prontamente.
36
Figura 4: Placa de cobre coloreada (39 cm x 45 cm) de Thomas Burke (1749-1815)33 titulada “El
joven Plinio reprendido”. Muestra a la madre de Plinio el Joven, a ambos Plinios en Miseno y al
fondo el Vesubio en erupción. (Uso libre garantizado a través de
http://en.wikipedia.org/wiki/Pliny_the_Younger#mediaviewer/File:The_Younger_Pliny_Reproved
.jpg).
37
El asunto es que su tío murió el día 25 de agosto, segundo día de la erupción,
cuando esta recrudeció después del amanecer y habiendo soportado una intensa
caída de pómez durante la madrugada. Según lo que cuenta el sobrino, parece que
aparte de ser corpulento, el tío sufría de asma (lo que escribe es que tenía la laringe
delicada de nacimiento y que con frecuencia se le inflamaba), y bien pudo haber
muerto sofocado por parte de los gases y de las cenizas finas que invadieron Estabia
durante la fase más violenta de la erupción, con la generación y llegada de corrientes
piroclásticas, casi en la parte terminal de oleadas (Baxter, 2000, p. 1036) (ver mapa
de la Figura 3). La descripción es breve: “la densa humareda le impidió respirar y le
cerró la laringe”, y su cuerpo fue rescatado al día siguiente, una vez que la erupción
violenta cesó. Con base en estudios de las muertes en Pompeya, de gente asfixiada
por las cenizas finas de las corrientes piroclásticas últimas, esto es posible (Luongo
et al., 2003b).
Healey (2000, p. 23) con base en varios autores que discuten la posible causal
de muerte, sugiere que pudo haber sido un ataque cardiaco acelerado por las
circunstancias. Serbat (1995, pp. 22-35) acaba opinando lo mismo, aunque discute
con amplitud las incongruencias y hasta posibles exageraciones que ciertamente
contiene el relato de la carta del sobrino. Y por supuesto, está lo que escribe
Suetonio y se ha citado antes: “Según algunos autores, fue muerto por uno de sus
esclavos, a quien él suplicó que le diera muerte, al verse ahogado por el calor”. Si
fuera esto último, en los tiempos estoicos que se vivían en el Imperio Romano, pedir
que se le hiciera este sacrificio y ayudar a la evacuación de sus amigos, no sería
para nada, mal visto ni censurable.
La carta del sobrino no abunda en detalles sobre lo que hizo el tío respecto del
salvamento, y más bien se extiende en una visión, si se quiere idílica, sobre las
últimas horas de su tío. En la carta 6.20 aborda más bien sobre los sismos
premonitores a la erupción que azotaron la región campaniana, su situación en
Miseno, y cómo se vivía la hecatombe allí, acompañada de más sismos durante la
38
erupción, así como imponentes rayerías34, y cuáles eran sus sentimientos y el de la
gente en general, con varias descripciones sobre lo que observó a lo lejos, hacia el
sector de Oplontis, Pompeya y Estabia, aunque no les mencione exactamente. No
sabemos a partir de las cartas de Plinio el Joven, qué pasó luego de la gran tragedia
volcánica en el área de Campania, puesto que tales cartas fueron escritas a Tácito
solo para contarle sobre la muerte de su tío (la 6.16) y luego, ante pedido de Tácito,
de más detalles sobre él mismo durante la tragedia.
Suetonio (113, pp. 274-275), a inicios del siglo II, también hace una corta
alusión al desastre del Vesubio, cuando describe los acontecimientos de la vida del
emperador Tito:
34 La sismicidad previa a una erupción es algo común en este tipo de grandes erupciones,
cuando el magma asciende a través de la corteza terrestre, y asimismo la sismicidad durante
el proceso eruptivo, y la rayería, la cual se da por intercambios de cargas eléctricas entre las
cenizas llenas de vidrio volcánico caliente, y la atmósfera calentada en gran movimiento.
39
noches, y una peste, en fin, cuyos estragos fueron espantosos. En estas
calamidades demostró la vigilancia de un príncipe y el afecto de un padre,
consolando a los pueblos con sus edictos y socorriéndoles con sus dádivas.
Varones consulares, designados por suerte, quedaron encargados de reparar
los desastres de la Campania; se emplearon en la reconstrucción de los
pueblos destruidos los bienes de los que habían perecido en la erupción del
Vesubio sin dejar herederos.
35 De los libros subsecuentes al LX aún no hay traducción al español. Se echa mano de una
traducción al inglés, sugerida y en parte reproducida por Sebesta (2006, pp. 102-104), libro
66.21-25. La traducción es totalmente asequible en línea:
http://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/Roman/Texts/Cassius_Dio/66*.
36 Esto es ambiguo, y podría interpretarse como cambio de nivel de los pozos, o un cambio
en el nivel freático evidente en charcos o lagunas, que bien pudiera estar relacionado con un
inflamiento del terreno no perceptible al ojo, y quizás debido a la intrusión de magma en
niveles someros de la corteza. Menciona además temblores premonitorios, que sí son
mencionados por Plinio.
37 Esto no parece exagerado, en tanto el patrón observado de distribución de la pómez
mostrado en la Figura 3 indica hacia el sureste. Siria y Egipto quedan a unos 2000 km de
distancia, y comparando el tamaño de la erupción, similar por ejemplo a la del Cosigüina en
Nicaragua en 1835, es plausible.
40
activo posterior a la gran crisis volcánica38, y por último, al igual que Suetonio, indica
que el emperador Tito hizo ingentes esfuerzos por la recuperación económica y de
los habitantes de la región.
Ha sido lo común a lo largo de la historia, que la defensa civil fuera vista como
una serie de medidas para tomar de manera inmediata una vez que las calamidades
38 Por supuesto Dion Casio además tiene la ventaja que escribe un siglo después que Plinio
el Joven escribiera sus cartas a Tácito, y tenía noticia de una continuada o cíclica o
recurrente actividad del volcán, mucho menor, ciertamente, que a la de la gran erupción.
41
ocurrieran, y también comúnmente que los cuerpos organizados fueran dependientes
de las fuerzas militares. Así, la defensa civil no es algo nuevo en las estrategias de
gestión de riesgo, y con ciertos avances, derivaron a cuerpos más preventivos, o
bien para evitar que algunos eventos pasaran de ser dañadores a catastróficos o
calamitosos (Quarantelli et al., 2007, p. 20.). Por ejemplo, en la antigua Roma,
brigadas de bomberos fueron organizadas por el emperador Augusto en el año 22
a.C., y la ley ordenaba a los ciudadanos tener agua a mano para manejar cualquier
situación relativa al inicio de un incendio (Racco, 1985, p. 456.). Las brigadas eran
operadas por un grupo de esclavos sin mucho entrenamiento, pero a raíz del
incendio de Roma del año 6, que casi destruyó un cuarto de la ciudad, se fundó un
cuerpo de vigilantes a su cargo, a tiempo completo y con maquinaria apropiada, que
sería el primer cuerpo de bomberos organizado de la historia (Quarantelli et al., 2007,
p. 20.).
42
incluyera una aproximación totalmente preventiva, incluyendo inundaciones,
terremotos y otros eventos naturales o los antropogénicos (como los incendios), pues
no había un entendimiento avanzado sobre la génesis de los eventos sísmicos o
volcánicos.
Serbat (1995, pp. 22-35) aventura la hipótesis de que Plinio el Viejo no hizo
mayor cosa durante la emergencia del Vesubio, que guiar una nave a salvar a sus
amigos que suplicaban ayuda, y que posiblemente era un tipo enfermo y decrépito,
obeso y en decadencia, y que el relato de su sobrino lo enaltece por interés y lealtad
familiar. Es una hipótesis que no encuentra otro sustento, que la conjetura. Si bien
Plinio el Joven afirma que su tío era corpulento, nada más indica que sus facultades
estuvieran disminuidas, y más bien toma el mando de la situación. Es cierto que el
sobrino enfatiza en su carta a Tácito, el valor y el desprendimiento humano del tío,
pero no parece tan exacerbado. Cuesta creer que el almirante de la flota del Tirreno,
que dos años antes haya publicado su magna obra de treinta y siete volúmenes, con
un gran poder concedido por el propio emperador, no haya dado algunas
instrucciones adicionales a sus embarcaciones para hacer algo más en labores de
salvamento, que solo ir con una pequeña nave él solo y sus acólitos. Si no hubiera
sido considerado como un héroe durante la tragedia, entonces ¿por qué el interés de
Tácito de enaltecer la memoria de Plinio el Viejo, pidiendo a su sobrino que detallara
los últimos días de su vida? Por desgracia, como se ha mencionado, el volumen de
43
la obra de Tácito donde toca estas cuestiones ha desaparecido, y solo tenemos el
testimonio de Plinio el Joven para sostener nuestra tesitura del tío, como un pionero
de la defensa civil práctica en el Imperio Romano.
Por otra parte, la descripción de la erupción del Vesubio hecha en las cartas
de Plinio el Joven a Tácito (las mencionadas cartas 6.16 y 6.20), han sido usadas por
los vulcanólogos para entender las erupciones de enorme energía y tamaño, que en
su honor fueron bautizadas “plinianas” y así se siguen conociendo. En la
Enciclopedia de Vulcanología, uno de los más respetados textos de Vulcanología en
el presente, hay dos claras referencias al respecto. La primera, incluye la amplia
descripción de las erupciones plinianas:
44
La segunda referencia es la corta definición de las erupciones plinianas:
“Named for Pliny the Younger, a violently explosive eruption that ejects a large
volume of tephra high into the stratosphere”. [Nombradas a partir de Plinio el Joven,
una erupción violentamente explosiva que eyecta un enorme volumen de tefra alto en
la estratosfera] (Harris, 2000, p. 1301).
Bien puede llamarse la atención que este término debería ser en honor al tío o
bien, a ambos Plinios, con el tío como héroe precursor de una defensa civil, y no al
sobrino exclusivamente, simple descriptor y testigo de las erupciones.
Las reconstrucciones hechas de la erupción del Vesubio del año 79 y que han
sido seguidas con base en la estratigrafía de los depósitos conservados en los sitios
de las ciudades sepultadas, han permitido además a la Vulcanología moderna,
entender procesos cinemáticos y energéticos del comportamiento de las erupciones
plinianas, y en particular de esta erupción, que es una de las más estudiadas de la
historia de la Vulcanología.
45
eventos narrados por Plinio el Joven en sus cartas, y así hacer una reconstrucción
prolija desde el punto de vista vulcanológico (Figuras 5 y 6). Un aporte a la ciencia,
basada en los Plinios, diecinueve siglos después.
46
Figura 6: Detalle estratigráfico de los depósitos de la erupción del Vesubio del año 79,
excavados en Pompeya, en los límites con áreas residenciales modernas, desarrolladas varios
metros por encima del nivel de la ciudad antigua. Fotografía cortesía de la Dra. Sara Mana.
47
Figura 7: Vista del volcán Vesubio desde las ruinas exhumadas de Pompeya. Fotografía
cortesía de la Dra. Sara Mana.
48
se debe, a que la Campania aún no terminaba de reponerse y repoblarse luego de la
erupción del 79 (Rolandi et al., 2004). Además, el imperio se había desmembrado, y
había una crisis general, y ya nadie se acordó de reconstruir mucho un evento de
esta magnitud.
La erupción del año 79, sigue siendo un excelente ejemplo de cómo recabar y
superponer datos geológicos, vulcanológicos e históricos y ha servido de base para
desarrollar técnicas y comparaciones en Vulcanología, que a la larga, han sido
además un acicate ulterior para analizar la dinámica y el peligro volcánico en el área
periférica al Vesubio (verbigracia: Giacomelli et al., 2003; Gurioli et al., 2005, 2010;
Shea et al., 2012).
Esto nos recalca una vez más, el enormísimo valor de las crónicas de Plinio el
Joven en sus cartas, solicitadas por Tácito, y gracias a la intervención de Plinio el
Viejo antes de su muerte.
De tal manera, los escritos de ambos Plinios, la erupción del Vesubio del año
79, y las ciudades sepultadas por esa gran erupción, son importantes testimonios de
las ciudades, la cultura y el modo de vida del Imperio Romano en la segunda mitad
del siglo I.
49
Figura 8: Imagen satelital del Vesubio y la Bahía de Nápoles (36 km x 45 km) tomada el
26/07/2000. La imagen tipo ASTER (Advanced Spaceborne Thermal Emission and Reflection
Radiometer) muestra falsos colores, de modo que resalta en rojos intensos las áreas boscosas
y en celestes las áreas urbanas. Se muestran los sitios de las ciudades antiguas y la actual
Nápoles. (Imagen cortesía de NASA/GSFC/MITI/ERSDAC/JAROS, y U.S./Japan ASTER Science
Team. Asequible a través del cibersitio
http://eoimages.gsfc.nasa.gov/images/imagerecords/1000/1045/aster_vesuvius_lrg.jpg).
50
caminos romanos, trazado desde el siglo IV, muestra a Pompeya aún (Romero,
2010, p. 122). Se dice que en esas áreas peri-pompeyanas solían aparecer
antigüedades, y hasta buscadores de tesoros había, que fueron dejando sus rastros.
Tanto estos hallazgos, como el interés que suscitaron a partir del Renacimiento las
cartas de Plinio el Joven donde se describe la erupción, promovieron algunas
hipótesis sobre la ubicación de Pompeya.
39 Algunos autores (como Romero, 2013, p. 52), de manera equivocada, han señalado que
esta capa es lava. Las lavas tienen un poder destructivo enorme y por su altísima
temperatura y masividad no dejan estructuras en pie. Las corrientes piroclásticas,
dependiendo de su relación de concentración de sólidos/gases, pueden ser capaces de dejar
estructuras en pie, e incluso dejar cuerpos vivos sin carbonizar, proclives a ser preservados.
Algunas corrientes densas, conocidas como flujos, como los que llegaron a Herculano,
acaban solidificándose como concreto, con cierta frecuencia. Las corrientes diluidas,
conocidas como oleadas, son las que llegaron en la fase terminal de la erupción a Pompeya y
Estabia, y por eso han dejado los moldes de humanos y animales, preservados.
51
empezaría a través de pozos, galerías y túneles, hasta que el peligro de los colapsos
determinó el inicio de las excavaciones desde arriba hacia abajo, tipo cielo abierto, y
que ha permitido desentrañar gran parte de la ciudad, aunque aún permanecen
partes sin redescubrir (Figuras 7 y 9).
Con la llegada de los franceses napoleónicos a principios del siglo XIX, hubo
un tesonero esfuerzo adicional en la excavación citadina, que se vino abajo con la
restauración de los Borbones en 1815.
52
Figura 9: Ruinas de Pompeya que muestran el nivel original de la ciudad, la cobertura de
piroclastos que la enterró en el año 79 y que han sido removidas en la excavación, así como el
nivel actual de desarrollo urbanístico en la periferia. Fotografía cortesía de la Dra. Sara Mana.
53
El uso político simbólico de Pompeya fue usado durante el periodo de las
entreguerras a principios del siglo XX, y durante la Segunda Guerra Mundial hubo
algunos daños a la ciudad. Pero una vez terminada la guerra, el esplendor del
descubrimiento y la profesionalidad en las excavaciones, así como a los intentos de
racionalizar la visitación, le han dado nuevos aires a Pompeya, de la cual aún queda
un tercio (cerca de veinticinco hectáreas) por desentrañar.
54
paredes paralelas al flujo de las corrientes piroclásticas, aunque paredes
perpendiculares al flujo, colapsaron. Se han recuperado 1150 cuerpos, y se estima
que otros 464 permanecen en las partes no excavadas. Un número posible de 2000
muertos parece plausible, de una población total de unas 15 000 personas (Luongo
et al., 2003a, 2003b). Al final, el grueso de la ciudad quedó bajo la tefra del Vesubio
(Figuras 5, 6 y 9).
La vida cotidiana, el suelo de los aposentos, las pintas en las paredes, las
pinturas, el moblaje, el arte, la arquitectura, el comercio, la economía: todo puede ser
desentrañado a partir de los objetos muebles e inmuebles preservados. Un gran
universo sobre el arte romano nos lo dan las numerosísimas pinturas preservadas
como frescos (Figura 10), que van desde temas religiosos, hasta los mitológicos y
mundanos40.
55
Figura 10: Fresco pintado en una de las paredes de las ruinas de Pompeya. Fotografía cortesía
de la Dra. Sara Mana.
Bien vale citar, un párrafo del libro de Beard (2009, p. 20) sobre Pompeya,
para entender la magnitud de lo que nos muestra la ciudad respecto de ese universo
romano del siglo I:
Pompeya está llena de sorpresas. Hace que hasta los especialistas más
severos y bien informados se replanteen sus ideas acerca de la vida en la
Italia romana. Una gran vasija de barro con un letrero pintado anunciando su
contenido y especificando que se trata de «Garum kosher» nos recuerda que
a individuos como Umbricio Escauro podía ocurrírseles la idea de introducir
sus productos incluso en el nicho comercial formado por la comunidad judía
local (garantizando que no había moluscos entre los ingredientes actualmente
irreconocibles de aquel preparado fermentado). Una maravillosa estatuilla de
marfil de la diosa india Lakshmi, hallada en 1938 en una casa que actualmente
56
lleva su nombre, la «Casa de la Estatuilla India», nos induce a pensar una vez
más en los contactos de Roma con el Lejano Oriente. ¿Llegó a través de
algún mercader pompeyano, como recuerdo de sus viajes? ¿O quizá a través
de la comunidad de mercaderes nabateos (originarios de la actual Jordania)
que vivían en la vecina Púzol (Puteoli)? Casi igualmente inesperado fue el
reciente hallazgo de un esqueleto de mono cuyos huesos diseminados en los
almacenes del yacimiento pasaron desapercibidos a los primeros
excavadores. Quizá se tratara de una mascota un tanto exótica, o más
probablemente fuera un animal amaestrado de algún teatro o circo callejero,
destinado a entretener al público.
57
3.5. Literatura, arte y cine alrededor de Pompeya y el Vesubio
Como era de esperarse, una vez que los descubrimientos de las ciudades
perdidas y encontradas se tornaron en un enorme tesoro por venir, las cartas de
Plinio el Joven volvieron a tomar relevancia significativa en el mundo intelectual, y
para cuando los trabajos tomaron un auge mayor, la imaginación de los artistas voló.
Tanto la de los artistas plásticos como la de los literarios, porque se confirmaba con
toda su brutalidad, el drama espantoso ocurrido en el siglo I, de ciudades arrasadas
con gran parte de sus habitantes. Y no solo eso, sino que el enorme volcán estaba
allí acechante a la creciente urbe de Nápoles. Un ejemplo notorio es la pintura que se
muestra en la Figura 11.
Figura 11: Pintura titulada “El Vesubio y Pompeya” (1870) de Robert S. Duncanson (1821-1872),
exhibida en el Smithsonian American Art Museum en Washington, D.C., EE. UU. (Imagen usada
con permiso expreso del Museo)41.
58
Desde el siglo XVI, ya existía cierto interés en el volcán, que se acrecentó con
su erupción violenta de 1631. El hecho que exacerbaría, sin embargo, el deseo de la
pintura del Vesubio, fue el descubrimiento de Herculano y Pompeya a mitad del siglo
XVIII, que empezó a atraer artistas para pintarlos, a lo largo del resto del XVIII y del
XIX (Tabla 1). Contrario a la vista calma de ruinas y volcán dormido de la Figura 11,
a principios del siglo XIX, hubo una serie de pinturas que mostraban el dramatismo
de la erupción que arrasaría Pompeya y su vecindario. Existen cuadros de un
romanticismo tremendista, con violentas erupciones del Vesubio y a veces trazas de
una ciudad debajo: “Erupción del Vesubio” (1817) de Joseph W. Turner u otro de
igual título de Sebastian Pether de 1824, o bien, el del ruso Karl Pavlovich Bryullov,
de 1833, llamado asimismo “Los últimos días de Pompeya”, donde se adivinan trazas
de una cuidad en llamas (Sigurdsson, 2000b; De Villena, 2013).
La moda lleva además a la literatura (Moure, 2008), con la hoy clásica novela
Los últimos días de Pompeya, de Edward Bulwer-Lytton (1834); Viaje al Vesubio, del
Duque de Rivas (1844); Lágrimas, de Fernán Caballero (1848), y Arria Marcela, de
Teófilo Gautier (1852).
historia de Pompeya y el atractivo del Vesubio y su violento potencial atrajo muchos artistas
al área en el siglo XIX. La imagen muestra los restos de un anfiteatro, con el Vesubio
humeando en el fondo. Duncanson probablemente pintó esta escena de memoria, poniendo
diferentes ruinas juntas para crear una composición persuasiva.
59
Tabla 1: Artistas que han pintado al Vesubio, su nacionalidad y año de las
pinturas (adaptado de Sigurdsson, 2000 y De Villena, 2013).
Pieter Bruegel (1528–1569), holandés, 1558, 1561
Filippo D’Angeli (1587–1640), italiano, 1631
Didier Barra (1590–c.1650), francés
Guercino (Giovanni Francesco Barbieri, 1591–1666), italiano
Claude Lorrain (1600–1682), francés (1631)
Micco Spadaro (Domenico Gargiulo; 1609–1675), italiano, 1631
Scipione Compagno (?–c.1670), italiano, 1631
Thomas Wijck (1616–1677), holandés
Johannes Lingelbach (1622–1674), alemán, 1669
Jan Wyck (17th century), holandés, 1689
Antonio Joli (1700–1770), italiano
Claude-Joseph Vernet (1714–1789), francés, 1748
Carlo Bonavia (18th century), italiano, 1757
Pierre-Jacques Volaire (1729–1802), francés, 1777
Joseph Wright of Derby (1734–1779), ingles, 1774
Tomasso Ruiz (18th century), italiano, 1737
Jacob Philipp Hackert (1737–1807), alemán, 1774, 1779
Michael Wutky (1739–1822), austriaco
Pietro Antoniani (1740–1781), italiano, 1767
Pietro Fabris (?–1784), italiano, 1776
Jacob More (1740–1793), inglés (sobre año 79)
Angelica Kauffmann (1741–1807), suizo (sobre año 79)
Jean-Louis Desprez (1743–1804), francés, 1779
Alessandro D’Anna (1749–1810), italiano, 1794
Xavier Della Gatta (?–1827), italiano, 1794
Jean-Baptiste Genillion (1750–1829), francés
Giovan Battisa Lusieri (1755–1821), italiano, 1787, 1794
Saverio Della Gatta (1755–1827), italiano
Odoardo Fischetti (late 18th century), italiano, 1805
Camillo De Vito (c.1760–c.1830), italiano, 1794, 1820, 1822, 1828
Pierre-Henri de Valenciennes (1750–1819), francés (sobre año 79)
Joseph Franque (1774–1833), francés (sobre año 79)
Joseph Mallord William Turner (1775–1851), inglés
John Vanderlyn (1775–1852), estadounidense (sobre año 79)
Jacob Munch (1815), noruego
Francois-Joseph Heim (1787–1865), francés
Johann Christian Dahl (1788–1857), noruego 1820–1823
John Martin (1789–1854), inglés (sobre año 79)
Sebastian Pether (1790–1844), inglés (sobre año 79)
Karl P. Briullov (1799–1852), ruso (sobre año 79)
James Baker Pyne (1800–1870), inglés, 1856
Thomas Cole (1801–1848), estadounidense
Robert S. Duncanson (1802–1872), estadounidense
Raden Saleh (1816–1880), indonesio, 1839
James Hamilton (1819–1878) estadounidense (sobre año 79)
Albert Bierstadt (1830–1902), estadounidense, 1868
Degas, Edgar (1834–1917), francés, 1890
Auguste Renoir (1841–1919), francés
D. Antonio Munoz Degrain (1843–1924), español
Walter Womacka (1925–), alemán
Andy Warhol, (1928–1987), estadounidense
Mario Schifano (contemp.), italiano
60
La novela de Bulwer-Lytton asimismo, tomó notorios datos de los escritores
latinos (muchos de los que se han mencionado en los subcapítulos iniciales del
Capítulo 3 de esta memoria) para recrear con bastante veracidad la erupción, en
momentos además, que se desarrollaba la Vulcanología moderna en Europa. Y toma
el título y la idea, del mencionado cuadro del ruso Karl Pavlovich Bryullov
(Sigurdsson & López-Gautier, 2000).
La novela toma un personaje ciego, la dulce joven Nydia, capaz de guiar a sus
amigos en medio de la oscuridad producida por la erupción, de la que especula que
fue principalmente por caída de pómez y flujos hirvientes, lo cual es
sorprendentemente correcto, y para lo cual quizás se apoyó en observaciones de
amigos geólogos. Asimismo, usa la terminología de flujos de lodo, que en efecto
ocurrieron, y erróneamente atribuye a lava la destrucción de Herculano, de donde
probablemente muchos escritores han seguido usando la idea. A pesar de que desde
el punto de vista literario no ha sido muy apreciada, desde la perspectiva histórica y
científica, es acertada, y representó un éxito de ventas, y de notable influencia
ulterior, como en los filmes acotados y el más famoso de todos, del año 1935 (Figura
12).
61
dislocado al acueducto (la erupción inminente, que en realidad es la gran
protagonista), sino el mundo corrupto de la política romana.
Figura 12: Cartel de la película estadounidense Los últimos días de Pompeya, de 1935, dirigida
por Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper (tomada del dominio público a través de
http://es.wikipedia.org/wiki/Los_%C3%BAltimos_d%C3%ADas_de_Pompeya#mediaviewer/File:
LastDaysofPompeii.jpg).
63
con un matiz juvenil, “Los piratas de Pompeya” (2011) de Caroline Lawrence, donde,
por las cuevas de Sorrento, los piratas buscan esclavos (De Villena, 2013). Con
seguridad, la historia seguirá vigente por décadas y quizás siglos.
64
Capítulo 4
Discusión y conclusiones
65
Los dos Plinios, el tío conocido como “el Viejo”, y el sobrino conocido como “el
Joven”, originarios de Como, en el norte de Italia, fueron dos destacados romanos
que en su conjunto vivieron gran parte del siglo I y el inicio del siglo II. El tío dedicó
gran parte de su vida a la observación y recopilación de datos científicos y publicó la
monumental obra Historia natural. También se dedicó al servicio del Imperio, y murió
como almirante de la flota del Tirreno durante la gran erupción del Vesubio en el año
79. Su sobrino, un jovenzuelo de diecisiete años en ese momento, llegó a ser
también un notorio funcionario, que alcanzan el cargo de legado imperial en la
provincia de Bitinia-Ponto, en donde falleció probablemente en el año 113. Publicó
una voluminosa cantidad de cartas, entre las cuales destacan dos, en las que le
cuenta a su amigo Tácito, a pedido de él, sobre la muerte de su tío y la erupción del
Vesubio. Estas cartas vendrían a convertirse en uno de los documentos históricos
más útiles en la historia de la Vulcanología y la Arqueología, debido a su
minuciosidad descriptiva.
66
creciente cantidad de datos, información, objetos y aprendizaje rescatados respecto
de Pompeya, revelaron la enorme veta de conocimiento del siglo I romano que
proveían, en tanto las ciudades fueron fosilizadas y no recibieron contaminación
cultural durante diecisiete siglos. Gran parte del conocimiento de esa época romana
en relación con la religión, idioma vulgar, sexualidad, arquitectura, arte, mitología,
vida urbana, mueblería, joyería, economía y muchos otros campos, se lo debemos al
conocimiento desenterrado en Pompeya, de la cual, aún permanece un tercio bajo la
tefra del Vesubio.
67
enseñanza indirecta de los fenómenos volcánicos. Varias de estas obras literarias,
que aún continúan produciéndose, han hecho uso del conocimiento vulcanológico e
histórico obtenido para situar en lenguaje de novela histórica la gran tragedia del año
79 en la Campania romana.
68
Capítulo 5
Bibliografía citada
69
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75
Capítulo 6
Glosario
76
Augur: (Del lat. augur, -ūris). Oficiante, que en la antigua Roma practicaba
oficialmente la adivinación por el canto, el vuelo y la manera de comer de las
aves y por otros signos. (Tomado del DRAE).
Centunviro: (Del lat. centumvir, -ĭri). Cada uno de los 100 ciudadanos que en la
antigua Roma asistían al pretor urbano encargado de fallar en juicios sobre
asuntos civiles. (Tomado del DRAE).
Corteza terrestre: Parte más externa de la tierra sólida, compuesta por rocas de
relativa baja densidad, y que alcanza entre veinte y setenta kilómetros de
espesor.
77
cráteres, ya sea como flujos o bien de forma balística o transportados por el
viento.
Placa: Grandes masas de corteza y manto de unos cien kilómetros de espesor, que
se movilizan lateralmente e interactúan entre ellas y generan los grandes
procesos tectónicos.
Pómez: Piroclasto de baja densidad con alta porosidad, de colores claros, producto
de grandes y violentas erupciones, usualmente de magmas viscosos con alto
contenido de sílice.
Subducción: Proceso mediante el cual una placa se introduce por debajo de otra
debido a movimientos laterales de las placas, en un encuentro convergente, y
producen sismicidad y magmatismo, principalmente.
Tectónica: Parte de las ciencias geológicas que trata sobre La deformación de las
rocas, principalmente en las partes más someras del planeta (cien kilómetros
exteriores).
78