Legitimacion Proceso
Legitimacion Proceso
Legitimacion Proceso
INTRODUCCION
En los últimos años ha despertado un aut‚ntico inter‚s por develar el misterioso problema
que presenta la legitimación para obrar en el proceso.
Quiz , la constatación de verla como un obstáculo para el acceso a la justicia haya motivado
a la doctrina para abordar nuevamente sus prolegómenos; aunque tambi‚n actúan en la especie otras
consideraciones como son la tradición jurisprudencial equívoca, la repetición dogm tica de criterios
ambiguos, y porqu‚ no, la incoherencia legislativa que domina en los códigos y en la misma
Constitución Nacional.
Argentina resuelve la cuestión en dos mbitos diferentes, aun cuando se relacionan
íntimamente: son los campos procesal y el constitucional.
El primero, adopta al sistem tica que nos viene de la Ley de Enjuiciamiento Civil Española;
y la restante, a trav‚s de los derechos y garantías consagrados en los artículos 18 y 43, b sicamente.
Sin embargo, la metodología que llega del sistema ib‚rico no refiere en momento alguno a la
legitimación procesal, prefiriendo dividir las aguas entre los problemas del "car cter con que el
litigante se presenta al juicio", y las "cualidades necesarias para hacerlo".
Por su parte, nuestra Ley Fundamental, sobre todo en el capítulo de los "nuevos derechos y
garantías", insiste en otorgar acciones r pidas y expeditas para proteger los derechos que allí
enumera, a "toda persona", a "todos los habitantes", " a los consumidores" y "usuarios", que
despu‚s se encuentran postergados por la escala de accesos que parte de los derechos individuales,
continuando con las representaciones directas o indirectas posibles.
Nuestra intención es ofrecer una visión simult nea en ambos frentes. El derecho procesal
constitucional lo permite aun cuando sea preciso trazar algunas distancias por las diferencias
tuitivas que surgen de las materias disciplinadas.
El punto de reunión es la entrada al proceso, a todo proceso (civil, constitucional,
internacional, transnacional), de manera que la referencia obligada es el concepto de "acción",
desde el cual se vislumbra el acceso a la justicia y sus diferencias con los derechos alegados y la
pretensión a una sentencia favorable.
Las categorías establecidas en la legitimación (ad causam y ad processum) constituyen el
paso siguiente, para proyectar inmediatamente las consecuencias de cada una de los presupuestos
que se requieren para actuar en el proceso civil.
Una vez cumplidos los esclarecimientos que, como perspectivas particulares, no dejan de
mostrar ideas que pueden asimismo aparecer confusas, propiciamos encontrar en las cuestiones de
legitimación que se ofrecen, un punto morigerador, una teoría <<procesal-constitucional>> de la
legitimación que dinamice y haga efectivo el derecho a la tutela judicial que, consagrada en el
artículo 24 de la Constitución española, surge presente en el texto nacional a trav‚s de sus nuevos
capítulos.
CAPITULO I
LA ACCION Y EL DERECHO AL PROCESO
Capítulo II
LOS DERECHOS Y LA LEGITIMACION PROCESAL
Capítulo III
LA LEGITIMACION PARA OBRAR
Capítulo IV
LA LEGITIMACION AD PROCESSUM
d) Concursados y quebrados.
La indisponibilidad patrimonial que padecen los sujetos que se encuentran en concurso civil
o comercial, y el desapoderamiento consecuente de bienes que en ellos sucede, tanto como en los
procesos que se declara la quiebra, derivan en la incapacidad de las personas físicas que tendrían
que intervenir.
En su lugar actúa el síndico y la administración de los bienes se convierte en una masa
patrimonial que pertenece a un núcleo común que es el concurso o la quiebra.
b) El Ministerio Público
En el proceso civil la actuación del Ministerio Público es residual y con finalidades muy
precisas, pero en algunos casos, su presencia en calidad de "parte" es ineludible, tal como sucede
cuando el Estado ocurre como actor o demandado.
A veces, la participación se refiere a la fiscalización del orden público como en el artículo
151 que dice: "En los juicios de divorcio y de nulidad de matrimonio sólo se dar vista a los
representantes del Ministerio Público en los siguientes casos: 1. Luego de contestada la demanda o
la reconvención; 2. Una vez vencido el plazo de presentación de los alegatos; 3. Cuando se
planteare alguna cuestión vinculada a la representación que ejercen. En este caso, la vista ser
conferida por resolución fundada del juez".
Debe aclararse que son representantes del Ministerio Público el agente fiscal y el asesor de
menores. A ellos se refiere este artículo, pues cuando en un juicio actúan el defensor de menores y
los defensores de pobres y ausentes, lo hacen como representantes de parte interesada y no como
meros intervinientes con función de vigilancia, ya sea, en el caso del agente fiscal, en las cuestiones
de estado que se ventila en un juicio de divorcio o de nulidad matrimonial, o en el caso del asesor
de menores e incapaces, coadyuvando como representante promiscuo ( )ÿ.
En la provincia de Buenos Aires, la legitimación para actuar que confiere este dispositivo
colisiona con las normas que organizan la misma composición del cuerpo oficial, pues en estas se
permite la intervención a requerimiento de los jueces de la causa, lo que ha sido declarado
impertinente por la Suprema Corte provincial ( ).
En el orden federal, al Estado lo representa la Procuración del Tesoro de la Nación, mientras
que en la provincia de Buenos Aires, la función le corresponde a la Fiscalía de Estado.
En ambos casos, el Código Civil les asigna calidad de personas jurídicas de car cter público
(art. 33 inciso 1ro.), prescindiendo de la relación jurídica que al proceso los lleve; situación que se
proyecta a las dem s administraciones estatales con autarquía y autonomía funcional.
Los planteos de legitimación que suelen ocurrir asientan m s en equivocaciones de las partes
al elegir el ente demandado que por cuestiones de capacidad, propiamente dichas. Si fuera una
universidad pública la accionada y se nominara en la demanda (art. 330 inciso 2ø, CPC) como
sujeto pasivo a una Facultad que la integra, se manifiesta la confusión. No existe incapacidad del
órgano, sino imposibilidad de asumir calidad de parte por no ser el "justo contradictor", a pesar de
estar emplazado en el derecho e inter‚s que produce el conflicto.
Una vez m s, queda demostrada la distancia entre legitimación y capacidad.
Capítulo V
LAS PARTES EN EL PROCESO
15. Concepto de parte
El derecho de acceder a la jurisdicción est respaldado como una garantía constitucional; es
un patrimonio incorporado a los derechos del hombre que no reconoce calidades especiales.
La mención que hace la Constitución Nacional, sobre todo en los artículos 41 y 43 acerca de
que "todos los habitantes" o "todas las personas" tienen derecho a un proceso r pido y expedito
importan reconocer la amplitud como se extiende en nuestro sistema el ingreso a la justicia.
La defensa de los derechos e intereses individuales, sociales, colectivos y difusos tienen vías
particulares que, al estar reguladas en los códigos de procedimientos, requieren cumplimentar
presupuestos de admisión y pertinencia.
La relación entre Constitución y proceso impone que las cargas t‚cnicas no desvirtúen el
contenido principista de la norma fundamental; y al mismo tiempo, que el debido proceso previsto
en la Carta magna pueda instrumentarse adecuadamente en las reglas adjetivas.
El objeto final ser , precisamente, lograr que el sistema otorgue la tutela efectiva sobre
dichos intereses y derechos subjetivos, generando la satisfacción plena de las pretensiones opuestas.
Este es el marco como se orquesta el diseño del acceso a la justicia y el derecho a la
jurisdicción.
Inmediatamente, apenas establecido el placet de admisión al juicio, observamos que la
preocupación inmediata del litigante es convertirse en parte. ¨Qu‚ significa este concepto?.
Es evidente que para hablar de "parte" o de "partes" se necesita tener un inter‚s
contrapuesto, duplicidad de planteos o la misma controversia (lucha de intereses) entre dos o m s
individuos. La idea de conflicto subyace en la concepción buscada, y en la tradición que orienta
respuestas al problema.
Pero la calidad de "parte" sólo se obtiene en el proceso, porqu‚ es un concepto pura y
exclusivamente procesal. Tal entidad tiene que la L.E.C. dice que el proceso jurisdiccional es un
proceso de partes (arts. 481 y 486), e inclusive, cualquier ordenamiento lo confirma, porqu‚ si una
de ellas no estuviera, el Estado se ocupa de generar figuras de representación que, gracias a las
ficciones de las reglamentaciones t‚cnicas, permiten encontrar la dualidad necesaria (principio de
bilateralidad).
Aun así la idea no tiene demasiada claridad, pues basta una simple mirada hacia las
personas que actúan en juicio para ver que no son únicamente los contradictores los que allí se
encuentran. Intervienen, quiz , otros que asumen la representación del titular del derecho
conflictuado; gestores procesales; terceros interesados; e incluso, abogados que patrocinando a la
parte se convierten ellos mismos en "parte" a trav‚s de las creaciones de derechos que el
enjuiciamiento provoca (V.gr.: condena en costas, derecho al honorario, etc.).
Es m s, el conflicto planteado en hipótesis podría reconocer m s de un involucrado y no
hallarse todos ellos en el proceso, de modo que la integración del pensamiento común de una de las
partes estaría ausente, afectando el derecho de defensa de quien no est .
Existen distintas posibilidades para examinar la noción de parte y conceptos distintos para
hacerlo. B sicamente encontramos tres ideas contrapuestas:
a) Parte es, en primer lugar, la persona que demanda o en cuyo nombre se demanda; y en
segundo lugar, la persona frente a la que se demanda. Son partes por el sólo hecho de formular la
pretensión, independientemente de que sean o no titulares de la relación jurídica sustancial
deducida.
b) No se puede considerar una sola tipicidad para establecer la condición de parte, sino en
función de la calidad del derecho que tutelen; de este modo, quien sea titular en la relación jurídica
tendr condición de "parte material"; mientras que la actuación de otros podr catalogarse como
"parte" en sentido procesal.
c) Parte, es sólamente el titular del inter‚s jurídicamente relevante que en el juicio se
promueve.
Cada una de ellas adscribe al vínculo que los autores señalan con el derecho de acción y, por
tanto, a partir de ellos ha de buscarse la coincidencia o el error.
20.2 La contradicción
Ahora bien, la estructura del proceso dependiza el norte de los principios siguiendo pautas
basilares como las del proceso contradictorio.
Bien explica Díaz que "el principio de bilateralidad de la audiencia, o del contradictorio
expresa que, salvo excepciones limitadas, el Juez no podr actuar su poder de decisión sobre una
pretensión (civil, lato sensu o penal), si la persona contra quien aquella ha sido propuesta no ha
tenido oportunidad de ser oída: audiatur et altera pars" ( ).
La contundencia del axioma persigue que todo acto procesal, desde aqu‚l que contiene la
pretensión, hasta aquellos que tengan la m s mínima incidencia en los derechos del confrontado,
puedan merecer r‚plica del oponente y, en su caso, prueba que lo desmerezca o descalifique.
Dado que el principio se respeta y protege dando oportunidad de defensa, contrae cierto
contenido eventual u optativo que guarda relación con el principio de preclusión de los actos
procesales, según el cual, abandonada o superada una etapa se pasa a la siguiente sin posibilidad de
regreso.
El contenido hipot‚tico del postulado no significa quedar anulado por el acto omisivo de
quien tiene oportunidad de alegar y no lo hace; tan sólo refiere a un desplazamiento temporal de la
secuencia cuya expresión m s acabada es la reaparición del rebelde en el proceso.
Es decir que el principio de contradicción se respeta dando oportunidad cierta de defensa,
pero no requiere efectivización. La única limitación estaría en el conocimiento concreto del acto en
traslado, de modo tal que su vigencia depender de la comunicación fehaciente que de aquella se
hubiere hecho ( ).
En otro sentido, la ausencia de respuesta sólo precluye la oportunidad, el tiempo para
hacerlo, aunque pueda algunas veces repensar su actitud y volver contra el acto. Por ejemplo, el
rebelde que abandona su contumacia y comparece a estar a derecho, se lo tiene por parte, pero en el
estado procesal que transcurre la litis.
Asimismo, existen actos que dictados inaudita pars, podrían generar cierta flexión en el
principio, tales como las medidas cautelares; empero, el principio de bilateralidad queda
resguardado al observarse que lo único diferente es el tiempo para cuestionar: no se desplaza el
contradictorio en sí mismo, sino la oportunidad para hacerlo.
20.3 Igualdad entre las partes
El principio de igualdad tiene cabida en el concepto fundamental de "debido proceso"; pero
cabe interrogarse ¨qu‚ alcance tiene esta igualdad, en la integración de los preceptos que a las partes
se aplica?
Evidentemente la referencia trae implícita la llamada igualdad de armas ( ), es decir, el
equilibrio prudente entre las razones de las partes dando igual oportunidad a ellas para demostrar
sus convicciones. La idea est en quitar espacio a la inferioridad jurídica ( ), sin conceder a unos
lo que a otro se niega, en igualdad de circunstancias ( )
La frase igualdad de armas sostiene una categoría filosófica asentada en la justicia
conmutativa que difiere de la igualdad de circunstancias porque en ‚sta ser posible observar la
realidad del suceso procedimental, con los repliegues intrínsecos del principio de igualdad ante la
ley con los avatares que le afronta un proceso común.
La pobreza social o cultural son fisuras evidentes de ese plano equidistante que se postula,
los que pretenden remediarse a trav‚s de las compensaciones legales (V.gr: defensorías de pobres y
ausentes; beneficio de litigar sin gastos). Quiere decir -en palabras de Couture- "que el principio de
igualdad siempre intenta un nuevo esfuerzo para restablecer el equilibrio perdido" ( ).
Asimismo, enraizado en la igualdad, suele hablarse de la igualdad en la fila ( ), donde el
resultado obtenido en el proceso sirve las veces de modelo de otras conductas o situaciones que se
emparentan por su fisonomía similar.
Dos son los problemas reflejados en este pasaje: por un lado, el de lograr que la justicia
permita razonar sobre la base de precedentes alcanzados sin llegar al extremo de la uniformidad
imprudente (por el destino creador y transformador de la jurisprudencia); y por otro, obtener la
misma accesibilidad que consiguió el proceso modelo.
Capítulo VI
LA POSICION DE PARTE Y SUS MODIFICACIONES EN EL PROCESO
a) Requisitos propios
Va de suyo, en consecuencia, que la sustitución requiere: a) la existencia de una relación
jurídica sustancial; b) un proceso en tr mite; c) un sujeto procesal que actúe en calidad de parte
principal litigando por esa misma relación y en el mismo juicio, pero sin tener condición de titular
activo o pasivo de ella; d) una solución normativa que autorice la admisión y, e) un vínculo jurídico
de derecho material que justifique o fundamente la solución ( ).
b) Supuestos de aplicación
Los casos posibles que permiten aplicar este instituto son bastante conflictivos, en la medida
que puede f cilmente confundirse un caso de sustitución con otro de sucesión, o bien, con un
supuesto de actuación en inter‚s y derecho propios, siendo alegado como de sustitución de parte.
En algunos caso la intervención del sustituto es directa porque se provoca a trav‚s de la
misma acción que tiene posibilidades de incoar (V.gr.: pretensión subrogatoria); en otras es
provocada (V.gr.: citación de evicción); tambi‚n puede resultar parte exclusiva cuando suplanta
totalmente la calidad de parte principal; o litisconsorte si actúa acompañando al actor o lo hace
como tercero adhesivo simple. Finalmente, la sustitución es originaria, en el caso de que el sustituto
asuma la calidad desde el comienzo del proceso, en tanto que es sucesiva cuando lo hace con
posterioridad a la demanda o a la contestación ( ).
En líneas generales, se mencionan como ejemplos de la sustitución de parte, los siguientes:
1) La acción subrogatoria; 2) la citación de evicción; 3) La acción directa contra las companías
aseguradoras en materia de accidentes laborales o de tr nsito; 4) La demanda deducida en nombre
del concurso por el acreedor que actúa en contra de lo asesorado por el síndico y pese a hab‚rsele
denegado la autorización judicial ( ); 5) la reclamación de honorarios regulados en juicio y sin
percepción de sus beneficiarios, a trav‚s de los organismos profesionales que persiguen -
indirectamente- la integración de los aportes obligatorios a sus cajas de seguridad social; 6) la
acción del acreedor en defensa de los bienes prendados o gravados en forma real contra los ataques
de terceros; 7) la actividad cumplida por el síndico o por el administrador respecto de los bienes
que tiene a su cargo y sobre los que el titular no tiene facultades de disposición.
d) La sucesión procesal frente a los supuestos de transmisión de derechos por actos entre
vivos
El Código Procesal Civil de la Nación dispone en el artículo 44: "Si durante la tramitación
del proceso una de las partes enajenare el bien objeto del litigio o cediere el derecho reclamado, el
adquirente no podr intervenir en ‚l como parte principal sin la conformidad expresa del adversario.
Podr hacerlo en la calidad prevista por los arts. 90 inciso y 91 primer p rrafo".
A trav‚s del sistema creado se reglamentan tres supuestos de sucesión procesal (aun cuando
el código los presente como casos de sustitución de parte): a) por enajenación del objeto litigioso;
b) por cesión del derecho litigioso, y c) la intervención impropia como tercero adhesivo simple.
Sin embargo, el enunciado no es preciso al no especificar la forma como se produce el
ingreso y la tipicidad que asume la figura del sucesor a título particular.
En el caso de enajenación del objeto litigioso, el adquirente podr acceder al proceso si ‚ste
estuviera en tr mite, es decir, que es el único supuesto que contempla el código. De lo contrario, la
acción ejercida corresponde a una pretensión subrogatoria. Tales intervenciones el código las
contempla como citación de evicción (arts. 105 y ss.) y acción subrogatoria (art. 111 y ss.),
respectivamente.
Inclusive, la legitimación que se adquiere en estos casos es directa y no depende de la
situación que tenga la parte en el proceso al que se adscribe. Es decir, en ningún caso entra en juego
la relación jurídica material que vincula al deudor (la parte) con el subrogante o el citado de
evicción, sino otro bien distinto que opera en terreno de las posibilidades de actuar en juicio
conjuntamente con aquella, esto es, un derecho exclusivamente procesal que asigna legitimación
para obrar.
Por eso apunta Montero que "en la acción subrogatoria hay que distinguir entre el derecho
procesal propio del acreedor y el derecho subjetivo material del deudor; el sustituto ejercita los dos,
pero en el segundo est haciendo valer en nombre propio derechos subjetivos que afirma
corresponden a otros. En conclusión, la acción subrogatoria no confiere al acreedor derecho
material alguno, y sí un derecho procesal; las dos relaciones jurídicas no se ven alteradas por la
legitimación que se confiere al acreedor; a ‚ste no se le da nada que no tuviera antes, pues lo que se
le reconoce es un derecho procesal. Por eso el acreedor no puede pedir para sí, sino que pide para
su deudor, para integrar el patrimonio de ‚ste, con el fin de posibilitar la efectividad del derecho
material que ya tenía reconocido" ( ).
Si fuere el caso de cesión de derechos litigiosos, debe analizarse las modalidades de la
convención, en cuanto a la posible permanencia de la parte cedente en calidad de parte, o la p‚rdida
absoluta de esa situación procesal. Por ejemplo, si la cesión es del derecho sustancial (aceptando
para ello, únicamente, el dualismo entre derecho y proceso) el sucesor ocupa la posición de parte
principal; mientras que si lo fuera de la calidad, quedaría integrado un litisconsorcio (V.gr.: art.
109, CPC), o bien, un supuesto de intervención de tercero (art. 112, apartado segundo, CPC).
El último de los casos indicados (intervención impropia) no refiere tanto a los supuestos de
sucesión como sí a la forma que asume dentro del proceso a consecuencia de la oposición que tiene
derecho a formular la contraparte.
En este supuesto, no se puede hablar ya de un caso de sucesión aut‚ntica, sino de
sustitución, porqu‚ al transferirse la titularidad del bien o del derecho, la posición que le
corresponde al cedente deja de ser "como dueño del derecho subjetivo" para resultar obligado ante
las consecuencias que del acto emergen (garantía prevista en el art. 1476 del Cód. Civ.).
23. La modificación en el número de intervinientes
Así como puede alterarse la personalidad procesal a trav‚s de figuras como las que hemos
visto, tambi‚n el conflicto puede quedar planteado entre m s de un individuo. Podr n ser varios
actores o varios demandados los que mantendr n el status de partes en su lugar.
Aquí, el proceso abandona su relación habitual entre dos para multiplicarla, pero conserva la
bilateralidad y la contradicción que ahora se d entre muchos.
Esta din mica de la controversia se denomina procesos con partes múltiples, o litisconsorcio
activo (varios actores) y litisconsorcio pasivo (varios demandados).
Son procesos complejos, bien por la diversidad de personas, o por la pluralidad de
pretensiones, o de una sóla pero con varios sujetos, donde el efecto externo m s característico es la
existencia real de un solo proceso y de un juicio único que le pone t‚rmino ( ).
Sin perjuicio de esta modalidad procedimental, la disputa entre partes puede encontrar -o
necesitar- otros involucrados en la relación jurídica que se ventila, debiendo integrarse la litis con
ellos a efectos de impedir que la sentencia los afecte sin que hayan tenido posibilidad de defensa.
Son los supuestos característicos de la intervención de terceros, ya sea en las modalidades
voluntaria o coactiva.
Finalmente, el proceso tambi‚n puede interesar parcialmente a otros. No y en la totalidad
del objeto procesal, sino, tan sólo, en una parte, en una única cuestión.
Es entonces cuando la litis incorpora un nuevo concepto de legitimados activos a trav‚s del
instituto de las tercerías, que se caracteriza porque la pretensión de ‚stos no viene a posicionarse en
lugar de cualquiera de los litigantes originarios, sino en un espacio individual y a trav‚s de una
específica cuestión que dentro del proceso deduce.
Son las denominadas tercerías de mejor derecho y de dominio que, de inmediato, veremos
en lo tocante al problema de la legitimación.
23.1 El litisconsorcio
La conexidad del inter‚s entre varias personas provoca que, actuando en conjunto,
constituyan el llamado litisconsorcio activo (posición de parte actora) o pasivo (posición de parte
demandada), cuya legitimación procesal se resuelve en función del vínculo que los unifica.
Definir el inter‚s para obrar de cada uno es una verdadera dificultad pues la reunión de ellos
en una misma calidad no supone, necesariamente, que tengan iguales intenciones o la misma
pretensión.
Las categorías conocidas de litisconsorcio permiten observar diferencias en la fisonomía
que adquiere la legitimación, en tanto cada una de ellas contrae un significado distinto de acuerdo
al modo y forma como se implementan.
Hay tres tipos de litisconconsorcio: 1) voluntario; 2) necesario, y 3) cuasinecesario. Cada
uno tiene un componente distinto en relación al o a los intereses que se actúan. Así, en el primero,
tambi‚n denominado litisconsorcio facultativo, queda expuesto en el plano subjetivo una
acumulación de objetos litigiosos que representan pretensiones basadas en derechos materiales que
se consideran acumulativos y no incompatibles ni excluyentes entre sí, e incluidos todos en el
mbito de competencia jurisdiccional, pero que, en definitiva, se distinguen, ya sea porque nacen de
un mismo título o se fundan en una misma causa de pedir. El fenómeno se circunscribe en el rea de
la acumulación de acciones (art. 87 y 88, CPC) y depende de la voluntad de quien pueda en estas
circunstancias demandar a varios o sólo a uno; o tambi‚n, del acuerdo y voluntad concorde de
quienes tengan esa posibilidad jurídica y quieran ejercitar judicialmente sus derechos contra varios
( ).
El litisconsorcio necesario obliga a integrar el proceso con todos aquellos a quienes la
sentencia pudiera afectar. Es el caso previsto en el artículo 89 del código procesal de la nación, al
expresar que: "Cuando la sentencia no pudiere pronunciarse útilmente m s que con relación a varias
partes, ‚stas habr n de demandar o ser demandadas en un mismo proceso. Si así no sucediere el juez
de oficio o a solicitud de cualquiera de las partes, ordenar , antes de dictar la providencia de
apertura a prueba, la integración de la litis dentro de un plazo que señalar , quedando en suspenso el
desarrollo del proceso mientras se cita al litigante o litigante omitidos".
La peculiaridad de esta figura procesal consiste en que la acción pertenece a todos los
interesados y contra todos los interesados considerados como un solo sujeto. Si la litis no ha
quedado integrada con todos los partícipes obligados la sentencia que en definitiva se pronuncie
sería "inutiliter datur", por cuanto no podría cumplirse, ya que sus efectos, que indispensablemente
deben llegar a todos los legitimados, no podrían alcanzar a quienes no fueron objeto del proceso.
A diferencia del caso anterior, en este la necesidad implica una pretensión única, cuya
característica esencial reside en la circunstancia de que puede ser interpuesta por o frente a varios
legitimados, y no frente a alguno de ellos sólamente.
Por último, el litisconsorcio cuasinecesario es una figura intermedia en la que, si bien una
pluralidad de sujetos podrían actuar por separado en relación con un determinado objeto litigioso,
la ley exige un tratamiento procesal conjunto con resolución que afectar a todos,
independientemente de que litiguen o no ( ).
Individualmente cada tipo de litisconsorcio ocupa un espacio diferente en orden a tipificar la
legitimación ad causam, pues la legitimación ad processum rige por igual en todos los supuestos.
Es decir, considerado el tema en la primera de las categorías, el inter‚s para obrar del actor o
del demandado difiere en la medida que depende de la voluntad de quienes actúan.
El litisconsorcio facultativo pone en juego derechos e intereses que tienen individualidad de
representación contra quien se oponen, aun cuando pudiera comprometer a otros. La legitimación
por consiguiente se resuelve en la causa concreta donde se debate, sin vincular a otras o a otros que
pudiendo estar, voluntariamente se los excluye.
Claro est que estos interesados (legitimados activos o pasivos) pueden incorporarse con
posterioridad, pero en ningún caso retrogradan o suspenden el curso de la litis (art. 93, CPC), ni
alteran las cualidades que invisten las partes en el conflicto.
Digamos, en conclusión, que existe una conexidad jurídica entre la pretensión y los sujetos
obligados a responder por ella, que en cuanto a la legitimación, dependen de la voluntad de quien
demande o resista.
Si el actor resolviera demandar por separado, cada proceso tendr su propia cuestión de
legitimación, pero la sentencia, habitualmente, es única a trav‚s del llamado que se hace a trav‚s de
la acumulación de procesos.
En el litisconsorcio necesario la cuestión es sustancialmente diferente.
La vinculación subjetiva es inescindible al provenir de un mismo derecho material (V.gr.:
indivisibilidad de la obligación). La legitimación en estos casos se considera en relación con la
cualidad de cada uno, pero el inter‚s para obrar no se fracciona, al ser único e indivisible.
La necesidad de contar con todos los interesados lo pregona la ley, mucho m s en los casos
de litisconsorcios pasivos, ante el riesgo de la indefensión que nulifica todo el proceso.
Por eso, la existencia del litisconsorcio necesario no supone un problema definido a trav‚s
de los presupuestos procesales, sino de la legitimación ad causam.
En el litisconsorcio cuasinecesario, varias personas se hallan, ante un determinado evento
jurídico, en situación de igualdad que por tanto, los legitima individualmente; empero la resolución
judicial alcanza a todos, aun cuando no est‚n ni hayan sido parte en el proceso.
El caso es típico en las obligaciones solidarias, o frente a impugnaciones de acuerdos
societarios que alcanzan a los socios.
Aclara Ramos Mendez que, "en estos casos la ley no impone que todos los litisconsortes
demanden o sean demandados necesariamente. Sin embargo, la sentencia que se dicte les afectar a
todos directamente, aunque no hayan litigado. Por eso, se prev‚ asimismo que, si han de litigar, lo
hagan todos en el mismo proceso y se pronuncie una única sentencia" ( ).
CAPITULO VII
24. Introducción.
Así como el derecho de acceso a la jurisdicción preconizado en estas líneas, se garantiza
cuando quien peticiona no encuentra trabas absurdas o irrazonables que limitan su potestad de pedir
a la justicia; tambi‚n el sujeto pasivo de la relación debe encontrarse protegido en su derecho de
defensa y sometido a iguales reglas procesales que lo emparejen en la relación bilateral de
contradicción que asume.
Si el derecho de acceso libre y sin restricciones implica la necesidad de convertir en parte a
quien peticiona, y consecuentemente, en el poder de iniciar la actividad jurisdiccional que finalice
con una sentencia debidamente fundamentada; esta última decisión debe encontrar precisamente
determinadas a las personas que se encuentran litigando. T‚cnicamente, este es el significado de
legitimación.
De acuerdo con lo dicho, esa legitimación debe ser, prevalentemente, objeto de una
interpretación amplia por parte de los jueces. El inter‚s tutelable preciso para ella es m s amplio que
el inter‚s directo o el derecho subjetivo, aunque no se extienda a cubrir cuestiones abstractas de
mero o simple inter‚s en el cumplimiento de la legalidad ( ).
Para el demandado, la legitimación asume dos aspectos esenciales. Por un lado, que sea
identificado en forma adecuada y correcta la persona contra quien se deduce la pretensión; y por
otro, que ella tenga posibilidades reales de ser oída ( ), aunque este derecho sea únicamente
proyección del principio de bilateralidad y no signifique que por contestar tenga ya legitimación en
la causa.
Ese derecho a ser parte obliga a tener que llamar directamente al proceso judicial a toda
persona legitimada para ello, por poseer derechos e intereses legítimos, para que pueda ser parte
procesal, y ejercitar el derecho de defensa contradictoria si le conviene, con la dial‚ctica jurídica y
justificaciones oportunas, frente a las pretensiones adversas, constituy‚ndose en forma adecuada la
relación jurídico procesal entre las partes legitimadas activa y pasivamente, en atención al derecho
debatido en el conflicto intersubjetivo de intereses, y su real contenido, para evitar, en todo caso, la
ausencia del demandado legitimado, con su condena sin ser oído, conculc ndose el principio de
contradicción procesal recogido en el axioma audiatur et altera pars ( ).
El concepto de parte completa la idea, es decir, aquella que incoa la demanda y tiene
derecho a obtener una sentencia sobre las pretensiones que presenta; ante aqu‚l que puede ser
efectivamente condenado.
Por tanto, las cuestiones de legitimación est n soportadas en un estricto problema de
legalidad, y como tales, son temas constitucionales al estar afincadas en el acceso a la justicia, y en
el derecho de defensa en juicio.
Así lo entiende el Tribunal Constitucional español cuando sostiene que, si el legislador al
regular la legitimación -que puede restringir de forma razonable y proporcionada-, o el órgano
judicial en su interpretación, impide a alguien que pueda plantear su problema ante los órganos
jurisdiccionales o defenderse de las otras que planteen, a pesar de tener un derecho o inter‚s
legítimo en ello, habr violación de la tutela, y por tanto, deber revisarse ese concepto de
legitimación ( ).
En síntesis, se trata de afianzar la idea de que la legitimación para obrar -activa y pasiva- no
puede ser negada a priori por vincular el derecho de pedir con el derecho o inter‚s a que se le
reconozca una cuestión de derecho material.
Debe tener prioridad el derecho de acceso a la justicia y el derecho a sustanciar un proceso
que contenga suficientes expectativas parra llegar a una sentencia justa e igualitaria.
CAPITULO VIII
LEGITIMACION Y COSA JUZGADA
CAPITULO IX
LEGITIMACION E INTERES
36. Introducción
8. La Tesis Amplia.
A los argumentos de la tesis amplia dados anteriormente, debo agregar fundamentalmente
los vinculados con dos de los principios liminares del Estado de Derecho, esto es, el de la legalidad
administrativa y el del acceso a la justicia.
En tal sentido, adhiero a lo que expresó el Dr. Negri sobre la vigencia del principio de
legalidad como pilar del Estado de Derecho, rechazando con tal premisa toda hermen‚utica que
conspire contra la adecuación de la Administración a la ley y cierre el camino a la jurisdicción
(causa B. 49.544; art. 15 Constitución provincial).
En relación a lo último, remito a lo que expres‚ en la causa B. 54.239 "Gonz lez Raúl y otra
c/ provincia de Buenos Aires".
"...Como con toda justicia pone en evidencia Mauro Cappelletti, en general en el Estado
moderno el Poder Judicial aparece como una barrera de contención contra el sobredimensionado
auge de los cuerpos ejecutivos y legislativos ("El formidable problema del control judicial y la
contribución del derecho comparado", trad. de Faustino Gonz lez, Nueva ‚poca, Revista de
Estudios Políticos, enero-febrero 1980, nro.13 p g. 95), ello sin perjuicio -obviamente- de la
autorrestricción que deben tener los jueces (self restraint) a fin de evitar que se rompa aquel
equilibrio de funciones (frenos y contrapesos).
Como señaló esta Corte (causa B. 49.102, voto del Dr. Rodriguez Villar), la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, tambi‚n llamada "Pacto de San Jos‚ de Costa Rica", consagra
en su art. 8.1 como garantía de libertad individual, el derecho de toda persona a ser oída por un juez
o tribunal competente "independiente e imparcial", protección judicial concreta que se reitera en el
art. 25, al asegurar a toda persona la sustanciación de un proceso judicial.
Dicha expresión sentencial (causa B. 49.102, reci‚n citada) cobra mayor virtualidad ahora,
puesto que la reforma de la Constitución Nacional del año 1994 le otorga a dicho "Pacto", jerarquía
constitucional -art.75 inciso 22-, d ndole preeminencia sobre cualquier norma local -y un mismo
rango con la Constitución Nacional- estando inclusive por encima de todo precepto -aún de las
constituciones provinciales- qu se le pueda oponer (art.31 de aqu‚l cuerpo superlegal).
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, interpretando el artículo 6.1 del Convenio
Europeo sobre Derechos Humanos, de similar redacción al artículo 8.1 del Pacto de San Jos‚ de
Costa Rica, ha dicho en el caso Adolf (García de Enterría -Linde-Ortega-Sanchez Morón, "El
sistema europeo de protección de los Derechos Humanos", ed. Civitas, Madrid, 1983, fs. 95)
entendió que la garantía de ser juzgado equitativamente por un organismo judicial independiente,
significa el derecho de acceso a la justicia".
9. Asimismo -como lo adelant‚- juzgo necesario valorar la actual pretensión a la luz de las
reformas de las Constituciones Nacional y Provincial.
Primeramente, resalto que la Carta Magna de la Provincia de Buenos Aires asegura por
mandato constitucional la tutela judicial continua y efectiva y el acceso irrestricto a la
justicia...(art.15). Por otra parte, si bien -como dije- el concepto de la materia contencioso
administrativa puede ser no aplicable al caso (art. 215 de la Constitución provincial), la nueva
t‚lesis constitucional establece claros criterios interpretativos que no deben ser ignorados.
El concepto de materia contencioso administrativa que incorpora el art. 166 refiere a "los
casos originados por la actuación u omisión de la Provincia, los Municipios, los entes
descentralizados y otras personas, en el ejercicio de funciones administrativas", con prescindencia
de condicionamientos vinculados a la situación jurídica preexistente que invista el particular
afectado, tolerando por lo tanto el enjuiciamiento de la Administración en forma amplia. En el
mismo sentido deben referirse las previsiones constitucionales vinculadas con la protección del
medio ambiente (art. 28), la tutela de los consumidores y usuarios, y el mandato contemplado para
establecer procedimientos eficaces que resuelvan dichos conflictos (art. 38).
10. La Constitución Nacional, por su parte, alude expresamente a la tutela del medio
ambiente (art. 41) y difiere al legislador los procedimientos necesarios para garantizar la asistencia
de los consumidores y usuarios (art. 42), consagrando la protección de los llamados intereses
difusos y ampliando así las estrechas fronteras de los derechos subjetivos. Asimismi, dicho cuerpo
supremo instrumenta mediante el amparo un cauce procesal para proteger dichos derechos (art. 43).
11. Los nuevos principios consagrados en ambas garantizan otros tipos de tutela,
asegurando el acceso a la justicia a situaciones jurídicas que exceden ampliamente el esquema cl
sico de la custodia de los derechos subjetivos, potenciando de ese modo los marcos de legitimación
activa para ejercitar pretensiones en juicio.
En el presente, el actor acciona como "vecino", y si bien inviste un car cter de tercero
respecto a la relación de derecho administrativo que vincula a la Municipalidad y al
establecimiento, denuncia la concreta afectación de su situación jurídica a la par que la violación de
normas de derecho público en el otorgamiento de la autorización otorgada para la explotación
comercial. Por todo lo dicho, juzgo que existe materia contencioso administrativa en la medida que
una norma de dicha naturaleza impone a la Autoridad una obligación de conducta que significa
para el particular u otra Administración la protección de su situación individual.
El vecino debe exigir el cumplimiento de las reglamentaciones cuya observancia est
contemplada para el bienestar de la comunidad. El vecino puede reclamar en tanto la afectación
concreta se produce respecto de su situación jurídica.
Por todas las razones expuestas, y las concordancias destacadas en la posición minoritaria
de la causa B. 49.544 "Thomann", debe rechazarse la excepción de incompetencia planteada por la
demandada.
El caso reci‚n transcripto despeja dudas respecto a permitir la legitimación del vecino en la
provincia de Buenos Aires, sorteando sin esfuerzos las calidades antes exigidas para acreditar el
perjuicio directo, y -lo que es m s importante- ampliando el espectro de posibilidades, pues no es
sólo el vecino, como colindante, comunero, linero, etc., el que encuentra legitimación, sino vecino
en situación tal que tenga un inter‚s digno de tutela, como es la defensa de la legalidad.
Vuelve operativa aquella vieja pero lozana reflexión de Guasp, para quien el inter‚s resulta
la "posición en que los hombres se sitúan con referencia a los bienes de la vida" ( ). En los
hechos capta tambi‚n al "afectado" en una órbita amplia que atiende m s al problema de "las
personas" antes que el título por el que invocan la tutela jurisdiccional.
Son ahora "las ciudades" las que padecen y sus vecinos los que ostentan el inter‚s para obrar
( ).
De esta manera se reconduce el inter‚s legítimo a una suerte de situación jurídica de primera
atención. No es y la víctima directa, tradicional y reconocida en el derecho subjetivo, sino otra
"víctima indirecta" que se vincula a los hechos en una relación jurídica de tal presencia que lo
convierte en titular del inter‚s a tutelar.
CAPITULO X
LA LEGITIMACION EN LOS PROCESOS CONSTITUCIONALES
B) Si la pretensión fuera de control sobre las bases de datos, la cuestión reconoce variantes.
Desde la óptica de las acciones tendientes a efectivizar el control, las pretensiones se
desglosan.
La necesidad de saber sobre datos personales que se ingresan en bases de datos o
registraciones públicas o privadas constituye un aspecto del derecho a la información que no puede
ser contrariado sin dar excepciones v lidas o razonables.
Es el derecho de acceso que señalamos en el punto anterior, el cual puede impetrarse
administrativamente, es decir, directamente al registro que lo contiene, y sólo excepcionalmente, a
trav‚s del h beas data, ante la renuencia de los organismos a suministrar la información que se pide.
En algunas legislaciones, el impedimento o la obstaculización del ejercicio al derecho de
acceso o la negativa a facilitar los datos que se solicitan, son causales graves que pueden levar a la
sanción de los funcionarios, o a cancelar la autorización para tener sistemas inform ticos de
almacenamiento.
CAPITULO XI
Las necesidades pueden ser individuales, es cierto; pero tambi‚n lo es que, en el caso,
fundamentalmente son colectivas o gen‚ricas ( ), y se integran al concepto de perdurabilidad de
las situaciones aflictivas. Esto es, que aun siendo invocadas por uno sólo de los afectados, existe un
grupo tambi‚n interesado por la magnitud de la crisis y su posible continuidad si la cuestión no se
compone "para todos".
CAPITULO XII
LA LEGITIMACION EN EL PROCESO TRANSNACIONAL
a) La legitimación de la concubina
Sólo es jurídico el daño que afecta un derecho subjetivo. Para ser tal debe estar consolidado,
de otro modo, no puede constituir presupuesto para obtener por la concubina una reparación
indemnizatoria.
Este argumento sostiene, asimismo, que el art. 1079 del Cód. Civil debe interpretarse tanto
en función de la amplitud de sus t‚rminos como de la situación existencial que define.
En relación a lo primero "la palabra no sólo" indica que la referencia al damnificado directo
no es exclusiva ni excluyente; mientras que la segunda mención expresa que "la generosidad con
que se contempla la hipótesis tiene un hondo significado axiológico, que trata de dar respuesta al
agravio inferido por la ley, imputable y dañoso" ( 450 ).
Estas reflexiones de la Corte Bonaerense afirman su adhesión a la tesis cl sica respecto de
las condiciones para reparar el daño: lo restringe al detrimento de un derecho subjetivo o un inter‚s
jurídicamente tutelado -excluyendo los intereses simples o de hecho-, no obstante lo cual permite
su debate a una diversidad superior de damnificados.
En cambio, la C mara civil -en pleno- de la Capital Federal, resolvió in re: "F., M.C. y otro
c/ El Puente S.A.T." ( 451 ) que se encuentran legitimados los concubinarios para reclamar la
indemnización del daño patrimonial ocasionado por la muerte de uno de ellos como conscuencia de
un hecho ilícito, en tanto no medie impedimento de ligamen.
Ambos criterios, que ex profeso se muestran confrontados, señalan las debilidades de la
posición restrictiva, la cual pierde sustento al encontrarse apegada a un excesivo rigorismo de los
textos formales.
"El hecho de que las leyes reconozcan en forma expresa determinados derechos subjetivos,
no implica que cualquier otra prerrogativa personal, para ser reconocida, deba estar taxativamente
prevista por la ley, siendo suficiente para ello, que su consagración surja de una interpretación
razonable de la misma y que no se origine en una conducta ilegítima" ( 452 ).
Bien señala el plenario que la distición entre un perjuicio jurídico frente a un perjuicio de
hecho va m s all de lo previsto por el legislador, porque el fundamento para reconocer una
indemnización reside en la existencia cierta del perjuicio personal y en su nexo causal con el obrar
ilícito imputado al demandado, sin que sea menester la lesión a un derecho subjetivo preexistente al
ilícito.
Por ello, "en el caso de la indemnización para la concubina, la legitimación para efectuar el
reclamo no se funda en su car cter de concubina, sino que se origina en su condición simple de
damnificada por el hecho ilícito, el cual genera una obligación reparatoria en virtud de lo dispuesto
en los arts. 1069, 1079 y 1109 del Cód. Civil, que no puede verse abolida por una circunstancia que
no se encuentra prohibida por la ley, y por ello, resulta ser un extremo indiferente como
presupuesto del daño resarcible" ( 453 ).
Cuando el Superior Tribunal de la provincia de Buenos Aires apunta a decir que no es
"jurídico" el derecho subjetivo de la concubina, porqu‚ ‚l mismo no es tal; no le falta razón, es
cierto, pues nuestras normas toleran pero no consagran las uniones de hecho; de manera que aquella
carecería de legitimación para reclamar una indemnización personal por la muerte de su
compañero.
Sin embargo, como el cambio de tornas antes apuntado, piensa m s en la certeza de los
hechos acreditados, antes que en las bondades intrínsecas de la persona que pide, queda de
manifiesto la existencia del perjuicio.
"En consecuencia, si se aplica el principio de la carga de la prueba con la estrictez que
corresponde en todo caso en que se invoque un perjuicio generado por un hecho ilícito, se deber
admitir o no la indemnización, según se acredite que la relación concubinaria tenía una solidez que
permitiera suponer con un buen grado de certeza su proyección futura, con el correspondiente
beneficio económico que ello habría reportado al reclamante" ( 454 ).
La Corte Suprema de Justicia de la Nación admite la legitimación de la concubina por la
muerte de su pareja, sosteniendo en la causa "Navarrete, Margarita Reina y Díaz, Elías c/ Estado
Nacional" (diciembre 22/993) que "una adecuada reflexión sobre la vasta fórmula utilizada en el
art. 1068 del Cód. Civil -en concordancia con el art. 1079- permite concluir que es la violación del
deber de no dañar a otro lo que genera la obligación de reparar el daño causado y que tal noción
comprende todo perjuicio susceptible de apreciación pecuniaria que afecta en forma cierta a otro, a
su patrimonio, a su persona, a sus derechos o facultades. Es decir, el concepto jurídico de daño,
salvo restricciones particulares queridas por el legislador, abarca la protección de todo inter‚s no
reprobado por la ley. Cobra así particular relevancia la ponderación de las circunstancias personales
de quien pretende obtener la reparación, así como el car cter cierto del daño, esto es, del aporte que
el compañero significaba en los recursos del hogar común, a los efectos de decidir si la actora ha
sufrido la privación de un bien que integraba la esfera de su actuar lícito".
INDICE
Introducción
10. Los presupuestos procesales; 11. La capacidad para estar en juicio, 11.1 Los sujetos y la
capacidad procesal, 11.2 La falta de capacidad; 12. La representación de quienes carecen de
capacidad, 12.1 La representación legal, a) La capacidad de los menores, b) Los incapaces e
inhabilitados, c) Los condenados a prisión efectiva, d) Los concursados y quebrados, 12.2 La
representación necesaria, a) El caso de las personas jurídicas, b) El Ministerio Público, c) La
administración del sucesorio; 13. La representación voluntaria, 13.1 Presentación en juicio de los
poderes, 13.2 La personería a trav‚s de la representación por abogados; 14. Capacidad y calidad de
"parte".
15. Concepto de parte; 16. Breve explicación de las doctrinas; 17. La tesis del conflicto; 18.
Nuestro concepto de parte; 19. Identificación de las partes; 20. Principios inherentes a la calidad de
parte, 20.1 Dualidad de partes, 20.2 La contradicción, 20.3 Igualdad entre las partes; 21. Clases de
parte.
24. Introducción; 25. La legitimación pasiva como excepción; 26. La falta de legitimación pasiva
declarada de oficio; 27. Prueba de la ausencia de legitimación pasiva; 28. El tr mite de la
excepción; 29. La falta de legitimación pasiva: supuestos, 29.1 Derecho subjetivo y relación
jurídica, 29.2 La sustitución procesal y el derecho de excepción, 29.3 Los terceros "no afectados"
por la sentencia, 29.4 La excepción como medio de integración de la litis.
36. Introducción; 37. El inter‚s público; 38. Las categorías jurídicas en el derecho administrativo;
39. Legitimación y procedimiento administrativo; 40. La legitimación en el contencioso
administrativo, 40.1 El inter‚s legítimo en el proceso judicial, 40.2 El inter‚s legítimo en el derecho
comparado, 40.3 Críticas a la expansión del inter‚s legítimo, 40.4 El inter‚s directo y su vinculación
con el derecho subjetivo; 41. El inter‚s como fundamento de la pretensión; 42. La condición de
parte.
43. Los procesos constitucionales; 44. El proceso como garantía; 45. Garantías individuales y
derechos individuales; 46. El derecho subjetivo público y las garantías individuales; 47. Garantías
individuales y derechos humanos; 48. Las garantías colectivas; 49. Las garantías procesales; 50. La
legitimación en los sistemas difusos de control de constitucionalidad (standing to sue); 51. La
legitimación en los sistemas concentrados de control de constitucionalidad; 52. Modelos abiertos de
legitimación; 53. La legitimación en el juicio de amparo; 53.1áLa legitimación amplia del art. 43 de
la Constitución Nacional; 53.2 La legitimación en los derechos de incidencia colectiva; 54. La
legitimación en el h beas data, 54.1 La legitimación para obrar según el tipo de h beas data, 54.2 La
legitimación pasiva en el h beas data; 55. La legitimación en el h beas corpus.
56. La importancia de esclarecer el objeto de estudio; 57. Nociones elementales sobre el derecho
subjetivo; 58. Definición de derechos difusos; 59. Características de los derechos difusos; 60.
Diferencia con otros intereses, 60.1 Los intereses colectivos, 60.2 Los intereses legítimos, 60.3 Los
intereses simples; 61. La protección constitucional de los derechos difusos; 62. Las asociaciones de
defensa de los derechos difusos; 63. Las asociaciones y el derecho a participar; 64. Capacidad
procesal de los grupos; 65. La representación y sus categorías; 66. Formas de representación para
los intereses colectivos; 66.1 La representacuón adecuada; 66.2 El "ente exponencial", 67. La
legitimación para obrar y los derechos difusos. Posibilidades, 67.1 El Ministerio Público, 67.2 La
legitimación del Defensor del Pueblo; 68. El car cter de afectado; 69. La protección procesal
específica, 69.1 El proceso de amparo, 69.1.1 Problemas procesales en el amparo colectivo, 69.1.2
La cosa juzgada; 69.2 Las acciones de clase, 69.3 La acción popular; 69.4 El procedimiento
administrativo; 70. Clasificación de los derechos difusos; 71. Los derechos ambientales y la
legitimación; 72. Legitimación del usuario y del consumidor; 73. La legitimación en los supuestos
de discriminación; 74. El litisconsorcio activo en la defensa de los derechos difusos.
75. Principales características del proceso transnacional; 76. Los sistemas de la justicia
transnacional y sus órganos; 77. La legitimación de la persona ante la Comisión Europea de
Derechos Humanos y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 77.1 El concepto de
"víctima", 77.2 La lagitimación de los grupos, 77.3 Las personas jurídicas, 77.4 La iniciativa de
oficio por la Comisión; 78. La demanda en el proceso transnacional; 79. El concepto de parte, 79.1
El concepto de parte en la C.I.D.H.; 79.2 El concepto de parte en la C.E.D.H.; 80. La legitimación
pasiva.
81. La legitimación del damnificado en los procesos de daños; 82. La tutela indemnizatoria y los
sujetos considerados, 82.1 Supuestos particulares: a) La legitimación de la concubina, b) La
legitimación del titular registral de un vehículo en los accidentes de automotores, c) La
legitimación en el reclamo indemnizatorio por p‚rdida de la vida humana, d) La legitimación para
reclamar el daño moral, e) La legitimación en los contratos de transporte; 82.2 La legitimación
pasiva; 83. Legitimados para solicitar la inhabilitación; 84. La legitimación del niño.
. Emilio Gómez Orbaneja, Derecho Procesal Civil, tomo I, Madrid, 1976, p. 135.
. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Derecho Procesal Civil, tomo I (Teoría general del derecho procesal),
Volumen 1 (Jurisdicción, acción y proceso), ed. Ediar, Buenos Aires, 1992, p. 69.
. Cfr. par mayor explicitación, Gozaíni, ob. cit., ps. 72 y ss.
. Adolf Wach, Manual de Derecho Procesal Civil, ed. Ejea, Buenos Aires, 1962, p. 4
. Gómez de Orbaneja, ob. cit., ps. 46 y 56. Cfr. Andr‚s de la Oliva Santos, Sobre el derecho a la
tutela jurisdiccional, ed. Bosch, Barcelona, 1980, p. 15.
. Ugo Rocco, Derecho Procesal Civil, ed. Porrúa, M‚xico, 1939, p. 161
. Jos‚ Chiovenda, Principios de Derecho Procesal Civil, Tomo I, ed. Reus, Madrid, 1977, p. 69
. Ibidem, p. 71
. Gozaíni, ob. cit., p. 77
. Eduardo J. Couture, Fundamentos de Derecho Procesal Civil, ed. Depalma, Buenos Aires, 1987,
p. 71.
. "Cuando se enfrenta a los derechos personales en la perspectiva constitucional y se acuerd
reconocerlos y tutelarlos, hay dos cuestiones -como mínimo- que al derecho constitucional le tienen
que preocupar mucho. Una es que existan vías o procedimientos para que esa tutela sea útil y
eficaz. Otra es que el sujeto que pretende tutelar un derecho suyo mediante esas vías o
procedimientos, disponga de una "llave" para entrar al proceso: esa llave es la legitimación.
Significa "estar" legitimado. "Tener" legitimación, y sobre todo, que esa legitimación le sea
reconocida -por la ley o, a falta de ella, por los jueces-" (Germ n J. Bidart Campos, Tratado
Elemental de Derecho Constitucional Argentino, tomo I (El derecho constitucional de la libertad),
ed. Ediar, Buenos Aires, 1993, p. 350).
. Jaime Guasp, La pretensión procesal, Revista de Derecho Procesal, 195 -1, p. 356.
. Juan Montero Aroca, Del derecho proces l al derecho jurisdiccional, Revista Uruguaya de
Derecho Procesal, 1984-1, ps. 40 y ss. Juan Montero Aroca - Manuel Ortells Ramos - Juan Luis
Gomez Colomer, Derecho Jurisdiccional, tomo I, ed. Bosch, Barcelona, 1989.
. Francesco Carnelutti, Sistema de De echo Procesal Civil, tomo I, ed. Uteha, Buenos Aires,
1944, p. 356.
. En este sentido ha dicho Bidart Campos que "por m s, entonces, que a la legitimación procesal
se la conciba como un concepto procesal, como un requisito procesal, hay que sostener que todas
las cuestiones antes referidas no admiten resolverse sólo en el mbito procesal, ni de cualquier
manera, porque hay un telón de fondo constitucional y un subsuelo constitucional en el que lo
procesal necesita nutrirse. Si ese cordón umbilical entre lo procesal y lo constitucional se corta,
seguramente se incurre en inconstitucionalidad" (ob. cit., p.351).
. de la Oliva Santos, ob. cit., p. 31
. Cfr. Guasp, ob. cit., ps. 15 y ss
. Gozaíni, ob. cit., p. 103
. Osvaldo Alfredo Gozaíni, La Justicia onstitucional, ed. Depalma, Buenos Aires, 1994, ps. 191
y ss.
. Fallos, 295:591, entre otros. Cfr. Alejandro Carrió, Garantías constitucionales en el proces
penal, ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1984, p. 145.
. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Derecho de Amparo ed. Depalma, Buenos Aires, 1995, ps. 13 y ss.
. Doctrina del Tribunal Constitucional español, 16 de diciembre de 1987, B.O.E. 8/1/88, JC XIX,
p. 578.
. Osvaldo Alredo Gozaíni, Introducción al nuevo derecho procesal, ed. Ediar, Buenos Aires
1988, p. 169.
. Bidart Campos, ob. cit., p. 353
. Cfr. Francesco Carnelutti, Teoría General del Derecho, trad. de Francisco Javier Osset, ed
Revista de Derecho Privado, Madrid, 1955, p. 199.
. Otros estudios demuestran que el origen hallado para la concepción de derecho subjetivo es
errada, porque la cuna no esta en el derecho romano, ni en el medioevo, ni siquiera en el derecho
natural (1625-1750), y sí en los tiempos modernos, coincidiendo con los estudios de filosofía del
derecho generados a partir de la mitad del siglo XVIII.
. Gozaíni, La Justicia Constitucional, ob. cit. ps. 149/154
. Hans kelsen, Teoría pura del derecho, trad. de Roberto Vernengo, ed. UNA -Porrúa, M‚xico,
1991, ps. 142/143.
. Cfr. Jos‚ Castan Tobeñas, Situaciones jurídicas subjetivas, d. Reus, Madrid, 1963, p. 55.
. Jos‚ Almagro Nosete, Constitución y Proceso, ed. Bosch, Barcelona, 1984, p. 184
. C.S., diciembre 12/985; in re "Lorenzo, Constantino c/ Gobierno Nacional", en Rev
Jurisprudencia Argentina, 1986-IV, p. 651.
. C.S., jul o 6/990; in re "Gascón Cotti, Alfredo J. y otros", en Rev. El Derecho del 1/8/90 con
nota de Germ n J. Bidart Campos, El ciudadano elector: un convidado de piedra.
. C.S., abril 7/994, in re "Polino, H‚ctor y otro c/ Poder Ejecutivo <<expediente feria 5/ 4 s/
amparo>>. P.304-XXVII", en Rev. La Ley del 27/5/94.
. in re "Rossi Cibils, Miguel Angel y otros s/ amparo", en Rev. El Derecho, 149 p. 46
. Fallos, 302:1397, 1401; 307:813, entre otros
. Gozaíni, El Derecho de Amparo, en especial Capítulo IV y V
. Gomez de Orbaneja, ob. cit., p. 135
. Algunos autores dicen que la legitimación puede contemplarse desde dos diversas perspectivas
a) La legitimación material derivada de la titularidad efectiva por las partes litigantes de la relación
jurídica deducida en el proceso. b) La legitimación procesal consistente en la determinación de las
personas que pueden intervenir como partes en un proceso secreto y determinado (Manuel Serra
Domínguez, Precisiones en torno a los conceptos de parte, capacidad procesal, representación y
legitimación, en Rev. Justicia, 1987, p. 306).
. Juan Montero Aroca, La legitimación en el proceso civil, ed. Cívitas, Madrid, 1994, p. 18
. Leonardo Prieto Castro, Cuestiones de derecho procesal, ed. Reus. Madrid, 1947, p. 35
. Ib dem, p. 36.
. Montero Aroca, ob. cit., p. 33
. Gomez de Orbaneja, ob. cit., p. 136
. Gómez de Orbaneja, ob. cit., p. 142
. Enrico Allorio, Problemas de Derecho Procesal, tomo II, ed. Ejea, Buenos Aires, 1963, ps
261/274.
. Francisco Ramos Mendez Derecho Procesal Civil, tomo I, ed. Bosch, Barcelona, 1992, ps.
251/252. Cfr. del mismo autor, Derecho y Proceso, ed. Bosch, Barcelona, 1978, ps. 187 y ss.
. Montero Aroca, ob. cit., p. 100
. Beatriz H. Quintero de Prieto, La legitimación en la causa,e n Revista de Estudios Procesales,
nro. 36, mayo/1983, p. 75.
. Montero Aroca, ob. cit., p. 103
. La sostituzione processuale nel nuovo codice di procedure civile, ed. GiuffrŠ, Mil n, 1942, ps.
244 y ss.
. Adolf Wach, La pretensión de declaración, trad de Juan M. Semón, ed. Ejea, Buenos Aires,
1962, p. 19. Cfr. Gozaíni, Derecho Procesal Civil, tomo I (Teoría General del Derecho Procesal),
volumen 1, ob. cit., p. 119.
. Leo Rosenberg, Derecho Procesal Civil, tomo I, ed. Ejea, Buenos Aires, 1955, p. 256
. Allorio, ob. cit., p. 26
. Víctor Moreno Caten - Valentín Cort‚s Domínguez - Vicente Gimeno Sendra, Derecho
Procesal Civil. Proceso Civil, ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1993, p. 79.
. Cfr. Roland Arazi, La excepción de falta de legitimación para obrar, Rev. La Ley, 1985-A, p.
960. Alli agrega que la legitimación actuaría como defensa perentoria -y definitiva- con relación a
ambas partes, pero que si la declaración lo es respecto al demandado, se invierte la res judicata, y
permite el replanteo contra el aut‚ntico sujeto pasivo de la relación jurídico material (p. 962).
. Serra Domínguez, ob. cit.,p. 310
. Serra Domínguez, ob. cit., ps. 311/312
. Superior Tribunal Constitucional, sentencia del 11 de octubre de 1982. Cfr. Faustino Cordó
Moreno, El proceso de amparo constitucional, ed. La Ley (España), Madrid, 1992, p. 124 nota 29.
. Así lo proponen, entre otros García de Enterría, A. Nieto, Dromi, y Barra, este último de gran
importancia por haberse elaborado mientras fuera miembro de la Corte Suprema de Justicia de la
nación argentina (La legitimación para accionar en la reciente jurisprudencia de la Corte, Rev. El
Derecho, diario del 26 de febrero de 1993).
. Bidart Campos, ob. cit., p. 355
. Por ejemplo, el Código General del Proceso de l R.O. del Uruguay aunque los diferencia en los
arts. 11.2 y 133.9, no traza en el tr mite la distancia que allí menciona.
. Salvatore Satta, Derecho Procesal Civil, tomo I, ed. Ejea, Buenos Aires, 1971, p. 133
. Allorio, ob. cit., p. 267
. Piero Cala andrei, Instituciones de Derecho Procesal Civil, ed. Ejea, Buenos Aires, 1943, p.
158.
. J. Ramiro Podetti, Tratado de la Tercería, ed. Ediar, Buenos Aires, 1971, p. 36
. Cfr. Gozaíni, Derecho Procesal Civil, tomo I, ob. cit., p. 391; Hernando Devis Ec andía, Teoría
General del Proceso, tomo I, ed. Universidad, Buenos Aires, 1984, ps. 296 y ss.; Augusto Mario
Morello - Gualberto Lucas Sosa - Roberto Omar Berizonce, Códigos Procesales en lo Civil y
Comercial de la provincia de Buenos Aires y la Nación, tomo IV-B, ed. Platense-Abeledo Perrot,
Buenos Aires, 1990, ps. 256/257.
. Cfr. Osvaldo Alfredo Gozaíni, La Conducta en el Proceso, ed. Platense, La Plata, 1988
Capítulo:Improponibilidad objetiva de la demanda.
. El dispositivo legal est aplicado, por v a de principio, a todos los procesos de conocimiento,
pero en otros la facultad de repulsión est expresamente indicada, por ejemplo, en la Ley de
Amparo dice que "si la acción fuese manifiestamente inadmisible el juez la rechazar sin
sustanciación, ordenando el archivo de las actuaciones". O en los incidentes, donde la potestad para
rechazarlos se decide cuando sean "manifiestamente improcedentes".
. Cfr. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Respuestas Procesales, ed. Ediar, Buenos Aires, 1991, Capítulo
Audiencia Preliminar.
. Montero Aroca, ob. cit., p. 46. Cfr. Ramos Mendez, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 256
. En cambio, Almagro Nosete, que desde hace tiempo dedica varios desvelos al estudio de l
legitimación, sostiene que "en el derecho procesal civil, la legitimación inicialmente sólo puede
reconocerse a quien afirma la titularidad de un derecho. La legitimación est en función de la
afirmación de un derecho pero, tambi‚n, de la coherencia entre la titularidad que se afirma y las
consecuencias jurídicas que se pretenden. No basta la afirmación de un inter‚s ( Jos‚ Almagro
Nosete - Jos‚ Tom‚ Paule, Instituciones de Derecho Procesal, tomo primero, Proceso Civil, 1, ed.
Trivium, Madrid, 1993, p. 219).
. Almagro Nosete, Constitución y Proceso, ob. cit., p 185.
. Mauro Cappelletti, Dimensiones de la justicia en el mundo contempor neo, ed. Porrúa, M‚xico,
1993, ps. 131 y ss.
. Gozaíni, Derecho Procesal Civil, tomo I volumen 1, ob. cit., p. 373
. Gozaíni, Derecho Procesal Civil, tomo I volumen 1, ob. cit , p. 375.
. Eduardo J. Couture, Fundamentos de Derecho Procesal Civil, ed. Depalma, Buenos Aires, 1987,
p. 96.
. Ramos Mendez dice que "el valor de estas dos nociones desde el punto de vista procesal es
distinto. La legitimatio ad processum viene exigida con car cter general por la ley procesal en orden
a la comparecencia de las partes en juicio. Hasta cierto punto, puede decirse que es un presupuesto
procesal, al menos relativo, pues por regla general la existencia de un defecto de capacidad procesal
es denunciable con car cter previo al examen del problema de fondo e impide el pronunciamiento
definitivo hasta que se subsane la falta. Quiere decirse que este concepto exige un tratamiento
autónomo y previo en el mismo momento inicial del proceso....Pero no puede decirse lo mismo
respecto de la legitimatio ad causam. Esta noción, tal como viene definida, no tiene trascendencia
para condicionar la admisibilidad de un proceso...podría, pues, tranquilamente prescindirse en el
estudio del derecho procesal" (Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 253). Igual pensamiento expone
Serra Domínguez, cuando sostiene que la legitimación procesal tiene importancia únicamente para
los procesalistas, mientras que la legitimación material (ad causam) carece de cualquier repercusión
procesal (ob. cit., p. 309).
. Lino E. Palacio, Derecho Procesal Civil, tomo III, ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1979, p.
32.
. Aunque es preciso acotar que, en el pensamiento de Palacio, la capacidad procesal debe se
claramente diferenciada de la legitimación procesal. Mientras la primera habilita para actuar en un
número indeterminado de procesos, con prescindencia de las concretas relaciones o estados
jurídicos que en ellos se controvierten, la segunda se refiere a la idoneidad especialmente atribuida
para pretender o para contradecir con respecto a la específica materia sobre que versa el proceso
(ob. cit., p. 32).
. Dante Barrios de Angelis, Introducción al estudio del proceso, ed. Depalma, Buenos Aires
1983, p. 119.
. Agusto C. Belluscio - Eduardo Zannoni, Código Civil, tomo I, ed. Astrea, Buenos Aires, 1985,
p. 285.
. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Teoría procesal de la legitimación, Rev. La Ley, 198 -B, ps. 977 y ss.
. Temperamento seguido de la doctrina alemana y que trasciende a nuestroso rdenamientos en
virtud de los trabajos de Wach, Chiovenda, Calamandrei y otros m s recientes como Serra
Domínguez y Ramos Mendez. No obstante, Satta advierte que "si la parte sólo puede determinarse
concretamente mediante la demanda, desaparece cualquier distinción entre capacidad para ser parte
y capacidad de estar en juicio, ya que sólo si se tiene capacidad para ser parte se puede estar en
juicio" (ob. cit., p. 68).
. Morell -Sosa-Berizonce, ob. cit., p. 215.
. Almagro, en cambio, piensa que los defec os de capacidad son insanables, pero puede ocurrir
que el grado de incapacidad no excluya en el derecho material la posibilidad de ratificación o
confirmación sanatoria del acto realizado por el incapaz, ya sea por ‚l mismo al desaparecer la
causa que originaba su incapacidad, ya sea por sus representantes legítimos; en estos supuestos,
cabría la subsanación convalidatoria de los actos procesales nulos, en relación con un objeto
litigioso que admita aquella confirmación o subsanación (Instituciones de derecho procesal, ob. cit.,
p. 217).
. Serra Domínguez, ob. cit., ps. 305/306
. Ha demostrado Montero el error de confundir "car cter" con "legitimación" y el absurdo que ello
lleva cuando se interpreta que, por ello, la legitimación tambi‚n refiere a la representación legal y
necesaria y a la sucesión (ob. cit., p. 33).
. Palacio, ob. cit., p. 38
. Cfr. Montero Aroca, ob. cit., p. 27
. Palacio, ob. cit., p. 22
. Cfr. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, ed. La Ley
Buenos Aires, 1988, jurisprudencia del art. 151, p. 83.
. S.C. Bs. As., octubre 21/980, Rev. El Derecho, 92 p. 820
. CNCiv., Sala F, octubre 26/984. In‚dito
. En el orden federal le corresponde tal encargo al Ministerio de Cultura y Educación de l
Nación.
. Palacio, ob. cit., ps. 130/131
. Chiovenda, ob. cit., p. 6
. De allí que, desde el punto de vista de la legitimación, pueda formularse una distinción entr
"partes" y "justas partes" o "partes legítimas". Tales calificativos, en efecto, no alteran la esencia
del concepto que se enuncia en el texto, pues sólo se refieren a los sujetos que deben figurar en
cada proceso concreto como partes y no a todos los que efectivamente revisten aquella calidad por
el simple hecho de ser los sujetos de una determinada pretensión (Palacio, ob. cit., p. 10).
. Carnelutti, Sistema..., ob. cit., p. 147
. Satta, ob. cit., p. 167
. Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, ed. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1956, p. 234
. Jos‚ Vicente y Caravantes, Trat do histórico crítico filosófico de la Ley de Enjuiciamiento,
tomo I, ed. Gaspar y Roig, Madrid, 1856, p. 353; Cfr. Gozaíni, Derecho Procesal Civil, tomo I
volumen 1, ob. cit., p. 237.
. Cfr. in extenso, Gozaíni, Derecho Procesal Civil, tomo I volumen 1, b. cit., ps. 237 y ss.
. Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 19
. Cfr. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Formas Alternativas para la resolución de conflictos, ed
Depalma, Buenos Aires, 1995.
. Cfr. Ramos Mendez, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 213
. B en apunta Ramos Mendez que "la concepción del proceso como resolución de controversias
es una imagen larvada que no condiciona el concepto de parte. Esta lo es por el hecho de ser uno de
los sujetos del proceso e independientemente de cu l sea el contenido de ‚ste: la parte no se define
por el objeto del proceso" ( Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 214).
. Así las denomina Almagro, Instituciones de Derecho Procesal, ob. cit., p. 207 (con Tom‚ Paule)
. Cfr. Serra Domínguez, ob. cit., p. 294
. Cfr. O valdo Alfredo Gozaíni, Costas Procesales, ed. Ediar, Buenos Aires, 1990, ps. 63 y ss.
. Cfr. art. 1207, L.E.C., ver, Gozaíni, Derecho Procesal Civil, tomo I (Teoría General del Derecho
Procesal), volumen 1, ob. cit., ps. 275 y ss.
. Niceto Alcal Zamor y Castillo, Estudios de teoría general e historia del proceso, tomo I, ed.
UNAM, M‚xico, 1974, ps. 295 y 336.
. Clemente Díaz, Instituciones de Derecho Procesal, tomo I, ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires,
1968, p. 214.
. Cfr. Gozaíni, Derecho Procesal C vil, tomo I (Teoría General del Derecho Procesal), volumen 1,
ob. cit., ps. 275 y ss.
. Eduard Botticher, La igualdad ante el Juez, en Revista de derecho procesal, 195 -I, p. 128. Cfr.
Gozaíni, Derecho Procesal Civil, tomo I (Teoría General del Derecho Procesal), volumen 1, ob.
cit., ps. 277 y ss.
. El artículo 34 inciso 5to. apartado b) del Código Procesal sostiene que es deber del jue
"mantener la igualdad de las partes en el proceso".
. Díaz, ob. cit., p. 218
. Cfr. citas de Gozaíni, Derecho Pr cesal Civil, tomo I (Teoría General del Derecho Procesal),
volumen 1, ob. cit., ps. 278 y ss.
. Botticher, ob. cit., p. 129
. Cfr. Palacio, ob. cit., p. 16
. Palacio, ob. cit., p. 17
. Satta sostiene que la "pretendida escisión de la parte de la j sta parte es fruto de un equívoco y
precisamente de la arbitraria distinción entre posiciones procesales y posiciones sustanciales de la
parte. En realidad quien demanda, y por el solo hecho de demandar, afirma la propia legitimación,
o sea postula que el ordenamiento jurídico reconoce y tutela como suyo el inter‚s que se quiere
hacer valer. Es por lo tanto siempre parte y justa parte. Que si luego el juez le dice que el inter‚s
que se quiere hacer valer no es suyo, sino de otro, o que no est reconocido por el ordenamiento
(ejemplo el inter‚s del locador a hacer reconocer o desconocer la servidumbre relativa al fundo
locado), su demanda ser rechazada ni m s ni menos que por esto, y no porque ‚l aún siendo parte,
no sea la justa parte" (ob. cit., tomo I, p. 86).
. Montero Aroca, La legitimación...., ob. cit., p. 39
. Carnelutti, Instituciones del proceso civil, tomo I, cit., p. 176
. Adolfo Armando Rivas, Tratado de las Tercerías, tomo I, ed. Abaco, Buenos Aires, 1993, p.
288.
. Palacio, Derecho Proce al Civil, ob. cit., p. 344.
. Palacio, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 345
. Ramos Mendez, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 263
. Ugo Rocco, Tratado de Derecho Procesal Civil, tomo I, cit., ps. 366 y ss. Cfr. Rivas, ob. cit., p.
297.
. Riva , ob. cit., p. 297.
. Podetti, ob. cit., p. 405
. Satta, ob. cit., p. 274
. Palacio, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 341
. Cfr. Palacio, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 344. Rivas, critica esta extensión, adviertiendo
que "no es razonable jurídicamente, defender la perpetuatio legitimationis mediante soluciones que
al cercenar la actividad del primitivo litigante lo subordinen al adquirente al que la ley argentina no
le otorga m s que la función de coadyuvante; así y si el adquirente es reducido a la intervención
adhesiva simple y al mismo tiempo se quitara al enajenante total facultad dispositiva, nos
encontraríamos que, como el interventor no podría ejercerlas naturalmente, nadie podría llevarlas a
cabo. Así, corresponder señalar que una cosa son los actos de disposición del proceso y otros los
del derecho sustancial del sustituido; entendemos que no existe ningún problema en que, en las
condiciones que luego pasaremos a referir, el sustituto lleve a cabo todos los actos de disposición
que crea necesarios en la medida en que no afecte con ello los bienes del sustituido" (ob. cit., p.
315).
. Dispone el art. 3414 del Cód. Civ.:"Mientras no est‚ dada la posesión judicial de la herencia, los
herederos que deben pedirla no pueden ejercer ninguna de las acciones que dependen de la
sucesión, ni demandar a los deudores, ni a los detentadores de los bienes hereditarios. No pueden
ser demandados por los acreedores hereditarios u otros interesados en la sucesión".
. Ramos Mendez, Derecho Procesal C vil, ob. cit., p. 268. Del mismo autor, cfr. La sucesión
procesal, ed. Hispano Europea, Barcelona, 1974, p. 1.
. Alsina, ob. cit., p. 497
. Palacio, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 326
. Manuel Serra Domínguez, Estudios de Derecho Procesal, ed. osch, Barcelona, 1969, p. 232.
. Ramos Mendez, La sucesión procesal, ob. cit., p. 31
. Cfr. Rivas, ob. cit., p. 132
. Ramos Mendez, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 269; del mismo autor, La sucesión procesal,
ob. cit., p. 37.
. La diferencia de ste caso, est en que ya no se trata de intervención personal de la parte que
muere, sino a trav‚s de una representación.
. Ver par grafo 12.2 punto c
. Palacio, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 331
. Así tambi‚n lo interpreta Rivas, al decir qu no hay sucesión procesal porqu‚ no se produce
sucesión substancial alguna, desde que ningún sujeto o persona recoge el patrimonio para sí o
suplanta a la que feneció o est en vías de serlo (ob. cit., p. 193).
. "Hay fusión cuando dos o mas sociedades se disuelven sin liquidarse, para constituir una nueva;
o cuando una ya existente incorpora a otra u otras que sin liquidarse, son disueltas" (art. 82 de la
Ley de Sociedades nro. 19.550).
. Palacio asimila las conclusiones al supuesto de transformación de ociedades, en la medida que
la parte contraria puede hacer valer sus derechos de acuerdo con lad disposiciones aplicables en la
ley de sociedades. "De allí que si, por ejemplo, una sociedad colectiva se transforma en sociedad
anónima o de responsabilidad limitada, la otra parte podr hacer efectiva la responsabilidad
subsidiaria de los socios colectivos por las consecuencias patrimoniales del proceso" (Derecho
Procesal Civil, ob. cit., p. 333).
. Montero Aroca, La legitimación..., ob. cit., p. 56
. Ramo Mendez, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 279.
. Almagro Nosete - Tom‚ Paule, ob. cit., p. 228.
. Ramos Mendez, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 281
. Ramos Mendez, Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 291
. Montero Aroca, La legitimación... ob. cit., p. 75.
. Montero Aroca, La legitimación..., ob. cit., ps. 76/7
. Cfr. Exposición de Motivos de la Ley 17.454, no reformado en la última variación legislativ
dada al Código Procesal.
. Cfr. Francisco Chamorro Bernal, La tutela judicial efec iva, ed. Bosch, Barcelona, 1994, p. 50.
. Precisamente por ello, consideramos que la inadmisión de la parte querellante o particula
damnificado en un proceso penal es un claro supuesto inconstitucional del derecho al amparo
judicial.
. Chamorro Bernal, ob. cit., p. 51, citando sentencia del Tribunal Constitucional del 31 de marzo
de 1981, passim.
. T.C., sentencia del 15 de enero de 1990, cit. Chamorro Bernal, cit., p. 52
. Augusto M. Morello - Gualberto L. Sosa - Roberto O. Berizonce, Códigos procesales en lo civil
y comercial de la provincia de Buenos Aires y la Nación, tomo IV-B, ed. Platense-Abeledo Perrot,
Buenos Aires, 1990, ps. 220 y ss. Lino E. Palacio, Derecho Procesal Civil, tomo VI, ed. Abeledo
Perrot, Buenos Aires, 1977, ps. 132 y ss.
. C r. Osvaldo Alfredo Gozaíni, El derecho a la contradicción, Rev. El Derecho, boletín del
17/7/95.
. Cfr. CNCiv., Sala C, marzo 19/981, Rev. La Ley, 198 -B, 298; CNCiv., Sala A, marzo 19/987,
Rev. La Ley, 1987-E, 249.
. CNCom., Sala A, Mayo 9/990, Rev. El Derecho, 139-675.
. CNCiv., Sala F, noviembre 23/989. Cfr. Adolfo Alvarado Vellos - Lino E. Palacio, Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación, tomo 7, ed. Rubinzal Culzoni, Santa F‚, 1993, p. 357.
. C mara Civil y Comercial, Sala 2da, Salta, agos o 21/987, en Alvarado Velloso-Palacio, ob. cit.,
p. 357.
. Cfr. Mabel Alicia De los Santos, en la obra colectiva Excepciones procesales, ed. Panamericana,
Santa F‚, 1993, p. 79.
. De los Santos, ob. cit., p. 80
. CNCiv., Sala A, diciembre 19/991, D.J. 1992-1, p. 68.
. Montero Aroca, La legitimación..., cit., p. 2
. Montero Aroca, La legitimación..., cit., p. 2
. Cfr. S.C. Buenos Aires, mayo 28/985, ver De los Santos, cit., p. 88 sum. 21
. Ramos Mendez, La sucesión procesal, cit., p. 9
. Aunque conviene advertir que, según Ramos Mendez, la hipótesis sólo es posible en el caso de
que el sucesor en el proceso haya devenido tal por fallecimiento del litigante. Este supuesto de
transmisión entre vivos da lugar a interesantes problemas -dice-, pero considerados desde el punto
de vista de las facultades de la parte que no ha dado lugar a la transmisión del derecho litigioso.
Otros casos son infrecuentes, y exigen el consentimiento del propio demandante para el cambio de
figuras procesales (La sucesión procesal, cit., p. 257).
. Ramos Mendez, La sucesión procesal, cit., p. 288
. Ramos Mendez, La sucesión procesal, cit., p. 291
. CNCiv., en pleno, marzo 4/992, in re "Balebona, Manuel c/ Storzi, Daniel"; en el mism
sentido, C.S.J.N., marzo 22/984; CNFed., en pleno, noviembre 30/977, entre muchos m s.
. Ver lo dicho en el punto 23.
. De los Santos, ob. cit., p. 74
. Jos‚ Chiovenda, Principios de Derecho Procesal Civil, tomo II, ed. Reus, Madrid, 1981, p. 461
.áEn sus últimos libros, prefirió hab ar de eficacia mediata en vez de eficacia refleja (Derecho y
Proceso, ed. Ejea, Buenos Aires, 1981, p. 314).
. Gozaíni, Derecho Procesal Civil, tomo I (Teoría General del Derecho Procesal) volumen 2, cit.,
p. 719.
. Esteban Imaz, Límites subjetivos de l cosa juzgada, Rev. La Ley, nro. 77, año 1955, p. 859.
. Isidoro Eisner, Planteos procesales, ed. La Ley, Buenos Aires, 1984, p. 564
. Jos‚ Almagro Nosete - Vicente Gimeno Sendra - Valentín Cort‚s Domínguez - Víctor Moreno
Catena, Derecho Procesal, tomo I volumen 1, ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1991, p. 490.
. Isidoro Eisner, Cosa juzgada con relación a las partes, en Revista de Estudios Procesales, nø 1,
Rosario, Santa F‚, 1969, p. 60.
. Cfr. Par grafo 1
. Así lo afirma el plenario de la C mara acional Civil -marzo 4/992- in re Balebona, Manuel C.
c/ Storzi, Daniel, cuando dice: "En el caso de la denuncia del litigio al demandado citante no se
hace valer una pretensión, sino que simplemente anuncia que la har valer en el futuro, mediante
una acción regresiva o de contribución".Con relación al art. 96 del CPC se interpretó que "el tercero
citado por el demandado no puede ser incluido en la condena".
. Aun cuando podría argumentarse que la sentencia dictada crea una situación jurídic
consolidada para el tercero condenado aun sin que pueda ejecutarsele la decisión. Es decir, que al
ser encontrado responsable, el juicio siguiente tendr cubiertas las cuestiones de prueba que ya se
han conocido suficientemente. De este modo, el tercero no resulta alcanzado por la ejecución pero
sí por la cosa juzgada.
. De Los Santos, ob. cit., p. 146
. Augusto C. Belluscio, Código Civil y leyes complementarias, tomo 2, ed. Astrea, Bs. As., 1984,
ps. 74/5.
*. Remisión par grafo 22.1, letras a), b), c) y d).
. Cfr Eisner, Planteos procesales, cit., p. 553.
. Andr‚s De La Oliva - Miguel Angel Fern ndez, Derecho Procesal Civil, tomo II, ed. Centro de
Estudios Ramón Arecedes, Madrid, 1994, p. 179.
. Art. 1142 CC español: "El deudor puede pagar la deuda a cualquier de los acreedores
solidarios; pero si hubiere sido judicialmente demandado por alguno, a ‚ste debe hacer el pago".
Art. 706, CC argentino: "El deudor puede pagar la deuda a cualquiera de los acreedores, si antes no
hubiese sido demandado por alguno de ellos, y la obligación queda extinguida respecto de todos.
Pero si hubiese sido demandado por alguno de los acreedores, el pago debe hacerse a ‚ste".
. Juan Carreras del Rincón, La solidaridad de las obligaciones desde una óptica procesal, ed. Jos‚
M. Bosch, Barcelona, 1990, p. 95.
. Carreras del Rincón, ob. cit., p. 95
. ibídem, p. 96
. Ver el planteo de cuestiones que señala Camilo Tale, Solidaridad activa: cuestione
controvertidas y soluciones, Rev. La Ley actualidad del 14/11/95.
. Ver el meditadot rabajo de Pedro Edgardo Margonari, La legitimación procesal ante las
obligaciones "in solidum", Rev. El Derecho 163 ps. 815 y ss. De allí extraemos la jurisprudencia en
cita.
. Fallos 307:1507
. Fallos 312:2481 consid. 6
. C.S., noviembre 17/994, in re, P., D.D. c/ Buenos Aires, provincia de s/ daños y perjuicios, Rev.
El Derecho, 163 p. 815.
. Hemos de indicar que usamos la expresión "legitimación para obrar" sin establecer diferencia
con el t‚rmino m s generalizado de "legitimación ad causam". Las distancias que encontrara
Chiovenda dando preferencia a esta última alocución, cuando sostiene que la cualidad en obrar
designa cosas diversas y distintas de la legitimación, como resultan, por ejemplo, la capacidad de
representación o el inter‚s en obrar, no nos parece tan vital como para decidir un uso uniforme de la
nomenclatura. En definitiva, los códigos argentinos y aún los m s modernos (V.gr.: Perú, 1994)
adoptan en sinonimia la legitimación en la causa y el inter‚s para obrar.
. Ugo Rocco, Trata o de Derecho Procesal Civil, tomo I, ed. Temis, Bogot , 1969, p. 353.
. Giuseppe Chiovenda, Instituciones de derecho procesal civil, trad. de E. Gómez Orbaneja, tomo
I, ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, p. 196.
. Francesco Carnelutti, Institucione de derecho procesal civil, ed. Uteha, Bs. As., 1943, p. 465.
En nuestro país, Linares creyó que no era necesario distinguir entre competencia y legitimación
puesto que esta finca en considerar separadamente la capacidad stricto sensu, por un lado, y la
licitud e ilicitud del objeto, fin, etc., por otro. Resumiendo, "si la totalidad del orden jurídico rige el
caso, el determinar si precisamente Pedro es o no el sujeto obligado en la especie, o el sujeto
facultado, es una tarea que se efectúa mediante la aplicación de ese orden jurídico al caso" (Juan
Francisco Linares, Fundamentos de Derecho Administrativo, ed. Astrea, Bs. As., 1975, p. 270).
. Rocco empleó la siguiente definición para observar el juego del inter‚s entre las situacione
jurídicas subjetivas: "El inter‚s para accionar no es otra cosa que el elemento sustancial del derecho
de acción y, concretamente, aqu‚l inter‚s que, tutelado jurídicamente por el derecho procesal
objetivo, constituye el derecho de acción...El juez debe hacer un juicio de utilidad, parangonando
los efectos los efectos de la providencia jurisdiccional requerida con la utilidad que de tal
providencia pueda seguirse para quien la requiere, respecto de una determinada relación jurídica.
Es decir, debe analizarse la utilidad actual, y para ello se debe indagar si la falta de la providencia
jurisdiccional le causa daño o perjuicio. Si hay perjuicio, hay inter‚s para accionar o para
contradecir; y si no lo hay, no existe tal inter‚s. Este inter‚s debe ser concreto y actual. En cuanto a
que sea concreto, ha de referirse a una providencia concreta, referente a una concreta relación
jurídica y respecto de una acción singular y particular, individualizada, ejercida por un sujeto
determinado. Y actual, en cuanto es tomado en el momento mismo en la acción es ejercida" (ob.
cit., p. 337; Cfr. Marco Gerardo Monroy Cabra, Principios de derecho procesal civil, ed. Temis,
Bogot , 1989, p. 184).
. Ver Capítulo I, par grafo 7. En especial cuando sostenemos que, así como existen pretensiones
constitutivas o condenatorias que no presentan inconvenientes para demostrar el inter‚s gen‚rico de
actuar en el proceso; tambi‚n hay otro tipo de pretensiones en las que el inter‚s se difumina al faltar
algún elemento característico. Por ejemplo, en las pretensiones declarativas no existe un derecho
subjetivo vulnerado, apenas aparece amenazado o incierto, y "es por ello por lo que
tradicionalmente el inter‚s se ha referido de modo especial a este tipo de pretensiones, en las que es
común en la doctrina y en la jurisprudencia señalar que, adem s de la afirmación del derecho
subjetivo, el actor precisa alegar la concurrencia de un inter‚s específico". Dicho inter‚s ha de
aparecer fundamentado porqu‚ es la única forma que tiene quien pretende lograr la "llave" que le
abra las puertas del proceso. No es preciso que el juez valore en profundidad esas motivaciones -
esto le corresponde hacerlo en la sentencia y respecto a la pretensión sustancial-, sino que releve el
derecho al proceso que pregona quien tiene el "inter‚s jurídicamente relevante".
. Luciano Parejo Alfonso, Manuel de Derecho Administrativo, (con A. Jimenez Blanco y L
Ortega Alvarez), ed. Ariel, Barcelona, 1992, p. 303.
. Bujosa Vadell, ob. cit., p. 49
. Jos‚ Roberto Dromi, Derecho subjetivo y responsa ilidad pública, ed. Grouz, Madrid, 1986, p.
75.
. Juan Carlos Cassagne, La legitimación activa de los particulares en el proces
contenciosoadministrativo, Rev. El Derecho, 120 p. 980.
. Agustín A. Gordillo, Tratado de Derecho Administrativo, tomo 2, ed Macchi, Bs. As., 1975, p.
XV-4.
. Cfr. María Ang‚lica Gelly, La silueta del amparo despu‚s de la reforma constitucional
suplemento La Ley 60 aniversario, p. 56, donde observa como la legitimación para obrar en el
amparo al indicar a los derechos de incidencia colectiva va delineando un número intderminado de
personas o grupos que la jurisprudencia va receptando.
. Jesús Gonz lez Perez, La legitimación activa en el proceso administrativo, en Revista d
Derecho Procesal (España), 1956-2 p. 552.
. "En co secuencia, no es necesario que haya una decisión previa sobre la legitimación del
interesado, y luego la tramitación del recurso para llegar por último a la decisión de fondo en caso
de haberse admitido anteriormente la legitimación, sino que la mera presentación del recurso
asegura normalmente su tramitación por todas las autoridades que deben intervenir, y el
pronunciamiento final del órgano competente: este decidir de una sola vez si existe legitimación,
caso en el cual pasar a pronunciarse tambi‚n sobre el fondo, o si no existe, caso en el cual puede no
pronunciarse sobre el contenido del recurso. Y decimos puede no pronunciarse, pues tambi‚n puede
sí hacerlo, no ya como resolución del recurso, sino como control de oficio de la legitimidad de sus
actos o de los de sus inferiores" (Gordillo, ob. cit., p. XVI-4).
. Hemos sostenido, antes de ahora, que las relaciones jurídicas que se entablan en el derech
procesal administrativo parten de considerar las situaciones jurídicas de quienes ostentan un
derecho subjetivo, un inter‚s legítimo, o un inter‚s simple; frenta a quien titulariza una posición
procesal m s cómoda, sustentada en un principio hegemónico, que le permite vulnerar el tradicional
equilibrio o igualdad que tiene el proceso judicial. Aunque las partes sean dos, en el procedimiento
administrativo esta noción se desnaturaliza al fundirse la condición de juez y parte en sólo uno de
los contradictores. Por eso la característica m s importante se encuentra en la posibilidad de
actuación activa o pasiva del administrado. Su situación jurídica le deparar la protección
correspondiente. Trat ndose de un derecho subjetivo, la posibilidad de exigir al Estado es superior y
concentra en su medio una serie de derechos y deberes procesales que se deben acatar. El inter‚s
legítimo, en cambio, es residual. Actúa en el <<despu‚s>>, y se tiene derecho a obtener su
reconocimiento por vía de recursos administrativos. En general, su presencia en la formación de la
voluntad administrativa es relegada. Finalmente, el inter‚s simple sólo tiene protección
administrativa activando <<denuncias>> que no pueden llevar pretensiones pues carece el
interesado del recaudo de identificación con el derecho. (Cfr. Osvaldo Alfredo Gozaíni,
Introducción al nuevo derecho procesal, ed Ediar, Bs. As., 1988, p. 76).
. Tom s Hutchinson, Procedimiento administrativo de la provincia de Buenos Aires, ed Astrea,
Bs. As., 1995, p. 78.
. "Pero puede ocurri -dice Hutchinson- que haya algunos habitantes que tengan algún inter‚s
particular en la observancia de aquellas normas, que se complementa con el inter‚s gen‚rico de
todos. Son aquellos a quienes el acto de la Administración se refiere: los participantes en un
concurso o licitación respecto al procedimiento de la decisión, el vecino de un barrio en el que se
instala una industria peligrosa o insalubre, etc‚tera. Estas personas unen al inter‚s gen‚rico que
todos tienen en eldesempeño de la función administrativa, un inter‚s particular: el que tienen como
cuncurrentes respecto del puesto que hay que cubrir, etc‚tera. Es ‚ste un inter‚s distinto del
gen‚rico, si bien conexo; sin embargo, no tienen una tutela directa que constituya un derecho
subjetivo" (ob. cit., p. 79).
. Concordante con los arts. 55 de las leyes similares de Catamarca; art. 9 e Córdoba; art. 243 de
Corrientes; art. 12 de Chaco; art. 22 de Chubut; art. 4 de Entre Ríos; art. 74 de Formosa; art. 12 de
Jujuy; art. 5 de La Pampa; art. 113 de La Rioja; art. 117 de Mendoza; art. 1 de Misiones; arts. 114/5
de Misiones; art. 2 de Salta; art. 4 reglamentario de Santa Cruz; art. 3 de Santa F‚; art. 8 de
Santiago del Estero; art. 12 de Tierra del Fuego y art. 9 de Tucum n (Cfr. Hutchinson, ob. cit., p.
69).
. A no ser que se expanda las legitimaciones de los grupos, conforme lo dispone el art. 43 de la
Constitución Nacional argentina. Ver Capítulo XI: La legitimación para obrar y los derechos
difusos.
. Cfr. Cassagne, ob. cit., ps. 981 y ss
. En una obra anterior sostuvimos nuestra oposición a sostener la calidad o condición de parte en
el procedimiento administrativo. En efecto, la situación jurídica del o los individuos que toman
parte en una actuación no contenciosa, es t‚cnicamente la de interesados que ostentan un derecho
subjetivo, un inter‚s legítimo o un simple inter‚s que procura ser satisfecho por un acto de la
Administración. Si advertimos que la noción de parte en sentido procesal no contrae
necesariamente la presencia de una de las atribuciones jurídicas reconocidas en el procedimiento
administrativo, observaremos que el punto de partida es diverso. M s all de la precisa y esencial
distinción entre función jurisdiccional y función administrativa, se encuentra que la pretensión
podría usarse en este segundo mbito, por cuanto la idea de satisfacción persiste. Sin embargo es
sólo apariencia, veamos porqu‚: En primer lugar el procedimiento administrativo no es un proceso
jurisdiccional, sino, tan sólo, un sistema de actos y decursos que tiene como fin asegurar el orden y
la eficacia del Estado. La juridización de aqu‚l obedece a la presencia de numerosos órganos con
facultades decisorias, característica que confunde la función jurisdiccional con la t‚cnica de la
Administración. El verdadero distingo se encuentra en la ausencia de contradicción o litigio propio
del proceso judicial, por eso en el procedimiento administrativo sólo se desenvuelven peticiones y
no pretensiones (que importan un deber de juzgamiento sobre una contienda de intereses
enfrentados por pretensiones distintas). El paso inmediato que agrega otro componente en la
distinción estriba en la ausencia de cosa juzgada administrativa, de manera que la petición del
interesado tiene siempre una vía judicial revisora. En segundo t‚rmino, la pretensión procesal exige
como elemento específico el ser formulada ante un Juez; calidad que no tiene el órgano
administrativo en tanto no es imparcial ni independiente, y se encuentra interesado en la relación
jurídica sobre la cual conoce. En este sentido hace falta que el pretendiente reclame no contra
alguien, sino frente a alguien; y este alguien es el órgano jurisdiccional. En un aspecto objetivo, la
pretensión importa un objeto litigioso; cualquier objeto material o personal; lo que sucede es que al
no existir controversia en el mbito del procedimiento administrativo, el proceso que se cumple es
el de formación de una voluntad que, reci‚n con la decisión, puede llegar a generar el conflicto.
Finalmente, el tercer elemento que caracteriza la pretensión: el de la mutación de la realidad,
apareja que la declaración de voluntad que se expresa tanto en el proceso judicial como en el
procedimiento administrativo pueden confundirse. Pero esa manifestación de deseo tiene en la
teoría de la pretensión (Cfr. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Derecho Procesal Civil, tomo I volumen 1
(Teoría General del Derecho Procesal), ed. Ediar, Bs. As., ps. 105 y ss.) un significado peculiar y
propio que es el de contener, entre los sujetos que en ella intervienen y acerca del objeto sobre el
que recae una petición fundada que, sin llegar a ser una pretensión procesal estricta, sí manifiesta
una voluntad petitoria, es decir, un reclamo sin exigencia ( Cfr. Gozaíni, Introducción al nuevo
derecho procesal, cit., ps. 85/6).
. Eduardo García de Enterría - Tom s Ramón Fern ndez, Curso de derecho administrativo, tomo
II, ed. Cívitas, Madrid, 1977, ps. 26 y ss.
. Cassagne, La legitimación activa de los particulares en el proceso contenciosoadministrativo
Rev. El Derecho, 120 p. 984.
. B.55.392, Rusconi, Oscar c/ Municipalidad de La Plata
. Jaime Guasp, La pretensión p ocesal, ed. Cívitas, Madrid, 1985, p. 25. Ver, Augusto Mario
Morello, En la casación de Buenos Aires (actualidades), en Rev. Jurisprudencia Argentina,
13/12/95, p. 56.
. Señala Morello que "es alabable el propósito de no limitar y sí promover o extender l acceso a
la jurisdicción. Seguramente que el continuo aumento -el sucesivo reconocimiento- de
legitimaciones extraordinarias o excepcionales que luego se han convertido (en poquísimos años)
en legitimaciones ordinarias o comunes y no sólo en la esfera del derecho público, es un dato
notorio y sugerente, entre otras manifestaciones, de una real democratización en el uso de la
jurisdicción. Lo cual resulta en una participación cada vez m s activa e intensa del ciudadano (nada
m s que como tal) "de las ciudades" en la defensa de un extensísimo espectro de "derechos",
"intereses", (aun simples o de derechos) o mejor de situaciones subjetivas tutelables por vía del
ejercicio de pretensiones jurisdiccionales" (En la casación de Buenos Aires <<actualidades>>, cit.,
p. 56).
. Cfr. Sentencia del Tribunal Superior del 15 de marzo de 1990, citada por Vicente Gimen
Sendra- Jos‚ Garberí Llobregat- Jos‚ María Martín de la Leona, Código Procesal Administrativo,
ed.Colex, Madrid, 1991, p. 43.
. Vicente Gimeno Sendr - Víctor Moreno Catena- Jos‚ Garberí Llobregat- Nicol s Gonz lez
Cuellar Serrano, Curso de derecho procesal administrativo, ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1994, p.
129.
. Jesús Gonz lez Perez, Derecho Procesal Administrativo hispanoamericano, ed. Temis, Bog t ,
1985, p. 119.
. Vfr. Bujosa Vadell, ob. cit., p. 37. El Tribunal Constitucional español, en sentencia del 4/4/84
dijo que los intereses legítimos del ciudadano merecen protección, aun cuando el derecho invocado
no sea propio o la libertad alegada no sea directamente afectada en la persona del denunciante, "la
distinción entre derecho subjetivo e inter‚s legítimo que aparece en el art. 24 de la Constitución,
tiene en nuestro derecho un sentido de ampliación del mbito de protección del ciudadano. No se
trata de unidades jurídicas distintas, sino mas bien de un desarrollo, ampliación o
desramamamiento de la figura nuclear del derecho subjetivo, cuyos entornos no son ni pueden ser
perfectamente nítidos. De manera que para evitar dudas acerca de si determinadas situaciones
merecen la protección del oordenamiento jurídico, el legislador design con esa otra expresión -
inter‚s legítimo, inter‚s protegido- a esa zona de expansión del derecho subjetivo -a modo de halo
que lo rodea- que sigue siendo tal pero que una interpretación formalista podría pretender negarle
protección".
. Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, (con la colaboración de Tom
Hutchinson), ed. Plus Ultra, Bs. As., 1983, p. 207.
. García de Enterría - Fern ndez, ob. cit., p. 45.
. Cassagne, La legitimación activa de los particulares en el proceso contenciosoadministrativo
cit., p. 984.
. Gimeno Sendr - Moreno Catena- Garberí Llobregat- Gonz lez Cuellar Serrano, ob. cit., p. 133
. Cfr. Eduardo García de Enterría, Sobre los der chos públicos subjetivos, en Revista española de
Derecho Administrativo, nø 6, 1975; citado por Dromi, Derecho subjetivo y responsabilidad
pública, cit., p. 78.
. "Así, por ejemplo, en Francia, donde el inter‚s legítimo est adecuadamente protegido y s
distinción con el derecho subjetivo sirve como criterio de selección del recurso apropiado: recurso
de plena jurisdicción cuando se invoca una situación jurídica subjetiva y recurso por exceso de
poder cuando, por plantearse una cuestión de derecho objetivo, la legitimación es m s amplia.
Tambi‚n en Italia juega la distinción, en este caso como criterio de distribución de competencias
entre ambas jurisdicciones: a la judicial le corresponde la defensa de los derechos subjetivos y a la
administrativa la de los intereses legítimos...En cambio, en los sistemas de jurisdicción única, es
decir, judicial, como los Estados Unidos, desconocen la distinción derecho subjetivo-inter‚s
legítimo y adoptan una noción m s amplia de derecho subjetivo" (Cfr. H‚ctor A. Mairal, Sobre
legitimación y ecología, Rev. La Ley, 1984-B, p. 780).
. Mairal aclara que el perjuicio puede ser material o moral, interrog ndose ¨debe ser tambi‚
"importante"?. Respondiendo: "la importancia del perjuicio ser , por lo general, tema de
apreciaciones subjetivas y discordantes por lo cual parece preferible considerar que si el recurrente
ha aceptado correr con los costos y molestias de un juicio, debe respetarse su juicio sobre la
importancia del mismo; la regla minimae non curat praetor permitir , de todos modos, excluir las
demandas claramente caprichosas o triviales..." (ob. cit., ps. 785/6).
. Cfr. Augusto Mario Morello, El proceso justo, ed. Platens -Abeledo Perrot, Bs. As., 1994, p.
100.
. Carlos Manuel Greco, Ensayo preliminar sobre los den minados intereses "difusos" o
"colectivos" y su protección judicial, en Rev. La Ley, 1984-B, p. 875.
. Juan Carlos Cassagne, En torno a la naturaleza del procedimiento administrativo y su
clasificaciones fundamentales, en Rev. El Derecho, 97 p. 889.
. ozaíni, Introducción al nuevo derecho procesal, cit., p. 45.
. Juan Carlos Cassagne, El acto administrativo, ed. Abeledo Perrot, Bs. As., 1974, p. 189
. Guasp, La pretensión procesal, cit., p. 91
. Jos‚ Roberto Dromi, Manual de derecho administrativo tomo 2, ed. Astrea, Bs. As., 1987, p.
335.
. Guasp, La pretensión procesal, cit., p. 70
. Gozaíni, La Justicia Constitucional, cit., p. 206
. En nuestra "Justicia Constitucional" sostuvimos la importancia de esclarecer este paradigm
pues todo tipo de procedimiento puede signarse de constitucional cuando la materia específica que
aborde consista en establecer la supremacía de los derechos fundamentales, o bien, desde otra
perspectiva, cuando el tribunal competente est‚ destinado a resolver los problemas de garantías y
derechos constitucionales (v.gr.: Tribunales Constitucionales). Esta distancia es oportuna porque
permite distinguir a partir del objeto la tutela diferenciada que esos derechos merecen. Adem s,
porque encontrando respuestas pueden deducirse opiniones concretas sobre el car cter
jurisdiccional de la actividad desarrollada, y específicamente, si ese proceso constitucional es un
proceso diferente al que no se le aplican las mismas reglas que al juicio ordinario (Cfr. ob. cit., ps.
206 y ss.).
. Cfr. Nicol s Gonzalez Deleito, Tribunales constitucionales. Organización y funcionamiento, ed
Tecnos, Madrid, 1980, p. 12. Tambi‚n, Ernesto Rey Cantor, Derecho Procesal Constitucional
(Controles de constitucionalidad y legalidad), ed. Universidad Libre, seccional Cali, Colombia,
1994, p. 37.
. Juventino V. Castro, Garantías y Amparo, ed. Porrúa, M‚xico, 1989, p. 16
. Cfr, Gozaíni, La Justicia Constitucional, cit., ps. 223 y ss
. Germ n J. Bidart Campos, Tratado elemental de derecho constituciona argentino, tomo IV, ed.
Ediar, Bs. As., 1993, p. 21.
. Ignacio Burgoa, Las garantías individuales, ed. Porrúa, M‚xico, 1978, p. 179
. Gozaíni, Introducción al nuevo derecho procesal, cit., p. 272
. Una respuesta posible en Osvaldo Alfredo Gozaíni, E Derecho procesal constitucional y los
Derechos Humanos. Vínculos y autonomías, ed. UNAM, M‚xico, 1995.
. Castro, Garantías y Amparo, ob. cit., ps. 215/6
. Alberto B. Bianchi, Control de constitucionalidad, ed. Abaco, 1992, p. 134
. Bianchi, ob. cit. p. 135.
. Bianchi, ob. cit., p. 135 y notas allí indicadas
. La condición de ser un inter‚s directo, personal y legítimo que la disposición contempla, contrae
serias resistencias por la limitación que sufren los terceros o indirectos implicados en la cuestión de
constitucionalidad. Por eso, algunos modernos ordenamientos del sistema difuso, como el Código
General del Proceso de la República Oriental del Uruguay superan el conflicto permitiendo el
planteo al actor, al demandado o al tercerista. Una particularidad a destacar es la posibilidad de que
sea el propio juez de oficio quien plantee la inconstitucionalidad, incluido el mismo Tribunal en lo
Contencioso Administrativo. Su facultad se limita a eso: promover la posible declaración de
inconstitucionalidad por la Suprema Corte (Cfr. Enrique V‚scovi, La protección jurídica del
ciudadano, en Estudios en homenaje al profesor Jesús Gonz lez Perez, ed. Cívitas, Madrid, 1993, p.
2690).
. Cfr. Germ n J. Bidart Campos, El Derecho de la Constitución y su fuerza normativa, ed. Ediar,
Bs. As., 1995, p. 313.
. Bidart Campos, El Derecho de la Constitución y su fuerza normativa, cit., p. 313
. Cfr. Gozaíni, La Justicia Constitucional, cit., p.90
. Rodolfo Carlos Barra, Caso Polino: La Corte ratifica su papel con titucional, Rev. El Derecho
del 27/5/94.
. Eduardo García de Enterría, La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, ed
Cívitas, Madrid, 1985, p. 138.
. Cfr. Gozaíni, La Justicia Constitucional, cit., p. 93
. Almagro Nosete, Constitución y Proceso, cit., p. 131.
. Cfr. Bidart Campos, El Derecho de la Constitución y su fuerza normativa, cit., p. 323
. Cfr. Gozaíni, La Justicia Constitucional, cit., p. 94
. Sobre la subsidiariedad del amparo despu‚s de la reforma constitucional de 1994,v er nuestro
Derecho de Amparo, cit. ps. 34 y ss.
. Cfr. Almagro Nosete, Constitución y proceso, cit., p. 200
. Cfr. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Legitimación para actuar en el juicio de amparo, Rev. La Ley,
del 20/7/94.
. Bartolom‚ Fiorini, Acción de ampar , graves limitaciones e incongruencias que desnaturalizan,
Rev. La Ley, 124, p. 1361.
. "El art. 43 de la Constitución reformada no ha consagrado una suerte de acción popular qu
desvincule absolutamente la ilegalidad del perjuicio, ni transformó la sujeción al principio de
legalidad en un verdadero derecho subjetivo del particular con la subsiguiente posibilidad de
articularlo ante el Poder Judicial, aun en ausencia de vinculación del pretensor con la relación
jurídico material deducida en el proceso" (CNFed. Contenciosoadministrativo, Sala I, octubre
20/995, con notas de Juan Carlos Cassagne, De nuevo sobre la legitimación para accionar en el
amparo, y de Agustín A. Gordillo, La legitimación en el amparo: Asociaciones, cooperativas,
derechos de incidencia colectiva, ambos en Suplemento de Jurisprudencia de Derecho
Administrativo, Rev. La Ley, del 6/12/95, ps. 3 y 39, respectivamente).
. "Al mismo tiempo que subrayo -dice el autor- la condición excepcional de la ley que determinar
los requisitos y formas de organización de las asociaciones destinadas a coadyuvar en la protección
del ambiente, de la competencia, y aquellos que agrupen a usuarios y consumidores, destaco que
dentro de la mec nica operativa de los institutos constitucionales procesales como es el amparo a
partir del art. 43 del texto constitucional vigente, hacen que mientras la ley no exista, no por ello las
asociaciones que puedan ingresar en el cuadro señalado en el par grafo 2do. del art. 43, carecer n de
legitimación procesal activa" (Alberto Antonio Spota, An lisis de la acción de amparo en los
t‚rminos del artículo 43 de la Constitución Nacional, en Temas Procesales, suplemento de la Rev.
El Derecho del 31/8/95, ps. 10 y ss. Cfr. El Derecho, 163 p. 767).
. Alberto R. Dalla Vía, ¨Amparo desamparo? (En la reforma constitucional de 1994), en Temas
Procesales, suplemento de la Rev. El Derecho del 31/8/95, ps. 28 y ss. Cfr. El Derecho, 163 p.
790).
. Adolfo Armando Rivas, El amparo y la nueva Constitución de la República Argentina, en Rev.
La Ley, 1994-E, ps. 1330 y ss.
. Rodolfo Carlos Barra, La acción de amparo en la Constitución reformada: la legitimación para
accionar, en Rev. La Ley, 1994-E, p. 1087.
. N‚stor Pedro Sa•‚s, Amparo, h beas data y h beas corpus en la reforma constitucion al, en Rev.
La Ley, 1994-D, p. 1151.
. Lino E. Palacio, La pretensión de amparo en la Reforma Constitucional de 1994, en Rev. La Ley
del 7/9/95.
. Augusto Mario Morello, Posibilidades y limitaciones del amparo, en Rev. El Derecho de
22/11/95.
. Sa•‚s, ensaya una clasificación en los tipos posibles destacando los siguientes: 1) H beas data
informativo,ácon la finalidad de obtener información obrante en registros o banco de datos públicos
o privados destinados a producir informes; este, a su vez, se subdivide en a) h beas data exhibitorio,
que responde al interrogante de saber que se registró <<tomar conocimiento de los datos>>; b) h
beas data finalista, su meta es saber para qu‚ y para qui‚n se registran los datos y; c) h beas data
autoral, para saber qui‚n tomó o distribuyó los datos; 2) H beas data aditivo, que agrega datos a un
registro incompleto; 3) H beas data rectificador, que corrige probables errores; 4) H beas data
reservador, que pretende la confidencialidad y no circulación de los datos; 5) H beas data
cancelatorio o exclutorio, que refiere a la denominada información sensible concerniente a ideas
políticas, religiosas, gremiales, al comportamiento sexual, a ciertas enfermedadesw o datos raciales,
todos ellos potencialmente discriminatorios o lesivos al honor o privacidad del afectado ( N‚stor
Pedro Sag•‚s, Subtipos de h beas data, en Jurisprudencia Argentina, nø 5964 del 20/12/95).
. En algunas legislaciones constitucionales, como Perú, es suficiente con solicitar, sin menciona
la causa para la que pide la información.
. Gozaíni, El derecho de amparo, cit., p. 185
. Rafael Velazquez Bautista, Protección jurídica de datos personales o automatizados, ed. Colex,
Madrid, 1993, p. 116.
. Vittorio Frosini, Il diritto nella societ tecnologica, d. Giuffr‚, Milano, 1981, p. 9. Cfr. Antonio
Perez Luño, Derechos Humanos, Estado de derecho y Constitución, ed. Tecnos, Madrid, 1984, p.
370.
. Velazquez Bautista, ob. cit., p. 200
. Gozaíni, El Derecho de Amparo, cit., p. 181
. Enrique M. Falcón, H beas Data, ed. Abeledo Perrot, Bs. As., 1995, ps 78/9. Cfr. Miguel Angel
Ekmekdjian - Calógero Pizzolo (h.), H beas Data. El derecho a la intimidad frente a la revolución
inform tica, ed. Depalma, Bs. As., 1995, p. 98.
. Pablo A. Palazzi, El H beas data n la Constitución Nacional ("La protección de la privacidad en
la era de la información"), en Jurisprudencia Argentina, nø 5964 del 20/12/95). Cfr. Raúl O.
Puccinelli, H beas data: aportes para una eventual reglamentación, Rev. El Derecho, 161 p. 913.
. NCiv., Sala H, mayo 19/995, con nota de Santos Cifuentes, Protección inmediata de los datos
privados de la persona. H beas Data operativo, en Rev. La Ley del 15/11/95.
. "Si se hubiera querido limitar el h beas data a la tutela exclusiva de la intimidad se hubiera
recurrido a un texto como el establecido para el h beas corpus, que especifica su aplicación cuando
el derecho afectado es la libertad física. Por lo tanto, el h beas data es un medio constitucional útil
para la protección de todos los derechos y garantías establecidos en la Constitución, los Tratados y
las leyes cuando resultan violados por vía inform tica. Tambi‚n es aplicable al supuesto de autos, en
el cual la negativa del sanatorio accionado a brindar la información requerida, podría afectar la
vida, la salud y la integridad personal" (del dictamen del Fiscal ante la C mara), in re: CNCiv., Sala
F. Julio 6/995, en Rev. El Derecho del 27/11/95 con nota de Germ n J. Bidart Campos: Y se hizo
justicia...sin necesidad de h beas data).
. Alberto . Bianchi, H beas Data y derecho a la privacidad, Rev. El Derecho 161 p. 868.
. Cfr. Consejo de Europa (1981), Convenio para la proteción de las personas con respecto a
tratamiento automatizado de datos de car cter personal, art. 29.
. Sa•‚s, Subtipos de h beas data, cit., p. 33.
. CNCiv., Sala H, mayo 19/995, con nota de Santos Cifuentes, Protección inmediata de los datos
privados de la persona. H beas Data operativo, en Rev. La Ley del 15/11/95.
. Antonio Quintano Ripoll‚s, Tratado de la parte espe ial del Derecho penal, 1972, p. 1005; cfr.
Aurelia María Romero Coloma, Los derechos al honor y a la intimidad frente a la libertad de
expresión e información. Problem tica proecsal, ed. Serlipost, Barcelona, 1991, p. 62.
. Palazzi, ob. cit., p. 13. Adem s, es preciso señalar que el Convenio 81 del Consejo de Europa
refiri‚ndose a esta figura nos indica que existe un "responsable del fichero", el cual significa la
persona física o jurídica, autoridad pública, servicio u otro organismo que según la Ley fuere
competente para decidir sobre que clase de datos de car cter personal deben ser almacenados y que
operaciones deber n serles aplicadas.
. Gozaíni, El Derecho de Amparo, cit., p. 183
. Gozaíni, El Derecho de Amparo, cit., p. 202
. Jos‚ Almagro Noset - Jos‚ Tom‚ Paule, Instituciones de Derecho Procesal, tomo I (Proceso
Civil, 1), ed. Trivium, Madrid, 1993, p. 220.
. Luis Filipe Cola‡o Antunes, A tutela dos interesses difusos em direito administrativo, ed
Livraría Almedina, Coimbra, 1989, ps. 54/5.
. Cfr. Antonio Perez Luño, Las generaciones de derechos humanos, en Revista del Centro de
Estudios Constitucionales, nø 10, 1991, p. 210.
. V. Vigoriti, Interessi colletivi e processo. La legitimazione ad agire, ed. Giuffr‚, Milano, 1979
ps. 17 y ss.
. F. Bricola, La tutela degli interessi colletivi nel processo penale, en Le azione a tutela di
interessi colletivi, Padova, 1976, p. 133.
. Cfr. Cola‡o Antunes, ob. cit., p. 21
. No es intención de este ensayo construir un debate dial‚ctico sobre el con epto que expresan los
derechos difusos, pero es conveniente alcanzar una noción mínimamente aceptable que defina su
posibilidad de defensa ante las tribunales. El problema no es sólo nominalístico porqu‚ encuentra
imprecisiones que, en reiteradas veces, obstaculizan su acceso a la justicia. Por ejemplo, hay casos
en que la dimensión del problema encuentra afectados directos e indirectos que pueden
personalizarse, mientras que otros no tienen esa homogeneización de situaciones complicando la
asignación de legitimación procesal. Por tanto, para facilitar la obtención de una noción de inter‚s
de grupo debemos partir del concepto general de inter‚s y de inter‚s jurídico. De este modo,
profundos estudios elaboran y ensayan propuestas diversas. Hemos preferido reseñar ellas en el
profundo trabajo de Lorenzo Mateo Bujosa Vadell, La protección jurisdiccional de los intereses de
grupo, ed. Bosch, Barcelona, 1995, ps. 69 y ss. que divide los criterios utilizados para definir en
tres grupos: uno objetivo, que examina la calificación del bien como idóneo para ser objeto del
inter‚s del grupo. Es decir, determina la existencia de un inter‚s grupal cuando existe aptitud para el
disfrute general. Aquí se habla de bienes insusceptibles de apropiación exclusiva y respecto a los
cuales el goce de los individuos o grupos no es limitado por el goce concurrente de otros miembros
de la colectividad. El segundo criterio se llama subjetivo, advirtiendo que no hay titularidades
específicas ni categorías determinadas, pues la defensa es colectiva y se practica a trav‚s del ente
exponencial (que explicamos en el texto), o ente organizado. El nexo que une el grupo no es ya la
existencia de un bien que pueda ser objeto de disfrute por un número indeterminado de personas,
sino un factor eminentemente subjetivo: la conciencia de grupo entre estas personas, que las lleva a
una unión m s o menos estrecha. El tercero se llama normativo, y refiere a la existencia o no de un
reconocimiento legal.
. Cola‡o Antunes sostiene que se tratan de interes s comunitarios de naturaleza cultural no
corporativos. Ob. cit., p. 23. La Corte de Casación italiana, en 1978 concretó como intereses
difusos a aquellos que por la idoneidad del objeto a ser considerado en el mbito exclusivamente
individual -a causa de su naturaleza y del car cter de la normativa-, se refieren no al sujeto como
individuo, sino como miembro de una colectividad mas o menos amplia, coincidente en el límite
con la generalidad de los ciudadanos, dando lugar así a una pluralidad de situaciones jurídicas an
logas.
. Bujosa Vadell, ob. cit., p. 81, donde advierte la frecuencia como se d ese conflicto entr
intereses. Por ejemplo, el ecologista en contraposición con los urbanizadores, la empresa, e
indirectamente con los trabajadores de ambos, que sufren las consecuencias.
. "Debe insistirse en que la titularidad de los derechos sociales no debe considerarse privativa de
los grupos, sino que, como ya se ha indicado, puede corresponder tambi‚n a los individuos. Ya que
la función de los derechos sociales no es tanto la de hacer titulares de sus facultades a los grupos,
sino mas bien la de proyectar su titularidad al individuo que actúa y desarrolla su existencia
concreta integrado en determinadas agrupaciones sin que, por tanto, sus intereses puedan
marginarse por completo del bien colectivo" (Antonio Perez Luño, Derechos humanos, Estado de
Derecho y Constitución, ed. Tecnos, Madrid, 1984, p. 84.
. Cola‡o Antunes, ob. cit., p. 49
. Cfr. Ada Pellegrini Grinover, A problem tica dos interesses difus s, en "A tutela dos interesses
difusos", 1a. ed., serie Estudios Jurídicos 1, Max Limonad, San Pablo, Brasil, 1984, p. 30. Vide:
Adolfo Armando Rivas, El Amparo, ed. La Rocca, Buenos Aires, 1984, p. 244.
. Jos‚ Almagro Nosete, Constitución y Proceso, ed. Bosch, Barcelona, 1984, p. 194.
. Bujosa Vadell, ob. cit., p. 97
. Cfr. Edgardo Ignacio Saix, Acceso a la tutela de los derechos de incidencia colectiva dentro del
nuevo texto constitucional, en Revista de Derecho Privado y Comunitario, nro. 7, 1994, p. 117,
donde cita el trabajo de Denti.
. Jos‚ Almagro Nosete, Constitución y Proceso, ed. Bosch, Barcelona, 1984, p. 194
. M. Nigro, Giustizia amministrativa, ed. Il Mulino, Bologna, 1979, p. 101. Ver, Bujosa Vadell,
ob. cit., p. 35.
. Cfr. Bujosa Vade l, ob. cit., p. 36.
. Cfr. Rev La Ley, 199 -C, ps. 543 y ss; Rev. El Derecho, 148-354. Este caso sirve para mostrar
una faceta distinta del inter‚s legítimo, no encapsulado en la órbita tradicional como se lo conoce.
La Corte, siguiendo la distinción que realiza el derecho norteamericano, distingue entre "intereses
materiales", "intereses ideológicos" e "intereses sobre la vigencia de las leyes". Destaca así, los
denominados en segundo t‚rmino, que son aquellos que buscan la afirmación de principios morales
o religiosos, y aunque prima facie no habilitan la instancia judicial (standing) si son triviales o
insustanciales, esto no supone una exclusión absoluta cuando dichos intereses alcanzan suficiente
fuerza y compromiso en la persona que la invoca. Esta admisión del "inter‚s ideológico" como
habilitante de la tutela judicial lo es, en el derecho comentado, para accionar en orden a revisar la
acción u omisión de las agencias administrativas; y se adopta en el caso Ekmekdjian como derecho
a replicar las ofensas proferidas por un programa de televisión que alteró los sentimientos de la
comunidad católica argentina. Sostiene la Corte refiri‚ndose a la legitimación: "a diferencia de
quien ejerce la rectificación o respuesta en defensa de un derecho propio y exclusivo, en los casos
como el presente quien replica asume una suerte de representación colectiva, que lleva a cabo en
virtud de una preferencia temporal, previo reclamo al órgano emisor de la ofensa, quien podr
excepcionarse de cumplir con otras pretensiones de igual o semejante naturaleza simplemente con
la acreditación de la difusión de la respuesta reparadora" (considerando 25).
. Entre otras, ver: Polino, H‚ctor y otro c/ Poder Ejecutivo, C.S., P. 304, sentencia del 7 de abril
de 1994, Rev. La Ley, 1994-C, ps. 291 y ss. con nota de María Angelica Gelli, Reforma
constitucional, control judicial y proceso democr tico. Se dijo aquí que "la condición de ciudadano
no es apta en el orden federal para autorizar la intervención de los jueces a fin de ejercer su
jurisdicción, por cuanto dicho car cter es de una generalidad tal que no permite tener por
configurado el inter‚s concreto, inmediato y sustancial que lleve considerar presente el requisito de
la "causa" o "controversia" que habilita la función mencionada.
. Osvaldo Alfredo Gozaíni, El Derecho de Amparo, ed. Depalma, Buenos Aires, 1995, p. 15
. Causa B.55.392, "Rusconi, Oscar c/ Municipalidad de La Plata s/ demand
contenciosoadministrativa", en Rev. Actualidad en el derecho público, nro. 2, set/dic. 1995, ps. 23
y ss.
. Causa B 47.764, "Fern ndez Arrese", 20/5/80, DJBA, 119:485; y especialmente causa B 49.544
"Thomann", 7/12/84, disidencia del Dr. H‚ctor Negri.
. Sería bueno recomendar que este valioso precedente fuera complementado con una proyecció
del inter‚s legítimo a cuestiones que trasciendan lo económico, d ndole suficiencia cuando la índole
sea moral o de gravedad suficiente para la respuesta judicial.
. Eduardo A. Zannoni, Derecho subjetivo e inter‚s simple en la responsabilidad ciivil, en a obra
conjunta de homenaje a Isidoro H. Goldenberg, La responsabilidad, ed. Abeledo Perrot, Buenos
Aires, 1995, p. 105.
. Zannoni, ob. cit., p. 109
. Cfr. Carlos A. Ghersi, Modernos conceptos de responsabilidad civil, ed. Ediciones Jurídica
Cuyo, Mendoza, 1995, p. 32.
. Jos‚ Carlos Barbosa Moreira, La legitimación para la defensa de los intereses difusos en e
derecho brasileño, en Revista Jus, nro. 34 p. 61.
. Dante Barrios de Angelis, Introducción al estudio del proceso, ed. Depalma, Buenos Aires
1983, p. 129. Cfr. Osvaldo Alfredo Gozaíni, La Justicia Constitucional, ed. Depalma, Buenos
Aires, 1994, p. 171.
. Gozaíni, El Derecho de Amparo, cit., p. 86
. Ricardo Luis Lorenzetti, Defensa del Consumido -Ley 24.240, ed. Rubinzal Culzoni, Santa F‚,
1994, p. 400.
. Mauro Cappelletti, Formaciones sociales e intereses de grupo frente a la justicia civil, en Boletín
Mexicano de derecho comparado, nueva serie, año XI nros. 31/32 -enero/agosto, 1978-, p. 19.
. Cfr. Lorenzetti, ob. cit., p. 399
. Cappel etti, ob. cit., p. 29.
. Cola‡o Antunes, ob. cit., p. 65
. Cappelletti, ob. cit., p. 37
. Almagro Nosete, Constitución y Proceso, ob. cit., p. 195
. Tambi‚n lo hacen muchos ordenamientos constitucionales, y específicamente, el art. 24.1 de l
Constitución española.
. Víctor Fair‚n Guill‚n, Ensayo sobre procesos complejos. La complejidad de los litigios, ed
Tecnos, Madrid, 1991, p. 244.
. Ver par g. 69 con sus subtítulos. Cfr. Bujosa Vadell, ob. cit., p. 155
. Podríamos ejemplificar muchas de es as situaciones, bastando observar que cuando se permite
que un comunero actúe solitario, si lo hace en beneficio de la comunidad, y la sentencia le es
favorable, beneficia con sus actos a todos; sin afectarlos en caso contrario. La comunidad no
supone una personalidad distinta de la de los comuneros.
. Almagro, Derecho Procesal Civil, (con Tom‚ Paule), ob. cit., p. 278
. Vigoriti, ob. cit., p. 66
. Bujosa Vadell, ob. cit., p. 161
. Sentencia del 29 de noviembre de 1982, citado por Bujosa Vadell, ob. cit., p. 165.
. Bujosa Vadell, ob. cit., p. 174
. Bujosa Vadell, ob. cit., p. 175
. Sentencia del 5 de abril de 1989, en Rep. de Jurisprudencia Aranzadi, 1989 nø 2814
. Bujosa Vadell, ob. cit., p. 185
. Bujosa Vadell, ob. cit., p. 186 nota 214
Bujosa Vadell, ob. cit., p. 197.
. Bujosa Vadell, ob. cit., p. 222
. Así lo dijo a mitad de siglo Piero Calamandrei, cuando se refería a los casos en que los que est n
legitimados para solicitaren juicio la transformación de una cierta relación o estado pertenecen
todos a una cierta categoría, cada uno de los cuales puede, por sí sólo, deducir en juicio aquella
relación e estado, y obtener de ella la transformación con efectos que se extiendan tambi‚n a los
dem s legitimados no presentes en la causa (Cfr. Bujosa Vadell, ob. cit., p. 266).
. Gozaíni, La Justicia Constitucional, ob. cit., p. 311
. Sostiene Cappelletti que, no obstante los esfuerzos de la Constitución italiana que pretend
romper con una tradición multisecular, el Ministerio público est siempre muy ligado al Ejecutivo y
no es institucionalmente idóneo para erigirse en defensor de intereses, constitucionales o de otra
naturaleza, que a menudo necesitan de protección contra los abusos perpetrados precisamente por
órganos políticos y administrativos. Esto es tan cierto que, cuando en el siglo pasado el Estado de
Derecho quiso introducir un sistema de control judicial de los actos de la administración pública -
un hecho de enorme importancia para la civilización jurídica, de la cual Francia ha sido la gran
pionera- la iniciativa para tal control fue confiada a los sujetos privados, no al ministerio
público....Adem s, este organismo es una institución jer rquica y de carrera. Ello significa, en
palabras pobres, que en esa institución se llega a los puestos de mando cuando se es anciano,
despu‚s de haber vivido por muchos años en cierto sentido aislado, una "categoría social" en sí
misma (ob. cit., ps. 15/16).
. "Las relators actions son un ejemplo de la combinación de iniciativa privada y contr l público,
característica de algunos países de Common law (excepto en Escocia)...normalmente el órgano
equivalente al Ministerio Público -en general, el Attorney General- hace valer un inter‚s general o
trata de impedir una actividad contraria a tal inter‚s; los individuos particulares, en principio, no
pueden actuar en su protección, pero pueden excitar a este órgano público para que actúe; si no lo
hace, de forma subsidiaria, el propio particular puede ejercitar su pretensión en nombre y con el
consentimiento (fiat) del Attorney General. Por consiguiente, tal acción se ejercita [on the relation]
con el particular que se ha dirigido a ‚l. Esta posibilidad se desarrolló en aquellos casos que debían
ser resueltos según la equidad (equity), y durante largo tiempo estuvo restringida a casos de daños
públicos (public nuisance). En la actualidad se aplica para reprimir conductas ilegales en una
amplia gama de situaciones de gran importancia: no se utilizan para defender intereses de los
consumidores, sino principalmente para revisar la legalidad de la actividad de los poderes locales;
para asegurar la reparación en casos de infracción de un public right (por ejemplo, public nuisance);
asegurar la protección del medio ambiente (en particular contra proyectos urbanísticos), y para
asegurar una administración apropiada de legados públicos y destinados a la beneficiencia" (Bujosa
Vadell, ob. cit., p. 247). Cfr. Saix, ob. cit., p. 122.
. Cfr. Barrios de Angelis, ob. cit., p. 135. Adolfo Gelsi Bidart, El Derecho Procesa y la
protección al consumidor, en Revista Uruguaya de Derecho Procesal nro. 1, 1978, ps. 11/25.
Barbosa Moreira, ob. cit., p. 71. Lily R. Flah - Miriam Smayevsky, Legitimación de los titulares de
intereses difusos, en la obra conjunta de homenaje a Isidoro H. Goldenberg, La responsabilidad,
cit., p. 401.
. Barbosa Moreira, ob. cit., p. 71
. Almagro Nosete, Constitución y Proceso, cit., p. 277
. Antes de la reforma constitucional de 1994, la justicia había reconocido a diferente
"ombudsman" locales (del derecho público provincial, y para la Capital Federal) legitimación para
actuar en la defensa de los derechos difusos (Cfr. "Cartañ , Antonio E.H. c/ Municipalidad de la
Capital Federal, CNCiv., Sala K, febrero 28/991, Rev. El Derecho 142 p. 666 con nota de Germ n J.
Bidart Campos, La legitimación del Ombudsman municipal y los intereses difusos). Allí se sostuvo
que, en el campo de los intereses difusos, es evidente que no es sólo la cosa pública la que aparece
directamente dañada, sino que es el conjunto de los habitantes de una manera personal y directa la
víctima respecto de la cual el derecho objetivo tiene necesariamente que acordar un esquema de
protección, dando legitimación para obrar al grupo o individuo que alegue su representación, sin
necesidad de norma específica al respecto. Siendo que en nuestro medio, finalmente, existe un
funcionario que se encuentra a disposición de los vecinos para protegerlos frente a la mala
actuación de la administración municipal o sus agentes, resulta pertinente reconocer al
"ombudsman" legitimación activa...Consecuentemente, cabe concluir que el Ombudsman
municipal se encuentra legitimado procesalmente para impetrar judicialmente la defensa de
intereses y derechos que son comunes a la población confiada a su control, frente a lesiones que
pueden dañar a parte de esa población o a toda.
. No obstante, la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina, dijo en los autos "Fría
Molina, N‚lida N. c/ Instituto Nacional de Previsión Social", (marzo 21/995) que:"De conformidad
con lo dispuesto por los arts. 86 de la Constitución Nacional y 14, 16 y 21 inciso b) de la Ley
24.284 modificada por la Ley 24.379, el Defensor del Pueblo carece de competencia para formular
exhortaciones al tribunal sobre las causas en tr mite". Fallo que mereció la crítica severa de Quiroga
Lavi‚ al sostener que el tribunal no podía pronunciarse en forma dogm tica y por vía de principio,
en razón de que las mismas normas mencionadas le otorgan al Defensor legitimación procesal
activa para promover amparo en tutela de los derechos de incidencia colectiva. Lo cual, sumado al
dispositivo constitucional del art. 86 (legitimación amplia) permitiría al funcionario actuar como lo
hizo (Humberto Quiroga Levi‚, El Defensor del Pueblo ante los estrados de la justicia, Rev. La Ley,
14/8/95).
. Gozaíni, ob. cit., p. 302
. Augusto Mario Morell -Carlos Vallefín, R‚gimen procesal del amparo, ÿed. Platense, La Plata,
1994, p. 211.
. Gozaíni, El Derecho de Amparo, cit., ps. 76 y ss
. Vicente Gimeno Sendra, C nstitución y Proceso, ed. Tecnos, Madrid, 1988, p. 231.
. Rodolfo Carlos Barra, La acción de amparo en la Constitución reformada: La legitimación para
accionar, Rev. La Ley, 1994-E, ps. 1087 y ss.
. "A menos que el actor pueda mostrar alguna manera en a cual ‚l ha sido dañado m s que el resto
de nosotros (por ejemplo, que ‚l es un trabajador en una industria donde la -agencia competente- ha
erróneamente cancelado requerimientos legales de seguridad) ‚l no ha establecido ninguna base
para considerar que la mayoría est suprimiendo o ignorando los derechos de la minoría que quiere
protección, y por lo tanto no ha establecido el pre-requisito para la intervención judicial" (Scalia,
The doctrine of standing as an essential element of the separation of powers, 17 Suffolk U.L. Rev.
881, 1983, Cfr. Rodolfo Carlos Barra, Comentarios acerca de la discrecionalidad administrativa y
su control judicial, Rev. El Derecho, 146-829).
. Barra, La acción de amparo en la Constitución reformada..., ob. cit., p. 1089
. E muy interesante la opinión que expone Gustavo Juan De Santis cuando señala que el
concepto de daño en las situaciones de tutela diferenciada no puede asentarse en la relación
tradicional, sino, por el contrario, habr que rastrearlo por las disfunciones ambientales socialmente
relevantes, de forma que sea cualquiera de los miembros de la sociedad afectada los que dispongan
de las acciones tutelares del bien común. Todo ello, agrega, conduce a la siguiente conclusión: "la
legitimación ha de ser reputada con amplitud, debiendo entenderse por afectado a cualquier persona
que invoque una disfunción relevante socialmente. De lo contrario, no resultaría comprensible esa
denominación para individualizar al legitimado, que, de otro modo, caería en el concepto del
primer p rrafo del artículo. Esto es, si el afectado es el titular de un derecho subjetivo, como lo
pretende la tesis restringida que fuera aludida, no tendría sentido alguno su reiteración en esta
segunda parte del precepto" (La protección constitucional del ambiente. La legitimación del
artículo 43 de la Constitución Nacional despu‚s de la reforma, en Rev. La Ley, diario del 23 de
agosto de 1995).
. Augusto Mario Morello, El amparo despu‚s de la reforma constitucional, en Revista de Derecho
Privado y Comunitario, nro. 7, 1994, p. 243.
. Cfr. Augusto Mario Morell -Gabriel Stiglitz, Tutela procesal de derechos personalísimos e
intereses colectivos, ed. Platense, La Plata, 1986, p. 156.
. Cfr. Miguel S. Marienhoff, Delfines o toninas y acción popular, Rev.E l Derecho, 105-244;
Guillermo J. Cano, Un hito en la historia del derecho ambiental argentino, Rev. La Ley, 1983-D,
568.
. Gozaíni, El Derecho de Amparo. cit., p.39
. Constituciones de Salta y San Juan. Ley 10.000 de Santa F‚. Cfr. Augusto Mario Morell -
Gabriel A. Stiglitz, Las nuevas Constituciones de San Juan y Salta y los intereses difusos, en Rev.
Jurisprudencia Argentina, 1986-III, 907.
. Una síntesis de los amparos incoados por el Dr. Alberto Kattan las reproduce Eduardo A
Pigretti, La acción de los ciudadanos y de las asociaciones de protección del ambiente, en Rev. La
Ley, 1987-A, ps. 1053 y ss.
. Ignacio Ara Pinilla, Las transformaciones de los derechos humanos, ed. Tecnos, Madrid, 1990,
p. 135.
. Roberto Pelloux, Vrais et faux droits de l homme. ProblŠmes de d‚finition et de classification,
en Revue du droit piblic et de la science politique en France et a l'Etranger, 1981-1 ps. 67/68. Vide,
Ara Pinilla, ob. cit., p. 135.
. Es la advertencia que acertadamente indica Lino E. Palacio, al so tener que la amplitud que se
otorga al amparo puede conducir, mutatis mutandi, a su misma inutilidad al encontarse
sobredimensionada la vía, superando el rol exclusivo y relevante para el que fue creado: ser
remedio eficaz de los derechos y garantías constitucionales (La pretensión de amparo en la
Reforma Constitucional de 1994, en Rev. La Ley, diario del 7 de setiembre de 1995).
. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Derecho Procesal Civil (Teoría general del derecho procesal), tomo I,
volumen 1 (Jurisdicción, acción y proceso), ed. Ediar, Buenos Aires, 1992, p. 408.
. Augusto Mario Morello - Roberto Omar Berizonce - Juan Carlos Hitters, La Justicia entre dos
‚pocas, ed. Platense, La Plata, 1983, p. 233.
. Equity significa un sistema de normas y principios establec dos en Inglaterra como una
alternativa normativa a las severas normas del common law. Encontraban su fundamento en lo
requerido por la justicia (fairness) en una situación particular. La protección suministrada por
equity era administrada por los tribunales de equidad (courts of equity) y no por los tribunales de
common law. El m s conocido y famoso de los tribunales de equity en el derecho ingl‚s es el
llamado "Court of chancery". El derecho de equidad fue habitualmente considerado en los Estados
Unidos y en Inglaterra como un sistema normativo paralelo y en alguna medida independiente del
common law, cuya principal función consistía en suministrar remedios que los tribunales de
derecho (courts of law) no podían acordar por razones de competencia. Ver: Julio Cueto Rúa, La
acción por clase de personas (class actions), en Rev. La Ley, 1988-C, p. 952.
. Zeckariah Chafee, Some problems of equity: five lectures delivered at the University o
Michigan, ed. University of Michigan Law School, Ann Arbor, 1950, p g. 225. Cfr. Julio Cueto
Rua, La acción por clase de personas (class actions), cit., p.954. Cfr. Gozaíni, La Justicia
Constitucional, cit., ps. 307 y ss.
. Extractado del artículo de Julio Cueto Rua, cit., p.95
. Lily R. Fla - Miriam Smayevsky, La regulación procesal en el derecho ambiental americano
(acción popular y acción de clase), en Rev. La Ley, 1993-E, p. 940.
. Eduardo A. Zannoni, La reforma constitucional y la protección de los intereses difusos, e
Revista de Derecho Privado y Comunitario, nro. 7, 1994, p g.110.
. Miguel S. Marienhoff, La acción popular, Rev. La Ley, 199 -D, 682
. Gozaíni, El derecho de amparo, cit., p. 138
. Así los llama Cola‡o Antunes, ob. cit., p. 8
. Teoria dell'agire comunicativo, Bologna, 1986, p. 1072
. Cola‡o An unes, ob. cit., p. 83.
. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Introducción al nuevo derecho procesal, ed. Ediar, Buenos Aires
1988, ps. 204 y ss.; tambi‚n, Derecho Procesal Civil (Teoría General del Derecho Procesal) Tomo I,
Volumen 1 (Jurisdicción, acción y proceso), cit., p. 402.
. Adolfo Armando Rivas, El amparo y la nueva Constitución, Rev. La Ley, 199 -E, ps. 1330 y ss.
. Barra, La acción de amparo en la Constitución reformada, ob. cit., p. 1089
. Almagro, Constitución y Proceso, ob. cit., p. 271
. Gozaín , El Derecho de Amparo, cit., p. 142.
. No obstante, Cassagne sostiene que la defensa prevista a trav‚s del amparo, trat ndose de daños
ambientales, no es precisamente la tutela de los derechos colectivos, sino de los derechos subjetivos
de la persona o de los llamados intereses legítimos, que entrañan siempre un grado de afectación
personal y directa (Juan Carlos Cassagne, Sobre la protección ambiental, Rev. La Ley, del 4/12/95)
. Mauro Cappelletti, Dimensiones de la justicia en el mundo contempor neo, d. Porrúa, M‚xico,
1993,p. 98.
. Por el caso, CNFed. C.A., sala III, setiembre 8/1994, in re Schroeder, Juan C. c/ Estad
Nacional, donde se dijo que de conformidad con los arts. 41 y 43 de la Constitución Nacional,
posee legitimación activa quien, en su condición de vecino de una localidad, promueve acción de
amparo para que se decrete la nulidad de un acto administrativo perjudicial al conjunto social. En
Rev. La Ley, 1994-E, p. 449.
. Ver nota 370
. Cappelletti, ob. cit., p. 118
. Ada Pellegrini G inover - Kazuo Watanabe, Da defesa do consumidor em juízo, en Código
Brasileiro de defesa do consumidor, 3a. ed., Forense, San Pablo, 1993, p. 507.
. Lorenzetti, Defensa del Consumidor, cit., p. 399
. N‚stor Pedro Sa•‚s, Amparo, h beas data y h beas co rpus en la reforma constitucional, Rev. La
Ley, 1994-D, p. 1153.
. Barra, La acción de amparo en la Constitución reformada, ob. cit., p. 1088
. Uno de los riesgos que se acostumbra a señalar en la solución de la legitimación concurrente
disyuntiva, es la colusión entre algunos de los colegitimados y la autoridad responsable por el acto
irregular; no es inconcebible que se descubra un ciudadano dispuesto a tomar la iniciativa en la
promoción del proceso, sin la intención sincera de conseguir resultados favorables sino, por el
contrario, únicamente para provocar mediante demanda mal instruída, o a trav‚s de la conducción
negligente del proceso, un pronunciamiento judicial que declare legítimo -acordando un aut‚ntico
bill of indemnity- a un acto que en realidad contiene el vicio...(Cfr. Barbosa Moreira, ob. cit., p.
66).
. Rodolfo E. Piz - Gerardo Trejos, Derecho internacional de los Derechos Humanos: La
Convención Americana, ed. Juriscentro, San Jos‚, Costa Rica, 1989, p. 252.
. Cfr. Pedro Nikken, La p otección internacional de los Derechos Humanos. Su desarrollo
progresivo, ed. Cívitas. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Madrid, 1987, p. 245.
. Eduardo D. Oteiza, La protección procesal de los Derechos Humanos, Rev. La Ley 198 -E, ps.
. Ju n Carlos Hitters, Algo m s sobre el proceso transnacional, Rev. El Derecho del 4/5/95. Cfr.
Caso de Becker, Tribunal Europeo de Derechos Humanos (marzo 27/962),áy Caso Klass del mismo
tribunal (setiembre 6/979)
. Sostiene Nikken que "esta circunstancia h conducido a un r‚gimen de cierta complejidad en el
que se superponen un sistema m s exigente, fundado sobre la Convención, y otro cuyas bases son
únicamente la Declaración, la Carta y el Estatuto de la Comisión. Dicha superposición est
destinada a desaparecer el día en que todos los miembros de la OEA participen en el Pacto de San
Jos‚. Ese mecanismo de transición hacia un r‚gimen de protección m s vigoroso, así como la pr
ctica de la Comisión, constituyen en sí mismo expresiones de progresividad del sistema en su
conjunto" (ob. cit., p. 157).
. Nikken, ob. cit., p. 159
. Enrique V‚scovi, Los recursos judiciales y dem s medios impugnativos en Iberoam‚rica, ed
Depalma, Bs. As., 1988, p. 537. Cfr. Osvaldo Alfredo Gozaíni, El proceso transnacional.
Particularidades procesales de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ed. Ediar, Bs. As.,
1992, p. 48.
. Piza - Trejos, ob. cit., p. 256.
. Nikken, ob, cit., p. 245
. Juan Carlos Hitters, Derecho Internacional de los Derechos Humanos, tomo II, ed. Ediar, Bs.
As., 1993, p. 338.
. El consentimiento de la víctima no es un requisito de la acción en las denuncias ante la C.I.D.H.
Así, por ejemplo, al solicitar la reconsideración de una decisión, el gobierno de la R.O. del Uruguay
señaló que la víctima "nunca prestó su consentimiento para que el caso fuera denunciado a la
Comisión". La C.I.D.H. no hizo lugar al pedido y expresó que "quien denuncia un hecho violatorio
de los derechos humanos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos no requiere
autorización de la víctima" (Cfr. Mónica Pinto, La denuncia ante la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, ed. Editores del Puerto, Bs. As., 1993, p. 35.
. "Para que un particular pueda presentar un recurso poco importa la nacionalidad del demandante
puesto que, de conformidad con el art. 1ø, los Estados Parte se comprometen a respetar los
derechos y libertades reconocidos en la Convención y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda
persona sometida a su jurisdicción, sin distinción alguna basada en el origen nacional. Los
ciudadanos de estados no contratantes, al igual que los ap tridas, gozan de las mismas garantías
para sus derechos, si est n sometidos a la jurisdicción de un Estado Parte. Poco importa, tambi‚n, la
raza, el color, el sexo, la lengua, la religión, las opiniones políticas, el origen nacional o social, de
situación económica o cualquier otra condición social" (Piza - Trejos, ob. cit., p. 260).
. Francisco Fern ndez Segado, La dogm tica de los Derechos Humanos, ed. Ediciones Jurídicas
Lima, 1994, ps. 89/90.
. Hitters, Derecho Internacional de los Derechos Humanos, tomo II, cit., p. 337
. Es cierto, tambi‚n, que para un mejor pragmatismo la Comisión Interamericana acepta com
"grupo de personas" a las organizaciones no gubernamentales cuyo reconocimiento no sea f
cilmente verificable" (Cfr. Edmundo Vargas Carreño, Algunos problemas que presentan la
aplicación y la interpretación de la Convención Americana sobre derechos humanos, en La
Convención Americana sobre Derechos Humanos, OEA, Washington, 1980, p. 159.
. "El sistema de protección de los derechos humanos en este hemisferio se limita a la protecció
de las personas naturales y no incluye a las personas jurídicas" (Informe nø 10/91, caso nø 10.169;
Informe anual de la C.I.D.H. 1990-1991 <<O.E.A./Ser.L/V/II, 79 rev.1 doc. 12, p. 454); Cfr. Pinto,
ob. cit., p. 37.
. Ob. cit., p. 247
. Hitters, Derecho Internacional de los Derechos Humanos, tomo II, cit., p. 339. Pinto, ob. cit., p.
38
. Andr‚s Aguilar, Derechos Humanos en las Am ricas, OEA, 1984, p. 202.
. Ob. cit., p. 247 nota 33
. Niceto Alcal Zamora y Castillo, La protección procesal internacional de los derechos humanos,
ed. Cívitas, Madrid, 1975, p. 108.
. "En este supuesto -agrega el maestro Fix-, es decir, como parte demandante, la Comisión actúa
en una posición similar, pero no id‚ntica, al Ministerio Público, como acusadora en contra del
Estado o Estados demandados que hubiesen aceptado la competencia de la Corte y que se estiman,
por la Comisión, como infractores de los derechos de los promovientes o denunciantes. Decimos
que como parte acusadora, la actividad de la Comisión no es totalmente equiparable al Ministerio
Público, si se toma en cuenta que el procedimiento contencioso ante la Corte no asume car cter de
proceso penal, en virtud de que no tiene por objeto determinar la imputación criminal, si existe, de
las personas que realizaron los hechos que se consideraron violatorios, sino establecer la
responsabilidad patrimonial del Estado en el cual se cometieon los actos que infingieron la
Convención Americana" (H‚ctor Fix Zamudio, Justicia Constitucional, Ombudsman y Derechos
Humanos, ed. Comisión Nacional de Derechos Humanos, M‚xico, 1993, ps. 473/4.
. Cfr. Enrico Tullio Liebman, Manual de Derecho Procesal Civil, d. Ejea, Bs. As., 1980, p. 109.
. Gozaíni, El proceso transnacional..., cit., p.47
. V‚scovi, Los recursos judiciales y dem s medios impugnativos en Iberoam‚rica, cit., p. 537
. Ver Considerando 40 del caso Vel squez Rodriguez. Cfr. Gozaíni, El proce o transnacional, cit.,
ps. 49 y 167.
. Gozaíni, El proceso transnacional, cit., p. 49
. Vargas Carreño, Algunos problemas que presentan la aplicación y la interpretación de l
Convención Americana sobre derechos humanos, cit., p. 144.
. En sentido con rario se apunta que la Comisión jam s se hace parte en el proceso. Normalmente
coadyuva con el Tribunal nombrando tres delegados, cuyo deber principal consiste en vigilar la
correcta interpretación del informe de la Comisión. Tambi‚n es opinión de Starace que la Comisión
es encargada, según los t‚rminos del art. 19 de la CEDH, el asegurar el respeto de las obligaciones
que asumen los estados contratantes, "no puede ser calificada de parte en el proceso ante la Corte
Europea, criterio que encuentra apoyo en la jurisprudencia de la propia Corte donde se afirma que
<<una vez que la Corte entra a conocer un asunto, la Comisión deviene principalmente una
ayudante de la Corte y est asociada al funcionamiento de ‚sta>>" (Vicenzio Starace, La juridiction
obligatoire de la Cour Europ‚ene des droits del lï homme, ed. Levante, Bari, 1974, ps. 225 y ss. Cita
de Piza-Trejos, ob. cit., p. 264).
. Es la posición dispuesta por Tom s Buerghental, La Corte Interamericana de Derecho
Humanos. Estudios y Documentos, ed. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San Jos‚,
Costa Rica, 1986, p. 169.
. Juan Carlos Hitters, La Corte Interamericana y la condena al gobierno de Honduras (aspectos
procesales), en Rev. El Derecho 129 p. 907. Cfr. del mismo autor, Algo m s sobre el proceso
transnacional, cit., p. 6.
. Lawless Case, cit. Nikken, p. 222, quien agrega que de acuerdo con el art. 29.1 del reglamento
de la Corte (1959)..."la Comisión solicitó asistencia de los asesores del denunciante individual en el
mismo caso Lawless, iniciativa esta que fue objetada por el gobierno irland‚s como contraria a la
imparcialidad que est llamada a guardar la Comisión. La Comisión, a su vez, fundamentaba su
posición en nombre de la misma imparcialidad. La Corte decidió que:"...La Comisión es
enteramente libre para decidir los medios que desee para establecer contacto con el denunciante y
para ofrecer a ‚ste la oportunidad de dar a conocer sus puntos de vista a la Comisión...en particular
es libre para pedir al denunciante que designe a una persona que est‚ a disposición de los delegados
de la Comisión" (p. 222).
. Marc Andre Eissen, El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ed. Cívitas, Madrid, 1985, p.
37.
. Cfr. Hitters, Derecho Internacional de los Derechos Humanos, tomo I, cit., p. 323
En realidad el art. 50 del Convenio Europeo refiere a la "parte lesionada", que como
intervención directa sólo va a admitirse a trav‚s de la evolución progresiva de los reglamentos de la
Comisión y de la Corte.
. "El gobierno de B‚lgica objetó esta dete minación de la Comisión, como contraria, en la pr ctica,
a las disposiciones de la Convención, que no permite a los individuos interponer demandas ante el
Tribunal. La Corte no acogió la objeción planteada pues consideró que "...el art. 29.1 no limita la
libertad de los delegados en la elección de la persona encargada de asistirlos; (y) que, por tanto, no
impide el hacerse asistir de un abogado o de un antiguo abogado de un recurrente individual" (Cfr.
Nikken, ob. cit., p. 223).
. Nikken, ob. cit., p. 225
. Bidart Campos, Tratado elemental..., tomo III, cit., p. 159. Cfr. Gozaíni, El proces
transnacional..., cit., p. 63.
. Bidart Campos, Tratado elemental..., tomo III, cit., p. 162. Cfr. Gozaíni, El proces
transnacional..., cit., p. 64.
*. Agradecemos la valiosa colaboración del Dr. Jorge Mario Galdos, quien nos aportó numeroso
material sobre el tema, y al que puntualmente hemos seguido en reiterados pasajes del capítulo.
Debemos remitir al lector, particularmente, a las siguientes publicaciones del referido autor: El
Derecho de daños en la Suprema Corte de Buenos Aires (la legitimación), en Revista del Colegio
de Abogados de La Plata, nø 53, ps. 53/77; Otra vez sobre la legitimación por daños, en Revista
Jurídica Delta nø 12, ps. 53/76; El riesgo creado y los legitimados pasivos en la Suprema Corte de
Buenos Aires, Revista "Estudios de Derecho Comercial", nø 11 ps. 123/145, entre los m s
importantes.
446. Galdós, Otra vez sobre la legitimación..., cit., p. 58.
447. Galdós, El derecho de daños en la Suprema..., cit., p. 56.
448. Galdós, El derecho de daños en la Suprema..., cit., p. 58.
449. "El art. 1079, CC concede la indemnización a toda persona que ha sufrido un perjuicio como
consecuencia de un acto ilícito, pero ese perjuicio sólo es cierto y por ende daño jurídico, cuando
han sido afectados los derechos, provenientes de la ley o un contrato, o cuando el acto ilícito ha
impedido la adquisición inmediata de un derecho" (Galdós, El derecho de daños en la Suprema...,
cit., p. 58).
450. Galdós, El derecho de daños en la Suprema..., cit., p. 59.
451. CNCiv., en pleno, abril 4/995, en Rev. La Ley del 2/8/95.
452. Matilde Zabala de Gonz lez,áResarcimiento de daños. Daños a la persona, tomo 2 A, ed.
Hammurabi, Bs. As., 1990, ps. 413/419.
453. CNCiv., en pleno, abril 4/995, en Rev. La Ley del 2/8/95.
454. CNCiv., en pleno, abril 4/995, en Rev. La Ley del 2/8/95.
455. SC Buenos Aires, Acuerdo 36201, del 7 de abril de 1987 in re: Ibarra, Demetrio c/ Ovejeto,
Miguel I. s/ daños y perjuicios, en Acuerdos y Sentencias, 1987-I, ps. 505 y ss. Cfr. Acuerdo 33855
del 26 de febrero de 1985, in re: Sly, Guillermo c/ Cuenca, Claudio s/ daños y perjuicios, en
Acuerdos y Sentencias, 1985-I, ps. 160 y ss.
456. SC Buenos Aires, Acuerdo 39750, in re: Lavalle, Graciela N. c/ Syfa S.A. s/ daños y
perjuicios s/ daños y perjuicios; cfr. Galdós, El derecho de daños en la Suprema..., cit., p. 61.
457. SC Buenos Aires, Acuerdo 35248 del 14 de mayo de 1991, in re: Barce de Carretoni, Zunilda
c/ Maciel, Darío A. s/ daños y perjuicios, Cfr. Galdós, El derecho de daños en la Suprema..., cit., p.
63.
458. Cfr. Galdós, El derecho de daños en la Suprema..., cit., p. 63.
459. Cfr. Galdós, El derecho de daños en la Suprema..., cit., p. 64.
460. SC Buenos Aires, Acuerdo 36983 del 13 de setiembre de 1988, in re Lojo Vilela Vda. de Bab
n, Josefa c/ Caride, Rub‚n Julio s/ daños y perjuicios; Cfr. Galdós, El derecho de daños en la
Suprema..., cit., p. 64
461. Resulta interesante recordar la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en
su pronunciamiento sobre la reparación debida por la privación a alguien de su vida. Se distingue
entre los sucesores y los reclamantes o dependientes de la víctima, sosteniendo que "respecto a los
primeros se otorgar la indemnización solicitada porqu‚ existe una presunción de que la muerte de
las víctimas ha causado un perjuicio natural y moral, quedando a cargo de la otra parte la prueba en
contrario; en cambio, respecto de los reclamantes o dependientes, la reparación proceder sólo si se
ha aprobado que la víctima efectuaba real y regularmente prestaciones al reclamante..."(Cfr. in
extenso, Juan Antonio Costantino - Ramiro Rosales Cuello, La justicia transnacional. La Corte
Interamericana. El juego de ocho coincidencias procesales (An lisis procesal comparativo del caso
Aloeboetoe), Rev. El Derecho, 159 p. 652.
462. Cfr. Galdós, El derecho de daños en la Suprema..., cit., p. 66.
463. Cfr. Galdós, El derecho de daños en la Suprema..., cit., p. 66 y jurisprudencia allí citada.
464. La reparación del daño moral tiene car cter resarcitorio y no represivo. Conclusiones de las
Segundas Jornadas Sanjuaninas de Derecho Civil (1984). Cfr. Roberto A. V zquez Ferreyra, La
legitimación activa para reclamar indemnización por daño moral, en Revista Jurídica Delta, nøs.
9/10 ps. 72 y ss.
465. Tal como dice Fern ndez Sessarego,"...la tendencia m s relevante del pensamiento científico
jurídico de la hora actual es aquella que, al adherir a la corriente personalista, considera a la
persona como el bien o valor supremo del derecho y reconoce su rol central de protagonista del
quehacer jurídico. Esta nueva perspectiva deja atr s una visión eminentemente patrimonialista e
individualista del derecho, la misma que subyace tanto en la doctrina como en la codificación
generada a partir de la promulgación del Código Civil Franc‚s" (Carlos Fern ndez Sessarego,
Derecho y persona, ed. Inesla, Lima, 1990, p. 70).
466. Cfr. voto del Dr. Bueres en CNCiv., en pleno, abril 4/995, en Rev. La Ley del 2/8/95.
467. V zquez Ferreyra, ob. cit., p. 78.
468. CS, diciembre 9/993, in re Gómez Oru‚ de Gaete y otros c/ Provincia de Buenos Aires, cit. V
zquez Ferreyra, p. 82. Cfr. Galdós, Otra vez sobre la legitimación por daños, cit., p. 68.
469. CNCiv., en pleno, febrero 28/994, in re Valdeverde de Tamagnini, Gladys c/ Armando J. Ríos
S.A.
470. Zavala de Gonz lez ha señalado que "la solución normativa actual no es de equidad, y ni
siquiera deriva de un problema conceptual atinente a la naturaleza del daño moral, sino que reposa
en exclusivas consideraciones de política legislativa, fundadas en un imperativo pr ctico no
coincidente en todos los casos con el de hacer justicia...No obstante la irrazonabilidad de la
solución legal, su sentido es inequívoco y no puede ser revertido esgrimiendo lo dispuesto por el
art. 1079 del Cód. Civil, ya que el art. 1078 CC, es el precepto específico que rige ahora para la
legitimación del daño moral" (ob. cit., ps. 553/554.
471. CNCiv., Sala C, octubre 28/986, cit. V zquez Ferreyra, p. 83.
472. CS, marzo 22/990, Kasdorf S.A. c/ Pcia. de Jujuy y otro, Rev. La Ley 1991-A, p. 52.
473. Joaquín Garrigues, Curso de derecho mercantil, ed. Porrúa, M‚xico, 1977, p. 206.
474. Galdós, El riesgo creado y los legitimados pasivos en la Suprema Corte de Buenos Aires, cit.,
p. 125.
475. Galdós, El riesgo creado y los legitimados pasivos en la Suprema Corte de Buenos Aires, cit.,
p. 127.
476. Roberto V zquez Ferreyra, Responsabilidad por la muerte de un jockey en una competencia
hípica, en Jurisprudencia Argentina, del 16/3/84, p. 38; cfr. Galdós, El riesgo creado y los
legitimados pasivos en la Suprema Corte de Buenos Aires, cit., p. 127.
477. Galdós, El derecho de daños en la Suprema..., cit., p. 73.
478. Concluye Galdós, despu‚s de enumerar varios pronunciamientos de la SC de la pcia. de
Buenos Aires, que existe una marcada evolución en la doctrina legal del cuerpo, ya sea
abandonando criterios restrictivos (como en el caso de la legitimación por daños al automotor o de
las presunciones derivadas de la muerte del damnificado), cambiando incluso su propia opinión y
flexibilizando la interpretación de los supuestos configurativos de daño resarcible (como en lo
atinente a la habilitación de la concubina) o manteniendo las posturas anteriores amplias (tal en el
caso de las presunciones de dolor moral). Incluso, se procura la protección del dañado al aumentar
el cat logo de legitimarios activos (como en los casos del propietario registral del automotor, dela
concurrencia de la responsabilidad del dueño y del guardi n y de la restricción para entender
configurada la transferencia de la guarda de un automóvil) auspiciando una tesitura m s din mica
que pone a cargo del deudor, por ejemplo, las consecuencias de quienes actuaron en su nombre y en
cumplimiento de una obligación. Esta forma de valorar y entender, jurídica y axiológicamente,
algunas facetas del derecho de daños, tienden, en definitiva, a ampliar el status de quienes
pretenden el resarcimiento del perjuicio patrimonial o moral y a garantizar la efectividad de su
reparación. Lo cual no es poco computando la resonancia provincial de estas pautas directrices, a
m‚rito de la casación de hecho que deriva de la jurisprudencia de la Corte local y, porque adem s
ello implica, según lo creemos, acercarse a la consagración pretoriana del principio <<in dubio pro
victima>> o <<favor debilitis>>. Es decir, en suma, en los supuestos dudosos ha de propiciarse una
interpretación -de los hechos y del derecho- que privilegie a la víctima y al resarcimiento del daño
causado injustamente (Galdós, El derecho de daños en la Suprema..., cit., p. 77).
479. Luis P. Leiva Fern ndez, Legitimados para solicitar la inhabilitación (La autodenuncia. Art.
152 bis del Código Civil), en Rev. La Ley del 3/8/93 y doctrina allí mencionada.
480. Ley 23.849 (B.O. 22/10/90).
481. María Silvia Morello de Ramírez - Augusto Mario Morello, El abogado del niño, en Rev. La
Ley del 6/10/95.
482. Ib. passim.