Derecho Civil Vii
Derecho Civil Vii
Derecho Civil Vii
RESPONSABILIDAD CIVIL
Pese a que la propia ley permite la retractación tempestiva del oferente (en tiempo útil) éste tiene una
obligación, que consiste en indemnizar al destinatario los gastos, daños y perjuicios que el haya
sufrido y la única manera de que el oferente se libere de esta obligación es cumpliendo con el
contrato prometido.
2° Responsabilidad extra contractual: Que se presenta cuando se causa daño como consecuencia de
un hecho ilícito, delito o cuasidelito Civil.
Pothier señala que este sería un caso de responsabilidad extra contractual, porque habrá culpa y por
lo tanto un cuasidelito civil, y ello porque el destinatario confía en la seriedad de la oferta y el
oferente al retractarse actuaría con imprudencia.
2
Ramón Domínguez; también señala que aquí habría un caso de responsabilidad extra contractual,
pero sostiene que la fuente de esta responsabilidad no sería el cuasidelito civil, sino que la ley, porque
es ella la que obliga a indemnizar.
Sin embargo, la mayoría de los autores, considera que este no sería un caso de responsabilidad extra
contractual, porque no es posible hablar de delito o cuasidelito civil cundo la propia ley autoriza el
oferente a retractarse.
Ihering; señala que este es un caso de responsabilidad contractual, sin embargo la mayoría de los
autores no comparte este criterio, porque en este caso no hay contrato, ni tampoco cuasi contrato, ya
que no ha nacido la aceptación.
La mayoría de los autores considera que esta responsabilidad no sería contractual, ni extra
contractual, sino que se trataría de una responsabilidad pre- contractual; y así se dice que el Código
de Comercio tiene un gran acierto al consagrar una nueva forma de responsabilidad, la pre
contractual, y ésta se presentará, cuando se incumplen algunas de las obligaciones que están
presentes en la formación del consentimiento.
Alessandri y Planiol consideran que aquí habrá una responsabilidad legal, que obligaría a indemnizar
en virtud de la “teoría del abuso del derecho”, porque en este caso, el oferente estaría abusando de su
derecho y causando un daño con su conducta al destinatario.
El Art. 1437 previene que las obligaciones nacen “de un hecho que ha inferido injuria o daño a otra
persona, como en los delitos y cuasidelitos”1.
Los delitos y cuasidelitos son, en otros términos, fuente de responsabilidad.
1
Sobre esta importante materia, véase Alessandri,”La Responsabilidad extracontractual en el Código Chileno”
3
Esta responsabilidad se traduce, generalmente, en la necesidad en que se encuentra una persona de
indemnizar los daños ocasionados por el delito o cuasidelito. El Art. 2314 establece que “el que ha
cometido un delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro, es obligado a la indemnización”.
Interés de la distinción:
La distinción entre delitos y cuasidelitos, es prácticamente, ociosa. Sus consecuencias son idénticas,
en principio, y obligan en los mismos términos a la reparación del daño causado.
La extensión de la obligación de indemnizar perjuicios, se mide exclusivamente por la magnitud del
daño. El art. 2329 declara que “todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra
persona, debe ser reparad por ésta”.
Los conceptos de delito y cuasidelito civil, por una parte, y delito y cuasidelito penal, por la otra,
difieren sustancialmente.
El delito y el cuasidelito civiles son hechos ilícitos, cometidos con dolo o culpa, y que causan daño.
El delito y el cuasidelito penales son igualmente hechos ilícitos, dolosos o culpables, penados por la
ley.
2
Josserand, ob. Cit, t, II, Nº 408
4
La ley civil no es casuística y se contenta con una fórmula general; merecen el calificativo de delito y
cuasidelito civil los hechos ilícitos y perjudiciales y se les sanciona, en general, con una pena única:
la indemnización de perjuicios proporcionada el daño causado.
Esta diferencia de criterios se justifica sobradamente. El hecho civilmente ilícito crea un problema
de orden privado y enfrenta al autor del daño con su víctima. El derecho Civil se preocupa de que la
víctima obtenga la adecuada reparación del daño, esto es, enfoca el delito y cuasidelito como fuente
de obligaciones.3
El hecho penalmente ilícito pone en conflicto al responsable con la sociedad toda. El Derecho Penal
mira el delito y el cuasidelito como un atentado contra el orden social y le preocupa, sustancialmente,
defender a la sociedad del atentado que importa e hecho penalmente ilícito.
Se sigue como consecuencia que un hecho puede constituir, a la vez, delito o cuasidelito civil y penal
si, penado por la ley, causa igualmente un daño, como el homicidio, el robo, las lesiones.
Pero puede igualmente suceder que el hecho sea solamente delito o cuasidelito penal o
exclusivamente delito o cuasidelito civil.
El hecho será solamente delito o cuasidelito penal cuando sancionado por la ley penal, no causa un
daño, como la vagancia, la mendicidad, las tentativas.
El hecho constituirá únicamente delito o cuasidelito civil si causa daño y la ley penal no le ha
asignado una pena, como la ingratitud del donatario, el fraude pauliano y la general de los
cuasidelitos contra las cosas.
Pero ambas responsabilidades son independientes y su coexistencia resulta sólo de que el mismo
hecho, es simultáneamente, civil y criminalmente delictuoso. Esta independencia aparece de
manifiesto en el Art. 2314 del Código Civil y en el Art. 11 de Procedimiento Penal. El primero
establece que la obligación de indemnizar perjuicios del que cometió un delito o cuasidelito civil es
“sin perjuicio de la pena que le impongan las leyes por el delito y cuasidelito”, y el segundo dispone
que del hecho penalmente ilícito nace una acción penal para el castigo del culpable, y”puede nacer”
3
Planiol, ob. Cit., t. II, Nº 818
5
acción civil para la restitución de la cosa o su valor y la indemnización establecida por la ley a favor
del perjudicado.
Conviene indicar, someramente, las diferencias entre ambas clases de responsabilidad:
a) Por de pronto, las sanciones difieren. Mientras los delitos y cuasidelitos civiles se
sancionan con la indemnización o reparación de los daños causados, los delitos y cuasidelitos
penales acarrean sanciones de carácter represivo como presidio, relegación, inhabilitación para
cargos u oficios públicos, etc., encaminada a proteger a la sociedad de la acción desquiciadora
del delincuente.
La capacidad para contraer una responsabilidad penal se adquiere a los dieciséis años; los mayores de
esta edad y menores de dieciocho años, sólo son responsable a condición de que el Juez de Menores
declare que han obrado con discernimiento (arts. 2º y 3º del C. Penal). La plena capacidad comienza
a los dieciocho años.
La capacidad para ser responsable civilmente se adquiere a los siete año, los mayores de siete años y
menores de dieciséis son responsable a condición de que, a juicio del tribunal, hayan obrado con
discernimiento (art.2319). La plena capacidad civil comienza a los dieciséis años.
e) Distintas son las personas que pueden perseguir la responsabilidad civil y criminal
Puede ejercita la acción penal –salvo que se trate de delitos de acción privada- toda persona y
aun de oficio el juez puede perseguir la responsabilidad criminal (art. 11 del C. de P. Penal)
La acción civil sólo compete al que ha sufrido el daño, y a sus herederos (art. 2315)
Ningún vínculo concreto previo ligaba al autor del daño y a quien lo sufre y es el hecho ilícito y
perjudicial el que genera la obligación.
Autores de la talla de Planiol combaten este concepto dual de la responsabilidad. La responsabilidad
tiene siempre el mismo origen delictual; dejar de cumplir las obligaciones de un contrato es cometer
un acto ilícito.
Ambas clases de responsabilidad suponen una obligación anterior; en el caso de los delitos y
cuasidelitos la obligación violada sería la de no dañar a otro.4
a) En materia contractual la culpa admite gradaciones; puede ser grave, leve y levísima, e
deudor es responsable cuando incurre en el grado culpa que corresponda, de acuerdo con la
naturaleza del contrato. El deudor responsable de la culpa grave, por ejemplo, no contrae
responsabilidad si sólo se le puede imputar culpa leve o levísima.
En materia delictual y cuasidelictual la culpa no admite gradaciones.
e) Diversas son las reglas que rigen la prescripción de las acciones encaminadas a hacer
efectiva una y otra responsabilidad.
La acción para perseguir la responsabilidad derivada del delito cuasidelito prescribe en cuatro
año, contados desde la perpetración del hecho (art. 2332).
En cambio, la acción para hacer efectiva la responsabilidad contractual, prescribe,
regularmente, en cinco año (art. 2515).
Por otra parte, la causa de numerosos accidentes permanece oscura o simplemente ignorada.
En todos los casos en que la víctima no logre probar la cual del autor del daño, será ella la
responsable, en definitiva, porque habrá que soportarlo, sin derecho de reclamar contra el causante.
Para paliar estos inconvenientes, las leyes, la doctrina y la jurisprudencia, sin alterar el fundamento
subjetivo de la responsabilidad, han adoptado diversas medidas o soluciones.
b) Por otra parte, la jurisprudencia ha extendido el concepto de culpa cada vez más.
De este modo, ha llega a considerar que el ejercicio abusivo de un derecho puede importar
culpa generar responsabilidad y que puede haber culpa en no ponerse a tono con el
progreso.7
La reacción contra la concepción subjetiva de la responsabilidad se inicia a fines del siglo pasado.
7
Alessandri, ob. Cit., Nº 71
9
De esta manera, quien desarrolla una actividad peligrosa y crea un riesgo, debe soportar las
consecuencias, justa contrapartida del beneficio o del agrado que dicha actividad le reporta.
La teoría del riesgo inspiró en el pasado a la legislación laboral. Hoy día la ley obliga al empleador a
contratar un seguro de accidentes del trabajo. El artículo 209 del Código del Trabajo dispone que:
“El empleador es responsable de las obligaciones de afiliación y cotización que se originan del
seguro social obligatorio contra riesgos de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales
regulado por la Ley Nº 16744. En los mis términos, el dueño de la obra, empresa o faena es
subsidiariamente responsable de las obligaciones que en materia de afiliación y cotización, afecten a
los contratistas en relación con las obligaciones de sus subcontratistas. 9
ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD
Enumeración
El Art. 2284 ha dicho que el hecho voluntario y no convencional de que nace la obligación, si es
lícito, constituye un cuasicontrato y si es ílícito, un delito o cuasidelito.
De este modo, la ley caracteriza los delitos y cuasidelitos, en primer término, por su condición de
hechos ilícitos parece lógico , en consecuencia, al precisar los elementos de la responsabilidad
extracontractual, detenerse a examinar, primeramente, el concepto de hecho ilícito. Puede decirse que
hecho ilícito es el contrario a la ley10no permitido por la ley11, contrario a derecho12.
Pero estos conceptos, extremadamente vagos, carecen de utilidad práctica. En verdad, el hecho
ilícito por sus consecuencias, por la responsabilidad que genera, especialmente como resultado del
daño que causa.
8
Alessandri, ob. Cit., Nº 73
9
En otras materias, por ejemplo, el artículo 142 del Código Aeronáutico dispone que “en virtud del contrato de transporte, el
transportador es obligado a indemnizar los daños causados con motivo u ocasión del transporte, en la forma y dentro de los límites
establecidos en este código. Diversas normas fijan indemnizaciones especiales, para casos que se describen.
10
Barros Errázuriz, ob.cit.,t.IIINª 375
11
Baundry-Lacantinerie, ob.cit.,t II, Nº 1348
12
Alessandri, ob.cit.,Nº3.
10
Los arts. 2314 y 2329 destacan dos factores esenciales de la responsabilidad: el daño y la culpa o
dolo.
Es preciso añadir que entre ambos elementos debe mediar una relación de causa a efecto, y todavía
que la persona a quien se trata de hacer responsable por el daño causado por su culpa o dolo esté
dotada de capacidad.
Así resulta que son cuatro los elementos o condiciones de la responsabilidad delictual o
cuasidelictual:
a) El daño;
b) La culpa o dolo;
c) Una relación de causalidad entre el dolo y la culpa y el daño; y
d) Capacidad delictual
EL DOLO
Concepto de daño
Para que el daño merezca ser indemnizado es preciso que sea cierto.
Un perjuicio puramente eventual, un daño meramente hipotético no debe considerarse; mal podría el
juez fijar su cuantía y su duración.
13
Josserand, ob cit., t II, Nº 241. El art. 1067 del C. argentino dispone:”No habrá acto ilícito punible para los efectos de este
Código, si no hubiese daño causado u otro acto posterior que le pueda causar, y sin que a sus agentes se les pueda imputar dolo,
culpa o negligencia”.
11
Por esto no sería indemnizable el daño que se hace consistir en la muerte de una persona de que quien
se recibía ocasional ayuda, tanto porque la ayuda era voluntaria como porque podía cesar de un
momento a otro.
Pero el daño puede ser futuro. El daño futuro se traduce en el lucro cesante. Por esto, a la víctima de
un accidente deberá indemnizársele lo que deje de ganar en el trabajo. El daño, aunque futuro, es
cierto.
El daño que experimente la víctima puede ser de diversa índole: material o moral.
b) El daño moral consiste en el dolo, la aflicción, el pesar que causa a la víctima el hecho
ilícito, no la lesiona en su patrimonio, sino en sus sentimientos, sus afectos o creencias.
El daño moral puede tener –y es lo más frecuente- proyecciones de orden patrimonial. Por
ejemplo, una persona herida en integridad física experimentará un daño moral con el dolor que
le causa la lesión sufrida y un daño material resultante de la disminución de su capacidad de
trabajo. Del mismo modo, un atentado contra la reputación el honor de una persona la afectará
en sus sentimientos y seguramente le acarreará una perturbación en sus negocios con el
consiguiente daño pecuniario
Pero el daño puede ser, también, puramente moral, sin consecuencia o proyecciones de
carácter patrimonial. Tal podrá ser para un hijo la muerte de su padre de quien no recibía
ninguna ayuda.
Alguno autores se pronuncian contra la indemnización del daño moral 14, pero la generalidad admite
que es indemnizable y nuestra jurisprudencia está hoy uniformemente acorde con esta doctrina. 15
Se afirma que no sería indemnizable el daño moral, porque una indemnización pagada en dinero no
repararía un daño de esta clase.
Por otra parte, el precio del dolor de la víctima sería siempre caprichosamente fijado.
14
Baundry-Lacatinerie y barde, ob. Cit.,t. IV, Nº 2871
15
Alessandri, ob.cit., Nº 146
12
Hoy día se piensa que el daño moral, como todo daño, debe probarse . De esta manera, la muerte del
padre con quien no se tenía vínculo alguno, no da lugar a indemnización por daño moral. Y no basta
para reclamarlo, acreditar la relación de parentesco.
a) Por de pronto, la ley no distingue; el art. 2314 se refiere al “daño2 sin otro calificativo y
el art. 2329, más explícito, declara indemnizable “todo daño” que se pueda imputar a malicia o
negligencia de otra persona.
b) La regla del art. 2331, que excluye la indemnización del daño moral, carecería de
sentido si tal fuera la regla general.
d) Por último, el art. 24 de la Ley 16.643 sobre abusos de Publicidad, dispone que la
indemnización de perjuicios, provenientes de los delitos sancionados en los artículo 19,.21 y
22, podrá hacerse extensiva al daño pecuniario que fuere consecuencia de la depresión
anímica o psicológica sufrida por la víctima o su familia con motivo del delito y a la
reparación del daño meramente moral que tales persona auditaren haber sufrido. Si la acción
civil fuere ejercida por ofendido, no podrán ejercerla sus familiares. Si sólo la ejercieren
éstos, deberán ejercerla sus familiares. Si sólo la ejercieren éstos, deberán obrar todos
conjuntamente y constituir un solo mandatario.
Sin embargo, si se trata de atentados contra el honor o crédito de una persona, esto es, de calumnias o
injurias, que no se han inferido por los medios de publicidad que establece la Ley Nº 16.643, sobre
Abusos de Publicidad, rige la regla especial del art. 2331.
La disposición establece “Las imputaciones injuriosas contra el honor o el crédito de una persona no
dan derecho para demandar una indemnización pecuniaria, a menos de probarse daño emergente o
13
lucro cesante, que pueda apreciarse en dinero; pero ni aun entonces tendrá lugar la indemnización
pecuniaria, si se probare la verdad de la imputación.
Por excepción, en este caso, el daño moral no es indemnizable en dinero.
EL DOLO Y LA CULPA.
Principio General.
El daño no genera responsabilidad sino a condición de que sea imputable a dolo o culpa.
Ejecutado con dolo, el hecho importa un delito; cometido con culpa, constituye un cuasidelito (art.
2284).
El dolo se encuentra definido en el art. 44 como “la intención positivo de inferir injuria en la persona
o propiedad de otro”.
El dolo supone, por lo tanto, un propósito preconcebido de dañar, el deseo de ver realizado el daño
que es consecuencia de una acción u omisión.
En rigor, si el agente obra a sabiendas de que causará daño, pero sin la intención de producirlo, no
hay dolo. Pero el acto ejecutado en tales circunstancias será, sin duda, gravemente culpable y la
culpa grave, en sus consecuencias civiles, se equipara al dolo.
Concepto de Culpa
E Código ha definido igualmente la culpa (art. 44) y aunque hace una clasificación tripartita y
distingue entre la culpa grave, leve y levísima, se cuida de advertir que “culpa o descuido, sin otra
clasificación, significa culpa o descuido leve”.
Y la culpa leve se encuentra definida como “la falta de aquella diligencia o cuidado que los hombres
emplean ordinariamente en sus negocios propios”.
El forzoso concluir que al hablar el Código de culpa, negligencia o descuido a secas, se ha referido a
la culpa leve, puesto que tal es el significado legal del concepto.
En suma, la responsabilidad cuasidelictual requiere que el autor incurra en culpa leve, no emplee el
cuidado ordinario, la diligencia que los hombres emplean normalmente.16
Corrobora este aserto el art. 2323, que hace responsable al dueño de un edificio de los daños
causados por su ruina. Si ha omitido las necesarias reparaciones o de otro modo ha faltado “al
cuidado de un buen padre de familia”.
El que debe actuar como un buen padre de familia responde de culpa leve (art. 44).
La apreciación de la conducta del autor del daño es indispensable para decidir si ha obrado con culpa.
16
R. de D. y J., t. XXXIX, i, pág 79.
14
Pero el examen de esta conducta resulta inoficioso cuando el daño proviene de actos ejecutados en
contravención a las leyes y reglamentos. Tal es la que suele llamarse contra la legalidad.
Por ejemplo, la conducta automovilística, causante de un accidente, será obviamente culpable si éste
se produjo con infracción de los reglamentos de tránsito encaminados a prevenirlos.
La Ley del Tránsito (18.290) en su artículo 170 señala que “toda persona que conduzca un vehículo
en forma de hacer peligrar la seguridad de los demás, sin consideración de los derechos de éstos o
infringiendo las reglas de circulación o de seguridad establecidas en esta ley, será responsable de los
perjuicios que de ello provengan”.
El art. 171 de la misma ley dispone en todo caso que le mero hecho de la infracción no determina
necesariamente la responsabilidad civil del infractos, si no existe relación de causa a efecto entre la
infracción y el daño producido.
Sin embargo, en los artículos 172,173, y 174 se contemplan una serie de presunciones de
responsabilidad de los conductores. Así por ejemplo, el art. 172, entre otras presunciones de
responsabilidad del conductor, establece como tales: conducir a mayor velocidad que la permitida o a
una velocidad no razonable y prudente; conducir contra el sentido de la circulación; conducir en
condiciones física deficientes o bajo la influencia del alcohol, drogas o estupefacientes; negarse sin
justa casa a que se le practique el examen de alcoholemia señalado en el artículo 190 de la mimas
ley”, etc.
El art. 173 establece la obligación al participante, de dar cuenta de inmediato a la autoridad policial
más próxima, de todo accidente del tránsito en que se produzcan daños, se presume la culpabilidad de
los que no lo hicieren y abandonaren el lugar del accidente.
Asimismo, el art. 176 presume la culpabilidad del peatón que cruce la calzada en lugar prohíbido.
Gravedad de la culpa.
La culpa contractual puede ser grave, leve o levísima; esta triple clasificación de la culpa corresponde
a una triple clasificación de los contratos que atiende a si sus beneficios alcanzan sólo al acreedor, al
deudor o a ambos contratantes (art. 1547, Inc. 1º).
Nuestro Código siguió a Pothier y se apartó, en este punto, del Código Francés.
Es indudable que la culpa extracontractual no admite tales gradaciones. Pero se añade que en el
campo delictual la gravedad de la culpa es indiferente, que la culpa más ligera genera
responsabilidad17.
Esta conclusión, sin embargo, contradice lo dispuesto en el art. 44 que prescribe que culpa o descuido
en general, significa culpa o descuido leve.
17
Alessandri, ob. Cit., Nº 180
15
Por otra parte, a las personas no puede exigírseles sino un celo, una diligencia, un cuidado medianos.
No es razonable que el ciudadano medio debe emplear en sus actos una actividad ejemplar, una
diligencia esmerada, como la que un hombre juicioso pone en sus negocios importantes.
El deudor debe indemnizar los perjuicios causados por el incumplimiento de una obligación a menos
que provenga de una causa extraña que no le sea imputable. Es responsable de su culpa grave, leve o
levísima18 y sólo le exime de tal responsabilidad el incumplimiento que no proviene de fuerza mayor
o caso fortuito.
Toda culpa, en suma, genera responsabilidad contractual y es lógico que se considere, asimismo, que
cualquiera clase de culpa produce responsabilidad extracontractual. La solución adoptada es la
misma en ambos casos.
El arrendatario debe cuidar de la cosa arrendada como un buen padre de familia y responde de los
estragos que cause por culpa leve. ¿Porqué el automovilista debería, por ejemplo, manejar su
vehículo con mayor celo y responder de os daños que cause por culpa levísima?
Parece evidente, a primera vista, que el ejercicio de un derecho no puede acarrear responsabilidad y
que ésta sólo puede resultar de la ejecución de un acto sin derecho.
La ejecución de un acto, lícito por excelencia, no puede constituir un delito o cuasidelito, esto es, un
acto ilícito: neminen loedit qui jure suo utitur.
Pero los derechos no son ni pueden ser facultades arbitrarias; son medios de lograr determinados
fines útiles. El titular debe conformarse en su ejercicio a tales fines que justifican y legitiman su
existencia.
De este modo en suma, el ejercicio de un derecho, desviándolo de su natural destino, importa un
abuso, un acto culpable y capaz de comprometer la responsabilidad del titular.
18
Josserand, ob. Cit., t. I, Nº 611
16
En lo que va corrido del siglo, la concepción de la relatividad de los derechos y del abuso que es una
de sus consecuencias, no ha cesado de ganar terreno.
Lo que ella tiene de moderno, como expresa Josserand, no es su existencia, que es de todos los
tiempos, sino los esfuerzos realizados para diagnosticar e identificar el acto abusivo 19.
El abuso del derecho es el resultado de una combinación, en síntesis, de dos factores: un factor que
podría llamarse funcional y otro intencional.
Debe atenderse a la función o finalidad del derecho. El derecho debe ejercitarse conforme a su
destino, al espíritu de la respectiva institución, al fin económico y social que persigue.
Esta finalidad o función de los derechos es variable. Así, el derecho de propiedad persigue
primordialmente el interés del titular; la patria potestad, el interés de otra persona, como es el hijo de
familia. El propietario obrará en el sentido de su derecho cuando actúa en forma egoísta, mientras
que el padre o madre procederán en forma abusiva cuando antepongan su interés al del hijo porque
desvirtúan los fines de la patria potestad20.
Será preciso atender, igualmente, a los móviles que guían al titular del derecho, a los fines que se
propone conseguir ejercitándolo.
Si estos fines concuerdan con la función del derecho, éste se habría ejercitado normalmente; si no
existe tal concordancia, el ejercicio del derecho será abusivo y podrá generar la consiguiente
responsabilidad.
Entre los móviles o motivos ilegítimos debe contarse, en primer término, la intención de dañar. Los
romanos decían que el fraude todo lo corrompe, frau omnia corrmpit. Los derechos no se confieren
para dañar a terceros y su ejercicio intencionalmente dañino no puede constituir un fin lícito, un
motivo legítimo.
Pero tampoco es legitimo el ejercicio culpable, esto es, negligente, descuidado, que se traduce
igualmente en una desviación del derecho de su destino natural.
Derechos absolutos
Se exceptúan de lo dicho ciertos derechos de carácter absoluto, que su titular puede ejercer
arbitrariamente, no importa con qué fin.
Pueden señalase, entre tales derechos la facultad de los ascendientes para negar su consentimiento
para el matrimonio del menor, sin expresar la causa del disenso. (art 112); el derecho del propietario
de cortar las raíces y hacer cortar las ramas del árbol que penetra en su propiedad (art. 942); el
derecho de pedir la división de los bienes comunes (art. 1317)
19
Ob. Cit., t. II, Nº 429
20
Josserand, ob. Cit., t. II, Nº 430
17
Tales derechos pueden ser ejercitados impunemente, cualquiera que sea el motivo que impuse al
titular.
Derecho comparado.
Los Códigos modernos consagran, indisposiciones de carácter general, la teoría del abuso del
derecho.
Algunas legislaciones dejan el problema por entero al criterio del juez,; otras atienden a la intención
dañina; otras, en fin, tienen en cuenta la desviación del derecho de su finalidad natural.
El Código Civil suizo expresa que los derechos deben ejercerse según las reglas de la buena fe; “el
abuso manifiesto de un derecho no está protegido por la ley” (art. 2º).
El Código alemán dice que “el ejercicio de un derecho honesta permitido cuando no puede tener más
fin que causar daño a otro” (art. 226).
El Código soviético proclama que el ejercicio de los derechos está protegido por la ley, salvo que se
ejerciten “en un sentido contrario a su destino económico y social (art. 1º)
El proyecto franco-italiano de las Obligaciones dispone que está obligado a la reparación el que causa
un daño a otro en el ejercicio de un derecho, excediendo “los límites fijados para la buena fe o por el
fin en vista del cual ese derecho le ha sido conferido”. (art. 74).
Nuestro Código, en cambio, no contiene ninguna disposición de carácter general que consagre la
teoría del abuso del derecho. Solamente se encuentran algunas pocas disposiciones aisladas,
inspiradas en el principio. Una de las normas es el art. 2110, que dispone que la sociedad expira por
la renuncia de los socios, pero no es válida aquella que se hace de mala fe o intempestivamente. La
renuncia es de mala fe cuando se hace para apropiarse el socio de una ganancia que debe pertenecer a
la sociedad. Es intempestiva si acarrea ejercicio a la sociedad y resulta, por lo mismo, imprudente o
culpable.
Un criterio semejante inspira a la Ley de Quiebras, que en su artículo 45 establece que si la solicitud
de quiebra fuere desechada en definitiva, el deudor podrá demandar indemnización de perjuicios al
acreedor, si probare que éste ha procedido culpable o dolosamente21.
Toca a los jueces del fondo decidir soberanamente acerca de los hechos o circunstancias materiales
de que se hace derivar la responsabilidad. A ellos corresponde decidir, por ejemplo, si el vehículo
que causó el daño marchaba a excesiva velocidad, si la ruina del edificio se produjo por defecto de
construcción.
Tales hechos, a menos que en su establecimiento se violen as leyes reguladoras de la prueba, son
intocables por la Corte Suprema.
21
Véase también el art. 8º de la Ley Nº 6.071, sobre división horizontal del dominio.
18
Pero la apreciación o calificación de estos hechos para decidir si son dolosos o culpables, es una
cuestión de derecho, que cae bajo el control de la Corte Suprema.
El dolo y la culpa son conceptos legales, definidos por la ley; se trata de determinar la fisonomía
jurídica de los hechos establecidos por los jueces del fondo para hacerlos calar con los conceptos de
culpa o dolo22.
La Corte Suprema ha manifestado la tendencia a abdicar de estas facultades. Fallos recientes
permiten creer en una evolución en sentido contrario23.
La regla general.
No es bastante para incurrir en responsabilidad que el hecho se haya cometido con dolo o culpa y que
haya producido un daño. Es menester, además, que el daño sea el resultado de la culpa o dolo, esto
es, que medie entre ambos factores de una relación de causalidad.
Se producirá esta relación de causalidad cuando el dolo o culpa ha sido la causa necesaria del daño,
de manera que si no hubiera mediado el daño no se habría producido.
Interesa examinar algunas consecuencias de la falta de relación de causa a efecto entre el dolo o culpa
y el daño.
a) La falta de esta relación de causalidad lleva a la exención de responsabilidad cuando el
daño es imputable a culpa de la víctima.
La culpa de la víctima hace desaparecer total o parcialmente la relación de causalidad y exime
la responsabilidad o, cuando menos, la atenúa.
Se producirá la exención de responsabilidad cuando la culpa de la víctima excluya la de su
adversario; la responsabilidad quedará atenuada si la culpa de ambos ha concurrido a provocar
el daño.
b) Por la misma razón es problemático obtener la indemnización de daños indirectos.
Cuando más se aleja el daño del hecho inicial que lo originó, más difícil resulta establecer
entre ambos una relación causal.
Llega el momento en que es preciso detenerse en la búsqueda de consecuencias perjudiciales
cuya causa primera se hace imposible discernir con certidumbre24.
22
Alessandri, ob. Cit., Nº 136.
23
R. de D. y Jo., t. XXXIX, pág. 544.
24
Josserand, ob. Cit., t. II. Nº 449
19
Capacidad delictual
El principio general.
Como consecuencia lógica del sistema subjetivo que el Código adopta, es condición esencial de la
responsabilidad que el autor del delito o cuasidelito tenga suficiente discernimiento.
Desde que el autor está en situación de discernir acerca del sentido de sus actos, responde de sus
consecuencias, aunque carezca de la capacidad necesaria para actuar por sí solo en la vida jurídica.
Por este motivo, son plenamente capaces de delito o cuasidelito personas que carecen total o
parcialmente de capacidad para contratar.
La capacidad delictual se rige por reglas propias. En resumen, la capacidad delictual y cuasidelictual
es más amplia que la capacidad contractual.
Diversas razones justifica sobradamente la mayor latitud de la capacidad delictual.
a) La plena capacidad contractual supone una completa madurez intelectual, mientras que
la plena capacidad delictual requiere solo tener conciencia del bien y del mal, el poder de
discernir entre el acto lícito y el acto ilegítimo y perjudicial.
Como observa con razón Josserand, un sujeto incapaz de participa en una sociedad o intervenir
en una partición, sabe cabalmente que no es lícito romper los vidrios al vecino 25.
b) El delito y el cuasidelito ponen a la víctima ante un inopinado o imprevisto deudor; se
elige a los deudores contractuales, pero no se tiene ocasión de elegir a los deudores cuya
obligación arranca de un delito o cuasidelito.
La incapacidad privaría de indemnización a la víctima y la colocaría en la necesidad de
soportar ella misma el daño.
No son capaces de delito y cuasidelito, en primer término, los dementes (art. 2319, inc. 1º)
La expresión demente está tomada en el sentido amplísimo que le atribuye el Código Civil, como
asimismo el Código Penal.
25
Ob. Cit., t. II. Nº 455
20
a) La demencia debe ser contemporánea de la ejecución del hecho; la demencia sobreviviente
no exime de responsabilidad.
Será responsable, el demente que ejecuta el echo en un intervalo lúcido, aunque se encuentre
en interdicción.
La regla del art. 465 no es aplicable, regula sólo la capacidad contractual del demente y
resuelve acerca de la validez o nulidad de los actos que celebre, en esta esfera de actividad. No
se concibe la nulidad de un delito o cuasidelito.
Por otra parte , sería absurdo que el demente interdicto que obra en un intervalo lúcido sea
penalmente responsable irresponsable civilmente.
b) La privación de razón ocasionada por la demencia debe ser total26.
El ebrio, aunque la ebriedad le prive de razón, es responsable. El art. 2318 dispone: “El ebrio es
responsable del daño causado por su delito o cuasidelito”.
La ley supone que el ebrio es culpable de su estado de ebriedad.
La misma regla debe lógicamente aplicarse al morfinómano, cocainómano y a todo el que delinque
en un estado de intoxicación producido por estupefacientes.
Son igualmente incapaces los menores de siete años, esto es, los infantes o niños (art.26).
Se presume de derecho que tales personas carecen de suficiente discernimiento.
Por último, es incapaz el mayor de siete años y menor de dieciséis que ha obrado sin discernimiento.
El Art. 2319, inc. 2º dispone: “Queda a la prudencia del juez determinar si el menor de dieciséis años
ha cometido el delito o cuasidelito sin discernimiento”.
Toca al juez, que conoce del litigio en que se persigue la responsabilidad civil, derivad del acto
ejecutado por el menor , decidir si ha obrado con o sin discernimiento.
No responden los incapaces de los daños causados, pero pueden ser responsables, en cambio, las
personas que los tienen a su cuidado. El art. 2319 establece que “serán responsable de los daños
causados por ellos las personas a cuyo cargo estén, si pudiere imputárseles negligencia”
El guardián del incapaz, quienquiera que sea, es responsable a condición de que pueda atribuírsele
culpa, esto es, falta de cuidado o vigilancia del incapaz que tiene a su cargo.
El guardián no tiene derecho a repetir contra el incapaz. Esta facultad se confiere a quien responde
de un hecho ajeno, siempre que el autor del daño estuviere dotado de capacidad (art. 2325).
26
El art. 10 Nº 1 del C. Penal exime de responsabilidad al loco o demente y, en general, a los que por causas independientes de su
voluntad, se encuentren “privados totalmente de razón”
21
El Art. 39 del Código de Procedimiento Penal establece que la responsabilidad criminal sólo puede
recaer en las personas naturales. Las personas jurídicas, en consecuencia, son incapaces de delito y
cuasidelito penal, sin perjuicio de la responsabilidad de los que hayan intervenido en el acto punible.
En cambio, las personas jurídicas son plenamente capaces de delito y cuasidelito civil (art. 39 del C.
de P. Penal).
Responden las personas jurídicas de los delitos cometidos por sus órganos, esto es, de las personas a
través de quienes se expresa su voluntad.
Será obviamente necesario que el órgano obre en el ejercicio de sus funciones.
Las personas jurídicas son igualmente responsables del hecho ajeno o de las cosas, en los mismo
términos que las personas naturales.
PRESUNCIONES DE CULPA
El sistema que inspira las disposiciones del Código, exige, como condición de la responsabilidad, la
prueba de la culpa.
Para asegurar a la víctima una justa reparación del daño, quebrantando el principio la ley ha vendido
en su ayuda y establecido ciertas presunciones de culpabilidad.
Se comprende que la víctima sucumbiría en la tarea de acreditar la culpa de un padre por los daños
causados por su hijo, del dueño de un edificio por los perjuicios que produzca su derrumbe, del dueño
de un animal por los estragos que ocasiones.
Las presunciones de culpa, como es obvio, dispensan de la carga de la prueba La víctima debe
acreditar las circunstancias que sirven de fundamento a la presunción. Probadas estas circunstancias,
queda establecida la culpa y su relación de causalidad con el daño.
Toca a quien se presume culpable probar que el perjuicio proviene de una causa extraña, que ha
empleado la debida diligencia o que no existe una relación de causa a efecto entre la culpa que se le
imputa y el daño.
Distinción
27
Código alemán.
28
Código Suizo de las obligaciones.
29
Código Mexicano.
22
Las presunciones de culpa pueden dividirse en tres grupos:
1) Por el hecho propio,
2) Por el hecho ajeno,
3) Por el hecho de las cosas.
La regla general
El art. 2329, incl 1º consagra la norma fundamental con que debió encabezarse las disposiciones del
Título XXXV: “Por regla general todo daño que pueda imputase a malicia o negligencia de otra
persona, debe ser indemnizado por ésta”.
La disposición muestra la concepción subjetiva de la responsabilidad que inspira nuestro Código y
destaca sus elementos más salientes: el daño y la culpa o dolo.
Las excepciones.
Sentada la regla general, el art. 2329 añade que “son especialmente obligados a esta reparación” las
personas que se encuentran en los casos que enumera.
Los casos enumerados, pues, se apartan del principio consagrado en el primer inciso. Así lo
demuestra el término “especialmente”; en efecto, , “Especial” significa aquello que se diferencia de
lo común, ordinario o general.
Lo singularidad de estos casos consiste en que la culpa del autor se presume.
a. Se presume la culpa de quien “remueve las losas de una acequia o cañería en calle o
camino, sin las precauciones necesarias para que no caigan los que por allí transitan de día o
de noche” (art. 2329 Nº 2)
El art. 492 del Código Penal dispone que en los accidentes ocasionados por vehículo de tracción
mecánica o animal de que resultare lesiones o la muerte de un peatón, se presumirá al culpa del
conductor del vehículo, dentro del radio urbano de las ciudades, cuando el accidentes hubiere
ocurrido en el cruce de las calzadas o en la extensión de diez metro anterior a cada esquina.
La presunción requiere, pues:
Se presume la culpa del conducto, en todo caso cuando contravengan las ordenanzas municipales con
respecto a la velocidad, o al lado de la calzada que debe adoptar.
El principio.
Por regla general, es responsable quien causó el daño y sus herederos (art. 2316). Se responde por el
hecho propio y no por el hecho ajeno.
Por excepción, sin embargo, una persona puede resultar responsable del hecho de otro. El art. 2320
establece esta norma fundamental: “Toda persona es responsable no sólo de sus propias acciones,
sino del hecho de aquellos que estuvieren a su cuidado”.
El fundamento de esta responsabilidad es manifiesto. La persona que tiene otra a su cuidado, sujeto a
su control o dirección, debe vigilarla para impedir que cause daños. El hecho de que ocasione un
daño es significativo de que no empleó la debida vigilancia.
Por lo mismo, no es bien correcto hablar de responsabilidad por el hecho ajeno. La responsabilidad
proviene más bien de un hecho propio, como es la falta de cuidado o vigilancia. En verdad, se funda
en la propia culpa, que en este caso, se presume.
El art. 2320 deja suficientemente en claro que, en nuestra legislación, la responsabilidad por el hecho
de las personas cuyo cuidado se tiene es de carácter general.
Los casos que enumeran el art. 2320 y los que señalan los arts. 2321 y 2322 son simples aplicaciones
del principio general.
Nuestro Código se apartó sustancialmente, en este punto, del Código Francés.
Requisitos de la responsabilidad.
Para que tenga lugar la responsabilidad por le hecho ajeno es menester que concurran los siguientes
requisitos: a) relación de dependencia entre el autor del daño y la persona responsable; b) que ambas
sean capaces de delito o cuasidelito, y c) que se pruebe la culpabilidad del dependiente o
subordinado.
a) Es necesaria, como se comprende, una relación de dependencia o subordinación; la
persona responsable debe estar investida de cierta autoridad y el autor material del daño,
sujeto a su obediencia.
Solamente en estas condiciones puede ejercerse una vigilancia cuya omisión acarree
justificadamente una responsabilidad.
La prueba de esta relación incumbe a la víctima.
b) Es preciso que ambas personas sean capaces. Si el que tiene a su cuidad a otra persona
es incapaz, lógicamente es irresponsable.
Pero también ha de ser capaz el dependiente o subordinado. Si es incapaz no tienen aplicación
los arts. 232 y siguientes, sino el art. 2319.
Verdad es que por los incapaces responden las personas a cuyo cargo estén, pero “si pudiere
imputárseles negligencia”. No cabe presumir la culpa del que tiene un incapaz a su cargo: para
hacerle responsable es menester probar su culpa.
c) Por último, es necesario que se pruebe la culpa del subordinado.
La ley presume la culpa de la persona que tiene otra a su cuidado: no se presume y debe
consiguientemente probarse la culpa del subordinado.
Carácter de la presunción.
La responsabilidad por el hecho ajeno no excluye la del autor directo del hecho nocivo. Ambas
responsabilidades coexisten y la víctima puede accionar contra ambos.
31
Véase el Nº 429
25
Sin embargo, esta doble responsabilidad resulta puramente teórica. En el hecho, el autor directo del
daño será generalmente insolvente. Al perjudicado interesa, en la práctica, la acción contra el
civilmente responsable.
La persona civilmente responsable que ha indemnizado el daño tiene derecho para que el autor del
mismo le reintegre lo pagado.
El art. 2325 establece que “las personas obligadas a la reparación de los daños causados por las que
de ellas dependen, tendrá derecho para ser indemnizadas sobre los bienes de éstas, si los hubiere”
Este recurso contra el autor del daño no tiene cabida en los dos casos siguientes:
a) si el que perpetró el daño lo hizo por orden de la persona a quien debita obediencia; y
b) si el autor del daño es incapaz, conforme al art. 2319.
En virtud del principio general de que toda persona responde por los hechos de aquellos a que tiene a
su cuidado. El artículo 2320 del Código Civil dispone que así el padre y a falta de ésta la madres, es
responsable deshecho de los hijos menores que habiten en la misma casa.
La Ley Nº 19.585 introdujo diversas modificaciones al Código Civil, eliminando las diferencias que
existían entre hijos. Así, en conformidad al artículo 224 toca de consuno a los padres, o al padre o
madre sobreviviente el cuidado personal de la crianza y educación de sus hijos. El cuidado personal
del hijo no concebido ni nacido durante el matrimonio…corresponde al padre o madre que loa haya
reconocido. Si no ha sido reconocido por ninguno de sus padres, la persona que tendrá su cuidado
será determinada por el juez.
Estas normas inciden directamente en la determinación del responsable a que se refiere el artículo
2320 del Código Civil.
Dos requisitos condicionan la responsabilidad de los padres.
a) que el hijo sea menor de edad, y
b) que habite la misma casa que el padre o madre a cuyo cuidado se encuentra.
De este modo, los padre son responden de los hechos de los hijos mayores; tampoco son responsables
de los hechos de aquellos que no habiten en la casa paterna, por ejemplo, porque se encuentran
internos en un establecimiento de educación o haciendo su servicio militar.
El padre, y a falta de ésta la madre, es responsable de todo delito o cuasidelito cometido por los hijos
en las circunstancias anotadas, sea que se cometan dentro o fuera de la casa paterna.
Por aplicación de la misma regla general, “el tutor o curador es responsable de la conducta del pupilo
que vive bajo su dependencia y cuidado”. (art. 2320 Inc. 3º)
a) La responsabilidad del guardador requiere que el pupilo viva bajo su dependencia o
cuidado.
Como consecuencia, no afecta responsabilidad por los hechos de los pupilos a los guardadores
a quienes solamente incumbe la gestión de sus bienes, como los curadores de bienes, adjuntos
y especiales.
La responsabilidad gravita sobre los tutores o curadores generales, siempre que el pupilo no
esté al cuidado de bienes, adjuntos y especiales.
La responsabilidad gravita sobre los tutores o curadores generarles, siempre que el pupilo no
esté al cuidado de otra persona (art. 428).
b) Si bien el pupilo es incapaz, esto es, demente, infante o menor de dieciséis años que ha
obrado sin discernimiento, no será responsable el tutor o curador sino probándose culpa,
conforme a la regla general del art. 2319
c) El guardado podrá eximirse de responsabilidad probando que no pudo impedir el hecho,
pese a que ejercitó la autoridad derivada de su cargo y empleó el cuidado a que estaba
obligado.
a) El jefe del colegio o escuela es responsable sólo mientras el discípulo está bajo su
cuidado. Responderá, por lo tanto, mientras el discípulo permanezca en el establecimiento,
durante los viajes o paseos que realicen bajo su dirección y en otras circunstancias semejantes.
c) Como en los casos anteriores, el jefe del colegio o escuela puede eximirse de
responsabilidad probando que no le fue posible evitar el hecho delictuoso.
Los artesanos o empresarios son responsables del hecho de sus aprendices o dependientes, mientras
están bajo su cuidado (art. 2320, inc. 5º)
Se llama artesano a la persona que ejerce un oficio o arte meramente mecánico.
Se denomina empresario a la persona que se encarga de la ejecución de una obra o explotación de un
servicio o espectáculo público.
Aprendiz, como lo indica su nombre, es la persona que aprende un arte u oficio, y dependiente la
persona que está al servicio de otra y sujeta a su autoridad.
a) La responsabilidad de artesanos y empresarios se refiere únicamente a los hechos
ejecutados mientras el aprendiz o dependiente está bajo su cuidado.
b) A la victima incumbe probar que el delito o cuasidelito se cometió mientras helecho se
encontraba al cuidado del empresario o artesano.
c) Cesa la responsabilidad probando la persona civilmente responsable que no pudo
impedir el hecho pese a su cuidado y al empleo de su autoridad.
Por su parte, el artículo 2322 establece otra clase de responsabilidad por el hecho ajeno. Los amos
responderán de la conducta de sus criados o sirvientes en el ejercicio de sus respectivas funciones, y
esto aunque el hecho de que se trate no se haya ejecutado a su vista.
Se trata de otra clase de responsabilidad por le hecho ajeno, distinta a la consagrada en los artículos
anteriores. Se requiere esta disposición a la responsabilidad del empleador, o empresario, por hecho
de sus dependientes, ya que el concepto “amo” obviamente no se emplea hoy día. No es la misma
responsabilidad que tienen los padres respecto de los hijos. Así, como se verá a continuación, las
28
causales para hacer cesar esta responsabilidad son distintas y propias del caso esto es, del empleador
respecto de sus empleados, sólo en el ejercicio de sus respectivas funciones.
Se denomina amo a la persona que tiene a su servicio empleados domésticos, y criados o sirvientes a
las personas empleadas en tales menesteres.
El amo es responsable solamente de los actos ejecutados por el sirviente o criado a condición de que
le hecho ilícito se verifique mientras desempeña sus labores o cumple sus órdenes, en el ejercicio de
sus funciones.
No cabe al amo responsabilidad por los actos ajenos a las funciones del criado o que importan un
abuso de las mismas, como sería el caso de un chofer que sustrae el automóvil del amo,
contraviniendo sus órdenes, y atropella a un transeúnte.
El art. 2322 inc. 2º prevé la forma como los amos pueden eximirse de responsabilidad, algo diferente
de la que contempla el art. 2320 en su inciso final:”Pero no responderán de lo que hayan hecho sus
criados o sirvientes en el ejercicio de sus respectivas funciones , si se probare que las han ejercido de
un modo impropio que los amos no tenían medio de creer o impedir, empleando elucidado ordinario,
y la autoridad competente”.
En tal caso, la responsabilidad recaerá exclusivamente sobre el criado o sirviente.
Para que se le exima de responsabilidad, el amo de acreditar:
a) Que el criado o sirviente ejecutó sus funciones de un modo impropio;
b) Que no tenia medio de prever o impedir el ejercicio abusivo de sus funciones por parte
del sirviente o criado; y
c) Que empleó la autoridad inherente a su condición y el cuidado de una persona prudente
para lograr que el sirviente o criado ejerciera sus funciones con propiedad.
A los casos precedentes de responsabilidad por el hecho ajeno debe agregarse la que incumbe al
dueño de un vehículo por los daños que ocasione.
El art. 174 de la Ley Nº 18.120 (Ley de Tránsito) dispone que las infracciones a los preceptos del
tránsito será responsable el conductor del vehículo.
El conductor y el propietario del vehículo, a menos que este último acredite que el vehículo fue usado
sin su conocimiento o autorización expresa o tácita, son solidariamente responsables de los daños y
perjuicios que ocasionen con motivo del uso del vehículo; todo sin perjuicio de la responsabilidad de
otras terceras personas, en conformidad a la legislación vigente.
De igual manera, si se otorgare una licencia de conductor con infracción a alas normas de esta ley, e
o los funcionarios responsables de ello, sena o no municipales, serán solidariamente responsable de
los daños y perjuicios que se ocasionen por culpa del conductor a quien se le hubiere otorgado dicha
licencia, sin perjuicio de las sanciones penales y administrativas que correspondan.
La Municipalidad respectiva o el Fisco, en su caso, serán responsables civilmente de los daños que se
causaren con ocasión de un accidente que sea consecuencia del mal estado de las vías públicas o de
su falta o inadecuada señalización. En este último caso, la demanda civil deberá interponerse ante el
Juez de Letras en lo civil correspondiente y se tramitará de acuerdo a las normas del juicio sumario.
a) La responsabilidad del dueño del vehículo es sin perjuicio de la que quepa a otras
personas, en virtud del derecho común. En otros términos, puede coexistir con la que establece
el art. 2320, derivada del hecho de las personas como cuidado se tiene.
La víctima, por tanto, podrá accionar para obtener la reparación del daño, a su arbitrio, contra
la persona que tenga al conductor a su cuidado o contra el dueño del vehículo.
b) El propietario del vehículo puede eximirse de responsabilidad, probando que le fue
usado sin su autorización expresa o tácita.
Diversas leyes especiales han añadido otros casos de responsabilidad por el hecho ajeno:
a) Las empresas ferroviarias son responsables por los daños causados por sus
dependientes, en conformidad al D.F.L. 1 de 1993. Ley Orgánica de Ferrocarriles del Estado..
b) La Ley Nº 19.733, en su art. 39 hace responsable al directo de los medios de
comunicación social.
c) La Ley sobre almacenes Generales de Depósito dispone que el almacenista responderá,
en todo caso, de la efectividad y veracidad de los hechos y de las declaraciones a que se refiere
el art. 5º. Asimismo, responderá por las perdidas o deteriores imputables a culpa suya o de sus
empleados o dependientes.
Principios.
30
Se es también responsable del hecho de las cosas de que una persona es dueña o que están a su
servicio.
El propietario o la persona que se sirva de la cosa deben vigilarla y mantenerla en estado de que no
cause daños.
El daño que la cosa ocasiones muestra una falta de vigilancia o cuidado y, por ende, la ley presume la
culpabilidad de quien la tiene a su cargo.
Nuestro Código no contiene una norma de carácter general, consagratorio de la responsabilidad por el
hecho de las cosas, análoga a la que formula el inc. 1º del Art. 2320.
Se limita a señalar y reglamente algunos casos concretos que son consecuencialmente los únicos en
que se presuma la culpabilidad del dueño de una cosa o de quien se sirve de ella.
Aparte de estos casos, será menester probar la culpa del dueño o detentador de la cosa.
Los casos que reglamente el Código, de responsabilidad por el hecho de las cosas, son los siguientes:
El art. 2323 establece que el dueño de un edificio es responsable “De los daños que ocasione su ruina
acaecida por haber omitido las necesarios reparaciones, o por haber faltado de otra manera al cuidado
de un buen padre de familia”
a) Las cosas que cause el daño debe ser necesariamente un edificio, esto es, una obra
levantada por el hombre, destinada a la habitación o fines análogos, y que adhiere
permanentemente al suelo.
Tales son las casas, teatros, iglesias, puentes etc.
b) Es preciso que el daño provenga de la “ruina” del edificio, esto es, de su caída o
destrucción.
c) En fin, es menester que el dueño haya omitido ejecutar las necesarias reparaciones o
dejado de otra manera de emplear el cuidado de un buen padre de familia.
Corresponde a la víctima probar que concurren las tres circunstancias apuntadas.
En caso de que el edificio pertenezca a varias personas en común, “se dividirá entre ellas la
indemnización a prorrata de sus cuotas de dominio” (art. 2323, inc. 2º)
La regla indicada constituye una excepción a la norma del art. 2317, que impone una responsabilidad
de carácter solidario cuando el delito o cuasidelito se ha cometido por dos o más personas.
El dueño del edificio es responsable a terceros de los daños que ocasione su ruina,; pero la situación
de los terceros está sometida a reglas especiales cuando invisten la calidad de vecinos.
El vecino sólo puede invocar la responsabilidad del dueño del edificio siempre que el daño ocurra
después de haberle notificado la querella de denuncia de obra ruinosa.
El art. 932 establece que el que tema que la ruina de un edificio vecino le cause perjuicio tiene
derecho APRA interponer una querella posesoria de denuncia de obra ruinosa.
Si no dedujo esta querella no tiene derecho a indemnización, porque el daño se produjo, en cierto
modo, paro su negligencia en acudir a la justicia para evitarlo.
Exención de responsabilidad.
El dueño puede eximirse de responsabilidad si prueba que la ruina del edifico provino de caso
fortuito, “como avenida, rayo o terremoto”.
Pero es menester que el caso fortuito sea la causa única de la ruina del edificio. Será responsable aun
de la destrucción fortuita, si se demuestra que el caso fortuito, “sin el mal estado del edificio, no lo
hubiera derribado”. (art. 934.)
Diversas son las reglas aplicables cuando la ruina del edificio se debe a defectos de construcción.
El art. 2324 dispone:”si el daño causado por la ruina de un edificio proviniere de un vicio de
construcción, tendrá lugar la responsabilidad prescrita en la regla 3ª del art. 2003”.
a) Por de pronto, en este caos, el responsable de los daños es no el dueño del edificio, sino
el empresario o arquitecto que tuvo a su cargo la construcción (arts. 2003, Nº 3º y 2004)
b) La ruina del edificio puede provenir no sólo de vicios o defectos de construcción
propiamente tales, sino de vicio del suelo o de los materiales.
El constructor debió adoptar las medidas que aconsejaba la mala calidad del suelo y absenerse
de emplear materiales adecuados.
c) El empresario y arquitecto son responsables siempre que la ruina sobrevenga en el
plazo de cinco años, desde la entrega del edificio o de la recepción definitiva del mismo por la
Dirección de Obras Municipales, en su caso.
Daños a terceros.
b) Responsabilidad por daño que ocasiones la cosa que cae o es arrojada de la parte
superior de un edificio.
Ideas generales
El art. 2328 dispone:”El daño causado por una cosa que cae o se arroja de la parte superior de un
edificio, es imputable a todas las personas que habitan la misma parte del edificio, y la indemnización
se dividirá entre todas ellas.
En verdad, solo hay responsabilidad por el hecho de las cosas cuando éstas “caen” y no cuando se
“arrojan”; en este último caso, como no sólo responde el autor del hecho sino todos los habitantes de
la parte correspondiente del edificio, respecto de lo que no lo ejecutaron existe una responsabilidad
por el hecho ajeno.
Ambas situaciones se rigen por las mimas reglas y así se justifica que la ley las trate promiscuamente.
Personas responsables.
La responsabilidad recae, en principio, sobre “todas las personas que habiten la misma parte del
edificio”.
La víctima deberá obviamente probar que la cosa cayó o fue arrojada de una parte del edificio en que
el demandado habita.
Las varias personas que resulten responsables dividirán entre sí la indemnización.
La ley difunde la responsabilidad por lo difícil que resulta precisar quién es el culpable de la caída o
de haber arrojado la cosa. Pero, como es natural, esta presunción de responsabilidad cede ante la
evidencia de que el culpable es determinada persona.
Por este motivo, el art. 2328, inc. 1º, concluye que el hecho se debe a la culpa o mala intención e
alguna persona exclusivamente, en cuyo caso será responsable esta sola”.
Para precaver los daños que pueden ocasionar las cosas expuestas caer d lo alto de un edificio, la ley
otorga una acción popular.
El artículo 2328, en su inc. 2º, prescribe: “Si hubiere alguna cosa que, e la parte superior de un
edificio o de otro paraje elevado, amenace caída y daño, podrá ser obligado a removerla el daño del
edificio o del sitio, o su inquilino, o la persona a quien perteneciere la cosa o que se sirviese de ella”.
Cualquiera persona del pueblo puede pedir la remoción.
33
c) Responsabilidad por el hecho de los animales.
También es responsable del daño causado por un animal quien se sirve de él, aunque no sea su dueño.
El art. 2326, inc. 2º, expresa que “lo que se dice del dueño se aplica a toda personas que se sirva de
un animal ajeno”.
De este modo responde del hecho de un animal el arrendatario o comodatario.
La persona que se sirve del animal puede repetir contra el dueño, “si el daño ha sobrevenido por una
calidad o vicio del animal, que el dueño con mediano cuidado o prudencia debió conocer o prever, y
de que no le dio conocimiento” (art. 2326, inc. 2º)
Una regla especial consagra el art. 2327 para el daño causado por un animal fiero “de que no se
reporta utilidad para la guarda o servicio de un predio”.
De tales daños responde la persona que tenga el animal, aunque no se su dueño y aunque no se sirva
de él.
La presunción de culpabilidad, en 3ste caso, es de derecho; si el que tiene el animal alegare que no le
fue posible evitar el daño, “o será oído” (art. 2327).
La sanción ordinaria del delito o cuasidelito consiste en la necesidad en que su autor se encuentra de
reparar el daño causado.
En otros términos, el delito y cuasidelito producen como efecto normal, la obligación de indemnizar
perjuicios. El art. 2314 establece que el que ha cometido un delito o cuasidelito “es obligado a la
indemnización”
Pero el acto ilícito suele dar origen a otras sanciones: revocación de los actos ejecutados por el
deudor con motivo del fraude pauliano; revocación de las donaciones por casa de ingratitud del
donatario; privación de la acción de nulidad para el que ejecutó el acto absolutamente nulo, sabiendo
o debiendo saber el vicio que lo invalidaba, etc.
Para establecer a quién competen las acciones encaminadas a precaver un daño contingente, es
preciso distinguir si amenaza a personas determinadas o indeterminadas. En el primer caso, sólo
podrán accionar las personas amenazadas; en el segundo se concede acción popular.
El art. 2333 formula este principio: “Por regla general, se concede acción popular entonos los casos
de daño contingente que por imprudencia o negligencia de alguien amenace solamente a personas
indeterminadas; pero si el daño amenazare solamente a personas determinadas, sólo alguna de ésta
podrá intentar la acción.32
En caso de ejercitarse las acciones populares referidas, si parecieren fundadas, el actor deberá ser
indemnizado de todas las costas de la acción. “y se le pagar lo que valgan el tiempo y diligencia
empleados en ella, sin perjuicio de la remuneración específica que concede la ley en determinados
casos33.
Cuando el daño recae sobre una cosa, la acción para reclamar la indemnización respectiva
corresponderá a todas las personas que tenían derecho en ella o con relación a ella, que hayan
resultado menoscabados.
El art. 2315 establece: “Puede pedir esta indemnización no sólo el que es dueño o poseedor de la cosa
que ha sufrido el daño, o su heredero, sino el usufructuario, el habitador o el usuario, si el daño irroga
perjuicio a su derecho de usufructo o de habitación o uso.
La enumeración del art. 2315 no es taxativa; en el mimo caso de que el dueño, el poseedor o sus
herederos se encuentran, por ejemplo, los titulares de un derecho de prenda o hipoteca.
Puede igualmente reclamar indemnización, pero en ausencia del dueño, “el que tiene la cosa con
obligación de responder de ella”, como el arrendatario, el comodatario, el depositario.
La acción encaminada a la reparación del daño causado a las personas, sea de carácter material o
moral, puede intentarla, en primer término, la víctima principal o directa.
Podrán igualmente accionar las víctimas indirectas del delito o cuasidelito, esto es, aquellos que
sufren un daño material o moral a consecuencia del que ha experimentado la víctima principal o
directa. Tal es el caso de la persona a quien la víctima de un accidente que le causó la muerte
ayudaba o socorría, del empresario que pierde un valioso colaborador etc.
Estas personas accionan por derecho propio; su acción proviene del daño que personalmente
experimentan y es independiente de la que corresponde a la víctima directa.
32
Los art. 932, 948 y 2328 inc. 2º son aplicaciones de esta regla general.
33
El art. 948 consulta una remuneración para el actor.
35
También podrán intentar la acción lo herederos de la víctima, haciendo valer la que incumbía a su
causante.
El art. 2315 autoriza expresamente al heredero del duño o poseedor de la cosa que ha sufrido un daño
para pedir la indemnización. Cuando se trata de daños a las personas, el derecho del heredero resulta
de la aplicación de los principios generales. El heredero representa al causante y le sucede en todos
sus derechos y obligaciones transmisibles. El derecho de demandar perjuicios es transmisible,
porque la ley no ha proclamando su intransmisibilidad.
El heredero podrá accionar de dos maneras, a) invocando la acción que correspondía a su causante,
víctima del delito; y b) haciendo valer la acción que, por derecho propio, le corresponda, como
víctima indirecta del delito o cuasidelito.
Como es obvio, la acción se dirige, normalmente, contra el autor del daño. El art. 2316 establece que
es obligado a la indemnización “el que hizo el daño”.
Pero el concepto de “autor” tiene, en materia civil, un alcance diverso que en materia penal. Debe
considerarse atores a todos lo que han concurrido a provocar el daño, sea como autores propiamente
tales, sea como cómplices o encubridores. Todos ellos concurrieron a causar el daño, cada cual en su
esfera de acción34.
La cuestión no ofrece dudas para aquellos delitos civiles que son, a la vez, delitos penales. El art. 24
del Código Penal previene: “Toda sentencia condenatoria en materia criminal lleva envuelta la
obligación de pagar las costas, daños y perjuicios por parte de los autores, cómplices, encubridores y
demás personas legalmente responsables”.
Sería absurdo adoptar un criterio diverso para los delitos y cuasidelitos puramente civiles.
Por otra parte, el art. 2316 hace responsable, hasta concurrencia del beneficio que reporte, al que se
aprovecha de dolo ajeno, sin ser cómplice en él; el cómplice, a contratio sensus, responde del total de
los perjuicios.
34
Alessandri, ob. Cit., Nº 396
36
La acción procede, también, contra las personas civilmente responsables, esto es, aquellas que
responden por el hecho ajeno como los padres, guardadores, maridos, amos, etc.
El art. 2316, inc. 2º,, establece: “El que recibe procedo del dolo ajeno, sin ser cómplice en él, sólo es
obligado hasta concurrencia de lo que valga el provecho”.
La disposición concuerda notoriamente con el art. 1458. Será menester que esta persona no haya
tenido conocimiento del dolo. El que conoció la comisión del delito y aprovecha de sus resultados
es, cuando menos, encubridor.
La responsabilidad del que se aprovecha del dolo ajeno se extiende sólo hasta la concurrencia del
provecho, aunque el daño causado haya sido mayor.
Los herederos
El art. 2316 declara obligados a la indemnización al que hizo el daño y a sus herederos. En verdad, la
regla es más general; la acción puede intentarse contra los herederos del autor, de la persona
civilmente responsable, del que aprovechó del dolo ajeno.
El art. 40 del Código de Procedimiento Penal establece:”La acción civil puede entablarse contra el
personalmente responsable del delito y contra sus herederos”.
La obligación de indemnizar los daños provenientes de un delito o cuasidelito, en otros términos, es
transmisible a los herederos.
Como una enérgica medida de protección ala víctima, la ley establece que es solidaria la
responsabilidad de los varios autores de un delito o cuasidelito.
El art. 2317 dispone que “si un delito o cuasidelito ha sido cometido por dos o más personas, cada
una de ellas será solidariamente responsable de todo perjuicio procedente del mismo delito o
cuasidelito”.
Es solidaria la responsabilidad de las varias personas que han intervenido en la perpetración del
delito, o cuasidelito, como autores, cómplices o encubridores35.
Es también solidaria la obligación de indemnizar perjuicios en cso de ser varias las personas
civilmente responsables.
Por excepción no es solidaria la responsabilidad en los casos de los arts. 2323 y 2328 (art. 2317).
35
Es solidaria la responsabilidad del autor y del cómplice de un delito; R. de D. y J., t XXXIX , II, pag. 5
37
a) No es solidaria la responsabilidad de los varios dueños de un edificio que causa un daño
con ocasión de su ruina. Son responsables “a prorrata de sus cuotas de dominio2. (art. 2323,
Inc.2)
b) Tampoco es solidaria la responsabilidad por los daños que cause una cosa que cae o es
arrojada de la parte superior de un edificio. La indemnización se divide por igual entre las
personas que habitan las partes del edificio de donde cayó o fue arrojada la cosa (art. 2328,
Inc. 1º)
El art. 2317, inc. 2º, establece que también se produce una obligación solidaria de indemnizar
perjuicios “todo fraude o dolo cometido por dos o más personas”.
Para que la regla no se una estéril repetición de las norma del inciso 1º, habrá de tratarse de actos
dolosos que no constituyan un delito civil.
Ha de referirse necesariamente, por lo tanto, al dolo que incide en el cumplimiento de las
obligaciones. De este modo, si varios contratantes infringen dolosamente una obligación común, son
solidariamente responsables de los perjuicios ue su incumplimiento ocasión al acreedor.
La reparación del daño debe reducirse cuando parcialmente se ha producido por culpa de la víctima.
El art. 2320 dispone: “La apreciación del daño está sujeta a reducción, si el que lo ha sufrido se
expuso a él imprudentemente”.
El daño no se ha producido por exclusiva culpa del autor; por parte de la víctima ha existido
igualmente descuido, negligencia, imprevisión. Tal sería el aso de dos automovilistas que se estrellan
en circunstancias de que uno conducía por la izquierda y el otro marchaba a excesiva velocidad 36.
La culpa de la víctima no exime de responsabilidad al autor del daño, sino que atenúa esa
responsabilidad. Para el juez es obligatorio, en tal caso, reducir el monto de la reparación.
36
Josserand, ob. Cit.,t.II, Nº 427.
38
La regla del art.2320 muestra que si bien, en principio, la culpa extracontractual no admite
gradaciones y la responsabilidad se mide por la entidad del daño, no es indiferente el grado o
gravedad de la culpa cometida.
En efecto, la muta culpa del autor del daño y del que lo ha sufrido impone una compensación de las
culpas. La responsabilidad deberán compartirla en proporciones diferentes que dependen de la
gravedad de la culpa de cada cual. La culpa más grave absorberá a la más leve.
Por otra parte, en el hecho, los jueces acordarán más fácil y generosamente una indemnización a la
victima cuanto más grave sea la culpa del autor o daño.
Cúmulo de indemnizaciones.
En el pasado el Estad, a través del Instituto de Seguros del Estado, establecía un seguro obligatorio de
accidentes de la locomoción colectiva, a favor de sus pasajeros.
Actualmente, la Ley 19.011 establece que el transporte nacional de pasajeros remunerado, público o
privado, individual o colectivo, por calles o caminos, se efectuará libremente, sin perjuicio que el
Ministerio de Transporte y Telecomunicaciones establezca las condiciones y dicte la normativa en
que funcionarán dichos servicios, en cuanto al cumplimiento obligatorio de normas técnicas y de
emisión de contaminantes de los vehículos, así como en los relativo a condiciones de operación de
los servicios de transporte remunerado de pasajeros y utilización de vías.
El Ministerio de Transporte dictó, en el año 1992, el Reglamento del Servicio Nacional de Transporte
Público de Pasajeros, Decreto Nº 212, publicado en el Diario Oficial del 21 de noviembre de 1992.
Seguro Obligatorio.
En conformidad a la Ley 18.490, todo vehículo motorizado, que para transitar por las vías públicas
del territorio nacional requiera de un permiso de circulación, deberá estar asegurado tanto contra el
riesgo de accidentes personas a que se refiere esta ley como con ocasión de un accidente de tránsito.
Este seguro no exigirá a los vehículos de transporte y otros respectos de los cuales se apliquen
normas sobre seguros en virtud de convenios internacionales.
Tampoco se exigirá dicho seguro a los vehículos motorizados con matricula extranjera que ingresen
provisoria o temporalmente al país.
Pago de la indemnización.
En el seguro de accidentes personales a que se refiere la citada ley, el pago de las correspondientes
indemnizaciones se hará sin investigación previa de culpabilidad, bastando la sola demostración del
accidente y de las consecuencias de muerte o lesiones que ése originó a la víctima.
En la cobertura de accidentes personales, las víctimas de un accidente de tránsito y sus beneficiarios
tendrán acción contra el asegurador, no siéndoles oponibles las excepciones que éste pueda alegar
contra el tomador del seguro que se basen en hecho o circunstancias imputables a este último.
37
Alessandri, ob. Cit., Nº 493
40
La contratación del seguro obligatorio deberá constar en certificado que hará las veces de póliza y del
cual se entenderá que forman parte integrante las condiciones y cláusulas y la Superintendencia de
Valores y Seguros, deberá constar la individualización del vehículo, el nombre del tomador del
seguro, el nombre de la entidad aseguradora, el número de póliza, el inicio y término de vigencia del
seguro y la firma de un apoderado del asegurador que haya emitido el documento.
El aludido certificado se considerará como prueba suficiente de la contratación del seguro.
Prescripción.
Las acciones para perseguir el pago de las indemnizaciones por accidentes personales contempladas
en esa ley, prescribirán en el plazo de un año o contado desde la fecha en que ocurrió el accidente o a
partir de la muerte de la víctima, siempre que aquella haya sucedido dentro del año siguiente al
mismo accidente.
Beneficiarios.
El derecho que según la ley corresponda a la víctima o a sus beneficiarios, no afectará al que pueda
tener, según las normas del derecho común, para perseguir indemnizaciones de los perjuicios de
quien sea civilmente responsable del accidente.
El pago recibido como consecuencia de este seguro no implica reconocimiento ni presunción de
culpabilidad que pueda perjudicar al propietario o conductor del vehículo asegurado, ni servirá como
prueba en tal sentido en caso de ejercitarse acciones civiles o penales.
No obstante, los pagos de indemnización efectuados en virtud de este seguro, se imputarán o
deducirán de los que pudiere estar obligado a hacer el propietario o conductor del vehículo asegurado
en razón de la responsabilidad civil que respecto de los mismos hechos y de las mismas personas, le
pueda corresponder según las normas del derecho común.
Las municipalidades no podrán otorgar permisos de circulación provisorios o definitivos a vehículos
motorizados, sin que se les exhiba un certificado que acredite la contratación del seguro obligatorio
del respectivo vehículo.
El vencimiento de la póliza no podrá ser una anterior al término del plazo del permiso de circulación
que se otorgue al respectivo vehículo.
Extinción de la acción.
La acción encaminada a reparar el daño causado por el delito o cuasidelito se extingue por los modos
generales como se extinguen las obligaciones.
Merecen considerase solamente tres modos de extinción de la acción, la renuncia, la transacción, y la
prescripción.
a) La acción civil que nace del delito o cuasidelito es renunciable. La renuncia está
expresamente autorizada por la Ley. El art. 28 del Código de Procedimiento Penal dispone, en
efecto, que la renuncia extingue la acción privada “y la civil derivada de cualquier clase de
delitos”.
b) También se extingue la acción por la transacción. El art. 2449 autoriza para transigir
“sobre la acción civil que nace de un delito”.
41
La transacción, del mimo modo que la renuncia, afecta únicamente a los que transigieron y no
aprovecha o perjudica a otras personas a quienes competa la acción (art. 2461)
c) La acción para obtener la reparación del daño prescribe, en general, en cuatro años
contados desde la comisión del delito o cuasidelito.
El artículo 2332 dispones: “Las acciones que concede este título por daño o dolo, prescriben
en cuatro años contados desde la perpetración del acto38.
En numerosos casos de excepción, la acción de perjuicios prescribe en términos diversos, más breves
o mayores.
a) La acción contra el empresario o arquitecto por los daños causados por a ruina de un
edificio, a consecuencia de defectos de construcción, prescribe en cinco años (arts. 2002 Nº 3
y 2224).
b) En conformidad al art. 12 del Código Aeronáutico, en virtud del contrato de transporte,
el transportador es obligado a indemnizar los daños causados con motivo u ocasión del
transporte, en la forma y dentro de los límites establecidos en ese Código.
Esta responsabilidad tiene plazo de prescripción de un año en conformidad al Art.175 del
Código Aeronáutico.
c) La Ley Orgánica de Municipalidades (18.695) establece en su artículo 137 que las
municipalidades incurrirán en responsabilidad por los daños que causen, la que procederá
principalmente por falta de servicio. No obstante, las municipalidades tendrán derecho a
repetir en contra del funcionario que hubiere incurrido en falta personal. El plazo de
prescripción queda regido por las normas generales.
d) El art. 4º de la Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración
en el ejercicio de sus funciones, sin perjuicio de las responsabilidades que pudieren afectar al
funcionario que los hubiere ocasionado.
En numerosos casos de excepción, la acción de perjuicios prescribe en términos diversos, más breves
o mayores.
a) La acción contra el empresario o arquitecto por los daños causados por la ruina de un
edificio, a consecuencia de defectos de construcción, prescribe en cinco año (arts. 2002 Nº 3 y
2224).
38
Véase también los art. 105 del C. Penal y 42 del C. de P. Penal.
42
b) En conformidad al art. 142 del Código Aeronáutico, en virtud del contrato de
transporte, el transportador es obligado a indemnizar los daños causados con motivo u ocasión
del transporte, en la forma y dentro de los límites establecidos en este Código.
Esta responsabilidad tiene un plazo de prescripción de un año en conformidad al art. 175 del
Código Aeronáutico.
c) La Ley Orgánica de Municipalidades (18.695) establece en su artículo 137 que las
municipalidades incurrirán en responsabilidad por los daños que causen, la que procederá
principalmente por falta de servicio. No obstante, las municipalidades tendrán derecho a
repetir en contra del funcionario que hubiere incurrido en falta personal. El plazo de
prescripción queda regio por las normas generales.
d) El art. 4º de la Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de las Administración
del Estado dispone que el Estado será responsable por los daños que causen los órganos de la
Administración en el ejercicio de sus funciones, sin perjuicio de las responsabilidades que
pudieren afectar al funcionario que los hubiere ocasionado.
e) En conformidad a lo dispuesto en el artículo 25 de la Ley 19.733 sobre Libertades de
Opinión en Información y Ejercicio del Periodismo, las acciones para perseguir las
infracciones al título III, prescriben en el plazo de 6 meses desde su comisión. Pero, el artículo
40 dispone que la acción civil para obtener la indemnización de daños y perjuicios (incluso
morales) derivada de delitos penados en esta ley se regirá por las reglas generales.
Ideas Generales.
El art. 2329 formula el principio que todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra
persona debe ser indemnizado por ésta.
El autor del daño, sin embargo puede no encontrarse en la necesidad de repararlo. Ello ocurre. 1)
cuando concurre una circunstancia de eximente de responsabilidad; y 2) sí se ha estipulado una
cláusula de irresponsabilidad.
Eximentes de responsabilidad.
No ha reglamentado expresamente el Código Civil las causas que eximen de responsabilidad como lo
ha hecho, en cambio, el Código Penal.
Por otra parte, la responsabilidad civil es independiente de la responsabilidad penal. Así explica que
la sentencia absolutoria en materia penal o el sobreseimiento definitivo, fundados en circunstancia
eximente de responsabilidad, no produzcan cosa juzgada en materia civil (art. 179, Nº 1º, del C. de P.
Civil). El fallo no es obstáculo para perseguir la responsabilidad civil del criminalmente
irresponsable.
En materia civil hay una sola y genérica causal eximente de responsabilidad: la ausencia de dolo o
culpa del hechor.
43
Las causales de exención de responsabilidad tienen lugar, pues, cuando el hecho no es imputable al
agente.
a) Por de pronto, exime de responsabilidad el caso fortuito o fuerza mayor, esto es, el
imprevisto a que no se puede resistir39.
Pero del mismo modo que en materia contractual, suele el caso fortuito no eximir de
responsabilidad.
Ejemplo típico de estado es el caso de los hombres que dañan una propiedad vecina para
impedir que se propague el fuego.
Las reglas del Art. 10 del Nº 7 del Código Penal deben igualmente aplicarse a este caso. Por lo
tanto, la exención de responsabilidad requiere.
1. que el daño que se trata de evitar sea actual o cando menos, inminente;
2. que no haya otro medio practicable o menos perjudicial para impedirlo; y
3. que el daño que se trata de evitar sea mayor que el causado para evitarlo.
Fluye de esta última exigencia que el estado de necesidad no puede legitimar los daños a las
personas. El daño que se trata reimpedir no puede ser jamás mayor que la pérdida de la vida o
integridad personal.
A la postre, el estado de necesidad, en las condiciones anotadas, muestra la falta de culpa del
autor del daño.
Cláusulas de irresponsabilidad.
Es indudable que, una vez cometido el delito o cuasidelito, la víctima puede renunciar
válidamente al derecho de reclamar las indemnizaciones consiguientes.
Este derecho mira a su particular interés y, a mayor abundamiento, la ley autoriza expresamente la
renuncia.
Las cláusulas de irresponsabilidad suponen que el hecho ilícito aún no se ha cometido; e futro
autor del daño y la probable víctima convienen que el primero quedará eximido de toda
responsabilidad o ésta se verá atenuada o limitada.
El criterio más certero para decidir acerca de la validez de las cláusulas de irresponsabilidad se
encuentra en la distinción acerca de la naturaleza del daño,; si recae en las cosas o en las personas.
43
Véase el art. 324 del C. Orgánico de Tribunales que establece una inmunidad semejante para los miembros de la Corte Suprema.
44
Josserand, ob. Cit., t.II, Nº 472.
45
Josserand, ob. Cit., t. II, Nº 474. En el mismo sentido, Alessandri, ob. Cit., Nº 548
46
Seguro de responsabilidad.
Atenuantes de responsabilidad.
LOS CUASICONTRATOS
Generalidades.
Los arts. 1437 y 2284 dan el cuasicontrato un concepto que es tradicional. La primera de estas
disposiciones establece que las obligaciones nacen “de un hecho voluntario de la persona que se
obliga, como en la aceptación de una herencia o legado, y en todos los cuasicontratos”. La segunda
añade que “las obligaciones que contraen sin convención” pueden tener origen en el “hecho
voluntario de una de las partes” que, si es licito, constituyen un cuasicontrato.
46
Josserand, ob. Cit.,t. II., Nº 475.
47
De tales disposiciones resulta que el Código concibe el cuasicontrato como un hecho voluntario, no
convencional y lícito que produce obligaciones.
El cuasicontrato es un acto voluntario y se diferencia por este carácter de la ley como fuente de las
obligaciones; la ley impone obligaciones independientemente de la voluntad.
Aunque voluntario, el cuasicontrato no es el resultado de un acuerdo de voluntades, circunstancia que
lo diferencia radicalmente del contrato.
En fin, el hecho que le da origen es lícito y por ello se diferencia del delito y del cuasidelito, hechos
igualmente voluntarios, pero ilícitos.
La crítica moderan ha sido implacable con la concepción clásica del cuasicontrato, someramente
expuesta47.
Históricamente, la concepción del cuasicontrato es relativamente reciente. Los jurisconsultos
romanos observaron que cierta obligaciones nacían ex vaiis causarum figuris, esto es, de diversas
causas que o eran ni un contrato ni un delito. Estas obligaciones debían ser consideradas como si
resultaran de un contrato –quasi ex contractu- o como si provinieran de un delito –quasi ex delicto.
Pero los juristas romanos solamente intentaron justificar la fuerza obligatoria y el régimen a que
debían estar sujetas estas obligaciones.
Producto de una equivocada interpretación de las fuentes romanas, el cuasicontrato ha sido objeto de
agudas críticas de los juristas, entre los que destaca Planiol.
a) La expresión cuasicontrato sugiere la idea de una institución análoga al contrato, que
casi es un contrato, diferente sólo por circunstancias accesorias o subalternas. Entre tanto,
sus diferencias son capitales.
El contrato supone un concierto de voluntades, ausente en el cuasicontrato. Por otra parte, el
acuerdo de voluntades en el contrato crea las obligaciones y determina sus efectos. En el
cuasicontrato, en cambio, si de algún modo interviene la voluntad, no crea la obligación.
b) Planiol niega que el cuasicontrato sea un hecho voluntario, tanto porque la voluntad no
genera la obligación que se impone al autor del acto, como porque suele resultar obligado
quien no la ha expresado de ningún modo.
En la agencia oficiosa, por ejemplo, se obliga el gestor y esta obligación puede considerarse
como obra de su voluntad; pero también puede resultar obligado el interesado o dueño del
negocio.
Más evidente es esta situación, todavía, en el pago de los no debido. Falta la voluntad del
que paga porque el pago para ser indebido debe se fruto de un error. Está ausente, también,
la voluntad del que recibe el pago; si estaba de buena fe, no tiene intención de restituir lo
pagado y con mayor razón carece de esa intención si lo recibió de mala fe.
47
Josserand considera el cuasicontrato una “especie de monstruo legendario que es menester decidirse a abolir del lenguaje
jurídico”:ob. Cit., T.II, Nº 10
48
En todos los cuasicontratos se descubre, como rasgo común, un enriquecimiento sin causa y, por lo
tanto, injusto ilícito. Tal es el motivo por que debe restituirse lo indebidamente pagado o el heredero
satisfacer las deudas hereditarias, etc.
En suma, el cuasicontrato no es ni un hecho voluntario ni un hecho lícito; es un hecho involuntario e
ilícito y las obligaciones que engendra tiene su origen en la ley que, por su intermedio, procura
reparar un enriquecimiento injusto.
Principales cuasicontratos.
El art. 2285 establece que “hay tres principales cuasicontratos: la agencia oficiosa, el pago de lo no
debido y la comunidad”.
La disposición pone de manifiesto que, además de los nombrados, existen otros cuasicontratos:
b) El art. 2238 dispone que el depósito necesario de que se hace cargo un incapaz, que se
encuentra en su sana razón, “constituye un cuasicontrato que obliga al depositario sin la
autorización de su representante legal”.
c) De conformidad a lo prescrito en el art. 173 del Código de Minería, por le hecho de que
se inscriba un pedimento o una manifestación formulado en común por dos o más personas,
o por el hecho de que, a cualquier otro título, se inscriba cuota de una concesión minera que
estaba inscrita a nombre de una sola persona, nace una sociedad minera que, por el solo
ministerio de la ley, forma una persona jurídica.
Este tipo de sociedades que nacen de un hecho, constituye un cuasicontrato. El Código de
Minería las regula en el Título XI que trata “De los contratos y cuasicontratos.
En tal caso se produce un enriquecimiento sin causa. Para reparar esa injusta lesión, análoga a la que
ocasiona el delito o cuasidelito, sólo cabe un remedio; dotar ala víctima de una acción para obtener la
49
reparación contra el injustamente enriquecido y reputar el enriquecimiento sin causa como una fuente
de obligaciones. Esta acción se denomina de in rem verso.
Nuestro Código no contiene ninguna disposición que consagre, con caracteres de generalidad, el
enriquecimiento sin causa como fuente de obligaciones.
Se ha contentado el legislador con reglamentar diversos casos particulares, sin duda inspirados en el
principio del enriquecimiento sin causa.
a) No es otra la razón de ser de las recompensas que, por diversas causas, se deben por la
sociedad conyugal a los cónyuges y por éstos a la sociedad. Las recompensas tiene por
objeto evitar un injusto enriquecimiento de un cónyuge a expensas del otro.
c) Por análogo motivo los actos ejecutados por el marido dan a los acreedores acción
sobre los bienes de la mujer, cuando el acto cede en utilidad personal de ésa y hasta
concurrencia del beneficio que obtenga.
d) En idéntico principio se funda la regla del art. 1688, que obliga al incapaz, en caso de
nulidad del acto o contrato, a restituir aquello en que se hubiere hecho más rico.
Legislación comparada.
Códigos modernos, como el Alemán y el suizo, consagran formalmente el enriquecimiento sin causa
como fuente de obligaciones.
Así el art. 62 del Código Federal Suizo expresa: “El que sin cusa legítima se ha enriquecido a
expensas de otro, es obligado a restituir”. Véase, también el art. 812 del Código Civil Alemán.
La doctrina ha formulado, a grandes rasgos, las condiciones del enriquecimiento sin causa y los
requisitos que hacen procedente la acción de in rem verso. Estas condiciones son:
a) que una persona se haya enriquecido
b) que haya un empobrecimiento correlativo de otra;
c) que el enriquecimiento sea injusto, ilegítimo o sin causa; y
d) que la víctima no tenga otro medio que la acción de in rem verso para obtener la
reparación.
50
Enriquecimiento de la persona obligada a restituir.
Se comprende que es preciso, en primer término, un enriquecimiento de la persona que debe restituir.
Este enriquecimiento puede ser material y también intelectual o moral; no es indispensable que un
valor pecuniario se haya incorporado en el patrimonio.
Asimismo, el enriquecimiento podrá consistir no sólo en la realización de una ganancia, sino en le
economía de un gasto o desembolso. Los tribunales franceses han declarado, por ejemplo, que la ex
concubina puede demandar a su ex amante, a quien prestó servicios propios de un empleado, una
retribución por el provecho que obtuvo de su colaboración que le fue retribuida.
El enriquecimiento debe verificarse a expensas de otra; por consiguiente, es preciso que una persona
empobrezca y precisamente a consecuencia de que otra se ha enriquecido.
No es menester una pérdida material, una disminución patrimonial, experimentará igualmente una
pérdida el que ha prestado un servicio o ejecutado un trabajo que no le ha sido remunerado.
La circunstancia más típica es, sin duda, que el enriquecimiento sea injusto, ilegítimo, sin causa. El
enriquecimiento debe carecer de un título que lo justifique; venta, donación, etc.
Normalmente el enriquecimiento tendrá una causa justificada; por otra parte, la causa se presume.
Por esta doble razón la falta de causa debe probarse por quien intenta la acción in rem verso.
Es preciso que el actor carezca de otro medio para obtener una adecuada satisfacción. La acción de
in rem verso tiene, en consecuencia carácter subsidiario.
De otro modo, la acción entraría en conflicto con la mayor parte de los demás medios, bajo cuyo
amparo podría obtenerse el resultado perseguido.
Efectos de la acción.
Es obvio que la acción de in rem verso no puede perseguir sino el reembolso de aquello en que el
demandado se ha enriquecido.
Sin embargo, puede suceder que el enriquecimiento supere al empobrecimiento que ha sufrido el
actor; se comprende que, en tal caso, no podrá exceder del valor en que el actor se ha empobrecido.
51
Concepto.
El art. 2286 dispone: “La agencia oficiosa o gestión de negocios ajenos, llamada comúnmente
gestión de negocios, es un cuasicontrato por el cual el que administra sin mandato los negocios de
alguna persona, se obliga para con ésta, y la obliga en ciertos casos”.
Una persona se ha ausentado sin adoptar las medidas necesarias de resguardo de sus intereses; otra
persona asume la tarea de resguardar los intereses del ausente; paga en su nombre a un acreedor
exigente que se disponía a hacer efectivo su crédito, contrata las reparaciones que reclaman ciertos
bienes, etc. Tal es la gestión de negocios o agencia oficiosa.
Esta intrusión en un patrimonio ajeno se justifica por el fin altruista que la inspira.
La persona que realiza la gestión se denomina agente oficioso o gerente; la persona por cuya cuenta
se verifica se denomina interesado.
La intervención del gerente en el manejo de los negocios de otro debe ser espontánea.
De este modo son extrañas el cuasicontrato de agencia oficiosa las gestiones realizadas en
cumplimiento de un mandato legal, como las que realicen el padre o madre de familia, los tutores o
curadores.
No constituyen agencia oficiosa las gestiones que se realicen a instancias del interesado. En la caso
hay un mandato y el art. 2286 requiere que la administración se verifique “sin mandato”.
Pero el art. 2123 establece que el encargo que constituye el objeto del mandato puede hacerse “aún
por la aquiescencia tácita de una persona a la gestión de sus negocios por otra”
La aquiescencia del interesado supone, por cierto, conocimiento de la gestión. Pero el simple
conocimiento del interesado no convertirá la agencia oficiosa en mandato; será menester que haya
podido manifestar su disconformidad y no la haya manifestado.
Las circunstancias revelerán si existe mandato o agencia oficiosa y corresponde a los jueces decidir,
en caso de controversia.
52
Se entenderá que no hay mandato cuando éste es nulo o el mandatario ha excedido sus límites. El art.
2122 dispone que “el mandatario que ejecuta de buena fe un mandato nulo o que por una necesidad
imperiosa sale de los límites de su mandato, se convierte en un agente oficios”.
Si la gestión se realiza sin la intención de obligar al interesado y de rembolsar de los gastos que
ocasione, los gastos del gestor constituyen una mera liberalidad.
Prevé la ley el caso de que una persona crea equivocadamente hacer su propio negocio y en verdad
gestione un negocio ajeno.
Falta igualmente la intención de obligar al interesado y no hay propiamente, agencia oficiosa. El art.
2292 dispone: “El que creyendo hacer su propio negocio hace el de ora persona, tiene derecho para
ser reembolsado hasta concurrencia de la utilidad efectiva que hubiere resultado a dicha persona, y
que existiere al tiempo de la demanda”.
La solución es muy semejante al caso de que se gestione un negocio ajeno contra la expresa
prohibición del interesado.
Dispone el gestor sólo de la acción de in rem verso para reclamar aquello en que la gestión haya
hecho más rico al interesado y con tal que subsista esa utilidad al tiempo de reclamar el reembolso.
En cambio, hay verdadera agencia oficiosa si alguien cree gestionar los negocios de una persona y
gestiona los de otra. Este error carece de importancia y, sea como fuere, el gestor ha tenido la
intención de obligar y de que se le reembolse.
53
Por este motivo, previene el art. 2293:”El que creyendo hacer el negocio de una persona, hace el de
otra, tiene respecto de ésta los mismos derechos y obligaciones que habría tenido si se hubiere
propuesto servir al verdadero interesado.
Sustancialmente diversas son las reglas que reglan la capacidad del agente oficioso y del interesado.
El gerente debe ser capaz; sería una flagrante contradicción que un incapaz no pudiera obligarse en
virtud de un contrato y que, en cambio, pudiera resultar obligado en razón de un cuasicontrato.
De este modo, las obligaciones derivadas de la agencia oficiosa no pueden afectar a un menor de
edad que ha gestionado negocios ajenos, sin autorización de su representante.
El interesado, en cambio, no requiere ser capaz. No ejecuta ningún acto voluntario; no se obliga por
un acto suyo sino a consecuencia de los actos de otro.
Por consiguiente, la gestión de una persona capaz de los negocios de un demente dará lugar al
cuasicontrato de agencia oficiosa48.
En principio, no puede parecer en juicio por otra persona sino por su mandatario. Sin embargo, puede
admitirse la comparecencia de una persona que obre sin mandato a beneficio de otro. Para ello es
menester que el compareciente ofrezca garantía de que el interesado aprobará lo que haya hecho en
su nombre.
El juez calificará las circunstancias que justifican la comparencia la garantía ofrecida, y fijará un
plazo para la ratificación del interesado (art. 6º, inc. 3º, del C. de P. Civil).
El agente oficioso debe ser persona capaz de parecer en juicio, en conformidad a la Ley Nº 18.120.
sobre “comparecencia en juicio”.
La agencia oficiosa genera obligaciones para el gerente y suele imponer obligaciones al interesado.
El art. 2286 destaca claramente que el agente siempre se obliga para con el interesado pero que el
interesado reobliga para con el agente sólo “en ciertos casos”.
La agencia oficiosa tiene parentesco íntimo con el mandato. No es extraño, por consiguiente, que el
art. 2287 disponga que “las obligaciones del agente oficioso o gerente son las mismas que las del
mandatario”.
a) El gerente, como regla general, debe emplear en la gestión el cuidado de un buen padre
de familia; pero su responsabilidad puede ser mayor o menor, según las circunstancias en
que se ha hecho cargo de la gestión (art. 2288, inc. 2º).
48
Baundry-Lacantinerie, ob. Cit., t. II, Nª 1334
54
En efecto, el art. 2288 inc, 2º, dispone:” Si se ha hecho cargo de ella para salvar de un
peligro inminente los intereses ajenos, sólo es responsable del dolo o de la culpa grave, y si
ha tomado voluntariamente la gestión, es responsable hasta de la culpa leve; salvo que se
haya ofrecido a ella, impidiendo que otros lo hicieses, pues en esta caso responderá de toda
culpa”.
b) El agente debe hacerse cargo “de todas las dependencias del negocio”. (art. 2289, inc.
1º)
Por consiguiente, no puede limitar su gestión; debe darle la amplitud que corresponde a la
naturaleza del negocio administrado.
c) El gerente pudo no haber tomado a su cargo la gestión; pero una vez que la ha asumido,
debe continuarla hasta que el interesado peda tomarla a su cuidado o encomendarla a otra
persona
El art. 2289, inc. 1º dispone que el agente debe “continuar en la gestión hasta que el
interesado pueda tomarla o encargarla a otro.
Muerto el interesado, el agente “deberá continuar en la gestión hasta que los herederos
dispongan” (art. 2289 Inc. 2º)
d) Por último, como ocurre con los que administran intereses ajenos, el gerente debe rendir
cuenta de su gestión.
El cumplimiento de esta obligación de rendir cuenta es previo al ejercicio de toda acción del
gerente en contra del interesado.
El art. 2294 dispone: “El gerente no puede intentar acción alguna contra el interesado, sin
que preceda una cuenta regular de la gestión con documentos justificativos o pruebas
equivalentes”.
El mandato y la agencia oficiosa se asemejan en que tanto el mandatario como el agente obran en
nombre de otro y no por cuenta personal suya.
Difieren sustancialmente por diversos conceptos.
EL PAGO DE LO NO DEBIDO
Ideas generales.
Las reglas del pago de lo no debido no son aplicables cada vez que exista un pago indebido, aunque
ello parezca paradojal.
56
En efecto, no son aplicables estas normas cuando la obligación existió en el momento del pago, pero
se anuló o resolvió el contrato que procedía.
Anulado o resuelto el contrato, las prestaciones de las partes resultarán indebidas y éstas tendrá
derecho a ser restablecidas al estado en que se encontrarían como si el contrato no se hubiera
celebrado.
Pero las acciones encaminadas a este propósito no se regirán por las normas del cuasicontrato de
pago de lo no debido sino por las que gobiernan la nulidad (art. 1687) o la resolución (art. 1487).
En estas hipótesis, como se comprende, el error no puede ser condición de la repetición de lo que, por
efecto de la nulidad o resolución, resulta indebidamente pagado.
Enunciación.
Inexistencia de la obligación.
a) Podrá suceder, en efecto, que la obligación no se haya contraído jamás. Tal sería el caso
de un heredero que paga una supuesta deuda de su causante, a quien creía obligado en virtud
de un documento que resulta ser falso.
b) También hay pago de lo no debido cuando la deuda existe realmente, pero el deudor la
paga equivocadamente a otra persona que el verdadero acreedor.
El pago a quien no es el verdadero acreedor deja subsistente la obligación. El deudor podrá
verse en la necesidad de pagar de nuevo al acreedor verdadero, pero le asiste el derecho a
repetir contra el que recibió indebidamente el pago49.
c) Hay pago de lo no debido, igualmente, si existe la deuda, pero se paga por otro que el
verdadero deudor; en otros términos, una persona paga una deuda ajena creyéndola suya.
Pero la ley consigna una importante excepción: “Sin embargo, cuando una persona a
consecuencia de un error suyo ha pagado una deuda ajena, no tendrá derecho de repetición
contra el que a consecuencia del pago ha suprimido o cancelado un título necesario para el
cobro de su crédito; pero podrá intentar contra el deudor las acciones del acreedor” (art. 2295
Inc. 2º).
Aquel a quien se hace el pago es un verdadero acreedor, recibe el pago de lo que realmente se
le debe y, juzgándolo ya innecesario, destruye el título o lo cancela. Destruido o cancelado el
título, si el verdadero deudor se resiste a pagar , le será imposible constreñirle al pago.
49
Véase “De las Obligaciones2, Nº 506
57
Obligaciones condicionales
Es también indebido el pago de una obligación condicional, subordinada a una condición suspensiva,
que se verifica pendente conditione.
Tal es la regla del art. 1485, inc. 2º:”Todo lo que se hubiere pagado antes de efectuarse la condición
suspensiva, podrá repetirse mientras no se hubiere cumplido.
Mientras pende la condición, se ignora aún si la obligación llegará a formarse: no hay obligación.
Pero la facultad de repetir lo pagado sólo puede ejercitarse antes que la condición se cumpla.
Cumplida la condición con posterioridad a pago, no puede repetirse lo pagado porque la obligación
se ha tornado cierta50.
Una regla totalmente diversa rige para las obligaciones a plazo; lo pagado antes del plazo no está
sujeto a repetición porque realmente se debía (art. 1495, inc. 1º).
Obligaciones naturales.
Para que se considere indebido el pago es menester que no exista siquiera una obligación natural.
Las obligaciones naturales, que no dan acción para demandar su cumplimiento, autorizan a retener lo
que se ha dado o pagado en razón de ellas.
El art. 2296 reitera lo antes dicho por el art. 1470: “No se podrá repetir lo que se ha pagado para
cumplir una obligación puramente natural de la enumeradas en el art. 1470.
Error en el pago.
Para que tenga lugar el pago de lo no debido no basta que no exista una obligación; es preciso,
además que el pago se haya verificado por error. Este último requisito se encuentra formalmente
establecido en el art. 2295.
Esta condición está sobradamente justificada. La acción de pago de lo no debido se justifica por una
razón de equidad; esta no exige que la ley venga en ayuda del que a sabiendas ha pagado lo que no
debía51.
Si el pago se hizo para extinguir una obligación existente, pero de que no era deudor el que la pagó,
es necesario concluir que ha querido pagarla por cuenta del verdadero deudor.
Si la deuda no existía, el que pagó a sabiendas no ha podido tener otra intención que donarlo que dio
en pago.
El error que determina l pago puede ser de hecho o de derecho. Uno y otro justifican la repetición de
lo pagado.
A propósito del error de derecho, el art. 2297 dice perentoriamente: “Se podrá repetir aún lo que se
ha pagado por error de derecho, cuando el que paga no tenía por fundamente ni aún una obligación
puramente natural”.
50
“De las Obligaciones”, Nº 111.
51
Baundry-Lacantinerie, ob.cit.,t.II, Nº 1342
58
El error de derecho no justifica la repetición cuando el pago incide en una obligación natural. De este
modo, el que cumple una obligación natural es la equivocada creencia de que el acreedor podía
demandarle el cumplimiento, no puede repetir lo pagado52.
a) el hecho del pago; y que el pago era indebido, esto es, que no existía una obligación ni aún
puramente natural, o si existía, el que pagó no era el deudor o, en caso de serlo no hizo el
pago al verdadero acreedor.
b) Debe el actor acreditar, en primer término, el hecho el pago; la prueba está sujeta a las
reglas generales.
c) Es preciso que el actor acredite, en seguida, que el pago era indebido. El art. 2295
exige esta prueba el art. 2298 añade: “Si el demandado confiesa el pago, el demandante debe
probar que era no debido”.
Pero la misma disposición establece una presunción de ser indebido el pago, como una justa
sanción al que niega haberlo recibido: “Si el demandado niega el pago, toca al demandante
probarlo; probado, se presumirá indebido” (inc. 2º).
El error es indispensable para que sea admisible la acción de pago de lo no debido. ¿Qué debe probar
el error?
El pago a sabiendas de una deuda inexistente importa una donación. El art. 1397 dispone que hace
donación “el que paga a sabiendas lo en realidad no debe”.
Pero el ánimo de donar no se presume (art. 1393) y debe probarse por quien pretende que hay
donación. El solo hecho de pagar lo que no se debe no supone el ánimo de donar.
El art. 2299 resume estas ideas: “Del que da lo que no debe, no se presume que lo dona; a menos de
probarse que tuvo perfecto conocimiento de lo que hacía, tanto en el hecho como en el derecho”.
Probándose que el solvens tuvo cabal conocimiento de que no debía, el pago importa una donación.
Naturalmente que esta prueba corresponde al demandado, quien con esta alegación pretende
excusarse de restituir. Esta prueba excluye el error y hace inadmisible la acción de pago de lo no
debido.
El actor, por lo tanto, no está obligado a probar sino que ejecutó el pago y que era indebido; debe
suponerse ejecutado por error. Al demandando corresponde probar que no hubo tal error, sino cabal
conocimiento de las cosas por quien efectuó el pago.
Reglamenta la ley minuciosamente el alcance de la obligación de restituir del accipiens de buena fe.
a) Si ha recibido dinero u otras cosas fungibles que no se le debían, “es obligado a la
restitución53 de otro tanto del mismo género y calidad.” (art. 2300 In.c 1º.
b) No es responsable “de los deterioros o pérdida de la especie que se le dio en el falso
concepto debérsele, aunque hayan sobrevenido por negligencia suya (art. 2301, inc. 1º).
Únicamente es responsable de la pérdida o deterioro cuando se haya hecho más rico (art.
2301, Inc. 1º)
c) Si ha vendido la especie que se le dio como debida, “es sólo obligado a restituir el
precio de la venta, y a ceder las acciones que tenga contra el comprador que no le haya
pagado íntegramente” (art. 2302. Inc. 1º
Más grave es la responsabilidad del accipiens de mala fe, esto es, que ha recibido a sabiendas lo que
se le debía.
a) Si ha recibido dinero u otras cosas fungibles, además de restituir otro tanto del mismo
género y calidad, “debe también los interese corrientes” (art. 2300, inc. 2º).
b) Si recibió de mala fe una especie o cuerpo cierto, “contrae todas las obligaciones del
poseedor de mala fe” (art. 2301, inc. 2º)
En consecuencia, es responsable de los deterioros que haya sufrido la cosa por su hecho o
culpa, aunque no le hayan aprovechado (art. 906); debe restituir los frutos percibidos y aún
los que pudo percibir el solvens con mediana diligencia y actividad (art. 907), etc.
c) En caso de que haya vendido la especie dada en pago, “es obligado como todo poseedor
que dolosamente ha dejado de poseer” (art. 2302, inc. 2º)54.
Podrá suceder que el accipiens haya enajenado lo que recibió en pago ¿Qué acciones tiene el solvens
contra los terceros adquirentes?.
La solución depende de dos factores; la circunstancia de que los terceros hayan adquirido a título
gratuito u oneroso y su buena o mala fe.
53
En vez de cosas “fungibles”, la disposición debió referirse a las cosas “genéricas”
54
Véase el art. 900.
60
El art. 2303 dispone: “El que pagó lo que no debía, no puede perseguir la especie poseída por un
tercero de buena fe, a título oneroso”.
El adquirente a título oneroso y de buena fe, pues, escapa a la persecución del que ejecutó el pago
indebido.
Por el contrario, si el adquirente está de mala fe, el solvens podrá accionar en su contra.
Diversa es la condición de los adquirentes a título gratuito. El art. 2303 agrega que el que pagó lo
que no debía,”tendrá derecho para que el tercero que la tiene por cualquier título lucrativo, se la
restituya, si la especie es reinvidicable y existe en su poder”.
No importa la buena o mala fe del adquirente a título gratuito para los efectos de la restitución de la
cosa. Pero el art. 2303 concluye: “Las obligaciones del donatario que restituye son las mismas que
las de su autor, según el art. 2301”.
LA COMUNIDAD
Origen de la comunidad.
55
Claro solar, ob.cit.,t. VI Nºs 375 y sgtes.
61
La comunidad suele originarse sin que medie ninguna convención entre los coparticipes. De este
modo se origina la comunidad entre los varios herederos de una persona o entre los legatarios de una
misma cosa.
Pero la comunidad también puede originarse de un contrato, como cuando varias personas compran
un bien en común o un apersona adquiere para sí la parte o cuota de un comunero.
El origen de la comunidad es indiferente. La circunstancia de que sea de origen contractual no
excluye la existencia del cuasicontrato, si los contratantes no dictaron las normas a que se sujetarían
en sus relaciones recíprocas.
El art. 2305 establece cuáles son los derechos de los comuneros en los bienes comunes: “El derecho
de cada uno de los comuneros sobre la cosa común es el mismo que el de los socios en el haber
social”.
La disposición no puede entenderse literalmente porque contraría la naturaleza misma de la
comunidad; los bienes comunes pertenecen por indiviso a los comuneros, mientras los bienes sociales
no pertenecen a los socios sino que a la sociedad.
El legislador ha querido referirse a las facultades de los comuneros de usar y gozar de los bienes
comunes y a su administración. En otro términos, el art. 2305 se remite a las facultades que a los
socios otorga el ar. 2081.
Estas facultades se refiere:
a) al uso de las cosas comunes;
b) a las expensar de conservación;
c) a las invocaciones en los bienes comunes;
56
Claro Solar, ob.cit.,T.VI, Nº 374
62
d) al derecho de oponerse un comunero a los actos administrativos de los otros.
Por de pronto, cada comunero puede servirse para su uso personal de las cosas comunes, con tal que
las emplee según su uso ordinario, y sin perjuicio del justo uso de los tors (art. 2081, Nº 2).
a) El derecho del comunero tiene una primera limitación: la cosa debe usarse “según su
destino ordinario”. Así tratándose de una casa común, cada comunero tendrá el derecho de
habitarla.
b) También se encuentra limitado el derecho de cada comunero por que igualmente
corresponde a los demás.
Cualquiera de los partícipes puede pedir que cese el goce gratuito que un comunero tenga de
los bienes comunes a menos que este goce se funde en un título especial (art. 655 del C. de P.
Civil.
Ninguno de los comuneros puede hacer innovaciones en los bienes comunes, sin el consentimiento de
los otros (arts. 2078 y 2081, Nº 4).
Por ejemplo, si el inmueble común está destinado al cultivo de árboles frutales, se requiere el
asentimiento unánime para destinarlo al pastoreo.
Cualquier comunero puede oponerse a los actos de administración de los otros (art. 2081, Nº 1º).
La oposición impide la celebración del acto, aunque la mayoría de los comuneros sean de opinión
que el acto se lleve a cabo. Este es una los graves inconvenientes de la comunidad.
Por esto el art. 837 del Código de Comercio dispone que la copropiedad de naves no constituye
sociedad, sino una comunidad que se rige por las normas del derecho común.
Los comuneros participan de los beneficios de las cosas comunes y soportan las cargas de la
comunidad en proporción a sus cuotas.
Por lo que toca a los beneficios de los bienes comunes, el art. 2310 dispone: “Los frutos de la cosa
común debe dividirse entre los comuneros a prorrata de sus cuotas”.
En cuanto a las cargas, el art. 2309 expresa:”Cada comunero debe contribuir a las obras y
reparaciones de la comunidad proporcionalmente a su cuota”.
Para estos fines es de suma importancia conocer cuál es la cuota que a cada comunero corresponde.
Nuestro Código guarda silencio; pero no cabe otra solución que reputarlas iguales si los comuneros
no se han explicitado a este respecto57.
Como consecuencia de su obligación de compartir las cargas, los comuneros deben pagar las deudas
que afectan a los bienes comunes, a prorrata de su interés en la comunidad.
El art. 2306 previene: “Si la cosa es universal, como una herencia, cada uno e los comuneros es
obligado a las deudas de la cosa común, como los herederos en las deudas hereditarias”.
Las deudas contraídas colectivamente por los comuneros, en principio, se dividen entre ellos por
partes iguales, a menos que se haya estipulado solidariamente o pactado otra forma de división.
Pero el comunero que ha pagado más de lo que le corresponde, de acuerdo con su interés en la
comunidad, tiene acción de reembolso contra los otros.
El art. 2307, inc. 2º previene: “Si la deuda ha sido contraída por los comuneros colectivamente, sin
expresión de cuotas, todos ellos, no habiendo estipulado solidaridad, son obligados al acreedor por
partes iguales salvo el derecho de cada uno contra los otros para que se abone lo que haya pagado de
más sobre la cuota que lo corresponda”.
57
Tal es la solución que adoptan expresamente los Códigos español, italiano, alemán, suizo. El Código la adopta, también en casos
análogos, en los arts. 1098 y 2367.
64
En suma, ante el acreedor, los comuneros responderán en la forma estipulada y, a falta de
estipulación, por iguales partes; en definitiva, soportan la deuda, en proporción a su interés en la
comunidad.
En la administración de los bienes comunes, el comunero debe conducirse como un buen padre de
familia y emplear, en consecuencia, una mediana diligencia.
Por lo tanto, “es responsable hasta de la culpa leve por los daños que haya causado en las cosas y
negocios comunes” (art. 2308).
Por otra parte, el comunero adeuda a la comunidad “lo que saca de ella” y debe pagar intereses
corrientes sobre los dineros comunes “que haya empleado en sus negocios particulares”
El art. 2311 dispone:”En las prestaciones a que son obligados entre sí los comuneros, la cuota del
insolvente gravará a los otros”.
La renga tiene estrecho parentesco con la que consigna el Código para sociedad en el art. 2095. La
deuda de la sociedad se divide entre los socios a prorrata de sus aportes y la cuota del insolvente
grava a los consocios.
Pero la regla del art. 2311 se refiere sólo a las relaciones entre los comuneros, con motivo de las
prestaciones que recíprocamente se deban.
El socio no puede enajenar su interés en la sociedad e introducir, de este modo, a un extraño en ella.
El comunero, en cambio, puede enajenar su cuota. El art. 1812 le reconoce el derecho de “vender su
cuota”, aún sin el consentimiento de los restantes comuneros.
Y el art. 1320 establece que “si un consignatario vende o cede su cuota a un extraño, tendrá éste igual
derecho que el vendedor o cedente para pedir la partición o intervenir en ella”.
Los bienes comunes pertenecen a los comuneros por indiviso; en consecuencia, los acreedores del
comunero pueden perseguir la cuota que le corresponda en la cosa común y rematarla para pagarse de
sus créditos.
Terminación de la comunidad.
Señala el art. 2312 las causa que hacen cesar a comunidad. La comunidad termina:
a) Por la reunión de las cuotas de todos los comuneros en una solo persona;
b) Por la destrucción de la cosa común;
c) Por la división el haber en común.
65
La división del haber común se sujeta a las mismas reglas que la partición de la herencia (art.
2313)
La ley mira la comunidad con malos ojos. Por este motivo el art. 1317 establece que nadie está
obligado a permanecer en la indivisión y que la división de la cosa común puede pedirse siempre, a
menos que se haya convenido lo contrario, convención cuyos efectos no durarán más de cinco años.
Mientras dure la comunidad, pues, tienen los comuneros derecho a pedir la división y, en este
sentido, la acción de partición es imprescriptible58.
Así debe ser necesariamente. Si la acción de partición se extinguiera por prescripción, los partícipes
se verían forzados a permanecer indivisos, contrariando el propósito del legislador, claramente
manifestado en el art. 1317, en el sentido de que la división puede demandarse “siempre”.
La prescripción no puede servir para establecer un estado permanente de indivisión.
La acción de partición, pues, acompaña siempre a la comunidad, pero no podría sobrevivirla. La
comunidad puede tener fin porque un comunero o un extraño adquieren por prescripción el dominio
exclusivo.
La prescripción adquisitiva, pues, es un podo de poner fin ala comunidad; la acción de partición se
extinguirá por vía consecuencial59
La indemnización de perjuicios.
58
El art. 2473 del Proyecto de 1853 decía:”Mientras subsiste la comunidad, el derecho de pdir la división es imprescriptible”.
59
Vease “De las Obligaciones”, Nº 701
66
La responsabilidad civil, es la obligación que tiene una persona de indemnizar o reparar los perjuicios
ocasionado a otra; y esta responsabilidad puede ser: contractual o extra contractual, según si entre
las partes existía o no un vínculo jurídico previo.
1.- Se dice que el incumplimiento importa una violación al sistema jurídico y causa un daño a la
persona del acreedor y por esto, la indemnización de perjuicios es uno de los principales medios, para
restablecer la situación patrimonial del acreedor y en ello se fundamenta su procedencia.
2.- Se dice que una sanción Civil al acto ilícito o violatorio de la naturaleza jurídica que implica el
incumplimiento.
3.- Se dice que la indemnización de perjuicios es un medio ideal, para forzar al deudor a cumplir con
su obligación, si bien no en naturaleza, en equivalencia.
La indemnización de perjuicios tiende a reparar los daños sufridos por el acreedor, cuando ha habido
un incumplimiento imputable al deudor, sin embargo, existen otros mecanismos, que si bien no
representan un cumplimiento en naturaleza, tienden a imitarlo. Por ejemplo, en las obligaciones de no
hacer, deshacer lo hecho. En las obligaciones de hacer, que en un tercero ejecute el hecho a expensas
del deudor.
67
Por esto se dice que la indemnización de perjuicios, es una obligación de dinero, porque todas las
otras formar de reparación, producen un cumplimiento por analogía, y no por equivalencia.
Naturaleza Jurídica de la Indemnización de Perjuicios:
1.- Teoría Clásica. Para ésta, la obligación de indemnización de perjuicios es la misma obligación
que dejó de cumplirse, y que debido al incumplimiento, cambió de objeto, porque en vez de
perseguirse el cumplimiento de la obligación, tal como ella se originó, se persigue una suma de
dinero, que representa para el acreedor, lo mismo que le habría significado en su patrimonio un
cumplimiento íntegro y oportuno.
Para esta teoría, éste cambio de objeto no constituye novación, porque ella supone la extinción de una
obligación y su reemplazo por una nueva; en cambio, aquí la obligación no se extingue, es la misma
que se persigue bajo la forma de indemnización. De este modo se produce una modificación en el
objeto de la obligación y que se funda en la imposibilidad de obtener el cumplimiento en naturaleza.
Esta teoría señala que en este evento, se produce una subrogación real, donde la indemnización de
perjuicios pasa a ocupar el mismo lugar jurídico que tenía la obligación no cumplida, pero es la
misma obligación que cambio de objeto y por lo tanto, las garantías, privilegios y vicios de la
obligación no cumplida, afectan la indemnización.
2.- Teoría Moderna Para ella, la obligación de indemnización es una obligación que nace del hecho
ilícito que representa el incumplimiento; por lo tanto, para esta teoría la indemnización sería una
misma obligación, distinta de la no cumplida.
Nuestro C.C., sigue La teoría clásica, esto se desprende claramente de los Arts. 1672 inciso 1º y 1555
inciso 1º; ambas normas dan a entender que es la misma obligación que sólo cambia de objeto.
1) En las obligaciones de dar, la mayoría de los autores (Alessandri, Somarriva, Fueyo); consideran
que en estas obligaciones el acreedor sólo puede pedir la indemnización cuando la ejecución forzada
no sea posible, porque de lo contrario, la regla general sería que las obligaciones de dar fuesen
68
alternativas, a elección del acreedor, y esto es excepcional. Así se dice que el acreedor deberá agotar
todos los medios que existen para obtener el cumplimiento en naturaleza y sólo si este no es posible,
podrá pedir la indemnización.
Con todo, esta regla tiene una excepción que se encuentra en la cláusula penal (1537). Y tiene lugar
cuando la obligación de dar, es garantizada con una cláusula penal y el deudor se encuentra
constituido en mora, el acreedor a su arbitrio, puede exigir o la obligación principal o la pena, y la
pena es una indemnización de perjuicios; por lo tanto si el acreedor opta por ella, estará exigiendo la
indemnización sin haber exigido la ejecución forzada.
2) En las obligaciones de hacer: la regla es diferente, porque de acuerdo al art. 1553 N° 3, una vez
que el deudor esta constituido en mora, el acreedor, puede demandar junto a la indemnización por la
mora, de inmediato la indemnización compensatoria, sin tener que exigir previamente la ejecución
forzada.
3) En las obligaciones de no hacer: de acuerdo al art. 1555, el acreedor deberá solicitar que se
deshaga lo hecho cuando ello sea necesario y sólo si esto no es posible, podrá pedir la indemnización.
Por lo tanto, en esta obligación el acreedor primero debe pedir la ejecución forzada y sólo si ella no
es posible, podrá pedir la indemnización.
Clases de Indemnización:
De acuerdo a lo que señala el art. 1556, el incumplimiento puede ser de 3 clases diferentes, a saber:
Esta clasificación es importante para determinar la indemnización de perjuicios que procede, porque
en los dos primeros casos, procede la indemnización compensatoria y en el tercer caso la moratoria;
por lo tanto, la indemnización de perjuicios puede ser compensatoria o moratoria.
A.- Indemnización de Perjuicios Compensatoria: Consiste en la suma de dinero que debe el deudor
al acreedor y que equivale a lo que habría obtenido éste último con el cumplimiento efectivo e
íntegro de la obligación. Esta indemnización es el dinero a que tiene derecho el acreedor, cuando el
deudor no cumple con su obligación o la cumple imperfectamente. Es una sanción civil que se
caracteriza porque tiende a reparar el perjuicio que ha sufrido el acreedor, sea por el no cumplimiento
de la obligación, o sea por su cumplimiento imperfecto.
69
B.- Indemnización de Perjuicios Moratoria: Es la cantidad de dinero que el acreedor puede exigir
cuando el deudor no ha cumplido oportunamente con su obligación.
Otra definición dice, que es la suma de dinero que el acreedor puede exigirle al deudor, como
equivalente al atraso en el cumplimiento.
Para exigir ambas indemnizaciones, resulta indispensable que el deudor se encuentre constituido en
mora, sin embargo, como estas indemnizaciones son diferentes, en la moratoria se van a deber los
perjuicios desde la mora, porque la ley entiende que desde ese momento el retardo en el
cumplimiento de la obligación ha perjudicado al acreedor; en cambio, en la indemnización de
perjuicios compensatoria, los perjuicios se van a deber desde el incumplimiento, porque la ley
entiende que desde ese momento el acreedor comenzó a perjudicarse. Por lo tanto, para cobrar ambas
indemnizaciones el deudor tiene que estar constituido en mora, los perjuicios se deben desde
momentos distintos, a saber, en la moratoria desde la mora, y en la compensatoria desde el
incumplimiento
C.- Indemnización del daño moral.
El daño moral, es aquel que causa un dolor en los sentimientos de una persona.
En materia extracontractual, la jurisprudencia ha sostenido reiteradamente que el daño moral es
indemnizable. La responsabilidad extracontractual, es aquella que se presenta cuando una persona
causa daño a otra y no exista entre ellas un vinculo jurídico previo.
Pero en materia contractual, la situación se discute. La responsabilidad contractual, es aquella que se
presenta cuando una persona causa un daño a otra existiendo entre ellas un vinculo jurídico previo.
Los autores señalan que en esta materia el daño moral no podría presentarse, porque por el hecho de
no cumplirse una obligación, no se causa daño moral alguno; sin embargo, esto es discutible, porque
en ciertas casos excepcionales, podría producirse. Y así la Corte Suprema ha aceptado la
indemnización por el daño moral a consecuencia de accidentes en contratos de transporte.
En general la jurisprudencia ha sostenido que el daño moral en materia contractual es indemnizable,
siempre que se pueda apreciar pecuniariamente, y esta es una cuestión de hecho que deberá resolver
el tribunal en cada caso.
1) Que exista un incumplimiento en cualquiera de las formas del art. 1556 del Código Civil.
2) Que el acreedor sufra un perjuicio.
3) Que exista una relación de casualidad entre el incumplimiento y los perjuicios.
4) Que el incumplimiento sea imputable al deudor en grado de dolo o culpa.
5) Que el deudor este constituido en mora.
6) Si el contrato es bilateral, el acreedor debe haber cumplido con su obligación o estar llano
a hacerlo.
DESARROLLO:
70
2) Que el Acreedor Sufra un Perjuicio o Daño. Para que se indemnicen los perjuicios ellos deben
existir, porque no puede repararse lo que no existe.
El daño en general o perjuicio, es todo detrimento que sufre una persona, sea en su patrimonio
material o moral.
En materia contractual, el daño se define como el detrimento que sufre una persona en su patrimonio,
sea a través de una disminución real y efectiva, caso en el cual se denomina daño emergente; o sea, a
través de la privación de una ganancia legitima, pero futura, caso en el cual se denomina lucro
cesante.
3) Relación de Casualidad entre el Incumplimiento y el Daño.- Los perjuicios que el acreedor sufre
deben ser necesariamente consecuencia del incumplimiento; A esto se refiere el Art. 1558. Y de esta
disposición se pueden clasificar los perjuicios en:
Perjuicios Materiales Directos: Que son una consecuencia directa e inmediata del incumplimiento.
Los cuales se subclasifican a su vez en:
Directos Previstos. Son aquellos que las partes pudieron prever como posibles al contraerse la
obligación.
De acuerdo al art. 1558, para determinar de qué perjuicios responde el deudor, hay que distinguir, si
éste actuó con culpa o con dolo; en el primer caso, el deudor responde de los perjuicios directos
previstos; en cambio en el segundo, se agrava su responsabilidad, porque responderá de los perjuicios
directos previstos e imprevistos.
De los indirectos no se responde, porque no son consecuencia del incumplimiento.
Con todo, la Corte Suprema ha declarado validos los pactos por los cuales el deudor se obliga a
responder de los perjuicios indirectos, como a si mismo ha señalado que son válidos los pactos por
los cuales el deudor se hace responsable de los perjuicios directos previstos e imprevistos, aunque
71
actúe sin dolo. Estos son pactos en los que se agrava la responsabilidad del deudor y en virtud de la
autonomía de la voluntad, son perfectamente válidos.
En el siguiente caso, si un agricultor que compra un animal en una feria, y el vendedor no le dice que
está enfermo llevándolo el agricultor con el resto del ganado, el cual muere; y como consecuencia de
esto no puede pagar sus créditos y por lo tanto cae en quiebra y se suicida. El perjuicio directo
previsto queda circunscrito hasta la muerte del ganado; el perjuicio directo imprevisto llega hasta el
momento de no pagar sus créditos; siendo perjuicios indirectos la quiebra y consecuente muerte del
deudor.
Los perjuicios por regla general deben probarse, ellos no se presumen, salvo dos excepciones:
a) En la cláusula penal, porque en ella la pena representa una indemnización de perjuicios, y para
que el acreedor pueda exigirla basta que haya constituido en mora al deudor sin que sea
necesario probar los perjuicios;
b) En el caso del artículo 1559, que se refiere a las obligaciones de dinero. En el Nº 2, se señala,
que el acreedor no tiene que probar los perjuicios cuando sólo cobra intereses; y estos
intereses, al igual que la pena, representan una indemnización de perjuicios.
4) Imputabilidad
Es necesario que el incumplimiento sea imputable al deudor en grado de dolo o culpa. Al legislador
le interesa saber por qué el deudor no cumplió, para así determinar su responsabilidad.
Además existen ciertas causales de inimputabilidad. Es decir, circunstancia que eximen o alteran la
responsabilidad. La causal de Inimputabilidad más común es el caso fortuito; pero hay otros, tales
como: el estado de necesidad; el hecho ajeno; la teoría de la imprevisión o de la excesiva onerosidad;
las convenciones modificatorias de responsabilidad y la mora del acreedor.
Se encuentra definido en el art. 45 Código Civil, se dice que es un imprevisto que no es posible
resistir. El mismo Cuerpo Legal hace sinónimos el caso fortuito y la fuerza mayor.
Algunos autores, como Alessandri, comparten este criterio, pero otros señalan que si bien ambas son
causales de inimputabilidad se refieren a hechos diferentes, porque el caso fortuito sería un hecho
imprevisible e insuperable producido por la naturaleza, como es el caso de un terremoto o un aluvión.
La fuerza mayor, también sería un hecho imprevisible e insuperable, pero producido por actos de
autoridad, ej: un decreto de embargo, la expropiación.
72
Requisitos del Caso Fortuito. Es el propio artículo 45 el que se encarga de establecer sus requisitos.
Y estos son: Debe ser un hecho imprevisible; y, debe tratarse de un hecho insuperable. La doctrina
agrega otro; que se trate de un hecho absolutamente ajeno a la voluntad de las partes.
1).- Que trate de un hecho Imprevisible. La imprevisibilidad es el elemento más distintivo del caso
fortuito. Que sea imprevisto, significa que las partes ni aún con su máxima diligencia lo hayan
podido prever al celebrar el acto o Ctto.
La Corte Suprema ha señalado que el hecho es imprevisto cuando no hay razón para creer en su
realización, y ni el agente, ni persona alguna colocada en su misma situación habrían podido
imaginarla.
Algunos autores e incluso la Corte Suprema vinculan la imprevisibilidad con la frecuencia, y así, en
algunos fallos la Corte Suprema ha señalado que los terremotos en Chile no son casos fortuitos,
porque se dan con frecuencia, otros dicen que no se vinculan.
2).- Se trate de un hecho Insuperable o Irresistible. La Corte Suprema dice que debe ser
absolutamente imposible evitar las consecuencias del hecho, en términos que ni el agente, ni ninguna
otra persona habría podido hacerlo. Debe existir una imposibilidad absoluta de evitar los efectos del
hecho, por esto, si la imposibilidad es sólo relativa no habrá caso fortuito.
3).- Que se trate de un hecho ajeno a la voluntad de las partes. La única causa que produce que el
incumplimiento sea atribuible al caso fortuito, precisa la no intervención de la voluntad de las partes.
La ley es muy exigente al respecto, porque el efecto normal del caso fortuito es precisamente, eximir
de responsabilidad al deudor.
Efectos del Caso Fortuito. Si se reúnen los requisitos señalados precedentemente, el deudor queda
liberado de responsabilidad; así lo dicen expresamente los artículos 1547 inciso 2º y 1558 inciso 2º.
En este caso surge la duda, de determinar ¿Qué ocurre con la contraparte si el contrato es bilateral?.
Esto ha dado origen a la teoría de los riesgos.
Con todo, excepcionalmente hay casos en los que pese a haber operado un caso fortuito el deudor
debe responder.
Casos en que el Deudor Responde del Caso Fortuito.
a).- Cuando las partes lo han convenido .Ellas, en virtud de la autonomía de la voluntad pueden
agravar la responsabilidad del deudor, haciéndolo responsable del caso fortuito. Como se dijo, este
pacto es válido, así se desprende del inciso final del artículo 1547 y del artículo 1673.
b).- Cuando la ley expresamente lo haga responsable. Hay ciertos casos en que es la propia ley la
que hace responsable al deudor del caso fortuito y estos casos son:
73
el del artículo 1676, en la perdida de la cosa que se debe. Si se roba o hurta un especie o cuerpo
cierto, no le será permitido alegar que la cosa ha perecido por caso fortuito; por lo tanto, el deudor
responde de él, además de existir en este caso un delito penal.
El del artículo 2178, ubicado en el comodato. Aquí la Ley regula cuatro casos en que el comodatario
responde del caso fortuito, a saber: * cuando el comodatario ha empleado la cosa en un uso indebido,
o ha demorado su restitución, a menos de aparecer o probarse que la pérdida por el caso fortuito
habría sobrevenido igualmente sin el uso ilegítimo o la mora. * cuando el caso fortuito ha
sobrevenido por culpa del comodatario, aunque en este caso no hay en realidad caso fortuito, porque
la culpa excluye a este.
La Ley 18.302 del 02 de Mayo de 1984, que tiene lugar en materia de seguridad nuclear, contempla
una situación similar al respecto.
Finalmente, el Decreto Ley Nº 221, acerca de Navegación Aérea, también hace responsable al deudor
del caso fortuito.
c).- El deudor responde del caso fortuito cuando sobreviene la mora. Lo dice expresamente el art.
1547 inc. 2ª, de manera que si el deudor se encuentra constituido en mora no le sirve alegar el caso
fortuito, a menos que pruebe que la cosa igual hubiere perecido si hubiese estado en manos del
acreedor Art. 1672 inc. 2° y 1590 inc. 1º.
d).- El deudor responde al caso fortuito en el caso de la ruina de un edificio. (artículo 934). Si se
notifica la querella de obra ruinosa (acción posesoria especial) y se cayere el edificio por su mala
construcción, se indemnizará a todos los vecinos, pero si se cayere por caso fortuito no se responderá,
a menos que se pruebe que el caso fortuito no se habría producido sin el mal estado del edificio
e).- El deudor responsable por caso fortuito en el caso del animal fiero (artículo 2327). El dueño de
un animal fiero que no está destinado para la guarda o servicio de un predio, siempre responderá por
los hechos de él, aunque sobrevengan por caso fortuito.
f).- El deudor responde cuando sobreviene por su culpa (artículo 1547). Sin embargo, en este caso
no hay propiamente caso fortuito, porque el caso fortuito excluye la culpa.
74
Prueba del Caso Fortuito. En materia contractual, el incumplimiento se presume culpable y por lo
tanto, el deudor debe probar el caso fortuito que alega (art. 1547 inc. 3° y 1674 inc. 1°). Por
excepción, se presume el caso fortuito en materia de seguros, porque el siniestro es un caso fortuito y
este se presume. Y eventualmente será el asegurador el que deberá probar que no hubo caso fortuito.
Existen terceros por los cuales se es civilmente responsable; y terceros por los cuales no se es
civilmente responsable.
Lo normal, es que el deudor no deba responder por los hechos de terceros, asimilándolos la ley al
caso fortuito, es decir, si interviene un tercero ajeno a la relación y produce el incumplimiento, lo
normal es que el deudor no debe responder por los hechos de ese tercero, y si bien no hay un caso
fortuito propiamente tal, la ley lo asimila en sus afectos; sin embargo, excepcionalmente el deudor
tendrá que responder por los hechos de ciertos terceros, que son los terceros por los cuales el deudor
responde civilmente, los hechos de estos terceros, la ley los asimila a hechos del deudor ( 1679
Código Civil).
La ley no menciona en forma taxativa y ordenada, quienes son los terceros por los cuales se es
civilmente responsable, pero en varios contratos los menciona. Ejemplos: 1925, 1926, 1929, 1941,
etc.
Por lo tanto, y como regla general, si el hecho es de un tercero por el cual el deudor no es civilmente
responsable, este queda liberado de responsabilidad y es un causal de inimputabilidad.
Se define como “ una situación de peligro para un bien jurídico, que solo puede salvarse mediante la
violación de otro bien Jurídico”, es decir, existen dos bienes jurídicos que están en peligro y sólo
puede salvarse uno.
El estado de necesidad presenta un problema de elección, en donde ante la inminencia del riesgo, el
deudor no puede salvar ambos bienes jurídicos.
En materia contractual, el estado de necesidad significa que el deudor deja cumplir, para evitar otro
mal mayor.
Para que opere el estado de necesidad deben darse los siguientes requisitos:
1.- Art. 2178 n° 3 C.C. (ubicado en el comodato) Ahí se dice que el comodatario responde, aún del
caso fortuito, cuando en la alternativa de salvar una cosa suya y la prestada, deliberadamente, prefiere
salvar la suya.
2.- Art. 847 C.C. (ubicado en la servidumbre de tránsito), aquí se considera como de mayor valor la
salida al camino público del predio dominante que los perjuicios que sufren los predios sirvientes.
Se distingue del caso fortuito, porque aquí, si bien esta presente la imprevisibilidad, el hecho es
superable, lo que ocurre es que para superarlo se debe hacer un extraordinario sacrificio.
Algunos autores señalan que éste sería un caso de lesión enorme, pero no es así, porque la lesión
enorme debe estar presente al contratarse la obligación en circunstancias que aquí, el hecho que
agrava el cumplimiento, surge durante la vida del contrato, pero no al tiempo de su celebración.
La imprevisión es definida, como la facultad del deudor de solicitar la resolución o remisión del
contrato, cuando un imprevisto, ajeno a él, ha transformado su obligación en excesivamente onerosa.
76
En la doctrina y en la jurisprudencia se discute si esta teoría puede ser aceptada como causal de
inimputabilidad, es decir, si se puede permitir liberar de responsabilidad al deudor. Hay quienes
piensan que esta teoría es inaceptable, porque introduce inseguridad jurídica a las relaciones.
Nuestro Código Civil, no es claro al respecto, porque en algunas normas la prohibe. Ejemplo: Art.
1983 inc. 1° C. C. (contrato de arrendamiento de predios rústicos). Sin embargo, en otros las acepta,
por ejemplo: Art. 2003 regla 2°.
Los autores que aceptan esta teoría señalan que para que opere deben darse ciertos requisitos que
son :
1.- Que se trate de un contrato bilateral, oneroso, conmutativo, porque por la imprevisión se rompe la
conmutatividad.
2.- Debe sobrevenir un imprevisto, que no fue posible prever al tiempo de contratar.
3.- Este imprevisto debe sobre pasar de una manera exagerada el aleas del contrato, porque todo
contrato conlleva un riesgo, pero para que se de la imprevisión, la desproporción debe ser manifiesta,
y por esto se excluye de esta teoría a los contratos aleatorios, porque en ellos el equivalente consiste
en una contingencia incierta de ganancia o pérdida.
Si se dan todos estos requisitos, la doctrina discute que efecto se produce :
Los autores que están a favor de esta teoría dan los siguientes argumentos para justificarla:
1.- En el Derecho Canónico, se entendía que en todos los contratos bilaterales, onerosos y
conmutativas, iba envuelta una cláusula rebus sic stantibus, en virtud de ella, las partes al
celebrar el contrato, partían del supuesto que las condiciones en que se celebraba se iban a
mantener y por esto si durante la vida del contrato, se producía un cambio sustancial, podía
intervenir el Juez, para restablecer la conmutatividad.
2.- De acuerdo al Art. 1546, todo contrato debe ejecutarse de buena fe; y si se obliga a un
contratante a cumplir con una prestación excesivamente onerosa, se estará actuando de mala
fe, aunque es discutible, porque si se ha cumplido con la obligación propia, es justo exigir
que la contraparte también cumpla.
3.- De acuerdo al Art. 1558, los perjuicios pueden ser: directos o indirectos y de estos últimos no
se responde por falta de causalidad, y si se obligara al deudor a cumplir con la excesiva
77
onerosidad, se le estaría haciendo responsable de los perjuicios indirectos, lo que resulta
inaceptable, más si se considera que su actuación no ha sido ni dolosa, ni culposa.
Posición del Código Civil. Nuestro Código no da una solución clara a este problema, aceptando y
rechazando esta teoría indistintamente.
Art. 1983 (arrendamiento de predios rústicos) y se señala que el colono, que es el arrendatario,
no puede pedir rebaja de la renta, alegando casos fortuitos extraordinarios que hayan
deteriorado o destruido su cosecha; y
Art. 2003 regla 3 (contrato de construcción de edificios): Allí se dice, que el empresario
deberá responder si el edificio amenaza con caerse, y por lo tanto, no le sirve el alegato de la
excesiva onerosidad.
Se acepta en: Art. 2003 regla 2, se señala que si por circunstancias desconocidas, surgen costos que
no pudieron preverse, el empresario podrá subir el precio de la construcción, y si no se logra acuerdo,
podrá recurrir ante el juez.
La tendencia moderna, es aceptar esta teoría y permitirle al juez intervenir para que restablezca el
equilibrio patrimonial.
Son los acuerdos de las partes, quienes en virtud de la autonomía de la voluntad, pueden disminuir o
atenuar la responsabilidad del deudor, con una limitación, que es que el acreedor no puede liberar al
deudor del dolo o de la culpa grave.
Causales de imputabilidad
Culpa grave o lata: Es la que consiste en no manejar los negocios ajenos con aquel cuidado que aún
las personas negligentes y de poca prudencia suelen emplear en sus negocios propios; por lo tanto,
ésta es la culpa menos exigentes de todas y de acuerdo a la ley, equivale al dolo en materias civiles.
Esto significa, que aún cuando el deudor no actúe con dolo, es tanta su negligencia, que la ley lo
sanciona como si hubiese tenido una actitud dolosa; y, todos los efectos civiles del dolo, se aplican a
la culpa grave.
Como consecuencia de lo dicho, surgen las siguientes consecuencias:
Si bien la culpa grave equivale al dolo en materia civiles, no son términos sinónimos y se diferencian
en:
a) El dolo es un vicio de la voluntad y por lo tanto es sancionado con nulidad relativa. La culpa
no es vicio de la voluntad.
b) La culpa se gradúa. El dolo no.
c) La culpa se presume. El dolo no. Aunque muchos autores discuten si la culpa grave se
presume o no, porque señalan que si ella se asimila al dolo y este no se presume, la culpa
tampoco debería presumirse; sin embargo, la mayoría de la doctrina y de la jurisprudencia,
considera que la asimilación entre el dolo y la culpa grave no llega a la prueba y por lo
tanto, si el acreedor alega culpa grave, estará amparado por la presunción simplemente
legal de ella, aplicándose el art. 1547 que no es más que una clasificación de los diferentes
tipos de culpas.
Culpa leve o simplemente culpa. Es la falta de aquella diligencia y cuidado que los hombres emplean
ordinariamente en sus negocios propios.
79
Esta culpa constituye la regla general, y es el término medio de negligencia. De esta culpa responde
el que debe administrar un negocio como un buen padre de familia.
Culpa levísima. Es la falta de aquella esmerada diligencia que un hombre juicioso emplea en la
administración de sus negocios más importantes. Es decir, esta culpa es la más exigente de todas, y es
la que impone el máximo de responsabilidad.
Culpa de que Responde el Deudor. En esta materia hay que distinguir; ya que la regla general, es
que el deudor responda de la culpa que las partes han convenido. Art. 1547 inciso final, y si nada se
ha convenido, se aplican las normas legales. Y de acuerdo a ellas, para determinar de que culpa
responde el deudor, hay que distinguir a quien beneficia el contrato:
1.- Si el contrato sólo beneficia al acreedor. Ejemplo “el depósito”. En ese caso, como el deudor no
obtiene ningún beneficio del contrato, responde de la culpa grave.
2.- Si el contrato beneficia a ambas partes (regla general). En estos casos responde de culpa leve, y en
esta responsabilidad también incurren las personas que administran bienes ajenos (padre de familia,
guardadores, albaceas, mandatarios, etc.).
3.- Si el contrato beneficia solo al deudor Ejemplo “comodato”. En ese caso el deudor responde de
culpa levísima, es decir, responde del máximo de diligencia.
Todas estas reglas pueden alterarse por la voluntad de las partes o por la ley.
El dolo; está definido en el artículo 44 como “la intención positiva de inferir injuria en la persona o
propiedad de otro”.
En este caso, se agrava la responsabilidad del deudor, y ésta se traduce, en que el deudor doloso
responderá por los perjuicios directos previstos e imprevistos. Por los indirectos no se responde,
porque como se dijo, no son consecuencia del incumplimiento a que expresamente se haya
convenido.
1.- Como vicio de la voluntad, la ley señala que el dolo debe probarse Art. 1459.
2.- En el incumplimiento de las obligaciones, la ley nada ha señalado, pero se considera que debe
aplicarse por analogía esta norma, y por lo tanto, el acreedor que alega dolo deberá probarlo.
a.- Agrava la responsabilidad del deudor, porque responde de los perjuicios directos, previstos e
imprevistos.
b.- Al deudor doloso no le sirve el alegato del caso fortuito, por lo tanto se hace responsable de él,
pero este mismo efecto se producía respecto del deudor culposo.
En un principio, la doctrina criticaba que esta norma repitiese la misma idea en los inc. 1º y 2º;
sin embargo, con posterioridad, algunos autores como Alessandri, se dieron cuenta que el
inc. 1º, se refiere a la responsabilidad extracontractual, y el inc. 2º a la responsabilidad
81
contractual. Por lo tanto, lo extraño es que en una norma ubicada en la responsabilidad
extracontractual, se regule una materia de la responsabilidad contractual.
d.- Da origen a la indemnización de perjuicios en favor del acreedor (perjuicios directos previstos
e imprevistos).
La Mora
El quinto requisito para que opere la indemnización de perjuicios, es que el deudor esté constituido
en mora, ya sea mora compensatoria o moratoria. Art. 1557 y 1538.
Cuando el deudor no cumple su obligación, ella se hace exigible y por lo tanto, a partir de ese
momento el acreedor podrá exigir el cumplimiento.
Sin embargo, lo normal es que pese a que el deudor no ha cumplido su obligación; aún no esté
constituido en mora, pues en este evento, cuando el deudor incumple su obligación sólo cae en
retardo.
En definitiva, el deudor deberá indemnizar los perjuicios desde que es constituido en mora en
adelante, y por regla general, será constituido en mora cuando sea interpelado judicialmente por el
acreedor.
De esta manera podemos definir la mora del deudor como “el retardo culpable en el cumplimiento de
la obligación, imputable al deudor, que persiste después de la interpelación que le hace el acreedor”.
De manera que si el deudor cumple con la obligación cuando es interpelado, “no esta en mora”,
porque ella supone el incumplimiento después de la interpelación.
La regla general, es que la mora sea necesaria en todo tipo de obligaciones, salvo una: en las
obligaciones de no hacer, pues en ellas basta su sólo incumplimiento para que en ese mismo
momento el deudor caiga en mora, sin necesidad que el acreedor realice ninguna actividad. Art. 1557.
1.- Porque no hay ninguna norma que distinga entre la indemnización moratoria y compensatoria en
esta materia.
2.- El art. 1553, sostiene que para que el acreedor pueda exigir la indemnización compensatoria,
junto a la moratoria, es necesario que el deudor este constituido en mora.
Don Fernando Fueyo señala que, si bien para exigir ambas indemnizaciones es necesario la mora del
deudor, hay que hacer una distinción, porque a la indemnización compensatoria se tendrá derecho
desde el incumplimiento y a la moratoria desde la mora; así se distingue entre el nacimiento de la
indemnización y el derecho a cobrarla.
La interpelación se define como: el acto por el cual, el acreedor hace saber a su deudor que el retardo
le causa perjuicios.
Dado lo amplio de la definición, la Jurisprudencia ha señalado que para que el deudor quede
constituido en mora, no es necesario la notificación legal de la demanda, sino que la interpelación
debe entenderse hecha cuando el acreedor realiza cualquier gestión o acto revelando que esta
sufriendo un perjuicio.
También la Jurisprudencia ha señalado, que es válido el pacto por el cual las partes convienen que
por el sólo hecho del incumplimiento el deudor quedará constituido en mora, sin necesidad de
interpelación.
Para que el deudor quede constituido en mora, es necesario que el acreedor lo interpele, y la
interpelación, es el acto por el cual el acreedor le hace saber a su deudor que el retardo en el
cumplimiento de la obligación le está causando perjuicios. Por lo tanto, la interpelación supone una
actividad del acreedor y ésta actividad es la que transforma el retardo en mora.
83
El artículo 1551 C. C. señala las formas en que debe hacerse la interpelación para que el deudor
quede constituido en mora, y la doctrina ha señalado que esta norma sólo se aplica a las obligaciones
voluntarias, pero no se aplica a las tributarias.
La disposición in comento consagra tres números, y en cada uno se estipulan formas de interpelación
distintas, así encontramos la interpelación contractual expresa, la tácita y la interpelación judicial o
extracontractual.
Esta forma de constitución en mora, se llama interpelación contractual expresa, porque supone la
existencia de un contrato donde las partes, de un modo formal y directo, han fijado un plazo para el
cumplimiento, y se entiende que con esta actitud, el acreedor ha manifestado a su deudor que si no
cumple la obligación en el término convenido, le va a ocasionar perjuicios; por lo tanto, se entiende
que el acreedor ya realizó la actividad, y como consecuencia, por el sólo hecho de que el deudor no
cumpla en el plazo convenido, queda constituido en mora. En estos casos, cuando el deudor no
cumple su obligación en el plazo pactado, se producen cuatro efectos jurídicos:
a) Se produce el incumplimiento
b) Se hace exigible la obligación
c) Se produce el retardo del deudor
d) El deudor queda automáticamente constituido en mora.
Como este número habla de un término convenido o estipulado, resuelta claro que sólo puede
aplicarse a obligaciones nacidas de contratos, porque es en ellos donde las partes pueden convenir los
plazos, y por lo tanto, no se aplica a plazos fijados unilateralmente, y tampoco a plazos fijados por el
Juez o por la Ley.
En la parte final de éste número, se señala que existen casos especiales, en los que pese a haber un
plazo estipulado para que el deudor quede constituido en mora, es necesario el requerimiento, es
decir, hay casos excepcionales, en los que pese a haberse convenido por las partes un plazo para el
cumplimiento, por el solo hecho de no cumplir dentro de él el deudor, no queda constituido en mora,
porque se exige además el requerimiento.
Ejemplo: contrato de arrendamiento (de acuerdo a los arts. 1949 y 1977 C. C.)para que el
arrendatario quede constituido en mora de pagar la renta, es necesario que se efectúe una doble
reconvención, debiendo mediar entre ellas, al menos cuatro días, por lo tanto en este contrato, pese a
que el plazo para pagar la renta ha sido convenido, y pese a que el deudor no ha cumplido dentro de
él, no está constituido en mora, porque es necesario que el acreedor recurra ante el Juez, para que sea
él quien requiera de pago al deudor, y una vez hecho esto, todavía no esta en mora, porque es
84
necesario una segunda reconvención, que normalmente se efectúa en el comparendo del quinto día,
en él, el Juez vuelve a requerir de pago al deudor, y si no paga, recién ahí queda constituido en mora.
La doctrina ha señalado, que no existe inconveniente en que las partes, en virtud de la autonomía de
la voluntad, convengan que para constituir en mora al deudor, sea necesario el requerimiento, aún
cuando exista un plazo convenido.
1551 N°2 Interpelación Contractual Tácita: Aquí la ley señala, que el deudor queda constituido en
mora, cuando la cosa no ha podido ser dada o ejecutada si no dentro de cierto espacio de tiempo, y
el deudor lo ha dejado pasar sin darla o ejecutarla.
Este caso, se dice que es una interpelación contractual tácita, porque consagra un plazo no expresado,
pero que se desprende de la forma como las partes han convenido el cumplimiento, de manera que
este cumplimiento sólo le es útil al acreedor en determinada oportunidad y no en otra.
Aquí, en este caso, también existe un contrato entre las partes y en él se ha dejado claramente
establecido que debe cumplirse dentro de cierto tiempo, este tiempo las partes no lo han expresado,
pero se desprende de la naturaleza misma del contrato, y por lo tanto, el deudor tiene pleno
conocimiento de que si no cumple oportunamente va a causar perjuicios al acreedor.
En este caso, si el deudor no cumple con la obligación en el tiempo oportuno, queda automáticamente
constituido en mora, la diferencia con el caso anterior radica en que aquí no existe un plazo expreso,
sino que este se deduce de como las partes han convenido la obligación, y es una cuestión de hecho
determinar si el deudor cumplió o no cumplió oportunamente.
Este N°3, pese a su ubicación, consagra la regla general y señala que en los demás casos, el deudor
queda constituido en mora cuando ha sido judicialmente reconvenido por el acreedor.
Esta forma de constitución en mora, se denomina Interpelación Judicial o Extracontractual, porque
no deriva de un contrato, ni del incumplimiento de un plazo expreso o tácito; sino que deriva de la
demanda judicial del acreedor.
Cualquier situación no comprendida en los N° 1 y 2 se rige por este N°3, por lo tanto, para la
constitución en mora del deudor, por regla general es necesario un requerimiento judicial.
Nuestro Código es exigente en esta materia, ya que ordena la existencia del requerimiento judicial y
por lo tanto, para que el deudor quede constituido en mora, no basta cualquier requerimiento, ningún
requerimiento extrajudicial sirve, incluso el reconocimiento del deudor de estar en retardo, tampoco
sirve.
Si bien el requerimiento judicial resulta ineludible, se ha fallado que basta con cualquier interpelación
judicial o sea, basta cualquier actividad judicial del acreedor, así por ejemplo, bastará con que
85
demande la indemnización de perjuicios o la resolución del contrato o intente preparar la vía
ejecutiva.
También se ha considerado que la reclamación hecha por el acreedor ante un Tribunal incompetente
sería suficiente, aunque algunos fallos le han negado valor a esta interpelación.
El deudor queda constituido en mora en estos casos, por la simple notificación legal de la demanda,
no es necesario esperar el término de emplazamiento, ni la contestación de la demanda.
1.- Da derecho al acreedor para reclamar la indemnización de perjuicios (art. 1557 C.C.); para exigir
tanto la indemnización de perjuicios compensatoria como moratoria, como se dijo, es necesaria la
mora, sin embargo, en la primera los perjuicios se deben desde el incumplimiento, en cambio, en el
segundo caso, se deben desde que el deudor se constituyó en mora.
2.- Hace responsable al deudor del caso fortuito, como vimos, la mora agrava la responsabilidad del
deudor y el alegato del caso fortuito ocurrido durante la mora, no lo exime de responsabilidad a
menos que pruebe que de haber cumplido con su obligación en forma oportuna igual se hubiese
producido la perdida. Arts. 1672 y 1590 inc. 1°
3.- El riesgo de la especie debida pasa a ser del deudor cuando cae en mora. El art. 1550 C. C. señala
que el riesgo de la especie cuya entrega se debe es del acreedor, salvo las excepciones legales, y uno
de ellos es la mora del deudor.
Es una Originalidad de Andrés Bello. La ley no define la mora del acreedor, pero se ha dicho que
opera desde el momento que el acreedor se resiste ilegítimamente a que el deudor cumpla con su
obligación; por lo tanto se puede definir como “la negativa injustificada del acreedor de recibir el
cumplimiento de la obligación por parte del deudor”.
La mora del acreedor es distinta de la excepción de contrato no cumplido del art. 1552, porque en ella
el acreedor no ha cumplido con su obligación; en cambio en la mora el acreedor se niega a que el
deudor cumpla con su obligación. De igual manera, la mora del acreedor se diferencia del pago por
consignación, porque en él, el deudor cumple con su obligación y se libera de responsabilidad; en
cambio, en la mora el deudor no queda liberado de responsabilidad, ésta sólo se atenúa.
La ley no lo ha señalado, pero se ha dicho que estará en mora desde que el deudor manifieste su
intención de pagarle, cumpliendo con los requisitos legales y este se resista.
86
La doctrina discute la forma en que el deudor debe manifestar su intención de pagar. Al respecto
existen tres posiciones:
a.- Señala que la única forma es a través del pago por consignación, sin embargo, esta posición es
criticada, porque confunde, el pago por consignación con la mora del acreedor.
b.- Señal que debe aplicarse por analogía el Nº 3 del Art. 1551. En este sentido, el deudor deberá
requerir judicialmente al acreedor. Esta posición también se critica, porque se dice que el art. 1551 no
puede aplicarse por analogía.
c.- Considera que basta con cualquier ofrecimiento del deudor, aún cuando sea extrajudicial. Esta
posición se apoya en el artículo 1680 del C.C., que habla de ofrecimiento.
En definitiva, será el juez el que en cada caso deberá determinar si el deudor ofreció el cumplimiento
o no.
1.- Disminuye la responsabilidad del deudor, porque pasa a responder solamente de la culpa grave o
dolo.
2.- El acreedor debe indemnizar los perjuicios al deudor y lo va a indemnizar por todos los daños
que le haya causado su negativa y por los gastos de conservación en los que haya podido
incurrir.
2.- En cuanto a la mora. En la responsabilidad contractual, para que se deban los perjuicios y puedan
reclamarse, es indispensable la mora del deudor. En la responsabilidad extracontractual, la obligación
de indemnizar nace con el hecho ilícito, sin que tenga aplicación la mora.
3.- En cuanto el dolo. Si bien, según la teoría unitaria, el dolo es uno solo; produce efectos distintos.
En materia contractual agrava la responsabilidad del deudor. Y en materia extracontractual, produce
los mismos efectos que la culpa.
En cuanto a la culpa, también hay diferencias. En materia contractual, la culpa admite graduaciones.
Además se presume. Es decir, si se produce un incumplimiento, en materia contractual la ley
entiende que ese incumplimiento es culpable, y, por lo tanto habrá que probar que no lo es. En
87
materia extracontractual, la culpa no se gradúa, es una sola; y tampoco se presume, debe probarla la
víctima del hecho ilícito, salvo las excepciones.
6.- En cuanto a los perjuicios indemnizable. En materia contractual, existen mayores restricciones,
porque sólo se va a responder de los perjuicios directos previstos cuando hubo culpa y de los
imprevistos si hubo dolo. En materia extracontractual, siempre se responde de los perjuicios previstos
e imprevistos.
Por lo tanto, en ninguna de las dos responsabilidades se responden de los perjuicios indirectos,
porque ellos no son consecuencia del incumplimiento o del hecho ilícito, a menos que en la
responsabilidad contractual, expresamente se convenga que el deudor responderá de estos perjuicios
Respecto al daño moral, en materia extracontractual es indemnizable, en tanto que en materia
contractual, se discute.