Iniciacion A La Biblia
Iniciacion A La Biblia
Iniciacion A La Biblia
1ª PARTE: INTRODUCCIÓN
2ª Edición
2
AGRADECIMIENTOS
Javier y Celestino
5
ÍNDICE
Presentación
Anexo I. Vocabulario
Bibliografía utilizada
6
PRESENTACIÓN
Este libro que tienes en tus manos, y otros que vendrán en años sucesivos,
pretenden ser un instrumento para ayudarte en el conocimiento de la Palabra de Dios,
la única que puede salvarnos.
Los tiempos han cambiado una barbaridad. Hasta hace unas décadas vivíamos
la fe con un fuerte componente ambiental. La sociedad española era católica y
sostenía al creyente en su fe. La gente iba a misa y cumplía con la Iglesia.
Frecuentemente se vivía la llamada fe del carbonero, es decir, creíamos lo que creía
la Iglesia y listo, aunque no supiéramos muy bien qué era lo que la Iglesia creía.
Pero la Biblia no es un libro de fácil lectura. Más que de un libro habría que
hablar de una biblioteca de 73 libritos, escritos a lo largo de más de mil años, por
autores muy distintos y con intenciones muy diversas, expresadas en géneros
literarios muy dispares.
Para tu formación hemos emprendido esta tarea: preparar un material que sea
sencillo y, a la vez, lo suficientemente profundo para que, conocido y asimilado,
podamos dar razón de los “sólidos fundamentos de la fe en que hemos creído”
(Lucas 1, 4). Nos mueve, pues, una razón tan evangélica como la que animó al
médico Lucas a escribir su evangelio tras una minuciosa investigación. Suponemos
que, teniendo la misma actitud de servicio que movió al evangelista, también a
nosotros Dios nos echará una mano para suplir nuestras muchas carencias.
7
Estos libros están dirigidos a todos, pueblo sencillo y personas cultas, que
gracias a Dios cada día son más entre nosotros. Aquí está la gran dificultad para
quienes hemos preparado este libro y los siguientes. Las palabras que conocen las
personas sencillas, sin estudios especiales, tal vez no lleguen al millar. Y, a veces,
resulta difícil precisar bien lo que necesitamos decir, sin utilizar palabras un poco
más complicadas. De todas formas, hemos procurado evitarlas.
No basta con leer estos libros. Hay que releerlos porque hay que estudiarlos y
aprenderlos, ya que es posible que a la primera lectura no te quedes con todos los
detalles. Si lo haces, los convertirás en un instrumento de trabajo y tú mismo te vas a
sorprender de sus beneficios.
Este primer libro va a constar de ocho temas, todos divididos en dos partes. El
desarrollo del tema y una propuesta de trabajo que termina con una oración. A
continuación, hemos puesto cuatro anexos o añadidos que son importantísimos, al ser
éste un libro introductorio.
En un tercer y cuarto anexo te ofrecemos unos cuantos mapas del país de Jesús
en los distintos momentos de su historia y una lista en la que puedes ver,
comparándolos, los distintos momentos en que ocurrieron los grandes
acontecimientos del pueblo elegido de Dios, un pueblo pequeño, insignificante, del
que casi nada se sabe por fuentes exteriores a la Biblia. Entre los caprichos de Dios
está lo pequeño. Nada más, que recibas este libro con el cariño con que se ha escrito
8
para ser una ayuda más en la formación cristiana de nuestro pueblo. Un saludo
afectuoso de
Javier y Celestino
Y Jesús comenta:
“La semilla es la Palabra de Dios... Y los de la tierra buena son los que
con un corazón noble y generoso escuchan la Palabra, la guardan y dan
fruto con perseverancia” (Lucas 13).
Una vez arriba, te diría: “Mira, éste de aquí abajo es el Barrio de Santa Cruz,
aquello que se ve allá es el río Guadalquivir, al lado Triana y los Remedios, en el lado
opuesto Nervión”. Todos los barrios son distintos y nacieron en épocas distintas,
aunque todos son Sevilla. Y sobre todo, te diría: “Ése es el centro, fíjate bien: la calle
9
Sierpe, la Campana, la Plaza del Duque, todo gira en torno al centro. Es lo que
distingue a Sevilla de Granada o Córdoba, por poner unos ejemplos” Una vez que
tienes aprendida esa especie de postal de la ciudad, ya podrás callejear, sin miedo a
perderte ni a estar despistado, por no saber situarte dentro del conjunto de la ciudad.
Hoy vamos a hablarte del libro como tal, sin abrirlo. Y tocaremos ocho puntos,
correspondientes a ocho posibles preguntas que tú nos podrías hacer. La primera por
qué este libro se llama “Biblia”.
1. - El nombre de la Biblia
Desde siempre, tanto entre los judíos como entre los primeros cristianos, los
libros que se suponían revelados por Dios eran muy venerados por los fieles.
Circulaban infinidad de libros, presuntamente revelados. Ni todos se podían leer, por
su gran número, ni todos contenían doctrinas seguras, más bien lo contrario. El único
camino posible era intentar poner orden en aquella abundancia de escritos. Se
estudiaría detenidamente cuáles debían ser considerados como revelados por Dios y
los demás se quitarían de en medio, por no destruirlos.
3. - Cuándo se escribieron
Desde luego durante más de mil años. Y éste es otro dato importante para
entender la Biblia. Los que hemos tenido la suerte de estrenar, hace unos años, el
nuevo milenio, podemos entender esto un poco mejor. ¡Cuánto ha llovido en mil
años! Hace mil años, en el año mil, estaba naciendo el castellano, no se había hecho
11
la unidad de España, no se había descubierto América. Mil años son muchos años. En
mil años cambia todo. Coge cualquier libro de historia de España o de la Humanidad
y veréis que ni España era la España de hoy, ni Europa era todavía lo que hoy es.
Los primeros escritos parecen ser de la época de Salomón, casi mil años antes
de Cristo, posiblemente en torno al Génesis, el primero de los libros. Pero tuvieron
que pasar siglos hasta que un conjunto de documentos más o menos relacionados
fuera agrupado en una sola obra por un autor, deseoso de unificar los temas religiosos
y doctrinales. Doscientos años después comienzan a escribir los profetas. Los libros
van surgiendo poco a poco. Unos se incorporaron a los que ya se tomaban como
inspirados por Dios y otros se retiraron (eran considerados Apócrifos).
Del punto anterior se deduce que la Biblia no tiene un único autor. A este
respecto dice D. Francisco Echevarría: “La crítica histórica y literaria ha puesto en
evidencia, en primer lugar, que los libros que integran la Biblia, sobre todo los más
antiguos, no son obra de un solo autor. Unos reflejan varias elaboraciones hechas en
épocas diversas; otros son colecciones de diversos autores puestas bajo el patrocinio
de un personaje de prestigio; en un mismo pasaje podemos encontrar repeticiones
que rompen la continuidad del relato... La consecuencia es que el autor o los autores
pierden importancia a favor del texto y de su contenido”.
Por ejemplo, el libro del profeta Isaías. Se sabe, por el estudio del texto, que se
tardó unos 150 años en escribirse. ¿Y por qué se sabe esto? Por el contenido del libro.
Si yo hablara en este libro de la caída de las torres gemelas de Nueva York, está claro
que este libro no puedo ser escrito el año 1990 porque todavía no se había producido
el atentado. Ahora bien si este libro hablara en presente de la pérdida de Cuba al final
del siglo XIX y de la guerra de Bush en Iraq, naturalmente no lo pudo hacer un solo
autor. Se trata de varios textos, recopilados bajo el nombre de un prestigioso
personaje, que en el caso del libro profético se llamaba Isaías. O, si hemos dicho que
la segunda carta de Pedro se escribió hacia el año 150, naturalmente el redactor final
no pudo ser el apóstol Pedro, aunque el contenido, la inspiración, las ideas fueran de
Pedro. A ir aclarando todos estos puntos se dedican los estudiosos.
Como conclusión de este punto, digamos que los autores se sienten siempre
portadores de una tradición a la que hacen progresar. Es esta conciencia de
pertenencia a una corriente de pensamiento, surgida en el interior de un pueblo del
que ellos son miembros, la que imprime a la revelación un carácter dinámico y
progresivo. Los libros -repetimos, sobre todo los más antiguos- no tienen un solo
autor. Se van haciendo sobre unos textos recibidos, hasta quedar como ya hoy
nosotros los tenemos.
Lo primero que se utilizó fue el papiro, ya utilizado por los egipcios 3.000
años antes de Cristo. El papiro es de origen vegetal. La caña y junco que crecen con
abundancia en las orillas del río Nilo eran cortados en tiras que se entrelazaban y,
después de pegadas, se prensaban fuertemente con lo que se obtenían las hojas de
papiro sobre las que se escribía con tinta. Éstas se podían unir y colocando unos
listones en los extremos se conseguía el rollo de papiro. Un material barato, pero
malo. Todavía en países muy secos, como Egipto, menos mal. Pero en los lugares de
clima húmedo no duraba nada. Con la humedad se descomponía y se rompía, con los
lógicos quebraderos de cabeza para el que venía detrás y tenía que transcribir ese
documento a otro papiro. Sobraban o faltaban pedacitos por todos lados. A veces,
esos restos los colocaban donde podían, con el trastorno para el texto que os podéis
imaginar.
El códice aparece a final del siglo I. Es más cómodo de manejar que el rollo. Se
hacía doblando las hojas de papiro o pergamino y cosiéndola en forma de libro.
Lógicamente, papiros se conservan pocos a nuestro alcance y los que existen están
bastante deteriorados porque se han descompuesto, pero pergaminos los tenemos en
cualquiera de nuestros archivos parroquiales o municipales y mucho más en museos
donde se regula la temperatura ambiente y están cuidados por expertos. Ni que decir
tiene que el material era escaso, por lo costoso de su fabricación, y que incluso se
utilizaba varias veces borrándose lo escrito con una especie de cuchilla. A éstos se les
llama “palinseptos”, palabra que significa “escritos de nuevo” (diríamos hoy, en
papel reciclado).
Ya hemos dicho que la Biblia no es un solo libro, sino una colección de ellos.
El Antiguo Testamento contiene 46 y el Nuevo 27. Esta pequeña biblioteca que
forma el Antiguo Testamento no es una colección de escritos iguales, sino que ofrece
una gran variedad de géneros literarios. Los estudiosos suelen dividir todo el Antiguo
Testamento en tres bloques: el Pentateuco, los Escritos Proféticos y un tercer bloque
muy variado, una especie de cajón de sastre que los judíos llamaban los Escritos
(ketubim), a secas. En biblias más antiguas se hace una división en cuatro bloques
(Pentateuco, Históricos, Poético-Sapienciales y Proféticos).
Otro documento origen sería el Elohista (E), que llama a Dios Elohim y tiene
su origen en el reino del norte hacia el 750 antes de Cristo (200 años después del
Yavista). Se fusionó con el anterior hacia el año 700 antes de Cristo en Jerusalén. Un
tercer documento, comenzado en los años 690 antes de Cristo, reinando Ezequías, se
llama Deuteronomista (D) por constituir el núcleo del Deuteronomio, aunque se
16
descubrió en unas obras de reparación en el templo al año 622 antes de Cristo,
reinando Josías en Judá (II Crónicas 334, 14-21. Se encontró en una Guenizá, que era
la alacena donde se guardaban los libros que se retiraban por estar en mal estado de
conservación, recuerda: libros apócrifos, retirados. Estas guenizás se solían tapiar
cuando había peligro de guerra). Y la cuarta tradición o fuente es la Sacerdotal (P),
que surgió durante el destierro y se continuó después. La redacción final del
Pentateuco habría que situarla en torno al año 400 antes de Cristo. La letra mayúscula
que hemos puesto junto a cada documento es el nombre con que lo conocen los
estudiosos de la materia.
D. Francisco Echevarría comenta que se llama la Ley “no por ser un código
legal, sino por tratarse de una instrucción... la voluntad de Dios fue dada a conocer
a través de Moisés, pero no de un modo abstracto (general) en forma de preceptos
absolutos, sino ligada a unos acontecimientos históricos. El Pentateuco no es sino
una reflexión sobre el sentido de la historia presente a partir de un pasado en el que
Dios se manifestó primero como Señor de la historia y luego como Señor del
universo. El testimonio de esta manifestación está recogido en unos libros que se
convierten en norma para el pueblo”. Y continúa el Padre Echevarría...
Durante muchos siglos, los libros estaban escritos de corrido, sin divisiones
internas. Para facilitar la búsqueda dentro de la Biblia, un tal Esteban Langton dividió
17
los libros en capítulos numerados. Esto fue en 1.226, y en 1.551 el impresor Robert
Estienne dividió los capítulos en frases o versículos, que son los numeritos que hay
en todas las biblias. No es que las divisiones hayan resultado un acierto total, pero
como todas las biblias han adoptado el mismo método, resulta muy práctico para
localizar cualquier pensamiento de la Biblia. Vamos a explicar como se escriben y se
leen las citas.
A continuación la cifra que indica el capítulo. Por ejemplo Mateo 8 (Mt 8). Ya
sabemos que nos referimos a todo el capítulo 8 del evangelio de San Mateo.
Sigue coma y número del versículo. Por ejemplo, Mateo 8, 15 (Mt 8, 15). Ya
sabemos que estamos hablando del versículo 15 del capítulo 8 del evangelio de San
Mateo.
Así como el guión une, el punto y coma (;) separa. Por ejemplo, Mateo 2; 5
(ahora sólo nos referimos a los capítulos 2 y 5, excluyendo el 3 y el 4).
El punto solo (.) separa dos versículos diferentes del mismo capítulo. Por
ejemplo, Mateo 5, 3.8.12 (nos referimos sólo a los versículos 3, 8 y 12 de ese capítulo
5 de San Mateo).
Cuando se añade una s o dos ss, se está indicando que no sólo es ese capítulo o
versículo que se cita, sino también el siguiente o los siguientes. No se necesita
ejemplo. A veces también puede pasar que un versículo sea muy largo y esté dividido
en partes. La cita pondrá algo así: Génesis 2, 4a (también Gn 2, 4a). Aprenderse las
abreviaturas, es muy fácil ya que todas están indicadas con las primeras letras de cada
libro. Con un poco de práctica, está resuelto.
CONCLUSIÓN:
Tal vez la más evidente conclusión después de ver este tema, sea el
descubrimiento de la necesidad del curso que estamos comenzando. Por una parte, la
Biblia contiene la palabra de Salvación. Es el mismo Cristo, el rostro humano de
Dios. A Dios lo conocemos en Jesús y a Jesús en la Palabra.
18
PROPUESTA DE TRABAJO:
Lecturas:
Nehemías 8
Isaías 55
Mateo 13, 1-9.18-23
Preguntas:
1ª. La lectura de la cita de Nehemías ¿se parece en algo a nuestras misas
dominicales?
2ª. ¿Has comprobado en tu vida la eficacia de la Palabra, tal como la
muestra la lectura de Isaías?
3ª. La parábola del evangelio trae un mensaje claro sobre la respuesta a
la predicación ¿cómo lo entiendes?
19
El israelita -nuestro padre en la fe-, sabe que Dios ha creado la tierra, pero
también tiene conciencia de que el corazón de la tierra es Canaán, la tierra prometida
por Dios a sus padres. Es la tierra de la promesa y de la alianza. Tierra escogida por
Dios para permanecer en ella con su pueblo. Los demás pueblos y las demás tierras
son distintos. Todos los pueblos, piensa el judío, tienen sus países porque les
pertenecen. Tienen tierra propia; Israel, no: la tierra de Israel no es una conquista; es
un regalo don de Dios. La tierra forma parte integrante del designio salvador de Dios.
Para Israel historia e Historia de la Salvación se mezclan, formando una misma cosa.
2. - LA HISTORIA
Vamos a comenzar este punto con una triple y necesaria aclaración para
comprender en qué sentido la historia de Israel es la Historia de la Salvación.
21
En primer lugar, como decía la profesora Mercedes Calvo en un curso emitido
hace unos años por la cadena de radio COPE, la historia es siempre historia de los
hombres, porque solamente el hombre vive en el espacio y en el tiempo, elementos
constitutivos de la historia. Por tanto, la historia que vamos a presentar es la historia
de un pueblo, Israel, y sólo se convierte en Historia de la Salvación cuando es vista a
la luz de la Palabra de Dios que le da su sentido religioso. Dios ha hablado y ha dado
un sentido a la historia del hombre. En la historia acontece la salvación, con todas las
miserias humanas que vamos a contemplar.
Cuando los clanes se iban asentando, surgían entre ellos alianzas. Estos lazos
de amistad y camaradería hacían que llegasen a ser como hermanos y acababan por
compartirlo todo: tradiciones y antepasados, y más cuando esos antepasados se
habían casado unos con otros. Así es posible que durante esos ocho siglos, hasta el
siglo XIII a.C. en que ya están asentados todos en Canaán, fueran llegando, de un
lado y de otro, diferentes clanes nómadas (esto es, transeúntes): el de Abrahán, el de
Isaac, el de Jacob, el de José. Hicieron entre ellos alianza y comenzaron a compartir
vida e historia hasta fundirse todos como familia.
Y fue ese recuerdo, que el pueblo guardaba de las viejas tradiciones contadas
por los padres y abuelos a la luz de la hoguera, el que convirtió a Abrahán en padre
de Isaac y abuelo de Jacob. Para manifestar la unión entre las tribus, se concibió a
cada uno de los jefes del clan como hijos nacidos de una misma familia. No consta
que esta sucesión de padres a hijos (Abrahán-Isaac-Jacob) destinada a subrayar la
unidad del pueblo por el recuerdo de los antepasados, fuera realmente así, tal como lo
cuenta el Génesis. Antes de relacionarse familiarmente entre sí a lo largo de la
tradición israelita, cada uno de los ciclos patriarcales, parece ser que tuvo una vida
independiente de los otros. Incluso es posible, no seguro, que los nombres de las doce
tribus no correspondan tanto a personas físicas concretas, cuanto a tribus, pueblos o
ciudades que se llamaban así. Todas estas afirmaciones son sólo interesantes y
sugerentes hipótesis sobre las que trabajan los estudiosos. El tiempo, el estudio
arqueológico, histórico comparado, lingüístico, etc, irán ayudando a aclarar esta
historia y las demás historias tan distantes en el tiempo y tan poco documentadas.
Éxodo (aproximadamente 1.250 a. C.): Más tarde el relato del ciclo de José
enlaza el tiempo de los patriarcas en Canaán con su estancia en Egipto y el Éxodo. Y
la salida de Egipto igual: irían saliendo poco a poco, a medida que fueron pudiendo y
queriendo. El último grupo, el más significativo, el de Moisés, pudo ser en tiempos
de Ramsés II y fue el que, a su llegada, unificó a los que ya estaban en Canaán.
Estamos en torno al año 1.250 a.C. Parece pecado despachar a Moisés con una línea,
pero no será así. Le dedicaremos una atención especial más tarde, estudiando varios
temas con Moisés de protagonista. “La tradición hizo de él el libertador, el jefe
carismático, el profeta, el legislador, el fundador de la religión judía y el autor del
Pentateuco. Abrahán es el padre de la raza; Moisés, el padre de la nación” (Castel,
1.984).
Todo hay que leerlo desde la óptica de este párrafo anterior. Frecuentemente se
habla de todas las tribus como conquistadoras a la vuelta de Egipto, cuando las ricas
tribus del norte ni siquiera bajaron a Egipto, sino que estuvieron siempre en sus
ciudades porque no necesitaron emigrar, como ha pasado siempre. Tampoco los
españoles ricos fueron con Colón, ni emigraron a Alemania o Suiza en nuestra década
de los setenta. Los que emigran son siempre los pobres de cada pueblo. Fue
seguramente la casa de José (integrada por las tribus de Efraín, Manasés y Benjamín,
según algunos) la que abandonó Egipto aprovechando una situación confusa, en unos
momentos en los que el faraón tenía que vérselas por un lado con los libios y por otro
con nuevos invasores, conocidos como “los pueblos del mar” (los filisteos, entre
otros).
Fruto también del sentido religioso que está en la descripción bíblica es, por
ejemplo, la asamblea de Siquén, antigua ciudad cananea, que se nos narra en el
capítulo 24 del mismo libro de Josué. Si tienes la Biblia a mano, lee este capítulo: es
el compromiso de fidelidad del pueblo hacia Dios. La idea religiosa que hay tras el
texto es la de una nueva alianza que Josué propone a todas las tribus para que, vistas
las maravillas que Dios ha hecho con ellos, le sirvan siempre. Todas las tribus no
están, ni mucho menos. Al decir “Yo y mi casa serviremos al Señor” se está
refiriendo probablemente a las tribus de Efraín, Manasés y Benjamín.
¿Quiénes son los otros a los que hace la propuesta de fidelidad? Desde luego la
tribu de Judá no, porque consta que la tribu de José no estableció contacto con la de
Judá hasta mucho más tarde, en tiempos de David. Los destinatarios de esta propuesta
pudieron ser las tribus de Neftalí, Isacar, Zabulón, Dan y Aser. Todo Israel no se
reunió hasta la monarquía, en la que la personalidad de David y, después el templo de
Salomón, los unió en torno a una fe común y una ley revelada que fueron las que
llevaron a todas las tribus, de forma lenta y progresiva, a la unidad.
La época de los Jueces duró más de doscientos años, en los que la unión entre
las tribus se mantuvo ya que la relación entre ellas era poco exigente y se limitaba a
asuntos puntuales de defensa frente al enemigo común. Unos Jueces fueron más
famosos que otros. Entre éstos nos vamos a fijar en tres: Débora, Gedeón y Sansón.
En Jueces 4 y 5 vemos que Débora era una mujer que ejerció de jueza en Ramá y
Betel. El capítulo 5 está dedicado entero a un canto triunfal que compone Débora y
cuya síntesis viene dada en el versículo 13: “Prevaleció el pueblo de Yavé contra los
fuertes”. Por primera vez, en el cántico, asistimos a una alianza entre las tribus.
A pesar de los pecados de los reyes, la monarquía siempre será sagrada. El rey,
ungido con óleo (aceite consagrado), es considerado hijo adoptivo de Dios (II Samuel
7, 14-16). Nunca los profetas criticarán la monarquía, aunque critiquen a los reyes.
Algunos textos que os podéis encontrar criticando a la monarquía, pudieron ser
añadidos, después de la vuelta de Babilonia, ya con la experiencia de que la
monarquía había sido fatal para Israel. Ya veremos que, si quitamos a David,
Salomón, Exequias y Josías, casi ningún rey agradó a Dios. Más bien fueron la ruina
de su pueblo. Por esto, veremos, no se restableció tras el exilio, aunque se mantenga
la idea de la monarquía en la persona del Mesías-Rey, hijo de David, que habría de
venir.
Israel, el reino del norte (930-722 a.C.): En el reino del norte, Israel, sí hubo
problemas a la muerte de Salomón. Las tribus norteñas se reunieron en Siquén,
ciudad situada al norte de Palestina, y pusieron condiciones a Roboán para aceptarlo
como rey, entre ellas la bajada de los altos impuestos. Roboán se negó en rotundo e
Israel cortó con la dinastía de David (I Reyes 12). Otro hijo de Salomón, prófugo en
Egipto por haberse enfrentado con su padre, Jeroboán, es ungido rey de Israel por el
profeta Ajías. Reinó durante 20 años. Rompió con el culto del templo de Jerusalén y
construyó el santuario real no en Tirsá, la capital, sino en Betel, más cercana a la
frontera de Judá, lo que le permitía fomentar la rivalidad entre los dos templos.
Le sucedió Acab, que mejoró las relaciones con el reino del sur, casando a su
hija Atalía con Jorán, hijo del rey Josafat de Judá. Su biznieto Jeroboán II, en sus 40
años de reinado (783-743 a.C.), llevó a Israel a un esplendor y riqueza comparable al
de los tiempos de Salomón, pero como siempre junto a la riqueza de unos, surge la
miseria de otros. Amós y Oseas vivieron esta situación y la criticaron duramente. A la
muerte de Jeroboán II el reino de Israel entra en periodo de total desintegración. Se
suceden asesinatos y conspiraciones hasta que Tiglat-Plieser, rey de Asiria, impuso
28
un duro vasallaje, con impuestos altísimos que apenas podían pagar los ricos y mucho
menos los pobres. Ante la negativa de pagar de Oseas, rey de Israel, el nuevo
monarca asirio Salmanasar V, hijo de Tiglat-Plieser, arrasó a Israel y puso sitio a su
capital, Samaría. El rey asirio murió antes de que cayera la ciudad, pero su sucesor
Sargón la conquistó en el año 722 a.C. “Israel fue barrido del mapa y convertido en
provincia asiria” (CANELLAS, 1.990: 112).
Judá, el reino del sur (930-587 a.C.): En el reino del sur no hubo problemas.
Aunque mucho más pequeño y pobre que el del norte, tenía a Jerusalén, el templo y,
sobre todo, el Arca de la Alianza, objeto común de culto. El hijo de Salomón, Roboán
sucedió a su padre, como su padre había sucedido a su abuelo, y reinó durante 17
años. Tuvo que pactar con sus vecinos del sur, pagando un fuerte impuesto que
empobreció al país y al templo. Asá y Josafat, nieto y biznieto de Roboán reinaron
más de 60 años, se hicieron respetar por sus vecinos y purificaron a Judá de toda
idolatría.
No así Jorán que fue un pelele en manos de su sanguinaria mujer, Atalía, hija
de Acab, rey de Israel, como vimos. Esta mujer idólatra mató a toda la familia real,
menos a su nieto Joás que se escapó de la matanza y la sucedió en el trono a la edad
de seis años. Mientras estuvo protegido por el sacerdote Joyadá, que fue el que
encabezó la rebelión que le llevó al trono, Joás se mantuvo fiel a Yavé, cuyo templo
restauró. Después se apartó del buen camino y terminó asesinado en el 796 a.C.
Su nieto Ozías fue un gran rey durante 41 años y llevó la prosperidad a Judá.
Murió leproso el año 740 a.C. El nieto de éste, Acaz, fue un idólatra hasta el punto de
sacrificar a un hijo suyo en la hoguera. Su hijo Ezequías (716-687 a.C.) cambió de
rumbo y emprendió una seria reforma religiosa y social, aunque al final de su reinado
se vio obligado a hacer una serie de coaliciones que desvirtuaron sus reformas. A
Josías (640-609 a.C.) le tocó en suerte vivir la decadencia de Asiria, pudiendo iniciar
la reforma religiosa más seria de todas las intentadas. Con más penas que gloria se
suceden Joacaz, Joaquín y Jeconías, que ya acabó desterrado en Babilonia con toda
la familia real, nobles y sacerdotes (también el profeta Ezequiel) a manos de
Nabucodonosor en el año 598 a.C.
Israel dominado por los persas (538-333 a.C.): Los judíos (no todos, ya que
algunos prefirieron seguir en Babilonia donde se habían acomodado) vuelven a casa y
renace en ellos la esperanza, aunque sigan doscientos años bajo el dominio persa.
Tras 23 años de reconstrucción, en la primavera del 515 a.C. el templo es consagrado.
Pero hay problemas entre los judíos que no fueron al exilio y los que han vuelto ahora
y exigen sus antiguas tierras. Las desigualdades sociales son muchas: Jerusalén está
sin murallas que la defiendan y sin gente que la habite, los matrimonios de judíos con
extranjeras facilitan la idolatría; el sábado, tan celebrado en el exilio, está casi
olvidado. Las quejas de muchos llegan al monarca persa, que decide actuar. Esdras y
Nehemías son los encargados por él para resolver esos problemas. Los libros que
llevan sus nombres nos describen sus reformas. Tal vez los capítulos 8 y 9 de
Nehemías constituyan el momento más importante de la historia de Israel; “es como
el nacimiento oficial del Judaísmo. La reunión no se celebra en el templo, sino en la
plaza pública; no consiste en sacrificios sangrientos, sino en la lectura de la ley y la
oración. Ha nacido el culto en la sinagoga” (CHARPENTIER, 1.994: 98).
Jeremías y, sobre todo, Ezequiel serán los padres de esta forma de vivir la fe
iniciada por los reformadores Esdras y Nehemías. La experiencia del exilio, les
reafirmó en su creencia monoteísta en Yavé que les dio la Torá -la ley-, a la vez que
les abrió a la universalidad (en Babilonia habían encontrado a gente muy buena). En
esta época surge la circuncisión, ya practicada desde Antiguo, pero como signo de
alianza entre Dios e Israel. En cambio desaparecen dos instituciones que habían sido
claves antes del exilio: la monarquía (causa de tantas desgracias para el pueblo) y el
profetismo profesional (al servicio del poderoso de turno y que, además, ya no era
necesario porque la voluntad de Dios estaba en la Torá).
Naturalmente las instituciones del Doctor de la Ley (el escriba) y, sobre todo,
el Sacerdote aparecen reforzadas. El Sumo Sacerdote, que es ungido como
30
antiguamente el rey, en los siglos siguientes será la máxima autoridad y representante
del pueblo judío. Igualmente queda reforzada la institución de la sinagoga, donde se
lee la Torá, se explica y se hace oración. Esto lo aprendieron en el exilio, donde no
tenían templo.
Israel bajo el dominio griego (333-63 a.C.) y romano (63 a.C hasta el siglo
VII d.C): Alejandro Magno, rey de Macedonia y de Grecia, comienza en 333 a.C. la
conquista de todo oriente medio desde Babilonia hasta Egipto. A su muerte, diez años
después, su inmenso imperio se divide en tres grandes dinastías: los antigónidas en
Grecia, los lágidas en Egipto y los seléucidas en Siria. Israel queda dentro del
dominio de los lágidas. Viven un periodo de paz, ya que los reyes egipcios son
respetuosos con las diferencias nacionales. Los judíos están repartidos en tres centros:
Babilonia, Egipto y Palestina. El año 198 a.C., el rey seléucida Antíoco III arrebata a
Egipto el dominio de Palestina. Quiere imponer a toda costa la cultura griega y
comienza para los judíos palestinos la época de los mártires. En el 167 a.C. Antíoco
IV suprime los privilegios de que gozaban, igualmente la circuncisión y el sábado.
Incluso el templo es profanado, instalando en él una estatua de Zeus, que para los
griegos era el padre de todos los dioses.
Una familia, que no puede soportar tanto, se rebela. Judas Macabeo encabeza
la rebelión, mata a un emisario del rey Antíoco y logra liberar a Jerusalén,
restableciendo el culto judío en el templo el 15 de diciembre del año 164 a.C. El
hecho se conmemorará con la fiesta de la dedicación, que todavía hoy celebran.
Llegan a fundar la dinastía de los macabeos o asmoneos, que acaba corrompiéndose
hasta que en el año 63 a.C. los mismos judíos piden el arbitraje de Roma. Ésta envía a
Pompeyo, dando comienzo la dominación romana. El año 43 a.C. es nombrado rey
Herodes, cruel y violento hasta matar a su suegra, a su mujer y a los Santos Inocentes,
como nos cuenta Mateo, pero un buen administrador y hábil político que murió el año
4 a.C. Por esto se sabe que los años nuestros están equivocados: si este Herodes fue el
que mató a los inocentes y murió el año 4 a.C., Cristo no pudo nacer en el año 0, sino
en el año 6 a.C. Un fraile, al que el Papa encomendó que hiciera el cómputo de los
años desde la fundación de Roma (calendario romano) al nuevo calendario cristiano
se confundió en seis años, más o menos, pero ya todo está así y así seguirá.
PROPUESTA DE TRABAJO:
Lecturas:
Deuteronomio 6
II Samuel 11
Juan 18, 28-38
Preguntas:
1ª. - A la luz de este tema ¿qué nos demuestra esta primera lectura?
2ª. - ¿Por qué crees que Dios rechazó a Saúl tras su pecado y no a David?
3ª. - ¿Qué te sugiere el diálogo de Jesús con Pilato?
32
Sin embargo, para componer los libros sagrados, Dios eligió a hombres, de
cuyas facultades y medios se sirvió, de forma que actuando Él en ellos y por ellos,
escribieran, como verdaderos autores, todo aquello y sólo aquello que Él quería... Y
así todas las afirmaciones de los autores inspirados han de tenerse como afirmadas
por el Espíritu Santo” (número 11).
Y como la Sagrada Escritura debe ser leída e interpretada con la luz del
mismo Espíritu que la escribió, para captar el sentido exacto de los textos sagrados,
se debe atender no con menor diligencia al contenido y a la unidad de toda la
Sagrada Escritura bajo la guía de la tradición viva de toda la Iglesia...” (Número
12) “...las palabras de Dios, al pasar por las lenguas humanas, han tomado la
semejanza del lenguaje de los hombres, así como en otro tiempo, el Verbo del Padre
Eterno (Jesucristo), al revestirse con la carne de la humana debilidad, se hizo
semejante a los hombres” (número 13).
Resumiendo: Dios habla en la escritura a “la manera humana”, por lo que hay
que conocer bien los géneros literarios en los que los hombres se expresan, es decir,
la forma de hablar el autor, según la costumbre de la época, el lugar geográfico y el
entorno cultural al que ese hombre, ese hagiógrafo pertenece. Habréis observado que
dos veces he marcado la expresión géneros literarios. Ya vimos en el tema primero
que la Biblia no es un libro, sino una biblioteca. No todos los libros son históricos, ni
proféticos, ni poéticos. Además, a veces, hay varios géneros literarios en un mismo
libro. Si a esto añadimos el que algunos libros tardaron más de un siglo en escribirse
y fueron varios los autores, las dificultades se multiplican. Por ejemplo, el conocido
como libro del profeta Isaías se escribió a lo largo de 150 años y por tres autores
distintos por lo que al libro le falta continuidad, lo que hace más difícil su lectura.
34
Como ya hemos hablado en un tema sobre el libro de la Biblia (tema 1º) y en
otro sobre la historia de Israel, vamos a centrarnos ahora en los géneros literarios
utilizados por los autores sagrados (hagiógrafos). ¿Y qué son los géneros literarios?
Son las diversas formas o maneras de expresarse usadas por los escritores para
transmitirnos unos determinados contenidos y que responden a una concreta
intención de ese autor. Por ejemplo, si un escritor nos quiere distraer un rato, utilizará
como genero literario el cuento, que es el más indicado para su propósito.
Lucas escribe una historia y su evangelio hay que clasificarlo entre los libros
históricos, pero en el capítulo 1, 46 pone en boca de la Virgen María una poesía que
recita en presencia de su prima Isabel, la madre del Bautista (“Proclama mi alma la
grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador…”). Es un pequeño
ejemplo de cómo en un mismo libro se mezclan dos géneros, el narrativo y el lírico.
Lógicamente, la narración histórica es más fácil de entender que la poesía (el poeta
vuela alto y hay que elevar el espíritu para entenderlo, mientras que el historiador no
usa palabras tan raras, sino que vuela a ras de tierra, contando hechos).
Ya sabemos que los géneros literarios son las formas de expresarse que utilizan
los escritores, según la intención que les mueve en cada momento (historiadores,
poetas, filósofos o, simplemente, amigos que escriben cartas a sus amigos). Y
también sabemos que esa biblioteca divina que Dios nos ha regalado tiene muchos
géneros literarios dependiendo del hombre-autor que escribe y de su intención al
escribir. Vamos a ver ahora los géneros literarios más importantes, con un ejemplo
de cada para que se comprendan bien sin alargar demasiado el tema.
Las que podríamos llamar, “más o menos”, históricas serían las que se
comenzaron a escribir ya en las cortes de David y Salomón. Esta expresión más o
menos no tiene un sentido despectivo o despreciativo, sino que al tratarse de
acontecimientos tan distantes en el tiempo, las fechas son imprecisas, hay lagunas
que no se entienden, no siempre se encuentran relatos paralelos en la historia profana,
etc. Pero los personajes ya son reales y suministran muchos datos de lugares, fechas,
nombres y sucesos que están comprobados por autores profanos, no hagiógrafos.
Lógicamente hay que pensar que ni unos eran trescientos ni los otros veinte
mil, sino que al contarse la batalla de padres a hijos han ido magnificando,
engrandeciendo la hazaña de los suyos. En la Biblia hay muchos poemas épicos,
porque la Biblia es la historia de Israel contada de padres a hijos. Nosotros al leerla,
tendremos que entenderla así y tener en cuenta el género literario con que se expresa
el autor, que utiliza incluso mitos y leyendas de otros pueblos vecinos para expresar
el mensaje de salvación, envuelto en la narración de su historia.
Pues bien, todas esas largas listas de normas que leemos (613 trae el Antiguo
Testamento), sobre todo, en los libros del Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio
se expresan en este género literario específico que hemos llamado “la ley”. Vamos a
poner un solo ejemplo, para no alargarnos. En el libro del Deuteronomio 5, 22, tras la
presentación al pueblo de los diez mandamientos por parte de Moisés, leemos: “Éstos
son los mandamientos que el Señor pronunció con voz poderosa ante toda vuestra
asamblea, en la montaña, desde el fuego y los nubarrones. Y sin añadir más, los
grabó en dos tablas de piedra y me las entregó”. Esta última frase es la que vamos a
explicar.
37
¿Os imagináis a Dios grabando con un cincel las dos piedras, mientras que
Moisés lo contempla para recibirlas después? Naturalmente que no. Es una forma de
expresar que todo lo que contienen las tablas de la ley está dicho por Dios con voz
poderosa (la voz de la conciencia que difícilmente se puede callar) y Moisés no es
más que un “mandao”, como decimos nosotros. Podía decir que fue Moisés el que
los escribió mandado por Dios, lo que no estaría mal, pero está mejor, para resaltar la
intención del escritor de que la Ley es palabra del mismo Dios, decir que Dios fue
grabando uno por uno los preceptos de la ley.
¿Por qué los grabó en piedra? Para indicarnos que tendrían una larga duración,
una permanencia eterna. Si no, los hubiera grabado en papiro, que era lo habitual en
aquella época. ¿Para qué entregó a Moisés aquellas piedras, soporte de los
mandamientos? Para indicarnos que habían de ser los elegidos de Dios quienes
transmitiesen al pueblo sus mandamientos, caminos de libertad.
Esa plenitud consiste, entre otras cosas, en dejar claro que el hombre está por
encima de la ley, que es señor del sábado, lo que era entendido como una
provocación ya que para los paisanos de Jesús la ley estaba por encima del hombre y
no se podía, por ejemplo, curar el sábado a un paralítico. El sábado no se podía
trabajar y, por lo tanto, tampoco curar. Jesús corrigió ese extremismo, pero la ley
sigue siendo sagrada, es Palabra de Dios, expresada en lenguaje humano.
El estilo de este género literario es más seco, más preciso, más frío, más serio,
si quieres. Es el estilo del Boletín Oficial del Estado: “No matarás, no mentirás, no
robarás, etc…”
Son frecuentes frases como éstas: “Así dice el Señor...” o bien “Palabra de
Yavé...” para significar que el profeta proclama y anuncia la voluntad o el juicio de
Dios sobre la situación concreta que vive el pueblo, aunque no quiera verla. Leen los
acontecimientos humanos a la luz de la Ley del Señor, que el profeta medita
constantemente en su corazón. El profeta está y se siente tan cerca de Dios que, a
veces, utiliza el género literario del diálogo para comunicar al pueblo algo sobre
Dios. Vamos a poner un ejemplo.
Leed el capítulo 7, 1-3 del libro de Amós. Amós, aunque era de Judá, profetiza
en el reino del norte, en Israel. Era en tiempos de Jeroboán, hacia el 750 antes de
Cristo, más o menos. El pueblo vivía una época de prosperidad y los comerciantes
habían traído también sus ídolos, “que les daban suerte”. El culto a los dioses falsos
(esto es, la idolatría) se había hecho presente y Dios muestra a Amós la corrección
que tiene preparada para su pueblo: una plaga de langostas que se comería todo el
trigo nada más nacer, cuando todavía era hierba tierna. Amós se da cuenta de que así
todos van a pasar hambre: los del reino del norte y los pobres de Judá, que están en el
sur. E interviene Amós: “¡Señor, Yavé, perdona, por favor! ¿Cómo va a vivir
Jacob? ¡Es tan pequeño! Yavé se apiadó por mi intercesión y dijo: no sucederá”. El
profeta está proclamando la misericordia de Dios bajo el género literario de un
39
diálogo, pero “en modo alguno quiere esto decir que Dios se haya dirigido a Amós
de una manera sensible y con palabras humanas” (MERTENS, 1989:78).
4º. - La Lírica. Son los escritos poéticos. Es el género literario más conocido.
Contiene la expresión de vivencias y sentimientos despertados por la contemplación
de la realidad. “¡Qué grandes son tus obras, Señor de los ejércitos!”, dice el salmo.
Es lírica religiosa, que tiene como finalidad expresar dolor, amor, alabanza, confianza
en Dios. Piensa, por ejemplo, en el Padrenuestro. Son muchos los libros que
contienen poesía. Ya recordamos antes el Magníficat, el canto de alabanza de María.
Pero hemos de citar tres libros: Lamentaciones, Cantar de los Cantares y, sobre todo,
los Salmos.
Algo parecido pasa con el Cantar de los Cantares. Un poema de amor entre
esposos, de los que tanto abundan en todas las literaturas, sirve de forma para cantar y
celebrar la alianza de Dios con su pueblo, tanto si se lee desde una óptica religiosa
como si se lee desde una perspectiva profana: Dios ha puesto en el hombre un
corazón para amar con una amor sublime.
Como venimos viendo, todos los géneros literarios están al servicio del
diálogo del hombre con Dios. Dios inspira el sentimiento y el hombre lo expresa a su
forma.
El último libro de la Biblia, el Apocalipsis, así como el libro de Daniel son los
que más utilizan este género literario, aunque en otros pasajes bíblicos también
puedes encontrarte con él. Un ejemplo de este género. Dice el libro del Apocalipsis 7,
4: “Oí el número de los marcados: eran ciento cuarenta y cuatro mil de todas las
tribus de Israel...”. ¿Quiénes son esos 144.000 de los que habla el autor del
Apocalipsis? Los que estudian el significado de los números (ver en Anexo I la
palabra Números-cifras) en la Biblia dicen que el número 12 significa plenitud (las 12
tribus de Israel, los 12 profetas menores, los 12 apóstoles...).
PROPUESTA DE TRABAJO:
Lecturas:
Génesis 11, 1-9
Jonás 1-4
Salmo 22
Preguntas:
1ª. - De los tres tipos de narrativa a que hemos aludido ¿En cuál situarías
la lectura del Génesis y por qué?
2ª. - El libro de Jonás se lee en cinco minutos. ¿A qué género literario
pertenece? ¿Qué te enseña a ti?
3ª. - Como oración final de este tema, te voy a proponer uno de los
Salmos más bonitos de la Biblia. ¿Te sientes aludido en esa oración de
confianza y acción de gracia?
42
Como telón de fondo a todo el tema, te adelanto las palabras con las que el
Concilio Vaticano II expresa su doctrina sobre la inspiración de la Sagrada Escritura.
Este texto viene a ser una especie de síntesis de las enseñanzas precedentes sobre la
inspiración que reciben el apoyo definitivo de un documento conciliar.
“La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por
escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. La Santa Madre Iglesia, fiel a la fe de
los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con
todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que escritos por inspiración
del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la
Iglesia” (Divina Revelación, número 11).
En esta primera parte del tema vamos a ver las distintas vicisitudes y evolución
que ha ido teniendo el concepto de inspiración hasta llegar a esa declaración
conciliar. Lo vamos a hacer en dos puntos: primero, resumir la doctrina bíblica sobre
la inspiración de la Sagrada Escritura, fundamento y punto de partida de toda
reflexión teológica. Segundo, exponer, a grandes líneas, la historia anterior al
Vaticano II sobre este tema, es decir, la doctrina de los Santos Padres, de Santo
Tomás y del Magisterio de la Iglesia anterior al Vaticano II.
Los escritos del Antiguo Testamento dan testimonio del respeto con que el
Pueblo de Dios veneraba determinados escritos suyos: “El libro de la alianza”; “El
libro de la Ley de Moisés, que Yavé había impuesto a Israel” (Nehemías 8, 1-18);
“Tenemos para consuelo los libros santos que están en nuestras manos” (1
Macabeos 12, 9); “La lectura de la Ley, de los Profetas y de los otros libros de los
antepasados” (Eclesiástico, prólogo 8-10).
Por otra parte, el Antiguo Testamento nos ha dejado huellas y testimonios más
que suficientes para ver cómo la Palabra de Dios tiene un origen divino. Éstas son las
huellas más importantes que nos hablan del origen divino de las Escrituras:
Para los redactores del Pentateuco, el mismo Dios en persona pone por escrito
para Moisés y su pueblo los Diez Mandamientos: “Él os reveló su alianza, que os
mandó poner en práctica, las diez palabras que escribió en dos tablas de piedra”
(Deuteronomio 4, 13). En textos más antiguo que este del Deuteronomio, también
vemos cómo Moisés, por mandato expreso de Dios, se cuida de poner por escrito
estos mismos hechos, dando como resultado el Libro de la Alianza. Como tal fue
leído ante todo el pueblo: “Después tomó el libro de la alianza y se lo leyó en voz
alta al pueblo, el cual respondió: Haremos todo lo que manda el Señor y le
obedeceremos” (Éxodo 24, 7). Y, años más tarde, encontró su lugar en el santuario, a
los pies de Yavé, como documento de la Alianza: “Moisés dio esta orden a los
levitas que llevaban el arca de la alianza: Tomad el libro de esta ley. Ponedlo al
lado del arca de la alianza de Yavé, vuestro Dios” (Deuteronomio 31, 25-26).
La forma concreta que utiliza para introducirlos es variada. Las más corrientes
son: “la Escritura dice” o “tiene que cumplirse la Escritura que dice”; a veces,
simplemente, “está escrito”; otras veces, sencillamente utiliza pasajes de la Escritura
sin caracterizarlos como citas. Todavía tendríamos que añadir algo muy importante.
Para la concepción que tienen los escritores del Nuevo Testamento, el Antiguo
transmite vida y salvación. Dice San Pablo: “Es un hecho que todas las antiguas
Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra; de modo que entre nuestra
constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza”
(Romanos 15, 4). Por eso, Cristo invita a escudriñar (es decir, rebuscar) las Escrituras
(Juan 5, 39) y se convierte en catequista de los discípulos de Emaús: “¿No ardía
nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino, explicándonos las
Escrituras?” (Lucas 24, 32).
Pero el fundamento último para que los libros del Antiguo Testamento sean
mediadores de vida y salvación, y tengan un carácter absoluto de verdad, reside en el
Espíritu de Dios o en la divina inspiración. Hay un texto en el Nuevo Testamento
que de forma especial expresa el concepto de Escritura inspirada por Dios. Nos
46
referimos al texto de la segunda Carta a Timoteo que dice así: "Toda Escritura
inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir,
para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para
toda obra buena" (2 Timoteo 3, 14-17).
Hay también otro texto importante; nos referimos al de la segunda Carta de San
Pedro: “Nosotros mismos escuchamos esa voz, venida del cielo, estando con Él en
el monte santo. Y así se hace más firme la palabra de los profetas, a la cual hacéis
bien en prestar atención, como lámpara que luce en lugar oscuro, hasta que
despunte el día y se levante en vuestros corazones el lucero de la mañana. Pero,
ante todo, tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse
por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana,
sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios” (2
Pedro 1, 18-21).
Naturalmente se trata de los profetas en cuanto sus palabras han sido puestas
por escrito, es decir, de los profetas de la Escritura. Porque se refiere a aquella
palabra de los profetas que debe iluminar a los lectores de esta carta como “una
lámpara que brilla en la oscuridad”, y por eso tiene que ser todavía presente. Es
más, expresamente se menciona la predicación de la Escritura junto con su
interpretación.
Veamos ahora los datos que avalan la inspiración de los libros del Nuevo
Testamento. El Nuevo Testamento fue surgiendo lentamente a lo largo de cien años,
y más lentamente fueron obteniendo el aval de la Iglesia que siguió a la predicación
de los apóstoles hasta considerarlos parte integrante de la única Sagrada Escritura.
Por tanto, se pueden esperar pocos datos, y estos pocos en los libros más tardíos.
Entre otros, el texto que aparece como más claro es el de la Segunda Carta de
San Pedro: “La paciencia de Nuestro Señor interpretadla como salvación, como os
lo escribió también Pablo, nuestro querido hermano, según la sabiduría que le fue
otorgada. Lo escribe también en todas las cartas cuando habla en ellas de esto.
Aunque hay en ellas cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles
interpretan torcidamente (como también las demás Escrituras) para su propia
perdición” (2 Pedro 3, 15-16).
Hay otro texto en que se ponen al mismo nivel las Escrituras de ambos
Testamentos; es uno de la primera Carta a Timoteo: “Los presbíteros que ejercen
bien su cargo merecen doble paga, principalmente los que se afanan en la
predicación y la enseñanza. La Escritura, en efecto, dice: no pondrás bozal al buey
que trilla, y también: el obrero tiene derecho a su salario” (1 Timoteo 5, 17-18).
Como se ve, en este texto, bajo la afirmación común, se citan dos pasajes: el primero,
del Antiguo Testamento, en concreto, Deuteronomio 25, 4: “No pondrás bozal al
buey que trilla”; y el segundo, recoge unas palabras del Señor, puestas por escrito en
Lucas 10, 7: “El obrero tiene derecho a su salario”. Los dos textos parecen tener el
mismo valor y categoría como Escritura.
Santo Tomás distingue entre los profetas, que tuvieron “una visión
imaginaria” y aquellos que tuvieron solamente la luz divina para juzgar lo que es
accesible a la propia razón humana. Considera, por tanto, el caso en que el hagiógrafo
conoce por experiencia propia o ajena lo que escribe. El hagiógrafo, al utilizar esos
conocimientos, es ayudado por la luz divina para juzgar sobre los mismos. De este
modo, Santo Tomás expone más claramente que los teólogos anteriores a él la
relación entre profecía e inspiración bíblica. Basándose en Santo Tomás, los
teólogos posteriores acuñarían la siguiente definición, que es un paso adelante en la
claridad:
Sin embargo, de las distintas elaboraciones sufridas por el Capítulo III hasta su
redacción final, se desprende una de las conclusiones más importantes: que la
inspiración ha sido situada en el horizonte más amplio de la revelación, entendida
como comunicación personal del Señor, de su vida antes que de su doctrina. Esta
comunicación se realiza en el curso de la Historia a través de gestos y palabras
inseparablemente unidos.
Pero, ¿en qué sentido es Dios autor de las Escrituras? Naturalmente en forma
análoga, es decir de forma no exactamente igual. Sólo los atributos que expresan
perfecciones puras pueden atribuirse a Dios en sentido exacto. Los atributos que
determinan perfecciones mixtas sólo se pueden aplicar a Dios en forma impropia: el
hablar, el reírse, el enojarse, el escribir, etc., son atributos propios del hombre y de
forma impropia se aplican a Dios de modo metafórico (es decir, por comparación) y
antropomórfico, esto es, tomando forma o apariencia humana.
52
Según esto, autor literario y escritor de la Biblia, en sentido estricto, lo es el
hagiógrafo. Dios es autor sólo en sentido metafórico, en cuanto produce, mediante su
acción en el hagiógrafo, la obra inspirada. En este sentido, la afirmación del texto
conciliar de que los hagiógrafos son verdaderos autores es de gran valor para
comprender en qué forma puede ser llamado Dios autor literario.
De esta forma podremos comprender mejor que la inspiración hay que definirla
y situarla en los horizontes más amplios de la actividad reveladora de Dios. Si la
sacamos de este contexto, la inspiración se convierte en algo extraño. Sin embargo,
en el contexto que hemos explicado, la inspiración es el fundamento para la
comprensión de Israel como pueblo de Dios y para nuestra propia comprensión como
Iglesia, historias concretas del pueblo de Dios.
PROPUESTA DE TRABAJO:
Lecturas:
2 Timoteo 3, 14-17
2 Pedro 1, 18-21
Capítulo III de la Constitución sobre la Divina Revelación
Preguntas:
1ª. La Carta de San Pedro dice que la Escritura es lámpara que
luce en la oscuridad. ¿Ilumina la Palabra mi vida?
2ª. ¿Considero la Palabra como un regalo de Dios?
3ª. ¿Dejo que la Palabra realice en mí lo que dice la Carta a
Timoteo?
53
Entonces... ¿la Biblia no es para mí, que no tengo estudios y apenas sé leer y
escribir? No, ni mucho menos. Lo que quiero decir es que la lectura y entendimiento
de la Biblia tiene cierta dificultad que no ofrece, por ejemplo, la lectura de este libro
que tienes en tus manos. También es difícil abrir una caja fuerte donde se guarda el
dinero o los cheques bancarios. Sin embargo, el dueño abre su caja fuerte sin ninguna
dificultad. Tiene la clave para abrirla. Ésa es la palabra, “la clave”. Pulsa los
numeritos y listo: ya está abierta la caja fuerte. El secreto está en la clave. Quien la
tiene, abre la puerta. ¿Tú sabes lo que significa la palabra clave? Precisamente eso:
llave. En este tema, voy a darte unas claves, códigos, criterios, consejos, llaves,
principios o como tú quieras llamarlos para entrar sin mayor dificultad en el
entendimiento de la Palabra de Dios. Bien merece la pena que leas despacio este tema
y lo apliques en tu lectura de la Biblia.
1ª Clave: “Más vale poco y bien, que mucho y mal”. Esto es lo primero. La
Biblia no la puedes leer de un tirón: comienzo en el principio (el Génesis) y hasta que
no termino en el final (el Apocalipsis) no paro, como podrías leer Platero y yo. No lo
54
hagas así: eso no se puede hacer con la Biblia. Te aburrirías antes de acabar el
Génesis. La Biblia hay que leerla poco a poco y no hay que comenzar por el
principio, sino por otro libro más cercano y fácil. En la vida todo hay que hacerlo con
talento. Tan muerto queda el que se muere de hambre como el que muere de un
atracón. Los dos extremos son malos. Hay que comer, pero hay que comer con
talento. Tan malo es para un cristiano no leer la Biblia (no comer) como darse un
atracón sin entender lo que lee.
Por tanto un trocito cada día, o cada dos días, o cada semana. Mientras que ese
trocito te diga algo no lo sueltes, recréate en él. Vamos a poner ejemplos.
Supongamos que tú no estás acostumbrado a leer la Biblia y quieres comenzar a tener
ese contacto cálido y diario con la Palabra de Dios. Puedes hacerlo de tres formas
distintas que las puedes compaginar, con tal de que no te líes.
La primera forma puede ser comenzar por un evangelio, que es lo más fácil de
leer. Mateo es el primer evangelista. Empecemos por él. Lo primero es ver quién es
Mateo, para quién escribió y qué quiso decir con su evangelio. Al final de este libro
tienes un vocabulario en el que figuran por orden alfabético todos los libros de la
Biblia. Son ocho o diez líneas que debes comenzar leyendo. Allí verás que Mateo,
también llamado Leví, es uno de los doce apóstoles, a quien Jesús llamó cuando
estaba en su oficina cobrando los impuestos. Era delegado de Hacienda.
Lo que cobraba era para Roma y el pueblo tenía manía a estos recaudadores de
impuestos considerándolos tan pecadores o más que a las prostitutas. Él mismo
cuenta su vocación y el incidente que le siguió en Mateo 9, 9: por una parte la
invitación a almorzar que hace a Jesús y por otra la frase de Jesús de “No he venido a
llamar a los justos, sino a los pecadores…”. Su evangelio está dedicado a los judíos
convertidos al cristianismo y su intención es probarles que Jesús es el Mesías
anunciado por los profetas y que vino a salvar a los hombres, fundando la Iglesia.
Todo lo que le oyó a Jesús lo organizó en cinco grandes discursos. Si quieres, dejas
los dos primeros capítulos para leerlos en tiempo de Navidad, pues hablan de la
infancia de Jesús, y comienzas tranquilamente por el capítulo tercero.
Normalmente la Biblia, sea cual sea la tuya, suele traer un pequeño título con
lo que trata ese pedacito de texto. Por ejemplo, en el capítulo 3 de Mateo pondrá:
“Predicación de Juan en el desierto” o “Predicación de Juan Bautista”. Y debajo, o
al lado, tendréis estas citas: Marcos 1, 2-8; Lucas 3, 1-18; Juan 1, 19-28. Estas citas
se llaman paralelos y quieren decir que en los otros tres evangelios, en los capítulos
y versículos que se citan, viene también la “Predicación de Juan Bautista”. Tú lees,
piensas y meditas el párrafo de Mateo. ¿Cuántas veces lo tienes que leer? Dos mejor
que una y cinco mejor que dos. Hasta que te enteres bien. Hay que releer una y otra
vez lo leído. Más que de leer mucho, se trata de leer bien. No mecánicamente, como
podrías leer Platero y yo, sino observando cada detalle, respetuosamente, alerta a lo
que Dios te dice.
55
Cuando ya lo hayas comprendido, puedes leer los textos paralelos y completar
los matices. Siempre que te sientes a leer la Palabra, que es hacer oración, debes
comenzar invocando al Espíritu Santo. Es suficiente que comiences con la oración del
joven Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (I Samuel, 3 10).
Comprobarás que Dios te habla.
Una segunda forma puede ser seguir el orden que marca la liturgia de la
Iglesia. Todos los domingos, nuestra Madre la Iglesia nos propone unas lecturas. En
las Parroquias de Santa Teresa y San Juan de Ávila, de la barriada de la Orden en
Huelva, te regalamos todos los años, en el mes de octubre, el libro de Catequesis
Familiar del Día del Señor (el amarillo, el verde y el azul, uno cada año). Cada
domingo trae las lecturas y el comentario. Léete primero las lecturas, después el
comentario que te ponemos y, finalmente, vuelves a leer las lecturas, una vez que ya
conoces el sentido que tienen. Si lo haces el martes o miércoles, toda la semana
estarás centrado en la Liturgia del Domingo. Esto es vivir la vida cristiana: dejar que
la Palabra llene nuestros días.
Y una tercera forma, compatible con las otras dos, sería darle pequeños
pellizcos a la Biblia. Me explico. Imagínate, por un momento, que en un concurso
patrocinado por los turroneros de Alicante te toca un bloque de turrón duro de
almendra de 500 kilos, del tamaño de una mesa camilla. Rico no, riquísimo.
Imagínate la escena siguiente: el bloque de turrón en el comedor de tu casa y toda la
familia en torno a él. ¿Cómo le metemos mano al premio? Ponernos todos a chupar o
morder indiscriminadamente no creo que fuera la solución. Habría otra más fácil:
coger un cincel limpio y un martillo e ir cortando trocitos, golpe a golpe.
En la variedad está el gusto, se dice. Si das con uno que no te guste, te lo saltas.
Ya volverás a él cuando estés más preparado o más en disposición. Dice un refrán
inglés que los libros son “amigos que siempre están a tu servicio”. A los amigos se
ven, se dejan de ver por circunstancias y se vuelven a ver cuando cambian estas
circunstancias. Si son amigos, ahí estarán disponibles. Dios siempre nos espera para
hablarnos en su palabra.
3ª Clave: “Las setenta caras de la Biblia”: esta frase es un refrán judío que
nos va a servir para explicar otra clave necesaria para leer la Biblia. La expresión
“setenta caras” significa “muchas caras”, facetas o aspectos. Como siempre, vamos
a poner un ejemplo para que lo entiendas fácilmente.
También nos dice que Jesús no es un hombre aburrido, sino que comparte la
alegría con sus amigos. Más aún, que su primer milagro fue convertir 600 litros de
agua en buen vino, con todo lo que seguiría al milagro, etc. Si leemos el texto entero
podemos ver muchos más detalles, que no nos detenemos en ver ahora. Cualquiera
que lea este texto puede sacar las mismas reflexiones o más. Sin ayuda de nadie
puedes leer la Biblia y reflexionar sobre ella. No hace falta saber más. Pero dice el
refrán: “Nunca por mucho trigo, fue mal año”. Este diálogo entre Jesús y su madre
tiene, como todos los trozos que leas de la Biblia, un pretexto, un contexto y un
postexto. Te los voy a explicar. Verás qué bonito.
Seguimos con el mismo ejemplo del diálogo de Jesús con María en la boda de
Caná. La Biblia que estoy usando comenta así el pretexto de la expresión de Jesús:
“Déjame, mujer, todavía no ha llegado mi hora”. “En el cuarto evangelio (el de
Juan) la expresión llega la hora o no ha llegado mi hora, puesta unas veces en boca
de Jesús y otras en la del evangelista, se refiere al momento fijado por el Padre para
glorificar a su Hijo. Es la hora del paso a la gloria, a través de la muerte. Por eso el
primer milagro de Jesús, realizado a ruegos de su madre en Caná de Galilea, es una
manifestación anticipada de su gloria y lleva a sus discípulos a creer más en Él”,
como termina diciendo este mismo texto evangélico en el versículo 11: “Así en Caná
de Galilea Jesús comenzó sus milagros, manifestó su gloria y creció la fe de sus
discípulos en Él”.
Para no alargar más este párrafo, sólo un detalle. Fíjate que no le dice “madre”
o “mamá”. Podía haberle dicho, “Déjalo, mamá, no es el momento”. No. Le dice
“mujer”, como le dirá en la cruz, el momento cumbre de la glorificación de Jesús.
Léelo en Juan 19, 26: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” ¿Comprendes ahora el rico
significado de la palabra “Hora” en el evangelio de Juan? Por esto las notas
explicativas son muy importantes. Las biblias católicas suelen traerlas siempre,
hechas por expertos, que nos explican e iluminan porque van más allá que nosotros.
No dejes nunca de leerlas. Son una buena clave. Te voy a poner otras citas del
evangelio de San Juan, en las que sale la palabra “hora”. Léelas, si quieres, y verás
cómo entiendes mejor el significado de la frase, sabiendo ya que la hora de Jesús es
la de su glorificación por el Padre. Juan 12, 23; 7, 30; 8, 20; 17, 1.
¿Y cómo es que se acabó el vino? Una boda nuestra dura tres o cuatro horas
comiendo y bebiendo. En tiempos de Jesús, una boda no duraba menos de una
semana. Y era participada por todo el pueblo. La cultura en que se escribió un texto
forma parte del contexto e ilumina y aclara el sentido de lo que leemos.
4ª. - Clave: “La Biblia hay que leerla en voz alta”: es otro consejo o clave
que nos da el profesor Jacinto Núñez en el curso que he mencionado de la cadena de
radio COPE. Parece una simpleza, pero no lo es. “La fe entra por el oído”, dice San
Pablo. La Palabra de Dios tiene que ser proclamada. Acordaos de la primera gran
lectura pública de la Palabra narrada por Nehemías en el capítulo 8. Fue leída en voz
alta y clara. Leer la Palabra en voz alta, despacio, alerta siempre a las indicaciones
del Espíritu.
59
Es como lee la gente sencilla de nuestro pueblo: para entender lo que lee tiene
que hacerlo en voz alta, como diciéndose a sí mismo lo que está leyendo. No es
buena una lectura muda de la Biblia. Se puede leer en voz baja el Quijote, pero la
Biblia nunca. Tiene que oírse la voz del que lee porque entonces ya no es sólo leer,
sino que la lectura se convierte en escucha, que es de lo que se trata. No es sólo que
nosotros vayamos al texto, lo leamos y lo dominemos, sino que el texto venga a
nosotros y nos dejemos dominar por él, que nos diga algo.
Un día quieres hacer un rato de oración sobre el Salmo 22: “El Señor es mi
pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace descansar. Me conduce hacia
fuentes de agua fresca...”. Lo lees un par de veces, despacio, fijándote en los
detalles. Después lees la nota a pie de página. Mi Biblia pone este comentario:
“Siendo la vida pastoril tan conocida en Israel, es natural que los profetas y
salmistas den a Dios el nombre de Pastor del pueblo o de los fieles a él. Además, los
rectores del pueblo son llamados sus pastores, y, por tanto, Yavé es su Pastor
supremo”. Como ves, se trata de un comentario sencillo que todo el mundo puede
entender.
Y ahora te pone estas citas paralelas para que las escrutes. Jeremías 23: “¡Ay
de los pastores que dispersan y destrozan a mi rebaño! ¡Yo me encargaré de
pediros cuenta de vuestra mala conducta!”. Es una llamada a la responsabilidad a
todos: a los curas y a los padres, que también son pastores de sus hijos. Otra cita que
pone mi Biblia es el capítulo 34 de Ezequiel, donde se habla de los buenos y los
malos pastores para terminar diciendo: “Suscitaré para ellos un pastor único, que
los apacentará”. Está hablando de los tiempos mesiánicos: en el horizonte está el
Hijo de David. Siempre Jesús está en el trasfondo de la Biblia.
Dice el Concilio que la Palabra debe ser leída e interpretada con el Espíritu con
que se escribió. La Biblia es una experiencia espiritual y cada uno tiene que estar
pendiente de la inspiración del Espíritu a la hora de interpretarla, pero procurando
siempre que sea la paloma del Espíritu y no los pájaros que cada uno tenga sueltos en
la cabeza la verdadera inspiradora.
Un ejemplo: cuando Isaías 60, 3 dice: “La gente seguirán tu luz y los reyes el
resplandor de tu aurora”, aunque sepamos que el profeta está describiendo la gloria
de Jerusalén, sabemos también que Jesús ha dicho de sí mismo “Yo soy la luz del
mundo” y en ese texto vemos un anticipo de lo que la llegada de Jesús supone hoy
para una sociedad en tinieblas. La palabra de la Biblia se hace carne en Jesús y desde
Él hay que interpretarla y entenderla.
El profesor Jacinto Núñez, a quien hemos seguido en este tema, terminó esta
idea con estas palabras. “Si se me permite una imagen, yo diría que así como nos
acercamos al sagrario con toda reverencia porque allí se encierra la presencia del
Señor en su Humanidad Santísima, la Biblia es como un sagrario donde se encierra
la presencia de Jesús y al abrirla sentimos que Él está vivo y sigue resucitado por
siempre”. Esta idea es muy importante. Siempre se ha hablado de la presencia de
Jesús en el sagrario. Y es verdad: ¡Dios está aquí!, cantamos en la procesión del
Corpus y así es. Pero hay otras presencias tan importantes como esa. En su Palabra,
en la comunidad, en el otro. Todas son presencias de Jesús.
8ª Clave: “La lectura tiene que ser asidua, constante, diaria”: todos los días
comemos varias veces. Es el alimento del cuerpo. Igual pasa con el del alma. Si no
comes diariamente, enflaqueces y mueres. No te pases semanas sin leer la Biblia
porque cuando la vuelvas a coger ya estarás desconectado de ella. Lo mejor, desde
luego, es seguir la liturgia de la Iglesia. El año litúrgico tiene tres ciclos (A, B y C). Y
cada domingo tiene tres lecturas. ¿Para qué más formación que ésa? La iglesia, madre
y maestra, te lleva con la catequesis dominical. ¡Aprovéchala…!
La oración que todos los días repite varias veces los judíos es ésta: “Escucha,
Israel...” (Deuteronomio 6,4). La respuesta del hombre a la Palabra que Dios te
dirige es escucharlo. Mediante esta escucha asidua de su palabra, respondes y honras
a Dios. Recordad que lo que agradó a Dios de Salomón es que no le pidiera riquezas
ni larga vida, ni la muerte de sus enemigos, sino “un corazón bien dispuesto para
escuchar”. Eso es lo que Dios quiere de nosotros.
No hay hora fijada de antemano, sino que cada uno tiene que buscar la suya.
Corta un rato de televisión por la noche y levántate media hora antes de lo normal. O
sentado en la cama cuando te acuestes, pero sin que estés demasiado cómodo para no
dormirte. Tú verás cuál es tu momento más oportuno. De ese momento sacarás la
fuerza para todo el día. El lugar también es importante. Dios y tú, los dos solos. No te
vas a poner a leer la Biblia delante de la televisión. Solo o en matrimonio, que los dos
formáis una sola cosa.
PROPUESTA DE TRABAJO:
Lecturas:
Isaías 55
Mateo 7, 24-29
Preguntas:
1ª. - ¿De qué sed y hambre habla Isaías en la primera lectura? ¿Las has
sentido alguna vez?
63
2ª. - ¿Has podido comprobar en tu vida la eficacia de la Palabra de que
habla Isaías?
3ª. - ¿Sabrías explicar la parábola del evangelio?
Introducción
Los cristianos siempre hemos creído firmemente en la inerrancia (que está libre
de error) de la Sagrada Escritura. Era algo que derivaba de la certeza inquebrantable
de que la Biblia es Palabra de Dios y, por tanto, que no podía contener error. Durante
los dieciséis primeros siglos del cristianismo, ningún cristiano tuvo la menor duda de
esto. Cuando surgía alguna dificultad, sobre todo por parte de los paganos, los Padres
de la Iglesia se limitaron a afirmar lo que para ellos era ya un dogma o, al menos, una
exigencia de la fe.
64
San Jerónimo reconoce la existencia de inexactitudes (de cosas que no son del
todo exactas), pero rechaza con energía que haya errores. San Agustín, por su parte,
afirma sin dudarlo: “Creo firmemente que ningún autor ha cometido error alguno al
escribir. Si en las Escrituras encuentro algo que parece contrario a la verdad, me
hago el siguiente planteamiento: o bien se trata de un manuscrito defectuoso, o bien
el traductor no entiende lo que aquél dice o bien soy yo el que no lo entiende”
(Cartas 82, 1, 3).
Esta afirmación de San Agustín, que acabamos de citar, fue durante mucho
tiempo el pilar sobre el que se basó la exégesis de la Escritura. Varios siglos después,
Santo Tomás de Aquino matizaría mucho más. A pesar de que llega a afirmar:
“Cuanto está contenido en la Sagrada Escritura es verdadero”, sin embargo, admite
que el conocimiento profético de que disfrutan los autores sagrados ha sido muy
variable. Por desgracia, después se olvidaron las matizaciones que había hecho, y el
pensamiento de Santo Tomás (siglo XIII) se quedó reducido a la frase que hemos
entrecomillado, que fue tenida como regla absoluta hasta el siglo XVI.
Ante esta situación, lo normal es que empezaran a oírse voces que trataran de
solucionar el problema, y así fue. Eran personas que, a la vez, eran científicos y
creyentes y vivían el drama interior de tener que conciliar Biblia y ciencia. Pero, a
pesar de la buena voluntad que pusieron, el problema seguía en pie. ¿Quiénes fueron
los que lo intentaron?:
Pero estos intentos no podían tener éxito. Pues, de una u otra manera, limitaban
el ámbito de aplicación de la inerrancia, distinguiendo, de modo arbitrario, en la
Biblia un campo profano y otro sagrado o considerando verdades abstractas,
propuestas, sabiendo, como sabemos, que Dios se revela con palabras y hechos
inseparablemente unidos. Como no consideraban que la Biblia sea por entero obra de
Dios y por entero obra del hombre, seguían vigentes las mismas dificultades.
La Iglesia oficial (Roma) sigue callada y estudiando el tema. Por fin León XIII
habla y da la primera respuesta oficial, que después sería matizada pero que ya apunta
a la solución verdadera del problema. Recién salido el artículo mencionado de
monseñor D`Hulst, la Encíclica Providentissimus Deus de León XIII, proponía una
primera respuesta, que más tarde sería completada por las encíclicas Spiritus
Paraclitus de Benedicto XV y la Divino Afflante Spiritu de Pío XII. Permitidnos que
nombremos a las encíclicas con sus nombres en latín porque así se las conoce en el
mundo entero y, poco a poco, os irán sonando sus nombres. Igual pasa con la Dei
Verbum, aunque nosotros la citemos siempre como la Constitución Dogmática sobre
la Divina Revelación del Concilio Vaticano II.
66
a) Providentissimus de León XIII
León XIII comienza por afirmar la doctrina tradicional de la Iglesia: “Los que
piensan que en los pasajes auténticos de los libros sagrados puede encerrarse alguna
idea falsa, destruyen la noción católica de la inspiración divina”. Así queda
rechazada la limitación material de la inspiración, pero a la vez, y esto es importante,
reconoce que la Biblia no se sitúa en la misma esfera que las ciencias naturales. En
este sentido afirma León XIII: “El Espíritu de Dios, que ha hablado a través de los
escritores sagrados, no ha querido instruir a los hombres en ese género de cosas que
no tienen utilidad para la salvación”.
De las realidades científicas los autores sagrados hablan al modo como eran
conocidas en la cultura de su tiempo, en función de las apariencias, por los
fenómenos: “El lenguaje ordinario expresa primero y propiamente lo que cae en la
órbita de los sentidos; el escritor sagrado no ha procedido de otra manera, y, del
mismo modo, ha aplicado su atención a las cosas sensibles, es decir, a aquellas que
el mismo Dios, hablando a los hombres, ha expresado de una manera humana para
ser comprendido por ellos”.
Pero sería Pío XII el que completara la obra de sus predecesores. Las
investigaciones históricas de la exégesis habían avanzado muchísimo y el Papa podía,
en esos momentos, trazar unas líneas maestras: el estudio de los “géneros literarios”
se impone a los exegetas como una necesidad para su trabajo. El exegeta católico, al
exponer la sagrada Escritura, al afirmar y defender su absoluta inerrancia, debe
utilizar este recurso con prudencia. La forma de hablar o el género literario
empleados por los autores sagrados puede conducir a la verdadera y exacta
interpretación.
Sin embargo, a pesar de todas esas tentativas como “los géneros literarios”,
“la investigación de la sicología del autor”, “el recurso a un sentido pleno”, por
muy interesantes que parezcan, no pasan de ser métodos de investigación: ni son ni
pueden ser un principio teológico. La exégesis deberá progresar todavía para llegar al
pensamiento de la Constitución del Vaticano II.
2.1. - Evolución del concepto Verdad en las diversas redacciones del documento
conciliar sobre la Divina Revelación (Dei Verbum)
68
ESQUEMA II: “Puesto que Dios es declarado autor principal de toda Escritura y
lo es verdaderamente, se sigue de ello que toda la Escritura divinamente inspirada se
halla absolutamente inmune (limpio) de todo error” (Número 11).
ESQUEMA III: “Dado que todo cuanto el autor inspirado afirma... ha de admitirse
que es afirmado por el Espíritu Santo, ha de admitirse consecuentemente también
que los libros enteros de la Escritura enseñan sin ningún error la verdad” (Número
11).
ESQUEMA IV: “Puesto que todo aquello que el autor inspirado... afirma ha de
admitirse como afirmado por el Espíritu Santo, consecuentemente ha de admitirse
también que los libros enteros de la Escritura... enseñan con seguridad, fiel,
íntegramente y sin error la verdad salvífica” (Número 11).
ESQUEMA V: “Dado que todo aquello que los autores inspirados o hagiógrafos...
afirmaron debe admitirse que ha sido afirmado por el Espíritu Santo,
consecuentemente debe admitirse que los libros de la Escritura enseñan con certeza,
fielmente y sin error la verdad que Dios, para nuestra salvación, quiso que quedara
en las Sagradas Letras” (Número 11. redacción definitiva, la que aparece en la
Constitución sobre la Divina Revelación).
En primer lugar es ilustrativo observar esta evolución de las fórmulas con que
se expresan los distintos esquemas. De la primera, en la que se negaba toda
posibilidad de error tanto religioso como profano en la Sagrada Escritura, se pasó a
una segunda formulación en la que se declaraba a la Sagrada Escritura inmune de
todo error, sin posteriores especificaciones (sin lo de “religiosa o profana”). Después,
en la tercera, se adoptó una fórmula positiva que mantenía que la Escritura enseña la
verdad sin error. En una cuarta redacción se especificó la verdad en términos de
“verdad que salva”. Finalmente, la última redacción habla de aquella verdad que
69
Dios quiso que fuese consignada en los libros sagrados en orden a nuestra salvación:
es la redacción definitiva, como hemos visto, que recoge el texto de la Constitución
sobre la Divina Revelación.
Esto quiere decir que todo está libre de error en la Escritura con tal de que se la
considere desde el punto de vista de la revelación de la voluntad salvífica de Dios, es
decir, desde la Historia de la Salvación. Como podemos observar, este texto
constituye una de las grandes aportaciones del Concilio, pues nos da el principio
teológico que puede iluminar el problema de la inerrancia: “La Escritura enseña la
verdad que Dios ha querido consignar para nuestra salvación”. De este principio
teológico general emanan una serie de conclusiones que saca el mismo Concilio:
1ª. - “Para ver claramente lo que Dios mismo ha querido comunicarnos” hay que
buscar “con atención lo que los hagiógrafos querían decir y lo que Dios mismo
quería dar a conocer con dichas palabras” (Divina Revelación, número 12, 1).
2ª. - “Para descubrir la intención de los hagiógrafos hay que tener en cuenta, entre
otras cosas, los géneros literarios... En efecto, para conocer con exactitud lo que el
autor propone por escrito, se deben tener muy en cuenta los modos de pensar, de
hablar o de narrar que eran de uso corriente en tiempos del escritor y las formas de
expresión comunes en aquella época en las relaciones humanas” (Divina
Revelación, número 12, 2).
70
3ª. - Hay que tener también en cuenta el desarrollo de la Historia de la Salvación y la
unidad de toda la Escritura, ya que “la Escritura se ha de leer en el mismo Espíritu
con que fue escrita: por tanto, para descubrir el verdadero sentido del texto sagrado
hay que tener en cuenta el contenido y la unidad de toda la escritura, la tradición
viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe” (Divina Revelación, número 12, 3).
Sin embargo, en orden a nuestro tema, nos interesa más el concepto griego de
verdad relacionado con la historia. En la Historia “verdad” sigue significando
“realidad”, pero referida a un acontecimiento pasado. Para el historiador griego
Tucídides la meta de todo historiador es “ver claramente lo que aconteció”. Para
Polybio y Flavio Josefo, la verdad era el acontecimiento del pasado conocido con
exactitud y descrito con objetividad. Esta concepción griega de la verdad en el campo
de la historia ha tenido una fuerte repercusión en los historiadores modernos, de tal
manera que ha sido el ideal de éstos el querer lograr, en el campo de la historia, la
objetividad y exactitud propia de las ciencias experimentales, como la medicina o
farmacia.
a.- La verdad de los hechos: En este primer nivel la verdad de la Sagrada Escritura
consiste en ver su grado de coincidencia con los acontecimientos históricos.
c.- La interpretación a nivel del misterio y su verdad: En este tercer nivel, la verdad
de la Biblia consiste en la manifestación de algo del inexplicable misterio del Dios
vivo y de su auténtico y efectivo amor al hombre. La verdad última y profunda de la
Escritura consiste en su capacidad para encaminarnos hacia estas realidades
indescriptibles. Esta verdad del misterio es la garantía y la norma al mismo tiempo
de los dos primeros niveles.
PROPUESTA DE TRABAJO:
Lecturas:
Juan 1, 17; 3, 20-21; 14, 6; 17, 16-17
1 Juan 1, 8; 1 Juan 3, 18-19
Constitución sobre la Divina Revelación, números 11, 12 y 13
Preguntas:
1ª. - El concepto de verdad que has descubierto, ¿pertenece al orden de
los conceptos o al de la experiencia?
2ª. - ¿Qué significa esto para mi vida?
3ª. - ¿Qué es Dios para mí? ¿Una idea o un ser personal que se me
revela?
74
1. - Introducción
Parece ser que canon es un vocablo que los latinos toman, tal como suena, del
griego kánon, que, a su vez, procedería de la raíz semítica qnh, que significa caña de
medir, regla o plomada usada en la construcción. Al principio, pues, parece que se
trataba sólo de un objeto. Más tarde empezó a significar modelo, medida o norma
para alguna cosa. Por ejemplo, los gramáticos antiguos llamaron kánon a la colección
de obras clásicas que podían servir de modelos literarios. Por Plinio sabemos que el
canon de Policleto era el conjunto de reglas y de medidas que servía a los escultores
de estatuas. Epicteto llamaba kánon al hombre capaz de servir de modelo moral para
sus semejantes.
Veamos ahora qué significa canon bíblico. Con la palabra canon, la Iglesia no
significa, en primer lugar, una colección de escritos, sino la norma, la regla, el
modelo de la fe y de la vida de los cristianos. Pero es de todos sabido que las
Escrituras fueron consideradas desde el principio por la Iglesia como el depósito de
una regla de fe y de vida. Por esa razón, empezó a hablarse muy pronto del canon de
las Escrituras para designar esa regla escrita. La primera vez que se habla en la
Iglesia de libros canónicos tiene lugar en el Concilio de Laodicea, allá por el año 360
d.C., y en la Carta Pascual de San Atanasio (año 367). La palabra canon, en el sentido
de colección de libros bíblicos reconocidos como inspirados por Dios, se empieza a
usar en la Iglesia latina a mediados del siglo IV d.C.
Así, pues, con relación a las Escrituras, podemos hablar de un canon bíblico
activo, es decir, aquella cualidad que tiene la Sagrada Escritura para establecerse
como norma, como regla, como canon de la fe y de la vida del pueblo cristiano; y
podemos hablar también de un canon bíblico pasivo, es decir, el conjunto
determinado de libros que la Iglesia reconoce como inspirados, en los que se contiene
dicha norma de fe y de vida de la comunidad creyente.
Una vez que tenemos clara la idea del canon bíblico, podemos ya abordar el
problema del número de los libros que lo componen. La lista de los libros canónicos
de la Biblia fue fijada de manera diferente, según las dos grandes religiones que la
consideran como su Escritura Sagrada, en el sentido que explicábamos un poco más
77
arriba, es decir: la religión judía y la religión cristiana. El proceso en ambas
religiones es largo y complicado e intervienen en él muchos factores que aquí no
podemos exponer con todo detalle.
[Hay que hacer notar que, con toda probabilidad ya desde el siglo III a.C.,
existe también un canon samaritano, que considera libros canónicos sólo los cinco
primeros de la Biblia hebrea, es decir, la Torah o Pentateuco, rechazando todos los
demás. Sobre el asunto de la comunidad samaritana no nos vamos a detener ahora.
Quede sólo apuntado].
Hay que decir ya que la Biblia traducida a la lengua griega fue la que usó
preferentemente la Iglesia cristiana de los primeros siglos. Por ello, durante mucho
tiempo se pensó que la Iglesia había recibido de los judíos de habla griega,
concretamente de la ciudad de Alejandría, un canon más amplio que el palestino.
Pero estudios de autores de extraordinario prestigio concluyen que la cosa no fue así.
En realidad, tenemos que ver aquí no sólo con el problema del canon, sino con otro
problema adicional: el cierre del canon del Antiguo Testamento. Por lo que podemos
saber, la lista de los libros de la Biblia hebrea era fluctuante, es decir, no estaba
cerrada, al menos hasta el año 70 d.C. Por este tiempo la Iglesia está naciendo,
afirmándose y desarrollándose dentro del mundo judío y frente al mundo judío.
Parece ser, por tanto, que los rabinos judíos sintieron la necesidad de cerrar su
propio canon. Una razón era la necesidad de salvaguardar su propia identidad frente
a la Iglesia cristiana que usaba sus libros sagrados, pero que utilizaba además otros,
no incluidos en los manuscritos hebreos, concediéndoles el rango de canónicos. Otra
razón era el surgimiento de una literatura propiamente cristiana, la que formará más
tarde el Nuevo Testamento, que poco a poco iba adquiriendo el estatuto de libros
sagrados. Éstos pueden ser los motivos por los que el Judaísmo cierra su propio
canon (entre los años 70 y 135 d.C.), y éstas las razones por las que la Biblia griega
no coincide con la hebrea. Naturalmente que habría que decir muchas más cosas y
precisar mucho más las que quedan dichas, pero bástenos a nosotros para tener una
idea aproximada de cómo pudo discurrir este asunto.
TABLA 1
BIBLIA HEBREA: LA TANAK
Torah (= Ley) Nebiim (= Profetas) Ketubim (= Escritos)
Génesis Josué Salmos
Éxodo Jueces Job
Levítico 1-2 Samuel Proverbios
Números 1-2 Reyes Rut
Deuteronomio Isaías Cantar de los Cantares
Jeremías Eclesiastés
Ezequiel Lamentaciones
Oseas Ester
Joel Daniel (1-12)
Amós Esdras-Nehemías
Abdías 1-2 Crónicas
Jonás
Miqueas
Nahum
Habacuc
Sofonías
Ageo
Zacarías
Malaquías
81
TABLA 2
BIBLIA GRIEGA
Ley Historia Libros poéticos y proféticos
Génesis Josué Salmos
Éxodo Jueces Odas
Levítico Rut Proverbios
Números 1-2 Reyes (= 1-2 Samuel) Eclesiastés
Deuteronomio 3-4 Reyes (= 1-2 Reyes) Cantar de los Cantares
1-2 Crónicas Job
Esdras I Sabiduría
Esdras II (= Esdras-Nehemías) Eclesiástico
Ester Salmos de Salomón
Judit Oseas
Tobías Amós
1-2 Macabeos Miqueas
3-4 Macabeos Joel
Abdías
Jonás
Nahúm
Habacuc
Sofonías
Ageo
Zacarías
Malaquías
Isaías
Jeremías y Baruc
Ezequiel
Lamentaciones
Carta de Jeremías (capítulo 29)
Susana (= Daniel 13)
Daniel (= Daniel 1-12)
Bel-Dragón (= Daniel 14)
82
TABLA 3
BIBLIA LATINA: LA VULGATA
ANTIGUO TESTAMENTO NUEVO TESTAMENTO
Génesis Josué Isaías San Mateo
Éxodo Jueces Jeremías San Marcos
Levítico Rut Lamentaciones San Lucas
Números 1-2 Samuel Baruc San Juan
Deuteronomio 1-2 Reyes Ezequiel Hechos de los Apóstoles
1-2 Crónicas Daniel Romanos
Esdras Oseas 1-2 Corintios
Nehemías Joel Gálatas
Tobías Amós Efesios
Judit Abdías Filipenses
Ester Jonás Colosenses
Job Miqueas 1-2 Tesalonicenses
Salmos (LXX) Nahúm 1-2 Timoteo
Salmos (Hebreos) Habacuc Tito
Proverbios Sofonías Filemón
Eclesiastés Ageo Hebreos
Cantar Zacarías Santiago
Sabiduría Malaquías 1-2 Pedro
Eclesiástico 1-2 Macabeos 1-3 Juan
Judas
Apocalipsis
APÉNDICE
Oración de Manasés
Esdras III
Esdras IV
Salmo 151
Carta a los Laodicenses
83
TABLA 4
BIBLIA CRISTIANA CATÓLICA
ANTIGUO TESTAMENTO NUEVO TESTAMENTO
Génesis Josué Isaías San Mateo
Éxodo Jueces Jeremías San Marcos
Levítico Rut Lamentaciones San Lucas
Números 1-2 Samuel Baruc San Juan
Deuteronomio 1-2 Reyes Ezequiel Hechos de los Apóstoles
1-2 Crónicas Daniel (1-14) Romanos
Esdras Oseas 1-2 Corintios
Nehemías Joel Gálatas
Tobías Amós Efesios
Judit Abdías Filipenses
Ester Jonás Colosenses
1-2 Macabeos Miqueas 1-2 Tesalonicenses
Job Nahúm 1-2 Timoteo
Salmos Habacuc Tito
Proverbios Sofonías Filemón
Eclesiastés Ageo Hebreos
Cantar Zacarías Santiago
Sabiduría Malaquías 1-2 Pedro
Eclesiástico 1-3 Juan
Judas
Apocalipsis
84
TABLA 5
BIBLIA CRISTIANA DE LA REFORMA
ANTIGUO TESTAMENTO NUEVO TESTAMENTO
Génesis Josué Isaías San Mateo
Éxodo Jueces Jeremías San Marcos
Levítico Rut Lamentaciones San Lucas
Números 1-2 Samuel Ezequiel San Juan
Deuteronomio 1-2 Reyes Daniel (1-12) Hechos de los Apóstoles
1-2 Crónicas Oseas Romanos
Esdras Joel 1-2 Corintios
Nehemías Amós Gálatas
Ester Abdías Efesios
Job Jonás Filipenses
Salmos Miqueas Colosenses
Proverbios Nahum 1-2 Tesalonicenses
Eclesiastés Habacuc 1 Timoteo
Cantar Sofonías 2 Timoteo
Ageo Tito
Zacarías Filemón
Malaquías Hebreos
Santiago
1-2 Pedro
1-3 Juan
Judas
Apocalipsis
85
PROPUESTA DE TRABAJO:
Lecturas:
Prólogo del libro del Eclesiástico
Esdras 7, 11-26
Mateo 5, 17-20
Preguntas:
1ª. ¿Qué te sugiere la lectura del Prólogo del Eclesiástico respecto al
Canon?
2ª. ¿Ves en el texto hasta que punto la ley ha de ser para el pueblo norma
de conducta, canon?
3ª. ¿Cuál es la actitud de Jesús ante la ley y los profetas?
86
Introducción. - ¿Por qué la Iglesia ha tenido durante siglos medio oculta a los
fieles la Biblia? Sí es cierto que, entre los mismos fieles, había un gran porcentaje de
analfabetos que no sabían leer. También es cierto que no había dinero para comprarla.
Incluso, ni la difusión era tan fácil: escaseaban las librerías. Todo esto puede ser cierto,
pero son razones de poco peso. Ya estamos terminando este libro de introducción y
podemos aportar otras razones. Los estudios bíblicos estaban muy atrasados. La
formación bíblica que los sacerdotes recibíamos en los seminarios era muy deficiente.
Hasta hace poco tiempo nos tomábamos lo de Adán y Eva o lo de la torre de Babel al
pie de la letra. Todas estas razones han influido en el poco conocimiento que el pueblo
de Dios ha tenido de la Biblia.
Y está el latín. Durante casi un milenio, el pueblo hablaba una lengua y la Iglesia
otra. En todos esos siglos en los que, en las casas, no podía haber libros por una u otra
razón, la toma de contacto con la palabra había sido la misa diaria o, al menos,
dominical. Los cristianos iban a Misa y no se enteraban de nada, porque el cura
celebraba la eucaristía de espaldas, no había micrófonos en la mayoría de los templos y
sólo se oía la campanilla del monaguillo que nos avisaba de la solemnidad del
momento. Lo más importante era ver alzar a Dios, tras la consagración. Pero la fe no
entra por la vista, sino por el oído. San Pablo dice: “La fe por el oído”. ¿Os acordáis los
más mayores? Mejor sería olvidarlo. Las iglesias eran demasiado oscuras y no sólo en
lo material. Vamos a hacer un poco de historia viendo razones, todavía de más peso,
que justifican, o al menos explican, la situación heredada de siglos atrás.
En la práctica, esto significaba que a los fieles no se les facilitaba el contacto con
la Palabra de Dios, más bien se ponían obstáculos a que pudieran leer la Biblia. Entre
otras barreras estaba la de la lengua latina, que sólo la entendían los estudiosos, como
dijimos antes.
1.1. - “La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras como el Cuerpo
mismo del Señor, ya que, sobre todo en la sagrada liturgia, no deja de tomar de la
mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida tanto de la Palabra de Dios como del
Cuerpo de Cristo” (número 21).
Ante todo, hay que resaltar el paralelismo que establece el texto entre la
“Palabra” y “El Cuerpo del Señor”. La Palabra y el Sacramento van unidos en la
misma veneración de la Iglesia, con eso se está indicando el deseo de que se mantengan
indisolublemente unidos. La Palabra y el Sacramento, por tanto, forman parte del
patrimonio más genuino de la fe de la Iglesia. Podemos afirmar que esta unión se
remonta al mismo Nuevo Testamento.
Por ejemplo, cuando en el Discurso del Pan de Vida del capítulo VI de San Juan
Jesús afirma que Él es el “Pan de Vida”, ese Pan de Vida es el mismo Jesús que se nos
ofrece en la Palabra y el Sacramento. El movimiento del hombre hacia el Señor se
realiza concretamente escuchando su Palabra y comiendo su Cuerpo.
Incluso podemos decir que la Sagrada Escritura, antes de ser garantía de nuestra
fidelidad al Señor, es un signo de la fidelidad del Señor hacia nosotros. Dios ha
aceptado que su Palabra fuese puesta por escrito de acuerdo con las leyes y formas de
expresión usadas por los hombres y por las distintas culturas. Más aún, Dios se ha
empeñado de forma expresa en que su Palabra permaneciera de generación en
generación a través de la Escritura. Lo que nosotros llamamos inspiración no es otra
cosa que el empeño del Señor en hacer llegar su Palabra a los hombres de todos los
tiempos. Todo esto es un signo de la fidelidad del Señor al hombre y a sus leyes,
fidelidad a la lógica a que se encadena en la Encarnación.
Esta afirmación conciliar nos remite a todas las reflexiones bíblicas sobre el tema
de la Palabra. Toda la Biblia habla con el convencimiento de que el Señor realiza la
salvación mediante su Palabra. Ésta es una de sus convicciones más importantes y es la
que forma parte del núcleo fundamental de la fe judeo-cristiana.
A partir del número 21, en los números 22 al 25, el Concilio se dedica a plantear
ciertas consideraciones pastorales que son una conclusión lógica a la doctrina
desarrollada en el número 21, que hemos explicado. Éstas son las principales
consecuencias pastorales que el Concilio pone a nuestra consideración:
- Una buena traducción de la Biblia a cada una de las lenguas, de ser posible con
consenso ecuménico (es decir, que la traducción esté acordada por todos los grupos),
para que la Sagrada Escritura pueda ser accesible a todos y cada uno de los hombres
(número 22).
Por todo esto podemos concluir que la comunidad cristiana nace de la escucha
de la Palabra. Recurriendo a las Escrituras, la comunidad profundiza su propia fe,
comprende el misterio de Jesús, penetra en el desarrollo del plan de la salvación y en el
sentido de ser Comunidad, Iglesia.
El Nuevo Testamento es, por tanto, la puesta por escrito de todas estas
experiencias y reflexiones de la comunidad que parten del acontecimiento Jesús de
Nazaret. Cuando la comunidad narró la vida de Jesús (evangelios), lo hizo teniendo en
cuenta los problemas y experiencias propios y de su comunidad, pero sin perder de vista
el acontecimiento que da sentido a todo, Cristo. Por eso cada evangelista respeta la
predicación y tradición de la Iglesia que le ha precedido. Ningún evangelista se remite
sólo a sus propias experiencias o recuerdos de Jesús saltándose la predicación de la
Iglesia. Más bien se produce el fenómeno contrario: el evangelista escribe en nombre de
la Iglesia recogiendo la reflexión que la misma Iglesia había hecho sobre Jesús, aunque
lo haga partiendo de la realidad concreta de su comunidad.
- En primer lugar hay que poner de relieve que la Biblia debe ser leída en la
Iglesia de hoy. Por tanto, los criterios para leer la Escritura no pueden limitarse de
ninguna manera a la fidelidad a la Palabra, es decir, a la economía de la revelación. Hay
que ser fiel también a los medios. Es decir, los criterios se forman, además, a base de
una segunda fidelidad, fidelidad a nuestra Iglesia de hoy, entendiendo por tal el
conocimiento que hoy poseemos sobre la Biblia, su entorno y su formación. No
podemos acercarnos a las Escrituras como si fuésemos hombres del siglo XVI,
desconociendo todo lo que la Constitución sobre la Divina Revelación ha afirmado.
Cada tiempo histórico tiene un nivel de conocimientos y, por tanto, de madurez. Y la
madurez es un deber, no es un privilegio sino una cuestión de responsabilidad y
fidelidad al propio Jesús.
- En segundo lugar, tenemos que afirmar que la Biblia debe ser leída en una
Iglesia que acepta su propia continuidad con los orígenes, en definitiva, que acepta la
tradición. Pero vamos a precisar en que consistiría el “aceptar la tradición”. A primera
vista parecería que aceptar la tradición sería acercarse al texto y a su sentido tal y como
93
salió de la mano de su autor. Habría que tener en cuenta, sin embargo, dos
consideraciones:
Para confirmar todo lo que acabamos de decir podemos remitirnos por ejemplo al
evangelio de San Juan. Tratemos de ver cómo en una época determinada de la vida de
la Iglesia que debía afrontar problemas concretos, Juan ha releído la vida y el mensaje
de Jesús. Es un hecho evidente que Juan aceptó con toda sinceridad su propio tiempo
con sus problemas. Juan está convencido de que acercarse a Jesucristo partiendo del
propio presente no es un defecto, sino más bien una ocasión de fidelidad al mismo Jesús
y su mensaje. Juan no realiza esto a tontas y a ciegas, sino con algunas condiciones.
PROPUESTA DE TRABAJO:
Lecturas:
Constitución sobre la Divina Revelación. De forma especial el
Capítulo VI.
Preguntas:
1ª. ¿Qué importancia e incidencia tiene la Sagrada Escritura en mi
vida?
2ª. ¿Es la fuente que alimenta mi espiritualidad?
3ª. ¿Ilumina mi vida y me ayuda a transformar la historia?
97
ANEXO Iº
VOCABULARIO.
ABBA:
Es una palabra aramea que significa “padre”, y más exactamente
“padrecito” o “padre mío”. La palabra implica familiaridad, intimidad,
confianza. Jesús, en el huerto de Getsemaní, llamaba a su Padre Abba y le
pedía que apartase de Él la cruz. Después, San Pablo la repite varias veces para
indicarnos que podemos dirigirnos a Dios con la confianza con que lo hace un
niño pequeñito a su padre, a quien quiere.
ABDÍAS:
Su nombre significa “siervo de Dios”. Su libro es de los más cortos de la
Biblia: un solo capítulo de 21 versículos. Se lee en dos minutos. Se trata de un
grito de venganza contra Edom, eterno rival de Judá con quien tenía frontera.
No se sabe con certeza la fecha en que se escribió. Algunos autores dicen que
fue escrito hacia el 587 antes de Cristo, el año del destierro de Judá en
Babilonia, lo que encajaría muy bien con el contenido del librito. Otros lo
ponen hacia el 530 antes de Cristo, después del regreso del exilio babilónico.
Su profecía es un grito de esperanza en el poder de Dios, capaz de redimir a su
pueblo de cualquier situación por desesperada que parezca, como parecía la del
destierro. “En el monte Sión quedará un Resto que será santo” (versículo 17).
ADONAY:
Es una palabra aramea que significa “mi Señor”. Como los judíos no
querían pronunciar el nombre de Yavé por respeto, utilizaban este otro.
AGAPE:
Es una palabra que, en griego, significa querer, amar, pero no un amor
posesivo ni erótico. Es el amor que se da desinteresadamente a la persona
amada. Así son las relaciones cristianas. Jesús nos pidió que nos amáramos
unos a otros como Él nos ha amado. Dios nos amó primero y
desinteresadamente. Como una de las formas de manifestar este amor fraterno
es la comida comunitaria, la palabra ágape significa también comida en
comunidad. San Pablo y San Judas, en sus cartas, condenan los abusos que, a
veces, se daban en los ágapes entre los primeros cristianos.
AGEO:
Hay que situarlo en el 520 antes de Cristo. Si la vuelta del destierro fue,
como sabemos, en el 538 antes de Cristo, quiere decir que han pasado 18 años
98
desde la vuelta. Viven unos años de malas cosechas, con muchos pueblos
todavía en ruina. La reconstrucción del templo apenas se ha iniciado. La gente
está cansada y deprimida. Durante cinco meses Ageo, movido por el Espíritu
de Dios, se dedica a reanimar a ese pueblo deprimido. Su preocupación
principal es la reconstrucción del templo. Todo el mundo se ha construido en
estos 18 años magníficas casas mientras Dios sigue con su templo en ruina. De
aquí vienen las calamidades que están viviendo. En septiembre del año 520
comienza la reconstrucción y Ageo canta la gloria del nuevo templo y anuncia
una promesa de elección a Zorobabel, el gobernador, que ha hecho posible la
iniciación de las obras. Fue contemporáneo de otro profeta menor, Zacarías.
ALEGORÍA:
Es una ficción o historia inventada en virtud de la cual una cosa
representa o significa otra diferente. Un ejemplo claro es la alegoría de la vid y
los sarmientos que Jesús nos narra en el capítulo 15 del evangelio de San Juan.
ALELUYA:
La palabra significa “Alabad al Señor”. Por eso sale mucho en los
salmos de alabanza. Ya veremos en su día cómo los últimos cinco salmos del
salterio se llaman “El gran aleluya”. Todos comienzan con la palabra “aleluya”
y constituyen, los cinco, una gran alabanza a Dios, creador. Nosotros la
utilizamos mucho en el tiempo fuerte de Pascua de resurrección. La
resurrección de Cristo es el gran motivo de alabanza a Dios. Además, todos los
domingos, menos en cuaresma, suele cantarlo antes del evangelio. Otros quince
salmos, aproximadamente, comienzan o terminan con la misma exclamación.
ALFA Y OMEGA:
Estas dos palabras salen juntas en la liturgia más importante del año: la
noche de Pascua de Resurrección. ¿Qué significan? Alfa es la primera letra de
alfabeto griego y Omega la última. Es una forma muy bonita de decir que
Cristo es el principio y el fin de todo y que todo está dicho en Él, de la misma
manera que todo se puede decir con las letras que están entre el alfa y el
omega. El Apocalipsis fue el que nos facilitó esta comparación tan bonita: “Yo
soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios. El que es, el que era y el que va a
venir, el Todopoderoso… Principio y fin de todo lo que existe”.
ALIANZA:
La palabra hebrea Berít, traducida al griego por diateke y al latín por
testamentum, significa contrato, pacto, acuerdo o compromiso. Naturalmente
implica deberes y derechos mutuos, que se corresponden. El gran pacto tuvo
lugar en el monte Sinaí: “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo”. Antiguamente
ese pacto o contrato iba acompañado de un animal que se mataba y se comían
los contratantes. En el Nuevo Testamento o alianza es el mismo Jesucristo el
que derrama su sangre, como signo o señal de la alianza.
99
AMÉN:
Es una palabra hebrea. La podemos traducir por “así sea” o, mejor, “así
es”. Expresa más que un deseo, un acto de fe, una confirmación. Fíjate que
toda la Escritura termina, al final del Apocalipsis, con la palabra amén. Es un
acto de fe final. El mismo libro, capítulo 3, 14, dice que Jesús es “el Amén, el
Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios”. De esta forma Amén
pasa a ser un nombre de Dios. Cuando vas a comulgar haces un acto de fe
diciendo amén.
AMÓS:
Amós es el profeta de los pobres. Estamos en el reinado de Jeroboám II,
que reinó entre los años 783 y 743 antes de Cristo. Durante estos cuarenta años,
Israel, el reino del norte, gozó de una riqueza y una paz poco conocida en
aquella época tan salvaje. La gran prosperidad reinante desató la codicia de los
poderosos que aumentaron sin parar sus riquezas y posesiones a costa, como
siempre, de los pequeños propietarios que se fueron empobreciendo día a día.
El llanto de estos pobres es oído por Dios que en el año 760 a.C. llama a Amós,
que vivía tranquilamente en Tecua, a 9 kilómetros al sur de Belén, en el reino
del sur, en Judá, y lo llama para que deje a su rebaño y su huerto y suba al
norte a predicar, cosa que hace Amós con un lenguaje violento, como todo el
que predica la justicia contra el rico. Fue el primer profeta que escribió su
profecía. Oseas continuaría después su predicación, con un lenguaje más
tierno.
ANALOGÍA DE LA FE:
Se llama a la concordancia de toda verdad particular con la revelación
total. Dado que es Dios el autor de toda la revelación, se opone a su veracidad
y santidad el que las afirmaciones de fe puedan contradecirse. Las doctrinas,
pues, difícilmente reconciliables de los diversos escritos deben ser sometidas
en consecuencia a riguroso examen. En el terreno de la Escritura, esta
conciencia de que las verdades de fe deben concordar entre sí no puede llevar
al exegeta cristiano a forzar los textos, sino que debe darle la ocasión de
fundamentar plenamente el verdadero significado de cada uno de ellos,
basándose en el talante de Jesús que lo lleva todo a plenitud.
ÁNGELES:
La palabra griega “ángeles” significa “mensajero”. En la Biblia, los
ángeles son seres celestes al servicio de Dios para comunicar sus mensajes a
los hombres. Incluso la expresión “El ángel del Señor” puede significar una
forma de nombrar a Dios cuando actúa ante los hombres (como si dijéramos
“la presencia del Señor”). En la Biblia sólo se citan por sus nombres a tres:
Gabriel, que comunicó a la Virgen el anuncio de la encarnación de Jesús;
Rafael que acompañó a Tobías a casa de su futuro suegro; y Miguel, el
protector de Israel y jefe de los ejércitos celestiales. Un libro apócrifo, El libro
de Henoc, nos cita a otros cuatro: Uriel, Regüel, Sariel y Remiel. De pequeños,
100
nos enseñaron que en el cielo había siete categorías de ángeles para cumplir las
distintas misiones o cargos: ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones,
potestades, serafines y querubines. Estos últimos son, según esas tradiciones,
los que están más cerca del trono de Dios, como sus guardianes.
ANTIGUO TESTAMENTO:
Se llama Antiguo Testamento al conjunto de libros bíblicos anteriores al
nacimiento de los libros inspirados cristianos. El adjetivo Antiguo está en
relación con el Nuevo de los escritos bíblicos cristianos. Así, la primera gran
división de la Biblia Cristiana es la de Antiguo Testamento y Nuevo
Testamento. El Antiguo Testamento es heredero de la Biblia judía. El Nuevo
Testamento es la literatura canónica de los primeros años cristianos.
ANTROPOMORFISMO:
En griego, “ántropos” significa “hombre” y “morfos” significa “forma”.
Antropomorfismo significa, por tanto, “forma de hombre”. Es el conjunto de
creencias o doctrinas que atribuyen a la divinidad la figura o las cualidades del
hombre. Es decir, como si Dios tuviera forma humana, como si tuviera cuerpo,
cuando en realidad no la tiene. Por ejemplo, en la Biblia se dice que Dios
bajaba a pasear con Adán en el paraíso. Es una forma de hablar y nada más.
APOCALIPSIS:
Es el último libro de toda la Biblia. Su nombre significa “Revelación” y
trata de la revelación de Dios para iluminar la difícil situación que vive su
pueblo en un momento de dura persecución. ¿Quién fue su autor? No se sabe.
Aunque en el siglo II ya lo identificaban con el apóstol Juan, se sigue
estudiando el tema. Con la fecha también hay dudas: unos dicen que se escribió
en tiempos de la persecución de Domiciano el año 95, mientras que otros creen
que pudo ser durante la persecución de Nerón, entre los años 64-68. Pudo
haber un primer texto de esta fecha y añadírsele al que se redactó hacia el año
95. El texto es muy difícil porque las visiones apocalípticas pretenden
descubrirnos el futuro de la historia y todo está en claves.
APOCALÍPTICO:
Es algo perteneciente o relativo al Apocalipsis, el último libro de la
Biblia, que tienes comentado unas líneas más arriba. También se entiende por
“apocalíptica” un género literario que surge en tiempos de crisis, y que tiene
por objeto levantar los ánimos e infundir esperanza en el triunfo final del bien
sobre el mal.
APÓCRIFOS:
La palabra griego “apócrifo” significa “ocultar”. En este caso de los
libros serían los libros ocultos o secretos. Esta palabra entre los griegos no
tenía un sentido peyorativo, como pudiera tenerlo entre nosotros la palabra
escondidos. Por ejemplo, los libros que estaban en mal estado de conservación
101
se retiraban del uso público y se guardaban en una alacena, llamada guenizá.
También se llamaban así a aquellos libros cuya autoridad como inspirados
estaban todavía en discusión. Más tarde la Iglesia comenzó a llamar Apócrifos
a aquellos libros que utilizaban los herejes de los primeros tiempos. Los
protestantes llaman Apócrifos a los que nosotros llamamos deuterocanónicos.
Hoy, entre nosotros, son considerados Apócrifos aquellos libros que nunca
entraron a formar parte del canon.
APOLOGÉTICA:
La palabra griega “apología” la define el diccionario de la Real
Academia Española como “discurso de palabra o por escrito, en defensa o
alabanza de personas o cosas”. Este tipo de literatura nació entre los escritores
cristianos de los comienzos de la Iglesia, en concreto en el siglo II, ante la
necesidad de defender a la Iglesia naciente de los ataques injustificados que le
venían de todas partes. Escribieron cartas a las autoridades y a los paganos. De
aquella época son San Justino y Tertuliano, por citar a dos de los más
conocidos. Más tarde, en la edad media, Santo Tomás escribió un tratado de
Teología contra los paganos, que también es apologético. Y, por supuesto,
después de la Reforma, la Apologética católica arremete contra los
protestantes.
ARAMEO:
Descendiente de Aram, hijo de Sem y, por tanto, una de las ramas
semitas. Fundaron varios estados como Mesopotamia y Siria. Sobre el año
1.000 antes de Cristo se establecieron en el norte de Palestina. También se dice
de una de las tres lenguas en que se escribió parte de la Biblia. Jesús hablaba el
arameo. Aquella frase de Jesús en la cruz: “Eloí, Eloí lama sabajtaní” (“Dios
mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?”) es arameo. Todavía algunos
campesinos sirios hablan esta lengua de Cristo.
ASIRIA:
Es uno de los reinos de la antigua región de Mesopotamia, donde se sitúa
los orígenes de la historia bíblica. Ya existían 3000 años antes de Cristo. En el
102
año 1750, siempre antes de Cristo y siempre aproximadamente, surge el primer
gran imperio, de manos del príncipe Assur, que duró unos quinientos años. Al
comienzo de este primer imperio tenemos que situar a dos personajes
importantes: Hammurabi, rey de Babilonia que estaba también entre los dos
ríos Tigris y Eufrates, pero al sur, y Abrahán, padre de los creyentes, que vivía
en Ur, más al sur, en la región de Caldea, perteneciente al reino de Babilonia.
Hacia el 1250 surge el segundo imperio asirio, que duró casi 650 años.
Cayendo el año 605 a manos de Nabucodonosor, con el que nace el nuevo
imperio babilónico. De este segundo imperio asirio, conviene que te quedes
con un nombre, Sargón II, que fue el que culminó la conquista de Israel, el
reino del norte, deportando a sus dirigentes hacia el norte y repoblando Israel
de gente de otros sitios (éstos son los samaritanos).
BABILONIA O BABEL:
Una antigua ciudad que ya existía 25 siglos antes de Cristo. Capital de
Mesopotamia, país cuyo nombre significa “entre ríos” porque estaba situada
entre los míticos ríos Tigris y Eúfrates, enclave del Paraíso Terrenal o Edén de
Adán y Eva. Estaba a unos cinco kilómetros de la actual Bagdad, capital de
Iraq, en el golfo Pérsico. Lo importante para nosotros es su papel en la Biblia.
Es la capital de los vicios y la idolatría. Sede de la Torre de Babel. Fue la gran
cárcel de los israelitas en el destierro. En ese momento se convierte en el
instrumento de la justicia divina para castigar las infidelidades de Israel. Su
propia ruina se interpreta también como gesto de la justicia divina que castiga
sus muchos pecados.
BARUC:
El autor del libro nos es desconocido. El que le da la redacción final se lo
atribuye a un tal Baruc, pariente, amigo y secretario de Jeremías. Posiblemente
el libro fue escrito entre los años 200 y 100 antes de Cristo, por tanto posterior
en cuatro siglos a Jeremías. El autor del libro utiliza un recurso muy común
entre los escritores de la época: se sirve del pasado de la historia de Israel,
recogiendo elementos mal situados en el tiempo por las tradiciones orales, para
alentar la esperanza del pueblo y dirigirla hacia el futuro. Esta falta de
precisión histórica no tiene importancia para la transmisión de la palabra
inspirada. Una oración penitencial, un elogio a la sabiduría y una palabra de
consuelo a los desterrados ocupan los cinco capítulos del libro.
BENDICIÓN:
Bendecir es decir bien de alguien o de algo. Tiene un doble sentido:
ascendente y descendente. Dios bendice al hombre y a las cosas que sirven al
hombre. Y el hombre bendice a Dios, bien porque ha recibido dones de él y le
da gracias, bien porque es su Dios y creador y le agradece su creación
bendiciéndolo, diciendo bien de él. El día que Dios creó al hombre, lo bendijo.
Y bendijo a toda la creación. Cuando nos sentamos a comer, debemos bendecir
a Dios por los alimentos que nos concede. Todo don viene de Dios. La vida del
103
hombre tiene sentido cuando la dedica a alabar y bendecir a Dios. Así lo han
hecho los santos. El sacerdote puede impartir la bendición a las personas y a las
cosas, pero debe administrar sus bendiciones porque de ellas tiene que
responder ante Dios, como de todo. No se puede utilizar a Dios para que
bendiga nuestros pecados.
BIBLIA GRIEGA:
Es el Antiguo Testamento traducido a la lengua griega. Existieron
diversas traducciones, pero la más conocida y la que ha llegado completa hasta
nosotros es la llamada de los Setenta (LXX). No coincide en el número de
libros con la Biblia hebrea.
BIBLIA HEBREA:
Es el Antiguo Testamento escrito en su lengua original, es decir, el
hebreo; aunque algunas pequeñas partes están escritas en arameo.
CANAÁN:
Tierra de los cananeos. La palabra significa “comerciantes”,
“mercaderes”. Es una de las muchas oleadas de gente que llegaron a ocupar la
tierra sagrada unos tres mil años antes de Cristo. Cananeos son los hititas,
amorritas o amorreos, jiveos y jebuseos. En la Biblia salen mucho, pero como
los malos. Eran politeístas, es decir, creían en muchos dioses o baales. El autor
sagrado de Génesis 9, 18-27 los hace descender de Cam, uno de los hijos de
Noé que se burló de la desnudez de su padre cuando despertó de la embriaguez
que cogió después del diluvio. Noé lo maldijo. El autor sagrado hace esto para
que su pueblo, al que hace descender del bueno de Sem que ocultó la desnudez
de su padre, no se mezcle nunca con ellos.
CANON:
En sus orígenes, la palabra canon significaba caña de medir; era un
instrumento de medida, una regla que decimos nosotros. En nuestro contexto,
la palabra canon hace referencia a la colección de libros bíblicos reconocidos
por la Iglesia como inspirados por Dios, como regla de vida para nosotros. Así
se entiende desde el Concilio de Laodicea, en el siglo IV. Se suele hablar de
Canon Activo y Canon Pasivo. El Activo hace referencia a aquella cualidad
que tiene la Sagrada Escritura para establecerse como norma, regla o canon de
vida para el pueblo cristiano. Y el Pasivo que es el conjunto de libros que la
Iglesia reconoce como inspirados, y en los que se contiene el canon Activo. El
Pasivo es, pues, el conjunto de libros y el Activo la capacidad de estos libros
para servir de regla al cristiano en su vida.
CANON ALEJANDRINO:
Es el conjunto de libros que forman la Biblia griega de los LXX.
CANON CRISTIANO:
104
El canon cristiano es el conjunto de los libros bíblicos reconocidos por la
Iglesia. Hay que distinguir entre canon cristiano católico, canon cristiano
ortodoxo y canon cristiano de la Iglesia reformada.
CANON SAMARITANO:
Este canon reconoce como inspirados sólo los cinco primeros libros de la
Biblia hebrea, es decir la Torah o Pentateuco.
CATÓLICOS:
Católico significa universal, sin fronteras. Nosotros lo referimos a la
Iglesia Latina, para diferenciarla de la Iglesia Ortodoxa y de la Reforma.
CELOTAS O ZELOTAS:
El nombre significa “los celosos” (de la ley de Moisés). Los fariseos,
tradicionalmente, tenían dos ramas en su seno: una más conservadora y otra
más radical. Esta rama radical, al grito de “Sólo Dios es Dios” se separó del
tronco fariseo en torno al año 6 después de Cristo. Su programa de vida era,
simplemente, luchar contra el invasor romano y sus representantes. Sin que se
pueda asegurar de forma absoluta, puede que Barrabás y los dos ladrones que
fueron crucificados con Jesús fueran celotes. A uno de los apóstoles, Simón,
Lucas le llama el Zelota. E, incluso, es posible que al mismo Jesús lo acusaran
de serlo. Estaban tan perseguidos por los romanos ocupantes que no llevaban
armas, sino un puñal (“sica”, en latín) escondido debajo del manto. Y por eso
le llamaban también “los sicarios”. Fueron los culpables de la rebelión contra
Roma en los años 66-73, que acabó con la ciudad de Jerusalén.
CIENTIFICISMO:
Es la teoría según la cual las cosas se pueden conocer mediante la ciencia
como son realmente, y la investigación científica basta para satisfacer las
necesidades de la inteligencia humana. Creen, por ejemplo, que la forma de
105
estudiar las distintas ciencias tiene que ser siempre la misma y las ciencias se
tienen que adaptar siempre al método científico de manera que la Medicina y la
Teología hay que estudiarlas de la misma forma y lo que en Teología no se
pueda estudiar con el método científico experimental, no es válido, según ellos.
CIRCUNCISIÓN:
Es el gesto de cortar circularmente una porción del prepucio. En los
pueblos árabes y hebreos sólo consta que se les practicara a los varones, pero
en otros también a las niñas. Se hacía por razones de higiene, o como un rito de
iniciación o entrada en la sociedad de los adultos. También tenía, para los
egipcios, el valor de ofrenda a Dios de una pequeña parte del cuerpo. Este
significado fue recogido por Abrahán y sus descendientes de forma que la
circuncisión se convierte en el signo que todo varón debe llevar en su carne
como testimonio de su pertenencia a Dios. “El incircunciso será borrado de
entre los tuyos: ha roto la Alianza” (Génesis 17, 14). Nos encontraremos con
el caso de que, cuando peleaban con extranjeros, traían como trofeo de guerra
cien penes cortados a los enemigos muertos en batalla y que eran incircuncisos.
CLAN:
La palabra clan es de origen escocés y allí en Escocia significa
“descendencia”, “tribu” o “familia”. Este término, de uso frecuente en
Sociología se utiliza para designar a una agrupación humana. Concretándolo un
poco más, la palabra designa a un conjunto de individuos consanguíneos.
Nosotros lo hemos utilizado para referirnos a los distintos clanes o grupos de
familias: los clanes nómadas de Abrahán, Isaac y Jacob a lo largo de muchos
siglos fueron ocupando la tierra de Canaán. Entre ellos hicieron alianzas,
compartiendo vida e historia hasta fundirse como una sola familia.
Posiblemente fue la memoria colectiva del nuevo clan refundido el que
convirtió a Abrahán en padre de Isaac y abuelo de Jacob, como te explicamos
en el tema segundo.
COLOSENSES:
Colosas era una pequeña ciudad de Asia Menor, a unos doscientos
kilómetros de Éfeso. Pablo no la conocía personalmente. Unos discípulos suyos
habían fundado allí unas comunidades cristianas. Predicadores judíos y otros
provenientes de algunas sectas paganas habían sembrado cizaña, infundiendo
miedo y temor a Dios e incluso poniendo en duda la naturaleza y misión de
Jesús. El responsable de la comunidad, un tal Epafras, va a visitar a Pablo,
preso en Roma, para pedirle consejo. Al poco tiempo de la visita, Pablo o
alguno de sus discípulos, escribe esta carta entre los años 61-63 hablándoles
del misterio de Cristo, de los peligros que corre la comunidad y de cuál debe
ser su conducta cristiana.
CONCILIO:
106
Es la reunión de los obispos de todo el orbe con el Papa para tratar en
común acerca de los asuntos de la Iglesia; puede ser particular (provincial o
nacional) y universal (general o ecuménico). Para que tengamos un concilio
ecuménico, es condición absolutamente necesaria que sea confirmado por el
Papa. Si no lo fuera, se llamaría general, pero no ecuménico. Naturalmente, no
es necesario que “todos” los obispos estén físicamente presentes. Basta con
que la Iglesia entera esté moralmente representada. Desde su fundación, la
Iglesia ha convocado 21 concilios ecuménicos. Se comenzó con el I de Nicea el
año 325 y el último el año 1.962, el Vaticano II, en el que se aprobó, entre
otros documentos, la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación
(Verbum Dei), que está íntegra al final de este libro.
CORÁN:
Este nombre significa “lectura” y es el libro sagrado de los musulmanes.
Es un solo libro, no como la Biblia. Está dividido en capítulos y versículos. A
los capítulos los llaman ellos “azoras”. Tiene 114 azoras. Cada una de ellas
lleva un nombre distinto, normalmente sacado de uno de sus versículos o del
mismo tema que narra la azora. Por ejemplo, la azora 112 es muy corta, sólo
tiene 5 versículos y éste es el texto: “Di: Él es Dios, es único, Dios, el solo. No
ha engendrado ni ha sido engendrado, y no tiene a nadie por igual”. Nada más.
Todas las azoras comienzan con la misma invocación: “En el nombre de Dios,
el Clemente, el Misericordioso”. El contenido del libro es una colección de
dogmas y preceptos, base del derecho musulmán.
CORINTIOS:
San Pablo escribió, por lo menos, cuatro cartas a los Corintios. Dos se
perdieron y dos se conservan. La primera de éstas está fechada en el año 55.
Pablo había llegado a Corinto cinco años antes en su segundo viaje, fundando
varias comunidades. En el año 52 se presenta a predicar en Corinto un tal
Apolo, judío cristiano de Alejandría que hablaba muy bien. La gente se divide
en partidarios de Apolo y Pablo y éste escribe una carta para aclarar, además de
temas de vida cristiana, que no hay cristianos de Pablo y cristianos de Apolo,
sino que todos somos de Cristo y tenemos que vivir conforme a ello. En la
segunda carta, finales del 57, ya le han venido a Pablo buenas noticias y se
felicita por ello, a la vez que se defiende de algunas acusaciones.
CRÓNICAS:
La Biblia de los setenta los llama PARALIPÓMENOS, palabra griega
que significa “cosas no dichas, omitidas”. San Jerónimo los llamó “Crónicas
de la historia divina completa”. Por esto se llaman Crónicas. Los hebreos lo
llaman “Anales”. Los tres títulos tienen la misma finalidad, teniendo en cuenta
el momento en que se escribió: a la vuelta del destierro de Babilonia. El pueblo
ha vuelto a casa pero sigue bajo el dominio persa. Los repatriados están en
situación de pobreza política y económica. Una pequeña comunidad agrupada
en torno al templo y los sacerdotes. El autor, probablemente el mismo que el de
107
los libros de Esdras y Nehemías, quiere animar a este resto de Israel. Vuelve a
escribir la historia, ocultando lo malo y destacando lo bueno.
CUESTIÓN BÍBLICA:
Se llama cuestión bíblica al problema que se plantea a partir del siglo
XIX. En estos momentos se produce un desarrollo extraordinario de las
ciencias bíblicas debido a los importantes descubrimientos arqueológicos en
Oriente Medio, debido también a los estudios críticos sobre la historia del
Antiguo Testamento y la crítica textual del Nuevo Testamento. Se trataba de
compaginar la verdad de la Biblia, de la que no dudaban los exegetas
cristianos, con los datos que aportaban estos descubrimientos. Había que
utilizar fórmulas teológicas que ni negaran ni limitaran el alcance de la
revelación.
DANIEL:
Es obra de un maestro de la ley que recoge relatos dispersos: unos fueron
escritos en el siglo VI en Babilonia. Un profeta deportado a Babilonia da
nombre al libro. Otros relatos recogidos cuentan lo sucedido entre los años 167
antes de Cristo, cuando comienza la persecución de Antíoco, y 164, año
anterior a la victoria de los Macabeos. La idea que quiere transmitir al pueblo
es la siguiente: así como en el destierro de Babilonia Dios salió en ayuda de su
pueblo oprimido, también ahora nos ayudará humillando a todos los opresores
del pueblo de Dios. Los capítulos 7-12 pertenecen al género apocalíptico. Los
capítulos 1 al 6 y 13 al 14, cuentan la vida ejemplar de Daniel, protegido por
Dios por cumplir siempre su santa ley.
DEDICACIÓN:
Es una fiesta establecida por Judas Macabeo en conmemoración de la
consagración de un nuevo altar en el templo, el año 164, después de
reconstruido tras las profanaciones de Antíoco IV. Esta fiesta es llamada la de
“los Tabernáculos de invierno”. Así ya tenían una fiesta en cada estación: la
Pascua en primavera, Pentecostés en el verano, los Tabernáculos en otoño y
la Dedicación en invierno. Las tres primeras son las grandes fiestas de la
peregrinación establecidas por Moisés (Éxodo 23). De todas formas, a esta
fiesta de invierno también debía acudir mucha gente, circunstancia que
aprovecha Jesús para predicar (Juan 10, 22). Había otras dos fiestas
importantes. El Purim, fiesta de la suerte, (Ester 9, 19-28) y el Yom Kippur o
día de la expiación (Levítico 16).
DEUTEROCANÓNICOS:
Son aquellos libros cuya canonicidad se ha discutido alguna vez y
quedaron incorporados al canon en una época tardía. De todas formas para la
Iglesia Católica tanto los libros protocanónicos como los deuterocanónicos son
igualmente inspirados y tienen, cada uno en su género, igual autoridad. Para la
108
Iglesia de la Reforma, no; aunque los tienen en gran aprecio y consideración.
En el Antiguo Testamento son libros y pasajes deuterocanónicos los siguientes:
Tobías, Judit, Baruc, Sabiduría, Eclesiástico, 1º y 2º Macabeos y trozos de
Ester, Daniel y Jeremías. Mientras que en el Nuevo Testamento son libros
deuterocanónicos la carta a los Hebreos, Santiago, Judas, 2ª Pedro, 2ª y 3ª de
Juan, Apocalipsis y dos pasajes evangélicos: Marcos 16, 9-20 y Juan 7, 53-8,
11.
DEUTERONOMIO:
Atribuido, como todo el Pentateuco, a Moisés de él sólo tiene el espíritu.
Se fue escribiendo a lo largo de los siglos, terminándose de redactar
posiblemente hacia el siglo V antes de Cristo por sacerdotes después del exilio
de Babilonia. Deuteronomio significa “Segunda ley”, pero en el sentido de
“segunda edición de la misma ley”. El peligro constante de la idolatría acecha
al pueblo de Israel. Las prósperas civilizaciones paganas de los grandes
imperios le atraen. A Israel le gustaría pensar y vivir como ellas. Ante ese
peligro surge el libro para recordarle al pueblo toda su historia. Este libro es
una meditación ferviente sobre la historia de Israel. Las palabras que más se
repiten en él son recuerda y amarás.
DEUTERONOMISTA:
Aunque hoy hay quien lo duda, desde hace un par de siglos se ha
pensado que el Pentateuco recogía diversas tradiciones orales de Israel,
coincidiendo en él cuatro documentos escritos en distintos momentos: Yavista,
Elohista, Deuteronomista y Sacerdotal. El Deuteronomista se llama así porque
su contenido constituye el núcleo del Deuteronomio. Aunque no hay
coincidencia en las fechas, pudo escribirse en torno al 690 antes de Cristo,
reinando Exequías, pero fue descubierto en una de las reparaciones del templo
reinando Josías en el 622 a.C. Sería obra de la clase sacerdotal de Jerusalén,
aunque ese descubrimiento parece ser un “engaño piadoso”, con el que se
pretendía dar autoridad al documento, que posiblemente sería la primera
redacción del Deuteronomio, a la que siguieron otras varias.
DIÁSPORA O DISPERSIÓN:
Se refieren estas palabras al conjunto de las comunidades israelitas
establecidas fuera de Palestina. Unas veces salían de su patria por razones
económicas, comerciales. Otras veces fueron deportados por los poderosos que
codiciaban esa tierra que era clave en el cruce de las antiguas civilizaciones.
Un ejemplo para ver que siempre ha sido así: en tiempos del imperio romano,
los judíos eran unos cuatro millones y medio en el mundo entero de los que en
Palestina apenas estaban un tercio. Los demás estaban en la Diáspora. Esta
continua Dispersión facilitó, naturalmente, la transmisión de la fe en los
comienzos del cristianismo.
DIEZMO:
109
Diezmo significa la “décima” parte. No lo inventaron los judíos.
También en la antigua Grecia existía el diezmo a templos y reyes. Para el
pueblo de Israel el diezmo es un reconocimiento de que Dios es el único
propietario de todo. A Él se le devuelve una décima parte de todo lo que ha
puesto en nuestras manos para cubrir nuestras necesidades. Ya Abrahán
entregó a Melquisedec, “rey de paz y sacerdote del Dios altísimo” el diezmo de
todo (Génesis 14, 17-20). Aunque los fariseos lo pagaban de todo, la
obligación era de pagarlo sólo del trigo, el vino y el aceite. Se podía pagar en
dinero o en especie. El pago del diezmo, hoy de la limosna al templo, no puede
ser un tranquilizante de conciencia. Jesús en Mateo 23, 23, avisa a los escribas
y fariseos de ese peligro. Ellos pagaban el diezmo de todo, pero se olvidaban
de “la justicia, la misericordia y la fe”.
ECLESIASTÉS:
En algunas biblias en vez de Eclesiastés le llaman QOHÉLET, que
significa “el hombre de la asamblea”, “el predicador”. Desde el primer
versículo se le atribuye a Salomón, el “hijo de David, Rey de Jerusalén” pero,
teniendo en cuenta la lengua en que se escribió (un hebreo muy tardío) y los
temas que trata, hay que fecharlo en torno al 250 antes de Cristo, siendo su
autor desconocido. Parece que lo escribió una única persona, menos el prólogo
y la conclusión que son posteriores. Israel vivía feliz la novedad de la cultura
griega. Esta forma de vivir ¿es una realidad o una ilusión? A esta pregunta
pretende responder el libro: “Vanidad de vanidades. Todo es vanidad. ¿Qué
saca el hombre de todas sus fatigas?” (Capítulo 1, 2-3).
ECLESIÁSTICO:
En algunas biblias lo llaman SIRÁCIDA, en honor a su autor Jesús Ben
Sirá, según nos cuenta en el prólogo su nieto que encontró la obra y la tradujo
al griego el año 132 antes de Cristo. Su abuelo vivió al comienzo del siglo II
antes de Cristo, escribiendo el libro entre los años 190 y 180. El nombre de
Eclesiástico se lo puso San Cipriano, ya en el siglo III después de Cristo,
porque se utilizaba en las iglesias (en latín ecclesia) y no en las sinagogas
judías, que no lo admitían como inspirado. Este largo libro divide sus 51
110
capítulos en dos partes: en la 1ª nos trae una colección de sentencias, al estilo
del libro de los Proverbios (capítulos 1 al 42) y la 2ª celebra la gloria de Dios,
terminando con una oración y confesión del autor.
ECUMÉNICO:
La palabra Ecuménico, significa universal, que se extiende a todo el
mundo. Por ejemplo, Concilio Ecuménico Vaticano II, quiere decir que fue
universal, no nacional, regional o provincial. La misma raíz tiene ecumenismo,
que es el movimiento que intenta la restauración de la unidad entre todas las
iglesias cristianas. Este intento parte de la voluntad de Jesús manifestada en
Juan 17, 21: “Padre, que todos sean uno, como Tú y yo somos uno”. Esto es
tan difícil que el Concilio Vaticano II dedicó un documento al tema y lo
comienza así. “Restaurar la unidad entre todos los cristianos es uno de los fines
principales de este Concilio. Porque una y única es la Iglesia fundada por
Cristo el Señor”.
EFESIOS:
Esta carta, escrita en la cárcel de Roma el año 61, la de Filemón, y las
escritas a los Filipenses y Colosenses se llaman cartas de la cautividad porque
San Pablo las escribió estando preso. Si algo sobra en la cárcel es tiempo. Se
puede pensar y escribir sin prisa. De esa situación nace esta carta. No hay
noticias ni adversarios concretos que combatir. Pablo en la dura realidad de la
cárcel está experimentando la fuerza de la resurrección de Cristo que lo
sostiene. Reza, piensa y escribe unas bonitas reflexiones sobre el misterio de
Cristo y de la Iglesia. Esta Iglesia tiene por cabeza a Cristo: estamos llamados a
la salvación por Él y, como formamos parte de un solo cuerpo, estamos
también llamados a la unidad en nuestra vida familiar y social.
ELOHISTA:
Aunque hoy hay quien lo duda, desde hace un par de siglos se ha
pensado que el Pentateuco recogía diversas tradiciones orales de Israel,
coincidiendo en él cuatro documentos escritos en distintos momentos: Yavista,
Elohista, Deuteronomista y Sacerdotal. El Elohista se llama así porque siempre
que cita a Dios lo hace con el nombre de Elohim. Se suele fechar en torno al
año 750 antes de Cristo y unos cincuenta años más tarde se fusionó con el
Yavista, mucho más anterior. El Elohista se considera un documento
teológicamente más maduro que el Yavista, posiblemente influido por los
profetas del reino del norte, su patria de origen. Evita los antropomorfismos
más primitivos, los ángeles intervienen como mediadores entre Dios y los
hombres, introduce la idea de la revelación divina mediante los sueños y asigna
a los personajes más importantes, como Abrahán y Moisés, el título de
profetas.
ENCÍCLICA:
111
El diccionario de la Real Academia la define como “carta solemne que
dirige el Sumo Pontífice a todos los obispos y fieles del orbe católico”.
Nosotros aquí hemos citado varias. Por ejemplo la Divino Aflante Spíritu
escrita por Pío XII en 1.943, comienza en castellano así: “Inspirados por el
Divino Espíritu escribieron los escritores sagrados...”. Como el documento está
dirigido al mundo entero, se conoce con las dos o tres primera palabras latinas.
Así todo el mundo las identifica más fácilmente. Igual pasa con los
documentos conciliares. El documento conciliar que venimos utilizando sobre
la Divina Revelación, comienza diciendo “La Palabra de Dios, escuchada con
piedad...”. Las dos primeras palabras en latín son Dei Verbum. Y así se le
conoce como la Dei Verbum, en todo el mundo.
ESCATOLÓGICO:
Es lo que hace referencia a la Escatología, que es la parte de la Teología
que estudia las últimas cosas, es decir, el destino final del hombre y del
universo. La palabra griega escatología significa último. Los capítulos 24 y 25
de San Mateo son escatológicos.
ESDRAS:
Para los judíos este libro y el de Nehemías formaban una sola obra. La
Biblia cristiana los separa. Parece que el autor de estos dos libros y los dos de
Crónicas es el mismo. Esdras y Nehemías abarcan un siglo de historia: desde el
edicto de Ciro dándole la orden de repatriación (año 538 antes de Cristo) hasta
el año 432. El contenido de estos dos libros es el intento de sus protagonistas
de reorganizar a la comunidad en torno al templo y a la ley. ¿Quién es Esdras?
Los judíos lo consideran el segundo Moisés. Fue un hombre elegido por Dios
para unir al pueblo y realizar así la difícil tarea de formar un pueblo santo. Su
nombre significa “ayuda de Dios” y, como Moisés, gozó siempre de un
prestigio indiscutible entre sus compatriotas judíos.
ESENIOS:
Es un grupo de personas, unos 4.000 en tiempos de Jesús, que surge
dentro del Judaísmo en el siglo II antes de Cristo. No se les menciona ni en los
evangelios ni en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Se les tiene por
descendientes de los Asideos, “israelitas valientes y entregados de corazón a
la ley” (I Macabeos 2, 42). Eran como monjes que vivían en el desierto
entregados a la oración. Algunos han creído que Juan Bautista, e incluso Jesús,
pertenecieron a este grupo, pero no parece fácil porque precisamente la
doctrina de los Esenios está fundada en que sólo un resto se salvará mientras
que la doctrina de Jesús ofrece la salvación a toda la humanidad. Jesús vino
precisamente a romper barreras.
ESTER:
Estamos ante otro libro didáctico, aunque en un contexto histórico: la
persecución religiosa del rey persa Jerjes (486 antes de Cristo). Refiere la
112
liberación del pueblo por una mujer, figura de María. Amán, el enemigo del
pueblo es ahorcado y, ahora, Ester pide al rey que ahorquen a los diez hijos de
Amán. Se cumple la voluntad de Ester. Hoy nos parece esto cruel e impropio
de una mujer buena pero no olvidemos que estamos en un libro didáctico y en
un estadio de la revelación precristiana. Amán y los suyos representan a los
enemigos del pueblo de Dios a quienes hay que exterminar. De autor
desconocido, pudo ser escrito hacia el 160-150 antes de Cristo, durante la
persecución de Antíoco, causante de otra gran persecución.
EXÉGESIS:
Esta palabra significa simplemente “interpretación”, “explicación”. Es
lo que hacen los exegetas. La exégesis bíblica facilita la interpretación de la
Biblia, hecha por los entendidos en ella, es decir, facilita la hermenéutica.
EXEGETAS:
En general son las personas que se dedican a comentar a los grandes
escritores. Y, lógicamente, entre éstos están los autores de los libros sagrados.
Se dedican a hacer exégesis, esto es, a explicar los textos, desde todos los
puntos de vista: doctrinal, géneros literarios, época, historia, autores, etc.
Naturalmente estas personas conocen las lenguas en que fueron escritos los
textos sagrados y estudian durante largos años en centros creados expresamente
para prepararse en el conocimiento de la Biblia. En Roma hay uno muy
importante y allí acuden los interesados en estos estudios. Todos los obispos
mandan a algún sacerdote de su diócesis a estudiar unos años allí para que, a su
vuelta, oriente a los sacerdotes y seglares en este tema tan importante.
EXILIO o DESTIERRO:
Exilio significa expatriación, es decir, separación de una persona de la
tierra en que vive. El pueblo de Dios conoció varias veces el exilio a lo largo
de su historia. En el tema segundo, al hablar de la historia de Israel, vemos los
exilios que sufrió el pueblo, sobre todo los acontecidos tras las caídas del reino
del norte, Israel, primero y ciento treinta años más tarde Judá, el reino del sur.
Ambos fueron deportados a Babilonia. Tras cerca de noventa años de exilio, el
rey Ciro permitió la repatriación de los exiliados. Mucho lloraron junto a los
canales de Babilonia, mientras añoraban su templo y su tierra. También Jesús
conoció el exilio, cuando Herodes quiso eliminarlo en la matanza de los
inocentes. Si nuestra patria definitiva es el cielo, también el cristiano se siente
exiliado en la tierra a la espera de volver a la casa del Padre. “Y, después de
este destierro, muéstranos a Jesús…” decimos en la Salve.
ÉXODO:
Éxodo significa “salida”. Este libro narra la salida del pueblo de Dios de
la opresión de Egipto hacia la tierra prometida. El personaje central del libro,
después de Dios, es Moisés por lo que los judíos le atribuyen su autoridad,
como si hubiese sido escrito por él, aunque se fue escribiendo durante cinco o
113
seis siglos, siendo los sacerdotes de Israel quienes le dieron los últimos toques
sobre el siglo V, después de la vuelta de Babilonia. Narra hechos reales,
ocurridos en Egipto hacia el siglo XIII antes de Cristo, pero engrandecidos por
la tradición popular, como pasa en España al personaje real e histórico del Cid,
engrandecido por el pueblo hasta mezclar tradición y leyenda. Así, como un
poema épico, de exaltación del espíritu nacional, inspirado por Dios, hay que
leer el Éxodo.
EZEQUIEL:
Sacerdote y profeta. Como sacerdote era hombre del templo, del culto y
de la santidad de Dios. Fue deportado a Babilonia el año 597 antes de Cristo y,
estando allí, siente la llamada de Dios al profetismo. Además de los tres
primeros capítulos introductorios, donde cuenta su vocación y misión, el libro
se divide en tres partes perfectamente definidas: 1ª la denuncia de los pecados
de Judá y Jerusalén, que serán la causa de sus desdichas (capítulos 4-24). 2ª
Maldiciones contra los pueblos que llevaron la idolatría a Judá (capítulos 25-
32), y el resto del libro forma la 3ª parte: un mensaje de aliento, una vez caída
Jerusalén en el año 587, del tipo de los huesos secos que reviven bajo la fuerza
del espíritu de Dios (capítulo 37).
FARISEOS:
La palabra hebrea de la que deriva fariseos significa exactamente
separados. Era una secta que en tiempos de Jesús tenía unos seis mil
miembros. En todo el pueblo judío esta idea de “separados” era muy común,
ya que ellos consideraban que la elección de Dios los constituía en distintos a
los demás pueblos. Los fariseos se consideraban a sí mismos distintos y
separados, precisamente porque su gran conocimiento de la escritura los
separaba del pueblo que no tenía ese conocimiento de algo tan importante para
ellos como era la Ley de Dios. Era gente religiosa, buena y cumplidora de la
letra de la ley hasta la exageración. Ellos encarnan el conflicto entre el
Judaísmo y el cristianismo liberador de las tradiciones que matan el espíritu de
la ley. Dos principios movían sus vidas: Sólo Dios es Dios y cumplimiento
perfecto de todas las leyes.
FILEMÓN:
Esta mini carta de un solo capítulo está dirigida a Filemón y a la Iglesia
que se reúne en su casa. Filemón era un hombre rico de Colosas, amigo de
Pablo, al que se le había escapado un esclavo, Onésimo, a quien el apóstol
convierte y bautiza. Pablo está preso en Roma y aprovechando que Tíquico va
a Colosas a llevar otra carta, envía con él a Onesimo con esta carta de
recomendación, diciéndole a su amigo Filemón que Onésimo está bautizado y,
por tanto, que ya es su hermano en Cristo, que lo perdone por la fechoría que
ha hecho y que lo deje volver con él a Roma porque está viviendo momentos
difíciles y lo necesita. No hay dudas de que está escrita de puño y letra por
Pablo entre los años 61-63, como la carta a los Colosenses.
114
FILIPENSES:
Esta carta está escrita por Pablo desde la cárcel, probablemente de Éfeso,
hacia el año 57. Siete años antes, en compañía del médico Lucas y otros, había
llegado a Filipo, importante ciudad de Macedonia. Era su segundo viaje
misionero. Predica y funda unas comunidades. Debían ser cariñosos los
Filipenses por el tono cálido de la carta. San Pablo volvería por allí en su tercer
viaje. En esta carta se mezclan los consejos y las confidencias. Les propone a
Cristo como modelo de comportamiento y les pide que no hagan caso de los
judíos que se presentan por allí y que, bajo la capa de la ley, vienen
atosigándolos con exigencias innecesarias. A él le ha bastado la fuerza de la
resurrección de Cristo manifestada en su vida.
FILISTEOS:
Para saber quiénes son y, sobre todo, qué representan hay que
remontarse a Noé y al acontecimiento de Génesis 9, 18-27. Noé, padre de la
nueva humanidad, tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Sem y Jafet fueron
piadosos y buenos porque “cubrieron la desnudez de su padre sin verla”. Dios
bendijo a Sem y Jafet, pero maldijo a Cam y Canaán, su hijo, por faltar al
respeto debido a su padre. Los hijos de Sem se llamaron semitas. Abrahán y su
descendencia son semitas. Descendientes de Cam, los camitas, son los
Filisteos, que habitaron la región en lucha continua con los semitas. Los
descendientes de Jafet serían todos los demás pueblos, futuros gentiles,
recibidos por Dios en el nuevo Israel, mediante la predicación apostólica.
GÁLATAS:
Pablo había estado en Galacia en su segundo y tercer viaje misionero.
Allí había fundado unas comunidades, a las que escribe esta carta, desde Éfeso,
entre los años 54-57. Otros la sitúan entre los años 48-49 escrita en Antioquía
tras su primer viaje. Sin duda esta carta fue escrita por Pablo. Algunos judíos
convertidos al cristianismo debieron visitar a estas comunidades paulinas,
intentando conciliar el evangelio de Jesús con la religión de Moisés. Pablo
reacciona con esta carta que podemos dividir en tres partes: 1ª Yo soy apóstol
de Cristo y mi doctrina es auténtica (capítulos 1 y 2). 2ª Jesús ha venido a
liberarnos de la Ley (capítulos 3 y 4). 3ª Conservemos esa libertad comprada
por Cristo a alto precio (capítulos 5 y 6).
GALILEA:
Galilea es muy importante para nosotros, porque es la patria chica de
Jesús. Está en el norte de Palestina. Samaria en el centro y, al sur, Judea. De las
tres regiones, Judea era la más importante, sobre todo porque tenía el templo,
lugar de la presencia de Dios. Galilea tenía mala fama para los judíos. Era
tierra de paganos. Las cuatro tribus que se la repartieron en suerte, a la vuelta
de Egipto, nunca consiguieron echar a los nativos, con lo que se vieron
obligados a convivir con ellos. Jesús nació en Belén, de Judea, pero sólo fue
115
por casualidad ya que sus padres vivían en Nazaret de Galilea. A Jesús le
decían el Galileo o el Nazareno. En unas bodas en Caná de Galilea comenzó su
vida pública. Y en Galilea se reunieron después de la resurrección. No es de
extrañar que Pedro, cuando comenzó a recordar todo lo ocurrido, diga: “Todo
empezó en Galilea”.
GÉNEROS LITERARIOS:
Son las diversas formas o maneras de expresarse usada por los escritores
para transmitirnos unos determinados mensajes, según la intención que en cada
momento tienen esos autores. Por ejemplo, si un autor quiere distraernos un
rato, utilizará el género literario del cuento, que es el más apropiado para tal
caso. Si lo que quiere es darnos una enseñanza, utilizará un género didáctico,
por ejemplo, una parábola. La Biblia utiliza muchos géneros literarios, ya que
son muchos los autores y los libros. Citemos algunos: la narración, las leyes,
las profecías, la sabiduría, la apocalíptica y las cartas. Estos son los que suelen
citar los entendidos en el tema.
GÉNESIS:
La palabra Génesis significa “origen”. Es un libro riquísimo en
enseñanzas que ya iremos viendo, aunque hoy nos vamos a centrar sólo en el
libro en sí. Narra los orígenes del mundo, de la humanidad y del pueblo de
Israel. Su autor no es Moisés, aunque se le atribuye para utilizar su máxima
autoridad histórica en el pueblo de Dios. Está formado por infinidad de
tradiciones, algunas de ellas copiadas de pueblos vecinos, que los escribas
inspirados por Dios fueron recopilando y ordenando entre los siglos IX y V
antes de Cristo. Consta de dos grandes partes: capítulos 1 al 11, que es la
Prehistoria de la Salvación y el resto que es la historia de la formación de Israel
contada e interpretada por el mismo pueblo de Dios.
HABACUC:
Es uno de los profetas de los que menos sabemos. Su predicación se
suele situar entre los años 625 y 621 antes de Cristo. Es un profeta original. Si
lo normal es que Dios hable y el profeta transmita su palabra, en el caso de
Habacuc es él el que habla y exige a Dios que dialogue abiertamente con él. El
profeta no comprende la extraña forma en que Dios gobierna el mundo: castiga
a una nación sirviéndose de otra más culpable. La respuesta a este problema la
encontramos en el versículo 4 del segundo capítulo: “El justo vivirá de la fe”.
En esta afirmación apoyará San Pablo, siete siglos más tarde su rica doctrina
sobre la fe (Romanos 1, 17). La profecía tiene tres capítulos: el primero es un
diálogo entre el profeta y Dios. En el segundo nos trae cinco maldiciones
contra los opresores y el tercero es un himno en el que el profeta desahoga su
alma y expresa su esperanza y su fe.
HAGIÓGRAFO:
116
Esta palabra griega significa exactamente “escritor santo”. Se utiliza
para designar al autor de cualquiera de los libros de la Sagrada Escritura.
Escribieron ellos y, por tanto son autores de los libros. Por esto la Biblia es
palabra de hombres que se expresaron con sus géneros literarios. Así lo
explicamos en el tema tercero. Pero también la Biblia es Palabra de Dios
porque, cuando los hagiógrafos escribieron, lo hicieron bajo la inspiración del
Espíritu Santo, tal como lo vemos en el tema cuarto. Otro uso que tiene esta
palabra es para designar al autor de vidas de santos.
HEBREOS:
La palabra hebreos significa “pasar”, “atravesar”. El nombre parece
derivar de Elber, un nieto de Sem, el hijo bueno de Noé. Tal vez fueron
nómadas errantes desde Mesopotamia al otro gran imperio de la antigüedad,
Egipto. En este sentido se nombra a Abrahán como hebreo (Génesis 14, 13):
llegó de Mesopotamia y se enfrentó como monoteísta a todos los pueblos
politeístas de la zona. En algunos documentos se les menciona como
mercenarios y, lógicamente, también como esclavos cuando perdían en sus
guerras. Otras veces como extranjeros que se ofrecían como esclavos
voluntarios para sacar adelante a sus familias. El hebreo es también la lengua
judía hablada por Jesús y sus paisanos (arameo), con lo que judío y hebreo
acabó significando lo mismo. La carta a los hebreos es la carta a los judíos.
HERMANOS DE JESÚS:
Es frecuente encontrarnos en los evangelios con que los hermanos y las
hermanas de Jesús se hacen presentes. En todo Oriente, y en la sociedad judía,
aunque existe la palabra “primo” como entre nosotros, lo normal era utilizar la
de hermanos para los parientes cercanos. Nosotros distinguimos entre primos y
primos hermanos. Éstos son los hijos de padres hermanos. En la sociedad
patriarcal de Jesús era una cosa fácil de que sucediera: todos eran hijos del
patriarca, se sentían hermanos, miembros de una misma familia. Santiago,
José, Simón y Judas son los parientes más próximos de Jesús y por eso se les
llama “los hermanos de Jesús”. No hay argumentos sólidos para pensar una
posterior maternidad de María, tras el nacimiento de Jesús, mientras que esta
explicación encaja perfectamente con el pensar de la época.
HERMENÉUTICA:
Esta palabra es griega y significa “interpretar”. Hermenéutica es, por
tanto, la ciencia que nos enseña a interpretar correctamente un libro. Si ese
libro es la Biblia, tendremos Hermenéutica Bíblica, que es una asignatura que
se estudia en las Escuelas Bíblicas. Por ejemplo, estudia el sentido que tiene un
texto o una palabra: cuando en Génesis 3, 15 Dios le dice a la serpiente que “el
linaje de Eva aplastará tu cabeza”, se está refiriendo de modo “eminente” a
María, como puedes ver en la imagen de la Inmaculada. También nos da reglas
y criterios para interpretar la Biblia, como los géneros literarios que vimos en
el tercer tema. O la verdad objetiva en los datos históricos de los Libros
Sagrados.
HERODIANOS:
Flavio Josefo, historiador judío de los años 37-100 después de Cristo,
dice que eran los partidarios de Herodes el Grande y de su familia que reinó
sobre toda o parte de Palestina entre los años 37 antes de Cristo y el 53 después
de Cristo. Tenían dos caras: por una parte, aparentaban estar con Roma porque
los sostenía en el poder, pero, por otra, no querían a los romanos porque Roma
recortaba la soberanía de Herodes al ponerle grandes impuestos al pueblo,
empobreciendo las arcas herodianas, que no podían volver a exprimir a la
gente. Por eso no tuvieron reparo en aliarse con los fariseos cuando se acercan
a Jesús intentando sacarle una manifestación antirromana con la moneda del
César (Mateo 22, 16).
HISTORIA DE LA SALVACIÓN:
Es la acción de Dios sobre la vida del hombre, que comienza cuando el
hombre peca. En el paraíso Dios promete a Adán una salvación. A lo largo de
los siglos Dios actúa continuamente en la vida del hombre. En Israel historia e
Historia de la Salvación son una misma cosa, porque Israel interpreta su
historia a la luz de la Palabra y la acción de Dios. Cuando Dios le dice al
pueblo “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo” se hace cargo del futuro de ese
118
pueblo. Por eso la historia de Israel, y después la nuestra, es Historia de
Salvación, porque es la misma historia de los hombres, interpretada a la luz de
la fe.
HOSANNA:
Aunque la usamos normalmente en castellano (como amén o aleluya),
esta palabra es aramea y significa “sálvanos” o “rescátanos”. Se refería a una
situación en la que la vida del que la pronunciaba estaba en juego.
Normalmente iba seguida del vocativo con el nombre de la persona a quien se
invocaba como patrón. “Hosanna en las alturas” quiere decir: “Rescátanos,
sálvanos, Señor”. La frase “en las alturas” equivale a decir: ¡Oh Altísimo! o
¡Señor! (Tomado del libro “Los evangelios sinóptico y la cultura mediterránea
del siglo I. Página 194).
INCLUSIÓN LITERARIA:
Es un procedimiento literario, según el cual un texto comienza y termina
con una o varias palabras o ideas idénticas o parecidas. Como antiguamente no
había capítulos en los escritos, sino que todo se hacía de “corrido”, se usaba la
inclusión literaria para “cerrar el texto”, era como nuestros capítulos o, al
menos, nuestros puntos y aparte. Por ejemplo, las Bienaventuranzas de San
Mateo. Cuando se acaban los “bienaventurados”, se ha terminado ese tema, o
bloque del sermón.
INERRANCIA:
Es una propiedad exclusiva de la Sagrada Escritura, en virtud de la cual
está libre, de hecho y de derecho, de todo error. La inerrancia es una
consecuencia lógica y necesaria de la inspiración divina: siendo Dios el autor
de la Biblia, como Dios no puede engañarse ni engañarnos, tampoco su obra
puede contener errores ni mentiras. ¿Y las traducciones de la Biblia? ¿Gozan
de esta propiedad? Naturalmente la inspiración fue a los hagiógrafos y, por
tanto, los traductores gozarán de ese privilegio sólo en tanto en cuanto hayan
sido fieles en sus traducciones, y no más. ¿Y las afirmaciones pertenecientes a
las ciencias naturales e históricas? Las opiniones o dudas del hagiógrafo no
pueden atribuírseles a Dios en su origen inmediato.
INFALIBILIDAD:
Es una prerrogativa o privilegio sobrenatural, por la cual la Iglesia
docente, en virtud de una asistencia divina está inmune (libre) de error, no sólo
de hecho sino también de derecho, cuando nos enseña la doctrina revelada. Es
distinta de la inspiración y la revelación. Para entendernos, digamos que en la
infalibilidad Dios vigila para que el hombre proponga sin error la verdad
revelada o inspirada. Aquí hay que recordar otra vez el dicho de San Agustín:
“En lo indiscutible, unidad; en lo discutible, libertad y, en todo, caridad”. Lo
indiscutible es lo que no se puede discutir porque es una última palabra dicha
por el Papa, bajo el carisma de la infalibilidad. Por ejemplo, un dogma.
119
INFIERNO:
La palabra infierno significa “lugar inferior, bajo”, localizado en el
interior de la tierra. Como, por los volcanes, sale fuego de él se supone lugar de
tormentos para los malos. Nombres asociados con el de infiernos son Seol,
Hades, Gehenna e, incluso, “tinieblas”. No todos estos nombres han tenido la
misma significación en los distintos momentos. Por ejemplo, el Seol, en el
Antiguo Testamento, es conocido como la morada de los muertos, buenos y
malos. Allí están todos descansando, en un estado de baja conciencia. En el
Hades sí hay tormentos para los malos. En el Hades estaba el rico que se olvidó
de que un pobre estaba a su puerta (Lucas 16, 23). El nombre de la Gehenna
parece proceder de un valle, junto a Jerusalén, donde habían sacrificado niños
al fuego de los dioses. Por tanto, también alude al fuego y al tormento.
INSPIRACIÓN:
Es un carisma extraordinario, por el que Dios ilustra sobrenaturalmente
el entendimiento del hagiógrafo para que conciba rectamente las ideas y la
razón esencial del libro; mueve la voluntad del escritor sagrado para que
escriba todas aquellas cosas, y solamente aquellas, que Dios quiere que se
escriban, y asiste en su ejecución para que la obra sea llevada a cabo de una
manera apta e infalible. Por la inspiración, Dios se constituye en autor de los
Libros Sagrados y se distinguen estos libros de los profanos. Mientras que por
la canonicidad tienen un reconocimiento como inspirados. Si hubiese un libro
inspirado, pero no canónico (no reconocido como tal por la Iglesia) no formaría
parte de la Escritura. Ni tampoco formaría parte de la Biblia un libro que la
Iglesia reconociera como libre de error, si no estuviese inspirado por Dios. Para
formar parte de la Biblia un libro tiene que tener las dos notas: estar inspirado y
haber sido reconocido como tal libro inspirado (estar incluido en el canon por
la Iglesia).
JEREMÍAS:
Nace en Anatot, pequeña ciudad situada a 5 Km al norte de Jerusalén,
hacia el año 650 antes de Cristo. Llamado al profetismo desde joven, estuvo
durante cuarenta años profetizando. Hombre de temperamento tierno y
sensible, le tocó en suerte profetizar desgracia tras desgracia al pueblo y a los
gobernantes, lo que le acarreó todo tipo de problemas: cárceles, torturas y
amenazas: vivió momentos felices, como la reforma religiosa de Josías y otros
tan malos como la caída de Jerusalén el año 587. Dos temas fundamentales:
revitalizar la alianza de amor de Dios con su pueblo, en una perspectiva de
amor matrimonial y, segundo, el anuncio de guerras y desgracias como
consecuencia de la infidelidad del pueblo a su Dios.
JOB:
El libro de Job está considerado como la obra maestra de toda la
literatura judía sobre la Sabiduría. Job es el protagonista. No es un personaje
real, sino ficticio o legendario. En otras literaturas aparece también este
personaje: por ejemplo en Babilonia existe el poema del “justo sufriente” que
es paralelo a éste. Es un libro didáctico, es decir, pretende enseñarnos algo: la
actitud del justo ante el sufrimiento sin sentido. La única respuesta a este dolor
es el encuentro con el misterio de Dios, que sale al encuentro del hombre que
sufre. Del autor no sabemos nada. Posiblemente existía una vieja leyenda
primitiva sobre el tema del sufrimiento del justo, siendo redactada en Palestina
hacia el año 450 antes de Cristo, sin descartar añadiduras posteriores.
121
JOEL:
Joel significa Yavé es Dios. Poco más sabemos de él. Por su estilo y por
las circunstancias sociales, políticas y económicas que se ven en sus escritos,
podemos pensar que predicó en torno al año 400, antes de Cristo. Hace más de
un siglo de la vuelta de Babilonia y el pueblo goza de paz. El templo y las
murallas están reconstruidos y todo marcha relativamente bien. El culto
también ha sido restablecido en su totalidad. Esta buena situación material
adormece al pueblo, falto de inquietudes políticas o religiosas. Joel contempla
esta situación y de pronto se le presenta la ocasión: una plaga de langostas
invade los campos y se come la cosecha. Como sólo nos acordamos de Santa
Bárbara cuando truena, el pueblo se acuerda de Dios. Joel aprovecha la ocasión
para despertar al pueblo dormido y predicar la renovación de la fe. Tres
capítulos preciosos en los que habla del Espíritu que se nos infundirá a todos en
la nueva era del Día de Yavé.
JONÁS:
Aunque en todas las biblias nos encontremos este libro entre los doce
profetas menores, Jonás ni existió, ni el libro que lleva su nombre es un libro
profético. Se trata de una preciosa parábola, escrita en prosa, que intenta
comunicar algunas verdades fundamentales. Pertenece, pues, al género
didáctico: quiere enseñar al pueblo. Se debió escribir sobre el siglo V, por tanto
300 años después de muerto el otro Jonás, cuyo nombre se le dio al héroe de
este libro: Jonás, hijo de Amitai. Su mensaje central es éste: Dios es
misericordia y quiere que todos los hombres se salven. El nombre Jonás
significa “paloma” y como una paloma obstinada huye nuestro hombre de su
misión de predicar en Ninive, la ciudad inmoral.
JOSUÉ:
Josué, como Jesús, significa “Dios salva”. Los acontecimientos que narra
el libro hay que situarlos en torno al 1.230 antes de Cristo. Tanto la salida de
Egipto como la entrada en la tierra prometida son una iniciativa de Dios que
ayuda a su pueblo: esta es la verdad de fe. ¿Cómo sucedió todo aquello? El
“cómo sucedió” es muy difícil de precisar. Este libro presenta la entrada en la
tierra prometida como una “guerra de conquista”, y el libro de los Jueces la
presenta como una infiltración pacífica. Habría de todo. El libro no es una
crónica de guerra, sino una profesión de fe. Fue concluido siete siglos después
de que sucedieran los acontecimientos y, en realidad, recoge una reflexión
sobre la ayuda de Dios a su pueblo.
JUDAÍSMO:
Desde que salieron para el exilio, primero el reino del norte (Israel) y
después el del sur (Judá), nunca más recobraron la independencia. Babilonios,
persas, griegos y romanos se suceden en el dominio del pueblo elegido. Los
que en el año 538 antes de Cristo volvieron a Palestina después del destierro,
ya no forman un reino político, sino una comunidad religiosa. Organizada en
forma de “Iglesia”. Esta nueva forma de entender su vida es lo que se ha
llamado Judaísmo. Ya dijimos en el tema 2º que prácticamente desaparecieron
las estructuras civiles y militares y pasan al primer plano las instituciones
sacerdotales, como el Sanedrín, especie de consejo de los ancianos. En
Nehemías 8 vemos retratado este momento. La Ley, grabada en cada corazón,
es el estatuto base de la nueva comunidad.
JUDEA:
123
Es el país de los judíos. Jesús era judío. País de Judá, hijo de Jacob. Fue
la parte que le tocó en suerte, tras la vuelva de Egipto. Sus fronteras han ido
cambiando a lo largo de la historia. Siempre estamos hablando de territorios
muy pequeños. Jerusalén en el centro y un radio de 20 a 30 kilómetros en su
entorno. Pero no nos olvidemos nunca de que tenía el templo y, dentro de él, el
arca de la alianza, signo visible de la presencia de Dios en medio de su pueblo.
En tiempos de Jesús, Palestina se dividía en tres “grandes” bloques: Galilea al
norte. Era el país de Jesús, aunque Él nació en Belén de Judea, en tiempos del
rey Herodes. En el centro estaba Samaria, la tierra de la célebre samaritana del
capítulo 4º de Juan y del templo de Garizim. Al sur, Judea, con Jerusalén,
Belén, Betania, Emaús, Jericó y tanto nombres que nos suenan del evangelio.
JUDIT:
Otro libro didáctico, de enseñanza, no histórico. Escrito por un autor
desconocido, posiblemente durante la persecución de Antíoco IV el año 175 ó
145 antes de Cristo. El esquema es el de siempre: Israel está en peligro, cunde
el desaliento, Dios guarda silencio. Surge alguien que espera en Dios contra
toda esperanza y Dios le responde superando esa esperanza. Para la Iglesia
Judit es una figura de María. Es también figura de Israel: joven, bella, viuda,
por lo tanto desamparada como Israel, querida por Dios porque es muy rica,
piadosa, compasiva. Su fuerza es la fe y la oración. Nos puede escandalizar el
que acabe con su enemigo cortándole la cabeza. Era la moral de la época y
Dios se adapta a ella. Todavía no había “perdón para el enemigo”.
JUECES:
Es una continuación del libro de Josué. Narra unos ciento cuarenta años
de la historia de Israel, que van desde la muerte de Josué hasta la llegada de la
monarquía. Como hemos dicho al presentar el libro de Josué, cuenta la entrada
en la tierra prometida pero en clave de infiltración relativamente pacífica, no
épica o guerrera. Los Jueces son hombres providenciales que Dios da a su
pueblo para que lo saque de apuros, uniendo en torno a ellos al pueblo, frente a
dos enemigos comunes: la gente que ocupaba ya la tierra prometida y el culto a
los ídolos de la tierra ocupada, de Canaán. Al principio todo se transmitía
oralmente, de padres a hijos. La redacción final pudo tener lugar a principios
del siglo V antes de Cristo.
KERIGMA:
Para nosotros, el kerigma es el primer anuncio de Jesús, el Salvador, que
se hace a los no creyentes.
LAMENTACIONES:
Todas las biblias colocan este libro a continuación del de Jeremías,
atribuyéndoselo a él. Posiblemente no lo escribiera él solo, sino varios autores
que tienen en común el haber vivido la destrucción de Jerusalén por el rey
Nabucodonosor el año 586 antes de Cristo. Pudo ser escrito en Judá después de
124
la destrucción del templo de Jerusalén y, por supuesto, con anterioridad al 515
antes de Cristo, año de la reedificación del mismo. Se trata de cinco quejas
doloridas y angustiadas por lo ocurrido en la ciudad santa. Pretenden lanzar
una mirada de fe que interprete los horrores vividos por los judíos como un
justo castigo de Dios que los tiene que llevar a la conversión y no a la
desesperación, como algunos quisieran.
LEVITAS:
Son los descendientes de Leví, hijo de Jacob. La tribu de Leví estuvo
siempre consagrada al servicio de Dios y de su templo. ¿Por qué fueron los
Levitas los elegidos de Dios? Los autores sagrados dan dos razones. Una en
recompensa por ponerse al lado de Moisés a los pies del Sinaí frente al pueblo
entregado a la idolatría (Éxodo 32, 25-29) y otra porque “Yavé habló a Moisés
y le dijo: mira, yo he elegido a los levitas entre los demás israelitas en lugar
de todos los primogénitos que abren el seno materno. Los levitas serán para
mí. Porque todo primogénito me pertenece” (Números 3, 11-13). En el reparto
de la tierra conquistada, los levitas no recibieron nada: Dios es su lote. “Yo soy
tu porción entre ellos” (Números 18, 20). Moisés, y su hermano Aarón, eran
levitas.
LEVÍTICO:
El nombre le viene de “Leví”, una de las tribus de Israel. Y se le puso
este nombre porque el libro contiene casi exclusivamente normas sobre la
realización del culto dedicadas a los sacerdotes y ayudantes de la Liturgia de la
tribu de Leví. Si lo lees, verás que esas normas corresponden a una cultura muy
distinta de la nuestra, pero tienen una gran enseñanza: el hombre vive en un
mundo donde todo habla de Dios, porque las cosas son signos de Él. Un
pequeño grupo de estas leyes puede proceder de Moisés, de ahí que se le
considere autor del libro, otras muchas pudieron escribirse en tiempos de
Salomón y otras se le fueron añadiendo poco a poco, incluso hasta después de
la vuelta de Babilonia, terminándose hacia el siglo V ante de Cristo.
125
LITURGIA:
El diccionario la define como “el orden y forma que ha aprobado la
Iglesia para celebrar los oficios divinos, y especialmente la misa”. Hasta los
niños más pequeños saben que la Liturgia es la vida de la Iglesia. Todo lo que
realizamos en el templo es Liturgia. El Concilio dedicó su primer documento a
la Sagrada Liturgia, renovando toda la vida de la Iglesia. La Liturgia realiza la
obra de nuestra redención, sobre todo en la Eucaristía, y ayuda mucho a que los
fieles expresen en su vida y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la
genuina naturaleza de la verdadera Iglesia, en la que lo humano se ordena y
subordina a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo
presente a la ciudad futura, al cielo. Esto lo hace la Liturgia.
MACABEOS:
Son dos los libros de los Macabeos. Ambos pretenden reflejar de manera
diferente la historia comprendida entre los años 175 y 134 antes de Cristo.
Antíoco IV, lejano sucesor del griego Alejandro Magno, está dispuesto a
acabar con la resistencia judía a la cultura griega. Considera que el mejor
camino es atacar al templo, lugar sagrado de la presencia del único Dios.
Cuenta con algunos judíos, seducidos por la novedad de la cultura griega. Pero
surge un fervoroso judío nacionalista que no está dispuesto a someterse. Una
familia mártir de la fe en Yavé. Contienen unas afirmaciones fundamentales
para la fe cristiana: la resurrección de los muertos, la retribución después de la
muerte y la eficacia de la oración por los difuntos.
MAGISTERIO:
Es la enseñanza o gobierno que el maestro ejerce sobre sus discípulos.
En la religión católica es la autoridad que en materia de dogma y moral ejercen
el Papa y los demás pastores respecto a los fieles creyentes. Puede haber
muchas formas de ejercer ese Magisterio. Privado, cuando se ejerce en nombre
propio y, en este caso, su autoridad vale tanto como sus razones. Auténtico,
cuando uno lo ejerce porque se lo ha encomendado una autoridad legítima.
Para que alguien enseñe legítimamente, necesita la legítima delegación para
enseñar; esta delegación le da al maestro potestad y oficio de enseñar y pone al
126
discípulo en obligación de recibir instrucciones del maestro. Hay también un
Magisterio Infalible, que es el que goza de un grado supremo de autoridad,
precisamente porque está a salvo de todo error.
MALAQUÍAS:
Su nombre significa “mensajero mío”. Su predicación puede situarse en
los comienzos del siglo V antes de Cristo, con el templo ya reconstruido, pero
antes de la reforma religiosa de Esdras y Nehemías, como podemos deducir por
su condena de los matrimonios con mujeres extranjeras y el divorcio. El
pueblo vive un momento de decaimiento después del fervor que siguió a la
reconstrucción del templo. Él reprende a todos, sacerdotes y fieles, y les invita
al compromiso, a renovar la Alianza con Dios, dada a Moisés. Su profecía hace
una referencia continua a los tiempos mesiánicos. Por ejemplo, al sacrificio
puro que en todo lugar se ofrecerá a Dios (1, 11). O al nuevo Elías que vendrá
por delante a convertir el corazón de los hijos hacia los padres y el de los
padres hacia sus hijos (3, 24), idea que la Iglesia aplica a Juan Bautista que
vino con el espíritu de Elías.
MANIQUEO:
Es la persona adepta a la secta maniquea. Por extensión, se dice
maniqueo al que sólo admite dos extremos. Para que lo comprendas: es como si
no admitiera que existe el café con leche. Es café o es leche. Es blanco o negro,
como si no existiera el gris. El maniqueísmo fue fundado por Manés en el siglo
III en Persia. Su doctrina se basa en la coexistencia de dos principios opuestos:
el del bien y el del mal. El bien estaba simbolizado por la luz y el mal por las
tinieblas y la materia. La lucha entre ambos sería eterna. Manés, pintor y
escritor, se identificó con el Espíritu Santo y, como tal, se erigió en fundador
de una religión revelada, en la que sobre un fondo cristiano añadió elementos
tomados de Zoroastro y de Buda.
MIDRÁS:
También se usa Midrasím, que es plural. Los Midrás o Midrasín son un
género literario muy usado en Israel, porque toda la catequesis la daban los
padres que transmitían directamente ellos la fe a sus hijos, en familia. Su
traducción podría ser “relato edificante”, “explicación”. Es un género
didáctico, es decir, pretende sólo enseñar, mediante explicaciones, como
cuentos inventados por los rabinos, al alcance de todos. Parte, en su narración,
de un personaje importante, de un acontecimiento muy conocido o de una ley
que quieren que todos aprendan. Sobre esto montan un relato y deducen una
enseñanza para los fieles. Por ejemplo, los libros de Tobías, Judit y Ester
utilizan este género literario. También el libro de Daniel en los capítulos 1 al 6
utiliza este género literario para decirnos que los fieles a Dios triunfan siempre.
MIQUEAS:
Predicó en el sur, en Judá, en tiempos del primer Isaías, durante el siglo
VIII antes de Cristo. Pudo conocer la caída de Samaría, capital del reino del
norte, Israel, en el 721 antes de Cristo, lo que indudablemente le afectaría
mucho (“Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a
remojar”, dice el refrán). Es campesino, como Amós, y como él enemigo de las
injusticias, lujos, explotación y violencia que se ejercía contra el pobre. Por
esto, en los siete capítulos de su libro se mezclan denuncias, amenazas y
promesas de restauración. En su evangelio, Mateo (2, 6) cita un famoso oráculo
suyo sobre el lugar donde habría de nacer el Mesías: “Y tú, Belén, tierra de
Judá, no eres la menor entre las aldeas de Judá. De ti saldrá un caudillo que
apacentará a mi pueblo Israel” (Malaquías 5, 1). Denuncia el pecado, invita a
la renovación religiosa como único camino para el perdón de Dios, pero no
espera la conversión de la gente.
MISTERIO PASCUAL:
En nuestra religión, la palabra misterio hace referencia a la incapacidad
de la mente humana para comprender los contenidos fundamentales de la
revelación divina, incapacidad que le lleva a ceder el paso a la fe. Cuando
hablamos de “Misterio Pascual” nos estamos refiriendo a la obra de la
redención humana y de la glorificación de Dios realizada por Cristo con su
obediencia a la voluntad del Padre, aceptando su muerte en la cruz y a su
posterior resurrección de entre los muertos y ascensión a los cielos.
128
Naturalmente, la celebración del Misterio Pascual es el centro de la liturgia de
la Iglesia ya que la Liturgia consiste esencialmente en la actualización
sacramental de esa salvación efectuada por Cristo.
MITO:
La palabra significa en griego “fábula”. Un mito es un relato que
pretende dar la explicación de una cosa o acontecimiento físico, histórico,
filosófico, etc. Al principio de los tiempos, el hombre no conocía las causas
reales de las cosas y acudía a explicaciones míticas. Por ejemplo, si una
persona era alcanzada por un rayo en medio del campo y quedaba convertida
en un trocito de carbón ¿qué explicación se le daba al hecho? Hasta que no se
fue descubriendo qué era la tormenta y el rayo, los antiguos pensaron que
Vulcano, el dios del fuego, se había enfadado con aquel hombre y le había
tocado con sus enormes dedos de fuego que vieron dibujarse en el cielo ese día
de tormentas. En todas las culturas de aquellas épocas existían mitos para dar
respuestas paralelas a las mismas interrogantes.
MONOTEÍSTA:
Es la persona que practica el monoteísmo, o sea, la doctrina teológica de
los que reconocen a un solo Dios. Los demás son politeístas. Abrahán fue en
principio politeísta, hasta que se convirtió al monoteísmo. Las tres grandes
religiones que proceden de él son monoteístas. Judíos, cristianos y musulmanes
(los que profesan la religión de Mahoma).
NAHÚN:
Su nombre significa “Yavé consuela”. Los entendidos lo sitúan en el
siglo VII antes de Cristo: unos en tiempos del piadoso rey Josías (640-609
antes de Cristo), otros piensan que vivió como profeta único del largo reinado
de Manases, entre los años 698 y 643 antes de Cristo. Pudo vivir durante parte
de los dos reinados, porque lo que sí parece cierto es que conoció la caída de la
capital de Asiria, Nínive, acaecida en el 612 antes de Cristo, destrucción
anunciada por Él. Predicó en Judá, el reino del sur. Probablemente en
Jerusalén. En sus tres capítulos se mezclan salmos, diálogos y lamentaciones.
Como resulta tan difícil situarlo en el tiempo, algunos autores más que de
profecía sobre la destrucción de Nínive, se atreven a decir que este libro es una
especie de liturgia en la que se celebra la caída de la capital asiria, que tanto
atropelló las leyes de los pueblos y la dignidad de las personas.
NAZIR:
La palabra Nazir significa “separado”. Era un hombre o mujer que se
consagraba a Dios, de forma temporal o permanente. En Números 6, 1-21 se
describe el voto. Tres compromisos fundamentales: no tomar nada derivado de
la vid, no cortarse el pelo y alejarse de todo cadáver. Si moría un pariente y
tenía que acercarse, el voto se anulaba, se purificaba durante siete días y se
volvía a comenzar. El padre podía hacerlo en nombre del hijo pequeño, como
129
fue el caso de Zacarías con su hijo Juan Bautista (Lucas 1, 15). También lo fue
Sansón y parece que también San Pablo. Cuando se terminaba el tiempo de
voto, si era temporal, se cortaban el pelo y se quemaba en un sacrificio de
acción de gracias que se ofrecía en el templo.
NEHEMÍAS:
El protagonista de este libro, Nehemías, servía las bebidas al rey persa.
En una época en la que el camino más corto para conseguir el trono era
envenenar al rey, es fácil imaginar la confianza que tenía en él. Se había
ganado al rey y su porvenir era brillante. Pero le llegan noticias de la situación
de su pueblo tras el regreso a Jerusalén. Como para él es Dios quien lleva la
historia, ve en los acontecimientos una llamada sobrenatural a servir en cuerpo
y alma a su pueblo y a su Dios. Lo deja todo y vuelve a Jerusalén. Su nombre
significa “el Señor ha consolado” y eso fue lo que hizo: enseñar al pueblo a
descubrir la voluntad de Dios en los acontecimientos de la vida. El capítulo 8º
es un momento cumbre en la historia de Israel.
NOMBRES DE DIOS:
Hoy el nombre de una persona es arbitrario, no significa nada. En la
antigüedad el nombre definía a la persona. Acordaos de Isaac, que significa “el
hijo de la risa” y le pusieron ese nombre porque Sara, la mujer de Abrahán, se
reía en la casa cuando el ángel de Dios le prometió que tendrían un hijo. El
nombre de Dios que más sale en la Biblia –unas siete mil veces- es Yahvé que
significa “Yo soy”. Y también Elohim, que es como el plural de Dios, pero no
en el sentido de muchos dioses, sino indicando que todo está en Dios
(significaría “la Divinidad”). Sale unas 2.800 veces en la Biblia. Otros nombres
menos frecuentes son: Sadday (“Dios de la montaña”), Adonai (“Mi Señor”),
Sabaot (“Dios de los ejércitos”), Kyrios (“Señor”) y otros muchos que más que
nombres son atributos: El Santo, el Altísimo, Rey, Roca, el Eterno, Pastor,
Padre, etc. Los musulmanes tienen 99 nombres y atributos para nombrar a
Dios. Nosotros tenemos también muchos, pero menos que ellos.
NÚMEROS (Cifras):
En la literatura oriental, y por tanto en la bíblica, los números casi nunca
han de entenderse como cifras absolutas, sino como símbolos de alguna
afirmación. Por ejemplo, para nosotros 7 es y significa 6+1. Para ellos, además,
detrás de cada número o al menos de algunos números, se oculta una
afirmación. En la Biblia hay números perfectos como son el 10, el 40, el 7 y el
12. Las generaciones de los patriarcas se cuentan de 10 en 10. 40 días de
diluvio, 40 años en el desierto, 40 años reinó David y Salomón, etc. 7 parejas
de animales entraron en el Arca de Noé, 7 vacas vio el faraón en el sueño que
interpretó José, el 7º día descansó Dios en la creación. 12 tribus tiene Israel, 12
apóstoles eligió Jesús, 12 profetas menores, etc. Lo mismo podríamos decir con
otros números. Por ejemplo el 3 simboliza la intensidad: Dios es tres veces
santo, es decir, santísimo.
130
ORTODOXOS:
Se dice de las iglesias orientales separadas de Roma el año 1.054. Están
conforme prácticamente con toda la doctrina y los dogmas de la Iglesia
Católica. Enseñan la doctrina de los siete primeros concilios ecuménicos, ya
que no reconocen a ningún otro como tal a partir del año 787. No admiten la
autoridad suprema del Papa, sino que para ellos es el primero entre los
Obispos, pero el primero entre iguales, no superior. No existe entre ellos
ninguna autoridad superior encargada de velar por la integridad de la fe y de
tomar las decisiones doctrinales que se imponen a todas.
OSEAS:
Su nombre significa “Dios salva”. Profetizó en el reino del norte, Israel,
en tiempos de Jeroboán II que trajo gran prosperidad a Israel, sobre todo con el
comercio exterior. Pero los comerciantes también traían sus costumbres y
cultos paganos, llevando al pueblo al olvido de Dios. Este es el momento
histórico en que predica Oseas. El personal es paralelo a éste. Se casa con una
mujer, Gomer, a la que ama profundamente. Ella desprecia el cariño de Oseas y
se dedica nada menos que a la prostitución. Pero Oseas la ama, a pesar de todo,
y la acarrea a casa, perdonándola una y otra vez. Su predicación es, pues, un
reflejo de su vida y de su sociedad. Su tema, naturalmente, es la fidelidad de
Dios a su pueblo y la respuesta infiel de éste a Dios.
PASCUA:
De las tres grandes fiestas de la peregrinación establecidas por Moisés en
Éxodo 23, ésta es la primera y principal. En su origen era una fiesta en la que
los pastores nómadas ofrecían a sus dioses las primicias del rebaño.
Posteriormente conmemoró la salida de los hebreos de Egipto y su liberación
de la esclavitud. El día que Yavé mandó a su ángel a matar a los primogénitos
de Egipto, los israelitas no sufrieron nada porque los dinteles de sus puertas
estaban rociados con la sangre salvadora de un cordero. La sangre del cordero
fue el signo de la salvación. El cordero de Dios, Jesús, nos libraría de la
muerte. En Éxodo 12 y sus paralelos está descrita minuciosamente. Más
131
adelante dedicaremos un tema a esta fiesta y a su sentido cristiano, en la
resurrección de Cristo y su paso por nuestra vida.
PENTECOSTÉS:
Es la segunda gran fiesta del año, después de la Pascua, y como ésta
también con origen agrícola. Es la fiesta de la cosecha, la fiesta de verano en la
que ofrecían a Dios los primeros frutos. La palabra Pentecostés, significa
exactamente “cincuenta días” (Levítico 23, 16). También se le llama “la fiesta
de las semanas”, porque entre la Pascua y ésta hay una semana de semanas
(siete semanas). Sobre el siglo X ante de Cristo, en tiempos de Asá, rey de
Judá, se le añadió el sentido de conmemoración histórica de la entrega por
parte de Dios de la Ley del Sinaí y la conclusión de la Alianza. Y en tiempos
de Jesús, con la ciudad llena de gente, se cumple su promesa de la efusión del
Espíritu Santo a los apóstoles. Es el día del nacimiento de la Iglesia.
PROTESTANTES:
En el siglo XVI el alemán Martín Lutero y otros iniciaron una
reinterpretación de la doctrina cristiana, separándose de la Iglesia Católica: ese
movimiento iniciado por él, y seguido por otros muchos, es lo que se conoce
con el nombre de la Reforma Protestante. Dividió a la Iglesia en dos, causando
un daño irreparable. Estos hermanos separados después se fueron
subdividiendo en muchos grupos. La Iglesia Católica respondió con una
Contrarreforma a la que el Concilio celebrado en la ciudad italiana de Trento
dio un impulso decisivo. Ya hoy los tiempos son otros y la misma Iglesia ha
impulsado comisiones mixtas de trabajo y semanas de oración para intentar
recomponer la unidad que Jesús quiso que nunca se rompiera.
PROTOCANÓNICOS:
La palabra griega “proto” significa “primero”. Por tanto los libros
protocanónicos son aquellos que fueron considerados canónicos los primeros,
es decir, desde siempre y sin ningún tipo de discusión. La lista sería
interminable. Lee en la palabra deuterocanónicos la lista de éstos y los que no
figuren en ella son los protocanónicos.
132
PROVERBIOS:
Proverbio significa refrán, sentencia, dicho o parábola. Es el libro de los
refranes de Israel. En todos los países hay un refranero. También nosotros lo
tenemos. ¿Quién y cuando se escribió? El libro comienza diciendo “Proverbios
de Salomón, hijo de David, rey de Israel”. Pero esta afirmación no hay que
tomársela al pie de la letra. Otros muchos sabios, y el mismo pueblo sencillo,
fueron creando proverbios a lo largo de los siglos. Esos refranes se recopilaron
en nueve colecciones desde los tiempos de Salomón hasta después del retorno
de Babilonia. Como cualquier refranero, la disposición es un poco arbitraria,
pero lo que sí es cierto es que en estos 31 capítulos encontramos la sabiduría
necesaria para vivir según los planes de Dios.
PUBLICANOS:
Salen en los evangelios. Casi todos eran unos pillos. Trabajaban de
agentes del Fisco, de Hacienda. Cobraban los impuestos que había que pagar a
Roma, la fuerza invasora. El César ponía unas cantidades fijas y ponía al
servicio de los Publicanos a la fuerza pública por si alguien se negaba. Ellos
cobraban cuatro en vez de dos y Roma hacía vista gorda. A algunos que fueron
a bautizarse Juan les dijo “No cobréis más de lo mandado”. Y Zaqueo, cuando
Jesús fue a comer con él, prometió devolver el doble de lo robado.
Naturalmente, nadie los podía tragar: eran pecadores públicos como las
prostitutas y los paganos. Porque eran pecadores, Jesús siente piedad de ellos y
comía y hablaba con ellos.
RABINO o RABÍ:
O Rabí, que significa en arameo “mi maestro”, “mi señor”. El Rabino era
el doctor, el entendido, en la ley. Antiguamente el título de Rabino se concedía
mediante un rito de imposición de manos que confería una autoridad al mismo
tiempo religiosa y jurídica. Los judíos hoy siguen teniendo sus rabinos que
presiden la oración, las ceremonias matrimoniales y los ritos de los difuntos. A
Jesús le llamaban Rabí, maestro. Él criticaba a los rabinos de su época, no por
lo que enseñaban, sino por su actitud soberbia ante los demás. “Vosotros, en
cambio, no os dejéis llamar Rabí, porque uno solo es vuestro maestro”
(Mateo 23, 1-12). La forma más solemne de Rabí era Rabuní, que utilizan tanto
el ciego de Marcos 10, 51 como la Magdalena en Juan 20, 16.
RACIONALISMO CRÍTICO:
Como su propio nombre indica, se trata de un sistema de pensamiento
que no admite ninguna realidad a la que no se pueda acceder por medio de la
razón. Subordina a la razón el mundo de la fe y las creencias, cuando no niega
a ambas. Toma el pensamiento y la filosofía como únicos medios para analizar
el lenguaje científico y concluyen negando el sentido de cualquier proposición
sobre Dios, la religión o las cosas sobrenaturales.
133
RESTO:
“El Resto de Israel”. Es un término profético, que sale mucho en la
Biblia. A Isaías le gustaba tanto esta expresión que al primero de sus hijos le
puso el nombre de “Sear-Yasub”, que significa “un resto regresará” (a Yavé y
escapará del castigo). Cuando el pueblo está roto y no queda nada de él porque
está en el exilio, los profetas animan a todos diciendo que Dios cumplirá su
promesa y un resto se salvará. ¿Quiénes compondrán ese “resto”? Dice
Sofonías: “Dejaré, en medio de ti, un pueblo pobre y humilde que confiará en
el nombre del Señor, el resto de Israel”. Los que mantengan la fidelidad y
cumplan los mandamientos. Todos están llamados, pero siempre responderán
pocos. Sospechad de las multitudes. Al mismo tiempo los profetas, preparando
el futuro, amplían la noción de pueblo elegido: “Todo el que invoque el
nombre del Señor, se salvará” (Joel 3, 5). Ese resto se encarna en Cristo y en
su Iglesia, con vocación universal, pero con respuestas cortitas, como la sal en
el puchero.
REVELACIÓN:
La palabra es definida por el diccionario como “manifestación de una
verdad secreta u oculta”. El Concilio Vaticano II dedicó un precioso
documento a tratar sobre la Divina Revelación. Lo tienes entero al final de este
libro. La carta a los Hebreos comienza hablándonos de la Divina Revelación:
“Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros
padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado
por medio de su Hijo...”. A Dios no lo ha visto nadie, pero su Hijo nos lo ha
dado a conocer. Jesús es la revelación de Dios, su rostro humano. Todo lo que
Jesús hizo y enseñó es revelación de Dios. Él estuvo junto al Padre y nos lo dio
a conocer.
REYES:
Los dos libros de los Reyes continúan la historia de Israel narrada en la
obra de Samuel. Recordemos que nos contaban lo ocurrido entre el nacimiento
de Samuel y la muerte de David. Estos continúan con el testamento y muerte
de David y siguen con el reinado de Salomón hasta la destrucción de Jerusalén,
por tanto abarcan desde el 975 al 586 antes de Cristo. Doscientos años dan para
mucho: reinado de Salomón, construcción del templo, división del reino tras su
muerte (Israel al norte, Judá al sur), reyes piadosos como Josías y Ezequías y,
sobre todo, los dos grandes profetas carismáticos: Elías y su discípulo Eliseo.
Al final de los libros el desastre es total. Han desaparecido el rey, el templo y la
ciudad santa. Sólo queda el silencio de Dios.
RUT:
Este pequeño libro de sólo cuatro capítulos cuenta la historia de una
viuda extranjera, de Moab, que tras la muerte de su marido, un hombre de
Belén emigrado a Moab, vuelve con su suegra a Judá y se casa con Booz,
pariente de su marido para cumplir la ley del levirato. (Deuteronomio 25, 5-
10). De este matrimonio nace Obel, abuelo de David, por lo que el evangelista
Mateo la incluye entre los antepasados de Jesús (Mateo 1, 5). De autor
desconocido, pudo escribirse en torno al año 450 antes de Cristo, posiblemente
con la intención de reaccionar contra las severas medidas de Esdras y
Nehemías contra las bodas con extranjeras. La moabita Rut es un modelo de
amor a su suegra, que nos puede servir a todos.
SÁBADO:
La palabra sábado puede derivar tanto de “sabat”, que significa
“interrumpir”, “cesar”, como de “seba” que significa siete. Todo en recuerdo
de la obra creadora de Dios “Y el séptimo día descansó y bendijo Dios el día
séptimo” (Génesis 2). Hasta tal punto cumplían este precepto que un hombre
fue apedreado hasta la muerte en el desierto por recoger un poco de leña
(Números 15, 32). El sábado no caía maná del cielo, pero el viernes caía doble
ración (Éxodo 16). El cumplimiento llegó hasta tal punto que los partidarios de
los Macabeos se dejaron matar en una ocasión por no hacer el esfuerzo de
defenderse un sábado (I Macabeos 2, 35). Naturalmente Jesús puso las cosas en
su sitio: el sábado es para el hombre (Marcos 2, 27).
SABIDURÍA:
Aunque el libro mismo atribuye su autoría a Salomón, no deja de ser un
recurso literario, común a tantos otros libros, de atribuírselo al mayor de los
sabios de Israel. Su autor es desconocido. Tuvo que ser un judío culto del siglo
I antes de Cristo y, probablemente, residente en Alejandría. El mensaje del
libro es que la sabiduría de Israel, que tiene su origen en Dios mismo, no tiene
nada que envidiar a la sabiduría griega, de origen humano. El libro se divide en
tres partes. 1ª: el destino del hombre depende de que se deje llevar por la
Sabiduría (capítulos 1 al 5). 2ª: elogio a la Sabiduría que se hace persona y
viene al encuentro del hombre. En la 3ª parte expone la acción de la Sabiduría
en la historia, especialmente en la historia de Israel. Es el último libro del
Antiguo Testamento.
SACERDOTAL:
Aunque hoy hay quien lo duda, desde hace un par de siglos se ha
pensado que el Pentateuco recogía diversas tradiciones orales de Israel,
135
coincidiendo en él cuatro documentos escritos en distintos momentos: Yavista,
Elohista, Deuteronomista y Sacerdotal. El último de los cuatro documentos en
ser redactado sería el Sacerdotal. Escrito con posterioridad al destierro, se le
suele atribuir a Esdras, habiendo sido escrito hacia el año 458 antes de Cristo.
Es una recopilación de varios documentos con varios añadidos y suplementos.
Esta recopilación de documentos dio al Pentateuco su forma definitiva hacia el
330 antes de Cristo, aunque otros la sitúan antes, en torno al 400 antes de
Cristo, como dijimos en el tema primero. Como es tan difícil precisar, no nos
resulte extraño que oscilen las fechas según el autor que sigamos.
SADUCEOS:
Era un grupo político y religioso formado por familias sacerdotales muy
ricas. Su nombre procede de Sadoq, instituido sumo sacerdote por Salomón
cuando Abiatar le cayó en desgracia. Desde entonces los descendientes de
Sadoq se encargaron de la atención al templo. En tiempos de Cristo no gozaban
de mucha simpatía entre la gente sencilla porque eran colaboracionistas de los
romanos invasores y porque eran duros y exigentes con los humildes. “Los
ricos”, como los llama el historiador judío Flavio Josefo, eran conservadores.
Aceptaban la Ley, pero no la tradición oral, ni los ángeles ni, sobre todo, la
resurrección de los muertos, como vemos en Mateo 22, 23. Jesús y el Bautista
les atacan continuamente su falsedad.
SALMOS:
El libro de los salmos, también llamado salterio, se compone de 150
oraciones o salmos. En Israel solían cantar con instrumentos, unas veces en
coro y otras, solo. En las fiestas populares la gente los acompañaba con gritos,
palmas y toda clase de muestras de júbilo. Se pueden agrupar en las tres
maneras de orar que practicaba el pueblo de Dios: oración de alabanza, oración
de petición y de diálogo con Dios. ¿Quién compuso los salmos? No se sabe a
ciencia cierta. Muchos (más de ochenta) se le atribuyen a David, otros a
Salomón y otros a diversos autores. Más adelante dedicaremos un espacio
suficiente para explicar los salmos que constituyen la oración de muchas
generaciones antes de Cristo, del mismo Cristo y de su Iglesia.
SAMUEL:
Los dos libros de Samuel son una continuación del de los Jueces. Escrito
hacia el año 700 antes de Cristo, se desconoce a su autor. En la Biblia judía
forman los dos un solo libro, llamado libro de Samuel. La Biblia de los setenta
y San Jerónimo lo dividieron en dos partes iguales, simplemente por razones
prácticas de tamaño, uniéndolos a los dos de Reyes para llamarlos los cuatro
libros de los Reyes. Cuatro personajes destacan en esta obra: los reyes Saúl y
David y los profetas Samuel y Natán. La historia narrada trascurre más o
menos entre los años 1.070 y 970 antes de Cristo. Es una historia enormemente
humana en la que se mezclan abrazos y puñaladas, amigos y traidores, fracasos
y triunfos: como en cualquiera de nuestras vidas.
136
SATÁN O SATANÁS:
En hebreo significa “enemigo”, “acusador”. En la Biblia, al comienzo,
tenía un significado muy amplio. En Números 22, 32 hasta el Ángel del Señor
hace de Satán impidiendo a Balaam que siga el camino, porque “delante de mí
se tuerce el camino”. A partir de la vuelta del exilio en Babilonia, se va
concretando el sentido de “acusador”, “de malo”, de “incordiante” que tiene en
el evangelio, cuando Pedro quiere apartar a Jesús del camino de la cruz y
recibe de boca del maestro este piropo: “Apártate de mí, Satanás, que piensas
como los hombres y no como Dios” (Mateo 16, 23). De todas formas este
poder maligno, siempre estará sometido a Dios, como vemos en el prólogo del
libro de Job. Mateo 4, 1 lo llama el Diablo, y el Apocalipsis “la antigua
serpiente”, la que tentó a Eva en el paraíso.
SEMÍTICO O SEMITA:
Seis capítulos del Génesis, del 5 al 10, dedica la Biblia a hablar del
mítico patriarca Noé. Fue el que se salvó del diluvio en el conocido como
“Arca de Noé”. Dice la Biblia que cuando tenía 500 años engendró a Sem,
Cam y Jafet (Génesis 5, 32). Ya explicaremos algún día el significado de esa y
otras cifras. Como, en este relato mítico, el diluvio universal acabó con todos,
menos con quienes estaban en el Arca, la nueva humanidad estaría constituida
por los descendientes de los tres hijos de Noé: los semitas, los camitas y los
jafetitas. La tradición hace a Abrahán descendiente de Sem. Por tanto, todos los
israelitas son semitas. También los árabes son semitas porque descienden de
Ismael el hijo de Agar, esclava de Abrahán.
SINAGOGA:
La palabra griega sinagoga tiene el mismo significado que la latina
iglesia. Ambas significan “asamblea”, reunión de personas. Por extensión, se
aplicó también esta palabra al edificio donde se reunía la asamblea. En tiempos
de Jesús ya había sinagogas por todos lados, incluso en Jerusalén eran
numerosas. En ellas se reunían a rezar y leer la Palabra los sábados. Tenían
forma rectangular y dividida en tres zonas, con bancos para sentarse y
137
orientadas hacia Jerusalén. Hombre y mujeres rezaban siempre separados.
Tenían su jefe o administrador. Igualmente un lugar reservado para los libros
sagrados. En tiempos de Cristo, si uno se convertía a la nueva fe, era excluido
de la sinagoga (Juan 9, 22).
SINAÍ:
Es un macizo montañoso que está al sur de la península a la que ha dado
nombre. Entre sus diferentes cumbres está la llamada “montaña de Moisés” que
es quizás la montaña donde se manifestó Dios para hacer la alianza con su
pueblo y entregarle a Moisés los diez mandamientos. Unos años antes había
contemplado la zarza ardiendo. Algunas de las fuentes documentales llaman al
Sinaí el monte Horeb, con lo que se referirían al mismo lugar. Al monte Horeb
(Sinaí) llegó Elías después de cuarenta días y cuarenta noches andando por el
desierto. En oposición a las tradiciones judía y cristiana, otros colocan al Sinaí
no al sur de la conocida como península del Sinaí, sino al noroeste de dicha
península.
SINÓPTICOS:
Se llaman Sinópticos a tres evangelios: Mateo, Marcos y Lucas. Los tres
se parecen de forma llamativa al presentarnos las palabras de Jesús, sus
milagros y los acontecimientos más importantes de su vida. La palabra
Sinóptico significa “visión de conjunto”, “resumen”. Unos 330 versículos son
iguales en los tres evangelios, lo que supone la mitad del texto de Marcos y un
tercio de los evangelios de Mateo y Lucas. No es que sean iguales. También las
diferencias son notables. Por ejemplo, el padrenuestro de Mateo tiene dos
peticiones más que el de Lucas, mientras que el de Marcos se reduce a una
sola. Posiblemente todos bebieron de unas fuentes anteriores a ellos, a las que
se refiere Lucas en el prólogo de su evangelio.
SIÓN:
Unas ciento cincuenta veces, entre los salmos y libros proféticos, sale
este nombre. Vamos a explicar sus significados. Los jebuseos, habitantes de
Canaán 2.000 años antes de Cristo, llamaban Sión a toda la ciudad de
Jerusalén, que entonces no era más que una pequeña fortaleza edificada en una
colina que está en la parte oriental de la ciudad actual. Más tarde en esa colina
se edificaría el templo de Jerusalén. Al estar allí el templo, lugar de presencia
de Dios, su nombre pasó al primer plano. Sión significa Jerusalén. Los “hijos
de Sión” y “las hijas de Sión” son los habitantes de Jerusalén y, por extensión,
también se aplica a Judá e Israel, es decir, a todo el pueblo. Y en el Nuevo
Testamento también la ciudad celeste, la Jerusalén celestial.
SOFONÍAS:
Su nombre significa “Dios protege”. Predicó en el reino del sur, en Judá,
cuando Josías, menor de edad, sucedió en el trono a Manasés, hacia el año 639
antes de Cristo. Josías, todavía un niño, no había iniciado su reforma. En esta
138
situación Sofonías predica contra el culto a los ídolos, la falta de solidaridad y
la vida lujosa de los ricos. En él son importantes dos ideas. La primera “El día
de Yavé”, el día terrible del juicio en el que Dios no tendrá en cuenta la
categoría social, ni el origen de nadie, sino la justicia que cada uno haya
practicado. La otra idea preciosa de Sofonías es la del “Resto de Israel”, que
son los humildes de la tierra, los que buscan la justicia, cumpliendo las normas
del Señor: “Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará
en el nombre del Señor”. Habla de una pobreza espiritual, la que tiene el que
confía en el poder (el nombre) del Señor, como María de Nazaret, por ejemplo.
TABERNÁCULOS:
El Israel bíblico celebraba seis fiestas litúrgicas. Las tres clásicas con
origen en Moisés (Pascua, Pentecostés y Tabernáculos) y otras tres de más
reciente institución. La Dedicación, también llamada “Tabernáculos de
invierno” como dijimos al explicarla en este mismo vocabulario. El Día de las
Expiaciones (El Yom Kipur), día de ayuno y penitencia en la línea de nuestro
miércoles de ceniza y cuaresma. Y una tercera: la fiesta de Purim o de la suerte
en la que celebran la salvación de los judíos, tal como cuenta el libro de Ester.
La fiesta de los Tabernáculos se celebraba en otoño. También se llama fiesta de
las Tiendas y está establecida en Levítico 23, 33. Ofrecían al Señor las
primicias de los frutos del campo, a la vez que recordaban su larga vivencia en
tiendas en el desierto.
TALMUD:
La palabra Talmud significa enseñanza. Ya sabemos que los judíos
llaman al Pentateuco, la Torá. La Torá está escrita. A esta ley escrita se le
añade una enseñanza oral cuyo objetivo es dar al fiel las normas o
prescripciones necesarias para el cumplimiento cabal de la ley escrita. Hacia el
año 200 antes de Cristo esta enseñanza oral fue recogida por escrito en lo que
se llama la Misná. Esta Misná fue también ampliamente comentada. La Misná
y sus comentarios se llaman la Gemará. Pero algunos trozos de la Misná no se
comentaron al principio, sino posteriormente por grupos de Rabinos distintos:
unos de Jerusalén y otros de Babilonia. Pues bien, la Misná, la Gemará y los
comentarios posteriores forman el Talmud, o enseñanza.
TEOLOGÍA:
La palabra griega “Teología” significa simplemente “estudio de Dios”.
La Teología es la ciencia que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones. Es
una ciencia, es decir, un conjunto ordenado de conocimientos. Los que se
dedican a estudiarlos se llaman “teólogos”. Según la parcela de las cosas
referidas a Dios que estudien, la Teología suele tener un apellido. Por ejemplo,
Teología Dogmática: trata de Dios y de sus atributos y perfecciones a la luz de
los principios revelados. O la Teología Moral que trata de las aplicaciones de
los principios de la Teología Dogmática al orden de las acciones humanas.
139
Todos los obispos, sacerdotes y diáconos somos teólogos porque hemos
estudiado varios años de Teología.
TESALONICENSES:
Tesalónica era una rica ciudad de Macedonia, con una viva actividad
comercial y, por lo mismo, llena de judíos que se mostraron siempre hostiles a
Pablo. No obstante, el apóstol funda una comunidad con los paganos y algunos
judíos, aunque le cuesta salir huyendo de la ciudad. Esta comunidad, llevada
por el Espíritu, soporta la persecución de los intransigentes judíos. Pablo recibe
buenas noticias de ellos y en el invierno del 51 escribe esta carta que es el
primer escrito del Nuevo Testamento, apenas 20 años después de la muerte de
Jesús. Unos meses más tarde escribe la segunda, aunque hay dudas sobre la
autoría de ésta. En ellas, ante la persecución, habla de la esperanza cristiana y
de la segunda venida del Señor.
TETRAMORFO:
La palabra “Tetramorfo” significa “cuatro formas”. El Tetramorfo es la
representación de los cuatro evangelistas acompañados de un símbolo
determinado. Se usó mucho en el arte medieval tanto en pinturas como en
esculturas y manuscritos. ¿Cómo y por qué se representa a cada evangelista?
Veamos: a San Mateo se representa con un ángel porque en el primer capítulo
sale un ángel desvelando a José el misterio de la concepción virginal de María.
Otra interpretación, también válida, dice que es porque su evangelio comienza
con la genealogía de Jesús, en cuanto hombre (desde David a José, el esposo de
María). Marcos con un león porque comienza con la predicación de Juan en el
desierto, lugar de las fieras. Lucas con un toro porque se inicia con Zacarías
sacrificando uno en el templo. Y Juan con un águila, porque comienza
remontando el vuelo como las águilas “al principio”.
TETRATEUCO:
Como acabamos de ver en la palabra anterior (Tetramorfo), el vocablo
griego tetra significa cuatro. El Tetrateuco es el conjunto de los cuatro
primeros libros de la Biblia (Génesis, Éxodo, Levítico y Número) que tienen
una unidad literaria interna que los hace distintos del Deuteronomio. Los cuatro
de Tetrateuco más el Deuteronomio forman el Pentateuco, que es la división
más admitida y la que nosotros vamos a seguir en nuestro estudio. Otros
prefieren hablar de Exateuco, añadiendo a los cinco de Pentateuco el libro de
Josué, ya que es en este libro donde se reparte la tierra prometida entre las doce
tribus de Israel, a la vuelta de Egipto, con lo que en este libro se cumple del
todo la promesa hecha a Abrahán “de una tierra que mana leche y miel”.
TIMOTEO:
Timoteo y Tito son dos pastores de las comunidades primitivas. Por eso
a estas tres cartas las llaman “cartas pastorales”. Timoteo, según cuenta el
historiador Eusebio, fue el primer arzobispo de Éfeso. Son cartas a pastores: les
140
habla Pablo sobre la Iglesia, los sacramentos, la liturgia, la jerarquía, el papel
de la mujer en la Iglesia, etc. Se ha dicho que en ellas vemos el paso de la
Iglesia apostólica, a la Iglesia de la “tercera generación”, que sucedió a los
apóstoles. Hay dudas de si estas cartas las escribió directamente Pablo o
algunos de sus discípulos, que usó la autoridad del apóstol. Si fue Pablo, hay
que fecharlas antes de su muerte, el año 67. Los que consideran la carta de la
“escuela de Pablo” retrasan la fecha a finales del siglo I.
TITO:
Este hombre fue convertido y bautizado por Pablo a quien acompañó
durante veinte años en sus viajes apostólicos. Debió ser un hombre de temple y
dialogante, lo que le sirvió a Pablo en varios conflictos que se le presentaron
con las comunidades y para hacer una colecta para la Iglesia pobre de
Jerusalén. Predicó en la isla de Creta, donde se quedó como su primer obispo.
Es cortita, de tres capítulos, y de las llamadas “cartas pastorales”, junto con las
de Timoteo. En el comentario a la carta a Timoteo te explico lo que son las
“cartas pastorales”. Puedes verlo allí. Ésta en concreto, habla sobre el
ministerio de los obispos y presbíteros, sobre la moral cristiana, sobre los
peligros de los falsos maestros y sobre el bautismo.
TOBÍAS:
Es un libro didáctico, de enseñanza al pueblo. Ni el libro ni los
personajes son históricos, aunque haya datos históricos, pero son incompletos y
se mezclan con otros ficticios, extraños, incluso falsos o inventados, pero
siempre con la sana intención de enseñar al pueblo. ¿Qué nos quiere enseñar el
libro de Tobías? Las principales virtudes de la vida familiar: doctrina sobre el
matrimonio, la piedad del joven Tobías con su padre, la providencia de Dios
sobre el hogar, el valor de la oración, de la limosna, de la piedad para con los
difuntos, una fe llena de humanidad y paciencia, etc. Se piensa que su
desconocido autor pudo escribirlo hacia el 200 antes de Cristo y su objetivo fue
reanimar al pueblo recordándole que Dios cuida de él.
TRADICIÓN:
De los distintos significados que el Diccionario de la Lengua Española
da a esta palabra, el más apropiado para nosotros es el de “Doctrinas,
costumbres, etc., conservadas en un pueblo por transmisión de padres a hijos”.
Es una palabra que ha dado motivo de debate continuo entre conservadores y
progresistas sobre cuál es el contenido e identidad de la tradición cristiana. Así
pasó, por ejemplo, en el último Concilio Vaticano II. Y Jesús no se libró de
este eterno debate. Recordad el sermón de la montaña de Mateo 5: “Sabéis que
se dijo... Pero yo os digo”. Esta actitud renovadora, progresista de Jesús lo
colocó siempre en una situación tensa y conflictiva que acabará en la cruz.
VULGATA:
141
Todos sabéis que la mayor parte de la Biblia se escribió en hebreo y
griego, con algunos trocitos en arameo. Pero la lengua del imperio romano era
el latín. Había que traducir los libros sagrados a una lengua que fuera conocida
por el pueblo. Se sucedieron varios intentos hasta que en el año 380 de nuestra
era el Papa Dámaso I pidió a un monje llamado Jerónimo que revisara las
distintas versiones existentes, intentando armonizarlas todas. Él, ayudado por
sus monjes, entre los años 390 al 406 sacó a la luz la versión definitiva que se
conoció con el nombre de la Vulgata. El Concilio de Trento, año 1.546, la puso
como texto oficial de la Iglesia Católica, habiendo sido continuamente revisada
por orden de los distintos papas. ¿Por qué revisarla? Porque los nuevos
descubrimientos de todo tipo aportan nuevas explicaciones a puntos que siguen
siendo oscuros.
YAVISTA:
Aunque hoy hay quien lo duda, desde hace un par de siglos se ha
pensado que el Pentateuco recogía diversas tradiciones orales de Israel,
coincidiendo en él cuatro documentos escritos en distintos momentos: Yavista,
Elohista, Deuteronomista y Sacerdotal. El Yavista se caracteriza porque
nombra a Dios por el nombre de Yavé, incluso antes de la revelación a Moisés
en el episodio de la zarza ardiendo, que todos recordáis. Es el más Antiguo.
Hay quien lo fecha en tiempos del mismo Salomón, pero la mayoría lo hace
hacia el 850 antes de Cristo. Posiblemente en torno a los santuarios tribales se
fueron transmitiendo las tradiciones religiosas en función del culto y de los
recuerdos de las diversas tribus. Pudo escribirse en el reino del Sur. Es
frecuente el uso de antropomorfismos al hablar de Dios. Es el más primitivo de
los cuatro.
ZACARÍAS:
El libro de Zacarías, como el de Isaías, no es de un solo autor. El primer
Zacarías, capítulos del 1 al 8, hay que situarlo después del destierro de
Babilonia, en plena reconstrucción del templo, hacia el año 520 antes de Cristo.
Él era sacerdote y se presenta en ese momento decisivo para animar al pueblo
en la tarea que ha emprendido de terminar de recuperar el templo de Dios. La
conversión del corazón a Dios debe acompañar a la obra del templo. El
llamado segundo Zacarías, cuyo autor desconocemos por completo se debió
escribir, y no de una vez, unos doscientos años más tarde, completándose en la
época de los Macabeos. Contiene, fundamentalmente, una gran visión del reino
del Mesías, que será un reino de paz.
142
ANEXO II
CAPITULO I: LA REVELACIÓN
4. Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los Profetas,
"últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo". Envió a su Hijo, es decir, al Verbo
eterno, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara
los secretos de Dios; Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, "hombre enviado a los
hombres", "habla palabras de Dios" y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre
le confió. Por tanto, Jesucristo -ver al cual es ver al Padre-, con su total presencia y
manifestación personal, con palabras y obras, señales y milagros, y, sobre todo, con su
muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos; finalmente, con el envío del
Espíritu de verdad, completa la revelación y confirma con el testimonio divino que vive
en Dios con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y
resucitarnos a la vida eterna.
La economía cristiana, por tanto, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará,
y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación
de nuestro Señor Jesucristo (1 Timoteo 6, 14; Tito 2, 13).
144
5. Cuando Dios revela hay que prestarle "la obediencia de la fe", por la que el
hombre se confía libre y totalmente a Dios prestando "a Dios revelador el homenaje del
entendimiento y de la voluntad", y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por
Él. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que proviene y ayuda, a los
auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre
los ojos de la mente y da "a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad". Y para
que la inteligencia de la revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo
perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones.
Confiesa el Santo Concilio "que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede
ser conocido con seguridad por la luz natural de la razón humana, partiendo de las
criaturas"; pero enseña que hay que atribuir a su revelación el que todo lo divino que
por su naturaleza sea abordable por la razón humana lo pueden conocer todos
fácilmente, con certeza y sin error alguno, incluso en la condición presente del género
humano.
7. Dispuso Dios, en su bondad, que todo lo que había revelado para la salvación
de los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las
generaciones. Por ello Cristo Señor, en quien se consuma la revelación total del Dios
sumo, mandó a los Apóstoles que predicaran a todos los hombres el Evangelio,
comunicándoles los dones divinos. Este Evangelio, prometido antes por los Profetas, lo
completó Él y lo promulgó con su propia boca, como fuente de toda la verdad salvadora
y de la ordenación de las costumbres. Lo cual fue realizado fielmente, tanto por los
Apóstoles, que en la predicación oral comunicaron con ejemplos y doctrinas lo que
habían recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o habían
aprendido por la inspiración del Espíritu Santo, como por aquellos Apóstoles y varones
apostólicos que, bajo la inspiración del mismo Espíritu, escribieron el mensaje de la
salvación.
Las enseñanzas de los Santos Padres testifican la presencia viva de esta tradición,
cuyos tesoros se comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. Por
esta tradición conoce la Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados, y la misma
Sagrada Escritura se va conociendo en ella más a fondo y se hace incesantemente
operativa, y de esta forma, Dios, que habló en otro tiempo, no cesa de hablar con la
Esposa de su amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena
viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va llevando a los creyentes en la verdad
completa, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (Colosenses
3, 16).
Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe
tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la
Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso
consignar en las sagradas letras para nuestra salvación. Así, pues, "toda la Escritura es
divinamente inspirada y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en
la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado para toda obra
buena" (2 Timoteo 3, 16-17).
Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que atender a
"los géneros literarios". Puesto que la verdad se propone y se expresa de maneras
diversas en los textos de diverso género: histórico, profético, poético o en otros géneros
literarios. Conviene, además, que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar
y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su
cultura, según los géneros literarios usados en su época. Pues para entender rectamente
lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente
tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los
tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo
147
de los hombres.
Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu
con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender
no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura,
teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe. Es deber de
los exegetas trabajar según estas reglas para entender y exponer totalmente el sentido de
la Sagrada Escritura, para que, como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de
la Iglesia. Porque todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está
sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de
conservar y de interpretar la Palabra de Dios.
15. La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para
preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo
redentor universal y la del Reino Mesiánico. Mas los libros del Antiguo Testamento
manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de
Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición del género humano en
los tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo. Estos libros, aunque
contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos, demuestran,
sin embargo, la verdadera pedagogía divina. Por tanto, los cristianos han de recibir
devotamente estos libros, que expresan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se
148
encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del
hombre, y tesoros admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio de
nuestra salvación.
16. Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan
sabiamente que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el Antiguo está
patente en el Nuevo. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su sangre,
no obstante los libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en la procla-
mación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el Nuevo
Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo.
17. La palabra divina que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree,
se presenta y manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del Nuevo
Testamento. Pues al llegar la plenitud de los tiempos el Verbo se hizo carne y habitó
entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Cristo instauró el Reino de Dios en la tierra,
manifestó a su Padre y a Sí mismo con obras y palabras y completó su obra con la
muerte, resurrección y gloriosa ascensión, y con la misión del Espíritu Santo. Levantado
de la tierra, atrae a todos a Sí mismo, Él, el único que tiene palabras de vida eterna. Pero
este misterio no fue descubierto a otras generaciones, como es revelado ahora a sus
santos Apóstoles y Profetas en el Espíritu Santo, para que predicaran el Evangelio,
suscitaran la fe en Jesús, Cristo y Señor, y congregaran la Iglesia. De todo lo cual los
escritos del Nuevo Testamento son un testimonio perenne y divino.
18. Nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento,
los Evangelios ocupan, con razón, el lugar preeminente, puesto que son el testimonio
principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador.
19. La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que estos
cuatro Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar (es decir, que son
verdaderamente históricos, no inventados), comunican fielmente lo que Jesús Hijo de
Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos,
hasta el día que fue levantado al cielo. Los Apóstoles, ciertamente, después de la
ascensión del Señor, predicaron a sus oyentes lo que Él había dicho y obrado, con
aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos
gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad. Los autores sagrados escribieron
los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían de
palabra o por escrito, sintetizando (resumiendo) otras, o explicándolas atendiendo a la
condición de las iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamación de manera que
149
siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues,
sacándolo bien de su memoria o recuerdos, bien del testimonio de quienes "desde el
principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra" para que conozcamos "la
verdad" de las palabras que nos enseñan (Lucas 1, 2-4).
20. El Canon del Nuevo Testamento, además de los cuatro Evangelios, contiene
también las cartas de San Pablo y otros libros apostólicos escritos bajo la inspiración del
Espíritu Santo, con los cuales, según la sabia disposición de Dios, se confirma todo lo
que se refiere a Cristo Señor, se declara más y más su genuina doctrina, se manifiesta el
poder salvador de la obra divina de Cristo, y se cuentan los principios de la Iglesia y su
admirable difusión, y se anuncia su gloriosa consumación.
El Señor Jesús, pues, estuvo con los Apóstoles como había prometido y les envió
el Espíritu Consolador, para que los introdujera en la verdad completa (Juan 16, 13).
21. La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo
Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de
vida, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la sagrada
liturgia. Siempre las ha considerado y considera, juntamente con la sagrada tradición,
como la regla suprema de su fe, puesto que, inspiradas por Dios y escritas de una vez
para siempre, comunican inmutablemente (esto es, sin cambiarla) la palabra del mismo
Dios, y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las palabras de los Profetas y de los
Apóstoles.
23. La esposa del Verbo Encarnado, es decir, la Iglesia, enseñada por el Espíritu
Santo, se esfuerza en acercarse, de día en día, a la más profunda inteligencia de las
Sagradas Escrituras, para alimentar sin desfallecimiento a sus hijos con las divinas
enseñanzas; por lo cual fomenta también convenientemente el estudio de los Santos
Padres, tanto del Oriente como del Occidente, y de las Sagradas Liturgias.
25. Es necesario, pues, que todos los clérigos, sobre todo los sacerdotes de Cristo
y los demás que como los diáconos y catequistas se dedican legítimamente al ministerio
de la palabra, se introduzcan en el conocimiento de las Escrituras con asidua lectura y
con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte "predicador vacío de la Palabra
de Dios que no la escucha en su interior", puesto que debe comunicar a los fieles que se
le han confiado, sobre todo en la Sagrada Liturgia, las inmensas riquezas de la palabra
divina.
De igual forma el Santo Concilio exhorta con sumo interés a todos los cristianos
en particular a los religiosos, a que aprendan "el sublime conocimiento de Jesucristo",
con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. "Porque el desconocimiento de las
Escrituras es desconocimiento de Cristo". Lléguense, pues, gustosamente, al mismo
sagrado texto, ya por la Sagrada Liturgia, llena del lenguaje de Dios, ya por la lectura
espiritual, ya por instituciones aptas para ello, y por otros medios, que con la aprobación
o el cuidado de los Pastores de la Iglesia se difunden ahora laudablemente por todas
partes. Pero no olviden que debe acompañar la oración a la lectura de la Sagrada
Escritura para que se entable diálogo entre Dios y el hombre; porque “a Él hablamos
cuando oramos, y a Él oímos cuando leemos las palabras divinas”.
151
Incumbe a los prelados, en quienes está la doctrina apostólica, instruir
oportunamente a los fieles a ellos confiados, para que usen rectamente los libros
sagrados, sobre todo el Nuevo Testamento, y especialmente los Evangelios por medio
de traducciones de los sagrados textos, que estén provistas de las explicaciones
necesarias y suficientes para que los hijos de la Iglesia se familiaricen sin peligro y
provechosamente con las Sagradas Escrituras y se penetren de su espíritu.
26. Así, pues, con la lectura y el estudio de los Libros Sagrados "la Palabra de
Dios se difunda y resplandezca" y el tesoro de la Revelación, confiado a la Iglesia, llene
más y más los corazones de los hombres. Como la vida de la Iglesia recibe su
incremento de la renovación constante del misterio Eucarístico, así es de esperar un
nuevo impulso de la vida espiritual de la acrecida veneración de la Palabra de Dios que
"permanece para siempre" (Isaías 40, 8; 1 Pedro 1, 23-25).
ANEXO IV
DATOS HISTÓRICOS
156
157
158
BAGOT, J. P.: Para leer la Biblia. Editorial Verbo Divino. Estella. 1.998.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA
TEXTOS MARGINALES
DEI VERBUM
89. La verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos
manifiesta por la revelación en Cristo.
90. Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los profetas. Últimamente nos
ha hablado por su Hijo.
91. Los Apóstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos, entregándoles su
propio cargo del magisterio.
92. La enseñanza de los Apóstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo de
Dios viva santamente y aumente su fe.
93. La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado
de la Palabra de Dios.
94. Para entender correctamente lo que el autor sagrado, el hagiógrafo, quiso decir,
hay que atender a los "géneros literarios" con que se expresaron.
95. Los libros del Antiguo Testamento, aunque contengan algunas cosas imperfectas
y adaptadas a su tiempo, nos expresan el sentimiento vivo de Dios.
96. La palabra divina que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree, se
presenta y manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del Nuevo
Testamento.
97. Los Apóstoles, después de la ascensión del Señor, predicaron a sus oyentes lo
que Él había dicho y obrado.
98.-La Palabra de Dios es viva y eficaz y da apoyo, vigor y fortaleza a la fe de sus
hijos.
166
99. El desconocimiento de la Sagrada Escritura es desconocimiento de Cristo.