Conferencia 2

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LA SEGUNDA VENIDA

Serie 2
Conferencia Nº - 2 -
Fecha: 14 / Junio/1981
Lugar: Terrassa (Barcelona)

Texto: 1º Corintios 11:26: "Porque todas las veces que comiereis este pan, y
bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga"

Iniciamos estas meditaciones sobre la 2ª venida del Señor, tema lleno de


consolación, que esperamos que nos traiga su bienaventuranza, a través de 3
meditaciones que, en la voluntad del Señor, tendremos sobre esta gran y preciosa
esperanza cristiana: La venida del Señor.

Siendo que, cuando nos congregamos alrededor del Señor, somos invitados a Su
mesa, ¿que mejor que pensar en ésta bendita relación en el acto de una iglesia viva, que
se reúne alrededor del recuerdo de la "muerte que le dio vida"?; es el cuerpo vivo de
Cristo espiritual místico: La Iglesia, rodeando los símbolos del cuerpo muerto de Cristo,
para penetrar en alguna manera en Sus secretos íntimos, y recoger allí la identificación y
comunión íntima, las bases del poder de una esperanza. Nuestro versículo une todos
estos hechos, en tan breve sentencia. ¡Cuán minuciosa, concisa, medulosa es la Santa
Palabra !.

"Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la
muerte del Señor anunciáis HASTA QUE VENGA". El hecho culminante de la 1ª
venida conectado con el hecho culminante de la 2ª venida, pues hablar de la muerte es
hablar de la cruz.

Cuando penetramos en las epístolas apostólicas, especialmente las "paulinas"


(aunque las otras también contienen el mismo elemento que es rector de toda la
revelación bíblica), hallamos que hablar de la cruz es hablar de todo el misterio de la
Redención. Se manifiesta en esta breve expresión, se concreta, se sustancia en el hecho
de la cruz, pero tiene todas las implicaciones, alcances y profundidades del misterio
entero y pleno de la gracia de Dios. Quitad la Cruz y desaparece la gracia.

La Cruz es céntrica en toda la revelación; es el punto de partida, y es el punto de


llegada, y a la vez se constituye en un nuevo punto de partida y un nuevo punto de
llegada Abarca desde la Eternidad más anterior, y se proyecta hacia la eternidad más
futura. Allí se rompen, como ha sido dicho, las olas de dos eternidades, para manifestar
en el Cristo crucificado el amor y la gracia redentora. Por eso mismo, todo tiene que
estar conectado con el misterio de la Cruz. No hay una sola verdad que no tenga que ver
con este secreto y ha de vérselo impuesto como un sello indeleble en cada pensamiento,
palabra y obra de Dios: Es céntrica en El. Quitad de Dios el pensamiento, la palabra y la
obra de la Cruz y Dios quedaría eternamente impasible y solo. Pero mirad allí ese
secreto, y veréis a Dios en la libertad de pensar, hablar y hacer grandes cosas para Su
gloria. Es tanta la importancia: ¡Es suprema la Cruz de Cristo!.

Es por ello que el Señor tomó especial cuidado, no solo de que estos misterios
quedaran establecidos, revelados en las páginas santas de la Palabra de Dios, sino que
como un excedente de énfasis, estableció para una memoria y testimonio permanente
ciertos hechos para la Iglesia cristiana que le harían tener siempre presentes ésta
realidad.

Uno de ellos, por ejemplo, es el bautismo; el otro es la Cena del Señor. En el


bautismo podríamos ver siempre el hecho de la Cruz en todas sus implicaciones, pues
que habla del descenso y del ascenso. En el descenso está entrañado todo el misterio de
la Cruz, y en el ascenso está revelado todo el poder de la Cruz, cosa que a veces no
queremos ver. Pensamos en el acto de la Resurrección como un acto diríamos casi
"independiente" del secreto íntimo de la Cruz, y que solo puede adjudicarse al ejercicio
de la plenipotencia, de la omnipotencia de Dios, como si dijéramos: Dios resucitó a
Cristo porque es omnipotente, y por ello tuvo la victoria sobre la muerte. Eso es una
verdad, pero no completa porque la hemos despojado de la conexión operativa con el
hecho en el núcleo de la Cruz misma, y son INSEPARABLES. Es como si dijéramos:
Cuando Cristo fue sepultado a muerte por el Bautismo, de no haberse desarrollado en
ese acto ciertos hechos que tienen poder propulsor, El se hubiera quedado en el fondo
del Jordán, de tal forma que podemos decir que El, no tan solo fue levantado "del fondo
del Jordán" por los brazos fuertes de Juan el Bautista, que allí simbolizaban la potencia
de Dios, sino que,' olvidándonos por un momento de los brazos de Juan el Bautista,
había, en el acto de ser sepultado, un "poder propulsor" para poderse erguir y emerger
del agua, de tal suerte que la acción de los brazos de Juan no era otra cosa que la
respuesta a la acción propulsora que había en Cristo mismo cuando fue levantado; y no
recordamos nada de esto (Juan 10:17,18).

Transportado el hecho al Calvario mismo, es el gran secreto de que en el evento


mismo de la muerte, está escondido en Cristo muerto el poder para levantarse, de tal
suerte que la omnipotencia divina que opera el acto no es otra cosa que la identidad con
el poder en Cristo, que tiene el derecho de que el acto se opere. Está allí en el meollo, en
el núcleo de la muerte, el secreto de la vida. Es por eso que ahora, en la Mesa del Señor,
tuvo El especial cuidado de que se recuerde semanalmente Su muerte.

Casi podríamos decir que nos extraña, y cuantas veces, al no penetrar


reverentemente en la intimidad de ésta Mesa del Señor, se teme que pueda convertirse
en un hecho rutinario, costumbrista, que casi "cansa". Algunos, su pretexto de evitar
este presunto peligro, lo celebran una vez por mes; otros, una vez cada 2 ó 3 meses, y
algunos, una vez por año. Algunos dicen: ¡¡Eso de una vez cada semana, con la
muerte!!, ¡¡Nosotros tenemos un Cristo vivo!!. Entonces se puede convertir eso en un
acto casi casi fatalista, casi como en el culto católico-romano, que se deleita siempre
mirando el crucifijo.
Así han pensado muchos: ¿Es que hay tal peligro?. EN NINGUNA MANERA.
Cuando no se comprende, podría ser. No podría ser otra cosa que un acto común, fuera
de toda significación; apenas un acto puramente ritualista. Pero no es así. Nuestro texto
no lo permite. "Todas las veces que comiereis este pan y bebiereis ésta copa sois
PROCLAMADORES de algo", además de participantes de alimentos sencillos; y la
propia lección que está en ésta mesa establecida es la de la muerte, y a la vez está la
revelación dada por el Espíritu Santo a través del apóstol Pablo: LA
PROCLAMACION DE UNA VENIDA. Es decir, allí está el secreto de la
resurrección de un Cristo vivo, pero que está ligado al acto de la muerte.

El Señor tomó especial cuidado de hacernos recordar Su muerte. El podía haber


dicho: "Pues ahora, siendo que la culminación de la obra es la Resurrección, voy a
establecer un símbolo de la Resurrección". Pero no hizo eso, estableció un símbolo de
Su muerte, como una constante siempre viva de recuerdo: el testimonio de El en Su
sacrificio. Y la iglesia primitiva estuvo más en contacto por la ubicación histórica con
aquellos hechos, y lo celebraban sin ningún temor de caer en la rutina, todos los días,
¡TODOS LOS DIAS! (Hechos 2:46). Cada día era una memoria de la cruz.

Desgranada esta tanta memoria en las realidades interiores, hace que el apóstol
Pablo diga: "Cada día muero" (1ª Corintios 15:31), y no tenía miedo de caer en
rutinas, en el "cantanero" de la Palabra de la cruz. Tiene suficiente vitalidad para
mantenerse siempre fresca a través de toda la eternidad pasada, y de toda la eternidad
futura. Quienes se cansen de ella no son dignos de sus eternos beneficios. Y esa es una
de las grandes razones por las cuales el Señor la pone sobre la mesa para que miremos y
la comamos. La memoria de El en el hecho del Calvario, actualizada semanalmente ante
el cuerpo vivo, gracias al cuerpo muerto que los símbolos simbolizan. Así es como el
Señor nos dice: En mi muerte está vuestra vida'. Hay en mi muerte elementos vitales
para vosotros, y tanto que también son vitales para todos los hechos futuros, pues tenéis
que recordar esto, "hasta que venga". Es decir, recordamos al Cristo muerto, mientras
esperamos al Cristo vivo. ¡Que notable!. Esta unida la memoria de un muerto a la
venida de uno que vive, porque es el mismo.

Creo que también para el pueblo judío que es incrédulo, todo esto debe
producirle ciertos "revoltijos espirituales", pensando que los cristianos están recordando
un hecho que los judíos quieren tratar de olvidar, porque lo han rechazado hasta el
momento, y les han enseñado a sus hijos a rechazarlo, y quieren ver desaparecidas todas
las páginas del Nuevo Testamento. ¡Cómo deben sentir dentro de ellos malestar,
pensando que los cristianos cada domingo están celebrando lo que ellos tratan de
olvidar. Creo que para los judíos hay ahí una tremenda acusación de Aquel que fué
muerto, también para ellos (por ellos), que era judío también como ellos, según la carne.
“Me tendréis que recordar en medio de todos los que me olvidan, en medio de todos los
que se cansan de recordarme. Me tendréis que recordar en la cruz de Dios Padre, que me
trajo al mundo, y por el cual volveré a él. Porque, ¿cual es el hecho que Lo trajo al
mundo? ¿Por qué y para qué vino El al mundo, sino para morir en la cruz? ¿Cual fué el
hecho que lo trajo?.

Por eso maduró Su ministerio con un acto que lo manifestaba. Y habiéndolo


coronado en Su venir al mundo, ahora exige que El vuelva aquí. Así como la cruz exigía
que El viniera al mundo para morir en ella, ahora exige que el Señor vuelva al mundo
para "completar" lo que en ella hizo. Ahí está El "Maranatha". En la cruz hay
profundidades aún no satisfechas, y que aguardan la 2ª venida, para saciarte, porque en
ella están contenidas, en ella están escondidas, y así como antes de ser levantado en el
Calvario había sido establecida en el corazón eterno de Dios, en el amor que dice al
Hijo: Ve a morir, ¿que es eso, sino la Palabra de la Cruz, como la llama Pablo?.
Ahora también esa Palabra dice: ¡Vuelve, vuelve!. Y de ahí que nos dice el
Señor que cada vez que anunciamos, que recordamos la muerte, estamos hablando de la
venida, clave y secreto de Sus "venidas"!. Ahí está la cruz. Es la cruz la clave. Siendo
un tema profundo, es sumamente sencillo.

Todo cristiano sabe que, cuando El vino en Su 1ª " venida, vino para morir en la
cruz; y todo cristiano sabe que El murió en la cruz para obrar nuestra redención; y todo
cristiano sabe que nuestra redención es la paga del pecado, de modo que ahí está en
breves palabras el secreto. El viene a tratar con el pecado. Naturalmente, al tratar con el
pecado trato con la muerte. Es imposible relacionarse con el pecado sin relacionarse (y
enfrentarse) con la muerte. ¡Es imposible! Hay una ley a la que se llama precisamente
así en las páginas de la Escritura. Lo encontramos en Romanos 8:2, donde leemos:
"Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado
y de la muerte". Es imposible por ley, por gravitación de la ley espiritual y física, tratar
con el pecado, sin que esté metida ahí la muerte.

El Señor no vino a hablarnos de que somos pecadores; El no vino a hablarnos de


lo que es el pecado, aunque lo hizo. El vino para destrozar el pecado, y con ello destruir
a la muerte. Hay que ver el ingrediente pecado-muerte para entender que por la
destrucción del pecado en la ley de pecado-muerte, se destruye la muerte; y por la
destrucción del pecado y de la muerte, no hay otra alternativa, EL SEÑOR TIENE
QUE RESUCITAR. Es el gran hecho que Pedro reveló en Pentecostés, cuando dijo
que la muerte no Lo podía detener (Hechos 2:24). ¿Por qué?. Por la sola razón de que
El había tratado la ley pecado-muerte, porque son elementos inseparables que
constituyen la ley pecado-muerte.

El Señor, al morir, destrozando el pecado, destruye la muerte que El muere y que


mata. Allí está este poder propulsor en el acto mismo de morir, que ha destruido el
pecado y con él la muerte, que es su fruto en parte, y que hace que El deba resucitar. Por
eso entonces nada mejor que el ponernos la memoria de Su muerte, para recordar Su
resurrección. Está metida ahí la resurrección: en su propia muerte. Es lo que hizo
exclamar a Oseas, hablando Cristo por él: "Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu
destrucción, oh sepulcro" (Oseas 13:14). Y, ¿como lo hará?, ¿cuándo lo hará?:
CUANDO MUERA.

¡Que notable la muerte de Cristo! ¡Que notable esta proclamación sin igual!
¡Que diferente el anuncio de ésta muerte, de todos los anuncios fúnebres de toda la
Historia!. Desde Adam: murió, murió, murió,.... (Génesis 5). Pero Cristo murió y ¡oh,
milagro! porque murió resucita. Todo otro anuncio fúnebre es porque muere quien ha
muerto. Cuando venimos al anuncio, a la notificación impresa de la muerte de Cristo,
cuando muere, ¡VIVE!. ¿Veis que es un anuncio diferente? ¿Veis que proclamáis, que
anunciáis una muerte sin igual; una muerte sin paralelo histórico? Todos los anuncios
fúnebres cuentan la ley del pecado y de la muerte. El anuncio de la muerte de Cristo
cuenta la victoria del Espíritu de vida. ¡Esa es la diferencia! Pero está contenida ahí, no
puede alejarse del acto redentor. El poder redentor está intrínsecamente substanciado
con el acto de la muerte. Hay poder en Cristo para levantarse, sin que Juan el Bautista lo
levantara, si El hubiera querido.

Hay en Cristo poder para resucitar de la tumba, en sí mismo, aunque no hubiera


actuado la Omnipotencia del Padre, por la obra del Espíritu, porque el mismo Señor
Jesús lo dijo: "Tengo poder para poner la vida, y tengo poder para volverla a tomar".
Y eso no sale de El, ni lo delega: es de derecho propio.

¡Bendito secreto! Por esto el Señor pone recuerdo de muerte, queriendo hacernos
recordar la vida. Y, si este fué el objetivo de la 1ª venida, lo traslada ahora como el gran
objetivo de la 2ª venida; es decir, esa cruz todavía tiene elementos redentores que
esperan realización; en ella están contenidos, pero que solamente se han realizado hasta
ahora en el Señor Jesucristo. Es aquello que vemos en 1ª Corintios 15, el gran capítulo
de la resurrección, que también es el gran capítulo de la muerte de Cristo. Cristo las
primicias; luego, los que son de Cristo en Su venida.

"Hasta que venga tendréis que recordar mi muerte por vosotros, que si ahora os
he dado redención y la gozáis; si ahora os he dado vida eterna y la poseéis; sin embargo,
vosotros también moriréis, y debéis esperar mi 2ª venida, para ser librados de vuestra
muerte, aún reinante". Hay muchas cosas que Cristo hizo y que todavía no vemos
(Hebreos 2:8), y todas las obra por el hecho de la cruz.

Miremos, por ejemplo, Su victoria sobre todo principado, potestad (Efesios


1:21), sobre el diablo y todos sus secuaces. Sin embargo todavía vemos como actúa
Tendrá que terminar la dispensación, y terminar con el diablo, que ya está vencida en la
cruz. Así también pasa con nosotros. La redención de nuestras almas ya la tenemos, no
necesitamos esperar. En cambio, la redención de mi cuerpo la tengo que esperar, aunque
ya la obró Cristo cuando me redimió. La redención implica espíritu, alma y cuerpo, y
está contenida en el hecho de la cruz, que reclama que Cristo resucite porque en ella se
agotó la causa que mata, y está contenida en el mismo hecho de la cruz, que reclama
que Cristo venga a realizar lo que en ella fué hecho: La redención también de la materia.
Eso será hecho en Su venida.

Obsérvese estas etapas intermedias: Primero, la primera venida de Cristo, y El la


primicia. Primera, y ésta hasta este uno muerto, única. Luego, quienes y cuando, no
todos, porque no todos son de Cristo. Luego los que son de Cristo, ósea, los hijos de
Dios, los cristianos, los redimidos por la sangre de Cristo, los renacidos por el Espíritu
de Cristo. Y esto, cuando El venga. Así que hay ésta especial acción de ésta especial
venida, y por esto está el recuerdo, hasta aquel día, porque lo que en aquel día ha de
acontecer es gracias a este hecho ya acontecido. Quitad el hecho acontecido, y no queda
nada por acontecer, pues no tendríamos la realidad experimentada de la redención del
alma. Poned el hecho acontecido y habrá redención actual y redención futura. De ahí la
necesidad de conectarlo con la venida, y de ahí entonces que la cruz es el "vademécum"
cristiano hasta Su venida, hecho compañero del peregrino hasta Su venida, porque en la
cruz está también la redención de mi cuerpo, así como la de mi alma; todo está ahí.

Pablo la llama también redención a la resurrección corporal. Romanos 8:23


"Y no solo ellas, mas también nosotros mismos, que tenemos las primicias del
Espíritu ... ", osea que tenemos ya una experiencia de redención, una salvación ya.
"... nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando...". Yo no
puedo esperar lo que ya tengo. ".... Esperando la adopción, es a saber, la redención
de nuestro cuerpo". ¿Como le llama a la resurrección?: la adopción, la redención del
cuerpo. Y la redención tiene un solo lugar donde fué efectuada, y ese lugar es la cruz.
En la cruz fué efectuada, no solo la redención del alma, sino también la redención del
cuerpo; y por la cruz yo tengo, no solo la adopción espiritual, como hijo de Dios, sino
también la del cuerpo, por la cruz. Entonces, hasta que podamos ver saciada "la obra de
la cruz", recordad la obra de la cruz, hasta que "se sacie en el día de mi venida".

Isaías 53, el gran capítulo de la redención, dice: "Del trabajo de su alma verá y
será saciado". Como dicen los antiguos en el Antiguo Testamento, "seré saciado
cuando despertare a tu semejanza" (Salmo 17:15). Es por eso que la cruz exige la
venida de Cristo para redimir nuestro cuerpo, porque en la cruz fué lograda ésta
redención, que todavía no vemos, que tiene que esperar, que es el ruego que parecería
dentro de una lógica semántica ó significado gramatical, que debería ser : venida casi
inmediata.

Para Dios es tan breve el correr del tiempo que pone "luego", cuando ya
llevamos 2000 años transcurridos dentro de ese "luego", porque "un día delante del
Señor es como mil años y mil años como un día" (2ª Pedro 3:8). Es como si
dijéramos: son dos días, nada más para Dios, que no reconoce la limitación de la
extensividad del tiempo, ¡no!. Entonces, este "luego" tiene un paréntesis de casi 2000
años; y, ¿para quienes?: "los míos". ¿Para qué?: para que sean una primicia, y para que
resuciten y sean hechos hijos de Dios en el cuerpo, como ahora lo son en el espíritu, y
eso no hay que esperarlo, lo que uno tiene no hay que esperarlo. Pero si uno, lo que no
tiene espera, por paciencia lo espera (Romanos 8:24), porque no vemos todavía este
evento en nosotros, pero vemos que está contenido en la redención que el Señor obró de
mi cuerpo. Por ello nos pone el recuerdo de Su cuerpo muerto como recuerdo de la
resurrección, pues está contenido ahí.

Algunos autores cristianos, creyendo suplir lo que pensaban era una "laguna" de
Dios, han dicho: "No olvidemos que el domingo es monumento perpetuo de la
resurrección, porque en el primer día de la semana Cristo resucito. No está fuera de
orden la acotación, pero en el día de la resurrección, ¿que nos manda recordar el Señor?:
SU MUERTE. No nos dice que nació el domingo "en memoria". Nos dio el pan y el
vino, "EN MEMORIA". Así que el domingo es una memoria constante porque es el
día en que resucitó. En el día de Su resurrección recordad que el secreto de Su vida
estaba escondido en el secreto de Su muerte, y que será en base a esta redención que Le
debemos esperar; "la esperanza de nuestra redención física que está escondida en el
anuncio de Su muerte", que era la clave de la resurrección de Su cuerpo.

Vemos pues que la soteriología y la escatología se juntan; la ciencia de la


salvación y la ciencia de las últimas cosas. Lo que pasó en la salvación tiene que ver con
"las últimas cosas". No solo con algo hecho en el pasado, sino con algo que ha de ser
hecho al fin de los tiempos. El apóstol Pedro, que por el Espíritu Santo lo entendió,
llamó a la dispensación de la gracia "los postreros tiempos" (1ª Pedro 1:20). Pablo
también: "Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro
tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el
Hijo ... " (Hebreos 1:1,2).

Así vemos, ya estamos en los postreros tiempos, ya la gracia marca el fin de lo


que ha de suceder después, a consecuencia de ese hecho, así como todo lo que había
acontecido primero era gracias a ese hecho. Vemos pues que la cruz es un punto de
llegada, es un punto de partida, y todo en ella converge, y el mensaje del Calvario es el
"mensaje de la vida", que se consubstancia en Aquel que es la vida en Sí, y que la
manifestó en el acto de la muerte redentora. La esperanza cristiana existe gracias a la
muerte de Jesucristo, porque sin Su muerte no hay vida para nadie.

¡Que bendita esperanza, implícitamente contenida en el anuncio!. ¿Veis que es


como una locura la predicación? ¿A quién se le ocurre esto?. Muere alguien, se le
anuncia la muerte, y nadie anuncia la vida del que ha muerto, y se murió! Muere Cristo,
y se anuncia la vida de Cristo, en Su misma persona.

Con los reyes se acostumbra a, cuando muere uno, decir al otro: ¡Murió el rey,
viva el rey!. Pero son reyes diferentes, no es uno. Sería decir : ¡Murió el viva! ¡el Rey,
Cristo Jesús!, porque en el acto de Su muerte está la potencia que lo levanta, que Lo
llevó, y que Lo ha de traer de nuevo a decir: "Lo que yo obré cuando os redimí tiene que
completarse". Lo completaremos cuando venga. ¡Recordadme!. ¡Que bendito el
anuncio!; y, ¿puede haber rutina en una esperanza?, ¡que va!. Una esperanza sin
confianza, ni puede existir siquiera. Sin fe no es esperanza. Como el patriarca Abraham,
tendremos que aprender a esperar, en esperanza contra esperanza.

¡Que hermoso es mirar en las miríadas de cristianos que han muerto mirando
aquel día! ¡Que hermoso es pensar que cuando un cristiano parte de este mundo, lo
podemos hacer con una santa rebelión, al depositar sus restos a este mundo. ¡Esto se
levantará cuando Cristo lo levantará!. Entonces, ¡haced memoria de Mí, hasta que
venga!.

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