Pared Anterolateral Del Abdomen

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PARED ANTEROLATERAL DEL

ABDOMEN
Aunque la pared del abdomen es continua, a efectos descriptivos se
subdivide en pared anterior, paredes laterales derecha e izquierda, y
pared posterior (fig. 5-3). Se trata de una pared musculoaponeurótica,
excepto en su cara posterior, que incluye la porción lumbar de la
columna vertebral. El límite entre las paredes laterales y anterior es
indefinido. En consecuencia, a menudo se usa el término pared
anterolateral del abdomen. Algunas estructuras, como los músculos y
los nervios cutáneos, se encuentran tanto en la pared anterior como en
las paredes laterales. La pared anterolateral del abdomen se extiende
desde la caja torácica hasta la pelvis.

Fig. 5-3.  Subdivisiones de la pared abdominal.  Corte transversal del abdomen que muestra diversos aspectos
de la pared y sus componentes. *Los músculos dorsales ancho, relativamente superficial, y psoas mayor, más
profundo, son músculos axioapendiculares que se insertan distalmente en los miembros superior e inferior,
respectivamente.
La pared anterolateral del abdomen está limitada superiormente por
los cartílagos de las costillas 7ª a 10ª y el proceso (apófisis) xifoides
del esternón, e inferiormente por el ligamento inguinal y los bordes
superiores de las caras anterolaterales de la cintura pélvica (crestas
ilíacas, crestas púbicas y sínfisis púbica) (fig. 5-4 A).

La pared anterolateral del abdomen está formada por la piel, el tejido


subcutáneo (fascia superficial) compuesto principalmente por grasa,
los músculos y sus aponeurosis, la fascia profunda, la grasa
extraperitoneal y el peritoneo parietal (fig. 5-4 B). La piel se une
laxamente al tejido subcutáneo, excepto en el ombligo, donde se
adhiere con firmeza. La mayor parte de la pared anterolateral del
abdomen incluye tres capas musculotendinosas; los haces de fibras
de cada capa tienen direcciones distintas. Esta estructura trilaminar es
parecida a la de los espacios intercostales del tórax.
Fig. 5-4.  Contenido abdominal, en su posición natural, y capas de la pared anterolateral del abdomen.  A) Se ha
extirpado la pared anterior del abdomen y los tejidos blandos de la pared anterior del tórax. La mayor parte del
intestino está cubierto, a modo de delantal, por el omento mayor, un repliegue del peritoneo que cuelga desde el
estómago. B) Este corte muestra las capas de la pared anterolateral del abdomen, incluidos los músculos
planos trilaminares.

ÍNDICE:

 Fascia de la pared anterolateral del abdomen

 Músculos de la pared anterolateral del abdomen

o Músculo oblicuo externo del abdomen

o Músculo oblicuo interno del abdomen

o Músculo transverso del abdomen

o Músculo recto del abdomen

o Piramidal

o Vaina del recto, línea alba y anillo umbilical

o Funciones y acciones de los músculos anterolaterales del


abdomen

 Vascularización e inervación de la pared anterolateral del


abdomen

o Dermatomas de la pared anterolateral del abdomen

o Nervios de la pared anterolateral del abdomen

o Vasos de la pared anterolateral del abdomen

 Superficie interna de la pared anterolateral del abdomen

 Región inguinal
o Ligamento inguinal y tracto iliopúbico

o Conducto inguinal

 Funículo espermático, escroto y testículos

o Funículo espermático

o Escroto

o Testículos

o Epidídimo

 Anatomía de superficie de la pared anterolateral del abdomen

FASCIA DE LA PARED ANTEROLATERAL DEL ABDOMEN


El tejido subcutáneo de la mayor parte de la pared incluye cantidades
variables de grasa, y constituye uno de los principales lugares de
depósito. Los varones son especialmente susceptibles a la
acumulación subcutánea de grasa en la parte baja de la pared
anterolateral del abdomen. En la obesidad mórbida, el panículo
adiposo alcanza varios centímetros de grosor, y a menudo forma uno o
más faldones.

Por encima del ombligo, el tejido subcutáneo es concordante con el


que se encuentra en la mayoría de las regiones. Inferior al ombligo, la
parte más profunda del tejido subcutáneo está reforzada por
numerosas fibras elásticas y de colágeno, de forma que el tejido
subcutáneo está compuesto por dos capas: una capa superficial
adiposa de la fascia de la pared anterolateral del abdomen (fascia de
Camper) y una capa membranosa de la fascia de la pared
anterolateral del abdomen (fascia de Scarpa). La capa membranosa
se continúa inferiormente en la región perineal como la capa
membranosa del tejido subcutáneo del periné (fascia perineal
superficial o de Colles), pero no en los muslos (fig. 5-9 B).

Las capas superficiales, intermedia y profunda de la fascia de


revestimiento recubren las caras externas de las tres capas
musculares de la pared anterolateral del abdomen y sus aponeurosis
(tendones planos extendidos), de los que no puede despegarse
fácilmente. Estas fascias de revestimiento son extremadamente
delgadas y están constituidas en gran parte por el epimisio (capa
externa de tejido conectivo fibroso que envuelve a todos los
músculos), situado en la superficie de los músculos o entre ellos. La
cara interna de la pared abdominal está revestida por láminas
membranosas y areolares de grosor variable: la fascia endoabdominal.
Aunque es continua, las diferentes partes de esta fascia se denominan
en función del músculo o de la aponeurosis que recubren. La porción
que recubre la superficie profunda del músculo transverso del
abdomen y su aponeurosis es la fascia transversal (transversalis). El
revestimiento brillante de la cavidad abdominal, el peritoneo parietal,
está formado por una sola capa de células epiteliales y tejido
conectivo de sostén. El peritoneo parietal se localiza interno a la fascia
transversal y está separado de ella por una cantidad variable de grasa
extraperitoneal.

MÚSCULOS DE LA PARED ANTEROLATERAL DEL ABDOMEN


En la pared anterolateral del abdomen hay cinco músculos,
emparejados bilateralmente (fig. 5-3): tres músculos planos y dos
músculos verticales. En la figura 5-5 se muestran sus inserciones, y en
la tabla 5-2 se citan junto a su inervación y principales acciones.
Fig. 5-5.  Músculos de la pared anterolateral del abdomen.
Los tres músculos planos son el oblicuo externo del abdomen, el
oblicuo interno del abdomen y el transverso del abdomen. Las fibras
musculares de estas tres capas musculares concéntricas tienen
orientaciones distintas, de modo que las fibras de las dos capas
externas se disponen diagonalmente y perpendiculares entre sí en su
mayor parte, y las fibras de la capa profunda discurren
transversalmente. Los tres músculos planos terminan anterior y
medialmente en fuertes aponeurosis laminares (fig. 5-6 A).

Entre las líneas medioclavicular (LMC) y media, las aponeurosis


forman la fuerte vaina del músculo recto del abdomen, que envuelve al
músculo recto del abdomen (fig. 5-6 B). Allí, las aponeurosis se
entrelazan con las del otro lado y forman un rafe (del griego rhaphe,
sutura) en la línea media, la línea alba, que se extiende desde el
proceso xifoides hasta la sínfisis del pubis. La decusación y
entrelazamiento de las fibras aponeuróticas no sólo tiene lugar entre
los lados derecho e izquierdo sino también entre las capas superficial
e intermedia, y entre las capas intermedia y profunda.

Los dos músculos verticales de la pared anterolateral del abdomen,


envueltos por la vaina de los músculos rectos, son el recto del
abdomen, grande, y el piramidal, pequeño.
Fig. 5-6. Estructura de la pared anterolateral del abdomen. A) Se muestran los intercambios de fibras
intramusculares e intermusculares en el seno de las aponeurosis bilaminares de los músculos oblicuos externo
e interno del abdomen. B) Cortes transversales de la pared por encima y por debajo del ombligo, que muestran
la composición de la vaina del músculo recto del abdomen.
Músculo oblicuo externo del abdomen
El músculo oblicuo externo del abdomen es el mayor y más superficial
de los tres músculos planos abdominales anterolaterales (fig. 5-7). En
la figura 5-5 A se ilustran las inserciones del oblicuo externo, y en la
tabla 5-2 se incluye junto a su inervación y sus acciones principales. A
diferencia de las dos capas más profundas, el músculo oblicuo externo
no se origina posteriormente desde la fascia toracolumbar; sus fibras
más posteriores (la parte más gruesa del músculo) tienen un borde
libre, donde se despliegan en abanico entre su origen costal y la cresta
ilíaca (fig. 5-5 D y E). La parte carnosa del músculo contribuye
mayoritariamente a la parte lateral de la pared abdominal. Su
aponeurosis contribuye a formar la parte anterior de la pared.
Fig. 5-7. Pared anterolateral del abdomen.  A) En esta disección superficial, la lámina anterior de la vaina del
recto está reflejada en el lado izquierdo. Obsérvense los nervios cutáneos anteriores (T7-T12) perforando el
músculo recto del abdomen y la lámina anterior de la vaina del recto. B) Se muestran los tres músculos planos
del abdomen y la formación del ligamento inguinal.

Aunque las fibras más posteriores que parten de la 12ª costilla


discurren casi verticales hasta la cresta ilíaca, las fibras más anteriores
se abren en abanico, tomando una dirección cada vez más medial, de
forma que la mayoría de las fibras musculares se orienta
inferomedialmente —en la misma dirección que señalan los dedos
cuando se meten las manos en los bolsillos laterales— y las fibras más
anteriores y superiores tienen un curso casi horizontal. Las fibras
musculares se vuelven aponeuróticas aproximadamente en la LMC
medialmente y en la línea espinoumbilical (línea que va desde el
ombligo hasta la EIAS) inferiormente, formando una lámina de fibras
tendinosas que se decusan en la línea alba y que en su mayoría se
continúan con las fibras tendinosas del oblicuo interno contralateral
(fig. 5-6 A). De este modo, los músculos oblicuo externo e interno
contralaterales forman en conjunto un «músculo digástrico», un
músculo con dos vientres que comparten un tendón central común y
trabajan como una sola unidad. Por ejemplo, el oblicuo externo
derecho y el oblicuo interno izquierdo actúan juntos para flexionar y
rotar el tronco de forma que el hombro derecho se orienta hacia la
cadera izquierda (movimiento de torsión del tronco).

Inferiormente, la aponeurosis del oblicuo externo se inserta en la


cresta del pubis, medialmente al tubérculo del pubis. El borde inferior
de la aponeurosis del oblicuo externo está engrosado y forma una
banda fibrosa que se curva inferiormente, cuyo borde libre posterior se
extiende entre la EIAS y el tubérculo del pubis, el ligamento inguinal (de
Poupart) (figs. 5-7 B y 5-8).

Fig. 5-8. Pared inferior del abdomen y región inguinal de un varón.  La aponeurosis del músculo oblicuo externo
se ha seccionado parcialmente, y el funículo espermático se ha seccionado y extirpado del conducto inguinal.
Podemos palpar el ligamento inguinal presionando profundamente en
el centro del pliegue situado entre el muslo y el tronco, y moviendo las
yemas de los dedos arriba y abajo. Inferiormente, el ligamento inguinal
se continúa con la fascia profunda del muslo. Por lo tanto, el ligamento
inguinal no es una estructura independiente, aunque —por su utilidad
como punto de referencia— a menudo se representa de ese modo.
Actúa como retináculo (banda de sostén) para las estructuras
musculares y vasculonerviosas que discurren profundos a este y
entran en el muslo. Las partes inferiores de los dos músculos
abdominales anterolaterales profundos se relacionan en su origen con
la porción lateral del ligamento inguinal. Las complejas modificaciones
e inserciones del ligamento inguinal y de las porciones inferomediales
de las aponeurosis de los músculos de la pared anterolateral del
abdomen se tratarán detalladamente junto a la región inguinal (más
adelante en este capítulo).
Músculo oblicuo interno del abdomen
El oblicuo interno del abdomen es el músculo plano abdominal
intermedio y consiste en una delgada lámina muscular que se abre
anteromedialmente en abanico (figs. 5-5 B, 5-8 y 5-9 A).

A excepción de sus fibras más inferiores, que surgen de la mitad


lateral del ligamento inguinal, las fibras de su parte carnosa discurren
de forma perpendicular a las del oblicuo externo, discurriendo
superomedialmente (como los dedos cuando se coloca la mano sobre
el tórax). Sus fibras también se hacen aponeuróticas en la LMC y
participan en la formación de la vaina del recto. Las inserciones del
oblicuo interno se ilustran en la figura 5-5 B, y en la tabla 5-2 se
enumeran junto a su inervación y acciones principales.
Fig. 5-9.  Formación de la vaina del recto y estructuras vasculonerviosas de la pared anterolateral del
abdomen.  A) En esta disección profunda se ha extirpado la porción carnosa del músculo oblicuo externo en el
lado derecho, pero se han dejado intactas su aponeurosis y la pared anterior de la vaina del músculo recto del
abdomen. En el lado izquierdo se han extraído la pared anterior de la vaina y el músculo recto del abdomen para
que pueda apreciarse la pared posterior de la vaina. La porción carnosa del músculo oblicuo interno se ha
seccionado longitudinalmente, lateral a la vaina del músculo recto izquierdo; los bordes del corte se han retraído
con el fin de mostrar los nervios toracoabdominales que discurren por el plano vasculonervioso entre los
músculos oblicuo interno y transverso del abdomen. B) Corte sagital a través de la vaina del músculo recto de la
pared anterior del abdomen.

Músculo transverso del abdomen


Las fibras del transverso del abdomen, el más interno de los tres
músculos abdominales planos (figs. 5-5 C y 5-7 B), discurren más o
menos horizontalmente, excepto las más inferiores, cuya dirección es
paralela a las del oblicuo interno. Su orientación transversa,
circunferencial, es ideal para comprimir el contenido abdominal,
aumentando la presión intraabdominal. Las fibras del músculo
transverso del abdomen también finalizan en una aponeurosis, que
contribuye a formar la vaina del recto (fig. 5-9). En la figura 5-5 C se
muestran las inserciones del transverso del abdomen, y en la tabla 5-2
se enumeran junto a su inervación y sus acciones principales.

Entre los músculos oblicuo interno y transverso del abdomen se


encuentra un plano vasculonervioso, que se corresponde con un plano
similar en los espacios intercostales. En ambas regiones, el plano se
encuentra entre las capas musculares media y profunda (fig. 5-9 A).
El plano vasculonervioso de la pared anterolateral del
abdomen contiene las arterias y los nervios para la pared anterolateral
del abdomen. En la parte anterior de la pared abdominal, los vasos y
nervios abandonan el plano vasculonervioso y se localizan
principalmente en el tejido subcutáneo.
Músculo recto del abdomen
El recto del abdomen, un músculo acintado, largo y ancho, es el
principal músculo vertical de la pared anterolateral del abdomen (figs.
5-5 D, 5-6 B, 5-7 A y 5-9 B). La figura 5-5 D muestra las inserciones del
recto del abdomen, y estas se enumeran, junto a su inervación y
principales acciones, en la tabla 5-2. Los dos músculos rectos,
separados por la línea alba, se encuentran muy próximos en su parte
inferior. El recto del abdomen es tres veces más ancho en su porción
superior que en la inferior; es ancho y delgado cranealmente, y
estrecho y grueso caudalmente. Está encerrado en su mayor parte en
la vaina del músculo recto del abdomen. El recto del abdomen está
fijado transversalmente por inserciones a la lámina anterior de la vaina
del recto en tres o más intersecciones tendinosas (bandas fibrosas
transversas, figs. 5-5 D y 5-7 A). Cuando el músculo se pone en tensión
en personas musculosas, las áreas entre las intersecciones tendinosas
sobresalen. Las intersecciones, señaladas por surcos de la piel entre
las protuberancias, se encuentran generalmente a nivel del proceso
xifoides del esternón, del ombligo, y a la mitad de la distancia entre
estas dos estructuras.
Piramidal
El piramidal es un músculo triangular pequeño e inconstante que está
ausente en un 20 % de las personas. Se sitúa anterior a la porción
inferior del recto del abdomen y se inserta en la cara anterior del pubis
y en el ligamento anterior del pubis. Termina en la línea alba,
especialmente engrosada en una distancia variable por encima de la
sínfisis del pubis. El piramidal tensa la línea alba. Cuando el músculo
está presente, los cirujanos utilizan la inserción del piramidal en la
línea alba como punto de referencia para la incisión abdominal
mediana.

Vaina del recto, línea alba y anillo umbilical


La vaina del recto (figs. 5-7 a 5-9) es el compartimento fibroso, fuerte e
incompleto, de los músculos recto del abdomen y piramidal. En la
vaina del recto también se encuentran las arterias y venas epigástricas
superior e inferior, vasos linfáticos y las porciones distales de los
nervios toracoabdominales (porciones abdominales de los ramos
anteriores de los nervios espinales T7-T12).

La vaina del músculo recto del abdomen está formada por las
aponeurosis entrelazadas y decusadas de los anterolaterales del
abdomen (fig. 5-6 B). La aponeurosis del oblicuo externo contribuye a
la pared anterior de la vaina en toda su longitud. Los dos tercios
superiores de la aponeurosis del oblicuo interno se dividen en dos
hojas (láminas) en el borde lateral del recto del abdomen; una lámina
pasa por delante del músculo y la otra por detrás. La hoja anterior se
une a la aponeurosis del oblicuo externo, formando la lámina anterior
de la vaina del recto. La hoja posterior se une a la aponeurosis del
transverso abdominal, formando la lámina posterior de la vaina del
recto.

Desde aproximadamente un tercio de la distancia entre el ombligo y la


cresta del pubis, las aponeurosis de los tres músculos planos pasan
anteriores al recto del abdomen para formar la lámina anterior de la
vaina del músculo recto del abdomen, y sólo la fascia transversal,
relativamente delgada, cubre posteriormente el recto del abdomen.
Una línea arqueada (fig. 5-9) marca la transición entre la pared
aponeurótica posterior de la vaina, que cubre los tres cuartos
superiores del recto del abdomen, y la fascia transversal que cubre el
cuarto inferior. En toda la longitud de la vaina, las fibras de sus hojas
anterior y posterior se entrelazan en la línea media anterior para formar
la compleja línea alba.

La hoja posterior de la vaina del músculo recto también está ausente


por encima del arco costal debido a que el transverso del abdomen se
continúa superiormente como músculo transverso del tórax, que se
sitúa internamente respecto a los cartílagos costales (fig. 4-14), y a
que el recto del abdomen se fija al arco costal. Por tanto, superior al
arco costal el recto del abdomen descansa directamente sobre la
pared torácica (fig. 5-9 B).

La línea alba, que recorre verticalmente toda la longitud de la pared


anterior del abdomen y separa las vainas bilaterales de los rectos (fig.
5-7 A), se estrecha inferiormente al ombligo, adoptando la anchura de
la sínfisis púbica, y se ensancha superiormente, con la anchura del
proceso xifoides del esternón. A través de la línea alba pasan
pequeños vasos y nervios para la piel. En las personas delgadas y
musculosas puede observarse un surco en la piel que recubre la línea
alba. En su centro, subyacente al ombligo, esta línea contiene el anillo
umbilical, un defecto en la línea a través del cual pasan los vasos
umbilicales fetales entre el cordón umbilical y la placenta. Todas las
capas de la pared anterolateral del abdomen se fusionan en el
ombligo. Después del nacimiento se acumula grasa en el tejido
subcutáneo, la piel que rodea al anillo umbilical va levantándose y el
ombligo se deprime. Esto tiene lugar entre 7 y 14 días después del
nacimiento, cuando «se cae» el cordón umbilical atrófico.
Funciones y acciones de los músculos anterolaterales del abdomen
Los músculos de la pared anterolateral del abdomen:

 Forman un soporte firme y dilatable para la pared anterolateral


del abdomen.
 Sostienen las vísceras abdominales y las protegen contra la
mayoría de las lesiones.
 Comprimen el contenido abdominal para mantener o aumentar la
presión intraabdominal, oponiéndose al diafragma (el aumento
de la presión intraabdominal facilita la expulsión).
 Mueven el tronco y ayudan a mantener la postura.

La acción conjunta de los músculos oblicuos y transversos de ambos


lados forma una faja muscular que ejerce una presión firme sobre las
vísceras abdominales. La participación del recto del abdomen en esta
acción es escasa o nula. Al comprimir las vísceras abdominales y
aumentar la presión intraabdominal, elevan el diafragma relajado para
expulsar el aire durante la respiración, y de forma más forzada para la
tos, el estornudo, sonarse la nariz, el eructo voluntario, el grito, etc.
Cuando el diafragma se contrae durante la inspiración, la pared
anterolateral del abdomen se expande a medida que se relajan sus
músculos, a fin de dejar espacio a las vísceras, como el hígado, que se
ven empujadas inferiormente. La acción combinada de los músculos
anterolaterales también produce la fuerza necesaria para la
defecación, la micción, el vómito y el parto. Al levantar objetos
pesados se produce asimismo un aumento de la presión
intraabdominal (y de la intratorácica), y en ocasiones la fuerza
resultante provoca una hernia.
Los músculos anterolaterales del abdomen también intervienen en los
movimientos del tronco a nivel de las vértebras lumbares y controlan la
inclinación de la pelvis para mantener la postura en bipedestación
(lordosis lumbar de reposo). Por ello, el fortalecimiento de la
musculatura de la pared anterolateral del abdomen mejora la postura
erecta y en sedestación. El múscu lo recto del abdomen es un potente
flexor de las regiones torácica y, sobre todo, lumbar de la columna
vertebral, acercando el arco costal anterior y la cresta del pubis. Los
músculos abdominales oblicuos también colaboran a los movimientos
del tronco, especialmente la flexión lateral de las vértebras lumbares y
la rotación de la columna vertebral lumbar y torácica baja. Es probable
que el transverso del abdomen no ejerza efectos apreciables sobre la
columna vertebral.

VASCULARIZACIÓN E INERVACIÓN DE LA PARED ANTEROLATERAL


DEL ABDOMEN

Dermatomas de la pared anterolateral del abdomen


El mapa de los dermatomas de la pared anterolateral del abdomen es
prácticamente idéntico a la distribución de los nervios periféricos (fig.
5-10). Esto es así debido a que los ramos anteriores de los nervios
espinales T7-T12, que inervan la mayor parte de la pared abdominal, no
participan en la formación de plexos. Se produce una excepción a nivel
de L1, donde el ramo anterior de L1 se bifurca en dos nervios
periféricos. Cada dermatoma empieza posteriormente sobre el
foramen (agujero) intervertebral por donde el nervio espinal abandona
la columna vertebral y sigue la inclinación de las costillas rodeando el
tronco. El dermatoma T10 incluye el ombligo, mientras que el
dermatoma L1 incluye la región inguinal.

Fig. 5-10.  Inervación de la pared abdominal anterolateral.  A) Dermatomas y nervios de la pared anterolateral del
abdomen. B) Plano neurovascular (trayecto) de las ramas nerviosas lumbares. A, aorta; GS, ganglios simpáticos
del tronco simpático; RC, rama comunicante; RD, rama dorsal.
Nervios de la pared anterolateral del abdomen
La piel y los músculos de la pared anterolateral del abdomen están
inervados principalmente por los nervios siguientes (figs. 5-9 A y 5-10;
tabla 5-3):

 Nervios toracoabdominales: son las porciones abdominales,


distales, de los ramos anteriores de los seis nervios espinales
torácicos inferiores (T7-T11); son la prolongación de los nervios
intercostales inferiores distalmente al arco costal.
 Ramos cutáneos laterales (torácicos): de los nervios espinales
torácicos T7-T9 o T10.
 Nervio subcostal: un ramo anterior grueso del nervio espinal T12.
 Nervios iliohipogástrico e ilioinguinal: ramos terminales del
ramo anterior del nervio espinal L1.

Los nervios toracoabdominales pasan inferoanteriormente desde los


espacios intercostales y recorren el espacio vasculonervioso entre los
músculos oblicuo interno y transverso del abdomen, para inervar la piel
y los músculos abdominales. Los ramos cutáneos laterales emergen
de la musculatura de la pared anterolateral del abdomen para entrar en
el tejido subcutáneo a lo largo de la línea axilar anterior (con divisiones
anteriores y posteriores), mientras que los ramos cutáneos
abdominales anteriores atraviesan la vaina del músculo recto del
abdomen para entrar en el tejido subcutáneo, a poca distancia del
plano medio. Los ramos cutáneos abdominales anteriores de los
nervios toracoabdominales (fig. 5-10; tabla 5-3):

 T7-T19 inervan la piel supraumbilical.


 T10 inerva la piel periumbilical.
 T11, además de los ramos cutáneos de los nervios subcostal
(T12), iliohipogástrico e ilioinguinal (L1), inervan la piel
infraumbilical.

Durante su recorrido a través de la pared anterolateral del abdomen,


los nervios toracoabdominales, subcostal e iliohipogástrico se
comunican entre sí.

Vasos de la pared anterolateral del abdomen


La piel y el tejido subcutáneo de la pared abdominal están irrigados por
un intrincado plexo venoso subcutáneo que drena superiormente en la
vena torácica interna en la zona medial y en la vena torácica lateral en
la zona lateral, e inferiormente en las venas epigástricas superficial e
inferior, tributarias, respectivamente, de las venas femoral e ilíaca
externa (fig. 5-11).
Fig. 5-11. Linfáticos y venas superficiales de la pared anterolateral del abdomen.

Las venas cutáneas que rodean el ombligo se anastomosan con las


venas paraumbilicales, pequeñas tributarias de la vena porta hepática
que corren paralelas a la vena umbilical obliterada (ligamento redondo
del hígado). Entre la vena epigástrica superficial (una tributaria de la
vena femoral) y la vena torácica lateral (una tributaria de la vena axilar)
puede existir —o aparecer como resultado de un flujo venoso alterado
— un conducto anastomótico superficial lateral, relativamente directo:
la vena toracoepigástrica. Las venas más profundas de la pared
anterolateral del abdomen acompañan a las arterias, con las que
comparten nombre. Puede estar presente, o desarrollarse, una
anastomosis venosa medial, más profunda, entre la vena epigástrica
inferior (una tributaria de la vena ilíaca externa) y las venas
epigástricas superior/ torácica interna (tributarias de la vena
subclavia). Las anastomosis superficiales y profundas pueden permitir
la circulación colateral durante el bloqueo de alguna de las venas
cavas.

Los principales vasos sanguíneos (arterias y venas) de la pared


anterolateral del abdomen son:

 Los epigástricos superiores y las ramas de los vasos


musculofrénicos, de los vasos torácicos internos.
 Los epigástricos inferiores y los vasos circunflejos ilíacos
profundos, de los vasos ilíacos externos.
 Los circunflejos ilíacos superficiales y los epigástricos
superficiales, de la arteria femoral y la vena safena magna,
respectivamente.
 Los vasos intercostales posteriores, del 11º espacio intercostal y
las ramas anteriores de los vasos subcostales.

La irrigación arterial de la pared anterolateral del abdomen se ilustra en


la figura 5-12 y se resume en la tabla 5-4. La distribución de los vasos
sanguíneos abdominales profundos refleja la disposición de los
músculos: los vasos de la pared anterolateral del abdomen siguen un
patrón oblicuo circunferencial (similar al de los vasos intercostales; fig.
5-11), mientras que los vasos de la pared abdominal anterior central
presentan una orientación más vertical.
Fig. 5-12. Arterias de la pared anterolateral del abdomen.  A) Distribución de las arterias. B) Plano neurovascular
(trayecto) de las arterias profundas de la pared abdominal. A, aorta; AEI, arteria epigástrica inferior; AL, arteria
lumbar.
La arteria epigástrica superior, continuación directa de la arteria
torácica interna, entra en la vaina del músculo recto del abdomen
superiormente, a través de su lámina posterior; irriga la parte superior
del recto del abdomen y se anastomosa con la arteria epigástrica
inferior, aproximadamente en la región umbilical (fig. 5-9; tabla 5-4).

La arteria epigástrica inferior se origina en la arteria ilíaca externa


justo superior al ligamento inguinal. Discurre superiormente por la
fascia transversal para entrar en la vaina del músculo recto del
abdomen inferior a la línea arqueada. Entra en la porción inferior del
recto del abdomen y se anastomosa con la arteria epigástrica superior
(fig. 5-9).

El drenaje linfático de la pared anterolateral del abdomen sigue los


patrones siguientes (fig. 5-11):

 Los vasos linfáticos superficiales acompañan a las venas


subcutáneas; los que se encuentran por encima del plano
transumbilical drenan principalmente en los nódulos linfáticos
axilares, aunque unos pocos drenan en los nódulos linfáticos
paraesternales. Los vasos linfáticos superficiales situados por
debajo del plano transumbilical drenan en los nódulos linfáticos
inguinales superficiales.
 Los vasos linfáticos profundos acompañan a las venas
profundas de la pared abdominal y drenan en los nódulos
linfáticos ilíacos externos, ilíacos comunes y lumbares derechos
e izquierdos (de la cava y aórticos).
SUPERFICIE INTERNA DE LA PARED ANTEROLATERAL DEL
ABDOMEN
La superficie interna (posterior) de la pared anterolateral del abdomen
está cubierta por la fascia transversal, una cantidad variable de grasa
extraperitoneal y el peritoneo parietal (fig. 5-13). La parte infraumbilical
de esta superficie presenta cinco pliegues umbilicales peritoneales
que se dirigen hacia el ombligo, uno en el plano medio y dos a cada
lado:

 El pliegue umbilical medio se extiende desde el vértice de la


vejiga urinaria hasta el ombligo y cubre el ligamento umbilical
medio, un resto fibroso del uraco que unía el vértice de la vejiga
fetal al ombligo.
 Dos pliegues umbilicales mediales, laterales al pliegue umbilical
medio, que cubren los ligamentos umbilicales mediales,
formados por las porciones obliteradas de las arterias
umbilicales.
 Dos pliegues umbilicales laterales, laterales a los pliegues
umbilicales mediales, que cubren los vasos epigástricos
inferiores y, por tanto, sangran si se seccionan.
Fig. 5-13.  Cara posterior de la pared anterolateral del abdomen de un varón.  Los principales elementos de esta
vista son los ligamentos, los pliegues y las fosas peritoneales.

Las depresiones laterales a los pliegues umbilicales son las fosas


peritoneales, que son posibles zonas de hernias. Las hernias se
clasifican en función de la fosa en que se localizan. Las fosas poco
profundas situadas entre los pliegues umbilicales son:

 Las fosas supravesicales, entre los pliegues umbilicales medio y


mediales, formadas cuando el peritoneo se refleja desde la pared
anterior del abdomen sobre la vejiga urinaria. El nivel de las fosas
supravesicales asciende o desciende de acuerdo con el llenado o
vaciado de la vejiga.
 Las fosas inguinales mediales, situadas entre los pliegues
umbilicales mediales y laterales, suelen denominarse triángulos
inguinales (triángulos de Hesselbach), y es donde pueden
producirse hernias inguinales directas, menos habituales.
 Las fosas inguinales laterales, laterales a los pliegues
umbilicales laterales, incluyen los anillos inguinales profundos y
en ellas puede producirse el tipo más frecuente de hernia de la
pared inferior del abdomen, la hernia inguinal indirecta.

La porción supraumbilical de la superficie interna de la pared


abdominal anterior presenta una reflexión peritoneal orientada
sagitalmente, el ligamento falciforme, que se extiende entre la pared
abdominal anterior y el hígado. Circunda el ligamento redondo del
hígado y las venas paraumbilicales en su borde inferior libre. El
ligamento redondo es un resto fibroso de la vena umbilical, que iba
desde el ombligo al hígado durante la vida embrionaria (fig. 5-13).

REGIÓN INGUINAL
La región inguinal, o ingle, se extiende entre la EIAS y el tubérculo del
pubis. Es una zona de importancia anatómica y clínica:
anatómicamente, porque hay estructuras que entran y salen de la
cavidad abdominal, y desde un punto de vista clínico porque las vías
de entrada y salida son zonas de posible herniación.

Aunque los testículos se localizan en el periné después del nacimiento,


la gónada masculina se forma originalmente en el abdomen. Su
reubicación fuera del abdomen, en el periné, a través del conducto
inguinal, explica muchas de las características estructurales de la
región. Tradicionalmente, el testículo y el escroto suelen diseccionarse
y estudiarse en relación con la pared anterior del abdomen y la región
inguinal. Por dicho motivo, la anatomía masculina se aborda con más
detalle en esta sección.

Ligamento inguinal y tracto iliopúbico


Muchas articulaciones que poseen un amplio rango de movimientos
se asocian a bandas fibrosas engrosadas, o retináculos, que fijan
estructuras al esqueleto durante las distintas posiciones que adopta la
articulación. El ligamento inguinal y el tracto iliopúbico, que se
extienden desde la EIAS hasta el tubérculo del pubis, constituyen un
retináculo bilaminar anterior (flexor) de la articulación coxal (figs. 5-13
y 5-14). El retináculo se extiende sobre el espacio subinguinal, a través
del cual pasan los flexores de la cadera y las estructuras
vasculonerviosas de la mayor parte del miembro inferior. Estas bandas
fibrosas son la porción engrosada más inferolateral de la aponeurosis
del oblicuo externo del abdomen y el borde inferior engrosado de la
fascia transversal. Son unos de los principales puntos de referencia de
la región.

El ligamento inguinal es una densa banda que forma la parte más


inferior de la aponeurosis del oblicuo externo. Aunque la mayoría de
las fibras del extremo medial del ligamento inguinal se insertan en el
tubérculo del pubis, algunas tienen otros recorridos (fig. 5-14):

 Algunas de las fibras más profundas pasan posteriormente y se


unen a la rama superior del pubis, lateralmente al tubérculo del
pubis, constituyendo el ligamento lacunar (de Gimbernat)
arqueado, que forma el límite medial del espacio subinguinal.
Las fibras más laterales se continúan a lo largo del pecten del
pubis como ligamento pectíneo (de Cooper).
 Algunas de las fibras más superiores se abren hacia arriba,
sobrepasando el tubérculo del pubis y cruzando la línea alba para
mezclarse con las fibras inferiores de la aponeurosis del oblicuo
externo del abdomen contralateral. Estas fibras forman
el ligamento inguinal reflejo (figs. 5-8, 5-14 y 5-15 A).

Fig. 5-14. Estructuras de la región inguinal. El ligamento inguinal es el borde inferior engrosado y enrollado
hacia atrás del músculo oblicuo externo del abdomen, formando un retináculo que se extiende sobre el espacio
subinguinal. El anillo inguinal superficial es un foramen rasgado entre los pilares medial y lateral de la
aponeurosis del músculo oblicuo externo, atravesado por fibras intercrurales.

El tracto iliopúbico es el borde inferior engrosado de la fascia


transversal y se presenta como una banda fibrosa que discurre
paralela y posterior (profunda) al ligamento inguinal (figs. 5-13 y 5-15
B). El tracto iliopúbico se observa en el lugar del ligamento inguinal
cuando se inspecciona la región inguinal desde su cara interna
(posterior), como ocurre durante una laparoscopia. Refuerza la pared
posterior y el suelo del conducto inguinal cuando cruza por encima de
las estructuras que atraviesan el espacio subinguinal.
El ligamento inguinal y el tracto iliopúbico proporcionan fuerza central
sobre una zona congénitamente débil de la pared abdominal, en la
región inguinal o ingle, denominada foramen miopectíneo. Esta zona
débil, formada en relación a estructuras que atraviesan la pared
corporal, es el lugar de aparición de hernias inguinales directas e
indirectas y femorales.

Conducto inguinal
La formación del conducto inguinal se relaciona con el descenso de
los testículos durante el desarrollo fetal. En los adultos, el conducto
inguinal es un paso oblicuo, de unos 4 cm de largo, dirigido
inferomedialmente a través de la porción inferior de la pared
anterolateral del abdomen. Se sitúa paralelo y superior a la mitad
medial del ligamento inguinal (figs. 5-14 y 5-15). Las principales
estructuras que ocupan el conducto inguinal son el funículo
espermático en el hombre y el ligamento redondo del útero en la mujer.
Se trata de estructuras funcional y evolutivamente diferenciadas que
se encuentran en una misma localización. El conducto inguinal
también contiene vasos sanguíneos y linfáticos, el nervio ilioinguinal y
la rama genital del nervio genitofemoral (fig. 7-29 A).

El conducto inguinal está abierto en ambos extremos:

 El anillo inguinal profundo (interno) es la entrada al conducto


inguinal. Se encuentra en situación superior a la mitad del
ligamento inguinal y lateral a la arteria epigástrica inferior (fig. 5-
14). Es el principio de una evaginación de la fascia transversal
que forma una abertura que recuerda la entrada de una cueva
(figs. 5-7 B, 5-13 y 5-15). A través de esta abertura pasan el
conducto deferente extraperitoneal y los vasos testiculares en el
hombre (el ligamento redondo del útero en la mujer) y la rama
genital del nervio genitofemoral para entrar en el conducto
inguinal. La fascia transversal se prolonga dentro del conducto,
formando la cubierta más interior (fascia interna) de las
estructuras que atraviesan el conducto.
 El anillo inguinal superficial (externo) es la salida por donde el
funículo espermático en el hombre (ligamento redondo del útero
en la mujer) y el nervio ilioinguinal emergen del conducto inguinal
(figs. 5-7 A, 5-14 y 5-15). El anillo superficial es una abertura
semejante a una hendidura entre las fibras diagonales y paralelas
de la aponeurosis del oblicuo externo del abdomen, justo
superolateral al tubérculo del pubis. Las partes de las
aponeurosis situadas lateral y medialmente al anillo superficial,
que forman sus bordes, son los pilares. El pilar lateral se inserta
en el tubérculo del pubis y el pilar medial en la cresta del pubis.
Fibras de la hoja superficial de la fascia de revestimiento
(profunda) sobre el músculo oblicuo externo y su aponeurosis,
que discurren perpendiculares a las fibras de la aponeurosis,
pasan de un pilar al otro a través de la parte superolateral del
anillo. Estas fibras intercrurales ayudan a impedir que los pilares
se alejen uno de otro (es decir, evitan que la «hendidura» de la
aponeurosis se ensanche).

Normalmente, el conducto inguinal está colapsado


anteroposteriormente sobre las estructuras que lo atraviesan. Entre
sus dos aberturas (anillos), el conducto inguinal tiene dos paredes
(anterior y posterior), así como un techo y un suelo (figs. 5-14 y 5-15 A
y B). En la tabla 5-5 se detallan las estructuras que forman dichos
límites.
Fig. 5-15.  Conducto inguinal y funículo espermático. A) Se muestran las capas de la pared del abdomen y las
cubiertas del funículo espermático y del testículo derivadas de las primeras. B) Corte sagital de la pared anterior
del abdomen y del conducto inguinal por el plano que se muestra en la figura A.
El conducto inguinal tiene dos paredes (anterior y posterior), techo y
suelo (figs. 5-8 y 5-15 A y B):

 Pared anterior: formada por la aponeurosis del oblicuo externo


del abdomen a lo largo de todo el conducto; la porción lateral
está reforzada por fibras del oblicuo interno del abdomen.
 Pared posterior: formada por la fascia transversal; la porción
medial está reforzada por inserciones púbicas de las
aponeurosis del oblicuo interno y del transverso del abdomen
que a menudo se fusionan, en grado variable, en una falce
inguinal (tendón conjunto u hoz inguinal), y por el ligamento
inguinal reflejo.
 Techo: formado lateralmente por la fascia transversal,
centralmente por los arcos musculoaponeuróticos de los
músculos oblicuo interno y transverso del abdomen, y
medialmente por el pilar medial de la aponeurosis del oblicuo
externo del abdomen.
 Suelo: formado lateralmente por el tracto iliopúbico,
centralmente por el surco del ligamento inguinal replegado, y
medialmente por el ligamento lacunar.

El ligamento inguinal y el tracto iliopúbico, que cubren el foramen


miopectíneo (fig. 5-13), definen los límites inferiores del conducto
inguinal y sus aberturas. El triángulo inguinal separa estas
formaciones de las estructuras de la vaina femoral (vasos femorales y
conducto femoral) que atraviesan la porción medial del espacio
subinguinal. La mayoría de las hernias en la región de la ingle en el
hombre pasan superiormente al tracto iliopúbico (hernias inguinales),
mientras que en la mujer la mayoría pasan inferiormente (hernias
femorales). Debido a su relativa debilidad, en muchas reparaciones de
hernias se recubre el foramen miopectíneo con una malla protésica
situada en el espacio retroinguinal extraperitoneal («espacio de
Bogros»).
Desarrollo del conducto inguinal
Los testículos se desarrollan en el tejido conectivo extraperitoneal de
la región lumbar superior de la pared posterior del abdomen (fig. 5-16
A). El gubernáculo masculino es un tracto fibroso que conecta
el testículo primitivo con la pared anterolateral del abdomen en el
punto donde se localizará el anillo profundo del conducto inguinal. Un
divertículo peritoneal, el proceso vaginal, atraviesa el conducto
inguinal en desarrollo, transportando láminas musculares y fasciales
de la pared anterolateral del abdomen al entrar en el escroto primitivo.
Hacia la semana 12, el testículo está en la pelvis y hacia la semana 28
(7º mes) se encuentra cerca del anillo inguinal profundo en formación
(fig. 5-16 B). El testículo empieza a atravesar el conducto inguinal
durante la semana 28, y tarda en torno a 3 días en cruzarlo.
Aproximadamente 4 semanas después, el testículo entra en el escroto
(fig. 5-16 C). A medida que el testículo, su conducto (el conducto
deferente) y sus vasos y nervios se desplazan, se rodean de
extensiones musculofasciales de la pared anterolateral del abdomen,
lo que explica la presencia de sus derivados en el escroto adulto: las
fascias espermáticas interna y externa, y el músculo cremáster (fig. 5-
15). Normalmente, el tallo del proceso vaginal degenera; sin embargo,
su porción sacular distal forma la túnica vaginal, la vaina serosa del
testículo y el epidídimo.
Fig. 5-16.  Formación de los conductos inguinales y reubicación de los testículos.  A) En un embrión de 7
semanas, el testículo está fijado a la pared posterior del abdomen. B) En el feto de 28 semanas (séptimo mes)
se observa el proceso vaginal y el testículo atravesando el conducto inguinal. El testículo pasa posterior al
proceso vaginal, no a través de él. C) En un recién nacido ya ha tenido lugar el cierre del tallo del proceso
vaginal. Los restos del proceso vaginal han formado la túnica vaginal del testículo. El resto del gubernáculo ha
desaparecido.

Los ovarios también se desarrollan en la región lumbar superior de la


pared posterior del abdomen y se desplazan hasta la pared lateral de la
pelvis (fig. 5-17). El proceso vaginal del peritoneo atraviesa la fascia
transversal a nivel del anillo inguinal profundo, formando el conducto
inguinal como en el varón, y protruye en el labio pudendo mayor en
desarrollo, que es el homólogo (la parte correspondiente a) femenino
del escroto.

El gubernáculo femenino, un cordón fibroso que conecta el ovario y el


útero primitivo con el labio pudendo mayor en desarrollo, está
representado en la vida posnatal por el ligamento propio del ovario,
entre el ovario y el útero, y el ligamento redondo del útero, que se
extiende desde la cara superolateral («asta») del útero a través del
anillo inguinal superficial. Debido a las inserciones de los ligamentos
propios de los ovarios al útero, los ovarios no se desplazan hasta la
región inguinal; no obstante, el ligamento redondo pasa a través del
conducto inguinal y se fija al tejido subcutáneo del labio pudendo
mayor anterior (fig. 5-17 B y C).

Excepto en su porción más inferior, que se convierte en un saco seroso


que envuelve al testículo, la túnica vaginal, el proceso vaginal se
oblitera hacia el 6º mes de desarrollo fetal. El conducto inguinal
femenino es más estrecho que el del varón, y el de los lactantes de
ambos sexos es más corto y mucho menos oblicuo que el de los
adultos. En los lactantes, los anillos inguinales superficiales se sitúan
casi directamente anteriores a los anillos inguinales profundos .
Fig. 5-17. Formación de los conductos inguinales femeninos. A) A los 2 meses, las gónadas indiferenciadas
(ovarios primitivos) se encuentran en la pared posterior del abdomen. B) A las 15 semanas, los ovarios han
descendido hasta la pelvis mayor. El proceso vaginal (no representado) pasa a través de la pared del abdomen,
formando el conducto inguinal de cada lado como en el feto masculino. El ligamento redondo pasa a través del
conducto y se fija al tejido subcutáneo del labio pudendo mayor. C) En la recién nacida, el proceso vaginal ha
degenerado, pero el ligamento redondo persiste y pasa a través del conducto inguinal.
Conducto inguinal y aumento de la presión intraabdominal
En el adulto, los anillos inguinales profundo y superficial no se
superponen debido a la trayectoria oblicua del conducto inguinal. En
consecuencia, el aumento de la presión intraabdominal presiona la
pared posterior del conducto contra la pared anterior, con lo que
disminuye la posibilidad de herniación hasta que las presiones superan
el efecto de resistencia de este mecanismo. La contracción simultánea
del oblicuo externo del abdomen también aproxima la pared anterior
del conducto a la pared posterior, y aumenta la tensión en los pilares
lateral y medial, que resisten la dilatación del anillo inguinal superficial.
La contracción de los músculos que forman la parte lateral de los
arcos de los músculos oblicuo interno y transverso del abdomen hace
que el techo del conducto descienda, con el consiguiente
estrechamiento del conducto (fig. 5-18).

Fig. 5-18.  Arcadas del conducto inguinal. El conducto inguinal está constituido por una serie de tres arcadas
musculoaponeuróticas, atravesadas por el funículo espermático o por el ligamento redondo del útero (flecha).
La contracción muscular, que aumenta la presión intraabdominal, también provoca el descenso del techo del
conducto, estrechándolo, mientras simultáneamente el conducto se colapsa en sentido anteroposterior a causa
del aumento de la presión interna.
FUNÍCULO ESPERMÁTICO, ESCROTO Y TESTÍCULOS
Funículo espermático
El funículo espermático (cordón espermático) contiene estructuras
que se dirigen hacia el testículo y que provienen de él, y suspende el
testículo en el escroto (fig. 5-19; tabla 5-6). Empieza en el anillo
inguinal profundo, lateral a los vasos epigástricos inferiores, pasa a
través del conducto inguinal, sale al nivel del anillo inguinal superficial
y termina en el escroto, en el borde posterior del testículo. El funículo
espermático está rodeado por cubiertas fasciales derivadas de la
pared anterolateral del abdomen durante el desarrollo prenatal. Las
cubiertas del funículo espermático son:

 La fascia espermática interna: derivada de la fascia transversal.


 La fascia cremastérica: procedente de la fascia de las caras
superficial y profunda del músculo oblicuo interno del abdomen.
 La fascia espermática externa: derivada de la aponeurosis del
oblicuo externo del abdomen y su fascia de revestimiento.
Fig. 5-19. Irrigación arterial y drenaje linfático del testículo y el escroto; inervación del escroto. El drenaje
linfático del testículo y el escroto tiene lugar por distintas vías. El plexo lumbar proporciona la inervación de la
cara anterolateral del escroto; el plexo sacro aporta la inervación de la cara posteroinferior.

La fascia cremastérica contiene haces del músculo cremáster, el cual


está formado por los fascículos más inferiores del músculo oblicuo
interno del abdomen que surgen del ligamento inguinal (figs. 5-8 y 5-15
A). El músculo cremáster eleva el testículo de manera refleja dentro del
escroto, en particular en respuesta al frío. En un ambiente cálido, como
en un baño caliente, el cremáster se relaja y el testículo desciende
profundamente dentro del escroto. Ambas respuestas tienen lugar en
un intento de regular la temperatura del testículo para
la espermatogénesis (formación de espermatozoides), que requiere
una temperatura constante de aproximadamente 1 °C por debajo de la
temperatura corporal central, o durante la actividad sexual como
respuesta protectora. El cremáster actúa en conjunción con
el músculo dartos, un músculo liso del tejido subcutáneo carente de
grasa del escroto (túnica dartos), que se inserta en la piel.

El dartos ayuda a la elevación testicular al producir la contracción de la


piel del escroto en respuesta a esos mismos estímulos. El cremáster
está inervado por el ramo genital del nervio genitofemoral (L1, L2), un
derivado del plexo lumbar (fig. 5-19).

El cremáster es un músculo estriado, con inervación somática,


mientras que el dartos es un músculo liso que recibe inervación
autónoma. Los revestimientos correspondientes a los del funículo
espermático son indistintos alrededor del ligamento redondo. Los
componentes del funículo espermático son (figs. 5-19 y 5-21; tabla 5-
6):

 El conducto deferente, un tubo muscular con una longitud de


aproximadamente 45 cm que conduce a los espermatozoides
desde el epidídimo al conducto eyaculador.
 La arteria testicular, que se origina en la aorta e irriga el testículo
y el epidídimo.
 La arteria del conducto deferente, que se origina en la arteria
vesical inferior.
 La arteria cremastérica, que se origina en la arteria epigástrica
inferior.
 El plexo venoso pampiniforme, una red formada por hasta 12
venas que convergen superiormente como venas testiculares
derecha e izquierda.
 Fibras nerviosas simpáticas situadas sobre las arterias y sobre
el conducto deferente.
 El ramo genital del nervio genitofemoral, que inerva el músculo
cremáster.
 Vasos linfáticos que drenan el testículo y las estructuras
íntimamente relacionadas hacia los nódulos linfáticos lumbares.
 El vestigio del proceso vaginal, que puede observarse como un
tracto fibroso en la porción anterior del funículo espermático que
se extiende entre el peritoneo abdominal y la túnica vaginal;
puede no detectarse.

Como el ligamento redondo no es una formación homóloga al funículo


espermático, no contiene unas estructuras equiparables. Únicamente
incluye vestigios de la porción baja del gubernáculo del ovario
acompañado por remanentes del proceso vaginal obliterado, si los
hubiera.

Escroto
El escroto es un saco cutáneo formado por dos capas: piel muy
pigmentada y la túnica dartos, estrechamente relacionada con ella, una
capa de fascia sin grasa que incluye fibras de músculo liso (músculo
dartos) que confieren su aspecto rugoso (arrugado) al escroto (fig. 5-9
B; tabla 5-6). Puesto que el músculo dartos se fija a la piel, su
contracción hace que el escroto se arrugue cuando hace frío, lo que
engruesa la capa tegumentaria, reduce la superficie escrotal y ayuda al
cremáster a mantener los testículos más cerca del cuerpo, y todo ello
disminuye la pérdida de calor.

El escroto está dividido internamente en dos compartimentos, derecho


e izquierdo, por una continuación de la túnica dartos, el tabique
escrotal. El tabique está señalado externamente por el rafe escrotal,
una estría cutánea que marca la línea de fusión de las prominencias
labioescrotales embrionarias. La túnica dartos superficial carece de
grasa y se continúa anteriormente con la capa membranosa de la
fascia de la pared anterolateral del abdomen (fascia de Scarpa) y
posteriormente con la fascia perineal superficial (fascia de Colles) (fig.
5-9 B).

El desarrollo del escroto guarda una estrecha relación con la


formación de los conductos inguinales. El escroto se desarrolla a partir
de las prominencias labioescrotales, dos evaginaciones de la pared
abdominal que se fusionan para formar una bolsa cutánea colgante.
En fases posteriores del período fetal, los testículos y los funículos
espermáticos entran en el escroto.

La irrigación arterial del escroto (fig. 5-19) procede de:

 Las ramas escrotales posteriores de la arteria perineal, una


rama de la arteria pudenda interna.
 Las ramas escrotales anteriores de la arteria pudenda externa
profunda, una rama de la arteria femoral.
 La arteria cremastérica, una rama de la arteria epigástrica
inferior.

Las venas escrotales acompañan a las arterias. Los vasos linfáticos


del escroto drenan en los nódulos linfáticos inguinales superficiales.

Los nervios del escroto (fig. 5-19) incluyen ramos del plexo lumbar
para la cara anterior y ramos del plexo sacro para las caras posterior e
inferior:

 El ramo genital del nervio genitofemoral (L1, L2), que inerva la


cara anterolateral.
 Los nervios escrotales anteriores, ramos del nervio ilioinguinal
(L1), que inervan la cara anterior.
 Los nervios escrotales posteriores, ramos del ramo perineal del
nervio pudendo (S2-S4), que inervan la cara posterior.
 Los ramos perineales del nervio cutáneo femoral posterior (S2,
S3), que inervan la cara posteroinferior.
Testículos
Los testículos son las gónadas masculinas: glándulas reproductoras
ovoides pares, que producen espermatozoides y hormonas,
principalmente testosterona (fig. 5-20). Los testículos están
suspendidos en el escroto por los funículos espermáticos, de forma
que el testículo izquierdo suele encontrarse suspendido más abajo que
el derecho.
Fig. 5-20. Túnica vaginal (abierta).  La parte distal del contenido del funículo espermático, el epidídimo, y la
mayor parte del testículo, están envueltos por un saco colapsado, la túnica vaginal. En consecuencia, el testículo
y el epidídimo —recubiertos directamente por la capa visceral de la túnicav son móviles en el interior del escroto.
La capa parietal, externa, reviste la continuación peritesticular de la fascia espermática interna.

La superficie de cada testículo está cubierta por la capa visceral de la


túnica vaginal, excepto en la zona donde el testículo se une al
epidídimo y al funículo espermático. La túnica vaginal es un saco
peritoneal cerrado que rodea parcialmente al testículo, y que
representa la parte distal cerrada del proceso vaginal embrionario. La
capa visceral de la túnica vaginal está íntimamente unida al testículo,
al epidídimo y a la porción inferior del conducto deferente. Entre el
cuerpo del epidídimo y la cara posterolateral de los testículos se
encuentra el seno del epidídimo, un receso en forma de hendidura de
la túnica vaginal.

La capa parietal de la túnica vaginal, adyacente a la fascia


espermática interna, es más amplia que la capa visceral y se extiende
superiormente, a una corta distancia, por la porción distal del funículo
espermático. Una pequeña cantidad de líquido en la cavidad de la
túnica vaginal separa las capas visceral y parietal, y permite que el
testículo se mueva libremente en el escroto.

Los testículos tienen una superficie externa fibrosa resistente, la túnica


albugínea, que se engrosa y forma una cresta en su cara posterior
interna, el mediastino testicular (fig. 5-21). Desde esta cresta interna
parten septos fibrosos que se extienden hacia dentro entre lobulillos
de túbulos seminíferos, minúsculos pero largos y muy enrollados,
donde se producen los espermatozoides. Los túbulos seminíferos se
unen mediante túbulos seminíferos rectos a la red testicular, una red
de conductos en el mediastino del testículo.
Fig. 5-21. Estructuras del testículo y el epidídimo.  Se han eliminado las cubiertas del testículo y un cuadrante
para mostrar el contenido del funículo espermático distal, características del epidídimo y detalles de la
estructura interna del testículo. La cavidad de la túnica vaginal —que en realidad es un espacio virtual— se ha
exagerado mucho.
Las largas arterias testiculares se originan en la cara anterolateral de
la aorta abdominal justo inferiores a las arterias renales (fig. 5-19).
Discurren retroperitonealmente (posteriores al peritoneo) en dirección
oblicua, cruzando sobre los uréteres y la porción inferior de las arterias
ilíacas externas hasta alcanzar los anillos inguinales profundos. Entran
en los conductos inguinales a través de los anillos profundos,
atraviesan los conductos, los abandonan a través de los anillos
superficiales, y entran en el funículo espermático para irrigar los
testículos. La arteria testicular, o una de sus ramas, se anastomosa
con la arteria del conducto deferente.

Las venas que emergen del testículo y el epidídimo forman el plexo


venoso pampiniforme, una red de entre 8 y 12 venas que se sitúan
anteriores al conducto deferente y rodean la arteria testicular en el
funículo espermático (fig. 5-21). El plexo pampiniforme forma parte del
sistema termorregulador del testículo (junto con los músculos
cremáster y dartos), que ayuda a mantener constante la temperatura
de esta glándula. Las venas del plexo pampiniforme confluyen
superiormente, formando la vena testicular derecha, que desemboca
en la vena cava inferior (VCI), y la vena testicular izquierda, que drena
en la vena renal izquierda.

El drenaje linfático del testículo acompaña a la arteria y la vena


testiculares hasta los nódulos linfáticos lumbares derechos e
izquierdos (de la vena cavaaórticos) y los nódulos linfáticos
preaórticos (fig. 5-19). Los nervios autónomos del testículo proceden
del plexo nervioso testicular situado sobre la arteria testicular, que
contiene fibras parasimpáticas vagales, aferentes viscerales y
simpáticas del segmento T10-T11 de la médula espinal, fibras
viscerales aferentes y quizá fibras vagales parasimpáticas. Las fibras
autónomas también pueden llegar al testículo a través del plexo
deferente.
Epidídimo
El epidídimo es una estructura alargada, situada en la cara posterior
del testículo (fig. 5-20). Los conductillos eferentes del testículo
transportan, desde la red testicular hacia el epidídimo, los
espermatozoides recién formados. El epidídimo está formado por
sinuosidades diminutas del conducto del epidídimo, tan compactadas
que tienen un aspecto macizo (fig. 5-21). El conducto se va volviendo
progresivamente más pequeño a medida que pasa desde la cabeza del
epidídimo, sobre la parte superior del testículo, hasta su cola. Durante
el largo recorrido de este conducto, los espermatozoides se
almacenan y siguen madurando. El epidídimo está formado por:

 Cabeza: la porción superior ensanchada, compuesta por


lobulillos formados por los extremos enrollados de 12 a 14
conductillos eferentes.
 Cuerpo: el conducto sinuoso del epidídimo.
 Cola: se continúa con el conducto deferente, que transporta los
espermatozoides desde el epidídimo al conducto eyaculador
para su expulsión a través de la uretra durante la eyaculación.
ANATOMÍA DE SUPERFICIE DE LA PARED ANTEROLATERAL
DEL ABDOMEN
El ombligo es un rasgo evidente de la pared anterolateral del abdomen.
Es un vestigio del sitio de unión del cordón umbilical y un punto de
referencia del plano transumbilical (fig. 5-22). Esta excavación fruncida
de la piel del centro de la pared anterior del abdomen se encuentra
típicamente al nivel del disco intervertebral entre las vértebras L3 y L4.
Sin embargo, su altura en la pared varía considerablemente, y es más
baja cuando la grasa subcutánea abdominal es abundante. Sin
importar su nivel, el ombligo descansa en el dermatoma T10. La fosa
epigástrica es una ligera depresión de la región epigástrica, justo
inferior al proceso xifoides. Esta fosa es especialmente visible cuando
el sujeto se encuentra en posición supina, ya que los órganos
abdominales se extienden, tirando posteriormente de la pared
anterolateral del abdomen en esta región.

Fig. 5-22.  Anatomía de superficie de la pared anterolateral del abdomen.


El dolor provocado por la pirosis («ardor de estómago», debido al
reflujo de ácido gástrico hacia el esófago) suele percibirse en esta
zona. Los cartílagos costales 7º a 10º se unen a cada lado de la fosa
epigástrica; sus bordes mediales forman el arco costal. Aunque la
cavidad abdominal se extiende más arriba, el arco costal es la divisoria
entre las porciones torácica y abdominal de la pared corporal. Cuando
una persona se encuentra en posición supina, puede observarse el
ascenso y descenso de la pared abdominal con la respiración:
superiormente con la inspiración e inferiormente con la espiración. Los
músculos rectos del abdomen pueden palparse y observarse cuando
se solicita a una persona acostada que levante la cabeza y los
hombros contra resistencia.

La localización de la línea alba es visible en individuos delgados


gracias al surco vertical de la piel que hay sobre ese rafe.
Normalmente el surco es visible debido a que por encima del ombligo
la línea alba tiene aproximadamente 1 cm de anchura entre las dos
partes del recto del abdomen. Por debajo del ombligo, la línea alba no
está señalada por un surco. Algunas mujeres embarazadas,
especialmente aquellas con pelo y complexión morena, tienen una
línea intensamente pigmentada, la línea negra, en la piel de la línea
media exterior a la línea alba. Después del embarazo, el color de esta
línea se atenúa.

En el extremo inferior de la línea alba pueden notarse los bordes


superiores de los huesos púbicos (cresta del pubis) y la articulación
cartilaginosa que los une (sínfisis del pubis). El pliegue inguinal es un
surco oblicuo poco profundo que se encuentra por encima del
ligamento inguinal en su recorrido entre la EIAS y el tubérculo del
pubis. La cresta ilíaca ósea, a nivel de la vértebra L4, es fácilmente
palpable mientras discurre posteriormente desde la EIAS. La cresta del
pubis, los pliegues inguinales y las crestas ilíacas definen el límite
inferior de la pared abdominal anterior, separándola centralmente del
periné y lateralmente de los miembros inferiores (muslos).

Las líneas semilunares son unas marcas lineales de la piel,


ligeramente curvas, que se extienden desde el arco costal inferior,
cerca de los novenos cartílagos costales hasta los tubérculos púbicos.
Estos surcos cutáneos semilunares (5-8 cm desde la línea media) son
clínicamente relevantes debido a que son paralelos a los bordes
laterales de la vaina de los rectos.

En la piel que se encuentra por encima de las intersecciones


tendinosas del recto del abdomen también se aprecian surcos, que son
claramente visibles en personas con unos rectos bien desarrollados.
Los vientres entrelazados de los músculos serrato anterior y oblicuo
interno también son visibles.

La localización del ligamento inguinal está indicada por el surco


inguinal, un surco de la piel paralelo y justo inferior al ligamento
inguinal. El surco puede visualizarse fácilmente haciendo que una
persona deje caer la pierna hacia el suelo mientras se encuentra en
decúbito sobre la mesa de exploración. El surco inguinal marca la
división entre la pared anterolateral del abdomen y el muslo.

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