Cap. XII-Adela Cortina

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CAPÍTULO XII

¿PUEDE TENERJUSTIFICACIÓN ÉTICA


LA VIOLENCIA POLÍTICA?

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PODER COACTIVO Y PODER COMUNICATIVO

Caracterizar la expresión "violencia política" no es tarea facil,


pero resulta imprescindible para analizar si la violencia política
puede tener en alguna ocasión alguna justificación ética, en qué
sentido puede tenerla y si es posible superar las situaciones de �o­
lencia. Por eso empezaremos con una breve aclaración de términos.
La expresión "violencia" sude utilizarse en su forma de adjetivo
(violento/a), acompañando a ciertos sustantivos como 04procedi­
miento" o "medio". Un procedimiento violento es aquel en el quel
se utiliza la fuerza para obtener un fin, en contra de la tendencia
natural de la cosa sobre la que se aplica la fuerza. ttoteY�nIDl
son, pues, esenciales al proceder violento: el uso de /,a fuerza y el.
intento de cambiar /,a tendencia natural de algo. Como cuando se dice
"violentar el sentido de un texto" o "tener que hacerse violencia"
para comunicar una noticia desagradable. Aplicado a las relaciones
personales, un procedimiento es violento cuando con él se trata de
forzar a alguien para que haga lo que no quiere hacer de modo
natural, trátese de violencia física o verbal.
Con esto no suponemos que exista una ley natural por la que las
cosas se orientan, sino simplemente que el procedimiento violento
trata de forzar la voluntad de quien, en caso contrario, no deseari�
actuar de ese modo. Por eso en lo que se refiere.a la violencia.esta­
tal, exigimos que exista algún mom_ento ep_ que los ciudadanó�
sienten en someterse a la coacción de las leyes, algún momento de
autonomía, para que el Estado pueda considerarse legítimo y la

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IIASTA UN PUEBLO DE DEMONIOS AllF.IA 0)KTINA

coacción legal tenerse por justificable.: Ésa es, en definitiva, la raíz conciencia de autonomía de los sujetos. Por eso, la violencia será
de ]a.., teorías dd pacto social: admitir un momento, siquiera sea ju8tifi.cable únicamente cuando su uso sea inevitable pat-apo�ibtl¡;;·
hipo tético, en que los ciudadanos consintieron, de suerte que aun­ tar que las personas desarrollen en paz su autonomía.
que puntualmente sea preciso actuar en contra de la voluntad con­ ·· Y"justificar" significa, no que se está dando por buena la violen­
creta de algunos de ellos, este acto violento venga legitimado por el cia, que sigue siendo perversa, sino que excepcionalmente se per­
consentimiento inicial, refrendado en otros momentos. mite para evitar una violencia mayor, que es la de impedir la liber­
La violencia, entonces, se presenta como una fvrma de poder, tad personal.
como un medio para conseguir determinados objetivos. Pero no es la Ahora bien, la afirmación de que la violencia es mala en sí ha
única forma de poder, ni siquiera -como veremos-- la más fecunda provocado un intenso debate ético, en el que entraremos tras
ética y políticamente. comentar el significado del término "política" en este contexto.
Obviamente, no es momento de entrar en el debate sobre si las La política es un tipo de actividad humana relacionada con la
actitudes violentas son innata<;, o si las adquirimos partiendo de una organización de la cosa pública a través de una fo�a peculiar d·
base natural de agresividad y con ocasión de ciertos acontecimien­ poder al que denominamos "poder político". Quién lo ejerza, cóm i...
tos, como la división del trabajo y la aparición de la propiedad priva­ y con qué metas, son preguntas clave para inquirir de qué formad
da. En último término, los seres humanos somos una interacción de gobierno estamos hablando.
herencia y medio, y el hecho de que una actitud pueda desarrollar­ Sin embargo, puesto que parece ampliamente reconocido que
se, puestas cierras condiciones, ya es suficiente para considerarla la organización democrática es la más aceptable entre las imagina­
como perteneciente a la especie humana. Lo que sí importa recor­ das, no entraremos en el clásico tema de las formas de gobierno,
dar es que el uso de la violencia es común a toda<; las sociedades sino en dos formas de entender lo político, vigentes en nuestros
humanas conocidas. días, y que arrojan excelentes resultados par.a reflexionar �.fo�.
Así lo muestr.m diversos estudios sobre tribus primitivas, en los sobre el tema que nos ocupa: la trad.icwn republicaria,qU1;;· _).'·r, ••.¡.·
que se revela cómo las guerras entre tribus son habituales y cómo la democracia ateniense y ha sido tematizada recientementé: '- ' ·
aceptación del niño como miembro de la tribu se realiza a través aumres o uni s como Hannah Aremlt p ��-��
� � �� _ _
del ritual de la iniciación en las contiendas. Hasta el punto de que lf�libem� mmada por Hobbes, que nene en Mix:Wet:;r.su
en determinados casos puede decirse que el número de muertes �exponente.
causado por incursiones violentas es proporcionalmente más eleva­ ·· · La primera de estas tradiciones posee la fuerza imaginativa y las
do en las tribus primitivas que en las sociedades desarrolladas. ingenuidades propias de lo utópico, la segunda es la que parece
Ei:i la violencia estamos ya y hemos estado siempre, por eso la.'i funcionar en la vida cotidiana, pero precisa de un buen número de
�� al problema de la violencia no pueden consistir en correcciones. ��>co1:sideran.que la.���:ª·�,��···��
.
r�resar a UQ supuesto estado de naturaleza originario, sino en con­ p��r, pero eniierulen de diverso modo las� tk�.
f<#Wlar de tal modo nuestra civilización que reduzca las relaciones · Para Weber las relaciones de poder son relaciones de mando JI,,
de,violencia entre los seres humanos y nos permita superarlas: que obe,dumci.a, y el poder es la capacidad de obligar al 00-0- a hacer Jo ·
noi permita "des-hacernos n de ella, como en algu na ocasión ha que ·queremos que haga. La palítica está entonces ligada a la domi­
�hoJavier Muguerza. Y es importante encaminarla en ese sentido rw.ción, y la uio/.encia es un instrumento inevitable para ejercerla. El
porque la violencia es considerada como un mal en la mayor parte Estado, auténtico sujeto de la actividad política, se define por la
de las tradiciones éticas: el acto de forzar a otra persona a actuar en territorialidad y por ostentar el monopolio de la violencia legítima.
contra del impulso de su voluntad mediante coacción es en sí inde­ Arendt, por d contrario, entiende po r "poder" la capacidad de

-
sllRIJ/.,� y tanto más se percibe que lo es cuanto más se desarrolla la actuar de modo concertado, de fonna que las relaciones de poder polí-

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HASTA UN PUEBLO DE D!:M<lNIOS ADElA CORTINA

tico son las relaciones de isorwmía, las relaciones entre �es, pro­ ÉTICA DE 1A RESPONSABILIDAD CONVENCIDA
pias de la república, desde las que se llega al mutuo consenti­
�94{,j[,a autoridad no está ligada a la dominación, sino al reco- El hecho de que Max Weber hiciera frente al problema de-la�
,..,*�i,.-•h ..
nocímiento que obtiene quien lo merece y por eso la violencia y la tiijcación moral de un mínimo de violencia en el caso de la política;
persuasión están de más. Así como no hay política sin poder carac­ como también el de que ofreciera una respuesta ya clásica, no si.gni-
terizado de este modo -piensa Arendt-, tampoco hay política fica que la cuestión pueda darse por resuelta, ni que hayam0& ex-.
�on violencia: la violencia, como instrumento para obtener obe­ traído de las consideraciones weberianas todas las virtualidades que '.
diencia, pertenece a la etapa prepolítica, mientrdS que /.a política pro­ ofrecen para el tema, tanto en lo que se refiere a la violencia estatal
piamente dicha empiez,a con el diál.ogo y l.a instauración de las liberto.de.{. cómo a la insurgente.
Como es obvio, entender la política según una u otra de estas Recordemos cómo Weber, urgido por los pacifistas de su tiem-
tradiciones condiciona totalmente la forma de valorar la violencia po a tomar postura ante la cuestión "¿pueden justificarse moral­
en las relaciones políticas. Mientras Arendt tiene a la víolmcia por mente acciones en sí perversas, por mucho que sea el político quien
anterior a la política y extraña al auténtico poder político, Weber con­ las realice?", introduce la distinción entre una ética absol,uti.sta (o,de}
sid� que el Estado, identificado con el poder político, ostenta el la convicción) y una ética de la responsabilidad. La ética absolutis�
'11UJnopoÍio de l.a violmcia kgítima. considera que ciertas acciones humanas (la mentira, la calumnia, 1\
Ciertamente, la tradición que ha conseguido encarnarse en la violencia) pueden considerarse malas defurma "ab--soluta ", es decir,,
vida real es la liberal weberiana, de fonna que el poder político "sueltas" del contexto en que han de realizarse y de las consecuen-
desde el nacimiento del Estado moderno se refiere de algún modo cias que tengan en esa situación. Mientras que el ético de la respon° �
al poder del Estado, y pocos autores reclaman sustituir esta forma sábilidad entendería que /.a calificaci6n de una acción debe tener tám­
de política por la republicana al estilo de Arendt. �-qof·ip exigen biin en cuenta el contexto y las consecuencias.
vo�es autorizadas es ir modificando rasgos del primer modelo en el Puede parecer, pues, que la fundamental discrepancia entre
S61ilitlo, del segundo, bien para ir logrando una transformación unos y otros consiste en que mientras el absolutista considera la vi&
t9.!eJt..l?:iJ;p, pw.1-;ons�ir untercer modelo que tome lo mejor de los lencia como mala en sí misma, el "responsable" la tiene por neutra
�,-$Uperando sus �nilateralidadeÍ. en sí misma; de forma que sólo podríamos calificarla como buena o �
En cualquier caso, el punto de partida de cualquier proceso mala en los contextos concretos, al precisar el fin para el que se
�adores el Estado moderno y cualquier caracterización de erltpleá o las consecuencias que de su utilización se sigue�. Sin
la violencia fK>lítica ha de tenerle por referente, bien porque se embargo, ni las cosas son tan simples en el escrito weberiano �i las

·*
r,:ate !ÍeJa v¡0Je11cia ejercida por el Estado, bien porque se trate de posteriores discusiones entre no violentos y "responsables" siguen
� �jercic\a contra él. unas pautas tan esquemáticas. Porque lo bien cierto es que ninguna
En este sentido, un tratado completo sobre la violencia política posición ética -weberiana o no-- considera la violencia como un
�:-:cmntar al menos con la violencia estatal, �a la que un instrumento axiológicamente neutro, que recibe calificación moral �
Es�<,lo ejerce dentm de sus fronteras o la que toma forma de guerra según el fin para el que se emplee.
e�--Estados, la guerra civil en el seno de un Estado, y la violencia La violmcia es considerada por la mayorparte de éticas como en sí mala, . r
conµ-a d Est.t<io; qve toma la forma,. de ,revoluci.-óB,"·terrorismo o como algo nefasto si lo coruideramos en sentidn ab-soluto.
fJ-igiJíiii:'..�i� ��bargo, aquí nos limitaremos a seleccionar algunos Lo que ocurre es que el modo de ent,ender lo absoluto y el tipo de
� micleares. obligación al que nos someten los mandatos absolutos ha cambiado
desde la ética de Kant, que es la que inspira a los pacifistas interlo­
cutores de Weber desde un punto de vista filosófico. En la propues-

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1-iAsTA UN PUEBLO DE DEMONIOS ADELA CORTINA

ta kantiana que los mandatos morales obligan de modo absoluto tener nunca buenas consecuencias. El "responsable", por su parte,
significa que han de cumplirse en cualquier contexto sin condicio­ no comparte totalmente la creencia del absolutista porque, aunque
nes ni excepciones. considera mala la violencia, comprueba estupefacto que en ocasi<>­
Posteriormente, sin embargo, que un mandato moral obliga de nes un mínimo es inevitable para impedir males mayores; si bien
fqpna absoluta significa que en principio (frrimafacie) debe ser obe­ a¡lmite sin ambages que llevan razón quienes hablan de una "espi­
decido, pero en las situaciones concretas es preciso considerar si ral de violencia": el daño calL..ado queda latente en el corazón de la
entra en conflicto con otros mandatos morales y, en tal caso, es pre­ víctima y sale a la luz con el tiempo. De suerte que determinadas
ciso resolver el conflicto optando por el deber que ostente mayor situaciones devienen insolubles, porque hay demasiada historia de f
obligatoriedad moral. Para lo cual se necesita algún principio o violencia como para resolverla con un "borrón y cuenta nueva".
algún criterio ético que permita introducir un orden. La cuestión es, pues, que todas estas posiciones étic<>-políticas
Los mandatos absolutos han pasado, pues, a convertirse en debe­ consideran la violencia en sí mala y, por tanto, indeseable. De eso
res frrimn Jade, lo cual significa, entre otras cosas, que, aunque en están "convencidas" y, en consecuencia, no hacer uso de la viukn•
ocasiones un mandato moral quede relegado frente a otro de mayor cía es un mandato frrima Jacie: los procedimientos violentos no son
peso, no por eso deja de ser un mandato moral ni deja de obligar. los que los seres humanos deben emplear para resolver sus dU:� -
Tener que mentir a un pusilánime sobre su pésimo estado de salud das, porque no contribuyen a humanizar sus relacione-� .....
.
para no deteriorar la calidad de vida de sus últimos días no implica go, lo� �,cipi�s que siguen valiendo prima/cu:iepueden;Ml�.
dar por buena la mentira, ni siquiera darla por neutra: la mentira <lllliMón·córi·ótrosy entonces es preciso establecer un orden; cosa
sigue siendo nociva y por eso quien recurre a ella tiene que justificar � nopuede hacerse sino desc;le fuertes convicdó:nes. A,
su opción apelando a un principio moral más elevado. En este caso, Y es que el político responsable -recordemos de nuevo a We­
el de no dañar la calidad de vida de un enfenno, habida cuenta de ber- se ve moralmente obligado a echar mano de medios que le
que además con ello no se perjudica a terceros. repugnan por la sola razón de que debe defender la causa por la

CW1<���­ *
� :- Regresando al problema de la violencia, quien por razones mora­ que el pueblo ha confiado en él. Por eso si ya no cree en causa algu­
i
. Ii.tíeve forzado a utilizarla en determinadas condiciones, no por eso na, es sencillamente un inmoral; si recurrir a medios violentos ya
lada por buena o por moralmente neutra, sino que muestra que su no le repugna, es que ha perdido su humanidad.
i�ción es moral sólo si la reduce al mínimo indispensable para � �ll�?J-���:fl•�{M:�IJW
evitar males mayores y si se esfuerza por poner las bases de una socie­ i#Mft&í!1l''d{;� \'l!.8Mrtfa -es't.má'. étira de la·con�·�1�
d.f: ll!�­

=. · .�
dad que haga innecesario el recurso a la violencia. Ése es uno de los


o l_arespunsabiltqad amvencida. Sólo desde ella-es posi.bl�
síntomas de que no es simplemente una personalidad violenta. �Wi 'orden enlFe los principios, en caso de conflicto; un orden
En definitiva, podemos decir que absolutistas y responsables q��- �P �� caso del ��do mo�emr;>, P<l1;oce haber.,al��
comparten la repugnancia ante la violencia, sólo que difieren entre sí
_
�6caaon de u? mm1mo de v10lenc1a, s1e�pre que la ��)lf°
en una creencia di! /mido, entendiendo "creencia tt en sentido orte­
_
�·� &tado legitimo, y en el �aso de las :v1:ªmru;'. ll1l ., . .
_
de
guiano. to .ha dado a luz a las reflex10nes de la 'violenoa de resput!fltat
;
El absolutista-dice Weber-es un "racionalista cósmico-ético", t'!ü:p•�i�Ora".Comentaremos la relación entre ética y violencia polí-
es decir, está convencido de que de una acción mala (violenta en tit� .
en estos casos, pero recordando antes que de entre las funcio-
este caso) no puede salir nada bueno, mientras que de una acción nes que la violencia tjerce hay alguna -la expresiva- que nunca
buena (no violenta) no pueden seguirse consecuencias malas. Por tiene justificación ética.
tanto, el "absolutista" no lo es tanto porque considera la acción vio­

-
lenta suelta de las condiciones, sino porque cree que no puede

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ADEIA CoRTINA
lIAsrA UN PUEBLO Dt: ot:MONLOS

LAS TRES FUNCIONES DE LA VIOLENCIA que es el de posibilitar la coexistencia pacífica. �-•• P.�,;!1.a, -:
derecho.._�;-� �-�?lencia, pe[�_si,ero,pre que sea dentro d�
Suele asignarse a la violencia tres funciones: una función instru­ los límites 'dtlalég¾tfüladiy de la lighimidacl.
menta� que consiste en utilizarla como medio para alcanzar una Esta posición weberiana parece poco elevada si la comparamos
meta; una función comunicativa, en el sentido de que quien recurre con la tradición republicana a la que antes hemos aludido y, sin
a la violencia pretende transmitir un mensaje; una función expresi­ embargo, es más exigente de lo que puede parecer a primera vista y
va, en virtud de la cual una persona ejecuta acciones violentas por ; encierra las claves de su necesaria transformación. En principie,',
elpuro placer de realizarlas, por el disfrute que le proporcionan. para que el Estado pueda ejercer la violencia con una justificación
Es evidente, tras lo comentado en el punto anterior, que la posi­ moral suficiente, se exigen de él al menos tres tipos de actuación:
blejustificación ética de la violencia sólo se plantea en el caso de las que recuITa a la violencia indispensabl.e, dentro del ámbito de la legali­
dos primeras funciones. Porque disfrutar con la violencia --cosa , dad, que oo aumente la violencia existente con sus actuaciones y, por
más corriente de lo que parece- no tienejustificación ética alguna: supuesto, que sea l.egítimo.
quien goza ejerciéndola puede ser un enfermo pero, en cualquier
caso, muestra una nula calidad moral. El deber de una sociedad en
estos casos consiste en tratar de prevenir el riesgo de que las perso­ Violencia ilegal
nalidades patológicas puedan actuar, analizando las causas sociales,
psicológicas y estructurales de tales fenómenos y aplicando los posi­ El poder �olítico puede ser legítimo, pero actuar deforma-��
_
bles remedios. No hay violencia que genere mayor sufrimiento en la en cuyo caso mcurre en un dehto de mayor envergadura.que,,e��l
víctima que la que se ejerce por el puro placer de dañarle, ni mayor cilll<iadano de a pie, y tiene que someterse a los procedimientos
degradación personal que la de dañar por placer. j�f.Ii,c�;iles y penales instituidos, amén de asumir sus -r�. ;
Por eso quienes ante determinadas situaciones se preguntan si cbdes políticas. La legitimidad procedimental no exime de respon-
no.les queda más recurso que la violencia como instrumento o como sabilidades, sino todo lo contrario.
fanna de comunicación, a la hora de valorar las consecuencias de su A mayor abundamiento, las actuaciones ilegales del poder palíti­
decisión tienen que contar con que, una vez desatada la espiral de co suministran coartadas a los ciudadanos que eluden la legalidad,
violencia, también se ha dado carta blanca inevitablemente a los ya que si los responsables políticos no la respetan, resulta dificil
sádicos para que ejerzan como tales. Y esto ocurre en los cuerpos hacer creer a la ciudadanía que es respetable. Aquí la ejemplaridad
policiales, en los �jércitos, en los grupos terroristas, en las guerri­ es, pues, un artículo de primera necesidad.
llas, y.sobre todo en los gn.ipos paramilitares, escuadrones de la
muerte, etc., que, una vez permitidos o puestos en marcha, son
toÜlmente incontrolables. Violencia il.egitima

Pero, por otra parte, un poder político procedimentalmente


LA VIOLENCIA DEL ESTADO legítimo está también obligado a intentar rebajar la violencia exis­
tente y a no aumentarla con sus actuaciones, incluidas las legales.
En lo que respecta al Estado moderno, la tradición que parte de En este sentido, por ejemplo, un exceso de juridificación deja a
Hobbes y cuhnina en Weber entiende que el poder político ostenta la ciudadanía totalmente inerme ante el poder coactivo del Estado.
. el monopolio de la violencia legítima, el monopolio de la violencia Si el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, y la
indispensable para alcanzar el objetivo mínimo del poder político, legislación es tan amplia y compleja que el ciudadano medio no

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HA�"TA UN PUEBLO Dt DEMONIOS
Aol!LA CoRT!NA

puede conocerla con m:>�ti�� ��tpr:ces se encuentra en una En este último caso, la legitimidad del poder democrático pro­
situación de indefensión y�.-f ..ómo pretender que el cede de un acuerdo entre ciudadanos libres e iguales, generado
derecho es un factor de integración social si su extensión y lejanía comunicativamente. De suerte que la tradición republicana no es
obliga a los ciudadanos a ser necesariamente ��i� sentirse tan utópica como pudiera parecer: sin un consentimiento de los

*
coaccionados por leyes desconocidas? ciudadanos obtenido comunicativamente no hay poder político
� Precisamente por lograr que la violencia no sea más de la nece­ Iegítimo.«f \!iolencia n�.es, � �-�����-
-
&•
!lliiá, el Estado 'de Derecho debe regular de forma transparente del pode�, sino sólo un ins�mento del que puede ha��r
las sanciones a las que se expone quien incumple las leyes, infor­ _ _ �·
fl')lder legitimado comumcauvamente, dentro de los estnctn<ti
rrlsr con claridad a los ciudadanos y atenerse a la legalidad vigen­
wtega1&.
�-, En-caso contrario, -�e�rci�n�o,�l>f;e, �i:tjik�� w1a Con lo cual la cuestión de la violencia éticamente justificable
violencia que parece legítima y, sin embargo, ha dejado de serlo, nos conduce de nuevo al núcleo del tema que nos ocupa: sin un
�ue e? realidad se trata de acrecentar la heteronomía de los espacio púbkco autónomo en el que f.os ciudadanos a través de un proaso

.ntt!
�c,Ja� romunicativo pueden llegar a auwrizar y desautorizar al poder político, no
-,(. Las vi� de 59l1,1c�ón ante un riesgo semejante son fundamen- existe en buena ley un poder l.egítimo, por mucho que se hayan seguido
tres: separación de poderes y control recíprnco; autocon­ los procedimientos exigidos por ley.' Una opinión pública que legiti­
trol cJel gopjeruo, y creación de una esfera pública autónoma, me y controle comunicativamente a los gobiernos es una pieza indilr
c� legalmente de controlar al poder político. El fomento de un pensable para tener por éticamente justificable la violencia instru­
,
�cio I_>úb�c�, desde el qu� �ueda su�r ese poder comunicativo mental.
capaz de legiumar o deslegiomar gobiernos. y de controlarlos, es
,r� de las �n�es tareas actuales .� poder comu11i'cativo es, en defi­
:
�' la ia1z ulnma del poder políttoo. LA VJOLENCIA INSURGENTE

En el amplio panorama de la violencia insurgente dos �


Violencia r.omo instrumento de oposición al pode.r político resultan hoy especialmente sígnifi� 1
cat,ws: el t.errurismo y la guerrilla. En ambos casos se trata de grupos
En c;(e.i::t�, t,n la c_oncepción republicana �-:ia:: política que organizados que se enfrentan al Estado y hacen de la violencia el
J-tlMí�).rendt nos tr.ansmite, la violencia no tiene lugar, porque instrumento esencial para lograr sus objetivos. También en los dos
es_prePQlí�ca, Si.o embargo, conviene re<.:9rdar que 1ampoco en la casos se cuenta con ideólogos que justifican las actuaciones violen­
�di¡ión' �eberiana la política pueda reducirse a la lucha por el tas desde ideologías ético-políticas. Pero ¿cabe una justificación


�u <;o,nservación, porque _el fundai:n,���� de� ��timidad semejante?
}' �
�er d<oiSGafisa en el consenso de la población en tomo a cier­ Evi�entemente, podriamos respo��er qu� 1,10 d� �� -t or
a.menctas: . '
�.... .....�...r.f--�
_
abaita; sí desde una de la responsab1hdad; sm embargo, este upo
Aun cuando parece indiscutible que el poder político y, en con­ de respuesta es iJu!,decuado y confundente, porque Ji.o �,,�
creto el Estado moderno, tiene su origen histórico en actos de violen­ . :t'°a'decuada que la de la respunsabi.lidad convencida o la de la cmivj.f,-
cia, también es cierto que para ser auténtico poder político precisa .•. �-�bk, y desd� ella es im�ble jlllltificar o cón de.nar..�·
_
��!
legitimarse ante los ciudadanos recurriendo a las creencias de fondo . ll'itc1a msurgente a prn,n. Es preciso adentrarse f.n el ca&().��• .
que comparten, sean religiosas -"príncipe por la gracia de Dios"­ ' J���ncreta situación yjµ.zgar desde �lla, �onpndo con· distintos
º bien ético-políticas. ..· �¡,rima/aaeycon l�datos del con�.

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HAsrA UN PUEBLO nt: ot:MONIOS ADELA CORTINA

Un primer paso consistirá en distinguir entre el terrorismo, tri� ,A<:·l_�t�Jencia con el objetivo de quebrar psicológicamente ala�
;
temente usual en Europa, pero también en África y Asia, y la guerri­ .�º·-
lla, tan común en el Tercer Mundo y muy especialmente en Améri­ Por eso Ignacio Ellacuría, en sus trabajos sobre violencia, cotad�
ca Latina. Un segundo paso nos llevará a considerar por separado n�samente· la utilización de tácticas terroristas: "Todas las for­
en el seno de los movimientos terroristas el· terrorisme político, mas del terrorismo", afirma, "sobre todo la5 que acarrean la muerte
propio de grupos como la Baader-Meinhof, el Dos de Junio, el o ·un atentado a la integridad fisica o psíquica de las personas; el
GRAPO o la Triple A, y el terrorismo étnico-nacionalista, del que terrorismo, definido como el uso de la violencia sobre todo fisica
son claro ejemplo la ETA o el IRA. contra personas indefensas, sean civiles o no, con el objeto de ate-
, rrorizar, es siempre reprobable, tanto más reprobable cuanto sea
niayor el daño infligido y la indefensión de la víctima".
La violencia terrorista Las tácticas terroristas carecen de justificación moral, porque
afectan a cualesquiera ciudadanos, aprovechan situaciones de inde­
.,.Los terroristas, según feliz expresión de Wordennann, no pare­ fensión y pretenden atemorizar al conjunto de la población .
c��ner,por meta "ocupar el terreno, sino la mente". No les preo­ Por eso, a mi juicio, ni siquiera ejercen una función comunicati­
cupa conquistar espacios hast.a reducir al ejército enemigo, sino va, porque el lenguaje utilizado para hacer llegar su mensaje es tan
realizar acciones puntuales, a poder ser espectaculares, que siem­ absolutamente inadecuado que no puede entenderse a través de él
bren la inquietud y socaven la resistencia psicológica del adversario. sino que quienes lo utilizan quitan la vida y dañan.
Por eso sus acciones no se dirigen sólo contra los responsables de la Ysi esto puede decirse en una situación como la de la sociedad
presunta represión, sino también contra la población en su conjun­ salvadoreña a comienzos de los ochenta, una situación de palmaria
to, ya que cualquier<! de sus miembros puede ser afectado por un injusticia masiva, de neg,u:ión evidente de los derechos más oosicos
atentado terrorista: la acción terrorista se caracteriza por ser indis­ de los individuos, qué decir ya. del terrorismo que actúa en las
criminada. El coche-bomba, el explosivo en una estación, un aero­ democracias liberales, sea de izquierdas, tipo GRAPO, sea de dere­
puerto o un supermercado, así como el secuestro de un avión, tie­ chas como la Triple A, sea étnico-nacionalista, como ETA. La única
nen por meta atraer la atención sobre la propia causa y mostrar la salida legítima en estos casos es la inserción en el juego político y la
propia potencia, por eso se trata de acciones cuyos efectos son búsqued� de soluciones polític3:' respaldadas expresam
_ ;�
indiscriminados. la mayona de la poblacion. La vta terrorista, por el con ._
,,. ..La.violenci,a terrorista entonces no puede entenderse como un tienejustificación ética posible. Ypor eso me sumo a las pal�b��
J'�,áe defensa frente a un supuesto invasor o como un procedi­ : Jon Sobrino, pronunciadas en Bilbao en 1993, con ocasión d� �
·�. -para d
ganar uña contíeriá Yen este sentido discrepo de : Jornadas de Paz y Reconciliación: "Lo 'terrorista' debe ser clara­
Waldmann en su apreciación de que el terrorismo étnico-naciona­ mente denunciado y no condonado por nada".
lista, tipo ETA o IRA, ejerce una "violencia de defensa", a diferen­ Es verdad que -regresando a la capacidad comunicativa del len­
cia del político de la Baader-Meinhof, que ejerce una "violencia guaje terrorista- en las democracias liberales existe una gran dife­
de aspiración": es la guerrilla la que trata
de defender y atacar en rencia entre los tipos de terrorismo de que hemos hablado, en lo
un auténtico inteillo de ganar militarmente una batalla, enfren­ que respecta al aprecié> que la población siente por los terroristas.
·.p{ld,ose .al ejército oficial. Por supuesto puede utilizar también Los comandos de izquierdas "anticapitalistas" no tienen ningún
tácticas terrorista�. pero precisamente porque puede hacer uso o arraigo social, porque se trata de grupos más o menos intelectuales
rib•ae·�l.Ias nos percatamos de que las tácticas terroristas son espe­ ·. empeñados en salvar a la sociedad a pesar de ella_ Por su parte, los
éíficamente distintas y consisten en la aplicación indiscriminada grupos fascistas tampoco cuentan con apoyo social, ya que suelen

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ADEU. CoRTINA
HAs'TA UN PUEBI.O m·. DEMONIOS

componerse de jóvenes de clase alta, que se creen autorizados para l!..1 problema de la guerrilla: ¿guerrajusta?
eliminar a cuantos ellos consideran desechos sociales. :�''':ihlbos
c�os sucede que los ciudadanos no comparten los objetivos de la Aunque existe una gran diferencia entre los distintos tipos de
�rganú:adón terrorista ni apenas los entienden, cosa que no ornrre guerrilla, incluso en el seno mismo de la América Latina, la violen­
en el terrorismo nacionalista. En efecto, el terrorismo étnicernacio­ cia guerrillera suele nacer allí en una situación económica y soc'ial
nalista surge habitualmente en un caldo de cultivo propicio, nacido muy determinada: la de la negación injusta y masiva de los den�
de una cierta tradición de conflicto y arropado por las instituciones chos más básicos de una gran parte de la población, habitu¡tlmente
más ligadas al pueblo (municipio, iglesia, escuela). Razón por la de la mayor parte de ella, empezando por el derecho a la vida A
cual cuenta con un apoyo difuso entre los que comparten su senti­ mayor abundamiento, los poderes fácticos y algunos países influ­
yentes se sirven de los gobiernos --débiles las más de las veces-­
m,�ento nacionalista, aunque no compartan la convicción de que es
piredso recurrir a la violencia. para mantener ideológicamente los privilegios de unos pocos. M<1.
Ahora bien, el hecho de que el terrorista consiga o no la simpa­ es extraño que en este contexto naciera la ética de la liberación, ni
tía de la población no es relevante desde un punto de vista ético. que se replanteara la clásica doctrina de la guerrajusta, referida a la
Porque en sociedades democráticas pluralistas, cuy-a moral civil se acción, no sólo revolucionaria, sino también guerrillera.
·
halla situada en el nivel postconvencional en el desarrollo de la Frente a una "violencia originante", absolutamente injusta e ile­
conciencia moral social, no podemos utilizar normas convenciona­ gal, la violencia guerrillera surge como una "violencia de respuesta",
les para juzgar moralmente, no podemos tomar como criterio lo que puede estar éticamente justificada en dos sentidos: en cuanto
que por bueno da un grupo, sino que tenemos que recurrir a prin­ nace con la pretensión de que se reconozca a la mayor parte de la
cipios éticos universalistas. Y en este sentido puede muy bien ocu­ población que son personas, es decir, que son interlocutores v.ili­
rrir que las poblaciones se encuentren moralmente en un nivel dos, con derecho a ser tenidos dialógicamente en cuenta en \as
convencional y aplaudan actuaciones que violan principios éticos cuestiones que les afectan vitalmente; y siempre que tenga por obje­
universalistas, propios del nivel postconvencional. tivo lograr ese reconocimiento, negado de forma inhumana.
En definitiva, la tentación más fuerte para un adulto no es la de En una situación en que los interlocutores virtuales no son
considerar justo lo que sin más conviene a su egofamo, porque vivir tomados como interlocutores reales, porque no se les reconoce ni
en grupo es inevitable y los grupos no aceptan fácilmente a los egoís­ el derecho a la vida, resulta bastante cínico acusar de inmoral al
tas puros. La tentación más fuerte consiste en guiarse por las expec­ que defiende --esta vez sí- sus derechos básicos y los de la pobla­
tativas del grupo para no defraudarle y poder ser aceptado, que es ción mediante las armas. Pero conviene no olvidar -y con ello
lo que cualquier ser humano desea. pasamos al segundo punto-- que la violencia se justifica· ética;
Por eso el terrorismo étnicernacionalista de nuestros días, sea el mente en estos casos siempre que satisfaga unos requisitos míni­
vasco o el irlandés, e.s aceptado por una parte de la población, pero IJ).OS, de igual modo que ocurría en la tradicional doctrina de lá •�
por una parte que no quiere o no puede ir más allá del nivel guerra justa. Dos tipos de condiciones es preciso cumplir en es¡e ')
convencional: por una parte de la población que exige a los demás caso:
comportarse según principios universalistas, mientras ella misma 1) El recurso a la violencia ha de ser el mínimo i� Por
considera verdaderamente personas sólo a los de su grupo. De ahí eso, la finalidad ha de ser justa, tienen que haberse agotado los
que su recurso a la violencia, y más a una violencia asesina, carezca
i. medios no bélicos antes de iniciarla, han de existir probabilidades
de legitimidad moral. de éxito y es preciso prevenir que la violencia no vaya a traer males
mayores. Por otra parte, es necesario excluir el recurso a tácticas
terroristas.

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HN>TA UN PUERl.ll IIE IIEMONICIS AnElA CoRTINA

Evidentemente, determinar cuál sea el núnimo indispensable es Parece, pues, que el poder comunicativo sea también aquí la gran
sobradamente dificil, pero aquí, como en muchas otras cuestiones de esperanza para superar la violencia, tanto la ilegítima como la ética-­
ética, es decisiva la actitud de intentar que la violencia sea la mínima. mente justificada. Pero un poder comunicativo que, para ser creí­
2) is.mcmester � los bienes que pueden g�nerarse con ble, ha de tomar como punto innegociable de partida el respeto a
ocasió�de la vioiéncia y que son fundamentalmente dos: desenmas­ la vida ajena.
carar la mentira con la que se encubre la violencia originante y exi­
gir que se ponga fin a la injusticia. Las intervenciones y escritos de
Rigoberta Menchú, las investigaciones de la Comisión salvadoreJÍa
de la Verdad y el Informe que en Guatemala costó la vida a Gerardi
son ejemplos palmarios en este sentido.
't, �11 !Odo, conviene recordar todavía al menos dos puntos en lo
.qué se refiere a la violencia guerrillera.
En primer lugar, así como en el nacimiento de un buen número
de guerrillas latinoamericanas estos requisitos estaban puestos, la
evolución posterior ha desviado totalmente a la mayor parte de
c)Jas de las pretensiones originarias. Elementos patológicos han
surgido en ocasiones, como la aparición de personalidades violen­
tas, pero también otros más comunes: la muerte de los intelectuales
que impulsaron la formación de la guerrilla, la incapacidad para
integrarse en la sociedad en el caso de gentes que se han acostum­
brado a vivir sólo de la violencia, la compra de la guerrilla por parte
del narcotráfico y, por supuesto, la evolución política de los países
en los que nació, que va convirtiendo a la guerrilla en un peligro
para la población, como ocurre en el caso del terrorismo.
i . P,?r eso r�sulta indispen�?le distin�r entre el origen de una
· fudha guemllera y su evoluc1on postenor a la hora de preguntarse
si su �ón está éticamente legitimada.
Y, por último, conviene advertir de un fenómeno que muestra
de nuevo cómo el universalismo ético tiene más verdad de la que
han querido atribuirle los profetas y apóstoles del etnocenu·ismo.
Los partidarios de la ética de liberación, que nadó como ética
del'conflicto, van pasándose con armas y bagaje a la tilas de la éti­
tjr df!l diálogQ. Y no porque confien en las "Cumbres", "Conferen­
cias" y otros diálogos harto adulterados, sino porque entienden que
la guerra, aun siendo justa, ha perjudicado sobre todo a los débi­
les, y es preciso emprender otra vía para lograr el reconocimiento
de sus derechos elementales y de que son personas, interlocutores
válidos.

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