Este documento describe diferentes tipos de heurísticos o atajos mentales que las personas utilizan para simplificar el procesamiento de información social y cognitiva. Explica heurísticos cognitivos como el de representatividad y disponibilidad que guían nuestras inferencias. También describe heurísticos sociales como seguir la opinión de expertos o aceptar peticiones con razones, que influyen en nuestras interacciones. Finalmente, señala que estos mecanismos nos permiten funcionar de forma rápida en un mundo complejo, aunque a veces
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Este documento describe diferentes tipos de heurísticos o atajos mentales que las personas utilizan para simplificar el procesamiento de información social y cognitiva. Explica heurísticos cognitivos como el de representatividad y disponibilidad que guían nuestras inferencias. También describe heurísticos sociales como seguir la opinión de expertos o aceptar peticiones con razones, que influyen en nuestras interacciones. Finalmente, señala que estos mecanismos nos permiten funcionar de forma rápida en un mundo complejo, aunque a veces
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Este documento describe diferentes tipos de heurísticos o atajos mentales que las personas utilizan para simplificar el procesamiento de información social y cognitiva. Explica heurísticos cognitivos como el de representatividad y disponibilidad que guían nuestras inferencias. También describe heurísticos sociales como seguir la opinión de expertos o aceptar peticiones con razones, que influyen en nuestras interacciones. Finalmente, señala que estos mecanismos nos permiten funcionar de forma rápida en un mundo complejo, aunque a veces
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4.
Cognición social: automatismos socio-cognitivos
4.1. Automatismos socio-cognitivos: heurísticos 4.2. Heurísticos cognitivos 4.3. Heurísticos sociales Las limitaciones de nuestro sistema cognitivo nos llevan a seleccionar la información que nos llega del medio social antes de procesarla, y a simplificar el trabajo de procesamiento recurriendo a conocimientos previos. Pero no solo nos dedicamos a comprender la realidad que nos rodea y predecirla, también hacemos juicios y tomamos decisiones, para lo cual no suele ser suficiente la información obtenida del medio. Esto nos obliga a utilizar las creencias como elementos de juicio, como estímulos con los que inferir el significado de las experiencias cuando la información percibida de las mismas no es suficiente para comprenderla. Hacemos inferencias para dar sentido a la información insuficiente, cuando las categorias con que organizamos la información almacenada, o la recién obtenida, no nos permiten realizar una interpretación con sentido para actuar en la experiencia actual. 4.1. Automatismos socio-cognitivos: heurísticos Cuando intentamos establecer la causa del comportamiento de otra persona realizamos inferencias, cuando vemos a alguien por primera vez inferimos sus intenciones, asi como cuando nos formamos una impresión de esa persona. Para hacer las inferencias utilizamos información que nos parece destacable, señales del entorno o de su aspecto que suponemos relevante. Para comprender como hacemos inferencias los psicólogos lo han enfocado desde dos perspectivas. Una centrada en los pasos que deberiamos seguir si fuéramos científicos exhaustivos, precisos y lógicos, y una segunda perspectiva que se enfoca en entender como inferimos realmente. El modo real en el que hacemos inferencias utiliza ideas y creencias previas sobre la información disponible. Debido a que no disponemos de tiempo ni de motivación suficiente para llevar a cabo todas las operaciones que exige el modelo del científico exhaustivo, lo que realmente hacemos es sacrificar la exactitud a cambio de rapidez y eficacia. Por eso, cuando se trata de extraer conclusiones a partir de información previa u opinar, recurrimos a reglas simples que nos permiten hacer inferencias adecuadas sin sobrecargar nuestro sistema cognitivo ni dejarlo colapsado para otro tipo de tareas. Estas reglas simples se llaman heurísticos. Los heurísticos son atajos mentales, en forma de reglas que nos dicen como interpretar información compleja. Funcionan de forma similar a la regla caro=bueno: constituyen un método simplificado para adoptar decisiones. Nos interesan dos tipos de heurísticos: heurísticos cognitivos, y heurísticos sociales 4.2.- Heurísticos cognitivos La función de los heurísticos cognitivos es simplificar el procesamiento de información transformando los problemas cognitivos en operaciones sencillas. Esto implica simplificar la interpretación de la información disponible en reglas sencillas aplicables de modo general y automatizado. Las reglas más relevantes son las siguientes. Heurístico de representatividad: Con este heurístico hacemos inferencias sobre la probabilidad de que un estímulo (persona, acción, suceso, etc.) perteneza a una determinada categoría. Concluimos si el estímulo es representativo o encaja en esa categoría. Para ello nos basamos en su semejanza con otros elementos típicos de dicha categoría, obviando la información que no encaje con la regla de semejanza. Es el heurístico más básico, consistente en identificar a personas como miembros de categorías, o asignar significados a las acciones. Heurístico de accesibilidad o disponibilidad: Con él estimamos la probabilidad de un suceso, la frecuencia de una categoría o la asociación entre dos fenómenos. Esta estimación se basa en la facilidad o rapidez con la que vienen a nuestra mente ejemplos específicos de ese suceso, categoría o asociación o accesibilidad. Ilusión de control. Creencia errónea de que uno puede realizar algún tipo de acción, o que tiene estrategias para controlar la aparición de eventos que en realidad son producidos por azar. Es decir, el resultado de tales eventos en realidad es independiente de cualquier variable presente en las condiciones del evento. Así, a grandes rasgos podemos hablar del sesgo de la ilusión de control como la tendencia de las personas de creer que pueden controlar, o al menos influir, los resultados en los que no tienen ninguna influencia. Sesgo de anclaje. El uso de este heurístico consiste en basar el juicio en un valor inicial, obtenido mediante cualquier procedimiento, como el azar, para ajustarlo una vez que se han añadido nueva información. El ajuste se realiza añadiendo información que confirme el juicio inicial. La persona podría tomar como dato inicial lo más accesible en la memoria, o lo más representativo, y a partir de este dato ir ajustando el juicio en la dirección de la información posterior. Efecto halo. Presuponer que alguien por el hecho de tener un rasgo positivo (o negativo) posee otros igualmente benévolos (o perniciosos). Si eres víctima de este efecto pensarás que actores y actrices atractivas serán simpáticos y accesibles. Cierre cognitivo. Cuando no conocemos el desenlace de algo buscamos nuestra propia explicación personal que una vez creada es muy difícil de modificar ¡incluso con evidencia científica! Muchos bulos pseudomédicos se basan en esta tendencia. Sesgo de confirmación. Tendencia por la cual la gente busca y se cree los datos que apoyan su punto de vista, mientras que descarta los datos que no los confirman. Este sesgo es el causante de algunas falacias lógica relacionadas con la creencia en teorías conspirativas. Una de estas falacias es la de la ‘consenso social’ un heurístico social que veremos más adelante. Este sesgo explica la dificulta para desmontar los mitos. Si tenemos la tentación de desmontar las afirmaciones falsas y desmontar las fakes news, confrontarlas con los hechos es un error. La estrategia de rebatir las falsas noticias con los hechos da lugar a lo que se conoce como efecto contraproducente, por el cual acabamos por acordarnos más del mito que del hecho. Uno de los ejemplos más notables se observó en un estudio que evaluaba un folleto sobre "mitos y hechos" relacionados con las vacunas contra la gripe. Nada más leerlo, los participantes recordaban con precisión los hechos como hechos y los mitos como mitos. Pero, al cabo de solo 30 minutos, las cosas habían dado un vuelco en su mente y los mitos se recordaban con mucha más frecuencia como "hechos". Esto hace pensar que la mera mención del mito contribuye en la práctica a reforzarlo. Después, a medida que pasa el tiempo, uno olvida el contexto en el cual oyó hablar de él ‒en este caso, un ejercicio de desmitificación‒ y solamente le queda el recuerdo del propio mito. 4.3. Heurísticos sociales Son heurísticos con valor cultural, creados para ofrecer soluciones rápidas a necesidades de interacción social, por ello se utilizan como criterios heurísticos. Uno de estos criterios, relacionados con la influencia social, se refiere a aquellos que nos indican cuándo debemos creer o hacer lo que se nos dice. Ejem: 'Si un experto lo dice debe de ser verdad'. Esta tendencia a responder mecánicamente a una parte de la información en una situación dada es lo que hemos denominado 'respuesta automática'; la tendencia a responder a partir de un análisis completo de la información constituye la 'respuesta controlada' (Shiffrin y Schneider, 1977). Gran parte de la investigación de laboratorio demuestra que es más probable que la gente trate la información de un modo controlado cuando posee tanto el deseo como la capacidad de analizarla con detenimiento; en caso contrario recurrirá probablemente al planteamiento de respuesta automática más fácil. Algunas personas utilizan esta forma de comportamiento para conseguir lo que quieren, provocando su aparición en los demás, de forma que sus decisiones estén marcadas por modelos de comportamiento automático y no por una reflexión sobre las consecuencias de la decisión. Algunos ejemplos de estas conductas de comportamiento automatizado: - Un principio del comportamiento humano indica que, cuando pedimos un favor a alguien tenemos mayor probabilidad de conseguirlo si damos una razón. Langer et al (1978), demostraron este punto en un experimento: Pidieron un favor a la gente que hacía cola para utilizar la fotocopiadora de una biblioteca: 'Perdone, tengo que fotocopiar cinco páginas, ¿podría dejarme pasar porque tengo mucha prisa?'. Esta petición razonada tuvo una efectividad del 94%. En otra ocasión pidieron el favor de otro modo: 'Perdone, tengo que fotocopiar cinco páginas, ¿podría dejarme pasar?'. Sólo el 60% de las personas accedieron. Por último realizaron otra prueba: 'Perdone, tengo que fotocopiar cinco páginas, ¿podría dejarme pasar porque tengo que hacer unas fotocopias?. El 93 % de las personas accedieron. El dar una razón, sea cual sea ésta, el incluir 'porque' en la frase, es suficiente para lograr un comportamiento de sumisión, probablemente al despertar un modo de comportamiento automático relacionado con el aceptar peticiones si éstas van acompañadas de alguna razón para ser aceptadas. Esto no es siempre así, pero lo es en muchas ocasiones. - Vivimos en un mundo muy complejo, en el que es imposible que identifiquemos y analicemos todos los aspectos de cada situación. Por ello acudimos a nuestros estereotipos, a nuestras reglas empíricas, para clasificar las cosas de acuerdo con unas pocas características clave y reaccionar sin pararnos a pensar si hay uno u otro factor desencadenante para actuar como hemos decidido hacerlo. Esta hipótesis es la que explica que asociemos lo bueno a lo caro, y que confiemos más en la palabra de un experto que en la de una persona desconocida. Por supuesto la respuesta automática a estas y otras situaciones, se produce en ciertos casos, no siempre. Uno de estos casos es cuando no podemos reflexionar sobre la situación planteada, entonces actuamos siguiendo nuestros automatismos, como si escogiéramos el camino más corto para decidir nuestra conducta. - Otro ejemplo de modelo de conducta automatizada, nos lo brinda el PRINCIPIO DEL CONTRASTE, un arma de influencia que según los expertos es imposible de detectar. Este principio, establecido en psicofísica, guarda relación con nuestra forma de apreciar la diferencia entre dos objetos que se nos presentan uno a continuación del otro. Si el segundo es diferente del primero, tendemos a acentuar esa diferencia. Así, si levantamos primero un objeto ligero y luego otro pesado, este último nos parecerá más pesado que si lo hubiéramos levantado sin levantar antes el otro. Si estamos hablando con una persona atractiva en una fiesta y se nos acerca otra poco atractiva, esta última nos parecerá menos atractiva de lo que realmente es. Supongamos que un individuo entra en una elegante tienda y dice que desea comprar un traje y un jersey. Si fueras el vendedor, ¿qué les mostrarías antes para hacerle gastar la mayor cantidad de dinero?. A los vendedores se les enseña que deben vender primero el artículo más caro. Después el siguiente traje que enseñen, será menos caro por la comparación. Componentes de los modelos de comportamiento automático: - La energía de conducta de estos modelos, se activa siguiendo un proceso casi automático. - Cualquier persona que sepa activar este proceso puede aprovecharse de ellos. - La influencia que puede ejercerse aprovechando estos modelos en los demás, permite a la persona que desea influir, lograr sus objetivos con poco esfuerzo, ya que puede manipular sin que se note que está manipulando. Buena parte del proceso de influencia (por el que una persona es incitada a acceder a la petición de otra), se puede explicar a partir de la tendencia humana a reaccionar de forma automática, a elegir el camino más corto. En nuestra cultura, la mayor parte de los individuos desarrollan un conjunto de factores desencadenantes de la influencia, es decir, un conjunto de elementos concretos de información que, en condiciones normales, indican cuándo es probable que acceder a una petición sea correcto y beneficioso. Cada uno de estos factores desencadenantes de la influencia puede utilizarse como un arma (de influencia) para incitar a la gente a acceder a las peticiones que se le formulan. Los heurísticos sociales más representativos son los siguientes (Extraido del libro de Cialdini, Influencia Social): Heurístico social 1. La regla de la reciprocidad De acuerdo con lo que afirman sociólogos y antropólogos, una de las normas básicas más ampliamente extendidas en la cultura humana se encarna en la regla de la reciprocidad. Esta regla exige a las personas corresponder a lo que otros les proporcionan. Al obligar al destinatario de una acción a corresponder a ella en el futuro, permite que un individuo dé algo a otro en la confianza de que no lo pierde. Este sentido de obligación futura contenido en la regla posibilita el desarrollo de diversas formas de relaciones, transacciones e intercambios continuados que resultan socialmente beneficiosos. En virtud de la regla de la reciprocidad, estamos 'obligados' a devolver en el futuro favores, regalos e invitaciones. Está tan arraigado el sentimiento de quedar en deuda cuando se recibe una atención, que en varios idiomas interviene la palabra 'obligado' en las expresiones de agradecimiento. En consecuencia, todos los miembros de la sociedad aprenden desde la infancia a aceptar esta regla para no exponerse a la desaprobación social. Que esta regla sea tan efectiva para lograr la sumisión en la interacción social, se debe a tres características de la regla de la reciprocidad: 1) Con frecuencia esta regla se impone a la influencia de otros factores que normalmente determinan que se acceda a una solicitud. 2) Es una regla aplicable incluso a favores iniciales no solicitados, con lo que reduce nuestra capacidad para decidir con quién queremos estar en deuda y pone en manos de otros esta elección. 3) Esta regla puede estimular los intercambios poco equitativos; para librarse de la incómoda sensación de estar en deuda, un individuo accederá a menudo a realizar un favor sustancialmente mayor que el recibido. La decisión de atender la petición de otro está frecuentemente influida por la regla de la reciprocidad. Una táctica muy provechosa consiste en dar algo para pedir después un favor a cambio. Si alguien nos hace un favor, esta persona consigue aumentar la probabilidad de que accedamos a alguna de sus peticiones. Un aspecto que contribuye al efecto de esta táctica a través de la regla de reciprocidad, consiste en que una persona puede provocar nuestro sentimiento de gratitud haciéndonos un favor que no hemos pedido. La regla establece únicamente que debemos dar a los demás lo que ellos nos han dado; no exige que nosotros hayamos pedido lo que se nos da para que debamos sentirnos obligados a devolverlo. La solicitud del favor por nuestra parte no es necesaria para despertar nuestro sentimiento de deuda. Esto sucede así por el fin social de la regla de la reciprocidad. Se trata de una regla establecida para favorecer el desarrollo de relaciones de reciprocidad entre los individuos, de forma que una persona pueda iniciar una relación semejante sin temor a perder. Si éste es el fin de la regla, un favor inicial no solicitado debe tener capacidad para crear una obligación. Aunque la obligación de corresponder constituye la esencia de la regla de la reciprocidad, es por la obligación de recibir por lo que la regla es tan efectiva en la interacción social. La obligación de recibir reduce nuestra capacidad para elegir con quiénes queremos estar en deuda y pone el poder en manos de otros. Existe otra característica de la regla de la reciprocidad que permite influir sobre la conducta del interlocutor. Aún cuando socialmente la regla se desarrolló para favorecer la equidad de los intercambios, puede utilizarse para producir resultados decididamente poco equitativos. La regla exige que a determinado tipo de acción se corresponda con otro similar. Un favor debe pagarse con otro favor, no con desatención ni, mucho menos, con un ataque, pero se permite mucha flexibilidad. Un favor inicial pequeño, puede crear un sentimiento de obligación acorde con la devolución de un favor sustancialmente mayor. Dado que, como hemos visto, la regla admite que una persona elija la naturaleza del favor inicial que crea la deuda, y la del favor que la cancela, es muy fácil para alguien que desee aprovecharse de nosotros manipular la regla y conseguir un intercambio poco equitativo: puede provocar que a un favor inicial pequeño le correspondamos con otro favor mayor. Una razón para este comportamiento tiene que ver con el carácter desagradable del sentimiento de deuda. A muchos de nosotros nos resulta muy incómodo sentirnos obligados. Nos enseñan desde la infancia a impacientarnos cuando pende sobre nosotros una obligación. Basta esta razón para que aceptemos de buen grado devolver un favor mayor que el recibido, con tal de liberarnos del peso psicológico de la deuda. Existe además otra razón. Las personas que transgreden la regla de la reciprocidad al aceptar los buenos actos de los demás sin hacer nada por corresponder no son del agrado del grupo social. La única excepción se produce cuando alguien está imposibilitado para corresponder en razón de sus circunstancias o su capacidad. En muchas interacciones sociales las exigencias y peticiones iniciales resultan inaceptables para el otro. La sociedad debe entonces buscar la forma de descartar estos deseos iniciales incompatibles en aras de una cooperación beneficiosa desde el punto de vista social. Para ello se recurre a procedimientos que favorecen el compromiso. Las concesiones mutuas son parte importante de estos procedimientos. La regla de la reciprocidad provoca concesiones mutuas de dos maneras: 1) Presiona al receptor de una concesión ya efectuada para que corresponda adecuadamente. 2) Dada la obligación de corresponder que tiene el receptor, los individuos se sienten libres para ser los primeros en hacer una concesión, y 'exigir' que el proceso de intercambio lleve al otro a que realice la concesión deseada. Puesto que el proceso de compromiso se rige por la regla de la reciprocidad, es posible utilizar una concesión inicial como parte de una técnica de sumisión efectiva y sencilla: en lugar de realizar un favor inicial que incite a corresponder con otro favor, un individuo puede hacer una concesión inicial que incite a corresponder con otra concesión. A esta variación se le llama la 'técnica de rechazo y retirada', y se basa en la presión para corresponder a las concesiones. Partiendo de una petición extrema, que con toda seguridad va a ser rechazada, el solicitante puede retroceder provechosamente hasta una petición menor (la que en realidad deseaba desde el principio) con una elevada probabilidad de que sea aceptada, porque la presenta como una concesión. Las investigaciones realizadas indican que, aparte de aumentar la probabilidad de que una persona acceda a una petición, la técnica de rechazo y retirada aumenta asimismo, la probabilidad de que una persona realice lo que se le ha solicitado y acceda a solicitudes similares en el futuro. El contraste perceptivo permite utilizar la estrategia de realizar una petición mayor, para luego, haciendo una concesión rebajar la petición, con lo que además el contraste permite ver la nueva petición como no tan grande. El contraste es un factor que ayuda a la eficacia de la técnica de rechazo y retirada. Pero su ventaja adicional no se funda en un principio psicológico. Se trata de un rasgo puramente estructural de la secuencia de la petición. Supongamos que alguien desea que le presten 1.000 €. Nada pierde por empezar pidiendo 2.000 €. Si accede, recibirá el doble de lo deseado. Si se desestima su petición, puede retirarse hasta los 1.000 € que deseaba desde el principio, y ayudado por los principios de la reciprocidad y del contraste, aumenta la probabilidad de éxito, es decir de que le presten los 1.000 €. Las víctimas de la estrategia de influencia podrían quedar resentidas por haberse visto acorraladas y obligadas a ceder. Tal resentimiento se manifestaría de dos modos: la víctima podría decidir no actuar conforme al acuerdo verbal establecido con el solicitante o podría llegar a desconfiar de quién le ha manipulado y decidir no tratar nunca más con él. Si alguna de estas circunstancias se diera con cierta frecuencia, el solicitante se lo pensaría dos veces antes de utilizar el procedimiento de rechazo y retirada. Las investigaciones demuestran, sin embargo, que la frecuencia de estas reacciones no aumenta cuando se usa la técnica de rechazo y retirada. Por el contrario, parece que dicha frecuencia disminuye, siempre y cuando no sea evidente que se trata de un truco. La mejor defensa frente al uso de la reciprocidad como instrumento de sumisión no es rechazar sistemáticamente todas las ofertas iniciales que nos hagan, sino aceptar de buena fe los favores o concesiones iniciales, y mantenernos en guardia para poder redefinirlos como argucias en caso de que posteriormente se demuestre que lo son. Una vez redefinidos tales favores o concesiones, dejaremos de sentir la necesidad de corresponder a ellos con un favor o concesión por nuestra parte. La regla de la reciprocidad es aplicable a la mayoría de las relaciones; sin embargo, en su forma más pura, la reciprocidad es innecesaria e indeseable en ciertas relaciones duraderas, como las que se dan en la familia y en las amistades bien establecidas. En estas relaciones comunales lo que se intercambia es la disposición a dar al otro lo que necesita en el momento preciso. En esta forma de reciprocidad no hay que calcular si alguien da más o menos, sino sólo si las dos partes cumplen en general la regla. Heurístico Social 2: Compromiso y coherencia Los psicólogos comprendieron hace tiempo la fuerza que tiene el principio de la coherencia en la dirección de la acción humana. Teóricos como Festinger (1957), Heider (1946) y Newcomb (1953) contemplaron el deseo de coherencia como motivador central de nuestro comportamiento. El deseo de ser (y parecer) coherentes constituye un arma de influencia social potente que a menudo nos lleva a actuar en clara contradicción con nuestros propios intereses. Puesto que la coherencia se valora mucho en nuestra cultura, y permite dar una orientación a nuestra vida, adquirimos la costumbre de ser consecuentes de forma automática aún en situaciones en las que no es sensato comportarse así. La coherencia ofrece un atajo a través de las complejidades de la vida moderna. Una vez nos hemos formado una opinión sobre algunos temas, gracias a la coherencia podemos no poner en cuestión esa opinión. Cuando nos encontramos con los temas relacionados con la opinión, recurrimos a la coherencia y de inmediato sabemos qué creer, decir o hacer, es decir, lo que sea coherente con nuestra decisión anterior. Los psicólogos sociales creen que el principio de la coherencia se desencadena a través del 'compromiso'. Si conseguimos que alguien asuma un compromiso (es decir, que adopte una postura y la manifieste) habremos preparado el terreno para que, de forma automática e irreflexiva actúe en consecuencia con ese compromiso previo. Una vez adoptada una postura, hay una tendencia natural a comportarse en estricta consonancia con ella. Se ha demostrado que con compromisos iniciales triviales, como aceptar responder a un cuestionario, se puede iniciar un 'impulso de sumisión' que induzca posteriormente a actos de abnegación tan dolorosos como puede ser una donación de médula ósea (Schwartz, 1970). Muchas organizaciones comerciales emplean habitualmente este planteamiento. La estrategia de ventas consiste en conseguir pedidos importantes empezando por otros menores. Cualquier venta pequeña servirá, porque la finalidad de las transacciones menores no es el beneficio, sino el compromiso, del cual se espera que surjan compras posteriores mucho mayores de modo natural. Atender a peticiones triviales puede aumentar nuestra predisposición a atender no sólo peticiones similares de mayor envergadura, sino también una diversidad de favores importantes relacionados sólo remotamente con el pequeño favor inicial. Una acción así puede influir no sólo en el comportamiento futuro de la persona, sino en su propia imagen. Los expertos en influencia social denominan a la secuencia de peticiones triviales para lograr un objetivo mayor, la técnica del pie en la puerta. El atractivo de ésta consiste en la posibilidad de utilizar pequeños compromisos para manipular la imagen que una persona tiene de sí misma y hacer que los ciudadanos se conviertan en 'servidores públicos', los consumidores potenciales en 'clientes reales' y los prisioneros en 'colaboradores'. Una vez alterada la imagen, su propietario accederá de modo natural a las peticiones que se le hagan siempre que sean coherentes con la nueva imagen de sí mismo. Para que un compromiso resulte efectivo en este aspecto deben darse ciertas condiciones. 1) Lograr que el receptor acceda a someterse a una secuencia de peticiones inofensivas. Una vez que se ha establecido un compromiso activo, la imagen que uno tiene de sí mismo queda sometida a las presiones de la coherencia. Hay una presión interna para hacer coincidir la imagen propia con los actos y otra externa, más solapada, para ajustar esta imagen con los actos en que nos perciben los demás. 2) Lograr que el compromiso se haga público. Los compromisos públicos tienden a ser duraderos. Siempre que adoptamos una postura que es visible para los demás, surge una fuerza que nos lleva a mantenerla para parecer personas coherentes. En las estrategias de sumisión de prisioneros, así como en algunas empresas, se logra que las personas realicen compromisos escritos. Las personas que se comprometen por escrito son influidas por el principio de la coherencia en mucha mayor medida que aquellas que no lo hacen. 3) Una razón de la efectividad de los compromisos escritos es que exigen más trabajo que los verbales. Hay pruebas de que cuanto mayor es el esfuerzo dedicado a un compromiso, mayor es la capacidad de éste para influir en la actitud de la persona que lo ha contraído. Esta es una de las razones por las que se realizan los ritos de iniciación o novatadas antes de ingresar en un grupo. Las personas que pasan por grandes dificultades o sufren para alcanzar algo, valoran mucho más lo obtenido que quienes consiguen lo mismo con un esfuerzo mínimo. 4) Los expertos en ciencias sociales han establecido que asumimos íntimamente la responsabilidad de un comportamiento dado cuando creemos que lo hemos elegido sin estar sometidos a fuertes presiones externas. Una gran recompensa constituiría una fuerte presión externa; podría llevarnos a realizar determinados actos, pero no a asumir íntimamente nuestra responsabilidad con respecto a ellos. En consecuencia, no nos sentiríamos comprometidos. Lo mismo puede decirse de una fuerte amenaza: puede provocar la sumisión inmediata, pero es improbable que dé lugar a un compromiso duradero. Todo esto tiene importantes implicaciones para la educación de los niños. Nos indica que nunca deberíamos sobornar o amenazar a nuestros hijos para que hagan cosas en las que realmente queremos que crean. Con tales presiones conseguiremos probablemente una sumisión temporal a nuestros deseos; pero si queremos algo más, si queremos que nuestros hijos crean en la rectitud de lo que han hecho, que sigan comportándose así, hemos de conseguir que asuman íntimamente la responsabilidad de las acciones que queremos que realicen. Los compromisos que producen en la persona un cambio interior son muy efectivos. Una razón para ello es que ese cambio no atañe sólo a la situación en que apareció inicialmente, sino que cubre toda una gama de situaciones parecidas. Otra razón es que los efectos del cambio son duraderos. Una tercera razón es que esos cambios desarrollan nuevas creencias y valores en la persona, y ésta se comportará a partir de ese momento intentando ser coherente con sus nuevos valores y creencias. Heurístico Social 3: Norma social Cuando se incumple la norma social recibimos un castigo o sanción, debido al control social que lo acompaña. El principio de norma social establece que determinamos lo que es correcto averiguando qué piensan otras personas qué es correcto. Es un principio útil cuando queremos decidir si un comportamiento es adecuado. Juzgamos la corrección de un comportamiento en una situación dada por la medida en que lo apoyan los demás. Tanto si se trata de lo que hay que hacer con una bolsa de palomitas vacía en un cine, cómo de la velocidad a la que se debe conducir en determinado tramo de autopista o de la forma de comer el pollo en una cena, las acciones de quienes nos rodean nos dan importantes pistas para definir la respuesta. La tendencia a considerar adecuada una acción porque otros la realizan funciona normalmente bien. En general, cometeremos menos equivocaciones si actuamos en consonancia con la sanción social que si actuamos de forma contraria a ella. Nuestra tendencia a suponer que una acción es más correcta porque otros la realizan es utilizada en diversas situaciones sociales. Muchos camareros echan unos cuantos billetes en el bote del bar al principio de la jornada, como si fueran propinas del día anterior, para dar la impresión de que dejar algún billete de propina forma parte del comportamiento adecuado en ese local. A los publicitarios les encanta informarnos de que un producto es el que más vende, porque así no tienen que convencernos directamente de la bondad del mismo, les basta decir que muchas personas piensan que es bueno, y ello parece prueba suficiente. Este principio de la norma social funciona mejor en determinadas condiciones: 1) Cuando la persona siente incertidumbre. Cuando no estamos seguros de nosotros mismos y reina la incertidumbre, es cuando nos mostramos más propensos a observar las acciones de los demás y aceptarlas como correctas. Sin embargo, al examinar las reacciones de otras personas para resolver nuestra incertidumbre tendemos a descuidar un aspecto sutil pero importante. Es probable que esas personas estén comprobando asimismo la sanción social. Especialmente en las situaciones ambiguas, la tendencia a observar lo que hacen los demás puede dar lugar a un fenómeno fascinante, denominado 'ignorancia pluralista'. Un ejemplo de la ignorancia pluralista, lo da el caso real que dio lugar a su iniciar su estudio: Durante más de media hora, 38 respetables ciudadanos de Qeens observaron cómo un asesino perseguía y apuñalaba a una mujer en tres ataques sucesivos en los jardines Kew. Por dos veces el sonido de las voces de esos vecinos y el resplandor de las luces de sus dormitorios interrumpieron y ahuyentaron al asesino. Tras cada una de esas interrupciones el asesino buscó a su víctima y la apuñaló de nuevo. Nadie telefoneó a la policía durante el asalto; un testigo la llamó cuando la mujer ya estaba muerta. Latané y Darley (1968) formularon la hipótesis de que nadie había ayudado a la víctima precisamente porque había muchos observadores. Estos psicólogos propusieron dos razones fundamentales que impulsarían a alguien a no prestar su ayuda en una situación imprevista cuando están presentes otros espectadores. La primera es que cuando hay varias personas que pueden proporcionar la ayuda requerida, se reduce la responsabilidad personal de cada individuo. La segunda razón se basa en el principio de la sanción social e interviene el efecto de la ignorancia pluralista: a menudo una situación de emergencia aparentemente no lo es, ante la incertidumbre, existe una tendencia natural a mirar alrededor para buscar una pista en las acciones de los demás; podemos saber, por la reacción de los demás testigos, si el asunto en cuestión es una emergencia o no. Después de más de una década de investigación, los expertos en ciencias sociales se han formado una idea clara de cuándo ofrecen los espectadores su ayuda en situaciones de emergencia. En primer lugar, y contrariamente a la opinión de que nos hemos convertido en una sociedad de individuos insensibles y despreocupados, una vez que los testigos presenciales se convencen de que existe realmente una situación de emergencia, es muy probable que presten ayuda. La situación es muy distinta cuando, como ocurre en muchos casos, los espectadores no saben con seguridad si el incidente que están presenciando es una emergencia. Es mucho más probable entonces que la víctima reciba ayuda de un espectador aislado que de un grupo, especialmente si los componentes del grupo no se conocen entre sí. En una situación de emergencia hay que solicitar ayuda explícita a un solo individuo del grupo de espectadores, luchando contra la tendencia natural a hacer una petición general de ayuda. 2) Cuando hay semejanza con los modelos de la norma. El principio de sanción social actúa con mayor fuerza cuando observamos el comportamiento de personas como nosotros (Festinger, 1954). Es la conducta de estos individuos lo que mejor nos revela cuál es el comportamiento correcto para nosotros mismos. Nos sentimos más inclinados a seguir el ejemplo de una persona que es semejante a nosotros que el de otra que no lo es. Heurístico Social 4: Simpatía Será más fácil influir sobre la conducta de una persona si logramos resultarle simpático. Pero ¿qué hace que unas personas resulten simpáticas y otras no?. 1) El atractivo físico. Los estudios sugieren que existe una reacción automática hacia la gente atractiva. Es una respuesta que los expertos en ciencias sociales clasifican dentro de la categoría denominada 'efecto de aureola'. Se produce un efecto de aureola cuando una característica positiva de una persona domina la forma en que dicha persona es percibida por los demás. Se ha comprobado que el atractivo físico actúa a menudo así. Ciertas investigaciones han demostrado que asignamos de modo automático a los individuos de aspecto agradable cualidades como el talento, la amabilidad, la honradez y la inteligencia. Además, emitimos tales juicios sin darnos cuenta de que el atractivo físico está desempeñando un papel en el proceso. Otros experimentos han demostrado que la gente atractiva tiene una probabilidad mayor de obtener ayuda cuando la necesita. 2) La semejanza. Simpatizamos con las personas que son semejantes a nosotros. Así parece ocurrir con respecto a la semejanza en el terreno de las opiniones, los rasgos de carácter, la educación y el estilo de vida. En consecuencia, quienes desean resultarnos simpáticos para que accedamos a sus peticiones, pueden alcanzar su objetivo aparentando ser semejantes a nosotros en una amplia variedad de formas. La ropa es un ejemplo: diversos estudios han demostrado que estamos más dispuestos a ayudar a quiénes visten como nosotros. Otra vía que pueden seguir los autores de una petición para manipular la semejanza con el fin de aumentar la simpatía y la sumisión, consiste en afirmar que tienen una educación y unos intereses similares a los nuestros. 3) Los elogios. Que alguien nos diga que le gustamos puede ser un recurso sumamente eficaz para crear en nosotros una corriente de simpatía y sumisión complaciente. Los psicólogos sociales han descubierto algo más sobre cómo afecta el halago a la simpatía. En ciertas interacciones personales puede compensar ser un poco crítico. Supongamos que el/la lector/a acaba de conocer a una persona a la que quiere agradar. Si bien el halago continuado podría ser una forma de alcanzar ese objetivo, una investigación realizada en la universidad de Minnesota indica que la táctica más eficaz consistiría en conseguir hacer llegar a oídos de la persona un comentario con una o dos reservas sobre ella, para deslizarse luego progresivamente hacia los elogios (Aronson y Linder, 1965). La investigación demostraba que las personas que sabían que en principio habían recibido una valoración negativa, y posteriormente veían que se hacía más entusiasta, sentían más simpatía hacia el autor de la misma que las personas que se sabían descritas en términos totalmente positivos desde el primer momento. Para tener éxito con esta estrategia es necesario saber que la crítica tiene que preceder al halago, hacerlo al revés hace perder simpatías. 4) Familiaridad. En general nos gustan las cosas con las que estamos familiarizados. La familiaridad afecta a la simpatía. A menudo no nos damos cuenta de que nuestra actitud hacia algo está influida por la cantidad de veces que nos hemos encontrado con ello en el pasado. Por lo tanto el aumento de la familiaridad por medio del contacto reiterado con una persona o cosa es otro factor que normalmente facilita la simpatía, sobre todo cuando tal contacto tiene lugar en circunstancias positivas, nunca en las negativas. Circunstancias positivas efectivas son: la cooperación y la asociación con características positivas. Heurístico Social 5. Autoridad La obediencia a la autoridad es un factor de influencia social muy efectivo. Esto es debido a que nuestra sociedad considera que un sistema de autoridad jerarquizado y ampliamente aceptado constituye una ventaja para la sociedad. Permite el desarrollo de complejas estructuras para la producción de recursos, el comercio, la defensa, la expansión y el control social. Nuestra obediencia se produce a menudo de forma automática, no va precedida de una reflexión consciente. La información procedente de una autoridad reconocida supone en ocasiones un valioso atajo para decidir como actuar en determinada situación. En el estudio de Milgram (1974) sobre la obediencia podemos ver pruebas de la fuerte presión que existe en nuestra sociedad para que accedamos a las peticiones de la autoridad. En clara contradicción con sus preferencias personales, muchos individuos normales y con buena salud psíquica accedieron a infligir grados de dolor intenso y peligroso a otras personas, porque así lo ordenaba una autoridad. Se trata de la misma paradoja que acompaña a todos los principios de influencia. Una vez admitida la utilidad de la obediencia a la autoridad nada más fácil que entregarse a la comodidad de la obediencia automática. Como no necesitamos pensar, no pensamos y, aunque esta obediencia irreflexiva nos conduzca la mayor parte de las veces a realizar la acción apropiada, hay excepciones, ya que reaccionamos en lugar de pensar. Cuando actuamos de modo automático, existe la tendencia a hacerlo en respuesta más a los símbolos de autoridad que a su esencia. Algunos de estos símbolos pueden desencadenar nuestra obediencia aunque no exista la verdadera esencia de la autoridad. Tres tipos de símbolos que han resultado eficaces en este aspecto en los trabajos experimentales son los títulos, la indumentaria y los adornos (especialmente los coches). En diversos estudios orientados a establecer la influencia de estos símbolos, los individuos que poseían alguno de ellos (aún en ausencia de cualquier otra credencial legitimadora) recibieron mayores muestras de deferencia u obediencia por parte de quienes les rodeaban. Además, en todos los casos, los individuos que mostraron deferencia u obedecieron infravaloraban el efecto de la presión de la autoridad sobre su comportamiento. Heurístico Social 6. La escasez El principio de escasez establece que las oportunidades nos parecen más valiosas cuanto más lejos están de nuestro alcance. Así, por ejemplo, tenemos la costumbre de interrumpir cualquier conversación interesante cuando suena el teléfono, e ir a contestarlo. En estos casos, el que llama por teléfono tiene una peculiaridad irresistible de la que carece la persona con la que estamos hablando: su inaccesibilidad potencial. Si no atiendo la llamada tal vez la pierda (con toda su información). El efecto del principio de escasez sobre el comportamiento, se ve reflejado en dos estrategias de comunicación empleadas por los que desean influir sobre los demás: 1) La táctica de la 'serie limitada' es muy utilizada en publicidad. Consiste en informar a los consumidores de que hay escasez de determinado producto y no se puede garantizar un suministro prolongado. 2) La táctica de la 'fecha tope' también se usa en publicidad. Su efecto consiste en lograr que la gente realice cosas que no le interesan demasiado, simplemente porque se agota el tiempo para hacerlas. Puesto que sabemos que las cosas difíciles de conseguir suelen ser mejores que las fáciles, a menudo nos servimos de la disponibilidad de un producto como ayuda para juzgar su calidad de forma rápida y segura. Por tanto, una de las razones de la fuerza del principio de escasez radica en que, al seguirlo, generalmente actuamos bien. Además, hay una fuente de poder secundaria, que solo afecta a este principio: a medida que se reducen nuestras posibilidades perdemos libertades, y todos nos resistimos a que tal cosa ocurra. Este deseo de conservar nuestras prerrogativas es la idea central de la teoría de la reactancia psicológica, desarrollada por el psicólogo J. Brehm para explicar la respuesta humana a la reducción del control personal (Brehm, 1966). De acuerdo con ella, siempre que nuestra capacidad de libre elección se ve reducida o amenazada, la necesidad de conservar nuestras libertades nos hace desearlas (junto con los bienes y servicios que las acompañan) bastante más que antes. En consecuencia, cuando la escasez (o cualquier otro factor) dificulta nuestro acceso a un producto, reaccionamos contra esa interferencia deseando el producto y tratando de conseguirlo con más fuerza que antes. Un efecto de la teoría sobre la escasez aparece con nuestras reacciones ante la censura. De forma casi invariable en los estudios experimentales, nuestra respuesta a la información prohibida es un mayor deseo de acceder a ella y una actitud más favorable hacia su contenido que antes de la prohibición. Lo curioso de los efectos de la censura sobre quienes reciben la información no es que aumente su deseo de acceder a ella, reacción que puede parecer natural, sino el hecho de que los destinatarios de la información crean más en ella, aunque ni siquiera la hayan recibido. Saber que valoramos la información restringida nos permite aplicar el principio de escasez a dominios que rebasan el de los bienes materiales. Este principio actúa asimismo sobre los mensajes, las comunicaciones y el conocimiento. Ello nos da perspectiva suficiente para ver que no es necesario que la información esté censurada para que le demos más valor, basta con que sea escasa. De acuerdo con el principio de escasez encontraremos una información más convincente si pensamos que no podemos conseguirla en otro sitio, es decir si es exclusiva. En diversos trabajos de investigación se ha puesto de manifiesto que el hecho de limitar el acceso a un mensaje estimula el deseo de recibirlo y predispone a su favor. En el caso de la censura se produce dicho efecto aunque no se haya recibido el mensaje. Cuando el mensaje sí se recibe, tiene una mayor efectividad si la información que lo compone se considera exclusiva. El buen funcionamiento del principio de la escasez requiere conocer cuando actúa mejor sobre nosotros, cuáles son sus condiciones óptimas: 1) Los productos escasos aumentan su valor cuando su escasez es reciente. Es decir, valoramos más las cosas a las que se ha restringido el acceso recientemente que las que siempre han estado restringidas. De acuerdo con un modelo histórico de revolución, los negros estadounidenses estuvieron más dispuestos a rebelarse cuando se interrumpió en cierta medida su sostenido progreso (años 60), que antes de que éste se iniciara. Los futuros gobernantes pueden aprender de ello que es más peligroso conceder libertades de forma transitoria que no concederlas nunca. El problema para un gobierno tradicionalmente oprimido es que, al hacerlo, instaura libertades que antes no existían para dicho grupo. Si estas libertades recién establecidas se restringen el grupo protestará deseando volver a obtenerlas. Los padres que conceden privilegios o establecen normas de forma errática invitan a la rebelión, al instaurar sin darse cuenta libertades para los hijos. Un padre que prohibe comer caramelos entre horas sólo algunas veces, da a su hijo libertad para tomar dulces. Imponer la norma se convertirá entonces en un problema más difícil, porque el niño no carecerá simplemente de un derecho que nunca ha tenido, sino que perderá uno adquirido. 2) Nos atraen más los recursos escasos cuando tenemos que competir con otros para conseguirlos. No es sólo que deseemos más un mismo objeto cuando éste es escaso, sino que nuestro deseo es máximo cuando hay competencia para conseguirlo. La sensación de estar compitiendo por unos recursos escasos tiene una considerable capacidad de motivación. La aparición de un rival despierta el ardor de los amantes indiferentes; en consecuencia, es a menudo por razones estratégicas por lo que un componente de una pareja da a conocer (o inventa) las atenciones de una nueva conquista. A los vendedores se les enseña a utilizar este mismo juego con los compradores indecisos. Así, por ejemplo, un corredor de fincas que esté intentando vender una casa a un cliente algo remiso puede llamarla para comunicarle que otro posible comprador ha visto la casa, está interesado en ella y ha concertado una cita al día siguiente para hablar de las condiciones.