Propuestas para Una Filosofia de Derecho

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LA FILOSOFÍA PERENNE.

UNA PROPUESTA VIGENTE


PARA LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA DEL DERECHO

Martín HERNÁNDEZ*

...hubiera sido vano de mi parte pretender que


yo iba a triunfar allí
donde los más ilustres pensadores han fraca-
sado, verdaderamente, no sé ni puedo afirmar
qué es la justicia, la justicia absoluta que la
humanidad ansía alcanzar, sólo puedo estar de
acuerdo en que existe una justicia relativa y
puedo afirmar qué es la justicia para mí...**

La posesión y la práctica de lo que a cada uno


es propio será reconocida como justicia. ***

SUMARIO: I. Una reflexión inicial. II. Lo perenne. III. La Antigüedad


y la Edad Media deben ser escuchadas. IV. ¿Qué puede aportar la
filosofía perenne a la filosofía del derecho contemporánea?

No puedo pasar por alto mi gratitud al Instituto de Investigaciones Jurí-


dicas de la UNAM, por permitirme compartir algunas reflexiones sobre
la filosofía del derecho; alabo al Instituto por organizar este tipo de en-
cuentros de ideas acerca de lo jurídico, pues soy un convencido que el
hombre está llamado a buscar la verdad y en este caso particular la ver-
dad de lo jurídico.

* Universidad Anáhuac del Sur, México.


** Hans Kelsen, ¿Qué es la justicia?
*** Platón, La República.

289
290 MARTÍN HERNÁNDEZ

I. UNA REFLEXIÓN INICIAL

Surge en mí la necesidad de realizar una aclaración inicial. Este tra-


bajo no tiene otro objetivo que el de rescatar la riqueza del pensamiento
clásico con relación a la filosofía del derecho, a la esencia de éste y a su
manera de expresarse. Tengo claro que no solucionaré con ello toda la
complejidad que hoy se despliega alrededor de diversos tópicos jurídi-
cos, pero sí podemos encontrar en ese pensamiento una luz que poco a
poco nos guíe hacia la esencias de la ciencia del derecho. No trato de
convencer, sino de exponer cómo el hombre contemporáneo puede dar
respuesta desde esta perspectiva a algunos problemas que se le presen-
tan. En concreto, se trata de explicar cuál sería la aportación que pode-
mos esperar de la filosofía perenne.
Partiendo del dato de la experiencia podemos observar que, como
nunca, el hombre se desarrolla de múltiples formas, que asume muy di-
versos y variadas funciones y está al pendiente de un sin fin de cuestio-
nes y preocupaciones; que la complejidad representa un reto que está
dispuesto a enfrentar, que si bien la tecnología se le presenta como una
solución para hacer frente a dicho laberinto, paradójicamente, el hombre
al parecer más dominador y más controlador de situaciones, se ve per-
dido e impotente ante cuestiones como su persona, su familia, su salud,
etcétera. En efecto, el hombre que controla las grandes empresas, maqui-
narias poderosas, autos que alcanzan altas velocidades, que se comunica
al otro lado del mundo de manera inmediata, no puede hacer frente a sus
angustias, depresiones y neurosis. ¡Que paradoja más grande! Pero no
queda allí la situación, cómo es posible comprender que el hombre
estructure grandes consorcios, economías, e incluso Estados; que busque
consensos, estrategias financieras y en un momento dado no vea que
la comunidad más simple, más minúscula, como la familia, esté más
afectada y deteriorada. La lluvia de ideas se ha convertido en un instru-
mento de poder, en donde el hombre se ha dado cuenta que entre más
confusión más posibilidades de sobresalir y de triunfar se tienen. Antes
se decía “divide y vencerás”, ahora debemos decir confunde y vencerás.
Sí, es tanta la información que se maneja y circula, que el hombre se ha
convertido en un repetidor, más que en un ser reflexivo y valorativo,
siendo que esto es lo propio de él. Actualmente la rapidez de los aconte-
cimientos y esa complejidad de la que he hablado hacen que la persona
LA FILOSOFÍA PERENNE 291

no cuente con el tiempo y espacio para cuestionar y descubrir la realidad


de las cosas, las cuales —nuevamente la paradoja— son más simples de
lo que se piensan.
Pero, ¿y el derecho?, ¿qué tiene que ver con lo anterior?, desafortuna-
damente corre la misma suerte, vivimos en la paradoja de lo jurídico,
pues como nunca se escribe sobre derechos humanos, derecho de familia,
la vida, la libertad, etcétera, cuántos de estos temas, por dar un ejemplo,
se encuentran en el debate diario, en el diálogo, en la política, y no obs-
tante, parece que nos alejamos de vivirlos plenamente. Una cruda ironía
que enfrentamos día con día. Se habla y estudia la libertad y cada vez se
es más preso del egoísmo y sed de poder; sobran discusiones y textos so-
bre el respeto a la vida y cada vez más se atenta contra ella; hoy el con-
senso es la medida y no logramos ponernos de acuerdo; la tolerancia es
un valor supremo en la actualidad y no somos capaces de respetar el
derecho de los otros. Todo esto no me hace más que lanzar la pregunta
¿qué le está pasando al derecho?, ¿dónde está la justicia?
¿No será acaso, me llego a preguntar, que estamos perdidos dentro de
lo vertiginoso de la vida?, acaso la velocidad de lo novedoso se le está
presentando al hombre como un vicio, pero dando la apariencia de apete-
cible lo confunde y ofusca. No podemos negar que esta novedad ha sido
desde el siglo pasado una adicción, actualmente no importa tanto lo
verdadero como lo novedoso, entre más novedosa sea una doctrina, filo-
sofía o una idea, más valor se le concede y si se le agrega un toque de
confusión y complejidad es totalmente plausible. Esta novedad toma co-
mo premisa, y al parecer es un requisito para su éxito, el descartar todo
lo que sea anterior a ella. De este modo lo antiguo o lo pasado queda
descartado por el sólo hecho de serlo.
Así, novedad y complejidad son sinónimos de éxito, poder y sabidu-
ría. Sí, de sabiduría, pues hoy esta última no se mide por la profundidad
con que se aborda o se enfrenta una problemática, sino más bien por la
extensión con que se presenta. Actualmente el hombre prestigiado y
reconocido no es el que enfrenta la realidad y trata de llegar a la esencia
de las cosas, sino más bien aquel que maneja más datos o información,
sea cual fuere el fin que se le dé.
Se presentan como nuevos los viejos grandes problemas del hombre,
basándose en tesis evolucionistas, cambios sustanciales, nuevas estructu-
ras mentales, como si el hombre en esta vertiginosa evolución un día de-
jara de ser hombre para transformarse en otra cosa, donde evolución es
292 MARTÍN HERNÁNDEZ

sinónimo de trasformación, así que según esta concepción tenemos que


esperar el momento de transformarnos.
No estamos en contra de lo novedoso, sino más bien contra lo novedo-
so no sujeto a una crítica y reflexión que permita hacer frente a la reali-
dad y a descubrir la verdad. Como dije, no es un reproche, sino una invi-
tación a la reflexión profunda, a la reflexión filosófica.

II. LO PERENNE

Considero que el hombre no es un ser que va brotando momento a


momento, sino un ser que trasciende, su constitución ontológica da prue-
ba de ello. En esta esencia humana existe algo que permanece y que lo
hace ser lo que es y no otra cosa. Ante esto, muchos argumentarán en
contra el aspecto evolutivo y de cambio que aparentemente hoy más que
nunca se observa, a ello debemos afirmar que el hombre dentro de esa
esencia es un ser histórico y que como tal está sujeto a una historicidad,
entendiendo por ésta “la mudanza permaneciendo en el mismo ser y, por
tanto, permaneciendo un sustrato o núcleo inmutado”1 de lo que se sigue
que hay una esencia inmutable que al operar nos permite hablar de natu-
raleza, en este caso, de naturaleza del hombre, pues como señala Santo
Tomás de Aquino “a toda naturaleza corresponde, en efecto, algo fijo y
determinado, pero proporcionado a ella”,2 sólo a partir de aceptar la exis-
tencia de un naturaleza es que podemos discernir una serie de normas y
reglas propias y objetivas.
El conocimiento de la naturaleza de las cosas es lo que permite hablar
de una filosofía y de una filosofía perenne concretamente. De una filoso-
fía, porque como ciencia del ser por sus primeros principios obtenidos
por la razón natural, permite no sólo explicar las cosas sino desentrañar
sus causas últimas y sus fines propios. De allí que sea necesario conocer
los principios o aquello por lo cual es, o se conoce, o se hace,3 pues sólo
así existirá verdad en los juicios emitidos.
Lo anterior nos posibilita para referirnos a una filosofía perenne, en-
tendiendo por perenne un adjetivo que expresa algo continuo, incesante,

1 Hervada, Javier, Introducción crítica al derecho natural, España, Eunsa, 1999, p. 99.
2 Aquino, Tomás de, Suma teológica, I-II, q.10, a. 1, ad 3.
3 Véase Caturelli, Alberto, La filosofía, España, Gredos, 1977, p. 30.
LA FILOSOFÍA PERENNE 293

que no tiene intermisión o interrupción;4 de allí que hablemos de perma-


nencia. En efecto, cuando me refiero a la filosofía perenne hago refe-
rencia a esa filosofía que ha descubierto los principios de las cosas, la
esencia de las mismas y a partir de ellos ha tratado de dar una respuesta
a los problemas que el hombre como hombre enfrenta, es una filosofía
básicamente generada en la Antigüedad y en la Edad Media pero que es
actual, pues nunca se aleja de la realidad concreta. Muchas veces se
piensa que esa filosofía es inoperante y por lo tanto ajena a las “nuevas”
problemáticas, todo ello bajo la visión de lo novedoso a la que me he
referido, pero no es así, la filosofía es vida y ambas no pueden ir separa-
das, pues en términos del maestro Caturelli:

el acto de filosofar es inseparable de la situación concreta, en la cual exis-


te el filósofo, y por eso asume desde dentro todos los problemas de seme-
jante situación. Sería sencillamente absurdo e imposible pretender filoso-
far, pensar, haciendo abstracciones de nuestra actual situación concreta;
como si pretendiéramos pensar repitiendo intemporalmente las fórmulas
de una escuela o asumir los problemas de otra época. Esto es imposible y
semejante actitud suele proporcionar una falsa “seguridad” y un dogmatis-
mo que nada tienen de filosóficos y que están tan separados de la realidad
como la nada del ser. Cierto es, naturalmente, que la verdad es supra-his-
tórica, y por eso mismo legítima la filosofía; pero también es simultánea-
mente verdadero que jamás se piensa fuera de la situación concreta.5

De este modo la filosofía perenne es la búsqueda de la verdad, que


como tal es trascendente, y que al ir descubriendo principios sólidos
permite explicar y solucionar problemas actuales, pues el desentrañar las
causas últimas de lo creado da certeza y razón de lo existente, dando
soluciones a los problemas de hoy y de siempre, pues mientras exista un
hombre en esta tierra los problemas que aquejen a su esencia y si ésta es lo
que lo hace ser, una solución adecuada será siempre válida y universal.

4 Diccionario de la Lengua Española.


5 Caturelli, op. cit., nota 3, pp. 31 y 32.
294 MARTÍN HERNÁNDEZ

III. LA ANTIGÜEDAD Y LA EDAD MEDIA DEBEN SER ESCUCHADAS

Espero estar siendo claro en la exposición, no se trata de desechar lo


nuevo por nuevo, ni lo antiguo por antiguo, se trata sólo de descubrir la
verdad de las cosas, la realidad de las mismas, sometiendo cada solución,
cada opinión, a un juicio crítico, para ello es necesario sujetarse al juicio
de los Primeros Principios, pues sólo éstos nos permitirán saber que la
opinión o solución planteada es la mejor y más adecuada para hacer
frente a las situaciones conflictivas que vivimos. Es tiempo de alejarnos del
relativismo e inmanentismo, que han probado ser ineficaces para solucio-
nar los conflictos humanos, hemos confiado ciegamente en la razón ca-
yendo en un racionalismo que nos llevó a perder de vista la realidad,
hemos intentado por el voluntarismo y ello a costado muchas vidas hu-
manas, ahora vemos en el consensualismo y en liberalismo la salida a
nuestros problemas y hoy son más complejos. Es necesaria volver a la
realidad, dejarnos de perjuicios absurdos y atender a la experiencia y
sabiduría, que como sabiduría es válida para cualquier tiempo, redes-
cubramos esa sabiduría, fiel a la esencia y naturaleza de las cosas, no
importando quién o cuando fue descubierta, sino atender a que es capaz
de solucionar los problemas por sus causas últimas. Volvamos al ser de
las cosas.
No puedo dejar de sorprenderme al leer en los diálogos de Platón que
muchos de los problemas discutidos son actuales, al leer en ese autor so-
bre la justicia, la voluntad, las leyes, el gobierno, entre otros. Parece ser
que el enfrentamiento de Sócrates con los sofistas es una discusión con-
temporánea, los mismos argumentos, las mismas objeciones, la lucha en-
tre el relativismo sofista y la objetividad platónica es diálogo actual.
Cuando uno profundiza en la ética aristotélica, en su Tratado de la justi-
cia o en su Política, descubre principios arrancados de la realidad, no se
diga al hablar de las leyes, en donde queda demostrado que con la luz
natural de la recta razón el hombre de la antigüedad logró descubrir co-
sas de suyo valiosas y por ende verdaderas. No se diga cuando uno lee
en la Suma teológica respondiendo el Aquinate a las objeciones sobre la
justicia, la ley natural, el valor de lo justo y otras cuestiones, que si bien
son dichas por un no jurista, toman valor por sí solas pues son apegadas
a la verdad de las cosas y no al subjetivismo de su autor.
LA FILOSOFÍA PERENNE 295

Es cierto que la

antigüedad no tenía nuestra tecnología y su ciencia era mucho más espe-


culativa y menos “justificada empíricamente” que la actual, pero en la an-
tigüedad sabían estudiar al hombre bajo ciertos aspectos, con más profun-
didad que hoy, porque trataban de moverse precisamente no sólo en la
superficie de las apariencias, sino también observando los fundamentos
metafísicos de la condición humana.6

Debe quedar claro, siguiendo al maestro Giovanni Reale: “absoluta-


mente no es un regreso acrítico a ciertas ideas del pasado, sino la asimi-
lación y fruición de algunos mensajes de la sabiduría antigua que, si son
bien asimilados y meditados pueden, aunque no logren curar completa-
mente, al menos alcanzar atenuar los males del hombre de hoy, erosio-
nando las raíces de las cuales derivan”.7
Pero permítanme dar unos breves ejemplos:

Muchos de los alumnos de mi cátedra de filosofía del derecho, al tocar el


tema del derecho natural y del derecho positivo, se sienten inmersos en
una problemática actual, candente y novedosa, al menos de inicios del si-
glo XX a la fecha, qué sucede cuando leemos estos pasajes:

El primero de Aristóteles, que señala: “En el derecho político, una


parte es natural, y la otra es legal. Es natural lo que, en todas partes, tiene
la misma fuerza y no depende de las diversas opiniones de los hombres;
es legal todo lo que, en principio, puede ser indiferente de tal modo o del
modo contrario, pero que cesa de ser indiferente desde que la ley lo ha
resuelto”.
El Aquinate dice:

El derecho o lo justo es cierta obra adecuada a otra según algún modo de


igualdad. Pero de dos maneras puede algo ser adecuado a algún hombre:
primera, por la misma naturaleza de las cosas; por ejemplo, cuando al-
guien da tanto para recibir otro tanto igual y esto se llama derecho natural:
segunda, por convenio o de común acuerdo; por ejemplo, cuando alguien
se da por contento si recibe tanto. Esto último puede hacerse de dos mo-
dos: primero, en virtud de algún convenio privado, como cuando se firma
6 Reale, Giovanni, La sabiduría antigua, España, Herder, 1996, p. 17.
7 Ibidem, p. 16.
296 MARTÍN HERNÁNDEZ

un contrato entre personas privadas; segundo, en virtud de un convenio


público; por ejemplo, cuando todo el pueblo conviene en que algo se dé por
adecuado y conmensurado a otra cosa, o cuando esto lo ordena el prín-
cipe, que tiene a su cargo el cuidado del pueblo y lo representa; y esto se
llama derecho positivo.8

Considero que tanto en la antigüedad como en el medioevo sabían


algo de derecho positivo y de derecho natural. Pero hay más ejemplos:
hoy existe un tema muy tratado y debatido: el de los derechos huma-
nos, el cual, mirando atrás, se hace referencia a la escuela de derecho
natural, al siglo XVI, con el iusnaturalismo moderno, la Revolución
norteamericana y la francesa, creyeron que no sólo la antigüedad y la
Edad Media no los conoció, sino que siempre fue contra ellos, pues se
piensa inmediatamente en la esclavitud, el supuesto oscurantismo del
medioevo, etcétera, a ello debemos responder con el siguiente pasaje
de Santo Tomás:

Según el orden de las inclinaciones naturales, así es el orden de los pre-


ceptos de la ley natural. Pues bien, en primer lugar, radica en el hombre la
inclinación al bien según su naturaleza en el cual conviene con todas las
sustancias, y así cualquier sustancia apetece la conservación de su ser se-
gún su naturaleza, y por esta razón pertenece a la ley natural todo aquello
que contribuye a la conservación de la vida del hombre e impide su des-
trucción. En segundo lugar, radica en el hombre la inclinación a cosas más
concretas según su naturaleza en la que conviene con los restantes anima-
les, como la unión del macho y la hembra, la crianza de los hijuelos y co-
sas semejantes. Por último, radica en el hombre al bien según su naturale-
za racional, que le es propia y exclusiva, y así el hombre tiene inclinación
natural a conocer la verdad acerca de Dios y a vivir en sociedad, y por esta
razón pertenece a la ley natural que el hombre evite la ignorancia, que no
ofenda a los demás hombres con los que tiene que convivir y cosas seme-
jantes.9

En el pasaje citado encontramos un fundamento sólido, basado en la


naturaleza humana del derecho a la vida, a la unión marital, a la partici-
pación política, y la educación. No se basa el Aquinate en deducciones
lógicas como algunos naturalistas muestran los derechos humanos, sino
8 Aquino, II-II q. 57, a. 2.
9 Aquino, I-II q. 94, a. 2.
LA FILOSOFÍA PERENNE 297

en la realidad del ser personal del hombre, con fundamento metafísico y


por ende real.
Pero para no caer en lo que se pueda pensar una abstracción, que hoy
espanta a muchos, pues se piensa en ella como sinónimo de utópico, de
irreal, inalcanzable— lo cual no sé si se dice por desprecio o por igno-
rancia, pues lo abstracto es el pensamiento propio del hombre y, como
ejemplo, el propio concepto de derecho que es absatracto—me dirigiré
por último, al ámbito práctico, como es el caso de la seguridad jurídica,
que se muestra como una obra del positivismo jurídico, quien aparece
como creador de esa garantía a través del constitucionalismo o la estruc-
tura estatal y de un Estado de derecho. Pues bien, veamos lo siguiente:
“El juzgar pertenece al juez en cuanto que goza de pública potestad y por
tanto debe informarse en el juicio, no como persona privada, sino como
persona pública. Esta información atiende a dos extremos: primero, a las
leyes públicas, contra las cuales no puede proceder, y segundo, al caso
particular, mediante los testigos y otros documentos legítimos”.10
Nuestro autor sigue diciendo: “El juez es intérprete de la justicia. Pero
la justicia entraña alteridad. Por consiguiente es necesario que el juez
juzgue entre dos, de los cuales uno es el acusador y el otro el reo. No se
puede acusar a nadie en juicio si no tiene acusador.11
Pero nuestro citado autor también conoce la distinción entre denuncia
y querella y lo expresa así: “Cuando el delito es tal que redunda en detri-
mento de la sociedad, está uno obligado a acusar, siempre que pueda
probar suficientemente su acusación... Pero si el delito no redundara en
perjuicio de la comunidad o no pudiera probarlo suficientemente, no es-
taría obligado a acusar, pues nadie está obligado a lo que no puede hacer
de modo debido”.12
Este autor aparece como todo un defensor de las garantías del acusado
o reo, es más, parece que está de acuerdo en las campañas actuales sobre
la denuncia de delitos. Pues bien, este autor es Santo Tomás de Aquino,
del cual he citado varios fragmentos de su obra, la Suma Teológica. Lo
he hecho sin otra intención que invitar a los juristas contemporáneos a
escuchar a esa filosofía perenne a estudiarla y, si es necesario, volverla

10 Aquino, II-II q. 67, a. 2.


11 Aquino, II-II q. 67, a. 3.
12 Aquino, II-II q. 68 a. 1.
298 MARTÍN HERNÁNDEZ

a estudiar, tal vez encontremos algunas respuestas vigentes a la proble-


mática actual.

IV. ¿QUÉ PUEDE APORTAR LA FILOSOFÍA PERENNE


A LA FILOSOFÍA DEL DERECHO CONTEMPORÁNEA?

Llego el momento de señalar lo que desde mi punto de vista puede


aportar concretamente la filosofía perenne a la filosofía del derecho con-
temporánea, lo cual he resumido en cinco puntos que considero básicos,
reitero que no niego la importancia de la filosofía contemporánea sólo
propongo que ésta sea perfeccionada por la filosofía perenne y que así de
cada una se tome lo que de verdadero tienen, pues ello redundará en el
bienestar del hombre:
Primero es necesario volver a la realidad y por ende a la verdad, pues
el hombre está dotado de una inteligencia y voluntad, las cuales le per-
miten descubrir esa realidad que lo rodea y actuar en consecuencia, debe
esforzarse por ser penetrativo en sus reflexiones permitiendo dotar a las
ciencias, en este caso a la ciencia jurídica, de principios sólidos a partir
de los cuales se piensen los problemas. Principios que deben por un lado
coadyuvar a la labor legislativa y por otro dar la solución más justa a los
conflictos de intereses que se presentan. No se trata de ocupar esas facul-
tades en crear falacias, que tarde o temprano se vuelven contra el hom-
bre, ni tampoco hacer uso de ellas para intereses personales, sino que,
fieles a esos principios deben hacer realidad la objetividad de la justicia.
Que sea la realidad la que mida al hombre y no que sea el hombre el que
pretenda generar la realidad, ya que esto último podría acarrear, como de
hecho ha ocurrido, que tarde o temprano el hombre se encuentra des-
concertado, preguntándose ¿dónde estuvo la falla?, ¿qué estuvo mal?;
es necesario alcanzar un conocimiento reflejo de la realidad, que sea
como “la imagen reflejada en el espejo; la imagen no es el objeto refleja-
do, pero existe el objeto reflejado y por eso la imagen es verdadera”.13 Es
así como el filósofo contemporáneo debe partir de la realidad, y no del
querer y del pensar, pues puede ello generar juicios que pudieran ser
erróneos. El derecho es uno, que si bien se predica de muchas cosas,

13 Hervada, Javier, Lecciones propedéuticas de filosofía del derecho, España, Eunsa,


2000, p. 61.
LA FILOSOFÍA PERENNE 299

existe en él una esencia real, misma que es deber del estudioso de la filo-
sofía del derecho descubrir.
En segundo lugar, es indispensable recuperar la metafísica, pues sólo
ella es verdadero fundamento para una adecuada filosofía del derecho.
Comparto la opinión del doctor Hervada de que el abandono de la meta-
física es una de las causas del inmanentismo contemporáneo que en sus
distintas formas se presenta en diversas filosofías del derecho, pues a de-
cir del profesor de Navarra: “La raíz de estos movimientos hay que en-
contrarla en el abandono de la metafísica. Rechazada la metafísica, resul-
ta una consecuencia directa e inmediata el total repudio de cualquier
concepción trascendente del hombre, de la sociedad y del derecho, pues
sólo la metafísica accede a las causas últimas y a la íntima esencia de la
realidad.”14
Tan es así que el sólo hecho de preguntarnos por el fundamento últi-
mo del derecho nos ubica en una actitud metafísica, pues sólo esta cien-
cia es la que nos puede responder esa pregunta, y a partir de su respuesta
se podrán explicar los conceptos de la ciencia jurídica o de la teoría
general del derecho.
Debo aclarar que hablo del fundamento último del derecho, no de
definiciones o meros conceptos, sino de la pregunta última de lo jurídico,
por tanto de su ser y en consecuencia del orden de las cosas. La Antigüe-
dad y la Edad Media pueden aportarnos mucha luz en esta cuestión.
En tercer lugar, y no por ser menos importante, me referiré a la nece-
sidad de volver a la persona. Hoy el hablar de persona en la jerga jurídi-
ca es aceptar sin más miramientos que estamos ante un ente imputable de
derechos y obligaciones. Considero que la filosofía del derecho debe ir
más allá, pues es su objeto propio preguntarse por qué ese ente puede ser
sujeto de derechos y obligaciones, qué facultades y apetencias lo ubican
en esa posición, por qué sólo el ser personal es capaz de ello. Pues si a
una persona se le puede imputar un derecho o una obligación es porque
está en aptitud de recibirlo, es decir, la persona en su constitución onto-
lógica es de suyo jurídica, esa juridicidad no es algo puesto a añadido, si-
no que forma parte de su ser, de allí que resulta importantísimo que la
filosofía del derecho no pierda de vista el ser personal del hombre en su
esencia y naturaleza, en este sentido nuevamente el doctor Hervada seña-
la: “Nada jurídico podría el legislador dar, si ese acto de dar no se asen-

14 Ibidem, p. 582.
300 MARTÍN HERNÁNDEZ

tase en un núcleo de juridicidad dado por la naturaleza: faltaría el supuesto


ontológico. El legislador da leyes, porque el hombre está naturalmente
hecho para recibirlas; da derechos, por que el hombre es naturalmente capaz
de ser titular de ellos”.15
Considero que no podemos encontrar mejores estudios acerca de la per-
sona, que aquellos que ofrece la filosofía perenne, radicando allí la im-
portancia de su estudio y vuelta a ella, pues estoy convencido que del
concepto que de persona se tenga, será la idea que de derecho se maneje.
Un cuarto punto es el rescatar la concepción del derecho como objeto
de la justicia, percibido por Sócrates, desarrollado por Aristóteles, apli-
cado por el mundo romano y sistematizado en Tomás de Aquino. Es in-
dispensable comprender cómo la justicia exige la existencia de un dere-
cho sobre el cual actúe, siendo éste su objeto propio; no se trata de entrar
en discusiones, sólo decir que el orden natural que se ha venido descu-
briendo a lo largo del devenir histórico acredita que para que se pueda
hablar de justo o injusto es necesario que alguien tenga algo que sea su-
yo, pues sobre lo suyo el hombre podrá discernir y actuar en justicia, esto
suyo es el derecho, esa cosa que le es debida a una persona ya por natu-
raleza, ya por voluntad, pues de lo contrario la justicia deja de ser objeti-
va y real para convertirse en un concepto vacío y lleno de subjetivismo
que está a la disposición del más hábil o con mayor poder. La realidad de
la justicia debe imponerse, como plantearon los autores citados, como
valor en sí mismo trascendente y no como algo relativo y cambiante; a
partir de ello se podrá descubrir una adecuada concepción del derecho,
que si bien se predica de muchas cosas, tiene en sí mismo una esencia
propia y real.
Para finalizar y como quinto punto sería apropiado que se tome en
cuenta el estudio de la filosofía perenne respecto a la unidad de lo jurídi-
co, en los pasajes antes citados de Aristóteles y Santo Tomás ya se hace
referencia a que el derecho es natural y positivo, pero se presentan
ambos sin enfrentamientos, sino más bien como un orden de derivación,
no desperdiciemos nuestros esfuerzos en luchas inútiles, sería mejor
fortalecer ese único sistema jurídico, el cual es en parte natural y en
parte positivo.
Como señalé al principio de esta exposición, no se trata de convencer
o imponer una doctrina, lo que he pretendido es que la filosofía contem-

15 Hervada, Javier, Introducción... op. cit., nota 1, p. 86.


LA FILOSOFÍA PERENNE 301

poránea del derecho tome su compromiso con la verdad, esté donde esté
pues la verdad no se impone, sino que se propone. Ésta es mi propuesta
concreta, la cual queda resumida en los puntos citados. Recibamos la
filosofía perenne sin perjuicios, sin predisposiciones, que sea ella misma
la que nos conquiste o nos aleje, recibámosla como en su momento la es-
cuela de derecho natural apostó por el derecho romano que permitió el
inicio de su tercera vida, a beneficio de inventario, sí, a beneficio de in-
ventario, tal vez nos enriquezca, escuchemos la sabiduría que nos antece-
de, en esa pluralidad actualmente tan de moda debe haber cabida para
ella, a lo mejor resulta ser novedosa a pesar de todo.

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