Guerra Civil Española

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Guerra civil española

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Guerra civil española

Parte de período de entreguerras

Partiendo de arriba a la izquierda, en el sentido de las agujas del


reloj: un tanque republicano en la batalla de
Belchite; Granollers tras ser bombardeada por la aviación nazi en
1938; tropas durante el asedio del Alcázar de Toledo; una bomba
en el Sáhara; un cañón antiaéreo del bando sublevado durante
el asedio de Madrid; y el batallón Lincoln.

Fecha 17 de julio de 1936-1 de abril de 1939 (2


años, 8 meses y 15 días)

Lugar Españaa

Casus belli Fracaso parcial del golpe de Estado de julio


de 1936
Resultado Victoria del bando sublevado e implantación
de la dictadura de Francisco Franco

Consecuencias Véanse Consecuencias

Beligerantes

 Bando republicano  Bando sublevado

Apoyado por: Apoyado por:

 Unión Soviética  Alemania


 México  Italia
 Portugal

Fuerzas en combate
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Bajas
175 000 muertos 2
110 000 muertos2

~500 000
~120 000 en retaguardia3

[editar datos en Wikidata]

[mostrar] 
Guerra civil española

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Guerra aérea durante la
Guerra Civil Española

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Guerra naval durante la
Guerra Civil Española

La guerra civil española o guerra de España,4567 también conocida por los


españoles como la Guerra Civil por antonomasia,89 o simplemente la Guerra,
fue un conflicto bélico —que más tarde repercutiría también en una crisis
económica— que se desencadenó en España tras el fracaso parcial del golpe
de Estado del 17 y 18 de julio de 1936 llevado a cabo por una parte de
las fuerzas armadas contra el Gobierno de la Segunda República. Tras
el bloqueo del Estrecho y el posterior puente aéreo que, gracias a la rápida
colaboración de la Alemania nazi y la Italia fascista, trasladó las tropas rebeldes
a la España peninsular en las últimas semanas de julio,1011 comenzó una guerra
civil que concluiría el 1 de abril de 1939 con el último parte de guerra firmado
por Francisco Franco, declarando su victoria y estableciendo una dictadura que
duraría hasta su muerte, el 20 de noviembre de 1975.
La guerra tuvo múltiples facetas, pues incluyó lucha de clases, guerra de
religión, enfrentamiento de nacionalismos opuestos, lucha entre dictadura
militar y democracia republicana, entre revolución y contrarrevolución,
entre fascismo y comunismo.12
A las partes del conflicto se las suele denominar bando republicano y bando
sublevado:

 El bando republicano estuvo constituido en torno


al Gobierno, formado por el Frente Popular, que a
su vez se componía de una coalición de
partidos republicanos —Izquierda
Republicana y Unión Republicana— con el Partido
Socialista Obrero Español, a la que se habían
sumado los marxistas-leninistas del Partido
Comunista de España y el POUM, el Partido
Sindicalista de origen anarquista y en Cataluña
los nacionalistas de izquierda encabezados
por Esquerra Republicana de Catalunya. Era
apoyado por el movimiento obrero y los
sindicatos UGT y CNT, los cuales también
perseguían realizar la revolución social. También
se había decantado por el bando republicano
el Partido Nacionalista Vasco, cuando las Cortes
republicanas estaban a punto de aprobar
el Estatuto de Autonomía para el País Vasco.
 El bando sublevado, que se llamó a sí mismo
«bando nacional», estuvo organizado en torno a
parte del alto mando militar, institucionalizado
inicialmente en la Junta de Defensa
Nacional sustituida tras el nombramiento de
Francisco Franco como generalísimo y jefe del
Gobierno del Estado. Políticamente, estuvo
integrado por la fascista Falange Española,
los carlistas, los monárquicos alfonsinos
de Renovación Española y gran parte de los
votantes de la CEDA, la Liga Regionalista y otros
grupos conservadores. Socialmente fue apoyado
por aquellas clases a las que la victoria en las
urnas del Frente Popular les hizo sentir que
peligraba su posición; por la Iglesia católica,
acosada por la persecución religiosa desatada por
parte de la izquierda nada más estallar el conflicto
y por pequeños propietarios temerosos de una
«revolución del proletariado». En las regiones
menos industrializadas o primordialmente
agrícolas, los sublevados también fueron apoyados
por numerosos campesinos y obreros de firmes
convicciones religiosas.13
Ambos bandos cometieron graves crímenes en el frente y en las retaguardias,
como sacas de presos, paseos, desapariciones de
personas o tribunales extrajudiciales. La dictadura de Franco investigó y
condenó severamente los hechos delictivos cometidos en la zona republicana,
llegando incluso a instruir una Causa General, todo ello con escasas garantías
procesales. Por su parte, los delitos de los vencedores nunca fueron
investigados ni enjuiciados, a pesar de que algunos historiadores14 y juristas1516
sostienen que hubo un genocidio en el que, además de subvertir el orden
institucional, se habría intentado exterminar a la oposición política. c
Las consecuencias de la Guerra Civil han marcado en gran medida la historia
posterior de España, por lo excepcionalmente dramáticas y duraderas: tanto
las demográficas —mortandad y descenso de la natalidad que marcaron
la pirámide de población durante generaciones— como las materiales —
destrucción de las ciudades, la estructura económica, el patrimonio artístico—,
intelectuales —fin de la denominada Edad de Plata de las letras y ciencias— y
políticas —la represión en la retaguardia de ambas zonas, mantenida por los
vencedores con mayor o menor intensidad durante todo el franquismo, y
el exilio republicano—, y que se perpetuaron mucho más allá de la
prolongada posguerra, incluyendo la excepcionalidad geopolítica del
mantenimiento del régimen de Franco hasta 1975.

Índice

 1Antecedentes
o 1.1El Gobierno del Frente Popular (febrero-julio de 1936)
o 1.2La violencia política
 2El detonante: el golpe de Estado de julio de 1936
o 2.1La conspiración militar
o 2.2El golpe del 17 al 20 de julio
 3Las operaciones militares
o 3.1Los dos ejércitos
o 3.2Julio-octubre de 1936: avance sobre Madrid y campaña
de Guipúzcoa
o 3.3Noviembre de 1936-marzo de 1937: la batalla de Madrid
y la toma de Málaga
o 3.4Marzo-noviembre de 1937: la campaña del Norte y las
batallas de Brunete y Belchite
o 3.5Diciembre de 1937-noviembre de 1938: de la batalla de
Teruel a la batalla del Ebro
o 3.6Diciembre de 1938-febrero de 1939: ofensiva sobre
Cataluña
o 3.7Febrero-marzo de 1939: la vuelta de Negrín y la
resistencia de la zona Centro-Sur
o 3.8Marzo de 1939: derrota de la República
 4La guerra naval
 5La guerra aérea y los bombardeos sobre poblaciones
 6Evolución de la zona sublevada
o 6.1La Junta de Defensa Nacional
o 6.2El general Franco, «generalísimo» y «caudillo»
o 6.3El Decreto de Unificación de abril de 1937
o 6.4El nacimiento del «Nuevo Estado»
 7Evolución de la zona republicana
o 7.1La reacción del gobierno a la sublevación militar
o 7.2La revolución social de 1936 y el gobierno de José Giral
(julio-septiembre de 1936)
o 7.3El gobierno de Largo Caballero (septiembre de 1936-
mayo de 1937)
o 7.4El gobierno de Juan Negrín (mayo de 1937-marzo de
1939)
 8La dimensión internacional del conflicto y la intervención
extranjera
o 8.1La política de «no intervención» de Gran Bretaña y
Francia
o 8.2La intervención extranjera en favor de los sublevados
o 8.3La intervención extranjera en favor de la República
o 8.4La financiación de la guerra y «el oro de Moscú»
 9La Iglesia y la guerra civil española
o 9.1La Iglesia católica en la zona sublevada
o 9.2La Iglesia católica en la zona republicana
 10La represión en las retaguardias
o 10.1Investigación de los crímenes
 11Consecuencias
o 11.1Consecuencias económicas
o 11.2Víctimas de la guerra civil
o 11.3La represión franquista de la posguerra y el exilio
republicano
o 11.4Relaciones internacionales
o 11.5Las regiones devastadas
 12Memoria histórica
 13La guerra civil en el arte
o 13.1Cine
o 13.2Novela
o 13.3Cuento y relato
o 13.4Literatura infantil y juvenil
o 13.5Teatro
o 13.6Poesía
o 13.7Música
o 13.8Revistas satíricas
o 13.9Historieta
o 13.10Pintura y escultura
o 13.11Artes gráficas, cartelismo y revistas
o 13.12Fotografía
o 13.13Videojuegos
 14Véase también
 15Notas
 16Referencias
 17Bibliografía
 18Enlaces externos

Antecedentes[editar]
Portada de la Constitución de 1931

Artículo principal: Segunda República Española


En enero de 1930 el general Miguel Primo de Rivera reconoce el fracaso de la
Dictadura que había instaurado en septiembre de 1923 con el apoyo del rey y
dimite.19 Alfonso XIII nombra entonces como presidente del gobierno al
general Dámaso Berenguer, pero este no consigue devolver a la monarquía la
«normalidad constitucional» (este período fue conocido como «Dictablanda») y
es sustituido en febrero de 1931 por el almirante Juan Bautista Aznar, quien
convoca elecciones municipales para el domingo 12 de abril.20 Las elecciones
son ganadas en las ciudades por las candidaturas republicano-socialistas
surgidas del Pacto de San Sebastián de agosto de 1930 y el martes 14 de abril
el rey Alfonso XIII, ante las dudas de la Guardia Civil y del Ejército a utilizar la
fuerza para frenar las multitudinarias manifestaciones prorrepublicanas que
inundan las principales ciudades, abandona el país. En Madrid el «comité
revolucionario» republicano-socialista proclama la República y asume el poder
como Gobierno Provisional presidido por Niceto Alcalá-Zamora.21
Durante el primer bienio de la Segunda República española se aprueba la
nueva Constitución republicana y el gobierno de coalición de republicanos de
izquierda y de socialistas presidido por Manuel Azaña, formado el 15 de
diciembre de 1931 tras rechazar el Partido Republicano Radical su
participación en el mismo por estar en desacuerdo con la continuidad en el
gobierno de los socialistas, profundiza las reformas iniciadas por el Gobierno
Provisional cuyo propósito es modernizar la realidad económica, social, política
y cultural españolas. El nuevo gobierno se formó tras la elección de Niceto
Alcalá Zamora como presidente de la República, quien confirmó a Manuel
Azaña como presidente del Gobierno.
No obstante, el amplio abanico de reformas que emprendió el gobierno «social-
azañista» encontró gran resistencia entre los grupos sociales y corporativos a
los que se intentaba «descabalgar» de sus posiciones adquiridas: los
terratenientes, los grandes empresarios, financieros y patronos, la Iglesia
católica, las órdenes religiosas, la opinión católica, la opinión monárquica o
el militarismo «africanista». Este último organizó un fracasado golpe de Estado
en agosto de 1932 encabezado por el general Sanjurjo.22 Pero también existió
una resistencia al reformismo republicano de signo contrario: el del
revolucionarismo a ultranza, que encabezaron las
organizaciones anarquistas (la CNT y la FAI). Para ellos, la República
representaba el «orden burgués» (sin demasiadas diferencias con los
regímenes políticos anteriores, Dictadura y Monarquía) que había de ser
destruido para alcanzar el «comunismo libertario».23 Así se produjeron una
serie de levantamientos anarquistas (en enero, como el de Casas Viejas, y
en diciembre de 1933, circunscrito este a Aragón y La Rioja) reprimidos con
dureza.
La coalición encabezada por Azaña se deshace y se convocan elecciones para
noviembre de 1933, en las que votaron por primera vez las mujeres, que son
ganadas por la derecha católica de la CEDA y por el centro-derecha
republicano del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. Este forma
gobierno con el objetivo de «rectificar» las reformas del primer bienio, no
anularlas, para incorporar a la República a la derecha «accidentalista» (que no
se proclamaba abiertamente monárquica, aunque sus simpatías estuvieran con
la Monarquía, ni tampoco republicana) representada por la CEDA y el Partido
Agrario, que le dan su apoyo parlamentario.24 Cuando la CEDA entra en el
gobierno en octubre de 1934 se desencadena una fracasada insurrección
socialista que solo se consolidó en Asturias durante un par de semanas (el
único lugar donde también participó la CNT), aunque finalmente también fue
sofocada por la intervención del Ejército, que trajo del Protectorado español de
Marruecos a las tropas coloniales de regulares y legionarios y, una vez
finalizada, se produjo una fuerte represión. Lo mismo sucedió con la
proclamación por el presidente de la Generalidad de Cataluña Lluís
Companys del «Estado Catalán» dentro de la «República Federal Española»
el 6 de octubre.25
La Revolución de octubre de 1934 hizo aumentar en el gobierno radical-cedista
los temores a que un próximo intento de una «revolución bolchevique» acabara
triunfando. Esto acentuó la presión sobre el Partido Radical para llevar adelante
una política más decididamente legisladora o contrarrevolucionaria. 26 En última
instancia, los sucesos de octubre de 1934 convencieron a la CEDA de que era
necesario llegar a alcanzar la presidencia del gobierno para poder dar el «giro
autoritario» que el régimen, según ellos, necesitaba. 27 El líder de la CEDA, José
María Gil Robles, encontró su oportunidad cuando estallaron el escándalo del
estraperlo y el del asunto Nombela que hundieron a Lerroux y al Partido
Republicano Radical, del que no se recuperaría.28 Pero el presidente de la
República Alcalá Zamora se negó a dar el poder a una fuerza «accidentalista»
que no había proclamado su fidelidad a la República y encargó la formación de
gobierno a un independiente de su confianza, Manuel Portela Valladares, quien
forma el 15 de diciembre un gabinete republicano de centro-derecha que
aguanta el poder Ejecutivo hasta que Alcalá Zamora convoca elecciones para
el 16 de febrero de 1936.29
El resultado de las elecciones de febrero de 1936 fue un reparto muy
equilibrado de votos con una leve ventaja de las izquierdas (47,1 %) sobre las
derechas (45,6 %), mientras el centro se limitó a un 5,3 %. Pero como el
sistema electoral primaba a los ganadores, esto se tradujo en una holgada
mayoría para la coalición del Frente Popular.30
El Gobierno del Frente Popular (febrero-julio de 1936)[editar]
Artículo principal: Frente Popular (España)
El miércoles 19 de febrero, Manuel Azaña, el líder del Frente Popular, formaba
un gobierno que, conforme a lo pactado con los socialistas, solo estaba
integrado por ministros republicanos de izquierda (nueve de Izquierda
Republicana y tres de Unión Republicana).31 Una de sus primeras decisiones
fue alejar de los centros de poder a los generales más antirrepublicanos: el
general Manuel Goded fue destinado a la Comandancia militar de Baleares; el
general Francisco Franco, a la de Canarias; el general Emilio Mola al gobierno
militar de Pamplona. Otros generales significados como Luis Orgaz, Rafael
Villegas, Joaquín Fanjul y Andrés Saliquet quedaron en situación de
disponibles.32
La medida más urgente que hubo de tomar el nuevo gobierno fue
la amnistía de los condenados por los sucesos de octubre de 1934,
«legalizando» así el asalto a varias cárceles por la multitud, pero dando
cumplimiento también al punto principal del programa electoral del Frente
Popular.33 Otra de las medidas urgentes era reponer en sus puestos a los
alcaldes y concejales elegidos en 1931 y sustituidos durante el bienio
conservador.34 El 28 de febrero el gobierno decretaba no solo la readmisión de
todos los trabajadores despedidos por motivos políticos y sindicales
relacionados con los hechos de 1934, sino que, presionado por los sindicatos,
ordenaba a las empresas que indemnizaran a estos trabajadores por los
jornales no abonados.35 Asimismo, fue restablecido el gobierno de
la Generalidad de Cataluña, cuyos miembros habían salido de la cárcel
beneficiados también por la amnistía. 33
La «cuestión agraria» fue otro problema que el nuevo gobierno tuvo que
abordar con urgencia a causa de la intensa movilización campesina que se
estaba produciendo con el apoyo decidido de las autoridades locales repuestas
y que amenazaba con provocar graves conflictos en el campo, especialmente
en Extremadura.3637 Así el 19 de abril el ministro de Agricultura, Mariano Ruiz
Funes, presentaba varios proyectos de ley, entre ellos uno que derogaba la Ley
de Reforma de la Reforma Agraria de agosto de 1935, que se convirtió en ley el
11 de junio, por lo que volvía estar en vigor plenamente la Ley de Reforma
Agraria de 1932. Gracias a varios decretos y a esta ley entre marzo y julio de
1936 se asentaron unos 115 000 campesinos, más que en los tres años
anteriores.38 Sin embargo, continuó la alta conflictividad en el campo, debida
sobre todo a la actitud de los propietarios y a la radicalización de las
organizaciones campesinas, saldándose todo ello con incidentes violentos. El
caso más grave se produjo en Yeste (Albacete), donde a finales de mayo de
1936 «la detención de unos campesinos que pretendían talar árboles en una
finca particular condujo a un sangriento enfrentamiento entre la Guardia Civil y
los jornaleros, en los que murieron un guardia y 17 campesinos, varios de ellos
asesinados a sangre fría por los agentes».39
La actividad del parlamento estuvo paralizada casi todo el mes de abril debido
al proceso de destitución del presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora,
iniciado y aprobado por la izquierda, y su sustitución por Manuel Azaña, que
fue investido en su nuevo cargo el 10 de mayo de 1936, siendo sustituido al
frente del gobierno por su compañero del partido Izquierda
Republicana, Santiago Casares Quiroga,4041 quien asumiría a su vez la cartera
de Guerra.

Santiago Casares Quiroga en 1931

El nuevo gobierno de Casares Quiroga continuó con la política reformista que


ya había iniciado el gobierno Azaña que consistía fundamentalmente en volver
a poner en vigor los decretos que habían sido derogados o modificados durante
el bienio radical-cedista, a los que se añadieron algunos otros. 42
Uno de los problemas a los que tuvo que hacer frente el gobierno fue la oleada
de huelgas que se produjeron declaradas y sostenidas muchas veces por
comités conjuntos de la CNT y la UGT, en las que en muchas de ellas se
hablaba de revolución,43 pero ni UGT ni CNT preparaban ningún movimiento
insurreccional después de los fracasos continuos de 1932, 1933 y 1934, y la
única posibilidad de que se produjese alguno sería como respuesta a un intento
de golpe militar.44
Otro de los problemas del gobierno de Casares Quiroga fue la división interna
del PSOE, el partido más importante del Frente Popular, 45 que enfrentaba a los
sectores «prietista» y «largocaballerista», ya que Francisco Largo Caballero,
que dominaba UGT y el grupo parlamentario del PSOE, continuó oponiéndose
a la entrada en el gobierno de los socialistas y defendiendo el entendimiento
entre las «organizaciones obreras» para esperar el momento en que el fracaso
de los «burgueses republicanos» facilitara la conquista del poder por la clase
obrera.46 Otro problema fue que el sector de la CEDA liderado por Gil Robles
se decantaba por realizar un boicot a las instituciones republicanas y por
apoyar la posición defendida de la derecha monárquica del Bloque
Nacional de José Calvo Sotelo, que propugnaba abiertamente por la ruptura
violenta del orden constitucional mediante un golpe de Estado militar en cuya
preparación ya estaban colaborando (por su parte los monárquicos carlistas
aceleraron la formación de sus milicias requetés con vistas al alzamiento militar
con cuyos dirigentes mantenían contactos). 47
La violencia política[editar]
Los gobiernos del Frente Popular también tuvieron que hacer frente a un
aumento de la violencia política provocada por el partido fascista Falange
Española, que a principios de 1936 era una fuerza política marginal, pero que
tras el triunfo del Frente Popular recibió una avalancha de afiliaciones de
jóvenes de derechas dispuestos a la acción violenta, y por la respuesta que le
dieron las organizaciones de izquierda. 48 El primer atentado importante que
cometieron los falangistas fue el perpetrado el 12 de marzo de 1936 contra el
diputado socialista y «padre» de la Constitución de 1931 Luis Jiménez de Asúa,
en el que este resultó ileso, pero su escolta, el policía Jesús Gisbert, murió. 49
La respuesta del gobierno de Azaña fue prohibir el partido y detener el 14 de
marzo a su máximo dirigente José Antonio Primo de Rivera, pero el paso a la
clandestinidad no impidió que siguiera perpetrando atentados y participando en
reyertas con jóvenes socialistas y comunistas.4850 También continuó realizando
una labor de violencia e intimidación contra los elementos del orden
institucional de la República. En la noche del 13 de abril, dos pistoleros
falangistas asesinaban en la calle a Manuel Pedregal, magistrado del Tribunal
Supremo, como represalia por haber actuado como ponente en el juicio por
intento de asesinato a Jiménez de Asúa. El juez ya había recibido amenazas
de muerte con anterioridad por este motivo. Varios de los implicados huyeron a
Francia en avión pilotado por el entonces colaborador de Falange, Juan
Antonio Ansaldo.515253 De hecho, Falange difundió listas negras de jueces con el
propósito de intimidarlos, y su boletín clandestino No Importa amenazó a
magistrados como Ursicino Gómez Carbajo o Ramón Enrique Cardónigo, que
habían intervenido en causas con sentencia desfavorable a sus intereses. 54
Los incidentes de mayor trascendencia se produjeron los días 14 y 15 de abril.
El día 14 tuvo lugar un desfile militar en el Paseo de la Castellana de Madrid en
conmemoración del Quinto Aniversario de la República. Junto a la tribuna
principal estalló un artefacto y se produjeron a continuación varios disparos que
causaron la muerte a Anastasio de los Reyes, alférez de la Guardia Civil que
estaba allí de paisano, e hirieron a varios espectadores. Derechistas e
izquierdistas se acusaron mutuamente del atentado. Al día siguiente se celebró
el entierro del alférez que se convirtió en una manifestación antirrepublicana a
la que asistieron los diputados José María Gil Robles, líder de la CEDA, y José
Calvo Sotelo, líder de la derecha monárquica, además de oficiales del ejército y
falangistas armados. Desde diversos lugares se produjeron disparos contra la
comitiva que fueron respondidos, produciéndose un saldo de seis muertos y de
tres heridos. Uno de los muertos fue el estudiante Andrés Sáenz de Heredia,
falangista y primo hermano de José Antonio Primo de Rivera. 50 También resultó
herido un joven tradicionalista (carlista), José Llaguno Acha, y una
muchedumbre intentó linchar al teniente José del Castillo Sáenz de Tejada al
que se le acusó de dispararle.
Entre abril y julio los atentados y las reyertas protagonizadas por falangistas
causaron más de cincuenta víctimas entre las organizaciones de izquierda
obrera, la mayoría de ellas en Madrid. Unos cuarenta miembros de Falange
murieron en esos actos o en atentados de represalia de las organizaciones de
izquierda.50 También fueron objeto de la violencia los edificios religiosos (un
centenar de iglesias y conventos fueron asaltados e incendiados) 55 aunque
entre las víctimas de la violencia política de febrero a julio no hubo ningún
miembro del clero.56
El aumento de la violencia política y el crecimiento de las organizaciones
juveniles paramilitares tanto entre la derecha (milicias falangistas, requetés
carlistas) como entre la izquierda (milicias de las juventudes socialistas,
comunistas y anarquistas), y entre los nacionalistas vascos y catalanes
(milicias de Esquerra Republicana de Catalunya y del PNV), aunque no
estaban armadas y su actividad principal era desfilar, provocó la percepción
entre parte de la opinión pública, especialmente la conservadora, de que el
gobierno del Frente Popular presidido por Santiago Casares Quiroga no era
capaz de mantener el orden público, lo que servía de justificación para el
«golpe de fuerza» militar que se estaba preparando. 57 A esta percepción
también contribuyó la prensa católica y de extrema derecha que incitaba a la
rebelión frente al «desorden» que atribuía al «Gobierno tiránico del Frente
Popular», «enemigo de Dios y de la Iglesia», aprovechando que la
confrontación entre clericalismo y anticlericalismo volvió al primer plano tras las
elecciones de febrero con continuas disputas sobre asuntos simbólicos, como
el tañido de campanas o las manifestaciones del culto fuera de las iglesias,
como procesiones o entierros católicos. Así mismo, en el parlamento, los
diputados de la derecha, singularmente Calvo Sotelo y Gil Robles, acusaron al
gobierno de haber perdido el control del orden público. 56
José Calvo Sotelo hablando en un mitin en el frontón Urumea (San Sebastián), en 1935.

En la noche del domingo 12 de julio era asesinado en la calle de Fuencarral de


Madrid el teniente de la Guardia de Asalto e instructor de las milicias
socialistas José del Castillo Sáenz de Tejada58, que se dirigía a su puesto de
trabajo en el Cuartel de Pontejos, probablemente por pistoleros de extrema
derecha pertenecientes a la Comunión Tradicionalista (o de Falange
Española).59 El teniente Castillo era muy conocido por su activismo izquierdista
y se le atribuía la frase «Yo no tiro sobre el pueblo» tras haberse negado a
participar en la represión de la Revolución de Asturias, acto de rebeldía que le
costaría un año de cárcel.
Como represalia, los compañeros policías del teniente Castillo, dirigidos por el
capitán de la Guardia Civil Fernando Condés, secuestraron en su propio
domicilio y asesinaron en la madrugada del día siguiente a José Calvo Sotelo,
líder de los monárquicos «alfonsinos» (que no tuvo nada que ver con el
asesinato del teniente Castillo), y abandonaron el cadáver en el depósito del
cementerio de la Almudena. En el entierro de Calvo Sotelo, el dirigente
monárquico Antonio Goicoechea juró solemnemente «consagrar nuestra vida a
esta triple labor: imitar tu ejemplo, vengar tu muerte y salvar a España». Por su
parte, el líder de la CEDA, José María Gil Robles en las Cortes les dijo a los
diputados de la izquierda que «la sangre del señor Calvo Sotelo está sobre
vosotros» y acusó al gobierno de tener la «responsabilidad moral» del crimen
por «patrocinar la violencia».58
Según el estudio más completo que se ha realizado sobre las víctimas mortales
como resultado de la violencia política entre febrero y julio de 1936, antes de
iniciarse el golpe de Estado, hubo un total de 189 incidentes y 262 muertos, de
ellos 112 causados por la intervención de las fuerzas de orden público. De las
262 víctimas, 148 serían militantes de la izquierda, 50 de la derecha, 19 de las
fuerzas de orden público y 45 sin identificar. Además ese estudio constata que
el número de víctimas mortales causadas por la violencia política fue
disminuyendo en esos cinco meses.60
La violencia política de los meses de gobierno en paz del Frente Popular, de
febrero a julio de 1936, fue utilizada después por los vencedores en la Guerra
Civil como justificación de su alzamiento. Hoy en día, el debate sigue abierto,
aunque la mayoría de los historiadores opinan que en absoluto puede hablarse
de una «primavera trágica» en la que el gobierno del Frente Popular hubiera
perdido el control de la situación.61 Y la conclusión de la mayoría de ellos es
clara: «La desestabilización política real en la primavera de 1936 no explica en
modo alguno la sublevación militar [de julio de 1936] y menos aún la justifica». 61
«La política y la sociedad españolas mostraban signos inequívocos de crisis, lo
cual no significa necesariamente que la única salida fuera una guerra civil». 49
Durante los primeros meses de 1936 se produjo una polarización de la política
española, en cuyos extremos se situaba la izquierda revolucionaria y la
derecha fascista, y en medio una izquierda moderada y una derecha
republicana junto con un centro anticlerical y una derecha de fuerte
componente católico y monárquico (que representaba a muchos
militares, terratenientes y a la jerarquía católica que veían peligrar su posición
privilegiada y su concepto de la unidad de España). Una división que podía
remontarse al siglo XIX cuando tuvo lugar el difícil proceso de cambio que se
inició en 1808 para poner fin al absolutismo que lastraba al país, manteniendo
fuertes diferencias económicas entre privilegiados y no privilegiados, y que
el moderantismo decimonónico solo consiguió superar en parte. El resultado
fue una población rural dividida entre los jornaleros anarquistas y los pequeños
propietarios aferrados a (y dominados por) los caciques y la Iglesia; unos
burócratas conformistas y una clase obrera con salarios muy bajos y, por lo
tanto, con tendencias revolucionarias propias del nuevo siglo, hacen que
también entre las clases pobres la división fuese muy acusada. También
provenía del siglo XIX la tradición de que los problemas no se arreglaban más
que con los pronunciamientos. No es extraño, pues, que en una España
marcada por la reciente dictadura de Primo de Rivera e intentonas fallidas,
como las de José Sanjurjo, volviese a haber ruido de sables y se temiese un
plan para derribar al nuevo Gobierno establecido. Los acontecimientos darían
la razón a los pesimistas.

El detonante: el golpe de Estado de julio de 1936[editar]


Artículo principal: Golpe de Estado en España de julio de 1936
Véanse también: Organización
Territorial Militar en la España de 1936  ,  Guerra civil
española en Navarra  y  Guerra civil española en Castilla y León.
La conspiración militar[editar]
Artículo principal: Conspiración golpista de 1936
Ruta del Dragon Rapide, el avión que llevó a Francisco Franco a Tetúan donde tomó el mando de
las tropas sublevadas.62

Nada más conocerse la victoria del Frente Popular en las elecciones, se


produjo un primer intento de «golpe de fuerza» por parte de la derecha para
intentar frenar la entrega del poder a los vencedores. Fue el propio Gil Robles
el primero que intentó sin éxito que el presidente del gobierno en
funciones Manuel Portela Valladares declarase el «estado de guerra» y anulara
los comicios. Le siguió el general Franco, aún jefe del Estado Mayor del
Ejército, que se adelantó a dar las órdenes pertinentes a los mandos militares
para que declarasen el estado de guerra (lo que según la ley de Orden Público
de 1933 suponía que el poder pasaba a las autoridades militares), pero fue
desautorizado por el todavía jefe de gobierno Portela Valladares y por el
ministro de la guerra el general Nicolás Molero.63
El 8 de marzo de 1936 tuvo lugar en Madrid, en casa de un amigo de Gil
Robles, una reunión de varios generales (Emilio Mola, Luis Orgaz Yoldi,
Villegas, Joaquín Fanjul, Francisco Franco, Ángel Rodríguez del Barrio, Miguel
García de la Herrán, Manuel González Carrasco, Andrés Saliquet y Miguel
Ponte, junto con el coronel José Enrique Varela y el teniente coronel Valentín
Galarza, como hombre de la UME), en la que acordaron organizar un
«alzamiento militar» que derribara al gobierno del Frente Popular recién
constituido y «restableciera el orden en el interior y el prestigio internacional de
España». También se acordó que el gobierno lo desempeñaría una Junta
Militar presidida por el general Sanjurjo, que en esos momentos se encontraba
en el exilio en Portugal.64
Desde finales de abril, fue el general Mola quien tomó la dirección de la trama
golpista (desplazándose así el centro de la conspiración de Madrid a
Pamplona), adoptando el nombre clave de «el Director». Este continuó con el
proyecto de constituir una Junta Militar presidida por el general Sanjurjo, y
comenzó a redactar y difundir una serie de circulares o «Instrucciones
reservadas» en las que fue perfilando la compleja trama que llevaría adelante
el golpe de Estado.65 La primera de las cinco instrucciones la dictó el 25 de
mayo y en ella ya apareció la idea de que el golpe tendría que ir acompañado
de una violenta represión.66
Mola consiguió comprometer en el golpe a numerosas guarniciones, gracias
también a la trama clandestina de la UME pero tenía dudas sobre el triunfo del
golpe en el lugar fundamental, Madrid, y también sobre Cataluña, Andalucía y
Valencia.65 Así pues, el problema de los militares implicados era que, a
diferencia del golpe de Estado de 1923, ahora no contaban con la totalidad del
Ejército (ni de la Guardia Civil ni las otras fuerzas de seguridad) para
respaldarlo.67 Una segunda diferencia respecto de 1923 era que la actitud de
las organizaciones obreras y campesinas no sería de pasividad ante el golpe
militar sino que como habían anunciado desencadenarían una revolución. Por
estas razones se fue retrasando una y otra vez la fecha del golpe militar, y por
eso, además, el general Mola, «el Director», buscó el apoyo de las milicias de
los partidos antirrepublicanos (requetés y falangistas) y el respaldo financiero
de los partidos de la derecha.68 Al gobierno de Casares Quiroga le llegaron por
diversas fuentes noticias de lo que se estaba tramando pero no actuó con
contundencia contra los conspiradores.69

Mapas que representan los planes esbozados por Mola para dar el golpe de Estado que derribase a
la Segunda República.

A principios de julio de 1936 la preparación del golpe militar estaba casi


terminada, aunque el general Mola reconocía que «el entusiasmo por la causa
no ha llegado todavía al grado de exaltación necesario» y acusaba a
los carlistas de seguir poniendo dificultades al continuar pidiendo «concesiones
inadmisibles». El plan del general Emilio Mola era un levantamiento coordinado
de todas las guarniciones comprometidas, que implantarían el estado de guerra
en sus demarcaciones, comenzando por el Ejército de África, que entre los días
5 y 12 de julio realizó unas maniobras en el Llano Amarillo donde se terminaron
de perfilar los detalles de la sublevación en el Protectorado de Marruecos.
Como se preveía que en Madrid era difícil que el golpe triunfase por sí solo (la
sublevación en la capital estaría al mando del general Fanjul), estaba previsto
que desde el norte una columna dirigida por el propio Mola se dirigiera hacia
Madrid para apoyar el levantamiento de la guarnición de la capital. Y por si todo
eso fallaba también estaba planeado que el general Franco, después de
sublevar las islas Canarias, se dirigiría desde allí al Protectorado de Marruecos
a bordo del avión Dragon Rapide, fletado en Londres el 6 de julio por el
corresponsal del diario ABC Luis Bolín gracias al dinero aportado por el
financiero Juan March, para ponerse al frente de las tropas coloniales, cruzar
el estrecho de Gibraltar y avanzar sobre Madrid.7071 Una vez depuesto el
gobierno de la República, se instauraría una dictadura militar siguiendo el
modelo de la Dictadura de Primo de Rivera, al frente de la cual se situaría el
exiliado general Sanjurjo.70 «Los sublevados llevaron a cabo su acción
pretendiendo que se alzaban contra una revolución absolutamente inexistente
en la época en que actúan, inventan documentos falsos que compuso Tomás
Borrás y que hablaban de un gobierno soviético que se preparaba, y de hecho
lo que representaban era la defensa de las posiciones de las viejas clases
dominantes, la lucha contra las reformas sociales, más o menos profundas, que
el Frente Popular pone de nuevo en marcha».72
El asesinato de José Calvo Sotelo en la madrugada del 13 de julio aceleró el
compromiso con la sublevación de los carlistas y también de la CEDA y acabó
de convencer a los militares que tenían dudas, entre ellos, según Paul Preston,
al general Francisco Franco.73 Además, el general Mola decidió aprovechar la
conmoción que había causado en el país el doble crimen, y el día 14 adelantó
la fecha de la sublevación que quedó fijada para los días 18 y 19 de julio de
1936.74
El golpe del 17 al 20 de julio[editar]
El 17 de julio por la mañana en Melilla, los dos coroneles y otros oficiales que
estaban al tanto del alzamiento militar se reúnen en el departamento
cartográfico y trazan los planes para ocupar el 18 los edificios públicos, planes
que comunican a los dirigentes falangistas. Uno de los dirigentes locales de la
Falange informa al dirigente local de Unión Republicana, llegando esta
información al General Romerales, Comandante Militar de Melilla, que a su vez
informa a Casares Quiroga. Romerales envía por la tarde una patrulla de
soldados y guardias de asalto a registrar el departamento cartográfico. El
coronel al mando del mismo retrasa el registro y llama al cuartel de la Legión,
desde donde le envían un grupo de legionarios. Ante estos, la patrulla se rinde
y los sublevados proceden a arrestar a Romerales (que fue fusilado junto con el
delegado del gobierno y el alcalde de Melilla que se habían resistido a la
rebelión), proclaman el estado de guerra e inician anticipadamente el
levantamiento, informando a sus compañeros del protectorado de Marruecos
que habían sido descubiertos. Esto hizo que se adelantase en Marruecos la
fecha prevista.75 En los tres días siguientes el golpe se extendió a las
guarniciones de la península, Canarias y Baleares.

Situación el 23 de julio de 1936 tras el fracaso parcial del golpe de Estado. En azul las zonas
controladas por los sublevados.76

Los militares sublevados no consiguieron alcanzar su objetivo principal de


apoderarse del punto neurálgico del poder, Madrid, ni de las grandes ciudades,
como Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga o Murcia (aunque sí
controlaban Sevilla, Valladolid, Zaragoza y Córdoba), pero dominaban cerca de
la mitad del territorio español, ya que controlaban prácticamente el tercio norte
peninsular (Galicia, León, Castilla la Vieja, Álava, Navarra, gran parte de
la provincia de Cáceres, incluida la capital, y la mitad occidental de Aragón,
incluyendo las tres capitales provinciales), menos la franja cantábrica formada
por Asturias, Santander, Vizcaya y Guipúzcoa, que quedó aislada del resto de
la zona republicana, y Cataluña. Además dominaban las ciudades andaluzas
de Sevilla (donde el general Gonzalo Queipo de Llano se hace con inusitada
determinación con el mando de la 2.ª División
Orgánica), Córdoba y Cádiz conectadas entre sí por una estrecha franja (así
como la ciudad de Granada, pero aislada del resto), más todo el Protectorado
de Marruecos y los dos archipiélagos, Canarias (menos la isla de La Palma)
y Baleares (excepto Menorca). Fuera de esta área controlaban determinados
lugares y puntos de resistencia aislados dentro de la zona republicana como la
ciudad de Oviedo (que soportó un asedio por parte de los republicanos durante
90 días, hasta la entrada de las tropas franquistas el 17 de octubre), el cuartel
de Simancas en Gijón, el Alcázar de Toledo o el santuario de la Virgen de la
Cabeza en Andújar.77 Esta España controlada por los sublevados era en
general «la España interior, rural, de formas sociales más retardatarias, de
grandes y medianos propietarios agrarios, y con extenso proletariado agrario
también».77
De los lugares donde ha triunfado la sublevación parten las ofensivas de las
tropas rebeldes, a hacer lo que la propaganda «nacional» llamó la
«Reconquista», para tomar las ciudades en manos de la República o a liberar
los lugares en manos de los rebeldes asediados por las tropas
gubernamentales, como son los casos del sitio de Oviedo y del Alcázar
toledano.
En la zona sublevada la muerte en accidente de aviación del que iba ser el jefe
de la rebelión, el general Sanjurjo, provocó que los generales sublevados
decidieron crear el jueves 23 de julio una Junta de Defensa Nacional, que
quedaría constituida al día siguiente en Burgos, y que estaría integrada por los
generales Miguel Cabanellas, que fue nombrado presidente de la Junta por ser
el general más antiguo entre los sublevados, Andrés Saliquet, Miguel
Ponte, Emilio Mola y Fidel Dávila, además del coronel Federico Montaner y el
coronel Moreno Calderón. En el Decreto n.º 1 que publicó la Junta se
establecía que esta asumía «todos los poderes del Estado» y que
representaría al país ante los poderes extranjeros, aunque en las semanas
siguientes ningún país la reconoció y siguió considerando como gobierno
legítimo de España al de Madrid presidido por el republicano de izquierda José
Giral.78 El 27 de julio de 1936 llegó a España el primer escuadrón de aviones
italianos enviado por Benito Mussolini.79
Las fuerzas republicanas, por su parte, consiguen sofocar el alzamiento en más
de la mitad de España, incluyendo todas las zonas industrializadas, gracias en
parte a la participación de las milicias recién armadas
de socialistas, comunistas y anarquistas, así como a la lealtad de la mayor
parte de la Guardia de Asalto y, en el caso de Barcelona, de la Guardia Civil. El
gobernador militar de Cartagena, Toribio Martínez Cabrera, era simpatizante
del Frente Popular y la marinería también era contraria al golpe militar, lo que
unido a los tumultos populares de los días 19 y 20 hicieron fracasar el
movimiento golpista en la base naval de Cartagena y el resto de la provincia
de Murcia.
La zona fiel a la República ocupa grosso modo la mitad este de la Península: la
parte oriental de Aragón (menos las tres
capitales), Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía oriental (menos la ciudad
de Granada), Madrid, Castilla la Nueva y La Mancha. En el oeste controlaba las
provincias de Badajoz y de Huelva. Aislada de esta zona quedaba la franja
cantábrica formada por Asturias (menos Oviedo y
Gijón), Santander, Vizcaya y Guipúzcoa. El territorio leal era superior en
extensión al rebelde y se trataba, por lo general, de las zonas de España
«socialmente más evolucionadas, con importante población urbana, más
industrializadas y con núcleos de obrerismo modernos organizados». 77
Así pues, el resultado del levantamiento era incierto pues tuvo éxito en unos
sitios y fracasó en otros, por lo que España quedó dividida en dos zonas: una
controlada por los militares que se habían alzado contra la República (la zona
sublevada) y otra que permaneció fiel al gobierno (la zona republicana).
Aproximadamente un tercio del territorio español había pasado a manos
rebeldes, con lo que ninguno de los dos bandos tenía absoluta supremacía
sobre el otro. La intentona de derrocar de un golpe a la República había
fracasado estrepitosamente. Ambos bandos se prepararon para lo inevitable:
un enfrentamiento que iba a desangrar España durante tres largos años. La
guerra civil española acababa de empezar.

Las operaciones militares[editar]

Mapa general del desarrollo de la guerra.


Leyenda      Zona sublevada inicial - julio 1936      Avance sublevados hasta septiembre de 1936      Avance
sublevados hasta octubre de 1937      Avance sublevados hasta noviembre de 1938      Avance sublevados hasta
febrero de 1939     Última zona bajo control republicano  Principales centros de los sublevados
 Principales centros republicanos

 Batallas terrestres
 Batallas navales

 Ciudades bombardeadas

 Campos de concentración

 Masacres
 Campos de refugiados

Véase también: Cronología de la Guerra Civil Española


Los dos ejércitos[editar]
Aunque se trata de un tema muy controvertido, la mayoría de los historiadores
calculan que un 70 % de los 15 000 jefes y oficiales en activo en 1936
combatieron en el bando sublevado (1236 fueron fusilados o encarcelados por
ser desafectos al bando vencedor en cada lugar), mientras que, por el
contrario, la mayor parte de los 100 generales no se sublevaron. De los
210 000 soldados de tropa y suboficiales que teóricamente formaban el ejército
regular en 1936, unos 120 000 quedaron en la zona sublevada, pero lo más
decisivo fue que entre ellos se encontraban los 47 000 que formaban el Ejército
de África que constituían las mejores tropas del ejército español. La Guardia
Civil, por su parte, quedó muy dividida entre los leales y los rebeldes a la
República.77
Si se considera la evolución durante la guerra el dato es muy favorable para los
sublevados, pues mientras durante ese tiempo la plantilla de jefe y oficiales del
bando rebelde fue creciendo hasta alcanzar los 14.104 efectivos el 1 de abril de
1939, la del bando republicano fue disminuyendo hasta quedar reducida a
4.771, debido fundamentalmente al pase al bando rival de muchos jefes y
oficiales en el transcurso de la guerra. Como ha señalado el
historiador Francisco Alía Miranda, de la Universidad de Castilla-La Mancha,
hay que tener presente que la mayoría de los 18.000 oficiales que había en
España en julio de 1936 aplaudieron el golpe, ya que predominaba entre ellos
una mentalidad conservadora, corporativa y militarista.80 Pero hay otro factor
que explica la disminución del número de jefes y oficiales en la zona
republicana y fue que más de la mitad de los que quedaron en esa zona tras el
golpe rehusaron obedecer a las autoridades republicanas, algo que no sucedió
en el bando sublevado. Así que mientras que en el bando sublevado solo 258
militares fueron fusilados o expulsados del Ejército, en el bando republicano
fueron expulsados 4.450, de los cuales 1.729 fueron fusilados. E incluso en
este bando a muchos oficiales no se les concedió el mando de tropa por
desconfiar de ellos y solo ocuparon puestos burocráticos. 81
Cartel propagandístico del bando sublevado, donde la Falange insta el reclutamiento militar para
luchar por "La Patria, el Pan y la Justicia".

Así pues, el bando sublevado no tuvo que construir su ejército sino que contó
desde el primer momento con las unidades militares (y las fuerzas de orden
público) sublevadas durante el golpe ya organizadas y dirigidas por sus
mandos, entre las que destacaba el ejército del Protectorado de Marruecos, el
llamado Ejército de África, compuesto por la Legión Extranjera y
los Regulares (tropas indígenas moras mandadas por oficiales españoles) que
constituía la fuerza militar más experimentada de todo el ejército español. 82 Por
otro lado las milicias carlistas (requetés) y las milicias falangistas que apoyaron
a los sublevados fueron integradas en el ejército del que se consideraban
aliadas y no enemigas (al contrario de lo que sucedió en el bando
republicano donde las milicias obreras, especialmente las milicias
confederales anarquistas, siempre desconfiaron de la institución militar, con la
excepción de las milicias comunistas).83
En el bando sublevado el ejército alcanzó rápidamente la unidad de mando y
dominó completamente la vida civil de la zona sublevada, que ellos
llamaban zona nacional.82 La muerte en un accidente de aviación en los
primeros días del golpe del general Sanjurjo, que era el militar elegido por sus
compañeros para encabezar la sublevación, hizo que el mando en la zona
sublevada quedara entonces repartido entre los generales Emilio
Mola y Francisco Franco, pero solo dos meses después, el 1 de octubre, el
general Franco asumió el mando único militar y político (el general Mola murió
en otro accidente de avión al año siguiente, el 3 de junio de 1937).82
«El fenómeno de la centralización militar del esfuerzo de guerra en la zona
sublevada hizo que no se permitiese nada que se asemejase a la desunión
política, al rencor entre grupos políticos y a la falta de confianza en los mandos
y jefes de la campaña, todo lo cual se manifestó especialmente en la
retaguardia republicana del norte, en Aragón y en Cataluña, que es donde se
perdió realmente la guerra. (...) A medida que la República iba perdiendo la
guerra, aumentaban el hambre y las privaciones en la retaguardia, creándose
una situación infernal, con refugiados, bombardeos, escasez y frío». 84
En cuanto a la ayuda extranjera, el bando sublevado recibió armas de todo tipo
y aviones prácticamente desde el primer día por parte de la Alemania nazi y
la Italia Fascista a la que pronto se añadieron unidades militares completas
(la Legión Cóndor alemana y el CTV italiano) en un flujo continuo que nunca se
detuvo a largo de la guerra.85
Cartel propagandístico del bando republicano. Muestra al generalísimo Franco, como la Muerte,
apoyado por un general de los potencias del Eje, un capitalista y un sacerdote.

Por su parte el bando republicano no pudo contar con prácticamente ninguna


unidad militar completa organizada y disciplinada con todos sus mandos y
suboficiales y durante los primeros meses la fuerza militar que se opuso al
ejército sublevado, tras la decisión del gobierno de José Giral de licenciar a las
tropas para evitar que la sublevación se extendiera, estuvo constituida
por columnas improvisadas integradas por unidades sueltas y por
las milicias de las organizaciones obreras, que cuando estaban mandadas por
oficiales de carrera estos a menudo suscitaban sospechas de traición entre los
combatientes. Fue a partir de la formación del gobierno de Largo Caballero el 5
de septiembre de 1936 cuando se inició el proceso de construcción de un
verdadero ejército, con la militarización de las milicias y su integración en
las Brigadas Mixtas, primer paso para la creación del Ejército Popular que solo
se logró tras la superación de la crisis de los «sucesos de mayo de 1937» y la
formación a continuación del gobierno de Juan Negrín. Pero el ejército
republicano siempre tuvo un problema estructural de difícil solución: la falta de
mandos profesionales (según los cálculos de Michael Alpert, solo un 14 % de
los militares que figuraban en el Anuario Militar de 1936 servían todavía en
1938 en el ejército de la República). Un problema que fue especialmente
acuciante en el caso de la Armada.82 Algo que reconoció el general
republicano Vicente Rojo, que escribió:83
Hemos creado un ejército con el nombre de tal, con toda la nomenclatura y sistema de mandos de
un ejército regular... pero sólo hemos subido los primeros peldaños para alcanzar la cumbre.

Además en el bando republicano la unidad de mando solo se logró (y nunca fue


completa) a mediados de 1937 cuando el Ejército Popular estuvo
completamente estructurado y, por otro lado, solo a partir de ese momento las
necesidades militares se impusieron sobre las de la vida civil (marcada por
la Revolución Social de 1936). Y también, a diferencia del bando sublevado,
era el gobierno quien tomaba las decisiones pero siguiendo casi siempre las
recomendaciones del Jefe del Estado Mayor, el coronel y luego general Vicente
Rojo, y de otros militares leales.82
En cuanto a la ayuda extranjera la República, a causa de que Francia y Gran
Bretaña no acudieron en su ayuda y además impulsaron el pacto que dio
nacimiento al Comité de No Intervención (cuya prohibición de suministrar
armas a alguno de los bandos contendientes no fue cumplida ni por Alemania
ni por Italia, a pesar de haber firmado el acuerdo) la República tuvo que adquirir
el material bélico donde pudo, a menudo recurriendo a los traficantes de armas
que en ocasiones les vendieron material anticuado o en muy mal estado a
precios astronómicos. Esto le hizo depender de los suministros que le
proporcionó la Unión Soviética, después de que Stalin superara sus dudas
sobre la ayuda a los republicanos españoles, cuyo material bélico (armas
automáticas, tanques y aviones) acompañado de instructores y consejeros
militares soviéticos, junto con las Brigadas Internacionales reclutadas por
la Internacional Comunista o Komintern, no comenzó a llegar hasta octubre de
1936 y luego las sucesivas entregas se interrumpieron en varias ocasiones en
función de la coyuntura internacional europea (que determinaron, por ejemplo,
que el gobierno francés abriera o cerrara la frontera) y del creciente bloqueo
impuesto por la Armada sublevada en los puertos republicanos. 85
Monedas acuñadas por los bandos en conflicto.

25 céntimos de 1937 del bando sublevado.

5 céntimos de 1937 del bando republicano.

Julio-octubre de 1936: avance sobre Madrid y campaña de


Guipúzcoa[editar]
El frente a los cuatro meses de la rebelión militar. Leyenda      Zona controlada por los
sublevados      República Española  Principales centros de los sublevados
 Principales centros de la República

Nada más conocerse el 17 de julio por la tarde que la sublevación militar había
triunfado en el Protectorado de Marruecos, el ministro de Marina José
Giral (que dos días después acabaría presidiendo el gobierno de la República
tras la dimisión de Santiago Casares Quiroga y del gobierno «relámpago»
de Diego Martínez Barrio) ordenó que varios barcos de guerra de la Marina se
dirigieran al estrecho de Gibraltar para que bloquearan las plazas
de Ceuta, Larache y Melilla y evitar así el paso a la península de las tropas
coloniales. De la base de Cartagena salieron los destructores Almirante
Valdés, Lepanto y Sánchez Barcáiztegui, con orden de navegar a máxima
potencia hasta el estrecho.86 Gracias a que las dotaciones de esos barcos se
rebelaron contra sus oficiales, que estaban comprometidos en el golpe, los
sublevados no pudieron disponer inicialmente del Ejército de África, compuesto
por la Legión Extranjera y los regulares (tropas formadas por marroquíes
mandados por oficiales españoles).82
El mismo día 19 de julio en que fue sofocada la rebelión en Madrid, salieron de
la capital hacia la sierra de Guadarrama varias columnas compuestas
por milicianos y por tropas de las unidades militares que habían sido disueltas
por orden del gobierno para evitar que se pudieran sumar a la sublevación. Allí
consiguieron impedir que las columnas de los sublevados enviadas por
el general Mola desde Castilla y León y desde Navarra consiguieran atravesar
los puertos de montaña de la sierra madrileña y llegar a la capital. 87 El frente
norte de Madrid quedó así estabilizado hasta el final de la guerra. 88 Esta
primera campaña de la Guerra Civil fue conocida con el nombre de batalla de
Guadarrama.89
Desde Barcelona, también una vez sofocada la rebelión, salieron varias
columnas formadas rápidamente por las organizaciones obreras y los partidos
de izquierda para dirigirse a Aragón. Junto con las columnas del POUM y
del PSUC (y una de Esquerra Republicana de Catalunya que salió desde
Tarragona), el contingente más importante lo aportaron las milicias
confederales de las organizaciones anarquistas (CNT, FAI, Juventudes
Libertarias). La primera y más numerosa fue la columna Durruti, así llamada
porque estaba encabezada por el líder de la FAI Buenaventura Durruti, que
salió de Barcelona el día 24 en dirección a Zaragoza. Las también
anarquistas columna Ascaso y columna Los Aguiluchos de la FAI salieron en
dirección a Huesca. pero ninguna de ellas consiguió alcanzar sus objetivos de
liberar las tres capitales aragonesas (desde Valencia había salido hacia Teruel
la columna de Hierro), y el frente de Aragón quedó estabilizado, aunque los
anarquistas llevaron la revolución a la mitad oriental de Aragón donde crearon
el Consejo Regional de Defensa de Aragón.90
También desde la ciudad condal se organizó una expedición a las
islas Baleares, de las que solo Menorca continuaba republicana. La operación
iniciada el 8 de agosto al mando del capitán Bayo tuvo un éxito inicial al
conseguir ocupar una franja de la costa de Mallorca, pero el desembarco de
Mallorca acabó en un completo fracaso.90 Otro fracaso fue la ofensiva de
Córdoba, «donde la situación estaba indecisa, lo que constituyó una de las
pocas iniciativas estratégicas republicanas». Fue organizada
desde Albacete por el general Miaja, cuyo jefe de Estado Mayor era el teniente
coronel José Asensio Torrado, pero el avance se detuvo pronto (el general
Miaja situó su cuartel general en Montoro) y los republicanos no pudieron
reconquistar la Andalucía occidental, en manos de los sublevados
especialmente después de la llegada de los primeras unidades procedentes
del Protectorado de Marruecos.90
La situación de bloqueo en que se encontraba el Ejército de África (la principal
fuerza de combate con que contaban los sublevados para tomar Madrid, una
vez detenidas las columnas del general Mola en la sierra de Guadarrama) se
pudo superar gracias a la rápida ayuda que recibieron los sublevados de
la Alemania nazi y de la Italia fascista. El 26 de julio llegaron a Marruecos los
primeros veinte aviones de transporte alemanes Junker, que se podían
convertir fácilmente en bombarderos, acompañados por cazas, y, cuatro días
después, el 30 de julio, los primeros nueve cazabombarderos italianos. Con
estos medios aéreos el general Franco, jefe de las fuerzas sublevadas de
Marruecos, pudo organizar un puente aéreo con la península para transportar a
los legionarios y a los regulares, y además conseguir la superioridad aérea en
el estrecho. Así pues, el 5 de agosto pudo cruzarlo con una pequeña flota
llamada por la propaganda de los sublevados «Convoy de la Victoria».10 Sin
embargo, el desbloqueo completo del paso del estrecho no se produciría hasta
más tarde, cuando el gobierno republicano decidió transferir la mayoría de sus
barcos de guerra al Cantábrico, lo que según el historiador Michael Alpert
constituyó «quizá el mayor error de la Guerra Civil». Esta decisión estuvo
motivada, entre otras razones, por la negativa de Gran Bretaña, que contaba
con la flota naval de guerra más importante del Mediterráneo, a que el gobierno
republicano detuviera el tráfico neutral dirigido al territorio enemigo, por lo que
los buques de guerra republicanos no podrían impedir que los barcos
mercantes alemanes e italianos desembarcaran material de guerra en los
puertos de Ceuta, Melilla, Cádiz, Algeciras o Sevilla, controlados por los
sublevados.10

Milicianas republicanas haciendo un descanso en los combates en el verano de 1936


El 1 de agosto el general Franco da la orden de que las columnas de
legionarios, moros regulares y voluntarios avancen en dirección norte desde
Sevilla para dirigirse a Madrid a través de Extremadura, teniendo el flanco
izquierdo protegido por la frontera de Portugal, cuyo
régimen salazarista apoyaba a los sublevados. Siguiendo esta ruta para llegar
a la capital se unirían las dos zonas controladas por los sublevados. Se inicia
así la Campaña de Extremadura.10 La llamada «columna de la muerte»91 a
causa de la brutal represión que aplicó en las localidades extremeñas que fue
ocupando, y cuyo hecho más destacado fue la matanza de Badajoz, avanzó
rápidamente a un promedio de 24 kilómetros por día. El 10 de agosto tomó
Mérida y el 15 Badajoz, estableciendo a continuación contacto con las fuerzas
sublevadas del norte. El avance se volvió entonces en dirección noreste para
alcanzar el valle del Tajo y el 2 de septiembre caía Talavera de la Reina, ya en
la provincia de Toledo.92 El rápido avance de los sublevados hacia Madrid,
unido a la noticia de la inminente caída de Irún (con lo que el norte quedaría
completamente aislado del resto de la zona republicana), provocaron que el
presidente José Giral, sintiéndose falto de apoyos y de autoridad, presentara la
dimisión al presidente de la República Manuel Azaña. El 5 de septiembre se
formaba un nuevo gobierno de «unidad antifascista» presidido por el
socialista Francisco Largo Caballero, que asumió personalmente la cartera de
Guerra, con el objetivo prioritario de organizar un ejército que pudiera detener
el avance de los sublevados y ganar la guerra. 93
La rapidez con que cayeron una tras otra las poblaciones en el avance
por Extremadura y el Tajo se debió fundamentalmente a que el Ejército de
África estaba integrado por las tropas mejor entrenadas y curtidas en combate
(legionarios y regulares), quizá las únicas verdaderamente profesionales en los
primeros caóticos meses de guerra.94 En cambio las fuerzas republicanas
estaban integradas en su mayoría por milicianos a los que les faltaba
adiestramiento militar. «Eran indisciplinadas y tendían a huir, presas del pánico,
abandonando las armas, las cuales constituían fusiles y piezas sueltas de
artillería, dado que el desbarajuste originado en la capital por la sublevación no
permitía una adecuada planificación militar. En julio y agosto se perdió mucho
material militar. En contraste, los sublevados se armaban cada vez más con
material extranjero, aparte del que tomaban al enemigo». 92 Además los
milicianos, cuya inmensa mayoría procedía de las organizaciones obreras y los
partidos de izquierda, desconfiaban de los militares profesionales que
pretendían mandarlos y por motivos ideológicos rechazaban la disciplina y la
organización militares, a excepción de los comunistas que propugnaban la
completa militarización de las milicias y la creación de un Ejército
Popular siguiendo el modelo del Quinto Regimiento organizado por ellos.95
Heinrich Himmler visitando el alcázar de Toledo junto a José Moscardó en octubre de 1940, un año
y medio después del fin de la guerra civil.

El 21 de septiembre el Ejército de África tomaba el pueblo de Maqueda, a


menos de 60 kilómetros de Madrid. Ese mismo día se reunían los generales
sublevados en una finca de los alrededores de Salamanca para nombrar al
general Franco como mando único y supremo de las fuerzas sublevadas. Una
semana después volverían a reunirse para dilucidar el mando político. En ese
intervalo de tiempo, el general Franco decidió desviar hacia Toledo las
columnas que avanzaban hacia Madrid para levantar el asedio del Alcázar de
Toledo, donde guardias civiles y algunos pocos cadetes de la Academia de
Infantería al mando del director de la Escuela Central de Educación Física, el
coronel José Moscardó, llevaban dos meses resistiendo los ataques
republicanos.96 Esta decisión, que según algunos historiadores hizo perder a
los sublevados la posibilidad de tomar Madrid antes de que se organizase su
defensa,97 ha suscitado un debate entre los historiadores. Para una buena
parte de ellos fue una decisión más política que militar, pues afianzó el prestigio
del general Franco ante sus compañeros cuando se estaba discutiendo ya el
mando único político.97 «El Alcázar encerraba un tesoro de legitimidad
simbólica: academia militar, los sitiados resistían en medio de las ruinas, con
los muros de la poderosa fábrica medio destruidos, refugiados en los sótanos.
Con su liberación, Franco recibió un enorme capital político: el Alcázar era el
símbolo de la salvación de España que, como una mártir, resucitaba del
sepulcro al que la habían conducido sus enemigos». 98 Además tuvo un enorme
valor propagandístico para la causa de los sublevados. «Del Alcázar se hizo
posteriormente un mito por los franquistas, cuyos principales extremos —el
episodio de los diálogos de Moscardó y su hijo en manos de los asediadores,
por ejemplo— están hoy absolutamente desacreditados». 97 Sin embargo
algunos historiadores afirman que también tuvo una motivación militar. «Parece
convincente la explicación usual: el compañerismo militar y el valor
propagandístico de rescatar a los asediados en el Alcázar imponían levantar el
asedio cuanto antes. Es posible que hubiera motivos políticos, no separados de
la ambición de Franco de ser generalísimo y jefe civil, que impusieran ese
gesto heroico. Ahora bien, el hecho de tomar primero Toledo podía justificarse
militarmente: asegurar esta ciudad permitiría atacar Madrid desde el sur y el
este, protegiendo los flancos por el Tajo y contando con dos carreteras de
primera categoría en lugar de una».96 El mismo día que era levantado el
asedio, el 28 de septiembre, el general Franco era nombrado por sus
compañeros de sublevación no solo «generalísimo de las fuerzas nacionales
de tierra, mar y aire», sino también «jefe del Gobierno del Estado Español,
mientras dure la guerra».97
El día 8 de octubre, el Ejército de África alcanzó San Martín de Valdeiglesias, a
unos cuarenta kilómetros de Madrid, donde tomó contacto con las fuerzas
sublevadas del norte al mando del general Emilio Mola, que acababa de
finalizar la campaña de Guipúzcoa tras tomar Irún, el 5 de septiembre y San
Sebastián el 13 de septiembre, quedando el norte republicano rodeado por
tierra por los «nacionalistas». Así pues, a principios de octubre, las fuerzas
sublevadas se habían desplegado en un semicírculo alrededor de Madrid que
partía de Toledo al sur y alcanzaba el noroeste a unos diez kilómetros al norte
de El Escorial, y que se encontraba entre 40 y 55 kilómetros de la capital.
Aunque las fuerzas republicanas opusieron mayor resistencia gracias a la
reorganización militar emprendida por el gobierno Largo Caballero (con la
formación de las Brigadas Mixtas al mando en su mayoría de militares de
carrera y en las que fueron encuadradas las milicias, una militarización
acompañada de la creación de la figura de los comisarios políticos), las fuerzas
«nacionales» fueron estrechando el semicírculo que atenazaba la capital
(mientras que en el norte el 17 de octubre rompían el cerco de Oviedo) y a
principios de noviembre llegaron a los barrios del sur de Madrid. «El ataque a
Madrid marcó el final del primer periodo de la guerra». 99
Noviembre de 1936-marzo de 1937: la batalla de Madrid y la
toma de Málaga[editar]

Puente de los Franceses, sobre el río Manzanares. Disputado puente durante la batalla de Madrid.

A primeros de noviembre los sublevados daban por hecho la toma de la capital


del país. Radio Lisboa llegó a anunciar de forma precipitada, a comienzos de
ese mes, la caída de la ciudad (narrando incluso la entrada triunfal de Franco a
lomos de un caballo blanco).100 Ya el 5 de noviembre la columna jurídica que
iba a encargarse de la represión de los republicanos (ocho consejos de guerra,
dieciséis juzgados instructores y una Auditoría del Ejército de Ocupación),
comandada por el coronel Ángel Manzaneque y Feltrer, se agrupó
en Navalcarnero -a treinta kilómetros de Madrid- para aguardar la inminente
victoria de las tropas franquistas.101
El 6 de noviembre, cuando parecía que el ejército sublevado estaba a punto de
entrar en Madrid, el gobierno de Largo Caballero decidió trasladarse a
Valencia, encomendando la defensa de la ciudad al general Miaja que debería
formar una Junta de Defensa de Madrid. «Una salida precipitada, mantenida en
sigilo, sobre la que no se dio explicación pública alguna». 102 «Quienes se
quedaron en Madrid no pudieron interpretar estos hechos sino como una
vergonzosa huida... sobre todo porque los madrileños fueron capaces de
organizar su defensa».103 Dos días después comenzó la batalla de Madrid.
Dado que las fuerzas de los sublevados no eran superiores a las fuerzas
republicanas que defendían Madrid (unos 23 000 soldados), la penetración en
la capital tendría que ser rápida y en un frente muy estrecho. Una columna
atravesaría el río Manzanares al norte del puente de los Franceses y avanzaría
por la Ciudad Universitaria de Madrid para luego bajar por el paseo de la
Castellana. Otra columna cruzaría el parque del Oeste para seguir por los
bulevares y llegar a la plaza de Colón. Y una tercera cruzaría el barrio de
Rosales para alcanzar la plaza de España y la calle Princesa. Para apoyar este
avance se consideraba fundamental tomar el cerro de Garabitas en la Casa de
Campo donde se podía situar la artillería y desde allí bombardear la ciudad. El
éxito de la operación dependía de que los republicanos creyeran que el ataque
se produciría por el sur y concentraran allí sus fuerzas, pero en la noche de 7 al
8 de noviembre, precisamente en el momento que iba comenzar la batalla de
Madrid, el teniente coronel Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor de la defensa
de Madrid, conoció los planes de los atacantes gracias a los papeles
encontrados en el cadáver de un oficial italiano del ejército sublevado. 104
Entre los días 8 y 11 de noviembre se produjeron violentos combates en la
Casa de Campo. El día 13 los sublevados ocupaban el cerro de Garabitas y
dos días después lograban cruzar el río Manzanares adentrándose en
la Ciudad Universitaria. Pero de allí no pudieron pasar gracias a la resistencia
que presentaron las fuerzas republicanas, reforzadas por la llegada de las
primeras Brigadas Internacionales, de unidades de tanques soviéticos T-
26 (cuya primera intervención se había producido en la batalla de Seseña) y de
132 aviones rusos «Moscas» y «Chatos» que disputaron la superioridad aérea
a los 117 aviones de la Legión Cóndor alemana. El 23 de noviembre el general
Franco desistió de continuar el infructuoso ataque frontal a la capital y el frente
quedó ese día estabilizado.105

Tanque soviético T-26 usado por las fuerzas republicanas

«La resistencia de Madrid cambió el signo de la guerra. Ya no sería un conflicto


de rápidos movimientos envolventes, sino de batallas a gran escala, de
maniobras tácticas para alcanzar objetivos estratégicos, en las que unos
cuantos centenares de metros de terreno tendrían significado y cuyo modelo
sería la Primera Guerra Mundial, más que las campañas coloniales, única
forma de guerra que los españoles conocían de modo directo». 106
Al fracasar el ataque frontal los sublevados decidieron envolver Madrid por el
noroeste concentrando sus fuerzas para cortar la carretera de La Coruña e
intentar penetrar por allí en Madrid. En el primer intento que tuvo lugar a finales
de noviembre (primera batalla de la carretera de La Coruña) solo consiguieron
avanzar tres de los siete kilómetros previstos, quedando detenido el ataque. El
segundo intento tuvo lugar en diciembre (segunda batalla de la carretera de La
Coruña) y también resultó un fracaso. El tercer y último intento (la conocida
como tercera batalla de la carretera de La Coruña) tuvo lugar a principios de
enero de 1937 y constituyó la «primera batalla importante de la Guerra Civil en
campo abierto».107 Los sublevados organizaron un importante ejército,
llamado División Reforzada de Madrid, que contaba con tanques italianos,
baterías antitanque para contrarrestar los T-26 soviéticos y artillería pesada.
Frente a ella los republicanos desplegaron un ejército compuesto de cinco
divisiones, cada una con tres brigadas, aunque algunas no estaban completas
y muy pocas estaban mandadas por oficiales de infantería de carrera (para
mandar las cinco divisiones se tuvo que recurrir a dos oficiales retirados por
la ley Azaña de 1931, a dos oficiales provenientes de las fuerzas de seguridad,
y a un miliciano, el comunista Juan Modesto). Entre los días 6 y 9 de enero la
División Reforzada atacó hacia el norte y luego giró al este al llegar a la
carretera de La Coruña, pero las fuerzas republicanas resistieron y los
«nacionales» tuvieron que desistir en su avance. 108
Fracasado el intento de envolver Madrid por el noroeste, los sublevados lo
intentan por el sureste avanzando hacia el río Jarama para cortar la vital
carretera de Valencia, por donde llegaban a Madrid la mayoría de sus
suministros. La batalla del Jarama se inició el 4 de febrero con el ataque por
unidades de la Legión Española y fuerzas regulares marroquíes, apoyadas por
carros de combate, a las posiciones republicanas. El 11 de febrero tomaban el
puente de Pindoque defendido por la compañía «André Marty» de la XII
Brigada Internacional que tuvo 86 muertos. Los sublevados prosiguieron su
avance pero las fuerzas republicanas apoyadas por unidades de tanques
soviéticos dirigidos por el general «Pablo» (el general Rodímtsev) y el dominio
del aire de la aviación republicana gracias a los «Chatos» les obligó a
detenerse y renunciar a alcanzar la línea Arganda-Morata de Tajuña. Sin
embargo los republicanos no pudieron recuperar el terreno perdido y el frente
quedó estabilizado el 23 de febrero de 1937. Fue el final de la batalla del
Jarama.109
Mientras se iniciaba la batalla del Jarama, se producía la toma de Málaga por
los sublevados el 8 de febrero de 1937, gracias especialmente a la intervención
de las unidades motorizadas de la división de milicias fascistas italianas
(«legionari» del CTV, Corpo di Truppe Volontarie) que había comenzado a
llegar a España dos meses antes enviada por Mussolini, imbuido de la idea de
que el soldado fascista era muy superior al combatiente «rojo». El ataque había
comenzado el 14 de enero de 1937 avanzando desde Ronda por el norte,
siguiendo la carretera costera avanzando hacia Marbella por el oeste (con el
apoyo de los dos modernos cruceros Baleares y Canarias que bombardeaban
desde el mar y contra los que poco podían hacer los destructores y los más
viejos y peor armados cruceros republicanos) y
desde Granada hasta Alhama por el noreste. Aunque las milicias republicanas
consiguieron contener el ataque tierra adentro, el día 5 de febrero convergieron
varias columnas sobre Málaga encabezadas por las fuerzas italianas. Esto
obligó a retirarse a las milicias a la capital pero allí faltas de mandos, de
fortificaciones para la defensa y del apoyo de la flota republicana no tuvieron
más remedio que emprender la huida hacia el este por la carretera costera de
Málaga y Almería acompañadas de miles de civiles mientras eran ametrallados
y bombardeados por la aviación italiana y los barcos de guerra de los
sublevados. A los pocos días los sublevados llegaban a Motril haciendo
numerosos prisioneros y obteniendo grandes cantidades de material. 110 «Para
el Gobierno republicano, la derrota demostró una profunda ineficacia y una falta
de energía moral y señaló el comienzo de la decepción de los comunistas con
respecto a la actuación de Largo Caballero como Jefe de Gobierno y ministro
de la Guerra. Las salpicaduras llegaron a los mandos que Largo había
nombrado, los cuales fueron procesados como resultado de las investigaciones
llevadas a cabo después del desastre».111

Artilleros italianos del bando sublevado disparando un cañón en la batalla de Guadalajara.

El tercer y último intento de envolver Madrid fue una iniciativa del Corpo di


Truppe Volontarie (CTV) fascista italiano, a la que accedió el generalísimo
Franco, y que dio lugar a la batalla de Guadalajara. La idea italiana de la
ofensiva era atacar Madrid desde el noreste dirigiéndose a Guadalajara y una
vez tomada esta ciudad cortar la carretera de Valencia y entrar en la capital.
Para esta operación, en la que se seguiría la táctica de lo que los generales
italianos llamaban «guerra relámpago» (las previsiones eran que en una
semana, entre el 8 y el 15 de marzo de 1937, Madrid sería conquistada), se
desplegaron buena parte de los de los 48 000 soldados con que contaba
entonces el CTV (integrados en cuatro divisiones con 4000 vehículos, 542
cañones y 248 aviones).112

Soldados italianos del Corpo Truppe Volontarie durante la batalla de Guadalajara


El día 8 de marzo comenzó el ataque y en la noche del 9 al 10 de marzo la 3.ª
División italiana tomaba Brihuega y el día 11 Trijueque encontrando una fuerte
resistencia de las fuerzas republicanas, entre las que se encontraban la XI y la
XII Brigadas Internacionales (de las que formaba parte el batallón
Garibaldi integrado por italianos antifascistas), apoyadas por las unidades de
tanques soviéticos y por la aviación, y ayudadas por el mal tiempo (los suelos
embarrados por la lluvia dificultaba el avance de los vehículos e impedía el
despegue de los aviones de los campos encharcados, mientras que los aviones
republicanos sí disponían de campos de aviación utilizables). El 12 de marzo
las tropas republicanas lanzaron una contraofensiva que hizo huir
desmoralizada a la 3.ª División italiana y permitió recuperar en los días
siguientes Trijueque y Brihuega, apoderándose de material abandonado por los
italianos. El día 19 de marzo las fuerzas republicanas detuvieron su avance y
organizaron líneas de defensa. El 23 de marzo terminó la batalla de
Guadalajara que la prensa internacional liberal y de izquierdas llamó la
«primera victoria contra el fascismo», destacando el hecho de que muchos
«legionari» del CTV habían sido capturados por los «garibaldini» de
las Brigadas Internacionales.112
«Con la ayuda rusa la República había podido responder a la amenaza que
suponía la llegada de armamento desde Italia y Alemania para el bando
nacional. El Ejército Popular ya no consistía en bandas sueltas de milicianos
con improvisados mandos. Había demostrado saber retirarse a fortificaciones
preparadas, resistiendo con pequeñas retaguardias a la espera de refuerzos.
Responder a esta técnica iba a exigir otras capacidades de las que poseía
el CTV».113
Marzo-noviembre de 1937: la campaña del Norte y las
batallas de Brunete y Belchite[editar]
Véanse también: Guerra Civil Española en el País Vasco  y  Guerra Civil Española
en Cantabria.

Mapa de la Campaña del Norte

La batalla de Guadalajara fue el último intento del bando sublevado de tomar


Madrid y solo una semana después de su final se inició la Campaña del Norte,
el ataque de las fuerzas sublevadas contra la franja cantábrica que permanecía
fiel a la República pero que estaba aislada por tierra del resto de la zona
republicana. El objetivo de los «nacionales» era controlar sus importantes
recursos mineros e industriales (especialmente las siderurgias y las fábricas de
armas), además de que su conquista permitiría trasladar la flota sublevada al
Mediterráneo para intentar detener el tráfico marítimo que se dirigía a los
puertos republicanos.114 La ofensiva de las fuerzas sublevadas al mando
del general Mola (unos 28 000 efectivos, incluidos los de las unidades
del Corpo Truppe Volontarie italiano, apoyados por 140 aviones italianos y
alemanes de la Legión Cóndor) se inició el 31 de marzo de 1937 desde las
posiciones alcanzadas en octubre de 1936 en la campaña de Guipúzcoa, que
se situaban a unos 35 kilómetros al oeste de San Sebastián, sobre las
defensas de Vizcaya que había organizado el gobierno vasco presidido
por José Antonio Aguirre desde octubre de 1936 tras haber aprobado
las Cortes republicanas el Estatuto de Autonomía del País Vasco. El Ejército
Vasco reclutado por Aguirre rechazaba la autoridad del general Francisco Llano
de la Encomienda que era el jefe del Ejército del Norte, que teóricamente
agrupaba a todas las fuerzas de Vizcaya, Santander y Asturias, y actuaba de
forma independiente (en él no existía la figura del comisario político y tenía
pocos mandos profesionales).115

Bombardeo de Guernica, el 26 de abril de 1937

En la primera ofensiva de la campaña de Vizcaya las fuerzas «nacionales»,


aunque contaban con la superioridad naval y aérea (el grueso de la flota
republicana se encontraba en el Mediterráneo y solo había un pequeño número
de cazas soviéticos), avanzaron relativamente poco debido a la fuerte
resistencia que encontraron y a las malas condiciones meteorológicas. La
segunda ofensiva iniciada el 20 de abril tuvo más éxito alcanzando cinco días
después la línea Guernica-Durango. El día 26 de abril, tras haber bombardeado
Jaén y Durango los días anteriores, se produjo el bombardeo de Guernica por
aviones alemanes de la Legión Cóndor y aviones italianos del CTV causando
muchas víctimas civiles y una enorme destrucción porque además de las
bombas convencionales utilizaron bombas incendiarias. Tres días después las
fuerzas «nacionales» ocupaban la ciudad y el día 30 de abril llegaban a
Bermeo.116
Artículo principal: Batalla de Bilbao
Entonces ambos ejércitos se reorganizaron (el «lehendakari» Aguirre en
persona asumió el mando supremo del ejército vasco) para atacar y defender
respectivamente el conjunto de las fortificaciones alrededor de Bilbao, el
llamado «Cinturón de Hierro», que sin embargo había perdido gran parte de su
utilidad porque el ingeniero que las había diseñado, Alejandro Goicoechea, se
había pasado al bando sublevado con los planos de las mismas. Gracias a
ellos, los «nacionales» pudieron penetrar por sus puntos débiles mientras la
ciudad de Bilbao era bombardeada por la artillería pesada y por la aviación (el
17 de junio cayeron veinte mil obuses117). Finalmente Bilbao cayó el 19 de
junio, sin que el gobierno de Valencia, presidido desde el 17 de mayo por el
socialista Juan Negrín tras superar la crisis republicana de los «sucesos de
mayo de 1937» hubiera podido organizar algún ataque en otros frentes que
hubiera dificultado la gran concentración de medios terrestres y aéreos
desplegada por los «nacionales» en la Campaña de Vizcaya.118
Por fin a principios de julio las fuerzas republicanas lanzaron una ofensiva en el
frente de Madrid para aliviar la presión del ejército «nacionalista» en el norte.
Así el 6 de julio comienza la batalla de Brunete llamada así porque la lucha por
la conquista de ese pueblo situado al oeste de Madrid por los republicanos (que
pretendía seguir después en dirección sureste para encontrarse con las otras
fuerzas gubernamentales que avanzarían desde el sur de la capital, lo que de
tener éxito obligaría a los «nacionales» a ordenar un repliegue general de sus
fuerzas si no querían verse cercados) se convirtió en el elemento central de los
combates. El ataque hacia Brunete fue lanzado por el reorganizado V Cuerpo
de Ejército republicano al mando del comandante de milicias Juan
Modesto apoyado por unidades de tanques T-26 soviéticos que ocupó la
localidad casi sin resistencia, pero el general Franco reaccionó rápidamente y
envió unidades de la Legión y de Regulares más las brigadas de Navarra y
unos 150 aviones italianos y alemanes retirados del frente del norte,
deteniéndose así el ataque hacia Santander. Esto permitió a las fuerzas
nacionales realizar el contraataque. 119 «Empezó así una batalla de desgaste
bajo el tremendo sol veraniego, sin sombra ni agua, que terminó arrojando un
saldo de 40 000 bajas. La dura batalla concluyó el 26 de julio, por puro
agotamiento. El Ejército Popular Republicano había retenido importantes
sectores del territorio que había conquistado... aunque perdió Brunete. (...) [La
batalla de] Brunete coincidía con el aniversario del principio de la guerra. A
partir de unas cuantas columnas sublevadas que luchaban
contra milicias improvisadas se habían formado dos ejércitos con un
considerable apoyo de artillería y aviación».120
Terminada la batalla de Brunete las fuerzas «nacionales» se reorganizaron y
reanudaron la Campaña del Norte atacando Santander desde el sur por el
puerto de montaña de Reinosa y desde el este siguiendo la costa. La batalla de
Santander comenzó el 14 de agosto con el ataque a Reinosa que fue ocupada
solo dos días después y cuya fábrica de armamento no fue destruida por los
republicanos en su retirada en desbandada. La resistencia republicana en la
costa también se desplomó rápidamente ante el avance de las unidades
del CTV italiano gracias especialmente a la superioridad aérea (los
republicanos no pudieron enviar aviación a aquella zona debido a la lejanía de
las bases) cuyos continuos bombardeos destrozaron y desmoralizaron a las
fuerzas republicanas mandadas por el general Mariano Gamir
Ulibarri nombrado el 6 de agosto. El 24 de agosto, solo diez días después de
iniciada la ofensiva, la ciudad de Santander (donde escaseaban los víveres y el
combustible debido al bloqueo naval de la armada sublevada) fue ocupada
después de que las fuerzas de orden público, una vez evacuados los mandos,
izaron bandera blanca.121 «La historia de la campaña de Santander es la de un
continuo avance, con ocasionales y breves resistencias. Fueron muchos los
prisioneros y los que se «pasaron», lo que daba fe del estado de
desmoralización de las filas republicanas».122
Mapa del entorno donde se desarrolló la batalla de Belchite con indicación de las situaciones inicial y
final.

La segunda ofensiva republicana para aliviar la presión de los «nacionales» en


el Norte llegó tarde pues comenzó el mismo día de la caída de Santander. Esta
vez se desarrolló en el frente de Aragón, que se mantenía prácticamente
inalterado desde el inicio de la guerra cuando las columnas de milicias
confederales anarquistas y del POUM salieron de Cataluña y ocuparon la mitad
oriental de Aragón (donde crearon un ente casi independiente llamado Consejo
de Aragón) aunque no consiguieron su objetivo de conquistar Zaragoza, y que
tras los «sucesos de mayo de 1937» habían sido incorporadas a las unidades
regulares del Ejército del Este. El 24 de agosto comenzó la ofensiva de
Zaragoza cuyo propósito era romper el frente y alcanzar la capital aragonesa,
lo que obligaría al general Franco a suspender su ofensiva del Norte. Al norte
del Ebro combatían las divisiones anarquistas y al sur las comunistas dirigidas
por Enrique Líster y los dos generales internacionales Walter y Kleber.
Después de la toma de los pueblos de Codo y Quinto cercaron Belchite el día
26, dando inicio a la batalla de Belchite el hecho bélico más destacado de la
campaña. Los «nacionales» que defendían el pueblo resistieron
encarnizadamente hasta el 3 de septiembre. Cuatro días antes los
«nacionales» habían iniciado la contraofensiva que al norte del Ebro hizo
retroceder a las divisiones anarquistas y al sur en Fuentes de Ebro, un pueblo
situado a 26 kilómetros de Zaragoza, consiguió derrotar a las unidades de
tanques soviéticos BT5 y a la XV Brigada Internacional.123
Aunque Belchite permaneció en manos de los republicanos los dos objetivos de
la ofensiva de Zaragoza no se consiguieron: ni se tomó la capital aragonesa ni
se detuvo el avance «nacionalista» en el frente norte. Tras la ocupación de
Santander se inició el 1 de septiembre la ofensiva de Asturias por la costa y por
el interior para poner fin al último territorio de la franja norte republicana. Unos
días antes se había formado en Gijón (Oviedo continuaba ocupada por los
«nacionalistas» desde el inicio de la guerra) el Consejo Soberano de Asturias y
León bajo la presidencia del socialista Belarmino Tomás, uno de los antiguos
dirigentes de la Revolución de Asturias de octubre de 1934, que intentó
organizar la defensa, pero su situación eran tan difícil como la de Santander.
Los asturianos no tenían apoyo naval (solo disponían del destructor Císcar) ni
apoyo aéreo (los pocos aviones con que contaban eran muy inferiores a los de
los atacantes) y estaban sometidos al bloqueo naval de la armada sublevada lo
que había provocado problemas de abastecimientos civiles y militares
agravados por la presencia de unos 300 000 refugiados procedentes de otras
zonas ocupadas por las tropas «nacionales». Así pues la resistencia al avance
«nacionalista» fue muy difícil de mantener por la carencia de material y
alimentos y por el abandono de la zona desde aire y mar y la desmoralización
de las tropas dio lugar a retiradas desordenadas a causa del pánico. Sin
embargo hasta el 21 de octubre124 no fue tomado Gijón, el último reducto de la
Asturias republicana y de todo el norte.125 La mayoría de los prisioneros del
Frente Norte fueron recluidos en el campo de Miranda de Ebro.
Las consecuencias de la victoria «nacionalista» en la Campaña del
Norte fueron muy importantes para el curso de la guerra. «Franco pudo
concentrar todas sus fuerzas en el centro de España y en el Mediterráneo, y
obtuvo el beneficio de una industria no destruida. La victoria restableció el
orgullo de Mussolini [perdido por la derrota de la batalla de Guadalajara, que en
adelante cooperaría de buena gana con Franco. La opinión internacional
juzgaba que, una vez perdido el norte, la victoria era cuestión de tiempo». 126
En noviembre de 1937 el gobierno republicano de Juan Negrín decidió
trasladarse de Valencia a Barcelona (donde desde noviembre de 1936 ya se
encontraba el presidente de la República Manuel Azaña) para «poner en pleno
rendimiento la industria de guerra» catalana, que en los meses siguientes
quedó bajo la autoridad directa del gobierno de la República, para que supliera
la pérdida de las importantes fábricas de armamento de Vizcaya, Cantabria y
Asturias, y también para «asentar definitivamente la autoridad del gobierno en
Cataluña», lo que relegó al gobierno de la Generalidad de Lluís Companys a un
papel secundario.127
Diciembre de 1937-noviembre de 1938: de la batalla de Teruel
a la batalla del Ebro[editar]
Véanse también: Batalla de Teruel y  Batalla del Ebro.
El 12 de diciembre de 1937, la 11 División republicana al mando del jefe
miliciano comunista Enrique Líster corta las de vías de comunicación de la
ciudad de Teruel con la retaguardia «nacional». Así da comienzo la batalla de
Teruel, cuya estrategia ha sido diseñada por el Jefe del Estado Mayor
republicano, el coronel Vicente Rojo. El objetivo es conquistar este saliente que
en las líneas enemigas representaba Teruel además de impedir el ataque de
los «nacionales» contra Madrid previsto para el día 18 de diciembre y alcanzar
un éxito militar como era tomar una capital de provincia en manos de los
sublevados desde el inicio de la guerra para fortalecer la confianza interior y
exterior en la causa republicana tras la derrota de la Campaña del Norte en un
momento en que la llegada de material bélico de la Unión Soviética estaba
reduciéndose a causa de las dificultades que estaba encontrando para pasar la
frontera francesa por la caída el gobierno del socialista Leon Blum. El general
Franco reaccionó inmediatamente para romper el cerco de Teruel pero como
no pudo conseguirlo en el primer intento tuvo que enviar más fuerzas y
suspender el ataque previsto sobre Madrid (con lo que uno de los objetivos
estratégicos republicanos de la ofensiva sobre Teruel se había conseguido).
Las bajas temperaturas y las nevadas dificultaron las acciones de los dos
ejércitos e impidieron que los «nacionales» rompieran el cerco, a pesar de
gozar de superioridad aérea y artillera, por lo que el coronel Domingo Rey
d'Harcourt decidió rendirse el 8 de enero y las fuerzas republicanas (la 46.ª
División al mando del miliciano Valentín González «El Campesino») ocuparon
la ciudad.128 A partir de entonces las fuerzas «nacionales» redoblaron sus
ataques para reconquistar Teruel lanzando varias ofensivas que fueron
minando las defensas y la moral de las fuerzas republicanas. El 7 de febrero de
1938 alcanzaron la línea del río Alfambra y el 21 de febrero la ciudad estaba
cercada. La División 46 mandada por «El Campesino» escapó o huyó, según
las diferentes versiones, y la ciudad fue reconquistada por los «nacionales». 129
«El valor de unos soldados bisoños mal conducidos, armados y vestidos y
enfrentados por rencores políticos [anarquistas frente a comunistas] poco podía
hacer contra tropas experimentadas y bien equipadas y, sobre todo, contra los
bombardeos».130 El coronel Vicente Rojo le escribió al ministro de Defensa de
la República Indalecio Prieto sobre la retirada de Teruel de la División 46: 130
Tardaremos aún mucho tiempo para que los jefes de nuestro ejército se comporten como es debido.

Mapa de España en julio de 1938 después de la ofensiva de Aragón y cuando comenzó la batalla
del Ebro.
Leyenda      Zona controlada por los sublevados      República Española  Principales centros nacionalistas
 Principales centros republicanos

La batalla de Teruel mostró las debilidades del ejército republicano lo que


indujo a Franco a posponer definitivamente el ataque a Madrid para en su lugar
lanzar la ofensiva de Aragón contra Cataluña y Valencia. El ataque, que iba a
extenderse por todo el frente de Aragón, comenzó al sur del río Ebro el 9 de
marzo donde el frente se derrumbó ante la gran concentración de fuego artillero
y de aviación. El día 14 el CTV tomaba Alcañiz y el 17 los «nacionales»
tomaban Caspe, después de haber «reconquistado» Belchite. Lo mismo
sucedió al norte del Ebro donde tomaron Fraga el 27 de marzo y a principios de
abril llegaron a Lérida (donde la 101.ª Brigada Mixta mandada por el jefe
miliciano Pedro Mateo Merino impidió que cruzaran el río Segre por allí). Al
norte de Lérida avanzaron hasta el Noguera Pallaresa y establecieron cabezas
de puente en Balaguer y Tremp. Una vez alcanzadas esas posiciones Franco
descartó dirigirse hacia Barcelona y optó por avanzar hacia el Mediterráneo al
sur de la desembocadura del Ebro, objetivo que alcanzaron el 15 de abril al
llegar a Vinaroz, con lo que la zona republicana quedó dividida en dos.131
El fracaso de la batalla de Teruel y el derrumbe del frente de
Aragón provocaron la crisis de marzo de 1938 en el bando republicano cuando
el presidente del gobierno Juan Negrín intentó que Indalecio Prieto cambiara de
ministerio y dejara el de Defensa ya que, como el presidente de la
República Manuel Azaña, Prieto consideraba que lo que había sucedido
mostraba que el ejército republicano nunca podría ganar la guerra y que había
que negociar una rendición con apoyo franco-británico. Pero al no conseguirlo
Negrín le pidió a Prieto que abandonara al gobierno, 132 recomponiendo a
continuación su gabinete el 6 de abril y asumiendo Negrín personalmente el
Ministerio de Defensa,133 con el coronel comunista Antonio Cordón como
subsecretario de Guerra, que procedió a la reorganización de las fuerzas
republicanas agrupadas en dos grandes grupos de ejércitos, en consonancia
con la división de la zona republicana provocada por la llegada de los
«nacionales» al Mediterráneo: el GERC (Grupo de Ejércitos de la Región
Centro-Sur) y el GERO (Grupo de Ejércitos de la Región Oriental).134 Las
posiciones del nuevo gobierno de Negrín con vistas a unas posibles
negociaciones de paz quedaron fijadas en su «Declaración de los 13 puntos»,
hecha pública en la significativa fecha del 1º de mayo de 1938. 135

Reemplazo republicano destinado al frente de Teruel

Una vez alcanzado el Mediterráneo, Franco decidió dirigir sus tropas contra
Valencia en lugar de contra Barcelona, sede del gobierno republicano, no
porque temiera, según el historiador Michael Alpert, que «Cataluña fuera un
bocado difícil» sino porque «la presencia de fuerzas alemanas e italianas en
España hacía que un posible acercamiento de Franco a la frontera francesa
pudiera suscitar tensiones internacionales».136 Se inicia así la ofensiva del
Levante cuyo plan consistía en converger sobre Sagunto (a unos 20 kilómetros
al norte de Valencia) avanzado por la costa desde Vinaroz y por el interior
desde Teruel, para desde allí tomar Valencia. La resistencia republicana fue
dura especialmente cuando las fuerzas «nacionales» tras conquistar Castellón
de la Plana el 13 de junio alcanzaron la línea de fortificaciones llamada línea
XYZ que se extendía desde Almenara, unos kilómetros al norte de Sagunto, en
la costa hasta el río Turia en el interior. Allí las tropas «nacionales» tuvieron
que detener su avance.137

Mapa de la zona donde se desarrolló la Batalla del Ebro

El 25 de julio de 1938 el republicano Ejército del Ebro, uno de los dos grandes


cuerpos del ejército de que se componía el recién creado GERO, cruza en
barcazas por sorpresa el río Ebro entre Mequinenza y Amposta con el objetivo
de atacar desde el norte al ejército «nacional» que se acercaba a Valencia. Fue
el inicio de la batalla del Ebro que se convirtió para ambos bandos en una
dura lucha de desgaste.138 Aunque el paso del Ebro por Amposta en la costa
fue pronto liquidado por las fuerzas «nacionales» el grueso del Ejército
republicano llegó a las puertas de Gandesa en el interior pero no logró tomar
esta localidad debido a la fuerte resistencia que opusieron las unidades
de regulares y de legionarios que la defendían y sobre todo porque
inexplicablemente la aviación republicana no protegió el avance y la Legión
Cóndor enviada rápidamente por el general Franco dominó los aires y
bombardeó y ametralló constantemente las posiciones republicanas. Así que
hacia el 2 o el 3 de agosto la maniobra republicana había fracasado ya que no
se iba a producir ninguna irrupción de unidades republicanas en el territorio
dominado por los sublevados.139 A partir de ese momento las operaciones se
centraron en la bolsa de territorio ganado por los republicanos al sur del Ebro,
que estos defendieron a toda costa mientras que los «nacionales» intentaban
desalojarlos de allí (a pesar de que algunos de los colaboradores del general
Franco le aconsejaron que abandonara el frente del Ebro una vez detenido el
avance republicano y reemprendiera la campaña contra Valencia, pero Franco
pensó, sin embargo, «que con la ayuda constante que recibía desde Alemania
e Italia en aviación y artillería pesada, con su mayor flexibilidad logística (frente
a un enemigo que no podía llevar refuerzos a sus tropas por estar cerrada la
frontera francesa) y con el virtual bloqueo marítimo de las costas, podría
destruir lentamente lo mejor de las fuerzas de la República»). 140 Después de
tres meses de duros combates, que causaron más de 60 000 bajas por cada
bando, los republicanos tuvieron que retirarse y volver a cruzar el Ebro en
sentido contrario. El 16 de noviembre lo hacían las últimas unidades poniendo
fin así a la batalla del Ebro, la más larga de la guerra y que supuso una nueva
victoria para el bando sublevado.141
Mientras se desarrollaba la batalla del Ebro estalló la crisis de
los Sudetes de Checoslovaquia que podía conducir a la guerra en Europa.
Negrín decidió entonces retirar las Brigadas Internacionales para conseguir una
actitud favorable hacia la República de las potencias democráticas Francia y
Gran Bretaña y lo mismo hizo el general Franco al reducir la presencia de
tropas italianas (aunque conservando lo que realmente le interesaba de la
ayuda fascista italiana: la artillería, la aviación y los carros de combate) y
garantizar a Gran Bretaña y Francia que se mantendría neutral si estallara la
guerra en Europa. Sin embargo el cierre de la crisis con los acuerdos de
Múnich del 29 de septiembre de 1938, según los cuales Checoslovaquia
debería entregar los Sudetes a Hitler, supuso una nueva derrota para la
República en el plano internacional porque el acuerdo significaba que las
potencias democráticas, Francia y Gran Bretaña, continuaban con su política
de «apaciguamiento» respecto de la Alemania nazi, y si no intervenían para
defender a Checoslovaquia menos lo harían para ayudar a la República
española.142143
Diciembre de 1938-febrero de 1939: ofensiva sobre
Cataluña[editar]
Véanse también: Guerra Civil Española en Cataluña  y  Ofensiva de Cataluña.
España en febrero de 1939 después de la caída de Cataluña.
Leyenda      Zona controlada por los sublevados      República Española  Principales centros nacionalistas
 Principales centros republicanos

Los dos ejércitos salieron muy quebrantados de la batalla del Ebro, pero los
«nacionales» lograron rehacerse rápidamente, estando, a principios de
diciembre de 1938, preparados para comenzar la ofensiva de Cataluña, «que
sería la última significativa de la guerra», 144 en un momento en que tras
los acuerdos de Múnich atacar Cataluña ya no implicaba el peligro de una
reacción francesa («Francia y Gran Bretaña habían aceptado, al menos
tácitamente, la continuación de la presencia italiana en España, y solo
deseaban el fin del conflicto. Por su parte, Franco había garantizado su
neutralidad en caso de una guerra general»). 144
El ataque a Cataluña se retrasó a causa del mal tiempo y finalmente comenzó
el 23 de diciembre, avanzando desde el sur y desde el oeste, encontrando una
fuerte resistencia durante las dos primeras semanas. Sobre el día 6 de enero,
los restos del Ejército del Ebro habían quedado casi completamente
diezmados, mientras que el otro grupo de ejércitos del GERO, el Ejército del
Este, se batía en retirada. El jefe del Estado Mayor republicano, el
general Vicente Rojo, proyectó una maniobra de diversión en la zona centro-sur
para aliviar la presión sobre Cataluña, pero fracasó (hubo que desistir del
desembarco en Motril por la debilidad de la flota republicana, «minada por la
desidia, la indisciplina y la falta de una clara dirección político-estratégica»; la
ofensiva en el frente de Extremadura tuvo escaso éxito dada la baja moral y la
falta de material y de medios de transporte que padecían los ejércitos de la
zona centro-sur (GERC) al mando del general Miaja).144
Así pues, a partir de la primera semana de enero de 1939 el avance de las
tropas «nacionales» fue prácticamente imparable (gracias de nuevo a la mejor
preparación de sus mandos intermedios —comandantes, tenientes-coroneles y
coroneles—, a su superioridad artillera y aérea por la presencia permanente de
la Legión Cóndor y de la aviación italiana y a que la flota sublevada bombardeó
los puertos impidiendo la llegada de material para las fuerzas republicanas).
Los «nacionales» en su avance hacían cada vez mayor número de prisioneros,
lo que «siempre constituye un indicio de la descomposición de un
ejército».145 Artesa de Segre fue tomada el 4 de enero, Tárrega el 15, el
21 Villafranca del Panadés, el 22 Igualada y el 24 alcanzaron el río Llobregat.
Los destrozados ejércitos republicanos se retiraron hacia la frontera francesa
acompañados por una inmensa muchedumbre de civiles y de funcionarios y de
autoridades que colapsaba las carreteras. El 26 de enero los «nacionales» sin
encontrar apenas resistencia entraban en Barcelona, abandonada por el
gobierno y las autoridades militares que cruzaron la frontera francesa el 5 de
febrero después de celebrar la última reunión de lo que quedaba de las Cortes
republicanas en el castillo de Figueras. Un día antes, el 4 de febrero, los
«nacionales» habían ocupado Gerona.146 El general Vicente Rojo
Lluch comparó un año después desde el exilio lo que había sucedido en Madrid
en noviembre de 1936 y lo que había pasado en Barcelona en enero de
1939:147
¡Qué ambiente tan distinto! ¡Qué entusiasmo entonces! ¡Y qué decaimiento ahora! Barcelona
cuarenta y ocho horas antes de la entrada del enemigo era una ciudad muerta... [Se] perdió lisa y
llanamente porque no hubo voluntad de resistencia, ni en la población civil, ni en algunas tropas
contaminadas por el ambiente.

Entre el 5 y el 11 de febrero los últimos restos de los dos ejércitos republicanos


del GERO cruzaron ordenadamente la frontera deponiendo sus armas y siendo
internados a continuación en campamentos improvisados situados en las
playas francesas a la intemperie.148
Mientras las tropas republicanas cruzaban la frontera francesa, se producía
la ocupación de Menorca por los «nacionales» gracias a la intervención
británica, la única que se produjo en la Guerra de España. 149 Para impedir que
la estratégica isla de Menorca, que durante toda la guerra había permanecido
bajo soberanía republicana, pudiera caer bajo dominio italiano o alemán, el
gobierno británico aceptó la propuesta del jefe franquista de la Región Aérea de
las Baleares, Fernando Sartorius, conde de San Luis, para que un barco de la
Royal Navy lo trasladara a Mahón y negociar allí la rendición de la isla a
cambio de que las autoridades civiles y militares republicanas pudieran
abandonarla bajo protección británica. El gobierno británico puso en marcha la
operación sin informar al embajador republicano en Londres, Pablo de
Azcárate (que cuando más tarde se enteró presentó una protesta formal por
haber prestado un buque británico a un «emisario de las autoridades rebeldes
españolas»). Así pues, en la mañana del 7 de febrero arribaba al puerto
de Mahón el crucero Devonshire con el conde de San Luis a bordo, donde se
entrevistó con el gobernador republicano el capitán de navío Luis González de
Ubieta, quien tras intentar infructuosamente contactar con Negrín, aceptó las
condiciones de la rendición al día siguiente. A las 5 de la madrugada del 9 de
febrero el Devonshire partía de Mahón rumbo a Marsella con 452 refugiados a
bordo. Inmediatamente Menorca fue ocupada por los «nacionales» sin que
participara ningún contingente ni italiano ni alemán. La intervención británica
dio lugar a un acalorado debate en la Cámara de los Comunes el 13 de febrero
durante el cual la oposición laborista acusó al gobierno conservador de Neville
Chamberlain de haber comprometido al Reino Unido en favor de Franco. Al día
siguiente el representante oficioso del general Franco en Londres, el duque de
Alba, hizo llegar al secretario del Foreign Office lord Halifax «la gratitud del
generalísmo y del gobierno nacional» por colaborar en «reconquistar
Menorca».150
Febrero-marzo de 1939: la vuelta de Negrín y la resistencia
de la zona Centro-Sur[editar]
El día 9 de febrero cruzó la frontera francesa el presidente del gobierno, Juan
Negrín, pero en Toulouse cogió un avión para regresar a Alicante al día
siguiente acompañado de algunos ministros con la intención de reactivar la
guerra en la zona centro-sur, el último reducto de la zona republicana.151 Allí se
desató una última batalla entre los que consideraban inútil seguir combatiendo
y los que todavía pensaban que «resistir es vencer» (esperando que las
tensiones en Europa acabaran estallando y Gran Bretaña y Francia, por fin,
acudirían en ayuda de la República española, o que al menos impondrían a
Franco una paz sin represalias),152 pero el cansancio de la guerra y el hambre y
la crisis de subsistencias que asolaba la zona republicana estaban minando la
capacidad de resistencia de la población.143 El problema para Negrín, que
instaló su cuartel general en la finca El Poblet en la localidad alicantina
de Petrel (cuyo nombre en clave era «Posición Yuste»), era cómo terminar la
guerra sin combatir de manera distinta a la de entrega sin condiciones. Su
posición fue prácticamente insostenible cuando el 27 de febrero, Francia y
Gran Bretaña reconocieron al gobierno de Franco en Burgos como el gobierno
legítimo de España, y al día siguiente el presidente de la República Manuel
Azaña que se encontraba en la embajada española en París renunció a su
cargo.153 Le sustituyó de forma provisional por el presidente de las
Cortes, Diego Martínez Barrio, que también se encontraba en Francia. 154
Mientas tanto estaba muy avanzada la conspiración militar y política contra el
gobierno Negrín dirigida por el jefe del Ejército del Centro, el
coronel Segismundo Casado, convencido de que «sería más fácil liquidar la
guerra a través de un entendimiento entre militares» por lo que había entrado
en contacto a través de la «quinta columna» con el Cuartel General del
«Generalísimo» Franco para una rendición del ejército republicano «sin
represalias» al modo del «abrazo de Vergara» de 1839 que puso fin a
la primera guerra carlista (con la conservación de los empleos y cargos
militares, incluida). Algo a lo que los emisarios del general Franco nunca se
comprometieron. Casado consiguió el apoyo de varios jefes militares, entre los
que destacaba el anarquista Cipriano Mera, jefe del IV Cuerpo de Ejército, y de
algunos políticos importantes, como el socialista Julián Besteiro, que también
había mantenido contacto con los «quintacolumnistas» de Madrid. Todos ellos
criticaban la estrategia de resistencia de Negrín y su «dependencia» de la
Unión Soviética y del PCE, que eran los únicos que apoyaban ya la política de
resistencia de Negrín.154
Probablemente en conexión con la conjura casadista, el 4 de marzo se produjo
la sublevación de la base naval de Cartagena encabezada por militares
profranquistas alentados por la quinta columna que había desplegado una
intensa actividad en la base y en la ciudad. Durante el día 4 y el 5 tienen lugar
combates entre los sublevados y los resistentes republicanos. Y en medio de
ellos, el almirante Miguel Buiza ordena a la flota republicana que abandone el
puerto y la dirige a la base naval de Bizerta en el protectorado francés
de Túnez, a pesar de que la sublevación había sido dominada en Cartagena
por las fuerzas republicanas el día 7 de marzo.155156
Marzo de 1939: derrota de la República[editar]
Mapa de las dos españas en marzo de 1939

Artículo principal: Golpe de Casado


El 5 de marzo, al día siguiente del inicio de la sublevación de Cartagena,
comenzó el golpe de Casado apoderándose sus partidarios de los puntos
neurálgicos de Madrid y anunciando a continuación la formación de un Consejo
Nacional de Defensa presidido por el general Miaja. El Consejo emitió un
manifiesto por radio dirigido a la «España antifascista» en el que se deponía al
gobierno de Negrín, pero no hablaba para nada de las negociaciones de paz.
Las unidades militares controladas por los comunistas opusieron resistencia en
Madrid y sus alrededores pero fueron derrotados (hubo cerca de 2000 muertos)
firmando finalmente un acuerdo de «paso de mando del Ejército republicano al
Ejército sublevado».157 Al día siguiente Negrín y su gobierno, junto con los
principales dirigentes comunistas, abandonaron España en avión para evitar
ser apresados por los «casadistas».158
Consumado el golpe de Casado, el general Franco se negó a aceptar un nuevo
«abrazo de Vergara», como Mola también lo había rechazado en el primer día
del golpe de 1936, y no concedió a Casado «ninguna de las garantías
imploradas casi de rodillas por sus emisarios [que solo se entrevistaron con
miembros de baja graduación del Cuartel General], y contestó a británicos y
franceses, deseosos de actuar como intermediarios en la rendición de la
República para así contener la influencia alemana e italiana sobre el nuevo
régimen, que no los necesitaba y que el espíritu de generosidad de los
vencedores constituía la mejor garantía para los vencidos». 159
Comunicado emitido por el Cuartel General del generalísimo anunciando el fin de la guerra

Franco únicamente aceptaba una «rendición sin condiciones» por lo que solo
restaba preparar la evacuación de Casado y el Consejo Nacional de Defensa.
Estos embarcaron con sus familias el 29 de marzo en el destructor británico
que los trasladó a Marsella (el socialista Julián Besteiro decidió quedarse). Un
día antes las tropas «nacionales» hicieron su entrada en Madrid y rápidamente
los sublevados en su ofensiva final ocuparon prácticamente sin lucha toda la
zona centro-sur que había permanecido bajo la autoridad de la República
durante toda la guerra (el 29 de marzo Cuenca, Albacete, Ciudad Real, Jaén,
Almería y Murcia; el 30 de marzo Valencia y Alicante, y el 31 de marzo la
ciudad de Cartagena).160161 En Alicante desde el día 29 de marzo unas 15 000
personas, entre jefes militares, políticos republicanos, combatientes y población
civil que habían huido de Madrid y de otros lugares se apiñaban en el puerto a
la espera de embarcar en algún barco británico o francés, pero la mayoría no lo
lograron y fueron apresados por las tropas italianas de la División Littorio, al
mando del general Gastone Gambara. Muchos de los capturados fueron
ejecutados allí mismo.162
El 1 de abril de 1939 la radio del bando rebelde (Radio Nacional de España)
difundía el último parte de la guerra civil española, que decía lo siguiente:
En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus
últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1º de abril de 1939, año de la victoria. El
Generalísimo. Fdo. Francisco Franco Bahamonde.

La guerra naval[editar]
Artículo principal: Guerra Civil Española en el mar
En la guerra civil española predominaron las acciones terrestres sobre las
marítimas, y las marinas de ambos bandos evitaron las grandes acciones de
guerra por motivos políticos y estratégicos.163 Así, después de los combates por
el control del estrecho de Gibraltar de 1936, las dos flotas no tuvieron
«encuentros decisivos en el mar» y «sus estrategias se movieron en contextos
muy conservadores, tendentes sobre todo a la conservación de sus
efectivos».164 El historiador Michael Alpert, en su estudio titulado La guerra civil
española en el mar, afirma que las «dos marinas de guerra españolas tuvieron
que rehacerse», pero que la «gubernamental no consiguió estar a la altura del
momento y, a pesar de contar con la mayoría de las unidades de la flota,
desempeñó un papel defensivo durante la mayor parte de la contienda». En
cambio «la Marina de los sublevados aprovechó al máximo sus exiguos
recursos y la ayuda que recibió del extranjero». 165
Desde principios del siglo XX, la función primordial de la marina de guerra ya no
era destruir los barcos del enemigo, sino bloquear sus rutas marítimas y sus
puertos e impedir sus movimientos en la costa. Esto es lo que realizó cada vez
con más éxito la marina del bando sublevado, mientras que la marina que
permaneció fiel al gobierno abandonó ese objetivo después de las primeras
semanas y adoptó una posición defensiva cuyo objetivo era proteger las
comunicaciones marítimas propias, mientras los «nacionales» se esforzaban
en interferirlas.166
Al principio de la Guerra Civil, la marina republicana era muy superior a la que
quedó en manos de los sublevados, pues estaba integrada por la práctica
totalidad de la Armada española de aquel entonces: el acorazado Jaime
I (botado en 1914); los cruceros ligeros Libertad (botado en 1925), Miguel de
Cervantes (botado en 1928) y Méndez Núñez (botado en 1923);
dieciséis destructores en servicio o a punto de entregar; siete torpederos;
doce submarinos (del submarino Isaac Peral (C-1) al submarino C-6 y
del submarino B-1 al submarino B-6); un cañonero; cuatro guardacostas y la
casi totalidad de la Aeronáutica Naval.167168
A pesar de contar con una flota tan importante, el problema residió en que a lo
largo de la guerra no se consiguieron superar los efectos de la represión que
tuvo lugar en el momento del golpe de Estado de julio de 1936 cuando la
marinería y los suboficiales se rebelaron para impedir que los barcos se
sumaran a la sublevación, ya que la inmensa mayoría de la oficialidad era
partidaria del golpe.163 En una fecha tan avanzada como mayo de 1938, un
informe presentado al presidente Juan Negrín sobre la situación de la flota
señalaba la ausencia de eficacia y de disciplina. «En general la moral ofensiva
de los mandos es pequeña y la moral de combate de las dotaciones es baja».
Además, apuntaba la presencia de la quinta columna franquista tanto en la
Flota como en la base naval de Cartagena («Moral derrotista. Mucho fascista
con entera libertad de acción», se decía). Informes posteriores indicaban que la
situación no había mejorado.169
A diferencia de lo que ocurrió con el bando sublevado, que fue apoyado por las
armadas italiana y alemana, la República solo recibió de la URSS cuatro
lanchas torpederas de clase G-5, además de unos pocos mandos y
especialistas en submarinos que, según un informe «reservado y confidencial»
presentado al presidente Negrín, eran «considerados —dentro de la Flota—
como huéspedes molestos a los que hay soportar con amabilidad. Lo mismo
ocurre en la base naval de Cartagena».169 Por su parte, Francia y Gran Bretaña
solo participaron en alguna ocasión puntual para evitar el apresamiento de
buques propios por la flota «nacional».
Así pues, por encima de alguna victoria ocasional, como el hundimiento
del Baleares a principios de marzo de 1938 en la batalla del cabo de Palos, «la
realidad era que la marina republicana se había centrado en el servicio de
protección del tráfico mercante, en el mantenimiento de un canal suministrador
de pertrechos de guerra y de alimentos».170 Pero ni siquiera esa función de
escolta la desempeñó con pleno éxito, como se señalaba en un informe del
servicio secreto republicano (SIM) de enero de 1939 en el que después de
afirmar la «notoria inferioridad» de la marina de guerra republicana respecto de
la Marina de los «nacionales» se decía:169
Lo cierto es que la Marina de Guerra facciosa se ha incrementado sin hostilización por nuestra
parte... y que su Marina Mercante navega sin contratiempos por todos los mares, en tanto la
nuestra, perseguida y prácticamente indefensa, es presa fácil de los facciosos.
El submarino republicano C-3

La flota republicana y la base naval de Cartagena fueron aumentando su


importancia estratégica para la causa del bando republicano a media que
aumentaban las dificultades para el abastecimiento procedente del exterior por
vía terrestre, como consecuencia de los cierres frecuentes de la frontera
francesa, por lo que el mantenimiento del «cordón umbilical» marítimo con
la Unión Soviética era vital para los republicanos. También cobraron cada vez
más importancia a medida que las derrotas republicanas se fueron acumulando
y el territorio de la zona republicana se redujo porque, especialmente tras
la caída de Cataluña a principios de febrero de 1939, «para los combatientes
republicanos la Base y la Flota eran una especie de salvaguarda para el caso
de una evacuación organizada o de última hora». 171
Al principio de la Guerra Civil, la marina del bando sublevado era muy inferior a
la marina gubernamental pues solo contaba con el acorazado España (botado
en 1913 y que en julio de 1936 se encontraba en dique seco); los cruceros
ligeros República, rebautizado como Navarra, (botado en 1920 pero que se
encontraba en reparaciones y no entró en servicio hasta muy avanzada la
guerra, en agosto de 1938), y el Almirante Cervera (botado en 1928);
el destructor Velasco (botado en 1923); cinco torpederos; tres cañoneras y
cinco guardacostas. Pero esta inferioridad se vio compensada muy pronto
gracias al control de los sublevados del principal astillero de la marina
en Ferrol donde estaba prácticamente terminado el crucero pesado Canarias —
que entró en servicio en septiembre de 1936— y otro, el Baleares, a punto de
ser entregado (entró en servicio en diciembre de 1936), junto con los dos
únicos dragaminas de España (el dragaminas Júpiter, que entró en servicio a
principios de 1937, y el dragaminas Vulcano, que entró en servicio a finales de
ese mismo año).167172
La inferioridad inicial de los sublevados se vio compensada también con el
apoyo con que contaron prácticamente desde el inicio de la guerra de la
Armada Italiana, que participó con cruceros auxiliares y submarinos en el
bloqueo de los envíos de armamento de la Unión Soviética, y de la alemana. El
escándalo producido al hundir un submarino italiano por error un destructor
británico, hizo que la Italia Fascista dejara de participar directamente en
acciones de guerra navales, cediendo cuatro «submarinos legionarios» a los
«nacionales» y vendiéndoles cuatro destructores y dos submarinos.
Por su parte la Alemania nazi envió al Mediterráneo dos submarinos en la
llamada Operación Úrsula, hundiendo un U 34 alemán el submarino
republicano C3 frente a Málaga. Los alemanes aportaron cruceros, pero estos
no intervinieron, salvo en el bombardeo de Almería por el Admiral Scheer el 31
de mayo de 1937, efectuado en represalia por el ataque aéreo que había
sufrido el 28 de mayo de 1937 el acorazado de bolsillo Deutschland en Ibiza.
Este llamado incidente del Deutschland fue efectuado probablemente por
tripulaciones rusas, sin conocimiento por parte del mando republicano. Pero el
escándalo internacional que provocó hizo que la República dijese que era un
error y que se trataba de aviones republicanos que creían atacar al crucero
pesado Canarias. El bombardeo de Almería, que se había producido
abiertamente (exhibiendo el pabellón alemán), llegó a ser considerado como un
posible motivo para que la República declarara la guerra a Alemania (posición
defendida por el coronel Rojo e Indalecio Prieto, en búsqueda de la
generalización del conflicto a toda Europa), pero finalmente se impuso la
postura contraria de Negrín y Azaña.173
Un informe del servicio secreto republicano (SIM) de enero de 1939 señalaba la
desventaja de la marina republicana respecto de la «marina de guerra
facciosa», que contaba con «un total de cerca de 100 unidades —contando
entre ellas un gran número de cruceros auxiliares perfectamente artillados
—».174

La guerra aérea y los bombardeos sobre


poblaciones[editar]
Artículo principal: Bombardeos en la guerra civil española

Bombardeo de la Estación del Norte de Valencia por aviones italianos en 1937

La principal novedad en el campo de la guerra aérea de la contienda española


de 1936 a 1939 fue que «por primera vez en la historia la aviación fue utilizada
intensamente en misiones de bombardeo sobre la retaguardia». 175 Así «a partir
de la guerra civil española las víctimas podían estar a centenares de kilómetros
de los lugares del enfrentamiento bélico y ser sencillamente población civil
indefensa».176 Dado que la aviación militar española en julio de 1936 estaba
obsoleta esto solo fue posible porque ambos bandos recibieron ayuda de
potencias extranjeras que aportaron sus modernos bombarderos: el bando
sublevado los Savoia-Marchetti S.M.81 y los Savoia-Marchetti S.M.79 de
la Aviación Legionaria de la Italia fascista y los Junkers Ju 52 y Heinkel He
111 de la Legión Cóndor de la Alemania nazi; el bando
republicano los Katiuskas de la Unión Soviética.176
El bando sublevado utilizó en repetidas ocasiones el «bombardeo de terror»,
como lo llaman Solé i Sabaté y Villarroya, cuyo único objetivo era la población
civil para desmoralizarla y empujarla a la rendición. Esta estrategia la inició en
Madrid cuando en noviembre de 1936 fracasó el ataque frontal contra la ciudad
y la continuó con el bombardeo de Durango, el bombardeo de Guernica,
el bombardeo de Lérida, los bombardeos aéreos de Barcelona en enero de
1938, los bombardeos aéreos de Barcelona en marzo de 1938,177 el bombardeo
del mercado central de Alicante, el bombardeo de Granollers y los bombardeos
sobre diversas poblaciones catalanas en los meses finales de la guerra,
especialmente los de Figueras, y cuyas víctimas principales fueron mujeres y
niños en un momento en que el ejército republicano ya no existía en
Cataluña.178 El único posible caso de «bombardeo de terror» por parte
del bando republicano fue el de Cabra en noviembre de 1938, pero todo parece
indicar que se trató de un terrible error cometido por los pilotos que
confundieron el mercadillo de la ciudad con un campamento de tiendas de
campaña de una unidad italiana que, según la orden que habían recibido, había
que buscar y destruir.179
Así en cuanto a las ciudades más devastadas por los bombardeos la lista la
encabezan las tres principales ciudades republicanas, Barcelona, Madrid y
Valencia, seguidas
por Tarragona, Reus, Lérida, Badalona, Granollers, Gerona, San Feliu de
Guíxols, Palamós, Figueras, Colera, Portbou y Perelló en
Cataluña; Alicante, Sagunto, Gandía, Denia y Cartagena en la costa de
Valencia y Murcia; y en Vizcaya Durango y Guernica, esta última convertida en
el símbolo de las atrocidades de los bombardeos del bando sublevado, y que
tuvo un enorme impacto a nivel internacional.180 En cuanto al número de
víctimas también existe una enorme diferencia entre las causadas por los
bombardeos republicanos, unas 1100, y las causadas por los bombardeos
del bando franquista, alrededor de 9000 (Barcelona 2500 muertos; Madrid,
2000; Valencia, cerca de 1000; Alicante cerca de
500; Durango, Guernica, Lérida, Tarragona, Granollers, Figueras y Cartagena 
más de doscientos muertos cada una; Bilbao, Reus, Badalona y Alcañiz cerca
de 200; Játiva más de 100 muertos; y pequeños pueblos cuyos muertos fueron
inferiores a este número).181
Así fue como «la aviación se convirtió en un arma decisiva y la actuación de la
aviación italiana y alemana fue determinante en la victoria del ejército
franquista».176
Otros hitos de la guerra aérea durante la guerra civil española son que durante
la misma probablemente se efectuó el primer puente aéreo de la historia; que
en los aviones de caza empezó a primar el techo y la velocidad lo que supuso
el fin de los biplanos y además se demostró su importancia para el dominio del
aire y evitar así los bombardeos enemigos (incluso por la noche); que se
realizaron ataques aéreos a unidades navales, en puerto y en el mar; que se
emplearon aviones de bombardeo en picado para lanzar víveres y mensajes de
ánimo a posiciones sitiadas, como el Alcázar de Toledo o el Santuario de Santa
María de la Cabeza, y para los «bombardeos ideológicos», mediante el
lanzamiento de octavillas y soflamas a las ciudades que estaban en la
retaguardia, como el «bombardeo del pan» sobre Alicante.

Evolución de la zona sublevada[editar]


Artículo principal: Zona sublevada
Billete emitido por el bando sublevado el 12 de octubre de 1937 con el escudo grande de
la Monarquía española.

Tras la etapa de cierta provisionalidad que representó la Junta de Defensa


Nacional formada tras la muerte en accidente de aviación del general Sanjurjo,
quien debía encabezar el Directorio militar que gobernaría el país tras derribar
al gobierno del Frente Popular, los generales y jefes sublevados decidieron
nombrar un mando único militar y político. Desde el 1 de octubre de 1936 el
general Franco fue el generalísimo de las fuerzas sublevadas y el jefe del
Gobierno del Estado. Después del fracaso de la toma de Madrid (entre
noviembre de 1936 y marzo de 1937) y con la perspectiva de que la guerra iba
a ser larga, el generalísmo Franco, con la ayuda de su cuñado, Ramón Serrano
Suñer, comenzó a configurar la organización política del «Nuevo Estado». El
primer paso fue el Decreto de Unificación de abril de 1937, por el que todas las
fuerzas políticas que apoyaban el «alzamiento nacional», y singularmente
los falangistas y los carlistas, que eran quienes con sus milicias más habían
contribuido a la guerra, fueran integradas bajo un único partido,
denominado Falange Española Tradicionalista y de las JONS. El paso siguiente
fue la organización del «Nuevo Estado» que fue la tarea encomendada por el
generalísimo a su primer gobierno, nombrado el 30 de enero de 1938 (y que
sustituyó a la Junta Técnica del Estado).182
La construcción del «Nuevo Estado» fue acompañada de la destrucción de
todo lo que tuviera que ver con la República. Así en la zona sublevada, al
contrario de lo que estaba sucediendo en la otra zona (en la que se había
desencadenado la Revolución), se procedió a una «contrarrevolución»,
llevándose a cabo «una sistemática represión de las personas, las
organizaciones y las instituciones que en alguna forma, real o, incluso,
imaginaria, pudieran entenderse ligadas a esa República revolucionaria, o en
manos de revolucionarios, a la que se decía combatir». 183
La Junta de Defensa Nacional[editar]
Mola junto al General Franco en una aparición en Burgos el 27 de agosto de 1936, recogida por el
periódico alemán Berliner Illustrierte Zeitung. Mola es el que sobresale por la derecha.

La muerte el 20 de julio del general Sanjurjo, exiliado en Estoril, a causa del


accidente que tuvo nada más despegar el avión en el que tenía que dirigirse
desde Lisboa hacia Pamplona para ponerse al frente de la sublevación, dejó a
los generales sublevados sin el jefe que iba a encabezar el levantamiento. 184
Para suplir en parte la carencia de un mando único los generales y jefes
sublevados constituyeron en Burgos el 24 de julio una Junta de Defensa
Nacional presidida por el general de más graduación y más antiguo, Miguel
Cabanellas.185 Su Decreto número 1 establecía que asumía «todos los poderes
del Estado»185 y en sucesivos decretos extendió el estado de guerra que los
sublevados habían proclamado en cada sitio a toda España (lo que sirvió de
base para someter a consejos de guerra sumarísimos a todos los que se
opusieran a la rebelión militar),186 ilegalizó los partidos y sindicatos del Frente
Popular y prohibió todas las actuaciones políticas y sindicales obreras y
patronales «mientras duren las actuales circunstancias» (Decreto del 25 de
septiembre).187
Pero lo más urgente era lograr la unidad de mando militar. 186 Así el 21 de
septiembre de 1936 tuvo lugar en una finca de los alrededores de Salamanca
la primera reunión a la que asistieron los generales de la Junta de Defensa
Nacional, con el añadido de los generales Orgaz, Gil Yuste y Kindelán. Allí los
reunidos discutieron sobre la necesidad del mando único de las fuerzas
sublevadas y nombraron para el cargo al general Franco pues era quien
mandaba el ejército que estaba a punto de conseguir la entrada en Madrid
(el Ejército de África estaba cerca de Maqueda a solo 100 kilómetros de la
capital) y el que había obtenido la ayuda de la Alemania nazi y de la Italia
fascista, y que venía tratando con ellos. Pero una vez decidido el mando único
en el terreno militar aún quedaba por dilucidar el mando político. 188
Entonces el general Franco realizó una «jugada maestra»: ordenar que las
columnas que avanzaban hacia Madrid se desviaran hacia Toledo para liberar
el Alcázar y así levantar el cerco de dos meses al que llevaban sometidos un
millar de guardias civiles y falangistas además de algunos cadetes de la
Academia de Infantería al mando de su director, el coronel Moscardó, 187 y que
tenían retenidos «como rehenes a mujeres y niños de conocidos militantes de
izquierda».189 «La toma del Alcázar agrandó la leyenda del general Franco. La
famosa frase de Moscardó sin novedad en el Alcázar, repetida ante Franco y
numerosos periodistas dos días después de su liberación, fue adecuadamente
propagada. Franco era el salvador de los héroes sitiados, el símbolo de un
ejército dispuesto a ganar la guerra a cualquier precio». 190
El 28 de septiembre de 1936, el mismo día en que el Alcázar de Toledo fue
liberado, se celebró la segunda reunión de los generales en Salamanca para
decidir quién ostentaría el mando político. El elegido fue el general Franco al
que sus compañeros de sublevación nombraban no solo «Generalísimo de las
fuerzas nacionales de tierra, mar y aire», sino también «Jefe del Gobierno del
Estado español, mientras dure la guerra».98 Pero cuando fue publicado al día
siguiente el decreto n.º 138 de la Junta de Defensa Nacional con su
nombramiento se había introducido un importante cambio en el texto: se había
suprimido la coletilla «mientras dure la guerra», y al nombramiento del general
Franco como «Jefe del Gobierno del Estado Español» se le añadía «quien
asumirá todos los poderes del nuevo Estado». Este decreto de 29 de
septiembre de 1936 sería el fundamento de la legitimidad del poder del
«Generalísimo» durante los siguientes 39 años. 187
El general Franco, «generalísimo» y «caudillo»[editar]
Véase también: Estado campamental

Fachada del Palacio de Capitanía General (Burgos)

El 1 de octubre de 1936, en el salón del trono de la Capitanía General de


Burgos, Francisco Franco tomaba posesión de su nuevo cargo,
como Generalísimo del ejército sublevado y Jefe del Gobierno del Estado.191
Un día antes el obispo de Salamanca Enrique Pla y Deniel había hecho pública
una pastoral en la que presentaba la guerra como «una cruzada por la religión,
la patria y la civilización», dando una nueva legitimidad a la causa de los
sublevados: la religiosa. Así el generalísmo, no era solo el «jefe y salvador de
la Patria», sino también el «caudillo» de una nueva «cruzada» en defensa de la
fe católica y del orden social.190
Casa del Cordón, en Burgos, sede de la Junta Técnica del Estado.

La primera ley que promulgó el generalísimo Franco fue la que creaba la Junta
Técnica del Estado (en sustitución de la Junta de Defensa Nacional), presidida
por el general Dávila (que en el verano de 1937 sería sustituido por el general
monárquico Francisco Gómez-Jordana, mucho más eficiente que su
antecesor)192 y que contaba con una Secretaría General del Jefe del Estado,
cargo que desempeñó Nicolás Franco, el hermano mayor del generalísmo. Su
ocupación fue «rectificar toda la legislación republicana volviendo las cosas a
su punto anterior».187
La sede de la Junta Técnica del Estado se estableció en Burgos aunque la
capital política de la España nacional era Salamanca donde residía el poder
militar, pues allí se encontraba el Cuartel General de Franco.187
El Decreto de Unificación de abril de 1937[editar]
Artículo principal: Decreto de Unificación

Bandera de Falange Española

El siguiente paso en el afianzamiento del poder del nuevo «caudillo» se produjo


cuando tras el fracaso de la toma de Madrid (entre noviembre de 1936 y marzo
de 1937) se planteó la necesidad de crear un «partido único», siguiendo el
modelo de la Dictadura de Primo de Rivera, a partir de la fusión de
los carlistas y falangistas.193
Desde el Cuartel General del Generalísimo el nuevo asesor de Franco Ramón
Serrano Súñer (cuñado del «caudillo» y antiguo diputado de la CEDA que
había llegado a Salamanca evadido de la «zona roja») propició un
acercamiento entre la Comunión Tradicionalista y Falange Española y de las
JONS con vistas a su fusión, pero las diferencias ideológicas y políticas que les
separaban eran casi insalvables (pues eran las que separaban
el tradicionalismo del fascismo), y además había otro obstáculo que era
innegociable: que al frente del «partido único» se situara el propio general
Franco. Es decir, que ambas partes tenían que aceptar que la nueva formación
política quedaría supeditada al poder personal del «Generalísmo», vértice del
poder militar y político. Para apoyar esta idea se difundió desde el Cuartel
General de Salamanca el lema Una patria, un Estado, un caudillo, copia del
lema nazi Ein Volk, ein Reich, ein Führer ('un pueblo, un Estado, un caudillo').194
Se produjeron contactos entre falangistas y carlistas pero no fructificaron y todo
el proceso no dejó de crear tensiones en el seno de ambos partidos que se
tradujeron en el caso de los falangistas en los «sucesos de Salamanca» de
abril de 1937, durante los cuales varios falangistas murieron en los
enfrentamientos entre los partidarios de la fusión y de la supeditación al poder
militar (encabezados por Sancho Dávila y Agustín Aznar) y los contrarios a ella
(encabezados por Manuel Hedilla).195
Finalmente, el Cuartel General de Franco decidió actuar, y el mismo día en que
los falangistas contrarios a la fusión celebraron un Consejo Nacional en el que
eligieron a Manuel Hedilla como «jefe nacional», el domingo 18 de abril, 196 el
propio general Franco anunció que se iba a promulgar al día siguiente
un Decreto de Unificación de Falange y la Comunión Tradicionalista, que
pasaban a estar ahora bajo su jefatura directa como «jefe nacional» del
mismo.197
Franco una semana después mandó detener a Manuel Hedilla (junto con otros
falangistas disidentes) cuando se negó a integrarse en la Junta Política del
nuevo partido como simple vocal y además comunicó a sus jefes provinciales
que obedecieran únicamente sus propias órdenes. 198 «Para que no quedara
duda sobre la ubicación del poder en lo que ya comenzaba a llamarse Nuevo
Estado, Hedilla fue juzgado y condenado a muerte por su manifiesta actuación
de indisciplina y de subversión frente al Mando y el Poder únicos e indiscutibles
de la España nacional. A todos debía quedar claro que la unidad de mando
militar sería en el futuro unidad de mando político». 199 Pero Franco siguió los
consejos de la hermana del «Ausente» Pilar Primo de Rivera (líder del sector
«puro» de Falange), de Serrano Suñer y del embajador alemán e indultó a
Hedilla, aunque este pasó cuatro años en la cárcel y cuando salió de ella quedó
apartado de la vida política.200
En los estatutos del «partido único», publicados el 4 de agosto, se estableció
que el «caudillo» solo sería «responsable ante Dios y ante la Historia», y ante
nadie más.201
Dos meses antes, el 3 de junio, en plena Campaña del Norte el general Mola,
el «director» de la conspiración militar que había dado el golpe de Estado de
julio de 1936 con el que comenzó la Guerra Civil, moría cuando el avión en el
que viajaba se estrelló en una colina del pueblo de Alcocero, cerca de
Burgos.202 Mola solía emplear el avión con frecuencia en sus desplazamientos y
no existen pruebas de que hubiera sabotaje, aunque la muerte favorecía
claramente a Franco al eliminar al «director» como rival.202 El embajador
alemán escribió poco después: «Sin duda Franco se siente aliviado por la
muerte del general Mola».203
En octubre de 1937 fueron nombrados por el «Generalísmo» Franco los 50
miembros del Consejo Nacional de FET y de las JONS, pero no pasó de ser un
órgano meramente consultivo.204 Lo mismo se podía decir de la FET y de las
JONS, cuya única actividad quedaba reducida en la práctica a efectuar
propaganda.205 Sin embargo, los dirigentes de Falange ocuparon muchos de
los puestos más importantes en la administración del «Nuevo Estado» y en el
partido.203
El nacimiento del «Nuevo Estado»[editar]
Véase también: Primer Gobierno de Francisco Franco

Escudo del «Nuevo Estado».

En enero de 1938, mientras tenía lugar la batalla de Teruel, se da el primer


paso para la configuración definitiva del «Nuevo Estado» con la promulgación
por el «Generalísmo» de la Ley de la Administración Central del Estado por la
que se creaba una estructura administrativa que adoptaba la forma ministerial,
y con el nombramiento el 30 de enero de su primer gobierno en el que el propio
Franco asume la Presidencia, mientras que Francisco Gómez-Jordana (hasta
entonces presidente de la Junta Técnica del Estado) era el Vicepresidente
y Ministro de Asuntos Exteriores. Sin embargo, el personaje más destacado del
gabinete era Ramón Serrano Súñer, ministro de Gobernación y
el cuñadísimo de Franco.206 En este gobierno se prefiguró ya la amalgama
ideológica que sería siempre en el futuro el franquismo:
«su conservadurismo tradicional, y su derechismo reaccionario».207
Será este gobierno el que inicie el proceso de institucionalización del «Nuevo
Estado», con la promulgación del «Fuero del Trabajo», basado en la Carta del
lavoro del fascismo italiano,208 y que constituyó la primera de las siete Leyes
Fundamentales de la Dictadura Franquista que funcionaron a modo de
«constitución» del nuevo régimen;209210 la derogación del Estatuto de
Autonomía de Cataluña de 1932 y la promulgación de una serie de órdenes y
decretos que prohibían el uso del catalán en los documentos públicos y en la
conversación privada;210 la Ley de Prensa que sometía a los periódicos a
la censura previa y atribuía al gobierno el nombramiento de los directores de
periódicos;210 la reintroducción de la pena de muerte que había abolido la
República;209 la aprobación de una Ley de Enseñanza Media que garantizaba a
la Iglesia católica una absoluta autonomía en la educación secundaria. 210
Según Julián Casanova el fascismo y el catolicismo fueron las dos ideologías
sobre cuya amalgama se construyó el «Nuevo Estado». El proceso de
fascistización era evidente por la exaltación del líder, el «Caudillo», como
el Führer o el Duce; el saludo brazo en alto establecido como «saludo
nacional»; los uniformes y la simbología falangista; etc. Y al mismo tiempo
proliferaban los ritos y manifestaciones religiosas católicas como las
procesiones, las misas de campaña o las ceremonias político-religiosas que
imitaban supuestas formas medievales.208
El 19 de abril de 1939, diecinueve días después del «último parte» en el que
Franco declaraba «la guerra ha terminado», se celebró en Madrid el desfile de
la Victoria presidido por el «caudillo». Antes de empezar la parada militar
el general Varela le impuso «en nombre de la Patria» a Franco la Gran Cruz
Laureada de San Fernando, «que tanto había ambicionado desde sus
campañas africanas y que tuvo que acabar autootorgándosela» en un decreto
firmado por él mismo y que fue leído por el general conde de Jordana al inicio
del acto. Al día siguiente el diario ABC de Madrid titulaba su crónica: «España,
en el gran desfile militar ante el Caudillo, muestra al mundo el poderío de las
armas forjadoras del nuevo Estado». Un mes después el general Franco
ofrendaba su espada de caudillo victorioso a Dios en una ceremonia celebrada
el 20 de mayo en la iglesia madrileña de Santa Bárbara y presidida por el
cardenal primado de Toledo Isidro Gomá.211

Evolución de la zona republicana[editar]


Artículo principal: Segunda República Española en guerra
La reacción del gobierno a la sublevación militar[editar]

Diego Martínez Barrio

En la tarde del viernes 17 de julio se conocía en Madrid que en el Protectorado


de Marruecos se había iniciado una sublevación militar. Al día siguiente la
sublevación se extendió a la península y las organizaciones obreras
(CNT y UGT) reclamaron «armas para el pueblo» para acabar con ella, a lo que
el gobierno de Santiago Casares Quiroga se negó.212
Por la noche de ese sábado 18 de julio Casares Quiroga presentó su dimisión
al presidente de la República Manuel Azaña y este encargó a Diego Martínez
Barrio, presidente de las Cortes y líder de Unión Republicana, que formara un
gobierno que consiguiera «detener la rebelión» sin recurrir al apoyo armado de
las organizaciones obreras. Martínez Barrio incluyó en su gabinete a políticos
moderados y dispuestos a llegar a algún tipo de acuerdo con los militares
sublevados213 y en la madrugada del sábado 18 al domingo 19 de julio, habló
por teléfono con el general Emilio Mola, «El Director» de la sublevación, pero
este se negó rotundamente a cualquier tipo de transacción. Así el «gobierno de
conciliación» de Martínez Barrio dimitió y Azaña nombró el mismo domingo 19
de julio nuevo presidente del gobierno a un hombre de su partido José Giral,
que formó un gobierno únicamente integrado por republicanos de izquierda,
aunque con el apoyo explícito de los socialistas, que tomó la decisión de
entregar armas a las organizaciones obreras, algo a lo que también se había
negado Martínez Barrio porque, al igual que Casares Quiroga, consideraba que
ese hecho traspasaba el umbral de la defensa constitucional y «legal» de la
República.214
A causa de esta decisión de «entregar armas al pueblo» el Estado republicano
perdió el monopolio de la coerción, por lo que no pudo impedir que se iniciara
una revolución social, ya que las organizaciones obreras no salieron a la calle
«exactamente para defender la República... sino para hacer la revolución. (...)
Un golpe de estado contrarrevolucionario, que intentaba frenar la revolución,
acabó finalmente desencadenándola». 215
La revolución social de 1936 y el gobierno de José Giral
(julio-septiembre de 1936)[editar]

Escudo del Consejo Regional de Defensa de Aragón, órgano creado durante la Revolución social
española de 1936.

Véase también: Revolución social española de 1936


La entrega de armas a los partidos y organizaciones obreras hizo que estas
constituyeran rápidamente «milicias armadas para hacer frente a la rebelión en
el terreno militar y para proceder a una profunda revolución social
(desentendiéndose de las autoridades republicanas, a las que no derribaron):
incautaron y colectivizaron explotaciones agrarias y empresas industriales y
mercantiles para asegurar la continuidad de la producción y distribución de
bienes, y se hicieron cargo del mantenimiento de las principales funciones
competencia del Estado. La producción, el abastecimiento de la población, la
vigilancia, la represión, las comunicaciones y el transporte, la sanidad,
quedaron en manos de comités sindicales, que en no pocas localidades
suprimieron la moneda para sustituirla por vales. Ante el hundimiento de los
mecanismos del poder público [«un gobierno que reparte armas es un gobierno
que se ha quedado sin instrumentos para garantizar el orden público e imponer
su autoridad»], surgió en el verano de 1936 un nuevo poder obrero, que era a
la vez militar, político, social, económico».216 «En el País Vasco, sin embargo,
donde el PNV había rechazado la coalición con la CEDA en las elecciones de
febrero de 1936 y apoyado a la izquierda en la tramitación del Estatuto de
Autonomía, finalmente aprobado el 1 de octubre de 1936, no hubo revolución
social y un partido católico y nacionalista se mantuvo hasta junio de 1937 al
frente de un gobierno autónomo con poder sobre poco más que el territorio de
Vizcaya».217
Los comités que surgieron por todas partes eran autónomos y no reconocían
límites a sus actuaciones,218 pero la paradoja fue que al mismo tiempo la
revolución no acabó con el Estado republicano, sino que simplemente lo ignoró
y lo redujo a la inoperancia. En Cataluña se constituyó el Comité Central de
Milicias Antifascistas, pero el gobierno de la Generalidad no fue destituido y
continuó en su puesto. En Valencia apareció el Comité Ejecutivo Popular.
En Málaga y Lérida surgieron sendos Comités de Salud Pública.
En Cantabria, Gijón y Jaén, comités provinciales del Frente Popular (Comité de
Guerra de Gijón, Comité Popular de Sama de Langreo, etc). En Vizcaya, una
Junta de Defensa. En Madrid se constituyó un Comité Nacional del Frente
Popular, que organizaba milicias y la vida de la ciudad, pero junto a él seguía
existiendo el gobierno de José Giral formado solo por republicanos de
izquierda.219
Pero el gobierno Giral, a pesar de que el poder real no estaba en sus manos,
no dejó de actuar, especialmente en el plano internacional. Fue este gobierno
el que pidió la venta de armas al gobierno del Frente Popular de Francia, y al
no conseguirla, luego a la Unión Soviética, para lo cual dispuso de las reservas
del oro del Banco de España. En el plano interior destituyó a los funcionarios
sospechosos de apoyar la sublevación y dictó las primeras medidas para
intentar controlar las «ejecuciones» indiscriminadas, arbitrarias y extrajudiciales
de «fascistas» que llevaban a cabo decenas de «tribunales revolucionarios»,
también conocidos como «checas», montadas por las organizaciones y
partidos obreros que habían impuesto el «terror rojo» en Madrid y en otros
lugares. Así el gobierno Giral creó los tribunales especiales «para juzgar los
delitos de rebelión y sedición y los cometidos contra la seguridad del Estado».
Sin embargo estos «tribunales populares» no acabaron con las actividades de
las «checas» que siguieron asesinando «fascistas» mediante los «paseos»
(detenciones ilegales que acababan con el asesinato del detenido y cuyo
cadáver eran arrojado en una cuneta o junto a la tapia de un cementerio) o las
«sacas» (excarcelaciones de presos que supuestamente iban a ser puestos en
libertad pero que en realidad eran llevados al paredón). 220
Cuando el 3 de septiembre de 1936 el Ejército de África sublevado
tomó Talavera de la Reina (ya en la provincia de Toledo, después de haber
ocupado Extremadura), y además también caía Irún en manos de los
sublevados (con lo que el norte quedaba aislado del resto de la zona
republicana), José Giral presentó la dimisión al presidente de la
República Manuel Azaña.93
El gobierno de Largo Caballero (septiembre de 1936-mayo de
1937)[editar]
Véase también: Sucesos de mayo de 1937

Francisco Largo Caballero

Tras la dimisión de Giral, el presidente de la República Manuel Azaña encargó


la formación de un «gobierno de coalición» a Francisco Largo Caballero, el
líder socialista de UGT, una de las dos centrales sindicales que estaban
protagonizando la revolución. Largo Caballero, que además de la presidencia
asumió el ministerio clave de Guerra, entendió este gobierno como una gran
«alianza antifascista», y así dio entrada en el gabinete al mayor número posible
de representaciones de los partidos y sindicatos que luchaban contra la
rebelión «fascista» (como llamaban las organizaciones obreras a la sublevación
militar de julio). Pero el gobierno no se completó realmente hasta dos meses
después, cuando el 4 de noviembre (en el momento en que las tropas
sublevadas ya estaban a las afueras de Madrid) se integraron en él cuatro
ministros de la CNT, entre ellos la primera mujer que fue ministra en
España, Federica Montseny.221
El nuevo gobierno de Largo Caballero, autoproclamado «gobierno de la
victoria», enseguida concluyó que había que dar prioridad a la guerra, y de ahí
el programa político que puso en marcha inmediatamente, cuya principal
medida fue la creación de un nuevo ejército y la unificación de la dirección de la
guerra (que incluía la incorporación de las milicias a las Brigadas Mixtas y la
creación del cuerpo de comisarios). Así pues, los dirigentes sindicales de UGT
y CNT al aceptar e impulsar este programa «estuvieron de acuerdo en que la
implantación del comunismo libertario, a que aspiraba la CNT, o de la sociedad
socialista, que pretendía la UGT, debía esperar al triunfo militar». 222
Pero todas estas medidas no consiguieron paralizar el avance hacia Madrid del
Ejército de África y el 6 de noviembre ya estaba a punto de entrar en la capital.
Ese día el gobierno decidió abandonar Madrid y trasladarse a Valencia,
encomendando la defensa de la ciudad al general Miaja que debería formar
una Junta de Defensa de Madrid. «Una salida precipitada, mantenida en sigilo,
sobre la que no se dio explicación pública alguna». 102 «Quienes se quedaron en
Madrid no pudieron interpretar estos hechos sino como una vergonzosa huida...
sobre todo porque los madrileños fueron capaces de organizar su defensa.
Madrid resistió el primer embate y rechazó los siguientes, deteniendo así el
avance del ejército rebelde».103
El segundo gran objetivo del gobierno de Largo Caballero fue restablecer la
autoridad del gobierno y de los poderes del Estado. 223 Pero no se resolvieron
las tensiones con los gobiernos de las «regiones autónomas» de Cataluña y el
País Vasco, ni con los consejos regionales que habían surgido en otros sitios.
En Cataluña, el gobierno de la Generalidad, que el 26 de septiembre incorporó
a varios consejeros de la CNT y del POUM por lo que el Comité de Milicias
Antifascistas quedó disuelto, organizó su propio ejército y el 24 de octubre
aprobó el decreto de colectividades, cuestiones ambas que excedían el ámbito
de sus competencias. En cuanto al País Vasco, el 1 de octubre las Cortes
aprobaban el Estatuto de Autonomía de Euskadi y el nacionalista vasco José
Antonio Aguirre fue investido «lehendakari» del gobierno vasco, entre cuyos
miembros no incluyó a ningún representante de la CNT (en el País Vasco no
había habido revolución social ni apenas violencia anticlerical y las iglesias
continuaron abiertas). Aguirre construyó un Estado «cuasi soberano» sobre el
territorio vasco que todavía no había sido ocupado por el bando sublevado y
que prácticamente se reducía a Vizcaya. Además de una policía vasca,
la Ertzaina, creó un ejército propio y no aceptó el mando del general que envió
el gobierno de Madrid para ponerse al frente del Ejército del Norte. En cuanto
al Consejo de Aragón, dominado por los anarquistas, el gobierno de Largo
Caballero no tuvo más remedio que legalizarlo. 224
En la primavera de 1937, tras la decisión de Franco de poner fin por el
momento a la toma de Madrid después de la victoria republicana en la batalla
de Guadalajara, se abría la perspectiva de una guerra larga y pronto estalló la
crisis entre las fuerzas políticas que apoyaban a la República. 225 El conflicto
fundamental fue el que enfrentó a los anarquistas de la CNT, que defendían la
compatibilidad de la revolución con la guerra,226227 y a los comunistas
del Partido Comunista de España (PCE) y del PSUC en Cataluña, que
entendían que la mejor forma de frenar la sublevación militar era restablecer el
Estado republicano y aglutinar a todas las fuerzas de la izquierda política,
incluidos los partidos de la pequeña y mediana burguesía, por lo que debía
paralizarse la revolución social y dar prioridad a la guerra. Sin embargo, Santos
Juliá afirma, en contra de la opinión de otros historiadores, que en la primavera
de 1937 entre las fuerzas que apoyaban al gobierno de Largo Caballero «la
divisora no corría entre guerra y revolución sino entre partidos y sindicatos»
porque la prioridad dada a la guerra ya se había decidido el 4 de septiembre
cuando se formó el gobierno de Largo Caballero, al que dos meses después se
sumaron los cuatro ministros anarquistas.228
La crisis estalló por los enfrentamientos iniciados en Barcelona el lunes 3 de
mayo de 1937 cuando un destacamento de la Guardia de Asalto por orden de
la Generalidad intentó recuperar el control sobre el edificio de la Telefónica en
la plaza de Cataluña, en poder de la CNT desde las jornadas «gloriosas» de
julio de 1936. Varios grupos anarquistas respondieron con las armas y
el POUM se sumó a la lucha. En el otro bando, la Generalidad y los comunistas
y socialistas unificados en Cataluña bajo un mismo partido (el PSUC) hicieron
frente a la rebelión, que ellos mismos habían provocado, y la lucha se prolongó
varios días. El viernes 7 de mayo la situación pudo ser controlada por las
fuerzas de orden público enviadas por el gobierno de Largo Caballero desde
Valencia, ayudadas por militantes del PSUC, aunque la Generalidad pagó el
precio de que le fueron retiradas sus competencias sobre orden público. 229 El
enfrentamiento en las calles de Barcelona fue relatado por el británico George
Orwell en su Homenaje a Cataluña.
Los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona tuvieron una repercusión
inmediata en el gobierno de Largo Caballero. La crisis la provocaron el día 13
de mayo los dos ministros comunistas que amenazaron con dimitir si Largo
Caballero no dejaba el Ministerio de la Guerra (el PCE especialmente desde
la caída de Málaga el 8 de febrero le hacía responsable de las continuas
derrotas republicanas), y que disolviera el POUM. En este ataque a Largo
Caballero contaban con el apoyo de la fracción socialista de Indalecio Prieto,
que controlaba la dirección del PSOE, que como los comunistas querían
eliminar del gobierno a las organizaciones sindicales, UGT y CNT, y reconstruir
el Frente Popular. Largo Caballero se negó a aceptar las dos condiciones de
los comunistas y al no encontrar los apoyos suficientes para su gobierno dimitió
el 17 de mayo. El presidente Manuel Azaña, que también estaba en
desacuerdo con la presencia de las dos centrales sindicales en el gobierno,
nombró a un socialista «prietista», Juan Negrín, nuevo jefe de gobierno. Al día
siguiente el órgano de la CNT Solidaridad Obrera declaraba en su editorial: «Se
ha constituido un gobierno contrarrevolucionario». 230
El gobierno de Juan Negrín (mayo de 1937-marzo de 1939)
[editar]
El nuevo gobierno que formó el socialista Juan Negrín en mayo de 1937
respondió al modelo de las coaliciones de Frente Popular: tres ministros
socialistas ocupando las posiciones fundamentales (el propio Negrín, que
mantuvo la cartera de Hacienda que ya había ostentado en el gobierno de
Largo Caballero, Indalecio Prieto, sobre el que recayó toda la responsabilidad
en la conducción de la guerra, al ser nombrado al frente del nuevo Ministerio de
Defensa, y Julián Zugazagoitia en Gobernación), dos republicanos de
izquierda, dos comunistas, uno del PNV y otro de Esquerra Republicana de
Catalunya.231 Según Santos Juliá, detrás de este gobierno estaba Manuel
Azaña, que pretendía «un gobierno capaz de defenderse en el interior y de no
perder la guerra en el exterior. (...) Con Prieto a cargo de un Ministerio de
Defensa unificado, sería posible defenderse; con Negrín en la presidencia, se
podían abrigar esperanzas de no perder la guerra en el exterior». 232
La política del nuevo gobierno tuvo cinco ejes fundamentales, algunos ya
iniciados por Largo Caballero: la culminación de la formación del Ejército
Popular233 y el desarrollo de la industria de guerra (lo que llevó al gobierno a
trasladarse de Valencia a Barcelona en noviembre de 1937 para, entre otras
razones, «poner en pleno rendimiento la industria de guerra» catalana);127 la
continuación de la recuperación por el gobierno central de todos los poderes,
con la justificación de que la dirección de la guerra así lo reclamaba (fue
disuelto el Consejo de Aragón, último baluarte de la CNT; el traslado del
gobierno de Valencia a Barcelona para «asentar definitivamente la autoridad
del gobierno en Cataluña» relegó al gobierno de la Generalidad de Lluís
Companys a un papel secundario).234 mantenimiento del orden público y la
seguridad jurídica (con Zugazagoitia en Gobernación e Irujo en Justicia, se
redujeron las ejecuciones «extrajudiciales» y las actividades de las «checas»,
pero en la «desaparición» del líder del POUM el gobierno dejó hacer a los
comunistas y a los agentes soviéticos del NKVD);235 se dieron garantías a la
pequeña y mediana propiedad;236 se intentó cambiar la política de «no-
intervención» de Gran Bretaña y Francia por la de mediación en el conflicto,
para que presionaran a Alemania e Italia y cesaran en su apoyo a los
sublevados, con el objetivo final de alcanzar una «paz negociada», pero no se
consiguió nada.237 El gran derrotado de esta línea política fue el sindicalismo,
tanto el de la UGT y como el de la CNT.238 Por el contrario, los que resultaron
más reforzados fueron los comunistas, de ahí la acusación lanzada contra
Negrín de ser un «criptocomunista».

Mapa de la guerra civil española en julio de 1938

Las derrotas de la República en la batalla de Teruel y en la ofensiva de


Aragón provocaron la crisis de marzo de 1938. Azaña y Prieto consideraron
que lo que había sucedido mostraba que el ejército republicano nunca podría
ganar la guerra y que había que negociar una rendición con apoyo franco-
británico. Frente a ellos Negrín y los comunistas eran firmes partidarios de
continuar resistiendo. La crisis se abrió al intentar Negrín que Prieto cambiara
de ministerio (habiendo declarado su convicción de que la guerra estaba
perdida, Prieto era el peor de los ministros de Defensa posible), pero Azaña
respaldó a Prieto, así como el resto de los republicanos de izquierda y los
nacionalistas de Esquerra y del PNV. Sin embargo, estos no consiguieron
articular ninguna alternativa a Negrín, y este acabó saliendo reforzado de la
crisis, con la consiguiente salida de Prieto del gobierno. 132
Negrín recompuso el gobierno el 6 de abril y asumió personalmente el
Ministerio de Defensa e incorporó al gabinete a los dos sindicatos, UGT y CNT.
Además José Giral fue sustituido en el ministerio de Estado por el
socialista Julio Álvarez del Vayo.133 Las posiciones del nuevo gobierno con
vistas a unas posibles negociaciones de paz quedaron fijadas en
su Declaración de los 13 puntos, hecha pública en la significativa fecha del 1º
de mayo. En ella, «el gobierno anunciaba que sus fines de guerra consistían en
asegurar la independencia de España y establecer una República democrática
cuya estructuración jurídica y social sería aprobada en referéndum; afirmaba su
respeto a la propiedad legítimamente adquirida, la necesidad de una reforma
agraria y de una legislación social avanzada, y anunciaba una amplia amnistía
para todos los españoles que quieran cooperar a la inmensa labor de
reconstrucción y engrandecimiento de España. En su intento de aparecer ante
las potencias extranjeras con la situación interior controlada, Negrín inició
gestiones infructuosas con el Vaticano para restablecer relaciones diplomáticas
y abrir las iglesias al culto».135
Negrín era consciente de que la supervivencia de la República no solo
dependía del fortalecimiento del Ejército Popular y de que se mantuviera la
voluntad de resistencia de la población civil en la retaguardia, sino también de
que Francia y Gran Bretaña pusieran fin a la política de «no intervención» o de
que al menos presionaran a las potencias fascistas para que estas a su vez
convencieran al «Generalísimo» Franco para que aceptara un final negociado.
Negrín pensaba que su política era la única posible. Como dijo en privado «no
se puede hacer otra cosa». Así pues, su idea era resistir para negociar un
armisticio que evitara el «reinado de terror y de venganzas sangrientas» (las
represalias y fusilamientos por parte de los vencedores sobre los vencidos) que
Negrín sabía que Franco iba a imponer, como efectivamente acabó
sucediendo.239
Además Negrín, el general Vicente Rojo Lluch, jefe del Estado Mayor, y los
comunistas, creían posible que el ejército republicano aún era capaz de una
última ofensiva, que se inició el 24 de julio de 1938, dando comienzo así a
la batalla del Ebro, la más larga y decisiva de la Guerra Civil. Pero después de
tres meses de duros combates, se produjo una nueva derrota del ejército
republicano que tuvo que volver a sus posiciones iniciales, «con decenas de
miles de bajas y una pérdida considerable de material de guerra que ya no
podría utilizarse para defender Cataluña frente a la decisiva ofensiva
franquista».143
Poco antes de que finalizara la batalla del Ebro se produjo otro hecho que
también fue determinante para la derrota de la República, esta vez procedente
del exterior. El 29 de septiembre de 1938 se firmaba el acuerdo de
Múnich entre Gran Bretaña y Francia, por un lado, y Alemania e Italia, por otro,
que cerraba toda posibilidad de intervención de las potencias democráticas a
favor de la República. De las misma forma que ese acuerdo supuso la entrega
de Checoslovaquia a Hitler, también supuso abandonar a la República
española a los aliados de nazis y fascistas. 143 De nada sirvió que en un último
intento desesperado de obtener la mediación extranjera Negrín anunciara ante
la Sociedad de Naciones el 21 de septiembre, una semana antes de que se
firmara el acuerdo de Múnich, la retirada unilateral de los combatientes
extranjeros que luchaban en la España republicana, aceptando (sin esperar a
que los «nacionales» hicieran lo propio) la resolución del Comité de No
Intervención que proponía un Plan de retirada de voluntarios extranjeros de la
Guerra de España. El 15 de noviembre de 1938, el día de antes del fin de
la batalla del Ebro, las Brigadas Internacionales desfilaban como despedida por
la avenida Diagonal de Barcelona. En el campo rebelde, por su parte, en
octubre de 1938, seguros ya de su superioridad militar y de que la victoria
estaba cerca, decidieron reducir en un cuarto las fuerzas italianas. 240
La última operación militar de la guerra fue la campaña de Cataluña, que acabó
en un nuevo desastre para la República. El 26 de enero de 1939 las tropas de
Franco entraban en Barcelona prácticamente sin lucha. El 5 de febrero
ocupaban Gerona.151 Cuatro días antes, «el día 1 de febrero de 1939, en las
sesiones celebradas por lo que quedaba del Congreso en el castillo
de Figueras, [Negrín] redujo los 13 puntos a las tres garantías que su gobierno
presentaba a las potencias democráticas como condiciones de paz:
independencia de España, que el pueblo español señalara cuál habría de ser
su régimen y su destino y que cesara toda persecución y represalia en nombre
de una labor patriótica de reconciliación. Pocos días después, hizo saber a los
embajadores francés y británico que estaba dispuesto a ordenar un cese
inmediato de las hostilidades si su gobierno obtenía garantías de que no habría
represalias. Pero no las recibió».241
El día 6 de febrero, las principales autoridades republicanas, encabezadas por
el presidente Azaña, cruzaban la frontera seguidos de un inmenso éxodo de
civiles y militares republicanos que marchaban al exilio. El día 9 de
febrero hacía lo mismo el presidente del gobierno, Juan Negrín, tras la salida
del último soldado de Cataluña,242 pero en Toulouse cogió un avión para
regresar a Alicante el día 10 de febrero acompañado de algunos ministros con
la intención de reactivar la guerra en la zona centro-sur. El único apoyo con el
que contaba ya Negrín, además de una parte de su propio partido (el PSOE
quedó dividido entre «negrinistas» y «antinegrinistas»), eran los comunistas. 151

La dimensión internacional del conflicto y la


intervención extranjera[editar]
Artículo principal: Intervención extranjera en la Guerra Civil Española

Soldados de las Brigadas Internacionales

La «guerra de España» (como la llamó la prensa internacional) tuvo una


repercusión inmediata en las complicadas relaciones internacionales de la
segunda mitad de la década de los años treinta. 243 En Europa existía una
pugna política, diplomática, ideológica y estratégica a tres bandas entre las
potencias democráticas, Gran Bretaña y Francia; las potencias fascistas,
la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini; y la Unión Soviética de Stalin; y el
«asunto español» fue enfocado por cada Estado europeo desde sus intereses
concretos.244
Los regímenes fascistas europeos (Alemania e Italia) y
el Portugal salazarista apoyaron desde el principio a los militares sublevados,
mientras que la República, tras negarle su ayuda Francia y Gran Bretaña que
optaron por la política de No Intervención, obtuvo el apoyo de la URSS y de
las Brigadas Internacionales a partir de octubre de 1936, siendo estas de
mayoría ciudadanos franceses. Este «apoyo internacional a los dos bandos fue
vital para combatir y continuar la guerra en los primeros meses. La ayuda italo-
germana permitió a los militares sublevados trasladar el Ejército de África a la
península a finales de julio de 1936 y la ayuda soviética contribuyó de modo
decisivo a la defensa republicana de Madrid en noviembre de 1936». 245246
Hay un aspecto humanitario de la dimensión internacional de la Guerra Civil
que no hay que olvidar: que la mayoría de las embajadas y legaciones
extranjeras de Madrid y algunos consulados de capitales de provincia
dieron asilo político a miles de españoles de ambos bandos que se
encontraban en peligro de muerte.247
La política de «no intervención» de Gran Bretaña y
Francia[editar]
Gran Bretaña y Francia veían que la «guerra de España» podía complicar aún
más el difícil juego estratégico que se desarrollaba a escala europea. Por ello,
la primera orientación de la diplomacia de esas potencias fue la de procurar
el aislamiento del conflicto español. A esa estrategia se debió la política sobre
la «No-Intervención» al que se sumaron 27 países de Europa y que dio
nacimiento al Comité de No Intervención con sede en Londres.248 Estados
Unidos, por su parte, contempló la posibilidad de eludir el pacto y levantar el
embargo sufrido por la República española, motivada por la preocupación con
que la Administración Roosevelt veía el auge del nazismo; pero la oposición
mostrada a ambos lados del Atlántico por la jerarquía eclesiástica católica,
deseosa de una victoria franquista, frustró tal iniciativa. 249
La «no intervención» estuvo determinada por la política británica de
«apaciguamiento» (appeasement policy) de la Alemania nazi, a la que se vio
arrastrado el gobierno del Frente Popular de Francia, que solo contaba con los
británicos ante una posible agresión alemana. Además las simpatías del
gobierno conservador británico se fueron decantando hacia el bando
sublevado, ante en el temor de que España cayera «en el caos de alguna
forma de bolchevismo» (en palabras del cónsul británico en Barcelona) si
ganaba la guerra el bando republicano.244250
La idea partió del gobierno francés, consciente de que, ya que no podían
ayudar a la República (porque ello supondría abrir un gran conflicto interno en
la sociedad francesa y además enturbiaría las relaciones con su aliado «vital»,
Gran Bretaña), al menos podrían impedir la ayuda a los sublevados. El
gobierno británico se sumó enseguida al proyecto, aunque el mismo «ponía en
el mismo plano a un Gobierno legal y a un grupo de militares rebeldes». 250 El
primer ministro galo, el socialista Léon Blum, tras denegar a los negociadores
de Largo Caballero el paso del armamento adquirido por la República española
a través de territorio francés, llegó a exclamar: «¡Es un crimen el que todos
estamos cometiendo con España!».251
Pero en la práctica la política de «no intervención» se convirtió en una «farsa»,
como la calificaron algunos contemporáneos, porque Alemania, Italia y Portugal
no suspendieron en absoluto sus envíos de armas y municiones a los
sublevados.252 La República, que a partir de octubre de 1936 comenzó a recibir
la ayuda soviética, denunció ante la Sociedad de Naciones la intervención de
las potencias fascistas en favor de los sublevados, aunque estas nunca fueron
amonestadas.244
La intervención extranjera en favor de los sublevados[editar]
Ante el fracaso del golpe de Estado de julio de 1936 (en cuanto a la toma
inmediata del poder), los militares sublevados obtuvieron ayuda rápidamente
de la Italia fascista y de la Alemania nazi. Las ayudas en hombres al bando
sublevado se materializaron en la Legión Cóndor alemana (unos 6000
hombres) y el Corpo di Truppe Volontarie italiano (un máximo de 40 000), más
un contingente de combatientes portugueses denominados Viriatos.253 Para
que no hubiera duda de su compromiso con la causa del bando sublevado,
el 18 de noviembre de 1936 (en plena batalla de Madrid), Italia y Alemania
reconocieron oficialmente al «Generalísimo» Franco y a su Junta Técnica del
Estado como el gobierno legítimo de España. 254 En cuanto a armamento,
según Julio Aróstegui, los sublevados recibieron de Italia y de Alemania 1359
aviones, 260 carros de combate, 1730 cañones, fusiles, y municiones para todo
ello.253
Los combatientes alemanes, italianos y portugueses eran soldados regulares a
los que se les proporcionaba una paga en su país de origen, aunque la
propaganda de los sublevados siempre los presentó como «voluntarios». Los
voluntarios genuinos fueron unos mil o mil quinientos hombres, entre los que
destacaron la Brigada Irlandesa del general Eoin O'Duffy, integrada por unos
500-900 efectivosd que habían venido a combatir a España para «librar la
batalla de la cristiandad contra el comunismo» (aunque solo participaron en
la batalla del Jarama y unos meses después volvieron a Irlanda), y 300-500
franceses de la organización ultraderechista Croix-de-feu (luego convertida en
el Partido Social Francés) que constituyeron el batallón Jeanne d'Arc.257e
También hubo voluntarios de la Guardia de Hierro rumana, que acudieron para
la «batalla contra la bestia de color escarlata del Apocalipsis». En menor
medida, combatieron entre los sublevados algunos rusos blancos, así como
ultraderechistas, católicos y antisemitas de toda Europa. 260 También hay que
contar entre los extranjeros que participaron en el bando sublevado a los miles
de marroquíes del Protectorado español de Marruecos que fueron enrolados de
forma intensiva en las tropas de Regulares del Ejército de África a cambio de
una paga.254
La razón principal de la ayuda de la Alemania nazi a Franco fue
que Hitler consideró que en la «inevitable» guerra europea que iba a estallar en
los próximos años sería mejor contar en España con un gobierno favorable
encabezado por militares anticomunistas que por uno republicano que
reforzaría sus vínculos con Francia (y con su aliada Gran Bretaña) y con la
Unión Soviética.261 En la decisión de Hitler también contaron otros dos factores,
uno ideológico (según la propaganda nazi la guerra de España era una
confrontación entre «fascistas» y «marxistas», responsabilizando a la Unión
Soviética y al «comunismo internacional» de haberla causado) 262 y otro militar
(experimentar nuevas armas y nuevas tácticas, lo que se concretó en el
despliegue en la zona sublevada de una unidad aérea completa, apoyada por
tanques y cañones antiaéreos, denominada la «Legión Cóndor»).254 Se
probaron los cazas Messerschmitt Bf 109 y Junkers Ju 87 A/B y los
bombarderos Junkers Ju 52 y Heinkel He 111. Asimismo estrenó en España
sus tácticas de bombardeo sobre ciudades. Aunque no fue el único, el más
famoso fue el bombardeo de Guernica representado por Picasso en su
cuadro Guernica, expuesto en el pabellón español de la Exposición Universal
de París de 1937.
Avance de tanquetas italianas del CTV durante la batalla de Guadalajara.

La razón principal de la ayuda de la Italia fascista era ganar un aliado para el


proyecto de Mussolini de construir un imperio en el Mediterráneo, y de esa
forma debilitar la posición militar de Francia y de Gran Bretaña. También como
los nazis utilizó el anticomunismo en su propaganda para justificar la
intervención en la guerra civil española.263
Aunque menos aireada, la ayuda a los sublevados por parte de la dictadura
de Oliveira Salazar de Portugal también fue importante, sobre todo en los
primeros meses de la guerra porque dejó que los militares rebeldes utilizaran
sus carreteras, ferrocarriles y puertos para comunicar la zona norte con
Andalucía, y además devolvió a la zona sublevada a los republicanos que
huían de la represión. Después Portugal constituyó una base de operaciones
para la compra de armas y además fue un firme aliado de los sublevados en la
«farsa» de la «no intervención», a quienes siempre defendió ante el Comité de
No Intervención y en la Sociedad de Naciones.264
La intervención extranjera en favor de la República[editar]
Tanque soviético T-26B durante la batalla de Belchite, septiembre de 1937.

Stalin respondió positivamente a la petición de ayuda formulada por el gobierno


republicano, no inmediatamente sino cuando se convenció de que si la
República española era derrotada aumentaría el poder de las potencias
fascistas en Europa, lo que supondría una amenaza para la Unión Soviética
(igual que para Francia, una posible aliada). Así fue como en septiembre de
1936 Stalin decidió enviar material bélico a la República española y ordenó
además al Komintern que organizara el envío de voluntarios, que formarían
las Brigadas Internacionales.265 Por las Brigadas pasaron un total aproximado
de 40 000 hombres y el material de guerra soviético que la República recibió,
cuyos primeros envíos llegaron al puerto de Cartagena a principios de octubre
de 1936, fueron 1100 aviones, 300 carros de combate y 1500 cañones (a los
que habría que añadir algunas pequeñas partidas francesas, de artillería y
aviones, y fusiles y munición mexicanos).266 Otros autores precisan más las
cifras y afirman que la URSS envió 680 aviones (cazas Chato y Mosca y
bombarderos «Katiuska»), 331 carros de combate, 1699 piezas de artillería,
60 automóviles blindados, 450 000 fusiles Mosin-Nagant, 20 486
ametralladoras y ametralladoras ligeras DP y 30 000 toneladas de munición.267
Este material de guerra fue acompañado de unos 2000 técnicos, pilotos y
asesores militares (y también agentes del NKVD, la policía secreta estalinista,
bajo el mando de Alexander Orlov). Asimismo envió combustible, ropa y
alimentos, parte de ellos sufragados con donaciones populares. 268 Los
soviéticos, como los alemanes y los italianos, probaron armas y tácticas de
combate.269270271

Bandera de las Brigadas Internacionales

Del reclutamiento y de los aspectos organizativos de las Brigadas


Internacionales se encargaron dirigentes del Partido Comunista Francés,
encabezados por André Marty, y el centro de reclutamiento se estableció
en París. La inmensa mayoría de los que se alistaron fueron verdaderamente
«voluntarios de la libertad» (como decía la propaganda republicana) llegados
desde los países dominados por dictaduras y por el fascismo, como Alemania,
Italia o Polonia, pero también de los países democráticos como Francia (que
aportó el mayor número de brigadistas, unos 9000), Gran Bretaña y Estados
Unidos (con el famoso batallón Lincoln). Por tanto las Brigadas Internacionales
no fueron el «Ejército de la Komintern» como aseguraba la propaganda
del bando sublevado, instrumento de la política de Stalin.272 El centro de
entrenamiento en España se situó en Albacete y allí se organizaron las cinco
brigadas numeradas de la XI a la XV, cuya entrada en combate se produjo en
la batalla de Madrid.273
México apoyó la causa republicana de forma militar, diplomática y moral:
proveyendo a las fuerzas leales de 20 000 rifles, municiones (se habla de un
aproximado de 28 millones de cartuchos), 8 baterías, algunos aviones y
comida, así como creando asilos para cerca de 25 000 españoles republicanos,
dando protección, techo y comida a miles de intelectuales, familias y niños que
llegaron al puerto de Veracruz y otros puertos del Golfo de
México. Argentina cooperó en la evacuación de asilados hacia Francia con dos
buques de la Armada Argentina, el ARA 25 de mayo y el ARA Tucumán.
Dada su cercanía, Francia colaboró con la acogida de los exiliados
provenientes de Cataluña por los Pirineos y también los llegados en barco.
También colaboró con la movilización ciudadana para la incorporación a las
Brigadas Internacionales. Más tarde los exiliados republicanos serían los que
se alistarían en los batallones de extranjeros del ejército francés para la
defensa de la nación frente a la conquista alemana en 1940 y la defensa de
la Francia Libre en los territorios del norte de África hasta la llegada de las
tropas americanas y británicas, también formarían parte de la tercera batalla de
Narvik o de la liberación de París.274
Véanse también: La Nueve  y  España en la Segunda Guerra Mundial.
La financiación de la guerra y «el oro de Moscú»[editar]
La República financió la guerra con las reservas de oro del Banco de
España que envió a la Unión Soviética (lo que la propaganda franquista llamó
el «oro de Moscú»), menos una cuarta parte que fue vendida a Francia. El «oro
de Moscú» estaba destinado «al pago del armamento adquirido a Rusia y otros
países que hubo de abonarse siempre, mientras que las entregas alemanas e
italianas [a los sublevados] eran gratis o con pago diferido en mercancías. Se
evalúa el oro salido [hacia Moscú] en 510 toneladas, con un valor de 530
millones de dólares de la época. Hoy sabemos que no hay más «oro de
Moscú» que ese, que fue invertido en su totalidad en la compra de armas». 275
La oportunidad y el acierto de la decisión del gobierno de Largo Caballero de
depositar en Moscú la mayor parte de las reservas de oro del Banco de España
(a donde llegaron a principios de noviembre de 1936) ha sido objeto de
polémica entre los historiadores. Unos afirman, siguiendo fundamentalmente
las investigaciones de Ángel Viñas, que el gobierno republicano no tenía otra
opción, debido a la hostilidad que habían mostrado hacia la República los
bancos de Gran Bretaña y Francia, por lo que la Unión Soviética era la única
que garantizaba armamento y alimento a cambio de oro. Por el contrario Pablo
Martín-Aceña, un investigador especializado en la financiación de la Guerra
Civil, cree que el gobierno de la República decidió con precipitación antes de
haber explorado otras opciones, como Francia e incluso Estados Unidos. 276
La propaganda franquista dijo que el oro del Banco de España (al que llamó el
«oro de Moscú») había sido robado por la República y entregado a Stalin sin
contrapartidas,277 pero las investigaciones de Ángel Viñas han demostrado que
el «oro de Moscú» se gastó en su totalidad en compras de material bélico. Por
su parte el Banco de Francia adquirió 174 toneladas de oro, una cuarta parte
del total de las reservas, por las que pagó a la Hacienda republicana 195
millones de dólares. En total, entre el «oro de Moscú» (tres cuartas partes de
las reservas del Banco de España) y el «oro de París» (una cuarta parte, del
que la propaganda franquista nunca habló) las autoridades republicanas
obtuvieron 714 millones de dólares que fue el coste financiero de la Guerra
Civil para la República. En Rusia no quedó nada del oro español y las reservas
estaban prácticamente agotadas en el verano de 1938. El problema fue que
debido a la política de «no intervención» en muchas ocasiones los emisarios de
la República fueron estafados por los traficantes de armas que les vendieron
equipos obsoletos a precios mucho mayores del coste real. 278 Los gobiernos
republicanos también fueron estafados por la propia Unión Soviética, como ha
señalado Gerald Howson, o por Polonia y otros países que abusaron de la
precaria situación republicana para venderles «chatarra bélica». 279
Por su parte el bando sublevado, como no contaba con oro, sufragó la mayor
parte del coste de la guerra (unos 700 millones de dólares, una cantidad similar
a la gastada por la República) mediante créditos obtenidos de Italia y de
Alemania.280 La Alemania nazi se cobró una parte del material de guerra que
suministró «en especie» (un sistema ideado por Hermann Goering) con
alimentos, materias primas y minerales españoles que llegaban a Alemania a
través de dos compañías creadas con tal fin (HISMA y ROWAK). Algo parecido
ocurrió con Italia, por lo que las dos potencias fascistas sustituyeron a Francia y
Gran Bretaña como los primeros clientes comerciales de España. 281 Asimismo
los sublevados también obtuvieron ayuda económica y financiera de empresas
y hombres de negocios de Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos,
especialmente de aquellos que más simpatizaban con la «causa nacional» (por
ejemplo, las empresas norteamericanas y británicas Texaco y Shell les
vendieron a crédito petróleo durante toda la guerra) 282 o que poseían intereses
comerciales en España (como la corporación norteamericana ITT, que aportó al
menos 10 millones de dólares y facilidades crediticias a cambio de conservar
sus monopolios de telecomunicaciones en el país). 283 El bando sublevado
también recibió ayuda financiera de españoles ricos como Juan March, que
aportó 15 millones de libras esterlinas, o del exrey Alfonso XIII, que donó 10
millones de dólares.284285

La Iglesia y la guerra civil española[editar]


Artículo principal: Iglesia católica y guerra civil española
La Iglesia católica en la zona sublevada[editar]
Aunque la motivación religiosa no aparece en ninguno de los bandos
de pronunciamiento del golpe de Estado en España de julio de 1936,286 la
conversión del golpe de Estado en una «cruzada» o «guerra santa» en defensa
de la religión, se produjo rápidamente, lo que resultó muy oportuno para
legitimar el golpe militar.287 Esta sacralización de la guerra se acentuó sobre
todo cuando comenzaron a llegar a la zona sublevada las primeras noticias de
la salvaje persecución religiosa que se había desencadenado en la zona
republicana, donde el alzamiento militar había fracasado. 288 José María Pemán,
uno de los principales ideólogos del bando sublevado escribió: «el humo del
incienso y el humo del cañón, que sube hasta las plantas de Dios, son una
misma voluntad vertical de afirmar una fe y sobre ella salvar un mundo y
restaurar una civilización».289

El papa Pío XI, fotografiado en su despacho

La mayoría de los obispos españoles esperaron a que el Vaticano se


pronunciara antes de hacer pública su visión de la guerra, pero esto no ocurrió
hasta el 14 de septiembre de 1936 cuando el papa Pío XI pronunció el
discurso La vostra presenza en su residencia veraniega de Castelgandolfo en
una audiencia pública a un grupo de unos 500 católicos españoles que habían
conseguido huir de la zona republicana, muchos de ellos gracias a la ayuda de
las autoridades republicanas, especialmente de la Generalidad de Cataluña.
Pero en el discurso el papa no utilizó el término de «cruzada» para referirse al
conflicto bélico en España sino el de «guerra civil» «entre los hijos del mismo
pueblo, de la misma madre patria» e hizo una exhortación final a amar a los
enemigos.290 De hecho, en la zona sublevada, del discurso solo se publicaron
aquellos párrafos que parecían ratificar la condición de cruzada de la guerra
civil y se suprimió toda la segunda parte en que se exhortaba a amar a los
enemigos. Los obispos españoles, que al principio solo conocieron el discurso
de Pío XI en esta versión propagandística, hicieron públicas inmediatamente
encendidas pastorales a favor de los sublevados, entre las que destacó la del
obispo de Salamanca Enrique Pla y Deniel, publicada el 30 de septiembre de
1936, solo un día antes de que el general Franco fuera proclamado
generalísmo y jefe del Gobierno del Estado, bajo el título Las dos ciudades y en
la que declaraba la guerra como una «cruzada por la religión, la patria y la
civilización» (cuando Pla y Deniel conoció la versión completa no se retractó en
absoluto de su pastoral, como tampoco lo hicieron el resto de obispos). 291 De
esta forma «Franco contó con el apoyo y bendición de la Iglesia católica».292 En
el mismo sentido se expresó el cardenal Isidro
Gomá, arzobispo de Toledo y primado de España:
¿La guerra de España es una guerra civil? No; una lucha de los sin Dios [...] contra la verdadera
España, contra la religión católica.
La Guerra de España, 1936–1939, página 261.

El lehendakari Aguirre en el exilio francés (abril de 1939)

Se planteó un grave problema para la idea de «cruzada» defendida por


el bando sublevado cuando el Partido Nacionalista Vasco (PNV), un partido
católico, permaneció fiel a la República (por lo que en el País
Vasco republicano, que comprendía Vizcaya y Guipúzcoa, no hubo
persecución religiosa, ninguna iglesia fue incendiada ni clausurada y el culto
católico se desarrolló con normalidad), lo que debilitaba la concepción de la
Guerra Civil como una «cruzada». Por eso el 6 de agosto de 1936, solo tres
semanas después del golpe de julio, el obispo de Vitoria (cuya diócesis
abarcaba entonces también Vizcaya y Guipúzcoa, además de Álava) Mateo
Múgica y el obispo de Pamplona Marcelino Olaechea, publicaron
conjuntamente una «Instrucción Pastoral» (que en realidad había sido escrita
por el cardenal primado de Toledo Isidro Gomá) en la que instaban a los
nacionalistas vascos a que pusieran fin a su colaboración con la República. 293
En la «instrucción pastoral», y en otros escritos posteriores del cardenal Gomá
sobre la «cuestión vasca», se hace referencia a los sacerdotes asesinados en
las primeras semanas de la guerra por los «nacionales», y no por los «rojos», y
cuya muerte en cierta forma justifica por ser «separatistas». El asesinato de
estos sacerdotes motivó las protestas del obispo de Vitoria Mateo Múgica
Urrestarazu que fue respondida por la Junta de Defensa Nacional con la
exigencia al Vaticano de que fuera destituido de su obispado y abandonara
España, a pesar de haber apoyado el «alzamiento» (el 14 de octubre de 1936
el obispo Múgica salió camino del exilio). 294 Esta «cuestión vasca» reapareció
cuando el País Vasco republicano fue ocupado por los «nacionales» en junio
de 1937, a causa de que la represión también incluyó a numerosos sacerdotes
vascos «separatistas» que fueron encarcelados por el delito de «rebelión». 295
Dos meses después se hizo pública la Carta colectiva de los obispos españoles
con motivo de la guerra en España que fue redactada por el cardenal primado
de Toledo Isidro Gomá a instancias del «Generalísimo» Francisco Franco que
le pidió el 10 de mayo de 1937 que, dado que el episcopado español le
apoyaba, publicara «un escrito que, dirigido al episcopado de todo el mundo,
con ruego de que procure su reproducción en la prensa católica, pueda llegar a
poner la verdad en su punto».296 La «verdad» que pretendía el general Franco
que se difundiera en este documento estaba destinada a contrarrestar la
condena hecha por amplios sectores del catolicismo europeo y americano más
avanzado de los asesinatos cometidos por los «nacionales» de catorce
sacerdotes en el País Vasco y de miles de obreros y campesinos en toda
la zona sublevada, además de su rechazo a considerar a la guerra civil
española como una cruzada o guerra santa.297
El objetivo que perseguía Franco con la carta colectiva de ganarse a la opinión
católica mundial en favor de la causa del bando sublevado lo logró plenamente
porque prácticamente los obispos de todo el mundo adoptaron a partir de
entonces el punto de vista sobre la guerra civil española que manifestaba la
carta colectiva, sobre todo por la descripción que se hacía en ella de la
persecución religiosa que se había desencadenado en la zona republicana.298
Sin embargo, cinco obispos no la suscribieron. Entre ellos se encontraba el
obispo exiliado de Vitoria Mateo Múgica Urrestarazu que «no podía firmar un
documento en el que, respondiendo a la acusación de que en la zona
franquista también había una dura represión, se elogiaban los principios de
justicia y el modo de aplicarla de los tribunales militares». 299 Tampoco la firmó
el cardenal Vidal y Barraquer, que era sin duda el caso más significativo de los
cinco porque se trataba tal vez de la figura más destacada de aquel momento
de la Iglesia Católica en España. La negativa a firmar la carta se basó en que él
«creía que en aquella guerra fratricida la Iglesia no debía identificarse con
ninguno de los dos bandos, sino más bien hacer obra de pacificación». 299

Coronación del papa Pío XII, marzo de 1939

El Vaticano anunció que iba a reconocer plenamente al bando sublevado, en


medio del derrumbe del frente de Aragón de la primavera de 1938, cuando
comunicó que iba nombrar un nuncio que sustituiría al «delegado papal»
Ildebrando Antoniutti, que desde julio de 1937 había detentado la
representación pontificia ante el generalísimo Franco. El designado por el
papa Pío XI fue monseñor Gaetano Cicognani. Presentó sus cartas
credenciales a Franco el 24 de mayo, y un mes después, el 30 de junio, hacía
lo mismo «en solemnes audiencia» ante Pío XI el embajador de la «España
nacional» ante el Vaticano, José Yanguas Messía.300
Cuando se produjo el triunfo de los «nacionales» en la guerra, la «Iglesia
española, que se había adherido masivamente al alzamiento, se volcó con
entusiasmo en las fiestas de la victoria sobre la otra media. Y la misma Santa
Sede, que durante la mayor parte del conflicto se había mostrado tan reticiente,
al final se sumó también a las celebraciones». 301 El 1 de abril de 1939, el
mismo día en que Franco emitió el famoso «último parte» en el que proclamaba
«la guerra ha terminado», el papa Pío XII (el cardenal Pacelli que el día 2 de
marzo había sido nombrado papa tras la muerte de Pío XI) felicitaba
telegráficamente a Franco por su «victoria católica»: 302 Dos semanas después,
el 16 de abril de 1939, Radio Vaticano difundió un mensaje leído por el propio
papa Pío XII que decía:303
Con inmenso gozo nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la Católica España, para
expresaros nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la victoria, con que Dios se ha
dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos
sufrimientos.

El 20 de mayo de 1939, un mes después del desfile de la Victoria presidido en


Madrid por Franco, tuvo lugar en la Iglesia de Santa Bárbara de Madrid)
una ceremonia político-religiosa «medievalizante que quería representar en
forma de drama sacro la ideología de la guerra santa que acababa de concluir»
en la que el general Franco con uniforme de capitán general, camisa azul
(de Falange) y boina roja (de los requetés) acompañado de su esposa entró
bajo palio en el templo (mientras el órgano hacía sonar el himno nacional)
donde ofrendó la espada de la victoria a Dios. 304 A continuación el cardenal
Gomá, que presidía la ceremonia acompañado de diecinueve obispos (y en
presencia del nuncio del Vaticano monseñor Cicognani), bendijo al «caudillo»
hincado de rodillas ante él:305
El señor sea siempre contigo. Él, de quien procede todo Derecho y todo Poder y bajo cuyo imperio
están todas las cosas, te bendiga y con amorosa providencia siga protegiéndote, así como al pueblo
cuyo régimen te ha sido confiado. Prenda de ello sea la bendición que te doy en el Nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Días después, el 11 de junio de 1939, es el propio papa Pío XII quien recibe en


ceremonia solemne en el Vaticano a tres mil trescientos legionarios en el marco
de una gira de celebración de la victoria por Alemania e Italia (el día antes
habían desfilado ante Mussolini), delegación encabezada por el
ministro Ramón Serrano Suñer. El pontífice bendijo a las tropas y afirmó que
habían sido "los defensores de la fe y de la civilización". 306
La Iglesia católica en la zona republicana[editar]
Milicianos vestidos con ropas litúrgicas tras el saqueo de una iglesia. Madrid, 1936.

Sobre todo durante los primeros meses de la guerra en la zona republicana se


desató una salvaje persecución religiosa con asesinatos, incendios y saqueos
cuyos autores fueron «los extremistas, los incontrolados y los delincuentes
comunes salidos de las cárceles que se les sumaron», todo ello inmerso en la
ola de violencia desatada contra las personas y las instituciones que
representaban el «orden burgués» que quería destruir la revolución social
española de 1936 que se produjo en la zona donde el alzamiento militar
fracasó.288 «Durante varios meses bastaba que alguien fuera identificado como
sacerdote, religioso o simplemente cristiano militante, miembro de alguna
organización apostólica o piadosa para que fuera ejecutado sin proceso». 307
En cuanto al número de víctimas un folleto de propaganda franquista editado
en París en 1937 cifró el número en 16 750 sacerdotes y el 80 % de los
miembros de las órdenes religiosas. Estas cifras se mantuvieron como las
oficiales durante las dos primeras décadas de la dictadura franquista hasta que
en 1961 el sacerdote Antonio Montero Moreno (que después sería obispo de
Badajoz) publicó el único estudio sistemático y serio que se ha realizado hasta
ahora, citando por sus nombres a las víctimas. Según ese estudio
titulado Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939 308 fueron
asesinados en la zona republicana 12 obispos, 4184 sacerdotes seculares,
2365 religiosos y 263 monjas.309 Queda pendiente conocer el número de los
seglares católicos que fueron asesinados no por lo que supuestamente
hubieran hecho individualmente sino por pertenecer a una asociación
confesional católica o meramente por ser católicos practicantes. 310
Lo que las investigaciones posteriores a la de Montero Moreno han aclarado es
que el mayor número de asesinatos se produjo entre julio y septiembre de 1936
cuando los miembros del clero eran apresados y ejecutados sin ningún tipo de
juicio. A partir de la última fecha comenzaron a funcionar los tribunales
populares bajo el impulso del nuevo gobierno de Largo Caballero que dieron
unas mínimas garantías jurídicas a los detenidos y las condenas solían acabar
con penas de prisión y no con la muerte. Tras los sucesos de mayo de 1937 y
la formación del gobierno de Juan Negrín en el que el ministerio de justicia fue
ocupado por el católico del PNV Manuel de Irujo cesaron completamente los
asesinatos y la mayoría de los sacerdotes que estaban en prisión fueron
puestos en libertad. Sin embargo, la prohibición del culto público católico
continuó así como otras medidas revolucionarias. solo al final de la guerra con
la desbandada del ejército republicano hacia la frontera francesa volvieron a
producirse nuevas víctimas entre los miembros del clero, entre las que destaca
el obispo de Teruel Anselmo Polanco Fontecha.311 Así pues, según el
historiador y monje benedictino Hilari Raguer, «no se puede negar la trágica
realidad de las matanzas del verano del 36, pero es confusionario pretender
que el terror hubiera durado hasta el final de la guerra». 311
Las autoridades republicanas (especialmente los gobiernos autónomos de
Cataluña y del País Vasco) intentaron evitar los asesinatos de sacerdotes y
religiosos, y en general de las personas de derechas y de militares. En el País
Vasco el gobierno de José Antonio Aguirre consiguió dominar la situación y allí
no hubo persecución religiosa. En Cataluña, a pesar de que el poder efectivo lo
tenían los cientos de comités revolucionarios fundamentalmente anarquistas
que habían surgido tras la derrota de la sublevación del 19 de julio, la
Generalidad presidida por Lluís Companys consiguió poner a salvo a miles de
personas de derechas amenazadas, y entre ellas numerosos sacerdotes
(empezando por la cabeza de la Iglesia en Cataluña, el arzobispo de
Tarragona cardenal Vidal y Barraquer que había sido detenido por un grupo de
milicianos) y religiosos (entre ellos 2142 monjas), 312 concediéndoles pasaportes
y fletando barcos franceses e italianos para que pudieran huir al extranjero, 313
aunque no pudo evitar que cientos de ellos fueran ejecutados por ser
católicos.314

José Antonio Aguirre durante un discurso en el Aberri Eguna de 1933 celebrado en San Sebastián.

Sin embargo, a pesar de todas estas iniciativas, la Iglesia y el culto católico en


la zona republicana, excepto en el País Vasco, habían desaparecido. En un
informe interno presentado ante el Consejo de Ministros el 7 de enero de 1937
el ministro católico sin cartera del PNV Manuel Irujo denunció que en el
«territorio leal» «todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual ha quedado
total y absolutamente suspendido». Asimismo, afirmaba Irujo, «todos los
conventos han sido desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos»
y «sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases fueron incendiados,
saqueados, ocupados o derruidos». «Sacerdotes y religiosos han sido
detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa por miles,
hechos que, si bien amenguados, continúan aún». 315 Acabado su informe Irujo
pidió al resto de miembros del gobierno de Largo Caballero que aprobaran el
restablecimiento de la libertad de conciencia y de la libertad de cultos
reconocida en la vigente Constitución de 1931, pero su propuesta fue
rechazada por unanimidad por entender que la opinión pública lo desaprobaría
debido al alineamiento de la Iglesia católica con el bando sublevado, además
de aducir el viejo (y falso) argumento, pero muy extendido, de que desde los
templos se había disparado contra las fuerzas leales y contra «el pueblo». 316
La excepción la constituyó el País Vasco republicano pues allí no hubo
persecución religiosa y el culto católico se desarrolló con normalidad. La razón
fue que el Partido Nacionalista Vasco (PNV), un partido católico, permaneció
fiel a la República.293
En el gobierno que formó el socialista Juan Negrín tras los sucesos de mayo de
1937 el católico y nacionalista vasco Manuel Irujo ocupó el ministerio de
Justicia que era el departamento que tradicionalmente en España se ocupaba
de los asuntos religiosos. El encargo que recibió Irujo de Negrín fue que
intentara normalizar la vida religiosa en la zona republicana.317 El primer fruto
de la nueva política fue la tolerancia al culto doméstico por lo que las misas
celebradas en casas particulares ya no fueron perseguidas ni, con algunas
pocas excepciones, daban lugar a detenciones, a pesar de que en ocasiones
se convertían en reuniones favorables a los sublevados. 318
En cuanto al restablecimiento del culto público el gobierno se encontró con la
rotunda oposición de los anarquistas, por un lado, y, por otro, por la de algunos
católicos republicanos y de las autoridades eclesiásticas que pensaban que las
iglesias no se podían reabrir sin más olvidando los asesinatos y los incendios
de los primeros meses de la guerra, además de que todo ello se podría
convertir en un instrumento de la propaganda republicana. 319 El gobierno llegó
a enviar en secreto a Roma a un eclesiástico para que hiciera saber
al Vaticano su propósito de normalizar la vida eclesiástica y reconciliarse con la
Iglesia.320 Pero la respuesta del Vaticano fue evasiva sin comprometerse en
nada.321
Un nuevo gesto de reconciliación con la Iglesia se produjo el 17 de octubre de
1938 cuando cuatro ministros del gobierno presidieron el entierro católico del
oficial vasco capitán Vicente Eguía Sagarduy muerto en combate, al que se le
dio gran publicidad en la prensa y que tuvo gran impacto a nivel
internacional.322 El paso siguiente fue la creación el 8 de diciembre de 1938 del
Comisariado de Cultos de la República encargado de proteger la libertad
religiosa y de cultos, al frente del cual Negrín nombró a un colega católico y
amigo suyo Jesús María Bellido Golferichs, que aceptó el cargo «cumpliendo
un deber de católico». Pero el culto público no tuvo tiempo para ser
restablecido a causa de la ofensiva de Cataluña que lanzó el «Generalísimo
Franco» el 23 de diciembre de 1938 y que en solo mes y medio ocupó toda
Cataluña. Así pues, la reapertura de los templos católicos en Cataluña no fue
obra de la República sino que la trajeron las tropas de Franco (cuando ya se
habían hecho los preparativos para reabrir al culto una de las capillas de
la catedral de Tarragona, los «nacionales» entraron en la ciudad el 15 de
enero).323

La represión en las retaguardias[editar]


Artículo principal: Represión en la zona republicana durante la guerra civil española
Artículo principal: Represión en la zona sublevada durante la Guerra Civil Española

Carteles propagandísticos de la guerra civil española expuestos en el Museo del Ejército en Toledo.

Como ha destacado el historiador Fernando del Rey Reguillo, «la guerra civil,


guerra también entre paisanos y vecinos en las comunidades rurales, brindó la
oportunidad de liquidar a los adversarios a la primera de cambio, siquiera de
forma selectiva y profiláctica; unos adversarios que habían sido demonizados
por el lenguaje político durante años y que había que eliminar no ya en el frente
sino en la misma retaguardia. [...] Tanta sinrazón no fue producto del conflicto
bélico sin más. La lógica de la guerra indudablemente pesó, pero los factores
que llevaron a la quiebra de la convivencia democrática se remontaban mucho
más atrás, incluso más atrás de 1931. [...] Su expresión más dura, más cercana
y, en suma, más brutal se materializó en los universos pequeños —"en
provincias"—, en los pueblos y aldeas donde en gran medida se jugó la
supervivencia y la estabilidad de la República, esos espacios aparentemente
modestos en los que las retóricas de la intransigencia y las lógicas de la
exclusión hicieron estragos entre los vecinos —paisanos todos— una vez se
vulneraron sin pudor las reglas del juego democrático». 324
Posiblemente el más divulgado de los crímenes llevados a cabo por el bando
sublevado, debido a la relevancia del protagonista, sea el del poeta y
dramaturgo Federico García Lorca en el barranco de Víznar en Granada.
También adquirió gran relevancia la masacre de Badajoz, perpetrada por las
tropas sublevadas tras la toma de la ciudad. Por parte del bando republicano el
crimen de consecuencias más trágicas fueron las Matanzas de
Paracuellos entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936 (presos de las
cárceles de Madrid, entre los que se encontraba el dramaturgo Pedro Muñoz
Seca junto otras personas, intelectuales, religiosos, políticos y militares, que
fueron asesinados, la mayoría en la localidad de Paracuellos de Jarama).
Especialmente cruel para la población fue el caso de las localidades que fueron
intermitentemente ocupadas por ambos bandos, con las consiguientes y
repetidas ejecuciones y venganzas.
En la zona bajo control de la República, los enfrentamientos entre milicias y
facciones opuestas también sirvieron de coartada a episodios de represión
sangrientos, como en el caso de las jornadas de mayo de 1937 en Barcelona,
narradas por el escritor inglés George Orwell en su obra Homenaje a Cataluña,
basada en su experiencia de primera mano.
Investigación de los crímenes[editar]
Terminada la guerra, el bando republicano fue acusado por el bando sublevado
de la comisión de crímenes desde los primeros días de la guerra. Las
principales acusaciones se refieren a la persecución religiosa contra los
católicos,325326 la creación de centros de detención semiclandestinos (checas)
donde se torturaba y asesinaba a los sospechosos de simpatizar con el bando
contrario327 y la realización de asesinatos masivos como las matanzas de la
Cárcel Modelo de Madrid328 y de Paracuellos.329 El régimen franquista promovió
una extensa investigación sobre estos hechos conocida como Causa
General330331 que, pese a haber sido realizada con parcialidad y sin las
suficientes garantías procesales, contó con abundantes pruebas documentales
y testificales.
Por su parte, los delitos de los vencedores nunca fueron investigados ni
enjuiciados. Numerosas voces del ámbito jurídico como Baltasar
Garzón (exmagistrado español de la Audiencia Nacional), Carlos Jiménez
Villarejo (fundador de la asociación Justicia Democrática),15 Raúl
Zaffaroni (penalista y magistrado de la Corte Suprema de Argentina), 16 así
como diversas asociaciones de víctimas del franquismo y otros, sostienen que
el bando sublevado cometió actos de genocidio y crímenes contra la
humanidad, ya que en la documentación ahora disponible, como los archivos
militares de la época, se demostraría que sus planes incluyeron el exterminio y
persecución sistemática de la oposición política, la violación de las mujeres de
la zona republicana,332333 la imposición de tests físicos y psicológicos a presos
para vincular su ideología con enfermedades mentales o el robo sistemático de
niños a padres republicanos para eliminar la «contaminación» ideológica, a los
que todavía se oculta su verdadera identidad.
Por considerar que dichos actos, por su naturaleza de crímenes contra la
humanidad no pueden prescribir ni ser absueltos, el magistrado-juez Baltasar
Garzón inició un proceso para investigar los hechos, basándose en el que ya
había impulsado infructuosamente contra el exdictador chileno Augusto
Pinochet, afirmando que no se buscaba «hacer una revisión en sede judicial de
la Guerra Civil».17 Entre otras consideraciones, argumentó la acusación
de genocidio de acuerdo con el derecho español,f citando al auto 211/2008 del
Juzgado Central de Instrucción número dos (caso SS-Totenkopf o Genocidio
nazi), mediante el cual se consideraba delitos de genocidio y lesa humanidad
los cometidos contra los españoles recluidos en los campos de concentración
nazis con motivaciones políticas o ideológicas.1718334 La Audiencia
Nacional decidió por mayoría de votos y sin hacer ninguna valoración acerca
del carácter delictivo de los hechos denunciados, que el Juzgado Central de
Instrucción número cinco dirigido por Garzón carecía de competencia objetiva
para investigarlos, al considerar extinguida la posible responsabilidad
penal de los investigados a causa de su fallecimiento.335 Los magistrados
discrepantes consideraron que el juzgado sí era competente al ser los hechos
investigados «delitos de lesa humanidad y genocidio», por constituir una
«sistemática y masiva eliminación de adversarios políticos» tras la contienda. 336
Por otro lado, está abierto un proceso en el Tribunal de Estrasburgo de
Derechos Humanos para el estudio del "dinero rojo" incautado durante la
contienda, estimado en 40 millones de euros actuales. 337

Consecuencias[editar]
Esta guerra, que ha durado 989 días, ha sido una de las luchas intestinas más largas, sangrientas,
costosas y brutales de la historia moderna.
Teniente coronel Henry B. Cheadle, agregado militar de Estados Unidos, 3 de abril de 1939 338

Consecuencias económicas[editar]
El pago del gasto de la guerra por ambos bandos fue muy elevado. El haber
usado el gobierno republicano las reservas de oro para comprar armamento
acabó con las reservas monetarias de la zona republicana. El bando sublevado
tuvo que abonar mucho dinero tras finalizar el conflicto, en gran parte dejando
que Alemania explotara las reservas mineras de la Península y del África
española del momento, por lo que hasta el estallido de la Segunda Guerra
Mundial casi no tuvieron posibilidad alguna de obtener ingresos. España había
quedado devastada en algunas zonas, con pueblos totalmente asolados.
La economía española tardaría lustros en recuperarse: terminada la guerra,
el PIB había retrocedido a niveles de 1922 y no se recuperaría hasta principios
de los años 50.339
Víctimas de la guerra civil[editar]
Artículo principal: Víctimas de la guerra civil española

Fosa común en Estépar, provincia de Burgos, con 26 víctimas del bando republicano. La excavación


tuvo lugar en el mes de julio de 2014.

El número de víctimas civiles aún se discute. Algunos afirman que la cifra se


situaría entre 500 000 y 1 000 000 de personas.3 Muchas de estas muertes no
fueron debidas a los combates, sino a la represión en forma de ejecuciones
sumarias y paseos. Esta se llevó a cabo en el bando sublevado de manera
sistemática y por orden de sus superiores, mientras en el bando republicano se
produjo de manera descontrolada en momentos en que el gobierno perdió el
control de las masas armadas.340 Los abusos se centraron en todos aquellos
sospechosos de simpatizar con el bando contrario. En el bando sublevado se
persiguió principalmente a sindicalistas y políticos republicanos (tanto de
izquierdas como de derechas), mientras en el bando republicano esta represión
se dirigió hacia simpatizantes de la reacción o sospechosos de serlo
y sacerdotes de la Iglesia católica, llegando a quemar conventos e iglesias y
asesinando a obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas. Es incalculable la
pérdida en el patrimonio histórico y artístico de la Iglesia católica, pues se
destruyeron unos 20 000 edificios —entre ellos varias catedrales— incluyendo
su ornamentación (retablos e imágenes) y archivos. 341342
El número de muertos en la guerra civil española solo puede ser estimado de
manera aproximada. El bando sublevado estableció una cifra de 500 000,
incluyendo además de los muertos en combate, a las víctimas de bombardeos,
ejecuciones y asesinatos. Estimaciones recientes arrojan esa misma cifra de
500 000 muertos o algo menos, sin incluir a quienes murieron de malnutrición,
hambre y enfermedades engendradas por la guerra. La cifra de un millón de
muertos, a veces citada, procede de una novela de Gironella, que la justifica
entre los 500 000 reconocidos y otros tantos cuya vida resultó
irremediablemente destrozada. Sin embargo, Gerald Brenan escribía ya en el
prólogo de El laberinto español (1943): "Además del millón o dos millones de
muertos, la salud del pueblo se ha visto minada por su secuela de hambre y
enfermedades. Cientos de miles están todavía en la cárcel. Tanto física como
moralmente, España es una ruina".
La represión franquista de la posguerra y el exilio
republicano[editar]
Artículos principales: Represión franquista y  Exilio republicano.

Refugiados republicanos trabajando de agricultores en Pachuca de Soto (México), los españoles


simpatizantes de la Segunda República española huyeron a otros lugares ante la victoria del bando
sublevado.

Tras la guerra, la represión franquista inició un proceso represivo contra el


bando perdedor, iniciándose una limpieza de la que fue llamada «la España
roja» y contra cualquier elemento relacionado con la República, lo que condujo
a muchos al exilio o la muerte, produciéndose el robo de bebés de padres
republicanos, que aún a día de hoy desconocen, en muchos casos, su
identidad. Durante ese tiempo, hablar de democracia, república o marxismo era
ilegal y perseguible.
El exilio forzoso de muchos represaliados antes, durante y después de la
guerra es difícil de cuantificar. Según su situación geográfica y sus preferencias
políticas se optó entre salir por mar, cruzando el océano para pasar a países
hispanoamericanos en su mayoría, o los más pudientes para ir al Reino Unido.
O por tierra cruzando los Pirineos al lado francés, país que muchos eligieron
por su cercanía con España y su creencia de buena acogida, demostrándose
su error con hechos como los campos de concentración de Bram.
El exilio republicano se produjo en tres momentos. El primero fue la campaña
del Norte (marzo a noviembre de 1937). El segundo, la caída de
Cataluña (enero a febrero de 1939), durante la cual pasaron a Francia
alrededor de 400 000 personas (una cantidad tan importante que desbordó a
las autoridades francesas, que tuvieron que improvisar diversos campos de
concentración, incluso en las playas, donde los recluidos padecieron unas
duras condiciones de vida; aunque casi la mitad de ellas acabarían retornando
a España). La tercera y última oleada se produjo al final de la guerra, en los
últimos días de marzo de 1939, cuando miles de republicanos se dirigieron a
los puertos de Levante para conseguir un barco que los llevara al exilio, pero
muy pocos lo consiguieron.343 Se calcula que en el mes de marzo de 1939 solo
pudieron abandonar España entre 7000 y 7500 personas, incluidos los marinos
de la dotación de la Flota que huyó a Bizerta.344
Entre los exiliados se encontraba una parte significativa de las élites
intelectuales españolas que buscaron acomodo en otros países, especialmente
en México, lo que supuso una enorme pérdida de capital humano para España.
Así por ejemplo, «en febrero de 1942 el consulado general de México
en Vichy censó a 13 400 españoles de formación superior que deseaban salir
de la Francia ocupada; entre ellos 1743 médicos, 1224 abogados, 431
ingenieros y 163 profesores de los 430 que poseía España en 1936». 345
Relaciones internacionales[editar]
Las repercusiones políticas y emocionales de la guerra trascendieron de lo que
es un conflicto nacional, ya que, por muchos otros países, la guerra civil
española fue vista como parte de un conflicto internacional que se libraba entre
la religión y el ateísmo, la revolución y el reaccionarismo. Para la Unión
Soviética, Alemania nazi y el Reino de Italia, España fue terreno de prueba de
nuevos métodos de guerra aérea y de carros de combate. Para Reino
Unido y Francia, el conflicto representó una nueva amenaza al equilibrio
internacional que trataban dificultosamente de preservar, el cual se derrumbó
en 1939 (pocos meses después del fin de la guerra española) con la Segunda
Guerra Mundial. El pacto de Alemania con la Unión Soviética supuso el fin del
interés de esta en mantener su presión revolucionaria en el sur de Europa.
En cuanto a la política exterior, la Guerra Civil supuso el aislamiento de España
y la retirada de embajadores de casi todo el mundo. Solo unos pocos países
mantuvieron relaciones diplomáticas con España desde el final de la Segunda
Guerra Mundial hasta el inicio de la Guerra Fría. A partir de los años 50, las
relaciones internacionales españolas, con el apoyo de EE. UU., pasan a ser
casi normales, salvo con los países del bloque soviético.
Las regiones devastadas[editar]
Artículo principal: Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones
Durante la guerra civil española de 1936 a 1939, muchos pueblos y ciudades
resultaron total o parcialmente destruidos. Una vez finalizada la guerra, se
constituyó la Dirección General de Regiones Devastadas, que asumió la
función de reconstruirlos.
Entre muchas poblaciones devastadas, se encontraron las siguientes:

 Asturias: La Foz, Oviedo, Pendones y Tarna.
 Cantabria: Las Rozas de Valdearroyo.
 Castellón: Benafer y Chilches.
 Extremadura: Mérida.
 Guadalajara: Gajanejos, Hita, Masegoso de
Tajuña.
 Guipúzcoa: Éibar.
 Huesca: Banariés, Banastás, Huerrios, Igriés y Las
cascas.
 Madrid: Brunete, La Hiruela, Prádena del
Rincón, Villanueva de la Cañada y Villanueva del
Pardillo.
 Jaén: Lopera, Higuera de Calatrava y Santiago de
Calatrava.
 León: Villamanín.
 Teruel: Teruel e Híjar.
 Vizcaya: Guernica y Luno, Durango y, en menor
medida, Baracaldo.
 Zaragoza: Belchite.

Memoria histórica[editar]
Artículo principal: Ley de Memoria Histórica

Mapa de fosas de la guerra civil española. Localización geográfica de las fosas o lugares de
enterramiento en el territorio español de las que se dispone información, representadas con
símbolos de diferentes colores según la actuación realizada sobre cada una de ellas.
Fuente: Ministerio de Justicia

En 2007 el Gobierno de España aprobó la Ley de Memoria Histórica, que


intenta restaurar la memoria y dignidad de los represaliados. 346 Esta incluye
renombrar vías públicas con nombres franquistas, eliminación de símbolos
falangistas de monumentos, mapas de fosas comunes y exhumación de
cadáveres, etc.347
Igualmente, otras administraciones económicas han actuado en la misma
línea,348 llegando a pronunciarse a favor la ONU.349
En 2020 el Gobierno de España aprobó la Ley de Memoria Democrática,
expandiendo así la Ley de Memoria Histórica de Zapatero con medidas como la
creación de un banco de ADN y un censo de víctimas, la resignificación
del Valle de los Caídos o la prohibición de la Fundación Nacional Francisco
Franco.350

La guerra civil en el arte[editar]


El tema de la guerra civil es el de mayor producción literaria de toda
la historiografía española,351 así como el más polémico y generador de debate
social y político (véase memoria histórica). Aunque hay un acuerdo casi
unánime en las fechas, los denominados revisionistas próximos al franquismo,
proponen la Revolución de 1934 como inicio de la guerra. La propia declaración
del estado de guerra fue divergente en ambos bandos: el Gobierno republicano
no declaró el estado de guerra hasta casi su final (para mantener el control civil
de todas las instituciones), mientras que el Gobierno de Franco no levantó la
declaración hasta varios años después de terminada (para garantizar su control
militar).
Cine[editar]
Véase Categoría:Películas sobre la guerra civil española 352
Realizadas durante la propia guerra, aunque también hubo películas de ficción
(las republicanas Aurora de esperanza —Antonio Sau, Barcelona, 1937
—, Barrios bajos —Pedro Puche, Barcelona, 1937— y Nuestro culpable —
Fernando Mignoni, 1938— y cinco películas nacionales de Benito
Perojo y Florián Rey rodadas en los estudios alemanes de la UFA, de género
folclórico —ambiente reconstruido en La niña de tus ojos, Fernando Trueba,
1998—),353 fueron fundamentalmente de género documental:
Bando republicano:

 España 1936 (Luis Buñuel)


 Sierra de Teruel (La esperanza o L'Espoir,
de André Malraux, que también escribió una
novela con ese mismo título).
 Tierra de España (Joris Ivens) producción
estadounidense.
 Tierra y Libertad (Ken Loach)
Bando sublevado:

 Noticiario Español, 32 documentales (precedentes


del NODO)
 ¡Vivan los hombres libres! (Edgar Neville, 1939)
 Romancero marroquí (1938-39), sobre la
intervención de tropas marroquíes
 Fueron mucho menos numerosas, debido a la
menor cantidad de productoras (ocho frente a más
de cincuenta republicanas);354 aunque existen
documentales portugueses (O caminho de Madrid),
italianos (Arriba Spagna. Scene della guerra civile
in Spagna) y alemanes (In Kampf Gegen den
Weltfeind o Legión Cóndor).355
 Defensores de la Fe (Russell Palmer, 1938)356
Durante el franquismo (hasta 1975):357

 Frente de Madrid (Edgar Neville, 1939), adaptación


de la novela homónima del mismo autor358359
 Sin novedad en el Alcázar (Augusto Genina, 1940)
italoespañola
 Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1941) con
guion del propio Franco
 Rojo y negro (Carlos Arévalo, 1942) censurada por
su crudeza, a pesar de su orientación falangista
 El santuario no se rinde (Arturo Ruiz Castillo, 1949)
Desde 1975:360Ficción:

 Las largas vacaciones del 36 (Jaime Camino,


1975); del mismo autor:
o Dragon Rapide, que utiliza como título el
nombre del avión en el que Franco salió de
Canarias
o El largo invierno
o Los niños de Rusia
 Una vita venduta (Aldo Florio, 1976)
 Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri,
1984) adaptación de la obra de Fernando Fernán
Gómez
 La vaquilla (Luis García Berlanga, 1985)
 Réquiem por un campesino español (Francesc
Betriu, 1985) adaptación de la novela de Sender
 ¡Ay, Carmela! (Carlos Saura, 1990)
 Tierra y libertad (Ken Loach, 1995)
 Libertarias (Vicente Aranda, 1996)
 La hora de los valientes (Antonio Mercero, 1998)
 La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda,
1999)
 El espinazo del diablo (Guillermo del Toro, 2001)
 Soldados de Salamina (David Trueba, 2003)
 La buena nueva (Helena Taberna, 2008)
 La mujer del anarquista (Marie Noelle y Peter Sehr,
2009)
 Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar,
2019)
Documental:

 Morir en Madrid (Frederic Rossif, 1963)


 La vieja memoria (Jaime Camino, 1976)
 Retablo de la guerra civil española (Basilio Martín
Patino, 1980); el mismo autor previamente había
tratado la posguerra en Canciones para después
de una guerra (1971) y la figura de Franco
en Caudillo (1974).
 La guerra civil española (Granada Televisión,
1983)
 El honor de las injurias (Carlos García Alix,
2007)361
 El perro negro (historias de la guerra civil
española) (Péter Forgács, 2005)362
 Los niños de Morelia (Juan Pablo Villaseñor, 2004,
México)363
Novela[editar]
 La guerra civil española en la novela364

 Por quién doblan las campanas (Ernest


Hemingway), se hizo adaptación cinematográfica.
 Frente de Madrid (Edgar Neville)
 Línea de Fuego Arturo Pérez-Reverte
 La forja de un rebelde (Arturo Barea)
 Réquiem por un campesino español (Ramón J.
Sender)
 Contraataque (Ramón J. Sender)
 La fiel infantería (Rafael García Serrano)
 Plaza del Castillo (Rafael García Serrano)
 Cumbres de Extremadura (José Herrera Petere)
 Niebla de cuernos (José Herrera Petere)
 Cuerpo a tierra (Ricardo Fernández de la Reguera)
 La retaguardia (Concha Espina)
 Alas invencibles (Concha Espina)
 Madrid, de corte a checa (Agustín de Foxá)
 Los cipreses creen en Dios (José María Gironella)
 Un millón de muertos (José María Gironella)
 Ha estallado la paz (José María Gironella)
 El corazón helado (Almudena Grandes)
 El laberinto mágico (Max Aub), serie de cinco
novelas:
o Campo cerrado,
o Campo de sangre,
o Campo abierto,
o Campo del moro,
o Campo francés y
o Campo de los almendros.
 Las últimas banderas (Ángel María de Lera)
 Los que perdimos (Ángel María de Lera)
 El mono azul (Aquilino Duque)
 Tanguy (Michel del Castillo)
 Duelo en el Paraíso (Juan Goytisolo)
 La novela número 13 (Wenceslao Fernández
Flórez)
 Sanco Panco (Salvador de Madariaga)
 Volverás a Región (Juan Benet)
 Herrumbrosas lanzas (Juan Benet)
 Las hermanas coloradas (Francisco García Pavón)
 El otro árbol de Guernica (Luis de Castresana)
 Los años únicos (Carmen Díaz Garrido)
 San Camilo, 1936 (Camilo José Cela)
 Mazurca para dos muertos (Camilo José Cela)
 Soldados de Salamina (Javier Cercas)
 Tiempo de memoria (Carlos Fonseca)
 La Capitana (Elsa Osorio)
 El muro (Jean Paul Sartre)
 El lápiz del carpintero (Manuel Rivas)
 Cuentos de Madrid (César Arconada)
 Capital de la gloria (Juan Eduardo Zúñiga)
 El agente confidencial (Graham Green)
 Madera de héroe (Miguel Delibes)
 Inquietud en el Paraíso (Óscar Esquivias)365
 La mula (Juan Eslava Galán)366
 Un caso de narración contrafactual es la novela En
el día de hoy de Jesús Torbado.
 Relatos autobiográficos de gran valor literario e
histórico son:367
o Homenaje a Cataluña (George Orwell)
o L'Espoir o La esperanza, (André Malraux, que
también dirigió la película homónima)
o Los grandes cementerios bajo la luna  (Georges
Bernanos)
o La voz dormida (Dulce Chacón) sobre la que se
hizo La voz dormida, adaptación
cinematográfica
o (en francés) Pas pleurer (Lydie Salvayre)
o Mil días de fuego (José María Gárate
Córdoba)368
Cuento y relato[editar]
Muchos de los cuentos basados en la Guerra Civil española son, según Ignacio
Martínez de Pisón, «relatos concebidos desde el compromiso explícito con uno
u otro bando»... los autores de algunos de esos relatos colaboraron muy
activamente en labores de propaganda: Arturo Barea y María Teresa León para
la España republicana; Edgar Neville, José María Pemán o Agustín de
Foxá para la nacional. Sin duda, en el fragor de la contienda fueron muchos los
escritores que se adaptaron a la situación de emergencia y alteraron su
sistema de prioridades: contribuir a la victoria bélica, aunque fuera con algo tan
modesto como una narración o un poema, estaría siempre por encima de
cualquier otra consideración».369
Literatura infantil y juvenil[editar]
A pesar de lo comprometido del tema, hay tratamiento del mismo en
la literatura infantil y juvenil.370371372
Teatro[editar]
Bando sublevado:

 Cruz y espada, romance patriótico en cinco


retablos (José Gómez Sánchez-Reina, Granada,
1938)
 A Madrid: 682, escenas de guerra y
amor (presentado como guion para una
película, Juan Ignacio Luca de Tena)
 De ellos es el mundo (José María Pemán, Sevilla y
Zaragoza, 1938)
Algunas obras teatrales eran radiadas, como Miaja defiende la Villa y rinde
culto a Zorrilla (Joaquín Pérez Madrigal, por Radio Nacional desde
Salamanca).373
La obra en Árabe 'Yusuf Melik Ispaniya' ‫(يوسف ملك إسبانيا‬Yusuf Rey de España)
(de Alí Al Tuma ‫ علي عدنان آل طعمة‬- Sharjah/Emiratos Árabes, 2015) trata de las
aventuras de un Regular durante el conflicto español. Engañado por sus
hermanos, Yusuf emprende escapar del ejército y de España. Es herido
durante una batalla, se implica en una relación prohibida con una española,
encarcelado, rehabilitado y llega a ser sargento en la policía militar y vengarse
la injusticia a la que le sometieron sus hermanos. La obra trata de temas de
religión, propaganda de guerra, el orden colonial y relaciones interculturales.
Ganó el 'Premio de Sharjah por la Creatividad Árabe' del año 2015.
Bando republicano:

 Velada en Benicarló (Manuel Azaña, no


representado hasta 1980)
 Noche de guerra en el Museo del Prado (Rafael
Alberti, 1956) recreando el traslado de obras del
Museo del Prado en 1936
 Radio Sevilla (del mismo autor, pieza satírica breve
representada durante la propia guerra)
Posteriores a 1975:

 Las bicicletas son para el verano (Fernando


Fernán Gómez)
 Larga noche de silencio. XXI Premio Enrique
Llovet de Teatro (2010) (Pedro Montalbán Kroebel)
Poesía[editar]
Bando sublevado
 Poema de la Bestia y el Ángel (José María Pemán,
el juglar de la Cruzada)
Bando republicano

 Canciones de guerra (Antonio Machado)


 Viento del pueblo. Poesía en la guerra (Miguel
Hernández)
 España, aparta de mí este cáliz (César Vallejo)
 España en el corazón: himno a las glorias del
pueblo en la guerra (Pablo Neruda)
 No Pasarán (Octavio Paz)
Música[editar]
Bando republicano

 A las barricadas374
 La Internacional
 Bandera Roja
Posteriores a 1975

 Verdades escondidas de Lucía Sócam


 Republicana Lucía Sócam
 If You Tolerate This Your Children Will Be
Next de Manic Street Preachers
 1936 un pueblo en Armas de Sin Dios
 Spanish Bombs de The Clash
 For Whom The Bell Tolls de Metallica
 No pasarán de Los Chikos del Maíz
 Si Cojo el Fusil de Sons of Aguirre & Scila
Revistas satíricas[editar]
Bando sublevado

 La ametralladora (por los que posteriormente


trabajarán en La Codorniz)
Bando republicano

 Be negre, Papitu (ambas catalanas);
dibujantes: Tísner, Kalders (en Diari de
Barcelona), Puyol (en Frente Rojo).375
 La Traca (valenciana); dibujantes: Bluff (fusilado
después de la guerra), Carnicero, Méndez Álvarez,
Palmer
o En las trincheras llegaron a circular más de 500
cabeceras376
Historieta[editar]
Bando sublevado
 Flecha
 Pelayos (dibujante: Valentín Castany)
 Flechas y Pelayos (producto de la fusión de
ambas, paralela a la fusión de las distintos partidos
en FET y de las JONS)
 Chicos (Jesús Blasco, Emilio Freixas, Alcaide,
Tomás)
Bando republicano

 Pionero Rojo
En la democracia

 Eloy o Río Manzanares de Antonio Hernández


Palacios
 36-39 Malos tiempos (2007-2008) de Carlos
Giménez
 Las serpientes ciegas (2008) de Felipe Hernández
Cava y Seguí
 El arte de volar (2009) de Antonio Altarriba/Kim
 El ángel de la retirada (2010) de Serguei
Dounovetz/Paco Roca
 Nuevas Hazañas Bélicas (2011) de Hernán
Migoya con varios dibujantes
 Un médico novato (2013) de Sento
 Los surcos del azar (2013) de Paco Roca
Pintura y escultura[editar]
La Exposición Internacional de París de 1937 alojó un Pabellón de
España gestionado por el gobierno de la República en que, entre otros
testimonios de la guerra, se presentó el Guernica de Pablo Picasso, la Fuente
de Mercurio de Alexander Calder, La Montserrat de Julio González, El
campesino catalán en rebeldía de Joan
Miró, Descubierta y Fusilados de Modesto Ciruelos, Aviones Negros de Horacio
Ferrer o El pueblo español tiene un destino que conduce a una
estrella de Alberto Sánchez Pérez.
Artes gráficas, cartelismo y revistas[editar]
Bando sublevado:

 Vértice (revista)377
 Jerarquía (revista)
 Ilustradores: Teodoro y Álvaro Delgado, José
Caballero, J.J. Acha, J. Olasagasti y Carlos Sáenz
de Tejada.
Bando republicano

 Hora de España
 Mono Azul
 Fotomontador: Josep Renau.
 Cartelista: Carles Fontseré.378
 Gran difusión tuvo el sello de ayuda
internacional Aidez l'Espagne, de Joan Miró.
Fotografía[editar]
 Robert Capa, autor, entre muchas otras, de la
polémica instantánea Muerte del
miliciano (identificado como Federico Borrell, pero
que podría ser otro de los muertos en Cerro
Muriano el 5 de septiembre de 1936), convertida
en icono del siglo XX.379
 Agustí Centelles
 Pelayo Más, recopilador de la serie de 169
fotos Martirio del arte y la destrucción de la Iglesia
en la España roja (80 de ellas de Toledo).380
 Guglielmo Sandri, teniente del ejército italiano,
tomó 4000 fotografías, recuperadas en 1992. 381
Videojuegos[editar]
Algunos videojuegos cubren combates de la guerra civil española:

 1936, España en llamas, un mod del juego de


la Segunda Guerra Mundial, Call of Duty 2.
 El juego completo Sombras de guerra.
 El juego Hearts of Iron IV.382

Véase también[editar]
 Simbología del franquismo
 Operación Úrsula
 Pabellón de la República española
 Nombramiento de Francisco Franco como
Generalísimo
 Nombramiento del general Franco como Jefe del
Gobierno del Estado
 Prostitución en la guerra civil española
 Anexo:Aviones de la Guerra Civil Española
 Anexo:Buques utilizados en la Guerra Civil
Española
 Anexo:Armamento portátil utilizado durante la
Guerra Civil Española
 Anexo:Tanques en la Guerra Civil Española
 1936 Guerra Civil

Notas[editar]
1. ↑ Tanto en la zona republicana como en la sublevada,
incluyendo el protectorado de Marruecos, Guinea, Saguia el
Hamra, Río de Oro e Ifni.
2. ↑ En el auto por el que queda extinta la responsabilidad
penal, se detalla que es por «delitos contra Altos
Organismos de la Nación y la Forma de Gobierno, así como
respecto del delito de detención ilegal con desaparición
forzada de personas, en el contexto de crímenes contra la
humanidad».
3. ↑ El 16 de octubre de 2008, fueron imputados altos cargos
de la Dictadura por el entonces magistrado-juez de
la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, acusado de
«presuntos delitos permanentes de detención ilegal, sin dar
razón del paradero, en el contexto de crímenes contra la
humanidad».17 El auto llegó a dar por hechos constados los
siguientes:

De lo dicho anteriormente y de los hechos que


acontecieron posteriormente al 18 de julio de 1936, se
constata que el alzamiento o insurrección armada que
se materializó en esa fecha, fue una decisión
perfectamente planeada y dirigida a acabar con la
forma de Gobierno de España, en ese momento,
atacando y ordenando la detención e incluso la
eliminación física de personas que ostentaban
responsabilidades en los altos Organismos de la
Nación y ello, como medio o al menos como paso
indispensable para desarrollar y ejecutar las
decisiones previamente adoptadas sobre la detención,
tortura, desaparición forzada y eliminación física de
miles de personas por motivos políticos e ideológicos,
propiciando, asimismo, el desplazamiento y exilio de
miles de personas, dentro y fuera del territorio
nacional, situación que continuó, en mayor o menor
medida, durante los años siguientes, una vez concluyó
la Guerra Civil, y cuya realidad pretende concretarse
en esta investigación, así como los autores, en cada
caso, con el fin de individualizar las conductas y los
responsables de las mismas, y resolver sobre la
extinción de su posible responsabilidad penal, de
haber fallecido. [...] La categoría de crimen contra la
humanidad parte de un principio básico y fundamental,
que estas conductas agredan en la forma más brutal a
la persona como perteneciente al género humano en
sus derechos más elementales como la vida, la
integridad, la dignidad, la libertad, que constituyen los
pilares sobre los que se constituye una sociedad
civilizada y el propio Estado de Derecho.

Auto del 16 de octubre de 2008 del Juzgado Central


de Instrucción n.º 5 de la Audiencia Nacional. 17

Posteriormente, el 18 de noviembre del mismo año, el


mismo tribunal decidió extinguir su responsabilidad al
haberse certificado su fallecimiento.b18

4. ↑ Julián Casanova apunta medio millar de irlandeses,255 sin


embargo otros autores elevan esta cantidad a un número
indeterminado entre 700-900 combatientes.256
5. ↑ Julián Casanova menciona 300 combatientes franceses,258
sin embargo otros estudios apuntan un número superior, en
torno a 500.259256
6. ↑ El artículo 607 del Código Penal español exige para que
concurra el delito de genocidio que el autor tenga el
«propósito de destruir total o parcialmente un grupo
nacional, étnico, racial, religioso o determinado por la
discapacidad de sus integrantes».

Referencias[editar]
1. ↑ «Unidad cívica por la República. Barcelona. Exposición
Aviadores de la República».
2. ↑ Saltar a:a b Stanley, Sandler (2002). Ground Warfare: An
International Encyclopedia, Volumen1 Vinculo. ABC-CLIO.
p. 160. ISBN 15-7607-344-0.
3. ↑ Saltar a:a b El número de pérdidas es debatible; las
estimaciones sugieren que entre 500 000 y un millón de
personas fallecieron. Con los años, los historiadores
disminuyeron estas cifras, y estudios modernos concluyen
que 500 000 muertes es la cifra más acertada. Hugh
Thomas, The Spanish Civil War (2001), pp. xviii & 899-901,
inclusive.
4. ↑ «Entrevista a David Jorge: “La Guerra Civil debe
conocerse como la Guerra de España. La elección del
término no es casual”.» Público. Consultado el 28 de
octubre de 2017.
5. ↑ Avilés Farré, Juan (1998). Las grandes potencias ante la
guerra de España. Arco Libros. ISBN 84-7635-300-6.
6. ↑ Tusell, Javier; García Queipo de Llano, Genoveva
(1993). El catolicismo mundial y la guerra de España.
Biblioteca de Autores Cristianos. ISBN 84-7914-097-6.
7. ↑ Moradiellos, Enrique (2012). La guerra de España (1936-
1939): estudios y controversias. Barcelona: RBA. ISBN 978-
84-9006-328-6.
8. ↑ Real Academia Española y Asociación de Academias de
la Lengua Española (2010). Ortografía de la lengua
española. Madrid. p. 505. Consultado el 10 de mayo de
2020.
9. ↑ Fundeu. «guerra civil española (mayúscula)». Consultado
el 28 de mayo de 2018.
10. ↑ Saltar a:a b c d Alpert, 1996, p. 127.
11. ↑ Sole i Sabaté y Villaroya, 2003, pp. 16-17.
12. ↑ Santos Juliá, 1999, p. 118. «Fue desde luego lucha de
clases por las armas, en la que alguien podía morir por
cubrirse la cabeza con un sombrero o calzarse con
alpargatas los pies, pero no fue en menor medida guerra de
religión, de nacionalismos enfrentados, guerra
entre dictadura militar y democracia republicana,
entre revolución y contrarrevolución,
entre fascismo y comunismo».
13. ↑ Malefakis, 2006, p. 24. «Aunque una parte de los militares
iniciara la contienda, la guerra no puede definirse —como a
veces sigue haciéndose— como la lucha de los militares —
o del Ejército más un puñado de terratenientes ricos y
jerarcas eclesiásticos— contra el resto de la sociedad. Sin
el apoyo de muchos españoles —en especial de las clases
medias y altas, pero también de las humildes: millones de
pequeños propietarios y gente religiosa—, el alzamiento no
se hubiera convertido en guerra civil, pese a la mayor
eficacia militar con que los rebeldes contaban al principio».
14. ↑ 'El genocidio franquista en Córdoba', El día de Córdoba,
17 de noviembre de 2008.
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36. ↑ Casanova, 2007, p. 160.
37. ↑ Gil Pecharromán, 1997, p. 121. «A los pocos días de las
elecciones, unos ochenta mil campesinos andaluces,
manchegos y extremeños convocados por
la FNTT [socialista], se lanzaron a ocupar las fincas de las
que habían sido desalojados en el invierno de 1934-35 [por
los gobiernos radical-cedistas]. Se producía así un hecho
consumado, que obligó al Ministerio de Agricultura a
adoptar medidas oportunas para volver a poner en vigor la
legislación del primer bienio».
38. ↑ Gil Pecharromán, 1997, p. 122.
39. ↑ Gil Pecharromán, 1997, p. 130.
40. ↑ Gil Pecharromán, 1997, pp. 123-125.
41. ↑ Casanova, 2007, pp. 166-168.
42. ↑ Gil Pecharromán, 1997, p. 123.
43. ↑ Juliá, 1999, p. 114.
44. ↑ Casanova, 2007, pp. 162-163.
45. ↑ Juliá, 1999, pp. 112-116. «De esta forma, el gobierno
quedó desasistido por sus aliados naturales y hostigado
desde la derecha por una envalentonada oposición
monárquica que arrastraba ya con fuerza a los católicos y
desde la izquierda por un sector del PSOE que, si había
renunciado a la revolución esperaba con impaciencia la
hora de sustituir al gobierno republicano por uno
exclusivamente socialista»..
46. ↑ Gil Pecharromán, 1997, pp. 126-127.
47. ↑ Gil Pecharromán, 1997, pp. 127-128.
48. ↑ Saltar a:a b Gil Pecharromán, 1997, p. 128.
49. ↑ Saltar a:a b Casanova, 2007, p. 164.
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53. ↑ «El magistrado de la Sala Segunda del Supremo, Señor
Pedregal, muerto a balazos por dos
desconocidos». Ahora (Núm. 1654). 14 de abril de 1936.
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66. ↑ Casanova, 2007, pp. 173-174.
67. ↑ Juliá, 1999, p. 115. «Las divisiones que se habían
manifestado en el seno del propio ejército desde la
Dictadura... durante la República habían alcanzado un
singular grado de virulencia con la creación de uniones
militares enfrentadas por la cuestión del régimen político [la
UME, Unión Militar Española, monárquica; y la
republicana Unión Militar Republicana Antifascista, UMRA,
con una influencia mucho más reducida]».
68. ↑ Juliá, 1999, pp. 115-116.
69. ↑ Aróstegui, 1997, p. 25. «Azaña y muchos elementos de su
partido, y el propio Casares Quiroga, jefe del gobierno, no
creyeron que después de haber neutralizado con facilidad el
golpe de Sanjurjo en 1932 en el ejército hubiera capacidad
para preparar una acción seria, estimando además que
tenían controlados a los posibles cabecillas y que en el caso
de que esa rebelión se produjese sería fácil abortarla».
70. ↑ Saltar a:a b Gil Pecharromán, 1997, p. 138.
71. ↑ Casanova, 2007, p. 174.
72. ↑ Aróstegui, 1997, p. 32.
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79. ↑ Discurso de Benito Mussolini. Roma, Italia, 23 de febrero
de 1941, traducción inglesa.
80. ↑ Alía Miranda, 2018, p. 123-124. "Estos militares
pertenecían a una generación acostumbrada a desempeñar
un determinado papel político, no tanto desde el poder,
escarmentados por la mala experiencia de la dictadura de
Primo de Rivera, sino como garantes del mantenimiento del
orden público e institucional. Culpaban a la República de su
descrédito social y profesional, de la postración del Ejército
y, en última instancia, de todas las desdichas de la nación
española"
81. ↑ Alía Miranda, 2018, p. 124-125.
82. ↑ Saltar a:a b c d e f Alpert, 1996, pp. 123-124.
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170. ↑ Bahamonde y Cervera Gil, 1999, p. 423.
171. ↑ Bahamonde y Cervera Gil, 1999, pp. 421-422. «la base
de Cartagena podría convertirse, por sus condiciones
naturales y su magnífico emplazamiento, en el bastión
sobre el que se asentara cualquier hipótesis de una
resistencia escalonada».
172. ↑ Alpert, 1987, pp. 378-379.
173. ↑ Jorge Martínez Reverte «Guerra contra Hitler.
Documentos inéditos prueban que el coronel Vicente Rojo,
jefe del Estado Mayor de la República, propuso al Gobierno
de Negrín que provocara una guerra con la Alemania
nazi.» El País, 18 de octubre de 2008; avance de un libro
que va a titularse El arte de matar, a publicar en el año
2009.
174. ↑ Bahamonde y Cervera Gil, 1999, p. 424.
175. ↑ Solé i Sabaté y Villarroya, 2003, p. 9.
176. ↑ Saltar a:a b c Solé i Sabaté y Villarroya, 2003, p. 10.
177. ↑ «21 aviadores sin piedad».
178. ↑ Solé i Sabaté y Villarroya, 2003, p. 313.
179. ↑ Desde la batalla del Ebro hasta el final de la guerra,
Tomo II de Aviación republicana: historia de las Fuerzas
Aéreas de la República Española (1931-1939), de Carlos
Saiz Cidoncha, 2006
180. ↑ Solé i Sabaté y Villarroya, 2003, p. 303-312.
181. ↑ Solé i Sabaté y Villarroya, 2003, p. 313-316.
182. ↑ Casanova, 2007, p. 339.
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191. ↑ Ramón Tamames, pág. 344.
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211. ↑ Raguer, 2001, pp. 396-397.
212. ↑ Aróstegui, 2006, pp. 97-101.
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214. ↑ Aróstegui, 2006, pp. 100-103.
215. ↑ Casanova, 2007, pp. 204-205.
216. ↑ Juliá, 1999, p. 124.
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218. ↑ Juliá, 1999, p. 125.
219. ↑ Casanova, 2007, p. 302.
220. ↑ Casanova, 2007, pp. 303-304.
221. ↑ Casanova, 2007, pp. 304-308.
222. ↑ Juliá, 1999, p. 126.
223. ↑ Casanova, 2007, p. 313.
224. ↑ Casanova, 2007, pp. 313-315.
225. ↑ Aróstegui, 1997, pp. 69-70.
226. ↑ La guerra civil española, Dir. Edward Malefakis, cap. 6.
227. ↑ Como decía el luchador y pensador anarquista Errico
Malatesta: «Yo soy comunista, estoy a favor del acuerdo y
creo que con una descentralización inteligente y un
intercambio continuo de informaciones podrían llegar a
organizarse los necesarios intercambios de productos y
satisfacer las necesidades de todos sin recurrir al símbolo
moneda. Como todo buen comunista aspiro a la abolición
del dinero, y como todo buen revolucionario creo que será
necesario desarmar a la burguesía, desvalorizando todos
los signos de riqueza que puedan servir para vivir sin
trabajar».
228. ↑ Juliá, 1999, pp. 126-129.
229. ↑ Casanova, 2007, pp. 318-321.
230. ↑ Casanova, 2007, pp. 317; 323-324.
231. ↑ Casanova, 2007, p. 326.
232. ↑ Juliá, 1999, p. 132.
233. ↑ Juliá, 1999, p. 133.
234. ↑ Casanova, 2007, pp. 328; 332.
235. ↑ Casanova, 2007, pp. 329-331.
236. ↑ Casanova, 2007, p. 328.
237. ↑ Juliá, 1999, p. 137.
238. ↑ Aróstegui, 1997, p. 98.
239. ↑ Casanova, 2007, pp. 335-336.
240. ↑ Bahamonde y Cervera Gil, 1999, p. 77. «Es verdad que
España estuvo “invadida” de presencia extranjera en los
dos bandos, pero fue más la que se observó del lado del
gobierno de Burgos y, sobre todo, ésta persistió hasta el
final. Y es indudable que el argumento que esgrimía Negrín
de que el bando nacional no era español, sin ser ni mucho
menos verdad, tenía mucha más razón de ser que cuando
Burgos afirmaba que la España republicana era
prácticamente un satélite de Stalin»..
241. ↑ Juliá, 1999, p. 142.
242. ↑ Ansó, Mariano (1976). Yo fui ministro de Negrín.
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244. ↑ Saltar a:a b c Aróstegui, 1997, p. 60.
245. ↑ Casanova, 2007, pp. 261-262.
246. ↑ Casanova, 2007, pp. 273-274. «[A partir del inicio de la
batalla de Madrid], la guerra ya no era un asunto interno
español. Se internacionalizó y con ello ganó en brutalidad y
destrucción. Porque el territorio español se convirtió en
campo de pruebas del nuevo armamento que estaba
desarrollándose en esos años de rearme, previos a una
gran guerra que se anunciaba [la Segunda Guerra
Mundial]»..
247. ↑ «EL ASILO DIPLOMÁTICO: UN CONDICIONANTE DE
LAS RELACIONES INTERNACIONALES DE LA
REPÚBLICA DURANTE LA GUERRA CIVIL  Antonio
Manuel Moral Roncal Universidad de Alcalá de Henares».
Archivado desde el original el 18 de diciembre de 2009.
248. ↑ Aróstegui, 1997, pp. 59-60.
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252. ↑ Casanova, 2007, p. 266.
253. ↑ Saltar a:a b Aróstegui, 1997, p. 42.
254. ↑ Saltar a:a b c Casanova, 2007, p. 278.
255. ↑ Casanova, 2007, p. 277. «De los voluntarios genuinos
[que combatieron en las tropas del ejército de Franco], entre
mil y mil quinientos, destacaron los católicos irlandeses...
Sólo combatieron en la batalla del Jarama, en febrero de
1937, donde, dada su inexperiencia militar, no salieron muy
airosos y unos meses después volvieron a su patria.
Además de ese medio millar de “camisas azules”
irlandeses, hubo en las tropas de Franco rusos blancos
curtidos en la lucha contra los bolcheviques, un grupo
variado de fascistas y antisemitas procedentes de la Europa
oriental y unos trescientos franceses de la ultraderechista
Croix de Feu que constituyeron el batallón Jeanne d'Arc».
256. ↑ Saltar a:a b Stradling, R. A. «Campo de batalla de las
reputaciones: Irlanda y la Guerra Civil española,». En Paul
Preston, ed. La República asediada. pp. 185-224. ISBN 84-
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257. ↑ Casanova, 2007, p. 277.
258. ↑ Casanova, 2007, p. 277. «De los voluntarios genuinos
[que combatieron en las tropas del ejército de Franco], entre
mil y mil quinientos, destacaron los católicos irlandeses...
Sólo combatieron en la batalla del Jarama, en febrero de
1937, donde, dada su inexperiencia militar, no salieron muy
airosos y unos meses después volvieron a su patria.
Además de ese medio millar de “camisas azules”
irlandeses, hubo en las tropas de Franco rusos blancos
curtidos en la lucha contra los bolcheviques, un grupo
variado de fascistas y antisemitas procedentes de la Europa
oriental y unos trescientos franceses de la ultraderechista
Croix de Feu que constituyeron el batallón Jeanne d'Arc».
259. ↑ Dewaele, H. (2002). Revista Historia y política: Ideas,
procesos y movimientos sociales, nº 8, ed. «La extrema
derecha francesa en España: mitos y realidades de la
bandera Jeanne d'Arc (1936-1939)».
260. ↑ Preston, 2006, p. 182.
261. ↑ Casanova, 2007, pp. 267-268.
262. ↑ Casanova, 2007, p. 267.
263. ↑ Casanova, 2007, p. 268.
264. ↑ Casanova, 2007, p. 269.
265. ↑ Casanova, 2007, pp. 271-274.
266. ↑ Casanova, 1997, p. 42. «El problema de la evaluación
cuantitativa de esas entregas de armamento sigue en pie y
la valoración de su utilidad también»..
267. ↑ José Mª Manrique Lucas Molina Franco, Las armas de
la Guerra Civil Española, La esfera de los libros, ISBN 84-
9734-475-8.
268. ↑ Casanova, 2007, p. 273.
269. ↑ El C-6, comandado por el ruso Nikolai Yegipko.
270. ↑ Submarino C-1 Archivado el 9 de noviembre de 2007
en Wayback Machine.. En agosto de 1936 es nombrado
comandante el oficial ruso Burmistrov, que sustituyó al C.C.
Lara.
271. ↑

Para jefe de la flotilla de los tres submarinos, el C-2, el


C-4 y el C-6, se nombró al ruso Burmistrov, pasando
el C-6 al mando de su compatriota Eguipko, que
aunque no tengo noticia de que llegara a hundir
ningún barco, sí que, por lo menos, mantuvo a su
submarino en actividad hasta el último momento.
Ambos alcanzarían el almirantazgo en la Marina
soviética, y Eguipko desempeñaría en los años
setenta el puesto de almirante-jefe de la base de
Leningrado.

¡El «Cervera» a la vista!

272. ↑ Casanova, 2007, pp. 274-275.


273. ↑ Casanova, 2007, p. 276.
274. ↑ Garrido Martin, Aurora; Amalvi, Christian
(2013). Españoles durante la Segunda Guerra Mundial en
Francia. Universidad de Cantabria. pp. 51-55. Consultado el
20 de junio de 2018.
275. ↑ Aróstegui, 1997, pp. 42-43.
276. ↑ Casanova, 2007, p. 281.
277. ↑ Casanova, 2007, p. 285.
278. ↑ Casanova, 2007, pp. 285-286.
279. ↑ Casanova, 2007, p. 289.
280. ↑ «¿Quién financió la Guerra Civil?».
281. ↑ Casanova, 2007, pp. 286-287.
282. ↑ Casanova, 2007, pp. 287-288. «Sin ese petróleo, la
maquinaria de guerra del ejército de Franco no hubiera
funcionado, pues Italia y Alemania, como España,
dependían del petróleo angloamericano para sus
suministros. Franco recibió 3 500 000 toneladas de petróleo
a crédito, más del doble de las importaciones que consiguió
la República, y además algunos de esos magnates del
petróleo entorpecieron el comercio hacia la República y
bloquearon los créditos a su sistema bancario»..
283. ↑ Cortada, James W. (2014). La guerra moderna en
España. Barcelona: RBA Libros. p. 161. ISBN 9788490562468.
284. ↑ Casanova, 2007, p. 288.
285. ↑ José Ángel Sánchez Asiaín, La financiación de la Guerra
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Lagares (Aportación de un banquero a la historia, El Mundo,
15 de enero de 2017)
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299. ↑ Saltar a:a b Raguer, 2001, p. 158.
300. ↑ Raguer, 2001, pp. 256-257.
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302. ↑ Raguer, 2001, p. 393.
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305. ↑ Raguer, 2001, p. 399.
306. ↑ Marco Carretero, Jorge; Gómez Bravo,
Gutmaro (2011). La obra del miedo. Violencia y sociedad en
la España franquista (1936-1950). Ediciones Península.
p. 204. ISBN 978-84-9942-091-2.
307. ↑ Raguer, 2001, p. 175.
308. ↑ Montero Moreno, 1999, p. 762.
309. ↑ Raguer, 2001, pp. 175-176.
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312. ↑ Raguer, 2001, p. 203.
313. ↑ Raguer, 2001, pp. 198-201.
314. ↑ «Las beatificaciones de la discordia».
315. ↑ Raguer, 2001, p. 323.
316. ↑ Raguer, 2001, p. 324.
317. ↑ Raguer, 2001, p. 328.
318. ↑ Raguer, 2001, pp. 327-328; 349.
319. ↑ Raguer, 2001, p. 330.
320. ↑ Raguer, 2001, pp. 331-332.
321. ↑ Raguer, 2001, p. 333.
322. ↑ Raguer, 2001, pp. 347-348.
323. ↑ Raguer, 2001, pp. 354-358. «Así, por unos pocos días,
no fue posible restablecer el culto público en un punto de la
España republicana, ni siquiera en una sola capilla, antes
de la llegada de los “cruzados” vencedores».
324. ↑ Rey Reguillo, 2008, p. 560-561. "Los muertos fueron a
parar a los cementerios o a zanjas perdidas sin nombre en
lugares dispersos, pero el odio político, la sombra del terror
y el dolor se quedaron para mucho tiempo"
325. ↑ Thomas, Hugh (1976). La guerra civil española.
Volumen I. Páginas 295 y siguientes: Grijalbo Mondadori.
p. 1164. ISBN 84-253-2768-7.
326. ↑ Tuñón de Lara, Manuel (diciembre de 1982). «La guerra
civil». Historia 16. Historia de España. Extra XXIV (12): 18.
327. ↑ Thomas, Hugh (1976). La guerra civil española.
Volumen I. Páginas 301 y siguientes: Grijalbo Mondadori.
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328. ↑ Thomas, Hugh (1976). La guerra civil española.
Volumen I. Páginas 437 y siguientes: Grijalbo Mondadori.
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329. ↑ Thomas, Hugh (1976). La guerra civil española.
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332. ↑ Ultrajadas y violadas, Los crímenes de Franco en Euskal
Herria, 1936-1940.
333. ↑ Queipo de Llano: «Nuestros valientes legionarios y
regulares han enseñado a los rojos lo que es ser hombre.
De paso también a las mujeres de los rojos que ahora, por
fin, han conocido hombre de verdad y no castrados
milicianos. Dar patadas y berrear no las salvará», Unión
Radio Sevilla, julio de 1936.
334. ↑ Auto de procesamiento de Johann Leprich, Anton
Tittjung y Josias Kumpf por actos de persecución contra
prisioneros españoles en los campos nacional-socialistas de
Mauthausen y Sachsenhausen. Archivado el 30 de junio de
2012 en Wayback Machine., Juzgado central de instrucción
nº 002, Audiencia Nacional. Madrid.
335. ↑ Audiencia Nacional. «Auto de 2 de diciembre de
2008». Pleno de la Sala de lo Penal. Consultado el 15 de
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Consultado el 15 de junio de 2012.
337. ↑ Junquera, Natalia (11 de abril de 2019). «La causa del
‘dinero rojo’ incautado por Franco llega al Tribunal de
Estrasburgo». El País. ISSN 1134-6582. Consultado el 11 de
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guerra». Pasado y Memoria. Revista de Historia
Contemporánea (Publicaciones de la Universidad de
Alicante) (8): 27-28. ISSN 1579-3311.
340. ↑ Thomas, Hugh, Op.Cit.
341. ↑ «La Iglesia y la guerra civil» (enlace roto disponible
en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última).,
por Javier Tusell.
342. ↑ Sobre la Guerra Civil, su gran producción bibliográfica y
sus pequeñas lagunas de investigación, por Juan García
Durán.
343. ↑ Bahamonde y Cervera Gil, 1999, p. 439.
344. ↑ Bahamonde y Cervera Gil, 1999, pp. 499.
345. ↑ Bahamonde y Cervera Gil, 1999, pp. 339-340.
346. ↑ «El Ministerio de Justicia cuelga en Internet el mapa de
las fosas de la Guerra Civil».
347. ↑ «Rubalcaba explicará el mapa de fosas».
348. ↑ «Los ayuntamientos no podrán obviar los lugares de la
represión franquista».
349. ↑ ««España debería aclarar dónde y quiénes están en las
fosas comunes», según la ONU».
350. ↑ «Estas son las principales medidas de la ley de Memoria
Democrática».
351. ↑ La bibliografía sobre la guerra civil española es
gigantesca. Se ha dicho que supera ampliamente a la
existente respecto a cualquier otro gran conflicto del siglo
veinte, incluida la segunda guerra mundial, y es
cierto. (Carlos Artola: Reseña de España traicionada). Una
búsqueda en Dialnet da 5108 documentos. Una búsqueda
en una librería especializada da 571 libros comercializados
a 2 de julio de 2009.
352. ↑ [2]. En algunas listas se incluyen películas en las que la
relación con la guerra civil es muy lejana: [3]
353. ↑ Caparrós Lera, J. M. La Guerra Civil española en el cine,
ABCD las Artes y las Letras, 15-VII-2006.
354. ↑ Algunas claves acerca de la producción de
documentales durante la guerra civil
355. ↑ franquista
356. ↑ «http://cinepolitico.blogspot.com/2007/05/defensores-de-
la-fe-russell-palmer-1938.html».
357. ↑ J. M. Caparrós (op. cit.) hace un cómputo de 45
películas, 14 de ellas en los primeros años de la posguerra.
358. ↑ «FRENTE DE MADRID 1939: B/N. 91′». Cineteca
Nacional. 8 de septiembre de 2007. Consultado el 31 de
diciembre de 2018.
359. ↑ «Ficha de la película - Frente de Madrid». Cervantes
Virtual. Consultado el 31 de diciembre de 2018.
360. ↑ Según el cómputo de J. M. Caparrós (op. cit.): «En
cuanto a la visión de los “perdedores”, en la democracia he
contabilizado 44 películas sobre la Guerra Civil, casi tantas
como en cuarenta años de dictadura. Así, en la Transición
se produjeron 15 títulos, en la primera época socialista otras
17 películas, en el período del Partido Popular llegaron a
11, y en la presente etapa del PSOE de momento solo hay
un film de ficción: Iris, de Rosa Vergés.»
361. ↑ Rocío García «Una legendaria venganza contra la
miseria. Carlos García Alix estrena El honor de las injurias,
un documental que se adentra en el horror de la guerra y
del fanatismo a través de la figura de Felipe Sandoval,
pistolero anarquista que se quitó la vida en julio de 1936
(sic, es 1939) en un centro de detención», El País, 8 de
noviembre de 2008
362. ↑ [4] Premio al mejor documental en el  Festival de Cine de
Tribeca (Nueva York). La película, creada a partir de las
cintas caseras que personajes como Joan
Salvans y Alberto Noriega  grabaron en esa época, ofrece
una visión intimista y poética de las circunstancias que
rodearon el conflicto.
363. ↑ [5] Archivado el 13 de mayo de 2013 en Wayback
Machine. Cineteca Nacional de México.
364. ↑ Véase el ensayo de Maryse Bertrand de Muñoz, en AIH.
Actas V (1974). La novelas recientes de la guerra civil
española.en Centro Cervantes
365. ↑ SANZ VILLANUEVA: «Inquietud en el Paraíso», El
Cultural [suplemento del diario El Mundo], 22-XII-2005.
366. ↑ MARTOS, David: «[Juan Eslava Galán: «Lo que toca es
acomplejarnos de ser españoles. ¡No tenemos de qué
avergonzarnos!»http://www.abc.es/cultura/20130505/abcp-
juan-eslava-galan-toca-20130505.html]», ABC, 5 de mayo
de 2013.
367. ↑ Maryse Bertrand de Muñoz (1982). José Porrua
Turanzas, ed. La guerra civil española en la novela:
bibliografía comentada. España. ISBN 84-7217-114-4  |
isbn=  incorrecto (ayuda).
368. ↑ CLEMENTE, Josep Carles: Historias de la Transición: el
fin del apagón, 1973-1981. Editorial Fundamentos, 1994.
369. ↑ Antología Partes de guerra, RBA, 2009: «Cuando reuní
los 35 cuentos de 31 autores de diferentes generaciones,
diferentes lugares, que hablan del campo y en la ciudad,
desde el frente y en la retaguardia, la idea era que la
antología abarcase la guerra en su totalidad; y que este
libro de relatos llegara a sustituir a esa novela colectiva
sobre la Guerra Civil que no se ha escrito; y no sabemos si
alguna vez se escribirá» (Relatos que suplen la gran novela
sobre la Guerra Civil española, por David González Torres,
en Avión de Papel, 15 de febrero de 2009). Los autores
citados son: Ignacio Aldecoa, Bernardo Atxaga, Max
Aub, Francisco Ayala, Arturo Barea, Pere Calders, Juan
Campos Reina, Manuel Chaves Nogales, Miguel
Delibes, Jesús Fernández Santos, Juan García
Hortelano, Francisco García Pavón, Rafael García
Serrano, Xosé Luis Méndez Ferrín, Ana María
Matute, Edgar Neville, Lino Novás Calvo, Ramiro
Pinilla, Fernando Quiñones, Manuel Rivas, Mercè
Rodoreda, Tomás Segovia, Ramón J. Sender, Manuel
Talens, Andrés Trapiello, Juan Eduardo Zúñiga.
370. ↑ «Revista de Literatura nº 262-263. Especial La LIJ y la
Guerra Civil Española».
371. ↑ Vicente Muñoz Puelles, La Perrona, Anaya, 2006; La
Guerra de Amaya, Anaya, 2010.
372. ↑ Víctor R. Alfaro, Alejandro y la gorra del tiempo, Origami,
2013.
373. ↑ José María Martínez Cachero Talía en la Guerra Civil:
sobre el Teatro de la zona nacional en cervantesvirtual.
374. ↑ De La Ossa Marínez, Marco Antonio (2009). La música
en la Guerra Civil Española. Tesis doct.dir. J.A.Sarmiento
(UCLM). ISBN 978-84-8427-677-7
375. ↑ «Humorisme gràfic — història». Archivado desde el
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376. ↑ Más noticias de la AACE: «Los cómics y la Guerra Civil»,
por J. M. Varona «Ché»
377. ↑ «El Arte de la Guerra Civil en España» Consultado el 6
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379. ↑ Miguel Ángel Villena. «Un documental desmonta el mito
del miliciano de Robert Capa. La sombra del
iceberg sostiene que el soldado muerto no es Federico
Borrell», El País 16 de diciembre de 2008
380. ↑ Con ellas, y con las procedentes del monográfico de
1938 de la revista francesa L'Illustration se montó por el
Arzobispado de Toledo en 2008 la exposición Toledo,
ciudad mártir. 1936
381. ↑ Miguel Mora España, vista por un fascista italiano. El
teniente Sandri tomó 4.000 fotografías durante su servicio
en la Guerra Civil - El material, rescatado de la basura,
devuelve la memoria de la contienda a Roma, El País 6 de
noviembre de 2008; Álbum de guerra del teniente
Sandri (cuatro fotografías en la galería del mismo artículo).
382. ↑ «Análisis de Hearts of Iron IV. Alta Estrategia».

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Enlaces externos[editar]
  Wikimedia Commons alberga una categoría
multimedia sobre la Guerra civil española.
  Wikisource contiene obras originales sobre
los Documentos de la Guerra Civil española.
 Documento: Comunicado de Alfonso XIII. 14 de
abril de 1931.
 Documento: Declaración colectiva del Episcopado
ante la constitución de la República. 20 de
diciembre de 1931
 Documento: Solicitud de conformación de una
cooperativa agrícola para explotación colectiva.
Madrid. 1935
 Documento: POUM: ¡Queremos ganar la guerra!
15 de febrero de 1937
  Wikiquote alberga frases célebres sobre
la Guerra civil española.
 Moscú revela documentos inéditos de Stalin sobre
la guerra civil española
 Texto de la Constitución de la República Española
 La Guerra Civil, 70 años después — Elmundo.es
 Historia de España — La Guerra Civil Española
(1931–1936) en Historiasiglo20.org
 Memoria republicana: «Objetividad y neutralidad
en el estudio de la Guerra Civil Española»
 La intervención alemana en la guerra civil
española, por Walther L. Bernecker
 En el sitio web The European Library Harvest se
encuentra material referido al tema
 La República en la paz como en la guerra  por Paul
Preston. Letras Libres, mayo de 2003
 Liberados del Olvido, memorial sobre la guerra civil
en Aragón.
 Ebre 38: revista internacional de la Guerra Civil
1936–1939, texto completo.
 Juan Pablo Fusi, «En el fuego del combate» , El
País, 15 de abril de 2012.

Predecesor: Sucesor:
Segunda República Períodos de la historia de España Dictadura franquista
Guerra Civil Española

yectos Wikimedia

 Datos: Q10859

Multimedia: Spanish Civil War

Citas célebres: Guerra civil española

ntificadores

E: XX4344621

F: 11936368c (data)

D: 4055970-1

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cionarios y enciclopedias
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