Dossier - Castagnet
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Resumen Abstract
Ediciones Minotauro, editorial fundada por Ediciones Minotauro, a publishing house found
Francisco «Paco» Porrúa en 1955, tuvo un papel ed by Francisco «Paco» Porrúa in 1955, played a
clave en la consolidación de la ciencia ficción key role in the consolidation of science fiction in
en Argentina. En este trabajo quiero demostrar Argentina. The present work aims to show how
cómo los criterios de traducción de Porrúa fue Porrúa’s translating criteria was fundamental for
ron centrales para sus decisiones editoriales, y his publishing decisions and that the widening
que la ampliación del público lector del género of the genre’s reading audience was a direct con
fue consecuencia directa de su doble rol de tra sequence of his double role as translator and
ductor y editor. publisher.
Palabras clave: Francisco Porrúa • industria editorial • Key words: Francisco Porrúa • Publishing Studies •
traducción • Minotauro • ciencia ficción Translation • Minotauro • science fiction
Desde los estudios críticos especializados en los géneros, Pablo Capanna dedica Fecha de recepción:
un capítulo de su libro Ciencia ficción: utopía y mercado (2007) a la ciencia fic 15/11/2016
Fecha de aceptación:
ción en Argentina y, allí, a Ediciones Minotauro, fundada por Francisco «Paco» 22/2/2017
Porrúa en 1955. En su estudio, Capanna insiste en que Minotauro se atrevió a
lograr que el público «culto» se interesara por el género, ya que desde mediados
de los cincuenta el sello «ejerció una auténtica docencia en el público argentino»
(268). Elvio Gandolfo, en El libro de los géneros (2007), también subraya el papel
de Minotauro en la consolidación de un público lector argentino para los géneros
de especialidad de la editorial (58−59). En este trabajo quiero demostrar cómo los
criterios de traducción de Porrúa fueron centrales para sus decisiones editoriales,
y que la ampliación del público lector del género fue consecuencia directa de su
doble rol de traductor y editor.
En una revista francesa había leído sobre un autor norteamericano, al que llamaban el poeta
de la ciencia ficción —cuenta Francisco Porrúa— Me interesé, fui a una librería en Buenos
Aires y compré El hombre ilustrado, de un tal Ray Bradbury. Enseguida tuve asombro, alegría
y sorpresa; quise leer todos sus libros. (Porrúa 1997)
Paco se enteró de los nuevos autores por una revista francesa, y fue a una librería de las que
había en Buenos Aires con obras en inglés, encontró cuatro o cinco, las leyó y decidió crear
una editorial para publicarlas. (Souto 2015a)
Poco después, Porrúa compró con la ayuda de su hermano Jesús los derechos
de cuatro libros de ciencia ficción desconocidos por entonces en la Argentina: The
Martian Chronicles y The Illustrated Man de Ray Bradbury, More Than Human
de Theodore Sturgeon y City de Clifford Simak (Porrúa 2009). «En el año 1953
comenzaron las consultas con el representante de editores Sr. Lawrence Smith y
los contratos por los primeros cuatro libros deben haberse firmado a fines de ese
año o comienzos de 1954» (Jesús Porrúa).
En una nota al pie de su prólogo a Crónicas marcianas, Borges se ríe del proce
dimiento de la composición, por el cual se amalgaman dos palabras para formar
una nueva, como ocurre con «scientifiction» o «fantasciencia»; este tipo de neo
logismo también es llamado portmanteau, un término acuñado por Lewis Carroll
en Alice Through the Looking-Glass (1871) y un portmanteau en sí mismo.
Borges decía que está mal traducido, porque ciencia acá es un adjetivo; sería ficción científica,
pero no me gusta nada lo de ficción científica. Esto de que la ficción puede ser científica no
lo entiendo; simplemente hay una ficción que es imaginaria que tiene elementos de la ficción
realista; en realidad, la ciencia ficción es lo que llaman los americanos la hard science fiction,
que yo no publicaba. (Porrúa 2013)
El catálogo de Minotauro
Minotauro fue, ante todo, una editorial dedicada a la traducción. En los cuarenta
y seis años desde la fundación hasta la venta a Planeta, sólo diecisiete libros se
publicaron originalmente en castellano. Diez de ellos fueron editados por M arcial
Souto en Autores Rioplatenses, la única colección que no dirigió Porrúa; de los
restantes siete, cinco fueron publicados entre 1962 y 1967 y los últimos dos en la
década del noventa. Los otros doscientos títulos del período Porrúa fueron traduc
ciones del inglés (192), italiano (3), alemán (2) y francés (2), aunque una de estas
dos en realidad consistió en una traducción indirecta del polaco, la única de la
editorial. A esta suma, por supuesto, deberían sumarse los títulos contratados por
Porrúa antes de su partida, como evidentemente fue el caso de los volúmenes de la
colección «Historia de la Tierra Media» coordinada por Christopher Tolkien, que
comenzaron a publicarse en 1997 y cuyos últimos dos números salieron en el 2002.
En la etapa de Porrúa, luego de Ubú rey de Alfred Jarry (1957) hay que esperar
hasta Manuscrito hallado en Zaragoza de Jan Potocki (1967) para encontrar un
libro anterior al siglo XX. El resto de los libros del catálogo de Porrúa no son
sólo de ese siglo, sino que de esa primera tanda salvo un par de excepciones (El
color que cayó del cielo de H.P. Lovecraft, 1957; El mundo subterráneo de S. Fowler
Wright, 1959; El tiempo de la noche de William Sloane, 1960; y Hacedor de estre-
llas de Olaf Stapledon, 1965) todos tienen menos de diez años de diferencia con
respecto al original. Incluso más: los primeros siete libros de Minotauro, de Cró-
nicas... a El día de los trífidos de John Wyndham (agosto de 1956), son todos de la
misma década del 50, lo que señala el compromiso de Porrúa con la traducción
de contemporáneos, tanto en lo literario como en lo financiero. La inversión que
significa el pago de los derechos de autor parece compensarse con las horas de
trabajo que Porrúa dedicó a hacer él mismo las traducciones: los primeros siete
libros son todos obra suya, bajo sus distintos pseudónimos.
A partir del análisis del catálogo se desprende que 2 libros provienen original
mente del siglo XIX; 2 de la década del 20; 7 de la década del 30; 3 de la década del
40; 27 de la década del 50; 37 de la década del 60; 33 de la década del 70; 47 de la
década del 80; 39 de la década del 90. En la gestión de Porrúa (1955–2001) el año
promedio de edición original es 1972, lo cual demuestra la contemporaneidad de
sus traducciones, si se considera que la mitad del período es 1978.
A continuación, las tablas con el año de edición de cada libro, el año del ori
ginal y la cantidad de años transcurridos entre traducción y original, desglosadas
en las cuatro etapas del período de Porrúa. El promedio general es de 12,73 años
entre el original y la traducción de Minotauro; sin el caso anómalo de Manuscrito
hallado en Zaragoza (163 años) el promedio es aún menor: 11,135 años.
...continúa ...continúa
Promedio Promedio
5 15,5416667
...continúa ...continúa
1993 - 1988 5
1993 - 1990 3
1994 - 1988 6
1994 - 1993 1
1994 - 1984 10
1994 - 1989 5
1994 - 1982 12
1994 - 1983 11
1994 - 1976 18
1995 - 1981 14
1995 - 1995 0
1995 - 1990 5
1995 - 1992 3
1995 - 1993 2
1995 - 1995 0
1995 - 1961 34
1995 - 1983 12
1995 - 1968 27
1995 - 1987 8
1996 - 1990 6
1996 - 1982 14
1996 - 1992 4
1996 - 1967 29
1996 - 1992 4
1996 - 1994 2
1997 - 1994 3
1997 - 1975 22
...continúa
1997 - 1985 12
1997 - 1937 60
1997 - 1992 5
1997 - 1993 4
1997 - 1995 2
1997 - 1996 1
1998 - 1996 2
1998 - 1976 22
1998 - 1996 2
1998 - 1998 0
1998 - 1986 12
1998 - 1977 21
1998 - 1962 36
1998 - 1983 15
1998 - 1996 2
1998 - 1994 4
1999 - 1974 25
1999 - 1987 12
1999 - 1993 6
1999 - 1994 5
1999 - 1997 2
1999 - 1982 17
1999 - 1994 5
1999 - 1996 3
1999 - 1997 2
1999 - 1997 2
2000 - 1992 8
2000 - 1993 7
2000 - 1998 2
2000 - 1991 9
2001 - 1998 3
2001 - 1974 27
2001 - 1955 46
2001 - 1981 20
2001 - 1999 2
Promedio
10,9622642
Promedio total
12,73
Estaba traduciendo El hombre en el castillo en ese momento, que la firmó como Manuel
Figueroa. Y yo le empecé a decir «¿Quién es Francisco Abelenda, quién es José Valdivieso?».
«Bueno, soy yo». Yo no puedo creerlo. No puedo creerlo. «“¿Y Ricardo Gosseyn?” “...también”».
(Souto 2015b)
Paco le dedicaba diez horas por día a la traducción. «He pasado gran parte de mi
vida traduciendo y, aunque aparentemente soy un editor o un ex editor, lo que yo
veo son todos mis trabajos de traductor» (Porrúa en Guariglia). También revisaba
las traducciones una y otra vez, hasta obtener el texto adecuado para su gusto.
Un día la miré con cierta atención y encontré párrafos incomprensibles. Después la corregí
para la primera edición, después la corregí para la segunda y la tercera, y para la cuarta decidí
corregirla por última vez; es decir, hacer una traducción que sea literaria y literal al mismo
tiempo, conservar hasta las comas del original. El otro día la miré y vi que todavía cambiaría
algo, mejor no tocarla más. De las traducciones era como decía Paul Valéry de los poemas:
no hay poemas terminados, hay poemas abandonados. La traducción es lo mismo: en un
momento decís «bueno, puedo seguir corrigiendo infinitamente, hasta el día de mi muerte».
(Porrúa 2012)
Para el actual relanzamiento, pese a que se conservan las versiones originales, se han operado
ciertos toques en los textos, debidos, probablemente, a que se trata de libros editados en
España. Así, a alguien se le ha ocurrido la conveniencia de corregir —levemente, eso sí— el
prólogo de Borges y en la traducción que sigue firmando Francisco Abelenda hay muchas
cosas que el Porrúa del 55 no escribió. (Sasturain)
Según cuenta Marcial Souto, el libro fue traducido varias veces hasta que Po
rrúa decidió traducirlo él mismo. Parte del proyecto Minotauro nace de la in
satisfacción: «A Paco no lo conformaban las traducciones en general, salvo los
nombres que se destacaron en esa actividad», dice su hermano Jesús.
La mayoría de los apellidos utilizados por Porrúa como pseudónimos son ape
llidos familiares. Uno de ellos es Luis Domènech, el traductor del primer tomo
de El Señor de los Anillos, al que Porrúa consideraba su segundo mejor traductor,
tomado de su abuela paterna Cándida Figueroa Domènech.
Luis Domènech era el «traductor catalán», que también es un apellido de la familia, yo tenía
una abuela catalana. En el año 1750 los catalanes decidieron invadir Galicia y reformar la pes
ca, y fueron a causa de unas trifulcas callejeras. Los gallegos se rebelaban contra los catalanes
pero algunos se quedaron, y uno de ellos era una mujer que fue mi abuela. (Porrúa 2012)
De esa misma abuela sale el Figueroa, con el que firma El hobbit, y Valdivieso,
proveniente de su abuela Cándida, al que utiliza con dos nombres diferentes: José
y Joaquín. José es utilizado en cinco libros en la primera etapa de la editorial, de
1955 a 1963; Joaquín en 1974 y 1990, para los dos últimos libros de Bradbury que
tradujo el propio Paco: La feria de las tinieblas y La muerte es un asunto solitario,
para los que abandona el habitual Abelenda con el que solía firmar las traduccio
nes de ese autor.
Porrúa era tan exigente como editor que como traductor, y muchas veces las rees
cribía por completo. Souto cuenta un ejemplo que involucra a un tercer Valdivieso:
Hay un libro de Angela Carter sobre un mundo post atómico que está firmado por dos nom
bres de mujer [Nota del autor: Ana María Valdivieso]. Paco muchas veces tuvo varias traduc
ciones de libros que no usó, porque le parecían incorregibles. De ese libro, Héroes y villanos,
puso una traducción de un lado y otra del otro, original en el centro, y se puso a traducirlo
él, a ver si podía sacar algo entre las dos. Entonces le puso el nombre de una, el nombre de la
otra, y su Valdivieso. Manolo, el hermano mayor de Paco, le elogió la traducción: «¿Quién es
esta mujer que traduce tan bien?». (Souto 2015b)
Me dio una explicación de Ricardo Gosseyn, que no sé si es así. Aparece un personaje que se
llama Gosseyn en una novela de El mundo de No-A, el mundo no aristotélico, es en realidad.
Es un mundo que se rige por leyes no aristotélicas. Es un clásico, yo nunca lo leí. Y fui amigo
de van Vogt y no. Era otra época completamente. Y bueno, entonces según me contó Paco en
algún momento, yo no sé si lo dice van Vogt en algún momento o si él lo razonó, el nombre
Gosseyn era por algo así como «guess who I am», adivina quién soy. En realidad, Paco me dijo
«guess I am», la construcción «guess I am» no existe en inglés, tiene que ser «guess who I am».
No sé. No está mal «adivina quién soy» como seudónimo. (Souto 2015b)
El protagonista de The World of Null-A de A.E. van Vogt se llama Gilbert Gos
seyn. Como dice van Vogt en la introducción a la nueva versión de 1970: «as
World of Null-A opens, my hero —Gilbert Gosseyn— becomes aware that he
is not who he thinks». El personaje descubre que sus memorias son falsas, y en
busca de su verdadera identidad descubre que tiene cuerpos extra de reemplazo
que se activan cuando muere, lo que de alguna manera lo hace inmortal. Esta
I discussed the origin of the name, «Gosseyn», for example, in the introduction to The World
of Null-A. I first saw that name, spelled exactly that way, in an English book about the Mi
ddle East. «Gosseyn» was a Middle East chieftain who lived approximately 2,000 years ago.
It seemed to be an unusual English-sounding name. At the time, I made no attempt to pro
nounce it. Much later, my agent, Forrest Ackerman, pointed out that it could be pronounced
«Go-Sane,» which, of course, is what Null-A is about. (van Vogt, en Elliot 1979:37)
Unos años después rehizo en gran medida la traducción de Crónicas marcianas, creo que a prin
cipios de los 60. Después hizo otra versión hacia finales de los 60, y la tercera, creyendo que ya
estaba conforme, puso su nombre: apareció como Francisco Porrúa. Apareció una o dos veces.
En aquel momento se usaban acetatos, pre fotolitos, era una cosa que por contacto te copiaba
el texto pero duraba pocas reimpresiones porque se gastaba. Para la siguiente reedición, porque
se reeditaba continuamente, cada tres meses, ediciones de 30 mil ejemplares, la secretaria [Nor
ma] se equivocó y mandó la anterior, donde decía Francisco Abelenda. Y Paco, supersticioso
como siempre, dijo: «esto es una señal», y volvió a Francisco Abelenda. (Souto 2015b)
Porrúa, además de su labor como traductor, corregía cada línea escrita por sus
traductores; si los cambios eran sustanciosos, la co−firmaba con alguno de sus
pseudónimos; usualmente, esto significaba que se agregaba el F.A. (por Francisco
Abelenda) junto al nombre del traductor.
Como él trabajaba mucho las traducciones, las leía línea por línea con el original. El único
editor que yo conocí que hacía él eso. Ahora muchos editores independientes lo hacen. Si
tenía que trabajar mucho y traducir mucho, cambiaba su nombre. Yo estaba acostumbrado
La rara edición de Crónicas marcianas de 1968 La única vez en donde se reitera la excepción:
firmada con su verdadero nombre. El vino del estío (mayo de 1972)
a que entregabas una traducción, te daban otra o te volvían a llamar o no te llamaban más;
con él no (Cohen 2016).
Paco corregía y bien. Además con unos parámetros muy personales y particulares. La pri
mera vez que te sentabas con él para hablar ya te decía cuáles eran las normas y eran así. No
estaban por escrito. Que yo recuerde, tenían que ver con la prohibición del lenguaje soez.
Las puteadas había que suavizarlas, incluso cuando estuvieran en el original; yo creo que con
una intención nada moralista, más bien en la búsqueda de un lenguaje neutro. (Ehrenhaus)
lo que no parece ser el caso y sí una elección deliberada de Porrúa, que aun en
España se consideraba argentino.
«Te daba un tiempo sensato para laburar. Pero estaba acostumbrado a que su
gente le haga doscientas páginas por mes, o ciento cincuenta» (Ehrenhaus). «Su
gente» eran los traductores habituales de Minotauro: Marcial Souto (La Coruña,
1947), Matilde Horne (Buenos Aires, 1914; Santa Eulalia del Río, 2008), Marcelo
Cohen (Buenos Aires, 1951), Carlos Peralta (Buenos Aires, 1924–2001), Enrique
Pezzoni (Buenos Aires, 1926−1989), Rubén Masera y Aurora Bernárdez (Buenos
Aires, 1920; París, 2014), cuyas vidas y labores son tan enriquecedoras que no
entran en este trabajo, pero serán desarrolladas en uno subsiguiente.
Notas
1
Stéphane Spriel era el pseudónimo de Michel Pi investigadores que hayan propuesto trabajos descriptivos
lotin, traductor y editor de «Le Rayon fantastique» y sistemáticos que intenten demostrarlo o contradecirlo
(1951−1964), la por entonces novísima colección de en términos traductológicos; los únicos trabajos existen
science-fiction de Gallimard y Hachette. tes refieren a las dificultades y variantes de traducción de
2
Constituye un lugar común de los testimonios que obras específicas, como The Lord of the Rings (Arrizaba
sus traducciones son «excelentes»; sin embargo, faltan laga) o A Clockwork Orange (Duro Hernández).
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