EL ARTE DE VIVIR - Thich Nhat Hanh
EL ARTE DE VIVIR - Thich Nhat Hanh
EL ARTE DE VIVIR - Thich Nhat Hanh
DE VIVIR
THICH NHAT HANH
AUTOR DEL BESTSELLER LA PAZ ES CADA PASO
EL ARTE DE
VIVIR
Paz y libertad en el aquí y ahora
HarperOne
Jm/tnur &fl larperCcILinsFM-MiSifeeri
CONTENIDO
Título de la página
Prólogo de la hermana Chan Khong
Introducción
Quietud
Practicar: El arte de respirar
Conclusión:
Epílogo
Sobre el autor
También de Thich Nhat Hanh
Copyright
Acerca de la editorial
PRÓLOGO
La primera vez que escuché a Thich Nhat Hanh dar clases fue en 1959, en
el templo Xa Loi de Saigón. Yo era un estudiante universitario, lleno de
preguntas sobre la vida y el budismo. Aunque era un monje joven, ya era
un poeta de renombre y un erudito consumado. Aquella primera conferencia
me impresionó profundamente. Nunca había escuchado a nadie hablar con
tanta belleza y profundidad. Me impresionó su aprendizaje, su sabiduría y
su visión de un budismo muy práctico, profundamente arraigado en las
antiguas enseñanzas, pero relevante para las necesidades de nuestro
tiempo. Yo ya participaba activamente en el trabajo social en los barrios
marginales y soñaba con aliviar la pobreza y fomentar el cambio social. No
todo el mundo apoyaba mi sueño, pero "Thay" (como nos gustaba llamar a
Thich Nhat Hanh, el cariñoso término vietnamita para "Maestro") me animó
mucho. Me dijo que estaba seguro de que cualquiera podía alcanzar el
despertar en el trabajo que más le gustara. Lo más importante, dijo, es ser
nosotros mismos y vivir nuestras vidas tan profunda y conscientemente
como podamos. Supe que había encontrado al maestro que buscaba.
A lo largo de los últimos cincuenta y cinco años, he tenido el privilegio
de estudiar y trabajar con Thich Nhat Hanh, organizando programas de
trabajo social en Vietnam, llevando a cabo trabajos por la paz en París,
rescatando a gente de los barcos en alta mar y ayudándole a establecer
centros de práctica de mindfulness en Europa, Estados Unidos y Asia. He
sido testigo de cómo las enseñanzas de Thay han evolucionado y se han
profundizado, adaptándose a las necesidades y los retos siempre
cambiantes de nuestro tiempo. Siempre ha dialogado con entusiasmo con
los líderes de la ciencia, la salud, la política, la educación, los negocios y la
tecnología, para poder profundizar en la comprensión de nuestra situación
actual y desarrollar prácticas de mindfulness que sean apropiadas y
eficaces. Hasta su inesperado ataque de apoplejía en noviembre de 2014,
a la edad de ochenta y ocho años, Thay siguió teniendo nuevas y
extraordinarias percepciones sobre las enseñanzas budistas
fundamentales. A veces, con gran deleite, volvía de una meditación a pie,
cogía su pincel y plasmaba estas percepciones en breves frases de
caligrafía, muchas de las cuales se incluyen en estas páginas.
Este extraordinario libro, editado por sus estudiantes monásticos, recoge
la esencia de los dos últimos años de conferencias de Thay sobre el arte de
la vida consciente. En particular, presenta sus innovadoras enseñanzas de
un retiro de veintiún días en junio de 2014, en el Centro de Práctica de la
Atención Plum Village en Francia, sobre el tema: "¿Qué pasa cuando
morimos? ¿Qué pasa cuando estamos vivos?".
Nunca deja de conmoverme la forma en que Thay encarna
verdaderamente sus enseñanzas. Es un maestro del arte de vivir. Aprecia
la vida y, a pesar de todas las condiciones adversas que ha encontrado a lo
largo de los años -incluyendo la guerra, el exilio, la traición y la mala salud-
, nunca se ha rendido. Se ha refugiado en su respiración y en las maravillas
del momento presente. Thay es un superviviente. Ha sobrevivido gracias al
amor de sus alumnos y su comunidad, y gracias al alimento que recibe de
su meditación, la respiración consciente y los momentos de relajación
caminando y descansando en la naturaleza. En tiempos de guerra y
dificultades, así como en tiempos de paz y armonía, he visto cómo la
sabiduría que se encuentra en estas páginas ha permitido a Thay abrazar
las alegrías y los dolores de la vida con intrepidez, compasión, fe y
esperanza. Os deseo que apliquéis con éxito las enseñanzas de este libro
en vuestra propia vida, siguiendo sus pasos, para que podáis aportar
curación, amor y felicidad a vosotros mismos, a vuestra familia y al mundo.
Estamos tan cerca de la Tierra que a veces olvidamos lo hermosa que es.
Visto desde el espacio, nuestro planeta azul está extraordinariamente vivo:
un paraíso viviente suspendido en un cosmos vasto y hostil. En el primer
viaje a la Luna, los astronautas se quedaron atónitos al ver la Tierra elevarse
sobre el desolado horizonte lunar. Sabemos que en la Luna no hay árboles,
ríos ni pájaros. En ningún otro planeta se ha encontrado aún vida tal y como
la conocemos. Se dice que los astronautas que orbitan en lo alto de las
estaciones espaciales pasan la mayor parte de su tiempo libre
contemplando la impresionante vista de la Tierra a lo lejos. Desde la
distancia, parece un gigantesco organismo vivo que respira. Al ver su
belleza y maravilla, los astronautas sienten un gran amor por toda la Tierra.
Saben que miles de millones de personas viven sus vidas en este pequeño
planeta, con toda su alegría, felicidad y sufrimiento. Ven la violencia, las
guerras, el hambre y la destrucción del medio ambiente. Al mismo tiempo,
ven claramente que este pequeño y maravilloso planeta azul, tan frágil y
precioso, es irremplazable. Como dijo un astronauta: "Fuimos a la Luna
como técnicos; regresamos como humanitarios".
La ciencia es la búsqueda del entendimiento, que nos ayuda a
comprender las estrellas y galaxias lejanas, nuestro lugar en el cosmos, así
como el tejido íntimo de la materia, las células vivas y nuestros propios
cuerpos. La ciencia, al igual que la filosofía, se ocupa de comprender la
naturaleza de la existencia y el sentido de la vida.
La espiritualidad es también un campo de investigación y estudio.
Queremos entendernos a nosotros mismos, al mundo que nos rodea y a lo
que significa estar vivo en la Tierra. Queremos descubrir quiénes somos
realmente, y queremos comprender nuestro sufrimiento. Comprender
nuestro sufrimiento da lugar a la aceptación y al amor, y esto es lo que
determina nuestra calidad de vida. Todos necesitamos que nos
comprendan y nos amen. Y todos queremos comprender y amar.
La espiritualidad no es una religión. Es un camino para generar felicidad,
comprensión y amor, para poder vivir profundamente cada momento de
nuestra vida. Tener una dimensión espiritual en nuestras vidas no significa
escapar de la vida o habitar en un lugar de felicidad fuera de este mundo,
sino descubrir formas de manejar las dificultades de la vida y generar paz,
alegría y felicidad justo donde estamos, en este hermoso planeta.
El espíritu de la práctica de la atención plena, la concentración y la
perspicacia en el budismo está muy cerca del espíritu de la ciencia. No
utilizamos instrumentos costosos, sino nuestra mente clara y nuestra
quietud para mirar profundamente e investigar la realidad por nosotros
mismos, con apertura y sin discriminación. Queremos saber de dónde
venimos y hacia dónde vamos. Y, sobre todo, queremos ser felices. La
humanidad ha dado lugar a muchos artistas, músicos y arquitectos con
talento, pero ¿cuántos de nosotros hemos dominado el arte de crear un
momento feliz, para nosotros y para los que nos rodean?
Como todas las especies de la Tierra, siempre estamos buscando las
condiciones ideales que nos permitan vivir al máximo de nuestro potencial.
Queremos hacer algo más que sobrevivir. Queremos vivir. Pero, ¿qué
significa estar vivo? ¿Qué significa morir? ¿Qué ocurre cuando morimos?
¿Hay vida después de la muerte? ¿Existe la reencarnación? ¿Volveremos
a ver a nuestros seres queridos? ¿Tenemos un alma que va al cielo, al
nirvana o a Dios? Estas preguntas están en el corazón de todos. A veces
se convierten en palabras, y otras veces se dejan sin decir, pero siguen ahí,
tirando de nuestro corazón cada vez que pensamos en nuestra vida, en
nuestros seres queridos, en nuestros padres enfermos o envejecidos, o en
los que ya han fallecido.
¿Cómo podemos empezar a responder a estas preguntas sobre la vida
y la muerte? Una buena respuesta, la respuesta correcta, debe basarse en
la evidencia. No es una cuestión de fe o creencia, sino de mirar
profundamente. Meditar es mirar profundamente y ver las cosas que otros
no pueden ver, incluyendo los puntos de vista erróneos que están en la base
de nuestro sufrimiento. Cuando podamos liberarnos de estos puntos de
vista erróneos, podremos dominar el arte de vivir felizmente en paz y
libertad.
El primer punto de vista erróneo del que tenemos que liberarnos es la
idea de que somos un yo separado y aislado del resto del mundo. Tenemos
la tendencia a pensar que tenemos un yo separado que nace en un
momento y debe morir en otro, y que es permanente durante el tiempo que
estamos vivos. Mientras tengamos esta visión errónea, sufriremos;
crearemos sufrimiento a los que nos rodean, y causaremos daño a otras
especies y a nuestro precioso planeta. La segunda visión errónea que
muchos de nosotros tenemos es la de que sólo somos este cuerpo y que
cuando morimos dejamos de existir. Este punto de vista erróneo nos ciega
a todas las formas en que estamos interconectados con el mundo que nos
rodea y las formas en que continuamos después de la muerte. La tercera
visión errónea que tenemos muchos es la idea de que lo que buscamos -ya
sea la felicidad, el cielo o el amor- sólo puede encontrarse fuera de nosotros
en un futuro lejano. Podemos pasarnos la vida persiguiendo y esperando
esas cosas, sin darnos cuenta de que pueden encontrarse dentro de
nosotros, justo en el momento presente.
Hay tres prácticas fundamentales para ayudar a liberarnos de estas tres
visiones erróneas: las concentraciones en la vacuidad, la falta de signo y la
falta de objetivo. Se conocen como las Tres Puertas de la Liberación y están
disponibles en todas las escuelas de budismo. Estas tres concentraciones
nos ofrecen una visión profunda de lo que significa estar vivo y lo que
significa morir. Nos ayudan a transformar los sentimientos de pena,
ansiedad, soledad y alienación. Tienen el poder de liberarnos de nuestros
puntos de vista erróneos, para que podamos vivir profunda y plenamente, y
enfrentarnos al morir y a la muerte sin miedo, ira o desesperación.
También podemos explorar cuatro concentraciones adicionales sobre la
impermanencia, el no anhelo, el dejar ir y el nirvana. Estas cuatro prácticas
se encuentran en el Sutra de la Conciencia Plena de la Respiración, un
maravilloso texto del budismo primitivo. La concentración en la
impermanencia nos ayuda a liberarnos de nuestra tendencia a vivir como si
nosotros y nuestros seres queridos estuviéramos aquí para siempre. La
concentración en el no anhelo es una oportunidad para tomarnos un tiempo
para sentarnos y averiguar qué es realmente la verdadera felicidad.
Descubrimos que ya tenemos condiciones más que suficientes para ser
felices, aquí mismo, en el momento presente. Y la concentración en dejar ir
nos ayuda a desenredarnos del sufrimiento y a transformar y liberar los
sentimientos dolorosos. Mirando profundamente con todas estas
concentraciones, somos capaces de tocar la paz y la libertad del nirvana.
Estas siete concentraciones son muy prácticas. Juntas, nos despiertan
a la realidad. Nos ayudan a valorar lo que tenemos, para que podamos tocar
la verdadera felicidad en el mismo aquí y ahora. Y nos dan la visión que
necesitamos para atesorar el tiempo que tenemos, reconciliarnos con los
que amamos y transformar nuestro sufrimiento en amor y comprensión.
Este es el arte de vivir.
Tenemos que utilizar la atención plena, la concentración y la perspicacia
para comprender lo que significa estar vivo y lo que significa morir. Podemos
hablar de los descubrimientos científicos y espirituales como "insights" y de
la práctica de alimentar y mantener esos insights como "concentración".
Con los conocimientos de la ciencia y la espiritualidad, en el siglo XXI
tenemos la oportunidad de vencer las causas fundamentales del sufrimiento
de los seres humanos. Si el siglo XX se caracterizó por el individualismo y
el consumo, el siglo XXI puede caracterizarse por la percepción de la
interconexión y por los esfuerzos para explorar nuevas formas de
solidaridad y unión. Meditar en las siete concentraciones nos permite ver
todo a la luz de la interdependencia, liberándonos de nuestros puntos de
vista erróneos y rompiendo las barreras de una mente discriminatoria. La
libertad que buscamos no es el tipo de libertad autodestructiva o destructiva
de otras naciones o del medio ambiente, sino el tipo de libertad que nos
libera de nuestra soledad, ira, odio, miedo, ansia y desesperación.
La enseñanza de Buda es muy clara, eficaz y sencilla de entender. Abre
un camino de vida, no sólo para nuestro beneficio personal, sino para toda
nuestra especie. Tenemos el poder de decidir el destino de nuestro planeta.
El budismo nos ofrece la expresión más clara de humanismo que jamás
hayamos tenido. Son nuestras percepciones y nuestras acciones las que
nos salvarán. Si despertamos a nuestra verdadera situación, habrá un
cambio colectivo en nuestra conciencia. Entonces la esperanza será
posible.
Exploremos cómo las siete concentraciones -que permiten comprender
la realidad- pueden arrojar luz sobre nuestra situación, nuestro sufrimiento.
Si mientras lees te encuentras en un terreno desconocido, simplemente
respira. Este libro es un viaje que hacemos juntos, como un paseo por el
bosque, disfrutando de las impresionantes maravillas de nuestro precioso
planeta. De vez en cuando hay un árbol con una hermosa corteza, una
formación rocosa llamativa o un musgo vibrante que crece justo al lado del
camino, y queremos que nuestro compañero también disfrute de la misma
belleza. En algún momento del camino nos sentaremos a comer juntos, o
más adelante beberemos de un manantial transparente. Este libro es un
poco así. De vez en cuando nos detendremos a descansar, a beber un
poco, o simplemente a sentarnos, la quietud entre nosotros ya es completa.
QUIETUD
EMPLEO
LA MARAVILLA DEL INTERSER
Imagine, por un momento, una hermosa flor. Esa flor puede ser una
orquídea o una rosa, o incluso una simple margarita que crece junto a un
camino. Al mirar una flor, podemos ver que está llena de vida. Contiene
tierra, lluvia y sol. También está llena de nubes, océanos y minerales.
Incluso está llena de espacio y tiempo. De hecho, todo el cosmos está
presente en esta pequeña flor. Si quitáramos uno solo de estos elementos
"no florales", la flor no existiría. Sin los nutrientes de la tierra, la flor no podría
crecer. Sin la lluvia y el sol, la flor moriría. Y si elimináramos todos los
elementos no florales, no quedaría nada sustantivo que pudiéramos llamar
"flor". Así que nuestra observación nos dice que la flor está llena de todo el
cosmos, mientras que al mismo tiempo está vacía de una autoexistencia
separada. La flor no puede existir por sí sola.
Nosotros también estamos llenos de muchas cosas y, sin embargo,
vacíos de un yo separado. Como la flor, contenemos tierra, agua, aire, luz
solar y calor. Contiene el espacio y la conciencia. Contienen nuestros
ancestros, nuestros padres y abuelos, la educación, la comida y la cultura.
Todo el cosmos se ha unido para crear la maravillosa manifestación que
somos. Si eliminamos cualquiera de estoselementos"no-nosotros, nos
daremos cuenta de que no queda ningún "nosotros".
Pienso (demasiado),
por lo tanto estoy (no estoy para vivir mi vida).
La forma más precisa de describir el proceso del pensamiento no es que
haya "alguien" que piense, sino que el pensamiento se manifiesta, como
resultado de una notable y maravillosa reunión de condiciones. No
necesitamos tener un yo para pensar; hay pensamiento y sólo pensamiento.
No hay una entidad adicional separada que piense. En la medida en que
hay un pensador, el pensador surge al mismo tiempo que el pensamiento.
Es como la izquierda y la derecha. No se puede tener una sin la otra, pero
tampoco se puede tener una antes de la otra; se manifiestan al mismo
tiempo. Tan pronto como hay una izquierda, hay también una derecha. En
cuanto hay un pensamiento, hay un pensador. El pensador es el
pensamiento.
Lo mismo ocurre con el cuerpo y la acción. Millones de neuronas
trabajan juntas en nuestro cerebro, en constante comunicación. Actúan en
concierto, produciendo un movimiento, un sentimiento, un pensamiento o
una percepción. Pero no hay un director de orquesta. No hay un jefe que
tome todas las decisiones. No podemos localizar un lugar en el cerebro o
en cualquier otra parte del cuerpo que lo controle todo. Existen las acciones
de pensar, sentir y percibir, pero no hay ningún actor o entidad propia
separada que piense, sienta y perciba.
En 1966, en Londres, tuve una experiencia muy fuerte al contemplar un
cadáver en el Museo Británico. Había sido conservado de forma natural en
la arena, tumbado en posición fetal, durante más de cinco mil años. Me
quedé allí durante mucho tiempo, muy concentrado, contemplando el
cuerpo.
Unas semanas más tarde, en París, me desperté de repente en medio
de la noche y quise tocarme las piernas para comprobar que no me había
convertido en un cadáver como aquel. Eran las dos de la tarde y me senté.
Contemplé el cadáver y mi propio cuerpo. Después de estar sentado
durante una hora, me sentí como el agua que llueve sobre una montaña:
lavando, lavando. Finalmente, me levanté y escribí un poema. Lo llamé "El
rugido del gran león". El sentimiento era tan claro y las imágenes fluían
libremente; salían a borbotones, como un enorme recipiente de agua que
se volcara. El poema se abría con estos versos:
Una nube blanca flota en el cielo
Un ramo de flores florece
Nubes flotantes
Flores en flor
Las nubes son las que flotan
Las flores son el florecimiento
NO EN UNA ESTUPA
Hace más de diez años, uno de mis discípulos en Vietnam mandó construir
una estupa -un santuario budista- para mis cenizas. Le dije que no
necesitaba una estupa para mis cenizas. No quiero quedarme en una
estupa. Quiero estar en todas partes.
"Pero", protestó, "¡ya está construido!".
"En ese caso", le dije, "tendrás que poner una inscripción en la fachada
que diga: 'Yo no estoy aquí'". Es cierto. No estaré en la estupa. Aunque se
incinere mi cuerpo y se pongan las cenizas allí, no seré yo. No estaré allí.
¿Por qué querría estar ahí dentro cuando afuera es tan hermoso?
Pero en caso de que algunas personas lo malinterpreten, le dije que tal
vez tuvieran que añadir otra inscripción, diciendo: "Yo tampoco estoy fuera".
La gente no me encontrará ni dentro ni fuera de la estupa. Sin embargo,
puede que lo malinterpreten. Así que tal vez haya que añadir una tercera
inscripción que diga: "Si me encuentran en algún sitio, es en su forma
pacífica de respirar y caminar". Esa es mi continuación. Aunque nunca nos
hayamos conocido en persona, si, cuando respiras, encuentras la paz en tu
respiración, estoy ahí contigo.
A menudo cuento una historia de la Biblia, del libro de Lucas, sobre dos
discípulos que viajan a Emaús después de la muerte de Jesús. Se
encontraron con un hombre en el camino y empezaron a hablar y a caminar
con él. Después de algún tiempo, se detuvieron en una posada para comer.
Cuando los dos discípulos observaron la forma en que el hombre partía el
pan y servía el vino, reconocieron a Jesús.
Esta historia enseña que incluso Jesús no se encuentra sólo en su
cuerpo físico. Su realidad viva se extiende mucho más allá de su cuerpo
físico. Jesús estaba plenamente presente en la forma en que se partió el
pan y en la forma en que se derramó el vino. Ese es el Cristo vivo. Por eso
puede decir: "Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos". No sólo Jesús o Buda o cualquier otro gran maestro
espiritual está con nosotros después de su muerte; todos nosotros
continuamos como energía mucho después de que nuestro cuerpo físico
haya cambiado de forma.
Cuando nos postramos ante Buda o nos inclinamos ante Jesucristo, ¿nos
inclinamos ante el Buda que vivió hace 2.500 años o ante el Cristo que vivió
hace 2.000 años? ¿A quién nos inclinamos? ¿Nos inclinamos ante un yo?
Hemos aprendido que Buda y Jesucristo eran seres humanos como
nosotros. Todos los seres humanos están hechos de los cinco ríos siempre
cambiantes y siempre fluyentes del cuerpo físico, los sentimientos, las
percepciones, las formaciones mentales y la conciencia. Tú, yo, Jesucristo
y Buda, todos estamos en continuo cambio.
Decir que hoy Jesucristo es exactamente igual que hace 2.000 años es
un error, porque incluso en los treinta años de su vida, Jesucristo nunca fue
exactamente el mismo. Cambiaba cada mes y cada año, y lo mismo ocurre
con Buda. A los treinta años, el Buda era diferente a como era a los
cuarenta. Y a los ochenta, volvía a ser diferente. Él, como todos nosotros,
evolucionó y cambió constantemente. Entonces, ¿qué Buda queremos? ¿El
de los ochenta años o el de los cuarenta? Podemos visualizar al Buda con
un determinado tipo de rostro o un determinado tipo de cuerpo, pero
sabemos que su cuerpo es impermanente y siempre cambiante. O podemos
pensar que Buda ya no existe o que el Jesucristo del pasado ya no está
aquí. Pero eso también sería incorrecto, porque sabemos que nada puede
perderse.
El Buda no es un ser separado; él es sus acciones. ¿Cuáles son sus
acciones? Sus acciones son la práctica de la libertad y el despertar al
servicio de todos los seres, y estas acciones continúan. El Buda sigue aquí,
pero no en la forma que solemos imaginar.
Cada uno de nosotros puede estar en contacto directo con Buda como
una especie de acción. Cuando somos capaces de caminar felizmente por
la Tierra, en contacto con las maravillas de la vida -con los hermosos
pájaros, los árboles y el cielo azul- sintiéndonos felices, en paz y a gusto,
entonces nosotros mismos somos una continuación del Buda. El Buda no
es algo que esté fuera de nosotros. Es una especie de energía dentro de
nosotros. Cada día, el Buda viviente evoluciona y crece, manifestándose en
nuevas formas.
NADA SE PIERDE
FUERZA VITAL
¿Recuerdas las veces que estuviste enfermo con fiebre cuando eras un niño
o una niña? ¿Recuerdas lo horrible que era estar tan enfermo? Pero
entonces tu madre o tu padre, o tal vez un abuelo, te ponían la mano en la
frente ardiendo y te sentías tan bien. Podías sentir el néctar del amor en su
mano, y eso era suficiente para reconfortarte y tranquilizarte. El mero hecho
de saber que estaban ahí, a tu lado, te aliviaba. Si ya no vives cerca de tu
madre, o si tu madre ya no está presente en su forma corporal habitual,
tienes que mirar profundamente para ver que, de hecho, siempre está
contigo. Llevas a tu madre en cada célula de tu cuerpo. Su mano sigue en
la tuya. Si tus padres ya han fallecido y practicas una mirada profunda como
ésta, puedes tener una relación aún más estrecha con tus padres que la de
alguien cuyos padres siguen vivos pero que no puede comunicarse
fácilmente con ellos.
Puedes tomarte un momento para mirar tu mano. ¿Puedes ver la mano
de tu madre en tu mano? ¿O la de tu padre? Mira profundamente tu mano.
Con esta visión, y con todo el amor y el cuidado de tus padres, lleva tu mano
a la frente y siente la mano de tu madre o de tu padre tocando tu frente.
Déjate cuidar por tus padres en ti. Ellos están siempre contigo.
SERES VIVOS
¿EXISTE LA REENCARNACIÓN?
FIRMEZA
UNA NUBE NUNCA MUERE
SU DÍA DE NACIMIENTO
OCULTAR Y BUSCAR
TU VIDA ES ILIMITADA
¿VIVO O MUERTO?
Cuando miramos un roble, puede resultar difícil imaginar que surgió de una
bellota. ¿Sigue viva esa bellota? Si lo está, ¿por qué no podemos verla? ¿O
la bellota ya no existe? Si murió, ¿cómo es que ahora hay un roble?
Las enseñanzas sobre la ausencia de signos nos ayudan a liberarnos
de nuestra tendencia a encasillar las cosas. Por lo general, tratamos de
encajar la vida en una de las cuatro categorías:
1. ¿Está vivo?
2. ¿Está muerto?
3. ¿Sigue estando en el ámbito del ser? En otras palabras, ¿sigue
existiendo?
Cada uno de nosotros puede estar presente en muchos lugares del mundo.
Podemos estar aquí y al mismo tiempo en una cárcel. Podemos estar aquí
y también en un país lejano donde los niños sufren de desnutrición. No
tenemos que estar presentes con nuestro cuerpo físico. Cuando escribo un
libro, me transformo en miles de mí que pueden ir un poco a todas partes.
Cada libro se convierte en mi cuerpo fuera del cuerpo.
Nuestras palabras son una energía que tiene un efecto dominante más
allá de lo que imaginamos. Debemos aprender el arte de la comunicación
para que nuestra forma de hablar provoque amor, reconciliación y
comprensión. Así como tiene un sabor amargo pronunciar palabras
negativas o poco amables, se siente maravilloso decir algo lleno de
comprensión y amor. Reconciliarse con alguien con quien estamos
enfadados, utilizando un discurso amoroso, es sanador para ambas partes.
Enseguida nos sentimos más ligeros y en paz. Desafíate a ti mismo.
Practica la respiración consciente, la respiración profunda, y observa el
sufrimiento en ti mismo y en la otra persona. A continuación, decídete a
llamarle y a producir uno o dos minutos de discurso correcto. Puede que
hayamos estado esperando mucho tiempo para hacerlo. Tal vez ellos
también hayan estado esperando por nosotros, sin siquiera saberlo.
Tal vez, en lugar de llamar, puedas escribir un correo electrónico o un
mensaje de texto lleno de comprensión y compasión. La curación ya tiene
lugar, incluso antes de que lo envíes. Nunca es demasiado tarde para
reconciliarse con un ser querido, aunque ya haya fallecido. Todavía puedes
escribirle una carta, expresando tu arrepentimiento y tu amor. Sólo con esto
conseguirás la paz y la curación. Tus palabras pueden ser bellas gemas que
atraviesen el espacio y el tiempo para crear comprensión y amor mutuos.
También somos continuados en nuestras acciones corporales. Cada vez
que hacemos algo con nuestro cuerpo físico que protege, ayuda, salva o
inspira a otra persona, ese acto también es nutritivo y curativo para nosotros
y para el mundo. Tenemos que preguntarnos: "¿Dónde estoy invirtiendo mi
energía física?" "¿Qué dejaré atrás cuando mi cuerpo se desintegre?"
"¿Qué puedo hacer hoy para realizar mis sueños?".
Volvamos a mirar la nube en el cielo. Mientras la nube sigue siendo una
nube, ya puede empezar a ver su cuerpo de continuación en forma de lluvia,
nieve o granizo. Digamos que un tercio de la nube se ha convertido en lluvia
y los otros dos tercios de la nube siguen en el cielo, viendo felizmente cómo
la lluvia cae a la tierra. Está viendo su cuerpo de continuación. Ser una nube
es hermoso. Pero ser lluvia que cae y se convierte en una corriente de agua
también es hermoso. La nube disfruta mirando desde el cielo y viendo su
cuerpo de continuación como una corriente de agua fresca y clara que
serpentea por el campo.
Cuando tenía ochenta años, un periodista me preguntó si pensaba
retirarme como maestro espiritual. Sonreí y le expliqué que la enseñanza
no se da sólo hablando, sino por la forma en que vivimos nuestra vida.
Nuestra vida es la enseñanza. Nuestra vida es el mensaje. Así que le
expliqué que mientras siga practicando el sentarse, el caminar, el comer y
el interactuar con mi comunidad y los que me rodean, seguiré enseñando.
Le dije que ya había empezado a animar a mis alumnos mayores a que
empezaran a sustituirme dando sus propias charlas de Dharma. Muchos de
ellos han dado charlas de Dharma maravillosas, ¡y algunas han sido
mejores que las mías! Cuando enseñan, me veo a mí mismo continuando
en ellos.
Cuando miras a tu hijo, a tu hija o a tus nietos, puedes ver que son tu
continuación. Cuando un profesor mira a su clase, puede ver a sus alumnos
como su continuación. Si es un profesor feliz, si tiene mucha libertad,
compasión y comprensión, sus alumnos también serán felices y se sentirán
comprendidos. Es posible que cada uno de nosotros vea su continuación
de inmediato. Esto es algo que tenemos que recordarnos a nosotros
mismos cada día. Cuando miro a mis amigos, a mis alumnos y a los más de
mil monjes y monjas que he ordenado, que practican mindfulness y dirigen
retiros en todo el mundo, veo mi cuerpo de continuación.
TODO LO INTER- ES
Es posible vivir tu vida diaria de tal manera que seas consciente de todos
tus diferentes cuerpos y te sientas conectado a ellos cada día. Podrás ver
tu continuación a través del tiempo y el espacio y darte cuenta de que tu
vida es ilimitada. Este cuerpo físico, que un día se desintegrará, es sólo una
pequeña parte de lo que eres.
Quizás quieras tomarte un momento para contemplar el siguiente texto.
Es una invitación a ver que eres la vida sin fronteras; eres la vida sin límites.
Puedes leerlo lentamente, dejando que cada línea caiga como una suave
lluvia en el suelo de tu conciencia.
Al respirar, veo el elemento tierra en mí, el elemento aire en mí. Veo las
nubes, la nieve, la lluvia y los ríos en mí. Veo la atmósfera, el viento y los
bosques en mí, las montañas y los océanos en mí. Veo la tierra en mí.
Al exhalar, sonrío a la tierra que hay en mí. Soy uno con la Madre
Tierra, el planeta más hermoso de nuestro sistema solar.
Al respirar, veo las estrellas y las galaxias en mí. Soy la conciencia que
se manifiesta como cosmos. Estoy hecho de estrellas y galaxias.
Al exhalar, sonrío a las estrellas que hay en mí. Desempeño mi papel en
la inmortalidad de las nubes, la lluvia, las estrellas y el cosmos.
AIMLESSNESS
DESCANSO EN DIOS
DESCANSO EN DIOS
EL ARTE DE PARAR
Cuando nos detenemos así, parece que no pasa nada, pero en realidad
está pasando todo. Estás profundamente establecido en el momento
presente, y tocas tu cuerpo cósmico. Tocas la eternidad. No hay más
inquietud, no hay más búsqueda.
En Plum Village, y en todos nuestros centros de práctica de mindfulness
en Estados Unidos, Europa y Asia, practicamos la detención cada vez que
oímos el sonido de una campana. Ya sea la gran campana del templo, el
reloj que suena en el comedor, las campanas de las iglesias de los
alrededores o incluso el sonido del teléfono, en cuanto oímos el sonido de
la campana, nos tomamos un momento para detenernos, relajarnos y
respirar. Volvemos a nosotros mismos y al momento presente. Si estamos
hablando, dejamos de hablar. Si estamos caminando, dejamos de caminar.
Si llevamos algo, lo dejamos. Volvemos a nuestra respiración y llegamos a
nuestro cuerpo en el aquí y ahora. Nos relajamos y disfrutamos escuchando
el sonido de la campana.
Al escuchar la campana, entramos en una profunda relación con el
momento presente que abarca un tiempo y un espacio ilimitados. El pasado
y el futuro están aquí, en el momento presente. Dios, el nirvana, el cuerpo
cósmico, están disponibles. El momento se convierte en un momento eterno
y pleno.
¿Dónde está tu padre, tu madre, tu abuelo o tu abuela? Aquí, en el
momento presente. ¿Dónde están tus hijos, tus nietos y las generaciones
futuras? ¿Dónde están Jesucristo y Buda? ¿Dónde están el amor y la
compasión? Están aquí. No son realidades independientes de nuestra
conciencia, de nuestro ser, de nuestra vida. No son objetos de esperanza o
de búsqueda fuera de nosotros. ¿Y dónde está el cielo, el Reino de Dios?
También aquí. Todo lo que buscamos, todo lo que queremos experimentar,
tiene que ocurrir aquí mismo, en el momento presente. El futuro es sólo una
idea, una noción abstracta.
Hay una historia zen sobre un estudiante que sentía que no había recibido
realmente la esencia más profunda de la enseñanza de su maestro, por lo
que fue a preguntarle. Su maestro le contestó: "De camino aquí, ¿has visto
el ciprés del patio?". Tal vez el estudiante no estaba todavía muy atento. El
maestro estaba diciendo que si, de camino a ver a nuestro maestro,
pasamos por delante de un ciprés o de un hermoso ciruelo en flor y no lo
vemos realmente, entonces cuando lleguemos frente a nuestro maestro,
tampoco lo veremos. No deberíamos perder ninguna oportunidad de ver
realmente nuestro ciprés. Hay maravillas de la vida por las que pasamos
todos los días y, sin embargo, no las hemos visto realmente. ¿Cuál es el
ciprés que hay en el camino que recorres cada día para ir al trabajo? Si ni
siquiera puedes ver el árbol, ¿cómo puedes ver a tus seres queridos?
¿Cómo puedes ver a Dios?
Cada árbol, cada flor pertenece al Reino de Dios. Si la dalia en flor no
pertenece al Reino de Dios, ¿a dónde pertenece? Si queremos tener una
relación con Dios, si queremos
EL CIELO EN LA TIERRA
SÉ BELLA; SÉ TÚ MISMA
Podemos ver las maravillas que nos rodean y, sin embargo, dudar de que
nosotros mismos seamos también una maravilla. Nos sentimos
inadecuados. Anhelamos algo más, algo más. Somos como una cacerola
que da vueltas buscando una tapa. Nos falta confianza en nosotros mismos
y en nuestra capacidad de ser pacíficos, compasivos y despiertos. Nos
sentimos abrumados por nuestras dificultades. Y así continuamos con
nuestra vida diaria sintiendo que nos falta algo. Tenemos que preguntarnos:
"¿Qué me falta? ¿Qué estoy buscando?"
Practicar la falta de objetivos es identificar qué es lo que buscas, esperas
o persigues, y dejarlo ir. Al eliminar esos objetos de búsqueda que te alejan
del aquí y el ahora, descubrirás que todo lo que quieres ya está aquí, en el
momento presente. No necesitas "ser alguien" o hacer algo para ser feliz y
libre. Si le preguntas a una flor que florece en la ladera de la montaña, o a
un árbol que se alza majestuoso en el bosque, "¿Qué buscas?", ¿qué te
responderían? Si tienes un poco de atención y concentración, escucharás
su respuesta en tu corazón.
TÚ ERES SUFICIENTE
El célebre maestro Zen chino del siglo IX Lin-Chi enseñó que "los humanos
y los budas no son dos" y declaró: "¡No hay diferencia entre tú y el Buda!".
Decía que uno ya es suficiente. No necesitamos hacer nada especial para
ser un buda y cultivar nuestro cuerpo de buda. Sólo necesitamos vivir una
vida sencilla y auténtica. Nuestra verdadera persona, nuestro verdadero ser,
no necesita un trabajo o una posición concreta. Nuestro verdadero ser no
necesita dinero, fama o estatus.
NO TENER NEGOCIOS
lo que hagamos,
podemos hacerlo con facilidad y libertad.
SER Y HACER
Mi nombre, Nhat Hanh, significa "una acción". Pasé mucho tiempo tratando
de averiguar de qué acción se trataba. Entonces descubrí que mi única
acción es ser la paz y llevar la paz a los demás.
Tenemos la tendencia a pensar en términos de hacer y no en términos
de ser. Pensamos que cuando no hacemos nada, estamos perdiendo el
tiempo. Pero eso no es cierto. Nuestro tiempo es, en primer lugar, para ser.
¿Para ser qué? Para estar vivos, para estar en paz, para estar alegres, para
ser amorosos. Y esto es lo que más necesita el mundo. Todos necesitamos
entrenarnos en nuestra forma de ser, y ese es el terreno para toda la acción.
Hay quienes dicen: "No te quedes sentado, ¡haz algo!". Cuando vemos
la injusticia, la violencia y el sufrimiento a nuestro alrededor, naturalmente
queremos hacer algo para ayudar. Cuando era un joven monje en Vietnam
en los años 50 y 60, junto con mis amigos y estudiantes, hicimos todo lo
posible para crear un budismo de base que pudiera responder a los
enormes desafíos y al sufrimiento de la época. Sabíamos que ofrecer
cánticos y oraciones no era suficiente para salvar al país de la desesperada
situación de conflicto, división y guerra.
Empezamos a publicar una gran revista budista semanal de ámbito
nacional, pusimos en marcha la Escuela de Jóvenes para el Servicio Social
para llevar ayuda y apoyo a los pueblos devastados por la guerra, y también
fundamos la Universidad Van Hanh en Saigón para ofrecer un enfoque más
moderno de la educación a las jóvenes generaciones. En todo este trabajo,
aprendimos que la calidad de nuestra acción dependía de la calidad de
nuestro ser. Así que cada semana organizábamos un día entero de práctica
de la atención plena en el cercano Monasterio del Bosque de Bambú. Allí
practicamos juntos la meditación sentada, la meditación a pie y la
alimentación consciente, y nos tomamos tiempo para escuchar
profundamente los retos y las alegrías de los demás. Con la energía de la
hermandad, creamos un maravilloso y feliz lugar de refugio.
Así que, además de decir: "No te quedes sentado, haz algo", también
podemos decir: "No te quedes sentado, haz algo". Detenerse, estar quieto
y practicar la atención plena puede dar lugar a una nueva dimensión del ser.
Podemos transformar nuestra ira y ansiedad, y cultivar nuestra energía de
paz, comprensión y compasión como base para la acción. Las energías de
la sabiduría, la compasión, la inclusión, la intrepidez, la paciencia y la no
discriminación -sin menospreciar a nadie- son todas cualidades de los seres
despiertos. Cultivar estas energías nos ayuda a traer la dimensión última a
la dimensión histórica, para que podamos vivir una vida de acción de forma
relajada y alegre, libre de miedo, estrés y desesperación. Podemos seguir
siendo muy activos, pero hacerlo todo desde un lugar de paz y alegría. Este
es el tipo de acción que más se necesita. Cuando podamos hacerlo, el
trabajo que hagamos será de gran ayuda para nosotros mismos y para el
mundo.
LA ACCIÓN DE LA NO ACCIÓN
Como sociedad, siempre nos esforzamos por hacer cosas para resolver
las numerosas dificultades a las que nos enfrentamos. Y, sin embargo,
parece que cuanto más hacemos, peor es la situación. Así que tenemos que
buscar en la base de nuestras acciones, que es nuestra calidad de ser.
En Plum Village hemos organizado retiros para israelíes y palestinos. En
Oriente Medio, sus vidas pueden ser una lucha diaria por sobrevivir.
Siempre hay algo que hacer y ni un momento para detenerse. Pero cuando
vienen a Plum Village, creamos un entorno tranquilo para que descansen,
se detengan, se sienten en silencio y vuelvan a ser ellos mismos. Se sientan
con nosotros, caminan con nosotros y comen con nosotros. Practican una
relajación profunda. Nadie hace nada especial, pero ya es una revolución.
Tras sólo unos días de práctica, se sienten mucho mejor. Tienen espacio
en su interior, y son capaces de sentarse y escuchar el sufrimiento del otro
lado con compasión. Muchos jóvenes de estos retiros nos han dicho que
era la primera vez en su vida que creían que la paz era posible en Oriente
Medio.
Si queremos organizar una conferencia de paz o una conferencia sobre
el medio ambiente, podemos hacerlo de la misma manera. Los líderes
mundiales pueden reunirse, no sólo para sentarse alrededor de una mesa
y tomar decisiones, sino para pasar tiempo juntos como amigos y establecer
una relación humana. Cuando podamos escuchar profundamente el
sufrimiento y las dificultades de los demás, y cuando podamos expresar
nuestras percepciones e ideas utilizando un discurso amoroso, entonces
nuestras negociaciones tendrán éxito. Una vez que haya comprensión, será
posible liberar el miedo y la ira.
¿CUÁL ES SU SUEÑO?
Una vez me preguntó un periodista en Holanda: "¿Le queda algo que quiera
hacer antes de morir?". No sabía cómo responderle, porque ella no estaba
muy familiarizada con las enseñanzas. Así que lo mejor que pude hacer fue
simplemente mirarla y sonreír.
La verdad es que no siento que haya nada que tenga que hacer antes
de morir, porque tal y como yo lo veo, no voy a morir nunca. Y las cosas
que quiero hacer, ya las he hecho durante mucho tiempo. En cualquier caso,
en la última dimensión, no hay nada más que hacer. Cuando era un monje
de treinta años, durante la guerra de Vietnam, escribí un poema con las
líneas "Queridos, el trabajo de reconstrucción puede llevar miles de vidas,
pero este trabajo ya se completó hace miles de vidas". En la última
dimensión, no tenemos nada que hacer. Practicar la falta de objetivos no
significa que no tengamos un sueño o una aspiración. Significa estar en
contacto con la dimensión última en el momento presente, para poder
realizar nuestros sueños con alegría, facilidad y libertad.
Cada uno de nosotros tiene un profundo deseo de realizar algo en su
vida. Seas o no consciente de ello, en el fondo de tu corazón hay algo que
siempre has querido realizar. No se trata de un deseo fugaz, sino de una
intención profunda que puede haber empezado a crecer en tu corazón
cuando aún eras muy joven. Este es tu sueño más querido, tu máxima
preocupación. Cuando identificas y alimentas tu deseo más profundo,
puede convertirse en una fuente de gran felicidad, energía y motivación.
Puede darte impulso y dirección. Puede sostenerte en los momentos
difíciles.
SUEÑOS COMPARTIDOS
Cuando empiezas una relación con alguien, también tienes que averiguar
cuáles son sus sueños más profundos. Tienes que preguntarle qué quiere
hacer con su vida. Tienes que descubrirlo antes de casarte, no después. Si
vives con alguien pero cada uno de vosotros persigue un ideal diferente,
nunca podréis relacionaros profundamente el uno con el otro. Así que tienes
que dedicar tiempo a sentarte con tu pareja y plantearle estas preguntas. Si
la quieres, tienes que entenderla, y también tienes que ayudarla a
entenderte a ti. Es trágico compartir la cama y, sin embargo, tener sueños
diferentes. Hablar con tu pareja de tus sueños es una forma de profundizar
en la comunicación y la conexión para que ambos podáis ir juntos en la
misma dirección.
También puedes preguntar a tus padres sobre sus sueños. "¿Tuviste
alguna vez un sueño cuando eras joven? ¿Pudisteis realizarlo?". Si puedes
hacer preguntas como ésta, la relación con tus padres se volverá real y
profunda. Es una forma de descubrir quiénes son realmente tus padres. Les
permitirá abrir su corazón, y te sentirás tan cerca de ellos como un buen
amigo. Y si tus padres aún no han podido realizar su sueño, puede que tú
puedas realizarlo por ellos, porque eres su continuación.
Mirando en tu cuerpo, tus sentimientos y tu sufrimiento, puedes ver el
cuerpo, el sufrimiento y las esperanzas y sueños de tus padres. Incluso si
tus padres ya han fallecido, puedes mirar profundamente estas preguntas y
escuchar las respuestas, porque tú eres la continuación de tus padres, y
ellos siguen vivos dentro de ti, en cada célula de tu cuerpo.
Lo mismo ocurre con tus antepasados espirituales. Aunque nunca los
hayas conocido, si has recibido sus enseñanzas y las has puesto en
práctica, entonces ellos también están vivos en ti. Están presentes en tu
forma de dar un paso consciente, en tu forma de partir el pan.
RENUNCIA
TU SUEÑO ES AHORA
Hace unos años visité la montaña Wutai Shan, en China, con varios
estudiantes monásticos y amigos. Es un destino popular para peregrinos y
turistas, y se dice que es la morada de Manjushri, el Bodhisattva del Gran
Entendimiento. Hay más de mil escalones que suben a la montaña, pero
nuestro objetivo no era llegar a la cima. Nuestro objetivo era tocar la paz y
la alegría con cada paso.
Recuerdo el paseo con mucha claridad. Inspiraba cuando subía un
escalón y espiraba cuando daba el siguiente. Mucha gente resoplaba al
adelantarnos y se volvía para mirar atrás y ver quién iba tan despacio.
Disfrutamos de cada paso. Y de vez en cuando nos deteníamos para
disfrutar de las vistas. Cuando llegamos a la cima de la montaña no
estábamos nada cansados. Estábamos llenos de energía, completamente
refrescados y nutridos por la subida.
Cuando el ser humano desarrolló por primera vez la capacidad de
caminar y correr fue para perseguir algo o para escapar de algo. Esa
energía de perseguir y correr está profundamente arraigada en cada célula
de nuestro cuerpo. Pero hoy ya no existe la misma necesidad de cazar,
luchar o escapar del peligro, y sin embargo seguimos caminando con ese
tipo de energía. Hemos pasado del Homo erectus al Homo sapiens, y ahora
tenemos la oportunidad de convertirnos en Homo conscius, una especie
consciente y despierta. Esta especie aprenderá a caminar en libertad.
Caminar en paz y libertad es una forma maravillosa de traer la última
dimensión a la dimensión histórica. Es una forma de entrenarnos para no
huir.
IMPERMANENCIA
AHORA ES EL MOMENTO
YA VEREMOS, YA VEREMOS
Hay una vieja historia de China sobre el Sr. Ly, un aldeano cuyo sustento
dependía de su caballo. Un día su caballo se escapó y todos sus vecinos
se apiadaron de él: "¡Qué mala suerte tienes! Qué desgracia!". Pero el señor
Ly no se preocupó. "Ya veremos", dijo. "Ya veremos".
Unos días más tarde, su caballo regresó, trayendo consigo varios
caballos salvajes. El Sr. Ly y su familia eran de repente muy ricos. "¡Qué
suerte tienen!", exclamaron los demás aldeanos. "Ya veremos", respondió
el señor Ly. "Ya veremos". Entonces, un día, su único hijo estaba
entrenando a uno de los nuevos caballos salvajes y se cayó y se rompió la
pierna. "¡Qué desgracia!", volvieron a declarar los vecinos. "Ya veremos",
dijo el señor Ly. "Ya veremos".
Unas semanas más tarde, el ejército imperial pasó por el pueblo para
reclutar a todos los jóvenes sanos en el ejército. No se llevaron al hijo del
señor Ly, que aún se estaba recuperando de su pierna rota. "¡Qué suerte
tienes!", volvieron a decir sus vecinos. "Ya veremos", respondió el señor Ly.
"Ya veremos".
La impermanencia es tan capaz de producir felicidad como de producir
sufrimiento. La impermanencia no es una mala noticia. Gracias a la
impermanencia, los regímenes despóticos pueden caer. Gracias a la
impermanencia, la enfermedad puede curarse. Gracias a la impermanencia,
podemos disfrutar de la maravilla de las cuatro hermosas estaciones.
Gracias a la impermanencia, todo puede cambiar y transformarse en una
dirección más positiva.
Durante la guerra de Vietnam hubo momentos en los que parecía que la
violencia no iba a terminar nunca. Nuestros equipos de jóvenes trabajadores
sociales trabajaban incansablemente para reconstruir los pueblos
destruidos por las bombas. Muchas personas perdieron sus hogares. Hubo
una aldea cerca de la zona desmilitarizada que tuvimos que reconstruir no
sólo una, sino dos y hasta tres veces después de repetidos bombardeos.
Los jóvenes se preguntaban: "¿Debemos reconstruir? ¿O debemos
rendirnos?". Por suerte, fuimos lo suficientemente sabios como para no
rendirnos. Abandonar sería renunciar a la esperanza.
Recuerdo que por esa época un grupo de jóvenes se acercó a mí y me
preguntó: "Querido profesor, ¿cree que la guerra terminará pronto?". En ese
momento, no veía ninguna señal de que la guerra fuera a terminar. Pero no
quería que nos ahogáramos en la desesperación. Permanecí en silencio
durante algún tiempo. Finalmente, dije: "Queridos amigos, Buda dijo que
todo es impermanente. La guerra tiene que terminar algún día". La pregunta
es: ¿qué podemos hacer para acelerar la impermanencia? Siempre hay
cosas que podemos hacer cada día para ayudar a la situación.
RESPIRA-ESTÁS VIVO
Puedes tomarte un momento para leer estas líneas muy lentamente, con
una pausa para seguir tu respiración y relajarte entre cada recuerdo.
VISIÓN APLICADA
LA IMPERMANENCIA Y EL NO SER
RIEGO DE SEMILLAS
Si tienes una relación difícil y quieres hacer las paces con la otra
persona, primero tienes que volver a casa contigo mismo. Tienes que ir a tu
jardín y cultivar las flores de la paz, la compasión, la gratitud, la comprensión
y la alegría. Sólo entonces podrás acercarte a la otra persona y ofrecerle
paciencia, aceptación, comprensión y compasión.
Una pareja de mediana edad de Francia vino una vez a visitarme a Plum
Village y me contó su historia. Cuando estaban juntos por primera vez,
estaban profundamente enamorados y se escribían las cartas de amor más
dulces y tiernas. En aquella época era muy especial recibir una carta por
correo. La gente esperaba ansiosa los pasos del cartero por si tenía una
carta para ellos. Todos atesoraban sus cartas de amor y las guardaban en
un lugar seguro para poder leerlas una y otra vez. Esta señora en particular
guardaba todas sus cartas de amor en una lata de galletas -una típica caja
de galletas LU francesa- que guardaba en su armario.
Cuando nos enamoramos por primera vez, lo único que queremos es
mirar a la otra persona a los ojos y sentir su presencia cerca de nosotros.
No necesitamos comer ni beber, ni siquiera dormir. Basta con mirar a los
ojos para sobrevivir.
Pero si no sabemos cuidar nuestro amor o alimentar nuestra relación, al
poco tiempo ya no sentimos placer al mirar a nuestra persona amada. Al
contrario, el mero hecho de mirarles nos hace sufrir. Preferimos mirar el
teléfono en busca de mensajes o ver la televisión, aunque no nos guste
especialmente lo que hay, porque sigue siendo mejor que apagar el
televisor y enfrentarse a la realidad de la presencia del otro.
Este fue el caso de la pareja francesa. Con el paso de los años, su amor
se había desvanecido. Un día el hombre tuvo que salir de viaje de negocios
y se ausentó unos días. No era la primera vez, y su pareja lo aceptó con
cierta indiferencia. Entonces, una mañana, mientras hacía limpieza de
primavera en su armario, se encontró con la caja de LU con todas sus viejas
cartas de amor.
Curiosa, abrió la caja y empezó a leer una. Sus palabras eran tan dulces
y tiernas que llegaron directamente a su corazón. A lo largo de los años, las
semillas positivas de su amor se habían cubierto de alguna manera con
capas de polvo y barro, pero ahora, al releer las cartas, las buenas semillas
volvieron a regarse en su conciencia. Podía oír el amor y la bondad en la
voz de su compañero. Así que leyó otra carta y luego otra. Se sentó y leyó
todas las cartas de la caja, docenas de cartas. Era como si hubiera
empezado a llover sobre su tierra seca y reseca. Se preguntó qué había
sido de su hermoso amor, de todos aquellos días felices juntos. Recordó
que ella también le escribía cartas de amor. Solía hablarle con tanta ternura,
con amor, aceptación y comprensión.
Tras leer todas las cartas, sintió un fuerte deseo de volver a conectar
con la persona de la que se enamoró hace tantos años. Así que se sentó,
sacó papel y bolígrafo y le escribió. Utilizó el mismo lenguaje tierno y dulce
que en el pasado. Le recordó los hermosos momentos que habían pasado
juntos, su conexión especial e íntima, y le expresó su deseo de renovar y
refrescar su amor. Metió la carta en un sobre y la dejó sobre su mesa.
Unos días después, su pareja le llamó para comunicarle que tendría que
prolongar su viaje. Ella respondió con tanta confianza y amor en su voz que
él se sorprendió. "Si necesitas unos días más, cariño, quédate. Pero intenta
volver lo antes posible". Hacía años que no le hablaba con un tono de voz
tan amable.
Cuando llegó a casa, encontró su carta en su escritorio. Se quedó allí
en silencio durante mucho tiempo. Todas las buenas semillas que habían
permanecido dormidas durante tanto tiempo se regaron mientras leía la
carta. Cuando salió de la habitación para saludarla, era una persona
diferente. Sus palabras suaves, compasivas y cariñosas habían ablandado
y abierto su corazón hacia ella de nuevo. Después de tanto tiempo, se sintió
visto, apreciado y amado. La reconciliación había tenido lugar y pudieron
redescubrirse, renovar su relación y reavivar su amor.
HOOKED
EL CONOCIMIENTO TE LIBERA
Cada uno de nosotros tiene una visión. Sabemos que el objeto de nuestro
deseo no vale la pena. Sabemos que no queremos engancharnos.
Sabemos que no queremos gastar todo nuestro tiempo y energía en él. Y,
sin embargo, no podemos dejarlo. Esto se debe a que no sabemos cómo
aplicar nuestra percepción.
Tenemos que tomarnos un tiempo para detenernos y reflexionar
profundamente sobre nuestra situación para identificar qué es lo que
estamos deseando. Y luego tenemos que identificar el anzuelo. ¿Cuál es el
peligro? ¿Cuál es el sufrimiento que se esconde en él? Tenemos que ver
todas las formas en que correr detrás de estas cosas y anhelarlas nos ha
hecho sufrir.
Todo deseo tiene su raíz en nuestro deseo original y fundamental de
sobrevivir. En el budismo no hablamos de pecado original. Hablamos de
ese miedo y deseo originales que se manifestaron en nosotros durante
nuestro nacimiento y en el precario momento en que tomamos nuestro
primer y doloroso aliento. Nuestra madre ya no podía respirar por nosotros.
Era difícil inhalar; primero teníamos que expulsar el agua de nuestros
pulmones. Pero si no podíamos respirar por nosotros mismos, moriríamos.
Lo logramos; nacimos. Y con ese nacimiento, nació nuestro miedo a morir
junto con el deseo de sobrevivir. Y cuando éramos niños, ese miedo se
quedó con nosotros. Sabíamos que, para sobrevivir, teníamos que
conseguir que alguien nos cuidara. Puede que nos sintiéramos impotentes
y encontráramos todo tipo de formas de conseguir que otra persona nos
protegiera, cuidara de nosotros y asegurara nuestra supervivencia.
Aunque nos hayamos convertido en adultos, nuestro miedo y deseo
originales siguen vivos. Tememos estar solos o abandonados; tememos
envejecer. Ansiamos la conexión y que alguien cuide de nosotros. Si
trabajamos sin parar, puede ser por nuestro miedo original a no poder
sobrevivir. Y nuestro propio miedo y deseo puede provenir del miedo y
deseo originales de nuestros antepasados. Ellos sufrieron el hambre, las
guerras, el exilio, etc., y durante miles de años han soportado innumerables
dificultades en las que la supervivencia estaba en juego.
Cuando surge el miedo, el anhelo o el deseo, tenemos que ser capaces
de reconocerlo con atención plena y sonreírle con compasión. "Hola, miedo;
hola, anhelo. Hola, niño pequeño; hola, ancestros". Siguiendo nuestra
respiración, y en la isla segura del momento presente, transmitimos la
energía de la estabilidad, la compasión y el no-miedo a nuestro niño interior
y a nuestros ancestros.
Hay una historia divertida sobre algo que ocurrió hace muchos años en un
hospital psiquiátrico de Vietnam. Un paciente de allí tenía mucho miedo de
las gallinas que vagaban libremente por el patio del hospital. Cada vez que
veía una gallina, salía corriendo. Un día la enfermera le preguntó: "¿Por qué
sigues haciendo eso?". El joven le explicó que se creía una semilla de maíz
y que temía que las gallinas se lo comieran. Entonces el médico le llamó a
su consulta y le dijo: "Joven, usted es un ser humano. No eres un grano de
maíz. Mira, tienes ojos, nariz, lengua y cuerpo, como yo. No eres un grano
de maíz. Eres un ser humano". Y el joven aceptó.
Entonces el médico le pidió que escribiera repetidamente en una hoja
de papel: "Soy un ser humano. No soy un grano de maíz". El joven llenó
muchas hojas de papel con estas líneas. Parecía que estaba haciendo
muchos progresos. Cada vez que la enfermera venía a preguntarle: "¿Quién
eres? ¿Qué eres?", él siempre respondía: "Soy un ser humano. No soy un
grano de maíz". Los médicos y las enfermeras estaban muy contentos. Le
dieron una última cita con el médico antes de darle el alta.
Mientras se dirigía a la consulta del médico para esa cita, vio una gallina.
Y salió corriendo, muy rápido. A la enfermera le costó mucho alcanzarlo.
Finalmente, le alcanzó y le dijo, exasperada: "¿Qué haces? ¿Por qué te has
escapado? Te ha ido muy bien. Sabes que eres un ser humano. Sabes que
no eres un grano de maíz". El joven respondió: "Sí, sé muy bien que soy un
ser humano y no un grano de maíz. Pero la gallina no lo sabe".
LA VERDADERA FELICIDAD
RESTLESSNESS
¿Es usted feliz? ¿Estás viviendo una vida plena? Si no puedes tocar la
felicidad ahora, ¿cuándo podrás ser feliz? La felicidad no es algo que
puedas posponer al futuro. Tienes que desafiarte a ser feliz aquí y ahora. Si
quieres tener paz, alegría y felicidad, sólo es posible encontrarlas en el
momento presente.
Con la atención plena podemos aprender el arte de transformar
cualquier momento en un momento feliz, un momento legendario. Es el arte
de llegar al momento presente para reconocer todas las condiciones de
felicidad que ya tenemos. Y es al mismo tiempo el arte de transformar
nuestro sufrimiento. Las dos cosas van juntas. Reconocer nuestras
condiciones de felicidad y cultivar momentos de felicidad nos ayuda a
manejar y abrazar nuestro sufrimiento. Regar nuestras semillas de alegría
y bienestar ayuda a que nuestro sufrimiento se transforme.
EL TIEMPO ES VIDA
UN CAMINO DE DESCUBRIMIENTO
Siempre hay algo que podemos hacer para alimentar nuestra felicidad y
cuidarnos. Incluso si, en un momento dado, no podemos tocar el bienestar
profundo, tal vez podamos aumentar nuestra felicidad sólo en un cinco o
diez por ciento. Eso ya es algo. Meditar no es sólo descubrir el sentido de
la vida, sino también curarnos y nutrirnos. Al hacerlo, tenemos la
oportunidad de ir soltando nuestras ideas sobre lo que es o no es el sentido
de la vida.
Hay un arte para ayudar a tu cuerpo a quedarse quieto de tal manera que
puedas sentirte relajado y a gusto. Puede requerir algo de entrenamiento.
Pero es posible. Tienes la capacidad de experimentar la quietud; tienes la
capacidad de tocar la paz. Cada uno de nosotros tiene un cuerpo de buda;
sólo tenemos que dar una oportunidad al buda que hay en nosotros.
Para muchos de nosotros, cuando nos sentamos quietos, estamos tan
inquietos que parece que estamos sentados sobre brasas ardientes. Pero
con algo de práctica, seremos capaces de domar hábilmente nuestro cuerpo
y nuestra mente inquietos y sentarnos en paz.hay facilidad y relajación, hay
curación y bienestar. Y dondequiera que nos sentemos, es como si
estuviéramos sentados al aire libre sobre la hierba fresca con una hermosa
brisa primaveral.
¿Por qué practico la meditación sentada? Porque me gusta. No tiene
sentido hacerlo si no lo disfrutas. No es un trabajo duro. Cada respiración
puede traer paz, felicidad y libertad. Sentarse y no hacer nada es un arte.
Es el arte de no hacer. No tienes que hacer nada. No tienes que luchar
contigo mismo para sentarte. No tienes que esforzarte para estar en paz.
Prestar atención a la respiración es como el sol que brilla en una flor. El sol
no trata de imponerse a la flor ni intenta alterarla de ninguna manera. El
calor y la energía del sol penetran en la flor de forma natural. Puedes
simplemente sentarte y disfrutar de inspirar y espirar.
Puedes ajustar un poco la postura, de modo que la espalda esté recta,
las piernas cómodas y los hombros abiertos y relajados para dar suficiente
espacio a los pulmones. Sentarse así permite que la respiración fluya de
forma natural y que nuestro cuerpo se relaje por completo. Con la relajación
llega la curación. La curación profunda no es posible sin la relajación. Hay
que aprender a estar completamente a gusto, a no hacer nada.
CAPÍTULO 6
DEJAR IR
TRANSFORMACIÓN Y CURACIÓN
Tenemos que usar nuestra creatividad y coraje para cortar lo que nos
impide ser felices o ser libres. Es como si estuviéramos enredados.
Podemos estar enredándonos a nosotros mismos o dejando que otros nos
enreden. Incluso puede que vivamos como si dijéramos: "¡Por favor,
enredadme!". Necesitamos tanto la perspicacia que nace de la meditación
como el valor de un guerrero para cortar los obstáculos de nuestro camino
y las cuerdas que nos enredan. En palabras del primer maestro zen de
Vietnam y China, el maestro Tang Hoi, "Dejar ir es la acción de los héroes".
DESENREDARSE A SÍ MISMO
TRANSFORMAR EL SUFRIMIENTO
¿QUIÉN SUFRE?
Saber que estás haciendo esto con ellos y para ellos puede darte el valor
y la fuerza que necesitas para superar incluso los momentos más difíciles.
Y sabemos que estamos cultivando un buen cuerpo de continuación para el
futuro.
Nuestro cuerpo no es de nuestra propiedad individual; es colectivo. Es
el cuerpo de nuestros antepasados. En nuestro cuerpo tenemos a nuestra
madre y a nuestro padre, a nuestra nación, a nuestro pueblo, a nuestra
cultura y a todo el cosmos. Si nos sentimos abrumados por la
desesperación, podemos pensar que destruir nuestro cuerpo nos ayudará.
Pero la visión del interser nos muestra que destruir nuestro cuerpo sería
matar a nuestro padre, a nuestra madre y a nuestros ancestros en nosotros.
Es posible dejar que este sufrimiento, que no es sólo nuestro, pase por el
cuerpo. Es impermanente. Poco a poco, con intrepidez y perseverancia,
puede transformarse.
SOBREVIVIR A LA TORMENTA
No huyas
Alguien que es alcanzado por una flecha siente un gran dolor, pero si llega
una segunda flecha y golpea a esa persona en el mismo lugar, el dolor será
diez veces peor. Tu sufrimiento es la primera flecha. Y la segunda flecha es
tu irritación, tu ira, tu resistencia y tu reacción a lo que venga. La segunda
flecha puede ser tu miedo, que imagina que la situación es mucho peor de
lo que es; puede ser tu incapacidad para aceptar que estás sufriendo, o
puede ser tu frustración o tus remordimientos. Tienes que estar tranquilo y
reconocer tu sufrimiento con claridad, tal y como es, sin exagerarlo ni
amplificarlo con otras preocupaciones.
EL NIRVANA ES AHORA
El nirvana no tiene por qué ser algo grande, algo para lo que pasamos
una vida practicando, con la esperanza de experimentarlo algún día. Cada
uno de nosotros puede tocar pequeños momentos de nirvana cada día.
Supongamos que estás caminando descalzo y accidentalmente pisas una
zarza, y una docena de espinas te atraviesan el pie. Inmediatamente
pierdes toda la paz y la felicidad. Pero en cuanto eres capaz de quitarte una
espina, y luego otra, empiezas a sentir un poco de alivio, consigues un poco
de nirvana. Y cuantas más espinas te quites, mayor será el alivio y la paz.
Del mismo modo, la eliminación de las aflicciones es la presencia del
nirvana. A medida que reconoces, aceptas y transformas tu ira, tu miedo y
tu desesperación, empiezas a experimentar el nirvana.
TOCANDO EL NIRVANA
El Buda enseñó que podemos disfrutar del nirvana con nuestro propio
cuerpo. Necesitamos nuestro cuerpo -nuestros sentimientos, percepciones,
formaciones mentales y conciencia- para tocar el nirvana. Podemos tocarlo
con nuestros pies, nuestros ojos, nuestras manos. Es gracias a estar vivos
con nuestro cuerpo humano que podemos experimentar el enfriamiento de
las llamas y generar momentos de nirvana.
Cuando enfriamos las llamas de nuestra ira y, habiendo comprendido
sus raíces, la ira se transforma en compasión, ésta es la experiencia del
nirvana. Cuando experimentamos la paz y la libertad de la meditación
caminando, estamos tocando nuestro cuerpo cósmico; estamos tocando el
nirvana. Cuando dejamos de correr, abandonamos todas nuestras
preocupaciones por el futuro y los remordimientos por el pasado, y
volvemos a disfrutar de las maravillas de la vida en el momento presente,
es cuando tocamos el nirvana.
Si entramos en contacto profundo con la dimensión histórica en el
momento presente, podremos tocar lo último. Ambas cosas no existen por
separado. Al tocar nuestro cuerpo cósmico, el mundo de los fenómenos,
entramos en contacto con lo último: el reino de la realidad en sí misma.
Cuando vemos el mundo de los fenómenos desde la perspectiva de lo
último, vemos que si no hubiera muerte, no podría haber nacimiento. Si no
hubiera sufrimiento, no podría haber felicidad. Si no hubiera barro, no podría
haber loto. Dependen el uno del otro para manifestarse. El nacimiento y la
muerte son sólo ideas en el nivel de la dimensión histórica. No son la
verdadera naturaleza de la realidad en la dimensión última, que trasciende
todas las ideas y nociones, todos los signos y las apariencias. En la
dimensión última de la realidad-en-sí-misma, no hay nacimiento ni muerte,
ni sufrimiento ni felicidad, ni venida ni partida, ni bien ni mal. Cuando
podemos desprendernos de todas las ideas y nociones -incluidas las ideas
de un "yo", un "ser humano", un "ser vivo" o una "duración de vida"- tocamos
la verdadera naturaleza de la realidad en sí misma; tocamos el nirvana.
El nirvana es la última dimensión. Es la extinción y el abandono de todas
las nociones e ideas. Las concentraciones en la vacuidad, la ausencia de
signos, la falta de objetivos, la impermanencia, el no anhelo y el abandono
nos ayudan a penetrar en la verdadera naturaleza de la realidad. Al
contemplar profundamente nuestro cuerpo físico y el reino de los
fenómenos, entramos en contacto con el nirvana -la verdadera naturaleza
del cosmos, nuestro cuerpo de Dios- y experimentamos la paz, la felicidad
y la libertad del no miedo. Ya no tenemos miedo al nacimiento y a la muerte,
al ser y al no ser.
Al igual que los pájaros disfrutan volando en el cielo, y los ciervos
disfrutan vagando por los bosques, los sabios disfrutan habitando en el
nirvana. No tenemos que buscar muy lejos para encontrar el nirvana, porque
es nuestra verdadera naturaleza en este mismo momento. No puedes
eliminar lo último de ti mismo.
Con la visión del interser, hemos visto cómo nada en el mundo, incluidos
nuestros cuerpos, existe por sí mismo, solo. Todas las cosas dependen
unas de otras. Si las cosas nunca estuvieran sucias, ¿cómo podrían ser
inmaculadas? Sin sufrimiento, nunca podría haber felicidad, y sin maldad,
nunca podría haber bondad. Si no hubiera sufrimiento, ¿cómo podríamos
profundizar en él para dar lugar a la comprensión y al amor? Si no hubiera
sufrimiento, ¿cómo podría haber perspicacia? Si no existiera el mal, ¿cómo
podríamos saber qué es el bien?
Decimos: "Dios es bueno; Dios es amor", pero si Dios es bueno y si Dios
es amor, ¿significa esto que Dios no está en aquellos lugares donde no hay
bondad y amor? Esta es una pregunta muy importante. A la luz de las
enseñanzas budistas, podemos decir que la naturaleza última de la realidad,
la verdadera naturaleza de Dios, trasciende todas las nociones, incluidas
las del bien y el mal. Decir algo menos es disminuir a Dios.
NO ESPERES AL NIRVANA
Cuando Buda alcanzó la iluminación al pie del árbol Bodhi, era un ser
humano, y después de su iluminación, seguía siendo un ser humano, con
todo el sufrimiento y las aflicciones que conlleva tener un cuerpo humano.
El Buda no era de piedra. Experimentó sentimientos y emociones, dolor,
frío, hambre y fatiga, como todos nosotros. No debemos pensar que porque
experimentamos el sufrimiento y las aflicciones de ser humanos, no
podemos tocar la paz, no podemos tocar el nirvana. Incluso después de su
iluminación, Buda experimentó el sufrimiento. Por sus enseñanzas e
historias sobre su vida, sabemos que sufrió. Pero el punto clave es que supo
sufrir. Su despertar vino del sufrimiento: supo aprovechar sus aflicciones
para experimentar el despertar. Y por ello, sufrió mucho menos que la
mayoría de nosotros.
Una respiración o un paso dado en mindfulness ya puede aportarnos
verdadera felicidad y libertad. Pero en cuanto dejamos de practicar, el
sufrimiento se manifiesta. Los pequeños momentos de paz, felicidad y
libertad se unen constantemente para crear un gran despertar y una gran
libertad. ¿Qué más podemos pedir? Y sin embargo, muchos de nosotros
seguimos pensando que en cuanto experimentamos el despertar, ya está,
¡estamos iluminados! Pensamos que después de eso, no tendremos más
problemas; podemos decir adiós al sufrimiento para siempre. Pero eso no
es posible. El despertar y el sufrimiento siempre van juntos. Sin uno, no
podemos tener el otro. Si huimos de nuestro sufrimiento, nunca podremos
encontrar el despertar. Así que no pasa nada por sufrir, sólo tenemos que
aprender a manejarlo. El despertar puede encontrarse justo en el corazón
de nuestro sufrimiento. Es gracias a la transformación del calor del fuego
que podemos tocar el frescor del nirvana. Las prácticas de este libro pueden
ayudarte a tocar la paz y la libertad en cada paso del camino.
CONCLUSIÓN
TIEMPO DE VIVIR
UN CAMINO DE FELICIDAD
1. Reverencia a la vida
2. La verdadera felicidad
3. Amor verdadero
5. Nutrición y curación