Renacimiento Moda

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RENACIMIENTO MODA

Las prendas típicas del renacimiento se desarrollaron en Italia, de donde, a raíz de la invasión de Carlos VIII
de Francia en 1494, se extendieron al resto de Europa. No está claro el porqué la moda italiana, bastante
más sencilla, se desarrolló de forma independiente al resto de Europa, pero parece probable que esto se
debiera a su clima más cálido. La túnica de cuello bajo y la camisa en el hombre, y las capas igual de
sencillas y también de cuello bajo en la mujer (denominada capa Julieta) ejercieron un efecto breve pero
intenso en la evolución del vestido europeo en general. Hacia 1620 había desaparecido la sencillez, y la
línea vertical de las prendas medievales fue sustituida por la línea horizontal del traje del renacimiento. Al
tiempo que se producía este rápido cambio de estilo, irrumpió en Europa la moda del ‘acuchillado’. Esta
tendencia, que probablemente tuvo su origen en el sur de Alemania y que perduró hasta el siglo XVII,
consistía en unas aberturas semejantes a cuchilladas en el tejido exterior que dejaban ver una tela distinta
por debajo.

Tal vez el desarrollo más interesante de esta época fuera la utilización, o al menos la exposición, de las
camisas por parte de hombres y mujeres. Una vez que la camisa quedaba a la vista, tenía que ser adornada;
los ribetes de encajes y volantes en cuello y mangas se convirtieron en menos de 50 años en gorgueras
historiadas y almidonadas que estuvieron de moda durante otros 100 años. Estos cuellos, almidonados o
no, evolucionaron hacia la chorrera.

Durante el renacimiento el único cambio importante en la indumentaria masculina, aparte de una mayor
ornamentación, fue el alargamiento de los calzones, que, como era normal, iban muy adornados por
quedar a la vista. Por otra parte, la mujer fue luciendo unas prendas cada vez más restrictivas. A principios
del renacimiento apareció un corsé largo y rígido en forma de cono, más largo por la parte delantera, que
oprimía la anatomía de la mujer. Antes se había utilizado el corsé para realzar la figura pero nunca para
distorsionar de tal manera las formas femeninas, ya que el pecho era obligado a sobresalir por encima del
corsé. A partir de la Revolución Francesa (1789-1799) la moda varió enormemente pero la práctica de
distorsionar la figura de la mujer persistió. Aunque la rigidez del corsé se vio algo aliviada al sustituirse las
guías metálicas por huesos de ballena, la moda se hizo algo más incómoda por la costumbre de dar
volumen a las faldas con la adición de armazones que podían ser desde bolsas de salvado hasta
complicadas armaduras metálicas.

Aunque en el renacimiento las prendas básicas siguieron siendo las mismas que las de la edad media, el
estilo relativamente natural fue sustituido por formas complicadas, encajes y forros que proporcionaban
un aspecto de rigidez. Esto era, en parte, consecuencia del extremado formalismo de las cortes
tradicionales de los Habsburgo del Sacro Imperio Romano, especialmente de la casa de Austria en España.
Los escasos intentos por eliminar esta rigidez en la moda europea no fueron seguidos por la corte
española, como lo demuestran las enormes faldas armadas de los retratos de la familia real del pintor
barroco Diego Velázquez

Según los historiadores de vestuario, alrededor del año 1490 comenzó la “desmesura” en todas las áreas
del vestuario y determina el comienzo del vestuario renacentista. Esta revolución, resulta hermana al
acontecer en los otros tipos de expresión creativa (pintura, escultura, música, etc.), que fue generado por
el fuerte intercambio cultural resultante del momento de los descubrimientos. Formalmente, ésta podría
ser definida como la desaparición de la verticalidad de las prendas medievales, la cual fue sustituida por la
horizontalidad del traje del Renacimiento: esa es la coordenada que se trabaja. Cada país de Europa,
desarrolló esta reforma en el vestuario de manera diferente, por ejemplo, los países del norte de Europa
distorsionaron la figura natural a través del acolchado de mangas y dobletes en las extremidades; Italia,
Inglaterra y Francia se adhirieron a un modo influenciado por lo medieval (ver post anterior); los alemanes
fueron los más extremos en sus intervenciones: determinaron grandes volúmenes en la cabeza, hombros y
muslos, además de pequeñas aplicaciones tridimensionales sobre el pecho, espalda, brazos, piernas y pies.
Las plumas aparecen como protagónicas en todo: desde sombreros de ala ancha, calzado, bijoutería hasta
confección, donde eran ubicadas incluso en la zona de las rodillas.

Vestidos de seda, los hombres, eran muy aficionados a los colores llamativos y llegaron al extremo de
ataviarse con trajes de varios colores. Hacia fines del siglo XV las túnicas empezaron a acortarse y las
medias a alargarse, este fue el gran cambio durante la época, aparte de una mayor ornamentación: el
alargamiento de los calzones, los cuales iban muy adornados por quedar a la vista. En el siglo XVI se usaba
vestir camisola por encima del corto faldón, se utilizan además “greguescos acuchillados” (calzoncillos con
cortes que permitían ver la tela inferior, que generalmente era de otro color) con pretina; “jubones”
(prenda rígida que cubría desde los hombros hasta la cintura) con mangas trenzadas o enteras, anchas y
ceñidas en las muñecas; calzas cortas, anchas por arriba y adornadas con oro y terciopelo; cuello alto y
“gorgueras” (pañuelo que cubría el cuello o el escote); mantos, capas, chalecos y casacas cortas con
solapas y mangas; “bonetes” (sombreros de forma cónica) de terciopelo, caperuzas y gorras con plumas;
sombreros de alta copa o baja, con ala sin doblar; zapatos de terciopelo con punta cuadrada, botines y
botas altas de gamuza y tacón de color. La mayoría de los hombres utilizaba un corte de cabello con
movimiento, aunque la longitud del pelo era determinada por el gusto individual, también si era recto o
rizado. La barba se llevaba cerrada y en punta

El traje femenino en la época del Renacimiento, era particularmente complejo en su diseño: el fundamento
era distorsionar la figura de la mujer, para realzar sus características femeninas, a través de un incremento
de las caderas y el busto, además de atenuar la cintura. Las telas preferidas para la confección eran las
sedas, rasos, terciopelos, brocados, damascos, enriquecidas aún más por los bordados con hilos de plata y
oro, y con el agregado de perlas y piedras preciosas, que gracias a la difusión de la aguja de acero
introducida por los moros en España, permitió realizar estas intervenciones de un modo más fino y
delicado. Los colores de este período son fuertes en el vestuario femenino. El corpiño era de talle corto,
ajustado, en punta y muy escotado y la falda amplia, a veces se usaba una especie de sobre-vestido con
sisas muy grandes por donde pasaban las mangas ajustadas o bien muy amplias y “acuchilladas”; en estos
casos el escote tenia forma de V y llegaba hasta la cintura, dejando ver una pechera ajustada y con cuello
redondeado. En invierno se usaban capas forradas con pieles de marta, armiño, zorro, etc. En verano, los
abanicos de plumas eran el complemento protagónico. Los guantes se convirtieron en este siglo en un
objeto de lujo y solían ser de seda o piel muy fina, con bordados. Las mujeres podían llevar el pelo con
estructuras elaboradas, como es el caso de los alemanes. El cabello iba siempre hacia arriba o a los lados,
rematado en un moño, con raya al centro cubierto por una pequeña toca o birrete bajo; cabe destacar, que
en este momento de la Historia del Vestuario, el tocado se convirtió en el gran complemento del peinado.

Retornaron los cosméticos con inusitada fuerza. La estética femenina envuelve la vida de la Italia
renacentista. En el siglo XVI los monjes de Santa María Novella, crean el primer gran laboratorio de
productos cosméticos y medicinales

Las venecianas, además del rostro se maquillaban los pechos, usaban perfumes traídos de Asia e
impusieron en Europa el gusto por el pelo rojo. Para conseguir ese tono se realizaban mezclas de sulfuro
negro, miel y alumbre y se exponían los cabellos al sol. También se podían elegir el rubio ceniza, el “hilo de
oro” y el azafrán. Las manos se suavizan con miel y limón. Como dentífricos se usan las hojas de salvia
mezcladas con carbón de madera, y mezcla de opio.
Los primeros tratados de cosmética y belleza aparecieron en Francia e Italia durante estos siglos. En 1573,
en Italia en el libro de Catalina de Sforza “Experimentos” hay toda clase de recetas de cosmética y
perfumería, escritos sobre maquillaje y para corregir defectos del cuerpo. En París, Catalina Galigai, amiga
de Catalina de Médicis abrió el primer Instituto de belleza. En la corte de Isabel I de Inglaterra, se
popularizaron la salvia para blanquear dientes, los pétalos de geranio como rojo de labios. También
utilizaban productos peligrosos como el albayalde para blanquear la piel del rostro y el escote, productos a
base de mercurio para colorear los labios o eliminar manchas, tinturas para el cabello con sulfuro de
plomo, cal viva y agua

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