Bestiario Del Horror Perfilar A Los Tort
Bestiario Del Horror Perfilar A Los Tort
Bestiario Del Horror Perfilar A Los Tort
RESUMEN: El tema de los perpetradores recibió hasta hace poco escasa atención por
parte de los investigadores. En los últimos años, no obstante, ha adquirido relevancia
tanto a nivel internacional como regional. Chile es una excepción dentro del nuevo
contexto, pues son pocos los trabajos abocados a la temática. El caso de los torturadores
en particular ha estado casi ausente en lo estudios sobre la dictadura. El presente texto
busca adentrase en este terreno inexplorado con la intención de confeccionar una
propuesta inicial de perfiles de los torturadores. Se proponen cinco grandes grupos de
torturadores: los creyentes, los mercenarios, los burócratas, los sufrientes y los
indiferentes. En el contexto de la descripción de cada uno de ellos se reconocen además
otros once perfiles específicos: fanáticos, conversos, profitadores, oportunistas,
obedientes, rutinarios, profesionales, conformistas, colaboradores, cínicos e
imprudentes.
1
Este trabajo forma parte de las investigaciones “Tortura: concepto y experiencia” (Fondecyt
1180001, 2018-2020) y “Formas de la traición en el Cono Sur. Hacia una taxonomía crítica” (Fondecyt
1210232, 2021-2023).
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
114
ABSTRACT: The issue of perpetrators has received little attention from researchers. In
recent years, however, it has gained relevance both internationally and regionally. Chile
is an exception in this new context, as few works have been devoted to the subject. The
case of torturers has been almost absent in studies on the dictatorship. The present text
seeks to enter this unexplored terrain with the intention of drawing up an initial
proposal of profiles of torturers. Five main groups of torturers are proposed: the
believers, the mercenaries, the bureaucrats, the sufferers and the indifferent. In the
context of the description of each of them, eleven other specific profiles are also
recognized: fanatics, converts, profiteers, opportunists, obedient, routine, professionals,
conformists, collaborators, cynics and reckless.
INTRODUCCIÓN
En una conferencia dictada en 1966 Theodor Adorno hacía ver la necesidad de estudiar
a los victimarios si se quería evitar que los acontecimientos de la Shoah se repitieran.
Dice Adorno: “Los intentos por impedir la repetición se reducen necesariamente al
aspecto subjetivo. Con esto me refiero esencialmente también a la psicología de las
personas que hacen cosas así. […] Las raíces hay que buscarlas en los perseguidores“
(601). Esto es lo que el autor llama “giro hacia el sujeto”. Sobre ello sostiene: “Hay que
conocer los mecanismos que vuelven a las personas capaces de cometer estos
crímenes, hay que mostrar estos mecanismos y despertar una conciencia general de los
mismos que impida que hagan de nuevo esas cosas” (601). La cuestión central es, por lo
tanto, comprender cómo un sujeto se vuelve un perpetrador. En lo referente a los
torturadores chilenos, esta cuestión se ha planteado expresamente. En un texto de
CODEPU del año 1985 se señala: “[…] la lógica del funcionamiento de un Aparato
Institucional y la propia apreciación de los torturados señala que los funcionarios son
personas normales. Se plantea entonces la cuestión ¿Cómo es posible que lleguen a
ejercer por oficio actividades ‘inhumanas?’“ (18). Más tarde Mayol vuelve a levantar la
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
115
pregunta: “Cualquier ser humano, común y corriente, buen padre, buen vecino, puede
encontrarse, potencialmente, en las vueltas de la vida, desempeñando tareas de
eficiente torturador. ¿Cómo se llega a eso? ¿Cómo se permanece en eso?” (46).
Pese a estos llamados a hacerse cargo, el tema de los perpetradores ha tenido
hasta hace poco escasa atención por parte de los estudiosos. “Los perpetradores
componen, también, un universo desconocido. Sus historias de vida, perfil de clase, sus
ideas y valores permanecen, excepto casos excepcionales, como tópicos inexplorados”
(Crenzel 244). La situación en el ámbito latinoamericano no ha sido diferente. Salvi hace
ver con acierto que “el abordaje del universo de los represores continúa siendo una línea
de investigación escasamente desarrollada” (22). No es que no exista ningún trabajo al
respecto, pero, como acota Salvi nuevamente, “[s]i bien es necesario aclarar que existen
trabajos de investigación […] continúa siendo un tema relegado y un objeto de estudio
evitado” (22). Hay varias razones que explican este fenómeno. Por una parte, que la
investigación estuvo centrada por mucho tiempo en la figura de la víctima. Por otra, que
el tema del perpetrador es complicado de investigar. Feld y Salvi aluden a tres ámbitos
problemáticos: político, teórico y ético (3). Quien investiga a los perpetradores es visto
con sospecha; hay muchos asuntos conceptuales que deben ser repensados y surgen
una serie de dilemas morales de difícil solución. Además de ello, como han dicho estas
autoras, hay problemas con las fuentes, dificultad para chequear los hechos, etc. En
definitiva, se trata de un “un objeto de estudio esquivo y huidizo” (Salvi 26).
Como sea, es un hecho que recientemente la figura del perpetrador ha recibido a
nivel global cada vez mayor atención. Como hace ver Sánchez, en los últimos años ha
surgido “un creciente interés por el estudio de los victimarios” (168), al punto de que se
llega a hablar de un “giro victimario”. Esto se corrobora para el caso latinoamericano.
Basta como ejemplo aludir al hecho de que tan solo en 2020 se publicaron varias
antologías sobre el tema.2 Los torturadores de la dictadura chilena en particular, no
obstante, aún no han sido objeto de mayores estudios. Existen tan solo un par de
trabajos al respecto. Se puede mencionar, por ejemplo, el texto temprano del Comité
de Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU), titulado Informe de Denuncia
CODEPU. La tortura: una necesidad de régimen. (O de cómo la dictadura necesita
torturadores) (1985). Veinte años más tarde aparece el libro compilado por Patricia
Verdugo De la tortura no se habla (2004), que es relevante no solo porque pone sobre la
mesa el tema de la tortura en un Chile que lo tenía olvidado, sino que también porque
se plantea expresa y directamente el asunto del torturador. Sin ir más lejos, la
contribución de Roberto Garretón lleva el elocuente título de “¿Qué es ser ‘torturador’?”.
2
La revista Kamchatka publica el año 2020 un número especial (15) sobre perpetradores con el
título de “La construcción social de la figura del perpetrador: procesos sociales, luchas políticas,
producciones culturales”. Carolina Aguilera, y Daniela Jara (2019) compilan un libro con el nombre de
Pasados inquietos. Los desafíos de la memoria pública de los perpetradores de violaciones de DDHH y crímenes
de lesa humanidad en Argentina y Alemania. También la revista Atenea de Concepción en Chile publica un
dossier sobre el tema coordinado por Jara, Aguilera y López (2020).
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
116
Unos años más tarde, Paz Rojas aporta con un capítulo sobre los torturadores en su
conocido libro La interminable ausencia (2009). Luego habrá que esperar hasta 2016
para que aparezca el artículo de Víctor Sepúlveda, “Semblanzas del torturador
pinochetista”.
En el ámbito de las artes, no obstante, el tema del torturador ha tenido cada vez
más presencia en Chile, dando origen, a su vez, a un interesante caudal de estudios. Hay
una buena producción teórica enfocada en el audiovisual sobre los perpetradores. Es
así como, por ejemplo, se ha escrito a partir del documental La Flaca Alejandra de
Carmen Castillo (1993) (Traverso; Albornoz) y de El Mocito de Marcela Said y Jean de
Certeau (2011) (Lazzara, “Fenómeno”; Ros). También el teatro ha despertado una
interesante línea de investigación. El libro de Daniela Cápona y Alicia Del Campo (2019)
es un muy buen ejemplo de ello. La narrativa, en tanto, ha desencadenado asimismo
una reflexión contundente. Las novelas La vida doble (2010) de Arturo Fontaine y Carne
de perra (2009) de Fátima Sime han abierto una línea de trabajo sobre las traidoras allí
representadas (Navarrete).
El objetivo de este trabajo es construir una suerte de panorama que incluya a
algunos tipos de torturadores que actuaron durante la dictadura chilena. De allí que se
eligiera el término ‘bestiario’ para el título. Con ello se busca aludir a este esfuerzo
clasificatorio, de organización. La palabra bestiario proviene de la expresión latina
bestiarium vocabulum, la cual se traduciría, mas o menos, como ‘vocablo de bestias’. Este
es básicamente un diccionario de animales; es la enciclopedia de las criaturas salvajes
del mundo. En lo que sigue intentaremos confeccionar un bestiario inicial de los
torturadores chilenos. La pretensión reconoce, no obstante, un límite, en tanto que solo
consideraremos a aquellos sujetos que participaron en la ejecución directa de la tortura.
Ferrer y Sánchez-Biosca distinguen tres ámbitos para referirse a los perpetradores de
genocidios: el micro ámbito de los ejecutores (contacto directo), el meso ámbito de los
organizadores (distancia media) y el macro ámbito de los arquitectos (el más lejano de
los hechos). En este texto nos centraremos tan solo en los torturadores pertenecientes
al primero, “el micro ámbito […] de los que aprietan el gatillo o echan las pastillas en las
cámaras de gas y consuman el paso de la potencia al acto criminal” (Ferrer y Sánchez-
Biosca 20). Browning se refiere a los sujetos que componen este ámbito como aquellos
“hombres ordinarios que actuaron cara a cara con las víctimas”.
Existen múltiples alternativas para la construcción de este bestiario. Se podría, por
ejemplo, seguir el camino de John Elster, quien construye una “tipology of wrongdoers”
(tipología de malhechores) (137). Este autor no menciona casi ningún nombre propio.
Prácticamente no usa ejemplos, sino que se basa en el trabajo anterior de otros autores,
los que en vistas de diferentes contextos históricos han intentado construir categorías.
Elster distingue en su tipología siete tipos de malhechores (137). Para su confección lo
que tiene a la vista son sus motivaciones. La razón por la que un malhechor actúa sirve
como criterio de clasificación y diferenciación. En el contexto latinoamericano, un
intento alternativo de bestiario es el de Leila Guerriero, quien publicó hace unos años
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
117
Los Malos, libro en donde busca trazar el “perfil biográfico” de aquellos sujetos que
denomina “malos químicamente puros” o “malos inapelables” (9). La tesis que subyace
a este intento es que en la historia de vida de los perpetradores se puede encontrar una
explicación que permitiría comprender cómo llegaron a cometer los delitos que
perpetraron, pues, como se explica en la introducción, se trata de “el malo como bestia:
pero como bestia humana” (16). En el ámbito chileno, un trabajo cercano al de
Guerriero, pero que lo antecede en el tiempo, es el que realizó Paz Rojas en el capítulo
VII de su libro La interminable ausencia, que lleva por título “Figuras del mal: los
responsables” (123-146). Allí la autora selecciona a cuatro perpetradores: Augusto
Pinochet, Manuel Contreras, Pedro Espinoza Bravo y Marcelo Moren Brito. Esta vez, sin
embargo, lo que se hace es un ‘perfil psicológico’. Selecciona solo a cuatro, que son los
que a la fecha de la redacción de su texto habían sido condenados por crímenes
perpetrados contra mujeres. La autora ve claramente que su análisis es limitado, puesto
que solo tiene antecedentes indirectos, sin embargo, sostiene que “la forma en que se
han comportado de modo reiterativo nos permite, al menos, señalar su particular ‘modo
de ser’ y acercarnos a conocer sus niveles intelectuales, sus comportamientos, actitudes,
estados de ánimo, relaciones con los demás y sus valores” (126). Al terminar su análisis,
señala que se trataría de “cuatro tipologías de personajes que ejercieron el mal, ya sea
en teoría, dando órdenes, o aplicándolas en la práctica” (145). Lo que Paz Rojas intenta
a partir de cuatro sujetos paradigmáticos es construir tipologías de malvados.
Alejándonos de estas alternativas, en el presente artículo intentaremos
confeccionar ‘perfiles de los torturadores’, tomando como referencia el trabajo que se
ha realizado en el campo de la psicología criminal.3 Es en este contexto que se desarrolla
desde mediados del siglo pasado el perfilamiento criminal (criminal profiling). Según lo
definen Halty et al., el perfilamiento es un
3
La psicología criminal pretende resolver problemas e incógnitas mediante el estudio de la
personalidad, de los determinantes psicológicos y de la motivación del delincuente a cometer el acto
antisocial y delictivo (Guardiola 9).
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
118
Lo que proponemos hacer es una suerte de perfilado inductivo a posteriori de los
torturadores chilenos. La finalidad es describir perfiles en los que se destaquen
características particulares, distintivas de ciertos tipos de sujetos, y que eventualmente
sirvan para explicar sus conductas. Para hacerlo se asume aquello que se ha llamado en
el ámbito criminológico ‘principio de la homología’, es decir, el supuesto de que los
sujetos que cometen crímenes similares tendrían características identificativas y de
personalidad parecidas. A partir de este principio es posible, por lo tanto, analizar un
solo caso y extrapolar sus resultados a todos los otros que sean homólogos. Para hacerlo
echaremos mano del concepto de paradigma como lo utiliza Agamben: “[u]n
paradigma (el término quiere decir en griego simplemente ‘ejemplo’) es un fenómeno
particular que, en cuanto tal, vale por todos los casos del mismo género y adquiere así
la capacidad de constituir un conjunto problemático más vasto“ (13).
En términos generales, para llevar a cabo un perfilamiento criminal la información
se puede obtener de múltiples fuentes: del estudio de la víctima, del delito, de las
declaraciones de los testigos, de hallazgos forenses, del modus operandi, de la firma, etc.
En esta oportunidad utilizaremos lo que se llama un ‘perfilado indirecto de la
personalidad’: “Se denomina perfilamiento porque pretende conocer las características
distintas de unas personas frente a otras, indirecto porque se realiza sin contar con la
colaboración ni participación expresa de las personas a evaluar” (Halty, et al. 22).
La referencia a los sujetos particulares se hará sobre la base de la representación
que se ha hecho de ellos. No se trata, por lo tanto, de los torturadores reales, muchos de
los cuales han muerto o son inubicables. Ferrer y Sánchez-Biosca hablan de conceptos,
relatos e imágenes como modos de acceso a los perpetradores (46). En esta
oportunidad pondremos el foco en los relatos en los que surgen sus representaciones.
De este modo, levantaremos perfiles de segundo grado, los que se basan en las
semblanzas ya esbozadas. Nos centraremos en obras escritas, sin perjuicio de lo cual
tendremos a la vista algunos relatos orales y obras audiovisuales. Distinguiremos en los
relatos tres tipos de informantes: el propio torturador, la víctima y los terceros
(periodistas, familiares e investigadores, entre otros).4 La información aportada por ellos
será rastreada en una amplia variedad de textos, entre los que se cuentan entrevistas,
biografías y autobiografías de los victimarios, testimonios de las víctimas e
investigaciones periodísticas y académicas.
4
Entre los terceros podría incluirse también a los artistas y los jueces. En particular podrían
considerarse los “escritores”, especialmente los novelistas, dado que hemos decididos trabajar con
fuentes escritas, sin embargo, se trata de una textualidad fuertemente ficcional, lo que hace delicado el
utilizarla como fuente. Por otra parte, trabajar con los archivos judiciales podría enriquecer muchísimo
este análisis, pero ello supondría una enorme labor de archivo, por lo que tendremos que diferir su
incorporación a futuros análisis.
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
119
DESARROLLO
CREYENTES
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
120
que su vida familiar, vacaciones y recreos pasaron a segundo término durante todos los
años posteriores, en que perteneció oficialmente a la DINA” (67).
Fanáticos
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
121
deber ante el cual no puede hacer concesiones y se consagra a ella con una voluntad
insobornable” (122). Como ha constatado la CODEPU, los torturadores, especialmente
los reclutados de entre la oficialidad, “provienen de familias con fuerte orientación
política de derecha, con rígidos modelos de educación familiar autoritarios y están
imbuidos fanáticamente de la legitimidad de sus actos” (20). Sepúlveda, hablando de
Krassnoff señala que “[e]l convencido es aquel personaje cuyo semblante manifiesta
incólume su visión de haber procedido de manera impecable en relación a las
circunstancias a las que se enfrentó el país durante el periodo de dictadura” (197). Hay
una férrea moral en la conducta fanática, una absoluta consecuencia y sinceridad. Al
respecto baste con leer la carta que hace pública Krassnoff al ser llevado preso por
primera vez: “los soldados que actuamos en 1973 y años inmediatamente posteriores,
lo hicimos bajo el convencimiento sincero de que el empleo de la fuerza del Estado
contra las operaciones de una guerra irregular constituía un deber insoslayable” (Silva
195).
El fanático es, por definición, destructivo: solo su verdad es la verdad y las demás
deben ser eliminadas.
De hecho, pese al daño causado, el fanático no siente ninguna culpa. Escribe Paz
Rojas que
Subraya más adelante en su análisis que “[n]o acepta ser culpable, es más, se
enorgullece, orgullo que lo lleva a la sobrevaloración de sí mismo y de sus subalternos,
produciéndose una negación absoluta de las consecuencias de su accionar, no
asumiendo, por tanto, sus actos criminales y su culpa” (144).
La idea que guía al fanático pretende ser realizada. A raíz de ello es que tiende a
desarrollar una gran actividad, es incansable. Se trata, de hecho, de una actividad
compulsiva. Pese a ello, el fanático carece de sentido práctico (Javaloy 123). Javaloy lo
explica así: “El fanático es pues un inadaptado, un hombre que, por carecer de sentido
del límite, trata de realizar lo irrealizable (el ideal puro, abstracto)” (127). Si la realidad le
grita en la cara que ya no es posible realizar su idea y que seguir intentándolo atenta
contra toda lógica, el fanático simplemente se niega a creerlo y persiste en una postura
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
122
intransigente. Silva señala respecto de Krassnoff: “Por eso he querido plasmar en estas
páginas el periplo de un hombre íntegro, capaz de permanecer fiel a sus convicciones,
en la injusticia, la ingratitud y la adversidad” (222). El fanático es el que persite. Luchará
por destruir cualquier obstáculo que se interponga a su idea, sin importar los medios
que deba usar –por destructivos que sean (131)– ni los sacrificios que deba hacer. El
título del libro de Silva es claro respecto de este último punto: Miguel Krassnoff.
Prisionero por servir a Chile. El fanático llega incluso a la autoinmolación de ser necesario.
Algunos sacrifican sus carreras (Hilberg 39), sus familias, incluso sus vidas. Se trata de la
auto-destructividad fanática. Como dice Sepúlveda, “[e]n algunas ocasiones el
torturador, que en su semblante hace gala de convencimiento aun en las peores
circunstancias, asume la estrategia de martirizarse” (198). Esto da cuenta de su baja
valoración de la vida en general, como dice Javaloy (128).
La disposición al autosacrificio, emparenta el perfil del fanático con el del salvador
o redentor. Como cualquier fanático, el salvador o redentor siente una adhesión afectiva
muy intensa con una idea que, por lo mismo, considera extremadamente valiosa. Según
su percepción, sin embargo, dicha idea estaría en riesgo y, por lo tanto, debe ser salvada.
Siente un deseo o necesidad irreprimible de rescatar aquello que está en peligro, de
redimirlo. Tiene la sensación, además, de ser llamado a cumplir con esta misión
providencial, a lo que se suma la convicción irracional de estar en posesión del poder
de hacerlo. Ello se fundamenta en una autoimagen desproporcionada: imagen
omnipontente de sí mismo. En este perfil caben personalidades como la de Krassnoff.
“Posee esquemas valóricos sólidos, binarios, inmutables, que justifican plenamente su
accionar en el marco de alguna estrategia salvacionista” (Sepúlveda 197). Aunque ello
trasciende los márgentes de este trabajo, es evidente, sin embargo, y como ha sido
puesto de manifiesto, que quien mejor calza en este perfil es Augusto Pinochet (Ortuzar,
et al.; Lagos Schuffeneger).
Conversos
Una modalidad particular del creyente es la del converso: aquel sujeto que estaba en el
otro lado, que era parte del enemigo, pero que por diferentes motivos ha tomado
conciencia de que estaba equivocado y decide pasarse al otro bando. El tema de la
conversión ha sido trabajado fundamentalmente en el ámbito de la teología y su objeto
es describir el paso o camino que lleva a un sujeto hacia la fe. Como explica Flores,
[e]n el fenómeno religioso de la conversión actúan de forma convergente dos factores, que
potencian conjuntamente los resortes psíquicos, intelectuales y volitivos de la persona. Uno de
ellos es la conciencia de un pasado al que se quiere poner fin, de una forma de vida que se
considera falsa o vacía. El otro mira hacia adelante, hacia una forma de vida que se contempla
llena de luz y de verdad, como un obsequio generoso que merece el acogimiento agradecido
(20).
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
123
En el caso del converso que interesa aquí también se dan estos dos momentos: un
pasado al que se pone fin y la apertura hacia una nueva realidad. Sujetos que habían
militado en partidos que apoyaron la Unidad Popular, que habían luchado contra la
dictadura incluso con gran costo familiar y personal, se pasan al otro lado y terminan
persiguiendo e incluso torturando a sus antiguos correligionarios. De lo que se trata
aquí no es de un simple cambio de bando, sino que de volverse otro, dejar de ser lo que
se era. Ejemplos no faltan en la historia de la dictadura chilena. Están los nombres del
Fanta (Miguel Estay), la flaca Alejandra, Luz Arce, la Carola, el guatón Romo, etc.
Lo que gatilla el cambio propio de la conversión es, según señala Flores, “la
conciencia de haber errado, de haber perdido la justa dirección, y va unido a la
necesidad de reorientar la vida en el justo sentido” (20). “La tensión entre lo que soy y
lo que debería ser es el detonante, desde el punto de vista antropológico, de la
aspiración constante de conversión y de mejora –renovarse o morir– del ser humano”
(Alonso 689). El proceso, por lo tanto, es visto como un perfeccionamiento. Como dice
Alonso: “La conversión, en su sentido más básico y general, se inscribe en esta tendencia
interior del sujeto hacia la vida perfecta, y puede ser descrita como un movimiento
desde un estado imperfecto, deteriorado o malogrado a otro más perfecto, renovado y
purificado” (689).
En el caso del torturador converso se puede decir que la ‘toma de conciencia’
puede ser libre o provocada, considerando si medió o no el uso de la fuerza. En efecto,
el torturador convertido puede ser producto de la tortura misma, toda vez que la
destrucción como finalidad pone las bases para la reconstrucción. Savater y Martínez-
Fresneda afirman que "torturar no es destruir, salvo en el grado necesario para construir
de nuevo y de otra forma. Tiene más de remodelación que de puro y simple
quebrantamiento" (72). El objetivo de la tortura sería, entonces, remodelar a un sujeto
desde el fondo. Luego de haberlo desmantelado, rearmarlo al gusto de la autoridad.
En el caso de la dictadura chilena el proceso por el que pasa Luz Arce es
paradigmático. Ella estaba colaborando ya con la DINA, pero para Krassnoff no era
suficiente. Relata en su testimonio, que “[a]l menos dos veces, entre el año 1974 y 1975,
Krassnoff me increpó por lo que él llamaba mis reservas mentales y otra cantidad de
veces me gritó... ‘Llévense a esta huevona. No está quebrada. Aún tiene reservas
mentales...’” (162). La tortura solo consigue alcanzar su objetivo cuanto toda reserva
mental desaparece.
La conversión, sin embargo, también se dio sin que mediara la tortura. El caso
más conocido es el del Fanta. Como confiesa el mismo Miguel Estay Reyno: “En el
camino me fui encontrando con otra gente, con otras ideas y las empecé a asumir. La
verdad es que como una parte importante de los chilenos, yo creí en el sello que logró
imponer el gobierno militar…” (en Skornik). Nancy Guzmán describe este proceso. Lo
primero fue la colaboración:
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
124
Lentamente, sin que mediaran torturas eléctricas o el sumergimiento de su cabeza en aguas
infectas, con solo una que otra cachetada, El Fanta, el joven que había sido admirado por sus
compañeros, el de acerados ideales inclaudicable fe en la causa comunista, se desmoronaba
como una estatua de arena. Iba entregando nombres, lugares, procedencias… (Fanta 211).
un personaje que, a partir de 1976, se había convertido en el traidor más odiado por el Partido
Comunista, y no es que fuera solo él que había entregado información a cambio de su vida,
sino que de todos los que habían traspasado los límites hacia la colaboración, El Fanta fue el
único que terminó siendo torturador y un agente operativo convencido de su misión de
aniquilar a la izquierda (336).
MERCENARIOS
Gupta habla de los mercenarios para referirse a aquellos sujetos que son parte de una
empresa de destrucción masiva con la finalidad de obtener “fun and profit” (114).
Ampliando esta idea y aplicándola a lo que nos ocupa aquí, podríamos hablar de
mercenarios para referirnos a aquellos sujetos que torturan como un medio para la
obtención de algún beneficio. La ambición es lo que los mueve. Coincidentemente, en
su clasificación de los asesinos nazi, Mann habla de los “Materialist killers” para aludir a
los sujetos que buscan alcanzar objetivos materiales (332). Junto a aquellos es posible
distinguir también otro tipo, cuya finalidad es obtener ganancias inmateriales o, como
dice Elster, una “recompensa psicológica” (138). En ambos casos la tortura se ejerce
como un medio para la consecución de una finalidad ulterior: en el primero se trata de
un beneficio muy concreto (dinero); en el segundo, el beneficio buscado es menos
concreto y más psicológico (reconocimiento, venganza, poder, etc.).
Profitadores
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
125
usa la expresión “asesino arribista”. Goyard, hablando de los perpetradores de la Shoah,
alude a aquellos “Mediocre profiteers who ran after any kind of material benefit to be
found in the circumstances of war or of the economic regulations in force” (31-32).
Aunque en español no existe la palabra, parece adecuado seguir la intuición de
Goyard y hablar de los profitadores. Son sujetos que tratan de obtener, normalmente
sin escrúpulos, beneficios pecuniarios de cualquier cosa. En términos generales son los
que cotidianamente llamaríamos ‘vivos’, ‘astutos’, o ‘pasados de listos’. En el texto de
CODEPU se enumeran los diferentes tipos de poder que adquiere el torturador. Entre
ellos se menciona el ‘poder económico’. El texto detalla que se refiere a botines de
guerra, robos, reparto de dinero, bienes del enemigo (las víctimas) (30). Un buen
ejemplo es el del Guatón Romo. Cuando el hijo de Eduardo Ziede relata a Nancy
Guzmán la detención y desaparición de su padre (Romo 57), comenta que Romo saqueó
toda la mercadería de la zapatería que el padre y su hermano habían montado, y que
luego se encargó de arruinar económicamente al abuelo (61).
Romo llamaba a mi abuelo constantemente para pedirle plata. Le decía ‘el Flaco necesita esto
o esto otro’; mi abuelo, que estaba desesperado para que soltaran a mi padre accedía. Pasaban
unos pocos días y volvía a llamar para decirle ‘necesito plata para comprarle algunas cosas al
Flaco’, ’yo puedo hacer que él lo llame, pero necesito plata’. De esa manera extorsionaba a mi
abuelo (61-62).
Mariana Callejas ha dicho que su ex esposo ingresó a la policía secreta de Pinochet a instancias
del entones coronel Pedro Espinoza, subdirector de la DINA, que conocía el trabajo de la pareja
en Patria y Libertad. Que lo hizo por motivos económicos pues hace no mucho habían llegado
de Estados Unidos y no tenían trabajo. Y que ella también aceptó participar sólo para aumentar
el ingreso familiar, no obstante que le pagaban considerablemente (Peña, “Mariana”).
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
126
Cercanos a lo anterior, también en un sentido material, aunque ya no se trata
simplemente de ambicionar dinero, están aquellos que mediante la tortura buscan
alcanzar el éxito. Hilberg comenta: “For some, particularly individuals with flexibility and
ambition, a position in the new sector was an alternate, promising career created by
circumstances” (39). Podrían denominarse ‘carreristas’ como traducción del término
“careerist” utilizado por Elster (138). Michael Townley también podría considerarse un
buen ejemplo es este perfil. Si bien puede haber ingresado a la DINA por necesidades
económicas, parece relativamente claro que tenía otros intereses. Su mayor ambición
habría sido llegar a ser oficial en el contexto militar. Esto se puede ver claramente en la
serie Mary y Mike, pero también en la autobiografía de Mariana Callejas.
Oportunistas
Elster, en su tipología de los perpetradores, habla del “oportunista” (138) para aludir a
quienes buscan obtener beneficios no materiales con la tortura. El oportunista aparece
en múltiples formas. Entre ellas están aquellos que tanto Hilberg (39) como Elster (138)
llaman ‘perdedores’. Lo que estos sujetos buscan es el reconocimiento que se les ha
negado. Se trata de personas resentidas, que han luchado por hacerse un lugar durante
mucho tiempo, y consideran que no se les ha tratado con el respeto debido ni se han
reonocido sus logros y talentos. Como dice Elster, “losers seek the psychic benefits of
appearing important in their own eyes and in those of others” (141). En la nueva
situación consiguen dar rienda suelta a la realización de sus talentos y alcanzan el
reconocimiento deseado (Hilberg 39). Manuel Contreras parece calzar perfectamente
en esta descripción, según lo señalado por Nancy Guzman: “[…] era un sujeto resentido
que por primera vez tenía en sus manos tanto poder. Sus actuaciones contra algunos
miembros de la propia dictadura estaban motivadas por la ira que le producía el
menosprecio de los altos mandos de las instituciones armadas hacia él” (165).
En una línea cercana a la de los perdedores están aquellos que podrían calzar
con el nombre de escaladores sociales, trepadores o arribistas. Estos, aprovechando la
nueva situación, pretenden participar de los beneficios de una clase socio-económica
superior a la de su origen. El caso paradigmático de este perfil de torturador es el de
Adriana Rivas. El documental El pacto de Adriana muestra claramente de qué manera el
ser funcionaria de la DINA fue para ella un trampolín que le permitió ascender
socialmente. Su lugar privilegiado como secretaria de Contreras le hizo posible acceder
a espacios a los que de otra forma nunca habría accedido: “Cuando llegué a la DINA fue
otro mundo para mí. Una cabra como yo, de clase media, con una educación media, ¿tú
crees que habría tenido la oportunidad de ir a cenar a las embajadas en Chile, estar con
presidentes de otros países, ver la coronación de un rey?” (Pacto 28:40-28:56). Según
señala:
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
127
Nosotros atendíamos embajadores, atendíamos a las visitas ilustres como los generales y el
generalísimo de España que vino. Después llegó setiembre, estuve en la parada militar. Ahí
estuve cenando mija, mantel blanco con todo lo demás, con el General Pinochet, por supuesto,
con la Señora Lucia, los hijos de la Señora Lucía, el general no sé cuantito, el embajador de acá,
el embajador de Estados Unidos… Con toda esa gente estuve almorzando yo. ¿Tu creíh que yo
habría podido, si hubiera sido la secretaria ejecutiva, ir a almorzar al Palacio Cousiño? (12:53-
13:43).
Ella misma resume su posición cuando dice que “Esa parte estaba vetada para
nosotros, esa parte de la vida de los ricos estaba vetada para mí, pero yo la viví poh. Yo
estuve ahí” (13:50-14:00).
Por otra parte, están los que buscan conseguir una venganza con la tortura. A
estos Elster los llama “maliciosos”. Serían “aquellos que usan el régimen ocupante para
favorecer sus resentimientos personales (private grudges)” (140). Usar la tortura para la
venganza o para resolver rencillas personales no fue, durante la dictadura, nada
excepcional. Como dice Elster, “the malicious seek the satisfaction of seeing their
enemies or rivals brought down” (141). Nancy Guzmán, basándose en el testimonio de
Raúl Blanchet, sostiene que “[e]l Fanta sentía envidia por la inteligencia y capacidad
política de Manuel Guerrero […]. Blanchet cree que no le fue difícil delatarlo, que
seguramente sintió superioridad al verlo humillado y sometido a las arbitrariedades de
sus captores, porque era rencoroso, sobre todo con quienes sentía que lo opacaban”
(Fanta 282).
La venganza, sin embargo, no es solo una finalidad asociada a rencillas personales,
sino que en general a la conciencia de una ofensa. En este caso, se podría hablar de los
vengadores o justicieros para referirse a aquellos que torturan para castigar lo que
consideran una falta, una felonía cometida contra ellos. Sería una venganza como lo es,
en algún sentido, toda aplicación de justicia: como una pena o un pago merecido por la
deuda adquirida. Los vengadores o justicieros de los primeros tiempos de la dictadura
torturaban como represalia por el Plan Z. Como relata Olderock, a los agentes de la DINA
se les entrenaba para odiar:
En la playa se hacía instrucción en tiro y, para aleccionar a las cabras, se ponían las fotos de
Altamirano, Allende, Miguel Enríquez y otros comunistas. Yo no estaba de acuerdo que se
generara odio, pero así era. Creo que esas cabras salieron odiando todo lo que se relacionaba
con la U.P. y el gobierno de Allende, porque eso era lo central (Guzmán 58).
Generalmente la oficialidad era absolutamente insensible a lo que sufrían los condenados, era
como si nos hubieran cambiado la personalidad, nos volvíamos indiferentes ante los gritos de
dolor. Nos habían metido tantas leseras en la cabeza. Ellos eran unos terroristas, dispuestos a
matarlos a ustedes, sin Dios ni ley alguna, todos aparecen en 'El plan zeta', los iban a eliminar a
todos, les iban a quitar los hijos y mandarlos a Cuba, están salvando al país de toda esa escoria
(88).
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
128
El Guatón Romo lo resume de la siguiente forma: “nosotros no deteníamos a
blancas palomas, todos eran unos locos que querían matar a las Fuerzas Armadas, eran
bandidos” (Guzmán 110).
Están, además, aquellos que buscan poder mediante la tortura, que bien podrían
denominarse megalómanos. Ello se manifiesta, en primer lugar, en la búsqueda del
poder absoluto sobre el otro, lo que es propio de la tortura. Como dice Marrades,
“[m]ediante su acción continua y obstinada, el verdugo se constituye a sí mismo en un
soberano absoluto cuyo atributo esencial es autoafirmarse a través de la negación
radical del prójimo. Está en manos del verdugo torturar o interrumpir la tortura cuando
quiere” (31). En términos de Amery, la finalidad del torturador es constituirse en el
“señor de la carne y del espíritu, de la vida y de la muerte” (101). Coincidentemente
cuenta Peña que el hijo del Mamo Contreras confiesa al entrevistarlo: “He llegado a
pensar que el hecho de poder decidir entra la vida y la muerte de una persona lo llevó a
creerse un semidios. Un todopoderoso” (Peña 54).
La búsqueda de poder mediante la tortura, sin embargo, transciende el dominio
sobre la víctima. La tortura puede ser un medio para conseguir logros a nivel político.
Reeder habla, en este sentido, de los “realistas”: “Finally, there is another sort of torturer
– the realist torturer – who puts aside moral considerations altogether in favor of a
political goal (for example, the survival of the people or nation)” (70).
BURÓCRATAS
En su clasificación de los asesinos nazi, Mann distingue los que llama “Burocratic killers”.
Son sujetos atrapados dentro de las “burocracias de la modernidad”, en las que “la
obediencia a las órdenes no es ni ideológica ni socialmente presionada, sino el producto
de rutinas y carreras institucionalizadas” (332). Hay tres cuestiones aquí en juego. En
primer lugar, está el tema de la obediencia; en segundo, el de la rutina y, en tercer lugar,
el de la carrera. De acuerdo con Mann, la rutina y la carrera serían lo que explica la
obediencia en el caso de los burócratas. En lo referente a los torturadores de la dictadura
chilena se puede distinguir, sin duda, el perfil del burócrata obediente con dos
variantes: una, la del torturador rutinario/irreflexivo, y otra, la del torturador profesional
o de carrera.
Obedientes
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
129
Me impresionó la manifiesta superficialidad del acusado, que hacía imposible vincular la
incuestionable maldad de sus actos a ningún nivel más profundo de enraizamiento o
motivación. Los actos fueron monstruosos, pero el responsable –al menos el responsable
efectivo que estaba siendo juzgado– era totalmente corriente, del montón, ni demoníaco ni
monstruoso (14).
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
130
son un ejemplo más. Al igual como ocurriera en Nüremberg, los perpetradores de
crímenes indescriptibles sostienen que obedecían órdenes y que el hacerlo era su
obligación. López utiliza las conclusiones de Milgram para referirse expresamente al
tema de la tortura estableciendo que “[e]s un fenómeno político al interior de relaciones
formalizadas y jerarquizadas, en donde existe una víctima ya subvalorada, un contexto
de impunidad, un ejecutor que recibe órdenes y alguien que las emite” (117). Con este
esquema se entiende que los verdugos no sientan ningún tipo de responsabilidad
moral. Dice López, comentando los experimentos de Milgram, que en sus conclusiones
él establece que “los sujetos no sienten ninguna responsabilidad personal por su acción,
debido a que han recibido órdenes de una fuente con credibilidad científica.
Subjetivamente los sujetos bloquean su conciencia y se auto eximen de todo
compromiso en relación a su propia conducta“ (116). La responsabilidad se desplaza.
Como señala Feliú, “la responsabilidad de la acción se delega en la autoridad, la persona
se siente responsable hacia la autoridad pertinente, pero no de sus propios actos, sino
del cumplimiento de las órdenes” (32).
En este punto resuenan las palabras que el Guatón Romo le dice a Nancy Guzmán
cuando le pregunta por su moral: “La moral. La moral mía, es cierto, yo estoy tranquilo.
No. Es una moral muy buena. La moral mía. Mira, si alguien me dice a mí: ‘Oye, tú
torturaste’. Mira, puedo haber, puede que haya torturado, pero fue mi oficio yo lo hice
porque yo era ordenado, yo cumplí un mandato” (Guzmán, Romo 210). La obediencia
en el caso de los torturadores chilenos estaba ligada a la existencia de una cadena de
mando.5 Como dice López nuevamente: “En un espacio social en donde la obediencia
llega a ser un valor absoluto, y en donde existe una extendida, y correlativa incapacidad
para mantener la identidad frente a la autoridad, no es curioso que se desemboque en
excesos” (117). En la entrevista que le hace Aguilera a Basclay Zapata, alias el Troglo, el
despiadado ex militar señala: “[…] les pido a mis jefes, sobre todo a ellos, que son los
responsables… porque es el oficial el responsable de lo que haga o deje de hacer su
gente. Allí todo era compartimentado: uno hacía un trabajo y otros hacían otro trabajo.
Yo no sabía lo que hacían los demás” (15). Feliú tiene razón cuando hace ver que
5
“Por eso, la cadena de mando en los ejércitos es efectivamente una cadena y no un canal de
comunicación, es decir, debe haber eslabones intermedios, cada uno con una autoridad cercana para que
se dé obediencia, no solo porque las relaciones sociales sean importantes, sino porque así el sujeto tiene
claro que delega la responsabilidad a un sujeto concreto que conoce la situación (y que de hecho la
define) y no a una entidad abstracta, lo que aumenta la obediencia” (Feliú 35).
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
131
Rutinarios
Como señala Mann, en el caso de los asesinos burócratas la obediencia está asociada,
en primer lugar, a la rutina. En lo que nos interesa, se puede distinguir el perfil de aquel
torturador que ejerce su labor rutinariamente. Como observa Giannini: “…la palabra
‘rutina’, […] proviene de ‘ruta’. De la ruta que vuelve a hacerse día a día, de un
movimiento rotatorio que regresa siempre a su punto de origen” (30). Hay en la rutina
un sentido de rotación, de retorno permanente de lo mismo: “la rutina es regreso a lo
consabido, a lo mismo” (42). La repetición es lo más característico de la rutina. Es esto lo
que la vuelve en extremo trivial. Lo rutinario es un conjunto de sucesos que han sido
despojados de todo posible encanto, sorpresa, horror o trascendencia: han sido
rutinizados. No hay nada de sorprendente en que ocurra lo que se sabe que ocurrirá́, en
que tengan lugar acontecimientos en los que ni se piensa, porque se dan por sentados.
Aludiendo a lo que ocurría en el Cuartel Simón Bolívar, Rebolledo escribe: “Eso era la
rutina: comida, tortura, desayuno, tortura, once, tortura, almuerzo, tortura...” (129).
Cuando se rutiniza la tortura, la violencia se vive como algo habitual y ya no hay
sobresalto. Siguiendo el texto de la CODEPU, el proceso de formación de un torturador
tendría una serie de momentos (20-21), entre los cuales la “habituación a la crueldad”
es central. Dicha habituación consiste en una “neutralización de emociones y
sentimientos naturales que impiden a una persona comentar actos crueles,
sentimientos como el horror, el asco, la repugnancia” (25). Para lograrlo al torturador se
le habitúa a la crueldad utilizando “metodologías progresivas”,6 hasta que ella se instala
como parte de su cotidianidad:
Esa violencia cotidiana con la que se convive se torna algo natural y de este modo se asienta,
se instala en el interior del sujeto, normalizando así una situación anormal. Inmersos en ese
contexto, dejan de sentir, se desconectan emocionalmente, se vuelven indiferentes. El horror,
el espanto, la aversión, la repulsión, ya no tienen lugar porque la violencia se ha vuelto rutina
(Ceñal 67).
Yo diría que al principio, cuando uno empieza, primero llora, escondido, que nadie se dé
cuenta. Después siente pena, se le hace un nudo en la garganta, pero ya soporta el llanto. Y
6
En el texto de la CODEPU se alude a una serie de manera de hacerlos. En primer lugar, incorporar
a los iniciados como observadores en las torturas, luego avanzar con una participación menor en algunos
procedimientos y técnicas simples, participar posteriormente de forma directa en actos de “crueldad
pura” y finalmente actuar en interrogatorio y eliminación de detenidos. (25-26). Además hay otras formas
de inducción/formación alternativas como son (2) la obligación de realizar atrocidades con animales, (3)
ver películas con contenidos crueles para luego relatar detalles banales de las escenas, (4) transformar al
futuro torturados en víctima de torturas por parte de sus colegas o camaradas, (5) hacer que la tortura no
aparezca como tan brutal: aplicarla sin dejar huellas, siendo “sofisticado” y “científico” en la aplicación,
tender a una “tecnificación despersonalizada” del trabajo, mayor uso de técnicas psicológica que físicas.
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
132
después, sin querer queriendo, ya se empieza a acostumbrar. Definitivamente ya no siente
nada de lo que se está haciendo (González 16).
Mientras realicemos los movimientos habituales y rutinarios que constituyen la mayor parte de
nuestra actividad cotidiana, no necesitaremos demasiado autoexamen ni autoanálisis. Cuando
se las repite mucho, las cosas se tornan familiares, y las cosas familiares son autoexplicativas;
no presentan problemas ni despiertan curiosidad. En cierto modo, son invisibles” (Abduca, et
al. 15).
Profesionales
En el caso de los ‘asesinos burócratas’, la obediencia, según aclara Mann, puede tener
su origen no solo en la rutina, sino que también en el hecho de que dicha actividad es
parte del desarrollo de una carrera. Podemos hablar, por lo tanto, de un ‘torturador
profesional’. Escribe Varela que “[e]l torturador profesional actúa para un bien
determinado por el poder. No tiene sentimiento de culpa. Y cuando la forma de torturar
más se tecnifica, menos sentimiento de culpa tiene” (49). Los torturadores aludidos son
aquellos que el mismo autor describe como “burócratas profesionales de la tortura, que
han aprendido un oficio y que lo ejecutan a partir de una dotación personal de su
carácter condicionada o manipulada” (49).
Este tipo de sujeto hace lo que hace porque es su trabajo y lo hace de la manera
más eficiente y mejor posible. Para ello ha sido formado. Cuando decimos que alguien
es un profesional de la medicina, la arquitectura, la construcción o de cualquier rubro,
estamos diciendo varias cosas, algunas de las cuales se pueden aplicar a este tipo de
torturador. Cuando se señala que alguien es un profesional se establece, primero, que
se trata de alguien preparado para ejercer dicha actividad, que ha pasado por un tal vez
largo, pero al menos suficiente proceso de capacitación. Siguiendo el texto de la
CODEPU, la formación de un torturador tendría los siguientes momentos:
deshumanización del enemigo, habituación a la crueldad, obediencia automática,
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
133
oferta de impunidad, oferta de poder (20-21). Como bien ha escrito Sepúlveda, “…en el
ejercicio de la tortura hubo personal capacitado expresamente para su práctica, vale
decir, torturadores profesionales” (195).
Pascale Bonnefoy hace ver que inmediatamente después del Golpe, “ni los
interrogatorios ni las torturas eran excesivamente finos, se estaba en marcha blanca, en
una improvisaba etapa experimental” (57). La razón, según la autora, es que “[l]os
‘fiscales’ o ‘interrogadores’ de las Fuerzas Armadas y Carabineros en el Estadio Nacional,
con escasas excepciones, no estaban capacitados para interrogar” (59). Aparecen
entonces interrogadores extranjeros que habrían asesorado y formado a los inexpertos
chilenos. Nancy Guzmán asegura que, con el objeto de profesionalizar a su personal en
tareas como la tortura, la DINA “[c]ontó con la asesoría de especialistas en torturas –
brasileños, argentinos– y con los mejores hombres en materia de inteligencia y métodos
coercitivos en la obtención de información por parte de la CIA” (Fanta 52). La CIA
también contribuyó a la formación profesional de los torturadores/interrogadores en
Chile. Según señala Amorós, “[e]n el adiestramiento de sus agentes, Contreras contó
con la ayuda de Ray Warren, jefe de la estación de la CIA en el país, quien puso a su
disposición no sólo manuales técnicos y de entrenamiento, sino también personal de la
Agencia” (9). El mismo Guatón Romo señala que existían expertos: “yo te repito yo no
soy especialista en la tortura. En la DINA había especialistas que hacían ese trabajo”
(Guzmán, Romo 168, énfasis en el original).
Además de la formación, la profesionalidad implica adherir a ciertas normas
establecidas en cuanto al método de ejercer la actividad. En el caso de la tortura
existieron manuales que señalaban el modo en el que se debía interrogar/torturar. El
más famoso entre ellos fue el llamado Las estrategias del manual KUBARK, publicado por
primera vez en 1963. Especialmente relevante es el capítulo IX donde se alude a la
“Coercive conterintelligence interrogation of resistant sources” (82-104). Allí se
enumeran y describen en detalle las maneras en las que se debe realizar una
interrogación usando medios coercitivos, es decir, mediante violencia.
Quienes pretende ser profesionales de la tortura no ejercen dicha actividad de
cualquier forma. De allí que aquellos que ejercen su labor con profesionalidad sientan
satisfacción por su desempeño. Hablando de los verdugos medievales, Pérez comenta
que “[u]nos se recluyeron en el orgullo profesional del ‘trabajo bien hecho’ e incluso se
esmeraron en la mejora de la metodología de las ejecuciones y de su puesta en escena”
(59). Este mismo orgullo se puede ver en el caso de los torturadores chilenos. Cita
Echeverría una entrevista en que Krassnoff dice, por ejemplo, “[…] mi oficio
es la
guerra, estoy entrenado para matar, mi trabajo es profesional. Chile estaba plagado de
terroristas, acabar con todos ellos era mi deber” (66).
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
134
SUFRIENTES
Pérez distingue entre los diferentes tipos de verdugos al que llama la víctima o el
sufriente: “Acosado por graves problemas de conciencia, este tipo se contempla como
una víctima de su oficio al mismo nivel que el reo [...] [C]ada una de las ejecuciones que
ha de afrontar le supone una pérdida, un extravío personal irreparable” (73). Del mismo
modo, los torturadores sufrientes son aquellos que no quieren estar ahí ni hacer lo que
hacen, y que, por lo tanto, llevan a cabo su labor de tortura a contrapelo, lamentándose.
Se trata de sujetos que actúan incorrectamente a sabiendas con la intención o
esperanza de liberarse de algún dolor o problema. Al menos es posible distinguir dos
perfiles dentro de los sufrientes: los conformistas y los colaboradores.
Conformistas
En su clasificación de los asesinos nazis, Mann distingue a los que llama “Fearful or
compliant killers” (asesinos temerosos o complacientes) o “conformist” (conformistas).
Fueron, explica el autor, “personas comunes y corrientes atrapadas en organizaciones
coercitivas. El incumplimiento de las órdenes habría implicado costos” (332). Dichos
costos pueden ser de diferente tipo. Se relacionaban, en primer término, con pérdidas
materiales. “Conformists are motivated by the fear of material loss. This is not the simple
equivalent of the desire for material gain, since for most people, the sacrifice of a career
is much more momentous than the opportunity to build one” (Eslter 141, énfasis en el
original). Quedarse sin trabajo sería el temor que movió a algunos a continuar con la
tortura. Aunque este perfil se acerca al del ‘pragmático’, el elemento central del
conformista es el miedo a perder su trabajo, su fuente de financiamiento, su influencia,
etc.
Los costos tenían que ver, en segundo término, con los castigos por desobedecer.
En el texto de CODEPU se explica que
[L]a obediencia absoluta se obtiene por un sistema muy simple de premio-castigo, en el que
predomina el castigo naturalmente. Desde el momento en que el funcionario está siendo
seleccionado –e involucrado– en actos de tortura y asesinato, la obediencia automática se
refuerza además por el miedo a los castigos en caso de debilidad, hesitaciones o desobediencia
(28).
Se podría decir que estos torturadores son temerosos o incluso cobardes. No debe
olvidarse, sin embargo, que la amenaza es muy real y puede ser extrema. Un caso
paradigmático de castigo asociado a la desobediencia es el del guardia de Villa Grimaldi
conocido como el Mauro (Carlos Carrasco). Fue acusado de traición y, como cuenta
Casassus, “los agentes de la Dina colgaron a Mauro de un ombú en Villa Grimaldi y, ante
la presencia de sus colegas, lo mataron a cadenazos” (90).
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
135
Los costos de la desobediencia, de la objeción de conciencia, no solo provienen
de la institución, sino que también de los colegas. Hay una sanción social por no
participar, lo que presiona a la tortura. “Al final se trata de cobardes conformistas por la
presión social” (Mann 332). Para describir mejor este perfil Mann utiliza también el
término “asesinos camaradas”.
Colaboradores
El redimido es aquel torturador que en algún escenario de su vida manifiesta una aparente
objeción de conciencia. Le pesan en la memoria los crímenes que ha cometido, y de alguna
manera buscará desligarse de dicho peso y desmanchar su semblante para ser visto sin
resquemores por sus congéneres (199-200).
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
136
INDIFERENTES
Es Reeder quien habla del “torturador indiferente”. Utilizaremos esta categoría para
referirnos a estos últimos perfiles que se comentan. “Algunos torturadores tienen
empatía, pero sin embargo carecen de afecto positivo o negativo hacia sus víctimas –ni
gusto (sadismo) ni disgusto (compasión) por su dolor: el torturador indiferente” (70). Lo
más característico de este perfil, según Reeder, es que no hay afecciones en juego para
este tipo de sujetos. Torturan sin sentir nada. La indiferencia, sin embargo, puede
manifestarse de diferentes formas. Distinguimos al menos dos: el perfil del cínico y el
del desconsiderado.
Cínicos
No es casual que el perfil del torturador cínico se presente luego del de colaborador,
puesto que el cinismo se da entre ellos con bastante frecuencia. De hecho, se podría
hablar del ‘colaborador cínico’ como un tipo. El cínico es, ante todo, un descreído.
Sloterdijk habla de la existencia de una “subliminal carencia de ilusiones” (39). El cínico
alguna vez creyó, soñó, pero todo eso quedó en el pasado. “Una actitud cínica puede
nacer como decepción de una actitud utópica o, incluso, una actitud cínica puede
devenir utopia” (Batet 2). De la desilución emana su caracterísica melancolía, incluso
depresión. “Psicológicamente se puede comprender al cínico de la actualidad como un
caso límite del melancólico, un melancólico que mantiene bajo control sus síntomas
depresivos y, hasta cierto punto, sigue siendo laboralmente capaz” (Sloterdijk 40). De
allí su pesimismo.
El cínico se caracteriza por tener un extremo sentido de realidad: “pues los cínicos
no son tontos y más de una vez se dan cuenta, total y absolutamente, de la nada a la
que todo conduce” (40). Fueron ingenuos, pero ese tiempo ha pasado7. Ahora ven claro
que todo conduce al derrumbe inevitable. Sloterdijk señala que en el cinismo se expresa
una suerte de “madurez negativa” o “negatividad madura” (42): “para sobrevivir hay que
ir a la escuela de la realidad. Sin duda. El lenguaje de los bien intencionados lo llama
hacerse adultos…” (42). En este contexto de realidad lo único que queda es la
autoconservación. “Saben lo que hacen, pero lo hacen porque las presiones de las cosas
7
“Incluso en ello parece existir algo sano, cosa a cuyo favor está la voluntad de autoconservación.
Se trata de personas que tienen claro que los tiempos de la ingenuidad han pasado” (Sloterdijk 40).
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
137
y el instinto de autoconservación, a corto plazo, hablan el mismo lenguaje y les dicen
que así tiene que ser” (Sloterdijk 40).
El desprecio por cuestionamientos morales o trascendentes es otra característica
sobresaliente del cínico. No tienen un lugar importante las ideas ni la reflexión en
general. Hablando del tipo de verdugo que califica de “prágmático” (o cínico), señala
Pérez: “Tampoco se hace, por lo demás, demasiadas preguntas al respecto del sentido
último de su empleo o de las vicisitudes por las que pasa, pues prefiere no complicarse
la vida con detalles y vestir su ocupación con una pátina de calculado cinismo“ (73). No
hay, por lo tanto, sentimiento de culpa: “la actitud cínica es una actitud de la consciencia
ante el mundo que en ciertas ocasiones hasta los más ‘santos’ asumen sin experimentar
siquiera un pequeño sentimiento de culpa –para los creyentes– o de responsabilidad –
para los ateos–“ (Alvarado 162).
La consecuencia de lo anterior es que el cínico actúa con descaro e impudicia. “Hay
pequeñas fórmulas que expresan de una manera definitiva el insolente realismo de las
posiciones bajas frente a la ‘ley’, dos pares de palabras que desinflan falsas
reivindicaciones: ¿Y qué? ¿Por qué no? Con un testarudo ‘Bueno, y ¿qué?’” (Sloterdijk
188). Hay, por lo tanto, una suerte de soberbia en el actuar del cínico. El perfil de verdugo
soberbio se topa con el del cínico en la existencia de un sentimiento de superioridad,
un desprecio por el resto de la sociedad, en la ausencia de duda acerca de su actuar. Al
referirse al verdugo “soberbio”, Pérez hacer ver que “se trata de un tipo de verdugo –o
de torturador– habitual entre los criminales de estado, ámbito en el que operan a la
perfección y con plena convicción bajo la cobertura de un potente aparato ideológico
puesto al servicio del poder” (75).
Un ejemplo de torturador cínico es el ex-coronel Cristián Labbé, quien fue juzgado
tardíamente por este tipo de delitos. En una noticia publicada por el diario El Mercurio
Online el 25 de enero de 2005, se recogen algunos de sus dichos cuando concurre a
tribunales a declarar:
A su llegada Labbé señaló que las imputaciones en su contra son “una pura falsedad”. Reiteró
que estuvo en Tejas Verdes durante sólo algunos días y que su misión ahí fue impartir clases de
educación física a los efectivos militares. “Aunque no se note ahora porque está un poco
aportillada la carrocería”, bromeó.
Labbé señaló que “no habían detenidos donde yo estaba, se lo puedo asegurar”.
También dijo sentirse “orgulloso” de haber sido oficial de Ejército y agregó estar
disponible para todas las diligencias que se requieran practicar por la justicia. Sin embargo,
lanzó una defensa de los militares investigados por violaciones a los derechos humanos:
“Estamos a 30 años y todavía seguimos con la misma historia. Comparto la desesperanza de
mis amigos militares que ven que la justicia no existe para ellos”.
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
138
Imprudentes
Elster escribe refiriéndose a algunos de los perpetradores del nazismo: “the fault of
individuals in this group seems to lie in lack of judgment and of prudence, rather than
in being animated by a reprehensible motive” (140). La falta de juicio y de prudencia es
lo que caracterizaría a estos perpetradores. Aunque existe una variedad de teorías
acerca de la imprudencia, en especial relativas al tema de la responsabilidad legal
(Vallejo), aplicada a los torturadores se entenderá simplemente como la “inobservancia
del cuidado debido”. Dicho cuidado tiene que ver con previsibilidad y prevenibilidad de
lo que podría ocurrir. El imprudente es, por lo tanto, un sujeto descuidado que no toma
las debidas precauciones cuando actúa; que no se da cuenta o no le importan las
repercusiones de sus actos.
Entre los torturadores de la dictadura chilena hubo algunos que actuaron de esta
forma, descuidada e imprudentemente, puesto que no vieron ni les interesó tener a la
vista las posibles consecuencias de sus acciones. Ellos torturaron brutalmente, a la
rápida y con descaro, como si el acto no tuviera ninguna repercusión. Los torturadores
imprudentes carecen de toda consideración. Son desconsiderados en el sentido de que
simplemente pasan a llevar:
[…] Surgen las asociaciones frente al fenómeno de la desconsideración, que nos remite a la
idea de falta de respeto o atención hacia un ser, muy relacionado con las proyecciones:
avasallar, ultrajar, no tomar en cuenta, desconsiderar, ignorar, imponer, coaccionar, manipular.
Presumiblemente, pasar a llevar sería una expresión que condensa la concepción que la
existencia es un intento de ser considerado por los otros o una oportunidad de no considerar
a los otros, o ambas situaciones” (Contreras y Ramírez 209).
Los sujetos que calzan con este perfil contaban con características particulares en
su formación y sus historias de vida, lo que sumado a la existencia de un contexto
político y social anormal podrían explican su imprudencia. Un rasgo que se repite entre
los verdugos de este tipo, especialmente entre los más desalmados, es la existencia de
un bajo nivel intelectual. Escribe Nancy Guzmán: “Ese era Romo, un hombre de
inteligencia menor…” (Guzmán 48). La misma periodista alude en su libro a que la ficha
psiquiátrica de Romo habla de sus “deficitarias capacidades intelectuales” (Romo 47).
Estos torturadores no eran los mejor dotados, sino que todo lo contrario. Ingrid
Olderock cuenta que la sección femenina de la DINA se formó con aquellas mujeres que
había sido rechazadas por Carabineros para ingresar a sus filas, es decir, aquellas que no
fueron consideradas aptas para servir como uniformadas (Guzmán, Ingrid 53). La
selección que hizo Olderock fue, además, de mujeres muy jóvenes. La misma Olderock
constata este problema: “[…] Era una locura entrenar a unas cabras muy jóvenes que se
creían agentes” (58). La juventud fue, sin duda, una característica de aquellos
torturadores que calzan con el perfil del imprudente. Eso se puede ver claramente en la
confesión que hace el Papudo Valenzuela cuando relata la forma como fue
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
139
incorporándose a la tortura siendo aún muy joven. Él mismo señala: “Empezaron las
amenazas y uno que es muy joven se inquieta” (Cauce 3).
A la falta de inteligencia o formación de unos y la juventud de otros se suma que
ser parte de la DINA, por ejemplo, significaba ser prácticamente intocable: tener licencia
para hacer casi cualquier cosa. Como dice Olderock nuevamente: “… la DINA tenía un
poder muy grande, se podía hacer todo lo que se quería en ese momento” (Guzmán,
Ingrid 60). Ella misma relata, a modo de ejemplo, que dos de sus agentes fueron
sorprendidas robando en una tienda (59), que prácticamente acribillaron a una pareja
que había ido a pololear a la playa y luego se reían (60). Jóvenes con poca formación y
bajo nivel intelectual que carecían de límites terminan cometiendo las mayores
atrocidades. El Guatón Romo nunca ocultaba su rostro cuando torturaba. Incluso “en
ocasiones él mismo, para impresionar a su auditorio, da a conocer algunos de los
crímenes que cometió” (Guzmán, Romo 31). Esta conducta claramente imprudente se
explica por su exhibicionismo, como dice Guzmán (31), pero también por la sensación
de impunidad reinante.
CONCLUSIONES
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
140
BIBLIOGRAFÍA
Abduca, Leila, et al. “La violencia invisible: La ‘normalización’ del castigo en los
procesos de socialización.” IV Jornadas de Jóvenes Investigadores. Instituto de
Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos
Aires, 2007. https://www.aacademica.org/000-024/42.pdf. Consultado el 18 jun. 2021.
Adorno, Theodor. Crítica de la cultura y sociedad. Mkal, 2009.
Agamben, Giorgio. “Entrevista por Flavio Costa.” Estado de excepción. Homo sacer
II. Adriana Hidalgo Editora, 2005, pp. 9-20.
Aguilera, Mario. “Entrevista a mi torturador. Basclay Zapata Reyes (El Troglo)
agente de la Dina actualmente detenido en Punta Peuco.” Diario 7, 23 de enero de 2005,
p.14.
Albornoz, Ignacio. “Entre el espanto y la ternura: voces de colaboración y
resistencia en el Chile de la transición.” Ética y Cine, vol. 9, núm. 1, 2019, pp. 27-35.
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6884574. Consultado el 18 jun. 2021.
Alonso, Juan. “Conversión filosófica y conversión cristiana.” Scriptatheologica,
vol.41, núm. 3, 2009, pp. 687-710.
Alvarado, Víctor. “De la mala fe a la consciencia cínica.” Revista Filosofía Universidad
Costa Rica, vol. XLIII, núm 109-110, 2005, pp. 157-162.
Amorós, Mario. “La DINA: El puño de Pinochet.” 53º Congreso Internacional de
Americanistas. México DF, Julio de 2009.
https://archivochile.com/Ideas_Autores/amorosm/1/1amorosm0015.pdf. Consultado
el 18 jun. 2021.
Arancibia Valenzuela, Sandor. Agenda de un intendente. El golpe de Estado en
Valdivia. Comisión Chilena de Derechos Humanos, 1990, pp. 113-127.
Arce, Luz. El Infierno. Planeta, 1993.
Arellano Iturriaga, Sergio. Más allá del abismo: un testimonio y una perspectiva.
Editorial Proyección, 1985.
Arendt, Hannah. Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal.
Lumen, 1999.
---. La vida del espíritu. El pensar, la voluntad y el juicio en la filosofía y en la política,
R. Montoro y F. Vallespín (trad.). Centro de Estudios Constitucionales, 1984.
Batet, Janet. “¿En pos de una era cínica?” Lo que venga, año 2, núm. 1, 1995.
Bonnefoy, Pascale. Terrorismo de estadio: prisioneros de guerra en un campo de
deportes. Ediciones ChileAmérica, 2005.
Bonnefoy Miralles, Pascale. Cazar al cazador. Debate, 2018.
Browning, Christopher. “Revisiting the Holocaust Perpetrator. Why did this kill?”
The Raul Hilberg Moemorial Lecture. The University or Vermont, The Carolyn and Leonard
Miller Center for Holocaust Studies, October 17, 2011.
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
141
Callejas, Mariana. Siembra vientos. Memorias. ChileAmérica, 1995.
Cápona, Daniela y Alicia Del Campo. Figuraciones del Mal. Agresores y violencia
política en el teatro chileno contemporáneo. FONDART, Ministerio de las Culturas, las
Artes y el Patrimonio, 2019.
Casassus, Juan. Camino en la oscuridad. Editorial Debate, 2013.
Central Intelligence Agency (CIA). KUBARK Counterintelligence Interrogation. EE.
UU., 1963.
Ceñal, Daniela Alejandra. Contextos favorecedores de la Tortura y Análisis de la
Psicología del Torturador. Tesis para la Maestría en Ciencias Criminológico Forense,
Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, Argentina, 2016.
Coles, Harry y Albert Weinberg. Civil Affairs: Soldiers Become Governors. Center of
Military History, U.S. Army, 1992.
Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU). Informe de Denuncia
CODEPU. La tortura: una necesidad de régimen. (O de cómo la dictadura necesita
torturadores). CODEPU, 1985.
Contreras Salinas, Sylvia y Mónica Ramírez Pavelic. “Análisis fenomenológico del
tropo pasar a llevar.” Atenea, núm. 515, 2017, pp. 203-219.
https://dx.doi.org/10.4067/S0718-04622017000100203. Consultado el 18 jun. 2021.
Corvalán, Luis. De lo vivido y lo peleado. Memorias, LOM, 1997.
Crenzel, Emilio. “La verdad en debate. La primacía del paradigma jurídico en el
examen de las violaciones a los derechos humanos en la Argentina.” Política y Sociedad,
vol. 54, núm. 1, 2017, pp. 229-248.
Echeverría, Mónica. Krassnoff. Arrastrado por su destino. Catalonia, 2007.
Elster, Jon. Closing the Books. Transitional Justice in Historical Perspective.
Cambridge University Press, 2004.
Escobar, María Eugenia. “El infierno de Luz Arce: un tramado de unidades
discursivas.” Revista de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la U. de Chile, núm. 13,
2000. https://web.uchile.cl/publicaciones/cyber/13/tx10.html. Consultado el 19 jun.
2021.
Feld, Claudia y Valentina Salvi. “Presentación. Cuando Los Perpetradores Hablan.
Dilemas Y Tensiones En Torno a Una Voz Controvertida.” Rúbrica Contemporánea, vol. V,
núm. 9, 2016, pp. 1-10.
Feliu, Joel i Samuel-Lajeunesse. “Obedecer o resistir a la autoridad: lecciones a
partir de los experimentos de Stanley Milgram.” El alma pública. Revista desdisciplinada
de psicología social, año 5, núm. 9, 2012, pp. 23-40.
Ferrer, Anacleto y Vicente Sánchez-Biosca. El infierno de los perpetradores.
Imágenes, relatos, conceptos. Ediciones Bellaterra, 2019.
Flórez, Gonzalo. “Sobre el fundamento antropológico de la conversión.” Penitencia
y unción de enfermos. BAG, 1993, pp. 17-23.
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
142
Garretón, Roberto. “¿Qué es ser ‘torturador’?” De la tortura no se habla, Agüero
Versus Meneses, editado por Patricia Verdugo. Catalonia, 2004, pp. 141-159.
Giannini, Humberto. La “reflexión” cotidiana. Hacia una arqueología de la
experiencia. Universitaria, 2004.
González, José Luis, et al. “El perfilamiento en la investigación criminal.”
Investigación criminal. Principios, técnicas y aplicaciones, coordinado por Andrea
Giménez-Salinas y José Luis González. Lid Editorial, 2015.
González, Mónica. “’Yo torturé’, Valenzuela, El Papudo”. Cauce, año 2, núm. 32, 23
1985, pp. 1-16.
Goyard, Claude. “La notion de ‘puration administrative’. Les epurations
administratives, editado por Paul Gerbod, et al. Libraire Droz, 1977, pp. 1–48.
Granifo Molina, Felipe. “La crueldad en el discurso de Jorgelino Vergara, ‘el
mocito’.” Revista Bricolaje, núm. 6, 2020, pp. 36-45.
Guardiola, Juan José Nicolás. “Psicología criminal como ciencia.” Derecho y
Criminología, 2011, pp. 9-24.
Gupta, Dipak K. Path to Collective Madness. A Study in Social Order and Political
Pathology. Praeger, 2001.
Guzmán, Nancy. Romo. Confesiones de un torturador. Planeta, 2000.
---. El Fanta. Historia de una traición. Ceibo, 2016.
---. Ingrid Olderock. La mujer de los perros. Ceibo, 2014.
Halty, Lucía, et al. “Modelo ENCUIST: aplicación al perfilado criminal.” Anuario de
Psicología Jurídica, núm. 27, 2017, pp. 21–31.
Hilberg, Raul. Perpetrators Victims Bystanders: Jewish Catastrophe, 1933–194.
HarperCollins, 1992.
Javaloy, Federico. Psicología del fanatismo. Tesis de doctorado, Universidad de
Barcelona, 1984.
Kunstman Torres, Wally y Victoria Torres Ávila (eds.). Cien voces rompen el silencio:
Testimonios de ex presas y presos políticos de la dictadura militar en Chile (1973-1990).
Editorial Dibam, 2008.
Lagos Schuffeneger, Humberto. El general Pinochet y el mesianismo político. LOM,
2001.
Lazzara Michael. “El fenómeno Mocito (Las puestas en escena de un sujeto
cómplice).” A contracorriente, vol. 12, núm. 1, 2014, pp. 89-106.
---. “Fiction of Mastery (Marina Callejas).” Civil Obedience. Complicity and
Complacency in Chile since Pinochet, editado por Michael Lazzara. University of
Wisconsin Press, 2018, pp. 24-52.
---. “Framing the Accomplice (Jorgelino Vergara).” Civil Obedience. Complicity and
Complacency in Chile since Pinochet, editado por Michael Lazzara. University of
Wisconsin Press, 2018, pp. 120-147.
---. Luz Arce: después del infierno. Editorial Cuarto Propio, 2008.
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
143
---. “Writing Complicity.” Radical History Review, núm.124, 2016, pp. 141–152.
López, Ricardo, “Breve ensayo sobre la obediencia.” Revista chilena de semiótica
núm. 8, 2018, pp. 60-73.
---. “No mate a su hijo ni torture a su vecino, Sobre la obediencia y la irritante
actualidad de los experimentos Milgram.” Salud Pública, vol. 15, núm. 2, 2011, pp. 114-
117.
Mann, Michael. “Were the Perpetrators of Genocide ‘Ordinary Men’ or ‘Real Nazis’?
Result from Fifteen Hundred Biogrphies”. Holocaust and Genocide Studies, vol. 14, núm.
3, 2000, pp. 332-366.
Matus, Alejandra, “Ingrid Olderock. La entrenadora.” Los Malos, editado por Leida
Guerrero. UDP Ediciones, 2015, pp. 137-159.
Mallol Comandari, Cristián. ”Renacer en la Agonía. De la sobrevida a la vida.”
Estudios Públicos, núm. 115, 2009, pp. 31-48.
Merino, Marcia. Mi verdad: más allá del horror, yo acuso. A.T.G. S.A., 1993.
Milgram, Stanley. Obedience to Authority, an experimental view. Tavistock, 1974.
Mugarra Hernández, Valeria. Perfiles criminales: aplicación del modelo encuist al
“violador de pirámides”. Facultad de Ciancias Humanas y Sociales, Universidad Pontificia
de Comillas, 2018.
Natto, Vittoria È. La Hija de un Torturador. Relato testimonial de una ex menor.
Alondras, 2015.
Navarrete, Sandra. “La Memoria Quebrada: La figura de la traidora en el corpus
testimonial y ficcional chileno.” Revisitar la Catástrofe. Prisión Política en el Chile
dictatorial, editado por Carolina Pizarro Cortés y José Santos Herceg. Editorial PEHUÉN,
2016, pp. 97-116.
Nosotras también estuve en 3 y 4 Álamos. Ocho Libros, 2015.
Orwell, George. 1984. Ediciones Cerro Huelén, 1984.
Ortúzar, Pablo, et al. “El mesianismo político de Augusto Pinochet y la lucha por el
espacio sacrificial.” Temas Sociológicos, núm. 13, 2009, pp. 231-247.
Palestro R., Tito. Jornadas de lucha y vida. América Latina Libros, 1989.
Parada Bustamante, Andrea Del Pilar. Memoria de una traición: del MIR a la DINA. El
discurso testimonial de Marcia Merino como memoria al servicio de la biopolítica chilena.
Tesis para optar al grado de Licenciatura en Educación de Castellano y al título
profesional de Profesora de Estado en Castellano, USACH, 2014.
Peña, Juan Cristóbal. “Llegué a sentir compasión por el hijo de Manuel Contreras”.
Cada Día Mejor, 2015, p. 9.
---. “Lo Curro: un cuartel familiar.” Los casos de la Vicaría. Casos reales, editado por
Andrea Insulza y Javier Ortega. UDP, 2018. http://www.casosvicaria.cl/temporada-
uno/lo-curro-un-cuartel-familiar/. Consultado el 18 jun. 2021.
---. “Manuel Contreras, El Mamo: por un camino de sombras.” Los Malos, editado
por Leila Guerrero. UDP Ediciones, 2015, pp. 17-55.
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
144
---. “Mariana Callejas, cómplice del crimen de Carlos Prats y su esposa (I): Vida
literaria en el corazón de la DINA.” CIPER, 2010.
https://www.ciperchile.cl/2010/07/08/mariana-callejas-condenada-por-asesinato-de-
carlos-prats-i-vida-literaria-en-el-corazon-de-la-dina/. Consultado el 18 jun. 2021.
---. “Mariana Callejas (II): Las dos vidas de su casa-cuartel en Lo Curro.” CIPER, 2010.
https://www.ciperchile.cl/2010/07/09/mariana-callejas-ii-las-dos-vidas-de-su-casa-
cuartel-en-lo-curro/. Consultado el 18 jun. 2021.
Pérez F. Francisco. “La figura institucional del verdugo como espejo público (siglos
XVIII-XX). El ejecutor de sentencias y sus variantes psicológicas.” Revista de historia de la
psicología, vol. 34, núm. 3, 2013, pp. 57-80.
Peris Blanes, Jaume. “El quiebre, la traición, una socialista en la DINA. El caso de
Luz Arce.” Mulheres Más. Percepçao e representaçao da mulher transgresora no mundo
luso-hispánico: América Latina, editado por Ana María da Costa Toscano. Ediçoes UFP,
2006, pp. 154-167.
---. “Figuras y ficciones de la colaboración en Chile: espacios de ambivalencia
entre víctima y perpetrador.” El infierno de los perpetradores. Imágenes, relatos y
conceptos, editado por Vicente Sánchez-Biosca y Anacleto Ferrer. Edicions Bellaterra,
2019, pp. 155-175.
Rebolledo, Javier. La danza de los cuervos. El destino final de los detenidos
desaparecidos. Ceibo, 2012.
---. El despertar de los cuervos. Tejas Verdes, el Origen del Exterminio en Chile. Ceibo,
2013.
Reeder J, John P. “What kind of person could be a torturer?” Journal of Religious
Ethics, núm. 38.1, 2010, pp. 67–92.
Rivas, Patricio. Chile, un largo septiembre. LOM, 2007.
Rojas, Paz. La interminable ausencia. LOM, 2009.
Ros, Ana Laura. “El Mocito: A Study of Cruelty at the Intersection of Chile’s Military
and Civil Society.” Genocide Studies and Prevention: An International Journal, vol. 12, núm.
2, 2018, pp. 107-124.
Salazar, Manuel. Contreras, historia de un intocable. Grijalbo, Mondadori, 1995).
Sánchez, Pablo. “’Esa tranquilidad terrible.’ La identidad del perpetrador en el
‘giro’ victimario.” Memoria y Narración. Revista de estudios sobre el pasado conflictivo de
sociedades y culturas contemporáneas, núm. 1, 2018, pp. 167.
Santander, Pablo. “El caso de ‘el mocito’. Reflexiones psicoanalíticas a propósito
de la complejidad del mal.” Foro Interno, núm. 14, 2014, pp. 147-162.
Salvi, Valentina. “Los represores como objeto de estudios. Obstáculos, problemas
y dificultades para la investigación en América Latina.” Cuadernos del IDES, núm. 32,
2016, pp. 22-41.
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
145
Santos Herceg, José, Lugares espectrales. Topología testimonial de la prisión política
en Chile. Colección IDEA, Universidad de Santiago de Chile, 2019.
Santos-Herceg, José y Pizarro, Carolina, “El campo testimonial chileno: una mirada
de conjunto”. Otras Modernidades. Revista de Estudios literarios y culturales, núm. 21,
2019, pp. 246-267.
Savater, Fernando y Gonzalo Martínez-Fresneda. Teoría y Presencia de la tortura en
España. Anagrama, 1983.
Sepúlveda, Víctor. “Semblanzas del torturador pinochetista.” Revisitar la
Catástrofe. Prisión Política en el Chile dictatorial, editado por Carolina Pizarro Cortés y José
Santos Herceg. Editorial PEHUÉN, 2016, pp.189-204.
Shirer, William. Auge y caída del Tercer Reich. Luis de Caralt, 1962.
Silva Encina, Gisela. Miguel Krassnoff. Prisionero por servir a Chile. Editorial Maye,
2007.
Skornik, Francisca. “Miguel Estay, El Fanta: razones de un verdugo.” CIPER, 2007.
https://www.ciperchile.cl/2007/11/02/fanta/. Consultado el 19 jun. 2021.
Slotedijk, Peter. Crítica de la razón cínica. Miguel Ángel Vega (trad.). Ediciones
Siruela, 2003.
Snow, Charles Percy. “Either-or.” Progressive Magazine, vol. 24, núm. 2, 1961, p. 24.
Söderman, Jacobo (Ed.). Denuncia y Testimonio. Tercera Sesión de la Comisión
Internacional de la Investigación de los Crímenes de la Junta Militar en Chile. Ciudad de
México, 1975.
Torres, Verónica. “Punta Peuco I. La fallida operación de inteligencia de Álvaro
Corvalán.” CIPER, 2012. https://www.ciperchile.cl/2012/04/18/punta-peuco-i-la-fallida-
operacion-de-inteligencia-de-alvaro-corbalan/. Consultado el 19 jun. 2021.
---. “Punta Peuco II. Los cachureos del Guatón Romo.” CIPER, 2012.
https://www.ciperchile.cl/2012/04/19/punta-peuco-ii-los-cachureos-del-guaton-
romo/. Consultado el 19 jun. 2021.
Traverso, Ana. “La Flaca Alejandra: Post-Dictatorship Documentary and (No)
Reconciliation in Chile.” Critical Arts, vol. 31, núm. 5, 2017, pp. 96-106.
Vallejo Jiménez, Geovana Andrea. “Aproximación al concepto de imprudencia.”
Nuevo Derecho, vol. 5, núm. 6, 2010, pp. 29-38.
Varela, Francisco. La tortura como presupuesto para la violación de derechos
humanos. Tesis doctoral Universidad de Salamanca, Departamento de Derecho público
General. Área de derecho penal, 2009.
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
146
“Yo también estuve en 3 y 4 Álamos” y otros relatos. Fondo Concursable para al
Cultura de la Corporación Cultural de la I. Municipalidad de San Joaquín, 2013.
_____________________________________
https://orcid.org/0000-0001-5425-2340
jose.santos@usach.cl
https://orcid.org/0000-0001-7645-922X
maria.pizarro.c@usach.cl
_____________________________________
Saggi/Ensayos/Essais/Essays
Estetiche del trauma – 05/2022 ISSN 2035-7680
147