Apuntes Campus Soc
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I. Introducción
Prescribe el artículo 82 de la Ley General de Sociedades N° 19550 (en adelante “LGS”) que “Hay fusión cuando dos o
más sociedades se disuelven sin liquidarse, para constituir una nueva, o cuando una ya existente incorpora a una u
otras, que sin liquidarse son disueltas”.
La fusión como institución jurídica, es un acto corporativo complejo integrado por diversos negocios sucesivos en el
tiempo (compromiso previo, resoluciones sociales, publicidad de oposición, acuerdo definitivo e inscripción registral),
que cuentan los siguientes efectos propios:
c) Transmisión a título universal del o de los patrimonios de las sociedades fusionantes disueltas a la sociedad fusionaría,
nueva o incorporante.
La LGS menciona a los balances especiales de fusión (art. 83: 1: b) y al balance consolidado de fusión (art. 83: 4),
omitiendo toda referencia al balance final de las sociedades fusionantes.
El art. 83: 1, LGS dice: “El compromiso previo de fusión otorgado por los representantes de las sociedades (...)
contendrá:... b) Los balances especiales de fusión de cada sociedad, preparados por sus administradores, con informes
de los síndicos en su caso, cerrados en una misma fecha que no será anterior a tres (3) meses a la firma del compromiso,
y confeccionados sobre bases homogéneas y criterios de valuación idénticos”.
1) Que los administradores de cada sociedad interviniente (sea incorporante o fusionante) deben preparar un balance
especial de fusión.
La especialidad del balance no significa que se deba recurrir a un criterio de valuación diferente al utilizado para la
confección de los estados contables de ejercicio, como lo propugna calificada doctrina jurídica. Solari Costa expresa que
“el balance especial de fusión responde a lo que se entiende por balance de situación patrimonial, ya que es
indispensable la valuación real de los bienes a un cierto momento, es decir, tomar en consideración el valor real de
venta de la empresa en marcha y no la más conservadora de asientos históricos de los balances de ejercicio”.
El valor real resulta dificultoso de establecer con precisión por cuanto no siempre existe un mercado para todos los
bienes que componen el activo, y si existe no es transparente o lo suficientemente fluido para resultar indicativo. Por otra
parte, no se desprende de la ley ni de la exposición de motivos elemento alguno que admita tal dualidad en la valuación.
Por el contrario, el art. 321 del Código Civil y Comercial de la Nación, que constriñe a los administradores a llevar la
contabilidad “sobre una base uniforme de la que resulte un cuadro verídico de las actividades y de los actos que deben
registrarse...”, no da lugar a un doble juego de valuaciones.
Tampoco la especialidad se relaciona con la fecha de cierre del ejercicio que podrá coincidir o no con la fecha de cierre
del balance especial de fusión.
Lo que caracteriza al balance de fusión como especial es la finalidad de la operación: Que la sociedad se fusione con las
restantes sociedades intervinientes.
En efecto, la Norma 6.2. de la Resolución Técnica 16 de la Federación Argentina de Consejos Profesionales de Ciencias
Económicas (en adelante “RT 16 FACPCE”) postula que los criterios de medición contable a utilizar deben basarse en los
atributos que en cada caso resulten más adecuados para los requisitos de la información contable (pertinencia,
confiabilidad, sistematicidad, comparabilidad y claridad), teniendo en cuenta el destino más probable de los activos y la
intención y posibilidad de cancelación inmediata de los pasivos.
Si la finalidad no fuera la fusión sino otra, por ejemplo, la determinación del resultado del ejercicio, la medición puede
arrojar valores distintos. Por ejemplo, si con motivo de la fusión algunos bienes de uso serán desafectados para su venta,
deberá descartarse la aplicación de sus valores de utilización económica como valores recuperables y aplicarse en cambio
sus valores netos de realización. Asimismo, deberán reconocerse los activos y pasivos por impuestos diferidos, que a
partir de la fusión satisfagan las condiciones para su reconocimiento y que no hubieran sido reconocidos previamente
porque no cumplían con tales condiciones.
2) Que el balance debe contener informe escrito y fundado del síndico, si lo hubiera. El síndico debe dictaminar sobre la
situación económica y financiera de la sociedad y el contenido del compromiso previo de fusión.
3) Que todos los balances deben estar cerrados a una misma fecha no anterior a tres meses a la firma del compromiso.
4) Que los balances se emiten o confeccionan a la fecha del compromiso que lo contiene.
5) Que los balances de cada sociedad deben ser confeccionados sobre bases homogéneas y criterios de valuación
idénticos.
Son funciones del balance especial de fusión hacer conocer a los socios información económica para:
c) determinar en su caso el valor de la parte correspondiente al derecho de receso para los accionistas de las sociedades
fusionantes (art. 245, LGS).
El cumplimiento de las primeras dos funciones no es eficiente, a tal punto que un autor lo ha adjetivado el “malhadado”
balance de fusión.
La relación de cambio contenida en el compromiso previo asegura la continuidad de los socios de las sociedades
fusionantes en la fusionaria, estableciendo la participación que corresponde a cada uno de los socios de las sociedades
intevinientes en la sociedad subsistente.
No coincido con quienes predican que una de las funciones de los balances especiales de fusión es la determinación de la
relación de cambio de las participaciones sociales, cuotas o acciones.
Según la doctrina tradicional, suponiendo que a la sociedad Alfa (incorporante) se le ha asignado una valuación de $
60.000 y a la sociedad Beta (absorbida) $ 40.000, la relación de cambio debería fijarse de tal forma que a los accionistas
de Beta reciban acciones de Alfa en una proporción que represente el 40% del nuevo capital.
En mi opinión, la relación de cambio es el “precio” de la operación y como tal, de libre fijación entre las partes, pues
surgirá de la negociación de los administradores de cada sociedad y no resultará de la aplicación de una fórmula
aritmética basada en la valuación de los patrimonios de las sociedades intervinientes que surge de sus balances
especiales.
No obstante, cuando las asambleas de las sociedades intervinientes no aprueben la fusión por unanimidad, la relación de
cambio debe justificarse como validez para la fusión (art. 174: 6, Res. IGJ (G) 7/2015), teniendo en cuenta que los
efectos de la operación inciden también sobre los socios, ya que producen una dilución de su participación relativa, es
decir que el sacrificio del socio producido por la pérdida de su participación debe tener como contrapartida un mayor
valor real unitario por acción.
En este sentido, como contrapartida lógica de la potestad reconocida a la mayoría para modificar los derechos de todos
los socios del mismo modo que el interés social debe explicitarse en los casos de limitación del derecho de preferencia
(art. 197, LGS), en la fusión también debe surgir de la exposición de motivos y finalidades contenido en el compromiso
previo de fusión (art. 83: 1: a) LGS).
Y es que para que el interés social de cada una de las sociedades intervinientes se satisfaga, la fusión debe producir una
creación de valor en virtud de sinergias operativas motivadas por la reducción de los costos fijos unitarios debido al
aumento del volumen de producción (economías de escala) o por la reducción de los costos de producción como
consecuencia de la complementariedad de los recursos (economías de alcance).
Sin duda el balance especial será uno de los elementos a tener en cuenta en la determinación de la relación de cambio y
su justificación, pero no el único ni el más importante.
El balance consolidado de fusión no es aprobado por las asambleas de las sociedades intervinientes pues el acuerdo
definitivo de fusión que lo contiene es posterior a la fecha de las resoluciones sociales aprobatorias del compromiso
previo.
A pesar de ciertas similitudes en su confección con los estados contables consolidados de las sociedades controlantes (art.
62 tercer párr., LGS), se diferencian en que estos últimos presentan la situación patrimonial y financiera y los resultados
de las operaciones de un grupo de entidades jurídicamente independientes relacionadas en razón de un control común,
como si las operaciones hubieran sido efectuadas directamente por la controlante, reconociéndose en un rubro especial el
importe correspondiente al interés minoritario, por lo que siempre el patrimonio neto resultante de la consolidación será
igual al patrimonio neto individual de la sociedad controlante.
La combinación se efectúa sumando horizontalmente las partidas homogéneas contenidas en los rubros del activo y del
pasivo a la fecha de cierre de los balances especiales de fusión, previa eliminación de los saldos recíprocos (créditos y
deudas y participaciones en los entes intervinientes).
Cuando la absorbida es íntegramente participada por la sociedad incorporante, al consolidar se elimina la inversión de la
sociedad participada, compensada por la incorporación de los activos y pasivos que componen su patrimonio, con lo que
no se produce aumento de capital de la incorporante, ya que el patrimonio neto que surge del balance consolidado será
igual al que surge del balance individual de la incorporante.
Lo mismo sucede si la absorbida es mayoritariamente participada por la sociedad incorporante y los restantes accionistas
de la absorbida ejercen el derecho de receso.
Si fuera la sociedad absorbida la titular de las acciones de la sociedad incorporante, estaríamos en presencia de una fusión
inversa. Como dentro de los activos recibidos por la sociedad absorbente se encuentran sus propias acciones, la sociedad
podría mantenerlas en cartera y enajenadas o reducir su capital dentro del término que prescribe el art. 220: 3º, LGS, o
bien eliminarlas en el proceso de consolidación.
Se tendrán en cuenta los acontecimientos y operaciones ocurridos entre la fecha de cierre y la fecha del acuerdo
definitivo que modifiquen significativamente la situación financiera que surge del balance consolidado (arg. art. 65: 1: f),
LGS). En tal sentido deberán incluirse, en su caso,los efectos producidos por la disminución patrimonial de los recesos
(art. 84: 4: b, LGS), que a partir de su ejercicio cesan en su calidad de socios y se transforman en acreedores, y por el
cambio del status jurídico de los acreedores que se hayan opuesto (art. 83: d, LGS), en cuyo caso, si han sido
garantizados por vía convencional o embargo, deberá dejarse constancia en nota (art. 65: 1: a), 1) b o 1: i), LGS según
corresponda), y si han sido desinteresados mediante el pago anticipado de sus deudas, se deberá dejar constancia en nota
de la disminución del activo para cancelarlas y el pasivo cancelado.
Además, el balance consolidado de fusión deberá exponer la estructura del patrimonio neto de la sociedad fusionaria.
La función específica del balance consolidado de fusión es la de permitir a la autoridad de contralor la verificación del
cumplimiento de los siguientes principios:
a) El principio de intangibilidad del capital social, en virtud del cual el patrimonio neto de las sociedades que se
disuelven debe cubrir el capital de la nueva sociedad o, en su caso, el aumento de capital de la sociedad incorporante, a
fin de evitar la emisión de acciones bajo la par (art. 202, primer párr., LGS). El tema fue abordado en una resolución
particular de la Inspección General de Justicia, que no hizo lugar a la inscripción de una fusión por cuanto el patrimonio
consolidado resultaba negativo y la causal disolutoria no fue revertida por la asamblea (Res. IGJ (I) 935/2004, fuente del
art. 176 de las Normas IGJ aprobadas por la Res. IGJ (G) 7/2015). Asimismo, debe acreditarse que previo a la inscripción
del acuerdo definitivo de fusión se han cancelado los saldos deudores de socios que afecten las respectivas integraciones
(art. 174: 4: b, Res. IGJ (G) 7/2015).
Esta relación, también denominada paridad externa, determinará la participación relativa que cada socio de las
sociedades intervinientes tendrá en la fusionaria.
También deberá respetarse la denominada paridad interna, prescripta en el art. 79 por remisión del art. 85, LGS, que
atiende a la proporción en que han de participar la diversidad de clases de socios o accionistas de las sociedades
intervinientes (individualmente consideradas), en la adjudicación de partes sociales de la sociedad fusionaría[5].
Por último, también es función del balance consolidado de fusión la de determinar que se han respetado las prohibiciones
legales (v.g. arts. 30, 31 y 32, LGS).
En suma, opino que las funciones del balance especial de fusión mencionado en el artículo 83: 1: b, LGS, son menos
importantes que las que les asigna buena parte de la doctrina, en especial en lo referente a la determinación de la relación
de cambio.
En relación al balance consolidado de fusión, que reitero, no deber ser aprobado por la asamblea, sólo será útil para
verificar el cumplimiento de prohibiciones legales.
Unidad 12.
Existe en nuestro medio la práctica que, cuando dos personas encaran en común un nuevo negocio y constituyen una
sociedad comercial, se asignan el cincuenta por ciento del capital y de los votos cada uno.
Se trata, en rigor, de una regla cultural que busca lograr el equilibrio y una igualdad de trato y, al mismo tiempo, evitar la
subordinación de uno a otro.
Sin embargo, la afirmación de que “las sociedades al 50% son más justas” es un mito ya que no siempre es así si se
consideran los verdaderos aportes de cada parte para el negocio común.
En efecto, más allá del capital formal que se consigna en el estatuto (generalmente un aporte efectivo mínimo), los socios
efectúan otros aportes que son los fundamentales para la sustentabilidad del negocio (trabajo, tecnología, clientes,
proveedores, acceso a mercado, uso de local, maquinaria, etc.) que generalmente no son debidamente instrumentados
entre ellos y, menos aún, valorados al precio de mercado a los fines de la distribución de las proporciones de capital y
votos.
Se ve entonces que, en muchos casos, las sociedades cincuenta y cincuenta se fundan en un hecho cultural o en la
indebida apreciación de los aportes diferenciales de cada uno o en la liberalidad de un socio respecto del otro, pero no en
razones de estricta justicia.
En otros casos, la igualdad de capital y votos obedece a razones familiares, como cuando dos hermanos heredan un
negocio o lo reciben anticipadamente de manos del fundador.
También es habitual que cuando los cónyuges constituyen una sociedad se atribuyan capital y votos en forma igualitaria,
siguiendo las pautas de división por mitades de los bienes gananciales, propia de la sociedad conyugal.
Otros casos de sociedades al cincuenta por ciento se dan cuando hay un previo condominio igualitario sobre un inmueble
que se aporta a una sociedad para su mejor explotación o ulterior venta.
En otros supuestos, la paridad cincuenta y cincuenta resulta de un contrato de joint venture entre dos sociedades, o
grupos societarios, que se instrumenta como un “joint venture societario”.
Finalmente, cabe señalar que los problemas de las sociedades cincuenta y cincuenta también se presentan cuando no son
dos socios sino dos grupos de socios que votan cada uno en forma unificada y, en algunos casos, también cuando a pesar
de tener los socios distintas proporciones las cláusulas estatutarias de protección de las minorías producen efectos
similares respecto de ciertas decisiones que requieren de su necesaria aprobación para ser válidas.
Mientras todo va bien el sistema de igualdad es el mejor porque toda decisión es consensuada y, por ende, no hay
perdedores que busquen frustrarla o incumplirla.
Cuando empiezan las desavenencias el tema se complica porque ninguna decisión tiene mayoría suficiente y, por ende, la
sociedad cae en situaciones de “empate” de votos a favor y en contra que llevan a un “bloqueo” o “impasse” de las
decisiones y a la consecuente paralización de las actividades sociales.
Suelen ser conflictos sobre los procedimientos a seguir, o sobre quienes cumplirán determinados roles, o simplemente
emocionales pero respecto de dos posiciones que son ambas legales en sí mismas.
Ahora bien, el empate puede estar focalizado en el órgano de administración de la sociedad: directorio o gerencia, o
ubicado en el órgano de gobierno: la asamblea o reunión de socios que debe aprobar el balance y nombrar
administradores.
Si el empate está en la administración social, porque los dos socios son administradores, el problema es grave, ya que se
complica la gestión del día a día.
De todos modos habrá que ver si el empate es solo formal, porque aunque haya dos administradores, si es uno solo quien
detenta el liderazgo sobre el personal, clientes y proveedores, éste lo puede seguir ejerciendo “de hecho” (firma conjunta)
o “de derecho” (firma indistinta), a pesar de las discrepancias del otro.
Pero puede ocurrir que el empate sea real y paralice las decisiones por tratarse de liderazgo compartido, o de una división
de tareas en áreas que deben funcionar coordinadas, o de un régimen bancario que exija la firma conjunta de los cheques
y demás órdenes de pago, o del hecho de que uno administra y el otro tiene la “clave fiscal”.
En cambio, si el empate está en el órgano de gobierno, porque uno de los socios en conflicto es ajeno a la administración,
en principio se trata de un problema “anual” que no afecta de inmediato el día a día, pero que luego de un tiempo paraliza
el funcionamiento “externo” de la sociedad al no poder aprobarse balances ni renovarse los mandatos de los
administradores.
Téngase en cuenta que sin balance aprobado y sin nuevas autoridades, la situación de la sociedad se complica frente al
Fisco, impidiendo las declaraciones de impuestos y la utilización de la clave fiscal para las altas y bajas laborales y
previsionales.
Algo similar ocurre respecto de Reparticiones Públicas donde la empresa deba actuar (Aduana, licitaciones, etc.) y de las
entidades financieras donde deba operar en cuenta corriente o a crédito.
El empate es un problema grave cuando el poder de decisión lo tienen dos sujetos por partes iguales que no se ponen de
acuerdo y se trata de una relación dinámica en la que es indispensable tomar decisiones para funcionar.
En el punto, el nuevo Código Civil y Comercial prevé que en caso de decisiones sobre la administración, si la asamblea
resulta empatada, se resuelve por “sorteo” (art. 1994), y que la división del condominio siga las reglas de liquidación de
sucesiones (art. 1996).
Por su parte, en materia de sucesiones, a las que también remite la liquidación de la sociedad conyugal (art. 500), el
nuevo Código establece la adjudicación, cuando no hay acuerdo, por “licitación” (art. 2372), y cuando no hay
conformidad para adjudicarse lotes de igual valor, el “sorteo” (art.2378).
Debe también tenerse presente que en materia de preferencias para la adjudicación, el nuevo Código da prioridad al
heredero que haya “participado” en la cosa a adjudicar (art. 2380), en criterio similar al empleado en la adjudicación de
bienes de la sociedad conyugal que atiende al “uso u ocupación” (art. 499).
Por su parte, en materia de administración de personas jurídicas, existe una norma muy interesante frente a los
“obstáculos que impiden tomar decisiones válidas” –como sería el caso de un empate- en el art. 161, que autoriza al
presidente o co-administrador a “ejecutar los actos conservatorios” (inc.a), debiendo ponerlos en conocimento de la
asamblea a convocar dentro de los diez días de comenzada la ejecución (inc.b).
Al mismo tiempo, la ley autoriza a la asamblea a conferir facultades extraordinarias al presidente o a la minoría para
“actos urgentes o necesarios”, y también a remover al administrador (inc. c), lo que debe interpretarse en forma amplia
como modo de permitir que se adopten decisiones válidas.
La ley 19.550 nada prevé expresamente sobre el punto, exigiéndose que toda decisión social adoptada por asamblea o
reunión de socios tenga “mayoría”, cualesquiera fuera el quorum exigido por el tipo social y decisión de que se trate,
destacándose que en primera convocatoria asamblearia siempre se exige quorum mayoritario (arts. 160, 243, 244 y conc.
ley 19.550).
También en materia de decisiones de la administración, se exige como presupuesto un “quorum” mayoritario que, de no
reunirse por la actitud de bloqueo de una de las partes, impide adoptar una decisión válida (art. 260 L.S.).
Incluso en la sociedad de responsabilidad limitada se presenta una situación muy particular dado que ciertas decisiones,
como las que reforman el contrato, en las sociedades donde un solo socio representa la mayoría, como puede ocurrir en
sociedad de dos socios, se necesita el voto del otro (art. 160, tercer párrafo), lo que traba mucho el accionar de estas
sociedades y ha sido objeto de interpretaciones subsanatorias.
No obstante, como tales reformas no deberían paralizar al devenir social, la situación no es de tanta gravedad, salvo en
algún caso extremo.
Un mecanismo para que en una sociedad igualitaria un socio pudiera imponer su decisión podría estar dado por negarle el
derecho de voto al otro invocando “interés contrario” para la decisión de que se trate (art.248 L.S.), o incompatibilidad
para votar derivada de la propia ley, como ocurre en el caso de la aprobación de la gestión, responsabilidad o remoción,
respecto de los administradores (art.241 L.S.).
De todos modos tales mecanismos suelen utilizarse en forma recíproca, con lo cual cada socio remueve al otro por mala
administración y la sociedad queda acéfala y sin posibilidad de consenso para nombrar nuevos administradores.
De todo ello resulta que, en la letra de la ley de sociedades, no hay soluciones previstas para superar el empate.
Más allá de una eventual reforma legislativa, sostenemos que con el derecho vigente es posible establecer cláusulas
contractuales, estatutarias o para-societarias, o mecanismos jurídicos para prevenir la situación de empate.
Así, pueden establecerse, ora la innecesareidad del voto del otro cincuenta por ciento para determinadas decisiones, ora
remedios para desempatar, y ora soluciones para que la persistencia del empate no lleve faltamente a la liquidación de la
sociedad sino que permita su continuación.
Preliminarmente cabe señalar que una elemental prevención consistiría en no dar el cincuenta por ciento de votos a cada
socio sino dejar una pequeña diferencia a favor de uno que podría ser compensada con mayores dividendos al primero.
Sin embargo, la cultura de la igualdad antes referida hace muy difícil tal solución.
Aparecen entonces algunos mecanismos estatutarios y contractuales a los que se puede acudir como son los siguientes:
Quizás la mejor solución preventiva para evitar el empate y el bloqueo e impasse de una sociedad de dos socios (o de dos
grupos consolidados) sea el denominado fideicomiso de “desempate”.
El mismo consiste en un fideicomiso societario donde cada uno de los dos socios entrega una mínima cantidad de
acciones o cuotas a un fiduciario (un uno por ciento de modo de quedar: 49%, 49% y 2%) para que éste las administre,
concurra a las reuniones de socios o asambleas y, en ellas siga con su voto a las decisiones coincidentes de los otros dos
socios dando unanimidad.
Ahora bien, en caso de divergencia y empate de los votos de los dos socios, el fiduciario desempata siguiendo concretas
instrucciones de cómo votar para desempatar.
El tema se presenta en materia de designación de administradores, donde es posible que las decisiones se tomen de una
vez y para siempre al constituirse la sociedad, o se dividan entre los dos socios dándole a cada uno el poder de resolver
por sí mismo, sin necesidad del otro.
En la S.R.L. y por aplicación del art.157 última parte de la ley 19.550 es posible nombrar gerentes por todo el término de
duración de la sociedad, los que no pueden ser removidos salvo justa causa si se incluye una cláusula de que son
condición expresa de la constitución.
Con tal fundamento, cada socio podrá en el acto constitutivo nombrarse como gerente irrevocable y permanente a sí
mismo o a un tercero de su confianza y, por ende, no habrá decisiones pendientes que puedan paralizarse por falta de
acuerdo. Pueden designarse suplentes para los gerentes.
En la sociedad anónima, el mecanismo consiste en crear clases de acciones, por ejemplo A y B, y dar a cada socio una
clase de acción y a cada clase el derecho a nombrar un director titular y un director suplente (art. 207, segunda parte).
Cuando llega el momento de renovar los mandatos, no quedan paralizados por la falta de acuerdo ya que cada socio
nombra a los directores de su clase (art. 262 L.S.).
Se trata de cláusulas estatutarias que procuran que se supere el empate pero manteniendo el elenco de socios y la
operatoria normal de la sociedad.
Es el caso de las cláusulas denominadas de “desbloqueo” donde cabe distinguir si se refieren al quorum o a la decisión en
sí misma.
No obstante ello, consideramos válida una cláusula estatutaria que permita al directorio reunirse sin quorum como
condición de que ello sea para tratar exclusivamente el orden del día consistente en la convocatoria a asamblea para
considerar los estados contables anuales si el plazo para hacerlo previsto por el art. 234 in fine de la ley 19.550 se
encuentra vencido.
1.-El “reconocimiento del bloqueo”. Resulta necesario que el estatuto prevea cuando se estará ante una situación de
“bloqueo” que autorice al mecanismo de superación proyectado.
En tal sentido se puede consignar que un primer empate de lugar a un cuarto intermedio de treinta días para negociar y
que si luego de éste se mantiene el empate se considera bloqueo, o que deba pasar un cierto tiempo sin solucionarse el
empate y/o cierta cantidad de decisiones que no pueden adoptarse.
2.-El tipo de decisión en que puede ser empleado. Otra cuestión importante es ver en qué decisiones se aplicará el
desbloqueo porque no sería justo que se tratara de actos no esenciales para el funcionamiento normal de la sociedad.
En consecuencia, parecería que debería referirse a los actos de asamblea ordinaria imprescindibles para el
funcionamiento, como son, entre otros, la aprobación de los estados contables y el aumento de capital indispensable para
evitar la insolvencia.
A. Conceder al presidente, sea o no accionista, el poder de desempatar en la asamblea. El mismo poder puede darse
al vicepresidente en ausencia del primero. Esto puede complementarse con una presidencia rotativa anual.
B. Someter la cuestión a un sorteo en el momento o luego de dos o más empates consecutivos. El sorteo requiere
dos mociones contradictorias pero con contenido cada una, no una mera moción de aprobar y otra de rechazar.
De tal suerte, frente a una aprobación y rechazo del 50% de un balance, la parte que voto en contra debería
elaborar un balance alternativo para ser considerado base del sorteo.
C. Establecer un régimen de alternancia en materia de empates, de modo que cada socio o grupo de socios
desempatará en forma sucesiva y alternada, expresando por qué grupo comenzará la serie de desempates.
D. Sometimiento del desempate a un tercero. Este tercero puede recibir el poder de decidir directamente mediante
una voto “ad nutum” (sin expresión de causa), o requiriendo un dictamen fundado del tercero que avale el
sentido de su voto de desempate. Se suelen utilizar al respecto opiniones de consultoras o de auditorías de
primera línea, o la del auditor de la sociedad1.
E. Establecimiento de un período de negociación obligatoria entre partes, por ejemplo por treinta días, luego una
mediación obligatoria por un plazo similar y, finalmente, un arbitraje del punto en cuestión que, sea institucional
o sea personal, debe dirimirse en un plazo perentorio.
En estos casos no se trata de un mecanismo que supere el bloqueo en una decisión concreta sino de un mecanismo que,
mediante el cambio o separación de socios, supera las divergencias y permite a la sociedad seguir funcionando.
1
Una cláusula posible sería la siguiente: “Las dos partes harán sus mejores esfuerzos para evitar la ocurrencia de un
Bloqueo y para resolver cualquier Bloqueo que pudiera ocurrir. Se entenderá por bloqueo la imposibilidad de adoptar
decisiones referentes a la siguientes materias en la asamblea anual de que se trate (consignar las materias), por no alcanzarse
la mayoría legal con fundamento en el voto afirmativo de una parte y negativo del otro, o en el voto positivo de ambas partes pero por
mociones distintas relativas a la misma cuestión. En caso de Bloqueo, la parte que hizo la moción bloqueada (parte proponente) podrá
solicitar por escrito un procedimiento de negociación privada y directa por treinta días. De no lograrse superar la situación, la parte
proponente podrá someter la decisión no aprobada a una evaluación técnica, la que será efectuada por el Estudio de Auditoría Externa
“(nombre)” Su decisión será obligatoria y se hará constar en actas. El costo que implique la contratación de este servicio adicional será
soportado por la sociedad”
Los mecanismos usuales en la materia son dos, que se hacen combinados, en forma subsidiaria o en forma sucesiva.
Se establece la hipótesis de “impasse” y, una vez configurada, el socio “proponente” tiene el derecho a comprar sus
acciones al otro socio por un precio no inferior al que resulte de pautas contractuales. En tal caso el otro socio tiene a su
vez la opción de ser el quien compre debiendo ofrecer un precio superior a la oferta recibida, dando lugar a una puja y
adjudicándose al mejor postor2.
Este mecanismo contractual debe prever notificaciones fehacientes, el plazo máximo y garantías para el pago del precio,
pautas para la determinación del precio, y una opción recíproca inicial y estatutaria de compra venta de la totalidad de las
acciones de cada socio3.
De no ser posible el mecanismo anterior, o si ningún socio tiene voluntad o los fondos para adquirir su parte al otro, se
puede establecer una cláusula “de arrastre” por la cuál ambos socios deberán vender sus acciones, iguales al 100% del
2
Cláusula de adquisición forzosa sugerida por el Esc. Dr. Oscar Daniel Cesaretti “EMPATE: Dado un supuesto de empate en la toma
de decisiones sociales conforme se lo define en el artículo anterior y vencido el plazo de 15 días hábiles a fin de que las partes
resolvieren la situación; y no logrado tal objeto; cada socio deberá en el término de cinco días hábiles administrativos cursar a la sede
social una oferta de compra irrevocable por la participación del restante socio con firma certificada notarialmente y asentimiento
conyugal si correspondiere y poder suficiente para gravar en garantía las acciones de su propiedad en caso de oferta irrevocable con
pago diferido.El criterio de adjudicación será: a) pago al contado el del mayor precio de adquisición; b) pago diferido- que no podrá
exceder de 1 año calendario- y menor valor que la oferta de contado se estará a la oferta de contado; c) para el caso que la oferta de
pago diferido supere en un 25% al pago al contado se estará al pago diferido; d) en caso de ser ambas ofertas de pago diferido se estará
a la oferta de mayor % de pago al contado aunque el precio sea menor; e) En todos los casos la garantía a favor del socio vendedor será
prenda sobre las participaciones objeto de enajenación y restricciones para actos de disposición social; El socio que ofreciere el mayor
valor conforme los criterios anteriormente expuestos adquiere ipso facto la restante participación, siendo documento suficiente la
presente cláusula contractual que surtirá efecto de notificación en los términos del artículo 215 LS, previo depósito de las sumas
comprometidas en la cuenta indicada en la oferta. f) La oferta irrevocable que no cumpliere con los requisitos enunciados implicará la
pérdida de la chance del incumplidor de adquirir las acciones del restante socio”.
3
Cláusula de adquisición forzosa sugerida por el Esc. Dr. Norberto Rafael Benseñor: “Mediando empate en la toma de decisiones
sociales en asamblea, la asamblea pasará a cuarto intermedio a fin de continuar dentro de los próximos treinta días. Si la fecha en la
que debe reanudarse la asamblea fuere feriado o inhábil, la misma deberá celebrarse el día hábil inmediatamente anterior y a la misma
hora en que fuera convocada la primera. En la reanudación de la asamblea se pondrá nuevamente a consideración el o los puntos del
orden del día sobre los cuales hubo empate e imposibilidad de adoptar una decisión. Si en esta oportunidad tampoco se pudiera adoptar
una decisión por iguales razones, todos los accionistas, advertidos de la imposibilidad aludida, clausurarán la asamblea y procederán a
la apertura de un procedimiento de compra de acciones, que se regirá por las siguientes disposiciones: I. La imposibilidad de adoptar
resoluciones produce como efecto la necesidad jurídica de vender la totalidad de la participación accionaria propia o adquirir la
totalidad de la participación accionaria de los demás, en forma irrevocable. II. Dentro de los diez días hábiles de clausurada la
asamblea cada accionista deberá notificar al Directorio y en la sede social una oferta irrevocable de compra de la totalidad de la
participación accionaria de los demás. Si la misma contemplara pagos diferidos, la oferta deberá indicar el monto y los vencimientos
de los montos diferidos los cuales no podrán exceder del término de un año, los intereses aplicables y la constitución de derecho real
de prenda sobre las acciones adquiridas en garantía del pago del saldo de precio. En la oferta cada proponente indicará una cuenta
bancaria de su titularidad y el CBU respectivo, donde se le depositarán los importes respectivos en el supuesto caso en que por las
ofertas resultara vendedor de sus acciones. III. La oferta deberá efectuarse por escrito, mediante firmas certificadas notarialmente y
que contengan la expresión del asentimiento conyugal del artículo 1277 del Código Civil para el supuesto caso en que por imperio de
la contra oferta que se reciba el proponente deba enajenar sus acciones. IV. Se considerará adquirente del paquete accionario quien
haya ofrecido un precio superior. En caso de mediar por una parte una oferta de contado y por la otra una con pago diferido, será
preferida la del pago diferido siempre y cuando contemplen un precio superior al 25% y un pago de contado no inferior al 40% del
mismo. Si ambas fueren de precio diferido será preferida la que a igualdad de precio ofrezca el mayor pago de contado o que
ofreciendo menor pago al contado supere en un 25% al precio total. V. Concluida la presentación de ofertas el Directorio declarará
quien es el accionista adquirente de la participación de los demás, a quien se lo considerará titular de las acciones respectivas a partir
del momento en que deposite el importe del precio respectivo en la cuenta bancaria aludida en las ofertas respectivas. VI. El Directorio
requerirá ante notario público la transcripción de las ofertas, actas y depósitos efectuados, la cual será suficiente documentación
acreditativa de la adquisición de las acciones y legitimará la inscripción de la transferencia en el Registro de Acciones previsto en el
artículo 215 de la ley 19.550. Si de acuerdo con la oferta hubiere pagos diferidos garantidos con derecho real de prenda, el adquirente
procederá a constituir simultáneamente la garantía real comprometida la cual se pondrá a disposición del vendedor acreedor para su
aceptación. La garantía acordada por el saldo de precio incluye la obligación de no ejercer actos de disposición societarios sin previa
cancelación del saldo. VII. El accionista que no cumpliere con el procedimiento establecido en ésta clausula, sin perjuicio de las
acciones de cumplimiento y de daños y perjuicios que se puedan interponer, incurrirá por su omisión en una clausula penal de (monto
x) a favor del o de los accionistas que hubieren cumplido el procedimiento ”
paquete accionario, a un tercero que haga una oferta por ellas, teniendo siempre derecho de preferencia para igualar tal
oferta.
Además de los dos casos referidos, consideramos válida la posibilidad, cuando se trata de empresas que pueden ser
divididas en diversas unidades de negocios y los socios no son meros inversionistas sino empresarios, de insertar una
cláusula en los estatutos que prevea, en caso de impasse, la escisión no proporcional o asimétrica de la sociedad.
Esto implicará la obligación de los socios de, verificada la hipótesis contractual de impasse, iniciar el procedimiento de
escisión asimétrica, o sea, de separación patrimonial de la empresa pero creando dos sociedades de las cuales cada uno
será socio sin el otro, sin perjuicio de tener que reconstituir la pluralidad incorporando a un tercero, el que deberá ser
minoritario en cumplimiento de las normas fiscales.
En caso de haberse desatado el conflicto entre los socios de una sociedad cincuenta y cincuenta, donde no existen
cláusulas de prevención como las referidas que puedan ser aplicadas, la gestión del conflicto para llevarlo a una solución
consistirá en intentar acordar entre los socios alguno de los procedimientos de salida o separación de socios referidos en
el cap.6.4.-
Frente al vacío de la ley de sociedades para superar el empate y para impedir la paralización de las actividades sociales
por falta de decisiones válidas, se han ido acuñando soluciones jurisprudenciales que, a pesar de estar fundadas en
razonables interpretaciones de la ley, generan daños a la sociedad y conducen a la liquidación de la empresa con gran
destrucción de valor, pérdida de empleos y eventual insuficiencia patrimonial.
La primera solución jurisprudencial frente a la paralización del órgano de administración por empate que lleva a un
bloqueo de decisiones, todo lo que implica un peligro grave para la sociedad y a veces una eventual “acefalía”, ha sido la
intervención judicial prevista por el art. 113 y siguientes de la ley de sociedades4.
Pero tal intervención, si bien suple formalmente la necesidad de dirección unitaria de los negocios, genera importantes
inconvenientes al ente en cuanto a su funcionamiento normal.
Es que la aparición de un tercero, aunque sea imparcial y sea idóneo, generará un impacto de incertidumbre en el
personal, en los clientes y en los proveedores que difícilmente permita que el negocio continúe razonablemente.
A ello hay que sumar que toda intervención judicial supone una “regularización” extrema de la sociedad, a nivel
contable, laboral, previsional y fiscal, que pocas sociedades podrán pasar con éxito en un medio como el local,
contaminado por la “informalidad” y la existencia de activos y operaciones “extracontables”.
Ahora bien, si la imposibilidad de decisiones continúa y se traslada al órgano de gobierno, se habrá plasmado una causal
de disolución reconocida por la jurisprudencia y asimilada a la “imposibilidad sobreviniente de cumplir el objeto social”
(art. 94 inc.4º de la ley 19.550)5.
El tema se agrava porque tal disolución tampoco pone fin a los problemas si los socios no logran acordar nada respecto
de las decisiones que, por mayoría, la ley exige que sigan tomando durante el periodo de la liquidación.-
4
Ver C.N.Com. en autos “Malvica c/Prigmar”, 14-3-2012
5
Ver C.N.Com., Sala A, “Viti, Blanca c/Melega, Alfredo”, 13-06-2003, IJ-XXXI-555; Sala C, “Pardo, Cecilia c/Ini, Eduardo”,
14-10-2009, IJ-XXXVII-627; Sala D, “Urtubey, Jorge E. y otro c/Anschutz, Jorge A. y otro”, 08-04-2008, IJ-XXVIII-783,
entre otros.
Tal es el caso de las decisiones sobre la aprobación del balance e inventario de la liquidación (art.103), las instrucciones
al liquidador (art.105, segunda parte), la aprobación de las distribuciones parciales (art.107) y la aprobación del balance
final y proyecto de distribución (art.109), todo lo que, a falta de acuerdo de los socios, se hará de la peor forma posible,
sin la posibilidad de acordar adjudicaciones de bienes en especie, ni distribución de clientela, ni asunción de personal en
los nuevos negocios de los socios.
Por ello, es muy probable que el activo así liquidado no alcance para pagar el pasivo y, por ende, que una sociedad, a
pesar de ser eficiente y empresarialmente exitosa, deba encaminarse a la cesación de pagos como fruto de la
materialización de contingencias (indemnizaciones laborales) y ruptura de contratos (cláusulas penales y daños) que la
liquidación forzada produce.
Además, esta solución no discrimina respecto del abuso de derecho que un socio hubiera ejercitado en perjuicio de las
decisiones sociales.
En segundo término, el de generadora de empleo y salarios, que a su vez permiten el consumo de tales bienes y servicios.
En tercer término, en cuanto tomadora y dadora de crédito, elemento que permite el funcionamiento de la macro-
economía.
Y, finalmente, en atención a su proyección social e impacto sobre su entorno, que se materializa en la “responsabilidad
social de la empresa”.
Es por eso que en el derecho argentino se ha señalado el principio de conservación de la empresa como “principio
inspirador común en la reforma legislativa mercantil en curso”, lo que fue reconocido por la doctrina, en especial,
respecto de la ley de sociedades y de la ley de concursos, con distintas manifestaciones regulatorias concretas 6.
Paralelamente, el sistema jurídico sanciona a las conductas societarias abusivas, sean de mayorías, de minorías o, como
en el caso, de socios al cincuenta por ciento, en tanto constituyen una manifestación moderna del “abuso del derecho” en
el concepto del art. 1071, segundo párrafo, del código civil, donde se lo describe como la conducta que contraría a
aquella que se tuvo en cuenta al reconocer el derecho, o la que excede los límites impuestos por la buena fe, la moral y
las buenas conductas.
A la luz de tales principios, se advierte que las soluciones jurisprudenciales clásicas, reseñadas en el capítulo precedente,
no atienden a los mismos ya que además de frustrar la continuación de la empresa, al condenarla a la liquidación, en
muchos casos implican también la convalidación de conductas abusivas de los socios al cincuenta por ciento, cuando su
oposición o bloqueo no responde a su verdadera participación en el capital, a un interés legítimo o es contrario al interés
social.
Acciones judiciales tendientes a lograr, a pesar del empate, la conservación de la empresa y, en su caso, a evitar el abuso
societario:
Se trata de una acción judicial tendiente a demostrar que el formal derecho de voto al cincuenta por ciento del socio que
bloquea no es verdadero, sobre la base de una sentencia declarativa sobre la desigualdad de los verdaderos aportes
efectuados en su momento por cada socio a la sociedad, de los que surge un porcentaje menor de consecuente
participación política y el carácter simulado del 50% atribuido al otro socio, quien mediante el bloqueo abusa de una
situación aparente.
6
Alegría, Héctor “La conservación de la empresa como centro principal del derecho concursal moderno” en la obra
colectiva “Tratado de la Empresa”, Bs.As., 2009, Ed. Abeledo Perrot, tomo 1, pag.8.-
10.2.-LA ACCION DE IMPUGNACIÓN JUDICIAL POR NULIDAD DEL VOTO DEL OTRO SOCIO EN LA
ASAMBLEA EMPATADA.
Como ya se señaló, cuando el empate se funda en una postura infundada y contraria al interés social existe una situación
de “abuso de derecho” por “abuso de paridad”7.
En tal caso, Eduardo Marsala8, sostiene que corresponde la acción de impugnación por nulidad, no de la asamblea sino
del voto que motivó el empate, con el efecto de que al declararse nulo el voto, la asamblea pasa a tener mayoría con el
voto del otro socio, en solución a la que adherimos.
10.3.-LA ACCION DE EXCLUSION DEL OTRO SOCIO POR INCUMPLIMIENTO DE SU DEBER DE ATENDER
EL INTERES SOCIAL, AUN EN CASO DE SOCIEDAD ANONIMA.
Cuando el bloqueo es abusivo y contrario al interés social, el socio que lo ejerce está incumpliendo gravemente sus
obligaciones sociales de contribuir al desarrollo del objeto social, lo que autoriza a la acción de exclusión en las
sociedades de dos socios (arts. 91, 92 y 93 ley 19.550), la que puede incluso intentarse en una sociedad anónima si
funciona en forma personalista 9.
Frente al empate, una acción de un socio podría ser la de que se declare la disolución pero sin liquidación, con escisión
patrimonial no proporcional o asimétrica10 de modo de evitar las consecuencias de la primera y siempre que hubiera
factibilidad material para la separación patrimonial.
También aquí se trata de una acción de disolución, pero se solicita un pronunciamiento judicial que declare la indivisión
forzosa del fondo de comercio y su adjudicación a uno de los socios por el procedimiento de liquidación.
El fundamento es el principio de conservación de la empresa, y lo establecido para la liquidación de la sociedad civil, que
remite a las normas del derecho sucesorio citadas en el cap.3 y art. 2316 del código civil.
Lamentablemente, los último fallos siguen la linea de la disolución de la sociedad y de la consecuente liquidación
destructora de valor, rechazando soluciones como la exclusión de socio:
Corresponde confirmar la sentencia que declaró la disolución de la sociedad como consecuencia del conflicto entre los
socios, ya que aunque en sí mismo dicho conflicto no basta a estos efectos, sino que es necesario que derive en la
imposibilidad sobreviniente de cumplir con el objeto social (art. 94, inc. 4 de la LSC), en el caso la sociedad se encuentra
conformada por dos grupos enemistados de accionistas titulares –cada grupo- del 50% del capital social y de los votos
respectivos, lo que hace imposible alcanzar las mayorías necesarias para tomar ninguna decisión asamblearia, y esto ha
aparejado que no se cuente –desde hace muchísimos años- con estados contables aprobados, que jamás se haya
distribuido dividendos, y que se haga imposible renovar autoridades (C.N.Com., Sala C, “Althabe, Maria M. y otro c/Efel
S.A. y otro s/ordinario”, 15-5-2014) .l
7
Ver Reyes Villamizar, Francisco “SAS, La sociedad por acciones simplificada”, Ed. Legis, 2009, Bogotá, donde cita un
caso de la Corte de Casación Francesa, pag.70 y nota 56.
8
Marsala, Eduardo Aníbal Asambleas con voto empatado En: IX Congreso de Derecho Societario (San Miguel de
Tucumán, 2004)
9
Ver de Favier Dubois (p), E.M. y Favier Dubois (h), E.M. “La exclusión de socios en la sociedad anónima”,
Errepar, DSE, nro.282, Tomo XXIII, mayo 2011, pag.504
10
Ver Cap. 6.4.C y Skiarski, Enrique M. “La escisión no proporcional como mecanismo de solución de conflictos en
empresas familiares” , op.cít. pag. 745 y stes.
11.2.-RECHAZA SUSPENSION EN EXCLUSION DE SOCIO PARA NO DAR TODO EL PODER AL OTRO:
MANTIENE EL BLOQUEO.
CNCom, Sala D, Febrero 5 de 2015, “Empresa de Proyectos Management y Gerencia SRL contra Turdó Miguel Esteban
sobre ordinario”.
12.-SOLUCIONES CREATIVAS.
Con tales fundamentos acudimos a la capacidad de operadores jurídicos y de magistrados invitándolos a elaborar
soluciones creativas que, en caso de empate en las decisiones societarias, puedan preservar la continuidad de la empresa
por alguna de las vías que se han mencionado o por las otras que aparezcan, como podría ser la escisión forzada (si las
actividades de la empresa lo permiten) o la atribución de la empresa a uno de los dos socios, compensando al otro,
siguiendo alguno de los modelos del Código Civil y Comercial como son el del “sorteo” y el de la “atribución
preferencial”.
13.-CONCLUSIONES.
-Las sociedades cincuenta y cincuenta no siempre se fundamentan en razones de estricta justicia sino en requerimientos
culturales, o en la indebida apreciación de los aportes diferenciales de cada uno, y dan lugar al grave problema del
empate cuando resulta indispensable adoptar decisiones, para el cuál la ley de sociedades no tiene solución alguna.
-El empate da lugar al bloqueo y el bloqueo lleva a la paralización de la sociedad, siendo tal paralización inmediata
cuando se refiere al órgano de administración y mediata cuando se produce en el órgano de gobierno pero, en ambos
casos, conduce primero a la intervención judicial de la sociedad y luego a su disolución y liquidación, con enorme
destrucción de valor.
-Si bien resulta necesaria una reforma legislativa en la materia, con el derecho vigente es posible establecer cláusulas
contractuales, estatutarias o para-societarias, o mecanismos jurídicos para prevenir las situaciones de empate, “impasse”
y parálisis societaria, como son los siguientes: a) el fideicomiso societario de desempate; b) la elección de gerentes en la
SRL por todo el contrato: c) la elección de directores en la S.A. por clases de acciones; d) cláusulas de inexigibilidad de
quorum para ciertas decisiones; e) cláusulas de desempate para ciertas decisiones; f) la compraventa forzosa de un socio
al otro; g) la compraventa forzosa de ambos socios a un tercero; h) la escisión no proporcional;
-El conflicto en la sociedad de dos socios, una vez desatado, debe ser gestionado intentando consensuar algunas de las
situaciones de salida o superación que debieron haber sido pactadas al constituirse la sociedad, aplicando las técnicas de
la negociación, la mediación y el arbitraje.
- Las soluciones clásicas jurisprudenciales para la paralización social por bloqueo, consistentes en la intervención judicial
y en la disolución con liquidación, no atienden debidamente ni al principio de conservación de la empresa ni a la
necesidad de reprimir los abusos de derecho en materia societaria cuando el voto del socio contradice al interés social.
-Corresponde articular nuevas soluciones jurisprudenciales que, fundadas en la ley vigente, atiendan tales principios,
como son: a) la acción de simulación sobre el porcentaje del otro socio cuando no guarda proporción con sus verdaderos
aportes; b) la impugnación del voto del otro socio por nulidad al violar el interés social; c) la exclusión del socio que vota
contra el interés social; d) la acción de disolución pero con escisión no proporcional de la empresa, y e) la acción de
disolución pero con indivisión forzosa de la empresa y adjudicación a uno de los socios por licitación entre ellos.
-Resultan necesarias nuevas soluciones creativas por parte de los operadores jurídicos y magistrados que eviten, en el
caso de sociedades empatadas, la liquidación de la empresa.
1.-INTRODUCCIÓN.
La muerte del socio produce diversos efectos sobre la sociedad comercial de la que éste forma parte, los cuales dependen
de varias circunstancias siendo las principales el tipo social de que se trate y la cantidad de socios.
Tales efectos pueden importar, ora la disolución en la sociedad, por pérdida de la pluralidad si la misma no se reconstruye
en la sociedad de dos socios o por verificarse otra causal3, ora la resolución parcial del contrato, según el tipo de que se
trate, con la correspondiente reducción del capital.
También la muerte conlleva diversas situaciones para los herederos que pueden derivar de la ley o de la existencia o no
de cláusulas contractuales en materia de incorporación o no incorporación de herederos, incluyendo las opciones
recíprocas y preferencias, de limitaciones a la transferencia de partes sociales, cuotas o acciones, de la unificación de la
personería y del modo de valorar y pagar la participación social del causante a sus sucesores.
A ésta última cuestión puede sumarse la situación del cónyuge del socio fallecido, no solo como heredero de los bienes
propios sino, sobre todo, como socio de los bienes gananciales, en el caso participaciones sociales, pertenecientes a una
sociedad conyugal que se ha disuelto por la muerte y debe ser liquidada.
A tales temas se suman, cuando el heredero forzoso o el ex cónyuge están en situación legal o contractual de incorporarse
a la sociedad, las problemáticas relativas al momento en que pueden ejercer los derechos del socio y, en particular, la de
su legitimación para impugnar decisiones asamblearias.
En la presente colaboración realizaremos un análisis panorámico de tales cuestiones para comentar un reciente fallo
judicial en materia de impugnación de decisión asamblearia por parte del cónyuge del socio fallecido en una sociedad
anónima.
La ley 19.550 carece de un tratamiento sistemático del tema de la muerte del socio presentando solo algunas normas
aisladas relativas a ciertos tipos sociales.
Así, en el art. 90, primer párrafo, establece que la muerte del socio resuelve parcialmente el contrato en las sociedades
colectiva, en comandita simple, de capital e industria y en participación.
Tal disposición, responde a la preservación del carácter personalista de dichos tipos sociales evitando el ingreso de
personas que no gocen del conocimiento, confianza, idoneidad o simpatía de los restantes.
Sin embargo, en el segundo párrafo del mismo art. 90, la ley establece la licitud del pacto de continuación con los
herederos en la sociedad colectiva y en la comandita simple.
Tal posibilidad se ha entendido como que permite a la sociedad tener que hacer frente a un reembolso de la parte social a
los herederos, lo que podría llegar a descapitalizarla gravemente.
Por nuestra parte apuntamos que también permite la programación de la sucesión en la propiedad en la empresa familiar,
en tanto la ley no exige que la incorporación obligatoria sea de todos los herederos.
Hasta allí no habría problemas, pero la ley agrega que dicho pacto obliga a los herederos sin necesidad de un nuevo
contrato, dándoles la posibilidad a los herederos de condicionar su incorporación a la transformación de su parte en
comanditaria.
Esta sociedad “a palos” ha sido criticada por parte de la doctrina entendiendo que vulnera derechos de los herederos y
que la posibilidad de transformación de la parte está condicionada a la decisión de los socios sobreviviente.
En materia de sociedades de responsabilidad limitada, el art. 155 dispone que si el contrato previera la incorporación de
los herederos del socio, dicho pacto será obligatorio para éstos y para los socios, en norma también criticada.
No obstante, la ley da una salida al heredero ya que, si no hay limitaciones contractuales, puede vender en cualquier
momento, y si hubiera limitaciones contractuales, igualmente puede ceder durante los primeros tres meses desde la
incorporación, pudiendo ejercer los socios o la sociedad un derecho de opción por el mismo precio (art. 155 in fine).
En cuanto a la incorporación del heredero que ingresa por pacto, la ley establece que se hará efectiva cuando acredite su
calidad y que, interín, actuará en su representación el administrador de la sucesión.
De todo ello resulta que, a falta de pacto contractual o estatutario, la muerte del socio resuelve parcialmente el contrato
en la sociedad colectiva, comandita simple, de capital e industria y en participación.
En la sociedad anónima, a falta de limitación contractual, el heredero ingresa como accionista sin resolución parcial
alguna.
Finalmente, en la SRL, en caso de falta de previsión contractual, la doctrina discute si el heredero igualmente ingresa
(como en la S.A.) o si no ingresa y se resuelve parcialmente el contrato (como en las sociedades de interés).
El debate surge de las contradictorias interpretaciones “contrario sensu” de los arts. 89 y 155 ya que como el primero no
menciona a la SRL no habría en ella resolución parcial, pero como el segundo exige pacto expreso para la incorporación,
la falta de pacto obstaría a la incorporación resolviendo el contrato.
Algunos niegan la incorporación de los herederos porque consideran que debe primar la interpretación “contrario sensu”
del art. 155 y preservarse el “affectio societatis” existente. Otros entienden que por aplicación del principio general de
libre transmisibilidad de las cuotas (art. 152), por tratarse de un tipo menos personalista y para evitar el conflicto y
mantener el normal funcionamiento de la sociedad, el heredero debe ingresar.
Por nuestra parte adherimos a ésta última posición en tanto la situación, a falta de pacto, debe analogarse a la de la
sociedad anónima.
Conforme con el art. 22 de la ley 19.550, la sociedad de hecho se disuelve a la fecha que un socio comunique su voluntad
de disolver, por medio fehaciente, a todos los consocios, salvo que la mayoría resuelva la regularización.
Si son aplicables a las sociedades de hecho las causales del art. 94 de la ley 19.550, al menos las compatibles, o éstas se
aplican solo a las sociedades regulares.
si es neutra mientras no se practique la comunicación fehaciente de la voluntad de disolver entre socios y/o herederos.
En general puede afirmarse que la doctrina tradicional fue restrictiva en la materia y entendió inaplicables a las
sociedades de hecho tanto las causales de disolución del art. 94 L.S., como la resolución parcial por muerte de un socio
(art. 90 LS), considerando que, producida la muerte del socio, la sociedad se disuelve y entra en liquidación.
Existen modernas posiciones doctrinarias que sostienen que la muerte del socio no disuelve la sociedad en tanto: a) ello
implicaría colocar al heredero en peor posición que el causante; b) la ley exige comunicación fehaciente y no prevé otra
forma de disolución; c) la sucesión no tiene causa en el contrato social sino en la ley o el testamento, por lo que no
importa invocación del primero; d) los herederos pueden, además, pedir la regularización.
Además, se señala que la interpretación tradicional resulta perjudicial para la empresa, al exigir su liquidación, lo que
genera un resultado sujeto al impuesto a las ganancias en cabeza de la sociedad que se disuelve, y la adjudicación
resultaría gravada en el impuesto al valor agregado.
En materia de jurisprudencia, se han expedido contra la disolución automática tanto la Suprema Corte de la Pcia. De
Bs.As..14, como la Cámara Comercial, Sala B.15 y Sala E16, fallo éste último donde se rechazó una excepción de
prescripción sosteniéndose que la muerte del socio no importa “ipso iure” la disolución de la sociedad de hecho, si la
sociedad continuó con los socios supérstites incorporando posteriormente a los herederos, y con consentimiento de todos.
Debe compartirse la doctrina del fallo “Vaquer” en tanto, a nuestro juicio, la muerte de un socio no disuelve la sociedad
de hecho sino que produce la resolución parcial del contrato, con identidad entre el sujeto anterior y posterior a tal
resolución a todos los efectos, incluyendo especialmente su regularización y tratamiento fiscal.
Sin embargo, la muerte de un socio no produce la incorporación “automática” del heredero, la que requiere aceptación de
éste dado el carácter personalísimo de la sociedad y las gravosas responsabilidades derivadas de la incorporación, la que
puede ser tácita.
En las sociedades comerciales, sostenemos la posibilidad legal de que los fundadores, socios o accionistas, introduzcan
en el estatuto cláusulas sobre incorporación o exclusión de herederos y cónyuges, sobre resolución parcial del contrato,
sobre limitaciones a la transferencia, sobre el modo de valuar y pagar la parte del fallecido y respecto de su adquisición
por la sociedad o por los otros socios, inclusive mediante un seguro de vida cruzado.
Al respecto, consideramos que existe autonomía estatutaria sobre la base de que la propia ley ordena consignar en el
instrumento de constitución “…las cláusulas necesarias para que puedan establecerse con precisión los derechos y las
obligaciones de los socios entre sí y respecto de terceros…y las cláusulas atinentes al funcionamiento…de la sociedad…”
(art. 11 incs. 8º y 9º ley 19.550) lo que, a nuestro juicio, incluye la facultad de fijar mecanismos para el caso de muerte de
un socio.
En el punto destaca el profesor Richard que en el derecho societario hay solo dos límites a la generación de preceptos por
la autonomía de la voluntad: uno general, vinculado a no afectar derechos de terceros, dentro del marco de los arts. 1195,
1197 y 1198 del código civil, y otro consistente en no afectar la tipicidad societaria, conforme con las previsiones del art.
17 L.S.
El mismo autor distingue tres tipos de normas legales organizativas: a) imperativas, b) dispositivas y c) interpretativas,
destacando que solo las primeras imponen límites a la autonomía de la voluntad de los socios e, inclusive, sostiene que
las normas imperativas “implícitas” deben interpretarse restrictivamente.
Respecto la moderna doctrina nacional, que compartimos, el maestro Cámara sostenía la posibilidad de incorporar, entre
otras disposiciones, el derecho de “renuncia” del socio en la sociedad comercial.
En consecuencia, cabe concluir que los socios poseen la facultad de introducir tales cláusulas, sea en el momento
fundacional, o con posterioridad por vía de la reforma del estatuto y con las mayorías correspondientes.
Entre las cláusulas posibles incluímos las siguientes, aptas en todos los tipos sociales y obligatorias para los herederos:
De incorporación de todos los herederos, sin o con unificación de personería en los términos del art. 209 L.S.
De incorporación de solo alguno o algunos de los herederos, o de dación de acciones con diversos derechos, conforme
programación de la sucesión de la propiedad en la empresa familiar.
De incorporación de herederos sometiendo las partes sociales, cuotas o acciones a un régimen de indivisión forzosa por
diez años.
De fijación de los requisitos formales y acreditaciones documentales que debe satisfacer el heredero para que se le
reconozcan los derechos del socio fallecido (vgr.partidas, declaratoria o testamento aprobado, partición, oficio judicial,
etc), pudiendo ser en forma automática, a partir del fallecimiento, en caso de herederos forzosos si el estatuto así lo
prevé.
De opción para la incorporación o no de los herederos, la que conviene sujetar a un plazo y puede estar en cabeza de los
herederos o en cabeza de los socios sobrevivientes
De fijación de un procedimiento o de ciertas pautas para determinar el valor de la participación social del socio fallecido.
De fijación de plazos para el pago que se ajusten a las posibilidades financieras de la sociedad.
De financiación del precio mediante la contratación de seguros de vida “cruzados” a abonar por la sociedad con una
reserva especial.
Todos estos mecanismos deberán prever, respecto de los herederos que no se incorporan, pautas para la adquisición o
cancelación de la parte social que respete el principio del art. 13 inc. 5º de la ley de sociedades(“no apartarse
notablemente del valor real), sin perjuicio de que corresponda admitir el pacto expreso que excluya el valor llave por
aplicación analógica del art…del código civil.
5.- MOMENTO DE LA INCORPORACIÓN COMO SOCIOS DEL HEREDERO FORZOSO Y DEL CONYUGE
SUPÉRSTITE.
Cuando por ley corresponde la incorporación de los herederos forzosos y, en su caso, del cónyuge del socio fallecido,
pero el modo de incorporación no está previsto en el estatuto, no existe consenso respecto del momento a partir del cuál
ese heredero o ese cónyuge pueden ser reputados socios y, por ende, ejercer los derechos sociales.
En el punto, la doctrina discute si dado que el heredero forzoso entra en posesión de la herencia desde el día del
fallecimiento del causante, no podría desde entonces ejercer los derechos como socio y, en consecuencia, participar en las
decisiones, impugnar las asambleas y cobrar los dividendos, lo que es sostenido por alguna jurisprudencia y doctrina y
por la Inspección General de Justicia de la Nación.
Por otro lado, importante jurisprudencia y doctrina sostiene que se debe necesariamente abrir el sucesorio, hacer el
inventario, lograr la declaratoria de herederos o aprobación del testamento, formalizar la partición e inscribir la
adjudicación en el Registro Mercantil o en los libros sociales según el tipo de que se trate.
Se trataba de una sociedad anónima en la cual el causante detentaba el 42,37% del capital social, las acciones eran bienes
gananciales y existía un conflicto en el juicio sucesorio entre la cónyuge supérstite y los cinco hijos.
La cónyuge había intimado sin éxito a la sociedad a inscribirla como socia con el 21,18% de las acciones, y había
impugnado la decisión de una asamblea, a la que no se le permitió asistir, relativa a la aprobación del balance, de la
gestión y a los honorarios del directorio, pidiendo también la remoción de éste.
En primera instancia, luego de hacer lugar inaudita parte a una veeduría y suspender los honorarios del directorio, una
vez contestada la demanda se hizo lugar a dos defensas de la sociedad: la caducidad del plazo para interponer la nulidad,
destacándose que no había orden publico en las decisiones impugnadas, y la falta de legitimación activa por no estar
inscripta la cónyuge en los libros sociales como socia.
La Cámara, analizando solo la falta de legitimación activa, confirma la decisión y mantiene las costas a cargo de la
actora.
Que si bien el heredero forzoso sucede al causante desde el mismo día del fallecimiento (art. 3410 del código civil), solo
recibe un todo ideal e indiviso (art. 3281 c.c.) que requiere una partición judicial “ut singuli” para suceder en los
concretos bienes que lo integran (art. 3503 c.c.), siendo distinto ser socio a poder ejercer los derechos frente a la sociedad
y los terceros.
Que la situación del cónyuge supérstite respecto de las acciones societarias gananciales es similar (arts.1277 y 1313 c.c.),
lo que exige pronunciamiento judicial que excluya a los bienes del sucesorio.
Que solo puede ejercer los derechos del socio el accionista que figura inscripto en el libro respectivo. Faltando ésta
inscripción, no hay legitimación ni oponibilidad a la sociedad y a los terceros.
Que no estando inscripto como socio el cónyuge al momento de la asamblea carece de la legitimación para impugnar sus
decisiones (art. 251 L.S.).
Adicionalmente, el Tribunal sostuvo que la actora no debió haber demandado invocando ser titular del 21,18% de las
acciones cuando no lo era, analizó la posibilidad del heredero de pedir medidas conservatorias de sus derechos (art. 3450
c.c.) pero consideró que ello debería haberse hecho en el marco del juicio sucesorio, descartó una “partición privada”
presentada en “copia simple” y confirmó las costas a la actora vencida.
7.-NUESTRA OPINIÓN.
Por nuestra parte coincidimos con la doctrina del fallo, que cambia el criterio anterior mantenido por esa Sala, ya que se
ajusta a una estricta ortodoxia tanto en la materia sucesoria-conyugal (necesidad de partición), cuanto en la societaria
(necesidad de inscripción).
En efecto, conforme al art. 3503 del código civil, una vez hecha la partición, se considera que ningún heredero tuvo
derecho alguno sobre lo que en definitiva le correspondió a otro, por lo que mal podría ser tenido como socio antes de
aquella.
A ello se suma que, en materia de sociedad conyugal, al momento de la división de la herencia del cónyuge fallecido se
tienen en cuenta los “valores” y no los “bienes”, por lo que no importa la calidad propia o ganancial de cada uno de
ellos37.
Por su lado, en materia de sociedades anónimas, compartimos la doctrina mayoritaria que entiende que la inscripción de
las acciones en el libro respectivo tiene naturaleza “constitutiva” en el sentido de ser legitimante para el ejercicio de los
derechos del socio.
Al respecto, la jurisprudencia del Fuero en lo Comercial de la Capital Federal ha decidido pacíficamente que para el
ejercicio de los derechos del socio se requiere su inscripción en el libro en múltiples fallos38.
Por su parte, Daniel Roque Vítolo sostiene que a partir de la vigencia de la ley 24.587 que impuso el régimen de
nominatividad obligatoria, adicionalmente a la verificación de la existencia y emisión de las acciones que componen el
capital social de la sociedad anónima, este libro obligatorio –se refiere al de registro de las acciones- adquirió gran
relevancia pues es sólo mediante la inscripción en el mismo de las transferencias habidas entre accionistas que el nuevo
titular puede ejercer los derechos derivados de su carácter de socio, pues es la inscripción la que le otorga oponibilidad a
la transferencia frente a la sociedad y a los terceros.
La distinción es importante, pues en el primer caso –declarativa- la inscripción no otorga la calidad de socio sino
solamente establece un recaudo formal con fines de publicidad, más en el segundo –constitutiva- sólo y únicamente con
la inscripción mencionada, el socio adquiere calidad de tal frente a la sociedad y los terceros.
La disposición del art. 215 de la Ley de Sociedades no deja lugar a dudas, estableciendo el requisito de inscripción tanto
para ser opuesta la transferencia a terceros como a la sociedad.-
En efecto, la inscripción es integrativa y constitutiva de la transmisión accionaria, pues sin la mentada inscripción no
existe transmisión oponible. En ese orden es indudable que es la inscripción de la transferencia en el registro del emisor
la que transfiere la legitimación o, en otros términos, el derecho del nuevo titular al “status” de socio. De modo que podrá
el accionante ser propietario de las acciones pero no titular del derecho en ellas representado ni se encuentra legitimado
para su ejercicio.
Se comparta o no la doctrina del fallo “Faltracco de Vazquez c/Vazquez S.A.”, y se compartan o no nuestras opiniones, lo
cierto es que el fallo enseña que los herederos y/o la cónyuge supérstite deben procurar llevar a cabo todos los tramites
tendientes a su inscripción como socios en el libro, inclusive la partición y adjudicación de las acciones, a la mayor
brevedad.
También, que en el caso de tener lugar interín alguna decisión asamblearia que consideren cuestionable, deben denunciar
la situación al juez del sucesorio y procurar en esa instancia el dictado de medidas conservatorias de sus derechos en los
términos del art. 3450 del código civil.
9.-CONCLUSIONES
1.-En las sociedades regulares, cuando no hay pacto contractual o estatutario que disponga otra cosa, la muerte del socio
resuelve parcialmente el contrato en la sociedad colectiva, comandita simple, de capital e industria y en participación. En
la sociedad anónima, a falta de limitación contractual, el heredero ingresa como accionista sin resolución parcial alguna.
En la SRL el tema está discutido en doctrina adhiriendo nosotros a la postura de que tambiénel heredero ingresa como
socio.
2.-En las sociedades de hecho, la muerte de un socio no disuelve la sociedad sino que produce la resolución parcial del
contrato, con identidad entre el sujeto anterior y posterior a tal resolución a todos los efectos, incluyendo especialmente
su regularización y tratamiento fiscal. Sin embargo, la muerte de un socio no produce la incorporación “automática” del
heredero, la que requiere aceptación de éste dado el carácter personalísimo de la sociedad y las gravosas
responsabilidades derivadas de la incorporación, la que puede ser tácita.
3.-En las sociedades comerciales existe la posibilidad legal, y además resulta conveniente, que los fundadores, socios o
accionistas, introduzcan en el estatuto cláusulas sobre incorporación o exclusión de herederos y cónyuges, sobre
resolución parcial del contrato, sobre limitaciones a la transferencia de partes sociales, sobre el modo de valuar y pagar la
parte del fallecido y respecto de su adquisición por la sociedad o por los otros socios, inclusive mediante un seguro de
vida cruzado.
4.-No hay consenso doctrinario respecto del momento a partir del cual el heredero forzoso y el cónyuge pueden ser
reputados socios y, por ende, ejercer los derechos sociales. El fallo “Fatralcco de Vazquez c/Vazquez S.A.” sostiene que
se debe necesariamente abrir el sucesorio, hacer el inventario, lograr la declaratoria de herederos o aprobación del
testamento, formalizar la partición e inscribir la adjudicación en el Registro Mercantil o en los libros sociales según el
tipo de que se trate, postura a la que adherimos salvo que se trate de un evidente caso de abuso de derecho.
5.-En materia de sociedades anónimas, compartimos la doctrina mayoritaria que entiende que la inscripción de las
acciones en el libro respectivo tiene naturaleza “constitutiva” en el sentido de ser legitimante para el ejercicio de los
derechos del socio, por lo que no estando inscripto como socio el cónyuge al momento de la asamblea carece de la
legitimación para impugnar sus decisiones.
6.-En el caso de que antes de la inscripción en el libro de accionistas tuviera lugar alguna decisión asamblearia que los
herederos o cónyuge consideren cuestionable, deben denunciar la situación al juez del sucesorio y procurar en esa
instancia el dictado de medidas conservatorias de sus derechos en los términos del art. 3450 del código civil.
1.1.-Antecedentes.
En nuestro país fueron legisladas con la ley 11.645, del año 1932. Su origen se responde a necesidades económicas no
satisfechas por las otras sociedades, frente al uso indebido de las anónimas, la responsabilidad ilimitada de las
colectivas y el límite para la injerencia en la administración de la en comandita, y frente a la necesidad de alentar la
colocación de capitales.
La ley 19.550 no elimina las ventajas de esta sociedad. Éstas resultan evidentes para las que tienen menos de veinte
socios (simplicidad de la administración, control activo y directo por los socios, etc.), y para las que tengan veinte y
hasta cincuenta socios les beneficia con notable ductilidad de organización y funcionamiento, dado que
reglamentación legal las coloca en un lugar intermedio entre la SRL con menos de veinte socios y la SA cerrada o de
familia.
En palabras de Halperín: Tienen en común con las sociedades de capitales la limitación de la responsabilidad de los
socios, la no repercusión sobre la sociedad de los acontecimientos que afectan la persona del socio (muerte, quiebra,
interdicción). Y con las sociedades de personas los rasgos de una sociedad intuitus personae: injerencia activa de los
socios en la administración, restricciones a la transferencia de las cuotas, naturaleza de los títulos representativos de
las cuotas, etc. Bien que hoy la transferencia de cuotas es libre, se puede limitar, pero no prohibir (arts. 152 y 153).
Uno de los tipos societarios con más modificaciones estructurales y funcionales por la reforma de la ley 22.903 ha
sido el de las SRL.
Estas sociedades que constituyen un tipo intermedio entre las “sociedades de personas” y las “sociedades de capital”,
se han visto profundamente transformadas en diversos aspectos, así: integración de aportes (art. 149), transferencia y
cesión de cuotas sociales (arts. 150 y 152), limitaciones a la transmisibilidad de las cuotas (art. 153), acciones
judiciales para la debida protección del derecho de preferencia (art. 154), incorporación de los herederos de los socios
(art. 155), sustitución del criterio para la exigencia de sindicatura obligatoria (art. 158), formas de tomar las
resoluciones sociales (art. 159) y régimen de mayorías (art. 160).
Por otra parte, se ha sostenido que la asimilación de las SRL a las SA luego de la reforma de la ley 22903 es un tema
que no ofrece dificultades.
En sentido similar dice Polak que la SRL tiene poco ya que ver con la sociedad de personas y el elemento intiutu
personae tiene muy escasa influencia, la distinción entre sociedad de personas o de capital, se reduce a qué régimen
supletorio de uno u otro tipo es aplicable ante una situación no resuelta y, en tal supuesto, la opción a favor de las
normas de la SA aparece como indisputable.
Dice la ley:
El contrato establecerá las reglas aplicables a las resoluciones que tengan por objeto su modificación. La mayor ía
debe representar como mínimo más de la mitad del capital social. (Art. 160, párr. 1º , LSC).
La norma establece que el contrato establecerá las reglas pero la mayoría debe representar como mínimo más de la
mitad del capital social. Esto quiere decir que los socios pueden convenir las mayorías que deseen en la medida que
superen más de la mitad del capital social.
Ahora bien, si los socios nada hubieran previsto, será necesario el voto afirmativo, como mínimo, de las tres cuartas
partes del capital social. (Art. 160, párr. 2º , LSC).
Continúa diciendo la ley: Si un solo socio representa el voto mayoritario, se necesitará, además, el voto de otro. (Art.
160, 3º parr., LSC)
- En la posición de Vítolo el tercer párrafo del art. 160 alude a las sociedades de dos socios y a la exigencia es que el
otro socio vote, sin que resulte necesario que vote en el sentido en que lo ha hecho el mayoritario. Esto, si bien lo
considera discutible, considera que es la aproximación más ajustada a la oscura prescripción legal.
- Nissen, por su parte, considera que en las SRL de dos socios se requiere unanimidad, lo que estima poco feliz, pues
quiebra el principio mayoritario que inspira todo el funcionamiento de los órganos colegiados en la ley de sociedades
comerciales y que computa a las mayorías por capital y no por persona. Así, ejemplifica si uno tiene el 99% igual
requerirá del voto del otro. Entiende que el legislador se ha extralimitado y se ha olvidado que cuando lo que se
modifica son las bases esenciales del contrato asiste al socio que votare en contra el derecho de receso (art. 160, 4º
párr.).
Sostiene, la norma debe ser interpretada en congruencia con el art. 1071 Cód. Civil, que veda el ejercicio abusivo de
los derechos por el minoritario, y propugna una interpretación abrogatoria de la norma.
- Polak señala que este 3º párr. del art. 160 requiere por lo menos dos votos para formar mayoría, solución censurable
por apartarse del régimen de las mayorías. La norma ha sido criticada por la doctrina por exigir unanimidad en las
sociedades de dos socios, pero en rigor la norma es absurda también para las sociedades en que hubiera más de dos
socios. Por ejemplo, una sociedad de tres socios, en la que uno tenga cuotas representativas del 80% del capital social,
estaría sujeta a la voluntad de la minoría y no de la mayoría.
En contrario de las posiciones anteriores, considera que al no decir la ley “del otro” sino “de otro”, se supone que el
legislador entendió excluir de la norma a la sociedad de solo dos socios, o sea que la exigencia del otro voto solo
funcionaría en las de tres socios o más, con mayor razón si se repara que pocas personas -ninguna- encontraría
razonable formar sociedad con paridad de decisión y disparidad de capital.
- Vacarezza, menciona que la Exposición de motivos (cap. I I , secc. I V, 13) de la ley 22903 dice que el 3º párr. del
art. 160 actúa como una atenuación al principio capitalista. En parcial coincidencia con Vítolo sostiene que la ley
requiere el voto del minoritario, pero no que vote en igual sentido que el mayoritario.
Ello, porque la exigencia del voto coincidente está en contradicción con el principio mayoritario de mayoría del
capital social que la propia reforma incorpora a las SRL y además se constituye en una verdadera valla para lograr el
acuerdo social, tanto en una sociedad de dos socios como en una integrada por un número mayor.
Por nuestra parte, en tanto el rigorismo formal de la norma conspira contra el principio mayoritario, adherimos a una
posición que, sin derogarla, la limita como es la de Polak. O sea que consideramos que no funciona la exigencia del
necesario voto minoritario si la sociedad es de solo dos socios.
Alguna doctrina sostiene que los socios pueden estipular en el instrumento constitutivo que determinadas
modificaciones contractuales sean resueltas por unanimidad del capital social.
A nuestro juicio resulta imposible pactar la unanimidad, con carácter general, por contrariar ello las reglas del
principio mayoritario a las que se someten todos los entes colectivos con cierto grado de especialización de funciones,
como es la SRL.
Sin perjuicio de ello, admitimos el pacto de unanimidad para concretas decisiones que deben enumerarse
taxativamente en el contrato social.
A.-ACTOS COMPRENDIDOS
Dice la ley:
Las resoluciones sociales que no conciernan a la modificación del contrato, la designación y la revocación de
gerentes o síndicos, se adoptarán por mayoría del capital presente en la asamblea o participe en el acuerdo, salvo
que el contrato exija una mayoría superior . (Art. 160, 6º párr., LSC).
- Comprende todas aquellas resoluciones sociales que no modifiquen el contrato y que por exceder la administración
ordinaria no competan a los gerentes.
- Es pacífico que el aumento de capital constituye una modificación del contrato social por lo que no está incluído en
esta categoría.
- También es pacífico que la aprobación del balance no es una modificación del contrato y, por ende, requiere mayoría
simple.
- Respecto de la cesión de cuotas, la doctrina no es pacífica. Quienes se pronuncian por la negativa sostienen que no
es un acto societario y que no requiere la intervención de los restantes socios. Vítolo se refiere a la polémica y
concluye que es una clara modificación del contrato social, dado que estas sociedades se conforman a través de un
contrato suscripto por los socios y no de un estatuto de funcionamiento independiente, cualquier modificación del
elenco de socios lo será del contrato y que esta modificación del elenco social debe ser inscripta.
Por nuestra parte entendemos que la cesión de cuotas deberá reunir las conformidades que exija el contrato social y
que, en caso de silencio, siendo libre la transferencia, no requiere decisión alguna de los socios (art. 152, primer
párrafo, ley de sociedades).
La doctrina es la siguiente
- Para Nissen estos acuerdos se adoptan con el voto de la mayoría del capital social, presente en la asamblea o
partícipe en el acuerdo, aun en las sociedades con solo dos socios, salvo que el contrato exija una mayoría superior. 12
- Igual postura asume Vítolo atento el carácter enumerativo de la construcción gramatical de la frase y porque esta
interpretación es la única coherente con la diferenciación de regímenes prevista.
- La jurisprudencia, bajo el régimen anterior, ha resuelto: “ Cuando se trata de remover o designar un gerente, la Ley
Soci etaria en el artículo 160, apartado 3º , sólo requiere la mayoría del capital presente, apartándose de tal forma del
principio de los apartados 1º y 2º de la misma disposición. Téngase presente que no se trata de una designación que
haya sido condición expresa en la constitución de la sociedad, lo cual excluye lo dispuesto en el artículo 157, cuarto
párrafo”.14 Ello no se ve modificado por la reforma.
- La designación y la revocación de gerentes y síndicos, conforme el art. 160, parte final, se adoptará por mayoría del
capital presente en la asamblea o partícipe en el acuerdo, salvo que el contrato exija una mayoría superior.
Por nuestra parte compartimos esta posición, o sea que el nombramiento y remoción de gerentes requiere simple
mayoría.
Queda afuera el caso excepcional en el cual la designación de gerente haya sido expresamente prevista en el contrato
social como condición y, en dicho supuesto, solo podrá ser removido con justa causa y previa sentencia judicial, dando
derecho de receso a los disconformes con la decisión (arts. 129, segunda parte, y 157 in fine).
La ley (art. 159) establece las siguientes posibilidades para adoptar las resoluciones sociales:
a) Una regla genérica que, con fundamento en la autonomía de la voluntad, le permite a los socios disponer en el
contrato sobre la forma de deliberar y tomar acuerdos sociales.
14
C N Com., sala B, 6-8-80, “Edificadora Blanco Encalada 3153 SRL”, LL 1981-A-156; J.A. 1981-I I -603
b) En defecto de lo previsto en el punto anterior, un régimen supletorio que contempla dos formas alternativas: el
mecanismo de consulta y la declaración escrita.16
Frente a ello cabe preguntarse, en un contrato que nada prevé, si además de las formas de “consulta” y “declaración
escrita”, los socios pueden deliberar por el sistema de “asambleas”, reglamentado para las sociedades anónimas.
- La jurisprudencia (C. N. Com, Sala E, 25/ 9/ 87, LL, 1988-A-41) ha establecido que los socios no pueden combinar
los sistemas fijados por la ley en razón de que se trata de procedimientos distintos, con presupuestos y requisitos
diferentes, que no admiten la posibilidad de que sean aplicados en forma mixta.
- El régimen de asamblea, conforme el art. 159, párr. 2º , se aplica obligatoriamente en las SRL cuyo capital alcance el
importe fijado por el art. 299, inc. 2º , y para la consideración de los estados contables de ejercicio, en ese caso la
asamblea se sujetará a las normas previstas para la SA. Las demás cuestiones sociales pueden ser resueltas a través del
modelo elegido por los cuotistas.
- Bajo la ley 19.550 en las SRL de menos de veinte socios, en ausencia de previsiones contractuales sobre la forma de
deliberar y tomar acuerdos, se aplicaban supletoriamente las normas sobre asambleas de la SA, las que se aplicaban
obligatoriamente para las SRL de veinte o más socios.
A nuestro juicio, y a pesar de no estar previsto en la actual reforma de la ley, entendemos que la naturaleza de la SRL
como sociedad de capital, permite supletoriamente acudir a las normas de la asamblea, con las adaptaciones del caso
en materia de notificación de la convocatoria (que será por medio fehaciente), comunicación previa de asistencia
(innecesaria), asistencia (que será en la propia acta), y firma del acta (que será por todos los presentes).
La conclusión se refuerza en tanto la propia ley hace referencia a la mayoría de capital “presente” o “partícipe” (art.
160 in fine), lo que presupone un acto colegial como la asamblea.
El art. 161 LSC señala: “ Cada cuota sólo da derecho a un voto y rigen las l imitaciones de orden personal previstas
para los accionistas de la sociedad anónima en el artículo 248”.
Esta norma evita que a través del régimen de mayorías, pueda formarse la voluntad social con un interés
intrínsecamente contrario o violatorio del interés propio de la sociedad como sujeto de derecho, independiente de los
socios (art. 2º ). Se discute si el socio en interés contrario está excluído del cómputo del quórum o solo del de la
mayoría en la votación.
- Para una opinión, se excluye de la deliberación al socio que en una operación determinada tenga por cuenta propia o
ajena un interés contrario al de la compañía que integra, responsabilizándolo, en caso contrario, por los daños y
perjuicios, cuando sin su voto no se hubiera logrado una mayoría necesaria para una decisión válida, sin perjuicio de
la aplicación del art. 91, cuando los socios así lo resolvieran, en tanto esa conducta es causal suficiente que justifica la
acción de exclusión allí legislada.18
- En similar sentido, Halperín, sostiene que la prohibición del art. 248 es amplia, abarca también al mandatario y que
el interés propio no contrario al interés social no le priva de intervenir en el debate.Agrega que no se computa para el
quórum pues el quórum comprende solo a las acciones con derecho a voto (arts. 243, 1º párr. y 244, 1º párr., LSC), lo
que es aplicable a las cuotas de SRL.
- Polak, por el contrario sostiene que no se lo excluye de la deliberación sino del voto y agrega que hasta conviene al
interés societario que el órgano de gobierno conozca la opinión de los protagonistas y contrapartes de la cuestión. Dice
que se abstiene el socio de votar, pero no de deliberar. Es claro para todos que el voto en interés contrario no se
computa para las mayorías (arts. 243, 3º párr. y 244, 3º párr., LSC)
Por nuestra parte entendemos que la cuestión depende del emplazamiento del “ interés contrario”. Si este es evidente y
previo a la deliberación, no se computa el voto para el quórum. De lo contrario sí.
Tales reglas entendemos que juegan también en casos de “unanimidad pactada” o de necesario “ voto minoritario”,
referidos en el capítulo 2. O sea que, en tales casos, podrá haber mayoría suficiente sin el voto del interés contrario en
tanto la prohibición del art. 248 es amplia.21
6 .-CONCLUSIONES.
1.-La sociedad de responsabilidad limitada, luego de la reforma del año 1983, presenta suficiente plasticidad para que
los socios le confieran carácter personalísimo o carácter impersonal como sociedad de capital. No obstante ello, rige
como regla de interpretación y/ o supletoria el régimen de las sociedades anónimas.
2.-No resulta posible pactar, con carácter general, que toda reforma del contrato deberá ser por unanimidad, aunque sí
puede convenirse para casos especiales.
3.-En las modificaciones al contrato, cuando un socio tiene por sí la mayoría, el voto adicional de un socio minoritario
no es exigible en la sociedad de solo dos socios pero sí en las restantes.
4.-La cesión de cuotas no requiere mayoría alguna de los socios salvo pacto expreso al respecto.
5.-El nombramiento y revocación de gerentes puede hacerse por simple mayoría de capital presente, salvo que haya
sido establecido como condición en el contrato social, en cuyo caso requerirá sentencia judicial sobre justa causa de
remoción y dará derecho de receso a los disconformes.
6.-A falta de previsión contractual sobre el régimen de deliberación, y sin perjuicio de la posibilidad de hacerlo por
“consulta” o “declaración escrita”, pueden aplicarse supletoriamente las reglas de la “asamblea” de la S.A. con las
adaptaciones correspondientes al tipo social.
7.-En caso de “ interés contrario” objetivo y previo a la deliberación, el capital del socio en esas condiciones no se
computa ni para el quórum ni para la votación, por lo que puede lograrse la “unanimidad” contractual sin su concurso.
Unidad 15.
1.-FUENTES
-El nuevo régimen no solo resulta de la Ley General de Sociedades sino de las
disposiciones del Código Civil y Comercial.
2.-NATURALEZA.
-El Código ratifica la disposición de la ley de sociedades respecto de que las acciones son
“títulos valores” (art. 226 LGS) disponiendo que no se le aplican las normas de los bienes
registrables (art. 1815).
3.-TITULARES
-En la Sociedad Anónima Unipersonal (SAU), todas las acciones pueden ser de un solo
titular (art. 1º LGS).
-La titularidad de acciones por parte del Estado no modifica el carácter de persona de derecho
privado de la sociedad anónima (art. 149 CCCN).
-Se reconoce expresamente la facultad estatutaria de excluír uno o más herederos (art. 2380
segundo párrafo).
-Se admite sujetar las controversias societarias y sobre acciones al arbitraje (art. 1651).
-El Código regula la expedición de comprobantes de saldos de titulos valores no cartulares (art.
1851), en norma aplicable a las “acciones escriturales” (art.208 último párrafo, ley de
sociedades).
-Si se emiten acciones para capitalizar utilidades, las nuevas acciones tienen carácter de bien
propio del socio, sin perjuicio del derecho de recompensa del otro cónyuge (art. 491 CCCN).
-En caso de divorcio, tiene atribución preferencial el cónyuge que adquirió las acciones o
formó la sociedad, aunque excedan su parte y dando garantías por el saldo (art. 499)
-En caso de matrimonio por separación patrimonial nada se exige para la transferencia e,
inclusive, un cónyuge puede transferir sus acciones al otro (art. 1002, inc. d, contrario sensu).
7.-COMPRAVENTA DE PAQUETE ACCIONARIO.
-Se regulan las “tratativas preliminares” con reglas sobre buena fe, confidencialidad y carta
intención (arts. 990/993).
-Se prevé una opción preliminar para comprar o vender acciones, con vigencia hasta por un
año (arts. 994 y 996 CCCN). La doctrina controvierte la duración limitada cuando se trata de
contratos ya celebrados.
8.-DONACION DE ACCIONES:
-No siendo cosas muebles registrables no se exige la escritura pública para la donación,
pudiendo hacerse por instrumento privado (art. 1552 CCCN).
-La acción reipersecutoria del legitimario contra los terceros adquirentes de bienes registrables
no procede en el caso de donación de acciones (art. 2458).
-Ademas, conforme al art. 2461, los legitimarios que consintieron la enajenación no pueden
reclamar la imputación y la colación del excedente.
-Queda sujeto al régimen de los “negocios asociativos” en tanto contrato de organización que
no implica una sociedad (art. 1442), por lo que produce plenos efectos entre las partes (art.
1447)
-Puede pactarse la indivisión voluntaria del paquete accionario hasta por diez años (art.2000
CCCN).
-Las instrucciones y límites dados al apoderado del síndicato de acciones para votar en las
asambleas son oponibles a los accionistas y a la sociedad si las conocieron (art. 362 CCCN),
por lo que podría invocarse su incumplimiento para anular el voto y la decisión asamblearia.
-El contrato de fideicomiso debe inscribirse en el “registro público” que corresponda, que no
es el Registro de Acciones (art. 1669).
-Puede imponer la indivisión forzosa del paquete accionario por diez años el cónyuge
supérstite que sea el principal socio o que haya participado plenamente en la explotación de la
sociedad (art. 2332 CCCN), o el heredero en similar situación (art. 2333 CCCN).
-Hay atribución preferencial de las acciones, en caso de sucesión, al cónyuge o al heredero que
participó en la formación de la empresa salvo cláusula estatutaria sobre la continuación con
todos los descendientes (art. 2380)
12.-REGIMEN FISCAL
Unidad 16.
En general, del análisis de sus argumentos sería posible interpretar que ante una expresa disposición estatutaria cabría la
exclusión del socio en las sociedades anónimas cerradas. Se generaría, así, un ámbito donde es posible hacer jugar el
principio de autonomía de la voluntad para diseñar una fórmula estatutaria que permita el alejamiento del socio
perturbador o incumplidor, o bien el retiro del abusado, especialmente en las sociedades anónimas cerradas.
En la última década se han publicado una serie de fallos sobre casos de exclusión de socios en las sociedades anónimas. A
ellos nos referiremos sucintamente a raíz del último dictado por la sala D de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Comercial en autos "Microómnibus Barrancas de Belgrano S.A. c. Galván, Daniel Oscar y otros s/ordinario".
I. La exclusión del socio. ¿Una alternativa prohibida para las sociedades anónimas?
Una primera controversia radica en determinar si las sociedades anónimas pueden apelar al instituto de la exclusión de
socio o si éste queda reservado sólo a las sociedades con un componente intuitu personae en su elenco de socios.
El argumento más restrictivo lo encontramos en el fallo: "Ferro", que directamente sostiene que "la estructura de las
sociedades por acciones es incompatible con la posibilidad de excluir un socio, lo ratifican los arts. 90 y 91 de la ley
19.550." y agrega "Su existencia (como sociedad por acciones) es un obstáculo a la posibilidad de exclusión, instituto
previsto para las sociedades de personas, en las cuales se justifica en base a la consideración del sujeto. Pero en una
sociedad por acciones, la exclusión de un accionista no puede ser pronunciada".
En esta línea, la Sala A de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, en autos "Centro Proveedor
Agropecuario", dejo en claro que "la exclusión ha sido prevista por el legislador para aquellos entes societarios
constituidos intuito personae, excluyendo a los intuito rei, como precisamente son las sociedades anónimas" y agrega "(la
exclusión) sólo adquiere relevancia en las sociedades expresamente aludidas por el ordenamiento legal".
En similar postura, la Sala D del mismo tribunal en "Nergam" sostuvo que "la legislación sólo permite ejercer tal
facultad (exclusión de socio) en los tipos sociales indicados tanto en el referido artículo 91 como en el 90". Este criterio
fue vuelto a ratificar en el fallo bajo comentario ("... en definitiva, la ley 19.550 adoptó esa misma solución, pues autoriza
la exclusión de uno de los socios cuando exista justa causa (art. 90) pero como no incluye a la sociedad anónima dentro
del catálogo de tipos sociales en donde se permite ejercer tal facultad (arts. 90 y 91), cabe interpretar que, como regla,
tratándose de una S.A. no se permite ni al ente o a sus socios promover una acción con tal objetivo").
Con una posición más amplia, la sala F de tribunal indicado, en autos "Microómnibus Ciudad de Buenos Aires"
admitió "que el hecho que el legislador haya circunscripto el instituto de exclusión de socios a los tipos sociales
mencionados en el art. 91 LSC no limita su operatividad en otras estructuras asociativas si es que en éstas existe una
cláusula en el estatuto social". En un reciente proceso cautelar, la misma sala, en autos "BFL S.A.", reiteró esta posición.
En un fallo de 1995, la sala C de la Cámara capitalina se enroló en la situación más permisiva y que consideramos más
ajustada a derecho y a las necesidades funcionales de las sociedades anónimas cerradas y de sus socios. En "Transportes
del Tejar S.A." declaró la validez de una cláusula estatutaria que establecía "que la resolución de los contratos de
explotación constituye una justa causa de exclusión de los accionistas", que fuera adoptada por la asamblea de una
sociedad anónima de "componentes".
Para reconocer la validez de dicha cláusula y la consecuente posibilidad de excluir a un accionista por tal causa se tuvo en
cuenta "la particular estructura y finalidad de las sociedades de componentes", agregando que "es dable señalar que el
artículo 89 de la Ley 19.550, permite establecer en el estatuto causales de resolución parcial no previstas legalmente.
Por consiguiente, cabe entender que nada impide contemplar causales especiales que puedan dar origen al retiro forzado
del socio cuando concurran circunstancias que lo hayan apartado de la actividad empresarial para la cual fue constituida
la sociedad, como lo es sin duda la resolución de los contratos de explotación de las unidades microómnibus".
En los fallos mencionados se advierte cierta predisposición en admitir la exclusión de un socio en una sociedad anónima
cuando así hubiese estado pactado estatutariamente, hasta fue reconocido expresamente en el ya referido "Transportes
del Tejar S.A.". Aunque pareciera que, en algunos casos, la falta de previsión estatutaria, ha sido la excusa perfecta para
denegar una acción de exclusión, cuya aplicación a las sociedades anónimas cerradas no termina de convencer, salvo el
fallo aludido.
Y este es un dato relevante porque admitiría el pacto estatutario para habilitar el instituto de la exclusión del socio, como
su contracara simétrica, el derecho de retirada del socio abusado u oprimido, en las sociedades anónimas cerradas.
Es menester que el operador jurídico comprenda las necesidades de sus clientes, las particularidades y exigencias de los
fundadores societarios y que diseñe un estatuto social (complementado o no con pactos parasocietarios) que se adapte a
lo querido por los socios y que permita un manejo más fácil y menos problemático de la sociedad en el futuro. También
es deseable que el registrador mercantil acepte estas variaciones y ajustes y no se atenga a estatutos tipos o soluciones
normativos tradicionalmente aceptadas, para que la estructura jurídica societaria sirva realmente a las necesidades de los
socios.
Se ha sostenido que la ausencia de una norma legal que admita este supuesto guarda coherencia con el plazo determinado
que deben tener los contratos de sociedad (art. 11 inc. 5º, LSC). El instituto de la separación o renuncia —mediante la
rescisión contractual parcial— es propio de los contratos celebrados por tiempo indeterminado, pero no resultaría
aplicable a los que tienen un plazo de duración concreto y determinado.
Este argumento no es suficiente porque si bien es exigencia legal la determinación del plazo de duración de la sociedad,
también es cierto que el contrato de sociedades es de larga duración y con una repetida y facilitada vocación de
permanencia. Esta circunstancia podría hacer aconsejable el derecho a la separación. Derecho que, por otra parte, ha sido
reconocido al socio ante resoluciones de la asamblea que modifiquen sustancialmente el contrato constitutivo a través del
instituto del receso. Si bien se trata de dos institutos distintos, la admisión de uno torna incomprensible la no admisión del
otro.
La protección que beneficia al socio, que ve alteradas sustancialmente las condiciones contractuales originarias, bien
podría extenderse al socio que desea separarse de la sociedad con justa causa. En definitiva, quedará en manos de la
sociedad, o de su mayoría accionaria, evitar conductas que pudieran dar lugar, o al menos justificar, la acción de
separación del socio que se crea con justos motivos para hacerlo.
Por ello, es ampliamente justificable, por su eficiencia y conveniencia, la separación del socio por justa causa;
justificación que se debilita en caso de separación sin invocación de motivo alguno que lo legitime.
Al igual que en la exclusión, sólo podría contemplarse la posibilidad de separación si existiera una expresa disposición
estatutaria que la admitiera en virtud de lo prescripto por el art. 89, LSC, y, agregamos, siempre que se invocara una justa
causa.
Se sugiere, en consecuencia, y con relación a las sociedades cerradas o de familia, la adopción en sus estatutos de la
siguiente cláusula o similar:
"Será de aplicación lo dispuesto por los arts. 91, 92 y 93, LSC, referido a la exclusión del socio en las SRL. El socio
tendrá derecho a separarse de la sociedad por grave incumplimiento de las obligaciones a cargo de la sociedad o de los
socios que conformen la mayoría, violación al deber de buena fe, colaboración y lealtad o abuso de derecho. El
procedimiento de separación y sus efectos serán los establecidos por la ley para el caso de exclusión del socio".
V. La exigencia de justa causa para excluir al socio, como para permitir su retiro
Tal como está redactada la Ley de Sociedades Comerciales (arts. 90 y 91, LSC) sólo es posible la exclusión de un socio
por una justa causa. Bien sea por los motivos que brinda la ley (incapacidad, inhabilitación, declaración en quiebra o
concurso, o por la justa causa configurada por el grave incumplimiento de las obligaciones a cargo del socio) o demás
causales que pudieran preverse en el estatuto (art. 89, LSC).
Además, la ley fulmina de nulidad todo pacto en contrario (art. 91, LSC). Pero ¿contrario a qué? ¿A la posibilidad de que
el estatuto prohibiera la exclusión de un socio? ¿A la posibilidad de que estatutariamente se permitiera la exclusión sin
invocación de causa?
Parece que contraria a ambas posibilidades. Téngase en cuenta que la ley siempre habla de causales y cuando habilita el
juego de la autonomía de la voluntad es al solo efecto de poder fijar nuevas causales para la exclusión, pero no para
consagrar la exclusión sin causa ni para dejar sin efecto las causales legales (por lo menos para los tipos donde éstas son
obligatorias).
¿Pero qué sucedería si una de las causales admitidas por el estatuto para la exclusión del socio fuera la decisión de la
mayoría? ¿Estaríamos ante un supuesto de exclusión de socio ad nutum? o, ¿Precisamente la voluntad de determinada
mayoría constituiría la justa causa necesaria para la exclusión?
Nos preguntamos por qué esta cláusula podría ser contraria a la ley, mientras que el art. 94, inc. 1º, LSC. permite, por la
sola voluntad mayoritaria, la disolución del ente. Si la voluntad mayoritaria puede consagrar la extinción de la sociedad,
¿por qué no podrá pactarse estatutariamente (con el consentimiento unánime de los socios) que por iguales mayorías se
decidiera la resolución parcial del contrato, aun sin invocación de causa?
Una respuesta posible podría ser que la disolución afecta a todos los socios y pone fin —también para todos— al contrato
social. Mientras que la resolución parcial está destinada a dejar fuera a alguno o varios socios, lo que desbalancearía el
sistema de equilibrio interno de la sociedad y podría incentivar conductas oportunistas, ya sea de parte de las mayorías
cuando el porcentaje necesario para decidir la resolución parcial fuera alto.
1. Que en el marco de una sociedad cerrada los socios tienen libertad para pactar la solución que más les convenga,
máxime cuando tal solución debe tomarse por unanimidad al momento de su constitución.
2. Que la fijación estatutaria de una cantidad de votos determinada para excluir a un socio no afecta orden público
alguno.
3. Que si bien puede facilitarse ciertas conductas oportunistas por parte de los socios, eso es lo que ellos quisieron
actuando voluntariamente.
4. Que, de todas maneras, no debiera asimilarse la solución de la disolución anticipada (art. 94, inc. 1°, LSC) a los
casos de resolución parcial. Estamos de acuerdo, siguiendo el precedente "Schulze", que para disolver anticipadamente la
sociedad no podría alterarse las mayorías exigidas por la ley (asamblea extraordinaria y voto favorable de la mayoría de
acciones con derecho a voto, sin aplicarse la pluralidad de votos, art. 244, LSC), lo que no es aplicable —analógicamente
— a la resolución parcial.
5. Que una vez decidida la exclusión por la "mayoría" requerida estatutariamente, se debiera continuar el
procedimiento judicial dispuesto por la ley (se desbarata el argumento de Sup. Corte Buenos Aires 10/4/1970, "Gutiérrez,
Eugenio c. Águila Negra Soc. Col. y otros").
1. Las causales de exclusión deben referirse a una circunstancia objetiva y extrínseca a la parte que aprovecha sus
efectos y nunca puede incidir la mera voluntad discrecional de los demás socios, porque le atribuiría a la mayoría un
poder de exclusión arbitrario e incontrolable.
2. La exclusión de un socio no es una decisión que pueda ser adoptada por los consocios que forman la mayoría,
por cuanto ello importa una modificación sustancial de los términos del contrato.
3. La existencia de una causal de exclusión que eventualmente pudiera alegarse debe ser comprobada
judicialmente.
5. Resultaría contraria al orden público ("Schulze Hnos. SA" ([Dictamen del procurador]).
Además de las causales expresamente indicadas (incapacidad, inhabilitación y quiebra del socio), la ley de sociedades
argentina considera justa causa el grave incumplimiento de las obligaciones en cabeza del socio (art. 91, párr. 2°, LSC).
Sin perjuicio de esta pauta general, los socios, en el estatuto social, pueden pactar otras causales (art. 89, LSC).
Y esta solución es altamente eficiente y, sin duda, es la que habrían dispuesto los socios al momento de constituir la
sociedad y diseñar el estatuto social (bargaining point). Nadie, actuando racionalmente y en el marco de una sociedad
anónima, admitiría que la sociedad —sin invocación de causa alguna— pudiera "echarlo" de la sociedad ni, tampoco, que
cualquier socio, por su sola voluntad, se pudiera retirar, en cualquier momento de la sociedad exigiendo la devolución de
su participación.
Si existiera la posibilidad de excluir al socio sin motivo, resultaría muy difícil que algún inversor minoritario quisiera
participar en la sociedad, por el riesgo de no poder, siquiera, amortizar su inversión. En este caso y bajo tales
circunstancias, la eventual inversión del minoritario debería ir acompañada de mayores salvaguardias y de exigencias de
mayor rentabilidad en el corto plazo, entre otras capaces de inhibir conductas oportunistas del mayoritario.
La exigencia de "justos motivos", tanto para la exclusión como para la separación de los socios, protege los
intereses del socio en el primer caso, y los de la sociedad en el segundo, aunque, indirectamente, al asegurarse la
continuidad de la empresa social, también se beneficien los socios que se mantienen dentro de la sociedad.
Si la sociedad (en el caso de la exclusión) o el socio (en el caso de la separación) no tuvieren justos motivos, deberá
mantenerse el status quo y sólo quedará como último recurso para la mayoría accionaria, la costosa disolución del ente.
VI. Conclusión
Por lo expuesto, entendemos que el instituto de la exclusión del socio por justa causa es funcional y conveniente en el
marco de las sociedades anónimas cerradas y que, pactada en el estatuto, tiene plenos efectos. Lo mismo sucedería con el
derecho de retiro, separación o de retirada del socio, siempre que se acredite una justa causa.
Por el contrario, si el estatuto no contemplara el instituto de la exclusión ni el de separación del socio, no podrían
aplicarse por analogía las normas del art. 91, LSC, dispuestas obligatoriamente para otros tipos societarios distintos a la
sociedad anónima.
La regulación de la acción de nulidad de las decisiones asamblearias se encontraba en el art. 353 del código de Comercio
derogado, cuya insuficiencia había sido señalada por la doctrina en repetidas ocasiones, por cuanto quedaban sin aclarar
la legitimación activa y pasiva de la misma como también su plazo de ejercicio. Con relación al este tema la doctrina
sostenía que el plazo para el ejercicio de esta acción prescribía en el termino de 3 años a tenor de lo dispuesto por el art.
848 inc. 1 del mismo cuerpo legal.
Esta acción tiende a hacer respetar la ley, el estatuto o el reglamento, en cuanto son normas de cuyo cumplimiento se
hace depender el nacimiento de la voluntad social dado que en caso contrario no existiría voluntad social o ella se
encontraría viciada.
La acción esta descripta en el art. 251 de la ley 19.550 si bien la norma ha logrado reducir algunos de los problemas que
se planteaban en relación a la misma. La ley no ha exigido para la promoción de esta acción la tenencia de determinado
porcentaje de acciones por parte de los accionistas. La finalidad de la misma es repara el equilibrio roto como
consecuencia del apartamiento de la sociedad por una decisión de la asamblea, de la ley y de los estatutos. Cuando esto
ocurre, sus decisiones pueden ser impugnadas judicialmente. Es importante distinguir en que interés ejerce el accionista
esta acción, si en el suyo propio o en el de la sociedad. Por un lado, parte de la doctrina sostiene que esta acción es
otorgada al accionista como un derecho particular y privado, pues es evidente que en general, ese derecho corresponde a
todos los socios para quienes, por algún motivo concreto, el acuerdo asambleario significa una lesión patrimonial a su
derecho, por decisiones violatorias del pacto social de donde la impugnación actúa como factor de defensa social. Otro
sector de la doctrina, y especialmente la mayoría de la jurisprudencia, sostiene que la acción solo procede en el caso de
que se lesione el interés de la sociedad y por consiguiente también el interés del socio como participe de la misma, y
dicha acción no procede cuando la violación de la norma hubiera lesionado un derecho particular del socio. El accionista
ejercita una función social en defensa de la ley y de los estatutos, pero no en su propio interés.
Se sostiene que esta acción se ejerce en interés del propio accionista, ya que en varias disposiciones de la ley 19.550 se
protegen derechos individuales de los accionistas, permitiendo la impugnación prevista por el art. 251 proteger estos
derechos a la par que permite ejercer un poder de control sobre la marcha del ente, al cuestionarse judicialmente la
legitimidad del acuerdo societario que contrario la ley o los estatutos.
Es el interés patrimonial propio del accionista el que, al ser afectado, pone en marcha esta acción, si la resolución
asamblearia no perjudicara al accionista patrimonialmente éste no tendría interés en promover la acción, adviértase que la
diferencia con la posición contraria es evidente, unos reconocen solo derecho a ejercer la acción cuando lo que se afecte
sea el interés social y por consiguiente el del accionista, la otra posición reclama que cuando el interés patrimonial del
propio accionista se vea afectado, ello solo basta para promover la acción, teniendo esta como ulterior efecto la defensa
del interés social. Puede esta acción tener como ulterior finalidad según las circunstancias el objetivo de determinar la
responsabilidad de quienes aprobaron las resoluciones que se declaren nulas y el resarcimiento de los daños y perjuicios
ocasionados.
Legitimación:
La ley de sociedades en su art. 251 establece que: “toda resolución de la asamblea adoptada en violación de la ley, el
estatuto o el reglamento, puede ser impugnada de nulidad…” Esta norma no impone la obligación de impugnar las
resoluciones irregulares, sino que pueden ser impugnadas, esta acción debe ejercerse contra resoluciones de la asamblea
y en tanto no haya resolución sobre el mérito de la impugnación, el acto no se paraliza. El artículo en cuestión enumera
las personas que pueden demandar la nulidad de las decisiones asamblearias, sin que tal orden implique prelación en
atención a lo dispuesto por el art. 253, primer apartado de la ley. Así tenemos que están legitimados al efecto: los
accionistas que no hubieran votado favorablemente en la respectiva decisión, los ausentes que acrediten la calidad de
accionistas a la fecha de la decisión impugnada, los acciones que votaron favorablemente solo si su voto es anulable por
vicio de la voluntad, también pueden hacerlo los directores, síndicos, miembros del consejo de vigilancia y la autoridad
de contralor.
La norma en cuestión al permitir la impugnación por parte de los accionistas ausentes, que acrediten tal calidad a la fecha
de la decisión impugnada, nos brinda el criterio para solucionar este interrogante. Para iniciar esta acción en todos los
casos deberá probarse la calidad de accionista a la fecha de la asamblea que se impugna, porque de permitirse que un
extraño con relación al hecho que motiva la impugnación pueda cuestionar la validez de la asamblea, se estaría burlando
la seguridad jurídica del trafico comercial de la sociedad, principio rector en cuanto a nulidades se refieren. Por otra
parte, la protección esta dada al accionista, ya que es él quien evalúa la conveniencia o no de ejercer este derecho, mas
aun cuando la norma faculta a los accionistas que votaron favorablemente la decisión, impugnar la misma siempre que su
voto sea anulable por vicio de la voluntad, lo que pone de manifiesto el eminente carácter subjetivo de la acción. En
síntesis, la nulidad de la asamblea no puede ser perseguida por el accionista que ha adquirido con posterioridad a la
asamblea sus acciones, ni por quien ha dejado de ser accionista. No se ha previsto el caso del accionista presente, pero
que se abstuvo de votar, lógicamente quien se abstuvo de votar en definitiva no votó, ni prestó conformidad, si la
finalidad de la acción es la de tender a asegurar la regularidad del acto asambleario, en la que están interesados no sólo
los accionistas sino también la sociedad debe extenderse la legitimación a este supuesto.
Otro supuesto no contemplado por la norma estaría dado por los terceros respecto de la sociedad, debiéndose distinguir
entre quienes no están vinculados con la sociedad y los que, si lo están como consecuencia del giro comercial de la
misma, es decir que mantienen con ella relaciones crediticias.
Mecánica de la acción:
Esta acción deberá promoverse ante el juez del domicilio social, dentro de los tres meses de clausurada la asamblea.
Salvo el caso de suspensión preventiva de la ejecución de la decisión impugnada, establecido por el art. 252 de la ley
19.550 solo se proseguirá el juicio después de vencido el termino del art. 251 para promover la acción ósea tres meses
desde la clausura de la asamblea, esto permitirá saber si existen mas impugnaciones para poder tratarlas en conjunto
evitando así resoluciones contradictorias.
Cuando esta acción sea intentada por la mayoría de los directores o de miembros del consejo de vigilancia, los
accionistas designaran un representante ad hoc en asamblea especial convocada al efecto en la forma prevista para las
asambleas especiales.
Prevé la ley en su art. 252 la suspensión preventiva de la ejecución de la decisión asamblearia impugnada, teniendo en
miras tal suspensión la protección no solo del accionista impugnante, en el sentido de impedir que la posterior sentencia
carezca de eficacia si se permite la ejecución de decisiones asamblearias irregulares, sino también en beneficio de la
propia sociedad, ya que la ley pretende impedir que al amparo de un pedido arbitrario de suspensión de la decisión
supuestamente nula se creen prejuicios a la sociedad, es por ello que para la procedencia de esta medida deben cumplirse
exigentes requisitos. Procese solo a pedido de parte siempre que no existan perjuicios hacia terceros y previa garantía
suficiente por los daños que dicha medida pudiere causar a la sociedad.
Existiendo una asamblea que adolezca de defectos que la hagan pasible de impugnación, la ley prevé la posibilidad de la
revocación de tal asamblea por otra. Es decir, dar por no tomadas las decisiones consideradas irregulares, extinguiendo
así la posibilidad de una acción de impugnación, siempre que la nueva asamblea esté libre de todo vicio.
No prevé la ley la posibilidad de la convalidación de la asamblea que sea pasible de impugnación por vicios, que la hagan
en este caso anulable, que la hagan en este caso anulable, ya que las asambleas nulas no son posibles de convalidación,
pero ella debe considerarse tácitamente incorporada, ya que, si se puede revocar la misma, es posible también por una
asamblea regular y libre de vicios sanear una anterior asamblea irregular.
Distinciones entre acto nulo, anulable, nulidad absoluta, nulidad relativa y acto inexistente, categorías que sirven para
determinar cuál es el alcance de la norma. Borda sostiene que “por nulidad se entienden la sanción legal que priva de sus
efectos normales a un acto jurídico, en virtud de una causa originaria, es decir, existente en el momento de la celebración.
Tres son, por consiguiente, las notas características de la nulidad: 1) esta establecida en la ley, 2) importa privar de sus
efectos normales al acto, 3) la causa de la sanción es contemporánea a la celebración.” El código no señala una distinción
entre actos nulos y anulables, pero la doctrina luego de examinar los distintos casos presentados por el código civil, ha
extraído el siguiente principio: “acto nulo es aquel cuyo vicio se halla manifiesto, patente, en el acto mismo. En este caso
el papel del juez es pasivo: se limita a comprobar la existencia de una invalidez declarada de pleno derecho por la ley. Es
una nulidad precisa, rígida, insusceptible de estimación cuantitativa, taxativamente determinada por la ley”. En el acto
anulable, la causa de la invalidez no aparece manifiesta en él, sino que es necesaria una labor de investigación o
apreciación por parte del juez. Por si misma la ley es impotente para aniquilar el acto. La anulación depende de
circunstancias de hecho, es flexible variable, susceptible de valoración judicial. La invalidez no resulta ya de una simple
comprobación de la existencia de presupuestos legales, sino que el juez debe integrar con su juicio lo dispuesto en la
norma para llegar a ese resultado.
En cuanto a los casos de nulidad absoluta y de nulidad relativa, el código civil no enumera los casos, al igual que con los
actos nulos y anulables, sino que brinda los principales caracteres de distinción en sus artículos 1047 y 1048. La nulidad
absoluta obedece a una razón de orden público, de interés social, de ahí que pueda pedirla cualquiera y que, inclusive el
juez pueda y deba declararla de oficio, si apareciera manifiesta, aunque nadie la haya alegado, los actos viciados de tal
nulidad no son susceptibles de confirmación. Por el contrario, la nulidad relativa se establece en interés de las partes
interviniente, únicas que pueden pedirla, siendo susceptible de confirmación. Estas clasificaciones no son paralelas, sino
que se combinan.
Si bien el art. 251 de la ley 19.550 no formula ninguna distinción y abarca todo tipo de nulidades, ya sea nulidades
absolutas o nulidades relativas, quedando excluidas aquellas que se refieren a supuestos que no tengan que ver con las
decisiones asamblearias como normativa de fondo a falta de normas específicas, se debe aplicar el régimen general de las
nulidades previsto por el código civil.
Caducidad o prescripción:
Otro tema que se pone de manifiesto al analizar esta norma, es determinar que clase de plazo es el previsto por la norma
para el ejercicio de la acción, si este es un plazo de prescripción o un plazo de caducidad.
Algunas diferencias entre prescripción y caducidad: en l prescripción el derecho nace con duración indefinida y solo se
pierde por negligencia en usarlo, en la caducidad el derecho nace sometido a un termino fijo de duración,
prescindiéndose de toda consideración de negligencia en el titular. El termino de caducidad en algún caso puede ser
convencional, el plazo de prescripción es siempre legal y finalmente una de las mas importantes diferencias es que desde
el punto de vista procesal, la prescripción debe oponerse como excepción y no puede ser declarada de oficio porque su
beneficio es renunciable. La caducidad es automática, extinguiendo el derecho y debe ser declarada de oficio si es
advertida por el juez.
La acción de impugnación de las decisiones asamblearias previstas por el articulo 251 de la ley 19.550 es otorgada al
accionista en razón de su interés personal, abarca todas las clases de nulidades que puedan presentarse, no
configurándose un sistema especifico de nulidades societarias, lo que nos lleva a aplicar en su interpretación el régimen
general de las nulidades de los actos jurídicos que prevé el código civil. El plazo de ejercicio de esta acción es un plazo
de caducidad que solo afecta a los casos de nulidades relativas, y no a los casos en que se pone en juego el orden público.
No puede darse cabida a la doctrina de la nulidad por la nulidad misma, en tanto esta se impone por requisito no previsto
por el art. 251, el tener un interés que trascienda la nueva decisión asamblearia que se tome como consecuencia de la
invalidez decretada judicialmente de la asamblea anterior.
Unidad 17.
El “Status” de Socio
Se ha dicho que la acción no incorpora ni un derecho de crédito ni un derecho real, sino un status al que van unidos
derechos especiales y obligaciones especiales. Ese status contiene el conjunto de derechos, cargas, funciones y facultades
correspondientes al socio o frente a la sociedad. El contenido de ese status esta reglado de diferentes maneras en cada
soc. siendo modificable en parte por la convenciones sociales que lo puede disminuir, restringir o ampliarlo. Por lo cual,
no existe un status de socio típico y uniforme, sino que las obligaciones y derechos que integran el estatus queda
determinado según las normas legales y estatutarias que rigen a la sociedad (situación objetiva) y según las circunstancias
externas individuales relativas a cada socio (situación subjetiva). La propiedad de la acción es la que atribuye el status
de socio.
Derechos individuales:
Brunetti distingue los siguientes:
Derecho a la conservación del status de accionista hasta el fin de la sociedad. La condición del accionista es
consecuencia de la posesión de acciones como propietario o titular de las mismas, eso surge de la inscripción del
nombre del accionista en el libro de socios, en el caso de las acciones nominativas y escriturales, y en la
posesión de los títulos representativos de las acciones en el caso de las acciones al portador. Este derecho se
mantiene hasta el momento de la aprobación del balance final de liquidación. Este status es libremente
transmisible o cedible.
Derecho a la limitación de la responsabilidad, hasta el importe de la aportación prometida, es decir de las
acciones suscriptas. Es una característica esencial de este tipo social y lo distingue de los demás, según el art.
163. Los socios limitan su responsabilidad al capital suscripto, esto es, a las aportaciones prometidas a la
sociedad. Resulta imposible por acuerdo o resolución de la asamblea modificar esto porque eso seria una clara
violación de la ley y desnaturaliza el tipo social.
Derecho a obtener de la sociedad un documento que compruebe la participación accionaria, es decir que
acredite su calidad de accionista. Tiene derecho a obtener un documento (obligación insoslayable de la sociedad
entregarlo) que pruebe su calidad y su participación como socio, es un derecho sustancial. Mientras no se
encuentren totalmente integradas las acciones solo pueden emitirse certificados provisionales y cumplida la
integración los titulares pueden exigir la inscripción en las cuentas de acciones escriturales o la entrega de los
títulos definitivos.
Derecho al ejercicio de voto en las asambleas. Es derecho esencial del accionista, debe tener posibilidad de
participar en el gobierno de la Soc. integrando los acuerdos que adopte la asamblea, posibilitándole elegir los
órganos de administración y representación y fiscalización, aprobar la actuación de los administradores y
fiscalizadores, pudiendo modificar el contrato social y disolver y liquidar la sociedad. Este derecho comprende
el de exigir una correcta convocatoria, el de ser informado respecto a puntos concretos del orden del día, el de
solicitar mayores explicaciones durante la deliberación y el de constatar, finalmente, la corrección del acta de la
asamblea. Este derecho no desaparece por la constitución de usufructo o prenda, solo es suspendido en su
ejercicio en el caso de mora, o limitado en el caso de mediar un interés contrario del accionista con el social. Es
un derecho político por el cual el socio contribuye a la elaboración de la voluntad social a través de las
deliberaciones en asambleas o juntas que debe ser ejercido en interés de la sociedad.
Derecho de receso: art.245 Los accionistas disconformes con las modificaciones incluidas en el último párrafo
del art. Anterior, salvo en caso de disolución anticipada y en el de los accionistas de la sociedad incorporaste en
la fusión y en la escisión, pueden separarse de la sociedad con reembolso del valor de sus acciones. También
podrán separarse en los casos de aumentos de capital que competen a la asamblea extraordinaria y que
impliquen desembolso para el socio, de retiro voluntario de la oferta publica o de la cotización de las acciones y
continuación de la sociedad en el supuesto del art. 94 inc.9.
Derecho al dividendo acordado. Es el derecho a la participación en las futuras ganancias de la sociedad,
diferente al derecho de crédito al dividendo que es el que nace de una determinación de un beneficio susceptible
de ser repartido a un determinado ejercicio social. El derecho al dividendo acordado es un derecho potencial,
porque con anterioridad a la asamblea que acuerda este derecho existe solo una expectativa no tutelada, después
del acuerdo hay un derecho incondicional que no puede ser modificado o limitado por futuras perdidas. La ley
prescribe que los dividendos no pueden ser aprobados ni distribuidos sino por ganancias realizadas y liquidadas
resultantes de un balance confeccionado de acuerdo con la ley y estatuto y aprobado por la asamblea,
impidiendo de esa manera la distribución de dividendos ficticios. Los dividendos percibidos de buena fe no son
repetibles. Es el estatuto el que fija las reglas para la distribución de los beneficios, pero si no lo hace el estatuto
es deber de la asamblea, la cual al aprobar el balance resolverá sobre la distribución. Determinado el dividendo
el accionista tiene un derecho adquirido que no puede ser modificado ni limitado. El dividendo ficticio puede
surgir de 2 situaciones: 1) el balance del que surge es falso, 2) de la inexistencia de balance. Se debe tener en
cuenta que no es lo mismo dividendo ficticio que dividendo anticipados o provisionales, los ficticios están
siempre prohibidos porque son ilícitos, los segundos pueden ser luego admitidos. Los dividendos ficticios
tampoco deben confundirse con los dividendos imprudentes, los ficticios surgen de una alteración de la
contabilidad, mientras que los imprudentes en principio son lícitos, lo que ocurre es que derivan de la aplicación
de criterios contables que desdeñan la constitución de previsiones y reservas o del computo de acreencias
dudosas que constituyen un riesgo potencial para la sociedad. La distribución de dividendos ficticios constituyes
una grave responsabilidad de los directores y administradores que han elaborado y aprobado los balances y
estados contables falsos, y por consecuencia habrá responsabilidad de los órganos de fiscalización.
Derecho de impugnación de los acuerdos ilegales. El accionista tiene derecho a impugnar las resoluciones de
las asambleas que sean violatorias de la ley, del estatuto o del reglamento. Es un derecho acordado a los
accionistas que no las votaron favorablemente o que estuvieron ausentes y por los que votaron favorablemente
si su voto es anulable por vicios de la voluntad (dolo, error o violencia, art. 251).
Derecho de opción o preferencia en los aumentos de capital. Es un derecho esencial ya que se establece
expresamente que no puede ser suprimido ni condicionado (art.194), salvo el supuesto excepcional del art.
197. Este derecho es otorgado al accionista titular de acciones ordinarias, de voto simple o plural, y puede ser
extendido por disposición estatutaria o de asamblea a los accionistas titulares de acciones preferidas
patrimonialmente.
Derecho al reparto de liquidación. Este derecho este subordinado a la condición suspensiva de que al cerrar la
liquidación exista un activo a repartir, por eso el derecho a la cuota nace al verificar esa condición futura e
incierta de la existencia de un activo neto susceptible de ser repartido. Es un derecho propio de todo socio
individual, no sometido a la voluntad de la mayoría.
A estos derechos individuales, susceptibles de supresión o limitación por acuerdos sociales, cabe agregar en la legislación
argentina los siguientes:
Derecho de participar en las asambleas con voz, por sí o por medio de representante. Este derecho es
consagrado expresamente por la ley, es insuprimible e inderogable por el estatuto o asamblea. El derecho de
hacerse representar en la asamblea. Aun en loa casos de limitación al ejercicio de este derecho, los accionistas
tienen derecho de voz, y los accionistas titulares de acciones preferidas sin voto también tienen derecho de
participar en las asambleas con voz. Es entonces un derecho “individual” del accionista que no puede ser
suprimido ni limitado.
Derecho de votar acumulativamente en las asambleas. Es un derecho consagrado en el art. 263, es
inderogable e ilimitable por disposición estatutaria o asamblearia. Solo se excluye si se opta por el sistema de
elección de directores o miembros del consejo de vigilancia, por clase o categoría de acciones.
Derecho de ejercer la acción social de responsabilidad, si no fuese ejercida dentro del plazo de tres meses del
acuerdo impugnado. Cualquier accionista puede ejercer la acción social de responsabilidad contra el director o
miembro del consejo de vigilancia o sindico, si la misma no es ejercida dentro de los 3 meses contados desde la
fecha de la asamblea que resolvió su instauración. Este también es un derecho individual, propio del accionista.
Derecho a negociar sus acciones. El accionista tiene derecho de transferir a otra persona la participación
representada por la acción colocando al cesionario en la misma posición de socio. Este derecho puede ser
sometido a condiciones, fijadas estatutariamente, para las acciones que no sean al portador (las nominativas y
escriturales). La ley establece la libre transmisibilidad que consagra el art. 214, admitiendo si que el estatuto
puede limitar dicha transmisibilidad nominativa y escritural sin que pueda importar la prohibición de su
transferencia, la limitación debe constar en el titulo o en las inscripciones en cuentas y sus comprobantes. En
cuando a las acciones al portador no existe ninguna posibilidad estatutaria de restringir su libre
transmisibilidad. En las acciones nominativas cabe distinguir si son o no endosables, si lo son se transmiten por
endoso del titulo y es el endosatario quien debe solicitar el registro de esa transmisión a la sociedad.
Derecho de intervenir en la administración y fiscalizar la sociedad, pudiendo ser elegido para integrar el
directorio o consejo de vigilancia, examinar balances, libros de socios, asambleas, etc.
Derechos de información y fiscalización que son adjudicados por nuestra ley a las minorías, como los casos
contemplados en los art. 236 y 294 inc. 11.
Derecho de resarcimiento. El accionista tiene acción de resarcimiento contra los administradores y síndicos,
cuando haya resultado directamente perjudicado por actos violatorios de la ley, los estatutos y reglamentos, dolo
y culpa grave. También contra los miembros del consejo de vigilancia si se hubiese optado por este órgano. El
accionista tiene a su disposición el ejercicio de la acción individual de responsabilidad en todos los casos en que
resulte perjudicado en su patrimonio por esos actos ilegítimos de los directores y fiscalizadores.
Art. 245.
Concepto de receso: es la facultad que tienen los accionistas disidentes y ausentes para separarse de la sociedad cuando
el órgano de gobierno (la asamblea) decide una cuestión que altera profundamente la situación de ellos.
Limitación por oferta pública: en las Soc. que hacen ofertas públicas sus acciones están autorizadas para la cotización
de las mismas, los accionistas no podrán ejercitar el derecho de receso en los casos de fusión o escisión, si las acciones
que deben recibir en su consecuencia estuvieren admitidas a la oferta publica o para la cotización según el caso que fuere.
Podrán ejercerlo si la inscripción bajo esos regímenes fuere desistida o denegada.
Titulares: el derecho de receso solo podrá ser ejercido por los accionistas presentes que votaron en contra de la decisión
dentro del quinto día y por los ausentes que acrediten la calidad de accionistas al tiempo de la asamblea dentro de los 15
días de su clausura.
Caducidad: el derecho de receso y las acciones emergentes caducan si la resolución que los origina es revocada por
asamblea celebrada dentro de los sesenta días de expirado el plazo para su ejercicio por los ausentes, en este caso los
recedentes readquieren el ejercicio de sus derechos retrotrayéndose los de naturaleza patrimonial al momento en que
notificaron el receso.
Fijación del valor: las acciones se reembolsarán por el valor resultante del ultimo balance realizado o que deba
realizarse en cumplimiento de normas legales o reglamentarias. Su importe deberá ser pagado dentro de 1 año de la
clausura de la asamblea que origino el receso, salvo los casos de retiro voluntario, desistimiento o denegatoria de la
oferta pública o cotización o de continuación de la Soc. en los que deberá pagarse dentro de los 60 días desde la clausura
de la asamblea o desde que se publique el desistimiento. El valor de la deuda se ajusta a la fecha del efectivo pago.
Nulidad: es nula toda disposición que excluya el derecho de receso o agrave las condiciones de su ejercicio.
Las reformas introducidas en la ley 22.903 buscan una clarificación de la norma y mayor precisión de ciertas cuestiones:
1) Se otorga el derecho de receso: en caso de aumentos de capital que requieran asamblea extraordinaria, poniendo
fin de ese modo a la discusión doctrinaria y jurisprudencial sobre ese tema, porque eso importa un mayor
esfuerzo pecuniario exigido al accionista.
2) En caso de transformación de la sociedad es decir cuando cambia de un tipo a otro. Por ej. el cambio de una SA
por una Soc. colectiva produce una variación fundamental en cuanto a la responsabilidad del socio agravándola
considerablemente.
3) En caso de prorroga de la sociedad se explica por el diferimiento que sufre el derecho al reparto de la
liquidación.
4) En caso de transferencia del domicilio al extranjero el derecho de receso se explica porque implica una
modificación sustancial al contrato social.
5) En caso de cambio fundamental del objeto: el receso esta autorizado en cambios fundamentales y no es aspectos
accesorios o complementarios. El objeto social determina el contenido de la actividad de la Soc. y es una
garantía para la propia sociedad, para los socios y en cuanto a los 3ros que contratan con la Soc.
6) En caso de reintegración total o parcial del capital porque esa reintegración implica un esfuerzo que se requiere
del socio, al exigirle nuevas aportaciones de capital sin siquiera tener derecho a recibir acciones.
7) En caso de la fusión, pero con ciertas limitaciones. Este derecho se da a las Soc. que se disuelven. No se otorga
al accionista de la Soc. incorporante porque esta no se disuelve y el accionista no sufre ningún desmedro en sus
derechos. Una excepción se contempla para el caso de Soc. que hacen oferta publica de sus acciones o se hallan
autorizadas a cotizar en bolsa.
8) En caso de escisión.
9) En caso de retiro voluntario de la oferta publica o de la cotización de las acciones para aquellas sociedades
abiertas del art. 299.
10) En caso de continuación de la Soc. en el supuesto del art. 94 inc. 9, es decir sanción firme de cancelación de
oferta publica o de la cotización de sus acciones. En este supuesto se produce disolución de la sociedad si los
socios no resuelven su continuación dentro de los 60 días, de modo que decidida la continuación de la soc los
socios disidentes tienen derecho al receso.
- En caso de disolución anticipada de la Soc. porque eso conlleva la liquidación de la misma y ahí obtendrá el
socio su parte en el remanente de la liquidación.
- En caso de fusión y escisión para los accionistas de la sociedad incorporante porque dicha Soc. no se disuelve y
el accionista de la misma nada peirde.
- En el caso de las sociedades que hacen oferta publica de sus acciones o están autorizadas para su cotización en
bolsa. La exclusión es lógica porque en tales supuestos en nada se perjudican los accionistas de esas sociedades.
Salvo que al inscribirse la Soc. dicho régimen fuera desistido o denegado, porque ahí si hay derecho de receso.
En estas sociedades el socio no tiene la obligación de colaboración, que es una obligación mas propia de los tipos
sociales de interés. Pero no hay dudas que el accionista tiene obligaciones que cumplir desde el punto de vista del interés
social.
1) Deber de lealtad: el accionista tiene este deber primario desde el punto de vista de la obligación general de
obrar con buena fe en los negocios jurídicos y en las relaciones comerciales. Debe lealtad hacia la sociedad y
lealtad hacia los demás accionistas. Fue incluido expresamente por la ley 19.550. Ante la existencia de un
conflicto de intereses, de una contraposición entre los intereses particulares del accionista y los generales de la
sociedad, fundamenta la prohibición de votar consagrada en el art. 248. El accionista que contraviniendo esa
prohibición vota, viola su deber de lealtad y es responsable por los daños y perjuicios ocasionados cuando sin
ese voto no se hubiera logrado la mayoría necesaria para el acuerdo irregular. De modo que el conflicto de
intereses no se circunscribe al enfrentamiento de los derechos particulares del accionista con los de la sociedad,
sino también con el de los demás socios. Ante ese conflicto el accionista tiene el deber de lealtad de abstenerse,
de no votar, sin perjuicio del derecho de opinar en la asamblea, si bien haciendo conocer a los demás presentes
su situación de conflicto y que se abstendrá de votar.
2) Deber de cumplir con el aporte prometido: el accionista debe efectuar sus aportaciones en los plazos pactados
en el contrato de suscripción y en la forma convenida. Ni la sociedad ni sus órganos pueden relevarlo de esta
obligación porque el capital social es la garantía fundamental que tienen los 3ros. La mora en el cumplimiento
de su obligación se produce por el mero vencimiento de los plazos pactados y produce el efecto inmediato de
suspender el ejercicio de los derechos inherentes a las acciones en mora. Los accionistas pueden obligarse a
“prestaciones accesorias” no dinerarias contempladas en el art. 50 de la ley, en cuyo caso esas prestaciones
deben ser conexas a las acciones y estas deben ser nominativas. Tal el caso de obligaciones de prestar ciertos
servicios o realizar tareas personales en las sociedades “anónimas familiares” o sociedades de profesionales. El
accionista debe allí cumplir estas obligaciones las que podrán ser demandadas por la sociedad si así no lo
hiciere, respondiendo también por los daños y perjuicios.
3) Deber de cumplir con la ley, el estatuto y reglamento: el deber de cumplir el contrato social lleva implícito el
de acatar las normas legales y respectivas y también las reglamentarias impuestas en el acto constitutivo o
posteriormente. El accionista incumple estos deberes cuando vota acuerdos ilegítimos en las asambleas, por ej.,
y asume por ello responsabilidades con su patrimonio personal.
Sindicación de acciones:
La necesidad de que el gobierno de la anónima cuente con el respaldo de las grandes mayorías de accionistas ha
llevado a la doctrina a auspiciar los convenios de votos y la sindicación de acciones. Posición adoptada por
algunas legislaciones y varios proyectos.
La ley de sociedades comerciales ha omitido referirse a estos convenios. Sus autores señalan las siguientes
razones: a) porque no se trata de un pacto, acuerdo o convenio que integre el régimen legal de las sociedades. Es
un contrato, que, aunque pueda llegar a afectar el funcionamiento de las instituciones de la sociedad, es ajeno a
esta. Es un acto parasocial, que no obliga a la sociedad, y esta lo puede impugnar cuando desvirtúe o afecte su
funcionamiento leal. 2) no cabe una norma única que legitime o fulmine de nulidad o ineficacia cualquier pacto
de esta clase, depende de los fines perseguidos con tal contrato.
La doctrina nacional, autores como Halperín señalan que estos acuerdos son válidos entre los socios ajenos a la
sociedad, otros como Zavala Rodríguez se pronuncian decididamente por su ilicitud.
Distintas modalidades:
Las modalidades que en la practica presentan los sindicatos de accionistas son variadas, pero pueden reducirse a
dos criterios generales, dentro de cada uno de los cuales caben innumerables variantes:
1) El accionista conserva la posesión de las acciones y se somete a votar en las asambleas o en determinada
asamblea en el sentido previamente acordado en el seno del sindicato.
2) El accionista entrega sus acciones al sindicato y otorga poder a la persona que el sindicato determine para
que, en su nombre y representación, concurra a la asamblea o ejerza el derecho de voto.
Los acuerdos de votos pueden ser transitorios para una asamblea determinada, o bien tener mayor duración mediante
convenios con cierta permanencia. Los convenios de “sindicación” de acciones persiguen comúnmente mayor
estabilidad. El grupo parasocial puede convenir y normalmente lo hace unificar su voluntad a efectos de tomar la
dirección de una sociedad, mediante la elección de la mayoría de los directores o consejeros. En tal caso los directores o
consejeros así designados son el resultado de tales acuerdos y comúnmente serán los encargados de aplicar dentro de la
sociedad los acuerdos parasociales del grupo.
Fallo comentado: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, sala D (CNCom)(SalaD) CNCom., sala D ~ 2009-
06-24 ~ Danza, Oscar Enrique y otros c. Garovaglio y Zorraquín S.A.
El sistema eleccionario denominado "acumulativo de votos" o "de voto acumulativo" no había sido objeto de atención
por los autores argentinos, y encuentra su antecedente de utilización en normas impuestas en algunos Estados de los
Estados Unidos de América; más precisamente en la Constitución del Estado de Illinois del año 1969. Pero en este país se
explicaba la implantación del voto acumulativo en la elección de los directores, dada la gran limitación que tenían los
accionistas en el ejercicio del derecho de control, por un lado y por las amplias atribuciones adjudicadas al directorio, por
otro, y, finalmente, por la inexistencia de un órgano privado de fiscalización (como nuestra sindicatura o consejo de
vigilancia).
La finalidad de este sistema eleccionario es posibilitar a las minorías accionarias participar en la administración de la
sociedad, pero su implementación no resulta tan simple como el sistema de elección grupal, y requiere una cuidadosa
regulación y atenta aplicación, a riesgo de revertir el poderío mayoritario.
En nuestra opinión, el sistema de acumulación de votos infringe los principios que informan el derecho político de la
elección, impactando peligrosamente en la unidad de dirección que debe mantener una empresa, por abrirse el cauce a
permanentes conflictos intestinos que pueden llevar a la paralización de su actividad.
El sistema permite, a los accionistas que opten por él, votar en forma tal que la cantidad de votos conferidos por sus
acciones, por un lado, se limite a ejercerlos en un número menor de candidatos, pero, por otro lado, la cuantía de sus
votos se acreciente en tantas veces como candidatos deban elegirse.
Rige el art. 263 de la LSC que no contiene una obligación para el accionista minoritario, sino una mera facultad de votar
acumulativamente, que no le puede ser coartada cuando decide ejercerla. Es que el voto acumulativo es un derecho
disponible y negociable, que puede o no ejercitarse por los particulares interesados cuando se dan ciertas condiciones, de
las cuales la más notoria es la necesidad de ostentar una tenencia mínima de acciones de una sociedad. No basta ser
minoría para tener derecho a optar y a ejercer el voto acumulativo; se trata de un mecanismo tendiente a que una minoría
suficiente, y no cualquier minoría, pueda gravitar en las decisiones asamblearias que designen los integrantes de los
órganos. El límite no es para cada accionista en particular, sino que corresponde a la totalidad de los cargos que se
pueden cubrir con candidatos votados acumulativamente; en caso de elegirse directores titulares y suplentes, para la
determinación del tercio de las vacantes a llenar, deben considerarse por separado (titulares por un lado y suplentes por
otro), en tanto, en ambos supuestos, el número de vacantes lo permita (por lo menos tres en cada caso).
El estatuto no puede derogar el derecho a elegir hasta un tercio de las vacantes de manera que dificulte su ejercicio, pero
se excluye el caso de que se designen directores por el sistema del art. 262 (elección por clase o categoría de acciones —
art. 263, párr. 2°—). La esencia del "sistema de voto acumulativo" es dar protección y representación a la minoría
en el directorio de la SA, por lo cual el art. 263 de la LSC prohíbe no sólo derogar este derecho sino también dificultar
su ejercicio coherentemente con la motivación de la norma. Las únicas formas en que se puede derogar el derecho de
elegir a los integrantes del directorio con el sistema de voto acumulativo están expresamente previstas en los arts. 251,
262, 263, 280 y 311 de la LSC. El mantenimiento de la inderogabilidad del derecho de ejercer el voto acumulativo
es indudable que resulta de la aplicación literal del art. 263, pero, a nuestro entender, con olvido de las demás
disposiciones de la LSC para las SA, como, aparte de aquéllas, por ejemplo, la esencialidad atributiva de la asamblea de
poder elegir un directorio compuesto de uno o más directores, e incluso entre un número mínimo y un número máximo
(art. 255); la facultad de los síndicos de designar un director reemplazante (art. 257); o la facultad general de designar y
remover los directores (art. 234, inc. 2°), o la facultad de modificar el estatuto social (art. 235) con la simple condición de
respetar el quórum y mayoría del art. 244 de la LSC.
Aplicando la norma de inderogabilidad examinada, se resolvió que, si está acreditado que la verdadera intención de una
reforma estatutaria ha sido perturbar o, claramente, impedir el ejercicio del derecho de la minoría de elegir un director
mediante el voto acumulativo, la cuestión está claramente subsumida en lo que se denomina "abuso del derecho" o
ejercicio desviado de éste, por lo cual es suficiente para fulminar de nulidad a aquellas reformas. Es que toda cláusula que
directa o indirectamente dificulte la aplicación del sistema de voto acumulativo se tendrá por inexistente, y no se aplicará.
Frente a las dificultades interpretativas originadas en las lagunas que ofrecía el art. 263, el entonces IGPJ, mediante res.
37/ 73, procedió a dictar una serie de normas interpretativas a manera de criterio básico para establecer una
jurisprudencia administrativa. Más tarde, la reglamentación administrativa trató de remediar las lagunas y dificultades
que ofrecían tanto el art. 263 de la LSC como la no feliz res. 37/73, incorporando como art. 64 de la res. 6/80 de la IGJ
los criterios y procedimientos que había que observar en el empleo del voto acumulativo, y que puede considerarse como
precedente significativo del actual art. 263, modificado por la ley 22.903.
Actualmente rige el copioso art. 112 de la res. IGJ 7/05. Con respecto a la designación de los directores cuya inscripción
se solicite, dispone que, en caso de haberse efectuado por acumulación de votos, el control de legalidad del
nombramiento se realizará verificando que la resolución asamblearia se haya adoptado observando los procedimientos y
criterios expresados en los incisos que describe, destacándose, en el caso de examen, que cuando uno o más accionistas
deseen ejercer el derecho de votar acumulativamente, deberán notificarlo fehacientemente a la sociedad con la
anticipación prevista en el inc. 1° del art. 263 de la LSC, individualizando las acciones con las que se ejercerá tal
derecho, y que no procederá la elección por el sistema del voto acumulativo si la notificación no se efectuó en término, o
si se omitió la individualización de las acciones con las que se ha de votar. También prescribe la norma administrativa
que ningún accionista podrá votar dividiendo al efecto sus acciones en parte acumulativamente y en parte en forma
ordinaria o plural, y que los accionistas que hubieren notificado su voluntad de votar acumulativamente y cumplido los
recaudos correspondientes, sólo votarán acumulativamente con las acciones mencionadas en la notificación previa
pertinente, aunque conforme al registro de acciones resulten titulares de mayor cantidad de acciones el depósito fuera
mayor.
La jurisprudencia tuvo entonces su participación interpretativa, entendiendo que en la exegesis del art. 263 se debía tener
en cuenta:
1) que el encabezamiento establece la norma matriz de la regulación y las disposiciones siguientes son
reglamentarias de dicha norma, por lo cual su alcance debe interpretarse o establecerse teniendo siempre en
cuenta esa regla central;
2) que la norma matriz asegura a la minoría una "eventual" participación en el directorio de hasta un tercio de las
vacantes a llenar; esto es, que por más importante que se la minoría —aplicando este procedimiento— y aunque
se divida en distintos "grupos", sólo puede elegir hasta un tercio, límite fijado expresa y claramente por el
mencionado art. 263;
3) que la LSC persigue con el voto acumulativo que la minoría, cuando es importante, pueda controlar la actuación
del directorio en su propio seno, y no quiere reemplazar la mayoría por la minoría, ni dividir el directorio de
manera que ponga en peligro su funcionamiento eficaz;
4) que el sistema vigente adolece de importantes defectos, tanto de redacción como de omisión, que han engendrado
confusión, y
5) que la IGPJ, por medio de su res. 37/73, ha consagrado una interpretación que desnaturaliza el sistema toda vez
que estima que la minoría a que se refiere la parte general del art. 263 de la LSC es por cada accionista que ejerza
ese derecho y no un tercio del directorio para todas las minorías; con lo cual viola el espíritu y la razón de ser del
sistema del voto acumulativo.
Como señalan Sasot Betes y Sasot, no son uniformes las conclusiones a que llegan los trabajos elaborados sobre el voto
acumulativo por la doctrina argentina, destacándose los que dan por cierto determinados supuestos axiomáticos que
conducen a reputar válidas sus consecuencias, de otros que otorgan exagerada relevancia a las fórmulas matemáticas que
el sistema permite desarrollar, haciéndose prevalecer sobre los principios jurídicos que definen y modulan el voto
acumulativo. Pero también, frente a las complicaciones interpretativas del art. 263, se recomendó su derogación.
Nosotros censuramos la existencia del sistema del voto acumulativo por lo siguiente:
a) El art. 263 ha resuelto insuficientemente en su reglamentación como para tener una idea indudable sobre el
modo de ejercer tal derecho en la práctica. De ahí la excesiva atención que se le prestó en las obras de los especialistas en
derecho societario y en una serie de monografías y trabajos especializados.
b) Este sistema eleccionario no ha funcionado ni se ha empleado como lo autores de la LSC pretendían, pues en el
caso delas SA de familia, o cerradas, su empleo no las alcanza (por los pocos directores que integran el órgano de
administración) o sus accionistas minoritarios consideran innecesario que la ley los proteja con un derecho que no
emplean porque la realidad es otra; en las verdaderas SA abiertas ocurre que sus accionistas carecen en la mayor parte de
los casos de una vocación de poder o control, interesándoles la renta de sus acciones, la simple inversión como tal o las
diferencias que pueden hacer en operaciones de compraventa de títulos accionarios; por otra parte, si se trata de proteger
el derecho de información de los accionistas como el control societario, existen los órganos apropiados para ello (consejo
de vigilancia, sindicatura, o auditoría anual) previstos en la ley, y éstos serían obviados si se llegara a emplear el sistema
de acumulación de votos.
c) El sistema de voto acumulativo, es tan confuso y complicado que, por querer dar a la minoría una representación
en el
directorio, la elección se convierte en un torneo de destreza matemática —según resulta de las numerosas fórmulas
propuestas por la doctrina— que conlleva el riesgo de que la minoría acceda al directorio con una participación
desproporcional. (12)
El art. 263, párr. 4°, señala que, para el ejercicio del derecho a elegir hasta un tercio de las vacantes a llenar en el
directorio por el sistema del voto acumulativo, se observará el procedimiento previsto en los párrafos que le siguen.
El art. 263, inc. 1°, estipula que "el o los accionistas que deseen votar acumulativamente deberán notificarlo a la sociedad
con anticipación no menor de tres días hábiles a la celebración de la asamblea, individualizando las acciones con que se
ejercerá el derecho y, si fuesen al portador, depositando los títulos o el certificado o constancia del banco o institución
autorizada. Cumplidos tales requisitos aunque sea por un solo accionista, todos quedan habilitados para votar por este
sistema".
La voluntad de ejercer el derecho deberá ser pura y simplemente expresa, no siendo válida la notificación
condicionada, ni la mera reserva de derecho.
La notificación deberá efectuarse a la sociedad por cualquier medio fehaciente, bastando que revista el carácter de dar
fe o constancia de su recepción por el destinatario.
El art. 263 de la LSC, versión original, parecía no imponer trabas a que un accionista pueda simultáneamente votar con
parte de sus acciones por el sistema de acumulación de votos y con el resto por el sistema ordinario o plural, puesto que
no se atentaba contra la indivisibilidad del voto. aunque esta circunstancia se consideraba poco probable que se diera,
pues siempre le conviene al accionista que ejerce el voto acumulativo hacerlo con la mayor cantidad de acciones
posibles. La reforma introducida por la ley 22.903 opto decididamente por proscribir la separación de las acciones,
destinándolas a votar en parte acumulativamente y en parte en forma ordinaria o plural (ver art. 263, inc. 6°).
El fallo
La decisión final del Tribunal de alzada, confirmando lo resuelto por el Tribunal de Arbitraje General de la Bolsa de
Comercio de la Ciudad de Buenos Aires nos parece correcta, principalmente en algunos de sus fundamentos, a saber:
a) El sentido que cabe otorgar en este caso concreto a la norma de art. 263, 1er. párr., LSC, debe atender al texto
literal de laley pero compatibilizado con su elemento lógico, el de los fines a los que tiende, y la finalidad de la
modificación previa es el de que los demás accionistas no sean sorprendidos en el acto de la asamblea por su cambio en
el procedimiento de la elección de los integrantes del órgano.
b) La afirmación del tribunal arbitral de ser equívoca la norma que impone individualizar las acciones con que se
ejercitará el
derecho a votar acumulativamente puede ser considerada como opinable, aunque caracterizada doctrina la califica como
generadora de dudas y como una disposición que llena más una finalidad dogmática que práctica, pues cualquier
estrategia que intente programar el denunciante puede quedar neutralizada por quienes sin aviso previo se acogen en el
acto asambleario al voto acumulativo. Pero el fundamento del voto emitido por la Cámara, concluye en que las acciones
con que se iba a ejercer el derecho fueron suficientemente individualizadas, con lo cual este argumento del apelante es
irrelevante para decidir este caso pues ni la notificación se efectuó antes del depósito, ni se depositaron nuevas acciones,
ni el votante quedó inhabilitado para hacerlo por alguna razón de las enunciadas por aquél, ni se identificaron una
cantidad de acciones menor a las depositadas.
c) El precedente de esta sala "Paz Rodríguez J. c. Clínica Laferrere S.A. s/ord." (CNCom, Sala D, 16/04/07) no es
aplicable al
caso por cuanto la actora no sólo omitió cursar algún tipo de notificación sobre su intención de votar acumulativamente
en la asamblea del 19/12/2003 que es lo que interesaba en ese caso, sino porque no aportó ninguna prueba acerca de que
su tenencia accionaria hubiera constituido una minoría suficiente que hubiera tenido éxito en la elección de algún director
(punto 4to. del voto del señor juez Heredia). Por otra parte, en el fallo de esta sala "Gysin, N. y otros c. Garovaglio y
Zorraquin S.A." del 30/5/ 08 el vocal preopinante se refirió no sólo a la inaplicabilidad del fallo "Paz Rodríguez J. c.
Clínica Lafarrere S.A. s/ord." invocado por la apelante en razón de que en este último careció de la prueba indicada
anteriormente, sino que además puntualizó —con cita de Blaquier R, que "aun si fuera dudosa la presencia de una
minoría suficiente... debe entenderse que esta existe"
1°) resulta nula la decisión asamblearia que negó a un accionista el derecho a votar acumulativamente porque las
acciones con las que pretendía ejercer ese derecho no estaban individualizadas en la notificación cursada a la sociedad a
fin de comunicar la voluntad de votar de ese modo si, en la referida nota se formuló una referencia expresa al certificado
de depósito de acciones que identifica las mismas pues, tanto el contexto general como el criterio interpretativo que
impone atenerse a la solución favorable a la validez del acto, revelan una expresión positiva de la voluntad en ordena la
individualización de las acciones, y
2°) cuando en la nota a través de la cual un accionista comunica su decisión de votar acumulativamente, éste afirma
individualizar las acciones sin hacerlo expresamente, pero haciendo referencia a que deposita el certificado donde están
identificadas las acciones, no puede entenderse de buena fe, que la nota incurrió en una omisión desde que, la necesidad
de individualizarse en la misma nota se impone si el accionista se propone ejercitar el derecho con parte de la
individualizadas en el certificado, pero si alude al certificado sin más precisiones, la individualización abarca a todas las
detalladas en éste.
Sólo nos permitimos añadir, respecto a la declaración de nulidad de la resolución asamblearia que comentamos, que es
posible cuestionar el contenido de las decisiones que tome la asamblea de SA, cuando su objetivo sea alterar la
estructura, las funciones o las atribuciones de los órganos administrativos indispensables —salvo eventualidades
extremas—, como la asamblea, el directorio y la sindicatura. La mayor parte de los casos contemplados por la teoría del
exceso de poder son susceptibles de impugnación, invocando el abuso de derecho, fundado no sólo en que están
orientados, mediata o inmediatamente, a la satisfacción del interés común de los socios, sino también en la lesión injusta
o arbitraria a los intereses individuales de algunos socios, aunque su contenido sea indiferente al interés común así
concebido, si aquélla excediera los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres. En términos
generales puede decirse que la desviación o abuso de poder se manifiesta en virtud de un acuerdo cuyo perjuicio para el
interés social sea tan grande, que no puede suponerse esencialmente que se deba al error de la valoración del interés
social.
Finalmente, y aunque poco se divulgue, podría decirse que este fallo, elíptica y correctamente, priorizó los "usos y
costumbres mercantiles" anteponiéndolos a las solemnidades instrumentales que, como en los debatidos arts. 4° y 165 de
la LSC se llegó a hacer prevalecer la celebración del acto societario por "instrumento público" y no por "escritura
pública".
Apostillas sobre las reuniones a distancia: la resolución general 11/2020 de la Inspección General de Justicia y la
LGS
El 11 de diciembre de 2001 fue promulgada la ley 25.506 conocida como la Ley de Firma Digital.
Esta normativa, en lo concerniente a la firma digital preludió, en su medida, lo que se impondría al poco tiempo como
mecanismo de las reuniones a distancia, teniendo presente que:
- Se entiende por firma digital el resultado de aplicar a un documento digital un procedimiento matemático que requiere
información de exclusivo conocimiento del firmante, encontrándose esta bajo su exclusivo control.
- La firma digital debe ser susceptible de verificación por terceras partes, de modo que tal verificación simultáneamente
permita identificar al firmante y detectar cualquier alteración del documento digital posterior a su firma.
- Los procedimientos de firma y verificación a ser utilizados para tales fines serán los determinados por la autoridad de
aplicación en consonancia con estándares tecnológicos internacionales vigentes.
- Cuando la ley requiera una firma manuscrita, esta exigencia también queda satisfecha por una firma digital.
El dec. 2628/2002 reglamentó la ley 25.506 regulando el empleo de la firma electrónica y de la firma digital y su eficacia
jurídica, pudiendo utilizarse los sistemas de comprobación de autoría e integridad descriptos en el art. 1º de dicho
decreto.
El art. 65 del dec. 677/2001 que regulaba el régimen de transparencia de la oferta pública en punto a la celebración de las
reuniones a distancia, disponía básicamente que:
1. El órgano de administración de las entidades emisoras podrá funcionar con los miembros presentes, o comunicados
entre sí por otros medios de transmisión simultánea de sonidos, imágenes o palabras, cuando así lo prevea el estatuto
social. En tal caso el órgano de fiscalización dejará constancia de la regularidad de las decisiones adoptadas.
2. Se entenderá que solo se computarán a los efectos del quórum a los miembros presentes, salvo que el estatuto
establezca lo contrario.
3. El estatuto deberá establecer la forma en que se hará constar en las actas la participación de miembros a distancia.
4. Las actas serán confeccionadas y firmadas dentro de los cinco [5] días de celebrada la reunión por los miembros
presentes y el representante del órgano de fiscalización.
5. El estatuto podrá prever que las asambleas se puedan celebrar también a distancia, a cuyo efecto la Comisión Nacional
de Valores reglamentará los medios y condiciones necesarios para otorgar seguridad y transparencia al acto.
Cabe mencionar que la ley 26.831 del año 2012 que sustituyó derogándolo al dec. 677/2001, y con las modificaciones
introducidas por la ley 27.440 del año 2018:
a. Reprodujo el art. 65 a través del nuevo art. 61 de la ley 26.831, y que acabamos de citar, con la única diferencia
aclaratoria de que los días de plazo para confeccionar las actas son hábiles.
b. En virtud del art. 109 de la ley 26.831 (modificado por el art. 86 de la ley 27.440), se permite que el Comité de
Auditoría pueda funcionar con los miembros presentes o comunicados entre sí por medios de transmisión simultánea de
sonido, imágenes y palabras cuando así lo prevea el estatuto social. Además:
- El estatuto deberá establecer la forma en que se hará constar en las actas la participación de miembros a distancia;
- en el caso de reuniones a distancia del Comité de Auditoría, las actas serán confeccionadas y firmadas dentro de los
cinco [5] días hábiles de celebrada la reunión por los miembros presentes y el órgano de fiscalización.
Este régimen de las reuniones a distancia del órgano de administración de las sociedades que cotizan en Bolsa fue
censurado expresándose, entre otras críticas, que (2):
- Remitir a la inclusión en el estatuto la previsión sobre estas reuniones obliga a la sociedad a su reforma, lo que, en el
caso, no es recomendable.
- Los órganos de administración se supeditan a las reglas de la previsión estatutaria, en tanto órganos como la comisión
fiscalizadora, el comité de auditoría, pueden darse sus propios reglamentos internos de comunicaciones.
- Se entenderá que solo se computará a los efectos del quórum a los miembros presentes, salvo que el estatuto establezca
lo contrario, planteando el interrogante: ¿qué podría establecer en contrario el estatuto?
- Cuando los estatutos de las entidades emisoras prevean la posibilidad de celebrar asambleas a distancia, deberán
establecerse canales de comunicación que permitan la transmisión simultánea de sonido, imágenes y palabras asegurando
el principio de igualdad de trato de los participantes.
- Deberá dejarse constancia en el acta de los sujetos y el carácter en que participaron en el acto a distancia, el lugar donde
se encontraban, y de los mecanismos técnicos utilizados.
- La celebración de una asamblea a distancia deberá ponerse en conocimiento de la Comisión Nacional de Valores con
cinco [5] días hábiles de anticipación.
- La Comisión Nacional de Valores podrá designar uno o más inspectores con función de veeduría para asistir al acto
asambleario.
- En el caso de tratarse de apoderados deberá remitirse a la entidad con cinco [5] días hábiles de antelación a la
celebración el instrumento habilitante correspondiente, suficientemente autenticado.
- Las entidades que hagan uso de esta facultad deberán presentar en la Comisión Nacional de Valores los procedimientos
a utilizar para su aprobación por el organismo.
El autor citado formula su desazón expresando que resulta un alivio que las sociedades cerradas se hayan librado de este
tipo de intentos regulatorios, quedando en amplia disponibilidad de resolver sus propias reuniones a distancia mediante
un reglamento de comunicaciones, registrable si se quiere oponerlo a terceros.
En el año 2014, y en virtud de la ley 26.994 se sanciona el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación (Cód. Civ. y
Com.) que reemplazó a los derogados Código Civil y Cód. Com. Pues bien, entre las novedades incorporadas a este
código de fondo nos encontramos con el art. 158 disponiendo que:
1. El estatuto contenga normas sobre el gobierno, la administración y representación y, si la ley lo exige, sobre la
fiscalización interna de la persona jurídica.
i) Si todos los que deben participar del acto lo consienten, pueden participar en una asamblea o reunión del órgano de
gobierno, utilizando medios que les permitan a los participantes comunicarse simultáneamente entre ellos. El acta debe
ser suscripta por el presidente y otro administrador, indicándose la modalidad adoptada, debiendo guardarse las
constancias de acuerdo con el medio utilizado para comunicarse.
ii) Los miembros que deban participar en una asamblea, o los integrantes del consejo, pueden autoconvocarse para
deliberar, sin necesidad de citación previa. Las decisiones que se tomen son válidas, si concurren todos y el temario a
tratar es aprobado por unanimidad.
Carlino no escatimó elogios a esta normativa del Cód. Civ. y Com. referida a la reunión a distancia, considerando que:
- Se trata de un texto claro y simple que remite a la decisión de los participantes la adopción de medios alternativos de
reunión cuando la presencialidad no es física, con la saludable condición de que se facilite la comunicación simultánea
entre ellos, sin especificar las características ni modalidades del medio utilizado para tal fin.
- Es acertada la disposición sobre la firma del acta —que no exige que el presidente y el otro administrador hayan estado
presente físicamente—; por imperio de las leyes vigentes, tanto la firma como el soporte del acta pueden ser satisfechas
por medios electrónicos.
- Si bien el Cód. Civ. y Com. se centra en la reunión del órgano de gobierno (la más compleja de organizar por medios
electrónicos cuando la cantidad de asistente es numerosa), es obvio que iguales disposiciones pueden aplicarse a los
demás órganos.
- Con relación a las sociedades comerciales cerradas, estas quedan libradas a la conveniencia de cada caso y a lo que
resuelvan las partes en la materia. Igual criterio ha de aplicarse respecto de otras formas asociativas gestionadas con
órganos colegiados (v.gr., cooperativas, mutualidades y fundaciones).
b. Normas de implementación
Antes de considerar la aplicación del sistema de reuniones a distancia contenido en el Cód. Civ. y Com. conviene tener
presente lo que sus autores consideraron como soporte de su regulación estableciendo "...que el acto constitutivo,
contrato o estatuto social prevea: i) el sistema de soporte sensible (por opuesto a soporte papel) que se adopte; ii) la
facultad de realizar reuniones (de administración, de gobierno o de control), emitir opiniones a distancia. Debiendo
preverse quórum de presentes y distantes, soporte y firma; iii) actas conforme al mismo criterio".
Carlino, en sendos trabajos formula algunas proposiciones de interés a la hora de implementar la aplicación del sistema
de reuniones a distancia previsto en el Cód. Civ. y Com., y que nos permitimos bocetar su contenido aprehendiéndolo así:
1. Tecnología y rechazo de la simultaneidad de imágenes, sonidos y palabras. Cuando la normativa del Cód. Civ. y Com.
se refiere a la utilización de medios que les permita a los intervinientes comunicarse simultáneamente entre ellos, deja en
libertad de elección a los integrantes del órgano que deseen reunirse a distancia empleando la tecnología comunicacional
sin especificar cuál, evitando así la obsolescencia tecnológica y desechando la triple condición de imágenes, sonidos y
palabras, que, por otra parte se encuentra en la ley 26.831 (Ley de Mercado de Capitales) y en las Normas de la Comisión
Nacional de Valores (CNV).
2. Las plataformas abiertas. En la aplicabilidad de las normas del Cód. Civ. y Com. parece hacerse uso de lo que se
conoce comúnmente como criterio dimensional de la empresa, proponiéndose, como una manera práctica y con excelente
adaptación a las reuniones a distancia, la adopción de plataformas abiertas que operan a través de Internet con
accesibilidad y compatibilidad desde cualquier navegador web, independiente del sistema operativo utilizado.
Tal criterio dimensional podría comprender, dentro de los sectores menos "abiertos", a las sociedades cerradas, e incluso
a las cooperativas, mutuales, fundaciones y consorcios, por ejemplo.
3. El caso de las SA y de las SAS cerradas. Tanto los socios de una SA como de una SAS pueden asistir a una reunión a
distancia, con quórum legal de constitución y decisión, por sí o por apoderados, junto con los presentes físicos en el
domicilio de convocatoria. La presencia a distancia del apoderado del socio impone su adhesión previa al reglamento de
comunicaciones de la sociedad. En las SA deberá firmar digitalmente el acta de asamblea, si es designado para ello. En
las SAS la ley 27.349 le impone al administrador o al representante legal su sola firma.
4. El consentimiento. Se estima que la norma exige el consentimiento previo por parte de los legitimados a participar de
una reunión por medios presenciales físicos o a distancia, ya que este involucra la aceptación de las condiciones
necesarias para su celebración, consentimiento que puede configurarse como un reglamento inscribible en el Registro
Público o, en su caso, simplemente suscripto por las partes interesadas que adhieren a él.
5. Convocatoria, quorum y votación. El objeto será admitir como válidas y vinculantes las convocatorias cursadas por los
medios electrónicos que se adopten, el medio técnico o software de las reuniones, el cómputo en el quórum de
constitución y de decisión de los presentes a distancia, el voto a distancia, y la firma electrónica o digital del acta de la
reunión y de los libros legales previstos en cada caso.
6. Domicilio. Toda reunión a distancia siempre se lleva a cabo en un domicilio geográfico de convocatoria, coexistente
con un domicilio electrónico empleado para la comunicación por medios tecnológicos, con lo que respecto a la aplicación
a las reuniones de socios sería suficiente con que se aprobaran las condiciones de validez a distancia.
7. Actas. La impresión mecánica directa del instrumento informático del documento electrónico acta está prevista en la
ley 25.506 de Firma Digital; deben tenerse presente las siguientes especificidades:
- La obligación de que el acta indique la modalidad adoptada se refiere al canal de comunicación utilizado en la reunión,
esto es, si fue solo de texto, de sonidos, de imágenes o una combinación de algunos de ellos, o de todos.
8. Obligaciones y derechos. Como en cualquier convenio debe establecerse con precisión apegada a las formalidades
propias de cada órgano las obligaciones y derechos de las partes y las que son comunes.
9. Constancias. Una vez concluida la reunión y desconectado el presente a distancia, las partes se obligarán a cursarse en
forma inmediata y mutua los archivos firmados generados por el software de reunión, es decir, encriptados y firmados
electrónica o digitalmente, los que servirán de respaldo documental.
El resguardo de las "constancias" según el medio utilizado despeja todo tipo de duda, a la vez que no circunscribe la
cuestión a una tecnología determinada. Tales constancias no son otras que la ubicación y soporte de los archivos
electrónicos generados por cualquiera de los softwares que se adopten para concretar la reunión a distancia, los que,
debidamente identificados, deben ser firmados electrónica o digitalmente por los integrantes de la reunión.
Recientemente, con fecha 06/12/2019, el Instituto Nacional de Asociativismo dictó la resolución (INAES) 3256/2019
disponiendo que las cooperativas y mutuales puedan celebrar reuniones a distancia. A tal fin:
a) Concepto. Entiéndese por reuniones a distancia aquellas en las cuales se combina la presencia física de algunos
integrantes del órgano con la presencia simultánea y a través de un determinado medio de comunicación interactivo, de
otros integrantes que se encuentran distantes físicamente (art. 1º).
b) Previsión estatutaria. Se recomienda a las cooperativas y mutuales que decidan celebrar a distancia las reuniones de
los órganos de administración y fiscalización, que prevean en sus estatutos mecanismos para la realización en forma no
presencial de las reuniones de los órganos de administración y fiscalización (art. 6º).
c) Órganos alcanzados. En las cooperativas y mutuales de distinto tipo y grado son admisibles las reuniones a distancia
que celebren el consejo de administración o directivo, el comité ejecutivo o mesa directiva, la comisión o junta
fiscalizadora y los comités internos establecidos estatutaria y/o reglamentariamente, en las condiciones y oportunidades
que dichos órganos resuelvan, observando los requisitos establecidos en la presente resolución (art. 2º).
d) Transmisión simultánea. Los medios de comunicación a utilizar en las reuniones a distancia deberán permitir la
transmisión simultánea de sonido, imágenes y textos escritos (art. 3º).
e) Presencia física y quorum. En las reuniones que se celebren será necesaria, independientemente del quórum para
sesionar, la presencia física, en su lugar de realización, de un tercio de los medios titulares del órgano correspondiente.
Los participantes a distancia se computarán como presentes a los fines del quórum legal requerido para comenzar y
continuar una reunión, así como para las mayorías especiales que puedan ser requeridas por estatutos y/o reglamentos
(art. 4º).
f) Actas. Las actas de las reuniones a distancia deberán indicar la modalidad adoptada y se deberá guardar las constancias
de la participación de acuerdo con el medio utilizado para la comunicación. Las actas deben ser
suscriptas por presidente y secretario en forma obligatoria, pudiendo serlo, de así resolverse, por todos los participantes
de la reunión.
Considérase que esta resolución facilita y encauza la realización de reuniones no presenciales de los órganos de
administración y fiscalización en cooperativas y mutuales, a tono con las exigencias de celeridad y economía que el
funcionamiento de estos órganos requiere y en línea con lo que dispone el art. 158 del Cód. Civ. y Com., pues su
adecuada utilización habrá de redundar en un mejor cumplimiento de las funciones de dichos órganos, incluyendo
también las de los cuerpos adicionales que los estatutos prevean, asegurando de esa forma su más sencillo y ágil
desenvolvimiento, estimulando a la vez una mayor participación de los asociados en ellos.
El art. 84 de la res. gral. IGJ 7/2015 antes de la res. gral. IGJ 11/2020
Uno de los dos artículos que ha sido objeto de modificación por la res. gral. IGJ 11/2020 (el otro es el 360 referido a las
asociaciones civiles), expresaba: El estatuto de las sociedades sujetas a inscripción ante el Registro Público a cargo de
este organismo podrá prever mecanismos para la realización en forma no presencial de las reuniones del órgano de
administración, siempre que el quórum de las mismas se configure con la presencia física en el lugar de celebración de
los integrantes necesarios para ello y que la regulación societaria garantice la seguridad de las reuniones y la plena
participación de todos los miembros de dicho órgano y del órgano de fiscalización, en su caso. El acta resultante deberá
ser suscripta por todos los participantes de la reunión.
Veamos:
1. Cuando la IGJ adopta su posición sobre el art. 158 del Cód. Civ. y Com. establece la aplicación de las reuniones de
distancia únicamente para el órgano de administración.
2. Determina así que las deliberaciones se realicen— en el lugar de la reunión— con la presencia física de los miembros
que fijen el quórum requerido, pudiendo los demás conectarse en forma simultánea y de manera no presencial.
3. El estatuto debe prever las normas que regulen la seguridad de las reuniones celebradas bajo esta modalidad no
presencial.
4. Todos los asistentes al acto deben firmar el acta, con lo que se verifica así la conformidad de los participantes respecto
de las resoluciones adoptadas. Cotejando este art. 84 de la res. gral. IGJ 7/2015 con el art. 158 del Cód. Civ. y Com. y
con las normas de la CNV a tenor de la ley 26.831, en punto a la temática sobre las reuniones a distancia, pueden
advertirse estas rémoras comparativas:
- En el caso de las sociedades que realizan oferta pública de sus acciones la norma bursátil estableció la posibilidad de
que las reuniones a distancia se realicen por medio de la transmisión simultánea de sonido, imágenes y palabras; en tanto
la norma de contralor de la IGJ, empleando un criterio restrictivo, parece referirse solo a las videoconferencias,
excluyendo las demás formas de comunicación. Criterio restrictivo que compatibiliza con la imposición de que las
reuniones a distancia sean previstas en el estatuto social.
- Dificultades como aquellas relacionadas con el consentimiento de los asistentes, o los medios utilizados, o la
vulnerabilidad del socio en su modo de deliberar, como también la seguridad en la comunicación, no parece que
perturbarían a las sociedades cerradas o de familia, pues en estas la deliberación luce como un simple formalismo.
- Con respecto al quorum, mientras el Cód. Civ. y Com. y las normas bursátiles nada disponen, la res. gral. IGJ 7/2015
determina que el quórum se forme con la presencia física de los integrantes necesarios para ello en el lugar de
celebración de la reunión, con el inconveniente de que la mayoría necesaria deba estar presente en el lugar físico de la
reunión.
- Mientras el Cód. Civ. y Com. requiere solo la firma del Presidente y de otro administrador, la IGJ añade una restricción
más: que el acta deba ser suscripta por todos los participantes de la reunión, pareciendo así que tamaña exigencia resulta
innecesaria no solo por su entorpecimiento funcional sino también porque acrecienta los costos de implementación,
contrastando también con las sociedades por acciones simplificadas (SAS), entre cuyos atributos se cuenta, al menos en
la intención de quienes la pergeñaron, su baja complejidad y costos gestionales, como, en este caso, la generosa tonicidad
que prevé en las relaciones internas del ente, máxime con las nuevas tecnologías —en permanente desarrollo— hoy
signadas por su modernización y digitalización.
- En fin, y en términos generales, parece que la res. gral. IGJ 7/2015, en su art. 84, no ha contemplado la diversidad de
casos que sí lo ha previsto el art. 158 del Cód. Civ. y Com. para las personas jurídicas.
El art. 84 de la res. gral. IGJ 7/2015 a partir de la res. gral. IGJ 11/2020. la relevancia de sus fundamentos
No debo pasar por alto en el examen de esta resolución no solo su oportuna sanción, sino también la erudición que
pondera el contenido de su Considerando fundamentando la res. gral. IGJ 11/2020, y tanto en uno como en el otro caso
abstracción hecha de las diferencias que pueda tener con su autor el Dr. Ricardo Nissen.
a) Oportunidad de su sanción. Comparto las razones sanitarias que impulsó la sanción de esta disposición de la IGJ y que
así se expresa:
- La grave y particular situación por la cual atraviesa nuestro país, y el mundo entero, la imposibilidad de que las
personas humanas puedan reunirse pone riesgo a todas las personas jurídicas toda vez que conlleva a la paralización de
sus órganos colegiados, lo que se traduce en la dificultad de adoptar decisiones sociales en un momento crítico de la
economía nacional e internacional.
- El Decreto de Necesidad y Urgencia 260/2020 declaró la emergencia pública en materia sanitaria establecida por ley
27.541, en virtud de la Pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en relación con el
coronavirus COVID-19, por el plazo de un [1] año a partir de la entrada en vigencia del presente decreto.
- Atento la gravedad de la pandemia y ante la necesidad imperiosa de proteger la salud pública y la vida de la población
el Poder Ejecutivo Nacional dictó el Decreto de Necesidad y Urgencia 297/2020 el cual estableció que todas las personas
que habitan en el país o se encuentren en él en forma temporaria, deben cumplir con un "aislamiento social, preventivo y
obligatorio" desde el 20 hasta el 31 de marzo, fecha esta última que fue prorrogada hasta el 13 de abril de 2020, y no
sería extraño que pueda sancionarse una nueva prórroga de su vigencia.
- Es obligación del Estado en todos sus estamentos velar por la salud e integridad de todos los habitantes de la República.
b) Las personas jurídicas. Precedentemente pusimos énfasis en la expresión todas las personas jurídicas porque no puedo
reprimir la divergencia que sigo teniendo— y cada vez con mayor vigor— con la mayoría de la doctrina y jurisprudencia
argentina que aceptaron dócilmente del Cód. Civ. y Com. que algunos entes asociativos— como las UTE, por ejemplo—
no son sujetos de derecho (ni menos sociedades) y por tanto no les alcanza las normas que rigen a las personas jurídicas
ni menos a las sociedades, razón por la cual, una UTE (hoy calificada simplemente como UT: Unión Transitoria),
siguiendo con el ejemplo, no puede verse alcanzada con el beneficio que reporta las reuniones a distancia de sus
miembros.
La res. 11/2020 alude a las personas jurídicas pero invita a la reflexión sobre si aquellas que son reputadas como
contratos asociativos sin personalidad jurídica, pero bajo el contralor de la IGJ pueden ser atraídas extensivamente por el
régimen de las personas jurídicas-sociedades.
Si como bien se expresa en los Fundamentos o Exposición de Motivos de la res. gral. IGJ 11/2020, la interpretación de
esta norma debe alentar la posibilidad de que los accionistas participen de las asambleas toda vez que esa es su finalidad,
y que negar la posibilidad que los acuerdos sociales se adopten por asambleas o reuniones a distancia mediante la
utilización de los nuevos medios tecnológicos disponibles no favorece a los socios, ni a la sociedad ni en definitiva al
funcionamiento de nuestras sociedades como vehículos generadores de riqueza y desarrollo económico, ¿no cabría
aplicar estos atinados razonamientos no solo a las sociedades comerciales sino también a los "modernos" contratos
asociativos?
c) Los fundamentos del Código Civil y Comercial de la Nación (Cód. Civ. y Com.). El Código Civil y Comercial de la
Nación (Cód. Civ. y Com.) fue sancionado por ley 26.994, incorporando un régimen general de la persona jurídica de
derecho privado de forma genérica, regulando su existencia, personalidad, efectos, constitución, forma, clasificación,
atributos, funcionamiento, disolución y liquidación. El tema pertinente está contenido en el art. 158 del que nos
ocupamos en el I.4, al que remitimos, sin perjuicio de añadir aquí lo sustentado por los Fundamentos de la resolución
administrativa en relación con el orden de prelación normativo y la interpretación de las leyes:
- El art. 150 del Cód. Civ. y Com. dispone el orden de prelación normativo de las leyes aplicables a las personas jurídicas
privadas, lo que conforme al citado artículo las sociedades se rigen: 1. Por las normas imperativas de la ley especial o, en
su defecto, por las del Cód. Civ. y Com.; 2. Por las normas del acto constitutivo con sus modificaciones y de los
reglamentos, prevaleciendo las primeras en caso de divergencia; por las normas supletorias de leyes especiales, o, en su
defecto, por las del Cód. Civ. y Com.; 3. Por las normas supletorias de leyes especiales o, en su defecto, por las del Cód.
Civ. y Com.
- El art. 2º del Cód. Civ. y Com. dispone que la ley debe ser interpretada teniendo en cuenta sus palabras, sus finalidades,
las leyes análogas, las disposiciones que surgen de los tratados sobre derechos humanos, los principios y los valores
jurídicos, de modo coherente con todo el ordenamiento.
- De la armónica interpretación de los arts. 2º y 150 del Cód. Civ. y Com., según lo expresado precedentemente, puede
sostenerse que la prelación normativa de las normas de la LGS por sobre las previstas por el Cód. Civ. y Com. tiene
sentido por su especialidad, salvo que los intereses protegidos se contrapongan; pero, si no hay conflicto de intereses no
debe prevalecer un sistema por sobre el otro, sino que se debe armonizar o integrar ambos sistemas jurídicos. Ello así, la
interpretación más útil y favorable en relación con los mecanismos de celebración de acuerdos sociales no es otra que la
que permite extender la aplicación del art. 158 del Cód. Civ. y Com. a todos los tipos societarios previstos por la LGS,
máxime en las actuales circunstancias (tiempos de emergencia y aislamiento por razones de salud pública), para que los
accionistas puedan participar de una asamblea de manera personal, aunque sea mediante sistemas de comunicación a
distancia, preservando así el aislamiento impuesto por la normativa de emergencia.
En rigor, la razonabilidad jurídica de esta exégesis no creo que sea vulnerable; pero un mal uso o abuso de las reuniones a
distancia pueden conmover los cimientos que la sostienen, en cuyo caso debería entrar a jugar el art. 54 de la LGS
poniendo en funcionamiento el proceso de inoponibilidad de la persona jurídica o su norma símil del Cód. Civ. y Com.
- Es verdad que la normativa societaria no prohíbe expresamente la participación del accionista en las asambleas por el
sistema de comunicación a distancia, pero no faltará quienes aboguen por hacer valer la imperatividad del art. 233, 2º
párrafo ("Deben reunirse en la sede o en el lugar que corresponda a jurisdicción del domicilio social"), aun de
contramano con la moderna teoría comunicacional que en la realidad prevalece de la mano de la tecnología electrónica y
digital, y haciendo oídos sordos, como lo resaltan los Fundamentos de la res. 11/2020, al propósito de proteger el interés
particular del accionista de poder "concurrir" aunque sea virtualmente sin su presencia física, alentando así su derecho
participacional adverso al tradicional ausentismo.
- Con respecto al cumplimiento del art. 238 de la LGS sobre la firma del libro de asistencia indican que no debe
interpretarse como un obstáculo para admitir la celebración de asambleas a distancia toda vez que el interés
jurídicamente protegido por esta norma consiste en documentar la cantidad de acciones que son titulares los asistentes e
identificar a los accionistas que concurrieron y participaron del acto asambleario a los efectos de determinar el quórum
alcanzado y la identidad de los participantes.
- La documentación de la participación de los accionistas y el consecuente quórum del acto asambleario puede
documentarse de modo razonablemente confiable por medios electrónicos o digitales, v.gr. mediante la grabación en
soporte digital, y dejando expresa constancia en el acta de reunión, que luego se transcribirá en el libro de actas
rubricado, de quienes fueron aquellos que efectivamente participaron. Lamentablemente el iter registracional de un acto
asambleario como el prescripto por la LGS es demasiado inflexible y pródigo en su cuantía lo que seguramente
habilitaría a los que pretendan, bien o mal, oponerlo torcidamente en una reunión a la distancia.
- Finalmente, un argumento inteligente e ingenioso: como nuestro régimen societario permite al accionista participar
mediante mandatario, resultaría contradictorio entender que la LGS permite al accionista participar de una asamblea
representado por un mandatario (encontrándose el mandante personalmente ausente), pero que no permite la
participación del accionista que está "presente" en el acto asambleario (aunque de forma remota), pudiendo participar
personalmente con su voz y voto.
e) El art. 84 de la res. gral. IGJ 7/2015 modificado por la res. gral. IGJ 11/2020. Remisión. Al exponer los principales
precedentes de la figura de reuniones a distancia, como también un breve examen de la exposición de motivos de la res.
gral. de la IGJ 11/2020, apostillamos así el objetivo de este trabajo. Sin perjuicio de ello nos permitimos añadir aquí el
texto literal del art. 84 de esta resolución:
"El estatuto de las sociedades sujetas a inscripción ante el Registro Público a cargo de este Organismo podrá prever
mecanismos para la realización de las reuniones del órgano de administración o de gobierno a distancia utilizando medios
que les permita a los participantes comunicarse simultáneamente entre ellos, siempre que la regulación estatutaria
garantice: 1. La libre accesibilidad de todos los participantes a las reuniones; 2. La posibilidad de participar de la reunión
a distancia mediante plataformas que permitan la transmisión en simultáneo de audio y video; 3. La participación con voz
y voto de todos los miembros y del órgano de fiscalización, en su caso; 4. Que la reunión celebrada de este modo sea
grabada en soporte digital; 5. Que el representante conserve una copia en soporte digital de la reunión por el término de 5
años, la que debe estar a disposición de cualquier socio que la solicite; 6. Que la reunión celebrada sea transcripta en el
correspondiente libro social, dejándose expresa constancia de las personas que participaron y estar suscriptas por el
representante social; 7. Que en la convocatoria y en su comunicación por la vía legal y estatutaria correspondiente, se
informe de manera clara y sencilla cuál es el medio de comunicación elegido y cuál es el modo de acceso a los efectos de
permitir dicha participación".
Veamos:
a. Aclárase que durante el período de cuarentena establecido por el DNU 297/2020 se permite la realización de las
reuniones a distancia empleando los medios o plataformas informáticas o digitales de acuerdo con los términos de la res.
gral. IGJ 11/2020, aunque no esté previsto este procedimiento en el estatuto social. Una vez transcurrido este período de
aislamiento social (que, incluso puede ser prorrogado), la IGJ permitirá la celebración de las reuniones a distancia solo
cuando el estatuto social lo prevea expresamente.
b. En lo dispositivo, y en cotejo con la redacción anterior de este art. 84, puede decirse que:
- Se incorporó al órgano de gobierno como colectivo que también puede celebrar reuniones a distancia.
- Se pone énfasis en que los intervinientes puedan comunicarse simultáneamente entre ellos.
- Se eliminó el requisito de que el quórum se configure mediante la presencia física de los integrantes necesarios para ello
en el lugar de celebración de la reunión.
- Se suprimió la exigencia de que el acta resultante sea suscripta por todos los intervinientes en la reunión,
estableciéndose ahora que esta sea grabada en soporte digital y se cumpla con la obligación del representante al efecto y
con el contenido transcripcional del acta.
- Ahora, en la convocatoria como su comunicación por la vía legal y estatutaria correspondiente deberá informarse de
manera clara y sencilla cuál es el medio de comunicación elegido y cuál es el modo de acceso a los efectos de permitir
dicha participación.
Unidad 18.
I. CONSIDERACIONES GENERALES
Nuestra ley de sociedades comerciales 19550, contiene normas expresas respecto de la nulidad de resoluciones
asamblearias de sociedades anónimas, las que incluye diversas previsiones sobre ejercicio de la acción respectiva, entre
ellas: suspensión preventiva de su ejecución, sustanciación de la causa, responsabilidades, revocación del acuerdo
impugnado, etc., arts. 251, 252, 253 y 254 LSC, pero nada dice sobre la posibilidad de atacar de nulidad las decisiones
del órgano de administración, que según el art. 255 está a cargo de un directorio.
Probablemente dicha situación no sea casual sino derivada de la tradicional concepción que resalta el poder de la
asamblea sobre la sociedad anónima, de modo tal que las legislaciones contienen normas sobre las nulidades de las
decisiones de su cuerpo máximo como si fuese el único que puede tomar decisiones que afecten intereses y derechos de
la sociedad, los socios o los terceros, cuando el directorio, en virtud de sus facultades, también está en condiciones de
hacer tanto o más, sin que la asamblea en ocasiones pueda impedirlo, o en caso de poder hacerlo, llegue tarde.
Zamenfeld, atento que el texto legal nada establece, sostiene que la ley tanto lo permite como lo prohibe. Asimismo, el
autor citado señala que nuestra jurisprudencia no cuenta con una cantidad de casos tal que nos permita sostener que esa
postura ha sido establecida invariablemente por nuestros tribunales, sin perjuicio de que la situación actual se encamina
hacia la aceptación de la misma y que la doctrina más reciente se inclina a aceptar la nulidad en cuestión.
En un fallo a favor de la legitimación del accionista para impugnar las decisiones del directorio, con un voto en
disidencia del Dr. Butty, nuestros tribunales reeditaron el debate (C. Nac. Com., sala B, 19/5/95, Noel, Carlos M. v. Noel
y Cía. S.A. s/sumario [J C.972855]).
Tratando de dar respuesta al interrogante planteado y adelantando que nos inclinamos por la afirmativa, conviene
recordar que el directorio, órgano típico de la sociedad anónima, tiene a su cargo, en el ámbito interno, la administración
de los negocios societarios y esa administración, a diferencia de la civil, conlleva habitualmente facultades dispositivas,
emergentes de los respectivos estatutos o de decisiones asamblearias.
Por otra parte, la representación social corresponde al presidente del directorio, pudiendo el estatuto prever reemplazos
(art. 268 LSC).
A fin de analizar la invalidez de los actos del directorio, nos referiremos al denominado ámbito interno, deliberativo,
decisorio y ejecutivo, cuyas resoluciones que pueden ser esenciales para la marcha de la sociedad pueden también afectar
legítimos derechos de los accionistas, por lo que se impone la búsqueda de una solución justa.
Claro que sentada ya la inexistencia de disposición expresa que establezca una acción como la que nos ocupa sólo la
conjunción de varios preceptos legales conduce a la solución positiva.
Partiendo de la base de que los actos del directorio, como órgano de administración, son actos jurídicos, según la
definición del art. 944 CC. y que dicho órgano deberá ajustar su funcionamiento a la ley, los estatutos y reglamentos
internos de la sociedad, sería de aplicación al caso el art. 18 del citado cuerpo legal cuando dispone que "los actos
prohibidos por las leyes son de ningún valor, si la ley no designa otro efecto para el caso de contravención". Asimismo
resultan aplicables los arts. 1037 y ss. que regulan la nulidad de los actos jurídicos
Cabe aquí citar la doctrina sentada en autos "Sichel, Gerardo v. Massuh S.A." (ED 104-363): "Los actos contrarios a
derecho para los cuales no existe sanción determinada, son reprobados con la aplicación de la sanción determinada, son
reprobados con la aplicación de la sanción de nulificación".
En cuanto a la Ley de Sociedades , la doctrina ha encontrado argumentos suficientes en los arts. 271 y 303.
El art. 303 inc. 1 faculta a la autoridad de contralor para solicitar ante el juez del domicilio de la sociedad, competente en
materia comercial, la suspensión de las resoluciones de sus órganos si las mismas fuesen contrarias a la ley, el estatuto o
el reglamento.
Zamenfeld sostiene que esta petición constituirá en definitiva un reglamento cautelar, que como tal exigirá una acción o
demanda de nulidad simultánea o ulterior; pues no cabría imaginar que la autoridad de contralor pueda obtener medida de
tal característica sine die.
Y si la ley faculta a la autoridad de control para demandar la nulidad, no se podrá negar la legitimación de los accionistas,
entre otros, pues de otro modo principios de igualdad, resguardados constitucionalmente, quedarían notoriamente
afectados.
Nótese asimismo que la amplia redacción del art. 303 inc. 1 en cuanto a la posibilidad de solicitar la suspensión de las
resoluciones de los órganos societarios, ha llevado a sostener al autor citado que la regla no formula distingos de tipo
alguno en cuanto a la jerarquía del órgano del que proviene la decisión presuntamente violatoria de la ley o el contrato,
por lo que permite tanto repeler actos adoptados por la Asamblea como por los demás órganos societarios, el Directorio,
la Sindicatura y en su caso el Consejo de Vigilancia.
La señalada ausencia de normas expresas en la ley sobre la materia, torna particularmente complejo lo relativo a quiénes
se encuentran legitimados para ejercerla y cuáles son las decisiones susceptibles de ser atacadas de nulidad.
Halperín sostiene que las deliberaciones y decisiones del directorio son impugnables, sea por vicios de su
funcionamiento, sea por su contenido, ya que las mismas deben ajustarse a determinadas normas de funcionamiento y a
sus atribuciones limitadas por la ley y el estatuto, debiendo inspirarse en el interés social.
El autor citado reconoce legitimación a los directores disidentes o ausentes, argumentando que si cabe hacer responsables
a los directores por las decisiones y su ejecución, es menester reconocerles el derecho a la impugnación.
También al síndico, en virtud de sus atribuciones y deberes, entre ellos vigilar que los órganos sociales den debido
cumplimiento a la ley, estatuto reglamento y decisiones asamblearias. Idénticamente al Consejo de Vigilancia. En ambos
casos, entiende que deberá convocarse a la Asamblea.
Reconoce asimismo legitimación a la Asamblea por decisión mayoritaria; al accionista cuando se afecte su derecho
individual, o cuando sea titular de una acción individual de responsabilidad y a la autoridad administrativa de
fiscalización, por aplicación de las atribuciones del art. 303 LS.
Otaegui admite la legitimación del accionista para impugnar las decisiones y deliberaciones del directorio, dentro de las
pautas con que puede solicitar la remoción del directorio. Adhiere a este criterio Farina.
Considera también legitimados a los directores disidentes y ausentes; al síndico y en su caso a los Consejeros y también a
la sociedad, previa resolución asamblearia.
Hace extensiva esta solución de la sociedad anónima a las sociedades en comandita por acciones, en cuanto están sujetas
a las normas de la sociedad anónima; a la sociedad de responsabilidad limitada, puesto que los gerentes tienen los
mismos derechos y obligaciones de los directores de la sociedad anónima; y en cuanto a las sociedades por partes de
interés, sostiene que tanto la sociedad como el socio tienen legitimación para demandar la nulidad de las decisiones de
los administradores en la misma medida que están facultados para removerlos.
Zaldívar y otros sostienen que la validez o nulidad de las resoluciones del directorio dependerán del cumplimiento de
todos los requisitos de fondo y forma que la ley impone, entendiendo que no existe sustancial diferencia con el régimen
de nulidad del derecho común.
Con respecto a la legitimación, afirman que están facultados para incoar la acción, los directores ausentes o disidentes, el
síndico, la autoridad de contralor y el accionista individual, cuando tenga concreto y legítimo interés y haya agotado las
instancias societarias.
Apoyan su teoría en un fallo de la sala C de la C. Nac. Com., año 1979, in re "Saiz, Marta v. Camper S.A.Q”, donde se
decidió que "el accionista, para ejercer individualmente el derecho de impugnación de las decisiones y deliberaciones del
Directorio, debe llevar a pronunciamiento de la Asamblea la supuesta nulidad".
Se critica esta postura porque la solicitud de convocatoria a Asamblea, no siempre posible en virtud de la tenencia
accionaria, además del tiempo que puede insumir su celebración, podría tornar ilusorio el derecho que se pretende
amparar. Además, tal requisito se tornaría inútil para el caso de que el acto se hubiese consumado al tiempo de reunión de
la Asamblea.
Al respecto, la sala B del la C. Nac. Com., año 1980, en autos "Kraft Ltda. Impresores Generales v. Motormecánica S.A."
señaló que, si bien el art. 251 LSC no abarca supuestos de nulidades de actos del directorio, dicha norma no excluye la
posibilidad de que se accione por nulidad absoluta de los mismos (como en el caso) supuesto en el que ya no será de
aplicación el art. 251 citado, sino la norma del art. 1047 CC. , que confiere legitimación para accionar a todos los que
tengan interés en hacerlo, excepto el que ha ejecutado el acto sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalida.
Sin embargo, la sala A de la C. Nac. Com., año 1986, en autos "Vistalba S.A. v. Banco de Galicia y Bs. As. y otro"
sostuvo: "Si bien la ley no ha previsto la impugnación de los actos del directorio y son las resoluciones del mismo en
principio inatacables, le asiste legitimación a Vistalba S.A. como accionista para impugnar las decisiones adoptadas, por
tener concreto y legítimo interés y haber agotado las instancias societarias".
Más recientemente la sala B de la C. Nac. Com., año 1995, en los autos "Noel, Carlos M. v. Noel y Cía. S.A.", retomó la
doctrina sentada en autos "Kraft Impresoras Generales v. Motormecánica S.A." y además sostuvo que de no admitirse la
impugnación de las decisiones del directorio, ningún sentido tendría que se otorgara la acción de responsabilidad, toda
vez que en tal sentido, nuestro sistema se encuentra estructurado sobre la base de la responsabilidad de los directores por
los actos contrarios a la ley; y, cualquier acto nulo lo es.
Asimismo y reconociendo la legitimación del accionista para impugnar las decisiones del directorio sin previo paso por
la Asamblea, se dijo que "...si el órgano de gobierno se atribuye resoluciones propias de la asamblea o si por medio de las
que le son propias viola la ley, el estatuto o el reglamento, el accionista no puede quedar inerme hasta la próxima
asamblea -que bien puede no ser convocada por el directorio- y sin perjuicio de agotar las vías internas podrá ejercer las
acciones de impugnación...".
Sobre el particular, consideramos que quienes pueden ejercer la acción de responsabilidad contra los directores y la
autoridad de contralor en función del art. 903 LSC , están legitimados para impugnar sus decisiones, toda vez que las
llamadas instancias societarias son vías facultativas que no pueden limitar el legítimo derecho de recurrir ante los
tribunales.
Con relación a la previa convocatoria a Asamblea compartimos con Zamenfeld, que en cada supuesto deberá verificarse
la procedencia o inconducencia del previo paso por el órgano deliberativo, cuestión que quedará sometida a la
apreciación judicial, pues dicha situación sólo podrá surgir de las circunstancias de hecho que en cada caso se acrediten.
En cuanto a las decisiones susceptibles de ser impugnadas, también en que ha de recurrirse el criterio general del art. 251
LSC cuando se refiere como sancionables de nulidad a los supuestos de decisiones asamblearias adoptadas en violación
de la ley, el estatuto o el reglamento y agregamos que, además, deberá estarse a lo dispuesto por el art. 1047 CC. cuando
la nulidad sea absoluta.
La acción corresponde dirigirla contra la sociedad como sujeto de derecho, ya que el directorio no es un ente en sí
mismo, sino un órgano societario.
Cabe, sin embargo, la aplicación del art. 94 CPr. , esto es la intervención obligada de aquéllos respecto de quienes la
controversia es común, debido a la responsabilidad de los directores.
En el ámbito interno, la nulidad impedirá que la resolución impugnada tenga futuras proyecciones, por lo que es evidente
la procedencia de una medida precautoria con arreglo a las normas procesales aplicables al caso, a las previstas en la Ley
de Sociedades y, por analogía, lo que dispone el art. 252 LSC.
Nótese que lo que se persigue es detener los efectos perjudiciales de la ejecución de una resolución atacada de nula ya
que, como enseña Salanitro, la impugnación procede toda vez que el acto no ha sido ejecutado, justamente para evitar
que se consume, con sus pertinentes perjuicios y ésto no se soluciona mediante la acción de responsabilidad, pues
impugnación y responsabilidad funcionan en planos distintos.
Frente a terceros la validez deberá ponderarse a la luz del art. 58 LSC que regula el régimen de representación, sin
perjuicio de la responsabilidad de los directores, art. 274.
La nulidad en tal sentido será inoponible a terceros si el acto es cumplido por el representante de la sociedad y no es
notoriamente extraño al objeto social.
Halperín señala que el tercero tiene derecho a considerar que todas las disposiciones sociales internas han sido
adecuadamente cumplidas, salvo cuando se acredite su conocimiento.
d) Prescripción o caducidad
Bendersky ha sostenido que los alcances y efectos de la nulidad del acto han de ser regidos, a falta de disposición expresa
de la legislación mercantil, por las normas que al respecto contiene el Código Civil (art. 1037 y ss.), con las alternativas
en cuanto a la confirmabilidad, prescripción, etc., emergentes de dicho régimen. Asimismo, cuando se trate de un acto
cuya nulidad sea susceptible de prescripción, la ausencia de normas referidas específicamente al caso ha hecho inclinar a
la doctrina a considerar aplicable el art. 848 inc. 1 CCom. (prescripción trienal), en virtud de tratarse de una acción
derivada del contrato de sociedad. Sin embargo, el autor citado considera que la situación debe ser resuelta de acuerdo a
lo establecido por el art. 251 LSC (tres meses), computado en relación con la asamblea ordinaria de la sociedad, que
conforme a lo dispuesto por la Ley de Sociedades, art. 234 inc. 1 y concs., hubiese tratado y aprobado la gestión del
directorio que incluya expresamente el acto impugnable.
Regiría en cambio a su criterio el término del art. 848 CCom. (prescripción trienal), si por cualquier circunstancia tal
tratamiento y aprobación no se hubieran cumplido, o si la asamblea desaprueba el acto del directorio.
Sobre el particular, Zamenfeld ha dicho que si bien se está en condiciones de sostener la posibilidad de impugnar los
actos del directorio, debe aceptarse que la Ley de Sociedades sólo fija un plazo de caducidad para accionar contra las
decisiones asamblearias (art. 251 último párrafo), por lo que el término para impugnar de nulidad las decisiones de los
demás órganos societarios será el de tres años, plazo de prescripción reglado por el art. 848 inc. 1 CCom. y aclara que
por el simple paso del acto por ante el órgano societario asamblea, aún cuando cubrir esta etapa fuese innecesario y hasta
improcedente, el plazo de prescripción para impugnarlo se transformará en otro de caducidad (art. 251 LSC ).
Particularmente entendemos que ante la ya mentada ausencia de normas expresas sobre la materia, habrá de recurrirse a
las normas del derecho civil y al Código de Comercio.
Así, si se trata de una nulidad relativa (art. 1048 CC. ) y como tal confirmable y prescriptible, el plazo de prescripción
es trienal, de conformidad con lo dispuesto en el art. 848 inc. 1 CCom.
Si la nulidad es absoluta, como tal es inconfirmable e imprescriptible, art. 4023 CC. y arg. fallo "Kraft v. Impresores
Generales". Otaegui da como ejemplos para el primer caso el vicio en la forma del acto, entendiéndose por tal las
distintas etapas del proceso requerido para dictar una resolución válida y el vicio en la causa, por haber actuado
directores en conflicto de intereses, LC. (art. 272) y para el segundo caso, el vicio de competencia del órgano, y el vicio
en el objeto de la resolución del órgano de administración.
El debate sigue vigente y hasta tanto el legislador recepte la necesidad de su regulación específica, serán nuestros
tribunales quienes tengan la última palabra acerca de las distintas cuestiones que se plantean, en torno de la Impugnación
de las decisiones del Directorio.
1. Introducción
La temática de la elección de directores por categorías o clases de accionistas importa una decisión de los accionistas,
quienes en el estatuto, o en forma posterior por vía de una modificación al mismo, pueden introducir esta modalidad, que
no es obligatoria, sino facultativa. Como veremos seguidamente, este tipo de designación suele ser utilizada en las
sociedades de familia, para responder a los distintos grupos que van surgiendo en el seno de las mismas, y en los
procesos de restructuración de deuda, cuando son llamados los acreedores de la empresa a participar en la conducción de
la sociedad.
Hay muy pocas normas en todo el ordenamiento societario que tutelen específicamente las minorías. Merecen
mencionarse la oposición a la aprobación de la responsabilidad o quitus (art. 275 LS), la intervención judicial (art. 113 y
ss. LS), y el voto acumulativo (art. 263 LS) estrechamente vinculado al instituto que ahora estudiamos.
No cabe la menor duda de que la implementación del sistema eleccionario para elegir directores por "categoría" o "clase"
de acciones trata de proteger a las minorías, accediendo a designar uno o más directores, no hay que desconocer que este
mismo sistema permite incorporar otros grupos (minoritarios o mayoritarios) para cubrir requerimientos financieros o de
control (absoluto o compartido).
Es de interés destacar brevemente algunas de las finalidades por las que se justifica la adopción del régimen de elección
"por categoría" o "por clase". En primer lugar, esta forma permite una tutela específica de la minoría o de ciertas
minorías. En efecto, al constituirse la sociedad o en una reforma posterior, una minoría, a través de la especificación de
"una clase" de acciones de las que será titular, obtiene la seguridad de que se designará para lo futuro uno o más
directores, con prescindencia de las demás clases y del resultado de una elección general. Esta sería, en principio, la
portada genérica del instituto. Sin embargo, y dentro de esa misma finalidad, se puede descubrir una utilidad particular,
cuando por necesidades financieras en la evaluación de la sociedad, un grupo dispuesto a incorporarse a ella mediante los
aportes requeridos para su desarrollo (o incluso para salvar crisis recurrentes) requiere cierta participación (ya sea
mayoritaria o minoritaria) en el directorio, con prescindencia también de las elecciones generales o el resultado del voto
acumulativo. En la práctica de nuestro país, se ha utilizado el sistema además, para plasmar cierta participación estatal en
sociedades dedicadas a proyectos incluidos en regímenes de promoción, de forma que ciertas categorías tienen derecho a
designar determinado número de directores. Con ello, a veces, se tutela una mayor participación del Estado en la
administración y control, y otras, incluso se tiende a la participación de ciertos grupos de interés diferenciado por su
actividad, que los califica para adquirir acciones de ciertas "series" o clases.
Si bien la redacción del artículo 262, no es absolutamente clara, tanto la doctrina como la jurisprudencia en la materia
han coincidido de manera uniforme en que los conceptos de "clases", "categorías" y "grupos" de acciones o accionistas
de una sociedad, deben considerarse cuando menos, asimilables.
A su vez, la elección por categoría de acciones es un régimen especial que, cuando no es ejercitado por una clase, torna
inaplicable para cada oportunidad en que no suceda el régimen específico del artículo 255 de la Ley, que consagra el
principio general de la designación de directores por la asamblea de accionistas. La asamblea especial tiene ciertas
connotaciones particulares, pues un accionista podría ser privado de los derechos de su clase a raíz de una decisión de la
asamblea extraordinaria y asamblea especial de la clase, de modo que la minoría de ésta resulte obligada por la respectiva
mayoría, no siendo necesario el consentimiento de la clase cuando la alteración lo sea respecto de todos los accionistas de
ella sin distinción.
Según Otaegui, no es admisible la elección de parte de los directores por la asamblea ordinaria y otros por la especial,
toda vez que la existencia de esta última, cuya concurrencia será para nombrar administradores, excluye a la asamblea
ordinaria, pues a la misma no podrían concurrir los asistentes a aquélla, siendo en definitiva, asambleas de dos categorías.
Con relación a las ventajas prácticas que brinda el régimen de elección por categoría o clases, entiende Martorell que:
1) Permite una tutela específica de la minoría o de ciertas minorías. Esta tutela puede ser arbitrada tanto al
constituir la sociedad como en una reforma posterior, especificando que una "clase" de acciones podrá designar, en el
futuro, uno o más directores, con prescindencia de las demás clases y del resultado de la elección general.
2) Brinda seguridades especiales en casos de incorporación de nuevos capitales o de fusión, porque otorga a los
interesados en una participación (ya sea mayoritaria o minoritaria) en el directorio, con prescindencia también de las
elecciones generales o del resultado del voto acumulativo.
3) En la República Argentina, además, el sistema ha sido utilizado para instrumentar la participación estatal en
sociedades dedicadas a proyectos incluidos en regímenes de promoción, de forma tal que ciertas categorías tienen
derecho a designar determinado número de directores.
Cristiá expresa que este sistema es muy utilizado en las sociedades de familia cuando empieza a diversificarse el tronco
familiar. De manera que cada descendiente directo, por ejemplo, disponga de una clase de acciones que le otorgue el
derecho a elegir uno o más directores. También posibilita la representación de una o más minorías, cuando las distintas
clases de acciones representan una distinta proporción del capital social con derecho a elegir directores que guardan
relación con dicha proporción.
¿La designación de los administradores por una clase de accionistas, debe hacerse por votación independiente dentro de
la asamblea ordinaria, o requiere necesariamente la convocatoria y el funcionamiento de una asamblea especial? La ley
no aclara el panorama, pues el art. 250, que prevé la existencia de asambleas especiales, se refiere sólo al supuesto en que
la asamblea ordinaria adopte resoluciones que afecten los derechos de una clase de acciones, en cuyo caso se requiere,
como es lógico, el consentimiento o ratificación de esta clase, que se prestará en asamblea especial regida por las normas
de la asamblea ordinaria. El supuesto que se analiza no queda comprendido en el art. 250, y por ello, nada hace necesario
establecer el régimen de la asamblea especial para la elección de directores por clase o categoría de acciones, que bien
puede celebrarse por votación independiente dentro de la asamblea general, aunque nada obsta a que el estatuto pueda
exigir la convocatoria de asamblea especial, procedimiento que si bien resulta inconveniente por las dificultades que
puede aparejar, no es descartable por la privacidad que esas asambleas otorgan.
En definitiva, debe reglamentarse cómo procederá cada clase para efectuar su elección. Es indistinto que cada clase
proceda en forma distinta, siendo lo único que interesa que cada una de ellas llegue con suficiente antelación a la
asamblea de ejercicio con sus directores elegidos y en condiciones de aceptar los cargos. Lo común es que la clase deba
celebrar una asamblea especial de su grupo (art. 250 LS), a cuyo fin deberá estipularse: época en que debe celebrarse esta
asamblea, la forma de convocación, el procedimiento para efectuar la votación, y cómo se proclamarán las autoridades
electas.
Por otra parte, coincidimos con Vanasco en punto a que la elección por clases se encuentra supeditada a dos condiciones.
La primera, que el estatuto prevea la existencia de dos o más clases de acciones, posibilidad que autoriza el art. 207 de la
LS. En segundo lugar, se requiere que se reconozca a cada una de esas clases el derecho a elegir uno o más directores.
Dadas esas condiciones, el estatuto deberá reglamentar el procedimiento de elección, mas ante la omisión corresponde lo
siguiente: 1) al celebrarse la asamblea general ordinaria anual, junto o dentro de ésta, se podrá celebrar una elección
especial entre los accionistas de cada clase, aplicándose a tal fin lo dispuesto por el art. 250 de la LS; 2) si sólo se tratara
de la elección de directores, podrá convocarse únicamente a los accionistas tenedores de las diferentes clases a asamblea
especial (art. 250), a efectos de que en ella se proceda a la elección de directores, y 3) dentro de cada clase o categoría de
acciones, sus titulares elegirán directores por mayoría absoluta de votos, de acuerdo con lo dispuesto por el art. 243.
Conforme lo dispone la norma legal en comentario, cuando existan diversas clases de acciones, el estatuto puede
establecer que cada una de ellas elija en forma separada a uno o más directores, indicando la forma de la reglamentación.
La remoción de los directores elegidos de este modo se hará efectiva a través de la asamblea de accionistas. Según
Maqueda, la pluralidad de clases de acciones determina que cada una de ellas puede elegir uno o más directores. Pero no
es imperativa la proporcionalidad entre la cuantía del capital y el número de directores ni con el número de votos con los
que la clase cuente.
Para Giorello, (14) el único recaudo es que debe respetarse estatutariamente es que cada grupo o clase de acciones le
asista el derecho de elegir un determinado número de miembros de directorio, sin que resulte aplicable proporcionalidad
alguna entre capital y vacantes a cubrir en el órgano de administración. Este artículo quiebra el principio general
imperante en la Ley de Sociedades Comerciales que establece que la administración de las sociedades debe estar a cargo
de la mayoría. Es decir, este artículo le otorga a las minorías la posibilidad de ejercer la administración del ente
societario. La elección de los directores que representen cada clase debe fijarse en el estatuto y puede verse efectivizada
en la asamblea ordinaria, con participación de la clase o en asamblea especial convocada a tenor de los artículos 250 y
262.
Nótese, que no solamente deben interpretarse como "clase" las acciones que a otros efectos tengan derechos diferentes (p.
ej. Preferidas respecto de ordinarias, de un voto frente a voto múltiple, etc.) sino que el estatuto puede organizar clases
diferentes sobre la base precisamente de los derechos particulares de cada clase a elegir uno o varios directores. Es decir,
la clasificación de "clase" o de categoría" de acciones no solamente puede residir en sus diferentes derechos en orden a
otros aspectos de la vida societaria, sino precisamente "la clase" puede identificarse o calificarse sobre la base de la
agrupación de acciones en orden a la elección de directores.
El fracaso de la asamblea especial, en ambas convocatorias, para designar directores de la clase, significa una renuncia al
derecho que les confiere el artículo 262. Asimismo, podrá pactarse que si por cualquier causa legal las acciones
preferidas recuperaran el derecho de voto, quedará suspendido el régimen de las asambleas especiales. Y si la asamblea
especial no designare a los miembros que le compete elegir, se convocará a la general ordinaria para suplir la omisión,
eliminando la posibilidad de que un grupo frustre el funcionamiento del órgano de administración.
Como regla general a tener en cuenta para la elección de los directores por clases de accionistas, no es vinculante
ecuación alguna, en la cual hubiera que respetar una proporción acorde entre la cantidad de capital y el número de
directores a ser electos. Sin embargo, no excluye la aplicación del artículo 194, cuando se emiten nuevas acciones, con lo
cual se deberá mantener la proporcionalidad entre las distintas clases a los efectos de su suscripción preferente por los
accionistas de cada una de ellas. Tal derecho no podría ser alterado, si no es con consentimiento expreso de la asamblea
especial de los accionistas de la clase.
Analizando la cuestión planteada, el art. 262, LSC, consagra en lo que a elección de directores corresponde, el principio
establecido en la segunda parte del art. 207 de la LSC. En efecto, la posibilidad de que coexistan diversas clases de
acciones con derechos diferentes entre si establecida por el art. 207 de la LSC, permite que puedan existir diferentes
clases de acciones ordinarias con idénticos derechos patrimoniales, pero cuya diferencia esté dada por la cantidad de
miembros del directorio a cuya elección tendrá derecho cada una de las clases de acciones que se encuentren
estatutariamente previstas. Ello sin que, de acuerdo a la letra de la LSC, resulte necesario respectar la regla sobre
proporcionalidad alguna.
Jurisprudencialmente se resolvió que corresponde al estatuto la reglamentación del artículo 262 cuando así se lo hubiere
previsto, en cuyo caso cada clase elegirá uno o más directores. No obstante, los titulares de acciones ordinarias podrían
ser privados de elegir un director como mínimo, por lo cual es aconsejable una previsión estatutaria, si los accionistas de
las categorías cubrieran todos los cargos en la administración de la sociedad. De lo contrario, se incluirían clases de
acciones —unas ordinarias— sin derecho a designar un director y de existir preferidas, más allá de los supuestos legales
en que recobran el derecho de voto, pueden tener un voto para cualquier otro supuesto.
La regla de la proporcionalidad impediría la aplicación útil a muchos casos en los que resultaría necesario. Los mayores
puntos de equilibrio entre los poderes, facultades y obligaciones de los accionistas no surgen de las reglas mecánicas o de
arquitectura simétrica y cristalizada de la ley, sino de las concurrentes y determinantes razones de cada situación
particular. La función de la ley, delimitadora de principios estructurales y marco de soluciones amplias de la vida
práctica, se ve suficientemente cumplida en el caso, pudiéndose establecer estos principios límites: A) el número de
directores asignado a cada clase no puede exceder, comparativamente, de la proporción de cinco a uno asignada como
límite legal a la pluralidad de voto. Es decir, agrupadas las acciones con derecho a voto en la elección del directorio (las
ordinarias en todos los casos y las preferidas a las que se les otorgue esa facultad), una clase no puede tener un número de
directores tal que, comparativamente, signifique, respecto de la cantidad de acciones, una proporción mayor a cinco con
relación a cualquiera de los otros casos, y dentro del conjunto.
La "no" proporcionalidad en la elección de los directores por clases de accionistas es un principio consagrado claramente
en el artículo 262. Se presentan en la práctica diversas hipótesis que pueden incluso llegar al gobierno de la minoría —
piénsese, a modo de ejemplo, en una capitalización de deuda concursal, donde los accionistas originarios se reservan la
administración de la sociedad mediante el control del directorio, y crean una categoría de accionistas, a la postre
mayoritarios, con sus acreedores concursales—. La regla contenida en el artículo que comentamos fractura el principio
del gobierno de la sociedad por la mayoría del capital social, siendo absolutamente válido que una clase minoritaria de
accionistas designe los directores que habrán de dirigir los destinos sociales. Esta norma —art. 262— no impide tal
camino, como tampoco lo hacen las diversas reglas societarias que se encuentran en concordancia.
Por otra parte, la Ley en el artículo 216 considera que no pueden emitirse acciones de voto privilegiado después de que la
sociedad haya sido autorizada a hacer una oferta pública de acciones, sosteniéndose que ello significa una restricción
para crear categorías de acciones con derecho a un número superior de directores que el proporcional al capital
representado.
Nuestra respuesta es rotundamente afirmativa. En principio porque no hay norma legal alguna que prohíba o limite la
cuestión analizada. Cuando el art. 262 se refiere a que "cuando existan diversas clases de acciones el estatuto puede
prever que cada una de ellas elija uno o más directores...", se refiere implícitamente y en interpretación válida a las
diversas clases de acciones con derecho a voto en la designación de directores. De esta forma, si se establecen o se
prevén clases de acciones sin derecho a voto legítimamente, estas acciones no modifican su tratamiento porque en el
estatuto se prevea la elección de directores por categorías. Esta solución parecería, tropezar con un obstáculo que la
doctrina no ha analizado, se trata del caso en que, admitida nuestra postura, las acciones sin derecho a voto advengan al
ejercicio de este derecho, en razón de lo dispuesto por el art. 217, 2° y 3° párrafos. A nuestro criterio, sin embargo, el
problema no es tal, o cuando menos, no tiene ribetes irresolubles de manera de imponer el rechazo de cuanto se propicia.
En efecto, si las preferidas, al no ser cumplidos los dividendos fijos preferenciales o al suspenderse o reiterarse la
cotización bursátil, adquieren el derecho de votar, el estatuto puede prever cualquiera de estas dos soluciones
incompatibles: a) Otorgarle a esa clase de acciones un número de directores, conforme los principios expuestos, durante
el lapso en que tengan derecho de voto; b) Disponer que, en ese caso, cesa la elección por grupos y se aplica el régimen
normal de elección de directores. Con esta previsión, pues, estarían contemplados los intereses tutelados por el art. 217,
de la ley de sociedades, y a la vez, cubierta la posibilidad de mantener, en el caso, a las preferidas al margen del derecho
de voto en condiciones legales.
En opinión de Nissen, debe quedar en claro que la sola previsión estatutaria creando diferentes categorías o grupos de
acciones no autoriza a concluir que cada una de ellas se encuentre habilitada para proceder a la designación de
administradores, síndicos o consejeros de vigilancia. El art. 207 de la ley en análisis brinda el mejor ejemplo del motivo
que pueden impulsar a los socios a la creación de diversas clases de acciones, las cuales pueden conferir a sus titulares
ventajas patrimoniales o políticas, siempre y cuando dentro de cada clase se confieran idénticos derechos, aspecto éste
que no puede ser alterado bajo pena de nulidad. Así pues, pueden integrar una categoría los tenedores de acciones que
confieren cinco votos por acción o aquellos a los que se les reconozca el derecho de percibir utilidades en forma
preferente a los restantes accionistas (arts. 216 y 217), los cuales podrán además designar directores, síndicos o
consejeros en la medida que el estatuto lo autorice. Ello no implica sostener que deban interpretarse exclusivamente
como clases las acciones que, a efectos patrimoniales o políticos, tengan derechos diferentes, sino que el estatuto puede
organizar grupos diferentes, sobre la base precisamente del derecho de cada una de ellas de elegir uno o varios directores.
Dispone expresamente el segundo párrafo del artículo 263, respecto de la elección por acumulación de votos, que el
estatuto no puede derogar este derecho, ni reglamentarlo de manera que dificulte su ejercicio; pero se excluye en el
supuesto previsto en el artículo 262: Elección por categoría de acciones.
En opinión de Nissen, la elección de directores por categoría de acciones excluye la utilización del voto acumulativo en
la designación de los mismos dentro de cada clase (art. 263, últ. párr.), pues si bien el procedimiento ideado por el art.
262 responde a la necesidad de dar cabida en el directorio a representantes de grupos minoritarios, no ha sido propósito
del legislador atomizar el órgano de administración, admitiendo en el mismo minorías irrelevantes.
Roitman, a su vez, no cree que dentro de la clase se pueda aplicar el procedimiento del voto acumulativo (art. 263 LS) si
la cantidad de asientos que le corresponde a la categoría lo permitiese, pues el espíritu de la exclusión de esa norma es
que cada categoría debe regirse por su propio método y si no lo hubiere, debe ser por simple mayoría; pero, nada impide
que el estatuto o reglamento estableciera el voto acumulativo, o cualquier otra forma de reparo proporcional de los
asientos que les corresponda a los accionistas dentro de los propios de la clase. En todo caso cada acción no podrá tener
más de 5 votos a tenor de lo previsto por el art. 216 LS.
Señalan acertadamente Salaberren DuPont y Conte Grand que, siendo innegable que para la elección de autoridades en la
asamblea general de una sociedad de acciones por clases no puede votarse acumulativamente, por incompatibilidad legal
y fáctica, queda preguntarse qué sucede en las elecciones internas de cada clase.
La doctrina ha adoptado dos posiciones bien diferenciadas: mientras una corriente de pensamiento sostiene que ambos
sistemas de votación se excluyen, otra entiende que la exclusión de la elección por voto acumulativo, cuando existe
elección por clases de acciones, no es imperativa sino supletoria de la voluntad de las partes (es decir, si el estatuto no
prevé el derecho de acumulación de votos, queda excluido este sistema de elección).
En primer lugar, el artículo 263 de la LSC no busca otra cosa que remarcar la incompatibilidad de dos regímenes de
elección de autoridades: por un lado, el de elección por la totalidad de los accionistas, a través de la asamblea general; y,
por el otro, el de elección interna de cada clase de acciones, ya sea por medio de una asamblea especial de clase o del
voto de la clase dentro de una asamblea general. Esta incompatibilidad también se ve reflejada por el art. 280 de la LSC,
el cual establece que el Consejo de Vigilancia será designado por la asamblea conforme los arts. 262 o 263.
Para estos autores, en opinión que adherimos, los argumentos esgrimidos por quienes sostienen que los regímenes se
excluyen no bastan para impedir la procedencia de este trascendental derecho para las minorías, desde el momento en
que la realidad empresaria actua, influida por los efectos del incremento de volumen del mercado de capitales y del
proceso privatizador llevado adelante en la República Argentina, que nos muestra estructuras societarias cada vez más
grandes, dentro de las cuales es innegable una tendencia creciente a la diversificación en la titularidad de las acciones,
donde se torna prácticamente imposible el supuesto de hecho del cual parten con su razonamiento (dentro de una clase de
acciones debe existir un grupo compacto y con miras a una única dirección). Por ello, existiendo la posibilidad de que los
integrantes de una misma clase de acciones tengan intereses contrapuestos, es fundamental que éstos puedan resolver sus
diferencias en el seno interno de su clase, emanando de allí una decisión unificada. Para ello, creemos necesario el
reconocimiento del derecho de votar acumulativamente dentro de la clase, a fin de cumplir con el espíritu de la ley
(protección de minorías). Por lo tanto, a través de este instituto, cada clase se podría elegir directores, por imperio de la
ley y sin necesidad de reconocimiento estatutario, siempre y cuando las vacantes a elegir por la clase sean tres o más
(entidad del tercio). Este derecho no podrá ser derogado y/o reglamentado de modo que dificulte su ejercicio.
La regla legal en estudio resulta expresa en cuanto dispone que la remoción, sin expresión de causa, de los directores
designados por una clase de accionistas será resuelta por asamblea de la misma clase que dispuso la elección. Lo anterior
se encuentra en concordancia con lo regulado por la normativa societaria en su artículo 250; Cuando la asamblea deba
adoptar resoluciones que afecten los derechos de una clase de acciones, se requiere el consentimiento o ratificación de
esta clase, que se prestará en asamblea especial regida por las normas de la asamblea ordinaria. No obstante lo señalado,
es preciso destacar algunas singularidades, contenidas en los 264 y 276.
En el primer supuesto, el artículo 264 regula sobre las prohibiciones e incompatibilidades para ser director de una
sociedad anónima, aceptándose que sea la asamblea general la que resuelva la separación en aquellas hipótesis en que el
director se encuentre inmerso por una cualquiera de las causales contempladas en la norma citada, en cuyo caso el relevo
surgirá de una elección hecha por la clase de accionistas que hubiera electo al director saliente.
Por su parte el artículo 276, trata sobre la acción social de responsabilidad contra los directores sociales, siendo de
aplicación por disposición expresa de la asamblea general de accionistas.
Si bien el texto de la L.S.C. admite la coexistencia de diversas clases de acciones con diversos derechos, los que, llegado
el caso, deben ser respetados por la totalidad de los accionistas, no es el propósito legal hacer prevalecer los intereses de
una determinada clase de acciones por sobre los intereses de la sociedad. Si la voluntad de la sociedad, expresada a través
de su órgano de gobierno, es que un determinado directorio sea removido en pleno, mal podría admitirse el derecho de
una clase a reelegir a aquellos directores que resultaron removidos por resolución fundada de asamblea general.
Verón entiende que, en el caso de remoción causada por la acción de responsabilidad a que se refiere el art. 276, si la
resolución implica a todos los integrantes del directorio, es obvio que no podrá removerse sólo a los directores de una
clase, sino a todos. Pero si la causal es peculiar, por actos particulares de uno o varios directores que no afectaron a otro,
por causales legalmente justificadas, no corresponde remover por solidaridad al resto de los directores. Así como la
remoción hace admisible que la asamblea se aboque a la designación del reemplazante aun sin orden del día expreso, es
claro que la asamblea general convocada para considerar la remoción importa, sin necesidad de orden del día especial, la
habilitación para que los accionistas de la clase designen, por el procedimiento estatutario el reemplazante del removido.
En cuanto a la elección por clases, la resolución general 7/05, de la IGJ, ha reglamentado en su artículo 113 que: Las
disposiciones estatutarias que contemplen la elección de directores por clases de acciones (artículo 262, ley 19.550),
deben contener previsiones que aseguren que las designaciones se produzcan con el voto de las acciones de la clase
respectiva o que, si así no ocurriese por empate o por ausencia de todos los accionistas que la integran, dichas
designaciones puedan ser efectuadas por la clase restante, o por las restantes a prorrata si hubiere más de una, o por la
asamblea ordinaria en pleno, siempre que en todos los supuestos se trate de acciones con derecho a voto.
La norma ha impuesto una condición reglamentaria para otorgar la conformidad administrativa al estatuto, y de esta
forma cumple con uno de los principios que sustentan la organización del directorio: que, en la medida de lo posible, la
sociedad no se encuentre acéfala.
La reglamentación administrativa (res. IGJ 7/05, art. 113) establece que las disposiciones estatutarias que contemplen la
elección de directores por clase de acciones deben contener previsiones que aseguren que las designaciones se produzcan
con el voto de las acciones de la clase respectiva y que, si así no ocurriese por empate o por ausencia de todos los
accionistas que la integran, dichas designaciones puedan ser efectuadas por la clase restante, o por las restantes a prorrata
si hubiera más de una, o por la asamblea ordinaria en pleno, siempre que en todos los supuestos se trate de acciones con
derecho a voto.
1. Introducción
El directorio de la sociedad anónima, cómo órgano a cargo de la gestión empresarial, debe necesariamente adecuar su
funcionamiento a ciertos requisitos mínimos que prevé el régimen societario, sin perjuicio de los que la dinámica propia
de cada sociedad pueda imponerles. Así, habrá sociedades en las cuales por su volumen de operaciones las reuniones del
órgano de administración serán semanales, y en otras, bastará con realizar una cada tres meses, conforme impone, como
mínimo, el régimen societario.
Estas reuniones de los directores de la sociedad anónima, deberán cumplir con ciertos requisitos, que son reputados
necesarios, para su validez. Va de suyo, que en los directorios donde predomina la buena relación entre sus integrantes, y
por ende entre los grupos de control, las formalidades ocuparán un segundo plano, y, por el contrario, en aquellos donde
existan conflictos latentes, se hará de las mismas un arma de presión. Pero lo cierto, en ambos casos, es que se debe
cumplir con las formalidades impuestas por el legislador societario las cuales tienen por objetivo asegurar a "todos" los
involucrados, la vigencia de los derechos y obligaciones en juego.
Destaca Garay Guerra que el directorio como órgano de administración de la sociedad puede ser unipersonal o
pluripersonal. Independientemente de que se encuentre conformado por una o más personas, la decisión tomada por el
órgano, ello es la determinación de la voluntad social, no proviene de la persona o personas que lo integran sino por el
contrario, del propio órgano. En virtud de ello, tratándose de un directorio pluripersonal, la decisión que se tome debe
surgir insoslayablemente de la voluntad mayoritaria y quórum necesario que resulten exigidos por el estatuto social. (1)
El artículo 267 del ordenamiento societario es la única norma, en todo el régimen de la ley 19.550, que trata sobre la
necesidad de sesionar en determinados lapsos de tiempos (como mínimo cada tres meses). Además la propia ley
societaria deja la puerta a que sea el estatuto social el que regule una temporalidad distinta para las reuniones del órgano
de administración societaria, como por ejemplo, cada treinta días, o cada quince; a la par que brinda también la
posibilidad de que la reunión del directorio sea convocada por uno de sus integrantes "fuera de agenda".
En relación a la cantidad de reuniones que pueden realizarse en el plazo legal precitado, agrega Garay Guerra, la norma
en forma inteligente deja supeditado a que el estatuto social lo determine según la necesidad de cada sociedad. Asimismo,
dicho artículo permite la concreción de reuniones extraordinarias por pedido de integrantes del directorio. Dichas
reuniones deberán ser realizadas en el lugar que determine el estatuto. Ante ausencia de tal previsión, en el lugar que
determine el directorio, y si tampoco se encontrara determinado por dicho órgano el lugar de reunión, lo será la sede de la
sociedad.
Según Gagliardo, el artículo en examen, regula un supuesto excepcional ante la falta de previsión del estatuto, que no
impide que sea complementado, en su caso, por estipulaciones específicas o bien por cláusulas del reglamento, en este
sentido, continúa diciendo el autor, el reglamento interno puede contemplar el régimen de reuniones (fecha y lugar de
éstas) conforme lo prescribe la Ley de Sociedades Comerciales, en su caso vinculará a los directores otorgantes, si lo
fuera por asamblea, obligará a directores presentes y a los sucesivos administradores que ejerzan tal función.
2. ¿Hay sanción en la hipótesis de que el directorio no cumpla con las reuniones en los plazos previstos por la
ley o el estatuto?
Garay Guerra afirma que si bien la ley de sociedades determina un mínimo de reuniones de directorio cada tres meses, no
establece apercibimiento alguno por su incumplimiento. Sin perjuicio de ello, la responsabilidad de los directores
quedará supeditada a que la omisión de la frecuencia establecida por ley o por el estatuto, en caso de indicar un plazo
menor, no produzca daño a la sociedad, a los accionistas o terceros, caso éste en que la responsabilidad por parte de los
directores quedará expedita. En un antecedente, la Cámara (C. Nac. Com., sala B. 23/08/04. Thorp, Mario c. Edificadora
MB S.A. s/medida cautelar) resolvió que resulta improcedente que el accionante se oponga a la decisión judicial que
tuvo por concluida la intervención del veedor designado con base en que el directorio no se reúne con la regularidad
establecida por el artículo 267 de la L.S.C., cuando como en el caso, la supuesta disfunción del director por falta de
reuniones regulares del órgano aparece huérfana de fundamento fáctico y jurídico que lo avale, pues si bien la escueta
previsión del artículo mencionado, exige que el directorio se reúna una vez cada tres meses y el hipotético
incumplimiento de tal directiva carece de sanción en todo caso, los eventuales perjuicios que dicha omisión provoque,
podrán conformar lesión al interés social, cual es el bien tutelado por la norma.
En opinión de Vanasco, debe tenerse en cuenta que la omisión de esta exigencia no conlleva sanción alguna,
representando solamente un supuesto de negligencia muy leve de los directores, que la asamblea en su momento podrá
considerar a los fines de la fijación de sus honorarios, salvo que se constatare un total abandono de sus cargos y ello
derive en perjuicio para la sociedad, motivo por el cual podrán ser responsabilizados por los daños causados.
Por su parte, en opinión de Martorell, esta falta no genera sanciones expresamente previstas en la ley para los
funcionarios indolentes o negligentes en el cumplimiento de su cometido, pero resulta tipificante de la causal de "mal
desempeño del cargo", tanto para los administradores como para los síndicos que la consientan (v. gr., arts. 274 y 294,
inc. 1, LSC, respectivamente).
3. Convocatoria
El principio general es que las reuniones del directorio deben ser convocadas por el presidente del órgano. Frente al
pedido de reunión por parte de uno de los directores, conforme lo dispone el artículo 267, deberá ser realizada también
por el presidente, y a fin de que la reunión se celebre dentro del quinto día de recibido el pedido.
La norma legal bajo examen dispone que cualquiera de los directores pueda solicitar al presidente del directorio, que se
cite a los demás directores a una reunión extraordinaria, la cual deberá ser ejecutada por el presidente dentro del quinto
día de recibida la solicitud en cuestión. Acota Verón que, en caso de ausencia del presidente, éste puede ser sustituido de
acuerdo con lo previsto estatutariamente para convocar al directorio.
No encontramos óbice alguno para que, por vía estatutaria, se prevea un plazo mayor al previsto en el art. 267, toda vez
que la intención del legislador al establecer ese plazo, fue materializar, por un lado, la protección de los intereses que
representa el director solicitante de la convocatoria extraordinaria, a la par que se preserva el correcto funcionamiento del
directorio, mediante el conocimiento previo y con antelación suficiente de los temas a tratar.
¿Qué sucede si el presidente se niega a convocar la reunión del directorio solicitada por uno de los integrantes del
órgano? Si el presidente no convoca al cuerpo, cualquiera de los directores podrá hacerlo.
De conformidad con lo dispuesto por el art. 260 del ordenamiento societario, el estatuto debe regular la constitución y el
funcionamiento del directorio, motivo por el cual, en la hipótesis de falta de previsión relativa a la forma de convocar al
órgano de gobierno, éste deberá disponer la manera de realizar la misma. La convocatoria deberá formalizarse también en
los casos que conciernan a las reuniones trimestrales en que no se encuentre aclarada la hora y el lugar.
Cuando se encuentre reunido la totalidad del directorio se presenta una situación particular que corresponde sea
analizada: ¿debe igualmente cumplirse con la formalidad de la convocatoria y la notificación del orden del día a tratar? Si
los directores reunidos en su totalidad deciden por unanimidad sesionar y acuerdan, también de manera unánime, los
puntos del orden del día que tratarán, entendemos, que, en este caso, pretender cumplir con el trámite de la convocatoria
y notificación del orden del día, resultaría un excesivo rigor formal, el cual, más que beneficiar y preservar el normal
funcionamiento de la sociedad, produciría el efecto contrario.
También corresponde advertir que deviene innecesaria la convocatoria del órgano de administración societaria, cuando
existe un reglamento del directorio (o bien en el mismo estatuto de la sociedad) en el cual se dispone concretamente el
día, lugar y hora en que se llevarán a cabo las reuniones del directorio, como por ejemplo: todos los primeros martes de
cada mes, a las 9 hs., en la sede social, si ese día fuera inhábil, la reunión se llevará a cabo el día hábil inmediato
posterior. No obstante, en estos casos entendemos que deberá notificar el presidente de la sociedad, el orden del día, con
los temas a tratar, a fin de que cada director concurra debidamente informado a la reunión. Tal notificación deberá ser
realizada, como mínimo, con cinco días de anticipación, o en el plazo mayor que disponga el estatuto o reglamento.
Vanasco destaca que la citación a toda convocatoria, sea del presidente o de un director, debe ser realizada en forma
fehaciente, de manera que sea posible justificar, en caso de incomparecencia, que se los ha convocado debidamente.
Corresponde aclarar que toda notificación que se pretenda realizar a los directores se reputará válida si lo es al domicilio
especial que ésta ha informado a la sociedad al momento de aceptar el cargo (o al que posteriormente informe, en caso de
modificación).
¿La falta de notificación del orden del día importa la nulidad de la reunión del directorio? Entendemos que sí, toda vez
que es un requisito esencial de la misma. Una excepción podría darse si pese a no haberse notificado el orden del día, los
directores se encuentren todos presentes y en forma unánime decidan aceptarlo y tratarlo en la reunión en cuestión.
En un interesante precedente administrativo (Multipoint S.A), la Inspección General de Justicia señaló que la ley 19.550
no contempla expresamente el supuesto de convocatoria a reunión de directorio por el órgano de contralor. De hecho, la
mencionada norma legal sólo le confiere este tipo de facultades para la convocatoria a asamblea de accionistas. No
obstante ello, el organismo entiende que de ese vacío legal no puede derivarse que la pretensión formulada por el
administrador del sucesorio improcedente.
• No puede permanecer indiferente frente al irregular funcionamiento de una sociedad anónima puesto que existe un
interés nacional en lo que hace a la trascendencia económica y social de su actuación;
• Posee especial interés en el regular funcionamiento de los órganos societarios, interés que ha sido plasmado por el
legislador en varios artículos de la ley 19.550;
• Posee funciones de fiscalización permanente sobre el funcionamiento, disolución y liquidación de las sociedades
por acciones. De dichas facultades puede derivarse que compete también a la Inspección General de Justicia,
controlar el regular funcionamiento del directorio de dichas sociedades puesto que el art. 7 de la ley 22.315 —Ley
Orgánica de dicho organismo— lo faculta a intervenir cuando el citado órgano societario no funciona de
conformidad con los parámetros legales o estatutarios.
Agrega también la Resolución en análisis que, si la ley 19.550 en su art. 236 autoriza a la Inspección General de Justicia
a convocar a asamblea de accionistas ante la omisión de la sindicatura y el directorio en hacerlo, es porque al legislador
le interesa que el órgano de gobierno de la sociedad sesione y resuelva para evitar que la sociedad entre en un estado de
paralización que la encuadre en una causal de disolución absoluta (art. 94 inciso 4). En consecuencia, si tal es la voluntad
del legislador no es adecuado denegar la intervención de la Inspección para que intime al directorio a reunirse para
considerar la convocatoria de accionistas que, de resolverse positivamente, ahorrará el largo proceso judicial de
convocatoria a asamblea.
Por las razones expuestas, la Inspección General de Justicia resolvió intimar al Presidente del Directorio de Multipoint
S.A. a que proceda a convocar a reunión de directorio dentro de los cinco días de recibida la notificación correspondiente
y considerar la convocatoria a asamblea general ordinaria.
En el plazo de cinco días ¿éstos se computan hábiles o corridos? No hay ninguna disposición de la IGJ respecto del
carácter de ese plazo en particular ni de los plazos societarios en general. El mismo se rige por el principio general, los
cinco días son considerados corridos.
¿Es posible llevar a cabo las reuniones del directorio en el extranjero? Nuestra jurisprudencia, al ocuparse de la cuestión
en 1* instancia hizo lugar a la demanda por nulidad de la decisión asamblearia de una S.A. mediante la cual se había
modificado el estatuto social y admitido la posibilidad de realizar reuniones del directorio en el extranjero convocadas
por el presidente en la forma y anticipación que éste estimara conveniente. Se entendió que así como no resultaba lógico
que una sociedad local, por hallarse en el país su sede u objeto, se vistiese del ropaje formal de una sociedad extranjera,
tampoco lo era que una sociedad local, por su constitución, por su objeto social y por su sede, resolviera por el arbitrio de
sus socios mayoritarios extranjeros constituir el funcionamiento del órgano de gobierno en el exterior, contraviniendo la
exigencia de que la mayoría del directorio tuviera domicilio real en el país y habilitando asimismo la posibilidad de que
una válida convocatoria, obligase a sus directores a desplazarse al extranjero con breve antelación. Se agregó que de tal
manera se permitía un arbitrario manejo de la sociedad por parte de los representantes designados por los socios
mayoritarios dificultando el debido control de la gestión social tanto por los accionistas minoritarios como por el órgano
de contralor, al deslocalizar el centro de las decisiones. La Cámara confirmó la imposición de costas a cargo de la
sociedad demandada. Se consideró que no existían circunstancias objetivas que demostraran la concurrencia de un
justificativo para eximir las costas al vencido.
La Inspección General de Justicia resolvió que una SA debía modificar sus estatutos en cuanto regulaba la conferencia
telefónica y ajustarse a lo normado por la ley de sociedades, porque el art. 260 LS no daba flexibilidad respecto del
quórum O presencia y en este sistema no existían imágenes simultáneas de quienes deliberaban. Por el contrario, se dijo
que era procedente el sistema de videoconferencia porque se podía deliberar en forma simultánea y verificar la identidad
mediante una imagen.
Esta norma introduce como recaudo de la reunión del directorio, la indicación de los temas a considerar, sean negocios
ordinarios o extraordinarios, para que quienes actuando como cuerpo colegiado puedan informarse con razonable
antelación los asuntos sujetos a discusión con el fin que su voto sea emitido con suficiente conocimiento de causa. Los
temas a tratar pueden ser definidos como el conjunto de temas propuestos a consideración del directorio, cuyo
conocimiento se logra a través de la notificación que se cursa a los miembros del cuerpo colegiado.
El temario del directorio es menos rígido, meramente orientativo y, en principio, no delimita la competencia del
directorio. No hay prohibición a que se puede incluir dentro del temario una propuesta que no figura en la convocatoria,
pero si el tratamiento es de una cuestión que hace al giro ordinario y normal de la administración no es óbice su falta de
inclusión; en cambio, una situación extraordinaria puede ser cuestionada su inclusión sobre tablas. Es probable que un
director haya decidido su inasistencia porque los temas a tratar en la reunión no eran de trascendencia y confiaba en la
decisión de los demás integrantes; pero la inclusión de un tema no previsto puede haberse hecho para evitar su
intervención, sus objeciones o incluso la posible mayoría que se habría requerido con su presencia. Por ello los temas que
no hacen al giro normal de actos de la sociedad requieren un detalle en el orden del día más estricto que otros actos.
El orden del día deba ser claro, preciso y concreto, con lo que se advierte la correlación con el aspecto deliberativo de la
reunión de directorio. La deliberación del directorio, en función de tal precedente, es un recaudo sustancial para que por
su intermedio, pueda formarse la voluntad de tal órgano. No obstante, según Gagliardo, podrá deliberarse sobre todos los
asuntos que sean incidentales o surjan de las propias deliberaciones.
Siguiendo el pensamiento de Gagliardo cabe destacar que, artículo 267 alude a un supuesto de excepción y rige en
defecto de regulación por el estatuto. No obstante, cualquier administrador puede requerir al presidente del directorio la
convocatoria a reunión, indicando el temario a analizar, en cuyo caso corresponde que dentro del quinto día se concrete
ésta, cursando notificación a los interesados. En su defecto, el director involucrado —o cualquiera de los otros
integrantes — podrá instar la sesión. La norma introduce como recaudo de la reunión —cualquiera fuere el convocante—
la indicación de los temas a considerar, sean negocios ordinarios o extraordinarios.
Además, es válido destacar junto con Roitman, que a los fines de tomar las decisiones adecuadas, los directores tienen
derecho a solicitar toda la información que estimen necesaria. Se trata de un derecho de similares características y
finalidades al de los socios, pero resulta más amplio, ya que sus únicas limitaciones son que se refiera al ejercicio de las
funciones del director, lo que se presume, y que no persiga fines extra societarios. Se ha admitido en un precedente
jurisprudencial la posibilidad de cuarto intermedio a fin de que los directores tomen acabado conocimiento de los temas a
tratar en la reunión.
En ausencia de cláusulas estatutarias determinando el procedimiento, será necesario precisar de manera fehaciente la
misión de la solicitud de convocatoria e idéntico criterio deberá aplicarse si la iniciativa responde a cualquiera de los
directores interesados. Con similar precaución, deberá procederse a citar a los directores individualmente considerados,
destacándose que la omisión de convocar a un director torna anulable la decisión pues puede variarse la mayoría e
inclusive las razones que pudo exponer. Esta comunicación de origen legal o convencional si estuviese prevista en el
estatuto, impuesta por razones de buena fe y probidad, tiene por objeto clarificar las eventuales situaciones de emisión y
recepción de la solicitud de reunión de directorio y citación a los miembros, en ambos casos con indicación del temario.
La comunicación e información es una declaración recepticia que certifica lo acaecido en los hechos, lo que, a fin de
evitar situaciones equívocas, debe efectuarse por medios fehacientes o auténticos para facilitar ulteriores probanzas. La
imposibilidad de lograr la reunión de directorio o bien de conformar quórum legal o estatutario en razón de los temas a
tratar, puede tener diversos efectos y consecuencias en la marcha de la sociedad, uno de los cuales puede, inclusive, en el
supuesto del artículo 271, posibilitar la actuación de la sindicatura. Finalmente, de conformidad con el artículo 73, deberá
labrarse acta de las deliberaciones de los órganos colegiados en un libro especial, acorde con las formalidades de los
libros de comercio. Esta disposición prescribe que las actas de directorio sean firmadas por todos los que asistieron a la
reunión.
La inobservancia de los requisitos de convocatoria, agrega Verón, —en el caso indicado— implica la nulidad de las
deliberaciones y hace anulable la decisión, no sólo porque pueda variar la mayoría, sino también por las razones que
pudo exponer. Nos parece atinado flexibilizar criterio tan riguroso porque el objeto de indicar los temas a tratar apunta a
que los directores puedan asistir adecuadamente interiorizados de las materias a debatir; ello puede determinar que
algunos directores decidan asistir o no según este temario; pero si se citara a reunión de directorio sin indicar los temas a
tratar y los asistentes no objetaran la convocatoria, la reunión será plenamente válida; el art. 267 de la LSC parece
referirse al caso en el que la reunión sea convocada a pedido del presidente o por cualquier director, aunque estando la
directiva en un párrafo aparte dentro del artículo podría pensarse que es una disposición aplicable a todos los casos. Se
presentan en las que no se establece previamente el temario a tratar, como cuando existe un reglamento que fija los días
precisos de reunión, o cuando en una reunión los directores acuerdan volver a reunirse en fecha determinada, quedando
notificados con la firma del acta respectiva, y la ley no establece ese efecto (nulidad de la resolución) específicamente,
como lo hace para los temas que la asamblea trata fuera del orden del día (art. 246), debiendo añadirse que las causas de
invalidez de los actos deben interpretarse restrictivamente y que no cabe admitir nulidades virtuales. El sentido de la
disposición del último párrafo del art. 267 es permitirle al director convocado instruirse respecto de los temas a tratar,
pero no se erige en causal de nulidad del tratamiento de lo no incluido.
Si un director le solicita al presidente la convocatoria a reunión y le indica los temas que desea que se trate en el "orden
del día", ¿puede el presidente del directorio suprimir algunos, o está obligado a respetar el temario propuesto? Según lo
entiendo, aquél deberá incluir en la convocatoria todos los puntos sugeridos, salvo aquellos que sean absurdos, injuriosos
o inmorales, ya que carece de imperium para descartar a su arbitrio los que no lo satisfagan. El presidente es un director
más, que sólo se diferencia de sus colegas por ser el representante de la sociedad, y quizá por contar con un "voto de
desempate", si el estatuto ha considerado apropiado atribuírselo.
5. Quórum
En opinión de Roitman, el quórum aquí referido es el denominado "quórum constitutivo". La regla establecida por la ley
es que el número mínimo de directores exigidos para adoptar válidamente una decisión es la mayoría absoluta de los
integrantes del directorio. Se exige la presencia de un mínimo significativo de directores, para que haya deliberación y
que no carezca de la riqueza y el aporte que puedan ofrecer diversas personas. El objetivo de fijar un quórum mínimo
responde al propósito de evitar que la reunión para estar válidamente constituida necesita de la unanimidad de los
directores, con lo cual se transforma en una regla de veto para cada administrador individualmente, amén de los
inconvenientes que ello genera en el desarrollo de las actividades.
Para Garay Guerra, se denomina quórum al número mínimo de miembros de un cuerpo colegiado cuya existencia se
considera necesaria para que éste pueda deliberar válidamente y adoptar resoluciones para las cuales es competente. El
Código de Comercio no previó restricciones sobre el quórum del directorio, tal omisión fue suplida con la sanción de la
ley 19.550, pero se ha presentado un inconveniente que fue recepcionado y salvado en forma inteligente con la sanción
de la ley 22.903, que se mantiene hasta nuestros días, determinando que el quórum del directorio no podrá alcanzarse
sino con la mayoría absoluta de sus miembros, sin perjuicio claro está de la posibilidad de que el estatuto social exija la
presencia de un mayor número de miembros.
Una cuestión importante a tener en cuenta —conforme aclara Garay Guerra— es que en el caso que uno o más directores
ya sea por disposiciones legales o por propia voluntad se abstenga de votar sobre las resoluciones a tomar por el órgano
de administración, entendemos que dicha abstención no habilita a que la presencia de tal director no sea tenida en cuenta
para la conformación del quórum, puesto que la misma hace a la factibilidad de deliberar y no al contenido y aprobación
de dicha deliberación. Por aplicación del 2 párrafo del artículo 266 de la L.S.C., la conformación por cada uno de los
miembros del directorio, es personal, indelegable y contemporánea a la reunión.
Gagliardo considera que el quórum en el directorio presenta ciertas diferencias cuando se lo confronta dentro del
contexto legal respecto de la asamblea. En primer lugar, en el órgano de administración el recaudo mínimo legal de
asistencia insoslayable, mientras que tratándose de la reunión de socios, éste puede variar e incluso disminuir con
relación al prescripto en el régimen societario. En segundo término, mientras la asistencia a una asamblea es factible
mediante mandatario, prohibiéndose que el director actúe en tal carácter, en el directorio sólo es posible la representación
por otro director, para el caso de que existiera quórum.
Finalmente en el directorio, continúa diciendo Gagliardo, el cómputo del quórum (asistencia) y de votos se realiza en
función del número de directores individualmente considerados y no en virtud del capital que ellos representen, lo que en
modo alguno significa naturalizar su actuación colegiada. El artículo 260 dice en su parte pertinente: "...El quórum no
podrá ser inferior a la mayoría absoluta de sus integrantes". El precepto, que debe correlacionarse con otras disposiciones
de la ley (art. 256, ap. 4”), establece un quórum legal mínimo de carácter imperativo. De tal manera, no puede reducirse
por vía estatutaria, más sí agravarse. Luego, en un directorio integrado por cinco miembros, la mayoría absoluta para
sesionar válidamente determinará la presencia de tres miembros, adaptándose asía la realidad de la sociedad anónima.
6. Deliberación
La deliberación del órgano de administración societaria radica en la reciprocidad del intercambio de opiniones e ideas a
consecuencia de una apropiada deliberación entre los diversos integrantes del órgano que conforman el establecido por el
legislador. Una correcta deliberación permite que todos los participantes de la misma intercambien sus opiniones y, en
conjunto, se vaya conformando la voluntad del órgano, la cual se expresara en una etapa posterior: votación.
¿Qué significa deliberado suficientemente? En nuestra opinión cada uno de los directores tiene el derecho de emitir su
opinión, y que la misma conste en acta a través de un resumen sucinto de ella. Los directores deberán obrar con la
prudencia y diligencia de todo buen hombre de negocios, motivo por el cual su participación debe encontrarse
enderezada a un fin: que el directorio como órgano de la sociedad pueda tomar una decisión acorde al estatuto y a la ley.
Por tal motivo las participaciones de los integrantes de este cuerpo colegiado deben ser prudentes y necesarias.
No es posible, y en éste la autoridad la tiene el presidente del directorio para poner fin a cierto tipo de abusos, que los
directores, tomen la palabra, y pretendan extenderse indefinidamente sobre un tema, evitando de este modo el tratamiento
de los restantes, mediante el acaparamiento de "todo" el tiempo útil para el debate. Este consumo deliberado, y mal
intencionado del tiempo, encuentra su límite en el debido ejercicio del derecho de "decir" y "discutir" por parte de cada
uno de los integrantes del cuerpo.
De tal manera que, si el reglamento no hubiera previsto, o directamente no hubiera reglamento, este tipo de situaciones
quedará en manos del presidente decidir el adecuado uso de los tiempos de debate. De buena práctica es, antes de iniciar
la reunión, aclarar que cada director contará con un determinado lapso de tiempo para expresar sus opiniones y hacerse
escuchar.
7. Votación
Cuando un punto del orden del día, debidamente anoticiado a los directores, fuere suficientemente deliberado y debatido,
corresponde su votación. Le compete al presidente del directorio —o quien ejerciera tal función— poner a consideración
del cuerpo la votación del punto respectivo; ello así corresponderá, excepto que algún director estime insuficiente la
información suministrada, observación que en modo alguno confiere derecho de veto.
El artículo 266 del ordenamiento societario es claro en punto a que los directores no pueden votar por correspondencia,
siendo permitido, por el contrario, que faculten a otro director para que emita su voto. Por su parte, no existen pautas
legales (societarias) acerca de la forma de votar en la pertinente sesión, de allí que le corresponda al estatuto, reglamento
interno o al presidente determinar la forma de votación. Si no existiere una modalidad estipulada de exteriorización del
voto, el ejercicio, en primer término, por ciertas personas —capacidad, antigiedad, etc.— condiciona el sentido de voto
de los restantes directores, máxime en temas controvertidos. La predeterminación del voto puede acordarse por orden
alfabético, antigúedad, mano alzada, etcétera.
Lo que no puede admitirse, a los efectos de juzgar la posterior responsabilidad individual de los directores, es que el voto
sea secreto, o que se emita de tal manera que imposibilite o dificulte la individualización de cada uno de los directores al
emitir su voto.
Además, es importante destacar que en el directorio, el sistema de votación es personal, vale decir, un director un voto,
motivo por el cual no incide en este órgano, para la toma de decisiones, la cantidad de acciones que un determinado
director pudiera tener para sí, cuestión esta última que sí acontece en la asamblea de accionistas, lo cual marca una clara
diferencia entre el sistema de voto del directorio y el de la asamblea.
Como la ley no lo autoriza, el estatuto no podrá prever que algunos directores cuenten con más votos que otros para
decidir las cuestiones que se debaten en las reuniones del directorio. Para que las resoluciones que se adoptan queden
aprobadas es necesario que haya votado a su favor la mayoría absoluta de los directores cuyos votos puedan emitirse en
la respectiva decisión, computándose a tal efecto los votos de los directores presentes y de los ausentes que votaron por
medio de otro director. La referencia a los votos que puedan emitirse en la respectiva decisión tiene relación con la
circunstancia de que en algunos temas los directores tendrán obligación de abstenerse, por ejemplo, por tener un interés
contrario al de la sociedad (art. 272, LS), en cuyo caso su presencia no se computará para el quórum y la mayoría se
deberá tomar considerando solamente los votos de los demás directores.
Como la L.S.C. nada dice al respecto, Gagliardo considera que en una hipótesis similar a la mencionada es atribución del
presidente del directorio dirimir la cuestión.
Con relación a los empates, señala Roitman que es otra de las reglas a prever en la redacción del estatuto, siendo
aconsejable otorgar la facultad de desempatar al presidente de la sociedad. Con todo el riesgo que ello implica, no hay
otra solución más práctica.
Siguiendo a Gagliardo, podemos afirmar que el concepto de mayoría es una noción amplia que comprende diversos
matices, por lo que cabe distinguir:
• Mayoría absoluta: es aquella que se integra por la mayor parte de los votos que en total pueden emitirse o bien el
número entero inmediatamente superior a la mitad de la base de cálculo o finalmente, la mayor parte respecto de la
totalidad, a cuyo efecto deben computarse todos los votos en su conjunto y no las posiciones adoptadas en forma
aislada.
• Mayoría relativa: está constituida por el mayor número o parte de votos emitidos en un determinado sentido.
• Mayoría reforzada: es la prevista estatutariamente, imponiéndose como solución que la mayoría sea superior o
igual a una determinada fracción mayor a un medio.
Entiende Roitman, que la mayoría es el denominado quórum deliberativo. Afirma el autor que no hay previsión en la LS.
El estatuto o el reglamento podrían prever una mayoría especial. A falta de una previsión, es que rige la regla de la
mayoría de los presentes, computándose a esos fines de igual manera más de la mitad de aquellos cuya presencia se haya
exigido para otorgar el quórum constitutivo.
Frente al silencio de la L.S.C. sobre el particular, no vemos ningún impedimento para que se exija una mayoría superior a
la ordinaria para que el directorio pueda decidir válidamente sobre determinados asuntos de gran importancia. Agrega
Roitman que, si bien aceptamos que el quórum constitutivo puede no mantenerse durante la reunión, no es admisible que
el cómputo de mayoría para adoptar la decisión se efectúe sobre los presentes circunstanciales al momento de votar. Es
decir que el número mínimo exigido o la cantidad de presentes que hubo al momento de iniciar la reunión es la cifra a
computar para determinar la mayoría. En este sentido, se ha decidido que la asamblea carece de competencia para revisar
y superar la ilicitud con que fue convocada a través de un acto del directorio viciado.
El estatuto podría prever distintas mayorías según las cuestiones a tratar o disponer votos privilegiados respecto de
determinados directores elegidos por clases. Pero en todo caso será menester la mayoría absoluta como mínimo.
¿Es factible considerar la abstención de un director como voto negativo a las resultas del cómputo de la mayoría?
Abstenerse de votar es tanto como no votar. A los efectos del cómputo de la decisión del directorio, el abstenido no suma
ni por la afirmativa, ni por la negativa. Por tal motivo, es posible afirmar que la abstención no puede ser contabilizada
junto con los votos negativos.
¿Es posible considerar que el integrante del directorio que se abstuvo de votar abstenido salvaguardó de esta manera su
responsabilidad? En nuestra opinión, solo dejan a salvo su responsabilidad aquellos directores que obren de conformidad
con el último párrafo del artículo 274: Queda exento de responsabilidad el director que participó en la deliberación o
resolución o que la conoció, si deja constancia escrita de su protesta y diere noticia al síndico, antes de que su
responsabilidad se denuncie al directorio, al síndico, a la asamblea, a la autoridad competente, o se ejerza la acción
judicial.
De tal manera, es posible afirmar que la circunstancia de "no votar” no constituye per se un paliativo de la
responsabilidad de los integrantes del órgano de administración, pues ese director que calló su voto, al estar presente en
la reunión directorial, debería haber votado en contra de la misma, al no reunir, como vimos, la abstención la
característica eximente.
Resulta de aplicación el artículo 73 del ordenamiento societario, en tanto dispone que: Deberá labrarse en libro especial,
con las formalidades de los libros de comercio, acta de las deliberaciones de los órganos colegiados. Las actas del
directorio serán firmadas por los asistentes. Las actas de las asambleas de las sociedades por acciones serán
confeccionadas y firmadas dentro de los cinco (5) días, por el presidente y los socios designados al efecto.
El acta constituye la reproducción relacionada de lo ocurrido, en la reunión del órgano de administración societaria,
teniendo por objetivo dejar prueba fehaciente y adecuadamente instrumentada, tanto para el control de terceros, como de
los ausentes y de los organismos de contralor. Su contenido debe ser redactado en el idioma oficial de nuestro país, sin
perjuicio de lo cual es posible que la sociedad lleve por separado traducciones de sus actas en el idioma respectivo de la
empresa matriz. Todos los directores tienen derecho a solicitar copia del acta, con costas a su cargo.
Se considera al acta del directorio como un instrumento privado que documenta las decisiones adoptadas por el órgano de
administración, o sea, un acto formal no solmene. De ello se deduce, por aplicación de los principios generales del
derecho que: a) el silencio del acta no hace presumir que la formalidad que se silencia haya sido omitida, sino que deja
intacta la presunción de que la reunión del directorio fue debidamente convocada y celebrada, correspondiendo a quien
afirma la existencia de una irregularidad, aportar la prueba necesaria; b) el acta debidamente firmada, hace fe, salvo
prueba en contrario; c) las actas del directorio son simples medios de prueba de los acuerdos tomados por el órgano de
administración, y se requiere ad probacionem y no ad solemnitatem, y la irregularidad del acta sólo enerva su fuerza
probatoria; d) los terceros pueden invocar el acta del directorio como prueba contra la sociedad, puesto que ha sido
aprobada por uno de los órganos de la misma, o sea, el órgano de administración, y e) la no oposición de los directores al
contenido del acta, debe interpretarse como exteriorización de su aprobación y conformidad de cuenta en ella se
consigna.
Ante la pobreza de la normativa específicamente dedicada al tema, corresponde recurrir por analogía al art. 249 de la ley
("Actas de las asambleas").
Por otra parte, debemos señalar que constituye una obligación principal, a cargo del presidente del directorio, llevar
adelante la confección de las actas correspondientes a las reuniones del órgano de administración, encontrándose
facultado a designar un secretario de acta a los fines de que, presenciando la reunión del directorio, tome debida nota por
escrito de los dichos de cada uno de los directores al tratar los distintos temas del día, y luego anote el sentido del voto de
cada uno y el resultado final con la decisión que tomo el órgano. Este tipo de asistentes, si bien pueden presenciar la
reunión del directorio, carecen de voz y voto, debiendo limitar su tarea exclusivamente a tomar nota en el sentido antes
descripto.
Aunque nos encontremos frente a un directorio compuesto por un solo integrante, es necesaria la confección de las actas
que recojan las decisiones tomadas por ese integrante individual y único del órgano de administración, pues de esta
manera (mediante las actas) es la única forma de llevar una relación circunstanciada de todas las decisiones que fue
adoptando al frente del manejo de los negocios sociales y justipreciar su responsabilidad.
En cuanto al contenido del acta, por aplicación extensiva a las actas de las reuniones del directorio, de las normas de la
LSC sobre redacción de las actas de la asamblea, aquéllas deben contener, como mínimo: a) lugar de celebración de la
reunión; b) presidencia de la reunión; c) asistentes a la sesión, con expresa mención del nombre y apellido de los
asistentes, así como también si se incorporaron desde el comienzo de la reunión o lo hicieron con posterioridad; d) si
asistieron los síndicos, el gerente general, algún integrante del consejo de vigilancia y, eventualmente, el fiduciario de los
debenturistas. Cuando las decisiones son unánimes, no hacen falta estas constancias, ni la proclamación del resultado; e)
Cómo quedó integrado el quórum; f) enunciación concreta de cada uno de los asuntos tratados; lo deliberado y resuelto
para cada uno de ellos, con mención del resultado de la votación, y proclamación por el presidente de lo resuelto en cada
caso. Con respecto a la votación, se dejará constancia de si alguno de los directores presentes ha votado por otro director
ausente, en los límites del art. 226 de la Ley de Sociedades Comerciales; g) Caso de anexarse documentación especial o
informes preparados para la mejor comprensión de los asuntos tratados, indicación de los mismos y lugar de su archivo.
Unidad 19.
FISCALIZACIÓN
Está a cargo de uno o más síndicos designados por la integrado por tres a quince accionistas
asamblea de accionistas. Se elegirá igual número de designados por la asamblea (art. 280)
síndicos suplentes.
Requisitos.
(art. 285)
ARTICULO 294. — Son atribuciones y deberes del Son funciones del consejo de
síndico, sin perjuicio de los demás que esta ley vigilancia:
determina y los que le confiera el estatuto:
1º) Fiscalizar la administración de la sociedad, a cuyo a) Fiscalizar la gestión del directorio.
efecto examinará los libros y documentación siempre Puede examinar la contabilidad social,
que lo juzgue conveniente y, por lo menos, una vez los bienes sociales, realizar arqueos de
cada tres (3) meses. caja, sea directamente o por peritos
que designe; recabar informes sobre
2º) Verificar en igual forma y periodicidad las contratos celebrados o en trámite de
disponibilidades y títulos valores, así como las celebración, aun cuando no excedan de
obligaciones y su cumplimiento; igualmente puede las atribuciones del directorio. Por lo
solicitar la confección de balances de comprobación; menos trimestralmente, el directorio
presentará al consejo informe escrito
3º) Asistir con voz, pero sin voto, a las reuniones del acerca de la gestión social;
directorio, del comité ejecutivo y de la asamblea, a
todas las cuales debe ser citado; b) Convocará la asamblea cuando
estime conveniente o lo requieran
4º) Controlar la constitución y subsistencia de la accionistas conforme al artículo 236;
garantía de los directores y recabar las medidas
necesarias para corregir cualquier irregularidad; c) Sin perjuicio de la aplicación del
artículo 58, el estatuto puede prever
5º) Presentar a la asamblea ordinaria un informe que determinadas clases de actos o
escrito y fundado sobre la situación económica y contratos no podrán celebrarse sin su
financiera de la sociedad, dictaminando sobre la aprobación. Denegada ésta, el
memoria, inventario, balance y estado de resultados; directorio podrá someterlo a la
decisión de la asamblea;
6º) Suministrar a accionistas que representen no
menos del Dos por Ciento (2 %) del capital, en d) La elección de los integrantes del
cualquier momento que éstos se lo requieran, directorio, cuando lo establezca el
información sobre las materias que son de su estatuto, sin perjuicio de su
competencia; revocabilidad por la asamblea. En este
caso la remuneración será fija y la
7º) Convocar a asamblea extraordinaria, cuando lo duración en el cargo podrá extenderse
juzgue necesario y a asamblea ordinaria o asambleas a cinco (5) años;
especiales, cuando omitiere hacerlo el directorio;
e) Presentar a la asamblea sus
8º) Hacer incluir en el orden del día de la asamblea, observaciones sobre la memoria del
los puntos que considere procedentes; directorio y los estados contables
sometidos a consideración de la
9º) Vigilar que los órganos sociales den debido misma;
cumplimiento a la ley, estatuto, reglamento y
decisiones asamblearias; f) Designar una o más comisiones para
investigar o examinar cuestiones o
10) Fiscalizar la liquidación de la sociedad; denuncias de accionistas o para vigilar
la ejecución de sus decisiones;
11) Investigar las denuncias que le formulen por
escrito accionistas que representen no menos del Dos g) Las demás funciones y facultades
por Ciento (2 %) del capital, mencionarlas en informe atribuidas en esta ley a los síndicos.
verbal a la asamblea y expresar acerca de ellas las
consideraciones y proposiciones que correspondan.
Convocará de inmediato a asamblea para que resuelva
al respecto, cuando la situación investigada no reciba
del directorio el tratamiento que conceptúe adecuado y
juzgue necesario actuar con urgencia.
Responsabilidad.
Unidad 20.
Resolución General I.G.J. N° 06/17 - Aprueba normas relativas a las Sociedades por Acciones Simplificadas
(SAS). Modificada por las siguientes resoluciones: RG IGJ 8/17, RG IGJ 3/20, RG IGJ 9/20, RG IGJ 20/20,
RG IGJ 23/20, RG IGJ 43/20 y RG IGJ 44/20.
Resolución General I.G.J. N° 04/17 Resolución General Conjunta AFIP 4098E - Establece el procedimiento de
otorgamiento de CUIT a las Sociedades por Acciones Simplificadas (SAS).
Resolución General I.G.J. N° 08/17 - Modifica la Resolución General N° 06/2017, reglamentaria de las
Sociedades por Acciones Simplificadas. La RG IGJ 8/17 es modificada por la RG IGJ 17/20.
Resolución General I.G.J. N° 03/20 - Establece que en los edictos de constitución y de variación del capital
social, de sociedades de responsabilidad limitada y anónima, deberá identificarse la participación que le
corresponde a cada integrante. Dispone que las SAS deberán incluir, en el aviso requerido por el art. 37 incs. a)
y b) de la ley 27.349, información sobre las características de las acciones y sobre las variaciones del capital
social. Modifica el art. 13 y el Anexo A3 (Modelo de Edicto de Constitución) de la RG IGJ 6/17, modificada por
la RG IGJ 8/17.
Resolución General I.G.J. N° 09/20 - Establece nuevas disposiciones en relación al capital social inicial de las
Sociedades por Acciones Simplificadas (SAS). Sustituye los artículos 30, 31 y 46 de la Resolución General IGJ
N° 6/2017. Dispone verificaciones en términos de control de legalidad sobre el acto de constitución, reforma u
otro de los sujetos a inscripción en el Registro Público.
Resolución General I.G.J. Nº 17/20 - Deroga el artículo 2º de la RG IGJ 8/17. Otorga un plazo máximo de 90
días para que las SAS constituidas sin la firma digital de todos sus integrantes subsanen tal deficiencia legal. Sin
la previa o simultánea inscripción de dicha subsanación, no se inscribirán actos contemplados en el art. 6° y
concordantes del Anexo “A” de la RG IGJ Nº 6/17.
Resolución General I.G.J. Nº 20/20 - Modifica el texto del artículo 38 de la Resolución General IGJ Nº 6/17.
Resolución General I.G.J. Nº 22/20 - Establece mecanismos para la obtención de información y medidas
conducentes a determinar la situación de desenvolvimiento empresarial de las SAS, inscriptas en el registro
público de la CABA o de jurisdicciones provinciales, en relación con la titularidad en cabeza de ellas de
derechos reales sobre bienes inmuebles ubicados en la CABA, a efectos de determinar si la misma es ajena a
fines societarios y disponer cursos de acción que den respuesta a ello.
Resolución General I.G.J. Nº 23/20 – Anexo 1 - Modifica el Anexo “A.2” de la Resolución General Nº 6/2017.
Resolución General I.G.J. Nº 43/20 - Establece nuevas disposiciones para las Sociedades por Acciones
Simplificadas (SAS). Los trámites registrales deberán presentarse con dictamen profesional de precalificación.
Prevé sanciones y medidas ante la constatación de inexistencia material de la sede social inscripta y ante la
falsedad en la identificación del beneficiario final o la declaración de su inexistencia. Sustituye el texto del art.
53 de la RG IGJ 6/17. Suspende la certificación de firmas por parte de IGJ mientras dure la situación de
emergencia epidemiológica. Modificada por la RG IGJ 44/20.
Resolución General I.G.J. Nº 44/20 - Modifica el art. 46 de la RG IGJ 6/17, y los artículos 3° y 4° de la RG IGJ
43/20.
Resolución General I.G.J. Nº 2/21 – Anexo I - Establece los recaudos y el procedimiento de presentación de
estados contable por parte de las Sociedades por Acciones Simplificadas.
El régimen de la SAS da un plexo normativo que se impone en forma imperativa en ciertas cuestiones consideradas
necesarias; en el resto, las regula en forma supletoria o directamente no dice nada. así, los constituyentes pueden tomarse
el “trabajo” de Redactar cláusulas especiales que consideren apropiadas para su emprendimiento que, de ser eficientes,
darán un valor agregado a la sociedad y que, en caso de ser ineficientes, sólo perjudicarán a ellos. Si, por el contrario, se
pretende hacer uso de un estatuto tipo y así beneficiarse de la rapidez de la registración, podrá hacerlo sin problemas,
resignando especificidad por rapidez.
Las SAS, impuestas por la ley de apoyo al capital emprendedor (LACE) se presenta como una herramienta de fomento a
la actividad emprendedora y viene inserta en un cumulo de medidas que buscan beneficiar al pequeño y mediano
empresario, pero también constituye un nuevo tipo societario inserto en el régimen actual de la sección IV en el que
predomina la flexibilidad de las formas, la subsidiariedad de un considerable número de normas societarias lo que
permite una mayor libertad de los socios para autorregularse. La ley 19.550 responde a la época en la que fue dictada,
justificada en la creencia de ese momento de que lo mejor era darles a los empresarios una estructura societaria definida,
con poco espacio para que las partes realicen modificaciones y donde el régimen normativo era incontradecible.
Es verdad que las Soc. cotizantes requieren un plexo normativo de mayor imperatividad y rigidez que las no cotizantes,
pero también es verdad que las Soc. no cotizantes también deben tener un cuerpo normativo un poco imperante, por lo
menos en cuanto a obligaciones y responsabilidades se refiera, para protección de los socios y de los 3ros vinculados a la
Soc.
Es por eso que el debate actual del derecho societario se refiere al alcance del principio de la autonomía de la voluntad en
el diseño estatutario de las Soc. por acciones, que divide la doctrina en dos grandes grupos, 1) los contractualistas, que
prefieren un plexo normativo mayoritariamente supletorio y 2) los comunitaristas, que se inclinan por un mayor numero
de normas imperativas regulatorias del fenómeno societario.
Como ha sostenido Bainbridge (7), los comunitaristas creen que las regulaciones gubernamentales asignan los recursos
en forma más justa y eficiente; mientras que los contractualistas prefieren las decisiones democráticas sobre las
burocráticas, entienden que son los fundadores quienes están en mejores condiciones de adoptar sus propias regulaciones
y los que se beneficiarán de su eficiencia o perjudicarán de su ineficiencia y, además, confían en el mercado como el
mejor indicador y corrector de una regulación deficiente.
No existe punto real de equilibrio entre normas imperativas y supletorias para todo tipo de Soc. y contextos, pero sin
dudas lo mas conveniente y razonable no esta en ninguno de los dos extremos. No es verdad que el mercado es capaz de
resolver todos los aspectos atinentes a los intereses y derechos de las personas vinculadas a las Soc. sean internos o
externos, especialmente que no pueden pactar salvaguardas o garantías ex ante, débiles). Máxime en contextos como el
nuestro, donde la gran mayoría de las sociedades tienen una alta concentración accionaria y los mercados bursátiles son
volátiles, inestables y escasamente desarrollados. Por el otro lado, tampoco sería correcto afirmar que las normas
imperativas se justifiquen bajo toda circunstancia y para cualquier tipo societario, ni que éstas sean preferibles a otras
normas queridas y pactadas por los socios y diseñadas para atender sus necesidades específicas y evitar o desactivar
futuros conflictos.
Lo cierto es que, más allá de dejar un esqueleto funcional y orgánico de carácter imperativo, y de determinar, también
en forma imperativa, los derechos esenciales de los accionistas y terceros, como así también la responsabilidad de la
sociedad, socios, controlantes, administradores y fiscalizadores; en el resto bien puede admitirse un mayor ámbito
de actuación para la autonomía de la voluntad, de manera de dotar a los socios de la facultad de regular su propia
sociedad, teniendo en cuenta sus intereses y necesidades, sobre todo en las denominadas sociedades cerradas. La
incorporación de las SAS permite una mayor injerencia del principio de la autonomía de la voluntad contractual en el
diseño de los estatutos que regirán el emprendimiento.
Hoy es posible adoptar y definir regulaciones societarias a medida. El régimen de la SAS da un plexo normativo que se
impone en forma imperativa en ciertas cuestiones consideradas necesarias; en el resto, las regula en forma supletoria o
directamente no dice nada. Así, el o los constituyentes (socios) pueden tomarse el “trabajo” de redactar cláusulas
especiales que consideren apropiadas para su emprendimiento que, de ser eficientes, darán un valor agregado a la
sociedad y que, en caso de ser ineficientes, sólo perjudicarán a ellos. Si, por el contrario, se pretende hacer uso de un
estatuto tipo y así beneficiarse de la rapidez de la registración, podrá hacerlo sin problemas, resignando especificidad por
rapidez.
Características
La SAS reconoce algunas características que la distinguen de otros tipos societarios y que, por lo menos en principio,
justifican su creación y futura adopción.
Se trata de un nuevo tipo societario que viene a sumarse a los de la LGS, aunque sin ser incorporado a su articulado.
Se diferencia del resto de los tipos del Capítulo II de la ley 19.550, en que el de la SAS es de los denominados tipos
abiertos o de entramado abierto, en contraste con el formato rígido e imperativo que ostentan los denominados de capital.
La SAS es un tipo societario híbrido, en la medida en que se estructura con elementos propios, tanto como con
componentes de SRL y de la Sociedad Anónima (SA); con pretensiones de adaptarse, debido a su flexibilidad, a las
necesidades del pequeño y del mediano empresariado.
Esperemos que este entramado normativo poroso y permeable, amoldable a la voluntad de las partes, no se vea
restringido por obra de la inefable actividad legislativa de los organismos de control y tributarios.
La SAS está especialmente diseñada para las pequeñas y medianas empresas y para los empresarios individuales, pero no
obsta que pueda ser de gran utilidad para las grandes empresas. Su simplicidad, sumada a los beneficios que otorga la
Ley de Apoyo al Capital Emprendedor en cuanto a constitución, registración, publicidad, convocatoria, realización de
reuniones, etc., son el marco jurídico más conveniente para las sociedades cerradas, aquellas que no apelan al ahorro
público ni hacen oferta pública de sus acciones. Se evitan, así, los conflictos derivados del in- debido o insuficiente uso
de las formas y de los recursos de la sociedad anónima para pequeños emprendimientos y los costos que ello conlleva.
Con mejor redacción que el art.1º de la LGS, el régimen de la SAS dispone que una SAS unipersonal no puede constituir
ni participar en otra SAS unipersonal, aunque sí lo puede hacer en una SAS pluripersonal. Esta prohibición implica que
una SAS unipersonal no puede ser, a su vez, constituida por otra SAS unipersonal, ni siquiera participar en ella de la
manera y por la causa que fuera. Es interesante señalar la posibilidad de la SAS de adaptarse a un solo socio o a varios y
la reversibilidad en punto a pasar de la unipersonal a la pluripersonal y viceversa.
Nada obsta a que la SAS se constituya con un solo socio y que luego se integre con otros (con las debidas modificaciones
del instrumento constitutivo o adaptaciones de funcionamiento, en caso de ser necesarias) o que la que fuera constituida
por múltiples sujetos luego deviniera unipersonal.
Actualmente se está transitando un proceso de desregulación y simplificación de las sociedades cerradas, con una
regulación mayormente de carácter subsidiario en sustitución de los moldes indisponibles; a la par que se opera un
proceso de homogeneización, estandarización y regulación de las sociedades abiertas.
La SAS viene a encolumnarse en esta tendencia, replicando situaciones jurídicas que han sido exitosas en otros
ordenamientos, al permitir un mayor grado de amplitud del principio de la autonomía de la voluntad de los socios,
brindando normas de aplicación subsidiaria.
En el caso de las SAS, el ámbito de libertad para la regulación del instrumento constitutivo se verifica en la posibilidad
de pactar: la forma de negociación o transferencia de las acciones; la prohibición de la transferencia de las acciones por
tiempo limitado; la estructura orgánica de la sociedad; las funciones de cada administrador; la forma de convocatoria,
de sesionar y de tomar decisiones de los órganos sociales; la asignación de los derechos de voto correspondientes a cada
clase acciones.
En el resto, continúa cierta estructura imperativa necesaria que brinda seguridad jurídica y protección a socios y a
terceros, ayudando a conformar y mantener su particular tipología.
El régimen de las SAS flexibilizó las soluciones societarias habituales. En este sentido, se acortan los plazos de
inscripción; se dispone la posibilidad de constituir la SAS por medios digitales; se habilita la fijación de un objeto
plural; se impone un capital mínimo relativamente bajo y actualizable conforme al aumento del Salario Mínimo Vital y
Móvil; no se exige publicidad ni inscripción de la resolución que aumenta el capital social en menos del 50% del capital
inscripto; se admiten los libros en registros digitales y el otorgamiento de poderes en protocolos notariales electrónicos,
entre otras.
Respecto a la SAS ocurrirá lo que nunca ha sucedido con el resto de las sociedades típicas: que podrán ir diferenciándose
entre sí, y no sólo en cuestión de detalle, sino en materias más profundas como su estructura orgánica y la forma en que
los órganos se reunirán y se tomarán decisiones válidas. A esto llamamos un marco normativo dinámico, a pesar de los
estatutos estandarizados que se adopten en cada jurisdicción.
El mundo se ha globalizado y, más temprano que tarde, las jurisdicciones nacionales del subcontinente comenzarán a
competir por la adopción de sus propios sistemas societarios. Por ello, tenemos la necesidad de contar con un tipo
societario simplificado y de soluciones y términos similares a los del resto de la región.
Una cuestión novedosa del régimen de las SAS es la forma de manifestación de la voluntad tanto de sus socios y de sus
administradores, como el modo de conformación y expresión de la voluntad social. Respecto de los fundadores, éstos
podrán constituir la sociedad por medios digitales, o sea, utilizando los procedimientos de firma digital y notificación
electrónica, luego de que tal sistema se reglamente e implemente.
En lo que se refiere a los órganos sociales, los socios son los que deberán fijar las pautas de las reuniones, convocatoria,
emisión de votos, mayorías, quórum, forma de debatir y de tomar decisiones, pudiéndose autoconvocarse, realizarse
fuera de la sede social, a distancia, por métodos de comunicación simultánea o comunicación de los votos.
Por las deudas sociales, los socios de la SAS responderán en forma limitada a la integración de las acciones suscriptas o
adquiridas, garantizando la adecuada integración de todos los aportes.
Los trámites se facilitan, los plazos se acortan, los procedimientos tributarios y bancarios se desburocratizan y se
pretende reducir los costos vinculados a la inscripción de la sociedad mediante la adopción del modelo tipo de
instrumento constitutivo que deberá aprobar cada jurisdicción.
La creación de la SAS no viene sola, sino que constituye una herramienta más dentro del régimen de fomento y apoyo a
la actividad emprendedora y a su expansión internacional, así como a la generación de capital emprendedor.
Como es sabido y se repite constantemente, en el marco de las sociedades cerradas, como es el caso de las SAS,
adquieren mayor relevancia las condiciones personales de los socios y, sobre todo, la exigencia de obrar con lealtad y
colaboración, tanto entre los socios, como entre éstos y los administradores, en ejercicio de los principios de buena fe y
confianza (art.1060, CCyC).
Los conflictos en las sociedades cerradas operan, ya no entre socios y administradores, como en las sociedades abiertas
de capital disperso; sino en el eje socios minoritarios frente a mayoritarios. Por ello en las sociedades cerradas debe
exigirse el mayor deber de lealtad y colaboración respecto de los socios entre sí, para evitar situaciones de abuso y
opresión en un marco jurídico que no admite una fácil salida (iliquidez de las participaciones societarias) del socio
oprimido.
Por ello, el plexo normativo aplicable a las SAS debe integrarse, necesariamente, con la aplicación de los principios de
buena fe (art.9º, CCyC), confianza (art. 1067, CCyC) y deberes de colaboración (art.1011, CCyC) y lealtad y di- licencia
de los administradores (arts. 59, LGS y 159, CCyC).
Régimen legal
La sociedad por acciones simplificada, identificada como SAS, constituye, como ya se dijo, un nuevo tipo societario de
carácter híbrido, estructurado sobre la base tipológica de la Sociedad de Responsabilidad Limitada. Se ha cuestionado por
qué las SAS no integran el ordenamiento formal de la Ley General de Sociedades, lo cual hubiese sido más sistemático y
coherente.
un solo cuerpo legal, lo cierto es que la SAS no siempre será favorecida por dichos beneficios, sino en la medida en que
fuera considerada o desarrolle un “emprendimiento” y siempre y cuando se verifiquen las condiciones impuestas por la
ley (entre ellas, la de la antigüedad y la de mantener el control político de la persona jurídica). O sea que la SAS excede
el objeto de la Ley de Apoyo al Capital Emprendedor y seguramente será de utilidad, aunque no pueda beneficiarse de
todas las ventajas de la nueva ley.
2. Legislación supletoria
El art. 33 de la LACE dispone que, supletoriamente, se apliquen las disposiciones de la LGS (ley 19.550). Pero el orden
prelativo de las leyes aplicables merece alguna precisión adicional.
3. Constitución
Lo novedoso de la SAS es que puede constituirse por una o más personas humanas o jurídicas. Y, como ya se
adelantó, se trata de una posibilidad reversible en el sentido que se puede pasar de la unipersonal a la pluripersonal y
viceversa, mediante el solo expediente de adaptar; y en su caso, modificar el instrumento constitutivo en lo
pertinente. La única restricción es que una SAS no pue- de constituir ni participar en otra SAS unipersonal (art. 34).
No existe tal obstáculo cuando una SAS participe en otra SAS pluripersonal.
Para que la SAS pueda ser constituida como tal y mantener su carácter, no deberá estar comprendida en ninguno de
los supuestos pre- vistos en los incs. 1, 3, 4 y 5 del art. 299 de la LGS. Tampoco podrá ser controlada, ni estar
vinculada en más de un treinta por ciento de su capital, por una sociedad comprendida en el art. 299 de la LGS.
Si, por cualquier motivo, la SAS se encontrara comprendida en estos supuestos, deberá transformarse en alguno de
los tipos previstos en la LGS e inscribir tal transformación en un plazo máximo de seis meses, bajo apercibimiento
de que los socios respondan frente a terceros en forma solidaria, ilimitada y subsidiaria.
4. Requisitos de constitución
La SAS puede ser constituida por instrumento público o privado con firmas certificadas. La novedad es que la SAS
también podrá ser constituida por medios digitales con firma digital, lo que queda supeditado a una futura
reglamentación.
En forma obligatoria el instrumento constitutivo debe contener pautas similares a las exigidas por el art.11 de la
LGS.
6. Publicidad
7. Inscripción registral
En este aspecto lo novedoso es el plazo de inscripción. La ley dispone que la inscripción de la SAS en el Registro
Público deberá realizarse dentro de las veinticuatro horas contadas desde el día hábil siguiente al de la presentación
de la documentación necesaria, siempre que se utilice el modelo tipo de instrumento constitutivo aprobado por cada
jurisdicción. Sin duda esto constituye una ventaja sobre el régimen actual, siempre y cuando no vaya en desmedro de
una simplificación excesiva de las tareas de control y de conformación de los estatutos sociales.
Por supuesto que la agilización e informatización de los procedimientos de inscripción estará sujeta a las pertinentes
reglamentaciones de los organismos de registro y contralor societario.
Los socios de la SAS limitarán su responsabilidad por las deudas sociales hasta la integración de las acciones
suscriptas o adquiridas, garantizando la integración total de los aportes, en forma solidaria e ilimitada, frente a
terceros. En este sentido se adopta una solución similar a la del art.150 de la LGS, para las SRL.
9. Capital social y aportes
El capital social se divide en partes, que se denominarán “acciones”. En definitiva, en lugar de llamarlas cuotas
sociales, la ley opta por el término “acciones”. Se fija un capital mínimo muy bajo, que consiste en el importe
equivalente a dos veces el salario mínimo, vital y móvil. El principio de la intangibilidad del capital social y su regla
derivada que impide toda distribución de utilidades que pueda afectarlo permiten un fácil control mediante el simple
expediente de confrontar los estados de resultados y la cifra del capital social. La suscripción e integración de
acciones deberá hacerse en las condiciones, proporciones y plazos que las partes prevean en el instrumento
constitutivo.
Los aportes en dinero deben integrarse en un veinticinco por ciento como mínimo al momento de la suscripción;
mientras que la integración del saldo no podrá superar el plazo máximo de dos años. Los aportes en especie, por su
parte, deberán ser integrados en un ciento por ciento al momento de la suscripción. El art. 42 de la LACE dispone
que los aportes podrán realizarse en bienes dinerarios o no dinerarios. El mencionado artículo brinda detalladas
pautas de valuación, como también el procedimiento de impugnación y permite, como novedad, la posibilidad de
pactar prestaciones accesorias, ya sea de socios, administradores o de terceros ajenos a la SAS; ya sea que consistan
en servicios ya prestados o a prestarse, o no iniciados o en etapa de ejecución y que conformarán el capital social de
la sociedad.
La reunión de socios de la SAS es el órgano competente para resolver el aumento de capi- tal y fijar las
características y condiciones de las nuevas acciones, las que podrán emitirse a valor nominal o con prima de
emisión, no existiendo restricciones para que se fijen distintas primas para distintas clases, aun cuando se trate de
acciones emitidas a raíz de un mismo aumento de capital
La ley permite, además, que se consigne en el instrumento constitutivo la previsión de no requerirse publicidad ni
inscripción de la resolución de socios para los casos de aumento del capital por una cifra menor al cincuenta por
ciento del capital social inscripto.
Los llamados aportes irrevocables a cuenta de futuras emisiones de acciones, para ser considerados tales, deben ser
aceptados por el órgano de administración dentro de los quince días contados desde el momento en que ingresó una
parte o el total de dichos aportes, pudiendo mantener tal carácter por otros veinticuatro meses. La instrumentación
queda supeditada a la futura reglamentación.
12. Acciones
La SAS podrá emitir acciones nominativas no endosables, ordinarias o preferidas y acciones escriturales. Los socios
tienen facultad para la asignación de los derechos políticos y económicos. Los socios son llamados “socios”, en lugar
de “accionistas”, a pesar de ser tenedores de acciones.
La forma de la negociación, aprobación y transferencia de acciones será la que se haya pactado en el instrumento
constitutivo, pudiéndose exigir la previa autorización de la reunión de socios y hasta pactar la prohibición de
transferir por un plazo máximo de diez años, el que puede ser prorrogado por períodos adicionales no mayores de
diez años, siempre que tal decisión se adopte con el voto favorable de la totalidad de acciones representativas del
capital social. Las restricciones o prohibiciones que afecten a las acciones deberán registrarse en el Libro de Registro
de Acciones y constar en los títulos de las acciones cartulares y en los comprobantes de las no cartulares. Esta
posibilidad que brinda la ley es bienvenida y puede ser de utilidad en sociedades con costosos activos específicos, en
etapa de desarrollo, o cuando así lo requiera la propia composición accionaria. En caso de que el estatuto nada dijera,
toda transferencia de acciones deberá ser notificada a la sociedad e inscripta en el Libro de Registro de Acciones a
efectos de ser oponible frente a terceros.
En estos supuestos, la ley impone imperativamente ciertas normas y deja al libre arbitrio de la voluntad de las partes
el establecimiento de otras. Ante el silencio, se aplicarán supletoriamente las de la SRL, en primer lugar, y las
disposiciones generales de la LGS, en segundo.
Al admitirse la SAS de un solo socio, la ley permite el ejercicio por éste de las atribuciones asignadas a cada órgano
y la representación le- gal de la sociedad, en cuanto sean compatibles.
El órgano de administración es el único que carece de denominación. Queda a la voluntad de las partes adoptar la
denominación que más les cuadre: gerencia, directorio, consejo de administración, etc. La administración estará a
cargo de una o más personas humanas, socios o no, designados por plazo determinado o indeterminado en el
instrumento constitutivo o bien posteriormente. Ergo no pueden ser personas jurídicas
Sólo si se prescindiera de la sindicatura la ley exige la designación de un suplente, lo que no obsta a que se nombre
más de uno. Como en el régimen general, las designaciones y cesaciones de los administradores deberán ser
inscriptas en el Registro Público. Las partes, o el socio único, tienen libertad para establecer las funciones de cada
administrador o disponer que éstas se ejerzan en forma conjunta o colegiada.
Es importante destacar que el régimen de la SAS sólo exige que al menos un administrador tenga domicilio real en
la República Argentina. Los extranjeros deberán contar con Clave de Identificación (CDI) y designar representante
en la República Argentina, donde, además, deberán establecer un domicilio especial.
Reuniones: Las reuniones deben realizarse bajo la forma y el procedimiento que se establezcan en los instrumentos
constitutivos. Las partes tienen libertad y autonomía para diseñar y adoptar los que más les plazcan, pudiendo citar a
reuniones del órgano de ad- ministración e informar sobre el temario por medios electrónicos, con el solo requisito
de asegurarse su recepción.
El órgano de administración también puede autoconvocarse para deliberar y tomar decisiones. Las resoluciones en
reuniones autoconvocadas serán válidas si asisten todos los integrantes y el temario (orden del día) es
aprobado por la mayoría prevista en el instrumento constitutivo. Aprobado el temario, las decisiones se tomarán
por las mayorías establecidas en el instrumento constitutivo. Las reuniones pueden realizarse en la sede social o
fuera de ella, utilizando los medios que les permitan a los participantes comunicarse simultáneamente entre ellos. La
ley exige que exista un acta suscripta y se guarden las constancias del intercambio “de acuerdo al medio utilizado
para comunicarse”, pero no queda suficientemente claro quién es el encargado de suscribirla.
También respecto a este órgano las partes constituyentes tienen libertad para determinar las formas de convocatoria y
de publicidad, el lugar de reunión, los medios para comunicarse entre los socios, quórum y mayorías exigidos, el
procedimiento para debatir y tomar resoluciones. La ley sólo impone, al respecto, que toda comunicación o citación
a los socios se dirija al domicilio expresado por éstos en el instrumento constitutivo, salvo notificación de cambio de
domicilio cursado al órgano de administración.
Se admite la autoconvocatoria de la reunión de socios, pero, a diferencia del órgano de administración, las
resoluciones del órgano de gobierno serán válidas si asisten los socios que representen la totalidad del capital
social y si el orden del día es aprobado por unanimidad. Estando presente todo el capital social y aprobándose el
orden del día por unanimidad, queda habilitado el tratamiento de los temas allí incluidos, los que serán aprobados
por las mayorías que dispusiera el instrumento constitutivo o el art. 160 de la LGS, de aplicación supletoria. También
se permiten las reuniones a distancia a través de métodos de comunicación simultánea, librándose acta y con guarda
de las constancias del debate.
Sin perjuicio de lo expuesto, serán válidas las resoluciones sociales que se adopten por el voto de los socios,
comunicado al órgano de administración a través de cualquier procedimiento que garantice su autenticidad, dentro de
los diez días de habérseles cursado consulta simultánea a través de un medio fehaciente; o las que resultan de
declaración escrita donde todos los socios expresan el sentido de su voto.
Por supuesto que, en caso de socio único, será éste el que tome las decisiones del órgano de gobierno, con el deber
de dejar constancia de tales resoluciones en el libro de actas de la sociedad.
Los fundadores tienen libertad para establecer o no un órgano de fiscalización que se regirá, en su caso, por lo que
ellos dispusiesen y, supletoriamente, por las normas de la LGS. En caso de no constituirlo, la fiscalización estará a
cargo de los socios en forma individual, por aplicación de lo dispuesto por el art. 55 de la LGS.
Puede ser representante de la SAS cualquier persona humana, sea socio o no, designa- da en la forma prevista en el
instrumento constitutivo o, en su defecto, designada en reunión de socios o por el socio único, en su caso.
A los administradores, fiscalizadores y representantes legales les serán aplicables los deberes y las responsabilidades
previstos en el art.157 de la LGS. Igual responsabilidad le será aplicable a los administradores de hecho (sean
personas humanas o jurídicas) y aun sobre actos en los cuales no hubieran intervenido, si su actuación administrativa
fuera habitual. Merecería alguna atención particular, para evitar situaciones de fraude frente a terceros, el caso de la
SAS unipersonal cuyo único socio realice actividades en competencia con la sociedad y que se eximiría de
responsabilidad con la autorización unánime del órgano de gobierno (art. 157, LGS) que, en el caso, consistiría en su
único voto.
15. Reformas
También el procedimiento y los requisitos para la reforma del instrumento constitutivo pueden ser pactados por las
partes. En ausencia de pacto expreso se aplicará la LGS, en lo pertinente.
La SAS se puede disolver por voluntad de los socios adoptada en reunión de socios o, en su caso, por cesión del
socio único, o bien por las causales previstas en el art. 94 de la LGS. La liquidación se realizará conforme lo
dispuesto por la LGS.
17. Transformación
El régimen legal de las SAS sugiere dos herramientas para la resolución de los conflictos que se suscitaren entre los
socios, los administradores los fiscalizadores y, eventualmente, con la sociedad o entre algunos de ellos. La primera
apela a una “solución amigable” y la segunda al sometimiento al arbitraje.
Nada nuevo nos brinda este artículo. No necesitábamos una norma expresa para aplicar ambos modos de
componer el conflicto. El primero es casi natural y no necesita de “invitación” de la ley para hacerlo; y el segundo
puede pactarse sin ningún problema, aun cuando no hubiera previsión legal al respecto (arts. 1649 y ss., CCyC).
En línea con lo dispuesto por el art. 320 del CCyC y de la LGS, las SAS deben llevar contabilidad y confeccionar
sus estados contables que deberán incluir el estado de situación patrimonial y estado de resultados, en la forma y
modo que determine la AFIP. Las SAS necesariamente deberán llevar el libro de Actas, libro de Registro de
Acciones, libro Diario y libro de Inventario y Balances.
Tanto el estatuto social, sus modificaciones, como los poderes y revocaciones que otorguen sus representantes
podrán ser otorgados en protocolo notarial electrónico, debiendo ser su inscripción en el Registro Público exclusiva-
mente en forma electrónica sin importar cómo fue otorgado definitivamente el instrumento.
El título dedicado a las SAS se completa con el art. 60, destinado a la simplificación de trámites. Consisten en
agilizar la apertura de cuentas bancarias, facilitar los trámites para obtener la CUIT y la CDI para extranjeros.
Matiz societario
Es una persona jurídica, más concretamente una sociedad. No queda claro si tienen un carácter personalista o
capitalista. Es obvio que el personalismo no es el determinante en este tipo societario, pero su asimilación para
algunas cuestiones a la sociedad de responsabilidad limitada podría generar una visión más mitigada. La regulación
específica del tipo, su forma de transferencia de acciones (incluso los plazos por los que se puede prohibir la
transferencia) y otras cuestiones permiten avizorar un tipo más mixto, con menos elementos personalistas que las
sociedades puramente personalistas. Obviamente, que cada configuración específica de la sociedad determinará de
manera concreta su matiz personalista o capitalista.
(i) A diferencia de la sociedad de responsabilidad limitada puede ser unipersonal, con la ventaja —respecto de
la sociedad anónima unipersonal— que puede tener prescindir de sindicatura. No tiene un número máximo
de socios (la sociedad de responsabilidad limitada tiene un máximo de cincuenta socios, art. 146, 2º párr.,
LGS).
(ii) El capital social mínimo es de dos salarios mínimos vitales y móviles. En la sociedad de responsabilidad
limitada no existe un monto mínimo, como sí existe en la sociedad anónima unipersonal (que es de cien mil
pesos, conf. decreto 1331/2012).
(iii) Se puede constituir mediante instrumento público o privado (como la sociedad de responsabilidad limitada,
pero a diferencia de la sociedad anónima que se constituye por “instrumento público”) (art.165, LGS).
(iv) El capital social se divide en acciones y se admiten “clases de acciones” como en la sociedad anónima
(art.207, LGS), lo que es discutido y en general no aceptado en la sociedad de responsabilidad limitada.
También se admiten acciones ordinarias o preferidas; incluso bajo la forma escritural (art.46, ley 27.349).
(v) La inscripción de la sociedad deberá realizarse en veinticuatro horas si se utiliza el modelo tipo previamente
aprobado (art. 38, Ley 27.349).
(vi) Se promueve la “digitalización” de las inscripciones societarias (como existe en otras jurisdicciones
societarias del mundo), como así también las notificaciones digitales (art.38, ley 27.349).
(vii) La SAS no puede estar incluida en los supuestos del art. 299, LGS, con excepción del supuesto del capital
social mayor a diez millones de pesos (art.299, inc.2, LGS) Tampoco podrá ser contralada por una sociedad
incluida en el art. 299, LGS, ni estar vinculada en más de un treinta por ciento de su capital.
(viii) Una SAS que quede incluida en los casos del art. 299, LGS, no debe incluir un síndico, sino que debe
necesariamente “transformarse” en el plazo de seis meses (art. 39, ley 27.349).
(ix) Se permite la integración, si el estatuto lo prevé, de realizar un aumento menor al cincuenta por ciento del
capital sin necesidad de publicidad editar ni registración (disposición que aclara y perfecciona el sistema de
cuotas suplementarias de la sociedad de responsabilidad limitada, art.151, LGS).
(x) En la SAS se admiten aportes irrevocables por veinticuatro meses (art.45, ley 27.349).
(xi) Si en la SAS no se emiten acciones, la titularidad societaria se acredita mediante la sola inscripción en el
libro de registro de acciones. Ello fue dudoso hace algún tiempo en la sociedad anónima (y cuestionado en
la legitimación para la impugnación de las asambleas en algunos fallos judiciales discutibles), pero
claramente diferente de la sociedad de responsabilidad limitada (en que la titularidad del socio emana de la
modificación del contrato social y su inscripción en el Registro Público).
(xii) La transferencia de acciones de la SAS (art.48, ley 27.349) es similar a la de una socie- dad anónima
(requiere de contrato de cesión de acciones, comunicación a la sociedad y registración en el libro de registro
de acciones; eventualmente, la entrega del título, si se hubiera emitido).
(xiii) Se acepta la prohibición de enajenación por diez años (con prórrogas adicionales de diez años, con anuencia
de la totalidad de los socios, art. 48, ley 27.349). Todas las limitaciones a la transferencia deben registrarse
en el libro de registro de acciones.
(xiv) La administración (la ley alude a “administrador” y no a “director” o “gerente”, más allá de la tentación de
llamarlos “directores”) puede ser plural o unipersonal y si es unipersonal, deberá existir un suplente (salvo
que se haya designado un síndico). A diferencia de la sociedad anónima, en la que su designación es por tres
ejercicios (art. 257, LGS) o cinco años (si existe consejo de vigilancia, art. 281, inc. d, LGS), la duración
puede ser indeterminada.
(xv) En la SAS sólo uno de los administradores tiene que tener domicilio real en el país (art. 51, ley 27.349). En
la sociedad anónima se exige que la mayoría absoluta de los directo- res tenga domicilio en el país (art. 256,
in fine, LGS), lo que no es expreso en la sociedad de responsabilidad limitada (que sólo aplica
supletoriamente el régimen de responsabilidad, art.157, in fine, LGS).
(xvi) La ley incorpora para la SAS la figura del “administrador de hecho”. El art. 52, 2º párr., ley 27.349, dice:
“Las personas humanas que sin ser administradoras o representantes legales de una SAS o las personas
jurídicas que intervinieren en una actividad positiva de gestión, administración o dirección de la sociedad
incurrirán en las mismas responsabilidades aplicables a los administradores y su responsabilidad se
extenderá a los actos en que no hubieren intervenido cuando su actuación administrativa fuere habitual”.
(xvii) El órgano de gobierno en la SAS es la reunión de socios (y no la asamblea, como en la sociedad anónima) y
su regulación tiene algunas pautas similares a la sociedad de responsabilidad limitada. La convocatoria a
reunión de socios debe hacerse por medio fehaciente y al domicilio del socio (art.53, in fine, ley 27.349)
(9).
(xviii) Sugiere como mecanismo de resolución de conflictos de manera amigable, promoviendo el arbitraje como
una forma adecuada (art.57, ley 27.349) (10).
(i) De manera similar a las sociedades de responsabilidad limitada no incluidas en el art.299, inc.2, LGS,
la ley no impone la inscripción anual de los estados contables. El art. 62, 2º párr., LGS, señala que las
sociedades de responsabilidad limitada cuyo capital alcance el importe fijado por el artículo 299, inciso
2) y las sociedades por acciones deberán presentar los estados contables anuales regulados por los
artículos 63 a 65 y cumplir el artículo 66. Sin perjuicio de ello, las sociedades controlantes de acuerdo
al artículo 33, inciso 1), deberán presentar, como información complementaria, estados contables
anuales consolidados, confeccionados con arreglo a los principios de contabilidad generalmente
aceptados y a las normas que establezca la autoridad de contralor. No queda claro si la SAS con capital
mayor al indicado en el art. 299, inc. 2, LGS, debe inscribir sus estados contables. La falta de norma
expresa no permite presumir la obligación de registrar anualmente los estados contables. La AFIP
podrá determinar el contenido o forma, pero no podrá establecer la obligatoriedad de presentación en el
Registro Público. Se sugiere la implementación de medios digitales.
(xix) Debe llevar cuatro libros (actas, registro de acciones, diario e inventario y balances, art. 58, ley 27.349),
pero no menciona el libro de asistencia a la reunión de socios. Ello impondría la suscripción del acta de
reunión de socios por todos los socios presentes. El administrador (o representante legal) sólo podría
suscribir el acta cuando fuera una reunión a distancia (art.53, 2º párr., ley 27.349).
(xx) Se admite el otorgamiento de poderes otorgados en el protocolo notarial electrónico (art. 59, ley 27.349), lo
que naturalmente re- quiere de reglamentación y especificaciones en tutela de terceros de buena fe (11) y la
simplificación de inscripciones fiscales (veinticuatro horas) y de cuentas bancarias (art. 60, ley 27.349).
(xxi) La SAS puede modificar su tipo (de he- cho, se impone cuando se encuentre incluida en el art. 299, LGS)
mediante la transformación (art.61, ley 27.349). El cambio de la estructura societaria deberá cumplir con
todas las pautas de la LGS.
Régimen particional
El art. 30, LGS, permite a la sociedad anónima y a la sociedad en comandita por acciones formar parte sólo de
sociedades por acciones y de sociedad de responsabilidad limitada. La sociedad de responsabilidad limitada
puede participar en cualquier tipo societario. Obvia- mente no podía prever la situación de la SAS. El art.34, ley
27.349, dice que la SAS pueden ser constituida por personas humanas o jurídicas (no existiría prima facie in-
conveniente en que la SAS esté constituida por una sociedad simple, art. 21, LGS). No prohíbe expresamente la
constitución por sociedad anónima. Pero la SAS, como su denominación lo dice, es estrictamente una sociedad por
acciones.
Control societario
El art.39, inc.2, ley 27.349, señala que la SAS no podrá ser “controlada” por una sociedad comprendida en el art.299,
LGS, que sólo pueden ser sociedades anónimas o de responsabilidad limitada. Ello importa aceptación implícita de
poder ser participada por una sociedad fiscalizada (pues de otro modo directamente habría aclarado que podrá ser
socia y no sólo su órgano de control). Tampoco podrá ni “estar vinculada en más de un treinta por ciento a una
sociedad” del art.299, LGS. Al contrario: una SAS podrá estar vinculada en menos de un treinta por ciento a una
sociedad incluida en el art.299, LGS (la SAS puede tener participación en la sociedad con fiscalización estatal
permanente, pero con límite del treinta por ciento). En función de lo anterior (y en una interpretación a contrario del
art. 39, inc. 2, ley 27.349), una sociedad con fiscalización estatal permanente podrá tener participación en la SAS.
El art.34, ley 27.349, dice que la SAS unipersonal no puede constituir ni participar en otra SAS unipersonal. Es
interesante la aclaración de “participar”, ya que el art. 1, LGS, sólo establece que una sociedad unipersonal no pue-
de constituirse por una sociedad unipersonal.
La única forma de participar en una sociedad unipersonal es teniendo todas sus acciones (esto es, siendo el único
socio). Ni la SAS unipersonal ni la SAU pueden constituir un SAS o una SAU. Tampoco podría existir una
participación indirecta; una SAS que participe en una sociedad que a la vez sea único accionista de una sociedad
unipersonal.
No hay obstáculos a que una misma persona jurídica (no unipersonal) tenga una o varias SAS. La ley no impide que
una única persona (humana o jurídica) pueda ser accionista único de varias SAS, siempre que cumpla con los
recaudos legales.
El art.31, LGS, se aplica en toda su extensión a la SAS. Por ello, una SAS no puede mantener participación en otras
sociedades por un monto superior a sus reservas libres y a la mitad de su capital social y de las reservas legales. No
podría haber participación recíproca entre dos SAS (o aún con una SAU) en los términos del art. 34, LGS, pues la
única forma de participar sería con todo su capital social (y se- ría una SAS que participa en otra SAS). Pero
tampoco podría serlo, como dice el art. 34, LGS, por persona interpuesta.
Título: Análisis exegético de la nueva "Ley de Sociedad por Acciones Simplificada". Especial referencia al ámbito
de la provincia de Mendoza
I. Un legislador con afán de promover el emprendedurismo
El viraje político acaecido a fines del 2015 dio con la necesidad de generar mecanismos que faciliten el fenómeno del
emprendedurismo. Es por eso que se ha dictado esta Ley Ómnibus 27.349 (a la que en lo sucesivo y por comodidad
llamaremos LSAS), donde hay un poco de todo: incentivos impositivos, deseos de modernización y, en el medio de todo
eso, casi sin querer, una reforma disruptiva para el derecho societario argentino.
Sin perjuicio de ello, cabe destacar que lo que el legislador ha pretendido es lograr una base legal sustentable para
fomentar los pequeños, y sobre todo nuevos, emprendimientos. Ha procurado así generar incentivos para que se formulen
inversiones por parte de terceros en estos emprendimientos.
Y, por cierto, aclaramos desde ya, no es el Congreso Nacional quien puede dictar normas administrativas de técnica
registral que son competencia no delegada de las provincias. Por tanto, todas aquellas normas de la LSAS que fijan
plazos y procedimientos para los Registros Provinciales quedan en el plano de las recomendaciones del Estado Federal.
Sobre todo, porque muchos Registros provinciales —ciertamente no estamos hablando de Mendoza— no tienen una
cantidad de entidades registradas que ameriten o justifiquen el gasto de digitalizar toda su estructura cuando la tradicional
funciona adecuadamente.
El art. 33 de la LSAS establece un primer hito que es decisivo para el sistema societario argentino: se crea un nuevo tipo
societario. Este nuevo tipo, con sus peculiaridades, se rige así por las propias normas de la LSAS, en segundo término y
de manera supletoria por las normas de la Ley General de Sociedades y, finalmente, por el Código Civil y Comercial. En
cuanto a la organización interna y la administración se aplican en primer término las normas de la SRL.
En nuestra opinión, se trata de un nuevo tipo societario que comulga con caracteres de la anónima y de la sociedad
responsabilidad limitada, razón por la que la doctrina lo ha denominado como un tipo mixto, pero que opera en un
diferente plano conceptual. Un plano de conceptos derivado de una lógica societaria distinta y al que tratamos de asimilar
a los tipos conocidos por mera comodidad, pero que merece del intérprete una visión más universal para hallar su
verdadero alcance.
La LSAS establece una suerte de tipicidad atípica, en tanto se fija un tipo societario cuyo contenido estructural
imperativo es mínimo y el resto deberá ser completado mediante el ejercicio de la autonomía de la voluntad por
parte de los socios.
III. Constitución
La LSAS tabula requisitos de constitución que analizaremos por separado y con detalle (art. 34 LSAS).
III.1. Instrumento
El instrumento requerido para su constitución puede ser público o privado, este último con firmas certificadas. La
novedad es que esa certificación de firmas no es solo notarial. Sino que la ley agrega como otras opciones la
certificación judicial, bancaria o por el registro público respectivo.
Esto último es problemático porque el ejercicio de la facultad de dar fe sobre la certeza de firmas encuentra límites
regulatorios y de oportunidad que tornan difícil de compatibilizar con el texto en análisis.
Así, se puede apreciar que la ley deberá ser complementada por una pléyade de normas administrativas subalternas y/o
locales que le brinden andamiaje y sostengan su contenido en la práctica. En defecto de tal regulación, la ley no podrá
cumplirse en este punto porque mayormente se tratan de normas administrativas de naturaleza local sobre la que la ley
federal no puede regular por estar vedado constitucionalmente (art. 75 CN).
La ley también prevé en su art. 35 LSAS (segunda parte) que las sociedades podrán constituirse por medios
digitales y con firma digital. La norma en este punto peca de imprecisa y voluntarista. Es que, la noción de medios
digitales es muy amplia porque remite a cualquier vía que permita sostener datos en un instrumento electrónico en
cualquier soporte. Por tanto, es de esperar que por medios digitales habrá de comprender tanto al envío de documentos en
mail, en un pendrive, o un disco, por bluetooth, por whatsapp o cualquier otro medio tecnológico informático apto para
trasmitir documentos digitales.
El punto clave es que la ley también exige que el archivo venga provisto de firma digital. Como es sabido, tanto el
instrumento electrónico como la firma digital fueron regulados bastante tiempo atrás por la ley 25.506 pero su aplicación
concreta ha sido restringida porque los costos derivados de su utilización no lo hicieron viable para la mayor parte de las
empresas. Incluso a nivel estatal su uso es bastante limitado aún. Es un problema tecnológico, porque los medios para
disponer de la firma en regla conforme a ley son todavía costosos. La aplicabilidad de esta norma quedará también a
merced de las posibilidades y voluntades de cada jurisdicción.
La LSAS prevé expresamente la posibilidad de tener un solo socio esto viene a cimentar el camino ya iniciado por el
legislador cuando introdujo como opción a la SAU, esta última sí es un subtipo de la SA. Además, existían subtipos
implícitos de sociedad unimembre a la que la doctrina denomina "devenidas". Es decir, aquellas sociedades a las que al
devenir en sociedades de un socio por cualquier avatar de los negocios o por hechos jurídicos sobrevinientes, la ley les
posibilitó escapar de su destino disolutorio mediante la transformación en SAU (art. 94 bis LGS).
Con la LSAS se profundiza la posibilidad de efectuar una o varias escisiones sobre el patrimonio de una persona bajo la
forma de una sociedad mercantil. Esta norma viene a constituirse en un puente que sortea los límites que se fijaron
cuando se legisló la SAU y que no fueron removidos del todo en su última reforma.
Datos de los socios. Se requieren los datos personales de los socios y el número de identificación tributaria de
cada uno de ellos. Esto último es una novedad en el régimen societario argentino, desde que tal recaudo no había
sido requerido por legislaciones anteriores. De suyo que las personas jurídicas deben indicar sus datos de
registración.
Se impone la sigla SAS como complemento de la denominación social con el objeto de que los terceros
puedan conocer sin hesitación la limitación de la responsabilidad de los socios. Además, se fija como
sanción a la infracción de esta regla con la solidaridad e ilimitación de la responsabilidad de los socios.
La LSAS sigue las reglas de domicilio fijadas en el art. 11 ap. 2º LGS y repite la confusión en torno a
domicilio y jurisdicción que ya parece un clásico perenne en la ley argentina. Asimismo, remarca la
presunción jure et de jure respecto de las notificaciones efectuadas en tal sede. Esto último representa una
regulación superflua desde que el mismo criterio dimana de la norma societaria ya mencionada y del propio
Código Civil y Comercial.
Uno de los cambios más rutilantes que la nueva ley introduce se refiere al objeto. La ley en este punto troca
el criterio estricto que estaba afirmado en la tradición legislativa argentina para dirigirse hacia un criterio
amplio.
En efecto, la ley enuncia que el objeto puede ser plural y que sus actividades pueden no guardar ninguna
relación entre ellas. Esto implica en la práctica que una sociedad puede tener una cantidad indeterminada, o si
se quiere infinita, de actividades a desarrollar. El único recaudo que la ley exige es que se precisen esas
actividades. Precisar significa determinar o explicar la actividad con justeza. Quedan descartadas así las
fórmulas genéricas como "vender todo tipo de bienes muebles, inmuebles y/o de cualquier otra
naturaleza" tan frecuentes en los clichés que, subidos a la web, son las delicias del operador jurídico poco
avisado.
No queda claro de qué manera se va a evaluar la aptitud de los administradores para obligar a la sociedad
cuando el objeto puede tender al infinito. Máxime cuando, como veremos, la ley imputa a la sociedad toda
actividad del Directorio directa o indirectamente vinculada con el objeto. Evidentemente, esta norma importa un
implícito pero contundente traslado de potencia hacia los administradores, reconcentrando un poder que, de por
sí, ya era extenso. La experiencia societaria argentina con una gran problemática en el cesarismo nos llama a la
prudencia respecto de los resultados esperables de esta regulación legislativa.
El plazo de duración debe ser determinado pero la LSAS no ha fijado ningún límite temporal. Ergo, esa
determinación puede tender también al infinito. Por ejemplo, sería válido fijar un plazo de mil años y nada
debería objetarse. En defecto de la prohibición legal habrá que dejar andar la autonomía de la voluntad también
por este rail. Estas sociedades se disolverán por cansancio, pero no por transcurso de su plazo, y tal causal
disolutoria prevista en la LGS queda así abrogada del tipo SAS.
El capital mínimo ha sido reducido a la mínima expresión. Fuera de ello, que por cierto es disruptivo, la
LSAS adopta el esquema tradicional en cuanto a que impone a los socios que regulen la suscripción, su
integración, su aumento y la única norma imperativa es la que impone culminar la integración en el plazo de dos
años tal como acontece con los demás tipos a la fecha. En párrafos venideros retomaremos el tema del capital en
la SAS.
La ley fija que la sociedad debe organizar sus órganos. Lo cual, aparenta ser una invitación a que, fuera de
todo rasgo de tipicidad, se dé rienda suelta a la autonomía de la voluntad. Los límites que la ley traza para el
ejercicio de esa autonomía son:
la fijación del plazo de duración de los cargos de los órganos de administración y fiscalización, pero no se fijan
pisos ni topes acerca de esos plazos, por lo que ellos podrán tener duración extensa, por ejemplo 20 años;
La determinación de los nombres y domicilios especiales fijados por los miembros de los órganos permanentes;
y
La fijación clara del representante legal. La latitud y vaguedad de los términos empleados por el legislador se
prestan a confusión como seguidamente explicamos.
El contrato debe fijar las reglas para distribuir utilidades y soportar perdidas. Aquí la ley parece repetir un
principio que dimana de la propia estructura de la sociedad comercial. No obstante, la falta de toda referencia o
límite normativo deja la cuestión en la incógnita de la autonomía de la voluntad. Para que esto tenga algún grado
de lógica cabe establecer la aplicación de las normas pertinentes de la LGS, por lo menos para fijar parámetros
elementales como la confección de balances anuales y la imposibilidad de distribuir utilidades antes de
afrontadas las pérdidas. Lo referido a los honorarios de los administradores, podría ser regulado con libertad
dentro de lo razonable porque no hay regulación imperativa sobre ese particular.
Y por, sobre todo, mantener la estructura por la cual todos los socios deben tener derecho a las ganancias y la
obligación de soportar los quebrantos, en la medida del capital comprometido, claro.
Muy relevante resulta la facultad que la ley delega a la autonomía de la voluntad y que permite establecer
los derechos y obligaciones de los socios entre sí y respecto de terceros. Ante la ausencia de regulación típica
podrán los socios fundadores generar un régimen de obligaciones entre los socios que sea completamente libre.
Esto que parece la panacea porque coloca la autonomía de la voluntad en la cúspide, no lo es tanto si se aprecia
que la voluntad del legislador de convocar a quienes no usan normalmente estas herramientas jurídicas precisaba
de medidas concretas para dar certeza a inversores no habituales. Las formas típicas tienen la aptitud de brindar
esa seguridad y eso es lo que el legislador de la ley 19.550 persiguió con su numerus clausus de sociedades.
Ahora bien, dada esta libertad, podrán los socios pautar entre sí diferentes niveles de responsabilidad
patrimonial. Incluso pautar esa diferente responsabilidad según negocios en particular. Nada lo impide.
El contrato debe prever el funcionamiento, disolución y liquidación. En este punto nihil novum sub sole
dado que con la textura de la ley 19.550 esto era posible. El poco uso de estas facultades se debe más al apego a
clichés que a límites legales.
IV.1. La ley ordena que los Registros de Comercio aprueben (sic) modelos de contratos de SAS.
Aquí se muestra en plenitud el sentido de la ley, que no es otro que simplificar el acceso de las herramientas
societarias al gran público. Claro que la existencia de modelos preaprobados resulta, paradójicamente, una
manera de limitar la autonomía de la voluntad en los hechos. Porque, como es práctica habitual, el operador
jurídico no avezado festeja todo cliché en desmedro de contratos taylor made.
Deberán entonces los Registros emitir un modelo básico de contrato social de la SAS. Estos modelos van a generar una
nueva tipicidad, una tipicidad de segundo grado que provendrá de las regulaciones administrativas de cada Registro.
La ley tabula que la inscripción registral de las SAS (art. 37) puede seguir dos caminos. Un camino normal que será
cuando la sociedad contenga un contrato no equivalente al modelo pre-aprobado por el Registro de que se trate.
Otro camino, brevísimo, que será para aquellas que se presenten en base al modelo pre-establecido. En este caso el plazo
de inscripción será (rectius: debe ser) de 24 horas contado desde el día hábil siguiente al de la presentación de la
documentación.
Aquí el legislador incurre en dos errores. En primer término, invade competencias provinciales pues no es facultad del
Congreso fijar plazos administrativos locales. En segundo lugar, fija plazos draconianos de difícil o nulo cumplimiento
sin los medios necesarios.
En la práctica la concreción de este deseo legislativo será un espejismo si no viene acompañado de medios concretos.
V. Fronteras de la SAS
En orden a no ser tildado de pesimista perdido cabe señalar que, al menos, el art. 39 LSAS ha tenido a bien demarcar las
fronteras de este esquivo instituto societario.
La ley prohíbe adoptar el tipo de SAS a sociedades que hagan oferta pública de sus acciones, de economía mixta, tengan
participación estatal mayoritaria; realicen operaciones de capitalización, ahorro o requieran dinero o valores al público
con promesas de prestaciones o beneficios futuros; ni tampoco que exploten concesiones de servicios públicos. Esa
enumeración que consideramos taxativa deja dentro de las SAS posibles a las que tengan capital de $ 10.000.000 o más.
Además, la SAS no puede ser controlada por una sociedad de las previstas en el art. 299, LGS. En este punto la ley
parece referirse al control interno de derecho previsto en el art. 31 LGS ; lo cual supone aplicar esta norma del
sistema de la LGS al microsistema de la LSAS porque, de otra forma, la noción de control queda vaciada de
contenido por ser un concepto multívoco. Imagínese el lector si se admitiera la interpretación que la LSAS refiere
al control interno de hecho o peor al control externo.
Luego, la ley aclara que tampoco puede estar vinculada en más de un 30% con las sociedades del art. 299, LGS. En este
punto, la ley no es clara desde que parece que la prohibición se endereza a que la SAS no pueda tener de accionista a una
sociedad del art. 299, LGS en porcentaje superior al 30%. Pero también es posible interpretar que la prohibición se
extiende a que la SAS no puede participar en una sociedad del art. 299, LGS.
La primera opción tendría como fin evitar que sociedades cotizadas participen de manera hegemónica en negocios
titulizados por las SAS para proteger a los emprendedores. La segunda opción intentaría proteger las minorías accionarias
de las SAS para que los dineros sociales no se inviertan en otro negocio societario con su propio riesgo.
La infracción a estas prohibiciones obliga a la SAS a transformarse en alguno de los tipos previstos en la LGS e
inscribir tal transformación en los seis meses. La responsabilidad solidaria, ilimitada y subsidiaria aplica desde que se
perfecciona la infracción y es la sanción por incumplir con esta norma. La sanción parece excesiva para quienes, como
los accionistas minoritarios, pueden hallarse completamente fuera de las decisiones sociales. Ésta es una norma que
puede actuar como un "espantapájaros" para quien pretenda invertir en un emprendimiento nuevo bajo esta forma
societaria.
La ley no prohíbe, y por ende permite, que una misma persona física pueda tener varias SAS aun cuando ellas
sean todas unipersonales.
VI. Capital
El capital de la SAS está dividido en acciones lo cual asimila en este punto a la anónima con su registro privado y fuera
de los ojos del público y del Estado. ¿Es esto benéfico? Puede serlo desde la óptica de la velocidad de las transacciones.
Claramente no lo será desde el punto de vista de la transparencia para los terceros incluido el Fisco. Parece claro que el
legislador ha privilegiado la agilidad por sobre la transparencia lo cual no estaría mal si no fuera que, desde otro ángulo,
el Estado predica por eliminar los bolsones de informalidad en la economía.
Es sabido que la elección de la SA clásica en desmedro de otros tipos societarios se explica, en buena medida, por las
facilidades que otorga el registro privado para eludir el accionar de los acreedores en general y del Fisco en particular.
Por tanto, aun cuando es esperable que si la economía ingresa en un círculo virtuoso emerja parte de las actividades
sumergidas, estas sociedades parecen ser un refugio seguro y a mano para esconder activos.
En lo que toca al capital mínimo, la ley modifica copernicanamente los criterios asentados en la tradición legislativa
argentina. Se fija un monto mínimo equivalente a dos sueldos mínimo vital y móvil lo cual deja ese capital en la suma de
$17.720, es decir casi U$S 1000. La suma es de una escasez tal que lleva a pensar que mejor hubiera sido que se
prescindiera totalmente del capital porque, salvo como herramienta para establecer las porciones de propiedad de los
socios y permitir así la emisión de acciones, no se aprecia otra función. Es claro que la noción de capital como cifra de
retención patrimonial asociada al concepto de garantía de los acreedores sociales ha quedado abandonada.
Cabe reflexionar que la cifra sólo tendrá al salario mínimo vital y móvil como referencia inicial, dado que las
ulteriores alzas que esa cifra tenga no obligarán ni impondrán actualización alguna de la cifra de capital porque,
en definitiva, ese valor no es relevante.
La limitación de responsabilidad propia de la sociedad por acciones no tendrá así en este tipo ningún contrapeso en el
capital
Las formas de integración son también parte del predominio de la autonomía de la voluntad que es el común
denominador de la ley. Los bienes pueden ser valuados por común acuerdo por los socios. Y refiere que los socios deben
indicar —no acreditar— los instrumentos justificativos de la valuación o, en su defecto, por los valores de plazo. Estos
últimos quedan así aplicables para el evento de que los socios no puedan indicar el valor derivado de aquellos
instrumentos. Como se puede ver, esto sigue la línea de los arts. 51 y 149 2º párr. y ccds. LGS.
¿Los terceros? Pues deberán hallar otros mecanismos fuera del capital para intentar hallar respaldo patrimonial a las
obligaciones que la sociedad genere. Los acreedores comerciales se proveerán de seguros, garantías y otros mecanismos
de afianzamiento obligacional. Por el contrario, los acreedores involuntarios, los consumidores y los laborales quedarán
en una situación expectante a la vera de la existencia de refuerzos patrimoniales derivados de acciones judiciales que, en
todo caso, operarán siempre en clave de reparación del daño. La prevención no ha sido tenida en cuenta. No lo
aprobamos y pensamos que es una falencia grave, pero así es.
En caso de quiebra de la SAS la ley pretende proteger a los acreedores otorgando un plazo de cinco años desde que
el aporte fue realizado (rectius: integrado) para impugnar la valuación. Es una protección que se hace cargo del
voluntarismo que impregna la valuación de los aportes pero que solo permite articular esa impugnación bajo dos
condiciones: (a) existencia de quiebra declarada; y (b) que no hayan transcurrido cinco años desde que el aporte
se integró.
Es dudoso que el plazo de esta acción de impugnación sea calificado como prescripción o caducidad. Una primera
aproximación indicaría que se trata de un plazo de prescripción y que, por tanto, podría ser susceptible de dispensa,
suspensión o interrupción.
La operatividad de esta acción dependerá de la sindicatura concursal. Los síndicos deberán denunciar esta situación y lo
más probable es que recién lo adviertan a la hora de presentar el informe general (art. 39 Ley Concursos y Quiebras).
Será poco probable que a tal fecha la acción se encuentre expedita sino más bien será frecuente hallar que se encuentre
prescripta. Como tutela de los intereses de los terceros, el legislador ha generado una herramienta de una pobreza
franciscana. Todo lo cual es incoherente con la autonomía de la voluntad y el borrón con la noción de capital. Era de
esperar, al contrario, herramientas más ágiles para proteger a los terceros.
La SAS cuenta con un sistema de garantía por el aporte no integrado igual al previsto en el art. 150 LGS. Cabe distinguir
esta responsabilidad de la que deriva de la deficiente valuación que era la referida anteriormente. Porque en este caso se
juzga la falta de integración y en aquella la valuación insuficiente. Algún autor critica la solidaridad prevista por la ley.
Fiel a la idea de que este tipo está pensado para pequeños emprendimientos donde las características personales de sus
fundadores o de terceros vinculados hacen una diferencia sustancial, se ha buscado proteger el carácter intuitu personae
por una vía indirecta.
La ley prevé encuadrar societariamente las prestaciones brindadas por socios y terceros que pueden establecerse
en el contrato. Y ello plantea serios problemas interpretativos.
De un lado, pensamos que el legislador llama prestaciones accesorias a ciertos servicios de los fundadores o terceros
porque ellos no integran el capital y, por ende, nada aportarán en orden a obtener acciones. Claro que ello no impedirá
que estas prestaciones formen parte del valor de la empresa y es para eso que la ley pretende comprenderlas dentro del
fenómeno de la SAS.
En el caso de los socios estas prestaciones pueden constituir, en la medida de que se encuentre adecuadamente reglado en
el contrato, una limitación a la transmisibilidad de las acciones. Limitación que, en subsidio de tal pacto, debería estar
subordinada a la decisión del Directorio (art. 40 inc. 4º LGS).
Esta accesoriedad de ciertas prestaciones de los socios fundadores no es novedosa. No obstante, la redacción de la
norma puede llevar a confusiones porque se encuentra inmersa en un artículo donde se tratan los aportes del
capital.
En cuanto a estas llamadas prestaciones accesorias pero de terceros, las dificultades de interpretación son aún mayores.
Es que, esta inclusión nos parece disfuncional desde que las relaciones de la sociedad con terceros —proveedores por
ejemplo— no deben tener cabida en el marco regulatorio de las relaciones intra-societarias sino que integran el haz de
relaciones externas.
El inversor potencial podrá tener acceso, si los oferentes de acciones lo permiten, a los contratos que vinculan la sociedad
con terceros. Pero esos contratos, calificados en el texto como prestaciones accesorias, no perderán el carácter de
contratos —dispénsese la reiteración— por más que el legislador les haya asignado ese extraño nomen juris.
Porque las prestaciones son accesorias, reiteramos, justamente porque acceden a las prestaciones principales como son
los aportes del socio para conformar el capital social. Entonces, estas prestaciones accesorias de terceros no serán otra
cosa que contratos de diversa índole (suministro, locación de servicios, etc.) que, prestados por terceros, acrecentarán el
valor de la hacienda mercantil de la sociedad.
No deberán confundirse con los aportes de los socios en dinero o especie que quedarán incluidos, aún con su
accesoriedad, en la prestación típicamente societaria derivada del sinalagma genético que es propio del contrato
plurilateral de organización
La ley regula así estas prestaciones permitiendo su existencia e imponiendo a los socios su regulación. Vale decir, los
socios son libres de consignar prestaciones accesorias o no, pero si las asumen debe sí o sí el contrato regular su
contenido, duración, modalidad, retribución, sanciones en caso de incumplimiento, mecanismo alternativo de integración
para el supuesto de que por cualquier causa se tornare imposible su cumplimiento y condiciones para su modificación.
En ausencia de esto último la ley impone la unanimidad entre los prestadores y los socios. Este último recaudo impone
una valla muy alta para relevar de la prestación tanto a socios como terceros
Y si los socios fijaran como prestación accesoria la relación con un tercero, la ruptura de esa relación podrá poner en tela
de juicio la propia existencia del ente si es que la misma resulta esencial e irreemplazable. Lo cual debería estar
expresamente pactado desde que la aplicación supletoria del art. 94 inc. 4º LGS no es clara.
La LSAS (art. 44) innova bastante en este punto con relación la regulación de la SA en la LGS.
La sociedad puede incluir en un mismo aumento diferentes clases de acciones. Lo relevante es que se permiten diferentes
primas dentro de cada emisión lo cual se desmarca respecto del texto del art. 202, 2º párr., LGS. Esta decisión legislativa
trasunta la preocupación del legislador por brindar herramientas para proteger al fundador de la sociedad a la vez que se
procura flexibilizar la incorporación de capitales al negocio. Ciertamente, esta flexibilidad tendrá como contracara que
los derechos patrimoniales de los socios tendrán un trato no uniforme. Esta reforma es positiva e incluso no es una
innovación strictu sensu desde que con el régimen anterior ya se había postulado la legalidad de las primas diferenciadas.
La LSAS autoriza a que el contrato constitutivo autorice un incremento del capital de hasta el 50% del inscripto
originalmente sin necesidad de inscripción ni registración. Esto también quiebra la regla del art. 188 LGS porque esa
norma permite hasta el quíntuplo (500%) y porque impone inscribir y publicitar.
Pero LSAS no es clara ya que, a renglón seguido, ordena que los instrumentos deben enviarse por vía electrónica al
Registro para su registración. Entonces, parece que la ley manda registrar, pero no publicitar. Lo cual es un contrasentido
porque la registración es una forma de publicidad.
En concreto, parece que no es necesario publicar el edicto previsto en el art. 10 LGS. Y no es un cambio menor porque en
tiempos de informática e internet dicha publicación edictal es un modo de anoticiamiento mucho más concreto y
accesible que el Registro mismo. En efecto, cualquier persona con una terminal informática y un motor de búsqueda
estándar puede hallar publicaciones en el boletín oficial. En cambio, son escasísimos los Registros de Comercio que
tienen acceso remoto e informático a su contenido.
Otra novedad de LSAS (art. 45) es la regulación explícita de los aportes irrevocables a cuenta de futuras emisiones. Este
punto no parece controvertible desde que la costumbre había impuesto este mecanismo de financiamiento de las
sociedades y su ausencia de regulación legal explícita había provocado no pocas dificultades.
En esta ley se fija un plazo máximo de 24 meses para incorporar al capital los aportes contados desde la fecha en que el
órgano de administración los aceptó. Este plazo es consistente con algunas de las regulaciones provinciales. La ley
también fija un plazo de 15 días para que el órgano de administración se pronuncie sobre la aceptación o no de los
aportes. Lo que la ley no dice es qué ocurre en caso de que este plazo o el anterior sean incumplidos.
En efecto, el legislador no tasa una consecuencia jurídica por el incumplimiento al mandato legal y, por ende, la
norma parece eunuco de consecuencias jurídicas tangibles.
Una interpretación finalista nos permite inferir una consecuencia colateral derivada de la lógica: Si el órgano de
administración no se pronuncia en el plazo de quince días, el día dieciséis esos aportes ingresados a la sociedad deberán
ser considerados un pasivo y tratados como tal.
La ley sostiene que la sociedad podrá emitir acciones (art. 46 LSAS). Esto no es claro porque al fijar una potestad
meramente facultativa deja abierta la posibilidad para las SAS dividan su capital en cuotas o en otras unidades diferentes
quedando la última decisión en cabeza de los socios.
Entonces, para el caso de que los fundadores decidieran dividir el capital en acciones, las mismas serán no endosables y
deberán contener su valor nominal, derechos económicos y políticos. Podrán ser escriturales si el estatuto lo dispone.
Además, la ley permite generar clases de acciones ordinarias y otras con preferencias de voto o patrimoniales; sólo se
exige que esas preferencias consten expresas en el contrato constitutivo.
En este punto, y para el caso de las SAS que elijan las acciones para dividir su capital, la regulación es semejante a
la de la SA de la LGS.
Las acciones de las SAS pueden tener similar valor aun cuando tengan diferentes valores nominales. El legislador quiso
ser enfático en cuanto a que se podrá consignar un valor de suscripción similar a acciones con diferencias políticas y
económicas en cuanto a los derechos que confieren.
En lo que toca a la propiedad de las acciones, el art. 47 2º párr. LSAS tampoco es feliz. Es que, la ley parece dejar librado
a la voluntad de los socios la emisión o no de los títulos representativos de las acciones. Eso parece neutral en tanto la
mayor parte de las sociedades por acciones no emiten sus títulos pero la cuestión es más seria. Porque en el régimen de la
ley 19.550 cualquier accionista tiene el derecho irrenunciable de pedir la emisión de sus títulos. Derecho que, en el caso
de las SAS, podrá ser abrogado en la medida que el contrato constitutivo prescinda de tal emisión.
Cabe agregar que la propiedad de las acciones se acreditará con las inscripciones en el Libro de Registro de Acciones que
se regirá, en tal caso, por lo dispuesto en el art. 213 LGS y aclarando la ley de manera expresa que se podrán emitir
certificados globales.
Nuevamente el legislador deja librada la transferencia de acciones y sus condiciones a la autonomía de la voluntad. Se
prevé, si existe pacto expreso, la posibilidad de condicionar la venta a la aprobación de la reunión de socios.
En defecto de su tratamiento por el contrato constitutivo, para que la transferencia sea oponible a terceros, deberá
emitirse un transfer y ser notificado a la sociedad. Tal como regulan las normas de los arts. 213 y ccds. LGS las
restricciones a la transmisibilidad deben constar en los títulos o en las constancias de las acciones escriturales.
Luego la ley agrega una norma inquietante: "Toda negociación o transferencia de acciones que no se ajuste a lo
previsto en el instrumento constitutivo es de ningún valor". En este punto la ley despierta un cono de dudas.
Parece que pretende tasar una nulidad pues la frase "es de ningún valor" refiere a tal sanción legal.
Evidentemente se trata de una nulidad relativa porque involucra solo intereses particulares.
Pero el problema es que esta sanción de nulidad respecto de "toda negociación o transferencia" se superpone con la
inoponibilidad derivada de incumplimientos registrales y no es claro cuál de ambas especies de ineficacia del acto
jurídico habrá de aplicarse. La cuestión es seria desde que, en caso de incumplimientos registrales, no se aprecia motivo
por el cual los otorgantes del acto debieran desentenderse del mismo por medio de la invalidez completa del acto y,
entonces, la nulidad aparece como una sanción exagerada que premiará al contratante incumplidor de la tarea registral.
Creemos que la correcta interpretación es que las infracciones a las limitaciones sustantivas a la transmisibilidad
provocarán la nulidad relativa y las infracciones registrales serán sancionadas con inoponibilidad.
VII.1. Generalidades
La ley (art. 49 LSAS) hace pie en la autonomía de la voluntad alejándose de fórmulas típicas y bendiciendo aquello que
las partes acuerden libremente. Las normas de la ley de sociedades, en particular las de la SRL y las generales de la LGS,
se aplicarán sólo supletoriamente.
En particular, al referirse al órgano de administración se establece que frente a la pluralidad de sus miembros el órgano
puede autoconvocarse para deliberar sin citación previa.
La condición prevista para que ese órgano autoconvocado pueda emitir decisiones válidas son dos:
De tal suerte, se fija para la reunión autoconvocada de la gerencia la unanimidad como quorum pero se deja librado a la
mayoría la fijación del orden del día. Esto supone que ciertos administradores pueden verse envueltos en una sesión no
preparada con temas sorpresivos y se vean compelidos a tratarlos por decisión de la mayoría. Aquí hay una clara
restricción al derecho de información del administrador disidente. Restricción que puede ser razonable o no según cuáles
sean los temas a tratar. En general será razonable si se abordan temas ordinarios y no lo será si se abordan temas
extraordinarios.
Para citar a las reuniones de un órgano de administración plural (art. 51 2º párr. LSAS) se debe hacer por medios
electrónicos a menos que el contrato haya previsto una forma diferente. La ley exige también que se debe asegurar su
recepción. En esto el legislador procura mostrarse ágil y moderno pero estándares de difícil aplicación. Porque el
anoticiamiento electrónico es hoy el más frecuente y cuenta con diversas vías —entre ellas mail, Facebook, Whatsapp—.
El punto álgido es que estos medios "no aseguran" recepción por el destinatario.
Son mecanismos de comunicación informales en los que no se puede asegurar la identidad del emisor sino a través de la
firma digital regulada en la ley 25.506 cuya tecnología es costosa por lo que su implementación ha sido escasa; y parece
difícil que los emprendimientos que motorizan la LSAS puedan afrontarlos. En cuanto a su recepción más complejo aún
es obtener certeza porque supone obtener otro mecanismo de validación digital.
Ahora bien, podría intentarse hacer realidad el deseo del legislador obligando a cada miembro del órgano de
administración que fije una dirección de e-mail que pueda emitir una constancia de recepción y otorgando bajo
constancia fehaciente el manejo de la cuenta emisora de los correos al Presidente de la sociedad. La simple constitución
de un domicilio electrónico no asegura la recepción.
La ley refiere que debe haber dos tipos de constancias escritas de estas reuniones. Por un lado, la existencia de un acta
que deberá ser suscripta por un administrador o el representante legal. El acta deberá contener un racconto de los
partícipes, los temas abordados, un resumen de las deliberaciones y un extracto de lo decidido.
También deben guardarse las constancias de la comunicación de acuerdo al medio utilizado.
Lo que sí parece claro es que la ley impone a la sociedad la carga de poder probar la comunicación por un medio
verosímil. En caso de conflicto, el contenido exacto de la reunión y de la presencia de los miembros será, en principio,
carga probatoria de la propia sociedad que es quien está en mejores condiciones de producirla.
En cuanto a la responsabilidad, los miembros del órgano de administración responden como los gerentes de la SRL (art.
52 LSAS). Básicamente responden por el deber de actuar con lealtad y diligencia de un buen hombre de negocios (art. 59
LGS).
La ley extiende la responsabilidad antes fijada no solo a los miembros del órgano de administración sino también a
aquellas personas físicas o jurídicas que desempeñen aquello que la ley denomina con una deficiente técnica expositiva:
"actividad positiva de gestión, administración o dirección".
De tal suerte, parece que el sentido de esta norma es imponer responsabilidad a sujetos no administradores que realizan
actividad vinculada a la dirección de los negocios de la sociedad. Y la palabra "positiva" pretende fijar la noción de una
conducta derivada de una acción y dejar así, fuera de la esfera de responsabilidad de estos terceros, las omisiones.
Pero hay más. La norma extiende el espacio de responsabilidad vinculada a la SAS (art. 52 in fine LSAS) a esos sujetos
antes referidos respecto de "...los actos en que no hubieren intervenido cuando su actuación administrativa fuere
habitual". Es decir, se les adjudica responsabilidad por actos que solían hacer pero no hicieron.
Entonces, hay responsabilidad por el acto abstenido lo que es llanamente irrazonable. Se genera así un remedo
jurídico del "palo porque bogas palo porque no bogas". Esta norma, así redactada, es inconstitucional porque si
un sujeto se abstiene de actuar en un acto determinado no puede achacársele responsabilidad sin agraviar
garantías constitucionales (arts. 18 y 19 CN). Se aplica responsabilidad no por un hecho concreto sino por una
conducta evaluada en abstracto.
En materia de responsabilidad, cabe hacer breve referencia al art. 62 LSAS que redunda en la aplicación las normas
laborales que atribuyen responsabilidad a las SAS. No había razón para aclarar esto desde que las normas de los arts. 29,
30 y 31 LCT no han sido derogados ni cupo abrigar ninguna duda acerca de su aplicabilidad. Esta norma no hace sino
ratificar el fumus de zona franca jurídica que impregna la construcción de este nuevo instituto.
El órgano de administración puede conformarse en la más completa libertad. Vale decir, puede funcionar con plazo o sin
plazo. Sus miembros pueden ser socios o terceros. La ley solo establece como regulación que deben inscribirse las altas y
renuncias en el Registro, que no pueden ser personas jurídicas y que debe haber un suplente si no hay órgano de
fiscalización. Aquí también la ley tomó una posición conservadora al no permitir que personas jurídicas administren las
SAS. Esto deriva del foco en el pequeño emprendimiento y en la intención de evitar la dilución de la responsabilidad del
administrador en otro ente abstracto. Pero no es consistente con la prevalencia de la autonomía de la voluntad que
embebe toda esta ley.
A diferencia de la anónima regulada por la LGS, en caso de pluralidad basta que un solo miembro del órgano de
administración tenga domicilio real en la República (art. 51 LSAS). Y luego la ley agrega que cada miembro extranjero
deberá tener CDI otorgada por la AFIP y designar un representante en la Argentina.
Los administradores no deben afianzar su función de manera alguna y esto es otra diferencia notoria con el sistema de la
LGS.
En lo que toca al representante legal, el cargo podrá ser desempeñado por una o más personas humanas, socios o no,
designadas en la forma prevista en el instrumento constitutivo. Todo parece indicar que el representante legal, como
es tradición en el derecho societario argentino, proviene del órgano de administración. Sin embargo, el texto legal
genera dudas.
La interpretación adecuada sería que todas las actividades comprendidas explícitamente se hallan directamente
relacionadas con el objeto. Más las que no están comprendidas podrán ser indirectamente relacionadas en la medida que
se encuentren implícitamente incluidas.
Esto no es equivalente a la regulación de la LGS. Es un tamiz más estricto que perjudica a quienes contraten
con la SAS. Claro, esta complicación, sólo existirá en la medida que el objeto sea limitado en sus actividades. Porque si
la sociedad adopta un objeto plural y casi toda la realidad negocial quedará comprendida, entonces, el principal problema
se trasladará a los accionistas minoritarios quienes quedarán a merced de las decisiones de los administradores.
Ésta es una novedad claramente poco auspiciosa cuando bien se pudo replicar el sistema del art. 58 LGS que, amén de
probado y asentado en la práctica, parece técnicamente mucho más depurado.
En este punto la LSAS (art. 53) replica el sistema de la SRL manteniendo el contexto de autonomía de la voluntad y con
unas pocas normas que son imperativas. Entre estas últimas se encuentran:
(i) garantizar el voto de los socios lo que implica un régimen de quorum y de mayorías;
(ii) votación por consulta siempre que dentro de los diez días se garantice por medio fehaciente y escrito la
emisión del voto;
(iii) la registración de las decisiones del socio único en el libro.
Como puede verse, en este punto la ley tiene poco de objetable y dado que replica un esquema normativo que, aun
cuando subutilizado, se halla suficientemente probado.
En la misma tónica la LSAS (art. 54) innova ampliando el ámbito de la autonomía de la voluntad. Los requisitos para
actuar tal reforma quedan supeditados a lo que el propio instrumento constitutivo indique.
Esto es novedoso desde que el régimen de la SRL preveía mayores restricciones dado que la mayoría mínima aceptable
para tal expediente debe ser más de la mitad del capital social, y en defecto de regulación expresa en el contrato se
requiere un quorum de ¾ del capital. Nada de esto aplica a las SAS que podrán ser modificadas con las reglas que fije el
libre albedrío de las partes.
La regulación legal de la LSAS da la espalda a la tradición societaria argentina y permite una muy flexible modificación
del contrato social.
Entonces, pretender que una desregulación tan pronunciada permitirá que se agilicen esos flujos de capitales desde
inversores hacia sociedades no parece un paso en el sentido correcto. Colocar el dinero propio en manos de
administradores que podrán proponer modificar las bases del negocio con grandes dosis de libertad es una apuesta
riesgosa. La manera de conjurar este riesgo es propugnando límites contractuales más estrictos desde los modelos que
deban proveer los Registros de Comercio.
Misma amplitud puede hallarse en lo que toca a la disolución (art. 56 LSAS) en la que la ley no tabula ninguna mayoría
calificada ni quorum mínimo para terminar con el negocio. El único asiento legislativo son las causales de disolución
previstas en la LGS a las que la LSAS se remite.
En punto a la liquidación, la LSAS (art. 57) remite a la LGS lo cual es un acierto, desde que el sistema legislativo vigente
ha mostrado un funcionamiento correcto.
La LSAS (art. 61) genera una aclaración necesaria en cuanto a que es permitido a todas las sociedades mutar hacia este
nuevo tipo. La aclaración es necesaria porque dado que la intrusión de este tipo societario se revela asistemática no está
de más que el legislador exprese con claridad esta posibilidad. Y además es una aclaración de gran utilidad porque es
esperable un éxodo creciente a este tipo dado su desregulación y su comodidad para el empresario en comparación con
las sociedades típicas reguladas en la LGS.
Impone a los Registros regular esto mediante resoluciones administrativas en base a las normas de la transformación
de la LGS. Aquí el legislador hace un reenvío reglamentario que, en cierta medida, importa una delegación legislativa
a favor de los registros provinciales quienes se encontrarán así expresamente facultados para regular la
transformación con los límites que se desprenden de la LGS.
La ley nada dice acerca del proceso inverso, esto es la transformación de SAS en otros tipos de los previstos en la LGS.
Creemos que nada lo impide. En primer lugar porque no hay prohibición expresa al respecto y, en segundo término,
porque la finalidad de la ley es tornar el sistema más flexible.
1. Introducción.
El reglamentarismo en materia societaria tiene hondas raíces históricas y está vinculado con la personificación de las
sociedades. Desde entonces, una evolución muchas veces muy lenta, pero constante, condujo a que las sociedades
personificadas, o sea las sociedades por acciones, pasaran del de la concesión al régimen de la autorización, y luego al
normativo. Más tarde se creó la sociedad de responsabilidad limitada, también personificada, pero con un régimen de
configuración interna más flexible. Finalmente, en muchos países, aunque no en todos, se llegó al paulatino
reconocimiento de la personalidad jurídica de todas las sociedades.
En Alemania se sancionó, así, una reforma a la Ley de Sociedades por acciones de 1965 para aliviar los requisitos y
exigencias internos y externos en las pequeñas sociedades por acciones. Se proyectaba prohibirles hacer oferta pública, y
se establecía el régimen germano de la Prokura, es decir, la inoponibilidad a los terceros de las limitaciones estatutarias
de los representantes de la sociedad. Solo una década después, las SAS en Francia cuadruplicaban a las sociedades
anónimas, para lo cual seguramente tuvo influencia el hecho de que en 1999 se autorizó que también pudieran ser socias
las personas físicas. Para algunos la figura es el bienvenido instrumento para la actividad de las pequeñas y medianas
empresas, para otros constituye la materialización de la ruptura con las rigideces de un sistema impregnado por un exceso
de normas imperativas para dar lugar a un largamente anhelado espacio para la autonomía de la voluntad.
La crítica opuesta se centra en el miedo a la libertad de configuración y el debilitamiento de los controles que deberían
existir sobre las sociedades, incluso considerándolo un instrumento ideal para cometer fraudes de todo tipo . Incluso se ha
señalado que ha sido un éxito en países unitarios y centralizados, como Francia, Colombia, Chile y otros, mientras que
sería difícil trasladar su funcionamiento a un país federal como la Argentina . Es frecuente la crítica por el hecho de que
este nuevo tipo no ha sido incorporado al cuerpo de la Ley de Sociedades, pero también se han emitido voces en sentido
opuesto, que quieren mantener incontaminado el sistema de las SAS. De hecho, una comisión designada en el Senado
para su reforma deberá resolver si traslada esa regulación al cuerpo de la Ley General de Sociedades.
Abundan, asimismo, los meticulosos análisis del articulado legal y, en algunos casos, su comparación con las normas que
tratan aspectos similares o equivalentes en la Ley de Sociedades .
2. La parte general de la normativa societaria. La autonomía de la voluntad y la razón de las normas imperativas
En cambio, se procurará analizar el alcance de la aplicación a las sociedades por acciones simplificadas de principios
societarios generales y de la parte general de la LGS. La idea misma de una parte general con principios y normas que se
apliquen a todos los tipos de sociedades no es universal. Dejando de lado el mundo anglosajón, más adepto a las
soluciones prácticas que a las sistematizaciones teóricas, y sin computar las sociedades civiles subsistentes en los países
que mantienen separado el Código Civil del mercantil, algunos importantes ejemplos del derecho comparado dan la pauta
de las relevantes diferencias en sus respectivas legislaciones. Así, por ejemplo, en Alemania, las sociedades colectivas, en
comandita simple y la sociedad en participación siguen reguladas en el Código de Comercio de 1900, con remisión a las
normas del Código Civil, mientras que las sociedades por acciones, por una parte, y las de responsabilidad limitada por la
otra, están reguladas en leyes separadas .
Las normas generales son, en todo caso, extremadamente escasas, lo mismo que en el Código de las Obligaciones
suizo, que regula las sociedades simples, las colectivas, las comanditarias, la anónima y la de responsabilidad
limitada, pero sin normas comunes. Algo parecido debe predicarse del Código Civil italiano de 1942, que apenas trae
algunas disposiciones comunes a todos los tipos, y de la Ley de Sociedades Comerciales francesa, ahora incorporada al
Cód. En cambio, el Código de las Sociedades portugués de 1986, contiene una extensa parte general con normas
comunes y algunos principios aplicables a todos los tipos. Entre las legislaciones que nos son más afines, debe
mencionarse la Ley de Sociedades Comerciales del Uruguay, inspirada en gran medida en la normativa argentina.
La comparación de ambas leyes rioplatenses sirve para demostrar cuán impregnadas están del espíritu de su época, de
marcado intervencionismo legislativo, de control de las estructuras y, hasta cierto punto, de supervisión de la actividad de
las sociedades. No debe olvidarse que las normas imperativas, restrictivas de la autonomía de la voluntad, deben
responder a la protección de un interés que el legislador entienda que, por algún motivo, lo requiera. Las pautas
enunciadas llevan, por una parte, a convencernos del amplio margen que las normas societarias dejan a la autonomía de
la voluntad, desaprovechadas por la pereza de los operadores o por la atávica falta de comprensión de que la regla es la
libertad y lo prohibido la excepción, y no al revés. Varios autores han marcado la presencia de un nuevo paradigma
societario a partir de las reformas que vinieron con la sanción del Código Civil y Comercial.
Solo señalaré que a la SAS, lo mismo que a cualquier otro tipo societario, se le aplican las normas contenidas en la parte
general de la Ley General de Sociedades, por cierto, que, con algunos matices, de los que me ocuparé.
La SAS, definida como sociedad típica, hace preciso recordar que su esencia anida en su elemento causal. 1, LGS cuando
se refiere a que los socios «se obligan a realizar aportes participando de los beneficios y soportando las pérdidas». Ese
dato causal puede ser definido como el de la comunidad de riesgos, que es el elemento que distingue a la sociedad de
cualquier otro contrato, en particular de los contratos asociativos. Aunque estos últimos tengan una finalidad común, en
el sentido de un propósito compartido en contraste con una oposición de intereses y prestaciones, como en los contratos
bilaterales, les falta el elemento del riesgo común al que están sujetos todos los socios de una sociedad.
Dato determinante este, para predicar la objetiva existencia de un interés que también les es común. Ese objetivo interés
común es el de que las decisiones que se adoptan en la vida de la sociedad, en especial en la conducción de los negocios
sociales, estén dirigidas de buena fe a que el resultado de ese riesgo corrido en común se traduzca en beneficios y no en
pérdidas. Este elemento causal de la sociedad, fácilmente reconocible, es tanto más relevante desde que el
Cód. 1013, estableció que «la causa debe existir en la formación del contrato y durante su celebración y subsistir durante
su ejecución».
A esto se agrega que «la falta de causa da lugar, según los casos, a la nulidad, adecuación o extinción del contrato». Son
aplicables a los contratos, y entre ellos a la sociedad, las normas sobre la causa del acto jurídico. Entre ellas sobresale la
que establece que «la causa es el fin inmediato autorizado por el ordenamiento jurídico que ha sido determinante de la
voluntad». Parece ser demasiado pronto aún para sacar conclusiones definitivas sobre los ricos alcances de la instalación
de la causa fin como elemento de los contratos, e incluso respecto de los alcances de que los motivos exteriorizados e
incorporados al acto sean también elevados a la condición de causa.
Pero cabe ya plantearse para las sociedades si la apuntada exigencia de que la causa deba subsistir durante la ejecución
del contrato puede llevar en determinadas situaciones a la extinción, o sea, al derecho de los socios a exigir la disolución
de la sociedad. En este contexto, con relevancia para la SAS, debe recordarse que esa causa encuentra respaldo en las
normas destinadas a proteger su esencia, a saber, las que condenan las sociedades leoninas. Todas estas reflexiones llevan
a concluir que ya no puede afirmarse hoy día que el lucro es el elemento diferenciante de la sociedad, sino el mencionado
riesgo corrido en común. La comisión de reformas a la Ley de Sociedades está estudiando incluir en el texto del art.
1, LGS este elemento diferenciante . 1 de la Ley de Sociedades de Finlandia del año 2006, o la previsión similar de la
Ley de Sociedades sueca, el § 53 el AktG alemán, y hasta el art. 7, establece que, en caso de silencio sobre las reglas para
distribuir utilidades y soportar pérdidas, ello será en proporción a los aportes, y que, si se prevé la forma de distribuir
ganancias, pero no soportar pérdidas, o al revés, la misma proporción se usará para lo contrario. Las sociedades anónimas
pueden emitir acciones con preferencias patrimoniales, o privilegio en el voto.
La admisión de estas desigualdades permite resolver un sinfín de problemas que se presentan en la práctica de sociedades
que estructuran negocios de integración compleja.
Llegamos así al objeto central de esta comunicación, que es explorar cuáles son algunas de las reglas de la parte general
de la LGS que son de aplicación a la SAS, e imaginar cómo inciden . Algunas de esas normas de ellas son casi
obvias. Como dato de color respecto de las consecuencias de la atipicidad, la ley uruguaya, a diferencia de la normativa
original argentina, que la castigaba con la nulidad, le aplica el régimen de irregularidad societaria. , cuando, en caso de
atipicidad, remite al régimen de la Sección IV del cap.
La regularidad de la sociedad nace con la inscripción en el Registro . Un plazo determinado de duración, y tanto más un
plazo máximo, protege a los socios contra la celebración de un contrato que restrinja su libertad por un tiempo que, en
términos de vida, a menudo excede del de una generación. La LGS exige la determinación del objeto , o sea que no se
admite una sociedad con objeto indeterminado, como la sociedad colectiva en el régimen del Cód. La única excepción
son las sociedades reglamentadas por su objeto como, esencialmente, las que están vinculadas al ahorro público o en
cuya actividad exista un interés público involucrado, como una concesión o un servicio público.
Dejar librado en gran medida a la autonomía de la voluntad el enunciado de las actividades que la sociedad se propone
realizar es altamente plausible. Sin embargo, el riesgo de esa redacción estriba en que quienes pretendan para los
restantes tipos una restricción reglamentaria del alcance del objeto, pueden intentar la construcción de un argumento a
contrario, por injustificado y carente de toda lógica que fuera. Lo mismo ocurre con respecto a las disposiciones relativas
a las sociedades que omitan elementos característicos del tipo o incluyan otros que sean incompatibles con él. En otras
palabras, son aplicables a las SAS las normas relativas al régimen de nulidad de los arts.
La SAS que no se inscribe, o que adolece de defectos formales o substanciales, está sometida a este régimen porque cae
con toda precisión conceptual en los supuestos de inclusión establecidos por el art. Ello así, aunque la redacción de esa
norma parezca endógena, por referirse a los tipos del cap. No existe una solución alternativa y la identidad de situaciones
impone, en todo caso, una aplicación analógica de ese régimen. 18 y 19 de la LGS al declarar la nulidad de sociedades
con objeto u actividad ilícitos.
El tema no ha sido tratado con la profundidad suficiente por la doctrina, más allá del enunciado genérico del
régimen . Otros, más moderados, restringen los supuestos de esas normas a los de ilicitud penalmente
sancionada . También existe controversia acerca de qué es lo que califica como actividad para dar lugar a la
sanción. Personalmente me enrolo entre quienes exigen que la actividad para ser calificada de ilícita debe consistir en la
realización continuada, sistemática y principal de negocios y actos ilícitos.
No es razonable que la sola reiteración de actos ilícitos en el marco del desarrollo de una actividad empresaria lícita, dé
lugar a sanciones de la envergadura de las dispuestas en esas normas. 20, de objeto prohibido en razón del tipo. Los
últimos dos incisos se refieren a la realización de operaciones de capitalización, o ahorro, o de las que «en cualquier otra
forma requieran dinero o valores al público con la promesa de prestaciones o beneficios futuros» , o que «exploten
concesiones o servicios públicos» . La norma es de mala técnica, porque literalmente prohíbe que la SAS esté
comprendida en una norma que es exclusiva para las sociedades anónimas, como el art.
La interpretación razonable de lo que dispone lleva a leerla como estableciendo que la SAS no puede tener por objeto ni
puede realizar ninguna de las actividades descriptas en esos dos incisos. De todos modos, en ambos casos se trata de una
prohibición de cierto objeto en razón del tipo elegido. 20 de la LSG dispone que la sociedad sería nula de nulidad
absoluta, e impone su liquidación, lejos de ello, el art. La transformación deberá estar completada dentro de los seis
meses y, en caso de incumplimiento, se impone a los socios responsabilidad solidaria, aunque subsidiaria, por los pasivos
de la sociedad.
Cuando la norma especial establece una sanción específica distinta de la de la norma general, prevalece la
primera. Algunas de las normas sobre los socios, tanto en cuanto a quiénes pueden serlo como a ciertas
restricciones, merecen de una atención especial. Los cónyuges pueden ser socios de la misma SAS, aunque se hallen bajo
el régimen de comunidad de bienes. Va de suyo que los menores pueden ser socios de una SAS.
30 de la LGS, reformado por la ley 26.944, todavía limita a las sociedades anónimas y en comandita por acciones a tomar
parte solo de sociedades por acciones y de responsabilidad limitada. La Comisión Redactora del Código Civil y
Comercial había propuesto la derogación lisa y llana de las inexplicables limitaciones a la capacidad de derecho
establecidas para las sociedades por acciones en el texto original, pero la norma sancionada fue avara y solo agregó que
pueden ser socias de sociedades de responsabilidad limitada. No hizo otra cosa así, que aumentar la incongruencia lógica
de la norma, que carece de toda justificación . La vinculación de esta norma con las SAS debe ser analizada desde la
doble perspectiva de las sociedades que pueden participar en las de este nuevo tipo, y la de cuáles son los tipos en las que
pueden participar las SAS.
30, LGS no se le aplica, porque una incapacidad de derecho como la impuesta por esa norma no admite interpretación
extensiva. Pero es necesario detenerse en la interacción de las diferentes normas que rigen la materia, para determinar en
qué situaciones las sociedades unipersonales pueden participar unas en otras, y en qué casos no. 34 de la ley 27.349
establece que la SAS unipersonal no puede «constituir ni participar» en otra SAS unipersonal . 1, último párrafo, de la
LGS, que solo dispone que la sociedad unipersonal «no puede constituirse» por una sociedad unipersonal, cualquiera sea
el tipo de esta.
Empero, tratándose de una incapacidad de derecho, el citado art. 34 no admite una interpretación extensiva para
prohibir, por ejemplo, que una SAS participe de modo sobreviniente como socia única de una sociedad de otro tipo. Una
SAS unipersonal no puede constituir una sociedad anónima unipersonal por expresa disposición del art. Pero si la SAS
participa de una sociedad anónima pluripersonal que luego deviene unipersonal, nada le impide mantener su condición de
socia única.
Idéntica solución cabe, demás está decirlo, cuando deviene unipersonal otro tipo de sociedad de la que participe la
SAS, especialmente una sociedad de responsabilidad limitada o una sociedad colectiva. 94 bis de la LGS, sino también la
interpretación armónica de todas las normas involucradas, así lo imponen. La interpretación que entiendo coherente lleva
a la conclusión de que una sociedad anónima unipersonal no puede tampoco constituir una SAS unipersonal. Pero ello no
impide que, por las mismas razones que respecto de otros tipos, cuando su propia condición de unipersonal es
sobreviniente, una sociedad de cualquier tipo sea socia única de una SAS.
Por fin, debe destacarse que la ley no prevé solución alguna para el supuesto de que una SAS unipersonal participe en
otra SAS que, por cualquier motivo que fuese, posteriormente deviene unipersonal. Como mecánica posible pueden
considerarse la nulidad sobreviniente de la SAS unipersonal participada, cuyo efecto sería una posible suerte de
absorción por la SAS unipersonal socia, o la aplicación de un plazo para transformarse o para recuperar la pluralidad de
socios en la participante o en la participada, al modo de lo dispuesto en el art. Comparto la crítica, pero no para permitir
una interpretación expansiva de incapacidades de derecho, sino para sostener, como ya lo he hecho reiteradas veces, que
la sociedad unipersonal debe ser admitida sin restricciones de ninguna clase ni tratamiento diferencial, para cualquier tipo
de sociedad, sea desde el momento constitutivo o como situación sobreviniente, con la sola y única excepción de aquellos
tipos que requieren de dos clases de socios diferentes, como las comanditarias y las de capital e industria. 31 de la LGS
establece limitaciones cuantitativas a la participación de una sociedad en otra, salvo para las sociedades de objeto
exclusivamente financiero o de inversión.
La norma está mal estructurada porque le falta coherencia entre, por una parte, lo que intenta proteger y, por la otra, las
excepciones que permite y la autoridad a quien asigna la facultad para otorgarlas, la flexibilidad cuantitativa que autoriza
y las sanciones que impone. Por ello se ha proyectado su sustitución por un régimen más compacto y eficiente . De todos
modos, imperfecto como es, al no hacer diferenciaciones de ninguna clase, la norma resulta aplicable a todas las
sociedades, de cualquier tipo y clase. Es aplicable a las sociedades de la Sección IV de la LGS, y también lo es a las SAS.
Pese a que el legislador pudo imaginar a los emprendedores pequeños como destinatarios principales del nuevo tipo, y
pese a lo exiguo del monto de capital que se estableció, la SAS no ha prescindido de contar con un capital social
expresado en moneda corriente. Esto determina que cuanto se ha legislado y predicado en torno a la realidad e
intangibilidad del capital social, le será necesariamente aplicable . 32 de la LGS establece para las participaciones
recíprocas entre sociedades. 32 es impreciso y contradictorio, que admite situaciones que solo en apariencia rechaza y
que llega a entrañar el grave peligro de permitir que una sociedad controlada se convierta en controlante de su
controlante, generando un círculo vicioso que puede desnaturalizar la organicidad de las sociedades involucradas .
En diversas oportunidades se trató de restituir este párrafo, para darle coherencia a la norma, sin éxito hasta
ahora. 32, LGS se aplica a las participaciones recíprocas entre una SAS y una sociedad de cualquier otro tipo, lo mismo
que entre dos SAS. 39 de la ley de SAS dispone que esta no pueda ser controlada por una sociedad de las que mencionan
los incs. Tampoco podrá participar en más del 30% del capital de sociedades comprendidas en esos incisos.
Ya señalé que la metodología que usa para establecer las restricciones que contiene, remitiéndose a disposiciones propias
y exclusivas de las sociedades anónimas, no es la mejor, ni siquiera luego de su imprescindible reforma por la ley
27.444. Antes de esta, era evidente que restricciones como la de no poder ser controlada por una sociedad que superara
cierto capital, aplicaba a la anónima pero no a una SRL o colectiva, lo cual era absurdo. Con la reforma solo subsiste una
fracción de las restricciones, pero todavía puede imaginarse el supuesto de una sociedad concesionaria de un servicio
público bajo forma, por ejemplo, de una SRL. 1 establece lo que la doctrina llama control interno de derecho.
La fuente de esta norma es el Código Civil italiano, que lo restringe a los especiales vínculos contractuales. Sin
embargo, pese a más de tres cuartos de siglo de vigencia de la idea, su uso por la jurisprudencia italiana ha sido casi
nulo, y la doctrina no se ha puesto de acuerdo en definir supuestos que concretamente encuadren en la norma. 42 de la
ley 27.349 introdujo un régimen de prestaciones accesorias diferente del previsto en el art. Toda flexibilización es
bienvenida porque la utilidad de estas prestaciones no tiene límites.
Pero ello no está totalmente logrado con la nueva norma. Es positivo que se haya ampliado el elenco de los posibles
prestadores, que podrán ser, además de los socios, administradores o proveedores externos, y consistir no solo en las
comprometidas para el futuro, sino comprender también las ya prestadas en el pasado. Precisamente, las prestaciones
accesorias no constituyen aportes en el sentido técnico jurídico, sino que son externos a ellos . Mucho más importante
que esta observación, que puede ser tachada de ser solo terminológica, es el hecho de que se pasó por alto que las
prestaciones accesorias pueden no consistir en servicios.
Por de pronto, para prestaciones accesorias que sean servicios, se podrá aplicar lo reglado en el art. Para otras clases de
prestaciones nada impide utilizar el sistema del art. Más ello está condicionado a que no se desvirtúe la esencia de su
régimen, a saber, que no pueden ser confundidas con el capital de la sociedad, y que deben estar ancladas en el contrato
social o estatuto. La ley 27.349 no prevé un derecho de suscripción preferente de los accionistas en caso de aumento de
capital.
Pero este derecho responde a una protección contra la dilución y la pérdida de valor de su participación, que los socios
merecen tener en toda sociedad en que las decisiones de aumento de capital se adoptan por mayoría. Por lo menos debe
ser así para supuestos de integración en dinero de los aumentos de capital. La mención del punto aquí tiene el propósito
de plantear y contestar el interrogante sobre la aplicación supletoria del régimen de los arts. 49 de la ley de SAS
establecida en el capítulo referido a la organización jurídica interna, lo es a la aplicación supletoria de las normas sobre
SRL y a las disposiciones generales de la LGS.
El derecho de suscripción preferente no aplica a la SRL, no se refiere a la organicidad de la sociedad, ni está en la parte
general de la LGS. La formación de reservas facultativas y las decisiones patrimoniales como el aumento de capital se
hallan tan estrechamente vinculadas que puede afirmarse que los principios que emanan de las respectivas normas se
potencian e iluminan recíprocamente. La obligación de formar reservas legales en los porcentuales allí previstos deriva
de su condición de sociedad por acciones, pero, sobre todo, de la limitación de responsabilidad de los socios a sus aportes
y a la valuación de los bienes aportados en especie. Toda medida adoptada en este terreno debe estar racionalmente
justificada en las necesidades de la empresa social, en la consideración del razonable equilibrio entre esas necesidades y
el derecho del socio a obtener la ide beneficios.
En reiterados fallos de la jurisprudencia de los más diversos países se han condenado no solo la retención de ganancias y
aumentos de capital no justificados, sino también distribuciones excesivas realizadas en beneficio de determinados
accionistas, pero a costa de la viabilidad de los negocios futuros de la sociedad. El tema recién tratado obliga a mencionar
la cuestión de la prima de emisión en casos de aumento de capital, y su obligatoriedad cuando la suscripción no es
proporcional por todos los socios. Aunque se trate de un instituto propio de la sociedad anónima, como ya se señaló, no
puede prescindirse de analizarlo teniendo en vista lo dispuesto en el art. De esta regla ya hace muchos años que propuse
inducir como principio el del derecho del socio a mantener la integridad del valor de su participación .
Sentado ese principio, es fácil deducir de él que tampoco una resolución orgánica de la sociedad puede privar al socio del
valor de su participación. Un aumento de capital que un socio no suscriba, en la medida que no compense la diferencia
entre el valor nominal y el real de las participaciones sociales, sería violatorio de estas reglas. El modo de compensar esa
diferencia es, precisamente, mediante la fijación de una prima para la suscripción de un aumento de capital. En
ausencia, incluso, del derecho de suscripción preferente, la obligatoriedad de establecer esa prima es aún más clara.
Es casi innecesario mencionar algunas normas cuya aplicabilidad a las SAS no ofrece dificultades. Así, las reglas de
representación e imputación de los actos de los administradores a la sociedad , los deberes y responsabilidades de los
administradores sociales . La más importante de ellas es subrayar que la regulación de la SAS, como sociedad, forma
parte del régimen especial aplicable a todas las sociedades. les son aplicables, en primer término, las normas imperativas
de la legislación societaria, y solo en su defecto las contenidas en el Cód.
De ello deriva que las normas generales en materia de personas jurídicas del Cód. 58, LGC, que presupone la capacidad
plena de la sociedad, frente al art. , que pareciera limitarla al «cumplimiento de su objeto y los fines de su creación». Se
disuelve, se prorroga, se reconduce, se reactiva, se disuelve y se liquida conforme a las normas y los principios de la
LGS, incluyendo las normas de responsabilidad y los criterios de interpretación en pro de la continuación de la empresa.
En cambio, ofrece problemas la aplicabilidad de las normas sobre resolución parcial de la sociedad. 49 de la ley de SAS
no es genérica a todo su régimen, sino específica al funcionamiento orgánico de la sociedad. Por otra parte, no deja de ser
una sociedad por acciones, en las cuales el acento está centrado en la representación objetiva del capital de cada
uno. 91, LGS en cuanto a la exclusión de socios.
Esta norma, propia de las sociedades personalistas, es de aplicación obligatoria en las sociedades de responsabilidad
limitada e incluso respecto del comanditario en las sociedades en comandita por acciones. Nuevamente me inclino por
hacer prevalecer las acentuadas características personalistas de la SAS, que no lo son menos que en una SRL, para hacer
aplicable el régimen. La cuestión no es menor, porque en caso de coincidirse con esta solución puede ser justa causa de
exclusión la actividad del socio en competencia con la de la sociedad. Es cierto que si la actividad en competencia causa
daño a la sociedad también cabe la aplicación de la responsabilidad del art. 54 primer párrafo.
Pero los presupuestos y los efectos de una y otra norma son diferentes.
5. Conclusion.
La incorporación de la Sociedad por Acciones Simplificada a nuestro ordenamiento jurídico se inscribe en la tendencia a
la revalorización de la autonomía de la voluntad para la configuración de los negocios y de sus actores. Constituye un
importante paso en favor de la superación de barreras muchas veces anacrónicas, que por su artificialidad han perdido
sentido práctico, si es que alguna vez lo tuvieron. La admisión de la libertad para establecer disparidades, desequilibrios
y desproporciones entre los socios de la SAS, imprescindible para estructurar emprendimientos en que se combinan
prestaciones materiales y de servicios con las muy fundamentales del talento y, a veces, de la paciencia, constituye una
liberación de las amarras jurídicas que lo impedían. Sin embargo, la vigencia de los principios generales del derecho y, en
particular, de los que iluminan la comunidad de riesgos que llamamos sociedad exigen que esos desequilibrios,
disparidades y desproporciones respondan siempre a un criterio de razonabilidad que los justifiquen.
Desde el ángulo del derecho, la ley tiene imperfecciones como muchas normas que implementan nuevos institutos. Sobre
todo, necesita de un trabajo de coordinación con los principios y las normas de la LGS, a cuyo cuerpo muy
probablemente termine integrándose. Esta comunicación tuvo el modesto propósito de alertar sobre algunos de los
aspectos que necesitan de atención para una correcta y eficiente utilización de este nuevo tipo societario.
Sobre los concretos resultados de la incorporación de las sociedades por acciones simplificadas (SAS) en la legislación
societaria argentina y las medidas necesarias para evitar su abuso
1.
La ley 27.349, sancionada en el año 2017, denominada «Ley de Apoyo al Capital Emprendedor» tuvo como fundamento
el de alentar y fomentar la actividad de emprendedurismo, que se convirtió, de alguna manera y por parte del gobierno
2015/2019, en un emblema del desarrollo económico del neoliberalismo, a pesar de que, en la estricta realidad, nada
aportó al crecimiento de la economía nacional. El problema es que en el Título III de dicha ley se incorporó
expresamente la figura de un nuevo tipo societario, denominado «Sociedad por Acciones Simplificada », más conocidas
como SAS, que fue presentada en sociedad como la panacea de la modernidad en materia societaria, a punto tal que
quien no estaba de acuerdo con ella corría automáticamente el riesgo de convertirse en un verdadero dinosaurio
jurídico, al que se le imputaba de inmediato y sin ambages no estar a tono con los tiempos ni entender la verdadera
evolución del Derecho Societario de estos tiempos que corren. Si a ello se le suma que dicho molde social no está
obligado a exhibir sus estados contables en dependencia pública alguna y que, como si fuera poco, puede hacer oferta
pública de sus acciones sin fiscalización interna y sin el control de la Comisión de Valores ni de la Bolsa de
Comercio, como sucede respecto de todas las sociedades anónimas que cotizan en el mercado bursátil de la República
Argentina, a nadie pudo sorprender que se hubiesen constituido durante los años 2017 a 2019, en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, un número promedio aproximado de 30 SAS por día, conf. Podía sostenerse al respecto que tratándose de
un nuevo tipo social dedicado a los emprendedores, el Título III de la ley 27.349 solo resultaría aplicable a los
emprendedores y de allí que su falta de incorporación a la Ley General de Sociedades encontraba cierta explicación.
Recuerdo al respecto algunos proyectos y antiguas iniciativas respecto a la necesidad de brindar un tipo social específico
a las personas dedicadas al transporte colectivo terrestre o a la actividad rural , que nunca obtuvieron consagración
legislativa, pero cuyo molde estaba reservado exclusivamente a quienes se dedicaban a dicha actividad. Sin embargo, la
ley 27.349 fue mucho más allá de la lógica y en lugar de denominar al nuevo tipo social como «sociedad de
emprendedores» o algo semejante, incorporó un nuevo tipo social al Derecho Societario argentino, al que denominó
«sociedad por acciones simplificada» , al cual podían acceder no solo los emprendedores sino cualquier persona que
quisiera actuar en sociedad para dedicarse a cualquier actividad, argentino o extranjero, lo cual resulta una notoria
incongruencia, pues se «coló» a través de una ley especial un nuevo tipo societario, que necesariamente debió haber sido
incluido en la Ley General de Sociedades, que no en balde había incorporado dos años antes a las sociedades civiles en
su seno, imbuido el codificador del 2015 de un propósito unificador, que la ley de apoyo al capital emprendedor ignoró
por completo. Esa contradictoria manera de legislar no fue objeto de la ignorancia y ni siquiera de la casualidad, sino que
fue una manera absolutamente deliberada de mantener alejadas a las sociedades por acciones simplificadas de la Ley
General de Sociedades, evitándose con ello aplicar a aquellas las normas de orden público que contiene nuestra ley
19.550, y que tienden a proteger a los terceros y a los derechos de los socios no controlantes, ante los harto comprobados
ejemplos del mal uso de las sociedades acerca de los cuales nos ilustra en forma permanente la jurisprudencia emanada
de nuestros tribunales civiles, laborales y comerciales, pues la enorme cantidad de precedentes sobre la aplicación de la
figura de la inoponibilidad de la personalidad jurídica prevista por los arts. 12 del Código unificado, referido al ejercicio
irregular del derecho y el fraude a la ley, estaba plenamente justificada.
El jolgorio que en ciertas personas produjo la aparición de las sociedades por acciones simplificadas llegó al extremo de
sostener, por alguna entusiasta pluma, que las cláusulas leoninas, previstas por el art. 13 de la ley 19.550, no resultaban
aplicables a las SAS, lo cual constituye un verdadero dislate, que solo puede provenir de aquellos sectores de opinión
para quienes la transparencia y legalidad en la actuación de las personas jurídicas no constituye un tema que merezca
demasiada protección, argumentando que, en definitiva, si las laxas normas de la ley 27.349 provocaban algún conflicto
entre particulares, debería ser la administración de justicia la que debiera reparar el entuerto, con total olvido de que un
pleito de esas características demora entre cinco y diez años en resolverse, por la innumerable cantidad de incidentes que
se plantean en todo ese proceso de conocimiento. Con otras palabras, una SAS puede constituirse en 24 horas, con un
irrisorio capital y con posibilidad de desarrollar cualquier actividad e incluso cotizar en bolsa, pero cualquier actuación
judicial tendiente a reparar los perjuicios provocados por semejante instrumento no obtendrá sentencia definitiva hasta
muchos años después. Coincidirá el lector en que resulta muy difícil compatibilizar ese estado de cosas con un verdadero
Estado de Derecho.
45 prescribía que «En cada Tribunal de Comercio ordinario habrá un rejistro público de comercio, a cargo del respectivo
secretario, que será responsable de la exactitud y legalidad de sus asientos», norma que fue reproducida años después por
el art. 34 del referido Código mercantil, luego de la reforma de 1889, reemplazando el término «rejistro público de
comercio» por «Registro Público de Comercio», detalle este que exhibe a las claras que el control de legalidad de los
actos cuya inscripción requirió el legislador mercantil constituyó un claro paradigma de actuación como mecanismo de
control de las personas jurídicas, que la ley 19.550 de Sociedades Comerciales del año 1973 receptó y ratificó en varias
de sus disposiciones , por el otro, el régimen de la ley 27.349, de creación de las denominadas «Sociedades por Acciones
Simplificadas» de la ley 22.315, incluyó otras ventajas para quienes opten por este nuevo tipo societario, prerrogativas
que no estaban previstas en la ley 27.349, como, p. , que la registración de las SAS debe ser llevada a cabo en forma
electrónica que sus administradores se encuentran exentos de satisfacer la garantía prevista por la ley 19.550 para los
directores de sociedades anónimas y gerentes de las sociedades de responsabilidad limitada. Ante ello uno se pregunta las
razones por las cuales los emprendedores no solo quedaban liberados de toda publicidad respecto de sus resultados y de
su estado patrimonial, como lo requiere la ley 19.550 para todas las sociedades por acciones y de responsabilidad
limitada, cuando estas superan cierto monto en su capital social, sino también que sus administradores quedaban incluso
liberados de prestar garantía por los resultados de su gestión y se pudiera prescindir de fiscalización interna o externa
cuando la sociedad por acciones simplificada hiciera cotización pública de sus acciones, para lo cual dicha sociedad no
requiere tener un capital social relevante, como sucede actualmente para las sociedades anónimas que deciden cotizar en
bolsa.
Ante semejantes privilegios, cualquier ciudadano común se planteaba si los emprendedores debían merecer semejante
tratamiento o si, por el contrario, esas extravagantes y desmesuradas ventajas no estaba reservadas para otro sector de
nuestra población, esto es, aquella que había hecho o acrecentado su fortuna a través de sociedades constituidas en
guaridas fiscales, tan desmejoradas en su imagen luego de la aparición de los Panamá o Paradise Papers en los años 2016
y 2017, respectivamente. Era evidente que los privilegios otorgados supuestamente a «los emprendedores» por la
Resolución General IGJ N 6/2017 debían ser dejados prontamente sin efecto y así aconteció, efectivamente, mediante el
dictado por la Inspección General de Justicia de las Resoluciones Generales nros.
2.
Curiosamente, esta misma técnica se utilizó para incorporar a nuestra legislación patria una sociedad absolutamente
opaca, subcapitalizada y constituida sin el menor control de legalidad, siendo esta vez el argumento oficial la protección
del emprendedor, figura tan proclive a obtener la simpatía de la población como absolutamente difusa en lo que respecta
a sus contornos fácticos, pues no es lo mismo un comerciante o un aspirante a abrir un negocio minorista o un estudio
profesional que un emprendedor, cuyo significado está más asociado a una innovación o riesgo que a la mera instalación
de un fondo de comercio, como sucede en la actualidad. No debe olvidarse que la figura del emprendedor estaba
íntimamente ligada, para el anterior gobierno y el partido político que lo llevó al poder, a la idea de la
«meritocracia», como parámetro para medir el éxito económico de cada persona, lo que no pasó de ser un punto de vista
teórico y absolutamente dogmático, pues los únicos «emprendedores» que afloraron durante el gobierno 2015-
2019, fueron las personas que trasladan mercadería a domicilio en motocicleta y cuyo estatus laboral ha dado lugar a todo
tipo de abusos. , que, como es conocido, consagran la función de garantía que, frente a terceros, cumple el patrimonio de
la persona, en línea con lo que desde el Derecho Romano se postula sobre el tópico de la afectación del conjunto de los
bienes de todo sujeto del Derecho, esto es, que el patrimonio del deudor es la garantía común de los acreedores. La
utilización de las SAS verificada desde su creación, hasta el extremo de ser herramienta espuria para un socio
único, exorbita, a no dudarlo y sin justificación valedera alguna, el principio cardinal de la actual Teoría General de las
Obligaciones referenciado.
Un verdadero privilegio infundado que hasta violenta, cotejando lo que acontece en nuestro ordenamiento para
integrantes de otros tipos societarios, lo reglado en el art. No creo necesario ni oportuno reproducir las permanentes
estadísticas que he efectuado en torno a la constitución de estas sociedades por acciones simplificadas, pues basta
advertir al lector, que más del cincuenta por ciento de las SAS creadas en nuestro país desde su consagración legal, en el
año 2017, fueron constituidas por un solo socio y que solo un número cercano promedio al 30 por ciento de ellas
contaron con apenas dos integrantes, siendo muy escasas las personas jurídicas de esta clase que superaron el número de
cinco integrantes. Por otro lado, el ciento por ciento de ellas fueron constituidas para tener una vigencia de 99 años, y a
más del 95% su socio o sus socios les aportaron el capital social mínimo previsto en el art. Por el contrario, nada hace
presumir que, a tenor de lo expuesto, las sociedades por acciones simplificadas constituyan el molde adecuado para el
«emprendedor», pues es de toda obviedad que, por sus características, el emprendedor necesita un contrato social que
refleje su propio carácter de socio y que no lo convierta en un mero dependiente del socio capitalista.
Lamentablemente es tanta la opacidad que caracteriza a estas sociedades que, a pesar de que los arts. 6 y 37 de la ley
27.349 exigen la inclusión en los edictos de los aportes de los socios y su identificación, tanto al constituirse la sociedad
o en oportunidad de modificar su contrato social, la Inspección General de Justicia omitió curiosamente requerir, en el
modelo de edicto que acompañó la Resolución General N 6/2017, la identificación concreta del aporte de cada socio, con
lo cual nadie podía saber, en desmedro del derecho de los acreedores particulares de cada socio previsto en el art. 57 de la
ley 19.550, cuál era, exactamente, la cantidad de acciones de que era titular cada miembro de estas particulares
entidades. Ello ratifica, una vez más, un rumor jamás desmentido en el ambiente societario, conforme al cual la pluma
del legislador de 2017 coincidió con la redacción de las resoluciones del Ministerio de Modernización, de cuya usina
surgieron los enormes «privilegios» que caracterizaron a estas compañías.
3.
Como era de esperar, pues esa fue precisamente la intención de los legisladores de 2017 al conceder a los emprendedores
un tipo social específico para operar en sociedad, las ventajas presuntamente otorgadas al capital emprendedor en la ley
27.349 no fueron solo usufructuadas por estos, sino que, como lo definió el actual Presidente de la Nación, en
oportunidad de referirse a quienes violaron las directivas del Poder Ejecutivo para prevenir el avance del coronavirus,
tales privilegios fueron utilizados por los "vivos" de siempre, lo cual fue facilitado por el absurdo e incongruente hecho
de no existir un registro de emprendedores, ni requerir la ley a quienes constituían una sociedad por acciones simplificada
tener que acreditar, de algún modo, su carácter de tales; con lo cual, y como ya se ha dicho, las tan promocionadas SAS
quedaron a disposición de cualquier persona que quisiera aprovechar sus desmesuradas ventajas, y qué mejor regalo del
legislador a quienes siempre buscan los resquicios necesarios para actuar en fraude a la ley (art. 12 del Cód. Civ. y Com.)
que poder constituir una sociedad unipersonal, sin responsabilidad subsidiaria de sus socios, con un capital irrisorio y con
posibilidad plena de desarrollar cualquier actividad —o no desarrollar absolutamente ninguna—, contando además con la
posibilidad de no deber ni poder identificar a los integrantes de la sociedad con posterioridad al acto constitutivo, si en el
mismo acto constitutivo de dicha clase de sociedades se prevé la posibilidad estatutaria de que la transferencia de
acciones no se inscriba en el libro de registro de acciones de la sociedad (art. 48 primer párrafo de la ley 27.439). Al
respecto, cualquier similitud o identificación con las sociedades off shore no ha sido mera casualidad y el hecho de que
solo se requiere que uno de los administradores, en un órgano plural, deba residir en la Argentina, y que los demás
puedan permanecer en su país de origen, otorgando un poder a aquel, que ni siquiera deben acompañar al registro
mercantil, demuestra a las claras la asimilación de la sociedad por acciones simplificadas a las sociedades off shore.
Según es de mi conocimiento, aún no existen fallos judiciales en materia de sociedades por acciones simplificadas (SAS),
pero el río suena —dentro del ambiente judicial— con la frecuente aparición de estas sociedades en los procesos
concursales, como supuestas cesionarias de créditos verificados por legítimos acreedores, a punto de expedirse estos
sobre el contenido de la propuesta efectuada por el concursado, lo cual no es de extrañar, pues actuaciones semejantes
fueron —en una época pasada no hace mucho tiempo—del exclusivo protagonismo de las sociedades off shore en general
y de las SAFIS uruguayas en particular, lo cual aconteció en aquellas épocas, tampoco lejanas, en que la jurisprudencia
no diferenciaba entre las sociedades legítimamente constituidas en el extranjero de las sociedades importadas de guaridas
fiscales.
Veremos seguidamente, a través de ejemplos precisos y concretos, cómo y de qué manera se puede utilizar una sociedad
por acciones simplificada (SAS) en fraude a la ley:
1) Conf. En los registros de la Inspección General de Justicia, que solo puede acceder a los datos de las SAS una
vez ya obtenida su inscripción por medios digitales, se detectó la existencia de una sociedad por acciones simplificada,
constituida el 31 de octubre de 2017, que en menos de un año constituyó, como única integrante, la cantidad de seis
nuevas sociedades por acciones simplificadas unipersonales. Todas las sociedades, desde la "holding" hasta las
participadas tienen el mismo domicilio social, el mismo capital social mínimo, en todos los casos integrado en un 25% de
su monto, y contando con el objeto amplio previsto por el estatuto modelo. Pero, además de ello, en todas las sociedades
coincide el administrador titular, que es el accionista mayoritario de la controlante, presentándose, en algunos casos,
variación del administrador suplente. En cuanto a su denominación, las SAS controladas exhiben casi la misma
denominación que su controlante, cuyo nombre social es diferente porque se agrega un número luego del vocablo
dominante.
2) Del mismo modo, se tomó conocimiento por parte de la IGJ que, a partir del mes de febrero de 2018, se
constituyeron, en el plazo de seis meses, diez sociedades por acciones simplificadas unipersonales, cuyos contratos de
sociedad eran exactamente iguales, con redacción idéntica en todos los casos. La mayoría de estas sociedades tenía la
misma sede social y exhibía la extraña particularidad de que el apoderado para la realización de la inscripción de todas
ellas fueron dos personas diferentes cuyos nombres se repiten en la mitad de las sociedades, lo cual obligó a la
Inspección General de Justicia a realizar el reporte ante la UIF de operaciones sospechosas (ROS), abriéndose asimismo
una investigación sobre su concreto funcionamiento.
3) Con las mismas particularidades se constituyeron, durante los primeros meses del año 2018, cinco sociedades
por acciones simplificadas, las cuales tenían la misma sede social y en cuatro de ellas contaban con el mismo director
suplente. Conforme referencia de los mismos socios en el acto constitutivo, las actividades que desarrollaban eran las del
alquiler de oficinas por horas, venta de mercaderías y servicios inmobiliarios, todo lo cual los aleja notoriamente del
concepto de emprendedores.
4) Según datos suministrados por el Registro de la Propiedad Inmueble de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
una misma sociedad por acciones simplificada constituida el 14 de febrero de 2019, con el capital mínimo de 22.600
pesos, integrado en un 25% y con objeto comprensivo de toda actividad económica, adquirió el día 15 de marzo de 2019,
esto es, solo un mes después de su constitución, cinco departamentos de un mismo edificio del Barrio Norte de esta
Ciudad, abonando por ellos, en total, la suma de 522.000 dólares estadounidenses.
a) Una sociedad por acciones simplificada unipersonal, constituida el 27 de marzo de 2018, con un capitalmínimo
de pesos 19.000, que también fue integrado en un 25%, cuya sede social coincidía con el domicilio real del socio
unipersonal y con objeto múltiple, adquirió el mismo día y actuando como fiduciaria de un fideicomiso, dos unidades del
mismo inmueble de la calle Pumacahua, del barrio de Caballito, abonando en total la suma de 450.000 dólares
estadounidenses. No dejó de llamar la atención del Registro Inmobiliario la coincidencia de la misma dirección respecto
a la sede social de la sociedad adquirente y del domicilio particular del único socio de dicha persona jurídica.
b) Otra sociedad por acciones simplificada, constituida el 6 de septiembre de 2017, también con un objetoamplio y
con un capital social de pesos 100.000, pero integrado en un 25% en el acto constitutivo, adquirió un inmueble sito en la
calle Paroissien, abonando por este la suma de 320.000 dólares estadounidenses. Lo verdaderamente curioso de toda esta
operación inmobiliaria es que ella se llevó a cabo el día 3 de septiembre de 2017, es decir, tres días antes de la
registración de la SAS adquirente.
c) Una sociedad por acciones simplificada adquirió el 3 de abril de 2018 un inmueble sito en la calle
CarlosPellegrini, abonando por dicho inmueble la suma de un millón de dólares estadounidenses. Dicha sociedad por
acciones simplificada contaba, un mes antes de la referida operación, con un capital social de pesos 20.000, integrado en
un 20% de dicho importe; se trataba, además, de una sociedad unipersonal y cuya sede social coincidía con el domicilio
real del único socio.
d) Por escritura del 13 y 25 de junio de 2019, otra sociedad por acciones simplificada, constituida el 13
denoviembre de 2018, hipotecó a favor de dos personas humanas un inmueble de la calle Ángel Justiniano Carranza, por
un valor de 960.000 dólares. Se aclaró que dicha sociedad por acciones simplificada fue constituida por documento
electrónico firmado digitalmente el 23 de enero de 2018. Dicha persona jurídica contaba a la fecha de su constitución,
llevada a cabo siete meses antes, con un capital social original de pesos 21.400, suscripto totalmente en el acto
constitutivo y, como era de esperar, su objeto era comprensivo de todo tipo de actividades.
e) Por escritura del 8 de mayo de 2019, fue inscripta, entre otros actos, la adquisición del inmueble sito en lacalle
Altolaguirre por una sociedad por acciones simplificada, constituida el 2 de mayo de 2019, esto es, seis días antes de
dicha operación inmobiliaria, abonando por dicho inmueble la suma 840.000 dólares. Al momento de su adquisición, la
referida SAS contaba con un capital social de pesos 25.000 y, como en todas las anteriores SAS, tenía el objeto social
amplísimo que permite el formulario modelo que se utiliza siempre para la constitución de este tipo de sociedades.
f) Por escritura del 16 de mayo y 8 de junio de 2018, se celebró una operación de permuta de un lote deterreno por
unidades a construir, sito en la Avenida Pueyrredón, siendo el adquirente una sociedad por acciones simplificada
unipersonal que fue inscripta el 6 de marzo de 2018, siempre por vía digital. El monto de dicha operación fue de pesos
33.000.000 y mediante dicho contrato la referida sociedad se comprometió a construir un edificio de diez pisos para
destino de hotel, vivienda o consultorio. El capital social originario de esta sociedad fue de pesos 300.000, integrado en
un 25% por el socio único y, como es habitual, su objeto es plural.
g) Por escritura del 16 de noviembre de 2017 fue inscripta, entre otros actos, la adquisición del inmueble sitoen la
calle Gavilán, por la sociedad una sociedad por acciones simplificada, con domicilio social en la calle Humahuaca
(CABA), constituida el 23 de noviembre de 2017, esto es, con posterioridad a dicha operación inmobiliaria, que fue
celebrada por un monto de 300.000 dólares y se llevó a cabo cinco días después que la SAS adquirente se haya inscripto,
cuyo estatuto revela que el objeto social de dicha propiedad era múltiple, siendo su capital social original de pesos
17.720, que fue integrado en un 25 por ciento. La sociedad por acciones simplificada adquirente compró dicho inmueble
en propiedad fiduciaria y en su calidad de fiduciaria de un fideicomiso inmobiliario constituido el 27 de noviembre de
2017 para la compra de dicho inmueble y la construcción de un edificio, con un plazo de duración de cinco años.
En dichas sociedades se presenta un vicio esencial de constitución, cual es la falta de firma de todos sus integrantes en el
acto constitutivo, firma que implica el otorgamiento del consentimiento de aquellos para integrar la persona jurídica. Ello
provoca la nulidad de la sociedad, la cual puede ser confirmada en los términos de los arts. 393 a 395 del Cód. Civ. y
Com. y no por aplicación del art. 25 tercer párrafo de la ley 19.550, pues el contrato de sociedad que adolece de la firma
de la totalidad de sus integrantes no constituye un problema de forma ni de omisión de requisitos esenciales —como lo es
la omisión de los datos previstos por el art. 11 de la ley—, ni se trata de un supuesto de incumplimiento de las
formalidades exigidas por dicha normativa, sino —nada más ni nada menos— que de la prueba del consentimiento de
quienes aparecen como fundadores del ente, lo cual provoca la nulidad del contrato social y no la inclusión de la sociedad
en el régimen previsto por la Sección IV del Capítulo I de la Ley General de Sociedades.
7) No es infrecuente el caso de que, mediante la inserción de determinadas cláusulas en el estatuto de las SAS, se
prive a los accionistas ajenos al controlante de los derechos esenciales que a todo integrante de la sociedad le otorga en
forma imperativa la ley 19.550. He tomado personalmente conocimiento de cláusulas tales como la adopción de acuerdos
sociales con el voto del socio mayoritario, sin injerencia alguna del minoritario en la toma de decisiones, a quien no se le
permite el derecho de información, de voz, de voto e indirectamente del derecho del dividendo, que queda en manos del
titular de las acciones de control.
8) La aparición de una suma dineraria en el escritorio de un ex funcionario del gobierno anterior y las
investigaciones efectuadas con posterioridad permitieron descubrir la existencia de un posible sistema de "recaudación
ilegal" en la cartera en cuestión, basado en distintos mecanismos, siendo uno de ellos la contratación de personas que no
cumplían funciones reales para desviar fondos o pagos a proveedores privados por servicios inexistentes o
sobrefacturados. Dentro de esta categoría de actos se encuentra el uso de una red de sociedades por acciones
simplificadas (SAS) vinculadas con el aludido funcionario y otros funcionarios que le habrían facturado al Ministerio en
cuestión.
Conforme fuera expuesto por los medios y basado en los términos de una denuncia penal realizada por un diputado
nacional, y por vía de prestanombres, se habían creado al menos dos sociedades anónimas simplificadas (SAS), cada una
de las cuales le facturaba al Ministerio de Producción la suma de 24 millones de pesos mensuales, en tres facturas de
ocho millones cada una. Cabe aclarar que una de las dos sociedades antes mencionadas tenía como sede social el mismo
domicilio de la Avenida Belgrano donde se recibían los pagos, sociedad que tenía como administrador al hermano de un
testaferro que dicho funcionario utilizaba en otra sociedad", que era una empresa familiar en la que detentaba aquel el
16,7% de sus acciones. Por otro lado, dicha sociedad figura en el Registro de la Propiedad Automotor como propietaria
de un Mercedes Benz clase V8, valuado en más de 100.000 dólares que el ex funcionario utilizaba personalmente,
presumiéndose que este no lo registró a su nombre para no tener que declararlo, y lo mismo habría hecho con dos
automóviles Chevrolet Cruze modelo 2018, que se encuentran a nombre de la otra de las sociedades mencionadas.
Todo ello está siendo investigado en sede penal y por la Inspección General de Justicia, la cual inició una investigación
de oficio a través del dictado de una Resolución al efecto, para desentrañar la legalidad o ilegalidad de todo ese
entramado societario.
9) Las SAS fueron utilizadas también como "herramienta jurídica" —constituidas en el término express que las
caracteriza— para desarrollar la explotación de recursos no renovables, en momentos en que se autorizaba, en la
Provincia de Mendoza, la utilización a cielo abierto de sustancias de altísima potencialidad contaminante del ambiente,
una actividad que genera gran cantidad de material de desecho tóxico que puede circular como polvillo absorbido por
animales y personas, con gravísimas consecuencias para la salud. Ese fallido intento de su gobernador de eliminar la
prohibición del empleo del cianuro y otras sustancias tóxicas para la industria minera, culminó con una masiva protesta
popular que provocó la anulación de una ley que, sancionada pocos días antes, había autorizado semejante actividad.
Precisamente, en ese contexto, se puso al descubierto la existencia de una sociedad por acciones simplificada (SAS) de
naturaleza unipersonal y creada diez días antes de la aprobación de esa malograda ley por un conocido político de
Mendoza, opositor al actual gobierno.
4.
La dolosa redacción y abusiva utilización de la ley 27.349 y la posibilidad de que cualquiera pueda acceder a un tipo
societario previsto en una ley, llevó a que, salvo algunas excepciones, las sociedades por acciones simplificadas fueran
utilizadas en nuestro medio como instrumentos legales de cobertura de un accionar fraudulento que tiene en miras eludir
la aplicación de normas de orden público, como, p. ej., la división y limitación del patrimonio de una persona; el indebido
traslado del riesgo empresario a terceros; la extravagante constitución de sociedades para ser formal y exclusivamente
titulares de bienes registrables sin actividad alguna; la de contar en pocas horas con un instrumento societario que permite
la ocultación de su verdadero responsable; la aparición de millonarios fondos sociales para realizar importantes
operaciones inmobiliarias, a pocos días de su constitución, por parte de SAS totalmente insolventes y otras actuaciones
que nada tienen que ver con la honrosa y promisoria figura del verdadero emprendedor, que probablemente necesite un
instrumento societario más sencillo para atraer inversiones que los tradicionales moldes de las sociedades anónimas y de
las sociedades de responsabilidad, todo lo cual impone adoptar las siguientes medidas:
a) Prever legislativamente un nuevo tipo societario que facilite la actividad del emprendedurismo, que solopodrá
subsistir hasta que dicha persona jurídica cuente con un movimiento comercial suficiente —que bien podría ser medido
conforme el nivel del patrimonio neto y gastos anuales según su último balance— y sea entonces apto para actuar como
una sociedad anónima o una sociedad de responsabilidad limitada. Dicho tipo social deberá ser incorporado
necesariamente a la ley 19.550 —que, dicho sea de paso, exige una reforma inmediata— a los fines de permitir la
aplicación de las normas de orden público previstas por la actual Ley General de Sociedades, como lo impone el art. 150
inciso a) del Cód. Civ. y Com.
b) Para así proceder, no solo es necesario definir en forma correcta lo que se entiende por emprendedor, sino que
reviste idéntica importancia la creación de un registro de emprendedores. De esta manera, quien pretenda utilizar el
molde societario que le es reservado deberá acreditarlo fehacientemente al momento de presentar al Registro Público la
inscripción de la sociedad.
c) Hasta tanto ello ocurra, cada jurisdicción local deberá tomar las medidas necesarias para que la autoridad de
control respectiva pueda realizar sobre las SAS el control de legalidad exhaustivo de su contrato constitutivo o
modificatorio. A ese respecto, la Inspección General de Justicia, ha adoptado —ante los comprobados fraudes que hemos
ya detallado y que eran de fácil predicción, por parte de quienes conocen el Derecho de las sociedades, ante el dictado de
la ley 27.349 y la no menos extraña inserción de un nuevo tipo social dentro de su texto — las siguientes medidas, a
través de las Resoluciones Generales Nºs 3/2020 del 20 de febrero de 2020; 5/2020 del 26 de febrero de 2020 y 9/2020
del 13 de marzo de 2020
Exigir, en la publicación de los edictos de constitución y funcionamiento, la identificación de los integrantes de las SAS,
con detalle de su participación societaria, a los fines de proteger a sus acreedores particulares. Así se resolvió mediante la
Resolución General Nº 3 de la IGJ del 20 de febrero de 2020.
Requerir la adecuación entre el capital y objeto social, como lo reestableció, para el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires,
la Resolución General Nº 6/2020 de la Inspección General de Justicia. Para ello es de fundamental importancia la
inserción en el contrato social de un objeto social único —sin perjuicio de las actividades conexas y complementarias que
no requieren su identificación dentro del objeto social—, pues el objeto múltiple impide detectar y combatir la
infracapitalización societaria que, como hemos ya expuesto, implica la directa e inmediata traslación de los riesgos
empresarios a terceros, lo que debe necesariamente evitarse y constituye un imperativo que supera en su importancia y
con creces a la promoción del capital emprendedor. Tales requisitos han sido hoy impuestos por el Organismo de Control
mediante la Resolución General Nº 5/2020.
Imponer, en ejercicio del control de legalidad, que establece la ley 22.315 en general y la ley 27.349 en particular, con
relación a las SAS, por parte del organismo encargado del Registro Público, la exigencia a los administradores de las
sociedades por acciones simplificadas de la prestación de una garantía por el eventual mal desempeño en el ejercicio de
sus funciones. Así lo impone el art. 256 de la ley 19.550 a los directores de las sociedades anónimas y el art. 157 tercer
párrafo de dicha ley a los gerentes de las sociedades de responsabilidad limitada; y no se advierte motivo de seriedad que
se exima a quien integra una SAS de una prestación que está prevista en protección no solo de la sociedad administrada
sino también de los terceros que, de una manera u otra, se hubieren vinculado con la sociedad.
Exigir, como lo hace la ley 19.550 para toda sociedad por acciones —y las SAS lo son, como su propio nombre lo indica
—, la presentación de sus estados contables a la Inspección General de Justicia, a los fines, cuando menos, de su examen
y análisis por parte de los terceros, dando además a la Inspección la posibilidad de controlar su movimiento anual y sus
resultados. V.
Los fundamentos de quienes apoyan a las sociedades por acciones simplificadas (SAS) y se oponen a la derogación o
modificación de su régimen, son falsos. Ya que:
a) En primer lugar, el régimen societario argentino no tiene por finalidad excluyente o prioritaria alentar
laactividad de los emprendedores, otorgándoles un tipo societario en el cual se pueda hacer lo que se quiera y operar al
margen de la ley, frustrando de esa manera los derechos de quienes contratan o de alguna u otra manera se vinculan con
las sociedades por acciones simplificadas (SAS). La finalidad de una ley que reglamenta el funcionamiento de cualquier
persona jurídica, como lo son el Código Civil y Comercial, y las leyes 19.550, 20.321, 20.337, 24.467 o 27.349, consiste
en brindar a quienes se decidan a constituir cualquiera de ellas un sistema adecuado y equilibrado de funcionamiento, en
el cual se respeten los derechos de todos quienes las integran y, además de ello, evite menoscabar los derechos de quienes
son ajenos a su funcionamiento, pero que pueden resultar perjudicados por su mal empleo o uso desviado. Las personas
jurídicas, cualquiera fuese su especie, deben perseguir fundamentalmente la consecución del fin para el cual fueron
creadas y respetar la causa final del respectivo contrato asociativo.
La especial actividad de los emprendedores, que debe merecer la preocupación de todos los argentinos, a los fines de
brindarles los mecanismos y herramientas que impliquen facilitar y desarrollar su labor, no puede constituir un bill de
indemnidad para dejar sin efecto las normas de orden público que reglamentan el funcionamiento de las personas
jurídicas en general, contenidas en el Código Civil y Comercial, y, en particular, en las disposiciones imperativas que la
ley 19.550 contiene en materia de sociedades. Queda en claro que estoy utilizando los conceptos de "orden público" y
"normas imperativas" como sinónimos, tal como lo dispone actualmente el art. 12 del Cód. Civ. y Com., entendiendo que
la norma imperativa es la expresión de lo que el legislador postula como orden público. Sostener que la Inspección
General de Justicia no sabe nada de emprendedores es una crítica que carece de toda relevancia, pues lo importante es
que este organismo ejerza el control previo del acto constitutivo de las personas jurídicas, conozca perfectamente cómo
estas funcionan o deben funcionar y, asimismo, prevea y neutralice, a través de concretas reglamentaciones, los abusos
que eventualmente se cometan o ensayen cometerse a través de ellas.
b) Los costos que supone la constitución de una sociedad o el tiempo que requiere el procedimiento deconstitución
o modificación de sus estatutos —que no es un mero trámite burocrático, como muchos suponen— tampoco es cuestión
que justifique suprimir el control de legalidad que una autoridad competente en la materia —existente en nuestro país
desde hace más de 160 años— debe llevar a cabo a los fines de proteger al tráfico mercantil, sus protagonistas o los
terceros. Nada bueno se ha logrado, en torno a la seguridad jurídica de ellos, con la posibilidad de constituir una sociedad
en 24 horas, ni tampoco con la restricción o supresión de algunos gastos, que jamás alcanzan montos significativos. Se
trata, en definitiva, de constituir un sujeto de derecho, con plena personalidad jurídica y casi idéntica a la de las personas
humanas que la integran y que comenzará a desenvolverse en el mercado, con plena autonomía y con un patrimonio
propio, desvinculándose de la persona de sus fundadores, socios o accionistas. De allí que resulta inadmisible que una
persona pueda caprichosamente y a su arbitrio constituir una sociedad, dividiendo su patrimonio y limitando su
responsabilidad en el plazo de 24 horas sin restricción alguna; por ello, el control de legalidad a cargo del registrador
mercantil debe ser pleno y sin cortapisas, pues median razones de seguridad jurídica, de soberanía (en el particular caso
de sociedades constituidas en el extranjero) y de protección a la comunidad, lo que se traduce, entre otras
manifestaciones, en la necesidad de evitar pleitos a la gente, reclamando judicialmente nulidades o inoponibilidades, todo
lo cual les hace perder tiempo, salud y felicidad.
No debe olvidarse al respecto que la constitución de sociedades en 24 horas implica para sus integrantes adherir
necesariamente a un estatuto modelo, que es exactamente lo contrario al principio de la autonomía de la voluntad, que ha
sido la muletilla oficial empleada para justificar la existencia de las sociedades por acciones simplificadas (SAS). Y dicho
esto último teniéndose presente que hasta tal "justificante", la "autonomía de la voluntad", está siempre subordinada a los
fines del ordenamiento jurídico y al orden público, en pos de respetarse normas indisponibles surgentes de leyes
especiales o generales, tal como se patentiza, como principio jurídico superior, en lo reglado en los arts. 10, 12, 963 y
1709 del Cód. Civ. y Com.
c) Poco me detendré en el argumento de que la Inspección General de Justicia ha excedido en sus funcionesal
dictar, durante el corriente año 2020, las resoluciones generales con las cuales pretende encauzar a las sociedades por
acciones simplificadas a los parámetros de actuación de las personas jurídicas en general y las sociedades en particular
que han previsto el Código Civil y Comercial y la ley 19.550, respectivamente. Solo afirmaré que en ningún momento
dicho organismo se ha atribuido facultades legislativas propias del Congreso de la Nación, como ha sido expresado, pues
el art. 11 inciso c) de la ley 22.315, denominada "Ley Orgánica de la Inspección General de Justicia" le otorga a este
organismo las facultades de dictar los reglamentos que estime adecuados; y no cabe la menor duda de que el dictado de
resoluciones generales está abarcado dentro de ese mandato. Extraña escuchar comentarios de esa índole, cuando esas
mismas voces no se levantaron cuando, a pocos meses de la sanción de la ley 27.349, la Resolución General Nº 6/2017,
dictada por la anterior gestión de la IGJ, excedió con creces los términos de dicha ley, oportunidad en la cual dispuso la
constitución obligatoria de las SAS por el procedimiento digital o la prohibición de la Inspección General de Justicia de
efectuar todo control sobre la constitución o funcionamiento de dichas sociedades, así como exigir garantías a sus
administradores, o borrar de un plumazo para las sociedades por acciones simplificadas la clara disposición del art. 67 de
la ley 19.550, que impone a todas las sociedades por acciones acompañar sus estados contables a la autoridad de control,
norma de evidente orden público, a la cual los entusiastas de estas sociedades —que no deben confundirse con los
verdaderos emprendedores— sienten como un verdadero horror. Claro está, las cosas cambian cuando las
reglamentaciones persiguen otro interés que el propio de estos cultores de la clandestinidad y, en este caso, toda
reglamentación que procure la transparencia de la actuación de las SAS está condenada al más enérgico repudio,
recurriendo a la figura de los emprendedores para conmover a la opinión pública.
d) Tampoco es acertado confundir sociedad con empresa. Es cierto que se han constituido en la Ciudad deBuenos
Aires, desde la sanción de la ley 27.349, en el año 2017, más de once mil sociedades por acciones simplificadas (SAS),
pero contar con un estatuto de una entidad no es sinónimo de crear una empresa, que es una cosa absolutamente diferente
y consiste en "actividad económica organizada", lo que se da de bruces con lo relacionado en los ejemplos que, entre
muchísimos otros verificados, se han descripto más arriba. Es que lo verdaderamente importante para la economía de
cualquier país lo constituye la creación de fuentes de producción y de trabajo, pues, como la experiencia lo ha
demostrado, se pueden tener en cartera más de cincuenta sociedades, pero ninguna de ellas desarrollar actividad alguna,
de modo tal que la proliferación de SAS en los últimos años no obedece ni propende a una mejoría en la economía
nacional, ni implica la aparición de los tan ansiados pero nunca concretados "brotes verdes" que tanto predicaba la
anterior administración. En esta misma línea de pensamiento, debemos descartar la afirmación de quienes hacen un
panegírico de las sociedades por acciones simplificadas, cuando predican que las SAS dieron lugar a la creación de
47.000 puestos de trabajo, pues, muy por el contrario, las estadísticas oficiales —Encuesta de Indicadores Laborales del
Ministerio de Trabajo y del Sistema Integrado Provisional Argentino (SIPA)— revelan que en los últimos cuatro años,
hasta el mes de diciembre de 2019, se habían destruido 234.000 empleos, precisamente, en el sector privado. Cabe
preguntarse entonces, ¿en qué contribuyeron las SAS a la economía nacional? En absolutamente nada; pero, reiteramos
una vez más, que no puede echarse culpas de ello al sector emprendedor, pues como hemos ya afirmado, fueron muy
pocas las sociedades por acciones simplificadas constituidas por legítimos y verdaderos emprendedores que lograron
reducir el desempleo creciente que asoló a la República Argentina en el período mencionado, simplemente por el hecho
de que las SAS se dedicaron a otra cosa, que nada tienen que ver con el capital emprendedor. En definitiva: si durante
cuatro años (2016/2019) no existieron inversiones en la Argentina, la economía se desplomó, desaparecieron miles de
PyMEs y el desempleo creció a niveles intolerables —panorama que no puede ser negado por nadie, pues basta haber
vivido durante esos años y haber contemplado con nuestros ojos esa verdad incontrastable—, mal puede afirmarse que la
ley 27.349 de apoyo al capital emprendedor y sus sociedades por acciones simplificadas hayan contribuido a la
constitución de empresas o a la generación de empleo, sino que, por el contrario, constituyó un vehículo de extrema
rapidez y eficacia para permitir la insolventación fraudulenta de muchos ciudadanos.
e) No se ignora tampoco que en el año 2018 las SAS fueron el tipo social más elegido al momento deconstituir una
sociedad en la República Argentina, pero ello no respondió a las bondades de su legislación o flexibilidad de su
funcionamiento, sino porque son las personas jurídicas que se pueden constituir con cifras irrisorias, con capacidad de
dedicarse a cualquier cosa; y, como si ello no fuera poco, sus integrantes no responden en forma subsidiaria por las
obligaciones contraídas por la sociedad, adquiriendo el excepcional beneficio de limitación de su responsabilidad por
centavos. Ello sin computar el hecho de que pueden ser unipersonales, puede contarse con ellas en el plazo de 24 horas y
sus administradores no deben prestar garantías por el ejercicio de sus funciones, amén de la opacidad que caracteriza su
constitución y funcionamiento, pues nadie, salvo sus socios, podrán acceder a sus estados contables.
f) No es acertado tampoco sostener que las sociedades por acciones simplificadas apuntan a la modernidad yque
oponerse a su funcionamiento, tal como están legisladas, implique un retroceso al siglo diecinueve. Muy por el contrario,
la legislación mercantil argentina de ese siglo estaba caracterizada por un acentuado liberalismo económico y de allí que
las normas que el codificador mercantil argentino le dedicó a las sociedades en el año 1857 fueron solo 125 artículos (del
387 a 512), a diferencia de la ley 19.550, que cuenta actualmente con 390 artículos, siendo evidente concluir que, sin
perjuicio de que en el siglo XX se incorporaron nuevos tipos societarios, la tendencia en estos últimos ciento cincuenta
años fue la de cubrir todos los aspectos que implica la actuación de una persona jurídica en el mercado, previendo
especiales normas de protección para quienes no integran el grupo de control y para los terceros ajenos a aquella, todo lo
cual estaba ausente en los códigos mercantiles decimonónicos. A esto precisamente apunta la posmodernidad en materia
legislativa, pues ha quedado ampliamente demostrado que de las lagunas legales se aprovechan por lo general quienes
tienen poco apego al respeto de los derechos ajenos. Mucho tiempo costó a quienes se han dedicado al Derecho
mercantil, en general y al Derecho societario, en particular, superar los dogmas que impusieron muchos de los profesores
de Derecho comercial del siglo pasado, y que se consolidaron en nuestro medio como una suerte de verdades reveladas,
lo cual ocurrió hasta la sanción de la reforma al Código Civil de 1968 (ley 17.711), que tuvo el enorme mérito de acercar
el Derecho a la vida —como postulaba Durkheim desde su visión sociológica de la disciplina jurídica— y de alejarlo de
los dogmas o del exceso de abstracción que, recordando siempre las enseñanzas del profesor español Emilio Langle
Rubio, aleja a los juristas de las realidades sociales. Recuerdo mis años de estudiante de Derecho y, en especial, los
primeros años de mi vida académica, donde la personalidad jurídica de las sociedades era un principio inquebrantable del
Derecho, el principio de la limitación de la responsabilidad de los accionistas era inmodificable desde todo punto de vista
y las acciones al portador, así como los títulos de crédito, eran consideradas como una creación suprema del capitalismo.
Lo mismo acontecía con el dogma de la autonomía de la voluntad. Todo ello quedó, afortunadamente, en la historia de
nuestro Derecho comercial, merced a la consagración del abuso del derecho, a la doctrina de la inoponibilidad de la
personalidad jurídica, a la nominatividad obligatoria de las acciones y a la doctrina del fraude a la ley, entre otras
soluciones similares aplicables a otras ramas del Derecho mercantil, como lo fue el Derecho del consumidor, que le puso
importantes límites a otra vaca sagrada del capitalismo, como lo fueron, durante décadas, los títulos de crédito, basados
en principios que, como el de autonomía y abstracción, ofendieron al concepto mismo de Justicia, sacrificando los
derechos de los deudores en el altar de una supuesta celeridad que, por aquellas épocas, se consideraba de fundamental
importancia para el tráfico mercantil.
Todo ello marca lo que, a mi juicio, define quien está en la vanguardia del Derecho contemporáneo, dominado por la idea
de la solidaridad y por la intervención del Estado en la vida económica y no por un regreso a la doctrina de la autonomía
de la voluntad que indudablemente nos retrocede a épocas pretéritas del Derecho mercantil y al que puso fin —ante los
notorios casos de abuso— el Derecho laboral primero y las leyes de defensa de consumidores y usuarios, en la segunda
mitad del siglo XX. Resulta hasta ocioso sostener que la posmodernidad no está íntimamente vinculada con la
digitalización, como pretenden sostener todos aquellos que no pueden prescindir de una computadora ni para la
organización de su vida privada; pero aun admitiendo que la constitución de una sociedad por vía digital es la
quintaesencia de dicha modernidad contemporánea, mal puede imputarse a las últimas resoluciones de la Inspección
General de Justicia una vuelta al papel para el cumplimiento de ese procedimiento inscriptorio, pues lo que se pretende
—mediante una Resolución General cuya aplicación se encuentra hoy en suspenso— es aplazar temporalmente, durante
un lapso acotado, el proceso de digitalización en la constitución de SAS, permitiendo que dicho organismo pueda
intervenir en el proceso de formación de las sociedades por acciones simplificadas y ejercer sobre ellas el control de
legalidad que le fuera expresamente otorgado por el art. 38 de la ley 27.349, pero que era de imposible ejercicio en el
actual sistema digital cuyo funcionamiento dependió exclusivamente del Ministerio de Modernidad del gobierno anterior,
que bajo la excusa de la simplificación de trámites, pretendió —y a veces lo obtuvo— extinguir derechos sustanciales y
minimizar facultades de organismos de control cuyo objetivo era y es la protección de los intereses de un importante
sector de la comunidad humana a la que pertenecemos, protección que inexcusablemente debe ser brindada por el poder
administrador en el marco del Estado Constitucional y Convencional de Derecho que nos regla.