Predicacion Logica y Silogistica
Predicacion Logica y Silogistica
Predicacion Logica y Silogistica
POR
J U A N C A R L O S LEON S A N C H E Z
cada vez más progresiva; y así se comprende que el desarrollo de la lógica pue-
da ser visto como una historia de corrupciones sucesivas. Para completar el
cuadro, hay que añadir que - d e acuerdo con Geach- la lógica moderna que
se inicia fundamentalmente con Frege y Russell, nos ha traído una esperanza
de redención, aun cuando todavía no se haya recuperado plenamente el Paraíso
perdido.
La tesis de Geach tiene la suficiente originalidad como para suscitar una
reacción de sorpresa. Pero además, hay motivos para adoptar frente a ella una
actitud de rechazo. Quizás esto se evidencig con las siguientes consideraciones,
que se limitarán sólo a ciertos aspectos de la temática de la Lección de Geach.
Toda la silogística aristotélica parece estar fundamentada en la posibilidad de
que los términos que juegan el papel de sujeto y el de predicado sean de natu-
raleza tal que puedan ser mutuamente intercambirrdos, es decir: que el término
que en una proposición hace el papel de sujeto pueda ser el predicado de otra,
y viceversa.
Tal cosa ocurre en efecto en cualquiera de las tres figuras silogísticas ge-
nuinamente aristotélicas (3): en la primera es el llamado 'término medio' el que
aparece como sujeto de una premisa y como predicado de otra; en la segunda,
. es el 'término mayor' el que resulta ser sujeto de una premisa y predicado de
la conclusión; en la tercera, ocurre otro tanto con el 'término menor', que es
el predicado de una de las premisas y el sujeto de la conclusión. A este respec-
to, la situación en la denominada 'figura galénica' es mucho más llamativa; en
la cuarta figura el hecho a que aludimos se produce no una, sino tres vecs:
tanto el término mayor, como el medio, como el menor, aparecen como sujeto
de una de las proposiciones que componen el silogismo, y como predicado de
otra. Así, pues, la tesis (que Geach denomina (4) ) de la 'intercambiabilidad' de
los términos parece ser a todas luces absolutamente esencial a la teoría aristo-
télica del silogismo. Incluso las leyes de conversión (simple o per accidens) ne-
cesarias para fundamentar la validez de los esquemas silogírticos, suponen como
es obvio la tesis de la intercambiabilidad.
Consiguientemente, la negación de dicha tesis (que constituye la médula de
la teoría de la predicacihn de los Primeros Atzalíticos) conduce de inmediato,
no a negar la validez misma de los esquemas silogkticos, pero sí a declarar la
falta de una adecuada fundamentación de la teoría aristotélica del silogismo.
Geach parece tener razones de peso en contra de la tesis de la intercambia-
Mlidad: esas razones -que veremos en seguida- llevan a sostener que un tér-
mino que juegue el papel de sujeto lógico de una proposición no puede -sin
experimentar un cambio radical de sentido- convertirse en predicado de nin-
guna proposición en absoluto; de ello se sigue la negación de la tesis de la in-
(3) Aristóteles, en su presentación sistemática de la silogística, tan sólo almde a tws
posibles figuras, omitiendo la cuarta. Sin embargo, conoce la validez de algunos de 9 0 s
modos de la cuarta y de hecho los usa en 'los Primeros Analíticos. Sobre esta cuestión,
cfr. J. LUKASIEWICZ, La silogística de Aristóteles desde el punto de vista de la lógica formal
moderna, trad. de J . Fernández Robles, Tecnos, Madrid, 1977, págs. 29-32.
(4) Cfr. P. T. GEACH, Op. cit., pág. 47.
Predicación lógica y silogisticn I39
tercambiabilidad. Más aún, Geach pretende que su distinción radical entre los
términos que pueden ser sujeto y los que pueden ser predicado de una propo-
sición, coincide - e n sus líneas esenciales- con la distinción que establece
Aristóteles en el Peri Hermeneias entre onoma (nombre) y rhema (verbo); con
lo cual se afirma también una falta de coherencia interna en el Organon aristo-
télico en lo que concierne a la teoría de la predicación. Aceptar las tesis de
Geach, visto lo anterior, supone por tanto adoptar una actitud contraria a la
de la tradición lógica 'aristotélica', que por lo general se encontraba tan a gus-
to con la teoría de la predicación del Peri Hermeneias como con la de los Ana-
liticos, sin sospechar que entre ambas pudiera plantearse una cuestión de in-
compatibilidad. Se impone pues un tratamiento sereno y pausado de la cuestión.
En primer lugar, resulta necesario exponer -siquiera sea someramente-
la teoría de la predicación de Geach, que yo suscribo plenamente siempre que
se la sitúe en sus justos términos. No me será posible, sin embargo, justificarlo
con todo detalle dentro de los límites de este artículo, puesto que su finalidad
es otra ( 5 ) , aunque sí espero proporcionar los suficientes indicios como para
que no se piense que mi adhesión a ella carece de una justificación racional por-
menorizada; siempre -insisto- que se la sitúe en sus justos términos. Mi in-
sistencia en este punto tiene una razón de ser que considero de mayor impor-
tancia que la que pueda parecer a primera vista; y es la siguiente. Ocurre sen-
cillamente que en muchos escritos lógicos, cuando se habla de la distinción en-
tre sujeto y predicado no terminamos de saber con certeza con respecto a qué
se traza esta distinción. Esto sucede desde las obras del propio Aristóteles has-
ta las de lógicos modernos como Bertrand Russell, pasando por las de autores
encuadrables en la llamada "lógica tradicional". Cuando decimos de algo que
es el sujeto lógico de una proposición, (estamos hablando de una expresión
lingüística?, ¿o de un objeto (u objetos) designadds) por esa expresión lin-
güística?; ¿ o tal vez - c o m o quizás preferiría decir la lógica tradicional- de
un contenido conceptual? (y en tal caso, ¿cómo hemos de entender ese 'con-
cepto'?) ... Otro tanto cabe preguntarse con respecto al predicado (¿es una
expresión?, ¿una propiedad?, ¿un concepto?, ¿una clase de objetos singula-
res?...). Si no somos capaces de dar una respuesta precisa a esas preguntas -y,
en muchos de los escritores a que he aludido, esta tarea es, cuando menos, bas-
tante dificultosa-, no carecerá de justificación que abriguemos la sospecha de
que la teoría de la predicación de que se trate puede estar incurriendo en una
confusión elemental: la confusión entre signo y designado, entre la expresión
lingüística y lo que ésta representa en el contexto del discurso.
A este respecto, hay que agradecer a Ckach su absoluta claridad. Cuando
Geach habla de sujeto (lógico) y predicado (lógico) se refiere siempre a partes
lingüísticas de una proposición (6) (la cual es también, consiguientemente, algo
( 5 ) De hecho, creo haber dado ya por escrito, y en forma suficientemente exhaustiva,
esa justificación, en mi libro Análisis proposicional y ontología, Publicaciones de la Univer-
sidad de Murcia, Murcia. 1984; cfr. especialmente el cap. 11.
(6) Cfr. P. T. GEACII,'Subject and Predicate', Mind, 59 (1950), pág. 461.
140 Juan Carlos León Sánchez
tearse qué tipo de distincihn hacemos mediante los términos "sujeto" y "pre-
dicado", Cuna distinción de papeles o funciones lógicas desempeñadas por las
expresiones que componen una proposición, o una distinción de categorías 1ó-
gicas a las que pertenecen esas expresiones? Cuando en gramática se dice que
una palabra es, por ejemplo, el 'sujeto' ( o el 'antecedente', o el 'complemento
directo'), lo que hacemos es describir el papel o la función que juega esa pala-
bra en una oración determinada; en cambio, cuando decimos que una palabra
es un 'nombre', o un 'verbo', o un 'pronombre', etc., señalamos la categoría
gramatical a la que ésta pertenece independientemente de las funciones que
pueda jugar en una oración particular. Desde el punto de vista de la lógica debe
tenerse también muy en cuenta la diferencia entre ambos tipos de distinciones
(aunque éstas, por supuesto, no tienen por qué coincidir - y de hecho no coin-
ciden en muchos casos- con las gramaticales). Al analizar una proposición des-
componiéndola en un sujeto (lógico) y un predicado (lógico), distinguimos fun-
ciones diferentes jugadas por esas expresiones; «pero si reconocemos una expre-
sión como un nombre, estamos asignándola a una categoría lógica, no descri-
biendo su papel lógico en una proposición)) (16).
Sucede de hecho que de la distinción trazada anteriormente entre sujeto y
predicado se sigue - c o m o veremos- que los nombres, y sólo los nombres
(lógicamente genuinos) pueden ser el sujeto lhgico de una proposición; pero
no por ello debemos confundir la noción de nombre con la de sujeto. Otro tan-
to ocurre con la de predicable y la de predicado, con la añadidura - q u e ya
hemos vist* de que un predicable puede aparecer en una proposición sin que
podamos decir que es efectivamente un predicado unido a un sujeto. La distin-
ción sujeto-predicado es, pues, una distinción entre funciones lógicas que pue-
den desempeñar los términos en la proposición; la distinción nombre-predica-
ble, por su parte, es una distinción entre categorías de términos, independien-
temente de sus apariciones en contextos proposicionales.
Es justamente esta última la que Geach entiende como estrictamente para-
lela a la distinción onoma-rhema del Peri Hermeneias. Aristóteles establece allí
esta distinción del modo siguiente: un onoma «es un sonido vocal significativo
por convención, sin ,referencia al tiempo, ninguna parte del cual es significativa
por separado)) (17); un rhema ctes lo que significa además tiempo, ninguna de
cuyas partes significa separadamente; y es un signo de las cosas dichas de
--
(16) Op. cit., pág. 174.
(17) ARIST~TELES, Peri Hermeneias, 16a 19 (cito por la edición bilingüe griegecas-
tellano de A. García Suára y J. Velarde, Cuadernos Teorema, Valencia, 1977; aunque
tengo también a la vista la edición bilingüe griego-inglés de la 'Loeb Classical Library',
realizada por H . P. Cooke, Harvard University Press y W. Heinemann, Cambridge (Mass.)
y Londres, 1938). Es claro que, aunque Aristóteles hable de 'sonido vocal', podemos enten-
der en su lugar 'expresión lingüística', sin hacer cuestión de que se trate de una expresión
oral o escrita.
Predicación lógica y silogistica 143
de los que Aristóteles llama "flexiones de nombres" (24): los casos oblicuos de
los nombres; Aristóteles insiste en que tales formas lingüísticas (como "de Fi-
lón'', "para Filón", etc.) no deben considerarse en modo alguno como auténti-
cos nombres; y la razón que da es que unidos a un rhema no constituyen algo
susceptible de ser verdadero o falso (una proposición), mientras que los nom-
bres lo constituyen siempre.
No creo que esa razón sea lo suficientemente definitiva como para excluir
tales formas lingüísticas de la categoría de los nombres (25). Pero esto es ahora
lo que menos importa. Lo interesante es que el criterio usado por Ariscóteles
para establecer esa distinción es de naturaleza puramente lógica y no gramati-
cal en modo alguno (una clasificación gramatical tomaría naturalmente como
nombres todas las flexiones de los nombres). <Por qué no atribuir el mismo
carácter puramente lógico a la distinción onoma-rhema? Si la traducción de
rhema por "verbo" sugiere la confusión entre el análisis lógico y el gramatical,
y siendo así que Aristóteles es extremadamente precavido a fin de evitar esa
confusión, lo mejor es buscar otra palabra distinta de "verbo" para tradiicir
rhema. Puesto que, además, la explicación del término que nos da Aristóteles
incluye la cláusula de que un rhema «es siempre un signo de lo que se dice de
otra cosa», parecerá por fin completamente razonable la propuesta de Geach de
traducir rhema por "predicable" (26).
De una de las afirmaciones de Aristóteles recogidas de pasada en el párra-
fo anterior - q u e un nombre unido a un rhema (a un predicable) constituye
una proposición (algo verdadero o falso)- se sigue que Aristóteles concibe la
proposición como compuesta de un sujeto, que es el nombre de algo, y un pre-
dicado (un predicable unido a ese nombre) que dice algo acerca de la cosa nom-
brada (27).
El paralelismo con la concepción de Geach de la predicación resulta eviden-
te. Tanto de las distinciones de Ariscóteles como de las de Geach se sigue que
sólo los nombres pueden jugar el papel de sujeto lógico, pues sólo ellos pueden
referirse, o estar por, aquello acerca de lo cual es la proposición; un predicable,
por el contrario, carece de ese carácter referencial, pues «es un signo de lo que
se dice de otra cosa». Lo propio del predicado no es referir a algo, sino ser ver-
Bruto; y así, «la relación de un predicable con aquello a que se aplica sí que
admite cualificación temporal)) (31).
No obstante, la falta de universalidad señalada parece que nos obliga a de-
cir que esta diferencia detectada por Aristóteles nos sirve sólo para distinguir
entre nombres y predicables que hacen relación (referencia1 o predicativa, res-
pectivamente) a objetos temporales. Disponemos, sin embargo, como observa
Geach, de otro modo de establecer la distinción de forma mucho más general
y fundamental. Se trata de constatar una diferencia de carácter puramente for-
mal que se da entre nombres y predicables; una diferencia que Aristóteles tam-
bién saca a relucir en el Peri Hermeneias (32), aunque no la incluya en sus de-
finiciones. Consiste en lo siguiente: «para negar una proposición, podemos ne-
gar la parte predicativa, pero no el nombre que está en posición de sujeto)) (33).
((Porque los predicables siempre se dan en pares contradictorios; y uniendo am-
bos a un mismo sujeto obtenemos un par de proposiciones contradictorias. Pero
nunca tenemos un par de nombres relacionados de modo tal que uniéndolos a
los mismos predicados obtengamos un par de proposiciones contradictorias)) (34).
Esta tesis es susceptible de prueba por medios estrictamente formales. La
prueba - c o m o ha recalcado Strawson (35)- se desarrolla bajo el supuesto de
que la conjunción de dos predicales -"F" y "G"- unida a un nombre pro-
pio "a" significa lo mismo que la conjunción de las proposiciones obtenidas
uniendo cada predicable por separado a "a": así "(F & G)aVsignifica lo mismo
que "Fa & Ga"; (cesto es precisamente lo que significa la conjunción cuando se
aplica a predicables en vez de a proposiciones)) (36). Comencemos, pues, suyo-
niendo que tenemos la siguiente proposición conjuntiva:
(1) Fa & Ga.
Por doble negación, esto es equivalente a
(2) -- (Fa & Ga).
Sustituyendo ahora la conjunción de las dos proposiciones por una conjunción
de los dos predicables unida al nombre "a", (2) resultará equivalente a
( 3 ) -- ( ( F & G)a).
El siguiente es el paso clave de la prueba: si además dispusiéramos de un nom-
bre " b", relacionado con "a" de modo que de la unión de un mismo predicable
con ¡la"y "6"
se obtuviera un par de proposiciones contradictorias, entonces (3)
sería equivalente a
puesto que " (F & G)b" sería la proposición contradictoria de "(F & G)a". Si
volvemos a tener en cuenta lo que .significa la conjunción de predicables "F & G",
(4) será equivalente a
(5) - (Fb & Gb);
lo cual a su vez será equivalente a
(6) - (-Fa & -Ga),
dado nuestro supuesto de que "a" y "6" formarán siempre un par de proposi-
ciones contradictorias si se unen al mismo predicable. Finalmente, (6) es equi-
valente a
(7) Fa v Ga.
Sin embargo, (1) y (7) sólo serían equivalentes si
(8) P & 9 t * P ~ 9
fuera una tautología veritativo-funcional; lo que no es el caso (37). Ademh, a
partir de la equivalencia (supuestamente) establecida entre (1) y ( i ) , y de la
tautología veritativo-funcional
(9) (P & 9 t* P v 9) +, (P +, 9)
se probaría fácilmente que para nuestro nombre "a" - c o m o para "6"-, dos
w
predicaciones arbitrarias - "Fa y "Gan- deben tener siempre el mismo va-
lor de verdad; lo cual es absurdo (38).
En consecuencia, debemos rechazar nuestro supuesto de que podemos te-
ner dos nombres relacionados de modo tal que de su mutua unión a un mismo
predicable se obtenga un par de proposiciones contradictorias, ya que tal su-
puesto nos lleva a conclusiones absurdas. Los predicables, por el contrario,
siempre se dan en pares relacionados de ese modo (pares contradictorios). Por
lo tanto, ningún nombre es un predicable. La distinción entre ambas categorías
de términos es absoluta ; ccsi un nombre y un predicable tienen la misma forma
externa, eso es una deficiencia del lenguaje; deficiencia similar a la que se da-
ría en un lenguaje en el que no pudieran distinguirse los usos de "Pedro" para
hablar acerca del hombre Pedro y acerca del nombre "Pedro")) (39).
Pese al sólido aspecto de esta argumentación formal, Strawson ha manteni-
d o que no es verdaderamente conclusiva: él hace hincapié - c o m o ya señalé-
en que el argumento sólo concluye en el rechazo de la existencia de pares con-
tradictorios de nombres si se admiten predicables compuestos mediante conjun-
ción; y así, lo que el argumento muestra en realidad es que no podemos admitir
(37) La prueba que acaba de ofrecerse es casi idéntica a la que da Strawson (cfr. op. cit.,
pág. 7), la cual a su vez está inspirada en la que presenta GEACHen Referente and Gene-
rality (cfr. ed. cit., pág. 33). He escogido la versión de Strawson porque me resulta más
clara intuitivamente que la de Geach, aunque ambas son plenamente válidas.
(38) Cfr. ibidem.
(39) Op. cit., pág. 34.
1 48 Juan Carlos León Sánchez
contrató a Pepe" refiere a una cierta entidad jurídica; pero «un signo complejo
puede aludir a cosas, solamente por la mediación de los otros signos que for-
man parte de su estructura, mientras que un nombre alude a su poseedor direc-
tamente; por tanto, un nombre no sólo no necesita sino que no puede tener
Fartcs que signifiquen separadamente)) (43). La lógica puede y debe ignorar la
estructura gramatical de las expresiones que lógicamente sean nombres, pero no
puede ignorar la de expresiones lógicamente compuestas. De la proposición "la
empresa que contrató a Pepe no contrata gitanos" podemos inferir "Pepe no
es un gitano".; pero esta inferencia no seria posible si en lugar de la expresión
(sintácticamente compleja) "la empresa que contrató a Pepe" hubiéramos teni-
do el nombre propio de la empresa en cuestión. Usando otro ejemplo de
Geach (44): a partir de "el alcalde de Cambridge es honrado", podemos con-
cluir "Cambridge es un lugar cuyo alcalde es honrado"; pero sería un mal chis-
te pasar de "El Duque de Cambridge vende buena cerveza" a "Cambridge es
un lugar cuyo duque vende buena cerveza". "El alcalde de Cambridge" es una
expresión sintácticamente compleja y la lógica no puede ignorar las apariciones
de "alcalde" y de "Cambridge" en su estructura; en cambio, debe ignorar las
apariciones de "duque" y de "Cambridgemen "El Duque de Cambridge", pues
esta última no es una expresión sintácticamente compleja, sino el nombre pro-
pio de una taberna. Como señala Geach ( 4 3 , la famosa Teoría de las Descrip
ciones de Russe11 (46) ha tenido el efecto de hacer retornar a la lógica actual a
la aceptación de la tesis aristotélica de la simplicidad lógica de los nombres,
olvidada durante siglos.
Sin embargo, no parece haber razones para sostener la tesis de la simplici-
dad sintáctica de los predicables. Tal vez - c o m o ha conjeturado Geach- al es-
cribir el Peri Hermeneias Aristóteles tuviera el programa de «analizar toda pro-
posición como un compuesto molecular, syndesmos, de proposiciones simples
que contuvieran cada un aun nombre y un ~ b e m simple)) (47). Ya hemos visto
razones para dudar de la viabilidad de ese programa. Si Aristóteles lo tuvo al-
guna vez, no tardó mucho en abandonarlo: pronto repararía en proposiciones
como "Sócrates ama a Teeteto", o como "todo hombre duerme o está despier-
to", que son irreductibles a un syndesmos de proposiciones de un nombre y
un predicable sintácticamente simples. En efecto, al redactar los Primeros Ana-
(48) Cfr. ARIST~TELES, Printeros Analíticos, 48a 29-39 (cito por la edición bilingüe
griegc-inglés de la 'Loeb Qassical Library', realizada por H. Tredennick, Hanrard Univer-
sity Press y W. Heinemann, Cambridge (Mass.) y Londres, 1938).
(49) Primeros Analíticos, 24b 16.
(50) Primeros Anaiíticos, 240 16.
(51) Primeros Annliticos, 530 8. Cfr. J. LUKASIEWICZ, op. cit., pág. 15.
(52) P. T. G EACH , 'History of the Corruptions of Logic', ed. cit., pág. 47.
(53) Cfr. Ibidem y Primeros Analíticos, 480 29-39.
Predicación Iógicn y silogisticn 151
una expresión (sea sujeto o predicado). En realidad, «en el uso de los antiguos
lógicos el vocablo "término" no significaba solamente el término oral sino tam-
bién el concepto o término mental)) (54). Más aún, ((la palabra t&&no se re-
fiere aquí (. . .) más bien al concepto mismo significado por el término oral» (55).
Si vamos a hablar, pues, de 'términos' y de 'intercambiabilidad de términos'
debiera usted precisar su 'terminología', si quiere hacer justicia a los fundamen-
tos de la silogística tradicional aristotélica".
En efecto, si acudimos a un acreditado manual de lógica tradicional (como
lo es el de Maritain), nos encontraremos con una fuerte insistencia en la tesis
aristotélico-tomista: «voces significant intellectus conceptiones immediate, et eis
mediantibus res))(56) ; ((nominanon signzficant res nisi mediante intelLectu» (57).
Maritain explica: ((el término significa al mismo tiempo el concepo y la cosa,
pero significa inmediatamente el concepto (...), y no significa la cosa misma
(en cuanto que existe fuera del espíritu), sino mediatamente, mediante el con-
cepto)) (58). ((Por su parte -añade García López- en los conceptos conviene
distinguir: 1) los que versan directamente sobre la realidad como es en sí mis-
ma: los conceptos reales, y 2) los que versan directamente sobre los conceptos
anteriores e indirectamente sobre la realidad ( o sobre la realidad, no como es
en sí misma sino como entendida o en tanto que entendida): conceptos lód
gicos)) (59).
Cuando se afirma que el silogismo se resuelve en tres términos, es preciso
insistir en que la lógica tradicional parece entender que tales términos son
principalmente conceptos y no expresiones lingüísticas. Esta es al menos la
única manera en que las propuestas de la lógica tradicional me resultan r a z e
nables (aunque todavía quedaría mucho que discutir sobre la naturaleza de ta-
les conceptos). Pero no discuto aquí la verdad o la falsedad de esas propuestas,
sino su sentido: 'sujeto' y 'predicado' resultan ser -usando la terminología de
García López- conceptos lógicos bajo los que caen conceptos reales.
A este respecto, es especialmente ilustrativa la consideración de los llama-
dos "juicios tautológicos": «un juicio tautológico es aquél en el cual el sujeto
y el predicado son la misma noción real, pero considerada en el primer caso
como sujeto y en el segundo como predicado (...); desdoblamos la misma n e
ción real mediante distintas consideraciones mentales o lógicas. El fundamento
próximo de este desdoblamiento no está en la realidad, sino en la mente, que
considera a la misma noción real dos veces, una como sujeto de un juicio y
otra como predicado (...). En cambio, por lo que hace a los otros juicios (...),
el sujeto y el predicado no son la misma noción real (...). Las nociones que
(54) J. MARITAIN, El orden de los conceptos, trad. de G . Motteau de Bucdo, Club de
Lectores, Buenos Aires, 1975, pág. 77, n. 7.
(55) Op. cit., pág. 227, n. 1.
(56) SANTO TOMASDE AQUINO, In Peri Hermeneias, L. 1, lect. 2, n. 5 (ed. Marietti,
20 ed., Turín, 1964).
(57) In Peri Hermeneias, L. 1, lect. 10, n. 4.
(58) J. MARITAIN, op. cit., págs. 75-6.
(59) J. G A R C ~MPEZ,
A 'Juicios tautológicos y juicios necesarios', Estadios de Metafí-
sica, 3 (1972-73), pág. 8.
1 52 Jican Carlos León SSnch~z
(75) Para una presentación sencilla de la silogística desde estas perspectivas, cfr.
B. MATES, Lógica matemática elemental, trad. de C. Garcfa Trevijano, Tecnos, Madrid,
1970, pAgs. 230-3.
(76) J. LUKAS~EWICZ, op. cit., pág. 110.
(77) Peri Hermeneias, 19b 19.
(78) Cfr. Primeros Analíticos, 24b 18.
(79) Cfr. Peri Hermeneias, 16a 5.
(80) Cfr. Peri Hermeneias, 20a 32.
(81) Peri Hermeneias, 19b 21.
156 Juan Carlos León Srinchez
un hombre pasea de decir que un hoinbre es paseante)) (82), lo que sugiere que
está considerando como rhema "es paseante" y, por tanto, "paseante" como un
mero fragmento del rhema.
La conclusión que extrae Ackrill de la consideración de estos textos es que
la raíz del problema se encuentra en el hecho de que Aristóteles no distingue
entre el análisis lógico y el gramatical (83): su explicación del rhema ha sido
prefabricada para casos simples como "corre" o "pasea", pero no para casos
más complicados en los que la parte predicativa de la oración no consta de una
única palabra.
Sin embargo, atendiendo al último texto citado de Aristóteles, podríamos
volver a negar que incurra en esa confusión. A mi juicio, un predicable como
"es paseante" es tan sintácticamente simple como "pasea": lógicamente se tra-
ta en ambos casos de una única palabra (como ocurría con el ejemplo de "El
Corte Inglés"), ninguna de cuyas partes significa separadamente. Pero seguir
en esta línea -interpretando caritativamente los textos dudosos de Aristóte-
les-, nos conduciría a negar toda significación a la mera cópula verbal "es"
en las proposiciones. Y una discusión sobre el papel y los sentidos de la cópula
nos llevaría mucho más lejos de lo que aquí podemos ir.