Rep 2 Arist 2023

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Repartido 2 Sexto de derecho prof: Bettina Umpiérrez

Aristóteles

384 ac Estagira, 322ac Calcis, Macedonia.


Discípulo de Platón y preceptor de Alejandro Magno.
En el 335 funda una escuela, cercana a un templo consagrado a Apolo Likaios, de donde tomará el
nombre de “Liceo”.
Daba las lecciones paseando por los jardines de dicho predio y por ello se los llamó peripatéticos ya
que en griego paseo es “peripatos”.
Los escritos aristotélicos se dividen en dos grandes grupos : los exotéricos , compuestos en forma
de diálogo y destinados al gran público y los escritos esotéricos que estaban destinados a sus
discípulos.
Los primeros se han perdido en su gran mayoría, sólo hay algunos fragmentos.
La mayoría de las obras de escuela se conservan y tratan acerca de variados problemas filosóficos y
otros que conciernen a las ciencias naturales.
En la actual ordenación del corpus aristotélico, aparece en primer lugar el “Organon” , son tratados
de lógica. Siguen las obras de Filosofía natural. Conectada con estas obras están las de psicología.
Luego aparece la “Metafísica”, formada por catorce libros.
Posteriormente se encuentran los libros referidos a filosofía moral y política. Por último
encontramos a “La Poética” y “La Retórica”.

Extracción de Ética a Nicómaco

Libro I
Teoría del bien y de la felicidad

Capítulo I: El bien es el fin de todas las acciones del hombre.

“Todas las artes, todas las indagaciones metódicas del espíritu, lo mismo que todos nuestros actos y
todas nuestras determinaciones morales, tienen al parecer, siempre por mira algún bien que
deseamos conseguir: y por esta razón ha sido exactamente definido bien, cuando se ha dicho que es
el objeto de todas nuestras aspiraciones....

Por otra parte, como existe una multitud de actos, de artes y de ciencias diversas, hay otros tantos
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fines diferentes: por ejemplo, la salud es el fin de la medicina; la nave es el de la arquitectura naval,
la victoria, el de la ciencia militar; la riqueza, el de la ciencia económica. Todos los hechos de cada
orden están en general sometidos a una ciencia especial que los domina: y así, a la ciencia de la
equitación están subordinados el arte de la guarnicionería y todas las concernientes al caballo; así
como estas artes a su vez y todos los demás hechos militares están sometidos a la ciencia general de
la guerra.
Si en todos nuestros actos hay un fin definitivo que quisiéramos conseguir por sí mismo, y en su
vista aspirar a todo lo demás; y si, por otra parte, en nuestras determinaciones no podemos
remontarnos sin cesar a un nuevo motivo, lo cual equivaldría a perderse en el infinito y hacer todos
nuestros deseos perfectamente estériles y vanos, es claro que el fin común de todas nuestras
aspiraciones será el bien, el bien supremo...”

Capítulo II: El fin supremo del hombre es la felicidad

Volvamos ahora a nuestra afirmación; y puesto que todo conocimiento y toda resolución de nuestro
espíritu tienen necesariamente en cuenta un bien de cierta especie, expliquemos cuál es el bien que
en nuestra opinión es objeto de la política y por consiguiente, el bien supremo que podemos
conseguir en todos los actos de nuestra vida. La palabra que le designa es aceptada por todo el
mundo; el vulgo, como las personas ilustradas, llaman a este bien supremo felicidad y, según esta
opinión común, vivir bien, obrar bien es sinónimo de ser dichoso. Pero en lo que se dividen las
opiniones es sobre la naturaleza y la esencia de la felicidad, y en este punto el vulgo está muy lejos
de estar de acuerdo con los sabios. Unos la colocan en las cosas visibles y que resaltan a los ojos
como el placer, la riqueza, los honores; mientras que otros la colocan en otra parte. Añadid a esto
que la opinión de un mismo individuo varía muchas veces sobre este punto; el enfermo cree que la
felicidad es la salud; el pobre que es la riqueza; o bien cuando uno tiene conciencia de su
ignorancia, se limita a admirar a los que hablan de la felicidad en términos pomposos y trazan de
ella una imagen superior a la que aquel se había formado...
...No es, en nuestra opinión, un error completo formarse una idea del bien y de la felicidad en vista
de lo que pasa a cada uno en su vida propia. Y así las naturalezas vulgares y groseras creen que la
felicidad es el placer, y he aquí por qué sólo aman la vida de los goces materiales. Efectivamente no
hay mas que tres géneros de vida que se puedan particularmente distinguir: la vida de que acabamos
de hablar; después, la vida política o pública; y por último la vida contemplativa e intelectual. La
mayor parte de los hombres, si hemos de juzgarlos tales como se muestran, son verdaderos
esclavos, que escogen por gusto una vida propia de brutos...
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...Por lo contrario, los espíritus distinguidos y verdaderamente activos ponen la felicidad en la


gloria, porque es el fin mas habitual de la vida política. Pero la felicidad comprendida de esta
manera es una cosa mas superficial y menos sólida que la que pretendemos buscar aquí. La gloria y
los honores pertenecen más bien a los que dispensan que al que los recibe, mientras que el bien tal
como nosotros le proclamamos, es una cosa por completo personal, y que muy difícilmente se
puede arrancar al hombre que lo posee. Y además, muchas veces no busca uno la gloria sino para
confirmarse en la idea que tiene de su propia virtud; y procura granjearse la estimación de los sabios
y del mundo, de que es conocido, porque se considera a aquella como un justo homenaje al mérito
que se atribuye. De aquí concluyo que la virtud, a los ojos mismos de los que se guían por estos
motivos, tiene la preeminencia sobre la gloria que ellos buscan...
En cuanto a la vida que sólo tiene por fin el enriquecerse, es una especie de violencia y de luchas
continuas; pero evidentemente no es la riqueza el bien útil que nosotros buscamos; la riqueza no es
mas que una cosa a la que aspiramos con la mira de otras cosas que no son ella.”

Capítulo VII
“Pero volvamos de nuevo al bien objeto de nuestra investigación e indaguemos
qué es."
“Puesto que parece que los fines son varios y algunos de éstos los elegimos por otros… es evidente
que no son todos perfectos, pero lo mejor parece ser algo perfecto. Por consiguiente, si hay sólo un
bien perfecto ése será el que buscamos, y si hay varios, el más perfecto de ellos…"
"Tal parece ser, sobre todo, la felicidad, pues la elegimos por ella misma y nunca por otra cosa,
mientras que los honores, el placer, la inteligencia y toda virtud, los deseamos en verdad por sí
mismos, pero también los deseamos a causa de la felicidad…En cambio, nadie busca la felicidad
por estas cosas, ni en general por ninguna otra." "Parece que también ocurre lo mismo con la
autarquía, pues el bien perfecto parece ser suficiente…consideremos suficiente lo que por sí solo
hace deseable la vida y no necesita nada, y creemos que tal es la felicidad"

Libro II
Naturaleza de la virtud ética.
Capítulo I: De la distinción de las virtudes en intelectuales y morales.

“Existen pues dos clases de virtud, la dianoética y la ética. La dianoética se origina y crece
principalmente por la enseñanza y por ello requiere experiencia y tiempo; la ética, en cambio
procede de la costumbre...De este hecho queda claro que ninguna de las virtudes éticas se produce
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en nosotros por naturaleza, puesto que ninguna cosa que existe por naturaleza se modifica por
costumbre...De ahí que las virtudes no se produzcan ni por naturaleza ni contra naturaleza, sino que
nuestro natural pueda recibirlas y perfeccionarlas mediante la costumbre...pues por nuestra
actuación en las transacciones con los demás hombres nos hacemos justos e injustos....Pues
investigamos no para saber que es la virtud sino, para ser buenos, ya que de otro modo ningún
beneficio sacaríamos de ella, debemos examinar lo relativo a las acciones, como hay que realizarlas,
pues ellas son las principales causas de la formación de los diversos modos de ser...”
“Ahora bien, que hemos de actuar de acuerdo con la recta razón es comúnmente aceptado y lo
damos por supuesto...
“Y en lo relativo a las acciones y a la conveniencia no hay nada establecido...sino que los
que actúan deben considerar siempre lo que es oportuno, como ocurre en el arte de la medicina y de
la navegación...”
“Así pues, la moderación y la virilidad se destruyen por el exceso, pero se conservan por el
término medio. Llamo término medio de una cosa al que dista lo mismo de ambos extremos…todo
conocedor evita el exceso y el defecto, y busca el término medio y lo prefiere…" "…las obras
excelentes, que no se les puede quitar ni añadir nada, porque tanto el exceso como el defecto
destruyen su perfección, mientras que el término medio la conserva" "…cuando es debido…y hacia
aquellas personas debidas, y por el motivo y la manera que se debe, entonces hay un término medio
y excelente; y en ello radica, precisamente la virtud…"

Libro VI
Examen de las virtudes intelectuales. (Dianoéticas).

Capítulo I: De las virtudes intelectuales en general


“Hemos dejado sentado mas arriba que en todas las cosas es preciso tomar el justo medio, evitando
ya el exceso, ya el defecto. Hagamos ver ahora con mas minuciosidad que este medio es el deber
que prescribe la recta razón. En todas las virtudes de las que hemos hablado, como en todas las
demás, es preciso reconocer un fin en el cual fija sus ojos todo hombre que sea verdaderamente
racional, aumentando o disminuyendo en vista de él alternativamente sus esfuerzos. Además en los
medios hay cierto límite, que colocamos entre el exceso y el defecto; estos medios son conforme a
la recta razón.”

Capítulo IV: La prudencia:


“En cuanto a la prudencia, podemos llegar a comprender su naturaleza, considerando a que hombres
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llamamos prudentes. En efecto, parece propio del hombre prudente el ser capaz de deliberar
rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para si mismo, no en un sentido parcial, por
ejemplo para loa salud, sino para vivir bien en general..”
“...la prudencia es un modo de ser racional verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno y malo
para el hombre. Porque el fin de la producción es distinto de ella, pero el de la acción no puede
serlo, pues una acción bien hecha es ella misma el fin.”

Aristóteles; “Ética nicomaquea”, Ed Losada, Buenos Aires, 2003

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