LÓGICA Y FILOSOFÍA Semana 12
LÓGICA Y FILOSOFÍA Semana 12
LÓGICA Y FILOSOFÍA Semana 12
SEMANA 12
Tema:
La ética socrática: Sabiduría y bondad.
La ética platónica: El bien como supremo ideal.
La ética aristotélica: Ética a Nicómaco.
Docente:
Dr. István Kovács Halay
Contenido Temático
El intelectualismo moral socrático identifica el conocimiento como una virtud: basta el conocimiento
de lo justo (la autognosis) para obrar correctamente.
Según esto las malas acciones son producto de la ignorancia o el desconocimiento y por tanto, no
son voluntarias, ya que el conocimiento de lo justo sería suficiente para obrar virtuosamente.
La premisa esencial del intelectualismo moral es la siguiente: "La experiencia moral se basa en el
conocimiento del bien". Solo si se conoce qué es el bien y la justicia se puede obrar justamente.
Sócrates hace las siguientes consideraciones a sus conciudadanos: "Cuando uno de vosotros está
enfermo no propone una votación entre los miembros de la familia para establecer qué remedio es
adecuado para curar la enfermedad: ocurre más bien que llama al médico y se somete a su juicio y
recomendaciones; cuando un ejército quiere derrotar al enemigo no se realiza una consulta popular
para establecer el modo de atacar, es el estratega quien decide el modo de dirigir a los soldados y
plantear las batallas; cuando queremos levantar un edificio no hacemos una votación para decidir el
modo de construirlo, dejamos que sea el arquitecto quien imponga su criterio".
Y pregunta a continuación: "¿Por qué cuando se trata de lo más importante de todo, que es el bien
de la ciudad y todas las leyes que son adecuadas para la convivencia entre los ciudadanos,
dejamos que todo el mundo opine y nos sometemos a la mayoría y no llamamos a aquel que
sabe?".
En resumen, para el intelectualismo moral, los asuntos morales y políticos deben ser cuestiones
planteadas por expertos. Esta propuesta socrática puede dar lugar a interpretaciones políticas
antidemocráticas y elitistas.
La ética platónica: El bien como supremo ideal.
La ética platónica, que recoge detalles del pensamiento socrático y que será posteriormente ampliada,
corregida y conceptualizada por Aristóteles, es eudemonista, dado que se orienta al logro del bien
supremo del hombre, esto es, a su felicidad.
La felicidad sólo se alcanza, pues, encontrando la medida o proporción entre una vida sabia y una vida
gozosa. Y para ello es esencial la práctica de la virtud, equivalente en este contexto a parecerse tanto a
Dios como al hombre le sea posible.
La ética platónica abarca cuatro virtudes fundamentales que se derivan del análisis de las partes
anímicas que presenta el ser humano (la racional, la irascible y la concupiscible). Así, al alma
concupiscible le corresponde una moderación, una templanza inteligente, ya que todo aquel que se
muestre templado en la búsqueda de la virtud obrará de forma buena y beneficiosa, de modo que la
templanza y la sabiduría no son completamente dispares. En segundo lugar, al alma irascible le atañe
una capacidad de sacrificio, una fortaleza de ánimo ante las adversidades, el coraje propio de los que
van a la batalla, que no se apartan de la primera fila pese a estar expuestos al peligro. Estas dos
virtudes se unifican en la presente o generada por la parte racional del alma, la prudencia, que
representa lo verdaderamente bueno para el hombre y los modos para conseguirlo. A su vez, las tres
virtudes precedentes se suman e integran en una cuarta, la más importante, que produce la armonía
perfecta del alma: es la justicia. Sobre estas cuatro virtudes platónicas gira toda la vida moral de los
hombres, ya que abarcan la determinación práctica del bien (prudencia), su efectiva realización social
(justicia), el coraje para alcanzarlo o defenderlo de agresiones o amenazas (fortaleza) y la moderación
necesaria en virtud de la cual podemos controlar y no confundir dicho bien con el exceso placer corporal
(templanza).
La ética aristotélica: Ética a Nicómaco (1)
Ética a Nicómaco comienza mostrando que todo lo que existe está orientado hacia un
fin que le es propio. Esto es evidente, por ejemplo, en los objetos: el fin del cuchillo es
cortar y el de la escoba es barrer. Decimos que hay un buen uso de estos utensilios cuando
cada objeto se orienta hacia su fin y, por el contrario, hablamos de un mal uso cuando
intentamos barrer con el cuchillo o cortar con la escoba. Si queremos saber cuál es la vida
buena de los seres humanos, deberemos preguntarnos cuál es el fin más propio del ser
humano. Esta es la pregunta crucial que inaugura el primer libro de la Ética a Nicómaco.
Aristóteles señala que, aunque es bueno perseguir el bien de cada uno (la felicidad
propia), es mejor y más elevado perseguir la felicidad de todos. Así, ética y política se
dan la mano porque las acciones para perseguir la vida buena deberán también estar
acompañadas de acciones que busquen que los conciudadanos tengan una vida igualmente
feliz.
La ética aristotélica: Ética a Nicómaco (2)
Que la felicidad resida en la vida racional no quiere decir que baste con el
intelecto para ser feliz. Aristóteles dice a este respecto que «con todo, la felicidad
necesita también de los bienes exteriores, como dijimos; pues es imposible o no es fácil
hacer el bien cuando no cuenta con recursos». Para nuestro autor no hay posibilidad de
hacer el bien moral sin un nivel mínimo de bienes materiales.
La ética aristotélica: Ética a Nicómaco (3)
Este libro es un estudio acerca de las virtudes éticas. Estas virtudes nos indican cómo vivir y son placenteras
en sí mismas. Esto último es muy importante, porque en contra de la opinión común que sostiene que ser virtuoso
es un esfuerzo, Aristóteles señala que es placentero por sí mismo. Ser virtuoso no es sacrificio, sino algo grato.
Es de crucial importancia saber que estas virtudes no están en nosotros de forma innata, no son parte de
nuestra naturaleza, sino que hay que adquirirlas por medio del hábito. Nadie nace justo; para ser una persona
justa, debemos ser justos en nuestro día a día, practicar la virtud. Para ser bueno hay que hacer el bien, defiende
Aristóteles en Ética a Nicómaco. Y no vale con hacer alguna acción buena de vez en cuando, sino que es la
práctica continuada (hábito) la que nos permitirá ser una persona virtuosa.
¿Y cómo saber lo que hacer en cada caso? ¿Deberemos estudiar virtud por virtud para saber cómo
comportarnos? No hace falta. Aristóteles nos provee de una regla general que nos va a permitir alcanzar la
mayoría de las virtudes: el término medio. Veamos un ejemplo: el que no teme a nada y a todo se enfrenta sin
valorar riesgo alguno es un temerario; el que a todo le teme y no puede hacer su vida con autonomía es un
cobarde. La virtud para Aristóteles es el punto medio entre los dos extremos: el valiente es quien se enfrenta a los
miedos con inteligencia y se sitúa entre el cobarde y el temerario.
La justicia, en algunos casos, también tiene forma de término medio. Para Aristóteles, es injusto lo que es
desigual y es justo lo que iguala los extremos. De hecho, cuando alguien sufre un agravio intentamos igualar los
dos extremos: quitamos al que ha salido ganando con la fechoría y otorgamos al que ha perdido.
La ética aristotélica: Ética a Nicómaco (5)
Sin embargo, la regla del término medio no es universal. Es importante señalar que hay vicios que no
contemplan el término medio: entre no matar y matar a diez personas, la virtud no yace en el término medio
(matar a cinco personas), sino en uno de los extremos (no matar). El término medio no es una medida
numérica, sino que es una medida moral. Normalmente la virtud está en el término medio, pero no es
infrecuente el caso en que el bien sea un extremo en sí mismo.
El dominio de uno mismo —tan alabado en la Antigua Grecia— es fundamental para mantenerse en el
término medio. El intemperante tendrá muy difícil alcanzar dicho estado intermedio, porque para estas
personas el sufrimiento que aparece en la abstinencia es difícil de mantener ante el placer del vicio. Tenemos
que educar al cuerpo para que goce en la contención de los abusos, dice Aristóteles. Nadie puede mantenerse
en la virtud si esta le produce dolor y, viceversa, cuando permanecemos en el vicio es porque este es, de
alguna forma, placentero. No debemos dejarnos llevar por el placer o el dolor, sino educar al cuerpo para que
goce en la virtud y repudie el vicio.
¿Y por qué permanecemos en el vicio si muchas veces nos acarrea más sufrimiento que
placer? Sócrates había dado una respuesta intelectualista: se obra mal por ignorancia; basta con conocer el
bien para hacerlo. Aristóteles no cree que sea tan sencillo, pues el médico (que conoce los perjuicios del
tabaco) también fuma. La clave está no en el conocimiento, sino en la voluntad.
La ética aristotélica: Ética a Nicómaco (5)
A pesar de que el conocimiento no es el núcleo de la virtud, la práctica
moral no puede ir deslindada del conocimiento. Aquel que hace el bien
sin saberlo no puede ser llamado virtuoso. Para ser justo, hay que realizar
acciones justas, pero sabiendo lo que se está realizando y por qué se está
realizando. No basta con ser consciente de que uno está haciendo la
justicia, hay que saber, además, por qué la hacemos.
En este tercer libro de Ética a Nicómaco, Aristóteles distingue entre obrar por ignorancia
y obrar en ignorancia. Se obra en ignorancia cuando se realizan acciones sin ser consciente
(como cuando se realiza algo estando ebrio). En cambio, se obra por ignorancia cuando se
hace una acción conscientemente, pero no se sabe que está mal. Ambas situaciones son
menos reprochables que un vicio voluntariamente llevado a cabo, pero, dice Aristóteles, deben
ir acompañadas de arrepentimiento.
Discute Aristóteles también en esta parte del libro la naturaleza de la justicia. Como ya
vimos antes, la justicia correctiva se basa en la igualdad, esto es, en una proporción aritmética.
Todos somos iguales ante la ley y a todos debemos tratar de la misma forma. El juez, dice
Aristóteles, busca recomponer la igualdad ante los agravios. Así, cuando alguien roba, el juez
buscará quitar al que ha ganado y dar al que ha perdido.
Lo primero que hay que tener en cuenta es qué puede ser objeto de amistad. Aristóteles llega a la conclusión
de que solo puede ser objeto de amistad lo que es amable (lo que tiene capacidad de ser amado). Tres son las
dimensiones que encuentra amables en la amistad: lo útil, lo placentero y lo bueno. Por consiguiente, dice el
filósofo, habrá estos tres tipos de amistad.
La amistad basada en la utilidad se caracteriza porque la otra persona nos proporciona algo que
necesitamos. Suelen ser los amigos del instituto o del trabajo. Estos amigos son útiles en cuanto nos hacen más
llevadero un espacio obligado de nuestra rutina diaria. En el capítulo dedicado a este tipo de amistad, Aristóteles
señala el carácter efímero de estas relaciones: basta que se acabe la necesidad para que se acabe la amistad.
La amistad basada en lo placentero suele perdurar más. Un ejemplo de este tipo de amistad es cuando somos
amigos de una persona graciosa, cariñosa o atenta. No necesitamos a esa persona, pero su compañía nos
produce placer. Para Aristóteles, estos dos tipos de amistades son imperfectas porque no se es amigo del otro por
el otro mismo, más bien se es por beneficio o disfrute propio.
En cambio, la amistad perfecta se da entre personas buenas que se desean el bien mutuamente, pero no
por egoísmo, sino por cuidado y responsabilidad hacia el otro. Es la amistad propia de personas virtuosas que
hacen el bien a su amigo no por utilidad o placer, sino porque su propio carácter es virtuoso. Este tipo de
amistades son, además, placenteras, porque uno disfruta —dice Ética a Nicómaco— con lo semejante. El placer
aquí es un mero derivado accidental, no el fin de la amistad.
Según el filósofo griego, las personas malas no pueden tener este tipo de amistades, ya que la amistad
perfecta es una amistad basada en la virtud personal. Las personas malas solo pueden tener amigos por utilidad o
placer. Los malos no gozan por los otros, sino solo por ellos mismos.
La ética aristotélica: Ética a Nicómaco (8)
SOBRE LOS PLACERES (Libro X)
En esta última parte de la Ética a Nicómaco, Aristóteles refuta las teorías éticas que demonizan al placer
(intelectualistas), pero también a aquellas que señalan que el placer es lo bueno (hedonistas). Para
Aristóteles, y en contra de las teorías intelectualistas, el placer es necesario e inevitable: si tengo sed y bebo, me
dará placer. En contra de los hedonistas, dice nuestro autor que hay placeres que se excluyen entre sí (como
cuando decidimos ir con unos amigos en vez de ir con otros). Como consecuencia, es absurdo afirmar que el faro
de nuestras acciones debe ser el placer, porque estos son excluyentes entre sí la mayoría de las veces.
Lo importante para Aristóteles no es si debe o no debe haber placer, sino que los placeres tengan fines
buenos. Podemos gozar en la virtud y en el vicio, así que el placer no nos permite distinguir entre ambos. De
hecho, dice Aristóteles, el placer de la felicidad y de la virtud es mucho mayor, pues no va asociado a dolores y
sufrimientos (como los vicios) y es mucho más duradero.
«Con todo, la felicidad necesita también de los bienes exteriores, como dijimos; pues es imposible o no es fácil hacer el
bien cuando no se cuenta con recursos».
«Entonces, el bien humano es una actividad del alma conforme a la virtud en una vida completa, pues una sola golondrina
no hace verano, ni tampoco un solo día: y así ni un solo día ni un corto tiempo hacen al hombre feliz ni próspero».
«Pues propios del vicio son exceso y defecto, mientras que de la virtud es propio el término medio».
«Ahora bien, de aquí se originan disputas y litigios cuando los iguales no tienen, ni se reparten, partes iguales, o los no
iguales tienen, o se reparten, partes iguales».
Conclusiones y
Recomendaciones
1. La ética socrática sostiene que el conocimiento de lo justo nos permite obrar bien.
2. La ética platónica es eudemonista porque sostiene que el logro de la felicidad es el
bien supremo del hombre.
3. La ética aristotélica se resume en la obra ÉTICA A NICÓMACO en donde sostiene
diversos puntos como: Existen diferentes tipos de bienes y que al poseerlos junto con
el intelecto no necesariamente se alcanza la felicidad, el término medio es un punto
crucial para la felicidad expresada mediante la justicia, la virtud nace de la propia
voluntad personal por lo que no es racional ningún extremo, en el reparto de
riquezas la justicia ejerce una proporción geométrica y que la amistad fundamentada
en lo placentero es la que perdura más.
Referencias
Bibliográficas
Descartes, R. y Lomba, P. (Il.). (2018). Discurso del método para bien conducir la
razón y buscar la verdad en las ciencias. Editorial Trotta, S.A.
https://elibro.net/es/lc/upsjb/titulos/128593