MaestroJulioCastro 1908 2008
MaestroJulioCastro 1908 2008
MaestroJulioCastro 1908 2008
Maestro
Julio Castro
A 100 años de su nacimiento
Un ejemplo a seguir
ai
h a^eo ■•-;■■.
IQJJLo <2^^/
Jl e^y-= <M 3 A> J{evcJt«Uo,
Diseño de Tapa: Fernando Cabezudo
DIRECCIÓN DE FORMACIÓN
Y PERFECCIONAMIENTO DOCENTE
Myriam Guastavino
Elisa Lockhart
Cristina Argenta
Emilia Plorutti
Gloria García
Mercedes, 2008
INDICE
Capítulo I
Julio Castro, pedagogo. Elisa Lockhart...................... 15
2. Su concepción de Educación
4. Palabras finales.
Capítulo II
Alfabetización.- (Recopilación) Cristina Argenta.......... 61
I. Analfabetismo y Subdesarrollo
Capítulo IV
Coordinación entre Primaria-Secundaria.-...... 119
Gloria García
Capítulo V
Julio Castro: Un Ser Polifacético.-............... 131
Rosa del Luján Bejerano
11
Julio Castro creyó necesario desenmascarar los procesos de domi
nación, la hipocresía y la falacia de la neutralidad y objetividad que
distaba mucho de ser real, su denuncia lo llevó a la persecución y muer
te.
Sin ser sociólogo universitario fue un investigador profundo de la
vida del hombre del medio rural, observador analítico concluyó que los
enormes latifundios generaban “pueblos de ratas” y las familias
matriarcales que crecían en las periferias de las grandes estancias esta
ban signadas por la pobreza, miseria y marginal idad que repercutían en
la educación con las altas tasas de repetición, inasistencias y abandono.
De esos rancheríos precarios donde imperaba la promiscuidad y el
hacinamiento provenían los niños que iban a las escuelas rurales.
A través de las “misiones socio-pedagógicas “ se intentó paliar las
dificultades educativas, sanitarias y el analfabetismo total que azotaba a
las familias de esos contextos rurales.
Psicólogo social, de gran empatia logró comunicarse, escuchar y ser
oído, su poder carismático le permitió establecer vínculos en todas las
instancias: en el campo educativo, en el plano periodístico, en las esfe
ras sindicales.
Caminante pedagógico, combatiente incansable del analfabetismo y
de la pobreza recorrió países americanos y europeos recibiendo los
respetos de quienes lo recibieron.
Fue Julio Castro un filósofo crítico, un pensador de la resistencia...
Las interrogantes y los replanteos se los hacía en el diario vivir, frente
a las injusticias económicas y sociales.
Fue un misionero humanista, coherente entre el decir y el hacer, com
prometido con su quehacer pedagógico, congruente con su postura
filosófica y su ideal de emancipación.
Como profesor de Filosofía de la Educación estuvo en Mercedes.
Haciendo una revisión del primer libro oficial del Instituto que data de
1944, figura que el 29 de julio de 1945 brindó una conferencia sobre
“Analfabetismo”.
El viernes 2 de noviembre del mismo año comenzó a dictar sus cla-
12
ses a las alumnas de 7o grado de Magisterio, trabajó todo ese día, el
sábado y el domingo avanzando tres “bolillas” del programa.
El 17 de noviembre regresó a Mercedes y recién el 27 de abril de
1946 la Comisión Directiva resolvió financiar los gastos de traslado del
Profesor Castro que venía de Montevideo, fue, sin ninguna duda, un
docente por vocación.
La memoria compartida profundiza el sentimiento de pertenencia,
homenajear al Maestro Julio Castro es fortalecer nuestra historia peda
gógica ya que fue y sigue siendo referente de la educación nacional.
13
CAPITULO 1
15
Fue de plena justicia que el Congreso Nacional de Educación de
diciembre 2006, llevara su nombre; y si bien el título de Maestro es por
demás prestigioso, quisiéramos fundamentar el carácter de Pedagogo
de Julio Castro, al haber abarcado todos los aspectos de esta disciplina
que comprende los avatares polisémicos de la educación. Al decir de
Miguel Soler, “no era un simple enseñante, sino un investigador, un
animador, unformador Trataremos pues sucintamente los diversos
aspectos que componen su rica vivencia pedagógica.
16
el acto de enseñar. Ya no es necesario demostrar que el aprendizaje es
un acto voluntario del alumno, incentivado por el deseo de aprender y
sobre todo surgido en la confianza hacia el docente. Por eso, esa “son
risa y buen humor constantes” teñidos de “calidez”, crean la mejor at
mósfera educativa. Nunca la sonrisa sardónica de quien se ve superior
a su alumno, llegando a veces a la burla y la humillación.
Ese rasgo de carácter explica talvez también la indudable capacidad
de convocatoria que logró en acontecimientos señalados como el Con
greso de Maestros Rurales de Piriápolis en 1949. Y no sólo galvanizó
el entusiasmo de los cuatrocientos maestros asistentes, sino que el pro
pio Centro de Hoteleros de Piriápolis ofreció gratuitamente el hospe
daje para todos los asistentes. Junto a ese logro, el perfil latinoamerica
no que asumió desde sus primeros viajes en los años treinta y cuarenta
y que consolidó con su trabajo en Pátzcuaro, hace ver una considera
ción académica y personal de gran enjundia. Ocupó su misión en el
CREFAL cuando él ya era un veterano de andar por América Latina.
Eso habla sin duda de virtudes personales y de un compromiso infati
gable.
17
alejadas de las cátedras universitarias. Sus lecturas estuvieron sin duda
marcadas por su época, especialmente las de Spencer, pero hay ras
gos en Várela que lo alejan del positivismo dominante en su tiempo. El
viaje a Estados Unidos tuvo seguramente una influencia señalada, al
asociar la educación con el progreso de la vida social.
Cuando Várela llama a su libro “La educación del pueblo”, no está
pensando en las masas a alfabetizar, sino en los muchachitos de todos y
cada uno de los pequeños pueblos y parajes de la Patria. Cuando
preconiza la descentralización y la autonomía de los departamentos del
país, está reconociendo las peculiaridades que ignora el burócrata des
de su escritorio. Es verdad que la macrocefalia y el centralismo del
Uruguay desvirtuaron con desprecio tanto la concepción artiguista como
la de Várela. Pero sin duda que el respeto y el amor por todo el pueblo
que animaba a ambos proceres alentaban fuerte y visceralmente en
Julio Castro.
El impulso intelectual de la Ilustración, que se estereotipa en la creencia
casi mágica del poder de la educación, tuvo en la formación de los
maestros uruguayos una influencia muy notoria. El prej uicio soberbio
de vemos diferentes al resto de América Latina, con una cultura indíge
na sometida y negada, sólo tuvo la oposición de algunos pensadores,
maestros, especialmente rurales, artistas e intelectuales preclaros, que
advirtieron lo que los fundadores de la Escuela de Pátzcuaro convirtie
ron en un programa pedagógico y político. En el ‘Ideario” del CREFAL,
pueden decir de sí mismos que su enfoque es “una pedagogía, una
sociología aplicada, una ética social, una fuerza política”. “El mandato
fundacional”, dice Jorge Rivas Díaz, investigador uruguayo, “se con
centra en la educación para el desarrollo local, con un enfoque
intercultural y de equidad socioeconómica y de género, participan vo y
endógeno”.
No fue casualidad que Julio Castro tuviera intensa actuación en la
Escuela latinoamericana de Pátzcuaro, en el estado de Michoacán, Méxi
co. La UNESCO había impulsado allí el Centro Regional de lo que se
18
llamó entonces Educación Fundamental para América Latina, con el
propósito expresado por Jorge Rivas Díaz, de “formar educadores
para el desarrollo local, agentes culturales, políticos, sociales y
ambientales, que trabajan interdisciplinariamente alentando lo que
hoy llamaríamos políticas públicas, con métodos participativos,
con una gran capacidad teórica y técnica para el análisis de los
problemas sociales y la búsqueda de soluciones locales creativas y
sostenibles, en el estricto respeto ypromoción de la diversidad cul
tural. La educación fundamentalfue pensada pues como una me
todología del cambio social para el mejoramiento de la vida”.
“Por eso pueden decir de sí mismos que su enfoque es ‘una peda
gogía, una sociología aplicada, una ética social, unafuerza políti
ca (Ideario, p.23) ”
No nos parece que la pléyade de pensadores que están en el origen
de la Escuela de Patzcuaro, hayan influido en las ideas de Julio Castro,
y de la generación de tantos ilustres maestros uruguayos. Más bien, se
trataba de un espíritu común, movido por los mismos valores y el mis
mo deseo de cambiar la realidad de pueblos sojuzgados. De todos
modos, es valioso recordar las menciones que cita Jorge Rivas Díaz:
los pensamientos de John Dewey, el entusiasmo y el talento organizativo
de Jaime Torres Bodet, que como Director General de la UNESCO
inaugura el aula latinoamericana de Pátzcuaro, la red de pedagogos
latinoamericanos, como el mexicano Jesús Isais y el brasileño Louren^o
Filho, pero sobre todo las iniciativas pasadas y actuales de la matriz
social latinoamericana, la Escuela Rural mexicana, las misiones cultura
les en México y países andinos, el movimiento brasileño de la Escuela
Nueva, la Educación Rural en el Río de la Plata, la tradición pedagógi
ca de Martí, el pensamiento latino indio iberoamericanista, las misiones
jesuíticas. Estas variadas iniciativas están ligadas, en la mayoría de los
casos a los desarrollos humanos rurales e indígenas o a los sectores
progresistas que apostaban a la independencia cultural de la Europa
moderna y de los países industrializados de América del Norte.
19
2. Su concepción de Educación.
20
tar desde fuera); no menciona la transformación que se opera en
los cambios intelectuales y éticos de los educandos, en función de
una educación entendida como “exducere” (sacar del interior). No
nos sorprende esta omisión, puesto que la transmisión, para ser real
mente transformadora, deberá poner al alumno en posición de actor,
promoviendo sus disposiciones de elaboración propia, al estar guia
do por un maestro respetuoso de lo que Castro llama en “El banco
fijo...”, la “infantilidad”. Concibe sin duda un abordaje ecléctico,
que asocia condiciones materiales y espirituales, al considerar que
esa transmisión comprende “cultura e ideales”.
Gabriel Weiss recupera sin embargo, ese impulso utópico que alen
taba en Julio Castro: “la educación como un esfuerzo permanente
por humanizar a todos los hombres, pero especialmente a los más
desvalidos, a aquellos que están excluidos, malviviendo o sobrevi
viendo en condiciones infrahumanas. ¿ Y cuál debe ser la apuesta de
la educación? En esos casos, no otra que la de despertar a los dor
midos y construir junto con ellos los instrumentos para liberarlos
del ominoso yugo de la exclusión, que hunde en la deshumanización
a quienes transitan por sus caminos ”.
Siguiendo la teoría que comienza en Hipólito Taine, quien, en los
comienzos del positivismo sostiene que las obras artísticas y los he
chos históricos se explican por la triple influencia de la raza, el me
dio y la época, Castro afirma el condicionamiento de la transmisión
por el “medio natural”, y el “desarrollo económico y cultural de los
pueblos”.
No puede pues sorprendemos, que en “El banco fijo, (1942, p.10
y 11)”, sostenga que: “La educación está condicionada por los ele
mentos físicos e históricos de un momento y/o un medio dados. De
ahí que la educación esté más vinculada a la historia de lo que
están otras manifestaciones del espíritu. Y esto esfundamental. Los
planteamientos y las soluciones educacionales no pueden prescin
dir de las realidades históricas. Esto limita el vuelo de sus creacio
nes pero garantiza su autenticidad ”. Caracteriza de ese modo, la
historicidad de la educación, su evolución, aún cuando no siempre
21
está acompasada con el ritmo de los tiempos...
En función de los cambios históricos y sociales, la educación tiende
a la mayor amplitud en el campo de la investigación y la experiencia.
Por lo cual es necesario preservar esa libertad de investigación a fin de
enriquecer con nuevas experiencias la evolución de la pedagogía (El
banco fijo, p.89)
En su concepción de alcance social, Julio Castro suscribiría hoy el
concepto de que la educación debe ser considerada el '"pilar de las
políticas sociales, el instrumento más eficaz y con efecto más du
radero, en el combate a la pobreza y a la marginalidad, en la re
ducción de la desigualdad en la distribución del ingreso
En la época que le tocó vivir, Julio Castro advirtió la brecha social
que se ocultaba en “el Uruguay de las vacas gordas ", y tuvo la
certeza, al acentuarse la crisis estructural, del aumento de la marginalidad.
que en estos tiempos llega a constituirse en exclusión de niños y adul
tos. Hoy más que nunca, el papel de la educación es vital, si bien la
profundización de los síntomas críticos, exigen políticas integrales de
producción, trabajo y dignidad.
La definición enunciada en 1944 que hemos comentado, es defendi
da en 1949 en el histórico Congreso de Piriápolis en el que Julio Cas
tro, como hemos visto, tuvo una importante actuación. En lapág. 93
del Número Especial de Anales dedicado al Congreso (enero, febrero
y marzo de 1949), el Maestro Miguel Soler hace ver que “Julio defien
de con brío el concepto transcrito y en la pág. 101 una de las comisio
nes del Congreso lo transcribe (salvo nueve últimas palabras) íntegra
mente. La fiase hizo su recorrido y quedó incluida en el programa para
escuelas rurales adoptado en octubre de 1949 por el Consejo y publi
cado en 1950. En la pág. 7 del mismo vuelve a aparecer con las mis
mas palabras (y con las nueve palabras finales) esa rica y vigente defi
nición. Es una supervivencia notable, al figurar estos conceptos tex
tualmente adoptados cinco años más tarde en el Programa para escue
las Rurales de 1949”, y nos da la medida de las dimensiones de
teorización de la pedagogía de Julio Castro.
22
3. La pedagogía de Julio Castro.
23
ción. El pensamiento puede ser -y es generalmente revoluciona-
rio; la práctica es lentamente evolutiva. Esa diferencia se señala
más en estas latitudes, por sus condiciones de mundo nuevo, en
reciente proceso deformación (...) (Pág. 40,2007, MEC)
La primera parte de su afirmación es muy válida. No estamos muy
seguros que la segunda también lo sea. Recordemos ‘La reproduc
ción ” de Pierre Bourdieu, que conmovió fuertemente a los países de
sarrollados, con ejemplos y situaciones que revelan la enorme fuerza
de la tradición de prácticas estereotipadas.
24
el de la libertad, sería absurdo imponer una determinada imagen de ser
humano. Al fin, volvemos a los principios de Fran?ois Rabelais, cuyo
lema en la abadía de Telema es “Haz lo que quieras ”, en el espíritu del
primer humanismo, el de Erasmo de Rotterdam.
Si adoptamos la postura personalista de Mounier, cara a los pensa
dores nacionales - pensamos en Carlos Vaz Ferreira y en Reina Reyes,
entre otros - no puede haber otra actitud que el limitar nuestra acción
educadora a la creación de un ámbito que lleve a nuestros alumnos al
logro de la autonomía.
En nuestros tiempos de posmodemidad, la incertidumbre social, eco
nómica, cultural y profesional, el avance de la autonomía es una necesi
dad crucial para todos, aunque también urge extender los procesos
educativos más allá de la juventud, dados los cambios vertiginosos en
todos los campos, para los que no sirve el mero cumplimiento de las
normas. Castro fue sensible a esta extensión etaria de la educación, no
en el ámbito formal, sino, como veremos, en su acción periodística.
Practicó una andragogía “avant la lettre
r
3.2.1. Etica y deontología del educador.
Existe un vacío curricular en lo que concierne a la psicología y la ética
del educador. En la formación básica, se alude a principios generales
de la educación, y se da por sentado que con una suma de conocimien
tos y de prácticas, el docente, maestro o profesor, desarrollará una
personalidad acorde a los objetivos pedagógicos. Pero no se tiene en
cuenta el análisis íntimo de la relación docente, que por ser un vínculo
personal, no obedece a programas profesionales homogéneos.
No podemos reprochar a Julio Castro la carencia de un abordaje
individualizado en esa formación. Pero sí reconocemos a lo largo de su
obra, observaciones y experiencias que sin duda dejaron honda huella
en quienes fueron sus alumnos. Ante todo, sus características persona
les, su don de comunicador y la aproximación empática a los proble
mas de cada uno, que pueden generalizarse como un rasgo esencial del
docente. Intuitivamente, el humanismo de Julio Castro se expresaba en
25
toda su acción docente: el maestro se acerca a su alumno imbuido del
amor pedagógico socrático. No se trata de aceptar todo, sino de amar
las potencialidades que su alumno posee, valorizar lo único de su per
sonalidad, encontrar en él aún lo que el mismo alumno no ha descubier
to.
Ese sentimiento, Julio Castro lo expresa de todas formas: con sus
alumnos escolares, en las experiencias que hace vivir a sus alumnos
magisteriales, en el esfuerzo por afirmar valores comunes en los maes
tros, creando un sentido de causa vital, donde cada detalle tiene su
valor. En un mensaje que tomamos prestado al Maestro Soler, “los
maestros y maestras no pueden ocuparse de los derechos de sus
alumnos, sin defender con vigor los que le son propios
Y esa defensa se expresa entre otras acciones en el trabajo colectivo
sindical de los docentes. Julio Castro aunó a su acción pedagógica
profesional, el constante esfuerzo de unidad profesional, nacional y la
tinoamericano. Fue miembro activo (en algunos casos fundador y re
presentante en eventos internacionales) de organizaciones gremiales de
educadores: Unión Nacional del Magisterio, Federación de Asocia
ciones Magisteriales del Uruguay (FAMU), ConfederaciónAmericana
del Magisterio (CAM), Federación Uruguaya del Magisterio (FUM),
Unión del Magisterio de Montevideo.
El Maestro Castro abrió el mundo de la educación para todos, usando
también el lenguaje periodístico. En definitiva, dando un fuerte sentido
político a su acción pública. La política es creación de comunidad,
sentido de pertenencia, la organización de la sociedad para asegurar el
bien común.
26
lectiva de la publicación periodística.
En su artículo “El valor pedagógico de la prensa”, (publicado en
“Acción” el 14 de marzo de 1933, trece días antes del golpe de estado
de Térra -como recuerda Caroline Betemps-), afirma con pasión:
“La cátedra más popular, la enseñanza más ágil y viviente, la
que alcanza a todos y llega a todos los rincones es la que encierra
la prensa. Más que la Escuela, más que la Universidad, más que el
Club o la tribuna callejera, los diarios son orientadores de espíri
tus, propagandistas de ideas, expositores de hechos, vulgarizadores
de doctrinas. Por eso el pueblo tiene en el diario la cátedra que
todos los días llega hasta los más humildes hogares estableciendo
la conexión de cada célula del organismo social con el resto de
vida que agita y mueve al mundo ”.
(“El valor pedagógico de la prensa ”)
Esta alabanza de las posibilidades pedagógicas de la prensa es en
realidad una utopía a la que opone la triste realidad de publicaciones
que en el Uruguay “están orientadas hacia la defensa de sus intere
ses económicos, sociales, políticos, financieros. Y hacia esosfines
se orienta desmintiendo la verdad, tergiversando conceptos, obs
cureciendo la claridad de los problemas, alimentando las bajas
pasiones ”.
El periodismo, tal como lo definió y lo practicó Castro, estaba ‘ ‘trans
formado en docencia ”, al decir de Arturo Ardao. En El Nacional y
Acción primero, y en Marcha, luego, todos ellos dirigidos por Carlos
Quijano, informaba a sus lectores de la vida de los pueblos latinoame
ricanos, denunciaba abusos e injusticias, comentaba, muchas veces con
ironía, las opiniones obsecuentes e interesadas de una prensa
ideologizada.
La Edil Lilia Muniz, en la sesión ordinaria de la Junta Departamental
de Maldonado, del 29 de agosto de 1997, evoca palabras del maestro
Ubaldo Rodríguez Varela:
“En su multifacética personalidad había una faz de Julio que
fue original en elpanorama cultural delpaís: la del maestro perio
27
dista, o viceversa, que llevó a la prensa la problemática de la edu
cación
En su homenaje, confirma Lilia Muniz, “Yasílofue, asociadoala
figura de Carlos Quijano y al navegar necesario de Marcha du
rante casi medio siglo ”, aludiendo al lema de este emblemático pe
riódico: “Navigare necesse, vivere non necesse”.
¡Y vaya si Julio Castro, desde las valientes páginas de “Marcha”,
cumplió con creces ese cometido pedagógico y ciudadano!
En 1940, publica “Sobre nuestra cultura popular” en Anales de Ins
trucción Primaria (marzo-junio de 1940).
28
aviesamente, puede justificar cualquier abuso: explotar al trabajador,
destruir el hábitat, colocar el lucro en primer término. Se ha sustituido el
sentido inicial de “economía” por los grandes números. Basta que la
ecuación sea favorable (según esa definición traidora) para designar
algo como “económico”.
En el mismo informe, afirma con vehemencia Julio Castro: “Las teo
rías en torno al desarrollo incurren frecuentemente en subversión
de valores. Al hecho técnico le atribuyen un significado teleológi-
co y de ese modo convierten en fin lo que sólo tiene categoría de
medio. Dentro de la misma confusión subordinan al hombre a las
exigencias delprogreso económico. La expresión “recursos huma
nos ”, tan frecuente en la jerga desarrollista, es algo más que un
modo de decir, es la designación que responde al concepto del hom
bre transformado en medio. Como consecuencia, laformación de
éste, o sea la educación, se convierte en actividad derivada o con
dicionada, al servicio de las necesidades del proceso económico ”.
“En el dualismo desarrollo-educación, no participamos del criterio
de la subordinación de la segunda al primero. La educación es, en
esencia, parte inseparable de la condición humana y como tal tiene
vigencia, funciones y fines que le son propios. Creemos sí, que existe
coincidencia natural entre la transformación de la economía y los cam
bios que experimenta el hombre que en el concierto de sus relaciones
vive. Pero en ningún momento consideramos lícito el extremo de poner
la educación - la formación del hombre - al servicio de programas
concretos de naturaleza económica.”
(La alfabetización en el desarrollo económico del Perú, Informe
alaUNESCO, 1966).
En la acepción vulgar, se ha omitido el factor humano, que es en el
sentido original, el primer destinatario del hecho económico. Hasta tal
punto se ha subvertido el verdadero significado de economía. De to
dos modos, Julio Castro recobra el sentido inicial y profundamente
humano del término. También es verdad que se suele llamar
economicista, la actitud de dejar totalmente de lado al ser humano, y
29
tratar los asuntos con un talante exclusivamente numérico y financiero.
Castro completa su pensamiento al afirmar: “La educación espar
te del desarrollo, cuando éste está concebido con sentido humanis
ta, como creación de condiciones para el mejoramiento integral
del hombre. No hay contradicción en este caso y sí concurrencia
de fines. Es en esta acepción que desarrollo - educación, lejos de
ser una dualidad, se transforman en términos de conjunción (op.
cit.)
30
dogmatizar prematuramente la nueva ciencia, pues todo
dogmatismo cristalizado traería la amputación del actual proceso
educacional; y hay que evitar, por respeto a la experiencia, las
estabilizaciones prematuras
(op. cit.,2007,p. 114)
Consideramos de enorme valor esta observación. En nuestro tiem
po, hay alguna tendencia a aceptar una investigación como una prueba
definitiva. Pensando en el paradigma de la complejidad, advertimos
que un resultado investigadvo tiene un valor relativo: en ese campo,
todo es complejo. En primer lugar, la propia complejidad humana; en
segundo término, la historicidad de la educación, donde interviene la
cultura social, las subculturas existentes, el momento histórico; en tercer
lugar, los múltiples factores presentes en la situación educativa.
Otro aspecto a señalar es la libertad de pensamiento que no nos
autoriza a aceptar definitivamente algo que nos ha parecido evidente.
Siendo la materia pedagógica absolutamente compleja, no podemos
dogmatizar conclusiones que siempre admiten variantes significativas.
31
un precursor, a nivel nacional, de un pensamiento pedagógico de corte
social, que situó a la Pedagogía en el escenario concreto de la sociedad
y sus problemas. El análisis de las condiciones socioeconómicas y edu
cativas de nuestra campaña, así como también de la realidad latinoa
mericana-particularmente el fenómeno del imperialismo norteameri
cano en América Latina y sus consecuencias sobre la cultura, fueron
siempre el punto de partida y de llegada de sus reflexiones.
Si bien la complejidad de los distintos enfoques de la pedagogía
aparece en sus obras, la visión sociológica es dominante en su caracte
rización del analfabetismo (1940 - El analfabetismo). Miguel Soler
señala el origen indudablemente social de la situación del analfabeto: las
familias pobres se ven ante urgencias alimenticias y de abrigo, que de-
32
jan en último término la asistencia regular a las escuelas, y sus preocu
paciones de subsistencia son naturalmente prioritarias. El aspecto
sociocultural genera unajerarquía de valores que privilegia el alimento y
las necesidades diarias. El mundo cultural escolar por su parte, organi
za sus requerimientos en el paradigma moderno: orden, puntualidad,
obediencia a la autoridad de maestros y directores, pulcritud y buenos
modales. Un niño o niña que no cuenta con vestimenta y calzado ade
cuados, que no recibe una buena alimentación, que no encuentra en su
hogar los estímulos culturales coincidentes con los del ámbito escolar,
tendrá muchas dificultades materiales y culturales para realizar una
escolarización exitosa. De ahí proviene entonces la irregularidad de
asistencia, el fracaso, hasta llegar al abandono y la deserción.
Proviniendo de un medio rural, Julio Castro conocía vivencialmente
estos factores que llevan al analfabetismo, aumentados con el aleja
miento físico de los locales escolares rurales. Muchas de sus obras
y de su acción profesional, estuvieron dedicadas a este problema
crucial, que hace a nuestra propia concepción de país: En 1944
escribe “La Escuela Rural en el Uruguay”, seguido en 1945 con
su trabajo “Problemas generales de la enseñanza rural
Esta preocupación cívica y vivencial, compartida por los maes
tros rurales de todo el país, culmina en 1949 en el Congreso de
Maestros Rurales de Piriápolis. Rodeado y alentado por una bri
llante generación de maestros, presenta su “Informe del
Subinspector Sr. Julio Castro ”. Sin duda, el éxito de este Con
greso obedeció a varias causales: no sólo la enorme capacidad teó
rica, organizativa y práctica de trabajo del Maestro Julio Castro,
sino también la mística de maestros y maestras que requerían una
atención prevaleciente al mundo rural, en lo que Soler llama “un
movimiento nacional importante de renovación de la educa
ción rural, cuyos motores esenciales fueron el Congreso de
Maestros Rurales de Piriápolis y la adopción de los nuevos Pro
gramas de estudio, ambos de 1949”.
33
3.4.2. La antropología socio cultural.
La antropología socio cultural tuvo un desarrollo posterior al so
ciológico en la pedagogía uruguaya. No se establecía una diferen
ciación epistémica entre sociedad y cultura, y aspectos propia
mente socioculturales se subsumían en la sociología Si considera
mos a la antropología como una rama de la filosofía, advertimos
que en nuestro país, las reflexiones propiamente filosóficas se en
cuentran en la filosofía del conocimiento (gnoseología, estudios
vazferreirianos).
Existieron valiosos y pioneros estudios de corte etnográfico, como
los de Arturo Ardao, Carlos Real de Azúa y Juan Pablo Térra, que
si bien frecuentaron los maestros y profesores, no tuvieron una apli
cación extensa en la praxis docente hasta la década de los noventa.
No obstante, la intuición teórico práctica de la generación de Julio
Castro, reconoce y conceptualiza el valor de estas observaciones
emanadas de la sociología.
El dramático problema de los rancheríos mereció estudios de
enorme impacto, poniendo en primer plano la espantosa miseria de
esas viviendas, que se han caracterizado como pueblos de ratas, a
pocas leguas, o colindantes con enormes estancias. Jóvenes maes
tros, maestras rurales que habían estudiado a Dewey y a Varela,
descubrían en la “Suiza de América” esas tierras “de nadie” carentes
de agua potable, de luz eléctrica y de servicio médico. “Lafalta de
tierras de subsistencia, de vivienda adecuada y de servicios co
existió progresivamente con un inevitable proceso de degrada
ción familiar, intelectual y moral de sus habitantes ”, denuncia
Miguel Soler.
Es justicia afirmar, que la ideología política que imperaba en el
gobierno, se resistía a reconocer la existencia de la marginación
social y cultural de los habitantes rurales en situación de pobreza, y
consideraba subversiva toda alusión a esta dicotomía perversa, ca
racterizada por Soler como “niños flacos entre vacas gordas ”.
Pero también, observa Soler, esa ideología negadora de la injusticia
34
rural, está apañada por la '‘enorme distancia existente entre la
realidad campesina y las preocupaciones de la ciudad alegre y
confiada Nadie ignora el macrocefalismo uruguayo, que se re
produce, en pequeño, en la desproporción de las capitales depar
tamentales, que cobijan casi siempre a la mitad de la población total
de cada departamento. Y esa desproporción numérica todavía sub
siste, sentando privilegios urbanos frente a injusticias de caminos
vecinales destrozados y postergación de los servicios en el campo
y en los pequeños pueblos.
35
sometieron a leyes, se pasó a los inicios de una ciencia nueva, en el
estricto sentido del término: observación y experimentación
(op.cit., pág. 103)
En una visión ecléctica, Julio Castro desecha esa “ilusión científi
ca ” que confunde las ciencias puramente experimentales, con las cien
cias humanas, pues la complej idad de la psique no puede reducirse a
leyes invariables. Advertimos en estas apreciaciones formuladas en la
primera mitad del siglo XX, los fundamentos desarrollados en la segun
da mitad del siglo pasado, que dieron lugar a los principios de la postu
ra crítica. Ningún pedagogo actual subsume las observaciones psicoló
gicas a los métodos y procedimientos de las ciencias experimentales,
como lo sostenían los positivistas.
36
para la población rural pero no para la urbana. Y así, recordemos
que se trata de una pedagogía humanista que tiene siempre en su
horizonte el principio de una igualdad transhistórica - el hombre -
que exige a la historia un compromiso con la equidady con todo lo
demás implicado en el logro y el mantenimiento de la igualdad
humana para todos. Esta educación mínima tenía originalmente
para la UNESCO un carácter compensatorio, es decir, remediaba
a la estrategia educativa con mayúsculas: la escuela. La utiliza
ción de un inclusor universal para la descripción de la
escolarización occidental no estaba en tela de juicio. Occidente
todavía gozaba del privilegio de ser interpretado como el non plus
ultra de un desarrollo humano evolutivo y la matriz idónea para el
establecimiento de una cultura global, en primer lugar en los esta
dos nación y en segundo lugar a nivel planetario ”.
Las generaciones de maestros de mitad del siglo pasado reconocie
ron, sin embargo, la necesidad de esta “educación mínima ”, y espe
cialmente en el pensamiento de Julio Castro, estaba claro que era ne
cesario enseñar a comprender y transformar los problemas locales del
desarrollo, y no simplemente adaptarse a una mentalidad pasiva ante
los cambios sociales. Al mismo tiempo, advertía la importancia crucial
de la transmisión del conocimiento de los derechos y deberes cívicos,
impulsando desde la educación la participación ciudadana en el pro
greso social y económico.
La educación, al ser un proceso desarrollado en el tiempo, tiempo
psicológico personal y social, y apuntando a un porvenir igualmente
personal y social, nos exige reconocer los avatares históricos que mo
dulan los valores, los intereses, las aspiraciones, generadores de con
ductas muchas veces inconscientes. De ahí la importancia de recono
cer las causas y consecuencias de los hechos del pasado lejano y del
inmediato. Julio Castro tuvo esa certeza, al punto que su primera obra,
Vida de Basilio Muñoz, hombre de ayer, de hoy y de mañana, con
Arturo Ardao, 1938, consiste en el estudio de ese caudillo blanco. Más
allá de intenciones apologéticas, apunta la preocupación teórica de
37
descubrir tras los hechos, los propósitos de sus actores, y a la vez, la
frustración de sus intenciones.
También la sincronía histórica es reveladora, y el mismo ano 1938,
publica su Síntesis del proceso educacional mexicano. Inicia así un
ramal fundamental de su perspectiva pedagógica. En 1949, se repro
duce en un folleto las dos conferencias dictadas en la Asociación de
Bancarios del Uruguay, Cómo viven “los de ahajo ” en los países de
América Latina y en 1966 realiza un enfoque transdisciplinario sobre
La alfabetización en el desarrollo económico del Perú, informe que
le encomienda la UNESCO. En 1971, fue invitado por la UNESCO a
participar en uno de los encuentros regionales organizados por la Co
misión Edgar Faure, responsable del informe mundial sobre la educa
ción, Aprender a ser.
El enfoque latinoame-ricanista se alimenta con vivencias, y no se
limita a sus publicaciones: su cátedra continental se desarrolla en
Pátzcuaro, como Subdirector del CREFAL, ante los maestros de todo
el continente centro y sudamericano, “esa América Latina- como re
cuerda Hugo Alfaro - que era
como el jardín del fondo de su
casa”. Miguel Soler evoca-men-
cionando una lista que tal vez pue
da no estar completa en su re
cuerdo - los primeros viajes de
trabajo a Chile (1943), Costa
Rica, Cuba y Venezuela (1946),
México, Bolivia, Perú, Ecuador.
Colombia, Panamá, Honduras.
Guatemala, Costa Rica (1948).
38
ceta inevitable de la acción de Julio Castro. La política educativa, ani
mada por los principios filosóficos y antropológicos, se concreta con
las estrategias que surgen del estudio y el conocimiento directo de la
historia y la sociología de la educación. De ahí la riqueza y el acierto de
sus propuestas.
En 1961, el Maestro publica ”La escuela rural en esta hora No
es casualidad que este trabajo aparezca en esa fecha: más de diez años
después del Congreso de Piriápolis. Epoca aciaga en que los más
preclaros de los docentes uruguayos advierten que los signos de los
tiempos son negativos: en el año 1961, el Consejo de Primaria ahoga la
experiencia de La Mina, y el Maestro Miguel Soler renuncia. Diputa
dos interpelantes, Elsa Fernández de Borges, Germán D’Elía, Jorge L.
Vila, con intervenciones “extensas, fundamentadas, cargadas de con
vicción ”, afirma el Maestro Soler, dan materia al clásico de Mario
Benedetti en El país de la cola de paja: “De representantes del
pueblo, nuestros legisladores han pasado a ser sencillamente los
mejor pagados de todos los empleados públicos A falta de argu
mentos de quienes escuchaban a los interpelantes, las denuncias y has
ta los ruegos patrióticos de estos tres diputados, culminaban con las
declaraciones del Presidente: * ‘En este momento no hay número para
continuar sesionando. No habiendo número queda terminado el
acto
Miguel Soler, Réplica de un maestro agredido.
39
rancheríos; poco a poco, el éxodo aumenta, de las pequeñas chacras a
las ciudades del interior del país, luego aumenta la macrocefalia de la
capital, en asentamientos irregulares, y finalmente, se produce una co
rriente emigratoria que desde hace cuarenta años está desangrando la
nación. La problemática tiene muchos aspectos que provienen de há
bitos culturales y políticos. Como habitantes del Interior del país, cons
tatamos que aún estos hábitos perduran y siguen produciendo efectos
nocivos.
Aunar este diagnóstico con el papel de la educación, resulta igual
mente frustrante. En los principios de Pátzcuaro, y en la percepción de
los docentes, la alfabetización a secas no es la solución cabal. El cam
pesino común, con sus escasos medios, continúa generalmente vi vien
do en medio de una cultura oral. Accede a la cultura escrita, la ‘ ga
laxia Gutenberg ”, según Marshall Me Luhan, en raras ocasiones, y el
desuso lo lleva a convertirse en analfabeto funcional, aunque haya com
pletado el ciclo escolar. La desolación de su hábitat y de sus medios de
vida, hacen que considere a la ciudad como un lugar lleno de oportuni
dades. De modo que la iniciación escolar, suele ser más nefasta que
enriquecedora. Los maestros rurales son generalmente noveles, y ac
tualmente rara vez viven en la escuela. Las ventajas de bienestar que
aparecen en la ciudad, tardan o no llegan a los pobladores rurales. Los
dueños de la tierra, con raras excepciones, extraen la riqueza con un
personal muy reducido, generalmente alejado de su familia. Un político
tradicional uruguayo formuló en una ocasión, el mea culpa de los terra
tenientes: “Hemos cometido un pecado histórico: matamos a la
población rural”. Estudios sociológicos de larga data, afirman que la
mayoría de los propietarios importantes no han llegado ni siquiera a
compenetrarse del capitalismo: su idiosincrasia es feudal, sostenida por
la alienación en que contienen a los trabajadores rurales y su familia,
alimentando un falso patemalismo para consolidar su dependencia,
cuando no la explotación lisa y llana.
Es de hacer notar que en la década de los sesenta, políticos y econo
mistas uruguayos, conscientes de los cambios estructurales necesarios
40
en todos los ámbitos de la sociedad y la producción nacionales, reali
zan un ímprobo trabajo de diagnóstico, propuesta y planificación.
Mentes brillantes de todos los partidos se aúnan en los profundos y
enjundiosos trabajos de la CIDE, Comisión Interministerial de De
sarrollo Económico: un joven economista, Enrique Iglesias, coordi
na los estudios realizados por el entonces Ministro de Ganadería y
Agricultura, Wilson Ferreira Aldunate, el economista Enrique
Faroppa, el Decano de la Facultad de Economía Danilo Astori, el
Arquitecto y Sociólogo Juan Pablo Térra, entre los más destaca
dos, se abocan a sentar las bases de un Uruguay progresista y mo
derno. Quienes asumieron los trabajos de la CIDE advertían clara
mente la importancia de las reformas que debían darse en nuestro
país. No todos, como Julio Castro y otros trabajadores intelectua
les, advertían hasta qué punto afectaban el statu quo dominante en
nuestro país, desde que Artigas se fue al Paraguay.
Los trabajos de Julio Castro contribuyen a dar sustento a los
planes que se van conformando. Así aparece en 1966, La educa
ción y la independencia nacional, sosteniendo la necesidad, que
también alentaba la CIDE, de lograr un desarrollo autosustentable,
lo cual coincidía con los principios de Pátzcuaro. Puede advertirse
la coherencia de su posición latinoamericanista con el destino del
Uruguay. Más tarde, en 1968, publica El planeamiento y la orga
nización de los proyectos de alfabetización. En los trabajos de la
CEPAL, también aparecía esa dimensión de la organización, el
planeamiento con objetivos estratégicos. Con su convicción en la
búsqueda de la auténtica equidad social, animó las aulas campesi
nas de la educación fundamental, anticipándose a Paulo Freire y
ejerciendo un magisterio que se extendió a la Tenencia de la Tie
rra, la Reforma Agraria, el verdadero sentido de la indepen
dencia nacional, al planeamiento y la organización de los pro
yectos de alfabetización. El logro de la autonomía para los habi
tantes rurales secularmente explotados, pasa ante todo por el reco
nocimiento de sus auténticas necesidades, por la valoración de pro
41
cesos sociales autogestionarios y comunitarios, que Julio Castro
observó en poblaciones indígenas peruanas.
Pero la ideología dominante consideraba peligrosos esos esfuerzos
de justicia social, y de retomo a los principios artiguistas. Ya en 1961, la
política oficial había cenado el paso a la experiencia de La Mina del
Maestro Miguel Soler. Las mentes más retrógradas consideraban pe
ligrosos esos cambios, que abrían las puertas del progreso y de la con
ciencia, a campesinos históricamente explotados. Ya sabemos que eso
que parecían torpes maniobras de quienes no conocían las reformas de
avanzada de los maestros uruguayos, se transformaron en las dos dé
cadas siguientes en una agresión a la libertad, al progreso y a la vida
misma de tantos compatriotas. La marcha atrás que impusieron las
fuerzas retrógradas en nuestro país, tiene enorme responsabilidad en la
crisis estructural que ahora cuesta tanto superar.
En 1965, el diagnóstico de Julio Castro es lapidario: “La educación
rural ya ha sufrido los efectos de la crisis. Y es lógico que así ocu
rriera, porque ya se anunciaba como unfactor de transformación.
La mejora de la vivienda, de la alimentación, del vestido o del
cultivo, son pasos iniciales en el proceso de revalorización del hom
bre. Y un hombre con conciencia de sí y de su ubicación social no
es cliente fácil para caudillos, ni votante de sobre cerrado. Los
maestros que mejores realizaciones lograron en el mejoramiento
de la comunidad, fueron los más perseguidos, los más injustamen
te despojados. Con el agravante de que la torpe injusticia no pro
vocó ni el repudio ni la sanción que mereciera. ”
Veinticinco años después, (último capítulo agregado a la 2a edi
ción de El bancofijo y la mesa colectiva, publicado por el ICER
en 1966).
42
propuestas didácticas, en acciones de divulgación y de aplicación, en
decisiones puntuales que hacen a la acción educativa planificada. Su
perando el espontaneísmo de la práctica empírica a secas, aunque tam
bién fundándose en las experiencias meditadas del docente, surge la
praxis, constantemente crítica de sí misma, ajena a la rutina y a la
ritualidad.
De ahí que la praxis tiene como antecedente la didaxología, la dis
ciplina correspondiente a la observación científica de la educación. Las
propuestas innovadoras surgen casi siempre de la mirada crítica de
prácticas anteriores: Sócrates crea su mayéutica para oponerse a la
soberbia de los primeros sofistas, y propone la ignorancia docta, que
comienza por el reconocimiento del no - saber; Rousseau reniega de la
educación librescay repetitiva y propone la experiencia vital como fuente
del conocimiento; la revolución copemicana que pone al niño como
centro, es un rechazo de la entronización del maestro, el “magistef”, el
que más sabe, dominando y silenciando al alumno, el “alumeno”, aquél
que se alimenta.
43
Herbart aún corresponde a la pedagogía “tradicional”. En un estudio
de sus fundamentos, que se consideraban “científicos”, Herbart sostie
ne que el niño no tiene intereses, sino sólo representaciones, que lo
impulsan en determinado sentido. El educador debe actuar con inteli
gencia sobre el educando, para lograr las representaciones que serán el
móvil de su actuación.
Así pues, el maestro es el deus ex machina que tiene el “maravi
lloso secreto de lo que pasa en el alma del educando... Al niño,
‘sentadoy en silencio ’no le restará otra cosa que escuchar”. En
esta “pedagogía del banco fijo”, subsiste durante el siglo XIX, un crite
rio de actividad del maestro y de pasividad del alumno, que aún perma
nece.
La innovación del “banco vareliano” constituyó sin duda un progre
so con respecto a los taburetes rígidos, sin sostén para el trabajo esco
lar, donde los niños apoyaban sus pizarras sobre las rodillas. Tenían una
incipiente funcionalidad,
permitiendo el apoyo de
la espalda. Pero se man
tenía la estructura que im
pedía el movimiento y el
trabajo en grupo.
En el Uruguay. Castro
muestra la persistencia de
las ideas herbartianas en
los principios pedagógicos
del Dr. Francisco Berra.
Analiza que nuestra Re
forma educativa tuvo dos
nutrientes pedagógicas
opuestas: la de José Pe
dro Varcla, fundada en las
ideas de Spencer y en el
pragmatismo americano,
44
y la de Berra fundada en el racionalismo de Herbart, de raíz germánica,
que atribuye a la “ciencia” un rol de guía racional con principios siste
máticos y geometrizados.
Castro opone ambas tendencias, considerando “empírico ” a Várela
y “científico ” a Berra. Este último consideraba que la pedagogía de
bía basarse en la psicología. Pero recordemos que la psicología no
tenía aún un status de ciencia experimental. Se fundamentaba en las
“facultades” de la persona, de las que se derivaban leyes con validez de
naturales.
Eso lleva a Berra a afirmar que “no hay más que un modo de
enseñar bien cada clase de conocimientos. No enseñar de ese modo
es enseñar mal ”, Y Castro reflexiona que “esas exageraciones ex
plican el éxito y la perdurabilidad de su pedagogía. En tiempos en
que la experimentación estaba en su fase inicial, y que los maes
tros no tenían un criterio muy claro sobre lo que es ‘la ciencia de la
educación ’ - en el sentido de método científico, tal como hoy se
concibe -, es explicable que una construcción gigantesca, basada
en una lógica irreprochable, hubiera creado la ilusión de una ‘cien
cia ’ “ (El banco fijo, pág. 68, 2007, Edición MEC).
Encontramos en esta exposición mesurada y comprensiva, el cui
dado intelectual de Julio Castro de no caer en anacronismos, y de no
condenar a Berra, por contraste con el talante más cercano a nuestra
época, de José Pedro Várela. En las páginas siguientes, Castro analiza
el curso de la polémica entre “teóricos” y “prácticos”, con particular
fineza y comprensión. Apunta el modo como se administra ese comba
te de ideas, pero también la adecuación de unos y otros, modulando
sus puntos de vista.
De todos modos, reflexiona que “la ‘pedagogía científica ’, más
aún que su racionalismo, quedó de Berra este concepto de la auto
ridad suprema del maestro y el sometimiento total del alumno ”. Y
encuentra en 1942, (y talvez aún hoy), las nefastas supervivencias “que
no se hanpodido desterrar hasta ahora la disciplina escolar, rígida
y autoritaria, los horarios fraccionados, las “penitencias”, las filas, y los
45
bancos. De tal modo que “juzgados a la luz del criterio pedagógico
que los creó, demuestran ser parte de un sistema, amplio y gene
ral, en la cual doctrina, método, menaje y mobiliario, respondie
ron a un mismo fin
46
Con total evidencia, Castro muestra el carácter ante todo humano
de la educación. La ciencia será un auxiliar valioso, pero su posición no
es cientificista. Lo esencial, afirma, es el ideal educativo, la utopía que
siempre está iluminando el horizonte. En la ciencia lo fundamental no es
ella misma, sino el espíritu de indagación, la búsqueda desprejuiciada,
la búsqueda de verdad. No cometemos tampoco el anacronismo de
elevar el valor supremo de la verdad. Hoy, la epistemología nos previe
ne sobre el proceso que aclarará nuestras certezas, dejando siempre
espacios de misterio: “el enigma del hombre”, llega a decir Julio Cas
tro. El mismo señala cómo el ideal individualista del primer humanismo,
dio paso en la enseñanza al sentido del progreso social. Obviamente, la
pedagogía tendrá muy en cuenta esos espacios que van más allá de la
ciencia.
La educación tal como la vemos hoy, está muy ligada al Estado
moderno. Castro señala entonces el poder etático protagonizado por
las clases dominantes, que se expresa políticamente imponiendo pro
cesos que dan a la educación sentidos excluyentes.
Un rasgo prevaleciente a mediados del siglo XX, es el de considerar
a la educación como un proceso limitado a la niñez. Es verdad que ése
fue un principio exclusivo en la Escuela Nueva, y fundándose en
Luzuriaga, Castro sintetiza los cinco principios muy generales que, “a
la vez caracterizan el movimiento pedagógico moderno, y expre
san las ideas actuales sobre los niños Pero nuestro maestro acepta
esta restricción, al considerar como objetivo fundamental de la educa
ción, el respeto y el reconocimiento a la Infantilidad.
El análisis realizado sobre el sentido del juego en la infancia revive el
placer, la curiosidad y la espontaneidad de la pasión por la acción, el
conocimiento y la experimentación. Castro señala la diversidad de pla
nes en los nuevos educadores, pero insiste en el criterio dominante que
es el respeto a la condición del niño, a su libertad. Y una tan poderosa
condición, debía producir la transformación de los locales escolares,
entre otras, el reemplazo del banco fijo por la mesa colectiva, el ámbito
cerrado del aula por la movilidad, la búsqueda de la naturaleza y de los
47
objetos concretos.
Es muy importante señalar que, si bien Julio Castro se muestra, con
fundados argumentos, favorable a los principios de la educación nueva,
su espíritu crítico e historicista descubre en el momento en que escribe,
la dificultad para realizar un cambio progresista en la educación. Las
prácticas intelectuales siguen siendo prevalecientes, el orden y la disci
plina son principios deseables para buena parte de los educadores.
Existió un evidente dislocamiento entre las nuevas teorías y la práctica
cotidiana. Las autoridades educativas no han sido muy entusiastas para
promover las nuevas ideas.
La obra culmina con palabras de esperanza: “una concepción que
se abre paso; una esperanza que apunta al porvenir, aspirando a
encontrar soluciones de libertad ”...
En síntesis, si bien en toda la obra de Castro están presentes principios
y consecuencias, ideales y realizaciones concretas, en ‘ ‘El bancofijo...”
el énfasis está puesto en lo tecnológico, en lo que parece más obvio,
cuando nos acercamos a un aula escolar: el mobiliario. “Todo está en
todo' decía Víctor Hugo, y en estas observaciones, están en ciernes las
reflexiones de la pedagogía crítica de nuestra época: si sostenemos prin
cipios de educación nueva, pero no advertimos los aspectos que, por
demasiado evidentes, no reconocemos, nos estamos negando en la práctica
esa libertad que proclamamos en la teoría. De allí la enorme importancia
de esos resabios del pasado, a los que nos adaptamos acríticamente. Y
una vez más, la visión pedagógica integral de Julio Castro, en su crítica
didaxológica y en su propuesta didáctica. Los docentes nos enamora
mos muchas veces de propuestas nuevas, pero al no descartar
fundadamente nuestras prácticas anteriores, la peligrosa rutina nos hace
volver, insensiblemente a actitudes que están negando la innovación.
48
ciones y propuestas especialmente en la educación primaria, pero tam
bién se refirió a la Enseñanza Secundaria, como se ílamaba entonces, a
la coordinación entre primaria y secundaria y a los programas de for
mación docente.
Mucho antes del Congreso de Piriápolis y del Programa de 1949,
Julio Castro publica en 1941, Los programas escolares vigentes. Mo
dificaciones que podrían introducirse en ellos. Un año antes de “El
bancofijo... ”, Julio Castro nos da una nueva lección de la manera de
tratar los temas praxiológicos: en base a la literatura programática en
vigencia, realiza propuestas de cambio que habían merecido el Premio
Anual de Pedagogía de 1940, y publicado en Anales de Instrucción
Prima? ia al año siguiente.
Si bien a comienzos de la década del cuarenta, se desempeña
profesionalmente en Montevideo, como Maestro, Director, Director
de Escuela de Práctica, Sub-Inspector y luego Inspector de Escuelas
en Montevideo, y como formador de docentes, profesor de Filosofía
de la Educación en los Institutos Normales, los aspectos generales y
didácticos de la Escuela Rural, constituyen un punto clave de sus pre
ocupaciones. Siempre aborda la problemática pedagógica en toda su
extensión, y ya hemos comentado su diagnosis del analfabetismo y de
los problemas sociales y culturales de la escuela rural. Pero sin duda
constituye el nadir de su acción de política educativa, la enorme e histó
rica movilización que animó, con centenares de maestros rurales, en el
Congreso de Piriápolis y en su trabajo, junto con Nicasio El. García,
Luis O. Jorge, Pedro P. Pereira, Vicente Marrero, Abner M. Prada,
Washington Rodríguez, Afilio Cassinelli, Miguel Soler, Vicente Foch
Puntigliano, el Programa de 1949.
En 1945, publica Problemas generales de la enseñanza rural. Rei
tera en ese estudio serias y fundadas críticas: “Dentro de la escuela la
vida se vive, o se tiende a vivir por lo menos, de acuerdo a un estilo
ciudadano. Fuera de ella, los intereses, los propósitos, los modos de
actuar son definitivamente rurales. Forma así un centro artificial
que no tiene raíces en la realidad concreta de alrededor (...).
49
“Las enseñanzas de ésta son tan inadecuadasy tan inaplicables
a las necesidades de la vida diaria que, por inutilidad, se van per
diendo para siempre. Este proceso, sencillo y desesperante, es el
que genera mayor número de analfabetos en elpaís (...)”. (El anal
fabetismo, 1940)
La inadecuación de la escuela rural al medio tiene un origen socioló
gico y cultural; pero mucho más grave, es que el maestro se conforma
a dar, “como en todas partes, una enseñanza intelectualista, indi
ferente al medio, que para poco más sirve que para señalar las
contradicciones entre lo que el niño ve y oye en el salón de clase y
lo que experimenta y vive una vez salido de él (...) ”.
Este estudio, encomendado a Julio Castro por el Consejo N. de
Enseñanza P. y Normal para estudiar el funcionamiento de las Escuelas
Normales Rurales de Chile, permite al Maestro generalizar la proble
mática latinoamericana de la enseñanza rural.
Con su método preciso y sus observaciones lúcidas, expone:
“Io) El primer gran problema de la enseñanza chilena es
RURALIZAR LA ENSEÑANZA. Y hace ver que “La teoría puede
ser inclusive, contraproducente si no va acompañada de una pro
funda comprensión social y de un claro criterio en torno a los pro
blemas que crea la convivencia humana... ”
(Anales cit., pág. 200).
Advirtamos una vez más el adelanto pedagógico al señalar en 1945,
la dialéctica teoría - práctica, punto capital en la teoría crítica, que re
cién cobra sentido en la década del 60.
“2o) Problema de la INADAPTACIÓN DE LOS MAESTROS
con relación a los medios regionales
Con su habitual chispa observadora, Julio Castro hace ver:
“Los maestros trabajan en los medios alejados de las ciudades
con el estado de espíritu del conscripto que realiza el servicio colo
nial, contando con ansiedad los días que le restan para volver a la
metrópoli
I■ 1 aspecto de la subcultura urbana hace sentir al maestro “superior”
50
a los campesinos, con el consiguiente rechazo que el niño rural experi
menta hacia la escuela.
“3o) Un tercer problema es el de la URBANIZACIÓN DE LOS
MAESTROS.
Julio Castro observa que este problema es aún más agudo en Chile
por la enorme diferencia cultural entre unas regiones y otras.
“Y como a más graves problemas, soluciones más drásticas,
puede ser muy bien ésta una de las razones que haya obligado a
[Chile] a ir de una vez por todas, a la solución de uno de los aspec
tos más difíciles de la enseñanza ”.
Luego de la crítica radical, Julio Castro efectúa su propuesta:
“El proceso educacional en el campo debe hacerse mediante el
aprovechamiento educacional de los valores culturales que el cam
po ofrece (...). Por eso es fundamental el problema de la forma
ción de los maestros. Actualmente el maestro común sabe aprove
char pedagógicamente elementos de cultura de tipo ciudadano.
No comprende en cambio, ni desentraña los que corresponden al
otro signo. Y la escuela rural, por esa razón, se ha convertido en un
islote ciudadano enclavado en medio de una realidad que le es
extraña (...) ”
Los fundamentos de la crítica y los principios de cambio pertenecen
a la antropología cultural. El maestro que ha vivido siempre en la ciudad
y que además ha sido educado en el mundo cultural urbano, adopta un
cumculo implícito que asume la jerarquía de valores, los hábitos y el
léxico que le es natural. La formación de maestros rurales debe, pues,
según Castro, efectuar una nueva revolución copemicana: de la ciudad
al campo. Esa idea fundadora se hizo realidad, por acción de la gran
mayoría de los maestros rurales. Mientras las autoridades del Consejo
de Primaria eliminaban la Sección Educación Rural, los maestros rura
les se reúnen en marzo de 1961, en asamblea convocada por la Comi
sión Especial para la Defensa de la Educación Rural de la FUM, resol
viendo la creación del Instituto Cooperativo de Educación Rural.
Actualmente, los estudiantes magisteriales realizan una práctica rural
51
muy breve, que naturalmente no logra la aculturación rural de un joven
de ciudad. Y por supuesto, desaparecido el ICER, no existe oficial
mente un Instituto de Formación Docente Rural. Y lo que es más ab
surdo, es que los maestros recién recibidos hacen sus primeras annas
... en las escuelas rurales.
Julio Castro hace ver además, que “no siendo el medio rural unifor
me, deben adoptarse diversos tipos de escuela rural o, por lo menos,
uno con la elasticidad suficiente para amoldarse a las variaciones
que le impusieron los diversos lugares según sus características. Es
tas variaciones oscilarán de acuerdo a las exigencias de las distintas
zonas, que ... están muy lejos de ser uniformes (...) ”.
El escaso alumnado, la población dispersa, exige, afirma Castro,
que la escuela intente “transformarse en un centro social... Realiza
ción de reuniones periódicas, defiestas escolares, de exhibición de
cine, de teatro, o de títeres, puede ser la iniciación de una corriente
más permanente de sociabilidad”.
Expuesto el tremendo problema de los “pueblos de ratas”, Castro
considera que la escuela en este ámbito “debe ser un internado. Por
malos que sean éstos y por graves que sean sus defectos, en la
práctica siempre proporcionarían al niño un medio incomparable
mente mejor que el de sus hogares ”.
' A demás, no basta con el ciclo escolar Al egresar del intemado
"no debe volver al rancherío a recoger en su adolescencia lo que
se evité) en la niñez. El proceso deformación dirigida debe seguir
hasta devolverlo a la sociedad como un ser apto, capaz de inte
grar con aportes positivos la organización social a que pertenece.
Aquí, fundamentalmente, la organización escolar deberá estar
coordinada con la legislación social y agraria correspondiente ”.
Sin perder de vista el sentido final de la educación, Julio Castro ubica
lo didáctico en sus justos términos: “porque el hecho de la transmi
sión, el hecho educacional considerado en sí, en su esencia íntima,
se realiza siempre constante consigo mismo. Lo que varía son los
modos como se realiza, las formas que adopta al concretarse se
52
gún los múltiples modos de la vida corriente. De aquí que tenga
mos que corregir algunos planteamientos que hemos expuesto re
petidamente en otras oportunidades al tratar el problema de la
enseñanza rural. Hemos repetido - y hoy me rectifico de aquel
planteamiento — que la enseñanza rural debe ser esencialmente
distinta de la urbana y hemosfundado esta afirmación en el hecho
de que las sociedades rural y urbana tienen diferencias muy pro
fundas. Como antes, creemos en esas diferencias. Pero decir que
'crean distintas condiciones para el hecho educacional 'no quiere
decir que la educación sea distinta para uno y otro medio en su
naturaleza esencial. Hoy una elaboración más decantada del pro
blema nos ha permitido corregir en este aspecto nuestra primitiva
concepción
La cita que antecede nos revela la honestidad intelectual del Maestro
Castro, cuyas reflexiones evolucionan y aún llega a conclusiones diferen
tes con respecto a su propio pensamiento. Los objetivos de la educación
no cambian: despertar la libertad del educando, incentivar la reflexión
autónoma, proporcionarle estímulos que den aliento a sus capacidades.
53
Por el contrario, al pasar a la Educación Secundaria, aquella unidad
compleja se multiplica en actividades más breves y poco coordinadas
entre sí, dispensadas por varios docentes que no tienen más remedio
que conocer fugazmente al alumno entre timbre y timbre. La psicología
del aprendizaje es materia de estudio en la formación docente. Ninguna
de las teorías "sostiene” que el aprendizaje puede aplicarse a este
“zapping” de materias sin coordinación, y con diversos docentes.
Pero hay más aún: se pretende en Secundaria que el niño parta de
conceptos depurados y abstractos, sin que exista una transición entre la
concepción curricular escolar y el universo formal de la educación se
cundaria. También existe aquí, un enorme desfasaje entre la evolución
del pensamiento gradualmente formal de los escolares, que se ven brus
camente introducidos en ámbitos abstractos.
Existe, señala el Maestro Castro, una diferencia (que medio siglo
más tarde no ha llegado a corregirse), en los docentes:
‘ La unidad del proceso educativo, no la da la organización de las
instituciones ni el o los programas, ni los planes de estudio, la da la
vida del educando, que es una continuidad sin transiciones y sin
dualismos ”.
Por todo ello, afirma Julio Castro, “No hay tiempo ni tranquilidad
ni paz, para que el profesor pueda entrar en el alma de sus alum
nos.
El alumno sufre los cambios, las diferencias, las fracturas, las
que afectan su aprendizaje y lo llevan alfracaso ”.
54
los adolescentes, junto a la experiencia aadémica, la experiencia de
trabajo. Pensamos que este cambio está todavía en el “debe” de la
Educación Secundaria.
Es verdad que se realizaron algunas mejoras pedagógicas, como el
propósito de dar a los estudiantes elementos que les ayudaran a inda
gar en su futuro proyecto vocacional (lo cual no está aún resuelto en los
cumculos de Educación Media).
55
gisterio, realizado en el marco del inicio del Plan 55 en 1958 en Mon
tevideo, Julio Castro afirma que la condición de enseñante exige al
profesional docente, formarse tanto en sus finalidades como en su con
tenido de manera integral: “saber y saber enseñar, conocer a quien
enseña, en qué medio enseña y para qué enseña”.
Define así la estrecha unidad existencial del docente, que debe tener
ante todo una personalidad académica, ética y de clara responsabilidad
social, para poder cumplir el rol que la sociedad necesita: poseer un saber
académico pedagógico y didáctico, estar muy consciente de quién es su
alumno, conocer las características del medio social y no perder de vista
los objetivos mediatos e inmediatos y los fines de la educación.
56
dos puntas: reconociendo la ignorancia que padece el estudiante
magisterial, especialmente de Montevideo, de la realidad rural, de los
rancheríos, de las enormes carencias de niños y adultos, conduce a
veinte estudiantes magisteriales y de medicina a Caraguatá. Pero ade
más del formador de formadores, aparece el maestro periodista. Acom
paña así su testimonio con expresivos artículos publicados en Marcha:
“quisiéramos para nuestros lectores que siguieran con sensibili
dad y condición humanas la exposición de lo que ha sido nuestra
experiencia, sin prejuicios ni preconceptos. Para informarse de
hechos que hacemos conocer. Porque creemos que lo visto allá
debe saberlo todo el país, es que lo escribimos. No hay derecho a
vivir ignorando ciertas cosas de lo que sucede entre nuestra gente
sin que, en buena parte, nos convirtamos en culpables de un esta
do de cosas por la tozudez egoísta de seguirlo ignorando ”.
Describe entonces, con parca sinceridad, la espantosa miseria de
esos niños: «Los misioneros se encontraronfrente a una realidad
que se expresaba por sí sola con irrebatible elocuencia. Aprendie
ron allí de golpe, brutal pero eficazmente, las contradicciones de
nuestro mundo económico. Entre vacas pero sin carne ni leche;
entre ovejas y muriendo de frío; en el campo y sin agua. Con la
escuela próxima y no pudiendo ir a ella porfalta de ropa. Apren
dieron a ver que hay gente que no conoce el Himno Nacional, y
hasta encontraron adultos que no conocían la moneda de uso co
rriente. Aprendieron también que la escuela debe hacer otras co
sas, antes que enseñar a leer y a escribir. Y vieron que hay socieda
des para las cuales la organización de la familia no existe y el
casamiento no es otra cosa que un lujo ”..
No basta con describir las actividades que desarrolla una misión
pedagógica. En una vida de triste austeridad, hacer una fiesta significa
despertar emociones desconocidas, “casi nadie había visto cine en
su vida y su sorpresa pasaba todos los límites cuando veían mo
verse a lasfiguras... Los títeresfueron otra sorpresa. Los muñecos
hacían reír hasta desternillarse a gentes que parecía que no ha
57
bían reído nunca. El violín y las poesías recitadas por dos mucha
chas encantadoras..., hicieron correr lágrimas por más de una
mejilla curtida. Otros daban charlas sobre distintos temas y no
faltó quien diera una de esas charlas y saliera enseguida otro que
hiciera la imitación grotesca de la misma para hacer reír sanamente
a aquella gente que no sabía lo que era la risa (...) ”.
“El mérito de la misión pedagógica está en su condición de
cosa práctica. Los muchachos no discutieron, ni escribieron: fue
ron a trabajar y a ver. Los resultados, pocos o muchos, buenos o
malos, fueron fruto de una experiencia vivida. Para lograrlo pa
saron frío, caminaron leguas, supieron lo que era la mugre en su
propia piel. Y esto es lo que tiene valor ”.
El alcance pedagógico no es pues sólo para la población rural. Para
un formador de maestros, procurar a sus estudiantes un cúmulo de
experiencias vitales, educativas, personales, tiene más valor que un curso
teórico de pedagogía. Seguramente aquellosjóvenes que estuvieron en
Caraguatá o en misiones sucesivas, atesorarán anécdotas y vivencias, y
comprenderán que el perfil del maestro rural nunca puede limitarse a la
alfabetización tradicional.
Julio Castro preconizó en la práctica y en la cátedra esta acción
pedagógica mucho más integral que la enseñanza tradicional, para los
peones y pequeños chacreros y sus familias. La educación de adultos
que animaba en Pátzcuaro fue el germen de la experiencia histórica de
Miguel Soler. En marzo de 1954, apenas regresado del curso de la
UNESCO en México, el Maestro Soler presentó el documento Pro
yecto de creación del Primer Núcleo Escolar Experimental. Feliz
mente, el momento fue auspicioso para concretar ese “apasionante
viaje ”, que figura ahora entre las más valiosas experiencias pedagógi
cas mundiales.
Al publicar Julio Castro en 1961, “La escuela rural en esta hora”,
“habían echado los caballos en la huerta”, recuerda Soler en su
“Réplica... ” (pág. 65), como una expresión de Castro, publicada en
Marcha. No sólo se produce la renuncia de Soler a la Dirección del
58
Núcleo de La Mina, por falta del más mínimo estímulo institucional y
material de parte del Consejo de Primaria de la época, sino que este
organismo suspende la Sección Educación Rural...
4. Palabras finales.
59
CAPITULO 2
ALFABETIZACIÓN
Cristina Argenta
Recopilación de datos
61
ELANALFABETISMO
EN AMÉRICA LATINA
Julio Castro
I. Analfabetismo y Subdesarrollo.
62
La determinación de este hecho se proyecta en consecuencias in
mediatas. La estabilización, la lentitud o la detención en el desarrollo
(tal como se presenta en los países coloniales, o dominados por oligar
quías económicas que paralizan o frenan sus posibles progresos), de
tiene o neutraliza la actividad alfabetizadora. Esta-si existe- se realiza
parcial, aislada y esporádicamente. No constituye un esfuerzo conti
nuado, ni alienta el impulso colectivo de la nación. Se cumple por las
vías de planes educaciones raquíticos, comúnmente formales y enga
ñosos y apenas supera las primeras exigencias de la asistencia docente
-deficiente e incompleta- a los escolares y a algún limitado sector de
adultos. Los índices que exhiben los países latinoamericanos -70 millo
nes de analfabetos; 20 millones de niños sin escuelas- son prueba in
controvertible.
En cambio, la aceleración del desarrollo supone como consecuen
cia el progreso de la alfabetización. Esta, además, resulta fortalecida si
aquél se orienta en el sentido de satisfacer primarias necesidades de
tipo popular. Los países que lian impulsado planes de reforma agraria,
aprovechamiento de recursos naturales, elevación del bienestar colec
tivo, mejoras de vivienda, salud, sanidad, etc., necesariamente realizan
a la vez intensos esfuerzos para reducir el analfabetismo.
Es evidente que la mayor intervención de los sectores populares en
el manejo de la cosa pública impulsa el progreso de la enseñanza ele
mental. No se concibe en la época presente un programa de bienestar
colectivo que no incluya como capítulo fundamental la extensión y difu
sión de aquélla. El goce de los bienes materiales a que legítimamente
aspira un pueblo no puede separarse ya -por imperativo del tiempo
presente- de un mínimo de exigencias en el orden de la cultura; entre
ellas, primera y principal, la alfabetización. Es por ello que los movi
mientos políticos, que en los últimos años han elevado al plano de di
rección a sectores representativos del pueblo, muestran como rasgo
común, enérgicos impulsos, programáticos o en acción, tendientes a
incorporar a la cultura a extensos sectores que hasta el presente se
mantuvieron al margen de ella.
63
En resumen, el analfabetismo, que como hecho es la resultante cultu
ral de un complejo de condiciones sociales, geográficas económicas,
políticas, etc., está en relación directa con el grado de subdesarrollo.
La lucha por su reducción resulta frenada en la medida en que esas
condiciones frenan el progreso colectivo; pero es impulsada, en todo
caso en que los auténticos sectores populares tomen responsabilidad
directa en la conducción de la cosa pública.
64
tal de estas características de su estructura.
La población escolar rural en 1959 dio una proporción de casi diez
escolares por cada cien habitantes. Para el resto de la población (urba
na) la inscripción escolar alcanza el 12 por ciento.1 El ausentismo no
es, comparativamente muy alto para la escuela rural. En cambio, la
deserción plantea un grave problema. El 90 por ciento de los niños no
cumplen el ciclo escolar completo.
Interesa señalar que en los últimos años se ha realizado una investi
gación sobre el terreno, aunque de modestos alcances, con el fm de
determinar el nivel de alfabetización de los adultos de una región gana
dera, ex-alumnos de la escuela rural y comparar su situación actual con
sus antecedentes escolares.
Los resultados obtenidos fueron los siguientes:
- el 18 por ciento leen y escriben sin dificultades;
- el 3 8 por ciento apenas leen y escriben (difícilmente superarían las
exigencias establecidas por la UNESCO para calificar a una alfabeto);
- el 44 por ciento ni leen ni escriben, no obstante haber cumplido,
como promedio, 5 !4 cursos escolares en su niñez.12
65
total del país y la inscripción oficial (escuelas oficiales) era del 7,1 por
ciento; en 1959 era de 9,33 por ciento. La falta de datos al respecto no
permite determinar para una y otra época los índices de analfabetismo
ni la evolución que han experimentado los gastos del Estado en materia
de educación.
En los últimos 30 años, el Gobierno ha intervenido en dos oportuni
dades con miras a combatir el analfabetismo. En 1936 entendiendo
“que el problema excede de la acción escolar propiamente dicha y
requiere actividades complementarias con auxilia de todas las fuerzas
sociales e instituciones públicas y privadas en una gestión nacional per
manente, tal como la asociación nacional contra las plagas (alcoholis
mo, tuberculosis, pauperismo, etc.) siguiendo el ejemplo de países de
excelentes servicios de enseñanza pública que, no obstante recaban la
colaboración insustituible de la sociedad en general”, el Ejecutivo de
signó una Comisión Nacional contra el Analfabetismo para ue sirviese
como “centro permanente de lucha concordante con la escuela pública
y privada y destinado a difundir su acción y a prestigiarla y complemen
tarla portodos los medios posibles”. Pero ni el Gobierno ni la Comisión
realizaron gran cosa. El primero, después de tal declaración, no votó
los recursos necesarios y la Comisión se limitó a poco más que a expo
ner sus conclusiones dos años después.
Dieciocho años después, otro gobierno tras declaraciones también
alentadoras en el sentido de que “ha constituido una preocupación cons
tante de este Gobierno realizar una campaña a favor de la alfabetiza
ción total de todo el país”, creó en 1954 una Comisión pro Alfabetiza
ción del País, a la que se asignó una partida anual para gastos. Esta
Comisión continúa actualmente en funciones y sí bien ha impulsado la
creación de algunos pequeños centros de alfabetización de vida preca
ria y gestión ineficaz, no deben haber pasado de doscientos los analfa
betos que aprendieron a leer y escribir en el país bajo la tutela de dicha
Comisión.3
En cambio, el Uruguay tiene alguna experiencia en lo que a educa
3 La Comisión no ha publicado datos sobre resultados.
66
ción de adultos se refiere. Ya en 1907 se fundaron cinco cursos oficia
les con ese fin, que al año siguiente alcanzaron a 35, con una inscripción
de casi diez mil alumnos. Actualmente funcionan 84 cursos de ese tipo,
34 en Montevideo y el resto en el interior. Los de Montevideo tienen
5.844 alumnos de los que sólo 563 son analfabetos.4
Cabe señalar que el número de analfabetos asistidos por las escue
las que les están expresamente destinadas alcanza sólo al 10,4 por
ciento de los alumnos. Se llega pues a la lamentable conclusión de que
los servicios de alfabetización de carácter permanente que funcionan
en el país asisten anualmente al 0,35 por ciento de los analfabetos que,
según esas mismas estimaciones oficiales, existen en la población na
cional.
CONCLUSIÓN
67
III. Las Campañas de Alfabetización.
1 - Las resistencias.
En la lucha contra el analfabetismo se combinan comúnmente
dos formas: la acción constante, de tipo permanente que se realiza
a través de los organismos estables de educación y la circunstan
cial, intensiva, que se impulsa a través de campañas de alfabetiza
ción.
La primera se lleva a cabo por intermedio de los servicios esco
lares; la segunda generalmente, pos institutos de emergencia que
responden a planes o programas de acción circunscritos a períodos
determinados.
En América, cada gobierno progresista, o que pretendió serlo,
que ocupó el poder, realizó, o proclamó por lo menos, su campaña
de alfabetización. Contamos pues a esta altura de los tiempos, con
larga y variada experiencia. Pero también, y ya es un anticipo de los
resultados, con altos índices de analfabetismo.5
La campaña de alfabetización mexicana constituye por su orga
nización y los resultados obtenidos un ejemplo interesante y digno
de estudio. Cuando México emprendió en 1944 su campaña na
cional de alfabetización, los gobiernos surgidos de la revolución
habían iniciado una política agraria tendiente a mejorar las condi
ciones de vida en las zonas rurales del país y comprendían la impor
tancia, para la eficacia de dichos planes, de mejorar el nivel cultural
del pueblo; dicha campaña surgió, pues, de la necesidad de incor
porar de lleno a la vida nacional a grandes núcleos de analfabetos.
En la campaña de alfabetización mexicana, la ley exigía la inter
vención de todos los sectores de la población desde el Presidente
5 Conocemos algunas de esas campañas directamente: por supuesto, las intentadas
en el Uruguay; también la que se realizó en México bajo el primer Ministerio Torres
Bidet; la de Guatemala en el gobierno de Arévalo; la de Bolivia que tuvo como inspirador
a Elizardo Pérez, y que dio lugar a la creación del sistema de núcleos escolares; la del
Crefal -en la que intervinimos directamente- campaña “piloto” localizada en las comu
nidades indígenas que rodean el lago de Pátzcuaro (México).
68
de la República hasta los simples ciudadanos a los cuales la ley
asignó la misión de enseñar por lo menos a un analfabeto.
A fin de interesar a todo el país en la campaña se realizó una
intensa propaganda, por diversos medios, en la que participaron
maestros, estudiantes, universidades, instituciones cívicas, etc.
Una vez realizado el censo nacional, que arrojó un total de
6.671.526 analfabetos se inició la primera etapa de la campaña que
debía durar dos años, desde 1944 a 1946. Dicha etapa compren
día tres períodos: uno de organización (seis meses); otros de ense
ñanza, que duró un año y otro de revisión y exposición, de tres
meses. En la primera etapa de la campaña, según estimaciones ofi
ciales, se alfabetizaron 1.440.794 personas. En la segunda etapa,
que comenzó en 1946 y duró hasta 1950, no fue muy diferente el
número de alfabetizados por varias causas, entre otras agotamiento
de los recursos económicos de material, etc.
La campaña mexicana tropezó con muchas dificultades antes y
durante el curso de la misma: apatía de los gobiernos locales, un
notable retraimiento de la aportación privada, la premura con que
hubo que preparar a personas ajenas al magisterio y la falta de
experiencia de éstas.
A pesar de esas dificultades, puede decirse que la campaña lo
gró resultados positivos ya que se alfabetizó a una buena propor
ción de analfabetos y, en no pocos casos, facilitó el mejoramiento
de sus niveles de vida. Pero por sobre todo constituye un ejemplo
de lo que debe hacerse para incorporar a la vida nacional a amplios
sectores marginados a ella.
En general puede decirse que las campañas tienen como origen
el impulso generoso de quienes las proclaman y las echan a andar, o
el que surge, simplemente, de una impostergable carencia que
imperativamente exige corrección. Pero el analfabetismo es un mal
de largo, constante e individual tratamiento. No basta la localiza
ción y el impulso inicial; hay que luchar contra él en un trabajo silen
cioso y sin lucimiento, durante años, para alcanzar el éxito. Como
69
se comprende, si es fácil y atrayente la iniciativa, no lo es tanto
mantener la continuidad en el esfuerzo por el tiempo que sea nece
sario.
El ejemplo del Uruguay así lo prueba. La proclama inicial, la re
unión de notables, la planeación en grandes directivas de orden
general, no encontró dificultades ni resistencias. Pero el entusiasmo
así derrochado se agotó en las primeras etapas. Llegar hasta los
analfabetos, ofrecerles ayuda, asistirlos directamente por lo menos
durante un par de años, ya es distinto. Poco a poco los impulsos se
debilitan, a la vez que las dificultades crecen.
En el último plan de alfabetización decretado en el Uruguay, el
Ministro de Instrucción Pública proclamó esta solución de meridia
na claridad: “Toda persona que sabe leer y escribir debe enseñar a
uno que no lo sabe”. Si de cada diez personas una sola hubiese
respondido al llamado, estaría resuelto el problema. Sin embargo, a
ocho años de aquello, es posible que no haya una sola persona
alfabetizada como consecuencia de la patriótica invitación. Posi
blemente en otros países la situación no sea diferente.6
El fracaso frecuente de las campañas de alfabetización se debe a
que no toman en cuenta la natural desproporción que existe entre los
propósitos y las dificultades concretas que es necesario vencer. No es
la magnitud de aquéllas sino la de éstas lo que cuenta. Para el que sabe
leer y escribir la distancia que lo separa del que no sabe aparece como
fácilmente salvable. En cambio, para el que no sabe, es un obstáculo
poco menos que imposible de superar. Y es éste y no aquél, quien
debe vencer las resistencias; quien debe someterse a un trabajo
metódico y continuado que lo obligará, inclusive, a aceptar profun
das alteraciones en su ubicación frente a la vida.
6 Cabe señalar que prácticamente no se han hecho estudios para evaluar los resulta
dos a largo plazo de las campañas de alfabetización en América Latina. En el mejor de los
casos, se publican estadísticas del número de personas que han aprendido a leer y a
escribir durante la campaña. Terminada ésta nadie se interesa en saber si esas personas
han utilizado los conocimientos adquiridos o si éstos serán retenidos.
70
Todo educador que ha trabajado con adultos sabe que en su
tarea educativa tendrá que vencer dos tipos de resistencias: las co
rrientes exteriores, que tienen como motivo la falta de tiempo, el
cansancio de la jomada diaria, la timidez, el recato de la propia
ignorancia, etc.; y otras, más tenaces, que nacen de la oposición a
renunciar a una actitud ya adoptada y consolidada frente a la vida,
y que ante la revisión que exige la nueva tarea significará distorsión
y ruptura de formas establecidas. Si este tipo de resistencias íntimas
se expresa de generación en generación -‘mi hijo no va a la escuela
porque yo no fui nunca y estoy bien así”- cuánto más fuerte será
cuando pone al hombre maduro frente a sí mismo y a su vida ya
realizada frente a una nueva hipótesis programática del vivir.
La campaña de alfabetización debe vencer este tipo de resisten
cia y crear en el hombre una conciencia íntima de sus carencias, tan
arraigada y firme, que sea más fuerte que los obstáculos que se le
oponen para vencerlas. Esto no se logra por vía de la propaganda;
ni siquiera por la de la persuasión. Requiere una tarea más lenta e
inspirada en transformaciones sustanciales de la vida, que permitan
al sujeto descubrir en sí mismo los alcances de sus déficits y las
posibilidades de su propia capacidad para corregirlos.
Si las campañas de alfabetización lograran este convencimiento
íntimo, esta toma de posición, no fracasarían; porque su propia fuerza
impulsora se habría trasladado al esfuerzo propio de cada uno de
los sujetos y no necesitarían éstos, en ese punto, del estímulo exter
no o del empuje compulsivo. Pero como las campañas general
mente no van más allá de la propaganda o de la demostración ob
jetiva y no alcanzan al meollo de las resistencias íntimas, una vez
que su fuerza de imposición se debilita el acatamiento que generan
cesa en intensidad y termina en el abandono.7
7 Reconocemos qaue hay un inevitable desacuerdo entre la urgencia que reclama un
plan de gobierno y la lentitud de una campaña del tipo de la que aquí se describe. Pero
por sobre los intereses inmediatos está el permanente, que obliga a ajustar los correctivos
a la naturaleza del fenómeno. Un político tiene necesidad de apresurar los procesos; un
educador no.
71
No obstante estas consideraciones, hay que reconocer también que
una campaña de alfabetización responde -generalmente es el factor
que la promueve- a intereses inmediatos de tipo político o social. En
ese sentido la promoción de un programa de alfabetización debe con
tar con el mayor número de adhesiones. La primera etapa consiste, si
no son los gobiernos quienes lanzan la iniciativa, en convencerlos y
conquistarlos; la segunda en impulsar el apoyo de las fuerzas sociales -
económicas, políticas, religiosas inclusive- que integren la trama de las
actividades nacionales. Ese impulso de orden colectivo de movilizar a
todo el país. Cuanto más amplia sea la movilización, mejor. Por eso
asignamos importancia fundamental a la acción que en ese sentido man
tienen los organismos internacionales. Ellos no pueden realizar por sí
mismos un programa; pero pueden contribuir a que las naciones, con el
mayor número de fuerzas concurrentes, se decidan a hacerlo. El Pro
yecto Principal de UNESCO sobre extensión y mejoramiento de la
Educación en América latina y las actividades que en tomo a él se
realizan, son un buen ejemplo de lo que pueden las organizaciones
internacionales para definir e impulsar programas nacionales de política
educacional y para combinar las necesarias vías de colaboración
interestatal concurrentes al mismo fin.
La toma de conciencia del problema por parte de las clases dirigen
tes y el establecimiento de las líneas imprescindibles de colaboración
para resolverlo, son condiciones previas, diríamos, a toda campaña de
carácter nacional.
2. Fines de la Alfabetización
La alfabetización es un fin en sí y, por cierto, de muy encumbrada
jerarquía, ya que abre al hombre las vías de acceso a los bienes de la
cultura que le son vedadas sin el dominio del alfabeto. Pero también es
medio para lograr otros fines.
En el último cuarto del siglo anterior se consideró la alfabetización
como la base esencial del sistema democrático representativo de go
bierno. “Hay que educar al soberano”, decía Sarmiento. El precepto
72
tuvo consecuencias tan definitivas que aún hoy en muchos países le está
vedado a los analfabetos el derecho al voto y a la representación.
La reforma escolar uruguaya de 1876 se inspiró en ese principio. El
acceso a las fuentes escritas convertiría al hombre en un buen ciudada
no y a éste en un buen elector. Los buenos gobiernos serían la benéfica
consecuencia del dominio colectivo del alfabeto.
La experiencia, hay que reconocerlo, no fue tan concluyente como
lo hacían esperar los postulados. Tal vez porque no basta el acceso a
las fuentes escritas, contaminadas en su origen por intereses y móviles
que no siempre responden al bien común. Pero de cualquier modo, el
avance en la lucha contra el analfabetismo de fin y principio de siglo
estuvo inspirado en esa convicción.
Más tarde, la evolución de la técnica creó la necesidad del trabaja
dor eficiente. “El dinero que invierte un país a más alto interés, es el que
dedica a la educación”. El planteamiento es correcto, aunque
unilateralmente utilitario. La educación es eficacia, pero es también
muchas cosas más.
Actualmente se entiende la alfabetización como uno de los elemen
tos que contribuyen a elevar el nivel de la vida integral. El analfabetismo
es una carencia en el orden de la cultura, como lo es la enfermedad en
el de la salud, o la choza miserable en el de la vivienda, o el arado de
palo en el de la explotación de los recursos económicos. A esa carencia
hay que atenderla para mejorar al hombre, para darle mayores y más
amplias posibilidades de poder, para hacerlo capaz de conquistar y
gozar de una vida mej or.
La alfabetización así entendida se convierte, pues, en algo mucho
más sustancial que el dominio del alfabeto o la adquisición de una téc
nica de aplicación. Como fin en sí pierde sentido, para ganarlo, mucho
más amplio, en la transformación integral que inspira su programa.
73
organizaciones internacionales- por su propio carácter de universali
dad demuestra que está inspirada por móviles más hondos que el sim
ple mejoramiento cultural. Hay imperativos del presente que reclaman
la corrección de las desigualdades entre los hombres y entre los pue
blos. La convivencia entre éstos exige cierta armonía internacional y
para que ésta sea posible deben reducirse los desniveles diferenciales.
Esa conquista de un mundo mejor en que están empeñados los pue
blos, gobiernos y organizaciones que comprender el presente y tienen
visión del futuro, no puede limitarse al dominio del alfabeto. Este, por sí
solo poco o nada corrige pero se convierte en un elemento fundamen
tal, cuando entra a servir de instrumento para una mejor comprensión e
interacción entre los hombres.
Por ello, la alfabetización no debe entenderse como una acción cir
cunscrita a su esfera específica, sino como parte de un programa más
amplio y general. Saber leer, en determinadas condiciones de vida,
puede ser un lujo suntuario e innecesario, porque no es ni la primera, ni
la más urgente necesidad del hombre. Pero dentro de unajerarquización
de necesidades, -satisfechas las más urgentes,- saber leer se convierte
a su hora en una exigencia de carácter impostergable. Es en el momen
to en que el analfabeto siente y comprende el déficit que le crea tal
carencia cuando empieza a cimentarse su actitud de redención frente a
ella. En ese punto la alfabetización empieza a actuar sobre terreno fe
cundo. El analfabeto, como el que no sabe un idioma y tiene necesidad
de él, debe vencer fuertes resistencias internas hasta tomar conciencia
de su déficit y adoptar la actitud de conducta necesaria a su corrección.
En esta etapa inicial son importantes los impulsos exteriores (la coac
ción ideológica impuesta por la propaganda, la incitación o la exigen
cia) y mucho más aún, la ayuda, fraterna y personal, si se ofrece a
través del contacto directo.
La prueba de que la alfabetización necesita para ser fecunda de de
terminadas condiciones de vida, la dan los propios analfabetos que
aprendieronaleery escribiryretomaron después del analfabetismo. Si
no hay qué leer y si nada incita a hacerlo, de poco sirve haber aprendi
74
do. Pero esas carencias no se presentan solas. El déficit cultural que
obliga a retomar al analfabetismo, es también, en otros órdenes del
vivir, déficit de higiene, de casa, de alimentación. En el mundo de las
carencias y del atraso existe también una armonía, retardataria y mise
rable, pero armonía al fin, que determina las condiciones en que debe
realizarse la acción para superarla y ofrece los ángulos de ataque más
convenientes para la estrategia que conviene seguir.
En la lucha contra el analfabetismo hay generalmente una actitud
política de urgencia. Los gobiernos tienen corta vida, y su prestigio se
alimenta de sus éxitos. Lograr la alfabetización de 100 mil ciudadanos -
firmar y conocer los rudimentos de las primeras letras- es una conquista
que puede inscribirse orgullosamente en un recuento de realizaciones.
Pero el resultado efectivo sirve más a quienes organizan y realizan la
campaña que a los que son objetos de ella. Una lectura penosa y traba
josa con difícil comprensión del texto escrito, una escritura igualmente
penosa con transferencia de la idea a la letra, en muy poco cambian las
condiciones de vida del alfabetizado. Aunque su mención, o las cifras
de su recuento, luzcan bien en un informe o mensaje oficial.
Este analfabeto que ha sido rescatado de la total ignorancia por la
alfabetización, pero que ha quedado en los límites del analfabetismo no
tiene reservas ni defensas para emanciparse de éste. Si el resto de sus
condiciones de vida no han sufrido alteración, la armonía de los déficits
tiende a equilibrarse a expensas de un retroceso en las conquistas lo
gradas. Sólo una asistencia constante, sistemática e inteligente, pueden
mantener el cultivo hasta que eche la raíz que le asegure su permanen
cia.
De todo esto se deduce que una campaña eficaz solo puede lograrse
a través de la realización de un plan a largo plazo o, mejor aún, de
carácter permanente. Además la acción no debe incidir sólo sobre la
enseñanza de las primeras letras. Debe proyectarse a la corrección de
todas las carencias que integran el reducido mundo de los asistidos,
empezando por aquéllas, que ajenas aún a la alfabetización, imponen
las determinantes fundamentales en las condiciones de vida.
75
4. La conquista del Analfabeto
El analfabetismo es un estado de necesidad. Pero la valoración de
ésta corresponde a quienes toman a su cargo la acción de corregirlo.
Sin embargo, el analfabeto no es un ente pasivo. Es una persona -
adulta, madura muchas veces- con una ubicación en el mundo en que
vive.
No siempre los alfabetizadotes, comprenden esto. Entre enseñar a
un niño y enseñar a un hombre hay diferencias sustanciales. El primero
está sujeto a una condición de minoridad que lo coloca en la situación
de ser dirigido, orientado, conducido. La docencia es, en buena parte,
tutela. La irresponsabilidad natural del niño obliga al educador a com
pensarla con una asistencia en el juicio, la valoración o la conducta.
El hombre, en cambio, a pesar de las limitaciones fruto de su igno
rancia, debe ser asistido, pero no tutelado. Tiene su propio juicio y sus
actos no carecen de responsabilidad. La deficiencia cultural no debe
confundirse con la falta de madurez. Una y otra son de naturaleza dis
tinta; la primera no subordina al sujeto en su relación con los demás; la
segunda sí.
De ahí que en una campaña de alfabetización los propósitos deben
inspirar por igual a quienes la promueven y a quienes serán objeto de
ella. Es necesario crear una comunidad de intereses entre unos y otros,
y, en la medida de lo posible, hacer que participen ambos en la planeación
y preparación de la tarea.
El significado cultural del analfabetismo -salvo casos excepcionales-
no es del dominio de los que lo padecen. El analfabeto no sabe a con
ciencia qué pierde con no saber leer. Es necesario, pues, transformar la
condición pasiva del no saber, en actitud capaz de intentar la supera
ción y la conquista.
Para lograr este cambio es fundamental que el analfabeto participe
en todo el proceso preparatorio de la alfabetización. Su colaboración
activa en los actos previos a la campaña irá remodelando su actitud. Se
convierte así, desde el principio, en actor y siente la tarea en que inter
viene como cosa propia. Alguna experiencia vivida nos ha enseñado
76
que la preparación de una campaña, si se sabe aprovechar, puede ge
nerar por sí sola el cambio de actitud del analfabeto frente a su propio
déficit
Como la campaña, además, actúa en forma colectiva sobre el gru
po, es fundamental descubrir dentro de éste las personas clave que
puedan facilitarla e impulsarla. En toda colectividad hay líderes influ
yentes. Individualizarlos, ganarlos a la causa, convertirlos en militantes
de los fines que se persiguen, es tarea de fundamental importancia.
Pasar de la toma de conciencia a la toma de actitud es crear en el
analfabeto la rebelión contra su propia ignorancia. Al alfabetizado^ lo
grada esa transformación, no le queda más que mantener y canalizar el
afán de superación así generado. Si el alumno, en cambio, no participa
de los propósitos que animan al alfabetizados opondrá resistencias: o
rechazo ostensible, u oposición, inconfesa pero tenaz, que malogran
todo esfuerzo. Hay que recordar que una condición de minusvalía fren
te a los demás, se resuelve comúnmente en actitudes de resentimiento.
Como se comprende hay que evitar este tipo de reacción a cualquier
costo.
Aprender a leer y escribir es un trabajo lento y penoso, de resulta
dos a largo plazo. Exige, por consiguiente, continuidad y tenacidad;
tanto al alfabetizador como a los alfabetizados.
Las gentes cultas atribuyen a la alfabetización determinados valores
que hacen de ella una necesidad imprescindible. Es común, además,
que supongan en los no cultos idéntica o parecida valoración. Creen
que ante la evidencia de la necesidad, todos, letrados o ignorantes,
participan por igual de la urgencia para satisfacerla.
Desgraciadamente no ocurre así. Entre los que no saben leer y escri
bir es frecuente que exista el deseo de superar su condición de analfa
betos; pero ese deseo se manifiesta como una vaga aspiración hacia
una conquista poco menos que imposible. Los obstáculos se le apare
cen como infranqueables. Para él tiene mucha mayor significación la
sucesión de pequeños inconvenientes que traban su esfuerzo, que la
finalidad, no siempre muy clara, que éste persigue.
77
Además, el hombre que vive en el limitado mundo de las realidades
inmediatas -el campesino, el obrero, la mujer atada a los quehaceres
de su casa- no articula la natural relación que existe entre el hecho
concreto y su expresión conceptual. Su razón se nutre mucho más de
hechos que de conceptos. Estos sólo valen en su significado general en
cuanto expresan una experiencia vivida o una creencia aceptada. El
hombre que no ha acostumbrado su raciocinio, por modesto que éste
sea, al manejo de las ideas, se mueve dentro de un mecanismo intelec
tual distinto del que rige para el hombre culto. Para éste, por ejemplo, la
idea impresa en el texto escrito es fácilmente transferida al ámbito de la
razón. Inversamente, también sin dificultad, es capaz de concretar ésta en
expresión escrita. Es la transvasación usual que se hace a través de la
lectura y la escritura y que es del dominio corriente en quienes usan de
éstas.
Pero este proceso, tan elemental y simple, no se cumple en el analfa
beto. Entre éste y el texto escrito hay una desvinculación que no es sólo
desconocimiento. El que no sabe leer no sólo ignora el texto sino que
además resiste a su contacto. Acostumbrado a fijar su juicio en tomo a
hechos niega su esfuerzo a la elaboración conceptual que no tiene otra
representación que un texto ininteligible. Por eso es tan importante ajustar
la enseñanza a los procesos intelectuales de los educandos; por eso
también es tan importante que el material escrito que se use para la
alfabetización, tenga en cuenta y respete la concepción del mundo que
tiene el alumno y los procesos elementales según los cuales se desen
vuelve su pensamiento.
Buena parte del éxito de la alfabetización radica en el acierto y saga
cidad con que se prepare el material de enseñanza, especialmente los
textos escritos. El hombre a quien están destinados ni tiene la concep
ción del mundo ni comercia con su razón, del mismo modo que los que
manejamos el lenguaje escrito. Al vincularlo a éste y facilitarle su com
prensión se le incorpora a un mundo nuevo que lo obligará a
insospechables y esenciales transformaciones. Es necesario pues man
tenerle la continuidad de su concepción del mundo y de su idea de las
78
cosas por lo menos en el grado primario de su alfabetización, para
evitarle distorsiones o dislocaciones consigo mismo que puedan pro
vocar rechazos sobre los cuales después le será muy difícil reaccionar.
El contacto del hombre con el texto escrito debe lograrse por la vía
natural, de modo que aquél encuentre en éste versiones sobre hechos y
realidades que son de su dominio habitual. El texto se hará así accesible
y confiable. Los temas, el lenguaje, los procesos intelectuales que los
inspiren, el vocabulario, participarán del mismo propósito. Si, al desci
frar el texto, el aprendiz encuentra su propio mundo, sus comunes for
mas de razón o de entendimiento, se hallará identificado con este nuevo
elemento que cae bajo su dominio. El mundo de sus realidades se arti
culará naturalmente con este nuevo mundo conceptual en el que se
introducirá a través de la palabra escrita.
79
es una que posteriormente pueden realizar los propios alfabetizadotes.
En esta etapa es importante conocer los alcances de la acción esco
lar; si es posible estudiando sus resultados a través del estado cultural
de los adultos.
La alfabetización no es una tarea de investigación, sino de asistencia.
Por consiguiente, aquélla debe ser limitada sólo a los datos más nece
sarios. El área puede comprender desde todo un país a un pequeño
distrito: dependerá su extensión de los alcances del proyecto.8
Simultáneamente o en una etapa subsiguiente, se iniciará la propa
ganda que es parte de la alfabetización. Tiene por objeto elevar al pri
mer plano de la preocupación colectiva el interés por ella y promover
una verdadera movilización general contra el analfabetismo. Si el área
se reduce a un distrito, la movilización pondrá en actividad todos los
recursos del grupo que puedan contribuir al éxito de la campaña; si a un
país, las proyecciones del programa pueden ampliarse en una exten
sión insospechada, comprometiendo la ayuda de infinidad de organiza
ciones públicas y privadas.
Tomada la campaña en la dimensión reducida de la acción distrital,
deberá organizarse la propaganda sobre la base de la colaboración y
de la movilización de los hombres y mujeres de la comunidad. Estos
deben intervenir en las deliberaciones preparatorias, en los actos de
propaganda, en el arreglo del local, en la organización de los grupos, en
el mantenimiento de la asistencia y la disciplina, en la organización de las
actividades y tareas que contribuyan al mejoramiento de las condicio
nes de vida de la zona.
80
Si los propios analfabetos intervienen activamente en la promoción
de la campaña, el éxito de ésta está prácticamente asegurado. Asimis
mo la favorecerá toda acción colectiva con vistas al bien común que
aunque no sea específicamente alfabetización, contribuya a prestigiarla
y a extenderla.
2. El Centro de Alfabetización.
Actualmente en todo barrio o localidad donde exista una escuela
para niños, pueden extenderse los servicios de ésta en beneficio de los
adultos. Mediante una compensación adicional el maestro podrá reali
zar una tarea también adicional.
Como el horario escolar para los adultos necesariamente debe fijar
se fuera de la jomada de trabajo, ya que la alfabetización no puede
entorpecer ni interrumpir el empleo, tanto el local como el maestro
pueden servir a ésta sin interferencia con las tareas escolares ordinarias.
En las zonas rurales es ésta la única solución. En los pueblos y ciudades
también puede serlo, aunque los centros urbanos permiten mejores y
más variados tipos de organización.
81
escuela, en este tipo de funciones, debe convertirse en un pequeño
centro de reunión. Los alumnos deben sentirse atraídos por otras co
sas, además que por su deseo de aprender. Una de las dificultades más
serias que deben vencer los centros de alfabetización es lograr la asi
duidad en laasistencia. Los alumnos ofrecen natural resistencia a ocu
par parte de sus horas libres en un trabajo penoso y excluyente como
es este
Aprendizaje. Para contrarrestar su renuencia, es necesario crear for
mas atractivas de bienestar: los agrupamientos dejóvenes, las activida
des de recreación, los deportes, los juegos de salón, etc., no sólo me
joran y enriquecen los vínculos sociales, sino que además contribuyen
a facilitar la organización de los grupos.
En las ciudades existen centros de reunión que, bien aprovechados,
pueden facilitar la tarea. Los gremios, las asociaciones culturales y de
portivas, etc., dan lugar a la fonnación de grupos que cotidianamente
se reúnen. Un buen servicio de alfabetización puede aprovechar esta
circunstancia. Los jóvenes que se resisten a asistir a la escuela como
actividad específica, -concurrencia especial, disciplina formal, ajusta a
un horario, exigencias de organización, etc.,- no encuentran obstáculo
para concurrir a las actividades de un curso de alfabetización que fun
cione dentro de su sindicato o de su asociación. El curso puede ade
más contribuir a su mejor preparación gremial, deportiva, etc., agre
gando a la alfabetización diversas actividades complementarias que
satisfagan los intereses especiales de los miembros del grupo. Una com
binación inteligente entre el organismo público y la acción privada, per
mitiría aprovechar el espontáneo agrupamiento de este tipo de entida
des para realizar con ellas una tarea cultural efectiva.
Es posible, además lograr los mismos fines por otras vías. La legisla
ción laboral puede facilitar la tarea de alfabetización, lo mismo los ser
vicios sociales a cargo del Estado sí a la vez que otorgan beneficios,
exigen cierto nivel de conocimientos básicos o, por lo menos, la certifi
cación de que se está en proceso de adquirirlos.
Para todo esto, como se comprende, se necesita el aliento de un
82
Estado de espíritu colectivo que mantenga propósitos y esfuerzos. De
los contrario el entusiasmo decae, el personal se burocratiza y la corro
sión mina la tarea. Son muchas las campañas de alfabetización que han
terminado en el abandono, por un proceso gradual y progresivo de
degeneración.
Si la alfabetización va unida a conquistas en otros órdenes, sus posi
bilidades de éxito son infinitamente mejores. Si simultáneamente el gru
po evoluciona hacia una reforma agraria o una organización colectivis
ta, o un tipo de asociación cooperativa, o a la conquista de una organi
zación sindical amplia y eficiente, o a una agrupación para
La defensa de intereses o necesidades comunes, el ámbito de las
perspectivas se amplía y los intereses mantienen la tensión. En tal caso
la alfabetización se convierte en una necesidad de la que inmediata
mente toman conciencia los miembros del grupo. Su éxito, en esas
condiciones no constituye problema alguno.
La escuela primaria, la casa ej idal, el local del municipio, un centro
social recreativo, un club, pueden servir de asiento al centro de alfabe
tización. En las comunidades y caseríos es frecuente que no haya ener
gía eléctrica. La escasez de luz dificulta la creación de centro de reunión
nocturna. La buena iluminación es fundamental. Actualmente la cues
tión se resuelve fácilmente mediante el uso de lámparas de gasolina o
queroseno “a mantilla” o de generadores de luz que accionan con la
fuerza del viento.
No sólo la enseñanza exige buena luz. Aprovechando ésta, además,
se pueden realizar diversas actividades instructivas y recreativas que
conviertan al agolpamiento de personas en un verdadero centro social.
Los campesinos, (como ciertos insectos nocturnos), se sienten atraídos
por la iluminación. Esa atracción debe aprovecharse con fines educati
vos.
Otro buen motivo de atracción es la música: la que se escucha, como
la que se aprende a ejecutar. En algunos países donde el dominio de
algunos instrumentos musicales está muy generalizado, la formación de
bandas, o de grupos de cantantes populares, o de cuerpos de bailadores,
83
puede ser, bien aprovechado, motivo fundamental de agrupamiento y
de recreación.
El cine, el uso de materiales audiovisuales, etc. contribuyen a crear
intereses en tomo a las actividades de tipo educativo. Sin embargo, en
las experiencias que hemos realizado, los materiales audiovisuales refe
ridos a alfabetización que utilizamos, no compensaron ni el esfuerzo
realizado para crearlos ni el costo de los equipos e instalaciones para
exhibirlos. Es posible que los educadores asignemos a este tipo de
material mayor eficacia que la que realmente posee.9
3. Textos y Métodos.
En una campaña de este tipo el material más importante es el de
lectura: textos para enseñar a leer y libros para alfabetizados.
La discusión sobre los textos para enseñar a leer lleva implícita la de
los métodos. Es lógico que primero haya que decidir sobre éstos antes
de considerar las condiciones que deban tener aquéllos.
Pero sobre esta vieja y discutida cuestión no puede tomarse posi
ción definitiva. Hay maestros que se manejan mejor con el método
global; hay otros que prefieren el fonético. Para la enseñanza de adultos
en los países latinoamericanos y para el grado común de preparación
de los alfabetizadotes, es posible que el método más adecuado sea
este último. Cuando hemos tenido necesidad de redactar una cartilla de
alfabetización, lo hemos intentado de modo que resulte aplicable tanto
para el método fonético como para el global. Lo importante es usar
giros y vocablos sencillos, usuales, compuestos por vocales y conso
nantes de fácil pronunciación y enlace; evitando en lo posible las letras
de doble sonido, o que se prestan a confusión; las combinaciones de
84
líquidas y licuantes, etc.
El método global exige un maestro experto e inteligente, del que no
siempre se dispone. Además, si desde el punto de vista psicológico
está más de acuerdo con el mecanismo de aprehensión infantil, no ocu
rre lo mismo si es aplicado a mayores. La correspondencia entre
globalización y percepción sincrética no se cumple en éstos como en
los niños.
Los temas y el vocabulario deben ser familiares, de fácil compren
sión, de contenido corriente. El lector debe encontrar en el texto -lo
decimos antes- hechos, juicios, expresiones, que no resulten ajenos a
su experiencia ni a su lenguaje.
Es deseable que cada maestro redacte su cartilla. Sin embargo, hay
que reconocer que en la mayoría de los casos esto no es posible. De
ahí que el servicio de alfabetización deba disponer de una o varias
cartillas en cantidades que permitan distribuirlas con largueza.
Los libros para alfabetizados, los que se ponen a su disposición como
material de lectura, deben participar del mismo criterio metodológico:
Son muy importantes en ellos los temas, el desarrollo de los mismos y el
vocabulario usado. Estos libros deben cooperar en la tarea asistencial
que se realiza. El ex analfabeto debe encontrar en ellos elementos útiles
para su vida y su trabajo, que llenen una necesidad de información, que
evacúen consultas, que aclaren dudas. Por algo los calendarios o alma
naques, con las informaciones sobre las actividades de los períodos
estacionales, son de uso tan frecuente en el ambiente popular campesi
no.
También es importante la renovación del material. Una buena revista
editada expresamente para alfabetizados, puede ser un aporte invalo
rable en una campaña de alfabetización. Más modesta, pero igualmen
te eficaz, es la edición de pequeñas cartillas o de hojas sueltas, de fácil
lectura sobre temas de interés directo.
Se comprende que un ciclo de enseñanza de primeras letras deba
comprender también nociones de aritmética. El conocimiento de los
números, de las operaciones básicas, etc., es tan importante como el
85
de la lectura.
En este aspecto hay que reconocer que los adultos tienen sus modos
propios de utilizar los números y de hacer, inclusive, operaciones y
combinaciones con ellos. La mejor enseñanza consiste en informarse
sobre esos modos, utilizarlos en la medida en que lo sean, racionalizar
sus procesos, e instruir a quienes los usan en las formas sustituti vas, más
simples y raciones, que aconseja la matemática elemental.
4. El Programa.
Debe comprender además algunos conocimientos de orden general,
especialmente de geografía, historia, y de las actividades que son co
munes a la vida del grupo. En alguna ocasión, frente a la diversidad de
temas posibles -y ajustados a obligadas limitaciones de tiempo- opta
mos por resolver la cuestión proponiendo a los propios alumnos que
eligiesen los asuntos sobre los cuales les interesara una mejor informa
ción. Nos sirvió para comprobar la variedad de cuestiones cuyo cono
cimiento preocupa a los adultos y la sencillez y claridad con que las
expresan. Desde la redondez de la tierra y las fases de la luna, hasta las
leyes laborales que los protegen, son todos temas que concitan su inte
rés. El analfabeto o semi-analfabeto actual tiene una concepción del
mundo fragmentaria y desarticulada, en la que se combinan datos sor
prendentes de las últimas conquistas logradas por el hombre, con igno
rancias profundas sobre elementos del conocimiento vulgar que pare
cerían ser del dominio universal. En tal situación resulta imposible inten
tar la satisfacción de sus deficiencias más notorias con el propósito de
nivelar sus déficits más notables. Porque éstos participan igualmente de
la anarquía y del desorden intelectual de cada uno.
Es posible que sea acertado organizar el programa sobre la base de
un sector de exigencias concretas: lectura, escritura, cálculo, elementos
de ortografía y de redacción, etc., agregando otro sector optativo u
ocasional como información sobre los asuntos que más interesen al
grupo. Es posible, además, que una determinación previa de los mis
mos permita cierta organización para su posterior ordenación y desa
86
rrollo.
El programa debe también incluir información sobre las tareas que
se realicen con relación al desarrollo y mejoramiento de la comunidad.
Pero este sector de las actividades debe estar condicionado a los obje
tivos y extensión del programa que se quiere realizar. Si se trata de
alfabetizar, simplemente, será muy restringido; pero sí se pretende pro
mover la transformación integral de la comunidad, sus posibilidades
resultarán insospechadas.
*.
5. El Alfabetizado!
Es frecuente que las campañas de alfabetización se inspiren en el
propósito patriótico de una movilización general de los que saben y de
los que no saben. Esa estrategia puede tener éxito en los países donde
profundas conmociones hayan impulsado movilizaciones colectivas con
propósitos de ayuda: los que han salido de una guerra, o de una calami
dad nacional, o que son arrastrados por transformaciones revoluciona
rias. La campaña de Torres Bodet en México, bajo el gobierno del
r
general Avila Camacho, encuadró en una situación de esa naturaleza.
Más todavía la de Vasconcellos, en tiempos del general Obregón. Pero
ni aun así los resultados concretos marcaron grandes éxitos. Los servi
cios escolares se extendieron notablemente, pero el analfabetismo en
los adultos sigue denunciando índices altos. Es lógico suponer que si un
afán colectivo de mejoramiento mantiene en tensión a la población de
un país, esa tensión pueda canalizarse hacia la acción alfabetizadora.
Pero es evidente que en los países de vida normal, que no experi
mentan crisis o transformaciones profundas por lo menos en lapsos
prolongados, la capacidad de reacción colectiva frente a impulsos o
estímulos de mejoramiento común, pierde receptividad. Las gentes, en
medio de un orden aceptable, reducen los problemas a sus problemas.
La seguridad y el orden público. Las gentes hallan su mundo bueno y
no lucha por conquistar otro mejor. Un llamado a favor de la alfabetiza
ción, por patético y urgente que sea, no es atendido. El ejemplo del
Uruguay en las dos campañas a que se ha hecho referencia en otra
87
parte de este trabajo, así lo prueba.
Si en el primer caso la movilización puede proveer de alfabetizadotes
voluntarios, en el segundo no. Pero en ambos la conquista es proble
mática y no puede empeñarse, sobre las remotas posibilidades que
ofrece, el éxito de la campaña. Por eso nos inclinamos por la solución
del maestro de la zona como alfabetizador, en los medios rurales; por
alfabetizadotes que realicen la tarea como profesión -sean maestros o
no- en los centros poblados.
La tarea radica en convertir al maestro en un militante de la causa
colectiva. Esto es posible si se siente asistido, apoyado, reconocido, en
la obra que realiza. Es frecuente que los maestros en sus escuelas cam
pesinas se burocraticen o se abandonen. Frecuentemente el ambiente
los traga. Es la consecuencia del aislamiento y la invalidez en que se les
deja; del olvido en que caen. Muy distinta es la situación cuando traba
jan apoyados y asistidos por otros organismos de colaboración y ayu
da.
La tarea de alfabetizar, así como toda otra que pueda realizarse en el
orden del mejoramiento de la comunidad, exige un grado de idoneidad
que se aproxima al nivel profesional.
Si hay maestro al que se pueda recurrir, seguramente no se encon
trará mejor solución para proveer de personal al centro de alfabetiza
ción. Si no lo hay, habrá que echar mano de quien esté en condiciones
de sustituirlo. Para los alfabetizadotes no maestros y aun para los que lo
son, será conveniente organizar cursos de capacitación para personal
en servicio, que les permitan corregir y mejorar sus métodos y procedi
mientos educativos. Estos cursos no deben ser sólo de capacitación
docente. El alfabetizador tiene que realizar una tarea múltiple de organi
zación de la comunidad, de convivencia, de promoción de actividades
diversas para el mejoramiento. Necesita siempre afinar y corregir su
preparación y, por sobre todo, comparar sus experiencias con las que
han vivido sus colegas. El análisis y la crítica del trabajo realizado es una
rica fuente de posibilidades para el mejoramiento docente.
Para el maestro las actividades del centro de alfabetización supon
88
drán un sobrecargo de tareas. Como es lógico éstas deben ser remu
neradas con una paga adicional. Es frecuente que en los llamados de
los gobiernos en pro de la alfabetización de sus pueblos, se omita el
requisito de proveer de recursos. Una campaña de alfabetización que
pretenda ser un servicio público debe ser pagada como corresponde.
El sueldo del alfabetizador puede o no representar un incentivo, pero
será siempre una retribución de justicia. Además, obliga en una medida
distinta que el simple acto voluntario.
6. Los Recursos.
Es frecuente que las campañas de alfabetización se inicien sobre la
base de un llamado patriótico a la solidaridad. Es un método que ya ha
dado sus frutos. Sirve para exhibir una preocupación de interés públi
co, pero igualmente para eludir obligaciones y responsabilidades. Un
país que quiera combatir el analfabetismo, debe proveer de los medios
necesarios que hagan posible la tarea.
Los problemas vinculados a la financiación de los servicios escolares
son variados y complejos. Cada país los resuelve según su organiza
ción. Los hay centralizados, federados, municipales; con aportes pri
vados, voluntarios u obligatorios, etc.; con intervención o exclusión de
los particulares; aplazo fijo o con indeterminación de tiempo.10
Cualquiera sean las condiciones, lo importante es que los recursos
constituyen financiación suficiente. En América Latina esta cuestión ha
adoptado las más variadas formas. El citado libro de Luis Beltrán Prie
to contiene excelente información sobre el tema.
En general, hay una tendencia marcada a hacer participar a las em
presas comerciales, industriales, agropecuarias o mineras, en el soste
nimiento de los servicios de alfabetización, lo que es evidentemente
justo y acertado. Pero también, en general, si se comparan las precep
89
tivas legales con los índices de analfabetismo, salta a la vista que aqué
llas no se cumplen o se cumplen defectuosamente. A la previsión en los
recursos debería corresponder una reducción -que no se registra- en
los índices de analfabetismo.
Como criterio general está bien que las fuentes particulares provean
los recursos, por lo menos en parte. Sin embargo, la formación, desig
nación, mantenimiento y vigilancia del personal, deberá reservarse al
Estado. En ningún caso éste renunciará a su derecho a supervisar los
servicios educativos.
También como criterio general, debe planearse la lucha contra el
analfabetismo como un programa intemporal o a muy largo plazo. Los
planes sujetos a períodos breves pueden tener algún valor político pero
no corresponden a la naturaleza de la tarea. Si desde fin de siglo hasta
el presente, el número de analfabetos en América Latina no ha experi
mentado reducción, el trabajo que hace falta realizar deberá ser más
amplio y esforzado que el que se ha hecho hasta ahora.
Tan importante como mantener los servicios de alfabetización es sos
tener el nivel cultural de los alfabetizados. El hombre salvado del anal
fabetismo no debe retomar a él. El único procedimiento para evitar
esto es facilitarle, permanente y renovadamente, material de lectura.
Una organización editorial y de distribución de materiales preparados
especialmente, tendiendo en cuenta las apetencias e intereses de los
alfabetizados, es condición indispensable para el éxito de la campaña.
La experiencia muestra que dos son las causas de mayor número de
analfabetos: la carencia o insuficiencia de las escuelas y el aprendizaje
incompleto combinado con la falta de incentivos para leer. Pocos éxi
tos puede lograr un plan de alfabetización si no evita estas causas que
constantemente generan nuevos analfabetos. La campaña propiamen
te dicha debe ir acompañada de una revisión de los servicios escolares,
a fin de corregir la falta de escuelas, la inasistencia y la deserción pre
matura de los alumnos.
Los pueblos y sus gobiernos deben resignarse a la idea de que una
campaña de alfabetización eficaz insume muchos años y mucho dinero.
90
Además, deben comprender que se trata de una tarea sin fin. El mundo
del presente ya no admite ciertas carencias en el hombre que a él ingre
sa; entre ellas, la de no aprender a leer y escribir. El dominio del alfabe
to se ha convertido así en uno de los fines importantes del Estado.
Quien no lo entienda de este modo, está desertando del presente y
comprometiendo peligrosamente el porvenir.
7. Conclusión.
La lucha por la alfabetización es un capítulo importante de la más
amplia y general en que las fuerzas progresistas de todo el mundo se
empeñan en favor de la redención humana.
Esta expresión de una comunidad de intereses universales es sin duda
el signo más alentador del presente. Los pueblos marchan a la conquis
ta de un mundo mejor. Y en esa marcha -que tiene también detencio
nes y retrocesos- no están solos. Un impulso universal, sin fronteras y
sin banderas, los empuja hacia nuevas y renovadas formas de supera
ción. La esclavitud, el coloniaje, la miseria, la ignorancia, la discrimina
ción racial, sólo subsisten, a la altura de estos tiempos, bajo el signo de
la maldición. Es nuestro deber-en el sector que nos corresponda y en
la medida de nuestras fuerzas- contribuir a erradicarlos. Si lo hacemos,
habremos cumplido con un imperativo que a todos nos alcanza.
Julio Castro
91
CAPITULO 3
MISIONES SOCIO-PEDAGÓGICAS.
93
tación de la Comisión de Delegados de las Asociaciones de Maestros
en el Congreso de Maestros Rurales de 1949. “En el hecho educacio
nal se distinguen bien claro dos elementos de cuya combinación, en la
dinámica de los procesos, surge precisamente aquel. Uno de esos ele
mentos lo trae el individuo de aporte de sí para la construcción de su
propio ser: impulsos, emociones, vocaciones, modos de desarrollo,
etc. El otro en cambio viene de afuera como una influencia coactiva: es
el mundo histórico cultural al cual el individuo ingresa. Todo educando
sufre la influencia coactiva del mundo social al que se incorpora como
un nuevo miembro”. (Anales de Instrucción Primaria No. Especial -
época II. Tomo XII. Enero, Febrero y Marzo 1949. Pág. 94). Las
consecuencias educacionales las plantea diciendo: “cuanto mayor el
atraso, mayor la diferencia entre el campo y ciudad, cuanto mayor el
adelanto, más se reduce esa diferencia” (Obra citada pág. 96).
Para J. Castro solucionar las necesidades básicas de los alumnos es
prioridad frente a la alfabetización “por eso entendemos que la escuela
debe tener como fin primario corregir los déficit de vida y de ambiente
que obstaculicen el desenvolvimiento del alumno. No en el sentido
teórico de la expresión sino en la práctica diaria del vivir. La escuela
debe realizar una acción compensadora a efectos de contrarrestar la
deficiencias del medio: si hay hambre, dará de come, si ignorancia ofre
cerá cultura, si trabajo excesivo para los niños harádeljuegounade
sus actividades fundamentales”, (pág. 68)
“Hasta ahora la escuela ha vivido a puertas cerrada frente al vecin
dario. Hay razones para ello y seguramente traerá muchos trastornos
la intervención activa de la escuela en la vida social. Pero hay que ten
tarla, porque la escuela en la situación actual, pierde lo mejor de sus
posibilidades como factor de cultura popular” (Obra citada pág. 99).
Todas estas concepciones acerca de la educación y de la escuela
eran compartidas por quienes pusieron en marcha las misiones socio -
pedagógicas: los maestros de las escuelas rurales, los estudiantes
magisteriales de Montevideo y los estudiantes universitarios que parti
ciparon pertenecientes a diferentes facultades.
94
Cronología sobre las Misiones Socio - Pedagógica en
el Uruguay tomada de un documento mimeografiado cuyo autor es
Jorge Bralich impreso en agosto de 1963 (impresora SIGNO)
95
Caraguatá en 1945 y en Pueblo Fernández en 1947)
Los resultados de estas primeras misiones reafirman la idea de que el
problema del rancherío tiene causas de carácter económico y social y
que las misiones por sí solas, son incapaces de erradicar ese problema
de nuestra campaña, por lo cual debían efectuar fundamentalmente una
extensa labor de difusión del problema “esa situación ... (de los
rancheríos...) solo podrá superarse por una sustancial transformación
de la explotación económica del medio campesino, por la reforma
agraria, por la ganadería intensiva, por la industrialización del campo, es
decir, por la creación de fuentes de trabajo productivos... mientras así
no se encare, toda obra de cultura e instrucción será ilusoria”. “Cree
mos... es uno de nuestros deberes, ir presentando cada uno de estos
rancheríos al conocimiento público. Es esta una de las maneras de sen
sibilizar al habitante de la ciudad, frente a la tragedia de sus hermanos
del campo. Es necesario crear un estado de conciencia que haga posi
ble las soluciones de fondo...”
1946- Se presenta un proyecto para organizar oficialmente este mo
vimiento, no prosperó.
1950 -1951. El movimiento misionero tuvo un momento de gran
auge. Después del proyecto llevado adelante en Palmar Grande se
crea el Instituto Central de Misiones Socio - Pedagógicas. Sus finalida
des “bregar por la recuperación total de los núcleos poblados de la
campaña uruguaya, que por sus condiciones de vida, económicas y
socio - culturales, reciben las denominación de rancheríos. Aspiraban
al desenvolvimiento autónomo de los hombres, ai requerimiento de
soluciones globales inmediatas de orden económico, sanitario y moral,
para el logro de una cultura superada que esté de acuerdo al nivel
óptimo de la época”.
A fines del mismo año se crea el Instituto del Servicios Social Rural
Universitario, el proyecto comprendería el conjunto de actividades de
la Universidad destinadas a determinar la colaboración con nuestra cam
paña y sobre todo con su fracción más pobre.
Ninguno de los dos proyectos prosperó.
96
1951 -1953. Se continúan realizando misiones. Las misiones se
guían siendo elogiadas por lo que significaban como toma de concien
cia frente al problema de los rancheríos y como esfuerzo desinteresa
dos. A pesar de todo desde la Universidad se hacen críticas a sus
métodos de trabajo.
En todo este proceso se vislumbran dos posturas que intentaron
equilibrarse:
1. De los universitarios que buscaban soluciones de fondo para los
problemas.
2. La del magisterio que veía en el trabajo misionero una prepara
ción para el maestro rural. Se logró una posición intermedia que atendía
la necesidad de cambios fundamentales por un lado y la necesidad de
encarar una labor viable dentro de la estructura jurídico - social de
nuestro país.
1955 - Se dio forma orgánica al Centro de Misiones Socio - Peda
gógicas de Montevideo, estableciéndose después de largas discusio
nes sus estatutos.
1956 - En el Presupuesto General de la Nación se destinó una par
tida para distribuirse entre las distintas misiones, las cuales por esta ley
quedaban oficializados. El Consejo Nacional de Enseñanza Primaria
fue el encargado de fiscalizar la distribución de los rubros, abocándose
a la creación de Centros Departamentales Oficiales.
En octubre de 1956 se realiza el Primer Congreso de Centros de
Misiones. En su temario se analizaron todos los problemas relaciona
dos con el rancherío rural... “se afirmaba la posibilidad de recuperar al
hombre del rancherío a través de su propia actividad, se definía al
rancherío como una formación esencialmente rural, producto típico de
nuestra economía campesina, sobre todo pecuaria, que se evidencia en
condiciones deficitarias de alimentación, vivienda, salud, educación. Su
origen es pues eminentemente económico
1958 - Se realiza el Congreso de Misiones Oficiales. Se trató el
equilibrio entre los aspectos asistenciales y educacionales de la misión
acordando: “que el trabajo de misiones debe fundarse en el proceso
97
educativo, mediante el cual el grupo social hace suyas las realizaciones
y estas constituyen respuestas a las interrogantes que la comunidad en
su proceso de superación haya establecido”, y que “es indispensable
lograr un adecuado equilibrio entre los aspectos asistenciales y educa
tivos para cada uno de los sectores de trabajo”.
(Opino que de esta manera se suavizaba el trabajo de las misiones,
quitándole la connotación de revolución de los rancheríos y la búsque
da de soluciones de fondo).
98
Setiembre, sábado 1 folio 402 “ visitan la escuela y la zona dos
delegados de la “Misión Pedagógica” que llegará a esta el 20 de cte.”
Setiembre, martes 18, folio 403 “ comunican que los integrantes de
la misión pedagógica llegarán a esta el 20”
(jueves 20 y viernes 21 “sin asistencias por lluvias”).
Setiembre, lunes 24 folio 404 “siendo aproximadamente el medio
día llegan los Integrantes de la 2a. Misión Pedagógica efectuada en el
país. En las horas de la tarde inician el desarrollo del programa, con una
conferencia y una sesión de teatro de títeres”.
Setiembre, martes 25 folio 404 “debido a la lluvia no hay asistencia.
En horas de la tarde los misioneros visitan 4 agrupaciones de viviendas
que constituyen 4 rancheríos circundantes”.
Setiembre, miércoles 26, folio 404 “continúa la labor de los Estu
diantes Magisteriales”.
Setiembre, jueves 27, folio 404 “se suspende lo programado para el
día, debido a la lluvia”
Setiembre, viernes 28, folio 404 “los visitantes emprenden el regreso
a quienes acompañamos.”
(No hay nombres ni número de los integrantes de la Misión, tampo
co firmas de algún Inspector que se hubiera hecho presente)
Algunos datos recogidos del folio 412 del año 1945 representan la
realidad de ese momento.
Promovidos Repetidores
1er año 11 14 25 9 11 20
2doaño 4 6 10 5 4 9
3er año 4 6 10 3 2 5
totales 45 34 79
99
1 - Correa 1 - Lara 5 - Blanco 1 - Pereira 7 - Gómez 3 - Palacios
1 -Verges 4-Mansilla 1 - Ramírez 2-Ferreira 1 - Franco 2-Oten
2 - Pérez 1 - Meléndrez 1 - Lapaz 2 - Orona 1 .
100
eos, analfabetismo, organización de la familia, cultivos, higiene, etc.).
Higiene (atención de la policlínica médico-odontológica,
vacunaciones, curaciones, instrucción dietética, etc.). Manualidades
(enseñanza de bordado, costura, carpintería, etc. ). Asistencia
agronómica (asesoramiento sobre cultivos, distribución de semillas,
etc.). Cultura: (funciones de títeres, cine, danzas, deportes, etc.).
Los equipos de integran con estudiantes de magisterio, escuela in
dustrial, escuelas agrarias, médicos, odontólogos, agrónomos y
maestros. (Bralich pág. 50).
AÑO 1958
Setiembre 3. Folio 59
“ Recibo una comunicación del señor Inspector para que en el día de
mañana asista a las 18 h, a la Inspección de Escuelas, con motivo de
reunirse la Comisión de “Misiones Pedagógicas”.
(El personal docente de ese año 1958 surge del folio 34 y 36: Maes
tra Directora Laura Ribolla de Arrospide y las Maestras Delia Bonti de
Rey, Mary Albertina Gavarone y Mirta Vargas).
Setiembre 8. Folio 60
“ Solicito al señor comisario seccional, una copia del último censo
levantado por la policía, ya que el mismo me fuera solicitado por el
“Centro de Misiones Socio Pedagógicas de nuestro departamento. En
el día de mañana me lo enviará a la escuela, para remitirlo.”
101
Octubre 6. Folio 65 y 66
“ Distribúyense entre la totalidad de los alumnos invitaciones para
una reunión a llevarse a cabo el próximo miércoles 8, con la finalidad de
constituir la Comisión de Colaboración con la Misión Socio Pedagó
gica que en breve se trasladará a esta localidad... Envíase invitaciones
a la totalidad de los miembros de la Comisión Fomento y al señor
Comisario seccional.
Octubre 8. Folio 66 y 67
“En el día de la fecha reúnense en el local escolar los vecinos de la
zona y maestros de esta escuela con la finalidad de constituir la Comi
sión que colaborará en lo posible con la misión socio pedagógica que
en su carácter de permanente actúa en esta localidad desde el año
1957”. (Vistas las anotaciones del Libro Diario del año 1957, no se
han encontrado menciones al funcionamiento de la misión en el trans
curso del año).
102
Octubre 20. folio 69
“En el día de hoy establécese en esta escuela la Misión Socio Peda
gógica que actúa con carácter permanente en esta localidad.
En horas de la mañana dedícanse a arreglar sus equipajes y demás
detalles. Por la tarde, a las 18 h llévase a cabo el acto de inauguración,
hablando en primer término el Inspector Departamental Don Víctor
Fernández Prieto, seguidamente la presidente de esta Misión señora
Juana Camino de Braga. Luego una parte a cargo de los niños de la
escuela, consistente en coros y bailes. Por último son exhibidas 4 pelí
culas.
Cerrando las actividades del día de hoy la señorita Inspectora de
Zona Juana Pérez, explica al público los cursos para adultos que se
iniciarán en el día de mañana”.
103
Mes do
Asistencia» Fulla»
5 x
Ocurrencia!» y labor dianas 0 0 °
j 3 s
2 »- &
Toul
g
s
z z 5
!
i
I
i
<r
104
\
X
Asistencia* Faitev.
Ocurrencia» y labor diaria»
l'
I
I
/¿t? t=~e^ ¿
^/Z'
C^hrr Z&T
1
ct^ '
C *
•''
> I
« 4%c¿£ta o&fyjutÁi Y
105
1
Mes do
Asuénela* Faltaa
I
Ocurrencia» y labor diario
i
> z 1
*.
S&
" sÁ7 .
c \ /'/rraléJÍa. • ^<’~^-
^^wREjassa
106
1 Año
*l9_4<£ Mes de '.
Asistencias Faltas
A ''.-¿A ***
r
G^>7 <2^ . ./¿f
■¿
y CtX'>-'^<¿>'i¿s Ai z^<K>»**y
— x -/• ^< *• _ « •
z
-¿S¿.-X^ís
107
19uT</ Mog do /z/ 5
á
'.
C r'
-•í
■ )
i
13 i
í
Sil
!
f
I
<
108
Asistencia*
Ocurrencias y labor diarias
rI
<
I
<
j.
!_>'
r.->
'■■ i
'. i
I
¿>?
í
* '<e^.
I 'íi"■
i I
1L
! i
¡
íí I K
..
109
iviua ae_„ ¿c-íf
ir >■
Asistencias Faltas
’<z^. okZ'^¿z'¿<,x
'/(.
110
Año I9.^y.
Asistencias Faltas y.
Ocurrencias y labor diarias «•
i
><•
iz 3
>
6
z
3
?
• J
¿y
i
•'
I
<& c
*
*s¿ f't
a
t
i
_. Slf S^l C4&
* o
f-
111
Mes de -
/
/
‘ Ocurroncias y labor diarias
Físttaa
<
I
J* .
d
J!
■->:
■.i i
i
á'
•J¡ í '.
í
!
¡i r
i
I
01 ‘
íd >
? y.
l'
i
i
¡
■
j
3
<
<
112
II?
. Año 19 X.
Asistencias Falta»
i <
:
Ocurrencias y labor diarias
i
!i p¡
i
¡
fe
a<2 • »*
■ ?»'
ri
i
¡f
113
•/
,am>V2.¿'S Mes de. . • ¿b i
A~—
I
d» liwe/lpto»
Aaiatonci» Falta»
ToUl
Ocurrencias y labor diaria» •»
>
A
z
1
k > z
3
o/-z>
¿Z ,^¡-^7 •
^t^c.->7
^ZZ2>> A C^c^ ¿
**
p4
/~¿ c/c
*.
• ^Q.~^^-¿Ú1
í
f
¿¿J <Y '&’' óf & /fía. *
-// -/zsf't
' U 1? ■
/& /¿¿t/t, *
í
C&c¿£¿4 ‘t ¿¿¿tes/ ¿¡i/'
-¿¿edr-' ¿j// *
¿J?-/C»ynar
, ¿/¿^U¿t&¿¿¿7
*
F.
■X
114
■
- á^caAr 9^-~*.
rr
&>?/&
['
piffít.
•z
¿tó
115
Año 1959. Folio 114
21 de setiembre
116
En el día de hoy continúan los trabajos los misioneros establecidos
en esta escuela. En horas de la mañana el Sr. Ingeniero acompañado
por cuatro señoritas visita algunas huertas. Los niños disfrutan de un
espectáculo de pantomima a cargo de artistas pertenecientes al
“SODRE”. Finalmente realízase una reunión con los pobladores reti
rándose los misioneros en horas de la noche.
117
misioneras del mismo estilo que las enumeradas.
118
CAPITULO 4
COORDINACIÓN
ENTRE PRIMARIA-SECUNDARIA
119
ñanza Secundaria deben cambiar, el liceo no puede ser solamente la
antesala de la Universidad, seleccionando a los más capaces, lo que
redunda en definitiva en una selección de clases sociales. Esta selectivi
dad sólo se medía por el rendimiento cuantitativo, por el mayor núme
ro de sobresalientes, de niños prodigio.
En 1949, el maestro Castro decía que el mejor liceo será aquel que
lucha por incluir a todos los alumnos sin importar la clase social, for
mando la mayor cantidad posible de alumnos, expresión, que tiene
plena vigencia hoy, en nuestros días. Por todo esto hablaba de “un
dualismo artificial: Primaria-Secundaria”, pues consideraba que los fi
nes de una u otra enseñanza debían ser los mismos.
Llegamos entonces a la conclusión de que todos los alumnos de
Enseñanza Primaria deberían poder continuar estudios secundarios, esta
era la base del pensamiento de Castro. Por lo tanto, los fines de una u
otra enseñanza serían los mismas, escuela y liceo para todos.
Es sorprendente, la actualidad de esa expresión de deseo, ya que
hoy, a cincuenta años de aquellas expresiones, el deseo es el mismo,
que nuestros alumnos completen los ciclos primarios y secundarios,
sería el mayor anhelo.
El maestro Castro, en ese entonces Sub-Inspector Departamental
de Enseñanza Primaria de Montevideo, realiza un informe sobre la si
tuación que él percibe en la enseñanza y aporta datos numéricos que
muestran esa realidad.
En un relevamiento realizado a nivel de todos los liceos de Monte
video entre los años 1940 y 1947, los porcentajes que se obtienen son
muy preocupantes en cuanto a:
120
a Examen y casi un 35 % quedan eliminados, porcentaje que es real
mente alto.
En 1943, comienza el sistema de promociones para el ingreso al
liceo, ya que anteriormente era obligatorio el sistema de examen de
ingreso. Esto eleva el número de éxitos sobre los fracasos.
Tomando el año 1943 al año 1947, el alumnado de 1 er. año de los
liceos de Montevideo, y realizando una comparación entre los alumnos
que entraron por promoción (que provienen de escuelas públicas) y los
que lo hicieron por examen (que provienen de escuelas privadas), se
obtienen los siguientes porcentajes, que también surgen del informe
presentado por Castro.
Los datos nos muestran una realidad, los alumnos que entraron con
121
pase escolar obtienen un porcentaje mayor de éxito. Los alumnos se
nivelaron, desapareció la ventaja que tenían algunos alumnos de prime
ro que habían tenido que preparar examen de ingreso, pues en el pri
mer año que se aplicó (1943) se había realizado en forma irregular por
la premura con que se estableció la reglamentación, según surge del
informe que estamos analizando.
De todas maneras, y volviendo a la cifra inicial que indica que sólo un
tercio del alumnado logra la promoción, porcentaje que indudable
mente es muy bajo, amerita que ese fracaso de nuestros alumnos de
Enseñanza Secundaria, sea analizado. El maestro Castro analiza cada
uno de los factores que influyen en ello, poniendo énfasis especialmen
te en la falta de Coordinación entre Primaria y Secundaria.
Respecto a los programas, señala que hasta ese momento, no se
había realizado coordinación alguna entre los programas de uno y otro
nivel de enseñanza. Esto peijudica al educando, pues le trae incerti
dumbre, pues no sabe con lo que se va a encontrar, al pasar al liceo, y
muchas veces no coincide lo que aquí se le exige con los conocimientos
previos que el alumno trae.
Al no existir coordinación, el maestro cumple con su programa y
cada profesor recibe al alumno exigiendo de acuerdo a su programa,
sin ahondar en los conocimientos previos, fundamental a los efectos de
comenzar a tratar un tema y que a su vez el alumno sienta que existe una
continuidad, relación y coherencia entre uno y otro nivel.
Por otra parte, Castro insiste en que la escuela tiende hacia una
formación integral del educando, a impartir más que nada conocimien
tos prácticos y el liceo tiende hacia lo teórico y abstracto. ¿Cómo lo
gramos sin coordinar, que el niño-adolescente comprenda o asimile
rápidamente estos cambios?
Todo aquel planteo, Castro lo resume diciendo algo que a nuestro
entender es la esencia de todo su pensamiento con respecto al tema
coordinación entre primaria y secundaria. Dice así: “El proceso educa
cional que cumple un niño que cursa Primaria y después sigue en el
liceo, es sólo uno”. “La unidad del proceso educativo la da el edu-
122
cando y no las instituciones o los programas”.
Con respecto a los docentes, el documento que presenta el Sub
inspector de Enseñanza Primaria de Montevideo Julio Castro es tam
bién muy claro. Expresa que las diferencias que puedan existir entre
maestros y profesores, surgen de la formación profesional de unos y
otros.
Situándonos en el año 1949, fecha del documento que estamos ana
lizando, el maestro para ejercer como tal, debe cursar “estudios profe
sionales, especializados y excluyentes” y “para ocupar su cargo y ejer
cer su profesión, necesita obtener su título”.
El profesor de Enseñanza Secundaria, es generalmente profesional
de otras áreas, artista, etc, por lo tanto carece de formación docente,
es autodidacta, actúa por intuición y prioriza la adquisición de conoci
mientos. La heterogeneidad de formación es un problema aún no solu
cionado actualmente.
Esta diferencia de formación, es la que hace que los docentes se
sitúen de distinta manera frente al educando. El maestro apunta desde
su formación, pedagógico-didáctica, a la formación integral de los
educandos, el profesor en cambio hará énfasis en la adquisición de
conocimiento.
Castro expresa que no debemos “Discutir ni calificar” estas situacio
nes, sólo debemos demostrar que son distintas. Pero, es de toda evi
dencia que el modo de presentarse plantarse frente al alumno de uno u
otro frente a una clase, va a ser diferente.
El maestro va a contar con el respaldo de un marco teórico, dado
por el estudio de asignaturas tales como pedagogía, sicología, didácti
ca, etc. que lo preparan para la relación con ios alumnos, para la
relación enseñanza - aprendizaje, para llegar a ellos; el profesor sin
esta formación apelará sólo a lo que su intuición le dicte, su “inspiración
personal” como dice el maestro Castro y hará énfasis específicamente
enlocognitivo.
Frente a toda esta situación, sin dudas el más desprotegido es el
educando, nos preguntamos entonces, cómo se posiciona el alumno
123
frente a esta situación. El alumno siente incertidumbre, inseguridad y
angustia pues pasa de un nivel escolar a otro superior sin tener la infor
mación necesaria como para lograr realizar el pasaje con éxito.
El alumno de primaria, nos dice el maestro Castro en su informe,
cursa sus estudios primarios con un solo maestro, durante todo el año.
Al pasar al liceo va a tener un profesor para cada asignatura, serán
entonces once o doce profesores nuevos en asignaturas también nue
vas.
Y éste, es a nuestro entender el problema medular, que el pedagogo
plantea con una claridad meridiana y con una vigencia total. Por ello,
decimos que sin lugar a dudas fue un visionario, en cuanto al planteo de
este tema, tan actual y aún no resuelto.
Esta transición de la escuela al liceo, de un maestro único a múltiples
profesores y múltiples asignaturas, provoca en el educando incertidum
bre y ansiedad, pierde confianza en sí mismo, lo que afecta su autoestima
y evidentemente no lo prepara adecuadamente para el acto educativo
en sí. Cuando llega el momento de aprender, no se disfruta, pues las
condiciones no están dadas.
Lo que el maestro Castro plantea en 1949, vigente hasta nuestros
días, habla de afectividad y vínculos que son tan importantes en el
acto educativo. El educando necesita estar confiado y tranquilo, al
momento de iniciar una etapa superior en sus estudios, como es co
menzar el liceo.
En la escuela el educando logra fortalecer vínculos afectivos con sus
maestros e incluso con sus compañeros de clase, pues comparte con
ellos un importante número de horas. El maestro logra conocer a sus
alumnos y atender las dificultades de cada uno.
El niño siente que ir a la escuela no es sólo para incorporar conoci
mientos, lo hace casi sin darse cuenta, pues encuentra en su casa de
estudios, también planteado por el maestro Castro, campo para su
curiosidad intelectual, como para desarrollar su afectividad.
En el liceo se asiste a otra realidad, otra organización de los tiempos,
el profesor está con sus alumnos 40 o 45 minutos, desde una a cinco
124
veces por semana. Así lo expresaba Castro: “Es un contacto fugaz,
nervioso, sujeto a la tiranía del reloj”. “El profesor apremiado por
el tiempo, dicta la clase buscando el mayor aprovechamiento para sa
tisfacer las exigencias del programa”. Sin embargo, el profesor debería
ser un referente para sus alumnos, calar más hondo en el alma de los
estudiantes, servir de guías.
Esta realidad puede ser constatada en todos los tiempos. Corres
ponde destacar una vez más la vigencia del pensamiento del maestro,
ya que en una investigación realizada en el año 2004, el problema que
surgía permanente, planteado no sólo por los estudiantes sino por los
profesores era el factor tiempo, que impedía que la pareja educativa
por esencia profesor-alumno establecieran vínculos afectivos que hi
cieran más placentero el acto de aprender.
Por esta razón es que el timbre cada 45 minutos y el cambio de
profesor no favorece en absoluto la relación educando-educador. Se
produce una fiagmentación de la jomada educativa, que para nada es
favorable. El educando no termina de adaptarse a la modalidad de
enseñanza de determinado profesor cuando ya tiene que recibir a otro
y así durante toda la jomada.
Si a esto le sumamos, como decía Castro que no existe coordina
ción alguna entre las asignaturas, en realidad al educando le va a costar
mucho, adaptarse a ese mundo fragmentado e incoherente que le ofre
ce el liceo. Además, cada profesor prioriza su asignatura, convencido
que es la más importante de la curricula, sin coordinar con los demás
colegas de las otras asignaturas.
Castro así lo planteaba: “No hay tiempo, ni tranquilidad, ni paz
para que el profesor pueda entrar en el alma de sus alumnos”.
¿Porqué se expresa de esta manera? ¿Porqué el profesor debe entrar
en el alma del alumno? ¿Porqué esta preocupación? Esto nos habla de
preocupación por los vínculos afectivos Pues educar no es sólo dictar
conocimientos, educar es formar hábitos, formar buenas personas,
buenos ciudadanos, no sólo brillantes alumnos.
A esto se refiere Castro cuando habla de un cambio en la educación,
125
un cambio profundo, donde no sea el alumno un ser que reciba todo sin
expresarse, y el profesor sea quien dicte la clase, y luego ese conoci
miento se evalúe por un examen que mida el nivel de adquisición de
ese conocimiento y nada más.
Este es el mayor desafío para un alumno que comienza el liceo, en
contrar en él, el ambiente que dejó en la escuela, donde todo era más
familiar y menos frío. Una vez establecido el vínculo afectivo, basado
en la confianza entre el educando y el educador, podremos iniciar, con
mayor éxito, el proceso de aprendizaje a otro nivel como lo es el nivel
liceal.
Decía Castro: “El niño sale de un proceso unitario, donde la unidad
nace de la presencia permanente del mismo maestro, y de la necesaria
coordinación de sus adquisiciones intelectuales. Sale además de un
mundo familiar, donde sus demás condiciones -no sólo la de ser capaz
de conocimientos- tienen su satisfacción. Sale, al egresar de la escuela,
de un mundo coordinado y coherente.”
Como expresamos anteriormente, de este mundo coordinado y co
herente, los alumnos pasan a un mundo incoherente y fraccionado, dado
por las múltiples asignaturas, los once o doce profesores, con distintas
modalidades y quienes a veces no logran conocer a todos sus alumnos
hasta avanzado el año. A esto tenemos que sumarle el factor tiempo,
dado por el timbre que suena cada 45 minutos y el cambio de profesor.
“Y esa nueva torsión a que se obliga a los alumnos, porque la orga
nización así lo exige, esa torsión de la cual todos llevamos ingratos
recuerdos, no tiene nada más que una resistencia: el propio alumno.”,
así lo expresaba el maestro Julio Castro.
Nosotros como educadores debemos acompañar al estudiante, en
este ingreso a otro nivel, para que la experiencia resulte placentera,
para ello la educación, tiene que sufrir cambios profundos.
Y lograr entender lo que el maestro expresa de forma muy clara: “Y
hasta ahora no se ha podido lograr la comprensión de un hecho simple
y elemental: que el proceso educacional que cumple un niño que cursa
Primaria y después sigue el liceo, es uno solo.
126
Se debe lograr que no haya dos procesos fraccionados, ni dos mo
dos de educación distintos. “La unidad del proceso educativo la da
el educando y no las instituciones o los programas. Querer que el
niño se haga al modo escolar o al modo liceal tomando la expresión
modo en su más amplia generalidad, es poner la carreta delante de los
bueyes. Los niños no se hicieron para la escuela o el liceo. Liceos y
escuelas se hicieron para los niños.”
La vigencia del pensamiento de este pedagogo como decíamos al
principio de este trabajo es sorprendente, pues aún hoy, a tantos años
de que él realizara este documento, no se ha llegado a solución alguna
sobre el tema, sólo se han realizado experiencias esporádicas y aisla
das. Castro nos dice además que la “inconexión” de ambas enseñan
zas, trae consigo el fracaso de los educandos en el tránsito de primaria
a secundaria.
También menciona algunas recomendaciones que podrían dar solu
ción a este problema:
En primer lugar, propone la revisión de programas y planes de estu
dio por parte de una comisión mixta, formada por maestros y profeso
res, con el fin de coordinar la enseñanza escolar y secundaria. Esto nos
parece una innovación notable, que aún no se ha llegado a cumplir. El
maestro lo propone sobre todo para los años claves para esa ansiada
coordinación, los 5tos. y 6tos. años de Primaria y los 1 eros. y 2dos. de
Secundaria.
Otra de las propuestas no es menos interesante y visionaria, solicita
la creación urgente de la carrera del profesorado de secundaria, a los
efectos de lograr la formación docente con la que todo profesor debe
ría contar y el título correspondiente. Debemos acotar que el Instituto
de Profesores Artigas es fundado en 1950.
Propone además, realizar modificaciones al sistema de maestro úni
co en 6to. año escolar y múltiples profesores a nivel terciario, en 1 eros.
y 2dos. años liceales. Para el nivel escolar plantea la posibilidad de que
en aquellas escuelas que hubiese más de un 6to. que los maestros to
maran a su cargo algunas asignaturas en todos los grupos, o que inter-
127
vinieran en la enseñanza, mayor número de profesores especializados.
A nivel liceal lo que plantea es reunir las materias del programa por
grupos de afinidad y que un profesor se hiciera cargo de cada grupo de
asignaturas. El profesor de esta manera, plantea Castro, estaría más
tiempo con sus alumnos y a nivel de la enseñanza habría más coheren
cia y coordinación.
También vería muy conveniente que hubiese “mayor coherencia or
gánica entre los organismos que dirigen la enseñanza”.
Opina también que una reforma de la naturaleza que se propone
podría ensayarse primeramente en liceos experimentales, que realiza
ran el nuevo plan a modo de ensayo. De realizarse plantea la conve
niencia de que esos liceos estuviesen en puntos estrategos de nuestro
país como un barrio residencial de la Capital, un barrio obrero, una
capital de Departamento y en un pueblo del interior.
Como podemos apreciar el documento que analizamos es muy com
pleto. No deja de sorprendemos la actualidad de muchos de los planteos,
ya que son preocupaciones que compartimos en nuestros días. Como
mencionábamos anteriormente, con respecto a la coordinación entre
primaria y secundaria, en profundidad, nada hemos avanzado.
Pensamos y compartimos la preocupación del pedagogo, como do
centes. Entendemos que en una etapa tan difícil como lo es el tránsito
de la niñez a la adolescencia, sumarle a nuestros alumnos la angustia
del pasaje de primaria a secundaria sin una preparación profunda, que
provenga de una coordinación real entre uno y otro sistema es preocu
pante.
Ha transcurrido tanto tiempo, y la vigencia del pensamiento de este
maestro sigue vigente, en este tema que hemos analizado aquí y en
otros. Pues, el maestro Julio Castro, fue un estudioso preocupado so
bre todo por el aspecto social, en este caso de lo educativo.
Es así, que impulsó una reforma de la educación que tendiera a bene
ficiar a todos. En 1949, fecha de este informe él plantea un liceo para
todos. Además de una coordinación necesaria e imprescindible entre
primaria y secundaria a los efectos de que el tránsito entre uno y otro nivel
128
de educación resulte exitoso para los alumnos.
Nos quedamos con este mensaje, lo recibimos hoy, y como docen
tes debemos comprometemos a realizar los cambios posibles para lo
grar esa coordinación. Si nos lo proponemos, seguro que será posible.
Maestros y profesores, juntos realizando actividades, dialogando, co
nociéndonos, realizando proyectos en común.
“Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las
dificultades de la vida”, decía Pitágoras. De acuerdo a lo analizado,
también el maestro Julio Castro cree necesario llegar al alma de sus
alumnos, crear vínculos, entre la pareja educativa educando-educa
dor, previo a iniciar concretamente el proceso de enseñanza-aprendi
zaje.
No debemos pensar que estamos educando sólo para que nuestros
alumnos sepan o dominen más determinados temas o conceptos, tene
mos que detenemos a pensar que estamos educando para la vida,
para ayudarles a sortear las dificultades que surgen en la vida, les esta
mos ayudando a crecer, sólo así, sentiremos que cumplimos con nues
tra tarea de educadores y referentes.
Nosotros, docentes lo podemos lograr, dedicando más tiempo a
nuestros alumnos, dialogando con ellos, interesándonos no sólo por lo
que aprenden de nuestra asignatura, sino por cómo se están formando
como personas y futuros ciudadanos, sólo así lograremos una socie
dad mejor.
Gloria García
129
CAPITULO 5
JULIO CASTRO:
UN SER POLIFACÉTICO
131
Dentro de sus dotes personales, deseo destacar, lo que resaltan
todos quienes le conocieron: su extraordinaria calidez humana, su
hombre bueno, su franqueza, su honradez intelectual, su extraordi
naria generosidad, su resistencia a la figuración, siempre cercano,
siempre abierto, su disponibilidad para con los demás, sin impor
tarle las fronteras geográficas ni las complicaciones que una ayuda
al amigo pueda acarrearle.
En una carta de 1975 escribe: “La agonía de los países es larga
y nada anuncia, aún, un renacer”(...)“ El correo , la enfermedad y
la censura nos aislaron del resto del mundo(...) “El clima nacional-
agrega- es de angustia, tristeza e incertidumbre. Y eso se respira y,
como el aire, entra en el cuerpo.”
En 1976 manifiesta: “Nosotros bien. Queriendo ser útiles en esta
debacle. Poco podemos hacer. Porque para la mayoría todo se
reduce a la lucha por el pan” (...). “Hay colegas que no tienen qué
comer. Hay otros que se quedan sin casa. Los más quieren irse
pero no saben a dónde ni a qué. Todo ocurrió el primer día de
clase. La gente fue a trabajar, terminadas las vacaciones y se en
contraron, de golpe, expulsados de sus escuelas” Un año más tar
de, en otra carta, en enero de 1977 dice: “Seguimos nosotros en lo
nuestro; ayudando a quienes podemos ayudar. En medidas extre
madamente limitadas, pero valiéndonos de amigos regados por ahí,
que, en general, han respondido muy bien. En el área de nuestras
actividades, o que lo fueron en otros tiempos, el desastre es total.”
También su dolor y su resistencia se manifiestan en una carta
enviada a Quijano en mayo de 1976 cuando le cuenta: “Trataré de
que Marcha quede con el nombre limpio, aunque es lo único que
queda. Se llevaron el archivo. Van cuatro camiones. Destino final:
hornos de incineración del municipio. Les queda por llevar dos ca
miones más. Alrededor de tres a cuatro mil kilos cada uno. He
asistido personalmente, paciente y sufriente al despojo. Amagaron
con una selección: después se llevaron todo.
En realidad, parafraseando a otro grande, como lo es Miguel
132
Soler Rocca, Julio Castro ha sido un combatiente, un luchador,
que merece el mejor de nuestros honores y reconocimientos por
trabajar sin descanso por la Educación de su Patria y de América
toda.
133
BIBLIOGRAFÍA DE JULIO CASTRO
Según registros de Miguel Soler Roca y colaboradores,
excluidos artículos periodísticos
135
Informe del Subinspector Sr Julio Castro (Congreso de Maestros
Rurales de Piriápolis), Anales de Instrucción Primaria, N° especial, Epo
ca II, Tomo XH, Nos. 1,2 y 3, Montevideo, enero-marzo de 1949.
136
Cooperativo de Educación Rural, Montevideo, 2o semestre de 1966.
137
BIBLIOGRAFIA SOBRE JULIO CASTRO
Notas de Miguel Soler Roca y colaboradores
138
Miguel Soler Roca, Réplica de un maestro agredido, Ed.Trilce, Mideo,
2005.
139
BIBLIOGRAFÍA
140
Montevideo. En Revista Superación. Publicación de los IINN.
CASTRO, Julio (1960) - El plan de estudios magisteriales.
CASTRO, Julio (1961) - La escuela rural en esta hora. Montevideo.
CASTRO, Julio (1962) - Conferencia “Analfabetismo y Desarrollo”
(Santiago de Chile) publicada en el tomo XXIX de los Anales del Con
sejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal, de 1965.
CASTRO, Julio (1985) - Una transformación revolucionaria en la En
señanza Media,
DELGADO, Oscar, compilador- Julio Castro participa en Tenencia
de la tierra y reforma agraria, en “Reformas Agrarias en la América
Latina”,Fondo de Cultura Económica, México.
Ideario de la Escuela Latinoamericana del CREFAL, México,
Pátzcuaro.
Me LUHAN, Marshall - La galaxia Gutenberg. Madrid. Biblioteca
Clásica.
LA EDUCACIÓN DEL PUEBLO (1987) - Rev. No.37. Editorial
Homenaje a Julio Castro.
LIBROS DIARIOS de Escuela N° 18 de Sacachispas y Escuela No. 16
de Perseverano.
MALLO, Susana (2004) - Julio Castro “Compromiso y solidaridad”
, Rev.Quehacer Educativo
PRADA, A., Rodríguez Várela, U., .Soler Roca, M. y Vallarino, Y
(1987) -Julio Castro,
educador de pueblos, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo,.
PROGRAMA para Escuelas Rurales (1950)- Aprobado por resolu
ción del Consejo de fecha 27de octubre de 1949, Montevideo, Im
prenta Nacional.
RIVAS DIAZ, Jorge (2007) - ¿Volver a la Educación Fundamental?
Notas para una Arqueología de los mandatos fundacionales del Crefal
141
Montevideo, Trilce.
SOLER ROCA, Miguel (2007) - Julio Castro, Selección de frag
mentos de sus escritos. Montevideo, 4a.Ed., MEC.
SOLER ROCCA, Miguel (2007) - Julio Castro “Persona buscada a
seguir buscando”, Fondo
WEISS, Gabriel. (2002) Exposición del Edil Gabriel Weiss para refe
rirse al tema:« 10 de agosto 1977 -10 de agosto - 2002» A25 Años de
JaDesaparición forzada del Maestro Julio Castro. (Exp. 2002-
1309). Acta N° 1031, Junta Departamental de Montevideo.
CASTRO, Julio (1996) - “Coordinación entre Primaria y Secundaria”
(reedición CODICEN)
http://www.archivodeprensa.edu.uy/julio_castro/sobre.htm
http://www.crcfal.edu.mx/bibhotecadigitalCEDEAL/acervo_digital/cole
ccion_crefal/rieda/a2003_l/jorge.pdf
http://ejesprimaria.blogcindario.eom/2005/06/00006.html
http://letras-uruguay.espaciolatino.eom/perez_laura/j ulio_castro.htm
142