Coros

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D.R. © 1956, 2018 Universidad Nacional Autónoma de México.

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ARQUITECrURA
DE LOS
COROS DE MONJAS EN MEXICO
..

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conforme a la Ley.
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Printed and made in Mexico


Impreso y hecho en México
por la
Imprenta Universitaria
Bolivia 17 México, D. F.
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTETIC~S
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

ESTUDIOS Y FUENTES DEL ARTE EN MEXICO VI

F R A N C I S C O D E L A M A Z A

ARQUITECTURA
DE LOS
COROS DE MONJAS
EN MEXICO

IMPRENTA UNIVERSITARIA
MEXICO, 195 6
ESTUDIOS Y FUENTES DEL ARTE EN MEXICO

1. Doclcmmtos para la historia de la litografía en México. Recopilados


por Edmundo O'Gorman. Con un estudio por Justino Fernández. 195 5.
D. Pedro U p e z de Vilbseñor. "Cartilla Vieja de Puebla." (Texto prepara- I
do por J. 1. Mantecón.) Introducción de Manuel Toussaint. *

l
III. Información de &tos y servicios de Alotrso García Bravo, Alarife
que trazó la ciudad de México. (Texto preparado por J. 1. Mantecón.)
Introducción de Manuel Toussaint.
IV. Textos de Orozco. Con un estudio y un apéndice por Justino Fernández.
1955.
V. El Teatro m México en 1 8 5 8 . Documentos. Compilación y estudio por
Luis Reyes de la Maza. Prólogo de José Rojas Garcidueiias. *
V I . Arquitectura de los coros de m a j a s en México. Por Francisco de la
Maza.
VIL Panorama de la Música Tradicional de México. Por Vicente T. Men-
doza, *

* Trabajos en preparación.
formidable, sino otra mds sencilla, pero cubierta, como la de abajo,
con m m p a r a s de tela que permiten ver desde el interior y no toleran
que la mirada del pueblo se dé cuenta de lo que acontece en los Coros." '
E n realidad no hay d o s cratlculas, sino una, y en cuanto a las
rejas de picos hay que hacer notar que éstas sóio se forjaron para los
Coros de las Capuchinas y de las Carmelitas, por disposición especial
de sus respectivas Reglas. También huy que recordar que las Capuchinas
cambian el Coro bajo junto al altar mayor. Las criptas y osarios, como
veremos, son de suma importancia.

,La vida femenina en el convento era dzferente de la varonil, ya


que la monja desenvolvía todas sus actividídes dentro de su encierro,
1 Arte Colonial en México. Imprenta Universitaria, 1948, p. 193. E n España
no le llaman "craticula" sino simplemente comulgatorio. Casi siempre se encuentra
en el medio del Coro bajo, entre dos rejas, y forma un altar pequeño en el que
el lugar del Sagrario lo compone la rejilla para comulgar. Los Coros altos, bien
raros en España, tienen un balcón con reja Y no existen, por lo menos en Castilla,
los esplendentes "abanicos" mexicanos que cubren todo el espacio bajo el arco toral.
sin poder salir jamás a la calle y ni siquiera al templo. N i viva ni muerta
v d v i a al mundo. Su asistencia a las ceremonias religiosas era siempre
al través de las vigorosas rejas de los Coros o de las tupidas c.eloslas
de las tribunas. Estas tribunas o balcones daban al altar m y o r , y a veces
ocupan el segundo cuerpo de un retablo, como, en, Santa Clara y en
Santa Rosa de Querétaro o, para frailes, en San Agustin de Salamanca,
en donde el propio retablo se convierte en reja al calar con finos y
elaborados dibujos recocós todo s u segundo cuerpo. Estas tribunas eran
para las madres "graves" o ancianas, para las enfermas y, a veces,
para las niñas recogidas o educandas. Del convento de S a n Jerónimo
de Puebla d k e Veytia: " E n el presbiterio, al lado del evangelio, está
una gran tribuna con s u reja de hierro por donde oyen misa y &ten a
los oficios divinos las colegaas y tienen las religiosas expeditos sus
coro^."^ E n el caso de los frailes sen4an para ciertas devociones
particulares y también para los enfermos. H a y tribunas modestas y
pequeñas, como en S a n Angel; otras lujosas y espectaculares como en
Ozumba o en Churubzksco y S a n Fernando, de la ciudad de México.
Para hablar las monjas con sus parientes o amigos se hada también
por intermedio de otras rejas, las del o los locutorios, habitaciones
especiates que estaban junto a la porteria o detrás del convento, tan
importaates a veces que dieron nombres a varias calles de las ciudad'es
colonides. Las confesiones se efectuaban por medio d e oquedades
divisorks entre la iglesia y el claustro, a los lados de los retablos y
asi, ni el sacerdote entraba a la clausura ni la monja sdia d templo. L a
comunión se hacia, e n fin, al través de la craticula-de cratícula: reja
pequeña- que está siempre al lado de 10 gran reja del Coro bajo que
corresponde al muro interior del templo y al contrario de las puertas
de la calle, para que el sacerdote, al llevar el wiático, no pasase frente
a éstas. Como. se ve, los monasterios femeninos de la Nueva España
eran u n a inmensas jaulas rodeadas de "rejas que guardaban celosas a
las "desposadas de Cristo".

Este encierro total obligó a que los refectorios o comdores fueran


más amplios, que hubiese diferentes patios interiores y jardines y que
2 Historia de Puebla. Puebla, 1931, t. 11, p. 494.

9
las celdas fweran, casi siempre, aisladas, llegando a ser verdaderas
casitas independientes, en las czuzles cada monja tenia su recá~zara,sz~
cuarto. de criadas y hasta SU cocina. Estas celdas se compraban a la
ntuerte de la última poseedora (recordetnos a S o r Juana covzprando
su celda-estudio e n 200 pesos;) y algunas eran tan iilnportantes que
arquitectos de fama entraban a la clausura para construirlas, corrzo el
caso de la elegante celda-palacio erigida por Manuel Tolsá a Ea ~rzarqztesa
de Selva Nevada, en Regina, cuando la anciana aristócrata se decidió
a vestir el hábito de concepcionista. S
Monasterios hubo, como lq Concepción de Illéxico o Santa clara
d e Querétaro, que eran verdaderas ciudades en pequeño, con calles
in,teriores entre los claustros y las casitas de las lnonjas y, además, plazas,
jardines, capillas, ermz'tas y cementerios. 4
Por supuesto que no todos eran an'; los habla pobres y azuteros,
con celdas iguaíes, reducidas, y en sus corredores especides, como las
de los frailes, sobre todo en los coiventos de Capuchinas o Carmelitas.
En este sentido es elemplar el hoy triste y sucio, pero conzpleto e
interesante mon>asteriode Santa Rosa de Puebla, cuyos únicos lujos
son los azulejos del claztstro, la imponderable cocina y d Coro alto.

3 Esta telda, algo transformada en su interior, aún conserva integra su


fachada de piedra, con su puerta flanqueada por colurnnas clásicas, como un
palacete francés neoclásico. Pocas personas saben que esa noble construcción
fué la celda de una monja. Existe pasando una gran puerta del siglo XVII en la
calle de San Jerónimo Nq 20. Por cierto que está condenada a desaparecer, pues
la nueva "urbanística" futura, torpe y ratonera, ha decidido ensanchar las calles
del México antiguo, para que desaparezca, cosa estúpida y traicionera que nadie
nota porque se hace lentamente y como si fuese nada más para algunas calles.
Hay que pedir cuentas al Plano Regulador y denunciarlo. Por fortuna, la Direccióil
de Monumentos Coloniales conoce bien este asunto y salvará esta pequeña pero
valiosa arquitectura.
4 Véase la descripción de los conventos de la ciudad de México en los ,
libros Los Conventos supri?ltidos en México, de Manuel Ramirez Aparicio; El
Libro de nzis reczwrdos, de Antonio García Cubas y La Cizidad de México, de
José María Marroqui. El plano del convento de Santa Clara de Querétaro, Iiecho
en 1864, puede verse, con una extraña nota de Septién, en la Crónica de la
Provincia franciscana de Michoacán, de fray Isidro Félix de Espinosa, 1954, p.
364. En él se' señalan las setenta y seis "casas" de las opulentas clarisns queretaiias.
Los Coros eran el centro y corazón de los coi.tverztos de nlonjas.
Casi pueden considerarse colno parte del convento ~ n á sque de la
iglesia, que era para los fieles. N o en vano fray Ignacio de la Vega,
cztando describe los Coros de las Capuchinas de México y de Puebla,
lo hace en el capitztlo dedicado a los conventos y no al de los templos.
L a vida diaria de u n convento fnonjil conzenzaba a las seis de la
maíiana en los Coros. E n el alto iniciaban el Oficio Divino. A esa
hora se rezaba la "prinza"; seguía luego la .misa coriveittztal, oída en el
Coro bajo, a la cztol "ninguna monja, prelada o súbdita, estando sana,
puede faltar, y si un día quedara sin oír misa sin caz:sa legítima, coma
ejz el suelo pan y agua y diga su czblpa en el refectorioJ', seghn ordeno
la Regla jerónintu; venía luego el desayzcno y a las nueve SE volvía al
Coro para rezar la "terciaJ'; después era la ocupacióiz c o ~ ~ úenn la sala
de labor y a las doce otra vez al Coro para eittonar la "sexta"; luego
a cotlzer y a dor~nirla siesta; a las tres, de vuelta al Coro para la
II
nonaJJ; a las siete las "vísperas y completas" y, despzcks de cenar,
los "maitines y laudes", saliendo, por fin, del Coro, al toque de la
caittpana gorda del ctazutro, a sus respectivas celdas a dornzir. Por eso
Zorrilla en su demasiado célebre "Don Juan Tenorio" hace que doña
Brígida se queje ante Cizltti de que sólo le enseíiaran a doña Inés
aquello de: "-4qztí está Dios y aquí está el Coro."
Las Capuchinas y Carmelitas variaban zca poco el horario. A las
cuatro de Ea nzafiana, al "son de mutracasJJ,se levaiztaban y "cada una
quisiera ser la primera y que otra no le ganara la pri?nacía en acudir
al CoroJJ,como dice fray Ignacio. de la Peña y, recibida la bendicióvt
de la prelada, daban gracias; a. las cuatro y nzedia decían la "priwza"
y la "tercia" con "devoto tono y solemne pausaJJ (uiz siglo después
todavía oyó el poeta Juan Valle estas salnzodias:

"Vibra en el templo el órgano sonoro


pero doliente, misterioso y lento,
mientras las monjas en pausado acento,
responden, cual un eco, desde el Coro") ;
se recitaba lsego la letanía con preces y se descendéa d Coro bajo a
h c e r meditación de u n "punto" que se proponia, el cual algunas veces
era impreso. en U ~ M A lindas
T y pequeñitas cartekas, como este ejemplo
que reproduzco de esta mánha, deliciosa y desconocida labor de la
imprenta en México colonid:

Allá perwnecian para oir misa y, acabada ésta, se rezaban la


"sextoJ' y la g f n o d y luego sdían a tomar colación y a la salQ de
labor. Las "vásperad' se rezaban a! las dos y las "completas" a las
cinco, estando en oracidn hasta las seis. Volvs'an al convento a comer
y otra vez al Coro, hasta las ocho, e n que se iban a dormir para retornar
a las once, también cola matracas, a rezar los "muitines y Iaudes".

E n el Coro bajo reciblan el hábito de novicias, después allZ


profesaban y hacáan los votos solemnes y perpetuos, despidiéndose del
mundo para siempre. El Coro bajo era el sepulcro de todas las monjas,
m' que sus oraciones se elevaban siempre sobre los cadáveres de sus
predecesoras.
E n los Coros, pues, pasabun las religiosas las más de las h o r a
de sias apacibles o apasionadas vidas; allf se extasbban, v d a n visa'ones,
tenáan reveIaciomes y no pocas veces d l l padeclan raptos másticos o
.
. .histéricos. E s curioso señalar que nunca en Améhca hubiese c a o s
de leva'tación. Y a Santa Teresa nada más decla que "sent2aaJ elevarse
y supkicaba a las monjas la sujetasen, por si cacwo. L a levitación, c o m
1Q "bilocación", es cosa medieval.

12
De Sor Sebastiam Josefa de la Santísima Trinidad, monja en el'
monasterio de San Juan de la Penitencia de México, leemos que "fuera
de sus comunes distribuciones, era su hubitación el Coro; a las cuatro
de la mañana en él, asistiendo a las misas y orando hasta las nueve;
a esta hora salz'a para ir a cuidar a las e n f e r m a hasta las once, que
volvlQ d Coro y estaba en oración hasta la una del día, hora en que se
retiraba, algunas ocasiones a la huerta o cementerio de los capillas y se
estaba en el resistero del sol hasta las tres; a la cinco volvía al Coro
a orar hasta las ocho de la noche, p e iba a ver a sus enfermas hasta
las nueve; a esta hora daba vuelta al Coro hasta las dos o tres de la
mañana y a estas horas se recogía a tomar u n poco de sueño". S
Prescindiendo de b exageración del panegirista, ya que, según él, la
monja dormia una o dos horas diarias solamente y de que el monasterio
era u n perpetuo hospital, podemos ver b importancia que tenia el Coro
para las religiosas colonhcstes.
"Un dáa de la octava de Corpus -se dice en la V i d a de Sor María
Petra de la Trinidad, religiosa capuchina de Querétaro- le concedió
la abadesa que dssde la reja del Coro alto viese exput?sto en el altar
d Divinisimo Sacramento y al instante se salió de sz', quedando tan
fiertemente asida a la reja, que fué imposible quitarla, desde la una
a las seis de la tarde."
A la madre Isabel de Ea Encarnación la traian vuelta loca los
.
demonios y . . los hombres. Oigamos dos casos que le pasaron en su
convento de Santa Teresa de Puebla: "Vivz'a con tanto cuidado en
traer compuestos los sentidos exteriores que jamás miró a persona de
10 iglesia cuundo estaba en el Coro, pero en una ocasión que fué llevada
en procesión la imagen de Santa Teresa de Jesús y habiendo bajado al
Coro con otras religiosas a ver a. la santa, que estaba muy bien aderezada,
sin advertencia acertó o mirar a u n hombre que allz' estaba y, aunque
recogió la vista y cerró los ojos, tuvo después que padecer tres años
continuos de representaciones con que "1 demonio la afligió. . ." Y
.
5 Vida admirable y penitente de la V . M. Sor Sebastiana Josefa.. por
José Eugenio Valdés. México, en la Imprenta de la Biblioteca Mexicana, 1765,
fol. 38.
.
6 Sermón frínebre de Sor María Pefm de la Trinidad.. por José Ignacio
Cabrera. México, Imprenta de la Biblioteca Mexicana, 1762, fol. 49 vta.
también: "De ordinario le causaban otro tormento los diablos estatldn
en el Coro e n las Horas, extral'io y de gran penalidad, porque le trainit
la cabeza dándoEe vueltas cotno si fuese un tornillo o devanadera, sin
que las religiosas pudiesen tenerla, admirándose de que un czcerpo
humano pudiera quedar con vida en senzejante tormeitto." '
D'e sor Maria de S a n José, monja de Santa Mónica d e Puebla,
dice s u biógrafo que "los demonios ett el Coro, o le oscurecian la vista
de suerte que no podia leer, o totall~zente le borrabam las letras del
breviarioJJ.
E n cambio, estando un dia "con toda la comunidad en el Coro,
oyendo la misa conoventual,vió ennzedio de todas las religiosas a Cristo
crzícificado, quien a una por una las iba mirando, como quien recogia
o elegía de ellas a las cinco que lzabian de salir deJ conve~ztoa la
fundación del de Oaxaca". *
Otra monja, una vez, "acabando de comulgar, por el surno
desconsuelo en que estaba, se iba a salir como huyendo del Coro y a este
tielnpo vió que una imagen de Cristo en el paso de los azotes se le
vino a los brazos; por tres dias enieros lo trajo a la vista y al cabo de
ellos sintió entrársele en el corazón". ' O Y así podm'an ponerse t ~ z z ~ h o s
ejenzplos.
L o s Coros eran la obligación lnáxima de la contenzplativa existencia
de un convento de monjas. Por esto a las verdaderas monjas, es decir, a
las profesas (pues habia algunas que se quedaban e n perpetuo noviciado;
otras q w hacían algumos votos pero sin vestir el hábito y otras que
sólo vivían en el convento y eran "donadas" o recogidas voluntarias)
se les llalnaba siempre "Religiosas de Velo y Coro". E n fin, era tanta
la necesidad de asistencia al Coro que cuando las monjas hacian los
ejercicios de S a n Ignacio, se dividian en dos tandas "para n o faltar al
*
7 Vida de la V . Madre Isabel de la Encarnación.. . por el licenciado Pedro 1
Salmerón. Puebla, 1765, folios 25 y 20 respectivamente.
8 v i d a de Soror Marin de San J o s é . . . por fray Sebastián de Santander y
Torres. México, Herederos de Miguel Rivera, 1723, fol. 170.
9 Zdent, fol. 181.
10 Espejo cristalino de Paciencia en la v . M. Sor Maráa de los Dolores
'.
f

religiosa del convento de San Lorenzo.. . por Juan Antonio de Mora. México
I 1729, fol. 110.
o en sentido diagonal, y con espigas salientes, o cwando más, con $431
dibujo semejante a un, panal de abejas." la Tiene razón el ~ptarquésde
San Francisco, salvo lo dicho de las espigas y de que hubo algo tnás
que rejas "elementales".
D@tr(ÁFde las rejas, en ambos Coros, iban gruesas cortinas negrm,
que sólo, se corrian c u ~ n d ose alzaba la Hostia en la misa o para oir
algún sermón solemne, como los de las honras fúnebres de las preladas
o monjas notables.
Como en d Coro bajo queda un bu'en espacio arriba de sus rejas,
w
. aprovecha para poner en él relieves o pinturas o, como en el caso
especial de Morelia, se lucen otras rejas muy elaboradas que le dan ttn
askecto inconfundible y muy hermoso.

U n caso particular de Coros, segú~tdijimos, es el de las Capuchinas


E n el libro Constituciones Generales para todas las Monjas Descalzas
de la primera Regla de Santa Clara, reimpresa en México por Mariono
Ontiveros en 1822 - i a pri~nera edición es de 1678- leemos este
importante párrafo: "Todos los Coros de las Descdzas y Recoletm
serán dtos y, sz' en dgzin convento fuere. forzoso, haya d g ú n COPO
bajo; éste tendrá dos rejas, distantes una de otra vara y cuarta, y para
que no haya disconformidad O singularidad en las rejas de los Coros,
sino. que en todas haya co%formIdcd e igualdad, ordenamos que en el
coro d t o no haya már de una reja de hierro fuerte y tenga los agujeros
espesos y esturá por de fuera guarnecida de picos de hierro grandes y
tendrd sólo diez pdnzos de ancho y un velo negro, el cud no. sc
qwitará sino para ofr la palabra de Dios y cnsgndo dcen el Santásimo
Sacramento .. ." l3
4
Es curioso que ordene púas en el Coro &#o, donde no eran
necesa~ias.Si~zembargo, se obedeció el mandato, tanto en el Coro d t o
de Capuchinas de México, hoy desaparecido con todo y templo,
m el de Pwbla. E n cuanto d Coro bajo f u i siempre, en redidad,

12 Lcrs Artes Indwbriaies en 10 Nueva Españo. México, 1923, p. 51.


13 Folio 3.
"famoso", pues si no ¿cómo comulgaban las monjas y dónde se
enterroban? Por eso veremos q* siempre existe el Coro bajo en todos
los templos de los austeros monasterios de Capuchinas.

E n los interiores de los Coros iban altares, retablos, nichos con


esculturas, pinturas, relkarios y no, pocas veces pegukñas tumbas de
corazones o entrañas de piadosos obispos que los domaban a sus conventos
preferidos. Eran otra iglesia en pequeño y, en ocasiones, en grande.
Para *zar el Oficio Divino habb bancas corridas junto a los muros y,
a veces, sidlerias, pero esto fué excepcional en México. Eoz la Regla de
las monjas jerónimus, impresa en México. por la viuda de Bernardo
Calderón en 1702, se dice que "deberdn sentarse a tercera dia una
monja de otra, salvo que hubiere muchas, que entonces estaráti unas
junto. a otras". La regl0 jerónima era previsora y deknia muy a
tiempo b inm'table plática que tiene que surgir siempre que dos mujeres
esten juntas, mi sean monjas. E n cuanto a lo de las d1a.s parece aludir
a zanca dleráa en forma, pero en todo caso seda para España, peses b
Regla mexicana no es sin,o una copia de la dictada en Lufiama en zl,
sigto X V I .
E&e en P w b h , en el mweo particular del caballero don Agustan
Gómez Daza, una pi~turaexcepcional para este ensayo. E s u n lienzo
de la primera mitad del siglo X I X que representa eb Coro alto de un
conuento dominicano, con toda b bdlente vitalidad de cuanda estabw
habitados. Siendo el cuadro poblavto sdlo puede referirse a Santa Catalina,
cooz sus tres bóvedas que oizln consearca en su estado actual, pero queda
la posibilidad de que represente al de Santa Inés, también, de monjas
dominicas.
Realismo puro, por u m parte, e imugioaación personal por la otra,
presiden esta pequeña y valwsa obra de Arte y de Histork. Nos elareñu
cómo se sentaban las monjas en el Coro, con su breviQn0 en la mano,
de cantos rojos. Una de e l h lleva u n libro de coro d ah'l. Las profesas,
con m toca negra, están e s la siZ1eda dta; dos n o v k k , de toca blanca,
14 Francisco de la Maza. La vida conventuui de Sor J w . En la revista
"Divulgación Histórica", vol. N, n. 12.
en la baja. Por la puerta aparece una criada con lar velas; ztna madre
joven baja la escalera de dos peldaños levantándose el hábito con cierto
desenfado, segura de que no la va a ver xingún hombre; otra da la
nota cómica al sonarse las narices con su albo pañuelo, preparándose
para entonar los salmos del breviarw; una sirvienta, con u n lindo rebozo
en la cabeza, ayuda a una madre "grave", inclinada por la edad. A
medio c d r o y eiz primer término hay otra nota cómica deliciosa: una
novicia arremete contra u n gato qme, a hora importuna, se ha colado
en el sacro recinto. E n el ángulo derecho una criada i~sdia,de policromada
f d a , tiende unos petates -pintados con gracia exquisita- y da la
indudable nota mexicana del. cuadro.
Las madres dominicas van a misa, pues ya son las seis de la mañana;
el sol lanza su lluvia de oro por la vefltana y se detiene e n el piso. Esz
el centro del Coro u n altar, con una Purt'ama en s%ccapelo, rodeada dc
flores.
La s2leria es imponente, alta y baja, de madera dorada. E n los
respaldos van medallones con rostros de santos. L a sillería corre por
todos los muros d d Coro. Aqul es donde creemos que sólo la imaginación
del pintor entró ejt juego, pues no es posible que en un Coro de monjas
hubiese silleda semejante. L o que pintó el artista fué u n Coro de frailes,
que bien debió conocer, y lo adjudicó a u n convento de monjas. Si tales
silleriai se hubiesen construido para redigiosas quedarion algunas, o sus
vestos, pero, como sabemos, sólo se conderva una, y m u y sencilla, la
de la Enseñanza, en la ciudad de México, que ya es del siglo X I X y
para monjas profesas, no para austeras coffternplativas. Pero, de todas
nuaneras, la gracia y la propiedad de las espo9z,táneas actitudes d e las
m o n j a , hacen de este cuadro Único uno de los mejores documentos
para conocer la vida intima de un Coro mexicano. Sobre la sZlteria
4 m u g i n a d a o exagerada- están seis cuadros, esos s2 indudables como
existencia real de los Coros.' Son, a los lados de la ventana,
Domingo y San Francisco; después dos santos dominicanos dif{ciles
de conocer y luego la Virgen y San José.
N o es a j e m esta P i n t i ~a ~la~ obra de Arrieta, tcpl v e z de taller,
precisamente en el momento en que el estupendo artbta poblano 920s
dejaba sus bellos interiores de Puebla. La repr&ucbos en la pwte
referente al convento de Santa Catalim, de Puebla.
Pero en b myoráa de los casos hay criptas, que son ulta o dos
bóvedas subterráneas a las que se baja por una ancha y tendida escalera.
Alli, tanto en el piso como en los muros, eran enterradas las r.ebiga'osas,
acabando también con ed tiempo en el osarw comaín.
La gran cripta de Santa Clara, en Querktaro, es la más interesante
conocida y una de las escasar que pueden visitarse. E s de una bóveda
plana, casi del tamaiio del Coro. S e baja a ella por una suave escalera
de dos tramos. Junto a los muros hoy u n enorme poyo con diez y ocho
cavidades del tamaño He u n atáud (cuatro 'de ellas fueron destruidas
cuundo lo exclawtración para entierros c i d e s ) ; BII( se depositaban los
caddveres, tapándolos con niomposteria y luego unu tabla de modera;
pasados varios años, al parecer diez, eran inexorablewnte sacados los
huesos --m habia diferencias de abadesa a cocinerw- y arrojBdos al
osario.

Al entierro de cada monja se p o n h tablülar con la fecha, para saber


cuundo se p0di.n exhumar. De estos taMülw, que se iban destruyendo,
como es natural, a cada exhuwción, no quedan sino unas c m t m en
Santa Clara, l a ú l t i m a antes de las Leyes de Reforma. Pongo dos
ejemplos, uno de 1854 y el que le sigui6 en el m h o lugar ptt 1864.

20
Ad deben ser las criptas de los grandes monmterios de México y
Puebla, hoy neciamente perdidas sus entradas por el "vandalismo clerical"
que dice, casi siempre con absoluta razón, Sylvester B u t e r , al hacerse
los nveves pisos, olvidando toda tradición, toda historia y todo respeto.
Las criadas y las nilias, las "donadas" y las otras qnujeres que
vivían en los conventos se enterraban en cementerios especiales en la
huerta o en las capillas interiores.

Coros intactos quedan pocos; semidestrzcidos, nzuchos, y otros


tantos han desafic~vecido totalmente. Cuundo perdieron su función al
ser exclaustrQdas las religiosas por las Leyes de Reforma, los sacerdotes
encargados de los templos los arrasaron. Y siguen siendo u n objetivo de
destrucción para "ensanchar" los templos, para convertirlos en capiilas
inGtiles, para "facilidad" de organistas y músicos, para "teatros" o para
cosas peores, como el de Santa Catalina, de Puebla, que es vivienda,
cocina y garage. La ignorancia siempre está en pie de lztcha.
S e ha dicho que es necesario, a veces, tomar el Coro bajo* para
aumentar el cupo de los devotos domingueros de misa de doce (pero,
por unos devotos retr@os una vez por semana, gpuede justificarse
tal desacato?) y, en todo caso, &por qué destruir las rejas y los abanicos
de los Coros altos? Nunca podrQ justificarse ninguna destrucción que
no sea vitalmente necesaria.
De aquellos Coros que permanecen, intactos o mutilados, o de los
que conocemos por descripciones antiguas, nos ocuparemos en seguida.
MEXICO
I

l
de la Divina Providencia, del cual partían rayos finamente dorados que
ocupaban todo el medio punto; éste estaba bordeado por una cenefa
de y quembines. Hace pocos años, estúpidamente, fué des-
truido. Vanos fueron los esfuerzos por salvarlo del licenciado Gonzalo
Obregón, quien gentilmente me comunicó la noticia. Por supuesto que
ya desde antes habían volado sus retablos y pinturas.

RECINA
El segundo convento de la ciudad fué también concepcionista y
tomó el hermoso nombre de Regina Coeli, Reina del Cielo. Se fundó
en 1573, según dice la doble inscripción de azulejos de la torre y del
claustro en. donde se recuerda. su segundo centenario.
La construcción débese a los dineros iniciales de don Melchor de
los Terreros, dedicándose la iglesia el 19 de marzo de 1656, reedifi-
cándose en parte en 1731.
El amplísimo Coro de Regina existe todavía, aunque sin sus rejas.
Los arcos de sus dos bóvedas adornan sus claves con relieves y la puer-
ta de acceso al convento, severa y monumental, es almohadillada en sus
, jambas y dintel; en medio de éste, la clave se convierte en un gracioso
nicho con un San Cristóbal de piedra policromada.
Todo el testero del Coro lo llena un mural al óleo, compuesto de
ocho lienzos, pintados por Francisco Antonio Vallejo. Nos dice una
inscripción que se hizo "A devn de la M. R. M. Anna María de San
Antonio".
Los ocho lienzos son los siguientes de derecha a izquierda:

1) Oración del Huerto, donde está la firma del pintor y la iris-


cripción.
\ 2) CrZsto atado a la columna, bello desnudo, una de las mejores
obras de Vallejo.
3) Este lienzo, que es el central, fué en parte destruído y en parte
ahora tapado por un horrible cuadro de la Virgen del Refugio.
4) Cristo Rey de burlas.

26
5) "Crucificde."
6) (Parte superior) -Llegada al Calvario.
7) Crucifixiólz. Este cuadro, después del 2 es el más cuidado.
8) Jeshs e& clavado en la cruz. .

La obra de Vallejo es excelente y de b más cuidadoso y tierno


que salió de su pincel. La figura del Cristo desnudo, atado a la colum-
na, no de pie, sino derrumbado ya por el dolor, apoyado sólo por las
ctierdas que aprietan sus manos, es de primer orden, así como, por con-
traste, las vigorosas figuras de los verdugos. También el triste Jesús,
preferido como víctima ante Barrabás, es magnífico; la crucifixión, cen-
tral. El cuadro más débil es el de la Oración del Huerto. Hoy apenas
puede verse esta obra de arte, oculta por altares modernos y muebles,
sin el menor respeto siquiera por lo que representa. Pero como esta
síntesis pictórica de la Redención no produce limosnas y la vulgarí-
sima Virgen del Refugio sí las produce.. .
Una abadesa posterior no se quiso quedar atrás de Sor Anna Ma-
ría y mandó poner en el primer paño, a la derecha, unos lienzos, anó-
nimos y mediocres, con escenas del Entierro, del Descendimiento, la
Piedad y la Velación del Divino Cadáver. Quisieron completar la pintura
de Vallejo, lástima que sean tan iriferiores.
Conserva este Coro bajo, alrededor de los muros, el peldaño de
lajas de piedra en donde iba la sillería o banca y las dos ventanas no
han perdido sus escaleras de nueve saltos. Buena cripta guarda bajo
su piso, que un día deberá abrirse para que exista siquiera este ejem-
plo en la ciudad de México de esta interesante modalidad de la arqui-
tectura colonial. En el Coro alto nada quega porque nada deja la ignoran-
cia cuando destruye.

,En la capilla lateral del templo, mandada .construir por don Buena-
ventura de Medina Picazo en el siglo XVIII, se hizo un Coro' alto co-
rnAicado con eI'Coro grande y con la tribuna;-Arriba de la ieja de
hierro rectangular está el espléndido abanico, de madera dorada, tari
importante como un retablo. En el tablero central, enmarcado por dos
finas pilastras estípites y entre el calado de hojas de acanto, van tres.
medallones con los anagramas de Jesús, María y José; a los lados; en
tableros menores, los de Joaquín y Ana. Este pequeño Coro, con el de
Vizcaínas, es el más hermoso de los pocos conservados en la ciudad
de .México.
A la izquierda del retablo mayor de esta capilla hay una magnífica
cratícula que pertenecía a un "corito bajo" particular. En la vida de
Sor Ignacia Azlor, fundadora de la Enseñanza, se dice que, cuando
llegó de España, fué alojada en Regina y la madre Sor Agustina de
Santa Ana "le cedió su celda por tener la comodidad de un corito bajo
para la capilla que llaman de los Medina con su comulgatorio y con-
fesionario separados". Aun puede notarse el lugar de la reja. Celdas-
palacio; celdas-coro. De todo hubo en el rico monasterio de Regina.

JESÚS MAR~A

Se fundó este monasterio, en 1580, para las hijas de conquistado-


res pobres que no tuviesen dotes. Estuvo primero, modestamente, en
unas casas junto a la iglesia de la Santa Veracruz; pero de repente se
convirtió en "Convento Real" con veinte mil ducados iniciales de renta.
qué había pasado? Que Jesús María.fué escogido como asilo para la
niña ilegítima que Felipe 11 había tenido con la señora Moya, hermana
del arzobispo de México. Esta niña nació y vivió completamente loca,
cosa que se le escapó a Ludwig Pfandi en su estudio sobre la vesania de
los Hapsburgos españoles.
Con el real impulso creció el monasterio y se cambió de sitio, a
donde hoy está, terminándose en 1621. De esa época son la portería,
el claustro (Hoy Cine "Mundial") y la iglesia, salvo la cúpula. Las por-
tadas y el ornato interior son de 1799, obra del arquitecto neoclásico
Antonio González Velázquez.
La iglesia es solemne y grandiosa ; una bóveda de cañón, con lune-
tos, forma su techo, salvo la interrupción de la cúpula esférica. Los
Coros no se distinguen, arquitectónicamente, de la iglesia; son su con-
tinuación, formados por la misma bóveda, ocupando dos tramos de
lunetos; sólo se dividen por las rejas. También a éstas les tocó la re-
novación neoclásica, siendo el único Coro en la ciudad de México de
ese estilo.
En el Coro bajo aun queda el hueco de las rejas, más ancho que
ninguno. La puerta de acceso está hoy tapiada y la cratícula se con-
virtió en tumba de una familia porfiriana acaudalada, de la cual al-
gunas calaveras andan por allí rodando.
E n el Coro alto permanece íntegra la clásica reja de González Ve-
Iázquez, ya no con travesaños regulares o figuras geométricas, sino
con el espíritu laico del academismo, como si fuese una verja de jardín.
El abanico de madera es pobre de dibujo y ornatos, pero llena con ga-
llardía su papel de cubrir el medio punto del arco. Lleva en el centro
la Guadalupana pintada -esculpida, como en la época del Barroco,
hubiera sido un gran acierto-, con un enorme letrero que desmerece
más el pobre trabajo de carpintería. *
Hoy es archivo, polvoso archivo de la Secretaria de la Defensa, que
pudo escoger otra iglesia menos importante para inutilizarla en esa for-
ma, pero lacaso México ha tenido alguna vez, por de las autori-
dades, civiles o eclesiásticas, salvo las necesarias excepciones que con-
firman la regla, el cuidado necesario para lo Único que tiene de velioso,
o sea su Arte?

E n 1594 las concepcionistas resolvieron fundar un cuarto monas-


terio con la prometida ayuda del canónigo don Sancho Sánchez Muñón,
pero murió "intempestivamente y sin dejar documento alguno que las
acreditase por herederas", * caso que veremos se repite. Pero don Alvaro
de Lorenzana resolvió el apuro desembolsando cien mil ducados.

2 Había en este Coro "una caja forrada de brocado con cubierta de tercio-
pelo carmesí y tachonada curiosamente de tablazón dorada con la calavera de una
de las monjas fundadoras" (Josefina Muriel, op. cit., p. 7 0 ) .
3 Josefina Muriel, op. cit., p. 86.
El templo, como casi todos, es del siglo XVII. Tiene, además de la
cúpula ochavada, tres bóvedas de arista para la nave, una de lunetos para
el presbiterio y otras dos de lunetos para el Coro alto. Como se ve, nunca
era de capricho la disposición de las bóvedas, ni nada en el Barroco, pues,
diferenciando a la nave de la iglesia, unifican presbiterio y Coro, los dos
extremos de la construcción. Tenía el Coro tres ventanas, dos que dan
a la calle y una, ahora cegada, en el testero, que daba al convento.
El Coro bajo conserva su gran hueco rectangular donde iban las
rejas, con un sencillo marco de cantera. Arriba hay suficiente espacio
para que se labren tres marcos de piedra: uno al centro, rectangular, y
dos laterales ovalados ; seguramente llevaron pinturas, o tal vez, relie-
ves, como en otros Coros de la ciudad. A los extremos de la gruesa cor-
nisa divisoria entre el rectángulo y este paño tan vigorosamente decorado,
están dos remates herrerianos, finas pirámides adosadas con su media
esfera en la punta, como los. de las fachadas, que confirman 12 antigüedad
de este Coro, del siglo XVII. Por dentro tiene techo de viguería, soste-
nido por dos arcos rebajados que se corresponden con las dos bóvedas
del Coro alto. Es curioso observar que toda la cornisa del templo esté
decorada con ovos y hojas doradas, llegando estos relieves exactamente
hasta la mitad de la pilastra donde comienza el Coro alto, es decir, don-
de tenían que interrumpirse para dar lugar a las rejas, hoy, por supues-
to, arrancadas de su lugar.

Comenzó este convento como recogimiento de beatas bajo la advo-


cación de Santa Mónica, hacia 1580, y se convirtió después en monas-
terio concepcionista con el nombre de Jesús de la Penitencia. El 3 de
yayo de 1663 se puso la primera piedra del actual edificio, costeado por
doña Beatriz de Miranda, bendiciéndose el 21 de noviembre de 1671,
cambiando la advocación por la de Nuestra Señora de Balvanera.
El siglo XIX arrasó e1:convento y la decoración inteBor de la igle-
sia, con todo y Coros. Ahora se ha podido remediar un poco el daño
devolviéndole un sencillo decoro ante la imposibilidad de rehacer sus
antiguos retablos.

30

- --
De los Coros sólo queda la bóveda del alto, más grande y solemne
que las del templo.

Don Diego Caballero y su esposa,$doña Inés de Velasco, ricos ha-


cendados, fueron los fundadores del convento de Santa Inés, para don-
cellas pobres españolas que podían ingresar a él sin dote. Las primeras
religiosas salieron del prolífico convento de la Concepción, entrando en
su nueva clausura el 17 de septiembre de 1600.
Don Diego ordenó al alarife Alonso Martín que, cuando muriera,
su estatua fuese colocada en el presbiterio, al lado del evangelio, "para
que quede memoria de ser yo -dice- el fundador d d dicho convento".
No sospechaba el pobre que el vandalismo eclesiástico había de arrasar
en el siglo XIX con casi toda la escultura funeraria de la Nueva España,
no respetando ni a virreyes ni a obispos, menos a modestos burgueses.
No fué tan cruel el destino, sin embargo, pues queda su efigie, con la
de su esposa, en una de las bellas puertas del templo.
El Coro quedó sin sus rejas, como de costumbre -y no por "en-
sanchar" para beneficio de los devotos domingueros la nave, sino "por-
que sí"-, pero existe el hermoso paño de cantera del Coro bajo. El hueco
de las rejas es un arco muy rebajado, casi plano, con marco moldurado.
Arriba un fino relieve con un San Agustín. La cratícula y la puerta de
acceso fueron de las más solemnes de la Nueva España, tanto por su
tamaño como por sus marcos y esculturas de piedra. Se salvaron de
su destrucción total, según parece, gracias a la familia Anda, que en
1877 las tomó para depositar los restos de sus difuntos.
El friso de ambas se adorna con triglifos y metopas y un querubín
en medio. Los relieves son, en la cratícula, un triángulo formado por
Santo Domingo, San Benito de Palermo y San Juan Nepomuceno; en
el centro el Cordero, recordando tanto a la Eucaristía como a Santa
Inés. En la puerta de acceso están San Francisco, San Diego de Alcalá
y San Antonio. Aún conservan restos de policrornía.
SANBERNARDO

Conocida es la historia del convento de San Bernardo, debido a


un pleito de monjas que en 1635 salieron del convento de Regina por
rivaJidades en la elección de una abadesa.
El primer convento fué pobre y provisional, por lo que el rico
capitán don José de Retes Lagarche dió dinero suficiente para cons-
tniírlo de nuevo, comenzándose las obras en 1685. Se terminó en 1691,
año en que se escribió el libro : Sagrado Padrón y Panegiricos Sermones
a la memoria debida al suntuoso w g n l f k o Templo y curiosa Basálica
del convento de religiosas del glorioso Abad San Bernardo. . . por
Alonso Ramírez de Vargas.
Como del antiguo templo lo único que quedan son las fachadas,
l
tenemos que recurrir a lo que nos dice de los Coros el cronista. "Al
Coro bajo -dice- hacen lucido toldo dos bien acabadas bóvedas de
aristas enteras, que en la longitud se dilata catorce varas ; en la anchura l
se desahoga en trece y en la eminencia se descuella en diez y ocho, fue-
ra de los macizos y pavimentos, correspondientes en número y adorno
. del Coro alto, al primor de las molduras y a la guarnición de sus ter-
I
cios, observando la misma forma de las bajas, en cuyas claves guardan l

también seis la proporción diminutiva de un seisavado que hace un flo-


rón de relieve en el medio." Tenían estas bóvedas adornos de yeseria.
"Sobre la reja del Coro alto se levanta una coronación que la recibe
un banco, hasta tocar en el arco o convexo de la bóveda, labor artificio-
sa donde, con diferente inventiva, con nueva hermosura, resalta el
medio relieve ya vestido, ya calzado lo blanco del yeso con lo bruñido
del oro que, difundido en ondas o en ascuas, adorna y guarnece toda
esta nueva obra, en cuya eminencia se ve el glorioso simulacro del abad
claravalense cuando entró en la iglesia mayor de Spira, ciudad de Ale-
mania y cámara del Imperio, acompañado de todo su clero.. .)'
Toda esta maravilla desapareció en manos de los señores del siglo
XIX, al abrir la liberalísima calle de Ocampo.

4 osé María Marroqui. La C i W de México, t. 1, 615 a 625.

32
Es interesante advertir que al abanico le llama "coronación" y
era, según parece, de madera y yeso, blanco y dorado, en cuyo centro
iba el "simulacro", es decir, imagen, al parecer de relieve, de San Ber-
nardo. No hay que olvidar que se hacía en 1690, año de conclusión de
las policromadas yeserías de la Capilla del Rosario de Puebla, que fué
la "nueva" maravilla del mundo. Por eso es natural en Ramírez de
Vargas la insistencia en la "nueva" obra y la "nueva"' hermosura, que,
en efecto, lo eran en esta estupenda segunda mitad del siglo XVII me-
xicano, época del guadalupanismo criollo, de Sigüenza, de Sor Juana
Inés de la Cruz, quien, al propósito, escribid unas "Letras Sagradas"
para cantar en su dedicación, en donde dice:
"Esta fábrica elevada,
que parto admirable es
de los afanes del Arte. . !'

y pide un "víctore" para el arquitecto, por ser San Bernardo:

"donde el Arte y artífice,


de sus primores árbitros,
se ayudaron recíprocos
en lo teórico y práctico.. ."

El coro de monjas más ilustre de México fué el de San Jerónimo,


no por su belleza, sino porque fué el de Sor Juana Inés de la Cruz.
Allí pasó veintiséis años de su vida; allí rez6 diariamente el Oficio
Divino y oyó misa; allí se esparcieron sus plegarias y se oyeron los
sonidos del Órgano tocado por sus manos. Allí reposan sus restos.
Sin embargo, es el Coro más destrozado de todos. Mala suerte
tuvo el refugio conventual de Sor Juana: su celda fué destruída; su
claustro es ahora viviendas y hasta cabaret; su tumba es la entrada de
..
la iglesia. 2 Crímenes del tiempo? No ; de la ignorancia. Y es ya
un baldón imborrable para México esta destrucción, país siempre aten-
to a exaltar a sus héroes políticos y olvidar a sus valores culturales.
Cuando se habla de que México es un país "culto" habrá que llevar
a las gentes al convento de San Jerónimo . . .
Quedan, nada más, los muros de los Coros. Y una ventana, la del
Coro alto, que se conserva por eso, por alta.
Podemos, imaginativamente, reconstruir el más noble Coro de
México. E s de dos bóvedas en el bajo y de dos tramos de vigueria
en el alto. Es fácil distinguir esta posición del Coro, en primer lugar
por la diferencia de techumbre con la nave, pues ésta es de bóvedas;
en segundo lugar porque el arco toral y las pilastras donde se incrus-
taba el imafronte de los Coros tienen mayor anchura que los restantes
del templo. Como el convento fué pobre y severo, debemos imaginar
unas sencillas rejas en el Coro bajo, y una modesta cratícula. E n el
Coro alto iría su reja de muro a muro nasta los capiteles de las pilas-
tras y arriba un abanico de madera, seguramente más lucidor que las
rejas. Tan pobrecito fu6 este Coro que las ventanas, que en la iglesia
son amplias y con molduras, aquí se empequeñecen y van desnudas de
todo adorno.

5 En la novela El Monedero, de Nicolás Pizarro, publicada en México en


1861, varios capítulos tienen p-Jr escenario el convento de San Jerónimo y en ellos
se habla, de paso, de los Coros. En 12 página 549 describe el autor, muy mal, por
cierto, una toma de hábito en el Coro bajo y en la 583 hay una escena noctltrna
en la cual la priora va al Coro y encuentra a la heroína rezando "muy cerca de
las rejas" y se imagina a la lámpara del altar mayor enviando sus rayos, "medio
confusos, a quebrarse en las rejas del Coro".
Más interesante es la descripción de la celda de Sor Juana, dato que no han
aprovechado sus biógrafos. "La priora habia diaho a Rosita - d i c e en la página
567- al llevarla a la habitación que le destinaba: prefiero ponerte en esta celda
porque aquí vivió la madre cantora Sor Juana Inés de la Cmz, célebre por su
talento, por sus composiciones, por su hermosura y, más que todo, por su hu-
.
mildad. Aquí vive ahora la madre N., que es una excelente nana.. , en la sala
d e la celda, como en todas, había unas sillas corrientes pintadas de verde, con
asiento de tule, pues no permite otras la Regla, algunas estampas de santos colga-
das de la pared, con cuadritos de cartón muy vistosos y, como un objeto de justa
distinción para aquella vivienda, el retrato de Sor Juana, pintado al óleo. la
recatnarita habia ya preparada una sencilla colgadura formada de lienzos blancos, .1
que llaman paños sin adorno ninguno; allí fué colocado el banco verde, ton pe- 4
queñita cabeera que el convento da a 12s religiosas."
Es posible que sólo sea imaginación de Pizarro pero en el año de 1861 tenia
que existir todavía la celda y no le convenía, al muy liberal novelista, inventar o

34

-
-
- -- - -- -- . -
Transcribo las siguientes líneas de un artículo de don Lauro E.
Rosell publicado en "Excélsior", el 10 de agosto de 1952:
"Desde hace muchos años buscábase el lugar exacto en que fueron
sepultados los restos de Sor Juana Inés de la Cruz.. . el ingeniero
José R. Benítez y el que esto escribe fueron comisionados en 1931 por
la Dirección de Monumentos Coloniales para que hiciesen una explo-
ración minuciosa en el templo de San Jerónimo en virtud de ciertos
datos obtenidos de una persona que juraba y perjuraba haber visto
años atrás una lápida colocada al ras del piso, un si o no cercana al
Coro bajo y en la que claramente se leía en latín el nombre de Sor
Juana Inés de la Cruz.. ."
Interrumpo el relato para asegurar a priori, 'pero con evidencia,
que esa persona lo que hacia era "perjurar" en su auténtico sentido
de "jurar en vano", pues jamás pudo existir tal placa cercalza al Coro
bajo, pues, en todo caso, estaría dentro. E s hacerles muy poco favor
a todas las generaciones, desde el siglo XVII a la fecha, por no haberse
fijado en ella. Charlatanismo puro.
Prosigue don Lauro: "Principiados los trabajos, tropezóse con
grandes dificultades, pues al llegar la barreta a cierta profundidad del
pavimento, cerca del Coro bajo, húbose que echar mano de una bomba
potente con objeto de evitar la inundación del recinto producida por el
caudal de aguas negras que brotaba a torrentes por las tuberías y caños
de desazolve de las casas contiguas que surcaban el pavimento. Una
vez desecado el perímetro, apareció en la superficie un grueso tabique
con una abertura como de ochenta centímetros de ancho por otros
tantos de longitud, con un desván o declive hacia el interior. De allí
fueron extraídos huesos humanos y como veintitantos cráneos, que, a
juzgar por su conformación, tamaño y otras particularidades, pertene-
cían al sexo femenino. ¡Era la fosa común del convento! Los huesos
y cráneos fueron depositados en el sitio dfnde reposaban, dándose por
terminada la exploración, en virtud de no haber sido encontrada la
lápida origen de ella.. ." i Claro! Si lo extraño es que dos investiga-
dores como Rosell y Benítez cayeran en tal garlito. Y ponemos más en

mentir en este caso. P o r otra parte, y cosa rara para la fecha y en un liberal, son
interesantes los elogios a Sor Juana y aun los e-rr&es piadosos, como el de que
fué "célebre" por su humildad.
claro la modestia del convento de Sor Juana, pues ni siquiera hubo
cripta.
Lo más importante de esta búsqueda es lo que propone Rosell
y a lo cual nos suscribimos todas las personas decentes de México:
"Conviene colocar una lápida en el sitio que diga: 'En la fosa común
que se halla en este lugar existen los restos de Sor Juana Inés de la
Cruz'."
Menciono, por estar relacionado con el Coro de Sor Juana, la pre-
sencia de una pintura que fué colocada en él el mismo año que tomó
el hábito la Décima Musa. Es una pintura de la Santa Faz, copia de
la de Alonso de Herrera, que dice: "De los bienes de doña Beatriz de
Miranda que lo dejó para que se coloque y venere perpetuamente en
el colateral mayor del Coro alto de este convento de San Jerónimo de
México. A?io..de 1669." Agradezco el dato y la fotografía a su actual
poseedor, el licenciado Gonzalo Obregón.

La fundación de este monasterio es una de las más tristes histo-


rias de la teocracia colonial. Fué un capricho de una monja española
de Jesús María, Sor Inés de la Cruz, la cual, no satisfecha en el con-
vento en que vivía, quiso construir uno de carmelitas descalzas. Otras
monjas se le unieron y también el indispensable mecenas, que lo fué
don Luis de Ribera. Las casas de éste, frente al costado del palacio
arzobispal, fueron el principio de la fundación.
Como habí,a muerto dejando por albacea al arzobispo sin declarar
que sus bienes serían para las futuras monjas carmelitas, el nuevo
príncipe de la Iglesia, don Juan Pérez de la Serna, dió muestras de su
mal carácter (después las daría peores), cumpliendo sin reticencias la
voluntad sólo verbal del testador. Para que los dineros de Ribera resul-
tasen de las monjas se llamó a tres testigos, que declararon que esa
había sido la voluntad del difunto. Los testigds fueron "un sacerdote,
una dueña y una negra'' ( !).
Para fundar el convento era necesario desalojar a los inquilinos
de las casas quienes, naturalmente, no quisieron hacerlo. El arzobispo
no se anduvo con dudas. 'Salió una madrugada de su palacio con el
Santísimo y se dirigió en procesión a las casas, donde ya un familiar
había cohechado a un vecino para que prestase su sala. Se dispuso como
capilla y el arzobispo dijo misa. El lugar se consideró consagrado y se
dió orden a los criados "de que unos con campanillas y otros a golpes
en las puertas de los cuartos despertasen a los vecinos.. ." Don Juan
les dijo, cuando muchos de ellos llegaron "atónitos" que "con la pre-
sencia de Cristo en el Sacramento había querido tomar la posesión de
aquellas casas que estaban destinadas para un convento y amonestaba
a todos los inquilinos de los cuartos de ella que sin omisión o negli-
gencia se mudasen".
No fué fácil arrojarlos, pero como dice la propia Sor Inés de la
Cruz escribiendo años después sobre este suceso: "Parecía día del jui-
cio, por ser mucha la gente que allí vivía, ocupando las tiendas y demás
oficinas de la casa, donde vivían muy de asiento con sus hijos y muje-
res y demás familia, que le sirvió He recreación al señor arzobzspo, que
fué quien nos contó personalmente esta relación que voy escribiendo,
que k causaba risa ver salir a unos medio desnudos y otros cubiertos
con sólo las frazadas y algunos en camisa, dando voces, que no los po-
dían sosegar, tanto que fué necesario enviar por un par de alguaciles;
luego les dijo unas palabras consolándolos, con decirles que aquello
había convenido hacerlo así para consuelo y bien de la república y que
así desocupasen luego las casas, que ya les enviaría indios de la obra
de la Iglesia Mayor que les ayudaran . . ." Y termina. Sor Inés : "y toda
aquella gente quedó indignada contra nosotras y era para alabar a Dios
las injurias y maldiciones que nos echaban .'" ..
Preferimos no comentar este archiepiscopal despojo que tanta risa
le dió al piadoso don Juan de la Serna, porque tememos repetir y aun
exagerar, lo que los inquilinos les dijeron a las monjas. Mejor nos fe-
licitamos fervorosamente de que Sor Jdana no haya perseverado en
una fundación de tan odiosos principios.
El convento permaneció improvisado en esas casas hasta 1684 en
que se dedicó la iglesia que hoy existe. Don Felipe de Santoyo, fecun-

6 Diccionario de Historia y Gcografia. México, 1853, t. 5, p. 703.


7 Idewz, y copia antigua del manuscrito de Sor Inés en la Biblioteca de la
Universidad de Austin, folios 84 y 85.
do y atroz poeta, nos describe en verso la iglesia en su libro Mástica
Diaaa. La parte correspondiente al Coro es la siguiente:
"a este le sigue el Coro,
aula de altos ejercicios,
de muchas luces oriente
y a la vista oscuro abismo;
no porque aquestas le falten
sino que un santo retiro
está para con Dios claro
y para el mundo escondido.
Con barandillas se forman
las puertas de granadillo
y cedro, que, a tanto objeto,
halla la vista r,esquicios.
Después está el Coro bajo,
trono de una imagen rica,
de "la Antigua" titular
de este admirable edificio.
En medio de los dos Coros
un lienzo está tan al vivo
que, con ser un Cristo muerto,
'
parece que el pincel dijo:
"En los brazos de mi Madre
muerto estoy, pero me animo
de ella para que los hombres
vivan de su patrocinio!'
Cae en los bajos .del Coro
aquel penitente circo
donde queda tersa el alma
al eco de los oídos
y aquella mesa opulenta
en que Dios se da a si mismo,
que eso es Dios, quedando entero,
ser para todos partido.. ."

Según parece el Coro alto estaba formado por barandillas de ina-


deras de granadillo y cedro y tal vez así era el abanico, sin olvidar que
se ha dicho que el gran medio punto de pintura de la Asunción que hoy
está sobre d cancel de la puerta principal de la Catedral, ocupaba el
arco de Santa Teresa, a la manera poblana. E n el Coro bajo, arriba de
las rejas estaba una pintura de la Piedad. Nada de esto' existe ya. Las
rejas fueron arrancadas y un muro innoble tapó los arcos. Sólo quedan
las solitarias bóvedas y las ventanas de la calle: la del Coro alto rasga-
da y sin reja; la del Coro bajo intacta, con su reja cuajada de púas, como
desafiando a algún indiscreto y audaz transeúnte que quisiera asomarse
por ella.

Quedó tan rica la heredera de los fundadores de Santa Teresa la


Antigua, doña Manuela Molina Mosqueira en el siglo y Sor Teresa
de Jesús en el claustro, que decidió fundar otro convento carmelitano
con el propósito de que pudiesen entrar en él doncellas sin dote. El
munificente monasterio de Santa Teresa la Antigua se encargaría de
mantener a su filial de Santa Teresa la Nueva. Sor Teresa de Jesús,
sintiéndose como su homónima de España, la santa grande, quiso ser
fundadora y lo logró. Carlos 111, rey, y Clemente XI, papa, otorgaron
sus permisos y en 1701 se comenzó la obra, terminándose en 1704, con
una lucida inauguración a la que asistieron el arzobispo Ortega y Mon-
tañés y el virrey duque de Alburquerque.
Sor Teresa fué nombrada, por supuesto, priora y, además, maes-
tra de novicias. Las nuevas carmelitas añadieron un quinto voto: "no
beber chocolate", porque ya era un abuso entre las religiosas la indiana
mixtura y fray Vicente de Santo Tomás, visitador español. se había
opuesto a la fundación del convento de Santa Teresa la Antigua para
"las criollas chocolateras". Las monjitas de la Nueva Santa Teresa le
contestaron con esa silenciosa y sutil bofetada con guante blanco.
Como del monasterio nada queda, sólo podemos referirnos al tem-
plo, que es, por cierto, el más pequeña y humilde de monjas que se
construyera en la Nueva España. La iglesia tiene cuatro bóvedas, dos
para la nave, una para el presbiterio y otra para el Coro.
El Coro alto tiene techo dc viguería y no llevó reja completa sino
que ocupó un hueco en el muro como si fuese Coro bajo y no tuvo
abanico, ya que en su lugar va un triste muro con una ventana rectan-

8 Josefina Muriel, op. cit., pp. 407 y 358 respectivamente.


gular. En este Coro "estuvo empotrada una pintura española de Nuestra
Señora de los Dolores y allí quedó cuando la e2claustraciÓn".
El Coro bajo es de una sola bóveda, hoy convertida en una "gruta
de Lourdes". Pero este Coro guarda lo que ya no existe en ninguna
otra iglesia de la ciudad de México: su reja de púas intacta. Es peque-
ña y modesta, encantadora en su pobreza. Su marco es de piedra, con
un tosco adorno vegetal; la reja hace cuadros al atravesar sus vástagos
y en los ángulos surgen las púas, recordando la intocabilidad de las vir-
genes del Señor, tan cercanas al público en este recoleto y gracioso
Coro bajo.
La "devoción"~tiene incrustada esta remembrante y única reja con
cajas de limosna y peanas horribles para velas que alumbran una Tri-
nidad muy mediocre que está colgada encima,
i Ojalá que un día, con inteligencia, respeto y buen gusto, la libren
de esos estorbos, para que sepa la gente el profundo sentido religioso
e histórico que encierra esta linda y única reja de púas que permanece
en la ciudad de México!

Este convento mexicano, fundado por monjas toledanas, pero con


la advocación de San Felipe de Jesús, se fundó en 1665, comenzándose
su construcción en 1666 y terminándose en 1673. A mediados del siglo
XVIII fueron cambiadas sus fachadas, casi clásicas, por unas churrigue-
rescas, con magníficos estípites exentos. por qué no conservaron en
otra parte estos estípites -que eran anteriores, en el sentido de exen-
tos, a los de la Santísima- cuando fueron destmídas las portadas? Ya
.
lo, sabemos.. y lo dice la Sagrada Escritura: "Infinitum styltorum
numerus est,"
En la cuidadosa descripción que hizo el bachiller Diego Ribera del
templo, nos dice de los Coros: "En la testera, que divide lo anterior del
convento, hacia la parte del norte, está el Coro bajo y la cratícula, por
..
donde reciben las religiosas la Sagrada Comunión. en la capacidad que
coge de longitud la iglesia y sacristía, está el Coro bajo, el cual tiene
de largo diez y siete varas y ocho de ancho, con dos puertas y una
..
ventana; en la cabecera está un altar, con un lienzo de Cristo, Señor
Nuestro, cuando caminando al Calvario encontró con su afligidísima
Madre ; a un lado tiene por adorno un lienzo de Cristo en el Nacimiento
y al otro, otro del viaje que hizo María Santísima con su.Esposo Santo
y su Hijo Santísimo a Egipto, con multitud de ángeles que acompañan
a aquellos santos peregrinos; arriba del altar está una imagen de la
Concepción de María Santísima, a quien las religiosas eligieron por
prelada y por memoria de esta santísima elección, tiene la Señora en
el pecho el memorial y petición que hizo la comunidad pidiendo y su-
plicando a la Purísima Reina las admitiese por Súbditas, a quien tie-
nen curiosamente adornada entre cristales; al otro lado está Señor
San José, de la estatura de un hombre, con el Niño Dios en la mano,
a quien corona una imagen de Nuestro Padre San Francisco y al otro
lado correspondiente una de Nuestra Madre Santa Clara.
"Al lado izquierdo de dicho Coro bajo, está el comulgatorio, en
forma de nicho, donde sólo puede entrar el sacerdote, y la craticula la
cierra una puerta de una lámina de las llagas de N. P. San Francisco
y .de parte de dentro una lámina de ~ u e s t r aSeñora de la Piedad.
"Al lado derecho se formó la sala de entierro, en la longitud de die-
siséis varas y cuatro de latitud, con dos ventanas y una puerta, que
caen al claustro; a la mano derecha adorna a dicha sala un altar de
Nuestra Señora de Guadalupe y en el medio otro altar del Calvario
con la Escala Santa, que suben las religiosas los viernes de cuaresma;
saliendo de dicha sala se entra en el confesionario, que tiene dos varas
en cuadro y otro tanto por la parte de afuera.
"El Coro alto tiene de longitud quince varas y doce de latitud,
con la reja que mira al poniente, con púas de arte' de afuera y un
rayo de hoja de lata, y puertas de madera y cuando éstas se abren para
el Divino Oficio, se corre una cortina; a la parte del norte tiene dos
ventanas, que caen al patio del torno, cak sus encerados, y al medio día
otras dos, que caen a la calle, con rejas de hierro y mallas de alambre,
y de parte de adentro vidrieras y puertas de madera. e ,

9 Por este Coro alto hubo un cómico pleito con el Conde de Xala, porque
éste construía su casa enfrente, dirigida por Lorenzo Rodríguez, y las monjas
se oponían a que le pusiese el segundo piso, pues por los balcones y la azotea se
"Sobre la reja está un Santo Cristo, de la estatura de un hombre,
y a los lados dos lienzos con marcos dorados, de dos varas y media, el
uno es de San Juan y el otro es de Santa Ana; en la cabecera está un
altar con una imagen de la Concepción de María Santísima, con dos
ángeles a los lados, que acompañan dos lienzos, uno de N. P. San
Francisco y otro de N. M. Santa Clara y dos láminas con vidrieras ; en
el altar está un relicario bien adornado con ceras de agnus y reliquias
y en medio una reliquia del Santo Lignum Crucis, embutido en una cruz
de cristal, y a un lado el cuerpo de San Hipólito, en su urna de cristal
y al otro el de San Antonio.
"Entre las dos ventanas que caen a la calle está un hermoso lienzo
de Nuestra Señora, cuyo manto ampara a algunas religiosas que están
pintadas a los pies de la Señora, teniendo la fimbria de dicho manto;
de un lado San Francisco y del otro Santa Clara; al otro lado está un
colateral con una imagen de Nuestra Señora de la Encarnación, con
vidrieras.
"La puerta de dicho Coro cae a una sala que tiene doce varas de
longitud y seis y tres cuartas de latitud, que sirve de capítulo o ante-
coro. . ." lo .
En 1863 decía Alfaro y Piña: "La iglesia está de oriente a ponien-
te, a éste viendo el altar mayor; junto al presbiterio había otro Coro
para que oyesen misa las .religiosas."
La larga descripción del bachiller Ribera corresponde a los Coros
del siglo XVII y parece que al reformarse el templo en 1754 se conser-
varon. En la segunda reforma, la neoclásica, los simplificaron y los
desbarroquizaron. Puede verse el Coro bajo, hecho ya una simple reja,
en una litografía de la revista La Crzsz. l1

podían ver las monjas en el Coro. Hubo peritaje y vistas de ojos, concluyéndose
que apenas se distinguían unas sombras vacilantes, por lo que pudo co~tcluir el
%onde su casa como hoy está,
10 En el libro Trono MexBcano en el Convento de Religiosas Pobres Capu-
.
clalm, su cmfmcción Y adorno. . por fray Ignacio de la Peña. Madrid, 1728,
folios 47 a 49.
11 Mkxko, 1855, t. VII, p. 637.
Se fundó este monasterio capuchino para indias, indias "nobles",
por supuesto, a pesar de que se opusieron los jesuítas, diciendo que
las indígenas "por su poca capacidad mental no comprendían el estado
religioso". l2 Pero el marqués de Valero, virrey de la Nueva España,
pensó lo contrario y logró de las coroilas real y pontificia la aprobación
del convento.
Lo construyó el ilustre arquitecto Pedro de Arrieta, terminándolo
en 1729. E n el libro ~iernosrecuerdosque excitan el llanto de las re-
ligiosas Indias Caciques por la muerte de fray José de Castro, publi-
cado en 1753, se describe la reconstrucción que sufrió pocos años des-
pués cuando se quiso hacerlo más suntuoso: "La iglesia - d i c e el au-
tor- era de techo de madera y, reconocido en pocos años el peligro que
amenazaba, se fortificaron sus paredes para poder echar, como se echa-
ron, bóvedas, interviniendo en esto, como maestro, director y sobres-
tante, el religioso que entonces era vicario de este convento y fué en la
arquitectura insigne, a quien costó la vida el reedificio, pues cayendo de
un andamio fué tan malicioso el golpe que de él se le originó la
muerte. l3
"Diósele más capacidad a la iglesia, mudando la portería al sitio
donde hoy está; hizose de nuevo el retablo mayor, con otras imágenes
y adornos, ornamentos y preseas en la iglesia, Coro y sacristía que,
junto con la obra de la enfermería con su oratorio, el del noviciado,
algunas oficinas y otros varios reparos, pasó el gasto de 43,000 pesos.
"Echáronse vidrieras y rejas de fierro, que antes las tenía de ma-
dera; pintóse a todo costo la concha o bóveda del altar mayor; hízose
en mejor forma la reja del presbiterio: a cuyo diestro lado se puso el
retrato del Exmo. Señor fundador, de cuerpo entero, bajo de sitial,
y se co!ocó su corazón en la pared inmediata a la cratícula, poniéndole

12 ' Josefina Muriel. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, n. 7,


p. 16.
13 Este vicario arquitecto fué fray Juan de Dios Ribera. Véase Gaceta
de México, edición de la S. E. P., t. III, p. 224.
la lápida con expresión del año en que se trajo de la Real Corte de
Madrid, que fué el de 1728. Al retablo mayor se le dió más extensión
y hermosura con seis lienzos de otras tantas santas de la orden, cerca-
dos de vistosas, doradas tallas, como también están dos de nuestros
esclarecidos padres Santo Domingo y San Francisco, que sirven a las
.
pilastras de corona. . hay otros seis'lienzos grandes de la vida de Santa
Clara que están debajo del Coro.. . se hizo un ternaxcalli y un cuarto
para la asnilla que suele ser necesaria para enfermas. . ."
Así estaba todavía el templo en 1880 cuando lo vió Manuel Ribera
Cambas: "En el fondo está el altar mayor, dorado, y allí se ve un
lienzo en que está pintado el Sacramento rodeado de ángeles, l4 viéndose
también pintadas las imágenes de San Francisco y Santa Clara, obra
de Rodriguez, que han sido muy. alabadas por los inteligentes. l6 A 'uno
y otro lado del altar hay seis cuadros con pinturas de igual número de
matronas, santas y monjas dkl instituto clarizo (sic) ; hacia el lado
derecho, esto es, al oriente, se entra al Coro bajo y sobre él está el re-
trato del fundador, cuyo corazón se conserva enterrado al pie del altar
mayor con la inscripción del año en que se trajo de España; también
hay una buena escultura de un Jesús Crucificado, con las imágenes de
la Virgen de los Dolores y San Juan evangelista. Sobre la reja del
Coro alto hay una custodia de cantería; debajo del Coro está la puerta
grande, que se adorna con un cancel de cedro y a uno y otro lado hay
seis grandes pinturas representando los pasos de la vida de Santa
Clara." l6
Ya se vió que el corazón del marqués de Valero estaba junto a la
cratícula y no "al pie del altar mayor", a menos que en la primera mitad
del siglo XIX lo hayan cambiado, irrespetuosamente para el pobre mar-
qués, en ese lugar; también parece un error lo de la custodia de piedra
"sobre la reja del Coro altoJ', o se refiere a la que está en la fachada,
que corresponde al exterior del Coro alto, o hubo un abanico, pero no de
piedra, con una custodia.

14 Esta pintura se conserva en el anexo de la iglesia "La GualupitaW,en


la calle de Enrico Martínez.
15 Juan Rodriguez Juárez.
16 México Pifitoresco, Artistico Y M o f i u m e ~ t d México,
. 1W,t. 1, p. 240.
"A principios del siglo XIX -dice don Manuel Romero de Terre-
ros- cuando el depurado gusto de Tolsá modificó de manera tan mar-
cada el estilo de arquitectura en México, se colocó en el Coro de la
vetusta iglesia de San Juan de la Penitencia una hermosa reja de tres
tramos, de medio punto, adornada con profusión de follajes, roleos y
otros adornos de aquel renacimiento y, hace algunos años, al derribarse
dicho templo, la parte central de la reja fue adquirida por el doctor
Urrutia y colocada a la entrada de la capilla del sanatorio que cons-
truyó en Coyoacán." ls
Copiando al marqués de San Francisco en el párrafo antes citado,
los señores Almela y Vives e Igual Ubeda, últimos biógrafos de Tolsá,
repiten lo mismo. l9
Siento diferir radicalmente del ilustre marqués. La reja no puede
ser de la época de Tolsá, sino muy posterior. Está inspirada en rejerías
francesas de mediados del siglo XIX, con figuras geométricas y círculos
entrelazados que no usó el neoclásico. Cierto que los follajes y rolaos
son de tipo renacentista, pero con esa amplitud que se usó en Francia
hacia .1850; los recuadros de las rejas laterales, a base de un círculo
con cuatro pétalos y los carnosos roleos vegetales de las esquinas indican
un 'estilo muy posterior, repetimos, al de Manuel Tolsá.
A mayor abundamiento, dice Alfaro y Piña : "Ultimamente (1862)
se hizo una bonita reparación al templo, quedando sus altares bien
adornados y estucados de blanco y oro al estilo moderno y además se
le puso en el atrio un bonito enrejado de fierro". En la "bonita" re-
paración interior y junlo con el "bonito" enrejado exterior jno se
colocarían también entonces las rejas del Coro alto? La época corres-
ponde al estilo y si en 1862 se renovó toda la iglesia icómo iban a
dejar el para ellos horripilante barroco del Coro del siglo XVII? Y sa-
bemos muy bien que una."reparaciÓn" del siglo pasado .era completa, sin
d$jar escapar el menor barroquismo o cosa que oliera al pasado colonial.
En el centro del medio punto, entre el hermoso movimiento de
los acantos y las vides, se conservó, por devoción, una figurita deliciosa,
único elemento religioso de la bellísima reja de San Juan de la Peni-
tencia. E s un Niño Dios que alza su bracito derecho como para detener

18 Las Artes Industriales en la Ntuva Espaca. México, 1923, p. 52.


19 El Arquitecto y Escultor valetaciano Mavauel Tolsd. Valeticia, 1950, p. 122.

46
algo. Se refiere a la leyenda de que, a fines del siglo XVII, el .techo
de madera de la iglesia amenaza ruina; un día amaneció una .viga
caída que detenía un Niño Dios que remataba un retablo. Coi1 toda
gratitud se bajó la escultura, que quedó con el brazo erecto y .se le
dió culto en un retablo especial.

Se' fundó este monasterio de monjas agustinas en 1598, par deseo


de cuatro monjas de apellido Mendoza, tres de ellas hermanas, del
monasterio de San Jerónimo, y una tía, del de Jesús María. Por lo
visto había muchas religiosas descontentas o muchas ganas de pasar a
la historia fundando nuevos conventos.
Don Juaii Chavarria y Valero construyó el actual templo, en don-
de recibió el espaldarazo de caballero de Santiago en 1652. Este Cha-
varria fué el famoso señor que después, en 1676, salvó, con peligro
de su vida, la Eucaristía en el incendio de San Agustin, por lo cm1
en su casa, que aun existe, el nicho del balcón central no lleva ttn
santo, según costumbre cn la arquitectura civil, sino su propia mano
portando la custodia.
Murió en 1682 y fué enterrado en San Lorenzo, donde se le erigió
u11 solemne tnausoleo con su estatua orante, cuyos vestigios han sido
descubiertos recientemente. 21
Los Coros, arquitectónicamente conservados, son magníficos. La
bóveda del Coro bajo es extraordinaria; es vaída, sobre pechinas, d e
forma ligeramente elíptica; el arranque lleva una moldura saliente qttt
ondula y que le sirve de refuerzo y de ornato. Como un alarde de
gracia, igual que en la cúpula, rehunde suavemente ocho triángulos
isósceles equidistantes, cuyos vértices parten del centro; el lado me-
nor de cuatro de ellos cae sobre las &chinas y los otros cuatro se
reparten en los espacios restantes. Forma la clave una estrella de estu-
co blanco de ocho picos, de los cuales se desprenden querubines.

23 Luis González Obregón. México Viejo y Anecdótico, p. 178. . . .


21 Toussaint publica el proyecto en Attales del Instituto de InvesQigacimxs
Estéticas, n. 11. ..
La bóveda baja es toda de tezontle, Iiecha por iiiedio de fajas
de argamasa que ligan los bien cortados sillarejos de la hermosa pie-
dra roja de México. En cuatro de los triángulos rehundidos hay unas
curiosas agarraderas de piedra que seguramente sirvieron para soste-
ner lámparas. La puerta que daba acceso al convento es de una gran
severidad clásica. Poco espacio quedaba para las bancas, salvo el muro
frontero a la reja y el de la ventana.
El arco rebajado donde iban las rejas permanece intacto, así conio
los vanos de la puerta al templo y la cratícula. E n el Coro alto queda,
convertida en barandal, parte de la reja antigua, de severos rectángulos
'horizontales.
Sobre el arco del Coro bajo hay suficiente espacio para un alto
relieve de la Anunciación que es uno de los ejemplares más egregios
de la escultura mexicana del siglo XVII. Se le escapó a José Moreno
Yilh en su libro sobre la Escultura Colonial Mexicana, pero, al hablar
del relieve del mismo tema en una de las fachadas de la Encarnación.
-dice: "La prolijidad anecdótica de la Anunciación, con pupitre, tapete,
.atril, libro, cama y dosel puede verse también en un relieve del trascoro
de la catedral de -león, pero allí quedan de menos relieve ; aquí tienen
*igualvalor plástico lo secundario que lo principal . . . el conjunto es bello
y el escultor ahonda y da claroscuro con entera pericia", 22 palabras
"que pueden aplicarse, y con mayor calor y elogio al relieve de San
Lorenzo.
Es de piedra blanca y estuvo dorado y policromado. Aun le queda
un oro mortecino en los pliegues. del manto de la Virgen, en la blonda
cabellera del arcángel y en las plumas del pecho de la paloma del Es-
píritu Santo. Sin duda alguna está tomado, como era costumbre, de
algún grabado barroco europeo. Las figuras del anuncio divino se des-
tacan en primer término; Gabriel es un niño regordete, con púdica falda
hasta el huesito; la Virgen es una hermosa matrona, de cara redonda
y,grandes ojos que se queda tranquila y humilde ante la salve del ángel ;
al fondo ocho querubines, entre nubes, acompañan la escena y el Es-
píritu Santo la preside y a la izquierda el dosel de la cama, como un
adorno, sin la importancia inmerecida que le da el escultor de la Encar-
nación,
.Y..#. . '
'

22 Edición de "El Colegio de México", 1942, p. 48


En este Coro hubo una "aparición" de la Virgen de Guadalupe.
Sor Josefa de Santa Gertrudis quería fundar un convento en la Villa
de Guadalupe, pero todo se le dificultaba; una noche "de las muchas
que pasaba en fervorosa oración en el Coro, se halló repentinamente a
la misma Señora en la pared. . . arrebatola la devoción y sin atender lo
que hacia, diciendo y haciendo, emprendió sacarla, en que aconteció otro
milagro no menos admirable y fué que siendo la pared del Coro de cal
y canto, la sacó sin quebrarla en aquella noche.. ."
Luego hizo que un
pintor se la iluminara y "guardó hasta su muerte oculto el prodigio".
La ingenuidad de las monjas y de los cronistas coloniales -sobre todo
de éstos, pues las madres realmente veían visiones- es encantadora.
Más importante es otro dato para este Coro: aquí reposan las ce-
nizas de doña Isabel de Tovar y Guzmán, la hermosa dama de los cas-
tos amores de Bernardo de Balbuena, a quien dedicó su Grandeza
Mexicarta.

Tres ricas hermanas, llamadas las Felipas, quisieron que hubiera


en México un convento de monjas dominicas, cosa que gustó a los do-
minicos, quienes enviaron de Oaxaca dos monjas fundadoras. Por pri-
mera vez la capital era la que recibía de provincia una fundación.
La actual iglesia se constkyó de 1619 a 1623. "En su amplísimo
Coro -dice Josefina Muriel- pudo reunirse sin dificultad para rezar
las oraciones toda la numerosa población conventual, que en ciertas épo-
cas pasó de un centenar de personas." Y añade: ''Las religiosas de este
convento llevaban una vida de carácter contemplativo; pasaban la mayor
parte del día ,en el Coro; oír misa, rezar el Oficio Divino y el rosario
de quince misterios, característico de la orden, escuchar las lecturas y
meditaciones, eran las actividades que la's ocupaban la mayor parte del
día.'"
..
23 Espejo c&stali~tode pacienciu. vida de Sor Maria Inés de los Dolores,
religiosa profesa e s el m v e n t o de San Loremo de la &ida¿ de México.. . por
el P. Juan Antonio de Mora. México, 1729, fol. 110.
24 O). cit., pp. 320 y 326.
Este amplísimo'Coro fué casi destruido para hacer la actual y es-
pantosa Escuela de Leyes. Queda una bóveda del Coro bajo y un tra~no
del techo de viguería del alto. La reja de éste es muy interesante por di-
ferente a todas las demás. No es el gran rectángulo de siempre, sino
que esta severísima y vigorosa reja de-cuadros sube hasta más allá de
las impostas de las pilastras, tanto, que apenas si deja lugar a un mi-
núsculo abanico, que es también de hierro forjado, en donde unos roleos
hacen marco a una cruz central.
Todo este Coro alto resulta, pues, un inmenso calado de hierro que
no tiene precedentes ni tuvo imitaciones. E n el interior, entre las vigas
sostenidas por hermosas zapatas, hay pinturas de símbolos religiosos.

Colegio $ convento a la vez, fué la Enseñanza fundación de doña


María Ignacia Azlor y Echevers, aristócrata criolla mexicana, que había
profesado en España en la orden de la Compañía de María. Se adapta-
ron unas casas en la calle de Donceles y después se construyó la hermosa
iglesia que hoy existe, salvada del vandalisino gubernamental, que que-
ría derruirla a principios de este siglo.
Como en los monasterios capuchinos, divide los Coros, el alto a
los pies del templo y el bajo, con una rara y extraordinaria solución
arquitectónica que sólo allí se ejecutó, se divide en dos a los lados del
a!tar mayor, logrando un conjunto admirable.
El Coro alto se sustenta por una amplia bóveda de arista con tres
arcos volados. En las enjutas de estos arcos van medallones llevados por
unos Gngeles en cuyos centros están unas columnas, es decir, la forta-
leza de la fe. Entre los medallones se entrelazan figuras de rocalla a
la ,francesa. Arriba, para pasmo y enfado del purista, se desenvuelve
muy orondo un clásico friso con triglifos y metopas.
El vano de la reja es un arco rebajado. Esta es sencilla, de parale-
logramos horizontales; detrás de ella siete tableros de madera con co-
petes dorados, en forma de celosía. Entre la reja y el abanico cuelga
un lienzo que representa la toma de hábito de una religiosa, tal vez de
la madre Azlor. El fino abanico tiene al centro un enorme anagrama de
María, coronado por una diadema; a los lados van dos relieves con
vegetales, dorados, y la orla terminal es una sencilla greca que ya es
neoclásica.
No se detiene aquí el Coro alto, continúa por medio de dos tribu-
nas laterales, conlpuestas de siete tableros iguales a los que están detrás
de la reja y otros dos que las cierran, fronteros al altar. Estas celosías
se calan con figuras de estrellas y llevan sobrepuestas molduras doradas
con figuras geométricas. Este Coro tiene sillería, la única que hubo
-o que se conserva- con asientos de altos respaldos y copetes ondu-
latorio~.
Los Coros bajos conservan sus rejas. Como el testero es sexavado,
el retablo se eleva en el muro del fondo y en los muros diagonales las
rejas, embutidas en sus arcos rebajados, en cuyo extradós ondulan mol-
duras doradas.
Como quedaban enormes espacios entre estas rejas y los arcos, se
cubrieron con pinturas. La de la izquierda es la Asunción y la de la
derecha la Virgen de la Apocalipsis; las dos se hicieron "A devoción
de la Madre Dolores Patino con permiso de la Re Me Priora1'. Son de
Francisco Antonio Vallejo y están fechadas en 1783.
La cratícula es una joya. Está junto al Coro derecho, bajo la orla
final del retablo y formando parte de él. La base es de piedra, con un
hermoso relieve en el que dos ángeles-sirenas, de finas colas escamadas,
sostienen un óvalo en el que está esculpido un pozo. Se refiere, sin duda,
al pozo de la Samaritana, ligado místicamente con el vino eucarístico. La
puerta se adorna profusamente de ramos de vid y al centro el triángulo
y el ojo de la Providencia. Tenía por dentro, además de la cubierta de
terciopelo verde que aún perdura, una lámina con marco de plata, pin-
tada en ella El Alma de la Virgen, regalo de la madre Azlor.
PUEBLA
Una piadosa señora, doña María de Montenegro, "se dedicó a
recoger en su casa algunas cloncellas pobres, hijas de conquistadores y
pobladores - d i c e Veytia- a las cuales educaba, asistía y gobernaba
con mucha caridad y con ellas formó una comunidad de vírgenes a
quienes impuso en la vida religiosa bajo la regla y constituciones de
Santo Domingo, de suerte que era una especie de beaterio.. . l Esto
pasaba en 1554; después se convertiría en el primer monasterio en
forma de la Puebla de los Angeles. La iglesia actual es de fines del
siglo XVII y los altares, la cúpula y la linda torre de azulejos, son de
1750.
Del Coro, destruido bárbaramente, sólo queda el hueco enorme de
sus tres bóvedas de arista, más amplias que las de la iglesia. El rec-
tángulo de las rejas del Coro bajo conserva su sostén de madera; la
antigua cratícula es la entrada nueva y la entrada antigua e s . . . muro
cerrado. En el Coro alto está aun fehaciente la inútil y estúpida destruc-
ción de la reja y del abanico en las pilastras y en el arco donde posaban,
desportillados cuando se arrancaron de su sitio.
D
Hace pocos años, según una fotografía, unas pinturas apaisadas
ocupaban el lugar de las rejas, que, sin duda, estuvieron arriba. Ahora,
como dijimos, es una especie de pequeña vecindad. . . Si la pintura del
Coro interior a que nos hemos referido y que publicamos con este Coro
es retrato de cotno fué, el crimen de su destrucción no tiene nombre.

1 Historia de Puebla. Puebla, 1931, t. 11, p. 489.

r5
Se fundó en 1620, con monjas de Santa Catalina. Eri 1626 salierotl
las fundadoras, pasando por la catedral, donde las esperaban ocho don-
cellas "que serían las primeras novicias, ricamente vestidas y cada una
con un gallardo joven, igualmente adornado, por padrino".
La actual iglesia data de 1663 y de esa fecha son sus Coros, salvo
las pinturas. Las rejas del Coro bajo son de rectángulos verticales y
el marco del hueco lleva molduras de piedra, doradas. La reja del Coro
alto es idéntica y en la parte superior tuvo una pintura mural que no
se porqué la quitaron de su lugar.
E n 1842 el obispo Pablo Vázquez quiso emular al ilustrísimo
Palafox, según dice una placa en el lado derecho del presbiterio, y
restauró el templo con altarcitos neoclásicos, ayudado gustosamente
por la priora Sor Rita de San Luis y por el mayordomo del convento
don Francisco de Paula Reyes. Fué entonces cuando se instalaron los
grandes lienzos que hoy tiene, pintados por Antonio Padilla. Las pin-
turas son excelentes para su época y llenan su cometido con dignidad.
Padilla debe figurar entre los artistas del neoclásico mexicano en aven-
tajado lugar.
E n el abanico está una alegoría del Triunfo de la Iglesia. E s la
Iglesia una doncella vestida de pontifical, con alba, estola, capa pluvial
y tiara en la cabeza. (Un tonto creyó que era la papisa Juana.) A los
lados de la rubia doncella van los grandes santos de la historia y arriba
la Virgen y la Trinidad.
Junto a lo que fué craticula está una pintura, también de Padilla,
con un señor de rodillas, como donante y en plan de retrato; ya que
no puede ser el obispo Vázquez, pues es un civil, tiene que ser el ma-
yordomo Reyes o ¿será un autorretrato del pintor?

Comenzó este beaterio como simple recogimiento de terceras domi-


nicanas, pero gracias al influjo de una ascética escritora, Sor Mariana
-
2 Veytia, o). cit., t. 11, p. 525.
Agueda de San Ignacio, se convirtió en inonasterio de monjas. La igle-
sia se dedicó el 12 de julio de 1740.
De esta época me envía gentilmente los siguientes datos el joven
investigador poblano Efraín Castro IvIorales: "El Coro alto estaba
dedicado a Muestra Señora de los Lagos como prelada.. . había tres
retablos dorados y en un nicho estaba colocado el disecado corazón del
obispo don Pedro Nogales Dávila.. . por un escotillón que hay en
el piso del Coro existía la comunicación con la sala de disciplinas. . .
eii el Coro bajo había dos retablos, uno para San José y otro para la
.
Virgen de la Paz, dando el pecho al Niño Jesús. . estas imágenes es-
taban vestidas de seda y fueron donadas por la madre Sor Margarita
de la Encarnación, por escritura notarial ante Miguel Garcia Fragoso,
el año de 1720 . . ."
El Coro bajo ha sido destruído, naturalmente. El alto permanece,
dichosamente, porque es el Coro más interesante como decoración que
hubo en la Nueva España. Fué obra del obispo don PantaIeón Alvarez
de Abreu, protector del convento después de Nogales Dávila, al cual
también donó su corazón. Esta episcopal víscera fué enterrada solem-
nemente y hasta se publicó un libro al propósito, El Corazón de las
Xosas sepultado entre fragancias, relación poética de las solemnes fu-
nerales exeqziias qzte para sepultar e2 corazón del Ilmo. Sr. . . . celebró
d convento de Santa Rosa perz&ana los días 23 y 24 de enero de 1764.
E n este ocioso pero bello libro (con su grabado de la pira funera-
ria, en color rosa, en que se colocó el corazón como si fuese una per-
sona),a se nos dice que el obispo Abreu "fué tan amante y benéfico
para las Rosas como el sol; su influjo iluminó aquel templo, hermo-
seándolo con el costoso y lucido adorno que hoy tiene; su piedad les
compuso y adornó el Coro y claustro interior y sus continuos socorros
hicieron arder los fogones de aquella pobre cocina porque no se es-
.
condió del calor de su piedad la oficina más oculta . ." lo cual vale
decir que a él se debe la cocina de azulejos, la más bella cocina del
mundo. Se añade que "hizo pirztar y adornar los Coros y claustros

3 Francisco de la Maza. Las P i r a Funerarias en la Historia y en el Arte


de México. Instituto de Investigaciones Estéticas, 1946, pp. 101 a 104.
interiores, de tal luuanera qzde su nz2sfiz.u hernzoszara del Coro ale~btarcael
fermor en las diváaas alabanzas". Y se comprende el aliento al fervor
estando bajo la pintada bóveda de este Coro admirable.
El del Coro no se contiene en la sola bóveda comprendida
entre la fachada y el arco toral inmediato, sino que se adelanta a éste
por medio de otro arco rebajado de la bóveda del sotocoro, solución
que ya se había dado en algunos Coros de frailes desde el siglo XVI,
ganándose así un buen espacio hacia la nave. A nuevos problemas vi-
tales, nuevas soluciones arquitectónicas.
Tiene una decoración única: se cubre de pinturas al bleo, en lienzo,
de manera total, desde el piso hasta la clave de la bóveda. Fué necesa-
rio clavar las telas y está11 tan bien restiradas que no se han aflojado
en ningún sitio.
En la parte en que sc adelanta al arco toral, e inmediata a donde
estuvo el abanico, está pintada una completa y angélica orquesta que se
desenvuelve desde el ángel del violín al de la trompeta; en medio va el
ángel-director, con su atril y su partitura.
En el intradós del arco están santas monjas dominios, con sus
nombres e insignias. Las pinturas de los muros laterales son la Vida
de Cristo y las de la bóveda son, en el centro, la Asunción y los siete
arcángeles, que llegan hasta los lunetos y, dentro de éstos y rebasán-
dolos, escenas bíblicas y alegóricas. En el luneto izquierdo un ángel
señala el vuelo de la Virgen a San Juan Evangelista, San Pedro, San
Pablo y David; en el derecho Moisés, Adán, Eva con dos niños ( 2 Caíii
y Abel?), Aarón y Melquisedec. No sé que significado preciso tengan
estas escenas, pero es algo así como la ieunión del Antiguo y del Nuevo
Testamento ante la Virgen.
Hay dos manos de pintor en este Coro; una la de los muros, de
carácter blando y mediocre; otra la de la bóveda, de tnucha mejor fac-
tura, que puede ser de José Joaquín MagOn, pintor a quien el obispo
Alvarez de Abreu hizo muchos encargos.
En el testero del Coro está un retablo churrigueresco, con estípi-
tes muy uriginales, con pinturas de la Vida de la Virgen.

58
El bachiller don 1;rancisco Pardo hizo voto de fundar un monas-
terio de la Inmaculada, pero, olvidadizo, lo dejó pasar. Una vez, atra-
vesando un río, se lo llevó la corriente y vi6 que la Virgen descendía
y le daba la punta de su manto azul para salvarlo. Con esto renovó su
voto y fundó el convento. Esto pasaba eii 1592.
En 1617 se dedicó la iglesia. Nos cuenta Veytia que "en el Coro esti
dedicado un retablo dorado, con mucho aseo y curiosidad a la famosa y
celebrada irnageil de Nuestra Scñora con el título del Carmen, a la que
llaman la Incorporada.. ." Y cs que una de las fundadoras quiso con-
vertir una escultura de la Virgen en una Santa Gertrudis, pero la
Virgen se sintió ofendida y no lo permitió y apareciéndose en la celda,
vestida de carmelita, "se incorporó con la imagen". i Oh sancta sinz-
'licitas !
Este Coro es u11 paraíso monjil. Ninguno tan amplio, tan majes-
tuoso y rico coíno éste en su interior. Se compone de dos bóvedas, pero
de ostensible mayor tamaño que las de la iglesia, que son tres, por lo
cual casi iguala a la nave.
Las rejas del Coro bajo están en su lugar, por fortuna. Se forman
de círculos iguales unidos por los cuatro puntos tangenciales. Perma-
nece la puerta de la cratícula, con una lámina de un Cordero inistico y
adornos de calamina.
Entre esta cratícula y la reja existe (como lo hubo en la Santísima)
algo peculiar de Puebla: un torilo, un pequeño y precioso torno, con
sus curvas paredes cubiertas de azulejos, que aun gira sus hojas de
madera como en el siglo XVII,auri cuando ahora sea visible sólo por el
interior. Los tornos eran para recados, cartas, regalos y compra de
ciertos objetos o entrega de ellos, y había una madre exclusivamente
dedicada a ellos, pero éste, en un Coro bajo, sólo se concibe para asun-
tos espirituales; tal vez peticiones de rezos para almas atribuladas en
esta o en la otra vida.
El Coro alto no lleva la usual reja corrida de muro a muro, sino
que se divide en tres tramos por medio de columnas en donde se apoyan
los arcos de los tramos, que son de tres centros. E s esta una novedad
y una singularidad que sólo se repitió -y falsamente- en San Jeró-
nimo. El abanico, ad wunz poblanum, es de pintura, horrible pintura,
por cierto, indigna de este gran Coro. Parece colocada allí en uno de
los momentos más abominables del abominable siglo XIX.
Mas el interior del Coro es lo sorprendente. Se consenran, en el
alto, sus hermosos retablos dorados, como los que estuvieron en la igle-
sia. "Está toda adornada de retablos dorados a la moderna -dice Vey-
tia-, en buena simetría y hasta los claros de las pilastras." En este
Coro alto no hubo nichos ni sillerías, por lo menos desde el siglo XVIII.
Es toda una grandiosa capilla dorada, con sus retablos chur.rigue-
rescos en los que las pilastras estípites toman muy variadas y peculia-
res formas, desde cubrirse íntegramente de relicarios y espejos hasta
formar en su parte media, en el lugar del típico cubo con medallones,
verdaderas capillitas abiertas, con sus cuatro pilastras en las esquinas,
su techo abovedado y su triple cornisa ondulatoria. México, verdadera
patria del estípite, le dió todas las formas imaginables, con su propia
personalidad en cada región. Y aquí, en Puebla, donde con tanto furor
fueron destruídos los retablos por el academismo, resulta este Coro
doblemente excepcional. E s una lástima que esté oculto y desconocido.
Creo que sería un acto de justicia dar a conocer esta obra de arte de las
madres concepcionistas del siglo XVIII comunicándolo a la iglesia por
una escalera o rampa a partir de la cratícula, convirtiéndolo en una
capilla con un culto para ciertas ceremonias. Con ello no se daña el
Coro bajo, que permanece íntegro (y seria limpiado y arreglado) y el
público podría admirar esta joya de arte poblano.
Por último un curioso cuadro nos detiene: es la Virgen, quien,
con su manto azul, protege a sus hijas de Puebla; en el rincón derecho
dice: "A devoción de don José Ruiz Aranis nuestro cobrador", y 10
firma Juan de Villalobos. E n el rincón izquierdo está el cobrador, un
simpático anciano que quiso perpetuarse en la única forma posible : como
donante.

Este convento de la Santísima Trinidad fué fundado por tres ri-


cos capitanes hermanos, quienes compraron al obispo Mota el palacio
nico, ya que es el único, en todo el país, que puede igualarse a los íIc
Querétaro y aun les gana en antigüedad, pues es un siglo anterior.
Podemos conocer cómo fué este Coro completo por dos fotografías
de la Dirección de Monumentos Colonialcs. E1 rectángulo de las rejas
llevaba un moldurado marco de piedra; al lado izquierdo la cratícula y
entre ésta y las rejas un torno como en la Concepción. El interior nos
muestra la reja y los vanos del torno, la cratícula y la puerta. E l aban-
dono en que estaba ",justificó" su apertura.

El czpitán Juan García Barranco fundó un colegio de niiias "para


que se educasen las hijas de caballeros y personas más ilustres de la
ciudad", dice Veytia, y "viendo que algunas se inclinaban al estado
religioso, hizo la fundación del convento". Fué dedicado a San Jeró-
nimo "pero la regla que profesa no es la de este santo patriarca, ni ía
de sus monjas de la capital de México y el hábito es muy diverso, por-
que es blanco con escapulario y manto encarnados". Nosotros diría-
inos que, cuando menos por el hábito, fueron más jerónimas que las de
México, pues recordaban la dignidad de cardenal del santo en sus es-
capulario~y mantos rojos.
La iglesia se dedicó el 11 de agosto de 1635 y fué prinnero de ar-
tesonado hasta principios dcl siglo XVIII que se hizo de bóveda. A mc-
diados del siglo XIX se renovó a la moda neoclAsica, con más dignidad
y acierto que las otras iglesias poblanas. E l Coro resultó un modelo que,
por fortuna, permanece intacto. Sin embargo, corre peligro, pues se
ha tratado de quitar las rejas "para los músicos" ( !), ya no digamos
que sin entender que es un Coro de monjas, sino sin VER la belleza de
su acabado, que sólo vale completo.
Este grandioso paramento se hizo a costa de don José Carmona y
Tamariz. El interior del Coro es de tres b6vedas -Veytia a éste y a
todos los Coros poblanos les adjudica siempre dos bóvedas, lo cual
quiere decir que no entró a ninguno, muy a su pesar, seguramente, por
la clausura, cosa que nos privó de las descripciones que nos hubiera
dado- por lo que resulta, también del tamaño de la nave del templo.
La reja del Coro bajo se forma por medio de óvalos unidos en el sen-
tido vertical tangencialmente y con una bolita en el sentido horizontal.
La división con el Coro alto se hace por medio de un friso con triglifos
y metopas, llenas éstas de unos brillantes medallones dorados.
En la cornisa, como caso insólito, a los extremos, están dos trozos
de columnas con los bustos en yeso del fundador y del restaurador. La
peluca del primero, a la derecha, nos habla del siglo XVII; el pelo re-
cortado y crespo del segundo, a la izquierda, del siglo XIX. Dice uno:
"Ntro. Fundador el Señor Dn Juan García Barranco. Sus virtudes
recuerdan su nombre.'" el otro: "Nuestro bienhechor Sr. José Carmo-
na y Tamariz. Sus beneficios hacen su memoria."
Entre los bustos hay cuatro graciosos ángeles niños, de tipo rena-
centista, que llevan unas cartelas que recuerdan los cuatro votos: Po-
breza, Obediencia, Castidad, Clausura. En el centro arde sin consumirse
el Cordero.
La reja del Coto alto es también de óvalos, de mayor tamaño, uni-
dos entre sí directamente. Detrás de ella se conserva la antigua, la del
siglo XVII, de rectángulos verticales. Sobrepuestos a estas rejas están
unos vástagos de madera que quieren imitar las columnas de la Con-
cepción al dividir el Coro en tres tramos.
El abanico es espléndido y diferente a todos. En el centro está una
gran pintura de la Virgen con seis monjas y una novicia con sus esca-
pularios y mantos bermejos, tan vistosos y elegantes. A los lados se
cruzan círculos formando óvalos, que fué el gusto decorativo geomé-
trico preferido de este Coro, una de los más completos y más hermosos
de México, que deberá permanecer siempre como está, en su rotunda
plasticidad integral.

En el libro Vida de la Vb" Madre Isabel de la Encarnación, Car-


.
melita Descdza, natural de la Ciudad de los Angeles. . escrito por el
licenciado Pedro Salmerón y publicado el año de 1675 en México, en
la imprenta de Francisco Rodríguez Lupercio, está la historia de la
fundación de este convento, primero de monjas carmelitas en la Nueva
España, que copiaría después Veytia sin citarla. La construcción de la
iglesia y monasterio fué de 1608 a 1626. La descripción exacta y com-
pleta de cómo era el convento en el siglo XVII ha quedado en la pobre
y borrosa tipografía del libro de Salmerón, tan raro y escaso que vale
tanto como si fuese inédito, por lo cual la traslado íntegra:
"Luego trataron las religiosas de que se edificasen la casa e
iglesia, con grande confianza en Dios, sin tener más caudal que las
limosnas y piedad de los fieles y las dotes de las que iban entrando,
que se aplicaban para la obra. La cual en pocos años se acabó y es una
de las mejores y más fuertes que hay en las Indias, porque el convento
tiene todas las oficinas altas y bajas necesarias, con dos patios, el
principal todo enladrillado, con claustro entero de bóveda y altares bien
adornados de excelentes imágenes en las esquinas para las procesiones ;
por él se entra al refectorio, a la escalera, que es muy buena,' y cubierta,
y al Coro bajo, cuyas rejas salen a la Capilla Mayor, y allí junto está el
comulgatorio, que cae sobre las primeras gradas del Altar Mayor.
"De este claustro se pasa a la portería, sacristía interior y al torno
y al locutorio, todo debajo de cubierta, y también al otro patio, donde
hay otras oficinas para el servicio de la casa, del cual se pasa a la
huerta, que es muy buena y tiene muchos árboles frutales, con grande
abundancia de flores para el ornato de los altares y pila de agua co-
rriente.
"En ella hay dos ermitas, la una que hizo a su.costa el capitán
Miguel de Sosa, que Dios haya, es muy grande y suntuosa, de bóveda,
con un cuadro de la calle de la Amargura tan grande que ocupa ,todo
un testero de arriba abajo; la otra es del huerto de Getsemani, con un
&dro de la misma suerte, aunque es más pequeña. En estas ermitas
tienen las religiosas ejercicios los días continuados que a las preladas
parecen, estándose allí en soledad y oración todo el día, hasta la noche,
que vienen a la celda. También tienen los mismos ejercicios en otro
aposentico alto que llaman la Tribuna, que cae junto al Altar Mayor,
con reja y puerta con llave y una celosía de hoja de lata a manera de
rayo.
"En subiendo la escalera está la sala donde se tiene la recreación
conventual, bien adornada de imágenes y pensamientos devotos ; por
ella se entra al Coro, cuyas rejas salen a la iglesia; es capaz y muy
adornado con imágenes excelentes de talla y pintura, y de él se pasa
a la sala del Capítulo y a otras piezas que tiene. Los dormitorios san
como los de los religiosos, con sus celdas, todas de una misma manera
y los tránsitos tienen imágenes y cosas de devoción en las paredes. Hay
asimismo en lo alto noviciado y enfermería, oratorio y otras oficinas
y las ventanas da ellas y de las celdas con rejas de hierro."
Esta es una de las pocas descripciones coloniales que existen de
un interior conventual de monjas, ya que estaba prohibida la entrada
a los varones, salvo el caso de muerte, para el confesor y el médico, los
cuales pasaban rápidamente a sus objetivos inmediatos sin fijarse en
lo demás. Por ello es excepcional esta breve y s u s ~ c i o s anoticia de
Santa Teresa de Puebla y por ello también se cree Salmerón con deber
de explicarnos: "todo este interior del convento vi en una ocasión
que entré en compañia del señor don Antonio de Cervantes, Canónigo de
esta Santa Iglesia Catedral, Vicario de los Conventos de religiosas
de esta ciudad y particular bienhechor de éste, que entr6 a visitar 15
clausura por unas obras que se hacían, porque cuando se ofrece entrar
a sacramentar a alguna enferma vamos vía recta al lugar donde está,
sin divertirnos a otra parte en manera alguna, recibiéndonos la prelada
y clavarias con sus velos en la portería, hincadas de rodillas, para que
les demos la bendición y no se apartan de nosotros hasta que voJvemos
a salir, tocándose una campanilla para que ninguna religiosa aparezca
mientras hay personas de fuera en el convento; y todos guardamos
silencio, y los médicos y cirujanos en el claustro y dormitorios, de tal
manera que mientras se m f i e s a la enferma, está el compañero junto
a la puerta de la celda con las madres, sin hablar una palabra, aunque
sea por mucho tiempo, y sin que se quiten los velos, porque en esto
j
I hay gran rigor."
l "La iglesia -prosigue Salmerón- es muy suntuosa y grande, de
1 cuatro bóvedas labradas de yeso, con su comisa y algunos artesones
dorados, y en la esquina su torre y campanario bien curioso; es de los
mejores y más fuertes que hay en esta tierra. Tiene reja, que divide
la Capilla Mayor, en la cual hay dos altares, el mayor, de talla y pincel
a lo moderno, bien costoso y tan grande que ocupa toda la testera de
alto a bajo y en el lugar principal está el glorioso Patriarca San José,
de bulto, sentado en una silla, con el Niño Jesús en los brazos. Al lado
derecho, frontero del Coro bajo, está un suntuoso altar de la Purísima
Concepción con reja de hierro torneada y dorada, hecha en Vizcaya.
Este altar lo hizo un devoto y ha dado para su ornato muchas preseas de
oro, plata, joyas, perlas y otras cosas de gran valor, con un ornamento
todo entero y cumplido, de tela fina, bordado, que vino hecho de Milán,
al uso Romano, el más curioso que hay en esta Ciudad. Está la Capilla
Mayor llena de cuadros de lindas pinturas al óleo, los más de la vida
de Santa Teresa. En el cuerpo de la iglesia, frontero de la puerta prin-
cipal, hay otro altar de la misma santa, que hizo a su costa otro devoto,
y ahora se trata de hacer otro frontero de la segunda puerta, de la Con-
.
cordia espiritual.. La sacristía tiene suficientes ornamentos, ordina-
rios y extraordinarios ; las palias, corporales y albas y lo demás es todo
muy curioso. Hay mucha plata labrada y la mejor custodia de plata
dorada que hay en esta ciudad fuera de la Catedral, con unas andas de
ébano y marfil, harto curiosas. .."
Muchas transformaciones ha sufrido esta iglesia. Ya no existen
los labrados de yeso de la bóveda, ni la torre y campanario, ni la tri-
buna, ni el Coro bajo junto al altar, ni los retablos. Estos aun estaban
en tiempo de Veytia, pero el siglo estúpido para el Barroco los arrasó.
No comprendo bien para qué había Coro bajo junto al altar mayor
si había lugar para él a los pies de la iglesia.
Ahora, los vacíos Coros están frente al altar. "La iglesia -nos
dice Veytia- es un cañón sin crucero compuesto de seis bóvedas inclu-
sas la del'presbiterio y una que ocupa el Coro." Y así es. Cosa insólita
es que un Coro poblano sea de una sola bóveda; tal vez porque se sí-
guió usando ese Coro bajo del siglo XVII.
El hueco de las rejas tiene su arco rebajado, de ladrillos, y es muy
ancho. En el interior se ven señas de la cratícula, la puerta de acceso
al convento y una ventana enrejada que daba al claustro. El Coro alto ,Gj
está cubierto ahora por unos lienzos que representan, al centro, al
IJ
Señor de Burgos y a la Virgen de la Soledad y a los lados santos car-
melitanos en nichos con columnas salomónicas. En el medio punto,
en lugar de abanico está otro lienzo que parece de Joaquín Magón.
En él la Virgen del Carmen reparte "documentos", en el sentido de
consejos, a un obispo, a dos clérigos y a San Juan de la Cruz y a Santa
Teresa, quienes, a su vez, los dan a unas monjas. Uno de esos consejos
lo escribe el propio Niño Jesús, a quien le presenta un tintero San
Miguel Arcángel.
En el presbiterio se conserva el azulejo sepulcral (no sé si tam-
bién los restos) de Sor Isabel de la Encarnación, de quien hemos ha-
blado.

Hace doce años aún existían sus rejas, que eran muy hermosas.
Las del Coro bajo en forma de panal de abejas. i Era la única con este
dibujo y desapareció! Ahora los Coros son: la primera bóveda un in-
definible espacio, entre pseudo capilla y pseudo coro; la segunda, esca-
leras; la tercera, oficinas. Y todo esto podría haberse hecho -si tan
necesario era- sin quitar la interesante reja, que, por cierto, ¿dónde
estará ?
En el Coro alto quedan cuatro medios puntos de pintura con esce-
nas de la vida de San Francisco y de Santa Clara a los lados de las '

ventanas. Bajo éstas hay dos retablitos churriguerescos que ignoro si


estaban ya desde antes o fueron puestos allí últimamente. Por supuesto
que, en lugar de la antigua reja, está ahora una barandilla moderna
estilo .. . "colonial".

Este convento nació del de México, con seis monjas mexicanas.


Llegaron a Puebla el 2 de febrero de 1704, donde fueron recibidas con
toda pompa en la Catedral y luego pasaron a su convento, que ya estaba
edificado desde 1703.
La completa descripción del monasterio está descrita en el citado
libro Trono Mexicano, de la cual transcribo lo relativo a los Coros:
"La planta de la iglesia es en la distancia, de 50 varas de longittid,
10 y media de latitud y 16 y media de profundidad; se divide en cuatro
porciones, la una que forma el Coro alto, la segunda el cuerpo de la
iglesia, la tercera la capilla mayor y la cuarta el presbiterio. La primera
porción se compone de cuatro bóvedas, las dos de arriba de lunetos y
las dos del piso de aristas ; arriba forman un hermoso Coro con cuatro
ventanas, las dos que caen a la calle con piedras de tecali, que defien-
den del aire y del registro y dan lugar a la luz por lo transparente de
su cuerpo y las dos que caen a la clausura con vidrios. En la testera de
dicho Coro está un altar donde está colocado el Santo Cristo fundador,
que es el que acompañó a las peregrinas madres desde la ciudad y con-
vento de México ; a un lado un hermosísimo lienzo de María Santísima
de los Dolores, con marco dorado y vidriera de cristal y al otro lado
un Ecce Homo muy devoto; en un lado colateral están dos nichos, el
uno ocupan un hábito de San Pedro Bautista, mártir, puesto en una
cruz de madera y una cuerda del mismo santo, que lo ciñe, y una reli-
quia de San Pancracio, con sus auténticas. En el segundo nicho está un
hermoso bulto de San Antonio de Padua, de la mediana estatura de un
hombre; en el lado colateral frontero está otro nicho donde está colo-
cada una cruz de Caravaca, de carey, embutida de hueso blanco, con
su peana, que todo tendrá una vara, con muchas reliquias y en el medio
un Lignum Crucis .. .
"En el costado de la iglesia, con inmediación al presbiterio, al lado
del sur, cae la reja del Coro bajo, el cual, en la distancia de 15 varas de
longitud y 8 y media de latitud, se forma de dos bóvedas de arista, con
una ventana que cae a la huerta o jardín y en él tienen las madres a la
vista, para recuerdo del amor de su Divino Esposo, el sepulcro de nues-
tro amoroso Jesús, con una hechura de la estatura de un hombre, muy
hepnosa y devota, que excita las ternuras a sus esposas ; a la cabecera
del sepulcro está pintado en la pared el evangelista San Juan y a los
pies la amante Magdalena y en el cielo que forma el nicho, dos ánge-
les. Al lado derecho está la craticula o comulgatorio, adornado de los
Cinco Señores, de pincel, y en este mismo lienzo de la iglesia está el
confesionario único, como es único el confesor. En el mismo Coro

5 Los Cinco Señores son: Cristo niño, José, Joaquín, la Virgen y Santa Ana.
está una puerta que entra a 'una tribuna, la cual, en distancia de 8
varas, forma una bóveda de arista y tiene para la claridad dos venta-
nas, una que mira al oriente y otra al sur; en un lado está un nicho
pintado de flores con sus puertas de vidriera, el cual encierra una ima-
gen hermosa del tránsito de María Santísima y un altar con una hechu-
ra de Jesús Nazareno, de la estatura de un hombre, tan hermosa como
devota."
Veytia dice que el año de 1711 "transladaron los huesos de los
fundadores, los de Don Diego Lagarche al presbiterio, al lado del
evangelio, donde se puso su estatua de piedra y encima su escudo de ar-
mas y los de su señora doña Ana en d Coro bajo, en el sepulcro de
las religiosas".
Este Coro bajo fué destruido sin compasión. Sólo queda la cripta
-hoy tapiada la entrada- que conocemos gracias a una afortunada y
magnífica fotografía que posee la Dirección de Monumentos Coloniales.
Es una hermosa bóveda plana en cuyas aristas van cuatro anchas
fajas ornamentales con hojas de acanto y el cordón franciscano en me-
dio de ellas. La clave es un medallón con el escudo de los brazos de
Cristo y San Francisco cruzados al pie de una cruz. En el muro iz-
quierdo, en un elevado poyo dice un azulejo: "Aquí están depositados
los huesos de Ntras. M" fundadoras que aquí descansan Amen."
El paño del Coro alto es muy especial; no tiene abanico y es todo
un muro cerrado en donde solamente se abre el cuadro de las rejas,
con púas. Arriba hay un enorme cuadro circular de la Santísima Tri-
nidad de fines del siglo XVIII.

Un canónigo fundó un hospicio para que en él se. recogieran las


señoras casadas "nobles y honradas" mientras sus maridos andaban en
Europa o fuera de Puebla "con el pretexto de buscar la vida". No tuvo

6 Folios 267 a 273.


7 Op. cit., t. 11, p. 535.
éxito, como es natural, por lo que acabó el hospicio en casa de mujeres
perdidas, cosa que no le gustó, cuando vino como obispo, a don I'l~nuel
Fernández de Santa Cruz, por lo que lo convirti6 en convento de mon-
jas agustinas. Las seiioras se quedaron en sus casas; las mujeres en
otro edificio y las monjas construyeron Santa Mónica.
Fué estrenada la iglesia en 1688, costeando el Coro don Juan José
de Veytia y Linaje.
Este Coro es de los mejor conservados. Las rejas del Coro bajo
son de menores dimensiones que en los demás conventos y en cambio
la puerta y la cratícula son mayores. Sobre ellas cabe bien un 'largo
lienzo con la muerte de Santa Mónica, que agoniza abrazada a un cru-
cifijo. San Agustín llora, cosa falsa, pues bien lo dice en las Confesio-
nes que no derramó ni una sola lágrima. Alipio, el amigo, y Adeodato,
el hijo, vistiendo ya el negro hábito, acompañan la escena.
La reja del Coro alto es también menor y el abanico se forma,
como en San Jerónimo, con un cuadro central, pero, en lugar de cala-
dos, van otras dos pinturas con temas de la vida de San Agustín.
Por dentro son de tres bóvedas, como casi siempre en Puebla. En
el alto está el sepulcro del corazón del obispo Santa Cruz. Rodeada de
azulejos, una lápida de tecali dice: "Sepulcro del Corazón del Illm0 i
Exm0SenrDorD. Manuel Fernandsde StO Cruz Obpo Pe i Prelado arna-
bimode la Puebla Fundador i Patron de este Convento murió a 1 de Febo
año de 1699". Al fondo su retrato, por Tinoco.
Está 'lleno de nichos para esculturas o relicario, y en el fondo un
altarcito neoclásico. Sobre la reja hay tres pinturas, una Adoración de
20s pastores, una Presentación y la Virgen de las Maravillas. Estos
Coros se conservaron casi como están ahora desde el siglo XIX, pues
las agustinas no fueron exclaustradas, en realidad, sino hasta 1933.
El Coro bajo tiene visible su cripta, pequeña y lúgubre, llena de
epitafios de las monjas del siglo XIX y aun de éste. El osario, una
oquedad en una esquina, con su gran calavera pintada, no bastaba, por
lo que, al pie de las rejas, se hizo otro, con una inscripción de azulejos :
"En este lugar se entierran los huesos de las Religiosas difuntas de
este ConvtOque no cavian en el osario.' Agosto lro. 837."
Fué fundación este convento franciscano del de San Juan de la
Penitencia, de México, en 1619. En uno de los contrafuertes dice un
azulejo: "Conbento del Sagrado Corazón de Jesús de Señoras Religio-
sas de Santa Clara."
La fortísima iglesia tiene seis bóvedas, una para el presbiterió, tres
para la nave y dos para los Coros. Estos, destruída la bóveda divisoria,
son un cine actualmente, con la añadidura de una de las bóvedas de la
nave. Pocos atlixqueños se han de dar cuenta de que van a ver películas
sobre osamentas de monjas coloniales.
Sólo queda de recuerdo de este Coro poblano parte de las celosías,
de estrellas de ocho picos, acomodadas ahora como cancel en la puerta
de acceso a la iglesia. En el presbiterio hay un gran lienzo de la Asmción,
firmado por Luis Berrueco; es muy probable que, como en otros con-
ventos de monjas poblanos, según se ha visto, haya estado arriba de
la reja del Coro alto, a modo de abanico.
QUERETARO
SANTACLARA
1
El cacique don Diego de Tapia, hijo del fundador de Querétaro,
l
no sabia qué hacer con una hija que se educaba en la ciudad de México
y "tratando de darle estado correspondiente a la nobleza de su sangre
se hallaba dudoso en elegirl"l hasta que lo sacó de dudas fray Miguel
López, proponiéndole la dotase para monja y fundara un convento de
clarisas. En 1601 doña Luisa de Tapia quedó como fundadora y patro-
na y con mucho dinero para construir el monasterio, que empezó a
edificarse en 1605.
A fines del siglo XVIII se renovó totalmente su interior, llenándose
de retablos churriguerescos y adornándose el Coro tal como hoy lo
gozamos, de tal manera extraordinaria, que resulta, junto con el de
Santa Rosa, el Coro más hermoso de México y tal vez el Coro de mon-
jas más importante de todo el Barroco Hispánico.
Es, como los Coros poblanos, de tres grandes bóvedas de lunetos.
El Coro bajo conserva sus dos rejas -i oh imponderable y rara sorpre-
sa!-, la exterior de sencillos travesaños cuadrangulares y la interior
alternando barrotes de hierro con eseléndidos balaustres de madera.
Sobre ella está un hermoso desnudo de Cristo, del siglo XIX, que
acentúa su morbidez ante la severidad del fondo de la doble reja. La
cratícula está intacta, con su puerta dorada al exterior y una taraceada,
en el interior, del siglo x ~ x Permanece
. el poyo de piedra donde las

1 Crónica de la Provincia Franciscana de Miclzoacún, por fray Isidro Félix


de Espinosa. MCxico, 1945, p. 356.

75
monjas se hincaban para recibir la comunión, vigiladas y alentadas por
dos ángeles de pintura a los lados del muro.
El retablo del fondo, completamente despojado de sus esculturas,
es un magnífico ejemplo del estilo rococó en México y otro, a su lado,
es un pretexto para labrar una preciosa hornacina de madera dorada,
con fondo rojo, que emerge de una superficie en la cual ondula la
madera, en olas de oro, imitando un brocado.
Las pinturas que decoran este Coro, enmarcando la puerta de
acceso al claustro y las ventanas, son anónimas, de la segunda mitad
del siglo XVIII. La de la puerta es una entronización de la Virgen, ,con
ángeles y santos, dos de los cuales son muy extraños en la iconografía
colonial mexicana: Santa Emerenciana (sic) y San Estolano. En las
ventanas están, en la primera, las cuatro apariciones guadalupanas y
abajo cuatro medallones con San Ignacio de Loyola, Santa Ludovina,
Santa Gertrudis y Santa Rosalía. En éste dice: "La noche de Navidad
esta gran Señora por su mano regalaba a Santa Rosalia pasando a las
suyas el parto de sus entrañas recién nacido. Vida de Santa Rosalía,
fol. 78." En la segunda ventana están San Alberto Magno y San Ra-
món Nonato y, en los medallones inferiores, San Camilo, San Atenó-
genes, con sus ciervos, Santa Inés y Santa Bárbara. Es interesante
observar ese afán pedagógico del Barroco al escribir los nombres de
los santos (de los poco conocidos, pues Santa Rita o Santa Bárbara no
lo llevan) y hasta la cita de la página del libro de donde se toma la
escena.
La cripta es la más grande y bien construida de los Coros mexica-
nos. Es de planta cuadrada, con bóveda plana. Junto al muro derecho
del visitante que desciende la suave escalera de dos tramos y, enfrente
de ella, se eleva un poyo corrido con albergues para catorce ataúdes,
cu?tro en el muro derecho y diez en el fondo. Allí eran depositados los
cadáveres y luego sacados los restos, según su antigüedad, para echar-
los al osario, que es una enorme cavidad abierta en medio del piso, con
su losa de piedra, en la cual inscribieron lo siguiente: "Depósito para
los huesos que se sacan de los cepulcros de éste virgíneo panteón que
se hizo año 1760", y las iniciales de las monjas que entonces goberna-
ban el convento.
S
En el Coro alto se conserva su retablo principal, casi intacto, que
es una riquísima muestra del último barroco mexicano, con detalles
ornamentales del rococó, y otro, lateral, también con influencia fran-
cesa. Sobre la puerta de lo que fué el antecoro hay una pintura de
Tomás Xavier de Peralta, de 1731, con tres escenas de la vida de la
Virgen: Los Desposorios, la Anunciación y la Visitación. A un lado
de la reja está la caja, vacía y sin terminar, de un órgano estilo rococó,
que lo único que hace es afear al Coro. Parece un pastiche del siglo
pasado para emular el órgano de Santa Rosa.
Pero es el imafronte lo más admirable de este insigne Coro de
Querétaro. En el Coro bajo, a los lados de la cratícula y de la puerta
de acceso al templo, están dos esculturas de varones del Antiguo Tes-
tamento; uno de ellos es Jessé, padre de David, del caul, según San Ma-
teo, descendió Cristo. Arriba de las rejas, en lujosos marcos de madera
dorada, están tres relieves femeninos; al centro una monja (no clarisa,
por cierto) y a los lados dos doncellas. Son representaciones, al pare-
cer, de los tres votos monásticos: pobreza, obediencia y castidad. Y
tenían sus letreros; ahora el de la "Pureza o Cinceridad" está abajo
de la monja; 10s otros se perdieron.
Todo lo que hace fondo a este Coro bajo resalta de una simulada
tela de brocado, en rojo y oro, que se mueve con una inquietante dis-
creción. El admirable abanico llena el medio punto del arco toral des-
pués de la firme reja corrida. Parece un grandioso tapiz labrado con
hojas de acanto doradas que le hacen marco al Cristo central. Don
Diego Angulo, refiriéndose a este Coro, dice: "El cerramiento del
Coro es particularmente bello. Está compuesto con fastuosidad die-
ciochesca y fino sentido decorativo. En la parte inferior, correspondiente
al piso bajo, gracias al ancho encuadrafniento de grandes medallones,
domina, con la riqueza, la sensación de fuerza y solidez. E n cambio,
la reja del Coro alto sólo aparece encuadrada por ligeros festones de
tela, exaltándose aún más la nota de ligereza en el medio punto supe-
rior, donde las piernas de una gran cortina se corren a los lados para
descubrirnos un bello calado digno de una mantilla o de una peineta
de concha, con el crucifijo al centro."
-.
2 Historia del Arte Hispanoamericano, t . 11, p. 736.
Este Cristo hierático, tallado por Mariano Perusquia, citado con
entusiasmo por todos los historiadores del Arte Colonial, no es lo
que grita la fama. Ante él -y con buenos prismáticos- tenemos que
repetir el juicio de José Moreno Villa: "Perusquía tiene un Cristo en
la iglesia de Santa Clara que, a pesar de los elogios de un benémerito
historiador ya desaparecido, es bastante flojo; más ancho de caderas
que de pecho, presenta una silueta más femenina que varonil ; la cabeza I
es pequeña y sin cuello; la pureza es pesada, sin gracia, con un nudo 1
como una plasta y los dos extremos del paño guardando una simetría
que cualquier maestro evita." *
Este Cristo y, evidentemente, el abanico para el cual fué pensado,
se debió colocar muy a fines del siglo XVIII, pues Perusquia, nacido
en 1771, tenia apenas veinticuatro años cuando, en 1795, fué académi-
co en e s c ~ l t u r a .(¡Lástima
~ que, desde hace diez años, una enorme
escalera obstruya su vista! 2 Qué esperan para quitarla?)

SANTA
ROSA

Este otro monasterio franciscano, pues está dedicado a Santa Ro-


sa de Viterbo, fué una de las muchas fundaciones del rico sacerdote
don Juan Caballero y Ocio. Primero fué beaterio y después se convir-
tió en convento.
Hizo la iglesia Ignacio Mariano Casas, gran alarife barroco, y fué
dedicada en 1752. Los retablos y el imafronte de los Coros, por sus
muchos detalles rococós, deben ser posteriores, si bien del mismo Casas.
,"El cerramiento del Coro - d i c e Angulo- sin estar compuesto con la
sabiduría del de Santa Clara, es muy interesante por el curioso encua-
dramiento de la reja baja por medio de una serie de lienzos con mar-
cos de roca26e que, en sus variadas formas y aparente desorden procu-
ran producir ese efecto de intranquilidad y desequilibrio propio del
-
3 La Esctdtrsra Colonial Mexicaaa. El Colegio de México, 1942, p. 75,
4 Manuel Toussaint. Arte Colonial de Aléx~co,México, 1948, p. 362.

78
rococó. Cual gigantesco carillaje de un bello abanico, una decoración
de madera calada cierra el medio punto de la parte superior."
El Coro bajo conserva su reja exterior, en cuyas esquinas supe-
1
riores dos ángeles mancebos levantan las cortinas para mostrárnos-
la. La cratícula y la puerta se recargan con adornos barrocos y roco-
c ó ~ entre
, los cuales asoman los símbolos eucarísticos: un caliz con la
l hostia irradiante y un corazón al revés que derrama a borbotones la
l
sangre por sus venas desmesuradamente abiertas. El espacio superior
de las rejas se llena con esos lienzos de "intranquilidad" y "desequi-
I librio" que dice Angulo, pero que, más que eso, son una rica y bien
presentada decoración artística y religiosa con Cristo, la Virgen y los
1' doce apóstoles, cada uno de éstos con la insignia o símbolo de su ac-
l
tividad en la tierra, tallados en preciosos relieves dorados.
En el medio punto del arco está el maravilloso calado de madera
dorada, formado de ocho trozos, justo como los del "país" de un aba-
nico, con muy bellos dibujos de rotaille que semejan otros tantos aba-
nicos. En el centro, sobre una riquísima peana y con una concha al
fondo como aureola reluciente, a las que hace marco una faja de nubes
de color gris perla, salpicada de estrellas, se ostenta, pleno de bellezi
y con más oportutiidad que el Cristo de Santa Clara en este abanico de
sólo gracia y donosura, un Jesús adolescente, de abundosa cabellerzi
color castaño y dulce rostro en actitud de bendecir.
En el interior del Coro bajo podemos ver el famoso y magnífico
órgano del maestro Casas y muchas pinturas que han sido allí hacinadas
desde la exclaustración. Una, sin embargo, está en su lugar, y es un
ex-voto pintado por Tomás Xavier de Peralta en 1742 y se refiere a
este Coro bajo cuando era beaterio. El tema es la procesión de una Vir-
gen por todas las iglesias de Querétaro para hacer rogativas por la
peste que asolaba la población. ~ ~ r o v e g h a n dlao presencia de la ima-
gen, Sor Lugarda de Jesús, que estaba paralítica desde hacia tres años,
"pidió la llevasen al Coro, saliendo tan bien despachada y con tanta
expedición en sus impedidos miembros que, siendo la arpista en las
divinas alabanzas, al día siguiente pul& el arpa".

5 Historia del Arte Hispanoawaericano, t. 11, p. 736.

79
La cratícula y la puerta, en este. interior, estuvieron cuajadas de
reliquias, de las cuales quedan tan sólo las variadas formas de sus
agujeros. -
El retablo del fondo es una clara muestra de lo que en otra parte
he llamado el "Barroco re publican^",^ es decir, ese Barroco que se
hace a mediados del siglo XIX, que conserva de su inmediato antecesor
y enemigo, el Neoclásico, las columnas clásicas y cierto orden académico,
pero con una decidida voluntad de adornos, de policromia, de líneas
curvas, que vuelve a ser, en gran parte, el Barroco del siglo XVIII,
nunca olvidado en México. Este retablo, que quiso ser neoclásico, con-
s e p a hasta la barroca orla de cresterías de los retablos de Santa Clara.

Cualquier viajero que conozca San Luis Potosí, Guadalajara, Gua-


najuato y aun Atzcapozaltongo, en el Distrito Federal, y recuerde sus
teatros "clásicos" por fuera, con fachadas de solemnes columnas jóni-
cas o corintias y su proporcionado frontón, al llegar a Querétaro y
cuando, fortuitamente, vea ante sus ojos un templo griego de seis
graves y fortísimas columnas jónicas, exclamará: i He aquí el "teatro"
de Querétaro! Pero no, es la iglesia .de las madres Carmelitas Des-
calzas.
La hizo, en 1807, don ~rancisco~ d u a r d oTresguerras, el célebre
arquitecto del Bajío. Malos tiempos eran para el Barroco, a quien el
Neoclásico había expedido su partida de defunción. El Neoclásico, dig-
no hijo del Renacimiento (y no del gran Arte Grecorromano, salvo el
encuentro de Pompeya) fué, como él, de raíz paganizante y nada amo-
roso o comprensivo del esplendor católico. Las monjas carmelitas U-
vieron que vivir en tres gélidos claustros "clásicos", asistir a un Coro
qÚe más bien parece un comedor de casa grande y contemplar una igle-
sia que semeja un salón de recepciones diplomáticas.
El ejemplo egregio de Coros de Monjas estaba allí, precisamente,
en Querétaro, pero Tresguerras, fiel a su época y creyéndose un neo-
clásico, olvidó las "extravagancias" barrocas y casi convirtió a las mon-

6 La Cinrdad de Clsol~lay stas iglesia. (En prensa.)


jas en vestales. Visto el Coro desde el presbiterio más bien parece una
triple jaula colgada del techo que albergue permanente de las hijas de
Santa Teresa, la monja barroca de la Contrarreforma.
Sobre un cornizuelo a la altura de las impostas y apoyado en las
paredes laterales del templo, se abre el Coro alto, con tres pequeñas
rejas empotradas en arcos de medio punto y divididos por dos pilastras
adosadas. Se acabaron las amplias rejas corridas de muro a muro; no
hay lugar para el abanico; han sido desterrados los adornos y los simbo-
los. E n el interior conserva su banca corrida, con asientos y respaldo
de cuero, apoyada en unos bancos de piedra a modo de ménsulas.
E n los muros Tresguerras gozó como pintor. Y su gozo fué muy
personal, pues, a pesar de que es lo mejor que dejó su pincel muralista,
los cuadros son muy mediocres. En el muro superior a las tres rejas
pintó la apoteosis de la Virgen del Carmen, con San Elías a su derecha
y San Juan de la Cruz a su izquierda. Como tres figuras.son pocas para
llenar tan grande espacio (lo que en el Barroco hubiera sido el abanico),
todo lo demás lo ocupa un desleído paisaje en el que flotan las figuras co-
mo fantasmas. En cambio, abajo de este fresco, se esmeró en pintar, con
todo detalle, unas bien dibujadas ménsulas clásicas entre las cuales
cuelgan festones de flores azules y cortinajes y flecos verdes y ama-
rillos. En el muro frontero, a los lados de una hornacina compuesta de
cuatro columnas jónicas y en donde se ostenta una hermosa imagen de
bulto de la Virgen de Guadalupe, hay dos frescos referentes a la vida
de San Juan de la Cruz, uno que recuerda una tentación del místico
carmelitano en el que le asedian tres pobres diablos con disfraces de
animales absurdos y otro en que el santo, de hinojos, mira una cruz
con los instrumentos de la pasión que revuelan a su lado. El cuarto fres-
co recuerda aquellas divinas pláticas entre San Juan y Santa Teresa a
través de las rejas del Coro bajo del convento de Avila. Y estas rejas,
por cierto, están llenas de púas. Pero, hizo Tresguerras un monas-
terio para monjas carmelitanas? Entonces, ¿por qué lo que pintó no
.
lo construyó?. . "Porque esas rejas con garfios ya no se usan", nos
hubiera contestado si viviera.
De este Coro neoclásico a la liquidación y acabamiento de todos los
Coros de monjas no hay más que un paso. No en balde es el Último
que se construyó en México.
GUADALAJARA
La fundación de este' hermoso convento partió del de Santa Mónica,
de Puebla, en 1720. .
Sus egregias portadas van de acuerdo con el barroco exuberante,
salomónico, del primer tercio del siglo XVIII, pero no así el interior,
de bóvedas góticas, como en todas las iglesias de Guadalajara, por in-
fluencia evidente de la Catedral. Es delicioso que en plena época del-
barroco se siga haciendo gótico en América.
El techo de Santa Mónica.es de siete bóvedas cuidadosa y espe-
cialmente dibujadas en su tracería según el lugar jerárquico que ocu-
pan : dos, estrelladas, sin terceletes, pero más complicadas, para el tes-
tero; tres, de estrellas simples con terceletes, para la nave, y otras dos,
con sencillos nervios que se juntan al centro en un círculo, a manera de
clave, para el Coro.
El Coro alto no llevó reja corrida ni abanico; es una continuación
del muro del Coro bajo, con la sola interrupción de un hueco sexavado
en donde iba la reja, que debería reponerse y quitar ese ridículo barandal
que le da el aspecto de un oficioso balcón, indiscreto y sin sentido en el
interior de una iglesia. La gran puerta de acceso al convento de este
Coro alto es magnífica. Está fuera de eje e invade la doble ménsula
central de donde arrancan los nervios de la bóveda, incrustando su
cornisa en ella. Lleva en las jambas columnas adosadas, llenas de re-
lieves y, a su debida altura, permanecen las piletas de agua bendita.
Un abultado friso y una moldurada cornisa completan esta portada
interior, la más rica y monumental de los Coros novohispanos.
El neoclásico "arregló'" el Coro bajo, con bastante dignidad, por
cierto, pero quitó el gran lienzo apaisado que iba entre las rejas.

Tanto el convento de Santa María de Gracia como este de Jesús Ma-


ría, fueron fundaciones dominicanas. Del primero no queda de sus Coros
sino el arranque del arco del Coro alto, pero de Jesús María lo conser-
vamos integro en su hermosa severidad de líneas. La reja del Coro
bajo lleva un marco sencillo de piedra, como en Capuchinas, y la cra-
tícula, como casi siempre, fué destruída para igualarla con la puerta de
acceso al templo.
La tupida reja del Coro alto va enmarcada también en un gran-
dioso paralelogramo que hace simetría con la reja y las puertas del
Coro bajo. Imagínese por un momento ese magnífico vano sin la reja
y, ante la fealdad que resultaría, se comprende la necesidad de la conser-
vación de estas rejas que componen estas únicas y espléndidas fachadas l

interiores de los Coros de monjas.


Como en Guadalajara parece que no hubo abanicos, aquí el arco 1

se llena con el muro, adornado con una pintura de la Coronación de la l


Virgen que deberá subirse hasta que tope con el arco, pues como está
descompone el equilibrio de las líneas horizontales de las rejas.
Felicitamos al Clero de Guadalajara que ha sabido respetar este
espléndido irnafronte monjil de Jesús María,
I

CAPUCHINAS

Siguiendo fielmente la Regb, el convento de Capuchinas de Gua-


dalajara está en esquina y el Coro alto estuvo a los pies. El Coro bajo,
a la izquierda del altar mayor, conserva intacta, por maravilla, su gra-
ciosa reja con púas, con un severo y elegante marco de piedra. Quien
desee saber, y saber es vivir las cosas, cómo fué la vida de una capu-
china mexicana y adentrarse un poco en el espíritu de la Colonia, que
vaya un rato ante esta dqliciosa reja de Guadalajara.

86
Corre siempre el peligro de que un padre, un día, sin aviso, la quite
porque "estorba", sin entender el profundo sentido, que tietie su con-
servación para la historia y el arte de México. Esperamos que los
tapatíos sepan conservar esta reliquia del siglo XVIII que respetó -¡y
ya es mucho decir!-, el siglo XIX.

Igual pasa con el encantador pero lastimosamente abandonado mo-


nasterio de monjas capuchinas de Lagos, en Jalisco. El claustro con-
serva unas bellas portadas interiores y una terraza espléndida, sobre
el río, con esculturas y relieves. 2 Es posible que siga destruyéndose como
cuartel y no sea reparado destinándolo a algo mejor? En la iglesia, al
lado de la epístola, está integro su Coro bajo, parecido al de Guadala-
jara, si bien más humilde. Las púas de su reja han sido violentamente
torcidas hacia dentro porque "alguien podía romperse el traje al pa-
sar". ( ? ) Pero menos mal que se conserven.

1 Agradezco aquí la diligencia de mi excelente amigo Leopoldo 1. Orendaín


en haberme enviado las magníficas fotos de Guadalajara que reproduzco.
MORELIA
LAS MONJAS
Religiosas dominicanas de Santa María de Gracia, de Guadalajara,
fundaron este convento de la antigua Valladolid en 1597. Primero se
instalaron en un obraje; luego fabricaron un modesto monasterio has-
ta 1738 en que se cambiaron a otro más suntuoso, cuya iglesia perdura.
La traslación a este convento fué famosa y se representó en un enorme
lienzo que hoy se conserva en el Museo de Morelia que debería ser estu-
diado en detalle.
El templo tiene una planta extraña y única. Como todos los de
monjas tiene una sola nave al eje de la calle, pero junto al presbiterio,
a su derecha, abre un crucero; correspondiendo con éste, junto a los
Coros, se hace otro hueco idéntico, algo así como el cambio de lugar
del otro crucero, el de la izquierda, que no podía construírse hacia la
calle. Se aprovechó esta disposición para crear un pasillo con celosías
.que sale del Coro alto, corre por este crucero, pasa por una habitación
y sale al otro en forma de tribuna.
El Coro alto, después de la usual reja apaisada de muro a muro,
llena el arco con tres hileras horizontales de torneados balaustres de
madera, forma muy típica y peculiar de Morelia.
El Coro bajo se compone de do%amplias bóvedas de arista. Per-
dura la reja que da al templo, pero la del interior fué arrancada de su
sitio y aun pueden verse las cicatrices del desacato. Sobre esta reja no
hay muro, sino otra elaborada reja en abanico que cubre el arco. Este
insólito y moreliano abanico se divide también en tres tramos horizon-
tales, como barandillas de balcón superpuestas, con adornos de roleos
separados en los dos primeros y que se juntan en pantalla en el ter-

91
cero. Bajo la clave, también de hierro forjado y formando parte de la
reja, está el escudo dominicano.
La puerta de acceso y la craticula fueron destruídas pero, con muy
buen sentido, se pusieron rejas en los huecos. Ya que todo en Morelia
se resuelve con rejas, hicieron bien en seguir calando esta original fa-
chada de los Coros de Las Monjas.
En el antecoro se conserva un curioso ex-voto de un "milagro" l
acaecido en el Coro. La leyenda dice: "En el mes de agosto de 62 el l
día 27 en la tarde estando en Coro la venerable Comunidad de este
combento se desprendió una zentella la que con admiración circuló
ambos Coros sin ofender a ninguna de las R.R.M.M. y sólo las sábanas
de esta Soberana Imagen recibieron algún daño terminando dha zen-
tella en los pies de Ntra. Sra. después el Ilmo. Sr. D. Pedro Anselmo
Sánchez de Tagle y su secretario pasaron a ver dha Sagrada Imagen
(a quien se le asia su nobenario) para certificar lo milagroso de este l
caso sale a luz a expensas de las mismas niñas de este combento."
En la pintura, tan ingenua como el milagro y las "niñas" del con-
vento, se ve el Coro alto con sus dos ventanas y en medio un Tránsito
de la Virgen, de escultura, y atrás el Cristo de la Preciosa Sangre que
hoy se venera en el altar mayor.

LASROSAS
Este otro convento moreliano, también de monjas dominicas, guar-
da en su iglesia, más pequeña que la de Las Monjas, pero con más ricas
portadas, tres retablos churriguerescos que son, con los de Capuchinas,
los únicos en Morelia.
Su Coro alto fué mutilado al quitarle sus rejas, pero el Coro bajo
permanece como antaño. Es tan pequeño, de una sola bóveda, que sólo
tuv; una reja y no las dos usuales, hecha de armoniosos cuadros al
cruzarse sus travesaños. El arco se llena, como en Las Monjas con
un abanico de hierro forjado, de elaborados dibujos en pantalla, que
le dan esa alegría y ese encanto peculiares de los Coros morelíanos.

-- 92 \
MERIDA
Dice el cronista CogoHudo que el gobernador don Antonio de Voz-
mediano quiso fundar a n convento de monjas en Mérida, "pues además
de ser materia tan agradable a los ojos de Dios, tendría un coro 'de
vírgenes que, dedicadas al servicio de su Divina Majestad, con sus
continuas oracioiles rogasen por su conservación y aumento, siendo
también de muchas doncellas descendientes de conquistadores que no
I
podían acomodarse con encomiendas de indios".
Se fabricó el convento el año de 1596, siendo los furidadores:c&-
cepcionistas del de México. Después se construyó mejor iglesia en
1610 poniendo la primera piedra del cimiento "en la parte del Coro",
el gobernador Mariscal don Carlos de Luna y Arellano, terminándose
en 1633.
"Este hermoso edificio, de estilo severo, que por sus altos y fuer-
tes muros lisos tiene dentro mucho de fortaleza y un original aspecto con
reminiscencias morunas debe conservarse con el mayor cuidado te-
niendo en cuenta no sólo sus méritos históricos, sino su gran interés
arquitectónico; por su aspecto y rara disposición puede considerarse
como ejemplar único entre los de su género en Yucatán." l
El Coro de las Monjas de ~ é r i d aes excepcional por su forma y
disposición, no sólo "único en Yucatán" sino en todo el país.
"El Coro es de dos pisos y bastante amplio. El techepiso que
cubre el Coro bajo es de viguetillas de madera sostenidas por diez

1 Catálogo de Consirztccwries Religiosas del Esfndo de Yacafári, Méxiccr


MCMXLV,
vol. I, p. 367.
arcos sobre columnas muy chaparras, las cuales lo dividen longitudi-
nalmente en tres pequeñas naves. Está cerrado por una amplia reja de
hierro junto a la cual hay una rejilla de madera o celosía tan tupida que
casi impide el paso de la luk, haciéndolo sumamente oscuro. El segundo
piso o Coro alto sólo tiene un pretil sirviéndole de techo cl mismo de
la iglesia; para subir a él existe una escalera de losas, amplia y có-
moda.. . En el muro del Coro bajo y sobre la hermosa rejilla del
mismo, están consignados en un tablero los nombres de las religiosas
fundadoras y a los lados de este tablero, en escudos muy adornados, las
fechas memorables y nombres de los que intervinieron en la fundación
"
y' coinstruCCión de la fábrica."
La reja del Coro bajo es la más larga de cuantas hubo en Nueva
Ekhña. h entrada, cosa rara, es también de rejas y la craticula debió
al lado derecho.
Este Coro-basílica extraordinario, con su sabor mudéjar inconfun-
dible, permanece intacto en cuanto a su arquitectura y por su rareza
dgbe conservarse como fue construído. Sería un crimen intolerable
que un día, por "ensanchar" la iglesia - q u e no lo necesita- se qui-
taran las rejas.

2 Op. d.,
p. 370.
SAN CRISTOBAL LAS CASAS
Este lejano monasterio de monjas, el único entre Oaxaca y Guate-
mala, se fundó a principios del siglo XVII. El templo es de una nave "cor-
tada por un crucero de un solo brazo, lo que origina una singular traza en
forma de L", como dice Toscano. Este brazo o, más bien, capilla adya-
cente, se construyó en 1764, creándose con ella la escuadra arquitectó-
nica que tanto embellece a esa plaza de Chiapas.
La solución de los Coros es insólita y única. El Coro es, a la vez,
la torre. Resulta que, en 1677, las monjas quisieron hacer a los pies
de la iglesia el campanario, pero con ello tapaban la calle. Se les con-
cedió el permiso con la obligación de que se hiciera "sobre arcos para
que debajo quede paso". Y nos ha quedado esta hermosa y única torre-
coro-puerta que recuerda las grandes portadas y torres a la vez, del
estilo mudéjar, como la de Segovia.
Las monjas de la Encarnación debieron tener, antes de 1677, un
Coro muy reducido que ampliaron hacia atrás construy&do a la vez
la torre. Se divide por ello en cuatro cuerpos bien claros: el primero que
es el paso; el segundo y tercero son los Coros, con ventanas a la calle
y sus rejas que debieron dar a la iglesia, y el cuarto, de menor tamaño,
cupular, que es propiamente el campaiiario.
Hoy están destruídas las rejas y no nos explicamos bien el fun-
cionamiento de este extraño Coro. Queda por allí, eii el suelo y piso-
teado, un enorme lienzo con retratos de monjas; tal vez estuvo sobre
la reja o debajo de ella. La obra parece magnífica y esperamos que los
chiapanecos salven esta pintura y la restiren y dignifiquen, ya que es
una vergüenza qtie ande como basura rodando en el improvisado y
actual Coro de la iglesia.
SAN MIGUEL D E ALLENDE
María Josefa Lina de la Canal, la rica heredera del caballero don
Manuel Qe la Canal, decidió, a los quince años, fundar un convento de
concepcionistas en su hermosa ciudad natal de San Miguel el Grande.
En 1752 se concedió el permiso episcopal de Michoacán; en 1754
el real de España y en 1756 llegaron las fundadoras, cuatro monjas de
Regina.
-El arquitecto del monasterio fué el queretano Francisco Martínez
Gudiño, quien en su minucioso proyecto afirmó que se haría ton
39,621 pesos y 2 reales. El cálculo fué tan falso que en 1765 apenas
llegaba la iglesia a 10s cruceros y tuvo que inaugurarse sin presbiterio
ni cúpula, con un altar mayor provisional, habiéndose gastado más de
100,000 pesos. Pero, eso si, el Coro estaba totalmente terminado. En su
informe dice Gudiño: "la iglesia tendrá sesenta y una varas de largo,
once de ancho y diez y seis de alto, incluyendo el Coro, que tiene de
largo diez y seis varas, contiguo a la misma iglesia, y corre paralelo a
ésta el antecoro bajo y alto. .."
Este Coro es de una severidad insólita. ¿Cómo es posible que el
barroco Gudiño, en 1756, proyectara obra tan desnuda? Lo más seguro
es que la grave falla del cálculo no permitió la decoración, pues si al
inaugurarse se hizo sin cúpula, ¿quién podía preocuparse en adornos?
Sin embargo, en su imponente sencillez, este Coro sanmigueleño, que
no parece hecho en el apogeo del barroco mexicano, es atractivo.
Sus dos rejas, fortísimas, permanecen en su sitio, así como la puer-
ta y la cratícula. En el medio punto, a la manera poblana; está un gran
lienzo de Juan Rodríguez Juárez con el tema de la Asunción. En el
interior, que no tiene cripta, hay una sola lápida que tiene esta ins-
cripción: "A.Y.N.R.M. FUNDADORA", es decir, "Aquí yace nuestra
reverenda Madre fundadora".
En el testero hay un precioso retablo, de fines del siglo XVIII.,
Para cumplir su función de llenar el arco del fondo, se forma un sólo
cuerpo, sin divisiones horizontales, rematado, armónicamente, por una
triple moldura llena de movimiento que le sirve de grandioso marco. En
el sentido vertical forma tres calles, la central, más ancha, con la Virgen
de Loreto, la patrona de los De la Canal, y un medallón de la Trinidad ;
las laterales llevan dobles nichos hoy vacíos.
Todo el retablo se ornamenta con finas labores de r o c d a france-
sa, con un sentido decorativo de mueble, creado ex-profeso para inte-
riores, para el íntimo servicio litúrgico de las señoras religiosas con-
cepcionistas de San Miguel el Grande. E s este retablo uno de los me-
jores ejemplos del estilo rococó en México. l

"La pequeña y graciosa capilla de Santo Domingo, encaramada en


el cerro de la Cruz, en el remate de la calle llamada ahora del Correo,
estuvo en posesión de la orden dominicana. La espadaña con que ter-
mina su fachada no fué nunca, desgraciadamente, concluida, y en su
interior lo más notable es la reja del Coro. El altar mayor es de estilo
moderno. La construcción data de fines del siglo X ~ ~ I I I "Esto
. escribí
en mi libro San Miguel de Allende, m historia, seas montcmentos; 2 sólo
añadiré ahora que fué en sus principios de frailes y después de moiljas
por lo que el Coro, en realidad, es una adaptación, siendo uno solo y no
dos, con una reja del piso al techo, que lo hace el Coro más pequeño
y gracioso de México, si bien el más pobrecito.
1 Francisco de la Maza. Sm Miguel de Allende. México. Imprenta Univer-
sitaria, 1939, pp. 86 a 95.
2 Op. cit., p. 96.
SALVATIERRA
En 1790 se fundó el monasterio capuchino de Salvatierra, con-
cluyéndose el edificio en 1798, fecha en que llegaron las monjas funda-
doras de Querétaro, conducidas por el después famoso obispo sin
mitra don Manuel Abad y Queipo.
Las monjas queretanas habían hecho el convento de su ciudad sin
atenerse a la Regla, es decir, con los Coros a los pies, y esta misma dis-
posición siguieron en Salvatierra. "El templo -dice don Melchor Ve-
ra- es de una sola nave, sin cruceros ni cúpula, como era costumbre
en las iglesias de monjas; está situado de norte a sur, teniendo el altar
mayor a este último rumbo. Al sur estaban los Coros, el alto y el bajo,
de grande amplitud y separados del resto del templo por rejas que más
tarde se quitaron. El Coro bajo tenía puerta directa a la calle.. . el
Coro alto comunicaba con los claustros que eran de magnífica y bella .
construcción.~'
Olvideinos el error de que el Coro bajo tuviese puerta a la calle
-la tiene ahora, después de la exclaustración- y añadamos que este
Coro bajo parece que no tuvo craticula, pues no hay señas en el grueso
muro de que haya existido y en cambio al lado izqiiierdo del presbiterio
hay una, que comunica con un amplio salón que también pudo servir
de Coro bajo. Sin embargo esto puede ser un arreglo posterior.
La bóveda del Coro bajo es casi plana, con un resplandor de rayos
rehundidos en el centro, en el que está pintada la paloma del Espíritu
Santo. Allí se veneró y aun permanece, un terrible Cristo de los azotes,

1 Guotrindeo Salvnticrra. México, 1939, p. 14.

B 07
llamado "El Señor del Desmayo", porque está caído ya, levantado del
tórax sólo porque lo detienen las cuerdas que sujetan las manos a la
columna; esto obliga a que la cabellera le caiga, dramáticamente, hacia
atrás. Las heridas de la espalda, caderas y piernas son espantosas; es
una sola llaga del cuello a los tobillos.
El Coro alto se forma de dos enormes bóvedas esféricas que casi
parecen cúpulas, comunicado al claustro alto directamente y al bajo por
medio de una espléndida escalera.
Como el Coro de Capuchinas de Querétaro, está desmantelado y
ruinoso.
Y con esta palabra: "ruina", termino este ensayo sobre los Coros
de monjas de la Nueva España, porque a pesar de los que perduran,
son más los destruidos. Y romperlos y acabarlos es el ignaro deseo de
los encargados de los templos. La solución inteligente está en Querétaro :
Santa Clara y Santa Rosa abren sus puertas al público, que oye misa
detrás de las rejas; Santa Teresa da hospitalidad a las jóvenes semina-
ristas que rezan su Oficio respetando la policromada jaula de Tres-
guerras.
ILUSTRACIONES
M E X I C O

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