Coros
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ARQUITECrURA
DE LOS
COROS DE MONJAS EN MEXICO
..
Derechos reservados
conforme a la Ley.
Copyright.
F R A N C I S C O D E L A M A Z A
ARQUITECTURA
DE LOS
COROS DE MONJAS
EN MEXICO
IMPRENTA UNIVERSITARIA
MEXICO, 195 6
ESTUDIOS Y FUENTES DEL ARTE EN MEXICO
l
III. Información de &tos y servicios de Alotrso García Bravo, Alarife
que trazó la ciudad de México. (Texto preparado por J. 1. Mantecón.)
Introducción de Manuel Toussaint.
IV. Textos de Orozco. Con un estudio y un apéndice por Justino Fernández.
1955.
V. El Teatro m México en 1 8 5 8 . Documentos. Compilación y estudio por
Luis Reyes de la Maza. Prólogo de José Rojas Garcidueiias. *
V I . Arquitectura de los coros de m a j a s en México. Por Francisco de la
Maza.
VIL Panorama de la Música Tradicional de México. Por Vicente T. Men-
doza, *
* Trabajos en preparación.
formidable, sino otra mds sencilla, pero cubierta, como la de abajo,
con m m p a r a s de tela que permiten ver desde el interior y no toleran
que la mirada del pueblo se dé cuenta de lo que acontece en los Coros." '
E n realidad no hay d o s cratlculas, sino una, y en cuanto a las
rejas de picos hay que hacer notar que éstas sóio se forjaron para los
Coros de las Capuchinas y de las Carmelitas, por disposición especial
de sus respectivas Reglas. También huy que recordar que las Capuchinas
cambian el Coro bajo junto al altar mayor. Las criptas y osarios, como
veremos, son de suma importancia.
9
las celdas fweran, casi siempre, aisladas, llegando a ser verdaderas
casitas independientes, en las czuzles cada monja tenia su recá~zara,sz~
cuarto. de criadas y hasta SU cocina. Estas celdas se compraban a la
ntuerte de la última poseedora (recordetnos a S o r Juana covzprando
su celda-estudio e n 200 pesos;) y algunas eran tan iilnportantes que
arquitectos de fama entraban a la clausura para construirlas, corrzo el
caso de la elegante celda-palacio erigida por Manuel Tolsá a Ea ~rzarqztesa
de Selva Nevada, en Regina, cuando la anciana aristócrata se decidió
a vestir el hábito de concepcionista. S
Monasterios hubo, como lq Concepción de Illéxico o Santa clara
d e Querétaro, que eran verdaderas ciudades en pequeño, con calles
in,teriores entre los claustros y las casitas de las lnonjas y, además, plazas,
jardines, capillas, ermz'tas y cementerios. 4
Por supuesto que no todos eran an'; los habla pobres y azuteros,
con celdas iguaíes, reducidas, y en sus corredores especides, como las
de los frailes, sobre todo en los coiventos de Capuchinas o Carmelitas.
En este sentido es elemplar el hoy triste y sucio, pero conzpleto e
interesante mon>asteriode Santa Rosa de Puebla, cuyos únicos lujos
son los azulejos del claztstro, la imponderable cocina y d Coro alto.
12
De Sor Sebastiam Josefa de la Santísima Trinidad, monja en el'
monasterio de San Juan de la Penitencia de México, leemos que "fuera
de sus comunes distribuciones, era su hubitación el Coro; a las cuatro
de la mañana en él, asistiendo a las misas y orando hasta las nueve;
a esta hora salz'a para ir a cuidar a las e n f e r m a hasta las once, que
volvlQ d Coro y estaba en oración hasta la una del día, hora en que se
retiraba, algunas ocasiones a la huerta o cementerio de los capillas y se
estaba en el resistero del sol hasta las tres; a la cinco volvía al Coro
a orar hasta las ocho de la noche, p e iba a ver a sus enfermas hasta
las nueve; a esta hora daba vuelta al Coro hasta las dos o tres de la
mañana y a estas horas se recogía a tomar u n poco de sueño". S
Prescindiendo de b exageración del panegirista, ya que, según él, la
monja dormia una o dos horas diarias solamente y de que el monasterio
era u n perpetuo hospital, podemos ver b importancia que tenia el Coro
para las religiosas colonhcstes.
"Un dáa de la octava de Corpus -se dice en la V i d a de Sor María
Petra de la Trinidad, religiosa capuchina de Querétaro- le concedió
la abadesa que dssde la reja del Coro alto viese exput?sto en el altar
d Divinisimo Sacramento y al instante se salió de sz', quedando tan
fiertemente asida a la reja, que fué imposible quitarla, desde la una
a las seis de la tarde."
A la madre Isabel de Ea Encarnación la traian vuelta loca los
.
demonios y . . los hombres. Oigamos dos casos que le pasaron en su
convento de Santa Teresa de Puebla: "Vivz'a con tanto cuidado en
traer compuestos los sentidos exteriores que jamás miró a persona de
10 iglesia cuundo estaba en el Coro, pero en una ocasión que fué llevada
en procesión la imagen de Santa Teresa de Jesús y habiendo bajado al
Coro con otras religiosas a ver a. la santa, que estaba muy bien aderezada,
sin advertencia acertó o mirar a u n hombre que allz' estaba y, aunque
recogió la vista y cerró los ojos, tuvo después que padecer tres años
continuos de representaciones con que "1 demonio la afligió. . ." Y
.
5 Vida admirable y penitente de la V . M. Sor Sebastiana Josefa.. por
José Eugenio Valdés. México, en la Imprenta de la Biblioteca Mexicana, 1765,
fol. 38.
.
6 Sermón frínebre de Sor María Pefm de la Trinidad.. por José Ignacio
Cabrera. México, Imprenta de la Biblioteca Mexicana, 1762, fol. 49 vta.
también: "De ordinario le causaban otro tormento los diablos estatldn
en el Coro e n las Horas, extral'io y de gran penalidad, porque le trainit
la cabeza dándoEe vueltas cotno si fuese un tornillo o devanadera, sin
que las religiosas pudiesen tenerla, admirándose de que un czcerpo
humano pudiera quedar con vida en senzejante tormeitto." '
D'e sor Maria de S a n José, monja de Santa Mónica d e Puebla,
dice s u biógrafo que "los demonios ett el Coro, o le oscurecian la vista
de suerte que no podia leer, o totall~zente le borrabam las letras del
breviarioJJ.
E n cambio, estando un dia "con toda la comunidad en el Coro,
oyendo la misa conoventual,vió ennzedio de todas las religiosas a Cristo
crzícificado, quien a una por una las iba mirando, como quien recogia
o elegía de ellas a las cinco que lzabian de salir deJ conve~ztoa la
fundación del de Oaxaca". *
Otra monja, una vez, "acabando de comulgar, por el surno
desconsuelo en que estaba, se iba a salir como huyendo del Coro y a este
tielnpo vió que una imagen de Cristo en el paso de los azotes se le
vino a los brazos; por tres dias enieros lo trajo a la vista y al cabo de
ellos sintió entrársele en el corazón". ' O Y así podm'an ponerse t ~ z z ~ h o s
ejenzplos.
L o s Coros eran la obligación lnáxima de la contenzplativa existencia
de un convento de monjas. Por esto a las verdaderas monjas, es decir, a
las profesas (pues habia algunas que se quedaban e n perpetuo noviciado;
otras q w hacían algumos votos pero sin vestir el hábito y otras que
sólo vivían en el convento y eran "donadas" o recogidas voluntarias)
se les llalnaba siempre "Religiosas de Velo y Coro". E n fin, era tanta
la necesidad de asistencia al Coro que cuando las monjas hacian los
ejercicios de S a n Ignacio, se dividian en dos tandas "para n o faltar al
*
7 Vida de la V . Madre Isabel de la Encarnación.. . por el licenciado Pedro 1
Salmerón. Puebla, 1765, folios 25 y 20 respectivamente.
8 v i d a de Soror Marin de San J o s é . . . por fray Sebastián de Santander y
Torres. México, Herederos de Miguel Rivera, 1723, fol. 170.
9 Zdent, fol. 181.
10 Espejo cristalino de Paciencia en la v . M. Sor Maráa de los Dolores
'.
f
religiosa del convento de San Lorenzo.. . por Juan Antonio de Mora. México
I 1729, fol. 110.
o en sentido diagonal, y con espigas salientes, o cwando más, con $431
dibujo semejante a un, panal de abejas." la Tiene razón el ~ptarquésde
San Francisco, salvo lo dicho de las espigas y de que hubo algo tnás
que rejas "elementales".
D@tr(ÁFde las rejas, en ambos Coros, iban gruesas cortinas negrm,
que sólo, se corrian c u ~ n d ose alzaba la Hostia en la misa o para oir
algún sermón solemne, como los de las honras fúnebres de las preladas
o monjas notables.
Como en d Coro bajo queda un bu'en espacio arriba de sus rejas,
w
. aprovecha para poner en él relieves o pinturas o, como en el caso
especial de Morelia, se lucen otras rejas muy elaboradas que le dan ttn
askecto inconfundible y muy hermoso.
20
Ad deben ser las criptas de los grandes monmterios de México y
Puebla, hoy neciamente perdidas sus entradas por el "vandalismo clerical"
que dice, casi siempre con absoluta razón, Sylvester B u t e r , al hacerse
los nveves pisos, olvidando toda tradición, toda historia y todo respeto.
Las criadas y las nilias, las "donadas" y las otras qnujeres que
vivían en los conventos se enterraban en cementerios especiales en la
huerta o en las capillas interiores.
l
de la Divina Providencia, del cual partían rayos finamente dorados que
ocupaban todo el medio punto; éste estaba bordeado por una cenefa
de y quembines. Hace pocos años, estúpidamente, fué des-
truido. Vanos fueron los esfuerzos por salvarlo del licenciado Gonzalo
Obregón, quien gentilmente me comunicó la noticia. Por supuesto que
ya desde antes habían volado sus retablos y pinturas.
RECINA
El segundo convento de la ciudad fué también concepcionista y
tomó el hermoso nombre de Regina Coeli, Reina del Cielo. Se fundó
en 1573, según dice la doble inscripción de azulejos de la torre y del
claustro en. donde se recuerda. su segundo centenario.
La construcción débese a los dineros iniciales de don Melchor de
los Terreros, dedicándose la iglesia el 19 de marzo de 1656, reedifi-
cándose en parte en 1731.
El amplísimo Coro de Regina existe todavía, aunque sin sus rejas.
Los arcos de sus dos bóvedas adornan sus claves con relieves y la puer-
ta de acceso al convento, severa y monumental, es almohadillada en sus
, jambas y dintel; en medio de éste, la clave se convierte en un gracioso
nicho con un San Cristóbal de piedra policromada.
Todo el testero del Coro lo llena un mural al óleo, compuesto de
ocho lienzos, pintados por Francisco Antonio Vallejo. Nos dice una
inscripción que se hizo "A devn de la M. R. M. Anna María de San
Antonio".
Los ocho lienzos son los siguientes de derecha a izquierda:
26
5) "Crucificde."
6) (Parte superior) -Llegada al Calvario.
7) Crucifixiólz. Este cuadro, después del 2 es el más cuidado.
8) Jeshs e& clavado en la cruz. .
,En la capilla lateral del templo, mandada .construir por don Buena-
ventura de Medina Picazo en el siglo XVIII, se hizo un Coro' alto co-
rnAicado con eI'Coro grande y con la tribuna;-Arriba de la ieja de
hierro rectangular está el espléndido abanico, de madera dorada, tari
importante como un retablo. En el tablero central, enmarcado por dos
finas pilastras estípites y entre el calado de hojas de acanto, van tres.
medallones con los anagramas de Jesús, María y José; a los lados; en
tableros menores, los de Joaquín y Ana. Este pequeño Coro, con el de
Vizcaínas, es el más hermoso de los pocos conservados en la ciudad
de .México.
A la izquierda del retablo mayor de esta capilla hay una magnífica
cratícula que pertenecía a un "corito bajo" particular. En la vida de
Sor Ignacia Azlor, fundadora de la Enseñanza, se dice que, cuando
llegó de España, fué alojada en Regina y la madre Sor Agustina de
Santa Ana "le cedió su celda por tener la comodidad de un corito bajo
para la capilla que llaman de los Medina con su comulgatorio y con-
fesionario separados". Aun puede notarse el lugar de la reja. Celdas-
palacio; celdas-coro. De todo hubo en el rico monasterio de Regina.
JESÚS MAR~A
2 Había en este Coro "una caja forrada de brocado con cubierta de tercio-
pelo carmesí y tachonada curiosamente de tablazón dorada con la calavera de una
de las monjas fundadoras" (Josefina Muriel, op. cit., p. 7 0 ) .
3 Josefina Muriel, op. cit., p. 86.
El templo, como casi todos, es del siglo XVII. Tiene, además de la
cúpula ochavada, tres bóvedas de arista para la nave, una de lunetos para
el presbiterio y otras dos de lunetos para el Coro alto. Como se ve, nunca
era de capricho la disposición de las bóvedas, ni nada en el Barroco, pues,
diferenciando a la nave de la iglesia, unifican presbiterio y Coro, los dos
extremos de la construcción. Tenía el Coro tres ventanas, dos que dan
a la calle y una, ahora cegada, en el testero, que daba al convento.
El Coro bajo conserva su gran hueco rectangular donde iban las
rejas, con un sencillo marco de cantera. Arriba hay suficiente espacio
para que se labren tres marcos de piedra: uno al centro, rectangular, y
dos laterales ovalados ; seguramente llevaron pinturas, o tal vez, relie-
ves, como en otros Coros de la ciudad. A los extremos de la gruesa cor-
nisa divisoria entre el rectángulo y este paño tan vigorosamente decorado,
están dos remates herrerianos, finas pirámides adosadas con su media
esfera en la punta, como los. de las fachadas, que confirman 12 antigüedad
de este Coro, del siglo XVII. Por dentro tiene techo de viguería, soste-
nido por dos arcos rebajados que se corresponden con las dos bóvedas
del Coro alto. Es curioso observar que toda la cornisa del templo esté
decorada con ovos y hojas doradas, llegando estos relieves exactamente
hasta la mitad de la pilastra donde comienza el Coro alto, es decir, don-
de tenían que interrumpirse para dar lugar a las rejas, hoy, por supues-
to, arrancadas de su lugar.
30
- --
De los Coros sólo queda la bóveda del alto, más grande y solemne
que las del templo.
32
Es interesante advertir que al abanico le llama "coronación" y
era, según parece, de madera y yeso, blanco y dorado, en cuyo centro
iba el "simulacro", es decir, imagen, al parecer de relieve, de San Ber-
nardo. No hay que olvidar que se hacía en 1690, año de conclusión de
las policromadas yeserías de la Capilla del Rosario de Puebla, que fué
la "nueva" maravilla del mundo. Por eso es natural en Ramírez de
Vargas la insistencia en la "nueva" obra y la "nueva"' hermosura, que,
en efecto, lo eran en esta estupenda segunda mitad del siglo XVII me-
xicano, época del guadalupanismo criollo, de Sigüenza, de Sor Juana
Inés de la Cruz, quien, al propósito, escribid unas "Letras Sagradas"
para cantar en su dedicación, en donde dice:
"Esta fábrica elevada,
que parto admirable es
de los afanes del Arte. . !'
34
-
-
- -- - -- -- . -
Transcribo las siguientes líneas de un artículo de don Lauro E.
Rosell publicado en "Excélsior", el 10 de agosto de 1952:
"Desde hace muchos años buscábase el lugar exacto en que fueron
sepultados los restos de Sor Juana Inés de la Cruz.. . el ingeniero
José R. Benítez y el que esto escribe fueron comisionados en 1931 por
la Dirección de Monumentos Coloniales para que hiciesen una explo-
ración minuciosa en el templo de San Jerónimo en virtud de ciertos
datos obtenidos de una persona que juraba y perjuraba haber visto
años atrás una lápida colocada al ras del piso, un si o no cercana al
Coro bajo y en la que claramente se leía en latín el nombre de Sor
Juana Inés de la Cruz.. ."
Interrumpo el relato para asegurar a priori, 'pero con evidencia,
que esa persona lo que hacia era "perjurar" en su auténtico sentido
de "jurar en vano", pues jamás pudo existir tal placa cercalza al Coro
bajo, pues, en todo caso, estaría dentro. E s hacerles muy poco favor
a todas las generaciones, desde el siglo XVII a la fecha, por no haberse
fijado en ella. Charlatanismo puro.
Prosigue don Lauro: "Principiados los trabajos, tropezóse con
grandes dificultades, pues al llegar la barreta a cierta profundidad del
pavimento, cerca del Coro bajo, húbose que echar mano de una bomba
potente con objeto de evitar la inundación del recinto producida por el
caudal de aguas negras que brotaba a torrentes por las tuberías y caños
de desazolve de las casas contiguas que surcaban el pavimento. Una
vez desecado el perímetro, apareció en la superficie un grueso tabique
con una abertura como de ochenta centímetros de ancho por otros
tantos de longitud, con un desván o declive hacia el interior. De allí
fueron extraídos huesos humanos y como veintitantos cráneos, que, a
juzgar por su conformación, tamaño y otras particularidades, pertene-
cían al sexo femenino. ¡Era la fosa común del convento! Los huesos
y cráneos fueron depositados en el sitio dfnde reposaban, dándose por
terminada la exploración, en virtud de no haber sido encontrada la
lápida origen de ella.. ." i Claro! Si lo extraño es que dos investiga-
dores como Rosell y Benítez cayeran en tal garlito. Y ponemos más en
mentir en este caso. P o r otra parte, y cosa rara para la fecha y en un liberal, son
interesantes los elogios a Sor Juana y aun los e-rr&es piadosos, como el de que
fué "célebre" por su humildad.
claro la modestia del convento de Sor Juana, pues ni siquiera hubo
cripta.
Lo más importante de esta búsqueda es lo que propone Rosell
y a lo cual nos suscribimos todas las personas decentes de México:
"Conviene colocar una lápida en el sitio que diga: 'En la fosa común
que se halla en este lugar existen los restos de Sor Juana Inés de la
Cruz'."
Menciono, por estar relacionado con el Coro de Sor Juana, la pre-
sencia de una pintura que fué colocada en él el mismo año que tomó
el hábito la Décima Musa. Es una pintura de la Santa Faz, copia de
la de Alonso de Herrera, que dice: "De los bienes de doña Beatriz de
Miranda que lo dejó para que se coloque y venere perpetuamente en
el colateral mayor del Coro alto de este convento de San Jerónimo de
México. A?io..de 1669." Agradezco el dato y la fotografía a su actual
poseedor, el licenciado Gonzalo Obregón.
9 Por este Coro alto hubo un cómico pleito con el Conde de Xala, porque
éste construía su casa enfrente, dirigida por Lorenzo Rodríguez, y las monjas
se oponían a que le pusiese el segundo piso, pues por los balcones y la azotea se
"Sobre la reja está un Santo Cristo, de la estatura de un hombre,
y a los lados dos lienzos con marcos dorados, de dos varas y media, el
uno es de San Juan y el otro es de Santa Ana; en la cabecera está un
altar con una imagen de la Concepción de María Santísima, con dos
ángeles a los lados, que acompañan dos lienzos, uno de N. P. San
Francisco y otro de N. M. Santa Clara y dos láminas con vidrieras ; en
el altar está un relicario bien adornado con ceras de agnus y reliquias
y en medio una reliquia del Santo Lignum Crucis, embutido en una cruz
de cristal, y a un lado el cuerpo de San Hipólito, en su urna de cristal
y al otro el de San Antonio.
"Entre las dos ventanas que caen a la calle está un hermoso lienzo
de Nuestra Señora, cuyo manto ampara a algunas religiosas que están
pintadas a los pies de la Señora, teniendo la fimbria de dicho manto;
de un lado San Francisco y del otro Santa Clara; al otro lado está un
colateral con una imagen de Nuestra Señora de la Encarnación, con
vidrieras.
"La puerta de dicho Coro cae a una sala que tiene doce varas de
longitud y seis y tres cuartas de latitud, que sirve de capítulo o ante-
coro. . ." lo .
En 1863 decía Alfaro y Piña: "La iglesia está de oriente a ponien-
te, a éste viendo el altar mayor; junto al presbiterio había otro Coro
para que oyesen misa las .religiosas."
La larga descripción del bachiller Ribera corresponde a los Coros
del siglo XVII y parece que al reformarse el templo en 1754 se conser-
varon. En la segunda reforma, la neoclásica, los simplificaron y los
desbarroquizaron. Puede verse el Coro bajo, hecho ya una simple reja,
en una litografía de la revista La Crzsz. l1
podían ver las monjas en el Coro. Hubo peritaje y vistas de ojos, concluyéndose
que apenas se distinguían unas sombras vacilantes, por lo que pudo co~tcluir el
%onde su casa como hoy está,
10 En el libro Trono MexBcano en el Convento de Religiosas Pobres Capu-
.
clalm, su cmfmcción Y adorno. . por fray Ignacio de la Peña. Madrid, 1728,
folios 47 a 49.
11 Mkxko, 1855, t. VII, p. 637.
Se fundó este monasterio capuchino para indias, indias "nobles",
por supuesto, a pesar de que se opusieron los jesuítas, diciendo que
las indígenas "por su poca capacidad mental no comprendían el estado
religioso". l2 Pero el marqués de Valero, virrey de la Nueva España,
pensó lo contrario y logró de las coroilas real y pontificia la aprobación
del convento.
Lo construyó el ilustre arquitecto Pedro de Arrieta, terminándolo
en 1729. E n el libro ~iernosrecuerdosque excitan el llanto de las re-
ligiosas Indias Caciques por la muerte de fray José de Castro, publi-
cado en 1753, se describe la reconstrucción que sufrió pocos años des-
pués cuando se quiso hacerlo más suntuoso: "La iglesia - d i c e el au-
tor- era de techo de madera y, reconocido en pocos años el peligro que
amenazaba, se fortificaron sus paredes para poder echar, como se echa-
ron, bóvedas, interviniendo en esto, como maestro, director y sobres-
tante, el religioso que entonces era vicario de este convento y fué en la
arquitectura insigne, a quien costó la vida el reedificio, pues cayendo de
un andamio fué tan malicioso el golpe que de él se le originó la
muerte. l3
"Diósele más capacidad a la iglesia, mudando la portería al sitio
donde hoy está; hizose de nuevo el retablo mayor, con otras imágenes
y adornos, ornamentos y preseas en la iglesia, Coro y sacristía que,
junto con la obra de la enfermería con su oratorio, el del noviciado,
algunas oficinas y otros varios reparos, pasó el gasto de 43,000 pesos.
"Echáronse vidrieras y rejas de fierro, que antes las tenía de ma-
dera; pintóse a todo costo la concha o bóveda del altar mayor; hízose
en mejor forma la reja del presbiterio: a cuyo diestro lado se puso el
retrato del Exmo. Señor fundador, de cuerpo entero, bajo de sitial,
y se co!ocó su corazón en la pared inmediata a la cratícula, poniéndole
46
algo. Se refiere a la leyenda de que, a fines del siglo XVII, el .techo
de madera de la iglesia amenaza ruina; un día amaneció una .viga
caída que detenía un Niño Dios que remataba un retablo. Coi1 toda
gratitud se bajó la escultura, que quedó con el brazo erecto y .se le
dió culto en un retablo especial.
r5
Se fundó en 1620, con monjas de Santa Catalina. Eri 1626 salierotl
las fundadoras, pasando por la catedral, donde las esperaban ocho don-
cellas "que serían las primeras novicias, ricamente vestidas y cada una
con un gallardo joven, igualmente adornado, por padrino".
La actual iglesia data de 1663 y de esa fecha son sus Coros, salvo
las pinturas. Las rejas del Coro bajo son de rectángulos verticales y
el marco del hueco lleva molduras de piedra, doradas. La reja del Coro
alto es idéntica y en la parte superior tuvo una pintura mural que no
se porqué la quitaron de su lugar.
E n 1842 el obispo Pablo Vázquez quiso emular al ilustrísimo
Palafox, según dice una placa en el lado derecho del presbiterio, y
restauró el templo con altarcitos neoclásicos, ayudado gustosamente
por la priora Sor Rita de San Luis y por el mayordomo del convento
don Francisco de Paula Reyes. Fué entonces cuando se instalaron los
grandes lienzos que hoy tiene, pintados por Antonio Padilla. Las pin-
turas son excelentes para su época y llenan su cometido con dignidad.
Padilla debe figurar entre los artistas del neoclásico mexicano en aven-
tajado lugar.
E n el abanico está una alegoría del Triunfo de la Iglesia. E s la
Iglesia una doncella vestida de pontifical, con alba, estola, capa pluvial
y tiara en la cabeza. (Un tonto creyó que era la papisa Juana.) A los
lados de la rubia doncella van los grandes santos de la historia y arriba
la Virgen y la Trinidad.
Junto a lo que fué craticula está una pintura, también de Padilla,
con un señor de rodillas, como donante y en plan de retrato; ya que
no puede ser el obispo Vázquez, pues es un civil, tiene que ser el ma-
yordomo Reyes o ¿será un autorretrato del pintor?
58
El bachiller don 1;rancisco Pardo hizo voto de fundar un monas-
terio de la Inmaculada, pero, olvidadizo, lo dejó pasar. Una vez, atra-
vesando un río, se lo llevó la corriente y vi6 que la Virgen descendía
y le daba la punta de su manto azul para salvarlo. Con esto renovó su
voto y fundó el convento. Esto pasaba eii 1592.
En 1617 se dedicó la iglesia. Nos cuenta Veytia que "en el Coro esti
dedicado un retablo dorado, con mucho aseo y curiosidad a la famosa y
celebrada irnageil de Nuestra Scñora con el título del Carmen, a la que
llaman la Incorporada.. ." Y cs que una de las fundadoras quiso con-
vertir una escultura de la Virgen en una Santa Gertrudis, pero la
Virgen se sintió ofendida y no lo permitió y apareciéndose en la celda,
vestida de carmelita, "se incorporó con la imagen". i Oh sancta sinz-
'licitas !
Este Coro es u11 paraíso monjil. Ninguno tan amplio, tan majes-
tuoso y rico coíno éste en su interior. Se compone de dos bóvedas, pero
de ostensible mayor tamaño que las de la iglesia, que son tres, por lo
cual casi iguala a la nave.
Las rejas del Coro bajo están en su lugar, por fortuna. Se forman
de círculos iguales unidos por los cuatro puntos tangenciales. Perma-
nece la puerta de la cratícula, con una lámina de un Cordero inistico y
adornos de calamina.
Entre esta cratícula y la reja existe (como lo hubo en la Santísima)
algo peculiar de Puebla: un torilo, un pequeño y precioso torno, con
sus curvas paredes cubiertas de azulejos, que aun gira sus hojas de
madera como en el siglo XVII,auri cuando ahora sea visible sólo por el
interior. Los tornos eran para recados, cartas, regalos y compra de
ciertos objetos o entrega de ellos, y había una madre exclusivamente
dedicada a ellos, pero éste, en un Coro bajo, sólo se concibe para asun-
tos espirituales; tal vez peticiones de rezos para almas atribuladas en
esta o en la otra vida.
El Coro alto no lleva la usual reja corrida de muro a muro, sino
que se divide en tres tramos por medio de columnas en donde se apoyan
los arcos de los tramos, que son de tres centros. E s esta una novedad
y una singularidad que sólo se repitió -y falsamente- en San Jeró-
nimo. El abanico, ad wunz poblanum, es de pintura, horrible pintura,
por cierto, indigna de este gran Coro. Parece colocada allí en uno de
los momentos más abominables del abominable siglo XIX.
Mas el interior del Coro es lo sorprendente. Se consenran, en el
alto, sus hermosos retablos dorados, como los que estuvieron en la igle-
sia. "Está toda adornada de retablos dorados a la moderna -dice Vey-
tia-, en buena simetría y hasta los claros de las pilastras." En este
Coro alto no hubo nichos ni sillerías, por lo menos desde el siglo XVIII.
Es toda una grandiosa capilla dorada, con sus retablos chur.rigue-
rescos en los que las pilastras estípites toman muy variadas y peculia-
res formas, desde cubrirse íntegramente de relicarios y espejos hasta
formar en su parte media, en el lugar del típico cubo con medallones,
verdaderas capillitas abiertas, con sus cuatro pilastras en las esquinas,
su techo abovedado y su triple cornisa ondulatoria. México, verdadera
patria del estípite, le dió todas las formas imaginables, con su propia
personalidad en cada región. Y aquí, en Puebla, donde con tanto furor
fueron destruídos los retablos por el academismo, resulta este Coro
doblemente excepcional. E s una lástima que esté oculto y desconocido.
Creo que sería un acto de justicia dar a conocer esta obra de arte de las
madres concepcionistas del siglo XVIII comunicándolo a la iglesia por
una escalera o rampa a partir de la cratícula, convirtiéndolo en una
capilla con un culto para ciertas ceremonias. Con ello no se daña el
Coro bajo, que permanece íntegro (y seria limpiado y arreglado) y el
público podría admirar esta joya de arte poblano.
Por último un curioso cuadro nos detiene: es la Virgen, quien,
con su manto azul, protege a sus hijas de Puebla; en el rincón derecho
dice: "A devoción de don José Ruiz Aranis nuestro cobrador", y 10
firma Juan de Villalobos. E n el rincón izquierdo está el cobrador, un
simpático anciano que quiso perpetuarse en la única forma posible : como
donante.
Hace doce años aún existían sus rejas, que eran muy hermosas.
Las del Coro bajo en forma de panal de abejas. i Era la única con este
dibujo y desapareció! Ahora los Coros son: la primera bóveda un in-
definible espacio, entre pseudo capilla y pseudo coro; la segunda, esca-
leras; la tercera, oficinas. Y todo esto podría haberse hecho -si tan
necesario era- sin quitar la interesante reja, que, por cierto, ¿dónde
estará ?
En el Coro alto quedan cuatro medios puntos de pintura con esce-
nas de la vida de San Francisco y de Santa Clara a los lados de las '
5 Los Cinco Señores son: Cristo niño, José, Joaquín, la Virgen y Santa Ana.
está una puerta que entra a 'una tribuna, la cual, en distancia de 8
varas, forma una bóveda de arista y tiene para la claridad dos venta-
nas, una que mira al oriente y otra al sur; en un lado está un nicho
pintado de flores con sus puertas de vidriera, el cual encierra una ima-
gen hermosa del tránsito de María Santísima y un altar con una hechu-
ra de Jesús Nazareno, de la estatura de un hombre, tan hermosa como
devota."
Veytia dice que el año de 1711 "transladaron los huesos de los
fundadores, los de Don Diego Lagarche al presbiterio, al lado del
evangelio, donde se puso su estatua de piedra y encima su escudo de ar-
mas y los de su señora doña Ana en d Coro bajo, en el sepulcro de
las religiosas".
Este Coro bajo fué destruido sin compasión. Sólo queda la cripta
-hoy tapiada la entrada- que conocemos gracias a una afortunada y
magnífica fotografía que posee la Dirección de Monumentos Coloniales.
Es una hermosa bóveda plana en cuyas aristas van cuatro anchas
fajas ornamentales con hojas de acanto y el cordón franciscano en me-
dio de ellas. La clave es un medallón con el escudo de los brazos de
Cristo y San Francisco cruzados al pie de una cruz. En el muro iz-
quierdo, en un elevado poyo dice un azulejo: "Aquí están depositados
los huesos de Ntras. M" fundadoras que aquí descansan Amen."
El paño del Coro alto es muy especial; no tiene abanico y es todo
un muro cerrado en donde solamente se abre el cuadro de las rejas,
con púas. Arriba hay un enorme cuadro circular de la Santísima Tri-
nidad de fines del siglo XVIII.
75
monjas se hincaban para recibir la comunión, vigiladas y alentadas por
dos ángeles de pintura a los lados del muro.
El retablo del fondo, completamente despojado de sus esculturas,
es un magnífico ejemplo del estilo rococó en México y otro, a su lado,
es un pretexto para labrar una preciosa hornacina de madera dorada,
con fondo rojo, que emerge de una superficie en la cual ondula la
madera, en olas de oro, imitando un brocado.
Las pinturas que decoran este Coro, enmarcando la puerta de
acceso al claustro y las ventanas, son anónimas, de la segunda mitad
del siglo XVIII. La de la puerta es una entronización de la Virgen, ,con
ángeles y santos, dos de los cuales son muy extraños en la iconografía
colonial mexicana: Santa Emerenciana (sic) y San Estolano. En las
ventanas están, en la primera, las cuatro apariciones guadalupanas y
abajo cuatro medallones con San Ignacio de Loyola, Santa Ludovina,
Santa Gertrudis y Santa Rosalía. En éste dice: "La noche de Navidad
esta gran Señora por su mano regalaba a Santa Rosalia pasando a las
suyas el parto de sus entrañas recién nacido. Vida de Santa Rosalía,
fol. 78." En la segunda ventana están San Alberto Magno y San Ra-
món Nonato y, en los medallones inferiores, San Camilo, San Atenó-
genes, con sus ciervos, Santa Inés y Santa Bárbara. Es interesante
observar ese afán pedagógico del Barroco al escribir los nombres de
los santos (de los poco conocidos, pues Santa Rita o Santa Bárbara no
lo llevan) y hasta la cita de la página del libro de donde se toma la
escena.
La cripta es la más grande y bien construida de los Coros mexica-
nos. Es de planta cuadrada, con bóveda plana. Junto al muro derecho
del visitante que desciende la suave escalera de dos tramos y, enfrente
de ella, se eleva un poyo corrido con albergues para catorce ataúdes,
cu?tro en el muro derecho y diez en el fondo. Allí eran depositados los
cadáveres y luego sacados los restos, según su antigüedad, para echar-
los al osario, que es una enorme cavidad abierta en medio del piso, con
su losa de piedra, en la cual inscribieron lo siguiente: "Depósito para
los huesos que se sacan de los cepulcros de éste virgíneo panteón que
se hizo año 1760", y las iniciales de las monjas que entonces goberna-
ban el convento.
S
En el Coro alto se conserva su retablo principal, casi intacto, que
es una riquísima muestra del último barroco mexicano, con detalles
ornamentales del rococó, y otro, lateral, también con influencia fran-
cesa. Sobre la puerta de lo que fué el antecoro hay una pintura de
Tomás Xavier de Peralta, de 1731, con tres escenas de la vida de la
Virgen: Los Desposorios, la Anunciación y la Visitación. A un lado
de la reja está la caja, vacía y sin terminar, de un órgano estilo rococó,
que lo único que hace es afear al Coro. Parece un pastiche del siglo
pasado para emular el órgano de Santa Rosa.
Pero es el imafronte lo más admirable de este insigne Coro de
Querétaro. En el Coro bajo, a los lados de la cratícula y de la puerta
de acceso al templo, están dos esculturas de varones del Antiguo Tes-
tamento; uno de ellos es Jessé, padre de David, del caul, según San Ma-
teo, descendió Cristo. Arriba de las rejas, en lujosos marcos de madera
dorada, están tres relieves femeninos; al centro una monja (no clarisa,
por cierto) y a los lados dos doncellas. Son representaciones, al pare-
cer, de los tres votos monásticos: pobreza, obediencia y castidad. Y
tenían sus letreros; ahora el de la "Pureza o Cinceridad" está abajo
de la monja; 10s otros se perdieron.
Todo lo que hace fondo a este Coro bajo resalta de una simulada
tela de brocado, en rojo y oro, que se mueve con una inquietante dis-
creción. El admirable abanico llena el medio punto del arco toral des-
pués de la firme reja corrida. Parece un grandioso tapiz labrado con
hojas de acanto doradas que le hacen marco al Cristo central. Don
Diego Angulo, refiriéndose a este Coro, dice: "El cerramiento del
Coro es particularmente bello. Está compuesto con fastuosidad die-
ciochesca y fino sentido decorativo. En la parte inferior, correspondiente
al piso bajo, gracias al ancho encuadrafniento de grandes medallones,
domina, con la riqueza, la sensación de fuerza y solidez. E n cambio,
la reja del Coro alto sólo aparece encuadrada por ligeros festones de
tela, exaltándose aún más la nota de ligereza en el medio punto supe-
rior, donde las piernas de una gran cortina se corren a los lados para
descubrirnos un bello calado digno de una mantilla o de una peineta
de concha, con el crucifijo al centro."
-.
2 Historia del Arte Hispanoamericano, t . 11, p. 736.
Este Cristo hierático, tallado por Mariano Perusquia, citado con
entusiasmo por todos los historiadores del Arte Colonial, no es lo
que grita la fama. Ante él -y con buenos prismáticos- tenemos que
repetir el juicio de José Moreno Villa: "Perusquía tiene un Cristo en
la iglesia de Santa Clara que, a pesar de los elogios de un benémerito
historiador ya desaparecido, es bastante flojo; más ancho de caderas
que de pecho, presenta una silueta más femenina que varonil ; la cabeza I
es pequeña y sin cuello; la pureza es pesada, sin gracia, con un nudo 1
como una plasta y los dos extremos del paño guardando una simetría
que cualquier maestro evita." *
Este Cristo y, evidentemente, el abanico para el cual fué pensado,
se debió colocar muy a fines del siglo XVIII, pues Perusquia, nacido
en 1771, tenia apenas veinticuatro años cuando, en 1795, fué académi-
co en e s c ~ l t u r a .(¡Lástima
~ que, desde hace diez años, una enorme
escalera obstruya su vista! 2 Qué esperan para quitarla?)
SANTA
ROSA
78
rococó. Cual gigantesco carillaje de un bello abanico, una decoración
de madera calada cierra el medio punto de la parte superior."
El Coro bajo conserva su reja exterior, en cuyas esquinas supe-
1
riores dos ángeles mancebos levantan las cortinas para mostrárnos-
la. La cratícula y la puerta se recargan con adornos barrocos y roco-
c ó ~ entre
, los cuales asoman los símbolos eucarísticos: un caliz con la
l hostia irradiante y un corazón al revés que derrama a borbotones la
l
sangre por sus venas desmesuradamente abiertas. El espacio superior
de las rejas se llena con esos lienzos de "intranquilidad" y "desequi-
I librio" que dice Angulo, pero que, más que eso, son una rica y bien
presentada decoración artística y religiosa con Cristo, la Virgen y los
1' doce apóstoles, cada uno de éstos con la insignia o símbolo de su ac-
l
tividad en la tierra, tallados en preciosos relieves dorados.
En el medio punto del arco está el maravilloso calado de madera
dorada, formado de ocho trozos, justo como los del "país" de un aba-
nico, con muy bellos dibujos de rotaille que semejan otros tantos aba-
nicos. En el centro, sobre una riquísima peana y con una concha al
fondo como aureola reluciente, a las que hace marco una faja de nubes
de color gris perla, salpicada de estrellas, se ostenta, pleno de bellezi
y con más oportutiidad que el Cristo de Santa Clara en este abanico de
sólo gracia y donosura, un Jesús adolescente, de abundosa cabellerzi
color castaño y dulce rostro en actitud de bendecir.
En el interior del Coro bajo podemos ver el famoso y magnífico
órgano del maestro Casas y muchas pinturas que han sido allí hacinadas
desde la exclaustración. Una, sin embargo, está en su lugar, y es un
ex-voto pintado por Tomás Xavier de Peralta en 1742 y se refiere a
este Coro bajo cuando era beaterio. El tema es la procesión de una Vir-
gen por todas las iglesias de Querétaro para hacer rogativas por la
peste que asolaba la población. ~ ~ r o v e g h a n dlao presencia de la ima-
gen, Sor Lugarda de Jesús, que estaba paralítica desde hacia tres años,
"pidió la llevasen al Coro, saliendo tan bien despachada y con tanta
expedición en sus impedidos miembros que, siendo la arpista en las
divinas alabanzas, al día siguiente pul& el arpa".
79
La cratícula y la puerta, en este. interior, estuvieron cuajadas de
reliquias, de las cuales quedan tan sólo las variadas formas de sus
agujeros. -
El retablo del fondo es una clara muestra de lo que en otra parte
he llamado el "Barroco re publican^",^ es decir, ese Barroco que se
hace a mediados del siglo XIX, que conserva de su inmediato antecesor
y enemigo, el Neoclásico, las columnas clásicas y cierto orden académico,
pero con una decidida voluntad de adornos, de policromia, de líneas
curvas, que vuelve a ser, en gran parte, el Barroco del siglo XVIII,
nunca olvidado en México. Este retablo, que quiso ser neoclásico, con-
s e p a hasta la barroca orla de cresterías de los retablos de Santa Clara.
CAPUCHINAS
86
Corre siempre el peligro de que un padre, un día, sin aviso, la quite
porque "estorba", sin entender el profundo sentido, que tietie su con-
servación para la historia y el arte de México. Esperamos que los
tapatíos sepan conservar esta reliquia del siglo XVIII que respetó -¡y
ya es mucho decir!-, el siglo XIX.
91
cero. Bajo la clave, también de hierro forjado y formando parte de la
reja, está el escudo dominicano.
La puerta de acceso y la craticula fueron destruídas pero, con muy
buen sentido, se pusieron rejas en los huecos. Ya que todo en Morelia
se resuelve con rejas, hicieron bien en seguir calando esta original fa-
chada de los Coros de Las Monjas.
En el antecoro se conserva un curioso ex-voto de un "milagro" l
acaecido en el Coro. La leyenda dice: "En el mes de agosto de 62 el l
día 27 en la tarde estando en Coro la venerable Comunidad de este
combento se desprendió una zentella la que con admiración circuló
ambos Coros sin ofender a ninguna de las R.R.M.M. y sólo las sábanas
de esta Soberana Imagen recibieron algún daño terminando dha zen-
tella en los pies de Ntra. Sra. después el Ilmo. Sr. D. Pedro Anselmo
Sánchez de Tagle y su secretario pasaron a ver dha Sagrada Imagen
(a quien se le asia su nobenario) para certificar lo milagroso de este l
caso sale a luz a expensas de las mismas niñas de este combento."
En la pintura, tan ingenua como el milagro y las "niñas" del con-
vento, se ve el Coro alto con sus dos ventanas y en medio un Tránsito
de la Virgen, de escultura, y atrás el Cristo de la Preciosa Sangre que
hoy se venera en el altar mayor.
LASROSAS
Este otro convento moreliano, también de monjas dominicas, guar-
da en su iglesia, más pequeña que la de Las Monjas, pero con más ricas
portadas, tres retablos churriguerescos que son, con los de Capuchinas,
los únicos en Morelia.
Su Coro alto fué mutilado al quitarle sus rejas, pero el Coro bajo
permanece como antaño. Es tan pequeño, de una sola bóveda, que sólo
tuv; una reja y no las dos usuales, hecha de armoniosos cuadros al
cruzarse sus travesaños. El arco se llena, como en Las Monjas con
un abanico de hierro forjado, de elaborados dibujos en pantalla, que
le dan esa alegría y ese encanto peculiares de los Coros morelíanos.
-- 92 \
MERIDA
Dice el cronista CogoHudo que el gobernador don Antonio de Voz-
mediano quiso fundar a n convento de monjas en Mérida, "pues además
de ser materia tan agradable a los ojos de Dios, tendría un coro 'de
vírgenes que, dedicadas al servicio de su Divina Majestad, con sus
continuas oracioiles rogasen por su conservación y aumento, siendo
también de muchas doncellas descendientes de conquistadores que no
I
podían acomodarse con encomiendas de indios".
Se fabricó el convento el año de 1596, siendo los furidadores:c&-
cepcionistas del de México. Después se construyó mejor iglesia en
1610 poniendo la primera piedra del cimiento "en la parte del Coro",
el gobernador Mariscal don Carlos de Luna y Arellano, terminándose
en 1633.
"Este hermoso edificio, de estilo severo, que por sus altos y fuer-
tes muros lisos tiene dentro mucho de fortaleza y un original aspecto con
reminiscencias morunas debe conservarse con el mayor cuidado te-
niendo en cuenta no sólo sus méritos históricos, sino su gran interés
arquitectónico; por su aspecto y rara disposición puede considerarse
como ejemplar único entre los de su género en Yucatán." l
El Coro de las Monjas de ~ é r i d aes excepcional por su forma y
disposición, no sólo "único en Yucatán" sino en todo el país.
"El Coro es de dos pisos y bastante amplio. El techepiso que
cubre el Coro bajo es de viguetillas de madera sostenidas por diez
2 Op. d.,
p. 370.
SAN CRISTOBAL LAS CASAS
Este lejano monasterio de monjas, el único entre Oaxaca y Guate-
mala, se fundó a principios del siglo XVII. El templo es de una nave "cor-
tada por un crucero de un solo brazo, lo que origina una singular traza en
forma de L", como dice Toscano. Este brazo o, más bien, capilla adya-
cente, se construyó en 1764, creándose con ella la escuadra arquitectó-
nica que tanto embellece a esa plaza de Chiapas.
La solución de los Coros es insólita y única. El Coro es, a la vez,
la torre. Resulta que, en 1677, las monjas quisieron hacer a los pies
de la iglesia el campanario, pero con ello tapaban la calle. Se les con-
cedió el permiso con la obligación de que se hiciera "sobre arcos para
que debajo quede paso". Y nos ha quedado esta hermosa y única torre-
coro-puerta que recuerda las grandes portadas y torres a la vez, del
estilo mudéjar, como la de Segovia.
Las monjas de la Encarnación debieron tener, antes de 1677, un
Coro muy reducido que ampliaron hacia atrás construy&do a la vez
la torre. Se divide por ello en cuatro cuerpos bien claros: el primero que
es el paso; el segundo y tercero son los Coros, con ventanas a la calle
y sus rejas que debieron dar a la iglesia, y el cuarto, de menor tamaño,
cupular, que es propiamente el campaiiario.
Hoy están destruídas las rejas y no nos explicamos bien el fun-
cionamiento de este extraño Coro. Queda por allí, eii el suelo y piso-
teado, un enorme lienzo con retratos de monjas; tal vez estuvo sobre
la reja o debajo de ella. La obra parece magnífica y esperamos que los
chiapanecos salven esta pintura y la restiren y dignifiquen, ya que es
una vergüenza qtie ande como basura rodando en el improvisado y
actual Coro de la iglesia.
SAN MIGUEL D E ALLENDE
María Josefa Lina de la Canal, la rica heredera del caballero don
Manuel Qe la Canal, decidió, a los quince años, fundar un convento de
concepcionistas en su hermosa ciudad natal de San Miguel el Grande.
En 1752 se concedió el permiso episcopal de Michoacán; en 1754
el real de España y en 1756 llegaron las fundadoras, cuatro monjas de
Regina.
-El arquitecto del monasterio fué el queretano Francisco Martínez
Gudiño, quien en su minucioso proyecto afirmó que se haría ton
39,621 pesos y 2 reales. El cálculo fué tan falso que en 1765 apenas
llegaba la iglesia a 10s cruceros y tuvo que inaugurarse sin presbiterio
ni cúpula, con un altar mayor provisional, habiéndose gastado más de
100,000 pesos. Pero, eso si, el Coro estaba totalmente terminado. En su
informe dice Gudiño: "la iglesia tendrá sesenta y una varas de largo,
once de ancho y diez y seis de alto, incluyendo el Coro, que tiene de
largo diez y seis varas, contiguo a la misma iglesia, y corre paralelo a
ésta el antecoro bajo y alto. .."
Este Coro es de una severidad insólita. ¿Cómo es posible que el
barroco Gudiño, en 1756, proyectara obra tan desnuda? Lo más seguro
es que la grave falla del cálculo no permitió la decoración, pues si al
inaugurarse se hizo sin cúpula, ¿quién podía preocuparse en adornos?
Sin embargo, en su imponente sencillez, este Coro sanmigueleño, que
no parece hecho en el apogeo del barroco mexicano, es atractivo.
Sus dos rejas, fortísimas, permanecen en su sitio, así como la puer-
ta y la cratícula. En el medio punto, a la manera poblana; está un gran
lienzo de Juan Rodríguez Juárez con el tema de la Asunción. En el
interior, que no tiene cripta, hay una sola lápida que tiene esta ins-
cripción: "A.Y.N.R.M. FUNDADORA", es decir, "Aquí yace nuestra
reverenda Madre fundadora".
En el testero hay un precioso retablo, de fines del siglo XVIII.,
Para cumplir su función de llenar el arco del fondo, se forma un sólo
cuerpo, sin divisiones horizontales, rematado, armónicamente, por una
triple moldura llena de movimiento que le sirve de grandioso marco. En
el sentido vertical forma tres calles, la central, más ancha, con la Virgen
de Loreto, la patrona de los De la Canal, y un medallón de la Trinidad ;
las laterales llevan dobles nichos hoy vacíos.
Todo el retablo se ornamenta con finas labores de r o c d a france-
sa, con un sentido decorativo de mueble, creado ex-profeso para inte-
riores, para el íntimo servicio litúrgico de las señoras religiosas con-
cepcionistas de San Miguel el Grande. E s este retablo uno de los me-
jores ejemplos del estilo rococó en México. l
B 07
llamado "El Señor del Desmayo", porque está caído ya, levantado del
tórax sólo porque lo detienen las cuerdas que sujetan las manos a la
columna; esto obliga a que la cabellera le caiga, dramáticamente, hacia
atrás. Las heridas de la espalda, caderas y piernas son espantosas; es
una sola llaga del cuello a los tobillos.
El Coro alto se forma de dos enormes bóvedas esféricas que casi
parecen cúpulas, comunicado al claustro alto directamente y al bajo por
medio de una espléndida escalera.
Como el Coro de Capuchinas de Querétaro, está desmantelado y
ruinoso.
Y con esta palabra: "ruina", termino este ensayo sobre los Coros
de monjas de la Nueva España, porque a pesar de los que perduran,
son más los destruidos. Y romperlos y acabarlos es el ignaro deseo de
los encargados de los templos. La solución inteligente está en Querétaro :
Santa Clara y Santa Rosa abren sus puertas al público, que oye misa
detrás de las rejas; Santa Teresa da hospitalidad a las jóvenes semina-
ristas que rezan su Oficio respetando la policromada jaula de Tres-
guerras.
ILUSTRACIONES
M E X I C O