Adamzik 2004
Adamzik 2004
Adamzik 2004
Tübingen: Max
Niemeyer Verlag GmbH.
(…) “Es preciso dejar en claro que tampoco puede hablarse de la lingüística del texto
surgida en los años 60, porque en su historia relativamente corta experimentó varios
vuelcos significativos. Se distinguen en general tres fases principales: 1. el enfoque
llamado transfrástico, que se concentra por completo en los recursos lingüísticos, con la
ayuda de los cuales se vinculan las oraciones en sucesiones coherentes; 2. el enfoque
pragmático-comunicativo, que no ve al texto tanto como sucesiones de oraciones
(compuestas de unidades lingüísticas más pequeñas), sino que lo observa como
totalidad, a la que corresponde determinada función comunicativa; 3. el enfoque
cognitivo, que pone en primer plano los procesos de producción y recepción de textos.
Estas tres tendencias principales están en diferente relación con las restantes ciencias del
texto (y otras disciplinas vecinas). Pero no solo esto hace que un panorama sobre la
historia de la disciplina sea difícil. Mucho más es la lingüística del texto un ejemplo
especialmente preciso de en qué gran medida la preocupación por el avance, esto es, en
el desarrollo de una nueva (sub)disciplina o de un enfoque de investigación hace que se
olvide el pasado, se pase por alto de manera más o menos consciente o se lo ponga entre
paréntesis (quizás se tiene que poner entre paréntesis) y cómo la historia de la ciencia es
la escritura de (muchas distintas) historias. Puesto que también la representación de una
disciplina y su desarrollo puede darse solo en la forma de textos (...) Tener en claro esto
es especialmente importante en la lingüística del texto porque explica por qué la
lingüística textual es difícil de concebir como una subdisciplina lingüística especial,
esto es, que no haya claridad sobre su objeto, sus metas y especialmente sobre sus
métodos y que esto por cierto no sea esperable en el futuro.
Comencemos el siguiente panorama con la historia del origen de la LT en los años 60,
con aquellos aportes que están guiados por el interés de introducir una reorientación en
la lingüística y en los cuales se reclama de manera conciente y explícita el
establecimiento de una LT – esto ocurre especialmente en el espacio lingüístico alemán,
que aún hoy es un centro de la investigación lingüístico-textual.
“Es muy posible quizás describir los textos con recursos intratextuales, pero para llegar
a una definición de los textos hay que apelar a criterios trascendentes al texto, esto es, a
la función de los textos” (Hartmann 1968b:216).
“Los signos lingüísticos pueden ocurrir solo unidos textualmente, pueden así solo tener
sentido y éxito”
El modo de argumentar en el que se rechaza esa suposición (la oración como el nivel
más alto, gc) se hace muy claro en el siguiente pasaje de Harald Weinrich (Tempus,
1971 – versión reelaborada del original de 1964), considerado el segundo iniciador de la
lingüística textual (...):
“La afirmación de John Lyons, “the sentence is the largest unit of grammatical
description” (libre según Bloomfield), describe por cierto de un modo bastante
preciso la realidad del respeto practicado en general hasta hace algunos pocos
años en relación a la oración en tanto unidad superior del análisis lingüístico.
Pero, ¿dónde está la fundamentación de que deba ser así? No encuentro
argumentos inatacables que le puedan conferir a la oración – y a propósito,
¿qué es exactamente? – semejante valor, privilegiado de manera necesaria en
una investigación lingüística. Evidentemente la oración no es ni la mayor ni la
menor unidad de una expresión verbal, sino en todo caso una unidad de
extensión media – en algún lugar entre el texto y sus fonemas o atributos – (...).
En la siguiente investigación se le negará al límite oracional todo respeto
especial. Las preguntas deben en lugar de eso iniciarse en los textos y el método
por emplear puede calificarse como lingüístico-textual. La lingüística del texto
es un desarrollo de la ciencia lingüística estructural” (Weinrich 1978: pág.8).
Para finalizar este apartado queremos señalar de manera explícita que tanto Hartmann
como Weinrich trazaron muchas relaciones con antecedentes y con otras disciplinas,
con la filosofía, la psicología y la psicolingüística, con la filología, la estilística, la
retórica y la literatura. (...)
La primera atañe a los textos literarios, para los que hay que corregir la suposición de
que la lengua solo es el recurso externo para el objetivo de expresar significado. Más
bien la forma lingüística y el contenido no se pueden separar (...) Sin embargo, los
análisis estructurales de obras literarias se originaron recién en los inicios del siglo XX
(cita de las prácticas de análisis literario en la antigüedad y la edad media, incluso en el
renacimiento hasta el siglo XVIII, en las que se aplicaban esquemas estructurales dados
– por ejemplo, las formas de estrofas – y que se transmitían como esquemas normativos,
como las figuras retóricas en reglas poéticas). Después de esas preformas de la
literatura, junto a cuestiones editoriales y proyectos así como especialmente la escritura
de la historia de la literatura en el llamado positivismo, tenían validez en el siglo XIX
factores externos como la “explicación” de obras a partir de la biografía, las relaciones
histórico-sociales, los ejemplos, etc. A esto le siguió el método llamado histórico, que
intenta comprender la obra literaria como un documento de un desarrollo cultural
general del espíritu de época y lo pone en relación con desarrollos de la filosofía, la
ciencia, la religión y otras artes. Contra esas corrientes se originaron entonces distintos
enfoques, que consideraron al texto mismo, a su “ser hecho”, el objeto del análisis
literario. Dado que los textos están hechos de lenguaje, surge de manera necesaria una
estrecha conexión con la lingüística, y, de hecho, importantísimos investigadores no
pueden ser categorizados claramente como pertenecientes a una u otra disciplina. Esto
es válido para Leo Spitzer, que comenzó “su obra” (1917/1918) con estudios estilísticos
lingüísticos y los concluyó con interpretaciones que están determinadas por los estudios
de estilo, y especialmente para los círculos lingüísticos de Moscú y Praga (1914/1915-
1924 y a partir de 1926), que concibieron el análisis de la lengua poética como objeto
central de la lingüística. (Incluye una cita de R. Jakobson, que perteneció a ambos
círculos, extraída de “Lingüística y poética”).
Para nuestro panorama hay que tener en claro que los primeros trabajos de lingüística
textual están dedicados a la lengua literaria y que también los años sesenta del siglo XX
justamente fueron especialmente fructíferos en ese campo. En qué medida el análisis de
textos literarios realmente pertenece al campo de la lingüística textual ha sido siempre
controvertido y probablemente así sea siempre. Junto con los estrechamientos del
campo de estudio de la lingüística que cita Jakobson, se introduce recurrentemente
como contraargumento (también ampliado) el que sostiene la posición lingüística
sistemática. Según esta posición, en lingüística no se trata de describir los usos
lingüísticos individuales sino de proveer las reglas y regularidades “que están detrás”,
en el terreno de los textos también capturar solo lo general, lo recurrente, de lo cual los
textos individuales son solo ejemplos.
Para explicar este punto puede apelarse al conocido concepto del círculo hermenéutico,
que concierne a las relaciones de interdependencia entre los elementos particulares y el
todo – una idea central de la teoría hermenéutica - . Este concepto puede aplicarse a
distintos niveles: por un lado, hay una relación recíproca entre el texto total y sus partes
componentes; por el otro, solo se puede comprender el texto como un todo cuando se
comprenden las partes componentes. Por otro lado, sin embargo solo “se puede
comprender el elemento particular a partir del todo” (Schleiermacher 1819/1996:960).
Cómo se entienden exactamente las expresiones de un texto individual se explica,
como hoy se dice corrientemente, solo a partir del contexto. Pero tampoco el texto como
un todo está por sí solo, sino que se incluye en la totalidad de los otros textos del
individuo. Así en los textos literarios es común referirse a otros lugares en la obra del
individuo, que pueden aclarar el texto particular por explicar. Al horizonte en el que el
texto individual debe comprenderse, pertenecen también los textos que el autor ha
recibido, a los que de alguna manera se refiere. (...) En la manera de hablar cognitiva se
sostiene que “a través del texto son activados por la memoria componentes y estructuras
de conocimiento, y la comprensión de textos equivale a una asimilación entre
conocimiento textual y conocimiento general” (Figge 2000:99). Así se explica la
estrecha conexión tanto de la hermenéutica como de la lingüística textual cognitiva con
la psicología.
Así llegamos a las diferencias entre ambas concepciones. Para ello es necesaria una
revisión corta de la historia de la hermenéutica. Ella se origina en el trabajo con los
“grandes” textos, como los poemas homéricos y la Biblia en tanto texto sagrado, e
intenta despejar las dificultades de comprensión y penetrar en el sentido. No se trata
solamente de aclarar cuestiones más bien técnicas – pasajes poco claros, es decir,
cuestiones como explicaciones de palabras o conceptos (la denominada hermenéutica de
pasajes), sino también de interpretar ampliamente lo comprensible, pero además lo que
da lugar a avances (morales o intelectuales) o lo que de alguna manera es molesto o
también, además de una interpretación literal del texto, se intenta descubrir un sentido
más profundo. Especialmente característico de esto es la exégesis de la Biblia cristiana,
en la cual el nuevo testamento funciona como clave de interpretación del viejo
testamento. (...) [expone desarrollos posteriores de la hermenéutica en los que no solo se
interpretan textos sagrados o consagrados, sino también la obra del autor individual, de
carácter naturalmente subjetivo, gc]. Así se da una modificación adicional, de la
preocupación por dar cuenta correctamente del sentido intentado por el autor a la
interpretación como producción activa de sentido a través y por el receptor. Tal
búsqueda de sentido no se limita a textos o a otros productos intelectuales sino que
atañe a todo lo que sale al encuentro del hombre, quien debe comprender el mundo y a
sí mismo en el mundo: “Verstehen und interpretieren sind menschliche Grundvollzüge”
(Jung 2001:49) [comprender e interpretar son realizaciones humanas básicas],
“Verstehen die Eigenart des humanspezifischen Weltbezugs” [entender: la
particularidad específicamente humana de la relación con el mundo] (ibidem, 140).
De este trasfondo se pueden extraer con claridad los principios muy distintos de la
ciencia cognitiva: 1. no se ocupa del arte del comprender textos individuales o
individuos (de ninguna manera del sentido de la vida individual), sino de modelar de
manera precisa y formalizada las estructuras de memoria y conocimiento, así como de
los procesos implicados en el procesamiento textual como fundamentos generales del
aparato del pensamiento humano. 2. La explicitación precisa de las bases textuales
cognitivas concierne a los conceptos y relaciones mentales “triviales”, que subyacen al
texto superficial. En los significados no literales pueden incluirse en el mejor de los
casos fenómenos como metáforas (usuales), ironía y similares. En cambio, cómo
podrían explicitarse de manera formalmente completa interpretaciones más amplias y
asignaciones de sentido (que siempre son subjetivas) es apenas imaginable – al menos
hasta el presente – y no está en el foco de interés de la ciencia cognitiva. 3. Los
enfoques cognitivos se alejan principalmente de una consideración integrada del pensar,
el actuar, el sentir y el desear, especialmente porque es un postulado explícito la
independencia de un módulo cognitivo, al menos en las corrientes dominantes del
cognitivismo.
¿Hay algún tipo de criterio, en qué rama se trabaja mejor, a qué enfoque hay que darle
la preferencia? Dar una respuesta a esto es teóricamente casi imposible, pero en la
práctica, sin embargo, es relativamente simple. Los distintos enfoques son
especialmente apropiados/inapropiados para determinados intereses y objetivos. Cuando
se trata, por ejemplo, de entender e interpretar textos difíciles, la descripción completa
de los recursos cohesivos (en distintas lenguas) ayudará tan poco como la formalización
de las relaciones anafóricas en un modelo sintáctico. Por el contrario, quien trabaja en
un programa de traducción automática no puede pasar por alto ambos aspectos y
también es consciente de que para la traducción de textos literarios necesita sí o sí un
traductor humano.
Un potencial de conflicto surge de estos datos cuando se intenta determinar las tareas de
una disciplina individual de la ya muchas veces mencionada delimitación disciplinar.
En lo que concierne a la lingüística textual, recuérdese otra vez el debate sobre si su
objeto son las reglas generales de formación y uso textual o si pertenece a él también el
análisis de textos individuales y su “propia voluntad”. Además surge la pregunta de en
qué medida en la investigación de lenguas individuales se pueden suponer como
conocidos principios de formación textual válidos universalmente (por investigar en la
lingüística general). Finalmente, también es relevante en la lingüística textual la
controvertida pregunta acerca de si la lingüística tiene que ser una disciplina puramente
descriptiva o si pertenece a su campo de tareas también la valoración científicamente
fundada de textos y la crítica lingüística, y si puede formular enunciados prescriptivos.
Las diferencias en la concepción de las tareas y la importancia disciplinar de la
lingüística textual surgen a causa de las distintas posiciones frente a esas preguntas y
permanentemente hay intentos de imponer una determinada posición como la
obligatoria. Hasta ahora ninguno ha tenido éxito; por eso el discurso de la
heterogeneidad de la lingüística textual es totalmente oportuno – también por cierto se
discute si superar esa heterogeneidad es deseable. Sin ocultar que en mi opinión la
exigencia de una delimitación más precisa del campo de investigación me parece poco
realista y que tengo grandes dudas de su gran utilidad, no quiero seguir informando o
continuando con el debate. En nuestro contexto es más relevante explicitar qué
reflexiones subyacen a esta presentación.
Esto conduce a uno de los puntos más discutidos de la lingüística textual, la pregunta
acerca de qué es un texto, qué definición debe darse de él. A causa de la gran
importancia que se le asigna a esta pregunta, se le dedica a ella un capítulo propio.
¿Se puede comenzar con un trabajo de lingüística textual sin disponer de una clara idea
sobre su objeto, es decir, una definición del término texto? Pero, ¿es texto realmente un
término científico, que pueda o deba definirse de manera precisa, en oposición a la
esencialmente vaga y polisémica expresión de la lengua cotidiana o general? Mejor aún:
cuando hablamos científicamente del texto, ¿tenemos que asumir entonces una
terminologización, así sea elegir una lectura a partir del espectro de significados de la
expresión cotidiana o crear una nueva definición, que sea vinculante para el término
texto?
En principio, hay que considerar que con la elección del significante texto como signo
de representativo de una subdisciplina lingüística, el problema sobre su significado
queda establecido a largo plazo y de manera inevitable; pues texto, en tanto expresión
cotidiana (así como lengua, palabra, oración), es simplemente tan común que no podría
entrar una y otra vez en conflicto con acuñaciones terminológicas. Cuando se quieren
excluir las imprecisiones, se debe proporcionar no solo una definición (como
significado) sino también una expresión artificial (como significante), (por ejemplo,
TXT, Taxt, Texis o similares). Dado que esto no ha sucedido, se debería hacer depender
esto menos de la falta de imaginación de los lingüistas o de la mirada escasa sobre el
problema que de considerar que un quiebre completo con el concepto cotidiano no
puede juzgarse deseable, dicho de otra manera, que el fenómeno texto debe seguir
siendo considerado como un objeto de observación científica por completo complejo,
variado y de varios niveles. Para esto lo más apropiado es la expresión general (con su
polisemia) y no un término estrechamente definido que necesariamente reduzca de
manera fuerte el punto de vista del análisis.
Dicho de manera más general: las definiciones precisas tienen como objetivo determinar
cierto empleo de una expresión en un contexto de investigación para él determinado,
ellas construyen así un objeto de investigación para determinado propósito. (...) Por lo
tanto, las muchas y distintas definiciones de texto que se pueden listar no son ninguna
prueba de confusión conceptual. No compiten necesariamente entre sí, sino que son
pergeñadas para contextos de investigación específicos.
Esta opinión puede dar la impresión de ser muy liviana, cuando no complaciente, y no
debe discutirse que dentro de la lingüística textual hay ciertamente diferencias
(insuperables) sobre el uso correcto, apropiado, admisible/razonable de la expresión
texto. Afirmamos sin embargo que a esas discusiones subyacen diferencias básicas
sobre programas de investigación (especialmente entre enfoques orientados al sistema
lingüístico y enfoques orientados al uso lingüístico), y que tiene poco sentido querer
atribuirlas a las distintas definiciones de texto.
Luego de estas reflexiones teóricas sobre la utilidad relativa de contar con definiciones
precisas del concepto texto, llegamos a la pregunta de contenido, qué rasgos de
significado son relevantes para este concepto. En primer lugar, no se trata en el marco
de la discusión lingüístico-textual de establecer definiciones normativas; antes bien, se
debe brindar una descripción aproximada de los distintos modos de uso. Para ello es
absolutamente necesario poner en vinculación la cuestión semasiológica (por el
significado de texto) con la onomasiológica (por las expresiones de “texto”). Surgen,
por lo tanto, dos preguntas:
1. ¿Cómo se emplea la expresión texto, qué espectro de significado tiene (en qué
variedades)?
2. ¿Con qué expresiones se describe aquello para lo que se usa la expresión texto
en alemán actual, tanto en la lengua general como en la lengua especializada de
manera generalizada, en la historia de la lengua alemana (y otras lenguas), y qué
rasgos se adscriben a la “cosa”?
(...)
1. “Un texto es una sucesión de unidades lingüísticas constituida por una cadena
pronominal ininterrumpida” (Harweg 1968: 148).
2. “El término texto designa una sucesión limitada de signos lingüísticos, que es
coherente en sí y que como totalidad señaliza una función comunicativa
reconocible” (Brinker 2001:17 [también1988]).
5. “Un texto es un signo lingüístico complejo, que está formado según las reglas
del sistema lingüístico (Langue). Desde el punto de vista externo al texto, este
tendría (...) el mismo significado que ‘acto comunicativo’” (Gülich/Raible
1977:74).
6. “En lo que sigue entiendo como texto siempre una expresión lingüística escrita
monológica, de una extensión de varias oraciones, en la que las oraciones tienen
entre sí una relación por ser especificada” (Nussbaumer 1991:33).
1
"La palabra TEXTO es utilizada en lingüística para referirse a cualquier pasaje, oral o escrito, de
cualquier extensión, que constituye un todo unificado".
2
"Utilizo el término texto para designar un objeto semiótico, conservado en la escritura, en cintas o en
videos, para el cual por lo menos dos hablantes nativos de una lengua determinada acuerdan en que el
objeto dado es un texto".
9. “We do not see an advantage in trying to determine constitutive formal features
which a text must possess to qualify as a “text”. Texts are what hearers and
readers treat as texts”3 (Brown/Yule 1983:199).
La tabla 1 muestra dos cuestiones: primero que en todas las definiciones se menciona
siempre solo una pequeña parte de los rasgos aislados relevantes para el fenómeno texto
– entre ellos (especialmente en las definiciones 7 y 9) se introducen también criterios
que no se encuentran en la lista inicial y que evidentemente pueden clasificarse en el
contexto de la discusión sobre el concepto de texto. En segundo lugar se muestra ya la
necesidad – poniendo entre paréntesis algunos enunciados – que los rasgos considerados
importantes no necesariamente se mencionan en la definición, sino que solo surgen de
las explicaciones o del contexto más general. Mucho de lo que aquí y también en la
literatura se presenta como “definición” porque figura en una oración del tipo “un texto
es/Bajo texto entiendo...” en realidad no tiene el propósito de ser una definición
(definitiva) sino una toma de posición respecto de un tema controvertido. Si se
mencionaran todos los rasgos de manera explícita (y si además se los explicara), surgiría
no ya algo que sea parecido a una definición sino una descripción abarcadora del
fenómeno. Dicho de otro modo: una definición concisa de texto puede incluir solo
aspectos parciales y la variedad de definiciones es esencialmente atribuible a que se
focalizan en cada caso distintas combinaciones de aspectos parciales.
Por eso desde los años 80 se ha ido dejando de lado la disputa por una definición
unitaria y clara de texto, y los esfuerzos se dirigen a superar las controversias a través de
enfoques integrales, en los cuales ya no se trata de lograr una definición, sino de
caracterizar todos los aspectos que se han evidenciado como esenciales para caracterizar
y describir el fenómeno.
3
"No vemos ninguna ventaja en tratar de determinar rasgos formales constitutivos que un texto debe
poseer para calificar como "texto". Los textos son lo que los oyentes y los lectores tratan como textos".
Tabla 1: Rasgos distintivos del objeto “texto”
Rasgos mencionados 14 2 3 4 5 6 7 8 9
en la tradición
Lengua en uso/parole
expresión (individual) +
5
Totalidad/carácter cerrado (+) + +
compuesto de varias partes + +
estructurado
perteneciente a una clase textual
cohesivo / cadena de oraciones +
escrito (-)6
concebido de manera escrita (-)
incluido en contexto comunicativo
con función comunicativa +
con sentido, coherencia +
verbal + + +
(...)
(...)
a) Medio: escrito-oral; verbal – no verbal
(...)
4
Los números corresponden a las definiciones enumeradas arriba.
5
Esto no surge directamente de la definición, sin embargo la cuestión del carácter de totalidad, del
carácter cerrado por lo tanto, es central en Harweg.
6
Esto surge en la explicación de la definición de Brinker (2001;9)
(...)
Desde hace bastante tiempo se habla del texto como una categoría prototípica;
recientemente B. Sandig dedicó a esta cuestión un artículo. Partiendo de los criterios de
textualidad de Beaugrande y Dressler considera los rasgos centrales del texto y
distingue “varios prototipos de texto: textos literarios en los que domina el tema (a los
que Vater da la prioridad) vs. textos de uso (como en Brinker), y dentro de los textos de
uso, nuevamente aquellos en los que domina el tema vs. aquellos en los que domina la
función” (Sandig 2000:101). En un esquema final agrega otros rasgos generales que
considera menos decisivos (...).
TEMA/CONTENIDO