La Exigencia Emocional Del Trabajo Psicologico.

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Instituto Técnico de Estudios Aplicados 


MASTER EN PUBLICIDAD Y MARKETING
Módulo 5. La exigencia emocional del trabajo psicológico.

Programa para la obtención del Título de:

MÁSTER EN PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA SALUD


[ OBJETIVOS]
El estudio y análisis de las experiencias emocionales en el trabajo
psicológico con pacientes con trastorno psicótico.

Introducirnos en los distintos fundamentos necesarios para abordar las


alteraciones psicóticas de manera profesional, científica y emocional.

Describir aquellos aspectos que más frecuentemente afectan al profesional


en su experiencia clínica en estos casos.

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CONTENIDOS

Introducción.

1. Experiencia emocional en el trabajo psicológico.

1.1. La experiencia emocional en el trabajo psicológico con personas


psicóticas en el ámbito institucional.
1.2. La experiencia emocional en el trabajo psicológico.

2. Experiencia emocional con pacientes psicóticos.

2.1. El paciente psicótico.


2.2. El psicólogo y el paciente psicótico.
2.3. Intervención con pacientes psicóticos en el ámbito institucional.

3. Estudio de la experiencia emocional de los psicólogos.

3.1. Participantes.
3.2. Técnicas de recolección de la información.
3.3. Instrumentos.
3.4. Criterios de calidad de la investigación.
3.5. Procedimiento.
3.6. Resultados.
3.7. Discusión.

4. Psicosis.

4.1. Definición.
4.2. Etiología.
4.3. Represión primaria u original (Urverdägung).
4.4. Aspectos de la personalidad psicótica.
4.5. Conflictos básicos.
4.6. El pensamiento esquizofrénico.
4.7. Transferencia-contratransferencia. Psicosis de transferencia.

5. Recursos Bibliográficos.

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Introducción.
Todo encuentro con otra persona abre la posibilidad de un crecimiento. El
psicólogo clínico realiza su trabajo a partir del encuentro con un otro,
valiéndose del vínculo que se crea entre él y esta otra persona para
entenderla no solo a nivel racional sino comprenderla en todas sus
dimensiones; como un todo.

Así, los psicólogos necesitan usar su capacidad empática, o capacidad de


sentir la experiencia ajena como propia, para poder acceder al mundo de
cada paciente.

En este proceso de comprensión, se hace necesaria una intimidad


psicológica que es creada tanto por el psicólogo como por el paciente y que
trae consigo un impacto emocional en ambos. Cada psicólogo vivirá este
impacto emocional de manera única y diferente.

Las diferencias responden a factores como la personalidad, modos de


relacionarse o el modo de ser de pacientes y psicólogos. El resultado de
este encuentro será la aparición, en los profesionales, de diversos
sentimientos, emociones, sensaciones e interpretaciones derivados del
contacto con los pacientes y que serán entendidos como la experiencia
emocional del psicólogo frente a los pacientes (Ángeles, 2003).

Determinados trastornos mentales, implican serias alteraciones en el


procesamiento afectivo y cognitivo de quien los sufre. La naturaleza de
dichas alteraciones influye en la experiencia emocional de quien trata a
estos pacientes. En el caso de las personas que sufren de psicosis, se puede
decir que lo que las caracteriza es la pérdida de la capacidad de mantener el
criterio de realidad.

El psicólogo que trabaja con personas psicóticas se ve en la difícil y


complicada tarea de establecer lazos con personas cuyos mundos están
caracterizados por una pérdida del contacto con la realidad externa e
interna (Fromm-Reichman, 1962). El contacto con esta dimensión psicótica
llevará al profesional a experimentar sensaciones diversas, no comunes,
que lo sorprenderán y movilizarán constantemente (Doria, 1995).
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El contexto más común en el que el psicólogo se encuentra con el paciente
psicótico es la institución de salud mental. Sabemos que el contexto
hospitalario influye en la cualidad del vínculo terapéutico, entre otras cosas
porque se caracteriza por ser un ámbito institucional, multidisciplinario y
con gran afluencia de pacientes. Las particularidades antes mencionadas
influirán en el modo en el que el psicólogo experimenta el contacto con el
paciente psicótico.

Es de ahí que nos preguntamos ¿cómo es la vivencia particular de un grupo


de psicólogos que trabajan con pacientes psicóticos en un contexto
institucional? Para responder a esta pregunta se entrevistó a once
psicólogos bajo una aproximación cualitativa con el propósito de describir
las características de la vivencia particular de cada uno de los participantes.

Para ello se realizaron entrevistas en profundidad, las cuales permiten


acceder tanto a las vivencias particulares como a las experiencias comunes.

A pesar de la complejidad del trabajo clínico con pacientes psicóticos y el


impacto emocional que este tiene en los profesionales que lo realizan
(Wolstein, 1998), existen muy pocas investigaciones que abordan la
vivencia emocional de los psicólogos en su trabajo con pacientes psicóticos.

En muestro medio, el estudio más parecido es el de Bustamante (1999)


quien explora, entre otras cosas, la vivencia de los psicoanalistas que
trabajan con personas psicóticas, lo cual significa un aporte importante pero
restringido pues el estudio se circunscribe a la práctica psicoanalítica.

Es aún menos lo que se sabe con respecto a la vivencia emocional de los


psicólogos que trabajan con este tipo de pacientes en las instituciones de
salud mental, pese a la gran cantidad de pacientes psicóticos con los que
trabajan de manera cotidiana.

Estudiar la experiencia emocional de los psicólogos es de vital importancia


ya que podemos inferir que esta influye en gran medida en la práctica
clínica y la manera en la que los psicólogos se relacionan con sus pacientes
psicóticos. Además, el presente estudio contribuye con la generación de un
conocimiento que permite que los profesionales que trabajan con personas
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psicóticas puedan mirarse tanto a sí mismos como a los procesos dinámicos
del vínculo terapéutico con sus pacientes.

Reconocer los aspectos potencialmente positivos y negativos generados a


partir del vínculo entre el psicólogo y la persona que sufre de psicosis
permite implementar mejores modos de cuidar a los profesionales, quienes
a su vez lograrán mayor efectividad y calidad en su trabajo asistencial.

Adicionalmente, consideramos que esta investigación contribuye a una


mejor comprensión de la dinámica de los trastornos psicóticos y brinda
información sobre el modo en el que un grupo de psicólogos que trabajan
en una institución de salud mental de Lima viven y experimentan la
intervención psicológica con personas que sufren de psicosis. Finalmente,
consideramos que esta investigación puede aportar a las personas que se
están iniciando en el trabajo psicológico con pacientes en general por
constituir una mirada cercana a un fenómeno que aparece en todo
encuentro clínico.

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1 EXPERIENCIA EMOCIONAL EN EL TRABAJO
PSICOLÓGICO.
UNIDAD

1.1. La experiencia emocional en el trabajo psicológico


con personas psicóticas en el ámbito institucional.
La psicología se vale del vínculo cercano con las personas con quienes
trabaja para comprenderlas. Así, el psicólogo deberá usar su capacidad de
abrir canales para que los demás puedan comunicar sus sentimientos y su
mundo perceptual.

De acuerdo a Rogers (1961) los psicólogos tienen el privilegio de conocer a


muchas personas de manera íntima, sintiendo y observando de cerca las
luchas que otros deben librar para crecer y madurar.

Sin embargo, la capacidad que tenga el psicólogo de crear relaciones que


faciliten el desarrollo de otro como persona independiente, depende del
desarrollo logrado por él mismo como persona.

Es así como, pese a ser una experiencia muy enriquecedora, el trabajo


psicológico no es una tarea fácil.

1.2. La experiencia emocional en el trabajo psicológico.


El trabajo psicológico con las personas demanda la creación de un vínculo
en el que la distancia profesional pone al psicólogo en contacto directo con
las emociones y conflictos de sus pacientes. A veces las personas no pueden
hacer frente a sus propios sentimientos sin ayuda ajena y es en estas
ocasiones que los sentimientos sobrevinientes en los psicólogos pueden
llegar a ser muy intensos.

Siguiendo esta línea, podríamos decir que la naturaleza primera de los


sentimientos que aparecen en el psicólogo es la de ser una respuesta
emocional a las comunicaciones del paciente (Casement, 1990). Para poder
ayudar y comprender a un paciente, el psicólogo debe ser capaz de
mantenerse en contacto con este y sobre todo consigo mismo, a través del
contacto constante con su propia experiencia emocional (Rosenfeld, 1987).

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En este sentido, la experiencia emocional puede ser entendida como un
fenómeno que se da a nivel individual y que se genera a partir del vínculo
con un otro. Desde el nivel individual, comprendemos la experiencia
emocional usando la definición multidimensional propuesta por Reef (1994)
que incluye: (1) los aspectos cognitivos-subjetivos entendidos como los
estados afectivos derivados del conjunto de evaluaciones que se realizan
durante el proceso de emoción, (2) los aspectos fisiológicos, conformados
por las respuestas corporales que derivan en el arousal, (3) los aspectos
funcionales, que se refieren a las conductas accionadas a partir de lo
sentido y (4) los aspectos sociales, relacionados al ámbito social de la
emoción y su comunicación.

Sin embargo, consideramos que para poder estudiar la experiencia


emocional de los psicólogos en su trabajo clínico, se hace necesario ampliar
esta definición para incorporar la naturaleza interaccional de la experiencia
emocional (Strongman, 1996), de modo que se entiende que su significado
estará dado no solo por la vivencia interna del individuo, sino también
desde sus interacciones sociales.

Así, para efectos del presente estudio entendemos experiencia emocional


como el campo subjetivo de la emoción, por tanto, se trata de la vivencia de
la emoción que sólo puede ser narrada por quien la ha experimentado.

Incluye resultados conductuales, cognitivos o afectivos que se producen a


partir de la emoción. La experiencia emocional incluye la percepción del
objeto a partir del cual se realiza el proceso de emoción y con el cual el
sujeto está interactuando por ser inseparable de este. El proceso al que se
hace referencia está influenciado por características sociales y culturales
asociadas al objeto, a partir del cual surge la emoción (Ángeles, 2003).

Para su estudio a nivel colectivo, nos adscribimos a la línea de investigación


que usa este concepto para estudiar la vivencia emocional a partir de una
situación que es similar a un grupo de individuos (Ángeles, 2003; Birdsong,
1993; Christakis & Iwashyna, 2003; Kalikztein, 2000). La vivencia
emocional del trabajo de comprender a un otro puede modificar al psicólogo
y enriquecerlo (Rogers, 1961), convirtiéndose en una fuente de satisfacción
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y crecimiento personal. Sin embargo, en determinadas circunstancias, esta
experiencia emocional puede convertirse en una fuente de frustración y
fracaso (Killburg, 1986). Cuando esto sucede, las consecuencias sociales y
personales sufridas por los profesionales pueden ser significativas. El estrés
laboral (Currid, 2008), el burnout (DiMatteo, 2001; Killburg, 1986) y la
fatiga compasiva (Craig & Sprang, 2009) son algunos de los síndromes que
pueden aparecer como consecuencia del trabajo psicológico, especialmente
con determinado tipo de pacientes. Así, la investigación en esta área se ha
centrado en describir las manifestaciones y determinar las circunstancias en
la que estos síndromes aparecen en los profesionales.

El estrés laboral implica una situación en la cual los factores laborales


interactúan con los personales para cambiar la condición física y/o psíquica
del trabajador, forzándolo a alterar su funcionamiento normal.

Este síndrome ha sido relacionado con dificultades en el bienestar


psicológico como síndromes depresivos, de ansiedad, tensión, insatisfacción
y reducción de la autoestima (Currid, 2008; Kilburg, 1986).

El burnout puede ser entendido como un tipo de estrés laboral, pero la


diferencia específica radica en que es una respuesta emocional e
interpersonal en el ámbito laboral.

Es un síndrome que aparece progresivamente y que incluye cansancio


emocional, despersonalización, respuestas exageradamente desvinculadas
del trabajo, sentimientos de incompetencia, falta de logros y productividad
en el trabajo (Currid, 2008).

Este suele ser un problema particular para los profesionales orientados a


brindar cuidado, es decir, para personas que trabajan con personas, ya que
estas se enfrentan constantemente a situaciones emocionalmente intensas
(Di Matteo, 2001; Killburg, 1986). La fatiga compasiva es otro síndrome
que aparece en los profesionales del campo de la salud mental. Esta se
presenta principalmente cuando se trabaja con personas que han sufrido
experiencias traumáticas. Se caracteriza por ser de aparición rápida y

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desafía la capacidad del profesional para brindar servicios afectivos y
mantener relaciones personales y terapéuticas (Craig & Sprang, 2009).

A medida que el contacto con los clientes aumenta (en tiempo o número) o
la frustración del trabajo con ellos es más alta, el riesgo de presentar
cualquiera estos síndromes es mayor. Algunos factores protectores son un
buen soporte social, tolerancia a la frustración, fortaleza ligada a la
sensación de control y al compromiso (Craig & Sprang, 2009; Di Matteo,
2001; Killburg, 1986).

Por estas razones, el cuidado de los cuidadores y la generación de un


ambiente que contenga y ayude a procesar la experiencia laboral es crucial
ya que existen implicancias físicas, emocionales y económicas que deben
ser atendidas en las personas que cuidan a personas con trastornos
psíquicos (Craig & Sprang, 2009). Si bien la vivencia con respecto al propio
trabajo depende de la personalidad del psicólogo, su modo de ser y la
manera de relacionarse con los pacientes (Casement, 1990), también es
cierto que ciertas características y problemáticas de los pacientes son
elementos determinantes en la vivencia de las personas que trabajan con
ellos.

Por ejemplo, sabemos que las personas que trabajan con comunidades
afectadas por violencia política tienden a establecer modelos que oscilan
entre la impotencia y la omnipotencia en el vínculo con las personas que
atienden (Proyecto Amares, 2006).

En el caso de los psicólogos que trabajan específicamente con este tipo de


pacientes, es importante prever y evitar la aparición de la fatiga compasiva
como resultado del sobre involucramiento emocional con sujetos que han
sobrevivido a experiencias traumáticas (Craig & Sprang, 2009). DiMatteo
(2001) señala algunos factores protectores como la satisfacción con la vida,
cambios positivos en el sentido de identidad y en las relaciones con los
otros significativos.

Lo último refleja la importancia de crear un espacio sostenido donde se


pueda reflexionar sobre las motivaciones personales para trabajar con

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temas de pobreza, exclusión, marginación y discriminación. Abordar los
aspectos subjetivos suscitados a través del trabajo es clave para la salud de
los profesionales y el funcionamiento de cualquier intervención (Proyecto
Amares, 2006). Cuando nos centramos en el trabajo psicológico con
personas en contexto de pobreza, vemos que el psicólogo que trabaja con
estas personas se ve en la necesidad de encontrar modos de responder a
una demanda centrada predominantemente en las dificultades de vivir en la
realidad actual (Galende, 1997).

Alarcón (1986) extiende esta idea describiendo que, al intervenir en


contextos de pobreza, el psicólogo se está enfrentando a frustraciones y
graves privaciones económicas que truncan las aspiraciones de las personas
que se ven sumidas en un mundo de urgencias prácticas. Es así como se
hace evidente que la pobreza y sus implicancias no solo trascienden el
problema de la enfermedad mental sino que influyen en gran medida en la
experiencia emocional de los psicólogos que trabajan con pacientes en
contextos de pobreza.

La experiencia emocional de los psicólogos que trabajan con pacientes


terminales o con trastornos mentales severos también ha sido investigada.

En el caso de los psicólogos que trabajan con pacientes con cáncer terminal
(Ángeles, 2003; Aycock & Boyle, 2009), se sabe que suelen experimentar
sentimientos como impotencia, involucramiento con el paciente y su familia,
desgaste emocional y físico. También presentan cuestionamiento a la propia
vida, tristeza, miedo, fastidio, angustia relacionada tanto a la vida del
paciente como al propio cuerpo y la posibilidad de padecer de cáncer.

Se sabe, además, que los psicólogos que atienden a pacientes que sufren
de trastornos mentales severos tienen experiencias emocionales específicas.

Por ejemplo, sabemos que los psicólogos que han vivido un suicidio entre
sus pacientes reportan fuertes reacciones emocionales que incluyen
sensación de fracaso, preocupación, culpa, miedo y ansiedad así como
también algunos síntomas viscerales como palpitaciones y mareos
(Birdsong, 1993).

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Con respecto a los psicólogos que trabajan con pacientes con trastornos de
uso de sustancias, sabemos que las reacciones emocionales incluyen:
omnipotencia, expresada en la necesidad de salvar, rescatar y cuidar en
exceso a sus pacientes, así como también cansancio, atribuido a la
sensación de estar haciendo demasiado por el paciente, además de
frecuente preocupación y frustración (Rice, 2006).

Sin embargo, los grupos de psicólogos antes nombrados también presentan


motivación para el trabajo y sensación de enriquecimiento tanto a nivel
personal como a nivel profesional. En el caso de los psicólogos que trabajan
con pacientes suicidas Birdsong (1993) resalta que la elaboración exitosa de
esta experiencia depende de la capacidad del psicólogo para aceptar la
decisión de su paciente, así como de la capacidad de pensar de manera
realista el rol que él tiene con respecto a sus pacientes y los límites del
trabajo psicológico.

A partir de la literatura revisada, vemos que la experiencia emocional en el


trabajo psicológico suele ser intensa, especialmente cuando se trabaja con
determinados tipos de pacientes.

Cuando esta sobrepasa las capacidades del psicólogo para manejarla, la


experiencia emocional puede tener efectos nocivos sobre la salud mental del
profesional como sucede con el burnout o la fatiga compasiva. Sin embargo,
esta misma experiencia emocional puede ser fuente de satisfacción y
gratificación personal a partir del trabajo que se realiza. Esto sucede cuando
el psicólogo cuenta con buenos recursos personales y sociales.

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2 LA EXPERIENCIA EMOCIONAL CON PACIENTES
PSICÓTICOS.
UNIDAD

2.1. El paciente psicótico.


La palabra psicosis se usa para definir una grave incapacidad de las
funciones del juicio de realidad generada a partir de una ruptura con la
realidad exterior (Mannoni, 1980), lo que lleva a sacar deducciones
incorrectas con respecto a la realidad externa (Huneeus, 2001).

El cuadro más grave entre las psicosis es la esquizofrenia, nombre que tiene
su origen en dos palabras griegas: schizein (escindir o dividir) y phren
(mente), lo que da una idea de lo que significa un desorden psicótico.

Las personas psicóticas son pacientes cuyos síntomas están definidos por
sus efectos en la alteración de la percepción, pensamiento y conciencia
(delirios y alucinaciones).

Estas alteraciones traen consigo inferencias incorrectas sobre la realidad


(Saranson, 2001). Los síntomas pueden incluir lenguaje y conducta
desorganizados, afecto aplanado, alogia, abulia y anhedonia produciendo el
tipo de trastorno que es comúnmente llamado locura.

Sin embargo, el término psicótico en su sentido más sentido estricto


comprende delirios y/o alucinaciones que ocurren en ausencia de insight
sobre su naturaleza patológica (American Psychiatric Association, 2000).

Los delirios y las alucinaciones pueden presentarse en diversos tipos de


trastornos psicóticos y algunos trastornos del estado de ánimo como por
ejemplo los trastornos bipolares (Barlow, 1999).

Es importante decir que la psicosis tiene una dimensión cultural que genera
diferencias en la presentación, curso y resultado del trastorno, así como
también en lo que puede o no ser considerado como psicosis. Estas
diferencias culturales impactan tanto en el tratamiento, como en la
evaluación del resultado del mismo (León, 2001).

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Una creencia, que a un psiquiatra o psicólogo occidental puede parecerle
claramente delirante, podría ser aceptable para miembros de la misma
cultura del paciente ya que la calificación de normal o anormal para un
comportamiento dado ingresa al campo subjetivo, dependiendo de la óptica
con la cual cada cultura acepta o rechaza determinada conducta.

De esta manera, los factores culturales influyen tanto en la presentación


como en la evolución del trastorno y las posibilidades de recuperación del
mismo.

Otro importante rol de la cultura con respecto a la psicosis consiste en que


todo significado o interpretación que se le dé a la enfermedad mental
siempre estará enmarcado en el sistema de simbolización que la cultura
provee (Sperber, 1996).

De esto podemos inferir que las reacciones emocionales (sentimientos de


pérdida, vergüenza o miedo) frente al diagnóstico de psicosis, tanto del
psicólogo como del paciente responden al significado que ellos le den según
su cultura (Tranulis, Corin, & Kirmayer, 2008).

En cuanto a la manera de entender las conductas de las personas con


psicosis, podemos decir que existen dos grandes formas de hacerlo. Una
posibilidad consiste en describir estas conductas como síntomas de uno o de
un grupo de trastornos.

Una segunda opción consiste en entenderlas como expresiones de la


subjetividad a través del trastorno, lo cual nos permite hacer una inferencia
acerca de la forma en que el otro está sintiendo y actuando (Laing, 1964).

Cualquiera de las dos opciones llevadas al extremo generará problemas en


la tarea de comprender a la persona psicótica.

Elegir la primera opción (describir síntomas) plantea el riesgo de no poder


abrirse ni instrumentalizar lo que el paciente psicótico puede generar en los
demás.

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Llevada al extremo, esta posición implica que el trabajo se limita a
enumerar los síntomas, evitando involucrarse emocionalmente con el
paciente.

En cambio, cuando se elige entender la sintomatología como expresión de la


existencia del paciente, el profesional puede lograr acceder a la manera en
la que el paciente está experimentando su enfermedad. Cuando esta actitud
es llevada al extremo y se mantiene una cercanía extrema con el paciente,
el riesgo consiste en que el profesional se deje abrumar por todo lo que el
psicótico proyecta en él (Bustamante, 1999).

Sin ser llevada al extremo, esta actitud le permite acercarse


emocionalmente al paciente, lo que cobra especial importancia si
consideramos que la experiencia emocional del psicólogo con relación a su
paciente está íntimamente ligada a la experiencia emocional que este último
tenga con respecto a su enfermedad.

Es por esta razón que revisaremos brevemente lo que se sabe sobre la


experiencia subjetiva del paciente psicótico, la cual tiene que ver con el
desorden cognitivo-neuropsicológico subjetivamente experimentado
(Kalikztein, 2000).

Entre estas vivencias se cuentan: intensas sensaciones de miedo,


extrañeza, soledad, retraimiento, desconfianza, fenómenos de naturaleza
relacional que implican el comienzo del desapego y el aislamiento propios
de la psicosis derivados del cambio dramático en la manera de percibir el
mundo y el funcionamiento de la propia mente.

Pese a esto, muchos pacientes consideran que la mejoría depende de ellos,


asumiéndose a sí mismos como personas que pueden manejar el curso de
su enfermedad (Hamann, 2004; Kalikztein, 2000), lo que frecuentemente
implica complicaciones y obstáculos en el tratamiento de los pacientes
psicóticos.

En cuanto al tratamiento psicológico, este es concebido por los pacientes


como una posibilidad para interrelacionarse, ser escuchados y

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comprendidos. En estos espacios, el psicólogo es visto como un orientador
frente a la falta de orientación por parte de los padres (Hamann, 2004).

El vínculo creado entre el psicólogo y el paciente psicótico estará marcado


por las ya descritas experiencias comunes de los pacientes con respecto a
su dolencia. Como resultado de esto, las personas que sufren de psicosis
tienden a crear una atmósfera emocionalmente cargada (Rosenfeld, 1987).

Es en este contexto emocional que el psicólogo deberá realizar su trabajo,


por lo cual pasaremos a revisar de manera más profunda las dinámicas que
suelen aparecer en estos vínculos.

2.2. El psicólogo y el paciente psicótico.


La relación terapeuta-paciente psicótico ha sido investigada con diferentes
propósitos y desde diferentes aproximaciones conceptuales.

Uno de los modos de estudiarla consiste en identificar las creencias y


representaciones que los agentes de salud tienen con respecto a la
enfermedad mental y a los pacientes ya que estas influyen en la manera de
vincularse con ellos.

En un estudio en un hospital psiquiátrico de Lima realizado por Maldonado


(1986), se encontró que la mayor parte del personal auxiliar pensaba que
las causas de la enfermedad mental eran un golpe en la cabeza, problemas
del sistema nervioso o la herencia y que en muy pocos casos era curable.

Moll (2009) analiza las representaciones de salud mental de los


trabajadores de dos instituciones de salud mental de Lima y encuentra que
el personal de salud vincula la enfermedad mental principalmente al
desequilibrio, a la alteración y a la locura, lo cual coincide con las ideas del
común de la población con respecto a la enfermedad mental.

Lo último da cuenta de la persistencia en los profesionales de estigmas y


estereotipos que tenderán a reflejarse en una práctica clínica en la cual la
imagen del “loco” o el “incapaz” puede generar que el psicólogo disminuya
su capacidad para reconocer la individualidad de sus pacientes.

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Así, vemos como las creencias del personal de salud influyen en el
tratamiento y el proceso de recuperación de los pacientes psiquiátricos
(Maldonado, 1986) La riqueza de la investigación desde las diferentes
teorías psicológicas con respecto a la relación psicólogo - paciente psicótico
radica en que cada una hace énfasis en diferentes aspectos de esta relación.

Las contribuciones de la teoría cognitivo conductual con respecto al tema


tienen sus raíces en la investigación sobre la efectividad de la psicoterapia
con pacientes psicóticos (Evans-Jones, Peters, & Barker, 2009).

Actualmente sabemos que gran parte del éxito de la terapia con personas
psicóticas tiene que ver con el nivel de empatía que el paciente siente de
parte de su terapeuta (Evans-Jones, Peters, & Barker, 2009).

La capacidad empática, desde este marco teórico, es entendida como la


capacidad del terapeuta para inferir de manera precisa las emociones de
sus pacientes usando las señales verbales y no verbales que estos emiten,
de tal manera que sea capaz de reconocer la cualidad e intensidad de la
experiencia emocional de sus pacientes (Machado, Beutler, & Greenberg,
1999).

Sin embargo, la definición de empatía no incluye las reacciones emocionales


del terapeuta por lo que la investigación con respecto a la experiencia
subjetiva del psicólogo con relación a la propia capacidad empática y a la
propia experiencia del trabajo con pacientes psicóticos no solo es
inexistente desde este marco teórico sino que los sentimientos de ser
atacado o experimentar hostilidad hacia el paciente son entendidos como
emociones negativas que interfieren en el proceso terapéutico (Gavino,
1997).

Por su parte, la psicología fenomenológica propone un modelo de


psicoterapia bajo el supuesto de que toda persona posee una tendencia
hacia el crecimiento, la salud y el ajuste (Rogers, 1957).

Esto constituye una importante contribución a la relación terapéutica con el


paciente psicótico por el énfasis que se hace en la necesidad de reconocer
tanto la enfermedad como las áreas sanas de los pacientes. Desde esta
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teoría, la psicosis es entendida como un desorden del sentido básico del
self, lo que implica que la persona pierde la sensación de pertenencia de la
experiencia subjetiva.

Esto genera, a su vez, serias alteraciones en la experiencia intersubjetiva


(Nelson, Sass & Skodlar, 2009). Pese a la seriedad del trastorno, se parte
del supuesto que la experiencia de sentir que alguien (en este caso, el
terapeuta) empatiza y sintoniza emocionalmente con uno es reparadora en
sí misma (Nelson, Sass & Skodlar, 2009).

Dado que este tipo de intimidad psicológica es muy amenazante para las
personas con psicosis y puede generar reacciones acordes a esta amenaza
(Nelson, Sass & Skodlar, 2009) se asume tácitamente que el trabajo
psicológico será intenso y complejo.

No se habla, sin embargo, del impacto emocional que puede tener en el


terapeuta el hecho de sintonizar emocionalmente con personas que
presentan deficiencias tan graves en su capacidad de aprehender la propia
vivencia emocional y en sus vínculos con los demás.

El psicoanálisis es una de las teorías que más se ha interesado por explorar


la dinámica terapeuta - paciente psicótico y las emociones y sensaciones
que este puede generar en la persona que lo trata. Desde esta teoría, se
plantea que una de las características principales de los pacientes con
patología severa radica en tener perturbados sus vínculos, lo que se
manifiesta en relaciones que tienden a ser bruscas, insuficientes, evasivas y
rechazantes, en las cuales la comunicación antecede a la palabra mediante
lenguajes de acción y emociones primitivas (Doria, 1995).

Según esto, podemos decir que cuando el paciente se conecta con otra
persona desde las áreas psicóticas de su personalidad (Crowley, 1998) este
parece confundirse con los demás, lo cual alude a la dificultad del bebé para
distinguir entre lo que es “parte de mi” y lo que es “distinto de mí”
(Sandler, 1993).

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Esta es la característica principal de la llamada transferencia psicótica, en la
cual se pierde temporalmente la capacidad para diferenciar al terapeuta de
los objetos del pasado (Searles, 1998).

El término contratransferencia es usado en psicoanálisis para describir las


reacciones emocionales de los analistas hacia sus pacientes y es un
fenómeno que merece ser atendido y estudiado (Crowley, 1998) ya que las
fuertes reacciones contratransferenciales generadas por los pacientes
psicóticos ponen continuamente a prueba a la persona que trabaja con ellos
y deben constituirse en una herramienta indispensable que facilita el acceso
al mundo psicótico así como también salir de él, evitando que la labor
terapéutica sea interferida por la corriente desorganizativa y caótica
psicótica (Medina & Melgar, 1995). Las reacciones emocionales humanas de
los profesionales a sus pacientes no solo no pueden ser eludidas sino que
pueden y deben ser usadas para facilitar el entendimiento y progreso
terapéutico (Crowley, 1998) y son tan importantes que para Bion (en Ferro,
2001) el principal interés del analista debe ser por el material del que tiene
conocimiento directo: la experiencia emotiva de las sesiones con los
pacientes.

La experiencia emocional del psicólogo en el trabajo con personas psicóticas


cobra mayor importancia si consideramos que los estados psicóticos se
caracterizan por un profundo disturbio en la relación con la realidad interna
y externa, que genera en el paciente una severa disrupción en la
aprehensión de la propia experiencia emocional.

En vez de poder aprehenderla mediante el pensamiento simbólico, el


funcionamiento psicótico sólo permite acceder a la experiencia emocional
para la manipulación y la proyección. Por lo tanto, cuando estos
mecanismos están operando, la experiencia emocional se confunde con la
de la otra persona (Rustin, 1997), que en este caso puede ser un psicólogo
en su trabajo con un paciente psicótico. Es así como vemos que este tipo de
paciente moviliza los más intensos y diversos sentimientos, los mismos que,
de no ser adecuadamente comprendidos e instrumentalizados, pueden
llevarnos a reacciones inadecuadas. A esto debemos agregar que el riesgo

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de crisis, actuaciones y agresiones está siempre presente en éstos más que
en otros tipos de patologías. El psicólogo se encuentra ante la complicada
tarea del trabajo con personas con psicosis, que consiste en enfrentar lo
que viene del paciente en términos de fantasmas primitivos, sensaciones
corpóreas indiferenciadas y confusas que son evacuadas en la mente de la
persona que lo atiende (Ferro, 2001).

En este contexto, la tarea consiste en tolerar, contener y transformar la


experiencia emocional del paciente dándole significado (Rustin, 1997), tarea
difícil dado que lo que se da en el discurso psicótico es una referencia
directa a lo que se encuentra en todas las personas pero de una manera
encubierta, en forma de enigmas por descifrar (Mannoni, 1980).

Cuando se interviene con personas con psicosis el terapeuta debe estar


preparado para entrar en una relación intensa y para conservar su función
de expresar las vivencias con palabras (Rosenfeld, 1987) teniendo en
cuenta que “la locura, cuando delira, no es linda de ver” (Mannoni, 1980 p.
53).

Debe considerar que al tratar a pacientes psicóticos (más que con cualquier
otro tipo de paciente) tanto su personalidad como su intelecto serán sus
herramientas para el tratamiento y por lo tanto su salud mental es un factor
extremadamente importante (Rosenfeld, 1987).

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2.3. Intervención con pacientes psicóticos en el ámbito
institucional.
Al pensar en el profesional que trabaja con personas psicóticas es
importante verlo de manera integral, incluyendo tanto el contexto en el que
se encuentra como el conjunto de su actividad psíquica: afectos, técnica,
conocimientos, percepciones, vida y experiencia cultural, así como la
intuición y empatía para acceder a lo desconocido del paciente y de sí
mismo (Medina & Melgar, 1995).

La institución de salud mental es el marco más común en el cual


profesionales y pacientes se encuentran para trabajar en pro de la salud de
éstos últimos. Con respecto a las intervenciones con pacientes psicóticos,
los modos de intervención pueden ser diferentes dependiendo del marco
teórico que se usa y los objetivos que se persiguen (Gutiérrez, 1995).

Las intervenciones psicológicas en general abordan tanto al paciente (y su


mundo intrapsíquico) como a su ambiente.

El trabajo del psicólogo puede abarcar sesiones de información sobre el


trastorno, evaluación psicológica, entrenamiento en habilidades sociales
además de psicoterapia individual desde diferentes corrientes teóricas,
como las técnicas cognitivo conductuales, psicoanalíticas (clásicas y de
apoyo), terapias por el arte, humanistas, laborales, entre otras.

La diferencia entre estas radica en la manera en la que se concibe el


individuo, el desarrollo del psiquismo, la salud y enfermedad mental.

Así, existen diferentes modos de intervención, con diferentes énfasis, los


cuales pueden estar puestos en el individuo, la familia o los agentes
psicosociales. El abordaje psicosocial, por su lado, incluye la terapia
familiar, terapia de grupo y trabajo comunitario (Gutiérrez, 1995; Huneeus,
2001; Saranson, 2001).

Dado que existen muchas formas, desde diferentes corrientes teóricas, para
abordar la intervención psicológica con personas psicóticas, podemos decir
que el tipo de contacto que el psicólogo tiene con su paciente deriva,

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también, de su opción teórica, además de importantes factores como su
personalidad, historia, creencias entre otros. Es así como vemos que, en el
trabajo psicológico, el psicólogo mismo es una parte muy importante de la
ecuación humana. Lo que hace, la actitud que asume, su concepto básico
del rol que cumple, todo esto influye en la relación en alto grado (Rogers,
1977). Sin embargo, independientemente de su orientación teórica, al
psicólogo se le pide entender por lo que está pasando el paciente.

La empatía es un concepto central en esta situación y en el trabajo


psicológico en general que consiste en un proceso que implica ser sensible a
las emociones cambiantes de un individuo y conectar emocionalmente con
la otra persona (Di Matteo, 2001).

Además de usar su capacidad empática, el psicólogo usará su capacidad de


resonancia (o capacidad de recibir las comunicaciones inconscientes del
paciente) para comprender a un otro no solo cognitivamente sino a un nivel
interactivo de sentimiento, en donde la comprensión es el resultado de una
combinación entre lo personal del psicólogo y lo que proviene del paciente
(Casement, 1990).

Cuando el psicólogo es capaz de contactarse con su propia experiencia


interna logra también acercarse al paciente (Wolstein, 1998), lo cual da la
posibilidad de que este se abra a una relación más cercana con el psicólogo.

En realidad, la capacidad empática del terapeuta ha sido considerada uno


de los elementos más importantes en las terapias exitosas (Evans-Jones,
Peters, & Barker, 2009).

Muy pocas son las teorías que se interesan por las personas que trabajan
con los pacientes día a día. Rogers (1977) nos habla de la importancia de
tomar en cuenta el sufrimiento y la esperanza, la ansiedad y la satisfacción
que llenan el consultorio de cada terapeuta. Se refiere constantemente a la
unicidad de la relación que con cada terapeuta establece cada cliente y lo
importante que es que el terapeuta sea capaz de comprometer su
sensibilidad en el trabajo. Esto, por supuesto, es una tarea difícil y hasta
cierto punto riesgosa.

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Siguiendo las ideas de Rosenfeld (1987), el psicólogo debería buscar
responder al paciente psicótico siendo empático, pero sin involucrarse
demasiado, desarrollando la propia sensibilidad y receptividad sin ser
colmado por las proyecciones de este ya que en la relación con el paciente
psicótico se experimentan emociones intensas y conflictivas comparables
con las que uno mismo experimenta en la niñez temprana (Searles, 1998) y
en donde el “yo no soy loco” constituye una respuesta que puede adoptarse
fácilmente ante la locura (Mannoni, 1980, p.58).

De aquí que Bustamante (1999) encuentra que los psicólogos y


psicoterapeutas psicoanalíticos le dan un papel central a la preparación y
contención necesaria para trabajar con esquizofrénicos. El análisis personal,
la supervisión, los grupos de estudio y los grupos de trabajo forman parte
necesaria de la actividad profesional. Frente a lo complicado que puede
tornarse el trabajo con personas psicóticas, la atención en muchos estudios
ha girado hacia los proveedores de salud mental y el cuidado de los
mismos. Sin embargo, existen muy pocas investigaciones a cerca de la
experiencia emocional del psicólogo en su trabajo clínico con pacientes
psicóticos.

Planteamiento del problema.

Para poder acceder al mundo interno de las personas y trabajar con ellas, el
psicólogo necesita crear un vínculo cercano con cada uno de sus pacientes.

Esta es una tarea que demanda un alto compromiso emocional de ambas


partes. Del lado del profesional, la cercanía psicológica generará reacciones
emocionales que en la presente investigación son entendidas como la
experiencia emocional del psicólogo en el trabajo con el paciente.

Así, siguiendo a Ángeles (2003) se define la experiencia emocional como el


campo subjetivo de la emoción, por lo cual se trata de la vivencia de la
emoción que sólo puede ser narrada por quien la ha vivido. El concepto
abarca los resultados conductuales, cognitivos o afectivos producto de la
emoción. Además, consideramos que la experiencia emocional no puede ser
desligada de la percepción del objeto a partir del cual se realiza el proceso

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de emoción y con el cual el sujeto está interactuando. Finalmente asumimos
que la experiencia emocional está influenciada por características sociales y
culturales asociadas al objeto, a partir del cual surge la emoción.

La experiencia emocional se ve influida por múltiples factores entre los que


destacan las características y tipo de problemática que presenta el paciente,
las percepciones e interpretaciones a través de las cuales se concibe al
paciente, así como el contexto en el que se da el encuentro paciente –
psicólogo. En el caso específico de las personas que sufren de psicosis,
estas se caracterizan por haber perdido el criterio de realidad y por tener
intensas vivencias marcadas por miedo, confusión, extrañeza, sufrimiento y
soledad.

La capacidad empática del profesional y su disposición a comprometer su


sensibilidad en el trabajo, marcará un modo determinado de contacto con el
paciente, el cual generará vivencias distintas de parte del psicólogo.

Por otro lado, el trabajo psicológico en una institución de salud mental


estatal se da en medio de un contexto en donde la mayoría de pacientes
sufre graves carencias económicas. Por tanto, la vivencia emocional de los
psicólogos estará marcada por la pobreza de sus pacientes, la cual impone
demandas centradas predominantemente en las urgencias prácticas y
supone serias limitaciones al trabajo psicológico.

Es desde esta perspectiva que la presente investigación busca acceder a las


vivencias de los profesionales mediante la pregunta: ¿Cómo es la
experiencia emocional de un grupo de psicólogos que trabajan con
pacientes psicóticos en un contexto institucional? Para responderla se usó
una aproximación cualitativa a través de entrevistas a profundidad con cada
uno de los psicólogos participantes.

Pese a la frecuencia con la que los psicólogos trabajan con pacientes


psicóticos en ámbitos institucionales, existe poca información acerca de la
vivencia específica de los mismos en su trabajo cotidiano con esta clase de
pacientes. Las iniciativas más cercanas en nuestro medio se centran en la

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vivencia de psicoanalistas en el tratamiento a pacientes psicóticos
(Bustamante, 1999).

Poder acceder a la experiencia emocional de los psicólogos significa poder


reconocer los aspectos potencialmente positivos y negativos generados a
partir del vínculo entre el psicólogo y la persona que sufre de psicosis. Esto
permite implementar mejores modos de cuidar a los profesionales, quienes
a su vez lograrán mayor efectividad y calidad en su trabajo asistencial.

Consideramos que el presente estudio brinda a los participantes la


posibilidad de mirarse a sí mismos como profesionales. Finalmente,
consideramos que esta investigación puede aportar a las personas que
trabajan con pacientes psicóticos así como a las que se están iniciando en
esta tarea ya que constituye una mirada cercana a las vivencias que se dan
en todo encuentro clínico.

Objetivo.

El objetivo general de este estudio es describir la experiencia emocional de


los psicólogos y las particularidades de la misma en el trabajo con pacientes
psicóticos en un contexto institucional.

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3 ESTUDIO DE LA EXPERIENCIA EMOCIONAL DE
LOS PSICÓLOGOS.
UNIDAD

El presente estudio es de corte cualitativo, de nivel descriptivo. Por la


naturaleza del constructo experiencia emocional, se necesita profundizar en
la experiencia personal de los participantes antes que generar medidas
estandarizadas a partir de las mismas.

El nivel descriptivo brinda la posibilidad de conocer las perspectivas y


experiencias personales de los participantes en detalle y con descripciones
profundas de los fenómenos (Patton, 1990). Para el presente estudio se usó
el enfoque fenomenológico.

Dada la poca investigación existente sobre la experiencia emocional de


psicólogos que trabajan con pacientes psicóticos, consideramos que el
enfoque fenomenológico es una manera óptima de aproximarnos a la
experiencia emocional porque este no parte del diseño de una teoría sino
del mundo conocido, a partir del cual se hace un análisis descriptivo.

Además, este paradigma asume que el sentido de los fenómenos y de los


hechos sociales se construye a partir de la estructura del contenido y de la
interpretación de la realidad del significado subjetivo. Así, el uso de este
enfoque permite describir la experiencia emocional a partir de los elementos
que constituyen su estructura (las reacciones afectivas, cognitivas y
conductuales) a la vez que permite incorporar e interpretar los significados
que los participantes le dan a sus vivencias emocionales.

Esto resulta en una descripción de las cualidades y componentes únicos que


hacen a la experiencia ser lo que es sin necesidad de imponerle significados
(Patton, 1990).

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3.1. Participantes.
Participaron de este estudio 11 psicólogos que trabajan regularmente con
pacientes psicóticos en instituciones de salud mental.

Se realizaron entrevistas a todos los psicólogos que trabajan de manera


regular con pacientes psicóticos en la institución en la que se llevó a cabo
esta investigación.

Esto se debe a que el sentido último de la recolección de datos no reside en


buscar representatividad estadística sino representatividad estructural
(Patton, 1990).

Adicionalmente, hacia las últimas entrevistas las diferentes categorías se


empezaron a saturar, por lo que se entiende que los datos adicionales
recolectados dejaron de agregar información significativa a lo que ya se
tenía (Valles, 1997). Los criterios de inclusión fueron: ser licenciado en
psicología y contar con dos o más años de experiencia de trabajo continuo
con pacientes psicóticos en el contexto institucional.

A continuación se presenta una tabla con los datos sociodemográficos de los


participantes (Tabla 1). La información es presentada en rangos para
proteger la identidad de los participantes.

Tabla 1. Tabla de datos sociodemográficos de los participantes

Masculino 2 30-39 3 <10 4 1-2 3

Femenino 9 40-49 3 10-19 2 3-4 6 50-60 5 20-30 5 5-6 2

* Horas por semana.

Rangos de edad.

Rangos de tiempo de trabajo en la institución.

Horas dedicadas a pacientes Género psicóticos*

Según estos datos, se puede observar que la mayoría de participantes son


mujeres y que el estudio contó con dos participantes hombres. Todos los

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participantes del estudio son mayores de 30 años y más de la mitad de ellos
se encuentra entre los 50 y 60 años. Con respecto al tiempo de trabajo en
la institución, encontramos que cuatro de los participantes han trabajado
ahí por menos de diez años, dos han trabajado ahí entre 10 y 19 años y
cinco de ellos lo han hecho entre 20 y 30 años. En cuanto al número de
horas semanales dedicadas a pacientes psicóticos, vemos que estas oscilan
entre una y seis horas semanales. La mitad de los participantes dedica
entre tres y cuatro horas semanales al trabajo con pacientes psicóticos.

3.2. Técnicas de recolección de la información.


Se utilizó una entrevista en profundidad, de tipo semiestructurada para la
cual se construyo una guía de de preguntas a través de la cual se busca
entender las percepciones, sentimientos y conocimientos de las personas
(Taylor, 1987 & Patton, 1990).

Esta entrevista a profundidad fue utilizada en una variante específica


llamada entrevista episódica (Flick 2004) o guía de entrevista (Patton,
1990) la cual, por su naturaleza, permite acceder a la experiencia emocional
de una forma general de modo que las narraciones de los participantes sean
comparables entre sí, pero al mismo tiempo es suficientemente flexible
como para permitir incorporar las especificidades de estas mismas
experiencias (Banister, 1994).

El tipo de pregunta base, según el contenido, fue el descrito por Patton


(1990) como "preguntas sobre sentimientos", específicamente
recomendado para comprender las reacciones emocionales de las personas
frente a sus experiencias y pensamientos. Todas las entrevistas fueron
hechas en los consultorios de cada participante y duraron entre una y una
hora y media.

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3.3. Instrumentos.
Ficha de datos sociodemográficos.

El primer instrumento utilizado en este estudio fue una ficha de datos


sociodemográficos (Anexo A) que se diseñó con el propósito de obtener
datos personales de los participantes relevantes para el estudio. Los datos
recogidos fueron: sexo, edad, tiempo de trabajo en la institución y número
de horas semanales dedicadas a pacientes psicóticos.

Guía de entrevista.

El segundo instrumento utilizado en este estudio fue una guía de entrevista.

Así, se garantizó que, en todas las entrevistas, los tópicos relevantes y la


misma información básica fuesen cubiertos. Sin embargo, es importante
decir que la guía de entrevista no fue seguida rígidamente en cada
entrevista sino que, luego de una pequeña introducción del propósito de la
entrevista, los participantes eran libres de abordar el tema de la manera
que ellos prefiriesen. La guía de entrevista final fue sometida a revisión de
pares. La investigadora se entrevistó con una psicoterapeuta de orientación
psicoanalítica y con un psicoanalista, ambos con experiencia de trabajo con
psicólogos y pacientes psicóticos del ámbito institucional.

La guía de entrevista tuvo en cuenta tópicos importantes pero no tuvo


preguntas predeterminadas. Así, los temas fueron siendo abordados según
la dinámica de la conversación y la preferencia de los entrevistados. La guía
de entrevista (Anexo B) abordó los siguientes temas: Experiencia emocional
con respecto al paciente psicótico. Diferencias en la experiencia emocional a
partir del tipo de psicosis y tipo de tratamiento de los pacientes. Curso de la
experiencia emocional con los pacientes psicóticos a través del tiempo.

Experiencia emocional del trabajo con pacientes psicóticos en una


institución de salud mental.

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3.4. Criterios de calidad de la investigación.
La validez de un estudio cualitativo reside en su credibilidad o valor de
verdad, lo que implica la confirmación de correspondencia entre los
resultados y los significados e interpretaciones que los participantes
atribuyen a la realidad estudiada (Flick, 2004).

En el presente estudio se utilizó la revisión de pares (supervisores) durante


el proceso de construcción de los instrumentos, el proceso de categorización
de la información recolectada así como durante la elaboración de resultados
y discusión. La codificación tuvo como base el análisis de la unidad (el
tema) el análisis de la experiencia emocional de los psicólogos. La
información se organizó inicialmente por su pertenencia a las categorías que
fueron definidas en base a las emociones que aparecían en el discurso de
los participantes, para luego identificar contenidos comunes a todas las
entrevistas y contenidos específicos y diferentes.

Las categorías que emergieron en el discurso fueron: frustración e


impotencia, cólera/molestia, rechazo, pena, miedo, ansiedad, esperanza,
satisfacción y alegría.

El análisis también incluyó una evaluación de la complejidad de cada


contenido y así organizar los hallazgos en categorías que van desde los
contenidos simples a los más complejos. Para generar este orden en los
hallazgos se usó el procedimiento inductivo (Patton, 1990) el cual consistió
de un primer pre-análisis, en el cual se definieron categorías provisionales
para luego llegar a la categorización final de la información y posterior
interpretación.

El concepto de dependability (Patton, 1990) se refiere a la necesidad de


documentar rigurosamente todo el proceso, tanto de recolección como de
procesamiento de los datos.

El presente estudio cumplió con este criterio al exponer, en la sección de


procedimiento, los pasos que se siguieron en la recolección y procesamiento
de los datos. El estudio no aspiró a obtener resultados generalizables sino a

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aprovechar al máximo las posibilidades que brinda el profundizar en la
experiencia de cada uno de los participantes.

El criterio de transferibilidad (Flick, 2004) establece como requisito que las


características del contexto en el que realizó la investigación sean descritas.
Así, encontramos que la investigación fue llevada a cabo en una institución
pública de salud mental de Lima, a la cual acuden predominantemente
pacientes de bajo estatus socioeconómico.

En el momento de las entrevistas la investigadora contaba con un año de


experiencia de trabajo psicológico con pacientes psicóticos. En el momento
del análisis final de las categorías la investigadora contaba con dos años de
experiencia en el área de investigación en salud mental.

3.5. Procedimiento.
El primer paso en el recojo de información fue pedir autorización a las
instituciones de salud mental donde se realizó el estudio. La investigadora
se comprometió a entregar un informe escrito con los resultados de la
investigación a la institución donde esta se llevó a cabo. Una vez obtenido el
permiso se procedió a contactar a los posibles participantes. Se acordaron
entrevistas con cada uno de ellos.

En cada entrevista se dio el marco necesario para el desarrollo de la


entrevista, en la que se enfatizaron los criterios de anonimato y
confidencialidad (Banister, 1994). En todas las entrevistas se hizo entrega
del consentimiento informado para su firma antes del comienzo de las
mismas. Las entrevistas se realizaron sólo si el participante aceptaba las
condiciones de participación explicitadas en el consentimiento informado.

La entrevista fue grabada en audio, previa autorización del participante,


estas duraron en promedio una hora y media y fueron transcritas de
manera literal para el análisis.

Para el manejo y análisis de los datos se siguieron los pasos para la


investigación cualitativa: reducción, disposición, transformación de los
datos, verificación e interpretación y conclusiones (Patton, 1990).

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En la reducción de los datos se seleccionó el material cualitativo para ser
manejable utilizando como unidad de análisis el tema. Las unidades fueron
modificadas, consolidadas o suprimidas según el avance del análisis para
alcanzar una organización final. El producto final de este proceso constituye
el capítulo de resultados del estudio. En cuanto a los aspectos éticos, es
importante resaltar que si bien los resultados de la misma serán publicados,
no lo serán los nombres de los participantes ni el de las instituciones que
formen parte de la investigación. El anonimato y la confidencialidad fueron
mantenidos durante todo el proceso de la investigación. En los casos en los
que alguno de los participantes se vio emocionalmente afectado con alguno
de los temas abordados, la entrevista se prolongó hasta lograr un estado
emocional semejante al que tenía la persona antes de empezar la
entrevista.

3.6. Resultados.
Los hallazgos han sido organizados en categorías por tema, las cuales
configuran la estructura de la narrativa del capítulo.

La experiencia emocional incluye reacciones emocionales así como los


resultados cognitivos, conductuales o afectivos producto de la emoción. En
el caso de esta investigación, incluye también las percepciones e ideas de
los participantes sobre la psicosis y el paciente psicótico dado estas se
encuentran en permanente interacción con todos los demás elementos de la
experiencia emocional.

Naturaleza de la experiencia emocional de los psicólogos en el


trabajo con pacientes psicóticos.

El primer tema nombrado por los participantes con respecto a las


emociones generadas en su trabajo con pacientes psicóticos fue siempre el
de la ausencia de reacción emocional: como que no te llegan, no te
transmiten, cómo explicarte, no sientes al paciente, [silencio] no te llega
como persona, es como una barrera que corta, son inafectivos (Psicóloga,
20-30 años de experiencia).

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Siguiendo el discurso, la barrera emocional referida por los psicólogos
parece ser una manera de describir las serias dificultades que presentan las
personas psicóticas para vincularse con los demás y expresar sus
emociones: no hay resonancia afectiva, no [silencio largo] tú puedes ser
muy empático pero el paciente se defiende mucho, te cierra la puerta y uno
recibe un rechazo (Psicólogo, menos de 10 años de experiencia).

La última viñeta hace difícil creer que los psicólogos no reaccionen


emocionalmente ante estos pacientes y en efecto, al seguir indagando en el
discurso, se empieza a hacer evidente que la extrañeza del vínculo psicótico
y el rechazo del paciente parecen tener algún impacto en los psicólogos:
cuando yo veo que la persona está desconectada, no permite tener ese
vínculo al que yo estoy acostumbrado yo lo entiendo como psicólogo, pero
es difícil como persona porque no estoy acostumbrado a eso, porque es
locura pues (Psicólogo, menos de 10 años de experiencia).

Sin embargo para elucidar la naturaleza de este impacto es necesario que el


foco del discurso de los participantes vaya moviéndose progresivamente
desde el mundo interno de los pacientes psicóticos y la barrera emocional
que ellos crean, hacia el mundo interno de los psicólogos y sus reacciones
emocionales.

Cuando esto sucede el discurso cambia de manera radical y empieza a


reflejar la intensidad de las reacciones emocionales que suelen aparecer en
el trabajo psicológico con estos pacientes: tú sientes a veces pues una
impotencia grande o un miedo o una admiración de lo que ha pasado en la
sesión o conmoción ¿no? sale el paciente y apoyarte en la puerta un rato
[sonríe] (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

Así, una vez situados en su propio mundo interno, los psicólogos empiezan
a narrar la intensidad y complejidad de su vivencia emocional. Al explorar
de manera más profunda el discurso de los participantes, se descubre que
ellos nombran una amplia gama de reacciones que se integran para formar
la experiencia emocional del trabajo con pacientes psicóticos.

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Estas son (1) frustración e impotencia, (2) cólera/molestia, (3) rechazo, (4)
pena, (5) miedo, (6) ansiedad, (7) esperanza, (8) satisfacción, (9) alegría.
Las reacciones emocionales han sido ordenadas según la intensidad con la
que aparecen en la narrativa de los participantes. El análisis del discurso de
los psicólogos permite descubrir que la frustración e impotencia es una
reacción emocional muy común en el trabajo con pacientes psicóticos.
Ambas fueron expresadas de manera extensa por todos los participantes.

Eso sí, algunas veces he sentido el deseo de escapar ¿no? [Silencio largo]
de decir, ya no, hasta aquí, y trabajar en otra cosa porque de verdad que
siento que estoy, a veces me siento defraudada y siento que estamos
defraudándolos a ellos ¿no? Creo que ellos esperan más de nosotros
(Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

La primera fuente de frustración se relaciona con la complejidad del trabajo


con pacientes psicóticos y con la sensación de que la problemática de los
pacientes excede lo que los psicólogos pueden hacer como profesionales.

No puedes llegar y escapa a tu control, entonces simplemente te dedicas a


otra persona, que sí va a estar ahí, que está presente [se detiene a pensar].

De repente es como analizar ¿no? [Le tiembla la voz] de repente no hice


todo lo necesario ¿no?, pero pues eso también sería muy […] muy
ostentoso ¿no? ¿Acaso depende de mí? ¿No es cierto? (Psicóloga, 20-30
años de experiencia). Cuando las personas tienen un delirio, ese delirio es
irrebatible pues, es decir, ay madre [se agarra la cabeza], cuando eso
inunda todo, su mente, es también muy frustrante (Psicóloga, 20-30 años
de experiencia).

Frustración tremenda [silencio] a veces siento como que ehhh es necesario


hacer otra cosa ¿no? y no, no encuentro [la manera] para hacer esta cosa
diferente (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

Otra fuente de frustración para los participantes es la poca adherencia de


los pacientes a los medicamentos antipsicóticos ya que la aparición de
síntomas psicóticos limita profundamente las posibilidades del trabajo
psicológico.
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No he podido avanzar, osea yo converso con ella, “si, si, si lo voy a hacer”
te dice pero yo no veo cambios, [sin embargo] no toma la medicina
entonces eso para mí es frustrante ¿ves? Es como que trabajas con la
pared, osea no puedes hacer más, desgraciadamente no puedes hacer más
(Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

Tal vez, una de las características importantes de la psicosis es que esta


conlleva modos diferentes de simbolización y comunicación en las personas
que la sufren. Como resultado, el discurso de las personas psicóticas suele
ser ambiguo, contradictorio y muchas veces inentendible. Los participantes
narraron la impotencia y frustración que les genera sentir que muchas
veces no pueden comprender a sus pacientes psicóticos.

Era como si […] usábamos las mismas palabras, pero ella les daba un
significado, unos contenidos completamente diferentes y había en mí un
sentimiento, una impotencia tremenda por no poderme conectar con ella,
por no poderla seguir ¿no?, osea, esta persona definitivamente hablaba,
pero no estaba en contacto, a mi me generaba una frustración muy muy
muy grande (Psicóloga, 20- 30 años de experiencia).

Los modos diferentes de simbolización, el uso idiosincrático de palabras


para distintos significados y la confusión en el lenguaje característicos de la
psicosis son asimilados en la percepción que los psicólogos tienen de la
psicosis (o la locura): para mí, es como una paradoja ¿no? como una jaula
sin barrotes o con barrotes de un lado si quieres […] como un cuarto con
penumbra y con luz.

Es como un sueño despierto (Psicóloga, 20-30 años de experiencia). Es en


este mundo de inversión de la lógica formal, que los participantes expresan
su frustración al no poder comprender a sus pacientes.

Otra de las causas de frustración que los psicólogos nombraron fue la


referida a los ciclos de la psicosis.

Cuando uno constata la recaída por ejemplo, de gente que ya estaba


lidiando bien [con la enfermedad] y de repente los ves hospitalizados, no te

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reconocen, negándose a la vida, cerrándose a todo, como a crecer, eso es,
es, una gran frustración (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

La impotencia aparece en el discurso de los participantes principalmente a


partir de las situaciones que escapan al control de los psicólogos. Así, la
impotencia aparece frente a las características de la psicosis, así como
también frente a la situación de pobreza en la que viven la mayoría de los
pacientes y frente a los eventos traumáticos de los cuales muchos de los
pacientes han sido víctimas.

La impotencia de no poderlos ayudar más allá, por un lado por la


enfermedad misma y el otro porque además de su problemática o su
enfermedad viven una realidad social, económica que me da mucha
impotencia no poder ayudarlos más allá (Psicóloga, 20-30 años de
experiencia).

Impotencia, frente a temas en donde el paciente ha pasado por situaciones


difíciles [violaciones, agresiones, abandonos de la familia] y es injusto que
haya pasado por eso; es malo que alguien viva esas cosas […] hay
experiencias humanas que vienen con otra carga que ya bloquea a la
persona en todo momento, entonces da impotencia (Psicólogo, menos de 10
años de experiencia).

A través de la narración de los psicólogos, descubrimos que tanto la


sensación de frustración como la de impotencia se van modificando a través
del tiempo de ejercicio profesional. Esta modificación responde
principalmente a que los psicólogos van desarrollando más habilidades con
el tiempo y comprenden cada vez mejor los límites y propósitos de su tarea
con respecto a sus pacientes psicóticos.

[…] al principio también sentía que no iba a poder, osea, que la ayuda iba a
ser muy limitada [que era por gusto] ¿no? me sentía dudosa de que podía
hacer como psicóloga, tenía muchas dudas, ahora sí, como que ya se ¿no?
ya tengo más claro que podemos hacer los psicólogos (Psicóloga, 20-30
años de experiencia).

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El discurso de los participantes introdujo un aspecto adicional con respecto
a la frustración. Ellos narraron la experiencia del “contacto con los propios
límites” como uno de los derivados de la vivencia de frustración.

También a veces tú dices “ya no puedo” “ya no puedo ayudarle más” “ya no
está en mí” “de repente necesitas otro especialista o alguien que esté mejor
preparado que yo” ¿no? (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

A veces uno entiende en el discurso psicótico de la persona, cosas ¿no?


pero en otros casos no era así y era una puerta cerrada completamente
osea, de verdad ahí sí, yo sentía que este era otro ser humano y yo no tenía
la capacidad de entenderlo (Psicóloga, 20-30 años de experiencia)

Las viñetas muestran que la complejidad del trabajo con pacientes


psicóticos suele situar a los psicólogos en el borde o límite de las propias
capacidades profesionales. Esto puede tener como único resultado el
aumento en la intensidad de la frustración. Sin embargo, en algunos casos
encontramos que los psicólogos adoptan una actitud diferente.

Uno necesita mucha humildad y serenidad para aprender que uno necesita
aprender mucho más, para aprender que uno puede aprender del paciente,
que uno está aprendiendo del paciente y para [silencio] aprender de sus
propias limitaciones ¿no? (Psicóloga, 10-19 años de experiencia).

Esta actitud de aprendizaje y aceptación convierte la experiencia de los


psicólogos en algo que se parece más a la comprensión de los propios
límites (Psicóloga, 20-30 años de experiencia) a partir del trabajo con los
pacientes psicóticos, lo cual representa un uso constructivo de la frustración
ya que es solo a partir de la compresión de las propias limitaciones que se
da la posibilidad de superarlas.

Otra reacción emocional constantemente nombrada por los psicólogos fue la


cólera y molestia, las cuales aparecen frente a la experiencia de sentir que
el trabajo con las personas psicóticas es muy limitado y no genera
resultados.

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Siento que a veces me ocupan un espacio que le puedo dar a otro paciente
y me hacen perder mi tiempo y eso si me incomoda, me fastidia, porque no
puedo hacer nada [silencio largo] me molesta cuando vienen por ejemplo y
tú hablas a una persona que no está compensada, que no llegas a ella, que
no puedes hacer más [...] Porque no, mientras no está compensado no, no
tiene sentido realmente que el paciente entre, se siente, cuando sabes que
ni le llega lo que tú hablas ¿no? (Psicóloga, 20-30 años de experiencia.)

La viñeta anterior refleja la cólera de los participantes ante la complejidad


del trabajo con sus pacientes psicóticos y las frustraciones que este implica.
El abandono de la terapia es otra de las dificultades a las que los psicólogos
se enfrentan constantemente en el trabajo con pacientes psicóticos. Los
participantes expresaron sentir cólera cuando un paciente abandona la
terapia: el paciente que se retira de la terapia eso también como que puede
generar fastidio ¿no? y como que uno piensa “¿por qué se retira?” “¿qué
cosa le hemos hecho para que se retire de la terapia?” (Psicóloga, 20-30
años de experiencia).

La cólera del psicólogo, en este contexto, se puede orientar en muchas


direcciones. Esta puede ir dirigida hacia el exterior, y así dirigirse hacia el
paciente, la familia del paciente o hacia un contexto que impide que la
persona continúe con su tratamiento. Esta cólera también puede estar
dirigida hacia uno mismo como reacción a las dudas y cuestionamientos con
respecto al propio trabajo. Ejemplo de esto es que el abandono del
tratamiento puede ser entendido como simple desinterés del paciente, pero
también puede ser entendido como un castigo del paciente o incluso un
rechazo del mismo.

Otra de las fuentes de cólera y molestia nombrada por los participantes es


lo desgastante e intenso que suele ser el trabajo con personas que
presentan graves limitaciones cognitivas y afectivas.

Hay pacientes que te sacan de tus casillas entonces […] pueden generarte
también ese fastidio, esa molestia porque quisieras que también hablen
¿no? que te dijera ¿no? pero yo sé que no puedo tampoco obligarlo ¿no?

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[…] tengo que esperar su momento y ya se va a sentir mejor (Psicóloga,
20-30 años de experiencia).

Varias áreas cognitivas y emocionales, y afectivas [están limitadas], y a


veces es difícil ¿no? se requiere mucha paciencia y atención, comprensión
del problema ¿no? y, y a veces, si, es difícil mantener digamos la, la
[silencio largo] la, como podría explicar, osea, si, a veces uno se siente
fastidiado ¿no? de tener que repetir las cosas, de tener que hacer un
reforzamiento continuo ¿no? así, osea, yo creo que es humano a veces
sentir eso ¿no? [Nerviosa e incómoda en el tono de voz y la velocidad al
hablar] cierto fastidio, ¿no? (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

Además de las deficiencias previamente nombradas, las personas con


psicosis presentan limitaciones en la interacción social, ante lo cual los
participantes también mencionan sentir molestia.

A veces me ha molestado que me besuquetean, sí me molesta. Pero


tampoco no les digo no, o estiro mi mano para cortarles, no lo hago porque
es cortarles una expresión de ellos que es natural […] pero a veces me
incomoda porque te dejan la cara mojada [risa nerviosa] un poco de
malestar (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

Las últimas dos viñetas reflejan, además de la cólera, lo difícil que puede
ser para los psicólogos reconocer ante ellos mismos y ante los demás las
emociones que sienten con respecto a sus pacientes por ser estas
consideradas como “no adecuadas” en los profesionales. Además, ambas
viñetas permiten leer entre líneas ciertos indicios de culpa por reaccionar de
esta manera frente a los pacientes.

La dificultad para reconocer estas emociones y los sentimientos de culpa


generados se hacen más comprensibles cuando consideramos que los
psicólogos perciben a sus pacientes psicóticos como personas en un estado
de “desvalimiento” con respecto a muchas áreas de la vida, necesita de este
otro que vea eso que él no puede ver ¿no? obviamente desde otra
perspectiva (Psicóloga, 10-19 años de experiencia).

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Yo lo definiría como una persona desvalida ¿no? por un momento, desvalida
(…) y con mucha necesidad de protección porque son personas que han sido
tan golpeadas por el medio externo que se sienten totalmente
desprotegidas (Psicóloga, menos de 10 años de experiencia).

El estatus de desvalimiento a veces incluye la pérdida del estatus de


“adulto” del paciente psicótico: los veo ya no como personas psicóticas sino
como niños que necesitan rehabilitación, que necesitan la capacitación,
entrenamiento en habilidades básicas (Psicóloga, menos de 10 años de
experiencia). Así, es posible que la imagen de los pacientes psicóticos como
“inválidos” o “niños” dificulte la expresión de emociones “no apropiadas”,
incluso a pesar de que los participantes reconocen que este desvalimiento
no es absoluto ni permanente “a veces, estas mismas personas plantean
sus propios problemas y ven muy claramente el problema del resto ¿no? y
aprenden y se cuestionan” (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

Al seguir analizando el discurso de los psicólogos, se empieza a evidenciar


que la imagen del paciente psicótico como “inválido” está ligada a la
aparición de conductas y deseos que atentan contra los límites impuestos
por el rol profesional en la relación paciente – psicólogo. Esto puede ser
entendido, siguiendo las palabras de los participantes, como una forma de
“sobreinvolucrarse” con sus pacientes psicóticos. Esto puede ser observado
en un continuo que va desde el deseo de los participantes por romper los
límites del rol profesional sin llegar a hacerlo: en un momento te mueve […]
querer pensar por ellos, osea, esto va a ser así y asá y va a ser de esta
manera y ellos también lo aceptarían pero [silencio] no los ayuda a
pensar”(Psicóloga, menos de 10 años de experiencia) hasta la actuación de
este deseo, con mayor o menor grado de conciencia de lo que está
sucediendo: y nada, muchas veces yo comparto con ellos ¿no? a veces
hasta alimentos con ellos ¿no? y si ehh [silencio] siento que termino
haciendo amistad con ellos ¿no? (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

A partir de la experiencia de trabajo, los psicólogos comprenden de manera


progresiva que romper los límites profesionales para suplir carencias de los
pacientes no suele tener resultados duraderos: sobre todo al principio, uno

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como que trata de solucionarle al paciente todo y se sobreinvolucra ¿no?
[…] después ya entiendes que […] esa ayuda no dura […] porque no estás
solucionando de verdad los problemas (Psicóloga, 10-19 años de
experiencia).

Luego de descubrir las manifestaciones de este “sobreinvolucramiento” en


la práctica clínica de los psicólogos, se descubre que este también se
manifiesta en el “mundo privado” de los psicólogos, quienes empiezan a
observar y sentir más de cerca “la propia locura” a raíz del contacto cercano
con “la locura ajena”. Este acercamiento se da en puede tener diferentes
intensidades, que pueden ser entendidas como un continuo cuyo primer
extremo está representado por un estado de hiperalerta con respecto a
posibles síntomas psicóticos propios.

Pero también puedo empezar a tener ideas, me ponía a pensar, uy ahora


[silencio] estoy hablando sola ¿no? que pasa. Hubo un momento en que me
puse a pensar si todas mis funciones estaban normales pero eh [susurra] yo
tengo un grupo de colegas y solemos intercambiar experiencias [reímos]
“es normal, no te preocupes, eso pasa”, “Ah sí? A bueno, está bien”
(Psicóloga, menos de 10 años de experiencia).

Mientras que en el otro extremo se observa un cuestionamiento personal


con respecto a relatividad del punto a partir del cual algo puede ser o no
considerado locura, me hacía dudar mucho de los límites entre la realidad y
la fantasía (Psicóloga, 20-30 años de experiencia), para llegar así en
algunos casos, a la conclusión que la separación entre fantasía y realidad
así como la diferencia entre psicosis y no psicosis está situada en un
continuo, sobre el cual la taxonomía psiquiátrica ha impuesto una
separación absoluta artificialmente construida.

Algunas veces ¿no? uno se pregunta, [pensativa] no solamente con estos


pacientes sino en general creo ¿no?, ¿yo que habría hecho en esta
situación? ¿Yo habría podido soportar esto? ¿Yo hubiera tejido esta
construcción psicótica? ¿Qué cosas raras hago yo? [Silencio largo] que cosa
soy capaz de hacer (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

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La experiencia de trabajar con personas psicóticas enfrenta a los
participantes a la necesidad de tomar una distancia frente a la “locura” de
los pacientes y frente a la propia locura. Cuando la distancia es muy
pequeña, los psicólogos tienden a sobreinvolucrarse con sus pacientes, lo
que deriva en una práctica clínica que a veces puede traspasar los límites
que indica el rol profesional en cuanto a la cercanía paciente – psicólogo.

Sin embargo, cuando esta distancia es adecuada, los psicólogos empiezan a


ser capaces de cuestionar de manera personal la línea divisoria entre la
realidad y la fantasía. Esto sucede a partir de que ellos son capaces de
mirar y cuestionar “sus propias áreas locas”.

El rechazo a los pacientes psicóticos fue nombrado por muchos


participantes. Esta reacción se debe en algunos casos a la “falta de aseo” y
“el mal olor” de las personas psicóticas.

Los pacientes estaban deambulando, algunos muy desaseados […] entonces


eh, me generaba aparte de temor cierto nivel de rechazo por esas personas,
por el estado de esas personas [silencio] mal olientes, descuidados en su
aseo [silencio] rechazo por su aspecto exterior (Psicólogo, menos de 10
años de experiencia). No creas, yo me he puesto pensar qué cosa encontré
en esa persona que, realmente me […] me ha molestado o qué me genera
ese rechazo. Una de las respuestas, es su descuido, su falta de aseo […]
quizás ¿no? (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

Sin embargo, el rechazo al aspecto externo de las personas con psicosis


parece expresar de manera indirecta un rechazo que es difícil expresar de
manera directa. Así, al profundizar en el discurso de los participantes se
empieza a hacer evidente que si bien la apariencia externa y el olor del
paciente pueden generar rechazo, estos también son una vía a través de la
cual los psicólogos pueden expresar un rechazo justificable, ante ellos y
ante los demás, a cosas como la ya analizada “invalidez” del paciente: como
personas con alguna limitación en algunos temporal, transitoria, en algunos
crónica, también pueden generar [silencio] mucho rechazo (Psicóloga, 20-
30 años de experiencia).

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De la misma manera que con la frustración y la cólera, los psicólogos narran
que el rechazo hacia los pacientes se va modificando a través del tiempo y
la experiencia de trabajo: ya luego, con los años, con la experiencia poco a
poco ha disminuido o desaparecido el rechazo […], ya lo manejo mejor
(Psicólogo, menos de 10 años de experiencia). La experiencia ayuda,
además, a comprobar que los pacientes psicóticos sí pueden mejorar, lo
cual disminuye la incertidumbre, la frustración y por ende también el
rechazo.

También empecé a ver que en estas personas había oportunidad de


recuperación y si bien por teoría lo sabía, por los libros lo sabía, ahora lo
estaba viendo, entonces eso ya confirmó lo que teóricamente yo manejaba.
Esto cambió en mí obviamente mi actitud hacia las personas con psicosis,
mi rechazo disminuyó (Psicólogo, menos de 10 años de experiencia).

Con respecto a la pena nombrada por los pacientes, encontramos que esta
emerge a partir de tres fuentes principales: La enfermedad mental que
sufren los pacientes, las duras historias de vida y la situación de pobreza en
la que viven los pacientes. El hecho mismo de ver que sus pacientes sufren
de una enfermedad mental genera pena en los psicólogos, causa mucho
sufrimiento porque el dolor y el sufrimiento de estas personas es muy
doloroso, es muy triste tener una enfermedad mental (Psicóloga, 20-30
años de experiencia).

De manera general, los psicólogos expresan pena ante las limitaciones que
impone la psicosis al desarrollo personal de los individuos que la sufren, se
siente desde pena, pena de que una persona haya truncado su vida
(Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

De manera más puntual, los participantes verbalizaron sentir pena frente al


deterioro progresivo de la salud de los pacientes. […] emocionalmente a
veces triste y a veces, hasta he llegado a llorar, porque generalmente pues,
de ver los casos [se le escucha muy triste] de ver los casos, de ehh, la duda
yo, “¿podrá?, ¿no podrá? ¿Podrá recuperarse?” (Psicóloga, 10-19 años de
experiencia).

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Me da mucha pena [un paciente específico] mucha pena [hace un silencio] y
lo he ido viendo como que, empeorando casi, pero empeorando que lo he
visto más joven y le hubiera tomado la foto como yo lo recibí a cómo está
ahorita parece ya una calavera está el chico y eso me da pena realmente
(Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

Las historias de vida de los pacientes fueron nombradas como la segunda


causa de pena en los participantes. Es importante recordar que la pobreza y
las historias de vida de los pacientes son fuente tanto de pena como de
frustración e impotencia para los participantes.

De manera paralela, encontramos que ambas, la pobreza y las complejas


historias de vida, son consideradas por los participantes como
características saltantes de los pacientes psicóticos que ellos tratan: El
mundo de ellos, no es fácil. Pasan por […] a nivel familiar, por problemas
económicos muy serios (Psicóloga, menos de 10 años de experiencia). Así,
los participantes describen que sus pacientes viven en ese mundo real y que
quien lo saca de eso ¿no? osea no es solamente su mundo de pensamiento,
de sus vivencias irreales, sino de su mundo real, económico, social, familiar
(Psicóloga, 20-30 años de experiencia). Los participantes reconocen además
que la posibilidad de recuperación de los pacientes también está marcada
por la pobreza. […] el tema de esta injusticia que ya está más ligado a lo
social, a lo económico, cuando hay posibilidades farmacéuticas, porque
sabemos que este es un problema biológico y el paciente no puede tener
acceso a las medicinas ¿no? (Psicóloga, 10-19 años de experiencia).

Finalmente, el discurso de los psicólogos muestra cómo la realidad de las


graves carencias socioeconómicas y la existencia de experiencias
traumáticas van más allá de la psicosis misma y configuran un círculo
vicioso del cual es muy difícil salir y ante el cual los participantes expresan
mucha pena e impotencia. […] fue un violador de uno de sus puestos, él
paraba siempre cerca de esos puestos y entonces un vendedor de fruta lo
agarró y lo violó [silencio largo] se sintió mejor al contármelo [se le llenan
los ojos de lágrimas, toma agua de su botella], el expresarlo, nunca se lo
había dicho al médico siquiera (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

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Yo he sentido pena, pena por, en damas, en damas frente al tema de
violencia, de abuso, por damas que son violentadas, abusadas (Psicólogo,
menos de 10 años de experiencia).

Viven un mundo tan pobre que eso no les ayuda a [silencio] a mejorar
tampoco, esa es la tristeza que a mí me da por ejemplo. Porque no tienen
como mejorar, la medicina cuesta caro y no pueden comprarla. Ésa es la
tristeza que a mí me da (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

El miedo con respecto al paciente psicótico fue mencionado por todos los
participantes, quienes narran que este aparece como respuesta a la
sensación de estar en constante peligro de ser atacados por los pacientes.
[Una de las cosas difíciles es] el temor a la agresión ¿no? yo decía ¿cómo
atender a un paciente que en cualquier momento puede agredir a
cualquiera?, no sé si era fantasía [ríe] seguro era parte fantasía y parte
realidad pero yo sentía que en algún momento me podían agredir si yo
estaba en la consulta sola con el paciente (Psicóloga, 10-19 años de
experiencia).

[…] otra de las cosas era de los temores, de repente era como controlar los
excesos en los pacientes cuando están con él, el deseo sexual elevado ¿no?
eso también era un tema que a mí me preocupaba como terapeuta mujer
¿no? (Psicóloga, menos de 10 años de experiencia).

Al analizar el discurso en mayor profundidad, se puede decir que el miedo


aparece principalmente a partir de la imagen del paciente psicótico como
persona descontrolada e incapaz de manejar sus impulsos agresivos y
sexuales. Así, se hace importante resaltar que las reacciones de miedo de
los psicólogos frente a sus pacientes obedecen a las percepciones e
imágenes que tienen de ellos.

[Yo vi a este paciente corriendo hacia mí] y la primera cosa que me vino a
la mente fue “me pega” ¿no? porque venía super agresivo ¿no? entonces yo
me acuerdo de esa mañana, salí de emergencia, regresé a mi consultorio y
no salí todo el día nunca más [se ríe] porque me quedó la sensación de

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miedo, de ser potencialmente agredida en cualquier momento (Psicóloga,
10-19 años de experiencia).

El miedo disminuye conforme se incrementa la experiencia de trabajo ya


que esta ayuda a que los participantes adviertan que las personas psicóticas
no siempre son agresivas o peligrosas: [antes yo pensaba] ¡qué miedo
entrevistar a un paciente psicótico! ¿No? que me puede hacer algo [sonríe]
y en realidad osea, a mí en muchos años, nunca tuve una agresión
(Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

Uno de los participantes mencionó sentir miedo frente a la experiencia de


ser asimilado al mundo de desorden y confusión de sus pacientes
psicóticos: [sentía] temor pues a ser [silencio] presa de este descontrol y
ser atacado, no por lo que yo soy sino porque me cuele dentro de su
mundo, de su desorden (Psicólogo, menos de 10 años de experiencia). El
matiz de esta viñeta es interesante porque el miedo es coherente más que
con la experiencia, con la imagen que describen los psicólogos de las
personas con psicosis como personas que tienen confundidos los
pensamientos, sentimientos y conductas además de tener alterado el
criterio de realidad: Una de las características de los pacientes psicóticos es
que todo lo tienen confundido (Psicóloga, 10-19 años de experiencia).

Yo pienso que es un mundo al revés, como que todo lo tienen confundido,


como que todo lo que tienen dentro está mezclado, y que en su mente osea
comienzan ellos a pensar cosas que para ellos es verdad (Psicóloga, 20-30
años de experiencia).

Es a partir de este miedo ante la desorganización y la confusión que


empieza a aparecer en el discurso de los psicólogos un contenido
interesante; el del “alejamiento de la locura”. Así, el discurso hace evidente
que a veces los psicólogos se sitúan en una posición diferente a la del
paciente psicótico, desde la cual es imposible mezclarse con la “locura” de
los mismos.

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Es como que uno pudiera sentirse en un estatus superior o diferente al de
estas personas que están locas, fuera de la realidad, que decirles lo que
tienen que hacer, etc. (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

La viñeta anterior refleja la manera en la que los psicólogos pueden servirse


de su estatus de profesionales de la salud mental para poner distancia entre
ellos y el mundo psicótico de los pacientes. Tal vez, la necesidad de alejarse
de la locura esté relacionada a que la psicosis es entendida por los
participantes como una enfermedad ante la cual cualquier persona está
potencialmente expuesta: uno puede volverse loco también, uno puede
enfermarse ¿no? Nadie está libre de eso (…) ¿no? (Psicóloga, 20-30 años de
experiencia) y que incluso, a veces puede ser contagiosa: en algún
momento de repente pensé que podría ser contagioso ¿no? (Psicóloga,
menos de 10 años de experiencia).

Así, es esperable que a veces los psicólogos tiendan a ubicarse en el lado


“cuerdo” o “sano” de la relación con sus pacientes. Una manera de hacer
esto consiste en utilizar el estatus de profesional de la salud para mirar a
los pacientes como “casos de libro”, lo que además les permite no
involucrar sus emociones en el trabajo.

Como profesional yo siento que eso me enriquece, porque puedo ver


claramente a una persona viviendo tan intensamente sus instintos, sus
necesidades desorganizadas, lo que está en el libro lo ves claramente en
directo. Para mí es un interés científico, un interés académico (Psicólogo,
menos de 10 años de experiencia).

Los participantes nombraron sentir ansiedad frente al hecho mismo de


atender a un paciente psicótico. Esta reacción emocional aparece sobre todo
al inicio de la práctica profesional, como una reacción común ante la difícil
tarea de trabajar con personas psicóticas.

Yo me sentía como que sí tenía habilidad, que sí podía llegar a contactarme


con las personas pero aquí contaba con una barrera, una barrera esteee […]
que normalmente yo también podría haber contribuido ¿no? porque yo

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también me ponía tensa, por la [falta de] experiencia (Psicóloga, 20-30
años de experiencia).

De manera más específica, un participante nombró la falta de control de


impulsos y la impredictibilidad de la conducta de los pacientes psicóticos
como una fuente de ansiedad durante el trabajo con estos mismos
pacientes.

Me gusta tener todo bajo control por decirlo así. Porque si no, no sé qué
cosa vendrá. Lo desconocido, lo nuevo ¿no? Defenderme pues de lo que no
podría controlar. De repente tener un paciente psicótico que está gritando,
o acusándome “Me ha, me ha hecho algo” o haciéndose la víctima, entonces
de eso me quiero defender porque [frente a esto] yo me sentiría de repente
afectado ¿no? [ansiedad en el tono de voz] (Psicólogo, menos de 10 años
de experiencia).

Las características de personalidad de los psicólogos también son un


elemento importante en las reacciones emocionales que se suscitan en el
trabajo con los pacientes. La última viñeta muestra que la ansiedad tiene
que ver con dos elementos principales; la necesidad de control del psicólogo
y el descontrol del paciente psicótico. Esta ansiedad no se genera
necesariamente en todos los participantes.

La última fuente de ansiedad nombrada fue la exposición permanente de los


participantes a los síntomas psicóticos: es estresante ¿no? los gritos, los
llantos, constantes, en cualquier momento ¿no? (Psicóloga, menos de 10
años de experiencia). La ansiedad en este contexto se da frente a la
exposición constante a las personas con psicosis, quienes enfrentan a los
psicólogos con la “locura” definida por ellos como: desorganización, gritos,
desilusiones, persecuciones […] la locura.

Fuera de realidad, desorganización fuera de la realidad, eso es (Psicólogo,


menos de 10 años de experiencia).

Al analizar el discurso de los participantes sobre el miedo y la ansiedad que


los pacientes psicóticos les generan, se encuentra que ambos tienen a la
base una imagen de los pacientes psicóticos como agresivos: con ellos veo
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que tienen bastantes problemas para manejar sus impulsos, entonces han
venido por pegar a sus familiares, a sus hermanos (Psicóloga, 20-30 años
de experiencia) y también como personas sin control de sus conductas
sexuales: en varones que están con el deseo sexual elevado entonces esto
también de alguna manera este, pueda [silencio]el paciente como no
respetar los límites ¿no? (Psicóloga, menos de 10 años de experiencia).
Afortunadamente, esta no es una visión absoluta ni estática: también
empiezan a mirarse a sí y a darse cuenta de cómo pueden, perder el control
de, de sí mismos (Psicóloga, 10-19 años de experiencia). Sin embargo es
importante resaltar la importancia de la imagen del psicótico como el “loco”
en la vivencia de miedo y ansiedad de los psicólogos. Esta imagen difiere de
la idea integrada y realista que los mismos participantes describen como
producto de su contacto cotidiano con estos pacientes.

La esperanza fue nombrada por una de las participantes. Esta aparece a


partir del reconocimiento y la valoración de un lado sano en las personas
que sufren de psicosis: ver como mejoran estas personas me produce
esperanza ¿no? osea, yo he tratado con estas personas durante años y he
podido ver que las personas tienen un lado enfermo y un gran lado sano
(Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

La viñeta se comprende mejor cuando se toma en cuenta que una


característica importante de la psicología como disciplina, consiste en la
importancia que se le da a la persona y su desarrollo psíquico más allá de la
psicopatología. Así, se entiende que las personas con psicosis son capaces
de ser conscientes de sus síntomas y reconocerlos, pueden mejorar, pueden
ser creativos y no todo el tiempo están “fuera de la realidad”. Los psicólogos
también son capaces de describir sus percepciones de las personas con
psicosis como personas con otras cualidades y recursos.

[…] la mayoría de personas piensa que tú vas a venir acá y vas a encontrar
al paciente totalmente desorganizado y que todo el tiempo te va a estar
hablando de sus síntomas positivos, ¿no? Sus ideas de daño y todo lo
demás. Pero algo que tengo muy claro es que toda persona que está
enferma tiene una parte sana (Psicóloga, menos de 10 años de

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experiencia). Hay diversos tipos de pacientes psicóticos ¿no? Puedes
encontrar algunos pacientes que están muy estables, con los cuales puedes
comunicarte y con ellos centrar y ubicar determinadas experiencias que les
permitan distinguir entre la realidad y sus síntomas y ellos se manejan muy
bien (Psicóloga, 10-19 años de experiencia). Es en el contexto de valoración
de las áreas sanas de los pacientes que muchos de los participantes
nombraron sentir satisfacción. Esta satisfacción aparece cuando los
participantes pueden observar que el trabajo realizado tiene un impacto
positivo en la vida de los pacientes.

La satisfacción va desde la posibilidad de saber que puedes contribuir a que


una persona pueda tener un poquito de mejores posibilidades de vivir y de
recuperar su salud. Da satisfacción trabajar con ese lado sano que puede
tener el paciente psicótico (Psicóloga, 10-19 años de experiencia).

De manera más específica, los participantes verbalizaron sentirse


satisfechos al lograr resultados concretos con el trabajo psicológico
realizado, de manera que se pueden observar mejorías en los síntomas,
mejorías en la funcionalidad y mejorías en la calidad de vida de sus
pacientes.

A mí me parece que verlos que se estabilizan, que se recuperan, que se dan


cuenta qué pasó para que su mente funcione de esta manera [sonríe] verlos
que entienden mejor sus alucinaciones o qué hay atrás de sus
alucinaciones, osea ver que afloran sus recursos, sus fortalezas, eso me da
mucha satisfacción (Psicólogo, menos de 10 años de experiencia).

Me genera satisfacción ver resultados en ellos. Tengo pacientes


universitarios, tengo pacientes que logran ejercer el nivel de autovalimiento
y de desarrollo (Psicóloga, 10-19 años de experiencia).

Es eso que cuando ves los resultados en los pacientes, cuando los ves que
ya se sonríen [ella sonríe], osea que ya se van sintiendo mejor, eso es una
satisfacción enorme [se le nota feliz] (Psicóloga, 20-30 años de
experiencia).

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La satisfacción narrada por los participantes es especialmente significativa
cuando se consideran las múltiples dificultades y frustraciones asociadas al
trabajo con pacientes psicóticos. La superación de estas dificultades y los
avances en el tratamiento se ven reflejados en resultados concretos y
observables en la vida de los pacientes, lo cual constituye una
retroalimentación para los psicólogos con respecto a la importancia y
efectividad de su trabajo en la vida de los pacientes.

En esta misma línea, los psicólogos también nombraron sentir satisfacción


cuando los pacientes reconocen el trabajo y el esfuerzo realizados por el
psicólogo, siendo así capaces de valorarlo.

La satisfacción es que hay pacientes que hace años que no veo y me


saludan muy cariñosos. Sí, lo lindo es que te saludan, se acuerdan de ti,
son muy cariñosos [ríe] entonces ellos te valoran. Creo que valoran
realmente, y esto es lo rico (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

El hecho de que los pacientes valoren el trabajo de los psicólogos implica


que ellos también observan mejorías en los diferentes ámbitos de sus vidas.

Además, la expresión de cariño y gratitud por parte de los pacientes es muy


importante para los participantes, entre otras cosas, porque esta imagen
contrasta con la imagen inicial del psicótico como persona inafectiva y
emocionalmente desapegada. Finalmente, la alegría es nombrada por
algunas de las participantes como reacción a las expresiones de cariño de
los pacientes: nos dan afecto, nos dan atención, nos reconocen, nos, no sé
si nos adoptan [ríe] (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

La alegría también es nombrada a partir de la experiencia de observar la


recuperación progresiva y sostenida de los pacientes a través del tiempo:
Pacientes que los he seguido sesión tras sesión y he visto que han ido
mejorando, que se han ido sintiendo mejor, que alegría ¿no? (Psicóloga, 20-
30 años de experiencia). De la misma manera que la satisfacción, la alegría
aparece a partir de las expresiones de gratitud y reconocimiento de los
pacientes a los psicólogos.

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La valoración de los aspectos sanos de los pacientes es otra de las muchas
cosas que van desarrollando con el tiempo de experiencia laboral de los
psicólogos. Esta se da de manera progresiva ante el asombro de las cosas
que hacen los mismos participantes: a veces su comportamiento es tan
normal, que sí, [silencio] ha cambiado toda mi percepción de la enfermedad
(Psicóloga, 20-30 años de experiencia). Así, el discurso de los participantes
refleja cómo los años de experiencia juegan un rol muy importante en la
capacidad de integrar la salud y la enfermedad en una misma persona:
estos años de experiencia clínica me hacen sentir como que sí, me siento
capaz de poder atender a un paciente, de verlo como una persona ¿no?
porque si, es una persona (Psicóloga, 20-30 años de experiencia).

En el presente capítulo se han revisado las diferentes reacciones nombradas


por los psicólogos como resultado del trabajo con pacientes psicóticos.

La manera en la que estas se presentan en el discurso permite ver como las


reacciones emocionales y conductuales están íntimamente ligadas a las
percepciones e interpretaciones que los participantes tienen tanto de la
psicosis como del paciente psicótico. Dichas percepciones e interpretaciones
no solo modifican y moldean las reacciones emocionales de los psicólogos,
sino que también se ven modificadas y moldeadas por estas últimas,
configurando así una compleja dinámica de significación que constituye la
experiencia emocional o vivencia emocional de la experiencia de trabajar
con pacientes psicóticos.

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3.7. Discusión.
Según lo previamente descrito los psicólogos resaltan sistemáticamente la
dificultad que supone vincularse emocionalmente con sus pacientes
psicóticos. Al resaltar este fenómeno, se puede inferir que los participantes
están hablando del impacto que tiene en ellos el trabajo con las personas
psicóticas dadas las graves limitaciones que estas presentan en el ámbito
intersubjetivo (Nelson, Sass & Skodlar, 2009; Rosenbaum, 2007; Searles,
1965) que es justamente el lugar en donde se desarrolla el encuentro
clínico (Winnicott, 1975).

Es necesario considerar que esta barrera se convierte en el punto de partida


de la vivencia emocional de los psicólogos con respecto a sus pacientes
psicóticos. Al analizar la experiencia emocional narrada por los participantes
de manera global, se advierte que la gran mayoría de reacciones
emocionales nombradas son displacenteras para los psicólogos pues ellos
hablan de la frustración, el miedo, la ansiedad o la cólera que sienten a
partir del trabajo con personas psicóticas.

Algunas investigaciones previas (Birdsong, 1993; Rice, 2006) muestran que


este fenómeno no se limita al trabajo con personas con psicosis, sino que es
una vivencia común a los psicólogos que trabajan de manera cotidiana con
personas que sufren psicopatologías mentales severas como los trastornos
relacionados con sustancias o personas que cometen suicidio.

Esta evidencia remarca que muchas veces el trabajo clínico con patologías
graves impone intensas demandas emocionales a los psicólogos, quienes se
ven obligados a lidiar con reacciones emocionales poco placenteras en su
trabajo cotidiano. Pese a esto, la naturaleza de la vivencia de los psicólogos
en su trabajo clínico ha sido poco estudiada. En la psicología el tema se ha
investigado mayormente desde un enfoque patologizante al describir los
síndromes que pueden aparecer a causa de esta experiencia (Currid, 2008;
DiMatteo, 2001; Killburg, 1986).

La predominancia de reacciones emocionales displacenteras que se advierte


en nuestros resultados se entiende principalmente a partir de las serias

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limitaciones que tienen las personas psicóticas para aprehender la realidad
interna, reconocerla como suya y comunicarla a través del vínculo con otra
persona (Nelson, Sass & Skodlar, 2009). Esto genera que, por ejemplo, los
psicólogos reaccionen con frustración frente a un paciente que se muestra
desconectado de las personas, cuando lo que está sucediendo es que la
intimidad psicológica es terriblemente amenazante para el paciente por no
tener bien diferenciado el “yo” y “no yo” (Sandler, 1993). Así, el vínculo
psicótico distorsiona la vía principal a través de cual se realiza el trabajo
clínico, lo que deriva muchas veces en la frustración, ansiedad y cólera
narrada por los participantes.

En el otro extremo, las reacciones placenteras aparecen en los psicólogos


frente a las “áreas sanas” de sus pacientes, a propósito del reconocimiento
del trabajo y el esfuerzo de los psicólogos y la posibilidad de entablar un
cierto vínculo emocional a pesar de que el paciente muestra dificultades
para ello. Sin embargo, las reacciones emocionales agradables aparecen
mucho menos que las desagradables en el discurso de los participantes.

La desproporción en la intensidad de las reacciones placenteras y


displacenteras parece estar ligada a la dificultad para reconocer las áreas
saludables de los pacientes psicóticos frente a la evidencia de los síntomas
de la enfermedad.

Dada la dificultad del trabajo psicológico con personas psicóticas, sería más
beneficioso para el trabajo terapéutico y para el psicólogo mismo que se
logre cierto equilibrio entre ambos tipos de reacciones. En este proceso no
influirán solo las reacciones emocionales sino los diferentes elementos de la
experiencia emocional como las reacciones derivadas de las emociones y las
percepciones de los psicólogos con respecto a la psicosis. Estos elementos
se encuentran en una interacción constante que pasaremos a discutir.

Al seguir analizando las reacciones emocionales narradas por los psicólogos,


se hacen evidentes dos vivencias que derivan de las reacciones emocionales
y que merecen ser discutidas. Estas son: la comprensión de los límites de
los psicólogos como una consecuencia posible a la frustración y el
acercamiento a la propia locura como producto del contacto con la “locura”
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de los pacientes. Ambas reflejan un proceso mediante el cual los psicólogos
transforman la reacción emocional que no les es placentera, en una
experiencia de crecimiento o aprendizaje.

Así, algunos psicólogos son capaces de servirse de la experiencia del


contacto con sus propias limitaciones y la frustración que esto les genera
para transformarla en un proceso de aprendizaje y aceptación de los
propios límites.

De la misma manera, la cercanía a la “locura” de sus pacientes permite que


en algunos casos los psicólogos transformen esta vivencia en un proceso de
cuestionamiento personal sobre el concepto de locura y las “áreas locas”
propias lo cual deriva en una definición de psicosis menos estereotipada.

Estos resultados comprueban las afirmaciones de Birdsong (1993) quien


resalta que la elaboración exitosa de la experiencia emocional del trabajo
psicológico con pacientes difíciles depende de la capacidad del psicólogo
para pensar de manera realista su rol con respecto a sus pacientes y los
límites del trabajo psicológico. A pesar de esta constatación, la investigación
es escasa con respecto a los factores específicos que hacen posible esta
elaboración exitosa.

La importancia del tema y la coherencia con nuestros hallazgos impelen a


identificar las características personales que permiten que algunos
psicólogos sean capaces de elaborar sus reacciones emocionales para
transformarlas en una experiencia de aprendizaje y crecimiento.

El desarrollo de un yo flexible y adaptativo (Kernberg, 1976) parece tener


un rol fundamental en el fenómeno porque implica la capacidad para
integrar los lados positivos y negativos de los objetos psíquicos (lo cual
incluye a los otros, a uno mismo y a las situaciones) gracias a un yo que
pueda tolerar un monto razonable de angustia y frustración.

La capacidad que reflejan algunos de los participantes para tolerar la


frustración surgida del contacto con las propias limitaciones y convertirla en
una experiencia emocional que contribuye al crecimiento sugiere la
existencia de un yo suficientemente sano.
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De la misma manera, la capacidad de explorar las “propias áreas locas” sin
que esto signifique un desequilibrio personal, solo es posible gracias a la
existencia de un yo con un nivel suficiente de fortaleza e integración que
logra transformar una experiencia amenazante en una experiencia de
crecimiento personal y de creación de nuevos significados que enriquecen el
trabajo clínico.

A lo anterior se suma que las vivencias emocionales que los psicólogos


describen como placenteras (alegría, esperanza y satisfacción) aparecen
solo cuando ellos son capaces de reconocer las áreas sanas de sus
pacientes lo cual implica un yo capaz de integrar la salud y la enfermedad
de los pacientes psicóticos. Los ejemplos anteriores resaltan la importancia
de la salud mental de los psicólogos en el trabajo que realizan y en la
posibilidad de elaborar la experiencia emocional derivada de su trabajo
clínico.

Otro de los hallazgos importantes del estudio radica en la confirmación de la


relevancia de las percepciones e interpretaciones de los psicólogos con
respecto a la experiencia emocional.

El análisis del discurso de los participantes muestra que dichas percepciones


pueden ser divididas en dos grupos. En el primer grupo se encuentran las
ideas de psicosis que contienen significados culturalmente atribuidos como
la imagen del “loco” o el “inválido” las cuales son imputadas a la persona
psicótica por el común de la población y en donde se evidencia una visión
estereotipada y estigmatizada del paciente psicótico. El segundo grupo de
percepciones con respecto a la psicosis son las que derivan de la educación
formal de los profesionales y se acercan más a la definición de psicosis que
se usa en la psiquiatría o en la psicología.

Sin embargo la importancia de identificar las percepciones de los psicólogos


con respecto a sus pacientes no radica solo en el hecho de poder
enumerarlas y clasificarlas sino en notar que estas se mantienen en
constante interacción con las reacciones emocionales de los psicólogos ante
los pacientes psicóticos (Reeve, 1994). Ejemplo de esto es que algunas
emociones de los participantes responden a visiones estereotipadas del
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paciente psicótico, por lo que sienten miedo ante el “loco” mientras que
otras como la alegría responden a una visión más integrada del paciente.

Adicionalmente, el análisis del discurso de los psicólogos demuestra que una


única percepción puede estar relacionada a distintas reacciones emocionales
en los psicólogos. Así, se descubre que la imagen del paciente psicótico
como “inválido” genera cólera, rechazo y/o pena en los participantes.

La cólera se da en relación a lo desgastante e intenso que es el trabajo


psicológico con personas “inválidas”, mientras que el rechazo se da frente a
las múltiples dificultades que aparecen en el trabajo con la misma persona.

A la vez, los psicólogos sienten pena a causa de las trabas que impone la
“invalidez” al desarrollo personal de los pacientes.

De manera similar, la percepción del trabajo con personas psicóticas como


una tarea compleja genera en los psicólogos frustración y cólera.

La primera, se relaciona al deseo de progresar en el tratamiento con los


pacientes sin lograr hacerlo, mientras que la cólera aparece cuando los
psicólogos sienten que no pueden hacer nada más por sus pacientes.

Finalmente, la percepción de los pacientes psicóticos como personas sin


capacidad para controlar sus impulsos genera miedo en los psicólogos
frente al peligro de ser atacados, pero a la vez genera ansiedad frente a la
posibilidad de perder el control de la sesión por la impredictibilidad de la
conducta de las personas psicóticas.

Los últimos ejemplos describen la complejidad de la experiencia emocional


como una vivencia en la que interactúan muchos factores que van más allá
de lo que es aprehensible en primera instancia por el profesional que la
experimenta, de allí la importancia de la reflexión sobre la propia
experiencia emocional descrita por Jiménez (2009) para comprender su
complejidad y entender su importante influencia en la práctica clínica.

Así, cuando esta influencia no es revelada, los psicólogos pueden tender a


practicar una “psicología del sentido común” (Canestri, 2003) en donde los
elementos de la experiencia emocional no elaborada influyen para que el
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profesional empiece a construir y practicar modelos “pre-hechos” guiados
por la “costumbre”. Así tenderá por ejemplo, a actuar en la práctica clínica
según la imagen del paciente psicótico como “inválido” o como “peligroso”,
lo cual reduce significativamente la capacidad de los psicólogos para
reconocer la individualidad de cada paciente.

Además, la posibilidad de entender la dinámica de la propia experiencia


emocional es importante para la salud mental de los psicólogos quienes, por
ejemplo, necesitan poder ser capaces de comprender las fuentes de la
frustración o cólera que sienten a raíz de su trabajo y luego, la forma en la
que estas interactúan con las percepciones que ellos tengan con respecto a
su trabajo y la satisfacción con el mismo. Esto representa una de las
mejores maneras para prevenir síndromes como el burnout o la fatiga
compasiva (Currid, 2008; DiMatteo, 2001; Itzhaky, 2001)

A través del análisis del discurso, se hace evidente que los años de trabajo
juegan un importante rol con respecto a la experiencia emocional de los
psicólogos dado que los diferentes elementos de esta se van modificando y
complejizando a lo largo del tiempo. Por ejemplo, los psicólogos contrastan
sus ideas iniciales con respecto al paciente psicótico con las vivencias que
se van dando a lo largo de su práctica clínica de lo que resulta una imagen
más integrada y menos estereotipada del paciente psicótico, a la vez que
las reacciones de miedo o la ansiedad se reducen en intensidad dando paso
a una vivencia más placentera del trabajo.

Al hacer un análisis más exhaustivo del discurso de los participantes con


mayor y menor experiencia, se encuentra una ligera tendencia de los
psicólogos menos experimentados a referirse más a las dificultades del
trabajo con pacientes psicóticos y a las reacciones emocionales a estas. Por
su parte, los psicólogos más experimentados tienden a describir imágenes
de las personas psicóticas que integran más la salud y la enfermedad, a la
vez que tienen menos reparo en hablar de su experiencia emocional,
incluyendo tanto las dificultades como las satisfacciones derivadas de esta.

Estos resultados concuerdan con los de Craig y Sprang (2009) quienes


encontraron que los años de experiencia son un factor muy importante en la
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vivencia de satisfacción con respecto al propio trabajo en terapeutas que
trabajan con personas con estrés post traumático. Así, los terapeutas más
experimentados sienten más satisfacción con respecto a su trabajo que los
menos experimentados, lo cual cuestionaría la idea del tiempo como factor
nocivo en la salud mental de los terapeutas que trabajan con pacientes con
patologías severas (Di Matteo, 2001; Killburg, 1986).

Sin embargo, es importante que al investigar la asociación entre los años de


experiencia y una experiencia emocional más positiva o integrada se evite
asumir que una causa la otra, ya que esto no es necesariamente cierto; en
ese sentido, es posible que sólo las personas que eventualmente logran
integrar y elaborar los diferentes elementos y variaciones de la experiencia
emocional sean las que deciden seguir trabajando con estos pacientes
mientras que quienes lo encuentran intolerable tenderían a abandonar este
trabajo, lo que hace imposible estudiar a estas personas comparándolas con
quienes no abandonan la tarea.

En el caso de los participantes de este estudio, es importante decir que más


de la mitad de ellos han trabajado con personas psicóticas por más de diez
años, por lo que se asume que más de la mitad de los participantes son
psicólogos que han decidido seguir trabajando con este tipo de pacientes.
Sin embargo, las diferencias encontradas en los discursos de los psicólogos
con más y menos experiencia son sutiles y en este sentido sería importante
que futuros estudios clarifiquen la cantidad de años a partir de la cual las
diferencias entre psicólogos con mayor y menor experiencia se hacen
claramente evidentes. Además, sería importante que la investigación se
oriente a elucidar los factores que hacen que los psicólogos permanezcan
trabajando con personas psicóticas a través de los años.

Por ahora, con respecto a los años de experiencia se puede afirmar que el
tiempo parece ser un factor importante para los psicólogos en cuanto a la
elaboración de su propia experiencia emocional. El sexo de los psicólogos
fue tomado en cuenta como una variable para el análisis de la experiencia
emocional. Sin embargo, a partir de los resultados no es posible inferir que
existen diferencias en la experiencia emocional de psicólogos y psicólogas lo

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cual puede ser explicado principalmente en función del pequeño número de
hombres en la muestra. Sin embargo, una línea importante para futuras
investigaciones consiste en elucidar las diferencias de la experiencia
emocional de psicólogos y psicólogas dadas las diferencias que existen entre
hombres y mujeres en el procesamiento y expresión de las emociones
(Lithary et al., 2010).

Finalmente, es importante considerar que la presente investigación fue


llevada a cabo en una institución pública de salud mental. Por tanto, todos
los hallazgos del estudio deben ser entendidos desde este contexto. Pese a
que los participantes no incluyeron el tema de la institución de manera
espontánea al narrar su experiencia emocional con pacientes psicóticos,
podemos ver la influencia de esta en el hecho que la institución pública de
salud mental determina que los psicólogos trabajen frecuentemente con
poblaciones en situaciones de exclusión, pobreza y violencia.

A la luz de los resultados, se puede afirmar que la pobreza de los pacientes


impacta de diferentes maneras en la experiencia emocional de los
psicólogos. Esta causa frustración e impotencia en los profesionales porque
pese a sus esfuerzos, la pobreza impone límites infranqueables al trabajo
psicológico con los pacientes, que incluyen un acceso restringido o nulo a
medicinas así como intensos estresores que dificultan el proceso de
rehabilitación de las personas. A la vez, la pobreza genera pena en los
psicólogos porque el sufrimiento de los pacientes no se limita a la psicosis
misma sino a un contexto global que se convierte en un círculo vicioso del
cual es muy difícil salir. El discurso de los psicólogos muestra que la
pobreza, la exclusión y la violencia actúan como catalizadores de la
enfermedad mental tal como fue descrito por el Proyecto Amares (2006) a
partir del trabajo realizado con comunidades víctimas de violencia política.

Siguiendo nuestros resultados vemos como las historias de violencia, abuso


y la situación de extrema pobreza pueden jugar como estresores iniciales en
la enfermedad mental de la misma manera que influyen en el desarrollo de
la enfermedad y las posibilidades de recuperación y rehabilitación de la
misma.

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La frustración, pena, e impotencia narradas por los participantes frente a la
pobreza e historias de violencia de sus pacientes hacen referencia a la
vivencia de un fenómeno que trasciende la enfermedad mental y por tanto
introducen la necesidad de incorporarlas como una dimensión de crucial
importancia en el estudio de la experiencia emocional de los psicólogos que
trabajan en el sector público de salud mental, pues inevitablemente se
verán enfrentados a este problema en su trabajo cotidiano.

El presente estudio aporta al conocimiento por ser uno de los pocos que
describe la vivencia emocional de los psicólogos que trabajan con personas
psicóticas en el ámbito público, de tal manera que brinda un conocimiento
contextualizado, susceptible de ser utilizado por los profesionales que
trabajan en ámbitos semejantes en el país. Pese a la limitación que puede
significar el pequeño tamaño de la muestra de esta investigación y el
número relativamente pequeño de horas que los participantes dedican
semanalmente a sus pacientes psicóticos, consideramos que los aportes son
importantes como parte del inicio de una línea de investigación en este
tema escasamente estudiado.

Finalmente, la información obtenida en esta investigación permite conocer


algunas de las reacciones emocionales que pueden aparecer en los
psicólogos y que pueden ser potencialmente dañinas para su salud mental,
por lo que los resultados de esta investigación son un insumo útil en el
diseño de intervenciones orientadas a cuidar la salud mental de psicólogos
que trabajan de manera cotidiana con pacientes psicóticos.

Hasta este punto hemos discutido los hallazgos principales de nuestro


estudio centrándonos en la naturaleza de la experiencia emocional de los
psicólogos y sus implicancias en la práctica clínica.

Adicionalmente, los resultados obtenidos permiten realizar algunas


conclusiones que son importantes de señalar. El primer aspecto nombrado
por los psicólogos con respecto a la experiencia emocional del trabajo con
personas psicóticas es la “desconexión emocional” que presentan estos
pacientes, lo cual alude al vínculo evitativo y rechazante que tienden a

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establecer las personas psicóticas. Este vínculo marcará la experiencia
emocional de los profesionales en su trabajo con estos pacientes.

Al narrar su experiencia emocional, los psicólogos dan cuenta de una


compleja vivencia que está conformada por múltiples reacciones
emocionales en interacción con diversas percepciones e interpretaciones de
los psicólogos con respecto a la psicosis y al paciente psicótico.

Dada la complejidad e intensidad de la experiencia emocional, la salud


mental de los psicólogos se convierte en un elemento fundamental pues
esta determina la capacidad de los psicólogos para integrar y elaborar los
aspectos positivos y negativos de la experiencia. Es también gracias a su
salud mental que los psicólogos pueden obtener una fuente aprendizaje y
crecimiento personal a partir de su trabajo con las personas psicóticas.

Sin embargo, la tarea de elaboración, significación y transformación


necesita tiempo para ser realizada, es por eso que sostenemos que el
tiempo de experiencia profesional juega un rol fundamental en la
experiencia emocional de los psicólogos.

Finalmente, encontramos que la pobreza es un factor que atraviesa y


modifica la experiencia emocional de los psicólogos más allá de la
enfermedad mental y constituye uno de los mayores obstáculos en el
trabajo psicológico.

Por consiguiente, el impacto de la pobreza de los pacientes en la


experiencia emocional de los psicólogos debe ser tomado en cuenta como
un factor influyente, especialmente en el contexto de la institución pública
de salud mental que fue el contexto en el que fue realizada esta
investigación.

Es a partir de lo dicho anteriormente que consideramos importante que los


psicólogos que trabajan con personas psicóticas creen espacios sostenidos
de supervisión donde les sea posible expresar y elaborar la experiencia
emocional que deriva de su trabajo cotidiano con personas psicóticas.

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Lo último es especialmente cierto cuando consideramos que la elaboración
de la experiencia emocional constituye parte fundamental de la calidad de
tratamiento que los psicólogos brindan. Así mismo, la institución de salud
mental como contexto en el que se da el encuentro psicólogo – paciente
debe promover espacios para cuidar la salud mental de sus trabajadores.

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4 PSICOSIS.
UNIDAD

4.1. Definición.
Feuchtersleben introdujo el término psicosis en 1845 con el fin de separar
los trastornos neuropsiquiátricos (neurosis) de los trastornos psiquiátricos
(psicosis); sin embargo, este término aún carece de definición exacta, pues
los distintos autores e investigadores, provenientes de líneas de
pensamiento muy diferentes enfatizan distintos aspectos. Por esta situación
los límites son muy amplios y los criterios de diagnóstico muy cambiantes.
(Ban, y Ucha Udabe, 1995)

“Para Jaspers (1913) la psicosis es el resultado del proceso de una


enfermedad que se apodera del individuo en cuanto totalidad, sin importar
si es un trastorno hereditario que comienza en determinado momento de la
vida o un trastorno no hereditario que comienza a serlo por una lesión
exógena. Para aspirar al rango de psicosis, el proceso patológico debía
tener fuerza suficiente para anular el desarrollo normal y la conducta
manifestada ser tan diferente como para no confundirse con una reacción
exagerada ante la experiencia cotidiana”. (Ban y Ucha Udabe, 1995)

Por su parte, Kaplan, Sadock y Grebb (1994) destacan tres parámetros que
resultan, a juicio de los autores, importantes para delimitar las psicosis y
que son: la incapacidad para distinguir la realidad de la fantasía, la
evaluación de la realidad deteriorada y la creación de una nueva realidad.

Desde el punto de vista psicoanalítico se la define como un trastorno


primario de la relación libidinal con la realidad, por retracción de las cargas
de objeto o incremento de la libido narcisista, con tentativas posteriores de
reconexión objetal. La estructura psicótica es una de las vicisitudes posibles
en el armado del aparato psíquico de un sujeto, la que surgiría como
corolario de una historia de sucesivos fracasos en los distintos momentos
constitutivos del psiquismo humano y cuya cima estaría representada por el
Edipo.

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Es una perturbación global de la personalidad con una desorganización total
de las funciones del Yo, a la cual sigue en ocasiones, una reorganización
narcisística, expresada en la construcción de un mundo propio, desde el
cual el sujeto se ubica y vive en adelante. El anhelo de la psicosis sería el
de reproducir un estado similar a la simbiosis primaria, en donde no existe
ni la necesidad de reconocer ni de desprenderse del objeto.

Bleger distingue dentro del concepto de psicosis: 1) la disgregación


psicótica, 2) la restitución psicótica, 3) la parte psicótica de la personalidad
y 4) la personalidad psicótica.

La descripción clínica corresponde al período inicial de la esquizofrenia en el


cual se produce un derrumbe regresivo del Yo (vivencia de fin de mundo).

Se pueden distinguir 5 teorías de la disgregación psicótica:

a) Teoría de la regresión sustentada por Freud y Abraham: se postula una


regresión a la etapa oral primaria caracterizada como preambivalente,
narcisista y anobjetal.

b) Teoría de la desintegración: la teoría de la esquizofrenia basada en la


génesis del Yo como proveniente de distintos núcleos que en su comienzo
funcionan autónomamente y que luego se organizan, explica a esta
patología como una regresión pero al mismo tiempo con una desintegración
o pérdida de la integración o síntesis del Yo.

c) Teoría de la disociación, trata de una regresión específica: una regresión


a la posición esquizoparanoide con su disociación específica o sea una
separación de fragmentos yoicos asociada a una separación de objetos
(malos y buenos).

d) Teoría de la fragmentación (splitting patológico): sostiene que si bien hay


una regresión, ésta no se produce a la posición esquizoparanoide sino a una
posición esquizoparanoide anormal, patológica, en la cual no se produce
una disociación entre el objeto bueno y malo sino “caprichosa”. Klein, Bion y
Rosenfeld dan importancia en este proceso a la confusión.

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e) Teoría de la indiferenciación: postula que la regresión se produce a una
organización primitiva con falta de discriminación (o indiferenciación
primitiva). (Bleger, 1971)

“La esquizofrenia es sin duda alguna la psicosis cuyo punto de origen se


sitúa en las capas más arcaicas de la constitución de la personalidad. Por
esto es asimismo, a los ojos de la mayoría, la psicosis-tipo. Ello no impide
que el uso del término sea con frecuencia sumamente vago, como en
Estados Unidos, por ejemplo, donde tiende cada vez más a convertirse en
un mero sinónimo de psicosis ni tampoco que las dimensiones en las cuales
se eligen tanto los criterios de discriminación como los conceptos
explicativos, sean muy variables.

La sola referencia a los nombres de Kraepelin, Bleuler y Freud-Lacan


bastará para ilustrar aquí lo que decimos. Nos parece, sin embargo, que la
noción de esquizofrenia puede precisarse mediante una serie de rasgos que
definen su naturaleza misma. Vamos a enumerarlos, intentando explicar
cómo se remiten unos a otros y se articulan entre sí, para componer juntos
un modo (patológico) de existencia.

1) La imagen del propio cuerpo, a la cual se refiere consciente o


inconscientemente el enfermo, aparece siempre como siendo, de alguna
manera, la de un cuerpo troceado. Este despedazamiento se manifiesta con
mucha frecuencia de modo bien patente.

2) El sujeto muestra en algún momento decisivo de sus decires una


confusión entre el significante y el significado; muchos de los
“neologismos”, tan corrientemente destacados en la literatura psiquiátrica
acerca de la esquizofrenia, tienen aquí su origen. En esta confusión se
inscribe el no-acceso del sujeto al orden de lo simbólico.

3) El triángulo edípico está fundamentalmente perturbado. El sujeto, que no


ocupa sino imaginariamente el puesto del Ego en el vértice inferior del
triángulo, se sitúa de hecho en uno de los ángulos del lado superior, de
donde suplanta al padre, reemplazándole a veces por algún personaje
ilustre o fantástico. Tiende a fundirse y a confundirse con el otro progenitor:

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la madre, la cual ocupa en principio el ángulo opuesto del mismo lado, para
abolir la línea y hacer caer a sus dos extremos en un punto único. El deseo
de ser su propio padre con su propia madre corresponde a este esquema.

Se trata, pues, en realidad, de un pseudo triángulo, que se podrá calificar


también de pseudo edípico, ya que la madre a la cual aquí se alude no es la
madre edípica, sino un otro; esto es lo que se verifica también en el caso de
la hija, con respecto a la cual es semejante el esquema y que no tiene
jamás a la madre como objeto edípico (salvo en el caso de un complejo de
Edipo invertido, lo cual constituye otro problema).

4) El sujeto manifiesta una bisexualidad al menos virtual. Más exactamente:


fracasa en situarse en función de la diferencia entre los sexos. Sin desear
anticipar acerca de los desarrollos que van a seguirse, se observará
fácilmente que esto deriva directamente de lo que ha sido mostrado en el
punto precedente.

5) El sujeto identifica el nacimiento y la muerte. Habla del nacimiento como


de una muerte y de la muerte como de un nacimiento. “No he nacido aún”,
o bien, “estoy muerto desde hace mil años”, son desde este punto de vista
proposiciones estrictamente equivalentes” (De Waelhens, 1972)

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4.2. Etiología.
Freud la atribuye, entre otras, a una falla en la represión primaria (por su
ausencia o insuficiencia) como responsable de la psicosis, por lo cual debe
reprimir lo real (forclusión) o deformarlo. Cuando Freud en 1924 describe
las características que tiene el vínculo con la realidad en las neurosis y en
las psicosis, dice que la neurosis no desmiente la realidad, se limita a no
querer saber nada de ella; la psicosis la desmiente y procura sustituirla.

Al respecto acota Freud que la conducta normal es la que aúna los rasgos
de ambas reacciones: como la neurosis, no desmiente la realidad, pero,
como la psicosis, se empeña en modificarla. La conducta adecuada efectúa
un trabajo que opera sobre el mundo exterior y no se conforma con
producir alteraciones internas; no es sólo autoplástica sino, también,
aloplástica.

En la psicosis el remodelamiento de la realidad tiene lugar en los


sedimentos psíquicos de los vínculos que hasta entonces se mantuvieron
con ella, o sea en las huellas mnémicas, las representaciones y los juicios
que se habían obtenido de ella hasta ese momento y por los cuales era
subrogada en el interior de la vida anímica.

También se registra en la psicosis, insuficiencia en las identificaciones


primarias y secundarias, presencia de una madre que no metaboliza las
ansiedades esquizoparanoides del bebé, por el contrario, le devuelve a éste
el mismo monto de ansiedad que él depositó en ella, dificultándole así o
impidiéndole la elaboración de las mismas y produciendo en el niño un
efecto paralizante o explosivo.

Asimismo cumple un papel etiológico fundamental su inmersión en la


situación de doble vínculo (mensajes contradictorios de efecto paralizador).

El concepto de represión primaria (urverdrängung) es uno de los más


complejos y oscuros de la teoría psicoanalítica, Freud la sitúa en el origen
de toda otra represión, como un proceso hipotético que se observa a través
de sus efectos.

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En la psicosis no se alcanza una adecuada inserción en la triangularidad
edípica, lo que lleva implícito un no acceso del sujeto a su propia identidad
y por lo tanto, el no poder conferirse densidad y profundidad a sí mismo y a
los demás. Este déficit es luego rellenado con restituciones delirantes,
imaginarias y fantasmales que constituyen el mundo alucinatorio.

Freud (1917) formuló una reflexión visionaria que dejó sin contestar: "...no
veo en qué sentido habría fracasado la orientación que hemos impuesto a
nuestras búsquedas si descubriésemos que en la psicosis graves son las
pulsiones yoicas mismas las extraviadas de manera primaria...el futuro lo
dirá...".

Creo que estamos en ese futuro y podemos advertir que esa intuición
freudiana es hoy una de las más importantes ideas trabajadas por los
diversos autores en los que abrevamos. Las "pulsiones yoicas mismas"
opuestas, en ese momento teórico, a las sexuales y que requieren para su
satisfacción de una "acción específica" implican una concepción muy
cercana, aunque no exacta, a los "instintos del yo" de Winnicott, a esas
necesidades que, como él plantea, deben encontrar imprescindiblemente su
objeto específico para poder lograr la integración, la personificación y la
realización.

La misma idea la hallamos en Kohut (1971) para las primeras relaciones


objetales, posibilitadoras del establecimiento de un self cohesivo, vital y
armónico. Para lograrlo, deberá el incipiente self encontrar objetos que lo
especularicen y a quienes idealizar. También Bowlby (1969) coincide con
estos conceptos cuando piensa en las conductas de apego, e igualmente
Balint (1968) postulando el amor primario. En la clínica de J. McDougall
(1982) están presentes conceptos teóricos similares. Si en los comienzos de
nuestra vida, quien nos debe "sostener" y "aguantar" – el depositario de
nuestra confianza - falla reiteradamente, nuestro desarrollo será deficitario.

Pero, si esta continencia es lograda, permitirá que el bebé sea, que se


sienta real, creativo, que logre su vivir en su propio cuerpo, que con el
tiempo siga siendo el mismo. De no ser así, de fallar esos primeros objetos
imprescindibles, de no establecerse un "sostén" confiado, esas necesidades
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se congelarán, esperando una mejor oportunidad para hallar una respuesta
en la amistad, la poesía o el analista. De no ser posible un encuentro
pertinente, quedará una fisura que llevará a la mente y luego al falso self a
ocupar el lugar de la persona ("ser en vez de") con la finalidad de evitar el
caos, dando lugar, posteriormente, en los casos más graves, incluso a la
construcción defensiva de un delirio.

Para Winnicott "la enfermedad psicótica está relacionada con el fracaso


ambiental en una fase precoz del desarrollo emocional del individuo... y
solamente puede ser aliviada por una provisión ambiental especializada e
interrelacionada con la regresión del paciente... allí será fundamental la
provisión de un marco generador de confianza". (Winnicott, 1954).

Aclarando estos conceptos podemos decir que la perturbación intensa y


constante en la satisfacción de las necesidades del self, siempre básicas,
generan las condiciones para la enfermedad psicótica.

Frieda Fromm-Reichmann, inspirada en las ideas de Sullivan, en su primer


trabajo (1939) señaló que el paciente que más tarde desarrolla una
esquizofrenia ha sido severamente traumatizado en un periodo temprano,
en el que el lactante vive de una manera grandiosa en un mundo narcisista
propio. En ese estado, siente que sus deseos se cumplen como resultado
del pensamiento mágico.

Esta autora considera que la experiencia traumática temprana abrevia el


período de seguridad narcisista, lo cual sensibiliza frente a las frustraciones
posteriores de la vida. Como consecuencia, el paciente huye de la realidad
intolerable de su vida presente mediante un intento de restablecer el mundo
delirante autista del lactante.

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4.3. Represión primaria u original (Urverdägung).
Es importante profundizar en la comprensión de la represión primaria dado
que para Freud su ausencia o insuficiencia, son responsables, totalmente o
bien en parte, de la psicosis. La urverdrängung es una pieza esencial de la
teoría freudiana de la represión; la encontramos en varios de sus textos
donde la sitúa en el origen de toda otra represión. Debe ser vista, según
afirma Freud, como un proceso hipotético, el cual es postulado a través de
sus efectos.

En su trabajo “La represión” (1915) nos dice: “El estudio psicoanalítico de


las neurosis de transferencia nos lleva a concluir que la represión
(verdrängung) no es un mecanismo de defensa originariamente dado, sino
que, por el contrario, no puede surgir hasta después de haberse
establecido, una precisa separación entre la actividad anímica consciente y
la inconsciente. La esencia de la represión consiste exclusivamente en
rechazar y mantener alejados de lo consciente a determinados elementos”.

Según Freud, una representación no puede ser reprimida si no experimenta,


simultáneamente con la acción ejercida por la instancia superior, una
atracción proveniente de los contenidos que ya son inconscientes. Es
preciso entonces explicar la existencia de formaciones inconscientes que no
hayan sido a su vez atraídas por otras formaciones: ese es el papel de la
represión primaria.

La represión primaria y la fijación, se encuentran íntimamente relacionadas.


Por ejemplo, en el caso Schreber (1911), que es el primer texto donde
habla de represión primaria, describe como fijación el primer tiempo de la
represión. Aunque en ese estudio la fijación se concibe como una “inhibición
del desarrollo”, en otros lugares el término posee un sentido menos
genético y designa, no sólo la fijación a una fase libidinal sino también la
fijación de la pulsión a una representación y la inscripción de esta
representación en el inconsciente.

Con respecto a este tema en “La represión”, Freud expresa: “Por


consiguiente, tenemos razones para admitir una represión primaria, una

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primera fase de la represión consistente en que el representante psíquico
(representante ideativo) de la pulsión ve negada su entrada en la
conciencia.

Con ello se produce una fijación; el representante6 correspondiente subsiste


a partir de aquel momento en forma inalterable, la pulsión permanece
ligada a aquél”. Es decir que en ese texto utiliza el término fijación, aparte
de toda referencia genética, como lo hace en su teoría del inconsciente,
para designar el modo de inscripción de ciertos contenidos representativos
(experiencias, imagos, fantasías) que persisten en el inconsciente en forma
inalterada y a los cuales permanece ligada la pulsión.

La represión primaria se encuentra en el origen de las primeras formaciones


inconscientes, su mecanismo lo explica Freud por la existencia de una
contrainvestidura. Con respecto a esto, en su trabajo “Lo inconsciente”
(1915) dice: “Esta (la contrainvestidura) representa el gasto permanente en
una represión primaria, pero al mismo tiempo garantiza su permanencia.

La contrainvestidura es el único mecanismo de la represión primaria; en la


represión posterior o represión propiamente dicha, se añade el retiro de la
investidura preconsciente”.

En cuanto a la naturaleza de esta contrainvestidura, persiste la oscuridad.


Para Freud es poco probable que proceda del superyo, el cual se forma con
posterioridad a la represión primaria. Su origen debería buscarse, en
experiencias arcaicas muy intensas. Cabe preguntarnos: ¿en qué consiste el
fracaso o la insuficiencia de la represión primaria? y ¿cuáles son algunos de
los elementos que podrían intervenir en ese fracaso?

Nos encontramos de acuerdo con De Waelhens (1973) cuando expresa:


“Hemos de evitar, en principio, un cierto riesgo de confusión. Sabida es la
famosa fórmula, sumaria, desde luego, pero que no se ha de limitar uno a
rechazar: el neurótico reprime lo inconsciente, el psicótico reprime lo real”.

También Laplanche y Pontalis (1971) se refieren a esta tesis en su


diccionario y dicen: “Mientras que en la neurosis, el yo, obedeciendo a las
exigencias de la realidad (y del superyo) reprime las reivindicaciones
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pulsionales, en la psicosis se produce ya desde el principio una ruptura
entre el yo y la realidad que deja al yo bajo el dominio del ello”.

Sigue diciendo De Waelhens: “Está claro que no se puede tratar en ambos


casos del mismo mecanismo de represión, no pudiéndose definir este último
sino en función de lo que reprime y de lo que es reprimido. Por otra parte,
se sabe que los términos alemanes utilizados por Freud para designarlos,
son diferentes, al menos a partir de 1915 (fecha en la cual redactó su
observación sobre “El hombre de los lobos”). Designa como verdrängung a
la represión que interviene en la neurosis, mientras que con respecto al
mecanismo característico de la psicosis habla de verwerfung, término que
Lacan propone traducir al francés por forclusión”.

Verwerfung significa en castellano, rechazo, condenación, repudio. Y


termina diciendo De Waelhens: “Por otra parte la psicosis, según Freud,
reconoce como origen total o parcial el fracaso o la insuficiencia de la
urverdrängung (represión primaria) a la cual no habría, por tanto, que
confundir con ninguno de los dos mecanismos.

La represión primordial ejerce una atracción sobre todo aquello con lo cual
puede ponerse en conexión precedentes, si bien tiene algo que ver con la
forclusión, la cual sería una especie de negativo de aquella”.

Siguiendo estos conceptos, diremos que el fracaso o la insuficiencia de la


represión primaria lleva a la verwerfung (rechazo, repudio) que Freud
describe como el mecanismo característico de la psicosis, y que Lacan
traduce al francés por forclusión.

Trataremos de explicarnos más claramente estos conceptos recurriendo


nuevamente a Freud. En su trabajo “Lo inconsciente” nos explica la
diferencia entre las neurosis de transferencia y las psicosis. Explica que “la
representación consciente integra la imagen de la cosa más la
correspondiente representación verbal”; mientras que en el inconsciente
tenemos sólo la representación de la cosa. Dice: “El sistema inconsciente
contiene la investidura de cosa de los objetos, o sea las primeras y
verdaderas investiduras de objeto.

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El sistema preconsciente nace a consecuencia de la sobreinvestidura de la
imagen de cosa por su conexión con las representaciones verbales a ellas
correspondientes...”. Y más adelante “Podemos ahora expresar más
precisamente que es lo que la represión niega a las representaciones
rechazadas en la neurosis de transferencia. Les niega la traducción en
palabras... Una representación no concretada en palabras,... permanece en
estado de represión en el sistema inconsciente”.

En la represión primaria la representación inconsciente aún no ha recibido


investidura alguna del preconsciente y por lo tanto ella no puede serle
sustraída. ¿Qué pasa en la psicosis? Freud nos explica que desde un trabajo
de Abraham sobre la esquizofrenia (1908) se caracteriza a la misma por su
conducta con respecto a la antítesis del yo y el objeto. En la neurosis de
transferencia la renuncia al objeto real trae consigo que la libido sustraída al
objeto real retroceda hasta un objeto fantaseado y desde él hasta un objeto
reprimido (introversión de la libido). Pero la investidura de objeto queda
tenazmente conservada en estas neurosis, dicha investidura perdura en el
inconsciente.

Por el contrario, en la esquizofrenia, la libido sustraída no busca un nuevo


objeto sino que se retrae al yo, quedando suprimida la investidura de objeto
y reconstituido un primitivo estado narcisista. Los elementos que en la
neurosis de transferencia nos vemos obligados a buscar en lo inconsciente
por medio del psicoanálisis, son conscientemente exteriorizados en la
esquizofrenia. Luego explica Freud las modificaciones que se producen en el
lenguaje de los pacientes esquizofrénicos, y dice: “La expresión verbal es
objeto de un especial cuidado, resultando pomposa y altiva.

Las frases experimentan una particular desorganización de su estructura,


que nos las hace ininteligibles, llevándonos a creer faltas de todo sentido las
manifestaciones del enfermo. En éstas aparece con frecuencia, en primer
término, una alusión a órganos somáticos o a sus inervaciones”.

Este lenguaje es denominado por Freud “lenguaje de órgano o


hipocondríaco”. Freud muestra que “en la esquizofrenia quedan sometidas
las palabras al mismo proceso que forman las imágenes oníricas partiendo
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de las ideas latentes del sueño, o sea igual a la pulsión reprimida nunca
cesa de aspirar a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición de
una vivencia primaria de satisfacción proceso psíquico primario.

Las palabras quedan condensadas y transfieren sus cargas unas a otras por
medio del desplazamiento. Este proceso puede llegar hasta conferir a una
palabra, apropiada para ello por sus múltiples relaciones, la representación
de toda una serie de ideas”.

Freud nos muestra ampliamente la diferencia existente entre las


formaciones sustitutivas en la histeria y la neurosis obsesiva por un lado y
la esquizofrenia por el otro. Resumiendo diremos que en la psicosis es “la
semejanza de la expresión verbal, y no la analogía de las cosas expresadas,
lo que ha decidido la sustitución”. Es decir que en la psicosis es sustraída la
investidura de la representación inconsciente de la cosa existiendo una
hiperinvestidura de las representaciones verbales a ella enlazadas. Tal como
explica Freud, esta hiperinvestidura de las representaciones verbales
constituye una tentativa de restablecimiento o curación. Los esfuerzos que
aspiran a recobrar el objeto perdido, toman el camino hacia el objeto
pasando por la representación verbal del mismo. Pero en realidad no logra
la libido retornar a las representaciones de los objetos, lo único que de ellos
logra aprehender, son las representaciones verbales que les corresponden.
Es decir que en su esfuerzo por retornar a la representación de los objetos
tiene que contentarse la libido con las palabras en lugar de las cosas.

En síntesis diremos que a nuestra primera pregunta acerca de en qué


consistiría el fracaso o la insuficiencia de la represión primaria que se
observa en la psicosis, contestaríamos diciendo, que ese fracaso es la falla
de la inscripción en el inconsciente de la representación de la cosa, debida a
la sustracción total o parcial de la investidura de dicha representación.

Punto de fijación.

Según los modelos a utilizar:

En el narcisismo (según el modelo evolutivo freudiano)

Oral receptivo (según el modelo de zonas erógenas)


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Posición esquizoparanoide (modelo kleiniano) Según M. Klein, los
puntos de fijación de la psicosis se hallan en los primeros meses de la
infancia. En la enfermedad se produce la regresión a la posición
esquizoparanoide y a los comienzos de la posición depresiva.

Etapa glischrocárica (Bleger)

Autoerotismo (Abraham)

En el aparato psíquico, la alta energía de investidura es sinónimo de


aumento de capacidad asociativa.

La represión primaria a la vez que mantiene impedido el acceso a la


conciencia de la agencia representante de la pulsión, conserva para ella una
alta energía de investidura: esto aumenta sus posibilidades de asociarse a
otras representaciones. Por eso dice Freud: “La agencia representante de
pulsión se desarrolla con mayor riqueza y menores interferencias cuando la
represión la sustrajo del influjo consciente. Prolifera, por así decir, en las
sombras” (“La represión”, 1915). Esta capacidad asociativa aumentada,
siempre y cuando la representación permanezca reprimida, actuará como
“atracción de lo inconsciente”, al mismo tiempo que su alta energía de
investidura actuará como presión incesante.

En lo que concuerdan la mayoría de los autores es el hecho de que los


puntos de fijación de la libido en la psicosis, determinan una regresión que
implica un trastorno yoico, una desorganización de las funciones del Yo
consistente, básicamente, en la alteración de la función sintética y de la
prueba de la realidad que captan las contradicciones inherentes al
establecimiento de un juicio (por las magnitudes de la libido retraída de los
objetos y concentradas en el Yo.

Regresión.

La regresión en el pensamiento y en el lenguaje está marcada por este


retorno al estadio en que la representación y el objeto real aún no se
diferencian entre sí. “Puede postularse que la tendencia regresiva de un
caso psicótico es parte de la comunicación del individuo enfermo,

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comunicación que el analista puede comprender del mismo modo que
entiende como comunicación el síntoma histérico. La regresión representa la
esperanza del individuo psicótico de que puedan revivirse ciertos aspectos
del ambiente que originalmente fallaron, pero revivirlos de un modo tal que
en lugar de fallar en su función de desarrollar y madurar la tendencia
heredada, esa vez tenga éxito". (Winnicott, 1959).

El volcarse hacia “dentro” constituye la característica más llamativa y


frecuente del comienzo aparente de la enfermedad. Psicoanalíticamente, de
acuerdo a la teoría de la libido, significa el retorno de las cargas de objeto,
que son las que permiten el mantenimiento de la conexión con la realidad
hacia el sujeto. Este retorno hacia sí es muy profundo; debido al mismo se
produce el abandono de las cargas de objetos, tanto de los externos como
de sus representaciones y se producirá la recarga libidinal de las matrices
originarias del Yo. En las neurosis el retorno de la libido a los objetos se
detiene en este punto, en un ámbito representacional donde es clara la
sustitución del objeto perdido (por ej. en una frustración) por otros con los
cuales se entretiene, se entrelaza, recargando por regresión significaciones
inconscientes que van a dar lugar – por la significación edípica que poseen –
a la aparición de la angustia y a todo el cortejo sintomático posterior.

La característica de la regresión psicótica es que se produce a niveles


profundos del psiquismo, a etapas primarias del desarrollo libidinal, lo que
supone también a las formas primarias de organización de la experiencia y
de articulación de los sistemas introyectivo – proyectivo cuyo precipitado
constituyen las identificaciones. La descatectización de los objetos externos
da lugar a una elevación de la carga de los procesos internos, pero a
diferencia de, por ej., la neurosis histérica, en donde la representación
fantaseada de un mundo erótico dramático recibe la carga libidinal
(introversión en sentido estricto), en la regresión psicótica también las
representaciones objetales intrapsíquicas pierden su carga libidinal, la que,
íntegramente (situación límite – teórica) vuelve al yo, entendido éste en el
sentido de núcleo de identidad originario y no en el estructural.

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Otra diferencia esencial entre la regresión psicótica y neurótica es que
aquella no es sólo regresión de la libido, sino también regresión del Yo,
involucrando a sus10 funciones básicas (de mediatización entre realidad y
necesidades instintivas). Nos hallaremos entonces ante formas arcaicas de
organización tanto yoica como pulsional. Garma (1971) subraya lo afirmado
por diversos autores sobre las fantasías de regresión al vientre materno en
los cuadros psicóticos y su vinculación con la homosexualidad

Afirma que en la psicosis la regresión se efectúa a un estadio oral o


posiblemente anterior. Enfatiza, oponiéndose a Freud, que en la psicosis,
junto con la realidad externa, los que resultan rechazados son los instintos
– el ello – y la correspondiente actividad del yo. A estos tres participantes,
instintos, yo y realidad externa, ampliando el concepto de Bibring, los
denomina unidad de placer. Vincula esta situación con los ideales de tipo
religioso, en donde lo que se desprecia es el mundo, el demonio y la carne,
ésta última representante del cuerpo y de los instintos del ello. El rechazo
de esta unidad de placer conduce muchas veces a la despersonalización o a
la hipocondría, puesto que el cuerpo se presenta como un peligro temido.

Para Bleger (1971) la esquizofrenia es una regresión a una posición


esquizoparanoide patológica pero no patológica por la confusión sino por la
fusión o no discriminación, no diferenciación, a la que llama sincretismo.

El proceso de restitución psicótica designa la recuperación, reconstrucción u


organización que se establece a partir de la disgregación psicótica.

Para Freud consiste en la restauración de la carga libidinal a la


representación mental de los objetos cuya carga fue previamente retirada.

La “reconstrucción” de las restituciones psicóticas debe ser comprendida


como intento de reparación en el sentido kleiniano intentando solucionar o
resolver el splitting patológico.

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Relaciones de objeto primarias determinantes.

En términos generales podemos afirmar que la función paterna está ausente


o muy distorsionada (por ej. por perversión del padre). Las características
predominantes de la madre del psicótico, la describen como asfixiante,
simbiotizante, que vive al hijo como una extensión, un desarrollo, una
completud de sí mismo (elección narcisística de objeto, el hijo como falo de
la madre). Como percepción o imagen de la exterioridad del mundo real, el
padre ausente señala un vacío.

Este es uno de los conflictos básicos del psicótico que vive el encierro con
una madre que lo ahoga, pero la salida de eso es la nada, es el vacío. Piera
Aulagnier (1964) nos dice que desde el momento de la concepción, la
madre atribuye a su hijo un “cuerpo imaginado”, distinto a lo que el hijo es
en el plano “El síntoma del retorno al vientre materno, frecuente en
esquizofrénicos, tienen el significado preciso de una represión de los deseos
activomasculinos, de una identificación con la madre y de un deseo de coito
pasivo con el padre, estando el sujeto dentro del claustro materno.

Se vuelve, pues, a encontrar de nuevo la posición libidinal femenina, pasiva


y masoquista que ya se hizo muy patente en las identificaciones, en las
ideas de grandeza y en la fe en su omnipotencia de los enfermos
esquizofrénicos” (Garma, 1971)11 real, un embrión humano en desarrollo.
Este cuerpo imaginado constituye para la madre como una protección
contra el peligro de vivir el parto como un duelo, como la pérdida de parte
de su propia carne o como una amenaza a la continuidad de su existencia.

Sobre ese cuerpo imaginado, va a establecerse un revestimiento libidinal en


el cual puede aparecer lo reprimido más arcaico. Aulagnier describe a esta
madre como incapaz de realizar el “trabajo de nacimiento”, expresión que
ella utiliza en el mismo sentido que Freud habla de “trabajo de duelo”.

Continúa su descripción de la madre del psicótico diciéndonos que no se


trata de una mujer dominante o en términos psicoanalíticos “fálica” sino que
es una mujer que es ella misma la ley. Ana Devincenzi (1976) coincide con
Aulagnier y nos aclara: “La mujer fálica se arroga el derecho de entrar en

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rivalidad con el hombre para imponerle su propia ley, no para rechazar o
discutir la legitimidad de la ley. Las madres de los psicóticos son diferentes,
no conocen ni comprenden la ley como tal.

En palabras de Aulagnier: “Jamás han aceptado las reglas del juego, ni


tampoco las han comprendido, lo cual resulta más grave: podría decirse que
el único juego que conocen es el éxito, juego sin compañero y sin apuesta,
si no es al nivel de una omnipotencia autística”. Según Devincenzi no existe
de hecho, transferencia alguna del narcisismo de la madre sobre el hijo,
sino un revestimiento narcisista del propio cuerpo de la madre por su
potencia creadora. Arieti (Arieti, 1967) plantea un modelo de vida que
puede llevar a la transformación esquizofrénica dividido en tres etapas:

Estadio 1: El niño se encuentra en una familia que no puede ofrecerle un


mínimo de seguridad y confianza básica. Las primeras relaciones personales
se caracterizan por una intensa ansiedad, devastadora hostilidad o falsa
individuación. Este niño, más que el niño común, tiene que interpretar el
mundo, la vida y a él mismo con sus inmaduros procesos cognitivos,
imágenes, símbolos y modalidades arcaicas. (Arieti, 1967). Las imágenes
displacenteras tienden a ocupar un lugar permanente en su vida interior.

A los padres se los vivencia como un agrupamiento de imágenes


desagradables que más tarde son transformadas por la modalidad lógica
arcaica en figuras de fantasía terrorífica. A pesar de las anomalías, terror e
intensos disturbios en este periodo, pocos niños que lo sufren sucumben a
la psicosis infantil. La mayoría entra a procesos de segundo estadio. (Arieti,
I967)

Estadio 2: Los mecanismos inhibitorios del proceso secundario se


desarrollan automáticamente y detienen el funcionamiento de los
mecanismos de los procesos primarios. Las experiencias misteriosas son
reprimidas.

El niño tendrá dificultad en identificarse con los adultos significativos pero


de todas maneras podrá construir alguna clase de imagen superficial en su
self. El introyecta pero también distorsiona y magnifica en gran parte los

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sentimientos y actitudes que él sentía que la familia tenía hacia él. Alberga
serias dudas acerca de su personal significancia y valía (Arieti, 1967). Hacia
el último período de la niñez el cuadro psicológico se ve muy mejorado a
causa de la disminución de su inmadurez, dependencia y demanda.

La familia vive con el niño en forma más adecuada. El ha aprendido que la


familia no va a constituir todo su mundo, más aún aprecia la importancia
del futuro y tiene esperanzas. (Arieti, 1967) En la mayoría de los casos no
hay estadios subsecuentes. El individuo puede construir defensas adecuadas
y más o menos ajustables a la vida y la psicosis no ocurre. (Arieti, 1967).

Estadio 3: (prepsicótico) En algunos casos las defensas que se construyeron


en el estadio 2, eran adecuadas para el pequeño mundo familiar, pero
ahora que el paciente ha extendido sus contactos con el mundo exterior,
son menos confiables. Estos caminos adversos comienzan alrededor de la
época de la pubertad, con variantes de acuerdo a la cultura prevaleciente,
el particular clima histórico de la época y acontecimientos individuales de la
vida del paciente. Las fallas en el mecanismo del proceso secundario que lo
han protegido de las desagradables generalizaciones y terrores arcaicos del
estadio, aumentan su malestar. Siente que no solamente su familia sino
todo el mundo son reacios a aceptar su inadaptación. No sólo los hechos
individuales sino toda clase de pequeños incidentes desagradables, escenas,
recuerdos, están interconectados en una brumosa red de sentimientos. Ya
no tiene esperanza en el futuro e incluso piensa que puede ser, aún peor
que el presente. Sullivan (citado por Arieti) considera a este pánico el
resultado de la herida a la propia estima y lo explica como una profunda
falla en los mecanismos que mantienen a los recuerdos desagradables
reprimidos ("Falla profunda del poder disociativo del self"). (Arieti, 1967)

El autoreproche, la disminución de la autoestima, el profundo sentido de


inadecuación, constituyeron evaluaciones de los adultos significativos en los
primeros años de vida. Esto que pudo ser neutralizado, reemerge ahora en
este tercer estadio por los acontecimientos de la vida externa y refuerza los
componentes negativos de la propia imagen. (Arieti, 1967) El resultado es
de consecuencias y proporciones horrorosas El paciente ya no podrá

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reprimir más. En la totalidad de su ser él se ve completamente vencido,
desprovisto de su autovaloración y más allá de toda esperanza. (Arieti,
1967b) La psiquis todavía dispone de una solución o una defensa: disolver
el proceso secundario, el proceso que ha traído el desastre conceptual y la
ominosa resonancia de lo arcaico. (Arieti, 1967).

Estadio 4: En este momento comienza la psicosis. El proceso secundario se


disuelve de distintas maneras. Por momentos, por la reemergencia del
proceso primario o, en otros momentos, por una lenta y parcial asunción de
otras formas regresivas. (Arieti, 1967).

4.4. Aspectos de la personalidad psicótica.


Bleger denomina parte psicótica de la personalidad a aquella parte que ha
permanecido sincrética o sea indiferenciada, con falta de discriminación
entre sujeto y objeto, entre Yo y no Yo, entre las distintas zonas corporales,
etc.

Esta indiferenciación primitiva (que luego evoluciona hacia lo


esquizoparanoide, lo cual ya implica un cierto grado de discriminación) está
formada por las identificaciones primarias que no han aún evolucionado a la
discriminación y la identidad.

Cuando el pasaje desde la organización sincrética a la posición


esquizoparanoide no se logra exitosamente el sincretismo con ciertos
fenómenos ya pertenecientes a la posición esquizoparanoide forman un
conglomerado al que Bleger ha denominado núcleo aglutinado y que queda
fuertemente clivado del Yo (la diferencia entre disociación o splitting y
clivaje se basa en que la disociación separa dos objetos parciales en la
posición esquizoparanoide; el clivaje designa la separación entre las partes
neurótica y psicótica de la personalidad). Bleger (1971) incluye en la parte
psicótica de la personalidad a la parte sincrética, que se mantiene clivada
de la parte más integrada de la personalidad y también al núcleo aglutinado
(si el núcleo aglutinado se halla clivado y depositado en un depositario fijo,
se constituye la simbiosis).

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Bion (1957) usa el concepto de personalidad psicótica para diferenciarla de
la no psicótica y la caracteriza como formada por “diminutas escisiones de
toda aquella parte de la personalidad que está referida a la concienciación
de la realidad externa e interna y la expulsión de estos fragmentos de tal
manera que éstos penetran o engloban a sus objetos”. El título del trabajo
de Bion se refiere a la diferenciación de las personalidades psicóticas de las
no psicóticas, mientras que en las conclusiones del mismo trabajo habla,
por una parte, de las neurosis severas en las cuales postula la existencia de
una personalidad psicótica oculta por la neurosis, mientras que, por otra, se
refiere a la personalidad neurótica oculta por la psicosis en el psicótico.

Por otra parte, M. Katan ha estudiado también un tema similar pero lo que
llama parte no-psicótica de la personalidad (también la llama pre-psicótica o
para-psicótica) parece ser el período de disgregación de la esquizofrenia.

Del trabajo de Bion se deduce que la personalidad psicótica que él describe


se superpone con las restituciones psicóticas esquizofrénicas a partir del
splitting patológico o fragmentación; en el artículo citado, aclara que se
ocupa de pacientes esquizofrénicos graves.

El objeto bizarro que describe Bion es un núcleo de esta restitución. Todas


las restituciones psicóticas presentan una estructura sincrética, en el
sentido de que en su estructura interna no hay discriminación. La diferencia
que establece Bleger (1971) entre personalidad psicótica (que, como se ve,
constituye una restitución psicótica de toda o la mayor parte de la
personalidad), entre lo que llamó parte psicótica y el capítulo de la
despersonalización, se debe a que la clínica, la teoría y la terapia exigen
esta distinción. Dicho autor subraya especialmente que el concepto de
"parte psicótica de la personalidad" no se superpone -todo lo contrario- con
el concepto de personalidad psicótica introducido por Bion, aunque ambos
presenten una estructura sincrética.

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4.5. Conflictos básicos.

La psicosis muestra esencialmente un déficit en la construcción de la trama


simbólica. Según Bion la parte psicótica de la personalidad se centra en
torno a la intolerancia a la frustración, el predominio de los discursos
destructivos, el odio a la realidad externa e interna (odio que aquí significa
desintegración y rechazo). Las relaciones afectivas están totalmente teñidas
de ambivalencia. La regresión psicótica incluye el retiro de la libido de los
representantes de cosa del inconsciente y una sobrecatexis de la
representación verbal en los momentos restitutivos.

Es notoria la invasión del proceso primario sobre el secundario (irrupción de


lo inconsciente en lo prec. – conc.) dado que fracasaron los mecanismos
represivos y en general los mecanismos de defensa son flaqueantes.
Rosenfeld en el análisis de pacientes esquizofrénicos observa “estados
confusionales” que le imposibilitan diferenciar entre pulsiones libidinales y
agresivas, entre objetos buenos y malos y que se presentan cuando
disminuyen los procesos disociativos.

Las personas que tienden con regularidad a desarrollar estados psicóticos,


muestran una combinación característica de fijaciones narcisistas primitivas
y sadomasoquistas (pregenitales) que las predisponen a peligrosos
conflictos de hostilidad, ausente entre los neuróticos.

Por consiguiente, uno de los rasgos más impresionantes del conflicto


psicótico intrapsíquico es la lucha entre las tendencias activa y pasiva,
sádica y masoquista, destructiva y autodestructiva, y en general, entre los
impulsos sexuales y los agresivos, que en ciertas etapas de la enfermedad,
pueden ser utilizados como defensas unos de los otros. El psicótico teme la
inminente disolución de la estructura psíquica que implica un derrumbe total
o parcial de las representaciones de objeto y del yo, y que culmina en un
retiro del mundo exterior, hasta el punto de la formación de síntomas
psicóticos manifiestos.

Dentro de la conflictiva psicótica vemos que las exigencias contrarias del


ello y el mundo exterior actúan sobre el yo. Heinz Hartmann ha llamado la

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atención sobre la desneutralización de las pulsiones y, en especial, sobre la
desneutralización de la agresión sobre el superyó, las defensas y la
formación de contracargas. Pero dicha desneutralización de las pulsiones
sexuales y agresivas, no puede explicar suficientemente la intensidad de las
fuerzas destructivas que se observan en los psicóticos y él mismo
menciona, los procesos de defusión pulsional, que pueden combinarse con
los de desneutralización.

Para Galli (1982) hay que considerar uno de los niveles de conflicto, que es
el que se da entre pulsiones objetales y pulsiones narcisistas. El narcisismo,
en la normalidad, es un interjuego dialéctico permanente y dinámico, donde
el pasaje de las cargas de objeto primitivamente exteriores, después
recolectada por el Yo, nuevamente se dirigen hacia el exterior realizando los
movimientos y actividades necesarios para que la realidad sea más acorde
con los deseos.

En el narcisismo patológico, no salen nuevamente hacia afuera, las cargas


quedan como hipocondría, como imagen grandiosa de sí mismo, como
negación de la realidad, como todas esas cosas que configuran una
estructura de Ideal del Yo sobre la que se cimienta toda negación posterior
de la realidad compartida, convencional, exterior. Con lo cual queda - en las
enfermedades narcisistas - una dificultad básica para discriminar lo propio
de lo no - Yo, lo intracorporal de lo extracorporal, lo real de lo ilusorio, la
percepción de lo alucinado.

En el momento gatillo de la enfermedad psicótica todas estas posibilidades


estarían funcionando simultáneamente en cuanto a desconexión de la
realidad, de los objetos exteriores, vueltas sobre el propio Yo. Ahí se
construye el concepto metafórico y mudo clínicamente de la vivencia de fin
de mundo, que significa que todo lo que podría marcar una diferencia entre
el Yo y el exterior queda abolida en la mitad exterior, queda todo como algo
centrado en el sujeto, agobiante, angustiante. Se pierde toda conexión
verbal para enganchar recuerdos y rememoraciones. Los síntomas vendrían
a ser intentos posteriores de restitución de los enganches desde este
mundo cerrado de esta manera.

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Complejo de Edipo.

J. McDougall (1982) nos habla de otra conflictiva básica en la psicosis al


recordarnos la problemática edípica: "Narciso desempeña un papel más
importante que el Edipo, en cuanto a la dilucidación de las perturbaciones
más profundas de la psiquis humana; la supervivencia ocupa un lugar más
fundamental en el inconsciente que el conflicto edípico, hasta el punto que
para algunos la problemática del deseo incluso puede aparecer como un
lujo”.

Describe los “casos difíciles”, con un encarnizamiento de su resistencia al


análisis, al cual sin embargo se aferran con violencia, poseyendo una
“coraza caracterológica que tiene como función proteger sus vidas ... donde
los síntomas sirven como escudo contra la indiferenciación, la pérdida de la
identidad, la implosión fragmentadora del otro.

Para salvaguardar el derecho a existir, solo o con otro, sin temor de


perderse, de hundirse en la depresión o disolverse en la angustia, se crea
un edificio psíquico, construido por la magia infantil, megalomaníaca e
impotente: medios de niño para hacer frente a una vida de adulto. Esta
forma de vivir puede aparecer a los ojos de los demás como una existencia
loca o incoherente, y el sujeto como inexplicablemente actuando o ausente
en exceso; pero quien habita este edificio, por más que la estructura
oprimente del mismo torne la existencia casi insoportable, no renunciará a
él alegremente (salvo que haya decidido quitarse la vida). Pues al menos, al
abrigo de este edificio, es posible sobrevivir”.

Ana Devincenzi (1976) nos sintetiza su posición ante el complejo de Edipo


en la psicosis, en los siguientes términos: “Si consideramos el complejo de
Edipo como un momento de la evolución hacia la genitalidad, y como un
punto de fijación para las neurosis, sería lógico considerar las16 psicosis
fuera de la problemática edípica. Efectivamente la teoría más a menudo
adoptada es la de que habría una relación de exclusión entre psicosis y
Edipo, mientras que la organización pregenital estaría en primer plano y en
lugar del Edipo ausente.

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A esta concepción se puede responder no sólo con la imposibilidad teórica
de concebir el psiquismo a cubierto de toda estructura edípica, aunque a
veces pueda corresponder sólo a unos lineamientos o ser sólo virtual, sino
fundamentalmente mediante la evidencia clínica. Tanto Melanie Klein como
sus discípulos lo han testimoniado claramente en su obra.

Desde la descripción de Klein de las posiciones paranoide-esquizoide y


depresiva, conocemos la importancia que, en materia de psicosis, hay que
atribuir a la constitución precoz del superyo y del complejo de Edipo.

Del mismo modo que en los psicóticos persiste un lenguaje, una relación
con el otro, no podría mantenerse la abolición total de la referencia edípica.

La oposición entre el complejo de Edipo, reconocido no obstante como


precoz y la pregenitalidad, ya que ambas posiciones de Klein son
subdivisiones del estadio oral, no sólo no es de exclusión, sino que soporta
la conjunción, por mediación del superyo y de la posición depresiva: la
psicosis es de la vertiente pregenital; se debería a un superyo terrorífico
constituido precozmente.

Considerando que en la neurosis la ley actúa en una sobrevalorización de la


prohibición, podríamos imaginar que la psicosis mostraría claramente el
deseo bruto que subyace a la prohibición. Sin embargo la experiencia clínica
muestra que los deseos edípicos no conducen a una realización directa,
(salvo en algunos episodios psicóticos agudos donde se ha encontrado
parricidio, o castración realizada, acompañada a menudo de tentativas de
suicidio).

Por tanto es claro que la referencia edípica no se encuentra totalmente


ausente en la psicosis; se encuentra en ellas potencialmente y el delirio es
como lo describió Freud, una tentativa de reconstruir la realidad perdida,
apoyándose en una apariencia de organización edípica; esta facultad que
persiste en el psicótico debe ligarse al mecanismo de la idealización.
Además examinando los factores desencadenantes de los episodios agudos,
se encuentran situaciones en las cuales se impone la consideración de un
conflicto edípico, por ejemplo el enfrentamiento a una autoridad de tipo

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paterno, tener que asumir una función paterna (como estudió Niederland),
a propósito de Schreber o la confrontación entre el sistema dual del sujeto y
la apertura simbólica tercera de la paternidad (como estudió Lacan).

La escuela inglesa abrió nuevas perspectivas terapéuticas, al considerar la


psicosis como una potencialidad de todo ser humano. Recordemos con
Hanna Segal (1965) que las posiciones descriptas por Klein, más que
estadios genéticos rígidos, son formas que pueden persistir durante toda la
vida, sobrepasando otras estructuras, el desarrollo edípico clásico e incluso
la edad adulta. La ventaja de esta concepción es que hace ver en la
pregenitalidad las formas originales y comunes a todas las estructuras
mentales. Principalmente las angustias paranoides que encontramos al
comienzo de la vida, le otorgan un lugar central al sistema paranoico.

Tanto es así que la paranoia (psicosis delirante sistematizada) es el cuadro


que describen la mayor parte de los autores para hablar en general de las
psicosis.

El defecto de organización simbólica edípica se manifiesta en una


indiferenciación entre el padre y la madre, lo que reduce las identificaciones
del psicótico a las identificaciones primarias. Se trata de una manera
general de un rechazo fundamental de la diferencia sexual. Esta
indiferenciación se corresponde a lo que Klein describe como "las parejas
combinadas", a la madre fálica o a la madre que contiene el pene paterno.

El coito de los padres representa una coalición contra el psicótico. La escena


primaria es el aspecto dinámico y amenazante de la pareja combinada de
los padres. Este imago se activa en las fases agudas de la paranoia.

También la encontramos en el objeto de proyección narcisista que es


bisexual en un intento de rechazo, repudio de la diferenciación sexual (esto
se ve en el dios de Schreber). Con este imago bisexual se niega
permanentemente toda posibilidad de castración. El coito entre los padres
es, según Klein una lucha permanente de agresión oral, de mutua
destrucción. En realidad esto es así en las estructuras paranoicas. En las
formas esquizofrénicas desorganizadas esos esquemas se reducen a un

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conflicto entre lo "bueno" y lo "malo", por una escisión más acá de toda
diferencia sexual, de toda dialéctica del deseo. De dicha indiferenciación
sexual, que depende del defecto de la organización simbólica según la ley
del padre, se desprenden algunas consecuencias. La instancia homosexual
está siempre implicada, debido al enfrentamiento bisexual. La relación con
el objeto de proyección narcisista se hará de un modo delirante.

El sujeto masculino, por ejemplo, tendrá que asumir funciones femeninas,


ser fecundado y procrear (como se ve en Schreber). La falta del principio
mismo de la ley del padre, es reemplazada por genealogías delirantes. Por
ejemplo en la paranoia encontramos muchas veces que los padres reales
son reemplazados por personajes idealizados. Se observa también un delirio
de transmisión de la generación por vía masculina a partir del padre
idealizado, sosteniendo y tapando éste la imagen de la madre fálica,
teniendo lugar la fecundación por vía anal (en Schreber también
encontramos esta fantasía).

Situaciones traumáticas.

Constituyentes importantes de la personalidad prepsicótica, son los


elementos que surgen de un narcisismo primario escasamente transformado
y por lo tanto no incorporado en una personalidad madura. Fracaso de la
función materna (ausencia de una madre con “revèrie”) y padre que con su
ausencia lo deja encerrado en una relación simbiótica con esa madre.

Yo frágil por el fracaso de las identificaciones secundarias en su pasaje por


la crisis edípica (o por su no acceso a una sólida triangularidad).

Fragmentación o disociación de la personalidad atribuible en parte a su


dificultad para comprender y reconocer la “ambivalencia” permanente que
hay en sus propios afectos tanto como en los ajenos. Necesidad de
defenderse de su inserción en situaciones de doble vínculo: el niño psicótico
“mamó” un modelo de comunicación esquizofrenizante – mensajes
contradictorios – (por ej. amorosos en lo verbal y de odio en lo paraverbal).

El individuo para defenderse de este tipo de mensajes destructores, intenta


disociar el mensaje reprimiendo las representaciones de odio y

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manejándose conscientemente sólo con las verbales, de ese modo reprime
lo doloroso de lo real – quedándole así deformado ya que se queda sólo con
sus representaciones verbales de la misma.

Esto hace que con el tiempo por tener temor – dolor al contacto afectivo se
vayan tornando distantes, rígidos, extraños, como robots o muñecos
parlantes (despersonalización) y si las cargas tanáticas que reciben se
tornan demasiado intensas para ser disociadas y reprimidas, terminan
dividiéndose ellos mismos para subsistir al dolor y a la frustración.

Mecanismos de defensa.

Fundamentalmente, desde el punto de vista dinámico hallamos el spleeting,


defensa que consiste en la escisión del Yo provocada por la renegación o
repudio de la realidad, proceso análogo al de la represión que tiene lugar en
la neurosis.

Debido al odio a los órganos de los sentidos que permiten la percepción de


lo externo y de lo interno que es displacentero y angustiante, y también
debido al odio a las partes de la personalidad que sirven para el contacto
con la realidad, nos hallamos frente a todo lo que se proyecta y expulsa en
la fantasía omnipotente de la identificación proyectiva.

Cuando el sujeto logra, mediante dicho mecanismo crear la realidad


fantaseada podríamos hablar de una coraza narcisista que protege al Yo
psicótico del displacer proveniente de la realidad. En sujetos con defensas
obsesivas, la irrupción psicótica es menos frecuente (este tipo de defensas
actúa conteniendo las desorganizaciones).

Freud habla de la “verwerfung” para plantear el rechazo enérgico de la


realidad: para evitar el desarrollo de un afecto penoso el psicótico cambia la
imagen que tiene de la realidad, alterando su “buen juicio” acerca de ella.
Cuando Freud (1924) describe las características que tiene el vínculo con la
realidad en las neurosis y en las psicosis, dice que la neurosis no desmiente
la realidad, se limita a no querer saber nada de ella; la psicosis la
desmiente y procura sustituirla. Una madre que enloquece ante la muerte
de su hijo y acuna un pedazo de madera como si fuera un bebé, altera su

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percepción de la realidad para poder continuar descargando un afecto de
ternura en lugar de sentir una insoportable tristeza.

O sea, como nos describe Chiozza (1996) retomando a Freud, en la psicosis


lo esencial del mecanismo defensivo consiste en alterar el juicio de realidad,
de modo que el desarrollo de un afecto que hubiera sido penoso, queda
sustituido por la descarga de otro, acorde con una realidad que ha sido
deformada para satisfacer una fantasía optativa.

En la psicosis el remodelamiento de la realidad tiene lugar en los


sedimentos psíquicos de los vínculos que hasta entonces se mantuvieron
con ella, o sea en las huellas mnémicas, las representaciones y los juicios
que se habían obtenido de ella hasta ese momento y por los cuales era
subrogada en el interior de la vida anímica. Lacan retomará la “verwerfung”
conceptualizándolo como forclusión (represión de lo real).

El retorno de la forclusión en las psicosis gira alrededor de la alucinación. En


el caso del retorno de lo reprimido, aquello que retorna vuelve de “adentro”
porque existe una unicidad conservada; mientras que en el caso de la
proyección viene de “afuera”.

Síntomas clínicos.

Los principales son: extrañamiento, despersonalización, megalomanía,


vivencias de fin del mundo (por el retiro de la libido de los objetos).

También a las regresiones narcisísticas y autoeróticas están ligados los


fenómenos de conducta exhibicionista y de autocontemplación (signo del
espejo) que aparecen con frecuencia en los cuadros psicóticos.

Una condición importante de la producción delirante es la forma regresiva


de pensar que aparece en la psicosis: corresponde a un pensamiento
arcaico, primitivo, anterior al lógico, regido por las emociones y sustentado
por el deseo, en el cual el objeto y la idea del objeto son una y la misma
cosa, lo que ocurra a los objetos puede sentirse como si le ocurriese al Yo
(transitivismo)

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En ocasiones el sistema Superyo – Ideal del Yo (que también regresiona en
las psicosis) puede proyectarse al exterior y convertirse en el punto de
partida de los delirios de observación y de influencia que reproducen las
funciones de esta instancia intrapsíquica (pero ahora provenientes desde
afuera del sujeto – por ej. el delirio del aparato de influencia). El Superyo
de los psicóticos, ese Superyo arcaico regresionado a las matrices primitivas
del Superyo, explica también la culpa extremadamente persecutoria que
sienten los pacientes.

El delirio surge como un intento de reconexión libidinosa, constituyendo una


expresión de la función sintética del yo que intenta rearmar, recompaginar,
pero que dado que está operando con elementos sumamente regresivos, lo
que logra construir es un delirio.

Esto mismo es lo que dificulta esa restauración del vínculo con la realidad.
El movimiento restitutivo da lugar a que las representaciones verbales se
recarguen. “El transitivismo, nace de la ruptura de la proporcionalidad
normal de las funciones sensoriales que facilitan el que las percepciones
cutáneas lleguen a adquirir un carácter fundamental, por ejemplo la
percepción aguzada del calor que emana de los demás” (Paz, 1973). Lo que
se observa como perversión en la psicosis pueden ser intentos de
ligamiento o religamiento libidinoso con los objetos (alucinaciones /
delirios).

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4.6. El pensamiento esquizofrénico.
Arieti (1967) dice que el esquizofrénico es capaz de concebir formas
abstractas de pensamiento pero que no es capaz de sostenerlas.
Características del pensamiento esquizofrénico:

1) el proceso activo de concretización consiste en la transformación de las


ideas emocionalmente intensas en representaciones concretas. Los
sentimientos adquieren una especificidad material o externa. Por ejemplo:
“mi mujer me envenena la vida” en “mi mujer pone veneno en mi comida”
(una idea se transforma en un veneno químico); o “tengo un carácter
podrido” se transforma en una alucinación olfativa.

2) los pensamientos perturbadores son perceptualizados y por ende


proyectados. La proyección en la medida que atribuye a fuerzas externas
“algo” que se originó dentro del self, le otorga al sujeto un alivio transitorio.
El displacer de sus autoacusaciones disminuye al convertirse en un acusado
“injustamente” por otros.

3) el retorno a las formas arcaicas de pensamiento. Por este retorno


encuentra permanentemente semejanza entre los objetos y sus
representaciones.

Con ellas arriba a las conclusiones que necesita o que estén de acuerdo con
sus deseos o temores. O sea, basándose en los procesos de proyección, el
esquizofrénico construye un mundo “restitutivo” con el que sustituye al
mundo interpersonal. La idealidad se encuentra en condiciones de pasar por
realidad. Las palabras son un símbolo de las “cosas” e implican reconocer la
distancia que separa la representación del objeto real y lo nombrado.

En la esquizofrenia la palabra constituye la primera de las tentativas de


restablecimiento o curación. En el lenguaje “restitutivo” el ligamen libidinal
es con las palabras, todo el lenguaje aparece sobrecargado. Freud dice:
estos esfuerzos aspiran a recobrar el objeto perdido y es muy probable que
con este propósito tomen el camino hacia el objeto, pasando por la parte
verbal del mismo.

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La construcción del neologismo es posible por el mecanismo de
desimbolización o sea la ruptura de la relación palabra - cosa. Situación que
permite la sustitución, por desplazamiento y condensación. O sea, según
Freud, que el esquizofrénico catectiza la palabra en lugar del objeto.

La palabra es su objeto y no una metáfora que alude a otra cosa. Los


desplazamientos y condensaciones que sufre la palabra, están cargados de
toda la historia del sujeto. Freud describe el pensamiento como una función
de los procesos secundarios que implica el repaso de las estructuras
asociativas primarias, pero con una “menor cantidad de energías y una
mínima descarga motriz”. El pensamiento se inicia en la falta de identidad
entre la percepción y el recuerdo, llenando la brecha entre el deseo y la
acción.

Freud señala que la más importante diferencia entre las dos clases de
pensamientos, la actividad mental primaria y secundaria, es que en el
pensamiento del primer tipo las contradicciones pueden persistir una al lado
de la otra. Mientras que en el segundo tipo de pensamiento, las
contradicciones están eliminadas, sólo una proposición, idea o conclusión es
verdadera y no, al mismo tiempo, otra que entre en conflicto con ella.

ALUCINACION.

Bleger nos describe el fenómeno alucinatorio desde el punto de vista


metapsicológico, recordándonos que la función del examen de realidad, una
de las grandes instituciones del Yo, consiste en la orientación en el mundo
por medio de la distinción de un exterior y un interior, función que Freud
adscribe al sistema Cc-Prec. Este sistema dispone de una inervación motora
por medio de la cual comprueba si la percepción puede ser suprimida o no.

Lo que ocurre en la psicosis y en los sueños es la cesación de la posibilidad


de realizar un examen de la realidad y emitir un juicio, por cuanto el Yo
interrumpe su relación con la realidad y sustrae al sistema de las
percepciones Cc. su carga.. Esto sumado a la disminución de la capacidad
represiva del Yo son las condiciones que posibilitan la alucinación.

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El sujeto “ve” la imagen interna como resultado de la catexis regresiva de
las huellas mnémicas. O sea, aquello que el sujeto desea se transforma en
imagen y rechaza la percepción de aquello que odia (todo esto en
concordancia con el funcionamiento del Yo narcisista).

La transición de la imagen alucinatoria al pensamiento adaptado a la


realidad, depende del interjuego entre las necesidades del bebé y el alivio
procurado por una figura maternal adecuada a esas necesidades.

Si las imágenes anticipatorias que tiene el bebé no coinciden


reiteradamente con las reacciones de la madre, no se integran las
experiencias internas con las externas. Este hecho provoca una disociación
entre la capacidad primaria de alucinar con otras formas de pensamiento.

Dos diferencias principales entre la psicosis y el sueño, además de la obvia


que una ocurre durante el dormir y la otra ocupa vigilia y sueño, son que:

1ª.) Lo elaborado por el proceso primario en la esquizofrenia son las


palabras en sí mismas. En el sueño, la elaboración onírica no recae sobre
las palabras sino sobre las presentaciones de cosas a que las mismas son
previamente reducidas.

2ª.) La otra diferencia radica en las características del fenómeno


alucinatorio: la alucinación onírica puede transformarse en imagen
mnémica, ser recordada y utilizada para establecer un vínculo en términos
verbales. La alucinación psicótica, en cambio, pasa a ser en sí misma la
actuación del sujeto, su forma de vivir.

Galli (1982) recuerda que frente a la emergencia de la inundación de


estímulos que Freud llama angustia, la presencia y la actividad del “adulto
con experiencia” (el22 Otro que Freud llama en el Proyecto y que la escuela
inglesa llama “madre con capacidad de revèrie”) que calma la necesidad,
produce una satisfacción.

Cuando se da la reaparición de la necesidad, hechas estas primeras


experiencias de satisfacción, aparece algo importante: la posibilidad de
rememorar, de representarse ilusoriamente la satisfacción recibida en otro

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momento. En rigor, representarse alucinatoriamente estar siendo satisfecho
(gratificación alucinatoria de deseos).

Freud explica así las primeras alucinaciones: por el resurgimiento de la


necesidad, el incipiente aparato psíquico carga el polo sensorial por
procesos energéticos de marcha regresiva y se tiene una vivencia de estar
siendo satisfecho. Esta gratificación alucinatoria de deseos es la base de
todo sentimiento posterior de omnipotencia y base del proceso primario.

También es la base de la concepción de Freud, el Yo de placer. Lo


satisfactorio, aunque alucinado es lo que da la primera dimensión de Yo. Lo
insatisfactorio, aunque sea real y de mi propio cuerpo, es vivido como ajeno
y expulsado afuera (esto es la base de la concepción de la proyección).

Gradualmente el bebé va descubriendo que el adulto con experiencia


aparece y que la alucinación no alcanza (no sacia el hambre). Esto para
Freud va dando comienzo al criterio de realidad: la posibilidad de
representarse lo real aunque sea insatisfactorio diferencia a un conflicto
neurótico de uno psicótico:

El conflicto en las neurosis es resuelto por el Yo tomando partido por


el mundo exterior; para que no aparezca la amenaza de castración
(del mundo exterior hacia el Yo) no realiza sus deseos (vive en la
fantasía lo que no hace en la realidad, respetando el mundo externo).

En las psicosis el Yo toma partido por el Ello. El Yo rechaza la


realidad, creando una nueva en lugar de la anterior (en la neurosis no
hay repudio total de la realidad exterior, se crea una realidad al lado
de la otra; se pierden en el Inc. Las representaciones de cosa, o en el
Prec. se rompe la unión de estas representaciones de cosa con las
representaciones verbales que pueden dar cuenta de ellas.

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MODELOS DE VINCULOS Y COMUNICACION TIPICOS

Los psicóticos tienden a usar el mundo exterior con el objeto de impedir la


disolución de las estructuras del yo, del superyó, así como la
desdiferenciación y desintegración regresivas que los amenazarían con un
manifiesto derrumbe psicótico.

Por tal razón, pueden no sólo aferrarse al mundo exterior, sino incluso
tratar de cambiarlo, de crear uno que convenga a sus necesidades
especiales y de rechazar los aspectos que no les sirven, de tal modo
abandonan la realidad y la reemplazan por una nueva realidad de fantasía.

En los vínculos se observa una falta de discriminación Yo – no Yo, labilidad


(por la intensa ambivalencia), con elecciones de objeto sumamente
narcisistas. En el lenguaje observamos la aparición de alteraciones (por ej.
Neologismos como producto de condensaciones) y en el pensamiento (por
alteración del proceso simbólico). El pensamiento verbal depende de la
capacidad de integración y está ligado con la posición depresiva (que es una
fase de síntesis e integración para Klein).

La capacidad de simbolizar depende de:

1) la habilidad de aprehender objetos totales;

2) del abandono de la posición esquizoparanoide (con su escisión) y

3) de la reunión de las partes escindidas y el ingreso en la posición


depresiva.

La teoría de la esquizofrenia de Bateson se basa en el análisis de las


comunicaciones y la teoría de los Tipos Lógicos (Russell) que plantea la
existencia de una discontinuidad entre la clase y sus miembros. Esto en la
patología comunicacional se quiebra constantemente.

En la familia se estudia esta situación de “doble vínculo” en la cual la


persona haga lo que haga, no puede ganar. La función del yo es discriminar
modos de comunicación, ya sea dentro de la persona o entre ella y los
otros. En el esquizofrénico esta función está debilitada en tres áreas:

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a) dificultad para asignar el modo comunicacional correcto a los
mensajes que recibe de otros.

b) dificultad para asignárselo a los mensajes que él emite (verbales o


no).

c) dificultad para asignárselo a sus propios pensamientos,


sensaciones y percepciones.

El esquizofrénico es un producto de la interacción familiar. Para que ocurra


una situación de doble vínculo son necesarios:

1) dos o más personas (una de ellas es la víctima)

2) una experiencia repetida

3) un mandato primario negativo (que adquiere dos formas de


presentación:

a) No hagas eso o te castigaré; b) si no haces eso, te


castigaré). El aprendizaje se basa en evitar el castigo – de los
progenitores en general -, que puede consistir en:

Retiro del amor.

Expresión de odio o cólera y

Expresión de impotencia extrema.

4) un mandato secundario en conflicto con el primero dado, que se realiza


generalmente, por medios no verbales.

5) un mandato negativo terciario que prohíbe a la víctima escapar del


campo (el escape se vuelve imposible, por ej., por promesas caprichosas de
amor).

6) Cuando la víctima aprendió a desenvolverse en situaciones de doble


vínculo, no son necesarios todos los pasos anteriores, sino que con sólo
algunos se provocará el pánico o la cólera.

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El sistema metacomunicativo (las comunicaciones referentes a la
comunicación) en el esquizofrénico está derrumbado y no sabe qué clase de
mensaje emite. Es incapaz de discriminar adecuadamente lo que el otro le
quiere decir, por lo tanto frente a mensajes metacomunicativos a) adopta la
suspicacia, b) se ríe o c) los ignora (oye y ve cada vez menos a su
alrededor).O sea, para Bateson el esquizofrénico, al no saber qué clase de
mensaje es un mensaje, puede defenderse mediante procedimientos de tipo
paranoide, hebefrénico o catatónico. (Bateson, 1976)

Es también importante la existencia de las ecuaciones simbólicas en las


cuales no hay simbolización sino que las cosas para él “no representan” sino
que “son” directamente lo evocado. Dicho de otra manera, la ecuación
simbólica es uno de los resultados patológicos de la simbolización
consistente en la imposibilidad de diferenciar el símbolo de lo simbolizado,
los símbolos entre sí y lo simbolizado entre sí. Se confunden pues la palabra
que designa con la cosa designada, las palabras entre sí y finalmente las
cosas entre sí.

4.7. Transferencia-contratransferencia. Psicosis de


transferencia.
Dada la importancia que tiene el tema de la relación transferencial –
contratransferencial en el tratamiento de la psicosis, realizaremos un
recorrido por distintos autores que la han conceptualizado, a los fines de
profundizar en su comprensión. Frieda Fromm-Reichmann, discípula de
Sullivan, ha desarrollado su propia técnica tratando esquizofrénicos graves,
durante un período de más de veinte años. En 1939 describe la existencia
de la transferencia y sus características esenciales.

Dice que el paciente esquizofrénico se muestra extremadamente suspicaz y


desconfiado hacia el analista debido a graves experiencias traumáticas que
ha tenido en la primera infancia, época en la cual su yo y su aptitud para
examinar la realidad todavía no estaban desarrollados. Señala que "...a
pesar de su retraimiento narcisista, todo esquizofrénico posee una noción
de la irrealidad y soledad de su mundo delirante sustitutivo”.
(FrommReichmann, 1962)

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Explica que el enfermo teme muchísimo a una nueva frustración y por eso
pasa semanas y meses probando al terapeuta, antes de mostrarse
dispuesto a aceptarlo. Sin embargo una vez que lo ha aceptado su
dependencia es mucho mayor que en el paciente neurótico. Es decir que
describe la conducta narcisista como una defensa ante la necesidad de
dependencia extrema. En este trabajo recomienda una serie larga de
entrevistas diarias, en un clima de completa aceptación.

No realiza interpretaciones, porque afirma que el esquizofrénico mismo


comprende mejor el significado inconsciente de su material que ninguna
otra persona. Destaca también que de lo que se trata en la terapia es de
llegar a la porción regresiva de sus personalidades apelando a la porción
adulta, por rudimentaria que ésta pueda ser y enseñándole a dicha parte, a
unirse al psicoanalista en sus esfuerzos terapéuticos (Fromm-Reichmann,
1939).

En trabajos posteriores, publicados en la obra citada, muestra un cambio de


enfoque, fundado en el análisis de la transferencia. En ellos describe la
intensa ansiedad del paciente con respecto a sus propios impulsos hostiles y
la lucha entre la necesidad de dependencia y la hostilidad, que le acarrea al
paciente un efecto devastador. Usaremos como guía en dicho recorrido los
aportes de Ana Devincenzi (1974) en su trabajo acerca de la psicosis de
transferencia.

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EVALUACIÓN
Las cuestiones correspondientes al presente módulo que deben de ser
enviadas al centro, como pruebas de evaluación y seguimiento a distancia,
son las siguientes:

1. Cómo es la experiencia emocional de los psicólogos que trabajan


con pacientes terminales o con trastornos mentales severos.

2. Qué describa la palabra psicosis. A qué hace referencia.

3. Indica lo que considere más relevante según su opinión sobre la


relación terapeuta-paciente psicótico.

4. Defina: la experiencia emocional.

5. Indica los aspectos de la personalidad psicótica.

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